el ciclo de la puerta de la muerte 1 parte 2

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    ALA DE DRAGON vol.2 Margaret Weis Tracy Hickman

    roby2001@ hotmail.com

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    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un

    sistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquiermedio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros

    mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

    Diseo de cubierta: Singular

    Ttulo original: Dragn Wing (Volume 1 The Death Gate Cycle)Traduccin: Hernn Sabat

    1990 by Margaret Weis and Tracy Hickman

    Published by arrangement with Bantam Books, a divisin ofBantam DoubUday DellPublishing Group, Inc., New York.

    Grupo Editorial Ceac, S.A. 1991Para la presente versin y edicin en lengua castellana.

    Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.

    ISBN: 84-413-0275-8 (Obra completa)84-413-0642-7 (volumen 51) Depsito legal: B. 14147-1997

    Impreso en:Litografa Roses, S.A. (6-8-1997)

    Gav (Barcelona)

    Encuadernado en:

    Printer. Industria Grfica, S. A.Sant Vicenc deis Horts (Barcelona)

    Printed in Spain

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    CAPITULO 29

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    El survisor jefe estaba pasando una temporada psima. Los dioses loestaban atormentando. Como cados textualmente de los cielos, los diosesllovan sobre su cabeza indefensa. Nada funcionaba como era debido. Su reinoantes pacfico, que no haba conocido el menor asomo de agitacin durante losltimos siglos, se estaba volviendo loco por momentos.

    Mientras avanzaba pesadamente por la coralita, seguido a regaadientesde su dotacin de gardas y acompaado de un escandalizado ofinista jefe, elsurvisor pens largo y tendido en los dioses y decidi que le caan demasiadobien. En primer lugar, en vez de desembarazarse limpiamente de Limbeck, elLoco, los dioses haban tenido la audacia de devolverlo con vida. No slo eso,sino que haban vuelto con l! Bueno, uno de ellos lo haba hecho. Un dios quese haca llamar Haplo. Y, aunque haban llegado a odos del survisor jefeconfusos informes acerca de que el dios no se consideraba tal, Darral Estibadorno les haba hecho el menor caso.

    Por desgracia, lo fuera o no, aquel Haplo estaba causando problemas all

    donde iba... Es decir, casi en todas partes, incluida ahora la ciudad de Wombe,capital de los gegs. Limbeck, el Loco, y sus brbaros de la UAPP llevaban al diospor todo el pas, pronunciaban discursos diciendo a la gente que haban sidoutilizados, maltratados, esclavizados y los dictores saban qu ms. Desdeluego, Limbeck, el Loco, ya llevaba cierto tiempo propagando aquellos desvarospero ahora, con el dios a su lado, los gegs empezaban a prestarle atencin.

    La mitad de los ofinistas se haban dejado convencer por completo. Elofinista jefe, viendo que su Iglesia se haca pedazos a su alrededor, exiga alsurvisor jefe que hiciera algo.

    Y qu se supone que debo hacer? pregunt Darral con voz agria.Arrestar a ese Haplo, el dios que dice no ser un dios? Con eso slo

    conseguiramos convencer a quienes creen en l de que han tenido razn desdeel principio, y convencer a quienes no creen de que deberan hacerlo!

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    Tonteras! buf el ofinista jefe, sin haber entendido una palabra de loque acababa de decir el survisor, pero seguro de que no poda estar de acuerdocon l.

    Tonteras? Eso es todo lo que tienes que decir? En el fondo, esto es

    culpa tuya! Exclam el survisor jefe, hecho una furia. Dejemos que losdictores se ocupen de Limbeck, el Loco, dijiste. Desde luego que se hanocupado de l! Lo han enviado de vuelta para destruirnos!

    El ofinista jefe se haba retirado con muestras de enojo, pero se habaapresurado a regresar junto al survisor tan pronto como haba sido avistada lanave.

    Desplomndose de los cielos cuando no lo esperaba nadie, ya que an noera la fecha de la ceremonia mensual, la nave dragn se haba posado en elExterior, a poca distancia de una zona perifrica de Wombe conocida comoEstomak. El survisor jefe la haba visto caer desde la ventana de su dormitorio yel corazn le haba dado un vuelco. Ms dioses! Precisamente lo quenecesitaba!

    Al principio, Darral pens que tal vez fuera el nico testigo presencial deldescenso y poda fingir que no haba visto nada, pero no tuvo tanta suerte. Unpuado de gegs, incluido el ofinista jefe, vio tambin la nave. Peor an, uno desus gardas de ojo penetrante y cerebro vaco haba asegurado que haba ob-servado Algo Vivo saliendo de ella. Como castigo, el garda avanzaba ahoradando tumbos detrs de su jefe, formando parte del destacamento deexploradores.

    Supongo que con esto aprenders! continu reprendiendo Darral aldesdichado garda. Es culpa tuya que nos hayamos visto obligados a salir aqu

    fuera. Si hubieses mantenido la boca cerrada! Pero no! Tenas que ver,adems, a un dios con vida junto a la nave! No slo eso, sino que tenas quecontrselo a gritos a la mitad del reino!

    Slo se lo he comunicado al ofinista jefe protest el garda.Es lo mismo murmur Darral.Est bien, pero me parece estupendo que tambin nosotros tengamos

    ahora nuestro dios, survisor jefe insisti el garda. A mi modo de ver, no erajusto que esos zoquetes de Het tuvieran un dios y nosotros, ninguno. Creo queesto les ensear!

    El ofinista jefe levant una ceja. Olvidando rencores, se acerc furtivamenteal survisor.

    En eso tiene razn murmur al odo de Darral. Si tenemos nuestropropio dios, podremos utilizarlo para contrarrestar al dios de Limbeck.

    Mientras avanzaba a trompicones sobre la coralita resquebrajada eirregular, el survisor jefe tuvo que reconocer que, por una vez en la vida, sucuado haba planteado algo que sonaba medianamente inteligente. Mi propiodios, medit Darral Estibador mientras chapoteaba entre los charcos, caminode la nave dragn. Tena que existir un modo de sacar provecho de todoaquello.

    Al comprobar que se aproximaban a la nave accidentada, el survisor jeferedujo la marcha y alz la mano para advertir a quienes lo seguan queaminoraran la suya. Su gesto result innecesario, pues los gardas ya se habandetenido quince palmos detrs de su lder.

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    El survisor mir a sus hombres con exasperacin y estuvo a punto dellamarlos cobardes, pero lo pens mejor y lleg a la conclusin de que erapreferible que sus hombres se mantuvieran a distancia. Quedara mejor vistoque fuera l solo quien tratara con los dioses.

    Darral dirigi una mirada de soslayo al ofinista jefe y le dijo:Creo que deberas quedarte aqu. Puede ser peligroso.Dado que Darral Estibador no se haba preocupado jams por su bienestar,

    el ofinista jefe se tom el sbito inters de su pariente con lgica suspicacia yrechaz el consejo rpida e inequvocamente.

    Es justo y razonable que un miembro de la Iglesia acuda a recibir a estosseres inmortales declar en tono altisonante. De hecho, sugiero quepermitas que sea yo quien hable.

    La tormenta haba despejado, pero ya se estaba formando otra (en Drevlinsiempre se estaba formando otra) y Darral no tena tiempo para discusiones.Limitndose a murmurar que el ofinista jefe podra hablar cuanto quisiera, elsurvisor y su pariente se pusieron en marcha de nuevo hacia el casco astilladode la nave naufragada, con un valor heroico que ms tarde sera celebrado enrelatos y canciones. (En el fondo, la valenta exhibida por los gegs no deberahaberse considerado tan heroica, pues el garda haba informado que la Criaturaque haba visto salir de la nave era menuda y de aspecto debilucho. Suverdadero valor se pondra a prueba en breve.)

    Cuando lleg junto al casco daado, el survisor jefe se encontrmomentneamente desorientado. Hasta aquel momento, jams haba habladocon un dios. En la sagrada ceremonia mensual de la Entrega, los welfosaparecan en sus enormes naves aladas, aspiraban el agua, arrojaban su

    recompensa y partan. No era una mala manera de hacer las cosas, se dijo elsur-visor, pesaroso. Se dispona a abrir la boca para anunciar al dios pequeo ydebilucho del interior de la nave que all estaban sus siervos, cuando apareciun dios que era cualquier cosa menos menudo y enclenque.

    Era un ser alto y moreno, con una barba negra que le colgaba del mentnen dos trenzas y una melena negra que se desparramaba sobre sus hombros.Tena un rostro de facciones duras y unos ojos fros y cortantes como la coralitasobre la que estaba plantado el geg. El dios portaba en la mano un arma deacero pulido y destellante.

    A la vista de aquella criatura formidable y aterradora, el ofinista jefe olvidpor completo el protocolo eclesistico, dio media vuelta y puso pies en

    polvorosa. La mayor parte de los gardas, al ver que la Iglesia abandonaba elcampo, pens que haba llegado el da del Juicio y huy tambin. Slo se quedun fornido garda: el que haba visto al dios y haba informado que era pequeo ydbil. Tal vez pens que no tena nada que perder.

    Oh! En buena hora se me ocurri venir! murmur Darral. Volvindosehacia el dios, hizo una reverencia tan profunda que su luenga barba se arrastrpor el suelo encharcado. Venerable Seor empez a decir con voz humilde, s bienvenido a tu reino. Has venido para el Juicio?

    El dios lo mir; acto seguido, se volvi hacia otro dios ( Cuntos mshabr ah dentro?, se pregunt interiormente el survisor) y le dijo algo en unalengua ininteligible para el survisor. El segundo dios (un dios calvo, dbil y de

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    aspecto apacible, si alguien le hubiera pedido su opinin a Darral Estibador)movi la cabeza de un lado a otro con rostro inexpresivo.

    Y al survisor jefe se le ocurri pensar que aquellos dioses no habanentendido una palabra de lo que haba dicho.

    En aquel instante, Darral Estibador comprendi que Limbeck, el Loco, noestaba desquiciado despus de todo. Aquellos seres no eran dioses. Los diosesle habran comprendido. Aqullos eran hombres mortales. Y haban llegado enuna nave dragn, lo cual significaba que los welfos a bordo de las naves dragntambin eran, muy probablemente, seres mortales. El survisor jefe no se habrasentido ms consternado si la Tumpa-chumpa hubiese dejado de funcionar depronto, si todos los engranajes hubieran dejado de girar, si todas las palancashubiesen dejado de impulsar, si todos los silbatos hubieran dejado de sonar.Limbeck, el Loco, tena razn! No habra ningn Juicio! Jams seran elevadoshasta la Esperanza de los Gegs. Darral observ con irritacin a los dioses y sunave hecha trizas y se dio cuenta de que ni siquiera ellos podran marcharsejams de Drevlin.

    El sordo rumor de un trueno advirti al survisor que l y aquellos diosesno disponan de tiempo para quedarse mirando unos a otros. Desilusionado,enfadado y necesitado de tiempo para meditar, Darral volvi la espalda a losdioses y se dispuso a desandar el camino hasta la ciudad.

