el ciclo de la puerta de la muerte 6 parte 2

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    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en unsistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier

    medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros

    mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

    Diseo de cubierta: Singular

    Ttulo original: Into the Labyrinth (Volume 6 The Death Gate Cycle)Traducin: Hernn Sabat

    1993 by Margaret Weis and Tracy Hickman

    Published by arrangement with Bantam Books, a divisin ofBantam Doubleday DellPublishing Group, Inc., New York.

    Grupo Editorial Ceac, S.A. 1994Para la presente versin y edicin en lengua castellana.

    Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.

    ISBN: 8441302758 (Obra completa)844130677X (volumen 61) Depsito legal: B. 148521997

    Impreso en:Litografa Roses, S.A. (15101997)

    Gav (Barcelona)

    Encuadernado en:

    Primer. Industria Grfica, S. A.Sant Vicenc deis Horts (Barcelona)

    Printed in Spain

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    CAPTULO 26

    LA CIUDADELA PRYAN

    Xar se qued mirando, asombrado. Las dos criaturas haban desaparecido.De golpe. Extendi su mente para encontrar su rastro. Busc en la Puerta de laMuerte. Busc en los otros mundos. Se haban esfumado por completo. Y notena idea de adonde haban ido.

    Si haba que creer a Haplo...Pero no lo hizo. Xar apart tal idea de su cabeza.Estaba desconcertado, enfurecido..., intrigado. Si el dragn y su rival haban

    desaparecido de aquel mundo, tenan que haber encontrado una salida de l. Locual significaba que tal salida exista.

    Pues claro que existe! Una mano dio una sonora palmada en laespalda de Xar. Una salida. Un camino al Inmortal.

    El Seor del Nexo se dio la vuelta rpidamente y frunci el entrecejo: T! Quin? Al anciano se le ilumin el rostro. Zifnab! Xar escupi el nombre. Oh! El viejo hundi los hombros, desalentado. Seguro que no soy

    otro? No estabas esperando a otra persona? A un tal seor Bond, quizs?Xar record la advertencia de Sang-drax: Cuidado con el viejo. Casiresultaba gracioso. Con todo, el anciano haba escapado de las prisiones deAbarrach.

    Qu ests diciendo? pregunt, observando a su interlocutor con msinters.

    No tengo ni idea respondi Zifnab, tan contento. De qu estabahablando? Apenas me acuerdo. En realidad, intento no recordar.

    Su tez se volvi cenicienta. Sus ojos perdieron la expresin vaga y, depronto, miraron con fijeza, con un destello de dolor.

    Recordar... duele. No lo hago. Mis recuerdos, no. Los de otros... S, los de

    otros son ms fciles, mucho ms fciles...Xar lo mir, ceudo.

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    Una salida, has dicho. Un camino al Inmortal...Zifnab entrecerr los ojos.La pregunta final del concurso, verdad? Tengo treinta segundos para

    escribir la pregunta. Tictac, tictac, tachan! Ya est! Creo que ya la tengo. Mir a Xar con aire triunfante. Qu es la Sptima Puerta?

    Qu es la Sptima Puerta...? repiti Xar con indiferencia. sa es la pregunta! Pero cul es la respuesta? La paciencia de Xar se estaba agotando. sa es la respuesta! A la pregunta. He ganado? inquiri Zifnab

    esperanzadamente. Tendr ocasin de concursar en el prximo programa? Quiz te d ocasin de terminar vivo el da de hoy! exclam Xar.

    Extendi el brazo, asi el del mago y apret con fuerza. Basta de tonteras,anciano! Dnde est la Sptima Puerta? Es evidente que tu compaero losaba...

    Bueno, el tuyo tambin! Replic Zifnab. No te lo dijo l? Oye, haz elfavor de no arrugarme la ropa...

    Mi compaero? Sang-drax? Tonteras. Slo sabe que la estoybuscando. Si Sang-drax conociera su paradero, me habra conducido hasta ella.

    Zifnab adopt una expresin de extrema perspicacia e inteligencia; almenos, sa fue su intencin. Acerc el rostro al odo de Xar y le susurr:

    Al contrario. La serpiente no hace ms que despistarte y confundirte.Como respuesta, Xar retorci dolorosamente el brazo del viejo. Vamos! T sabes dnde est la Sptima Puerta!S dnde no est repuso Zifnab dcilmente. Si eso te sirve de

    ayuda... Djalo en paz!

    Ocupado con el viejo sartn, Xar se haba olvidado por completo de losmensch, uno de los cuales haba tenido la osada de entrometerse. El Seor delNexo volvi la cabeza.

    La mujer elfa (Xar no lograba recordar su nombre) intentaba obligarlo aabrir la mano y soltar el brazo de Zifnab.

    Le haces dao! Djalo en paz! No es ms que un viejo chiflado.Paithan, ven a ayudarme!

    Xar se record otra vez que necesitaba a aquellos mensch, por lo menoshasta que le hubieran enseado los secretos de la ciudad. Retir la mano delbrazo de Zifnab y se dispuso a improvisar unas palabras de disculpa cuando otromensch se acerc corriendo. ste pareca escandalizado.

    Aleatha! Qu ests haciendo? Esto no es asunto tuyo. Seor, te ruegoque disculpes a mi hermana. Es un poco... en fin, un poco... el elfo titube.

    Testaruda? apunt un humano, varn, al tiempo que se colocabadetrs de la elfa. sta, al orlo, se volvi en redondo y le cruz la cara de unbofetn.

    En aquel punto, entr en la disputa una mujer humana. Por qu has pegado a Roland? No te ha hecho nada!Rega tiene razn asinti el humano llamado Roland mientras se

    acariciaba una mejilla enrojecida. No he hecho nada. Me has insultado! declar Aleatha con arrogancia.

    Slo ha dicho que eres testaruda, hermana intent explicar Paithan.Los humanos no emplean esa palabra en el mismo sentido que nosotros...

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    Vamos, Paithan, no intentes disculparla! Intervino Rega. Aleathasabe perfectamente qu ha querido decir Roland. Tu hermana domina el idiomahumano mejor de lo que aparenta.

    Disculpa, Rega, pero ste es un asunto entre Aleatha y yo...S, Rega terci la elfa, arqueando las cejas. No necesitamos que

    ninguna intrusa se entremeta en nuestros asuntos familiares. Intrusa! Rega, sofocada, dirigi una mirada iracunda a Paithan. De

    modo que eso es lo que opinas de m? Me consideras una intrusa! Roland, venconmigo. T y yo, los intrusos, nos volvemos a nuestra parte de la ciudad.

    La humana agarr del brazo a su hermano y tir de l, arrastrndolo calleabajo.

    Rega, yo no he dicho en ningn momento... Paithan corri unos pasostras los humanos; despus, se detuvo y volvi la vista a Xar. Hum...!Disclpame un momento, quieres?

    Oh, Paithan, por el amor de Orn, un poco de seriedad! exclamAleatha.

    Paithan no respondi. Continu en pos de Rega mientras Aleadla se alejabaen otra direccin, contonendose.

    El nico mensch que no se movi fue el enano, que no haba dicho una solapalabra. Drugar estudi con mirada ceuda y sombra a Xar y a Zifnab; despus,sin un gruido de despedida, dio media vuelta sobre los talones y se march.

    Mucho tiempo atrs, sartn y patryn haban combatido por el control deaquellas criaturas. Para qu molestarse?, se pregunt Xar. Lo que deberanhaber hecho con ellas era meterlas todas en un saco y echarlas a un pozo.

    Haplo lo sabe anunci Zifnab.Eso me han dicho asinti Xar con irritacin.

    No sabe que lo sabe, pero lo sabe. Zifnab se quit el desvencijadosombrero y se frot la cabeza hasta que los cabellos le quedaron de punta.Si ests probando alguna estratagema para intentar que Haplo siga vivo,

    no te dar resultado mascull Xar, colrico. Haplo morir. Tal vez hayamuerto ya. Y su cadver me conducir a la Sptima Puerta.

    Una estratagema... Zifnab suspir. Me temo, colega, que el lazo te loests echando t. Morir... S, Haplo podra morir, sin duda... en un lugar dondet nunca lo encontrars!

    Ah! Entonces, sabes dnde est... Xar no lo crea, pero le segua lacorriente al anciano con la esperanza, todava, de descubrir algo que le resultaratil.

    Pues claro que lo s! afirm Zifnab en tono ofendido. Est en...gulp!

    El anciano se cubri la boca con una mano. S? prob Xar.No puedo decrtelo. Es un asunto confidencial.Xar tuvo una idea.Quiz me he precipitado en mi decisin de ejecutar a Haplo dijo,

    meditabundo. Es un traidor, pero puedo permitirme ser generoso. S, sergeneroso. Perdono a Haplo. Ya lo ves: lo perdono... como un padre debeperdonar los yerros de un hijo. Y ahora dices que corre alguna clase de peligro.

    Iremos a encontrarlo, t y yo. T me conducirs a l.Xar empez a guiar al viejo hacia la puerta de la ciudad.

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    Acudiremos a rescatar a Haplo en mi nave y...Estoy conmovido, verdaderamente conmovido murmur Zifnab con los

    ojos humedecidos. Mi dragn dice a menudo eso mismo de m, sabes?, peroes de todo punto imposible, realmente...

    Xar empez a trazar un signo mgico.

    Vendrs conmigo, viejo... Oh!, te acompaara gustossimo dijo Zifnab en tono jovialsi fueras a

    alguna parte. Pero no es as. Como ves, tu nave...El anciano levant la vista al cielo. La nave de Xar se elevaba por encima

    de las copas de los rboles, alejndose cielo arriba. El Seor del Nexo la observunos instantes con asombro; despus, se apresur a formular un hechizo quedebera haberlo llevado a bordo instantneamente. Las runas de su cuerpoemitieron su resplandor y Xar inici el salto a travs del tiempo y del espacio,pero qued frenado como si hubiera topado con una pared. Magia sartn, sedijo. Hizo un nuevo intento y volvi a chocar contra la barrera invisible.

    Enfurecido, se volvi en redondo hacia el anciano, dispuesto a lanzarle unhechizo que abrasara la carne que cubra sus frgiles huesos.

    El caballero de aspecto imponente vestido de negro de pies a cabezareapareci de entre las sombras. Esta vez vena ensangrentado y desgreado,con las ropas desgarradas y aspecto agotado. Pese a ello, asi la mueca de Xarentre sus dedos y la retuvo con una fuerza que ni el Seor del Nexo con toda sumagia fue capaz de vencer.

    Djalo en paz! Dijo el caballero. l no tiene la culpa. Tu amigo, laserpiente dragn a quien conoces como Sang-drax, se me ha escapado. Es lquien anula tu magia. Y quien te ha robado la nave.

    No te creo!

    La nave de Xar ya no era ms que una mota de polvo en el cielo.Ha tomado tu aspecto, Seor del Nexo insisti el caballero. Tu genteha cado en el engao. Obedecer todas sus rdenes... y Sang-drax,probablemente, los recompensar a todos con la muerte.

    Si es cierto lo que dices, Sang-drax debe de tener urgente necesidad dela nave por alguna razn afirm Xar, en tono confiado, e intent tranquilizarse,aunque se le escap una mirada ceuda hacia la nave que desapareca.

