carta pastoral sobre los consejos pastorales...

45
AÑO 2010 CRUCEMOS A LA OTRA ORILLA” (Mc. 4,35) Introducción A. Un caminar juntos desde el 2004 hasta el 2016 En el proceso de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral hemos terminado una etapa, que ha durado seis años. Queremos, ahora, dedicar este año a revisar el camino recorrido y a planificar la próxima etapa para el sexenio 2010-2016. La pastoral es un proceso que tiene fases, etapas; tiene un desarrollo. La evangelización es una realidad que se va dando progresivamente. Entonces lo que queremos es iniciar una nueva etapa de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral, sabiendo que su contenido permanece vigente 1 . El trabajo que realizaremos en 2010 se inscribe en el contexto espiritual del Año Eucarístico. Ambos acontecimientos están estrechamente vinculados. Este año eucarístico debe proporcionarnos un movimiento espiritual de renovación espiritual y pastoral. La Eucaristía nos permitirá vivir una fuerte experiencia de comunión eclesial en la oración, en la convivencia fraterna, en el diálogo y en la comunión de todo lo que somos y tenemos, para contribuir a que nuestro Iglesia en Tucumán tome resueltamente el camino misionero de la evangelización, respondiendo, siempre contando con la gracia de Dios, a las necesidades pastorales en las presentes circunstancias de nuestro pueblo. La misión nace de la Eucaristía. Al partir Jesús el Pan en aquel atardecer de la primera Pascua, los discípulos de Emaús abrieron el corazón, lo reconocieron y retornaron llenos de alegría a Jerusalén. En la Pascua de Cristo, celebrada y revivida en la Eucaristía, está toda la fuerza que atrae al mundo. La Eucaristía es la que plasma toda comunidad cristiana. La Eucaristía es la fuerza para la misión. A la Eucaristía llegan los hombres que fueron alcanzados por la misión. B. El relato de los Discípulos de Emaús es nuestro paradigma 1 Ver Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen las redes” 2004-2009 1 ¿Qué es un paradigma? Es un modelo, un esquema, un ejemplo, también un marco teórico, un cuadro de valores, una idea a aplicar, un patrón de medida. El encuentro de Jesús Resucitado con los discípulos de Emaús tuvo valor de paradigma para la Iglesia primitiva, y así está en el evangelio de Lucas, porque muestra las actitudes y gestos del cristiano en el camino que nuestra Iglesia, la de todos los Un camino pastoral recorrido juntos 2004 al 2009: Plan Arquidiocesano de Pastoral. 2010: Año Eucarístico. 2010 – 2016:

Upload: others

Post on 29-Jan-2021

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

CARTA PASTORAL SOBRE LOS CONSEJOS PASTORALES PARROQUIALES

PAGE

AÑO 2010

“CRUCEMOS A LA OTRA ORILLA” (Mc. 4,35)

Introducción

A. Un caminar juntos desde el 2004 hasta el 2016

En el proceso de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral hemos terminado una etapa, que ha durado seis años. Queremos, ahora, dedicar este año a revisar el camino recorrido y a planificar la próxima etapa para el sexenio 2010-2016.

La pastoral es un proceso que tiene fases, etapas; tiene un desarrollo. La evangelización es una realidad que se va dando progresivamente. Entonces lo que queremos es iniciar una nueva etapa de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral, sabiendo que su contenido permanece vigente.

El trabajo que realizaremos en 2010 se inscribe en el contexto espiritual del Año Eucarístico. Ambos acontecimientos están estrechamente vinculados. Este año eucarístico debe proporcionarnos un movimiento espiritual de renovación espiritual y pastoral.

La Eucaristía nos permitirá vivir una fuerte experiencia de comunión eclesial en la oración, en la convivencia fraterna, en el diálogo y en la comunión de todo lo que somos y tenemos, para contribuir a que nuestro Iglesia en Tucumán tome resueltamente el camino misionero de la evangelización, respondiendo, siempre contando con la gracia de Dios, a las necesidades pastorales en las presentes circunstancias de nuestro pueblo.

La misión nace de la Eucaristía.

Al partir Jesús el Pan en aquel atardecer de la primera Pascua, los discípulos de Emaús abrieron el corazón, lo reconocieron y retornaron llenos de alegría a Jerusalén.

En la Pascua de Cristo, celebrada y revivida en la Eucaristía, está toda la fuerza que atrae al mundo. La Eucaristía es la que plasma toda comunidad cristiana.

La Eucaristía es la fuerza para la misión.

A la Eucaristía llegan los hombres que fueron alcanzados por la misión.

B. El relato de los Discípulos de Emaús es nuestro paradigma

Hemos articulado nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral siguiendo el relato de los discípulos de Emaús (ver Lc. 24,13-35). Los discípulos de Emaús reconocen al Señor al partir el Pan. En ese momento se abrieron sus ojos y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (25,32). Entonces regresan corriendo a Jerusalén para anunciar que Jesús ha resucitado y está vivo.

En el acontecimiento de Emaús veo un icono del camino que nuestra Iglesia ha recorrido y debe recorrer todavía.

El compromiso misionero de nuestra iglesia diocesana nace de este encuentro con el Señor: de la escucha de su Palabra, de la oración y de la Eucaristía.

Por eso el año Eucarístico debe ser el clima espiritual para realizar nuestro trabajo. De la dimensión contemplativa, del silencio delante del Santísimo, debe surgir la fuerza interior que nos lance a la misión. El encuentro con el Señor en la Palabra y en la Eucaristía será lo que nos lleve a ser testigos del Resucitado ante todos los hombres, ante todos los pueblos.

Ahora estamos en el momento de actualizar nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral.

Recordemos el objetivo de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral:

Que todas las comunidades y todos sus componentes se integren en una GRAN MISIÓN ARQUIDIOCESANA para impulsar la NUEVA EVANGELIZACIÓN

Ahora perseguimos idéntico objetivo: alentar y sostener una orgánica y vigorosa evangelización misionera.

C. Un camino inspirado por el gran Papa Juan Pablo II

Venimos recorriendo un camino pastoral que se inspira en la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte. En ella Papa Juan Pablo II exhorta “ardientemente a los Pastores de las Iglesias particulares a que, ayudados por la participación de los diversos sectores del Pueblo de Dios, señalen las etapas del camino futuro, sintonizando las opciones de cada Comunidad diocesana con las de las Iglesias colindantes y con las de la Iglesia universal” (nº 4).

También nos convoca a esta tarea el Episcopado Argentino al proponernos, en Navega Mar Adentro, orientar “una nueva etapa en la evangelización de la Argentina mediante una acción pastoral más orgánica, renovada y eficaz, procurando que todo miembro del pueblo de Dios, toda comunidad cristiana, todo decanato, parroquia asociación o movimiento, se inserten activamente en la pastoral orgánica de cada Diócesis” (nº 2).

La Providencia de Dios quiso que este camino que venimos haciendo como Iglesia de Tucumán sea confirmado por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que tuvo lugar en el 2007 en Aparecida, Brasil.

En el Documento de Aparecida nos encontramos totalmente identificados y confirmados en nuestro camino pastoral. Veámoslo concretamente:

· “Nos reunimos en Aparecida... como pastores que queremos seguir impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia” (nº 1).

· “Hoy, toda la Iglesia de América Latina y El Caribe quiere ponerse en estado de misión” (nº 213).

· “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia” (nº 365).

Vemos así que Aparecida nos convoca a una Misión que “debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia” (nº 365). Esta Misión, como nos pide el Papa Benedicto XVI, debe convocar a todos los miembros de la Iglesia: “sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos” (nº 550).

Podemos decir que hay un espíritu y un lenguaje común en Navega Mar Adentro y en el Documento de Aparecida que coincide, en lo fundamental, con nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral. Es que estos textos: uno a nivel continental, otro a nivel nacional y el nuestro, a nivel diocesano, se ubican dentro de un mismo clima eclesial y pastoral y tienen como fuente el documento Novo Millennio Ineunte, del Papa Juan Pablo II.

· Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica, en especial desde la Parroquia

Mucho de lo que aquí digo ya lo he escrito en otras oportunidades. Pero me parece que es mi deber retomar algunos temas, volver sobre ellos, porque quizás no han sido entendido del todo y por todos.

Ahora quiero acercarme a la parroquia.

El propósito es proporcionar a los agentes pastorales de las parroquias (sacerdotes, consagrados, consagradas y laicos) un instrumento que les permita reflexionar, revisar y decidir sobre cauces y acciones para una pastoral misionera. No se trata de hacer una misión, sino de tener una pastoral misionera.

Lo que aquí presentamos son sugerencias que deberán ser enriquecidas por los cristianos de cada parroquia: son ellos los que asumen corresponsablemente la tarea de revitalizarla y convertirla en misionera.

1.1. La parroquia, comunidad cercana

La parroquia es la Iglesia entre la gente; es la Iglesia vecina a la gente; es la Iglesia que vive entre las casas de sus hijos; es la presencia de la Iglesia en el barrio. Parroquia significa Iglesia en la vida cotidiana, junto a las casas.

La parroquia no es entonces una Iglesia de elites, para algunos afortunados o que tienen dotes especiales. La parroquia es una iglesia accesible a todos, capaz de dialogar con toda la gente, que vive la experiencia de la gente.