    Espera! Dijo una voz. Adonde vas?Sobresaltado, Darral gir en redondo. Haba aparecido un tercer dios. ste

    deba de ser el que haba visto el garda, pues era pequeo y de aspecto frgil.Aquel dios era un nio! El survisor no saba si eran slo imaginaciones suyas,pero no le acababa de hablar el dios nio con palabras inteligibles?

    Saludos. Soy el prncipe Bane declar el nio en un geg excelenteaunque algo vacilante, como si alguien le estuviera apuntando cada palabra.Una de sus manos apretaba con fuerza un amuleto con una pluma que llevabacolgando sobre el pecho. La otra mano estaba extendida hacia adelante con lapalma a la vista, en el gesto ritual de amistad entre los gegs. Mi padre esSinistrad, misteriarca de la Sptima Casa y gobernante del Reino Superior.

    Darral Estibador se estremeci y exhal un suspiro. Jams en su vida habavisto un ser tan hermoso como aqul. Relucientes cabellos dorados, relucientesojos azules... El nio brillaba como el metal pulido de la Tumpa-chumpa.

    Tal vez se haba confundido y Limbeck, el Loco, se equivocaba despus detodo. Sin duda, aquel ser deba ser inmortal! De lo ms hondo del geg,

    enterrada bajo siglos de Separacin, holocausto y ruptura, surgi en la mente deDarral una frase: Y un chiquillo los conducir.

    Saludos, prncipe Bane respondi, vacilando al pronunciar aquelnombre que, en su idioma, no tena ningn significado. Has venido a celebrarel Juicio por fin?

    El chiquillo parpade; luego, dijo framente:S, he venido a juzgaros. Dnde est tu rey?Soy el survisor jefe, Venerable, gobernante de mi pueblo. Sera un gran

    honor que te dignaras visitar nuestra ciudad.El geg dirigi una nerviosa mirada a la tormenta que se aproximaba.

    Probablemente, a los dioses no les afectaban los rayos que caan de los cielos,pero a Darral le resultaba algo embarazoso dar a entender que a los survisores

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    jefes, s. El nio pareci darse cuenta de los apuros del geg y apiadarse de l.Con una mirada a sus dos compaeros, a quienes Darral tom ahora porsirvientes o guardianes del dios, el prncipe Bane indic que estaba dispuestopara el viaje y mir a su alrededor como si buscara un vehculo.

    Lo siento, Venerable murmur el survisor jefe, sonrojndose y sudando. Me temo que..., tendremos que andar. Ah! Est bien! respondi el dios, saltando alegremente en mitad de

    un charco.

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    CAPTULO 30

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    Limbeck se hallaba en la ventosa sede central de la UAPP, escribiendo eldiscurso que pronunciara en el mitin de esa noche. Con las gafas en precarioequilibrio sobre su nariz, el geg garabateaba sus palabras en el papel,salpicndolo todo de tinta y completamente abstrado del caos que lo rodeaba.Cerca de l se sentaba Haplo, con el perro a sus pies.

    Silencioso, taciturno y discreto de hecho, casi inadvertido, el patrynestaba repantigado en una silla geg demasiado pequea para su tamao. Conlas piernas extendidas frente a l, contemplaba ociosamente la organizadaconfusin y bajaba de vez en cuando la mano vendada para rascarle la cabezaal perro o para darle unas palmaditas reconfortantes si algo asustaba al animal.

    La sede central de la UAPP en la ciudad de Wombe era, textualmente, unagujero en un muro. En cierto momento, la Tumpa-chumpa haba dispuesto quenecesitaba extenderse en determinada direccin, haba abierto un hueco en lapared de una vivienda geg y despus, por alguna razn desconocida, habaacabado decidiendo que no quera ampliarse en aquella zona, despus de todo.

    El agujero en la pared haba quedado tal cual y la veintena de familias gegque haban ocupado la vivienda se haban trasladado a otra parte, pues nadiepoda estar seguro de que la Tumpa-chumpa no volvera a cambiar de idea.

    Salvo algunos inconvenientes menores, como la perpetua corriente de aire,el lugar result ideal, en cambio, para la instalacin de la sede central de laUAPP. En la capital de Drevlin no haba existido ninguna sede de la Unin hastaaquel momento, pues el survisor jefe y la Iglesia ejercan all un dominioaplastante. Pero cuando lleg a Wombe la noticia del triunfal retorno de Limbeckde entre los muertos, trayendo consigo a un dios que afirmaba no serlo, los gegsreclamaron conocer ms a fondo a la Unin y a su lder. Jarre viajpersonalmente a la ciudad para instituir la Unin, distribuir panfletos y buscar

    un edificio adecuado que les sirviera de centro de operaciones y de vivienda. Sin

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    embargo, su principal y secreto objetivo era descubrir si el survisor jefe y/o laIglesia iban a plantearles problemas.

    Jarre esperaba que as fuera. Casi poda or a los cantores de noticias detodo Drevlin voceando: Gardas golpean a conversos!. Pero nada por el estilo

    haba sucedido, para disgusto de Jarre, y Limbeck y Haplo (y el perro) habansido recibidos por una multitud jubilosa al entrar en la ciudad. Jarre habaapuntado que se trataba sin duda de un oscuro y sutil ardid tramado por elsurvisor jefe para tenderles una trampa, pero Limbeck haba replicado que,sencillamente, demostraba que Darral Estibador era justo y razonable.

    Ahora, una multitud de gegs se agolpaba ante el agujero de la pared,estirando el cuello para echar un breve vistazo al famoso Limbeck y a su diosque no lo era. Los miembros de la UAPP entraban y salan con aire deimportancia llevando mensajes de Jarre o para sta, quien estaba tan ocupadaencargndose de los asuntos que ya no tena tiempo para preparar discursos.

    Jarre estaba en su elemento, dirigiendo la UAPP con implacable eficacia. Sucapacidad organizativa, su conocimiento interno de los gegs y su manejo deLimbeck haban logrado que el mundo de los gegs estallara de clera y dellamadas a la revolucin. Ella se encarg de azuzar, pinchar y sacudir a Limbeckhasta moldearlo, lo impuls a pronunciar palabras brillantes y lo contuvo cuandofue momento de callar. El temor reverencial que senta por Haplo no tard endesvanecerse y empez a tratarlo igual que lo haca con Limbeck, indicndolequ decir y cunto tiempo hablar.

    Haplo se someti a ella en todo con una docilidad relajada ydespreocupada. Jarre descubri que era un hombre de pocas palabras, peroesas palabras tenan el efecto de quemar en el corazn, en el que dejaban una

    marca que segua escociendo mucho despus de que el hierro se hubieraenfriado. Tienes preparado el discurso de esta noche, Haplo?Jarre, a quien Limbeck haba enseado a su vez a leer y a escribir, tena a

    medio redactar el borrador de una rplica a un ataque que la Iglesia habavertido sobre ellos. Un ataque tan ridculo que contestarlo era darle ms crditodel que mereca.

    Dir lo de siempre, si eso te agrada, seora respondi Haplo con lacalmosa respetabilidad que distingua todos sus tratos con los gegs.

    S respondi Jarre, acaricindose el mentn con el extremo de la plumade escribir. Creo que ser lo ms conveniente. Ya sabes que probablemente

    reuniremos el mayor auditorio hasta el momento. Segn dicen, algunos trunoshablan incluso de dejar el trabajo, algo que no tiene el menor precedente en lahistoria de Drevlin!

    Limbeck se sobresalt lo suficiente con el tono de voz de Jarre como paralevantar sus ojos miopes del papel y volverlos hacia ella. En realidad, lo nicoque alcanz a distinguir de Jarre fue una borrosa silueta rechoncha rematada enun bulto que era su cabeza. No le poda ver los ojos, pero Limbeck la conoca losuficiente como para imaginarlos chispeantes de placer.

    Querida, te parece bien eso? intervino, con la pluma suspendida sobreel papel. Una gran gota de tinta fue a caer justo en mitad del texto sin que sediera cuenta. Seguro que har montar en clera al survisor jefe y a losofinistas...

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    Eso espero! declar Jarre enrgicamente, para gran disgusto deLimbeck. Nervioso, meti la manga en el borrn de tinta.

    Ojal enve a sus gardas para disolver el mitin continu ellas. Coneso ganaramos cientos de seguidores ms!

    Pero habra problemas! Limbeck estaba horrorizado. Alguien podraresultar herido! Todo por la causa!Jarre se encogi de hombros y volvi a su trabajo. Limbeck dej caer otra

    gota de tinta. Pero mi causa ha sido siempre pacfica! Nunca he querido que nadie

    saliera malparado!Ponindose en pie, Jarre dirigi una breve y expresiva mirada hacia Haplo

    para recordarle a Limbeck que el dios que no lo era estaba escuchando. Limbeckse sonroj y se mordi el labio, pero sacudi la cabeza con gesto terco y Jarredio unos pasos hasta l. Con un trapo, le limpi una mancha de tinta quedestacaba en la punta de su nariz.

    Querido mo murmur, no sin ternura, siempre me has hablado de lanecesidad de un cambio. Cmo pensabas que iba a producirse?

    De forma gradual respondi Limbeck. De forma lenta y gradual, demodo que todo el mundo tuviera tiempo de habituarse a l y llegara aconsiderarlo lo ms conveniente.

    Hay que ver cmo eres! exclam Jarre con un suspiro.Un miembro de la Unin asom la cabeza por el agujero de la pared,

    tratando de llamar la atencin de Jarre. Ella lo mir ceuda y el geg pareci algointimidado, pero se mantuvo firme, esperando. Volviendo la espalda al recin

    llegado, Jarre alis el entrecejo arrugado de Limbeck con una mano spera yencallecida por el duro trabajo.T quieres que el cambio se produzca de manera suave y agradable.

    Quieres imaginarlo como algo que penetra poco en la gente sin que lo advierta,hasta que una maana despierte y se d cuenta de que es ms feliz que antes.No es eso, Limbeck? Claro que s! respondi Jarre a su propia pregunta. Esmuy maravilloso y muy considerado por tu parte, y tambin es muy infantil ymuy estpido.

    Se inclin y deposit un beso en la coronilla de Limbeck para quitarle hil asus palabras.

    Precisamente es eso lo que me encanta de ti, querido aadi. Pero

    no has prestado atencin a lo que deca Haplo, Limbeck? Por qu no nosrepites una parte de tu discurso, Haplo?

    El geg que haba intentado llamar la atencin de Jarre volvi la cabeza ygrit a la multitud:

    Haplo va a pronunciar un discurso!

    Los seguidores reunidos en la calle prorrumpieron en crecientes vtores ytodos intentaron meter la cabeza, los brazos, las piernas y otras partes delcuerpo por el agujero de la pared. Este movimiento, un tanto alarmante, hizoque el perro se incorporara de un salto. Haplo lo hizo tumbarse de nuevo conunas palmaditas tranquilizadoras y, con aire complaciente, empez su arenga

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    en voz muy alta para hacerse or por encima del crujir, rechinar y batir de laTumpa-chumpa.

