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El Iniciador - Revista de Política

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Page 1: El Iniciador

KRIGER

Page 2: El Iniciador

El arte de tapa es del artista plástico Pablo Racciopi

SUMARIO STAFF

el iniciador es una publicación de

1 EDITORIAL

7 ¿QUE CAPITALISMO TENDREMOS?Benjamin Barber

10 LA SOCIEDAD SIN ALTERNATIVAS

FG Marin

21 ENTREVISTA A JUAN CARLOS PORTANTIERO

27 CHILE, REFORMAS Y DESPUÉS. LA EXPERIENCIA DE LA CONCERTACIÓN

Alejandro Rossi

36 RESEÑA DE “LA INVENCIÓN DEL PUEBLO” DE EDMUND MORGAN

Facundo Bey

40 RESEÑA DE “LA CONTRADEMOCRACIA” DE PIERRE ROSANVALLÓN

Facundo Calegari

43 SECTARISMO

Avishai Margalit

56 SENDEROS DE GLORIA Y TEMPESTADES DE ACERO. ADIÓS A TODO ESO

José Miguel Esteban

63 FILOSOFÍA ES FILOSOFÍA, POLÍTICA ES POLÍTICA

Paulo Ghiraldelli Jr.

66 REFLEXIONES SOBRE LATINOAMÉRICA (DOSSIER)Centro de Análisis e Investigación Política (Chile)

78 ESTRATEGIAS DE LECTURA EN EL NOTICIERO CINEMATOGRÁFICO ARGENTINO

Clara Kriger

89 ULTIMA PÁGINA / VISIÓN PRODUCTIVA Y NEODESARROLLISMO

Maristella Svampa

DirectorGabriel Palumbo

Coordinacion Generalsabrina ajmechetmartín waserman

Editoressabrina ajmechet

facundo beyfacundo calegariezequiel paura

gastón vegamartín waserman

www.ciudadaniaydemocracia.org

Page 3: El Iniciador

STAFF

1

el iniciador/ 1editorial

Gabriel Palumbo

La experiencia democrática, en búsqueda de su amplitud, puede tornarse problemática. Tanto en

el sentido teórico como en el práctico, si la democracia se experimenta como una forma vital más

que como un conjunto de procedimientos o metodologías de selección, el ejercicio político propio de

la democracia se revela esquivo, complejo, incoherente e inquietante. A estas complejidades se le

suman además, los tintes nacionales, locales y regionales propios de la historia, las tradiciones, los

conflictos y sus intentos de resolución.

La intención de El Iniciador en éste número, que con un poco de fortuna tomará la forma de un

extendido ensayo de interpretación, es reflexionar sobre aspectos del presente de la democracia

Argentina problematizando la tensión existente entre la narración centrada en las formas nacional

populares y los intentos por considerar la mirada desde la izquierda democrática como una posi-

bilidad. Una segunda dimensión, siempre presente en las preocupaciones reflexivas de Ciudadanía

y Democracia gira en torno a la inclusión de la Argentina en un universo amplio, el Americano,

universo al que imaginamos reconociendo particularidades al tiempo que se construyen puentes

para vincular perspectivas, sumar miradas, reunir actores, entre un mundo hispanoamericano y

una realidad marcada por otras tradiciones. Hacer esto sin caer en excesos de provincialismo y sin

desestimar temperamentos culturales y simbólicos particulares, es un desafío. Visto de este modo,

el mundo Americano convoca discusiones políticas importantes, reuniendo esquemas interpretativos

disímiles y hasta contradictorios.

Para hacer frente a esta discusión es hace necesario, establecer, primeramente, una breve digresión.

En los últimos años se ha extendido, tanto en ámbitos políticos como intelectuales y académicos,

una estrategia de legitimación para la narración histórico presente que tiene al populismo como su

centro de gravedad conceptual. Estas consideraciones toman al populismo casi como un sinónimo

de democracia en su versión Latinoamericana y estrechan la experiencia democrática en los límites

políticos derivados de esa opción teórico-práctica.

Más allá de las prestigiosas personalidades que reavivan el debate periódicamente y de sus innumer-

ables continuadores locales, y reconociendo además, la inevitable resemantización a la que siempre

es sometido (como todo tópico en nuestras disciplinas), el concepto de populismo se ha instalado

centralmente en la explicación del proceso político Argentino y Latinoamericano.

El uso del término, su escenificación y sus derivaciones político académicas han terminado por

constituir al populismo más como un “genero” que como una explicación satisfactoria. El exceso de

asimilación entre populismo y democracia ha obturado, en gran parte por defecto de otras presencias

argumentativas, la discusión acerca de la democracia, sus matices, sus condiciones plurales de expli-

cación. El populismo como “marca” terminó siendo el aleph por el que necesariamente hay que pasar

para poder hablar de la democracia, sin permitir discutir seriamente si éste podría comprenderse

como complementario al ejercicio democrático, si resulta finalmente un impugnador o si

diciembre de 2009

RELACIONES PELIGROSASNACIONALISMO POPULAR E IZQUIERDA DEMOCRATICA,

UNA NUEVA FORMA DE NARRAR UNA TENSION ANTIGUA

Page 4: El Iniciador

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el iniciador/ 1

solamente se trata de un pobre concepto de la

sociología política.

Estas explicaciones populistas de la democracia,

con todo y por mucho que pretendar ganar cen-

tralidad, no constituyen el problema fundamen-

tal de nuestras democracias, ni en términos de

ideas y conceptos ni en el terreno de las prácti-

cas. Para intentar retomar lo prometido habrá

que cifrar estas explicaciones como subsidiarias

de otra morfología argumentativa de orden su-

perior como la llamada nacional popular, para,

a partir de allí explorar las tensiones existentes

frente a la experiencia de la izquierda democráti-

ca.

Lo nacional popular, independientemente de sus

borrosos límites, resulta una manera, un estilo,

bien definido, claro y también sugerente de nar-

rar la historia política.

Juan Carlos Portantiero, en un artículo de 1991,

publicado en Nueva Sociedad, refiere claramente

la filiación Gramsciana del término nacional-

popular y lo sitúa en una estrecha vinculación

con otros conceptos fundamentales del pen-

sador italiano derivado, indudablemente, del

difícilmente aprehensible concepto de voluntad

colectiva nacional que Gramsci reinscribió desde

Maquiavelo.

En ese mismo trabajo Portantiero historiza y

sigue los pasos teóricos de lo nacional popular

en clave latinoamericana señalando que en esta

versión el concepto no se deriva tanto del pensa-

miento Gramsciano como del de Lenin y Stalin,

provocando una alteración del sentido “social-

ista” propuesto por Gramsci y coincidiendo, en

la teoría y en la práctica con una opción de corte

populista.

La versión del concepto de lo nacional popular

que surgida en las décadas de asimilación de las

lecturas revolucionarias por parte de los pen-

sadores argentinos y con pocas intervenciones

críticas nos acompaña hasta hoy se define mucho

más por la persistencias de rasgos paternalistas,

organicistas y estatalistas (Portantiero, 1991:

156) que por sus componentes reformistas o

revolucionarios. Las características peculiares

del proceso de modernización argentino marca-

do por Germani, la presencia de nuevos sujetos

sociales, la pervivencia de ejercicios arcaicos y

modernos en plena convivencia, hicieron que las

formas de integración política propias del mov-

imientismo nacional popular resultaran las más

eficaces al momento de delinear las estructuras

de funcionamiento del orden social.

La recuperación en el presente de los rasgos

políticos de lo nacional popular remite entonces,

inexorablemente, a la recuperación de este tipo

de tradiciones, rutinas, formas de legitimación y

delimitaciones discursivas. Sin caer en la tent-

ación de la investigación histórica, resulta nec-

esario marcar por un lado los matices que deben

advertirse al momento de examinar los caminos

de lo nacional popular, con presencias de pensa-

dores tan disímiles como Jorge Abelardo Ramos

y Arturo Jauretche. Por otro lado, resaltar las

cualidades peculiares que en nuestro país ad-

quirió la relación entre el pensamiento nacional,

el marxismo y el movimiento peronista.

Estas menciones nos son útiles para retomar el

itinerario inicialmente planteado para este en-

sayo, y definir, pagando cierto tributo al esque-

matismo, las concepciones centrales y genéricas

del temperamento nacional popular.

Page 5: El Iniciador

3

En primer lugar, un rasgo destacado es el de la

crítica a las formas europeas y norteamerica-

nas de percibir y narrar lo político. Desde este

punto de vista, el ejercicio de pensamiento con

categorías nacidas en Europa es asimilado como

una suerte de colonización y, al mismo tiempo,

una suerte de enmascaramiento de la verdadera

problemática nacional. Este punto se ve reforza-

do por un fuerte impronta antiliberal, una mar-

cación fortísima de las identidades tradicionales

de la cultura mestiza, un sentimiento de un con-

vencido antioligarquismo y, por último una po-

tente invocación antiimperialista refenciado en

el énfasis contrario y negativo frente a todo lo

“norteamericano”.

La deriva lógica, política y conceptual de lo ante-

rior se presenta bajo la forma de una idealización

latinoamericana como herramienta de resisten-

cia frente a los poderes centrales e imperiales.

El cuadro se completa, obviamente, con un juego

de símbolos que refuerzan la visión. Simbología

estética, construcción de personajes a la manera

de héroes y, como no puede ser de otro modos,

divulgadores intelectuales.

A lo largo del siglo XX y con las presencias ac-

tuales el pensamiento nacional popular pujó por

hacerse presente tanto en partidos políticos in-

stitucionalizados al modo tradicional como en las

emergencias de sujetos políticos con algún grado

de novedad. Tanto los llamados movimientos na-

cionales de los principios de la vida institucional

latinoamericana como el APRA Peruano, el Var-

guismo Brasilero y el Peronismo Argentino, como

la irrupción tras la implosión identitaria de esos y

otros referentes tradicionales, de los movimien-

tos sociales han visto argumentadas, con mayor

o menor éxito, sus prácticas, sus objetivos, sus

simbologías desde la posición nacional popular.

Lo nacional popular, en tanto lenguaje político

latinoamericano nació y se desarrollo como un

lenguaje político ajeno a la presencia social-

ista y se ha terminado por consolidar como un

práctica centrada en la estatalidad (siempre se

constituyó desde un capitalismo de estado sin

vocación alguna por terminar con sus carac-

terísticas económicas principales), con fuerte

presencia localista y regional como modo de en-

frentamiento al proceso de mundialización.

No es sencillo ensayar una definición que com-

plete la apelación “izquierda democrática”. Un

primer intento, precario, para acercarse, podría

ser entender a la izquierda democrática como el

conjunto de prácticas y de ideas (entendidas en

el sentido Deweyno, como líneas para la acción)

que combinan la tradición igualitarista propia de

la izquierda tradicional con un sentimiento vigoro-

samente vinculado a la experiencia democrática

como forma vital, más allá de metodologías y

rutinizaciones institucionales.

Por escueta y sencilla esta definición provisoria

exime a rapsódicas presencias que habitan in-

dudablemente dentro de ella. Son amplios los

matices que podemos encontrar dentro de la

familia izquierda democrática. Conviven allí lo

que comúnmente la academia ha denominado

de modo esquivo como habermasianismo de iz-

quierdas, las presencias pragmatistas de Rich-

ard Rorty, las vivas colaboraciones de la tercera

generación de Frankfurtianos como Axel Honnet

o Hans Joas, el más clásico igualitarismo Rawl-

siano y el increíble ingenio de Sloterdijk. Estas

y otras tradiciones están presentes en lo que

denominamos izquierda democrática, por com-

partir los dos sentimientos iniciales y por formar

parte de un quantum de literatura que aborda

los problemas derivados de las dificultades in-

telectuales generadas por la convivencia política

en registro democrático.

Es en este sentido que las presencias de familias

de teorías ayudan a pensar, sin agotarlas, las po-

sibilidades de la izquierda democrática. Tanto el

republicanismo, como el liberalismo y el comu-

nitarismo se presentan, no sin tensiones, como

prácticas argumentativas relacionadas con lo

que llamamos izquierda democrática y más allá

de sus diferencias, ricas y sumamente suger-

entes, conviven aportando énfasis en lo que se

diciembre de 2009

Page 6: El Iniciador

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el iniciador/ 1

constituye en el elemento unificador, su principal

objetivo de garantizar libertades y fomentar au-

tonomías.

Las conceptualizaciones propias de la izquier-

da democrática, las que se emparentan con el

principio de ciudadanía y su ampliación prác-

tica y teórica se encuentran afectadas también

por el hilo conductor de una preocupación por

desencializar las discusiones, evitando mira-

das dogmáticas y favoreciendo actualizaciones

permanentes del debate público y de los nudos

problemáticos.

Así las cosas, y fundamental y afortunadamente

anclados en la aceptación irrestricta de la de-

mocracia, las distintas familias teóricas convo-

cadas por la izquierda democrática no convocan

el mismo consenso al momento de establecer los

“tipos” de democracia. Hay que reconocer, y será

valido detenerse brevemente en ello, una ver-

sión liberal, una republicana y una comunitarista

de la democracia, todas cobijadas bajo el apela-

tivo común de izquierda democrática.

En el primero de los casos, la habitualidad ha

hecho de la definición por la definición individu-

alista, un fuerte tópico. Con todas las discusio-

nes que propone la concepción individualista

es reconocible su presencia en la opción liberal

democrática acompañada por un énfasis claro

en las libertades individuales y en la precaución

sobre lo estatal. La versión republicana aparece

como la opción más cercana al igualitarismo, al

solidarismo y, especialmente a la participación

ciudadana. Mientras tanto, la democracia comu-

nitarista, en cambio, hace del reconocimiento su

principal aporte teórico y lo vincula fuertemente

con la presencia en las sociedades de culturas o

subculturas, portadoras de signos, lenguajes y

prácticas que deben ser rescatadas, valoradas y

sostenidas en el marco del pluralismo democráti-

co.

En definitiva, y más allá del reconocimiento de

los matices que pueden establecerse, la izquier-

da democrática puede sostenerse sobre ciertas

bases conceptuales, la ciudadanía, la sociedad

civil, el imperio de la Ley, y sobre bases pro-

gramáticas, la libertad como potencializadora de

las oportunidades en el sentido dahrendorfiano,

el reconocimiento de la necesidad de mantener,

reinscribiéndolo, el sentido de la individualidad,

la búsqueda de la cualificación de la participación

y la necesaria posibilidad de combinar y hacer

convivir a los derechos del individuo con la pre-

tensión de igualdad.

Las ligeras descripciones realizadas sobre las

formas teóricas que constituyen el interés de

este ensayo permiten establecer ciertas relacio-

nes, complejas y difusas, entre el pensamiento

nacional popular y la izquierda democrática.

Esto indudablemente revela su importancia cu-

ando el intento del pensamiento se orienta a

fortalecer las democracias del sur del continente

desplegando un temperamento crítico acerca de

nuestras democracias del presente que permita

avanzar en reformas sociales y políticas evitando

atavismos sin reducir la relevancia de la capaci-

dad instituyente del conflicto y sin minimizar lo

político realzando únicamente su faz agonal.

En términos teóricos, la relación aparece bajo la

forma de una irreductible oposición. Tanto si se

lo describe desde el propio pensamiento marxia-

no o de izquierdas convencionales o tradiciona-

les cómo si se lo mira desde las potencialidades

liberales o republicanas, los conceptos de lo na-

cional popular nos guían hacia resultados con-

servadores. La aplicación política de los postu-

lados teóricos se revela como un obstáculo para

las formulaciones institucionales de la izquierda

democrática, tanto en términos internos como

externos. Voluntad popular frente a imperio de la

legalidad, movimientos sobre partidos políticos

institucionalizados, nación y pueblo enfrentados

a ciudadanía, son solo ejemplos de este ejercicio

oposicional.

En términos políticos, en cambio, no podemos

darnos el lujo, a menos que efectivamente crea-

mos (por imperio de la metafísica o el autorita-

rismo) en la posibilidad de negar la presencia del

Page 7: El Iniciador

5

otro “in toto”, de sugerir una opción teórica por

sobre otra. La convivencia, la hospitalidad y la

tolerancia se reavivan para ayudar a reconocer

que la coexistencia de estas formas de pensar lo

social y lo político figuran entre nosotros y per-

viven y perduran.

Esta convivencia, antigua y renovada episódica-

mente a la vez, coloca a quienes ejercen la re-

flexión y a quienes toman decisiones políticas en

la responsabilidad de sugerir narraciones sobre

el presente y el futuro.

En este camino, las diferencias de énfasis, las

prioridades discursivas y prácticas, la aplicación

de determinadas políticas públicas, conforman

una verdadera cartografía de las opciones que

eligen tomarse.

De todas formas, aceptar la convivencia no nos

abstiene de formular expectativas, sugerir itine-

rarios, pensar escenarios. Tomando esa respon-

sabilidad es que propongo este ensayo como

situado en el lugar en que el sujeto político que

habría que pensar y concebir reconoce su cen-

tro en la relación planteada entre la construcción

subjetiva y la política como

espacio decisional concreto,

es decir, que creo en la fe-

cundidad de darle a la so-

noridad “sujeto político” la

tonalidad de una persona

o un conjunto de ellas en

situación política concreta.

Creo que para tratar adec-

uadamente el estudio de la

relación entre la ciudadanía

(sujeto político, politizable

o a politizar), el Estado y la

construcción democrática

es necesario reinscribirlo

desde la perspectiva según

la cual las cosas, los actos,

incluso aquello que llama-

mos lo social, resulta ser como es por la relación

que establecen con las demás cosas y que la me-

jor opción que tenemos es la de pensar el mundo

social como lo que se sostiene sobre la constan-

cia del cambio, como un flujo relacional que,

marcado por la contingencia, vuelve nuestros

actos tan importantes como flexibles y móviles.

Pensando de este modo llegaremos a la necesi-

dad de repensar los vínculos entre la ciudadanía

y la política ya no desde categorizaciones tales

como crisis orgánicas, de representación o de los

sistemas de partidos sino como un mucho más

complejo reconocimiento de la inestabilidad de

los lazos de legitimación.

Dicho de otro modo, ya no parece posible que las

opciones políticas descansen sobre una legitimi-

dad ganada por compartir una serie de visiones

del mundo o ideologías. Esto no quiere decir que

no existan formas reflexivas colectivas sobre los

problemas, lo que en realidad indica es que esos

posicionamientos no son inmutables, no remiten

a procedimientos ligados a un supuesto orden

racional y lo que es aun mas importante, no su-

ponen una linealidad o universalización de de-

seos posteriores fácilmente deducibles.

Si los sujetos políticos son vistos de este modo

entonces la política

como acción y las

ideas que giran en

torno a ella necesi-

tan de mucha más

creatividad y agi-

lidad de la que han

demostrado hasta

ahora.

Quienes hacen de

la política su activi-

dad central deberán

abandonar la idea

de ciudadanos con

puntos o referencias

fijas. Esto sugiere,

por lo demás, un

escenario en donde

las formas de la representación y de la legitimi-

dad se encuentran en una permanente revisión.

En este sentido las formas de organización de

diciembre de 2009

Page 8: El Iniciador

6

el iniciador/ 1

las estructuras partidarias o de representación

político electoral deben entrar en un proceso

de discusión que termine por alivianar el peso

de estructuras preexistentes permitiendo la in-

corporación de distintos espacios sociales en la

búsqueda de poder político concreto reflejado en

espacios de intervención.

Las instituciones de la democracia deben recu-

perar la centralidad del sujeto como portador de

derechos como reflejo especular de su actuar sin

los prejuicios antiliberales que tanto daño han

producido en Latinoamérica.

Llegados hasta aquí, es justo decir que, obvia-

mente, la diferencia está marcada por el énfasis

democrático y también porqué no, en la luchas

por las definiciones y los atributos que rodean

su presencia.

En última instancia, éste ensayo habrá cumplido

su breve propósito editorial si alcanzara a prob-

lematizar desde la democracia, más bien desde

la práctica democrática, frente al pensamiento

nacional popular.

Claramente instalado en una de las opciones no

se me hace posible ni deseable negar la otra,

pero con el mismo vigor promuevo la necesidad

de pensar en que las ideas tienen consecuencias

y que la situación del presente democrático ar-

gentino es subsidiario, en parte, de la discusión

presente en este trabajo. Incluso más, la propia

posibilidad de inscribir una América en términos

de colaboración y vínculo tiene como tela de fon-

do el espíritu de nuestra discusión.

En otro sentido, aunque ciertamente lo siento

complementario, propongo pensar en la preocu-

pación compartida por hombres de acción políti-

ca y por personalidades del pensamiento, por

gente como Theodor Heuss, primer presidente

de la República Federal Alemana, y por filósofos

como Avishal Margalit. Por un lado, saber que

la democracia necesita demócratas y por el otro

sostener la dignísima búsqueda de una sociedad

decente, una en que las instituciones no nos hu-

millen.

Page 9: El Iniciador

7

Mientras los Estados Unidos entran en la época

de esperanza de Barack Obama, se desarrolla

una fuerte discusión sobre el espíritu del capi-

talismo. ¿Podrá el sistema de mercado, de una

vez por todas, funcionar para los individuos? ¿O

continuará sirviéndose a sí mismo?

George W. Bush planteaba que la crisis “no es

una falla del sistema de mercado libre, y que

la respuesta no es tratar de reinventar aquel

sistema”. Estando muy lejos de poder plantear la

muerte del capitalismo, el filántropo George So-

ros acierta al afirmar que “hay algo fundamen-

talmente erróneo” en la teoría

del mercado.

La cuestión aquí no es la muerte

del capitalismo, sino qué tipo de

capitalismo queremos, con qué

forma de relacionamiento con la

cultura, con la democracia y con

la vida cotidiana.

El equipo económico del Presi-

dente Barack Obama parece

decidido a reasegurar lo existente en materia

económica, más que a innovar. Sencillamente,

arreglar lo que está roto. Pero aún de tener éxi-

to, ¿Estarían haciendo algo más que restituir el

capitalismo al statu quo anterior, resucitando to-

dos los defectos que llevaron hacia la debacle?

El plan de Obama, anunciado hace poco tiempo,

contiene pasos técnicos en el sentido correcto

y tiene la virtud de trabajar en pos de los más

necesitados, para los poseedores de hipotecas

domésticas y los trabajadores en situación vul-

nerable, y no para aquellos que se encuentran

liderando el sistema financiero. Pero los medios

por los cuales se busca solucionar la crisis siguen

siendo el aumento de la demanda y las claves

continúan basándose en que la gente gaste su

dinero.

Es muy difícil percibir algún movimiento hacia

una redefinición sistemática del rol del mercado

en nuestra sociedad.

No hay nadie que esté cuestionando el impulso

para rehabilitar el mercado de consumo como el

conductor de la economía norteamericana.

Economistas y políticos de todos los espectros

ideológicos continúan insistiendo en que el de-

safío es elevar la demanda interna.

En una economía que se ha vuelto dependien-

te del consumo interno hasta

alcanzar niveles del 70% del

producto bruto interno, com-

pradores que no compran y

consumidores que no con-

sumen son la antesala del de-

sastre. Pero es imprescindible

prestar atención no sólo a los

devenires del consumo sino

también, y especialmente, al

espíritu del capitalismo.

La crisis en el capitalismo global demanda una

revolución de espíritu –cambios fundamentales

en actitudes y comportamientos. Las reformas

no pueden apresuradamente empujar a padres e

hijos a comprar en los shopping, sino que deben

alentarlos a que gasten menos, a que ahorren en

lugar de consumir.

¿Qué pasaría si se penalizara el uso del carbón

mediante impuestos a la gasolina, para que

cueste U$4 sin importar el precio de mercado,

refrenando a los grandes consumidores de nafta

al tiempo que se promueve un transporte público

eficiente?

¿Y qué tal suena la idea de darles a los producto-

Benjamin Barber¿QUE CAPITALISMO TENDREMOS?

El Iniciador agradece al Profesor Barber la autorización para la publicación en español del presente artículo.

diciembre de 2009

Traducción del inglés de Sabrina Ajmechet

Page 10: El Iniciador

8

el iniciador/ 1

res incentivos para solucionar problemas reales,

aún cuando los necesitados estén cortos de efec-

tivo, en lugar de crear falsas necesidades para

los ricos sólo porque ellos tienen dinero para ga-

star?

O aún mejor, creámosle al falso aviso de Mas-

tercard, y consideremos todas las cosas que el

dinero no puede comprar (¡la mayoría de las

cosas!). Cambiemos algunos hábitos para recu-

perar el balance entre cuerpo y alma.

Es tiempo, finalmente, para que los encargados

del gobierno en las áreas de arte y humanidades

promuevan el pensamiento creativo, dentro de

la administración y a lo largo del país. Es tiempo

para que brinden fuertes apoyos financieros para

enseñarles a los jóvenes la dicha y el poder de

la imaginación, de la creatividad y de la cultura,

para transformarlos en hacedores y espectado-

res más que en consumidores.

La recreación y las actividades físicas piden

parques y bicisendas, no complejos de cines

gigantescos y shoppings. ¿Y por qué la nueva

tecnología de comunicación ha sido dejada

casi completamente en manos de la iniciativa

privada? Su arquitectura es democrática, y su

potencial de red es profundamente social. Sin

embargo, en la mayoría de los casos ha sido re-

galada al ámbito privado y comercial en lugar

de destinarla a fines educativos y culturales. Sus

posibilidades democráticas y artísticas deben ser

exploradas, incluso subsidiadas.

Por supuesto, mucho de lo que es necesario ha-

cer no puede ser solucionado solamente medi-

ante políticas estatales, o por un paquete de es-

tímulos y nuevas regulaciones. Un ethos cultural

diferente tiene que ser la apuesta.

Por demasiado tiempo nuestras instituciones pri-

marias –desde la educación hasta la publicidad,

desde la política hasta el entretenimiento- le han

dado un lugar estelar al consumo por sobre cu-

alquier otra cosa, incluso al precio de infantilizar

a la sociedad. Si los espíritus han de tener una

oportunidad, deben unirse a la revolución.

El camino hacia una transformación de este tipo

será empinado, ya que es probable que alargue

la recesión. Se le pedirá a los capitalistas que

creen nuevos mercados en lugar de explotar y

abusar de los existentes; que comiencen inver-

siones y negocios que generen puestos de tra-

bajo y que ayuden a crear nuevos consumidores,

personas que compren cosas útiles que los capi-

talistas harán una vez que le presten atención a

las necesidades reales (¡Intenten purificar agua

contaminada en el Tercer Mundo en lugar de em-

botellarla en el Primero!)

La buena noticia es que la gente ya está gastan-

do menos, está esperando a ganar para recién

luego comprar (utilizando aquella antigua met-

odología) y sintiéndose feliz sin moratorias. De

repente, las tarjetas de débito pasaron a ser el

plástico preferido. Los padres se están rebelando

contra aquellas marcas que tratan a sus niños de

4 años como futuros consumidores. Los adultos

están cuestionando las identidades de las mar-

cas y la infantilización que hacen de sus gustos.

Están todos allí afuera enfrentándose a los políti-

cos, quienes aún son adictos al crédito como una

cura total para la crisis económica.

¿Y Barack Obama? Elegimos un presidente com-

prometido con un cambio profundo. En lugar de

revertir el lío en el que estamos, ¿Por qué no

buscar una salida que sea diferente?

¿Qué pasaría si Obama comprometiera a los Es-

tados Unidos a reducir el gasto del consumo, que

hoy representa un 70% del producto bruto inter-

no, y llevarlo en los próximos diez años al 50%,

cifras similares a las de Alemania? Los alemanes

tienen un estándar de vida considerable y una

igualdad mucho mayor que la norteamericana.

Imaginemos todas las cosas que podríamos hac-

er sin tener que comprar: jugar y rezar, crear

y relacionarnos, leer y caminar, escuchar y pro-

crearnos –hacer arte, hacer amigos, hacer ca-

sas, hacer el amor.

Hay momentos épicos de la historia, a menudo

catalizados por catástrofes, que permiten cam-

Page 11: El Iniciador

9

bios culturales fundamentales. La Guerra Civil no

sólo terminó con la esclavitud sino que también

logró unir a un país herido al tiempo que abrió

Occidente y estimuló la inversión capitalistas en

formas que crearon la nación norteamericana

moderna. La Gran Depresión legitimó una expan-

sión radical del intervencionismo democrático, y

aún más importante, le demostró a los norteam-

ericanos lo crucial que son la equidad y la justicia

social para la supervivencia de Estados Unidos

en tanto democracia.

Hoy nos encontramos en otro momento capital.

¿Lo utilizaremos para repensar el sentido del

capitalismo y la relación entre nuestros cuerpos

materiales y la psiquis espiritual a la cual de-

berían servir? ¿Entre el consumismo que hemos

dejado que nos domine y el pluralismo, la het-

erogeneidad y el espíritu que constituyen nuestro

profesado carácter nacional?

Obama definitivamente inspira a muchos jóvenes

a pensar más allá que en ellos mismos. La con-

vergencia de su elección con el colapso global de

la economía del crédito marca un momento en el

que el cambio radical es posible.

Pero necesitamos del liderazgo de nuestro nuevo

presidente para transformar el desastre económi-

co en una oportunidad cultural y democrática;

para hacer del servicio para los otros algo tan

importante como lo es el egoísmo (¿Qué les pa-

recería un programa nacional de servicio, uni-

versal y obligatorio, unido a la educación?); para

hacer las necesidades del espíritu tan valederas

de respeto como aquellas del cuerpo (ayudar a

los artistas y no perseguir a la religión para que

desaparezca del espacio público sólo porque la

queremos fuera del City Hall); para hacer de la

igualdad algo tan importante como las oportuni-

dades individuales; para hacer que prudencia y

modestia sean valores no menos loables que es-

peculación y arrogancia (ahorrar no es sólo una

buena política económica, es un estado de ánimo

beneficioso).

Semejantes valores no son conservadores ni

liberales, sino cosmopolitas y profundamente

estadounidenses. Su restauración podría inau-

gurar una gran revolución. La lucha del espíritu

del capitalismo es, pues, la lucha entre el cuerpo

económico de la nación y su alma cívica, una lu-

cha para situar al capitalismo en su lugar debido,

allí donde sirva a nuestra naturaleza y necesi-

dades en lugar de manipular y fabricar caprichos

y necesidades.

Salvar al capitalismo conlleva una revolución del

espíritu. ¿Está el nuevo Presidente a la altura de

las circunstancias? ¿Lo estamos nosotros?

BENJAMIN R. BARBER | Distinguido academic miembro

de Demos, autor de “Jihad vs. McWorld and Consumed: How

Markets Corrupt Children, Infantilize Adults and Swallow Citizens

Whole.”

diciembre de 2009

Page 12: El Iniciador

10

el iniciador/ 1

La “sociedad sin alternativas” parece ser el rasgo

distintivo del nuevo orden global. Siguiendo los

razonamientos de Norberto Bobbio, podemos

decir que la crisis de las ideologías, la variabi-

lidad de los criterios de juicio ético, el complejo

carácter técnico de los problemas políticos ac-

tuales, el pluralismo socio-étnico, la dispersión

de la denominada “esfera pública” propiciada por

los mass media y la segmentación de las afili-

aciones sociales, esto sin olvidar el surgimiento

e impulso de la denominada tercera vía (que

pretende ser la síntesis histórica de los proyec-

tos antitéticos de liberalismo y comunismo, rep-

resentados por el liberalismo social, liberal-so-

cialismo o el socialismo-liberal), la irrupción de

movimientos colaterales –a nivel local, regional

y mundial de defensa del medio ambiente, de los

derechos humanos, civiles, políticos y culturales-

, la constitución de las identidades emergentes

–la identidad europea e india, verbigracia-, la

consolidación del capitalismo global, la economía

de mercado en cuanto modelo predominante del

desarrollo económico, la democracia represen-

tativa de masas en tanto paradigma de orga-

nización política y la planetarización de los va-

lores de la american life como pauta de la vida

civilizada, legan a las sociedades del siglo XXI

una ciudadanía transversal, carente de cualquier

tipo de compromiso socio-político, un intelectual

desarraigado de toda forma de militancia par-

tidista o social y una clase política ambidextra

regida por la pragmática del marketing político.

Situación que desvanece los espacios de con-

strucción, discusión y constitución de consensos

políticos sobre el proyecto socio-histórico, en las

comunidades locales del mundo globalizado.

En este contexto, las tradicionales coordenadas

de orientación que guiaban el análisis y la in-

tervención política son erosionadas de manera

paulatina hasta agostar las opciones históricas a

dos tendencias, presuntamente irreductibles en-

tre sí, a saber: por un lado, el equívoco retorno

a las fórmulas del pasado que ya probaron su

fracaso –razón por la cual se encuentran entre

los múltiples desechos del tiradero de la histo-

ria- y, por otro lado, la suscripción sin embages

a los alquímicos dictados de la ortodoxia político-

económica y cultural que impulsan los derrote-

ros de las sociedades contemporáneas hacia el

futuro histórico (representado por la emergente

unidimensionalidad socio-económica y política

del presente), único medio para participar del

festín del mundo desarrollado. En tal esquema,

sin embargo, la primera opción no significa alter-

nativa viable ninguna, puesto que representa el

dogmatismo doctrinario y la reinstalación de los

autoritarismos de Estado, en el ámbito interpre-

tativo y de gobierno, de manera respectiva. Para

los detractores, los modelos del Estado de Bien-

estar, la consolidación de los mercados internos,

la regulación estatal de la economía, la defensa

de las soberanías nacionales, la protección de

las reservas energéticas locales y los programas

de desarrollo social son tanto obstáculos para la

consolidación de los nuevos paradigmas de cre-

cimiento económico vigentes en el orbe, como

pesados lastres del pasado que detienen el cuali-

tativo salto histórico de los pueblos. Pues como

afirma Alberto Acereda (1), ningún país tiene la

oportunidad de progresar y participar en la cre-

ación y disfrute de la riqueza si no se abandonan

las fracasadas estructuras mercantilistas e inter-

FG MarínLA SOCIEDAD SIN ALTERNATIVAS

No sólo ha existido la izquierda comunista, ha existido también una izquierda, y todavía existe, dentro del horizonte capitalista.

Norberto Bobbio

Page 13: El Iniciador

11

vencionistas, para sustituirlas por el sistema de

libre mercado, con competitividad y en la guía

de la producción masiva de bajo costo, además

de la limpia y sana participación en

los mercados internacionales. En esta

lógica, no queda, pues, más que una

sola alternativa legítima y pertinente,

tal es: la macdonalización de la cul-

tura, la modernización técnico-instru-

mental de la sociedad, la reducción

del aparato de Estado, la sustitución

de las políticas de desarrollo social

por la filantropía de la sociedad ci-

vil, la consolidación de la economía

de mercado, el fortalecimiento de la

democracia electoral y la integración

funcional en los diversos segmentos

del mundo global. Las estrategias del

pasado representan más un riesgo

socio-económico que una verdadera

alternativa de gobierno, viable y per-

tinente, pues, es el momento de mirar

hacia el futuro, “no de buscar recetas

de ayer o antier” que sólo han traído

endeudamiento, devaluación, pobreza

e inflación, según señala el Presiden-

te Vicente Fox de México, en Tlaxco,

Tlaxcala (20/04/06) (2); mientras

que al decir de Acereda, la reduc-

ción de la pobreza se produce en los

países de mayor compromiso con los

logros del capitalismo y del liberalismo

económico –los países del Este asiáti-

co, por ejemplo-, en tanto que por el

contrario, la pobreza se incrementado

en aquellas sociedades más alejadas

y reticentes de la corriente mundial

del comercio –África, verbigratia-.

Y, por ende, la única senda atinente

para avanzar hacia el futuro histórico,

conjurando las falacias del pasado, lo

representa el recetario de la doctrina económi-

ca neoclásica. El libre mercado, la justa y libre

competencia –base del liberalismo económico-

genera prosperidad y el enriquecimiento de los

individuos y sus sociedades, según concluye el

catedrático de la Arizona State University.(3)

En consecuencia, las actuales pro-

puestas políticas de gobierno pre-

scinden de cualquier tentativa para

construir y presentar a la sociedad

electora un modelo alternativo de

Estado-Nación, o de organización

socio-política y económica, al para-

digma que rige en el orden global, y

sólo se limitan a plantear una serie

de diversas estrategias para acel-

erar la instauración de la economía

de mercado, reducir el aparato de

Estado y disponer las condiciones

necesarias para insertarse en la

posición más óptima de la economía

mundial, o bien, se concretan a re-

cuperar diversos dispositivos tácticos

de política social que tiendan a paliar

los excesos de la explotación inten-

siva, recurriendo a las técnicas del

pasado, pero sin renunciar de mane-

ra decidida a los dogmas de la dicta-

dura neoliberal. Los agentes políticos

que asumen una posición crítica del

liberalismo económico, tan sólo aci-

ertan a cuestionar los excesos socio-

económicos de la aplicación de este

modelo de desarrollo capitalista, pero

nunca se atreven, si es que perciben

la más remota posibilidad, a repudiar

sus tesis centrales y a perfilar los

principios de un modelo alternativo

de desarrollo socio-económico. La

competencia política, de esta forma,

se finca en la disyuntiva de consoli-

dar el predominio del capitalismo sal-

vaje, con el consecuente costo social

y ambiental pero en la promesa de

alcanzar la riqueza económica, o de humanizar

la instauración del proyecto capitalista global con

la aplicación de diversas políticas de asistencia

diciembre de 2009

Page 14: El Iniciador

12

el iniciador/ 1

social, regulación económica y defensa ambien-

tal, aun a riesgo de inhibir el flujo de capitales y

comprometer el equilibrio de las variables mac-

ro y microeconómicas. Pero, en ninguno de los

casos se intenta, siquiera, la articulación de un

proyecto socio-histórico alternativo. En la políti-

ca contemporánea existe una renuncia explícita

a la imaginación socio-histórica. La construc-

ción de la utopía es un proceso exiliado, si no

es que repudiado, de la práctica política actual.

La única esperanza que los diferentes agentes

políticos atinan a ofrecer a la sociedad, es la inci-

erta posibilidad de mejorar compensatoriamente

las condiciones de vida de la población, pero a

condición de renunciar a cualquier visión de fu-

turo histórico. Así, carentes del menor vestigio de

imaginación socio-histórica –pese a la interven-

ción de intelectuales, artistas y empresarios-, los

políticos de hoy, por lo menos en Latinoamérica

–aunque parece que en Europa la situación no

varía demasiado-, sólo saben seguir las estrate-

gias diseñadas por los especialistas de los or-

ganismos financieros, comerciales y económicos

mundiales, embozadas tras la necesidad históri-

ca. En sentido estricto, como nunca antes en la

historia, el gobierno se realiza bajo la premisa de

“mandar obedeciendo” -según la revolucionaria

propuesta del EZLN-, empero, el problema es a

quién y a qué obedece la clase política contem-

poránea, lo único seguro es que no responde a

las necesidades socio-históricas de la población.