Éste es el programa pastoral de toda parroquia. Es lo que debe conducir el compromiso de los sacerdotes, de los laicos, de los consagrados, de los diversos grupos y movimientos, de los consejos pastorales, de todos los agentes de pastoral: cada uno según su don de gracia.

La comunidad parroquial no debe realizar encuentros sólo con los "propios". Debe abrirse a todos. Realizar encuentros con la gente del barrio. Debe mantener un diálogo con las diversas realidades sociales y culturales.

Parroquia, iglesia entre la gente, significa Iglesia vecina a las casas, a las familias, a los esposos; a los niños y a los jóvenes, integrándolos en sus grupos; a los ancianos; a los enfermos, con la pastoral del alivio y con el sacramento de los enfermos; vecina a los pecadores con el sacramento de la penitencia; vecina a todos los cristianos con la Misa dominical y el sacramento de la Eucaristía; vecina a los que nacen, con el sacramento del Bautismo; vecina a los pobres, con la atención de Cáritas; vecina a los vecinos, visitándolos en sus casas con los misioneros parroquiales. Parroquia vecina a los geriátricos y a los clubes. Vecina a las sociedades de fomento y a los Centros de Jubilados. Vecina a los talleres y a las fábricas. Vecina a las escuelas y a la feria de su barrio.

La parroquia debe recuperar la fiesta patronal como la fiesta del barrio.

1.2. La parroquia, comunidad de santidad popular

En el capítulo 21 del Evangelio de San Juan se relata la pesca milagrosa. Señalo el versículo que dice: "Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió" (Jn. 21,11).

Los "ciento cincuenta y tres peces" son un signo de plenitud, de totalidad. Y se dice que la red no se rompió. Esto significa que la iglesia es capaz de abrazar a todos, que tiene lugar para todos. La Iglesia no es una red hecha para un pequeño grupo, es una iglesia capaz de abrazar a toda la gente y a todas las categorías de personas. Esto es bueno recordarlo siempre.

Ha sucedido en la historia de la Iglesia que muchos cristianos, de frente a la sublimidad de los preceptos evangélicos, estuvieron tentados de construir una iglesia para algunos grupos especiales. Ponían ciertas exigencias, sin las cuales la gente no era admitida. Se pedía una formación especial, un compromiso de vida. Sin duda, detrás de esta actitud está la buena voluntad de expresar la altura y la grandeza de la Iglesia de Cristo. Pero la imagen de la red nos muestra una Iglesia que, sin quitar nada de las exigencias del Evangelio, está abierta a todos: a los pequeños, a los menos formados, a los que tienen una fe incipiente. Una Iglesia que requiere de los pastores, de los agentes de pastoral un corazón grande, una gran comprensión, una capacidad de misericordia, para no apagar la mecha que arde.

La parroquia debe preocuparse de la gente sencilla, de los que sufren, de aquellos que no pueden dar razón de su fe, que no pueden dar una respuesta intelectual, pero son capaces de dejarse contagiar por la llama de la caridad, de la simpatía, de la bondad, de la acogida que se les da.

La parroquia es la posibilidad de la santidad popular ofrecida a todos y a cada uno de sus hijos: ancianos, jóvenes, enfermos, intelectuales y gente con poca formación, ricos y pobres. Cada uno, sea lo que fueren sus dones naturales o de gracia; sus condiciones sociales y humanas; cualquiera sea su carácter o su historia está llamado a vivir la plenitud de la gracia: la santidad.

1.3 La parroquia en la diócesis

Debemos ubicar a la parroquia dentro de la Iglesia particular. La parroquia no es una “microdiócesis”. La parroquia no se basta a sí misma para realizar sola la evangelización. La parroquia no puede recorrer sola el itinerario de la evangelización. Debe integrarse a la pastoral arquidiocesana.

La parroquia es una célula de nuestra Iglesia arquidiocesana, que es la comunidad eclesial plena, y de ella recibe su eclesialidad. La parroquia nace y se alimenta de la vida arquidiocesana.

Esto significa que la parroquia, como las restantes comunidades eclesiales, sólo se puede entender en referencia permanente a la Iglesia diocesana.

Para participar en la misión de la Iglesia diocesana , las parroquias deben, ante todo, aceptar y cooperar en las directrices y planes pastorales sancionados por el obispo. La parroquia adquiere y demuestra su eclesialidad plena cuando actúa dentro de la programación diocesana.

Recordemos que la diócesis es, propiamente, el sujeto de la evangelización: “La Diócesis presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos. Porque un proyecto sólo es eficiente si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación o movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente en la pastoral orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral de la Diócesis” (Documento de Aparecida, 169).

En la vertebración de nuestra pastoral arquidiocesana desempeñan una función importante los Decanatos que, por ser ámbitos más reducidos y cercanos a las parroquias, se van configurando como un lugar privilegiado para desarrollar una pastoral de conjunto planificada y con una intencionalidad misionera.

1.4 La parroquia, comunidad misionera

Es necesario, es urgente, que nos orientemos hacia una pastoral misionera en nuestra diócesis. Como dice el Documento de Aparecida: “No podemos desaprovechar esta hora de gracia! ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo... No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones...” (nº 548).

Los cambios operados en la sociedad y en la misma Iglesia están exigiendo de nosotros una respuesta pastoral generosa, dinámica, creativa y misionera.

Tenemos que reconocer que una inmensa cantidad de cristianos solamente ha recibido la catequesis de niños y los sacramentos de la iniciación, pero luego no han tenido una vida cristiana práctica ni una participación activa en la vida de la Iglesia.

Han sido bautizados pero no evangelizados.

Como los discípulos de Emaús, después de haberse encontrado con el Señor Resucitado, debemos partir en busca de nuestros hermanos alejados y testimoniarles que Cristo está vivo.

Pongámonos en camino.

Para reflexionar

Propongo algunas preguntas para que respondan, dialogando, los agentes de pastoral de la comunidad.

· ¿Quién es el sujeto de la pastoral evangelizadora?

· ¿Qué es la diócesis?

· ¿Se conocen y se reflexionan las Cartas Pastorales del arzobispo y los otros documentos arquidiocesanos?

· ¿Participa nuestra parroquia del Plan Arquidiocesano de Pastoral?

· ¿Qué función puede desempeñar el Decanato para vertebrar la vida de las parroquias en la arquidiócesis?

2. HACIA un modelo de pastoral renovada: “CRUZAR A LA OTRA ORILLA”

“Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tiene fe?». Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?». Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozados los grillos y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!». Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!». Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos mucho». Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaban paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos». Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara –unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado, le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti». El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados” (Mc. 4,35-5,20).

2.1 Contexto

a) La ciudad de Jesús

Jesús, después de pasar cuarenta días en el desierto, comienza su ministerio público. Enterado de que Juan el Bautista había sido arrestado, se retira a Galilea (ver Mt. 4,12).

Nos situamos en Galilea. Jesús cambia su medio familiar y comienza a recorrer las ciudades anunciando la llegada del Reino.

Allí va proclamando el Evangelio por toda la región, obrando milagros y llamando a los discípulos.

Muchas de las escenas de la vida de Jesús están relacionadas con esta región.

Galilea es el lugar donde Jesús enseñó, hizo caminar al paralítico, le dio la vista al ciego, multiplicó los panes, calmó la tempestad en el lago.

Jesús eligió a Cafarnaún como lugar de residencia. “Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún”, dice el Evangelio (Mt. 4,13). Y desde ese momento Cafarnaún sería su ciudad, como dice Mateo: “Y regresó a su ciudad” (Mt. 9,1), refiriéndose a Cafarnaún.

Cafarnaún era una ciudad bastante populosa y situada en el centro de la región. Desde allí recorría toda la Galilea.

A los pies de la ciudad se extendía el lago de Galilea, llamado también de Tiberíades. Está rodeado de montes por todos lados, salvo para dejar entrar al río Jordán, que sale por el extremo opuesto. Muchas de las ciudades que recorría Jesús están sobre este lago.

b) La casa de Jesús

Jesús en Cafarnaún tenía su casa. La referencia a la casa se encuentra por primera vez en Mc. 2,1: “Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa”. Luego, en Mc. 2,15, se dice: “Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían”. En Mc. 3,20 leemos que “Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer”. Por Mc. 7,17 sabemos que “Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido” de una parábola. Finalmente, en Mc. 9,28 está escrito que “Cuando entró a la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»”.

Los evangelistas utilizan “la casa” como figura de realidades comunitarias. La casa no es sólo el edificio, sino más bien la familia, las relaciones humanas que existen dentro de la casa. La podríamos llamar la casa-hogar. En Marcos “casa” designa un lugar en cuanto está habitado por una comunidad.

Entonces la casa de Jesús es un lugar donde conviven los discípulos. Los ocupantes de la “casa” además de Jesús son los Doce-los discípulos. La “casa” es el lugar de los discípulos. Allí comen con Jesús, allí son instruidos por Jesús. La casa representa a la comunidad: allí come con publicanos y pecadores. La gente conoce la casa: “se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer” (Mc. 3,20).

2.2 Texto

Ahora Jesús deja su ciudad, Cafarnaún, deja su “casa”, su “hogar” y sube a la barca y se lanza al mar.

La barca, en los evangelios, expresa otro espacio habitado por una comunidad humana. La barca encierra un grupo humano

A diferencia de “la casa”, que es estática, “la barca” es dinámica, connota un desplazamiento, en ella se viaja. La barca es inseguridad, se mueve.

