la real expedición filantrópica de la vacuna (1803-1806)

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EN EL NOMBRE DE LOS NIÑOS: LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA (1803-1806) Emilio Balaguer Perigüell Rosa Ballester Añón

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EN EL NOMBREDE LOS NIÑOS:LA REAL EXPEDICIÓNFILANTRÓPICADE LA VACUNA (1803-1806)

Emilio Balaguer PerigüellRosa Ballester Añón

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ÍNDICE

PRÓLOGO ............................................................................................ 7

PRESENTACIÓN ................................................................................ 13

INTRODUCCIÓN ................................................................................ 17

1. INTRODUCCIÓN............................................................................ 191. 1.1. El problema de la viruela y las estrategias preventivas frente a

la enfermedad ............................................................................ 191. 1.2. Los estudios históricos sobre la imagen de Balmis y de la Expe-

dición de la Vacuna .................................................................. 26

2. LOS NIÑOS EN LA ESPAÑA DEL ANTIGUO RÉGIMEN: CIEN-CIA, ACTITUDES SOCIALES Y POLÍTICAS DE PROTECCIÓNA LA VIDA ...................................................................................... 29

1. 2.1. Población, utilitarismos y filantropía ........................................ 311. 2.2. La medicina de los niños en el contexto europeo .................... 321. 2.3. Los conocimientos médicos y su aplicación al cuidado de la in-

fancia en España ........................................................................ 451. 2.4. Los niños expósitos en la España Ilustrada .............................. 551. 2.5. Los niños que participaron en la Expedición ............................ 63

3. EL VIAJE DE BALMIS EN EL MARCO DE LAS EXPEDICIONESCIENTÍFICAS DE LA ESPAÑA ILUSTRADA ............................ 64

4. VIRUELA Y VACUNACIÓN EN ESPAÑA Y EN LOS TERRITO-RIOS COLONIALES DE ULTRAMAR ANTES DE LA LLEGADADE LA EXPEDICIÓN ...................................................................... 77

1. 4.1. El problema sanitario de la viruela ............................................ 771. 4.2. La inoculación antivariólica en España y en las colonias de Ul-

tramar ........................................................................................ 811. 4.3. La introducción de la vacunación jenneriana .......................... 86

5. LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA YSU SIGNIFICADO HISTÓRICO .................................................. 103

1. 5.1. Los preliminares del viaje .......................................................... 1031. 5.2. Los protagonistas ...................................................................... 113

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1. 5.3. Itinerario o derrotero: diario de viaje ........................................ 1301. 5.3. 5.3.1. La ruta común ................................................................ 1301. 5.3. 5.3.2. La Expedición se divide .................................................. 1441. 5.3. 5.3.2. 5.3.2.1. La Expedición de José Salvany y Lleopart ...... 1461. 5.3. 5.3.2. 5.3.2.2. La Expedición de FX. Balmis y Berenguer ...... 1531. 5.4. Los acontecimientos posteriores a la llegada de Balmis a España 173

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................... 177

ANEXO .................................................................................................. 181

Andrés Bello, «Venezuela consolada» (ca. 1804) .................................. 181

MAPAS .................................................................................................. 187

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Es para mí una satisfacción poderpresentar un libro tan oportuno y ri-guroso, como sanitario.

Es oportuno porque viene a coin-cidir con el segundo centenario dela Real Expedición Filantrópica dela Vacuna, dirigida por Balmis, que,como es sabido zarpó de La Coruñael 30 de noviembre de 1803, en quese dio a la vela la corbeta María Pitacon viento favorable y mar propicia.Y porque ha sido impulsado por laAsociación Española de Pediatría,que, preocupada por los problemassociales de la infancia, ha asumido,una vez más, su defensa en esta mag-nífica monografía.

Es riguroso porque ha sido reali-zado con estudio, documentaciónexhaustiva y paciencia por dos his-toriadores profesionales con un bri-llante curriculum en el campo de laHistoria de la Sanidad.

Y sobre todo es sanitario, puestrata la historia inicial de la Inmuni-zación, que es la técnica fundamen-tal de la Prevención primaria, prio-ridad de cualquier actividad de saludpública.

Hasta el descubrimiento de quela viruela de las vacas (viruela vacu-

na –de aquí el nombre–) podía pro-teger al hombre contra la temibleviruela humana, realizado por Jen-ner en 1796, la humanidad se en-contraba indefensa contra esta en-fermedad, de la que casi nadie selibraba y alcanzaba una letalidadmedia del 30%, por lo que se solíadecir «que un niño no era de su ma-dre hasta que había superado la vi-ruela». Los aislamientos, cuarente-nas, expurgos y fumigaciones al usoresultaban inútiles contra esta ende-mia. La técnica preventiva de lainoculación de las viruelas «benig»practicada en algunos países desde laantigüedad y extendida en Europaen el siglo XVIII, resultaba inseguray hasta peligrosa.

Las Familias Reales no eran aje-nas al problema, al haber padecidoesta enfermedad varios de sus miem-bros. Reyes, infantes y príncipes he-rederos murieron de viruela (ElPríncipe Baltasar Carlos en 1746,José I de Alemania en 1711, Luis Ide España en 1724), lo que determi-nó cambios sustanciales en el cursode la historia.

Jenner publica sus trabajos en1798 y ya en diciembre de 1800, lavacuna había llegado a España, con-

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PRÓLOGO

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cretamente a Puigcerdá, de la manodel Dr. Piguillem. Tanta celeridad,en un tiempo en que las noticias via-jaban a caballo o en barco de vela,no es de extrañar, dada la gravedadseñalada.

Cinco años después de la publi-cación de este descubrimiento, en1803, el Rey de España, Carlos IV,mandó organizar esta Expedición Fi-lantrópica, para extender la vacunaa todos los dominios de Ultramar,que comprendían: Canarias, nues-tras Indias del Continente America-no y Filipinas, que se extenderíatambién a Macao y Cantón, y devuelta para España, a la Isla de San-ta Elena, siendo por tanto esta em-presa la primera acción humanitariade ámbito universal que se realizó enel mundo. Y con unos medios preca-rios: un barco de vela, cuatro facul-tativos, seis enfermeros y unos cuan-tos niños, pues los adultos no eranaptos para esta empresa, pues casit odos habían padecido la viruela yno resultaban receptivos.

Ya entonces varias voces pronos-ticaron el fin de la viruela, gracias ala vacunación.

Pero las cosas no fueron tan rápi-das como era de desear, pues la igno-rancia y una mal entendida libertad,impidieron imponer la vacuna concarácter general. Sin embargo, seinicia el desarrollo de la inmuniza-ción en España. El 21 de abril de

1805 se promulga la Real Cédulamandando que en todos los hospita-les se destine una sala para conser-var el fluido vacuno. Y el mismo añola Junta Superior Gubernativa pu-blica una Instrucción detallada.Años más tarde la Ley Orgánica deSanidad de 1855 organiza la Sani-dad Marítima (Sanidad exterior) ydedica el Capítulo XIX a la vacuna-ción, recordando «la obligación decuidar sean vacunados oportuna ydebidamente todos los niños». PorR.O. de 24 de julio de 1871, que fir-ma D. Amadeo de Saboya, se crea elInstituto Nacional de la vacuna.

En 1885, con ocasión de la cuar-ta epidemia de cólera, Ferrán pone apunto una vacuna contra el cólera,pero los responsables sanitarios noautorizaron su extensión por consi-derarla insegura.

En 1899, a poco de que Behringdescubriera la sueroterapia, por R.D. del 28 de octubre, que firma laReina Regente Doña María Cristinay D. Eduardo Dato como Ministro,se crea el Instituto de Sueroterapia,Vacunación y Bacteriología «Alfon-so XIII», verdadera «casa mater» dela Sanidad de España y se nombradirector a Ramón y Cajal. En el«Alfonso XIII», además de desarro-llar las técnicas de Desinfección, seelaboraban vacunas antivariólicas yantirrábicas y sueros equinos contrala difteria y el tétanos, consiguiendo

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controlar la enorme mortalidad deestas enfermedades.

No obstante, en 1900 todavía secontabilizaron 6.497 fallecidos porviruela. Hasta 1903 no se consiguiópromulgar un Real Decreto, que sedecidía por la obligatoriedad. Gra-cias a la tenacidad de los responsa-bles de la Sanidad en esta época selogró alcanzar una pre-erradicaciónen 1929 (con sólo dos fallecidos).

Otras vacunas se fueron implan-tando paulatinamente, primerocontra la fiebre tifoidea y despuéscontra la tuberculosis (BCG). En1943 se declara obligatoria la vacu-na contra la difteria. Y la Ley de Sa-nidad Nacional de 1944 dedica suBase 4ª a la Lucha contra las enfer-medades infecciosas.

Hubo un rebrote de viruela conla guerra civil, pero se alcanzó laerradicación total en España en1955.

En 1978, la Organización Mun-dial de la Salud conseguía certificarla erradicación a nivel mundial. Esésta la primera enfermedad que seconsigue desterrar del mundo, gra-cias a la técnica sanitaria.

En la década de los sesenta se ge-neralizó la triple vacuna (difteria,tétanos y tos ferina), además de lavacuna contra la poliomielitis. Mástarde la vacuna de la rubéola, el sa-rampión, la parotiditis, la hepatitis,

meningitis, etc. Hoy día se puedeafirmar sin hipérbole, que la cober-tura alcanza a más del 95% de la po-blación. Y prueba de ello es la desa-parición total de la difteria, elsarampión, la poliomielitis y otras.Obviamente, la Sanidad actual tie-ne vocación preventiva, como se re-afirma en la Constitución de 1978 yespecialmente en la Ley General deSanidad de 1986.

Se puede afirmar rotundamenteque la eficacia de las vacunaciones,en especial las sistemáticas, han sidola causa fundamental de la extraor-dinaria disminución de la inciden-cia de las enfermedades correspon-dientes, y que su costo, en lamayoría de lo casos, es asumible porlos servicios sanitarios.

***

El viaje de la vacuna se entiendeen el contexto de lo que fue la cien-cia española en el siglo XVIII y den-tro del conjunto de las expedicionescientíficas que tuvieron lugar en losreinados de Carlos III y Carlos IV,que tanto contribuyeron a la incor-poración de España a la cienciaeuropea. No corrían vientos bonan-cibles para España en los comienzosdel siglo XIX, ni habían sido mejoresal final del XVIII, pero como señalaun ilustre comentarista de la historiasanitaria española, esta empresa re-cogería el espíritu de las tres grandescreaciones de este mencionado si-

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glo: el «hombre sensible», «la ilus-tración» y la «filantropía». Con elconmovedor título de «Expediciónfilantrópica», se trata de un procesobeneficiario y partícipe de las refor-mas científicas, sociales, políticas,administrativas y culturales favore-cidas por la dinastía Borbónica.

La preocupación por la amenazade las epidemias había determinadoque se crease, en 1721, la Junta Su-prema de Sanidad, órgano central,cuya principal función era evitarque aquéllas pudieran difundirse porlas vías marítimas, a cuya labor cola-boraban las Diputaciones de salud oJuntas de Sanidad de los Puertos ylas Juntas de Sanidad locales y re-gionales, que se ocupaban de estosproblemas.

Llama la atención la claridad delos objetivos técnicos perseguidospor Balmis, que consistían en: di-fundir el beneficio de la vacuna deJenner a los países de Ultramar, delos Virreinatos previstos en el derro-tero de la Expedición, la de instruira los médicos y personas interesadaspor esta cuestión en las poblacionesvisitadas y la creación de las «Juntasde Vacunación», y en alguna oca-sión, Juntas Sanitarias, para que seencargasen de conservar el fluidovacuno activo a través del tiempo,buscando para ello la participación yel compromiso en su funcionamien-to de personajes destacados de la so-

ciedad, así como el establecimientode las «Casas de Vacunación Públi-cas». Cada una de las Juntas tendríaun reglamento propio, circunstanciaque tuvo gran importancia en elproceso de la independencia con lacreación de comunidades científicasnacionales en los territorios de losVirreinatos.

Hay que mencionar, no obstante,que la vacuna no llega a Américaexclusivamente de la mano de la Ex-pedición. La rápida divulgación dela práctica jenneriana facilitó unambiente favorable a la vacunacióny, por otra parte, la permanenteamenaza de epidemias de viruela, sucontagio fácil y rápido, la causa des-conocida, el tratamiento inseguro yla muerte probable, determinó quese llevasen a cabo iniciativas localespara disponer de la vacuna con ur-gencia, incluso antes de la arribadade esta expedición. Pero fue a partirde la Real Orden del 4 de agosto de1803, anunciando la expedición,cuando se intensifican las gestionesvacunales.

Los niños que habrían de llevaren sus brazos el tesoro del viaje, elfluido vacunal, fueron los que hicie-ron posible que la Expedición llega-se a buen término; por tanto, losprotagonistas y los principales bene-ficiarios de la empresa. Este hecho, ylas especiales circunstancias queconcurrieron en su participación,

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justifica sobradamente que en estapublicación se lleve a cabo un pro-fundo y acertado análisis sobre lanaturaleza de la infancia en el esta-do de salud y de enfermedad y, esen-cialmente, de la herencia que enesta materia la medicina mod e r n arecibió del mundo clásico. La evoca-ción histórica a los antecedentes enla medicina antigua y medieval,autores y fuentes escritas más repre-sentativas de la Medicina de los ni-ños en los ámbitos europeos y espe-cialmente en el hispano, centradoen los siglos XV al XVIII, la descrip-ción por primera vez de muchas dela enfermedades infantiles de formaindividualizada, la difusión de tex-tos, doctrinas y la implantación deinstituciones, así como las manifes-taciones de la sensibilidad hacia estacuestión en el período ilustrado,marcan los orígenes de la pediatríaen el sentido moderno. Factores queconvergieron a lo que, posterior-mente, se denominó el «descubri-miento del niño», que cristalizaría, asu vez, en la aparición de profesio-nales con un cuerpo y doctrinas pro-pios dedicados a esta atención médi-ca a partir de la primera mitad delsiglo XIX.

En este análisis se considera elescándalo moral y económico de lascausas que determinaban las eleva-dísimas y aterradoras cifras de mor-talidad infantil; la reacción institu-cional, tanto pública como privada

ante esta situación, con la creaciónen Europa de centros caritativosdestinados a recoger los niños aban-donados, en donde se mezclabanniños sanos y enfermos, con el de-nominador común de pobreza y de-samparo, y, es en este movimiento,donde mejor encaja el concepto deFilantropía. Esto es, el desarrollo deun elaborado sistema de institucio-nes caritativas con el objeto de miti-gar las pésimas condiciones de vidade la mayoría de la población en elperíodo preindustrial.

Es excitante el relato de las pre-visiones adoptadas para organizar elviaje para extender la vacuna, efec-tuadas en el corto período de tiempode poco más de ocho meses, consi-derando, además, las limitaciones detoda naturaleza existentes de aque-llos tiempos, por otra parte azarososy difíciles, que se asemeja a unacomplicada aventura, en donde loshechos se sucedieron vertiginosa-mente: las distintas entidades y per-sonajes que intervinieron tanto enla organización, en la toma de deci-siones, en su financiación, eleccióndel personal o en las contratacionesde los barcos. Sorprende y apasionaseguir de la mano de los autores deesta obra la complejidad de losacontecimientos que tuvieron lugaren el transcurso de los desplaza-mientos, en donde las vicisitudes,dificultades, penalidades y trabajosfueron incontables, poniendo a

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prueba la constancia, el tesón y la-boriosidad de los expedicionarios,que tuvieron que superar, entreotras, la enorme extensión de los te-rritorios recorridos, la inclemencia yrigurosidad de los variados climas, laaspereza de las tierras casi salvajes ylos peligros de la navegación a vela.

Es impresionante recordar losantecedentes y el comportamientoque tuvieron las personas que prota-gonizaron directamente las activi-dades para la propagación de la va-cunación. Por ser un grupo tanreducido, y en su homenaje en esteaño que se celebra el Bicentenariode aquellos hechos, procede enun-ciar, una vez más, sus nombres: losde los responsables directos de lasdos partes en que se dividió la Expe-dición, Xavier de Balmis y Beren-guer y José Salvany Lleopar, la per-sona más entregada, sufrida yolvidada; los también cirujanos Ma-nuel Julián Grajales y Antonio Gu-tiérrez Robledo. Los practicantesFrancisco Pastor Balmis y Rafael Lo-

zano Pérez. Enfermeros Basilio Bola-ños, Pedro Ortega y Antonio Pastor,la nombrada por primera en nuestrahistoria sanitaria con el cargo de en-fermera, Isabel Sendales y Gómez,Rectora de la Casa de Expósitos, quedesempeñó una singular labor en elcuidado de los niños y los niños va-cuníferos procedentes de la penínsu-la o de las provincias de Ultramar,en muchos casos innominados –y enalgún momento con esclavos–, quehicieron posible una de las más be-llas y honrosas páginas de nuestrahistoria sanitaria.

El recuerdo también para el Dr.José Felipe Flores, gran impulsor yprimer redactor del derrotero de laExpedición y a Pedro del Barco y Es-paña, capitán de la Corbeta M a r í aPita.

Como alguien hizo notar: ¡Extra-ños pasajeros y curiosa expedición!

Excma. Sra. Ministrade Sanidad y Consumo

Dra. Ana Pastor

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La viruela es una de las enferme-dades infecciosas conocidas desde laAntigüedad y que durante sigloscausó las peores plagas que ha sufri-do la Humanidad. La primera epide-mia de la que se tienen noticias de-bió ocurrir en el año 135 antes deJ.C., durante la guerra entre losegipcios y los hititas. La viruela norespetaba edades ni clases sociales.Según comenta Frank Fenner en sulibro «Smallpox and its eradica-tion» a finales del siglo XVIII, enEuropa, morían unas 400.000 perso-nas al año como consecuencia de laViruela y aproximadamente la ter-cera parte de los supervivientes sequedaban ciegos.

La propagación de la Viruela trasla llegada de los descubridores alNuevo Mundo era un hecho inevi-table, dada la situación en Europa.De hecho en 1518 tras la llegada delos conquistadores a «La Española»,la actual isla que comparten la Re-pública Dominicana y Haití, se pro-dujo un brote de Viruela, enferme-dad hasta entonces desconocida,que diezmó a la población autócto-na. A partir de este foco la Viruela seextendió por las Américas y exter-

minó a gran parte de pueblos y co-munidades, causando gravísimos es-tragos en la población de México.

En el siglo XVIII la Viruela eraconsiderada una enfermedad con unimportante componente social, yaque cursaba con elevadas cifras demorbi-mortalidad, tenía una impor-tante repercusión laboral y al mismotiempo creaba una extraordinariaalarma social.

Hubo un hecho que no pasó de-sapercibido a los Médicos de la épo-ca al observar que los supervivientesque superaban la Viruela, quedabanindemnes (inmunizados) y no volví-an a padecerla. Esto condujo a pen-sar que inoculando la enfermedadpadecida por un enfermo en sus for-mas más leves, a otra persona, se evi-taría la enfermedad y de esta mane-ra se protegería a los individuossanos. Esta práctica de «varioliza-ción» se conocía y realizaba en Chi-na y en India, desde muchos siglosatrás y se extendió posteriormente aOriente Medio. Un personaje fun-damental en la difusión de la vario-lización fue Lady Mary Wo r t h e yMontagu, esposa del embajador bri-

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PRESENTACIÓN

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tánico en Constantinopla, que so-metió a su hijo a la variolización yque difundió y apoyó esta técnica asu vuelta a Londres en 1721, coinci-diendo con una epidemia de Virue-la, que en esta época asoló a la capi-tal británica. En 1722, trascomprobar los efectos beneficiososde la variolización en varios sujetoscondenados a muerte, se practicó lavariolización en los hijos de la fami-lia real inglesa.

Otro personaje clave en la his-toria de la Viruela y promotor de laprevención de enfermedades infec-ciosas a través de las vacunas fueEdward Jenner (1749-1823). Estemédico rural observó en su pueblonatal, Gloucestershire, que las mu-chachas que trabajaban en las gran-jas ordeñando vacas y que habíanpadecido una enfermedad llamadav a c u n a, nunca enfermaban de Vi-ruela. Esta observación tan simple ylógica, como extraordinaria por sutrascendencia, impulsó a Jenner ainocular al niño James Phipps, en1796, con la linfa procedente de lamano de una moza de establo, lla-mada Sarah Nelmes, que padecíavacuna, comprobando con inocu-laciones posteriores de Viruela alcitado niño, que éste estaba prote-gido y que era inmune a la enfer-medad. Estos experimentos y con-clusiones fueron enviados porJenner a la Royal Society de Lon-

dres, la cual no los publicó al noconsiderarlos de interés. De estamanera Jenner sentó las bases mo-dernas de la prevención mediante«vacunaciones» (palabra proce-dente de vacuna), cuyos beneficioshan sido y siguen siendo de una ex-traordinaria trascendencia.

Como consecuencia de los estra-gos que la Viruela producía en los te-rritorios de ultramar de la Corona deEspaña (América y Filipinas) el 1 deSeptiembre de 1803, el rey Car-los IV de España, que había perdidoun hijo como consecuencia de la Vi-ruela, emitió un edicto dirigido a to-dos los funcionarios de la Corona y alas Autoridades civiles y religiosasde sus dominios de Asia y Américaen el cual se anunciaba la llegada deuna expedición y ordenaba el plenoapoyo a la misma, la cual tenía comoprincipales funciones: 1) vacunargratuitamente a toda la población;2) enseñar a preparar la vacuna an-tivariólica en los dominio de ultra-mar y 3) organizar Juntas Municipa-les de vacunación para llevar a caboun registro de las vacunas realizadasy mantener suero para vacunacionesfuturas.

Esta expedición que fue dirigidapor el Dr. Francisco Xavier Balmis,siendo el vicedirector el Dr. JoséSalvany, partió del puerto de La Co-ruña, el 30 de noviembre de 1803,en la corbeta María Pita y constitu-

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ye una de las empresas de salud pú-blica más extraordinarias de toda lahistoria de la Humanidad. Sus obje-tivos, su aplicación, su trascenden-cia social y sanitaria, sus dificultadesy su universalidad constituyeronuna epopeya gigantesca, nunca su-perada y por lo tanto un argumentoindiscutible de que fueron muchasmás las luces que las sombras enel complejo proceso del descubri-miento y colonización del NuevoMundo.

La «María Pita» llega a PuertoRico en Febrero de 1804, tras laobligada escala en el archipiélagocanario, que aprovechó para realizarvacunaciones en Tenerife, llevandoa bordo 22 niños de la casa de Expó-sitos de La Coruña acompañados desu directora Dña. Isabel Sendales yGómez. La vacuna se mantenía porinoculaciones de brazo a brazo entrelos niños a lo largo de la travesía ytambién se transportó una carga desuero de la vacuna guardada entreplacas de vidrio sellado. AsimismoBalmis llevaba miles de ejemplaresde un Tratado en el cual se recogíacomo se debía vacunar y como habíaque conservar el suero. Este libro fuesin duda alguna el primer Manual deVacunas del que se dispuso en elmundo.

La actitud de Balmis, como Di-rector de la Expedición pone de ma-nifiesto que junto al componente fi-

lantrópico y social existía un evi-dente rigor científico.

Balmis da una serie de consejosantes de que los expedicionarios sedirijan a los distintos destinos delImperio Español tales como: 1) lanecesidad de observar la influenciade la vacuna en las enfermedadescomunes y de fijar aquellos resulta-dos con la máxima exactitud posi-ble; 2) observar también, junto a as-pectos relativos a Medicina yBotánica, aquellos referidos a la his-toria natural, la industria y el arte,en una especie de estudio antropo-lógico, 3) recoger cuáles eran lasenfermedades típicas de cada país,sus síntomas y los regímenes curati-vos. Junto a este tipo de recomen-daciones teóricas, dio una serie deconsejos prácticos destinados a bus-car la máxima eficacia en la conser-vación y la difusión de la vacuna,llegando a detallar hasta los aspec-tos más nimios.

De esta manera se lleva a cabouna Expedición que partiendo de LaCoruña, hace escala en Tenerife yllega a Puerto Rico pasando seguida-mente a Venezuela, donde la Expe-dición se divide en una encomenda-da a Salvany que se dirige a Santa Fede Bogotá, Perú, Buenos Aires, etc.muriendo Salvany en Apequipa en1808. Por su parte Balmis se dirige aCuba y de allí pasa a Yucatán, ex-tiende la vacuna por México en lu-

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gares tan alejados como Sonora,Chihuahua, Texas, etc. El 7 de Fe-brero de 1805 Balmis abandona elcontinente americano y pone rum-bo a Filipinas, Macao y Cantón. El15 de Junio de 1806 llega a la isla deSanta Elena, un mes después a Lis-boa y de allí a Madrid, donde la Ex-pedición tras sufrir múltiples penali-dades, muchas incomprensiones, ysuperar extraordinarias dificultades,pone el punto final de una epopeyatan extraordinaria y grandiosa comopoco conocida, a la cual el mundocientífico y sanitario rinde su admi-

ración y reconocimiento en su bi-centenario.

La Asociación Española de Pedia-tría, con el patrocinio de Wyeth Far-ma, quiere a través de este libro rendirun modesto pero emocionado home-naje a esta gesta sin precedentes, queEspaña brindó a la Humanidad.

Prof. Alfonso Delgado Rubio.Catedrático de Pediatría

y Puericultura de la Universidaddel País Vasco.

Presidente de la AsociaciónEspañola de Pediatría.

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El descubrimiento de Jenner seha presentado tradicionalmentecomo una de las aportaciones cien-tíficas que de forma más clara handado un vuelco a las condiciones devida de la humanidad. El objeto deesta monografía es el estudio históri-co de cómo un determinado país enun determinado momento histórico,la España tardoilustrada, afrontó unformidable reto: la eliminación de laviruela en las colonias españolas deUltramar a través de una medidapreventiva, la vacunación antiva-riólica.

La intervención preventiva sir-vió a muy diferentes intereses cien-tíficos, ideológicos, económicos ypolíticos, pero tuvo un trasfondohumanitario innegable. Desde laperspectiva de la historia de la me-dicina preventiva y de la salud pú-blica, ayudó a consolidar en las co-lonias de Ultramar unas estructurasorganizativas de gran interés y con-tribuyó a la formación de profesio-nales y a su capacitación en este te-rreno, lo que tenía gran importanciaen un momento inmediatamenteprevio a la Independencia, cuando

ya se estaban dando los pasos para lacreación de una ciencia autónoma.

El libro está concebido para unlector culto, pero no necesariamen-te profesional de la historia de lamedicina, ni siquiera de la historia.Hemos intentado acercarnos a lagran aventura que fue la Real Expe-dición Filantrópica de la Va c u n a ,con un lenguaje sencillo, pero bus-cando siempre el rigor histórico y,sobre todo, contextualizando el pro-ceso en las coordenadas indispensa-bles para no aislar los hechos y evi-tar las actitudes excesivamentepanegíricas o descalificadoras de lafigura de Balmis y de la de los otrospersonajes. No olvidemos que en losaños de la Expedición y en los inme-diatamente posteriores, se estánp r oduciendo acontecimientos tanimportantes que cambiarán el pano-rama político y social tanto en lametrópoli como en las colonias.

Sobre la Expedición se ha publi-cado mucho, casi diríamos que dema-siado, en el sentido del viejo refránde que tanto árbol ocultaba el bos-que. De hecho en la investigación so-bre el tema se puede destacar tres hi-

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INTRODUCCIÓN

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tos: el discurso de Eduardo MorenoCaballero en el Instituto Médico Va-lenciano en 18851; la síntesis deGonzalo Díaz de Yraola2 y la recientemonografía de Susana María RamírezM a r t í n3. Posiblemente sea esta últi-ma, por tratarse de una consistenteprofesional de la historia, la más ma-tizada. Sin embargo, era necesario,sin renunciar al rigor metod o l ó g i c o ,ofrecer una síntesis en la que los múl-tiples factores ideológicos, sociales,políticos, económicos y sanitarios,que estuvieron motivando el evento,fueran considerados en su auténticadimensión. Éste ha sido nuestro obje-tivo. ¿Lo habremos conseguido? Loslectores darán su veredicto.

En todo el libro hemos querido,ya desde el título, dar un protagonis-mo especial a los niños, precisamen-te porque han sido tradicionalmen-te los más olvidados, no sólo en estahistoria, sino en todas las historias.Afortunadamente, su presencia estásiendo cada vez más valorada por loshistoriadores porque, como también

sucede en la actualidad, son un indi-cador especialmente sensible paramedir lo mejor y lo peor de una so-ciedad, su grado de desarrollo y suvisión de futuro. A estos niños, unosconocidos, los más anónimos, de en-tonces y de ahora, que han experi-mentado y padecen el sufrimiento ya los médicos y pediatras que les hanaliviado y a todos aquellos que, des-de el siglo XVIII, han luchado por ladignidad del niño en el mundo labo-ral, de la enseñanza y de la sanidaden un sentido amplio, queremosrendir este pequeño homenaje.

Finalmente, deseamos agradecera la Asociación Española de Pedia-tría, en la persona de su presidente,el doctor Alfonso Delgado, su ama-ble invitación para llevar a cabo estetrabajo. Nuestro amigo de tantosaños y tantas luchas, el doctor Fran-cesc Asensi, ha sido una personaclave para que el libro llevara a buentérmino. Consuelo Nicolás desdelos Laboratorios Wyeth, ha sabidoestar en todo momento atenta en lasiempre farragosa tarea de edición.Finalmente, la ayuda de José L.Duro Torrijos ha sido inestimablepara la elaboración de los mapas y eldiseño de la portada. A todos ellos,nuestra gratitud.

Xàtiva, marzo de 2003

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1 MORENO CABALLERO, E. Sesión Apo -logética dedicada al Dr. D. Francisco Xavier deBalmis y Berenguer, Valencia, Imp. de Ferrerde Orga, 1885.2 DÍAZ DE YRAOLA, G., La vuelta al mun -do de la Expedición de la Vacuna, Escuela deEstudios Hispano-Americanos, 1948.3 RAMÍREZ MARTÍN, S. M., La salud delImperio. La Real Expedición Filantrópica de laVa c u n a , Madrid, Doce Calles/ FundaciónJorge Juan, 2002.

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1.1. El problema de la viruela y lasestrategias preventivas frentea la enfermedad

Vista con perspectiva histórica,la viruela y la vacunación contraesta enfermedad representan la do-ble cara de la tragedia y la esperanzahumanas. Un artículo reciente rotu-laba así la reflexión de los autoressobre pasado y presente de la enfer-medad, «Viruela: el triunfo sobre elmás terrible de los ministros de lam u e r t e »4, título, por otro lado, to-mado de la obra de un autor inglés,Macaulay, escrita en 1800. Este ca-rácter emblemático lo ha adquiridotambién por tratarse, como es bienconocido, de la primera enfermedadinfecciosa erradicada formalmenteen el Planeta por la OrganizaciónMundial de la Salud. Las manifesta-ciones clínicas de la enfermedad ensu versión más característica de laviruela clásica o verola maior, o f r e-cen una imagen muy espectacular,no sólo por la sintomatología de ma-

lestar general con fiebre, vómitos odolor lumbar graves, sino, sobret odo, por la aparición, primero deun exantema, y más tarde de lesio-nes dermatológicas en forma de pús-tulas purulentas que cubren todo elcuerpo, que se ulceran y se infectancon gran facilidad. Las pústulas a ve-ces confluyen formando lesionesque ocupan amplias extensiones dela piel y no en pocas ocasiones que-da afectada la visión por la afecta-ción de la córnea. Más tarde se dese-can las pústulas y caen las costras,dejando una huella indeleble en elrostro con las características derma-tológicas con que los profanos iden-tifican a los variolosos como «pica-dos» de viruela. La letalidad en laspersonas no vacunadas oscila entreel 30 al 60%.

El conocimiento que hoy posee-mos de la etiología y fisiopatologíadel proceso nos permite entender re-trospectivamente la historia naturalde la enfermedad y la eficacia de lavacunación como medida preventi-va, en clave genética e inmunológi-ca. El poxvirus (variola virus) quesólo puede desarrollarse en la espe-cie humana, ya que no se conocen

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1. INTRODUCCIÓN

4 B A R Q U E T, N., DOMINGO, P. Small-pox: the triumph over the most terrible ofthe ministers of death. A n n . I n t e r. M e d. ,1997, 127, pp. 635-642.

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reservorios animales, está genética-mente emparentado tanto con el vi-rus de la vacuna (cowpox virus)como con el del productor de la vi-ruela de los simios (monkeypox vi -rus). La sintomatología causada porestos tres agentes causales es muyparecida y la existencia de una in-munidad cruzada parece darnos laclave doctrinal de la práctica jenne-riana, basada en un empirismo clíni-co refinado propio del momentohistórico en el que vivió el médicoinglés. La peculiaridad de tratarse deuna infección específicamente hu-mana, en el caso de la patología cau-sada por el variola virus, ha hechoposible la erradicación al ser el virusincapaz de sobrevivir fuera de dichohuésped humano.

La excelente y sintética revisiónhistórica que Carreras Panchón5 hahecho del tema entre nosotros, nos

orientan en el establecimiento de sucronología. Es dudosa la presenciade la enfermedad en restos paleopa-tológicos de momias del Egipto An-tiguo de la XX Dinastía (c a. 1200a.C.) y, por el contrario, hay muchasevidencias de su existencia en laChina de los primeros años de nues-tra era, en el siglo I. En el mundoeuropeo parece constatada a partirdel siglo VI en los países ribereñosdel Mediterráneo, no estando clarasu presencia en la cultura helénica oromana anteriores. Durante toda laEdad Media se verifica la apariciónde enfermos de viruela, y testimo-nios clínicos como los que aportaRhazes, autor de una monografíaconsagrada a la viruela y el saram-pión, De variolis et morbilis y deAvicena, quien remarca su conta-giosidad, muestran que no era preci-samente desconocida. Las Cruzadasfavorecieron también su expansión.Sin embargo, es a partir del periodom oderno, en el Renacimiento,cuando alcanzó caracteres de enfer-medad catastrófica.

¿Qué elementos confluyeronpara el despunte tan espectacular dela viruela en el periodo moderno en-tre los siglos XV a XVIII? Una de lasclaves hay que buscarla en las mi-graciones que se produjeron enEuropa en relación con las guerrasde religión surgidas tras la irrupciónde la Reforma protestante y la pos-

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5 CARRERAS PANCHÓN, A. Miasmes iretrovirus. Quatre capítols de la història de lesmalalties transmissibles. Barcelona, FundacióUriach 1838, [Col.lecció Històrica de Cièn-cies de la Salut, nº 2], 1991. Allí nos remiti-mos para la muy extensa bibliografía que so-bre la historia de la viruela y de lavacunación a nivel internacional se ha ge-nerado. A destacar, como estudios de con-junto, el clásico trabajo de ACKERK-N E C H T, E.H. History and geography of themost important diseases. New York, Hafner,1965 y el más reciente de HOPKINS, D.R.,Princes and Peasants. Smallpox in history. Chi-cago, The University of Chicago Press,1983.

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terior Contrarreforma. El trasiegode personas debió favorecer lastransmisiones. En segundo lugar, ladifusión de la viruela a nivel plane-tario está indisolublemente unida alos descubrimientos geográficos quese produjeron en la Edad Moderna.El descubrimiento de América des-plazó hacia las Indias Occidentalesuna gran cantidad de colonizadores,españoles y portugueses y gente devarios países europeos que penetra-ron en un espacio inmenso, de Alas-ka a la Tierra de Fuego, que vivíanen un ecosistema muy diferente deleuroasiático. S. Watts6, haciendo unlargo recorrido histórico sobre la vi-ruela en el Nuevo Mundo, sintetizael proceso como «desde el holocaus-to a la erradicación». En efecto, mu-chos epidemiólogos e historiadoresadmiten que, al no encontrarse en elNuevo Mundo la viruela, la pobla-ción no había tenido oportunidadde desarrollar mecanismos inmuni-tarios para luchar contra la enferme-dad. Aunque se trata de una discu-sión no cerrada, ciertamentetenemos muchos datos que confir-man el holocausto del que habla elhistoriador inglés. Parece demostra-do que la viruela penetró en la Islade La Española (Santo Domingo)en 1516 como consecuencia de la

llegada a la isla de esclavos negrosinfectados en un barco portugués.En México llega con las tropas queauxiliaron a Hernán Cortés en 1520y en 1525 al reino Inca a través de laexpedición de Pizarro al Perú. Entre1558 y 1560 llega al Río de la Platay en 1562 al Brasil. La catástrofe de-mográfica posterior es difícilmenteimaginable. De los 18 millones dehabitantes con los que contaba Mé-xico a la llegada de los conquistado-res, en 1600 se convirtieron en pocomás de un millón. Esta tragedia nopuede ser achacada únicamente a lasguerras u otras formas de explota-ción, sino también a este tipo de pa-tologías que apenas afectaban a losconquistadores que eran la mayorparte de ellos inmunes a la enferme-dad por haberla pasado en su infan-cia o juventud. Esta situación pro-ducía, además, un incremento de ladesmoralización de las comunidadesindígenas, por la percepción de de-bilidad «natural» frente a la mayorfortaleza «natural» de los europeospara resistir la enfermedad.

En Europa la viruela no tuvo lasconsecuencias tan funestas que he-mos visto en tierras americanas, aun-que su expansión en el siglo XVII fuemuy extensa. Los brotes epidémicossurgidos en la Inglaterra de la segun-da mitad del siglo XVII, fueron elacicate para la elaboración de muy

6 WATTS, Sh. Epidemics and History. Disea -se, Power and Imperialism. New Haven/ Lon-don, Yale University Press, 1997.

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importantes estudios como los lleva-dos a cabo por Thomas Sydenham.

Variolización y vacunación

La variolización fue el primer in-tento conocido para prevenir la en-fermedad. El método era usado en lamedicina tradicional china, al me-nos desde el siglo X, y en sus oríge-nes la práctica consistía en insuflaren la cavidad nasal de una personasana, costras pulverizadas proceden-tes de la última fase de la enferme-dad de un paciente que la hubierasufrido. También hay indicios de di-cha práctica en la medicina indiatradicional y en otros lugares comoen algunas zonas del imperio Turco yen Estambul fue llevada por gentesprocedentes del Cáucaso.

En Europa la inoculación pene-tró, por vez primera, en la Inglaterradel siglo XVIII a través de dos médi-cos que la dieron a conocer en laprestigiosa Royal Society londinen-se ya que, aunque nunca la habíanvisto con sus propios ojos, sabían deella por medio de las informacionessuministradas por corresponsales dela Sociedad en Oriente. En 1714 unmédico griego formado en Padua yen Oxford, con residencia en Estam-bul, Emmanuel Timoni, publicó unacomunicación en el órgano de ex-presión de la Royal Society, las fa-mosas Philosophical Tr a n s a c t i o n s ,

en la que presentaba sus propias ex-periencias con la inoculación: de las50 personas que había inoculado, 46sufrieron la enfermedad de formaatenuada y el resto no está claro quela padecieran pero ninguno de ellosmurió. Timoni había aprendido latécnica de dos mujeres que se dedi-caban en Estambul a esta práctica,destinada sobre todo a prevenir lasdeformaciones que a causa de la vi-ruela se producían en la cara de lasmujeres y que se utilizaba con un ob-jetivo estrictamente estético.

Aquí es donde entra en escenalady Mary Wortley Montagu quienhabía arribado a Turquía en 1717acompañando a su marido que ibacomo embajador a una misión diplo-mática de pacificación entre Austriay el imperio Turco. Muy sensibiliza-da por haber sufrido en sus propiascarnes la enfermedad de la que, ade-más, había muerto un hermano suyo,sería la gran propagandista del méto-do de la inoculación. En su propiorostro, picado de viruela, sin pesta-ñas, ella que había sido una mujeradmirada por su belleza, podía sentirdiariamente los estragos que causabala enfermedad. En primer lugar, hizoque inocularan a su hijo, no siendoajeno a esta decisión el propio Ti m o-ni. A su vuelta a Inglaterra, desarro-lló una muy intensa labor de persua-sión. El terreno, además, estabaabonado para la semilla porque la vi-

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ruela representó en el siglo XVIII loque la peste o la sífilis en siglos ante-riores. Nadie se libraba de pasarla,fuera rico o pobre. También la pade-cieron miembros de alguna de las fa-milias reales, como Luis XV, el zarPedro II o la reina María de Inglate-rra. En este último país, la repercu-sión política fue enorme: la muertepor viruela del duque de Gloucester,heredero del trono, eliminó a la di-nastía Estuardo y dio paso a los Han-n o v e r. En la segunda mitad del siglo

XVIII se impone en muchos lugaresy no es ajena a esta difusión la sensi-bilidad de las cortes europeas, dondese sucedían las muertes por viruelade los pequeños príncipes. Se estimaque entre 1766 y el final del siglo seinocularon en Gran Bretaña más de200.000 personas.

En este contexto se produjo laentrada, en la lucha contra la virue-la de Edward Jenner (1749-1823),un cirujano nacido en Berkeley,

Fig. 1. Retrato de Lady Wortley Montagu (1689-1762), vestida a lausanza oriental, símbolo de su estancia en Turquía donde conoció lapráctica de la vacuna.

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condado de Gloucester, en 1749. Sehabía formado en calidad de ciruja-no con el prestigioso John Hunter,pero su actividad profesional se ha-bía desarrollado en su localidad na-tal, lejos de los círculos intelectualeslondinenses. Su capacidad de obser-vación científica se puso de relieveen la comunicación presentada a lasPhilosophical Transactions sobre untema de historia natural. El interés

despertado entre los médicos por laviruela también alcanzó a Jenner. Através de su experiencia como ino-culador, observó que aquellas perso-nas que habían sufrido la viruela delas vacas, cuando recibían el pusprocedente de un varioloso, no pre-sentaban ningún síntoma o, comomucho, un ligero enrojecimiento dela piel. Ello le impulsó a comprobarde manera rigurosa la creencia po-

Fig. 2. Retrato de Edward Jenner (1749-1823). Autor: J.Raphael Smith, 1800. Wellcome Historial Medical Mu-seum.

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pular según la cual quien había pa-decido el cow pox, no padecía la vi-ruela. Cuando comunicó su propósi-to al gran Hunter, éste le contestóde forma lapidaria: «No pienses más,ensaya; sé paciente y exacto». Ya enB e r k e l e y, observó durante variosaños los hechos de los que le habíanhablado y el 14 de mayo de 1796procedió a la primera inoculaciónexperimental en el cuerpo del niñoJames Phipps. Usó para ello linfaprocedente del brazo de una lecheraafecta de cow pox. Pocos días mástarde, el 1 de junio, inoculó a JamesPhipps pus de viruela humana ypudo comprobar la total inmunidad

del niño «vacunado». Ese resultadoy el de veintidós ensayos más fueronpublicados en el libro An Inquiryinto the Causes and Effects of the Va -riolae Vaccinae (1798). La obra deJenner produjo honda y rápida im-presión en Europa y América. Pron-to hubo panegiristas y detractores.El Parlamento inglés votó a favor deJenner créditos por valor de 30.000libras esterlinas y poetas como el es-pañol Manuel Quintana exaltaronsu figura:

«A tan inmenso don agradecidala Europa toda, en ecos de alabanza,con el nombre de Jenner se recrea...»

Fig. 3. El héroe Jenner vence a sus oponentes. Grabado de Isaak Cruikshank (1764-1811).

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Jenner murió en Londres, dedonde había sido nombrado ciuda-dano de honor, después de regalar aJames Phipps un cottage y de haberplantado en él, con su propia mano,los rosales del jardín. Una estatua enTrafalgar Square testimonia el re-cuerdo de sus compatriotas.

Los efectos de la vacunación –untérmino que con Pasteur pasará adesignar cualquier forma de inmuni-zación activa– se observaron prontoen toda Europa. Durante el sigloXIX, la vacunación se hizo obligato-ria, por precepto legal, en la mayorparte de los países europeos. En1959, con el impulso director de laOrganización Mundial de la Salud,se planteó el ambicioso programa deerradicación de la enfermedad. El 8de mayo de 1980, la organización sa-nitaria internacional declaró solem-nemente la erradicación mundial dela viruela.

1.2. Los estudios históricos sobrela imagen de Balmis y de laExpedición de la Vacuna

«Puede asegurarse que Balmis ysus compañeros han sido los médi-cos que más servicios han hecho a lahumanidad y que más gloria reporta-ron al buen nombre español [...]Tanto honor hace esta empresa a lamedicina Española, como a la mili-

cia el descubrimiento de Américapor Cristóbal Colón»

[Chinchilla, Anastasio. Historiade la Medicina Española, vol. IV, Va-lencia, Imprenta de José Mateu yCervera, 1846, pp.185-186].

La imagen que han proyectadolos historiadores que se han acerca-do a la Expedición y a su Director yque llega al gran público, ha varia-do sensiblemente dependiendo nosólo de modas o tendencias histo-riográficas, sino también de otroselementos. El juicio que hoy nosmerece la obra de Balmis es el re-sultado de más de un centenar deaños de trabajos históricos; la insta-lación social y científica de cada in-vestigador y su propia ideología ex-plican la visión que sobre estepersonaje se ha proyectado. Porotro lado, es imposible aislar laimagen de Balmis de la de la RealExpedición, aspecto éste muchomás cuidadosamente estudiado queotro tipo de actividades desarrolla-das en el curso de su vida, como elhecho de que fuera cirujano militaro que interviniera como uno de losi n t r oductores de la materia médicaamericana e intentara aplicarla enla terapéutica de determinadasdolencias como la sífilis. Esta cir-cunstancia se explica teniendo encuenta la espectacularidad y el sig-nificado de la Expedición de la Va-cuna. El muy elevado número de

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trabajos, la inmensa mayoría deellos en tono divulgativo y con mu-chas repeticiones, hace que no ten-ga demasiado sentido incorporaraquí, exhaustivamente, toda la bi-bliografía que sobre este tema se hagenerado. La publicación de la re-ciente monografía de Susana M.Ramírez Martín (2002)7 ha supuestoun hito fundamental en el conoci-miento histórico de la Expediciónpor su rigor y su impecable trabajoen fuentes originales. Es, en estemomento, el estudio más completo.A lo largo de los diferentes capítu-los, aparecerán a pie de página algu-nos de los estudios que estamoscomentando y también en la biblio-grafía final. Un aspecto concreto, lai n t r oducción de la vacunación anti-variólica en España ha merecidouna revitalización en cuanto al nú-mero de estudios y, sobre todo, a lacalidad de los mismos, en los últi-mos años8.

Por otro lado, toda una línea deestudios sobre la historia de la In-dependencia de las colonias ameri-canas en relación con los aspectoscientíficos, es de gran interés y nossirve para contextualizar tambiénnuestra Expedición. La tesis man-tenida por J.L Peset9, de que, paraexplicar el proceso de Independen-cia, no sólo hay que tener en cuen-ta aspectos sociales o económicossino también otros de índole cultu-ral y científica, con la creación decomunidades científicas nacionalesen el territorio de los Virreinatos ytradiciones propias, es muy sugesti-va. Figuras como Andrés Bello oHipólito Unanue que veremos apa-recer a lo largo del recorrido de laExpedición, están detrás de esteproceso y la vacuna representó paraestos científicos autóctonos un sím-bolo del progreso y de una nuevaera emancipadora que ya se apun-t a b a .

Finalmente, otro tipo de investi-gaciones que nos pueden dar claves

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7 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. La salud delImperio. La Real Expedición filantrópica de laVacuna. Madrid, Doce Calles / FundaciónJorge Juan, 2002. Esta monografía es uno delos resultados más importantes de su Te s i sDoctoral, dirigida por José Luis Peset . El tra-bajo obtuvo en 2001 el Premio Internacio-nal «Jorge Juan». 8 Véase entre otros trabajos de los mismosautores: OLAGÜE DE ROS, G., AS-TRAIN GALLART, M. Propaganda y filan-tropismo: los primeros textos sobre la vacu-na Jenneriana en España. Medicina eHistoria, Tercera época, 1994, nº 56. Para pe-

r i odos posteriores, ver el excelente trabajode CAMPOS MARÍN, R. La vacunaciónantivariólica en Madrid en el último terciodel siglo XIX. Entre el especialismo médicoy el mercantilismo. Medicina e Historia,Cuarta época, 2001, nº4.9 PESET, J.L. Ciencia e independencia en laAmérica española. En: Lafuente, A., Elena,A., Ortega, M.L. Mundialización de la cienciay cultura nacional. Madrid, Doce Calles,1993, pp. 195-217.

