capítulo 5. la real expedición filantrópica de la vacuna y su

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El relato del viaje para extender la vacuna, pese a las previsiones y la preparación previa, se asemeja a una complicada aventura en la que se desbordaron muchas de las previsio- nes y se sucedieron vertiginosamen- te los acontecimientos. No era poco cruzar el océano con un conjunto tan variado de personas, con un nú- mero elevado de niños que, según testimonio del propio Balmis, pade- cieron «continuas enfermedades» y con un trayecto tan extenso. Pese a haber transcurrido casi cincuenta años desde su edición, la monografía escrita por Díaz de Yraola (1948) continúa siendo una fuente indis- pensable para seguir el proceso. Su periodización de las etapas es muy útil y nosotros vamos a seguirla, como también lo hacen recientes es- tudios como el excelente y muy completo de S. Ramírez (2002). Hay que hablar, entonces, de una primera etapa, en la cual la expedi- ción es conjunta, que se inicia en La Coruña y finaliza en Venezuela y de una segunda etapa en la que se pro- duce una subdivisión de los expedi- cionarios en dos rutas diferenciadas: la que, liderada por Balmis, pasó a México y de allí a las Islas Filipinas, y la segunda, a cargo de Salvany, que desciende hacia Sudamérica si- guiendo inicialmente la ruta del río Magdalena. A la vez, en cada una de las rutas indicadas, se produjeron constantes divisiones de los grupos en otros más pequeños con el objeti- vo último de dar un mayor grado de dinamismo a la extensión de la prác- tica vacunal. 5.1. Los preliminares del viaje El 13 de marzo de 1803, por vez primera, el Consejo de Indias co- mienza a solicitar informes sobre «si se creía posible extender la vacuna a los países de Ultramar y qué medios serían más acertados para el inten- to». El 22 de marzo, Francisco Re- quena, miembro del mencionado Consejo, informa sobre la utilidad «que produciría en Ultramar la ino- 103 5. LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA Y SU SIGNIFICADO HISTÓRICO

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Page 1: Capítulo 5. La Real Expedición Filantrópica de la vacuna y su

El relato del viaje para extenderla vacuna, pese a las previsiones y lapreparación previa, se asemeja a unacomplicada aventura en la que sedesbordaron muchas de las previsio-nes y se sucedieron vertiginosamen-te los acontecimientos. No era pococruzar el océano con un conjuntotan variado de personas, con un nú-mero elevado de niños que, segúntestimonio del propio Balmis, pade-cieron «continuas enfermedades» ycon un trayecto tan extenso. Pese ahaber transcurrido casi cincuentaaños desde su edición, la monografíaescrita por Díaz de Yraola (1948)continúa siendo una fuente indis-pensable para seguir el proceso. Sup e r i odización de las etapas es muyútil y nosotros vamos a seguirla,como también lo hacen recientes es-tudios como el excelente y muycompleto de S. Ramírez (2002).Hay que hablar, entonces, de unaprimera etapa, en la cual la expedi-ción es conjunta, que se inicia en LaCoruña y finaliza en Venezuela y deuna segunda etapa en la que se pro-

duce una subdivisión de los expedi-cionarios en dos rutas diferenciadas:la que, liderada por Balmis, pasó aMéxico y de allí a las Islas Filipinas,y la segunda, a cargo de Salvany, quedesciende hacia Sudamérica si-guiendo inicialmente la ruta del ríoMagdalena. A la vez, en cada una delas rutas indicadas, se prod u j e r o nconstantes divisiones de los gruposen otros más pequeños con el objeti-vo último de dar un mayor grado dedinamismo a la extensión de la prác-tica vacunal.

5.1. Los preliminares del viaje

El 13 de marzo de 1803, por vezprimera, el Consejo de Indias co-mienza a solicitar informes sobre «sise creía posible extender la vacuna alos países de Ultramar y qué mediosserían más acertados para el inten-to». El 22 de marzo, Francisco Re-quena, miembro del mencionadoConsejo, informa sobre la utilidad«que produciría en Ultramar la ino-

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5. LA REAL EXPEDICIÓNFILANTRÓPICA DE LA VACUNAY SU SIGNIFICADO HISTÓRICO

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culación de la vacuna» y se solicitaun informe al médico de Cámara,José Felipe Flores6 5. Con suma ur-gencia Flores elabora el informe y leañade una propuesta de derroterogeneral de la expedición, así como larecomendación de una serie de me-didas y disposiciones que deberíantomarse para el mejor acierto de laempresa y la fácil propagación de lavacuna en los territorios de Ultra-m a r. La complejidad de la expedi-ción requería definir muy bien losobjetivos, y si bien es cierto quetodo se reducía a liberar de viruelalos pueblos de Ultramar, también loera que los medios para conseguirlono eran sencillos. Hacía falta, enconsecuencia, desarrollar tres acti-vidades: primero difundir la vacuna;segundo instruir a los médicos y per-sonas interesadas en las poblacionesvisitadas en la práctica de la vacu-nación; y por último, crear «Juntasde Vacunación» en las capitales yprincipales ciudades de los Virreina-tos, para que se encargasen de asegu-rar la conservación del fluido vacu-no activo con el paso del tiempo.

Los preparativos de la Expedi-ción se realizaron durante la prima-vera y el verano de 1803 y de acuer-do con los objetivos mencionados se

orientaron en tres ejes de acción: re-clutar al personal que se iba a encar-gar de la misma; contratar el barcoque iba a desplazar a los expedicio-narios desde la Península a los terri-torios de Ultramar; y determinar yelegir los criterios de conservaciónde la vacuna en su óptima naturale-za para la propagación.

Previamente había sido necesarioresolver no pocos problemas. El pri-mero, el de su financiación. En elprimer momento, Francisco Reque-na, en el mencionado informe, pre-tende el nombramiento de los cargosde la Expedición entre voluntariosque no percibirían sueldo ni com-pensación económica. Pero aunqueeso fuera así, hacía falta un equipa-miento en material básico para el de-sarrollo de la labor que le estaba en-comendada, como se demuestra conel hecho que, cuando los nombra-mientos estaban resueltos, se dota aBalmis de un presupuesto de 200 do-blones y termina realizando un gastode 90.000 reales de vellón. Por lo de-más, las pretensiones de Requena so-bre el personal pronto se revelaroncomo un sueño utópico. La realidades que había varias posibilidades paracostear la expedición desde diferen-tes fuentes de financiación: por unlado, desde el Ramo de los Tr i b u t o sde los Indios, con el inconvenienteque este sistema impositivo se habíavisto muy mermado por la cantidad

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65 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Expediente 1: ExtractoGeneral de la Expedición filantrópica de laVacuna. Leg. 1558-A.

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de óbitos en ese grupo poblacional;en segundo lugar, desde la Real Ha-cienda, que sería la principal benefi-ciada de una población laboralmen-te útil; en tercer lugar, los Censos deIndios, pero aunque este tipo «estáestablecido en el distrito de la Au-diencia, ignoro si lo hay en NuevaEspaña y en Lima, por cuyo motivono hallo proporción para que se hagasobre él asignación, que pueda ser se-gura»; en cuarta, el Ramo de Propios«y arbitrios en el Patrimonio de lasCiudades, Villas y Lugares, que lostienen y están destinados para susgastos municipales...»; y por último,los Diezmos Eclesiásticos, «pues ade-

más de exigirlo la caridad Cristiana,resulta el beneficio de que no decai-ga con la mortalidad de sus feligresesla gruesa de Diezmos de la dotaciónde sus Iglesias ni el Real interés delos dos novenos aplicados a S. M.conforme a las respectivas ereccio-nes de cada Obispado»6 6. Saliese dedonde fuese el dinero que financiasela Expedición, es constante la refe-rencia a que debería realizarse «bajo

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66 Archivo General de Indias. Sección: Indi-ferente General. Leg.1558-A. Expedientepara extender en América el uso de la vacu-na. Dictamen del Gobernador del Consejo deIndias, Madrid, 26 de mayo de 1803. f. 1v-2.

Fig. 11. Nombramiento de Balmis como director de la Expedición para llevar la vacunaa las colonias de Ultramar el 4 de agosto de 1803.

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condiciones equitativas y ventajosaspara la hacienda»6 7.

Finalmente, las autoridades pe-ninsulares decidieron que los gastosde la Expedición fuesen financiadosdesde la Real Hacienda y el proble-ma estuvo presente no sólo al inicio,sino a lo largo de todo el periplo. Porlo demás, las medidas para cubrir losgastos no fueron siempre las mismas,sino que se adecuaron a las necesi-dades y a las posibilidades de cadaterritorio, con la única condición deque las medidas adoptadas por lasautoridades locales fuesen aproba-das por el rey.

La realidad es que la Expedición, alo largo de su recorrido, sacó el dine-ro de donde pudo. Nunca faltaron pa-tricios con gran poder económico ysimpatizantes de la causa de la vacunaen las ciudades por donde discurrió laperegrinación vacunal. E incluso, elpropio dinero de los expedicionarios.Como manifestó el propio Balmis a suregreso de la Expedición, «no tienenúmero las pesetas que he repartidoentre los indios para que se dejasenv a c u n a r, y las empleadas en juguetespara que se entretuvieran a bordo losniños embarcados, con otra porciónde gastos que no tengo ahora presen-

te» 6 8. Los gastos de la Expedición es-taban generados fundamentalmentepor la financiación del barco y lossueldos de los expedicionarios. Larealidad es que aquellas poblacionesque fueron conscientes de la impor-tancia de la práctica vacunal, agasaja-ron a los expedicionarios con un tra-to excelente, dotaron de alojamientoa los miembros, vistieron a los niños yles concedieron obsequios.

En un primer momento se pensóque la expedición se transportara enbuques correo de guerra por ser losmás ligeros y tener una comunica-ción frecuente con los territoriosamericanos. Lo que se tuvo muy cla-ro desde el principio es que el costepara la Real Hacienda no fuese muygravoso. La Expedición utilizó cincobuques para todo el desarrollo de latravesía marítima, de unos conoce-mos sus nombres y de otros no. Gra-cias a la investigación del expertoen historia militar Parrilla Hermidatenemos una detallada informaciónde la corbeta gallega María Pita»6 9.

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67 Archivo General de Indias. Sección Indi-ferente General. Leg 1558-A. Expediente 3.Extracto General de la Expedición Filantró-pica de la Vacuna. Real Orden del 30 deagosto de 1803.

68 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Informe decuentas que realiza Balmis a su regreso de sulabor profiláctica y envía a José Antonio Ca-ballero. Madrid, 4 de diciembre de 1806.6 9 PARRILLA HERMIDA, M. La Expedi-ción Filantrópica de la Vacuna antivariólicaa América en 1803. El contrato de fleta-miento de la Corbeta María Pita». R e v i s t adel Instituto «José Cornide» de Estudios Coru -ñenses, 1974-75, nº 10-11, pp. 203-209.

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El criterio que motivó en toda la tra-vesía la elección de los barcos fue lavelocidad frente a la comod i d a d .Pero al hablar de los gastos deltransporte debemos diferenciar dosaspectos: el fletamiento del barco yla manutención durante la ruta delos expedicionarios. El coste totaldel fletamiento no está desglosadoen ningún documento, pero se sabeque el armador de la corbeta, Taba-nera y Sobrino, rebajó 400 pesosfuertes (4000 reales) de su primerapropuesta de flete y 40 pesos fuertesde mesa por mes70. La contrata de lacorbeta se realizó en el puerto de LaCoruña el 8 de octubre de 1803. Enun primer momento no se pensó quela travesía fuera larga y se firmó elcontrato hasta el 27 de enero de1804. Cuando expiró el contrato lacorbeta se encontraba todavía fon-deada en el puerto de La Habana.Balmis, para evitar los problemasque generó la contrata en La Coru-ña, mantiene las mismas condicio-nes que en el contrato inicial con uncoste de 1.400 pesos fuertes mensua-les por el fletamiento.

Más difícil resultaba la eleccióndel personal cualificado, dadas laspretensiones de gratuidad que habíaindicado Francisco Requena. Enprincipio éste propuso como cabezaspara desempeñar la comisión a losDoctores Flores y Balmis, que fueron

ratificados por la Junta de Cirujanosde Cámara. Ambos tenían activos asu favor: Flores por haber elaboradoel proyecto inicial de la expedicióny Balmis por ser el traductor al cas-tellano de la obra de Moreau de laSarthe, y por ser uno de los médicosque practicaba con mayor éxito, enMadrid, la técnica de la vacunación.José Flores se encargaría de la Expe-dición que iría a Cartagena y Balmisla que marcharía a Ve r a c r u z7 1. Entodo caso, para elegir a los persona-jes que van a participar en la expe-dición filantrópica, se hace públicaen el Colegio de San Carlos de Ma-drid la Real Orden de 6 de junio enla que se manifiesta el real deseo depropagar la vacuna en «sus domi-nios de Indias»72. Después de oído elDictamen del Consejo de Indias ydel Consejo de Hacienda y de susmédicos de Cámara, el monarca de-cide que «se envíe una expediciónmarítima, compuesta de facultativoshábiles y adictos a la empresa, dirigi-da por el Médico honorario de Cá-mara D. Francisco Xavier de

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70 Idem. p. 205.

71 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Informe dela Junta de Cirujanos de Cámara, Madrid, 17de marzo de 1803.72 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Informe delos señores que pertenecen a la Junta, D.Antonio Gimbernat, D. Leonardo Galli y D.Ignacio Lacaba, Dirigida a los profesores delReal Colegio Médico de San Carlos de Ma-drid. Aranjuez, 12 de junio de 1803.

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Balmis»73. Esta decisión del monar-ca reconoce y legitima el proceso se-guido por Balmis para no tener quecompartir con nadie la dirección dela Expedición, excluyendo de lamisma a José Felipe Flores74. Es cier-to que la dirección en manos de Bal-mis significaba que pondría allí enfuncionamiento todas sus cualida-des: poseía energía, tenacidad ygrandes dotes de organización quehicieron de él un individuo único. Adiferencia del Director, el nombradoS u b d i r e c t o r, José Salvany era tod ocorazón, entusiasmo y valor. Éste nodestacó como organizador y su labortuvo menos proyección que la reali-zada por Balmis. El Director, progre-sivamente, fue concentrando podery autoridad al tiempo que exige uncontrol férreo de todas las activida-des hasta el final, incluso cuando ya

estaba en España y su labor hubieraformalmente terminado75.

Finalmente, Balmis fue elegidopara realizar la Expedición y prontohizo una serie de propuestas comoque el grupo se compusiera de un di-r e c t o r, que sería él mismo y variosprofesionales que luego veremos endetalle, amén de 15 ó 20 niños deocho a diez años, que no hubiesenpasado las viruelas, a fin de vacunar-los sucesivamente durante la nave-gación y conservar de este modo elfluido. Fue privilegio del Director laelección de las personas que partici-parían en la expedición, siempreque obtuvieran el visto bueno delmonarca. En la circular del Ministe-rio de Estado en la que se inserta laReal Orden comunicada por el Mi-nistro de Gracia y Justicia sobre laExpedición de la Vacuna, sellada enSan Ildefonso en 4 de agosto de1803, se informa del nivel intelec-tual y profesional de los componen-tes de la misma. El director sería unMédico de Cámara de Su Majestad,los ayudantes serían facultativos conformación médica; los practicantes,cirujanos y a los enfermeros no se les

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73 Gaceta de Madrid, Viernes 5 de agosto de1803.74 Las razones de Balmis no pueden ocultarun rasgo típico de su personalidad, conven-cido de sus aptitudes y de su capacidad de or-ganización y de mando. En una carta de Bal-mis al Ministro de Gracia y Justicia JoséAntonio Caballero, el 18 de junio de 1803,defiendió su postura afirmando «que el man-do que yo pretendía no era por arrogancia, nideseo de mandar, pues en mi casa dejo elmando a los criados, sino por el celo de po-der realizar una expedición tan gloriosa, queserá envidiada de todas las Naciones». Ar-chivo General de Indias. Sección: Indife-rente General. Leg. 1558-A.

75 Archivo General de Indias. Sección: Indi-ferente General. Leg. 1558-A. Expediente23. Con motivo de su próximo paso a Nue-va España, Balmis solicita que se comuniquea «los demás ayudantes y al mismo Salvanyque continuasen reconociéndole por Direc-tor».

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exige una formación específica. Ajuicio de Balmis, eran preferiblespersonas que estuviesen capacitadaspara las labores sanitarias y profilác-ticas, más que aquellas poseedorasde títulos.

Como era de esperar, el presuntoespíritu altruista de los expediciona-rios no alcanzaba los niveles de gra-tuidad que las autoridades espera-ban, por ello el Ministro de Gracia yJusticia José Caballero, el 4 de agos-to de 1803, estableció el sueldo y lahabitación en función del reconoci-miento social laboral y de la valía decada individuo de la Expedición.Los gastos particulares de cadamiembro de la Expedición fueroncubiertos por los sueldos que se asig-nan a cada uno de los componentesque la conforman. El director cobra-ría 40 reales de vellón, el subdirectory los ayudantes 20, los practicantes12 y los enfermeros 10. Este dinerose podría cobrar por los expedicio-narios directamente en América, oen América y en España cuando losmiembros de la Expedición tuvieranfamilia a su cargo que mantener.Como era de esperar pronto apare-cerán las discrepancias. En opiniónde Balmis, expresada en carta al Mi-nistro de Gracia y Justicia el 2 de ju-lio de 1803, con este sueldo» no sepuede mantener con una medianadecencia, aun estando avecinadosen un Pays, cuanto menos teniendo

que estar en continuas y penosasmarchas, en que la escasez y la dis-tancia obligan a gastos tan extraor-d i n a r i o s . . . » 7 6. Pero además, lostransportes tanto en España comoen Indias, corren de cuenta de laReal Hacienda durante toda la ex-pedición marítima, pero no durantelas expediciones terrestres. En lamisma carta, Balmis solicita se espe-cifique «si la manutención se noscontinúa también en tierra: por queno siendo así es imposible puedamantenerse ningún individuo de sucuenta con los sueldos asignados, yque carezcan precisamente de me-dios para atender a otros precisosgastos, que se han de ofrecer por másequipados que salgan de España, demanera que llegaría día que no Rey-nase entre los individuos de una ex-pedición tan brillante más que esca-sez y miseria y el descontento queacompaña a estas circunstancias»77.Como consecuencia de esta deman-da, tan lógica que no se atreven a re-chazarla, la Real Hacienda asumeun gasto que asciende a 8.700 pesosfuertes anuales en sueldos y 850 do-blones en habitaciones. Además secontrató a cinco personas en prime-ra mesa a razón de 100 pesos fuertesal mes, siete personas en segundamesa a razón de 90 pesos fuertes al

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76 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A, f. 2v-2.77 Idem, f. 2v-3.

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Fig. 12. Los cirujanos de cámara, Antonio de Gimbernat, Leonardo Galli y Lorenzo La-caba, aprueban el proyecto de Balmis.

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mes y veintidós personas en terceramesa a 50 pesos fuertes al mes. Estosupuso un gasto de 2.230 pesos fuer-tes cada mes78.

Otro problema que preocupó alas autoridades de la metrópoli erafijar el derrotero de la Expedición.Como ya hemos comentado, quientuvo por primera vez la idea de di-fundir la vacuna en América, me-diante una expedición, fue el médi-co Francisco Requena. LosConsejeros médicos de la Real Cá-mara dieron un dictamen positivo yfinalmente fue José F. Flores quientrazó el primer plan para llevar acabo el proyecto ideado por Reque-na. Pero el proyecto de Flores fuecuestionado cuando Balmis fuenombrado director único de la Ex-pedición. Por otro lado, cuando elproyecto de Balmis se lleva a lapráctica, los acontecimientos des-bordan con creces lo previsto e ima-ginado, y las actividades y viajes ini-

ciales manejados deben adecuarse ala realidad. La principal diferenciaentre los dos proyectos era que el deFlores indicaba la conveniencia deestablecer dos líneas de desarrollode la expedición y Balmis proponeque fuera una sola para los cuatroVirreinatos y Filipinas. De tod a smaneras, el derrotero que se siguiófue el que determinaron las circuns-tancias y necesidades de los aconte-cimientos reales que se desarrolla-ron a lo largo de la accidentada rutade la Real Expedición Filantrópicade la Vacuna.