La travesía termina en territorio fuera de Galilea, en Gerasa (ver Mc. 5,1), que es un territorio pagano. Es una figura orientada a la misión universal.

Al lago de Tiberíades se lo llama también con el término “mar”.

De hecho, el mar/lago de Galilea o de Tiberíades separaba a Galilea de los pueblos paganos de la Decápolis que ocupaban su orilla oriental.

El “mar” es puente hacia el mundo pagano. La retirada de Jesús con sus discípulos en dirección al mar señala que la misión ha de extenderse al mundo entero (ver Mc. 13,10).

El mar, también, simboliza el peligro, la amenaza, la inseguridad: “Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua” (Mc. 4,37). Todo hombre experimenta ante el mar la sensación de un poder formidable, imposible de domar, amenazador.

Al llegar a la otra orilla del mar, en Gerasa, Jesús cura al hombre poseído por un espíritu impuro.

La curación del poseso es signo de la llegada del Reino. Jesús es el enviado de Dios que trae al mundo la salvación. El poder del maligno es grande, pero tiene que retroceder ante Jesús.

El hombre sanado expresa su deseo de permanecer con Jesús; pero Jesús lo rechaza enviándole a sus familiares; a ellos deberá contarles lo que el Señor ha hecho con él y cómo le ha mostrado su misericordia. El hombre no se contenta con ese encargo, sino que proclama por la Decápolis, es decir, por toda la región, lo que Jesús ha hecho con él y todos quedan admirados (ver Mc. 5,20).

2.3 Comentario

Es interesante meditar este texto evangélico.

Jesús estaba en “su ciudad” (Cafarnaún) y en “su casa”, lugar familiar, tranquilo, seguro, conocido y decide “cruzar a la otra orilla”.

“Cruzar a la otra orilla” es dejar la seguridad de la costa. Es subirse a la barca que siempre es insegura. Es enfrentarse con el peligro y las amenazas del mar.

“Cruzar a la otra orilla” es ir a otro territorio, a gente pagana.

La razón de esta travesía es la salvación de todos los hombres: “Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28,19-20).

A este compromiso de anunciar el Evangelio a todos los hombres están llamados todos los bautizados. El deber misionero nace de la misma fe.

La parroquia es insustituible. Pero, para ser fieles al evangelio de Marcos, debe renovarse.

El secreto para renovar la parroquia está en retomar su camino misionero: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc. 16,15).

Necesitamos parroquias en permanente estado de misión.

El Documento de Aparecida nos habla de “conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades” (ver nº 365). Y explicita que la conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera.

Aparecida quiere iluminar y estimular a las comunidades parroquiales a una transformación: el paso de un tipo tradicional de parroquia, que se limita a responder a la demanda de los que acuden, a otro tipo de parroquia, que se convierte en comunidad anunciadora y testigo del Evangelio.

Esto cuesta, provoca resistencias. Es poner en práctica el estilo pastoral que acabamos de ver en Jesús.

Conversión pastoral es dejar nuestra casa, nuestro grupo, lo conocido, nuestra seguridad, y decidirnos a “cruzar a la otra orilla”. Es subirse a la barca, que es siempre insegura; es enfrentarse con las amenazas del mar y es adentrarnos en otro territorio en búsqueda de otra gente. Ciertamente no se trata de paganos, pero sí de cristianos alejados de la Iglesia, que no se sienten Iglesia. Necesitamos salir a buscarlos y proponerles a Jesús.

No podemos quedarnos conformes y seguir haciendo lo que siempre hicimos. Debemos preguntarnos si Dios no nos está pidiendo abrir nuevos caminos pastorales. En este sentido, una simple “pastoral de conservación” no alcanza.

Se trata de que la parroquia, además de alimentar la vida cristiana de los fieles, que ciertamente debe hacerlo, debe evangelizar a las personas y a los sectores alejados de la fe y de la práctica cristiana.

Esto significa que la comunidad parroquial no puede permanecer replegada sobre sí misma, sino que debe abrirse a todos los habitantes de su territorio y salir a buscar a sus hermanos que se han alejado.

Pero esta acción no se puede considerar como una “parte” de la pastoral, una de las muchas cosas que hay que hacer; se trata, más bien, de un objetivo que afecta y condiciona la vida entera de la comunidad en todas sus tareas. Dicho de otro modo: la pastoral parroquial debe enfocarse en todos los sectores y en todas las acciones desde la perspectiva de la evangelización misionera.

Se necesita el coraje de Cristo para “cruzar a la otra orilla”. ¿Cómo no pensar en tantas personas que habiendo recibido el Bautismo no comparten con nosotros el compromiso y la alegría de la vida eclesial y de la “practica de la fe?

Hay que seguir sembrando la Palabra y ofrecerla a todos.

La Iglesia nos está llamando a que asumamos con “un dinamismo nuevo” nuestra responsabilidad con el Evangelio y con la humanidad. Se nos está pidiendo que nos dispongamos a la evangelización. No podemos permanecer encerrados en nuestras comunidades. Se nos está pidiendo echar una mirada sobre el vasto mar del mundo a fin de que todo hombre encuentre a Jesucristo, como el sanado de Gerasa.

Por tanto, la misión de la parroquia no puede reducirse a mantener la fe de los practicantes y acompañarlos en su vida cristiana. La parroquia debe plantearse decididamente como comunidad misionera. Esto supone que debe actuar para despertar la fe adormecida y ayudar a madurarla después como adhesión personal, libre y gozosa a Jesucristo.

Hoy, la Iglesia necesita hacer un esfuerzo importante para presentar la fe cristiana de un modo atrayente. Para ello hay que revitalizar la propia comunidad cristiana renovando actitudes, y purificando las estructuras caducas. Y, además, hay que descubrir los caminos más aptos para comunicar la Buena Noticia.

Renovarse para evangelizar mejor: esto es lo que el Espíritu dice hoy a la Iglesia.

Para reflexionar

Debemos preguntarnos con mucha humildad:

· ¿Evangeliza nuestra parroquia?

· Es decir, ¿comunica el Evangelio a los creyentes débiles, a los que no practican, a los que se han alejado de la Iglesia?

· ¿Qué nos piden Dios y la Iglesia a nosotros, cristianos de Tucumán, de hoy, del siglo XXI, del 2010: que nos quedemos en “nuestra casa” o que “crucemos a la otra orilla”?

3. UNA evangelización misionera

La vocación propia de la Iglesia y su identidad más profunda consiste en evangelizar, nos decía el Papa Pablo VI en el nº 14 de Evangelii Nuntiandi. Por consiguiente, la misión de la parroquia es evangelizar.

Más concretamente, una evangelización misionera exige:

· Acompañar y sostener a los creyentes débiles y alejados.

· Ayudar a los que están alejados a reiniciar un camino de fe que los lleve de nuevo a la experiencia cristiana.

· Esforzarse por hacer presentes y operativos los valores del Reino en la sociedad.

Líneas operativas para una pastoral misionera

Sin pretender agotar todas las posibilidades, sugiero algunas líneas operativas para una pastoral misionera:

3.1 Discípulos-misioneros

Es imprescindible despertar y potenciar en todos los procesos catequísticos y formativos la vocación misionera de todos los bautizados. “La vocación cristiana es, por su misma naturaleza, también vocación al apostolado”. Todo proceso catequístico debe pretender lograr que cada cristiano-discípulo sea también un cristiano-misionero.

3.2 El testimonio

El testimonio supone un estilo de vida evangélico que despierte preguntas. “A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?”.

Estaríamos haciendo poco si no promovemos el valor del testimonio en la vida personal, grupal y comunitaria. Este testimonio ha de ser exigido, sobre todo, a quienes toman parte activa en la parroquia.

3.3. Proyecto misionero

En la vida parroquial no siempre se puede improvisar: hay que elaborar, poco a poco, e ir desarrollando un proyecto misionero.

Este proyecto o plan misionero supone concretar acciones dirigidas a sectores alejados de la práctica cristiana, suprimir o purificar lo que resulta superfluo o contraproducente para la acción evangelizadora.

3.4. Parroquia acogedora

Sabemos que la mayoría de nuestra población, de manera casi natural, acude a la parroquia en los momentos claves de la existencia (nacimiento, matrimonio, enfermedad, muerte). Esta demanda ofrece una gran oportunidad para evangelizar a los alejados. Se lo podrá hacer más eficientemente y con más frutos en la medida en que se desarrolle un estilo de parroquia acogedora, donde todos puedan encontrarse como en su casa.

3.5 Una parroquia entre la gente

Para acercar la parroquia a la vida de las personas, el Documento de Aparecida plantea una sectorización de la parroquia que permita proximidad y vecindad y un servicio más eficaz. Notemos que esto coincide con lo que proponemos en nuestra Plan Arquidiocesano de Pastoral: dividir la parroquia en zonas “que sirven para descentralizar la parroquia y favorecen el conocimiento entre las personas y la participación de los fieles”. En cada zona hay un Coordinador que se reúne con los misioneros de ese territorio cada tres meses. Los misioneros o mensajeros parroquiales “son los encargados de visitar las casas, al menos, una vez por mes. Su misión es hacer que la información y consulta llegue a todos en forma personalizada y eficaz… Los misioneros pueden cumplir tres tareas principales:

· Tarea informativa sobre la vida y actividades de la comunidad parroquial.

· Tarea asistencial: detectar enfermos, niños sin bautizar o sin catequizar, gente necesitada de ayuda espiritual o material.