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para entender el significado de laExpedición, son las relativas al pa-pel del ejército en la ciencia1 0 y la

organización y contenidos de laSanidad naval1 1 en el periodo ilus-trado.

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1 0 BALAGUER PERIGÜELL, E., GIMÉ-NEZ, E. (eds.). Ejército, ciencia y sociedad enla España del Antigüo Régimen. Alicante, Ins-tituto de Cultura «Juan Gil Albert», 1995.

11 ASTRAIN GALLART, M. Barberos, ci -rujanos y gente de mar: la sanidad y la profesiónquirúrgica en la España ilustrada. Madrid, Mi-nisterio de Defensa, 1996.

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La vacunación contra la viruelase planteó en la Europa del sigloXVIII como uno de los pocos proce-dimientos eficaces para luchar con-tra la mortalidad infantil, el primerodesde el punto de vista de la medici-na preventiva. Los niños van a ser,pues, protagonistas destacados enesta historia. Parecería que en el si-glo XVIII se hubieran aunado doselementos de cambio fundamenta-les que acabaron por transformar elpanorama de lo que había sido tradi-cionalmente el destino de gran par-te de la infancia: la muerte tempra-na e inevitable que conducía a unaactitud fatalista. Estos nuevos ele-mentos fueron, por un lado, la nue-va actitud social frente a la infanciay, por otro, las novedades científicasen el campo de la medicina infantily, de modo preferente, el descubri-miento de la vacuna. Por otro lado,fueron niños los que posibilitaronque la expedición balmisiana pudie-ra llegar a término. Los niños coru-ñeses no eran cualquier tipo de ni-

ños, eran de un tipo especial, eranniños expósitos. Esto nos obliga ahacernos las siguientes preguntas:¿Cuál fue el cambio de actitudesfrente a la infancia a la que aludía-mos arriba? y ¿qué significaba formarparte del colectivo de expósitos enla España del periodo en el que sellevó a cabo la expedición? A estosdos interrogantes vamos a intentarcontestar en este capítulo. Para ello,vamos a valernos de testigos excep-cionales, los propios médicos, en lostestimonios privilegiados que noshan llegado a través de sus escritos.Pero no sólo ellos. Cuando hable-mos de los niños expósitos tendre-mos también la opinión de otro tipode personajes de la sociedad deaquellos momentos, porque el pro-blema afectaba a toda la comunidadpor igual.

Por otro lado, una rigurosa nove-dad, las monografías sobre la salud yenfermedad de los niños en el perio-do moderno, entre los siglos XV

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2. LOS NIÑOS EN LA ESPAÑA DELANTIGUO RÉGIMEN: CIENCIA,

ACTITUDES SOCIALES Y POLÍTICASDE PROTECCIÓN A LA VIDA

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a XVIII, cumplieron una doble fun-ción. Por un lado, allí, entre sus pá-ginas, estaban depositados los sabe-res –los tradicionales y los nuevossurgidos de las orientaciones moder-nas– pero, además, estudiantes ymédicos noveles, podían aprender eldifícil oficio práctico de cómo ma-nejarse en situaciones reales, tantasveces imprevisibles en el caso de losniños, ejemplificando las normas deactuación en casos clínicos concre-tos. Recordemos que estamos en unmomento en el cual no se ha produ-cido todavía la institucionalizaciónde la pediatría como especialidadmédica.

Ciertamente, las obras pediátri-cas de los siglos XV a XVIII, hansido estudiadas sobre todo desde elpunto de vista de sus contenidos yno tanto desde su papel en la confi-guración de una nueva área de pro-fesionalización de los médicos, peroes evidente que, a través de sus pá-ginas, asistimos a los cambios que alo largo de estos siglos se estabanexperimentando desde el punto devista de las perspectivas de los mé-dicos y que la finalidad de su publi-cación iba, en muchas ocasiones,como en el caso de las obras sobreexpósitos, mucho más allá de lapura transmisión de saberes y prác-ticas. El niño, como materia alta-mente sensible, aparece a la miradade los médicos en su doble faceta de

conmiseración y de objeto de cono-cimiento científico. La importanciadel trabajo del médico y su crecien-te faceta de experto en estos temas,acabará cristalizando en la crea-ción, en el periodo inmediatamentep o s t e r i o r, de una nueva especiali-dad médica, la Pediatría. La espe-cialización nació en las salas de loshospitales creados por la Revolu-ción Francesa, pero los orígenes dela misma, hay que buscarlos tam-bién en las monografías publicadasen el periodo moderno y, como co-mentaremos más adelante, en loshospicios e inclusas ilustradas.

Más adelante y fuera del mundode los profesionales sanitarios, elsímbolo del gobierno de los niños hasido, sobre todo en el periodo con-temporáneo, los libros1 2. Los niñosdebían estar acompañados siempre«con su libro». El libro simboliza elrefinamiento de la civilización y laimportancia concedida a los libros ya la lectura, se convirtieron en laclave de la formación de las genera-ciones futuras. Los que en este tra-bajo vamos a analizar, cumplierontambién, de algún modo, esta fun-ción. Y muchas más.

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12 BALLESTER AÑÓN, R. Los libros sobresalud y enfermedad de los niños en la Espa-ña Moderna. In: GRACIA, D. (ed.). De me -dicorum scientia. Seis disertaciones en torno allibro histórico-médico. Madrid, UniversidadComplutense, 2001, pp. 119-170.

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2.1. Poblacionismo, utilitarismo yfilantropía

Como es bien sabido, la expedi-ción balmisiana fue una empresa tí-picamente ilustrada. No es posiblecomprender su significado sin expli-car algunos de los aspectos demográ-ficos y sociales del contexto en elque se llevó a cabo. A lo largo del si-glo XVIII se inició un cambio en lapoblación europea que finalizarácon la instauración de un régimendemográfico moderno dentro delproceso denominado «transición sa-nitaria de la población europeo-oc-cidental» caracterizada por el au-mento progresivo de la poblacióndebido a la desaparición paulatinade las crisis de mortalidad y el au-mento de la esperanza de vida. Elconocimiento de la estadística favo-recerá la aparición de los estudiosdemográficos y la aparición de loscensos constituía una herramientade primer orden en el plano político.

La peculiar ideología política dela Ilustración despertó la preocupa-ción inmediata de los dirigentes porla situación demográfica de sus pue-blos. El testimonio de Federico II aVoltaire no puede ser más expresivo:«El número de hombres hace la ri-queza de los Estados[ ... ] considero alos hombres como una manada deciervos en el parque de un gran señorporque no tienen otra función que la

de poblar y llenar el recinto». El in-terés por parte del estado de mante-ner un número elevado de ciudada-nos explica la protección de los niñosilegítimos. Por otro lado, dentro deloptimismo pedagógico propio de laideología ilustrada, en el que la tareaeducativa era primordial y en el casode los niños abandonados dirá el mi-nistro Floridablanca que «la autori-dad se encargará de la educación deaquellos niños cuyos padres no cum-plan con esta obligación».

Junto a ello, un objetivo irrenun-ciable para las clases dirigentes: quelos ciudadanos sean ú t i l e s para el Es-tado. Había que evitar el ocio y favo-recer el desarrollo de los individuosya que los recursos humanos eran labase de la riqueza de los países. A estaconsideración se une la nueva sensi-bilidad que el ilustrado posee y queculminará en el periodo romántico,con la sustitución paulatina del prin-cipio de caridad por el principio de fi-lantropía. La promulgación de losDerechos del Hombre por la Asam-blea Constituyente Francesa de 1789fue el resultado final de reconoci-miento del valor del ser humano.

Pocas etapas históricas como éstason tan proclives al optimismo. Secree en la capacidad de los seres hu-manos para mejorar el mundo. Estaconfianza en el hombre se basa sobretodo en el valor concedido a la ra-zón, liberada de muchos prejuicios

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que tan negativos habían sido. Esparadigmática la imagen metafóricaque aparece en una de las obras deDiderot: se representa un mundo te-nebroso y decadente del cual surgeun niño sano y fuerte que va cre-ciendo y dominando esta estructurahasta que la derrumba. Este niño esla razón, que romperá las tinieblas yhará posibles las «luces».

¿Cuál fue el papel que jugó la me-dicina en este proceso de «descubri-miento» e interés por el niño? Va-mos a verlo.

2.2. La medicina de los niños en elcontexto europeo13

La tradición de la medicina antigua ymedieval y las primeras monografíasdel siglo XV

La existencia de elementos pro-pios y de una elaborada construc-

ción teorética sobre la naturaleza dela infancia en estado de salud y en-fermedad, es la herencia culturalque la medicina moderna recibió delmundo clásico a través del complejoproceso de transmisión de la cienciaantigua y tradicional. Desde el escri-to hipocrático Sobre la naturaleza delniño a las obras de Galeno y de So-rano de Éfeso y los escritos medieva-les bizantinos, islámicos y latinos, secontaba con un conjunto de docu-mentos muy variados en los que lousual era la inclusión de informacio-nes aisladas, a veces simples noti-cias, otras bastantes extensas y gene-ralmente dentro de una obra enforma de capítulo o capítulos especí-ficos. La existencia de auténticasmonografías pediátricas fue un fenó-meno más tardío como han señala-do entre nosotros López Piñero yBujosa14 –a los que vamos a seguir enesta parte de la exposición por haberclarificado de forma muy precisa nu-merosos errores que sobre estas pri-meras obras se iban arrastrando deunas a otras historias de la pedia-tría– siendo una excepción el titula-do Sobre el tratamiento de las puérpe -ras y de los niños , del médicohelenístico anterior al siglo II, Dam-nastes, estudiado por Sudhoff en

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13 Para la elaboración de este capítulo hemosutilizado trabajos nuestros anteriores donde ellector interesado puede ampliar la informa-ción: BALLESTER AÑÓN, R. Factores bio-lógicos y actitudes vigentes frente a la infanciaen la sociedad española del Antiguo Régimen.A s c l e p i o, 1983, 3 5, 307-318; La historia clínicapediátrica durante el siglo XIX. Zaragoza, Uni-versidad, 1977; Ethicall perspectives in thecare of infants in 16t h- 1 7t h Century Spain. I n :KOTTEK, S., GARCÍA BALLESTER, L.Medical ethic problems in Medieval and Earlymodern Spain: an interfaith perspective. J e r u s a-len, The Magness press, 1994, pp.188-213.

1 4 LÓPEZ PIÑERO, J.M., BUJOSA HO-MAR, F. Los tratados sobre enfermedades in -fantiles en la España del Renacimiento. Valen-cia, Cátedra de Historia de la Medicina,1982.

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1925, quien estableció de forma pre-cisa los avatares de la obra que fuerecogida por Sorano de Efeso en suGynaecia, así como de las modifica-ciones y variantes del nombre delautor en diferentes ediciones y ma-nuscritos.

La P u e r i c u l t u r a de Sorano deÉfeso (s.II) es la primera de lasobras que ha llegado hasta noso-tros. Se trata de un anexo pediátri-co a su conocida obra tocogineco-lógica e inaugura rá la largatradición de literatura materno-in-fantil. Dicho anexo fue traducido allatín en el siglo V por Celio Aure-liano y en el VI por Muscio quienademás le dio un formato en formade manual con preguntas y respues-tas que tuvo una amplia repercu-sión. En la cultura árabe y tambiéndentro de esta tradición de unir lasenfermedades de las mujeres con lade los niños, se hallan dos autoresdel siglo X. Junto a esta línea queacabamos de citar, se desarrolló deforma paralela otra con un enfoqueestrictamente pediátrico. A ellapertenecería Sobre la curación de losn i ñ o s de Rufo de Éfeso (s. II), dadaa conocer por Ulmann en 1975 so-bre la base de fuentes bizantinas eislámicas. En el periodo medieval,esta línea que acabamos de señalarestuvo representada en el marco delos tres escenarios paradigmáticos:las medicinas bizantina, islámica y

de Europa latina, siendo Pablo deEgina y Rhazes en los siglos VII yIX respectivamente los más intere-santes y, como veremos más tarde,unos de los más citados en las fuen-tes renacentistas y del siglo XVII.El caso de la obra de Rhazes mereceun comentario aparte porque la tra-ducción latina de su tratado pediá-trico realizada en el Toledo del si-glo XII y que circuló en formamanuscrita bajo títulos que hacíanreferencia a las enfermedades in-fantiles (De agretudinibus puerorum,De curis puerorum in prima etate) a n-tes de que viera la luz como obraimpresa en 1481. Gracias a la eru-dita labor de Sudhoff, conocemosotros dos escritos monográficos me-dievales anónimos que aparecen ennumerosos manuscritos de los siglosXII al XV, con los títulos de P r a c t i -ca puerorum adhuc in cunabulis ja -centium y Practica Galeni de passio -nibus puerorum . Realmente soncompilaciones de datos proceden-tes de fuentes anteriores, claramen-te empobrecidas con respecto a susoriginales griegos, latinos, bizanti-nos o árabes. Las dos tradicionesanteriores, materno-infantil y pe-diátrica, tuvieron continuación enel Renacimiento. De este modo, elScwangern frawen un hebammenR o s s g a r t e n (Jardín de rosas para em-barazadas y comadronas) del ale-mán Eucharius Roesslin (1513),significa la continuación de la pri-

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mera de las líneas mientras que lasobras de Paolo Bagellardo, L i b e l l u sde aegritudinibus infantium ( 1 4 7 2 ) ,Bartholomäus Metlinger, Ein Regi -ment der jungen Kinder ( 1 4 7 3) y elOpusculum aegritudinum puerorum(1485) de Cornelius Röelans, seencuadrarían en la línea pediátrica.Realmente al menos dos de ellas, degran difusión, las de Bagellardo yRoesslin, eran reelaboraciones delos tratados de Rhazes y Muscio.Ciertamente y como señalan LópezPiñero y Bujosa, falta todavía unestudio riguroso que analice en pro-fundidad mediante métodos filoló-gicos e historiográficos adecuadosestas primeras fases de la literaturapediátrica europea.

Los nuevos libros sobre enfermedadesinfantiles en los siglos XVI y XVII. Lostratadistas europeos

El fenómeno de proliferación deobras monográficas sobre tema pe-diátrico en el mundo moderno, apartir del siglo XVI, hay que enten-derlo en clave de los importantescambios que marcaron la sociedad ycultura europeas en las que el huma-nismo y las nuevas corrientes peda-gógicas por un lado, y el papel cre-ciente de los estados en losproblemas de salud, por otro, sonelementos a tener en cuenta. En re-alidad, será el punto de partida de

perspectivas que, sin solución decontinuidad, veremos que alcanza-rán su madurez durante el sigloXVIII.

Una característica diferencial delas obras pediátricas, en estos mo-mentos, es el enriquecimiento, mu-chas veces sólo cuantitativo, de lapráctica totalidad de los capítulos yla ampliación del número de librosen varios países europeos. A los in-cunables que hemos citado proce-dentes de Italia (Bagellardo), Ale-mania (Metlinger) y Países Bajos(Röelans), siguieron pronto lasobras de Thomas Phayer en Inglate-rra (1545), Ferrarius en Italia(1577) y Simon de Vallambert enFrancia (1565), además de las espa-ñolas que veremos más adelante deforma separada.

Luis Mercado como modelo de acerca -miento de los médicos renacentistas a lapediatría

Dos obras representativas van amarcar el tránsito hacia un tipo demonografías con una elaboraciónteórica mucho más compleja y conintención sistemática: el Tratado so -bre enfermedades de los niños del ita-liano Girolamo Mercuriale y la obrade Luis Mercado. Vamos a utilizar aeste último como testimonio privi-legiado en esta etapa de no existen-cia de especialización, para analizar

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cómo se enfrenta a la herencia de laAntigüedad, el modo como se sirve,o cree servirse de ella y cómo de he-cho plantea y soluciona el problemade la tradición.

La monografía de J. Riera15 sobreMercado es un referente obligadopara acercarse a este autor, una figu-ra compleja y que se ocupó en sudensa obra de la infancia. Dispuestascronológicamente hay que señalar,en primer lugar, los últimos capítu-los pertenecientes al libro IV de suconocida obra tocoginecológica(1579) las pequeñas anotacionesexistentes en las Institutiones Medi -cae iussu Regio... (1594), la doctrinageneral de la conservación de la sa-lud con un apartado referido a losniños en el tomo I de la Opera omnia(1604) y, sobre todo, la más extensay sistematizada monografía de Mer-cado dedicada a la edad infantil(1611) principalmente en el libroprimero que está dividido en dospartes: la primera en la que ofreceuna serie de normas para la lactan-cia; en la segunda, referida a la edu-cación y el cuidado de los niños,analiza las «sex res non naturales» ysu uso en el niño. También el librosegundo, consagrado a la patologíainfantil, lleva algunas referencias deinterés para el tema. No fueron cir-

cunstancias excepcionales las quehicieron que Mercado se ocupara deestos problemas. En primer lugar,porque su aspiración fundamentalfue el ofrecer una reestructuracióndel saber médico tradicional para locual proyectó desde muy joven unaambiciosa exposición sistemáticadel mismo y en este sentido, siguien-do la ordenación más comúnmenteutilizada por la medicina tradicio-nal, se incluyen los principios parala conservación de la salud. En se-gundo término porque, como profe-sional de la medicina, no fue ajeno,como señala J. Riera, a la práctica dela Pediatría. Finalmente, destaque-mos un tercer aspecto, la situacióndemográfica, social y económica dela España de la época y la privilegia-da posición de Mercado. En diversasocasiones el autor se refiere al inte-rés que tiene el preservar la vida delos niños desde el momento del na-cimiento y las normas que reco-mienda van, de hecho, en esa línea.No obstante en ningún momentopretende una vulgarización deltema; no escribe en lengua vulgar,sino en latín y su público son los mé-dicos de su tiempo a los que en dife-rentes ocasiones tacha de poco ver-sados en la materia.

En los escritos de Mercado con-sagrados a temas pediátricos, apoyasus tesis fundamentales en la opi-nión de lo que llama unas veces «an-tiguos» y otras «autores», autores en

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15 RIERA, J. Vida y obra de Luis Mercado. Sa-lamanca, Seminario de Historia de la Medi-cina Española, 1968.

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el sentido de que son los que hacenautoridad. ¿Quiénes son estas auto-ridades? Fundamentalmente las pro-cedentes de la Antigüedad Clásica:Hipócrates, Aristóteles y Galeno.

Los escritos de Mercado estánllenos de conceptos hipocráticos,fundamentalmente de tipo antropo-lógico, siendo el más utilizado el ti-tulado Sobre la naturaleza del niño.Pero, en otro orden de cosas, recogeasimismo algunas nociones básicascontenidas en Sobre el alimento; re-cuerda así, por ejemplo, que el pri-mer alimento que recibe el ser hu-mano es la sangre catamenialretenida en el útero gestante. Dichohumor, que se genera del alimento,baja por periodos naturales a la ma-triz, eliminándose después normal-mente, excepto en el periodo de ges-tación. En el útero grávido dichasangre permanece y se acumula entorno al embrión, posibilitando deeste modo su formación, su alimen-tación y la diferenciación de sus dis-tintas partes, fenómeno regido porel principio de «lo semejante hacialo semejante». También las reglaspor las que se rige la alimentacióninfantil más allá del periodo de lac-tancia están presididas por la nociónhipocrática de que, debido al creci-miento, estos organismos consumenmás calor innato y necesitan portanto, en relación con los adultos,un grado de nutrición proporcional-

mente mayor. Varios de los A f o r i s -mos son también citados y, en menorproporción, recurre también a otrostextos hipocráticos, aunque indirec-tamente, a través de los comentariosgalénicos

No menos importante es la utili-zación de la obra de Aristótelesprincipalmente Sobre la generaciónde los animales e Historia de los ani -males. Existen también referencias aautores de la Baja Antigüedad comoal discípulo de Herófilo, Apolonio,del que recoge observaciones de tipopráctico como la utilización de salen el caso de que escasee la leche denodriza. Son también conocidas porMercado las normas fundamentales,de tipo práctico, dadas por médicosbizantinos como Aecio de Amida yPablo de Egina. A través del Tetrabi -blon del primero, nuestro autor se fa-miliariza con las normas generalessobre lactancia (algunas de ellas nooriginales de Aecio sino de Soranode Éfeso y de Muscio, autor este úl-timo también citado por Mercado).La dietética de las embarazadas y delos niños, presente en la obra gine-cológica de Pablo de Egina, es co-mentada por el autor como en loscasos precedentes, es decir comonormas puramente prácticas.

Por su especial interés vamos adetenernos en la influencia que laobra de Galeno ejerce sobre Merca-do. Su galenismo, puesto de relieve

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por todos los autores que han estu-diado la obra del médico vallisoleta-no, es también patente aquí. Aun-que, de hecho, utiliza varios textosgalénicos principalmente de tipoanatomofisiológico como Sobre eluso de las partes, será la doctrina ge-neral sobre higiene infantil aquellaen la que se va a apoyar de modo in-mediato. Su objetivo parece ser elhacer conocer a los médicos estasnormas galénicas, actualizándolascon adiciones de autores posterioresy, sobre todo, con su propia expe-riencia. Es precisamente esta últimala que, a nuestro juicio, le obliga ai n t r oducir una serie de novedadescon respecto al primitivo texto galé-nico y estas novedades se haránespecialmente evidentes en el D epuerorum educatione obra pertene-ciente a la etapa más madura de suproducción científica.

Es escasa la presencia de fuentesárabes y no sólo por la parquedad decitas, sino porque, efectivamente, elpeso cualitativo de estos autores esmínimo. Ello llama la atención es-pecialmente si tenemos en cuentano sólo que Mercado fue duranteveinte años catedrático de Prima deAvicena en Valladolid, ciudad en laque, como comenta López Piñero, elavicenismo parece haber prolonga-do su vigencia mucho más tiempoque en otros lugares como Salaman-ca o Alcalá; si no porque la doctrina

contenida en el Canon, que sinteti -za las fuentes griegas y latinas y aña-de nuevos datos, influenció enorme-mente las numerosas publicacionesdedicadas al tema a partir del sigloXV y es muy evidente en autores delsiglo XVI como Lobera de Ávila.

En síntesis, en la obra pediátricadel autor que hemos tomado comotestigo, dos notas obligan, de algúnmodo, a matizar la imagen excesiva-mente rígida que Mercado ofrece ensus obras más doctrinales: 1) en va-rias ocasiones, el autor polemizaabiertamente con los autores árabes,fundamentalmente Avicena, insis-tiendo en que este autor se equivo-có. Pero además se observa tambiénen la fase más madura de su produc-ción científica una vuelta a la lectu-ra de los textos galénicos y aristoté-licos, revisión que puede hacerlecambiar de opinión en algunos as-pectos concretos. En definitiva, elcriterio de autoridad de los clásicosno aparece aquí como inmutablesino sujeto a revisión, aunque se tra-te de pequeños matices. 2) Frente aun tema muy concreto, el grado deconsistencia de la leche como indi-cador de calidad y su posible medi-ción, tópico recurrente desde laAntigüedad y que se repite miméti-camente, casi sin variaciones, desdeSorano, Aecio, Pablo de Egina oAvicena, hasta textos renacentistascomo los de Damián Carbó o Lobe-

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ra de Ávila, no se limita Mercado areproducir los procedimientos habi-tuales, sino que llega, incluso, a rea-lizar un sencillo experimento de suinvención. No obstante, habría quematizar que su actitud frente al ex-perimento fisiológico no es modernay no puede considerársele, por tan-to, como un precursor de las investi-gaciones analíticas sobre la lecheque se llevarán a cabo desde finalesdel siglo XVIII, pero sí que es muyimportante la postura adoptada porel autor, con la que finaliza sus co-mentarios sobre la lactis probatio: «Esnecesario aprender a examinar dete-nidamente la leche, con lo cual secometerán menos errores». Es decir,una vez más, la observación directade la realidad a través de los senti-dos, será, en último extremo, lo másaconsejable.

Los inicios de una nueva era. La pedia -tría europea en el Siglo de las Luces: li -bros, doctrinas, instituciones, sensibili -dades

El periodo ilustrado marca los orí-genes de la Pediatría en sentido mo-derno ya que todo lo existente conanterioridad, sin negar su indudableimportancia, hay que considerarlocomo meros antecedentes. Se trata,por otro lado, de una etapa típica detransición, cuyo final será la cristali-zación de la especialidad pediátrica,

con un cuerpo doctrinal propio yunos profesionales dedicados ex pro -f e s o a este quehacer, a partir de la pri-mera mitad del siglo XIX en la escue-la anatomoclínica de París. Lapreocupación científica por la infan-cia tuvo unas claras raíces de tipo so-cial acordes con el entramado ideoló-gico de la época. El «Siglo de lasLuces» tuvo como lema la confianzay el optimismo en la razón humana.La razón procede de la naturaleza yésta será otra de las nociones más im-portantes mediante la decisiva in-fluencia de Rousseau a través de unade sus obras emblemáticas, el E m i l i oun auténtico método mediante elcual se debe regir la educación infan-til, otro de los elementos fundamen-tales de la época, con las figuras deLocke y Pestalozzi como referentes.Ligados estrechamente a dichasorientaciones ideológicas estuvieronlos profundos cambios en los camposdemográfico, político y económico.Lo cierto es que la filantropía, por unlado, y el pragmatismo, por otro, hi-cieron que la salud y la enfermedad seconvirtieran en problemas centralespara la sociedad ilustrada.

En este panorama, todos los fac-tores convergieron hacia el «descu-brimiento del niño», frase feliz acu-ñada hace ya cuarenta años porPhilippe Ariès16. Aunque la tesis de

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16 ARIÈS, Ph. L´enfant et la vie familliale dansl´Ancien Régime. Paris, Seuil, 1960.

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Ariès, la inexistencia de una delimi-tación clara del concepto de infan-cia, en coincidencia con la escasapreocupación social por estas etapasde la vida, antes del periodo ilustra-do, historiadores como Wilson, Hol-mes o Shahar17, entre otros, encuen-tran numerosos testimonios de lasituación contraria, en periodos an-teriores. El conocido libro de Lloydde Mause, se hace eco de un ciertogrado de sacralización de la obra deAriès. Lo que resulta difícilmentediscutible es que la elevadísima mor-talidad infantil comenzó a ser consi-derada, en términos generales, comoun escándalo moral y económico.Las cifras no podían ser más aterra-doras y haciéndose eco de esta situa-ción, Diderot, en la voz «Enfant» dela Encyclopédie française, s e ñ a l a b aque una cuarta parte de la poblacióninfantil moría durante el primer añode vida, un tercio en los dos prime-ros años y por lo menos la mitad enlos tres primeros años.

La infancia personificaba la «be-lleza natural» que debía ser conser-vada por medio de la educación yprotegida de la dañina influencia dela civilización. La meta común de laliteratura consagrada a los niños,tanto la realizada por médicos comopor personas ajenas a la medicina,era la pedagogía. Como hizo notar

Eduard Seidler1 8, no es infrecuentela aparición de escritos de pediatríapopular, reflejo, en temas infantiles,de la tradición de la literatura de po-pularización y divulgación médica.En esta línea, Brouzet en su Essai surl´éducation médicinale (1759) ponede relieve la inexperiencia de losmédicos en el manejo de las enfer-medades infantiles y que su trata-miento, por ello, debería dejarse enmanos de las madres, poseedoras dela sabiduría popular transmitida degeneración en generación. Estepunto de vista no era, sin embargo,la norma sino una excepción; lousual, por el contrario, era seguir latendencia propia de los escritos depopularización escritos por médicos,cada vez más expertos según su per-cepción, para las madres, ocupandocon su actividad profesional, los es-pacios que tradicionalmente habíanestado en manos de las mujeres, esd e c i r, medicalizando de forma cre-ciente el área del cuidado de los ni-ños en estado de salud y de enferme-dad, de manera análoga a lo en otroscampos, como la Obstetricia y Gi-necología se estaba prod u c i e n d o .Un clásico ya tardío es el libro deC.W. Hufeland, Guter Rath an Mut -t e r (1799) cuya finalidad, en pala-

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17 SAHAR, S. Childhood in the Middle Ages.London, Rotledge, 1992.

18 SEIDLER, E. El desarrollo de la pediatríamoderna. In: LAÍN ENTRALGO, P. (dir).Historia Universal de la Medicina. Barcelona,Salvat, 1973, vol. VI, pp. 203-215.

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bras del autor, «no es hacer médicosa las madres, sino dar algunos con-ceptos fundamentales sobre los inci-dentes ordinarios que suceden en lainfancia y decirles cuáles de éstosson peligrosos y cuáles no lo son».

La reacción institucional, tantoprivada como pública, tuvo comoresultado la creación, en toda Euro-pa, de espacios arquitectónicos des-tinados a recoger los niños abando-nados u otros lugares similaresdonde se mezclaban niños sanos yenfermos con el denominador co-mún de la pobreza y el desamparo.La inclusa de Londres, por ejemplo,se inauguró en 1741, siendo el obje-to del libro de William Cadogan pu-blicado en 1741. El trabajo deArmstrong (1767) precedió en dosaños a la apertura de un «Dispensaryfor Children Poor». En Viena, elprimer hospicio creado en dicha ciu-dad data de 1787. En Francia, en1785, y a instancias de Luis XIV, unacomisión de la Académie des Scien-ces preparó un informe sobre la si-tuación sanitaria de l´Hôtel Dieu,donde podían encontrarse en la mis-ma cama hasta ocho o diez niños,siendo la mortalidad casi del 100%de los allí ingresados. Tres años mástarde, Tenon elaboró su famoso in-forme con recomendaciones para lareforma de los hospitales. Uno de losresultados fue que el asilo conocidocomo Maison de l´Enfant Jesus, aca-

bó transformándose, ya a principiosdel siglo XIX, en el primer hospitalespecializado en pediatría del mun-do: el Hôpital des Enfants Malades.Más tarde nos ocuparemos de la si-tuación de los niños expósitos en elcontexto español a través de lasobras publicadas, pero adelantemosque también aquí el fenómeno delsurgimiento de inclusas fue una rea-lidad. Muchas de ellas no eran denueva creación como sucedía, porejemplo, con la que es posiblementela mejor estudiada en todo el país, laInclusa de Madrid, que funcionabadesde 1572 aunque en el period oilustrado experimentó cambios sig-nificativos en consonancia con loque era el espíritu de la época. Exis-ten también excelentes estudios lo-cales en diversos lugares como Va-lladolid, Santiago de Compostela oSevilla entre otros.

Los saberes sobre patología y clí-nica infantiles siguieron los mismosavatares que los correspondientes ala edad adulta, sobre todo, porqueen estos momentos no existía un lí-mite definido de separación entreMedicina Interna y Pediatría que noexistirá como tal especialidad hastael siglo XIX. Sobre la base de la nue-va nosología inductiva y notativaapoyada en la experiencia que habíalanzado Sydenham, se observa en lapatología ilustrada un gran desarro-llo del empirismo clínico que se tra-

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dujo en Pediatría, como en los de-más campos, en el elevado númerode contribuciones de tipo nosográfi-co y semiográfico. De hecho, mu-chas de las enfermedades infantilesfueron descritas por primera vez eindividualizadas durante el sigloXVIII. La difteria fue cuidadosa-mente estudiada por John Fothergill(1748), J.B.L. Homel (1765) y Fran-cis Home (1765). R. Whytt se ocu-pó de la meningitis tuberculosa(1768) y G. Armstrong de la esteno-sis hipertrófica de píloro (1777).M . U n d e r w o od del esclerema neo-naturum (1784) y de las malforma-ciones cardíacas congénitas (1789)y así hasta una larga lista de autoresy descripciones, recogidas en tod a slas clásicas historias de la pediatría.Desde el punto de vista de los siste-mas patológicos vigentes, pod e m o sencontrar, ya en los inicios del Sete-cientos, una clara actitud frente a lasenfermedades infantiles en la obrade los grandes sistematizadores delBarroco que, como es bien sabido,incorporaron a la patología toda lagama de conocimientos existentesen su tiempo. Nos referimos natural-mente a Boerhaave, Stahl y Hoff-mann. En la obra de los tres se en-cuentran referencias a la patologíainfantil, utilizándola para ejemplifi-car sus planteamientos teóricos. Deeste modo el De infantium affectibus(1703) de G.E. Stahl es un claro ex-ponente de las concepciones ani-

mistas del autor que tanto influye-ron en las corrientes vitalistas poste-riores. F. Hoffmann, incluye en suPraxis clinica morborum infantum(1715), los conceptos fundamenta-les de sus patologías –la atonía y lahipertonía de las fibras– y de su sis-tema terapéutico. Otro tanto habríaque decir del eclecticismo del granHermann Boerhaave. Por otro lado,el interés de sus contribuciones radi-ca asimismo en la repercusión quetuvieron en la visión de los proble-mas patológicos infantiles.

En la segunda mitad del sigloXVIII, las tendencias dominantesfueron, por un lado, la patología sis-temática de tipo vitalista y las nomenos importantes –aunque quizáno suficientemente subrayadas en elmundo pediátrico– corrientes anti-sistemáticas que mantuvieron unaoposición dialéctica con los sistemasy que configuraron gran parte de lamedicina de estos momentos y de suevolución posterior. Las bases prin-cipales del vitalismo eran, por unlado, el animismo de Stahl y, porotro, la doctrina de la irritabilidadde Haller.

Un elemento importante es la si-tuación de las patologías infantilesdentro de los sistemas nosotáxicosdel siglo XVIII estudiados entre no-sotros por López Piñero. De hecho lanosotaxia histórico-natural iniciadapor Sauvages cuya base principal era

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el síntoma, había ido perdiendo ran-go científico por la variabilidad delcriterio adoptado. Las consecuen-cias inmediatas fueron de dos tipos:la primera fue la reducción de la no-sotaxia «more botanico» a un meroesquema didáctico. La segunda, in-sistía en buscar bases sólidas para laclasificación. En el primero de loscasos aludidos, uno de los síntomasde la pérdida de rango patológico dela nosotaxia fue la introducción depuntos de vista especializados. Deeste modo, el sistema de David MacBride (1778) incluía en una de suscuatro «clases» las enfermedades in-fantiles. Posiblemente los motivosque le impulsaron a ello fueron detipo pragmático: si los médicos con-taban, de hecho, entre sus pacientescon un número elevado de niños,era lógico que esto se reflejara de al-gún modo en los sistemas clasifica-torios. Sin embargo, otra lectura po-sible sería aquella que tuviera encuenta que la presencia específica ypropia de este grupo taxonómicosignificaba también el reflejo de lapersonalidad que dicha área médicaiba adquiriendo paulatinamentehasta desgajarse del tronco común.

Entre las monografías específica-mente pediátricas, dos destacaronpor su difusión y vigencia, la del bri-tánico Michel Underwood (1784) yla del sueco Rosen von Rosenstein(1778) muy rápidamente traducidas

a otros idiomas. En ambos, la clasifi-cación de las patologías infantilesno sigue sino un criterio puramentepráctico: afecciones más importan-tes o bien aquellas en las que el au-tor ha adquirido mayor práctica enprimer lugar. Después, una serie dereglas y preceptos higiénicos orde-nados por los síntomas más signifi-cativos o por el viejo sistema «a ca-pite ad calces». Esta ordenación semantuvo hasta que pudieron encon-trarse bases más firmes, fundamen-tadas en la anatomía patológica ycuyo exponente más claro fue laobra de Charles M. Billard, Tr a i t édes Maladies des enfants nouveau-néset à la mamelle (1828), sin duda laobra fundacional de la pediatríacontemporánea y de la que nos he-mos ocupado en otro lugar.

Junto a las nosotaxias, los conte-nidos de las obras y las tendenciasdoctrinales, es llamativa la presen-cia de una fuerte influencia de la pa-tología vitalista de la Escuela deM o n t p e l l i e r, formulada, como esbien sabido, por Bordeu y Marthez yuna de las raíces más hondas de lamedicina hospitalaria y la mentali-dad anatomoclínica. En Pediatría,esta corriente se manifestó más tar-díamente en la obra de los autoresfranceses François Rilliet y EugèneBarthez, ya en pleno siglo XIX. Porel contrario, el vitalismo escocés y elgermánico tuvieron un influjo in-

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mediato y directo en el campo quenos ocupa y el Guter Rath an Mutterüber die wichtigsten Punkte der physis -chen Erziehung der kinder in der Ers -ten Jahren de C.W. Hufeland (Ber-lín, 1799) el libro más significativoque refleja esta tendencia. En GranBretaña, la doctrina de W. Cullen,uno de los principales seguidores,como es sabido, del vitalismo de laEscuela de Edimburgo, a la hora deconcretar en qué consistía la «vis vi-talis» no se redujo a consideracionesabstractas sino que desplazó dichoprincipio al sistema nervioso, enuna suerte de vitalismo que se deno-minó «neuralpatología». En ella, elsistema nervioso era la pieza claveen la que se fundamentaba todo elfisiologismo y toda la patología yaque, según sus ideas, todas las enfer-medades eran, de algún modo, ner-viosas. Otra corriente que no dejóde estar presente en las interpreta-ciones patogénicas de la patologíainfantil fue el brownismo.

¿Qué significado tuvieron las di-ferentes corrientes y sistemas diecio-chescas para el desarrollo de la Pe-diatría? La respuesta radica en lautilización del cuerpo del niñocomo «laboratorio de pruebas» delas mismas. Aunque a partir de la se-gunda mitad del siglo XIX este pun-to de vista se afianzará, en el sigloXVIII, el organismo infantil, al en-contrarse en las primeras fases del

desarrollo, se considera que puedehacer más sencillo, a la mirada delmédico, la comprensión de los me-canismos etiológicos y patogénicosdel enfermar que el adulto. Pero a lavez, esta utilización pragmática,tuvo un efecto inesperado, puestoque el focalizar la atención hacia elniño, comenzó a hacerse visible eimportante para la ciencia el cuerpoinfantil, no sólo como referente, y acomenzar a estudiar sus peculiari-dades.

Lo cierto es que, debido a todasestas corrientes, se dejan de lado yalas interpretaciones humoralistas yconceptos como la «fragilidad natu-ral» de los niños por su especialcomplexión, sustituyéndose porotros esquemas que subrayan la exci-tabilidad del organismo infantil, laimportancia extraordinaria del sis-tema nervioso y su fácil irritabilidady, sobre todo, la peculiaridad de larespuesta generalizada frente a cual-quier proceso morboso local, a vecesmínimo (trastornos digestivos, den-tición, gusanos) debido a la cerrada«simpatía» existente entre las diver-sas partes del cuerpo a través delsistema nervioso. Con pequeñas va-riantes, éstos son los tópicos presen-tes en las obras pediátricas del sigloXVIII.

Sin embargo, no es posible dejarde lado lo que, en el día a día de lapráctica diaria, debió ser la regla,

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aunque no se fuera consciente deello. Nos referimos al peso de las co-rrientes antisistemáticas, cuya prin-cipal base era el método inductivomoderno y el atenimiento a una me-dicina basada en la observación clí-nica y en la experimentación. Suprograma, profundamente ecléctico,reunía elementos procedentes devarias tendencias, asimilando lo másaprovechable de cada una de ellas.En el campo pediátrico, pod e m o spersonificar esta actitud entre loscomponentes de la Alte Wi e n e rSchule, muchos de los cuales hicie-ron aportaciones relevantes en esteterreno. De este modo los Commen -taria in Hermanni Boerhaave Aphoris -mos de cognoscendi et curandi morbis(1765) de G. Van Swieten, incluyeun tratado sobre enfermedades in-fantiles. Otro tanto sucede con lasobras de Plenck y J. Peter Frankquien, además de sus contribucionesa la salud pública, realizó interesan-tes acercamientos a problemas comoel raquitismo en 1786.

Los libros de pediatría europeosdel siglo XVIII incluyen otros ele-mentos de gran importancia prácti-ca. De hecho, en línea con lo que es-taba sucediendo en otras áreas,empieza a configurarse un apartado,dentro de las obras, que cumplía lasfunciones de manual de métod opara el clínico con unas pautas con-cretas de actuación. El primer pro-

blema que se plantea es saber sihubo unas pautas distintas en el casode que el paciente fuese un niño yaque, como hemos indicado al princi-pio, no existe todavía desde el pun-to de vista de su institucionaliza-ción, una separación neta entre laPediatría y la Medicina Interna. Ensegundo lugar, se trata de ver en quéconsistieron estas diferencias, si esque las hubo. El análisis de las histo-rias clínicas pediátricas, nos da laclave para ver cómo esto sucedió, dehecho, en la práctica.

Los clínicos exigentes que inclu-yeron patografías pediátricas en loslibros de patología, o en las nume-rosas monografías que hemos co-mentado arriba, lo hacen con unafinalidad muy concreta: «sugerir alos médicos que no han tenido oca-sión de adquirir mucha experienciaen las enfermedades infantiles, al-gunas ideas sobre las mismas», indi-ca Underwood. De la descripciónde varias enfermedades individua-les podrá pasarse a la nosografía deuna determinada entidad nosológi-ca, de un tipo determinado de en-f e r m a r. Estos ejemplos pueden ser,además, de utilidad a los médicos,ya que es casi universal la creenciade que las enfermedades que afec-tan a los niños, aunque aparente-mente más complicadas que las delos adultos, se pueden reducir, en lapráctica, a un pequeño número de

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especies morbosas. Uno de los mo-dos de conocer estas afecciones es através de la lectura de casos clínicosrepresentativos de cada una deellas. Este modo de ver las cosas enel que las patografías, de las cualeshay numerosísimos ejemplos en lasmonografías pediátricas, dio lugar aque se acabaran perfilando una se-rie de normas metódicas en el actoclínico pediátrico que, tomandocomo base el patrón de Boerhaave,magistralmente estudiado por LaínEntralgo, añade elementos nuevoscomo cautelas en la exploración,pistas para recoger los datos de laanamnesis a través de las personasque rodean al niño, interpretaciónde los signos que aparecen. En defi-nitivo, un conjunto de elementosque procedían en realidad de la tra-dición práctica de la medicina delos niños aunque con la novedad deuna actitud metódica cada vez másrigurosa y un intento de recopila-ción sistemática. Desde nuestropunto de vista, fue este aspecto dela clínica y no tanto el de las varia-bles interpretaciones doctrinales, elque está en las raíces de la especia-lidad en sus inicios. Si ésta no cris-talizó en el siglo XVIII fue por laausencia de fundamentos de mayorsolidez como los que la nacienteAnatomía Patológica iba a propor-cionar en los primeros pases de lanaciente especialidad en el Ocho-c i e n t o s .

2.3. Los conocimientos médicos ysu aplicación al cuidado de lainfancia en España

Los estudios históricos sobre la Pedia -tría en la España moderna

Desde hace ya varias décadas, lahistoriografía médica española hadado a conocer lo que son, para el pe-r i odo moderno, los autores y las fuen-tes escritas más representativas de lapediatría hispana. En cuanto al tipode acercamiento historiográfico esdestacable el fuerte componente ha-giográfico que caracterizó a gran par-te de los primeros estudios y la nomenos intensa participación, aún apequeña escala, en la «polémica de laciencia española» de parte de los au-tores. También aquí se habla de unasuerte de edad de oro de la Pediatríaespañola y a los tratadistas del garro-tillo se les considera poco menos quesus héroes más significativos. Unidoa ello, la reivindicación, como puedeverse en la frase siguiente de una delas figuras más importantes de la Pe-diatría española de los inicios del si-glo XX, Andrés Martínez Vargas, dela Pediatría como un producto de ori-gen genuinamente español.

«Debemos hacernos dignos deella. España ha sido la primera na-ción en Europa que implantó la en-señanza oficial y obligatoria de la Pe-diatría, tal y como si respondiera conesta medida, a su intuición científica

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y a su abolengo. No ignoréis que Es-paña ha dado en los tiempos pretéri-tos la más copiosa literatura sobreenfermedades de los niños: recorde-mos a los médicos árabes de la escue-la cordobesa y otros que durante lossiglos XVI y XVII dieron a la luz losú n i c o s libros del mundo acerca de lasenfermedades de los niños. Por estosprecedentes históricos, carece defundamento la afirmación de que laPediatría es un arte genuinamentefrancés». Martínez Vargas, A., His-toria de la Pediatría Española. A c t aPediátrica, 25-26, 1945, pp. 1-70.

No son, en todo caso, muy abun-dantes los estudios históricos sobre laPediatría española del periodo mo-derno, aunque sí establece un capí-tulo importante dentro de obras deconjunto como la de Granjel1 9 q u econstituye, todavía hoy, la única sín-tesis existente entre nosotros. De suescuela derivan, por otro lado, la ma-yor parte de estudios sobre este pe-r i odo. Más reciente es la monografíade A. Orozco con una amplia cober-tura temporal, aunque limitada espa-cialmente a Andalucía y Extremadu-ra. Ya hicimos mención conanterioridad al estudio de López Pi-ñero y Bujosa Homar sobre la Pedia-tría renacentista. Los estudios sobreexpósitos a los que dedicaremos un

apartado especial y las investigacio-nes sobre instituciones hospitalariasque iremos citando oportunamente,son otros tantos lugares donde es po-sible encontrar información.

Desde la vertiente heurística eneste caso, como en otros muchos,nos ha sido de una gran utilidad laBibliographia Medica Hispanica, quepermite la localización de las obras yde su ubicación.

Autores, obras y contenidos

Las principales figuras que prota-gonizaron la tarea de incorporar aEspaña, a través de sus escritos, den-tro del movimiento que hemos vistoen el epígrafe anterior desarrollarseen Europa, son bien conocidas a tra-vés de los estudios de Granjel. Porello, no vamos a volver a transcribiraquí dichos datos sino intentar pro-fundizar en el análisis del contenidode las obras en su conjunto. Cree-mos que esta posibilidad es legítimaporque los libros pediátricos españo-les de los siglos XVI a XVIII cons-tituyen un cuerpo doctrinal co-herente y con un alto grado dehomogeneidad con respecto altema. Los criterios utilizados paraincluir uno u otro libro, vienen da-dos por las palabras clave que apare-cen en los escritos y que correspon-den, en primer lugar, a un núcleobásico de obras relativas a «enferme-

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19 GRANJEL, L.S. Historia de la pediatría es -pañola. Salamanca, Publicaciones del Semi-nario de Historia de la Medicina, 1965.

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dades de los niños», «regimiento dela salud y conservación de la saludde las criaturas», «arte de las coma-dres y partos», así como textos mé-dicos generales que ofrecen datos degran utilidad para completar el pa-norama, sobre todo si, como hemosdicho, estamos en un momento enel cual no existe la institucionaliza-ción de la especialidad pediátrica.

La distribución de las publicacio-nes médicas que contienen aspectospediátricos, muestra un crecimientonotable a lo largo de todo el periodo.Los primeros textos sistemáticosproceden de la primera mitad del si-glo XVI (Damián Carbó, Lobera deÁvila); un aumento significativo seda en las últimas décadas del sigloXVI y los primeros años del XVII,siendo en esta etapa las obras de Pé-rez Cascales y Luis Mercado las demayor carga doctrinal y, en el casode Mercado, sin duda la más influ-yente y citada. Los idiomas utiliza-dos son latín y castellano. Esta últi-ma lengua predomina en los escritosorientados desde el punto de vistapráctico con reglas terapéuticas sen-cillas y consejos higiénicos elemen-tales. En una ocasión, un mismotexto se edita en ambas lenguas(Cristóbal Pérez de Herrera). Untema monográfico destaca sobre losdemás, el garrotillo o angina diftéri-ca, quince obras entre 1598 y 1630,pueden contabilizarse. Con este ma-terial como base, creemos que es po-

sible hablar de la existencia de unmodelo de rasgos bien definidos so-bre estas edades de la vida que, al serampliamente aceptado, influirá mu-cho más allá del ámbito puramentemédico, en otras esferas de la vidaintelectual y social. Dicho modelo,de procedencia escolástica, experi-mentará algunas variaciones a lo lar-go del periodo moderno e incluyeuna serie de lugares comunes o tópi-cos que a continuación vamos aanalizar: edades de la vida, naturale-za del niño en estado de salud y en-fermedad, conservación de la saludde los niños y terapéutica. Estos tó-picos representan puntos de vistasintéticos casi idénticos en los que ellenguaje tiene la función de comen-tar, interpretar y preservar los textosy, aunque aparecen obras originalesque no son pura exégesis o comenta-rio de autoridades, en líneas genera-les estos lugares comunes se mantie-nen a lo largo de todo el periodo.