    Vosotros, los gegs, conocis vuestra historia. Fuisteis trados aqu poresos a quienes llamis dictores. En mi mundo los conocemos por el nombre

    de los sartn, y os dir que tambin nos dieron el mismo trato que a vosotros.Esos dictores os esclavizaron, os obligaron a trabajar en eso que llamis laTumpa-chumpa. Vosotros la consideris un ser vivo, pero yo os aseguro que esuna mquina! Nada ms que una mquina! Una mquina que siguefuncionando gracias a vuestro cerebro, a vuestros msculos, a vuestra sangre!

    Y dnde estn los sartn? Dnde estn esos presuntos dioses quedijeron haber trado aqu a vuestro pueblo, amable y pacfico, para protegerlo delos welfos? Nada de eso! Os instalaron aqu porque saban que podranaprovecharse de vosotros!

    Dnde estn los dictores? Dnde estn los sartn? sa es la preguntaque debemos hacer! Al parecer, nadie conoce la respuesta. Estaban aqu yahora han desaparecido, y os han dejado a merced de los secuaces de lossartn, esos welfos que habis aprendido a considerar dioses. Pero los welfosno son dioses, igual que yo tampoco lo soy..., aunque es cierto que viven comotales! Claro! Viven como dioses porque sois sus esclavos! Y as es cmo osven los welfos!

    Es hora de rebelarse, de romper las cadenas y ser dueos de lo que oscorresponde por derecho! Tomad lo que os ha sido negado durante siglos!

    Los entusiastas aplausos de los gegs asomados al agujero interrumpieron aHaplo. Jarre, con ojos brillantes, se puso en pie con las manos juntas y movi loslabios al ritmo de sus palabras, que haba aprendido de memoria. Limbeck

    prest atencin a la arenga, pero con expresin abatida y preocupada.Aunque tambin l haba odo a menudo el discurso de Haplo, le parecaestar escuchndolo por primera vez. Palabras como sangre, rebelin,expulsar o apoderarse saltaban de su boca como gruidos del perro quetena a sus pies. Limbeck las haba odo con frecuencia, tal vez incluso las habapronunciado en alguna ocasin, pero sin considerarlas otra cosa que palabras.

    Ahora, en cambio, las vea como palos, garrotes y piedras, vea a muchosgegs cados por las calles o conducidos a prisin u obligados a descender losPeldaos de Terrel Fen.

    Yo no pretenda esto! exclam. Nada de esto! Jarre, con los labios muy apretados, dio unos pasos hacia la entrada del

    local y, con un gesto enrgico, ech la manta que haca las funciones de cortina.Entre la multitud se alzaron murmullos de protesta al quedarse sin visin de loque suceda en el interior.

    Lo pretendieras o no, Limbeck, esto ya ha ido demasiado lejos para quelo detengas! mascull entonces con voz spera. Al observar la expresinatormentada del rostro de su amado, suaviz el tono y aadi: Todos lospartos causan dolor, sangre y lgrimas, querido mo. El recin nacido siempregrita y llora cuando debe abandonar su prisin tranquila y segura. Sin embargo,si se quedara en el tero, no crecera ni madurara jams. Sera un parsitoalimentndose de otro cuerpo. Eso es lo que somos. En eso nos hemosconvertido, no lo ves? No puedes entenderlo?

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    No, querida ma respondi Limbeck. En su mano temblorosa sostena lapluma, salpicando de tinta todo lo que tena alrededor. Dej el til de escriturasobre el papel en el que haba estado trabajando y se puso en pie lentamente.Creo que saldr a dar un paseo.

    Yo no lo hara dijo Jarre. La gente...Limbeck parpade. Oh!, s, claro. Tienes razn.Con tanto viaje y tanta excitacin, ests agotado. Ve a acostarte y echa

    una siesta. Yo terminar tu discurso. Aqu tienes las gafas dijo Jarre con vozenrgica, tomndolas de encima de la mesa y colocndoselas en la nariz.Sube las escaleras y vete a la cama.

    S, querida contest Limbeck, ajustndose las gafas que Jarre, con bienintencionada ternura, le haba dejado ladeadas. Mirar por ellas de aquel modo,con un cristal hacia arriba y el otro hacia abajo, le produca mareo. Me..., meparece que es una buena idea. Realmente, me siento cansado suspir yhundi la cabeza. Muy cansado...

    Cuando ya se diriga a las destartaladas escaleras, Limbeck notsobresaltado una lengua hmeda que le lama los nudillos. Era el perro deHaplo, que lo miraba meneando la cola. Te comprendo, pareca decir elanimal, cuyas mudas palabras resultaron des-concertantemente claras en lamente de Limbeck. Lo siento.

    Perro!Haplo llam al animal con voz severa.No, no importa dijo Limbeck, alargando la mano para darle unas

    cuantas palmaditas en la cabeza al animal.

    Perro! Aqu!La voz de Haplo tena un tono casi enfadado. El perro corri al lado de suamo y Limbeck se retir escaleras arriba.

    Es tan idealista! suspir Jarre mientras vea alejarse a Limbeck conuna mezcla de admiracin y exasperacin. Y nada prctico. No s qu voy ahacer.

    Mantenlo cerca apunt Haplo mientras acariciaba el largo morro delanimal para indicarle que todo estaba perdonado y olvidado. El perro se tendien el suelo, se ech de costado y cerr los ojos. Limbeck proporciona a turevolucin un elevado tono moral. Vas a necesitarlo, cuando empiece a correr lasangre.

    Jarre frunci el entrecejo preocupada. T crees que llegaremos a eso?Es inevitable respondi l, encogindose de hombros. T misma

    acabas de decrselo a Limbeck.Ya lo s. Como acabas de apuntar, parece que es algo inevitable, que

    ste es el final lgico de lo que iniciamos hace tanto tiempo. Sin embargo,ltimamente se me ha ocurrido volvi los ojos hacia Haplo que hasta tullegada no habamos considerado en serio el empleo de la violencia. A veces mepregunto si no sers realmente un dios.

    A qu viene eso? pregunt Haplo con una sonrisa.A que tus palabras tienen un extrao poder sobre nosotros. Yo las

    escucho una y otra vez, pero no en la cabeza sino en el corazn. Jarre se llev

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    la mano al pecho y la apret como si le doliera. Y me da la impresin de que,al tenerlas en el corazn, soy incapaz de meditar sobre ellas racionalmente. Lonico que deseo es reaccionar, salir a hacer..., actuar de alguna manera.Hacerle pagar a alguien lo que hemos sufrido, lo que hemos soportado!

    Haplo se incorpor de la silla y, acercndose a Jarre, hinc una rodilla anteella para que sus ojos quedaran al mismo nivel que los de la robusta enana.

    Y por qu no habras de hacerlo? dijo con suavidad, tanto que Jarre noescuch sus palabras entre el traqueteo y los jadeos de la Tumpa-chumpa. Sinembargo, Jarre comprendi lo que le deca y el dolor de su corazn se hizo anms intenso. Por qu no tendras que hacerles pagar? Cuntas generacionesde tu pueblo han vivido y muerto aqu abajo? Y todo para qu? Para servir auna mquina que engulle vuestra tierra, que destruye vuestras casas, que tomavuestras vidas y no os da nada a cambio! Habis sido utilizados y traicionados!Tenis el derecho..., el deber!, de devolver el golpe.

    -S!Jarre estaba extasiada, hipnotizada por los ojos azules cristalinos de Haplo.

    Poco a poco, la mano que se haba llevado al pecho se cerr en un puo. Haplo,con su apacible sonrisa, se puso en pie y se desperez.

    Creo que ir a hacer una siesta con tu amigo. Creo que nos espera unanoche muy larga.

    Haplo... murmur Jarre. T nos has dicho que venas de debajo denosotros, de un reino que..., que nadie sabe que existe ah abajo.

    El hombre no respondi, limitndose a mirarla.Nos has dicho tambin que erais esclavos prosigui la geg, pero lo

    que no nos has contado es cmo viniste a parar a nuestra isla. No sers un... Jarre vacil y se humedeci los labios como para que las palabras pudieransurgir ms fcilmente un fugitivo?

    No, no soy ningn fugitivo respondi Haplo con una ligera mueca decrispacin en la comisura de los labios. Vers, Jarre, nosotros ganamosnuestra lucha. Hemos dejado de ser esclavos. Y yo he sido enviado para liberara otros.

    El perro levant la cabeza y mir a Haplo con aire sooliento. Al ver que suamo se marchaba, bostez y se incorpor, primero con las patas traseras,estirando las delanteras casi exageradamente. Con un nuevo bostezo, ech elcuerpo hacia adelante para extender las patas traseras y luego, perezosamente,

    acompa a Haplo escaleras arriba.Jarre lo vio alejarse, sacudi la cabeza y se dispuso a sentarse para ultimar

    el discurso de Limbeck, cuando un alboroto al otro lado de la cortina le recordsus obligaciones. Tena que hablar con algunos, repartir panfletos, inspeccionarel saln, organizar desfiles...

    La revolucin ya no tena nada de divertida.

    Haplo subi las escaleras con cuidado, pegado a la pared. Los tablones demadera nudosa de los peldaos estaban cuarteados y deteriorados. Anchasgrietas de agudos bordes acechaban para engullir a los incautos y hacerlos caeral vaco hasta estrellarse contra el suelo. Una vez en su habitacin, se tumb enla cama pero no concilio el sueo. El perro salt al lecho, se tendi a su lado y

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    apoy la cabeza en el pecho de su amo, clavando sus ojos brillantes en el rostrodel hombre.

    Jarre es un buen elemento le murmur Haplo, pero no servir paranuestros propsitos. Piensa demasiado, como dira mi amo, y eso la hace

    peligrosa. Lo que necesitamos para fomentar el caos en este reino es unfantico. Limbeck sera perfecto para ello, pero debe mantener ese papel dequimrico idealista.

    Y yo tengo que abandonar este lugar para llevar a cabo mi misin deinvestigar los reinos superiores y hacer cuanto pueda para preparar el caminopara la venida de mi seor. La nave ha quedado destrozada y tengo queencontrar otra, pero cmo..., dnde?

    Perdido en sus meditaciones, acarici las blandas orejas del perro. Elanimal, percibiendo la tensin del hombre, permaneci despierto y le brind sulimitado apoyo. Poco a poco, Haplo se relaj. Estaba seguro de que se lepresentara la oportunidad. Slo tena que estar atento a ella y aprovecharla. Elperro cerr los ojos con un suspiro satisfecho y se durmi. Al cabo de brevesmomentos, Haplo lo imit.

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    CAPTULO 31

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    Alfred? S? Entiendes lo que hablan?Hugh seal a Bane y al geg, que avanzaban charlando entre la coralita. A

    sus espaldas asomaban las nubes de tormenta y el viento empezaba a arreciarcon un aullido fantasmagrico entre los fragmentos de coralita arrancados porlos impactos de los rayos. Delante del grupo se distingua ya la ciudad que Banehaba visto. Mejor dicho, no una ciudad sino una mquina. O, tal vez, unamquina que era una ciudad.

    No, seor respondi el chambeln, con la vista fija en la espalda deBane y hablando en un tono de voz ms elevado del habitual en l. Noconozco la lengua de este pueblo. No creo que haya muchos de nuestra raza, oincluso entre los elfos, que la dominen.

