cronicas de un aventurero

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Crónicas de un Aventurero 1

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La mente y por ende la imaginación, son dos armas extremadamente poderosas. Úsalas con sabiduría.

Nota: Disculpas anticipadas por las posibles faltas ortográficas que se me hayan podido escapar. Personalmente soy más del” fondo” que de la “forma”.

Escrito en Ourense en 2014. Biez Corp.

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Este escrito no es una novela. En este pequeño compendio de relatos hallarás, misterio, aventura, fantasía y tal vez más de un secreto por descubrir. Pero lo que no podrás encontrar es una larga historia con un impredecible final. Si es esto lo que buscabas cuando decidiste empezar a leerlo, siento defraudarte tan prematuramente. Por norma general es el escritor quien primero inventa y luego plasma en papel el argumento de un libro, pero en este caso he querido darle la vuelta a la tortilla. Crónicas de un Aventurero tan solo pretende ser una guía para tu imaginación. Un hilo que te conecte con tu fuente de inspiración. Un impulso que te permita discernir, crear, o vivir virtualmente, un desenlace que todavía está por llegar. Puedes leerlo e intentar encontrar una lógica en sus páginas. Puedes usar cada una de sus micro historias como el inicio de una historia mucho mayor. Puedes transformarte en el protagonista e intentar sentir lo que está por llegar. Puedes hacer lo que quieras hacer, porque las posibilidades son infinitas.

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¿Te atreves a imaginar? ¿Te atreves a convertirte en un aventurero en busca de su destino? ¿Te atreves a escribir las páginas que todavía permanecen en blanco? Si tu respuesta es SI, adelante. Sueña, indaga, busca, crea. Aun no lo sabes, pero solo tú tienes el poder.

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CRÓNICAS de un

AVENTURERO

Marcos Fernández Vázquez

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cÜ™ÄÉzÉ [1] Nuevas amistadas [2] Alas transparentes en el horizonte [3] La predicción del oráculo [4] Lápidas y manzanas [5] Visión ancestral [6] Arcilla sobre el barro [7] Luz de esperanza [8] El despertar [9] Último día en el edén [10] Acciones desesperadas [11] Mazmorras [12] Acampada en el bosque [13] Incontables aventuras [14] Coincidencias casuales [15] Giro inesperado

XÑ•ÄÉzÉ

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gÉwÉ vâtÇàÉ vÜxxá átuxÜ? xá áÉÄÉ xÄ ÜxáâÄàtwÉ wx tÖâxÄÄÉ Öâx àx Öâ|xÜxÇ ÉvâÄàtÜA TuÜx u|xÇ ÄÉá É}Éá ç äxÜöáA

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cÜ™ÄÉzÉcÜ™ÄÉzÉcÜ™ÄÉzÉcÜ™ÄÉzÉ Los sabios dicen que de vez en cuando, es bueno que un hombre se refugie en sí mismo para aclarar sus prioridades y para organizar sus ideas. Estoy de acuerdo, pero creo que ocho años a solas, son demasiados años. La vida es un cúmulo de suertes y de desgracias y humildemente, creo que yo soy un buen ejemplo de ello. Empezando por el principio, habría que decir que por suerte, conseguí sobrevivir a la peste cuando solo era un niño. Por desgracia, mis padres no. Por suerte, un tío lejano me apadrinó he hizo de mi un hombre de provecho. Por desgracia ayudar al prójimo no está bien visto por los que mandan, si ello conlleva una pérdida de estatus o de poder. Por suerte, mis amigos y allegados sabían que yo era inocente, pero por desgracia, el testigo que tenía la llave de mi libertad nunca llego a testificar. Por suerte el juicio fue público y no pudieron ensañarse demasiado conmigo. Desgraciadamente, la hermana pequeña del juez, era un antiguo y

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vengativo error de mí pasado. Por suerte, conseguí evitar la pena capital, pero por desgracia, alguien de arriba decidió que mi sentencia debía ser ejemplar… …afortunadamente, el destino tenía reservados otros planes para mí y no permitió que llegara a cumplir integra la pena. Fue muy duro ver lo años pasar por delante de las rejas de mi celda, sin poder tocarlos. Los primeros seis meses fueron los peores, pues mi cabeza no aceptaba la injusta situación en la que me hallaba. Al final, acabé por darme cuenta de que la indignación y las pataletas no conducían a nada y decidí aceptar la idea de que jamás saldría de allí. No esperar nada de lo que me quedaba de vida, fue la fórmula que logró mantener cuerdo. Así pasaron los días. Y con los días llegaron los meses. Y con los meses vinieron los años.

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Las estaciones dejaron de tener sentido y se convirtieron en un mero indicador de cuantas mantas echar a la cama. Mi mente se mantuvo activa, refugiándose en recuerdos y en mundos imaginarios creados a modo de escudo. Intenté no implicarme demasiado con mis vecinos, ya que normalmente la amistad no solía durar mucho tiempo. Enfermedad y hambre eran dos palabras que no me permitía pronunciar. Un pequeño ventanal labrado en la piedra y cerrado con gruesos barrotes de hierro forjado, era mi único contacto con el mundo exterior. Gritar era inútil pues el estruendo de las olas acaballa mis palabras. Rara vez veíamos a los guardias, nos les gustaba estar cerca de nosotros, tal vez por miedo a que les contagiásemos algo. Sabía decisión por su parte. La comida se nos traía una vez al día y una vez a la semana se nos permitía asearnos mínimamente. El vuelo aleatorio de las gaviotas, acabo convirtiéndose en algo hipnótico para mí.