Las edades de la vida del hombre20

La temporalidad es una constan-te en el pensamiento científico eu-

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2 0 BALLESTER AÑÓN, R. Edades de lasmujeres edades de la vida del hombre. Tópi-cos y lugares comunes en la crianza médicaantigua y tradicional. In: PÉREZ CANTÓ,P., ORTEGA LÓPEZ, M. (eds.). Las edades delas mujeres. Madrid, Universidad Autónomade Madrid, / Instituto de la Mujer, 2002.

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ropeo-occidental. Hay dos formasdel tiempo que es útil distinguir: eltiempo histórico y el tiempo perso-nal o tiempo biográfico. Es evidenteque el tiempo es continuo pero tam-bién lo es que la continuidad no ex-cluye la articulación. El tiempo his-tórico está articulado en dossentidos. Por un lado, tienen una ar-ticulación menor que son las gene-raciones, y una articulación mayor,una especie de macroestructura queson las épocas. Algo parecido ocurreen la vida: la vida es también conti-nua desde el nacimiento hasta lamuerte pero está articulada en eda-des. Y ello ha sido evidente siempre,desde las culturas más antiguas se hareconocido la pluralidad de las eda-des y se ha tratado de definirlas. Ennuestro análisis queremos referirnosa dos aspectos: por un lado, vercómo en los textos pediátricos apa-rece el tema de las edades de la viday, en segundo lugar, el intentar veri-ficar la hipótesis de partida de queexisten diferencias significativas enla conceptualización de las edadesde la vida, dependiendo de si se tra-ta de uno u otro sexo. Si ello es así seañadiría evidencia a los resultadosde los estudios que hablan de la exis-tencia, desde los esquemas de laciencia antigua y tradicional, de dosmodelos distintos y jerarquizados.

Ya hemos comentado antes lapolémica existente entre los histo-

riadores de la infancia y que vamos aretomar aquí. Como se dijo, dichapolémica parte de la conocida tesisde Philippe Ariès formulada en losaños 60 sobre la inexistencia de unadelimitación clara del concepto deinfancia, en coincidencia con la es-casa preocupación social por estasetapas de la vida, antes del periodoilustrado. Por el contrario, historia-dores como Shahar, Stephen Wi l-son o Holmes entre otros, encuen-tran numerosos testimonios de locontrario en fuentes muy variadas.Desde nuestro punto de vista y cir-cunscribiéndonos a las fuentes his-tórico-médicas, parecen más plausi-bles las tesis citadas en segundolugar. En otro tipo de estudios reali-zados en los últimos años en nuestropaís sobre historia de la infancia enel Antiguo Régimen, se suelen man-tener las tesis de Ariès, si bien esverdad que el tipo de fuentes utiliza-das son de otras áreas diferentes a lasdel presente trabajo, como porejemplo mantienen: SantaolariaSierra, F. Marginación y educación.Historia social en la España Modernay Contemporánea. Barcelona: Ariel,1997 y Delgado B. [Historia de la in -f a n c i a. 2ª ed., Barcelona: Ariel,2000]. Sin duda la influencia deAriès entre nosotros ha sido funda-mental. En ciertas áreas, por ejem-plo, la Revista de Educación le dedicóun número monográfico a la «Histo-ria de la infancia y de la juventud»,

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nº 281, cuyo primer artículo era delautor francés. La traducción de suobra al castellano (Madrid: Taurus,1987) así como la de De Mause(Madrid: Alianza ed., 1982) hancontribuido, como indica B. Delga-do, a aumentar el interés por estostemas entre nosotros.

La existencia de un bien delimi-tado conjunto de saberes y prácticas,propias y específicas del periodo in-fantil, que dichas peculiaridadespueden rastrearse perfectamente enel arquetipo de las edades de la vida,así lo confirman, aunque ciertamen-te la ambivalencia de las actitudesde padres y madres, médicos y fami-liares y, de la sociedad en su conjun-to, es la norma, sobre todo si nos re-ferimos al tema de la percepción dela muerte de los niños. Desde los tra-bajos que se han ocupado del temade las edades de forma directa o in-directa, habría también que señalarlas aportaciones novedosas de histo-riadores como Shulamith Shaharque constituyen una importantebase de reflexión. Para esta autora,las edades de la vida que aparecenen las obras médicas, literarias y di-dácticas antiguas y tradicionales, secorresponden con la observaciónempírica a lo largo de siglos, de lasetapas en la formación de la perso-nalidad del niño verificada en el si-glo XX por los trabajos de Jean Pia-get y Erik Erikson entre otros.

Aunque a veces parece un poco for-zada esta correspondencia, no dejade tener su interés como si el viejotema de las edades fuera como unGuadiana que tiene sus fases de in-terés/desinterés, en función de losconocimientos y de las herramientasde análisis disponibles.

Los orígenes del tópico

Martín Martínez, en su MedicinaEscéptica (1748) pone en boca de lospersonajes ficticios que polemizanen la conversación sexta de la obra,relativa a «que sean las edades ycuántas», el hipocrático, el galénicoy el químico un interesante resumende las ideas que sobre este lugar co-mún tienen cada uno de ellos. El hi -p o c r á t i c o, desde una perspectivapoco dogmática, dice las siguientespalabras:

«No gastéis tiempo en eso (enver el número de edades) pues segúnlos fines que se han propuesto los au-tores, han dividido tan variadamen-te las edades que apenas hay núme-ro que no tenga su protección: talvez, edad se toma por aetas y esto estodo el curso de la vida; tal vez porlos dos extremos: mozos y viejos; talvez por los tres estados de Aristóte-les; tal por cuatro como Hipócrates,tal por cinco con Platón; otros danseis edades, otros ocho partiendo lavejez en vejez y decrepitud y la me-

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nor edad en infancia y puericia ytambién es de Hipócrates esta divi-sión. Los astrólogos dan siete por lafingida correspondencia a los plane-tas, hay quien de siete en siete añosadmite una edad y hasta doce edadesno faltan patronos...»

Por el contrario, el galénico ofre-ce el entramado doctrinal más co-mún:

«Las edades son los varios tem-peramentos o mutaciones que port odo el espacio de la vida inducenen el viviente las causas necesariase inevitables. Son varios los tempe-ramentos o mutaciones que por elespacio de la vida (inducen en el vi-viente las causas necesarias e inevi-tables). El temperamento que sacóel viviente de los principios de la ge-neración es el temperamento inna-to; éste se distingue (diferencia) enla(s) edad(es) porque en la vejez yase ha resuelto y borrado el templeque contrajo el viviente en la gene-ración... La causa del aumento enel niño es la mucha humedad y ter-nura de las partes que, al menor ím-petu del jugo nutritivo, cede y sedilata»

Finalmente, el químico se refierehasta a siete edades distintas, a sa-ber: infancia, puericia, pubertad,adolescencia, juventud, virilidad ysenectud. Las diferencias entre unay otra se realizan con un criterio pro-cedente de la pura observación de

los cambios corporales con una in-terpretación doctrinal provinientede los esquemas propios de la iatro-química.

No es posible entender estospuntos de vista si no nos remonta-mos a los orígenes. ¿De dónde pro-cede el tópico de las edades de lavida del hombre? Sin ningún génerode dudas su punto de partida hay quebuscarlo en la Antigüedad Clásica y,como sucede con el resto del con-junto de saberes biológicos y médi-cos, en el contexto armonizador queera la teoría humoral. Dicho con-cepto va a ser vehiculizado en el lar-go y complejo proceso de transmi-sión de la ciencia clásica occidentaltras pasar por el tamiz de la cienciaárabe y del mundo bizantino y vol-ver a la Europa Occidental a travésde ellos. Al exponer la doctrina delas edades de la vida del hombre trasel estudio de las cosas naturales o fi-siológicas, la I s a g o g e de Ioannitius,el texto escolar más importante dela historia del galenismo, dice:

«Cuatro son las edades, a saber,adolescencia, juventud, senectud ydecrepitud. La a d o l e s c e n c i a es decomplexión cálida y húmeda, enella crece y aumenta el cuerpo hastallegar a los veinticinco o treintaaños. A ella le sigue la juventud, quees cálida y seca y que conserva en superfección el cuerpo sin disminu-ción de sus fuerzas; ésta acaba a los

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treinta y cinco o cuarenta años. Acontinuación viene la senectud, fríay seca, en la que el cuerpo empieza adisminuir y decrecer algo, sin quefalte, no obstante, la fuerza; durahasta los cincuenta y cinco o sesen-ta años. Le sucede la decrepitud, consu concurrencia de humor flemáticofrío y húmedo; en ella se hace pre-sente la carencia de fuerza y ella,con el transcurso de los años, ponefin a la vida».

A través del fino análisis que so-bre este tema hizo Diego Gracia2 1,podemos seguir el razonamiento so-bre las edades de la vida y la natura-leza del niño en la Antigüedad clási-ca. Por su especial interés, vamos areproducir sus palabras. En el textocitado arriba se dice que la juventudsigue a la adolescencia, que es cáliday seca, perfectum sine diminutione vi -rium corpus conservans, conservandoel cuerpo sin disminución de susf u e rzas. La expresión, tan escueta,no es fácil de entender. ¿Cuál es susignificado? Por el contexto, co-menta Gracia, deducimos que hastalos cuarenta años, una vez acabadala juventud, empieza la «disminu-ción «, el «decrecimiento» del cuer-po humano, en tanto que la adoles-cencia, por el contrario, el cuerpo«aumenta». Parece que el period ode la juventud –entre los 25-40

años– es «perfecto», porque en él hafinalizado ya el proceso de creci-miento y no se ha iniciado todavíael de disminución o decrecimiento.En términos aristotélicos, la juven-tud es el periodo de la vida del serhumano que transcurre entre el finaldel proceso de «generación» y el ini-cio del de «corrupción». Ahorabien, en la filosofía aristotélica y,por extensión, en toda la filosofíaantigua, la «naturaleza» de un ser ouna cosa sólo existe perfecta una vezfinalizada la generación y aún noiniciada la corrupción. Lo cual plan-tea un grave problema, el de si elniño es un ser natural, es decir, el dequé sentido tienen la expresión «na-turaleza» aplicada al niño.

La generación del ser humano nofinaliza en el momento del naci-miento sino mucho después, cuandose alcanza la madurez biológica ypsicológica entre los veinticinco ylos treinta años. Sólo entonces elhombre es un «ser natural», es decir,en la plenitud de sus potencias y fa-cultades, tanto corpóreas como aní-micas; sólo entonces el hombre pue-de alcanzar su «perfección», la saludy belleza en el cuerpo y la bondad enel alma. Al hombre le pertenecenpor «naturaleza» estas propiedades,la bondad, la belleza, la salud. Másaún, en la naturaleza humana hayuna correlación perfecta entre cuer-po y alma y sólo en un cuerpo sano ybello puede existir un alma buena.

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21 GRACIA, D. ¿Es el niño un ser enfermo?Jano, 662, 11- 23.

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Hasta que el hombre alcanza lamadurez y su naturaleza logra la per-fección, no puede considerarse nicomo sano, ni como bello ni comobueno. El niño, no es, en primer lu-g a r, sano, ya que su complexión ca-rece de temperancia. Como conse-cuencia, tampoco es bello. El niño,en fin, no es bueno. Las cualidadesdel alma se hallan determinadas, ent oda la tradición socrática, por lacomplexión humoral: no puede ha-ber un alma buena en un cuerpo in-temperado. Al niño no le pertenecela virtud como nota constitutiva desu naturaleza y, mucho menos, a laniña. Por ello, es fundamental la p a i -d e i a, tanto del cuerpo como del espí-ritu. En el primer caso, la d í a i t a c o nla adecuada regulación de las cosasque el galenismo definió como s e xres non naturales: medio ambiente,comida y bebida, movimiento y re-poso, sueño y vigilia, excreciones ysecreciones y afectos del ánimo.También es necesario ejercitarse encombatir la ignorancia y el vicio me-diante el conocimiento y la virtud.

El análisis de Gracia apunta a loque constituye el elemento nuclear:la naturaleza del niño en estado deenfermedad. Es decir, si por su natu-raleza intemperada, de hecho, s e rniño equivale a e s t a r enfermo; enotras palabras, el periodo de la in-fancia es, en sí mismo, contranatu-ral. La solución viene dada por la

idea de que el estatus del niño no esni natural ni contranatural sinoneutro. Así la naturaleza del niño secaracteriza por su n e u t r a l i d a d, untipo especial de intemperancia quele hace muy propenso a evolucionarfácilmente hacia el estado de enfer-medad, que de alguna manera le ale-ja de la salud y que requiere una cui-dadosa paideia desde el nacimiento.

La naturaleza del niño en estado de salud

Ya nos hemos referido en un epí-grafe anterior a cómo la tradiciónaristotélico-galénica considera alniño como una versión todavía im-perfecta del hombre adulto por sersu complexión cálida y húmeda, loque le hace estar sujeto a la máximacorruptibilidad. Frente a la mujer,también imperfecta, el niño es per-fectible, puesto que conforme vacreciendo el calor persiste pero lahumedad, cuyo exceso es muy perju-dicial sobre todo para el cerebro, vaaminorándose. Su complexión esdelicada y por ello «tienen los ner-vios débiles y molificados». Esta de-bilidad se pone de manifiesto enmuchos capítulos de las obras pediá-tricas y así se habla, por ejemplo, de«débiles osezillos... y sujetos tan fla-cos por su ternura y débil comple-xión» de blandura de los huesos dela calota que posibilita la apariciónde hidrocefalia; de debilidad en las

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túnicas que componen la estructuradel ojo, etc.

Por otro lado, las potencias ra-cionales –imaginación, pensamien-to y memoria– están muy poco desa-rrolladas al nacer. Sólo a partir delos siete años puede decirse que elniño ha entrado en la «edad de la ra-zón». Tienen una fuerte virtud natu-ral necesaria para el crecimiento. Elque crece necesita mucho alimento,lo que les hace muy voraces (Valles,Mercado Lobera de Ávila así lo afir-man).

Íntimamente ligado a la comple-xión natural del niño, los autoresofrecen lo que son las característicasmás significativas de la psicologíainfantil y que podemos resumir delmodo siguiente: hasta los siete años,no pueden entender ni distinguir elbien del mal. Tienen gran facilidadpara aprender pero les resulta muydifícil retener lo aprendido ya que sumente está demasiado ocupada enjuegos y alegrías. Se mueven muchoy aman sólo a quienes les consientensus caprichos. Lloran, ríen y hablanmucho. No son prudentes ni cons-tantes. Ellas, las niñas, tienen un as-pecto más agradable y risueño, peroson ligeras y envidiosas y tienen elcorazón mudable y engañoso.

En general, las observacionesanatomofisiológicas son glosas y co-mentarios a Aristóteles, Galeno, Pa-

blo de Egina o Avicena (éste último,por ejemplo, muy presente en laobra de Lobera), pero a finales delsiglo XVI se observa la incorpora-ción de la nueva anatomía vesalia-na: «el rechinar los dientes cuandohay lombrices intestinales, se debe aque los músculos que abren y cierranel ano se relacionan con el vientre yel cerebro como sabemos desde Ve-salio». Al margen de las descripcio-nes embriológicas, la primera vezque el niño aparece tal como es, esmás tardía, hacia 1680 con una vi-sión geométrica, plenamente mo-derna, del cuerpo del niño. Es quizáuno de los primeros lugares por don-de se irá resquebrajando el modeloescolástico al no establecerse dife-rencias cualitativas entre la natura-leza del niño y la del adulto.

Las enfermedades infantiles y la prácti -ca médica

Aquí los tópicos podemos agru-parles en torno a las respuestas dadasa tres cuestiones: ¿Por qué son tanfrecuentes las enfermedades de losniños?; ¿cuáles son sus causas?; ¿pormedio de qué señales se manifiestan?A estas tres preguntas añadiríamosuna cuarta y es la de desvelar qué tipode patología aparece en los textos.

Enferman más los niños que losadultos, sobre todo en los primerosdías de la vida y durante la lactan-

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cia, por su complexión humoral rei-teradamente citada: «Todos los ma-les en ellos proceden del exceso dehumedad, cualidad que con el calorhace que estos cuerpos sean tan pro-pensos a la enfermedad. Padecencon facilidad enfermedades porcualquier causa, tanto interna comoexterna y además influyen en elloslos accidentes que han padecido enel interior del útero y en los trabajosdel parto. Casi en cada autor se repi-ten frases parecidas a la siguiente:«Y porque así son sin número, si to-das las enfermedades las tuviera quee s c r i b i r, sería muy prolijo»; «Innu-merables enfermedades son las quehe visto en lactantes y niños» (Nú-ñez de Oria); «Hay mil afeccionesque afligen al niño» (Mercado). Enestas frases se observa una gran im-precisión, un temor a equivocarse, ainternarse en un terreno resbaladizoy lleno de dificultades y conjeturas.

La doctrina de las causas tienenuna factura claramente galénica,aunque desarrollada en algunospuntos: «Es una gran verdad que lahumedad en los niños es todo aque-llo que llamamos causa» No obstan-te, el médico tiene que distinguirentre lo que debe ser húmedo en lanaturaleza del niño, lo cual es salu-dable y necesario, de lo que efecti-vamente predisponga a las enferme-dades. No pueden dejarse lasdolencias infantiles en manos de co-

madres porque desconocen las cau-sas, ya que es precisamente este co-nocimiento por causas el que distin-gue al médico científico.

Los libros contienen una porme-norizada descripción de las sex resnon naturales como causa de enfer-medad y se alude, asimismo, a lascausas internas como los diferentestemperamentos individuales. Laetiología más comúnmente acepta-da en los niños más pequeños es lamala calidad de la leche de la madreo nodriza, su consumo excesivo o suritmo inadecuado. Por ello, la alte-ración inicial que produce la enfer-medad en la mayor parte de los ca-sos, es decir, la causa sinéctica, es lacorrupción inicial del alimento enel tubo digestivo que provoca, se-cundariamente, una afectación delcerebro –hacia el que ascienden losvapores nocivos– que comunica, asu vez, su daño a otras partes delcuerpo.

En lo que concierne a las señalesde enfermedad, señala Mercado quealgunos de los que consideran el artey método de curar las enfermedadesde los niños, confunden las causasque las incitan con las señales conlas que se dan a conocer. De los tresrecursos principales que señala LaínEntralgo al estudiar el diagnósticoen la medicina galénico-tradicional:exploración sensorial, comunica-ción verbal y razonamiento, sólo

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parcialmente podrán ser aplicadosen el caso del paciente-niño. Fre-cuentemente se repiten frases comola siguiente, correspondiente a Pérezde Herrera: «No pueden manifestar(las enfermedades) con quejas nimostrar enteramente por pulso, ori-na u otras señales y excrementos quesuelen en los adultos dar indicios deellas». No por ello, pese a este mar-cado pesimismo, dejaron de utilizarla observación sensorial y, sobret odo, recurrir a la experiencia, pie-dra de toque de los autores de lasmonografías. Puesto que el niño nosabe decir ni dar a entender sus mo-lestias, en este combate contra la en-fermedad, los médicos de poca expe-riencia yerran. Pérez de Herrerallega a decir que muchos niños mue-ren porque padecen dolor y aflicción«por no saber quejarse» y que «escosa de gran peligro aver de curarsólo por conjeturas cosas tan escurasy dudosas». Todos los tratadistas, sinexcepción, mencionan su trayecto-ria profesional como garantía de co-nocimiento práctico de la realidadde las enfermedades infantiles.

Pero volvamos a la pregunta ini-cial: ¿Qué enfermedades aparecen enlos textos y cómo se tipifican? Sondestacables los aspectos siguientes:

– La escasa novedad de los distintoscapítulos que enumeran la patolo-gía infantil. Generalmente se tra-ta de meras repeticiones de las

obras clásicas ya citadas, inclusocon idéntica ordenación. Una ex-cepción a valorar: la angina difté-rica o garrotillo, auténtica nove-dad en la literatura renacentistaespañola.

– Excepto algunas especies morbosas(sarampión, viruela, difteria, epi-lepsia), el resto de capítulos son unamera enumeración de síntomas:tos, vómitos, hipo, estornudos.

– Se estudian las enfermedades máscomunes y no se plantea en lasobras hacer listados nosológicosexhaustivos. Estas enfermedadesfrecuentes se refieren principal-mente a lo que podríamos englo-bar bajo el rótulo de trastornos di-gestivos y errores dietéticos en loslactantes. En los niños más mayo-res hay mayor frecuencia de pato-logía infectocontagiosa.

– Solamente cuando a finales del si-glo XVI aparece de forma epidémi-ca la difteria, 1613 es denominado«el año de los garrotillos», es cuan-do surgen estudios monográficos re-lativos a este tema como los clásicosy ya citados antes de Mercado, Pé-rez Cascales o Ruizes de Fontecha.

2.4. Los niños expósitos en la Es-paña Ilustrada

La existencia de monografías so-bre expósitos en la España moderna,

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es una clara expresión de algo quefue vivido como un problema por lasociedad de la época, muy en parti-cular en las publicadas en las últimasdécadas del siglo XVIII. Contamoscon excelentes trabajos que nos hanhecho conocer las dimensiones delproblema y alguno de ellos como elde Carreras22, el más completo desdeel punto de vista de la historia de lamedicina, cuenta, entre las fuentesmanejadas, con las de tipo impreso.No es necesario insistir demasiadoen la enorme relevancia de las mis-mas para cuestiones fundamentalesde tipo demográfico y social como elestudio de la pobreza. Junto a otrotipo de fuentes no impresas, son in-dispensables para poder reconstruircon precisión la gravedad de la si-tuación en lo tocante a la cuestión

de la morbilidad y mortalidad infan-tiles.

¿Quiénes fueron los autores de lasobras sobre infancia abandonada?.Eclesiásticos, políticos, filántropos ymédicos se reparten las autorías. Losprecursores, como señala A. Carre-ras, hay que buscarlos en el sigloXVII, en la obra de dos médicos,Cristóbal Pérez de Herrera (1604) y,sobre todo, en Luis Brochero(1626). Junto a ellos, un clérigo,Fray Tomás Montalvo, publicó unaPráctica política y económica de expósi -tos... (1700) tomando como base elmanuscrito del Rector del Hospitalde Expósitos de Granada, quien fa-lleció antes de que la obra viera laluz. Sin embargo, el grueso de las pu-blicaciones están concentradas enlas últimas décadas del siglo XVIII,dato coherente, como es bien sabi-do, con lo que fue la preocupacióndemográfica y toda la constelaciónde elementos que constituyen laIlustración en España y que, comoha sido repetidamente señalado port odos los historiadores de la infan-cia, aúna la sensibilidad prerromán-tica frente a la infancia con la visiónutilitarista de hacer de cada indivi-duo una persona útil a la sociedad.Pero también jugaron un papel rele-vante las circunstancias locales deun determinado país; en el caso quenos ocupa, la mayor parte de lasobras se publicaron durante el reina-

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22 CARRERAS PANCHÓN, A. El proble -ma del niño expósito en la España Ilustrada. Sa-lamanca, Instituto de Historia de la Medici-na Española, 1977. Otros excelentestrabajos sobre expósitos son los siguientes:SANTALO, G. Marginación social y mentali -dad en Andalucía Occidental: expósitos en Se -villa (1613-1910). Sevilla, 1980. OROZCOA C U AV I VA, A. Historia médico-social delniño en Andalucía Occidental y Extremadura.Sevilla, Sociedad de Pediatría Occidental yExtremadura, 1990. SHERWOOD, J. P o -verty in Eighteenth Century Spain. The Wo -men and Children of the Inclusa. To r o n t o ,University of Toronto Press, 1988. VIDALGALACHE, F., VIDAL GALACHE B.Bordes y bastardos. Una historia de la Inclusade Madrid. Madrid, Compañía Literaria,1995.

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do de Carlos IV y el gobierno de Go-doy fue especialmente sensible a es-tos problemas, ya que como Carrerasindica y es fácilmente evidenciable,durante su privanza autores comoUriz, Iberti o Murcia, le dedicaronsus obras. En este sentido, las refe-rencias a expósitos están reflejadasen la actividad llevada a cabo porpersonajes fundamentales en la Es-paña ilustrada como Feijóo, Sar-miento, Jovellanos o Cabarrús, aun-que aquí nos vamos a limitar a lostrabajos monográficos sobre expósi-tos que, como comentábamos antes,tuvieron diferentes procedencias enconsonancia con lo que fue una pre-

ocupación compartida por ampliasesferas sociales. En las obras diecio-chescas aparecen políticos (AlbertoMegino), responsables organizativosde hospicios (Tomás Anzano), cléri-gos (Juan Antonio de Tr e s p a l a c i o s ,Joaquín Xavier de Uriz, AntonioArteta) y médicos (Santiago GarcíaJaime Bonells, José Iberti). De otrostratadistas sobre expósitos de grantrascendencia, como Ignacio M.Ruiz de Luzuriaga sólo nos ha llega-do su obra manuscrita.

El paternalismo fue el tipo rela-ción que se establecía entre el pod e rpolítico y religioso y los ciudadanos

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Fig. 4. Grabado representando un torno tradicional para la recogida de los niños aban-donados en un hospital o en un hospicio.

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en el contexto del despotismo ilus-trado. El rey era el padre del pueblo yel Papa el representante de Cristo enla Tierra. La iglesia consideraba a susmiembros como formando parte dela familia cristiana y el estado consi-deraba a sus súbditos como hijos quedebían obediencia y lealtad. En elAntiguo Régimen se desarrolló unelaborado sistema de institucionescaritativas con objeto de mitigar laspésimas condiciones de vida dela mayoría de la población en elp e r i odo preindustrial. Los pobrescumplían, en este contexto, una im-portante función al ofrecer oportuni-dades de ejercer sobre ellos la caridadcristiana y la generosidad. Las inclu-sas dependían de la iglesia, del estadoo de particulares que veían a los po-bres en los términos que acabamos dec o m e n t a r. En el caso de España, ade-más, la protección de los expósitostenía además otro componente enrelación con otros países europeos: elhonor de la familia dependía, engran medida, de la honestidad de lasmujeres que la componían y que loshombres estaban obligados a prote-g e r. Así, la inclusa era una forma deproteger dicho honor, puesto que elhijo ilegítimo no tenía cabida en unafamilia honorable. Por medio de es-tos establecimientos, el rey, o la au-toridad eclesiástica, tomaba bajo susupervisión y cuidado estos niños,bajo su manto protector con una pa-ternidad subrogada.

El expósito como víctima y el ex-pósito como paciente son dos de losrasgos que en estas obras se puedenrastrear y que van indisolublementeunidos: tratadistas médicos y autoresajenos a la medicina, no dejan de su-brayarlo. Como veremos en un epí-grafe posterior, la especial relaciónque entre médicos y niños enfermosse produce, está marcada por la com-pasión, sentimiento que en el casode la infancia abandonada es toda-vía más marcado. Sobre todas lasobras, sin excepción, está pesandouna realidad: la dimensión de las ci-fras de mortalidad para la que se uti-lizan adjetivos muy variados, siendoel de «aterradora» uno de los másfrecuentes. Los testimonios de elloson tan abundantes en las fuentes dela época, que no parece que quepa lamenor duda de que, como decía An-tonio Bilbao, «exponer a esos niñosera la misma cosa que matarlos». Losdatos que ofrece Ignacio María Ruizde Luzuriaga en un documento esca-lofriante por lo que allí se contiene,Estadística Político-Médica o estadocomparativo de los Xenodochios... osea Casas de Amparo u Hospicios deMaternidad, Inclusas y Casas deHuérfanos o Desamparados de Espa -ña, dispuesta según el orden de los ar -zobispados y obispados con la mira deperfeccionar estos Establecimientos se -gún las mejoras de las demás nacionesde Europa (Mss. en 5 volúmenes es-crito entre 1817 y 1819 y que se

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conserva en la Real Academia Na-cional de Medicina de Madrid), elhospicio de Santiago de Composte-la contaba con 733 expósitos en1803, de los cuales murieron 558,siendo la tasa de mortalidad infantilde 761.2 por mil nacidos vivos. Paralos médicos constituía todo un reto,una de las fronteras que la enferme-dad ponía al arte de los galenos. Endefinitiva, la exposición no era sóloun tremendo problema social, tam-bién era un problema médico. Lascondiciones de los hospicios fueronun motivo más para que la medicali-zación de la actividad del cuidado delos niños se produjera en los térmi-nos que hemos comentado arriba.Estas instituciones, donde docenasde niños enfermaban y morían, eranuna excelente oportunidad paraaprender clínica infantil, para ob-servar las patologías más variadas,probar remedios y desarrollar nuevastécnicas. Como ha sido señalado porlos estudiosos del tema, podría darsela paradoja de que estos lugares, acu-sados con mucha razón de ser ellosmismos parte del problema, jugaranun papel positivo en el posterior de-sarrollo de la actividad pediátrica,ciertamente mediante un elevadísi-mo precio. No son pocos los ejem-plos en el mundo europeo de trans-formación de un hospicio o casa demisericordia, en un hospital pediá-trico. La propia Inclusa de Madrid esun ejemplo de esta evolución. Las

huellas de la nueva medicina paralos niños que estaba gestándose so-bre todo en la Francia del sigloXVIII, iba calando hondo en los es-critos de los médicos autores de li-bros sobre infancia abandonada.

Un elemento a destacar, aunquedesconocemos en qué medida se dioaquí, donde presumiblemente lo hi-ciera a menor escala que en el mun-do francés, fue la utilización de losexpósitos como cobayas humanopara experimentar diversos tipos deleches animales como sustitutas dela leche humana. Autores españolescomo Santiago García citan traba-jos foráneos como el experimentollevado a cabo en Rouen, donde secrearon las mejores condiciones delimpieza y cuidado para lactantespero a los que se suministró, para verlos resultados, leche de vaca, lo quefue una auténtica catástrofe. O losensayos hechos en l´Hôpital des En -fants Tr o u v é s parisino administran-do mercurio a las madres para tratarla sífilis hereditaria.

Un caso aparte, del que sí tene-mos constancia, es el de la vacuna-ción antivariólica, utilizada en losniños expósitos como una contribu-ción de los mismos al progreso de laciencia, lo que añadía utilidad a susvidas. El ejemplo paradigmático fue-ron los niños que partieron desde laInclusa de La Coruña en la expedi-ción de Balmis. En la polémica desa-

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tada en torno a la vacuna tambiénterciaron los responsables de las in-clusas y no siempre hubo una con-cordancia de puntos de vista entreellos mismos. Por ejemplo, pareceser que en principio se pensó que al-guno de los niños expósitos del via-je de Balmis proviniera de la inclusamadrileña, estando de acuerdo losmédicos. Pero como indicó haceunos años Paula Demerson, la acti-tud de la Junta de Damas del hospi-cio madrileño, que dirigía la marchade la institución, se mostró contra-ria a esta situación; con un criteriodistinto al de los médicos, conside-rando que los peligros que acarreabael viaje no podían compensar la ha-zaña filantrópica de Balmis y Sal-vany, cuando el bien que a los niñosse les reportaba era prácticamentenulo. Es importante señalar el mag-nífico trabajo realizado en la inclusamadrileña por esta Junta de Damasque dirigió la condesa de Montijo.Con su dedicación a los niños aban-donados, ayudaron mucho a mejorarsus condiciones de vida. Muy re-cientemente, Susana Ramírez haexhumado una serie de interesantí-simos documentos que el médicocubano Tomás Romay y Chacón,una de las figuras centrales, comoveremos, de la introducción de lavacuna en América, remitieron a laInclusa madrileña y que podrían ser-vir como guía de actuación para lasactividades llevadas a cabo en los lo-

cales del establecimiento madrile-ño, sobre todo teniendo en cuentala propia experiencia de Romaycomo médico de un establecimientobenéfico cubano donde también serecogían niños abandonados.

Sin embargo, en otros muchosmás casos, sabemos de la influenciade las obras de los médicos en lamarcha de las inclusas. Este es elcaso, por ejemplo, tanto de la pri-mera, como de la nueva y aumenta-da edición de la obra de SantiagoGarcía titulada Instituciones sobre lacrianza y física de los niños expósitosque, como señalan Florentina y Be-nicia Vidal, tuvieron una gran in-fluencia en las reformas llevadas acabo en la Inclusa de Madrid por laJunta de Damas de Honor y Mérito.

La penosa situación de los niñosen las Inclusas o en los espacios des-tinados a los mismos en los hospita-les nos es familiar a través de no po-cos estudios que se han ocupado deltema. Las patologías prevalentesaparecen en ocasiones en las obrasimpresas, aunque hay que decir quelas fuentes de archivo son muchomás relevantes para este tema. Unaenfermedad que aparece frecuente-mente es la sífilis y la pretendidatransmisión de la misma del niño si-filítico a la nodriza, causaba temor,repugnancia y rechazo a llevarse elniño a su propia casa, pese a la ne-cesidad económica. Las infecciones

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oftalmológicas eran muy frecuentesy se atribuían en ocasiones a la en-fermedad venérea. Procesos micóti-cos como el muguet y otro tipo deaftas bucales causaban muchasmuertes por desnutrición, al ser do-lorosa la ingestión de leche y negar-se a la lactancia. Sarna y tiña erandos acompañantes asiduas de los ex-pósitos, lo mismo que otras muchasafecciones dermatológicas. En oca-siones, el tratamiento dado a deter-minadas afecciones podía ser, en símismo el causante de efectos nega-tivos, como señala Ruiz de Luzuria-ga con respecto a la agresiva accióncurativa destinada a hacer desapare-cer la tiña, que causaba con poste-rioridad no pocas calvicies. Lasafecciones más graves, en este oscu-ro panorama eran las de tipo respi-ratorio y gastrointestinal, causadas,en no pocas ocasiones, por patolo-gía infectocontagiosa de etiologíadiversa, como difteria, sarampión oviruela. A este respecto, las I n s t i t u -ciones sobre la crianza física de los ni -ños expósitos de Santiago García,uno de los mayores conocedores deestos establecimientos, es muy inte-resante ya que, como parte del pro-ceso de medicalización que hemosmencionado, planeaba un tipo dehospicio que quedaba, al menos enparte, sometido a las reglas de unhospital para niños enfermos. Porejemplo, establecía no menos dedieciocho diferentes salas, dentro de

una de las dos grandes divisiones delestablecimiento: una, destinada alos niños sanos y otra sala para ni-ños enfermos con habitaciones se-paradas para albergar niños que pa-decieran diferentes enfermedades(patología ordinaria no grave, y en-fermedades contagiosas como las detipo respiratorio, gálicos, sarnas,herpéticos, aphtas, glositis, saram-pión y viruela).

Un capítulo fundamental en mu-chas de las obras sobre expósitos ymonografías enteras están dedicadasa la lactancia y a la utilización de lasnodrizas. Los médicos y administra-dores de los hospicios defienden condureza la necesidad de vigilar muyde cerca las acciones de las nodrizas,figuras clave para mantener la vidade los niños. Santiago García elabo-ra todo un programa de tareas a rea-lizar con los niños destinadas a lasn odrizas que permanecían en loshospicios: debían levantarse a las 5de la mañana en verano y a las 6 eninvierno, lavarlos con agua templa-da, cambiarlos tres o cuatro veces aldía y alimentarlos seis veces al día.Sus habitaciones tenían que perma-necer limpias y utilizar parte de sutiempo en preocuparse de la ropa delos niños. Cuando se les autorizaba asalir, siempre acompañadas, debíanir en grupos de cuatro y sólo podíanconversar con sus maridos o familia-res o con alguien que fuera conocido

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por los supervisores. Mucho más fre-cuentes en las obras son los listadossobre las características de una no-driza perfecta, como el haber sidomadre una vez y haber criado unhijo sano, tener buena dentadura ybuena complexión, entre otras mu-chas cualidades, físicas y morales,que difícilmente se encontraban enla realidad diaria de las nodrizas delas inclusas. La lactancia artificialera otro de los temas discutido porlos médicos, sobre todo a finales delsiglo XVIII por influencia de lasprácticas realizadas, sobre todo, enlos establecimientos franceses paraniños abandonados y algunos semostraban entusiasmados por lasnovedades técnicas en materia delactancia, ora con la mezcla de unou otro tipo de leche animal conotros alimentos, ora con los ensayoshechos mediante diferentes artilu-gios ideados con el objeto de que laleche llegara a las bocas de los lac-tantes directamente, como planteóGarcía, partidario de la utilizaciónde la leche de cabra. Junto a García,que hemos elegido como testigo,otros autores como Iberti o Bonellsson decididos defensores de la ali-mentación artificial a base de pa-pillas.

La búsqueda de nuevas formas dealimentar a lo expósitos era, en rea-lidad, una manera de evitar la de-pendencia absoluta de las nod r i z a s

en las inclusas. Puesto que en estosniños la lactancia materna, la de-seable y estimadísima por todos losautores de las obras, encabezadospor Jaime Bonells, era imposible, lalactancia artificial debía ser ensaya-da para evitar la lactancia mercena-ria, denostada en los tratadistas ilus-trados por los abusos que en dichasituación podían darse y que redun-daban en el empeoramiento de la si-tuación de los niños abandonados.Los principios generales que regíanla educación de los niños expósitoseran similares a los que no lo eran,esto es, el retorno a la naturaleza y elevitar todo aquello que coarta el de-sarrollo del individuo como perso-na. Por ello, desde el primer mo-mento, ya en la lactancia, sesuprimen fajas y corpiños que, comohabía dicho Rousseau, hacían pare-cer a los niños «como crucificadoscolgados de sus fajas, con el rostroamoratado, el pecho fuertementecomprimido privando la circulaciónde la sangre».

Tras la lactancia, cesaba en mu-chas ocasiones la atención de los po-deres públicos como se denuncia sis-temáticamente y no era infrecuenteque cuando llegaban a los cinco oseis años, estuvieran en la calle pi-diendo limosna. A. Carreras repro-duce el testimonio coetáneo de Me-léndez Valdés: «Tendidos [los niños]por las calles y plazas, comiendo in-

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distintamente cuanto les viene enmano, durmiendo, ya al sereno, ya alsol, sin abrigo ni reparo alguno, in-capaces de cuidar de sí mismos niconocer lo que puede dañarlos... yohe visto con dolor a muchos que pa-recían cadáveres».

Poco a poco se abrieron dos ca-minos que significaban una mejoraen esta horrible situación: pod í a nser adoptados por alguna familia obien, volver a la Inclusa a aprenderun oficio. La salida definitiva del es-tablecimiento se hacía entre los diezy los catorce años.

2.5. Los niños que participaron enla Expedición

Es difícil aventurar de formaexacta la cifra total de niños queparticiparon en uno u otro momen-to de la Expedición. Se habla siem-pre de los veintidós niños que par-tieron en la María Pita, pero fueron,de hecho, muchos más los que, a lolargo del viaje, se incorporaron alproyecto en las zonas donde la Ex-pedición iba pasando. Para empezar,como acabamos de comentar, desdela Inclusa madrileña se planteó eltema de escoger los que serían losprimeros que irían a La Coruña. Lanecesidad de su presencia venía ava-lada por no tener constancia de quela vacunación estuviera introducidaen la ciudad gallega. Finalmente

fueron diez los que partieron de Ma-drid 23. Los que partieron de La Co-ruña, por su parte, fueron escogidosdirectamente por las altas autorida-des eclesiásticas y también por el ci-rujano de mayor categoría y expe-riencia del Hospital Real deSantiago. Por otro lado, los requisi-tos exigidos desde el punto de vistatécnico por el Director de la Expedi-ción es que tuvieran entre 8 y 10años y que no hubieran pasado lasviruelas naturales. En el proyectoinicial se requería la presencia deuna docena de niños o poco más,cada 25 a 30 días. No siempre secumplió la condición de la edad y serecurrió a niños más pequeños o másmayores cuando hubo necesidad ytampoco el número de niños teóri-camente necesarios, pues la cifra fuemás reducida en general. En el tra-yecto más largo, desde Acapulco aFilipinas, también fué más elevadoel número de niños, alcanzando lacifra de veintiséis. Finalmente, notodos eran niños expósitos sino que,

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23 En el Archivo General de Indias, Indife-rente General, 1558-A, aparece este tipo deinformación. S. Ramírez (2002,), Op. cit., p.112-113) que ha manejado, además, fuentesprocedentes del Archivo Universitario deSantiago de Compostela sobre el HospitalProvincial de Santiago, considera que si deMadrid salieron diez niños y de ellos sola-mente volvieron seis a la Inclusa, es de su-poner que los otros cuatro embarcaron conBalmis o fallecieron por el camino.

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a lo largo del viaje, muchos de elloseran cedidos por sus familias, a lasque se indemnizaba por dicha ce-sión. En un tramo del viaje –entreLa Habana y el Puerto de Sisal– nohubo niños sino esclavos para trans-portar la vacuna.

Ésta, en definitiva, es la historiade expósitos como los que partieroncon Balmis y Salvany. ¿Qué sucediófinalmente con los primeros veinti-dós niños cuando fueron devueltos aEspaña? No lo sabemos, pero no esaventurado afirmar que, tras habercumplido la función para la que ha-bían sido elegidos, la sociedad se ol-vidó de ellos. Quizá aprendieron al-gún oficio y pudieron incorporarse ala sociedad de forma menos traumá-

tica. Quizá sucumbieron en la pobre-za y la marginación como tantosotros niños abandonados. Algún his-toriador ha puesto en boca de Balmisun sentimiento de tristeza porque laspromesas que se habían hecho desdelos poderes públicos antes de la Ex-pedición y que están presentes en lacarta que Balmis escribió al ministrode Gracia y Justicia José Caballero,en cuanto a su cuidado, manuten-ción, educación y empleo, no se ha-bían cumplido. El Siglo de las Lucesque acababa de terminar había he-cho visible el problema de la infan-cia desvalida, pero las políticas deprotección social y la lucha contra lapobreza y las desigualdades, no ha-bían hecho más que empezar.

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Si queremos explicar de formaadecuada el significado de la RealExpedición Filantrópica, sin recurrira viejos tópicos de la historiografíaromántica, es necesario que intente-mos dar sentido al viaje para exten-der la vacuna en el contexto de loque fue la ciencia española y el con-junto de expediciones científicas delos reinados de Carlos III y CarlosIV. Ciertamente, conocemos muchomejor las del primer monarca que lasdel segundo, en el que la coinciden-cia con un acontecimiento políticoque marcará un «antes» y un «des-pués» tanto en Europa como en lascolonias americanas, la RevoluciónFrancesa, hace que sean estas facetaspolítico-sociales las más destacadasy no tanto las de tipo científico. Sinembargo, en la Corona española elreinado de Carlos IV supone muchodesde el punto de vista científico:por una parte, la madurez de algunosproyectos nacidos en el periodo an-terior; por otro, el comienzo de unacrisis que acabaría con los sueños

ilustrados. Además, el proceso demilitarización imparable de la reno-vación científica española, no pue-de separarse del protagonismo de esegrupo social en todos los aconteci-mientos de calado científico24.

En la historia de la ciencia espa-ñola, el siglo XVIII significa la plenaincorporación de nuestro país a loque la historiografía ha llamado«Revolución Científica», procesopor el que se crean los fundamentosepistemológicos de la llamada cien-cia moderna. Sin duda es el segundoesfuerzo más importante en nuestrahistoria moderna por desarrollar unaciencia propia que, a su vez, propor-cionará la tecnología adecuada quepermitiera un mejor aprovecha-miento de los recursos. El primerintento lo protagonizó Felipe IIcuando quiso enfrentarse al reto de

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3. EL VIAJE DE BALMISEN EL MARCO DE LAS

EXPEDICIONES CIENTÍFICASDE LA ESPAÑA ILUSTRADA

24 Una visión de conjunto puede encontrar-se en PESET REIG, J.L. y LAFUENTE, A.(eds) Carlos III y la ciencia de la Ilustración,Madrid, Alianza ed., 1988.

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conquistar, conocer las característi-cas y explorar las posibilidades delnuevo imperio. Desde las más altasinstancias del estado se planearonmeticulosamente expediciones y secrearon instituciones para que loscientíficos desarrollaran su activi-dad, siempre, claro está, al serviciode la Corona en una sociedad cerra-da e incontaminada como la progra-mó Felipe II a partir de 1559. «Queno se atreva nadie a inventar nada»,afirma el conservador Juan Roblesen El culto sevillano, siguiendo lasconsignas oficiales. Concuerda estocon el retroceso de la burguesía, sus-trato social de la ciencia moderna, yla renovación de los poderes seño-riales.

A pesar de ello, el poder real nodejó de intervenir en la organiza-ción de la actividad científica desdeel punto de vista de los orígenes delEstado Moderno. Tareas como launificación de pesos y medidas, elinterés por aspectos cuantitativos ycualitativos de la población, por laorganización interna de las comuni-caciones y por los estudios acerca delos demás países, corresponde igual-mente a la nueva organización delpoder político. La ampliación de losfines de la organización política su-puso nuevas actividades de gobier-no, directa o indirectamente rela-cionadas con el cultivo de laciencia. Las más importantes fueron

la aparición de una política econó-mica premercantilista, el control delos problemas sanitarios y de la rea-lización de obras públicas, la racio-nalización y tecnificación del ejérci-to, la intervención gubernamentalde la imprenta y la atención estatala la enseñanza.

La renovación científica en Espa-ña hay que situarla, como indicanAntonio Lafuente y José Luis Peset(1988) entre 1689 y 1789, period oen el cual se incorpora la ciencia es-pañola a la europea en varias etapascon significado diverso en las queésta se fue abriendo paso, no sin difi-cultades. Tras una primera etapa, es-tudiada por López Piñero, en la quehubo importantes enfrentamientosentre los que postulaban una posturatradicional, de rechazo a las noveda-des, hasta los llamados «novatores»,a través de los cuales la nueva cien-cia se fue abriendo camino.

La segunda etapa podría fijarsehacia 1748, fecha de la fundacióndel Colegio de Cirugía de Cádiz, lapublicación de los resultados de laprimera expedición geodésica hispa-nofrancesa a Quito por Jorge Juan(1713-1773) y Antonio de Ulloa(1716-1795) el relanzamiento de lapolítica naval aplicada por Ensena-da y el mejoramiento de las arcas pú-blicas derivado del incremento de laplata americana. En ella se consoli-dan algunas instituciones que facili-

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tan una difusión más sosegada de lasnuevas ideas y algunas personas lo-gran tanta influencia y eficacia ensus propuestas, que casi cabría consi-derarlas como instituciones de lavida cultural y científica española.En medicina, la influencia de losgalenos extranjeros llegados con Fe-lipe V e Isabel de Farnesio, se hizonotar en cirugía con un notable au-mento de su consideración social,frente al médico formado en las vie-jas universidades. La principal de-manda de profesionales cualificadosprocede de la armada, que, en sin-tonía con los planes de reforma,reestructura, reorganiza o crea los ar-senales, los hospitales departamen-tales o de campaña y la formación deoficiales pilotos o cirujanos. En elcontrol del intrusismo en las profe-siones sanitarias, que tanto preocu-paba a las autoridades municipales,se aprecian indicios de que el Proto-medicato pueda ser un eficaz instru-mento de reforma en manos del po-der central contra la estructuragremial y corporativa de boticarios ycirujanos. En este periodo todavía sedetecta el peso de la Inquisición que,durante el reinado de Felipe V, tomóun nuevo empuje debido al apoyoque el rey necesitaba de la Iglesiafrente a los partidarios del archidu-que Carlos. El caso de Jorge Juan esparadigmático, ya que sus O b s e r v a -ciones astronómicas y físicas ( 1 7 4 6 ) ,según sus propias palabras «respira a

favor del sistema copernicano»; sinembargo, como solución de compro-miso se vio obligado a referirse almovimiento de la tierra como hipó-tesis, a pesar de lo cual, cualquierlector atento puede advertir el rangono de hipótesis sino de teoría cientí-fica que le otorga. Lógicamente el li-bro estuvo a punto de suprimirse ysólo la intervención del jesuita pa-dre Burriel (1719-1762) logró auto-rizar su impresión.

Poco a poco se fue produciendoel proceso de recuperación científi-ca y hacia 1750 se consolidó el pro-ceso de militarización de la cienciaespañola, uno de los rasgos más des-tacados de nuestra Ilustración. Lageometría, que fue el fundamentológico y metodológico más utilizadoen las academias e instituciones mi-litares para el conocimiento y domi-nio de la naturaleza, será sustituidapor la física experimental. La ante-rior identificación entre ciencia mo-derna y utilidad se enriquece y en-sancha al campo experimental, loque permite ampliar el círculo de susanimadores y consumidores al cleroy la nobleza provinciana.

