crónica monte picota

Salimos a las 10,30 h. desde el aparcamiento del Parque Natural de las Dunas de Liencres (60 m.). La ruta al Monte Picota sería muy corta así que muchos decidieron dejar la mochila en el autobús para no cargarla innecesariamente. Seguimos una estrecha carretera en dirección S, y en pocos minutos pasamos junto a una casona que parecía una fortaleza por sus espesos muros de piedra. Una gran puerta de madera era el acceso principal a la vivienda y dos farolas ancladas en el muro vigilaban la fachada. Delante del muro había varias plantas con hojas verdes y frondosas, mientras que las verdes enredaderas cubrían gran parte de la fachada. Tras una verja se encontraba una casa anexa de piedra. Sobre su tejado destacaba una gran chimenea rectangular construida en piedra a modo de atalaya, y con la parte superior de ladrillo. Proseguimos caminando mientras íbamos avistando a nuestra derecha el paisaje que formaban los meandros del río Pas, la ría de Mogro y su desembocadura en el mar Cantábrico. Avanzó todo el grupo en fila india a través de una pradera de hierba bastante crecida, de camino encontramos numerosas flores violetas, margaritas amarillas y algunas orquídeas de colores en aquel verde prado. Fuimos hacia la izquierda sin seguir un sendero marcado, buscando un posible camino, pero al llegar a una zona de zarzas decidimos darnos la vuelta. Más adelante descubríamos que el camino q u e d e s e c h a m o s e r a e l correcto, sin embargo las grandes zarzas nos hicieron d e s i s t i r . D e e s t e m o d o deshicimos nuestros pasos y nos dirigimos hacia la falda del

12 de Junio de 2011 MONTE PICOTA (239 m) - PLAYA DE LIENCRES(CANTABRIA)

Crónicas montañeras del GUM GUM Valladolid 1

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Monte Picota situada hacia el lado derecho. El terreno estaba cubierto de zarzas y tojos, y aque l l os que l l evábamos pantalón corto no nos libramos de algún arañazo que otro. A pesar de esto, tratamos de pasar los obstáculos de las plantas rápidamente hasta llegar a un sendero visible en mitad de la colina.

Llegamos a la cima del Monte Picota (40´) y allí encontramos los restos de un pequeño

puente de piedra. Tras pasarlo estaba el vértice geodésico, donde nos hicimos una foto de grupo. Pocos minutos después vimos en la distancia un ciclista vestido de maillot amarillo. Se dirigía hacia la cima, mientras pedaleaba con esfuerzo sobre su bicicleta de montaña. Los últimos metros ya no podía más, se bajó de la bici y fue empujándola hasta llegar a nuestra posición. Todos le animamos a su llegada y le invitamos a unirse en nuestra foto de grupo. Detrás del hito estaban más restos destruidos de un





búnquer de la Guerra Civil Española. A través de sus pequeñas ventanitas se veían las casas y los chalets adosados que formaban el pueblo situado más abajo en la planicie. Después de hacer algunas fotos del paisaje comenzamos a bajar por un camino que descendía hacia otra vertiente. Casualmente nos encontramos con un pequeño roedor de la familia de los mustélidos, una musaraña que yacía muerta en el suelo. El pequeño animal tenía la piel marrón, un característico pico afilado y una cola larga. Llegamos a la zona de praderas donde había muchas flores violetas, margaritas blancas y algunas orquídeas de hojas rojas. Al llegar junto a un letrero de madera que señalaba la dirección hacia Tolio, nos detuvimos para reagruparnos todos. Giramos hacia la izquierda por un sendero que más abajo nos metió en una zona de bastante maleza salvaje. En ese camino vimos en el suelo un profundo agujero con unos hierros horizontales que lo cubrían parcialmente, protegiendo del peligro de meter el pie, e incluso la pierna dentro. Continuamos hasta llegar a la carretera donde un cartel de las Dunas de Liencres, junto al aparcamiento, nos avisaba que habíamos llegado al autobús (1 h. 35´).

Descansamos un poco, comimos algo de fruta y seguidamente continuamos la ruta siguiendo al guía a través del bosque. Tomamos el Sendero del Arroyo de los Ganzarros, y a través de los diversos paneles informativos fuimos leyendo información del Parque Natural de las Dunas de Liencres. La extensión ocupada estaba formada por unas 187 Has., de las cuales 140 Has. las formaban las dunas posteriores y 47 Has. las anteriores, más próximas al mar Cantábrico. En esta zona boscosa había numerosos encinares, algunos robles, acebos pequeños, laureles, madroños, arbustos e incluso lianas que sirvieron para que alguno se colgara de ellas sintiéndose como Tarzán. La mayoría de los árboles estaban plagados de enredaderas que trepaban por sus cortezas. En nuestro camino se cruzaron varios jinetes a caballo que nos cedieron el paso. Por fin llegamos a la zona del Litoral del Parque (2 h.) mostrada en un panel. Había dos ecosistemas: los acantilados y las playas de Valdearenas y Canallave, con sus correspondientes dunas. En esta zona se pueden encontrar tres tipos, las





dunas primarias, secundarias y terciarias. Cada una de ellas tenía su propia vegetación como la grama del norte, el barrón y la manzanilla bastarda respectivamente. En la parte de los acantilados se podían encontrar matorrales, brezos con flores rosas, y tojos de flores amarillas.

