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CONTABILIDAD Y CARIDAD RELIGIOSA: LA HOSPITALIDAD DOMÉSTICA (1792-1810) María Dolores Capelo Bernal Pedro Araujo Pinzón

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CONTABILIDAD Y CARIDAD RELIGIOSA: LA HOSPITALIDAD DOMÉSTICA (1792-1810)

María Dolores Capelo Bernal

Pedro Araujo Pinzón

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Contabilidad y caridad religiosa: la hospitalidad doméstica

(1792-1810)

María Dolores Capelo Bernal

[email protected]

Pedro Araújo Pinzón

[email protected]

Universidad de Cádiz

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Contabilidad y caridad religiosa: la hospitalidad doméstica

(1792-1810)

ABSTRACT

Durante la última década, la literatura académica ha llamado la atención sobre el escaso

interés prestado al papel de la contabilidad en las instituciones religiosas. Actualmente,

el debate respecto a esta cuestión se centra en si la contabilidad es o no una práctica

secundaria respecto de la agenda sagrada. Para contribuir en este sentido, se va a

estudiar una institución benéfica religiosa fundada a finales del XVIII. El objetivo de este

trabajo es doble. Primero, verificar si la contabilidad fue sagrada para la institución. Y

segundo, si siendo sagrada, fue promovida por las creencias religiosas o utilizada para

promover esas creencias.

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1. INTRODUCCIÓN

Durante la última década, varios trabajos han llamado la atención sobre el escaso interés

prestado por la literatura al papel de la contabilidad en las comunidades e instituciones

religiosas (p.e., Carmona y Ezzamel, 2006); extremo que resulta difícil de comprender si se

atiende a la importancia social y económica que han tenido y siguen teniendo estas

entidades. La mayoría de los estudios pioneros en este sentido se ha esforzado por

describir las prácticas utilizadas por organizaciones y grupos religiosos, a veces minoritarios,

adoptando para ello una perspectiva histórica; destacando entre ellos el trabajo de Faircloth

(1988), donde se sugiere la existencia de cierta relación entre las creencias y valores

religiosos de la comunidad y su sistema contable.

Los trabajos de Laughlin (1988) y Booth (1993) establecen un punto y aparte en la

investigación acerca de la relación entre religión y contabilidad, sentando las bases para el

ulterior debate respecto a la existencia o no de una separación estructural entre contabilidad

-profana- y religión –sagrada-. De acuerdo con Laughlin (1988) y Booth (1993), la

contabilidad es una práctica racional y como tal resulta ajena y secundaria con relación a la

agenda espiritual de las instituciones o grupos religiosos. Esta tensión entre creencias

religiosas y contabilidad pueden llegar a provocar que dichas creencias actúen como barrera

para el uso de la contabilidad en el ámbito religioso. Sin embargo, lo sagrado y lo profano, a

su vez, no pueden ser completamente separados, siendo necesaria su interacción y

formando parte esta tensión de la vida cotidiana de las organizaciones religiosas (Booth,

1993). Según señala el propio Booth (1993), el avance en esta cuestión requeriría, entre

otros, atender a cómo se manifiesta esta separación entre lo sagrado y lo profano en otras

Iglesias mayoritarias distintas de la Anglicana.

Tras la publicación de los mencionados trabajos seminales de Laughlin y Booth, la

academia ha desafiado explícitamente la sacred-secular divide, evidenciando distintas

formas de interacción entre contabilidad y religión. En este sentido, cada vez son más los

trabajos que evidencian cómo el proceso de rendición de cuentas llega a adquirir carácter

sagrado en diferentes religiones (Jacobs, 2005; Álvarez-Dardet et al, 2006, Cordery, 2006;

Jahasinghe y Soobaroyen, 2009). De forma similar, Abdul-Rahman y Goddard (1998) e

Irvine (2002) han evidenciado situaciones en las que no existe tal dicotomía entre lo sagrado

y lo profano, percibiéndose la contabilidad como una actividad de apoyo sagrada para las

organizaciones religiosas estudiadas. Otros han ido más allá, considerando la interacción

entre lo espiritual y la contabilidad, manifiesta en una de sus dos direcciones posibles

(Jacobs, 2005). Por un lado, mostrando la motivación religiosa como catalizadora para la

aparición de determinadas formas de contabilidad (Fonfeder et al, 2003). Por otro,

defendiendo o ilustrando cómo las prácticas contables pueden ponerse al servicio de las

creencias religiosas (Jacobs y Walker, 2004; Ezzamel, 2005; Hardy y Ballis, 2005) y

objetivos espirituales (Irvine, 2005), colaborando la contabilidad en la construcción espiritual

del individuo (Jacobs y Walker, 2004). Mientras tanto, igualmente han surgido publicaciones

que confirman la separación entre lo sagrado y lo profano (Kluvers, 2001; Lightbody, 2003).

En general, el conjunto de estos trabajos corrobora el argumento de Jacobs (2005, p. 193),

según el cual, lo sagrado y lo profano no debe considerarse como categorías estructurales

sino como experiencias individuales en cuales puede producirse conflictos jurisdiccionales

entre contables y religiosos.