Determinado el derrotero, elproblema que se plantea era el lugaridóneo para la salida de la expedi-ción. En las primeras propuestas elpuerto elegido era el de Cádiz, por sutradición americanista. Pero a medi-da que se va perfilando el proyectose opta por el puerto de La Coruña.En 1764, por iniciativa del marquésde Grimaldi se habían establecidoen este puerto los buques-correo condestino a La Habana, Montevideo yBuenos Aires, con salida y regresoen la ciudad-puerto de La Coruñaexclusivamente, y que, además, tras-ladaban a viajeros y mercancías eri-giéndose como uno de los principa-les medios de conexión conAmérica antes de la liberalizaciónmercantil. Desde 1765, Campoma-nes tiene intención de establecer unconsulado en La Coruña, como los

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7 8 PARRILLA HERMIDA, M. (1974-75),Op cit., pp. 206-207. Las distinciones nosólo se hacían en los sueldos sino también enla manutención: «que a todos se les dará al -muerzo, refrescos y cena, correspondiente asus clases... La comida de la primera mesaserá una olla, dos o tres principios y postrescon vino y pan fresco... La comida de la se-gunda mesa, lo mismo que la primera, conexcepción de un principio y un postre me-nos... Los de la tercera mesa comerán unbuen cocido y alguna cosa más ciertos niñosenfermos y algún extraordinario algunosdías de la semana».

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que había en Barcelona, Valencia yBilbao, aunque este proyecto no sellevó a cabo hasta 1785, en que seestablece definitivamente el RealConsulado de Comercio Marítimo yTerrestre de La Coruña. Todo estosupuso una mejora sustancial de lasinstalaciones y el funcionamientode Escuelas náuticas y de comercio.La liberalización de estas activida-des generará un crecimiento de laeconomía y de la población de laciudad. Todos estos aspectos fueronconsiderados en la elección de estepuerto como punto de partida de laExpedición.

Si bien no se podrá seguir el de-rrotero tal y como se había planeado,nada podía quedar sin una planifica-ción previa y con instrucciones con-cretas. En la Real Orden, circular de1 de septiembre de 1803, por la quese comunica la Real Expedición Fi-lantrópica de la Vacuna a todos losterritorios hispanos de Ultramar, esconmovedora la singularidad con laque la Corona recomienda a cadauno de los territorios la actitud quedeben mantener ante el evento7 9. AlComandante General de Canarias sele encarga que «procurase persuadircon su ejemplo al buen recibimientode la expedición... dando las disposi-ciones que le dictase su celo, comu-nicando a su tiempo lo que resulta-

se». Al Gobernador de Puerto Ricole previene de que habilite al Direc-tor y a los otros miembros que com-ponen la Expedición «con mesadasque llevasen devengadas» y que se«les franqueasen los auxilios necesa-rios para continuar su viaje, ya fueseque se dividiese la expedición, o quela prosiguiesen juntos». Al Goberna-dor de La Habana se le informa quea la llegada de la Expedición a esepuerto debían «satisfacer su haberconforme a la contrata celebrada enLa Coruña» y que también facilita-sen los medios para proporcionar«un buque para la travesía a Ve r a c r u zcon escala en Campeche, si conve-nía», y se le encargaba así mismo,«de proporcionar niños a Balmis».Al Virrey de Nueva España le instapara que «cuando llegase la expedi-ción tuviese anticipadas las órdenesoportunas para que se facilitasen ca-rruajes y demás que fuese necesa-rio ...» y para que dispusiese lo nece-sario para su continuación: si llegaseunida «le favoreciese el paso alPerú» y si dividida «le favoreciese elpaso a Filipinas» y en ambos casos leproporcionara «niños expósitos o deotra clase, y algunos sueldos antici-pados». Al Virrey de Santa Fe se lerecomienda que, sin menospreciar lalabor previa del doctor Verges, seagasaje a la expedición y se le pro-porcione el número de niños necesa-rios para continuar su viaje; permi-tiéndoles vacunar en aquellos

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79 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A.

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pueblos del tránsito. Al Capitán Ge-neral de Caracas se le insta para que,tanto si llega la expedición juntacomo dividida se le auxilie en lo ne-cesario para continuar el viaje. AlPresidente de Guatemala se le preve-nía que seguramente la Expediciónllegaría dividida a ese territorio y sele solicitaba un buen trato a los com-ponentes de la misma y se les auxi-liara en todo lo necesario. Al Vi r r e ydel Perú se le solicita «que en caso deno haber salido la Expedición deAcapulco para Filipinas lo hiciesedesde El Callao, poniéndose deacuerdo con el director». Al Presi-dente de Chile se le advierte lo mis-mo que al Virrey de Nueva Españapidiendo «que favorezca la vacunapor los territorios más inhóspitos, enChile al meridión y en Nueva Espa-ña al Septentrión». Al Virrey deBuenos Aires se le advierte que «de-biendo concluir allí su viaje la expe-dición, le proporcionase cuanto an-tes buque en que regresar a Europa,pagando el pasaje y mes a sus indivi-duos». Finalmente, al Capitán Ge-neral de Filipinas se le informa que lallegada de la Expedición puede pro-ceder desde el puerto de Acapulco ode El Callao y se solicita que favorez-ca el regreso a la península de los in-dividuos que la componen8 0.

En definitiva, todo un desplieguede recomendaciones con el objetivo

de evitar improvisaciones y situacio-nes no deseadas que pudieran hacerfracasar el intento de acabar con unproblema sanitario de tal magnitud.Como ya veremos, la realidad fueotra.

5.2. Los protagonistas

Entre las personas que participa-ron en la Expedición, muchas deellas anónimas para la historia, he-mos de destacar los tres pilares sobrelos que pivotó la máxima responsa-bilidad: los responsables de la direc-ción y la responsable de los niñosvacuníferos. De alguno del resto delos embarcados daremos tambiénnoticia, aunque su significaciónfuera menor, no así su actividad yentrega, sin la cual hubiera sido im-pensable una hazaña tan poco habi-tual81.

El Capitán de la corbeta MaríaPita fue Pedro del Barco y España,natural de Somorrostro, Vi z c a y a .Marinero de probada valía «con-ducta, muy buena; inteligencia,bastante; desempeño, bueno; subor-dinación, mucha; desinterés, mu-

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80 Idem.

81 Una visión clarificadora sobre ocupacio-nes y profesiones sanitarias relacionadas conla sanidad marítima y su significado es la deASTRAIN GALLART, M. Barberos, ciruja -nos y gente de mar. La sanidad naval y la pro -fesión quirúrgica en España. Madrid, Ministe-rio de Defensa, 1996.

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c h o »8 2. El viaje a bordo de la corbe-ta duró ocho meses y diez días y sulabor fue reconocida rápidamente asu vuelta a España, nombrándoleTeniente de Navío en 1804, y con-cediéndole una pensión vitalicia de300 pesos en marzo de 1805.

De los tres enfermeros tenemosescasas noticias, quizás por tratarse depuestos de poca responsabilidad. Sa-bemos que los tres eran casados y queSalvany solicitó que en agradeci-miento a los servicios prestados du-rante su actividad vacunadora enAmérica meridional, se premie a Ba-silio Bolaño con alguna distinción yque en febrero de 1809 todavía se en-contraba en Buenos Aires en espera atrasladarse a la Península. Perera yPrats informa que «Balmis recomien-da encarecidamente que se proteja alos dos hijos huérfanos de su colabo-rador D. Pedro Ortega» y en el casode Antonio Pastor, que éste y su mu-jer estuvieron «olvidados y desampa-rados en méritos de sus servicios a lasdos expediciones», de lo que se supo-ne que este enfermero también

acompañó a Balmis en el viaje de fe-brero de 1810 a marzo de 18138 3.

De los practicantes, FranciscoPastor Balmis era sobrino de Balmis,hijo de su hermana Micaela. De éldice su tío que era «muy instruido enla Vacunación por haberla constan-temente practicado a mi lado»; eldirector de la Expedición le respon-sabilizó de importantes cometidosconfiado en su preparación, ya quede «fiar este encargo a otro faculta-tivo que no tenga la instruccióncompetente, no podrá aventurarseel éxito que tanto interesa»84. Cuan-do se divide la Expedición, Pastorpasará a la sección de América Sep-tentrional al mando de Balmis y des-tacará durante la vacunación enGuatemala por sus dotes de organi-zador. De Rafael Lozano Pérez sabe-mos muy poco, Balmis lo eligió por-que «se ha dedicado a esta nuevainoculación y es cirujano aproba-do»85. Por su parte, Salvany, en aten-ción a su actividad vacunadora en laAmérica meridional, solicita al rey

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82 Archivo General de la Armada, D. Alva-ro de Bazán. Viso del Marqués. Sección:Cuerpo General. Leg.620-114. Exp. Pedrodel Barco y España. Informe reservado en elramo de matrículas, 1817. Cfr. Susana MaríaRAMÍREZ MARTIN (2002), Op. cit.,quien ha rectificado, aportando documenta-ción inédita, algún error en este nombra-miento, que aparecía en PARRILLA HER-MIDA, M. (1974-75), Op. cit. p. 68.

83 PERERA Y PRATS, A. Episodios Españo -les en América, Madrid, Ed. Revista Geográ-fica Española, 1967, p. 68.8 4 Archivo General de Indias. Sección:Cuba . Leg. 1691. Comunicación de Balmisal Capitán General de la Isla de Cuba, LaHabana, 29 de mayo de 1804.85 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Carta deBalmis al Ministro de Gracia y Justicia, Ma-drid, 2 de julio de 1803.

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que se le distinga con los honores deCirujano de Cámara.

De los dos Ayudantes, el más des-tacado fue sin duda Manuel JuliánGrajales, natural de Sonseca (Tole-do) en 1778. En 1801, previo haberobtenido el grado de bachiller en Fi-losofía por el Colegio de CirugíaMédica de San Carlos, logra el debachiller en Medicina. Poco antesde salir con la Expedición, en juniode 1803, se licencia como Cirujano-Médico en el Colegio de San Carlosde Madrid. En América continúasus estudios y en 1805 el claustro de

la Universidad literaria de Santiagode Chile le confiere el grado de doc-tor en Medicina. Según Juan Bautis-ta Lastre, el ayudante Grajales «esimpetuoso y poco diplomático; lospequeños contratiempos que experi-menta al propagar el fluido, le mo-lestan y excitan». No fue una perso-na muy dócil al servicio de Salvanyy sus relaciones «no fueron muybuenas»86, lo que no fue óbice para

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8 6 LASTRE, Juan B. La salud pública y laPrevención de la Viruela en el Perú, Lima, Imp.Ministerio de Hacienda y Comercio, 1957.pp. 84-85.

Fig. 13. Distintos puestos dentro del Cuerpo de Sanidad de la Armada Real (Cfr. MikelAstrain, Baberos, cirujanos y gente de mar. Madrid, Ministro de Defensa, 1996).

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que Salvany, hombre bondadoso yceloso de su ministerio, reconozcalos méritos de su Ayudante y solicitepara él los honores de Cirujano deCámara. Todo cambió a la muertede Salvany y como consecuencia laExpedición se desmembra y Grajalesintenta desde Lima volver a la pe-nínsula. En su expediente militarconsta que sirvió como CirujanoMayor del Ejercito al mando del ge-neral Manuel Osorio, hasta 1837 yque fue fiscal del Protomedicato deChile hasta el año 1826 87. No obs-tante se sabe que volvió a la Penín-sula precipitadamente el 3 de di-ciembre de 1824, poco antes que secelebrasen en el Virreinato del Perúlas capitulaciones de Ayacucho, el 9de diciembre de 1824. De todos suscompañeros de la subexpedición va-cunal a la América meridional, Gra-jales fue el único que logró volvercon vida a la metrópoli, habiendosuperado infinitos puntos de conta-gio, innumerables riesgos y las pena-lidades de un viaje de más de 5.000leguas por tierra y 12.000 por mar.

El otro Ayudante, Antonio Gu-tiérrez Robredo, era hijo de un bor-dador de la Corte. Realizó sus estu-dios en el Colegio de San Carlos yfue durante cinco años colegial in-terno y externo del Colegio de Me-

dicina y Cirugía. Posteriormente ydurante poco tiempo sirvió en elejercito de Extremadura. Pero todosestos méritos hubieran sido pocos sino hubiese sido propuesto para for-mar parte de la Expedición Filantró-pica directamente por Balmis y hayquien opina que «era un discípulopredilecto del Director de la Expedi-ción»88.

Hemos afirmado más arriba queuno de los pilares en el éxito de laExpedición fue la Rectora de la Casade Expósitos de La Coruña, IsabelSendales Gómez. Sus apellidos si-guen siendo un enigma en el sentidoque Balmis la cita en diversos docu-mentos de forma muy diversa. En lacarta del 14 de octubre de1803 quedirige el Secretario de Gracia y Jus-ticia a don Ignacio Carrillo y Nie-bla, Presidente del Hospital de Cari-dad de La Coruña, de dondedependía la Casa de Expósitos, lemanifiesta que «conforme el Reycon la propuesta elevada sobre la ex-pedición destinada a propagar en In-dias la inoculación de la vacuna,permite S. S. que la Rectora de laCasa de Expósitos de esa ciudad seacomprendida en la misma expedi-ción en clase de enfermera»; pero en

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8 7 Archivo General Militar. Segovia. Sec-ción 1ª: Expedientes personales. Leg. G-3848.

88 PARRILLA HERMIDA, M. «Los médi-cos militares españoles y la Expedición fi-lantrópica de la vacuna antivariólica aAmérica y Filipinas para la lucha contra laviruela», Ejército, 1976, nº 437, p. 6.

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ningún momento se cita su nom-b r e8 9. El mismo Balmis se refiere aella de formas distintas: el 15 deabril de 1805 en la «Lista de los in-dividuos que componen la Real Ex-pedición de la vacuna», cita a laRectora con el nombre de doña Isa-bel Zendala y Gómez, y en otro es-crito desde Sevilla el 6 de diciembrede 1809, al mencionarla dice doñaIsabel Gómez Sandalla90. Lo que na-die duda es de su eficacia durante laExpedición. No hay mejor testimo-nio de su actitud y su dedicación a laempresa vacunadora que las pala-bras del Director y mucho más, te-niendo en cuenta la parvedad conque Balmis se prodigaba en los elo-gios:

«La miserable Rectora que conexcesivo trabajo y rigor de los dife-rentes climas que hemos recorrido,perdió enteramente su salud, infati-gable noche y día ha derramado to-das las ternuras de la más sensibleMadre sobre los 26 angelitos que tie-

ne a su cuidado, del mismo mod oque lo hizo desde La Coruña y en to-dos los viajes y los ha asistido ente-ramente en sus continuadas enfer-medades»91.

Uno de los protagonistas de laExpedición Filantrópica más injusta-mente olvidados e incluso minusva-lorados, en parte por la actitud deBalmis hacia el mismo, es la figuradel Subdirector, José Salvany y Lleo-part, nacido en 1777 ó 1778 en Cer-vera o Barcelona9 2. Después de estu-diar tres años de Gramática yposteriormente Latinidad, Retórica yPoesía, realizó los de Filosofía en elConvento de San Agustín de Barce-lona hasta 1791, año en el que ingre-sa en el Real Colegio de Cirugía deBarcelona hasta los 19 años. En 1799ya es licenciado en Cirugía. Las pri-meras noticias de su actividad en elEjército son que prestó serviciocomo cirujano interno en el cuartoBatallón del Real Cuerpo de Guar-dias Walonas, y que posteriormenteocupó la plaza de cirujano del Te r c e r

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8 9 NIETO ANTÚNEZ, P. La Rectora de laCasa de Expósitos de La Coruña, excepcional yolvidada enfermera en la expedición de Balmis.La Coruña, Instituto «José Cornide» de es-tudios coruñeses, 1981, p. 11.90 Idem, p. 12. Información más detallada laofrece RAMÍREZ MARTÍN, S.M. «Únicamujer participante en la Real Expedición Fi-lantrópica de la vacuna. Dña. Isabel Senda-les y Gómez, IX Congreso Internacional deHistoria de América, T. II, Ed. Regional deExtremadura, 2002, pp. 271-276.

91 Informe de Balmis a José Antonio Caba-llero, fechado en Macao el 30 de enero de1806. C f r. Susana María RAMÍREZMARTÍN, La salud del Imperio. La Real Ex -pedición Filantrópica de la Va c u n a, Madrid,Fundación Jorge Juan, 2002, p. 107.92 El acta de defunción dice que en Cervera,pero el libro de Matrícula de latinos de la Uni-versidad registra que nació en la ciudad deBarcelona. Cfr. RAMÍREZ MARTÍN, S.M.(2002), Op. cit., p. 101.

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Batallón del Regimiento de Infante-ría de Irlanda. Desde el inicio de suvida tenía una salud débil, que pusoen juego varias veces su carrera mili-t a r. Siendo ya ayudante de los RealesEjércitos y cirujano del Quinto Bata-llón del Regimiento de Infantería deNavarra, solicita una excedencia o,en su defecto, un traslado a algún co-legio u hospital para desarrollar suactividad a salvo de las incidenciasclimáticas que tanto mermaron sus a l u d9 3. Cuando embarca en la Expe-dición contaba 25 ó 26 años y enprincipio tenía una labor muy cómo-da porque le arropaba la gran perso-nalidad de Balmis. El protagonismole llegó, como veremos en detalle,cuando la Expedición se dividió enLa Guayra a causa de las constantes y

graves epidemias que asolaban el surdel continente. Cuando Salvany salede la Península tiene la esperanza deque mejore su salud y en un principioasí fue gracias al clima tropical deCanarias y las islas de las Antillas.Pero a medida que se introduce en lacordillera andina comienza a agrava-se su situación y según su correspon-dencia sufre «tercianas», «garroti-l l o »9 4, «opresión y mal de pecho» y«fuerte mal de corazón»; y posible-mente una tuberculosis pulmonar9 5.Cuando llega a la ciudad de Arequi-pa su situación es lamentable: en unnaufragio en el río Magdalena habíaperdido el ojo izquierdo; en su tránsi-to por la cordillera de los Andes sedislocó una muñeca que quedó prác-

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93 Archivo General Militar de Segovia. Sec-ción 1ª: Expedientes personales. Exp. S-396.Solicitud de José Salvany, 21 de julio de1801. C f r. R A M Í R E Z M A RTÍN, S.M.(2002), Op. cit., p. 102.

94 Denominación castiza de la angina difté-rica sofocante.9 5 R I C O - AVELLO, C. «La Expedición deBalmis», XV Congreso Internacional de Histo -ria de la Medicina. Madrid-Alcala 22-29 deseptiembre, Madrid, 1956, p. 5.

Fig. 14. Autógrafo de José Salvany (Cfr. Díaz de Yraola,G. La vuelta al mundo de la Expedición de la Vacuna. Se-villa, 1948).

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ticamente inmovilizada. Por efectosde la altura resultó crónicamenteafectado del pecho y eran frecuenteslas hematemesis. Salvany intuye queno podrá regresar a la Península, poreso solicita reiteradamente al Minis-tro de Gracia y Justicia un cargo pú-blico en América. Por doquiera quepasaba dejaba una huella magnífica ylos Cabildos de Puno, La Paz y Oru-ro expresaron públicamente su agra-decimiento. Es más, tanto el Cabildode Puno como el de Oruro solicita-ron para el subdirector de la Expedi-ción los honores de regidor de susrespectivos ayuntamientos9 6. El pro-pio Salvany, desde la ciudad de LaPaz, agotado y sin fuerzas, solicita elcargo de Intendente de dicha ciudadque había quedado vacante. El silen-cio de las autoridades peninsularesfue la respuesta.

La estancia en la ciudad de Lima,después de más de la mitad de reco-rrido vacunífero por la América me-ridional, coincide con una etapa deéxito profesional e intelectual deS a l v a n y, como luego comentaremos.Sin embargo, no le autorizan ningúncargo público y ante el temor a mo-rirse de hambre si renuncia a su laborprofiláctica en la Expedición, conti-núa en ella. Llega en verano a la ciu-dad de Cochabamba, a más de 2.500metros sobre el nivel del mar, en ple-

na Cordillera Andina. Cuando Sal-vany llega a esta ciudad se agravanuevamente su salud y fallece el 21de julio de 1810, siendo enterrado enla iglesia de San Francisco.