A riesgo de parecer cínicos, debemos reconocer

que el Estado nunca ha obedecido a los intere-

ses populares y, de manera recíproca, el pueblo

nunca ha tenido un mandato efectivo sobre el

gobierno. Las necesidades sociales sólo sirven al

propósito del acceso y el ejercicio del poder. Es

claro que la dictadura prescinde de la voluntad

popular y se sirve de los aparatos de Estado para

imponer las decisiones del mandatario, pero la

democracia se funda en la imagen de la partici-

pación social en las definiciones nodales de la

administración pública, donde los dispositivos

estatales sirven tanto para recuperar la voluntad

popular como para mejorar las condiciones de

vida de la población; sin embargo, en las cir-

cunstancias de la práctica actual, los electores

sólo tienen la oportunidad de decidir sobre las

transiciones en el gobierno, no así sobre los con-

tenidos de la agenda política, mientras que el

sistema estatal opera en cuanto agente estra-

tégico del fortalecimiento de las condiciones de

operación del mercado.

Y a despecho de los que suponen que el Estado

mínimo tiene como correlato la reducción sus-

tancial del autoritarismo estatal, lo cierto es que

las estrategias y dispositivos político-económicos

del mundo globalizado, para funcionar adecua-

damente –aún dentro de los espacios de legiti-

mación contrasistémica-, requieren de un Estado

fuerte y, por ende, de gobiernos autoritarios.

Los regímenes propulsores del sistema político-

económico vigente en el orbe, en los hechos,

son tan autoritarios, y a veces más aún, como

en aquellos que pretenden una clara posición

contrasistémica –es el caso de la administración

Bush, en Estados Unidos, y del gobierno de Hugo

Chávez en Venezuela, de forma respectiva, por

ejemplo-. La imposición de las fórmulas socio-

económicas neoclásicas precisan de la imagen

de la negociación social, pero no del estableci-

miento de consensos socio-políticos. Las formas,

los medios y las características particulares de

las reformas político-económicas son nego-

ciables conforme a la disposición de las fuerzas

políticas y a las condicionantes socio-económicas

de cada país, pero los contenidos de la agenda

política y económica no admiten ningún tipo de

cuestionamiento. El contenido de las reformas

siempre se presenta como una necesidad históri-

ca insalvable. La solución del problema de la po-

breza pasa por la auténtica puesta en práctica de

políticas verdaderamente ligadas al liberalismo

económico, capaces de aunar libertad e igualdad

de oportunidades, indica Acereda (4). Entonces,

los aparatos de Estado tienen la responsabilidad

de diseñar las acciones estratégicas más perti-

nentes para adecuarse al orden global, mientras

Page 15: El Iniciador

13

que la ciudadanía tiene la obligación de obedecer

los dictados del gobierno, en aras de alcanzar la

bonanza que promete el desarrollo económico.

A diferencia de otros momentos en la historia,

donde la dictadura se sustenta en la salvaguarda

del Estado o en la preservación del orden social,

el autoritarismo estatal del mundo globalizado

se legitima y justifica en el desarrollo económico

de las sociedades; en tanto que el autoritarismo

internacional se funda en el presunto manten-

imiento de la seguridad mundial. En este esque-

ma, la obediencia ciega de los ciudadanos es la

condición sine qua non del mejoramiento de las

condiciones socio-económicas de la vida contem-

poránea. En el pasado, la dictadura erosiona el

ámbito de la vida privada de los ciudadanos para

ejercer el control social –de ahí la resistencia lib-

eral a la ampliación de los aparatos de Estado-

, mientras que en el presente, el autoritarismo

estatal se funda en la retracción voluntaria de la

ciudadanía, de los asuntos de la administración

pública.

Los actuales dispositivos de control social operan

desde la indiferencia y el desinterés ciudadano

sobre los asuntos de gobierno, ya no sobre la

formación y la vigilancia de las conciencias in-

dividuales y/o colectivas. Ahora, todo individuo

tiene la “libertad” de pensar, creer y opinar lo

que quiera respecto de cualquier cosa, siempre

y cuando restrinja su acción al ámbito de la vida

privada. Las decisiones de gobierno se traman

al margen de las tendencias de opinión social

y a discreción de los técnicos especializados en

la materia. El único compro-

miso ciudadano en este or-

den político es la participación

electoral. La democracia en

cuanto”gobierno del pueblo”

y “para el pueblo” -según re-

flexionan algunos pensadores

políticos-, de esta forma, se reduce a un simple

sistema de elección periódica de los “gerentes de

la cuestión pública”

Así ocurre que “el mercado dispone el contenido

de las reformas político-económicas, la política

constituye las condiciones de aplicación social y

la ciudadanía sólo elige los agentes políticos que

las instauran.

En este contexto de realidad es pertinente pre-

guntarse: ¿siguen vigentes las coordenadas

tradicionales de orientación e interpretación de

la práctica política?, o como plantea Norberto

Bobbio: ¿Existen aún la izquierda y la derecha?

Es claro que en el argot de la competencia elec-

toral y el análisis político se sigue recurriendo

a este antitético modelo binómico para explicar

la presunta diversidad de agentes y propuestas

de gobierno; este hecho representa para Bob-

bio un elemento nodal que avala la vigencia de

los términos, Izquierda y Derecha, para designar

el contraste ideológico que sustentan las posi-

ciones, declaraciones y acciones en el universo

político. Pero, como la dinámica de la práctica

política es compleja, multivectorial y dialéctica,

las posiciones tienden a mezclarse, desplazarse

y radicalizarse, produciendo un amplio espectro

de tendencias y propuestas políticas, a saber:

la extrema derecha o ultraderecha, la derecha

moderada o centro-derecha, el centro, la izqui-

erda moderada o centro-izquierda y la extrema

izquierda o ultraizquierda; además, de la alianza

estratégica con otros movimientos sociales y

ambientales, surgen los partidos verde-ecolo-

gistas, la social-democracia, la democracia cris-

tiana, el social-liberalismo, los separatistas, el

populismo –que encuentra expresiones tanto

de derecha como de izquierda-, etc. En la ac-

tualidad, los agentes políticos

no sólo establecen las más di-

versas y paradójicas alianzas

estratégicas, sino que ellos

mismos se desplazan por todo

el espectro político, sin ningún

sentido de pudor por las con-

vicciones y compromisos socio-históricos. En

esta dirección, advierte James Petras, lo que an-

tes se llama “centro-izquierda” se ha desplazado

hoy hacia el centro-derecha o hacia la derecha,

diciembre de 2009

Page 16: El Iniciador

14

el iniciador/ 1

y lo que era considerado como derecha se ha

convertido en extrema-derecha (5). Algunos au-

tores señalan que el verdadero político se sirve

de cualquier medio para impulsar su proyecto

socio-histórico (de ahí que la práctica política no

pueda ser enjuiciada en los términos conven-

cionales de la congruencia moral, sino bajo el

principio fundamental de la “razón de Estado”),

empero, el problema es que en el presente los

espacios políticos son ganados para impulsar el

mismo proyecto socio-político-económico, acaso

matizado por las diferencias en los grados de la

liberalización económica, o en las políticas de

compensación social. Lo que prevalece no es la

razón de Estado, sino las “necesidades del mer-

cado”.

Ante tal situación, resulta por demás evidente

que, por un lado, los criterios tradicionales de

clasificación de las posiciones y tendencias políti-

cas dentro del binomio Izquierda-Derecha han

sido pulverizados por la realidad socio-política

contemporánea y que el sostenimiento de tal

sistema requiere de una redefinición emergente y

genérica de lo que significa en la práctica política

actual cada uno de los extremos; mientras que

por otro lado, la heterodoxia de las propuestas y

gestiones de gobierno, en los distintos países del

orbe, además del eclecticismo que parece car-

acterizar a la clase política actual, complican el

reconocimiento preciso de su adscripción teóri-

co-ideológica, dentro de un esquema general de

análisis. Dado lo cual, conviene cuestionarse si

la recurrencia al modelo de explicación binómica

de Izquierda-Derecha, sigue siendo pertinente

para comprender las nuevas formas de ejercer

la práctica política, o sólo es un remanente iner-

cial del pensamiento político tradicional. Pese a

que la confluencia del desarrollo del capitalismo

global, la expansión mundial de la tercera ola de-

mocratizadora, la planetarización de los valores

de la civilización occidental, la constitución de

la sociedad del conocimiento, la transversalidad

de los problemas socio-ambientales y la con-

stitución de un nuevo orden en el mundo, sus-

tentado en la coacción económica y militar de

las sociedades particulares, dispone de nuevos

contextos de realidad socio-histórica, lo cierto es

que el pensamiento político se resiste a construir

nuevas categorías de reflexión para interpretar

con mayor precisión los nuevos fenómenos so-

cio-económicos, políticos y culturales del siglo

XXI, limitándose a refuncionalizar, en el mejor de

los casos, cuando no a escamotear la singulari-

dad de los hechos contemporáneos en los con-

ceptos tradicionales de reflexión política.

En un rápido análisis de la situación imperante

en la práctica política actual tenemos que: en

primer lugar, tanto en el ámbito de las asig-

naciones de izquierda como de la derecha, los

intereses que representan y las posiciones que

defienden no sólo combinan múltiples y diver-

sas tendencias socio-económicas y políticas, sino

que asumen proyectos contradictorios y diver-

gentes al interior de cada corriente del binomio.

Ya no se trata de diferentes estrategias de lucha

política, dentro de un espectro común de valores

y de horizonte histórico afín, según ocurre en

la segunda mitad del siglo XX, sino de la con-

fluencia de posiciones entre ambas tendencias

y de divergencias sustantivas en los valores so-

cio-históricos al interior de ellas mismas. Las

denominadas expresiones de derecha extrema

europea coinciden con las reconocidas tenden-

cias de la izquierda radical latinoamericana, al

menos en tres aspectos sustantivos: el naciona-

lismo defensivo a los procesos de globalización

–por ejemplo, Le Pen, en correspondencia con

Hugo Chávez y Evo Morales, propone la protec-

ción de la industria nacional contra los efectos de

la globalización-, la resistencia contrasistémica

–caracterizada por un beligerante discurso an-

tiestadounidense- y el recurso autoritario de los

aparatos de Estado para ejercer el control social.

Algunos pueden argüir, con toda propiedad, que

sólo se trata de un fenómeno normal de la di-

aléctica dicotómica: los extremos tienden a con-

fluir. Empero, el sostenimiento de proyectos de

gobierno concurrentes, no es un hecho exclusivo

Page 17: El Iniciador

15

de las posiciones extremas de la izquierda y la

derecha, sino que recorre transversalmente todo

el espectro político, así, gobiernos de la izquierda

de Latinoamérica y de Europa, en corresponden-

cia con sus pares de la derecha de ambas re-

giones, impulsan: los incentivos fiscales, legales

y administrativos a la inversión privada –sobre

todo a los capitales extranjeros-, la reducción

del aparato de Estado, la desregularización de

los servicios estatales, la flexibilización laboral,

el desmantelamiento de las organizaciones sin-

dicales y la apertura de los mercados nacio-

nales. Así pues, en lo general, respecto de los

regímenes de izquierda en el mundo actual,

podemos concluir, parafraseando a Carlos Edu-

ardo Carvalho, que: desaparecieron de las con-

versaciones de la política los temas tradicionales

de la izquierda, especialmente la disputa entre el

capital y el trabajo.

Hoy las asignaciones de las diferentes tenden-

cias, agentes, grupos y partidos políticos a los

extremos de izquierda o derecha responden a

los más diversos criterios de valoración histórica,

origen social, militancia política y posición frente

al sistema político-económico dominante en el

mundo globalizado, sin que sea posible reconocer

las alternativas socio-históricas de los proyec-

tos socio-políticos que sustentan, mediante los

cuales se permita diferenciar, con precisión y

claridad, el fondo ideológico de los compromi-

sos y las actuaciones políticas. De hecho, en la

competencia política contemporánea no es nec-

esario la sustentación de algún tipo de proyecto

socio-histórico para ser ubicado en alguno de

los extremos del binomio, por los analistas de la

práctica política, o más aún, para congratularse

con el favor de los electores. Históricamente,

el binomio tiene un poco más de dos siglos de

existencia analítica sirviendo para designar el

contraste de los proyectos socio-históricos, así

como las vertientes ideológicas y las acciones

socio-políticas correspondientes. En el contexto

de la revolución burguesa, la derecha aglutina

las tendencias conservadoras que pretenden la

continuidad –o la imposición en Latinoamérica-

del sistema monárquico, en cualesquiera de sus

variantes históricas, a saber: monarquía absolu-

ta como es el caso de la Rusia zarista, monarquía

parlamentaria cuyo mejor exponente se desar-

rolla en Inglaterra y la monarquía constitucio-

nal de España, por ejemplo, entre otros; por su

parte, la izquierda se conforma por los liberales

que propugnan la transformación histórica de

todo el sistema socio-político-económico here-

dado del feudalismo. Pero, con el predominio de

la cultura burguesa, del sistema de producción

capitalista y la democracia de masas, los con-

tenidos del binomio se renuevan, el proyecto lib-

eral se posiciona en la derecha, mientras que las

tendencias del comunismo ocupan el extremo de

la izquierda. El comunismo se propone la super-

ación de las condiciones socio-históricas impues-

tas por el proyecto liberal, para alcanzar nuevos

contextos de organización socio-cultural, política

y económica. De acuerdo con Wallerstein, es en

el periodo de 1815-1848, cuando se comenzaron

a utilizar los términos de conservadurismo, lib-

eralismo y socialismo –el cual, después, con la

difusión de la doctrina marxista, se sustituyó por

el de comunismo-, para designar las posturas de

oposición entre los contenidos ideológicos y las

acciones políticas de estas corrientes.

El desplazamiento histórico de los contenidos del

binomio explica la clásica confusión de vincular el

conservadurismo y el liberalismo con la derecha,

incluso, algunos análisis no establecen ninguna

diferencia entre ambas corrientes. Pertenecer

a la derecha es algo así como ser conservador-

liberal, o liberal-conservador, según se prefiera.

Empero, los valores socio-culturales, las atribu-

ciones del Estado y las concepciones del devenir

histórico que defienden, presentan diferencias

significativas entre sí, a saber: los conservadores

reconocen en la familia el núcleo de la sociedad,

en la tradición el sentido de la identidad históri-

ca, en la intervención institucional del Estado el

mejoramiento social y en la reforma gradual el

movimiento apropiado de la historia; en tanto,

diciembre de 2009

Page 18: El Iniciador

16

el iniciador/ 1

por su parte, los liberales sitúan al individuo en

el centro del sistema social, identifican en las

tradiciones un obstáculo para la racionalización

de las relaciones sociales, plantean la reducción

del aparato de Estado como condición básica de

la libertad y perciben la historicidad como el de-

sarrollo progresivo de la civilización humana. El

tiempo histórico del conservador es cuasi-estáti-

co, la temporalidad liberal es una ruptura perma-

nente con el pasado y una constante innovación

del presente. Un equívoco más recurrente es la

asociación del pensamiento transgresivo y de

vanguardia con la izquierda. De esta forma, el

impulso de las auténticas transformaciones so-

cio-históricas se identifica y se imputa a la revo-

lucionaria acción crítica de la izquierda. La dere-

cha sólo detiene o retrasa el advenimiento de

la historia –hay quienes pretenden, incluso, que

aspira a la involución-, en tanto, la izquierda po-

tencia las condiciones socio-políticas para provo-

car el avance histórico. Lo cierto es que las tres

corrientes, quienes dotan de contenido político a

los extremos del binomio, por su origen común en

el pensamiento moderno, comparten principios

de comprensión socio-histórica afines, pero en

cuanto sustentan proyectos socio-políticos dis-

tintos, son separados por profundas diferencias

de intervención social y de trazamiento del hori-

zonte de transición histórica. En este sentido,

los cambios y las resistencias a las innovaciones

históricas pueden provenir desde cualquiera de

los extremos, así por ejemplo, una devota de la

monarquía absoluta, Catalina Le Grand de Ru-

sia, enfrentando con decisión las tendencias ul-

traconservadoras del régimen zarista, propugna

la modernización del gigante asiático; mientras

que por el contrario, la izquierda postmarxista

se opone a las transformaciones socio-culturales

del mundo global y se aferran a los principios del

liberalismo tradicional, tales como el nacional-

ismo, la democracia de masas, la desobediencia

civil, el modernización técnico-instrumental de

los procesos sociales, etc. (sin importar que la

dialéctica del comunismo moderno, doctrina en

la cual suele inspirarse, plantea la necesidad de

intensificar las tensiones socio-económicas para

avanzar a un nivel más alto de organización so-

cial). Con respecto a las luchas por la equidad de

género, es un rubro donde los comunistas han

mantenido una reserva inexplicable.

De esta manera, el liberalismo y el comunismo

comparten el principio histórico de subvertir el

orden social establecido para alcanzar un grado

de civilización más elevado, mientras que los con-

servadores sospechan de cualquier tipo de mov-

imiento revolucionario, máxime si proviene o se

afianza en las bases populares. El conservaduris-

mo y el comunismo coinciden en la necesidad del

Estado para reformar la conducta humana. En

tal lógica, el liberalismo disiente del conserva-

durismo y del comunismo, en la suspicacia para

con el poder del Estado: “a mayor autoridad de

los aparatos estatales menor libertad del indi-

viduo”, “el Estado no reforma al ser humano, por

el contrario, lo corrompe”, o como sentencia el

expresidente de Estados Unidos, Ronald Reagan,

en 1981, El Gobierno no es la solución a nuestros

problemas; el Gobierno es el problema. El comu-

nismo difiere del conservadurismo y el liberalis-

mo en la necesidad del Estado, mientras que para

estos es un mal inevitable –bien como pastor o

en cuanto policía del orden social-, para aquel es

medio de transición hacia el sistema comunista,

tras el cual se desvanecerá de la historia. El lib-

eralismo y el comunismo discrepan en el sujeto

y en el horizonte de la transformación histórica,

para el primero, las acciones complementarias

de los individuos, aun cuando egoístas, provocan

el mejoramiento del sistema social, en cuanto

que para los últimos, son las acciones colecti-

vas, solidarias y filantrópicas, quienes generan

la conformación de un orden social comunitar-

ista. El conservadurismo y el comunismo recelan

de la democracia en que confía el liberalismo,

porque la sociedad no puede prescindir del tute-

laje estatal, según aquellos, o porque el pueblo

es enajenado por los instrumentos ideológicos

del Estado para reproducir el sistema de dominio

Page 19: El Iniciador

17

vigente, mediante la falsa ilusión de participar

en las decisiones de gobierno con los procesos

electorales –el Estado liberal enajena las con-

ciencias individuales, por eso mismo se requiere

la intervención del Estado proletario para de-

senajenar las conciencias sociales-. Finalmente,

el conservadurismo tiene un espíritu localista, el

liberalismo ofrece una vocación global y el comu-

nismo aspira a la integración de la especie. Sin

embargo, como en el universo de la política no

existen tendencias y prácticas puras, las alian-

zas entre las tres corrientes son diversas y con

múltiples propósitos, pero siempre como una ac-

ción estratégica para avanzar en la concreción

de su proyecto socio-histórico. El proyecto de-

fine la argumentación ideológica, las actuaciones

políticas y las confrontaciones históricas. En este

sentido, la sociedad tiene tres alternativas ge-

nerales, más las variantes particulares que dis-

ponen las alianzas estratégicas, para decidir el

rumbo de su historia.

Precisamente, lo que la mediocridad de la clase

política postmoderna y post-ideológica le sus-

trae a las sociedades contemporáneas, es la cer-

tidumbre de elegir entre diferentes alternativas

históricas. Si la ausencia de alternativas es el

rasgo característico del orden social de la glo-

balización, la mediocridad es la condición de la

clase política postmoderna, en el mundo actual.

Jorge Castañeda, excanciller mexicano, cataloga

de mediocre a la clase política latinoamericana

por su incompetencia para impulsar las trans-

formaciones mínimas necesarias a fin de adscri-

birse plenamente en las nuevas disposiciones

socio-económicas del sistema global; Acereda,

por su cuenta, atribuye este mismo defecto a los

políticos de izquierda debido a su falta de capa-

cidad para solucionar los problemas económicos,

especialmente el de la pobreza (6); empero, la

mediocridad no es un fenómeno regional o ten-

dencial, sino más bien un mal endémico y global

del sistema político contemporáneo, producto

de la ausencia de imaginación y proyección

histórica. Se renuncia al pasado para insistir en

la visión del futuro, pero este futurable previsto

por el pensamiento actual sólo alcanza la dimen-

sión de tres lustros, para concretar los objetivos

de compensación socio-ambiental en el orbe, a

saber: reducir la pobreza y el hambre, lograr la

enseñanza primaria universal, conseguir la au-

tonomía de la mujer mediante la igualdad entre

los géneros en la educación, disminuir la mortali-

dad infantil, mejorar la salud materna, combatir

las principales enfermedades, velar por la sos-

tenibilidad ambiental y reforzar la asociación en-

tre los países ricos y pobres –de acuerdo con los

Objetivos de Desarrollo del Milenio, derivados de

la Declaración del Milenio suscrita por 189 líderes

participantes en la denominada Cumbre del Mi-

lenio de las Naciones Unidas, en el año 2000-

. Luego entonces, sustituida la utopía histórica

por la pragmática política, desacreditada la in-

terpretación ideológica para proponer cualquier

alternativa socio-económica, sólo resta la incon-

trovertible objetividad histórica del mercado. Las

disposiciones económicas no son tema de ana-

crónicos debates ideológicos, sino condición sine

qua non del bienestar material de la sociedad,

aducen los economistas. La previsión política de

otro mundo posible sólo proviene de la nostalgia

ideológica, la irresponsabilidad social o la miopía

histórica. La libertad económica, con todos los

devastadores dispositivos socio-ambientales

que le son correlativos, es la única alternativa

viable y pertinente de las sociedades actuales,

según parece argumentar Alberto Acereda: …el

capitalismo –contra lo que cree Zapatero y sus

amigos de la ONU- funciona perfectamente y es

fuente de mejoramiento humano y de creación

de riqueza (7).

En este contexto, la clase política no encuentra

mejores opciones que subordinarse a los axi-

omas de la economía, mientras que a la sociedad

sólo le resta elegir sobre los diferentes paliativos

de su precaria situación socio-económica que

atinan a proponer los políticos, sobre el fondo

del mismo proyecto socio-histórico: el sistema

global del liberalismo económico. Así, las tran-

diciembre de 2009

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18

el iniciador/ 1

siciones de gobierno se realizan sobre la base

de tres fenómenos concurrentes, esto es: por un

lado, el predominio de las preocupaciones socia-

les, tales como la gobernabilidad, la seguridad

social, el desempleo, la vivienda, etc.; por otro

lado, el estridentismo de los escándalos políticos,

caracterizado por las denuncias de corrupción,

ineficiencia administrativa, filiaciones políticas,

compromisos sectoriales y violaciones del orden

legal, entre otros; y por último, la emergencia

de los acontecimientos de las interacciones so-

ciales, políticas, económicas y militares en el or-

den global, entre las que destacan los flujos de

migración del hemisferio sur a los países más

ricos, las guerras preventivas, la lucha terrorista

y las tensiones en el Medio Oriente, el sudeste

asiático y Sudamérica, entre otros.

En función de la persistencia de estos fenómenos,

y como bien apunta la reflexión de Carvalho, es

posible percatarse de que los temas tradicionales

de la izquierda, tales como: el derecho a un em-

pleo bien remunerado, protección laboral, ser-

vicios sociales, equidad social, mejoramiento de

la condición humana y revolución socio-política,

por mencionar sólo algunos de ellos, desparecen

por completo del debate político contemporáneo.

Son temas que pertenecen a las nostalgias del

pasado. La sociedad, entonces, queda privada

de verdaderas alternativas socio-históricas, en

razón de lo cual, sólo tiene la opción de elegir

en el mercado de las oportunidades compensa-

torias que le oferta el marketing político. Este

fenómeno tiene como consecuencias: la crisis de

credibilidad de la clase política, la incapacidad de

los aparatos de Estado para responder de mane-

ra eficiente y expedita a las demandas sociales,

la apatía ciudadana por los asuntos de interés

público, el incremento del abstencionismo, la

ingobernabilidad, la crisis de la representación

política y la anomia social. En cuanto la política

es el espacio de articulación, coordinación y or-

ganización del sistema social, al desvanecer su

función histórica para subordinarse a los dicta-

dos de la economía, la sociedad queda expuesta

a las fuerzas disolutorias de la estructura social.

Cierto, las diferencias entre la izquierda y la

derecha no se reducen a posiciones ideológi-

cas, actuaciones socio-políticas y militancia

partidista, sino que provienen de la defensa de

proyectos socio-históricos distintos, como advi-

erte Bobbio. Empero, cuando los proyectos desa-

parecen y sólo existen variaciones de un mismo

proyecto político-económico qué sucede con los

extremos del binomio. ¿La izquierda y la derecha

sobreviven a la crisis de las ideologías? ¿Puede

subsistir la izquierda tras el derrumbe del social-

ismo real y la crisis teórica del marxismo? ¿El

arribo al final de la historia no concluye con la

tensión del paradigma dualista de construcción

socio-histórica? En principio, es preciso señalar

que el devenir de la historia no se detiene con

el derrumbe del sistema bipolar y la expansión

planetaria del capitalismo; la presunción del fin

histórico es, al propio tiempo, un síntoma del

desencanto postmoderno, del agotamiento de la

utopía y del optimismo triunfalista de los por-

tavoces del nuevo orden mundial. Ahora bien,

para algunos, los nuevos contextos de realidad

superan la visión dicotómica de la izquierda y la

derecha, razón por la cual es necesario construir

nuevas categorías de pensamiento que permitan

una percepción y explicación más pertinente de

los acontecimientos históricos actuales. En cu-

anto los conceptos del pensamiento político se

construyen para comprender y explicar fenóme-

nos socio-históricos particulares, cuando esas

condiciones que los producen se transforman,

la capacidad interpretativa de estos se agota.

La pretensión de los conceptos trascendentales,

aplicables a cualquier hecho y en todo instante

de la historia, sólo es una pulsión metafísica.

Nuevas formaciones de realidad precisan de

nuevos conceptos que las expliquen.

Para otros, sin embargo, la izquierda y la dere-

cha no desaparecen, sólo se apropian de nue-

vos contenidos. En esta perspectiva, saturan a la

derecha con un conjunto diverso de tendencias,

movimientos y posiciones socio-políticas, entre

Page 21: El Iniciador

19

las cuales se localizan: agrupaciones racistas,

xenófobas y fascistas, además de conservadores,

neoliberales y reaccionarios; mientras que por

el contrario, en la izquierda ubican a los mov-

imientos de resistencia contrasistémica, populis-

tas, laboristas, feministas, luchadores sociales,

etc. El problema central de los nuevos conteni-

dos del binomio radica en los criterios que se

utilizan para clasificar a los diferentes agentes

de la política contemporánea. Norberto Bobbio

plantea como criterio fundamental: la igualdad.

De esta forma, partiendo del reconocimiento

de la existencia de las desigualdades naturales

y sociales que separan a los seres humanos, la

derecha está más dispuesta a aceptar lo que es

natural, y aquella segunda naturaleza que es la

costumbre, la tradición, la fuerza del pasado,

pero desde la izquierda se tiende generalmente

a considerar que el hombre es capaz de corre-

gir tanto la una como la otra (8). En palabras

llanas, la izquierda propugna la igualdad de los

seres humanos, en cuanto que la derecha acep-

ta la desigualdad como un fenómeno natural y

social correlativo de la esencia humana. Manuel

López Stornell, por otro lado, en Ensayo contra el

Pesimismo en la Izquierda, pretende el concepto

de equidad eficiente como criterio de diferen-

ciación entre ambos extremos del binomio. La

equidad eficiente supone un conjunto de accio-

nes sociales, económicas y ambientales que no

sólo mejoran la calidad de vida de los individuos

en el presente, sino que además garantizan los

derechos de las futuras generaciones. La dere-

cha explota los recursos energéticos disponibles

pero no realiza una distribución justa de los ben-

eficios, ni tampoco respeta las necesidades de

las sociedades futuras; la izquierda, en dirección

opuesta, debería proponerse la equidad eficiente

del aprovechamiento de los recursos, tanto con

las generaciones actuales como con las genera-

ciones subsecuentes. Debería porque aún no es

una práctica de los agentes políticos del mundo

globalizado, sino que se ofrece como un com-

promiso posible de asumir por la izquierda, fr-

ente a la depredación de la explotación intensiva

capitalista. Para Félix Taberna, Coordinador Gen-

eral de la Izquierda Unida de Navarra, el trabajo

representa el espacio tradicional asociado a la

izquierda. La evolución de los sindicatos de clase

y de los partidos de izquierda tuvieron desar-

rollos paralelos. Obviamente, la referencia lab-

oral sigue siendo prioritaria en la izquierda (35

horas, sistema público de pensiones, estabilidad

laboral…) (9). En consecuencia, la derecha aten-

ta contra las condiciones laborales de los traba-

jadores. En tanto, James Petras, considera que

las políticas fundamentales de cualquier tenden-

cia de derecha consideran: la privatización de las

empresas públicas, recortes en los servicios del

sector público, desregulación de la economía,

debilitamiento de los sindicatos, promulgación

de leyes que precarizan el empleo y las cober-

turas sociales, así como el apoyo a las guerras

imperiales; por su parte, la máxima expresión de

la izquierda se localiza en los grandes movimien-

tos socio-políticos y en los alzamientos popula-

res de carácter organizado. Hoy en día la fuerza

significativa y dinámica de la auténtica izquierda

se encuentra en la calle, halla su expresión en

movilizaciones masivas y no en el proceso elec-

toral (10). Empero, esta diversidad de criterios

de clasificación del universo político lo único que

consigue es tornar más compleja la comprensión

y explicación de los fenómenos socio-político-

económicos del mundo contemporáneo, además

de que los agentes políticos concretos participan

de los rasgos de ambos extremos, según se ha

mostrado ya antes.

El rasgo nodal de la política en el orden del liber-

alismo económico es la pragmática del mercado,

tanto en su función cuanto por su práctica mis-

ma. Entonces, ¿por qué se sigue recurriendo a los

términos de izquierda y derecha para definir las

posiciones políticas? La permanencia del recurso

del binomio no se debe a su actualidad explica-

tiva de los nuevos contextos de la realidad socio-

histórica, sino únicamente a los remanentes del

valor histórico que le son correlativos. En efecto,

diciembre de 2009

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20

el iniciador/ 1

el descrédito histórico de un extremo redunda

en la revaloración del otro. Así, la devastadora

experiencia de los excesos nazis y fascistas en

Europa, genera la expansión y fortalecimiento

de los regímenes de izquierda por todo el conti-

nente, en el periodo de la postguerra; empero,

el acceso de la comunidad internacional a los

sistemas de represión social, las purgas políticas

y los dispositivos de control de la sociedad em-

pleados por el totalitarismo comunista –lo mis-

mo en la Unión Soviética, que en China y Cuba-,

repercute en la consolidación de los gobiernos

de derecha en el mundo. De la misma manera,

la asociación de los extremos con las prácticas

socio-históricas les asignan una valoración es-

pecífica en el imaginario social: el vínculo de

la izquierda con el populismo y la corrupción le

atribuye un valor negativo, mientras que su ar-

ticulación con el progreso y las reivindicaciones

sociales le merecen un valor positivo; de forma

correspondiente, para la derecha identificarse

con los movimientos segregacionistas y fascistas

le resulta inconveniente en términos políticos,

por el contrario, relacionarse con el desarrollo

socio-económico y la libertad de los individuos le

reporta buenos dividendos en la opinión pública.

En este sentido, la pragmática política recurre

a las valoraciones provenientes del descrédito

histórico y de la asociación con los intereses so-

ciales, para situarse en cualquiera de los rangos

del espectro político establecido por el binomio

de izquierda y derecha, de acuerdo con el crédito

predominante en la sensibilidad social y en fun-

ción de sus intereses particulares. Luego enton-

ces, la clasificación tradicional del pensamiento

político moderno ha perdido toda su capacidad

interpretativa de las realidades socio-históricas

vigentes en el mundo contemporáneo, pero aún

es utilizada por sus remanentes de valoración

política. Ya no existe la izquierda y la derecha en

el universo político postmoderno, más que el uso

pragmático de su reminiscencia significativa que

los agentes preservan en beneficio propio. Dado

lo cual, conviene cuestionarse: ¿la erosión del

sistema binómico de interpretación y actuación

política, reduce las posibilidades de la historia al

presente del liberalismo económico? No, defini-

tivamente no, los horizontes históricos viables

son tan amplios y diversos como potente sea la

capacidad política de imaginar otros mundos po-

sibles.

NOTAS

1 - Catedrático de la Arizona State University.

2 - La Jornada, 21/04/2006

3 - Acereda, Alberto. La izquierda millonaria y la pobreza. En:

Colaboraciones No. 579. 22/09/2005. Grupo de Estudios Estra-

tégicos (GEES) www.gees.org

4 - Ibid

5 - Petras, James. La Polarización Izquierda/Derecha: entre

las Urnas y la Calle. Revista Electrónica Rebelión. http://www.

rebelion.org/ 1/05/2006

6 - Acereda, op. cit.

7 - Ibid

8 - Bobbio, Norberto. Derecha e Izquierda. ¿Existen aún la iz-

quierda y la derecha? Suma de Letras, S. L., Madrid 2000. pág.

144.

9 - Taberna, Félix. Nuevos retos de la izquierda: la globalización.

http://www.iun-neb.org/art-glob.htm 7/05/2006

10 - Petras, op. cit.

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21

Nos interesaría saber como caracteriza la

figura, el papel, del intelectual, hoy?

Ha habido cambios muy grandes en el papel del

intelectual en la sociedad, sobretodo en su re-

lación con la política, y que tienen que ver con la

recuperación, en fin, con la implantación de un

sistema democrático, algunos cambios son posi-

tivos y otros cambios negativos.

Hay una vieja figura del intelectual en la Argen-

tina que tiene que ver, fundamentalmente, con

una dimensión crítica, un intelectual alejado

de los círculos de poder, del poder político, del

poder cultural, ubicado siempre en posiciones

de combate, de manera independiente, o vin-

culado a algunos grupos contestatarios tratando

de expresar algo así como una especie de crítica

moral.

Esa figura del gran intelectual, que se trans-

formaba en una especie de referente para la

población, que tiene antecedentes históricos en

figuras como Ingenieros, por ejemplo, que en al-

gún momento y por varias generaciones influy-

eron mucho, sobre todo en la juventud, ahora

está relativamente en un segundo plano.

Por cierto siempre aparecen algunos nombres

que con méritos o sin ellos tratan de ocupar ese

lugar, Favaloro o Sábato, a los cuales la prensa

suele convocar como grandes representantes de

la conciencia de la sociedad, pero es verdad que

ese papel de crítico social, de especie de por

tavoz de las cuestiones más profundas de la so-

ciedad, está un poco perdido. Y eso no es bueno,

no tanto por el tema de concentrar todo en las

grandes personalidades sino porque de alguna

manera la función crítica del intelectual se des-

merece.

Por otro lado, hay ahora como no lo hubo en

ningún otro momento, por la mayor permea-

bilidad del sistema político y mayor apertura

ideológica general del país una presencia de in-

telectuales, sea en funciones de gobierno o en

funciones que tienen que ver con la actividad

política como nunca hubo.

Los intelectuales, de alguna manera, siempre

estuvieron marginados del poder.

Los intelectuales, si estaban vinculados a la

política, estaban vinculados a agrupaciones que

no tenían chance alguna de ocupar el poder, y

esa situación, a partir de la democracia se ha

revertido bastante.

Hay una presencia mucho mayor, lo cual está

LOS USOS DE PORTANTIERO

Entrevista

Esta entrevista fue realizada en casa de Juan Carlos Portantiero sobre los finales de la década del 90. La publicación en la que se edito en su oportunidad, Pluma de Barro, insistía en reflexionar sobre el papel de los intelectuales. No se si es oportuna o inactual, de cualquier modo, el pensamiento de quien fuera el más importante intelectual de las disciplinas sociales argentinas es siempre una celebración

G.P.

diciembre de 2009

Page 24: El Iniciador

22

el iniciador/ 1

bien, pero hay un cambio en la función del in-

telectual, aquel intelectual que aparecía un poco

como la conciencia crítica, ahora más bien es

convocado como técnico. La política se ha profe-

sionalizado mucho más, el tema de los procesos

de decisión necesita de conocimiento experto

mayor de lo que antes había, y, por lo tanto hay

una presencia mucho más grande de profesion-

ales del intelecto, llamémoslo así, en funciones

sea del estado o del sistema político.

Esto ha producido un cambio en el sentido de

que si antes los intelectuales que estaban vincu-

lados a esta actividad eran sobre todo abogados,

ahora tenemos un poco la tiranía de los econo-

mistas, y en segundo lugar empiezan a aparecer

los sociólogos, los expertos en medios de comu-

nicación, que ocupan ese lugar que antes estaba

destinado casi exclusivamente a los abogados.

Entonces, yo diría, que existe por un lado, una

presencia más masiva del intelectual, redefinida

en su papel de técnico y hay una pérdida de esa

otra dimensión del intelectual que era el del ejer-

cicio de la ética, de la critica social.

Yo creo que un intelectual debería definirse por

las dos dimensiones, no debería abdicar de un

conocimiento específico que pudiera ser útil para

la política, por ejemplo, pero tampoco debería

abdicar de mantener una distancia de la políti-

ca en el sentido de no enajenar su capacidad

crítica.

Por que hay una diferencia básica entre el in-

telectual y el político por más que puedan en-

contrarse.

Malraux, que era un intelectual que actuó mucho

en política, decía alguna vez que la dificultad en

la relación entre el intelectual y el político radica

en que el político debe ser por fuerza maniqueo,

y el intelectual es, o debe ser, antimaniqueo por

excelencia, debe dudar, debe ver las cosas no

con un criterio de blancos y negros sino que

debe introducir mucho más los grises en sus ra-

zonamientos.

Entonces, si por un lado la participación de un

intelectual en política es auspiciosa, el temor es

que quede subordinado y relegue ese papel de

expresión de la sociedad que supo tener tradi-

cionalmente.

Dentro de este cambio de roles en el tipo

social del intelectual al que usted hace

mención y teniendo en cuenta la creciente

profesionalización del campo intelectual,

la recreación más institucionalizada de los

intelectuales, que espacio se reserva a la

crítica, a los espacios fundacionales de la

intelectualidad, y en el caso de creer que se

han perdido, podrán recobrarse esos espa-

cios fundantes.

