cristiano, o sea, discÍpulo de jesucristo · web viewcristiano, o sea, discípulo de jesucristo...

40
CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, el tema del cristiano, o sea, del discípulo de Cristo, es todo un signo de la conciencia que tiene la Iglesia de Latinoamérica de la urgencia fundamental del momento que vive. En efecto, el agradecimiento por la bendición del encuentro con Jesucristo que las tierras y las gentes de Latinoamérica han recibido, no oscurece la percepción de los desafíos que la situación actual plantea a la fe y a la vida de las comunidades cristianas. Lo que decía Juan Pablo II de Europa puede valer exactamente para América Latina: “Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen... Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera... En muchos un sentimiento religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las grandes certezas de la fe... «Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8)” 1 . Esta es la urgencia del momento: la permanencia de la fe. Cada vez somos más conscientes de que la pregunta de Cristo no es en absoluto retórica. Existe un riesgo real de pérdida de la fe, de la percepción de su significado para la vida, un riesgo real de que la fe en Cristo sea cada vez más insignificante para la vida de tantas personas. En este sentido, llama la atención la clarividencia con que el Documento de Participación recoge la convicción adquirida de que no se puede dar por supuesto el sujeto que responderá a tales retos. “Mientras mantenemos las grandes metas de las Conferencias Generales anteriores con relación a la Nueva Evangelización, vemos necesario dar un paso más y llegar con profundidad a la persona que se encuentra con el Señor, llegar al sujeto que responderá a los grandes desafíos de nuestro tiempo” 2 . 1 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, nº 47; véase también nº. 7 y ss. 2 Consejo Episcopal Latinoamericano, Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que 1

Upload: others

Post on 24-Apr-2020

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO

Bogotá, Marzo 2006

Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, el tema del cristiano, o sea, del discípulo de Cristo, es todo un signo de la conciencia que tiene la Iglesia de Latinoamérica de la urgencia fundamental del momento que vive. En efecto, el agradecimiento por la bendición del encuentro con Jesucristo que las tierras y las gentes de Latinoamérica han recibido, no oscurece la percepción de los desafíos que la situación actual plantea a la fe y a la vida de las comunidades cristianas. Lo que decía Juan Pablo II de Europa puede valer exactamente para América Latina: “Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen... Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera... En muchos un sentimiento religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las grandes certezas de la fe... «Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8)”1.

Esta es la urgencia del momento: la permanencia de la fe. Cada vez somos más conscientes de que la pregunta de Cristo no es en absoluto retórica. Existe un riesgo real de pérdida de la fe, de la percepción de su significado para la vida, un riesgo real de que la fe en Cristo sea cada vez más insignificante para la vida de tantas personas.

En este sentido, llama la atención la clarividencia con que el Documento de Participación recoge la convicción adquirida de que no se puede dar por supuesto el sujeto que responderá a tales retos. “Mientras mantenemos las grandes metas de las Conferencias Generales anteriores con relación a la Nueva Evangelización, vemos necesario dar un paso más y llegar con profundidad a la persona que se encuentra con el Señor, llegar al sujeto que responderá a los grandes desafíos de nuestro tiempo”2.

Hoy somos más conscientes de la verdadera naturaleza de la crisis. No basta hablar de Nueva Evangelización sin preguntarse por el sujeto que la llevará a cabo. Sería ilusorio darlo por supuesto, pues son tantos los hombres y mujeres de Latinoamérica que creen ya saber lo que es el cristianismo y no tienen curiosidad alguna de conocerlo. Por ello no es suficiente una estrategia propagandista para atraerlos a la fe, ni siquiera un poco más de formación o de vida interior. Hay que empezar por despertar el interés por Jesucristo y su evangelio. Permítaseme usar una imagen. Un profesor de matemáticas hoy no puede dar por supuesto que llega a clase y tiene delante un grupo de alumnos deseosos de aprender su materia. Como el profesor sabe mucho de esta materia, estaría en condiciones de responder al deseo de sus alumnos de aprender, en el caso que

1 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, nº 47; véase también nº. 7 y ss.2 Consejo Episcopal Latinoamericano, Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del

Caribe, Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. –Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- Jn 14,6). Documento de Participación, Bogotá, 2005, 44.

1

Page 2: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

lo tuviesen. Pero no lo tienen. Hoy gran parte de los profesores se encuentran con estudiantes desmotivados que no tienen el más mínimo interés por el estudio y por todo lo que el profesor les quiere transmitir. El profesor tiene que empezar por suscitar el interés de sus alumnos por las matemáticas. Es lo mismo que sucede hoy con el cristianismo. Es necesario despertar el interés por el Cristianismo. Esta tarea es especialmente ardua hoy, pues son ya muchas las personas que piensan que ya lo conocen o lo confunden con una vaga religiosidad.

Este es el reto que la Iglesia tiene delante: mostrar su capacidad de generar y de educar al cristiano que responda a la nueva situación de “desconcierto generalizado” (DP 15), en que los cristianos del Continente son llamados a vivir su fe, conscientes de la dificultad que supone transmitir la fe en esta situación. Esta puede ser una ocasión providencial, si la sabemos aprovechar, para una profundización de la fe y para una renovación de la vida cristiana.

Para ello contamos con un aliado. Todas las dificultades que vive el hombre de hoy no consiguen arrancar de su corazón la espera de su plenitud humana. Es la naturaleza misma del corazón la que le espolea a esperar. Pero, al mismo tiempo, con frecuencia la dificultad de encontrar una respuesta le hace dudar de la posibilidad de un destino positivo. El hombre de hoy tomará en serio la propuesta cristiana, si la percibe como una respuesta significativa al grito de su necesidad humana. Por esto, el desafío que debemos afrontar en el anuncio consiste en vivir el contenido de la fe de tal modo que muestre la relevancia antropológica, es decir su sobreabundante correspondencia a las exigencias originales del corazón.

1. El despertar del yo

El desinterés del que estamos hablando no afecta sólo a la fe cristiana, afecta a toda la realidad. El verdadero alcance de la encrucijada en que nos encontramos lo ha identificado eficazmente la filósofa española María Zambrano: «Lo que está en crisis es el nexo misterioso que une nuestro ser con la realidad, algo tan profundo y fundamental que es nuestro íntimo sustento»3. Si la realidad es el sustento del yo, no resulta difícil comprender la gravedad de la situación cuando es el mismo nexo con la realidad lo que está en crisis. Sin relación con una realidad que suscite el interés de la persona, la consecuencia inevitable es la ausencia de deseo. La nada no despierta ningún interés. Este es el nihilismo hoy tan extendido. «El nihilismo corriente hoy en día es el nihilismo festivo, en el sentido de que carece de inquietud. Quizá podría definirse por la supresión del inquietum cor meum agustiniano»4. La falta de deseo muestra la verdadera naturaleza de la crisis. Por eso es tan difícil encontrar personas que a una cierta edad sigan teniendo interés por algo. Basta pensar cuántos adultos conocemos que no sean escépticos.

3 Cf. María Zambrano, Hacia un saber del alma, Alianza, Madrid, 1993.4 A. del Noce, Lettera a Rodolfo Quadrelli (1984), pro manuscripto.

2

Page 3: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

Esta indiferencia tiene que ver con todo, empezando por la relación del hombre con la realidad y, por tanto, no excluye el anuncio cristiano5. El desafío que tenemos delante es cómo despertar la persona de ese letargo en que se encuentra para que se interese por algo y no muera de inanición6.

El yo se despierta por el atractivo de la realidad. Nos sorprendemos interesados cuando aparece ante nosotros algo que nos fascina y atrae, sacándonos de nuestra apatía. Como nos ha recordado Fides et Ratio, la aventura humana arranca del asombro suscitado en el hombre por la realidad: “el ser humano se sorprende al descubrirse inmerso en el mundo, en relación con sus semejantes con los cuales comparte su destino”7. Si naciésemos en este instante con la conciencia que tenemos ahora y al abrir por primera vez los ojos lo primero que viéramos fuera el Everest, estaríamos dominados por el asombro, nos quedaríamos “prendidos”, fascinados por la presencia de la realidad. Antes que cualquier otra reacción nos sorprenderíamos de que todo nuestro ser está “cautivado”, interesado por lo que tiene ante sí. Primero quedamos atrapados por su fascinación y después nos damos cuenta de que hemos quedado absortos ante ella8.

Pero no quedamos inmovilizados ante la imponencia de la realidad; más bien, al contrario, es su presencia la que nos pone en movimiento. Recuerdo una ocasión en que siendo profesor de religión en un colegio, llevé a mis alumnos a visitar el planetario de Madrid. Por pura coincidencia, la visita había sido programada el día que tenía clase de religión. Al empezar la clase tras la visita, pregunté a mis alumnos qué les había impresionado más de lo que habían visto. Me quedé de piedra al escuchar las respuestas. Ninguno mencionó los datos que habían escuchado sobre el número de las estrellas o la cantidad de las galaxias. Lo que verdaderamente bullía en sus cabezas era una curiosidad que se traducía en las preguntas más humanas: ¿quién ha creado esto?, ¿somos nosotros los dueños?, etc.

5 Sobre la problemática moderna del sujeto, cf. J. Prades, “Eius dulcis Praesentia”: Revista Española de Teología 62 (2002) 5-44; Id., “¿Está Dios en el centro de la vida?”, en A. Pérez de Laborda (ed.), Dios para pensar. El Escorial 2002 (Presenza y Dialogo 2), Madrid 2002, 15-47.

6 Paradójicamente este escepticismo y desinterés subsisten entre quienes muestran interés por tantas cosas como hoy puede ofrecer la sociedad de consumo, justamente porque no son capaces de mantener la promesa. Es la cuestión del ídolo que abordaremos más adelante.

7 Cf. FR 4. “Los conocimientos fundamentales derivan del asombro suscitado en él por la contemplación de la creación: el ser humano se sorprende al descubrirse inmerso en el mundo, en relación con sus semejantes con los cuales comparte el destino. De aquí arranca el camino que lo llevará al descubrimiento de horizontes de conocimientos siempre nuevos. Sin el asombro el hombre caería en la repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal” (FR 4). Es lo que ya pusieron de manifiesto Platón, Teeto o de la ciencia, 155 C-D: “Este estado de admiración es particularmente el del filósofo, porque es el principio de la filosofía”; Aristóteles, Metafísica, I 2, 982b: “Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración”. M. García Morente, en sus Lecciones preliminares de Filosofía, México 1994, 25, también presenta el asombro como inicio de la filosofía: “(…) la disposición de ánimo para filosofar debe consistir esencialmente en percibir y sentir por dondequiera, en el mundo de la realidad sensible, como en el mundo de los objetos ideales, problemas, misterios; admirarse de todo, sentir lo profundamente arcano y misterioso de todo eso; plantarse ante el universo y el propio ser humano con un sentimiento de estupefacción y de admiración, de curiosidad insaciable, como el niño que no entiende nada y para quien todo es problema”.

8 El hombre no puede reflexionar sino desde dentro de su existencia, como ha mostrado H. U. von Balthasar, Teodramática, Madrid1992, vol. II, 311ss.

