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56 D Defectos (v. EXAMEN) Descanso (v. VACACIONES) Desposorio con Cristo (v. CRISTO ESPOSO, PROFESIÓN, VIDA CONSAGRADA) Desprendimiento (v. HUMILDAD, POBREZA) DIALOGO Comunidad, escuela de diálogo En las enseñanzas de M. Inés aflora con frecuencia una actitud de escucha respetuosa y, al mismo tiempo, de comunicar la propia opinión con sinceridad y respeto. Ella educó a su familia misionera para aprender a convivir dando y recibiendo, escuchando y hablando, buscando la verdad para vivirla y compartirla, con la propia iniciativa y responsabilidad. Son las cualidades del diálogo, tan necesario para convivir en la comunidad y para realizar el apostolado. M. Inés preguntaba siempre el parecer de las hermanas, especialmente en vistas a las celebraciones de los Capítulos. Pregunta su parecer, por ejemplo, sobre el tipo de hábito (Colectivas, III, p.3698), sobre el texto renovado de las Constituciones: "Quiero que me den cuantas sugerencias puedan y deseen" (ibídem, p.3701). "De cualquier manera espero sus sugerencias, de manera que nos queden muy hermosas, ya que cuando piensan 300 cabezas es mejor, mucho mejor que lo que piensa una sola. ¿Verdad?" (Colectivas, agosto 1968, III, p.3761). Es el clima de caridad y verdad que deseaba reinase en la convivencia comunitaria: "¿Me enviaron esas fotos para que se les haga un folleto vocacional? Soledad nada me dice. Es necesario que, para todas esas cosas, se reúnan primero en un equipo lleno de caridad, se enriquezca cada una con las sugerencias de sus demás Hnas., y cada una aporte al conjunto de sus experiencias y sugerencias, lo que pueda llevarlas a una feliz

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D

Defectos (v. EXAMEN)

Descanso (v. VACACIONES)

Desposorio con Cristo (v. CRISTO ESPOSO, PROFESIÓN, VIDA CONSAGRADA)

Desprendimiento (v. HUMILDAD, POBREZA)

DIALOGO

Comunidad, escuela de diálogo

En las enseñanzas de M. Inés aflora con frecuencia una actitud de escucha respetuosa y, al mismo tiempo, de comunicar la propia opinión con sinceridad y respeto. Ella educó a su familia misionera para aprender a convivir dando y recibiendo, escuchando y hablando, buscando la verdad para vivirla y compartirla, con la propia iniciativa y responsabilidad. Son las cualidades del diálogo, tan necesario para convivir en la comunidad y para realizar el apostolado.

M. Inés preguntaba siempre el parecer de las hermanas, especialmente en vistas a las celebraciones de los Capítulos. Pregunta su parecer, por ejemplo, sobre el tipo de hábito (Colectivas, III, p.3698), sobre el texto renovado de las Constituciones: "Quiero que me den cuantas sugerencias puedan y deseen" (ibídem, p.3701). "De cualquier manera espero sus sugerencias, de manera que nos queden muy hermosas, ya que cuando piensan 300 cabezas es mejor, mucho mejor que lo que piensa una sola. ¿Verdad?" (Colectivas, agosto 1968, III, p.3761).

Es el clima de caridad y verdad que deseaba reinase en la convivencia comunitaria: "¿Me enviaron esas fotos para que se les haga un folleto vocacional? Soledad nada me dice. Es necesario que, para todas esas cosas, se reúnan primero en un equipo lleno de caridad, se enriquezca cada una con las sugerencias de sus demás Hnas., y cada una aporte al conjunto de sus experiencias y sugerencias, lo que pueda llevarlas a una feliz realización" (Colectivas, 16 junio 1971, IV, p.3952).

El método de "mesas redondas" lo describe así: "No dejen de hacer sus mesas redondas, con la verdad en los labios y en el corazón, y sin que nadie se resienta porque le aclaran sus defectos (al fin que todas los ven), ¿vamos a querer ser tan ciegas que solamente la interesada no los conozca?" (Colectivas, diciembre 1969, III, p.33865). "Tengan valor civil para decir en una mesa redonda, pero... con toda la educación de un alma que posee a Dios, que ama a Dios (y qué no haría, si se tratara de ella misma), de exponer, con delicada caridad, lo que haya de ser enmendado, empezando por sus propios defectos, y reconociendo primero sus propias fallas y limitaciones... y terminando por dar una solución, la que ella haya encontrado al problema o situación" (Colectivas, enero 1970, IV, p.3878).

Este método favorecía la aportación realista y fraterna de todas: "Una vez que esta hermana habló, que hable otra (dejando que termine la primera), y exponga sus puntos de vista; puede hacer la o las aclaraciones pertinentes a lo que la primera hermana expuso, ya que así

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muchas veces vienen rápido las aclaraciones... Hay que ir a esas mesas redondas, habiendo ofrecido a nuestro Señor, de antemano, el aceptar aquello que personalmente tiene que ser enmendado. No quieran solamente que se enmiende lo de las demás. Esto no será una revisión de vida colectiva, como las quiere Jesús. Él quiere ante todo lealtad, veracidad, sencillez para hablar y recibir... La educación toma parte muy activa en estas mesas redondas. Pero también la humildad" (Colectivas, enero 1970, IV, p.3878).

Pensar y decir la verdad en el amor

En el diálogo se aprende a conjugar la verdad con la caridad: "Algunas hermanas me piden que les explique en qué consiste el diálogo. ¡Válgame Dios! Se los he explicado tanto. ¿Cómo es que, hasta la fecha, alguna está tan dura de mente que no sepa en qué consiste?. Por supuesto que no consiste en salirse con la suya" (Colectivas, diciembre 1971, IV, p.3988).

Este diálogo aclara muchos malentendidos, porque se busca la verdad con humildad y caridad: "Cuántas veces con un diálogo, así sencillo, como de hermana a hermana (aun cuando se trate de la superiora), viene el esclarecer cosas que nos parecían defectos, y, por tales y cuales circunstancias que los hacer aparecer así, en el diálogo se hace la luz; naturalmente, cuando se habla con la verdad en el corazón y en los labios. Fuera de toda misionera clarisa trucos y deslealtades" (Colectivas, septiembre 1978, VI, p.4365).

No se trata de imponer ni de ceder caprichosamente, sino de asumir cada uno la responsabilidad que le corresponde: "Para esto se necesita que, quien es mayor o responsable, sepa también ceder, si sus conceptos no son tan buenos como los que proponen sus hermanas; pero estas tienen que tener la suficiente educación, religiosidad y prudencia al exponer sus opiniones, para no herir; pero todas deben hablar con la verdad. No nos importe, si es para un mayor bien colectivo y de las almas, posponer nuestros propios criterios... he aquí la necesidad apremiante de que el Espíritu Santo entre en juego, sea él quien ilumine las mentes cuando el grupo se reúne para actuar y decidir. Hay que tener en cuenta que esto requiere mucho desprendimiento de los propios pensamientos, no hacer caso del amor propio y el saber ponerse enteramente en manos de ese divino Espíritu para que él interceda ante el Padre celestial, y se saque de la reunión todo el bien que la santa Iglesia espera" (Circulares, 5 mayo 1970, I, p.5598).

Quien sabe escuchar, saber también exponer su opinión con verdad, humildad y caridad: "A todas la hijas les recomiendo que, cuando haya algo que hacer, entre sí se ayuden, como es costumbre en el instituto nuestro, yendo cada una a la reunión, no con el propósito de prevalecer en su opinión, sino más bien con el propósito de escuchar y, luego de vistas las opiniones, tomar la que más convenga, aunque se tenga que dejar la propia opinión. ¡Es tan hermoso saber ceder!" (Colectivas, 25 septiembre 1976, V, p.4226). "En los consejos, debemos tener en cuenta las reflexiones de las demás, sus maneras de pensar, y luego equilibrar... saber ceder y en ciertas ocasiones, aun cuando nosotras tengamos la razón; es un acto de humildad que mucho agrada a nuestro Señor" (Colectivas, 4 marzo 1977, p.4239).

Exponer la propia opinión sin caer en la crítica

Cuando se vive según la verdad y la caridad, no hay críticas destructivas: "Que las superioras den a cada religiosa una libertad completa para expresar sus opiniones. Encontrar un camino evangélico de «crítica constructiva», que incluye, incluso, a las mismas superioras. Todo esto con la debida caridad y prudencia, pero hay que hablar con libertad, la de los hijos de Dios" (Circulares, 5 mayo 1970, I, p.5601).

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Aportar la propia opinión con humildad y caridad, no es crítica, sino construcción de la vida fraterna: "Si algo va mal, entonces con valor civil, con la ascética de la verdad, con sencillez, educación y deferencia, expone a su superiora aquello que no le gusta y le hace ver por qué motivos. Entonces la superiora si a ella toca ceder, cede de buena gana y si esto no es posible, le hace ver por qué causas se sostiene en su parecer. Entonces a la madre vicaria le toca secundarla. Si fueran causas de fuerza mayor, por eso hay superiora general a quien avisar. Esto se los encargo mucho" (Colectivas, 22 abril 1963, II, p.542).

Las críticas destruyen la vida comunitaria y la misma vida religiosa: "Entre las cosas que han quedado en las constituciones es que la hermana que critica a la autoridad no es apta para el estado religioso. Para eso es el dialogo con la misma superiora, para ver de remediar lo que haya que remediar; pero las críticas negativas a espaldas, son ofensa de Dios. Ellas conducen hasta a un relajamiento total, por lo mucho que ofende la caridad" (Colectivas, 1968, Doc.01922, III, p.3791).

El verdadero diálogo es crítica constructiva, es decir, que edifica o construye: "Tenemos que hacer, sí, crítica constructiva, todas reunidas, en diálogo fraterno, no queriendo prevalecer con nuestro propio criterio, sino con un ánimo dispuesto para aceptar lo que la mayoría cree prudente, aun cuando se oponga a mi criterio; ceder, ceder... Que queramos cada una ser cero, al lado de mis hermanas (no quiero decir con esto anularnos, no trabajar, no tener iniciativas, etc.) sino solamente con esa disposición humilde de alma que tanto agrada a Dios" (Colectivas, abril 1969, III, p.3816).

Buscar la voluntad de Dios

Quien busca la voluntad de Dios, sabe dialogar sin imponerse, dispuesto a seguir cualquier signo de la voluntad divina: "Quiero y así estoy segura será siempre, que las tres caminarán en una gran unión y comprensión, ayudándose mutuamente con sugerencias, exponiendo su manera de ver cada una alguna cosa de importancia, pero con humildad, con paz, con tranquilidad, sin desear que su opinión sea la que prevalezca, sino queriendo más bien que se haga la voluntad de Dios" (Colectivas, 11 mayo 1960, II, p.377).

Cuando se dialoga de verdad, se está en disposición de aceptar la última decisión que atañe a quien dirige la comunidad: "Si tiene alguna dificultad con su superiora por una orden recibida, espera un momento oportuno y, después de haber hecho oración, expone tranquilamente sus miras, sin exaltarse, sin apasionarse; Dios hará su parte. Pero si le pide sujeción, con espíritu de fe hará cuanto le mandan; Dios no se deja vencer en generosidad" (Colectivas, 21 abril 1958, I, p.208).

Quien dialoga así, está siempre dispuesto a obedecer: "Con esto no quiero decir que no tengan diálogo con sus superioras, todo lo más abierto que deseen; pero sepan, hijas, que en contra de su voluntad perderemos la paz. ¡Y interior es un tesoro tan rico!. Pero sólo se encuentra en el espíritu de fe" (Colectivas, diciembre 1969, III, p.3863). "Tengamos el diálogo, pero dispuestas a hacer lo que Dios nos manifieste mediante nuestras superioras" (Colectivas, diciembre 1969, III, p.3870). "Y si algo tenemos qué decir a nuestras hermanas y aún a nuestras superioras, hagámoslo con sencillez de corazón, con humildad, con franqueza y sólo con la intención de limar diferencias, de superar obstáculos, de mejorar nuestras relaciones y vida común. Y una vez dicho lo que deseamos, lo que en conciencia pensamos que debemos decir, dejemos todo en manos de Dios, abandonémonos a él y dejemos a él el resultado, pero no nos inquietemos ni nos pongamos tristes, porque ello puede ser soberbia, amor propio. Sobre todo no perdamos la paz, porque donde no hay paz no está Dios" (Colectivas, 2 diciembre 1969, III, p.3872).

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Así era el diálogo responsable que M. Inés enseñaba: "El diálogo siempre ha existido en nuestro instituto, desde su creación. Pero cada una tiene que ir dispuesta a dialogar con su superiora en un plan de entera aquiescencia a la voluntad de Dios. Manifiesta, sí, su parecer, expone sus razones (lacónicamente, no con ese no acabar propio de mujeres), da sus puntos de vista, pero siempre con educación, con palabras afables, habiendo antes pensado lo que va a decir ante Dios y su razón, y luego espera la decisión de su superiora" (Colectivas, enero 1970, IV, p.3877). Todo un programa de vida de fe y amor.

Ver temas relacionados: Caridad fraterna, comunidad, obediencia, superiores...

Dificultades (v. CRUZ, PROVIDENCIA, SUFRIMIENTO)

Difuntos (v. CIELO, MUERTE)

Dios (v. AMOR, GLORIA DE DIOS, MISERICORDIA, PADRE, PROVIDENCIA, TRINIDAD)

Dios Amor (v. AMOR)

Discernimiento (v. ESPIRITU SANTO, EXAMEN)

Dirección Espiritual (v. Escritos, en siglas; ESPIRITU SANTO, discernimiento)

Dolor (v. CRUZ, SUFRIMIENTO)

DOLOROSA

El aspecto mariano de la pasión y muerte del Señor, se concreta en la Virgen Dolorosa (o en la Soledad de María). M. Inés se siente identificada con María, para acompañar a Cristo en la pasión con los mismos sentimientos del Corazón de la Virgen: "Me dolía con El, presentaba al Padre... todos estos pasos, en unión de la Madre de Jesús a quien iba primero, para que me ayudara a recorrer, con la devoción y amor que ella lo hizo, la vía dolorosa" (Ejercicios 1933, p.342, fol.770).

