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Otra Sinfonía de Schubert, en este caso la conocida como Trágica, está en el centro del siguiente Concierto sinfónico 7. Este concierto da la bienvenida a la sala sinfónica a Verdi, con su magnífica obertura para La forza del destino, una demostración de que el interés y el contenido poético de su música no está solamente en lo vocal, sino que brilla igualmente en lo instrumental. Con un giro a otro mundo musical totalmente diferente, el programa contiene también la Novena Sinfonía de Sˇostakovicˇ, una obra que resultó polémica por su clásica ligereza que sorprendió al régimen soviético, que esperaba que la nueva obra del compositor fuera un canto triunfal a la victoria en la Segunda Guerra Mundial

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viernes 3 febrero 2012 Auditorio Manuel de Falla, 20.30 horas

CONCIERTO SINFÓNICO 7

IGiuseppe VERDI (1813–1901)

La forza del destino, obertura (8’)

Allegro

Franz SCHUBERT (1797–1828)

Sinfonía núm. 4 en Do menor, D 417, “Trágica” (31’)

Adagio molto. Allegro vivaceAndanteMinueto. Allegro vivaceFinale. Allegro

IIDimitrij SOSTAKOVIC (1906–1971)

Sinfonía núm. 9 en Mi bemol mayor, op. 70 (27’)

AllegroModeratoPrestoLargoAllegretto

PABLO HERAS–CASADO director

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Ángel de Saavedra, Duque de Rivas

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Don Álvaro o la fuerza del sino, “Drama original en cinco jornadas, y en prosa y verso” de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas (1791–1865), tuvo su estreno en Madrid en 1835. El aristócrata cordobés, que destacó como militar luchando contra el ejército de Napoleón y que se unió al levantamiento constitucional de Riego en 1820, estableció con esta obra teatral (escrita bajo la influencia de Victor Hugo) un modelo para el Romanticismo en España. Sin negar los méritos literarios de esta obra teatral (que sobrevive más bien en los libros de Historia de la Literatura que en los teatros), hay que aceptar que representa también los aspectos más discutibles y ya obsoletos de lo romántico: el gusto por historias truculentas, por personajes arquetípicos que encarnan los extremos de la maldad o la bondad, de la belleza o de la deformidad, el placer por argumentos plagados de giros supuestamente imprevistos, con casualidades inverosímiles y revelaciones tremendas que pretenden helar la sangre del público. Pero hace ya tiempo que estas historias románticas son difíciles de distinguir de su propia parodia, como lo prueba esa obra maestra del teatro cómico español que es La venganza de Don Mendo. Si nos olvidamos del ingenio inagotable de sus diálogos y nos fijamos solamente en su argumento, el astracán de Pedro Muñoz Seca no tiene menos rigor o lógica narrativa que Don Álvaro o la fuerza del sino.Nada demuestra más claramente las grandes diferencias que existen entre el teatro hablado y la ópera que el hecho de que el tipo de teatro del que es ejemplo Don Álvaro haya desaparecido de las programaciones habituales, mientras

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que las obras líricas que se basan en este género de drama siguen en el repertorio formando parte de las obras más representadas y queridas por los aficionados. Sirvan como muestra de ello tres óperas de Verdi, Rigoletto (según Le Roi s’amuse de Hugo), Il trovatore (según El trovador de Antonio García Gutiérrez), y, naturalmente, La forza del destino, con libreto de Francesco Piave basado en el Don Álvaro del Duque de Rivas. La ópera fue el resultado de un encargo llegado desde San Petersburgo, y fue en el Teatro Bolshoi de esta ciudad donde se estrenó en 1862, el 10 de noviembre según el calendario juliano vigente entonces en Rusia, o el 22 de noviembre según el gregoriano.Pero la magnífica obertura para La forza del destino, obra que no es conocida solo en el teatro, sino que ha adquirido un lugar en el repertorio sinfónico, no formaba parte de esta versión original, fue añadida en la revisión que el compositor realizó para la primera representación de la ópera en La Scala de Milán, el 27 de febrero de 1869. Esta pieza comienza con acentos cargados de malos presagios en los metales y un motivo agitado, omnipresente en la ópera, y que es la representación musical del destino. Los pasajes que se suceden, siempre acompañados de una manera u otra por ese tema fatal, aluden a pasajes concretos de la ópera. La triste melodía con que el orgulloso Don Álvaro implora piedad en vano a Don Carlo di Vargas en el Acto IV (Le minaccie, i fieri accenti...). La oración de Leonor (Non m’abbandonar, pietà di me, Signore...) cuando llega en el Acto II al monasterio de los Ángeles, en Hornachuelos. Y su agradecimiento al cielo (Tua grazia, o Dio, sorride alla rejetta...) cuando el Padre Guardián acepta darle cobijo allí, donde pretende ocultarse del mundo para siempre. Aunque, como era de esperar, ni la protección de lo más sagrado puede superar la Fuerza del Destino, que se manifestará con toda crueldad en el final de la ópera.