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Iglesias mayoritarias como la Anglicana o la Católica, han sido tradicionalmente

particularmente protagonistas en la prestación de servicios sociales a la comunidad. La

utilización de una perspectiva histórico-contable ha permitido que lleguen hasta nosotros

evidencias acerca de la información contable publicada con motivo de la intervención de la

Iglesia Anglicana en la prestación de servicios sociales en el siglo XIX. Así, Holden et al

(2009) informan acerca de las cuentas públicas elaboradas por un hospital religioso que

realizaba este tipo de servicios. Asimismo, Walker (2004, 2008) nos ilustra acerca de la

publicación de cuentas en las parroquias respecto a la labor asistencial organizada en este

caso por la autoridad local. Estas prácticas informativas se desarrollaron coincidiendo con

la presencia de importantes necesidades financieras en las entidades que ofrecían estos

servicios; de manera que esta información ayudaba bien en la captación de fondos, bien en

la reducción de gastos por los servicios a prestar. En ocasiones, dicho objetivo financiero

pudo satisfacerse gracias al potencial de la contabilidad para disuadir moralmente a los

individuos (Walker, 2004; Holden et al, 2009). No obstante, actualmente, la literatura carece

de estudios suficientes acerca de la percepción de la época en cuanto a la función de la

publicidad contable en sistemas de asistencia social durante el siglo XIX (Walker, 2004).

Investigaciones donde se consideren las prácticas de revelación de información contable, e

incluso de control interno, de organizaciones religiosas benéficas en particular, además de

contribuir a conocer dicha percepción, permitirían ahondar en el rol de la contabilidad en la

relación entre lo sagrado y lo profano (Irvine, 2002).

En países católicos como España, en el siglo XIX, la Iglesia seguía siendo la principal

proveedora de ayuda social, al contrario que ocurría en Inglaterra y otros países

protestantes del norte de Europa donde estas ayudas empezaban a centralizarse en el

Estado. Esta prolongación de la implicación religiosa en el ámbito social a lo largo del tiempo

es una consecuencia natural de la sacralización que los católicos hacen de la pobreza,

viendo la limosna como una garantía de salvación (Kahl, 2005). Las circunstancias que

convergen en la Hospitalidad Doméstica, una organización católica de tipo benéfico fundada

en los albores del siglo XIX, que realizó publicidad contable, hacen especialmente

interesante su estudio, de cara a contribuir respecto a la sacred-secular divide así como

sobre la percepción de la época en la cuanto a la revelación de información en

organizaciones sin ánimo de lucro.

Las fuentes estudiadas proceden principalmente de la Biblioteca de Temas Gaditanos

(en adelante, BTG) y abarcan desde la fundación de la institución benéfica estudiada, en

1793, hasta 1810, último año del que se disponen de cuentas. También han sido

consultados los protocolos notariales de Cádiz (AHPC). El objetivo de este trabajo es doble.

Primero, verificar si la contabilidad de la HD, en su doble faceta de herramienta para el

control interno y para la publicación de información, fue sagrada para la institución. Y

segundo, si siendo de carácter sagrado, la contabilidad fue promovida por las creencias

religiosas o si por el contrario se utilizó para reforzar esas creencias y favorecer las actitudes

piadosas como resultado de aquellas.

El examen de las evidencias permite afirmar que la contabilidad de la institución

estudiada fue considerada una práctica sagrada, de principal importancia, puesta en práctica

por laicos y religiosos, utilizada para reforzar y propagar la virtud de la caridad entre los

feligreses más pudientes mediante la revelación de información económica y no económica,

colaborando de esa forma tanto en la supervivencia financiera de la institución como en la

misión espiritual de ayuda a los pobres. A la presencia e importancia de la contabilidad en

este contexto contribuyeron el pensamiento ilustrado de la época y la implicación de

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comerciantes/contables en la fundación y administración de la institución. A diferencia de lo

hallado para un contexto Anglicano, en el caso estudiado la contabilidad no se ideó con una

función moral o disuasoria respecto de los pobres.

La estructura del trabajo es la siguiente. Tras este apartado introductorio, se dedica un

primer apartado a situar la caridad católica en España en los albores del siglo XIX;

continuando con una aproximación a la Hospitalidad Doméstica, a través de sus fundadores

y secretarios, las reglas para su funcionamiento y sus cuentas anuales. Para terminar, se

realiza el análisis y se extraen las conclusiones.

2. LA CARIDAD RELIGIOSA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XIX EN ESPAÑA.

La emergencia de la caridad religiosa se asocia con el Cristianismo, según el cual la

asistencia a los pobres es una virtud individual, que debe desarrollarse bajo dirección

eclesiástica. Ambas, pobreza y caridad son virtudes que permiten alcanzar la salvación

eterna. Esta visión de la pobreza, amenazada por la ética puritana y humanista de T. Moro,

y reafirmada en el Concilio de Trento (Maza, 1987) persiste en España todavía en el siglo

XVII, insistiéndose en la pobreza como un problema principalmente religioso (Carasa, 1991).

Especialmente en dicho siglo XVII, en España, el énfasis en la caridad particular se concretó

en la creación de multitud de fundaciones piadosas, las obras pías, creadas a partir de los

testamentos y dotadas de bienes raíces o cargas sobre bienes de otras instituciones

(Carasa, 1991).

La irrupción del pensamiento ilustrado en el siglo XVIII hace que la pobreza empiece a

considerarse como un problema secular y en particular económico que es necesario tratar

desde el Estado (Carasa, 1991). Se inicia entonces la crisis de la caridad religiosa, debido a

la defensa que los ilustrados hacen de la concentración y racionalización de recursos,

mediante agregaciones y reducciones de las fundaciones heredadas de etapas anteriores,

entre ellas los hospitales y las obras pías, los cuales convergen en la aparición del hospicio,

como mecanismo represivo y reeducador, en el cual se concentran los recursos (Carasa,