Meditaba la pasión del Señor con las actitudes interiores de María, "procurando conmoverle el corazón, recordándole todo lo que él ha hecho por salvarlos, y cuantos y cuan acerbos han sido los dolores de su Sma. Madre, por la salvación de las almas" (Experiencias, María ha escogido la mejor parte, p.112, fol.548). Con su dolor, asociado a Cristo, María colaboró en nuestra salvación: "Y aunque seamos pecadores nos amas inmensamente, Madre, porque somos el fruto de atroces dolores" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.38, fol.479). "Soy el fruto de los dolores de su Hijo y de sus propios dolores" (Experiencias, María es mi Madre, p.58, fol.498).

Toda la vida de María fue de asociación a los padecimientos de Cristo: "Por eso María, al aceptar ser Madre de Dios, sabía, aceptaba también de antemano todas las ignominias y humillaciones que tenía qué sufrir como Madre del Verbo de Dios... Nuestro Señor... quiso asociar a su Madre, como corredentora del género humano, a todos sus padecimientos" (Consejos, Doc.00478, p.1277-1278). "En el cuadro (de la Anunciación) contemplo a María Santísima arrobada en éxtasis de amor inefable y dulcísimo, y me la represento después sumergida por entero en el mar de su amargura... con su Hijo divino, al pie de su cruz,

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ofreciendo al Padre Celestial aquel mismo Hijo" (Estudios, Lo que me dice el cuadro..., p.182-183, fol.617).

Jesús nos dio a María como Madre en la cruz para que apreciáramos su maternidad dolorosa: "Confirmaba la sublime donación que, de su Madre hacia Jesús, en la persona del discípulo amado, a toda la humanidad, dando a esa Madre dolorosa la maternal y exquisita ternura que necesitaba para cobijarnos a todos bajo su manto, poniendo, en nuestros corazones sentimientos de filial y delicada ternura hacia la Madre, a quién causábamos tan acerbos dolores" (Estudios, La Santísima Trinidad misionera, p.158, fol.594; cfr. ibídem, p.282, fol.712). "Nos amó hasta el fin... contemplar a su Madre Sma. transida de dolor a sus pies, sin poder darle más consuelo que; su amor, su comprensión, su generoso fiat, mucho más generoso que aquella que dio al ángel para aceptar ser Madre del Redentor" (Colectivas, Doc.02093, Roma 1980, VI, p.4475).

M. Inés describe la aparición de Jesús resucitado a María: "Podemos imaginarnos a nuestra Madre santísima, el gozo inmenso al contemplar a su Hijo, ya sin verdugones, sin sangre, con su rostro resplandeciente de amor, y todo su cuerpo de esa luz inmortal; podemos ver a los dos, como Hijo y Madre, abrazarse y besarse; sobre todo María, besar las llagas de pies y manos que tanto dolor le causó oír los martillazos con que los crueles soldados fijaron sus pulsos, como algunos creen, pero más bien en medio de su mano, en donde tenemos los nervios más dolorosos; luego ver a Jesús que acerca la boca purísima de su Madre Inmaculada a la llaga de su costado, diciéndole que ella sola es digna de besarla" (Colectivas, 16 abril 1980, VI, p.4521).

María comprende nuestro dolor y nos acompaña: "Esta Madre dolorosa tiene ternuras dulcísimas, consuelos inefables, caricias maternales para las almas que sufren, para aquellas que, como Uds. contemplaron en sus brazos al hijo que no existía ya" (Familia, 26 agosto 1945, a sus hermanos José María y Lupe, recordando la muerte de Luisito, p.1478; cfr. 28 agosto 1945, p.1481). "Uds. deben darle gracias porque los encontró dignos de sufrir por él, porque quiso asemejarlos a su Madre Dolorosa" (ibídem, 12 septiembre 1945, p.1484). Hay que aprender a acompañar a María en nuestros momentos de dolor: "Acompañemos con filial amor a la dulce reina de los cielos, nuestra amorosísima Madre, en sus dolores y penas; unamos nuestras obras diarias a sus méritos, y pidámosle que las santifique y presente a su divino Hijo" (Locales, 3 abril 1957, II, p.4786).

Completar con temas relacionados: Cruz, María, Pasión.

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E

Ejercicios Espirituales (v. Escritos, en siglas)

Elección (v. VOCACIÓN)

Encarnación (v. ANUNCIACIÓN, NAVIDAD)

Entrega (v. AMOR, OBLACIÓN, SANTIDAD)

Epifanía (v. FE, NAVIDAD)

Escatología (v. ESPERANZA, REINO)

Escritos (v. en las Siglas)

Escritura (v. EVANGELIO Y ESCRITURA)

Esperanza (c. CONFIANZA)

ESPIRITU SANTO

La acción santificadora del Espíritu Santo

Cuando Jesús, en la última cena, prometió el Espíritu Santo, habló de su presencia en nosotros y de su acción iluminadora y santificadora. A esta realidad de gracia hay que responder con fidelidad generosa para llegar a ser santos y apóstoles. Son los temas que van apareciendo en los escritos de M. Inés. "Y el Espíritu Santo? ¡Cuánto le agradezco lo que hizo por el mundo! él fecundó el seno de María, para que de ella naciera el Dios-Hombre, sin que dejara por esto de ser Madre Virgen... Con cada una de las Tres Personas Divinas tengo mis coloquios antes de que el sueño cierre mis ojos; mas con el Espíritu Santo son tan dulces, tan tiernos, tan reconocidos! Necesitaría escribir mucho para decir lo que se pasa entre los dos!" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.23, fol.464).

Para comprender y vivir el tema del Espíritu Santo, hace referencia a la Encarnación del Verbo en el seno de María, sin olvidar la relación con el bautismo. La gracia del Espíritu Santo invita a la unión con Dios, imitando a la Santísima Virgen: "El Espíritu Santo fecundó el seno virginal de María; y el Verbo se hizo carne. El mismo Santo Espíritu descendió a mi alma el día de mi bautismo y dejó en ella al Cristo perfecto; se realizó el matrimonio místico; Cristo se desposó con mi humanidad, y mi alma con su divinidad. Ya no éramos sino uno solo" (Dirección, 5 marzo 1949, p.153).

La presencia de la Trinidad en nuestro ser se atribuye al Espíritu Santo, por ser obra de amor. Es como si el Padre nos dijera: "Ya te he dado todo, absolutamente todo, no tengo más qué darte, puesto que Yo mismo te me doy, ya que el Hijo y Yo no somos sino una misma cosa con el Espíritu Santo" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.20, fol.461). "En medio de ese templo, consagrado por el Espíritu Santo, se levanta el tabernáculo de la Augusta Trinidad (la propia alma), puesto que habita en ella, si el alma hace en todo la voluntad del Padre" (Estudios, Estudio sobre la Regla, p.264, fol.696).

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La misión consistirá en preparar a las almas para que sean templo del Espíritu Santo. La misión es "preparar esos corazones que deberán ser templos del Espíritu Santo, morada de la Santísima Trinidad, Tabernáculo de Jesús Eucaristía, encanto y delicia de la Madre de Dios!" (Lira, 2ª parte, cap.XI).

Fidelidad al Espíritu Santo

La actitud habitual de M. Inés era de fidelidad a las luces y mociones del Espíritu Santo. "Yo sé que el Espíritu Santo es el que inspira en mi alma todo sentimiento bueno, y que sin su concurso, no pueden mis labios pronunciar debidamente el nombre de Jesús" (Ejercicios 1933, p.347, fol.774). "He procurado toda mi vida, que el Espíritu Santo sea el principal director de mi alma, teniendo hacia él confianza de niña, consultando con él todos los casos, sobre todo los difíciles, y procurando hacer lo que él dicta a mi alma" (Dirección, 18 abril 1948, p.115).

Toda la vida debe orientarse fielmente hacia la acción del Espíritu Santo, que comunica sus dones y frutos: "Y ahora, ya plenamente abandonada a tu adorable voluntad, quiero entrar de lleno en mis santos ejercicios... para que tu Espíritu Santo se posesione de mi ser y derrame sobre mi alma el efluvio de sus siete Dones y sus doce Frutos, para gloria de la Santísima Trinidad" (Ejercicios 1950, p.455, fol.881).

La fidelidad al Espíritu Santo convierte a las almas, a ejemplo del Corazón de María, en "blancos y mullidos nidos del Espíritu Santo" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.35, fol.475). La vida espiritual y apostólica es un itinerario de fidelidad continua al Espíritu, que ayuda a superar los obstáculos. "Qué temes si el Espíritu Consolador, el Espíritu de verdad te enseñará toda la ciencia y si la Augusta Trinidad ha tomado posesión de ti?" (Estudios, Meditaciones, p.274, fol.705).

Toda la vida espiritual y apostólica queda iluminada con su luz y fortalecida con su acción salvífica: "Que el Espíritu Santo, ese divino Espíritu de amor, sea para nosotras la luz, el calor, el iluminador que nos guía constantemente por las sendas de la perfección, quien ponga siempre en nuestros labios aquello que debemos pedir, para que sea del divino agrado" (Estudios, Adveniat Regnum tuum, p.295, fol.723).

La fidelidad al Espíritu es fuente de paz y de gozo: "En las comunidades religiosas, la alegría es muy necesaria, es mensajera de paz; ella alimenta el espíritu... lo hace apto para recibir las luces del Espíritu Santo" (Ejercicios 1941, p.420, fol.846). "Escucha lo que Dios diga a tu alma, siguiendo las mociones del Espíritu Santo" (Lira, 1ª parte, cap.IX). Aconseja a su hermana María Teresa hacer este propósito: "Seré muy amante del Espíritu Santo, pidiéndole la gracia de inflamar mi corazón en su amor, pues El es AMOR. A sus luces recurriré en todas las soluciones que deba tomar" (Consejos, 15 octubre 1936, p.1264).

Pedir la luz y acción del Espíritu Santo

M. Inés deja constancia de esta petición al Señor: "Le pedí también que el Espíritu Santo me posea, que me haga la donación de sus siete dones, sobre todo el de Sabiduría, ya que me parece encontrar en él la consumación de los otros Dones, por el sabor de cielo que deja" (Dirección, 23 mayo 1950, p.240). "Quiero amar al Espíritu Santo con fuerza y ternura, pedirle siempre su amor y sus luces, recurrir a él en todos los casos, sobre todo en aquellos de difícil solución" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.46, fol.486). "El himno «Veni Creator» tiene para mí reminiscencias dulcísimas" (Experiencias, Reminiscencias de mi toma de capelo, p.56, fol.496).

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Es el propósito de Ejercicios, que irá cumpliendo en todo el decurso de su vida: "Pedir, con mucha frecuencia al Espíritu Santo, sus luces y su amor para que inflame mi corazón en su amor, y me haga obrar siempre a su impulso, sobrenaturalizando mis más mínimas acciones" (Ejercicios 1943, p.440, fol.867). Es la gracia que ella pide para poder servir mejor a la institución misionera: "Dulcísimo Jesús!... Dame tu mismo Espíritu para guiarlas, para conducirlas hasta tu Divino Corazón, y que en él hagan su morada" (Ejercicios 1950, p.472, fol.898). Confía que el Padre enviará con abundancia sus luces y mociones: "Es su Espíritu divino el que así me arrastra? Así lo creo y creo también que no debo resistir, pues el Señor no desprecia un corazón contrito y humillado" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.42, fol.483).

La persona consagrada a la misión, invoca al Espíritu Santo para sí y para las almas: "El Espíritu Santo, como ministro general será, el director especial de todas y cada una de las religiosas y del instituto en general pidiéndoselo con todo el corazón, invocando su protección en todos los casos difíciles, pidiéndole nos enardezca en el fuego del amor, y nos conceda comunicar ese fuego a todas las almas, especialmente a las de los infieles" (Experiencias, María ha escogido la mejor parte, p.117, fol.553). "Debe pedir la Religiosa instantemente al Espíritu Santo esta íntima unión con El, pues sólo de allí dependerá la fecundidad de su apostolado" (Lira, 1ªparte, cap.XII).

Especialmente hay que pedir el don de la oración, para poder realizar la misión: "Pedirás incesantemente al Espíritu Santo el DON de oración, la gracia especialísima de llegar a una perfecta unión con Dios, para que, de esa plenitud, puedas saciar a las almas que se te confíen en lo sucesivo" (Lira, 1ªparte, cap.VII). Ver otros textos: Colectivas, IV, pp.3951, 4038; V, pp.4111s, 421, 4278; VI, pp.4530s; Locales, V, p.5328; Circulares, II, pp.5651, 5719, 5733, 5736; Consejos, p.1301.

Temas relacionados: Gracia, Trinidad, etc.

Esposa (v. CRISTO ESPOSO, PROFESIÓN)

Estudio (v. FORMACIÓN)

EUCARISTIA

Eucaristía celebrada, adorada, vivida

En las palabras de la institución de la Eucaristía, Jesús deja entender su presencia, su oblación sacrificial y la comunicación de su misma vida (cfr. Lc 22,19-20). La Eucaristía es celebrada (en el sacrificio de la Misa), adorada (especialmente en las visitas), vivida en sintonía con Cristo para transformarse en él (comunión) (cfr. Jn 6,36-37).