En esta etapa se intensifica el in-tercambio frecuente de hombrescon el exterior, ya sea por la vía delas becas de estudios, las comisionescon misión de espionaje industrial ola simple contratación de técnicos ocientíficos extranjeros. La expulsión

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de los jesuitas, con la que se cierraeste periodo, suponía la adquisiciónde un rico patrimonio cultural, bi-bliográfico e inmobiliario, sobre elque emprender la reforma educativaen España; pero al mismo tiempodejaba un vacío importante en losproyectos de renovación. La reacti-vación profesional, económica, téc-nica y científica de los ejércitos eraun firme apoyo para la entrada de losnuevos saberes, su colaboración ocompetencia con la Compañía, lespreparaba para ser sus sustitutos enmuchas disciplinas y en diversas ins-tituciones. Ciertamente que conello se conseguía un acelerado pro-ceso de secularización de la ciencia yque el ejército y la marina eran ins-tituciones más fáciles de mover ycontrolar desde el aparato centraldel Estado. Sus programas de reno-vación exigían técnicos capacitadospara desarrollar tareas prácticas,pero tanto los potenciales alumnosde las academias como las altas je-rarquías militares tendían a contra-poner utilidad con ciencia teórica,dando como fruto un hombre deciencia severamente jerarquizado yf o rzado, en muchas ocasiones, aocuparse en tareas urgentes o nece-sarias. Los profesores nunca sintie-ron que su labor fuese respetada porlos oficiales y cadetes, quienes inva-dían con frecuencia las competen-cias del director y maestro; por otraparte, la pugna entre los distintos

cuerpos arruinó en sólo tres años laoriginal fórmula institucional repre-sentada por la Sociedad Matemáti-ca-Militar de Madrid. Cualquierproyecto era realizado con un méto-do de ejecución práctica paradigmá-tico: selección de hombres que enmisión secreta y de espionaje reco-rrían las cortes europeas; vincula-ción preferente a intereses militares;contratación de extranjeros y esta-blecimiento de una nueva unidaddocente que casi nunca sobrevivíalo suficiente como para preparar alpersonal autóctono de reemplazo.

En la última etapa, la educaciónsería el gran reto que abordaríanuestra Ilustración. La reforma pre-tende llegar a todas las institucionesdocentes, antiguas y de nueva crea-ción, aunque sea la universidad lamás necesitada. Un extranjero en1755 quedó asombrado al ver, en Si-güenza, cómo se sostenía una tesisde medicina y anatomía en que laprincipal cuestión «fue saber de quéutilidad o de qué perjuicio sería alhombre tener un dedo de más o undedo de menos». Sin embargo, nodebemos generalizar, ya que no entodas partes y en todas los saberes laenseñanza universitaria era tan an-quilosada. En medicina y por no pe-sar sobre alguna de sus doctrinas unaprohibición explícita que la conde-nara, la novedad tenía una mayorpresencia. Por ejemplo en los Te a -

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tros anatómicos de la Regia Sociedadde Medicina y Otras Ciencias de Se-villa, el existente en Madrid, o losde Zaragoza y Valencia, se enseñabaanatomía práctica. Salvo contuma-ces defensores del galenismo, cadavez era más difícil ajustarse a los tex-tos ordenados, y por ello, en 1772,los catedráticos de Medicina de Va-lencia solicitan autorización paraenseñar la «medicina mod e r n a » .Claro está que, en la medicina y sussaberes afines, era posible un eclec-ticismo difícilmente defendible enotras ciencias.

La experiencia institucional másemblemática en estos años será lageneralización a todo el territorioespañol de las Sociedades Patrióti-cas, experiencia iniciada por la Vas-congada en 1765. Desde el Consejode Castilla, Aranda, Campomanes yFloridablanca, impulsan una inicia-tiva tendente a situar junto a losproblemas locales y específicos decada provincia una organizaciónque pudiera comprometer a la no-bleza periférica y al clero rural en unprograma de reforma educativa y derenovación de la tecnología agrariay de extracción y aprovechamientode recursos naturales. Pero este em-puje público se ve en algunos lugaressecundado con el que surgía en ma-nufacturas y comercios, en especialperiféricos; que aparecían tambiéncomo demandantes de ciencia y téc-

nica. En esta onda hemos de consi-derar las escuelas de agricultura delas sociedades patrióticas, donde seenseñaría la botánica, agronomía,veterinaria o zootecnia. En este sen-tido nos encontramos con dos co-rrientes: una, basada en el más purodespotismo ilustrado; y otra descen-tralizadora, basada en el interés de laCorona por promover el desarrollosocial y económico de una ampliacapa social que, en las grandes ciu-dades y en la periferia demandaba suclase burguesa. Esta última corrientetendrá una gran importancia en lasprovincias de Ultramar y fue la máscomún y con gran calado entre losilustrados criollos, convencidos desu madurez intelectual y deseosos deuna actitud menos tutelante de lametrópoli. La influencia de la bur-guesía intelectual americana en eldesarrollo de la Expedición de la va-cuna e incluso antes, ante el proble-ma de la viruela, es evidente. Por elcontrario, la tendencia centraliza-dora tendrá como máximos repre-sentantes a miembros del estamentomilitar, Balmis incluido, que jamásllegó a comprender las demandasautonomistas de los pueblos hispa-noamericanos.

Las instituciones, generalmenteen manos de militares, procuraroncubrir las demandas de la Corona enunos casos, como la reforma de laenseñanza de los Colegios de Ciru-

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gía en 1791, unificando el título demédico y cirujano ante la resistenciade la mayoría de las Universidadesante cualquier cambio en profundi-dad. Sin embargo, la profunda desi-deologización de una parte conside-rable de nuestros científicos y laspersistentes y obsesivas declaracio-nes de la utilidad de sus conoci-mientos, no siguió un compromisode reforma de las estructuras socia-les, políticas y productivas del país.

Las Expediciones Científicas

Como ha comentado J. L. Peset,la renovación del país pasaba por lasaulas, los laboratorios, las coleccio-nes de historia natural o las expedi-ciones científicas2 5. Es decir, que,pese a lo variado de los objetos deestudio de dichos viajes, existió unelemento vertebrador en todos ellosque fue el hecho de que jugaron unpapel fundamental en los interesestanto políticos como científicos delos monarcas ilustrados españoles.

Las expediciones dieciochescas, dehecho, fueron, prácticamente todas,no sólo en España sino en el resto depaíses europeos, financiadas por elestado. Incluso aquellas que, comola del barón prusiano AlejandroHumboldt (1767-1835), fue entera-mente privada, requirieron la auto-rización previa de la Corona españo-la. De alguna manera, todos losviajes formaban parte de un mismoproyecto de política científica avantla lettre, de apertura al exterior, deconexión con personalidades e ins-tituciones científicas europeas deprestigio. A este respecto, la perte-nencia, por ejemplo, de Jorge Juan ala prestigiosa Royal Society de Lon-dres, cuna de la ciencia moderna ydonde trabajaron figuras emblemá-ticas en la historia de la cienciacomo Newton, es muy significativa.La brillante tradición renacentistaespañola que había decaído en granmedida durante el siglo de la Revo-lución Científica, se retoma y se lle-na de contenido.

En la larga historia de expedicio-nes y exploraciones europeas inau-guradas a finales del siglo XV por es-pañoles y portugueses, los realizadosen el periodo que nos ocupa tienencaracteres nuevos. No se trata yasólo de descubrir, conquistar y po-blar, como había sucedido en las ex-ploraciones de los inicios de la mo-dernidad en los siglos XV y XVI,

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25 En las dos últimas décadas, coincidiendoen parte con el bicentenario de la muerte deCarlos III, los viajes científicos en la Españade la Ilustración han sido objeto de especialatención. Contamos en estos momentos conexcelentes estudios globales, además del yacitado de PESET REIG, J. L. y LAFUENTE,A. (eds.), Op. cit.; cabe destacar el de PUIGSAMPER, M. A., Las expediciones científicasen la España del siglo XVIII, Madrid, Akal,1991.

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sino de observar y describir para unaadecuada explotación. El conoci-miento científico es fuente de poder,en la medida que, su utilización,ofrece nuevos recursos y mejoresmedios para su aprovechamiento.

Un bloque importante de los via-jes científicos fueron las expedicio-nes botánicas. La flora americanafue un objeto de interés preferenteen las últimas décadas del sigloXVIII y ello fue debido a la necesi-dad que se planteaba desde la me-trópoli de controlar la producción, yexplotar luego las riquezas naturalesde las colonias. El sentido utilitarioque marcó el proceso hizo que se pri-vilegiaran las plantas útiles en la in-dustria, la medicina y el comercio,para, de ese modo, renovar el arse-nal de medicamentos, y utilizar nue-vos materiales para la construcciónnaval o la manufactura textil. Otroobjetivo prioritario era el introduciren España semillas o plantas vivaspara aclimatarlas aquí. Pero paraque esta aplicabilidad se diera, eranecesario disponer de una base teó-rica y unas instituciones científicasadecuadas. La base teórica la pro-porcionó la incorporación a la botá-nica española de las nuevas corrien-tes científicas entre las que fuefundamental la adopción de un nue-vo sistema clasificatorio que permi-tía ordenar, de forma muy funcional,la gran variedad de especímenes en-

contrados, como era el sistema deLinneo. El estado, incluso, preten-dió contratar al propio Linneo(1707-1778) quien, aunque noaceptó, recomendó a su discípuloLoefling (quien se incorporó a unade las expediciones). En lo tocante alas instituciones, el Jardín Botánicofue una espléndida realidad comolugar de centralización de activida-des de enseñanza y de investigaciónde la flora española y americana.

Los resultados de los trabajos bo-tánicos dieron lugar a numerosas co-lecciones y a la elaboración de milesde dibujos de la flora característicade tierras americanas. Por otro lado,como ha señalado E. Estrella, la pre-sencia de las expediciones fue unnotable estímulo para el progresocientífico local y amplió el horizon-te formativo con la creación de lascátedras de Botánica de Lima o deMéxico y, reforzando la valoraciónde la realidad nativa, surgió lenta-mente, entre algunos intelectuales,una actitud crítica frente a la situa-ción colonial. De hecho, muchos dedichos intelectuales participaron enla serie de cambios políticos queacabaron llevando a la independen-cia a las colonias americanas.

La expedición Botánica del Perúentre 1777 y 1815 fue el resultadomás brillante de este proceso. Fuerealmente una empresa franco-espa-ñola. La riqueza de la flora peruana

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era conocida desde el siglo XVI, so-bre todo en lo relativo al árbol delquino. Dos botánicos españoles, Hi-pólito Ruiz (1754-1816) y José Pa-vón (1754-1840), ambos, además,con conocimientos en farmacia,junto a dos pintores que debían re-p r oducir la flora, fue la aportaciónespañola en una aventura que durótreinta y ocho años, tiempo duranteel cual se investigó la flora de Chile,Perú y Ecuador.

La otra importante expediciónbotánica recaló en el Reino de Nue-va Granada 1783 y 1816 y fue lide-rada por Celestino Mutis y Bosio(1732-1808), médico, naturalista ydivulgador científico. La enormecantidad de material de dibujos deplantas que Mutis acumuló en lazona subtropical de Mariquita y enla vegetación de la sabana de Bogo-tá y otros lugares, está siendo edita-da desde 1952 por los gobiernos co-lombiano y español. Esta Flora de laReal Expedición Botánica del NuevoReino de Granada, está previsto quealcance una cincuentena de volú-menes, con reproducción de las lá-minas a tamaño original y la des-cripción botánica mod e r n a .Finalmente, la tercera de las expedi-ciones botánicas recaló en NuevaEspaña (1787-1803), siguiendo laestela de la obra del primer expedi-cionario español todavía en el rei-nado de Felipe II, Francisco Her-nández.

Los resultados de estos viajes hansido, sin embargo, conocidos poste-riormente de forma limitada ya quese publicó poco y todavía quedanmateriales inéditos. Desgraciada-mente, la complicada situación po-lítica de la España de los inicios delsiglo XIX, debilitaron las institucio-nes culturales y, por otro lado, la au-sencia de un programa de protec-ción real del patrimonio nacional,hizo que muchos manuscritos, lámi-nas y herbarios estén dispersos sobretodo en diversas instituciones euro-peas o en manos de particulares.

La expedición geodésica franco-española al Reino de Quito de 1736es, posiblemente, el más conocidode todos los viajes científicos y se-gún todos los estudiosos, fue el mo-delo a seguir para posteriores empre-sas de interés público, como indicóVoltaire. Un grupo de astrónomosfranceses propone a su academia deciencias un programa de medicionesgeodésicas en el Virreinato de Perú;el estado francés avala el proyecto yestablece los contactos diplomáticosoportunos en la corte española deFelipe V. Desde España se consideraoportuno el viaje pero se determinaindispensable la presencia de dos es-pañoles con formación en matemá-ticas y astronomía. Finalmente, losguardiamarinas Jorge Juan y Santa-cilla y Alejandro Ulloa serán los ele-gidos.

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La vertiente científica del viajeera muy importante. Se trataba derealizar in situ la medición de un gra-do de meridiano terrestre sobre elecuador o sus proximidades. Coneste experimento crucial se pod í adilucidar definitivamente la vivapolémica sobre la figura de la Tierraen la que habían intervenido multi-tud de astrónomos y matemáticoseuropeos. Consideraban algunos,sobre todo los miembros de socieda-des científicas inglesas bajo la in-fluencia de la obra de Newton, quela forma era aplanada por los polos yen forma de elipse; para los astróno-mos franceses, sin embargo, la figuraachatada por el ecuador se acercabamás a algunas mediciones ya realiza-das. Es muy interesante el segui-miento de esta polémica que iba másallá de la pura discusión científicaentre la física cartesiana y la newto-niana, para extenderse a otros ele-mentos ideológicos y culturales na-cionales propios de uno y otromarco geográfico. La doctrina new-toniana estaba llena de connotacio-nes que repugnaban a la ortodoxiacatólica posterior a Trento, bastantearraigada en Francia. El propio Vol-taire, que formaba parte de un grupode disidentes de la doctrina oficialfrancesa (los «jóvenes geometras»)terció en la discusión y defendió pú-blicamente el newtonismo. Tod oello dio gran popularidad a la expe-dición.

Por otro lado, se han señalado,muy acertadamente, las grandes di-ferencias en los puntos de partida delos expedicionarios franceses y espa-ñoles. En el caso de los primeros, lainiciativa tenía fundamentalmenteun carácter académico y científico,aunque pronto el estado se sumó a laempresa. Por parte española, el im-pulso vino del estado directamente ytuvo una conexión directa con losintereses de la metrópoli respecto delas colonias americanas, especial-mente cuando se resentía el comer-cio por la competencia británica.Era necesario conocer, del mod omás pormenorizado posible, tantoaspectos geográficos, como astronó-micos o de historia natural de las In-dias, como de ingeniería naval. Dehecho, los expedicionarios no sólose ocuparon del tema geodésico contécnicas de exploración astronómi-ca, sino que, como es bien sabido, sehicieron importantes observacionessobre la flora, la geografía e, incluso,sobre aspectos de antropología físicay de folklore.

La expedición geodésica, más queresolver una polémica científica,tuvo efectos políticos e instituciona-les muy importantes: la exploraciónamericana podía hacerse desde su-puestos del método científico lo queconfería al estado colonial un cono-cimiento más sensible y objetivoante las nuevas necesidades de la

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cultura europea. Además hubo tam-bién una influencia positiva en eldesarrollo del gobierno y la sociedadcoloniales. La introducción de lasnovedades científicas europeas fue-ron también influencias positivas ysentaron las bases para que pudieradesarrollarse una ciencia autóctona.Este aspecto no fue un rasgo aisladopuesto que en la segunda expediciónhispanofrancesa (1769), consagradaen este caso a medir el Paso de Ve-nus, se impulsó también la ciencianovohispana, no sólo por el apoyodel Virrey al estudio de la astrono-mía sino también por la incorpora-ción de científicos locales, en estecaso, mexicanos, a la empresa.

El último de los viajes científicosilustrados fue la llamada ExpediciónMalaspina (1789-1794) que tomó elnombre del navegante italiano Ale-jandro Malaspina (1754-1809), ca-pitán de fragata de la Armada espa-ñola. Andrés Galera ha estudiadolos rasgos más característicos no sólodel detalle erudito de la empresasino, sobre todo, de su significado.Lo que fue la última de las explora-ciones realizadas bajo el reinado deCarlos III y la primera que llevada acabo en el de Carlos IV tuvo el ob-jetivo político que pretendía trans-formar la política colonial tradicio-nal en un modelo distinto que,aunque permaneciera bajo el con-trol de España en enclaves geográfi-

cos claves, tuviera un sistema más li-beralizador en el que se permitiera laexistencia de gobiernos locales porlos propios aborígenes. Desde el án-gulo estrictamente científico, se tra-taba de un proyecto muy ambiciosoen el que, por un lado, se enfatiza-ban las áreas de estudios marítimos yde historia natural y, por otro, seconcedió una gran importancia a lacalidad y número de instrumentos yde documentos científicos, ademásde lo que había sido una constanteen viajes anteriores: la preparacióncientífica de los exploradores.

La condición política de los via-jes es explícita en el propio plan queredactó Malaspina y que fue aproba-do por el monarca. Así, junto a lavertiente científica, los viajeros te-nían también que contemplar otrosdos aspectos: el estudio de tod o saquellos datos que sirvieran para lamejora del comercio (por ejemplo larealización de cartas hidrográficas yderroteros navales) y, en segundotérmino, el aspecto político quecontemplaba multitud de considera-ciones como cuál era la situaciónpara la defensa de cada reino o lacuantía de los efectivos humanos encaso de conflicto armado.

El viaje, finalmente, fue extraor-dinariamente complicado, recorrien-do en cinco años, a bordo de las cor-betas Descubierta y A t r e v i d a, mares ytierras de tres continentes (América,

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Asia y Oceanía). Pero ésta sería la úl-tima de las empresas ilustradas. Dehecho, la vuelta de los expediciona-rios fue triste porque el nuevo mo-narca no compartía ya el espíritu quehabía animado a Carlos III. El propioMalaspina cayó en desgracia en cír-culos cortesanos por su enemistadcon el primer ministro Manuel Go-d o y, fue acusado de revolucionario ycondenado a diez años de prisión,siéndole conmutada la pena por eldestierro a su país natal, Italia.

Aunque, como indica Puig Sam-per (1991), en gran medida muchasde las expediciones españolas tuvie-ron como objetivos la contención dela expansión territorial de otras po-tencias y la delimitación de los espa-cios que correspondían a las posesio-nes españolas, hubo un tipoespecífico de viajes –las conocidascomo expediciones de límites– desti-nadas a la fijación de fronteras entrelos dominios portugueses y españolesen América. De todas ellas, la expe-dición a la América meridional(1781-1801) es especialmente inte-resante desde el punto de vista cien-tífico, porque dio lugar a una de lasobras más interesantes en la historianatural española del siglo XVIII, ladel aragonés Félix de Azara por susestudios y observaciones de corteevolucionista. En su obra Viajes por laAmérica meridional, incluía detallesmuy numerosos de la historia naturaldel Paraguay del Río de la Plata. Sin

embargo, no se quedó en un mero ob-servador y recogedor de datos, sinoque se especializó en dos aspectosconcretos de la fauna del territorio,los pájaros y los cuadrúpedos. Cuan-do llegó a Sudamérica, Azara carecíade preparación específica de natura-lista, aunque pronto comenzó a in-formarse a través de lecturas como laHistoire Naturelle de Buffon (1707-1788) y más tarde, a su regreso, mar-charía a Paris, donde entró en rela-ción con los principales naturalistasfranceses de la época como GeorgeCuvier y Geoffroy de Saint-Hilaire(1772-1844). Lo más novedoso de suobra es que no se limitó al plano des-criptivo sino que aprovechó las ob-servaciones para formular una seriede hipótesis acerca de cuestiones bio-lógicas fundamentales como, porejemplo, las variaciones de los ani-males en libertad o domesticidad, sudistribución geográfica, las relacionesentre presa y depredador y entrehuésped y parásito, por el origen delas especies peculiares del NuevoMundo y por el proceso de selecciónartificial. Fue también el primero queutilizó el concepto de «mutación»para designar la aparición súbita decaracteres singulares en individuosnacidos de padres comunes, aunquesu interpretación del fenómeno nocoincide, por supuesto, con la vigen-te en el siglo XX.

Con caracteres propios y diferen-ciados de lo que fueron las expedi-

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ciones científicas que arriba comen-tábamos, destaca la relativa a la ex-pedición de la vacuna. Balmis formóparte, de forma paradigmática, de laúltima generación de ilustrados y,como muchos de sus colegas, no sólose preocupó de obtener una forma-ción moderna y rigurosa, sino quetambién mantuvo un interés cons-tante por los problemas concretos dela comunidad. Desplegó una activi-dad científica diversa, con un inte-rés especial en la materia medica, esd e c i r, en todos aquellos elementosnaturales –en especial los prove-nientes del reino vegetal– que pu-dieran ser utilizados desde el puntode vista de la terapéutica, pero supersonalidad como científico haquedado indisolublemente unida ala expedición vacunal. Dicha expe-dición puede considerarse como laúltima aportación universal de lacorona española, muy en la línea delos proyectos y viajes espectacularesque hemos relatado arriba.

Es cierto que, en conjunto, lasexpediciones ilustradas no tuvieronlos resultados que cabía esperar anteeste despliegue tan importante derecursos; no es óbice, sin embargo,para reconocer su importancia cien-tífica, entre otras razones porquecontribuyeron a crear en las colo-nias una tradición científica autó-noma y propia. No hay que dejartampoco de lado que las Expedicio-nes fueron un intento fallido de la

Corona para contrarrestar los movi-mientos independentistas26.

De todos modos, la Expedición dela Vacuna tuvo unas peculiaridadesque la diferencian del resto de los via-jes científicos. No puede compren-derse una empresa como la que nosocupa sin contextualizarla dentro dela ideología ilustrada en su vertientefilantrópica. Balmis pertenecía aaquella burguesía naciente descritapor el historiador José Antonio Ma-ravall, animada por un sentido de re-forma, deseosa de participar y de serprotagonista de su época. Como de-cía Marañón: «El verdadero sentidode la gesta de Balmis y de Salvany noradica en aquello que tiene de proezahispánica, sino como una representa-ción arquetípica del espíritu del sigloXVIII... Las tres grandes creacionesde ese siglo: el «hombre sensible»,«la ilustración» y «la filantropía», seacercaron al ideal de lo que ha de serla sociedad humana mucho más quelo hicieron otras tentativas de hom-bres anteriores y posteriores... Quizáel hecho más representativo del en-tusiasmo humanitario y progresivodel siglo sea el viaje de Balmis que te-nía el conmovedor título de «expedi-ción filantrópica».

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26 DÍEZ TORRE, A., MALLO, T., PACHE-CO FERNÁNDEZ, D. (coord.). De la cien-cia ilustrada a la ciencia romántica. Actas delas II Jornadas sobre «España y las expedicionescientíficas en América y Filipinas». M a d r i d ,Doce calles, 1995.

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4.1. El problema sanitario de la vi-ruela

A partir del s iglo XVII, elaumento de la virulencia de la en-fermedad variolosa supuso una pre-ocupación sanitaria de primerorden, es decir se transformó enuna auténtica «enfermedads o c i a l »2 7 en todo el continenteEuropeo y en el Americano. Hastaentonces, como señalo Haeser2 8

«no fue la rareza de la virulencia,sino su presencia ininterrumpida loque hizo que los epidemiólogos se

desinteresaran de ella». Pero en elcontexto del siglo XVIII, la percep-ción de la misma es muy distinta.Uno de los defensores de la inocu-lación, el médico irlandés afincadoen España, Timoteo O’Scanlan, es-cribía en 1792 refiriéndose a las vi-ruelas: «son una guadaña venenosaque siega sin distinción de clima,rango, ni edad, la cuarta parte delgénero humano, constando por re-petidas observaciones que la déci-ma cuarta parte de cuantos anual-mente pierden la vida sonsacrificadas a esta cruel hydra»2 9.Las epidemias determinan el dis-curso de la sociedad y será suficien-te la noticia de que en la ciudad deLérida se había padecido una epi-demia de viruela y que para su cu-ración los médicos de esa ciudadpusieron en práctica los métod o s

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27 Utilizamos el concepto de enfermedad so-cial en el sentido que le otorga la epidemio-logía histórica a ese término: es un tipo deenfermedad con repercusiones objetivas ysubjetivas alarmantes para la sociedad.2 8 La cita pertenece al discurso de AmalioGIMENO en la Solemne sesión celebradaen la Real Academia Nacional de Medicinael 25 de marzo de 1923 para conmemorar lamuerte de E. Jenner, Madrid, Ed. El SigloMédico, 1923, p. 87. y se refiere al Hanbuchdel gran historiador Haeser sobre historia delas enfermedades.

29 O’SCANLAN, T. Ensayo apologético de lainoculación o demostración de lo importanteque es al particular y al Estado. Madrid, Imp.Real, 1792 pp. XV-XVI.

4. VIRUELA Y VACUNA EN ESPAÑAY EN LOS TERRITORIOS

COLONIALES DE ULTRAMAR ANTESDE LA LLEGADA DE LA EXPEDICIÓN

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del Dr. Masdevall3 0, informando alConde de Floridablanca que «con elm é t odo se habían conseguido losmás portentosos y maravillososefectos, sin que muriesen de sus re-sultas, sino los muchachos querehusaron a tomar dichos reme-d i o s »3 1; para que Carlos III dispusie-ra que el mencionado médico fueraa Cartagena, donde se sufría una si-tuación similar. La Gaceta de Madridse hace eco de todas las repercusio-nes que las epidemias tuvieron en lasociedad y por ejemplo, el 4 no-viembre de 1800 publica que «...eldía 31 de octubre se anunció la sus-pensión del curso académico en lasuniversidades de Salamanca y Alca-lá para evitar la concurrencia de es-tudiantes andaluces y extremeños

hasta que se disipe la epidemia queaflige las dos provincias».

Las noticias sobre las epidemiasen los territorios coloniales hispanosdurante la conquista son inciertas ya esto hay que añadir la falta de cri-terio de los cronistas de los siglosXVI y XVII. A finales del sigloXVIII, José Felipe Flores, médico deCámara de Carlos IV, afirma que laviruela «era una enfermedad exóticaen aquellos países y enteramentedesconocida de sus antepasados»3 2.A finales del Setecientos, era sentirgeneral que se trataba de una de lasgrandes calamidades públicas y «lacausa que ha contribuido a dismi-nuir la población del territorio espa-ñol de todo el mundo»33.

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30 José Masdevall (m. 1801), fue médico deCarlos III y Carlos IV, inspector de epide-mias del Principado de Cataluña y miembrode varias academias extranjeras. Gozó degran renombre por su actividad en diversasepidemias de «calenturas malignas» comopor la invención de un remedio compuestopor sales de amoníaco, ajenjo, tártaro eméti-co y quina. Los efectos del mismo en la epi-demia de Cataluña de 1783, en la de Carta-gena en 1786 y en otras posteriores de Italiay México, fueron considerados muy satisfac-torios31 Citado por Joaquín de VILLALBA. Epi -demiología Española o Historia cronológica delas pestes, contagios, epidemias y epizootias,que han acaecido en España desde la venida delos cartagineses hasta el año 1801. Madrid,Imp. Fermín Villalpando, 1803, p. 159.

32 José Felipe Flores (1751-1814) era naturalde Chiapas, Guatemala, llegando a ser en1781 catedrático de Prima en la Facultad deMedicina de San Carlos. En 1797, becadopor la Corona viaja al extranjero y en Flo-rencia conoce a Galván y al constructor demodelos anatómicos de cera Felice Fontana.En Francia contacta con Laplace y a su vuel-ta a España mantiene relaciones frecuentescon Antonio de Gimbernat para presentarun informe a la Junta de Cirujanos de Cá-mara, sobre la necesidad de una campaña devacunación en América, respaldada por elgobierno: Proyecto de Expedición del Dr.Flores, fechado en Madrid el 28 de febrerode 1803. Archivo General de Indias, Sec-ción: Indiferente General, leg. 1558-A.3 3 PINEDA, A. Memoria sobre la vacuna,Santo Domingo. Imp. de la Capitanía Gene-ral, 1814, p. 10.

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Se admite que la viruela en Amé-rica fue introducida por un esclavonegro de Pánfilo de Narváez, cuandosus tropas perseguían en 1520 a Her-nán Cortés, aunque en el conjuntoarqueológico de Tiahuanaco (Boli-via), en el Templo de las Cabezas,aparecen representaciones de enfer-medades en diferentes rostros huma-nos y hay una cabeza con la cara pla-gada de granos-marcas que seatribuye a las viruelas; además de lapresencia, en varios códices mexica-nos, de caras con lesiones que bien

p odrían ser variolosas. Sea cierto ono, lo que es evidente es el incre-mento de la virulencia de la enfer-medad durante y después de la con-quista. Esta tesis es la que mantuvo elD r. Flores y en su Proyecto de Expedi -ción desarrolla un relato auténtica-mente pintoresco: «Les acometiócuando en una catástrofe inauditaveían desaparecer sus antiguas cons-tituciones, y rodar los Tronos de susPríncipes: cuando unos hombresblancos y peludos, montados engrandes animales, los atropellaban y

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Fig. 5. Carlos IV y su esposa María Luisa. Grabado de Rafael Esteve copiandolos retratos de Goya, 1799. Colección Excmo. Ayuntamiento de Valencia.

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tallaban: Cuando veían disparar a susenemigos, relámpagos y truenos, quelos despedazaban, y asombrados conel estruendo, les parecía que el cieloentero se desplomaba para sepultar-les. En este desastre se les comunicóel virus fatal: la fiebre violenta que lesr e n d í a »3 4. Lo que muestran las fuen-tes es que las epidemias de viruelaafectaban con mayor virulencia a losorganismos de los indígenas, pero nopor la debilidad de su constituciónsino por las costumbres y modos devida que contribuían a la propaga-ción y el contagio. Por otra parte, lasmismas fuentes afirman que las epi-demias eran cíclicas y a ello se referí-an varias autoridades de la época.Humboldt, en su Voyage aux régionséquinoxiales du Nouveau Continent,fait en 1799-18043 5, hace una notableobservación acerca de los ciclos epi-démicos de la viruela: «En 1766 lapoblación de Caracas y del hermosovalle en que esta ciudad está situadahabía sufrido inmensamente de unacruel epidemia de viruelas. La morta-lidad se elevó en la ciudad a seis uocho por mil: desde esta época me-morable, la inoculación se ha genera-lizado, y la he visto practicar sin ayu-da de médicos. En la provincia deCumaná, donde las comunicacionescon Europa son menos frecuentes, no

se tenía en mucho tiempo un solocaso de viruela desde hacía quinceaños, mientras que en Caracas estacruel enfermedad era de continuo te-mida, porque ella se mostraba siem-pre allí esporádicamente en variospuntos a un tiempo; digo esporádica-mente, porque en la América Equi-noccial, donde los cambios de la at-mósfera y los fenómenos de la vidaorgánica parecen sujetos a una perio-dicidad notable, la viruela antes de lai n t r oducción tan benéfica de la vacu-na, no ejercía en sus estragos (si sepuede dar fe a una creencia muy di-fundida) sino cada 15 ó 18 años»3 6.

Lo bien cierto es que, general-mente, las epidemias llegan en losbarcos, y por eso los puertos son loslugares de primer acceso. De ahí, lasmedidas de las cuarentenas, que vana generalizarse en todo el sigloXVIII. Como era lógico, de tod aAmérica, la zona más castigada porlas viruelas era el Caribe, por ser lade mayor tráfico comercial y núcleofundamental de comunicación. Erael centro de distribución del sistemacomercial de monopolio y tambiénel lugar de arribo del navío de per-miso concedido por España a la Co-rona Británica, como consecuenciadel tratado de Utrech y lo que per-mitía la entrada de esclavos negros atodo el continente y a ellos se les vaa identificar como la causa de mu-

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34 FLORES, J.F. Op. cit., f. 2-2v.35 Existe una edición en Caracas, BibliotecaVenezolana de Cultura, 1956. 36 HUMBOLT, A.von Op. cit., T. II, p. 311.

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chas epidemias de viruela, sobretodo en la isla de Cuba37.

Una última referencia a dos pro-vincias de ultramar: Canarias y Filipi-nas. Como ha estudiado BethencourtM a s i e u3 8, las islas Canarias no se man-tuvieron al margen de las epidemias.Como en América, las viruelas llega-ban en barco, sobre todo a través delos correos que con frecuencia arriba-ban a sus costas, por ser éstas un lugarde paso en el tráfico colonial. Las dosepidemias más importante en el ar-chipiélago se dieron, la primera, en1780 y la última, con una altísimatasa de mortalidad en 1798. Por loque respecta a Filipinas, el problemaera mayor y venía condicionada porsu proximidad a China. Porque, comoseñaló Balmis, «en el Imperio chinoreinan constantemente las viruelas yde donde siempre nos ha venido sucontagio a Filipinas causándonos lamás cruel carnicería»3 9.

4.2. La inoculación antivariólicaen España y en las colonias deUltramar

Los comienzos de la práctica dela inoculación antivariólica en Es-paña se desarrolla en dos etapas demuy distinto signo. En la primera semanifiesta un claro rechazo que im-pidió la penetración temprana de latécnica, seguida de una larga polé-mica preludio de una posterior difu-sión y amplia aceptación. Fueron losmédicos de cámara los que a travésde Protomedicato se opusieron a lavacunación y no, precisamente, porrazones conservadoras4 0, sino poruna actitud prudente ante una no-vedad que presentaba serias dudasde su eficacia generalizada.

La polémica de la inoculación ysu introducción en España, durantela segunda mitad del siglo XVIII,debe considerarse como una facetamás del proceso de renovación en laEspaña de Carlos III. El punto de in-flexión de la disputa habría que bus-carlo en los años finales del segundotercio de siglo. La primera etapa secaracteriza por la prohibición en1757, por parte del Protomedicato,de la publicación de la Memoria so -

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37 Carta de Dionisio Martínez de Venegas asu Majestad, fechado en la Habana el 26 deenero de 1732. Archivo General de Indias,sección: Santo Domingo, leg. 3813 8 B E T H E N C O U RT, A. De Inoculación yvacuna antivariólica en Canarias (1760-1830). In: M ORALES PADRÓN, F. (Co-ord.) V Coloquio de Historia Canario-Ameri -c a n a , Excmo. Cabildo Insular de GranCanaria, 1982, Vol. 2, pp. 283-284.39 Informe de Francisco Xavier de Balmis aJosé Antonio Caballero, fechado en Macaoel 30 de enero de 1806. Archivo General deIndias, Sección: Indiferente General, leg.1558-A.

40 Un estudio de la polémica y su significa-do: RIERA, J. Los comienzos de la inocula-ción de la viruela en España. Medicina e His -toria, Tercera época, 1985, nº 8, Barcelona, J.Uriach.

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bre la inoculación de la vacuna de la vi -ruela, de Cristian M. de La Conda-mine (1701-1774), traducida al cas-tellano por Rafael de Osorio. Laobra de La Condamine marca enEuropa una nueva época en la apo-logía de la inoculación. Las razonesdel Protomedicato ya las hemosanotado, de él formaban parte losmédicos españoles más prestigiososde mediados del siglo, con auténticaproyección europea como GasparCasal (1680-1759) y Andrés Piquer(1711-1772) entre otros. A ello seañadían motivos de tipo religiosopara prohibir y censurar el libro ba-sados sobre todo en alusiones deltexto castellano al problema de laconfesión reformada41.

En la larga polémica sobre lainoculación, los defensores de lamisma son generalmente los profe-sionales más conectados con la me-dicina europea de la Ilustración ytambién los médicos y cirujanos ex-tranjeros residentes en España4 2. Lasfiguras decisivas, si juzgamos por susescritos, fueron el español MiguelGermán, que se había trasladado aLondres para aprender el método deinoculación junto a Sutton, y dosirlandeses afincados en España: Ti-moteo O’Scanlan y BartholoméO’Sullivan. También un grupo demédicos vascos, entre los que desta-caba Ignacio María Ruiz de Luzuria-ga (1763-1822); y finalmente el in-signe médico catalán FrancescSalvà i Campillo (1751-1828), pro-fesor de clínica en Barcelona. Tod o sellos militaron entre los partidariosde la inoculación. Pero de todos lostratadistas defensores de la misma,posiblemente fue O’Scanlan quienmejor supo expresar sus tesis en laobra Ensayo Apologético de la Inocu -lación (1792), un texto excelentesobre la cuestión que demuestrasu evidente conocimiento de la me-dicina británica y francesa delsiglo XVIII.

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41 La polémica entre «rigorismo» y «probabi-lismo» en la interpretación del pecado y portanto, en la penitencia, adquirió cierta im-portancia en el XVIII y pensadores como Pas-cal no dudaron en acusar a los jesuitas de lamoral relajada de los confesores. DELUME-AU, J. La confesión y el perdón, Madrid, Alian-za Editorial, 1992. Es muy significativa la di-ferencia entre la censura eclesiástica delDoctor Manuel Macías y Pedrejón, cura pá-rroco de San Justo y San Pastor: «De orden deV. A. he visto este tratado sobre la inocula-ción de las viruelas, y juzgo no se debe conze-der lizencias por no juzgar lícita». En cambio,el carmelita Fray Rey y Trigueros señala que:«No e advertido, ni hallado doctrina, ni espe-cie alguna que se oponga a la pureza de nues-tra Santa Fe y buenas costumbres , ni quecontravenga las Regalías de Su Majestad».Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg.50653. Vide RIERA (1985). Op. cit., pág. II.

42 RIERA, J. Cirugía Española Ilustrada y sucomunicación con Europa, Valladolid, Uni-versidad, 1976; y del mismo autor, M e d i c i n ay Ciencia en la España Ilustrada. Epistolarioy documentos, Valladolid, Universidad,1 9 8 1 .

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La presencia en el Archivo deCampomanes de una gran cantidadde papeles sobre la inoculación y deopúsculos, notas y manuscritos so-bre temas médicos y epidemiológi-cos, nos permite sospechar en las in-quietudes sanitarias el interés delConde por la incidencia en la po-blación de los problemas médicos,incluso, quizá no sea excesivo afir-mar las simpatías del político por losdefensores de la inoculación. Si fue

así, pudo influir, indudablemente,desde su cargo de Gobernador delConsejo de Castilla. En este ordende inquietud es oportuno señalar elExtracto del papel sobre la inoculaciónque publicó el barón Tomás Dism-dale, Consejero de Estado y PrimerMédico de la Emperatriz de Rusia,manuscrito que fue propiedad delConde de Campomanes en la se-gunda mitad del siglo. Versión cas-tellana que no llegó a editarse. Ade-

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Fig. 6. Lámina procedente de la traducción castellana de la obra F. Chaussier; Origen ydescubrimiento de la vaccina. Traducido del francés con arreglo a las últimas observacio -nes hechas hasta el mes de mayo del presente año y enriquecido con varias notas por elDr. Pedro Hernández, médico del Real Colegio de esta Corte. Madrid, Oficina de BenitoGarcía y Cía., 1801.

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más, la actitud abierta mantenidapor el Consejo de Castilla ante estascuestiones, de acuerdo con su políti-ca sanitaria reformadora, es muy sig-nificativa. En la correspondencia dela Secretaría de Estado de 1772,abundan los papeles sobre la inocu-lación, lo que indica la buena dispo-sición de la Corte por esta práctica ysu gran interés por resolver el pro-blema de la viruela. Desde aquel añono se interrumpen las noticias sobreel progreso de la inoculación en lacorte de Dos Sicilias y Nápoles, a laque se refiere con frecuencia la reinaCarolina, hija de Carlos III en la co-rrespondencia mantenida con su pa-dre43.

A pesar de este interés, hasta1798 no se dictarían providenciasen España a favor de la inoculación,una fecha muy tardía que se super-pone a la práctica del método jen-neriano de la vacunación.

Las noticias oficiales demuestranclaramente que la inoculación delas viruelas se introdujo en Américacon posterioridad al año 1775. Paracomprender el comportamiento delos indígenas frente esta enferme-dad, es necesario conocer la terribleforma en que les afectaba. En el yamencionado informe del Dr. Flores,afirma que la epidemia «hace desa-

parecer una tercera parte de los in-dios: ¡pero qué tercera parte! Losjóvenes padres con sus hijos: dos ge-neraciones. Innumerables genera-c i o n e s » .4 4 Ante la ineficacia tera-péutica, la actitud del indígena,como ha señalado Ramírez Martín,es huir siguiendo el refrán: «Huyr dela pestilencia con tres eles, es buenac i e n c i a »4 5. Los nativos tomaban alpie de la letra este proverbio y De laCondomina, en su Viaje a la Améri -ca Meridional, escribía en su diarioen diciembre de 1743: «No aprove-ché, como el señor Maldonado, laoportunidad de la flota portuguesaque partió para Lisboa el 3 de di-ciembre de 1743 y estuve forz o s a-mente retenido en Pará hasta finesdel mismo mes, menos por la ame-naza de los vientos contrarios [...]que por las dificultades de reclutarun equipo de remeros entre los in-dios, los cuales en su mayor partehabían huido de las aldeas circunve-cinas, temiendo el contagio de la vi-ruela, que a la sazón hacía grandes

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4 3 Más información en RIERA, J. (1985),Op. cit., pp. 20 -25.

44 FLORES, J. Op. cit., f. 3v.45 Las tres eles son: luego, lejos y largo tiem-po. Ver en SORAPÁN DE RIEROS, J. Me -dicina española contenida en provervios vulga -res de nuestra lengua. Muy provechosa paratodo género de estados para philosophos y médi -cos, para teólogos y juristas, para el buen regi -miento de la salud y más larga vida (1616).Con estudio preliminar de Antonio Castillo deLucas. Madrid. Imp. Cosano, 1949, pp. 541-555.

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e s t r a g o s . »4 6 Por ello, la noticia decualquier remedio eficaz contra laepidemia era objeto de la máximaa t e n c i ó n .

Oficialmente, en 1777 se introd u-ce la inoculación en Buenos Aires,en 1778 en Lima, en 1792 en SantaFe de Bogotá y casi a finales de sigloen la ciudad de México. Pero la rea-lidad es que la inoculación se propa-gó en América al mismo tiempo queen la metrópoli. Una vez más, LaCondamine nos hará de testigo:«Diciembre de 1743. –La inocula-ción los salva a todos.– Hace 15 ó 17años que un misionero carmelita delas cercanías de Pará, viendo que to-dos los indios morían uno tras otro,y habiendo aprendido por la lecturade un periódico el secreto de la ino-culación, que hacía furor entoncesen Europa, juzgó, prudentemente,que utilizando este remedio pod r í aal menos convertirse en dudosa unamuerte que, empleando los reme-dios ordinarios, era demasiado cier-ta. [ ... ]. Este religioso fue el prime-ro en América que tuvo el valor deponerla en ejecución. Había perdi-do ya la mitad de sus indios; otrosmuchos caían enfermos diariamen-te; se atrevió a inyectar la viruela at odos los que no habían sido aúnatacados y no perdió ni a uno solo.

Otro misionero del río Negro siguiósu ejemplo con el mismo éxito»4 7.En una carta del Marqués del Soco-rro, publicada en la Gaceta de Ma -drid el 3 de junio de 1790, afirma losiguiente: «El año de 1766, hallán-dome de Gobernador y Capitán Ge-neral de la provincia de Caracas, pa-decía aquella capital desde el 64 unaepidemia rigurosísima de viruelas,tanto que de ellas moría el treinta yseis por ciento: en vista de este es-trago hice venir de la isla francesa deLa Martinica, a un médico francésacreditado en la inoculación, perovino enfermo y sin poder practicaraquel remedio, fue preciso que se re-tirase. Luego llegó en un navío delcomercio de las Canarias D.N. Per-domo, médico muy conceptuado enaquellas islas y de especial conoci-miento en la inoculación. Al cuida-do de éste hice hacer un primer en-sayo en nueve muchachos de cuatroa nueve años, el segundo en doce denueve-diez años, que presentaronsus padres o amos; y el tercero, enveintitrés personas de dieciocho acuarenta; y todos salieron con lamayor felicidad: vistos estos buenossucesos de la inoculación, la permitíen la provincia por mano de aquelmédico, dando principio por cuatrode mis hijos; en efecto, recibiéronlahasta cinco mil personas de diecio-cho a cuarenta y todos salieron con

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4 6 LA CONDAMINE, C.M. de. Viaje a laAmérica Meridional, Madrid, Ed. Espasa Cal-pe, 1962, p. 87. 47 Idem, pp. 87-88.

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la mayor felicidad y con tanta dicha,que no sé que muriese otra que unaseñora que se arriesgó a la opera-ción, ocultando cierto mal que pa-decía...; en fin, el buen suceso gene-ral dio tanta confianza a aquelnumeroso vecindario, que para evi-tar el contagio de cruel natural viví-an dispersos en el campo, habíanvuelto a la ciudad, y los amos lleva-ban la inoculación a los esclavos desus haciendas, y aun los padres po-bres inoculaban a sus hijos por símismos, todo con el más feliz suceso,cuando dejé aquel mando en princi-pio del año 1771.»48 En definitiva,aunque las autoridades políticas noreconozcan la introducción del mé-t odo de inoculación hasta fechasmuy tardías, la realidad es que estase practicaba fuera de los cauces ofi-ciales.

4.3. La introducción de la vacuna-ción jenneriana

Las primeras vacunaciones jen-nerianas en España, como es bienconocido, tuvieron lugar en Catalu-ña en diciembre de 1800, por inicia-tiva de Francesc Piguillem (1770-1826). Con fluido vacuno que hizo

traer de París, Piguillem inició enPuigcerdà una tanda de experimen-tos que más tarde continuó en Bar-celona. Algunos socios de la Acade-mia Médico-Práctica de esta ciudad,especialmente Vicente Mitjavila Fi-sonell (c a 1759-1805) y FrancescSalvà Campillo, fueron los primerosen adoptar el nuevo método preven-tivo contra la viruela. Ta r r a g o n a ,gracias al esfuerzo de John SmithSinnot (1756-1809), que hizo servirmuestras de virus enviadas entrecristales planos de Barcelona por elmismo Piguillem, se convirtió en unfoco activo propagador de la vacunajenneriana. Desde Cataluña la va-cuna fue exportada a Aranjuez e in-mediatamente a Madrid, pero los re-sultados no fueron los esperados.Una remesa del pus varioloso llega-do directamente desde Paris, hizoposible que se llevaran a cabo losprimeros ensayos, realizados por Ig-nacio María Ruiz de Luzuriaga e Ig-nacio de Jáuregui, médicos de la fa-milia real, a partir de abril y mayodel año siguiente, con resultados po-sitivos en la Corte y en la capital delReino.

En estas primeras tentativas dedifusión del descubrimiento de Jen-ner en España, hay que tener encuenta un tercer grupo vasconava-rro más disperso geográficamente,cuyos componentes más significati-vos fueron Lope García de Mazarre-

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4 8 Citada por USANDIZAGA SOR A L U-CE, M. Los Ruiz de Luzuriaga eminentes médi -cos vascos «ilustrados», Salamanca, Cuader-nos de Historia de la Medicina Española,1964, pp. 38-39.

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Fig. 7. Libro de acuerdos de la Real Academia de Medicina Matritensepor el que se nombra a Jenner académico corresponsal extranjero (18 deagosto de 1803).

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do (1769-1820) en Bilbao, los ciru-janos Salvador Bonor, José Antoniode Irízar y Vicente Lubet en San Se-bastián y por último, Diego de Ban-ces de Bances y Vicente Martínez enNavarra.

En general, los profesionales sa-nitarios, fundamentalmente los mé-dicos, aceptaron de buen grado elnuevo remedio por motivos científi-cos, pero también ideológicos. Unode los galenos que mejor supo expre-sar las razones teóricas que justifica-ban la acogida del nuevo método fueRuiz de Luzuriaga en una carta escri-ta en 180349. Inspirado por el pensa-miento fisiocrático afirmaba que lavacuna, con más garantías que lainoculación, evitaba abortos invo-luntarios, terminaba con la causamás importante de mortalidad in-fantil y por tanto, contribuía al in-cremento de la población sana yapta para el trabajo, muy especial-mente para la agricultura, la riquezade la cual era, en última instancia, elindicador más importante de la bue-na salud de una nación.