Yo creo que deben recuperarse, por eso decía

que esa dimensión no debe ser soslayada.

Acá en la Argentina hubo un problema con los in-

telectuales, ellos fueron artífices importantes de

la primera modernización, desde la organización

nacional hasta la generación del ochenta in-

clusive. Jugaron un papel importantísimo en la

definición de ese país que había que construir

desde el desierto, de hecho uno no imaginaría

a un Sarmiento actual o a un Mitre actual pres-

idente de la república y lo fueron en ese mo-

mento.

Luego, cuando la política se transforma en un

hecho de masas, esa tradición la mantiene el par-

tido socialista , en donde los intelectuales, em-

pezando por Juan B. Justo tuvieron un peso muy

significativo en la construcción de ese partido,

pero luego la política tomo más un carácter de

masa, primero con el Yrigoyenismo, y luego con

el Peronismo, ambos dos fueron unos movimien-

tos que miraban más bien de reojo a los intelec-

tuales, se constituyeron como fuerzas políticas

hegemónicas despreciando un poco el rol de los

intelectuales y, por otro lado, las propias fuer-

zas conservadoras también los marginaron en el

sentido que gobernaban más bien con abogados

o con militares, pero no con intelectuales como

había sucedido en el 60 y hasta el 80.

Entonces, siempre hubo una relación muy con-

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23

flictiva entre intelectuales y política, lo que qued-

aba afuera de esa relación conflictiva eran esas

grandes figuras que encarnaban un poco la voz

de la sociedad.

Con la reimplantación democrática a partir de

los 80 en la Argentina, intelectuales y política

empiezan a amigarse. En ese sentido el go-

bierno de Alfonsin fue importante en la forma en

que trató de integrar intelectuales a sus políti-

cas, pero este hecho, que parece positivo, que

aparece como una reubicación de los intelectu-

ales de donde habían sido desalojados durante

mucho tiempo por influjo de esto que habíamos

señalado del yrigoyenismo, del Peronismo y del

conservadurismo, tiene el riesgo de que los in-

telectuales queden subordinados a la política y

por lo tanto pierdan la capacidad de mantener

esa distancia, que yo creo que es imprescindible

que la sigan manteniendo.

Por lo mismo, si no se puede pensar a la política

moderna sin intelectuales, tampoco se puede

pensar en que los intelectuales sean totalmente

absorbidos por la política, sino que tienen que

mantener su independencia de criterio.

Cómo analiza la experien-

cia del período de transición

democrática desde el punto

de vista de la relación entre

los intelectuales y la política

Esto fue un signo de los tiempos

más que un mérito de Alfonsin,

es algo que esta sucediendo acá

y en todas partes del mundo.

La toma de decisiones sigue es-

tando en manos de los políticos,

de las instituciones y de los tec-

nócratas, eso es así, si nosotros

pensamos que los tecnócratas son intelectuales,

y no está mal pensarlo así, efectivamente hay

una fuerte influencia de los intelectuales, pero

ahí está lo que decíamos, el imperialismo de los

economistas, dominándolo todo, porque la si-

tuación pone a la economía en primer plano, en-

tonces, en la instancia de toma de decisiones,

eso no varió. Lo que yo creo que los intelectuales

hicieron en los tiempos de Alfonsin y lo que es-

tán haciendo ahora tiene mucho que ver con la

influencia que pudieran llegar a tener en cambiar

ciertos lenguajes de la política, ciertas formas en

que los políticos se acerquen a los problemas de

la realidad. Es más sobre el discurso que los in-

telectuales han operado, que sobre las decisio-

nes.

Al parecer, es discutible la existencia del

clásico intelectual con legitimidad para

enunciar lo social, ¿quiénes son ahora los

depositarios de esa legitimidad?

Yo creo que el proceso empieza a ser más col-

ectivo y menos individual, yo creo que ahora la

legitimidad de lo social es un problema en que

los intelectuales estarán presentes con aquellas

funciones que les tocan, operar sobre el discur-

so, operar sobre decisiones políticas en la me-

dida que sean convocados para ello, pero son

los movimientos sociales

los que legitiman o desle-

gitiman la acción política,

los que construyen la po-

sibilidad de darle voz a la

sociedad, y ya no tanto

una figura solitaria, un

Victor Hugo, un Zolá, un

Ingenieros, un Ricardo

Rojas o los casos menos

significativos y menos

interesantes de un Sá-

bato, un Favaloro, por

dar nombres que siem-

pre aparecen convocados

para hablar de cualquier tema en la medida que

algunos los consideran como depositarios de esa

verdad general.

Creo que hay una manera más colectiva de en-

tender los grandes temas, son los movimientos

diciembre de 2009

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24

el iniciador/ 1

sociales los que cumplen esa función y no los

intelectuales.

En ésta forma de asumir lo social el intelectual

tiene dos formas de incorporarse, una, no olvi-

dando que el intelectual es un ciudadano, y por lo

tanto tiene los deberes y los derechos que tiene

todo ciudadano de inmiscuirse en los problemas

públicos, eso ya es una forma de participación

que la segmentamos como participación de los

intelectuales, pero tiene que ver con la necesi-

dad de participación de toda la sociedad, y otra

es la forma de su participación, también como ci-

udadano, pero más especifica, y ahí insisto, hay

dos vías, una es trabajar desde su conocimiento

técnico para formular grandes líneas de política

un testimonio, interesante de esto es lo que su-

cedió en su momento con la preparación del pro-

grama y de la plataforma de la Alianza.

Allí hubo una movilización grande de intelec-

tuales que aportaron desde su profesionalidad

específica, problemáticas y propuestas para un

gran programa, para una gran plataforma políti-

ca, y por otro lado, esta otra función que los

intelectuales han venido cumpliendo desde los

años 80 en adelante en un marco que necesita

de pluralismo y de libertad de expresión que es la

de traer los grandes temas, colocar los grandes

temas, operar sobre los discursos de los políticos

incorporando los grandes temas de discusión de

1a sociedad contemporánea.

Creo que ese es un papel bastante significativo

para la modernización de la política que los in-

telectuales pueden llevar adelante incluso sin es-

tar militando directamente en política, sino sim-

plemente teniendo un oído alerta a las grandes

problemáticas y a las grandes discusiones que se

dan en el mundo.

Teniendo en cuenta el recorrido que usted

ha trazado en relación a la figura del in-

telectual, y en la inteligencia acerca de

que la conformación de un nuevo campo

intelectual será necesariamente diferente

al que hoy merece ese nombre, podemos

aventurar algo acerca de la formación de

ese campo signado por “novelas” históri-

cas, sociales y con rasgos diferenciados en

cuanto a su formación.

En primer lugar, los que vienen ahora, tienen

la ventaja, que no hemos tenido nosotros, de

incorporarse a un campo intelectual donde las

reglas del pluralismo y de la libertad ideo1ógicas

están asentadas, y que van a durar, es decir que

pueden instalarse como actores significativos

dentro del espacio social, porque existe la po-

sibilidad del debate, de la argumentación, cosa

que estaba totalmente bloqueada por el autori-

tarismo, eso abre un campo muy grande que a

veces los jóvenes lo ven como una cosa natural

y eso no fue natural. El derecho a tener voz fue

algo que hubo que pelear mucho, así que hay

una ventaja grande.

La desventaja, quizás, pero desventaja en la

línea de lo que estamos planteando como una

participación más activa del intelectual en el es-

pacio social general es que los saberes tienden

cada vez más a parcializarse y segmentarse, y

por lo tanto, lo que aparece es una multiplicidad

de esferas específicas en donde la tarea intelec-

tual puede desarrollarse, y esto hace más difícil

visiones de conjunto, visiones más universales.

Esa multiplicidad que se da en el conocimiento

puede dar lugar de hecho a una tecnificación del

trabajo intelectual, a una particularización exce-

siva del trabajo intelectual que haga perder un

poco el sentido del intelectual mezclado en el

amplio y ancho espacio político y social.

Si la pregunta es acerca del papel de las univer-

sidades en la formación de un campo intelectual

yo diría que, con todo lo mal que está la univer-

sidad en este momento está mucho mejor que,

digamos, en los últimos 35 años, aquí hubo un

período muy breve de expansión de la universi-

dad, no mayor que 10 años, del 56 al 66 y luego

una noche negra.

Desde el 83 la universidad empieza a recuperar

esa capacidad de socialización de la gente, por

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25

un lado y por el otro de producción de cono-

cimiento, y en ese sentido funciona con mucha

fuerza como un crisol importante de discusión,

creo que todavía habría que profundizarlo un

poco más, quitándole a la discusión lo que tiene

de exterior, esto es lo que aparece como simple

lucha de pequeñas capillas o sectas que pelean

las unas contra las otras y que opacan la posi-

bilidad de discusiones más profundas, pero de

todas maneras creo que la universidad esta ju-

gando un papel más importante que el que jugó

en otras épocas.

Con todas las limitaciones y necesidades de re-

formas que esta universidad tiene en este mo-

mento.

Usted mencionaba lo imposible de imaginar-

nos un Sarmiento presidente en la actuali-

dad. Vueltos a pensar en un tipo de intelec-

tual más vinculado con los problemas del

país, se pueden establecer particularidades

dentro de la intelectualidad argentina.

Históricamente la figura del intelectual en Ar-

gentina, con respecto a intelectuales de los otros

países de América Latina siempre fue más cos-

mopolita, es decir siempre estuvo más masiva-

mente atraída por lo que aparezca como lo úl-

timo, lo nuevo, en Europa y los Estados Unidos,

en ese sentido hubo una mucho mayor flexibili-

dad en la intelectualidad argentina para la incor-

poración exitosa de experiencias que venían de

otro lado, con lo cual, la intelectualidad argen-

tina en la medida que fue más cosmopolita, fue

menos nacionalista que la intelectualidad de los

otros países de América Latina.

Ese nacionalismo se replegó, primero, en las for-

mas más bárbaras del tradicionalismo con todo

el nacionalismo católico de los años 30 o lu-

ego, más que en el propio gobierno de Perón, en

esa especie de reinvención del Peronismo, que

hubo, a la que Perón, con gente como Jauretche

y Hernandez Arregui que derivó del viejo na-

cionalismo una actitud antiintelectual y cierto

populismo demagógico en la construcción de sus

categorías. Salvo esas expresiones, en general

la intelectualidad argentina en relación a otras,

estuvo más ligada a la novedad.

Esto puede ser visto como un defecto o como un

mérito, pero creo que es un rasgo, un rasgo que

en otros países de América Latina es apreciado,

apreciado no en el sentido de lo bien visto, sino

que es señalado como algo que efectivamente

caracteriza a la intelectualidad argentina.

Es decir, Chile puede producir a Neruda, Perú pu-

ede producir a Vallejos, pero un tipo como Borges

solamente puede haber surgido en un país como

la Argentina. No me imagino a un Borges mexi-

cano, tienen otros intelectuales extraordinarios,

sin duda, no se trata de establecer un ranking

intelectual, pero sí hay un tipo de intelectual que

es característico de nuestro país.

Usted forma parte, indudablemente, del

campo intelectual Argentino, que críticas

cree que le cabrían a ese espacio social de-

limitado por la acción de los intelectuales

Yo creo que el campo intelectual argentino tiene

varios defectos, es un campo que está muy mi-

nado por recelos, envidias, querellas, que tiene

que ver, especialmente, por recursos escasos

para repartir entre una capa intelectual que es

bastante numerosa, hay como peleas por posi-

ciones, por lugares que tienen que ver con la es-

casa disponibilidad que se abre para el desarrollo

de la profesionalidad en la Argentina.

Por otro lado, lo que me parece un síntoma

negativo bastante característico de los últimos

tiempos, es la poca capacidad que existe para

generar debates interesantes.

Por lo general, si uno observa lo que se publica

termina por pensar en que o bien no hay debate

o cuándo lo hay responde más a discusiones de

tono personal que a un debate de ideas, parecen

más peleas de conventillo.

Creo que le falta enormemente al clima intelec-

tual argentino un vigor polémico interesante

diciembre de 2009

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26

el iniciador/ 1

que no tiene. Antes existía éste vigor polémico,

existía un espacio fuerte de debate intelectual,

ahora me parece que no.

Sobre que bases, entonces se sustenta la

posibilidad de hablar de un campo intelec-

tual?

Yo diría , tomando un poco las observaciones de

Bourdieu sobre el campo, que existe un campo

intelectual en la medida que hay relaciones de

fuerza en ese interior, pero que las peleas son

más por el capital material que por el capital

simbólico, que las peleas tienen más que ver con

ese recurso escaso que con el entrecruzamiento

de ideas y que por eso está sobreactuado en dis-

cusiones muy personalizadas, uno que agravia al

otro, o que escribe un brulote contra el otro pero

en donde lo acusa de reformista, o de revolucio-

nario o que es un montonero, en fin, ese tipo de

argumentos ad hominen, son los que más cir-

culan hoy en la discusión. Eso le quita interés

al debate.

Que sueños perduran en un intelectual en

la Argentina

Salvo en aquellos que han decidido cambiar su

independencia de criterio

por un plato de lentejas, es decir, que se han

acomodado al sistema y de lo único que tratan

es de aprovechar los beneficios que éste puede

darles a ellos personalmente, salvo los que han

dado esa pirueta, yo creo que los valores están

vigentes, creo que la idea de que es necesario

luchar por una sociedad más justa, más libre, la

mayoría la sigue teniendo.

Lo que está claro es que, salvo que se crea que

se está a salvo del paso del tiempo, aún cuando

los principios estén vigentes es necesario acor-

dar en que no así los instrumentos.

Entre otras cosas, en el mundo desde los 60 has-

ta ahora han sucedido una serie de cataclismos

que obligan a que pensar de la misma manera se

vuelva conservador.

Se termina jugando un papel absolutamente

conservador adornado con un discurso apocalíp-

tico pero que en el fondo es conservador porque

no influye ni cambia ni modifica un milímetro de

la realidad.

Podemos ser optimistas al pensar en el fu-

turo tanto del país como del campo intelec-

tual

Yo creo que sí, se puede pensar en que las co-

sas van mejorando, pero alertas siempre en que

hay necesidad de producir más cambios y refor-

mas de las que están a la mano. Las cosas ahora

están más complicadas y las instituciones y, en

éste caso, las instituciones intelectuales, si no

se ponen a tiro de la complicación de las cosas

y de el rápido desenvolvimiento de las cosas, en

muy poco tiempo quedarán obsoletas y fuera de

juego.

Creo que hay una tarea hacia adentro del campo

intelectual, de reforma, más allá de las reformas

que hay que hacer en la misma sociedad.

Esos cambios son muy significativos y pongo a la

Universidad en primer lugar en éste sentido.

La Universidad tiene que someterse a un proceso

de autocrítica muy profundo sobre cómo se está

trabajando, sobre cómo se está vinculando con

el mundo real, cómo está procesando los cambi-

os que se están verificando en el conocimiento.

Esto implica desde reformas curriculares, refor-

mas organizativas, formas de descentralización,

en fin, una serie de temas sobre los que se va a

tener que pensar, pero sobre todo actuar porque

si no la institución universitaria quedará fuera de

foco y ésto, por supuesto, influye sobre el campo

intelectual.

Page 29: El Iniciador

27

La Concertación de Partidos por la Democracia

viene gobernando Chile desde el año 1.990, cu-

ando Patricio Aylwin triunfó sobre el ex Ministro

de Economía de Augusto Pinochet, Hernán Buchi.

Luego de casi veinte años, puede decirse que las

administraciones de la Concertación han tenido

que realizar un cuidadoso equilibrio entre la con-

tinuidad de muchas de las políticas instauradas

por el pinochetismo y la posibilidad de introducir

reformas que permitieran alcanzar mayores

niveles de inclusión para una parte importante

de la sociedad chilena. Además, la Concertación

debió enfrentar las demandas de ciertos sectores

que solicitaban una revisión de los crímenes co-

metidos durante la dictadura militar y de los epi-

sodios de persecución política que habían tenido

lugar en el pinochetismo.

En este artículo intentaré

analizar los cambios que se

han introducido en las políti-

cas públicas en el período

de la Concertación, que sin

plantear una ruptura tajante

con el legado pinochetista,

han logrado generar ciertos

procesos de igualación, no

solo en cuanto a la capaci-

dad para acceder a determi-

nados bienes públicos, sino

para insertarse más eficaz-

mente en una sociedad que

se sustenta en criterios de competitividad y efi-

ciencia para la ocupación de las posiciones más

reconocidas.

Por ello, luego de hacer una breve caracter-

ización del legado con el que se encontró el go-

bierno de Aylwin, me centraré en las principales

transformaciones planteadas por las distintas

administraciones de la Concertación, enfatizan-

do algunas políticas sociales que fueron vistas

como herramientas igualadoras. Finalmente pro-

curaré identificar las limitaciones planteadas por

esa estrategia y los riesgos existentes desde la

legitimidad democrática.

Herencia que recibe el gobierno de la Con-

certación.

El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe

de estado que puso fin al gobierno de la Unidad

Popular y llevó al poder a Augusto Pinochet. El

programa que se le pre-

sentó en 1.975 al presi-

dente chileno para imple-

mentar fue el de Sergio de

Castro. En un documento

se empezaron a diseñar

algunas líneas que orien-

tarían la transformación

económica: un programa

de reprivatización de em-

presas, la sustitución de

los impuestos directos por

aquellos dirigidos al consu-

mo, la ampliación del mer-

cado de capitales y la ap-

ertura al capital externo, todo ello acompañado

por la intención de reducir el gasto fiscal.

Asimismo, una vez logrado el establecimiento

del modelo económico, hacia 1.979 se puso en

Alejandro RossiCHILE, REFORMAS Y DESPUES.

LA EXPERIENCIA DE LA CONCERTACION

diciembre de 2009

Page 30: El Iniciador

28

el iniciador/ 1

marcha un plan bautizado como “las siete mod-

ernizaciones” por el cual se trataba de prolongar

hacia las diferentes áreas de la sociedad los prin-

cipios de mercado implantados en la economía.

Si bien el esfuerzo se dirigió al conjunto de las

políticas sociales, en un principio fue en los cam-

pos de la seguridad social y de las relaciones

laborales donde el plan modernizador avanzó

con más firmeza.

El Plan Laboral reconocía la libre organización

sindical, la negociación colectiva y el derecho

de huelga, aunque introdujo disposiciones que

afectaban la capacidad de negociación de los sin-

dicatos frente a las empresas. Se estableció que

la afiliación a un gremio no era obligatoria, que

la negociación se realizaría por empresa, que en

caso de conflicto las partes deberían recurrir a la

justicia civil, y además junto al derecho de huel-

ga de los trabajadores se consagró el derecho

del patrón al cierre temporal de la empresa.

Por otra parte, en el plano de la seguridad so-

cial se introdujeron principios que modificaron el

sistema: se reemplazó la capitalización colectiva

por la individual, pasando a depender el monto

de la prestación del ingreso de cada asegurado,

traspasándose además los fondos previsionales

desde el Estado hacia las Administradoras de

Fondos de Pensión.

Con el objetivo de superar la crisis de 1.981-82

se elevó el tipo de cambio, se eliminaron impues-

tos a las exportaciones y se bajaron los aranceles

a las importaciones, se simplificaron los trámites

comerciales y se mejoró la infraestructura y el

funcionamiento de los puertos. Por otra parte, se

eliminó el impuesto a la renta sobre las utilidades

reinvertidas y se hicieron grandes esfuerzos para

atraer inversiones desde el exterior.

Como un complemento de esos cambios macro-

económicos se produjo un conjunto de transfor-

maciones en las políticas sociales, que profun-

dizaron la línea descentralizadora y favorable a la

competencia adoptada por el gobierno nacional.

En el campo de la salud se produjo el desmem-

bramiento del Servicio Nacional de Salud en 27

servicios regionales autónomos, traspasándose

la administración de los consultorios periféricos

a las municipalidades. Además, se buscó canali-

zar el gasto público a través de un sistema de

bonos, de tal modo que los aportes recibidos

por los establecimientos públicos fueran pro-

porcionales al número de atenciones prestadas,

incentivando así la competencia entre ellas. Por

otra parte, se promovió el fortalecimiento de la

medicina privada, con la autorización de la for-

mación de Instituciones de Salud Previsional, a

través de los cuales los afiliados podían elegir en

el mercado los beneficios médicos en proporción

a las cotizaciones. Algo similar ocurrió en el área

de la educación donde se traspasaron los estab-

lecimientos educacionales fiscales a las munici-

palidades y se estimuló la educación privada con

el otorgamiento de financiamiento estatal a los

sostenedores (1).

Principales iniciativas de los gobiernos

democráticos.

Tras la convocatoria a elecciones prevista en la

Constitución de 1.980, representante de la Con-

certación de Partidos por la Democracia, Patricio

Aylwin alcanzó la presidencia al obtener un 55,2

% de los votos, dejando atrás a los candidatos

de la derecha, Hernán Buchi, quien obtuvo un

29,4 % de los sufragios y Francisco Errázuriz,

votado por el 15,4 % de los electores.

En términos económicos, el gobierno de Aylwin

no se desvió de la orientación favorable al libre

mercado introducida en el régimen autoritario,

aunque encaró modificaciones en materia im-

positiva y en la magnitud y la forma de utilizar

el gasto social. Para obtener más recursos, el

ministro Alejandro Foxley aumentó el Impuesto

al Valor Agregado en dos puntos y estableció un

Page 31: El Iniciador

29

tributo del 10% a las ganancias de las empresas.

Asimismo, con el objetivo de contener la inflación

se encaró un fuerte énfasis en la austeridad fis-

cal y un incremento en las tasas de interés, que

llegaron a un 10% real en 1.990 (2) , decisio-

nes éstas apuntaladas por el Banco Central, que

había alcanzado su autonomía en 1.989.

Durante los gobiernos democráticos, el gasto so-

cial se incrementó, tanto en forma global, como

en todos los sectores sociales. La participación

del gasto social en el gasto público total pasó del

64,8% en 1.989 a un 68, 7% en 1.999, siendo los

aumentos más importantes en salud (2,8% del

PBI) y educación (3%) en el gobierno de Aylwin.

Se concedió a las políticas sociales una función

integradora, dirigida a atenuar las desigualdades

generadas en la sociedad chilena durante los

años de gobierno pinochetista, asegurando a to-

dos los habitantes el acceso a los servicios bási-

cos que les permitieran integrarse al desarrollo,

mejorando la calidad de vida y generando mayor

difusión de los beneficios del crecimiento.

En tal sentido, se procuró poner el acento en los

programas desde lo asistencial y paliativo hacia

lo productivo, estimulando la participación de la

comunidad y privilegiando el apoyo a grupos y

sectores pobres organizados, priorizar los prob-

lemas relacionados con la calidad educativa, el

incremento de las inversiones y avances en la

salud pública, y profundizar el proceso de de-

scentralización aunque asegurando al Estado

central un papel como estimulador y fiscalizador

de los programas sociales dirigidos a los sectores

de bajos ingresos.

Una parte significativa del mayor gasto social fi-

nanció aumentos de costos de las prestaciones

sociales, mientras que la revisión de los sistemas

de incentivos y la eficiencia de los programas

sociales recibió poca atención en los primeros

años. Solo después de mediados de la década

del noventa se instaló con fuerza la idea de apli-

car reformas estructurales en las distintas políti-

cas sociales.

Se priorizó la educación pública en la agenda

del gobierno, centrando sus objetivos en la cali-

dad y la equidad. Entre 1.990 y 1.993 el acre-

centamiento del gasto para el sector resultó de

alrededor del 40%, especialmente el destinado a

mejorar el nivel de remuneraciones del person-

al del sector. Asimismo, en 1.996 el presidente

Frei anunció un incremento en las erogaciones

en educación, destinado a inversiones vincula-

das con la ampliación de la jornada escolar, el

mejoramiento de la profesión docente, la con-

formación de una red de establecimientos de

enseñanza media con características especiales

en relación con la calidad, capacidad de innovar

y atención de jóvenes de familias de menores

recursos.

En lo referido a la gestión del sistema, en 1.990

se puso en marcha el Programa de Mejoramiento

de la Calidad en Escuelas Básicas de Sectores

Pobres, encaminado a optimizar la infraestruc-

tura, proveer material didáctico y avanzar en el

perfeccionamiento docente en establecimientos

comprendidos en el programa, además de abrir

talleres guiados por monitores juveniles pagos,

destinados a miembros de la comunidad con di-

versos problemas de aprendizaje.

Por otra parte, se puso en funcionamiento el

Programa Piloto de Educación Básica Rural y

el Estatuto del Docente, que fue una demanda

de los gremios para compensar el deterioro de

su posición laboral durante la dictadura (3). Di-

cha medida fue acompañada en el bienio 91-92

por el Programa de Mejoramiento de la Calidad

y Equidad de la Educación Básica, con una du-

ración prevista de seis años y un fuerte caráct-

er integral. Desde el punto de vista financiero,

en 1.993 se sancionó la Ley de Financiamiento

Compartido, cuyo objetivo era completar los re-

cursos de la subvención escolar con los aportes

diciembre de 2009

Page 32: El Iniciador

30

el iniciador/ 1

de los padres de familia que pudieran contribuir

con esa asistencia.

Asimismo, en el año 1.994 se creó el Comité

Técnico Asesor del Diálogo Nacional sobre la

Modernización de la Educación Chilena, con el

objetivo de generar un diagnóstico de la edu-

cación en el país y de buscar un conjunto de lin-

eamientos generales a futuro. El Ministerio de

Educación elaboró una propuesta que permitía a

los establecimientos, sobre la base de un núcleo

curricular común, adaptar los planes de estudio

existentes o elaborar los propios de acuerdo a

requerimientos del medio en el que estaban in-

sertos.

Durante la presidencia de Eduardo Frei, la

Comisión Nacional para la Modernización de la

Educación, efectuó un planteamiento de reforma

educativa que hacía hincapié en la baja cober-

tura de la educación preescolar para los secto-

res más pobres, las fallas en el nivel básico y la

insuficiencia en los recursos humanos y mate-

riales con la que funcionaban las universidades.

También, en 1.996 se promulgaron los Objeti-

vos Fundamentales y Contenidos Mínimos de la

Educación General Básica, mediante los cuales

el Estado pasó a compartir la responsabilidad

curricular con los agentes educativos públicos y

privados. Este nuevo marco dejaba, tal como lo

estipula la Ley Orgánica Constitucional de Ense-

ñanza, un margen de libertad para que los esta-

blecimientos definieran contenidos complemen-

tarios a los del marco nacional.

La ampliación de la jornada escolar, con el ob-

jetivo de mejorar la calidad de la enseñanza de

manera equitativa, se inició en 1.997, en los es-

tablecimientos que contaban con infraestructura

adecuada y paulatinamente habría de ir imple-

mentándose en las escuelas de todo el país con

el fin de alcanzar la plena cobertura en el 2.000.

En la segunda mitad de los noventa se puso en

marcha el Programa de Mejoramiento de la Cali-

dad y la Equidad de la Educación Media, con un

objetivo similar al buscado anteriormente en la

enseñanza básica, y apuntando a la posibilidad

de fortalecer a aquellos establecimientos que

contaran con alumnos de menores ingresos.

Por otra parte, es importante remarcar que

también se continuaron con los mecanismos

de evaluación docente, que podrían influir en el

pago que recibieran, buscándose de ese modo

incentivar el mejoramiento y la capacitación en

el marco del sistema educativo. Así, ideas como

productividad y competencia eran reafirmadas

en el esquema de funcionamiento para la edu-

cación.

En materia de salud pública, se produjeron cam-

bios orientados en el sentido de priorizar la finan-

ciación de un programa de mejoras en términos

sociales. Para ello, desde un inicio el gobierno

inyectó una importante cantidad de recursos a

partir del incremento del gasto social, registrán-

dose un aumento real del 65% en las finanzas

del área salud entre 1.990 y 1.994. Asimismo, se

avanzó en un programa de inversiones en hos-

pitales públicos, lo que tuvo como resultado que

el nivel de recursos anuales destinados a tal fin

se incrementara de 15 a 90 millones de dólares

en los primeros años de la gestión democrática.

El gobierno de la Concertación procuró introducir

cambios en los procedimientos de gestión, en-

caminados a mejorar la eficiencia y calidad del

sistema público, en la creencia que durante la

década anterior se había producido un proceso

de crecimiento del sector privado que aseguraba

su eficaz funcionamiento.

Con el presidente Eduardo Frei se propusieron

nuevas formas de asignación de recursos, vía

mecanismos de financiamiento alternativos,

buscando así fortalecer la capacidad de gestión

local. Se estableció un sistema de pago per cá-

pita en la atención primaria municipal, con el

que se buscó financiar dicha atención según la

Page 33: El Iniciador

31

población inscripta en cada establecimiento de

salud, variando los pagos según la condición de

pobreza y el carácter de los municipios en que

se encontraban insertos. Además, se crearon los

Servicios de Atención Primaria de Urgencia para

atender prestamente a los sectores más pobres.

Se implementaron también una serie de pro-

gramas desde el Ministerio de Salud, dirigidos a

la población de menores ingresos. Por un lado se

creó el Programa de Salud con la Gente, orien-

tado a brindar apoyo técnico y financiero a las

organizaciones sociales de salud. Asimismo, se

continuó el Programa Nacional de Alimentación

Complementaria, propuesto para las embaraz-

adas, nodrizas y menores de seis años, que

atendía a más de un millón de niños, aunque

con una cobertura desigual según las regiones.

La focalización en este programa provenía del

gobierno militar, aunque la Concertación man-

tuvo el criterio focalizador basándose en re-

comendaciones de expertos sobre la situación

nutricional. Por otra parte, en un intento por

mejorar la atención a los usuarios del sistema

y fortalecer el proceso descentralizador, en la

segunda mitad de los noventa, se establecieron

compromisos de gestión entre el nivel central y

los sistemas de salud locales, los cuales implic-

aron un acuerdo de metas y objetivos a desarrol-

lar a corto plazo, establecido entre las entidades

administrativas de salud municipal y el respec-

tivo servicio del área jurisdiccional.

En otro plano, como es el relacionado con los

derechos humanos, Aylwin aceptó las limitacio-

nes para castigar a los militares por las violacio-

nes a los derechos humanos durante el régimen

militar, aunque designó una comisión, llamada

Verdad y Justicia, para investigar lo ocurrido,

e inmediatamente después de haber asumido

liberó a los presos políticos del régimen de Pi-

nochet que no habían cometido actos de vio-

lencia en ese período. Al frente de la comisión

investigadora se nombró al ex senador y jurista

Raúl Rettig, él cual entregó un informe el 8 de

Febrero de 1.991 donde se confirmaban 2.279

casos de muertes y ejecuciones sumarias de

opositores, torturas y cientos de desapariciones

cometidas entre Septiembre de 1.973 y Marzo

de 1.990. Asimismo, el gobierno de la Concert-

ación manifestó que si bien los responsables de

esos crímenes no serían procesados, las víctimas

y sus familiares serían compensados.

Gobierno de

Bachelet.

En Diciembre de

2.005, se llevaron

a cabo las eleccio-

nes presidenciales,

en las cuales tri-

unfó la candidata

de la Concertación

de Partidos por la

Democracia Mi-

chelle Bachelet,

con un 45, 93%, por

lo que se debió enfrentar en una segunda vuelta

con el representante de Renovación Nacional el

empresario Sebastián Piñeira, quién alcanzó el

25, 44% de los votos, aventajando al otro can-

didato de la derecha Joaquín Lavín (de la Unión

Democrática Independiente) con un 23, 23% de

los sufragios. En cuarto lugar llegó Tomás Hirsch,

de la coalición Juntos Podemos Más (en la cual

tenían un papel preponderante el Partido Hu-

manista y el Partido Comunista), con un 5,39 %

de los votos.

En los inicios de su mandato, Bachelet adoptó la

estrategia de ponerse por encima de los partidos

políticos, desplazando a algunos de los dirigen-

tes tradicionales, incorporando a nuevas figuras

en cargos importantes y dándole protagonismo a

las mujeres dentro de su gabinete. La figura pre-

dominante era Andrés Velazco, quien ocupaba la

Secretaría de Hacienda, produciéndose en un

diciembre de 2009

Page 34: El Iniciador

32

el iniciador/ 1

primer momento tensiones, no solo al interior

del gabinete, sino también por el lugar subordi-

nado en el que quedaban los partidos miembros

de la Concertación.

Durante su primer año de gobierno la presidenta

mantuvo las líneas centrales de las anteriores

administraciones democráticas, buscando la pro-

fundización de las relaciones comerciales con los

países del sudeste asiático y marcando diferen-

cias con los mecanismos de integración que se

estaban produciendo en América latina, particu-

larmente el MERCOSUR y el ALBA. Asimismo,

priorizó las relaciones bilaterales con los Estados

Unidos, ante la imposibilidad del presidente Bush

de articular el ALCA.

Sin embargo, a los pocos meses de asumir Bach-

elet sufrió un primer conflicto de magnitud con

la protesta estudiantil, conocida como “rebelión

de los pingüinos” por los uniformes escolares

que utilizaban. El reclamo de los estudiantes

estaba relacionado con las desigualdades exis-

tentes en el sistema educativo, que colocaban

a los egresados de colegios de menores recur-

sos o de zonas con bajo nivel de desarrollo en

condiciones desventajosas para poder insertarse

en la educación superior. Se exigía la reformu-

lación de planes educativos, con el objetivo de

equipararlos con aquellos implementados en las

instituciones de mayor nivel, con una adecuada

reestructuración horaria que no interfiriera en

las actividades que los sectores más posterga-

dos tenían que desarrollar en los períodos fuera

de clases. Se planteó la conformación de una

comisión encargada de analizar un conjunto de

reformas que viabilizara un mejoramiento de las

condiciones de formación para los estudiantes de

menores recursos, aunque no se han producido

propuestas de envergadura que permitan pensar

en una superación del problema.

Por otra parte, la mandataria ha tenido que

formular un replanteo del funcionamiento del

sistema previsional. La razón para ese cometi-

do, fue el problema que se planteaba para un

importante número de trabajadores, que tenían

un bajo nivel de aportes, existiendo un peligro

que no puedan acceder al beneficio jubilatorio al

retirarse del mercado laboral. Asimismo, la uti-

lización por parte del sector empresarial de un

conjunto de modalidades de contratación que

tenían exenciones impositivas, podía generar

problemas de financiamiento, que para el caso

de personas cercanas a la edad de acceder al

beneficio previsional originarían dificultades en

la obtención de las prestaciones (4) .

Para resolver algunas de estas situaciones con-

flictivas, el Estado ha decidido hacer un aporte

de 5.000 millones de dólares para mejorar las

jubilaciones. El objetivo sería que el Estado co-

locaría en las Administradoras ese dinero para

complementar y dar prestaciones a la gente que

tiene pocos aportes o a las mujeres que cobran

una jubilación un 30% inferior. En tal sentido, la

Subsecretaria de Previsión Social, Lisette García

Bustamante considera que los privados han sido

exitosos en administrar el dinero de las jubila-

ciones y que “…pretendemos corregir las inequi-

dades del sistema pero dentro del sistema de las

AFP…” (Clarín, 13 de mayo de 2.007).

Frente a las presiones cada vez mayores de sec-

tores que buscan romper con ciertos legados

del pinochetismo, en el año 2.007 el gobierno

decidió incrementar la financiación de las políti-

cas sociales. En tal sentido, en materia educa-

tiva el Estado invertiría 650 millones de dólares

para llevar el presupuesto a 5.000 millones de

la moneda americana, en un intento por mejo-

rar el funcionamiento de aquellas instituciones

que tienen peores prestaciones, situación que de

no ser resuelta favorablemente profundiza las

desigualdades existentes entre distintos secto-

res de la sociedad al dificultar la continuidad de

la formación de los sectores menos favorecidos

en un sistema educativo muy competitivo y seg-

Page 35: El Iniciador

33

mentado.

Por otra parte, se prevé en el área de la salud

la construcción de 2.700 guarderías y 12 nue-

vos hospitales, localizados en aquellas zonas

con población con un menor nivel de ingresos.

Asimismo, se ha decidido que se incrementen

de cincuentaiséis a ochenta el número de enfer-

medades atendidas gratuitamente por el Estado.

Esta medida implicaría ampliar la cobertura, par-

ticularmente la dirigida a aquellos sectores care-

cientes, pudiendo contener con mayor facilidad

la expansión de determinadas epidemias y favo-

reciendo una rápida recuperación de los grupos

que tienen un menor nivel de prevención frente

a dichas dolencias.

Es importante resaltar, que esta expansión en

materia presupuestaria y el incremento de sec-

tores que pueden estar cubiertos en las áreas

de salud y educación fortalecen a grupos que

apoyan al gobierno de la Concertación, debido a

la ampliación de derechos que se está produci-

endo. Sin embargo, las directrices del modelo

no parecen cambiar, desarrollándose políticas

focalizadas (aunque incluyendo mayor cantidad

de beneficiarios) y permitiendo la pervivencia

de mecanismos mercantiles en la asignación de

recursos. Asimismo, la continuidad de la descen-

tralización impide la consolidación de criterios

comunes en la implementación de determinadas

políticas dirigidas al área educativa, mantenié-

ndose por ello, elevados grados de fragment-

ación.

Limitaciones en el proceso de ruptura con

el pinochetismo.

Desde el punto de vista institucional el sistema

electoral binominal por distrito ha generado con-

secuencias importantes para los partidos políti-

cos más grandes ya que, en primer lugar las

negociaciones preelectorales entre líderes par-

tidarios en el seno de una alianza tienen un rol

decisivo en la selección de candidatos en cada

distrito, situación que deriva en acuerdos inter e

intrapartidarios que tienen como resultado reac-

ciones contrarias entre los miembros del partido

que ven en éstos, cálculos oportunistas de los

líderes nacionales y un intento de violar la vol-

untad popular (Scully, 1.998).

Los aliados del régimen de Pinochet han utilizado

la presencia de sus colegas elegidos, para vetar

la legislación que consideraban incompatible con

la herencia institucional del régimen militar. En

ese sentido, puede decirse que mientras los go-

biernos de Aylwin y Frei han tenido mucho poder

para llevar a cabo políticas económicas liberales,

su capacidad para consolidar un régimen político

liberal fue bastante reducida (Scully, 1.998).