M. Inés describe los pormenores de la institución de la Eucaristía durante la última Cena (cfr. Estudios, La Santísima Trinidad..., p.157, fol.593). Hablaba repetidamente de un profundo cambio en su vida, a partir de la celebración del Congreso Eucarístico Nacional de México (octubre, 1924, cuando ella tenía 20 años) (cfr. Experiencias, Cuenta de conciencia, p.7, fol.449). De aquella época afirma de sí misma: "Todo mi anhelo era la Eucaristía. ¡cómo se estrechaba mi corazón con el de Jesús al recibirlo!" (Experiencias, p.8, fol.449). "Mi único cielo era la Eucaristía y durante esos años de angustia cuántas veces me vi privada de ese Pan celestial" (ibídem, p.10, fol.451; cfr. ibídem, p.65, fol.504). Su vida no tendría sentido sin la

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Eucaristía (cfr. ibídem, p.31, fol.471). "Sin la Eucaristía nos sería imposible la vida" (Estudios, Meditaciones, p.273, fol.704).

Ella vivía el misterio eucarístico en relación con el misterio de la Encarnación. Así lo afirma al describir el cuadro de la Anunciación: "El cuadro me representa todos estos misterios de amor, convergiendo todos ellos en la divina realidad de la Eucaristía... quién no habiendo querido dejarnos huérfanos, quiso quedarse con nosotros hasta la consumación de los siglos por un milagro de su inmenso poder: He ahí la adorable Eucaristía, que es la cifra y compendio de todas las maravillas de Dios" (Estudios, Lo que me dice el cuadro de la Anunciación, p.183, fol.617).

La relación entre la Eucaristía y María le ayudaba a recordar que, al comulgar, recibía "la sangre y carne" que se formó en el seno "de la santísima Virgen" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.14, fol.454). "La Eucaristía y María, María y la Eucaristía, estos dos amores fundidos en uno, es el centro donde gravita mi alma con todos sus anhelos" (Ejercicios 1936, p.361, fol.788).

Presencia, sacrificio, comunión

Al celebrar y adorar la Eucaristía, se vive la presencia y la oblación de Cristo, como prueba máxima de su amor, en cuanto que el Señor hace presente su vida donada para comunicarla a toda la humnidad: "Ahí, en la sagrada Hostia blanquísima, que a diario tienen mis ojos y mi corazón la dicha de contemplar expuesta en la custodia, está el Jesús vivo, ofrendado por el Padre, aceptado por María en nombre de toda la humanidad, el Dios Hombre, en quién se realizaron una a una, todas las profecías preanunciadas con tantos siglos de anticipación; reuniéndose allí... el amor todo de Jesús a los hombres; diciéndonos desde ahí con inefable ternura: «Mis delicias son estar con los hijos de los hombres»" (Estudios, Lo que me dice..., p.183, fol.617).

La Eucaristía es "el más sublime misterio de amor que pudo idear Jesús", porque es como una prolongación del misterio de la Encarnación, para "ser nuestro alimento... nuestro inseparable compañero del destierro" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.20-21, fol.461; Estudios, p.206, fol.640). "Cristo Jesús hace derroche de amor en su divina Eucaristía" (Lira, 1ª parte, cap.I). Pero hay que corresponder a su amor: "Ofrece tu corazón a Jesús para que le sirva de altar también, y venga a inmolarse en él" (Lira, 1ª parte, cap.III). Así el misionero aprende a "hacer de su vida una continua oblación" (Lira, 2ª parte, cap.VII). Allí se purifican todas las imperfecciones (cfr. Lira, 1ªparte, cap.XIII; Estudios, p.248, fol.680).

Por el misterio eucarístico, celebrado y adorado, se puede decir que "el mismo techo abriga a los dos: al Amado y a la amante" (Estudios, La Santítima Trinidad..., p.162, fol.598). Es "el celestial alimento que engendra vírgenes", como "sostén, fuerza, calor, vida, dulzura, ternura, amor, inmolación, generosidad" (ibídem, p.164, fol.600). Al comentar el "Padre nuestro". M. Inés habla de pedir especialmente "el pan espiritual de la divina Eucaristía" (Estudios, Sobre la Regla, p.228, fol.661). Ver la poesía "al Sagrario me lleva el amor; el amor me lleva al Sagrario" (Estudios, p.292, fol.721). M. Inés depositó una oración muy detallada, bajo el forro del primer sagrario para la fundación, explicando el sentido de la adoración (cfr. Estudios, Adveniat Regnum tuum, pp.294-298, fol.723-726). La Eucaristía debe ser "el centro de nuestros amores" (ibídem, p.301, fol.729).

Dimensión misionera

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La vida de M. Inés era "pan partido" para todos, porque sabía vivir en sintonía con el misterio eucarístico: "En unión con la Víctima Sagrada, esta miserable y pequeña víctima" (Estudios, Lo que me dice..., p.183, fol.618). La misión consiste en propagar el culto a Jesús Eucaristía, "centro y alegría de mi corazón" (Experiencias, Viva Cristo Rey, p.73, fol.512), llevándolo "a todas las regiones del mundo" (cfr. ibídem, p.107, fol.544; cfr. Ejercicios de 1950, p.465-466, fol.892; Estudios, p.189, fol.623). Ella deseaba la celebración de un "magno Congreso Eucarístico" en las naciones todavía no evangelizadas (cfr. Estudios, Sobre los santos Evangelios, pp.209-210, fol.643), para impartir el "pan milagroso... a millones de almas" y así "todos quedan divinizados" (ibídem, p.254, fol.686).

Todo apóstol es tal en la medida en que viva de la Eucaristía: "Si tus misioneras son eucarísticas, las almas que conviertan a ti cifrarán sus delicias en adorarte en el augusto Sacramento del altar... ¡Corazón, Eucarístico!, el centro de sus amores; para ellas no habrá dicha mayor que la de pasar largos ratos contigo, adorándote en ese misterio de fe y de amor. Tú las calentarás con tus rayos, ellas saldrán caldeadas, e irán a sus casas a difundir por doquier a Jesús Eucaristía" (Experiencias, María ha escogido..., p.107, fol.543). "Se quedó en la Eucaristía... para seguir desde allí siendo el sostén, el guía, el consuelo de todos aquellos que quieren como El, pasar por el mundo haciendo el bien" (Lira, 1ª parte, cap.V).

El corazón misionero se fragua en la celebración y adoración eucarística: "La Misionera Clarisa va a Misa, y ahí lleva consigo en espíritu, a esos millones de infieles que son, por así decir, el alma de su alma... y por ellos se inmola" (Lira, 2ª parte, cap.IX; cfr. Consejos, p.1259). "Procurará vivir anonadada en la Sagrada Eucaristía, siendo para ella el divino prisionero un modelo que imitar en el silencio, abnegación, obediencia y constante amor hacia los hombres, para quienes se queda oculto en el sagrario, siendo para la mayor parte de ellos un Dios desconocido" (Experiencias, María ha escogido..., p.116, fol.553; cfr. p.175, fol.610).

En un amplio discurso sobre "La Eucaristía y las misiones", donde aparecen los aspectos principales (Consejos, Doc.00498, pp.1388-1399), explica el mandato de Jesús ("Haced esto en memoria mía") de este modo: "Llevadme a todos los lugares de la tierra y hacedme penetrar en el corazón de todos los redimidos" (ibídem, p.1381).

Ver la carta al niño Luís Suárez en su primera comunión (cfr. Consejos, pp.1328ss). También: Documentos de Fundación I, p.68 ("Jesús Eucaristía lo hará todo") y p.197 ("en donde sacan las almas los bríos"). Los contenidos principales de la Eucaristía aparecen aplicados a las situaciones concretas, en las cartas Locales (I, p.4718; IV, pp.5210,5265, "Corpus Christi) y cartas Colectivas (I, pp.251,299; II, p.362; IV, pp.3941,4050; V, p.4280; VI, p.4470).

Temas relacionados: Contemplación, Cruz, oblación (víctima), oración, pasión.

EVANGELIO, ESCRITURA, PALABRA DE DIOS

Los escritos inesianos son siempre doctrina evangélica

Todos los escritos de M.Inés tienen el trasfondo de la Palabra de Dios meditada en el corazón. Frecuentemente cita y comenta textos bíblicos y especialmente evangélicos. Los títulos de sus escritos son con frecuencia frases del evangelio. Las reflexiones van narrando toda la vida de Señor, desde la Anunciación e infancia, hasta la muerte, resurrección y ascensión. Su modo de leer y meditar el evangelio es relacional. Van apareciendo todas las

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parábolas, las figuras evangélicas y las afirmaciones clave del Señor. A veces, resume todo el Evangelio en pocas líneas (cfr. Colectivas, doc.02093, 1980, VI, p.4475).

Se esponjaba frecuentemente en la meditación de la Sagrada Escritura: "Ahora que voy teniendo más tiempo para meditar, no sé decirles, hijas, el bien que esto me ha hecho, y a pesar de que desde antes de entrar en el convento mucho leí y medité las sagradas escrituras, cada día encuentra una en ellas más dulce sabor, creo yo, como lo debe encontrar la abejita, al libar la miel en diferentes flores" (Locales, marzo 1970, IV, p.5208). "He empezado la lectura diaria que me prescribió S.R. por el Evangelio de San Juan, que tanto me ha gustado siempre y tanto me impresiona. Y en seguida paso a dar a S.R. el resumen de mis reflexiones y la conclusión sacada de ellas" (Dirección, 12 febrero, 1949, p.139).

El Evangelio es siempre la fuente inspiradora: "No olvidemos que nuestra regla suprema es: el Evangelio" (Circular 8 diciembre 1969, p.5602). "Que nunca, nunca nos salgamos, ni se salgan, -aunque yo no viva- del espíritu del Evangelio, el que debemos practicar con tanto amor, la palabra revelada es Cristo nuestro Señor, la segunda Persona de la Santísima Trinidad que nos habla, como El dice: «yo hablo de lo que vi hacer al Padre»" (Consejos, Testamento espiritual, 27 diciembre 1980, p.1365).

La formación tiene que basarse especialmente en la Palabra de Dios: "Se formen conforme al espíritu de nuestra congregación, el cual, como bien saben, lo encuentra bien delineado en nuestras constituciones, directorios y normas. La fuente principal de todo esto: Los santos evangelios" (Colectivas, febrero 1977, V, p.4230; es tema que repite frecuentemente: VI, p.4330). "El evangelio tal cual, es nuestra norma; vivámoslo intensamente, en el cumplimiento de lo que cada una de nosotras tiene encomendado por la obediencia" (Colectivas, agosto 1979, VI, p.4458). "Pero el estudio principal para toda misionera clarisa es la sagrada escritura. Allí se han forjado los santos; de allí han sacado toda su ciencia, como un santo Tomás y un san Buenaventura" (Colectivas, mayo 1974, V, p.4112).

Así lo recomendaba también a las superioras: "Mucho encarezco a todas las superioras regionales y, en ellas, a las superioras locales de nuestro instituto, que nutran siempre su espíritu y el de sus súbditas en las fuentes sagradas de la revelación, en las cuales todos los santos que han fundado, han abrevado su alma, haciendo del bendito libro de la S. Escritura, especialmente de los evangelios, hechos de los apóstoles y cartas de los mismos, el manjar delicioso que los fortaleció, quedando así lo fundado por ellos sólidamente establecido" (Colectivas, 27 enero 1973, IV, p.4052). "Recordemos que un punto de nuestras constituciones es la lectura diaria, ante todo de la sagrada escritura, hecha individualmente. Qué alegría para el corazón de Jesús que, al leer esto, todas las hijas puedan decirse con sinceridad: no se me pasa un día sin meditar en la sagrada escritura, sobre todo el santo evangelio, aunque sea tan solo por 15 o 20 minutos" (Colectivas, 5 septiembre 1974, V, p.4153; ver afirmaciones parecidas en: Colectivas, noviembre 1969, III, p.3851; Locales, I, pp.4600, 4621; II, p.4763; IV, p.5206).

En los escritos inesianos hay amplios comentarios sobre las parábolas (cfr. Estudios, p.250, fol.682, comenta las parábolas del cap.13 de San Mateo) y también sobre las bienaventuranzas (cfr. Estudios, p.203, fol.637, composición "Sobre los santos Evangelios"; ver exposición amplia en Colectivas, VI, pp.4524-4533).

Se medita el evangelio para vivirlo

No se trata de una lectura simplemente de erudición, sino de asimilar el Evangelio hasta hacerlo vida propia: "¿Quién, estudiando a Jesús a la luz del Evangelio... no siente amarlo

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sobre todas las cosas, no siente su alma arrebatada tras él, y no hace un esfuerzo supremo por imitarle? Con razón nuestro seráfico padre san Francisco, puso, como principal mandamiento de su regla, tanto para los frailes, como para las monjas: guardar el Sto. Evangelio de Ntro. Sr. Jesucristo. En el cumplimiento del Evangelio se encierra la perfección de la santa vida que hemos abrazado. Si lo observáramos perfectamente, llegaríamos a ser una copia fiel de Jesús" (Estudios, Sobre la Regla y el Evangelio, p.285, fol.697).

Se busca la relación con Cristo y la imitación de su misma vida: "Su evangelio no cambia, ni cambiará. Leyéndolo con atención aprendemos a conocerlo, iluminadas nuestras almas por el Espíritu Santo, y de allí el desear parecernos a él, imitando cuanto más podamos sus virtudes y ejemplos" (Colectivas, enero 1970, IV, p.3885). Hay que pedir esta gracia con confianza: "He pedido a N. Señor en su adorable Eucaristía, tenga piedad de mi y me dé su gracia eficaz para que la semilla de la divina palabra fructifique en mi corazón al ciento por uno" (Ejercicios 1943, p.431, fol.858).

Era la recomendación de M. Inés: "Quiero recomendarles encarecidamente que una de sus meditaciones asiduas sea el nuevo testamento. Quisiera que cada una tenga un ejemplar... De verdad que se extrae de la palabra de Dios tan sabroso jugo, que llega el alma a enviciarse en su lectura, y le es dulce refrigerio después platicar con su Esposo divino, aprendiendo a conocerlo mejor mediante la palabra de Dios" (Colectivas, abril 1970, IV, p.3910).