1991). Al mismo tiempo, la perspectiva ilustrada defendía valores como la radicación,

vecindad y domiciliación (Carasa, 1991), concretándose esta visión en proyectos defensores

de los socorros domiciliarios (Maza, 1987). Sin embargo, frente a lo que predican los

ilustrados, persisten todavía instituciones asistenciales fundadas por la propia Iglesia –por

ejemplo, establecimientos sólidamente asentados sobre la propiedad inmobiliaria y el

sistema fiscal eclesiástico. Según ha evidenciado Carasa (1991) para el caso de Castilla,

algunas de estas instituciones heredaron de los hábitos eclesiásticos su carácter rentista y

amortizador, mostrando una intensa dedicación a acrecentar el patrimonio. Se observan

entonces casos en los que la Iglesia es apartada de la administración hospitalaria (Maza,

1987). Sin embargo, la acción ilustrada en cuanto a la beneficencia se sirvió también de la

Iglesia, utilizando sus personas, sus recursos y su organización; dando lugar a la aparición

de una embrionaria organización parroquial y diocesana (Carasa, 1991). En general, se

están dando en España los primeros progresos para el paso desde un régimen de caridad

religiosa y particular hacia otro de beneficencia pública que se consolidará en el siglo XIX

(Maza, 1987).

En el caso particular de Cádiz, en el siglo XVIII, según Morgado (2008), la beneficencia

se articulaba en torno a tres ejes: (i) la caridad espasmódica o circunstancial financiada con

limosnas proporcionadas coyunturalmente (organizada en ocasiones en torno a cofradías),

(ii) la acción caritativa extensiva ejercida por los patronatos de obras pías y (ii) la

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beneficencia institucionalizada desarrollada en hospitales u hospicios dotadas de rentas y

personal específico. Asimismo, tal como afirma el propio Morgado (2008), a finales de este

siglo, la mayoría de las instituciones benéficas gaditanas estaban controladas por la Iglesia,

siendo normalmente insuficientes los fondos y dándose casos de gestión corrupta. Ambas

circunstancias contribuyeron a la presencia de elevadas tasas de mortandad en estas

instituciones.

Irrumpía entonces en Cádiz el modelo de beneficencia defendido por los ilustrados –

caracterizado por una visión carcelaria, represiva y productiva de la pobreza que alcanzaba

su máxima expresión en el hospicio, conllevando en ocasiones la sustitución de la

administración eclesiástica por una de tipo laico (Morgado, 2008). La amenaza que la

implantación del hospicio suponía respecto del tradicional monopolio de la Iglesia sobre las

rentas destinadas a fines piadosos, junto con la crisis económica de los años noventa del

siglo XVIII, derivaron según Morgado (1990) en la oportunidad de introducir un sistema de

ayuda extensiva, organizado por la Iglesia, y contrario al enfoque carcelario: la asistencia

domiciliaria.

3. LA HOSPITALIDAD DOMÉSTICA

La Congregación de Feligreses para la Hospitalidad Doméstica (en adelante, HD) se

constituyó en Cádiz el 20 de diciembre de 1792, iniciándose su actividad a primeros de

1793. La iniciativa había surgido del entonces Obispo de la diócesis de Cádiz –Antonio

Martínez de la Plaza -quien dio instrucciones a los curas que empezaran a difundir la idea

entre algunos de sus feligreses. A la junta convocada en 13 de diciembre de 1792, previa a

su constitución, acudieron, además del obispo, 37 personas. Según se estableció en dicha

junta su objetivo era atender a enfermos desvalidos de ambos sexos, distinguiendo dos

clases de ellos: los que por delicadeza de crianza no podían retirarse a un hospital y los que

no lo solicitaban por abandono o ignorancia (Documento para la Erección de la

Congregación de Feligresías para la Hospitalidad Doméstica, en adelante ECF, BTG). La

ayuda ofrecida, según el caso, podía consistir en el desplazamiento hasta un hospital o la

atención en el propio domicilio, poniendo el énfasis el obispo en la aflicción que supondría la

atención hospitalaria en determinados casos.

Para su financiación, el obispo manifestó a los feligreses y eclesiásticos que acudieron a

la junta del 13 de diciembre de 1792 que no pretendía realizar cuestaciones ni solicitar

suscripciones, sino dejar toda la obra a la adorable Providencia tan maravillosa en todas las

que hace. El conjunto de los asistentes se comprometieron en ese mismo acto a hacer

saber por toda la ciudad lo que habían acordado con el fin de que los fieles por sus

interiores movimientos dirijan sus limosnas a tan benéficos efectos (ECF para la HD, BTG).

El obispo manifestó su voluntad de que hubiera unas reglas, acordándose entre todos el

nombramiento como secretario de José de Echea, quien redactaría dichas reglas en tono de

ordenación para la práctica y fundación del establecimiento conforme a lo hablado en la

Junta de 13 de diciembre y después acordado entre el secretario y el obispo. La HD quedó

constituida el 20 de diciembre de 1792, quedando aprobadas desde ese momento sus 33

reglas. Una vez sancionadas sus reglas se dispuso que se conservara el original del acta de

constitución en el Archivo de la Catedral, imprimiéndose asimismo varias copias para

conservarse una en cada parroquia y distribuirse entre los feligreses.

3.1 FUNDADORES Y SECRETARIOS DE LA HOSPITALIDAD DOMÉSTICA

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El obispo Martínez plaza había ejercido como tal en Canarias entre 1785 y 1790,

inmediatamente antes de incorporarse al mismo cargo en Cádiz. Según afirma Béthencourt

(1999, p. 3), Martínez Plaza fue uno de los prelados ilustrados que se sucedieron en el

cargo de obispo en la diócesis de Canarias en torno al último tercio del siglo XVIII. El

sucesor de Martínez Plaza en la diócesis de Canarias, también ilustrado (Bartolomé, 1993;

Béthencourt, 1999), estableció en la misma una cofradía sacramental y de caridad cristiana.