    El caballero de negro estaba hablando con Zifnab.No tienes buen aspecto, seor.No es culpa marespondi el anciano, enfurruado. Seal a Xar con

    dedo acusador y aadi: Le he dicho que era Bond, James Bond, pero no me

    ha credo. Qu ms le has dicho, seor? pregunt el caballero con tono severo.

    Nada que no debieras, espero.Bueno, eso depende. Zifnab se frot las manos con gesto nervioso y

    rehuy la mirada de su interlocutor. La verdad es que hemos tenido unaconversacin muy agradable.

    El caballero imponente asinti lgubremente.Me lo tema. Ya has hecho suficiente dao por hoy, seor. Es hora de que

    entres a tomar tu reconstituyente. La humana te lo preparar con mucho gusto. Desde luego que le gustara! La hara feliz! Pero no dejar que lo haga!

    Zifnab solt un gemido quejumbroso. La mensch no sabra prepararlo. Nadielo hace como t...

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    S, seor. Gracias, seor, pero lo siento mucho. No voy a poder...prepararte la bebida esta noche. El caballero de negro mostraba una palidezextrema. Consigui esbozar una dbil sonrisa y aadi: No me siento muybien. Te acompaar a tu alcoba, seor...

    Cuando se hubieron marchado, Xar pudo dar rienda suelta a su clera y

    contempl con rabia las murallas de la ciudad, unas murallas que, de pronto, sehaban transformado en muros de prisin pues, aunque poda cruzar su puertacon facilidad (si no tena en cuenta a los titanes, convertidos ahora en la menorde sus preocupaciones), se haba quedado sin nave y no tena modo de volver acruzar la Puerta de la Muerte. No tena modo de llegar a Haplo, vivo o muerto.

    Esto es, si tena que creer lo que haba dicho el anciano.Xar se sent en un banco bajo la extraa oscuridad que pareca estar

    cayendo sobre la ciudadela y solamente sobre ella. Se senta dbil, viejo ycansado, sensaciones inslitas para el Seor del Nexo. Intent de nuevo ponerseen comunicacin con Marit, pero no tuvo respuesta a sus urgentes llamadas.

    Lo habra traicionado su esposa? Lo habra hecho Sang-drax? Vas a creer la palabra de mi enemigo?El susurro surgi de la noche y sobresalt a Xar. Escrut las sombras y

    observ el resplandor rojo de un nico ojo. Se puso en pie. Eres t? Sal donde pueda verte!No estoy aqu en presencia tangible, mi Seor. Slo mis pensamientos

    estn contigo.Preferira tener conmigo mi nave, Sang-drax dijo Xar, irritado.

    Devulvemela.Si as lo ordenas, lo har asinti Sang-drax con humildad. Pero

    permteme que te proponga un plan alternativo. He odo tu conversacin con

    ese viejo chiflado, que quiz no es tan estpido como quera hacernos creer.Permteme a m buscar a Haplo mientras t prosigues el asunto que te ha tradoaqu.

    Xar medit la propuesta. No era una mala idea. Tena demasiado quehacer, demasiado en juego, como para marcharse en aquellos momentos. Sugente estaba en Abarrach, presta para la guerra. Tena que seguir buscando laSptima Puerta; an tena que determinar si haba dominado el arte de resucitara los muertos. Varios de aquellos objetivos poda alcanzarlos all. Adems, asdescubrira si Sang-drax era leal.

    Empezaba a perfilar el esbozo de un plan.Si accedo a dejarte buscar a Haplo, cmo volver a Abarrach? inquiri.

    Quera evitar que Sang-drax pensara que tena el dominio de la situacin.Existe otra nave de la cual puedes disponer, mi Seor. Los mensch

    conocen su paradero.Supongo que en algn lugar de la ciudad, pens Xar. El Seor del Nexo

    concedi magnnimamente su permiso.Est bien. Tan pronto como tenga noticias de Marit, te lo comunicar.

    Mientras tanto, haz lo que puedas para encontrarlo por tu cuenta. Recuerda quequiero el cadver de Haplo... y en buen estado!

    Slo vivo para servirte, Xar declar Sang-drax. El ojo rojo se cerr enuna muestra de respeto y, al instante, la presencia se desvaneci.

    Disclpame, seor dijo una voz en el idioma de los elfos.

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    Haca bastante rato que Xar haba percibido la presencia del joven menschpero, abstrado en su conversacin mental con Sang-drax, no le haba prestadoatencin. Sin embargo, haba llegado el momento de empezar a poner enmarcha su plan.

    El Seor del Nexo dio un respingo de fingida sorpresa y escrut las

    sombras.Disculpa, joven elfo. No te he odo llegar. Puedes repetirme tu nombre?

    Perdona que lo pregunte, pero soy viejo y me falla la memoria.Paithan respondi el elfo de buen grado. Paithan Quindiniar. He

    vuelto para disculparme por nuestro comportamiento. De un tiempo a estaparte, todos hemos estado bajo una gran tensin. Y, adems, con la presenciade Zifnab, del dragn y de esa horrible serpiente... Por cierto, has visto alanciano, ltimamente?

    No, me temo que no respondi Xar. Debo de haberme quedadodormido. Cuando he despertado, ya no estaba.

    Paithan, con una mueca de alarma, dirigi una nerviosa mirada a sualrededor.

    Ese viejo bribn chiflado, que Orn lo lleve! Me pregunto dnde se habrmetido. De todos modos, no merece la pena buscarlo esta noche. Estarscansado y hambriento. Ven, si gustas, y comparte la cena con mi hermana yconmigo. Normalmente..., normalmente comemos con los dems, pero me temoque esta noche no van a acompaarnos.

    Oh!, gracias, muchacho. Xar extendi la mano. Te importaraayudarme? Estoy un poco dbil...

    Desde luego, seor Paithan le ofreci su brazo.El Seor del Nexo se asi del elfo y, pegado a l, avanzaron lentamente por

    las calles hacia la ciudadela.Y, mientras caminaban, Xar recibi por fin una respuesta a sus llamadas.Marit, dijo en silencio. Llevo mucho tiempo esperando noticias tuyas...

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    CAPTULO 27

    PERDIDOS

    Marit se sent con la espalda contra una fra pared de piedra y observ alasesino humano que la vigilaba. El hombre estaba apoyado en la pared deenfrente, y de su boca sobresala una pipa que despeda un humotremendamente pestilente. Tena los prpados cerrados, pero la patryn sabaque, con slo apartarse un mechn de cabello del rostro, alcanzara a ver elnegro brillo de los hundidos ojos de su vigilante.

    Tumbado en el suelo entre los dos, sobre un jergn, Haplo se revolva en unsueo agitado, inquieto, muy distinto del sueo reparador propio de su raza. Asu lado, otro par de ojos mantena una atenta guardia, repartiendo la atencinentre Marit y su amo. Hugh la Mano dorma espordicamente. El perro, nunca.

    Cada vez ms irritada ante la vigilancia permanente, Marit volvi la espaldaa los dos observadores y, acurrucada, empez a afilar la daga. No necesitabahacerlo, ni tampoco volver a trazar las runas grabadas en ella, pero jugar con ladaga era la nica alternativa a pasear por el suelo helado, dando vueltas yvueltas y vueltas hasta que le dolan las piernas. En realidad no tena muchas

    esperanzas de conseguirlo pero, si dejaba de mirarlos, quiz sus vigilantes serelajaran y cometeran algn descuido.Podra haberles explicado que no deban preocuparse. No iba a hacerle

    dao. Ahora, no. Sus rdenes haban cambiado. Haplo tena que vivir.Una vez afilada, Marit introdujo la hoja en una rendija minscula entre dos

    de los grandes bloques de piedra blanca pulimentada que formaban el suelo, lasparedes y el techo en cpula de la extraa estancia en la que haban sidoencerrados. Desliz la daga a lo largo de la rendija, hurgando en busca de algnpunto dbil que, estaba segura, no encontrara. Todos los bloques tenangrabadas runas sartn. Los signos mgicos del enemigo ancestral la rodeabanpor todas partes, tapizaban el suelo y estaban all donde posaba la vista. Las

    runas no le causaban dao, pero evitaba tocarlas. La hacan sentirse incmoda ynerviosa; toda la estancia le produca aquellas sensaciones.

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    Y evadirse de ella era imposible.Lo saba. Lo haba intentado.La estancia era amplia y estaba bien iluminada por una luz blanca difusa

    que surga de todas partes a la vez y de ninguna en concreto. Una luz irritanteque ya empezaba a molestarla. Haba una puerta, pero estaba cubierta de

    signos mgicos sartn. Y, aunque las runas tampoco reaccionaban a suproximidad, a Marit le repugnaba tocar la puerta que guardaban. No saba leerla escritura sartn; nunca haba aprendido. Haplo, en cambi s. Esperara a quedespertara para que le tradujera lo que decan. Hasta entonces, era preciso queviviera.

    Haplo tena que vivir. Marit hundi con rabia la hoja en la hendidura, hizopalanca con la daga contra el bloque de piedra en un intento absolutamenteintil de desencajarlo. No se movi un pice. Era ms probable que rompiera elarma en el intento. Irritada, frustrada y (aunque se negara a admitirlo)atemorizada, extrajo la daga de la rendija y la arroj lejos de s. El arma resbalpor el suelo pulimentado, rebot en la pared y se desliz de nuevo hasta elcentro de la estancia.

    El asesino abri los ojos, dos rendijas brillantes. El perro levant la testuz ymir a Marit con cautela. La patryn se despreocup de ellos y se volvi deespaldas a ambos.

    Y Haplo? Est muerto?No, mi Seor. Me temo que he fallado mi...No est muerto... Se te ha escapado?No, mi Seor. Estoy con l...Entonces, por qu no est muerto?Por culpa de un pual, podra haberle explicado. Un pual sartn maldito.

    Haplo me salv la vida, podra haberle dicho. Me salv aunque yo habaintentado matarlo. Todas estas cosas podra haberle contado mentalmente.No tengo disculpa, mi Seorfue lo que dijo. Fracas.Quiz la tarea es demasiado difcil para ti, Marit. He enviado a Sang-drax

    para que se encargue de Haplo. Dnde ests ahora?Marit se ruboriz de nuevo, hasta el sofoco, antes de ofrecer su azorada

    respuesta:En una prisin sartn, mi Seor. Una prisin sartn! Ests segura?Lo nico que s es que estoy en una sala blanca cubierta de runas sartn

    y que no hay salida. Aqu hay un sartn que hace de carcelero. Es se que t

    describiste, se que se hace llamar Alfred. Un amigo de Haplo. Alfred fue quiennos trajo aqu. Nuestra nave qued destruida en Chelestra.

    Los dos estn juntos en esto, no hay duda. Cuntame qu ha sucedido.As lo hizo Marit: le habl del extrao pual cubierto de runas sartn, de los

    titanes, de las aguas de Chelestra, de la piedra de gobierno que haba tenido ensus manos, de las serpientes dragn...

    Por fin, hemos sido trados aqu, mi Seor. Ha sido cosa del sartn. El sartn? Cmo...?El... puso el pie en el hueco de la puerta. No encuentro otra manera de

    describirlo.