· Tarea evangelizadora: formación de grupos de oración o círculos bíblicos en las casas.

Al visitar los hogares los misioneros llevarán la hoja o el boletín parroquial.

Un modo de acercar la parroquia a todos los habitantes del territorio parroquial puede ser también la FM de la zona. Es muy importante que cada parroquia tenga un programa semanal en una FM del barrio. Por medio de la radio, la parroquia puede entrar en muchas casas, no sólo llevando noticias de la vida parroquial, sino haciendo una verdadera catequesis.

Esta es una tarea típicamente laical. Para ello se debería capacitar un equipo de laicos de la comunidad.

3.6. Una parroquia que vive las realidades de su comunidad

La parroquia –por medio de los laicos- para poder ofrecer el misterio de la salvación, debe integrarse en el barrio o en la localidad. Esto significa: insertarse en todos los grupos humanos de su territorio con el mismo afecto con que Cristo se unió, por su encarnación, a las condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió.

Pensemos en las escuelas y colegios, en los centros de salud, en los clubes deportivos y sociales, en los hogares de ancianos, en los centros de jubilados, en las comisarías, etc. etc.

3.7. Nuevas capillas

“La renovación que hoy la Parroquia necesita, exige… una modificación operativa” que lleve a “expandir la presencia física de la parroquia a toda su jurisdicción… mediante la multiplicación de capillas”.

Es evidente que la comunidad parroquial no llega a todos los habitantes de su territorio. Una comunidad misionera es una comunidad capaz de multiplicar, mediante la creación de capillas, su presencia física en las zonas menos atendidas.

Pensemos que la mayoría de las parroquias comenzaron como capillas, gracias al espíritu misionero de una comunidad vecina.

La extensión geográfica de nuestras parroquias es muy grande; igualmente lo es la densidad poblacional de muchas de ellas. Cada comunidad parroquial conoce perfectamente las zonas donde no llega la influencia de su pastoral. Esas “zonas de nadie” son, precisamente, caldo de cultivo para las sectas.

Por eso, es pastoralmente urgente, la multiplicación de capillas. Esto significa: crear capillas en los lugares adonde no llega la presencia y la acción de la parroquia.

Para ello sugiero:

· Estudiar en el Consejo Pastoral Parroquial la realidad socio-pastoral de la parroquia para detectar las zonas menos atendidas y arbitrar los medios para poder levantar una capilla.

· Prestar atención a la formación de barrios nuevos y prever a tiempo el modo de obtener un terreno para una futura parroquia.

Para reflexionar I

¿Nos hemos preguntado alguna vez sobre la realidad concreta de nuestra parroquia? ¿Sabemos cómo es y cómo son los que en ella habitan? Veámoslo:

a) ¿Cuántos habitantes tiene la parroquia?

b) ¿Qué porcentaje de los mismos participan de la Misa dominical?

c) Y, entre estos practicantes, ¿cuál es la proporción por sexos y por edades?

d) Desde una perspectiva evangelizadora, ¿cómo catalogaríamos a nuestra parroquia?:

· nada misionera,

· algo misionera,

· bastante misionera,

· muy misionera.

e) ¿Creemos que el estilo y el ambiente de la parroquia son una imagen atractiva y convincente para los alejados?

f) ¿Cuáles son los principales obstáculos que impiden que nuestra parroquia sea un signo transparente del Evangelio?

Buscando cauces de renovación

A partir de lo que actualmente existe y se hace en nuestra parroquia:

a) ¿Qué habría que transformar para que nuestra comunidad sea más misionera?

b) ¿Qué iniciativas habría que adoptar para convertir en misionera nuestra parroquia?

c) ¿Qué sectores humanos (niños, jóvenes, adultos, familias, ancianos, enfermos, etc.), necesitarían una acción evangelizadora preferencial?

d) ¿Con qué agentes pastorales cuenta nuestra parroquia para emprender una acción misionera?

e) ¿Qué podríamos hacer para lograr que el mayor número de bautizados se convierta en misioneros?

f) ¿Qué ponemos de nuestra parte para llegar a los que están más alejados?

Para reflexionar II

a) Proponemos algunas preguntas para dar cauce al diálogo entre los agentes de pastoral:

b) ¿Hay en la parroquia una preocupación por llegar a los alejados y a los más débiles en la fe?

c) ¿Está suficientemente presente esta preocupación en todos los procesos catequísticos

y formativos?

d) ¿Se ha hecho alguna vez un plan misionero en la parroquia?

e) ¿El estilo de la parroquia resulta familiar y acogedor para toda la gente?

f) ¿Se preocupa la parroquia de dar a conocer sus actividades al mayor número posible de personas?

g) ¿Se hace presente la parroquia en la vida y en las instituciones del territorio?

h) ¿Cuáles deben ser las líneas operativas principales de una pastoral misionera?

i) ¿Qué acciones concretas nos parecen más urgentes para potenciar en nuestra parroquia una pastoral misionera?

4. La conversión pastoral

4.1 La llamada a la conversión

Jesucristo comenzó su ministerio llamando a la conversión: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mt. 4,17).“Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc. 1,15).

La conversión constituye una exigencia evangélica que debemos permanentemente actualizar.

La Iglesia, siguiendo a Jesucristo, llama a la conversión.

La conversión es la preocupación principal de la predicación de Pedro: A los oyentes que le preguntaban: “¿Hermanos, qué debemos hacer?”, Pedro respondió: “Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo” (Hech. 2,37-38).

La Iglesia sigue el mismo camino:

“Pues mientras Cristo, santo inocente e inmaculado, no conoció el pecado, sino que vino a expiar sólo los pecados del pueblo, la Iglesia, santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, abrazando en su propio seno a los pecadores, busca sin cesar la penitencia y la purificación”.

La conversión se entiende a nivel personal. Cuando nosotros decimos “conversión” hablamos a nivel personal.

La conversión es alejarse del pecado.

Convertirse significa reorientarnos de nuevo hacia Dios, volver a Él. Volver a la casa del Padre: “Me levantare e iré a la casa de mi padre” (ver Lc. 15).

La conversión:

· Es desandar el camino.

· Es volver a los orígenes, al punto de partida.

La conversión supone:

· Un cambio de vida.

· Un cambio de visión.

· La conversión cuesta, provoca resistencia.

4.2 La conversión pastoral

El Documento de Aparecida inventa un concepto. Nos habla de conversión pastoral (nº 365-372).

¿Qué es conversión pastoral?

La Carta Pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental dice textualmente: “La conversión pastoral se expresa en la firme intención de asumir el estilo evangélico de Jesucristo en todo lo que hacemos. Estilo que exige, del evangelizador, la acogida cordial, la disponibilidad, la pobreza, la bondad, la atención a las necesidades de los demás (cfr. Mt. 10,5-10)”.

¿Qué es el estilo evangélico?

Partamos del estilo literario.

El estilo literario es el modo de hablar o escribir, de combinar y entrelazar los giros, las frases para expresar conceptos.

El estilo nace de la interioridad.

El estilo nace de un triple fondo de la persona.

Nace de un fondo racional. Del modo de comprender, de valorar, de concebir la vida.

Para el hombre religioso nace de su fe. Para el cristiano debemos decir que la fe, la esperanza y la caridad son como el núcleo central de los valores de su existencia cristiana.

El estilo, nace también de un fondo que no es intelectual, sino que nace de un fondo afectivo: del amor, de la solidaridad, etc.

Por eso se dice que el estilo es lo profundo del hombre que sale a la superficie. Lo profundo es la interioridad, la racionalidad, la fe, la afectividad, la valoración interior de las cosas y de la vida.

El estilo es el sello de la personalidad.

Si pasamos a hablar de estilo pastoral, debemos decir que es la interioridad de una persona (de un agente de pastoral) que se expresa en modos exteriores de vida.

Esto debemos aplicarlo, no sólo a las personas individuales, sino también al estilo de una comunidad. Es el modo como una comunidad piensa, ama, actúa. Podemos constatar que una comunidad tiene un estilo distinto a la otra. Una comunidad se da un estilo de vida. Otra comunidad se da otro estilo propio.

Pero lo importante es tener en cuenta que el estilo nace de una interioridad. Hablar de interioridad es hablar de espiritualidad.

Si queremos cambiar un estilo debemos revisar nuestra espiritualidad.

4.3 Conversión pastoral y nuevo estilo evangelizador

Conversión pastoral significa renovar nuestro estilo evangelizador.

La conversión pastoral pasa por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema relacional. La conversión pastoral implica renovar nuestras actitudes.

Aquí importan, en primer lugar, las actitudes, el estilo, que es previo a cualquier acción. Antes de la organización de las tareas, cuenta el “cómo”. Cómo voy a hacer las tareas, el modo, la actitud, el estilo. Se nos está pidiendo un estilo comunional, cordial, que trasmite lo fundamental: la bondad de Dios.

Anteriormente dijimos que “el estilo nace de una interioridad. Hablar de interioridad es hablar de espiritualidad”.

Notemos que tanto el documento Navega Mar Adentro como nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral comienzan con un primer capítulo sobre la espiritualidad: “El Espíritu que ha de animarnos”. Aquí está la clave. Debemos testimoniar actitudes evangelizadoras previas a la acción.

Tenemos que alentar un estilo de Iglesia sostenido en actitudes que muestren acogida cordial, bondad, ternura.