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Y así día tras día, noche tras noche. Hasta que una mañana sucedió, lo que antaño era impensable. Semanas más tarde, tomando una jarra de cerveza en una de las tabernas del camino real, pude enterarme de lo que había sucedido. Una revuelta había estallado en el reino. Alentada por el joven e inexperto rey, la revuelta alcanzó cotas gigantescas en poco tiempo, y la ciudad a la que me gusta llamar hogar, lógicamente también se vio atrapada en ella. Una revuelta ocasionada por el desdén de una mujer. Siempre hay una mujer de por medio. En apenas tres semanas la revuelta acabó llamándose guerra. Nuestro reino estaba en guerra por el honor, dudosamente vulnerado, de la dama a quien amaba nuestro rey. La guerra llevo a las armas y las armas a la batalla. Las máquinas de guerra mecánicas, se abrían paso entre las filas de hombres,

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mientras las flotas de navíos acorazados atravesaban los mares. Fue una de las balas, de uno de los cañones, de uno de eses navíos, la que impactó en el muro de la celda contigua a la mía. Por desgracia su ocupante falleció en el acto, pero por suerte, el tremendo golpe aflojo la puerta de la mía, lo que me dio la oportunidad de salir de allí. No lo dude, nada merecía la pena conservar de aquellos escasos siete metros cuadrados de piedra y humedad. Los galeones continuaban disparando sus cañones, las balas zumbaban a mi alrededor… no debía perder tiempo, tenía que salir de allí. Ningún guardia me impedía el paso, supongo que todos habían sido llamados a la batalla. Comencé a avanzar por el pasillo y llegué a la celda, ahora totalmente en ruinas, que estaba a mi derecha. Bajo los escombros pude ver la todavía incandescente bola de hierro que la

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acababa de destrozar. Tumbado boca abajo sobre su cama de paja, descansaba el cuerpo inerte de un preso del cual desconocía su nombre. Durante un instante tuve pena de él. Mis piernas pensaban por sí mismas, me alentaba a salir de allí inmediatamente… pero algo entre los restos, captó mi atención. Bajo una losa cuadrada, al lado del amasijo de hierros en los que se habían transformado los barrotes del cubículo, parecía asomar un libro. Todavía hoy no consigo dilucidar que fuerza me impulso a acercarme, pero así lo hice. El libro estaba parcialmente calcinado, le faltaban hojas y el cosido del borde se había desprendido. La portada era de cuero rojo y no tenía título alguno. Ignorando el peligro que me rodeaba, lo abrí. En la primera página se podía leer “Crónicas de un Aventurero”. Un zumbido, un golpe seco y todo tembló. En esta ocasión, los cañonazos había impactado en lo que hasta hacía unos minutos era mi celda. Parecía como si la muerte me estuviese buscando. Corrí todo lo que mis

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aletargadas piernas me permitían correr. Bajé a saltos los centenares de escalones que me separaban de la libertad, hasta que al fin alcancé la puerta de salida. Debido a los múltiples impactos en la estructura del edificio, las bisagras se habían aflojado y no sin esfuerzo, conseguí salir justo en el momento en el que todo se desmoronó. Continué corriendo si mirar a atrás, y no paré hasta que mis pulmones se quedaron exhaustos por el esfuerzo. Mientras retomaba el aliento me giré y pude ver que lo único que quedaba de la prisión, eran ruinas y polvo. Un nuevo mundo se descubría ante mí. Una nueva oportunidad para hacer todo aquello que no se me había permitido hacer. El sol brillaba en lo alto, cuando fui consciente de que el destrozado libro de cuero rojo, estaba en mi mano. Con el nerviosismo y las prisas, no me había dado cuenta de que lo había traído conmigo.

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Los siguientes días los pasé escondido en el bosque. Vallas, setas y raíces, fueron mi sustento vital. Aproveché el tiempo para otear aquel extraño libro que me atraía de una forma abrumadora. Semejaba un diario, un diario en el que alguien había plasmado las aventuras que había experimentado a lo largo de su vida. Aunque también podía ser un mero libro de fantasía, o simplemente las locuras de un preso trastornado por el aislamiento. Muchas incógnitas rodeaban a aquellas maltrechas páginas que hablaban trampas y secretos. De cruzados y de magia. De batallas legendarias y criaturas mitológicas. La noche del quinto día hice un gran descubrimiento; solo era posible leer el libro bajo la luz del sol. En la oscuridad, la tinta de sus páginas desaparecía y con la luz artificial de una vela, tampoco era posible su lectura. Sin duda, aquel libro era mucho más que un simple manuscrito.

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Las historias que se describían eran independientes, no parecían seguir un orden lógico y por desgracia, todas ellas estaban incompletas. Muchos eran los fragmentos y muchas las páginas que se habían perdido. En el reverso de la contraportada, rezaba una misteriosa inscripción: Si algún día alguien me pregunta si creo en el destino, le diré que no. Pero también le diré que existen ciertas personas que poseen la facultad de atisbar en el futuro. Dos meses más tarde hice otro asombroso descubrimiento. El libro se auto-borraba progresivamente. Después de indagar, decidí recurrir a un hombre del que muchos decían que era capaz de moldear la magia elemental a su antojo. Tras examinar el libro con cierto grado de fascinación, me confesó que se trataba de un hechizo protector, usado entre los más altos archimagos, para evitar que cierta información relevante o ciertos conjuros, pudiesen caer en malas manos. Aquella afirmación parecía tener cierto

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sentido y sin dudarlo, volví a mi casa y comencé a copiar, letra por letra, todo cuando había en el libro. Lo hice lo más exactamente que pude. Traté que ningún detalle, por pequeño que este fuera, se perdiera en mi trascripción. Poco a poco, la información se fue acumulando en mi cabeza, consiguiendo que mi mente empezara a soñar. Intenté desarrollar la continuidad de las historias. Busqué mapas secretos, ocultos tras las comas que estratégicamente alguien había dibujado. Creí encontrar mensajes ocultos entre sus palabras… Pero al final lo único que lograba encontrar eran fantasmas en mi mente. Aquel grupo de hojas sueltas e incompletas, se había vuelto mi obsesión. Al día siguiente de terminar de copiarlo, el libro original se deshizo ante mis ojos hasta convertirse en un montón de polvo blanco de papel. Magia sin duda.