    Recuerdo que el agua suba; la nave estaba desmontndose y nuestramagia empezaba a debilitarse. Cog la piedra de gobierno; todava estaba seca y

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    su magia an se mantena intacta. En mi mente centellearon imgenes de losmundos. Me agarr a la primera que vi y me concentr en ella hasta que laPuerta de la Muerte se abri para m. En aquel instante, el agua me alcanz yme cubri, ahogando la magia y casi ahogndome a m. La puerta empez acerrarse. La nave empez a deslizarse bajo las aguas y a su alrededor se

    enroscaron las serpientes dragn.Una de stas abri un boquete en el casco, introdujo la cabeza y se lanz

    directamente hacia Haplo. Yo alargu la mano, lo agarr y lo puse a salvo de lasfauces del monstruo, cuyos espantosos ojos rojos barrieron la cabina hastalocalizarme. La puerta estaba cerrndose rpidamente, demasiado como paraque pudiera evitarlo. Y, entonces, se detuvo y permaneci entreabierta, como sialgn obstculo le impidiera terminar de cerrarse.

    Una luz brillante me ba. Recortada contra ella vi la silueta de un hombrelarguirucho y encorvado que nos miraba con preocupacin. El hombre extendisus manos hacia Haplo. Yo segu cogida a l y me vi impulsada a travs de lapuerta. Y, cuando empez a cerrarse de nuevo, me sent caer y caerinterminablemente.

    Marit tena la sensacin de que haba habido algo ms, pero su plpitoapenas era una vaga sombra en los lmites de la conciencia y, por tanto, lapatryn no consider pertinente mencionrselo a Xar. En cualquier caso, carecade importancia. No era ms que una voz una voz cordial y benigna que lehaba dicho: Ya est, ya lo tengo. Est a salvo; ya puedes soltarlo. Salvo esto,slo recordaba el alivio de sentirse liberada del peso de Haplo antes de sumirseen un apacible sueo.

    Qu te est haciendo el sartn?Nada, mi Seor. Va y viene como un ladrn, entrando y saliendo de la

    estancia. Evita mirarme y dirigirme la palabra. El nico por quien muestrainters el sartn es Haplo. Y no, mi Seor, no he cambiado una palabra connuestro captor. Ni pienso darle esa satisfaccin!

    Bien! Eso te hara parecer dbil y vulnerable. Cmo es ese Alfred?Parece un ratn, un conejo asustado. Pero imagino que slo era un

    disfraz, mi Seor, para provocar en m una falsa sensacin de seguridad.Tienes razn, sin duda, pero hay algo que me intriga, esposa ma. Parece

    que le salvaste la vida a Haplo en Chelestra. Por lo que has contado, podrashaberlo dejado morir.

    S, lo salv, mi Seor. T queras su cadver.Por no mencionar el terror que le haban producido las serpientes dragn. O

    el hecho de que ella misma se haba credo al borde de la muerte, junto conHaplo. Xar confiaba en las serpientes dragn. Las conoca mejor que ella y no lecorresponda a Marit poner en cuestin...

    Las serpientes dragn me habran trado su cuerpo replic Xar. Perosupongo que no podas saberlo. Descrbeme esa posicin.

    Marit obedeci. Describi la sala vaca, de piedra blanca pulimentada ycubierta de runas sartn.

    Por eso mi magia no surte efecto aqu aadi con pesar. Incluso mesorprende que, a pesar de todo, podamos comunicarnos, esposo.

    Eso se debe a que la magia que nos une es interna. No pretende sondear

    en las posibilidades y, por tanto, la magia sartn no la afecta. Como dices, Haplosabr interpretar las runas sartn. Sabr dnde estis. O quiz se lo dir su

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    amigo. Haplo no tendr intencin de matarte, verdad? T intentaste acabarcon l, de modo que...

    No, mi Seor. Haplo no me matar.Era una suerte que Xar, a travs de la magia, slo pudiera captar las

    palabras; as no lleg a sus odos el suspiro de Marit.

    Excelente. Pensndolo bien, creo que sera mejor que te quedaras con l. Ests seguro, mi Seor? Cuando logre escapar de este lugar, encontrar

    una nave. S que la encontrar. Yo...No. Qudate con Haplo. Infrmame de todo lo que l y su amigo sartn

    comenten acerca de esa estancia, de Pryan y de cualquiera de los otrosmundos. En adelante, Marit, infrmame de todo lo que diga Haplo.

    S, mi Seor. Ahora, Xar la converta en espa. La humillacin final paraella. Pero qu debo decirle? Se preguntar por qu no intento matarlo...

    Duerme con l. Tuviste un hijo suyo y l te ama todava. Tengo que serms explcito, querida?

    No; no tena que serlo. Y as termin su conversacin.A Marit se le hizo un nudo en el estmago. Se senta casi fsicamente

    enferma. Cmo poda pedirle Xar una cosa as? Fingir que se congraciaba conHaplo! Hacer el amor con l, pegarse a su lado y, mientras tanto, chuparle lasangre como una sanguijuela... No! Una maquinacin tan prfida resultabadeshonrosa! Ningn patryn accedera a ella. Marit se haba llevado una amargadesilusin con Xar; la haba decepcionado el mero hecho de que insinuara unamaniobra tan...

    La clera y la decepcin se aplacaron por fin.Comprendo dijo en un susurro al ausente Xar. No crees que fingiera,

    si hiciese lo que dices. Te he fallado, es cierto. He salvado la vida de Haplo... y

    t crees que an estoy enamorada de l, no es eso, mi Seor? De lo contrario,no se te habra pasado por la cabeza pedrmelo.Tena que haber un modo otro modo de convencer a Haplo de que, si

    no exactamente de su parte, al menos ya no estaba contra l.La ley patryn! Marit levant la cabeza y casi esboz una sonrisa, pero se

    contuvo y dirigi una mirada furtiva al asesino mensch. No era convenienteparecer, de repente, satisfecha y complacida consigo misma.

    Continu sentada tranquilamente en su prisin hasta perder el sentido deltiempo. Alfred entraba y sala. Marit lo observ con desconfianza. Hugh la Manola observ a ella con desconfianza. El perro los observ a todos (a excepcin deAlfred) con desconfianza. Y Alfred pareca sumamente perturbado e incmodo

    con todo aquello.Al cabo, rendida de cansancio, Marit se ech a dormir. Casi haba conciliado

    el sueo cuando una voz la devolvi a la realidad con un sobresalto. Cmo te sientes, Haplo?La pregunta la formulaba Hugh la Mano. Marit cambi ligeramente de

    posicin para poder observar la estancia. Haplo estaba sentado en el camastro ymiraba a su alrededor con perplejidad. El perro, con un ladrido de alegra, sehaba plantado ante su amo y restregaba su hocico contra l con fruicin. Haplole dio unas palmaditas cariosas y le frot el hocico y las mandbulas. El animalagit la cola como un loco.

    Cunto tiempo he pasado sin sentido? pregunt Haplo.

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    Quin sabe? Respondi la Mano con desdn. Cmo puede unosaberlo, en este lugar? Supongo que no tendrs idea de dnde estamos,verdad?

    Haplo dirigi una nueva mirada en torno a s y frunci el entrecejo.Creo haber visto un lugar como ste en alguna ocasin... pero no consigo

    recordar...Su mirada alcanz a Marit y se detuvo en ella. La haba sorprendido

    observndolo. Era demasiado tarde para fingir que segua dormida; se enderezy apart la mirada. De pronto, advirti la presencia de la daga en el suelo, entreella y Haplo.

    No te preocupes gru Hugh, siguiendo la mirada de Haplo. EntreAlfred, el perro y yo, no dejaremos que la mujer se acerque a ti.

    Haplo se ech hacia atrs y se apoy en un codo. Estaba dbil, demasiadodbil para acabar de salir del sueo curativo de los patryn. La herida de la runadel corazn... En el Laberinto, una herida semejante lo habra condenadoirremisiblemente.

    Ella me salv la vida declar.Marit notaba sus ojos fijos en ella. Dese tener algn lugar donde ocultarse

    en aquella maldita celda, algn modo de escapar. Incluso estaba dispuesta aprobar la puerta, aunque quedara como una estpida si no consegua forzarla.Hizo rechinar los dientes y, con un firme dominio de s misma, se sent en elborde del camastro y fingi concentrarse en anudar los cordones de las botas. Alfin y al cabo, lo que Haplo acababa de decir la favoreca.

    El asesino emiti un gruido. Apart la pipa de los labios, golpe la cazoletacontra la pared y dej caer las cenizas al suelo.

    Haplo dirigi la atencin al humano.

    Has mencionado a Alfred?S, he mencionado a Alfred. Est aqu. Ahora ha ido a alguna parte, porcomida. Hugh indic la puerta con un gesto del pulgar.

    Haplo estudi de nuevo la estancia.Alfred... Ahora recuerdo qu me recuerda este lugar: el mausoleo de

    Ariano.Recordando la orden de Xar, Marit prest atencin a lo que deca. Las

    palabras no significaban nada para ella, pero not que la embargaba unescalofro. Mausoleo... El trmino le recordaba Abarrach, un mundo que era uninmenso mausoleo.

    Ha dicho Alfred dnde estamos?

    Hugh le dirigi una sonrisa; una sonrisa terrible que tens sus labios y lenubl los ojos.

    Alfred no parece tener mucho que decirme. De hecho, me ha estadoevitando.

    No me sorprende.Haplo se sent erguido y se mir la mano que haba empuado el maldito

    pual sartn. Antes de su sueo reparador la tena negra, con la carnequemada. Ahora, el brazo estaba ileso, intacto. Volvi la vista a Marit.

    Ella comprendi lo que pasaba por la cabeza de Haplo con la mismaclaridad que si ste lo anunciara en voz alta. An se senta prxima a l, y eso la

    irritaba.

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    Rastreas mis pensamientos como un lobuno sigue el rastro de un hombreherido, le haba dicho Haplo una vez, en broma.

    Lo que ella no le haba contado nunca era lo mucho que l habra podidorastrear los suyos. Al principio, Marit haba anhelado aquella intimidad; stahaba sido una de las principales razones de que se hubiera quedado junto a

    Haplo tanto tiempo, ms que con cualquier otro hombre. Pero entonces habadescubierto que se senta demasiado atrada por l, que contaba demasiado conl, que empezaba a depender de l. Y, poco despus, haba descubierto que ibaa tener un hijo suyo. Haba sido entonces cuando se haba marchado de su lado.

    Saber que acabara perdindolo a manos del Laberinto le resultabasuficientemente terrible; tener que afrontar, adems, la prdida de un hijo...

    S la que abandona, no la abandonada. La frase se haba convertido ensu credo.

    As pues, Marit mir a Haplo y supo exactamente lo que estaba pensando.Alguien me ha curado. Alguien ha cerrado el crculo de mi ser.

    Haplo la mir, deseando que hubiera sido ella. Por qu?, se dijo Marit. Porqu no se daba cuenta de que lo suyo haba terminado?

    Ha sido el sartn quien te ha curado, no yo le dijo y, con premeditadalentitud, le volvi la espalda otra vez.

    Lo cual qued muy digno y muy propio pero, a no tardar, iba a tener queexplicar que ya no tena intencin de matar a Haplo.

    Marit traz las runas con la esperanza de atraer la daga que an segua enel suelo en mitad de la estancia. Pero su magia chisporrote y se apag; lamaldita magia sartn de aquel desagradable lugar contrarrestaba sus hechizos.

    Haplo dirigi de nuevo su atencin a Hugh la Mano.Cuntame qu ha sucedido. Cmo hemos llegado aqu?