    Te equivocas. Algunos elfos la hablan: los capitanes de las naves detransporte de agua. Pero entonces, si t no lo hablas (y supongo que Stephen

    tampoco), dnde la ha aprendido el prncipe? No te lo imaginas? replic Alfred, alzando una mirada al cielo.Hugh comprendi que no se estaba refiriendo a las nubes de tormenta. All

    arriba, muy por encima del Torbellino, estaba el Reino Superior donde morabanlos misteriarcas en su exilio autoimpuesto, viviendo en un mundo cuyasriquezas, segn decan las leyendas, superaban los sueos del hombre ms co-dicioso y cuya belleza desbordaba la imaginacin ms desbocada.

    Entender el idioma de una raza o cultura distintas de la propia es uno delos conjuros mgicos ms sencillos. No me sorprendera que ese amuleto quelleva... Oh!

    Los pies de Alfred decidieron desviarse del camino y hundirse en un hoyo, y

    arrastraron con ellos al resto del chambeln. El geg se detuvo y volvi lacabeza, alarmado por su grito, pero Bane hizo un comentario burln y los dos

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    continuaron su avance. Hugh ayud a Alfred a incorporarse y, sujetndolo por elbrazo, lo condujo apresuradamente por el spero terreno. Las primeras gotas delluvia empezaban a caer del cielo y se estrellaban contra la coralita con unsonoro chapoteo.

    El chambeln lanz una inquieta mirada a Hugh y ste capt su mudapeticin de que guardara silencio. En aquella embarazosa mirada, la Mano leyla autntica respuesta a su pregunta de momentos antes, una respuesta quepoco tena que ver con la que Alfred le haba dado. Estaba claro que elchambeln hablaba el idioma de los gegs: a nadie se le ocurrira prestaratencin a una conversacin que no poda entender, y Alfred estaba muypendiente de lo que decan Bane y su acompaante. Pero lo ms interesante detodo, para Hugh, era que Alfred le ocultase el hecho al prncipe.

    Hugh aprob sin reservas el hecho de espiar a Su Alteza, pero tal cosadejaba abiertas otras inquietantes cuestiones: dnde y por qu habaaprendido un chambeln a hablar el idioma de los gegs? Quin o qu eraAlfred?

    La tormenta estall con toda su mortfera furia y el grupo de gegs yhumanos se lanzaron en una loca carrera hacia la ciudad de Wombe. La lluviaformaba delante de ellos una muralla gris que casi les impeda ver hacia dndeavanzaban. Sin embargo, por fortuna, el ruido que produca la mquina era tanpotente que resultaba audible a pesar de la tormenta y sus vibraciones eranperceptibles bajo los pies. Gracias a ello, supieron que corran en la buenadireccin.

    Una multitud de gegs los esperaba junto a una puerta abierta y los hizopasar a todos al interior de la mquina. El ruido de la tormenta ces, pero el

    estruendo de la mquina era an ms potente con sus chirridos metlicos y susgolpes sordos procedentes de todas partes: de arriba, de abajo, de alrededor deellos y de la lejana. Varios gegs con aspecto de guardianes armados,precedidos por otro geg vestido a imitacin de los sirvientes de los nobles elfos,aguardaban all con cierto nerviosismo para recibirlos.

    Qu sucede, Bane? Pregunt Hugh a gritos, para hacerse or sobre elestrpito causado por la mquina. Quin es ese tipo y qu quiere?

    Bane volvi el rostro hacia Hugh con una candorosa sonrisa, visiblementecomplacido consigo mismo y con aquel poder recin descubierto.

    Es el rey de su pueblo!-Qu?

    El rey! Va a llevarnos a una especie de sala de juicios. No puede llevarnos a algn sitio donde no haya ruido? pregunt Hugh,

    a quien empezaba a dolerle la cabeza.Bane se volvi hacia el rey para formularle la pregunta. Perplejo, Hugh

    comprob que todos los gegs lo miraban con expresin horrorizada y sacuda lacabeza enrgicamente.

    Qu diablos les sucede?El prncipe solt una risilla. Creen que has preguntado por un sitio donde ir a morir!En esta coyuntura, el rey geg present a Bane al geg vestido con medias de

    seda, calzones hasta las rodillas y una rada casaca de terciopelo. El geg hinc

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    la rodilla delante de Bane y, tomando la mano de ste, la apret contra sufrente.

    Quin creen que eres, Alteza? quiso saber la Mano.Un dios respondi Bane alegremente. Uno al que han esperado

    mucho tiempo, parece. Ahora voy a someterlos a juicio.Los gegs condujeron a sus dioses recin descubiertos por las calles deWombe, unas calles que corran por encima, por debajo y a travs de la Tumpa-chumpa. A Hugh no le impresionaba casi nada de este mundo (ni siquiera lamuerte lo atemorizaba demasiado), pero la gran mquina le inspiraba un temorreverencial. La Tumpa-chumpa centelleaba, brillaba y soltaba chispas. Siseaba,aporreaba y martilleaba. Bombeaba y giraba, y lanzaba resoplidos de vaporardiente. Creaba arcos de chisporroteantes relmpagos azulados. Se alzaba ams altura de la que alcanzaba a divisar y se hunda a ms profundidad de laque poda imaginar. Sus enormes palancas se movan, sus enormes ruedasgiraban, sus enormes calderas hervan. Tena brazos y manos y piernas y pies,todos de reluciente metal, concienzudamente dedicados a desplazarse a otrolugar distinto de aquel que ocupaban. Tena ojos que despedan una luz ce-gadora y bocas que chillaban y ululaban.

    Y los gegs se desplazaban sobre la mquina, ascendan por ella, descendangateando a sus entraas, la controlaban, la ayudaban y, en general, seocupaban de atenderla con visible amor y devocin.

    Bane tambin estaba pasmado y miraba a su alrededor boquiabierto y conlos ojos como platos, en una expresin muy poco digna de un dios.

    Esto es asombroso! Exclam con un jadeo. Nunca haba visto nadaigual.

    De veras, Venerable? Replic el survisor jefe, observando condesconcierto al nio dios. Pero si la construisteis vosotros, los dioses! Oh!, s, esto... balbuci Bane. A lo que me refera era a que no he

    visto nunca..., nada parecido al cuidado con que os ocupis de ella acab lafrase apresuradamente, soltando las palabras con una sensacin de alivio.

    S afirm el ofinista jefe con aire digno y una cara radiante de orgullo.La cuidamos con toda dedicacin.

    El prncipe se mordi la lengua. Arda en deseos de preguntar cul era elcometido de aquella mquina asombrosa, pero era evidente que el reyecitoesperaba de l que estuviera al corriente de todo (cosa que no era irrazonablepedir de un dios). Bane tambin se encontraba solo en aquel asunto, pues su

    padre ya le haba facilitado toda la informacin que posea sobre la granmquina del Reino Inferior. Aquello de ser un dios no era tan sencillo como lehaba parecido al principio y el prncipe empez a lamentarse de haber aceptadotan deprisa tal condicin. Y estaba tambin aquello del juicio. A quin iba a juzgar, y por qu? Tendra que mandar a alguien a las mazmorras? Desdeluego, necesitaba averiguarlo, pero cmo?

    Aquel rey geg resultaba un poco demasiado despierto. Era muy respetuosoy solcito, pero Bane se dio cuenta de que, cuando miraba a otra parte, el rey loestudiaba con una mirada aguda y penetrante. En cambio, a su derecha, elprncipe tena a otro geg que le recordaba a un mono amaestrado que habavisto una vez en la corte. Por lo que haba llegado a sus odos, Bane dedujo queel emperifollado geg vestido de terciopelos y cintas tena algo que ver con la

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    religin en la que se haba encontrado involucrado tan profundamente. Aquelgeg no pareca ser demasiado brillante y el prncipe decidi sonsacarle lasrespuestas a l.

    Perdname, pero no he retenido tu nombre le dijo al ofinista jefe con

    una sonrisa encantadora.Wes Tornero, Venerable respondi el geg, inclinndose todo lo que lepermita su gruesa cintura, hasta casi tropezar con su larga barba. Tengo elhonor de ser tu ofinista jefe.

    A saber qu es eso, murmur Bane para s, pero dedic una sonrisa y ungesto de asentimiento al enano, dando a entender que en todo Drevlin no podrahaber encontrado un geg ms indicado para tal cargo.

    Aproximndose an ms al ofinista jefe, Bane pos su mano en la del geg.Su gesto hizo que el ofinista jefe se hinchara de orgullo de un modo casialarmante y dirigiera un mirada de suprema satisfaccin a su cuado, el survisorjefe.

    Darral no prest mucha atencin. La multitud agolpada en las calles paraverlos se estaba alborotando y le alegr ver que los gardas reaccionaban. Demomento, parecan tener las cosas bajo control, pero se dio cuenta de quetendra que vigilar de cerca las cosas. Lo nico que esperaba era que el niodios no entendiera lo que gritaban muchos de los gegs. Maldito fuera aquelLimbeck!

    Por fortuna para Darral, el nio dios estaba completamente absorto en suspropios problemas.

    Tal vez t puedas ayudarme, ofinista jefe murmur, sonrojndosetmida y delicadamente.

    Sera un honor para m, Venerable. Sabes?, hace muchsimo tiempo que nosotros, vuestros dioses..., esto...,cmo nos llamis?

    Los dictores, Venerable. Es as como os llamis a vosotros mismos, no esverdad?

    Eh? Ah, s! Los dictores. Pues bien, como te iba diciendo, nosotros losdictores hemos estado ausentes muchsimo tiempo...

    ... muchos siglos, Venerable asinti el ofinista jefe.S, muchos siglos, y hemos observado que aqu abajo han cambiado

    muchas cosas desde que nos marchamos. Bane exhal un profundo suspiro.Las cosas se hacan ms fciles por momentos. Por lo tanto, hemos decidido

    que ese asunto del juicio tambin debe cambiarse.El ofinista jefe not que empezaba a deshincharse su vanidosa

    complacencia y dirigi una mirada inquieta al survisor jefe. Si, en su condicinde ofinista jefe, estropeaba la ceremonia del Juicio, sa sera su ltimaoportunidad de estropear algo.

    No estoy muy seguro de a qu te refieres, Venerable.Hablo de modernizarlo, de ponerlo al da apunt Bane.El ofinista jefe puso cara de absoluta confusin. Cmo poda cambiarse

    una cosa que no haba sucedido nunca hasta entonces? Sin embargo, el gegsupuso que los dioses deban haberlo dispuesto de aquel modo.

    Supongo que tienes razn...

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    No importa. Veo que no te sientes cmodo con esa idea dijo el prncipe,dando unas palmaditas en el brazo del ofinista. Se me ocurre una cosa: t meindicas cmo quieres que celebre la ceremonia y yo sigo tus instrucciones.

    El rostro del ofinista jefe se ilumin de nuevo.

    No sabes qu maravilloso es este momento para m, Venerable. Hesoado tanto tiempo con algo as... Y ahora, por fin, poder celebrar el Juiciocomo siempre lo haba imaginado...! Emocionado, se sec las lgrimas de lasmejillas.