Salvany muere completamenteolvidado y desconocido si lo compa-ramos con Balmis y por eso su bio-grafía y personalidad siempre vanasociadas a este último97. Pero pode-mos afirmar que fue su iniciativa, te-són y laboriosidad lo que contribuyóa la difusión de la vacuna en laAmérica meridional. Consciente dela importancia de su labor, valorócon gran generosidad la actividadrealizada por sus subalternos. Encambio, esta apreciación tan positi-va contrasta con la opinión de Bal-mis, que tras su regreso a la Penínsu-la después de su vuelta al mundo y asolicitud de la Secretaría de Estado,emite un informe peyorativo de ladiligencia del subdirector.

Sin duda, la cabeza visible de laReal Expedición Filantrópica y suprincipal protagonista fue FranciscoXavier Balmis y Berenguer98, que en

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96 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Exp. 23.

97 RICO AVELLO, C. (1956), Op. cit., p. 6. 98 En la actualidad, José Luis Duro To r r i j o sestá llevando a cabo un estudio en profundi-dad de la biografía de Balmis, utilizando do-cumentación inédita. El Club Rotary de Ali-cante ha creado una Fundación Balmis ypuesto en marcha una página web, dondepueden encontrarse fuentes de archivo pococonocidas relativas a Balmis y preparadas porel historiador citado (http://www.balmis.org).

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su madurez, tenía cincuenta años,no dudó en responsabilizarse de unaempresa difícil y compleja por su na-turaleza. Había nacido en Alicanteel día 2 de diciembre de 1753 y a lostres días fue bautizado en la iglesiade Santa María, la más antigua de laciudad99. Hijo y nieto de cirujanos-barberos, siguiendo la tradición fa-miliar ingresa a los 17 años el Hos-pital Militar de Alicante, dondepermaneció cinco años1 0 0. En 1775zarpa en una expedición al mandodel General Conde de O´Reylli, quela armada española envió, por man-dato de Carlos III, contra Argel conel objetivo de acabar con las incur-siones de piratas berberiscos por ellevante español. Dos años despuésera examinado por los cirujanos deCámara sangradores y protobarberosy en 1778 aprueba en Valencia elgrado para ejercer la cirugía1 0 1. In-gresó en el cuerpo de Sanidad Mili-tar al año de licenciarse, pues aprincipios del bloqueo de Gibraltarfue nombrado segundo ayudante decirugía. El 8 de abril de 1781 ascen-

dió a cirujano del ejército y fue des-tinado al regimiento de Zamora.Con este regimiento marchó aAmérica por primera vez en la expe-dición del Marqués del Socorro ytuvo que desempeñar las funcionesde médico cirujano por el falleci-miento de la mayoría de los faculta-tivos a consecuencia de una epide-mia en el ejército expedicionario.Del puerto de Guarico se embarcócon dirección a La Habana y de allía Veracruz y durante tres meses estu-vo al frente del hospital de Xalapaen calidad de médico cirujano. En elterritorio novohispano desarrollóuna intensa actividad, siendo nom-brado, en 1786, cirujano mayor delHospital Militar de San Juan deDios de la capital y cuando este vie-jo hospital se une al de San Andrésen 1790, Balmis aparece como di-rector de la sala de gálicos. En reco-nocimiento a su labor realizada enNueva España el 20 de marzo de1786, es admitido en la Real Acade-mia Médico-Matritense y ademásobtuvo el grado de Bachiller en Ar-tes en la universidad mexicana.

A lo largo de 1788 deja temporal-mente el ejército y viaja por Méxicoestudiando las plantas autóctonas einvestigando la materia médica tra-dicional utilizada por los indígenas.Por entonces, uno de los más famososcuranderos llamado el «Beato», di-fundió el uso de un remedio indígena

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99 Archivo Parroquial de la Iglesia de SantaMaría. Alicante. Libro 10 de Bautizos, fol.201.100 MORENO CABALLERO, E. Sesión apo -logética dedicada al Dr. D. Francisco Xavier deBalmis y Berenguer. Discurso leído en el Ins-tituto Médico Valenciano el 18 de noviem-bre de 1885. Valencia Imp. de Ferrer deOrga, 1885, p. 11.101 R I C O - AVELLO, C. (1956), Op. cit., p. 4.

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para las enfermedades venéreas. Unaserie de experiencias supervisadas porel Protomedicato en el hospital deSan Juan de Dios, había persuadido alas autoridades de las bondades delremedio. Balmis, que conocía este re-medio, dudaba de la eficacia real de

las cocciones de las raíces de pita y debegonia, que eran los vegetales que sehacían servir. Así pues, cuando en1790 se hace cargo de la supervisiónde la sala de enfermedades venéreasen el hospital de San Andrés, experi-mentó con ellas y al cabo del año es-

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Fig. 15. Francisco Xavier de Balmis, grabado de Elías Corona.

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Fig. 16. Portada del libro de F. J. Balmis, quien se basó en un remedio tradi-cional amerindio.

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tuvo convencido de su eficacia. Esosí, modificó la fórmula inicial elimi-nando los elementos que solo teníanun significado mágico o ritual, comolas patas anteriores de algún insecto yotros aditivos.

Conviene comentar el interés deBalmis por la botánica, ya que formóparte del movimiento revitalizadorde las ciencias naturales de las últi-mas décadas del siglo XVIII y prime-ras del XIX y que tuvo como conse-cuencia la creación de institucionestan importantes como el Jardín Bo-tánico de Madrid (1755), fundado enbuena parte gracias al interés deltambién cirujano militar José Quer yMartínez (1695-1764). El estudio dela flora americana, que había llama-do la atención de los naturalistas es-pañoles desde el Renacimiento, fuecompletado durante los reinados deCarlos III y Carlos IV. Un discípulode Casimiro Gómez Ortega, primercatedrático del Jardín Botánico deMadrid, Vicente Cervantes (1757-1829), fundó el Jardín Botánico deMéxico. Balmis conocía personal-mente a alguno de estos naturalistascon los que mantenía una fluida co-municación. Vicente Cervantes, porejemplo, le pidió que se hiciera cargodel traslado a España de cuatro cajasde plantas vivas destinadas al JardínBotánico de Madrid, en el viaje a laPenínsula que hizo el cirujano ali-cantino en 1791. El mismo año re-

gresó a México y allí recibe la apro-bación de su terapéutica con un dic-tamen favorable de Protomedicato ycon el soporte del prelado de la dió-cesis mexicana. Vuelve a España en1792, con cien arrobas de Maguey ytreinta de Begonia1 0 2 y en junio deaquel año inició las experiencias enlos tres hospitales de la corte con lasupervisión de una comisión nom-brada por el rey. Estos ensayos provo-caron una viva polémica y chocaroncon la oposición del protomédicoBartolomé Piñera y Siles, que atacóduramente a Balmis en su opúsculoNarraciones históricas de las obser-vaciones o ensayos prácticos hechospara examinar y comprobar las virtu-des medicinales del ágave y la bego-n i a1 0 3. La respuesta de Balmis no se

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102 GUERRA, F. Historia de la materia médicahipanoamericana y filipina de la época colonial,Madrid, A. Aguado, 1973. Cita sobre esta ex-pedición dos documentos; un «Expedienterelativo a la recolección de las simples ameri-canas Ágave y Begonia (México 22 de agostode 1794), que se encuentra en la We l l c o m eLibrary de Londres, Mss. Amer, nº. 62; y unamemoria sobre el mismo tema fechada enAranjuez el 23 de marzo de 1794 y que se en-cuentra en el Archivo General de Indias.Sección: Indiferente General. Leg. 1546.1 0 3 El apasionado Piñera llegó en una oca-sión a estar tan irritado que empezó en lasala del hospital San Juan de Dios a dar vo-ces: «fraude, fraude; engaño, engaño».CHINCHILLA, A. Historia de la MedicinaEspañola en general y biográfico-bibliográficoen particular, Valencia, Imp. López y Cía.,1841-46, Vol. IV, p. 186.

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Fig. 17. Lámina de Ágave americana L., especie botánica cuyo uso terapéutico fue estu-diado por Balmis. Grabado de José Rubio.

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el nombre oficial de Begonia bal-misiana, en el diccionario botáni-co de la Flora mexicana. En 1795vuelve a Nueva España con objetode recolectar plantas, agotadas lasque ya había traído y es nombradoCirujano de Cámara de Carlos IVcon 6.000 reales más de sueldo. Suascenso social es imparable: des-pués de los grados obtenidos enMéxico consigue el título de Ba-chiller en medicina por la univer-sidad de Toledo (1797), y ya con lacategoría de médico-cirujano essolicitado por la Virreina de NuevaEspaña y emprende un nuevo viajea aquellos territorios. Como élmismo dice en un memorial: «des-de entonces acá (desde que obtuvoel grado de cirujano militar) no haahorrado trabajos el suplicante, nosólo en estudios de cirugía, sinotambién en el de la química, la bo-tánica y la medicina práctica, acada uno de los cuales ha dedicadomás de tres años en la Real Escue-la que a expensas de VI. Se man-tiene en esta Corte»1 0 5. Efectiva-mente había estudiado en la RealEscuela de Medicina Práctica deMadrid, segunda institución de es-

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105 Memoria solicitando una plaza de médi-co en el ejército de Extremadura. ArchivoGeneral de Simancas, G. M. 2.450. Ver RIE-RA PALMERO, J. Medicina y ciencia en laEspaña Ilustrada. Epistolario y documentos I,Valladolid, Universidad 1981, p. 30-31.

hizo esperar y consistió en la re-dacción del informe “Demostra-ción de las eficaces virtudes, nue-vamente descubiertas, en las raícesde las plantas de Nueva España, es-pecies del ágave y begonia para lacuración del vicio venéreo y escro-fuloso”. Madrid, Imp. de la Vda. deD. Joaquín Ibarra, 1794. En ellaexplica detalladamente cómo co-noció las propiedades medicinalesde estas especies vegetales y cómollevó a término un estudio minu-cioso de cincuenta y tres observa-ciones clínicas. El informe incluyeun comentario, no exento deamargura: «Yo vine a España nocomo los charlatanes y los curan-deros que, vendiendo sus drogas,han sacrificado a los pueblos parallenarse los bolsillos, sino como unprofesor instruido en la materia,deseoso de procurar el bien públicoy de cumplir la misión importanteque se le dió para ser útil al rey, a lapatria y a la salud de los hombres, ysiempre en menoscabo de mis inte-reses, de mi tranquilidad y de mib i e n e s t a r1 0 4». A pesar de las críti-cas, el método tuvo bastante acep-tación y el mismo Papa ordenó in-t r oducir el tratamiento en loshospitales romanos y como reco-nocimiento a Balmis por traer labegonia a Europa la planta recibió

1 0 4 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op.cit., p. 120.

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Fig. 18. Lámina de Begonia balmisiana, especie botánica mexicana, cuyo uso terapéuti-co fue estudiado por Balmis. Grabado de José Rubio. Biblioteca y Museo Histórico-medi-cos. Valencia.

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tas características creada en Espa-ña y que comenzó a funcionar en elHospital General en 1795, por ini-ciativa de Carlos IV y con el obje-tivo principal de mejorar la ense-ñanza de la práctica clínica que seimpartía en las facultades de Medi-cina. El ascenso de cirujano a mé-dico fue posiblemente una de susgrandes satisfacciones y le permi-tió incorporarse, con pleno dere-cho, a instituciones como la Aca-demia Médica Matritense, dondeuna minoría ilustrada se había pro-puesto la renovación científica eideológica de sus miembros. Eneste sentido, Balmis es un ejemploparadigmático del ascenso socialdel cirujano a partir de la segundamitad del siglo XVIII.

Su conocimiento del continenteamericano y su preparación cientí-fica y técnica en lo referente a la vi-ruela y su prevención son razonessuficientes que justifican su nom-bramiento como director de la RealExpedición Filantrópica de la Va-cuna entre 1803 y 1806. Pero eso loveremos con más detalle en otrol u g a r.

Cuando las tropas napoleónicasentran en España y José Bonapartees nombrado rey de España, Balmisno jura acatamiento al monarca y setraslada a Sevilla siguiendo en todomomento a la Junta Central, que leordena se traslade a México con ob-

jeto de volver a propagar la vacunapor aquellos territorios, ya que habíanoticias de que iba extinguiéndoseel fluido a causa del abandono de losfacultativos de aquella zona respon-sables de su conservación. A media-dos de febrero de 1810 y precipita-damente por el ataque del generalfrancés Sebastini sobre Málaga, saleBalmis de Cádiz rumbo a Veracruz.Pero las circunstancias habían cam-biado y el movimiento insurgentecontra la Metrópoli tomaba cuerpodía a día. Nuestro cirujano, además,se implicó en defensa de las tropasespañolas.

A su regreso de éste, que será suúltimo viaje a América, como otrasveces, trajo «un cajón de plantasexóticas vivas, para que se aclima-ten y propaguen en la Penínsulacon utilidad»1 0 6. En España se le re-conoce con varios cargos y honoresque desempeñó hasta su muerte el12 de febrero de 1819, a los 66a ñ o s .

106 Archivo General de la Armada, D. Alva-ro de Bazán, Viso del Marqués. Sección:Cuerpo de Sanidad. Leg. 2898-15. Exp.Francisco Xavier de Balmis. El interés denuestro hombre por la botánica es extraordi-nario. Después de su paso por Catón y Ma-cao recibió en agradecimiento 10 cajones dehermosos dibujos de plantas medicinaleschinas, que donó al Gobierno a la vuelta deFernando VII del exilio en 1815 y que seconservan en el jardín Botánico. MORENOCABALLERO, E. (1885) Op. cit., p. 48.

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Una de las características de Bal-mis fue la búsqueda del perfeccionis-mo en sus actuaciones y, quizás, unaexcesiva seguridad en sí mismo. Estole provocó ver a los demás como in-feriores en capacidad. Como conse-cuencia, centralizará toda la laborrealizada por la Expedición y sola-mente contará con la participaciónde los subalternos en contadas ex-cepciones. No perdonaba la indife-rencia ni la tibieza de las autoridadeslocales ante lo que para él era tanesencial como la propagación de lavacuna en los territorios hispanos.Tampoco era ajeno al poder del di-nero. En la mayor parte de los docu-mentos siempre nos encontramosuna referencia a la escasez de dinerode las autoridades locales, al pocopago recibido o a las veces que ha te-nido que poner dinero de su propiobolsillo. Sin embargo, no debe in-terpretarse el lamento como un afánde enriquecimiento, ya que la gene-rosidad del Estado no fue tanta enuna empresa de tal magnitud.

5.3. Itinerario o derrotero: diariode viaje

5.3.1. La ruta común

A principios de septiembre de1803, el ministro Caballero envía«La resolución del Rey sobre la pro-pagación de la vacuna en aquellos

dominios y medios adaptados paraconseguir el objeto», un conjunto dedirectivas detalladas dirigidas a losVirreyes de Nueva España, Perú,Buenos Aires y Santa Fe; al Coman-dante General de las Provincias deInterior; a los capitanes generales delas Islas Canarias, las Islas Filipinas yCaracas y, finalmente, a los goberna-dores de La Habana y Puerto Rico.

Retrasado por la cantidad deasuntos que tenía que resolver, Bal-mis todavía estaba en Madrid a fina-les de agosto. Hacia el día 24 de di-cho mes anunció que la Expediciónya estaba lista y totalmente equipa-da para desplazarse a La Coruña. Deese modo, presentó la lista de cola-boradores, los salarios que deberíanpercibir y las gratificaciones que susfamilias recibirían. Finalmente soli-cita le sea reservado alojamiento enel convento de los Agustinos de LaCoruña durante todo el tiempo quepermanezca en dicha ciudad. Toda-vía en Madrid, el 7 de septiembre,Balmis indica que, teniendo encuenta el conflicto bélico abiertoentre Francia y Gran Bretaña, es ne-cesario también que el gobierno es-pañol les suministre salvaconductospara evitar ser molestados durante elviaje, cosa que sí se hizo.

Los expedicionarios viajaron a LaCoruña, llegando allí el 21 de sep-tiembre. Sin embargo, todavía tarda-rían en embarcar dos meses. Como se

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Fig. 19. Portada de la traducción castellana realizada por Bal-mis del tratado de Moreau de la Sarthe sobre la vacuna. Biblio-teca y Museo Histórico-médicos. Valencia.

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ha señalado1 0 7, la principal dificultadfue la búsqueda del navío apropiado.El juez del puerto era el encargado deesta función y a principios de agostopresentó dos propuestas: la del pro-pietario de la fragata Silph que consi-deraba demasiado grande para la fun-ción que tenía que cumplir y el María

Pita, una corbeta de 160 toneladaspropiedad de Tavera y Sobrinos. Sinembargo, incomprensiblemente, a fi-nales de septiembre todavía no se ha-bía resuelto el tema. El propio Balmisintervino en el asunto y quiso, de pri-mera mano, inspeccionar los barcospara ver cuál era el más apropiado;t odas las condiciones parecía reunirla fragata San José, propiedad de Ma-nuel de Goycoechea porque, entreotras cosas, costaba bastante menosque los otros barcos, pero necesitaba

107 SMITH, M: La «Expedición marítima dela vacuna» in New Spain and Guatemala.Transactions of the American Philosophical So -c i e t y. [New Series, vol. 64, part 1]. Phila-delphia, 1974, p. 19.

Fig. 20 y 21. Diferentes estadíos en la evolución de los cambios experimentados en la su-perficie cutánea de las personas vacunadas. Grabados del artista valenciano Juan Xime-no Carrero. Biblioteca y Museo Histórico-médicos. Valencia.

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Director: Francisco Xavier Balmis y Berenguer

Subdirector: José Salvany y Lleopart

Ayudantes:

Manuel Julián GrajalesAntonio Gutiérrez Robredo

Practicantes:

Francisco Pastor y BalmisRafael Lozano Pérez

Enfermeros:

Basilio BolañosAntonio PastorPedro Ortega

Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña: Isabel Sendales y Gómez

Niños de la Casa de Expósitos de Santiago108:

Vicente Ferrer (7 años)Pascual Aniceto (3 años)

ser reparado y la Expedición no pod í ademorarse por más tiempo, así que elnavío elegido fue la corbeta M a r í aP i t a que, despues del San José, era laque ofrecía mejores condiciones.

Un ejemplo de que Balmis asu-mió desde el principio toda la res-ponsabilidad del viaje y que paraello contaba con el favor real es laanécdota, sucedida poco antes de lapartida, cuando Ramón Fernándezde Ochoa, quien estaba previsto for-

mara parte de la Expedición, protes-tó por ser Salvany y no él mismo, els u b d i r e c t o r. Carlos IV aceptó queBalmis prescindiera de él y ademásindicó al Director que podía tomardecisiones semejantes a ésta si seplanteaban problemas con otrosmiembros de la Expedición.

De este modo, el 30 de noviem-bre de 1803, la Real Expedición Fi-lantrópica de la Vacuna constaba delos miembros siguientes:

108 Pascual Portillo, «Lista de los niños que por Real Orden de S.M. vinieron a España con laExpedición de la Vacuna». Archivo General de la Nación, México. Cfr. SMITH, M. (1974)Op. cit., p. 20.

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Martín (3 años)Juan Francisco (9 años)Tomás Metitón (3 años)Juan Antonio (5 años)José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años)Antonio Veredia (7 años)Francisco Antonio (9 años)Clemente (6 años)Manuel María (3 años)José Manuel María (6 años)Domingo Naya (6 años)Andrés Naya (8 años)José (3 años)Vicente María Sale y Bellido (3 años)Cándido (7 años)Francisco Florencio (5 años)Gerónimo María (7 años)Jacinto (6 años)Benito Vélez (hijo adoptado de Isabel Sendales y Gómez)

Puerto de La Coruña-Islas Cana-rias (30 de noviembre de 1803-6de enero de 1804)

Los primeros diez días de viajetranscurrieron entre La Coruña ySanta Cruz de Tenerife, donde fue-ron recibidos de forma calurosa. Laexpedición no podía comenzar me-jor. Era la primera vez que el fluidovacunal arribaba a estos lugares y losisleños eran bien conscientes deello, de tal modo que fueron obse-quiados convenientemente y su es-tancia allí corrió a cargo de las auto-ridades, no faltando la celebraciónde misas y pasacalles. Antonio de

Bethencourt (1982) y Susana Ramí-rez (2001) han estudiado esta estan-cia a través fundamentalmente delos documentos del Archivo de In-dias109 y de la Gaceta de Madrid.

