centenario de dalí: el genio y la politica - iván garcía vázquez

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Pequeño ensayo sobre la agitada y a veces confusa vida política del genial Eugenio Salvador Dalí, maestro de maestros y genio del surrealismo.

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CENTENARIO DE DALÍ: EL GENIO Y LA POLÍTICA (Publicado en la No Importa nº 77. pp. 16-17. Madrid: Revista No Importa, junio 2004)

Iván García Vázquez Arqueólogo e Historiador

España entera celebra el centenario del nacimiento de Eugenio Salvador Dalí. Pintor, escultor, dramaturgo, escritor, cineasta… el Leonardo da Vinci español del siglo XX supo forjarse un halo de excentricidad y egocentrismo que marcaría el mundo de las artes del siglo XX. Entre sus numerosas atracciones, se encontraba la política. Este es un repaso desde la óptica política, por su biografía. LOS AÑOS VEINTE: LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

Septiembre de 1921. Dalí es aceptado en Academia de Bellas Artes de San Fernando, y en la Residencia de Estudiantes. Si bien no aprendió mucho de sus profesores, como bien señala Dawn Ades en

su biografía Dalí, si que trabó amistad, sin embargo, con una serie de personajes que marcarían su manera

de entender la vida, el arte y la política en estos primeros años. Dalí compartió vivencias con

vanguardistas como el poeta Lorca, Luis Buñuel, Pepín Bello y Eugenio Montes, que después sería uno

de los intelectuales falangistas más allegados a José Antonio. Este grupo “estridente y revolucionario”, en palabras del genio Dalí, había heredado de la generación anterior, de la tradición ultraísta (un movimiento

fundado por Rafael Cansinos-Assens, opuesto al modernismo), y relacionado con el dadaísmo de Tristán

Tzara.

Salvador Dalí, a pesar de ser catalán, y de que su origen presidiera gran parte de su obra artística,

nunca fue seducido por el fantasma fácil del separatismo. Al contrario que su compañero de pinceles Joan

Miró, activo militante separatista y antiespañol, Dalí sostenía que había que universalizar lo local,

haciendo él lo propio con la barretina catalana. No obstante, siempre fue embajador español en el

extranjero, especialmente durante su estancia en Estados Unidos, en los años cuarenta.

Sus primeras incursiones en política le llevan a una militancia anarquista. Hijo de padre ateo y

republicano, y de una madre ferviente católica, Dalí se crió en un ambiente familiar en el circulaban ideas

progresistas. Incluso la familia padeció cierto acoso por parte de la Dictadura de Primo de Rivera al

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acoger a algunos de los barceloneses más significativos, que estaban siendo perseguidos por el gobierno

del Directorio. Este manifestado anarquismo de Dalí le costó pasar un mes encarcelado en Figueras y en

Gerona, al haber participado en la quema de una bandera española, en el transcurso de unos disturbios

iniciados en la Escuela de Arte de Figueras, durante una protesta contra la Dictadura. En 1926 fue expulsado de la Academia de Bellas Artes de San Fernando por sus continuos excesos e insubordinaciones.

REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL

Dalí se había sumado al movimiento surrealista, del cual sería uno de sus prohombres. Este

movimiento no sólo se circunscribía a lo estrictamente artístico, sino que además flirteaba con posturas

sociales y políticas revolucionarias, muchas veces identificadas con el comunismo y el marxismo. La

década de los años treinta resultó ser fecunda para el movimiento. No obstante, el descubrimiento entre

1929 y 1930 del “método paranoico-crítico”, favoreció la emancipación artística de Salvador, y su

separación, a mediados de la década, del movimiento surrealista. No obstante, durante esta etapa dió una

conferencia en el Ateneo de Barcelona que definió como una contribución para la “demolición definitiva de ideas como familia, religión y patria”. Como prueba gráfica basta ver la película Un perro andaluz, obra anticlerical (realizada junto con Luis Buñuel en contra de Juan Ramón Jiménez), que recibió la ira

de los católicos franceses en su estreno.

Su ruptura con André Breton, el líder oficial del surrealismo, le desplazó de sus correligionarios.

Bretón afirmaba que la obra de Dalí desde 1936 carecía de interés para el surrealismo, y en 1939,

finalizada la Guerra Civil, se apartó del grupo e inició un camino solitario. Dalí no se mostraba

indiferente ante los objetivos sociopolíticos de los surrealistas, sino que se mostraba fútil ante ellos. Llegó

incluso a chocar en sus gustos y estética con los miembros del surrealismo. Calas, en 1941, reprochó

duramente la nueva postura de Dalí en un artículo publicado en la revista View: “Dalí no cree ya en los valores de los revolucionarios. Ha redescubierto España, la penitencia, el catolicismo el clasicismo; adora la forma y se esfuerza por dibujar como Ingres”. Calas, apuntaba que, si bien Dalí había abrazado artísticamente el clasicismo en una época anterior, ahora lo hacía movido por su nuevo posicionamiento

político reaccionario. Lo cierto es que la proletarización del movimiento surrealista (Bretón era comunista

y había ofrecido el apoyo del movimiento surrealista a la URSS, en un telegrama reproducido en la

primera página de SASDLR) favoreció la salida de Dalí. Los intentos de sovietización del movimiento

artístico produjeron ácidas discusiones entre Dalí, Bretón, Aragon, y André Crevel.