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Compré una lámina de cuero rojo y con paciencia e improvisación, cosí una a una las páginas que yo había creado, hasta conformar una copia exacta del libro que por suerte o por desgracia, había aparecido en mi vida. Pero tenerlo no era suficiente, mi mente deseaba averiguar el cómo, el donde y el por quien había sigo escrito. Decidí hablarle de él, a todas aquellas personas que intuía, pudiesen aportar algo de luz a mi investigación. Sabios, ermitaños, escribas, druidas, eruditos… Nadie parecía conocerlo, pero extrañamente, siempre había algún fragmento que les resultaba inquietantemente familiar. Conseguí reunir, tras muchos años de averiguaciones, muchas de las piezas del puzle… pero por desgracia, todavía no he conseguido completarlo. Ahora, el destino ha querido que te cruzaras en el camino de mis investigaciones. No lo compartiré todo contigo. Todavía no sé si eres de fiar, pero algo me dice que tal vez seas capaz de

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aportar algo de luz al misterio. ¿Querrías ayudarme? Empecemos por el principio…

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[1][1][1][1] [[[[Nuevas amistadasNuevas amistadasNuevas amistadasNuevas amistadas]]]]

Tras dos días quebrándonos la cabeza, al final tuvo que ser una casualidad la que nos llevara a solucionar el acertijo. Avanzamos. Un largo pasillo colmado de abalorios y lámparas de fuego, nos incitaba a recorrerlo. Silencio. Andamos y andamos, acompañados únicamente por un silencio inmortal. Pasados varios minutos, atisbamos lo que parecía ser una puerta. Estéticamente perfecta, el marfil dorado dibujaba relieves y formas desconocidas para nosotros. Aquella extraña estructura te hacía pensar que tras ella había algo, algo importante, algo por lo que había merecido la pena la lucha.

En el centro, una argolla. Una mirada cómplice entre todo el grupo, fue lo único necesario para tomar la decisión. Tiramos con fuerza… escuchamos un mecanismo, cadenas rozando, piedras que se

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desplazaban... Pausadamente, la puerta seguía su camino predefinido abriéndose hacia nosotros, hasta que completó su proceso y paró. En su interior un gran salón. Era una enorme habitación de piedra con el techo muy alto, repleta de velas y con numerosos cuadros heráldicos colgando de sus paredes. Una gran alfombra granate se extendía desde la propia entrada al otro extremo de la sala, en donde el fuego de una chimenea ardía levemente. Un sillón ocupado por un ente ataviado con una túnica de un blanco puro, levantó la vista e hizo un gesto con la mano para que nos acercásemos. Parecía como si nos estuviese esperando. - Pasad jóvenes aventureros, pasad... Hace mucho tiempo que esperaba vuestra llegada… Nadie se movió. Nadie se atrevía a ser el primero en avanzar. El ser se bajó la capucha que le tapaba la cara y tras ella pudimos ver a un hombre anciano, calvo y provisto de una espesa barba blanca. Nuevamente se dirigió a nosotros - ¿Acaso os amedrenta un viejo indefenso y casi ciego?

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[2] [2] [2] [2] [Al[Al[Al[Alas transparentes en el horizonte]as transparentes en el horizonte]as transparentes en el horizonte]as transparentes en el horizonte]

Agazapado tras la colina me acerco a ver. Es una llanura sin vida. Un erial sembrado de sufrimiento, dolor y muerte. En el centro, cientos y cientos de criaturas de ultratumba gritan y vociferan cánticos prohibidos alabando a su amo, a su rey, a su Dios. Un aire seco y apestoso lo inunda todo. Empieza a llover. Un ínfimo rayo blanco, acompañado de un trueno ensordecedor, cae del cielo a pocos metros de la siniestra celebración. Varios seres alados se acercan a ver. Una bola de rayos amarillos y azules descansa en el suelo. Casi cegados por la luz, apenas distinguen a ver una forma humana dentro de ella. De repente un estallido de luz. Los seres son volatilizados. Una figura de mujer emerge del suelo. Es joven, fisonomía atlética, cara dócil, ojos claros, larga melena morena que le tapa parcialmente la faz. Viste una ceñida túnica amarmolada. Alza la vista. Se hace el silencio. Extiende la mano y una espada de luz surge de la nada: - Algan-Dhul, has de rendir cuentas

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- ¡Yo no rindo cuentas a nadie!... y una nube de esqueletos se abalanzó hacia ella. La fémina impávida, no se mueve y cuando los seres están a apenas a unos centímetros, coge impulso sobre sus muslos y se alza varios metros sobre el suelo susurrando unas palabras en un idioma desconocido. La espada se vuelve incandescente y de su punta surge un haz de luz que impacta bruscamente sobre la muchedumbre de no-muertos. Silencio. La joven cae suavemente sobre la colmena de huesos. Avanza pausadamente y con ritmo firme. De sus ojos llorosos caen unas lágrimas puras como el hielo. Alas transparentes en el horizonte. El árbol del destino deja caer su última hoja. Como si de un bucle se tratara, todo se repite nuevamente.