    El humano dio una chupada a la pipa, que se haba apagado. El perro setumb al lado de Haplo, apretado a l todo lo posible y con los ojos fijos en elrostro de su amo con aire impaciente. Haplo lo tranquiliz con unas palmaditas,y el animal solt un suspiro y se apret an ms a l.

    No recuerdo gran cosa respondi la Mano. Unos ojos rojos y unasserpientes gigantes y t con la mano ardiendo. Y terror. Recuerdo haber estadoms asustado que nunca en mi vida... o en mi muerte. El asesino ensay unasonrisa irnica. La nave estall en pedazos. El agua me llen la boca y lospulmones y lo siguiente que recuerdo es que estaba en este lugar, a cuatromanos en el suelo, sacando el estmago por la boca. Y t estabas tendido a milado con la mano y el brazo como madera carbonizada. Y esa mujer estaba de

    pie encima de ti, con la daga, y el perro se dispona a saltarle al cuello. Yentonces Alfred entr por la puerta bambolendose.

    Le dijo algo a la mujer en ese extrao idioma que hablis y ella pareca apunto de contestarle cuando se derrumb en el suelo, sin sentido.

    Alfred te mir y movi la cabeza en gesto de negativa; despus, la mir aella y repiti el gesto. El perro se haba callado y yo haba conseguido ponermeen pie.

    "Alfred", le dije, y di un paso hacia l, pero no poda caminar demasiadobien. Ms que caminar, me abalanc hacia l.

    La sonrisa de la Mano se hizo siniestra.

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    l volvi la cabeza y me vio. Entonces, solt un graznido... y cay alsuelo desmayado! Despus de esto, deb de perder el sentido, porque norecuerdo nada ms.

    Y cuando volviste a despertar? inquiri Haplo.Me encontr aqu respondi Hugh con un encogimiento de hombros.

    Alfred estaba cuidndote y la mujer observaba la escena, ah sentada, sin decirpalabra. Tampoco Alfred abri la boca. Me puse en pie y me acerqu a l; estavez, me asegur de no asustarlo.

    Pero, antes de que pudiera abrir la boca, l dio un respingo como unagacela asustada y escap a travs de la puerta murmurando no s qu sobrecomida y de que yo tena que montar guardia hasta que volvieras en ti. De esohace ya bastante rato y no lo he vuelto a ver. Ella ha estado aqu todo el rato.

    Se llama Marit dijo Haplo sin alzar la voz. Tena la vista en el suelo y conun dedo segua, sin tocarlo, el dibujo de una runa sartn.

    Se llama Muerte, amigo mo, y t eres su objetivo.Marit exhal un suspiro profundo y tembloroso. Era la ocasin de acabar de

    una vez con aquello.Ya no dijo.Se puso en pie, dio unos pasos y recogi la daga del suelo.El perro dio un salto, se plant ante su amo en actitud protectora y emiti

    un ronco gruido. Hugh se puso en pie tambin, con cuerpo gil y movimientosrpidos. No dijo nada; se limit a seguir donde estaba, observando a Marit conlos ojos entrecerrados.

    Marit, sin prestar atencin a ninguno de los dos, llev la daga a Haplo.Hinc una rodilla ante l y le present el arma, ofrecindole la empuadura.

    T me salvaste la vida declar con voz fra, a regaadientes. Segn la

    ley patryn, esto decide en tu favor cualquier disputa entre nosotros. Pero t has salvado la ma, tambin! Replic Haplo y la mir con unaextraa intensidad que hizo sentirse sumamente incmoda a la patryn.Estamos en paz.

    Yo no he salvado nada. Marit lo dijo con tono burln. Ha sido tu amigosartn quien te ha curado.

    Qu est diciendo? intervino Hugh la Mano. Marit haba utilizado elidioma patryn.

    Haplo tradujo sus palabras y aadi:Segn la ley de nuestro pueblo, como le salv la vida, cualquier disputa

    que surja entre nosotros se resuelve a mi favor.

    Yo no llamara disputa a un intento de asesinato declar Hugh consequedad; dio una chupada a la pipa y estudi a Marit con recelo. Es un truco.No la creas.

    No te metas en esto, mensch! Intervino la patryn. Qu sabe dehonor un gusano como t? Mir de nuevo a Haplo, sin dejar de ofrecerle ladaga. Vamos, cgela de una vez!

    No te indispondrs con Xar, haciendo esto? pregunt l, sin dejar decontemplarla con aquella penetrante intensidad.

    Ella se oblig a mantener su mirada.Eso es asunto mo. El honor me impide matarte. Coge la daga, maldita

    sea!

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    Haplo obedeci lentamente. La empu y la hizo girar en la mano como sino hubiera visto nada parecido en su vida. Pero no era la daga lo que estabainspeccionando. La examinaba a ella. Sus motivos.

    S; lo que una vez hubiera habido entre ellos, haba terminado.Marit dio media vuelta y empez a alejarse.

    Marit.Ella volvi la cabeza.Haplo le tendi la daga.Toma. No debes ir desarmada.Marit mantuvo la calma, con las mandbulas encajadas; volvi atrs,

    recuper la daga y la guard en la caa de la bota.Haplo se dispona a aadir algo, y Marit volva la cabeza para no tener que

    orlo o que responderle, cuando un destello de luz rnica y el ruido de unapuerta de piedra que se abra con un crujido los sobresalt a todos.

    Alfred entr en la estancia pero, al ver a todo el grupo mirndolo, inici unrpido retroceso hacia la puerta.

    Perro! orden Haplo. Con un ladrido gozoso, el animal ech a correr.Hinc los dientes en los faldones de la levita del sartn y tir de Alfred, pese asu resistencia, hasta lanzarlo, tropezando y trastabillando, al centro de la sala.

    La puerta se cerr a su espalda.Atrapado, Alfred pase una mirada sumisa y desconsolada por cada uno de

    sus rostros y luego, con una sonrisa de disculpa y un ligero encogimiento de susenclenques hombros, se desmay.

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    CAPTULO 28

    PERDIDOS

    Llev algn tiempo recuperar a Alfred, que pareca profundamente reacio arecobrar la conciencia. Finalmente, sus ojos se abrieron con un parpadeo. Pordesgracia, lo primero que vio fue a Hugh la Mano inclinado sobre l.

    Hola, Alfred dijo la Mano con aire sombro.Alfred palideci y puso los ojos en blanco.El asesino alarg la mano y asi a Alfred por el cuello de la camisa, de

    encaje deshilachado. Desmyate otra vez y te estrangulo! No, no! Ya..., ya estoy bien. Aire, necesito... aire.Djalo levantarse intervino Haplo.Hugh abri la mano y retrocedi unos pasos. Alfred se puso en pie

    tambalendose, entre jadeos. Su mirada estaba fija en Haplo.Me alegro mucho de verte... Y te alegras tambin de verme a m, Alfred? inquiri Hugh.Alfred dirigi por un instante la vista hacia el humano y, al parecer, lament

    haberlo hecho porque volvi a apartarla enseguida.

    Esto..., desde luego que s, maese Hugh. Estoy sorprendido... Sorprendido? Por qu? Replic la Mano con un gruido. Tal vezporque la ltima vez que me viste estaba muerto?

    Pues... s; en efecto, ahora que lo pienso, estabas muerto. Muy muerto. Alfred se sonroj y balbuce: Es evidente que has tenido una... unarecuperacin mi... milagrosa.

    Supongo que t no sabrs nada del asunto, verdad? Yo? Alfred levant la vista hasta la altura de las rodillas de Hugh. Me

    temo que no. En aquellos momentos estaba muy ocupado. Tena que ocuparmede la seguridad de la dama Iridal, sabes?

    Entonces, cmo explicas esto? El asesino se rasg la camisa para

    mostrar el pecho. La runa sartn era visible en su centro; despeda un fulgor

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    mortecino, como de complacencia. Mralo bien, Alfred! Mira lo que me hashecho!

    Alfred levant los ojos despacio a regaadientes. Dirigi una miradacompungida a la runa y, con un gemido, se cubri el rostro con las manos. Elperro, entre gaidos compasivos, se le acerc trotando y pos una pata con

    suavidad sobre uno de los grandes pies de Alfred.Hugh fulmin a ste con la mirada; despus, bruscamente, agarr a Alfred

    y lo sacudi. Mrame, maldita sea! Mira qu has hecho! Yo estaba muerto: donde

    quiera que me hallase, me senta contento y en paz. Entonces, t me arrancastede all. Ahora, ni estoy vivo ni puedo morir! Pon fin a ello! Devulveme a eselugar!

    La Mano zarande a Alfred como si fuera un mueco roto. El perro,estrujado entre los dos, mir alternativamente a uno y otro sin saber muy bien aquin atacar y a quin proteger.

    No saba que hubiese hecho lo que dices! farfull Alfred con unbalbuceo casi incoherente. No lo saba! Tienes que creerme. No lo recuerdo...

    No... lo... recuerdas? Hugh subray cada palabra con una sacudidaque termin por poner de rodillas al pobre Alfred.

    Haplo rescat al perro, que corra peligro de llevarse un pisotn, antes dehacer lo mismo con Alfred.

    Djalo en paz avis a Hugh. Por extrao que te resulte, est diciendola verdad. La mitad de las veces, no sabe lo que hace. Como transformarse endragn para salvarme la vida. Vamos, Hugh, sultalo. Alfred es nuestra va deescape. Al menos, as lo espero. Adems si nos quedamos encerrados aqu,nada de esto tendr importancia.

    Que lo deje en paz? Casi incapaz de respirar de pura rabia, Hughlanz una mirada furibunda a Haplo y, por fin, arroj al suelo al sartn. Yquin me devolver la paz a m?

    La Mano dio media vuelta en redondo, avanz hasta la puerta, la abri deun empujn y sali de la celda. Marit, que no se perda detalle, observ coninters que la magia sartn no haca, al parecer, el menor intento de detener almensch. Acarici la idea de seguirlo y, as, escapar tambin ella de su encierro,pero descart enseguida tal posibilidad. Tena que permanecer con Haplo. Suseor se lo haba ordenado.

    Perro, ve con l orden Haplo.El animal sali disparado tras Hugh la Mano. Haplo hinc la rodilla al lado

    de Alfred. Marit aprovech el revuelo para retirarse discretamente a un segundoplano, tratando de pasar lo ms inadvertida posible en la estancia vaca.

    Alfred, pattico y lastimoso, segua en el suelo hecho un ovillo. Marit lo mircon desdn. Aquel sartn, que pareca incapaz de levantar una masa de pan,cmo iba a poder levantar a los muertos? Hugh la Mano se haba confundido,sin duda.

    Alfred era un hombre de edad mediana, con la coronilla calva y un cabellofino que le caa a mechones por los costados de la cabeza; tena un cuerpolarguirucho y desgarbado y unas manos y pies muy grandes, que muchas vecesse movan como si parecieran creer que pertenecan a otro. Iba vestido con unos

    calzones de terciopelo descoloridos, una casaca del mismo tejido que no era de

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    su talla, unas medias radas y una camisa arrugada, con adornos de encaje des-hilachados.

    Haplo lo vio sacar un pauelo andrajoso de un bolsillo roto para secarse elrostro.