El proceso de la meditación de la Palabra

Se escucha o lee la Palabra tal como es y se deja entrar en el corazón para purificarlo, iluminarlo y unificarlo: "Es la palabra del Maestro la que lo purifica, ya que el Verbo es la Palabra increada del Padre. Es que, escuchando la palabra divina, penetrándose de ella, gustándola, rumiándola por el don de Sabiduría, viene el alma a despojarse del hombre viejo y a revestirse del nuevo, a hacer suyos los conceptos del Maestro, a apropiarse su lenguaje, sus sentimientos, sus modales. Llega a poder decir como san Pablo: «No soy yo quien vivo; es Cristo quien vive en mí»" (Estudios, Yo soy la vid, p.275, fol.706).

María de Betania es un modelo de meditación de la Palabra: "María (de Betania), la enamorada de Dios, la contemplativa por excelencia después de María Santísima, en las horas íntimas que el huésped divino les concedía, refugiándose en ese hogar privilegiado, en donde se indemnizaba su alma de la incomprensión e ingratitud, en sentarse rendida, humilde y amante a los pies del mansísimo Maestro, para escuchar las palabras de vida eterna que salían de sus labios" (Experiencias, María ha escogido la mejor parte, p.99, fol.536).

La Palabra se medita mejor en relación con la presencia de Cristo en la Eucaristía: "Cuando me sobrevenga cualquiera ocasión, y sobre todo al pie del Sagrario, me ejercitaré en estos sentimientos, de fe, confianza y amor, que arrebatan el Corazón de Jesús, leyendo con mucha frecuencia los Stos. Evangelios para mejor penetrarme de su espíritu, conocer ahí más y más el Corazón de Jesús, que se me retrata, en la sencillez de los relatos evangélicos, con toda su majestad, su misericordia, su ternura, su predilección por los pequeñitos y los pecadores" (Consejos, 15 octubre 1936. p.1264).

Es un buen método el de seguir las lecturas bíblicas del día: "Respecto a la lectura del Santo Evangelio y de las epístolas de san Pablo, como casi todas tienen su Misal, siguen al día la liturgia de la santa Misa; además según el ciclo, hacemos las meditaciones, basadas en el Santo Evangelio... Voy a proponerme no acostarme, sin haber leído un pasaje del Santo Evangelio o una epístola" (Dirección, 5 mayo 1948, p.120-121).

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Se imita la actitud del discípulo amado, de reclinar la cabeza sobre el pecho del Señor: "Cabe tu Corazón sagrado, como Juan en el día de la cena, nuestros corazones se inflamarán; al escuchar tus latidos de amor nuestras almas se abrasarán y sabrán trasmitir a otras almas los sentimientos que embargan tu Corazón; la sed de almas que lo devora y cómo, tú solo quieres que los corazones se inflamen en el fuego que has venido a traer a la tierra" (Experiencias, María ha escogido la mejor parte, p.107, fol.543). Ver también: Estudios, pp.202, 300 (comenta Juan 17), 318; Experiencias, pp.107, 146; Colectivas: I, p.331; II, p.427; IV, p.3898 (comenta Juan 17); Locales, I, p.4721.

La meditación de la Palabra tiende a la unión con el Señor: "Mi unión con Dios la he tenido como más tranquila en estos días; será que no he tenido tiempo suficiente de meditar entre día, pues creo que si abriese los santos Evangelios, querría engolfarme en ellos, vivir sólo como María, a los pies del divino Maestro, y he tenido mucho quehacer y muchas congojas, pero llena de paz y de adhesión a su adorable voluntad" (Dirección, 5 abril 1949, p.168). "Cuando leemos los santos evangelios encontramos ¡tan hermosos párrafos a meditar! Y son tan sublimes sus enseñanzas, que, si no nos apartamos de ellas, fácilmente llegaremos a la santidad, como lo han hecho los santos que casi no ha sido otro libro de meditación para ellos que el santo evangelio, como san Francisco, santa Clara, santa Teresita del Niño Jesús" (Colectivas, 12 marzo 1973, IV, p.4058).

El evangelio acontece de nuevo

No es un simple recuerdo del pasado, sino una actualización por obra de la gracia: "Me enamora, padre, Jesús maestro en su aparición en las riberas del Jordán. Me parece estar presente realmente en aquellos momentos, y mi alma los vive, siempre que mi imaginación y mi corazón reconstruyen la escena...Me parece ver el cielo abierto, fijas las miradas de todos los habitantes de la Jerusalén celestial, sobre su Dios humanado, que siempre se humilla antes de empezar algo grande... Y el Padre, puestos sus ojos en el Hijo de sus eternas complacencias, parece que me dice: haz siempre en todas tus cosas, como él hace" (Dirección, 16 febrero 1949, p.146).

La mejor meditación del Evangelio es junto al Sagrario: "Quien quiera conocer cómo es Jesús.... estúdielo en los santos Evangelios. Medítelos todos los días al calor de la santa adoración. Allí está retratado Jesús, al vivo, resplandeciendo sus divinos atributos" (Colectivas, 14 mayo 1957, I, p.178). Esta meditación transforma la vida: "Dios hará maravillas si sabemos vivir alegremente su santo evangelio en todas sus enseñanzas, como lo vivieron los seráficos padres" (Colectivas, agosto 1968, III, p.3763). "Podemos alcanzar una gran santidad viviendo como los seráficos padres el evangelio; estudiémoslo, tratemos de comprender y compenetrarnos de todo lo que allí está escrito para aprender a amar, conocer e imitar a tan gran Señor que, dejando su cielo, se hizo hombre para sufrir por... mí. ¡Si tuviéramos siempre esto presente!!!" (Colectivas, 19 diciembre 1968, III, p.3789).

El Evangelio es siempre actual y siempre nuevo: "Jamás olvidemos que, por antiguo que es el santo evangelio, no pasará... El evangelio no tiene «agiornamento»" (Colectivas, 9 marzo 1972, IV, p.4029). "Tomen las Sagradas Escrituras, sobre todo en los santos evangelios y epístolas de los apóstoles, sobre todo de san Pablo, y verán, si las saborean y tratan de penetrarse de ellas y vivirlas, como su alma se llene de luz, de paz, de tranquilidad" (Locales, 5 julio 1969, IV, p.5190).

Son frecunentes las citas y reflexiones sobre los salmos: Experiencias, pp.75, 78-81, 85, 133, 147-148; Estudios, pp.233-234.

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Ver temas relacionados de gran contenido bíblico: Anunciación-Encarnación, contemplación, Cristo Rey, Cristo Esposo, Eucaristía, José, María, misión, Navidad, Nazaret, oración, Padre nuestro, pasión (cruz), Reino, Resurrección, Visitación (magníficat), vocación (sígueme), etc.

EXAMEN

Importancia del examen

El proceso de santificación exige poner en práctica unos medios adecuados: oración, sacrificio, sacramentos, retiros, consulta, examen... Así lo han hecho los santos, los cuales han hecho hincapié en el examen sobre las virtudes o sobre los defectos, para cumplir mejor los propios deberes. M.Inés da mucha importancia al examen de conciencia diario, tanto general (al terminar el día) como particular (examen sobre una virtud o sobre un defecto, que puede ser a mediodía o en otro momento). Ella hacía su examen en el corazón materno de María, como repasando con ella toda la vida espiritual: "El Corazón de mi Madre, ese es mi libro que siempre tengo abierto y en el cual puedo leer en todo momento hasta mi examen de conciencia; si no lo hiciera con ella, no podría" (Experiencias, Cinco esquelitas, p.3, fol.445; su primer escrito espiritual).

Este es el consejo que ella daba a todos, detallando un poco más, especialmente para analizar la intención con que se han hecho las cosas: "El alma deseosa de agradar siempre a Dios y que se ha acostumbrado a vivir en continua comunicación con él, acostumbra dar una mirada a sus obras cuando las está haciendo, para rectificar su intención, y cuando las ha ter-minado para examinar lo que haya habido en ellas de imperfección, doliéndose de ello; y luego, poniéndolas con filial y humilde amor, en manos de su Madre Celestial, le ruega las purifique con su contacto, y vaya con ella, a entregarlas a su Señor" (Estudios, La Sma. Trinidad misionera, p.167, fol.602).

Examinarse equivale a una evaluación de todas nuestra obras, tendiendo siempre a poner en práctica el proyecto de Dios sobre nosotros: "Si quisiéramos leer el libro de nuestra vida, anotado por Dios, ¿qué se leería al margen de cada página? «Mediocre, regular, y quizá algunos bien o bastante bien». Nuestra vida que pudiera ser una obra maestra (en cuanto cabe a nuestras limitaciones humanas), quedó en... un esbozo o, simplemente, en un ensayo" (Colectivas, noviembre 1970, IV, p.3924).

Materias de examen

Una materia de examen es la misma vida religiosa: "Espero, hijas de mi corazón, que todas recapaciten siempre: ¿A qué vine a la vida religiosa...? ¿Cuál fue mi ideal al ingresar? ¿Las atenciones? ¿Verme estimada? ¿Verme preferida? ¿Verme ensalzada? ¿Tener ocupaciones que no me fatiguen? ¿Vivir como si fuera rica, como si mi ideal fuera aquello de la ley del menor esfuerzo? ¿Es así como quisiera que me sorprendiera la muerte...? ¿Verdad que no? Pues entonces, hijas, en ese entregarnos a Dios con generosidad pero dentro de los límites marcados por la obediencia, está nuestra santificación personal y la ayuda mejor que podemos impartir a las almas, así como la gloria que le daremos a él" (Colectivas, 27 febrero 1970, II, p.353).

A veces pasa a detallar algunas virtudes concretas: "Vean todas, hijas, en la presencia de Dios, como va su espíritu de pobreza, su sujeción a sus superioras, su bondad hacia las demás, su caridad abierta, sencilla y sincera, su espíritu de cooperación, su anhelo por hacer

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que las demás brillen, aunque desaparezca su propia personalidad. ¡El que se humilla será ensalzado!" (Locales, 18 enero 1956, I, p.4703). Se analiza de modo especial si se ha vivido la vocación con gratitud y fidelidad: "La gracia de la vocación... ¿Cómo hemos correspondido a esta gracia? ¿Sabemos agradecerle instantemente, con nuestro comportamiento y generosidad, tanto amor? ¿Le pagamos con amor como debe ser?. Ya ven, hijas, cómo tenemos que ser santas religiosas" (Colectivas, 5 abril 1965, II, p.608).

El hecho de no sentirse realizado en la vocación proviene principalmente de los propios defectos, que hay que saber reconocer: "Vea alguna, si acaso se siente descontenta de su vocación, estas cosas: ¿es siempre fiel a su oración, a su adoración, supliéndola, cuando no ha podido estar en el acto de comunidad? ¿Es rigurosamente observante de la caridad, de no permitirse jamás ninguna palabra de desagrado ni de su superioras ni de sus hermanas? ¿No se permite comentarios desagradables, que bien saben están prohibidos? Si a pesar del hastío (que unas a veces es originado por la falta de correspondencia a la gracia, y otras por prueba de nuestro Señor,) ¿no abandono mis actos de piedad, aun cuando tenga que hacerme un grande esfuerzo? ¿Es la vocación un don divino? ¿Podemos así nomás desperdiciarla, abusar de ella, perderla? ¿Arriesgamos nuestra salvación? ¿Qué tengo que hacer, cómo debo proceder, para salvarla, si es que no quiero dar una terrible cuenta a nuestro Señor?" (Locales, 2 mayo 1956, I, p.4720).

Es importante el examen sobre la vida personal y especialmente comunitaria: "Examinémonos, hijas mayores, cuál es nuestra manera de vivir en comunidad; cuál nuestra manera de actuar, de contestar, de trabajar. ¿Lo hacemos siempre bajo la mirada de Dios, por obediencia, por caridad, por amor? ¿Sabemos controlar nuestro carácter? ¿Le hacemos a toda hermana la vida agradable? ¿Dominamos nuestro carácter en los momentos primos? Y, si no tuvimos virtud para este dominio, ¿sabemos siquiera humillarnos y pedir perdón? Nada queda después de una humillación, de la falta cometida, hasta el mismo Dios la olvida" (Colectivas, 10 marzo 1972, IV, p.4031).

El examen versa muchas veces sobre el espíritu de oración: "Que cada día sean más almas de oración. Piensen también cada día: ¿A que vine al convento? ¿Cuál fue mi fin al separarme del mundo? ¿Qué quisiera haber hecho cuando me encuentre en el trance de la muerte? ¿Qué haré este día por las almas que Dios nuestro Señor en su infinita misericordia, ha asociado a mis sacrificios y oraciones?" (Locales, 5 noviembre 1953, I, p.4598).

El examen particular

Se aconseja el examen particular y se ofrecen pautas muy concretas: "Llegará después el momento del examen de medio día. Repasarás detalladamente lo que haya habido en tu alma en esas horas transcurridas, y luego que hayas encontrado tus faltas, arrójate en la Hoguera del Divino Corazón, pidiéndole de ellas humilde perdón proponiendo eficazmente la enmienda; y, sobre todo, no te descorazones, no te admires de que aún tengas tantas faltas, reconoce sinceramente que eres sierva inútil y sin provecho y que tu alma es un erial sólo cubierto de maleza; pero confía que El puede transformarlo en un hermoso jardín" Lira, 1ª parte, cap.VI). "No dejar de hacer el examen particular, que tanto ayuda a la perfección" (Colectivas, enero 1961, II, p.410).

Es una práctica útil durante toda la vida: "Les recuerdo y encarezco el examen particular, sobre la virtud por adquirir; pero debemos tener entusiasmo, amor, generosidad para ello. De lo contrario se cumplirá en nosotras el adagio: genio y figura hasta la sepultura" (Locales, 19 marzo 1959, II, p.4839). "¿Qué pasó con aquello de que vamos a trabajar ardientemente cada una, con nuestro examen particular, sobre la virtud que vamos a adquirir?