Pero no fueron sólo un buen nú-mero de sanitarios los que tomaronparte abiertamente en la defensa del

nuevo descubrimiento; un numerosoejército de burgueses, funcionariosdel estado, aristócratas y clérigos sealinearon al lado de los profesionales,incluso invirtieron dinero, tiempo yrelaciones e influencias personales,en todos los rincones de España, enla difusión de la nueva técnica. Enpoco tiempo se estableció una líneadivisoria clara entre los pro-jenne-rianos, empeñados en convencer alas altas esferas gubernamentalespara que emitieran normas favora-bles a la vacuna y, por otra parte, losdetractores, dedicados a despresti-giar el método basándose en los fra-casos más escandalosos del mismo,como el caso de la muerte de un aris-tócrata después de haber sido vacu-nado. Los primeros tuvieron que lu-char además contra los propioscolegas que habían hecho de la ino-culación un puro y simple negocio.De esta manera, los más precoces va-cunadores españoles, convertidos enapóstoles de la causa, hicieron servirt odos los medios a su alcance paracomunicar sus resultados y difundirel nuevo método. Antes incluso dedisponer de una casuística propia,tradujeron algunos de los textosfranceses más significativos sobre lavacuna, y cuando la experiencia lespermitió ofrecer información de pri-mera mano redactaron textos de cla-ro espíritu pedagógico y con la fina-lidad de enseñar a vacunar a quienesno conocían la técnica, en los que

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49 OLAGÜE DE ROS, G., ASTRAIN GA-L L A RT, M. «Propaganda y filantropía: losprimeros textos sobre la vacunación jenne-riana en España (1799-1801)». Medicina eHistoria, Tercera época, nº. 56. Barcelona, J.Uriach, 1995.

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era manifiesto un mesianismo extre-mo: los éxitos conseguidos demos-traban irrefutablemente la bondadde la vacuna, en respuesta a los opo-sitores y a los dudosos.

Muy significativa fue la actividadde los que, aun no perteneciendo almundo sanitario, tomaron parte enlas campañas a favor de la vacuna.De éstos destacaremos el ya mencio-nado John Smith, ingeniero direc-tor de las obras del puerto de Tarra-gona, autor de un opúsculo tituladoProgresos de la vacuna en Tarragona.De origen irlandés, se sabe que en1776 se encontraba en el Ferrol,donde ejercía de médico otro irlan-dés, O’Scanlan, a quien ya hemoscitado como gran defensor de la ino-culación. Por tanto, no es aventura-do el pensar que Smith y O’Scanlanmantuvieran relaciones personales yque el ingeniero se interesara por lasactividades inoculadoras de su com-patriota médico en el Ferrol. De he-cho, esta última generación de ilus-trados, muy sensibilizados ante losproblemas sanitarios, desplegaronuna actividad parecida al bien cono-cido «movimiento sanitarista» bri-tánico, si bien compuesta sobre todopor iniciativas individuales sin coor-dinación entre sí50. No puede resul-

tar extraño que, tanto Mazarredocomo Smith, acudieran a las Socie-dades de Amigos del País o a losconsistorios municipales con el finde propagar el invento de la vacunacon sus escritos. Smith, por ejemplo,entró en contacto con las Reales So-ciedades Económicas de Valencia yZaragoza, si bien las muestras envia-das a Aragón no produjeron losefectos esperados51.

El periodismo médico deberíahaber sido el soporte idóneo paraeste tipo de escritos, generalmentebreves y pensados para un consumorápido. Sin embargo, la mayor parteaparecieron con folletos, muchossin años, traductor o impresor. En

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50 El sanitary movement británico nació conlas características propias de la peculiaridadsociopolítica de la Inglaterra de la época res-pecto al Continente. La actividad sanitaria

no estaba encargada a un consejero del mo-narca absoluto, como en gran parte de lasmonarquías del Continente europeo, sino dela iniciativa individual y privada de un gru-po de profesionales heterogéneo, todos ellospertenecientes a las clases medias. Basándo-se en la llamada New Philosophy, ideologíaque supo combinar el humanitarismo con elpragmatismo; un conjunto de médicos, ma-gistrados y filántropos organizaron las pri-meras campañas de política sanitaria moder-na. Sin duda, el descubrimiento de lavacuna por Edward Jenner, guarda relacióncon este movimiento.51 Para la Sociedad valenciana: ALEIXAN-DRE TENA, F. Catálogo documental del Ar -chivo de la Real Sociedad de Amigos del PaísValenciano: 1776-1876, Valencia, ArtesGráficas Soler, 1978, nº 1.019: «1801 –mar-zo– 20; «Informe de D. Juan Smith desde Ta-rragona, sobre la inoculación de la vacunacontra la viruela».

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Fig. 8. Aunque en 1798 una Real Cédula obligaba a las Casas de Expósitos y Misericor-dia a practicar la inoculación de las viruelas, la nueva Cédula de 1805 amplía el hori-zonte de la vacunación a todas las capas de la población. Archivo Real Academia Na-cional de Medicina.

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realidad fueron auténticos panfletosde inspiración filantrópica con losque los autores, por lo común médi-cos o cirujanos no relacionados conla élite de sus profesiones respecti-vas, pretendían al mismo tiempoaprovechar la distribución del fluidovacunal para su promoción social ycientífica, ya que al mismo tiempoque se presentaban como vacunado-res, establecían una potencial rela-ción de dependencia con el lectorprometiéndole muestras de pus va-rioloso con garantía absoluta deefectividad. No olvidemos que hasta1805, el Estado, con el fin de asegu-rar el abastecimiento permanentede fluido y cuantificar estadística-mente la marcha de la vacunaciónen España, no estableció la obliga-ción de habilitar salas de vacuna-ción en los hospitales.

El primer texto publicado en Es-paña sobre la vacuna apareció en1799 en Barcelona y se trata de uncompendio de escritos británicos yfranceses. Pero en 1801 se produceuna auténtica explosión informati-va, con la publicación de nueve fo-lletos provacunistas5 2. Sin duda, el

texto más importante de todos lostraducidos, tanto por su contenidocomo por su significación, fue la ver-sión castellana que hizo FranciscoXavier de Balmis, en 1803, del Trai -té historique et pratique de la vaccine(1801), de Jacques-Louis Moreau dela Sarthe (1771-1826), el primergran adalid y divulgador de la obrade Jenner en Europa, y posiblemen-te el más conocido. Balmis fue unode los defensores más precoces yentusiastas de la vacuna y la tra-ducción de la obra no sólo tiene mo-tivaciones divulgadoras, sino funda-mentalmente pedagógicas. Se tratade un texto con un planteamientometódico riguroso que si bien en suorigen es hijo del pensamiento ilus-trado, encontramos en él los gérme-nes de lo que, en su desarrollo a lolargo del siglo XIX, dará lugar a dis-tintos capítulos de la medicina con-temporánea. Es, además, el textoque el propio Balmis utilizó en la Ex-pedición para enseñar la técnica co-rrecta de vacunación y prevenir yexplicar las causas de sus posiblesfracasos.

Las constantes epidemias de vi-ruela en América demandaban conurgencia, a partir de 1800, la presen-cia de la vacuna en esos territorios.Esta impaciencia, obligó a las auto-

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52 Seis de ellos fueron traducciones de textosfranceses y uno –la versión hecha por PedroHernández de una obra de un autor francés–conoció tres ediciones en Madrid, dos en1801 y otra en 1802; y una edición en His-panoamérica. A esto habría que añadir la te-sis doctoral en 1801 defendida en francés en

Montpellier por el médico Ramón y Mor-nau. Ver. G. OLAGÜE DE ROS y M. AS-TRAIN GALLART (1995), Op. cit., p. 9.

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ridades locales criollas y a los médi-cos más entusiastas de las bondadesdel fluido vacuno, a solicitarlo a loscentros que lo poseían. La obten-ción de la vacuna de estos centrosdifusores nos permite afirmar que lavacuna no llega a América exclusi-vamente de la mano de la Expedi-ción. En la mayor parte de las pro-vincias de Ultramar se conocía lavacuna y se utilizaba el fluido vacu-no, que había llegado generalmenteprotegido entre cristales, a la mayorparte de ciudades importantes de laAmérica hispana. El terror ante laviruela y la necesidad de hacer fren-te a las epidemias, crearon una co-rriente favorable a la vacunación.Esta actitud positiva frente a la va-cuna produjo, sin embargo, no po-cos enfrentamientos y recelos en elmomento de la llegada de la RealExpedición Filantrópica. Ya tendre-mos ocasión de ver cómo Balmis seopuso críticamente a los ensayosprecursores de la práctica de la va-cuna en los territorios de Ultramar.Los expedicionarios tuvieron dis-gustos y decepciones por causa delos intentos de vacunar con fluidosdesvirtuados y toda esta realidad en-contrada por el Director de la Expe-dición a la llegada de la misma, mo-tivó en él una actitud negativa y dereprobación de todo lo hecho hastaentonces por autoridades locales ymédicos. En consecuencia, las rutasdel Derrotero de la Expedición no se

siguieron estrictamente, sino que,llevados por la necesidad del día adía y las circunstancias cambiantes,se iba modificando lo planeado ini-cialmente y se crearon itinerariosmás adecuados de distribución de lavacuna; a la vez que tuvieron queaparcarse muchos de los proyectosque Balmis tenía la intención de de-sarrollar. Veamos, pues, cómo se im-plantó la vacuna en territorioshispanos antes de la llegada de laExpedición.

El Virreinato de Santa Fe era elmás afectado por la viruela y en con-secuencia fue el más interesado porel nuevo descubrimiento de la vacu-na. La primera noticia sobre la vacu-na es una carta de Antonio Nariñoal Virrey Mendinueta en la quecuenta sus experimentos y la aplica-ción satisfactoria de la misma en unmuchacho durante el verano de1802. Las noticias que llegan a lametrópoli eran alarmantes y obliga-ron a enviar con prontitud la vacu-na desde la Península. Aprovechan-do la salida del nuevo Virrey electo,Antonio Amar, se envía a Américaal médico Lorenzo Vergés para quese traslade directamente a la ciudadde Santa Fe. Las autoridades médi-cas comisionaron al mismo para queuna vez llegado a la capital de Nue-va Granada «envíe otros tres profe-sores, uno a Nueva España, dete-niéndose en La Habana, otro al Perú

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Fig. 9. Inicio del informe presentado por Manuel de Maraball sobre la epidemia deviruelas de Chiapas en el Virreinato de Nueva España (septiembre 1803). ArchivoReal Academia Nacional de Medicina.

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Fig. 10. «Indio con viruelas». Lámina de la obra del obispo peruano Baltazar JaimeMartínez Compañón, Trujillo del Perú. 1786 (Ed. de Madrid, Ed. Cultura Hispánica delCentro Iberamericano de Estudios).

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y otro a Buenos Ayres, debiendo sertransportados de cuenta de la RealHacienda o de la renta de Correos».El Marqués de Bajamar, el 26 demayo de 1803, insta en un oficio alDr. Vergés, a establecer «el métodoy las reglas que deberían observarsepara introducir y perpetuar la vacu-na en todos los reinos a los que lle-gue»53.

La isla de Puerto Rico se erigiócomo un centro difusor de la vacunaantes de la llegada de la Expedición.El verdadero motor de ese procesofue el Brigadier Ramón de Castro,que a fuerza de insistentes solicitu-des obtuvo cristales con la vacunaprocedentes de la isla británica deSaint Thomas. Cuando la vacunallegó a Puerto Rico, encargó a losdoctores Francisco Oller y To m á sPrieto como comisionados con la fi-nalidad de conservarla y propagarla.Tras varias peripecias, el doctorOller pudo vacunar con éxito el 28de noviembre de 1803. A partir del17 de diciembre comenzaron siste-máticamente las vacunas públicasen la ciudad de San Juan, al tiempoque Oller propagaba la vacuna en elpartido de Fajardo, a doce leguas deSan Juan, donde el riesgo de epide-mia era inminente, como lo demos-

tró su presencia del 13 al 25 de fe-brero de 1804. La solución que seencontró fue desplazar la poblaciónpara que fuera vacunada en la ciu-dad y, una vez que se tenía el pus va-cuno, retornaban nuevamente a suslugares de origen. Las vacunacionespúblicas iniciadas por Oller, se sus-penden el 9 de febrero en deferenciaa la llegada de la Real Expedición,como consecuencia, cuando éstaarribó no detecto ninguna actividadvacunadora y lo que fue una defe-rencia acabó siendo un grave error:se había interrumpido el ritmo depropagación y perpetuación de lavacuna lo que supuso duras e injus-tas críticas de Balmis a su llegada54.La labor realizada por estos médicosdebió ser ejemplar porque el día 9 demarzo de 1804 se afirma que «comola vacuna se ha propagado tanto enesta ciudad son raros los niños que seencuentran sin haberse inoculadopara satisfacer al encargo de V. S. ydeseo del Sr. Director de la Real Ex-pedición»55.

En la isla de Cuba fue el médicoTomás Romay el que comenzó lasgestiones para introducir el fluido

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53 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Expediente 1., ExtractoGeneral de la Expedición Filantrópica de laVacuna. Leg. 1558-A.

54 RIGAU PÉREZ, J. Introducción de la Va-cuna de Viruela en el Sur de Puerto Rico.1804. Boletín de la Asociación Médica de Puer -to Rico, 1979, nº. 7, p. 147.55 Carta de Santiago de los Ríos dirigida alCapitán General de la Isla de Puerto Rico el9 de marzo de 1804. Archivo General de In-dias. Sección: Santo Domingo, leg. 23222.

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vacuno, un año antes de la llegadade Balmis. Había solicitado a las co-lonias británicas en América el flui-do vacuno que administró a sus hijoscon resultados negativos. Pero el 10de febrero de 1804 llegó a la ciudadde la Habana la señora María Busta-mante, procedente de la Aguadillade Puerto Rico. A su partida hizovacunar a su hijo de diez años y a dosmulatitas de ocho y seis años deedad. Cuando entraron en el puertode la Habana después de nueve díasde su vacunación, los granos queportaban estaban en plena sazón.Comenzó Romay las vacunacionesen Cuba en dos sesiones los días 12y 13 de febrero de 1804. Se vacuna-ron nueve niños y «pasan de dos-cientas las personas vacunadas pordiferentes profesores con las pústu-las de los nueve primeros niños»5 6.

En la ciudad de Cuba se establecie-ron Juntas Subalternas de Va c u n aen las ciudades de Trinidad, Villa deSanta Clara, Santiago de Cuba yPuerto Príncipe. En La Habana looriginal es que la Junta Central deVacuna se integró en la SociedadEconómica de Amigos del País.

Dos años antes de la llegada de laExpedición a Venezuela, el licencia-do Alonso Ruiz Moreno había sidocontratado en Cádiz para transpor-tar el fluido vacuno a la CapitaníaGeneral venezolana. Este médicohabía conseguido la vacuna en Jerezde la Frontera y desecada en vidrios,la trasladó a esos territorios dondellegó totalmente inactiva. Por fin, lavacuna llega en condiciones ópti-mas gracias a un envío de Oller. Se-gún afirmaciones de Alonso RuizMoreno se llegó a erradicar la virue-la natural en el territorio y enviar elfluido vacuno a otras regiones de laCapitanía General.

El territorio de la Capitanía Ge-neral de Guatemala era un territo-rio que tenía riesgo de sufrir un ata-que de viruela, por la situaciónestratégica en el comercio entre losdos hemisferios del continente

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56 Noticia del Dr. Romay en papel periódicode La Habana, nº. 17, 1804. CeferinoALEGRÍA, en su Introducción de la vacunaen América, Caracas, Talleres Gráficos de laDivisión de Educación Sanitaria, 1970; afir-ma que las primeras vacunaciones las realizóRomay en abril de 1803 con un fluido vacu-no procedente de Philadelphia, p. 14. Sinembargo, en un documento enviado porBalmis al Consejo de Indias, con declaracio-nes de las autoridades locales, informa que:«en la Habana el Dr. D. Tomás Romay pro-pagó con feliz éxito y aprobación del Proto-medicato la vacuna llevada a aquellas islaspor Dña. María Bustamante...». ArchivoGeneral de Indias. Sección: Indiferente Ge-neral. Expediente 12, Extracto General de laExpedición. Leg. 1558-A. Más detalles

sobre la actividad vacunadora del Dr. Ro-m a y, en Susana María RAMÍREZMARTÍN, Proyección científica de las ideasde Tomás Romay sobre la vacuna de la vi-ruela en la inclusa de Madrid. Asclepio, vol.LIV, fas. 2, 2002, pp. 109-128.

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americano, pero además la situa-ción de la población aislada en lasselvas del interior del istmo, con di-ficultades en las comunicaciones,convertían las epidemias en unaverdadera guadaña. Con este estadode opinión, el día 14 de abril de1802 se recibió en la ciudad deGuatemala un informe del Gober-nador de Chiapas en el que informaque algunos pueblos del norte de suprovincia se hallaban contagiadosde viruelas procedentes de la pro-vincia de Yucatán, donde hacía másde dos años que se sufría la epide-mia. Al año siguiente es informadala Real Academia de Medicina y seafirma que se ha utilizado para fre-nar la epidemia la inoculación 5 7. Elterror ante la posibilidad de futurasepidemias motivó a una búsquedaincesante del pus vacunal sea dedonde fuere. Por primera vez llególa vacuna procedente de Ve r a c r u z ,remitida por el gobierno de esta ciu-dad en un correo extraordinario porsuscripción promovida por el proto-médico Narciso Esparragosa y cos-teada por los ciudadanos más pu-dientes. El correo volvió sin el pusporque «se había encontrado iner-

t e »5 8. Después de un fracaso trasotro, el interés por conseguir la va-cuna residía en particulares que nocesaron de solicitarla ni de remitir-la. Impacientes ante tanta demora,y agobiados por una epidemia de vi-ruela que se declaró en la CiudadReal de Chiapas por contagio de laProvincia de Tabasco, el Presidentedirige una carta al ministro de Esta-do el de julio de 1803. Como a lallegada de la carta a la Corte ya ha-bía salido la Real Expedición, el mi-nistro de Gracia y Justicia dirigeuna misiva el 16 de diciembre alPresidente de la Capitanía General,recomendándole que «envíe un fa-cultativo a cualquiera de los puntosdel derrotero que lleva la Expedi-ción para que tomase las instruccio-nes convenientes»; y al mismotiempo ordena a Balmis que «le en-viase la vacuna bien fuese por me-dio de sus Ayudantes o del faculta-tivo que aquel Gefe comisionase ali n t e n t o »5 9. Con arreglo a lo dispues-to el también protomédico José An-

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57 «Informe de Manuel de Maraball dirigidoa Pedro Cevallos sobre la epidemia de virue-las que sufría la provincia de Chiapas y lainoculación de la vacuna como remedio».Ciudad Real de Chiapas 7 de septiembre de1803. Archivo de la Real Academia de Me-dicina de Madrid. Leg. 14, doc. nº 821.

58 «Proyecto de Expedición del Dr. Flores».Madrid, 28 de febrero de 1803. Archivo Ge-neral de Indias. Sección: Indiferente Gene-ral. Leg. 1558-A, f. 7v.59 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Extracto General de laExpedición filantrópica de la Vacuna. Expe-diente 17. Carta de José Antonio Caballero,ministro de Gracia y Justicia dirigida al Di-rector de la Real Expedición de la Vacuna D.Francisco Xavier Balmis. Madrid, 16 de di-ciembre de 1803. Leg. 1558-A.

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tonio de Córdoba solicitó a las au-toridades de Reino de Guatemala elestablecer una expedición marítimapara que se desplazase a La Habanaa recoger el fluido vacunal quetraería la Real Expedición cuandollegase a esas islas. En Guatemalahabían hecho una estimación detiempo pensando que de octubre anoviembre de 1803 estaría la expe-dición en la isla de Cuba. Las auto-ridades locales impacientes por laespera solicitan que «se envíe desdeLa Habana el fluido vacuno». Paraello se insta a que utilicen los bu-ques guardacostas que cada 40 díasse relevan y que en «uno de ellospuede remitirse la Vacuna propaga-da que sea en esa ciudad, al cuidadodel Cirujano de su dotación o deotro profesor inteligente dándoseledos muchachos que bastarán paraconservar en buen estado el fluidoen una navegación tan corta hastaTrujillo, inoculando el uno el día desalida, y el otro cuando mejor pa-r e z c a »6 0.

Cuando comenzó la vacunacióna expedirse en Veracruz, donde vivíadon Ignacio Pavón y Muñoz, despa-chó la vacuna en correo extraordi-nario, que costeó él mismo, a sushermanos Cayetano y Manuel. Lle-gó la vacuna a Guatemala a los vein-te días de su salida de Veracruz, el 16

de mayo de 1804; acompañada deuna aguja de vacunar y de instruc-ciones de vacunación. También eldoctor Narciso Esparragosa se aplicóincansablemente a difundir la vacu-na, no siempre con resultados feli-ces. Pero su labor fue magnífica, demucho compromiso y dedicación ala población. La ciudad de Guate-mala, gracias a él, se convirtió en uncentro difusor de la vacuna, antes ydespués de la llegada de la Expedi-ción Filantrópica.

La vacuna, al igual que cualquierotra mercancía, tomo el puerto deVeracruz como un centro difusorpara todo el territorio de Nueva Es-paña. Se pueden establecer cuatrorutas de penetración de la vacunaantes de la llegada de la Expedición:una con destino a Oaxaca, otra condirección a Campeche, una terceraa las Provincias Internas y otra conrumbo a la capital mejicana. El Vi-rrey se hizo acompañar desde Vera-cruz por el médico de la Armada,García de Arboleya, que será el ver-dadero motor de la vacunación an-tes de la llegada de Balmis, y quenada más llegar a la capital novohis-pana inició la vacunación con resul-tados negativos. Posteriormente, elayuntamiento de Veracruz informaal Virrey que el 29 de marzo de 1804había llegado el fluido procedentede La Habana y con éxito en sus re-sultados, difundiéndose desde allí a

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6 0 Archivo General de Indias. Sección:Cuba. Leg. 1691.

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la región de Oaxaca. El 10 de abrildel mismo año llegó a Veracruz elfluido que desde Cuba remitía el Dr.Romay y que conservó toda su vita-lidad. Por fin, la vacuna llegó a laciudad de México el 25 de abril delmismo año y al instante el Vi r r e ymandó al doctor Arboleya que efec-tuase la vacunación en unos niñosexpósitos. Al día siguiente conti-nuaron las vacunaciones y en estasesión se vacunó al hijo del Virreyde 21 meses de edad. El 9 de mayo,el cirujano aragonés de la Armada,Miguel José Monzón introduce conéxito la vacuna en la ciudad deCampeche y difunde el fluido so-brante, conservado entre cristales,por los territorios por los que pasó.

Una de las expediciones que sa-lió con fluido desde Veracruz mar-chó a las Provincias Internas, a ins-tancias del Comandante General deestos territorios, el Brigadier Neme-sio Salcedo; arribando a la ciudad deChihuahua el 21 de mayo de 1804.Desde esta ciudad salieron un facul-tativo y un conjunto de niños con elfluido vacuno en dirección a NuevoMéxico; y otro destacamento, aNueva Vizcaya.

A la ciudad de Guadalajara deIndias llegó la vacuna por el celo deVicente Garro, administrador deCorreos de la ciudad y de José Fran-cisco Araujo, «Médico cirujano dela Península de la Antigua Califor-

nia que unieron su sentir filantrópi-co y se empeñaron en conseguir elfluido vacuno». Para sacar la opera-ción del drama que suponía a la po-blación no instruida, establecieronlas salas de vacunación en el tea-tro61.

Al Virreinato del Río de la Plataarribó el 5 de julio de 1804 una fra-gata llamada La Rosa del Río, proce-dente de Río de Janeiro, que llevabaesclavos negros inoculados de vacu-na que fueron los proveedores delfluido con que se inicia el proceso devacunación en estos territorios6 2.Apenas pasados veinte días ya se ha-bían vacunado 200 personas en laciudad de Montevideo. El Vi r r e yhizo pasar la vacuna desde esta ciu-dad a la de Buenos Aires y una vezestablecida la vacuna en ella, elMarqués de Sobremonte remitió elfluido en cristales y costras pulveri-zadas a otras zonas del Vi r r e i n a t omuy atacadas por la viruela, como labanda oriental del Río de la Plata, laColonia de Sacramento y a la regiónde la Patagonia. Finalmente se remi-tió la vacuna desde un punto de vis-ta institucional, por vía oficial entre

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61 Gazeta de México, nº 22, 6 de octubre de1804.62 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Buenos Ai-res, 10 de Agosto de 1805: «Carta de Virreyal Ministro de Gracia y Justicia comunican-do la introducción de la Vacuna en ese terri-torio.»

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Virreyes y utilizando como transpor-tes los barcos correos. La ruta que sesiguió fue la vuelta al cabo de Hor-nos, parando primero en la Capita-nía General de Chile y terminandoel periplo en el puerto de El Callao.Por tierra también se remitió la va-cuna a otros territorios del Virreina-to limeño como Cuzco, en este casoutilizando niños negros que conser-vaban la vacuna brazo a brazo.

Al llegar la vacuna a Chile se co-misionó al religioso de la Orden deSan Juan de Dios, que fue médicodel fuerte de Valdivia y Catedráticode Prima y de Filosofía en la Uni-versidad de Santiago, fray ManuelChaparro; quien vacunó a 286 per-sonas en el pórtico del Cabildo Me-tropolitano. El resultado fue un ab-soluto éxito y de los granos madurosque prendieron en los niños vacuna-dos, «se guardó el fluido en cristalesque difundió en todo el territorio desu mando63.

En 1802 llegó por primera vez lavacuna a Lima procedente del puer-to peninsular de Cádiz en el barcomercante Santo Domingo de la Calza -d a, que iba rumbo a las Filipinas.Humboldt describe este aconteci-miento con gran detalle: «Al Virrei-nato del Perú llegó la vacuna por

primera vez en el navío mercanteSanto Domingo de la Calzada que se-guía la ruta Cádiz-Manila. Un parti-cular envió en este buque la Vacunaa Filipinas. En Lima, Hipólito Una-núe vacunó muchos individuos conel virus que llevaba el navío, pero nocuajó y observó Unanúe que todaslas personas así vacunadas habíantenido unas viruelas «sumamentebenignas» y se sirvió de la inocula-ción de este pus para hacer menosfunesta la epidemia de 1802 y deesta manera encontró los efectos deuna vacuna que «había tenido porp e r d i d a »6 4. Pero fue desde BuenosAires, como ya hemos comentado, ymientras Salvany todavía se encon-traba en la Real Audiencia de Qui-to, cuando llegaron a Lima unoscristales con fluido vacunal que lle-garon en perfecto estado. El Virreycomisionó a Pedro Belomo, que eracirujano del apostadero del puertodel Callao y examinador de cirugíadel tribunal del Protomedicato de laReal Audiencia, el cual inició lasprimeras vacunas el 23 de octubrede 1805 y de 36 vacunados sóloprendió en un chico de cuatro años.Posteriormente se utilizó el métodode brazo a brazo, consiguiendo man-tener activo el fluido hasta la llega-da de la Expedición. El propio Belo-

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63 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Expediente22: «Carta del Gobernador de ConcepciónD. Luis Alava, 14 de febrero 1806».

64 C f r. ALEGRÍA, C. Introducción de la vacu -na en América, Caracas, Talleres Gráficos de laDivisión de Educación Sanitaria, 1970, p. 15.

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mo, proporcionó a Thaddäus Haen-ke el fluido en febrero de 1806, queéste utilizaría para vacunar gratuita-mente en la Capitanía General deCharcas.

A grandes rasgos, ésta es la situa-ción con la que se van a encontrarBalmis y Savany a su llegada a tie-

rras hispanoamericanas. No partíanex novo en lo que a la vacuna se re-fiere, pero la necesidad de estableceruna organización metódica y riguro-sa y en torno a ella, unificar esfuer-zos en la consecución de un rendi-miento sanitario adecuado, era sinduda indispensable.

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El relato del viaje para extenderla vacuna, pese a las previsiones y lapreparación previa, se asemeja a unacomplicada aventura en la que sedesbordaron muchas de las previsio-nes y se sucedieron vertiginosamen-te los acontecimientos. No era pococruzar el océano con un conjuntotan variado de personas, con un nú-mero elevado de niños que, segúntestimonio del propio Balmis, pade-cieron «continuas enfermedades» ycon un trayecto tan extenso. Pese ahaber transcurrido casi cincuentaaños desde su edición, la monografíaescrita por Díaz de Yraola (1948)continúa siendo una fuente indis-pensable para seguir el proceso. Sup e r i odización de las etapas es muyútil y nosotros vamos a seguirla,como también lo hacen recientes es-tudios como el excelente y muycompleto de S. Ramírez (2002).Hay que hablar, entonces, de unaprimera etapa, en la cual la expedi-ción es conjunta, que se inicia en LaCoruña y finaliza en Venezuela y deuna segunda etapa en la que se pro-

duce una subdivisión de los expedi-cionarios en dos rutas diferenciadas:la que, liderada por Balmis, pasó aMéxico y de allí a las Islas Filipinas,y la segunda, a cargo de Salvany, quedesciende hacia Sudamérica si-guiendo inicialmente la ruta del ríoMagdalena. A la vez, en cada una delas rutas indicadas, se prod u j e r o nconstantes divisiones de los gruposen otros más pequeños con el objeti-vo último de dar un mayor grado dedinamismo a la extensión de la prác-tica vacunal.

5.1. Los preliminares del viaje

El 13 de marzo de 1803, por vezprimera, el Consejo de Indias co-mienza a solicitar informes sobre «sise creía posible extender la vacuna alos países de Ultramar y qué mediosserían más acertados para el inten-to». El 22 de marzo, Francisco Re-quena, miembro del mencionadoConsejo, informa sobre la utilidad«que produciría en Ultramar la ino-

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5. LA REAL EXPEDICIÓNFILANTRÓPICA DE LA VACUNAY SU SIGNIFICADO HISTÓRICO

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culación de la vacuna» y se solicitaun informe al médico de Cámara,José Felipe Flores6 5. Con suma ur-gencia Flores elabora el informe y leañade una propuesta de derroterogeneral de la expedición, así como larecomendación de una serie de me-didas y disposiciones que deberíantomarse para el mejor acierto de laempresa y la fácil propagación de lavacuna en los territorios de Ultra-m a r. La complejidad de la expedi-ción requería definir muy bien losobjetivos, y si bien es cierto quetodo se reducía a liberar de viruelalos pueblos de Ultramar, también loera que los medios para conseguirlono eran sencillos. Hacía falta, enconsecuencia, desarrollar tres acti-vidades: primero difundir la vacuna;segundo instruir a los médicos y per-sonas interesadas en las poblacionesvisitadas en la práctica de la vacu-nación; y por último, crear «Juntasde Vacunación» en las capitales yprincipales ciudades de los Virreina-tos, para que se encargasen de asegu-rar la conservación del fluido vacu-no activo con el paso del tiempo.

Los preparativos de la Expedi-ción se realizaron durante la prima-vera y el verano de 1803 y de acuer-do con los objetivos mencionados se

orientaron en tres ejes de acción: re-clutar al personal que se iba a encar-gar de la misma; contratar el barcoque iba a desplazar a los expedicio-narios desde la Península a los terri-torios de Ultramar; y determinar yelegir los criterios de conservaciónde la vacuna en su óptima naturale-za para la propagación.

Previamente había sido necesarioresolver no pocos problemas. El pri-mero, el de su financiación. En elprimer momento, Francisco Reque-na, en el mencionado informe, pre-tende el nombramiento de los cargosde la Expedición entre voluntariosque no percibirían sueldo ni com-pensación económica. Pero aunqueeso fuera así, hacía falta un equipa-miento en material básico para el de-sarrollo de la labor que le estaba en-comendada, como se demuestra conel hecho que, cuando los nombra-mientos estaban resueltos, se dota aBalmis de un presupuesto de 200 do-blones y termina realizando un gastode 90.000 reales de vellón. Por lo de-más, las pretensiones de Requena so-bre el personal pronto se revelaroncomo un sueño utópico. La realidades que había varias posibilidades paracostear la expedición desde diferen-tes fuentes de financiación: por unlado, desde el Ramo de los Tr i b u t o sde los Indios, con el inconvenienteque este sistema impositivo se habíavisto muy mermado por la cantidad

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65 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Expediente 1: ExtractoGeneral de la Expedición filantrópica de laVacuna. Leg. 1558-A.

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de óbitos en ese grupo poblacional;en segundo lugar, desde la Real Ha-cienda, que sería la principal benefi-ciada de una población laboralmen-te útil; en tercer lugar, los Censos deIndios, pero aunque este tipo «estáestablecido en el distrito de la Au-diencia, ignoro si lo hay en NuevaEspaña y en Lima, por cuyo motivono hallo proporción para que se hagasobre él asignación, que pueda ser se-gura»; en cuarta, el Ramo de Propios«y arbitrios en el Patrimonio de lasCiudades, Villas y Lugares, que lostienen y están destinados para susgastos municipales...»; y por último,los Diezmos Eclesiásticos, «pues ade-

más de exigirlo la caridad Cristiana,resulta el beneficio de que no decai-ga con la mortalidad de sus feligresesla gruesa de Diezmos de la dotaciónde sus Iglesias ni el Real interés delos dos novenos aplicados a S. M.conforme a las respectivas ereccio-nes de cada Obispado»6 6. Saliese dedonde fuese el dinero que financiasela Expedición, es constante la refe-rencia a que debería realizarse «bajo

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66 Archivo General de Indias. Sección: Indi-ferente General. Leg.1558-A. Expedientepara extender en América el uso de la vacu-na. Dictamen del Gobernador del Consejo deIndias, Madrid, 26 de mayo de 1803. f. 1v-2.

Fig. 11. Nombramiento de Balmis como director de la Expedición para llevar la vacunaa las colonias de Ultramar el 4 de agosto de 1803.

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condiciones equitativas y ventajosaspara la hacienda»6 7.

Finalmente, las autoridades pe-ninsulares decidieron que los gastosde la Expedición fuesen financiadosdesde la Real Hacienda y el proble-ma estuvo presente no sólo al inicio,sino a lo largo de todo el periplo. Porlo demás, las medidas para cubrir losgastos no fueron siempre las mismas,sino que se adecuaron a las necesi-dades y a las posibilidades de cadaterritorio, con la única condición deque las medidas adoptadas por lasautoridades locales fuesen aproba-das por el rey.

La realidad es que la Expedición, alo largo de su recorrido, sacó el dine-ro de donde pudo. Nunca faltaron pa-tricios con gran poder económico ysimpatizantes de la causa de la vacunaen las ciudades por donde discurrió laperegrinación vacunal. E incluso, elpropio dinero de los expedicionarios.Como manifestó el propio Balmis a suregreso de la Expedición, «no tienenúmero las pesetas que he repartidoentre los indios para que se dejasenv a c u n a r, y las empleadas en juguetespara que se entretuvieran a bordo losniños embarcados, con otra porciónde gastos que no tengo ahora presen-

te» 6 8. Los gastos de la Expedición es-taban generados fundamentalmentepor la financiación del barco y lossueldos de los expedicionarios. Larealidad es que aquellas poblacionesque fueron conscientes de la impor-tancia de la práctica vacunal, agasaja-ron a los expedicionarios con un tra-to excelente, dotaron de alojamientoa los miembros, vistieron a los niños yles concedieron obsequios.

En un primer momento se pensóque la expedición se transportara enbuques correo de guerra por ser losmás ligeros y tener una comunica-ción frecuente con los territoriosamericanos. Lo que se tuvo muy cla-ro desde el principio es que el costepara la Real Hacienda no fuese muygravoso. La Expedición utilizó cincobuques para todo el desarrollo de latravesía marítima, de unos conoce-mos sus nombres y de otros no. Gra-cias a la investigación del expertoen historia militar Parrilla Hermidatenemos una detallada informaciónde la corbeta gallega María Pita»6 9.

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67 Archivo General de Indias. Sección Indi-ferente General. Leg 1558-A. Expediente 3.Extracto General de la Expedición Filantró-pica de la Vacuna. Real Orden del 30 deagosto de 1803.

68 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Informe decuentas que realiza Balmis a su regreso de sulabor profiláctica y envía a José Antonio Ca-ballero. Madrid, 4 de diciembre de 1806.6 9 PARRILLA HERMIDA, M. La Expedi-ción Filantrópica de la Vacuna antivariólicaa América en 1803. El contrato de fleta-miento de la Corbeta María Pita». R e v i s t adel Instituto «José Cornide» de Estudios Coru -ñenses, 1974-75, nº 10-11, pp. 203-209.

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El criterio que motivó en toda la tra-vesía la elección de los barcos fue lavelocidad frente a la comod i d a d .Pero al hablar de los gastos deltransporte debemos diferenciar dosaspectos: el fletamiento del barco yla manutención durante la ruta delos expedicionarios. El coste totaldel fletamiento no está desglosadoen ningún documento, pero se sabeque el armador de la corbeta, Taba-nera y Sobrino, rebajó 400 pesosfuertes (4000 reales) de su primerapropuesta de flete y 40 pesos fuertesde mesa por mes70. La contrata de lacorbeta se realizó en el puerto de LaCoruña el 8 de octubre de 1803. Enun primer momento no se pensó quela travesía fuera larga y se firmó elcontrato hasta el 27 de enero de1804. Cuando expiró el contrato lacorbeta se encontraba todavía fon-deada en el puerto de La Habana.Balmis, para evitar los problemasque generó la contrata en La Coru-ña, mantiene las mismas condicio-nes que en el contrato inicial con uncoste de 1.400 pesos fuertes mensua-les por el fletamiento.

Más difícil resultaba la eleccióndel personal cualificado, dadas laspretensiones de gratuidad que habíaindicado Francisco Requena. Enprincipio éste propuso como cabezaspara desempeñar la comisión a losDoctores Flores y Balmis, que fueron

ratificados por la Junta de Cirujanosde Cámara. Ambos tenían activos asu favor: Flores por haber elaboradoel proyecto inicial de la expedicióny Balmis por ser el traductor al cas-tellano de la obra de Moreau de laSarthe, y por ser uno de los médicosque practicaba con mayor éxito, enMadrid, la técnica de la vacunación.José Flores se encargaría de la Expe-dición que iría a Cartagena y Balmisla que marcharía a Ve r a c r u z7 1. Entodo caso, para elegir a los persona-jes que van a participar en la expe-dición filantrópica, se hace públicaen el Colegio de San Carlos de Ma-drid la Real Orden de 6 de junio enla que se manifiesta el real deseo depropagar la vacuna en «sus domi-nios de Indias»72. Después de oído elDictamen del Consejo de Indias ydel Consejo de Hacienda y de susmédicos de Cámara, el monarca de-cide que «se envíe una expediciónmarítima, compuesta de facultativoshábiles y adictos a la empresa, dirigi-da por el Médico honorario de Cá-mara D. Francisco Xavier de

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70 Idem. p. 205.

71 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Informe dela Junta de Cirujanos de Cámara, Madrid, 17de marzo de 1803.72 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Informe delos señores que pertenecen a la Junta, D.Antonio Gimbernat, D. Leonardo Galli y D.Ignacio Lacaba, Dirigida a los profesores delReal Colegio Médico de San Carlos de Ma-drid. Aranjuez, 12 de junio de 1803.

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Balmis»73. Esta decisión del monar-ca reconoce y legitima el proceso se-guido por Balmis para no tener quecompartir con nadie la dirección dela Expedición, excluyendo de lamisma a José Felipe Flores74. Es cier-to que la dirección en manos de Bal-mis significaba que pondría allí enfuncionamiento todas sus cualida-des: poseía energía, tenacidad ygrandes dotes de organización quehicieron de él un individuo único. Adiferencia del Director, el nombradoS u b d i r e c t o r, José Salvany era tod ocorazón, entusiasmo y valor. Éste nodestacó como organizador y su labortuvo menos proyección que la reali-zada por Balmis. El Director, progre-sivamente, fue concentrando podery autoridad al tiempo que exige uncontrol férreo de todas las activida-des hasta el final, incluso cuando ya

estaba en España y su labor hubieraformalmente terminado75.

Finalmente, Balmis fue elegidopara realizar la Expedición y prontohizo una serie de propuestas comoque el grupo se compusiera de un di-r e c t o r, que sería él mismo y variosprofesionales que luego veremos endetalle, amén de 15 ó 20 niños deocho a diez años, que no hubiesenpasado las viruelas, a fin de vacunar-los sucesivamente durante la nave-gación y conservar de este modo elfluido. Fue privilegio del Director laelección de las personas que partici-parían en la expedición, siempreque obtuvieran el visto bueno delmonarca. En la circular del Ministe-rio de Estado en la que se inserta laReal Orden comunicada por el Mi-nistro de Gracia y Justicia sobre laExpedición de la Vacuna, sellada enSan Ildefonso en 4 de agosto de1803, se informa del nivel intelec-tual y profesional de los componen-tes de la misma. El director sería unMédico de Cámara de Su Majestad,los ayudantes serían facultativos conformación médica; los practicantes,cirujanos y a los enfermeros no se les

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73 Gaceta de Madrid, Viernes 5 de agosto de1803.74 Las razones de Balmis no pueden ocultarun rasgo típico de su personalidad, conven-cido de sus aptitudes y de su capacidad de or-ganización y de mando. En una carta de Bal-mis al Ministro de Gracia y Justicia JoséAntonio Caballero, el 18 de junio de 1803,defiendió su postura afirmando «que el man-do que yo pretendía no era por arrogancia, nideseo de mandar, pues en mi casa dejo elmando a los criados, sino por el celo de po-der realizar una expedición tan gloriosa, queserá envidiada de todas las Naciones». Ar-chivo General de Indias. Sección: Indife-rente General. Leg. 1558-A.

75 Archivo General de Indias. Sección: Indi-ferente General. Leg. 1558-A. Expediente23. Con motivo de su próximo paso a Nue-va España, Balmis solicita que se comuniquea «los demás ayudantes y al mismo Salvanyque continuasen reconociéndole por Direc-tor».

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exige una formación específica. Ajuicio de Balmis, eran preferiblespersonas que estuviesen capacitadaspara las labores sanitarias y profilác-ticas, más que aquellas poseedorasde títulos.

Como era de esperar, el presuntoespíritu altruista de los expediciona-rios no alcanzaba los niveles de gra-tuidad que las autoridades espera-ban, por ello el Ministro de Gracia yJusticia José Caballero, el 4 de agos-to de 1803, estableció el sueldo y lahabitación en función del reconoci-miento social laboral y de la valía decada individuo de la Expedición.Los gastos particulares de cadamiembro de la Expedición fueroncubiertos por los sueldos que se asig-nan a cada uno de los componentesque la conforman. El director cobra-ría 40 reales de vellón, el subdirectory los ayudantes 20, los practicantes12 y los enfermeros 10. Este dinerose podría cobrar por los expedicio-narios directamente en América, oen América y en España cuando losmiembros de la Expedición tuvieranfamilia a su cargo que mantener.Como era de esperar pronto apare-cerán las discrepancias. En opiniónde Balmis, expresada en carta al Mi-nistro de Gracia y Justicia el 2 de ju-lio de 1803, con este sueldo» no sepuede mantener con una medianadecencia, aun estando avecinadosen un Pays, cuanto menos teniendo

que estar en continuas y penosasmarchas, en que la escasez y la dis-tancia obligan a gastos tan extraor-d i n a r i o s . . . » 7 6. Pero además, lostransportes tanto en España comoen Indias, corren de cuenta de laReal Hacienda durante toda la ex-pedición marítima, pero no durantelas expediciones terrestres. En lamisma carta, Balmis solicita se espe-cifique «si la manutención se noscontinúa también en tierra: por queno siendo así es imposible puedamantenerse ningún individuo de sucuenta con los sueldos asignados, yque carezcan precisamente de me-dios para atender a otros precisosgastos, que se han de ofrecer por másequipados que salgan de España, demanera que llegaría día que no Rey-nase entre los individuos de una ex-pedición tan brillante más que esca-sez y miseria y el descontento queacompaña a estas circunstancias»77.Como consecuencia de esta deman-da, tan lógica que no se atreven a re-chazarla, la Real Hacienda asumeun gasto que asciende a 8.700 pesosfuertes anuales en sueldos y 850 do-blones en habitaciones. Además secontrató a cinco personas en prime-ra mesa a razón de 100 pesos fuertesal mes, siete personas en segundamesa a razón de 90 pesos fuertes al

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76 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A, f. 2v-2.77 Idem, f. 2v-3.

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Fig. 12. Los cirujanos de cámara, Antonio de Gimbernat, Leonardo Galli y Lorenzo La-caba, aprueban el proyecto de Balmis.

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mes y veintidós personas en terceramesa a 50 pesos fuertes al mes. Estosupuso un gasto de 2.230 pesos fuer-tes cada mes78.

Otro problema que preocupó alas autoridades de la metrópoli erafijar el derrotero de la Expedición.Como ya hemos comentado, quientuvo por primera vez la idea de di-fundir la vacuna en América, me-diante una expedición, fue el médi-co Francisco Requena. LosConsejeros médicos de la Real Cá-mara dieron un dictamen positivo yfinalmente fue José F. Flores quientrazó el primer plan para llevar acabo el proyecto ideado por Reque-na. Pero el proyecto de Flores fuecuestionado cuando Balmis fuenombrado director único de la Ex-pedición. Por otro lado, cuando elproyecto de Balmis se lleva a lapráctica, los acontecimientos des-bordan con creces lo previsto e ima-ginado, y las actividades y viajes ini-

ciales manejados deben adecuarse ala realidad. La principal diferenciaentre los dos proyectos era que el deFlores indicaba la conveniencia deestablecer dos líneas de desarrollode la expedición y Balmis proponeque fuera una sola para los cuatroVirreinatos y Filipinas. De tod a smaneras, el derrotero que se siguiófue el que determinaron las circuns-tancias y necesidades de los aconte-cimientos reales que se desarrolla-ron a lo largo de la accidentada rutade la Real Expedición Filantrópicade la Vacuna.

Determinado el derrotero, elproblema que se plantea era el lugaridóneo para la salida de la expedi-ción. En las primeras propuestas elpuerto elegido era el de Cádiz, por sutradición americanista. Pero a medi-da que se va perfilando el proyectose opta por el puerto de La Coruña.En 1764, por iniciativa del marquésde Grimaldi se habían establecidoen este puerto los buques-correo condestino a La Habana, Montevideo yBuenos Aires, con salida y regresoen la ciudad-puerto de La Coruñaexclusivamente, y que, además, tras-ladaban a viajeros y mercancías eri-giéndose como uno de los principa-les medios de conexión conAmérica antes de la liberalizaciónmercantil. Desde 1765, Campoma-nes tiene intención de establecer unconsulado en La Coruña, como los

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7 8 PARRILLA HERMIDA, M. (1974-75),Op cit., pp. 206-207. Las distinciones nosólo se hacían en los sueldos sino también enla manutención: «que a todos se les dará al -muerzo, refrescos y cena, correspondiente asus clases... La comida de la primera mesaserá una olla, dos o tres principios y postrescon vino y pan fresco... La comida de la se-gunda mesa, lo mismo que la primera, conexcepción de un principio y un postre me-nos... Los de la tercera mesa comerán unbuen cocido y alguna cosa más ciertos niñosenfermos y algún extraordinario algunosdías de la semana».

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que había en Barcelona, Valencia yBilbao, aunque este proyecto no sellevó a cabo hasta 1785, en que seestablece definitivamente el RealConsulado de Comercio Marítimo yTerrestre de La Coruña. Todo estosupuso una mejora sustancial de lasinstalaciones y el funcionamientode Escuelas náuticas y de comercio.La liberalización de estas activida-des generará un crecimiento de laeconomía y de la población de laciudad. Todos estos aspectos fueronconsiderados en la elección de estepuerto como punto de partida de laExpedición.