    Te encuentras bien? pregunt en tono hosco, con una especie de

    preocupacin rencorosa.Alfred levant la vista hacia l y enrojeci.S, gracias. l... Hugh tena todo el derecho a portarse as, sabes? Lo que

    le hice... si es verdad que fui yo y, sinceramente, no me acuerdo... estuvo mal.Muy mal. Recuerdas lo que te cont en Abarrach sobre la nigromancia? pronunci esta ltima palabra con un susurro.

    Por cada persona devuelta a la vida cuando ya no le corresponde, otrapersona muere cuando an no era su hora. Estas fueron tus palabras. Pero,escucha, puedes hacer algo para ayudarlo?

    Alfred titube un momento. Pareca a punto de responder que no, pero selimit a suspirar y hundir sus huesudos hombros.

    S, creo que podra... murmur por fin. Movi la cabeza y aadi: Perono aqu.

    Dnde, entonces? Recuerdas la cmara... en Abarrach? Ese sitio que llaman la Cmara de

    los Condenados?S respondi Haplo con visible incomodidad. Lo recuerdo.Me propuse volver all. Quera llevar a Xar para demostrarle que era cierto

    lo que le haba contado acerca de un poder superior... Oh, no amigo mo! protest Alfred, alarmado. No creo que sea nada

    aconsejable hacer lo que dices. Vers, he descubierto qu es esa cmara. Orla

    me lo ha revelado. Qu te ha revelado?Est convencida de que estuvimos en la Sptima Puerta explic Alfred

    en voz baja y con tono reverente. Ah, s? Y qu? Haplo se encogi de hombros.Alfred pareci sorprenderse de su reaccin; despus, exhal un suspiro.Supongo que desconocas la historia, en ese punto. Vers, cuando los

    sartn produjeron la separacin de los mundos...S, s lo interrumpi Haplo, impaciente. La Puerta de la Muerte. La

    ltima Puerta. He cruzado todas las puertas imaginables en mi vida. Qusucede con sta? Qu tiene de especial?

    Bien, esa cmara era el lugar donde estaban cuando procedieron a laSeparacin continu Alfred en voz baja. Estaban en la Sptima Puerta.

    De modo que Samah, Orla y el resto del Consejo se reunieron en esacmara...?

    Ms que eso, Haplo continu Alfred con expresin grave. No slo sereunieron all, sino que impregnaron de magia esa cmara. Desde ella,destruyeron un mundo para construir otros cuatro...

    Y todava existe, con toda su magia... con todo su poder! Haplo lanzun silbido y movi la cabeza. No me extraa que la rodearan de runas deproteccin para impedir el acceso a cualquiera.

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    Segn Orla, Samah no fue responsable de eso indic Alfred. Vers,cuando la magia se hubo completado y los cuatro mundos quedaron formados,Samah se dio cuenta de lo peligrosa que poda resultar la Cmara...

    Los mundos que podan ser creados tambin podan ser destruidos.Exactamente. En vista de lo cual, envi la Cmara al olvido.

    Por qu no se limit a destruirla?Lo intent dijo Alfred con voz queda. Y descubri que no poda. El poder superior se lo impidi?Alfred asinti.Temeroso de lo que haba descubierto sin proponrselo, incapaz de

    entenderlo o reacio a hacerlo, Samah ocult la Cmara con la esperanza de que jams sera encontrada. sa fue la ltima noticia que Orla tuvo de ella. Sinembargo, la Cmara termin por ser descubierta por un grupo de sartn deAbarrach; un grupo desesperado y desconsolado por lo que estaba sucediendo asu propio pueblo. Por fortuna, creo que no tenan la menor idea de lo que habanencontrado.

    S, de acuerdo, estuvimos en esa Sptima Puerta. Pero qu tiene que vereso con Hugh la Man?

    Creo que si Hugh pudiera entrar en ella, quedara libre. Cmo?No estoy seguro fue la respuesta evasiva de Alfred. De todos modos,

    poco importa eso. No vamos a ir a ninguna parte...Haplo recorri la estancia con la mirada. Dnde diablos estamos? Y cmo hiciste para escapar de Samah? Este

    lugar me resulta familiar; se parece a esa tumba de Ariano. Supongo que noestamos otra vez en Ariano...

    No, no estamos ah.Haplo aguard pacientemente a que el sartn continuase.Alfred permaneci callado. Sabes dnde estamos? inquiri el patryn, indeciso.Alfred asinti a regaadientes con un gesto de cabeza. Y bien, dnde?Alfred se retorci las manos y respondi:Djame pensar el mejor modo de explicarlo. En primer lugar, debo

    aclararte que no escap de Samah.No me interesa saber...Djame terminar, por favor. Has cruzado la Puerta de la Muerte desde

    que ha sido abierta?S. He vuelto a Ariano. Por qu?Durante la travesa, pasaban velozmente ante tus ojos imgenes de cada

    uno de los mundos, dndote oportunidad de escoger a cul de ellos queras ir.Recuerdas un mundo de gran belleza, un lugar que nunca habas visto y quejams habas visitado? Un mundo de cielos azules, das soleados, rboles verdesy enormes ocanos. Un mundo antiguo, muy antiguo.

    S que lo vi respondi Haplo. Y recuerdo que me pregunt...Pues ah es donde estamos ahora apunt el sartn. En el Vrtice.Haplo pase la mirada por las losas desnudas de mrmol blanco.

    Cielos azules, das soleados... Maravilloso. Su mirada volvi a Alfred.Hoy divagas an ms de lo normal.

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    El Vrtice. El centro del universo. Una vez, este lugar conduca al mundoantiguo...

    Un mundo que ya no existe.Es cierto, pero sus imgenes deben de haberse conservado ca-

    sualmente...

    O colocadas ah de forma deliberada; una trampa sartn para intrusosque cruzaran la Puerta de la Muerte repuso Haplo en tono sombro. Yomismo estuve muy cerca de decidirme por esas imgenes. Dime, sera aqudonde habra terminado?

    Me temo que s. Aunque ya te dars cuenta de que no est tan mal, unavez que te acostumbres. Todos tus deseos y necesidades sern cubiertos; lamagia se ocupa de ello. Y es un lugar seguro. Absolutamente seguro.

    Por ensima vez, Haplo recorri la estancia con la mirada. Y pensar que estaba preocupado por ti! Te imaginaba en el Laberinto,

    muerto o algo peor an. Pero has estado aqu todo el tiempo. A salvo.Totalmente seguro.

    Estabas preocupado por m? repiti Alfred, y su descolorido rostro seilumin.

    Haplo hizo un ademn de impaciencia. Por supuesto! Si eres incapaz de cruzar una sala vaca sin causar

    alguna catstrofe! Y, hablando de salas vacas, cmo salimos de sta?Alfred no respondi. Agach la cabeza y clav la mirada en los zapatos.

    Haplo lo observ, pensativo.Samah dijo que os enviaba a Orla y a ti al Laberinto. O cometi un error, o

    no era tan malvado como aparentaba. Os envi aqu a los dos. Unpensamiento pareci asaltarlo de improviso. Por cierto, dnde est Orla?

    Samah no era malvado contest Alfred sin alzar la voz. Slo era unhombre muy asustado. Pero ya ha perdido el miedo. En cuanto a Orla, me dej.Ahora est con l.

    Y t te has quedado aqu? No fuiste con ella? Al menos, podras habervuelto para prevenir a los otros sartn de Chelestra...

    No comprendes, Haplo lo cort Alfred. Sigo aqu porque no tengo msremedio. No hay salida.

    Haplo le lanz una mirada exasperada. Pero has dicho que Orla se fue...!Alfred empez a entonar las runas. Su cuerpo desgarbado adquiri una

    inesperada agilidad, mecindose y dando vueltas al ritmo de la tonada. Sus

    manos formaron los signos mgicos en el aire.La meloda era triste, pero dulce. En su rincn, Marit evoc sbitamente la

    ltima vez que haba tenido en brazos a su hija. El recuerdo le doli, la tonada ledoli y el dolor la enfureci. Se dispona a saltar, a interrumpir el hechizo mgicoque el sartn estaba trazando un hechizo destinado, sin duda, a debilitarla,cuando una seccin de la pared de piedra desapareci.

    Al otro lado de la pared, en una urna de cristal, yaca una mujer sartn. Surostro estaba sereno; sus ojos, cerrados. Su boca pareca sonrer dbilmente.

    Haplo comprendi por fin.Lo siento...

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    Ahora est en paz musit Alfred con una triste sonrisa. Me dej parahacer compaa a su esposo. Volvi la mirada a Marit y su rostro adquiri unaexpresin severa. Orla vio lo que le sucedi. Lo vio morir.

    Samah fue castigado por sus crmenes dijo Marit en tono defensivo ydesafiante. Sufri como nos hizo sufrir a nosotros. Recibi su merecido. No;

    mereca ms, mucho ms.Alfred no dijo nada. Dirigi una clida mirada a la mujer del atad de cristal

    y apoy la mano en ste con suavidad. Despus, lentamente, la mano sedesplaz a otra urna situada al lado. sta estaba vaca.

    Qu significa eso? pregunt Haplo.Es para m, cuando llegue el da contest Alfred. Tienes razn, este

    lugar se parece mucho a Ariano. Demasiado! Asinti el patryn. Has encontrado otra tumba.

    Absolutamente segura! Exclam con un bufido. Pues bien, no sueescon refugiarte ah! Te vienes conmigo!

    Me temo que no. No vas a ninguna parte, Haplo. Ya te lo he dicho: no haysalida. Alfred volvi la cabeza hacia Orla. Salvo la suya...

    Miente! exclam Marit, combatiendo el pnico y un sbito impulsoaterrador de ponerse a excavar en la roca maciza con las manos desnudas.

    No. Es un sartn; no puede mentir. Pero es un experto en no decir laverdad. Haplo mir fijamente a Alfred. La Puerta de la Muerte no debe deestar lejos. Escaparemos por ella.

    No tenemos nave le record Marit.Construiremos una. Haplo no apart los ojos de Alfred, que volva a

    tener la mirada fija en la punta de sus zapatos. Qu me dices, sartn? LaPuerta de la Muerte? Es sa la salida?

    La puerta se abre en una sola direccin dijo Alfred en voz baja.Frustrado, sin saber muy bien qu hacer, Haplo se qued mirando al sartn.Marit s supo qu hacer. Se agach y extrajo la daga de la bota.Yo lo har hablar.Djalo en paz, Marit. As no conseguirs nada de l.Intentar no hacerle demasiado dao a tu amigo. Y no tienes por qu

    mirar.Haplo se coloc ante ella. No dijo nada; se limit a interponer su cuerpo

    entre ella y Alfred. Traidor!Marit intent esquivar su presencia. Haplo la atrap con un movimiento

    veloz y diestro, y la retuvo. Marit era fuerte, quiz ms que l en aquelmomento, y se debati para soltarse. Los brazos y las manos de ambos seenredaron y, mientras se asan el uno al otro, un resplandor azulado empez asurgir tenuemente de cada brazo, de cada mano.

    Era la magia rnica que cobraba vida.Pero esta vez no era la magia que actuaba como proteccin o como arma

    de ataque. Esta vez era la magia que se pona en accin cuando dos patryn setocaban. Era la magia de la unin, de cerrar el crculo. Era una magia decuracin, de fuerza compartida, de compromiso mutuo.

    Y la magia empez a penetrar en Marit.