LOS TOTALITARISMOS EUROPEOS Y SALVADOR DALÍ La fascinación que tuvo Hitler en Dalí queda patente en su libro Confesiones inconfesables:

“(…) para mi, Hitler encarnaba la imagen perfecta del gran masoquista, capaz de iniciar una guerra mundial, por el puro placer de perderla, y de enterrarse a sí mismo, bajo los escombros de un imperio”. Tanto Hitler como Lenin fueron tratados por Dalí como “delirantes sujetos oníricos”. Esta fascinación, que en absoluto fue una declaración de principios en su favor, obligó a Dalí a declarar ante el grupo de

surrealistas dirigidos por Bretón, que no era enemigo del proletariado, lo cual hizo el pintor hincado de

rodillas en el suelo. Aquel episodio, definitivamente separaría al artista del grupo surrealista. Sus

delirantes fantasías con Lenin y Hitler quedan impresas en la serie Guillermo Tell, cuadros protagonizados por Lenin o El enigma de Hitler, protagonizado por el dictador nazi.

A partir de 1945 Dalí comienza a pintar cuadros históricos. Fascinado por la Fe, por el mundo

del Imperio Hispánico, cuadros como El sueño de Cristóbal Colón son, sin duda, temas estrictamente

dalinianos relativos a la fe y a la fuerza de la tradición, bajo una clara intencionalidad épica.

EL DALÍ JOSEANTONIANO

Dalí se había declarado joseantoniano en algunas ocasiones. Existen dos pruebas gráficas de esta

declaración de principios, que son las dos fotografías de su despacho: una tomada en 1966 y otra tomada

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en 1974. Este retrato oficial de José Antonio presidía una de las habitaciones de su casa. Al morir Dalí,

los derechos de autor fueron adquiridos por el Estado Español desde 1989 hasta 1994. Fue en 1995

cuando la Fundación Gala-Dalí se hizo cargo de ellos, así como de la gestión de la Casa-Museo Dalí. con

la condición de no mover un ápice su disposición. Todo debía quedar tal y como lo dejó el artista antes de

fallecer. Ni un solo cambio. Faltó tiempo para que se retirara el retrato de José Antonio vestido con

camisa azul, del despacho del artista.

Primer documento gráfico: imagen del despacho de Dalí en 1966.

A la derecha, la segunda instantánea tomada en 1974.

Además, Dalí y Manuel Vázquez Montalbán (en efecto, el rojo de Vázquez Montalbán D.E.P)

realizaron juntos, en 1972, la ópera-ballet Étre Dieu en honor de José Antonio Primo de Rivera. Dalí

elaboró el boceto del guión (apenas diez líneas) y Montalbán, ajeno a conjuras comunistas, elaboró el

libreto de la obra nunca representada, que habría sido dirigida por el compositor Igor Wakhévitch, y

patrocinada por el mecenas catalán Oriol Régas, renovador cultural de la Barcelona de los setenta. Dalí

define a José Antonio en su obra como “nuestro gran héroe español y mártir” y pone en boca del Fundador ataques a “ese personaje funesto que se llamaba Jean-Jacques Rousseau”. En este sentido, el pintor declara en su ópera que “la garantía más grande de corrupción y de equívoco pegajoso y abominable, es la democracia que todo lo aplasta. Es por esto que José Antonio Primo de Rivera se había sublevado contra el principio democrático y se había instaurado en su cerebro unos regímenes que garantizaban mucho más la libertad de cada individuo pues, en una monarquía absoluta, hay sitio”. Y en su libro Las pasiones según Dalí (conversaciones con Louis Pauwels) habla del retrato fotográfico del fundador de Falange, hoy desaparecido de las paredes de Port Lligat, y admite que “José Antonio tuvo el valor de presentarse tal como era, de hablar en nombre de lo que él consideraba la élite, y de proponer un programa que borrara todos los ¡Abajo! en un solo lema: ¡Arriba España!. No estoy haciendo apología del fascismo español. Lo que admiro de este discurso es la voluntad de inversión de las ideas en sentido vertical”. Hoy la ópera Ètre Dieu es custodiada por la fundación Gala-Dalí, con un hermetismo

que ha vetado incluso a estudiosos de la vida del genial artista examinar tal documento.

MONÁRQUICO (POR CONVICCIÓN), PERO ¿UN GENIO DALÍ, DEMÓCRATA?

En sus últimas apariciones televisivas, el siempre controvertido genio de Cadaqués se declaraba

monárquico. Pocos días antes morir, exclamaba “no puedo morir, no puedo morir, por su Majestad el Rey, por Cataluña y por España”. A pesar de esta anécdota televisiva, recogida por las cámaras, Salvador

Dalí se reconoció abiertamente monárquico, lo cual encajaba perfectamente con su talante elitista y su

apego a la tradición hispánica (siempre se había sentido fascinado por la España de Carlos I y de Felipe

II). Finalmente, ¿sería Dalí demócrata hacia el final de sus días? Esto es lo que parece que nos están

queriendo sugerir. La ministra de Cultura, Carmen Calvo, ha querido vendernos, el día del centenario, una

relectura del personaje. La ministra, dijo que había que perdonar ciertos pecados ideológicos de Salvador

Dalí, y que había que ganarlo para la democracia. Rostro más duro que el de una ministra que no nos

merecemos no tiene límite. La izquierda, de nuevo maestra en mentir, robar y plagiar. Dalí, nos guste o no

nos guste, fue juvenilmente anarquista, imposiblemente comunista, extrañamente joseantoniano e

inexistencialmente demócrata. Pero Dalí fue, por encima de todo, el Divino Dalí.

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“(…) la garantía más grande de corrupción y de equívoco pegajoso y abominable, es la democracia que todo lo aplasta. Es por esto que José Antonio Primo de Rivera se había sublevado contra el principio democrático y se había instaurado en su cerebro unos regímenes que garantizaban mucho más la libertad de cada individuo (…)”.

Salvador Dalí en Las pasiones según Dalí