Como vemos, la conversión pastoral requiere un cambio de actitudes. El agente de pastoral trasmite la fe a partir de su propia persona. La persona (la comunidad) debe ser testimonio creíble para los demás.

Éste es el cambio de actitud requerido para cualquier agente de pastoral (para toda comunidad eclesial) más allá de la actividad que haga. Cada acción debe manifestar que Dios es bueno, que es Padre. Así el destinatario conocerá la bondad de Dios.

Entonces lo fundamental pasa por lo actitudinal. Esto no quita que haya que programar, organizar, evaluar, buscar las mejores herramientas y pedagogías.

Para esto hay que hacer un camino de conversión, que no sólo es personal, sino también pastoral. Y esta conversión apunta a que toda acción evangelizadora comience por un estilo, por una actitud, donde se muestre el amor de Dios.

Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización han resaltado la importancia de la “acogida cordial” que debemos tener con nuestros hermanos: “En la medida que reciban una acogida cordial, generosa y festiva... se los ayudará… a actualizar la memoria del Bautismo que una vez recibieron” (nº 48); “Debemos motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida, y revistan de calidez humana y de atención cordial” el trato con los demás (nº 49).

Para reflexionar

En nuestra reflexión comunitaria tengamos en cuenta que la conversión pastoral supone:

· Escucha y diálogo

· Confianza y aceptación del otro.

Y también:

· Partir de las inquietudes personales, de los problemas y situaciones concretas.

· Respetar el contexto cultural, familiar y social

Además, tengamos en cuenta que:

· La acogida es la primera actitud pastoral a tomar.

· Es necesario dedicar atención a cada persona.

· Se debe favorecer el diálogo cordial, amable, paciente, sencillo.

5 Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica

Debemos renovar nuestro estilo evangelizador. Para ello vamos a meditar el estilo pastoral de Jesús.

El estilo pastoral de los discípulos del Señor debe reflejar el de Jesús.

El estilo pastoral de Jesús

a) Partir de la vida de la gente

La evangelización debe tener en cuenta las cuestiones que plantea el interlocutor, debe llegar a su vida concreta.

Cristo es Maestro y tiene su pedagogía. Se acerca a la gente, la escucha y le da la verdadera respuesta (ver, por el ejemplo, el encuentro con los discípulos de Emaús; con Zaqueo; con la Samaritana, etc.).

El hombre tiene deseos: el deseo de salud, el deseo de saciar su sed de amor, el deseo de perdón en los pecadores, el deseo de comunión fraterna, el deseo de paz, etc. La evangelización debe responder a las aspiraciones, anhelos y búsquedas más profundas del hombre, pero el hombre no alcanza esas metas por sí solo.

Cristo es el único que puede dar respuesta total a esas aspiraciones, anhelos y búsquedas. Dicho de otra manera, el hombre solo no alcanza la salud, la plenitud del amor, el perdón de sus pecados, la fraternidad, la paz.

Esas metas se alcanzan gracias a la obra salvadora de Cristo. Se responde al anhelo de comunión y fraternidad mostrando que sólo Cristo lo hace posible. Entonces el encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, debe experimentarse como un encuentro que satisface todas las aspiraciones, más aún, las colma infinitamente.

Eso es obra del Señor que salva, cura y eleva y trasciende los anhelos más altos del corazón humano: “Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman” (1 Cor. 2,9).

Tenemos que aprender de Jesús. Acercarnos a la gente, escucharlos y anunciarles la Buena Noticia. Jesús, principio del mundo nuevo, interpreta, purifica, orienta y eleva los deseos del hombre.

La misión de la Iglesia busca el encuentro de Jesús con todos los hombres.

El anuncio kerigmático tiene como objetivo el facilitar el encuentro personal con Jesucristo. Tiene que sucederles lo que, en el camino de Emaús, le sucedió a aquellos dos discípulos desalentados: un encuentro con el Cristo vivo y resucitado (Lc. 24,13-35).

Un Cristo muy cercano a la vida del hombre, que camina con él, que se queda al llegar la noche y comparte el pan.

Los hombres deben encontrarse con Jesús, que es camino para los extraviados; luz para los ciegos; agua para los sedientos; vida para los que quieren vivir en plenitud; salud para los enfermos; pan para los hambrientos; fortaleza para los abatidos...

b) La con-descendencia

El estilo pastoral de Jesús está dado por la “con-descendencia”. O sea, la actitud de descender desde la propia altura hasta la pequeñez o miseria del otro.

A este abajamiento San Pablo lo llamó anonadamiento: Cristo “que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Fil. 2,6-8).

Aquí Pablo nos muestra el camino que recorrió Cristo para llegar al hombre pecador. Siendo Dios se humilló, se abajó, se vació, tomó la condición de esclavo.

San Pablo en la Carta a los Corintios expresará lo mismo de esta manera: “Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Cor. 8,9).

Para expresar esta actitud de Cristo debemos emplear varios vocablos condescendencia, humildad, pobreza, anonadamiento.

El misionero, como hizo Cristo, es el que debe dar el primer paso hacia el hermano.

· debe acercarse al otro con humildad, con pobreza;

· no debe sentirse mejor que los otros;

· debe presentar la Verdad (a Cristo) sin arrogancia.

c). La misericordia, la compasión

Jesús es un pastor misericordioso. En la carta a los Hebreos se dice que Jesús es “un Sumo Sacerdote misericordioso” (Heb. 2,17). Jesús mira a Pedro con misericordia (ver Lc. 22,61) y acoge y perdona a la mujer adúltera (ver Jn. 8,11).

La compasión es parte del estilo pastoral de Jesús. La misericordia ocupa un lugar privilegiado en su ministerio apostólico.

“Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt. 9,36).

A Jesús se le mueven las entrañas. Es la compasión de Dios por su pueblo, como en los tiempos del destierro, como en los años de opresión en Egipto “Israel, mi servidor; Jacob, a quien yo elegí... no temas, porque yo estoy contigo; no te inquietes, porque yo soy tu Dios...” (Is. 41,8.10.). “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos” (Is. 49,14-16). “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos... el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí” (Ex. 3,7-9).

“Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y compadeciéndose de ella, curó a los enfermos” (Mt. 14,14).

Misericordia que no es puro sentimiento visceral, sino un movimiento del corazón, que impulsa a entregarse al prójimo para asumir sobre sí su miseria y realizar obras acordes a tal fin.

Ante la situación del pueblo que, “estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt. 9, 36), Jesús siente compasión y llama a los Doce para compartir la tarea.

La misericordia nace de la caridad, que es la virtud del corazón compasivo, sensible al mal que aflige al prójimo, apenado por los que sufren. La misericordia introduce en el movimiento del amor, la realidad del sufrimiento.

Piedad, misericordia, es el clamor más profundo del ser humano: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” (Lc. 17, 13).

Dios es un Dios misericordioso que manifiesta su ternura con ocasión de la miseria humana.

¿Qué quiere Dios de nosotros en esta hora?

Que seamos misericordiosos con nuestros hermanos.

La gente espera misericordia de la Iglesia. Las actitudes pastorales duras alejan a la gente.

La gente debe tener esta visión de la Iglesia: que sea la expresión de la misericordia de Dios.

Debemos ser sólidos doctrinalmente, pero no duros con la gente.

La perfección que Jesús nos pide “Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt. 5,48), en el evangelio de Lucas se expresa así: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc. 6,36).

Recordemos la bienaventuranza: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt. 5,7).

d) La consolación

El hombre tiene necesidad de consolación.

Consolar es aliviar la pena, la aflicción, en la tristeza, en la enfermedad, en el luto, en la persecución. Consolar es confortar, dar vigor, animar, fortalecer, alentar.

El efecto del consuelo es producir un fortalecimiento espiritual en una situación afligente: “Pero Dios, que consuela a los afligidos, nos consoló con la llegada de Tito, y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que ustedes me prodigaron. El nos habló del profundo afecto, del dolor y de la preocupación que ustedes sienten por mí, con lo cual me alegré más todavía” (2 Cor. 7,6-7).

Dios es un Dios que consuela.

Dios es el verdadero consolador: “¡Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios!” (Is.40,1).

Dios consuela a su pueblo con la bondad de un pastor, con el afecto de un padre, con la ternura de una madre.

También Moisés cumplió el servicio de la consolación.

A la salida de Egipto la gente protesta: “Y dijeron a Moisés: ¿«No había tumbas en Egipto para que nos trajeras morir en el desierto? ¿Qué favor nos has hecho sacándonos de allí? Ya te lo decíamos cuando estábamos en Egipto: ¡Déjanos tranquilos! Queremos servir a los egipcios, porque más vale estar al servicio de ellos que morir en el desierto». Moisés respondió al pueblo: «¡No teman! Manténganse firmes, porque hoy mismo ustedes van a ver lo que hará el Señor para salvarlos. A esos egipcios que están viendo hoy, nunca más los volverán a ver. El Señor combatirá por ustedes, sin que ustedes tengan que preocuparse por nada»” (Ex. 14, 11-14)

Jesús consuela a los afligidos, a los pecadores. Cristo es fuente de toda consolación: “Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos” (Fil. 2,1-2).

En la Iglesia es esencial la función de consolar.

Estoy firmemente convencido que la consolación y todo lo que esta palabra significa, cumple un rol fundamental en la vida pastoral, en la vida de la Iglesia.

Desgraciadamente, con frecuencia, lo olvidamos.