3

Page 4: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

La contemplación de la realidad había despertado el yo de mis alumnos hasta el punto de comenzar a hacerse preguntas. Lo más humano de ellos había empezado a ponerse en movimiento: su razón y su libertad, que eran de este modo llamadas a cumplir su naturaleza. “El hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo y más se conoce a sí mismo en su unicidad, le resulta más urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre su propia existencia”9 En efecto, descubrimos que la realidad no nos deja indiferentes, sino que tiene un atractivo que suscita en nosotros el deseo de conocerla, despierta en nosotros la urgencia de comprenderla en su totalidad; es la característica de la razón humana: la exigencia de tomar conciencia de la realidad según todos los factores. Para secundar este deseo de conocer la realidad tiene que intervenir la libertad que, atraída por la presencia de las cosas, es llamada a decidir: o ceder ante el atractivo de la realidad o resistirse. El yo del hombre está todo él presente y, por tanto, no cede al nihilismo, cuando se siente sostenido por la presencia de algo que le interesa supremamente10.

Si uno no interrumpe el dinamismo que la realidad pone en marcha en el hombre, si uno no se separa de sí mismo cortando su vínculo con ella, el hombre está llamado a dar una respuesta a su pregunta por la totalidad. Cuanto más indaga en la realidad, más se topa el hombre con el misterio. “Cuando se indaga el “por qué de las cosas” con totalidad en la búsqueda de la respuesta última y más exhaustiva, entonces la razón humana toca su culmen y se abre a la religiosidad. En efecto, la religiosidad representa la expresión más elevada de la persona humana, porque es el culmen de su naturaleza racional. Brota de la aspiración profunda del hombre a la verdad y está en la base de la búsqueda libre y personal que el hombre realiza sobre lo divino”11.

Para que el interés despertado por la realidad se mantenga vivo, el hombre está obligado a tomar parte en la aventura del conocimiento. En efecto, la realidad tiene carácter de signo, es decir, algo que se ve y se toca y, al mismo tiempo, remite más allá. “Todas las imágenes –decía el poeta Montale- llevan escrito: “más allá”12. Todas las cosas nos solicitan a ir más allá. La renuncia a participar en esta aventura acaba en el aburrimiento (cf. FR 4), perdiéndose lo mejor. Si una chica al llegar a casa por la tarde, se viera sorprendida por la presencia de un espléndido

9 FR 1.10 Ningún poder de este mundo puede evitar esta dinámica. Siempre me viene a la cabeza el caso de Oliver

Clement, estudioso francés, hijo de padre ateo, y educado en el ateísmo. Toda la educación de su padre no pudo impedir que Olivier se topase con la realidad y que ésta despertase en él toda su pregunta humana. A los ocho años muere su amigo Antonio. Ante la tumba de su amigo, mira a su padre y le pregunta: “¿Dónde está Antonio?”. “Antonio no está en ninguna parte”, responde su padre, fiel a su ateísmo. La vida continúa y la ausencia de la pregunta en su entorno familiar no impide que vuelva a asaltarle en cualquier momento. Sucedió cuando tenía 12 años. Paseando con su padre en una espléndida noche estrellada, Olivier pregunta a su padre: “¿Qué hay más allá de las estrellas?”. Su padre no vaciló de nuevo en testimoniar su conocido ateismo: “Más allá de las estrellas no hay nada”. Impresiona ver en la experiencia de un hombre cómo nada puede impedir el surgir imprevisto de la pregunta humana, reabriendo de este modo el drama de su relación con la realidad y consigo mismo. Cf. O. Clement, El otro sol, Madrid 1983.

11 Juan Pablo II, Audiencia General, 19 de octubre de 1983, 1-2: Insegnamenti VI, 2 (1983), 814-815. Cf. también FR nota 28.

12 E. Montale, “La agave en el escollo”, en Huesos de sepia, Madrid 1975, 101.

4

Page 5: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

ramo de flores en su habitación, no podría evitar la pregunta: “¿Quién me las ha mandado?”. Es la curiosidad despertada por la presencia de las flores la que le lanza a la aventura de descubrir el rostro de la persona que le ha mandado las flores. Si, contra toda lógica, renuncia a tal aventura y se contenta con disfrutarlas hasta que se marchiten, habrá perdido lo mejor, que no son las flores, por su naturaleza destinadas a marchitarse, sino la persona que las envía. Interrumpir la dinámica puesta en marcha por la realidad, tiene como consecuencia que pierdo lo mejor de la realidad, que lleva siempre a la profundidad de la apariencia, y la vida se marchita entre las manos.

Para el que, en cambio, decide secundar el atractivo de la realidad y participar en la aventura del conocimiento, cada cosa constituye una invitación. El gran reto que tenemos al final de este milenio, según la FR, “es el de saber realizar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento” (FR 83). La realidad es percibida y vivida como la primera aparición del Ser, que me llama y convoca a través de lo que aparece. Es el Misterio que se hace presente en las cosas y en las circunstancias, para atraerme a su seno. La fascinación del vivir está justamente en seguir esa llamada13. Ciertamente para ello es necesario dejarse introducir en una dramaticidad, algo a lo que no siempre estamos dispuestos.

El vértigo que provoca este dramatismo es de tal calibre que uno prefiere agarrarse a un aspecto particular que identifica con la totalidad. Es lo que la Biblia llama ídolo (cf. Ex 32,1-6; Is 44,17; 48,5; Sal 106,19; Hch 7,39-41). La diferencia entre el ídolo y el misterio se percibe en la propia experiencia. Son las exigencias de la razón y de la libertad las que actúan como criterio de juicio. El ídolo no corresponderá jamás a la exigencia de totalidad de la razón (cf. Is 44,9-20; Jr 2,10-13.27-28; 10,1-16; Os 13,2; Dn 14; Sal 115; Sb 13-14). Por eso, cuando se ha experimentado en la propia vida la mentira de cada ídolo en que hemos puesto la esperanza, parece que no existe otro camino que el escepticismo más absoluto. “No existe ningún ideal al que podamos sacrificarnos, porque conocemos la mentira de todos, nosotros que no sabemos cuál es la verdad”14.

Solo Dios corresponde a la exigencia de totalidad del corazón humano. La cuestión es que el misterio de Dios, mientras permanece oscuro, no es lo bastante claro, concreto como para atraer la totalidad de la persona. Una vaga religiosidad no es capaz de despertar el sujeto. El ejemplo más evidente son las sectas, que no consiguen despertar la razón y la libertad del hombre que participa en ellas hasta el punto de generar una mentalidad y un afecto nuevos. Como quien está aún esperando a que se desvele el rostro de la persona amada. Mientras permanece desconocido, la persona sigue moviéndose como le apetece. Sólo cuando la persona amada

13 Nadie mejor que Dostoievski ha descrito la alternativa a esta posición. F. M. Dostoievski, Los demonios, Madrid 2000, 65: “Si se privase a los hombres de lo infinitamente grande ya no podrían vivir y morirían desesperados”.

14 A. Malraux, La tentation de l’Occident, Bernard Grasset 1926, 216.

5

Page 6: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

aparece el hombre tiene la claridad y la energía afectiva necesarias para una adhesión que implique todo su yo. Es ella la que permite al hombre ser verdaderamente con todo su ser.

Esta es la razón por la que Platón esperaba la revelación. “Me parece, Sócrates, y quizá también a ti, que la verdad segura en estas cosas no se puede alcanzar de ningún modo en la vida presente, o sólo con grandísimas dificultades. Pero pienso que sería una vileza no estudiar con todo respeto las cosas que se han dicho al respecto, o abandonar la búsqueda antes de haberlas examinado. Porque en estas cosas, una de dos: o se llega a conocerlas, o, si esto no se consigue, uno se agarra al mejor y más seguro entre los argumentos humanos y con éste, como en una barca, intenta atravesar el piélago. A menos que se pueda hacer la travesía con más comodidad y menor riesgo en un transporte más sólido y más seguro, es decir, con la ayuda de la palabra revelada del dios”15. Por eso tiene razón Montale cuando dice: “Un imprevisto es la única esperanza”16.

2. Un acontecimiento imprevisible e inaudito

El imprevisto ha sucedido en Jesucristo, el Verbo encarnado. Con Él, el Misterio ha entrado en la historia convirtiéndose en compañía del hombre y proponiéndose como respuesta a su exigencia de felicidad: quien le sigue tendrá el ciento por uno y la vida eterna (cf. Mt 19, 29). El hombre de hoy se interesará por el cristianismo si éste cumple la promesa con la que se presenta y consigue sacar a la persona del letargo en que se encuentra. Es en el terreno de la realidad donde el cristianismo es llamado a mostrar su verdad. Si aquellos que entran en contacto con él no experimentan la novedad que promete quedarán decepcionados.

La desgracia es que muchos de los que se acercan aún a la Iglesia en busca de una respuesta, se encuentran con versiones reducidas del cristianismo. Basta imaginar que sucedería a uno de nuestros conciudadanos si se encontrara con un cristiano de los que dice Juan Pablo II que creen conocer el cristianismo, cuando en realidad no lo conocen. Veamos algunas de las posibles reducciones que debilitan la fuerza del anuncio cristiano.

Una de esas reducciones la identificaba ya a mediados del siglo XIX el cardenal J. H. Newman que se había dado cuenta de que “la religión, siendo algo personal, debiera ser real, pero exceptuando un pequeño número de personas, ordinariamente no es real en Inglaterra... casi no necesita un objeto... Su doctrina no es tanto de realidades cuanto de aspectos estereotipados de realidades; por así decirlo tiene miedo de andar entre lo real... No digo que el asentimiento que inculca y origina no sea genuino con respecto al campo limitado de su doctrina; pero a lo más es

15 Platón, Fedón, XXXV. 16 E. Montale, “Prima del viaggio”, en Tutte le poesie, Milano 1990, 390.

6

Page 7: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

nocional”17. En efecto, para muchos cristianos el cristianismo es más nocional que real: un conjunto de nociones tradicionales sin referencia a la vida real. Podemos imaginar qué interés podrá tener este cristianismo reducido a marco nocional tradicional para el hombre que anda entre lo real, que se debate en el drama del vivir cotidiano.

Para ver la difusión de este tipo de cristianismo, basta darse cuenta de la sorpresa que cada uno de nosotros experimenta ante alguien para quien Cristo es real. Es tan sorprendente como la primera vez. Los evangelios nos han dejado cumplido testimonio del asombro que despertaba el tropezarse con un hombre que “hablaba con autoridad, y no como los escribas” (Mc 1,27). Era este asombro lo que les llevaba a afirmar: “Nunca hemos visto una cosa igual” (Mc 2,12).

Esta falta de experiencia personal del acontecimiento cristiano incapacita para comprenderlo. “Afirmar las verdades de la fe sin haber sido tocados por la fascinación de las realidades celestes significa tomar estas verdades en un sentido que no es el mismo en que Dios las afirma”18. El gran biblista H. Schlier señala que se está produciendo “un creciente alejamiento, una extrañeza entre la mentalidad común y la fe cristiana... Para la sensibilidad general y pública, términos cristianos fundamentales se han vuelto en gran medida incomprensibles. Como consecuencia, quien quiera usar las palabras cristianas tiene que asumir una tarea hasta ahora inédita: debe suscitar también el significado de la realidad de la que quiere hablar”19.

Una sencilla comparación con la Escritura hace saltar a la vista la desnaturalización que ha sufrido el cristianismo para acabar reducido a nociones. El AT nos habla de la intervención en la historia de un Dios que se implica en las vicisitudes de los hombres. "He visto la miseria de mi pueblo que reside en Egipto. He escuchado su clamor. Ciertamente conozco sus angustias" (Ex 3,7). Esta acción de Dios, motivada por su compasión, constituye el inicio de la historia del pueblo de Israel.