Lugares visitados fueron, ademásde Santa Cruz y La Laguna en Tene-

109 BETHENCOURT, A. de. Inoculación yvacuna antivariólica en Canarias (1760-1830). En: MORALES PADRÓN, F. (co-ord.) V Coloquio de Historia Canario-Ameri -cana, vol. II., Gran Canaria, Cabildo Insular,1982, pp. 290-294. RAMÍREZ, S. La Vacu-na o el patriotismo lanzaroteño. Cuadernosdel Ateneo de La Laguna, nº 10, 2001, pp.188-201.

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rife, La Palma, Gran Canaria y Lan-zarote, aunque en un informe de laJunta Superior de Medicina se seña-la que la vacuna alcanzó las siete is-las. La estructura organizativa toda-vía responde a una situaciónpreliminar de lo que luego serán lasJuntas de Vacuna: se habilitó en Te-nerife un espacio físico costeado porlos donativos de algunos lugareños,que fue el núcleo desde donde, a tra-vés de diversos medios de propagan-da –desde discursos hasta bandos– sedifundió la noticia al resto de las is-las. Se indicaba también que desdecada isla se enviaran, por un lado,un grupo de niños con objeto de quefueran inoculados para garantizar lacontinuidad del proceso, tras la sali-da de los expedicionarios; en segun-do lugar, personal sanitario para quefuera instruido sobre los rudimentosteóricos y prácticos de la vacuna-ción. Además de efectuarse estosdesplazamientos, no pocas personasacudieron directamente a la casacentral tinerfeña, siendo muy alta lacifra de vacunados.

El alto costo de este proceso fueasumido, en los primeros momentos,por suscripción popular y de las pro-pias autoridades que actuaban así deforma ejemplarizante, aunque conposterioridad hubo que recurrir afórmulas más institucionalizadas através de un fondo común de recur-sos económicos públicos proceden-

tes de todo el archipiélago que se re-partiría de forma proporcional. ElComandante de Canarias propusotambién otra fórmula que resultabamenos convincente y que se referíaa la creación de un juego de lotería.En definitiva, un muy buen puntode partida para la Expedición. Peroel viaje no había hecho más que co-menzar.

Tenerife-Isla de Puerto Rico (6 deenero de 1804-12 de marzo de1804)

En Puerto Rico comenzó la pri-mera de las polémicas que tuvieronlugar durante el periplo y tambiénlos primeros contratiempos causa-dos por las propias circunstanciasclimatológicas adversas que afecta-ron a las embarcaciones, tras más deun mes de viaje oceánico.

A diferencia de lo que había su-cedido en el archipiélago canario,aquí la vacuna no era una novedad,ya que, como comentamos con an-terioridad, el médico de origen cata-lán, Francisco Oller Ferrer la habíaya experimentado cuando la solicitóa la isla de Santo Tomás –pertene-ciente a las colonias británicas–dada la importancia del problemapor el elevado número de casos deviruela existentes en Puerto Rico.En el proceso intervinieron, ademásdel propio Oller, su compañero To-

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más Prieto, el Gobernador Ramónde Castro y el Obispo de PuertoRico. Cuando llegó la expedición deBalmis, la acogida, según todos lostestimonios, fue más que fría y elproblema se fue agravando confor-me transcurrían los días, con durosenfrentamientos y memoriales cru-zados al Rey con acusaciones mutuasentre el propio Balmis y Oller. ¿Dequé parte estaba la razón? No es fácilla respuesta, pero escuchemos los ar-gumentos de las partes y la situaciónde partida.

Francisco Oller comenzó a vacu-nar, como dijimos antes al analizarla situación de la vacunación antesde la llegada de la Expedición, desdefinales de noviembre de 1803 y deforma asidua, a partir de mediadosde diciembre en la ciudad de SanJuan, es decir, cuando Balmis estabaen pleno viaje, siendo muy elevadoel número de vacunados, en cifrasque oscilaron en torno a los cincomil en un solo mes. La aparición deun brote epidémico hizo que seadoptara la estrategia de trasladar aSan Juan a la población de otros lu-gares de la isla, con objeto de que es-tos individuos actuaran como cade-na vacunal y la difusión debió sermuy grande porque a principios demarzo prácticamente no quedaba unsolo niño por vacunar. La necesidadde contar cuanto antes con la medi-da preventiva ante una situación de

peligro frente a la viruela, era el ar-gumento utilizado por Oller y tam-bién por Ramón de Castro, que leapoyaba.

Del otro lado, Balmis veía peli-grar la propia Expedición si el costo-so viaje se mostraba innecesario. Envarios de los documentos del Archi-vo General de Indias se recoge tan-to el escaso entusiasmo como lasopiniones que a Balmis le merecíanlos sucesos de Puerto Rico. El haberavanzado la vacunación cuando lasautoridades eran conocedoras de lallegada de la Expedición, la atribuyeBalmis al intento de dichas autori-dades de hacer méritos más a queuna urgencia real por evitar la enfer-medad. Pero además Balmis quisoreforzar sus argumentos recurriendoa razones de índole puramente cien-tífica. La vacunación no era unapráctica rutinaria que se pudieraefectuar empíricamente y sin funda-mentación. Desde su punto de vista,las vacunaciones no se habían efec-tuado con el rigor exigido y no sehabía seguido fielmente, como eranecesario para garantizar su eficacia,el protocolo de actuación de dichapráctica. Oller, a los ojos del médi-co-cirujano alicantino, había incu-rrido en los mismos errores que mu-chos facultativos europeos que seapresuraron a practicar la vacuna-ción en las primeras fases y que ha-bía dado lugar a innumerables polé-

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micas sobre las «vacunaciones fal-sas» frente a las verdaderas1 1 0 q u esólo podían detectar los expertoscomo él mismo, a través de la obser-vación de las alteraciones dermato-lógicas causadas por la vacuna. Laforma de probar este aserto era vol-ver a vacunar a los ya vacunados yobservar las diferencias.

Puestas así las cosas, Oller defen-dió sus actuaciones y fue apoyado,como acabamos de comentar, por elpropio Gobernador. Finalmente, se-gún testimonios recogidos por Díazde Yraola:

«Con informes reservados depersonas «veraces e imparciales»[entre cuyos miembros se encontra-ba] el Reverendo Obispo, el Deán,los Jefes de Guarnición, etc., redac-ta el Gobernador un minucioso in-forme que acredita cómo, a los vacu-nados por Oller, no les prendió lavacuna de Balmis y pruébalo asimis-mo el haber inoculado Oller a sushijos la viruela natural a presencia

de varios sujetos y no haberle pren-dido»111.

El director de la Expedición sequejó amargamente de los «conti-nuos desaires e insultos [que] los re-cibía él del Gobernador» que, a suvez, le acusaba de insultarlo. Encuanto al médico, opina que «Olleres un inepto y sus vacunaciones hansido ineficaces». El último de los en-frentamientos que tuvo con el Go-bernador de la Isla de Puerto Rico1 1 2

provenía de la necesidad que tenía laExpedición de proveerse de niñospara transportar la vacuna hasta elsiguiente territorio del Derrotero, laCapitanía General de Ve n e z u e l a .Las vicisitudes sufridas hicieron queBalmis reflexionara sobre la oportu-nidad de dividir en dos la expediciónoriginal, lo que posibilitaría un ma-yor grado de rapidez en la difusión dela vacuna a territorios tan extensos.

Capitanía de Venezuela (20 demarzo-8 de mayo de 1804)

Esta etapa del viaje es una de lasque ha despertado mayor interés porparte de los historiadores latinoame-ricanos desde el periodo de entre-

110 Nosotros tuvimos ocasión de estudiar al-guno de estos aspectos de esta polémica enlas Memorias de una de las institucionesilustradas más emblemáticas en el campo dela medicina: BALLESTER AÑÓN, R. Lapatología infantil y la puericultura en las pu-blicaciones de la Regia Sociedad de Medici-na y otras Ciencias de Sevilla (1736-1819).Actas del IV Congreso Nacional de Historia dela Medicina , vol. I, Granada, SEHM, 1975,pp. 165-170.

111 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), La vuel-ta al mundo de la Expedición de la Va c u n a ,Anuario de estudios americanos, 1947, 1 7, p. 38.112 RAMÍREZ MARTÍN, SM. (2002), Op.cit. p. 131.

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guerras113 hasta más recientemente,siendo el trabajo de Ricardo Archi-la, publicado en 1969, uno de losmás conocidos. Por otro lado, ya re-latamos antes brevemente cuál erala situación de la vacuna en esta Ca-pitanía con anterioridad a la llegadade la Expedición.

Con amargura por todo lo sucedi-do y que acabamos de relatar, la Ex-pedición zarpó de la isla portorrique-ña el 12 de marzo de 1804 rumbo aVenezuela, con menos niños de losprevistos a causa de las trabas puestaspor el Gobernador. La corbeta, ade-más, tuvo contratiempos y el viaje seenlenteció haciendo peligrar la po-tencialidad de la vacuna. Uno de losniños no pudo ser vacunado por en-contrarse en malas condiciones desalud «llegó a verse en la mayor aflic-ción al hallarse sobre una costa des-conocida con un solo niño con va-cuna y ésta, en sazón de ser empleadaen el mismo día». Todo ello hizo queel navío cambiara de rumbo y en lu-gar de atracar en La Guayra, dondese les estaba esperando con gran ex-pectación y entusiasmo, lo hicieraen Puerto Cabello, ya en la Capita-nía General de Ve n e z u e l a1 1 4. Allí

pudo solucionarse el problema me-diante la vacunación inmediata deveintiocho niños «de los principalesdel pueblo» y es de destacar la buenaorganización local pese a lo impre-visto de la llegada.

Los planes ya contemplados dedivisión de la Expedición en dostrayectos diferentes se hicieron rea-lidad. En una primera fase, casi unensayo, dentro de la propia Capita-nía venezolana: mientras Salvanypermanecía en Puerto Cabello va-cunando a la población, otros dosgrupos tenían como objetivo llegara Caracas desde dos vías diferentes,segregándose los expedicionarios enun grupo liderado por Balmis, elayudante Antonio Gutiérrez, elpracticante Rafael Pérez y los enfer-meros Pedro Ortega y Ángel Cres-po. El segundo grupo contaba con elayudante Manuel Julián Grajales, elpracticante Francisco Pastor y dosniños. Estos últimos lo hicieron na-vegando de Puerto Cabello a LaGuayra en un barco denominado elR a m b l i y más tarde, a Caracas. Elgrupo de Balmis, por su parte, al-canzó la ciudad caraqueña por víaterrestre pasando por Maracay y fuevacunando a todas las personas quequisieran recibirla a lo largo de tod oel camino. Finalmente, tambiénSalvany pasó de Puerto Cabello aCaracas, con lo que volvían a reu-nirse los tres grupos de expediciona-

1 1 3 Sirva como ejemplo el artículo deDOMÍNGUEZ, R. La Vacuna en Venezuela, G a -ceta Médica de Caracas, 1929, 3 6 (2), pp. 19-25.1 1 4 RAMÍREZ MARTÍN, S. La mayor hazañamédica de la colonia: La Real Expedición Filan -trópica de la Vacuna en la Real Audiencia deQ u i t o. Quito, Ed. Abya-Yala, 1999, p. 344.

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rios. El desdoblamiento definitivode la Expedición tendrá lugar, comoluego comentaremos, a partir deprincipios de mayo de 1804.

Son conocidos en detalle, a tra-vés de los documentos del ArchivoGeneral de la Nación de Caracas ydel Archivo General de Indias deSevilla, los detalles de las vacuna-ciones efectuadas en la capital. Bal-mis llegó a Caracas el 28 de marzo.Por la mañana hizo su entrada porAntímano, sitio de paso para los via-jeros procedentes del Valle de Ara-gua, siendo escoltado por una com-pañía de milicias de indios. Archilareproduce el documento en el que serelata cómo el Ayuntamiento deCaracas «ofreció al regio comisiona-do una lujosa berlina que al actoocupó llevando a su derecha al jo-ven vacunado que traía en sus brazosel anhelado fluido y por entre la mu-chedumbre apiñada, en medio de losvítores, la música y los fuegos de ar-tificio, llegó a la más hermosa casade la ciudad, dignamente preparadapara recibirle y en donde, vestidosde gala, le aguardaban el CapitánGeneral, todos los altos funciona-rios y todos los grandes patricios»115.Dos días más tarde, coincidiendocon el viernes santo, como se subra-ya en las fuentes quizá por su sentidosimbólico, se efectuó una vacuna-ción masiva.

Vale la pena detenerse en la for-ma en que fueron agasajados porparte de la sociedad caraqueña y,en especial, el papel que en ellojugó Manuel Guevara y Va s c o n c e-los, que estaba al frente de la Capi-tanía General de Venezuela y eratambién el Gobernador, así comoel propio municipio, que corriócon la mayor parte de los gastos. Almargen de lo que de filantrópicopudiera haber en el respaldo deeste personaje, no es descabelladopensar que su actuación supusopara él un rédito político positivoen un momento complicado en elque se estaban produciendo movi-mientos en pro de la independen-cia de las colonias en toda Améri-ca , a part ir del revulsivo quesupuso la Revolución Francesa. Eltránsito del Antiguo al Nuevo Ré-gimen se dio en América con dis-tintos ritmos y se inició con la im-portación de las ideas europeas. Laestructura del Antiguo Régimendescansaba, como es bien sabido,sobre la desigualdad formal de loshombres, la diferencia de sus situa-ciones jurídicas. A partir de la Re-volución Francesa, se reconoce at odos los ciudadanos iguales antela ley: igualdad teórica que con lainfluencia de las doctrinas libera-les, creó condiciones para el libredesarrollo de las desigualdades na-turales, aquellas derivadas de la ca-pacidad económica y del poder so-115 ARCHILA, R (1969), Op. cit., p. 15.

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c i a l1 1 6. Hay gran cantidad de prue-bas sobre la influencia de la Ilustra-ción en el proceso de independen-cia –la ruptura explícita política yeconómica de las colonias con lametrópoli– de las colonias españo-las que no fue un proceso aisladosino que forma parte de un procesomuy amplio que se desarrolló en lasúltimas décadas del siglo XVIII y laprimera mitad del siglo XIX. Entre1770 y 1825 se produjeron cambiosespectaculares como la indepen-dencia de las trece colonias ingle-sas en Norteamérica. El pensa-miento ilustrado encontró desde elprincipio fuertes resistencias en lapoblación criolla, por ejemplo encuanto al tema de la esclavitud dela población negra, que chocabaabiertamente con las nuevas ideas.La Revolución Francesa, que desa-rrolló conceptos como los de liber-tad, igualdad o derechos del hom-bre, tenía unas consecuenciasprácticas: abolición de los títulosde nobleza y de la esclavitud, quesocavaban las bases del poder esta-blecido y de su control sobre la so-ciedad. Este es el panorama que

encontró Balmis en esas élites pre-ocupadas por los ecos que la Revo-lución traía y que acabamos de co-m e n t a r.

La forma de homenajear a la Ex-pedición no fue diferente de lo queera usual en este tipo de situacionesexcepcionales, aunque, si cabe, seextremaron los agasajos. Consistíanéstos en una serie de actos religiososindispensables y que conferían lamáxima solemnidad como la cele-bración de un Te Deum en el quepronunció un sermón un fraile mer-cenario, Fray Domingo de Viana, yal que acudió el Gobernador con elTribunal de la Real Audiencia, re-presentación de todos los cuerposciviles y militares y una parte impor-tante de la población de la ciudad.La parte profana tenía un compo-nente popular y folklórico en lasfiestas, bailes y serenatas en la calley un segundo componente, más refi-nado, en los salones de la alta socie-dad caraqueña, donde se multiplica-ron las tertulias a las que debióacudir el propio Balmis.

Entre los asistentes a las tertu-liasse encontraba el que luego seríael primer Rector de la Universidadde Chile, Andrés Bello (1781-1 8 6 5 )1 1 7, quien escribió en abril de

116 PÉREZ, J., ALBEROLA, A. ( Eds). Espa -ña y América. Entre la Ilustración y el liberalis -mo. Alicante-Madrid, Instituto de CulturaJuan Gil Albert, 1993. Especialmente rele-vantes para el tema americano son los capí-tulos de Lucienne Domergue (pp. 13-28),Joseph Pérez (pp. 69-76), Marie-Laurie Rieu(pp. 77-90) e Ives Aguila (pp. 91-107).

117 COSTA-CASARETTO, C. Andrés Be-llo y la Expedición Filantrópica de la Vacu-na. Rev. Med. Chil. 1991, 119, pp. 957-962.

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1804 una Oda a la Vacuna y una bre-ve obra teatral bajo el rótulo de Ve -nezuela consolada que incluimos enun apéndice. Es importante acercar-se a la figura de este personaje comom odelo de actitud ante la vacunapor parte de la sociedad culta de laépoca. Bello fue, de hecho, uno delos intelectuales más destacados detodo el mundo latinoamericano a lolargo del siglo XIX, cuya trayectoriabiográfica incluye, además de lo in-dicado arriba, una formación en In-glaterra, el haber formado parte deuna de las expediciones científicasmás importantes, la encabezada porAlejandro Humboldt (1779-1859) yAimé Bonpland (1773-1850) y fuetambién uno de los impulsores de uncódigo civil que fue adoptado en va-rios estados latinoamericanos y deun Derecho de gentes, donde sentóuna serie de importantes principiosde derecho internacional público.En el momento en que conoció aBalmis en 1804 era oficial segundode la Capitanía General de Ve n e-zuela y tenía 23 años. Más tarde fuenombrado secretario de la JuntaCentral de Vacunación de la Capi-tanía General.

La vacunación, para Bello y paramuchos, era el símbolo del progresode la Humanidad a través de los des-cubrimientos científicos. De esemodo, Bello pone en boca de uno delos personajes de su obra teatral,

Neptuno, relator de la trascenden-cia de la medida preventiva para laNación, las siguientes palabras:

« J e n n e r... de su territorio en po-cos años desterró felizmente las vi-ruelas, el contagio vacuno propaga-do. ¿Qué acogida imaginas que daríala ternura benévola de Carlos al grandescubrimiento que liberta a sus que-ridos pueblos del estrago de las ne-gras viruelas? Al momento escogeprofesores ilustrados y un sabio di-rector cuyas fatigas llevan hasta lospuertos más lejanos de sus dominiosel precioso fluido que de viruela libraa los humanos. Sí, Venezuela, alégra-te; tus playas reciben hoy el venturo-so hallazgo de Jenner, que te envía,como muestra de su regia bondad, tusoberano. Hallazgo que tus hijos teasegura. Que de vivientes llena lospoblados que libran de temores labelleza; y dando a la cultura nuevosbrazos para que en tus confines ama-nezcan días alegres, puros, sin nubla-dos, el gozo te dará con la abundan-cia y la felicidad con el descanso».

Es muy interesante el análisis deltexto porque en él están reflejadosalgunos de los tópicos del momento:el término «contagio» utilizado aquíen un sentido de diseminación posi-tivo, cuando la palabra tenía unatrayectoria nefasta, ligada con la pa-tología infectocontagiosa, aún bajoel signo de la teoría miasmática tra-dicional, porque la bacteriología to-

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davía tardaría en llegar. La referen-cia al monarca pero también la uti-lización del verbo «libertar» al pue-blo; la vacuna parece prefigurar loque luego sucederá con las colonias.O la importancia de la demografía,tan cara a los monarcas ilustrados.

Por lo demás, durante la perma-nencia de la Expedición en la Capi-tanía General de Venezuela, la vacu-nación se extendió también aValencia y a Maracaibo, en este últi-mo caso, a través de personas vacu-nadas en Puerto Cabello. Otro lugarque ha sido estudiado es la provinciade Cumaná, donde ya se había in-tentado introducir con anterioridad,dos años antes de la llegada de la Ex-pedición, a través de Puerto Rico ydonde se habla que se vacunaron20.000 indios. La Isla Margarita fuetambién beneficiaria, aunque no di-rectamente a través de los expedicio-narios, sino por medio del médicofrancés Estanislao la Roche, que va-cunó gratuitamente a más de 2.000personas. Por el contrario, parece serque no pudo llegar a la Guayana, adonde se envió el pus desde Cumanádebido, según dice Yraola, a la grandistancia y la elevada temperatura.

En definitiva, la estancia en laCapitanía General de Venezuela fuemuy fructífera por muchos motivos,entre los que se cuenta la consolida-ción en una estructura estable, laJunta Central de Vacuna, de la labor

inicial llevada a cabo por Balmis,con objeto de dar continuidad a lapráctica tras su partida a otros luga-res. De hecho, la Junta de Vacuna deCaracas fue el modelo a seguir en elresto de los territorios del viaje. Pa-rece oportuno que nos detengamosun poco en analizar la ubicación delas Juntas de Vacuna, estructura queveremos irá consolidándose en to-dos los lugares por los que la Expedi-ción pasó, dentro de lo que era elmarco de la organización sanitaria.