Podríamos reflexionar largamente sobre este ministerio consolador, que no es simplemente decir: “vayan en paz, quédense tranquilos, tengan coraje”. No es simplemente simpatía humana.

Se trata de un servicio de la fe. Es dar ánimo pero en nombre de Dios. Apoyados en el Señor. “El es nuestra roca y nuestra salvación”. “No tenemos otro nombre por el cual fuimos salvados”, dice Pablo.

6 . El estilo de vida evangélico

Evangelio de San Mateo

"A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y sí no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante los gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.

El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.

Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres»” (Mt. 10,5-33).

En este capítulo san Mateo nos trae el discurso misionero que es una instrucción a los misioneros, es una especie de "manual" del misionero. Es todo un "programa' de apostolado misionero.

En la enseñanza de Jesús el punto central es el "estilo de vida evangélico" que deben tener los misioneros. La mayor insistencia de Jesús es sobre cómo los discípulos deben comportarse.

Jesús no insiste tanto en lo que se debe decir, como en el "modo", en el "estilo de vida" de los misioneros. Este es el primer mensaje que hay que dar a los otros.

Frecuentemente olvidamos esto y nos hacemos muchas preguntas sobre qué decir, cómo traducir el mensaje con palabras de hoy, etc. La cosa es bastante simple.

Lo importante para que el discípulo sea creíble, es su estilo de vida.

Es necesario partir de un estilo de vida "evangélico". Los contenidos profundos del Reino tienen que ser reflejados en el estilo de vida de los misioneros.

En la enseñanza de Jesús, el estilo de vida del misionero comporta las siguientes actitudes, claras y necesarias.

a) Ternura y compasión por los más débiles

"Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios" (Mt. 10,7-8).

Jesús recomienda a los misioneros una atención preferencial, una ternura activa por los enfermos, los pobres, los leprosos, los endemoniados. La preferencia por los más débiles es el mejor testimonio de la misericordia de Dios.

San Mateo remarca este aspecto, enlazando directamente la llamada y la misión de los Doce con la compasión de Jesús por la muchedumbre: “Jesús recorría todos las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha»” (Mt. 9,35-38).

El misionero debe tener preferencia por:

· los alejados;

· los enfermos;

· los ancianos;

· los pobres;

· los que están solos.

b) Gratuidad y disponibilidad; sobriedad y pobreza

'“Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento" (Mt. 10,8b-10).

El comportamiento de los discípulos debe basarse en la sobriedad, en la austeridad, en la pobreza.

La Misión debe desarrollarse en un clima de gratuidad y de disponibilidad.

Los discípulos deben estar dispuestos a dar todo, sin pedir nada a cambio. El Reino, precisamente, consiste en el amor gratuito con que Dios se pone a disposición del hombre.

Notemos que el Evangelio no niega el uso de los medios para la evangelización. Pero lo que nos advierte es no hacer de los medios un ídolo.

No creer que porque hay más medios, hay mejores resultados: más dinero = mejor resultado; más medios de comunicación = mejores resultados.

El Evangelio nos advierte: no hacer de los medios un fin.

El Evangelio quiere que el misionero ponga su confianza en Dios:

· el misionero recibirá su paga de las manos de Dios;

· el misionero no acepta dinero;

· para que no pierda valor lo que estamos haciendo;

· para ir cambiando la imagen que mucha gente tiene de la Iglesia;

· sugerir, si quieren dar una limosna, la entreguen a Cáritas.

c) Ser débil para ser fuerte

"Yo los envío como a ovejas en medio de lobos” (Mt.10,16).

En la sociedad actual, sobresale el que grita más fuerte, el que es más fuerte, el que tiene poder.

Pero Jesús dice que somos ovejas en medio de lobos. La oveja se siente débil, vulnerable.

No se trata de dejarse llevar del miedo. El sentido del Evangelio es otro. Significa no confundir la fuerza del Evangelio con la fuerza de uno mismo.

El Evangelio nos enseña que la fe cuenta con la potencia de Dios y no del hombre. Es lo que afirma san Pablo: "Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor. 12,10).

El coraje, la fuerza me viene de Dios, es un don del Espíritu Santo: "Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes" (Hech.1,8).

El misionero pone su fuerza en el Señor:

· no tenemos miedo ni vergüenza;

· porque creemos realmente en lo que anunciamos;

· porque Cristo y su Evangelio valen la pena;

· porque no estamos solos: "Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28,20).

d) Dispuestos a llevar la cruz

"Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante los gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos... Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en ésta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre" (Mt.10,17-18; 22-23).

Los discípulos deben ser conscientes de las dificultades.

Todos los evangelistas preanuncian las posibles dificultades que los discípulos encontrarán. La persecución será una característica inseparable de la misión. Hay que saber afrontarla. El discípulo, como el Maestro, tendrá que sufrir y ser rechazado.

Jesús enseña a sus discípulos que deben esperar dolores y persecuciones, siguiendo la suerte del Maestro (ver Mt. 10,17-23); pero no deben tener miedo: el Espíritu Santo hablará por ellos (ver Mt. 10,19-20); y el Padre los protegerá (ver Mt. 10,24-31). Ellos deben solamente preocuparse de ser fieles públicamente y valientes ante las exigencias radicales del Evangelio y la cruz de Jesús (ver Mt.10,32-39).

El misionero no se desalienta:

· no esperamos ver los frutos;

· sembramos, pero no sabemos cómo, ni cuándo, ni quien cosechará;

· confiamos en que todo lo hecho con amor dará su fruto en el Reino de Dios, aunque no lleguemos a verlo.

e) Tener paz y seguridad

"Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes" (Mt.10,19-20).

Jesús aquí quiere sacarnos la ansiedad, que también puede ser "ansiedad apostólica".

Jesús, que conoce bien nuestras ansiedades, viene en nuestra ayuda.

En este caso, se refiere a una situación concreta: cuando los discípulos sean llevados a los tribunales.

Pero el "no se preocupen” tiene un alcance mucho más grande.

"No se preocupen" Jesús nos dice cinco veces en el Sermón de la Montaña:

a) "No se inquieten (no se preocupen) por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir" (Mt.6,25).

b) "¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete (se preocupe), puede añadir un sólo instante al tiempo de su vida?" (Mt.6,27).

c) "¿Y por qué se inquietan (se preocupan) por el vestido?" (Mt.6,28).

d) "No se inquieten (no se preocupen) entonces, diciendo: ¿qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?" (Mt.6,31).

e) "No se inquieten (no se preocupen) por el día de mañana" (Mt.6,34).

Jesús dice a los misioneros: no sean ansiosos, no se preocupen, no se inquieten, no se angustien por la Misión.

La angustia nos quita fuerza, alegría, entusiasmo, nos cierra el corazón, nos paraliza. Lo que importa es tener confianza en el Padre. Es el Padre el que cuida de los misioneros y el que cuida de la Misión.

Es importante superar la ansiedad que tanto nos pesa.

No se puede comunicar el Evangelio mostrando ansiedad, miedo, temor de que las cosas no salgan, lamentándonos por las condiciones adversas de la sociedad o por las limitaciones de la comunidad. Eso es un antitestimonio.

San Agustín nos da una regla básica del apóstol: "catequizar con alegría".

Entonces el cómo evangelizar debe nacer de la alegría del Evangelio vivido, que se trasparenta en la serenidad interior, en la paz y en la confianza en Dios que tiene el apóstol.

El misionero tiene certeza en el éxito:

· porque el Señor está empeñado en esta Misión;

· porque lo que parece imposible, es posible para Dios;

· el misionero evangeliza con alegría.

7 . Priorizar una pastoral misionera desde la catequesis

7.1 La Catequesis es una tarea prioritaria de la Iglesia

Un camino importante para la misión de la Iglesia es la catequesis. La catequesis es un camino pastoral privilegiado. En gran medida la evangelización pasa por la catequesis.

Precisamente el Papa Juan Pablo II dice que “La catequesis ha sido siempre considerada por la Iglesia como una de sus tareas primordiales”.

Por eso la catequesis debe ser una acción principal, una tarea absolutamente prioritaria en el conjunto de las acciones pastorales de la parroquia.

Hace falta una catequesis que acompañe a los niños, a los jóvenes y a los adultos en todo el proceso de su maduración cristiana.

¿Qué hace la catequesis? Educa en la fe: ayuda a los hombres a creer; hace madurar la fe inicial y educa a ser verdadero discípulo de Cristo.

La catequesis nos compromete a trabajar por nuestro pueblo creyente. Nuestro pueblo es creyente, es cristiano, pero su fe es débil, poco formada, acosada por las sectas y el secularismo. Juan Pablo II decía: “Vuestros pueblos, marcados en su ser íntimo por la fe católica, imploran la profundización y el fortalecimiento de su fe, la instrucción religiosa, el don de los sacramentos, todas las formas de alimento para su hambre espiritual”.

Por eso se deben consagrar a la catequesis los mejores recursos en hombres, en energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales para mejorarla.

Tengamos en cuenta que en el proyecto del Plan Pastoral para el sexenio 2010-2016 se destaca el priorizar la renovación de la Catequesis de Iniciación Cristiana.

7.2 La catequesis misionera

Una catequesis al servicio de la Nueva Evangelización ha de ser una catequesis misionera.

La catequesis misionera debe llegar a todos, especialmente a los más alejados. Para ello se debe ir a buscarlos y no sólo esperar a que vengan.