La intervención de Dios en esa situación de miseria muestra cómo la Biblia concibe la liberación. “Ella solamente puede ser vivida; no basta que sea anunciada. Pero vivirla significa tener la experiencia de un cambio de una situación de miseria; el cambio producido debe ser perceptible como tal. La liberación será, pues, vivida como un encuentro con el Dios que salva. Gracias

17J. H. Newman, El asentimiento religioso, Barcelona 1960, 78-80. Desgraciadamente a este riesgo había sucumbido parte de la teología católica, como ha mostrado H. de Lubac, El misterio del sobrenatural, Madrid 1991, 13: “Queriendo proteger a lo sobrenatural de toda contaminación, de hecho se le había exiliado del espíritu viviente y de la vida social, y quedaba el campo libre a la invasión del laicismo. Hoy ese mismo laicismo, siguiendo su camino, pretende invadir la conciencia misma de los cristianos.... La última palabra del progreso cristiano y la entrada en la edad adulta consistirían entonces, al parecer, en una total «secularización» que expulsaría a Dios no sólo de la vida social, sino también de la cultural y de las mismas relaciones de la vida privada”.

18 P. Rousselot, Los ojos de la fe, Madrid 1994, 93.19 H. Schlier, Linee fondamentali di una teologia paulina, Brescia 1995, 12-13.

7

Page 8: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

a su experiencia de la liberación, el salvado se une a su Salvador, el hombre liberado a su Liberador20.

Lo mismo sucede en el NT. Bastaría leer una página del Evangelio para caer en la cuenta de la distancia abismal con una concepción puramente nocional del cristianismo. Se narran siempre hechos reales, que cualquiera podía reconocer sin ningún requisito particular. Como recientemente nos ha recordado el Papa Benedicto XVI, “la verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito”21. En lugar de nociones abstractas el drama de un Dios que en Jesucristo se implica con la humanidad doliente hasta dar su vida por ella. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

No menor difusión entre nosotros tiene la reducción del cristianismo a ética, a valores. Ha sido una tentación antigua. Ya San Agustín lo reprochaba a los pelagianos: “Este el horrendo y oculto veneno de vuestro error: que pretendéis hacer consistir la gracia de Cristo en su ejemplo y no en el don de su Persona”22. Pero lo que eran casos aislados en el pasado, se ha convertido en mentalidad bastante extendida gracias a las vicisitudes históricas de la época moderna. Aquí sólo podemos apuntar algunos factores de lo que es una historia mucho más compleja23. Tras la ruptura de la unidad religiosa europea por obra de la Reforma protestante, se desencadenan las llamadas guerras de religión. Este hecho ponía de manifiesto que la religión no podía continuar siendo el patrimonio común sobre el que fundar la unidad europea. Se hacía necesaria una nueva base que pudiera ser compartida por todos. Desplazado el cristianismo, el único elemento común a todos era la razón, tal como la iba concibiendo la Ilustración. El título de la obra de Kant, “La religión dentro de los límites de la razón”, constituye todo un programa24. La nueva religión debía

20 C. Westerman, Théologie de l’Ancien Testament, Genève 1985, 40. "La fe de Israel -dice von Rad- ha sido siempre una relación con un acontecimiento, con una auto-atestación divina en la historia... Nosotros vemos a este pueblo perennemente suspendido, movido, formado, transformado, anonadado y resurgido por obra de la palabra de Dios pronunciada siempre de nuevo".

21 Benedicto XVI, Deus caritas est, 12. El texto continúa: “Tampoco en el Antiguo Testamento la novedad bíblica consiste simplemente en nociones abstractas, sino en la actuación imprevisible y, en cierto sentido inaudita, de Dios. Este actuar de Dios adquiere ahora su forma dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va tras la « oveja perdida », la humanidad doliente y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cf. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: « Dios es amor » (1 Jn4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad”.

22 Sant'Agostino, Contra Iulianum Opus Imperfectum.23 Sobre este período puede verse una presentación sintética de los estudios publicados en M. Borghesi, “La

crisi della coscienza europea”: LineaTempo 2 (2006) 57-67. Cf. también F. Botturi, “Secolarizzazione e identità dell’Europa”: LineaTempo 2 (2006) 68-74.

24 E. Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón, Madrid 2005.

8

Page 9: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

respetar los límites impuestos por la nueva diosa: la razón entendida como medida de todo. Esta razón reducida sería suficiente para organizar la vida en este mundo. La persona histórica de Jesús de Nazaret no tiene otro interés sino el de encarnar el ideal de la persona moral adulta conocido a priori por la razón. Este ideal, con sus valores establecidos por la razón, constituirá la nueva religión, que desde entonces se difunde sin cesar impregnando el cristianismo y reduciéndolo cada vez más a una ética, desvinculada de su conexión histórica.

Juan Pablo I llegó a decir que “el verdadero drama de la Iglesia a la que le gusta definirse moderna es el intento de corregir el asombro del acontecimiento de Cristo con las reglas”25. Que el diagnóstico no ha cambiado mucho lo muestra el hecho de que recientemente Benedicto XVI haya reconocido que “la idea genéricamente difusa es que los cristianos deben observar una inmensidad de mandamientos, prohibiciones, principios y que, por tanto, es algo fatigoso y opresivo de vivir, que se es más libres sin todos estos fardos pesados. En cambio, yo quisiera aclarar que ser sostenidos por un gran Amor y por una Revelación no es un fardo, sino alas”26.

No fueron ninguna de estas dos versiones, nocional o ética, las que despertaron el interés por el cristianismo hace 2000 años, o hace 500 años para vosotros, ni lo serán ahora para nosotros y nuestros contemporáneos, ni siquiera para aquellos que continúan siendo cristianos. El cristianismo solo conseguirá interesarles si acontece algo imprevisto que aporte una novedad a la vida dándoles alas para vivir. Como nos ha recordado Benedicto XVI en su primera encíclica Deus caritas est: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”27.

Esto es justamente lo que nos han conservado los evangelios como el inicio del cristianismo: un encuentro con la persona de Jesús28. Con presentaciones diferentes, en esto coinciden todos los evangelios29. Mc presenta a Jesús llamando a los primeros discípulos al seguimiento sin que previamente los haya presentado30. Lc parece haber caído en la cuenta de tal

25 Giovanni Paolo I, in «Humilitas», n. 3, 2001, 10.26 Benedicto XVI, Radio Vaticana en la víspera de su viaje a Colonia a la Jornada Mundial de la Juventud.27 Benedicto XVI, Deus caritas est, 1.28 FR 7: “En el origen de nuestro ser como creyentes hay un encuentro, único en su género, en el que se

manifiesta un misterio oculto en los siglos (cf. 1 Co 2, 7; Rm 16, 25-26), pero ahora revelado”.29 Para una comparación entre los relatos sinópticos y los de Juan respecto a la vocación de los discípulos,

cf. R. E. Brown, El evangelio según Juan I-XII, Madrid 1979, 259-261.30 Mc presenta la llamada en relación con la predicación del Reino. G. P. Peron, Seguitemi! Vi farò diventare

pescatori di uomini (Mc 1,17). Gli imperativi ed esortativi di Gesù ai discepoli come elementi di un loro cammino formativo (Biblioteca di Scienze Religiose 162), Roma 2000, 37: “El relato de Mc sugiere un período de tiempo indeterminado de anuncio solitario? e itinerante de Jesús a través de Galilea, dirigido a un público sin determinar (1,14-15), después del cual toma la iniciativa de buscar colaboradores que lo acompañen en su misión”. P. Grelot, Jésus de Nazareth Christ et Seigneur I (LecDiv 167), Paris 1997, 259: "Hasta aquí Jesús ha actuado en solitario para anunciar el reino de Dios. Su éxito en Galilea ha suscitado el entusiasmo de la gente, a pesar de las reservas de los escribas y los doctores de la Ley que pertenecían al partido religioso de los fariseos... Durante los primeros meses de su misión, ha recorrido Galilea tomando la palabra en las sinagogas y al aire libre. Se le han adherido discípulos".

9

Page 10: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

inverosimilitud y ha cambiado el orden de los materiales de Mc31. Esta es la razón que lleva a los estudiosos a pensar que la llamada de los discípulos tal como la narran los sinópticos presupone el primer encuentro entre Jesús y sus discípulos conservado en el evangelio de Juan32.

El evangelista Juan nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros que lo encontraron, Juan y Andrés, en un relato que, al decir de P. Grelot, tiene “la marca de un relato escrito por uno de sus protagonistas”33. Tras la indicación de Juan Bautista que ha suscitado en ellos la curiosidad, Juan y Andrés comienzan a seguirlo y Jesús se vuelve y les pregunta: ¿qué buscáis? En su sencillez desarmante, esta pregunta muestra que el cristianismo se pone en la historia como respuesta a una pregunta humana34.

Una pregunta: ¿qué buscáis?, contestada de modo escueto y sin aspavientos: “Venid y lo veréis”. Esta expresión permanecerá en la historia como síntesis única del método cristiano. El cristianismo es algo que se puede ver. Existe en un lugar a donde uno puede ir. Siempre me ha impresionado que Jesús no malgastara ni una palabra siquiera en propaganda. Simplemente responde a la búsqueda de aquellos dos con una invitación para que ellos mismos saquen su propia conclusión. ¡Qué confianza en la capacidad del corazón del hombre para reconocer la verdad! Es como si dijera implícitamente: si hay algo que ver en mi persona, vosotros lo veréis; si no hay nada que ver, no lo veréis, aunque yo os lo diga. Jesús se ofrece al criterio del hombre. El sabe que el hombre cuenta con un criterio de juicio que le permite reconocer la verdad: el conjunto de exigencias y evidencias que constituyen su rostro de hombre y que la Biblia llama sintéticamente “corazón” (1 Sam 16,7; Dt 7,17; 1Re 3,9; Mc 2,6.8; 3,5).

Los dos discípulos aceptan el desafío y se quedan con Jesús todo el día. Para poder llegar a emitir un juicio personal sobre aquel que Juan les había indicado era necesario tener experiencia de primera mano de su persona. La convivencia es la única modalidad que nos es dada a los

31 P. Lamarche, Evangile de Marc (Études Bibliques), Paris 1996, 72: "la llamada aquí narrada [en Mc] pasa de cualquier preparación psicológica y espiritual: es poco verosímil, tanto más si tenemos en cuenta que en Jn se encuentran narradas las circunstancias que rodean, explican y preparan esta llamada”.

32 R. Schnackenburg, Juan I, 344: “el relato sinóptico presupone que los discípulos habían tenido ya antes contacto con Jesús”. Para el estudioso alemán, el primer contacto es el que nos conserva Juan.

33 P. Grelot, Jésus de Nazareth, 260. El estudioso francés comienza su tratamiento del discipulado con lo que él denomina "las primeras amistades". En efecto, "Jesús –dice- había hecho sus primeras amistades de orden religioso en el entorno de Juan Bautista: en primer lugar un anónimo, que es quizá Juan, y Andrés; después Simón ..., después Felipe y Natanael... Al principio, es la curiosidad la que los lleva a Jesús, tras una indicación hecha por el Bautista (Jn 1,35-56)”.