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Qué virtuosas, que humildes y caritativas seríamos ya si, en los años que tenemos en la vida religiosa, nos hubiéramos propuesto practicar en un año, una de las virtudes más esenciales de la vida religiosa: la obediencia, la caridad, la pobreza de espíritu y de hecho, etc. ¿No es cierto que ya tendríamos algunas" (Locales, 20 febrero 1960, II, p.4858). "Así es que, hijas, hay que hacer, por tres meses, cada una, un examen muy detenido y lleno de amor, sobre una virtud, que cada una se proponga practicar; que sea precisamente aquella que más falta le hace. Entonces verdaderamente llegarán a la santidad, dando a Dios inmensa gloria. Al cabo de esos tres meses, en que cada una trate de practicar esa virtud, toma otra, con el mismo empeño y amor, y ya verán que los defectos irán desapareciendo, o cuando menos disminuyendo" (Locales, 24 febrero 1980, V, p.5497).

Ella misma lo practicaba de esta manera: "1 Hacer el examen particular sobre un pecado o defecto, no sobre una virtud. 2º Hacer una lista de pecados o defectos que puedan ser fácilmente materia de examen particular, para ir tomando de ella sucesivamente. 3º No durar ni dos meses con el mismo examen, con el fin de que no se embote el entendimiento. 4º Prescribirse, con antelación, una hermosa fecha, (yo procuraré que sea siempre de la Sma. Virgen), en la que se dé por terminado el examen susodicho; considerando en él un regalo especial que ofrendar a Dios, por medio de mi dulce Madre. 6º Empezar con bríos, con sinceridad, sin desalientos en vista de las caídas, con entera generosidad; que Dios no se dejará vencer en ella" (Ejercicios, 1941, p.405, fol.832). "Recordaré en el transcurso de mi vida las principales mociones recibidas en estos santos ejercicios, y también las que haya recibido en ejercicios anteriores; todos los días, desde que despierte, juntamente con el defecto que me propongo combatir, traeré a mi memoria la virtud en que me quiero especializar, pidiendo a N. Señor y a la Sma. Virgen gracia para ambas cosas" (Ejercicios 1941, p.412, fol.839).

Un examen sobre el espíritu misionero

M. Inés propone un examen sobre el espíritu misionero y sugiere tres grupos de reflexiones: "Se me ocurre proponerles lo siguiente para que cada una lo medite detenidamente ante nuestro Señor, durante su oración, su adoración, en sus ocupaciones cuando éstas les permitan elevar el corazón a Dios:

1. Sería lo que todas, y en donde quiera que nos encontremos o nos tenga la obediencia, podemos hacer: Mi oración, ya sea privada o comunitaria ¿es misionera? ¿Mi adoración es misionera?. Mi trabajo, cualquiera que sea, ¿le doy una dimensión misionera?. Mi vida entera, mis actitudes, mi comportamiento, mi mentalidad entera, ¿es misionera? Cuando oro, cuando converso, cuando trabajo, cuando viajo, cuando descanso, cuando me divierto, cuando como, ¿pienso en que todo puede tener un valor eterno si yo lo ofrezco por las misiones, porque quienes no conocen a Cristo lo conozcan, y porque quienes lo han olvidado recuerden que existe, y porque quienes lo conocen vivan esa realidad? Es decir, ¿tengo cuidado de darle a todo un valor misionero universal?

2. Un segundo grupo de reflexiones o preguntas sería: ¿Si estoy en tierra de misiones valoro suficientemente mi vocación misionera y la gracia especial que el Señor me ha concedido? ¿Procuro tener presente en cada momento que no sólo con la palabra sino con mi vida entera, que por mi misma calidad de misionera soy testigo de que Cristo ya ha venido? ¿Oro y me sacrifico porque Dios conceda a mis misionados el don de la fe? ¿Aprovecho todas las oportunidades que el Señor me presenta para hablar de él, y si no puedo con la palabra, por lo menos con mi actitud, con mi comportamiento? ¿Procuro buscar las oportunidades para hablar de Cristo? ¿Me esfuerzo por entablar contactos humanos que me permiten después dar el mensaje? ¿Oro porque los catecúmenos alcancen el don de la fe y, cuando ya lo tienen, alcancen la madurez en Cristo? ¿Me esfuerzo, procuro y oro porque los catecúmenos y los neo-

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cristianos sean también ellos mensajeros de la Buena Nueva del Evangelio?

3. Podríamos agregar un tercer grupo de reflexiones para quienes no estamos en tierra de misión pero que la obediencia nos tiene en algún apostolado: ¿Cómo contribuyo yo a la evangelización o anuncio del Evangelio a quienes no han oído hablar de Cristo? Además de que mi oración privada y comunitaria, mi Eucaristía y toda mi vida deben tener una dimensión misionera, ¿procuro fomentar el espíritu misionero en las personas con quienes tengo contacto? ¿Procuro que quienes me rodean ofrezcan sus oraciones, sus limosnas por las misiones? ¿A mis alumnos les infundo por todos los medios a mi alcance el espíritu misionero?, ¿los enseño a pedir por las misiones?, ¿a ofrecer pequeños sacrificios por las mismas?, ¿los enseño a cooperar económicamente en la medida de sus posibilidades? A toda persona con quien tengo contacto por razón de mi apostolado, además de fomentar en ellos la vida de fe, la vida sacramental y litúrgica, ¿los enseño con la palabra y con el ejemplo a darle una dimensión misionera a esa vida de fe, sacramental y litúrgica?, ¿cómo les enseño a colaborar en alguna forma a la evangelización? Estas y otras preguntas podemos hacernos ante nuestro Señor y en cada momento de nuestra vida. Pero claro, no para quedarnos en la reflexión, sino que de ésta pasar a la acción, a los hechos. Y no nos desalentemos si hasta ahora nuestro espíritu misionero ha estado dormido, pongamos manos a la obra y empecemos ahora mismo con más bríos" (Circulares, 14 abril 1974, II, p.5675).

Temas relacionados: Caridad, discernimiento (del Espíritu Santo), oración, virtudes (cada una), etc.

Experiencia de Dios (v. UNION CON DIOS)

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F

Faltas (v. EXAMEN)

FAMILIA, MATRIMONIO

La misión educadora de los padres de familia

Los padres enseñan y también aprenden el amor filial hacia Dios: "A los padres de familia les es muy fácil aprender y practicar este amor filial hacia Dios, toda vez que tienen en sus hijitos ese ejemplo constante. Así quiere nuestro Señor que seamos con él, que no le tengamos miedo, que no huyamos de él" (Consejos, Doc.00478, p.1302).

La familia es escuela de todas las virtudes, donde todos enseñan y todos aprenden: "Enseñen a sus pequeños a practicar todo esto a la medida de su comprensión y de su edad, pero sin aflojar en estas enseñanzas ni un solo día, para que esas almitas se habitúen a esa familiaridad con Dios, que es la que los hará felices, la que hará crecer en sus almitas todas las virtudes, la que les formará el carácter viril (como su José Manuel)... ¡Cuánto cuidado deben tener en la formación de sus pequeños! No sólo en educarlos conforme a las virtudes cívicas, de entrenarlos en todas las reglas de la buena educación, sino sobre todo, en formarles el criterio; un criterio recto que los enseñe a elegir SIEMPRE lo bueno y a desechar lo malo, a caminar por el recto sendero de los mandamientos y de la práctica de las virtudes morales. Para esto necesitan pedir mucho a nuestro Señor su gracia para que los enseñe a trasmitir a sus hijitos lo que primero ustedes mismos deben practicar" (Consejos, Doc.00478, p.1310).

La madre de familia deja siempre una impronta imborrable: "¡Qué misión tan hermosa es la de la madre! Es ella quien modela esos corazoncitos que Dios le ha confiado y, conforme a sus primeras enseñanzas, a los sentimientos que les haya inculcado, serán más tarde santos, hombres rectos, útiles a la sociedad y a la Iglesia. Por eso debe constantemente estudiar sus inclinaciones para fomentarles las buenas y combatir las malas. Por eso se dice generalmente que lo que se mama con la leche jamás se olvida, porque las enseñanzas primeras que recibieron en el regazo de su madre nunca las olvida el hombre, ni aun de viejo" (Consejos, Doc.00478, p.1311s).

La educación es impartida por el padre y la madre conjuntamente, como "creadores con Dios": "Por eso la primera educación es tan esencial. Lo que se aprende en las rodillas maternales, en el regazo de un padre amoroso, queda indeleblemente grabado en el corazón del niño, del joven, del anciano" (Consejos, Doc.00478, p.1313). "Los hogares que son felices, ahí donde los hijos son buenos, dóciles, amantes de sus padres, obedientes a las leyes de Dios y de la Iglesia, es porque lo aprendieron desde pequeñitos en el regazo de su madre y en las rodillas de su padre; ahí sus almas inocentes fueron aprendiendo la práctica de las virtudes, el amor de Dios, la rectitud" (Consejos, ibídem, p.1315). "El ser padres es ser creadores con Dios; el padre, la madre, al arrancar del seno de Dios esa alma a quien ellos comunican la vida, haciéndole participante de su misma substancia, dándole un cuerpo, cooperan con Dios a la propagación del género humano" (Consejos, ibídem, p.1320).

La educación tiene que ser profundamente religiosa, para aprender a relacionarse con Dios: "Qué hermoso que tanto el padre como la madre procuren a porfía desarrollar en sus hijitos este amor y enseñarles la práctica de la sólida piedad, que no consiste sólo en exterioridades, sino sobre todo en el culto del corazón, pero unido, sí, al cumplimiento de la ley

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de Dios y de los preceptos de la Iglesia" (Consejos, Doc.00478, p.1326). "Nuestro Señor oye con particular amor las oraciones que las madres hacen por el bien de sus hijos... la oración, las prácticas piadosas que siempre se han tenido en familia; como rezar al sentarse a la mesa, rezar con los criados en la tarde o a la noche el Rosario; acostumbrarlos a ellos desde pequeñitos a rezar al levantarse y acostarse, rodearlos de un ambiente de pureza" (Familia, 1 enero 1935, I, p.1426).

En la familia se cultivan todas las virtudes, para formar verdaderos santos: "Que el principal cuidado de Uds. debe ser, más que la solicitud por el cuerpo y la salud de su pequeñito, el bien de su alma que es inmortal; el plantar desde ahora que es una tierra fértil, la semilla de todas las virtudes, que así sin ningún trabajo y como naturalmente, germinarán en esa almita todo lo que en ella siembren, y después Uds. serán los primeros en saborear los dulces frutos, que ella, su alma, produzca" (Familia, 5 octubre 1935, I, p.1428). "Formar esculturas de santos, es muy fácil si se empieza desde los principios, en que todo está suavecito y manejable, y con la ayuda, claro está, de Dios, acudiendo a él con fe y confianza. Si todos los matrimonios tuvieran esto como único fin de sus enlaces, ¡que diferente estaría la sociedad!" (Familia, 27 octubre 1935, I, p.1430). "Como es notorio, los grandes santos, como ya se los he dicho muchas veces y Uds. bien lo saben, han salido de los hogares profundamente cristianos; sus padres les han inculcado, desde pequeñitos la piedad, las buenas inclinaciones" (Familia, 26 enero 1936, I, p.1432).

La importancia sacramental del matrimonio

Hay que conocer bien la realidad de gracia que es el sacramento del matrimonio: "Para que los jóvenes que son llamados al matrimonio vayan a él, no llevados por la ilusión que es de un momento, sino con la persuasión íntima de que abrazan un estado santificado por Cristo y elevado por él a la categoría de Sacramento, para que los consortes unidos con la bendición de Dios, sean capaces de formar un hogar santo... en donde el padre de a sus hijos y sirvientes el ejemplo en todas sus obligaciones; y la madre cuide de formar, según el corazón de Dios, a esos pequeños seres que la Providencia le ha confiado; que ella misma temple su corazón en todas las virtudes, para que sea capaz de infundirlas en sus hijos" (Consejos, Doc.00476, A mis queridas compañeras de Acción Católica, p.1260).

El matrimonio es Jesús en medio, con la presencia de María: "Le pedí muchas cosas: que tu hogar sea un hogar modelo, donde él encuentre sus delicias" (Familia, 8 enero 1934, I, p.1423). "Y considerando el matrimonio a través de María, ¿quien es capaz de agotar la materia, cuando ella se nos muestra desde el primer instante de su unión con san José, el modelo acabado de esposas y de madres?" (Familia, Carta a su hermana María Teresa, como preparación a su matrimonio: Fiesta de la Sda. Familia, 1942, I, p.1461).

La grandeza del matrimonio se ve mejor a la luz de las bodas de Caná: "No olvides nunca Teresita, que la esposa tiene el papel importantísimo de alentar y sostener a su esposo en los casos difíciles que tarde o temprano se presentan, basando siempre sus razonamientos en la fe... En el tacto, en la prudencia, en la exquisita ternura, en la docilidad de la esposa, está el secreto de la felicidad conyugal; y en su fe, en su oración confiada, en el cumplimiento exacto de sus deberes, y en ese recurso constante a Dios y a María, la firmeza de esa felicidad, y aun el acrecentamiento de ella. Al considerar el matrimonio a la luz del Evangelio, encontramos la institución de ese sacramento, todo él matizado con los encantos de Jesús y de María, en la intimidad de un festín, en donde reina la mas pura alegría, en donde el Maestro y su Madre son los invitados de honor, y en donde, movida la Virgen María por su amor a las criaturas, a sus ruegos, hace Jesús su primer milagro: el convertir el agua en vino" (Familia, ibídem, 1942, I, p.1463).