A través de Béthencourt (1999), han llegado hasta nosotros algunos de los rasgos

definitorios de esta cofradía, tales como la celebración de una junta anual para

nombramiento de diputados, los cuales serían responsables de custodiar una caja con llave

para pedir limosnas, entregando lo recaudado al mayordomo y contabilizándolo ante el cura

párroco. Este trabajo de los diputados a favor de la economía de la institución, se

acompañaba de responsabilidades espirituales, relacionadas con el buen ejemplo y el

fomento de la devoción.

Dejando al margen al obispo, de los 37 fundadores de la HD, 15 eran eclesiásticos de

distinto rango, y al menos cinco eran reputados comerciantes, a saber, Tomás Izquierdo,

Nicolás Macé, Félix Beyens (Fernández, 1997, p. 238), José María Lasquetti (Testamento

de J.M. Lasquetti, 26/4/1787, protocolos notariales 2571, pp. 178-179, AHPC) y José de

Echea (testamento de José de Echea, 27/9/1810, Protocolo 4583, pp. 1313-1320, AHPC),

designado este último como el secretario y responsable de redactar las reglas.

Concretamente, José de Echea ocupó el cargo de secretario desde la fundación de la

HD hasta su muerte en enero de 1810. Fue comerciante de profesión. Su testamento

contiene múltiples referencias a sus libros de cuentas (testamento de José de Echea,

Ibídem). Como miembro destacado del Consulado de Comercio de Cádiz, fue nombrado

por dicho consulado, en compañía de otros, para la elaboración de un informe acerca de las

consecuencia de la aprobación del Reglamento para el comercio libre de 1778 (García-

Baquero, 1999).

Pedro Smidts ejerció las funciones de secretario en 1810, tras producirse el fallecimiento

de José de Echea. A lo largo de su vida, Pedro Smidts aceptó trabajos públicos y privados

relacionados con la contabilidad. La lectura de su testamento permite apreciar la

preocupación de este individuo por la buena conservación de los libros de cuentas y las

posibles consecuencias asociadas a su pérdida:

[...] conservé por mi inteligencia y favor varios libros, documentos y papeles en

los distintos almacenes que tomé al intento en diferentes casas […] hubieron de

sufrir algún detrimento los citados papeles como también extravíos irremediables

en las mudanzas en medio de las fatigas de los bloqueos y angustias que ha

sufrido esta plaza. Todo lo que advierto para que en ningún tiempo sufra nadie la

menor extorsión (Testamento de Pedro Smidts, 26/2/1828, Protocolo 4.615,

folios 126-8, AHPC).

3.2 LAS REGLAS DE LA HOSPITALIDAD DOMÉSTICA.

Seguidamente, explicamos el contenido de las reglas de la hospitalidad doméstica. A

modo de síntesis, las hemos agrupado por bloques de acuerdo con su contenido. Así, las

primeras seis reglas de la HD, desde la I hasta la VI, definen los órganos de gobierno de

esta institución y las personas con autoridad para presidirlos. La máxima autoridad sería el

obispo, quien presidiría las juntas generales o particulares, a las cuales serían llamados

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siempre los miembros fundadores, siendo además el obispo el benefactor perpetuo de la

institución. Los curas, a su vez, presidirían las juntas parroquiales y alguno de ellos las

generales, si el obispo los comisionase. Para asegurar el funcionamiento de la institución, se

dispuso que se llevara en cada parroquia un libro de feligreses con objeto de facilitar a

principio de año la elección de cuatro o más diputados eclesiásticos y seculares para cada

mes del año […] y así todo feligrés podrá lograr la acción meritoria de tan buena obra (regla

V).

Los procedimientos a seguir por los diputados –con la supervisión del cura- en la

ejecución práctica de la misión de esta institución quedaron regulados en el bloque de reglas

VII-XII, designando los medios y acciones para conocer quiénes reclamaban su ayuda,

recoger los donativos y salvaguardarlos. En lo que se refiere al efectivo en particular, las

entradas por donativos quedarían registradas en un librito, conservado en la misma caja

donde se guardaría el dinero recaudado, donde se apuntaría lo recogido diariamente,

distinguiendo si era a través del cepillo o de otro medio y haciendo un resumen de lo

ingresado a final de cada mes. Cuando los diputados retirasen dinero de la caja dejarían un

apunte de ello, pasando a final de mes la nota de lo realmente gastado. Estos registros

facilitarían la elaboración a final de año de un Estado general informando de los donativos

obtenidos en cada parroquia así como del detalle de su aplicación en la ayuda domiciliaria,

el cual se hará imprimir y repartir en las feligresías para que se enteren de todo, y de los

felices efectos de la caridad y se aumente el fervor (regla XII).

A continuación, se establecieron las reglas que regulaban los pasos a seguir tras tenerse

noticia de que había un enfermo que reclamaba ayuda (reglas XIII-XVII). Primero, el cura y

los diputados debían valorar verbalmente si procedía asistirle. En caso de pertenecerle

asistencia domiciliaria, el muñidor se encargaría de avisar al médico y se disponían los

medios para evitar que malgastara la ayuda recibida. También podía decidirse el traslado al

hospital. Ambas actuaciones eran financiadas por la HD, disponiéndose expresamente el

registro del gasto de traslado en la cuenta del mes.