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Franz Schubert compuso solamente dos Sinfonías en modo menor. La primera de ellas, en Do menor, lleva el título, dado por el mismo compositor, de Trágica. Esta Cuarta Sinfonía fue escrita por un Schubert apenas salido de la adolescencia, en 1819. Como todas sus obras en el género, excepto la Inacabada y la Grande, muestra de una manera clara su inspiración en modelos de los grandes clásicos vieneses. La Sinfonía Trágica no es por ello una obra menos interesante, pero a su calidad musical se une su condición de documento del aprendizaje y la evolución de Schubert que, desgraciadamente, no llegó nunca a escuchar esta obra: como otras de sus Sinfonías fue estrenada después de su muerte. August Ferdinand Riccius dirigió en Leipzig la primera interpretación pública de la Cuarta de Schubert, que tuvo lugar el 19 noviembre de 1849. Se ha señalado con frecuencia en esta obra el intento de emulación del estilo beethoveniano asociado a la tonalidad de Do menor, pero quizás la referencia más interesante a un modelo que se encuentra en la Sinfonía esté en el Adagio molto introductorio: Schubert parece imitar muy directamente la Representación del Caos que sirve como Obertura a La Creación de Haydn. El Allegro vivace que sigue a esta magnífica introducción es un agitado movimiento en Forma de Sonata, que muestra tanto la influencia de Haydn y de Beethoven como la capacidad del joven Schubert para lograr hacer sentir una voz propia. El Andante en La bemol mayor sigue un modelo frecuente en Haydn: la alternancia de dos secciones, más o menos variadas en cada una de sus apariciones. Se opone así la dulzura romántica de su tema inicial (que no estaría fuera de lugar en uno de los Impromptus de Schubert) con la mayor seriedad de la idea contrastante (que podría considerarse como una cita del primer movimiento). El Allegro vivace en Mi bemol no es un Minueto, sino un Scherzo que puede verse como una consecuencia de los movimientos análogos de las dos primeras Sinfonías de Beethoven. El Finale recupera el carácter del primer Allegro de la Sinfonía, pero su conclusión, tal como pasaba también en ese primer movimiento, adopta el luminoso modo mayor de Do. A pesar de su título, esta Sinfonía termina con una brillante afirmación que no tiene nada de trágico.