    S, s murmur Bane, advirtiendo que el survisor jefe los observaba conlos ojos entrecerrados y cada vez estaba ms cerca de ellos. El rey geg ya habacortado la conversacin de no ser porque, sin duda, se considerara una muestrade mala educacin interrumpir a un dios en mitad de un dilogo confidencial.Contina.

    Bueno, siempre he imaginado que todos los gegs (o, al menos, todos losque podan acudir) se congregaban en la Factra vestidos con sus mejores galas.Y que t estabas presente, sentado en la Silla del Dictor, por supuesto.

    Desde luego. Y...Y que tambin yo estaba all, delante de la multitud, con el nuevo traje de

    ofinista jefe que me haba hecho especialmente para la ocasin. Blanco, creo,sera el color ms adecuado, con lazos negros en las rodillas; nada demasiadoexagerado...

    Muy elegante. Y, a continuacin...Supongo que el survisor jefe tambin estar all con nosotros, no? Es

    decir, Venerable, a menos que le encontremos otra misin. Vers, seguro que vaa ser problemtico encontrarle una indumentaria adecuada. Tal vez, con esta

    modernizacin a la que te has referido, podamos prescindir de l.Pensar en ello. Bane asi con fuerza el amuleto, esforzndose pormantener la paciencia. Sigue explicando. Estamos ante la multitud y yo melevanto y... El prncipe mir al ofinista jefe con aire expectante.

    Y entonces nos sometes al Juicio, Venerable!Por un instante, el nio dios imagin complacido que hunda los dientes en

    el brazo cubierto de terciopelo del geg. Reprimiendo a duras penas tal impulso,exhal un profundo suspiro.

    Muy bien. Os juzgo. Y luego, qu? Ya s! Proclamamos un da de fiesta!En realidad, no creo que haya tiempo para eso, no te parece, Venerable?

    apunt el geg, mirando a Bane con expresin de desconcierto.

    Tal vez..., tal vez no titube el prncipe. Me haba olvidado de..., de lootro. Cuando todos estemos... Bane retir su mano de la del ofinista jefe y sesec con ella el sudor de la frente. Desde luego, dentro de la mquina hacamucho calor. Calor y ruido. Le dola la garganta de tanto gritar. Qu es lo queharemos, una vez que os haya juzgado?

    Bueno, eso depende de si nos has encontrado dignos, Venerable.Pongamos que os encuentro dignos insisti Bane, apretando los dientes

    . Entonces, qu?Entonces, ascenderemos todos, Venerable. Ascender? El prncipe ech un vistazo a las pasarelas que corran aqu

    y all a gran altura sobre sus cabezas.

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    El ofinista jefe, malinterpretando el gesto, solt un suspiro de felicidad y,con una expresin beatfica en el rostro, elev las manos

    S, Venerable! Ascenderemos directamente al cielo!Mientras avanzaba detrs de Bane y sus devotos gegs, Hugh dividi su

    atencin entre la vigilancia del prncipe y la observacin del lugar en el queestaban. No tard en abandonar sus intentos de memorizar el camino querecorran, reconociendo interiormente que jams lograra encontrar sin ayuda lasalida de las entraas de la mquina. La noticia de su llegada los habaprecedido, evidentemente. Miles de gegs llenaban las salas y pasadizos de lamquina y contemplaban su paso, sealndolos con el dedo y lanzando gritos.Incluso los gegs que estaban de servicio volvan la cabeza, concediendo a Hughy a sus compaeros que no pudieron apreciarlo en todo su valor el granhonor de olvidarse de sus tareas por unos segundos. No obstante, la reaccin delos gegs era confusa. Algunos lanzaban vtores de entusiasmo, pero otrosparecan enfadados.

    Hugh estaba ms interesado en el prncipe Bane y en qu estara tramandoen tan secreta confabulacin con el geg emperifollado. Mientras se maldeca ensilencio por no haberse molestado en aprender una sola palabra del idioma delos gegs durante su permanencia en poder de los elfos, la Mano not que letiraban de la manga y volvi su atencin a Alfred.

    Seor dijo ste, has advertido qu grita la gente?Por lo que a m respecta, un galimatas sin pies ni cabeza. Pero t

    entiendes su lengua, verdad, Alfred?El chambeln se sonroj.Lamento haber tenido que ocultrtelo, seor, pero he considerado

    importante que no se enterara cierta persona... Dirigi una mirada al prncipe. Cuando me has preguntando al respecto, antes de la tormenta, caba laposibilidad de que l pudiera or mi respuesta, de modo que no tuve otroremedio que...

    Hugh hizo un gesto con la mano, disculpndolo. Alfred tena razn y habasido l, la Mano, quien haba cometido el error al preguntar. Debera habersedado cuenta de lo que Alfred pretenda y no haber abierto la boca. La nicaexplicacin del desliz era que en toda su vida se haba sentido Hugh tanimpotente.

    Dnde aprendiste a hablar geg?Siempre he tenido aficin por el estudio de los gegs y del Reino Inferior,

    seor respondi Alfred con la rotundidad, entre tmida y orgullosa, de unsincero entusiasta del tema. Me atrevera a decir que poseo una de lasmejores colecciones de libros escritos sobre su cultura que existe en el ReinoMedio. Si te interesa, me encantar mostrrtela a nuestro regreso...

    Si dejaste esos libros en el palacio, puedes olvidarte de ellos. A menosque decidas pedirle a Stephen permiso para volver all y recoger tus cosas.

    Tienes razn, seor. Naturalmente. Qu estpido soy! Alfred hundi loshombros. Todos mis libros... Supongo que nunca ms volver a verlos.

    Qu me decas de los gritos de la gente? Ah, s! El chambeln ech un vistazo a los gegs que lanzaban vtores y

    espordicas burlas a la comitiva. Algunos corean Abajo el dios del survisor!y Queremos al dios de Limbeck!.

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    Limbeck? Qu significa eso?Creo que es un nombre geg, seor. Significa destilar o extraer. Si me

    permites una sugerencia, creo que...El chambeln baj maquinalmente la voz y Hugh no logr entender sus

    palabras debido al ruido y a la conmocin.Habla ms alto. Aqu nadie entiende lo que decimos, verdad?Supongo que no asinti Alfred, con una expresin de ligera sorpresa.

    No haba cado en eso. Deca, seor, que tal vez haya otro humano comonosotros aqu abajo.

    O un elfo. Lo ms probable es esto ltimo pero, en todo caso, eso nosabre la posibilidad de que exista una nave que podramos utilizar para salir deaqu.

    S, seor. En eso estaba pensando.Tenemos que encontrar a ese Limbeck y a su dios, o lo que sea.No debera resultar muy difcil, seor. Sobre todo, si lo pide nuestro

    pequeo dios.Nuestro pequeo dios, como t lo llamas, parece haberse metido en

    algn problema coment Hugh, volviendo la mirada hacia el prncipe. Mralela cara.

    Oh, vaya! murmur Alfred.Bane haba vuelto la cabeza en busca de sus compaeros. Tena las mejillas

    plidas y los ojos azules muy abiertos. Mordindose los labios, hizo un breve yrpido movimiento con la mano para que se acercaran a l.

    Un escuadrn completo de gegs armados avanzaba entre Bane y sus doscompaeros. Hugh movi la cabeza en gesto de negativa. Bane insisti con una

    mirada suplicante. Alfred le dedic una sonrisa comprensiva y seal a lamultitud. Bane era un prncipe y saba qu significaba una audiencia. Con unsuspiro, el pequeo se volvi a un lado y a otro, y empez a agitar su manita sinenerga ni entusiasmo.

    Ya me tema algo as dijo Alfred. Qu crees que ha sucedido?El prncipe ha dicho algo acerca de que los gegs lo toman por un dios que

    ha venido a juzgarlos. Se ha referido a ello con ligereza, pero para los gegs esun asunto muy serio. Segn sus leyendas, esa gran mquina fue construida porlos dictores y los gegs recibieron la orden de cuidar de ella hasta el Da del Juicio, en que recibiran su recompensa y seran transportados a los reinos

    superiores. sta es la causa de que la isla Esperanza de los Gegs recibiera talnombre.

    Dictores... Quines son esos dictores?Los sartn Espero que no podr fingir tal cosa, aunque si lo ayuda su padre...!No, seor. Ni siquiera un misteriarca de la Sptima Casa, como su padre,

    posee unos poderes mgicos comparables a los de los sartn. Al fin y al cabo aadi Alfred, abriendo los brazos, fueron ellos quienes construyeron todoesto.

    En aquellos momentos, a Hugh le importaba poco tal cosa. Estupendo! Sencillamente estupendo! exclam. Y qu crees que

    nos harn cuando descubran que somos unos impostores?

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    No sabra decirlo. Por lo general, los gegs son gente pacfica y tolerante;sin embargo, no creo que se hayan encontrado nunca con alguien que se hicierapasar por uno de sus dioses. Adems, parecen estar muy agitados por algunacausa. Tras dirigir una nueva mirada a la multitud, que daba crecientes

    muestras de hostilidad, sacudi la cabeza. Yo dira que hemos llegado en unmomento bastante inoportuno.

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    Los gegs condujeron a los dioses a la Factra, el mismo lugar dondeLimbeck haba sido sometido a juicio. Tuvieron algunas dificultades para entrar,debido a la masa de gegs que se arremolinaba en el exterior. Hugh no entendauna palabra de lo que gritaba la multitud pero, pese a ello, advirti claramenteque sta se hallaba dividida en dos facciones enfrentadas y muy vocingleras,junto a un gran grupo que pareca incapaz de decidirse por una de ellas. Las dosfacciones parecan muy radicales en la defensa de sus opiniones, pues Hugh vioque estallaban peleas entre ellas en varias ocasiones y record lo que leacababa de decir Alfred respecto a que los gegs eran de ordinario pacficos ytolerantes.

    Hemos llegado en un momento bastante inoportuno. No era ningunabroma. Si pareca que estaban en medio de alguna revolucin!

    Los gardas mantuvieron a raya a la multitud y el prncipe y sus compaerosconsiguieron escurrirse entre sus robustos cuerpos hasta ganar la relativa

    tranquilidad de la Factra (relativa por el hecho de que el estruendo de laTumpa-chumpa segua incesante en segundo plano).Una vez dentro, el survisor jefe mantuvo una apresurada reunin con los

    gardas. El pequeo dirigente tena una expresin grave y Hugh observ quesacuda la cabeza en gesto de negativa en varias ocasiones. A la Mano no leimportaban en

    absoluto los gegs, pero haba vivido lo suficiente como para saber queverse atrapado en un pas sometido a agitaciones polticas no era lo msfavorable para quien deseara una vida larga y feliz.

    Disclpame dijo, acercndose al survisor jefe. ste asinti con la cabezay le dedic esa sonrisa radiante e inexpresiva de quien no entiende una palabra

    de lo que le estn diciendo, pero trata de aparentar que s para no parecerdescorts. Tenemos que hablar un momento con tu dios.

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    Asiendo a Bane por el hombro con mano firme, y sin hacer caso de susgemidos e intentos de desasirse, Hugh atraves con el prncipe la inmensa salavaca hasta el lugar donde Alfred se encontraba contemplando la estatua de unhombre encapuchado que sostena en la mano un objeto que recordaba un

    enorme globo ocular. Sabes qu esperan que haga? Dijo Bane a Alfred no bien lleg a sulado. Esperan que los transporte al cielo!