La estructura organizativa de la sani -dad española en la época de la Expedi -ción y las Juntas de Vacuna

A lo largo de todo el largo perio-do en el que España fue una auténti-ca potencia mundial, a partir de lossiglos XV y XVI hasta el siglo XVIII,la monarquía hispánica puso enmarcha una maquinaria sanitariamuy compleja que estaba centradaen el Protomedicato castellano, ins-trumento de control del Estado Mo-derno en lo relativo al ejercicio y lapráctica de la medicina y la farma-cia118 y en otros tipo de instituciones

118 Una puesta al día historiográfica de estainstitución puede verse en el número mono-gráfico de la revista citada a continuación:LÓPEZ TERRADA, M.L., MARTÍNEZ VI-DAL, A. (eds.) El Tribunal del Protomedi-cato en la Monarquía Hispánica, Dynamis,1996, 16.

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y no se diferenciaba de otros aspec-tos, siendo, pues, competencia delos órganos gubernamentales conpredominio de los que asentaban enlos municipios, de acuerdo con loque era el sistema administrativotradicional. Una peculiaridad eraque no existía una frontera clara en-tre los aspectos ejecutivos y consul-tivos. La administración borbónicacreó una Suprema Junta de Sanidadcuya principal función era la pre-vención de los contagios, especial-mente los que pudieran penetrar através de las vías marítimas, para loque centralizaba y hacía acopio deinformación del estado de contagio-sidad de los territorios con los queEspaña mantenía contactos a nivelcomercial y, naturalmente, con losde las colonias. Junto a este órganocentral, la organización sanitaria pe-riférica se desarrolló a través de lasDiputaciones de salud o Juntas de Sa -nidad de Puerto y las Juntas de Sanidadlocales y regionales.

Es precisamente este modelo je-rarquizado el que adoptarán las Jun-tas de Vacuna. La creación de lasmismas forma parte, en realidad, deun movimiento europeo en el que ór-ganos similares fueron apareciendo;así, por ejemplo, G. Olagüe y M. As-t r a i n1 2 1, se refieren a un Comité Cen -

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propias en la Corona de Aragón y enel Reino de Navarra. Este sistemafue uno de los más avanzados en suépoca y tuvo una influencia directaen la organización sanitaria de laAmérica colonial1 1 9. La sustituciónde este sistema sanitario propio delantiguo régimen por otro de corte li-beral propio de las sociedades secu-larizadas posteriores a la RevoluciónFrancesa de 1789, tuvo lugar a lolargo del siglo XIX en España.

En el periodo de la Expedición,la Sanidad se entendía fundamen-talmente como la parcela de las ad-ministraciones públicas dedicadas aproteger la salud de la poblaciónfrente a las enfermedades catastrófi-cas120. La gestión pública de la saludse centraba, pues, en el resguardo dela misma frente a las epidemias o en-fermedades de prevalencia excesiva

119 LÓPEZ PIÑERO, J.M. Mateo Seoane y laintroducción en España del sistema sanitario li -b e r a l (1791-1870). Madrid, Ministerio deSanidad y Consumo [Colección Clásicos Es-pañoles de la Salud Pública, nº 12], 1984.120 Desde el punto de vista de la historia dela administración sanitaria, véase:RODRÍGUEZ OCAÑA, E. El resguardo dela salud. Organización sanitaria española enel siglo XVIII. D y n a m i s, 1987-88, 7 - 8, pp.145-170. La monografía de los hermanos Pe-set, pese a haberse editado hace treinta años,continúa siendo hoy un referente importan-te para conocer la sanidad borbónica preli-beral: PESET REIG, M., PESET REIG, J.L.Muerte en España. Política y sociedad entre lapeste y el cólera. Madrid, Hora H, 1972.

1 2 1 OLAGÜE DE ROS, G., ASTRAING A L L A RT, M. Propaganda y Filantropis-mo: los primeros textos sobre la vacunación

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tral de la Va c c i n e creado en París en1801. Como muy bien ha estudiadoS. Ramírez1 2 2, aunque ya desde losinicios de la programación de la Ex-pedición comenzaron a aparecerunas directrices, la estructura organi-zativa fue, en realidad, construyéndo-se poco a poco, a medida que se ibaadquiriendo un mayor grado de expe-riencia y, además, se fue adaptando alas circunstancias propias de cada lu-g a r. En cualquier caso, el Director dela Expedición, o la persona en la quedelegara, era el responsable de cómoy dónde debían crearse estas Juntasde Vacuna. Tres rasgos a destacar: enprimer lugar, que cada una de ellastuvo un reglamento propio; en se-gundo término, que eran personajesdestacados de la sociedad los que de-bían estar en los cargos directivos,siendo el papel de los médicos funda-mentalmente de orden técnico; y fi-nalmente, que cada Junta tenía unaubicación física que incluía una Casade Vacunación Pública. Una obser-vación interesante: el intento de noutilizar a los hospitales como centrosde vacunación, para evitar la percep-ción negativa de la población al estarestas instituciones ligadas a la enfer-medad y la muerte. La propaganda,

para que fuera efectiva y la poblaciónacudiera a vacunarse, tenía que teneren cuenta, entre otras cosas, el entor-no donde la práctica preventiva seefectuaba y los adjetivos de que lascasas de vacunación debían ser «lim-pias» y «honestas» reflejan tambiénel sistema de valores que queríatransmitirse. Curiosamente, hasta1805 el Estado no estableció para lapropia España la obligatoriedad dehabilitar salas de vacunación en hos-pitales, en un contexto inicial depugna por ver quién distribuyó elfluido vacuno, fuente de prestigio so-cio-científico que algunos pretendie-ron monopolizar1 2 3.

Resultado de la larga experienciaadquirida por Balmis en los tres añosde la Expedición, fue la elaboraciónde dos documentos1 2 4 muy intere-santes que resumen lo fundamentalde sus puntos de vista, ya no sóloprovenientes de su conocimientocientífico y técnico del tema, sinotambién, como tendremos ocasiónde ver, de su dilatada y accidentadapráctica en lugares tan diversos ycon problemas tan variados.

jenneriana en España (1799-1801). Medici -na e Historia, Tercera época, nº 56, 1995, p.18. Allí se incluye una muy bien selecciona-da bibliografía sobre el tema.1 2 2 RAMÍREZ MARTÍN, S. (2002), Op.cit., pp. 203.

1 2 3 OLAGÜE DE ROS. G., ASTRAINGALLART, M. (1995). Op. cit., p. 9.124 Reglamento para perpetuar en las Indias laVacuna, del establecimiento de una Junta Cen -tral y Casa de vacunación pública y Reglamen -to para que se propague y perpetúe en España elprecioso descubrimiento de la Vacuna. Cfr.RAMIREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 180-181.

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Fig. 22. Los reglamentos estaban destinados para ser utilizados en lasCasas de Vacunación Pública e incluían todos los elementos de tipo or-ganizativo práctico necesarios para dar continuidad a las actividadesvacunales tras la partida de la Expedición.

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5.3.2. La expedición se divide

La decisión de dividir la Expedi-ción en dos grupos, con la idea deque fuera más funcional y rápido elproceso de difusión de la vacuna,fue adoptada definitivamente porBalmis. Posiblemente en el procesofinal de toma de decisiones influyóla noticia del fallecimiento del mé-dico llamado Lorenzo Vergés, quehabía sido comisionado por el Vi-rrey de Santa Fe para el desempeñode la función de vacunar en dichoterritorio. Si se quería cumplir conel objetivo marcado en el Derroteroera necesario activar los siguientespasos a dar. Consistieron éstos ennombrar como líder de uno de losgrupos al subdirector de la Expedi-ción, José Salvany, quien se dirigiríaa todo el Reino de Santa Fe, Perú yBuenos Aires a bordo del bergantínSan Luis. Junto al propio Salvanyirían el ayudante Manuel JuliánGrajales, el practicante Rafael Lo-zano Gómez y el enfermero BasilioBolaños. El segundo grupo, encabe-zado por el propio Balmis, llevaríaotra ruta que les llevaría a Centro-américa. Junto a él viajaron el ayu-dante Antonio Gutiérrez Robredo,el practicante Francisco Pastor, losenfermeros Ángel Crespo, PedroOrtega, Antonio Pastor y la direc-tora de la Casa de Expósitos de LaCoruña. Sería la última vez que Bal-mis y Salvany se verían. Por otro

lado, cuatro niños acompañaron aSalvany y seis, a Balmis. A estos ni-ños, que fueron solicitados al gober-nador Vasconcelos, se les exigía«que sean de ocho a diez años deedad sobre poco más o menos, quesean robustos y sanos y que no ha-yan pasado las viruelas, ni sido va-cunados» y se pedía, asimismo que,a los padres que cedían a sus hijospara este propósito, se les abonarauna gratificación de cincuenta pe-sos a cada uno»1 2 5.

El 29 de abril de 1804, el directorde la Expedición daba instruccionesa los integrantes del grupo de Sal-vany y les aconsejaba «la unión en-tre sí, la eficacia, prestreza y exacti-tud de las operaciones, y la atencióny deferencia debidas a los Jefes conquienes tuvieran que entender-se...». También les indica «el mejorm odo de difundir más fácilmente lavacuna por las provincias de sutránsito y de conservar constante-mente el fluido, sacando con esteobjeto dos o más niños en cada pa-raje o población, de constituciónrobusta y no demasiado tiernos,pues la experiencia tiene acreditadoque además de causar esto muchasmolestias, son expuestos y peligro-sos por su debilidad y por la facilidadcon la que se altera su máquina»1 2 6.

125 ARCHILA, R. (1969), Op. cit., p. 20.126 Cfr. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948) Op.cit., p. 39.

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Vemos aquí aparecer los estereoti-pos que en el capítulo II comentá-bamos sobre la visión que del cuer-po infantil se tenía en la época deB a l m i s .

Junto a ello, les insistía en la ne-cesidad de contar con un itinerariocuando se adentraran en un territo-rio nuevo, para lo que debían recu-rrir a las autoridades locales y lesdaba otra serie de instruccionesprácticas. El interés del fragmentosiguiente, hace que lo reprod u z c a-mos textualmente:

« Tomar de acuerdo con dichoJefe [la autoridad política o mili-tar], las medidas conducentes paracomunicar el fluido a las provin-cias de su mando que estuviesen agrandes distancias de la capital, yafuese disponiendo que acudiesen ainstruirse a ella los facultativos deotros pueblos, o haciendo que pa-sasen a ellos otros instruidos en laoperación. Establecer en cada ca-pital, de acuerdo con el Jefe deella, una Junta Central de Va c u n a ,bajo la misma forma y reglas queen Caracas, aunque con aquellasm odificaciones que exijan las cir-cunstancias locales de cada una.Observar la influencia que tiene lavacuna en otras varias enfermeda-des comunes y fijar sus resultadoscon la exactitud posible. Extendersus observaciones a la Historia Na-tural, Industria y Arte, a la Botáni-

ca y a la Medicina, con expresiónde las enfermedades propias decada país, sus síntomas y regímenescurativos y ya que no pudiese la ex-pedición adquirir por sí misma es-tas noticias, a causa de la rapidezde su tránsito, por los diversos paí-ses a que iba destinada, deberá pe-dirlos a los facultativos más ins-truidos de ellos y demás personasen cuyas luces pueda tener con-f i a n z a »1 2 7.

El párrafo anterior es un exce-lente ejemplo de lo ambicioso de laempresa balmisiana y de la cone-xión directa entre este viaje y elconjunto de expediciones científi-cas de la España ilustrada y cómo elcomponente científico estuvo siem-pre presente en los objetivos del Di-rector de la Expedición filantrópi-ca. La observación científicarigurosa como pieza clave para po-der inferir consecuencias posterio-res, como los efectos secundarios dela vacunación. El programa queplantea Balmis, por otro lado, seasemeja al de las topografías y geo-grafías médicas que tanta fortunatendrán, sobre todo, a partir del si-glo XIX en toda Europa y es fruto deun concienzudo programa científi-co, con un protocolo de actuaciónperfectamente diseñado.

1 2 7 C f r. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948),Op. cit., p. 40.

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5.3.2.1. La Expedición de José Sal-vany y Lleopart

Puerto de La Guayra (8 de mayode 1804)-[Virreinato de NuevaGranada]: Cartagena de Indias (24de mayo de 1804 ) y Santa Fe (17de diciembre 1804-8 de marzo de1805)

La ruta que siguieron Salvany yel resto del grupo que le acompaña-ba no ha generado tanta documen-tación como en el caso de la de Bal-mis, aunque también ha podido serreconstruida con fidelidad. En estecaso, los viajes se realizaron en otrotipo de barco, un bergantín de nom-bre San Luis procedente del puertode La Guayra. Las dificultades y obs-táculos que sufrieron, para conseguirsus objetivos, fueron realmente ex-traordinarios. De forma muy gráficalo expresaba Díaz de Yraola (1949),quien parece estar acompañando alos expedicionarios en primera lí-nea:

« H o y, el espíritu deportivo denuestro siglo se asombra y sigue conuna colectiva y popular inquietudlas caprichosas o estériles peripeciasde un alpinista o de un cazador; Sal-vany a través de los Andes, abando-nado o perseguido, entre gritos dejúbilo, naufragios y temporales, per-diendo jirones de su integridad físi-ca; manco en los Andes; mutiladoen un ojo en Guaduas, en la polva-

reda de los caminos, traza una rutaheroica en beneficio de la humani-dad, de esta humanidad que no sabede él siquiera cuál fue su fin»128.

El viaje129 se inicia con un nau-fragio al encalar el bergantín en ladesembocadura del río Magdalena,cerca de Barranquilla, en la nochedel 13 de mayo. Afortunadamente;consiguieron alcanzar la costa sinpérdida de vidas humanas, estandoallí perdidos por espacio de tres díascon los cuatro niños que llevabandesde Caracas para conservar el flui-do vacunal y sufriendo en aquellasplayas «los rigores de su ingrato cli-ma y el cruel martirio de varios in-sectos». Finalmente, fueron auxilia-dos por otra embarcación, llegandoa Barranquilla y a Soledad, donde seiniciaron ya las primeras vacunacio-nes. Balmis fue informado de dichopercance el 17 de junio cuando yaestaba en La Habana.

La entrada definitiva en Carta-gena de Indias tuvo lugar el 24 demayo. El recibimiento no pudo sermás apoteósico, por parte del Go-b e r n a d o r, del municipio y de algu-nos ciudadanos de elevado estatus

128 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948) Op. cit.,p. 171.129 FRÍAS NÚÑEZ, M. Enfermedad y socie -dad en la crisis colonial del Antiguo Régimen(Nueva Granada en el tránsito del siglo XVIIIal XIX: las epidemias de viruelas). Madrid,C.S.I.C., 1992.

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social, se costearon todos los gastos.Se vacunaron allí un gran númerode personas, más de dos mil, y con-taron con la presencia y el apoyo delas gentes más influyentes de la ciu-dad y del propio Gobernador. Se re-pitieron aquí, como en Ve n e z u e l a ,las celebraciones religiosas y el so-porte de las autoridades eclesiásticasfue total. La estancia en Cartagenasirvió, además, para reponerse de losquebrantos que la salud de los expe-dicionarios, especialmente los ni-ños, habían experimentado. De he-cho, según el propio Salvany, todaslas personas de la Expedición ha-bían enfermado «de resultas delnaufragio».

Cartagena se constituyó comoun núcleo difusor, partiendo de allíhacia Panamá, a través de un reli-gioso con cuatro niños y tambiéndesde allí se preocupó Salvany deque la difusión alcanzara BuenosAires.

Por los mismos motivos por losque la Expedición general se habíadividido, Salvany decidió que tam-bién aquí era oportuno establecerdos grupos y esta situación se repeti-ría más de una vez. El primero deellos, con el propio Salvany y el en-fermero Bolaños, a partir de la ciu-dad cartagenera, siguiendo el cursodel río Magdalena, extendieron lavacunación en diferentes ciudadesribereñas como Tenerife –donde se

vacunaron cien personas– Mompoxy Honda para dirigirse a la capital deNueva Granada, Santa Fe. Esta últi-ma ciudad era el destino último delsegundo grupo, con el ayudanteGrajales y el enfermero Lozano, queviajaron «a través del valle del Cu-cutá, a las ciudades de Pamplona yGirón y las villas de Socorro y SanGil, dando la vuelta por Tunja y Vé-l e z »1 3 0. En la villa de Honda, Sal-vany cayó enfermo de una ciertagravedad hasta el punto que el Vi-rrey Amar y Borbón, temeroso de loque pudiera pasar si Salvany fallecía,mandó a dicho lugar a un facultati-vo para que tratara al médico cata-lán y se hiciera cargo, en su caso, dela continuidad de la vacunación,para lo cual, además, el facultativoiba acompañado de varios niños.Afortunadamente, el Subdirector dela Expedición pudo superar el per-cance, aunque quedó ciego del ojoizquierdo. Los resultados de esta pri-mera fase fueron, por lo demás, es-pectaculares, con cifras que supera-ron las cincuenta y seis milvacunaciones.

En la capital neogranadina deSanta Fe, donde se volvieron a reunirlos dos subgrupos de esta parte de laExpedición de la América Meridio-nal, se repitieron los agasajos y, sobret odo, el apoyo decidido y explícito

130 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op. cit.,p. 71.

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del Vi r r e y. Lo más significativo de laestancia en dicho lugar no fue, sola-mente, el alto número de personasvacunadas, sino, sobre todo, una or-ganización modélica: no solamentese estableció aquí una Junta de Va c u-na, sino que se fue más allá creándo-se una Junta de Sanidad que suponíaun nivel mucho más elevado y ambi-cioso en cuanto a sus funciones,puesto que abarcaban no sólo aspec-tos relativos a esta concreta medidapreventiva, sino que se ampliaban at odos los otros aspectos dentro de lasalud pública. Desde la metrópoli, laJunta de Medicina valoró muy positi-vamente esta actuación que daba so-lidez y continuidad a estas interven-ciones de medicina preventiva.

Quito (16 julio-13 septiembre de1805); Lima (23 mayo-15 octubre1806)

Una vez más, dos subexpedicio-nes se adentran en la Real Audienciade Quito1 3 1, tras atravesar con gran-des penalidades parte de la cordilleraandina, yendo a encontrarse en Po-payán dos meses después de la salidade Santa Fe. Una vez más, Salvany

está enfermo, lo mismo que los niñosque le acompañaban, la mayor partede ellos menores de 10 años, pero nohay tiempo para la recuperación y laconvalecencia. Desde la ciudad deQuito, el Presidente de la Audienciales reclama por haberse producido unbrote epidémico de viruela. Salvanyy Lozano acuden presurosos mientrasque Grajales y Bolaños se dirigentambién a Quito por una ruta dife-rente, con destino al puerto de Gua-yaquil con el objetivo de llevar a Pa-namá el fluido vacunal, aunque esteúltimo extremo no pudo realizarsepor motivos económicos1 3 2. Final-mente, la reunión de los dos grupostuvo lugar en Lima. A lo largo de am-bos viajes, la labor de vacunación y,sobre todo, de instrucción a los facul-tativos locales, no se detuvo.

A su llegada a Quito, los expedi-cionarios fueron recibidos como au-ténticos héroes. El 16 de julio, lasautoridades civiles y eclesiásticas lesesperaron en las afueras y según serelata en las fuentes, «los niños queconducían la vacuna eran tomadosen brazo con entusiasmo por el pue-blo»133, se repitieron los actos solem-

131 Para conocer en profundidad esta etapa delviaje, es indispensable recurrir a la monografíade RAMÍREZ MARTÍN, S.M. La mayor ha -zaña médica de la colonia: La Real Expedición Fi -lantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia deQ u i t o. Quito, Ed. Abya-Yala, 1999.

1 3 2 Esta es la interpretación que ofreceRAMÍREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 161-162.133 Salvany, desde Lima, informa el 1 de oc-tubre de 1806 de lo realizado por la Expedi-ción desde Santa Fe. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente General, Leg.1558-A.