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Dimitrij Sostakovic

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Después de su Séptima Sinfonía (contemplada no solamente en la Unión Soviética, sino en todo el mundo como una contribución espiritual al esfuerzo bélico en pleno sitio de Leningrado), y de la Octava (que, a pesar de sus ambigüedades, adopta un tono trágico que se puede sentir como afín al sufrimiento de su país en aquellos años), Sostakovic comenzó a concebir su Novena como parte de una Trilogía de la Guerra. En otoño de 1943, cuando la derrota de Hitler ya comenzaba a parecer segura, esta nueva Sinfonía del más grande compositor soviético debía ser sin duda una oda al triunfo del pueblo soviético, en especial de su gran líder Stalin, sobre el fascismo alemán. El mismo compositor parece haber estado convencido de ello cuando a finales de aquel año afirmó lo siguiente: “... como cualquier artista soviético acaricio el vago sueño de una obra de gran formato en la que los poderosos sentimientos que hoy nos dominan encuentren expresión. Creo que el epígrafe a todas nuestras obras en los próximos años será una sola palabra, Victoria”. Varios músicos conocieron partes de esta Sinfonía triunfal que el compositor tocó para ellos al piano y Sostakovic hizo saber a sus alumnos a principios de 1945 que tenía ya muy avanzado el primer movimiento de esta composición. Pero en algún momento el proyecto cambió radicalmente. La obra, terminada en agosto de 1945, no era el monumento a la Victoria en la Gran Guerra patriótica, sino que resultó ser una composición de proporciones modestas, escrita en un sofisticado lenguaje neoclásico, más cercano a la Sinfonía Clásica de Prokofieff que a las dos Sinfonías anteriores (o las dos posteriores, por otra parte) de Sostakovic. La indiscutible maestría de su estructura formal, el humor genial y el sarcasmo con que tan a gusto se sentía el compositor y el virtuosismo de su escritura instrumental aseguraron a esta obra una buena acogida por parte del público y la admiración de los colegas de Sostakovic, pero el carácter de la música causó el desconcierto y provocó sospechas entre los músicos más afines a las autoridades culturales. Nada habría sido más fácil para Sostakovic que escribir una gran sinfonía, quizás con coros, que exaltara el triunfo del comunismo soviético sobre el nazismo, y culminarla con loas a Stalin. ¿Por qué no lo hizo?Se trata de una cuestión difícil de aclarar, y sería seguramente exagerado ver en ello algo así como el gesto de un disidente

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contra la tiranía de Stalin. Hay dos cosas que hay que tener en cuenta en cualquier caso: primero, que la cifra 9 para una Sinfonía era (entonces, por lo menos) algo visto con temor reverencial por un compositor y Sostakovic expresó en más de una ocasión su miedo a dar ese número a una gran obra sinfónica con coros y orquesta que pudiera sugerir “analogías inmodestas” con la Novena de Beethoven. Y, segundo, que la sensación creciente de victoria y de regreso a la normalidad que se había producido entre los primeros esbozos y la conclusión del trabajo en la Sinfonía puede haber generado en Sostakovic un cierto cansancio de la música trágica, agónica o triunfal. Hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, el compositor estuvo estudiando a fondo las Sinfonías de Haydn y Mozart y las primeras de Beethoven, y en su Novena Sinfonía se refleja sin duda el resultado de ese estudio. Pero la clave de las intenciones de Sostakovic al renunciar al gigantesco canto de afirmación patriótica que se esperaba de él puede estar en sus propias palabras, cuando en 1943 definió el conflicto bélico como “una Guerra de la Cultura y la Luz contra la oscuridad y el oscurantismo, una Guerra de la Verdad y del la Humanismo contra la moral salvaje de los asesinos”. La Novena de Sostakovic resulta ser al final una verdadera Sinfonía de la Victoria, una Victoria de los mejores valores humanos.El primer movimiento de la Sinfonía op. 70, Allegro, presenta una frase inicial ligera y siempre activa, la amable caricatura de un tema de Sinfonía clásica. Su segundo tema contrapone con sarcasmo una imperturbable interjección del trombón con una ingrávida marcha en el piccolo. En la recapitulación, esta melodía será presentada por un violín solista. En la parte central de Desarrollo, los elementos temáticos son sometidos a una elaboración de un gran rigor y perfectamente dirigida al regreso culminante del material del principio. Una bella melodía del clarinete abre el Moderato que sigue, un movimiento de delicada instrumentación y abundante en pasajes misteriosos. El Presto que ocupa el tercer lugar se caracteriza por un vertiginoso virtuosismo. No todo es ligero en este Scherzo, algunas intervenciones de la trompeta generan momentos de dramatismo que encajarían en una Sinfonía bélica. El cuarto movimiento, Largo, puede entenderse como una gran introducción al Finale. Las amenazadoras fanfarrias de los