Los aspectos relativos a las fórmulas de obtención, custodia y uso eficiente de los

recursos quedaron regulados en el bloque de reglas XVIII-XXX. La limosna se recaudaría a

través de cepillos o donaciones eventuales, pero nunca a través de donaciones perpetuas o

cuestaciones, pues sólo ha de hablar con los corazones el rótulo de los cepillos (regla XXII),

refiriéndose a la limosna como la finca más segura por efectos de la providencia divina

(regla XIX); quedando estas custodiadas en la caja de cada parroquia por una llave que

estaría en poder del cura. En el cepillo, colocado a la puerta de cada parroquia en pared,

que tenga el mayor tránsito del público, se pondría el siguiente rótulo: Aquí se recibe la

limosna para el socorro de pobres enfermos de esta parroquia y se ponen los avisos de

dónde están (regla XVIII). En caso de que el dinero no se hubiera recaudado a través del

cepillo, se preveía que si la donación fuera anónima, constará sólo en el libro la cantidad y

fecha en que se consignó (regla XIX). A lo recaudado se sumaría la aportación del obispo:

1.000 reales de vellón al mes que constará en el asiento de entrada correspondiente (regla

XXI). Se buscaría médico a poder ser que hiciera el trabajo de forma altruista, indicando en

las recetas la feligresía y fecha, para el buen orden de las cuentas mensales (regla XXIV);

se preveía la posible inspección de los enfermos que recibiera subsidios en especie,

práctica como todas las demás economías de esta institución, que mira a que

multiplicándose privadamente las caridades, se proporcione y resulte una pública (regla

XXVI); y se rechazaba el desembolso de ningún dinero por parte de los diputados que no

procediese de lo recaudado, de manera que el excedente de una feligresía, acabado el mes,

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sirviera para cubrir las necesidades de otra. Y cuando todas las feligresías tuviesen

suficiente se aumentaría la asistencia. Además, se establece de forma expresa la necesaria

unión entre los feligreses en el desarrollo de esta labor de caridad.

Por último, las reglas XXXI-XXXIII se elaboran a modo de conclusión, destacando el

propósito de imprimir varias copias con objeto de repartirlas por las feligresías, para que el

público se instruya y concurra con sus piedades (regla XXXI). Rehusaron establecer más

normas y en cuanto a las limosnas a recibir se pone a las misericordias de los fieles, que

deben estar confiados en el premio que está ofrecido a los que las ejercieren (regla XXXII).

3.2 EL ESTADO GENERAL ANUAL

Los estados generales que se conservan se refieren a los años 1809 y 1810, habiendo

sido elaboradas el primero por el secretario original, José de Echea, y el segundo por su

sucesor en el cargo, Pedro Smidts. El estado general de 1809, aunque concluido y firmado

por José de Echea el 6 de enero de 1810, se publicó conjuntamente con el del año 1811,

justificándose el retraso por la demora en el nombramiento del sucesor tras el fallecimiento

del primero.

La cuenta elaborada para 1809 incorpora el estado anual (véase Tabla 1, donde

aparece transcrito el estado presentado) en el que se informa del total de limosnas recibidas

en cada parroquia y de los diferentes conceptos de gasto en los que se ha invertido ese

importe. La Tabla 1 incorpora además una última columna, que no figuraba en el original,

donde se calcula el excedente o sobrante del año para cada parroquia.

Dicho estado anual contiene una explicación pormenorizada en forma narrativa,

parroquia por parroquia, de las fuentes de procedencia de los fondos –legados,

benefactores conocidos y desconocidos, comisarios de barrio y cepillo-, de la cantidad de

enfermos atendidos (véase la 4ª columna de la tabla), de si ha habido gastos sin atender y,

por último, acerca de cómo han solucionado o pretenden solucionar la falta de fondos, si ha

sido el caso. Toda esta información fue obtenida de la razón que dan los señores curas, bajo

sus notas firmadas; todo lo cual se imprime con las competentes licencias para satisfacción

de los bienhechores (Estado anual de 1809, BTG). A modo de ejemplo, a continuación se

incluye como expresó José de Echea el malestar del párroco del Sagrario de la Santa Iglesia

Catedral acerca de la escasez de fondos y su solución:

No obstante, el infeliz estado, su corazón queda lleno de confianza en la Divina

Misericordia y Providencia, que la ha mantenido hasta aquí y la conservará,

moviendo los ánimos de los bienhechores de tal modo que tendrá su

cumplimiento aquel oráculo que dice: Dios oyó el clamor de los pobres, y cumplió

sus deseos, así lo ha expuesto en su respectiva nota.

En la Real parroquia de Santiago, esta falta se cubrió con donativos de libre destino; la

Parroquia del Rosario, sin embargo, quedó endeudada, manifestando que los pagará

mediante Providencia Divina, e insinuaciones de su Párroco. La parroquia de San Antonio

promovió una suscripción voluntaria de su feligresía para cubrir su déficit y en la parroquia

de San José optaron por enviar al hospital los enfermos que no pudieron atender,

incorporando en la casilla de gastos el coste del traslado. Además, el cura también aportó.

En San Lorenzo, aunque no se buscaron fuentes alternativas, su cuidadoso párroco […] no

se conduele menos que los demás sus compañeros. En general, desde todas las

parroquias, tanto los que buscaron otros medios para satisfacer el conjunto de sus gastos,

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como las que no, insistieron en los pocos enfermos que pudieron auxiliar teniendo que

despedir a muchos sin auxilio.

Asimismo, la cuenta de 1809 incluía un estado resumen de la obra realizada desde la

fundación hasta la fecha (véase Tabla 2), donde sólo se presentaban dos columnas, total de

enfermos atendidos y recursos utilizados.