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nes y el propio Salvany leyó un dis-curso sobre la utilidad de la vacuna yla importancia de su conservaciónen una Junta, creada al efecto. A losdos meses de su estancia en Quito,sale ya más recuperado, llegando a lavilla de Cuenca, donde se repitieronlos agasajos «con tres corridas de to-ros y caballos, bailes de máscaras eiluminación general durante igualnúmero de noches»1 3 4. El relato deSalvany, escrito un año después, nosinforma de una serie de circunstan-cias interesantes: por un lado, Quitose une al conjunto de lugares quecontaban ya con una Junta de Vacu-na. Por otro lado, la necesidad de irrápidamente a Lima por encontrarseesta ciudad también afectada por laenfermedad, hacía necesario incre-mentar el número de niños y, paraque pudieran ser cuidados conve-nientemente, se une a la Expediciónel fraile Fray Lorenzo Justiniano delos Desamparados, quien recorriócon la misma un largo trayecto:

« [De] más de seiscientas leguascon la aceleración que permite elviajar con criaturitas y principal-mente en la cordillera de los Andes,falta de caminos, de toda comodidady en una estación que era aquellamuy rigurosa por la mucha lluvia ynieve... Atravesaba aquellas regio-nes en plena epidemia variolosa quehabía asolado familias enteras y con-

tinuaba moviendo al llanto y deses-peración a los que no habían sidovíctimas de ella o pagando su debidofeudo»135.

Cuando llegan a Piura, el primerpunto del Virreinato de Perú pisadopor la Expedición, Salvany calculaque, desde la salida de Santa Fe, sehabían realizado más de cien mil va-cunaciones. Su salud se vuelve a re-sentir y él lo atribuye a los bruscoscambios climáticos desde el frío delos Andes a las altas temperaturas dePiura. Antes de llegar a Lima, la ur-gencia de los continuos brotes de vi-ruela en poblaciones cercanas hizoque Salvany se desplazara a lugarescomo Trujillo y Cajamarca y allí,una vez más, se preocupó de lo queconsideraba tan importante o másque vacunar a mucha gente: el for-mar a los médicos y sanitarios loca-les para que aprendieran a hacerlopor ellos mismos.

Las peripecias de la Expediciónincluyeron también una serie deacontecimientos adversos, comocuando fueron a Lambayeque y a di-versos poblados indios. Por motivosposiblemente de índole cultural o depercepción, por parte de la pobla-ción autóctona, quizá también esti-mulada por los adversarios de la Ex-pedición, de los vacunadores como

134 Ib. idem.

135 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op. cit.,p. 179.

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personas peligrosas, hubo gran resis-tencia entre la etnia india a ser va-cunada e incluso, algunos de ellos,les llegaron a perseguir. Hasta talpunto fue hostil el recibimiento queen Lambayeque no tenían dóndealojarse. Afortunadamente un veci-no del lugar, José Delgado, les ayu-dó136 .

La llegada a Lima se produjo el 23de mayo de 1806 y allí permanecie-ron por espacio de casi cinco meses.Previamente a la llegada de la Expe-dición, debido a la situación ago-biante creada por una crisis epidémi-ca, solicitó el Virrey del Perú al deBuenos Aires, el Marqués de Sobre-monte, le proporcionara fluido vacu-nal. Con la inestimable colabora-ción del médico peruano PedroBelomo y Cervallos, se iniciaron lasprimeras vacunaciones. En Cuzco, lavacuna llegó también desde BuenosAires. En este caso la transmisión sehizo a través «de negros pequeños enquienes conservaría el fluido vacu-nando de brazo a brazo»1 3 7.

Una circunstancia adversa mar-có, en gran medida, los inicios pocoafortunados de la Expedición en laciudad limeña. En el momento enque llegaron Salvany y el resto de losexpedicionarios, la vacuna se había

transformado en un negocio y suventa hacía que gran parte de la po-blación no pudiera acceder a estebien por falta de medios económi-cos. Esta circunstancia, junto al he-cho de que parte de la población yaestuviera vacunada, puede explicarel recibimiento poco amistoso que laExpedición recibió por parte de lasautoridades civiles y que relata Sal-vany:

«[El Cabildo de la ciudad deLima] no mostró mucho empeño enel obsequio porque, habiéndose yaen una gran parte de los moradorespropagado la vacuna, no se desdeña-ban en declamar contra ella e ir pú-blicamente diciendo que no éramosnecesarios y que cuanto podía hacerla Expedición lo tenía hecho el Ca-bildo [...] el alojamiento que me des-tinó demostraba el escarnio y mofacon que se nos miraba, obligando aque se formase el más bajo conceptode la Expedición, decayese su méri-to y saliese verdadero lo que tantovociferaban de ser ella inútil. Todosu aparato se reducía a tres mesasmuy viejas, una docena de sillas, uncanapé roto y cuatro catres para losniños, los que, por estar faltos de to-dos los avíos necesarios, de nada sir-vieron»138.

136 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 164-166.137 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op. cit.,p. 79.

138 S a l v a n y, desde Lima, informa el 1 de octu-bre de 1806 de lo realizado por la Expedicióndesde Santa Fe. Archivo General de Indias.Sección: Indiferente General, Leg. 1558-A.

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La narración de Salvany recogetambién el nulo apoyo que el muni-cipio dio a los niños, a los que teóri-camente debían auxiliar, ya que losdejaron un día entero sin comer y lesdieron un alojamiento penoso. A ta-les extremos llegaron las cosas que elpropio Virrey y el Arzobispo tuvie-ron que intervenir directamente,pero era difícil luchar contra los in-tereses creados. Cuando la Expedi-ción se aproximaba a los pueblosmás cercanos a Lima, mucha genteles huía y no quería vacunar a sus hi-jos pensando que les iba a costar di-nero:

«Por consiguiente, cuando llega-ba a alguno de esos pueblos, discu-rrieron sus moradores que procedíayo del mismo modo [exigiendo lacantidad de cuatro pesos por cadauno que se vacunara], no querían re-cibir el beneficio y clamaban contraél [...]. Temiendo perder la vacuna,de lo que supongo se habrían alegra-do muchísimo algunos espíritus lle-nos de ambición y egoísmo, me vi va-rias veces obligado a salir de mi casacon los muchachos que tenían losgranos en sazón e ir a la manera de unmendigo, por las calles preguntandosi había alguno para ser vacunado»1 3 9.

Pese a las contrariedades, consi-gue crear allí también la correspon-diente Junta de Vacuna y una plaza de

Inspector o Director General de Va-cuna. Asimismo, considera de justiciasolicitar a la Corona se premie con di-versos honores y prebendas a sus ayu-dantes facultativos, subalternos y en-fermero. No se tiene constancia queesta petición llegara a buen puerto.

Otro acontecimiento contribuyópositivamente a dar sentido y estí-mulo a Salvany. El prestigioso médi-co y profesor de anatomía, HipólitoUnanue (1755-1833), presenta elmédico catalán al claustro de laUniversidad de San Marcos deL i m a1 4 0. Unanue fue un auténticohumanista, con una visión abierta ymuy imbuido de la importancia delos progresos de la ciencia. Había

139 Ib. idem.

140 UNANUE, H. Actuaciones Literarias de laVacuna en la Real Universidad de San Marcos.Desde mediados del siglo XVIII se hizo másevidente en el Perú la influencia del movi-miento cultural europeo de la Ilustración.Esta influencia prueba que no siempre Espa-ña tuvo una influencia científica retrógradasobre sus colonias americanas. Una demos-tración de ello son las bibliotecas colonialescomo la del colegio jesuita de San Pablo, queen 1767 tenía casi 40.000 volúmenes que in-cluían libros de Newton, Bacon y otros líde-res de la revolución científica del siglo XVII.En parte, gracias a la Ilustración, fue que enel siglo XVIII monarquías y naturalistas eu-ropeos organizaron una docena de expedi-ciones científicas al Perú como algunas delas que hemos comentado en el capítulo co-rrespondiente. Vi d e, CUETO, M. S a b e r e sandinos. Ciencia y tecnologías en Bolivia,Ecuador y Perú. Lima, Instituto de EstudiosAndinos, 1995.

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nacido en Arica el 13 de agosto de1755. Estudió teología y luego medi-cina, fundó el Anfiteatro Anatómi-co en 1792 y dirigió el Colegio deSan Fernando, precursor de la Fa-cultad de Medicina de la Universi-dad de San Marcos. Participó en losdebates de la Sociedad de Amantesdel País, la versión limeña de las So-ciedades de Amigos del País que erala editora de la revista Mercurio Pe -ruano, en la que colaboró con el seu-dónimo de «Aristo». En la época in-dependiente fue el primer ministrode Hacienda del General San Mar-tín. El Congreso Constituyente de1823 lo declaró Benemérito de laPatria en grado eminente. La rela-ción entre Salvany y Unanue es unindicativo de la comunidad de inte-reses científicos de dos ilustrados auno y otro lado del Atlántico.

Arequipa-La Paz (15 de septiem-bre 1807). Muerte de Salvany enCochabamba (21 de julio 1810)

Salvany nunca volvería a España.Su muerte tendría lugar, como ya ex-plicamos en su breve semblanza bio-gráfica, en Cochabamba, el 21 de ju-lio de 1810 y le sorprenderíabatallando, una vez más, para conse-guir recursos económicos y apoyospolíticos para continuar su trabajo enla Capitanía de Charcas, el germende lo que luego sería Bolivia. Ta n t o

las ciudades importantes como LaPaz, como las zonas indias de Mojos yChiquitos, se beneficiaron de la me-dida preventiva, aunque en el caso deestas dos últimas, la vacunación seefectuó ya tras la muerte de Salvany.

Ya hemos comentado cómo la fi-gura de Salvany ha quedado un pocooscurecida por la de Balmis, pero elmédico catalán fue mucho más que elsegundo de a bordo del Director de laExpedición. Cirujano excelentemen-te formado en el Colegio de Cirugíade Barcelona, uno de los más presti-giosos centros que, como es bien sabi-do, en esos momentos fueron institu-ciones decisivas para el desarrollocientífico y técnico de estos profesio-nales y que, en la España del momen-to en que estudió Salvany, tuvieronun muy buen nivel científico1 4 1. Fueuna persona muy concienzuda y preo-cupada por que se desarrollaran con lamayor precisión las vacunaciones yfue también un agudo observador.Tuvo siempre como norte el tomarcontacto con profesionales sanitarios,médicos y cirujanos de los lugaresdonde visitaba. Especialmente signi-ficativa, a este respecto, fue su cone-xión en Lima, como comentábamosarriba, con Hipólito Unanue y la po-sibilidad que le ofreció la universidadlimeña de San Marcos de obtener, de

1 4 1 RIERA PALMERO, J. Cirugía españolailustrada y su comunicación con Europa. Va-lladolid, Universidad, 1976.

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forma excepcional, los títulos de Ba-c h i l l e r, Licenciado y Doctor en Medi-c i n a1 4 2. Su último deseo, la posibilidadde permanecer en América, en unpuesto político que solicita primeroen Puno y más tarde en La Paz «enatención a las graves enfermedadesque padece y casi enteramente impo-sibilitado de restablecerse en Euro-p a »1 4 3, al ministro de Gracia y Justicia,José Caballero, ya sabemos que no fuea t e n d i d a .

Santiago de Chile-Concepción-Valdivia-San Carlos (Islas Chilé)(mayo 1809-enero 1812)

Salvany no llegó nunca a pisar laCapitanía de Chile. En nombre de laExpedición, lo hicieron el ayudanteManuel Julián Grajales y el enferme-ro Basilio Bolaños desde Lima y pormar en noviembre de 18071 4 4. El con-flicto que en aquel momento se lidia-ba entre España e Inglaterra, hacíapeligrosa la travesía marítima quehubo que emprenderse de forma muylenta, con el consiguiente peligro de

quedarse sin niños con las pústulas ensazón para propagar la vacuna brazo abrazo. Finalmente, la Expedición lle-ga a Valparaiso, donde se instauró unaJunta de Vacuna, y más tarde, a San-tiago de Chile, donde permanecieronpor espacio de ocho meses para pasarluego a la provincia de Concepción.Esta última parte de la ruta expedi-cionaria no está tan bien detalladacomo las anteriores, pero se sabe quellegaron hasta el sur, cerca del estre-cho de Magallanes y que uno de lospuntos de referencia fue San Carlos,capital de las islas Chiloé. A partir deahí hubo que huir rápidamente a cau-sa de la insurrección contra la metró-poli que en esos momentos se estabadando. En enero de 1812 pusieronrumbo al puerto de El Callao y mástarde pasaron a Lima. A partir de ahí,sin el que había sido su impulsor, estegrupo de expedicionarios finaliza sufunción que no pudo incluir, como es-taba previsto, el Virreinato del Río dela Plata, donde, afortunadamente, lavacuna era conocida y practicada an-tes de llegada de la Expedición a tie-rras americanas.

5.3.2.2. La Expedición de FranciscoXavier Balmis y Berenguer

La Habana, 26 mayo de 1804-18de junio de 1804

La muerte de uno de los niños dela Expedición, otra más, no por coti-

142 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. (1999), pp.261-263.143 Rico-Avello aventura, en una suerte debreve patobiografía de Salvany, que padecióvarias patologías infecciosas desde la tuber-culosis pulmonar al paludismo y la difteria.RICO-AVELLO, C. (1956), Op. cit.144 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 172-173.

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diana menos dolorosa, es uno de losacontecimientos que marcan la lle-gada de la vacuna a la isla caribeñade Cuba y en lo que seguramente esla fuente fundamental del viaje bal-misiano, se comenta que otros in-fantes enfermaron1 4 5. Las condicio-nes climatológicas hicieron el viajemuy difícil, se produjo un considera-ble retraso en relación con la fechaprevista y hubo que recalar en LaHabana en vez de Santiago de Cuba,donde estaba inicialmente previsto,por ese motivo.

Ya hemos comentado con ante-rioridad cómo la vacuna había sidointroducida en el archipiélago cari-beño un año antes de la llegada de laExpedición y el papel fundamentaljugado por el médico Tomás Romayen este proceso. José Rigau146 nos hadado a conocer cómo el médicoOller, desde Puerto Rico, envió una«Instrucción al Comisionado de lle-var la vacuna a la Guadilla» y cómohacia La Habana se desplazó unam u j e r, María Bustamante, proce-dente de la Aguadilla de PuertoRico, de donde partió en febrero de1804 que, como ya sabemos, llevaba

consigo a su propio hijo y a dos pe-queñas criadas suyas. Dos aspectos adestacar: por un lado, que toda la ac-tividad de Romay estaba aprobadapor el propio Bamis, con lo que elcamino abierto por el primero fuémuy positivo para los objetivos de laExpedición. Nada que ver con losproblemas de desconexión entre lasactividades vacunadoras llevadas acabo, con anterioridad a la llegadade la Expedición, en otros lugares.Un segundo aspecto que no pod e-mos dejar de comentar, el papel de-sempeñado y menos conocido de lasmujeres, imbuidas de espíritu ilus-trado, en esta empresa. La historiade la difusión de la vacuna está re-pleta de estas protagonistas, muchomenos conocidas. En el momentode la ruta que estamos contemplan-do, acabamos de citar a María Bus-tamante, pero en la misma ciudad deSantiago de Cuba, Nicolasa de Cue-vas, esposa del abogado FranciscoMancebo, ofreció su propia casa de-sinteresadamente para que pudierallevarse a cabo la actividad preven-tiva.

Como tantas otras veces, el rela-to de Balmis, en los documentoscruzados enviados a la Corte, nossirven para conocer cómo fue la es-tancia en Cuba1 4 7. Al día siguientede su arribada, una comisión del

145 Extracto General de la Expedición Filan-trópica de la Vacuna. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente general, legajo1558-A.146 RIGAU PÉREZ, J. Introducción de la va-cuna de la viruela en el sur de Puerto Rico,1804. Boletin de la Asociación Médica de Puer -to Rico, nº 71, 1979.

147 Cfr. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op.cit., pp. 42-43.

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ayuntamiento acompañada de ma-ceros, condujeron a Balmis hasta elCabildo. Desde allí, los niños fueronllevados a casa del Capitán Generaldonde fueron agasajados. Desde elpunto de vista organizativo, se ins-taura en La Habana una Junta Cen-tral de Vacuna, en línea de lo quehabía sucedido en otros lugares,aunque en este caso con la peculia-ridad de refundir sus actividades conlas de la ya existente Sociedad Eco-nómica de Amigos del País. Balmisregaló a la biblioteca de la citada So-ciedad varios ejemplares de su Trata -do, con objeto de que pudieran serconsultados allí por los facultativosque quisieran. Por parte de la Eco-nómica, se nombró al Director de laExpedición miembro honorario enla categoría de «profesor distingui-do»148. El número de vacunados ent oda la isla parece que superó las15.000 personas.

Pese a los aspectos positivos in-dudables, se planteó un problemaimportante, el poder encontrar rele-vos de niños para continuar la pro-pagación en la escala siguiente, en elVirreinato de México. La peticiónde este material humano, cuatro ni-ños, que Balmis había solicitado alCapitán General de la isla, Marquésde Someruelo, no fue aceptada y la

solución que se encontró fue la com-pra de esclavos, tres mujeres, y la in-corporación de un niño, Miguel JoséRomero, tambor del Regimiento deCuba, financiados por el Director dela Expedición por 250 pesos149. Con-tradicciones de este momento histó-rico, sus luces y sus sombras. Anteuna situación de hecho, la esclavi-tud, el Director de la Expedicióncompra y vende después, a estas per-sonas. Evidentemente, hay que con-textualizar este hecho: posiblemen-te, la compra-venta de estosesclavos era el único medio para po-der seguir con la práctica vacunal ysi Balmis se planteó que entrar enese juego era contradictorio con ladefensa de una actitud humanitaris-ta y de derechos humanos, cosa queno sabemos, pero que podía ser co-herente con su perfil humano, debiópensar que lo único que podía haceres lo que hizo.

Sisal (Península del Yucatán, Vi-rreinato de Nueva España), 25 dejunio de 1804-Acapulco, 8 de fe-brero de 1805

Esta etapa del viaje tenía un sig-nificado muy especial para Balmis.El territorio novohispano era ya

155

148 Duque de Heredia a Balmis, 13 de Juniode 1804. Archivo General de Indias. Sec-ción: «Epidemias», v. 4, exp. 13.

149 Balmis al Ministro Caballero, Madrid, 4de diciembre de 1806, Archivo General deIndias. Sección: Indiferente General, Leg.1558-A.

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bien conocido por el cirujano siendoeste conocimiento uno de los moti-vos por los que se le encomendó ladirección de la Expedición. En 1781Balmis había marchado a Américacon el regimiento de Zamora en laexpedición del Marqués de Socorro,como es bien sabido. Lo más rele-vante de su estancia en esos territo-rios coloniales fue su actividad comocirujano en Xalapa y, más tarde en laciudad de México, donde llegó a sernombrado cirujano mayor del Hos-pital Militar del Amor de Dios, ocu-pándose de la sala de pacientes conenfermedades de transmisión sexual,sobre todo, los afectados de sífilis.1 5 0.Parece ser que luego volvió a Espa-ña, pero pronto retornó a Méxicodonde hizo una labor importantecomo botánico, siendo su fruto másconocido en esta faceta suya profe-sional, la monografía que escribió en1794, Demostración de las eficaces vir -tudes nuevamente descubiertas en lasraíces de dos plantas de Nueva España,especie de Ágave y Begonia para la cu -ración del vicio venéreo y escrupulososy otras graves enfermedades que resis -ten al uso del mercurio y demás reme -d i o s . Madrid, Imp. de la Vda. deJoaquín Ibarra. Antes de la Expedi-

ción, todavía fue otras dos veces aterritorio novohispano; la primera,en 1795, para recolectar más plan-tas, y dos años más tarde, ya comomédico-cirujano, a solicitud de laVi r r e i n a .

El puerto de Sisal, donde recalóel María Pita, estaba relativamentecercano a Mérida, la capital de Yu-catán. Como ya comentamos, la va-cuna ya se había introducido con an-terioridad hacía varias semanas; porejemplo, en la ciudad de México, unmes antes de la llegada de los expe-dicionarios, se vacunaron cinco ni-ños procedentes de la Casa de Expó-sitos y otros dos de fuera y, aunquesólo prendió en cinco de los siete,con ellos se aseguraba la continuidaddel fluido vacunal; también sabemosde la existencia de hasta tres médi-cos comisionados para velar por larectitud del procedimiento, que per-mitieron que al Virrey Iturrigaray lellegara un completo informe de la si-tuación en el espacio de su jurisdic-ción. Por otro lado, se estableció unprocedimiento para que hubiera unaconstante reserva de vacuna, divi-diéndose la ciudad de México enocho «cuarteles mayores», cada unode los cuales se subdividía a su vez encuatro «cuarteles menores». Cada«cuartel», de forma rotatoria, teníaque suministrar un determinado nú-mero de niños. La propagación de lavacuna en las provincias debía seguir

1 5 0 FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, F. L o sviajes de D. Francisco Xavier de Balmis. Notaspara la historia de la expedición vacunal de Es -paña a América y Filipinas (1803-1806). Mé-xico, Ed. Galas de México, 1960. RICO-AVELLO, C., (1956) Op. cit.