34 R. Niebuhr, The Nature and Destiny of Man. A Christian Interpretation, vol. II, London-New York 1943, 6: “Nada hay más absurdo que una respuesta a una pregunta que no se plantea”. Lo que vemos en esta escena paradigmática de los dos primeros discípulos, se reproduce con tonos y acentos diversos en otros personajes que tienen la gracia de encontrar a Jesús. La samaritana seguía teniendo sed de una felicidad que sus cinco maridos no habían conseguido satisfacer (Jn 4, 11-27). Como todo el dinero conseguido no siempre de modo regular (“Era muy rico”, dice el Evangelio), no había podido saciar la espera del jefe de publicanos del distrito de Jericó, llamado Zaqueo (Lc 19, 1-10). Por no hablar de ese espectáculo de lealtad con la propia exigencia de curación del ciego de Jericó, que sigue gritando cuando quieren taparle la boca para que deje de molestar al Maestro (Mc 10, 46-52).

10

Page 11: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

hombres para conocer a otro. El método no cambia cuando la otra persona es singular, excepcional y, por eso, sólo puedo conocerlo implicándome en una convivencia con él.

“Hemos encontrado al Mesías” es el juicio que emerge de su convivencia con Jesús de apenas unas horas35. A algunos les puede parecer inverosímil semejante conclusión para un período tan breve de convivencia, teniendo en cuenta, además, que el resto de los evangelios posponen el reconocimiento de la mesianidad de Jesús a la mitad de su ministerio36. Independientemente de que se pueda reconocer que Juan ha estilizado el relato, resumiendo en una escena paradigmática lo que debió suceder en un periodo de tiempo más prolongado, no cabe duda que los dos primeros discípulos debieron volver a casa aquella tarde con la neta impresión de que habían encontrado algo grande, único. Era “la persona de Jesús, su majestad”, por usar palabras de R. Schnackenburg, la que se imponía. El recuerdo de la hora lo grita a voces37. Sorprenderles con él los días sucesivos no hace más que confirmarlo. Parece obvio, pero no lo es en absoluto. Basta pensar cuántas veces nos hemos encontrado con alguien que ha suscitado en nosotros el deseo de volverle a ver al día siguiente38.

El hecho de que le reconocieran tan rápidamente demuestra que debía ser fácil. ¿Cómo hicieron para reconocerle entre tantos hombres como habían encontrado en la vida? ¿Por qué era fácil? Por su excepcionalidad incomparable. “En todos estos contactos actúa Jesús más por su persona y por su majestad”39. Cuanto más bellas son unas montañas, más fácil es reconocer su belleza. Lo mismo sucede ante la belleza de una persona: cuanto más bella es, más inmediato

35 R. Schnackenburg, El evangelio según San Juan, Barcelona 1980, I, 346: “El sucinto relato quiere ante todo dar la sensación de que los dos que buscan son ganados por Jesús mismo, mientras que Juan sólo desempeña el papel de mediador. Jesús los invita a ir con él a su casa, aunque no se nos dice dónde vivía, cosa que tampoco tiene mayor importancia. Aunque su invitación es una fórmula corriente, sin embargo el oyesqe quiere decir probablemente algo más que esto; suena casi como una predicción, algo así como las palabras dirigidas a Natanael (1,50) y las que a continuación van dirigidas a todos los discípulos en general (1,51). El evangelista envuelve en el silencio el diálogo subsiguiente; en todos estos contactos actúa Jesús más por su persona y por su majestad”.

36 Aunque R. E. Brown, Juan I, 260, considera que “el relato de Juan está basado en noticias históricas” y que “los datos aportados por Juan son absolutamente verosímiles, impresión que se confirma aún más a la vista de las dificultades que presenta el relato sinóptico”, no obstante retiene que estamos ante una reelaboración. “Si tenemos en cuenta el panorama que nos describen los sinópticos, resulta evidente que los discípulos no pudieron tener de Jesús una visión tan profunda a los dos o tres días de conocerle y en los mismos comienzos de su ministerio. Por ejemplo, sólo cuando va mediada la narración evangélica de Marcos (8,29) Pedro proclama Mesías a Jesús, y este hecho se presenta como un momento culminante. Semejante escena resultaría absolutamente ininteligible si, como narra Juan, Pedro hubiera sabido que Jesús era el Mesías aun antes de haberle visto. El mismo cuarto Evangelio insistirá más adelante en que la fe de los discípulos se fue desarrollando gradualmente (6,66-71; 14,9), y el mismo Juan será el que más insista en que el pleno conocimiento de Jesús no se produjo sino después de la resurrección (2,22; 12,16; 13,7). En consecuencia, no podemos ver en Jn 1,35-51 simplemente un relato histórico”.

37 R. Schnackenburg, Juan I, 346: “La indicación del tiempo (la hora décima = las cuatro de la tarde), difícilmente tendrá sentido simbólico; sirve para dar a entender la duración (hasta la noche—o con "aquel día" ¿se quiere indicar ya el siguiente?) y fecundidad del diálogo, así como la importancia de la hora para los discípulos: En tal hora entran en comunión con Jesús".

38 Para una profundización del contenido del encuentro cristiano, cf. L. Giussani-S. Alberto-J. Prades, Crear huellas en la historia del mundo, Madrid 1999, 15-46.

39 R. Schnackenburg, Juan I, 346.

11

Page 12: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

resulta quedar fascinado por su belleza. No hace falta ningún proceso de compleja elaboración reflexiva.

¿Qué quiere decir excepcional? Que corresponde a las exigencias del corazón, por muy confusas y nebulosas que sean. Aquí tenemos la razón de su reconocimiento. Ellos han percibido que la presencia de Jesús con la que han convivido unas horas correspondía como ninguna otra a las exigencias de su corazón. Del mismo modo que un encuentro imprevisto nos hace reconocer una persona en medio a tantas otras. No es un sentimentalismo, es un juicio: es ella, es él.

Un encuentro así parece frágil respecto a los avatares cambiantes e impresionantes de la vida, pero será la vida con todas sus dificultades la que se encargue de mostrar con evidencia su consistencia única. Es un punto de no retorno, que marca la vida para siempre. No tiene nada que ver con los sentimientos fluctuantes de todos los días. Se demostrará verdadero porque resiste el paso del tiempo, como el amor de los padres, o de un amigo, es verdadero porque dura sean cuales sean las circunstancias que debe que atravesar. También para los primeros que lo encontraron, el tiempo demostró que “el corazón de los dos pescadores se había topado aquel día con una presencia que correspondía de manera inesperada y evidente al deseo de verdad, de belleza y de justicia que constituía su humanidad sencilla y carente de presunción. Desde entonces, si bien traicionándole y malinterpretándole miles de veces, nunca le iban a abandonar ya, eran “suyos””40.

Pero esta impresión inicial tiene necesidad de ser confirmada hasta que se convierta en convicción arraigada. Para ello Jesús les invita a seguirle. El evangelio de Marcos nos muestra cómo esta llamada a seguirle estuvo relacionada con la predicación del Reino41. En uno de sus recorridos, “bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Venid conmigo”, y os haré pescadores de hombres”42. Al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mc 1,16-18).

Muy probablemente, como Juan, también Marcos esquematiza datos que debieron ser más complejos43. Los estudiosos reconocen que esta no fue la primera ocasión en que Jesús entraba en

40 L. Giussani, El rostro del hombre, Madrid 1996, 14.41 Sobre la relación de la predicación del Reino de Dios y el discipulado, cf. J. J. Bartolomé, El discipulado

de Jesús en Marcos. Motivo y metodología de un modelo evangélico: EstBib 51 (1993) 513-517: “El reino de Dios es el corazón de su mensaje y la razón de su apostolado” (513). Cf. también R. Pesch, Berufung und Sendung, Nachfolge und Mission. Eine Studie zu Mk 1,16-20: ZKT 91 (1969) 40-56; M. Hengel, Seguimiento y Carisma. La radicalidad de la llamada de Jesús, Santander 1981, 79-80; U. Luz, Discipleship: IDBSup (1976) 232.

42 Sobre la vinculación esencial entre llamada al seguimiento y misión, M. Hengel, Seguimiento y Carisma, 138-140.

43 J. J. Bartolomé, El discipulado de Jesús en Marcos, 518: “Aunque la tradición evangélica presenta a Jesús acompañado desde el inicio de su ministerio por discípulos, no es posible saber con certeza cuándo los invitó a su seguimiento por primera vez. Sólo en Mc la llamada al seguimiento es su primera actuación pública (cf. Lc 5,1-11, tras la curación de la suegra de Pedro; Jn 1,35-51, tras el testimonio del Bautista”. Lo mismo sugiere G. P. Peron, Seguitemi!, 37: "El relato de Mc sugiere un período de tiempo indeterminado de anuncio solitario e itinerante de Jesús a través de Galilea, dirigido a un público sin determinar (1,14-15), después del cual toma la iniciativa de buscar colaboradores que lo acompañen en su misión". En cambio, K. Stock, I discepoli nel Vangelo di Marco, en L. Cilla,

12

Page 13: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

contacto con ellos. “El llamamiento hecho por Jesús no llegó a los discípulos como de alguien que les fuera desconocido”44. El hecho de que alguno de los discípulos mencionados por Marcos coincida con los de Juan, lo confirma.

En esta primera referencia tenemos ya los rasgos fundamentales del discipulado: una llamada personal, como demuestra la mención de los nombres (Simón, Andrés, Santiago y Juan), a “ir detrás de Jesús”, a seguirlo45. Llamada que está toda centrada en la persona de Jesús: “Venid detrás de mí”, “¡seguidme!”46. Lo que significaba este seguimiento se puede comprender a partir de Mc 3, 14: “Los llamó para que estuvieran con Él”. Seguir a Jesús equivale a estar con Él 47. Para “estar con Él” era necesario abandonar sus redes, en el caso de Simón y Andrés (Mc 1,18), y dejar a su padre, Zebedeo para Santiago y Juan (1,20) 48. Desde el comienzo Jesús llama a los cuatro discípulos a una comunión que tiene en él el punto de referencia. La finalidad de esta llamada es “hacerles pescadores de hombres”. En Mc 3,14 usa la expresión: “para enviarles a predicar”. Estar con él, es decir, ver lo que sucedía estando con él, participar de la novedad de vida que él ha portado al mundo, era condición indispensable para después poderlo anunciar49.

Comienza así para ellos el itinerario que les llevará poco a poco a alcanzar la certeza sobre la persona de Jesús a partir de la excepcionalidad que habían entrevisto en el primer encuentro. Pese a la singularidad única de su persona, el camino de la certeza no puede ser distinto del que recorremos para llegar a la certeza sobre cualquier otra persona. El método es impuesto por el objeto que deseamos conocer: una persona. Y el único método para conocerla es

Marco e il suo Vangelo, Cinisello Balsamo 1997, considera que la la llamada "precede a la descripción de la actividad pública de Jesús. Cuando Jesús comenzó su obra los discípulos están ya presentes (cf. también Mt 4,18-22 con 5,1 y Jn 1,35-51 con 2,1-11)" (p.18).

44 J. Gnilka, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, Barcelona 1993, 206. “Recodemos que algunos hombres llamados por Jesús habían pertenecido antes al círculo de los discípulos de Juan el Bautista (cf. Jn 1,35ss). Sospechamos que tales discípulos habían conocido ya a Jesús en la cercanía de Juan el Bautista”. (p. 206).

45 Seesemann, ojpivsw: GLNT VIII, 817: "Ir detrás de él se convertirá poco a poco en un pertenecerle exclusivo". Cf. también G. Kittel, ajkolouqevw ktl.,: TDNT 1 (1964) 210-216. Sobre el discipulado puede verse junto al clásico K.H. Rengstorf, maqhthv": TDNT 4 (1967) 415-461; E. Best, , Following Jesus : discipleship in the Gospel of Mark (Journal for the study of the New Testament. Supplement series 004), Sheffield 1981; F. F. Segovia (ed.), Discipleship in the New Testament, Philadelphia 1985.