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[3] [3] [3] [3] [La predicción del oráculo][La predicción del oráculo][La predicción del oráculo][La predicción del oráculo]

Existe una casa, una solitaria y vieja casa. Una casa tan antigua como la misma vida. En el interior de la casa una habitación, dentro de la habitación un cofre, dentro del cofre un libro y dentro del libro, el poder arcano del pueblo Auro. Debes encontrarlo antes de que él lo haga, sino, todo estará perdido. De alguna forma, el día menos inesperado… a tus manos llegará un pergamino, un viejo papiro enroscado en un delicado y dorado trozo de seda. En él, hallarás un mapa que dibuja un largo, sinuosos y negro río, el cual deberás seguir hasta su muerte en un mar rojo encolerizado. Si te colocas en la misma desembocadura y miras al norte, verás un gran acantilado coronado por un majestuoso árbol. Es un roble de color plata, del cual se dice que la misma vida germinó de sus ramas. A los pies de sus raíces hallarás la casa. La puerta de entrada jamás está cerrada, pero

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desconfía, pues la magia del arcano tomo, está bajo la protección de una hechicera casi tan longeva como el propio libro. Dicen que es cruel y malvada y que nunca ha dejado que nadie se adentre en la habitación donde descansa toda la fuente de su poder. Eso fue lo único que Ithcio me dijo, y de esto, hace ya más de un año. Por muchas vueltas que le di, nunca llegué a comprender las extrañas palabras del sabio y al cabo de los meses acabé por olvidarlas… o eso creí, porque inesperadamente, un día cualquiera, a mis manos llegó un pergamino. Era un viejo papiro enroscado en un delicado y dorado trozo de seda, que una vez desplegado parecía dibujar un largo, sinuoso y negro río que moría en un mar rojo encolerizado… Una nueva aventura comenzaba…

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[4] [4] [4] [4] [Lápidas y manzanas][Lápidas y manzanas][Lápidas y manzanas][Lápidas y manzanas]

La mañana pasa sin encontrar ápice alguno de civilización. Nada me pueden aportar aquellas ruinas, más que un par de manzanas prácticamente podridas que encuentro por el suelo. Subo una pequeña colina y llego a lo que en su día debió ser la iglesia. En total estado de ruina y carcomida por el tiempo, hoy no es más que un lugar en donde anidan los cuervos. Adentrándome en el camposanto, me coloco en una tumba para comer “los manjares” que acabo de hallar. Me siento en el borde del nicho de piedra y miro al horizonte. Nada, solo montañas. Intento buscar un camino, un rastro de carretas, algo… pero no consigo ver nada. Es como si aquella villa fuese la última ciudad del mundo. Cojo la segunda manzana mirando la lápida en donde ahora descanso. De entre la suciedad que la cubre, se distingue un nombre: Llulius Mestre, y a su lado algo parecido a una insignia. Con mi mano libre intento limpiarla y poco a poco asoma lo que la suciedad escondía… pero ¡no puede ser!,

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es la insignia del cisne real¡ Noto un ruido en mi trasero, algo sucede. De repente, la losa de piedra donde estoy sentado se resquebraja y cae hacia el interior de la tumba, llevándome a mí con ella. Mi cuerpo golpea sin cesar los salientes del agujero. Afortunadamente las raíces que me encuentro en la bajada frenan ligeramente mi caída hasta que al cabo de unos siete segundos, mi cuerpo aterriza en un pequeño lago subterráneo. Me incorporo. Estoy vivo, completamente magullado, pero vivo. Miro hacia el arriba, subir es imposible. Con paciencia y habilidad, consigo crear una antorcha con un trozo de camisa que se me ha desprendido. Ahora, debo hallar una forma de salir de aquí.

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[5] [5] [5] [5] [Visión ancestral][Visión ancestral][Visión ancestral][Visión ancestral]

El olor a vela quemada hizo que volviese en mí. Sin saber cómo, me encontraba en una enorme sala totalmente desconocida para mí, pero que extrañamente me resultaba familiar. Tras de mí, escuché abrirse una puerta. Guiado por el instinto, corrí a ocúltame tras una de las múltiples columnas que allí había.

Y si el hecho de no saber dónde estaba era ya extraño de por sí, imaginaros la sensación de desconcierto al

verme a mí mismo, atravesar el marco de aquella vieja puerta de madera. A un lado me acompañaba Argniol, y al otro, un anciano de espesa barba negra que caminaba lentamente apoyado sobre un cayado, mientras decía: - “Ummhh, si, si, recuerdo haber leído algo de eso cuando todavía era un simple aprendiz. Dejadme que repase mis anotaciones” Continuó con su pausado avance, hasta que llegó a una gran mesa de madera maciza,

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repleta de libros abiertos que esperaban ser leídos. A ambos lados, candelabros de siete brazos coronados por velas que parecían no consumirse. En el centro, la figura de un unicornio blanco alzado sobre sus patas traseras que según imaginé, era usada a modo de pisapapeles. El anciano se dirigió a la estantería que estaba tras la mesa, agitó su dedo y pronuncio unas extrañas palabras. Un tomo púrpura que estaba rozando el techo empezó a moverse lentamente, salió de la perfecta línea en donde estaba situado y comenzó a descender hasta posarse suavemente en sus arrugadas manos. Un sello plateado recubierto de inscripciones rúnicas parecía protegerlo, pero no mostró resistencia alguna ante la sabiduría del anciano. Las páginas avanzaban solas, y tras varios minutos de lectura, al fin pareció encontrar lo que buscaba. - “Mi memoria raras veces me engaña. Pasillo octavo, estantería decimonovena, tomo tercero. Allí hallareis lo que estáis buscando”

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[6] [6] [6] [6] [Arcilla sobre el barro][Arcilla sobre el barro][Arcilla sobre el barro][Arcilla sobre el barro]