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metales enmarcan un meditabundo recitativo del fagot. El Allegretto–Allegro final comienza de manera muy discreta, casi como una continuación del monólogo del fagot. Una prolongada frase al unísono de la flauta y el clarinete completa la primera sección. El resto de la parte expositiva estará dominada por una irónica marcha.Los motivos de este Finale son desarrollados en un complejo proceso temático y con una instrumentación que favorece los colores claros de los solistas, acudiendo sólo ocasionalmente al tutti orquestal.El mensaje humanista de esta Sinfonía, estrenada el 3 de noviembre de 1945 en la entonces llamada Leningrado bajo la dirección de Evgeny Mravinsky, no convenció a Stalin y a los responsables de su política cultural. En septiembre de 1946 el musicólogo Izrail Nestyev expresaba de manera clara la reacción del régimen: “... la Novena Sinfonía es una especie de respiro, un interludio ligero y lúdico entre las creaciones significativas de Sostakovic, un rechazo temporal de los problemas serios y grandes en favor de trivialidades afiligranadas y juguetonas. Pero ¿es acaso éste el momento adecuado para que un gran artista se vaya de vacaciones, para que se conceda un descanso de los problemas contemporáneos?”. En febrero de 1948, a raíz del decreto impulsado por el Secretario del Comité Central Andrei Zhdanov, la Novena de Sostakovic fue una de las obras acusadas de “formalismo” cuya interpretación pública pasaba a estar vetada. No fue hasta 1955 que esta composición pudo volver a los programas de las orquestas soviéticas.

VÍCTOR ESTAPÉ

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Pablo Heras–CasadoPablo Heras–Casado (Granada, 1977) desarrolla una polifacética carrera como director que se caracteriza por una amplitud y una diversidad inusuales, ya que abarca de la música antigua a partituras contemporáneas vanguardistas, programas camerísticos de carácter íntimo y grandes óperas.En diciembre de 2011 se ha dado a conocer su nombramiento como Director Titular de la Orquesta de St Luke’s, lo que supondrá el comienzo de un período de cuatro años al frente de la agrupación que incluirá regularmente conciertos en el Carnegie Hall de Nueva York. En su temporada 2011–2012 destacan también debuts con la Filarmónica de Berlín, la Mahler Chamber Orchestra, la Bayerischer Rundfunk Symphonieorchester y la NDR Symphonieorchester Hamburg, así como con la Netherlands Radio Philharmonic, la Filarmónica de Rotterdam, la Sinfónica de Gotemburgo y la Orquesta y la Ópera del Teatro Mariinsky de San Petersburgo. En Estados Unidos volverá a dirigir a las orquestas sinfónicas de San Francisco, Cincinnati y Houston, así como a la Filarmónica de Los Ángeles. Merecen también mención especial una producción de Iphigénie en Tauride de Gluck para la Canadian Opera Company, su presentación en la Festspielhaus Baden–Baden con L’elisir d’amore de Donizetti y una gira con la Orquesta Barroca de Friburgo en marzo de 2012.Entre sus planes futuros figuran actuaciones con la Orquesta del Concertgebouw, el Ensemble Intercontemporain, su debut en el Festival de Salzburgo (con Klangforum Wien) y conciertos con la Academia del Festival de Lucerna 2012.La pasada temporada, 2010–2011, entre sus proyectos operísticos figuraron Mahagonny en el Teatro Real de Madrid y La Fura dels Baus, y Nixon in China con la Canadian Opera Company. En el curso de esta misma temporada, Pablo reapareció asimismo con la Orquesta de la Tonhalle de Zúrich, la Orquesta Filarmónica de Radio France, la Filarmónica de la BBC y la Orquesta Sinfónica de la NHK, así como con la Orquesta del Festival Mostly Mozart de Nueva York y con el International Contemporary Ensemble. Pablo ha dirigido además a las orquestas sinfónicas de Boston y Chicago, la Orquesta de Cleveland, la Deutsches Symphonie–Orchester Berlín, la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham y la Kammerphilharmonie de la Radio de Holanda. En el ámbito de la ópera, entre las producciones dirigidas por Pablo figuran L’elisir d’amore (en inglés) para la English National Opera, Rigoletto para la Ópera Nacional de Gales, el estreno mundial del ballet Les enfants du paradis de Marc–Olivier Dupin para la Ópera Nacional de París, una nueva producción de La Périchole de Offenbach, así como Le nozze di Figaro, con la Ópera Nacional de Burdeos.Pablo es un adalid de la música contemporánea y ha trabajado con el Ensemble ACJW en el Carnegie Hall, con Klangforum Wien y con el Collegium Novum de Zúrich. Su interpretación de obras como Gruppen de Stockhausen le hicieron alzarse ganador en 2007 del Concurso de Directores del Festival de Lucerna. Al frente de su propia compañía de ópera de cámara con instrumentos originales, La Compañía Teatro del Príncipe de Aranjuez, ha publicado primicias discográficas mundiales (obras de Castel, Boccherini, Bono, etc.). En el verano de 2011 se publicó un DVD de la Sinfonía núm. 8 de Schubert al frente de la Orquesta Filarmónica de Radio France. El próximo año dará comienzo una importante colaboración discográfica de Heras–Casado con Harmonia Mundi.