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un patrón similar al establecido en lacapital. Un suplemento de la G a c e t ade México de 26 de mayo de 1804,daba una completa descripción delos pasos dados en relación con lavacunación desde la llegada del Vi-r r e y, con objeto de informar a la po-blación; incluso, con este mismo ob-jetivo y dirigido sobre todo a losfacultativos, la citada revista reim-primió completa la obrita de PedroHernández, Origen y descubrimientode la vacuna1 5 1.

S m i t h ( 1 9 7 4 )1 5 2 sugiere que Bal-mis estaba especialmente interesadoen que la vacunación en Méxicofuera un éxito. Dicha ciudad perte-necía a la más rica e importante co-lonia española y la capital represen-taba el centro espiritual, político yeconómico del vasto Virreinato. Portanto, se trataba aquí no sólo detransportar la vacuna, debía ser ellugar donde establecer una red mo-délica de centros de vacunación quep odían perpetuar la actividad pre-ventiva a través de una cadena bienreglamentada de vacunaciones. Paraello el reto que se le presentaba aBalmis era triple: debía instruir a laincipiente comunidad médica mexi-cana, asegurarse la cooperación delas autoridades y, finalmente, con-vencer a la población. El éxito o fra-caso dependía en gran medida de él

mismo, de su determinación, inteli-gencia y tacto para superar los obs-táculos burocráticos y culturales quepodían frustrar su misión.

Mérida recibió cordialmente a laExpedición en la persona de su Ca-pitán General, Benito Pérez y Val-delomas, quien pasó a Balmis el in-forme de lo que Miguel José Monzónhabía hecho en Campeche. Balmisconsideró que la actuación de Mon-zón había sido perjudicial para la sa-lud pública y envió a uno de sus asis-tentes, Antonio Gutiérrez, para queexaminara directamente lo que sehabía hecho, además de comisionar-le para distribuir adecuadamente lavacuna e instruir a los médicos loca-les. Gutiérrez iba acompañado porFrancisco Pastor, que tenía la misiónsubsidiaria de ir a la Capitanía deGuatemala, de acuerdo con las órde-nes dadas por el Ministro Caballero.Vamos a acercarnos un poco en de-talle a esta parte lateral de la Expe-dición.

La expedición de Pastor a Guatemala

El propio Gobernador de Méridafacilitó dicha misión y suministrólos niños, la embarcación y todo lonecesario para la empresa. Tras ha-cer una escala intermedia en Cam-peche, el viaje continuó desde la Pe-nínsula de Yucatán a la Laguna deTérminos, llegando a Villahermosa,

151 SMITH, M. (1974), Op. cit., p. 29.152 Idem, p. 30.

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capital de la provincia de Tabasco153

el 20 de julio de 1804. Una granventaja fue encontrarse allí con elcirujano Pedro Ramos Reyna, quienpronto mostró su habilidad paraque, tras la partida de Pastor, el pro-ceso vacunal quedara garantizado.El siguiente paso fue la Ciudad Realde Chiapas, localizada en una zonade jungla muy densa del norte de laCapitanía. El Gobernador Castro yAraoz facilitó cuatro portadores ypagó a sus padres cincuenta pesospor cada niño en compensación porlos servicios que iban a prestar. Cadaniño recibiría, además, dos chaque-tas, dos pantalones, dos pares de me-dias y un sombrero.

La llegada a la ciudad de Guate-mala fue el inicio, no sólo de unaimportante cantidad de vacunacio-nes, sino del establecimiento de lacorrespondiente Junta Central deVacuna. Dicho proyecto apareció enuna publicación titulada Reglamentopara la propagación y estabilidad de laVacuna en el Reyno de Guatemala, enenero de 1805. A través de la docu-mentación existente, conocemoscon gran precisión cuáles fueron suestructura y funciones. Planteada laJunta de forma totalmente desinte-resada, sus miembros no podían re-cibir ningún tipo de compensación

económica. Su composición era lasiguiente: tres miembros permanen-tes (el Arzobispo de Guatemala, elRegente de la Audiencia y el Proto-médico). Junto a ellos, un secretarioy varios representantes de la Iglesia,el Municipio y el cuerpo de profe-sionales médicos. La Junta deberíareunirse periódicamente y allí debí-an abordarse, no sólo aspectos pura-mente organizativos, sino auténticasdiscusiones científicas. Las actas delas reuniones se recogerían en unaserie de libros, y cada seis meses elsecretario tenía que presentar al Go-bernador un informe completo.Bajo el liderazgo de Narciso Esparra-gosa y Gallardo, la institución tuvouna productiva existencia que con-tinuó hasta 1817, tras doce años devida, a lo largo de los cuales se llevóa cabo un auténtico servicio de sa-lud pública. El periodo convulso dela independencia y la guerra civilmuy dilatada, acabaron con esta bri-llante actividad, no sin antes habersido el núcleo desde donde la vacu-na se extendió a Nicaragua.

Camino a la capital del Virreinato

Dejábamos a Balmis preocupadopor lo que había acaecido con la va-cuna en Campeche. La valoraciónpositiva que su ayudante Gutiérrezhizo del trabajo de Monzón no sirviópara mejorar su opinión de la escasa

153 Balmis a Caballero. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente general, leg.1558-A.

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profesionalidad de éste y de que suvacuna no era la vacuna verdadera.El 14 de julio, cuando cinco músicosque acompañaron a Monzón a Cam-peche, embarcaron en el María Pitaen Sisal para volver a Veracruz, Bal-mis tuvo un comportamiento apa-rentemente arbitrario con los jóve-nes músicos, obligándoles primero apermanecer en una zona del barcoen la que estaban los animales –va-cas y corderos– y, más tarde, a de-s e m b a r c a r. Hasta tal punto debióllegar la irritación del Director, queel propio capitán Pedro del Barco lereprochó su actitud154.

Tras una agotadora travesía dediez días, el María Pita arribó a Vera-cruz desde Sisal el 24 de julio. Todoslos miembros de la Expedición esta-ban enfermos por el clima, de un ca-lor asfixiante y húmedo y por la di-sentería. El propio Balmis creyó quehabía contraído la fiebre amarilla155.El Gobernador dio a Balmis una car-ta del Virrey Iturrigaray dándole labienvenida a Nueva España, perouna muy explícita falta de entusias-mo por la llegada de los expedicio-narios influyó en el bajo estado deánimo del Director. Las vesículas delos niños que había traído desde Si-sal estaban en su punto álgido, pres-

tas para ser inoculadas en otras per-sonas, pero no hubo forma de en-contrar voluntarios. La situación eracrítica. Él mismo explicó al Gober-nador que si no se comunicaba lalinfa inmediatamente «había un in-minente peligro de perder el tesoroque había costado tantas tribulacio-nes». Finalmente, la autoridad cita-da reclutó voluntarios procedentesdel ejército, prendiendo la vacunaen tres de ellos.

No había nada que hacer allí yBalmis, enfermo de disentería yafectado moralmente, salió de Vera-cruz mucho antes de lo que habíaprevisto. Se quejaba de la indolen-cia de la población que rehusaba va-cunar a sus hijos. Sin embargo, va-rios médicos locales ya estabaninstruidos en el procedimiento y va-rias copias de su Tratado circularonpor los círculos médicos de la ciu-dad. El Gobernador instó al Ayunta-miento de Veracruz para que le ex-plicara cuáles habían sido losmotivos para el fracaso. El munici-pio, como contestación, dio trestipos de razones: la primera, la deli-cada salud de Balmis había distorsio-nado su recto juicio; en segundo lu-g a r, la actuación de unas pocasmujeres, poco razonables, locas, quese negaban a vacunar a sus hijos yque habían dado una imagen gene-ralizada de desinterés de toda la po-blación. Finalmente, el éxito ante-

154 SMITH, M. (1974) Op. cit., p. 31.1 5 5 Balmis a Caballero. Jalapa, 1 agosto1804. Archivo General de Indias. Sección:Indiferente General, Leg. 1558-A.

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Fig. 23. Portada del folleto de la autoridad eclesial de Puebla de los Ánge-les (Virreinato de Nueva España), destinada a los feligreses en apoyo de lavacunación.

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rior de la vacunación antes de la lle-gada de la Expedición, debido a laactuación del Ayuntamiento, ha-bían despertado sentimientos de en-vidia en Balmis.

Desde Jalapa, ya con un climamás benigno, emprendió la Expedi-ción el largo viaje de noventa y tresdías hacia la capital, México, dondetendría lugar una segunda confron-tación.

La Expedición arriba a la ciudad deMéxico

El 10 de julio, el Virrey había no-tificado al Ayuntamiento de la ciu-dad de México, para que alojasen yrecibiesen a los expedicionarios.También esta institución debía co-rrer con los gastos de mantenimien-to de los niños hasta su acomod a c i ó ndefinitiva de acuerdo con las instruc-ciones del Rey. Sin embargo, Balmisllegó mucho antes de lo que se espe-raba, y además, lo hizo ya por la no-che por lo cual, unido todo ello alhecho de que el Virrey no recibió lanotificación de su llegada, no se pro-dujo el esperado recibimiento a laentrada en la ciudad de la Expedi-ción. De hecho, la primera noticiaque tuvo el Virrey de la venida de losexpedicionarios fue el momento enque Balmis se presentó personal-mente en la residencia de la citadaautoridad política. No cesaron ahí

los contratiempos. La premura en lallegada hizo que no estuvieran tod a-vía preparados los espacios físicospara acomodarlos; se les ofreció en-tonces una residencia confortablepero el Director consideraba que erainapropiada para un emisario delRey e insistió sobre la convenienciade ocupar una residencia oficial. Lagran preocupación del Director fue,casi inmediatamente, conseguir quese cumplieran, de hecho, las órdenesdel monarca sobre la responsabili-dad, que recaía sobre el Vi r r e y, de po-ner a los niños de la Expedición bajosu custodia, a expensas de los fondospúblicos, hasta que pudieran mante-nerse por sí mismos. Tras una con-versación con la máxima autoridadde la colonia, se nombró a Cosme deMier como persona responsable delcuidado de los niños, que fueron úl-timamente alojados en el Real Hos-picio de la ciudad, con la única ex-cepción del hijo adoptivo de laRectora de la Casa de Expósitos, quequedó bajo la custodia de su madre.

Un detalle que muestra que lapreocupación de Balmis por los ni-ños era realmente sentida, es el se-guimiento que hizo de su situación yde las quejas constantes porque laestancia en el Hospicio no le parecíaadecuada para ellos, ya que allí semezclaban «con una multitud demiserables, sucios y obscenos golfi-llos»156. Sugirió entonces que fueran

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alojados en algún internado, preferi-blemente en el dirigido por los her-manos bethlemitas e impelió al Mi-nistro Caballero para que instara alArzobispo a que supervisara su cui-dado y, en su caso, que alojara a losmás mayores en el Seminario. Deese modo, los niños recibirían unaeducación adecuada, este gasto yano se computaría a las arcas reales yademás –una vez más el espíritu uti-litario del ilustrado Balmis– servirí-an para el estado y para la iglesia. ElVirrey, por otro lado, no tenía claroque los gastos que los niños origina-ban iban a resultar rentables si noaprovechaban aquella oportunidadque se les daba y se comisionó a unapersona para que informara de susprogresos. El informe del inspectorAraujo señalaba que de los 14 niñosmayores de seis años, seis acudían ala escuela regularmente mañana ytarde y recibían instrucción religio-sa porque algunos de ellos «no sabí-an hacer ni siquiera el símbolo de lacruz». Cinco de los catorce mostra-ban esfuerzo en el trabajo, pero elresto eran «estúpidos». En general,todos ellos tenían dificultad para sereducados y a los maestros les costabaquitarles de encima todos los maloshábitos que habían aprendido de losrudos marineros a lo largo del viaje.

Michel Smith (1974) ha podidoreconstruir parte del final de la his-toria personal de cada uno de estosniños y, desde su punto de vista, sudestino fue mejor en México que loque hubiera sido si hubieran sido de-vueltos a España en unos tiempospolíticamente tan convulsos. Dosniños, Tomás Metitón y Juan Anto-nio, murieron; otros permanecieronlargo tiempo en una institución pú-blica creada en 1806, la Escuela Pa-triótica, y el resto fueron adoptadospor familias mexicanas.

En cuanto a la marcha de la va-cunación, las expectativas inicialesde Balmis no se cumplieron y losobstáculos se sucedieron tras los co-mienzos poco afortunados que arribacomentamos. Las primeras vacuna-ciones públicas en la ciudad fueronpreviamente anunciadas insistién-dose en su gratuidad, pero la apatíacontinuaba y la resistencia popularfrente a la vacunación persistió. Elprimer día, sólo siete personas apa-recieron; el segundo, sólo nueve.Balmis, a la vista de esta «desconso-ladora indiferencia», temió, una vezmás, perder el fluido y la cadena devacunaciones. Si únicamente antesde su llegada se habían vacunado479 personas, según sus cálculos,quedaban al menos 30.000 de ellassin vacunar, como informa Balmis aIturrigaray el 29 de agosto de 1804.Para el Virrey, que le contesta al día156 Cfr. SMITH, M. (1974), Op. cit., p. 34.

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siguiente, las cifras de vacunadosmanejadas por Balmis eran inexac-tas y cientos de personas en la etapaprevia, gracias a la labor que él mis-mo había coordinado, se habrían va-cunado y, además, le indicaba queno podía imponer sanciones a losque no querían ser vacunados. Fi-nalmente, recordaba a Balmis queen una carta previa, éste le habíaprometido elaborar un plan con unaserie de medidas que permitieranperpetuar y propagar la vacunacióny que todavía no lo había hecho. Di-cho plan fue remitido por el Direc-tor el 6 de septiembre de 1804 e in-cluía dos documentos, Los mediospara el mantenimiento y la perpetua -ción de la preciosa vacuna en la ciudadde México y otro sobre el estableci-miento de un centro para la vacuna-ción pública. En estos documentosrecogía lo que en aquel momentoeran las técnicas más modernas parala administración y preservación delfluido vacunal. El plan, por otrolado, tenía muchas semejanzas conel elaborado para Caracas y La Ha-bana. En el preámbulo de los docu-mentos, Balmis insiste en la doblefunción de su misión, introducir lavacuna y crear la maquinaria organi-zativa necesaria para asegurar su per-petuación a lo largo de generacio-nes. Sin esta segunda parte, losesfuerzos para llevar a cabo las vacu-naciones serían baldíos. En todo elproceso era fundamental recabar la

ayuda de las autoridades civiles yeclesiásticas, puesto que éstas eranla llave para la aceptación, por partede la población, de las bondades dela vacunación. No podía haber in-tervención preventiva, si la comu-nidad no internalizaba la importan-cia de estas acciones.

¿Cómo diseñó Balmis la estruc-tura organizativa para la vacuna-ción en Nueva España? Con la ex-periencia adquirida en los lugaresdonde antes había recalado la Expe-dición y tomando la capital comoreferencia, allí se instauraría unaJunta Central de Vacuna y otras, demenor rango, en el resto de ciuda-des importantes. Entre todas ellasdebería existir una conexión real yun intercambio de puntos de vista yde experiencias. Ninguno de losmiembros de las Juntas deberían re-cibir emolumento económico algu-no. Quienes encabezaban la JuntaCentral eran un regidor decano y unprocurador general como miembrospermanentes, auxiliados por dos se-cretarios (uno, que se ocuparía másde labores estrictamente adminis-trativas y otro, que debía ser médicode profesión, cuya misión sería re-coger los datos científicos concer-nientes a todos los aspectos de lasvacunaciones), ocho personalida-des de la vida civil y militar de laciudad y seis médicos afamados. Unsistema de rotación muy elaborado,

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permitía que la mitad de los miem-bros fueran renovados anualmente.Solamente médicos licenciados po-dían administrar la vacuna. La anti-gua variolización quedaba estricta-mente prohibida. Si se prod u c í aalguna epidemia de viruela en de-terminado lugar, se comisionaría in-mediatamente a un médico paraque coordinara todas las acciones einstruyera a los médicos locales.

Pese la racionalidad y experien-cia que estaban detrás de estos pla-nes, el Virrey no se mostró especial-mente entusiasmado y consideróque antes de poner en marcha estamaquinaria, era necesario conciliarlo que en el Plan Balmis se presenta-ba, con los informes anteriores demédicos locales como García Arbo-leya. Lo cierto es que nada de lo queestaba previsto en el proyecto sehizo durante la estancia de la Expe-dición en Nueva España.

En este periodo, otro incidentevino a complicar más la situación.Varios de los niños vacunados porBalmis en la Casa de Expósitos ha-bían enfermado y algunos de elloshabían muerto. El Virrey pidió uninforme de lo sucedido para ver siexistía alguna relación causal entrela vacunación y estas patologías. Elpresidente del Protomedicato, JoséIgnacio García Jove, encabezó la in-vestigación en la que también inter-vinieron otros nueve médicos, los

más prestigiosos de la ciudad, entreellos García Arboleya, estudiandoclínicamente cada uno de los casos.Cuando Balmis recibió los informesescritos de cada uno de ellos y, ade-más, estudió por su cuenta las condi-ciones del Hospicio, concluyó quefueron precisamente los factores querodeaban la estancia en la Casa, es-casa ventilación, vestimentas inade-cuadas, dieta poco variada, falta deafecto maternal y la salud crónica-mente afectada de los niños pobres,a los que había que achacar la enfer-medad. Todos los niños, sin excep-ción, presentaban erupciones cutá-neas de varios tipos. Razona luegosobre lo que podía haberle sucedidoa cualquiera de los niños en estascircunstancias si hubieran llegado acontraer la viruela.

Todos los miembros de la Comi-sión de investigación reforzaron elpunto de vista de Balmis y se unie-ron a sus denuncias sobre las deplo-rables condiciones en las que vivíanestos niños.

La Real Expedición llega a otras ciuda -des de Nueva España

Cuando Balmis entregó a Iturri-garay sus propuestas concretas, sumisión en la ciudad de México po-día darse por finalizada. El siguientepunto visitado fue Puebla de losÁngeles, donde llegó el 20 de sep-

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tiembre y lugar en el que recibió unamuy buena acogida tanto por partede la autoridad civil, el intendenteManuel de Flon, como del obispoGonzález del Campillo, el Ayunta-miento y una serie de ciudadanosdistinguidos. El Director llegó condos niños mayores que fueron colo-cados junto a la autoridad eclesiásti-ca, mientras que Balmis iba al ladodel Intendente en una comitiva quetenía como destino la Catedral,donde se entonó el correspondienteTe Deum. Un alojamiento dignocompletaba la bienvenida y era lamejor muestra del interés con queen Puebla recibió la Expedición, in-terés al que no fue ajena la proclamaque el Intendente había hecho a lapoblación. Una vez más se verifica-ba la hipótesis del Director de que elconcurso de las autoridades localesera fundamental para conseguir quela gente se vacunara.

La institución social creada allí,una «Junta Central Filantrópica deSan Carlos de Puebla», aunque su-bordinada a la de la capital mexica-na, tenía un papel preeminente en laprovincia y actuó como impulsora ypromotora de otras Juntas en otraslocalidades. En esta puesta en mar-cha fue fundamental el papel jugadopor el obispo de Puebla quien cediólocales del Palacio Episcopal, e in-cluso dio el soporte económico ini-

cial para que la empresa fuera ade-l a n t e .

Cuando Balmis abandonó la ciu-dad hacia el 12 de octubre, el proce-so estaba ya muy consolidado y haciamediados de diciembre, casi 12.000personas habían recibido la vacuna-ción. Para mantener la cadena, lossacerdotes de las parroquias presen-taban de forma rotatoria quince ni-ños no inmunizados cada nueve días,para que pudieran ser vacunados.