    Ella no la deseaba. Estaba vaca por dentro, vaca y hueca, oscura y ensilencio. Ni siquiera alcanzaba ya a or su propia voz; slo el eco de unas

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    palabras pronunciadas mucho tiempo atrs. La vacuidad era fra pero, al menos,no resultaba dolorosa. La patryn haba expulsado de s todo el dolor, lo habaparido y haba cortado el cordn umbilical.

    Pero el resplandor azul, suave y clido, se extendi de las manos de Haploa las suyas. Empez a progresar en ella. Una gota, como una lgrima solitaria,

    cay en el vaco...Haplo, ser mejor que vengas a ver esto.Era Hugh la Mano quien hablaba, desde la puerta. Su voz era spera,

    cargada de urgencia.Incomodado, Haplo volvi la cabeza. Marit se desasi. l la mir de nuevo, y

    la patryn vio en sus ojos el mismo calor que haba percibido en la magia rnica.Haplo alz la mano hacia ella. Marit slo tena que cogerla...

    El perro apareci al trote. Meneando el rabo y con la lengua colgando, seencamin hacia la patryn como si acabara de encontrar una amiga.

    Marit le arroj la daga.Su puntera dej mucho que desear. Estaba muy nerviosa y apenas poda

    ver nada. El arma roz el flanco izquierdo del animal y le produjo un araazo.El perro lanz un gaido de dolor y se escabull lejos de Marit. La daga fue

    a estrellarse contra la pared cerca de la pantorrilla derecha del asesino, quien laaplast bajo su pie. Alfred observ la escena con espanto, tan plido quepareca a punto de desmayarse otra vez.

    Marit se volvi de espaldas a todos ellos.Mantn a ese perro lejos de m, Haplo. La ley me impide matarte, pero

    puedo dejarte sin el maldito animal.Ven aqu, muchacho Haplo llam al perro y examin la herida. Est

    bien, slo es un araazo. Has tenido suerte.

    Por si le interesa a alguien anunci Hugh la Mano, he encontrado lasalida. Por lo menos, creo que es una salida. Ser mejor que vengis a ver.Nunca he encontrado nada parecido.

    Haplo mir a Alfred, que se haba sonrojado bruscamente. Qu sucede? Est protegida? Hay alguna trampa mgica?Nada de eso respondi Hugh. Es ms bien una especie de broma.Dudo que lo sea. Los sartn no tienen mucho sentido del humor.Pues hay alguien que s lo tiene. La salida es a travs de un laberinto.Un laberinto... repiti Haplo en un susurro.Y entonces supo la verdad. Y Marit la supo tambin, al mismo tiempo que

    l. El vaco de su interior se llen, se llen de miedo, de un miedo que se agitaba

    y debata en su interior como un ser vivo. Se sinti casi enferma de miedo.As pues, Samah cumpli su palabra, despus de todo coment Haplo a

    Alfred.El sartn asinti. Su rostro tena una palidez mortal y una expresin

    sombra.S, la cumpli. Alfred sabe dnde estamos? pregunt Hugh la Mano.Lo sabe asinti Haplo sin alterarse. Lo ha sabido desde el primer

    momento. En el Laberinto.

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    CAPTULO 29

    EL LABERINTO

    Dejaron la sala de mrmol blanco y sus atades de cristal. Encabezados porHugh, atravesaron un angosto pasadizo excavado en una roca gris de cantossperos. El pasadizo, recto y de piso llano, descenda en una pendiente suave yconstante. A su trmino, una entrada en arco, tambin tallada en la piedra, daba

    paso a una gigantesca caverna.El techo abovedado de la caverna se perda a la vista, envuelto en sombras.Una luz griscea y mortecina que surga de un punto muy lejano, opuesto a laentrada, se reflejaba en la superficie hmeda de las enormes estalactitas. Lasestalagmitas se levantaban del suelo de la cavidad a su encuentro, comodientes de unas fauces abiertas. A travs de los huecos entre los dienteshmedos serpenteaba un ro de agua negra que corra hacia el origen de aquellaluz triste.

    Era una cueva bastante normal. Haplo estudi la boca en arco. Toc elbrazo de Marit y le indic en silencio una marca all grabada. Era una solitariaruna sartn. Marit la observ, se estremeci y se apoy contra la pared helada.

    Estaba temblando y se sujetaba con fuerza los brazos desnudos. Habaapartado el rostro y el cabello colgaba sobre l, ocultndolo. Haplo comprendique, si echaba hacia atrs aquellos mechones de cabello enmaraado y letocaba la mejilla, encontrara lgrimas. No la censur por ello. En otra ocasin,l mismo habra llorado. Pero esta vez senta una extraa exaltacin. Era all,despus de todo, donde se haba propuesto llegar desde el primer momento.

    Marit no saba leer la escritura rnica de los sartn, pero conoca muy bienaquella runa solitaria. Todos los patryn conocan su significado. La conocan yhaban aprendido a odiarla y detestarla.

    La Primera Puertadijo Haplo. Estamos en el inicio mismo delLaberinto.

    El Laberinto... repiti Hugh la Mano. Entonces, tena razn. Aqu fuerahay uno de esos curiosos lugares seal ms all de la puerta.

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    Hileras de estalagmitas se perdan en la oscuridad. Un camino, hmedo yresbaladizo, arrancaba del arco hacia las columnas. Desde su posicin, Haploalcanzaba a distinguir la primera bifurcacin del camino, dos senderos quetomaban direcciones distintas, ambos serpenteando entre formaciones rocosasque no eran obra de la naturaleza sino producto de la magia, del miedo y del

    odio.Slo haba un camino bueno. Todos los dems conducan a la catstrofe. Y

    estaban en la primera de las innumerables puertas.He estado en muchas cuevas en mi vida continu la Mano. Movi la

    boquilla de la pipa en direccin a la oscuridad, pero en ninguna como sta.Antes he avanzado por el camino hasta la primera encrucijada; despus, heechado un vistazo para tener una idea de adonde conduca. Se frot labarbilla. Empezaba a crecerle de nuevo el pelo en la cabeza y en el rostro; unabarba corta negroazulada que deba picarle. Pens que era mejor volver,antes de perderme.

    Perderte habra sido la menor de tus preocupaciones. Un giro en falso enese Laberinto conduce a la muerte. Fue construido con este propsito. Es unaprisin. Y mi hija est atrapada en ella.

    Hugh dio una chupada a la pipa y mir a Haplo. Que me aspen...!Alfred se acurruc en la retaguardia, lo ms lejos que pudo del arco de la

    entrada sin quedar separado del grupo. Quieres hablarle t del Laberinto, sartn, o prefieres que lo haga yo?Alfred levant la vista un instante con una expresin de dolor. Haplo se dio

    cuenta, comprendi la causa y escogi no razonar. Alfred ya no era Alfred. Era elenemigo. No importaba que ahora estuvieran todos juntos en aquel trance.

    Haplo necesitaba alguien a quien odiar, necesitaba su odio como un recio muroen el que apoyarse; de lo contrario, caera y quiz no volvera a levantarse ms.El perro haba permanecido hasta entonces al lado de Haplo, cerca de la

    boca de la caverna, olfateando el aire con claras muestras de no gustarle lo queperciba. En aquel momento, se sacudi y se acerc a Alfred. El animal se frotcontra la pierna del sartn mientras mova despacio, suavemente, el raboplumoso.

    Comprendo cmo te sientes dijo Alfred. Alarg la mano y dio una tmidapalmadita en la cabeza al animal. Lo siento.

    El muro de odio de Haplo empez a desmoronarse y el miedo empez aencaramarse sobre los restos. El patryn hizo rechinar los dientes.

    Maldita sea, Alfred, deja de disculparte! Ya te he dicho que no es culpatuya!

    Culpa tuya... culpa tuya... culpa tuya..., repiti un potente eco.Lo s. No lo har ms. Lo s... Alfred emiti un siseo como el de una

    vieja tetera, vio la mirada de Haplo y enmudeci.La Mano los mir a ambos.Me da igual de quin sea la culpa. Que alguien me explique qu es todo

    esto.Haplo se encogi de hombros.Hace mucho tiempo hubo una guerra entre el pueblo de Alfred y el mo.

    Nosotros perdimos y ellos ganaron...No lo corrigi el sartn con tristeza, en un susurro, nadie gan.

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    En cualquier caso, su gente nos encerr en esta prisin y nos abandonpara buscar sus propias prisiones. No es as como lo explicaras, Alfred?

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    El sartn no contest.Esta prisin es conocida como el Laberinto. En ella nac yo, y tambin ella

    seal a Marit. En ella naci nuestra hija... y en ella vive todava.Si sigue viva... murmur Marit para s.La patryn haba recuperado un poco el dominio de s misma y ya no

    temblaba, pero no se atrevi a mirar a los dems. Apoyada contra la pared,continu con los brazos apretados con fuerza en torno al cuerpo, sujetndose as misma.

    Es un lugar cruel prosigui Haplo, lleno de una magia cruel que secomplace no slo en matar, sino en hacerlo lentamente, torturndolo a unohasta que la muerte llega como una amiga.36Nosotros dos conseguimos escaparcon la ayuda de nuestro seor, Xar, pero muchos no lo han logrado. Muchos sehan quedado en el camino. Generaciones de los nuestros han nacido, vivido ymuerto horriblemente en el Laberinto.

    Y ni uno solo de los nuestros que iniciaron la marcha desde la PrimeraPuerta concluy en voz baja ha logrado llegar hasta la ltima.

    La expresin del asesino se hizo sombra. Qu ests diciendo?Marit se volvi hacia l; la clera haba secado las lgrimas de sus ojos.Nuestro pueblo ha tardado cientos de aos en alcanzar la ltima Puerta.

    Y lo ha hecho pasando sobre los cuerpos de los que han cado antes. El padreagonizante seala a su hijo el camino que ha de recorrer. La madre al borde dela muerte entrega su hija a quienes se ocuparn de criarla. Yo logr escapar... yahora he vuelto. Emiti un gemido, un sollozo seco y desgarrador. Ah!,tener que soportarlo todo otra vez, el dolor, el miedo... Y sin esperanza deescapar. Estamos demasiado lejos.

    Haplo sinti el impulso de consolarla, pero imagin que su comprensin nosera bien acogida. Adems, qu consuelo poda ofrecerle? Marit slo habadicho la verdad.

    Bien, es intil quedarse aqu. Cuanto antes empecemos, antesacabaremos declar, y no se dio cuenta del lgubre sentido de sus palabrashasta que escuch la risa amarga de Marit. Yo me haba unido a este viaje conel propsito de volver al Laberinto continu diciendo en tono deliberadamenteenrgico y prctico. Es cierto que no haba proyectado entrar por esteextremo, pero supongo que da igual hacerlo por uno o por otro. Quizs ste seamejor, incluso. Esta vez, no me perder nada.

    Dices que te proponas regresar? Marit lo mir con perplejidad. Por

    qu? Para escapar de Xar? Sus ojos se entrecerraron.No contest Haplo sin mirarla. Escrut la caverna en direccin a la luz

    griscea que se reflejaba en los remolinos del agua negra. Estaba decidido avolver para buscaros. A ti y a nuestra hija.

    Marit pareca a punto de decir algo. Entreabri los labios, pero luego volvia cerrarlos para evitar que escaparan las palabras. Baj los ojos.