Caminamos por un sendero de arena hasta llegar a una escalera de madera que terminaba en un mirador. Nos salimos un momento del camino para observar unas preciosas flores amarillas y violetas que merecieron nuestra atención, sacando algunas fotos. Seguimos hacia la izquierda y más adelante llegamos a la primera playa, allí vimos algunas personas paseando en la arena. Junto al camino despertó nuestra curiosidad en un poste de madera donde se acumulaban pequeños caracolillos de conchas redondas y alargadas. Pasamos junto a una zona de aparcamiento púb l i co y más a l l á llegamos a la Punta de la Ría de Mouro (2 h 30´ ) d o n d e n o s reagrupamos junto al mar. Algunos decidieron mojarse los pies, otros caminamos descalzos por la arena de las extensas y solitarias playas de Valdearenas y Canallave. Casualmente encontramos pequeños cangrejos muertos junto a la orilla. El mar tenía una tonalidad verdosa y estaba como un plato. Al final de la playa nos lavamos los pies en unas duchas y proseguimos la marcha hacia la zona de los acantilados situados sobre la Playa de Pedruquías. Bajamos con cuidado por una pendiente de rocas hasta acceder a otra playa. Más adelante el terreno se cubrió de vegetación y seguimos el sendero que discurría cerca de los acantilados (2 h 45´), algunos tenían más de 60 metros de altura. Desde arriba podía verse las tonalidades del mar verdoso contrastando con otras zonas más oscuras, incluso pudimos ver un buceador con tubo y aletas. Los terrenos de los acantilados estaban formados por bloques de rocas que habían sido sesgadas oblicuamente. Más adelante, desde otro punto elevado pudimos contemplar las originales formas de las rocas ralladas erosionadas por el agua, que se adentraban en el mar. El paisaje de las rocas contrastaba con las praderas verdes junto al mar. A lo lejos divisamos un barco de gran





envergadura de la empresa Höegh Autoliners. Más cerca de nosotros, junto a las rocas de la Punta de Somocueva pudimos ver una pareja de cormoranes negros en busca de comida.

Llegamos a otra zona de acanti lados con una zona a r e n o s a e n l a p l a y a d e Somocueva. Desde la distancia p u d i m o s v e r u n p a r d e pescadores caminando sobre la cresta de una gran roca, estaban buscando un sitio estratégico para pescar. La marea baja había dejado al descubierto los múltiples estratos que formaban las enormes rocas inclinadas, mientras una brecha entre las dos hileras de rocas permitía que el mar se metiera dentro de la ensenada de Somocueva. Tras pasar esa playa rodeamos un hundimiento de gran tamaño y profundidad en cuyo fondo se veía una gran cueva. Mientras una parte las paredes eran de roca grisácea y rallada, la otra era de co lor ocre y parecía un mosaico de piedras lisas. Seguimos por el sendero hasta llegar a un hito de piedra rectangular (3 h 25´) con el siguiente texto pintado “Mañana empieza e l cielo” y nos hicimos unas fotos subidos al monolito. Miramos hacia la derecha y vimos una gran casa pintada de intenso azul que contrastaba con los verdes prados. Seguimos





andando hasta llegar a una zona de urbanizaciones construidas muy cerca del precipicio. Tiramos por la izquierda y desde arriba vimos algunas personas dispersas tomando el sol en la playa de La Perla. Unas escaleras de madera salvaban el desnivel para llegar a la arena, sin embargo nosotros solo nos asomamos a ella para disfrutar del calmado y transparente mar. Tras una verja pudimos ver un precioso jardín lleno de diversas plantas y flores de colores llamativos. Pasamos a la otra vertiente donde había una playa bastante más pequeña y rocosa. Encontramos un pequeño aparcamiento y un poco más allá llegamos finalmente al autobús (4 h) donde nos cambiamos de ropa. Tras una valla había un grupo de vacas de color canela y blanquinegras pastando.

A partir de ese momento dispondríamos de bastante tiempo libre para comer y bañarnos en cualquiera de las dos calas, así que decidimos ir caminando entre las calles de la urbanización Las Cerrias. Al terminar la calle cortada bajamos unas escaleras de madera que conducían a la playa del mismo nombre. El día era caluroso y animaba a bañarse a pesar que el agua del mar estaba realmente fría; era mejor no pensárselo dos veces. Teníamos toda la playa para nosotros y disfrutamos de un relajante baño tras una tranquila jornada de senderismo. Después del gélido chapuzón comimos el bocadillo e hicimos tiempo hasta que volvimos al autobús sobre las 6 h. para marcharnos de regreso a Valladolid.





La ruta recorrida por el Monte Picota y el Parque Natural de las Dunas de Liencres tenía una distancia de unos 10 Kms. El ascenso y descenso fueron de unos +/- 239 m. respectivamente.



Texto: Óscar Armenteros LamasFotografía: Jorge Pérez Paredes

Montaje: Alberto Pérez Castellanos



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