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La autoridad de cada uno se ejerce como servicio y atención al otro cónyuge. "Y, tanto el esposo como la esposa, deben sostener la autoridad que cada uno posee respecto a sus hijos... Es en los hogares santos donde se empieza a labrar la imagen viva de Cristo, hasta que llegan a su perfección total. La madre tiene, más que el padre, este dulce deber. ¿Cómo debe ser mi madrecita Tere?" (Familia, 17 abril 1951, I, p.1521). "El matrimonio, como bien lo sabes Pepe, es cosa muy seria, y... para toda la vida... sabiendo a ciencia cierta, a todo lo que te vas a comprometer cuando te cases, y todo lo que el matrimonio cristiano implica en sí... Tú vas a tener que dominarte mucho, saber ser consecuente con tu esposa, saber aceptar sus insinuaciones y sus consejos... las esposas son más almas de oración... Ve siempre en tu matrimonio la dignidad que lo ha constituido Sacramento, y obra en él con toda la integridad de un cristiano, de un fervoroso cristiano, con todo el respeto que se merece tu esposa, la Iglesia y Dios mismo" (Familia, 21 marzo, 1970, II, p.1612-1614, a su sobrino José Lomelí, en su próximo matrimonio; ver también: Familia, 12 junio 1970, II, p.1621).

Siempre es camino hacia Cristo, donde los conyuges se comprometen a vivir unidos indisolublemente: "No olviden que el matrimonio es, entre otras cosas, una ayuda mutua para mejor alcanzar a Cristo, es también una sociedad de amor y una escuela en la que los hijos después, pero antes los esposos, aprenden o continúan aprendiendo a amar intensamente y a servir a Dios para llegar un día a reunirse en el cielo en una eternidad feliz" (Familia, 14 noviembre 1970, II, p.1626, a su sobrina Mary Lomelí, en su próxima boda). "Tienes hija, que armarte de oración y confianza en Dios, ya que, al haber constituido Dios nuestro Señor el matrimonio como sacramento, le da un carácter de permanencia, por así decir; tú lo sabes muy bien... que, al llegar a él, sepas en realidad ser una verdadera esposa, y... una santa esposa. Pero procura que también Luis se prepare... El matrimonio tiene sus bemoles, y a las veces muchos y muy difíciles de solucionar. Pero si la esposa es comprensiva, sufrida, abnegada, prudente, muchas cosillas de las diarias que no se podrán evitar de momento, pasarán sin dejar huella, como no la deja la raya que se tira en el agua" (Familia, 16 noviembre 1960, II, p.1629-1630).

Así se aprende a mirarse cada día "con ojos nuevos": "Cuanto deseo Mary, que, al formar un nuevo hogar, llegue a ser éste todo de Dios, viviendo ambos su vida matrimonial en una verdadera unión de amor y caridad, de dispensa y tolerancia mutua de sus defectos e imperfecciones, y viéndose cada día con ojos nuevos, para admirar el uno en el otro, únicamente sus virtudes y cualidades... la unión y la paz que debe reinar siempre entre ambos. No olvide ninguno de los dos que, para que el matrimonio se realice siempre en el amor, en el amor verdadero, tiene que estar presente Cristo Señor nuestro y su Madre Santísima, en quienes ustedes confiarán siempre y amarán sobre todas las cosas" (Familia, 16 enero 1971, II, p.1633-1634).

Para vivir bien el matrimonio, se necesita una buena formación inicial y permanente: "No dejen de tomar algún curso de formación y preparación al matrimonio... aun cuando vayan al matrimonio muy enamorados, esto no basta ya que siempre los principios son difíciles y se necesita cierta preparación que les ayude a saberse comprender, perdonar, no tomar en cuenta pequeñas deficiencias... ante la dulce obligación de contribuir a la armonía y santa paz de los hijos de Dios... todo puede irse superando y salvando" (Familia, 1974, a su sobrina Laura, II, p.1673).

El ejemplo de unos padres ejemplares estimula a los nuevos esposo a imitarlos: "No olvides que, nuestros santos padres sufrieron también mucho en su vida, y tuvieron temporadas de años terribles, de grandes pruebas, y nunca los vimos desesperados, sino siempre amorosamente resignados a la voluntad de Dios" (Familia, 27 enero 1953, I, p.1537).

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De modo parecido aconseja a su sobrino Agustín: "Mira Agustín, a ti Dios te ha concedido padres por todos conceptos ejemplares; sigue sus ejemplos, sé siempre enteramente fiel a la mujer que has elegido por esposa; vive tu matrimonio bajo las leyes de Dios y preparen ambos su alma para educar felices y santamente a los hijos que Dios les dé. No olviden ambos, que la educación del hijo empieza desde el momento de su concepción; el ser padre y madre es ser creadores con Dios; es un gran don el de la paternidad y maternidad, pero ¡cuánta responsabilidad encierra! Cuando ustedes se unan en matrimonio, háganlo siempre no por concupiscencia, sino en un amor espiritual basado en la fe en Dios, en la virtud del sacramento recibido, en la oración y en el espíritu de sacrificio... Espero sepan ustedes comprenderse, olvidar al momento aquello que haya podido turbar la paz; cada día verse con ojos nuevos; esto es: habiendo olvidado las deficiencias mutuas, y para esto, no dejen la oración confiada en Dios, su comunión siquiera todos los domingos, y el rezo del santo rosario unidos los dos" (Familia, 25 agosto 1979, II, p.1723s).

La vida de familia

La unidad de la familia se conserva gracias a la unión con Dios: "Cuando Jesús baje sacramentado a tu corazón, conságrate toda a él, conságrale a tu esposo el hogar que vas a formar, las penas y sufrimientos inevitables que tendrán que sobrevenirte, y ruégale con todas las veras de tu alma, que la paz y el mutuo amor reine en tu casa" (Correspondencia familiar, 6 octubre 1932, a su hermana Lupe). Los padres se ayudan mutuamente para hacer del hogar una vida verdaderamente familiar: "Ayudarse mutuamente a compenetrarse más y mejor de sus deberes sagrados, viviendo su matrimonio conforme a las leyes de la Iglesia, santamente (imitando a la Sagrada Familia, creciendo en la unión con la Trinidad adorable, para crecer en las virtudes cristianas y dar frutos de vida eterna). En pureza de corazón y los dos siempre fieles a su matrimonio; y cuando el buen Dios les bendiga con los hijos: sepan educarlos cristianamente, sin mimos, pero suavemente, por convicción, por amor, etc... viviendo siempre bajo su mirada de Padre amoroso y amando mucho a nuestra reina y madre y a su esposo san José" (Familia, 24 junio 1977, II, p.1692, a su sobrino Luís Lomelí y su esposa Martha).

Los hijos, también los que ya han partido para la eternidad, son un aliciente para conservar la unidad familiar: "Porque él (José Manuel) hará que las relaciones de amor y dependencia entre Dios y sus padres y sus hermanitos sean más reales, más amorosas; velará para que ese hogar tan amado de él sea tan cristiano, tan santo, que dé a todos ejemplo. Que esos hermanitos a quienes ahora ama con tan inmenso amor sean tan bien formados, educados por sus padres en todas las virtudes cristianas y civiles, que lleguen a ser un día útiles a la Iglesia y la sociedad, copiando de sus mismos padres las virtudes que en ellos vean" (Consejos, Doc.00478, p.1296). "¡Cómo ese hogar de donde tal ángel voló al cielo debe ser una copia fiel del hogar de Nazaret!" (Consejos, ibídem, p.1308).

Los sacrificios son ocasiones para demostrar el verdadero amor: "Y en familia hay tantos, tantos pequeñitos sacrificios que hacen la vida tan meritoria! Una palabra amable, cuando se quisiera mostrar fastidio un servicio prestado, continuar algún quehacercillo que otra dejó por olvido, manifestarse sonriente en todo tiempo aunque se esté sufriendo interior o exteriormente, ¡esto le es tan agradable a Jesús y consuela tanto su corazón afligido!" (Familia, 6 enero 1930, I, p.1408). "Acuérdate siempre de nuestra santa madre, como sabía adunar todas las cosas, tranquilizar todos los temperamentos, alentar a todos, hacer el bien a cuantos se acercaban a ella, y ante todo: hacer la felicidad de los suyos... Que cuando tus hijos sean grandes, tengan la misma dicha que nosotras, de solo hacer gratos y santos recuerdos de nuestros buenos padres, que Dios tenga en el cielo. Su dulce memoria y sus grandes ejemplos te sirvan de guía en el estado que has abrazado, y ya que no hay cosa más triste que una esposa que no tiene prudencia y no sabe callar. Estoy segura que tu posees estas cualidades, pero las

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quiero para ti en alto grado. Que Dios nuestro Señor te las conceda" (Familia, 31 mayo 1952, I, p.1529).

Los hogares verdaderamente cristianos son marianos: "La santísima Virgen tiene cariños, ternuras especiales hacia los hogares en donde es honrada con amor, en donde se le tributa un culto de filial amor, en donde los hijos saben recurrir a ella y venerarla con verdadera devoción. Jamás se ha visto una verdadera desgracia en un hogar donde ella es invocada, venerada, y amada" (Familia, 19 marzo 1945, I, p.1474). Y refiriéndose a Fátima dice: ..."el santo rosario. Acuérdate como le pidió esto con mucha instancia, la Santísima Virgen a los pastorcitos de Fátima. Es el pararrayo en las familias" (Familia, 31 mayo 1952, I, p.1529).

Vale la pena construir la unidad familiar, como fundamento de la educación de los hijos: "Un niño que acaba de nacer... con la formación cristiana que reciba de sus padres, con los buenos ejemplos que debe ver siempre a su alrededor, el encontrar siempre armonía entre los dos, en el ver que sus padres se comprenden, se aman, viven para Dios y en él, su amor conyugal, sin mermas, sin discusiones tontas, entregado cada quien a sus propias labores, viendo en ambos un amor muy grande a nuestro Dueño y Señor Cristo Jesús... ese niño, entonces, no podrá menos de llegar a ser bueno y ... muy bueno" (Familia, 26 febrero 1971, II, p.1640).

La felicidad de un hogar se expresa en el don de los hijos: "Sin duda el aumento de la familia continúa, según me comunicaba Licha en una de sus cartitas; ¡Bendito sea Dios, es una alegría muy grande que en buenos hogares cristianos aumenten el número de los hijos de Dios! Serán causa de alegría para los propios padres que espero cuidarán de educarlos con el esmero y atención a que tienen derecho esas criaturas que Dios les confía. Son además causa de alegría para la Iglesia de Cristo" (Familia, 10 abril 1981, II, p.1756, a su primo Lic. Agustín Espinosa).

Apertura a las vocaciones

La vocación a la vida sacerdotal y consagrada es generalmente fruto de una familia cristiana: "Padres de familia, sentíos orgullosos de ofrecer el supremo sacrificio de la separación de vuestros hijos, si ellos oyendo el llamado divino baten las alas para volar a los campos de misión. Dejadlos partir y sed así vosotros más misioneros aún, ya que habréis colaborado... con no poca cosa, sino con un pedazo de vuestro corazón" (Consejos, Doc.00498, La Eucaristía y las misiones, p.1399).

M. Inés manifestó siempre un gran aprecio por todos los familiares de sus hijas espirituales. Así lo expresa en una oración: "Recompensa también con tu amor a nuestras familias todas; ellas te han hecho la mejor donación dándote en cada una, una esposa; recuerda cuanto ha costado a un padre y a una madre arrancarse este pedazo de su corazón, que en el tuyo encuentren su refugio, su morada permanente, la paz completa de su alma, su dicha cumplida" (Estudios, Adveniat Regnum tuum, p.297, fol.725).

Fomentar las vocaciones es señal de generosidad y verdadero amor hacia los hijos: "Los hijos, antes que ser de sus padres son de Dios" (Familia, 13 enero 1939, I, p.1452). "Pero los hijos son prestados; llega un momento en que Dios nuestro Señor los reclama para sí, cosa que no quita el que esos hijos privilegiados sigan amando a sus padres igual; no igual, mucho más que antes ya que aprenden a amarlos sobrenaturalmente; y es por esto que resulta un cariño verdaderamente maravilloso, ya que, a la naturaleza se une la gracia, para amar a lo... divino, como Jesús" (Familia, 4 septiembre 1964, II, p.1604).

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M. Inés recuerda con cariño algunos lugares vocacionales gracias a las cristianas: "Qué

bueno que te vas a Arandas. Realmente ese ambiente te será más favorable, podrás trabajar ahí en lo que me dices y que pienso será en provecho de la animación cristiana que tanta falta hace en los hogares. El Santo Padre y los Obispo están reforzando la Catequesis familiar, para que los matrimonios tomen conciencia de sus deberes como padres de sus hijos a quienes no solo la vida humana pueden dar sino que también deben alimentar y sostener en ellos la vida del espíritu. Si todos los sacerdotes, catequistas y misioneros se empeñan en secundar este esfuerzo pastoral de N. Smo. Padre, pienso que Dios nos volverá a bendecir con una nueva floración de buenas vocaciones" (Familia, 26 junio 1980, II, 1744, a su hermana Dulce María, misionera clarisa).

Ver temas complementarios: Mujer, José, Nazaret (Sagrada Familia), Vanclar (laicos)...

FE

Fe y confianza

Para M. Inés, la vida tiene sentido a la luz de la fe. Es la fe que acepta obsequiosamente la revelación divina y también la realidad o acción divina en la propia vida: "Para llevar a cabo las cosas que él quiere confiarnos, por grandes que nos parezcan y superiores a nuestras fuerzas, lo único que necesitamos es una fe inmensa en el poder de Dios, en su sabiduría, en su bondad" (Experiencias, Hombre de poca fe..., p.90, fol.527). "Entonces, lo que nos falta solamente es fe. Con ella tenemos a nuestra disposición los tesoros de Dios; con él, somos omnipotentes" (Experiencias, Estudio sobre la Regla, p.254, fol.687).