Otras rutas dentro del territorionovohispano fueron las que llevarona los expedicionarios a Oaxaca–aunque en este caso no fue el pro-pio Balmis sino que éste sugirió secomisionara a Alejandro García Ar-boleya– así como, entre otros luga-res, a Guadalajara de las Indias, Za-catecas, Durango,Valladolid, SanLuis Potosí y las Provincias Internas.Como había sido usual desde los ini-cios de la aventura expedicionaria,se optó por la división de la Expedi-ción en dos grupos cuando las cir-cunstancias así lo aconsejaban.

Tras casi dos meses de ausenciade la capital mexicana, los expedi-cionarios volvieron allí para prepa-rar el viaje a la Capitanía de Filipi-nas, terminando así el periploamericano. Los continuos proble-mas con el Virrey retrasaron la par-tida que finalmente tuvo lugar losprimeros días de febrero de 1805. De

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hecho, posiblemente ningún otrosuceso sea tan evidente para mostrarlas malas relaciones entre Director yVirrey que lo acontecido con la par-tida de la Expedición a Filipinas. Setrataba, por lo demás, de una etapaprevista en el Derrotero y sanciona-da por el Rey. Varios documentosmuestran cómo desde la llegada aNueva España, Balmis pidió a Iturri-garay le facilitara el viaje a Manila.Uno de los problemas era el buscarun galeón suficiente para conducirentre 40 y 48 personas. El Vi r r e yconsideraba que era más prioritarioutilizar el galeón para las tropas queeran necesarias para reforzar el ar-chipiélago. Además, otro tipo de pa-sajeros, monjes dominicos, carmeli-tas y agustinos, llegados de España,habían pospuesto su viaje a Manilapara dejar sitio a las tropas y estabanesperando ser embarcados en el pró-ximo viaje.

Cuando Balmis volvió de Puebla,contactó con Ángel Crespo, a la sa-zón comandante del M a g a l l a n e s, elpróximo navío que estaba previsto sedesplazase a Manila y le aseguró que,pese a que tenía ya comprometidosuna serie de pasajeros, haría hueco enel barco para incluir a los expedicio-narios, y se comprometió a que hu-biera una alimentación adecuada ycabinas especialmente preparadaspara ellos. El Virrey continuó ponien-do obstáculos e indicó que, si se tenía

información de que la vacuna ya ha-bía sido introducida en Filipinas, en-tonces el viaje era innecesario; dichainformación llegó por parte del co-mandante de la fragata C o n c e p c i ó n ,quien aseguró que las Islas no habíanrecibido aún la medida preventiva.Balmis insistió en que Yturrigaraydiera su autorización, ya que, en casocontrario, el próximo embarque nop odría tener lugar hasta pasados seis uocho meses. Finalmente, la autoriza-ción llegó y los expedicionarios salie-ron hacia Acapulco el 27 de enero yembarcaron en el Magallanes el día 8de febrero de 1805, rumbo a Manila.

Pese a todos los obstáculos, los his-toriadores que se han acercado minu-ciosamente a esta parte de la ruta enel Virreinato de Nueva España de laE x p e d i c i ó n1 5 7, consideran que puedeser considerada un éxito en cuanto alos resultados obtenidos, medidos és-tos tanto en el número de personasvacunadas –algunos elevan la cifrahasta 100.000 personas en todo el te-rritorio del Virreinato– y, muy en es-pecial, por las infraestructas establesque allí quedaron: las Juntas de Va c u-

157 Sin duda, el estudio más completo de lavacuna en Nueva España es el varias vecescitado de Michel Smith (1974), Op. cit.Este profesor universitario norteamericano,ha reconstruido con precisión esta etapa delviaje.Una de las fuentes que le han dado másjuego ha sido el conjunto de documentos re-cogidos en la sección de «Epidemias» delArchivo General de la Nación de México.

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na, las redes de centros o espacios sa-nitarios donde se vacunaba y la for-mación de un alto número de profe-sionales de la salud que adquirieronlos conocimientos y las habilidadestécnicas necesarias para que la másambiciosa empresa de medicina pre-ventiva no cayera en saco roto y tu-viera continuidad.

Poco antes de la partida del M a -g a l l a n e s, una última carta de Virrey aDirector zanjaba la difícil relaciónentre ambos, sin que el tono mejora-ra lo más mínimo. Tras indicar quehabía enviado un mensaje al Gober-nador de Filipinas anunciando la lle-gada de la Expedición, decía a Bal-mis que:

« Debería llevar consigo todo elequipo de la Expedición para volvera Europa directamente desde las Is-las... No debe volver aquí puesto queya no es necesario para su misión. Silo hace, pese a estas reflexiones, de-berá hacerlo a sus expensas»1 5 8.

Manila (Filipinas), 15 de abril de1805 - Cantón - Macao (China), 7de febrero de 1806

Las cinco semanas del viaje entreAcapulco y Manila estuvieron mar-cadas por las divergencias entre Bal-mis y el capitán del M a g a l l a n e s.

Como era de esperar, el barco iballeno: militares, setenta y cinco frai-les, Balmis y sus seis asistentes, máslos veintiséis niños y la tripulación.Pese a las facilidades dadas por el ca-pitán Crespo antes de la salida detierras mexicanas, de que serían alo-jados niños y expedicionarios encondiciones adecuadas, la realidades que las promesas no se cumplie-ron más que en una pequeña parte ycomo siempre, los niños fueron losmás perjudicados. Dormían sobre elsuelo hacinados, en un lugar sucio,con continuas sacudidas por el ba-lanceo de la nave. Pese a los esfuer-zos por mantenerlos separados, loscontactos durante el sueño causaronmuchas vacunaciones artificiales,incluyendo siete a la vez y si no fue-ra porque los vientos eran favora-bles, es muy probable que se hubieraroto la cadena de vacunaciones.Balmis escribió reiteradamente alministro Caballero indicándoletodo lo sucedido159. La alimentaciónno era mejor. La dieta de los niñosconsistía en carne procedente de ga-nado enfermo, judías, lentejas yunos pocos dulces y no pocas vecesdebieron ayudar en la dieta las pro-visiones que los expedicionarios lle-vaban consigo y la piedad de algu-nos de los pasajeros del barco. Por sifuera poco, el costo por persona era

158 Cfr. SMITH, M.(1974) Op. cit., pp. 48-49.

1 5 9 Archivo General de Indias. IndiferenteGeneral, legajo 1558-A.

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Fig. 24. Relación de los niños que efectuaron el viaje Acapulco-Filipinas con la fir-ma autógrafa de Balmis. Archivo General de Indias de Sevilla.

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mucho más alto, en el caso de losmiembros de la Expedición, que enel resto de los pasajeros: mientrasque Crespo pedía trescientos pesospor cada niño y quinientos por losadultos, el resto del pasaje pagabanúnicamente doscientos pesos porigual acomodo.

Cuando llega el barco a la bahíade Manila, nadie les da la bienveni-da. Ansioso por desembarcar, Bal-mis contacta con el Capitán Gene-ral de las Islas filipinas, Rafael Maríade Aguilar, pidiéndole permiso paradescender a tierra y solicitando die-ra las órdenes convenientes paraacomodar a los expedicionarios y alos niños. Será el Ayuntamiento elque finalmente se hará cargo deellos, alojándolos en unos espaciosque Balmis califica de «indecentes ymiserables». Pero la misión por laque allí estaban no podía demorarsemás y el 16 de abril, veinticuatro ho-ras después de su llegada, comenza-ron a vacunar. Una vez más, los al-tos cargos políticos y el propioObispo, no estuvieron por la labor,pero en cambio, otras autoridades demenor rango como el Dean de laCatedral, o el Sargento Mayor de lamilicia, fueron incansables defenso-res de ella y su ejemplo tuvo un efec-to positivo sobre la población nati-va, de tal forma que a principios deagosto ya habían sido vacunadasunas 9.000 personas en la capital.

En cambio, el Capitán Generalfue muy diligente a la hora de apoyarla creación de la estructura organiza-tiva tanto en la vertiente de la pues-ta en marcha del Consejo de la Va-cuna, como en la creación de uncentro de vacunación. Fruto de estaactividad fue la elaboración de unReglamento para mantener y perpetuarla preciosa vacuna en estas Islas, queBalmis iniciaba con las siguientespalabras, muy similares a las escritasen otros reglamentos anteriores:

« Cuando la Soberana voluntaddel rey determinó el que se formaseuna expedición que llevase a todossus dominios de América, é Islas Fi-lipinas el precioso preservativo delas viruelas; y cuando su fraternalamor derramó con mano liveral ibien hechora los caudales de su RealErario para que libertase a sus pue-blos del azote exterminador de lasViruelas; las angostas miras de S.M.se extendieron hasta las generacio-nes futuras; por que enbano el fluidoVacuno libertaria a quantos existenen nuestros dias si dejase expuestos aeste peligro a todos aquellos desgra-ciados a quienes la suerte hizo veniral mundo uno o dos años después...»

La salud de Balmis se había que-brantado en esos días, tras el largoviaje, el calor de la ciudad y la disen-tería de la que no había terminadode reponerse, y como no le era posi-ble viajar inmediatamente a Nueva

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España o a Europa, le pareció opor-tuno buscar un clima más saludable.Conociendo que la vacuna no habíaalcanzado China, solicitó y le fueconcedido el permiso para marcharhacia Macao, partiendo de Manila el3 de septiembre de 1805 con Fran-cisco Pastor y con tres jóvenes paraconducir el fluido vacunal. El Ay u-dante Antonio Gutiérrez quedabaencargado de proseguir la actividadvacunadora en las Islas, para más tar-de trasladarse nuevamente a Méxicocon objeto de dejar a los veintiséisniños que habían traído para trans-portar la vacuna a Filipinas.

El viaje hacia la colonia portu-guesa, realizado a bordo de la fragataDiligencia, fue complicado a causa deun tifón que, en palabras de Balmis:

«...En pocas horas desmanteló lafragata, con pérdida del palo esana,jarcias, tres anclas, el bote, la lanchay veinte hombres extraviados; no ha-bía uno entre nosotros que no espera-se por momentos ser sepultado entrelas olas del mar ... la conservación dela vacuna y el implora la misericordiadivina fue todo mi conato, sin que elhallarme solo para toda clase de asis-tencia de los tres niños, ni mi falta def u e rzas fuera capaz a postrarme ... lle-gó por fin el día dieciséis, en que em-pezó a serenarse el tiempo y en el mo-mento, arrostrando los eminentesriesgos de piratas y ladrones chinosque inundan estos mares, verifiqué

mi desembarco en una pequeña ca-noa, llevando en mis brazos a los ni-ños, con lo que aseguramos nuestrasvidas y la preciosa vacuna»1 6 0.

Al fin todos pudieron salvarse y, abordo de una pequeña embarcaciónde pesca china, alcanzaron Macao.Por vez primera se adentraba en unpaís fuera de la jurisdicción del mo-narca español. Por ello, una vez allí,se puso en contacto con los responsa-bles de la comercial Real Compañíade Filipinas, para que le facilitaran elacceso a las autoridades locales y a sucomplicadísima burocracia, aunquecon pocos resultados tangibles; encambio, sí que contó con el apoyodecidido del Obispo de Macao, Mi-guel Arriaga Brun de la Silveira. El 5de octubre, tras haber seguido los pa-sos que ya conocemos en otros luga-res y haber entrenado a facultativoslocales, salieron para Cantón para,desde allí, llevar la vacuna al resto deChina. Poco, sin embargo, pudo ha-c e r. Las ayudas de la Compañía co-mercial arriba citada no se llegaron adar y era muy complicado sin esteauxilio, para un extranjero, acceder ala población y a las mismas autorida-des. Por el contrario, sí hubo una ac-titud mucho más colaboradora en losagentes de la British East India Com-p a n y, a través de los cuales se habíanp r oducido los primeros intentos –que

1 6 0 C f r. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948),Op. cit., p. 96.

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cao. El primer barco que salía rumboa Europa era el portugués Bom Jesusde Alem, que partiría hacia Lisboaen febrero de 1806. Con graves pro-blemas económicos para costearse elviaje y todos los efectos que llevabaconsigo, finalmente fue ayudado porun agente de la Real Compañía Fili-pina en Cantón, quien le prestó los2.500 pesos que necesitaban y que leserían reembolsados por las arcasreales a su llegada a España. Las últi-mas misivas de Balmis al ministroCaballero remitidas desde Cantónnos informan no sólo sobre sus acti-vidades y los motivos de su prematu-ro regreso a España, sino tambiéndel tiempo que había consumido enaprender arte chino y en acercarse alas peculiaridades de la medicina, ci-rugía, farmacia, física y química pro-pias de la ciencia tradicional autóc-tona. También recopiló cientos dedibujos de flora asiática y diez gran-des cajas de plantas exóticas condestino al Jardín Botánico de Ma-drid162. Finalmente, en dichos docu-mentos incluyó una emocionadamención a Isabel Sendales y Gómez,conmovido por su generosidad y suactuación impecable a lo largo delviaje que la habían hecho, tambiéna ella, enfermar.

162 Crf. SMITH, M. ( 1974) Op. cit., p. 60.RAMÍREZ MARTÍN, S. (2002), Op. cit.,pp. 56-57.

resultaron fallidos– de introd u c c i ó nde la vacuna en Cantón desde Bom-b a y, Madrás, Bengala y Malasia. Pesea ello, nada se pudo hacer para ven-cer la resistencia de las autoridadeschinas y sólo se consiguió vacunar apoco más de veinte personas1 6 1. Bal-mis no dejó de comentar irónica-mente que los intereses comercialesde la Corona británica habían recibi-do un regalo por parte del Rey espa-ñol y tanto el monarca como los pro-pios directores de la Compañía deFilipinas se indignaron con los agen-tes locales de la misma por su deja-dez. Sin embargo, los puntos de vistade éstos eran muy distintos: conside-raban que habían hecho todo lo quehabían podido para persuadir a loschinos e, incluso, que habían conse-guido contactar con un importantelíder de la comunidad de Cantón,Pan Ke Kua, quien les dijo que losoficiales tenían otras cosas muchomás importantes de las que ocuparse.Un suceso puntual, la muerte violen-ta de un ciudadano chino en la colo-nia portuguesa, había creado una cri-sis diplomática que tampoco ayudó amejorar la situación.

Ya no quedaba otra cosa que ha-cer más que volver a España, vuelta,por otro lado, que Balmis ya estabapreparando desde su llegada a Ma-

161 Balmis a Caballero. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente General, leg.1558-A.

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Fig. 25. Reglamento de vacunaciones editado en Manila (1809). Archivo Generalde Indias de Sevilla.

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Santa Elena, junio de 1806 - Ma-drid, diciembre de 1806

Siendo conocedor de que el largoviaje de vuelta a Portugal –unoscuatro meses– incluía una escala enla isla británica de Santa Elena, lle-vó el Director consigo una porciónde vacuna con objeto de introducir-la en aquella isla. Aunque le costóconvencer al Gobernador, RobertPatton, de la necesidad de la vacu-nación, tras dictar una serie de con-ferencias dirigidas a los médicos lo-cales y a ciudadanos distinguidos, eindicar que, en último caso, se trata-ba de una invención inglesa, final-mente la autoridad dio su autoriza-ción y se vacunaron todos los niñosde Santa Elena. La víspera de su par-tida, el día 16 de junio, tras una co-mida con Patton, éste dio a Balmisun paquete sellado que había llega-do de Inglaterra hacía ya variosaños. Dentro, al abrirlo, encontróuna porción de linfa y unas instruc-ciones escritas a mano por el propioEdward Jenner que nadie había uti-lizado.

El 17 de junio el Bom Jesus deAlem dejó Santa Elena rumbo a Lis-boa, donde arribó la tarde del 14 deagosto. Casi inmediatamente, Bal-mis escribió a Caballero para darlecuenta de los últimos avatares delviaje, incluyendo información sobrelos ejemplares de plantas que había

traído para el Jardín Botánico y queestaban custodiadas en la embajadaespañola y, naturalmente, para soli-citarle ayuda financiera que le per-mitiera viajar a Madrid. Tras unabreve estancia en la capital lisboeta,Balmis alquiló un carruaje y volvió ala capital del Reino, viajando pron-to a San Idelfonso, donde Carlos IVhabía establecido la Corte. El 7 deseptiembre de 1806 fue recibido porel Rey, quien se congratuló y le feli-citó por el éxito de la empresa, lomismo que el resto de la Corte. Fuesu gran día de gloria.

5.4. Los acontecimientos posterio-res a la llegada de Balmis a Es-paña

Como resultado de los conflictosarmados de España con Francia e In-glaterra, el contacto de Balmis conel resto de los compañeros de la Ex-pedición que habían quedado en lascolonias, fue mínimo. Existe unadocumentación dirigida a Gutiérrezen la que le hace partícipe de la nue-va situación política y en agosto de1808, tras la llegada de José Bona-parte – al que Balmis se niega a juraracatamiento, siendo por ello pros-crito y confiscados sus bienes – su-giere a su ayudante que, en el nuevoorden de cosas, debería Gutiérrezconsiderar volver a la metrópoli;aunque tampoco se olvida allí de pe-

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dirle un informe sobre cómo habíaido la vacunación en México en losúltimos tiempos. Durante la ocupa-ción de las tropas francesas en Ma-drid, la casa de Balmis fue saqueaday es posible que en ese momento seperdiera uno de los tesoros más pre-ciados, el diario detallado del propioDirector de la Expedición.

Vemos a Balmis en Sevilla y mástarde, en Cádiz, tras su huida de Ma-drid. Allí fue uno de los primeros enformar parte de la Junta Central queasumió el control del País en ausen-cia del Rey. En diciembre de 1809recibió noticias de la expediciónSalvany, una serie de breves escritosenviados desde La Paz, donde dabacuenta de su paso por los Virreinatosde Perú y Nueva Granada, así comosu deseo de ir a Buenos Aires.

Pese a la ocupación y la situacióntan convulsa que se estaba viviendoen España, el 30 de noviembre de1809 la Junta Central autoriza al mé-dico-cirujano alicantino a volver aNueva España para revisar las estruc-turas organizativas creadas duranteel viaje anterior. En febrero de eseaño parte precipitadamente desdeCádiz, huyendo esta vez de los ata-ques británicos sobre las costas anda-luzas rumbo a la colonia americana.Pero el México al que retornaba Bal-mis era muy diferente de la tranquilacolonia que había dejado en 1805. Elque había sido su enemigo, el Vi r r e y

I t u r r i g a r a y, había sido destituido y ensu lugar estaba Francisco Xavier deLizanza y Beaumont, Arzobispo deMéxico, quien, a su vez, fue sustitui-do por Xavier de Venegas. Entre lasituación convulsa en la que el paísestaba inmerso y su propia participa-ción en contra de la invasión france-sa en algunas ciudades como Va l l a-dolid o Xalapa, hicieron que desde elpunto de vista de su objetivo cientí-fico, nada pudiera hacerse. Balmisvolvió a España en agosto de 1811,según documentos que constan enlos archivos mexicanos y que estudióM. Smith (1974), aunque Díaz deYraola (1947), señala que no alcan-zó Cádiz hasta el 15 de febrero de1813 y que, unos días más tarde, pre-sentó a las Cortes españolas un in-forme sobre los avatares de la vacu-nación en Nueva España. Lasguerras independentistas destruye-ron las redes de vacunación creadastan laboriosamente, la conservacióndel fluido vacuno fue esporádica y enla mayor parte de las ciudades no eraposible aplicar la medida preventivacontra la viruela.

El 11 de marzo de 1813, Balmisinforma a las Cortes que ha recibidonoticias sobre la muerte de Salvanyen La Paz. Seis años más tarde, el 12de febrero de 1819, fallecía Balmisen Madrid a los sesenta y seis años.

¿Qué fue del resto de los miem-bros de la Expedición que había par-

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tido del puerto de La Coruña aquelya lejano día de 1803? Los datos dis-ponibles nos dan a conocer queFrancisco y Antonio Pastor volvie-ron a España en 1810. Miguel Lerdode Tejada, quien conoció personal-mente a Antonio Gutiérrez, relatóen su historia sobre la ciudad de Ve-racruz 1 6 3que vivió en la ciudad de

México hasta su muerte. Gutiérrez,considerado uno de los más presti-giosos médicos de la ciudad de Mé-xico, recibió una pensión del gobier-no mexicano como Directoremérito de una de las salas del hos-pital de San Andrés. Isabel Sendalesy Gómez posiblemente se quedó avivir en Puebla de los Ángeles.

163 Cfr. SMITH, M. (1974), Op. cit., p. 68.

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