    Bien, voy a entrar ah en busca de nuestra hija anunci Haplo.Vendrs conmigo?

    Marit alz la cabeza y mostr sus plidas facciones.Yo... no lo s. Tengo que pensarlo...

    No tienes muchas alternativas, Marit. No hay ms salida que sa.

    36. De hecho, uno de los trminos patryn para referirse a la muerte es el mismo queusan para decir amigo.

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    Eso es lo que dice el sartn! Replic ella con desdn. Puede que tconfes en l, pero yo no. Tengo que pensarlo.

    Marit apreci una mirada de lstima en el rostro de su interlocutor. Muybien. Qu importaba la opinin que Haplo tuviera de ella, que la creyeraasustada, que pensara que necesitaba tiempo para reunir el valor preciso?

    Con el cuerpo rgido, la patryn retrocedi cautelosamente por el senderohacia el mausoleo. Al llegar a la altura de Alfred, le dirigi una mirada colricahasta que el sartn se apart de su camino con un gesto temeroso, tropezandocon el perro al mover los pies. Marit lo dej atrs rpidamente y desaparecipasadizo arriba.

    Adonde va? pregunt Hugh, receloso. Tal vez debera acompaarlaalguno de nosotros.

    Djala en paz. No lo entiendes. Los dos estuvimos a punto de morir, ahfuera. Volver no resulta fcil. Vendrs con nosotros?

    La alternativa es pasar la eternidad aqu respondi el asesino con ungesto de indiferencia. Y no creo que pudiera morir de aburrimiento... aadi,con un guio a Alfred.

    No, me temo... que no respondi ste, tomando en serio el comentario.Hugh solt una risotada, seca y amarga.Muy bien, ir contigo. Qu puede pasarme?Bien. Haplo se anim un poco. Casi empezaba a pensar que tenan

    alguna posibilidad. Podemos usar tus habilidades. Sabes?, la primera vez quese me ocurri la idea de volver al Laberinto, ya pens en ti como compaero.Aunque resulta extrao cmo se ha producido todo. Qu armas llevas?

    Hugh la Mano se dispuso a contestar, pero Alfred lo interrumpi. Hum...! Eso no importa dijo con una vocecilla.

    No importa? A qu te refieres? Por supuesto que importa!El humano no puede matar explic Alfred.Haplo lo mir, paralizado de perplejidad. No quera creer lo que oa pero,

    cuanto ms pensaba en ello, ms claro le resultaba... por lo menos, desde elpunto de vista de un sartn.

    Lo entiendes? inquiri Alfred. Haplo murmur su asentimiento conunas breves palabras irreproducibles.

    Pues yo, decididamente, no! bram Hugh la Mano.Haplo se volvi hacia l.No puedes morir, no puedes matar. As de sencillo.Reflexiona... aadi Alfred en voz baja. Has matado algo, un insecto

    siquiera, desde tu... hum... retorno?Hugh mir al sartn, y su tez adquiri un tono cetrino bajo los pelos negros

    de la barba incipiente.Por eso no me contrataba nadie musit speramente. Su piel brillaba

    por el sudor. Triano quera que matase a Bane y no pude hacerlo. Tena queacabar con Stephen y tampoco pude. Me contrataron para que te matase continu, dirigiendo una mirada turbada a Haplo y no lo consegu. Malditasea, ni siquiera fui capaz de matarme a m mismo! Lo intent se mir lasmanos y no pude!

    Se volvi hacia Alfred y, con los ojos entrecerrados, le pregunt:

    Es posible que los kenkari lo supieran?

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    Los kenkari? Alfred puso cara de desconcierto. Ah, s!, los elfos queguardan las almas de los muertos. No; no creo que ellos estuvieran al corriente.Pero los muertos, s aadi tras una breve reflexin. S, los muertos debande saberlo. Por qu?

    Porque fueron los kenkari quienes me enviaron a matar a Haplo

    contest la Mano con voz lgubre. Los kenkari? Alfred se mostr incrdulo. No, esa gente no matara a

    nadie, ni contratara a un asesino para que se encargara de hacerlo. Puedestener la certeza de que fuiste enviado por alguna otra razn...

    S respondi Hugh con un brillo en los ojos. Empiezo a comprender.Me enviaron a encontrarte a ti.

    Qu interesante, verdad, Alfred? Intervino Haplo, estudiando al sartn. De modo que enviaron a Hugh la Mano a buscarte. Me pregunto por qu loharan...

    Alfred apart la vista de la mirada de ambos.No tengo idea...Espera un momento lo interrumpi Haplo. Lo que has dicho no puede

    ser cierto. Hugh estuvo en un tris de matarme. Y a Marit tambin. Tiene un armamgica...

    Tena lo corrigi la Mano con torva satisfaccin. El pual hadesaparecido. Perdido en el agua del mar de Chelestra.

    Un arma mgica? De los kenkari? Alfred movi la cabeza en gesto denegativa. Eso elfos tienen profundos conocimientos de magia, pero no lautilizaran nunca para fabricar armas...

    No murmur Hugh a regaadientes. No me lo dieron ellos. Loconsegu... bueno, digamos slo que procede de otra parte. Segn parece, el

    pual es una pieza antigua, de diseo y fabricacin sartn. Tu pueblo lo utilizen alguna guerra ancestral...Es posible asinti Alfred con expresin de extremo desconsuelo. Me

    temo que en esa poca se fabricaron muchas armas mgicas. Por ambas partes.No s nada de sta en concreto, pero imagino que ese pual tena inteligenciapropia y poda actuar por su cuenta. Supongo que utiliz tu mano, maese Hugh,como simple medio de transporte. Y que tu miedo y tu voluntad le sirvieron paraguiarse.

    Bueno, ahora se ha perdido, de modo que no importa dijo Haplo. Elpual ha desaparecido en las aguas de Chelestra.

    Es una lstima que no podamos inundar el universo con esas aguas

    coment Alfred en voz baja.Haplo contempl la caverna y las aguas oscuras que fluan por ella. Si

    aguzaba el odo poda captar el ruido del agua, su chapoteo, su gorgoteo, sussuaves golpes en las rocas de los mrgenes. Y poda imaginar qu cosashorribles nadaban en su corriente inmunda, qu criaturas espantosas acechabanen sus oscuras profundidades.

    T no vendrs con nosotros, verdad? inquiri.No respondi Alfred, bajando la vista a los zapatos. Me quedo.Casi enferma de miedo, Marit se tom tiempo en volver a la sala de piedra

    blanca, sabiendo que deba recobrar el aplomo antes de ponerse en

    comunicacin con Xar. Su seor la entendera; siempre era comprensivo. Enincontables ocasiones, lo haba visto consolar a los patryn incapaces de volver a

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    entrar en el Laberinto. Xar era el nico que se haba atrevido. S, l laentendera, pero quedara decepcionado.

    Marit penetr en la estancia redonda. Los atades de cristal ya no eranvisibles, ocultos por la magia sartn, pero percibi su presencia. Y rondar entresartn muertos no le produca el placer que hubiera imaginado.

    Se detuvo lo ms lejos posible de la zona donde estaban los atades, en elextremo opuesto de la sala. Una vez all, se llev la mano al signo mgicotatuado en su frente e inclin la cabeza hacia adelante.

    Xar, mi Seormurmur.El Seor del Nexo estuvo con ella al momento.Ya s donde estamos, mi Seor dijo la patryn en un susurro, sin poder

    evitar un suspiro. En el centro del Laberinto. Nos encontramos ante la PrimeraPuerta.

    Hubo un silencio. Despus, Xar pregunt: Y Haplo va a entrar?Eso dice, pero dudo que tenga valor para hacerlo. Marit dudaba de

    tenerlo ella misma, pero se abstuvo de mencionarlo. Nadie ha regresadonunca al Laberinto, mi Seor, excepto t.

    De todos modos pens, qu nos espera si nos quedamos aqu?Nuestras propias tumbas.

    Marit record el rostro de la mujer de la urna de cristal. La sartn,dondequiera que estuviese, descansaba en paz. Su muerte haba sido dulce.

    Qu razn ha dado Haplo para entrar en el Laberinto? quiso saberXar.

    A Marit le cost articular una respuesta. Titube y tuvo la incmodasensacin de que su seor la apremiaba.

    La... su hija, mi Seorcontest al fin, balbuceante. Haba estado a puntode decir, nuestra hija. Bah! Una excusa ridcula! Se ha vuelto ambicioso, nuestro Haplo. Ha

    conseguido hacerse con el control de Ariano. Ahora, l y ese sartn amigo suyose proponen subvertir a mi propio pueblo y volverlo contra m. Entrar en elLaberinto y formar su propio ejrcito! Es preciso detenerlo...! Dudas de m,Marit?

    Ella percibi su desaprobacin, casi colrica, pero no poda evitar lo quesenta.

    Creo que habla en serio... Desde luego, no ha hecho la menor mencinde...

    Claro que no. Xar desech sus dbiles protestas. Haplo es astuto einteligente. Pero no conseguir sus propsitos. Ve con l. Qudate con l. Luchapor sobrevivir. Y no temas, no tendrs que estar ah mucho tiempo. Sang-draxva camino del Laberinto; a travs de m, os encontrar a ti y a Haplo. Sang-draxme traer a Haplo.

    Ya que t has fallado.Marit capt el reproche y lo acept en silencio. Lo tena merecido. Pero la

    imagen de las espantosas serpientes dragn que haba entrevisto en Chelestraasalt, repulsiva, su mente. Reprimi enrgicamente la visin. Xar se interesabaahora por otras cuestiones.

    Haplo y el sartn... De qu hablaban? Cuntame todo lo que dijeron.

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    Hablaron de Hugh la Mano. El sartn deca que tal vez podra liberar alhumano de la maldicin de su vida inmortal. Hablaron de Abarrach y de ciertacmara que existe all. La llaman la Cmara de los Condenados...

    Otra vez ese maldito lugar! Xar estaba irritado. Haplo no habla deotra cosa! Est obsesionado con eso! Una vez quiso llevarme all. Yo...

    Hizo una pausa.Una pausa muy larga.Yo... he sido un estpido. Haplo me habra llevado all murmur el Seor

    del Nexo. Sus palabras llegaron a Marit muy suaves, rozando su frente comoalas de mariposa. Qu ms cont de esa cmara? l o ese sartn hicieronalguna referencia a algo llamado la Sptima Puerta?

    S, mi Seor. Marit se qued perpleja, asombrada. Cmo lo hassabido?

    Un estpido! He estado ciego! Repiti con acritud; despus, en tonourgente e imperioso, continu: Qu dijeron de ese lugar?

    Marit relat todo lo que recordaba. S, eso es! Una sala impregnada de magia! De poder! Lo que puede

    ser creado, tambin puede ser destruido!Marit percibi la agitacin de Xar, la sinti atravesar su cuerpo como una

    sacudida elctrica. Dijeron en qu lugar exacto de Abarrach estaba esa cmara, o cmo

    llegar a ella?No, Xar. La patryn se vio obligada a decepcionar a su seor. Sigue hablando con l de esa cmara! Descubre lo que puedas: dnde

    est, cmo se entra...! El Seor del Nexo se tranquiliz un poco. Pero nodespiertes sospechas, hija. S cauta y discreta. Por supuesto, es as como

    proyectan derrotarme. Haplo no debe llegar nunca a sospechar... Sospechar qu, mi Seor?Sospechar que conozco la existencia de esa cmara donde ests ahora.