46 J. J. Bartolomé, El discipulado de Jesús en Marcos, 525: “Lo que constituye la esencia del discipulado es la persona de Jesús, no su doctrina; la convivencia con él, no la imitación; la obediencia total, no el simple seguimiento. En el discipulado no entra quien lo quiere, sino quien es querido por Jesús (Mc 3,13)”.

47 G. P. Peron, Seguitemi!, 39: "Esta invitación constituye también un estímulo para iniciar un camino que requiere confianza, es un estímulo a la adhesión directa y personal en el sentido de una participación y comunión en la vida y el destino de Jesús y una propuesta de vida independiente, entendida como seguimiento".

48 M. E. Boring, “Markan Christology: God Language for Jesús?”: NTS 45 (1999) 465: “La pretensión es absoluta, pidiendo lo que sólo Dios puede pedir”. Lo sorprendente es quién lo pide. J. Gnilka, Marco, Assisi 1987, 87: "Jesús no apela aquí a una tarea encomendada por Dios, sino que los constituye discípulos por su propia autoridad”.

49 Sobre la relación entre discipulado y predicación, cf. J. J. Bartolomé, El discipulado de Jesús en Marcos, 519-520.

13

Page 14: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

plegarnos a convivir con ella y estar atentos a los datos, los signos, que emergen en esa convivencia50.

En esta convivencia los discípulos se topaban con la imponencia de su excepcionalidad sin igual. Basta que nos pongamos en el lugar de los que comienzan a acompañarlo en sus actividades cotidianas para hacernos una idea cabal de lo que esto debió suponer para aquellos pescadores. En un día cualquiera, como el que nos cuenta el evangelista Marcos en su primer capítulo, los ojos de los discípulos vuelven a casa repletos de hechos: entran en la sinagoga de Cafarnaúm el sábado y ven que todos quedan asombrados de la autoridad de su enseñanza; en la sinagoga cura a un endemoniado ante el asombro de todos; al salir, cura a la suegra de Pedro; al atardecer, le traen todos los enfermos y endemoniados con toda la ciudad agolpada a la puerta. No es difícil imaginar qué significaría pasar días, semanas, meses conviviendo con alguien así. De este modo, igual que habían visto dónde vivía (cfr. Jn 1,38-39), así vieron también cómo rezaba (cfr. Lc 11,1-2), cómo juzgaba los acontecimientos (cfr. Lc 13,1-5), cómo trataba a los buenos y a los malos (cfr. Lc 6,27-28), cómo se relacionaba con las autoridades (cfr. Mt 17,24; Mc 10, 41-45), cómo concebía la familia (cfr. Lc 2, 39-52; Mc 12,46-50; 19,1-9), la riqueza y la pobreza (cfr. Mc 10,23-27), la enfermedad, la salud y la muerte (cfr. Lc 6,6-10; Jn 11,17-44), etc… En su compañía descubrieron el significado real de las cosas, el interés que tenía su persona para sus vidas. Vieron cómo acogía a todos sin excepción (Mc 3,7-12;), cómo no era indiferente a ningún dolor humano (Lc 7.11-17), contemplaron la capacidad de perdón que hacía saltar cualquier medida humana (Mc 2, 13-17), la mirada que no se paraba ante ningún límite (Lc 19, 1-10).

Era imposible que una excepcionalidad de este calibre no culminara en la constatación llena de asombro que recogen los evangelios: “Nunca hemos visto una cosa igual” (Mc 2,12). Todo ello hacía razonable seguirle. Desbordando cualquier expectativa posible, ante los ojos de los discípulos surgía una correspondencia que sería catalogada de imposible, si no se impusiera con toda evidencia. Su persona hacía presente tal sobreabundancia de humanidad, hacía posible tal intensidad de vida, con Él sucedían cosas de tal naturaleza que no podían evitar preguntarse: “¿Quién es éste?”51. A través de sus obras, de su mirada, de la intensidad de vida que hacía

50 K. Stock, “Vangelo e discepolato in Marco”: RasTeol 19 (1978) 5: “La comunión de vida de los discípulos con Jesús –escribe K. Stock- es el lugar concreto de su comunicación esencial. Tiene como objetivo el conocimiento de la persona de Jesús y la aceptación de su camino”. J. J. Bartolomé, El discipulado de Jesús en Marcos, 519: “Durante un período considerable, los llamados vivirán junto a Jesús, contemplarán su actuación taumatúrgica (Mc 1,21-3,12) y serán objeto de sus cuidados (Mc 2,18-22.23-28). Una vez constituido el grupo de los Doce, éstos se convertirán en oyentes privilegiados de su predicación (Mc 4,1-9.10-34) y testigos de milagros estupendos (Mc 5,1-43), de alguno de los cuales serán ellos los únicos beneficiarios (Mc 4,35-41).

51 Se entiende por ello que la FR puede decir que "esta verdad (de la revelación), ofrecida al hombre y que él no puede exigir, se inserta en el horizonte de la comunicación interpersonal e impulsa a la razón a abrirse a la misma y a acoger su sentido profundo. … Inteligencia y voluntad desarrollan al máximo su naturaleza espiritual para permitir que el sujeto cumpla un acto en el cual la libertad personal se vive de modo pleno" (FR 13). La encíclica, pues, caracteriza el impacto que la revelación provoca en el hombre que la encuentra como un doble impulso: a

14

Page 15: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

posible se dejaba vislumbrar el misterio de su persona. “Todo en la vida de Jesús –señala el Catecismo- es signo de su Misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que «en él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Col 2,9). Su humanidad aparece así como el «sacramento», es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora”52. Jesucristo, el Verbo eterno de Dios, ha tomado nuestra carne, se ha hecho hombre y nos ha sido enviado “como hombre a los hombres”53. Precisamente por su condición de “sacramento”, de signo e instrumento de la divinidad, la humanidad de Cristo provoca a la razón y a la libertad del hombre, indispensables para su reconocimiento54. Jesús sólo puede ser conocido si quien lo encuentra responde a la provocación de su persona, palabras y hechos. La persona de Jesús, lejos de acallar el ardor de la razón y de la libertad, las exalta hasta límites desconocidos por el hombre, pues el asombro que suscitaba no tenía parangón55. Y por eso, sólo a quién no se sustrae a la apertura de la razón que él provoca y acepta dejarse afectar por su atractivo, implicándose libremente en su seguimiento, puede desvelársele la verdad que su persona implica para la vida del hombre y, por tanto, verificar su

dilatar la razón para adecuarla al objeto y a facilitar su acogida por parte de la libertad. Lejos de verse mortificadas por su presencia, la revelación permite a la inteligencia y a la voluntad del hombre desarrollar al máximo su naturaleza, pues, como apostilla en otro lugar la FR, "la verdad de la Revelación cristiana, ... como verdad suprema, a la vez que respeta la autonomía de la criatura y su libertad, la obliga a abrirse a la trascendencia. Aquí la relación entre libertad y verdad llega al máximo” (FR 15). Cf. G. Colombo, La ragione teologica, en G. Colombo (ed.), L'evidenza e la fede, Milano 1988, 15.

52 Catecismo de la Iglesia Católica nº 515.53 Dei Verbum nº4. Los Padres de la Iglesia y los teólogos medievales han llamado la atención sobre el

carácter sacramental de la humanidad de Cristo. Ireneo: “Por sí mismo el hombre no podrá jamás ver a Dios; pero Dios, si quiere, puede ser visto por los hombres, por los que él quiera, cuándo quiera y como quiera” ( Adv. Haer. IV,20,5.); Agustín: “la Vida misma se ha manifestado en la carne, para que en esta manifestación, aquello que sólo podía ser visto con el corazón fuera visto también con los ojos, y de esta forma sanase los corazones. Pues la Palabra se ve sólo con el corazón, pero la carne se ve también con los ojos corporales. Éramos capaces de ver la carne, pero no lo éramos de ver la Palabra. La Palabra se hizo carne, a la cual podemos ver, para sanar en nosotros aquello que nos hace capaces de ver la Palabra” (Tratados sobre la primera carta de San Juan 1,1 [PL 35:1978]). Tomás de Aquino: “Lo más conveniente pareció ser que por medio de lo visible se mostrase lo invisible de Dios” ( Summa Theologiae III q.1 a.1 sc.).

54 Cf. FR 15. Recientemente lo ha recordado también Benedicto XVI, Deus caritas est, 17: “Pero dicho encuentro implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento. El reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor”.

55 A. Bertuletti, “Fides et ratio. L’intenzione enunciativa dell’Enciclica e il suo modello concettuale”: Teologia 99 (1999) 295: “Sólo en esta perspectiva es posible comprender, de modo no nominalista, en qué sentido la inteligencia de la fe no sólo respeta la autonomía de la razón, sino que la exige come una condición interna de su verdad. En efecto, la verdad de Dios que la fe reconoce ‘revelada’ en Jesucristo no explica su evidencia si no realizando la apertura constitutiva de la conciencia, que la filosofía tematiza”. Pero, a la vez, exige igualmente el ejercicio pleno de la libertad, pues “la verdad no se manifiesta sino haciendo de su reconocimiento la forma de su manifestación” y “no se da reconocimiento de la verdad, sino en el asentimiento al evento indeducible en su manifestación”. Cf. también; G. Colombo, “Grazia e libertà nell' atto di fede”, en La ragione teologica, Milano 1995, 150; A. Bertuletti, “Esegesi biblica e teologia sistematica”, en G. Angelini (ed.), La Rivelazione attestata. La Bibbia fra Testo e Teologia, Milano 1998, 156.

15

Page 16: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

pretensión única. Sin esta implicación real de la razón y la libertad en la verificación de la revelación, la confesión de la verdad cristiana no dejará de ser formal, lo que muestra a todas luces que no se ha comprendido verdaderamente su alcance y, por tanto, su verdad56.

En este contexto adquieren su verdadero significado las exigencias implicadas en su seguimiento. Todas ellas, desde dejarlo todo o amar a Jesús más que al propio padre o la propia madre hasta defenderlo públicamente delante de todos, son muestra de la pretensión única de Cristo de ser capaz de llenar la vida de los que le siguen hasta el punto de hacerles libres de todos y de todo (Mc 8,34-38; Mt 10,37-39)57. Siguiéndole hasta el fondo de sus exigencias se desvelará hasta qué punto Jesús es la verdad y la consistencia del que le sigue. Que Jesús invite a los suyos a amarle más que a sus padres o a sus madres no tiene como objetivo abandonar a éstos, sino poner de manifiesto que Jesús es el origen del que brota el amor a los padres. Sin él, esas relaciones, aún siendo naturales, no durarían. Lo mismo sucede con la pobreza, la indisolubilidad del matrimonio o la virginidad, la renuncia a uno mismo, etc.: no resistirían el paso del tiempo si no fuera porque Jesús hace posible una experiencia de plenitud que nos hace libres por el hecho de tenerlo todo. Seguir a Jesús hasta este punto forma parte del itinerario por el que uno se apega cada vez más al único que mantiene el interés en la vida, Cristo. Pero o esto es una experiencia o no se mantiene en pie.