Que es ese olor... ughhhh¡¡¡....ohhhhhh¡¡¡… mi cabeza, porque me duele tanto la cabeza¡¡¡ La niebla que mis ojos entreveían, lentamente se va desvaneciendo. Los contornos inconcretos de las tenues figuras, poco a poco adquieren forma conocida para mí. Casas, estoy rodeado de casas. Esto ha de ser un pueblo, una villa... no me será muy difícil encontrar a alguien que me ayude a averiguar dónde estoy. Mi cabeza está a punto de explotar. El dolor es insoportable. A duras penas consigo incorporarme. Es como si una manada de caballos desbocados me hubiese arrollado. Apoyándome en las paredes arcillosas de las edificaciones colindantes, intento avanzar, y lo logro, pero a cada paso que doy, me parece que va a ser el último. No consigo comprender porque me encuentro en esta lamentable situación. Me detengo y por primera vez desde que estoy consciente, me doy cuenta de que esto no es otro sueño. Esto es real, las paredes son reales, puedo tocarlas, puedo sentir la humedad del barro que impregna mis botas.

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Avanzo. Apenas cincuenta metros recorridos y mi cuerpo dolorido clama desesperado por un breve descanso. Lentamente me deslizo pared abajo hasta llegar al suelo. La cabeza no cesa doler, más y más, más y más. Me concentro en respirar, mientras intento tranquilizarme para que el miedo no se apodere de mí. Alzo la vista y comienzo a analizar, detenidamente, todo aquello que me rodea. Ruinas, esto son las ruinas de lo que en algún día debió ser una prospera ciudad. Tejados, muros, ventanas... hasta el mismo suelo está totalmente aniquilado, destruido, roto. Parece como si la misma luna se hubiese desplomado del cielo en aquel preciso lugar.

El viento resopla, parece que susurra un nombre. Parece, parece que me está llamando…

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[7] [7] [7] [7] [[[[LuzLuzLuzLuz de esperanza]de esperanza]de esperanza]de esperanza]

Su recio brazo mantenía en el aire mi cuerpo moribundo. Sin mostrar ápice alguno de esfuerzo, me acercó a su rostro. Sus ojos repletos de odio, se volvieron de un rojo infernal. Su voz, acida y penetrante, me quemaba los tímpanos: -“! Dame lo que quiero, vamos¡ Prefieres acabar con tu sufrimiento rápida e indoloramente, o prefieres experimentar el sabor de un dolor infinito, agudo y penetrante durante el resto de toda la eternidad? Su aliento putrefacto no me dejaba pensar. -“No rechaces lo inevitable, caerás ¡claro que caerás¡ y cuando lo hagas, todo aquello que conoces, todo lo que ves, todo lo que sientes, valoras y amas, no será más que el recuerdo insustancial y vació de una vida que nadie recordara jamás. Las fuerzas me abandonaron y deje de moverme. Abrió su mano y como resultado, mi cuerpo descendió inevitablemente al suelo. En eses escasos dos segundos, la esperanza me abandonó. Recuerdo un golpe

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seco contra el suelo. Recuerdo un suelo frío como el hielo. Recuerdo un frío helado que me quemaba por dentro. Segundos después, cuando el último aliento salió de mi boca, sentí un sonido semejante al que harían miles de cristales rompiéndose a la vez. Un haz de luz pura quebró la insondable oscuridad y a través de la fisura creada en el espacio, emergió una figura. Era Argniol. Su simple presencia era suficiente para calmar mi dolor. Desfallecí por completo mientras mi cara dibujaba un atisbo de sonrisa. Lo siguiente que recuerdo, era una voz serena y reconfortante llamándome. Me decía que abriese los ojos. Así lo hice. Ante mí, conseguí diferenciar una borrosa figura humana, pero mis pupilas, cansadas y doloridas, no eran capaces de discernir quien era. La voz se dirigió nuevamente a mí. - “Tranquilo voy a ayudarte…”

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[8] [8] [8] [8] [El despertar][El despertar][El despertar][El despertar]

Todo sucedió cuando la luna oculto su último rayo de luz. En ese instante fuimos conscientes, y comprendimos por primera vez, que todo lo que había predicho el oráculo tiempo atrás, era cierto y que íbamos a ser testigos del comienzo del fin. La brisa dejo de soplar. Silencio. Nos miramos unos a otros como buscando respuestas a preguntas que no nos atrevíamos a formular y de repente, la tierra tembló, tembló como nunca antes había temblado. Sentí miedo. Un miedo que me impedía respirar. Un miedo que me impedía ver. Un miedo que aceleraba mi corazón hasta el límite, convirtiéndome en un mero espectador inmóvil. Lo único que logre percibir en mi estado, fueron los gritos desesperados de Argniol diciendo: - “Corred, corred por vuestras vidas, no miréis atrás… ya es demasiado tarde”

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Aquellas palabras poseían un halo de abatimiento tal, que por segunda vez en mi vida sentí como mi corazón lloraba de tristeza. Y corrí, claro que corrí, ¿qué otra cosa podía hacer? Con la respiración entrecortada, deje que mis piernas temblorosas me guiasen montaña abajo, sin saber bien a donde me llevaban. De entre el caos una voz: - “¡Cuidado, nos ha visto!”. Instantes después, sentí como si el propio sol me golpease en la espalda. Perdí el equilibrio y caí al suelo arcilloso. Las formas conocidas del bosque dejaron de serlo y poco a poco las montañas se convirtieron en polvo y el polvo, en la más absoluta, negra y asfixiante oscuridad. El manto helado de la inconsciencia me envolvió con su hipnotizante calor. El tiempo dejo de tener sentido. Intenté, ingenuamente, mantener la cordura, pero el aplomo y la templanza nunca han sido mis fuertes y mi espíritu acabo por rendirse ante la desolación. Nuevamente soledad y silencio.