El estado anual de 1810 es más formal que el de 1809, sustituyéndose todo el detalle

dado en forma narrativa por una lista exhaustiva de las distintas fuentes de procedencia de

las limosnas, distinguiendo si se trataba de legados, limosnas sabidas o limosnas ocultas

procedentes de los cepillos. A esta lista, le seguía la descripción de la obra realizada con

esos donativos, aunque entrando en menos detalles que el secretario anterior. Así, no se

informa en este caso de la naturaleza de los gastos incurridos, sino de su total y sí del

sobrante (véase la Tabla 3). A este documento se anexa el resumen de la obra realizada

desde 1793, desglosando esta vez la información por años (ver Tabla 4).

4. ANÁLISIS

El sistema de ayuda social propuesto por la HD, aunque contrario al enfoque carcelario

del pensamiento ilustrado, se encuentra en sintonía con él en varios aspectos. Por un lado,

su defensa de la atención domiciliaria redunda en un mayor arraigo familiar. Por otro, las

reglas de la HD constituyen una enérgica defensa de la agregación de los recursos

económicos y racionalización de su uso, que se concreta en un modelo de ayuda extensiva.

A ello contribuyen varios elementos: el sistema de control interno, instrumentado en parte en

la contabilidad; la posible inspección sobre los beneficiados de las ayudas; y el sistema de

financiación solidario entre parroquias, con el que estaba previsto que colaboran los

médicos mediante su altruismo. Además, descartando las suscripciones y cuestaciones, se

apostaba por la forma de caridad espasmódica o circunstancial (Morgado, 2008), quizás

huyendo de la etiqueta de rentistas y amortizadores asignada a la Iglesia (Carasa, 1991);

promoviendo que multiplicándose privadamente las caridades, se proporcione y resulte una

pública.

Desde una perspectiva espiritual, La HD se plantea como una oportunidad para que

cualquier feligrés ponga en práctica su actitud piadosa, logrando de esa manera estar más

cerca de Dios. Esta relación causa-efecto se plantea abiertamente en la regla V, cuando

dice: así todo feligrés podrá lograr la acción meritoria de tan buena obra; y en la regla XXXII

al establecer que deben estar confiados en el premio que está ofrecido a los que las

ejercieren. Inicialmente, este mensaje llegó a los feligreses mediante la distribución de las

reglas de la HD en las parroquias -para que el público se instruya y concurra con sus

piedades (regla XXXI)- y gracias a la colocación en lugar principal de los cepillos, donde

rezaba Aquí se recibe la limosna para el socorro de pobres enfermos de esta parroquia y se

ponen los avisos de dónde están (regla XVIII).

Una vez constituida la HD, la contabilidad fue parte central de su funcionamiento. El

sistema contable diseñado fue consecuencia de varias influencias. Su mera existencia

puede estar justificada por la vigencia del pensamiento ilustrado y su énfasis en la

racionalización, presente al menos en el obispo fundador como en otros con los que había

compartido feligresía (Béthencourt, 1999). Fruto de este pensamiento son en general las

reglas, establecidas en tono de ordenación para la práctica y fundación del establecimiento.

Asimismo, debieron influir en los aspectos técnicos de dicho sistema contable la perspectiva

de la élite mercantil integrada en la institución, y en particular, los conocimientos contables

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de individuos como el secretario original, miembro destacado del Consulado de Comercio

de Cádiz (García-Baquero, 1999).

Como señala Booth (1993), no debe ser extraño que los contables –o comerciantes con

conocimientos contables- que sean miembros de la institución religiosa prefieran la

utilización de técnicas racionales para el logro de los fines de dicha institución. Swanson y

Gardner (1988) se manifestaban en una línea similar cuando identificaban en el propio

mundo empresarial el ímpetu para introducir prácticas de auditoría en las organizaciones

religiosas. La evidencia obtenida, sin embargo, es contraria al argumento de Booth (1993),

cuando siguiendo a Laughlin (1988), admite que los propios contables pueden anteponer los

fines religiosos, relegando a la contabilidad a un segundo plano, sobre todo cuando estos

individuos sean miembros activos de la iglesia o con profundas convicciones religiosas. Por

el contrario, nuestra evidencia es compatible con la tesis de Lightbody (2003) respecto a la

capacidad del director financiero para aplicar sus conocimientos con una óptica sagrada que

colabore a la consecución de los fines religiosos. Además, en la HD, fueron los curas los

que registraron día a día la nueva contabilidad, facilitando a su vez el control interno y la

publicación anual de información, no conociéndose ningún rechazo hacia la misma, sino la

extensión de su colaboración con el secretario para la redacción del estado anual. Este

hallazgo es coherente con lo encontrado por Kluvers (2001) y Cordery (2006) respecto a la

implicación de los religiosos en la contabilidad y contrario a lo sugerido por Laughlin (1988).

Esta compatibilización de las agendas administrativas y espirituales parece igualmente

presente en la cofradía fundada en Canarias por el obispo ilustrado sucesor de Martínez

Plaza (Béthencourt, 1999). En definitiva, todo apunta a que la contabilidad, no se consideró

un factor extraño, ajeno o secundario frente a la agenda sagrada de la HD y entidades de su

misma orientación.

Una vez aclarada la cuestión de si la contabilidad fue una cuestión sagrada o profana en

la HD, procede la consideración de la función de la contabilidad en dicha institución. Por una

parte, introduciendo técnicas de control interno y contabilidad, la diócesis de Cádiz podía

estar contribuyendo a legitimarse en la captación de fondos (Irvine, 2002) y construir una

imagen de honestidad en la gestión de los fondos recibidos (Jayasinghe y Soobaroyen,

2009), hechos muy necesarios en ese momento. A esto pudo contribuir el sistema de

rendición de cuentas previsto en las reglas de la HD y la posterior publicación periódica de

información económica-financiera, respectivamente. Así, el sistema de control interno y el

sistema contable en general de la HD, inspirados en el pensamiento ilustrado y

estructurados a partir del conocimiento mercantil de sus fundadores, facilitaron la

elaboración de un documento de síntesis fiable destinado a ser distribuido en las parroquias,

a través del cual se podía demostrar la gestión realizada con los recursos aportados –

legitimándose la institución-.