Por otra parte, autores como Tomás Moulian,

critican el manejo del tema de las violaciones a

los derechos humanos durante el gobierno mili-

tar, ya que argumentan que la labor de la Comis-

ión Rettig tuvo dos grandes vacíos, en el sentido

que sus investigaciones no derivaban en una in-

stancia judicial y por otra parte, no comprendían

a los damnificados por torturas prolongadas y

prisión abusiva. Se instaló en tal sentido un prin-

cipio de la irresponsabilidad de las autoridades

supremas las cuales parecieron no saber nada

de las violaciones llevadas a cabo por sus subor-

dinados (Moulian, 1.997).

La situación conflictiva con los estudiantes for-

taleció tanto a aquellos sectores que cuestion-

aban la falta de una ruptura más fuerte con las

políticas heredadas de la dictadura pinochetista,

como a aquellos que le achacaban al gobierno

de Bachelet debilidad frente a los grupos que se

movilizaban, abogando por un endurecimiento

de la represión a los sectores que se manifes-

taban por afuera de las instituciones reconoci-

das. Además, demostró la insuficiencia que, para

ciertos sectores que abogaban por una mayor

equidad, tenían las reformas que habían venido

diciembre de 2009

Page 36: El Iniciador

34

el iniciador/ 1

introduciéndose desde los inicios de los gobier-

nos de la Concertación. La estrategia de manten-

er los lineamientos centrales del modelo liberal,

aunque agregándole componentes solidarios fue

rechazada por grupos que consideraban indis-

pensable modificar estructuralmente el sistema.

A su vez, los movimientos llevados a cabo por los

trabajadores han generado tensiones en varios

niveles. Por una parte, ha existido una reacción

desde el sector empresarial por los intentos de

promover por la vía de los hechos, cambios en

la legislación, argumentando que ello implicaría

“…un claro intento de volver a esquemas del

pasado, generando incertidumbre y desaliento…”

(Clarín, 5 de Agosto de 2.007). Por otro lado,

el conflicto ha generado importantes cruces en

el gabinete, particularmente entre el Ministro de

Hacienda Andrés Velasco y su colega del Interior

Belisario Velasco. Este último, en alianza con el

titular de Trabajo Osvaldo Andrade, procuraba

ampliar los espacios de protesta para los traba-

jadores, desechando la Ley de Seguridad que or-

dena a la policía enfrentar a los huelguistas.

Incertidumbre por el futuro e impactos so-

bre la legitimidad democrática.

Un elemento que ha ido adquiriendo importan-

cia y que debe considerarse como un factor de

incertidumbre, ya que no se sabe cuál será la

influencia sobre los alineamientos políticos, es la

pérdida de interés de la población por la política.

La caída en los índices de participación electoral,

así como las actitudes ante la política y los par-

tidos que revelan las encuestas, muestran un

alejamiento, desconfianza y desafección frente

a la política en general, que incluye gobierno,

parlamento, coaliciones, partidos y políticos

como personas. De modo que, aunque el paisaje

político no sufra fuertes modificaciones, la posi-

bilidad de una profundización de la democracia

no parece demasiado factible. La sensación de

malestar hacia el funcionamiento del sistema

político parece reflejar la incapacidad de éste

para satisfacer la extendida demanda de incor-

poración a los beneficios de la modernidad; con-

stituyéndose así en la mayor amenaza al actual

régimen político.

Tomás Moulian considera que tanta moderación

por parte de los diferentes partidos favorece esta

apatía, no solo porque no es creíble, sino porque

tanta redundancia diluye la identidad de las fuer-

zas en competencia, produciéndose la situación

en que ‘...ante un sistema tan homogeneo, en

el cual detrás de las etiquetas están los mismos

contenidos, la política parece ociosa...’ (Moulian,

1.997, pag. 76). Plantea que ante la no discusión

de los nudos esenciales del modelo de acumu-

lación y sociabilidad “... es la política misma la

que agoniza, para ser reemplazada por la de-

cisión tecnocrática, sustentada en un indisput-

able (pero no indiscutible) cientificidad…” (Mou-

lian, 1.997. pag. 58).

Considero que las tensiones producidas durante

la gestión de Bachelet, tienen mucho que ver con

los problemas para procesar la herencia del pi-

nochetismo. Las disputas entre la continuidad de

un modelo que es valorado por una parte impor-

tante de la sociedad y por diversos factores de

poder, y la búsqueda de romper con un pasado

que representó la desaparición de un proyecto

igualitario y generador de expectativas de un

cambio estructural vinculado con el socialismo,

han alcanzado un mayor grado de virulencia

tras el final de la presidencia de Lagos. El forta-

lecimiento de los sindicatos y la proliferación de

demandas encaradas por ellos representan un

problema casi irresoluble para el delicado equi-

librio entre ruptura y continuidad que se había

venido estableciendo desde la llegada a la presi-

dencia de Aylwin.

Asimismo, estos conflictos se dan en un momen-

to de recuperación de la derecha política, con el

nuevo liderazgo de Sebastián Piñera y la consoli-

dación de sectores que marcan ciertos puntos

Page 37: El Iniciador

35

de distancia con los aspectos más controvertidos

del pinochetismo, particularmente los vinculados

con las violaciones de los Derechos Humanos y

con los legados autoritarios en la Constitución. El

dilema de Bachelet se conecta con el riesgo de

perder votos moderados si no se muestra capaz

de contener a las organizaciones de trabajadores

y de garantizar que la modernización económica

no sea revertida.

Estas tensiones, sumadas a la desafección políti-

ca de buena parte de la población chilena, sin

dudas plantean interrogantes y temores sobre el

tipo de democracia que puede desarrollarse en

Chile en los próximos años.

diciembre de 2009

Notas

1- Es importante tener en cuenta estas medidas, que serán motivo de fuertes conflictos durante el gobierno de Bachelet.

2- En base a esta estrategia, la inflación descendió en forma gradual desde un 27% en 1.990 hasta alrededor del 3% en 1.999 (Marshall Rivera, 2.005)

3- Este estatuto contemplaba la implementación de la carrera docente, la titularidad, la introducción de un salario mínimo y el incremento de los recursos.

4- Se plantea una dicotomía entre el esquema de capitalización que genera buenos niveles de rentabi-lidad para los futuros jubilados (con altos montos de capital acumulado que permiten hacer numerosas inversiones en el sector productivo) y el problema de ciertos sectores que por problemas en el mercado laboral, se encuentran dificultados para asegurar un adecuado nivel de prestaciones.

Page 38: El Iniciador

36

el iniciador/ 1

¿Cuáles fueron los proyectos políticos inspirados

por la invención del pueblo soberano en el mun-

do anglosajón? ¿Qué consecuencias tuvo sobre

las significativas experiencias de Inglaterra y los

Estados Unidos la imaginación moderna de este

sujeto político? Alrededor de estos ejes, Edmund

Morgan emprende la valiosa empresa de acer-

carnos con inteligencia a los pequeños y grandes

acontecimientos que guiaron dos de las mayores

revoluciones que alumbraron el relato de la mod-

ernidad y de la democracia republicana.

Ideas y prácticas se encuentran e interpelan per-

manentemente en este texto para narrarnos una

novela que nunca nos resulta demasiado ajena.

La invención del pueblo es un destacado trabajo

de historia conceptual e historia social, una llana

y enorme pregunta. Pero también es la histo

ria de hombres y mujeres que se reconocen en

otros hombres y en otras mujeres, un aire que

se impone en nuestro ambiente y que nos solic-

ita desde la más viva conceptualidad de nuestra

época.

De pie ante los caminos a los que dirigen su mi-

rada las preguntas por excelencia de la moderni-

dad política, Morgan comienza su libro pregun-

tándose con David Hume cómo es posible que

las mayorías se sometan a las minorías, por qué

medios específicos es que los gobernados obe-

decen a los gobernantes.

De las reflexiones del filósofo escocés en torno a

la opinión y la razón se servirá el historiador de

Yale para hacer de ellas el punto de partida que

le permita relatarnos el devenir de la encarnación

del discurso político moderno en el mundo an-

glosajón.

LA INVENCION DEL PUEBLO, El surgmiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados UnidosEdmund Sears MorganSiglo XXI, Buenos Aires, 2006

Facundo Bey

Según una conocida frase de Epicteto, no serían los hechos los que conmueven a los hombres, sino las palabras

sobre esos hechos.

Reinhart Koselleck, “Historia social e historia conceptual”

Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, 1979.

…el medio a través del cual los hombres transmiten sus ideas agrega una nueva dificultad. Las palabras sirven

para expresar ideas; por lo tanto, la lucidez exige no sólo que las ideas se conciban con claridad, sino que se

expresen con palabras distintas y exclusivamente apropiadas a ellas.

James Madison, El Federalista, XXXVII, 1787-1788.

Los diccionarios no son más que los depósitos de las palabras ya legitimadas por el uso. La sociedad es el taller

en la que se elaboran otras nuevas.

Thomas Jefferson, citado en: John Dewey, El pensamiento vivo de Thomas Jefferson

Page 39: El Iniciador

37

En la indagación por las topografías no siempre

expresadas que opone el mundo en la búsqueda

de la consagración de un orden político legítimo,

Morgan no desatenderá en su obra ningún pa-

raje de los encuentros y desencuentros ocurridos

entre un sujeto siempre tan potente como ina-

cabado y el relato político que lo hará, inespera-

damente, demiurgo de su propia indeterminada

subjetividad.

En este atrapante reco-rrido que nos lleva de la

experiencia inglesa a la estadounidense, las cru-

entas guerras civiles, las

miserias más pintorescas,

las revoluciones sangrien-

tas y las revueltas parro-

quiales, las persecuciones

religiosas, las esperanzas

más altas y los temores

más íntimos de sus pro-

tagonistas, se delinean

indisociables del devenir

intenso que atraviesa a

los debates desplegados

por la teología política, el

problema de la autoridad

en un mundo secular, los

fundamentos del principio

de representación, los hu-

mores emancipatorios, las

nuevas institucionalidades

sociales y, finalmente, la

pugna en torno a la sobe-

ranía del pueblo y el go-

bierno republicano.

La obra se inicia con una

cita de Hume que cor-

responde a los Ensayos

y tratados sobre varios

temas (1754) (1): “sólo en

la opinión [es] donde se

funda el gobierno”. Desde

el inicio, Morgan hace pro-

pio el polémico supuesto

del escocés, aquel de que lo político es el ámbito

por excelencia de la opinión. La persuasión de

las opiniones, es presentada como el medio nec-

esario para mantener el consentimiento de los

gobernados. Un Hume eminentemente estudioso

de la historia de Inglaterra, no dudará en adver-

tir que esta situación se aplica tanto “a los más

despóticos y más militares de los gobiernos, así

como a los más libres y populares” (2).

diciembre de 2009

Page 40: El Iniciador

38

el iniciador/ 1

De modo que, siguiendo a Hume, Morgan pro-

pone que el éxito de un gobierno requiere más

de la aceptación de ficciones por parte de los

gobernados y de una concurrente y consecuente

suspensión voluntaria de la incredulidad, que de

la fuerza del fuego y la espada. En este sentido,

la legitimidad política depende en primer lugar

de las convicciones y de los artefactos que las

sostienen. Y es condición, para que la poten-

cia persuasiva de las ficciones puedan cumplir

su propósito, que estos artificios se mantengan

lo más posiblemente cercanos a los hechos: lo

contrario significaría su completo desmoron-

amiento.

Tanto para Hume como para Morgan, este

reconocimiento del carácter convencional y con-

flictivo de las instituciones sociales y políticas,

no se agota en un reconocimiento meramente

contextualista de que éstas se fundan en las

costumbres y hábitos de una sociedad dada, ni

en un ingenuo escepticismo como reacción a su

carácter voluble: la radical implicancia de la fun-

ción política de la ficción, es que todo gobierno

necesita hacer creer en algo, al tiempo que re-

sulta imposible, por naturaleza, llevar una vida

social sin creencias.

Sucede que cuando la ficción encarna en los

hombres, las esperanzas que los habitan exi-

gen, antes o después, reformar la realidad. Y,

naturalmente, ser reformados ellos mismos.

Es esa conclusión la que lleva a Morgan a decir

sin más rodeos que, en buena parte, la libertad

política moderna, los derechos universales de

los hombres y la soberanía del pueblo, dependen

de las ficciones que sostienen su propia autori-

dad. Reconocer las cualidades ficcionales de es-

tos artefactos –opina Morgan-, de los que tanto

depende nuestra vida en común, no podría de

ningún modo resultar una amenaza para nuestro

compromiso con ellos, sino más bien, por el con-

trario, una demostración permanente de fe hacia

ellos al enunciarlos día a día como verdades evi-

dentes en sí mismas.

Que el ámbito de la opinión pudiera ser com-

prendido como la localidad más auténtica de lo

político, es cosa que en 1690 se figura en un ilus-

trado John Locke. El vecino inglés de Hume daba

a la opinión un lugar central a la hora de pensar

las leyes conforme a las cuales los hombres or-

ganizan su vida en sociedad. De las tres clases

de leyes que Locke describe en el Ensayo sobre

el entendimiento humano, es la ley de la opinión

o reputación a través de la cual los miembros de

una sociedad política establecen libremente, me-

diante su estima, qué es correcto o incorrecto: es

éste el poder específico que retienen para sí los

ciudadanos frente a la fuerza estatal. Los juicios

filosóficos de la society, someten a una instancia

moral los actos públicos y lo hacen, ciertamente,

bajo un tácito y secreto consenso.

En esta historia, en la del surgimiento de la so-

beranía popular en Inglaterra y los Estados Uni-

dos, el papel de la opinión transitó caminos im-

previstos aun para el atento observador o para

los sabios del siglo. Se inició una novedad latente

en nuestra habitualidad democrática: las metas

comunes y más inclusivas, aquellas que pueden

conmover a las mayorías, no han de ser arcanos

a los que escogidos críticos y moralistas echen

luz por graciosa concesión de la razón, sino que

se delinean en nuestro entendimiento común por

nosotros mismos, por lo que atañe a nuestros

prójimos y por los valores que compartimos en

compañía de otros. (3) En la continua agitación

democrática que palpita el mundo anglosajón

visitado por el libro de Morgan, la secularización

no se caracteriza como una misión moral de la

humanidad o una ordenanza de la opinión fi-

losófica, sino más bien como una experiencia

histórica vívida, un aprendizaje colectivo con-

currente a la corrosión del deshilachado hilo de

la autoridad. Lo que estadounidenses e ingleses

han hecho, el relato de Morgan así nos sugiere

entenderlo, es hacer explícita y consecuente la

Page 41: El Iniciador

39

invención del pueblo.

Una vez más, La Invención del pueblo es el re-

lato de un cambio, la prosa de un tiempo. De

Inglaterra a los Estados Unidos y de los Estados

Unidos a Inglaterra, del derecho divino de los

reyes a la república democrática; aquí o allá: la

invención del pueblo es una ficción inacabada y

un desafío persistente, un artificio perdurable

cuyo fundamento más sensible reclama ser la

expresión de nuestros deseos y esperanzas so-

ciales junto a la posibilidad de que éstos con-

stituyan el medio más deseable de resolver los

más apremiantes conflictos sociales de forma

pacífica, sin necesidad de apelaciones trascen-

dentales a las prácticas que hablan de nosotros

y a los valores comunes que pueden llevar a ser

lúcido a un pueblo en el hablarse a sí mismo, es-

cucharse con detenimiento, e imprimir su propia

existencia conjunta en un nuevo lenguaje, en un

nuevo mundo.

diciembre de 2009

Notas

1- La cita de Morgan remite a la reimpresión realizada en 1758.

2- La invención del Pueblo, pág. 13.

3- En 1740, en su célebre Tratado sobre la naturaleza humana, Hume afirma: “No tenemos elec-

ción más que entre una falsa razón o ninguna razón en absoluto” [“We have, therefore, no choice

left but betwixt a false reason and none at all.” The Philosophical Works of David Hume. Including all

the Essays, and exhibiting the more important Alterations and Corrections in the successive Editions

by the Author. Cuatro Volúmenes. (Edinburgh: Adam Black and William Tait, 1826). Vol. 1., pág. 340.

Hay traducción española, Tratado sobre la Naturaleza Humana, Editorial Tecnos, Madrid, 2005.]. Con

esta máxima, Hume introduce una noción de racionalidad que pone en jaque a las caracterizaciones

que promueve la tradición trascendentalista.

Page 42: El Iniciador

40

el iniciador/ 1

¿Cuáles son las expresiones principales del actu-

al contexto democrático? ¿Cuáles son las limita-

ciones que encuentra la democracia para lograr

las necesarias narraciones políticas compartidas

por la ciudadanía en general?

Respondiendo a estos interrogantes y partiendo

de la categórica afirmación referente al triunfo

del ideal democrático en los tiempos que cor-

ren, Rosanvallon inicia esta obra considerando

las tensiones que -no obstante el triunfo- se

manifiestan en el vasto plexo de regímenes hoy

indicados como democráticos. En este sentido,

adjetivaciones y problematizaciones en torno a

los conceptos de “crisis”, “mutación” o “desafec-

ción” son abordadas con fuerte preocupación,

claridad sintáctica y compromiso intelectual, in-

citando al lector atento a una mirada crítica del

universo democrático que lo circunda.

Un profundo análisis de las nuevas y mutadas

formas ciudadanas que caracterizan al escenario

democrático contemporáneo se constituye como

objetivo primario del autor de la obra reseñada.

En este sentido -y no sin realizar un virtuoso y

amable camino por la historia de las ideas que

versaron sobre lo democrático- , se analizan los

tiempos que corren señalando un claro distan-

ciamiento entre la sociedad civil y las institucio-

nes democráticas que significaría, en términos

políticos, la posibilidad de un anómala relación

entre representantes y representados. Los ciu-

dadanos vigilantes, la prensa, las nuevas mili-

tancias, internet y las agencias de auditoria son

los actores primerísimos de este novedoso esce-

nario, y ello hace que el resultante dualismo

democrático que se manifieste en las relaciones

entre los nuevos poderes de control y la insti-

tución representativa sea uno de los rasgos más

problemáticos para el autor.

Las bondades de Rosanvallon en sus desarrollos

históricos cobran renovadas virtudes en el pro-

ceso de caracterización de la denominada “Sober-

anía de Obstrucción”. El pasaje de una soberanía

crítica hacia una soberanía que sólo obstruye es

el elemento clave. Nuevamente la prosa afable

hace doblemente virtuosa la lectura histórica de

las formas que asume la soberanía democrática:

ya sea en clave medieval, reformista, ilustrada,

revolucionaria a la francesa, marxista, moderna

o contemporánea. Con ello, el medieval principio

de resistencia en Calvino y Knox, la distinción en-

tre accionar e impedir presente en la obra capi-

tal de Montesquieu, el tribunado en el contrato

rousseauniano, el radicalismo de la experiencia

revolucionaria francesa, las vitales preocupacio-

nes cívicas de los Padres Fundadores, la impor-

tancia del jury en las crónicas tocquevilleanas y

las potencialidades de control de la sociedad civil

hacia el poder características del pensamiento

de John Stuart Mill, resultan importantes refe-

rencias teórico-prácticas para Rosanvallon.

De allí que la comparación con el nuevo esce-

nario nos muestra que los peligros son variados:

la metamorfosis de la oposición observada en su

tradicional papel institucional (metamorfosis que

parte de la comparación con el contexto anali-

zado por John Stuart Mill desde las ediciones de

la Westminster Review); la era de la deselección

en lo relevante al papel sancionador del electo-

LA CONTRADEMOCRACIA. La política en la era de la desconfianzaPierre RosanvallonEditorial Manantial, 2007

Facundo Calegari

Page 43: El Iniciador

41

rado; las formas de veto a lo político en general,

y el causal y consecuente peligro del populismo

en última instancia.

Entonces la declinación de la dimensión crítica

de la política y el paso a las formas de mera y

vacua obstrucción se presentan como un ver-

dadero peligro para la vida en democracia en la

medida en que la política pierde su capacidad

de representar o narrar escenarios públicos, co-

munes y compartidos.

Una nueva y cen-

tralísima categoría

aporta nuevas con-

notaciones a la

temática: “El pro-

blema contemporá-

neo no es el de la

pasividad, sino el de

la impolítica, es decir,

de la falta de apre-

hensión global de los

pro-blemas ligados

a la organización de

un mundo común.”

Surgida por la se-

paración del binomio

sociedad civil/es-

fera política y por

la imposibilidad de

lo político de narrar

escenarios públicos

comunes y compar-

tidos, la democracia

impolítica se opone

a las concepciones

“desafectadas” de la

ciudadanía al afirmar

que las expresiones

democráticas tien-

den a observarse en

la multiplicación de

formas de control y

sus derivaciones. (Al

igual que en otros

pasajes, aquí el autor logra expresar su incon-

formidad con una categoría analítica compleja y

problemática como la de “desafección política”)

La denominada Judicialización de lo Político

-cuyos antecedentes institucionales más inme-

diatos se encuentran en las históricas institucio-

nes del Graphe Paranomon griego, el impeach-

ment inglés y el Recall estadounidense- implica

un nuevo traspié para las capacidades de acción

diciembre de 2009

Page 44: El Iniciador

42

el iniciador/ 1

colectiva de lo político cuando la judicialización

significa solo y exclusivamente ello. En este sen-

tido, Rosanvallon vuelve a advertir cuales son

las limitaciones de lo político cuando ello pierde

su capacidad instituyente y su negatividad es la

nota única y excluyente.

Luego, la concatenación de caracterizaciones

contemporáneas que indican el pasaje de la so-

beranía crítica hacia la política negativa o a la

propia “impolítica” terminan de confirmar una

verdadera atrofia que paraliza el escenario políti-

co en su naturaleza formal y en los contornos de

sus prácticas principales. El argumento referente

a la limitación de la política por la propia políti-

ca nos conduce a un lugar paradojal y crítico

pero potencialmente emancipador en términos

analíticos. En otro orden de cosas, es probable

que este recurso sirva al autor para contraponer

sus argumentos a los de aquellos teóricos políti-

cos que ven en las nuevas formas de ejercicio

democrático aspectos excesivamente positivos

de cara al futuro (como los propios de Hardt y

Negri en sus presunciones de emancipación des-

de abajo o los tantos otros autores que ven una

suerte de positividad medicinal en las formas de

activación y reacción de la sociedad civil).

Es en este sentido en donde la connotación dada

al concepto de populismo cobra una dimensión

primaria para la obra en la medida en que el au-

tor logra disipar notablemente la nebulosa de

definiciones sustancialistas.

Partiendo de la aclaración de una manifiesta

asimetría entre sus propiedades connotativas y

denotativas (problema metodológico de capital

importancia en relación a esta categoría analítica

en particular), el concepto se define radicalmente

en una trilogía que lleva al lector al punto de ma-

yor intensidad de la experiencia hermenéutica:

se define entonces como la inversión perversa de

los ideales y de los procedimientos democráticos,

como patología de las instituciones representati-

vas y aun como patología y profundización de la

contrademocracia. Definido en estos términos,

el populismo representa al weberiano tipo ideal

de lo verdaderamente impolítico.

Sin dejar de recurrir a la pragmatista genialidad

deweyana, Rosanvallon finaliza su obra conside-

rando la posibilidad de transformar el escenario

actual mediante una repolitización de lo político

que permita la posibilidad de nuevas narracio-

nes comunes: es aquí en donde la deontología

democrática cobra renovados bríos en la búsque-

da de un nuevo individualismo que favorezca la

politicidad subjetiva y que a su vez se encuen-

tre en natural y permanente contacto con la ne-

cesaria objetivación del mundo más inmediato.

Page 45: El Iniciador

43

En los sombríos días posteriores a la guerra de

Yom Kippur de 1973, una delegación de intelec-

tuales de Estados Unidos viajó a Jerusalén. No

había visitantes en Israel en esos momentos, y

ellos probablemente fueron los primeros en ar-

ribar. Fue después de la guerra y justo antes

de las elecciones. Yo estaba en las filas de un

partido de izquierda llamado Moked. Era un par-

tido pequeño. Conocíamos casi a todos nuestros

votantes por su nombre. La calidad de los

seguidores nunca estaba en duda –era el partido

de la intelligentzia de izquierda– pero el número,

sí lo estaban.

En las elecciones, obtuvimos un escaño en el

Knesset, de un total de 120. El partido luchaba

por una solución de dos Estados: Israel y Pales-

tina. Esos eran los años de Golda Meir. La simple

mención de un Estado Palestino era una herejía

que garantizaba a sus adherentes un lugar en

el lago congelado del noveno círculo del Dante.

Desde aquel entonces, el hielo se ha derretido.

La idea de dos Estados se ha vuelto un consenso

israelí, algo que muchos israelíes dicen en públi-

co, pero que no suficientes lo creen en privado.

Ariel Sharon, el comandante de mi unidad en esa

guerra, era en aquella época el gran unificador

de la derecha. Forzó un bloque electoral entre

el partido de Menachem Begin y el Partido Gen-

eral Sionista –el bloque que luego tuvo éxito en

llevar a Begin al poder. Contra todas las normas

militares, Sharon inició una campaña a favor de

su bloque cuando todavía vestía uniforme. El

gobierno, preocupado de que Sharon agitara las

cosas en el ejército, ordenó que cualquiera que

estuviera afiliado a un partido fuera inmediata-

mente relevado del servicio mientras durara la

campaña electoral. Así que, junto con Sharon,

me encontré libre del servicio activo y regresan-

do a Israel desde el Canal de Suez.

En el día que llegué a Jerusalén, mi tarea fue

recibir a la delegación que provenía de Estados

Unidos para presentarles las ideas de Moked,

nuestro partido, mientras otros partidos presen-

taban las suyas. Yo era relativamente joven pero

estaba absolutamente enojado, y presumo que

di un discurso de un joven enojado, que creía

–como aún creo –que el gobierno de Meir fue el

que trajo esa horrenda guerra sobre nosotros.

Cuando la jornada había llegado a su fin, dos

personas se me acercaron. “Mi nombre es Ir-

ving Howe”. “Mi nombre es Michael Walzer”. Sus

nombres retumbaron fuertemente en mí. Estaba

sorprendido e impresionado. Luego, si mi me-

moria no me traiciona, Irving me dijo, “Estoy de

acuerdo con mucho de lo que dices. ¿Pero por

qué promueves un partido que no tiene posibili-

dades de ganar elecciones? ¿Por qué no te unes

al Partido Laborista y lo cambias desde adentro?

Seguramente le permitan a tu gente ser acti-

vos entre sus miembros. Sharon está haciendo

política, tu no.”

Después, la frase de cierre: “Permíteme decirte

algo. En mi experiencia, lo que deben evitar a cu-

alquier costo es volverse una secta. Las políticas

sectarias son un terrible desperdicio. Presiento

que están al borde de convertirse en sectarios,

como yo lo estaba en mi juventud.”

Repliqué: “No juzguen nuestra situación desde el

sistema bipartidista americano. Nuestro sistema

de representación proporcional, con gobiernos

basados en coaliciones, le da un gran peso a los

partidos pequeños. Además el Partido Laborista

es parte del problema –y no de la solución.” Esas

fueron mis palabras, o casi. Pero advertí que Ir-

diciembre de 2009

Avishai MargalitSECTARISMO

Traducción del inglés de Martín Waserman

Page 46: El Iniciador

44

el iniciador/ 1

ving había dicho algo importante e inquietante.

Durante todos los años que siguieron he estado

embrujado por su mandamiento: No serás sec-

tario.

Él agregó una enmienda a su mandamiento: “Está

bien que formen un periódico para expresar sus

puntos de vista sin diluciones. Pero no deberían

formar un partido. Un partido significa política.

No es un género literario.” De nuevo, no puedo

apelar a las palabras exactas, pero estas reflejan

el espíritu de lo que dijo. Y, en efecto, fundamos

una revista, que estuvo brillantemente editada

por un amigo de Irving, Menachem Brinker. Ir-

ving fue un adherente activo de esta publicación,

de nombre Emda.

Desde aquella primera reunión, he pensado y es-

crito mucho acerca del sectarismo.

Dos imágenes de la política

en competencia

Nuestra visión de la política está formada por dos

imágenes, que están en tensión. Una, la política

como economía; otra, la política como religión.

La economía que tengo en mente es la economía

de mercado, también conocida como capitalis-

mo. Su énfasis está en la producción de bienes y

servicios que pueden comprarse y venderse. El

intercambio subraya la idea de que en el mer-

cado todo puede sustituirse; nada tiene valor

intrínseco, sólo en relación con otros productos

intercambiables. En el mercado, todo está por

principio sujeto a pujas. Todo es negociable.

La noción de escasez es otro elemento impor-

tante de la imagen económica, puesto que en

economía se trata de desear cosas que existen

en cantidad limitada. Pero en economía la idea

de escasez está fuertemente atada a la idea de

que los recursos escasos cuentan con usos al-

ternativos.

La idea de la escasez es muy diferente a la idea

religiosa de lo sagrado, en tanto lo sagrado no

tolera usos alternativos. Cuando los judíos rezan

sobre las velas del Hanukkah, ellos dicen, “Estas

velas son sagradas. No nos está permitido usar

su luz mas que para observarlas cuando expresa-

mos las gracias y glorificamos Tu gran nombre.”

Ningún uso alternativo está autorizado.

La idea de lo sagrado es la idea de lo innego-

ciable. Los bienes transables son divisibles físi-

camente o en términos de la duración de su uso.

Lo que es divisible puede ser susceptible de un

acuerdo, porque podemos repartir la diferencia.

La idea de lo sagrado – al menos en las religio-

nes monoteístas – describe lo indivisible y por

tanto imposible de someter a un compromiso. Si

la vida de un feto es sagrada, entonces dividir el

embarazo en trimestres no está permitido.

En el sistema capitalista, más que en ningún otro

sistema del pasado, hay una separación relati-

vamente clara entre el dominio del mercado y

el dominio de la política en el sentido estricto de

controlar la violencia creando y aplicando leyes y

llevando adelante guerras. La imagen económi-

ca de la política intenta invadir el dominio de la

política tradicional tratándola cada vez más en

términos económicos. La escuela de pensam-

iento llamada “Leyes y Economía”, que propone

subyugar la violencia (legal e ilegal) a la lógica

del mercado, es una manifestación clara de esta

tendencia.

La imagen económica deja muy poco espacio

para la autoridad y la ceremonia. La autoridad

es reemplazada por el relativo poder de negoci-

ación de los participantes y la habilidad de forzar

acuerdos. La ceremonia se reduce a la propa-

ganda, algo que es básicamente manipulador

y proclive al despilfarro. La imagen económica

de la política es mundana, con los pies bien en

el suelo. Los protagonistas políticos se parecen

más a contadores de trajes grises que a héroes

de batas rojas o ángeles de togas blancas.

En contraste, la imagen religiosa de la política

es dramática. Se basa en la observación de que

el Estado, en tiempos de guerra, demanda a sus

ciudadanos estar listos para sacrificar sus vidas.

Este concepto vicia la idea economicista de que

la política se trata meramente de satisfacer de-

Page 47: El Iniciador

45

seos. Declara que la política trata tanto de sacri-

ficios como de satisfacciones.

La política como religión es un marco para dar

sentido a la vida de las personas, algo que va

mucho más allá de maximizar utilidades. La

política formada por ideología es una lucha en-

tre interpretaciones sobre lo que constituye el

bien colectivo, acorde con el que los individuos

pueden dotar de sentido a sus propias vidas. De

este modo, la política fundada ideológicamente

está bajo el influjo de la imagen religiosa. La cel-

ebrada frase de John F. Kennedy “No preguntes

lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú

puedes hacer por tu país”, representa la imagen

religiosa de la política. Apela no a las satisfaccio-

nes (“lo que tu país puede hacer por ti”) sino al

sacrificio (“lo que tú puedes hacer por tu país”).

La mayoría de nosotros puede ver ambas imá-

genes de la política. Tenemos una percepción

política estéreo, que reconoce que ciertos as-

pectos de la política están mejor cubiertos por

la primera imagen, mientras otros aspectos lo

están por la segunda. En tiempos de guerra y

crisis, la imagen religiosa puede tener la venta-

ja. En un tiempo normal de negocios, la imagen

económica tiene la ventaja. Pero están aquellas

personas que no tienen visión estéreo –esa per-

cepción de profundidad que surge de utilizar los

dos ojos –y que miran el mundo político con un

ojo, y sólo uno.

El sectarismo en política es un caso extremo de

mirar la política con un solo ojo – el de la política

como religión. Esto no quiere decir que los sec-

tarios sean necesariamente religiosos. Cuando

Irving Howe me advirtió sobre el sectarismo, se

estaba refiriendo a las sectas seculares de la iz-

quierda, como los trotskistas que recordaba de

Alcoba Uno en el City College. No hace falta ser

religioso para ser un sectario – pero ayuda.

El sectarismo es un modo de operación y un es-

tado mental. La operación es la de dividir el par-

tido antes que dividir las diferencias. El estado

mental es el de proteger de compromisos a tu

posición principista, pase lo que sea. El sectaris-

mo es una disposición a mirar a cualquier com-

promiso como uno podrido. Fue Trotsky, creo, el

que acuñó la expresión de un “acuerdo podrido”.

“El acuerdo es necesario, pero no uno que esté

podrido”. Trotsky todavía creía conocer la distin-

ción entre acuerdos y acuerdos podridos, pero

los sectarios consideran que es una distinción sin

mérito alguno.

El sectario lleva la imagen religiosa al límite.

Aunque la imagen religiosa sostiene que la políti-

ca no se conduce por un espíritu de compromiso,

sin embargo no descarta acuerdos en cosas que

no sean sagradas. El sectario ve cada aspecto

de su posición como sagrada y se rehúsa a con-

certar cualquier punto. Porque, para el sectario,

acordar es venderse, capitular, una traición a la

causa.

Podemos encontrar un buen ejemplo histórico

acerca del rechazo al sectarismo extremo en

el acuerdo entre los Khawarij (“los que van

afuera”). Esta secta se originó en la primera

guerra civil islámica posicionándose sobre a

quién le correspondía liderar la comunidad mu-

sulmana después de la muerte del profeta Ma-

homa. El tercer califa, Uthman, fue asesinado,

y se desató una cruenta lucha por la sucesión

entre Alí, el hijo político y primo del profeta,

y Muawiah, el primo del califa asesinado. Los

Khawarij primero apoyaron a Alí como el legí-

timo califa. Pero se volvieron en su contra luego

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de la batalla por el Siffin (año 657 D.C.). Como

ninguno de los bando logró sacarse ventaja en

la batalla, cuando hubo terminado acordaron

a regañadientes una mediación. No pretendían

que fuera sobre quién debía ser el legítimo califa,

pero resultó de esa forma. La conformidad de Alí

con la mediación fue lo que volvió a los Khawarij

en su contra e hizo que finalmente lo asesina-

ran. La actitud básica de los Khawarij era que el

acuerdo es siempre una traición fundamental a

un principio.

Hay más en la mentalidad sectaria que la actitud

negativa hacia el compromiso, pero creo que su

rechazo es la característica sobresaliente. (Tam-

bién creo que uno puede desarrollar una men-

talidad sectaria en una situación, y tener mente

abierta para otras. Irving Howe se describió a sí

mismo como ejemplo de un caso tal.) Este repu-

dio a comprometerse es la cuerda sobre la que

se tocan las notas del sectarismo. ¿Y cuáles son

esas notas?

Actitud hacia los números

Las sectas suelen ser pequeñas, y sus ambicio-

nes grandes, sino abiertamente megalómanas.

No quieren nada menos que la salvación del

mundo. ¿Cómo dan cuenta de la brecha entre

la pequeñez de sus números y la inmensidad de

sus ambiciones?

Una vía para tratar esa brecha es negar la impor-

tancia de los números. Los números no cuentan.

No hay seguridad en los números. Había una

secta herética que prosperó en la parte Romana

de África del Norte en el siglo cuarto y quinto,

los Donatistas. Creían que la administración de

los sacramentos como el bautismo debía ser re-

alizada únicamente por sacerdotes que fueran

santos. Se oponían a aceptar la autoridad de

sacerdotes que, durante una época de perse-

cución, entregaron libros sagrados a las autori-

dades Romanas, que los quemaron.

San Agustín, representando a la Iglesia, hizo

campaña en contra de los Donatistas. Ambas

partes acordaron que el Arca de Noé era una ale-

goría idónea de la Iglesia sitiada. Los Donatistas,

sin embargo, enfatizaron el hecho de que el Arca

de Noé solamente amparase a ocho seres huma-

nos. Cuando las fichas están en baja, la humani-

dad puede salvarse por un número muy pequeño

de personas. Los números son irrelevantes; la

calidad de la gente, su santidad, es todo lo que

cuenta. Agustín, en contraste, enfatizó la idea de

que en el Arca también había bestias. El Arca fue

un refugio para un gran número de criaturas, no

sólo para la familia directa de Noé.

Los sectarios no son adoradores de Atlas. No

sostienen que una criatura heroica puede so-

portar todo el peso del mundo en sus hombros,

pero se acercan bastante. En efecto, un pequeño

grupo sería capaz, como Atlas, de evitar la caída

del cielo.

Entre los sectarios, hay dos visiones en torno

a los números pequeños. Están los sectarios

vanguardistas, y están los sectarios de lo rema-

nente. De acuerdo con el enfoque de los van-

guardistas, hallar un nuevo camino en un terre-

no inexplorado demanda una reducida avanzada

de personas hábiles y dedicadas que expondrá el

camino a las masas en avance del futuro. Análo-

gamente, en una operación militar la unidad de

reconocimiento es pequeña; el grueso del ejér-

cito avanza luego. De acuerdo con el enfoque

de lo remanente, solo unos pocos sobrevivirán

al cataclismo reservado para la humanidad, y el

futuro del mundo siempre dependerá de esos

pocos. El Arca de Noé es una expresión de la

mirada de lo remanente.

La indiferencia del sectario hacia los números

lo vuelve reacio a tomar compromisos. Uno no

se compromete por el bien del reclutamiento

político, porque el reclutamiento político no es

importante cuando los números no cuentan. Si

los números no cuentan, entonces la dilución

a través del compromiso degrada la causa. La

hace indigna de luchar por ella.

Las sectas pueden ser internamente democráti-

cas, con miembros que creen enérgicamente en

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la igualdad entre los iniciados. Pero la actitud

general de los sectarios es antidemocrática en

varios puntos: en su actitud elitista hacia los de

fuera, en su actitud hostil hacia el compromiso,

y su indiferencia hacia los números. En la de-

mocracia los números cuentan y se cuentan. En

cuanto al compromiso, infla de vida a la democ-

racia: la democracia llama a la formación con-

stante de coaliciones. No hay compromiso, no

hay coalición posible.