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Concertino Friedemann Breuninger

Violines primeros Peter BielyIsabel MelladoSei MorishimaAtsuko NeriishiPiotr WegnerAndreas TheinertJulijana PejcicAnnika BerscheidElvira López

Violines segundos Alexis AguadoMarc PaquinJoachim KopytoWendy WaggonerIsrael de FrançaEdmon LevonBerj Papazian Milos Radojicic

Violas Giovanni BrascioluHanna NisonenKrasimir DechevAndrzej SkrobiszewskyDonald Lyons Josias CaetanoMónica López

Violoncellos Arnaud DupontKathleen BalfeJ. Ignacio PerbechRuth EngelbrechtMatthias SternMarko L. de Vicuña

Contrabajos Frano KakarigiGunter VoglXavier AstorStephan Buck

Flautas Juan C. ChornetBérengère MichotSantiago Marín

Oboes Eduardo MartínezJosé A. Masmano

Clarinetes José L. Estellés Carlos Gil

Fagotes Santiago RíosJoaquín Osca

Trompas Óscar Sala Eugenio PérezCarlos CaseroAlicia Sánchez

Trompetas Esteban BatallánAlberto Busto

Trombones Eusebio SaezIgnacio VarelaMiguel Á. Montañés

Tuba Pedro Castaño

Timbal / Percusión Noelia ArcoCarolina PérezRosa Montañés

Arpa Ceterni Fernández

Gerencia José Luis Jiménez

Mª Ángeles Casasbuenas(secretaria de dirección)

Programación Pilar García

Comunicación Pedro ConsuegraBeatriz González

Administración Maite CarrascoMª Angustias OrantesArantxa Moles

Producción Juan C. CantudoJesús HernándezMichel AyotteAntonio MateosGabriel Pozo

Educación María A. Jiménez

SALVADOR MASDirector titular y artístico

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La Orquesta Ciudad de Granada es miembro de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS) y miembro fundador de ROCE (Red de Organizadores de Conciertos Educativos)

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PRÓxImOS CONCIERTOS Auditorio Manuel de Falla

viernes 10 febrero 2012, 20.30 horas

CONCIERTO ExTRAORDINARIO 2Johann S. BACHMissa brevis en Fa mayor, BWV 233

Wolfgang A. MOZART Vesperae solennes de Confessore (Vísperas solemnes del Confesor), en Do mayor, KV 339

Ximena Agurto soprano

Cristina Segura contralto

David Hernández tenor

Josep–Ramon Olivé bajo Coro de la Orquesta Ciudad de Granada(Daniel Mestre director)SALVADOR MAS director

Con el patrocinio de

viernes 17 febrero 2012, 20.30 horas

CONCIERTO SINFÓNICO 8Einojuhani RAUTAVAARALintukoto (La isla de la dicha)

Jean SIBELIUSPelléas et Mélisande, música de escena para el drama de Maurice Maeterlink, op. 46

Arthur HONEGGERSinfonía núm. 4, “Deliciae Basilienses”

MICHAL NESTEROWICZ director

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