Por otra, la contabilidad interaccionó con los fines sagrados de la institución. Así, según

se dispuso en las reglas de la HD, el estado anual de las limosnas recaudadas y de su

aplicación se elaboraría para información de la feligresía, para que de esta forma se enteren

de todo, y de los felices efectos de la caridad y se aumente el fervor (regla XII). Por una

parte, dicho estado anual contuvo información cuantitativa sobre el total recaudado y su

aplicación. Por otra, el estado informó, originalmente de forma cualitativa y al final

cuantitativamente, de las carencias que se ha producido. En el estado anual de 1809,

resulta destacable la labor pastoral en este sentido de los propios párrocos, dando noticias

de sus muchos esfuerzos, de haber tenido que despedir a muchos enfermos sin recibir

auxilio, y expresando sus esperanzas en la caridad cristiana. Este hecho resulta

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especialmente evidente cuando se transcribieron al estado anual de 1809 las palabras del

párroco de la Catedral respecto a su confianza en la Divina Misericordia y Providencia, que

la ha mantenido hasta aquí y la conservará, moviendo los ánimos de los bienhechores de tal

modo que tendrá su cumplimiento aquel oráculo que dice: Dios oyó el clamor de los pobres,

y cumplió sus deseos. En 1810, aunque desaparecen las informaciones específicas de los

párrocos, este detalle –quizás menos necesario porque aparentemente no hay déficits- se

suple con la indicación del sobrante obtenido en cada parroquia. No obstante, la inclusión

de información numérica respecto al déficit/sobrante pudo deberse al perfil estrictamente

contable del segundo secretario.

La rendición de cuentas a la feligresía se podría haber limitado a informar de los fondos

recaudados y su utilización en diferentes partidas de gastos. Pero, la contabilidad fue

diseñada para servir a las parroquias en el desempeño de su función –reforzar y propagar

un conjunto de creencias (Kluvers, 2001). Así, el estado anual informaba también de número

de enfermos atendidos, dando una idea aproximada de la escasez o suficiencia de fondos

para atender a los enfermos. Con este segundo tipo de información, de carácter más

espiritual que económico, la contabilidad está actuando como subrogado de los fines

espirituales de la comunidad (Irvine, 2005). Por un lado, expresando a través del número de

enfermos atendidos el desempeño espiritual de los feligreses y la medida en que se han

acercado a Dios mediante sus limosnas. Por otro, informando del grado de consecución del

objetivo espiritual general a satisfacer: la ayuda a todos los necesitados. Puesto que la

contabilidad en ningún momento se superpone a los objetivos espirituales, no hay

resistencia a la misma (Irvine, 2005). Este planteamiento resulta coherente con lo observado

en otros trabajos donde el dinero resultaba imprescindible para avanzar en la misión (Irvine,

2002, 2005; Jacobs y Walker, 2005; Burkette et al, 1991; Fuglister y Bloom, 1991; Kreiser y

Dare, 1986). Por tanto, la contabilidad se muestra en la HD como una herramienta inspirada

en los conocimientos técnicos de los fundadores y en el pensamiento ilustrado, que se utilizó

para reforzar y propagar la virtud de la caridad entre los feligreses más pudientes, del mismo

modo que Jacobs y Walker (2004) se refieren a la contabilidad como instrumento para la

construcción espiritual del individuo, colaborando de esa forma tanto en la supervivencia

financiera de la institución (Irvine, 2002) como en su misión espiritual ante aquella otra parte

de la comunidad más desfavorecida.

Al igual que Holden et al (2009) y Walker (2004, 2008), este trabajo se ha centrado en el

estudio de información contable revelada o a revelar, relativa a labores asistenciales,

desarrolladas en los siglos XVIII-XIX. En contra de lo señalado por Holden et al (2009) y

Walker (2004), para un contexto anglicano, el contenido de las cuentas publicadas por la HD

–donde no se daba información personal de los enfermos- no tenía una función disuasoria o

moral, sino legitimadora y pastoral.

5. CONCLUSIONES

El presente trabajo ha considerado el sistema contable diseñado e implantado en la

institución benéfica católica denominada Hospitalidad Doméstica creada en Cádiz en 1792,

para el auxilio de los enfermos. Para ello, se han examinado las reglas de la HD y las

cuentas elaboradas para 1809 y 1810. Las evidencias examinadas demuestran que la

contabilidad fue un elemento central para el funcionamiento de la HD, justificándose su

presencia por la vigencia del pensamiento ilustrado y la influencia de la perspectiva

mercantil y contable en gran parte de sus socios fundadores. Ni la activa implicación laica ni

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las profundas convicciones religiosas de los fundadores seglares mermaron su interés por la

contabilidad, en contra de lo sugerido por Booth (1993), observándose por el contrario la

capacidad del secretario y máximo responsable de la contabilidad de aplicar sus

conocimientos contables bajo una óptica sagrada (Lightbody, 2003). En definitiva, la

contabilidad no resultó ser un factor extraño o secundario frente a la agenda sagrada de la

HD, confirmándose la tesis de Jacobs (2005) respecto a que ser sagrado o profano es algo

que depende de la percepción específica en cada caso.