Mientras escribo estas líneas, encuentro un artí-

culo de James C. Dobson publicado en el New

York Times del 4 de Octubre de 2007, titulado “El

Test del Valor”. Trata de una prueba de umbral

que los grupos evangélicos, argumenta Dobson,

deberían imponer a los candidatos de las elec-

ciones presidenciales de 2008. Cada candidato

tiene que prometer respeto a la santidad de la

vida humana, en otras palabras, tiene que tomar

una firme postura antiabortista. Si nadie entre

los candidatos republicanos pasa la prueba, los

grupos evangélicos amenazarán con formar un

tercer partido con un candidato que sí tome la

promesa, escribe Dobson. “La otra aproximación

que encuentro problemática es la de elegir un

candidato según la probabilidad de éxito o fra-

caso electoral. Las encuestas no miden el bien

y el mal: votar de acuerdo a la posibilidad de

ganar o perder puede conducir directamente a

comprometer los principios de uno.” En breve, la

sagrada “santidad de la vida” es innegociable, no

importa lo que diga el número de votantes.

Debería matizar mi precipitada afirmación de

que los sectarios no prestan atención a los

números. Su actitud puede ser más complicada

que el mero menosprecio. Es el número de las

futuras generaciones el que cuenta. Este criterio

varía, desde ya, de secta a secta. Ciertos sec-

tarios, especialmente de la izquierda, creen que

las masas están por principio de su lado, pero

que todavía no pueden expresarse, sea porque

están oprimidas o porque son engañadas por las

manipulaciones de sus explotadores. Estos sec-

tarios aceptan que son una minoría, pero sólo

temporalmente. Para que en el futuro se forme

una mayoría alrededor de la herejía de la secta,

y la transforme en la ortodoxia del mañana, el

mensaje no debe atenuarse bajo ningún com-

promiso. El credo de la secta es lo herético. El

credo de la Iglesia, del establishment en general,

es la ortodoxia. Lo que cuenta como ortodoxia y

lo que cuenta como herejía, análogamente a lo

que cuenta como lenguaje y lo que cuenta como

dialecto, depende de quién esté en el poder, pero

también depende de los números. Los sectarios

creen que la herejía de hoy es la ortodoxia del

mañana. Y que esa transformación sucederá por

una conversión masiva, no por medio de sucios

compromisos.

Narcisismo de las Pequeñas Diferencias

Érase una vez dos buenos amigos, Pet Mondri-

an y Theo van Doesburg. Mondrian, el mayor

de los dos, tomó la delantera. Van Doesburg se

convirtió a la forma de hacer arte de Mondrian,

haciéndose su amigo y discípulo. Luego, en el

año que estuvieron juntos en Paris (1924), se

separaron. La razón de la separación todavía es

tema de debate entre los historiadores del arte,

pero en una versión, que juzgo demasiado buena

para ser falsa, van Doesburg hizo algo herético:

comenzó a pintar líneas diagonales en vez de las

líneas estrictamente horizontales de Mondrian.

Eso fue más que suficiente para crear una di-

visión sobre la que terminaron por formarse dos

sectas artísticas: el Elementarismo, como van

Doesburg nombró a su enfoque diagonal, y el

Neo-Plasticismo, como Mondrian llamó al suyo.

Para los de afuera, la diferencia entre las horizon-

tales Mondriarianas y las diagonales van Does-

burgianas parece una cuestión menor. Para Mon-

drian fue toda la diferencia en el mundo. Creyó

que van Doesburg, en su acto de hibris diagonal,

fue responsable de la destrucción del orden cós-

mico, sacándolo de su delicado balance.

Tomo la historia de Mondrian y van Doesburg

como una parábola de los sectarios y su preocu-

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pación por las diferencias menores. Freud acuñó

el famoso dicho “el narcisismo de las pequeñas

diferencias”, una expresión particularmente feliz

para describir el tipo de mentalidad de los sec-

tarios.

Freud aplicó el narcisismo de las pequeñas dife-

rencias a grupos y no sólo a individuos. Observar

como menores a ciertas diferencias no es una

relación simétrica. Seymour Martin Lipset sub-

rayó el punto de que algunas diferencias vistas

como menores desde la perspectiva de Estados

Unidos no son vistas como tales por los cana-

dienses. Para empezar, la identidad de los cana-

dienses gira sobre tales diferencias, y la identi-

dad no es un tema menor.

El sectarismo es la tendencia de inflar un de-

sacuerdo menor sobre creencias o prácticas has-

ta la imposibilidad de vivir juntos. Los sectarios

se comportan como una ameba social: incluso

cuando hay sólo una célula, se las arreglan para

dividirse. En un ambiente adverso, la secta tipo

ameba tiende a convertirse en un quiste, aislán-

dose totalmente del mundo exterior para per-

manecer viva.

Recuerdo con horror la división del movimiento

kibbutz de los ’50, por la actitud a tomar hacia

la Rusia Soviética. Este tema tenía muy poca rel-

ación con la vida diaria en el kibbutz. La división

entró en las familias: amigos de muchos años

descubrieron que no podían vivir juntos después

de discrepar en sus actitudes hacia Rusia.

La relación entre el narcisismo de las pequeñas

diferencias y la actitud negativa con el compro-

miso es directa. Si las diferencias son objetiva-

mente menores hay muy poco espacio para el

compromiso, porque no hay diferencia suficiente

para repartir. Esta es una de las razones que

hace a las guerras civiles tan duras en compara-

ción con las guerras ente Estados. Luego volv-

eré a las guerras civiles.

Maniqueísmo

La mente sectaria tiende a ser maniquea. Posee

un fuerte sentido del dualismo – entre el reino

de la luz y la bondad (nosotros) y el reino de la

oscuridad y el mal (ellos). Algunas de las sec-

tas más sobresalientes fueron posiblemente ma-

niqueas en un sentido literal: a saber, aquellas

bajo la influencia de la religión dualista originada

por el profeta Mani en el siglo tercero. Tengo en

mente al Paulicianismo en Armenia y Anatolia,

entre el siglo séptimo y noveno, al Bogomilismo

en Bulgaria desde el siglo quinto hasta mucho

después, y al Catarismo en la región Languedoc

de Francia, entre el siglo séptimo y el decimoter-

cero. Todas mantenían el dualismo de los reinos

autónomos del bien y el mal. En todas sus for-

mas, al maniqueísmo se lo tomaba como una

mirada herética, minando la idea de Dios como

creador de todo lo que hay.

Mi interés en la mentalidad sectaria es gener-

al: no está limitada al problema estrictamente

metafísico del bien y el mal. Estoy interesado en

lo que llamaré maniqueísmo práctico, a saber,

mirar al mundo como si de hecho estuviese divi-

dido entre el “nosotros” bueno y el “ellos” malo

-el eje del mal, si se prefiere.

En efecto, la visión de mundo maniquea no di-

vide simplemente entre luz y oscuridad sino en-

tre una luminosidad llameante y una oscuridad

extrema. No hay crepúsculo, no hay lugar para

el compromiso: es uno u otro.

Si alguna vez hubo una secta que manifestara

la mentalidad sectaria a la perfección, esa fue la

secta del Mar Muerto (también conocida como la

secta Qumran o de los Essenos). Aunque la sec-

ta del Mar Muerto es un claro ejemplo de secta,

y sus escritos un claro ejemplo de heterodoxia,

Edna Ullmann – Margalit está en lo cierto al ar-

gumentar, en su libro “Out of the Cave: A Philo-

sophical Inquiry into the Dead Sea Sect Scrolls

Research”, en que no hay una iglesia u ortodoxia

con la que contrastar claramente a la secta y

sus escritos. Uno de los pergaminos de la secta

del Mar Muerto trata sobre la guerra apocalíptica

“entre los Hijos de la Luz y los Hijos de la Oscu-

ridad”. Esa es la guerra que los sectarios desean

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pelear. La mente sectaria tiene una mentalidad

de sitio. Siempre está atrapada en una guerra

entre la luz y la oscuridad – no una mera guerra;

al final de la jornada esa es una guerra perma-

nente. La batalla crucial, Armaggeddon, tendrá

lugar solamente al final de los días; hasta enton-

ces, es una guerra continua. Los sectarios están

siempre en guardia. Están constantemente espi-

ando a sus camaradas sectarios para ver quién

traicionará a la causa y se sumará a los hijos de

la oscuridad. La emboscada moral es el sello del

sectario, quien incesantemente busca signos de

desviación, de no poseer la visión correcta sobre

todo. La buena predisposición al compromiso es

el primer, infalible, signo de traición.

El maniqueísmo sectario puede, sin embargo, to-

mar una forma atenuada. El sectario reclama el

monopolio sobre todos los valores. No hay bien

afuera de la secta. Pero los foráneos aun pueden

ser de valor instrumental a la secta. A ojos de los

judíos más ultraortodoxos, los judíos seculares

no poseen valores en absoluto. Pero pueden ten-

er valor instrumental si el dinero de sus impues-

tos se canaliza a la comunidad ultraortodoxa.

El Partido Revolucionario monopoliza todos los

valores. En ocasio-

nes, el partido for-

ma frentes con los

llamados “elemen-

tos progresistas”

para ganar el pod-

er. Los progresis-

tas son instrumen-

talmente valiosos

por su potencial

buena voluntad

para formar frente

con el partido. Pero una alianza así es provision-

al y enfrenta la oposición de los miembros más

sectarios del partido, que son severamente ma-

niqueos – como aquellos izquierdistas, por ejem-

plo, que creían que no había ninguna diferencia

real entre los Socialdemócratas de la República

de Weimar y los Nazis. Esto nos introduce a una

característica relacionada con la visión de mundo

maniquea, la obsesión con la pureza.

Pureza

La secta del Mar Muerto es paradigmática en su

obsesión con los rituales de pureza. El número de

baños rituales del árido complejo de los Essenos

cerca del Mar Muerto es asombroso. También lo

son sus manuales de pureza. Los sectarios es-

tán ciertamente obsesionados con la pureza, sea

ritual o higiénica, inocencia libre de mal y culpa,

castidad, la pureza de la doctrina, o incluso la

pureza del lenguaje. A los puritanos del siglo di-

ecisiete les preocupaba maldecir a Dios. A los

puritanos políticamente correctos de hoy en día

les preocupa maldecir a las minorías.

Una idea muy potente asociada a la noción de lo

sagrado es la de estar sujeto a restricciones. Las

restricciones están pensadas para proteger a lo

Divino de la polución humana, y para proteger

a los humanos de la presencia peligrosa de lo

Divino.

La administración de lo sagrado está muy pre-

sente en la mente religiosa sectaria. Es esen-

cial a las

s e c t a s

religiosas

adminis-

trar prác-

ticas re-

strictivas

y tabúes.

La idea re-

ligiosa de

la pureza

y el tabú

invade a la política, a veces con buenos efectos.

Por ejemplo, Thomas Schelling nos recuerda que

es el tabú en el uso de armas nucleares lo que

nos protegió hasta ahora de su uso – el tabú

en vez de un cálculo utilitario de ganancias y

pérdidas. Las armas nucleares son consideradas

el contaminador supremo, y así debe ser. Pero

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también hay efectos perniciosos en la idea de

pureza, como en la idea de pureza racial.

La pureza se basa menos en la noción de ubicar

las cosas en su lugar correcto que en el miedo

de mezclar categorías. Las categorías con más

necesidad de permanecer separadas son lo sa-

grado y lo profano. Pero lo que es sagrado para

religiones diferentes también debe mantenerse

separado. La mente sectaria, obsesionada con

la pureza, considera al compromiso como un

acto de polución. Compromiso es negociar con

aquellos que están manchados, y por lo tanto

implica mezclar categorías. Compartir lo que

para los hindúes es el lugar de nacimiento de

Rama y para los musulmanes es la Mezquita de

Babur es mezclar categorías, tanto como lo es

para judíos y musulmanes compartir lo que para

los primeros es el Monte del Templo y el Noble

Santuario para los segundos. Los creyentes ordi-

narios tal vez aceptarían la mezcla, pero para los

sectarios de Vishna Hindu Parishdan o para los

Leales al Monte del Templo, pensar en un com-

promiso, en una negociación, es odioso.

En general, el sectario está a favor de purgar

y dividir con el fin de retener la integridad de

lo que debe permanecer puro. La mierda es la

negación de lo puro. Los sectarios ansían una

vida sin mierda. El compromiso es parte inte-

grante de un mundo de mierda.

Sectarismo y Sectorialismo

Crecí en lo que Gadi Yatziv llamó una sociedad

sectorial, una sociedad dividida en diferentes

sectores. El sector al que pertenecía era el mov-

imiento trabajador. La Israel pre-estatal era sec-

torial hasta la médula, y también lo fue Israel

en sus primeros días. Estaba el sector civil, que

mis padres llamaban el sector burgués, estaba

el sector religioso y el ultra religioso. El sector

trabajador, sin embargo, era dominante. Los

periódicos que leíamos en mi hogar pertenecían

a nuestro sector; la escuela a la que asistía

pertenecía a nuestro sector; el movimiento ju-

venil, los clubes deportivos, nuestras canciones

y vacaciones estaban moldeadas por el sector;

nuestro vecindario, nuestra vestimenta, de hecho

todos nuestros uniformes eran sectoriales; y así

lo era el teatro, el cine, y el restaurant. Todas las

funciones asignadas normalmente a un estado

de bienestar, como la salud y la educación, eran

provistas por los sectores

En breve, todos los aspectos de la vida estaban

cubiertos por el sector. Habían algunas variacio-

nes estilísticas dentro de los sectores, a causa

de sus divisiones internas, pero en general eran

formas de vida que abarcaban todo. Cuando se

necesitaba formar una selección nacional de fut-

bol, los equipos del sector trabajador enviaban

cinco jugadores de Hapoel, el sector civil, cinco

jugadores de Maccabi, y los ultranacionalistas un

jugador de Betar. En una ocasión, dos hermanos

de Betar merecían estar en el equipo pero tenían

que sustituirse mutuamente porque a su sec-

tor se le otorgaba una única plaza. La sociedad

sectorial se basa primero y principalmente en la

pertenencia; los logros vienen después.

Puedo fácilmente imaginar que la realidad que

describo no es muy diferente a la realidad de

las carreras de carros en Bizancio (circa 532

d.C.), donde los Azules y los Verdes no eran sólo

equipos en competencia sino dos paquetes de

conjunto. El paquete consistía en sus puntos de

vista sobre, entre otras cosas, la naturaleza de

la Divinidad. ¿Es una naturaleza única – el equi-

po Monofisita Verde – o son dos naturalezas – el

equipo Calcedoniano Azul?

Una cosa prevenía, sin embargo, que la sociedad

sectorial de mi juventud degenerara en una so-

ciedad sectaria implicada en violencia sectaria.

Había un compromiso profundo por vivir juntos.

Se fundaba en un sentido vago, pero fuerte, de

solidaridad judía, pero para la mayoría de los

sectores también se fundaba en el tema unifi-

cador del Sionismo: la creación de un territorio

nacional para todos los judíos.

Tanto los sectarios como los sectoriales se las

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tratan con el mundo de un modo general. Sus

puntos de vista y sus prácticas forman un con-

junto: tómalo o déjalo. Esto contrasta con la

imagen económica de la política, donde nos

manejamos con el mundo desde una perspectiva

al por menor: hay muchos tratos por cerrar y

nunca lo tomamos o lo dejamos.

Pero los sectoriales, a diferencia de los sectarios,

cuentan con el compromiso primordial de man-

tener un marco compartido. Este compromiso

requiere ciertos compromisos que los sectoriales

aceptan de mala gana pero que los sectarios re-

chazarían. Los sectarios no sienten la fuerza de

la necesidad del compromiso por el bien de sal-

vaguardar cierta forma de vida compartida con

los que están en desacuerdo con ellos. Pueden

ser forzados a compartir el espacio público con

otros. Pero coerción no es compromiso.

Los sectoriales, a diferencia de los sectarios, se

ocupan de los números. Reclutan nuevos miem-

bros y los forman en el molde de su sector. Ocu-

parte de los números te hace susceptible de

tomar compromisos. En cualquier caso, el mov-

imiento sectorial siente responsabilidad hacia

sus constituyentes, tornándose más necesitado

de compromisos aunque estén en contra de sus

instintos más profundos. Movimientos como el

Hamas palestino, el Hezbolá libanés y los Shás

Sefaradíes de Israel son movimientos sectoria-

les mas que sectarios. Pero en tiempos de crisis,

provocados por gobiernos débiles y corruptos,

los movimientos sectoriales pueden devenir en

movimientos sectarios.

Una Guerra Sectaria

Desde la Segunda Guerra Mundial hubo cinco

veces más guerras civiles que guerras entre Es-

tados. Esas guerras son muy enconadas. Si la

duración media de una guerra interestatal es de

menos de tres meses, la duración media de una

guerra civil es de cerca de seis años. El total de

muertos en guerras civiles es alrededor de cinco

veces más alto que en guerras entre Estados.

Algunas guerras civiles son guerras sectarias:

los casos paradigmáticos incluyen a la guerra

civil entre Protestantes y Católicos en Irlanda del

Norte, entre los Chipriotas Griegos y los Chipri-

otas Turcos, y entre los Shiítas y los Sunnitas

en Irak.

Toda guerra sectaria es una guerra civil, pero no

toda guerra civil es una guerra sectaria. Llama-

mos a una guerra sectaria si existe una dimen-

sión religiosa entre los grupos enfrentados. Esto

no significa que una guerra sectaria se trata nec-

esariamente de religión. Significa, sin embargo,

que las partes en conflicto se identifican con el

uso de etiquetas religiosas. Mi punto es que lo

que importa para entender las guerras civiles no

es tanto si un conflicto se trata de cuestiones

religiosas. Lo que importa saber es si los bandos

en conflicto están adheridos a la imagen religio-

sa de la política.

La imagen religiosa no es la única imagen ad-

ecuada para las guerras civiles. Nuevamente,

también está la imagen de la política como

economía. Esta es básicamente la imagen de

Hobbes, para quien la guerra civil es el resul-

tado de la desconfianza total. No hay acuerdos

o pactos que se sostengan en un contexto de

desconfianza total, y es racional para aquellos

situados en una jungla de ese estilo contar con-

sigo mismos y únicamente consigo mismos. Es

una guerra de todos contra todos y sólo un so-

berano externo puede liberar a los protagonistas

de los horrores de la guerra civil. En la versión

de Hobbes el soberano puede ser tan malo como

Saddam Hussein, pero en tanto garantice la lib-

eración de la guerra civil, el peor de los males,

su dominio está justificado. Pídase a los iraquíes

que opten entre el régimen de Sadam Hussein y

la guerra civil de ahora y encontrarán a varios de

ellos del lado de Hobbes.

Tucídides fue tal vez el primero en intentar dar

cuenta de las condiciones para una guerra civil.

Él observaba a la guerra civil con el horror que se

merece. Lo que Tucídides encontró tan horrendo

y misterioso en las guerras civiles es el encono

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con el que se combate. La lucha que tenía en

mente como modelo de todas las guerras civiles

fue un suceso del cuarto año del la guerra del

Peloponeso (año 427 a.C.), en Corciria. Consistió

en matanzas mutuas, traiciones

despreciables, profanación de

santuarios religiosos, ausencia

total de ley. Como advertía que

la guerra civil es algo que ocurre

en lo que se presume como una

unidad política orgánica, la con-

sidera en términos médicos,

como una enfermedad. Un or-

ganismo sano vive en armonía.

La principal observación de Tucí-

dides es que la guerra civil suele

ocurrir en el contexto de una

guerra externa, como la guerra

del Peloponeso.

Una guerra externa puede inyec-

tar tanta presión en una uni-

dad política orgánica como para

despedazarla. Si se me disculpa el anacronismo,

Tucídides habría hallado en la guerra Norteamer-

icana en Irak la principal causa de la guerra civil

allí. Por otro lado, no habría tomado a Irak como

una entidad política “orgánica”. Pero entonces

ninguna entidad política es realmente orgánica.

La imagen orgánica de la política es un influy-

ente mito de la imagen religiosa: la idea de que

la Iglesia es el cuerpo de Cristo (Corpus Christi)

es una expresión de dicho concepto.

Una guerra civil dentro de una comunidad de

creyentes es un terrible pecado religioso. Es la

noción islámica del fitna (luchas internas) dentro

del umma (la comunidad de creyentes). La prim-

era guerra civil islámica que ocasionó la división

entre Shia y Sunna cuenta como la primera y

más importante fitna. Entre los musulmanes, es-

pecialmente Sunnitas, la fitna islámica es el peor

horror religioso: es considerada sectarismo que

se ha vuelto loco.

Muchos palestinos entienden a la división actual

entre Hamas y Al- Fatah como un caso trágico de

fitna. Comparten el punto de vista de Tucídides

sobre las causas de esta fitna, a saber, la guer-

ra externa de Israel contra los palestinos, pero

ambos bandos de la lucha interna la consideran

fitna, echándose la culpa mu-

tuamente por haber ocasiona-

do ese pecado religioso.

Esta fitna palestina está

acompañada por el temor

de una guerra civil entre los

judíos de Israel, si se lograra

un compromiso con los pal-

estinos. Si los musulmanes

miran con horror a la prim-

era fitna islámica, los judíos

miran con horror a la guerra

interna librada por sus fanáti-

cos durante el sitio romano.

Los judíos llaman a ese tipo

de lucha interna milkhemet

ahkeim, a saber, guerra fra-

ternal.

Guerra Fraternal

Los colonos judíos ideologizados de los terri-

torios ocupados vacilan entre dos posiciones:

sectorialismo y sectarismo. El caso de prueba

es determinar cómo reaccionarían los colonos

frente a la decisión gubernamental, apoyada

por una mayoría parlamentaria, de evacuar los

asentamientos –todos o la mayoría de ellos – en

el marco de un acuerdo con los palestinos. ¿Op-

tarán por la guerra civil, combatiendo la decisión

por la fuerza, o sólo protestarán ruidosamente?

Los sectoriales protestarían pero no lucharían.

Están comprometidos con el principio primor-

dial de vivir juntos, y rehuirían a usar balas en

una confrontación con la mayoría. Los sectarios

están determinados a resistir la evacuación por

cualquier medio, y dispuestos a arriesgar una

guerra interna.

En los tiempos de la evacuación de la Franja de

Gaza, los sectoriales tenían la ventaja. Pero la

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Riviera Occidental no es Gaza, y los fanáticos

sectarios parecen estar ganando peso entre los

jóvenes colonos ideologizados.

Tanto los sectoriales como los sectarios preten-

den que todos crean que están dispuestos a ir

a una guerra civil para que el centro israelí no

resista. Estiman que la mayoría de los israelíes

que respaldarían un acuerdo con los palestinos

retirarían su apoyo si el precio es la lucha in-

terna. Consideran que la mayoría de los judíos

prefieren que los judíos luchen contra los árabes

a luchar entre ellos. Entonces, los sectoriales y

los sectarios creen por igual que si transmiten

al resto del país que están listos para luchar en

contra de su evacuación, la mayoría de los judíos

de Israel se abstendrán de enfrentarlos.

Los esfuerzos corrientes para lograr un acuerdo

entre Israel y los palestinos están amenazados

por la fitna palestina, donde Hamas puede vetar

un acuerdo con Israel, y por el miedo israelí a

una guerra fraternal, donde los colonos pueden

vetar un acuerdo. Creer que se puede alcanzar

un compromiso en estas circunstancias demanda

un gran salto de fe.

La cuestión de si los colonos son por regla gen-

eral sectoriales o sectarios es de vital importan-

cia política para el futuro. Es muy difícil saber la

respuesta. Los mismos colonos la desconocen.

Pero sí sabemos una cosa: los sectarios violentos

en Israel son políticamente relevantes.

Regresando a Howe: todavía permanecemos con

una pregunta molesta, de hecho, con dos pre-

guntas molestas, que trataré a continuación.

¿Puede un socialdemócrata ser sectario, y puede

existir el sectarismo en una Socialdemocracia?

Irving Howe declaró al sectarismo un desperdi-

cio. Si por desperdicio quería decir que era in-

efectivo, estaba equivocado. El sectarismo pu-

ede ser políticamente efectivo: los colonos judíos

son una prueba parcial de ello. Parcial, porque

no podemos saber si son efectivos por sectarios,

separados de la sociedad israelí establecida, o si

son efectivos por sectoriales.

Pero Howe presentó la perspectiva de un social

demócrata – aquel que está comprometido con la

democracia. Desde esa perspectiva, hay dos pre-

guntas que abordar: ¿Puede un socialdemócrata

ser sectario? ¿Puede un socialdemócrata ser un

sectorialista? Mi respuesta breve a la primera

pregunta es, No. Mi respuesta breve a la se-

gunda es, Depende. Desafortunadamente, estas

breves respuestas son de poca ayuda.

Es obvio que el tipo ideal de un social demócra-

ta (digamos, la imagen que componen Hjalmar

Branting de Suecia, Jean Jaurès de Francia, y

Hugh Gaitskell de Gran Bretaña) es la negación

de la mente sectaria en todas sus dimensio-

nes: la indiferencia elitista hacia los números,

la visión de mundo maniquea, el narcisismo de

las diferencias menores –y debo incorporar aquí

una característica distintiva adicional: la actitud

hacia los errores.

Junto con la imagen de la política como religión

surge la imagen de que un error en política es un

pecado y no una mera falta cognitiva. El sectario

tiende a considerar los errores de sus enemigos

como un pecado mortal. No hay redención en

el pensamiento religioso ni sensibilidad hacia el

error pecaminoso. Es el concepto de la debili-

dad de los seres humanos. El sectario toma de la

imagen religiosa el concepto del error pecamino-

so pero no está en consonancia con lo que trae

acompañado, a saber, la vulnerabilidad humana.

En la versión sectaria, un pecador equivocado

no es un mortal caído sino un ángel caído –un

demonio.

De acuerdo con la imagen económica de la políti-

ca, uno debe pagar por los errores que comete.

Pero equivocarse no es una transgresión de

mandamientos más elevados (de Dios o de la

historia). Los errores son faltas cognitivas, no

morales.

En la imagen económica, hay poco espacio para

la compasión con los que se equivocan, pero

también hay poca inclinación a mirarlos como

transgresores de una ley más alta. Los sectarios

toman las peores características de las dos imá-

genes y concluyen por ver a los errores como

diciembre de 2009

Page 56: El Iniciador

54

el iniciador/ 1

pecados que no merecen compasión. Transfor-

man cualquier error venal en uno mortal.

La socialdemocracia trabaja a prueba y error mas

que por medio de una huella doctrinaria. Por lo

tanto al error se lo toma como un subproducto

de la actividad política, y los socialdemócratas

están comprometidos con la tolerancia hacia el

error. Los equívocos políticos no son motivos de

destierro, ostracismo o denuncia, y solamente

en casos extremos son el fundamento de una

división.

El ideal de la socialdemocracia es una sociedad

abierta, donde las formas de vida alternativas no

sólo se toleran sino también se aprecian, aún si

se las considera parcialmente equivocadas. Una

sociedad abierta tiene una relación intrínseca con

la idea de lo alternativo. Una sociedad cerrada es

una sociedad que deja poco lugar para alterna-

tivas: sean formas de vida, puntos de vista ide-

ológicos, o prácticas políticas. Una sociedad pu-

ede estar cerrada por el yugo de la tradición, por

el palo de la policía, por una mentalidad sectaria,

o por una combinación de todas. Porque, con las

alternativas, llegan sigilosamente los errores.

¿Qué hay de la actitud del socialdemócrata

hacia el compromiso? ¿Cómo se compara a la

hostilidad sectaria? Históricamente, la acti-

tud socialdemócrata ha sido delicada. Los so-

cialdemócratas se unieron a los políticos burgue-

ses en la creencia de que era posible, en el corto

plazo, mejorar las condiciones de vida de la clase

obrera por medios políticos y, en el largo plazo,

provocar la llegada del socialismo con votos en

vez de balas.

Los socialdemócratas, a diferencia de los social-

istas revolucionarios, creían que en el largo plazo

estaban destinados a ganar elecciones, e incluso

a ganarlas de forma aplastante. Aceptaron con-

venientemente el pronóstico equivocado de Marx

de que bajo el capitalismo las clases medias est-

aban destinadas a desaparecer. La clase trabaja-

dora crecería numéricamente, mientras que los

capitalistas disminuirían hasta la insignificancia.

Por un tiempo pareció ser cierto. En sus bue-

nas épocas, los partidos socialdemócratas se ex-

pandieron fenomenalmente. Así, por ejemplo, el

Partido Socialdemócrata Alemán creció de 120

mil votos en 1875 a 4.250.000 en los albores de

la Primera Guerra Mundial. Hacia 1890 ya era el

partido más grande de Alemania.

En ese entonces, la creencia de que el socialismo

se establecería por medios democráticos contaba

con cierto fundamento. Los capitalistas, desde

ya, resistirían cualquier cambio estructural en el

capitalismo, pero serían barridos por la mayoría

consignada al cambio. Con lo que finalmente su-

cedió, la esperanza se volvió desilusión. La clase

trabajadora se encogió en los países desarrol-

lados, y los partidos socialdemócratas se divor-

ciaron más y más de sus bases trabajadoras

mientras buscaban apoyo en otro lado.

En sus apogeos, los partidos socialdemócratas

se movieron en una vía rápida sectorial. Ellos y

los sindicatos buscaron crear dentro del estado

burgués una forma de vida separada, limpia de

características burguesas. Suponían que así po-

drían retener su compromiso de largo plazo con

el cambio radical. Por lo tanto, se generó una

división del trabajo entre la meta de corto plazo

de mejorar la condición de la clase trabajadora,

que requería muchos acuerdos, y la meta a largo

plazo de fundar una sociedad socialista, que no

dejaba lugar para el compromiso, además del

compromiso de hacerlo por medios democráti-

cos.

Mi tesis es que la socialdemocracia comenzó

históricamente como un movimiento sectorial.

Nadie en el movimiento tenía permiso de decirlo

en voz alta, porque la clase trabajadora se con-

sideraba a sí misma como la clase universal al-

zándose por la liberación de la humanidad toda.

Pero eran sectoriales hasta la médula. Todo esto

cambió completamente cuando los partidos so-

cialdemócratas se sumaron a los gobiernos bur-

gueses, sea como socios minoritarios o como

socios principales. Se sumaron por muchas ra-

zones, pero la más convincente es que debían

comprometerse con las clases medias porque su

Page 57: El Iniciador

55

propia clase estaba encogiéndose.

En la competencia por los corazones y las men-

tes de las clases medias, los socialdemócratas

comenzaron a hablarle a “la nación” en vez de

a los trabajadores. Fue Ben-Guiron, el líder del

Partido Laborista en Israel, que acuñó el slogan

“de la clase a la nación”. Ese slogan lo dice todo.

El sectorialismo dejó de ser una opción para los

socialdemócratas; sus bases en las clases traba-

jadoras se volvieron muy delgadas para ganar

elecciones. Necesitaron, y necesitan, aliados

entre las clases medias, que significa el final de

la opción sectorial.

Entonces aquí va mi conclusión. El sectarismo

es totalmente incompatible con la socialdemoc-

racia; para los socialdemócratas el sectarismo no

es simplemente un “desperdicio”, es lo contrario

de lo que representan. Y el sectorialismo, que

históricamente y conceptualmente fue compat-

ible con la socialdemocracia, dejó de ser una op-

ción viable.

Avishai Margalit es el fundador de Peace Now,

profesor de filosofía en la Universidad Hebrea de

Jerusalén, y actualmente detenta el cargo George

F Kennan en el Instituto de Estudios Avanzados

de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey,

Estados Unidos. Su último libro, en colaboración

con Ian Baruma, es “Occidentalismo: Occidente

en los ojos de sus enemigos”. Este artículo es

una adaptación más extensa de la Lectura Irving

Howe pronunciada en el Centro para las Humani-

dades de la Universidad de la Ciudad de Nueva

York en octubre de 2007.

diciembre de 2009

Page 58: El Iniciador

56

el iniciador/ 1

Entre los grandes méritos de Stanley Kubrick

han de contarse sus adaptaciones de obras lit-

erarias: baste pensar en películas bien conoci-

das, basadas en novelas de Nabokov (Lolita),

Anthony Burguess (La Naranja Mecánica), Ar-

thur Clarke (Odisea 2001) o Stephen King (El

Resplandor). Su celebrada

película Senderos de Glo-

ria es también una ver-

sión cinematográfica de un

obra literaria. En las líneas

que siguen, voy a hablar-

les de lo que se narra en

Senderos de Gloria a partir

de mi lectura de otros dos

libros de la época: Tem-

pestades de Acero y Adiós

a todo Eso. Estas páginas

nos pretenden más, pues,

que añadir una distinta

reconstrucción particu-

lar de la madeja cultural

generada por la Primera

Guerra Mundial a través de

un extraordinario film y de

dos relatos que, a modo

de diarios de combate, hil-

vanaran Ernst Jünger y Robert Graves, respec-

tivamente, ambos sobrevivientes de un conflicto

bélico tan decisivo para las décadas venideras de

un siglo entero del planeta.

La película tuvo el infortunio de ser titulada en

español como La Patrulla Maldita, ubicando en el

centro de su trama conceptual una misión bélica,

una patrulla nocturna reconocimiento en tierra

de nadie que, con toda su importancia, oculta el

atinado título de Paths of Glory [Senderos de

Gloria] (1935), novela de Humphrey Cobb so-

bre la Gran Guerra. Stanley Kubrick llevó al cine

la novela de Cobb conservando su título. No sin

cierta terquedad, admito incluir Senderos de

Gloria entre las más logradas (si no la mejor) de

las películas de Kubrick.

Tempestades de Acero

(1925) son las memo-

rias de la Primera Guerra

Mundial de un soldado

alemán, un diario reedita-

do varias veces y que, jun-

to con otras obras mejor

conocidas, nutrieron a la

mentalidad germana tras

el Tratado o Diktat de Ver-

salles. Debemos la obra al

alférez Ernst Jünger, uno

de los oficiales alemanes

más condecorados en esa

guerra y, en mi opinión,

uno de los más acertados

escritores del siglo XX,

incluyendo a autores no-

germanófonos. Jünger,

además, participó en la

célebre batalla de Verdún,

donde aconteció el episodio en el que supuesta-

mente se basa el ataque al Hormiguero, contexto

del film de Kubrick: uno de los ataques franceses

al Fuerte Douaumont, tomado casi un año atrás

por los alemanes (aunque los franceses final-

mente corrieron distinta suerte de la narrada en

la novela y la película. Ello no resta verosimilitud

ni a la novela ni a la película, o al menos eso

creo). Por último, Adiós a todo Eso (1929), no

es sino una temprana autobiografía de Robert

José Miguel EstebanSENDEROS DE GLORIA Y TEMPESTADES DE ACERO:

Adiós a todo eso

Page 59: El Iniciador

57

Graves, en buena parte dedicada a unas viven-

cias en la Primera Guerra Mundial de las cuales

el lúcido autor se quiere despedir de una vez

por todas. Por el contrario, Jünger rememora la

Gran Guerra como el feliz anticipo de nuevos y

convulsos tiempos: “ No estamos dispuestos a

enterrar esta guerra en nuestra memoria. Sus

combatientes estamos indisolublemente unidos

en la sangre y en el recuerdo. Y ya, en los vacíos

que se producen entre nosotros, se eleva una

juventud más osada y resuelta. Para los tiempos

futuros tenemos necesidad de una generación de

hierro que actúe sin contemplaciones”

En esos mismos años, Jünger señalaba que, vis-

ta desde su probado potencial de aniquilamiento

tecnológico, la Gran Guerra había quebrado más

cosas que la resistencia de esta o aquella nación:

“El intercambio de proyectiles que hubo en tantos

y tan distintos frentes se acumula en un frente

único, decisivo [...] así es como se explica que

haya tanto vencedores como vencidos en cada

uno de los países … De la conciencia de todo eso

resulta una relación nueva con el ser humano y

resultan también un amor más ardiente y una

más terrible inmisericordia. Resulta la posibili-

dad de una anarquía jovial, la cual coincide a su

vez con un orden rigurosísimo... En este sentido

el motor no es el soberano de nuestro tiempo,

sino su símbolo, es la imagen simbólica de un

poder para el cual la explosión y la precisión no

constituyen antítesis …. De esa actitud, que ni el

idealismo ni el materialismo puede adoptar y a

la que por eso hay que llamar “realismo heroico”,

es de la que resulta ese grado extremo de fuerza

ofensiva de que nos hallamos necesitados. Los

portadores de tal actitud son del mismo tipo de

aquellos voluntarios que saludaron jubilosos la

Gran Guerra y con idéntico júbilo saludan todas

las cosas que vinieron tras ella y todas las que

vendrán todavía”. Jünger quiere compartir esa

anarquía jovial con los genuinos vencedores de la

Gran Guerra, los realistas heroicos, presentes en

ambos bandos. Realistas heroicos que emplean

jubilosamente el silbato: “El silbato prusiano no

deja de producir excelentes efectos: hace huir

al cerdo que domina en el corazón de los hom-

bres …. El peligro constituye el momento más

solemne: entonces el oficial ha de dar pruebas

de una virilidad superior. El horror y el espíritu

caballeresco hacen de él el dueño del momento ¿

Hay algo más noble que marchar hacia la muerte

a la cabeza de un centenar de hombres?”) Con

silbato pero sin júbilo, el oficial Robert Graves

reconocía no saber tratar a los soldados de su

pelotón con el necesario aire de autoridad. Inclu-

so llegaba a confundr a sus jerarcas y saludaba

con honores marciales al director de la banda

musical castrense.

Tampoco el silbato del oficial Dax se revela su-

ficiente en Senderos de Gloria ante la atrona-

dora artillería alemana. Necesita la amenaza

de su pistola para obligar al avance de sus tro-

pas. Y, diga lo que diga Jünger, Dax no es el

dueño del momento en el asalto al Hormigue-

ro. De hecho, es difícil encontrar en Senderos

de Gloria a algún personaje tan realista como

heroico. Sí encontramos un general cínico y re-

finado que disfruta del ejercicio del poder en

las cimas de la jerarquía. Broulard exhorta a

Mireau y a Dax a no hacer de la ejecución un

asunto entre oficiales, cuando Dax propone que

se le fusile a él o, por qué no, al oficial respon-

sable del fracaso, mirando de frente a Mireau.