Si bien no se podrá seguir el de-rrotero tal y como se había planeado,nada podía quedar sin una planifica-ción previa y con instrucciones con-cretas. En la Real Orden, circular de1 de septiembre de 1803, por la quese comunica la Real Expedición Fi-lantrópica de la Vacuna a todos losterritorios hispanos de Ultramar, esconmovedora la singularidad con laque la Corona recomienda a cadauno de los territorios la actitud quedeben mantener ante el evento7 9. AlComandante General de Canarias sele encarga que «procurase persuadircon su ejemplo al buen recibimientode la expedición... dando las disposi-ciones que le dictase su celo, comu-nicando a su tiempo lo que resulta-

se». Al Gobernador de Puerto Ricole previene de que habilite al Direc-tor y a los otros miembros que com-ponen la Expedición «con mesadasque llevasen devengadas» y que se«les franqueasen los auxilios necesa-rios para continuar su viaje, ya fueseque se dividiese la expedición, o quela prosiguiesen juntos». Al Goberna-dor de La Habana se le informa quea la llegada de la Expedición a esepuerto debían «satisfacer su haberconforme a la contrata celebrada enLa Coruña» y que también facilita-sen los medios para proporcionar«un buque para la travesía a Ve r a c r u zcon escala en Campeche, si conve-nía», y se le encargaba así mismo,«de proporcionar niños a Balmis».Al Virrey de Nueva España le instapara que «cuando llegase la expedi-ción tuviese anticipadas las órdenesoportunas para que se facilitasen ca-rruajes y demás que fuese necesa-rio ...» y para que dispusiese lo nece-sario para su continuación: si llegaseunida «le favoreciese el paso alPerú» y si dividida «le favoreciese elpaso a Filipinas» y en ambos casos leproporcionara «niños expósitos o deotra clase, y algunos sueldos antici-pados». Al Virrey de Santa Fe se lerecomienda que, sin menospreciar lalabor previa del doctor Verges, seagasaje a la expedición y se le pro-porcione el número de niños necesa-rios para continuar su viaje; permi-tiéndoles vacunar en aquellos

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79 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A.

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pueblos del tránsito. Al Capitán Ge-neral de Caracas se le insta para que,tanto si llega la expedición juntacomo dividida se le auxilie en lo ne-cesario para continuar el viaje. AlPresidente de Guatemala se le preve-nía que seguramente la Expediciónllegaría dividida a ese territorio y sele solicitaba un buen trato a los com-ponentes de la misma y se les auxi-liara en todo lo necesario. Al Vi r r e ydel Perú se le solicita «que en caso deno haber salido la Expedición deAcapulco para Filipinas lo hiciesedesde El Callao, poniéndose deacuerdo con el director». Al Presi-dente de Chile se le advierte lo mis-mo que al Virrey de Nueva Españapidiendo «que favorezca la vacunapor los territorios más inhóspitos, enChile al meridión y en Nueva Espa-ña al Septentrión». Al Virrey deBuenos Aires se le advierte que «de-biendo concluir allí su viaje la expe-dición, le proporcionase cuanto an-tes buque en que regresar a Europa,pagando el pasaje y mes a sus indivi-duos». Finalmente, al Capitán Ge-neral de Filipinas se le informa que lallegada de la Expedición puede pro-ceder desde el puerto de Acapulco ode El Callao y se solicita que favorez-ca el regreso a la península de los in-dividuos que la componen8 0.

En definitiva, todo un desplieguede recomendaciones con el objetivo

de evitar improvisaciones y situacio-nes no deseadas que pudieran hacerfracasar el intento de acabar con unproblema sanitario de tal magnitud.Como ya veremos, la realidad fueotra.

5.2. Los protagonistas

Entre las personas que participa-ron en la Expedición, muchas deellas anónimas para la historia, he-mos de destacar los tres pilares sobrelos que pivotó la máxima responsa-bilidad: los responsables de la direc-ción y la responsable de los niñosvacuníferos. De alguno del resto delos embarcados daremos tambiénnoticia, aunque su significaciónfuera menor, no así su actividad yentrega, sin la cual hubiera sido im-pensable una hazaña tan poco habi-tual81.

El Capitán de la corbeta MaríaPita fue Pedro del Barco y España,natural de Somorrostro, Vi z c a y a .Marinero de probada valía «con-ducta, muy buena; inteligencia,bastante; desempeño, bueno; subor-dinación, mucha; desinterés, mu-

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80 Idem.

81 Una visión clarificadora sobre ocupacio-nes y profesiones sanitarias relacionadas conla sanidad marítima y su significado es la deASTRAIN GALLART, M. Barberos, ciruja -nos y gente de mar. La sanidad naval y la pro -fesión quirúrgica en España. Madrid, Ministe-rio de Defensa, 1996.

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c h o »8 2. El viaje a bordo de la corbe-ta duró ocho meses y diez días y sulabor fue reconocida rápidamente asu vuelta a España, nombrándoleTeniente de Navío en 1804, y con-cediéndole una pensión vitalicia de300 pesos en marzo de 1805.

De los tres enfermeros tenemosescasas noticias, quizás por tratarse depuestos de poca responsabilidad. Sa-bemos que los tres eran casados y queSalvany solicitó que en agradeci-miento a los servicios prestados du-rante su actividad vacunadora enAmérica meridional, se premie a Ba-silio Bolaño con alguna distinción yque en febrero de 1809 todavía se en-contraba en Buenos Aires en espera atrasladarse a la Península. Perera yPrats informa que «Balmis recomien-da encarecidamente que se proteja alos dos hijos huérfanos de su colabo-rador D. Pedro Ortega» y en el casode Antonio Pastor, que éste y su mu-jer estuvieron «olvidados y desampa-rados en méritos de sus servicios a lasdos expediciones», de lo que se supo-ne que este enfermero también

acompañó a Balmis en el viaje de fe-brero de 1810 a marzo de 18138 3.

De los practicantes, FranciscoPastor Balmis era sobrino de Balmis,hijo de su hermana Micaela. De éldice su tío que era «muy instruido enla Vacunación por haberla constan-temente practicado a mi lado»; eldirector de la Expedición le respon-sabilizó de importantes cometidosconfiado en su preparación, ya quede «fiar este encargo a otro faculta-tivo que no tenga la instruccióncompetente, no podrá aventurarseel éxito que tanto interesa»84. Cuan-do se divide la Expedición, Pastorpasará a la sección de América Sep-tentrional al mando de Balmis y des-tacará durante la vacunación enGuatemala por sus dotes de organi-zador. De Rafael Lozano Pérez sabe-mos muy poco, Balmis lo eligió por-que «se ha dedicado a esta nuevainoculación y es cirujano aproba-do»85. Por su parte, Salvany, en aten-ción a su actividad vacunadora en laAmérica meridional, solicita al rey

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82 Archivo General de la Armada, D. Alva-ro de Bazán. Viso del Marqués. Sección:Cuerpo General. Leg.620-114. Exp. Pedrodel Barco y España. Informe reservado en elramo de matrículas, 1817. Cfr. Susana MaríaRAMÍREZ MARTIN (2002), Op. cit.,quien ha rectificado, aportando documenta-ción inédita, algún error en este nombra-miento, que aparecía en PARRILLA HER-MIDA, M. (1974-75), Op. cit. p. 68.

83 PERERA Y PRATS, A. Episodios Españo -les en América, Madrid, Ed. Revista Geográ-fica Española, 1967, p. 68.8 4 Archivo General de Indias. Sección:Cuba . Leg. 1691. Comunicación de Balmisal Capitán General de la Isla de Cuba, LaHabana, 29 de mayo de 1804.85 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Carta deBalmis al Ministro de Gracia y Justicia, Ma-drid, 2 de julio de 1803.

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que se le distinga con los honores deCirujano de Cámara.

De los dos Ayudantes, el más des-tacado fue sin duda Manuel JuliánGrajales, natural de Sonseca (Tole-do) en 1778. En 1801, previo haberobtenido el grado de bachiller en Fi-losofía por el Colegio de CirugíaMédica de San Carlos, logra el debachiller en Medicina. Poco antesde salir con la Expedición, en juniode 1803, se licencia como Cirujano-Médico en el Colegio de San Carlosde Madrid. En América continúasus estudios y en 1805 el claustro de

la Universidad literaria de Santiagode Chile le confiere el grado de doc-tor en Medicina. Según Juan Bautis-ta Lastre, el ayudante Grajales «esimpetuoso y poco diplomático; lospequeños contratiempos que experi-menta al propagar el fluido, le mo-lestan y excitan». No fue una perso-na muy dócil al servicio de Salvanyy sus relaciones «no fueron muybuenas»86, lo que no fue óbice para

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8 6 LASTRE, Juan B. La salud pública y laPrevención de la Viruela en el Perú, Lima, Imp.Ministerio de Hacienda y Comercio, 1957.pp. 84-85.

Fig. 13. Distintos puestos dentro del Cuerpo de Sanidad de la Armada Real (Cfr. MikelAstrain, Baberos, cirujanos y gente de mar. Madrid, Ministro de Defensa, 1996).

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que Salvany, hombre bondadoso yceloso de su ministerio, reconozcalos méritos de su Ayudante y solicitepara él los honores de Cirujano deCámara. Todo cambió a la muertede Salvany y como consecuencia laExpedición se desmembra y Grajalesintenta desde Lima volver a la pe-nínsula. En su expediente militarconsta que sirvió como CirujanoMayor del Ejercito al mando del ge-neral Manuel Osorio, hasta 1837 yque fue fiscal del Protomedicato deChile hasta el año 1826 87. No obs-tante se sabe que volvió a la Penín-sula precipitadamente el 3 de di-ciembre de 1824, poco antes que secelebrasen en el Virreinato del Perúlas capitulaciones de Ayacucho, el 9de diciembre de 1824. De todos suscompañeros de la subexpedición va-cunal a la América meridional, Gra-jales fue el único que logró volvercon vida a la metrópoli, habiendosuperado infinitos puntos de conta-gio, innumerables riesgos y las pena-lidades de un viaje de más de 5.000leguas por tierra y 12.000 por mar.

El otro Ayudante, Antonio Gu-tiérrez Robredo, era hijo de un bor-dador de la Corte. Realizó sus estu-dios en el Colegio de San Carlos yfue durante cinco años colegial in-terno y externo del Colegio de Me-

dicina y Cirugía. Posteriormente ydurante poco tiempo sirvió en elejercito de Extremadura. Pero todosestos méritos hubieran sido pocos sino hubiese sido propuesto para for-mar parte de la Expedición Filantró-pica directamente por Balmis y hayquien opina que «era un discípulopredilecto del Director de la Expedi-ción»88.

Hemos afirmado más arriba queuno de los pilares en el éxito de laExpedición fue la Rectora de la Casade Expósitos de La Coruña, IsabelSendales Gómez. Sus apellidos si-guen siendo un enigma en el sentidoque Balmis la cita en diversos docu-mentos de forma muy diversa. En lacarta del 14 de octubre de1803 quedirige el Secretario de Gracia y Jus-ticia a don Ignacio Carrillo y Nie-bla, Presidente del Hospital de Cari-dad de La Coruña, de dondedependía la Casa de Expósitos, lemanifiesta que «conforme el Reycon la propuesta elevada sobre la ex-pedición destinada a propagar en In-dias la inoculación de la vacuna,permite S. S. que la Rectora de laCasa de Expósitos de esa ciudad seacomprendida en la misma expedi-ción en clase de enfermera»; pero en

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8 7 Archivo General Militar. Segovia. Sec-ción 1ª: Expedientes personales. Leg. G-3848.

88 PARRILLA HERMIDA, M. «Los médi-cos militares españoles y la Expedición fi-lantrópica de la vacuna antivariólica aAmérica y Filipinas para la lucha contra laviruela», Ejército, 1976, nº 437, p. 6.

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ningún momento se cita su nom-b r e8 9. El mismo Balmis se refiere aella de formas distintas: el 15 deabril de 1805 en la «Lista de los in-dividuos que componen la Real Ex-pedición de la vacuna», cita a laRectora con el nombre de doña Isa-bel Zendala y Gómez, y en otro es-crito desde Sevilla el 6 de diciembrede 1809, al mencionarla dice doñaIsabel Gómez Sandalla90. Lo que na-die duda es de su eficacia durante laExpedición. No hay mejor testimo-nio de su actitud y su dedicación a laempresa vacunadora que las pala-bras del Director y mucho más, te-niendo en cuenta la parvedad conque Balmis se prodigaba en los elo-gios:

«La miserable Rectora que conexcesivo trabajo y rigor de los dife-rentes climas que hemos recorrido,perdió enteramente su salud, infati-gable noche y día ha derramado to-das las ternuras de la más sensibleMadre sobre los 26 angelitos que tie-

ne a su cuidado, del mismo mod oque lo hizo desde La Coruña y en to-dos los viajes y los ha asistido ente-ramente en sus continuadas enfer-medades»91.

Uno de los protagonistas de laExpedición Filantrópica más injusta-mente olvidados e incluso minusva-lorados, en parte por la actitud deBalmis hacia el mismo, es la figuradel Subdirector, José Salvany y Lleo-part, nacido en 1777 ó 1778 en Cer-vera o Barcelona9 2. Después de estu-diar tres años de Gramática yposteriormente Latinidad, Retórica yPoesía, realizó los de Filosofía en elConvento de San Agustín de Barce-lona hasta 1791, año en el que ingre-sa en el Real Colegio de Cirugía deBarcelona hasta los 19 años. En 1799ya es licenciado en Cirugía. Las pri-meras noticias de su actividad en elEjército son que prestó serviciocomo cirujano interno en el cuartoBatallón del Real Cuerpo de Guar-dias Walonas, y que posteriormenteocupó la plaza de cirujano del Te r c e r

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8 9 NIETO ANTÚNEZ, P. La Rectora de laCasa de Expósitos de La Coruña, excepcional yolvidada enfermera en la expedición de Balmis.La Coruña, Instituto «José Cornide» de es-tudios coruñeses, 1981, p. 11.90 Idem, p. 12. Información más detallada laofrece RAMÍREZ MARTÍN, S.M. «Únicamujer participante en la Real Expedición Fi-lantrópica de la vacuna. Dña. Isabel Senda-les y Gómez, IX Congreso Internacional deHistoria de América, T. II, Ed. Regional deExtremadura, 2002, pp. 271-276.

91 Informe de Balmis a José Antonio Caba-llero, fechado en Macao el 30 de enero de1806. C f r. Susana María RAMÍREZMARTÍN, La salud del Imperio. La Real Ex -pedición Filantrópica de la Va c u n a, Madrid,Fundación Jorge Juan, 2002, p. 107.92 El acta de defunción dice que en Cervera,pero el libro de Matrícula de latinos de la Uni-versidad registra que nació en la ciudad deBarcelona. Cfr. RAMÍREZ MARTÍN, S.M.(2002), Op. cit., p. 101.

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Batallón del Regimiento de Infante-ría de Irlanda. Desde el inicio de suvida tenía una salud débil, que pusoen juego varias veces su carrera mili-t a r. Siendo ya ayudante de los RealesEjércitos y cirujano del Quinto Bata-llón del Regimiento de Infantería deNavarra, solicita una excedencia o,en su defecto, un traslado a algún co-legio u hospital para desarrollar suactividad a salvo de las incidenciasclimáticas que tanto mermaron sus a l u d9 3. Cuando embarca en la Expe-dición contaba 25 ó 26 años y enprincipio tenía una labor muy cómo-da porque le arropaba la gran perso-nalidad de Balmis. El protagonismole llegó, como veremos en detalle,cuando la Expedición se dividió enLa Guayra a causa de las constantes y

graves epidemias que asolaban el surdel continente. Cuando Salvany salede la Península tiene la esperanza deque mejore su salud y en un principioasí fue gracias al clima tropical deCanarias y las islas de las Antillas.Pero a medida que se introduce en lacordillera andina comienza a agrava-se su situación y según su correspon-dencia sufre «tercianas», «garroti-l l o »9 4, «opresión y mal de pecho» y«fuerte mal de corazón»; y posible-mente una tuberculosis pulmonar9 5.Cuando llega a la ciudad de Arequi-pa su situación es lamentable: en unnaufragio en el río Magdalena habíaperdido el ojo izquierdo; en su tránsi-to por la cordillera de los Andes sedislocó una muñeca que quedó prác-

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93 Archivo General Militar de Segovia. Sec-ción 1ª: Expedientes personales. Exp. S-396.Solicitud de José Salvany, 21 de julio de1801. C f r. R A M Í R E Z M A RTÍN, S.M.(2002), Op. cit., p. 102.

94 Denominación castiza de la angina difté-rica sofocante.9 5 R I C O - AVELLO, C. «La Expedición deBalmis», XV Congreso Internacional de Histo -ria de la Medicina. Madrid-Alcala 22-29 deseptiembre, Madrid, 1956, p. 5.

Fig. 14. Autógrafo de José Salvany (Cfr. Díaz de Yraola,G. La vuelta al mundo de la Expedición de la Vacuna. Se-villa, 1948).

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ticamente inmovilizada. Por efectosde la altura resultó crónicamenteafectado del pecho y eran frecuenteslas hematemesis. Salvany intuye queno podrá regresar a la Península, poreso solicita reiteradamente al Minis-tro de Gracia y Justicia un cargo pú-blico en América. Por doquiera quepasaba dejaba una huella magnífica ylos Cabildos de Puno, La Paz y Oru-ro expresaron públicamente su agra-decimiento. Es más, tanto el Cabildode Puno como el de Oruro solicita-ron para el subdirector de la Expedi-ción los honores de regidor de susrespectivos ayuntamientos9 6. El pro-pio Salvany, desde la ciudad de LaPaz, agotado y sin fuerzas, solicita elcargo de Intendente de dicha ciudadque había quedado vacante. El silen-cio de las autoridades peninsularesfue la respuesta.

La estancia en la ciudad de Lima,después de más de la mitad de reco-rrido vacunífero por la América me-ridional, coincide con una etapa deéxito profesional e intelectual deS a l v a n y, como luego comentaremos.Sin embargo, no le autorizan ningúncargo público y ante el temor a mo-rirse de hambre si renuncia a su laborprofiláctica en la Expedición, conti-núa en ella. Llega en verano a la ciu-dad de Cochabamba, a más de 2.500metros sobre el nivel del mar, en ple-

na Cordillera Andina. Cuando Sal-vany llega a esta ciudad se agravanuevamente su salud y fallece el 21de julio de 1810, siendo enterrado enla iglesia de San Francisco.

Salvany muere completamenteolvidado y desconocido si lo compa-ramos con Balmis y por eso su bio-grafía y personalidad siempre vanasociadas a este último97. Pero pode-mos afirmar que fue su iniciativa, te-són y laboriosidad lo que contribuyóa la difusión de la vacuna en laAmérica meridional. Consciente dela importancia de su labor, valorócon gran generosidad la actividadrealizada por sus subalternos. Encambio, esta apreciación tan positi-va contrasta con la opinión de Bal-mis, que tras su regreso a la Penínsu-la después de su vuelta al mundo y asolicitud de la Secretaría de Estado,emite un informe peyorativo de ladiligencia del subdirector.

Sin duda, la cabeza visible de laReal Expedición Filantrópica y suprincipal protagonista fue FranciscoXavier Balmis y Berenguer98, que en

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96 Archivo General de Indias. Sección: In-diferente General. Leg. 1558-A. Exp. 23.

97 RICO AVELLO, C. (1956), Op. cit., p. 6. 98 En la actualidad, José Luis Duro To r r i j o sestá llevando a cabo un estudio en profundi-dad de la biografía de Balmis, utilizando do-cumentación inédita. El Club Rotary de Ali-cante ha creado una Fundación Balmis ypuesto en marcha una página web, dondepueden encontrarse fuentes de archivo pococonocidas relativas a Balmis y preparadas porel historiador citado (http://www.balmis.org).

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su madurez, tenía cincuenta años,no dudó en responsabilizarse de unaempresa difícil y compleja por su na-turaleza. Había nacido en Alicanteel día 2 de diciembre de 1753 y a lostres días fue bautizado en la iglesiade Santa María, la más antigua de laciudad99. Hijo y nieto de cirujanos-barberos, siguiendo la tradición fa-miliar ingresa a los 17 años el Hos-pital Militar de Alicante, dondepermaneció cinco años1 0 0. En 1775zarpa en una expedición al mandodel General Conde de O´Reylli, quela armada española envió, por man-dato de Carlos III, contra Argel conel objetivo de acabar con las incur-siones de piratas berberiscos por ellevante español. Dos años despuésera examinado por los cirujanos deCámara sangradores y protobarberosy en 1778 aprueba en Valencia elgrado para ejercer la cirugía1 0 1. In-gresó en el cuerpo de Sanidad Mili-tar al año de licenciarse, pues aprincipios del bloqueo de Gibraltarfue nombrado segundo ayudante decirugía. El 8 de abril de 1781 ascen-

dió a cirujano del ejército y fue des-tinado al regimiento de Zamora.Con este regimiento marchó aAmérica por primera vez en la expe-dición del Marqués del Socorro ytuvo que desempeñar las funcionesde médico cirujano por el falleci-miento de la mayoría de los faculta-tivos a consecuencia de una epide-mia en el ejército expedicionario.Del puerto de Guarico se embarcócon dirección a La Habana y de allía Veracruz y durante tres meses estu-vo al frente del hospital de Xalapaen calidad de médico cirujano. En elterritorio novohispano desarrollóuna intensa actividad, siendo nom-brado, en 1786, cirujano mayor delHospital Militar de San Juan deDios de la capital y cuando este vie-jo hospital se une al de San Andrésen 1790, Balmis aparece como di-rector de la sala de gálicos. En reco-nocimiento a su labor realizada enNueva España el 20 de marzo de1786, es admitido en la Real Acade-mia Médico-Matritense y ademásobtuvo el grado de Bachiller en Ar-tes en la universidad mexicana.

A lo largo de 1788 deja temporal-mente el ejército y viaja por Méxicoestudiando las plantas autóctonas einvestigando la materia médica tra-dicional utilizada por los indígenas.Por entonces, uno de los más famososcuranderos llamado el «Beato», di-fundió el uso de un remedio indígena

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99 Archivo Parroquial de la Iglesia de SantaMaría. Alicante. Libro 10 de Bautizos, fol.201.100 MORENO CABALLERO, E. Sesión apo -logética dedicada al Dr. D. Francisco Xavier deBalmis y Berenguer. Discurso leído en el Ins-tituto Médico Valenciano el 18 de noviem-bre de 1885. Valencia Imp. de Ferrer deOrga, 1885, p. 11.101 R I C O - AVELLO, C. (1956), Op. cit., p. 4.

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para las enfermedades venéreas. Unaserie de experiencias supervisadas porel Protomedicato en el hospital deSan Juan de Dios, había persuadido alas autoridades de las bondades delremedio. Balmis, que conocía este re-medio, dudaba de la eficacia real de

las cocciones de las raíces de pita y debegonia, que eran los vegetales que sehacían servir. Así pues, cuando en1790 se hace cargo de la supervisiónde la sala de enfermedades venéreasen el hospital de San Andrés, experi-mentó con ellas y al cabo del año es-

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Fig. 15. Francisco Xavier de Balmis, grabado de Elías Corona.

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Fig. 16. Portada del libro de F. J. Balmis, quien se basó en un remedio tradi-cional amerindio.

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tuvo convencido de su eficacia. Esosí, modificó la fórmula inicial elimi-nando los elementos que solo teníanun significado mágico o ritual, comolas patas anteriores de algún insecto yotros aditivos.

Conviene comentar el interés deBalmis por la botánica, ya que formóparte del movimiento revitalizadorde las ciencias naturales de las últi-mas décadas del siglo XVIII y prime-ras del XIX y que tuvo como conse-cuencia la creación de institucionestan importantes como el Jardín Bo-tánico de Madrid (1755), fundado enbuena parte gracias al interés deltambién cirujano militar José Quer yMartínez (1695-1764). El estudio dela flora americana, que había llama-do la atención de los naturalistas es-pañoles desde el Renacimiento, fuecompletado durante los reinados deCarlos III y Carlos IV. Un discípulode Casimiro Gómez Ortega, primercatedrático del Jardín Botánico deMadrid, Vicente Cervantes (1757-1829), fundó el Jardín Botánico deMéxico. Balmis conocía personal-mente a alguno de estos naturalistascon los que mantenía una fluida co-municación. Vicente Cervantes, porejemplo, le pidió que se hiciera cargodel traslado a España de cuatro cajasde plantas vivas destinadas al JardínBotánico de Madrid, en el viaje a laPenínsula que hizo el cirujano ali-cantino en 1791. El mismo año re-

gresó a México y allí recibe la apro-bación de su terapéutica con un dic-tamen favorable de Protomedicato ycon el soporte del prelado de la dió-cesis mexicana. Vuelve a España en1792, con cien arrobas de Maguey ytreinta de Begonia1 0 2 y en junio deaquel año inició las experiencias enlos tres hospitales de la corte con lasupervisión de una comisión nom-brada por el rey. Estos ensayos provo-caron una viva polémica y chocaroncon la oposición del protomédicoBartolomé Piñera y Siles, que atacóduramente a Balmis en su opúsculoNarraciones históricas de las obser-vaciones o ensayos prácticos hechospara examinar y comprobar las virtu-des medicinales del ágave y la bego-n i a1 0 3. La respuesta de Balmis no se

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102 GUERRA, F. Historia de la materia médicahipanoamericana y filipina de la época colonial,Madrid, A. Aguado, 1973. Cita sobre esta ex-pedición dos documentos; un «Expedienterelativo a la recolección de las simples ameri-canas Ágave y Begonia (México 22 de agostode 1794), que se encuentra en la We l l c o m eLibrary de Londres, Mss. Amer, nº. 62; y unamemoria sobre el mismo tema fechada enAranjuez el 23 de marzo de 1794 y que se en-cuentra en el Archivo General de Indias.Sección: Indiferente General. Leg. 1546.1 0 3 El apasionado Piñera llegó en una oca-sión a estar tan irritado que empezó en lasala del hospital San Juan de Dios a dar vo-ces: «fraude, fraude; engaño, engaño».CHINCHILLA, A. Historia de la MedicinaEspañola en general y biográfico-bibliográficoen particular, Valencia, Imp. López y Cía.,1841-46, Vol. IV, p. 186.

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Fig. 17. Lámina de Ágave americana L., especie botánica cuyo uso terapéutico fue estu-diado por Balmis. Grabado de José Rubio.

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el nombre oficial de Begonia bal-misiana, en el diccionario botáni-co de la Flora mexicana. En 1795vuelve a Nueva España con objetode recolectar plantas, agotadas lasque ya había traído y es nombradoCirujano de Cámara de Carlos IVcon 6.000 reales más de sueldo. Suascenso social es imparable: des-pués de los grados obtenidos enMéxico consigue el título de Ba-chiller en medicina por la univer-sidad de Toledo (1797), y ya con lacategoría de médico-cirujano essolicitado por la Virreina de NuevaEspaña y emprende un nuevo viajea aquellos territorios. Como élmismo dice en un memorial: «des-de entonces acá (desde que obtuvoel grado de cirujano militar) no haahorrado trabajos el suplicante, nosólo en estudios de cirugía, sinotambién en el de la química, la bo-tánica y la medicina práctica, acada uno de los cuales ha dedicadomás de tres años en la Real Escue-la que a expensas de VI. Se man-tiene en esta Corte»1 0 5. Efectiva-mente había estudiado en la RealEscuela de Medicina Práctica deMadrid, segunda institución de es-

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105 Memoria solicitando una plaza de médi-co en el ejército de Extremadura. ArchivoGeneral de Simancas, G. M. 2.450. Ver RIE-RA PALMERO, J. Medicina y ciencia en laEspaña Ilustrada. Epistolario y documentos I,Valladolid, Universidad 1981, p. 30-31.

hizo esperar y consistió en la re-dacción del informe “Demostra-ción de las eficaces virtudes, nue-vamente descubiertas, en las raícesde las plantas de Nueva España, es-pecies del ágave y begonia para lacuración del vicio venéreo y escro-fuloso”. Madrid, Imp. de la Vda. deD. Joaquín Ibarra, 1794. En ellaexplica detalladamente cómo co-noció las propiedades medicinalesde estas especies vegetales y cómollevó a término un estudio minu-cioso de cincuenta y tres observa-ciones clínicas. El informe incluyeun comentario, no exento deamargura: «Yo vine a España nocomo los charlatanes y los curan-deros que, vendiendo sus drogas,han sacrificado a los pueblos parallenarse los bolsillos, sino como unprofesor instruido en la materia,deseoso de procurar el bien públicoy de cumplir la misión importanteque se le dió para ser útil al rey, a lapatria y a la salud de los hombres, ysiempre en menoscabo de mis inte-reses, de mi tranquilidad y de mib i e n e s t a r1 0 4». A pesar de las críti-cas, el método tuvo bastante acep-tación y el mismo Papa ordenó in-t r oducir el tratamiento en loshospitales romanos y como reco-nocimiento a Balmis por traer labegonia a Europa la planta recibió

1 0 4 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op.cit., p. 120.

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Fig. 18. Lámina de Begonia balmisiana, especie botánica mexicana, cuyo uso terapéuti-co fue estudiado por Balmis. Grabado de José Rubio. Biblioteca y Museo Histórico-medi-cos. Valencia.

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tas características creada en Espa-ña y que comenzó a funcionar en elHospital General en 1795, por ini-ciativa de Carlos IV y con el obje-tivo principal de mejorar la ense-ñanza de la práctica clínica que seimpartía en las facultades de Medi-cina. El ascenso de cirujano a mé-dico fue posiblemente una de susgrandes satisfacciones y le permi-tió incorporarse, con pleno dere-cho, a instituciones como la Aca-demia Médica Matritense, dondeuna minoría ilustrada se había pro-puesto la renovación científica eideológica de sus miembros. Eneste sentido, Balmis es un ejemploparadigmático del ascenso socialdel cirujano a partir de la segundamitad del siglo XVIII.

Su conocimiento del continenteamericano y su preparación cientí-fica y técnica en lo referente a la vi-ruela y su prevención son razonessuficientes que justifican su nom-bramiento como director de la RealExpedición Filantrópica de la Va-cuna entre 1803 y 1806. Pero eso loveremos con más detalle en otrol u g a r.

Cuando las tropas napoleónicasentran en España y José Bonapartees nombrado rey de España, Balmisno jura acatamiento al monarca y setraslada a Sevilla siguiendo en todomomento a la Junta Central, que leordena se traslade a México con ob-

jeto de volver a propagar la vacunapor aquellos territorios, ya que habíanoticias de que iba extinguiéndoseel fluido a causa del abandono de losfacultativos de aquella zona respon-sables de su conservación. A media-dos de febrero de 1810 y precipita-damente por el ataque del generalfrancés Sebastini sobre Málaga, saleBalmis de Cádiz rumbo a Veracruz.Pero las circunstancias habían cam-biado y el movimiento insurgentecontra la Metrópoli tomaba cuerpodía a día. Nuestro cirujano, además,se implicó en defensa de las tropasespañolas.

A su regreso de éste, que será suúltimo viaje a América, como otrasveces, trajo «un cajón de plantasexóticas vivas, para que se aclima-ten y propaguen en la Penínsulacon utilidad»1 0 6. En España se le re-conoce con varios cargos y honoresque desempeñó hasta su muerte el12 de febrero de 1819, a los 66a ñ o s .

106 Archivo General de la Armada, D. Alva-ro de Bazán, Viso del Marqués. Sección:Cuerpo de Sanidad. Leg. 2898-15. Exp.Francisco Xavier de Balmis. El interés denuestro hombre por la botánica es extraordi-nario. Después de su paso por Catón y Ma-cao recibió en agradecimiento 10 cajones dehermosos dibujos de plantas medicinaleschinas, que donó al Gobierno a la vuelta deFernando VII del exilio en 1815 y que seconservan en el jardín Botánico. MORENOCABALLERO, E. (1885) Op. cit., p. 48.

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Una de las características de Bal-mis fue la búsqueda del perfeccionis-mo en sus actuaciones y, quizás, unaexcesiva seguridad en sí mismo. Estole provocó ver a los demás como in-feriores en capacidad. Como conse-cuencia, centralizará toda la laborrealizada por la Expedición y sola-mente contará con la participaciónde los subalternos en contadas ex-cepciones. No perdonaba la indife-rencia ni la tibieza de las autoridadeslocales ante lo que para él era tanesencial como la propagación de lavacuna en los territorios hispanos.Tampoco era ajeno al poder del di-nero. En la mayor parte de los docu-mentos siempre nos encontramosuna referencia a la escasez de dinerode las autoridades locales, al pocopago recibido o a las veces que ha te-nido que poner dinero de su propiobolsillo. Sin embargo, no debe in-terpretarse el lamento como un afánde enriquecimiento, ya que la gene-rosidad del Estado no fue tanta enuna empresa de tal magnitud.

5.3. Itinerario o derrotero: diariode viaje

5.3.1. La ruta común

A principios de septiembre de1803, el ministro Caballero envía«La resolución del Rey sobre la pro-pagación de la vacuna en aquellos

dominios y medios adaptados paraconseguir el objeto», un conjunto dedirectivas detalladas dirigidas a losVirreyes de Nueva España, Perú,Buenos Aires y Santa Fe; al Coman-dante General de las Provincias deInterior; a los capitanes generales delas Islas Canarias, las Islas Filipinas yCaracas y, finalmente, a los goberna-dores de La Habana y Puerto Rico.

Retrasado por la cantidad deasuntos que tenía que resolver, Bal-mis todavía estaba en Madrid a fina-les de agosto. Hacia el día 24 de di-cho mes anunció que la Expediciónya estaba lista y totalmente equipa-da para desplazarse a La Coruña. Deese modo, presentó la lista de cola-boradores, los salarios que deberíanpercibir y las gratificaciones que susfamilias recibirían. Finalmente soli-cita le sea reservado alojamiento enel convento de los Agustinos de LaCoruña durante todo el tiempo quepermanezca en dicha ciudad. Toda-vía en Madrid, el 7 de septiembre,Balmis indica que, teniendo encuenta el conflicto bélico abiertoentre Francia y Gran Bretaña, es ne-cesario también que el gobierno es-pañol les suministre salvaconductospara evitar ser molestados durante elviaje, cosa que sí se hizo.

Los expedicionarios viajaron a LaCoruña, llegando allí el 21 de sep-tiembre. Sin embargo, todavía tarda-rían en embarcar dos meses. Como se

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Fig. 19. Portada de la traducción castellana realizada por Bal-mis del tratado de Moreau de la Sarthe sobre la vacuna. Biblio-teca y Museo Histórico-médicos. Valencia.

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ha señalado1 0 7, la principal dificultadfue la búsqueda del navío apropiado.El juez del puerto era el encargado deesta función y a principios de agostopresentó dos propuestas: la del pro-pietario de la fragata Silph que consi-deraba demasiado grande para la fun-ción que tenía que cumplir y el María

Pita, una corbeta de 160 toneladaspropiedad de Tavera y Sobrinos. Sinembargo, incomprensiblemente, a fi-nales de septiembre todavía no se ha-bía resuelto el tema. El propio Balmisintervino en el asunto y quiso, de pri-mera mano, inspeccionar los barcospara ver cuál era el más apropiado;t odas las condiciones parecía reunirla fragata San José, propiedad de Ma-nuel de Goycoechea porque, entreotras cosas, costaba bastante menosque los otros barcos, pero necesitaba

107 SMITH, M: La «Expedición marítima dela vacuna» in New Spain and Guatemala.Transactions of the American Philosophical So -c i e t y. [New Series, vol. 64, part 1]. Phila-delphia, 1974, p. 19.

Fig. 20 y 21. Diferentes estadíos en la evolución de los cambios experimentados en la su-perficie cutánea de las personas vacunadas. Grabados del artista valenciano Juan Xime-no Carrero. Biblioteca y Museo Histórico-médicos. Valencia.

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Director: Francisco Xavier Balmis y Berenguer

Subdirector: José Salvany y Lleopart

Ayudantes:

Manuel Julián GrajalesAntonio Gutiérrez Robredo

Practicantes:

Francisco Pastor y BalmisRafael Lozano Pérez

Enfermeros:

Basilio BolañosAntonio PastorPedro Ortega

Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña: Isabel Sendales y Gómez

Niños de la Casa de Expósitos de Santiago108:

Vicente Ferrer (7 años)Pascual Aniceto (3 años)

ser reparado y la Expedición no pod í ademorarse por más tiempo, así que elnavío elegido fue la corbeta M a r í aP i t a que, despues del San José, era laque ofrecía mejores condiciones.

Un ejemplo de que Balmis asu-mió desde el principio toda la res-ponsabilidad del viaje y que paraello contaba con el favor real es laanécdota, sucedida poco antes de lapartida, cuando Ramón Fernándezde Ochoa, quien estaba previsto for-

mara parte de la Expedición, protes-tó por ser Salvany y no él mismo, els u b d i r e c t o r. Carlos IV aceptó queBalmis prescindiera de él y ademásindicó al Director que podía tomardecisiones semejantes a ésta si seplanteaban problemas con otrosmiembros de la Expedición.

De este modo, el 30 de noviem-bre de 1803, la Real Expedición Fi-lantrópica de la Vacuna constaba delos miembros siguientes:

108 Pascual Portillo, «Lista de los niños que por Real Orden de S.M. vinieron a España con laExpedición de la Vacuna». Archivo General de la Nación, México. Cfr. SMITH, M. (1974)Op. cit., p. 20.

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Martín (3 años)Juan Francisco (9 años)Tomás Metitón (3 años)Juan Antonio (5 años)José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años)Antonio Veredia (7 años)Francisco Antonio (9 años)Clemente (6 años)Manuel María (3 años)José Manuel María (6 años)Domingo Naya (6 años)Andrés Naya (8 años)José (3 años)Vicente María Sale y Bellido (3 años)Cándido (7 años)Francisco Florencio (5 años)Gerónimo María (7 años)Jacinto (6 años)Benito Vélez (hijo adoptado de Isabel Sendales y Gómez)

Puerto de La Coruña-Islas Cana-rias (30 de noviembre de 1803-6de enero de 1804)

Los primeros diez días de viajetranscurrieron entre La Coruña ySanta Cruz de Tenerife, donde fue-ron recibidos de forma calurosa. Laexpedición no podía comenzar me-jor. Era la primera vez que el fluidovacunal arribaba a estos lugares y losisleños eran bien conscientes deello, de tal modo que fueron obse-quiados convenientemente y su es-tancia allí corrió a cargo de las auto-ridades, no faltando la celebraciónde misas y pasacalles. Antonio de

Bethencourt (1982) y Susana Ramí-rez (2001) han estudiado esta estan-cia a través fundamentalmente delos documentos del Archivo de In-dias109 y de la Gaceta de Madrid.

Lugares visitados fueron, ademásde Santa Cruz y La Laguna en Tene-

109 BETHENCOURT, A. de. Inoculación yvacuna antivariólica en Canarias (1760-1830). En: MORALES PADRÓN, F. (co-ord.) V Coloquio de Historia Canario-Ameri -cana, vol. II., Gran Canaria, Cabildo Insular,1982, pp. 290-294. RAMÍREZ, S. La Vacu-na o el patriotismo lanzaroteño. Cuadernosdel Ateneo de La Laguna, nº 10, 2001, pp.188-201.

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rife, La Palma, Gran Canaria y Lan-zarote, aunque en un informe de laJunta Superior de Medicina se seña-la que la vacuna alcanzó las siete is-las. La estructura organizativa toda-vía responde a una situaciónpreliminar de lo que luego serán lasJuntas de Vacuna: se habilitó en Te-nerife un espacio físico costeado porlos donativos de algunos lugareños,que fue el núcleo desde donde, a tra-vés de diversos medios de propagan-da –desde discursos hasta bandos– sedifundió la noticia al resto de las is-las. Se indicaba también que desdecada isla se enviaran, por un lado,un grupo de niños con objeto de quefueran inoculados para garantizar lacontinuidad del proceso, tras la sali-da de los expedicionarios; en segun-do lugar, personal sanitario para quefuera instruido sobre los rudimentosteóricos y prácticos de la vacuna-ción. Además de efectuarse estosdesplazamientos, no pocas personasacudieron directamente a la casacentral tinerfeña, siendo muy alta lacifra de vacunados.

El alto costo de este proceso fueasumido, en los primeros momentos,por suscripción popular y de las pro-pias autoridades que actuaban así deforma ejemplarizante, aunque conposterioridad hubo que recurrir afórmulas más institucionalizadas através de un fondo común de recur-sos económicos públicos proceden-

tes de todo el archipiélago que se re-partiría de forma proporcional. ElComandante de Canarias propusotambién otra fórmula que resultabamenos convincente y que se referíaa la creación de un juego de lotería.En definitiva, un muy buen puntode partida para la Expedición. Peroel viaje no había hecho más que co-menzar.

Tenerife-Isla de Puerto Rico (6 deenero de 1804-12 de marzo de1804)

En Puerto Rico comenzó la pri-mera de las polémicas que tuvieronlugar durante el periplo y tambiénlos primeros contratiempos causa-dos por las propias circunstanciasclimatológicas adversas que afecta-ron a las embarcaciones, tras más deun mes de viaje oceánico.

A diferencia de lo que había su-cedido en el archipiélago canario,aquí la vacuna no era una novedad,ya que, como comentamos con an-terioridad, el médico de origen cata-lán, Francisco Oller Ferrer la habíaya experimentado cuando la solicitóa la isla de Santo Tomás –pertene-ciente a las colonias británicas–dada la importancia del problemapor el elevado número de casos deviruela existentes en Puerto Rico.En el proceso intervinieron, ademásdel propio Oller, su compañero To-

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más Prieto, el Gobernador Ramónde Castro y el Obispo de PuertoRico. Cuando llegó la expedición deBalmis, la acogida, según todos lostestimonios, fue más que fría y elproblema se fue agravando confor-me transcurrían los días, con durosenfrentamientos y memoriales cru-zados al Rey con acusaciones mutuasentre el propio Balmis y Oller. ¿Dequé parte estaba la razón? No es fácilla respuesta, pero escuchemos los ar-gumentos de las partes y la situaciónde partida.

Francisco Oller comenzó a vacu-nar, como dijimos antes al analizarla situación de la vacunación antesde la llegada de la Expedición, desdefinales de noviembre de 1803 y deforma asidua, a partir de mediadosde diciembre en la ciudad de SanJuan, es decir, cuando Balmis estabaen pleno viaje, siendo muy elevadoel número de vacunados, en cifrasque oscilaron en torno a los cincomil en un solo mes. La aparición deun brote epidémico hizo que seadoptara la estrategia de trasladar aSan Juan a la población de otros lu-gares de la isla, con objeto de que es-tos individuos actuaran como cade-na vacunal y la difusión debió sermuy grande porque a principios demarzo prácticamente no quedaba unsolo niño por vacunar. La necesidadde contar cuanto antes con la medi-da preventiva ante una situación de

peligro frente a la viruela, era el ar-gumento utilizado por Oller y tam-bién por Ramón de Castro, que leapoyaba.

Del otro lado, Balmis veía peli-grar la propia Expedición si el costo-so viaje se mostraba innecesario. Envarios de los documentos del Archi-vo General de Indias se recoge tan-to el escaso entusiasmo como lasopiniones que a Balmis le merecíanlos sucesos de Puerto Rico. El haberavanzado la vacunación cuando lasautoridades eran conocedoras de lallegada de la Expedición, la atribuyeBalmis al intento de dichas autori-dades de hacer méritos más a queuna urgencia real por evitar la enfer-medad. Pero además Balmis quisoreforzar sus argumentos recurriendoa razones de índole puramente cien-tífica. La vacunación no era unapráctica rutinaria que se pudieraefectuar empíricamente y sin funda-mentación. Desde su punto de vista,las vacunaciones no se habían efec-tuado con el rigor exigido y no sehabía seguido fielmente, como eranecesario para garantizar su eficacia,el protocolo de actuación de dichapráctica. Oller, a los ojos del médi-co-cirujano alicantino, había incu-rrido en los mismos errores que mu-chos facultativos europeos que seapresuraron a practicar la vacuna-ción en las primeras fases y que ha-bía dado lugar a innumerables polé-

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micas sobre las «vacunaciones fal-sas» frente a las verdaderas1 1 0 q u esólo podían detectar los expertoscomo él mismo, a través de la obser-vación de las alteraciones dermato-lógicas causadas por la vacuna. Laforma de probar este aserto era vol-ver a vacunar a los ya vacunados yobservar las diferencias.

Puestas así las cosas, Oller defen-dió sus actuaciones y fue apoyado,como acabamos de comentar, por elpropio Gobernador. Finalmente, se-gún testimonios recogidos por Díazde Yraola:

«Con informes reservados depersonas «veraces e imparciales»[entre cuyos miembros se encontra-ba] el Reverendo Obispo, el Deán,los Jefes de Guarnición, etc., redac-ta el Gobernador un minucioso in-forme que acredita cómo, a los vacu-nados por Oller, no les prendió lavacuna de Balmis y pruébalo asimis-mo el haber inoculado Oller a sushijos la viruela natural a presencia

de varios sujetos y no haberle pren-dido»111.

El director de la Expedición sequejó amargamente de los «conti-nuos desaires e insultos [que] los re-cibía él del Gobernador» que, a suvez, le acusaba de insultarlo. Encuanto al médico, opina que «Olleres un inepto y sus vacunaciones hansido ineficaces». El último de los en-frentamientos que tuvo con el Go-bernador de la Isla de Puerto Rico1 1 2

provenía de la necesidad que tenía laExpedición de proveerse de niñospara transportar la vacuna hasta elsiguiente territorio del Derrotero, laCapitanía General de Ve n e z u e l a .Las vicisitudes sufridas hicieron queBalmis reflexionara sobre la oportu-nidad de dividir en dos la expediciónoriginal, lo que posibilitaría un ma-yor grado de rapidez en la difusión dela vacuna a territorios tan extensos.

Capitanía de Venezuela (20 demarzo-8 de mayo de 1804)

Esta etapa del viaje es una de lasque ha despertado mayor interés porparte de los historiadores latinoame-ricanos desde el periodo de entre-

110 Nosotros tuvimos ocasión de estudiar al-guno de estos aspectos de esta polémica enlas Memorias de una de las institucionesilustradas más emblemáticas en el campo dela medicina: BALLESTER AÑÓN, R. Lapatología infantil y la puericultura en las pu-blicaciones de la Regia Sociedad de Medici-na y otras Ciencias de Sevilla (1736-1819).Actas del IV Congreso Nacional de Historia dela Medicina , vol. I, Granada, SEHM, 1975,pp. 165-170.

111 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), La vuel-ta al mundo de la Expedición de la Va c u n a ,Anuario de estudios americanos, 1947, 1 7, p. 38.112 RAMÍREZ MARTÍN, SM. (2002), Op.cit. p. 131.

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guerras113 hasta más recientemente,siendo el trabajo de Ricardo Archi-la, publicado en 1969, uno de losmás conocidos. Por otro lado, ya re-latamos antes brevemente cuál erala situación de la vacuna en esta Ca-pitanía con anterioridad a la llegadade la Expedición.

Con amargura por todo lo sucedi-do y que acabamos de relatar, la Ex-pedición zarpó de la isla portorrique-ña el 12 de marzo de 1804 rumbo aVenezuela, con menos niños de losprevistos a causa de las trabas puestaspor el Gobernador. La corbeta, ade-más, tuvo contratiempos y el viaje seenlenteció haciendo peligrar la po-tencialidad de la vacuna. Uno de losniños no pudo ser vacunado por en-contrarse en malas condiciones desalud «llegó a verse en la mayor aflic-ción al hallarse sobre una costa des-conocida con un solo niño con va-cuna y ésta, en sazón de ser empleadaen el mismo día». Todo ello hizo queel navío cambiara de rumbo y en lu-gar de atracar en La Guayra, dondese les estaba esperando con gran ex-pectación y entusiasmo, lo hicieraen Puerto Cabello, ya en la Capita-nía General de Ve n e z u e l a1 1 4. Allí

pudo solucionarse el problema me-diante la vacunación inmediata deveintiocho niños «de los principalesdel pueblo» y es de destacar la buenaorganización local pese a lo impre-visto de la llegada.

Los planes ya contemplados dedivisión de la Expedición en dostrayectos diferentes se hicieron rea-lidad. En una primera fase, casi unensayo, dentro de la propia Capita-nía venezolana: mientras Salvanypermanecía en Puerto Cabello va-cunando a la población, otros dosgrupos tenían como objetivo llegara Caracas desde dos vías diferentes,segregándose los expedicionarios enun grupo liderado por Balmis, elayudante Antonio Gutiérrez, elpracticante Rafael Pérez y los enfer-meros Pedro Ortega y Ángel Cres-po. El segundo grupo contaba con elayudante Manuel Julián Grajales, elpracticante Francisco Pastor y dosniños. Estos últimos lo hicieron na-vegando de Puerto Cabello a LaGuayra en un barco denominado elR a m b l i y más tarde, a Caracas. Elgrupo de Balmis, por su parte, al-canzó la ciudad caraqueña por víaterrestre pasando por Maracay y fuevacunando a todas las personas quequisieran recibirla a lo largo de tod oel camino. Finalmente, tambiénSalvany pasó de Puerto Cabello aCaracas, con lo que volvían a reu-nirse los tres grupos de expediciona-

1 1 3 Sirva como ejemplo el artículo deDOMÍNGUEZ, R. La Vacuna en Venezuela, G a -ceta Médica de Caracas, 1929, 3 6 (2), pp. 19-25.1 1 4 RAMÍREZ MARTÍN, S. La mayor hazañamédica de la colonia: La Real Expedición Filan -trópica de la Vacuna en la Real Audiencia deQ u i t o. Quito, Ed. Abya-Yala, 1999, p. 344.