    Puedo recordarte que has sido t mismo quien ha provocado estasituacin, Alteza, al decirles que eras uno de sus dioses?

    El chiquillo baj la cabeza. Se escurri ms cerca del chambeln y lo tomde la mano. Con un leve temblor en el labio inferior, Bane respondi en unsusurro:

    Lo siento, Alfred. Tena miedo de que os fueran a hacer dao a ti y amaese Hugh, y fue lo nico que se me ocurri hacer.

    Unas manos fuertes, dedos speros que se le clavaron en los hombros,obligaron a Bane a dar media vuelta. Hugh hinc una rodilla frente a l y lo mirdirectamente a los ojos, en los cuales deseaba ver una llama de astucia ymalevolencia. Sin embargo, lo nico que encontr fue la mirada de un chiquilloasustado y mont en clera.

    Muy bien, Alteza, sigue engaando a esos gegs todo el tiempo quepuedas. Cualquier cosa vale, con tal de poder salir de aqu. Pero queremos quequede muy claro que ya no nos engaas en absoluto. Ser mejor que teenjugues esas falsas lgrimas y prestes atencin..., y esto va tambin por tupadre. Mientras deca estas palabras, volvi la mirada hacia el amuleto de lapluma. El muchacho tena la mano cerrada en torno al objeto con gesto

    protector. A menos que puedas elevar a los cielos a esos enanos, ser mejorque te prepares para pensar en algo pronto. No creo que toda esa gente setome muy a buenas que los hayamos embaucado.

    Maese Hugh, nos estn viendo.La Mano volvi la vista hacia el survisor jefe, que observaba la escena con

    inters. Solt al muchacho, le dio unas palmaditas en los hombros y, sonriendo,le murmur entre dientes:

    Qu planes tienes ahora, Alteza?Bane se trag las lgrimas. Por suerte, no era preciso que hablaran en voz

    baja pues el rtmico martilleo de la mquina lo apagaba todo, hasta lospensamientos.

    He decidido decirles que los he juzgado y los he encontrado indignos. Queno se han ganado el derecho a subir al cielo.

    Hugh mir a Alfred y el chambeln movi la cabeza en gesto de negativa.Eso sera muy peligroso, Alteza. Si proclamas una cosa as en el estado de

    agitacin que parece haberse adueado del reino, los gegs podran volversecontra nosotros.

    El prncipe parpade con nerviosismo y su mirada fue de Alfred a Hugh, yde nuevo al chambeln. Bane estaba visiblemente asustado. Se haba lanzadode cabeza a aquel asunto y ahora estaba hundindose. Peor an, deba darsecuenta de que las dos nicas personas que podan salvarlo tenan muy buenasrazones para dejar que se ahogara.

    Qu hacemos, pues?

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    Hacemos! A Hugh, nada le hubiera gustado ms que abandonar alsuplantador en aquel pedazo de roca barrido por las tormentas. Sin embargo,supo que no podra. Obra del encantamiento? O era, simplemente, que elpequeo le daba lstima? Ninguna de ambas cosas, se asegur a s mismo, pen-

    sando todava en utilizar al prncipe para labrarse una fortuna.He odo mencionar que existe otro dios aqu abajo. El dios de Limbeckdijo Alfred.

    Cmo lo has averiguado? quiso saber Bane, colrico. Antes dijisteque no entendas su idioma!

    S que lo entiendo, Alteza. Hablo un poco de geg... Entonces, me has mentido! El chiquillo mir al chambeln,

    desconcertado. Cmo has podido hacerlo, Alfred? Yo me fiaba de ti!Creo que ser mejor para todos reconocer que ninguno de nosotros se fa

    de los dems contest el chambeln. Quin me puede culpar por ello? Replic Bane con aire de absoluta

    inocencia. Este hombre quera matarme y, por lo que s, Alfred, t loayudabas.

    Eso no es cierto, Alteza, aunque puedo entender cmo has podido llegar apensarlo. Pero no era mi intencin hacer acusaciones. Creo conveniente llamarvuestra atencin al hecho de que, pese a no confiar los unos en los otros, la vidade los tres depende ahora de cada uno de nosotros. Pienso que...

    T piensas demasiado! Lo interrumpi Hugh. El chico lo haentendido, verdad, Bane? Y t, olvida ese papel de beb perdido en el bosque.Tanto Alfred como yo sabemos quin y qu eres. Supongo que deseas salir deaqu, subir y hacerle una visita a tu padre. Pues bien, la nica manera de esca-

    par de esta roca es mediante una nave y yo soy el nico piloto que tienes.Alfred, por su parte, tiene ciertos conocimientos sobre este pueblo y su manerade pensar; al menos, asegura tenerlos. Y tiene razn cuando dice que cada unode nosotros es la nica baza que tenemos los dems en este juego, as que su-giero que t y tu papato os portis bien.

    Bane lo mir fijamente. Sus ojos haban dejado de ser los de un niodescubriendo afanosamente el mundo; eran los de quien ya lo conoce todo.Hugh se vio a s mismo reflejado en aquellos ojos; vio una infancia helada y sinamor, vio a un nio que haba destapado todos los bellos regalos de la vida yhaba descubierto que los envoltorios contenan basura.

    Igual que yo, pens Hugh, ya no cree en lo luminoso, en lo brillante, en

    lo hermoso. Sabe lo que se esconde debajo.No me ests tratando como a un nio dijo Bane, con cautela. Acaso lo eres? replic Hugh con brusquedad.No. Bane asi con fuerza el amuleto mientras hablaba, y repiti en voz

    ms alta: No, no lo soy! Colaborar contigo. Prometo hacerlo, mientras no metraicionis. Si lo hacis, cualquiera de los dos, har que lo lamentis.

    Sus ojos azules centellearon con una expresin de astucia nada infantil.Eso basta. Yo os doy mi promesa a ambos. Alfred?El chambeln los mir con desesperacin y suspir. Tiene que ser as? Confiar los unos en los otros slo porque cada cual

    tiene puesto un pual en la espalda de los dems?

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    T has mentido respecto a que no hablabas el idioma de los gegs. Y nome contaste la verdad acerca del chico hasta que casi era demasiado tarde. Enqu ms has mentido, Alfred? exigi saber Hugh.

    El chambeln se puso plido. Movi los labios, pero no logr responder. Al

    fin, consigui musitar:Lo prometo.Est bien. Arreglado. Ahora, tenemos que informarnos sobre ese otro

    dios. Podra ser nuestra va de escape de este lugar. Lo ms probable es que setrate de un elfo cuya nave fue atrapada por la tormenta y arrojada aqu.

    Podra decirle al survisor jefe que deseo un encuentro con ese dios. Bane capt y entendi enseguida las posibilidades de tal peticin. Le dir queno puedo juzgar a los gegs hasta que sepa cul es la opinin de ese otro dioscolega sobre el asunto. Quin sabe?, podramos tardar varios das en encontrarla respuesta aadi con una sonrisa angelical. De todos modos, nosayudara un elfo?

    Si se encuentra en las mismas dificultades que nosotros aqu abajo, lohar. Nuestra nave est destrozada. Probablemente, la suya tambin. Peropodramos utilizar partes de una para reparar la otra... Silencio! Tenemoscompaa.

    El survisor jefe se acerc a ellos, seguido de un ofinista jefe pomposo yengredo.

    Cundo querrs empezar el Juicio, Venerable?Bane se irgui cuan alto era y puso gesto de sentirse ofendido.He odo a la gente gritar algo respecto a que tenis a otro dios en esta

    tierra. Cmo es que no me habis informado de ello?

    Porque es un dios que afirma no serlo, Venerable dijo el survisor,lanzando una mirada de reproche al ofinista jefe. Dice que ninguno devosotros sois dioses, sino mortales que nos habis esclavizado.

    Hugh se contuvo pacientemente durante esta conversacin, de la que noentendi palabra. Alfred estaba muy pendiente de lo que hablaba el geg y laMano observ con detalle la expresin del chambeln. No se le pas por alto sureaccin de desaliento ante lo que oa. El asesino apret los dientes, frustradocasi hasta el punto de volverse loco. La vida de los tres dependa de un chiquillode diez ciclos que, en aquel momento, pareca perfectamente capaz de rompera llorar.

    Sin embargo, el prncipe Bane no perdi la compostura. Con rostro altivo,

    dio alguna respuesta que, al parecer, alivi la situacin pues Hugh vio relajarsela cara de Alfred. El chambeln incluso hizo un leve asentimiento antes dedominarse, consciente de que no deba mostrar ninguna reaccin.

    El muchacho era valiente y tena una cabeza muy gil, reconoci Hughretorcindose la barba. Y quizs estoy subyugado por el hechizo, se record as mismo.

    Treme a ese dios dijo Bane con un aire imperioso que, por un instante,hizo que se pareciera al rey Stephen.

    Si deseas verlos, Venerable, el dios y el geg que lo trajo aqu hablarn enpblico esta noche, en un mitin. Puedes enfrentarte a l ante los asistentes.

    Muy bien asinti Bane. No le gustaba la idea, pero no saba qu otrarespuesta dar.

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    Ahora, Venerable, tal vez quieras descansar un poco. Observo que uno detus acompaantes est herido. El survisor volvi la vista hacia la manga de lacamisa de Hugh, desgarrada y manchada de sangre. Puedo mandar llamar aun sanador.

    Hugh vio la mirada, entendi lo que deca e hizo un gesto de negativa.Gracias dijo Bane. La herida no es grave. En cambio, podras haceque nos trajeran comida y agua.

    El survisor jefe hizo una reverencia. Es todo lo que puedo hacer por ti, Venerable?S, gracias. Con eso bastar respondi Bane, sin conseguir ocultar el

    tono de alivio de su voz.Los dioses fueron conducidos a unas sillas colocadas a los pies de la

    estatua del dictor, probablemente para que les proporcionara inspiracin. Alofinista jefe le hubiera gustado mucho quedarse a cumplimentar a losVenerables, pero Darral asi a su cuado por la manga de terciopelo de sucasaca y lo arrastr lejos de ellos entre un torrente de protestas.

    Qu haces? exclam el ofinista jefe, furioso. Cmo puedesatreverte a insultar al Venerable con una cosa as? Dar a entender que no es undios! Y todo eso de si somos esclavos...!

    Calla y escchame replic Darral Estibador enrgicamente. Ya tenabastante de dioses. Un Venerable ms y vomitara. O bien esos tipos sondioses, o no lo son. Si no lo son y resulta que ese Limbeck tiene razn, qucrees que ser de nosotros, que nos hemos pasado la vida diciendo a nuestropueblo que servamos a los dioses?

    El ofinista jefe mir a su cuado. Poco a poco, su rostro fue perdiendo el

    color. Trag saliva.Exacto asinti Darral con rotundidad, haciendo oscilar la barba.Ahora, supn que son dioses. De veras deseas ser juzgado y elevado al cielo?O prefieres seguir aqu abajo, tal como estaban las cosas antes de que searmara todo este alboroto?