Esta plenitud de vida que Jesús tenía, que se comunicaba a los apóstoles a través de toda su humanidad haciéndoles experimentar “el ciento por uno”, fue lo que les convenció para que se quedaran con Él y lo que podrá convencer a quien acepte acercarse a Jesús para comprobar su verdad, como se puso de manifiesto cuando llegó el momento de la crisis, en el que todos le abandonaron58. “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67), les provocó Jesús. ¿Por qué no le abandonaron también ellos? La respuesta de Pedro muestra la certeza alcanzada en aquella convivencia. Pese a haber quedado solos, pese a que el clima dominante les era contrario, ellos se quedaron con Él porque la simpatía humana por él había ya vencido: “¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Después de lo que habían experimentado en su compañía no era razonable abandonarle. Habrían perdido lo mejor que les había sucedido en la vida. El interés por Jesús había vencido en ellos. Tras la prolongada convivencia con Él, ellos

56 Es posiblemente este servicio que la revelación cristiana presta a la razón y a la libertad lo que permite a la FR hablar del "horizonte de novedad" que la enseñanza de los dos Concilios Vaticanos ha abierto para el saber filosófico, pues "la Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir" (FR 14), si no quiere perder la posibilidad de ser él mismo: que la razón y la libertad alcancen el objeto en el que cumplirse.

57 Sobre la pretensión que fundamenta la radicalidad de la llamada, cf. M. Hengel, Seguimiento y Carisma, 71-155. Cf. también S. C. Barton, Discipleship and family ties in Mark and Matthew (SNTS MS 80), Cambridge 1994; P. Kristen, Familie, Kreuz und Leben. Nachfolge Jesu nach Q un dem Markusevangelium (MThS 42), Marburg 1995; E. R. Martinez, La sequela di Gesù Cristo nel Vangelo secondo Marco , Roma 22000.

58 J. García Burillo, “El ciento por uno (Mc 10,29-30 par). Historia de las interpretaciones y exégesis”: EstBib 37 (1976) 29-55.

16

Page 17: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

sabían que sólo en su compañía la vida adquiría una plenitud que no encontraban en ningún otro sitio59.

Este itinerario sencillo es el que está llamado a recorrer quien quiera adherirse al cristianismo de un modo que sea digno de su razón y de su libertad de hombre. Sin un recorrido de esta naturaleza, que nos llene de razones, la adhesión será inevitablemente frágil. No sólo no estará en condiciones de sostener la vida, sino que no conseguirá ni siquiera interesarnos verdaderamente.

La Iglesia podrá contar con sujetos en grado de transmitir el gozo de la fe, de tener la audacia de comunicarla en la vida real a través del modo de vivir las cosas de todos los días, si ellos mismos han sido “cautivados” por Jesucristo, si viven con la conciencia de haber encontrado la perla preciosa. Y eso sólo puede suceder, si ellos mismos han comprobado la capacidad de Cristo de responder a las exigencias de su propia humanidad sedienta de felicidad.

Para ello no se necesita ninguna cualidad particular. Basta acercarse tal como uno es, con el propio grito humano, que uno tenga el coraje de no censurar su necesidad más imperiosa. “Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino” (Mc 10,46-52).

Siendo el cristianismo un acontecimiento de esta naturaleza, no existe ninguna condición previa, sino aquella disponibilidad a dejarse tocar, sanar, mirar, abrazar por una presencia humana60. Basta recordar el caso de Mateo: es precisamente la conciencia de indignidad lo que hace resaltar la excepcionalidad de Jesús61. Por no mencionar el caso de Pablo, que pasa de perseguidor exacerbado a seguidor apasionado sin solución de continuidad. Basta que la humanidad de una persona, tal y como está, entre en contacto con la persona de Jesús para que

59 Para una descripción más detallada del itinerario de los discípulos, cf. L. Giussani, Los orígenes de la pretensión cristiana, Madrid 1989.

60 Cf. J. J. Bartolomé, El discipulado de Jesús en Marcos, 52261 El célebre pintor Caravaggio nos ha dejado plasmado para siempre el asombro del publicano Mateo

sentado en el mostrador de los impuestos, que ante la mirada de Jesús que le llama, no puede evitar señalarse a sí mismo con el propio dedo como diciendo: “Pero, ¿es a mí? ¿Justamente a mi?”.

17

Page 18: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

pueda experimentar la novedad que Él ha traído, trayéndose a sí mismo, como nos recuerda San Ireneo de Lyon62.

Esta pertenencia a Cristo de aquellos que habían aceptado implicarse en la verificación de su pretensión única, que habían creído en la promesa del ciento por uno, será sometida a prueba con la pasión y la muerte de Jesús. ¿Podrá esta pertenencia atravesar también el dolor y la muerte? ¿Resistirá ante las vicisitudes más dramáticas de la vida? O dicho de otro modo, ¿podrá Jesús seguir siendo interesante para toda la vida y, consiguientemente, despertando mi yo impidiéndome sucumbir al escepticismo o al nihilismo o pasará a engrosar la larga lista de las relaciones que me han decepcionado? ¿Es Jesús capaz de fascinar la vida en medio de los avatares de la vida, de resistir el paso del tiempo o no?

La respuesta negativa parece imponerse: “Todos le abandonaron y huyeron” (Mt 26,56). Se cumplía así la Escritura: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas” (Mt 28,31). Los dos discípulos de Emaús testimonian la derrota por el mismo hecho de volver a sus casas decepcionados. La imprevista compañía de un desconocido es la ocasión para ponerlo de manifiesto. Pese a reconocerlo como “profeta poderoso en obras y palabras”, su condena a muerte les ha trastornado de tal manera que ha acabado con sus esperanzas (Lc 24,19-21). El “nosotros esperábamos” habría quedado para siempre como el epitafio de la aventura, si no fuera porque sucede un imprevisto con el que nadie contaba.

3. La victoria de Cristo es el pueblo cristiano

El signo más grande de la victoria de Cristo es la permanencia del grupo de discípulos tras su muerte63. Que la decepción y el nihilismo no vencieron definitivamente lo testimonia el hecho de que poco tiempo después vemos a los abatidos y dispersados, de nuevo reunidos y gozosos. Ni siquiera el escándalo de la cruz ha conseguido derrotarlos. No existe otro punto de partida que pueda ser menos puesto en cuestión que el hecho, sociológica e históricamente constatable, de la presencia de este grupo que le había seguido, que le había abandonado y que, de nuevo, encontramos reconstruido. ¿Qué puede explicar esta recomposición del grupo? Aquí el historiador y el hombre normal se encuentran de nuevo delante de un desafío. Es un hecho que por su naturaleza suscita una pregunta.

62 Ireneo de Lyón: “[El Señor] trajo toda novedad trayéndose a sí mismo, como había sido anunciado” (Adv. Haer. IV,31,1).

63 Cf. Juan Pablo II, La chiamata di Cristo si è compiuta nella vostra storia, Messa nella “Praia do Bispo”, 7 Junio 1992, en La Traccia, Julio (1992) 741-743.

18

Page 19: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

Es paradigmática a este respecto la escena de Pentecostés (Hch 2,1-13). Un grupo de personas reunidas en Jerusalén provenientes de diversas naciones, que experimentan una unidad singular pese a sus diferentes proveniencias. Ante aquel grupo de personas reunidas “la gente se congregó y se llenó de estupor” (Hch 2,6). El mismo asombro que provocaba Jesús ahora es provocado por aquellos que le habían seguido, que consiguen mover la libertad de todos y congregarlos. “Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?” (Hch 2,7). Y más adelante: “Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»” (Hch 2,12). Una realidad hecha de personas como todos que suscita una pregunta. Antes era ante Jesús: “¿Quién es éste?” (Mt 8,27; 21,10; Lc 7,49), ahora es ante la comunidad de aquellos que le reconocen: “¿Qué significa esto?” (Hch 2,12).

Como sucedía con Jesús, también ante esta pregunta la razón y la libertad de cada uno se siente provocada. Cada uno está obligado a dar respuesta. Es significativo constatar que de nuevo las opiniones se dividen: unos la liquidan con un rápido “están borrachos”; otros, en cambio, no encuentran satisfactoria semejante respuesta y quedan a la espera de otra explicación. El discurso de Pentecostés es la respuesta a la pregunta suscitada por el hecho de aquella unidad que suscitaba estupor por lo que sucedía en ella.

No podemos detenernos a comentar todo el pasaje, pero me parece de gran interés que no dejemos de reparar en la secuencia de los hechos que ponen de manifiesto la naturaleza del cristianismo tal y como se pone en la historia64. El cristianismo no es algo nocional, sino un hecho real, tan real y objetivo como un grupo de personas, que, por su tenor de vida, irrumpe en la vida de otra suscitando estupor y despertando una pregunta a la que razón y libertad están llamadas, cada una según su naturaleza, a responder. Este inicio no podrá ser jamás saltado, so pena de acabar abocados a dar por descontado un interés por el cristianismo que no existe en la realidad. La catequesis aparece como la respuesta a la pregunta suscitada por el hecho. La borrachera no es la única explicación del hecho. Más aún, esta explicación es a todas luces insuficiente: “Son todavía las nueve de la mañana”, asevera Pedro con una pizca de ironía. En efecto, el discurso de Pedro ofrece una explicación del hecho que, si uno se muestra disponible a no anteponer nada al dato, parece respetar mucho mejor los términos del problema.

La explicación de Pedro da razón de aquella congregación de personas después de la dispersión y el desconcierto en que acabaron sumidos los discípulos tras la muerte de Jesús. Si se encuentran allí es porque Jesús ha resucitado y ha enviado su Espíritu. Ninguna otra explicación es suficiente para explicar el hecho de la Iglesia, de aquel grupo de personas que después son llamadas “cristianos”. No basta, para explicar el hecho de su presencia, el deseo de continuar la

64 Para un estudio más detallado del relato de Pentecostés cf. J. Dupont, La première Pentecôte chretienne, en Études sur les Actes des Apôtres (LeDiv 45), Paris 1967, 501-502; J.D.G. Dunn, "Pentecost", en J.D.G. Dunn, The Christ and the Spirit. Volume 2. Pneumatology, Edinburgh 1998, 210-215; J. Fitzmyer, The Acts of the Apostles (Anchor Bible 31), New York 1998, 232-244.

19

Page 20: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

causa de Jesús, el propósito de propagar su enseñanza, ni siquiera el interés por difundir su inspiración. Ninguna de estas razones habría sido suficiente para reconstruir el grupo y darle el ímpetu misionero con que se puso desde el principio, único en grado de explicar la rápida difusión del cristianismo. Así lo reconocen los historiadores modernos disponibles a dejarse interpelar por los hechos: los discípulos sólo pudieron recuperarse del escándalo de la cruz por la imponencia del Resucitado65. Lo mismo cabe decir de la misión: sin la presencia de Cristo vivo no sería posible explicar la difusión del cristianismo66.

Sólo el imponerse de su presencia viva frente a cualquier duda o decepción explica adecuadamente el hecho, sociológicamente constatable, de la recomposición del grupo de los discípulos que constituye el germen de la comunidad cristiana. Esto permite comprender el sentido último de su muerte: “Era necesario que el Mesías sufriese para entrar en su gloria” (Lc 24,26) y poder así derrotar definitivamente la última tentación de autonomía y vincular para siempre a los discípulos a sí. Su muerte ponía de manifiesto hasta dónde estaba dispuesto a llegar Jesús para salvar la vida de sus amigos. “No hay mayor amor que el de dar la vida por sus amigos”. Por eso los que se dan cuenta de ello, por la imponencia de su Presencia viva no pueden decir otra cosa que lo que dice San Pablo: “Mientras vivo en la carne, vivo del amor del que ha muerto y dado su vida por mi” (Gál 2,20).