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rios. El desdoblamiento definitivode la Expedición tendrá lugar, comoluego comentaremos, a partir deprincipios de mayo de 1804.

Son conocidos en detalle, a tra-vés de los documentos del ArchivoGeneral de la Nación de Caracas ydel Archivo General de Indias deSevilla, los detalles de las vacuna-ciones efectuadas en la capital. Bal-mis llegó a Caracas el 28 de marzo.Por la mañana hizo su entrada porAntímano, sitio de paso para los via-jeros procedentes del Valle de Ara-gua, siendo escoltado por una com-pañía de milicias de indios. Archilareproduce el documento en el que serelata cómo el Ayuntamiento deCaracas «ofreció al regio comisiona-do una lujosa berlina que al actoocupó llevando a su derecha al jo-ven vacunado que traía en sus brazosel anhelado fluido y por entre la mu-chedumbre apiñada, en medio de losvítores, la música y los fuegos de ar-tificio, llegó a la más hermosa casade la ciudad, dignamente preparadapara recibirle y en donde, vestidosde gala, le aguardaban el CapitánGeneral, todos los altos funciona-rios y todos los grandes patricios»115.Dos días más tarde, coincidiendocon el viernes santo, como se subra-ya en las fuentes quizá por su sentidosimbólico, se efectuó una vacuna-ción masiva.

Vale la pena detenerse en la for-ma en que fueron agasajados porparte de la sociedad caraqueña y,en especial, el papel que en ellojugó Manuel Guevara y Va s c o n c e-los, que estaba al frente de la Capi-tanía General de Venezuela y eratambién el Gobernador, así comoel propio municipio, que corriócon la mayor parte de los gastos. Almargen de lo que de filantrópicopudiera haber en el respaldo deeste personaje, no es descabelladopensar que su actuación supusopara él un rédito político positivoen un momento complicado en elque se estaban produciendo movi-mientos en pro de la independen-cia de las colonias en toda Améri-ca , a part ir del revulsivo quesupuso la Revolución Francesa. Eltránsito del Antiguo al Nuevo Ré-gimen se dio en América con dis-tintos ritmos y se inició con la im-portación de las ideas europeas. Laestructura del Antiguo Régimendescansaba, como es bien sabido,sobre la desigualdad formal de loshombres, la diferencia de sus situa-ciones jurídicas. A partir de la Re-volución Francesa, se reconoce at odos los ciudadanos iguales antela ley: igualdad teórica que con lainfluencia de las doctrinas libera-les, creó condiciones para el libredesarrollo de las desigualdades na-turales, aquellas derivadas de la ca-pacidad económica y del poder so-115 ARCHILA, R (1969), Op. cit., p. 15.

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c i a l1 1 6. Hay gran cantidad de prue-bas sobre la influencia de la Ilustra-ción en el proceso de independen-cia –la ruptura explícita política yeconómica de las colonias con lametrópoli– de las colonias españo-las que no fue un proceso aisladosino que forma parte de un procesomuy amplio que se desarrolló en lasúltimas décadas del siglo XVIII y laprimera mitad del siglo XIX. Entre1770 y 1825 se produjeron cambiosespectaculares como la indepen-dencia de las trece colonias ingle-sas en Norteamérica. El pensa-miento ilustrado encontró desde elprincipio fuertes resistencias en lapoblación criolla, por ejemplo encuanto al tema de la esclavitud dela población negra, que chocabaabiertamente con las nuevas ideas.La Revolución Francesa, que desa-rrolló conceptos como los de liber-tad, igualdad o derechos del hom-bre, tenía unas consecuenciasprácticas: abolición de los títulosde nobleza y de la esclavitud, quesocavaban las bases del poder esta-blecido y de su control sobre la so-ciedad. Este es el panorama que

encontró Balmis en esas élites pre-ocupadas por los ecos que la Revo-lución traía y que acabamos de co-m e n t a r.

La forma de homenajear a la Ex-pedición no fue diferente de lo queera usual en este tipo de situacionesexcepcionales, aunque, si cabe, seextremaron los agasajos. Consistíanéstos en una serie de actos religiososindispensables y que conferían lamáxima solemnidad como la cele-bración de un Te Deum en el quepronunció un sermón un fraile mer-cenario, Fray Domingo de Viana, yal que acudió el Gobernador con elTribunal de la Real Audiencia, re-presentación de todos los cuerposciviles y militares y una parte impor-tante de la población de la ciudad.La parte profana tenía un compo-nente popular y folklórico en lasfiestas, bailes y serenatas en la calley un segundo componente, más refi-nado, en los salones de la alta socie-dad caraqueña, donde se multiplica-ron las tertulias a las que debióacudir el propio Balmis.

Entre los asistentes a las tertu-liasse encontraba el que luego seríael primer Rector de la Universidadde Chile, Andrés Bello (1781-1 8 6 5 )1 1 7, quien escribió en abril de

116 PÉREZ, J., ALBEROLA, A. ( Eds). Espa -ña y América. Entre la Ilustración y el liberalis -mo. Alicante-Madrid, Instituto de CulturaJuan Gil Albert, 1993. Especialmente rele-vantes para el tema americano son los capí-tulos de Lucienne Domergue (pp. 13-28),Joseph Pérez (pp. 69-76), Marie-Laurie Rieu(pp. 77-90) e Ives Aguila (pp. 91-107).

117 COSTA-CASARETTO, C. Andrés Be-llo y la Expedición Filantrópica de la Vacu-na. Rev. Med. Chil. 1991, 119, pp. 957-962.

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1804 una Oda a la Vacuna y una bre-ve obra teatral bajo el rótulo de Ve -nezuela consolada que incluimos enun apéndice. Es importante acercar-se a la figura de este personaje comom odelo de actitud ante la vacunapor parte de la sociedad culta de laépoca. Bello fue, de hecho, uno delos intelectuales más destacados detodo el mundo latinoamericano a lolargo del siglo XIX, cuya trayectoriabiográfica incluye, además de lo in-dicado arriba, una formación en In-glaterra, el haber formado parte deuna de las expediciones científicasmás importantes, la encabezada porAlejandro Humboldt (1779-1859) yAimé Bonpland (1773-1850) y fuetambién uno de los impulsores de uncódigo civil que fue adoptado en va-rios estados latinoamericanos y deun Derecho de gentes, donde sentóuna serie de importantes principiosde derecho internacional público.En el momento en que conoció aBalmis en 1804 era oficial segundode la Capitanía General de Ve n e-zuela y tenía 23 años. Más tarde fuenombrado secretario de la JuntaCentral de Vacunación de la Capi-tanía General.

La vacunación, para Bello y paramuchos, era el símbolo del progresode la Humanidad a través de los des-cubrimientos científicos. De esemodo, Bello pone en boca de uno delos personajes de su obra teatral,

Neptuno, relator de la trascenden-cia de la medida preventiva para laNación, las siguientes palabras:

« J e n n e r... de su territorio en po-cos años desterró felizmente las vi-ruelas, el contagio vacuno propaga-do. ¿Qué acogida imaginas que daríala ternura benévola de Carlos al grandescubrimiento que liberta a sus que-ridos pueblos del estrago de las ne-gras viruelas? Al momento escogeprofesores ilustrados y un sabio di-rector cuyas fatigas llevan hasta lospuertos más lejanos de sus dominiosel precioso fluido que de viruela libraa los humanos. Sí, Venezuela, alégra-te; tus playas reciben hoy el venturo-so hallazgo de Jenner, que te envía,como muestra de su regia bondad, tusoberano. Hallazgo que tus hijos teasegura. Que de vivientes llena lospoblados que libran de temores labelleza; y dando a la cultura nuevosbrazos para que en tus confines ama-nezcan días alegres, puros, sin nubla-dos, el gozo te dará con la abundan-cia y la felicidad con el descanso».

Es muy interesante el análisis deltexto porque en él están reflejadosalgunos de los tópicos del momento:el término «contagio» utilizado aquíen un sentido de diseminación posi-tivo, cuando la palabra tenía unatrayectoria nefasta, ligada con la pa-tología infectocontagiosa, aún bajoel signo de la teoría miasmática tra-dicional, porque la bacteriología to-

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davía tardaría en llegar. La referen-cia al monarca pero también la uti-lización del verbo «libertar» al pue-blo; la vacuna parece prefigurar loque luego sucederá con las colonias.O la importancia de la demografía,tan cara a los monarcas ilustrados.

Por lo demás, durante la perma-nencia de la Expedición en la Capi-tanía General de Venezuela, la vacu-nación se extendió también aValencia y a Maracaibo, en este últi-mo caso, a través de personas vacu-nadas en Puerto Cabello. Otro lugarque ha sido estudiado es la provinciade Cumaná, donde ya se había in-tentado introducir con anterioridad,dos años antes de la llegada de la Ex-pedición, a través de Puerto Rico ydonde se habla que se vacunaron20.000 indios. La Isla Margarita fuetambién beneficiaria, aunque no di-rectamente a través de los expedicio-narios, sino por medio del médicofrancés Estanislao la Roche, que va-cunó gratuitamente a más de 2.000personas. Por el contrario, parece serque no pudo llegar a la Guayana, adonde se envió el pus desde Cumanádebido, según dice Yraola, a la grandistancia y la elevada temperatura.

En definitiva, la estancia en laCapitanía General de Venezuela fuemuy fructífera por muchos motivos,entre los que se cuenta la consolida-ción en una estructura estable, laJunta Central de Vacuna, de la labor

inicial llevada a cabo por Balmis,con objeto de dar continuidad a lapráctica tras su partida a otros luga-res. De hecho, la Junta de Vacuna deCaracas fue el modelo a seguir en elresto de los territorios del viaje. Pa-rece oportuno que nos detengamosun poco en analizar la ubicación delas Juntas de Vacuna, estructura queveremos irá consolidándose en to-dos los lugares por los que la Expedi-ción pasó, dentro de lo que era elmarco de la organización sanitaria.

La estructura organizativa de la sani -dad española en la época de la Expedi -ción y las Juntas de Vacuna

A lo largo de todo el largo perio-do en el que España fue una auténti-ca potencia mundial, a partir de lossiglos XV y XVI hasta el siglo XVIII,la monarquía hispánica puso enmarcha una maquinaria sanitariamuy compleja que estaba centradaen el Protomedicato castellano, ins-trumento de control del Estado Mo-derno en lo relativo al ejercicio y lapráctica de la medicina y la farma-cia118 y en otros tipo de instituciones

118 Una puesta al día historiográfica de estainstitución puede verse en el número mono-gráfico de la revista citada a continuación:LÓPEZ TERRADA, M.L., MARTÍNEZ VI-DAL, A. (eds.) El Tribunal del Protomedi-cato en la Monarquía Hispánica, Dynamis,1996, 16.

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y no se diferenciaba de otros aspec-tos, siendo, pues, competencia delos órganos gubernamentales conpredominio de los que asentaban enlos municipios, de acuerdo con loque era el sistema administrativotradicional. Una peculiaridad eraque no existía una frontera clara en-tre los aspectos ejecutivos y consul-tivos. La administración borbónicacreó una Suprema Junta de Sanidadcuya principal función era la pre-vención de los contagios, especial-mente los que pudieran penetrar através de las vías marítimas, para loque centralizaba y hacía acopio deinformación del estado de contagio-sidad de los territorios con los queEspaña mantenía contactos a nivelcomercial y, naturalmente, con losde las colonias. Junto a este órganocentral, la organización sanitaria pe-riférica se desarrolló a través de lasDiputaciones de salud o Juntas de Sa -nidad de Puerto y las Juntas de Sanidadlocales y regionales.

Es precisamente este modelo je-rarquizado el que adoptarán las Jun-tas de Vacuna. La creación de lasmismas forma parte, en realidad, deun movimiento europeo en el que ór-ganos similares fueron apareciendo;así, por ejemplo, G. Olagüe y M. As-t r a i n1 2 1, se refieren a un Comité Cen -

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propias en la Corona de Aragón y enel Reino de Navarra. Este sistemafue uno de los más avanzados en suépoca y tuvo una influencia directaen la organización sanitaria de laAmérica colonial1 1 9. La sustituciónde este sistema sanitario propio delantiguo régimen por otro de corte li-beral propio de las sociedades secu-larizadas posteriores a la RevoluciónFrancesa de 1789, tuvo lugar a lolargo del siglo XIX en España.

En el periodo de la Expedición,la Sanidad se entendía fundamen-talmente como la parcela de las ad-ministraciones públicas dedicadas aproteger la salud de la poblaciónfrente a las enfermedades catastrófi-cas120. La gestión pública de la saludse centraba, pues, en el resguardo dela misma frente a las epidemias o en-fermedades de prevalencia excesiva

119 LÓPEZ PIÑERO, J.M. Mateo Seoane y laintroducción en España del sistema sanitario li -b e r a l (1791-1870). Madrid, Ministerio deSanidad y Consumo [Colección Clásicos Es-pañoles de la Salud Pública, nº 12], 1984.120 Desde el punto de vista de la historia dela administración sanitaria, véase:RODRÍGUEZ OCAÑA, E. El resguardo dela salud. Organización sanitaria española enel siglo XVIII. D y n a m i s, 1987-88, 7 - 8, pp.145-170. La monografía de los hermanos Pe-set, pese a haberse editado hace treinta años,continúa siendo hoy un referente importan-te para conocer la sanidad borbónica preli-beral: PESET REIG, M., PESET REIG, J.L.Muerte en España. Política y sociedad entre lapeste y el cólera. Madrid, Hora H, 1972.

1 2 1 OLAGÜE DE ROS, G., ASTRAING A L L A RT, M. Propaganda y Filantropis-mo: los primeros textos sobre la vacunación

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tral de la Va c c i n e creado en París en1801. Como muy bien ha estudiadoS. Ramírez1 2 2, aunque ya desde losinicios de la programación de la Ex-pedición comenzaron a aparecerunas directrices, la estructura organi-zativa fue, en realidad, construyéndo-se poco a poco, a medida que se ibaadquiriendo un mayor grado de expe-riencia y, además, se fue adaptando alas circunstancias propias de cada lu-g a r. En cualquier caso, el Director dela Expedición, o la persona en la quedelegara, era el responsable de cómoy dónde debían crearse estas Juntasde Vacuna. Tres rasgos a destacar: enprimer lugar, que cada una de ellastuvo un reglamento propio; en se-gundo término, que eran personajesdestacados de la sociedad los que de-bían estar en los cargos directivos,siendo el papel de los médicos funda-mentalmente de orden técnico; y fi-nalmente, que cada Junta tenía unaubicación física que incluía una Casade Vacunación Pública. Una obser-vación interesante: el intento de noutilizar a los hospitales como centrosde vacunación, para evitar la percep-ción negativa de la población al estarestas instituciones ligadas a la enfer-medad y la muerte. La propaganda,

para que fuera efectiva y la poblaciónacudiera a vacunarse, tenía que teneren cuenta, entre otras cosas, el entor-no donde la práctica preventiva seefectuaba y los adjetivos de que lascasas de vacunación debían ser «lim-pias» y «honestas» reflejan tambiénel sistema de valores que queríatransmitirse. Curiosamente, hasta1805 el Estado no estableció para lapropia España la obligatoriedad dehabilitar salas de vacunación en hos-pitales, en un contexto inicial depugna por ver quién distribuyó elfluido vacuno, fuente de prestigio so-cio-científico que algunos pretendie-ron monopolizar1 2 3.

Resultado de la larga experienciaadquirida por Balmis en los tres añosde la Expedición, fue la elaboraciónde dos documentos1 2 4 muy intere-santes que resumen lo fundamentalde sus puntos de vista, ya no sóloprovenientes de su conocimientocientífico y técnico del tema, sinotambién, como tendremos ocasiónde ver, de su dilatada y accidentadapráctica en lugares tan diversos ycon problemas tan variados.

jenneriana en España (1799-1801). Medici -na e Historia, Tercera época, nº 56, 1995, p.18. Allí se incluye una muy bien selecciona-da bibliografía sobre el tema.1 2 2 RAMÍREZ MARTÍN, S. (2002), Op.cit., pp. 203.

1 2 3 OLAGÜE DE ROS. G., ASTRAINGALLART, M. (1995). Op. cit., p. 9.124 Reglamento para perpetuar en las Indias laVacuna, del establecimiento de una Junta Cen -tral y Casa de vacunación pública y Reglamen -to para que se propague y perpetúe en España elprecioso descubrimiento de la Vacuna. Cfr.RAMIREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 180-181.

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Fig. 22. Los reglamentos estaban destinados para ser utilizados en lasCasas de Vacunación Pública e incluían todos los elementos de tipo or-ganizativo práctico necesarios para dar continuidad a las actividadesvacunales tras la partida de la Expedición.

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5.3.2. La expedición se divide

La decisión de dividir la Expedi-ción en dos grupos, con la idea deque fuera más funcional y rápido elproceso de difusión de la vacuna,fue adoptada definitivamente porBalmis. Posiblemente en el procesofinal de toma de decisiones influyóla noticia del fallecimiento del mé-dico llamado Lorenzo Vergés, quehabía sido comisionado por el Vi-rrey de Santa Fe para el desempeñode la función de vacunar en dichoterritorio. Si se quería cumplir conel objetivo marcado en el Derroteroera necesario activar los siguientespasos a dar. Consistieron éstos ennombrar como líder de uno de losgrupos al subdirector de la Expedi-ción, José Salvany, quien se dirigiríaa todo el Reino de Santa Fe, Perú yBuenos Aires a bordo del bergantínSan Luis. Junto al propio Salvanyirían el ayudante Manuel JuliánGrajales, el practicante Rafael Lo-zano Gómez y el enfermero BasilioBolaños. El segundo grupo, encabe-zado por el propio Balmis, llevaríaotra ruta que les llevaría a Centro-américa. Junto a él viajaron el ayu-dante Antonio Gutiérrez Robredo,el practicante Francisco Pastor, losenfermeros Ángel Crespo, PedroOrtega, Antonio Pastor y la direc-tora de la Casa de Expósitos de LaCoruña. Sería la última vez que Bal-mis y Salvany se verían. Por otro

lado, cuatro niños acompañaron aSalvany y seis, a Balmis. A estos ni-ños, que fueron solicitados al gober-nador Vasconcelos, se les exigía«que sean de ocho a diez años deedad sobre poco más o menos, quesean robustos y sanos y que no ha-yan pasado las viruelas, ni sido va-cunados» y se pedía, asimismo que,a los padres que cedían a sus hijospara este propósito, se les abonarauna gratificación de cincuenta pe-sos a cada uno»1 2 5.

El 29 de abril de 1804, el directorde la Expedición daba instruccionesa los integrantes del grupo de Sal-vany y les aconsejaba «la unión en-tre sí, la eficacia, prestreza y exacti-tud de las operaciones, y la atencióny deferencia debidas a los Jefes conquienes tuvieran que entender-se...». También les indica «el mejorm odo de difundir más fácilmente lavacuna por las provincias de sutránsito y de conservar constante-mente el fluido, sacando con esteobjeto dos o más niños en cada pa-raje o población, de constituciónrobusta y no demasiado tiernos,pues la experiencia tiene acreditadoque además de causar esto muchasmolestias, son expuestos y peligro-sos por su debilidad y por la facilidadcon la que se altera su máquina»1 2 6.

125 ARCHILA, R. (1969), Op. cit., p. 20.126 Cfr. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948) Op.cit., p. 39.

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Vemos aquí aparecer los estereoti-pos que en el capítulo II comentá-bamos sobre la visión que del cuer-po infantil se tenía en la época deB a l m i s .

Junto a ello, les insistía en la ne-cesidad de contar con un itinerariocuando se adentraran en un territo-rio nuevo, para lo que debían recu-rrir a las autoridades locales y lesdaba otra serie de instruccionesprácticas. El interés del fragmentosiguiente, hace que lo reprod u z c a-mos textualmente:

« Tomar de acuerdo con dichoJefe [la autoridad política o mili-tar], las medidas conducentes paracomunicar el fluido a las provin-cias de su mando que estuviesen agrandes distancias de la capital, yafuese disponiendo que acudiesen ainstruirse a ella los facultativos deotros pueblos, o haciendo que pa-sasen a ellos otros instruidos en laoperación. Establecer en cada ca-pital, de acuerdo con el Jefe deella, una Junta Central de Va c u n a ,bajo la misma forma y reglas queen Caracas, aunque con aquellasm odificaciones que exijan las cir-cunstancias locales de cada una.Observar la influencia que tiene lavacuna en otras varias enfermeda-des comunes y fijar sus resultadoscon la exactitud posible. Extendersus observaciones a la Historia Na-tural, Industria y Arte, a la Botáni-

ca y a la Medicina, con expresiónde las enfermedades propias decada país, sus síntomas y regímenescurativos y ya que no pudiese la ex-pedición adquirir por sí misma es-tas noticias, a causa de la rapidezde su tránsito, por los diversos paí-ses a que iba destinada, deberá pe-dirlos a los facultativos más ins-truidos de ellos y demás personasen cuyas luces pueda tener con-f i a n z a »1 2 7.

El párrafo anterior es un exce-lente ejemplo de lo ambicioso de laempresa balmisiana y de la cone-xión directa entre este viaje y elconjunto de expediciones científi-cas de la España ilustrada y cómo elcomponente científico estuvo siem-pre presente en los objetivos del Di-rector de la Expedición filantrópi-ca. La observación científicarigurosa como pieza clave para po-der inferir consecuencias posterio-res, como los efectos secundarios dela vacunación. El programa queplantea Balmis, por otro lado, seasemeja al de las topografías y geo-grafías médicas que tanta fortunatendrán, sobre todo, a partir del si-glo XIX en toda Europa y es fruto deun concienzudo programa científi-co, con un protocolo de actuaciónperfectamente diseñado.

1 2 7 C f r. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948),Op. cit., p. 40.

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5.3.2.1. La Expedición de José Sal-vany y Lleopart

Puerto de La Guayra (8 de mayode 1804)-[Virreinato de NuevaGranada]: Cartagena de Indias (24de mayo de 1804 ) y Santa Fe (17de diciembre 1804-8 de marzo de1805)

La ruta que siguieron Salvany yel resto del grupo que le acompaña-ba no ha generado tanta documen-tación como en el caso de la de Bal-mis, aunque también ha podido serreconstruida con fidelidad. En estecaso, los viajes se realizaron en otrotipo de barco, un bergantín de nom-bre San Luis procedente del puertode La Guayra. Las dificultades y obs-táculos que sufrieron, para conseguirsus objetivos, fueron realmente ex-traordinarios. De forma muy gráficalo expresaba Díaz de Yraola (1949),quien parece estar acompañando alos expedicionarios en primera lí-nea:

« H o y, el espíritu deportivo denuestro siglo se asombra y sigue conuna colectiva y popular inquietudlas caprichosas o estériles peripeciasde un alpinista o de un cazador; Sal-vany a través de los Andes, abando-nado o perseguido, entre gritos dejúbilo, naufragios y temporales, per-diendo jirones de su integridad físi-ca; manco en los Andes; mutiladoen un ojo en Guaduas, en la polva-

reda de los caminos, traza una rutaheroica en beneficio de la humani-dad, de esta humanidad que no sabede él siquiera cuál fue su fin»128.

El viaje129 se inicia con un nau-fragio al encalar el bergantín en ladesembocadura del río Magdalena,cerca de Barranquilla, en la nochedel 13 de mayo. Afortunadamente;consiguieron alcanzar la costa sinpérdida de vidas humanas, estandoallí perdidos por espacio de tres díascon los cuatro niños que llevabandesde Caracas para conservar el flui-do vacunal y sufriendo en aquellasplayas «los rigores de su ingrato cli-ma y el cruel martirio de varios in-sectos». Finalmente, fueron auxilia-dos por otra embarcación, llegandoa Barranquilla y a Soledad, donde seiniciaron ya las primeras vacunacio-nes. Balmis fue informado de dichopercance el 17 de junio cuando yaestaba en La Habana.

La entrada definitiva en Carta-gena de Indias tuvo lugar el 24 demayo. El recibimiento no pudo sermás apoteósico, por parte del Go-b e r n a d o r, del municipio y de algu-nos ciudadanos de elevado estatus

128 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948) Op. cit.,p. 171.129 FRÍAS NÚÑEZ, M. Enfermedad y socie -dad en la crisis colonial del Antiguo Régimen(Nueva Granada en el tránsito del siglo XVIIIal XIX: las epidemias de viruelas). Madrid,C.S.I.C., 1992.

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social, se costearon todos los gastos.Se vacunaron allí un gran númerode personas, más de dos mil, y con-taron con la presencia y el apoyo delas gentes más influyentes de la ciu-dad y del propio Gobernador. Se re-pitieron aquí, como en Ve n e z u e l a ,las celebraciones religiosas y el so-porte de las autoridades eclesiásticasfue total. La estancia en Cartagenasirvió, además, para reponerse de losquebrantos que la salud de los expe-dicionarios, especialmente los ni-ños, habían experimentado. De he-cho, según el propio Salvany, todaslas personas de la Expedición ha-bían enfermado «de resultas delnaufragio».

Cartagena se constituyó comoun núcleo difusor, partiendo de allíhacia Panamá, a través de un reli-gioso con cuatro niños y tambiéndesde allí se preocupó Salvany deque la difusión alcanzara BuenosAires.

Por los mismos motivos por losque la Expedición general se habíadividido, Salvany decidió que tam-bién aquí era oportuno establecerdos grupos y esta situación se repeti-ría más de una vez. El primero deellos, con el propio Salvany y el en-fermero Bolaños, a partir de la ciu-dad cartagenera, siguiendo el cursodel río Magdalena, extendieron lavacunación en diferentes ciudadesribereñas como Tenerife –donde se

vacunaron cien personas– Mompoxy Honda para dirigirse a la capital deNueva Granada, Santa Fe. Esta últi-ma ciudad era el destino último delsegundo grupo, con el ayudanteGrajales y el enfermero Lozano, queviajaron «a través del valle del Cu-cutá, a las ciudades de Pamplona yGirón y las villas de Socorro y SanGil, dando la vuelta por Tunja y Vé-l e z »1 3 0. En la villa de Honda, Sal-vany cayó enfermo de una ciertagravedad hasta el punto que el Vi-rrey Amar y Borbón, temeroso de loque pudiera pasar si Salvany fallecía,mandó a dicho lugar a un facultati-vo para que tratara al médico cata-lán y se hiciera cargo, en su caso, dela continuidad de la vacunación,para lo cual, además, el facultativoiba acompañado de varios niños.Afortunadamente, el Subdirector dela Expedición pudo superar el per-cance, aunque quedó ciego del ojoizquierdo. Los resultados de esta pri-mera fase fueron, por lo demás, es-pectaculares, con cifras que supera-ron las cincuenta y seis milvacunaciones.

En la capital neogranadina deSanta Fe, donde se volvieron a reunirlos dos subgrupos de esta parte de laExpedición de la América Meridio-nal, se repitieron los agasajos y, sobret odo, el apoyo decidido y explícito

130 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op. cit.,p. 71.

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del Vi r r e y. Lo más significativo de laestancia en dicho lugar no fue, sola-mente, el alto número de personasvacunadas, sino, sobre todo, una or-ganización modélica: no solamentese estableció aquí una Junta de Va c u-na, sino que se fue más allá creándo-se una Junta de Sanidad que suponíaun nivel mucho más elevado y ambi-cioso en cuanto a sus funciones,puesto que abarcaban no sólo aspec-tos relativos a esta concreta medidapreventiva, sino que se ampliaban at odos los otros aspectos dentro de lasalud pública. Desde la metrópoli, laJunta de Medicina valoró muy positi-vamente esta actuación que daba so-lidez y continuidad a estas interven-ciones de medicina preventiva.

Quito (16 julio-13 septiembre de1805); Lima (23 mayo-15 octubre1806)

Una vez más, dos subexpedicio-nes se adentran en la Real Audienciade Quito1 3 1, tras atravesar con gran-des penalidades parte de la cordilleraandina, yendo a encontrarse en Po-payán dos meses después de la salidade Santa Fe. Una vez más, Salvany

está enfermo, lo mismo que los niñosque le acompañaban, la mayor partede ellos menores de 10 años, pero nohay tiempo para la recuperación y laconvalecencia. Desde la ciudad deQuito, el Presidente de la Audienciales reclama por haberse producido unbrote epidémico de viruela. Salvanyy Lozano acuden presurosos mientrasque Grajales y Bolaños se dirigentambién a Quito por una ruta dife-rente, con destino al puerto de Gua-yaquil con el objetivo de llevar a Pa-namá el fluido vacunal, aunque esteúltimo extremo no pudo realizarsepor motivos económicos1 3 2. Final-mente, la reunión de los dos grupostuvo lugar en Lima. A lo largo de am-bos viajes, la labor de vacunación y,sobre todo, de instrucción a los facul-tativos locales, no se detuvo.

A su llegada a Quito, los expedi-cionarios fueron recibidos como au-ténticos héroes. El 16 de julio, lasautoridades civiles y eclesiásticas lesesperaron en las afueras y según serelata en las fuentes, «los niños queconducían la vacuna eran tomadosen brazo con entusiasmo por el pue-blo»133, se repitieron los actos solem-

131 Para conocer en profundidad esta etapa delviaje, es indispensable recurrir a la monografíade RAMÍREZ MARTÍN, S.M. La mayor ha -zaña médica de la colonia: La Real Expedición Fi -lantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia deQ u i t o. Quito, Ed. Abya-Yala, 1999.

1 3 2 Esta es la interpretación que ofreceRAMÍREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 161-162.133 Salvany, desde Lima, informa el 1 de oc-tubre de 1806 de lo realizado por la Expedi-ción desde Santa Fe. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente General, Leg.1558-A.

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nes y el propio Salvany leyó un dis-curso sobre la utilidad de la vacuna yla importancia de su conservaciónen una Junta, creada al efecto. A losdos meses de su estancia en Quito,sale ya más recuperado, llegando a lavilla de Cuenca, donde se repitieronlos agasajos «con tres corridas de to-ros y caballos, bailes de máscaras eiluminación general durante igualnúmero de noches»1 3 4. El relato deSalvany, escrito un año después, nosinforma de una serie de circunstan-cias interesantes: por un lado, Quitose une al conjunto de lugares quecontaban ya con una Junta de Vacu-na. Por otro lado, la necesidad de irrápidamente a Lima por encontrarseesta ciudad también afectada por laenfermedad, hacía necesario incre-mentar el número de niños y, paraque pudieran ser cuidados conve-nientemente, se une a la Expediciónel fraile Fray Lorenzo Justiniano delos Desamparados, quien recorriócon la misma un largo trayecto:

« [De] más de seiscientas leguascon la aceleración que permite elviajar con criaturitas y principal-mente en la cordillera de los Andes,falta de caminos, de toda comodidady en una estación que era aquellamuy rigurosa por la mucha lluvia ynieve... Atravesaba aquellas regio-nes en plena epidemia variolosa quehabía asolado familias enteras y con-

tinuaba moviendo al llanto y deses-peración a los que no habían sidovíctimas de ella o pagando su debidofeudo»135.

Cuando llegan a Piura, el primerpunto del Virreinato de Perú pisadopor la Expedición, Salvany calculaque, desde la salida de Santa Fe, sehabían realizado más de cien mil va-cunaciones. Su salud se vuelve a re-sentir y él lo atribuye a los bruscoscambios climáticos desde el frío delos Andes a las altas temperaturas dePiura. Antes de llegar a Lima, la ur-gencia de los continuos brotes de vi-ruela en poblaciones cercanas hizoque Salvany se desplazara a lugarescomo Trujillo y Cajamarca y allí,una vez más, se preocupó de lo queconsideraba tan importante o másque vacunar a mucha gente: el for-mar a los médicos y sanitarios loca-les para que aprendieran a hacerlopor ellos mismos.

Las peripecias de la Expediciónincluyeron también una serie deacontecimientos adversos, comocuando fueron a Lambayeque y a di-versos poblados indios. Por motivosposiblemente de índole cultural o depercepción, por parte de la pobla-ción autóctona, quizá también esti-mulada por los adversarios de la Ex-pedición, de los vacunadores como

134 Ib. idem.

135 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op. cit.,p. 179.

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personas peligrosas, hubo gran resis-tencia entre la etnia india a ser va-cunada e incluso, algunos de ellos,les llegaron a perseguir. Hasta talpunto fue hostil el recibimiento queen Lambayeque no tenían dóndealojarse. Afortunadamente un veci-no del lugar, José Delgado, les ayu-dó136 .

La llegada a Lima se produjo el 23de mayo de 1806 y allí permanecie-ron por espacio de casi cinco meses.Previamente a la llegada de la Expe-dición, debido a la situación ago-biante creada por una crisis epidémi-ca, solicitó el Virrey del Perú al deBuenos Aires, el Marqués de Sobre-monte, le proporcionara fluido vacu-nal. Con la inestimable colabora-ción del médico peruano PedroBelomo y Cervallos, se iniciaron lasprimeras vacunaciones. En Cuzco, lavacuna llegó también desde BuenosAires. En este caso la transmisión sehizo a través «de negros pequeños enquienes conservaría el fluido vacu-nando de brazo a brazo»1 3 7.

Una circunstancia adversa mar-có, en gran medida, los inicios pocoafortunados de la Expedición en laciudad limeña. En el momento enque llegaron Salvany y el resto de losexpedicionarios, la vacuna se había

transformado en un negocio y suventa hacía que gran parte de la po-blación no pudiera acceder a estebien por falta de medios económi-cos. Esta circunstancia, junto al he-cho de que parte de la población yaestuviera vacunada, puede explicarel recibimiento poco amistoso que laExpedición recibió por parte de lasautoridades civiles y que relata Sal-vany:

«[El Cabildo de la ciudad deLima] no mostró mucho empeño enel obsequio porque, habiéndose yaen una gran parte de los moradorespropagado la vacuna, no se desdeña-ban en declamar contra ella e ir pú-blicamente diciendo que no éramosnecesarios y que cuanto podía hacerla Expedición lo tenía hecho el Ca-bildo [...] el alojamiento que me des-tinó demostraba el escarnio y mofacon que se nos miraba, obligando aque se formase el más bajo conceptode la Expedición, decayese su méri-to y saliese verdadero lo que tantovociferaban de ser ella inútil. Todosu aparato se reducía a tres mesasmuy viejas, una docena de sillas, uncanapé roto y cuatro catres para losniños, los que, por estar faltos de to-dos los avíos necesarios, de nada sir-vieron»138.

136 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 164-166.137 DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op. cit.,p. 79.

138 S a l v a n y, desde Lima, informa el 1 de octu-bre de 1806 de lo realizado por la Expedicióndesde Santa Fe. Archivo General de Indias.Sección: Indiferente General, Leg. 1558-A.

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La narración de Salvany recogetambién el nulo apoyo que el muni-cipio dio a los niños, a los que teóri-camente debían auxiliar, ya que losdejaron un día entero sin comer y lesdieron un alojamiento penoso. A ta-les extremos llegaron las cosas que elpropio Virrey y el Arzobispo tuvie-ron que intervenir directamente,pero era difícil luchar contra los in-tereses creados. Cuando la Expedi-ción se aproximaba a los pueblosmás cercanos a Lima, mucha genteles huía y no quería vacunar a sus hi-jos pensando que les iba a costar di-nero:

«Por consiguiente, cuando llega-ba a alguno de esos pueblos, discu-rrieron sus moradores que procedíayo del mismo modo [exigiendo lacantidad de cuatro pesos por cadauno que se vacunara], no querían re-cibir el beneficio y clamaban contraél [...]. Temiendo perder la vacuna,de lo que supongo se habrían alegra-do muchísimo algunos espíritus lle-nos de ambición y egoísmo, me vi va-rias veces obligado a salir de mi casacon los muchachos que tenían losgranos en sazón e ir a la manera de unmendigo, por las calles preguntandosi había alguno para ser vacunado»1 3 9.

Pese a las contrariedades, consi-gue crear allí también la correspon-diente Junta de Vacuna y una plaza de

Inspector o Director General de Va-cuna. Asimismo, considera de justiciasolicitar a la Corona se premie con di-versos honores y prebendas a sus ayu-dantes facultativos, subalternos y en-fermero. No se tiene constancia queesta petición llegara a buen puerto.

Otro acontecimiento contribuyópositivamente a dar sentido y estí-mulo a Salvany. El prestigioso médi-co y profesor de anatomía, HipólitoUnanue (1755-1833), presenta elmédico catalán al claustro de laUniversidad de San Marcos deL i m a1 4 0. Unanue fue un auténticohumanista, con una visión abierta ymuy imbuido de la importancia delos progresos de la ciencia. Había

139 Ib. idem.

140 UNANUE, H. Actuaciones Literarias de laVacuna en la Real Universidad de San Marcos.Desde mediados del siglo XVIII se hizo másevidente en el Perú la influencia del movi-miento cultural europeo de la Ilustración.Esta influencia prueba que no siempre Espa-ña tuvo una influencia científica retrógradasobre sus colonias americanas. Una demos-tración de ello son las bibliotecas colonialescomo la del colegio jesuita de San Pablo, queen 1767 tenía casi 40.000 volúmenes que in-cluían libros de Newton, Bacon y otros líde-res de la revolución científica del siglo XVII.En parte, gracias a la Ilustración, fue que enel siglo XVIII monarquías y naturalistas eu-ropeos organizaron una docena de expedi-ciones científicas al Perú como algunas delas que hemos comentado en el capítulo co-rrespondiente. Vi d e, CUETO, M. S a b e r e sandinos. Ciencia y tecnologías en Bolivia,Ecuador y Perú. Lima, Instituto de EstudiosAndinos, 1995.

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nacido en Arica el 13 de agosto de1755. Estudió teología y luego medi-cina, fundó el Anfiteatro Anatómi-co en 1792 y dirigió el Colegio deSan Fernando, precursor de la Fa-cultad de Medicina de la Universi-dad de San Marcos. Participó en losdebates de la Sociedad de Amantesdel País, la versión limeña de las So-ciedades de Amigos del País que erala editora de la revista Mercurio Pe -ruano, en la que colaboró con el seu-dónimo de «Aristo». En la época in-dependiente fue el primer ministrode Hacienda del General San Mar-tín. El Congreso Constituyente de1823 lo declaró Benemérito de laPatria en grado eminente. La rela-ción entre Salvany y Unanue es unindicativo de la comunidad de inte-reses científicos de dos ilustrados auno y otro lado del Atlántico.

Arequipa-La Paz (15 de septiem-bre 1807). Muerte de Salvany enCochabamba (21 de julio 1810)

Salvany nunca volvería a España.Su muerte tendría lugar, como ya ex-plicamos en su breve semblanza bio-gráfica, en Cochabamba, el 21 de ju-lio de 1810 y le sorprenderíabatallando, una vez más, para conse-guir recursos económicos y apoyospolíticos para continuar su trabajo enla Capitanía de Charcas, el germende lo que luego sería Bolivia. Ta n t o

las ciudades importantes como LaPaz, como las zonas indias de Mojos yChiquitos, se beneficiaron de la me-dida preventiva, aunque en el caso deestas dos últimas, la vacunación seefectuó ya tras la muerte de Salvany.

Ya hemos comentado cómo la fi-gura de Salvany ha quedado un pocooscurecida por la de Balmis, pero elmédico catalán fue mucho más que elsegundo de a bordo del Director de laExpedición. Cirujano excelentemen-te formado en el Colegio de Cirugíade Barcelona, uno de los más presti-giosos centros que, como es bien sabi-do, en esos momentos fueron institu-ciones decisivas para el desarrollocientífico y técnico de estos profesio-nales y que, en la España del momen-to en que estudió Salvany, tuvieronun muy buen nivel científico1 4 1. Fueuna persona muy concienzuda y preo-cupada por que se desarrollaran con lamayor precisión las vacunaciones yfue también un agudo observador.Tuvo siempre como norte el tomarcontacto con profesionales sanitarios,médicos y cirujanos de los lugaresdonde visitaba. Especialmente signi-ficativa, a este respecto, fue su cone-xión en Lima, como comentábamosarriba, con Hipólito Unanue y la po-sibilidad que le ofreció la universidadlimeña de San Marcos de obtener, de

1 4 1 RIERA PALMERO, J. Cirugía españolailustrada y su comunicación con Europa. Va-lladolid, Universidad, 1976.

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forma excepcional, los títulos de Ba-c h i l l e r, Licenciado y Doctor en Medi-c i n a1 4 2. Su último deseo, la posibilidadde permanecer en América, en unpuesto político que solicita primeroen Puno y más tarde en La Paz «enatención a las graves enfermedadesque padece y casi enteramente impo-sibilitado de restablecerse en Euro-p a »1 4 3, al ministro de Gracia y Justicia,José Caballero, ya sabemos que no fuea t e n d i d a .

Santiago de Chile-Concepción-Valdivia-San Carlos (Islas Chilé)(mayo 1809-enero 1812)

Salvany no llegó nunca a pisar laCapitanía de Chile. En nombre de laExpedición, lo hicieron el ayudanteManuel Julián Grajales y el enferme-ro Basilio Bolaños desde Lima y pormar en noviembre de 18071 4 4. El con-flicto que en aquel momento se lidia-ba entre España e Inglaterra, hacíapeligrosa la travesía marítima quehubo que emprenderse de forma muylenta, con el consiguiente peligro de

quedarse sin niños con las pústulas ensazón para propagar la vacuna brazo abrazo. Finalmente, la Expedición lle-ga a Valparaiso, donde se instauró unaJunta de Vacuna, y más tarde, a San-tiago de Chile, donde permanecieronpor espacio de ocho meses para pasarluego a la provincia de Concepción.Esta última parte de la ruta expedi-cionaria no está tan bien detalladacomo las anteriores, pero se sabe quellegaron hasta el sur, cerca del estre-cho de Magallanes y que uno de lospuntos de referencia fue San Carlos,capital de las islas Chiloé. A partir deahí hubo que huir rápidamente a cau-sa de la insurrección contra la metró-poli que en esos momentos se estabadando. En enero de 1812 pusieronrumbo al puerto de El Callao y mástarde pasaron a Lima. A partir de ahí,sin el que había sido su impulsor, estegrupo de expedicionarios finaliza sufunción que no pudo incluir, como es-taba previsto, el Virreinato del Río dela Plata, donde, afortunadamente, lavacuna era conocida y practicada an-tes de llegada de la Expedición a tie-rras americanas.

5.3.2.2. La Expedición de FranciscoXavier Balmis y Berenguer

La Habana, 26 mayo de 1804-18de junio de 1804

La muerte de uno de los niños dela Expedición, otra más, no por coti-

142 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. (1999), pp.261-263.143 Rico-Avello aventura, en una suerte debreve patobiografía de Salvany, que padecióvarias patologías infecciosas desde la tuber-culosis pulmonar al paludismo y la difteria.RICO-AVELLO, C. (1956), Op. cit.144 RAMÍREZ MARTÍN, S.M. (2002), Op.cit., pp. 172-173.

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diana menos dolorosa, es uno de losacontecimientos que marcan la lle-gada de la vacuna a la isla caribeñade Cuba y en lo que seguramente esla fuente fundamental del viaje bal-misiano, se comenta que otros in-fantes enfermaron1 4 5. Las condicio-nes climatológicas hicieron el viajemuy difícil, se produjo un considera-ble retraso en relación con la fechaprevista y hubo que recalar en LaHabana en vez de Santiago de Cuba,donde estaba inicialmente previsto,por ese motivo.

Ya hemos comentado con ante-rioridad cómo la vacuna había sidointroducida en el archipiélago cari-beño un año antes de la llegada de laExpedición y el papel fundamentaljugado por el médico Tomás Romayen este proceso. José Rigau146 nos hadado a conocer cómo el médicoOller, desde Puerto Rico, envió una«Instrucción al Comisionado de lle-var la vacuna a la Guadilla» y cómohacia La Habana se desplazó unam u j e r, María Bustamante, proce-dente de la Aguadilla de PuertoRico, de donde partió en febrero de1804 que, como ya sabemos, llevaba

consigo a su propio hijo y a dos pe-queñas criadas suyas. Dos aspectos adestacar: por un lado, que toda la ac-tividad de Romay estaba aprobadapor el propio Bamis, con lo que elcamino abierto por el primero fuémuy positivo para los objetivos de laExpedición. Nada que ver con losproblemas de desconexión entre lasactividades vacunadoras llevadas acabo, con anterioridad a la llegadade la Expedición, en otros lugares.Un segundo aspecto que no pod e-mos dejar de comentar, el papel de-sempeñado y menos conocido de lasmujeres, imbuidas de espíritu ilus-trado, en esta empresa. La historiade la difusión de la vacuna está re-pleta de estas protagonistas, muchomenos conocidas. En el momentode la ruta que estamos contemplan-do, acabamos de citar a María Bus-tamante, pero en la misma ciudad deSantiago de Cuba, Nicolasa de Cue-vas, esposa del abogado FranciscoMancebo, ofreció su propia casa de-sinteresadamente para que pudierallevarse a cabo la actividad preven-tiva.

Como tantas otras veces, el rela-to de Balmis, en los documentoscruzados enviados a la Corte, nossirven para conocer cómo fue la es-tancia en Cuba1 4 7. Al día siguientede su arribada, una comisión del

145 Extracto General de la Expedición Filan-trópica de la Vacuna. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente general, legajo1558-A.146 RIGAU PÉREZ, J. Introducción de la va-cuna de la viruela en el sur de Puerto Rico,1804. Boletin de la Asociación Médica de Puer -to Rico, nº 71, 1979.

147 Cfr. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948), Op.cit., pp. 42-43.

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ayuntamiento acompañada de ma-ceros, condujeron a Balmis hasta elCabildo. Desde allí, los niños fueronllevados a casa del Capitán Generaldonde fueron agasajados. Desde elpunto de vista organizativo, se ins-taura en La Habana una Junta Cen-tral de Vacuna, en línea de lo quehabía sucedido en otros lugares,aunque en este caso con la peculia-ridad de refundir sus actividades conlas de la ya existente Sociedad Eco-nómica de Amigos del País. Balmisregaló a la biblioteca de la citada So-ciedad varios ejemplares de su Trata -do, con objeto de que pudieran serconsultados allí por los facultativosque quisieran. Por parte de la Eco-nómica, se nombró al Director de laExpedición miembro honorario enla categoría de «profesor distingui-do»148. El número de vacunados ent oda la isla parece que superó las15.000 personas.

Pese a los aspectos positivos in-dudables, se planteó un problemaimportante, el poder encontrar rele-vos de niños para continuar la pro-pagación en la escala siguiente, en elVirreinato de México. La peticiónde este material humano, cuatro ni-ños, que Balmis había solicitado alCapitán General de la isla, Marquésde Someruelo, no fue aceptada y la

solución que se encontró fue la com-pra de esclavos, tres mujeres, y la in-corporación de un niño, Miguel JoséRomero, tambor del Regimiento deCuba, financiados por el Director dela Expedición por 250 pesos149. Con-tradicciones de este momento histó-rico, sus luces y sus sombras. Anteuna situación de hecho, la esclavi-tud, el Director de la Expedicióncompra y vende después, a estas per-sonas. Evidentemente, hay que con-textualizar este hecho: posiblemen-te, la compra-venta de estosesclavos era el único medio para po-der seguir con la práctica vacunal ysi Balmis se planteó que entrar enese juego era contradictorio con ladefensa de una actitud humanitaris-ta y de derechos humanos, cosa queno sabemos, pero que podía ser co-herente con su perfil humano, debiópensar que lo único que podía haceres lo que hizo.

Sisal (Península del Yucatán, Vi-rreinato de Nueva España), 25 dejunio de 1804-Acapulco, 8 de fe-brero de 1805

Esta etapa del viaje tenía un sig-nificado muy especial para Balmis.El territorio novohispano era ya

155

148 Duque de Heredia a Balmis, 13 de Juniode 1804. Archivo General de Indias. Sec-ción: «Epidemias», v. 4, exp. 13.

149 Balmis al Ministro Caballero, Madrid, 4de diciembre de 1806, Archivo General deIndias. Sección: Indiferente General, Leg.1558-A.