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[9] [Último[9] [Último[9] [Último[9] [Último día en el día en el día en el día en el edén]edén]edén]edén]

Muchos fueron los llamados pero solo doce los elegidos. Equilibrio, esa es la palabra clave que rige el destino de todo el universo. Aunque los doce empezaron la lucha bajo la misma bandera, en el fondo se intuía que todo acabaría en una guerra santa entre hermanos. Seis contra seis, bien contra mal, una balanza justa en una guerra ilógica. Hace ya mucho del principio de todo aquello. Este castillo ha sido testigo mudo de nuestra recia resistencia ante la primera embestida de aquellos que un día juraron defender aquello que ahora yo defiendo. Sus paredes gritaron de júbilo el día en que acabamos con las hordas invasoras y destruimos a tres de sus generales. Lloró como uno más, cuando tuvimos que

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enterrar a cuatro de mis hermanos. En las ruinas de este sagrado lugar me encuentro aquí hoy. Solo, exhausto, desanimado. Muchas batallas se sucedieron después. Largas y duras batallas, con un final inesperado; el último en ser elegido, del que menos se aguardaba, y para qué negarlo, el más débil, es el único que queda en pie para defender la causa del bien. Y ni siquiera en un combate justo, ellos son dos. Contra uno y si la suerte me acompañase, tal vez tendría alguna opción, pero contra dos, no sería un combate, sería una locura. Es inútil engañarse. Apenas queda algo por lo que luchar. Nada de lo que llegue a amar queda hoy con vida. Toda mi vida es hoy una cruel y triste existencia, un juego del que estoy cansado de jugar. Mi armadura, hecha añicos me da la razón. Este día será recordado en los libros de historia, como el día en que la lucha terminó, como el día en que la esperanza fue derrotada y el mal al fin, venció.

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[10] [10] [10] [10] [[[[Acciones desesperadasAcciones desesperadasAcciones desesperadasAcciones desesperadas]]]]

Cuando Argniol terminó y quito sus manos de las mías, pude ver un tatuaje circular grabado en mi piel. Era un cisne real con las alas extendidas. El emblema de la orden. - Dhelinther, ahora ya eres uno de los nuestros, nunca olvides todo lo que has aprendido a mi lado…. (Plas, Plas, Plas…) Alguien aplaudía tras nosotros - Que tierno, el viejo maestro y el joven alumno, dan ganas casi de llorar… pero de pena… Y sin previo aviso, lanzó sobre nosotros una inmensa bola de fuego. Instintivamente hice un gesto como queriendo proteger mi rostro con los brazos, pero los segundos pasaban y no notaba calor alguno. Los bajé para poder ver que sucedía y entonces pude contemplar como una especie de burbuja azul me rodeaba e impedía que el fuego llegase a alcanzarme. Me volví y vi a Argniol con los brazos extendidos. Era la segunda vez que me salvaba la vida.

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Realmente era muy poderoso, el hombre más poderoso que jamás había visto. Pero algo llamo mi atención, su cara estaba como desencajada, el sudor recorría toda su frente, daba la sensación de que estaba soportando un gigantesco peso. Entonces volvió a dirigirse a mí: - Dhelinther, haz lo que te he dicho - Pero maestro, quiero ayudar, déjeme ayudar, juntos podemos… - Tu ignorancia es muy atrevida, pero irónicamente no deja de ser la última esperanza que nos queda. Ahora ve, ya nada te queda por hacer aquí… Hizo un movimiento brusco con su mano izquierda y sentí como si un huracán me atravesase por completo. Cuando quise darme cuenta ya no estaba allí. La oscuridad se volvió un blanco nuclear intenso que me absorbió, hasta que mis pulmones, carentes de aire, dejaron de respirar.

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[11] [11] [11] [11] [Mazmorras][Mazmorras][Mazmorras][Mazmorras]

Las numerosas telarañas que lo rodean todo, denotan el hecho de que allí no ha estado nadie desde hace mucho tiempo. Es como una especie de habitación cavada en la propia tierra. Algo me hace tropezar. Acerco la antorcha improvisada al suelo y me sobresalto al ver huesos de hombres. Brazos, caderas, cráneos… ciertamente no soy la primera persona que ha estado aquí. La desconfianza me envuelve y ansioso, giro sobre mí mismo temiendo encontrar algo que pudiese convertirme en uno más del montón. He de salir de aquí, tengo una misión que cumplir. Comienzo a caminar, a buscar, pero no encuentro nada. Ninguna puerta, ninguna palanca, nada... este inhóspito lugar parece no tener salida. El tiempo pasa ignorando mi desesperación. El fuego casi se ha consumido por completo. La luz generada

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mengua en la misma proporción que crece mi desesperación. Vencido por el abatimiento comienzo a golpear una pared mientras grito lleno de rabia e ira. Entonces, algo sucede. Mi mano derecha comienza vibrar. El emblema de la Orden se ha vuelto incandescente y sobresale de mi piel unos dos centímetros. Alzo la vista y observo como siete piedras se mueven mágicamente en la misma pared que instantes antes golpeaba con rabia. Atónito me quedo al ver cómo una vez juntas, entre ellas queda un espacio que tiene la forma del Cisne Real. Espera, no puede ser… o tal vez si… Giro mi mano, la acerco a las piedras y contemplo como el emblema encaja perfectamente en el hueco. Un rayo de luz anaranjada sale de la roca, me atraviesa y golpea en la pared que estaba tras de mí. Todo tiembla. Me doy la vuelta y veo como la tierra se mueve hasta dejar entrever un oscuro pasillo.