Esta es la síntesis de la predicación cristiana que expone Pedro como explicación última del hecho que ha llenado de asombro a los presentes: “«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio. … A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, a la diestra de Dios, y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hch 2, 22-24.32).

Ante este hecho la libertad de los oyentes se siente interpelada. “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel –díceles Pedro- que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado”. “Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» (Hch 2,36-37). Quien se convierte, es

65 Uno de ellos, P. Stuhlmacher, Gesù di Nazaret Cristo Della fede, Brescia 1992, 56, escribe: “Cuando la noche del viernes santo cayó sobre Jesús muerto en el patíbulo y rápidamente depuesto por los amigos en un sepulcro excavado en la roca, todo judío hostil a Jesús podía, más aún, debía decir con Deut 21,22-23: ¡este hombre colgado en la cruz ha sufrido la pena merecida; ha muerto como un “maldito de Dios”! Contra esta lógica y terrible interpretación de la muerte en cruz de Jesús (cfr. Jn 19,31; Hch 5,30; 10,39; Just, Dial, 89,2; 90,1) sus discípulos, asaltados por la duda y la angustia, pudieron restablecerse sólo después de que, a partir de la mañana de Pascua, el crucificado se apareció en una vida divina”.

66 P. Stuhlmacher, Gesù di Nazaret Cristo Della fede, Brescia 1992, 57: “Poner en discusión [las apariciones] haría incomprensible la evolución del cristianismo y su misión”.

20

Page 21: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

decir, quien reconoce a Jesús como Señor y Cristo, y acepta participar en la vida que brota de Él recibe el bautismo, a través del cual Cristo le asocia a sí y le introduce en la comunidad de los salvados (cf. Hch 2, 38-41).

Nos encontramos, pues, ante una realidad humana cuya única explicación adecuada es la imponencia de la Presencia viva de Cristo, quien por la potencia de su Espíritu, genera la comunidad cristiana que lo hará presente en la historia. No se puede reducir a una organización, aunque aparezca desde el principio organizada, ni a una mera inspiración interior porque desde el inicio se ha presentado como una realidad sociológicamente constatable, que no existiría si no hubiese fascinado a todos y cada uno de ellos por su presencia viva. Ahí está el caso de Tomás para recordárnoslo. Cada uno es llamado a responder en primera persona y a ninguno se le ahorra la decisión de su libertad.

Este hecho responde por sí mismo a la objeción más radical que se puede hacer a una realidad como el cristianismo que sostiene la presencia del Misterio en la historia, a saber: que la novedad que entró en la historia con Jesús no permanece. La cuestión de la permanencia del cristianismo ha estado siempre presente en la conciencia de la Iglesia. Esta es la razón de que "la prueba del Espíritu y de la fuerza" (cf. 1Cor 2,4) fuera tan decisiva en la Iglesia antigua y medieval. Con ella se trataba de mostrar la verdad del cristianismo, no sólo a partir del cumplimiento de las profecías y historicidad de los milagros, sino sobre todo a través de los milagros que continuaban teniendo lugar en la historia cristiana67. En la modernidad nadie ha puesto de relieve mejor que G.E. Lessing el carácter decisivo que esta continuidad tiene para el cristianismo. En su famosa Demostración del espíritu y la fuerza, G. E. Lessing reconocía el valor probatorio de tal demostración: "Si yo viera ahora cumplirse de forma indiscutible profecías relativas a Cristo o a la religión cristiana, profecías de cuya anterioridad hubiera tenido conocimiento; o si los fieles cristianos realizaran en la actualidad milagros que tuviera que reconocer como verdaderos, entonces ciertamente nada me impediría aceptar esta 'demostración en espíritu y fuerza', como la llama el Apóstol"68. G. E. Lessing puede llegar incluso a reconocer el valor histórico de los milagros y el cumplimiento de las profecías que narra el evangelio, pero el cristianismo ya no tiene interés para él puesto que los milagros ya no suceden en el presente. Y

67Un testimonio de ello es Orígenes, Contra Celsum 1, 2: "A favor de nuestra fe hay una demostración peculiar que vale sólo para ella y que supera con mucho las demostraciones basadas en la dialéctica griega. Esta demostración superior es denominada por el Apóstol [Pablo] demostración 'en espíritu y en fuerza': demostración 'en espíritu' en razón de las profecías que son adecuadas para suscitar en el lector la fe sobre todo allí donde tratan de Cristo, y demostración 'en fuerza' en razón de los milagros y prodigios, cuya historicidad es demostrable con muchos otros argumentos, pero particularmente debido al hecho de que huellas de ellos se conservan aún entre aquellos que viven según el Verbo divino". Cf. también Tertuliano, Apologia 37, 4.

68K. Wölfel (ed.), Lessings Werke. Schriften, II, Frankfurt a.M. 1967, 307-308.

21

Page 22: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

una demostración de tipo histórico no puede tener para él la fuerza de la evidencia directa de estos hechos para una adhesión total a Cristo como reclama el cristianismo69.

Esta objeción está más difundida de lo que parece y está en íntima relación con la desnaturalización del cristianismo que hemos visto anteriormente. Es obvio que un cristianismo reducido a nociones o a ética no puede pasar la mencionada prueba. Su misma reducción constituye ya una constatación de que la novedad cristiana como acontecimiento no continúa presente. Para muchos cristianos, Jesús ha venido, ha hecho cuanto narran los evangelios, incluido milagros, muerte y resurrección, nos ha dicho lo que tenemos que hacer en su ausencia y al final de los tiempos volverá a juzgarnos. Para esta mentalidad el tiempo de la Iglesia está dominado por su ausencia. Tanto es así que, aun para aquellos que se empeñan en ser coherentes con la ética cristiana, la persona de Jesús no llega a cautivarles de tal modo que se sientan invadidos por su Presencia, tal como le sucedía a Pablo: “No soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).

Esta ausencia de novedad no se puede sustituir con ningún razonamiento70. Ninguna argumentación puede convencer a alguien de que Cristo sigue presente, si no lo reconoce en su experiencia. Pero sería igualmente desleal afirmar a priori su ausencia sin ni siquiera empeñarse en su verificación. Jesús no ahorró a nadie la libertad. La promesa del ciento por uno la condicionó a su seguimiento. Ninguno puede cambiar el método que él mismo eligió. Por esta razón la comunidad cristiana condensó en estas palabras toda la Tradición apostólica: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos, la Palabra de la Vida –pues la Vida se hizo visible-, os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestra alegría sea completa” (1 Jn 1,1-3). La convicción cierta de la Iglesia se ofrecía a la razón y la libertad de quienes la encontraban como una hipótesis a verificar para que pudieran comprobarla y descubrir su verdad, de tal modo que algún día pudiera afirmar lo que decían las gentes de su pueblo a la mujer samaritana que les había hablado de Jesús, tras su verificación personal en la convivencia con él:

69El alcance de la objeción la reconoce también J.A. Möhler, aunque obviamente la responde de modo distinto: "si cesara alguna vez el milagro en la Iglesia, eso significaría que nunca ha sucedido ninguno en ella". Citado en R. Pesch, Die Apostelgeschichte (EKK V/1), Neukirchen-Vluyn 1986,147.

70 La respuesta histórica a esta objeción podemos encontrarla en el segundo volumen de la obra lucana. Cf. J. Carrón, “La permanencia de la experiencia cristiana en el libro de los Hechos”: R.C.I. Communio 18 (1996) 270-284. Para W. C. Van Unnik, The "Book of Acts' the Confirmation of the Gospel, en Sparsa Collecta I, (S.NT 29), Leiden 1973, 372: "Hch es la confirmación de lo que Dios hizo en Cristo como está dicho en el primer libro". Igualmente R. Pesch, Die Apostelgeschichte, 29: "La finalidad redaccional de los Hechos de los Apóstoles consiste ante todo en garantizar a la generación post-apostólica la autenticidad del testimonio de Cristo mediante la demostración de la continuidad y de la identidad de la única historia guiada por Dios, del Señor exaltado y de su Espíritu".

22

Page 23: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

“Ya no creemos por lo que tú nos has dicho, sino por lo que nosotros hemos visto y oído” (Jn 4, 42).

Sin correr el riesgo de la libertad, es decir, de la comprobación de la verdad cristiana en la vida, no se alcanzará jamás una certeza digna de la fe. Hemos tenido demasiado miedo a esta verificación de la fe en la vida y de este modo era imposible que la adhesión a la fe estuviera llena de razones. La adhesión a la fe era en no pocos casos un gesto no razonable justamente por la ausencia de una debida comprobación. No resulta extraño que muchos de nuestros contemporáneos la abandonen sin sentir que pierden algo interesante. ¡Qué diferente es la audacia de Jesús que apuesta todo a la libertad pura, desafiando a los suyos cuando todos le abandonan! “¿También vosotros queréis iros?” (Jn 6,67), les espeta sin ahorrarles el empeño de su razón y su libertad.

Para poder llevar a cabo esa verificación de la Tradición cristiana hoy es necesario un requisito indispensable: que se pueda encontrar a Cristo en el presente71. Hemos visto que el pequeño grupo que aparece en Jerusalén anunciando a Cristo, sólo puede ser explicado como obra de la presencia de Cristo en medio de ellos y de la fuerza de su Espíritu. De este modo Jesucristo puede permanecer en la historia en este signo de su presencia que es la comunidad cristiana72. Cristo permanece en su Iglesia haciendo posible aquella contemporaneidad que permite a los hombres de las distintas épocas históricas entrar en relación directa con él a través del mismo método sacramental que Él usó históricamente para revelarse73. “La contemporaneidad de Cristo respecto al hombre de toda época se realiza en el cuerpo viviente de la Iglesia”74. Es esta

71 Sobre la presencia operante de Cristo resucitado tras la Ascensión escribe R. F. O'Toole, Activity of the Risen Jesus in Luke-Acts: Bib 62 (1981) 498: "La cristología de Lucas modela su eclesiología. El Señor resucitado actúa y está presente en toda la vida de su Iglesia. Él guía a los cristianos. Su misión es la misión de Cristo. El encomienda a sus seguidores su misión y les dirige. Cuando son perseguidos, él los anima, protege y sostiene. Su poder les permite realizar milagros. Cuando predican, él predica; cuando son escuchados, Él es escuchado. Su salvación, una experiencia y una realidad presente, viene sólo de él. Ellos son bautizados en su nombre y realiza su presencia en la Eucaristía. Ciertamente, el Padre y el Espíritu están activos, pero una Iglesia sin una considerable actividad de Cristo resucitado no es lucana”.

72 Este es el sentido de la comunión de la primitiva comunidad cristiana. J. Roloff, Die Apostelgeschichte (NTD 5), Göttingen 1981, 66: “la koinonia no es otra cosa que Cristo que a través del don de su salvación existe como comunidad histórica”. Su origen es indicado explícitamente. P. Tremel, La fraction du pain dans les Actes des Apôtres: LumVie 94 (1969) 76-90, insiste en que, junto a la proclamación de la palabra, la fracción del pan es constitutiva de la Iglesia, está "en el corazón de la 'comunión' que es toda la Iglesia de Dios" (p. 85). J. Roloff, Die Apostelgeschichte, 66: "El sitio concreto donde se realiza esta comunión de vida es la fracción del pan, que literalmente se refiere al gesto que hacía el cabeza de familia mientras pronunciaba la bendición de la mesa al principio de la comida (Mc 6,41 p; 8,6spar; Lc 24,30). Tomando la parte por el todo, la fracción del pan significa la celebración eucarística (Hch 20,7; 1Cor 10,16)". Cf. también J. Dupont, L'union entre les chrétiens dans les Actes des Apôtres, en Nouvelles Études sur les Actes des Apôtres (LeDiv 118), Paris 1984, 297-318; R. Pesch, Die Apostelgeschichte, 132.