No se debe rechazar a ningún chico de la catequesis preparatoria para la primera comunión. La Parroquia tiene la obligación de catequizar a todos los chicos. No se debe poner un límite en el número de catecúmenos a catequizar. No podemos excluir a nadie. La parroquia, la capilla, debe recibir a todos y acogerlos con delicadeza, y no imponer métodos de catequesis tan estrictos que, en la práctica, constituyan una barrera.

Tenemos que poner un particular empeño para que ningún bautizado quede sin completar su iniciación cristiana, facilitando la preparación y el acceso a los sacramentos de la Reconciliación, la Confirmación y la Eucaristía.

3. El camino de la catequesis en la Arquidiócesis

a) Catequesis de Niños

Gracias a Dios en nuestra diócesis la catequesis viene recorriendo un fecundo camino.

En la ARQUIDIÓCESIS hemos publicado en el año 2005 la Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños.

Tenemos que agradecer a Dios por el número de catequistas que contamos en la Arquidiócesis (alrededor de 2.500). Sin embargo, considerando el número de catecúmenos, todavía son pocos.

Tenemos que reconocer que en los catequistas existe mucha buena voluntad, disponibilidad y generosidad Pero también debemos reconocer que muchos de ellos no tienen la preparación necesaria para cumplir esta tarea. Éste es un tema prioritario, que se debe abordar en las comunidades: la formación de los catequistas, tanto en lo doctrinal como en lo espiritual y lo metodológico.

Recordemos que en la arquidiócesis tenemos dos Seminarios de Catequesis: el Seminario de Catequesis San Pío X, que funciona en el Seminario Menor, y el Seminario Anexo San Pío X, que funciona en Lules.

Hay que fomentar que todas las parroquias tengan el mayor número posible de catequistas que hayan cursado en el Seminario de Catequesis. En este sentido cada comunidad parroquial proveerá los medios para que algunos catequistas puedan asistir a este Seminario.

También es muy frecuente el caso de catequistas adolescentes. Como se pide en la Instrucción, los catequistas no deben ser menores de 18 años.

Recordemos que en las Normas de la Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños se dispone que: “en cada Parroquia se debe constituir el Equipo Parroquial de Catequesis. El Equipo Parroquial de Catequesis es un organismo parroquial que integra a todos los catequistas de la parroquia (tanto de la sede como de las capillas, oratorios y demás comunidades) que, en plena comunión con el párroco, orienta y promueve toda la catequesis de la parroquia. El Equipo Parroquial de Catequesis tendrá un coordinador, designado por el párroco, por un período de tres años, pudiendo ser renovado su nombramiento solamente por un nuevo trienio” (Normas, nº 6).

b) La catequesis de adultos

En la arquidiócesis hemos publicado en el año 2008 la Instrucción Pastoral: La Catequesis de Adultos.

La Iglesia en los últimos años, tanto a nivel universal como local, ha resaltado la importancia de la catequesis de adultos.

Me parece que en nuestra arquidiócesis, la catequesis de adulos, todavía no alcanzó la dimensión que le corresponde.

La catequesis de adultos debe ser una estructura permanente de nuestras comunidades, como lo es la catequesis de niños.

Un objetivo debe ser el de tener catequesis de adultos en todas las parroquias. Como se dice en la Instrucción Pastoral, “no es suficiente esperar a que llegue algún adulto pidiendo un sacramento, para catequizarlo. Se hace necesario tener una estructura estable y continua para ofrecer esta catequesis” (cap.1º,1).

La Iglesia y la realidad actual nos están pidiendo que salgamos a convocar a los adultos para la catequesis.

Ciertamente, para realizar la catequesis de adultos cada comunidad deberá tener catequistas suficientes y bien preparados.

8 .La catequesis ocasional

Además de la catequesis sistemática debemos aprovechar la catequesis ocasional. En esto Jesús nos enseña todo un estilo verdaderamente misionero. El Evangelio nos trae encuentros ocasionales de Jesús con algunas personas en donde aprovecha para hacer una verdadera catequesis. Recordemos el encuentro con Zaqueo o el encuentro con la Samaritana o con los discípulos de Emaús.

También la comunidad debe aprovechar ciertos encuentros para hacer una verdadera catequesis.

Aquí menciono algunos de esos encuentros en donde podemos catequizar.

8.1 Catequesis presacramentales

La Iglesia tiene en gran estima a la catequesis presacramental.

Se trata de la catequesis que se lleva a cabo antes de la recepción de algún sacramento. Gira, fundamentalmente en torno al Matrimonio y al Bautismo de los hijos.

El Código de Derecho Canónico nos recuerda la importancia de esta catequesis presacramental y determina que el párroco debe procurar “que se imparta una catequesis adecuada para la celebración de los sacramentos” (canon 777,1).

El Directorio Catequístico General recoge la importancia de este tema entre las formas particulares de catequesis de adultos y destaca su necesidad con ocasión de esos principales acontecimientos de la vida que son el matrimonio, el bautismo de los hijos, la primera comunión, la confirmación, porque son momentos en los que los hombres se sienten mayormente impelidos a buscar el verdadero sentido de la vida.

La función de la catequesis presacramental es no sólo disponer y preparar a la celebración del sacramento, sino también proclamar el kerigma del primer anuncio, teniendo en cuenta que muchos fieles que se acercan a la parroquia con ocasión de estos sacramentos están alejados de la práctica religiosa.

Hoy en día hay que cuidar, de manera especial, esta catequesis, ya que es un punto de contacto muy importante con los cristianos alejados de la práctica religiosa habitual. Por eso hay que imprimirle un fuerte sentido misionero, de anuncio del Evangelio, con vistas a suscitar o intensificar la adhesión de la fe.

La catequesis presacramental también puede ser la oportunidad para dar origen a una catequesis más orgánica.

a) Catequesis prebautismal

Debemos dar gracias a Dios que las familias piden el Bautismo para sus hijos. Pensemos que la mayoría que se acercan a pedir el Bautismo para sus hijos son cristianos no prácticos.

Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización expresan que el Bautismo de los hijos es un momento privilegiado de evangelización de las familias y una ocasión, para los padres y padrinos, para actualizar la memoria del propio Bautismo (ver nº 48).

En otras palabras, toda la pastoral bautismal debe plantearse con espíritu misionero.

La parroquia debe acogerlos cordialmente. La acogida es la primera actitud pastoral a tomar. Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización dicen: “Debemos motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida, y revistan de calidez humana y de atención cordial el trato con todos los que piden el Bautismo” (Nº 49). Se les debe facilitar el trámite, y bautizar a todos los niños cuyos padres lo piden.

La catequesis bautismal, en gran parte de los casos, es un medio de acercarnos a cristianos que, por diversas razones, están alejados de las prácticas religiosas y ayudarlos a comenzar un proceso de reiniciación en la vida cristiana. Un proceso de crecimiento individual y comunitario en la fe. Lo que se busca es “avivar la fe”, “acrecentar la fe”, “educar la fe” y no sólo una mera instrucción.

Entonces en el Bautismo no sólo se atiende a la fe que se infunde en el niño, sino que se busca acrecentar la fe en los padres y padrinos: a que renueven la fidelidad personal a su propio Bautismo.

Para este tema recuerdo lo que dice la Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de niños de nuestra Arquidiócesis publicada el 14 de marzo de 2005.

Allí se lee: “Es necesario que en cada parroquia haya un Equipo encargado de la pastoral bautismal. Como es obvio, el párroco solo no puede realizar todo lo que supone esta pastoral, donde son muchas y diferenciadas las exigencias.

La acogida de los padres que piden el Bautismo para sus hijos, la catequesis bautismal, la celebración del sacramento y el acompañamiento de las familias, suponen la participación organizada de muchas personas”.

El punto 6 se titula “La catequesis bautismal” y recuerda lo que determina el Directorio de Catequesis, del Episcopado Argentino: “Es urgente establecer una catequesis prebautismal, dirigida principalmente a los padres y también a los padrinos (n. 101)”.

El Código de Derecho Canónico dice: «Los padres del niño que va a ser bautizado, y asimismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo; y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e incluso con la oración en común, reuniendo a varias familias, y visitándolas donde sea posible hacerlo” (canon 851,2).

b) Catequesis prematrimonial

El Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio afirma que “en nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar”. Y agrega: “La preparación al matrimonio ha de ser vista y actuada como un proceso gradual y continuo. Ella comporta tres momentos principales: una preparación remota, una próxima y otra inmediata” (FC, 66).

Aquí nos referimos a la catequesis de inmediata preparación al matrimonio.

El Directorio de Pastoral Familiar del Episcopado Argentino sobre la preparación inmediata al matrimonio dice: “En dicha preparación, además de profundizar en la doctrina cristiana sobre el matrimonio y la familia, con especial mención de los deberes morales, los novios han de ser guiados a tomar parte consciente y activa en la celebración nupcial, para entender también el significado de los gestos y textos litúrgicos”.

c) Catequesis para padres cuyos hijos van a recibir la Confirmación o la Primera Comunión

Es importante tener algunas catequesis con los padres de los niños que se preparan a recibir la Confirmación o la Comunión. Sabemos que la participación de los padres en el proceso de la catequesis de sus hijos no es fácil de conseguir. Sin embargo, es una ocasión privilegiada para intentarlo.

En este campo, es conveniente que la Catequesis de Iniciación se relacione con la pastoral familiar de la parroquia. Los matrimonios de la parroquia pueden ayudar y colaborar en esta tarea con los catequistas.