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[12] [12] [12] [12] [Acampada en el bosque][Acampada en el bosque][Acampada en el bosque][Acampada en el bosque]

Al principio todo fue tranquilo. Avanzábamos por el día, acampábamos de noche. Destacar el incidente, bueno el intento de robo al que fuimos sometidos en las afueras de la ciudad de Roa. Un grupo de ladrones comandados por un hombre rata que portaba un parche negro en su ojo derecho, intentó hacerse con nuestra preciada carga, pero todo quedó en un susto. Creo que nos estaban poniendo a prueba. Eleonor y Agameil eran nuestros guías. Su pericia en los frondosos y tupidos bosques de la región de Piltonor, la cual teníamos que atravesar de Sur a Norte para llegar a Llantebo, nos hacía ganar tiempo. Llegado el vigésimo día de marcha, y adentrados en una espesa noche, decidimos acampar en un claro del bosque. Gran error. Organizamos las guardias como de costumbre, cinco hombres, cinco horas. No era mi turno y estaba cansado, así que me acomodé sobre mi manta verde y dormí.

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Un fuerte grito me despertó. Hombres corriendo, flechas que salían de todas partes… Inmersos en la oscuridad de una noche sin luna, erramos pasto del miedo y de la desorientación. Oí un susurro encima de mí. Era como si el aire me hablase. De repente, la noche se hizo día, y pude ver como Zheros, flotaba en el cielo mientras volvía a susurrar unas palabras que yo no lograba entender. Cuando acabó, una llamarada de fuego salió de las palmas de sus manos e impactó bruscamente en uno de los lugares de donde no paraban de salir flechas, causando una gran explosión e incinerando a varios centauros que allí se hallaban. Parecía que la batalla se decantaba hacia nuestro lado cuando de repente, el bosque empezó a temblar como si un gigante viniese hacia nosotros. Entonces lo vi. Era el hombre-árbol más grande que jamás hubiese visto.

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[13] [13] [13] [13] [Incontables aventuras][Incontables aventuras][Incontables aventuras][Incontables aventuras]

Sacudí el polvo de mi ropa y emprendí con esperanza el camino, sin dejar de darle vueltas a unas palabras que nunca llegué a comprender y que al cabo de unos meses acabé por olvidar. O eso creí, hasta mi fortuito encuentro con la caravana de mercaderes que atravesaba el angosto desierto de los MilDias. Caravana que me llevó al puerto de la ciudad de Altamar, lugar en donde conseguí colarme en las bodegas de un mercante atunero. Barco que días más tarde fue abordado por los piratas del ParcheTuerto. Piratas que disfrutaron al abandonarme a mi suerte en la solitaria isla de los Cangrejos Reales, de la que pude escapar gracias al portal mágico que hallé, por casualidad, en las catacumbas olvidadas de un templo al dios Luz. Portal que me llevó a los manglares tropicales de PuntaOccidente, donde tuve que enfrentarme a numerosos peligros y en donde encontré a un ermitaño que, a cambio de un broche de

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plata, me desveló la ubicación exacta del mayor adivino y visionario de todos los tiempos, el sagrado Oráculo del tercer Ojo. Tres semanas me costó llegar hasta él. Tres semanas y más de doscientas monedas de oro, que previamente había cogido “prestadas” a unos nobles a los que dudo les hicieran más falta que a mí. El oráculo ignoró mi llegada, pero antes de que pudiese decirle nada, una pequeña niña con la cara pintada de blanco, se dirigió a mí: - El Oráculo te atenderá cuando deba atenderte. No necesitas saber más. Si lo deseas, puedes espera allí, junto al castaño eterno de los frutos dorados. Supuse que hacer preguntas sería una pérdida de tiempo, así que gustosamente acepté la invitación. Llevaba demasiado tiempo viajando. Era hora de descansar. Realmente, lo necesitaba.

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[14] [14] [14] [14] [Coincidencias casuales][Coincidencias casuales][Coincidencias casuales][Coincidencias casuales]

Misterios ocultos, trampas escondidas, pasadizos secretos… y ahora esto. No sé quién se había tomado tantas molestias en ocultar aquel cofre, pero ciertamente lo había hecho a conciencia. Nunca se repetía un mismo patrón. Sangre, sudor y mucho dinero, nos había costado llegar hasta allí. Al fin habíamos encontrado aquello que llevamos meses buscando, pero no podíamos tocarlo. Un halo rúnico en forma de esfera azulada, protegía el cofre de manos indeseadas. Nuestros conjuros no lograban desactivar tan poderosa defensa, y nuestras armas no le hacían la más mínima mella. El círculo y el cofre descansaban sobre el capitel de una columna cortada. Una desconocida fuerza los anclaba a ella haciendo que fuese imposible moverlos. Magia sin duda.

La inhóspita habitación no aportaba ayuda alguna… o eso creímos al principio.

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En un pequeño estante de madera putrefacta, Ferdinal encontró un trozo de cristal. Cosa extraña, pues allí no había ningún espejo ni ventana al que pudiese pertenecer. En el suelo, justo en la pared de enfrente, había otro trozo. Cubierto por un polvo centenario, al principio lo habíamos confundido con un simple guijarro. A todos nos pareció demasiada casualidad. Por suerte hacía ya tiempo que habíamos dejado de creen en las coincidencia casuales. Diez ojos ven mejor que cuatro, así que todos nos pusimos a buscar. En poco tiempo hayamos seis trozos más. Intentamos casarlos, júntalos, unirlos… y lo hicimos. Colocando los cristales en el sentido correcto, conseguimos formar lo que parecía ser un espejo con forma ovalada. Del tamaño de la palma de una mano, era inevitable ver su parecido con un ojo humano. Instantes después sucedió algo inesperado. Inexplicablemente, los trozos se fusionaron y crearon la pieza original de la que provenían. La cogí. Emanaba energía pura. La sentía en mis manos. En su dorso había un mensaje.