    El ofinista jefe reflexion. Estaba muy orgulloso de ser ofinista jefe. Llevabauna buena vida. Los gegs lo respetaban, le hacan reverencias y se quitaban elsombrero cuando se cruzaban con l por la calle. No tena que servir a laTumpa-chumpa, salvo cuando decida comparecer por all. Lo invitaban a todaslas mejores fiestas. Pensndolo bien, qu ms poda ofrecerle el cielo?

    Tienes razn se vio obligado a reconocer, aunque le dola hacerlo.

    Qu hacemos, entonces?Ya me estoy ocupando de ello respondi el survisor jefe. Djalo en

    mis manos.Hugh observ a los gegs que se alejaban cuchicheando.Dara cien barls por saber qu estn hablando esos dos.Esto no me gusta nada asinti Alfred. Ese otro dios, sea quien sea,

    est fomentando el caos y la rebelin en esta tierra y me pregunto por qu. Loselfos no tendran ninguna razn para perturbar las cosas en el Reino Inferior,no te parece?

    No. Mantener a los gegs tranquilos y trabajando duro slo les reportaventajas. En cualquier caso, supongo que no podemos hacer otra cosa queacudir al mitin de esta noche y or lo que ese dios tenga que decir.

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    S dijo Alfred, abstrado.Hugh se volvi a mirarlo. Su frente alta y abovedada estaba perlada de

    sudor y sus ojos haban adquirido un brillo febril. Tena la piel cenicienta y loslabios grises. De pronto, Hugh se dio cuenta de que el chambeln no haba

    tropezado con nada desde haca mucho rato.No tienes buen aspecto. Te sientes bien?Yo..., no me siento muy bien, maese Hugh. No es nada serio; una mera

    reaccin tras la cada de la nave. Me recuperar. No te preocupes por m, haz elfavor. Prncipe Bane, entiendes la importancia del encuentro de esta noche?

    Bane le dirigi una mirada reflexiva, meditabunda.S, la entiendo. Har cuanto pueda por ayudar, aunque no estoy seguro

    de qu debo hacer.El muchacho pareca sincero, pero Hugh an tena presente aquella sonrisa

    inocente mientras el prncipe le entregaba el vino emponzoado. Estaba Bane,realmente, de su parte? O simplemente los estaba moviendo, a Alfred y a l, deuna casilla a la siguiente?

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    CAPTULO 33

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    Un tumulto en el exterior del agujero en la pared atrajo la atencin de Jarre,que acababa de dar los toques finales al discurso de Limbeck. Dej el papel enla mesa, lleg hasta la cortina que haca las veces de puerta y asom la cabeza.Comprob con satisfaccin que la multitud congregada en la calle haba crecido,pero los miembros de la UAPP que montaban guardia junto a la entrada estabandiscutiendo acaloradamente con otro grupo de gegs que pretendan entrar.

    Ante la aparicin de Jarre, el clamor aument. Qu sucede? pregunt ella.Los gegs se pusieron a gritar a la vez y Jarre tard algn tiempo en

    calmarlos. Cuando lo consigui y hubo odo lo que tenan que decir, impartiunas instrucciones y desapareci de nuevo en el interior de la sede de la Unin.

    Qu era eso? pregunt Haplo desde la escalera, con el perro a sulado.

    Lamento que el alboroto te despertara se disculp Jarre. No es nada,en realidad.

    No dorma. De qu se trata?El survisor jefe se acerca con su propio dios contest Jarre. Deberahaber esperado una cosa as de Darral Estibador. Pues bien, no le darresultado, esto es todo.

    Su propio dios? Haplo descendi los peldaos con pasos rpidos yligeros como los de un gato. Cuntame.

    No irs a tomrtelo en serio, verdad? Ya sabes que los dioses no existen.Supongo que Darral les ha contado a los welfos que constituamos una amenazay han mandado a alguien aqu abajo para intentar convencer al pueblo que S,de verdad, los welfos somos autnticos dioses.

    Ese dios que traen..., sabes si es un elf..., un welfo?

    No lo s. La mayora de nuestro pueblo no ha visto nunca ninguno.Supongo que nadie sabe qu aspecto tienen. Lo nico que s es que, al parecer,

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    ese dios es un nio y que ha estado proclamando que ha venido a juzgarnos yque va a hacerlo en el mitin de esta noche, para demostrar que estamosequivocados. Pero, naturalmente, t podrs encargarte de l.

    Naturalmente murmur Haplo.

    Jarre dio muestras de impaciencia.Tengo que ir a asegurarme de que est todo preparado en la Sala deJuntos. Se ech un mantn por encima de los hombros. Camino de la salida,hizo una pausa y mir atrs. No le cuentas esto a Limbeck: se pondrademasiado nervioso. Ser mejor que el asunto lo tome completamente porsorpresa, as no tendr tiempo de pensar.

    Corriendo la cortina, abandon la sede de la Unin entre grandes vtores delos congregados.

    Ya a solas, Haplo se dej caer en una silla. El perro, percibiendo el estadode nimo de su amo, hundi el hocico en la mano de ste en un gestoreconfortante.

    Qu piensas, muchacho? Los sartn? Musit Haplo, rascando al perrobajo los belfos con gesto ausente. Ellos son lo ms parecido a un dios quepueden encontrar estos enanos en un universo sin dioses. Qu hago si lo son?No puedo desafiar a ese dios y revelarle mis poderes. Los sartn no debentener noticia de nuestra huida de su prisin. Todava no, hasta que mi amo estcompletamente preparado.

    Cay en su silencio ceudo y meditabundo. La mano que acariciaba al perrorelaj sus movimientos y pronto qued inmvil. El animal, al advertir que ya nolo necesitaba, se instal a los pies del hombre con el hocico sobre las patas. Susojos acuosos reflejaron la preocupacin de la mirada de su amo.

    Qu irona, no? murmur Haplo y, al or la voz, el animal irgui lasorejas y alz los ojos hacia l, con una de sus cejas blancas ligeramentelevantada. Tener los poderes de un dios y tener que reprimirse de utilizarlos.Retirando el vendaje que le cubra la mano, pas un dedo sobre las enmara-adas lneas azules y rojas de los signos mgicos cuyos fantsticos dibujos yespirales decoraban su piel. Podra construir una nave en un da, salir volandode aqu maana mismo, si quisiera. Podra mostrar a estos enanos un podercomo nunca han imaginado. Podra convertirme en un dios para ellos y con-ducirlos a la guerra contra los humanos y los welfos. Haplo ensay unasonrisa, pero su rostro recobr enseguida la seriedad. Por qu no? Quimportancia tendra?

    Lo embarg un poderoso deseo de utilizar su poder. No slo de emplear lamagia, sino de usarla para conquistar, para controlar, para dirigir. Los gegs eranpacficos, pero Haplo saba que no era ste el verdadero modo de ser de losenanos. De algn modo, los sartn haban conseguido despojarlos de suautntico carcter y reducirlos a la condicin de estpidos gegs servidores dela mquina en que se haban convertido. No haba de costar mucho reavivar ensus corazones el feroz orgullo, el valor legendario de los enanos. Las cenizasparecan fras pero, sin duda, an deba de arder una llama en alguna parte.

    Podra organizar un ejrcito y construir naves... Pero no! Qu estoydiciendo? Qu me ha dado, de pronto? Haplo volvi a cubrirse la mano congesto irritado. El perro, encogindose ante el spero tono de voz de su amo, ledirigi una mirada de disculpa creyendo tal vez que haba hecho algo malo.

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    Es mi verdadero carcter, mi naturaleza de patryn, y va a conducirme aldesastre! Mi seor me advirti al respecto: debo moverme con calma. Los gegsno estn preparados, ni debo ser yo quien los gue. Ha de ser uno de los suyos.Limbeck. S, he de encontrar el modo de avivar la llama que representa Lim-

    beck.En cuanto a ese nio dios, no puedo hacer otra cosa que esperar a ver qusucede y confiar en m mismo. Si no es un Satn, tanto mejor, verdad,muchacho?

    Inclinndose, Haplo dio unas palmaditas en el flanco del animal. Este,satisfecho de que su amo hubiera recobrado el buen humor, cerr los ojos yexhal un profundo suspiro.

    Y si resulta ser un sartn murmur luego para s, echndose hacia atrsen su pequeo e incmodo asiento y estirando las piernas, que mi amo mecontenga de arrancarle el corazn a ese bastardo!

    Cuando Jarre regres, Limbeck ya estaba despierto y repasabanerviosamente su discurso, y Haplo haba tomado una decisin.

    Bien anunci Jarre, radiante, mientras se quitaba el mantn de susanchos hombros, todo est preparado para esta noche. Querido, creo que steva a ser el mitin ms concurrido desde que...

    Es preciso que hablemos con el dios la interrumpi Haplo con su vozcalmosa.

    Jarre le lanz una mirada de alarma, recordndole que no deba mencionaraquel tema en presencia de Limbeck.

    El dios? Limbeck los mir tras las gafas que colgaban de su nariz enprecario equilibrio. Qu dios? Qu sucede?

    Limbeck tiene que saberlo apacigu Haplo a la irritada Jarre. Siemprees mejor conocer todo lo que se pueda del enemigo. Enemigo? Qu enemigo?Limbeck, plido pero sereno, se haba puesto en pie.No creers en serio que son lo que afirman ser, unos dictores..., verdad?

    pregunt Jarre a Haplo, mirndolo con expresin ceuda y los brazos en jarras.No, y eso es lo que debemos demostrar. T misma has dicho que, sin

    duda, se trata de un ardid del survisor jefe para desacreditar nuestromovimiento. Si logramos capturar a ese ser que se proclama dios ydemostramos pblicamente que no es tal...

    ... entonces podremos derrocar al survisor jefe! exclam Jarre,

    batiendo palmas con gran excitacin.Haplo baj la cabeza, fingiendo acariciar al perro, para disimular una

    sonrisa. El animal alz los ojos hacia su amo con un aire melanclico e inquieto.Cabe esa posibilidad, desde luego, pero debemos avanzar paso a paso

    plante Haplo tras una pausa, como si hubiera meditado profundamente sobreel asunto. Antes de nada, es fundamental descubrir quin es ese dios y porqu est aqu.

    De quin hablis? Quin est aqu? A Limbeck le resbalaron las gafaspor la nariz. Las coloc de nuevo en su sitio y alz la voz. Hablad!

    Lo siento, querido. Todo ha sucedido mientras dormas.Jarre lo puso al corriente de la llegada del dios del survisor jefe y de que

    ste haba hecho desfilar al nio por las calles de la ciudad. Despus, coment

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    lo que deca y haca la gente de Drevlin y que unos crean que el nio era undios y otros, que no lo era...

    ... y va a haber problemas. Es eso a lo que te refieres, no? la cortLimbeck, terminando la frase. Despus, se dej caer en su asiento y contempl

    a Jarre con aire sombro. Y si realmente son los dictores? Y si me heequivocado y por fin han acudido a..., a someter al Juicio a nuestro pueblo? Sesentirn ofendidos y tal vez vuelvan a abandonarnos! Estruj el discurso entresus manos y aadi: Quiz mis actos hayan causado un gran dao a nuestropueblo!