Sería oportuno que los catequistas, a lo largo del año, visiten las familias de los chicos. También se puede llevar a los hogares de los chicos la imagen de la Virgen.

8.2 Otras catequesis ocasionales

La catequesis ocasional, como indica su nombre, es la catequesis que hay que ofrecer con ocasión de los acontecimientos particulares que afectan a las personas y a las familias.

La catequesis ocasional es la que, ante determinadas circunstancias de la vida personal, familiar, eclesial y social, trata de ayudarlas a interpretarlas y vivirlas desde la fe.

La catequesis ocasional ayuda a descubrir a Dios presente, con una presencia misericordiosa y bondadosa, en cualquier acontecimiento de nuestra vida sea doloroso o gozoso.

La catequesis ocasional tiene un valor educativo muy grande y es un alimento fundamental para nutrir la vida de fe de la comunidad cristiana.

Damos algunos ejemplos de catequesis ocasionales:

· Con ocasión de cumplir las chicas 15 años

· Con ocasión de celebrar un aniversario matrimonial

· Con ocasión de algún fallecimiento

· Con ocasión del término al año escolar, etc.

Las celebraciones litúrgicas que congregan a personas débilmente cristianas -bautismos, primeras comuniones, matrimonios, Misa por los difuntos, etc.- deben ser acogedoras y misioneras.

A estas personas no se las debe recriminar, así sea indirectamente. En cambio, sacar provecho de la ocasión privilegiada para anunciar el kerigma (“miren cuánto nos ama el Padre en Jesús...”) y tomen conciencia de la necesidad de corresponder a ese amor y renovar su entrega a Cristo.

¿No será el caso de procurar que la celebración se desarrolle en un clima y atmósfera tal, que se sientan invitados a volver, a acercarse más, a no vivir tan aislados?

Estos son solamente algunos ejemplos.

Pienso asimismo en diversos momentos de gran importancia en la que la catequesis encuentra cabalmente su puesto: por ejemplo, las novenas preparatorias a las fiestas patronales, que son provechosas si están centradas en un tema escogido.

También con ocasión de problemas que se están planteando, la comunidad puede organizar una serie de reuniones sobre temas determinados: la droga, el divorcio, la educación de los hijos, etc.

Otras veces la motivación está dada por algún documento del Papa o del Episcopado o del Arzobispo y que exige que los católicos realicen una reflexión determinada.

8.3 La catequesis y la Pastoral para los niños

Es necesario integrar a los niños de la catequesis de iniciación en la pastoral de los niños. Lamentablemente, en los últimos años, esta pastoral se ha descuidado. Debemos recuperar a los niños en una pastoral que los incorpore a la vida de la comunidad.

La experiencia nos dice que en todas partes sucede que después de la Catequesis de Iniciación los niños dejan la práctica de la vida cristiana.

Trabajando pastoralmente con los niños es la mejor manera de asegurarnos en un futuro cercano el tener jóvenes en nuestras comunidades.

Entonces es imprescindible que en nuestras parroquias y capillas organicemos la pastoral de la niñez.

Se debe incorporar a los niños del catecismo a los grupos parroquiales (Aspirantes de Acción Católica, Infancia Misionera, grupo de Monaguillos, Scouts, etc.) antes de que terminen la catequesis de iniciación. Así participarán no sólo del Encuentro Catequístico, sino también se incorporarán a las actividades de esos grupos: juegos, campamentos, iniciativas de caridad, etc.

Es mi intensión crear la Comisión de Pastoral para los Niños, integrada por todas las áreas y movimientos eclesiales que trabajen con niños en nuestra Arquidiócesis.

Será responsabilidad de esta Comisión afianzar lo que ya se viene realizando en el área de los niños y ayudar a que se trabaje con ellos en todas las parroquias.

Los objetivos de la Pastoral para los Niños son:

a) Que vayan creciendo en el conocimiento y amor a Jesucristo.

b) Que experimenten su pertenencia a la Iglesia.

c) Que crezcan en la oración y en la celebración festiva de la fe.

d) Que despierten a una conciencia misionera.

e) Que se formen en una actitud solidaria.

Conclusión

Muy queridos hijos y hermanos

Desde hace seis años venimos recorriendo juntos un mismo camino pastoral. Nuestro objetivo era ponernos en estado de misión, integrar a todas nuestras comunidades y a todos sus integrantes en una Iglesia arquidiocesana misionera. Ahora nos preparamos para proseguir, con fuerzas renovadas y nueva programación, en la misma huella hasta el Bicentenario de la Patria.

Les he propuesto también que este 2010 sea un Año Eucarístico. Pongámoslo en manos de la Santísima Virgen para que ella nos conduzca a Jesús Eucaristía y de Él recibamos la fuerza para ser Iglesia misionera, Iglesia enviada.

Con mi bendición de padre y pastor.

Mons. LUIS H. VILLALBA

ARZOBISPO DE TUCUMÁN

San Miguel de Tucumán, 17 de febrero de 2010, miércoles de cenizas

Documentos citados

Arquidiócesis de Tucumán, Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen las redes” 2004-2009, San Miguel de Tucumán, 2004 (= Libro Azul).

Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 1964.

Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostólicam Actuositatem, 1965.

Conferencia Episcopal Argentina, Carta Pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental, Buenos Aires, 20 de agosto de 2009.

Conferencia Episcopal Argentina, Directorio de catequesis, Buenos Aires, Bonum, 1967.

Conferencia Episcopal Argentina, Líneas pastorales para la nueva evangelización, Buenos Aires, CEA, 1990.

Conferencia Episcopal Argentina, Navega mar adentro, Buenos Aires, CEA, 2003.

Congregación para el clero, Directorio catequístico general, Buenos Aires, CEA, 1997.

Juan Pablo II, Carta apostólica… al concluir el gran jubileo del año 2000, Novo Millennio Ineunte, Ciudad del Vaticano, Tipografía Vaticana, 2001.

Juan Pablo II, Exhortación apostólica…, Familiaris Consortio, Ciudad del Vaticano, 1981.

Juan Pablo II, Exhortación apostólica… sobre la catequesis en nuestro tiempo, Catechesi Tradendae, Buenos Aires Paulinas, 21979.

Pablo VI, Exhortación apostólica… acerca de la evangelización del mundo contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, Buenos Aires, Paulinas, 1976.

V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del caribe. Aparecida, Brasil, Documento Conclusivo, Documento de Aparecida, Buenos Aires, CEA, 2007.

Villalba, Luis H., Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de lNiños, San Miguel de Tucumán, 2005.

Villalba, Luis H., Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, San Miguel de Tucumán, 2005.

Villalba, Luis H., Instrucción Pastoral: La Catequesis de Adultos, San Miguel de Tucumán, 2008.

CONTENIDOS DE LA CARTA PASTORAL

1. Introducción

Un caminar juntos desde el 2004 hasta el 2016

a. El relato de los Discípulos de Emaús es nuestro paradigma

b. Un camino inspirado por el gran Papa Juan Pablo II

c. Destinatarios de esta Carta

d. Metodología de trabajo

2. Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica, en especial desde la Parroquia

a. La parroquia, comunidad cercana

b. La parroquia, comunidad de santidad popular

c. La parroquia en la diócesis

d. La parroquia, comunidad misionera

Para reflexionar

3. Hacia un modelo de pastoral renovada: “CRUZAR A LA OTRA ORILLA”

3.1. Contexto

a. La ciudad de Jesús

b. La casa de Jesús

3.2. Texto

3.3 Comentario

Para reflexionar

4. Una evangelización misionera

Líneas operativas para una pastoral misionera

a. Discípulos-misioneros

b. El testimonio

c. Proyecto misionero

d. Parroquia acogedora

e. Una parroquia entre la gente

f. Una parroquia que vive las realidades de su comunidad

g. Nuevas capillas

Para reflexionar I

Buscando cauces de renovación

Para reflexionar II

5. La conversión pastoral

5.1. La llamada a la conversión

5.2. La conversión pastoral

5.3. Conversión pastoral y nuevo estilo evangelizador

Para reflexionar

6. Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica

El estilo pastoral de Jesús

a) Partir de la vida de la gente

27b) La con-descendencia

c). La misericordia, la compasión

a) La consolación

7. El estilo de vida evangélico

Evangelio de San Mateo

a. Ternura y compasión por los más débiles

b. Gratuidad y disponibilidad; sobriedad y pobreza

c. Ser débil para ser fuerte

d. Dispuestos a llevar la cruz

e. Tener paz y seguridad

8. Priorizar una pastoral misionera desde la catequesis

8.1. La Catequesis es una tarea prioritaria de la Iglesia

8.2 La catequesis misionera

8.3 El camino de la catequesis en la Arquidiócesis

a. 27Catequesis de Niños

b. La catequesis de adultos

9. La catequesis ocasional

9.1 Catequesis presacramentales

a. Catequesis prebautismal

b. Catequesis prematrimonial

c. Catequesis para padres cuyos hijos van a recibir la Confirmación o la Primera Comunión

9.2 Otras catequesis ocasionales

9.3 La catequesis y la Pastoral para los niños

10. Conclusión

DOCUMENTOS CITADOS

Un camino pastoral recorrido juntos

2004 al 2009:

Plan Arquidiocesano

de Pastoral.

2010:

Año Eucarístico.

2010 – 2016:

A estos años los planificaremos

en el 2010

¿Qué es un par