    Sigue en contacto conmigo, hija... o tal vez debera decir esposa.Xar volva a estar complacido con ella. Marit no tena idea de la causa, pero

    era su seor y sus rdenes deban ser obedecidas sin objeciones. Adems, leagradaba saber que tendra su consejo cuando estuvieran en el Laberinto. Sinembargo, lo siguiente que dijo Xar result perturbador para ella.

    Le har saber a Sang-drax dnde ests.El comentario no la reconfort en absoluto, aunque Marit saba que debera

    hacerlo. Lo nico que le produjo fue inquietud.

    S, mi Seor.Y, naturalmente, no preciso decirte que no menciones a Haplo nada de lo

    que hemos hablado.Por supuesto que no, mi Seor.La presencia de Xar se desvaneci. Marit se qued sola. Muy sola. Eso era

    lo que quera, lo que haba escogido. Quien viaja solo, viaja ms ligero. Y ellahaba viajado ligera, muy ligera.

    Y ahora volva a estar en el punto de partida.Los cuatro (y el perro) se detuvieron en la boca de la caverna, la entrada al

    Laberinto. La luz griscea se haba vuelto ms intensa, pero no ms brillante.

    Haplo calcul que era medioda. Si queran emprender la marcha, deban

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    hacerlo en aquel momento. Ningn momento era bueno para internarse en elLaberinto, pero era mejor hacerlo con la luz diurna que por la noche.

    Marit haba vuelto con ellos. Estaba plida, pero su expresin era defirmeza, con las mandbulas encajadas.

    Ir con vosotros se limit a anunciar, e incluso esto lo dijo con gesto

    hosco, de mala gana.Haplo se pregunt qu la habra impulsado a decidirse, pero saba que no

    servira de nada interrogarla. Marit no se lo revelara nunca y sus preguntas noharan sino alejarla an ms de l. As era cuando la haba conocido. Protegidacon una muralla interior. Con paciencia y cuidado, haba conseguido encontraruna puerta; una puerta estrecha, pero que le haba permitido acceder al interior.Y, entonces, la puerta se haba cerrado a cal y canto. El embarazo... Ahora, Ha-plo saba que sta haba sido la causa de que Marit lo abandonara y creyentenderlo.

    Desengao, le haba puesto por nombre a la nia.Y, ahora, la puerta segua cerrada y atrancada. No haba modo de penetrar

    su muralla. Era imposible entrar y, por lo que poda deducir, Marit haba selladola nica salida.

    El patryn alz la vista hacia el signo mgico sartn que reluca sobre el arcode la entrada. Se dispona a penetrar en el Laberinto, el lugar ms mortfero queexista, sin ms armas que su magia. Pero esto, al menos, no era un problema.En el Laberinto haba siempre muchas formas de morir.

    Tenemos que ponernos en marcha anunci.Hugh la Mano estaba preparado, impaciente por empezar de una vez.

    Naturalmente, no tena idea de dnde se estaba metiendo. Aunque no pudieramorir. Adems, quin saba? Tal vez la runa del corazn sartn no pudiera

    protegerlo de la cruel magia del Laberinto. Marit estaba atemorizada, perodecidida. Iba a seguir adelante, tal vez porque no poda volver atrs.Eso, o bien albergaba todava intenciones de matarlo. Y la nica persona..., la ltima persona cuya presencia Haplo habra

    pensado necesitar o desear...Me gustara que vinieras, Alfred.El sartn movi la cabeza.No, no te gustara. Slo sera un estorbo. Me desmayara...Haplo lo observ con aire sombro.Has encontrado de nuevo tu tumba, verdad? Igual que en Ariano.Y esta vez no voy a marcharme. Alfred baj la vista. A aquellas alturas,

    deba de conocer al detalle sus zapatos. Ya he causado demasiadosproblemas. Alz el rostro, lanz una fugaz mirada a Hugh la Mano y volvi abajar los ojos. Demasiados... repiti. Adis, maese Hugh. Lo lamento..., lolamento muchsimo.

    Adis? Eso es todo? inquiri el asesino con irritacin.No me necesitas para liberarte de... de la maldicin explic Alfred en

    voz baja. Haplo sabe adonde ir y qu hacer.No, se dijo Haplo; no lo saba pero, de todos modos, no importaba. No era

    probable que llegaran tan lejos.De pronto, se sinti irritado. Que el maldito sartn se enterrara vivo, si

    quera. A quin le importaba? Quin lo necesitaba? Alfred tena razn. No serams que un estorbo.

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    Haplo penetr en el Laberinto. El perro volvi la cabeza y dirigi una miradalastimera a Alfred; despus, avanz al trote tras los talones de su amo. Hugh laMano ech a andar tras el patryn, ceudo pero aliviado, siempre contento deentrar en accin. Marit cubra la retaguardia. Estaba muy plida, pero no vacil.

    Alfred se qued en la entrada, con la vista en los zapatos.

    Haplo avanz por el camino con cautela. Al llegar a la primera bifurcacin,se detuvo y examin ambas ramificaciones. Los dos caminos parecan idnticosy ambos deban de ser igual de malos. Las formaciones rocosas como dientes sealzaban por todas partes, impidindole ver ms all. Slo poda mirar haciaarriba, hacia lo que parecan incontables colmillos rezumantes. Se oa elmurmullo de las aguas oscuras que se adentraban en el corazn del Laberinto.

    Haplo sonri para s en la penumbra. Acarici la cabeza del perro y le hizovolverla hacia la entrada.

    Hacia Alfred.Adelante, muchacho orden al animal. Ve a buscarlo!

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    CAPTULO 30

    LA CIUDADELA PRYAN

    Ese hechicero horrible no me gusta, Paithan. Creo que deberas decirleque se marche.

    Por las orejas de Orn, Aleatha! No puedo decirle al Seor Xar que sevaya. Tiene tanto derecho como nosotros a estar aqu. No somos los dueos...

    Pero estbamos aqu primero.

    Adems, no podemos arrojar al anciano caballero a los brazos de lostitanes. Sera un asesinato.El elfo baj la voz, pero no lo suficiente como para que Xar no pudiera or

    todo lo que hablaban.Y podra resultarnos til. Podra ayudarnos y protegernos si los titanes

    consiguieran entrar. Ya visteis cmo se libr de esos monstruos la primera vezque apareci. Zas! Las luces azules, el fuego mgico...

    Hablando del fuego mgico intervino el humano, contribuyendo con supizca de sentido comn, el hechicero podra hacernos lo mismo a nosotros, silo sacamos de sus casillas.

    Lejos de all, Xar murmur con una desagradable sonrisa:

    No es probable. El esfuerzo no merecera la pena.Los mensch celebraban una reunin privada, en secreto. Al menos, crean.Xar estaba al corriente de todo, por supuesto. Se hallaba cmodamente sentadoen la biblioteca sartn de la ciudadela. Los mensch estaban reunidos junto al jardn del laberinto, a considerable distancia, pero Xar escuchaba con nitidezcada palabra que pronunciaban.

    Qu es lo que no te gusta de l, Aleatha? oy preguntar a lahumana... Xar no lograba recordar su nombre. Nuevamente, no desperdicienergas en intentarlo. Fjate en este precioso collar que me regal. Creo quela piedra es un rub. Y observa esta marca tan curiosa que lleva grabada.

    Yo tambin tengo un colgante intervino el elfo, Paithan. La piedra delmo es un zafiro. Y tiene grabada una marca idntica. El Seor Xar dijo que,

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    cuando lo llevara, alguien estara pendiente de m. No te parece bonito,Aleatha?

    Me parece fesimo replic la elfa con desdn. Y el hechicero,tambin...

    El Seor Xar no puede evitar tener el aspecto que tiene...

    Eso es algo que t comprendes muy bien, Roland, estoy segura coment Aleatha con frialdad. Respecto a esos regalos, tambin a m tratde darme uno, pero lo rechac. No me gust la mirada que vi en sus ojos.

    Oh, Thea, vamos! Desde cundo devuelves joyas? Y, respecto a esamirada, ya la has visto mil veces antes. Es la que te dedican todos los hombresdijo Paithan.

    Pero luego la conocen y... murmur Roland.Aleatha no lo oy... o prefiri hacer odos sordos.El viejo slo me ofreci una esmeralda. Me han ofrecido mejores regalos

    un centenar de veces en mi vida! Y apostara a que en ninguna de ellas los has rechazado...! fue la

    rplica de Roland, en voz ms alta.Vamos, dejadlo ya los dos intervino Paithan. Qu dices t, Roland?

    A ti tambin te ha ofrecido una de esas joyas? A m? Roland puso cara de perplejidad. Escucha, Paithan, no s

    cmo ser entre los elfos pero entre nosotros, los humanos, los hombres noregalan collares a otros hombres. Y por lo que se refiere a los que aceptan joyasde otros de su sexo, en fin...

    A qu te refieres?No es nada, Paithan se apresur a intervenir Rega. No se refiere a

    nada. Y no te dejes engaar: Roland acept el collar. Lo vi preguntar a Drugar

    por la piedra, pedirle que la tasara. Qu dices a eso, Drugar? Qu valor tienen?Las gemas no son de origen enano. No s cul pueda ser su valor, pero

    yo no las llevara. Me producen una sensacin extraa.La voz del enano era grave y ronca. Desde luego! exclam Roland en tono burln. Una sensacin tan

    extraa que te encantara quedrtelas todas para ti. Escucha, Drugar, amigomo: no intentes nunca timar a un timador. Conozco todos los trucos. Estoscollares tienen que ser obra de los enanos. No hay otra explicacin: tu pueblo esel nico que explota el suelo por debajo de la capa de vegetacin y queexcvalo suficiente como para encontrar piedras preciosas como stas. Vamos,

    dinos cunto valen. Y qu importa eso? rugi Rega, enfurecida. Nunca tendrs ocasin

    de cambiarla por dinero! Estamos encerrados aqu por el resto de nuestraexistencia y lo sabes!

    Los mensch se quedaron callados. Xar bostez. Se aburra y aquella,chchara estpida empezaba a irritarlo. Comenzaba a lamentar haberlesentregado las gemas mgicas, que llevaban hasta l todo cuanto decan.Entonces, de pronto, escuch lo que llevaba rato esperando or.

    Supongo que esto nos lleva a la verdadera razn de esta reunin dijoPaithan en voz baja. Le hablamos de la nave, o le ocultamos su existencia?

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    Una nave! As pues, Sang-drax estaba en lo cierto. Los mensch tenan unanave oculta por all. Xar cerr el libro sartn que estaba intentando leer y seconcentr en escuchar.

    Da igual lo que hagamos intervino Aleatha con tono lnguido. Si esverdad que existe una nave, cosa que dudo, no podemos alcanzarla. Slo

    tenemos la palabra de Cook, y quin sabe qu creyeron ver ah fuera, ella y susmocosos? En cualquier caso, lo ms probable es que los titanes ya la hayanreducido a astillas.

    No dijo Paithan tras otro momento de silencio. No lo han hecho. Y lanave existe.

    Cmo lo sabes? inquiri Roland, receloso.Porque la he visto. Se puede ver desde lo alto de la ciudadela. Desde la

    Cmara de la Estrella. Quieres