Mireau es un general subordinado a Broulard,

con una cicatriz en el rostro que ostenta como

galardón, quien no duda en sacrificar más de la

mitad de sus soldados para alfombrar su sendero

hacia la prometida medalla, un colgajo honorífi-

co para alguien que hasta el final se vio como un

soldado ejemplar, pese a ser capaz de disparar

contra los suyos: “Si no se enfrentan a las balas

alemanas, que se enfrenten a las francesas”,

exclama Mireau. Por el contrario, el abogado y

coronel Dax es, como la mayoría de la tropa, un

civil en tiempos de guerra: si acepta una misión

que sabe imposible es para no dejar solos a sus

diciembre de 2009

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58

el iniciador/ 1

hombres en un asalto en el que morirán más de

la mitad, una acción que tendrá lugar con o sin

él. Dax intenta defender a tres de sus hombres

con los instrumentos del estado de derecho,

para acabar sintiendo asco ante sus superiores

en el consejo de guerra por cobardía ante el en-

emigo, y más asco que lástima por el generalísi-

mo Broulard. Pero también siente asco por los

soldados franceses cuando vejan a una singular

presa: una cantante alemana que acabará por

rescatar lo que les queda de fraternidad. (Dicho

sea de paso, Kubrick terminará casándose con

esa actriz y tendrá una hija que también se dedi-

cará a la música vocal). Al finalizar la película,

los soldados franceses cantarán el lied de la jo-

ven alemana. Recordemos que Senderos de Glo-

ria comienza con la Marsellesa.

En cierta ocasión jugué con un amigo a resumir

Senderos de Gloria en una sola frase. Por reflejo

condicionado, me salió la frase de Samuel John-

son que Dax espeta respetuosamente a Mireau:

“El patriotismo es el último refugio de los cana-

llas”. Me gustó más la frase de mi amigo: “Lo

que ocurre arriba no es distinto de lo que ocurre

abajo”. Al menos me dio más que pensar: ¿actúa

la jerarquía de idéntico modo en todos los estra-

tos militares? ¿Es la microfísica del poder militar

tan continua y uniforme? Para explorar alguna

respuesta, les propongo seguir interpretando

personajes de Senderos de Gloria.

Si el general Mireau envía a sus hombres a la

muerte pensando en su propia gloria, el teniente

Roget mata con sus propias manos a uno de sus

subordinados, el soldado Lejeune, por puro mie-

do a perder su vida: puesto a elegir, hará cuanto

pueda para que se pierda la de un subalterno y

no la suya. Y cuando el cabo Paris , compañero

de patrulla de Lejeune, le escupa a Roget en la

cara lo que piensa de él -entre otras cosas, que

puede ser acusado de cobardía ante el enemigo

(la misma acusación por la que Paris será juzga-

do)- el teniente Roget lanza su amenaza con

un cinismo más titubeante que el del General

Broulard. El oficial que necesita envalentonarse

con martinis cumplirá insospechadamente esa

amenaza, cuando las decisiones de los mandos

pongan a Paris en sus manos. Dax sabe que

la decisión que Roget presenta como difícil (“ni

modo, tenía que escoger a alguien”) es en reali-

dad su venganza ante el desafío de Paris.

Si, ante el cinismo, Dax pregunta primero a

Mireau y después a Broulard : “¿de veras se cree

lo que está diciendo?”, ante las inverosímiles

mentiras de Roget, Dax emplea la ironía junto

con una lógica implacable (o “sin rodeos”, como

él dice), ordenándole comandar el pelotón de

fusilamiento. “ Como tú mismo dijiste, Roget, a

alguien tengo que escoger”.

¿Se trata de la misma práctica jerárquica?

Aunque en la ejecución le pida disculpas casi al

oído, Roget se muestra entre afligido y compla-

cido al ver a Paris como acusado en un consejo

de guerra. Por mucho que diga, Roget sabe per-

fectamente la clase de hombre que es. Pero no

vemos disfrutar a Dax ante el comportamiento

vacilante y culposo de Roget en el fusilamiento,

por lo que cabe inferir que la elección de Ro-

get representaba para él una especie de castigo

moral, como el que Dax infligirá a Mireau al de-

nunciarle ante Broulard, gracias a la declaración

del artillero Rosseau, por ordenar abrir fuego

contra sus posiciones. Acabada la junta en la que

se decidió la composición del Consejo de Guerra,

Mireau ya amenazaba con hundir en lo más bajo

del sistema jerárquico a Dax, a quien acusa de

desleal e insubordinado. He aquí la jerarquía:

bajo el disfraz de la insubordinación frente a un

sistema jerárquico presuntamente impersonal,

Mireau oculta su indignación ante un hombre

que no ha mostrado la sumisión debida a su per-

sona. También Rosseau, el capitán de artillería

que rehusó abrir fuego contra sus posiciones sin

orden escrita, será acusado por Mireau por supu-

esta falta de puntería. La acusación subyacente

es, claro está, la de deslealtad hacia su perso-

Page 61: El Iniciador

59

na, más importante para él que el reglamento.

Broulard sugiere una investigación, pero Mireau

prefiere trasladarlo de unidad. Es peligroso

para él: le ha desobedecido ergo ha sido

insumiso. Puede volver a serlo. Idéntica

acusación lanzará Mireau a Dax, tras la in-

esperada visita de éste al festín que Brou-

lard comparte con Mireau. A Mireau no se le

ocurre otra cosa que felicitara DAX -mien-

tras relame sus dedos grasientos- por la

leal entereza que sus fusilados mostraron

al morir.

Ya al comienzo, un abyecto subordinado de

Mireau, St. Auban, el comandante que ofició

de fiscal en el grotesco juicio, había clasifi-

cado a los soldados como animales, miedo-

sos y gregarios. ¿Es el mismo miedo el que

supuestamente habían sufrido sus hombres,

muchos de los cuales ni siquiera habían sa-

lido de la trinchera, que la cobardía cana-

llesca de Roget? Es cierto que Roget acusa

de injusto a Dax, cuando éste no logra salir

de la trinchera porque el cadáver de uno de

sus soldados se le viene encima: “Es senci-

llamente imposible, coronel”. Y esto da que pen-

sar. En realidad el comportamiento de los solda-

dos refleja el desconcierto doloroso de hombres

que siempre han hecho cuanto pudieron, hasta

donde llegó su arrojo. A algunos, como a Roget,

se les acabó más pronto que a otros. Dos de

los fusilados sí habían saltado trinchera y tuvi-

eron que retroceder, Ferol y Arnaud. El otro es

Paris, quien, como Dax, resulta aplastado por el

cadáver de otro combatiente francés, quedando

inconsciente y con una buena herida en la cara.

A primera vista, el miedo de Roget es ajeno al

de Arnaud, uno de los condenados que, en mi

opinión, encarna a una especie de Wittgenstein

francés. (Dicho sea de paso, Wittgenstein tam-

bién reflejó en sus Diarios Secretos sus experi-

encias, sórdidas a la vez que iluminadoras, como

soldado austriaco en la Gran Guerra). Arnaud

es una especie de pensador civil que no elude

el llamamiento bélico y que intenta mostrar a

un compañero de armas la naturaleza del mie-

do que los soldados como ellos sienten. Como

Wittgenstein, y como el Jünger maduro, Arnaud

reflexiona sobre el dolor. Nuestro filósofo mili-

tarmente movilizado piensa que no tememos a

la muerte, sino al dolor. No lo sé, quizá sea ese

tipo de miedo el que impedía que los hombres

avanzaran más, o que ni siquiera avanzaran:

sería el miedo al dolor físico y no sólo a la extin-

ción, crudamente pensada por Kubrick e inter-

pretada por el soldado Ferol en la escena de la

cucaracha.

Y es que Ferol fue elegido como víctima por ser

socialmente indeseable, gracias al sentido eu-

genésico del capitán Sancy, un oficial que consid-

erará a Ferol indigno de su propia especie. Pero

él quiere sobrevivir, mientras que aún puede.

Quiere escapar. Por eso sospecha de una última

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el iniciador/ 1

cena quizá cargada con barbitúricos. Arnaud no

ve nada malo en esa carga. Y Ferol no puede de-

shacer los muros a mordiscos. Ferol se aproxima

al patíbulo sabiendo que ha perdido, que se le

acabó la suerte, preguntándose por qué van a

sobrevivir los otros y él no. Él no es peor que

los demás. Si él merece la muerte, los demás

también. Ferol, condenado por socialmente in-

deseable, desea la socialización del sufrimiento.

Al final aceptará la venda que Roget le ofrece.

Arnaud, el pensador de la eutanasia, tendrá la

fortuna de vencer involuntariamente el miedo

al dolor por medios tan insospechados como la

lotería que le ha llevado al patíbulo. Veámos por

qué. A diferencia de la cicatriz de Mireau, has-

ta entonces profesionalmente exitosa, de nada

sirve a Paris la herida que presenta como prueba

ante la corte marcial. La decisión estaba ya to-

mada: pudo haberse provocado él mismo su her-

ida, no tiene testigos. Será fusilado. Sabiendo

que ambos están condenados, Arnaud presencia

la conducta de Paris mientras se administra un

primer narcótico, blandiendo desafiante su gar-

rafa de alcohol. Paris también se sabe perd-

edor, pero aún apuesta: como Pascal, apostará

por la creencia en la otra vida tras la muerte.

Otra manera de apostar por la supervivencia.

Cuando el sacerdote militar apruebe ceremoni-

almente su apuesta, Arnaud escupirá su despre-

cio escéptico al padre: “En mi pueblo había un

gracioso letrero sobre el bar. Decía: ‘No tema

pedirnos fiado. Se lo negaremos amablemente’…

¿A qué ha venido, padre, a torturanos? Ust-

ed no puede salvarnos”. Arnaud lanza un

volteriano puñetazo al clérigo y Paris derri-

bará con todas sus fuerzas a Arnaud, sobre

todo para defender al valedor de su apuesta.

El consejo de guerra ha impuesto las leyes de

tanathos sobre las de eros (Paris confiesa que no

ha pensado ni una vez en sexo desde el juicio).

Paris morirá sin venda, pendiente tanto de su

apuesta como del recuerdo de quienes, como su

mujer, recuerden su ejecución. Pero el puñetazo

de Paris permitirá a un Arnaud derribado morir

sin conciencia del dolor, dicte lo que dicte Mireau

y tolere lo que tolere el reglamento castrense.

Un reglamento que lo mismo permite suminis-

trar morfina al condenado como pellizcarlo para

que esté consciente en su ejecución. Como si se

ejecutara sobre todo al alma, no al cuerpo.

Arnaud, según aduce Dax en su defensa, había

mostrado heroísmo en combates anteriores.

También Jünger lo había mostrado en lo que él

llama “los desposorios de su vida con el peligro”.

Recibió más de una decena de heridas de bala

y metralla, casi tantas como sus cruces y con-

decoraciones. Luchó en dos guerras mundiales.

Y no murió: ¿Sería la suerte del héroe técnico,

del soldado tan explosivo como preciso ? Más

tardé Jünger reconocería que literaturizó la Gran

Guerra. Al fin y al cabo, tempestades de acero era

una metáfora que Jünger tomo en préstamo de

una oda medieval islandesa. Una kenning, como

Borges nos enseña en sus Literaturas Germáni-

cas Medievales. En esa época se concebía como

una bestia rubia que tan pronto empuñaba el

martillo de Thor como ofrecía su cuerpo a modo

de yunque. Pero una vida de más de un siglo

es lo suficientemente larga para cambiar varias

veces de opinión. Baste recordar al Jünger que

participó en el atentado contra Hitler o al Jünger

de escritos como Sobre los Acantilados del Már-

mol o La Paz. El entomólogo que dio su nombre a

un coleóptero acuático, o el emboscado entre re-

lojes de arena y conchas marinas, está ya muy

lejos de guerrero inmisericorde del cual, tras la

Gran Guerra, Jünger se consideraba profeta.

A diferencia de Jünger , Robert Graves no quiere

ni predecir ni desear (lo que los ingleses llaman

“wishful thinking”) nada a partir de sus expe-

riencias en la primera guerra mundial. No hay

nada de lo que sentirse orgulloso: “Me apresuro

a decir que nunca realicé hazaña alguna que hu-

biera merecido una condecoración durante toda

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61

mi estancia en Francia.” Escribe para cerrar un

capítulo, para decirle adiós a todo eso. Un adiós

consciente y definitivo, bien distinto del “hasta

pronto” del Jünger que, desde su adhesión al

nacional-bolchevismo de Niekisch (un pensador

encarcelado pronta y largamente por Hitler),

veía la Republica de Weimar nacida de Tratado

de Versalles como un interregno inútil hasta una

segunda gran guerra mundial.

Como los futuristas italianos, Jünger estetizaba

la guerra, quería ver algún tipo de justificación

estética de las catástrofes: “¿qué aspecto tiene

un paisaje cuando está sembrado de cadá-

veres?”. Graves constata en sus memorias más

esperpentos que otra cosa.

El sargento Gallagher, nos dice, pensó haber

visto a un alemán en tierra de nadie, cerca de

la alambrada inglesa: “tomó una de las nuevas

granadas de percusión y la arrojó. Pero la tiró

demasiado baja, así que la granada se estrelló

contra el parapeto y éste se la devolvió.

Le arrancó un trozo de la jodida mandíbula y

buena parte de la cara”. Graves tampoco dem-

uestra mucho respecto por los tribunales mar-

ciales. Así narra el primero que acudió: “Cabo

¡su testimonio! …. Señor, en la fecha mencio-

nada, cruzaba yo el patio de barracas, cuando

vi al prisionero sentado en el suelo. Estaba pro-

duciendo excrementos señor. (Tercia el coronel)

¿Soldado, qué puede decir al respecto? … Pues

que tenía una diarrea horrible, tenía que ha-

cerlo, señor …(tras la declaración del soldado y

con un leve carraspeo, interviene el sargento :)

Señor, tuve ocasión de examinar los excre-

mentos del soldado , y habían sido hechos

con gran esfuerzo, señor …. (Y sentencia

el coronel): ha cometido usted un acto

muy sucio, deshonrando a su regimiento

y a sus camaradas. Diez días de arresto”

. Graves confiesa que siempre le abatían

estos episodios. Empleaba la ironía para

poder librarse de ellos. Nos cuenta que

el sargento encargado de la cabra del

regimiento había cometido un crimen de

lesa majestad por haber prostituído a la

Cabra Real, regalo de los establos de la

dinastía Windsor. De nada le sirvió al sar-

gento declarar que había hecho aquello

por consideración al animal, por el que

sentía gran afecto. No fue degradado por

zoofilia, sino por fornicar con su Alteza la

Cabra, perteneciente a la Corona de la In-

glaterra, de quien era súbdito.

Como en Senderos de Gloria, la locura y el

miedo de perder o a no volver a ver a la

esposa también están presentes en Adiós

a todo Eso. Graves denuncia que cuando

se producen suicidios por este motivo, se

le informa a la familia que el finado murió

diciembre de 2009

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62

el iniciador/ 1

como un soldado digno, no como un hombre de-

sesperado. Pero en general predomina en su au-

tobiografía cierto humor irónico. Cuenta Graves

que en una batalla, uno de los pelotones ingleses

intervino con novecientos hombres y acabó la

refriega con novecientos uno; sin bajas y con un

menor de edad de más: el tambor de la banda

que había sido ascendido a soldado. Otro batallón

tuvo menos suerte, y en ocho meses perdió cin-

co veces a todos sus hombres. Pero permítanme

terminar con la descripción que Graves hace de

un consejo de guerra en el bando inglés. “En otra

compañía, dos jóvenes mineros detestaban a su

sargento … cuando estaban acantonados en un

sitio les acusaba de delitos que no habían co-

metido; hasta que al fin decidieron matarlo. Poco

después pidieron ver al capitán: venimos a in-

formarle que lo sentimos mucho, señor, pero que

hemos disparado contra el sargento de nuestro

pelotón. Fue un error, señor … ¿Qué quieren

decir con eso, idiotas? ¿Acaso lo confundieron

con un espía? … No señor, lo confundimos con el

sargento de nuestra compañía. Los dos soldados

fueron juzgados en un tribunal de guerra y fusi-

lados por un pelotón de su propia compañía …. El

gobernador militar francés estaba presente en el

momento de la ejecución y celebró en un breve

discurso de qué gloriosa manera sabían morir los

soldados ingleses”

Curioso que esto lo celebre un mando francés

como Broulard . Dax interrumpe la vals de Brou-

lard, intentando evitar la ejecución. Pero Brou-

lard ya está aburrido del tema y se aferra a su

decisión como puede. Según el general, para

asegurar la disciplina de los civiles, de los ciu-

dadanos de a pie enviados a la guerra, nada me-

jor que un fusilamiento : “No podemos olvidar la

moral de la tropa. Estas ejecuciones reanimarán

a toda la división. Hay pocas cosas más edifican-

tes que el ver a otro morir. Las tropas son como

niños, - como un niño ante su padre, las tropas

ansían disciplina. Una forma de lograrlo es fu-

silando”. Dax pregunta a Broulard: “¿De veras

se cree lo que dice?” Y le pide disculpas por no

haber sido totalmente sincero, por no haber de-

senmascarado antes esas patrañas de viejo de-

generado. Dax es un ante todo un civil: su visión

de la jerarquía es distinta de la de Broulard.

Por eso Kubrick se atreve sugerirle amablemente

qué puede hacer con su ascenso, qué sendero

puede tomar Broulard y la maldita carrera con

la que tienta a Dax, un sendero intestinal con el

hedor de la guerra, con la vals sonando en sa-

las versallescas expropiadas por generales como

Mireau y Broulard, tan obscenamente espacio-

sas que resulta un grotesco eufemismo llamar

angostas a las crudas marañas de trincheras

donde habitan las tropas. Una danza entre ofi-

ciales candidatos a la supuesta aura de poder

que emana de medallas, estrellas, cruces y in-

signias de rango en sus uniformes, una vals tan

obedientemente bailada que ni siquiera Jünger

vería rastro alguno de su realismo heroico. Una

vals que como la de Ravel no indica sino un Adiós

todo Eso.

Page 65: El Iniciador

63

Es difícil encontrar un pragmatista que no qui-

era examinar el lado oculto del pensamiento de

Platón. Y no es una casualidad que así sea. El

planotismo se identifica con la idea de separa-

ción entre el hombre culto y el filósofo, dándole

al segundo el derecho y el poder de gobierno

sobre el primero. Este primer punto conlleva a

que el platonismo esté relacionado con la idea de

vanguardia. El filósofo tiene la legitimidad para

conducir una ciudad y el rey-filósofo es la cabeza

de una vanguardia. Justamente es este el plan-

teo que lleva a los pragmatistas a alejarse del

pensamiento de Platón.

Las comunidades dirigidas por vanguardias

políticas tienden a ser uniformes. La uniformidad

reduce la riqueza de la experiencia, que reside,

justamente, en la multiplicidad de ideas y per-

spectivas y en la diversidad de las prácticas. El

pragmatista es aquel filósofo que cree que lo

que marca la diferencia es la prácti-

ca. Por ello, teme como nadie las

situaciones que pueden llevar

a no encontrar diferencias

en nada, aquellas en las

que la práctica se ha con-

vertido, en su totalidad, en

el mundo de la repetición.

Para el pragmatista, el pla-

tonismo es la filosofía de las

sociedades que tienen escaso

aprecio por la libertad individual,

entendida como la libertad para hacer

algo diferente.

En términos generales, el lente mediante el cual

los pragmatistas analizan el platonismo es co-

rrecto. Sin embargo, hay casos en que esos len-

tes pueden distorsionar la visión de Platón.

Platón no fue un platonista fanático.

Existe una gran polémica sobre si Platón se man-

tuvo convencido de la Teoría de las Formas y de

su relación con la idea de una sociedad dirigida

por el Rey-filósofo, aquel que podía vislumbrar

las Formas de las Formas –y no se puede perder

de vista que esta cuestión es una preocupación

más de la filosofía política que de la política.

Cuando los pragmatistas hablan de filosofía

política, ellos, a diferencia de otros tipos de filó-

sofos, ya se encuentran muy cercanos a la prác-

tica política. A menudo, el pragmatista prefiere el

análisis de las mentalidades, de los idearios y de

las ideologías que el perfeccionamiento filosófico

de los mismos. El tener tan en cuenta la práctica

lo lleva a eso. Por lo tanto, no es extraño que se

interesen más por el platonismo que por Platón.

Y en esta visión más pedestre de la filosofía, en la

que se transita muy próximo a la historia,

a la sociología y a la antropología,

a aquellos campos de la fi-

losofía social que Dewey y

los frankfurtianos desar-

rollaron, el problema de

la vanguardia continúa

siendo un problema.

La legitimidad y el actu-

ar de la vanguardia son

semejantes en la política,

en la religión y en la edu-

cación. En la política, el partido

revolucionario ve la Verdad, y en-

cuentra su límite cuando uno de los miembros

del partido desafía a la autoridad. En la religión,

las Iglesias hacen lo mismo, y los pastores y los

padres jerárquicamente designados sustituyen

a la burocracia del partido. En la educación, la

diciembre de 2009

Paulo Ghiraldelli Jr.FILOSOFIA ES FILOSOFIA, POLITICA ES POLITICA

Traducción del portugués de Sabrina Ajmechet

Page 66: El Iniciador

64

el iniciador/ 1

estructura escolar genera un escenario similar,

y los profesores, también jerárquicamente pues-

tos, actúan platonísticamente. Si aceptamos que

un grupo, por diversas razones, tiene acceso al

Bien, a lo Bello y a lo Verdadero, mientras que

otros, incapaces, deben seguir de modo obe-

diente y poco cuestionador a aquel grupo más

apto que en su cúpula está dirigido por un rey-

filósofo, nos encontramos muy lejos del pragma-

tismo.

En términos generales, esta es la relación en-

tre los pragmatistas y el platonismo en el campo

de la filosofía política. Por eso, cuando en los

años 70, 80 y 90 del siglo XX se desarrolló el

“pos-modernismo”, algunos pragmatistas fueron

considerados pos-modernos. Justamente porque

la intención de los pos-modernos era la de ti-

rar abajo al platonismo. Y así fue como Richard

Rorty fue considerado un filósofo posmoderno.

El problema que surgió en aquella época fue que

la mayoría de los pos-modernos eran críticos

del platonismo, y sin embargo, según la mirada

de Rorty –mirada que comparto- se insertaban

dentro del platonismo de una manera peculiar.

Ellos criticaban al platonismo por su realismo

metafísico, y como el platonismo determina

una sociedad no pluralista ni diversificada, los

pos-modernos comenzaron también a criticar

a la sociedad democrática moderna, ya que la

caracterizaban como una sociedad uniformizada

o, para utilizar términos cercanos a los frankfur-

tianos, una “sociedad de administración total” o

una “sociedad administrada”.

¿Por qué fue esto un problema? Por dos cosas:

En primer lugar, la idea que la mayoría de los

filósofos sostienen, de que una posición metafísi-

ca conduce a una posición política, es propia del

platonismo, y no de toda la filosofía; en segun-

do término, no es tan evidente que la sociedad

moderna y democrática pueda ser equiparada a

una sociedad falsamente pluralista y diversifi-

cada, ilusoriamente libre.

Rorty se enfrentó a estos problemas. Defendió la

sociedad democrática moderna, y de esta forma,

se alió con Habermas. Continuó haciendo una

defensa de una posición no platonista, por lo que

elogío a Derrida. Sin embargo, Rorty se mantuvo

equidistante de ambos en la medida en la que

fue mucho más antiplatonista que Habermas y

que Derrida, e incluso, más que cualquier otro

filósofo de nuestra época.

Nunca reconoció la esencia del platonismo, la

idea de que una posición metafísica conlleva

necesariamente una posición política. El pla-

tonismo unió la metafísica realista con la política

no democrática, y estableció esa articulación

como una necesidad de la visión filosófica –una

unión necesaria entre metafísica y política. Rorty,

justamente, negó el carácter necesario de este

lazo.

Para argumentar sobre esto, Rorty utilizó el prag-

matismo. Caracterizó al pragmatismo como una

teoría filosófica ad hoc e indicó que ese sería el

mejor camino para la filosofía. Para dar un ejem-

plo concreto: de gustarnos la democracia y que-

rer convencer a otros de que es un buen modo

de vida para ellos, podemos evocar para ello

razones pragmatistas. Pero esas razones prag-

matistas, justamente por ser pragmatistas, no

son necesarias. Puedo decirle a un amigo al que

no le gusta la democracia que él vive bien con

su familia en la democracia y que fuera de esta

tendría una vida peor. De esta forma, no le estoy

diciendo que la democracia es el régimen más

legítimo frente a las leyes del universo o frente a

las leyes de Dios o que es el régimen más natu-

ral para el hombre. No hay en el pragmatismo

ninguna metanarrativa filosófica o religiosa para

justificar la posición democrática, sólo existe el

argumento de que cada uno de nosotros tiene

más posibilidades de vivir mejor en la demo-

cracia que en cualquier otro régimen. Es decir,

doy un argumento pragmático como adendo, no

como algo que fue “escrito en las estrellas”, para

legitimar la democracia (he ahí el carácter ad

hoc del pragmatismo en relación a lo que va a

sostener, en este caso, la democracia).

Este argumento se parece al que John Rawls

Page 67: El Iniciador

65

evoca al pedirle al legislador que utilice un “velo

de ignoracia”. En la jerga de Rorty, para los fines

aquí propuestos, diríamos lo siguiente: es me-

jor la democracia, incluso si no sabemos qué

posición tendremos en una sociedad diferente

que creáramos. Si yo soy actu-

almente legislador y creo una

nueva sociedad en la que no sé

qué rol social me tocará ocupar

cuando se destape ese “velo de

ignorancia”, siempre me conven-

drá elegir la democracia. Y esto

es por una sencilla razón: en la

democracia, aunque tengo la po-

sibilidad de ocupar un lugar en-

tre los pobres, tendré la chance

de la movilidad social, o al me-

nos, de alguna libertad para in-

tentarlo. Por lo tanto, como le-

gislador, e ignorante respecto a

mi posición personal en la so-

ciedad que estoy creando, es

mejor que cree una democracia. Si llegara por

casualidad a ser pobre, incluso en esa situación,

perdería menos que si hubiera legislado a favor

de una sociedad de castas, por ejemplo.

Ahora, cuando intentamos convencer a alguien

para que acepte mínimamente nuestra posición

política, evocar razones metafísicas e intentar

transformarlas en necesarias para que, en nom-

bre de la coherencia, alguien con determinada

posición filosófica tenga que tener determinada

posición política, no es una gran forma de actuar.

En tiempos pos-modernos, en los que descon-

fiamos de las meta-narrativas, de las grandes

filosofías (del humanismo, del marxismo, del

cristianismo, etc), donde creemos que todas es-

tas no son más que narrativas que no podemos

afirmar que son verdaderas o que en ellas en-

contramos la reivindicación del monopolio de la

verdad, los argumentos que buscan en una de

esas metanarrativas una fuerza para legitimar

una posición política no aportan demasiado. De

hecho, en algunos casos, llega incluso a jugarles

en contra.

De esta forma, en la fi-

losofía política, Rorty fue

el filósofo que podría haber

afirmado “la política es la

política, la filosofía es la fi-

losofía”. De cierta forma fue

eso mismo lo que él plan-

teó en un brillante artículo

sobre Heidegger. En “El

hedor de Heidegger”, Rorty

inventó una historia de

vida para Heidegger, dife-

rente a la que Heidegger

realmente vivió, y mostró

que, habiendo tenido una

historia de vida como la

retratada en la ficción, él no hubiera adherido al

nazismo, sino que hubiera sido un conservador

y, por lo tanto, nada de su filosofía debería cam-

biarse. El objetivo del artículo era exactamente

este: mostrar que no hay una conexión necesar-

ia entre la posición política de un filósofo (o de

cualquier persona) y de su posición respecto a

cuestiones metafísicas y epistemológicas, o sea,

cuestiones que decimos que son “propiamente

filosóficas”. De esta forma: si bien hay una re-

lación, no hay una relación necesaria.

Esta postura de Rorty fue la gran contribución

del pragmatismo actual a la filosofía política. El

trabajo de Rawls en filosofía política podría ser

uno de los ejemplos de esta actitud, en la que la

metafísica no se hace presente para construir un

sistema de legitimidad política.

diciembre de 2009

Page 68: El Iniciador

66

el iniciador/ 1

DossierREFLEXIONES SOBRE LATINOAMERICA

Los temas tratados aquí corresponden a cuatro re-flexiones distintas elaboradas por cuatro investiga-dores del Centro de Análisis e Investigación Políti-ca, los temas tratados tienen como eje común una dinámica conflictiva, todos ellos intentan reflexion-ar sobre tensiones que se presentan en la región. Primero se presenta una reflexión de los límites del poder estatal y las manifestaciones de violencia que están fuera de su control, luego se tomará el caso colombiano y sus problemas para consolidar insti-tucionalmente su orden republicano frente a la pro-blemática reelección del Presidente Uribe, como ter-cer punto un análisis de las reformas implantadas para abrir los mercados promovidas por el gobierno de Alan García en el Perú, luego una se presenta una reflexión sobre las tensiones producidas en Latinoamérica del proyecto modernizador de inicios del siglo xx, para finalizar se intenta analizar y esbozar una respuesta para el fenómeno de la violencia política en Améri-ca Latina ocurrido en la segunda mitad del siglo xx

Page 69: El Iniciador

67

Cuando se repite la definición clásica de Max

Weber sobre el Estado como “aquel que en un

determinado territorio reclama para sí el mono-

polio de la violencia física legítima”, se tiende a

olvidar o infravalorar el concepto de qué significa

“legítima”.

¿Se refiere plenamente a su capacidad de cu-

brir todo el territorio a partir de las instituciones

destinadas para ello? o ¿se refiere a una función

que debiese involucrar no sólo deberes, sino que

derechos?

O ¿es acaso una de sus funciones legítimas en-

tregar seguridad a sus ciudadanos, por medio de

este mismo “monopolio”? (entiéndase al Estado

como único actor que ocupa el recurso de la vio-

lencia en determinado lugar).

Ante tales preguntas, muchas veces sin

respuestas, es que he querido centrar mi refle-

xión de los linchamientos como una respuesta

ante esta ‘incapacidad’ o ‘carencia’ de legitimi-

dad del Estado en los países latinoamericanos.

El sociólogo Carlos Vilas ha definido linchamiento

como “una acción colectiva de carácter privado

e ilegal, de gran despliegue de violencia física,

eventualmente culminando con la muerte de la

víctima.” Dicha definición involucra los aspectos

weberianos que el Estado no ha cumplido o no

ha logrado cumplir, por lo cual ha detonado en

estas respuestas por parte de los ciudadanos:

violencia desde la esfera privada con actores que

actúan colectivamente y legalidad propia; ambos

desde un microestado que vulnera los códigos

establecidos por un macroestado.

Vilas ha determinado que un porcentaje impor-

tante de los linchamientos ocurre en poblaciones

rurales, lo que nos indica que la capacidad del

Estado no ha llegado a todo el territorio del cual

es autoridad o simplemente existe una ‘apatía’

por parte de éste frente a la población rural.

Apatía que se ha expresado en cómo operan las

instituciones legítimas, tales como la policía local

o instituciones en donde el otorgar derechos es

un deber, como la salud o educación.

Pero, ¿es realmente una incapacidad del Estado

no llegar de manera ‘presencial’ a zonas rura-

les para impedir actos violentos en contra de los

propios ciudadanos? Si fuese por una razón de

capacidad económica, algunos Estados se exi-

mirían de dicha acusación.

Entonces, el argumento nos llevaría a considerar

una dinámica propia de los sectores rurales, los

cuales al parecer, operan de forma distinta al

sector urbano.

Dentro de los sectores rurales, se ha establecido

una dinámica de “estado dentro del Estado”, el

cual se explica por las leyes propias que han ad-

quirido los habitantes, con la cual aplican su con-

cepción de justicia, la cual es distinta a la que ha

defendido el macroestado.

Para un poblador, el castigo que debiese merecer

un delincuente por robar un cerdo o res, debiese

ser el mismo que recibe uno por cometer homici-

dio, debido al contexto de pobreza y precariedad

existente en los sectores rurales. Es por ello, que

al existir discrepancias en la aplicación del juicio y

castigo en el derecho positivo (del macroestado),

surge el derecho comunitario (del microestado),

creado a partir de sus propias necesidades. Pero

el Estado tiene la necesidad de aplicar su ley (y

monopolio de la violencia) por medio de las in-

stituciones, las cuales no son legítimas para el

poblador, por su actuar ineficiente y poco justo.

Ejemplo de ello son los cortos períodos que per-

diciembre de 2009

Ely Orrego TorresLINCHAMIENTOS COMO RESPUESTA A LA CONCEPCION

DE ESTADO WEBERIANO

Page 70: El Iniciador

68

el iniciador/ 1

manecen retenidos los delincuentes en el cuartel

policial, siendo liberados sin cargos en su contra

por el daño infringido.

La situación de vulnerabilidad en la que el pobla-

dor rural se encuentra sumido, ha generado una

situación de inmunidad entre los propios pobla-

dores: “Si te hacen daño a ti, te protegeremos,

pues eres uno de nuestra comunidad”, rol que

debería ser entregado de manera legítima por

el Estado hacia sus habitantes, sean rurales o

urbanos.

Para el poblador rural, los servicios comunitarios

o derechos que otorga el Estado en materias

como la salud y educación, son asumidos con

vehemencia para sus vidas, por el mismo entor-

no en el que se encuentran, donde la educación

y salud son “derechos precarios”. Es por este

motivo, que enjuiciarán por sus propios medios,

si un agente externo se involucra afectándoles

negativamente su vida cotidiana, y más aún, los

derechos que el Estado les otorga.

Este fue el caso de cuatro delincuentes acusados

de asaltar y matar al médico de San Blas Atem-

pa, Tehuantepec en Oaxaca (México), quienes

fueron sacados de la cárcel con el fin de linchar-

los y posteriormente, ser ahorcados y prendidos

con fuego.

Existe el caso en que los temas políticos se inmis-

cuyen con los derechos comunitarios, como fue

el conflicto acontecido entre octubre y diciembre

del 2006, en Oaxaca. La Asamblea Popular de los

Pueblos de Oaxaca (Appo), surgida a partir de

un conflicto con el profesorado de la zona por los

derechos que exigían en torno al tema educa-

cional, desató una disputa entre las autoridades

policiales y la Appo. Luego de acusar a las au-

toridades de corrupción política y usar recursos

para ocuparlo en campañas políticas y en fraude

electoral, la comunidad se reveló estableciendo

una “justicia por mano propia” (concepto apro-

piado por Vilas) y un ambiente de inseguridad

y tensión. No se permitió la intervención de las

instituciones legítimas, ante lo cual diez perso-

nas fueron ajusticiadas con linchamientos, entre

ellas, un hombre acusado por intentar violar a

una profesora.

El microestado, al igual que una nación, tiene

entre sus habitantes rasgos comunes que le ca-

racterizan: raza, lengua, religión y costumbres,

lo que les otorga unidad bajo las leyes a aplicar

en caso de que quien las viole, sea castigado por

ser contrario al concepto de comunidad y nación

que ellos poseen.

En San Miguel de Canoa, Puebla (México), un

grupo de estudiantes se aprestaba para excur-

sionar la zona, por lo que solicitaron ayuda para

buscar hospedaje. La respuesta la recibieron de

un campesino indígena que había sido acusado

de ‘capitalista’ por los pobladores. Esta situación

generó la preocupación del sacerdote de la zona,

quien acusó a los estudiantes de “romper con

la armonía del lugar”, pues eran “enviados de

Satanás que venían a implantar el comunismo”.

La población reaccionó violentamente linchando

tanto a los estudiantes como al campesino que

les ayudó, debido a que el sacerdote expresaba

que venían a matarlo, a ultrajar las imágenes del

templo y a degollar los niños. La supuesta acción

de los ‘extranjeros’ infringía las normas sociales

de la comunidad, principalmente la religiosidad,

por lo tanto su acción estaba justificada.

El caso de las “brujas de Calguasig” ejemplifica

cómo las normas sociales pueden ser una ex-

cusa para que la acción del Estado o de las au-

toridades tome forma de derecho o programas

sociales. En Calguasig, Tungurahua (Ecuador),

dos mujeres fueron acusadas de ocupar brujería

en contra de pobladores y de provocarles serios

problemas médicos, e incluso la muerte. Dichas

acusaciones, fueron expuestas por algunos diri-

gentes (que profesaban la religión evangélica) a

la población, por lo cual deciden adoptar un pro-

pio castigo, por medio del linchamiento. El hecho

provocó la llegada de las autoridades regionales

al lugar (el cual es de difícil acceso), para mediar

y negociar la situación de las mujeres. Ante ello,

prometen abrir un juicio a las mujeres y propo-

nen un programa de salud. Este último, habría

Page 71: El Iniciador

69

sido significativo, ya que las muertes y enferme-

dades se debían a una epidemia de tuberculosis

en el lugar.

La autoridad legítima no está exenta de recibir

un castigo por parte de sus ciudadanos, más aún

si aquel pertenecía a la comunidad y una vez en

el poder, olvida sus raíces, cayendo en corrupcio-

nes políticas que afectan a sus pobladores, por

los principios comunitarios que poseen.

Llave, El Collao (Perú), es una provincia en la

cual su población es mayoritariamente aymara.

Su alcalde, Cirilo Robles fue acusado por sus

pobladores de corrupción y mal manejo de los

fondos municipales, lo que provocó su lincha-

miento, y posterior muerte. Más allá de entender

la complejidad política de la situación, la acción

de Robles se considera una falta a los códigos

comunitarios, debido a que rompe la ley aymara

al actuar no virtuosamente, ya sea robando y

mintiendo, lo cual pasa a ser un problema cul-

tural por quebrantar las leyes propias.

Estos casos de linchamientos, nos hacen volver

a la pregunta inicial: ¿es realmente legítimo el

monopolio de la violencia aplicado por el Estado?

Ante las deficiencias en materia administrativa,

de reclamación de derechos y de control de la

población por medio de sus instituciones, en es-

pecial hacia la población rural en América Latina,

existen polos de violencia que ponen en duda su

rol. Y esta nueva modalidad abarca todas las es-

feras de este microestado (político, económico,

legal y cultural), con una justicia basada en sus

concepciones de vida, diferentes a las que ha

adoptado el macroestado.

Si bien, en América Latina esto se expresa en

mayor medida en las poblaciones rurales, de-

biese ser un desafío y preocupación de todo tipo

de Estados, la intervención legítima de su mo-

nopolio de la violencia.

diciembre de 2009

El próximo año, el presidente colombiano Álvaro

Uribe se convertirá en el primer ciudadano de su

país que ejerce la máxima autoridad por ocho

años consecutivos. Un hecho que significó una

revolución política y constitucional sin preceden-

tes en la historia democrática de esta nación.

La reelección consecutiva fue aprobada en 2004

tras una reforma constitucional que surgió desde

la iniciativa popular de millones de colombianos

que se movilizaron para reunir firmas.

A primera vista, un hecho que demuestra el de-

sarrollo de una nueva conciencia democrática en-

tre la ciudadanía colombiana. Sin embargo, hoy

se discute en el congreso la posibilidad de que el

actual mandatario se presente nuevamente a las

elecciones de 2010, y aunque éste goza de tre-

menda popularidad, si esta reforma se aprueba,

Colombia entrará en una lógica peligrosa que

podría ser contradictoria con su misma historia

republicana.