Esta fe, además de ser aceptación de los misterios, es fuente de confianza en el amor de Dios: "Jesús mío, yo creo a pesar de todo; creo en tu amor, en tu providencia, en tu misericordia; yo oigo siempre en el fondo de mi alma aquel; «No temas, ten fe solamente», que dirigiste a Jairo" (Experiencias, Hombre de poca fe..., p.91, fol.529). "Para arrancar prodigios a su amor, a su misericordia, él no quiere, no necesita otra cosa que: creamos en su amor, en su misericordia, que pidamos humildemente, con fe viva, la gracia que deseamos, en la seguridad que la obtendremos (si es para nuestro bien) en toda su plenitud. Y si lo que pedimos no nos conviene, él sabrá escogernos otra mejor, que nos indemnizará de aquella" (Experiencias, María ha escogido, p.106, fol.543).

A la luz de la fe, toda la creación manifiesta su esplendor. Los misterios divinos de la revelación iluminan toda la vida humana: ""«Porque en ti está la fuente de la vida, y veremos la luz en tu luz» (Salmo 35.) He aquí el secreto de la felicidad de las almas fieles a la gracia; contemplan todas las cosas envueltas en la resplandeciente luz que dimana de Dios, de esa luz sobrenatural que vuelve luminosas las más densas tinieblas, haciéndolas amar y creer, con fe ciega y sencilla, todos los misterios divinos, que se tornan, por la celestial claridad de la fe, mas resplandecientes que la luz de medio día" (Experiencias, Diario 1944, p.148, fol.583).

Espíritu de fe, vivir de la fe

La fe se concreta, en la práctica, sabiendo mirar los acontecimientos con la perspectiva evangélica: "Dios es infinitamente misericordioso, y por esto, en su bondad ha querido que la Santa Sede se dignara aceptar el traslado de nuestra Casa Generalicia a esta hermosísima ciudad, donde tantos mártires dieron su vida por confesar su fe. Esa fe que debemos conservar y practicar sin cesar, pues se llega a perder si no se practica, esa bendita fe que recibimos en

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nuestro bautismo, y que nos ha hecho hijos de Dios, por la fe vamos a la esperanza y a la caridad" (Locales, 12 julio 1969, IV, p.5191).

M. Inés, refiriéndose a las revelaciones privadas no garantizadas, afirma: "Prefiero la fe sola" (Dirección, 28 mayo 1950, p.253). Además de practicar la fe hacia los misterios divinos, hay que adoptar una actitud o espíritu de fe en la vida práctica: "Una cosa es la fe, creer en los misterios que nuestro Señor Jesucristo nos ha revelado ¡es una cosa tan grande esta fe! Pero el espíritu de fe también, que nos hace encontrar a nuestro Señor como dije antes: en todos los acontecimientos de nuestra vida. Este espíritu de fe nos hará ver, llegar fácilmente a la santidad, porque es hacer en todo momento su santísima voluntad" (Consejos, 27 diciembre 1980, p.1365).

Refiriéndose de nuevo a la "casita" o casa generalicia de Roma, dice: "Sí, en esa casita están aportando algo muy especial a la Iglesia. Pero ahí, y en cualquier parte, hay que vivir de fe; de fe pura y de amor sincero y grande" (Locales, 28 agosto 1969, IV, p.5199). Lo importante es vivir de la fe y dar testimonio de ella por medio del amor fraterno: "Quien vive de fe, vive de amor práctico" (Ejercicios 1941, p.402, fol.829).

En realidad, nuestras obras valen si están hechas con espíritu de fe y con caridad auténtica: "Tengo bien entendido, hace muchos años, que la virtud de la fe, unida a la caridad, son las que dan a nuestras acciones todas, el mérito, el valor... El espíritu de fe, que entiendo ser muy diferente a la fe sola, siendo aquel, por así decir, la esencia de esta, ya que esta me parece mira solo a Dios, a creer en él y en todo aquello que él nos ha revelado; y el espíritu de fe, además de todo esto, que cree firmísimamente, va relacionado a Dios, de una manera directa, en todos los accidentes de la vida, ya sean prósperos o adversos. Y el alma que está ejercitada en este espíritu de fe, no se espanta de los acontecimientos por desastrosos que parezcan; acude al Señor, eso sí, en demanda de ayuda" (Ejercicios 1936, p.353, fol.780).

La vida consagrada y misionera es una escuela continua para demostrar y vivir la propia fe: "Tenemos que tener una gran fe en nuestra consagración al Señor, con un deseo creciente de responder constantemente a su llamado... diario. La fe tiene que intervenir como objeto de nuestra formación. En estos tiempos, más que en los pasados, tenemos que enfrentarnos con un mundo que... va perdiendo la fe. Que nosotras, misioneras clarisas, seamos testigos de Cristo por la fe, la esperanza y el amor. No sólo la fe teologal sino también el espíritu de fe, para encontrar a Cristo nuestro Señor en todos y cada uno de los acontecimientos de nuestra vida... Por esto nuestra fe tiene que ser muy viva, vivida intensamente y plena de confianza en un Dios que es amor, en la certidumbre de que su evangelio no cambia, ni cambiará" (Colectivas, enero 1970, IV, p.3885).

Práctica del espíritu de fe

Las dificultades de la vida y de los momentos históricos, se afrontan y superan con espíritu de fe: "Seamos, hijas, almas de gran fe; vendrán tiempos que la necesitaremos mucho más; los tiempos que vivimos, las predicciones de la Virgen santísima, el cúmulo de crímenes que se cometen en el mundo entero... qué sucederá si no fomentamos esta fe grande, muy grande, plena de esperanza, y que nos lleve al amor para poder sufrir, soportar todo lo que él nos tenga preparado; tengamos el corazón preparado hasta para ser mártires" (Colectivas, mayo 1978, VI, p.4338). "Cuando se ve a Dios, y a María en la superiora y en nuestras hermanas, todo cambia; por más amargas que sean las circunstancias, con este espíritu de fe, todo se suaviza y diviniza, y hasta cómo que pierde su amargor" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.16, fol.458).

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Este espíritu de fe se demuestra también en la sequedad y en las pruebas. Entonces se practica la fe pura: "Como santa Teresita, que supo desprenderse hasta de los consuelos divinos, ya que Dios la hizo caminar por la senda oscurísima de la fe sola, nos llega a decir también: qué cosa puedo tener de más en el cielo, si ya lo poseo en la tierra totalmente" (Colectivas, 16 abril 1980, VI, p.4525). "Lean por favor estas epístolas (de S. Pablo) y se reavivará la fe. Cuando se pierda la fe, se acaba también la confianza y el amor. El alma se queda vacía. Los santos, ninguno fue así" (Colectivas, 1 abril 1974, V, p.4101).

Las pruebas sirven para aquilatar la fe: "Aunque el alma esté agitada por todos los vientos; aunque la tempestad parezca inundar la débil barquita; aunque el cielo esté encapotado; aunque la furia de la tempestad haga de la pobre barca un juguete, no puede temer, si la fe sigue iluminando su sendero; si la fe es el faro luminoso que la llevará al puerto; si María, la dulce estrella de los mares, la conduce" (Experiencias, Estudio sobre la Regla, p.236, fol.669). "Lo que el divino piloto se propone es probar la fe de esa alma" (Estudios, Excelencia de la vida religiosa, p.185, fol.620). "Bendita fe que nos hace amar lo mismo que nos hace sufrir; y, esto, solo por el hecho de que es la voluntad de Dios, porque así nuestro corazón se va desprendiendo de todo lo creado, para pertenecer más y más a él, que... no pasa, no deja de amarnos, nos espera, nos perdona y quiere nuestra salvación" (Familia, 21 marzo 1971, p.1648),

Un momento concreto para practicar el espíritu de fe es cuando la oración se desarrolla en sequedad o aridez: "La fe es la regla infalible de su vida, y cuando se encuentra en tal estado de aridez, que ni siquiera puede producir actos de ésta virtud, presenta humildemente a Dios su impotencia, ama su miseria, se goza en verse buena para nada, hace a su Señor un don de su nada" (Estudios, La Santísima Trinidad, p.166, fol.601). M. Inés habla por propia experiencia: "En ocasiones, estoy en la oración tan seca, tan fría, tan sin amor, que casi no siento la presencia de Jesús Eucaristía. Sólo me queda la fe que me lo asegura y, en su presencia, aunque sin sentirlo, le voy presentándole las necesidades que quiero remedie" (Dirección, 1934, p.64; cfr. 17 julio 1948, p.121).

El espíritu de fe se demuestra especialmente en la obediencia: "Y tengo que obedecer por amor, por esa fe teologal que me hace descubrir a Dios en el mandato o recomendación que recibo de mis superioras" (Colectivas, 27 febrero 1973, IV, p.4057). Es el mismo espíritu de fe que han que ejercitar en el trato y convivencia fraterna y apostólica: "El justo vive de la fe. La fe es un don grandísimo que llena el alma de paz y alegría de quien sabe vivirlo plenamente, sin fijarse en los harapos de quien se viste quien esté constituido en dignidad sobre ella, porque, a pesar de los harapos, es Cristo Jesús, quien está presente; y es él también en cada una de nosotras, de todos aquellos con quienes nos codeamos, y hasta de aquellos que habitan tan lejos de nosotras, que ni siquiera los conocemos; la comunión de los santos es el dogma maravilloso que nos acerca a todos los seres humanos, redimidos con la sangre preciosa de Cristo Jesús" (Locales, 5 octubre 1974, V, p.5370).

El ansia misionera de comunicar la fe

La fe vivida se hace misión, especialmente a partir de la celebración y adoración eucarística: "A mi me gusta, todos los días, en nombre de ellos (los paganos) y por mi, decirte muchas veces al contemplarte silencioso en las Eucaristía: Tú eres Cristo Hijo de Dios vivo. Y cómo siento se engrandece el corazón mío, cuando desde lo más íntimo me sale esta confesión de fe" (Experiencias, María ha escogido, p.107, fol.544).

La labor apostólica se realiza con la fe, aunque sea del tamaño de una semillita: "Este grano de mostaza es para nosotras la fe, esa virtud teologal que, practicada más y más puede hacer de ese granito sembrado en el surco, un frondoso árbol en donde vengan a posarse las

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aves del cielo. Si por la intensidad de nuestra fe, hacemos de nuestra oración un centro de atracción, en donde el mismo Dios se vea obligado a descender, derramando allí los torrentes de sus gracias, para que a su vez se desborden en favor de las almas, entonces, sí que tendrá cumplimiento en nosotras esta parábola" (Experiencias, Estudio sobre la Regla, p.250, fol.682).

Los pueblos no cristianos ya empieza a vislumbrar la estrella que lleva a Jesús. La fiesta de la Epifanía recuerda que debemos avivar nuestra fe para atraer a los que todavía no creen: "Epifanía: el Señor se ha manifestado a los pueblos paganos; en ellos estamos comprendidos todos los que no nacimos del pueblo hebreo. Yo le llamaría el día de la fe; de esa fe que hace dulce todo acontecimiento, por doloroso que sea; esa fe que nos muestra siempre la mano providente de Dios señalándonos lo que espera de nosotras; esa fe que no se arredra por las dificultades previstas y que le hace confiar, que le hace amar cuanto encuentra de bueno en su camino... como los Magos... Esa fe, los hizo arrostrar innumerables dificultades" (Circulares, 6 enero 1976, p.5695).

La práctica del espíritu de fe, en medio de las dificultades, es posible cuando el corazón tiene ansias apostólicas: "Alguna hija menciona la fe necesaria para vivir santamente la vida religiosa. Sí, hijas, tiene que ser mucho más grande, la misma que Cristo exigía a sus apóstoles; el mismo aguante para soportarse mutuamente... Sí, requiere mucha fe, mucho amor, viniendo como consecuencia esa dulcísima esperanza de tener contento al Señor, de sentir interiormente su sonrisa después de un vencimiento, y de poder contemplar en el cielo las almas que se hayan salvado por nuestras oraciones, vencimientos y sacrificios" (Colectivas, 18 febrero 1976, V, p.4199).

Una oración hecha en sequedad, pero con gran espíritu de fe, es fuente de gracia para toda la humanidad: "La fe de la cananea debe ser mi fe en todas circunstancias. Pero a esa fe debo añadir la sumisión rendida de mi voluntad a la suya... Entonces la fe, casi nomás tiene las apariencias, porque se convierte en claridad... Creo yo que, cuando un alma pasa el tiempo de su oración en estos ejercicios de fe, alimentados por la esperanza y acrisolados por el amor, pero así, con intensidad de fe, de esperanza y amor, arranca del corazón de su Dios estupendas gracias de conversión para el mundo" (Experiencias, Estudio sobre la Regla, p.261-262, fol.683-684).

Temas relacionados: Confianza, obediencia, Providencia...

"FIAT" DE MARIA Y NUESTRO

La Virgen de nuestro "sí"

M. Inés, siguiendo el común sentir de los santos, da mucha importancia al "sí" (el "fiat") que María pronunció en el momento de la Anunciación. Es uno de los temas más frecuentes en sus escritos. La actitud mariana de disponibilidad respecto a la voluntad de Dios y a la acción del Espíritu Santo, es modelo de la vivencia cristiana. Al recordar su "sí", es como si María nos dijera aquí y ahora: "Hagan lo que él les diga" (Jn 2,5).

El tema del "fiat" de María, con todos sus aspectos de fidelidad a la Palabra y a la voluntad de Dios, de apertura a la acción del Espíritu Santo (virginidad), de transcendencia para nuestra redención, y de ejemplaridad, etc., tiene "resonancia universal" (Ejercicios, 1941, p.395, fol.822). Según Santo Tomás de Aquino, María pronunció su "sí" "en nombre de toda la humanidad" (Suma, III, 30, 1c).