La contabilidad, junto con las técnicas de control interno aplicadas, pudieron ser

diseñadas con el ánimo de legitimar a la iglesia para la captación de fondos (Irvine, 2002) y

al mismo tiempo reforzar su imagen de honestidad en la gestión de los mismos (Jayasunghe

y Soobaroyen, 2009). A esto contribuyó el sistema de rendición de cuentas previsto en las

reglas de la HD y la posterior publicación periódica de información económica-financiera,

respectivamente. Pero, además, la contabilidad se utilizó para reforzar y propagar las

creencias religiosas (Kluvers, 2001) que permitirían sostener financieramente la institución

(Irvine, 2002) y alcanzar así sus fines espirituales. Así, la información referida a los enfermos

atendidos y despedidos sin ayuda, publicada periódicamente y dirigida a las personas en las

que se pretendía fomentar la virtud de la caridad (Jacobs y Walker, 2004) actuó como

subrogado de los fines espirituales alcanzados y pendientes de alcanzar (Irvine, 2005).

Por último, resulta destacable cómo en contra de lo señalado por Holden et al (2009) y

Walker (2004), para un contexto anglicano, el contenido de las cuentas publicadas por la HD

–donde no se daba información personal de los enfermos- no se orientó a la disuasión o

corrección moral del necesitado, destacando su función legitimadora y pastoral.

FUENTES PRIMARIAS

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Tabla 1. Estado anual de 1809 elaborado por José de Echea

Año de

1809 Limosn. Gastos. Enferm. Botica. Medic. Sangr. Socorros. Sobrantes

Sagrario

de la Sta

Iglesia Cat 1.019 44 12 200 775 0

Real

Parroquia

de

Santiago 2.246 164 50 472 1.663 -53

Parroquia

del

Rosario 2.926 64 84 1.703 1.525 -366

Parroquia

de San

Antonio 9.598 151 2.036 7.522 40

Parroquia

de San

Lorenzo 1.370 135 70 500 40 646 49

San José

extramuros 320 120 14 36 164 0

Totales en

reales de

vellón

17.479 527 384 4.911 36 40 12.295

Fuente: transcrito a partir del estado anual de 1809 (BTG, folleto 14, carpeta 95)

Tabla 2. Estado resumen 1793-1809 elaborado por José de Echea

Resumen del beneficio de esta institución

Enfermos Reales

de vellón

Desde su erección, que fue en 20 de

diciembre de 1792 hasta todo el año pasado

de 1808, se han socorrido en sus domicilios

sin fincas ni rentas 54.094 1.639.593

En el año próximo pasado de 1809 384 17.479

Total de enfermos y limosnas 54.475 1.657.072

Fuente: transcrito a partir del estado anual de 1809 (BTG, folleto 14, carpeta 95)

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Tabla 3. Estado anual de 1810 elaborado por Pedro Smidts

Ingreso y distribución de las limosnas colectadas por los señores párrocos de esta

ciudad para el socorro de los enfermos del instituto de la Hospitalidad doméstica,

extractado de las noticias que han pasado al secretario de ella los mismos señores

párrocos

Ingreso

De la Testamentaría de Doña Josefa Castañeto 3.000

Legados

rs vs 22.500

De la de D. Antonio Retortillo 1.500

De la de D. Miguel Langton 15.000

De la de D. Esteban Pasos 3.000

De D. Juan García, feligrés de S. José 300

Limosnas

sabidas 8.192

De D. Ramón Valiente, feligrés de Santiago 1.200

De D. Pedro Robles, extra de dar la medicina por la

mitad de su valor a dos parroquias 332

De la suscripción voluntaria en S. Antonio 4.460

Limosnas colectadas por el Sr. Cura del Sagrario 1.900

Sagrario de la Sta. Iglesia Catedral en los cepillos 367

Limosnas

ocultas 7.972,26

Santiago 240,17

Nra Sra. del Rosario 2.538,17

S. Antonio 3.656,26

S. Lorenzo 990,17

S. José Extramuros 165,17

Reales

de vellón 38.664,26

Legado de d. Félix Beyens a la Parroquia del

Rosario, 1 vale de 150 pesos existente.

DISTINCIÓN POR PARROQUIAS DE LA

INVERSIÓN DE DICHAS limosnas, y de su ingreso.

Parroquias Enfermos

asistidos Entradas Socorros Sobrantes

Sagrario 50 7.587 5.888 1.699

Santiago 49 5.240,17 5.203,17 37

Nra Sra del Rosario 42 6.338,17 6.338 0.17

S. Antonio 164 12.248,26 10.357 1.891,26

S. Lorenzo 150 4.790,17 4.733,17 57

S. José 34 2.459,17 2.069 390,17

489 38.664,26 34.589 4.075,26

Fuente: transcrito a partir del estado anual de 1810 (BTG, folleto 14, carpeta 95)

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Tabla 4. Estado resumen 1793-1810 elaborado por Pedro Smidts

RESUMEN GENERAL DE LIMOSNAS COLECTADAS Y

ENFERMOS socorridos desde el origen del instituto, según

consta de los manifiestos impresos y repartidos en principio

de cada año

Años

Enfermos socorridos con

alimento, facultativo y

medicina Limosnas

1793 1.058 51.915 28

1794 2.552 145.136

1795 1.356 72.365

1796 1.404 81.785 17

1797 1.331 79.562

1798 1.270 71.567

1799 1.175 77.851

1800 34.209 295.481

1801 817 43.911

1802 1.739 160.190

1803 1.533 144.422

1804 1.503 113.730

1805 1.793 149.377

1806 1.342 87.115

1807 481 36.927

1808 532 27.259

1809 381 17.479

1810 489 38.664 26

54965 1.694.738 3

Fuente: transcrito a partir del estado anual de 1810 (BTG, folleto 14, carpeta 95)