Desde una perspectiva política, Colombia se

caracteriza por dos hechos paralelos, aunque

aparentemente contradictorios: por un lado,

su historia cruzada por un estado de constante

conflicto armado entre diversos actores socia-

les; y por otro, una democracia, que salvo ex-

cepciones, ha tenido una continuidad envidiable

por otros países de la región, ausente de largos

periodos autoritarios. Hoy, bajo el mandato de

Álvaro Uribe esta tendencia pareciera estar re-

virtiéndose: la intensidad del conflicto armado

Patricio Imbert PuelmaALTERNANCIA Y DEMOCRACIA EN COLOMBIA

Page 72: El Iniciador

70

el iniciador/ 1

ha disminuido considerablemente, pero por otro

lado, la democracia se encuentra en un estado

de constante debilitamiento.

Es necesario argumentar de manera más deta-

llada esta última afirmación. En primer lugar, en

estos momentos no existe en Colombia un siste-

ma de partidos capaz de canalizar las demandas

de la ciudadanía, de tal manera que la demo-

cracia se fortalezca. Los dos partidos históricos

(el liberal y el conservador), incapaces de adap-

tarse a los nuevos tiempos, hoy no representan

a más que el 30% del electorado, y han debido

aliarse con nuevas fuerzas políticas para poder

sobrevivir. El 70% restante lo componen los par-

tidos que existen para el apoyo del presidente

Uribe (Partido de la U, Cambio Radical y Colom-

bia Democrática), la oposición de izquierda (Polo

Democrático Alternativo) y otros partidos de du-

dosa procedencia, destinados al caudillaje. Esta

situación de extrema fragmentación (15 partidos

tienen representación parlamentaria) y perso-

nalización del poder político, han debilitado las

bases democráticas del país, que durante déca-

das se sostenían en la alternancia entre liberales

y conservadores.

Ahora bien, se argumenta en contra, que fuer-

on los años de corrupción, negligencia y pusi-

lanimidad de liberales y conservadores, lo que

hizo que el fenómeno del outsider político sur-

giera en 2002 con la elección de Álvaro Uribe.

En ese año, durante el punto más álgido del

conflicto entre las FARC y el Estado, el último

presidente conservador Andrés Pastrana, salía

del poder en medio de un alto rechazo. En su

reemplazo, asumía un carismático ex senador

y gobernador, que se había retirado del Partido

Liberal, y cuya historia personal lo hacía asumir

un fuerte compromiso en contra de la guerrilla

(su padre había sido asesinado por las FARC).

En cosa de pocos meses, el conflicto declinó

en intensidad y la ciudadanía pedía la refor-

ma constitucional que aprobara la reelección.

En principio la reelección no tiene nada de anti

democrático. De hecho, muchas de las democra-

cias presidenciales de occidente tienen este me-

canismo incorporado (Estados Unidos siendo el

caso más emblemático).

El problema surge cuando se observa la realidad

latinoamericana, de la cual Colombia no escapa a

pesar de su excepcionalidad ya mencionada. Solo

basta recordar el caso de Perú durante el gobi-

erno de Fujimori o la Venezuela bolivariana, para

observar que el instrumento de la reelección ha

sido repetidamente mal interpretado. El ex pres-

idente peruano o el actual mandatario venezola-

no, han intentado demostrar que las instituciones

democráticas se fortalecen cuando el pueblo los

confirma y reconfirma en el poder. En realidad,

sucede todo lo contario: con cada reelección, el

poder se personaliza más, los partidos políticos

pierden su importancia y la oposición se queda

con menos posibilidades de acceder a puestos

de relevancia política. Entonces en estos casos,

solo se mantiene en pie una democracia formal,

sin partidos y sin futuro más allá del liderazgo

personal de quien ostenta en poder presidencial.

La reelección puede fortalecer a la democracia,

cuando esta se sustenta en sistema de parti-

dos sólidos y donde la oposición es escuchada

en otras instancias como la parlamentaria.

Existen contraejemplos en nuestra misma

región. Brasil, durante el gobierno de Fernando

Henrique Cardoso, aprobó la reelección con-

secutiva y hasta el momento el mecanismo se

ha aplicado de manera respetuosa y de hecho la

institucionalidad democrática ha resultado forta-

lecida. No obstante, no es el caso colombiano,

donde hoy el único futuro viable que ven los par-

tidarios de Uribe es que se apruebe la posibili-

dad de una nueva reelección, tanto que varios

de ellos han declarado que solo buscaran a un

posible sucesor si es que la reforma no prospera.

Lo anterior, va en total contradicción con lo que

se puede esperar de una democracia moderna,

basada en el poder de articulación social de los

partidos políticos, donde la labor de estos es es-

tar en un proceso de constante reclutamiento de

nuevos liderazgos.

Page 73: El Iniciador

71

Es necesario tomar algunos resguardos frente a

la posición que he manifestado. No he aseverado

que no existe democracia si no hay alternan-

cia, pero sí sostengo que la alternancia es una

condición que favorece la institucionalidad, es-

pecialmente en democracias débiles como las

latinoamericanas. En ese sentido, si es que Ál-

varo Uribe fuese elegido para un tercer periodo

presidencial, una democracia que ha exhibido

rasgos de solidez a lo largo de su historia, como

la colombiana, se vería indudablemente debil-

itada.

Pensando en el futuro próximo, las elecciones

presidenciales serán en julio de 2010, y hasta

el momento en el oficialismo solo se piensa en

la reelección de Uribe, y los pocos candidatos

que han surgido de ese sector han manifestado

que declinaran su opción si la reforma consti-

tucional prospera. En la oposición se sabe que

una nueva reelección de Uribe, significaría una

derrota segura, por lo que no se han esforzado

demasiado en buscar un candidato para enfren-

tar las elecciones. Esto último muestra que la

eternización en el poder afecta de manera es-

pecial a los opositores, que desmoralizados ante

la imposibilidad de acceder al poder, dejan de

cumplir su rol en una sociedad democrática, que

es el de participar en el proceso deliberativo y

en la toma de decisiones. Solamente, un nuevo

aspirante presidencial sin vinculaciones con al-

gún partido político ha aparecido en los últimos

meses, haciéndole frente a Uribe en las encues-

tas. Se trata del ex alcalde de Medellín Sergio

Fajardo, que de manera silenciosa ha recorrido

el país y con la utilización de redes sociales de

internet ha convocado a un grupo importante de

descontentos que rechazan declararse como uri-

bistas o anti uribistas, lo cual ha hecho que apa-

rezca en el segundo lugar de las encuestas du-

rante las últimas semanas. Habrá que observar

si este fenómeno, que de todas maneras se trata

de un outsider al igual que el actual presidente,

se convierte en una alternativa viable a la actual

situación política de Colombia.

diciembre de 2009

Hacia la liberalización del mercado

El desarrollo de las reformas económicas ori-

entadas a la liberalización de los mercados, al

igual que en cualquier parte del mundo, han

implicado para el Perú un desafío permanente

al sistema socio-político. Específicamente, aquí

es importante la resistencia social y política que

esto conlleva (1) , y donde la construcción de

consensos básicos, son la meta de la innovación

institucional que enfrenta el Estado y los demás

actores del sistema político.

De esto, se deriva la evaluación y creación de

una factibilidad política para hacer reformas

económicas frente a actores sociales que pueden

oponerse. Sin embargo, el desafío que se argu-

menta, es que la factibilidad debe ser solidificada

por el liderazgo institucional del Estado y de los

demás actores (como los partidos políticos, los

sindicatos, los empresarios, etc.) promoviendo

negociaciones de pactos sociales a nivel laboral,

tributario, salarial etc.

Claramente lo anterior requiere de un largo

tiempo, porque no sólo involucra cambios con-

tractuales, sino también cambios culturales a

nivel ideológico. Así, los sectores que presencian

las reformas deben verse estimulados por las

mismas, viendo que la estrategia va en su propio

interés, tanto a nivel individual como colectivo

(aquí destacan elementos como las expectativas

Patricio Morales FernándezEL MISMO ALAN DE SIEMPRE:

Cuando las reformas van más rápido que los consensos

Page 74: El Iniciador

72

el iniciador/ 1

populares con respecto a las posibles alternati-

vas o la eventualidad de una positiva distribución

del ingreso).

En base a lo planteado me gustaría hacer una re-

visión del estilo político que posee el Presidente

Alan García para conducir reformas económicas.

La hipótesis que se busca sustentar es que su

estilo será capaz de institucionalizar las reformas

de libre mercado que hoy presencia el sistema

peruano.

“Alan: El héroe transformador”

Los dos gobiernos que ha protagonizado Alan

García al mando del Perú han evidenciado una

similitud a la que debiese prestársele atención, y

es que en ambas instancias a existido un deseo

de protagonizar un “gran cambio” transforma-

dor, que en si mismo, no respeta los ritmos so-

ciopolíticos del pueblo peruano.

Durante el primer gobierno de Alan García

(1985-1990) y lo que va del actual (2006-2011),

anuncia un supuesto héroe transformador con

un contenido de “gran cambio”. Es claro que el

contenido de este cambio ha variado con una re-

forma estatista en el primer periodo y una pro-

fundización liberizadora del mercado en el se-

gundo.

PRIMER PERIODO PRESIDENCIAL (1985-1990)

ESTATISTA

Su primer periodo estuvo caracterizado por un

gobierno personalizado, con la intención de con-

ducir la política económica y la seguridad contra

Sendero Luminoso, radicalizando su accionar con

una marcada desconfianza en su partido político

(APRA) y en la sociedad civil. Ahora bien, cuando

el contexto peruano estuvo marcado por la crisis

económica, García como todo líder carismático

fiel a su programa, estatizo la banca comercial

y las compañías de seguro privado. Busco rela-

ciones clientelares tanto en los sectores popu-

lares, como en el mundo empresarial. Su ritmo

y velocidad de transformación paso por alto los

diálogos sociales y las instituciones como medios

indispensables para la configuración de un con-

senso peruano básico y solido que legitimara su

“gran cambio”.

SEGUNDO PERIODO PRESIDENCIAL

(2006-2011) LIBRE MERCADO

Su actual periodo es diferente, pero sólo en cu-

anto al contenido del “gran cambio”. Alan García

busca profundizar una estrategia de desarrollo

hacia una economía de mercado. Sin embargo,

repitiendo el mismo estilo transformador del

pasado, el que no respeta los ritmos y no se

hace cargo de la construcción de consensos en

el pueblo peruano.

Y es que uno de los principales problemas en

el Perú para la consecución de estas reformas

económicas, es el no evaluar la factibilidad

política que expresa la diferencia entre un Perú

mayoritario y excluido, que no se siente partici-

pe ni de la democracia ni del mercado (regiones

andinas), versus la imagen de concentración y

mundo paralelo que expresa Lima.

¿Y que hace el inversionista con esto?

Desde el punto de vista del riesgo político de in-

versión para el caso peruano, se presenta una

contradicción frente al análisis que expone el

riesgo país, específicamente en cuanto a indica-

dores como la incertidumbre, la seguridad jurídi-

ca, el consenso sobre la estrategia de desarrollo,

entre otros.

El riesgo país y las diferentes metodologías so-

bre la materia que poseen las principales cali-

ficadoras de riesgo, califican al Perú como una

economía solida, con un positivo clima de nego-

cios en el largo plazo.

El riesgo político de inversión dando una mayor

connotación al análisis político en los mismo in-

dicadores, llama a la prudencia, principalmente

Page 75: El Iniciador

73

en establecer inversiones que obvien variables

y fenómenos cualitativos como los que en este

articulo se han buscado establecer:

• La realidad desigual centro-periferia del

sistema peruano que relativiza el análisis de in-

versión.

• Las repercusiones en un mediano y lar-

go plazo de estilos político-económicos como el

que sostiene el presidente Alan García.

• La incertidumbre que implica establecer

inversiones de largo plazo en el Perú sin consid-

erar escenarios de conflictividad social (2).

diciembre de 2009

Notas

Con cuanta precisión se adecuan, en el caso

Latino Americano, las palabras de aquellos que

piensan que todo el proceso civilizatorio está

marcado por el signo de la calamidad. La civi-

lización integra inevitablemente a la barbarie.

Ambos conceptos, fueron utilizados por Faustino

Sarmiento para describir bajo su perspectiva la

antinomia cultural que se daba en su país.

El autor consideraba a la raza blanca por sobre

el mundo indígena y veía que en Latino América

la convivencia de estos dos polos era extrema-

damente problemática. La categorización de

Sarmiento es dejada de lado por la intelectuali-

dad de principios de siglo XX, cuando se retoma

la construcción de la identidad latinoamericana

basado en la valorización del mestizaje cultural.

Sin embargo la idea de lucha contra el “salvajis-

mo” es tomada por muchos proyectos políticos,

que sin quererlo, dan cita a la civilización y a la

barbarie en cada intento modernizador.

En el inicio del siglo, saltan a la vista los innu-

merables casos en que la resistencia a las ideas

iluministas, se expresaron por medio de algún

tipo de violencia. Parece sintomático que cuando

algunos países latinoamericanos se preparaban

para celebrar la centuria de su independencia

y mostrar los avances alcanzados, el malestar

incubado bajo los distintos intentos moderniza-

dores explotó manifestándose en contra del dis-

curso cultural que se intentaba imponer.

Latinoamérica vivía la construcción de un dis-

curso nacional que pretendía inscribirse con el

decálogo europeo. Para que esto fuera efectivo

1 - Por ejemplo, una privatización del sector portuario involucra cambios de lógicas sociales en

sus actores, cosa que no puede pasar por alto la ejecución de la reforma. Aquí, más allá de poseer

elementos económicos estructurales se imprime un cambio institucional que al no ser legitimado por

las partes pierde toda validez en la practica. Esto se puede ver en la concesión portuaria y el conflicto

que hoy mantiene Paita.

2 - Siguiendo el ejemplo anterior sobre la concesión portuaria, es interesante apreciar la justificación

que dieron actores privados para retirar capitales, “la excesiva conflictividad social en oposición al

establecimiento privado”. Véase Diario La República, Paita rechazó entrega de puerto, 26 de marzo

de 2009. http://www.larepublica.pe/archive/all/larepublica/20090326/13/node/183327/todos/14.

José Parada FloresCIVILIZACION Y BARBARIE AL COMIENZO DEL SIGLO XX

EN LATINO AMERICA

Page 76: El Iniciador

74

el iniciador/ 1

tendría que ser capaz de delimitar primero y

negar después todo aquello que el discurso re-

chaza y ve como opuesto. En el intento de con-

struir la identidad de las naciones latinoameri-

canas, se da una lucha cruzada que no solo está

marcada por la división de clases.

Esta lucha tiene que lidiar con una dinámica

distinta, cuando a inicios del siglo XX se instala

nuevas ideas del manejo político basadas en el

liberalismo. Con la entrada de capital extranjero,

la idea de la administración de la tierra trans-

forma la idea de propiedad comunal, esto va a

trastocar la lógica de producción de los grupos

indígenas, ahora la tierra debe circular para ha-

cerse productiva.

Además en el liberalismo el esclavo es mira-

do como poco productivo, la economía liberal

necesita nutrirse de un individuo que sea el mo-

tor del capital. Este liberalismo de principios de

siglo XX es liberal solo en términos económicos,

dejando grandes vacíos en cuanto a los derechos

individuales y libertades políticas.

Es así como las economías latinoamericanas se

transforman en mono-productoras, esta recon-

ducción económica viene dada por el surgimien-

to del nuevo trabajador. Para esto último se fo-

menta la inmigración, lo que se busca es mano

de obra que entre dentro de las lógicas del capi-

tal. A este nuevo individuo, quien le da su forma

adecuada, quien se encarga de su civilización, es

el dueño del capital y el Estado. En la hacienda

el paternalismo hace lo suyo y en la ciudad el

Estado busca someter a los poderes inestabili-

zadotes a un poder centralizador y controlador

por medio de la imposición de las ideas de orden

y progreso.

Como una expresión del orden podemos tomar

los conflictivos intentos por controlar las mani-

festaciones ocurridas el 1 de mayo de 1909 en

Argentina. Argentina fue uno de los países que

recibió más población emigrante europea, con la

idea de fortalecer la mano de obra para aumen-

tar la producción del capital en el país. Como

contra efecto, junto con lo inmigrantes y su fuer-

za laboral también venían ideas de la experiencia

urbana europea, el socialismo y el anarquismo

también experimentó su arremetida en América

Latina.

Ese día del 1 de mayo de 1909, en un acto en

la Plaza Lorea, la Unión General de Trabajadores

(UGT) y la Federación Obrera Regional Argen-

tina (FORA) se enfrentaron a la policía quien

reprimió con tal dureza la manifestación que se

desató una ola de violencia conocida como la Se-

mana Roja.

Al tiempo después el jefe de la policía al mando

de la operación murió por un artefacto explosivo

que detonó su auto, el autor fue el anarquista

Simón Radowitzky. Argentina recorría una cen-

turia de camino independiente y dejaba ver mu-

chas demandas incubadas que venían a reventar

en tiempo de celebraciones.

Como una expresión del progreso están todos los

proyectos políticos que intentan instaurar un es-

tado de higiene general para la población. Siem-

pre, esta idea de limpieza y salud está luchando

contra las prácticas cultivadas por años en al-

gunos países latinoamericanos y que ahora bajo

el prisma positivista deben ser erradicadas de la

identidad nacional, si es que se quiere avanzar

para alcanzar el progreso de países civilizados.

Las políticas de vacunación en el gobierno de

Rodrigues Alves, ideadas por el doctor Oswaldo

Cruz para controlar los problemas de viruela en

Río de Janeiro –capital federal en ese enton-

ces– se transforman en el para rayos de todo

el descontento acumulado por la población em-

pobrecida, hacinada, desempleada, atormen-

tada por las enfermedades, traumatizadas por

las olas de migración interna, que vieron en la

vacuna un intento más de poner en peligro su

integridad. En 1904 los intentos de imponer el

progreso a la población de Río fracasaron y de-

sataron –no por primera vez– violencia callejera.

Los intelectuales latinoamericanos como los pe-

ruanos Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979),

José Carlos Mariátegui (1894-1930) y Manuel

Page 77: El Iniciador

75

González Prada (1844-1918), el uruguayo José

Enrique Rodó (1871-1917), el mexicano José

Vasconcelos (1882-1959), siguiendo la línea del

cubano José Martí, se dieron cuenta del conflic-

tivo proceso de modernización que vive América

Latina y elaboraron una crítica a la sociedad lati-

noamericana por su exclusión, su individualismo

y su constante inclinación por modelos extranje-

ros. Ellos buscaron de crear un discurso que in-

tegrara las particularidades latinoamericanas. Su

pensamiento lejos de ser una síntesis aceptada

por todos entró a formar parte del conflicto por

definir lo latinoamericano.

diciembre de 2009

La historia de América Latina ha estado estre-

chamente vinculada con la violencia, especial-

mente durante la segunda mitad del siglo XX.

En efecto, crisis, revoluciones (frustradas o exi-

tosas), golpes de Estado y dictaduras militares

azotaron la región, lo que tiñó de sangre la his-

toria reciente de la casi totalidad de estos países.

Aunque el fenómeno de la ‘violencia política’ (en-

tendido como los problemas de la acción colec-

tiva y a los procesos de cambio social y político

que se relacionan con el uso deliberado del daño

físico y/o psicológico) no ha sido ajeno a la reali-

dad latinoamericana, llama la atención los altos

niveles que alcanzó en dicho período de tiempo.

También sorprende la extensión de su uso y su

justificación: desde sectores de la “derecha”

hasta la “izquierda”, incluyendo parte de la Igle-

sia Católica.

A casi diez años de finalizado el siglo XX, y con

ello teniendo una perspectiva general del pro-

ceso, es pertinente y útil sugerir una interpre-

tación del por qué de la recurrencia de la violen-

cia –tanto en el discurso como en la práctica– en

América Latina entre 1950 y 1990.

Para insinuar una respuesta satisfactoria es nec-

esario delinear brevemente el panorama desde

donde se origina la problemática: hacia media-

dos del siglo XX los Estados latinoamericanos se

vieron enfrentados a un complejo escenario de

subdesarrollo económico y exclusión social. Unas

décadas atrás estas mismas dificultades habían

sido los factores determinantes en la caída de

los regímenes oligárquicos. De hecho, se argu-

mentaba que dicho sistema político, que excluía

de la toma de decisiones políticas a los sectores

populares y a las mujeres, era el responsable

de los deficientes niveles de crecimiento, de las

grandes diferencias sociales y de la miseria en

que se encontraban sumidas las clases más des-

poseídas. Por ello, se debía apuntar a un modelo

de democracia más inclusiva, que hiciera parte

del proceso a los sectores medios y populares,

para así asegurar el desarrollo de todos los sec-

tores de la sociedad y no sólo a una parte de

ella, como se creía que hacía el sistema anterior.

En este contexto, lleno de esperanzas e ilusio-

nes frente un futuro más prometedor, emergió

el fenómeno del populismo en América Latina.

Distintos líderes políticos encarnaron este parti-

cular tipo de conducción gubernamental: Lázaro

Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y

Juan Domingo Perón en Argentina entre otros.

Todos ellos, a través de un discurso mesiánico

de carácter a-ideológico, clamaron ostentar la

fórmula definitiva para la redención de los males

que afectaban a la sociedad. Mucho se había es-

perado para las soluciones y ahora era el mo-

mento de hacerlas realidad. Como plan de acción

central se enfatizó el rol del Estado, el cual ten-

dría una orientación nacionalista y corporativista

Diego Sazo M.CONSIDERACIONES SOBRE LA VIOLENCIA POLITICA

EN AMERICA LATINA ( 1950-1990 )

Page 78: El Iniciador

76

el iniciador/ 1

tendiente a combatir las deficiencias económicas

del sistema. Sin embargo, y pese a algunas con-

tribuciones como la inclusión política, los popu-

lismos no fueron capaces de resolver los prob-

lemas que asumieron como bandera de lucha.

En efecto, el estado de subdesarrollo continuó,

al igual que la exclusión de los masivos sectores

populares. Ante este escenario de crisis, la frus-

tración de los actores sociales involucrados era

inevitable; y cómo no, si las alternativas para

combatir las problemáticas eran estériles y no

producían resultados. ¿De que servía la inclusión

democrática si las desigualdades continuaban?

¿Existía alguna alternativa efectiva para la con-

secución de los objetivos anhelados?

Ante este panorama de incertidumbre y frus-

tración, el fenómeno de las ideologías encontró

un terreno fértil para la recepción y adopción de

sus ideas valorativas. Por cierto, en ese momen-

to la ideología se presentó ante algunos sectores

latinoamericanos como una alternativa viable

a seguir pues representaba una decodificación

de la realidad que ofrecía respuestas a todas las

preguntas no resueltas. Además, brindaba un

sentido a la lucha política, delineando el enemi-

go a combatir y, esencialmente, determinando el

modelo de sociedad a seguir. En cuanto a los me-

dios para ello, la ideología, en su máxima radi-

calización, no descartaba el uso de la violencia.

Por aquella época, una vez finalizada la Segunda

Guerra Mundial, la díada ideológica extendida

por el mundo era la del marxismo-antimarxis-

mo(1) y América Latina no escapó a ella. Uno y

otro sector de la sociedad se alienaron por algu-

na de las alternativas. Aunque existía entre las

partes adversarias un consenso mínimo en torno

a la necesidad de reformas (nacionalización de

ciertas industrias, reforma agraria), el conflicto

se suscitaba en cuanto a sus límites. Así, para

algunos las transformaciones debían apuntar a

los pilares del sistema. Incluso, de ser necesario,

se debía hacer la revolución, tal como lo había

mostrado exitosamente el ‘compañero’ Fidel en

Cuba. Sin embargo, para otros sectores de la so-

ciedad, las reformas debían ser de carácter lim-

itado, sin alterar los marcos generales del sistema

establecido. Existía, en consecuencia, una dis-

puta extrema en cuanto a lo que se debía hacer.

Y si bien existían agrupaciones reformistas que

negaban adherir a una u otra opción, lo cierto

es que la radicalización de la confrontación hizo

que los bandos se agruparan en último término

en la distinción amigo y enemigo. Lo particular

de este proceso de lucha por el poder político era

que ambos modelos se excluían recíprocamente

por lo que la disputa era, en términos de Carl

Schmitt, de tipo existencial.

Según la perspectiva de los sectores reformis-

tas o revolucionarios (comúnmente asociados a

los intereses de la izquierda), el funcionamiento

de la sociedad se encontraba en una fase termi-

nal pues no existía una solución definitiva a las

necesidades básicas de la población. Las espe-

ranzas continuaban depositadas en una mayor

justicia social por parte de la elite gobernante,

pero nada hacía creer un cambio de actitud en

ella pues se suponía que dicho proyecto popular

atentaba contra sus propios intereses. Adicio-

nalmente, el sistema democrático cayó en de-

scrédito en cuanto se le percibía como un instru-

mento manipulado por las clases acomodadas.

Frente a la ausencia de voluntad de la elite y

la incapacidad del sistema, parecía una utopía

poner término al estado de miseria y exclusión

de las clases desposeídas. De este modo, a raíz

de un proceso histórico no cerrado la violencia

política se invistió de legitimidad. En efecto, pasó

a representar el instrumento que dejaría atrás

el período de desigualdades extremas; sería el

medio restaurador de una justicia social perdida.

Al no existir mecanismos que permitieron efec-

tivamente ese objetivo, los sujetos históricos se

sintieron con la potestad de hacer uso de la vio-

lencia que, en una situación de normalidad, era

ajena a sus usos.

Por su parte, para los sectores tradicionales de

la sociedad (relacionados con la derecha latino-

americana), tales aspiraciones ‘revolucionarias’

Page 79: El Iniciador

77

representaban la vanguardia de la anarquía, la

corrupción y la degeneración. Ante tal panorama

de enfrentamiento inevitable (ya que no existía

una política común de acuerdos entre los gru-

pos), las posturas se radicalizaron. Así, este sec-

tor asumió como un deber moral la defensa de

los valores ‘tradicionales’, tales como el orden,

las jerarquías de clase, la propiedad privada,

etcétera; todos ellos principios contrarios a los

discursos revolucionarios. Frente a la ‘amenaza’

patente de los vientos de la revolución, el uso

de la violencia estaba justificado por parte de

los defensores del status quo; era legítimo –ar-

gumentaban– pues se fundamentaba en la de-

fensa de algo tan trascendente como eran los

principios y valores de la sociedad tradicional.

Lo importante es comprender qué es lo que hace

que ambos bandos consideren igualmente el uso

de la violencia como medio legítimo. Las respu-

estas tentativas son dos. Primero, porque era

necesario. En efecto, los actores sociales tenían

la convicción que no recurrir a este instrumen-

to sería sinónimo de frustración para sus aspi-

raciones. La certeza de los resultados, ante tal

complejo panorama, era garantizada por la vio-

lencia. Las experiencias de Rusia (1917), y más

concretamente la Revolución Cubana (1959) da-

ban prueba de ello. Segundo, porque el uso de

la violencia era solo de carácter temporal. Los

representantes de los sectores en pugna creían

que las circunstancias extremas condicionaban

su utilización, ya que en un contexto en que el

Estado había perdido el monopolio legítimo de la

fuerza y la efectividad en su uso al no satisfacer

las demandas sociales, se asumía que los indi-

viduos recuperaban la facultad para defenderse

y para conseguir sus objetivos. En un lenguaje

hobbesiano, Latinoamérica estuvo en presencia

de un estado de naturaleza, ya que los hombres

defendieron violentamente sus intereses y aspi-

raciones, desechando la intermediación de juec-

es imparciales previamente establecidos.

En conclusión, es posible sugerir que el exten-

dido proceso de violencia política en América

Latina se debió a la estela de legitimidad que

cubrió al uso de la violencia como instrumento

de consecución de objetivos. Un conjunto de el-

ementos (contexto de crisis estructural, incapa-

cidad del Estado, desigualdad y exclusión, sen-

timiento de frustración e injusticia, descrédito de

la democracia, e ideologías antagónicas) dieron

sustento para percibir a la violencia como medio

inevitable y necesario ante la esterilidad de otras

alternativas.

Para algunos, la violencia representó un instru-

mento legitimo para el cambio radical; para

otros, una legítima acción de defensa del status

quo. Haciendo una analogía con el constructo

teórico de Thomas Hobbes, se puede conjeturar

que el escenario político y social de América Lati-

na en cuanto al modelo de sociedad a seguir fue

algo semejante al estado de naturaleza; el pacto

social había sido quebrantado (por las injusticias

sociales o por el peligro al mantenimiento de las

estructuras) por lo que la violencia asomó como

instrumento eficaz para la imposición de volun-

tades. En definitiva, revoluciones y dictaduras

militares fueron manifestación de estos desgar-

radores procesos que justificaron su uso como

recurso inevitable. Quizás, lo que no evaluaron

aquellos sectores fue las consecuencias inevita-

bles que dejaría la violencia en la vida política y

social de la región.

diciembre de 2009

Page 80: El Iniciador

78

el iniciador/ 1

Desde su nacimiento, el cine fue entendido por

algunos realizadores y teóricos como un disposi-

tivo que debía ser utilizado para engrosar el ám-

bito del entretenimiento y el ocio, mientras otros

lo pensaron como una herramienta que permitía

captar y atestiguar la realidad. Ambas líneas,

que sólo pueden plantearse de esta manera es-

quemática a los efectos de un primer

abordaje, delimitan cuestiones operati-

vas e ideológicas que en muchos casos

aún están vigentes y encuentran en el

movimiento de las imágenes su princi-

pal fuente de credibilidad.

Lo producido por la segunda línea de

trabajo descripta son las películas liga-

das a la información y la educación

desde los comienzos del siglo XX. Pri-

mero las “actualidades” y luego los no-

ticiarios / noticieros (2) cinematográfi-

cos forman un conjunto dentro de este

corpus más amplio, que tendrán una

fuerte vigencia hasta la consolidación

del espectáculo televisivo.

Estas prácticas estaban ligadas por un lado a la

idea de que la cámara tenía un efecto Frankes-

tein, es decir que podía inmortalizar los eventos

que captaba. Por otro lado la cámara se con-

vertía en un testigo privilegiado que permitía ob-

servar realidades distantes y la película en una

prueba empírica que certificaba la existencia de

las mismas.

En 1908 nace la prensa filmada con el Pathé

Journal. Su inmediato éxito provoca la creación

de una red de corresponsales que intenta alcan-

zar un panorama de la actualidad nacional e

internacional. Dos años más tarde la salida se-

manal de Gaumont Actualités se convierte en su

principal competidora.

El noticiero cinematográfico despertaba un gran

interés y entre ambas empresas abastecían el 90

% del mercado cinematográfico europeo. (3)

Estos noticieros aprovechaban la impresión de

realidad que produce el movimiento

de las imágenes para centrarse en

pequeñas historias tendientes a cau-

sar una impresión vívida en el espe-

ctador, que casi siempre giran en de-

rredor de catástrofes, celebridades,

ceremonias y deportes. Esta diversifi-

cación de las noticias es la base de la

estructura formal que se impone para

el nuevo género fílmico.

La Primera Guerra Mundial supone

un cambio rotundo para el noticiero

cinematográfico que comienza a li-

garse cada vez más a la propaganda

y el patrocinio político e ideológico.

La contienda favorece la demanda

de imágenes que sostengan las reivindicaciones

políticas de los Estados participantes y el noti-

ciero resulta un arma formidable para difundir

las principales ideas y acontecimientos bélicos

entre amigos y enemigos.

En Francia, se organiza el Service Photographique

et Cinématographique des Armées, una unidad

supeditada a la jerarquía militar, pero formada

por periodistas de diversos noticiarios.(4) En Gran

Bretaña la actividad queda en manos privadas

que firman un acuerdo con la War Office, luego

en 1917 el Comité de Cine de esa oficina orga-

Clara Kriger ESTRATEGIAS DE LECTURA

EN EL NOTICIERO CINEMATOGRÁFICO ARGENTINO(1)

Page 81: El Iniciador

79

niza un noticiario semanal similar al francés.

También las empresas radicadas en Hollywood

se abocan al género informativo y rápidamente

lograron imponer sus productos en todo el mun-

do (en 1919 Fox se asoció con United Press para

lanzar su noticiero).

Hacia los años´30 prevalecían en el mercado

cinco grandes productoras a saber Fox Film Cor-

poration (con el Fox Movietone), Universal Stu-

dios (desde 1912), y Metro Goldwing Mayer (Wil-

liam Randolf Hearst producía para esa empresa

el News of the day), Paramount (desde 1927)

y la francesa Pathé News, asociada con Warner

Bros. desde 1911.

El noticiero cinematográfico mudo demuestra

su eficacia, convirtiéndose en un elemento im-

prescindible en las salas de cine que llega con

facilidad a las masas analfabetas, más aún cu-

ando logra perfeccionar su tecnología con cáma-

ras que le van permitiendo una mayor capacidad

de movimientos (en 1921 comienzan a utilizarse

las cámaras Michel, sin manivela. Poco después

aparece la Sept, de Debrice que es más ligera

y portátil, aunque con escasa capacidad de fil-

mación. Finalmente la cámara Bell and Howell

automática, permitió aumentar dicha capaci-

dad.)

También la revolución que produce la aparición

del sonido favorece enormemente al género (más

tarde sucederá lo mismo con la introducción del

color), ya que le aporta un realismo mayor. Es en

ese momento que se reemplaza la preeminencia

de la imagen por la de una voz relatora que sub-

ordina a todos los signos visuales.

Las empresas norteamericanas cuentan con ma-

yor ventaja en el campo de la reconversión in-

dustrial y la Fox Movietone se destaca por su gran

superioridad técnica. Allí se consolida un modelo

clásico de noticiero que muestra un paralelismo

con los géneros informativos escritos, registran-

do hechos o reconstruyéndolos de manera rea-

lista. Desde el punto de vista temático comenza-

ban por lo que se consideran hechos importantes

del ámbito político para continuar con materiales

progresivamente más ligados a las noticias so-

ciales o deportivas. Luego la empresa alemana

UFA introduce elementos que serán incorporados

al modelo, como notas de mayor duración que

implican una menor fragmentación del noticiero

y la inclusión de temas musicales de enlace.

El auge de este género fílmico llega en las déca-

das de los ́ 30 y ́ 40, impulsado tanto por los to-

talitarismos europeos, como por el desarrollo de

la segunda guerra mundial. Los noticieros traba-

jan en consonancia con las ideas que los Estados

pretenden difundir, así como acompañando cam-

pañas políticas, o empresariales. Los regímenes

dictatoriales ponen el acento en el control de la

información que se emite en el cine, mientras los

gobiernos democráticos ejercen mayor o menor

presión sobre las empresas productoras para

lograr que expongan sus obras de gobierno a

través de los noticieros semanales. Luego a me-

dida que se impongan las emisiones televisivas

se aplaca la importancia del género.

En la Argentina el noticiero encuentra sus prim-

eras expresiones en las Actualidades de Max

Glücksmann y luego en el Film Revista Valle

(1920-1930) que tiene una frecuencia semanal

. (5)

Ya hacia finales de los años ´30 comenzarán a

surgir los noticieros sonoros producidos por em-

presas ligadas al universo cinematográfico fic-

cional. En diciembre de 1943 se dicta el decreto

No.18.405 para fomento de los noticiarios, que

plantea la exhibición obligatoria de los mismos

en todas las salas y todas las funciones, esta-

bleciendo que su contenido debe ser considerado

de propaganda nacional a juicio de la flamante

Subsecretaría de Información y Prensa. Este de-

creto beneficiaba al gobierno militar porque los

noticieros se convertirían en órganos de difusión

de obras públicas e ideas políticas, pero también

había sido largamente deseado por las empresas

cinematográficas que buscaban diversas formas

de protección estatal.

Desde esa fecha y hasta 1945 sólo fueron au-

torizados Sucesos Argentinos (Ángel Díaz) y el

diciembre de 2009

Page 82: El Iniciador

80

el iniciador/ 1

Noticiario Panamericano (Argentina Sono Film),

luego se sumó Noticiario Argentino y Sucesos de

las Américas (Emelco) hasta fines de 1948. A

fines de 1946 se asocian las tres empresas para

la explotación y distribución conjunta, creando

la sociedad Empresa de Películas Argentinas. En

1947 aparece Reflejos Argentinos (Estudios San

Miguel) y Noticiario Lumiton. En 1948 comienza

el Noticiario Bonaerense (dependiente del go-

bierno de la provincia) que tiene permanencia

durante cuatro años. En julio de 1952 se pre-

senta Semanario Argentino, también distribuido

por EMPA.

Esta breve reseña de la trayectoria del género

permite contar con algunas herramientas ne-

cesarias a la hora de abordar los noticiarios /

noticieros en su calidad de textos fílmicos. En-

tonces teniendo en cuenta lo expuesto es posible

decir que los noticiarios / noticieros produjeron

un rotundo impacto en el público porque fueron

sinónimo de modernidad, a través de sus for-

mas y contenidos que reafirmaban el paradigma

positivista y favorecían una nueva experiencia

comunicativa que achicaba las distancias y “traía

el mundo” para ponerlo frente a los ojos de los

espectadores.

Por el contrario no tomaron elementos de las

corrientes artísticas modernas, ya que siempre

aparecieron más vinculados al ámbito periodísti-

co que al propiamente cinematográfico.

A partir de la primera guerra mundial operaron

decididamente en el universo político, siempre a

favor de los gobiernos de turno. Esta característi-

ca puede estar dada por un lado por la frecuente

dependencia económica que los productores tu-

vieron en relación con agencias estatales y por

otro lado por la censura que siempre funcionó en

relación con estos filmes considerados de interés

didáctico e informativo por todos los gobiernos.

En cuanto a la realización, este género narrativo

se caracterizó por sostener un discurso natura-

lista plagado de certezas. Aunque en muchos

casos se recreaban o falsificaban los hechos que

protagonizaban las noticias (porque no se podían

filmar en el momento en que sucedían), la con-

signa principal del noticiero era mostrar la verdad

de lo que ocurría, como si la pantalla fuera una

ventana abierta por la cual el espectador veía

la realidad. Por lo tanto se ponían en marcha

los recursos necesarios para ocultar la instancia

enunciativa, o sea ocultar la construcción de las

imágenes y la selección arbitraria o intencionada

de los temas que conformaban “la actualidad”.

Del mismo modo el discurso de la voz over que

instalaba definiciones ideológicas y políticas so-

bre hechos e imágenes no se atribuía a ningún

enunciador. Era el discurso de la “objetividad”

que organizaba la realidad a favor del orden he-

gemónico.