73 S. Kierkegaard, Diario (Milano, Rizzoli, 1988) p.348: “La única relación que se puede tener con algo grande como Cristo es la contemporaneidad. Relacionarse con algo del pasado, con un difunto, es una relación estética, emotiva. Su vida ha perdido el aguijón, ya no juzga mi vida; me permite admirarlo y me deja vivir en otras categorías. No me fuerza a juzgar en un sentido decisivo”.

74 Veritatis Splendor 25. Véase también LG 14 y CCE 556, 1085.

23

Page 24: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

contemporaneidad la que hace posible el encuentro con Cristo hoy, como recordaba Juan Pablo II en Ecclesia in America: “La presencia del Resucitado en la Iglesia hace posible nuestro encuentro con Él, gracias a la acción invisible de su Espíritu vivificante. Este encuentro se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia, cuerpo místico de Cristo”75. Al mismo tiempo, esta contemporaneidad de Cristo en cada momento histórico hace posible la verificación del contenido de la Tradición, permitiendo de este modo que emerjan con claridad en la experiencia los motivos que hacen razonable la adhesión a Cristo hoy76.

Esta verificación no necesita ninguna cualidad particular, ni precisa censurar nada de lo humano que hay en nosotros. Basta acercarse tal y como uno es sin dejar atrás nada. Así se podrá descubrir quién es Cristo por la capacidad que tiene de desvelar el misterio del propio yo llevándolo a una plenitud que el hombre no puede alcanzar por sí mismo. “El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo —no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes— debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser, debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo” (RH 10). Esta profunda maravilla de sí mismo se llama Evangelio 77. Quien alcanza esta experiencia se sentirá fácilmente reconocido en aquella expresión de un rétor romano, llamado Mario Victorino: “Cuando encontré a Cristo descubrí que yo era hombre”78. Esta maravilla de sí mismo acaba afectando a todo. Como un enamorado que vive todo de un modo nuevo, la fe en Cristo introduce una modalidad subversiva y sorprendente de vivir las cosas habituales, con una intensidad y profundidad desconocidas. Como dice Guardini: “En la

75 Juan Pablo II, Ecclesia in America, 68. Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, 22: “Jesús está presente, vive y actúa en la Iglesia: Él está en la Iglesia y la Iglesia está en Él (cf. Jn 15, 1ss.; Ga 3, 28; Ef 4, 15-16; Hch 9, 5). En ella, por el don del Espíritu Santo, continúa sin cesar su obra salvadora. Con los ojos de la fe podemos ver la misteriosa acción de Jesús en los diversos signos que nos ha dejado”.

76 El Directorio General para la Catequesis dice que a partir de la pedagogía divina se configura un “itinerario educativo cualificado; ...[que] ayuda a la persona a abrirse a la dimensión religiosa de la vida y, por otra, le propone el Evangelio de tal manera que penetre y transforme los procesos de comprensión, de conciencia, de libertad y de acción, de modo que haga de la existencia una entrega de sí a ejemplo de Jesucristo” (nº147). También Catechesi Tradendae nº58; Christifideles Laici nº61; Catecismo de la Iglesia Católica nº53, 122, 684, 708, 1145, 1950, 1964.

77 Redemptor Hominis 10: “El profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso y quizá aún más, en el mundo contemporáneo. Este estupor y al mismo tiempo persuasión y certeza que en su raíz profunda es la certeza de la fe”.

78 Mario Victorino, “In epistola ad Ephesios”, Liber Secundus, en Marii Victorino Opera exegetica, cap. 4, v. 14.

24

Page 25: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

experiencia de un gran amor todo lo que sucede se convierte en un acontecimiento en su ámbito”79.

Un hombre así se convierte en testigo de su Señor. Testigo porque para dar razón adecuada de esa humanidad, de esa mirada llena de ternura, de esa capacidad de abrazarme, de esa intensidad del vivir, es necesario remitir a otro. Es como cuando vemos brillar en el esplendor de un rostro el tú de la persona amada. Aquel brillo, aquella intensidad, aquella vibración no nos la damos a nosotros mismos. Es una mirada que da forma a nuestra mirada. Por eso, cuando nos sentimos mirados por alguien así, es Cristo el que nos alcanza. Y en ese mismo momento podemos decir también nosotros: “Nunca hemos visto una cosa igual”. Ninguno me había mirado así80. Por eso no exagera Benedicto XVI cuando nos recuerda que “el Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se hace transparente; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía”81. La potencia de los sacramentos es tal que cuando encuentra a uno sencillo de corazón, que no se opone a su eficacia, que se abandona a su acción transformadora produce una “criatura nueva”, capaz de trasparentar a Cristo (cf. Gál 6,15). “El encuentro con el Señor –ha dicho Juan Pablo II en Ecclesia in America- produce una profunda transformación de quienes no se cierran a Él. El primer impulso que surge de esta transformación es comunicar a los demás la riqueza adquirida en la experiencia de este encuentro. No se trata sólo de enseñar lo que hemos conocido, sino también, como la mujer samaritana, de hacer que los demás encuentren personalmente a Jesús: « Venid a ver » (Jn 4, 29)”82.

El encuentro con personas cuya belleza hiere por su capacidad de ternura, de abrazo de la persona, de intensidad única, de iniciativa incansable no deja indiferente a nadie83. La belleza no hace sino despertar el yo con toda su plenitud. Así describe el teólogo bizantino Nicolas Cabasilas este tipo de personas: “Hombres que tienen un deseo tan potente que supera su naturaleza, y braman y desean todo lo que al hombre le urge aspirar. Estos hombres han sido

79 R. Guardini, La esencia del cristianismo, Madrid 1977, 20.80 Tarkovskij pone en boca de uno de sus personajes: “Tú lo sabes bien: no consigues hacer nada, estás

cansado, y no puedes más. Y de repente encuentras entre la gente la mirada de uno –una mirada humana-, y es como si te hubieras acercado a algo divino escondido. Y todo se simplifica de improviso”.

81 Benedicto XVI, Deus caritas est, 17.82 Juan Pablo II, Ecclesia in America, 68. Juan Pablo II, Novo Milenio Ineunte nº16: “Los hombres de

nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes no sólo ‘hablar’ de Cristo, sino, en cierto modo, hacérselo ‘ver’. ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?”.

83 La modalidad del testimonio en que la verdad cristiana se ofrece, sin embargo, no violenta la libertad de quien es tocado por la belleza, ni la abandona a su suerte, sino que la provoca llamándola a cumplir su naturaleza, mediante la acogida de la belleza en la que el corazón encuentra su cumplimiento. Redemptoris Missio, 42: “El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el «Testigo» por excelencia (Ap 1,5; 3,14) y el modelo del testimonio cristiano. El Espíritu Santo acompaña el camino de la Iglesia y la asocia al testimonio que el da de Cristo (Cf. Jn 15,26-27)”. Cf. EN nº 21, 41. AG nº11-12. RH nº11.

25

Page 26: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

tocados por el esposo en persona. Él mismo, el esposo, ha enviado a sus ojos un rayo ardiente de su belleza. La amplitud de la herida revela ya cuál es el dardo, y la intensidad del deseo deja intuir quién es el que ha lanzado el dardo”84. Es la intensidad del deseo que despierta la que permite intuir quién es Cristo, qué capacidad tiene de despertar lo humano que hay en nosotros de la apatía y de la indiferencia. El encuentro con la belleza de Cristo que resplandece en el rostro de un hombre puede convertirse en el golpe del dardo que hiere el alma y, de este modo, le abre los ojos permitiendo así su reconocimiento.

Así prepara el Señor a sus testigos, como ha expresado genialmente Newman: "Estos son los que nuestro Señor denomina especialmente sus "elegidos", los que vino a "congregar en la unidad", pues son dignos de ello. Y éstos son también los designados según la Providencia de Dios para ser la sal de la tierra; para continuar, a su vez, la sucesión de sus testigos, de modo que nunca falten herederos en el linaje real, aunque la muerte se lleve a cada generación del mismo a su descanso y su premio. Quizá se encontraron casualmente con quien estaba destinado a ser su padre en la verdad de la fe, y no se dieron cuenta enseguida de su verdadera grandeza. Al principio, quizá consideraron quimérica su enseñanza y extravagantes o débiles ciertos aspectos de su conducta. Puede que pasaran años hasta que se quitaran completamente de su mente tales prejuicios; pero paso a paso iban descubriendo en él cada vez más los rasgos de una majestad sobrehumana. De vez en cuando serían testigos de sus pruebas en distintos acontecimientos de la vida, y entonces descubrirían, tanto si miraban hacia arriba como hacia abajo, que él ascendía más alto, y estaba arraigado más hondo, de lo que podían verificar con sus baremos. Al fin, con asombro y temor, caerían en la cuenta de que la presencia de Cristo estaba en ellos y, con las palabras de la Escritura, glorificarían a Dios por la persona de su siervo (Ga 1,24). Y todo esto, mientras ellos mismos se iban transformando en la Imagen gloriosa que atraía su mirada (2Cor 3,18) y se ejercitaban para sucederle en la tarea de comunicarla a otros"85.

Esta comunicación a los otros no tiene otro origen que la fascinación por Cristo que ha cautivado al testigo. “El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2Cor 5,14-15).

Sólo una experiencia así puede generar un protagonista nuevo en la historia, libre, no dependiente de la mentalidad de todos, capaz de convertirse en sujeto de su propia liberación, con capacidad de iniciativa para suscitar obras, que respondan a las necesidades comunes y puedan generar trabajo digno. Las obras surgen sólo cuando uno tiene el coraje de decir “yo”, son expresión del don de sí conmovido, de la caridad, de la criatura nueva86. Ningún análisis

84 Citado en J. Ratzinger, La belleza. La Chiesa, Castel Bolognese 2005, 15-16. 85 J.H. Newmann, Sermones universitarios, Madrid 1993, 149-150.86 Benedetto XVI, Deus caritas est, 54: “La caridad no es para la Iglesia una especie de actividad asistencial

que podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza, es expresión irrenunciable de sí misma”.

26

Page 27: CRISTIANO, O SEA, DISCÍPULO DE JESUCRISTO · Web viewcristiano, o sea, discípulo de Jesucristo Bogotá, Marzo 2006 Poner en el centro de la atención de la V Conferencia del Episcopado

sociológico, ningún moralismo, ninguna secta puede poner en la historia un sujeto así87. Que esto no es una quimera lo testimonian los monjes del Medievo o las reducciones del Paraguay, por no mencionar tantos protagonistas pasados y presentes de vuestras tierras. En este momento en que el deterioro del hombre avanza y no existen instancias verdaderamente educativas en condiciones de generar este sujeto, la Iglesia tiene la oportunidad de mostrar su verdadero rostro, la potencia de la vida que corre por sus venas. Basta que no traicione su autentica naturaleza y testimonie el cristianismo como un acontecimiento capaz de interesar al hombre hasta darle una conciencia de sí y de la realidad que lo convierta en verdadero protagonista de la historia.

Julián Carrón

87 T. S. Eliott, “Los coros de ‘La Piedra’”, en Poesías reunidas, Madrid 1979: “Bestiales como siempre, carnales, pero siempre en lucha”.

27