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[15] [15] [15] [15] [[[[Giro inesperadoGiro inesperadoGiro inesperadoGiro inesperado]]]]

Ya nada se interponía entre nosotros y nuestro objetivo. Nadie se atrevía a hacerlo. Nuestras bocas callaban, nuestras miradas hablaban. Nuestro gestos mezcla de temor y falsa cortesía, parecían decir, “No, no, hazlo tú, adelante, te cedo ese honor” Supongo que después de escuchar tantas historias legendarias, en el fondo mi yo aventurero quería sentir por un momento esa sensación de ser un héroe. Supongo que muchas veces tomamos decisiones sin pensar en las consecuencias. Estiré mi mano. Los demás miembros del grupo dieron dos pasos atrás. Curiosa forma de darme ánimos. Un sudor frío caía por mis mejillas. No era por el esfuerzo sino por la tensión. Mi mano derecha prosiguió atravesando aquel pesado aire. Nada se interponía en su camino. Parecía que al fin había llegado el momento

Cuando estas frente a tu destino, supongo que es normal pensar en ti, en los tuyos y en todo por lo que has tenido que pasar y que te ha llevado indefectiblemente a estar precisamente allí, justo en ese preciso

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momento. El lugar era aquel, el momento era ahora y bueno… llamadme raro, pero yo no pensé en nada de eso. Justo antes de hacerlo, un latigazo mental sobrevoló mi cabeza. Un pensamiento que nunca antes había tenido. Era una hipótesis, una suposición, una paradoja. Algo que hasta aquel preciso instante ni tan siquiera me había planteado. Algo que me hizo dudar. Algo que me hizo cuestionar la misión. Algo que paralizó ¿Y si el motivo principal para ocultar aquel legendario tesoro no era su valor, sino que todo había sido orquestado para proteger al mundo de un desconocido, incontrolable y oscuro poder? ¿Y si en el fondo el maestro nos había engañado? ¿Y si nos habíamos convertido, sin saberlo, en unas meras marionetas?

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Creo que de momento es más que suficiente. Nos acabamos de conocer y como dije al principio, todavía no sé si eres de fiar. Oscuros intereses luchan para impedir que todo esto se descubra, por eso espero que comprendas mi reticencia a la hora de revelar mis hallazgos. Tal vez lo haga en un futuro, tal vez, pero antes de llegar a eso, permíteme que primero ponga a prueba tu inteligencia, tu capacidad de razonamiento y tu grado de implicación. Si en tu lectura has prestado la suficiente atención, no debería resultarte muy complejo solucionar este acertijo.

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¿Será tu sabiduría capaz de sorprenderme? Si lo hace, gustosamente compartiré contigo más fragmentos del libro. Pero si no descubres la solución, lo interpretaré como una señal inequívoca de que no eres la persona que estaba buscando. No me pidas pistas ni ayudas pues no hallarás en mi ningún atajo a tu objetivo. Lo único que diré será esto:

ÂÂÂÂ`|Üt`|Üt`|Üt`|ÜtÇÇÇÇwÉ Åöá tÄÄö wx Ätá |ÇáàÜâvv|ÉÇxá?wÉ Åöá tÄÄö wx Ätá |ÇáàÜâvv|ÉÇxá?wÉ Åöá tÄÄö wx Ätá |ÇáàÜâvv|ÉÇxá?wÉ Åöá tÄÄö wx Ätá |ÇáàÜâvv|ÉÇxá? {tÄÄtÜöá {tÄÄtÜöá {tÄÄtÜöá {tÄÄtÜöá xÄ ÄâztÜ t wÉÇwx Öâ|xÜxá |ÜA cxÜÉxÄ ÄâztÜ t wÉÇwx Öâ|xÜxá |ÜA cxÜÉxÄ ÄâztÜ t wÉÇwx Öâ|xÜxá |ÜA cxÜÉxÄ ÄâztÜ t wÉÇwx Öâ|xÜxá |ÜA cxÜÉ Çtwt wx xáàÉ àx Çtwt wx xáàÉ àx Çtwt wx xáàÉ àx Çtwt wx xáàÉ àx áxÜä|Üö? á| âÇt äxé tÄÄ• ÇÉáxÜä|Üö? á| âÇt äxé tÄÄ• ÇÉáxÜä|Üö? á| âÇt äxé tÄÄ• ÇÉáxÜä|Üö? á| âÇt äxé tÄÄ• ÇÉ vÉÇÉvxá ÄÉá àÜxá vÉÇÉvxá ÄÉá àÜxá vÉÇÉvxá ÄÉá àÜxá vÉÇÉvxá ÄÉá àÜxá äÉvtuÄÉá äÉvtuÄÉá äÉvtuÄÉá äÉvtuÄÉá Öâx wtÇ tvvxáÉ tÄÖâx wtÇ tvvxáÉ tÄÖâx wtÇ tvvxáÉ tÄÖâx wtÇ tvvxáÉ tÄ ÜxáàÉ wx Ät äxÜwtwÜxáàÉ wx Ät äxÜwtwÜxáàÉ wx Ät äxÜwtwÜxáàÉ wx Ät äxÜwtwÊÊÊÊ Los años no perdonan y este anciano necesita descansar. Voy a acostarme un poco. Despiértame solo si estás seguro de conocer las tres respuestas a las tres preguntas que no te he formulado.

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Cuando antes empieces, antes acabarás. Y recuerda que todo en la vida y por ende, en este libro también, tiene un porqué. Adelante, demuéstrame tu valía.

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Hallarás el acertijo en la siguiente página.

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