SUCESOS ARGENTINOS

El exitoso empresario Ángel Díaz, dueño de la

revista Cine Argentino y de la agencia de publi-

cidad que llevaba su nombre, decidió en agosto

de 1938 diversificar sus negocios creando otra

empresa del ramo.

Con prematura intuición multimediática, Díaz

funda el primer noticiario sonoro, Sucesos Ar-

gentinos, que se convierte por su trascendencia

y duración en el noticiario cinematográfico em-

blemático de la plaza local.

Respetando el modelo ya descrito de sus pares

europeos y norteamericanos, su diseño se ase-

mejaba al de la prensa gráfica, ya que se presen-

taban en primer lugar las noticias relacionadas

con temas políticos, económicos, institucionales,

actos públicos; luego las notas que ilustran las

modas y eventos culturales; para finalizar con

reportes deportivos (fútbol, boxeo, automovilis-

mo y turf). (6)

Cada unidad de Sucesos se emitía con una fre-

cuencia semanal e incluía entre 7 y 10 notas de

un minuto de duración, en promedio. Las notas

se filmaban con dos o tres cámaras, sin sonido

directo; y eran unidas por medio de separadores

con títulos, que muchas veces se articulaban con

un tema musical acorde al tipo de noticia que se

Page 83: El Iniciador

81

presentara.

Como en todos los noticia-

rios, la voz over organiza-

ba y anclaba las imágenes;

además ésta y la portada

eran las herramientas prin-

cipales para mantener una

continuidad en los mate-

riales.

Por ello se usaba una voz

enfática, rápidamente

reconocible (Eduardo Rudy

y Enrique Alejandro Man-

cini), que describía de manera redundante las

imágenes que presentaba y agregaba los comen-

tarios sustanciosos que le otorgaban sentido.

En los primeros tiempos Sucesos Argentinos se

financia con lo recaudado por la exhibición en las

salas y también por las publicidades encubiertas

bajo notas que se ofrecen a distintas empresas.

Pero estos ingresos no parecen suficientes en

los años ´40, ya que aumentan los costos de

producción a consecuencia de los condiciona-

mientos que impone la guerra a la materia prima

necesaria en la industria fílmica. Es entonces que

Ángel Díaz se suma a los reclamos que hacen al

Estado los demás industriales del cine, en busca

de medidas proteccionistas.

Como consecuencia de la implementación de

las medidas proteccionistas Díaz se convierte

en un empresario totalmente dependiente del

Estado, más precisamente del beneplácito de la

Subsecretaría de Información y Prensa. De todas

maneras Sucesos, y los estudios cinematográ-

ficos en general, no funcionaban como empre-

sas estatales (o compradas por testaferros que

respondían al gobierno peronista) como sucedía

con gran parte de la prensa gráfica y radial. Sin

embargo a la hora de enfrentarse con la censura,

este noticiero corría la misma suerte que todo el

periodismo de la época. Desde 1949 el control

de la Subsecretaría fue tenaz, Apold debía ver

y autorizar los noticieros previamente a la ex-

hibición en las salas. Además esa oficina estatal

proponía las notas que Díaz

debía realizar, fundamen-

talmente centradas en la

obra de gobierno.

Pero el gobierno peroni-

sta no era el único favo-

recido por la exhibición

de los noticieros, también

el empresario Díaz se vio

muy beneficiado desde el

punto de vista económico.

A comienzos de 1946 el

noticiero pasa de trabajar

con 4 cámaras a hacerlo con 16 y de emplear

a 35 personas, llega a tener 96 empleados en

su plantel. Frente a esta realidad el empresario

prefería moverse respetando la lógica industrial,

es decir que se cuidaba de filmar notas que pudi-

eran comprometer la continuidad del negocio y

de ese modo nunca tuvo problemas de censura.

De todas maneras para Díaz el noticiero sig-

nificaba un trampolín que le permitía conseguir

mejores contratos, como la realización de cortos

documentales encargados por distintas reparti-

ciones estatales (la empresa realizó 154 cortos

entre 1946 y 1952) y otros tantos negocios que

surgían de las posibilidades que brindaba el no-

ticiero para acumular alguna cuota de poder.

Pasado el primer peronismo, Sucesos Argen-

tinos atravesó un brevísimo período sin contar

con subsidios (por lo que se vio obligado a au-

mentar la cuota de notas ligadas a empresas

privadas que pagaban la publicidad encubierta),

pero enseguida logró negociar con la Revolución

Libertadora y luego con Arturo Frondizi y Arturo

Illia. En todo ese período Díaz cobraba, principal-

mente, el beneficio que derivaba del “recupero

industrial” por la exhibición, por eso decidió crear

otro noticiero (con el mismo personal y muchas

veces usando las mismas imágenes) llamado

Noticiero de América que le permitía duplicar la

cuota de beneficios.

Tanto los ex-empleados de la empresa como la

investigadora Marrone coinciden en señalar que

diciembre de 2009

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82

el iniciador/ 1

Sucesos Argentinos colaboró activamente en la

campaña política de Arturo Frondizi y luego re-

cibió como contrapartida favores que devinieron

en emprendimientos económicos. (7)

Después de 1955 Díaz se mueve en el plano in-

ternacional formando parte de una sociedad que

agrupaba a los noticieros hispano-luso-ameri-

canos, llamada PAINT. Allí Sucesos comienza a

trabajar, entre otros, con el NO-DO español, el

Settimana INCOM italiano y la BBC británica.

Esa internacionalización exige y permite incor-

porar al precario equipamiento que la empresa

no renovaba desde 1946, nuevas cámaras ale-

manas con sonido magnético.

Finalizando los años ´60 el cierre de Sucesos

era previsible. El género estaba fuertemente

afectado por la competencia que implicaban

los noticieros televisivos, así como por la falta

de subsidios estatales y la inexistencia de una

obligatoriedad de exhibición. Así en 1972 Án-

gel Díaz decide abandonar la empresa, aunque

el personal continúa realizando el noticiero en

forma de cooperativa hasta 1978.

Según los relatos de Tadeo Bortnowski (camera-

man, subdirector y director artístico del noti-

ciero) en 1972 Ángel Díaz vendió los negativos

de más de 1700 noticiarios en una subasta a

una productora norteamericana.(8) El material

de descarte quedó en Argentina y lo compró el

Estado (la iniciativa fue de Carlos Lacoste y Os-

valdo Cacciattore) durante la última dictadura

militar. (9)

Finalmente es importante señalar que Sucesos

Argentinos aportó un material muy rico al pa-

trimonio cultural audiovisual que aún no ha sido

clasificado ni estudiado en profundidad.

Sus operadores registraron las imágenes mante-

niendo un estándar de calidad y lograron hacer

notas tanto de eventos preparados o situaciones

reconstruidas, como de sucesos imprevistos a

los que acudían munidos de sus cámaras.

El noticiero fue, además, una reconocida escuela

de periodistas dedicados a los medios audiovisu-

ales, ya que allí hicieron sus primeros pasos los

profesionales que luego nutrieron, entre otras

cosas, los noticieros televisivos.

A continuación se analizarán brevemente algu-

nos elementos característicos utilizados para

construir las bandas de imagen y sonido de

Sucesos Argentinos, haciendo especial hincapié

en las formas de representar el Estado en el

período del peronismo clásico.

LAS FORMAS DE REPRESENTACIÓN

En el intento de comenzar una investigación so-

bre el material fílmico que ofrece Sucesos Ar-

gentinos, es posible advertir que la confección

de este noticiero presenta algunas característi-

cas generales que se respetan a lo largo de su

desarrollo, aunque pueden observarse ciertas

modalizaciones de las mismas en distintos perío-

dos. En ese sentido, cabe destacar los recursos

utilizados para sostener la construcción espacial

y temporal de las notas, estructura que otorga la

carga ideológica básica del relato.

Las notas cuentan con planos generales de situ-

ación que proveen al espectador de una referen-

cialidad espacial, para luego pasar a una frag-

mentación de planos en donde predomina una

actitud descriptiva. Dicha factura se realiza en

función de subrayar la denotación que apunta-

la la idea de objetividad. La fragmentación a la

que se hace referencia se confecciona en base

a planos medios, que en algunas oportunidades

se realizan a corta distancia para otorgar mayor

importancia al objeto, persona o espacio que

se quiere presentar. Son escasos los primeros

planos, generalmente utilizados en el cine para

la construcción de subjetividades (personajes,

emociones, etc.).

La mayor parte de las veces las tomas son

frontales y fijas, aunque algunos pocos planos

presentan angulaciones de cámara o picados y

contrapicados. El rechazo por una retórica visual

modernista se pone en función de acentuar un

discurso realista.

Sin embargo, el montaje de estos planos no

Page 85: El Iniciador

83

siempre respeta la continuidad espacial (con-

tinuidad de miradas, o en eje, por ejemplo), sino

que los planos están unidos de una manera que

en el marco del cine clásico, parece arbitraria.

De todos modos este montaje visual se ve neu-

tralizado por la voz over que proporciona la nec-

esaria continuidad narrativa como para organi-

zar y dar sentido a la noticia.

Por otro lado, la voz over que se instala en un

discurso afirmativo del orden hegemónico es pro-

fesionalmente solemne y neutra, para subrayar

la idea de eficiencia. Según Bill Nichols (1997) el

modo expositivo, característico de la etapa fun-

dacional del documental, se dirige directamente

al espectador con una voz desencarnada, exte-

rior al mundo representado en el documental

y con autoridad epistémica. El enunciador deja

poco espacio para la ambigüedad, para la con-

tradicción o para la pluralidad de textos. Estas

voces se caracterizan por poner en funciona-

miento una retórica persuasiva, que les facilita

establecer juicios de valor sobre la realidad que

presentan. Los demás elementos del filme se

subordinan a sus argumentaciones, incluyendo

las imágenes que operan a modo de ilustración.

(Weinrichter 2004)

Por lo general el texto oral funciona como un

texto propagandístico, su principio constructivo

son las estrategias de persuasión, cuyos proce-

dimientos no sólo tienden a difundir, sino a influir

en el comportamiento del espectador, especial-

mente a partir de la redundancia de imagen y

sonido, la repetición y obviedad de lo emitido por

las distintas bandas, y la aplicación de las tres

reglas básicas: claridad, sencillez y homogenei-

dad.

De esta manera, es posible observar que todos

los recursos mencionados se ponen en marcha

con el fin de enfatizar la idea de objetividad,

ocultando todos los rastros de parcialidad (por

ejemplo, se evita el uso de planos subjetivos

y de frases construidas en primera persona).

Tanto las imágenes como el sonido privilegian

la descripción, relegando la emotividad al tipo

de música extradiegética (10) que da un marco

dramático a cada nota y también a los remates

de algunas notas con contenidos humorísticos o

situaciones afectivas. Por ejemplo la nota sobre

la inauguración del monumento a la seguridad

y el festejo de la fábrica Cemento San Martín

por cumplir un año de trabajo sin accidentes, se

desarrolla describiendo los actos públicos, dis-

cursos y sucesos hasta que en el remate final se

ve un plano muy cercano de la esposa de uno

de los obreros (condecorado por haber salvado

una vida) dándole un “beso cariñoso” como re-

compensa.

Durante el peronismo se acrecientan las imá-

genes que proponen una identificación emocio-

nal intercaladas con la propaganda política, por

ejemplo en el No. 767 de 1953 se puede apreciar

la nota “Juntos, otra vez !” donde se anuncia la

llegada del trasatlántico Salta con inmigrantes

italianos “gracias al convenio del gobierno con

el Comité Intergubernamental de Migraciones

Europeas“. Al cartel “Perón cumple” le siguen

11 primerísimos planos de rostros infantiles

y adultos, llorando, besándose, abrazándose

desordenadamente.

La construcción temporal de las noticias / re-

latos obedece a un formato tradicional que se

inaugura en el noticiario mudo argentino, por el

cual el hecho que se anuncia se concibe como

solución a un problema generado en el pasado.

Es decir que el pasado se asocia al problema

o conflicto y el presente a la solución o con-

ciliación. Dicha construcción temporal perman-

diciembre de 2009

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84

el iniciador/ 1

ente, cobra mayor fuerza durante el peronismo,

con el objetivo de difundir la idea de momento

fundacional que promovía el gobierno.

De todas maneras, en términos generales se

connota el pasado cercano por medio de adjeti-

vos que evidencian conflictividad o directamente

situaciones oprobiosas, mientras el pasado le-

jano se construye como un tiempo mítico, ideal

y ejemplar.

Otra característica que se mantiene a lo largo

de los años reside en que las acciones del sujeto

/ protagonista de la noticia se vinculan directa-

mente con los intereses de la Nación o la Patria,

dejando de ser un sujeto individual para pasar

a ser un sujeto colectivo. De la misma manera

el conflicto, problema o solución individual toma

mayor estatuto y pasa a formar parte de la es-

fera pública.

Según lo expresado en este breve análisis for-

mal, parece obvio que Sucesos Argentinos no

escapa a una constante del género a nivel in-

ternacional, por lo que se puede considerar que

operó como vocero de los distintos gobiernos

civiles y militares que se sucedieron a lo largo

de su existencia. En ese sentido la voz over se

identifica con la del enunciador para concretar

la propaganda y ejercer un didactismo basado

en la redundancia descriptiva. En los años del

peronismo la voz de Eduardo Rudy fue identifi-

cada como la voz del gobierno, que aseveraba

y aconsejaba a través de los noticieros, de di-

versos documentales y películas de ficción.(11) En

este caso la voz over dejó de lado su neutralidad

y se transformó en una voz que tomó la carnali-

dad de un actor conocido por el público, a quien

se podían adjudicar los textos.

Por otro lado, en dicho período la propaganda

del partido gobernante fue más ostentosa ya que

se agregaron a las imágenes habituales de los

líderes políticos, las de carteles con sus nombres

o del partido gobernante. El discurso oral insis-

tió en mencionar los planes quinquenales y vin-

cular todas las obras de gobierno a la voluntad

del Presidente. Es decir que más que obras de

gobierno, se transformaban en obras que Perón

le daba a la sociedad. Por ejemplo en el No. 774

(1953/4) frente a una inauguración del Club Es-

tudiantil de la UES, el relator dice “…esto dem-

uestra la preocupación del General para brindar

a la juventud …”.

En realidad los funcionarios del Estado aparecen

en todas las épocas como un conjunto separado

de la sociedad, un conjunto que ejecuta acciones

en beneficio de la sociedad.

Durante el peronismo esto se acentúa, ya que en

las notas se muestra que frente a los conflictos

de todo orden que existían, las soluciones del Es-

tado/gobierno aparecen a la manera de un Deus

ex Machina, sin especificar el desarrollo de pro-

cesos, ni la participación de diversos factores. De

una manera casi mágica el Estado resuelve sin

mediar ningún tipo de causalidad.

Esta forma de entender la realidad hace que no

sea posible presentar notas en las que se de-

sarrollen conflictos sociales en tiempo presente.

Derrocado el peronismo el noticiero comienza a

mostrar la conflictividad social, por ejemplo a

partir de las imágenes del bombardeo a Plaza

de Mayo en 1955 y también de las manifesta-

ciones más o menos violentas que se suceden.

El No.1065 presenta una nota sobre los actos

del 1º. de mayo en el marco del gobierno de

Frondizi. La nota tiene dos partes, en la prim-

era se ve la acción de “grupos que pretenden

realizar un acto en una zona vedada” y son re-

primidos por carros hidrantes de la policía. Las

imágenes son muy fragmentadas y sombrías, a

ellas se sobreimprime una música inquietante.

En la segunda parte la música disminuye su rit-

mo y la voz dice que “este no es el panorama

real de la celebración”, a partir de allí imágenes

luminosas presentan la conducta ejemplar de

una marcha de militantes que cargan pancartas

del Partido Socialista, ya que “estos ciudadanos

demuestran una vez más su cultura cívica y su

espíritu democrático”.

La representación del Estado en los noticieros

está dada por la presencia de los funcionarios

Page 87: El Iniciador

85

y las instituciones en las que trabajan. Como

se dijo, antes del peronismo se ve una mayor

tendencia a mostrarlos en planos separados del

resto de la sociedad o al menos a una distancia

amplia.

Por ejemplo en el No. 253 se ve al Presidente

Ramírez visitando la ciudad de Concordia. Los

planos lo muestran generalmente junto a las

demás autoridades, ubicado en un plano elevado

respecto de la gente que lo despide o lo recibe.

De esa manera las reglas de continuidad hacen

que el público sea tomado con cámaras en pica-

do que pronuncian la sensación de muchedum-

bre anónima. Incluso en los planos generales

que muestran a una multitud que lo recibe es

posible observar una clara diferenciación espa-

cial para los funcionarios. Luego en otra nota del

mismo noticiero Ramírez concurre al Hipódromo

en “carroza de gala” y ocupa el palco oficial en el

nivel superior de la locación.

A partir del peronismo este diseño espacial cam-

bia, mezclando planos donde los funcionarios es-

tán próximos a la gente o en locaciones peque-

ñas que permiten maniobrar la cámara para

acortar las distancias. En el No. 693 de 1952

se ve la inauguración del Autódromo 17 de Oc-

tubre donde Perón saluda a todos los corredores

y se sienta junto a su esposa en unas plateas

que no parecen estar separadas de las demás.

La cámara los toma lateralmente y consigue que

muchos espectadores entren en el mismo plano

y en el mismo nivel espacial.

En todos los números del noticiero los altos fun-

cionarios del Estado, especialmente el Presidente

de la Nación, es mostrado en situaciones proto-

colares o sociales altamente formales, haciendo

hincapié en sus palabras señeras. Por ejemplo

la nota mencionada sobre Ramírez en Concordia

se remata con la voz over que recita las palabras

del Presidente “…cuna de una raza de luchadores

que inspiraron su ideal de libertad…”. En el caso

de Frondizi se escucha su propia voz en el re-

mate, gracias a la incorporación del sonido direc-

to, recitando un fragmento de algún discurso.

Esta imagen del Presidente y su esposa se matiza

durante el peronismo, registrando importantes

cambios. Se incluyen acciones que están fuera

de todo protocolo resaltando sus gustos y emo-

ciones. Así en la inauguración del Autódromo 17

de Octubre, Perón se ocupa de bajar la bandera

de largada de la carrera de autos y en la nueva

casa de la UES, rama femenina, departe son-

riente rodeado de un grupo de mujeres que lo

acompañan en toda la visita. De todos modos se

mantiene el remate dado por la palabra ejemplar

del Presidente, pero con una frase en primera

persona para resaltar su subjetividad:

“Yo quiero, dijo Perón, que esta casa….”

Este recurso dramático se vincula a las imágenes

que ya se mencionaron, en las que se puede

apreciar la emotividad de la gente, otorgando un

suplemento narrativo a la noticia. Le permite al

espectador saber lo que sucedió, pero además

inmiscuirse con el sentimiento de esos individu-

os en relación con los hechos.

Más adelante, las notas al Presidente Frondizi

carecen de estos recursos dramáticos, pero son

muy extensas e igualmente elogiosas. En el No.

1051 se difunde la visita que hizo a Washing-

ton junto a su mujer. Ambos son mostrados ex-

clusivamente en situaciones protocolares, pero

combinando las normas con la sonrisa. En ellas

Frondizi ocupa el centro de la acción, mientras la

voz over pronuncia frases grandilocuentes, sub-

rayando la “imponente bienvenida” de que fue

objeto, así como el haber sido “aclamado” por

el Congreso norteamericano donde se asegura

que su discurso fue el más importante desde que

Churchil pronunciara el suyo en 1946.

Algunas primeras ideas para la inves-tigación

Como se observó, Sucesos Argentinos mantuvo a

lo largo de los años, determinados patrones for-

males que vincularon al noticiero cinematográ-

fico con el periodismo gráfico. El modelo clásico

de narración cinematográfica le permite reafir-

diciembre de 2009

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86

el iniciador/ 1

mar su vocación por presentar las notas como

parte de un discurso objetivo que da a ver la re-

alidad. Por otro lado, existió una cierta uniformi-

dad para operar en el mundo de la política y para

representar al Estado y sus funcionarios, aunque

en las distintas épocas se acentúen algunos en

detrimento de otros.

Ahora bien, a la hora de investigar estos ma-

teriales fílmicos surgen variadas preguntas que

cuestionan la forma de abordarlos, de agrupar-

los, de desagregarlos, de entenderlos. ¿Qué se

puede buscar en ellos? ¿Tiene sentido seguir

subrayando o dando ejemplos de cómo se ven y

se oyen las marcas del discurso estatal?

¿Existe la posibilidad de estudiarlos como obras

cinematográficas, en cualquiera de sus aspec-

tos?

Para empezar, sería necesario preguntarse si

dentro de las características generales mencio-

nadas es posible reconocer sólo particularidades

especiales en relación con los distintos períodos

políticos que atravesó la argentina entre 1938

y 1972, o si es pertinente proponer una pe-

riodización que responda a otro eje.

Una hipótesis que parece plausible es que la

periodización debe atender tanto a la impronta

de los diferentes gobiernos como a la inclusión

de innovaciones tecnológicas (por ejemplo, las

cámaras con sonido directo) y al impacto de la

narratividad del noticiero televisivo, en la versión

cinematográfica.

Además, dicha periodización debería contemplar

las influencias recíprocas de las experiencias in-

ternacionales del género, ya que el intercambio

de materiales era intenso y permanente. Espe-

cíficamente es necesario contemplar las vincu-

laciones con experiencias innovadoras como la

emprendida a partir de 1959 por los noticieros

producidos por el ICAIC en Cuba.

Luego, con respecto al análisis concreto de las

piezas surgen otras preguntas. Por ejemplo si

es pertinente el frecuente abordaje de las notas

de Sucesos como si fueran documentales cor-

tos producidos por el Estado o por una empresa

que ejecuta la voluntad del Estado. Si así fuera,

habría que plantearse cuál sería el objetivo de

diversificar la propaganda política.

Este cuestionamiento hace necesario recordar la

carga de temporalidad que conlleva el noticiero,

instalando en la sociedad una agenda que define

la actualidad política. En ella se imbrican hechos

ligados a los partidos y las instituciones, pero

también a la sociabilidad y el deporte, confor-

mando un texto cuyos sentidos parecen amal-

gamarse.

El principio constructivo de la fragmentación

y la diversidad temática de los noticieros ci-

nematográficos proponen una percepción muy

matizada de la realidad, que se le impone a to-

dos los espectadores por igual de manera uni-

forme, a diferencia de la prensa gráfica que per-

mite leer algunas notas y otras no, eligiendo el

recorrido a realizar. Esa característica del soporte

tecnológico, también puede ser entendida como

una propuesta didáctica acerca del concepto de

realidad, en donde se privilegia la esfera de lo

público y lo colectivo, incorporando además la

importancia de los hechos “menores”, adjudica-

dos a individuos anónimos, así como los elemen-

tos humorísticos y las expresiones artísticas.

Desde esta perspectiva entonces, sería necesa-

rio analizar los números de los noticieros como

piezas únicas, sin desagregar temáticas. El not-

iciero nos estaría trayendo un conjunto de ideas

en las que se podrían rastrear las formas de rep-

resentar ciertas matrices culturales, más que de-

terminados hechos puntuales.

No es posible realizar un estudio de recepción

sobre estas piezas porque no existe ninguna

fuente para ello,(12) pero es posible conjeturar

acerca de los objetivos que perseguían los pro-

ductores y sus mentores en cada período. En

términos generales las herramientas y proced-

imientos utilizados son puestos en juego para

reforzar y legitimar el poder del Estado. Pero

¿Cómo entendieron esto las distintas empresas y

funcionarios que encargaban los trabajos? ¿Qué

elementos parecían legitimadores para unos y

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diciembre de 2009

para otros?

Estas preguntas toman relevancia si pensamos

que desde las instancias de poder se apuesta a la

construcción de un capital simbólico, que otorgue

identidad política a la sociedad. Así el ejercicio

del poder político pasa de alguna manera por

consolidar ese capital que puede funcionar como

eficaz dispositivo de control social. Esta realidad

era evidente en Estados Unidos, Europa y Rusia

cuando surge el noticiero sonoro argentino, pero

en el ámbito local recién fue bien comprendida

por el peronismo, que puso en marcha una mo-

derna política comunicacional, en el intento de

impregnar a la sociedad de imágenes, palabras,

gestos y modismos, sintetizando sus postula-

dos y jerarquizándolos para otorgarles un grado

mayor de verdad.

El material que ofrece Sucesos Argentinos no

parece tener interés para los investigadores del

ámbito cinematográfico, quizá porque la prepon-

derancia de la palabra determina que el estudio

se vuelque a un análisis del discurso oral. Sin

embargo las imágenes, la música, la locución y

la portada de Sucesos fueron una parte sustan-

cial del espectáculo cinematográfico (tanto en

términos productivos como para la recepción) y

trascendieron en ese sentido.

Por eso este trabajo plantea las dificultades de

hallar un abordaje que evite reduplicar los ob-

vios discursos del noticiero, que proponga una

vía para jerarquizarlos en su calidad de películas

y de hecho cultural.

Notas1- Este texto es parte de la ponencia presentada en XI Jornadas Interescuelas / Departamento de

Historia, Mesa “Imaginando lo Social: la Historia y sus representaciones en el Cine”, Tucumán, Sep-

tiembre 2007

2- En general, en el ámbito cinematográfico, se utilizó el término “noticiario”. Algunas empresas

usaban el término noticiero que luego se popularizó en la televisión.

3- Otros noticieros eran el Éclair Journal, el Eclipse Journal y La Urban Training.

4- Las actividades se inician con cuatro operadores de noticieros y al final de la guerra contaban más

de 800 fotógrafos y camarógrafos en sus filas (Paranagua: 2003 : 21)

5- En 1926 la firma sufrió un incendio que destruyó íntegramente su archivo de negativos, pero

continuó sus actividades hasta su quiebra en1930. Según Domingo Di Núbila (1998), fue en ese

momento que Federico Valle intentó venderle al Estado los negativos que le quedaban, pero ante

la indiferencia de los funcionarios se sintió obligado a vender el material (en su calidad de materia

prima) a una fabrica de peines. En medio de estas dos catástrofes se perdieron las 637 ediciones de

este noticiero.

6- La nota editorial se incorpora en 1965

87

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88

el iniciador/ 1

7- El 19 de noviembre de 1964 según el Dictamen de Mayoría de la Cámara de Diputados se aprueba

el informe de la Comisión Especial Investigadora sobre Petróleo, donde se asegura que

la tramitación y negociaciones de los contratos se desarrollaron en un marco de profunda inmo-

ralidad y corrupción. Las personas que han intervenido en las negociaciones de los contratos como

intermediarios, entre otros Antonio Angel Díaz, fueron verdaderos gestores influyentes, según surge

de los capítulos correspondientes del informe de esta comisión. Ellas aparecen vinculadas directa

y personalmente al doctor Arturo Frondizi y al señor Rogelio Frigerio, por numerosos actos, como

haber servido de gestores electorales de ambos para lograr el apoyo de otras fuerzas cívicas y por

haber contribuido, de una u otra manera, a sostener la campaña proselitista del partido que lo llevara

como candidato a la presidencia de la República.

Según el informe el señor Antonio Angel Díaz resultó beneficiario de una comisión del 6% de las

ganancias netas de la compañía Southeastern Drlling Co., cuyo monto asciende a la cantidad de

600.000 dólares.

8- Otras versiones dicen que los compro una agencia estatal norteamericana

9- Se dijo que lo compraron por 2 millones de dólares. El material fue hallado por los funcionarios del

gobierno de Alfonsin en la Secretaría de Información Pública de la Nación. Una parte fue entregada

al Archivo General de la Nación y otra al Museo del Cine, aunque no es posible saber si se trata de

la totalidad del material comprado.

10- Es extradiegética cuando no se presenta la fuente que produce la música y no forma parte del

conflicto que se juega en la imagen.

11- Captura recomendada, Camino al Crimen y Nuestro Hogar 2do. Plan Quinquenal, entre otros

12- No se cobraba entrada para verlos por lo que no hay tablas de recaudaciones, tampoco existen

reseñas críticas, ni registros de que número de noticiero acompañaba a cada película.

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89

el iniciador/ 1

La cuestión del desarrollo ha sido una temática

recurrente y fundadora del pensamiento social

latinoamericano. Desde la CEPAL en adelante, in-

telectuales como Raúl Prebisch o Celso Furtado,

entre otros, realizaron valiosas contribuciones

sobre el carácter estructural del subdesarrollo

latinoamericano, así como apuntaron a diseñar

estrategias de desarrollo “hacia adentro”. Sin

embargo, el paradigma del desarrollo postulado

por la CEPAL, e ilustrado por las experiencias na-

cional-desarrollistas entre los años 50 y 70, fue

criticado, desde otros posicionamientos político-

ideológicos. Desde el marxismo, tanto la corri-

ente de la dependencia como los teóricos de la

marginalidad cuestionaron el carácter reformista

de dichos modelos, así como los límites de su ca-

pacidad de integración, al tiempo que señalaron

como horizonte o “concepto límite” (la expresión

es de M.Garretón) la alternativa revolucionaria.

Recordemos que hasta bien entrado el siglo XX,

no existía lugar político e ideológico desde el

cual oponerse al irresistible credo del progreso,

ya que se desconocían –o bien, se desestima-

ban- las consecuencias destructivas que podía

generar una modernización sin freno. En rigor,

había un único paradigma de la modernización,

al cual adherían incluso las diferentes corrientes

del marxismo, cuya visión productivista y homo-

geneizadora del progreso fue puesta a prueba en

varias oportunidades y contextos históricos. En

este sentido, América Latina no fue una excep-

ción. Quizá mucho más que en otras latitudes,

las izquierdas –ya sea en su matriz anticapital-

ista como nacional-popular- se mostraron suma-

mente refractarias a las corrientes críticas que

se iban pergeñando a la luz de las revisiones del

paradigma productivista.

En las últimas décadas el escenario regional y

global cambió ostensiblemente. Por un lado, se

fue ampliando el arco temático, incorporándose

otras dimensiones ligadas al desarrollo, como

la preocupación por la preservación del medio-

ambiente, el respeto por la diversidad cultural,

en fin, la dimensión humana y social. Así, la cri-

sis de la idea de modernización en su versión

hegemónica, abrió un nuevo espacio en el cual

se fue cristalizando el rechazo y la revisión del

paradigma del progreso y la sociedad industrial

de consumo. En esta óptica, y pese a la fuerte

desconfianza de las izquierdas clásicas, los mo-

vimientos ecologistas que se desarrollaron a

partir de los años ´60, especialmente en Europa

y Estados Unidos, tuvieron un carácter alta-

mente precursor y ejemplar. Paralelamente, en

América Latina, las críticas indigenistas respecto

del carácter lineal y monocultural de las teorías

dominantes del desarrollo (y la Modernidad)

fueron horadando su solidez simbólica, haciendo

lugar al disenso y al reconocimiento de su dimen-

sión excluyente. En sintonía con las corrientes

indigenistas y la ecología política, comenzaron

a forjarse otros conceptos, de inspiración post-

estructuralista, como el de “post-desarrollo”, una

vertiente que propone la deconstrucción del de-

sarrollo hegemónico, así como la revaloración de

las culturas vernáculas y el conocimiento local no

experto y destaca, además, la importancia de los

movimientos sociales y movilizaciones de base

como modo de acercarse a una era del “post-

desarrollo” (Arturo Escobar)

ULTIMA PAGINA

Maristella SvampaVISION PRODUCTIVISTA Y NEODESARROLLISMO

Page 92: El Iniciador

90

Por otro lado, la crisis del ideario emancipatorio

(fracasos de las izquierdas y dictaduras milita-

res mediante) y el posterior desmantelamiento

del Estado nacional-desarrollista, produjeron

un eclipse de esta línea del pensamiento social

latinoamericano. Así, entre los años ‘80 y ´90

la temática desapareció casi por completo de

la agenda política y académica, a favor de una

concepción más micro-social, que situaba la

cuestión del desarrollo en una escala local, ter-

ritorial y regional.

En los últimos años, la emergencia de un nuevo

escenario económico, político y social en Améri-

ca Latina han impulsado una vuelta hacia las

“grandes preguntas”, particularmente visible en

el retorno de aquellos “conceptos límites” que al-

guna vez trazaron las líneas directrices del pens-

amiento crítico latinoamericano. Tanto la idea de

“Desarrollo” como aquella de “Emancipación” –

sucesora, en gran medida, de la idea de “Revolu-

ción”– vuelven a integrar el vocabulario político,

y paulatinamente inician un nuevo periplo en la

política y las ciencias sociales latinoamericanas.

Ninguno de estos conceptos límites ha retor-

nado intacto o simplemente como fantasma del

pasado; antes bien, sobre ellos se van operando

trastocamientos y resignificaciones, ligadas tanto

a la nueva dinámica del poder como a la acción

contestataria de los movimientos sociales con-

temporáneos. En realidad, en América Latina, el

escenario en el cual retorna la cuestión acerca

del “desarrollo” y se perfilan los debates sobre

la “emancipación”, va diseñando una trama muy

compleja y conflictiva, atravesada por no pocos

dilemas y posicionamientos irreconciliables, po-

cas veces explicitados.

No hay que olvidar que en América Latina el

impulso del capitalismo neoliberal posdictadu-

ras conoce diferentes etapas: un primer mo-

mento, en los 90, marcado por la desregulación

económica, el ajuste fiscal, la política de privati-

zaciones (de los servicios públicos y de los hidro-

carburos), como por la introducción generalizada

de los agronegocios (los cultivos de transgénicos

a través de la siembra directa).

En la actualidad, la región atraviesa un segundo

momento, caracterizado por la generalización de

un modelo extractivo-exportador, que apunta a

consolidar y ampliar aún más las brechas so-

ciales entre los países del norte y del sur, ba-

sado en la extracción de recursos naturales no

renovables, la extensión del monocultivo, la

contaminación y la pérdida de biodiversidad. La

megaminería a cielo abierto, la construcción de

grandes represas, los proyectos previstos por el

IIRSA y prontamente los agrocombustibles, ilus-

tran a cabalidad esta nueva división territorial y

global del trabajo en el contexto del capitalismo

actual.

En términos de D. Harvey, la actual etapa de ex-

pansión del capital puede ser caracterizada como

de “acumulación por desposesión”, proceso que

ha producido nuevos giros y desplazamientos,

colocando en el centro de disputa la cuestión

acerca del territorio y el medio-ambiente. Así,

estas nuevas modalidades de dominación coli-

sionan de lleno con los modos de vida de las po-

blaciones originarias y campesinas, y amenazan

en su conjunto la preservación de los recursos

básicos para la vida (tierra y territorio).

No es casualidad, entonces, que en este escena-

rio de reprimarización de la economía, caracte-

rizado por la presencia desmesurada de grandes

empresas transnacionales, se hayan potenciado

diciembre de 2009

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el iniciador/ 1

las luchas ancestrales por la tierra, de la mano

de los movimientos indígenas y campesinos, al

tiempo que han surgido nuevas formas de movi-

lización y participación ciudadana, centradas en

la defensa de los recursos naturales (definidos

como “bienes comunes”), la biodiversidad y el

medio ambiente. Dichos procesos van diseñando

una nueva cartografía de las resistencias, colo-

cando en el centro de la agenda política la dis-

puta por lo que se entiende como “desarrollo

sustentable”.

Convengamos que se ha escrito mucho acerca

de las dificultades que una gran parte de los mo-

vimientos sociales actuales tienen para compren-

der e involucrarse en la compleja dinámica de

reconstrucción del Estado, en el marco de pro-

cesos nacionales caracterizados por una retórica

anti-neoliberal y marcadamente nacional-popu-

lar. Pero muy poco se ha hablado acerca de la

ilusión desarrollista que hoy sobrevuela el conti-

nente, asociada especialmente al paradigma ex-

tractivista y la reprimarización de la economía,

así como del ocultamiento de las consecuencias

que estas dinámicas conllevan tanto en términos

de reconfiguración productiva, como de horizon-

te de expectativa social.

Así, por ejemplo, en Argentina el retorno de

la idea de desarrollo poco tiene que ver con la

inclusión, con la equidad social, mucho menos

con el cuidado del medio-ambiente y la biodi-

versidad, ni tampoco con una supuesta “respon-

sabilidad social” o el respeto de los estilos de

vida, asociados a los sectores subalternos del

interior del país. En rigor, el retorno de la idea

de desarrollo en el lenguaje político argentino

tiene como correlato la expansión vertiginosa de

los agronegocios y la generalización del modelo

extractivo-exportador (hidrocarburos, minería a

cielo abierto); en menor medida, la reactivación

de la industria.

Fue este conjunto de condiciones post-conver-

tibilidad que trajo consigo la reinstalación de un

imaginario (neo) desarrollista. El hecho no puede

ser desestimado, especialmente luego del largo

período de regresión económica del país en las

últimas décadas. Así, al menos hasta antes de

la actual crisis financiera mundial, la economía

argentina –al igual que la de otros países de la

región- se vio enormemente favorecida por los

altos precios internacionales de los productos

primarios (commodities), tal como aparece re-

flejado en las balanzas comerciales y el superá-

vit fiscal. En esta coyuntura favorable, los dife-

rentes gobiernos latinoamericanos han adoptado

una narrativa desarrollista y una visión produc-

tivista, relegando en un segundo plano o sencil-

lamente escamoteando una serie de problemas

relativos a la discusión acerca de las tensiones

visibles entre los diferentes proyectos de socie-

dad contenidos en los modelos de desarrollo hoy

vigentes.

De este modo, resulta curiosa la paradoja que

atraviesa gran parte de la región latinoameri-

cana: la crisis del consenso neoliberal, la rele-

gitimación de los discursos críticos, la emergen-

cia y potenciación de diferentes movimientos

sociales, en fin, la reactivación de la tradición

nacional-popular, se insertan en una nueva fase

de acumulación del capital, uno de cuyos núcleos

es la apropiación y expropiación de los recursos

naturales, cada vez más escasos, en el marco de

una lógica de depredación ambiental.

En este escenario, movimientos campesinos e

indígenas, movimientos socio-ambientales urba-

nos, son arrojados a un campo de doble clivaje

y asimetría, en el cual se observa no sólo un

acoplamiento entre neodesarrollismo y neoliber-

alismo, sino también, una vez más, entre neode-

sarrollismo y tradición nacional-popular.

En suma, si bien es cierto que en la actualidad

asistimos al retorno de dos ideas, de dos “con-

ceptos límites” del pensamiento social latino-

americano, Emancipación y Desarrollo, tal como

están planteadas, o su debate en cierto modo

escamoteado, las vías del desarrollo y las vías de

la emancipación amenazan con ser claramente

antagónicas.