    Jarre abri la boca con un gesto de exasperacin pero Haplo, con unmovimiento de cabeza, le indic que guardara silencio. Luego, dijo:

    Precisamente por eso es necesario que hablemos con ellos. Si son lossar..., los dictores se corrigi, podremos explicarles lo que sucede y estoyseguro de que lo entendern.

    Yo estaba tan convencido...! exclam Limbeck, entristecido. Y sigues teniendo razn, querido! Jarre se arrodill junto a l y,

    tomando su rostro entre ambas manos, lo oblig a volverlo hasta que sus ojosse encontraron. Ten fe en ti mismo! Ese dios es un impostor trado por elsurvisor jefe! Demostraremos eso, y demostraremos tambin que el survisor ylos ofinistas se han aliado con quienes nos tienen esclavizados! sta puede sernuestra gran oportunidad, la ocasin perfecta para cambiar nuestro mundo!

    Limbeck no respondi. Apart con suavidad las manos de Jarre y las apretentre las suyas, agradecindole en silencio su apoyo. Despus, levant lacabeza y mir fijamente a Haplo, con expresin preocupada.

    Ya has ido demasiado lejos para echarte atrs ahora, amigo mo dijo el

    patryn. Tu gente confa en ti, cree en tu palabra. No puedes decepcionarla.Pero, y si estoy equivocado?No lo ests respondi Haplo con conviccin. Incluso si se trata de un

    dictor, los dictores no son dioses y nunca lo han sido. Son humanos, como yo.Fueron dotados de grandes poderes mgicos, pero siguen siendo mortales. En elcaso de que el survisor jefe afirme que el dictor es un dios, pregntaledirectamente a ste. Si se trata de un verdadero dictor, te responder la verdad.

    Los dictores siempre decan la verdad. Haban recorrido todo el mundodeclarando que no eran seres divinos, aunque tomando sobre s lasresponsabilidades propias de los dioses. Su falsa modestia encubra su orgullo ysu ambicin. Si aquel dios era un autntico sartn, rechazara su condicin

    divina. Si no lo era, Haplo sabra que estaba mintiendo y no le costara muchodesenmascararlo.

    Podemos ponernos en contacto con l? pregunt a Jarre.Lo tienen con sus compaeros en la Factra respondi ella, pensativa.

    No s mucho de ese lugar, pero preguntar a algunos de nuestro grupo que s loconocen.

    Debemos darnos prisa. Pronto oscurecer y el mitin esta anunciado paradentro de dos horas. Deberamos verlos antes de empezar.

    Jarre ya estaba en pie y se encaminaba hacia la salida. Limbeck descans lacabeza en una mano con un suspiro. Las gafas le resbalaron de la nariz y lecayeron en el regazo, sin que l se diera cuenta.

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    Haplo admir la energa y determinacin de la enana. Jarre conoca suslimitaciones; ella era capaz de convertir en realidad una visin, pero eraLimbeck quien tena los ojos por muy cegatos que fueran para captarla.Ahora deba ser l, Haplo, quien mostrara al geg lo que deba ver.

    Jarre regres con varios gegs de aspecto torvo y aire impaciente.Existe un camino de entrada a la Factra, unos tneles que corren pordebajo del suelo y tienen una boca junto a la estatua del dictor.

    Haplo seal a Limbeck con un gesto de cabeza. Jarre capt su intencin. Me has odo, querido? Podemos penetrar en la Factra y hablar con el

    presunto dios. Vamos all?Limbeck alz la cabeza. Bajo la barba, su rostro estaba plido pero en sus

    facciones haba una expresin de determinacin.S respondi, levantando una mano para que Jarre no lo interrumpiera

    . Me he dado cuenta de que no importa si tengo razn o estoy equivocado. Lonico que importa es descubrir la verdad.

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    CAPTULO 34

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    Dos guas gegs, Limbeck, Jarre, Haplo y, por supuesto, el perro recorrieronuna serie de pasadizos sinuosos y retorcidos que se entrecruzaban, sebifurcaban y taladraban el subsuelo bajo la Tumpa-chumpa. Los tneles eranconstrucciones antiguas y esplndidas, recubiertos de losas que, por sus formas

    regulares, parecan producto de la mano del hombre o de las manos metlicasde la Tumpa-chumpa. Aqu y all, tallados en las losas, descubrieron unoscuriosos smbolos. Limbeck estaba absolutamente fascinado con ellos y Jarre aduras penas consigui convencerlo de que deban darse prisa, recurriendo denuevo a darle unos tirones de la barba.

    Haplo podra haberle contado muchas cosas acerca de los smbolos. Podrahaberle explicado que en realidad eran runas, signos mgicos de los sartn, yque aquellas runas grabadas en la piedra eran lo que mantena secos los tnelesa pesar del casi constante flujo de agua de lluvia que rezumaba a travs de lacoralita porosa. Eran aquellos signos lo que mantena abiertos los tneles siglosdespus de que sus constructores los hubieran abandonado.

    El patryn estaba tan interesado en los tneles como Limbeck. Cada vez sehaca ms evidente que los sartn haban abandonado su trabajo. No slo eso,sino que lo haban dejado inacabado..., y tal cosa no era en absoluto propia deaquellos humanos que haban conseguido el poder y la consideracin desemidioses. La gran mquina, cuyos latidos, golpes y martilleos seguanoyndose incluso a gran profundidad, funcionaba (segn haba observadoHaplo) por s misma, siguiendo sus propios impulsos y haciendo su propiavoluntad.

    Y no haca nada. Nada creativo que Haplo pudiera observar. Acompaandoa Limbeck y a los miembros de la UAPP, Haplo haba viajado a lo largo y anchode Drevlin y haba inspeccionado la enorme mquina all donde haba estado. Lamquina derribaba edificios, excavaba agujeros, construa nuevos edificios,

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    rellenaba agujeros, ruga y resoplaba, y zumbaba y echaba vapor, todo ello conun inmenso gasto de energa. Pero el resultado de todo ello era que no hacanada.

    Una vez al mes, segn haba odo Haplo, los welfos descendan de lo alto

    con sus trajes metlicos en sus naves voladoras y recogan la sustancia mspreciosa: el agua. Los welfos llevaban siglos hacindolo y los gegs habanterminado por convencerse de que ste era el propsito ltimo de su amada ysagrada mquina: producir agua para los divinos welfos. Sin embargo, Haplohaba constatado que el agua era un mero subproducto de la Tumpa-chumpa,tal vez incluso un producto de desecho. El propsito de la fabulosa mquina era,sin duda, algo ms importante, algo mucho ms grandioso que escupir aguapara saciar la sed de la nacin elfa. No obstante, cul pudiera ser ese propsitoy por qu los sartn se haban marchado antes de alcanzarlo eran dosincgnitas que Haplo no poda ni empezar a desentraar.

    No iba a encontrar la respuesta en los tneles. Tal vez diera con ella msadelante. Haplo, como todos los patryn, haba aprendido que la impaciencia elmenor desliz en el control de las tensas riendas con que uno se dominaba a smismo poda conducir al desastre. El Laberinto no tena piedad con losdescuidados. La paciencia, una paciencia infinita, era uno de los regalos que lospatryn haban recibido del Laberinto, aunque les llegara empapado en su propiasangre.

    Los gegs se mostraban excitados, ruidosos y vocingleros. Haplo avanz porlos tneles tras ellos, sin causar ms ruido del que haca su sombra, recortadapor la luz de las lmparas de los gegs. El perro avanzaba al trote junto a l,silencioso y vigilante como su amo.

    Estis seguros de que ste es el camino? pregunt Jarre en ms deuna ocasin, cuando daba la impresin de que estaban caminando eninterminables crculos.

    Los guas gegs le aseguraron que s. Al parecer, varios ciclos atrs, elcerebro mecnico de la Tumpa-chumpa haba decidido que deba abrir lostneles. Y as lo haba hecho, taladrando el suelo con sus puos y pies de hierro.Los gegs se haban afanado debajo de ella, apuntalando los muros yproporcionando apoyo a la mquina. Entonces, tan de improvisto como habaempezado, la Tumpa-chumpa haba cambiado de idea y se haba lanzado enotra direccin totalmente distinta. Los dos gegs que ahora los conducan habanformado parte de aquel truno de zapadores y conocan los tneles casi mejor

    que sus propias casas.Por desgracia, los tneles no estaban desiertos, como haba esperado

    Haplo. Los gegs los utilizaban para desplazarse de un lugar a otro y, camino dela Factra, los miembros de la Unin se cruzaron con muchos de ellos. Lapresencia de Haplo cre una gran expectacin y los guas se sintieron obligadosa proclamar a todos quin era, y que el geg que lo acompaaba era Limbeck.As, casi todos los gegs que no tenan otros asuntos ms urgentes que atenderdecidieron seguir a la comitiva.

    Pronto se congreg una multitud de gegs que avanzaba por los tnelescamino de la Factra. Adis al sigilo y a la sorpresa, se dijo Haplo, a quien lequed el consuelo de saber que podra haber recorrido el tnel un ejrcito de

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  • 8/3/2019 el ciclo de la puerta de la muerte 1 parte 2

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    ALA DE DRAGON vol.2 Margaret Weis TracyHickman

    gegs a lomos de dragones aullantes sin que nadie en la superficie se enterasede ello, debido al estruendo de la mquina.

    Hemos llegado grit uno de los gegs con voz atronadora, y seal unaescalera metlica vertical que ascenda por un hueco hasta perderse en la

    oscuridad. Haplo ech un vistazo al siguiente tramo del tnel, observ laexistencia de otras numerosas escaleras similares colocadas a intervalos (era laprimera vez que encontraban un fenmeno semejante) y dedujo que el gegtena razn. Evidentemente, aquellas escaleras conducan a alguna parte. Confien que llevaran a la Factra.

    Haplo indic por seas a los guas, a Jarre y a Limbeck que se acercaran.Con un gesto de la mano, Jarre mantuvo a distancia al resto del numeroso tropelde gegs.

    Qu hay en lo alto de la escalera? Cmo entramos en la Factra?Los gegs le explicaron que haba un agujero en el suelo, cubierto con una

    tapa de metal. Moviendo la tapa, se acceda a la planta baja de la Factra.Esa Factra es un lugar enorme dijo Haplo. A qu lugar de ella

    saldremos? En cul se encuentra ahora ese dios?Sus preguntas provocaron una larga discusin. Un geg haba odo que el

    dios estaba en la sala del dictor, dos pisos por encima de la planta baja. Segnel otro geg, haba sido conducido a la Sala de Juntos por orden del survisor jefe.

    Qu es eso? pregunt Haplo con voz paciente.Es el lugar donde se celebr mi juicio explic Limbeck, a quien se le

    ilumin el rostro con el recuerdo de su momento de suprema importancia.Presiden el lugar la estatua de un dictor y la silla que ocupa el survisor jefedurante el juicio.

    Dnde queda esa sala?Los gegs calcularon que un par de escaleras ms all y todo el grupoavanz en esa direccin. Los dos guas continuaron discutiendo entre ellos hastaque Jarre, tras lanzar una avergonzada mirada a Hapl