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Dios ha querido mostrar su gran amor a la humanidad por medio de la Encarnación de su Hijo. María, con su "sí", ha hecho posible que se nos mostrara este amor de manera concreta, con repercusión en todas las cosas: "Insondable misterio de amor! Toda la creación está con él relacionada... nos habla a gritos de su ternura" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.20, fol.460).

En el "sí" de María descubrimos que ella vive "una confianza sin límites" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.18, fol.458). Es un "sí" de trascendencia suma para toda la historia humana. Dios quiso este "sí" de María, consciente, libre y generoso, como modelo del "sí" que también nosotros estamos llamados a pronunciar: "Hoy es el día del «Ave María»... La Virgen pura pronuncia su «fíat» y por este «fíat» sublime nos vino a la humanidad el más rico Tesoro que el Padre celestial nos pudiera ofrendar: su propio Hijo" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.44, fol.484).

Es como si toda la humanidad esperara con ansia el consentimiento de María: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38) (cfr. Experiencias, Cinco cuadernitos, p.19, fol.459s). Fue un consentimiento que tuvo sus consecuencias salvíficas para toda la humanidad: "María... pronuncia su Fíat salvador; ese fíat por el cual, todos seremos salvos, si cooperamos como ella, si amamos como ella, si como ella creemos la voluntad santísima de Dios" (Estudios, Sobre los santos Evangelios, p.213, fol.646).

En los escritos de M. Inés, hay una "composición" literaria, que describe el retablo de la Anunciación situado en la capilla de monasterio de México. La descripción es del año 1943 (dos años antes de la fundación misionera). Presenta la realidad de Cristo (Dios, hombre, Salvador) y la santidad de María, Madre de Dios. Pero en la composición podemos también constatar las vivencias marianas de M. Inés, especialmente su fe contemplativa en relación con María: "Dios sólo espera el fíat de la creatura más pura, más santa, más hermosa, más perfecta que ha existido en el cielo y sobre la tierra, para que su Verbo... su Hijo, descienda de su trono de gloria y venga a tomar, en el seno purísimo de María, nuestra carne flaca y miserable, para hacerse uno de los nuestros" (Estudios, Lo que me dice el cuadro de la Anunciación, p.180-181, fol.615-616).

La imitación del "fiat" de María en la vida misionera

La respuesta a la vocación misionera se concreta en un "sí", a imitación de María. El Señor "quiere un fiat voluntario, decidido, amoroso" (Estudios, La Santísima Trinidad, p.160, fol.596). El "fiat" de María descorre el velo del "anonadamiento" del Verbo en el seno de la Madre de Dios, quien muestra su humildad, sencillez, disponibilidad total. La actitud misionera es eminentemente mariana, como imitación del "fiat" de María, que se convierte en cooperación a la obra redentora: "Nuestro Señor nos llevará a las cumbres de la contemplación tratando primero de ser humildes, dóciles a sus pequeñas o grandes inspiraciones, a saber decir, siempre, siempre, como su Madre Santísima ese sí... principalmente cuando se le pidió ser Madre del Redentor, sabiendo desde ese momento que, al aceptar esa voluntad santísima, aceptaba el papel de ¡¡Corredentora!!" (Colectivas, junio 1977, V, p.4262).

El inicio del Instituto misionero se fundamenta en el "fiat" de María imitado por M. Inés y por toda su familia espiritual: "Sírvete de mí, en tu misericordia infinita, como de instrumento para tu gloria. Manéjalo a tu gusto... Que mi corazón agradecido, siempre responda a las insinuaciones de tu gracia, con un alegre fíat" (Experiencias, Viva Cristo Rey, p.84, fol.522).

Esta actitud de abandono filial hace maravillas, aun cuando se cierren todas las puertas:

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"Si es tu voluntad, de los escombros surgirá la obra toda resplandeciente de tu misericordia. Fíat, Señor, ahora y siempre" (Experiencias, Diario 24 marzo 1944, p.136, fol.572). Cuando recibió la noticia de que no se podía iniciar la fundación, escribe: "¡Fiat! ¡Fiat! ¡Fiat! No puede decir otra cosa mi corazón" (ibídem, 5 mayo 1944, p.143-144, fol.579). Este abandono filial comunicaba luz para seguir colaborando activamente según los signos de la voluntad de Dios: "Y para esto, tengo que poner lo que esté de mi parte, dejando a N. Señor que haga la suya, la cual se manifestará por lo que venga. ¡Fíat voluntas tua!" (ibídem, p.147, fol.583).

Consecuencias prácticas para la vida espiritual y apostólica

Todos los momentos de la vida se pueden convertir en un "fiat" como el de María. Es el "sí" que Dios quiso de María y que ahora quiere de nosotros. M. Inés lo explica así con términos sencillos: "Sí, Jesús quiere hacer siempre en tu alma, su Santísima voluntad; en cada acontecimiento, en todo lo que te pase a cada momento, quiere que le des, el FIAT. Esto es, que le digas: SI a todo lo que el manda o permite" (Consejos, a su sobrino Luís en su primera comunión, 19 marzo 1943, p.1331).

La vida de todos los santos ha consistido en la imitación de este "sí" mariano: "Han llegado a las cumbres de la santidad, por esta unión de voluntades! Por esta aquiescencia amorosa de su vida, por este fíat continuo, ofrendado en aras de la divina voluntad!" (Ejercicios 1941, p.379, fol.807). Es la actitud que M.Inés anota frecuentemente en sus notas de Ejercicios espirituales: "Quiero decir un fíat profundo en todo lo que Dios permita" (Ejercicios 1943, p.433, fol.860). Es su actitud habitual, manifestada en sus cartas al Director Espiritual (pp.147, 151, 174, 265) y en la correspondencia familiar (p.4931).

En la Lira hay un consejo sapiencial, que debe ponerse en práctica desde el inicio de la formación misionera. Otro camino sería abocarse al fracaso: "Y cuando Dios, en su inmensa bondad, en su infinita dignación quiera servirse de ti, aunque instrumento inútil y deforme, no pondrás ningún obstáculo, y, sin alegar nulidad ni razones que te sugieran tu amor propio, no abrirás tu boca más que para decir un alegre FIAT" (Lira, 1ª parte, cap.VII). No sólo se invita a decir "un fiat amoroso", sino también "un alegre Te Deum" (ibídem, cap.XIII), especialmente en "los quehaceres más humildes... que en realidad están conquistando el mundo" (ibídem, cap.XVIII).

Esta actitud de "sí" indica, pues, una profunda confianza en la Providencia divina, mientras, al mismo tiempo, supone una disponibilidad para colaborar activa y responsablemente en los signos de la voluntad de Dios, que se manifiestan continuamente en las circunstancias más diversas de la vida. La vida se hace un "sí" fiel, responsable y audaz, como el de María. Ver otros textos: Circulares, II, pp.5696, 5728; Fundación, II, pp.285, 353); Colectivas, I, pp.8, 37, 214; II, pp.371, 517, 530, 601; IV, p.4953; V, pp.4188, 4198, 4206, 4261, 4295, 4303; VI. pp.4339, 4452, 4473, 4478, 4535); Locales, I, p.4595; II, p.4810; III, p.4978; IV, p.5269; V, p.5495.

Ver temas complementarios: Anunciación, María, profesión, santidad, vida consagrada.

Fiestas marianas (v. MARÍA)

FORMACION

Importancia de la formación inicial, permanente, integral

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M. Inés era muy sensible al tema de la formación, especialmente en vistas a vivir con generosidad la vida consagrada y la entrega a la misión de la Iglesia. Se refiere a la formación inicial (desde el postulantad, noviciado o los grupos de formación) y a las diversas etapas posteriores de la formación (juniorado y formación permanente). Es "la formación que las hará almas de temple, esforzadas, abandonadas en Dios, sencillas y rectas, puras... con una pureza de alma que quiere para el esposo Divino la esencia de la santificación" (Locales, 8 febrero 1953, I, p.4557).

La formación es un proceso de actualización ("aggiornamento") que dura toda la vida. Se puede concretar en diversos niveles: humano-cristiano, espiritual, intelectual, pastoral. Siempre debe ser personal y comunitaria. Cada uno de estos aspectos o niveles (áreas) presupone los demás; es, pues, siempre una formación integral. "En las casas de formación, se procura, al menos así se les ha enseñado a las formadoras, se esfuercen porque todas las hermanas reciban una formación integral como personas primero y como personas que se van a comprometer o que ya se comprometieron con Dios mediante los votos" (Circulares, 25 agosto 1979, II, p.5733).

Durante el tiempo de formación inicial, se tiende especialmente a la adquisición de las virtudes necesarias para entregarse al Señor y la misión (cfr. Lira, 1ª parte, cap.XV). Pero continuamente hay que "dedicarse a adquirir una sólida formación técnica, de la que dependerá, en gran parte, con la atracción del saber, la salvación de las almas" (Lira, 1ª parte, cap.XVI). M. Inés alentaba a formarse continuamente en "el espíritu misionero universal" (Circulares, 29 junio 1977, II, p.5705). "Esta formación y espíritu misionero no debe terminar con los tiempos de formación, esto es, con el noviciado y jovenado, debe continuarse por toda la vida" (ibídem).

M. Inés propone asistir a cursos, conferencias, mesas redondas, jornadas misioneras, etc. (ibídem, p.5706; Locales, 15 enero 1978, IV, p.5433; Colectivas, febrero 1964, II, p.574). En este contexto, hace referencia a los cursos organizados en el Centro Internacional de Animación Misionera, CIAM, de Roma (cfr. Circulares, 8 enero 1978). También se refiere a las cursos misioneros del CLAEM, México (cfr. Colectivas, VI, pp.444, 4487, 4520; Locales, V, p.5477).

Para adaptarse e inculturarse

La formación cultural debe acentuarse cuando se trata de trabajar apostólicamente en países de cultra diferente, para poder realizar un proceso auténtico de "inculturación". Es "necesaria la cultura, y más en nuestros tiempos, y una preparación técnica completa" (Estudios, En homenaje..., p.317, fol.744). M. Inés hace esta invitación, sin olvidar la clave de toda adaptación e inculturación, es decir, la caridad (ibídem). Ella quería que sus hijas fueran "religiosas cultas en toda la extensión de la palabra" (Fundación, 2 octubre 1945, I, p.143).

Este proceso de inserción (adaptación, inculturación), al estilo de San Pablo, requiere una actitud de verdadera entrega: "Sepultándonos por amor entre los hijos de otras naciones, por solo hacerles bien, con el único anhelo, Jesús mío, de que te conozcan y te amen, adaptándonos a sus costumbres, a sus usos, haciéndonos toda para todos, para ganarlos a todos dándoles nuestro cariño, nuestro interés maternal, nuestra incansable solicitud, nuestros ayunos, nuestras mortificaciones, nuestras oraciones, metiéndolos a todos muy dentro de nuestro corazón, para que ahí se encuentren contigo" (Estudios, Postula a me..., p.194, fol.628).

La adquisición de la cultura tiene como objetivo el capacitarse para la evangelización.

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M. Inés fomentaba, ya desde el inicio de la fundación, la asistencia a toda serie de cursos que tuvieran este objetivo espiritual, apostólico, cultural. No miraba tanto a los gastos cuando se trataba de una verdadera formación. Es una formación que no se busca por interés personalista, sino para servir mejor: "Los cursos intensivos siguen en su apogeo; me van a costar muchísimo, que sólo Dios sabe cómo va a proveer a sus pagos, pero espero en Dios que se aprovechen con ganas y, poco a poco, vayamos ganando cultura y, con ella, almas para Dios" (Locales, 26 diciembre 1954, I, p.4646).

Esfuerzo responsable: personas formadoras y formadas

Las personas formadoras tienen una tarea específica, pero el primer responsable de la formación es la persona formanda, que debe colaborar activamente (cfr. Circulares, 25 agosto 1979, II, p.5732s). De ahí la necesidad de oración personal y comunitaria, lectura y estudio: "Y que cada una de las hermanas tome también muy en cuenta la auto-formación, que se adquiere, ante todo, en la oración recogida y silenciosa, ya sea al pie del sagrario o en algún otro sitio; y en la lectura de seleccionados libros, empezando por la Sagrada Escritura, decretos conciliares, y de aquellos otros que nos renueven, tanto en lo espiritual y religioso, como en lo humanístico, social y pedagógico" (Circulares, 8 diciembre 1969, I, p.5595).

Las personas formadoras tienen que ser cualificadas y dedicadas, con un gran sentido de acompañamiento y responsabilidad: "Cada formadora se adapta a cada hermana conforme a sus necesidades personales y a las circunstancias y medios de que provienen" (Circulares, 25 agosto 1979, II, p.5733).

En las cartas locales y colectivas, se invita continuamente al estudio, siempre en armonía con la entrega la santidad y a la misión (cfr. Locales, I, pp.4629, 4646; III, 4965. Colectivas, I, pp.207, 222; II, pp.538s; III, pp.3760, 3779, 3829, 3833, 3846; IV, pp.3886, 3922, 4082; VI, pp.4371, 4446).

Los campos de apostolado, en los que hay que colaborar, reclaman una formación específica y responsable: enseñanza, catequesis, sanidad, juventud, familia, parroquia... "La formación en todos los sentidos es indispensable" (Colectivas, enero 1961, II, p.410).

Cualquier tema de nuestro diccionario puede encuadrarse en la perspectiva de la formación: formarse para la vida de contemplación (la oración) y la misión (el apostolado), para la vida comunitaria, para cada una de las virtudes, según la vocación específica (religiosa, laical, sacerdotal), para la vida litúrgica, formación espiritual, eucarística, mariana, misionera, etc. En las circulares, locales y colectivas, se encuentran continuamente referencias a la formación en todos los aspectos; además de las citas anteriores, ver: Colectivas, III, pp.3718, 3786; V, p.4289; VI, pp.4414, 4498, 4520.

Temas relacionados: Noviciado (con juniorado y postulantado).

Francisco de Asís (v. SAN FRANCISCO)

Fundación (v. CARISMA)