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bien conocido por el cirujano siendoeste conocimiento uno de los moti-vos por los que se le encomendó ladirección de la Expedición. En 1781Balmis había marchado a Américacon el regimiento de Zamora en laexpedición del Marqués de Socorro,como es bien sabido. Lo más rele-vante de su estancia en esos territo-rios coloniales fue su actividad comocirujano en Xalapa y, más tarde en laciudad de México, donde llegó a sernombrado cirujano mayor del Hos-pital Militar del Amor de Dios, ocu-pándose de la sala de pacientes conenfermedades de transmisión sexual,sobre todo, los afectados de sífilis.1 5 0.Parece ser que luego volvió a Espa-ña, pero pronto retornó a Méxicodonde hizo una labor importantecomo botánico, siendo su fruto másconocido en esta faceta suya profe-sional, la monografía que escribió en1794, Demostración de las eficaces vir -tudes nuevamente descubiertas en lasraíces de dos plantas de Nueva España,especie de Ágave y Begonia para la cu -ración del vicio venéreo y escrupulososy otras graves enfermedades que resis -ten al uso del mercurio y demás reme -d i o s . Madrid, Imp. de la Vda. deJoaquín Ibarra. Antes de la Expedi-

ción, todavía fue otras dos veces aterritorio novohispano; la primera,en 1795, para recolectar más plan-tas, y dos años más tarde, ya comomédico-cirujano, a solicitud de laVi r r e i n a .

El puerto de Sisal, donde recalóel María Pita, estaba relativamentecercano a Mérida, la capital de Yu-catán. Como ya comentamos, la va-cuna ya se había introducido con an-terioridad hacía varias semanas; porejemplo, en la ciudad de México, unmes antes de la llegada de los expe-dicionarios, se vacunaron cinco ni-ños procedentes de la Casa de Expó-sitos y otros dos de fuera y, aunquesólo prendió en cinco de los siete,con ellos se aseguraba la continuidaddel fluido vacunal; también sabemosde la existencia de hasta tres médi-cos comisionados para velar por larectitud del procedimiento, que per-mitieron que al Virrey Iturrigaray lellegara un completo informe de la si-tuación en el espacio de su jurisdic-ción. Por otro lado, se estableció unprocedimiento para que hubiera unaconstante reserva de vacuna, divi-diéndose la ciudad de México enocho «cuarteles mayores», cada unode los cuales se subdividía a su vez encuatro «cuarteles menores». Cada«cuartel», de forma rotatoria, teníaque suministrar un determinado nú-mero de niños. La propagación de lavacuna en las provincias debía seguir

1 5 0 FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, F. L o sviajes de D. Francisco Xavier de Balmis. Notaspara la historia de la expedición vacunal de Es -paña a América y Filipinas (1803-1806). Mé-xico, Ed. Galas de México, 1960. RICO-AVELLO, C., (1956) Op. cit.

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un patrón similar al establecido en lacapital. Un suplemento de la G a c e t ade México de 26 de mayo de 1804,daba una completa descripción delos pasos dados en relación con lavacunación desde la llegada del Vi-r r e y, con objeto de informar a la po-blación; incluso, con este mismo ob-jetivo y dirigido sobre todo a losfacultativos, la citada revista reim-primió completa la obrita de PedroHernández, Origen y descubrimientode la vacuna1 5 1.

S m i t h ( 1 9 7 4 )1 5 2 sugiere que Bal-mis estaba especialmente interesadoen que la vacunación en Méxicofuera un éxito. Dicha ciudad perte-necía a la más rica e importante co-lonia española y la capital represen-taba el centro espiritual, político yeconómico del vasto Virreinato. Portanto, se trataba aquí no sólo detransportar la vacuna, debía ser ellugar donde establecer una red mo-délica de centros de vacunación quep odían perpetuar la actividad pre-ventiva a través de una cadena bienreglamentada de vacunaciones. Paraello el reto que se le presentaba aBalmis era triple: debía instruir a laincipiente comunidad médica mexi-cana, asegurarse la cooperación delas autoridades y, finalmente, con-vencer a la población. El éxito o fra-caso dependía en gran medida de él

mismo, de su determinación, inteli-gencia y tacto para superar los obs-táculos burocráticos y culturales quepodían frustrar su misión.

Mérida recibió cordialmente a laExpedición en la persona de su Ca-pitán General, Benito Pérez y Val-delomas, quien pasó a Balmis el in-forme de lo que Miguel José Monzónhabía hecho en Campeche. Balmisconsideró que la actuación de Mon-zón había sido perjudicial para la sa-lud pública y envió a uno de sus asis-tentes, Antonio Gutiérrez, para queexaminara directamente lo que sehabía hecho, además de comisionar-le para distribuir adecuadamente lavacuna e instruir a los médicos loca-les. Gutiérrez iba acompañado porFrancisco Pastor, que tenía la misiónsubsidiaria de ir a la Capitanía deGuatemala, de acuerdo con las órde-nes dadas por el Ministro Caballero.Vamos a acercarnos un poco en de-talle a esta parte lateral de la Expe-dición.

La expedición de Pastor a Guatemala

El propio Gobernador de Méridafacilitó dicha misión y suministrólos niños, la embarcación y todo lonecesario para la empresa. Tras ha-cer una escala intermedia en Cam-peche, el viaje continuó desde la Pe-nínsula de Yucatán a la Laguna deTérminos, llegando a Villahermosa,

151 SMITH, M. (1974), Op. cit., p. 29.152 Idem, p. 30.

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capital de la provincia de Tabasco153

el 20 de julio de 1804. Una granventaja fue encontrarse allí con elcirujano Pedro Ramos Reyna, quienpronto mostró su habilidad paraque, tras la partida de Pastor, el pro-ceso vacunal quedara garantizado.El siguiente paso fue la Ciudad Realde Chiapas, localizada en una zonade jungla muy densa del norte de laCapitanía. El Gobernador Castro yAraoz facilitó cuatro portadores ypagó a sus padres cincuenta pesospor cada niño en compensación porlos servicios que iban a prestar. Cadaniño recibiría, además, dos chaque-tas, dos pantalones, dos pares de me-dias y un sombrero.

La llegada a la ciudad de Guate-mala fue el inicio, no sólo de unaimportante cantidad de vacunacio-nes, sino del establecimiento de lacorrespondiente Junta Central deVacuna. Dicho proyecto apareció enuna publicación titulada Reglamentopara la propagación y estabilidad de laVacuna en el Reyno de Guatemala, enenero de 1805. A través de la docu-mentación existente, conocemoscon gran precisión cuáles fueron suestructura y funciones. Planteada laJunta de forma totalmente desinte-resada, sus miembros no podían re-cibir ningún tipo de compensación

económica. Su composición era lasiguiente: tres miembros permanen-tes (el Arzobispo de Guatemala, elRegente de la Audiencia y el Proto-médico). Junto a ellos, un secretarioy varios representantes de la Iglesia,el Municipio y el cuerpo de profe-sionales médicos. La Junta deberíareunirse periódicamente y allí debí-an abordarse, no sólo aspectos pura-mente organizativos, sino auténticasdiscusiones científicas. Las actas delas reuniones se recogerían en unaserie de libros, y cada seis meses elsecretario tenía que presentar al Go-bernador un informe completo.Bajo el liderazgo de Narciso Esparra-gosa y Gallardo, la institución tuvouna productiva existencia que con-tinuó hasta 1817, tras doce años devida, a lo largo de los cuales se llevóa cabo un auténtico servicio de sa-lud pública. El periodo convulso dela independencia y la guerra civilmuy dilatada, acabaron con esta bri-llante actividad, no sin antes habersido el núcleo desde donde la vacu-na se extendió a Nicaragua.

Camino a la capital del Virreinato

Dejábamos a Balmis preocupadopor lo que había acaecido con la va-cuna en Campeche. La valoraciónpositiva que su ayudante Gutiérrezhizo del trabajo de Monzón no sirviópara mejorar su opinión de la escasa

153 Balmis a Caballero. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente general, leg.1558-A.

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profesionalidad de éste y de que suvacuna no era la vacuna verdadera.El 14 de julio, cuando cinco músicosque acompañaron a Monzón a Cam-peche, embarcaron en el María Pitaen Sisal para volver a Veracruz, Bal-mis tuvo un comportamiento apa-rentemente arbitrario con los jóve-nes músicos, obligándoles primero apermanecer en una zona del barcoen la que estaban los animales –va-cas y corderos– y, más tarde, a de-s e m b a r c a r. Hasta tal punto debióllegar la irritación del Director, queel propio capitán Pedro del Barco lereprochó su actitud154.

Tras una agotadora travesía dediez días, el María Pita arribó a Vera-cruz desde Sisal el 24 de julio. Todoslos miembros de la Expedición esta-ban enfermos por el clima, de un ca-lor asfixiante y húmedo y por la di-sentería. El propio Balmis creyó quehabía contraído la fiebre amarilla155.El Gobernador dio a Balmis una car-ta del Virrey Iturrigaray dándole labienvenida a Nueva España, perouna muy explícita falta de entusias-mo por la llegada de los expedicio-narios influyó en el bajo estado deánimo del Director. Las vesículas delos niños que había traído desde Si-sal estaban en su punto álgido, pres-

tas para ser inoculadas en otras per-sonas, pero no hubo forma de en-contrar voluntarios. La situación eracrítica. Él mismo explicó al Gober-nador que si no se comunicaba lalinfa inmediatamente «había un in-minente peligro de perder el tesoroque había costado tantas tribulacio-nes». Finalmente, la autoridad cita-da reclutó voluntarios procedentesdel ejército, prendiendo la vacunaen tres de ellos.

No había nada que hacer allí yBalmis, enfermo de disentería yafectado moralmente, salió de Vera-cruz mucho antes de lo que habíaprevisto. Se quejaba de la indolen-cia de la población que rehusaba va-cunar a sus hijos. Sin embargo, va-rios médicos locales ya estabaninstruidos en el procedimiento y va-rias copias de su Tratado circularonpor los círculos médicos de la ciu-dad. El Gobernador instó al Ayunta-miento de Veracruz para que le ex-plicara cuáles habían sido losmotivos para el fracaso. El munici-pio, como contestación, dio trestipos de razones: la primera, la deli-cada salud de Balmis había distorsio-nado su recto juicio; en segundo lu-g a r, la actuación de unas pocasmujeres, poco razonables, locas, quese negaban a vacunar a sus hijos yque habían dado una imagen gene-ralizada de desinterés de toda la po-blación. Finalmente, el éxito ante-

154 SMITH, M. (1974) Op. cit., p. 31.1 5 5 Balmis a Caballero. Jalapa, 1 agosto1804. Archivo General de Indias. Sección:Indiferente General, Leg. 1558-A.

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Fig. 23. Portada del folleto de la autoridad eclesial de Puebla de los Ánge-les (Virreinato de Nueva España), destinada a los feligreses en apoyo de lavacunación.

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rior de la vacunación antes de la lle-gada de la Expedición, debido a laactuación del Ayuntamiento, ha-bían despertado sentimientos de en-vidia en Balmis.

Desde Jalapa, ya con un climamás benigno, emprendió la Expedi-ción el largo viaje de noventa y tresdías hacia la capital, México, dondetendría lugar una segunda confron-tación.

La Expedición arriba a la ciudad deMéxico

El 10 de julio, el Virrey había no-tificado al Ayuntamiento de la ciu-dad de México, para que alojasen yrecibiesen a los expedicionarios.También esta institución debía co-rrer con los gastos de mantenimien-to de los niños hasta su acomod a c i ó ndefinitiva de acuerdo con las instruc-ciones del Rey. Sin embargo, Balmisllegó mucho antes de lo que se espe-raba, y además, lo hizo ya por la no-che por lo cual, unido todo ello alhecho de que el Virrey no recibió lanotificación de su llegada, no se pro-dujo el esperado recibimiento a laentrada en la ciudad de la Expedi-ción. De hecho, la primera noticiaque tuvo el Virrey de la venida de losexpedicionarios fue el momento enque Balmis se presentó personal-mente en la residencia de la citadaautoridad política. No cesaron ahí

los contratiempos. La premura en lallegada hizo que no estuvieran tod a-vía preparados los espacios físicospara acomodarlos; se les ofreció en-tonces una residencia confortablepero el Director consideraba que erainapropiada para un emisario delRey e insistió sobre la convenienciade ocupar una residencia oficial. Lagran preocupación del Director fue,casi inmediatamente, conseguir quese cumplieran, de hecho, las órdenesdel monarca sobre la responsabili-dad, que recaía sobre el Vi r r e y, de po-ner a los niños de la Expedición bajosu custodia, a expensas de los fondospúblicos, hasta que pudieran mante-nerse por sí mismos. Tras una con-versación con la máxima autoridadde la colonia, se nombró a Cosme deMier como persona responsable delcuidado de los niños, que fueron úl-timamente alojados en el Real Hos-picio de la ciudad, con la única ex-cepción del hijo adoptivo de laRectora de la Casa de Expósitos, quequedó bajo la custodia de su madre.

Un detalle que muestra que lapreocupación de Balmis por los ni-ños era realmente sentida, es el se-guimiento que hizo de su situación yde las quejas constantes porque laestancia en el Hospicio no le parecíaadecuada para ellos, ya que allí semezclaban «con una multitud demiserables, sucios y obscenos golfi-llos»156. Sugirió entonces que fueran

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alojados en algún internado, preferi-blemente en el dirigido por los her-manos bethlemitas e impelió al Mi-nistro Caballero para que instara alArzobispo a que supervisara su cui-dado y, en su caso, que alojara a losmás mayores en el Seminario. Deese modo, los niños recibirían unaeducación adecuada, este gasto yano se computaría a las arcas reales yademás –una vez más el espíritu uti-litario del ilustrado Balmis– servirí-an para el estado y para la iglesia. ElVirrey, por otro lado, no tenía claroque los gastos que los niños origina-ban iban a resultar rentables si noaprovechaban aquella oportunidadque se les daba y se comisionó a unapersona para que informara de susprogresos. El informe del inspectorAraujo señalaba que de los 14 niñosmayores de seis años, seis acudían ala escuela regularmente mañana ytarde y recibían instrucción religio-sa porque algunos de ellos «no sabí-an hacer ni siquiera el símbolo de lacruz». Cinco de los catorce mostra-ban esfuerzo en el trabajo, pero elresto eran «estúpidos». En general,todos ellos tenían dificultad para sereducados y a los maestros les costabaquitarles de encima todos los maloshábitos que habían aprendido de losrudos marineros a lo largo del viaje.

Michel Smith (1974) ha podidoreconstruir parte del final de la his-toria personal de cada uno de estosniños y, desde su punto de vista, sudestino fue mejor en México que loque hubiera sido si hubieran sido de-vueltos a España en unos tiempospolíticamente tan convulsos. Dosniños, Tomás Metitón y Juan Anto-nio, murieron; otros permanecieronlargo tiempo en una institución pú-blica creada en 1806, la Escuela Pa-triótica, y el resto fueron adoptadospor familias mexicanas.

En cuanto a la marcha de la va-cunación, las expectativas inicialesde Balmis no se cumplieron y losobstáculos se sucedieron tras los co-mienzos poco afortunados que arribacomentamos. Las primeras vacuna-ciones públicas en la ciudad fueronpreviamente anunciadas insistién-dose en su gratuidad, pero la apatíacontinuaba y la resistencia popularfrente a la vacunación persistió. Elprimer día, sólo siete personas apa-recieron; el segundo, sólo nueve.Balmis, a la vista de esta «desconso-ladora indiferencia», temió, una vezmás, perder el fluido y la cadena devacunaciones. Si únicamente antesde su llegada se habían vacunado479 personas, según sus cálculos,quedaban al menos 30.000 de ellassin vacunar, como informa Balmis aIturrigaray el 29 de agosto de 1804.Para el Virrey, que le contesta al día156 Cfr. SMITH, M. (1974), Op. cit., p. 34.

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siguiente, las cifras de vacunadosmanejadas por Balmis eran inexac-tas y cientos de personas en la etapaprevia, gracias a la labor que él mis-mo había coordinado, se habrían va-cunado y, además, le indicaba queno podía imponer sanciones a losque no querían ser vacunados. Fi-nalmente, recordaba a Balmis queen una carta previa, éste le habíaprometido elaborar un plan con unaserie de medidas que permitieranperpetuar y propagar la vacunacióny que todavía no lo había hecho. Di-cho plan fue remitido por el Direc-tor el 6 de septiembre de 1804 e in-cluía dos documentos, Los mediospara el mantenimiento y la perpetua -ción de la preciosa vacuna en la ciudadde México y otro sobre el estableci-miento de un centro para la vacuna-ción pública. En estos documentosrecogía lo que en aquel momentoeran las técnicas más modernas parala administración y preservación delfluido vacunal. El plan, por otrolado, tenía muchas semejanzas conel elaborado para Caracas y La Ha-bana. En el preámbulo de los docu-mentos, Balmis insiste en la doblefunción de su misión, introducir lavacuna y crear la maquinaria organi-zativa necesaria para asegurar su per-petuación a lo largo de generacio-nes. Sin esta segunda parte, losesfuerzos para llevar a cabo las vacu-naciones serían baldíos. En todo elproceso era fundamental recabar la

ayuda de las autoridades civiles yeclesiásticas, puesto que éstas eranla llave para la aceptación, por partede la población, de las bondades dela vacunación. No podía haber in-tervención preventiva, si la comu-nidad no internalizaba la importan-cia de estas acciones.

¿Cómo diseñó Balmis la estruc-tura organizativa para la vacuna-ción en Nueva España? Con la ex-periencia adquirida en los lugaresdonde antes había recalado la Expe-dición y tomando la capital comoreferencia, allí se instauraría unaJunta Central de Vacuna y otras, demenor rango, en el resto de ciuda-des importantes. Entre todas ellasdebería existir una conexión real yun intercambio de puntos de vista yde experiencias. Ninguno de losmiembros de las Juntas deberían re-cibir emolumento económico algu-no. Quienes encabezaban la JuntaCentral eran un regidor decano y unprocurador general como miembrospermanentes, auxiliados por dos se-cretarios (uno, que se ocuparía másde labores estrictamente adminis-trativas y otro, que debía ser médicode profesión, cuya misión sería re-coger los datos científicos concer-nientes a todos los aspectos de lasvacunaciones), ocho personalida-des de la vida civil y militar de laciudad y seis médicos afamados. Unsistema de rotación muy elaborado,

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permitía que la mitad de los miem-bros fueran renovados anualmente.Solamente médicos licenciados po-dían administrar la vacuna. La anti-gua variolización quedaba estricta-mente prohibida. Si se prod u c í aalguna epidemia de viruela en de-terminado lugar, se comisionaría in-mediatamente a un médico paraque coordinara todas las acciones einstruyera a los médicos locales.

Pese la racionalidad y experien-cia que estaban detrás de estos pla-nes, el Virrey no se mostró especial-mente entusiasmado y consideróque antes de poner en marcha estamaquinaria, era necesario conciliarlo que en el Plan Balmis se presenta-ba, con los informes anteriores demédicos locales como García Arbo-leya. Lo cierto es que nada de lo queestaba previsto en el proyecto sehizo durante la estancia de la Expe-dición en Nueva España.

En este periodo, otro incidentevino a complicar más la situación.Varios de los niños vacunados porBalmis en la Casa de Expósitos ha-bían enfermado y algunos de elloshabían muerto. El Virrey pidió uninforme de lo sucedido para ver siexistía alguna relación causal entrela vacunación y estas patologías. Elpresidente del Protomedicato, JoséIgnacio García Jove, encabezó la in-vestigación en la que también inter-vinieron otros nueve médicos, los

más prestigiosos de la ciudad, entreellos García Arboleya, estudiandoclínicamente cada uno de los casos.Cuando Balmis recibió los informesescritos de cada uno de ellos y, ade-más, estudió por su cuenta las condi-ciones del Hospicio, concluyó quefueron precisamente los factores querodeaban la estancia en la Casa, es-casa ventilación, vestimentas inade-cuadas, dieta poco variada, falta deafecto maternal y la salud crónica-mente afectada de los niños pobres,a los que había que achacar la enfer-medad. Todos los niños, sin excep-ción, presentaban erupciones cutá-neas de varios tipos. Razona luegosobre lo que podía haberle sucedidoa cualquiera de los niños en estascircunstancias si hubieran llegado acontraer la viruela.

Todos los miembros de la Comi-sión de investigación reforzaron elpunto de vista de Balmis y se unie-ron a sus denuncias sobre las deplo-rables condiciones en las que vivíanestos niños.

La Real Expedición llega a otras ciuda -des de Nueva España

Cuando Balmis entregó a Iturri-garay sus propuestas concretas, sumisión en la ciudad de México po-día darse por finalizada. El siguientepunto visitado fue Puebla de losÁngeles, donde llegó el 20 de sep-

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tiembre y lugar en el que recibió unamuy buena acogida tanto por partede la autoridad civil, el intendenteManuel de Flon, como del obispoGonzález del Campillo, el Ayunta-miento y una serie de ciudadanosdistinguidos. El Director llegó condos niños mayores que fueron colo-cados junto a la autoridad eclesiásti-ca, mientras que Balmis iba al ladodel Intendente en una comitiva quetenía como destino la Catedral,donde se entonó el correspondienteTe Deum. Un alojamiento dignocompletaba la bienvenida y era lamejor muestra del interés con queen Puebla recibió la Expedición, in-terés al que no fue ajena la proclamaque el Intendente había hecho a lapoblación. Una vez más se verifica-ba la hipótesis del Director de que elconcurso de las autoridades localesera fundamental para conseguir quela gente se vacunara.

La institución social creada allí,una «Junta Central Filantrópica deSan Carlos de Puebla», aunque su-bordinada a la de la capital mexica-na, tenía un papel preeminente en laprovincia y actuó como impulsora ypromotora de otras Juntas en otraslocalidades. En esta puesta en mar-cha fue fundamental el papel jugadopor el obispo de Puebla quien cediólocales del Palacio Episcopal, e in-cluso dio el soporte económico ini-

cial para que la empresa fuera ade-l a n t e .

Cuando Balmis abandonó la ciu-dad hacia el 12 de octubre, el proce-so estaba ya muy consolidado y haciamediados de diciembre, casi 12.000personas habían recibido la vacuna-ción. Para mantener la cadena, lossacerdotes de las parroquias presen-taban de forma rotatoria quince ni-ños no inmunizados cada nueve días,para que pudieran ser vacunados.

Otras rutas dentro del territorionovohispano fueron las que llevarona los expedicionarios a Oaxaca–aunque en este caso no fue el pro-pio Balmis sino que éste sugirió secomisionara a Alejandro García Ar-boleya– así como, entre otros luga-res, a Guadalajara de las Indias, Za-catecas, Durango,Valladolid, SanLuis Potosí y las Provincias Internas.Como había sido usual desde los ini-cios de la aventura expedicionaria,se optó por la división de la Expedi-ción en dos grupos cuando las cir-cunstancias así lo aconsejaban.

Tras casi dos meses de ausenciade la capital mexicana, los expedi-cionarios volvieron allí para prepa-rar el viaje a la Capitanía de Filipi-nas, terminando así el periploamericano. Los continuos proble-mas con el Virrey retrasaron la par-tida que finalmente tuvo lugar losprimeros días de febrero de 1805. De

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hecho, posiblemente ningún otrosuceso sea tan evidente para mostrarlas malas relaciones entre Director yVirrey que lo acontecido con la par-tida de la Expedición a Filipinas. Setrataba, por lo demás, de una etapaprevista en el Derrotero y sanciona-da por el Rey. Varios documentosmuestran cómo desde la llegada aNueva España, Balmis pidió a Iturri-garay le facilitara el viaje a Manila.Uno de los problemas era el buscarun galeón suficiente para conducirentre 40 y 48 personas. El Vi r r e yconsideraba que era más prioritarioutilizar el galeón para las tropas queeran necesarias para reforzar el ar-chipiélago. Además, otro tipo de pa-sajeros, monjes dominicos, carmeli-tas y agustinos, llegados de España,habían pospuesto su viaje a Manilapara dejar sitio a las tropas y estabanesperando ser embarcados en el pró-ximo viaje.

Cuando Balmis volvió de Puebla,contactó con Ángel Crespo, a la sa-zón comandante del M a g a l l a n e s, elpróximo navío que estaba previsto sedesplazase a Manila y le aseguró que,pese a que tenía ya comprometidosuna serie de pasajeros, haría hueco enel barco para incluir a los expedicio-narios, y se comprometió a que hu-biera una alimentación adecuada ycabinas especialmente preparadaspara ellos. El Virrey continuó ponien-do obstáculos e indicó que, si se tenía

información de que la vacuna ya ha-bía sido introducida en Filipinas, en-tonces el viaje era innecesario; dichainformación llegó por parte del co-mandante de la fragata C o n c e p c i ó n ,quien aseguró que las Islas no habíanrecibido aún la medida preventiva.Balmis insistió en que Yturrigaraydiera su autorización, ya que, en casocontrario, el próximo embarque nop odría tener lugar hasta pasados seis uocho meses. Finalmente, la autoriza-ción llegó y los expedicionarios salie-ron hacia Acapulco el 27 de enero yembarcaron en el Magallanes el día 8de febrero de 1805, rumbo a Manila.

Pese a todos los obstáculos, los his-toriadores que se han acercado minu-ciosamente a esta parte de la ruta enel Virreinato de Nueva España de laE x p e d i c i ó n1 5 7, consideran que puedeser considerada un éxito en cuanto alos resultados obtenidos, medidos és-tos tanto en el número de personasvacunadas –algunos elevan la cifrahasta 100.000 personas en todo el te-rritorio del Virreinato– y, muy en es-pecial, por las infraestructas establesque allí quedaron: las Juntas de Va c u-

157 Sin duda, el estudio más completo de lavacuna en Nueva España es el varias vecescitado de Michel Smith (1974), Op. cit.Este profesor universitario norteamericano,ha reconstruido con precisión esta etapa delviaje.Una de las fuentes que le han dado másjuego ha sido el conjunto de documentos re-cogidos en la sección de «Epidemias» delArchivo General de la Nación de México.

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na, las redes de centros o espacios sa-nitarios donde se vacunaba y la for-mación de un alto número de profe-sionales de la salud que adquirieronlos conocimientos y las habilidadestécnicas necesarias para que la másambiciosa empresa de medicina pre-ventiva no cayera en saco roto y tu-viera continuidad.

Poco antes de la partida del M a -g a l l a n e s, una última carta de Virrey aDirector zanjaba la difícil relaciónentre ambos, sin que el tono mejora-ra lo más mínimo. Tras indicar quehabía enviado un mensaje al Gober-nador de Filipinas anunciando la lle-gada de la Expedición, decía a Bal-mis que:

« Debería llevar consigo todo elequipo de la Expedición para volvera Europa directamente desde las Is-las... No debe volver aquí puesto queya no es necesario para su misión. Silo hace, pese a estas reflexiones, de-berá hacerlo a sus expensas»1 5 8.

Manila (Filipinas), 15 de abril de1805 - Cantón - Macao (China), 7de febrero de 1806

Las cinco semanas del viaje entreAcapulco y Manila estuvieron mar-cadas por las divergencias entre Bal-mis y el capitán del M a g a l l a n e s.

Como era de esperar, el barco iballeno: militares, setenta y cinco frai-les, Balmis y sus seis asistentes, máslos veintiséis niños y la tripulación.Pese a las facilidades dadas por el ca-pitán Crespo antes de la salida detierras mexicanas, de que serían alo-jados niños y expedicionarios encondiciones adecuadas, la realidades que las promesas no se cumplie-ron más que en una pequeña parte ycomo siempre, los niños fueron losmás perjudicados. Dormían sobre elsuelo hacinados, en un lugar sucio,con continuas sacudidas por el ba-lanceo de la nave. Pese a los esfuer-zos por mantenerlos separados, loscontactos durante el sueño causaronmuchas vacunaciones artificiales,incluyendo siete a la vez y si no fue-ra porque los vientos eran favora-bles, es muy probable que se hubieraroto la cadena de vacunaciones.Balmis escribió reiteradamente alministro Caballero indicándoletodo lo sucedido159. La alimentaciónno era mejor. La dieta de los niñosconsistía en carne procedente de ga-nado enfermo, judías, lentejas yunos pocos dulces y no pocas vecesdebieron ayudar en la dieta las pro-visiones que los expedicionarios lle-vaban consigo y la piedad de algu-nos de los pasajeros del barco. Por sifuera poco, el costo por persona era

158 Cfr. SMITH, M.(1974) Op. cit., pp. 48-49.

1 5 9 Archivo General de Indias. IndiferenteGeneral, legajo 1558-A.

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Fig. 24. Relación de los niños que efectuaron el viaje Acapulco-Filipinas con la fir-ma autógrafa de Balmis. Archivo General de Indias de Sevilla.

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mucho más alto, en el caso de losmiembros de la Expedición, que enel resto de los pasajeros: mientrasque Crespo pedía trescientos pesospor cada niño y quinientos por losadultos, el resto del pasaje pagabanúnicamente doscientos pesos porigual acomodo.

Cuando llega el barco a la bahíade Manila, nadie les da la bienveni-da. Ansioso por desembarcar, Bal-mis contacta con el Capitán Gene-ral de las Islas filipinas, Rafael Maríade Aguilar, pidiéndole permiso paradescender a tierra y solicitando die-ra las órdenes convenientes paraacomodar a los expedicionarios y alos niños. Será el Ayuntamiento elque finalmente se hará cargo deellos, alojándolos en unos espaciosque Balmis califica de «indecentes ymiserables». Pero la misión por laque allí estaban no podía demorarsemás y el 16 de abril, veinticuatro ho-ras después de su llegada, comenza-ron a vacunar. Una vez más, los al-tos cargos políticos y el propioObispo, no estuvieron por la labor,pero en cambio, otras autoridades demenor rango como el Dean de laCatedral, o el Sargento Mayor de lamilicia, fueron incansables defenso-res de ella y su ejemplo tuvo un efec-to positivo sobre la población nati-va, de tal forma que a principios deagosto ya habían sido vacunadasunas 9.000 personas en la capital.

En cambio, el Capitán Generalfue muy diligente a la hora de apoyarla creación de la estructura organiza-tiva tanto en la vertiente de la pues-ta en marcha del Consejo de la Va-cuna, como en la creación de uncentro de vacunación. Fruto de estaactividad fue la elaboración de unReglamento para mantener y perpetuarla preciosa vacuna en estas Islas, queBalmis iniciaba con las siguientespalabras, muy similares a las escritasen otros reglamentos anteriores:

« Cuando la Soberana voluntaddel rey determinó el que se formaseuna expedición que llevase a todossus dominios de América, é Islas Fi-lipinas el precioso preservativo delas viruelas; y cuando su fraternalamor derramó con mano liveral ibien hechora los caudales de su RealErario para que libertase a sus pue-blos del azote exterminador de lasViruelas; las angostas miras de S.M.se extendieron hasta las generacio-nes futuras; por que enbano el fluidoVacuno libertaria a quantos existenen nuestros dias si dejase expuestos aeste peligro a todos aquellos desgra-ciados a quienes la suerte hizo veniral mundo uno o dos años después...»

La salud de Balmis se había que-brantado en esos días, tras el largoviaje, el calor de la ciudad y la disen-tería de la que no había terminadode reponerse, y como no le era posi-ble viajar inmediatamente a Nueva

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España o a Europa, le pareció opor-tuno buscar un clima más saludable.Conociendo que la vacuna no habíaalcanzado China, solicitó y le fueconcedido el permiso para marcharhacia Macao, partiendo de Manila el3 de septiembre de 1805 con Fran-cisco Pastor y con tres jóvenes paraconducir el fluido vacunal. El Ay u-dante Antonio Gutiérrez quedabaencargado de proseguir la actividadvacunadora en las Islas, para más tar-de trasladarse nuevamente a Méxicocon objeto de dejar a los veintiséisniños que habían traído para trans-portar la vacuna a Filipinas.

El viaje hacia la colonia portu-guesa, realizado a bordo de la fragataDiligencia, fue complicado a causa deun tifón que, en palabras de Balmis:

«...En pocas horas desmanteló lafragata, con pérdida del palo esana,jarcias, tres anclas, el bote, la lanchay veinte hombres extraviados; no ha-bía uno entre nosotros que no espera-se por momentos ser sepultado entrelas olas del mar ... la conservación dela vacuna y el implora la misericordiadivina fue todo mi conato, sin que elhallarme solo para toda clase de asis-tencia de los tres niños, ni mi falta def u e rzas fuera capaz a postrarme ... lle-gó por fin el día dieciséis, en que em-pezó a serenarse el tiempo y en el mo-mento, arrostrando los eminentesriesgos de piratas y ladrones chinosque inundan estos mares, verifiqué

mi desembarco en una pequeña ca-noa, llevando en mis brazos a los ni-ños, con lo que aseguramos nuestrasvidas y la preciosa vacuna»1 6 0.

Al fin todos pudieron salvarse y, abordo de una pequeña embarcaciónde pesca china, alcanzaron Macao.Por vez primera se adentraba en unpaís fuera de la jurisdicción del mo-narca español. Por ello, una vez allí,se puso en contacto con los responsa-bles de la comercial Real Compañíade Filipinas, para que le facilitaran elacceso a las autoridades locales y a sucomplicadísima burocracia, aunquecon pocos resultados tangibles; encambio, sí que contó con el apoyodecidido del Obispo de Macao, Mi-guel Arriaga Brun de la Silveira. El 5de octubre, tras haber seguido los pa-sos que ya conocemos en otros luga-res y haber entrenado a facultativoslocales, salieron para Cantón para,desde allí, llevar la vacuna al resto deChina. Poco, sin embargo, pudo ha-c e r. Las ayudas de la Compañía co-mercial arriba citada no se llegaron adar y era muy complicado sin esteauxilio, para un extranjero, acceder ala población y a las mismas autorida-des. Por el contrario, sí hubo una ac-titud mucho más colaboradora en losagentes de la British East India Com-p a n y, a través de los cuales se habíanp r oducido los primeros intentos –que

1 6 0 C f r. DÍAZ DE YRAOLA, G. (1948),Op. cit., p. 96.

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cao. El primer barco que salía rumboa Europa era el portugués Bom Jesusde Alem, que partiría hacia Lisboaen febrero de 1806. Con graves pro-blemas económicos para costearse elviaje y todos los efectos que llevabaconsigo, finalmente fue ayudado porun agente de la Real Compañía Fili-pina en Cantón, quien le prestó los2.500 pesos que necesitaban y que leserían reembolsados por las arcasreales a su llegada a España. Las últi-mas misivas de Balmis al ministroCaballero remitidas desde Cantónnos informan no sólo sobre sus acti-vidades y los motivos de su prematu-ro regreso a España, sino tambiéndel tiempo que había consumido enaprender arte chino y en acercarse alas peculiaridades de la medicina, ci-rugía, farmacia, física y química pro-pias de la ciencia tradicional autóc-tona. También recopiló cientos dedibujos de flora asiática y diez gran-des cajas de plantas exóticas condestino al Jardín Botánico de Ma-drid162. Finalmente, en dichos docu-mentos incluyó una emocionadamención a Isabel Sendales y Gómez,conmovido por su generosidad y suactuación impecable a lo largo delviaje que la habían hecho, tambiéna ella, enfermar.

162 Crf. SMITH, M. ( 1974) Op. cit., p. 60.RAMÍREZ MARTÍN, S. (2002), Op. cit.,pp. 56-57.

resultaron fallidos– de introd u c c i ó nde la vacuna en Cantón desde Bom-b a y, Madrás, Bengala y Malasia. Pesea ello, nada se pudo hacer para ven-cer la resistencia de las autoridadeschinas y sólo se consiguió vacunar apoco más de veinte personas1 6 1. Bal-mis no dejó de comentar irónica-mente que los intereses comercialesde la Corona británica habían recibi-do un regalo por parte del Rey espa-ñol y tanto el monarca como los pro-pios directores de la Compañía deFilipinas se indignaron con los agen-tes locales de la misma por su deja-dez. Sin embargo, los puntos de vistade éstos eran muy distintos: conside-raban que habían hecho todo lo quehabían podido para persuadir a loschinos e, incluso, que habían conse-guido contactar con un importantelíder de la comunidad de Cantón,Pan Ke Kua, quien les dijo que losoficiales tenían otras cosas muchomás importantes de las que ocuparse.Un suceso puntual, la muerte violen-ta de un ciudadano chino en la colo-nia portuguesa, había creado una cri-sis diplomática que tampoco ayudó amejorar la situación.

Ya no quedaba otra cosa que ha-cer más que volver a España, vuelta,por otro lado, que Balmis ya estabapreparando desde su llegada a Ma-

161 Balmis a Caballero. Archivo General deIndias. Sección: Indiferente General, leg.1558-A.

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Fig. 25. Reglamento de vacunaciones editado en Manila (1809). Archivo Generalde Indias de Sevilla.

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Santa Elena, junio de 1806 - Ma-drid, diciembre de 1806

Siendo conocedor de que el largoviaje de vuelta a Portugal –unoscuatro meses– incluía una escala enla isla británica de Santa Elena, lle-vó el Director consigo una porciónde vacuna con objeto de introducir-la en aquella isla. Aunque le costóconvencer al Gobernador, RobertPatton, de la necesidad de la vacu-nación, tras dictar una serie de con-ferencias dirigidas a los médicos lo-cales y a ciudadanos distinguidos, eindicar que, en último caso, se trata-ba de una invención inglesa, final-mente la autoridad dio su autoriza-ción y se vacunaron todos los niñosde Santa Elena. La víspera de su par-tida, el día 16 de junio, tras una co-mida con Patton, éste dio a Balmisun paquete sellado que había llega-do de Inglaterra hacía ya variosaños. Dentro, al abrirlo, encontróuna porción de linfa y unas instruc-ciones escritas a mano por el propioEdward Jenner que nadie había uti-lizado.

El 17 de junio el Bom Jesus deAlem dejó Santa Elena rumbo a Lis-boa, donde arribó la tarde del 14 deagosto. Casi inmediatamente, Bal-mis escribió a Caballero para darlecuenta de los últimos avatares delviaje, incluyendo información sobrelos ejemplares de plantas que había

traído para el Jardín Botánico y queestaban custodiadas en la embajadaespañola y, naturalmente, para soli-citarle ayuda financiera que le per-mitiera viajar a Madrid. Tras unabreve estancia en la capital lisboeta,Balmis alquiló un carruaje y volvió ala capital del Reino, viajando pron-to a San Idelfonso, donde Carlos IVhabía establecido la Corte. El 7 deseptiembre de 1806 fue recibido porel Rey, quien se congratuló y le feli-citó por el éxito de la empresa, lomismo que el resto de la Corte. Fuesu gran día de gloria.

5.4. Los acontecimientos posterio-res a la llegada de Balmis a Es-paña

Como resultado de los conflictosarmados de España con Francia e In-glaterra, el contacto de Balmis conel resto de los compañeros de la Ex-pedición que habían quedado en lascolonias, fue mínimo. Existe unadocumentación dirigida a Gutiérrezen la que le hace partícipe de la nue-va situación política y en agosto de1808, tras la llegada de José Bona-parte – al que Balmis se niega a juraracatamiento, siendo por ello pros-crito y confiscados sus bienes – su-giere a su ayudante que, en el nuevoorden de cosas, debería Gutiérrezconsiderar volver a la metrópoli;aunque tampoco se olvida allí de pe-

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dirle un informe sobre cómo habíaido la vacunación en México en losúltimos tiempos. Durante la ocupa-ción de las tropas francesas en Ma-drid, la casa de Balmis fue saqueaday es posible que en ese momento seperdiera uno de los tesoros más pre-ciados, el diario detallado del propioDirector de la Expedición.

Vemos a Balmis en Sevilla y mástarde, en Cádiz, tras su huida de Ma-drid. Allí fue uno de los primeros enformar parte de la Junta Central queasumió el control del País en ausen-cia del Rey. En diciembre de 1809recibió noticias de la expediciónSalvany, una serie de breves escritosenviados desde La Paz, donde dabacuenta de su paso por los Virreinatosde Perú y Nueva Granada, así comosu deseo de ir a Buenos Aires.

Pese a la ocupación y la situacióntan convulsa que se estaba viviendoen España, el 30 de noviembre de1809 la Junta Central autoriza al mé-dico-cirujano alicantino a volver aNueva España para revisar las estruc-turas organizativas creadas duranteel viaje anterior. En febrero de eseaño parte precipitadamente desdeCádiz, huyendo esta vez de los ata-ques británicos sobre las costas anda-luzas rumbo a la colonia americana.Pero el México al que retornaba Bal-mis era muy diferente de la tranquilacolonia que había dejado en 1805. Elque había sido su enemigo, el Vi r r e y

I t u r r i g a r a y, había sido destituido y ensu lugar estaba Francisco Xavier deLizanza y Beaumont, Arzobispo deMéxico, quien, a su vez, fue sustitui-do por Xavier de Venegas. Entre lasituación convulsa en la que el paísestaba inmerso y su propia participa-ción en contra de la invasión france-sa en algunas ciudades como Va l l a-dolid o Xalapa, hicieron que desde elpunto de vista de su objetivo cientí-fico, nada pudiera hacerse. Balmisvolvió a España en agosto de 1811,según documentos que constan enlos archivos mexicanos y que estudióM. Smith (1974), aunque Díaz deYraola (1947), señala que no alcan-zó Cádiz hasta el 15 de febrero de1813 y que, unos días más tarde, pre-sentó a las Cortes españolas un in-forme sobre los avatares de la vacu-nación en Nueva España. Lasguerras independentistas destruye-ron las redes de vacunación creadastan laboriosamente, la conservacióndel fluido vacuno fue esporádica y enla mayor parte de las ciudades no eraposible aplicar la medida preventivacontra la viruela.

El 11 de marzo de 1813, Balmisinforma a las Cortes que ha recibidonoticias sobre la muerte de Salvanyen La Paz. Seis años más tarde, el 12de febrero de 1819, fallecía Balmisen Madrid a los sesenta y seis años.

¿Qué fue del resto de los miem-bros de la Expedición que había par-

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tido del puerto de La Coruña aquelya lejano día de 1803? Los datos dis-ponibles nos dan a conocer queFrancisco y Antonio Pastor volvie-ron a España en 1810. Miguel Lerdode Tejada, quien conoció personal-mente a Antonio Gutiérrez, relatóen su historia sobre la ciudad de Ve-racruz 1 6 3que vivió en la ciudad de

México hasta su muerte. Gutiérrez,considerado uno de los más presti-giosos médicos de la ciudad de Mé-xico, recibió una pensión del gobier-no mexicano como Directoremérito de una de las salas del hos-pital de San Andrés. Isabel Sendalesy Gómez posiblemente se quedó avivir en Puebla de los Ángeles.

163 Cfr. SMITH, M. (1974), Op. cit., p. 68.

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VENEZUELA CONSOLADA

Obra original encontrada en1880 entre los papeles de Juan Vi-cente González que poseía AntonioLeocadio Guzmán. Se publicó porprimera vez en las Poesías de AndrésBello, preparadas por Miguel Anto-nio Caro, Madrid, 1882. El motivocentral del drama, la vacuna contralas viruelas, nos induce a pensar quees poco posterior a 1804.

Personajes: VENEZUELAEL TIEMPONEPTUNOEL TEATRO REPRESENTAUN BOSQUE DE ÁRBOLESDEL PAÍS

ESCENA I (VENEZUELA APA-RECE EN ACTITUD DE TRIS-TEZA)

VENEZUELA – Errante pasajero,dime ¿en qué triste sitio contempla-ron tus ojos un dolor semejante al

dolor mío? Tú, que en mejores díasviste el hermoso brillo con que Na-turaleza ostentó su poder en mis do-minios, hoy a los dolorosos acentoscon que explico al universo tod a smis desventuras, une tus gemidos...de gozo y regocijo, estación de abun-dancia, alegre imagen del dorado si-glo, ¡Qué pronto en noche oscura oshabéis convertido! ¡Qué tenebrosasombra sucede a vuestro lustre pri-mitivo!

ESCENA II (Dicha; El Tiempo)

TIEMPO – Desusados clamores enel feliz recinto de Venezuela escu-cho; antes todo era cánticos festi-vos. Más ya no se percibe el acordesonido de gratos instrumentos ni dedanzas alegres el bullicio. Por todaspartes oigo sólo quejosos gritos y las-timeros ayes; pavor, tristeza, anun-cia cuanto miro. Deliciosas provin-cias, frondoso y verde hospicio de la

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ANEXO:ANDRÉS BELLO (1781-1865),Rector de la Universidad de Chile

Obra Teatral:VENEZUELA CONSOLADA (ca. 1804)

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rica Amaltea, ¿qué se hicieron, de-cidme, los corrillos de Zagalas, alco-res de pastores festivos, que hacían ala tierra envidiar vuestro júbilo con-tinuo? Pero sobre la alfombra de esteprado mullido, a Venezuela misma,si no me engaña la aprehensión, di-viso. Venezuela es sin duda... y surostro abatido, sus inmóviles ojos deprofunda tristeza dan indicios. Diosade estos confines, ¿qué funestos mo-tivos a tan fatal extremo de afliccióny dolor te han compelido? ¿No erestú Venezuela? ¿Falta acaso a tus hijosdel español monarca la amorosa tu-tela y patrocinio?

VENEZUELA – Sí por venturaguardas ¡oh Tiempo! En tus archivosla historia de infortunios que pue-dan compararse con los míos; si tanlúgubre escena vieron jamás los si-glos, condena entonces, Tiempo, elextremo de angustia en que memiro. Las atroces viruelas, azotevengativo de los cielos airados, ejer-cen su futuro sobre mis hijos. La at-mósfera preñada de vapores malig-nos, propaga a todas partes conpresteza terrible el exterminio. Enlas casas y calles, y sobre el sacro qui-cio de los templos, se miran cadáve-res sin número esparcidos. Del en-fermo infeliz, huyen despavoridoscuantos en su semblante ven de lapeste el negro distintivo. ¡Qué lúgu-bres objetos! Aquel deja al recintode sus lares impuros una familia, y

busca en los pajizos campesinos al-bergues un saludable asilo; más allá,separado del seno de la madre deltierno niño, y al degrado por manosextrañas conducido, el maternal so-corro implora en vano con agudosgritos. Aquí expira el anciano sin elpequeño alivio de que cierre siquie-ra sus fallecientes párpados el hijo.Allí noto que arrojan al hoyo con-fundidos en espantosa mezcla concadáveres yertos cuerpos vivos. Pues¿cómo, cuando escenas tan tristesexamino, te admiras de que acudallanto a los ojos y a la voz quejido?

EL TIEMPO – No, Venezuela, nun-ca más fundado motivo las lágrimastuvieron, que el que tienen las tuyas;desde el sitio de brillantez y gloria aque los beneficios del trono te ensal-zaron, hoy te despeña al más profun-do abismo de horrores y miserias, esecontagio impío que tus hijos devora,esas viruelas cuyo agudo filo por to-das partes lleva el luto, el extermi-nio, y en soledades vastas deja tusterritorios convertidos. Llora, pues,tu miseria, llora tu lustre antiguo ytus pasadas glorias, de que estaba en-vidioso el cielo mismo. Laméntateen buena hora; a tu dolor crecido,Venezuela, no puedo yo mismo,siendo el Tiempo, dar alivio, Y así...Pero ¿qué escucho? (Se oye músicaalegre).

VENEZUELA – ¿Sueño, cielos?

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EL TIEMPO – ¿Delirio?

VENEZUELA – ¿No siento alegresvoces?

EL TIEMPO – ¿Regocijados sonesno percibo?

CORO – Recobra tu alegría, Vene-zuela, pues en tu dicha el cuartoCarlos vela.

UNA VOZ – ¡A las próvidas leyesdel mejor de los reyes debías la ri-queza, la cultura, la paz apetecida!Hoy la salud, la vida, dádivas sontambién de su ternura.

CORO – Recobra tu alegría, Vene-zuela, pues en tu dicha el cuartoCarlos vela.

VENEZUELA – ¿No sabremos decirde dónde vienen tan gozosos acen-tos?

EL TIEMPO – Apartando los enra-mados árboles, camina hacia noso-tros, con ligero paso, un incógnitonumen. Su cabello húmedas gotasvierte, y coronado está de algas ma-rinas; pero juzgo reconocerle ya,pues en las manos conduce el grantridente.

ESCENA III (Dichos, Neptuno)

NEPTUNO – Mi venida es de darosconsuelos. Cese el llanto. La quejainterrumpid. Yo soy el numen aquien presta obediencia el mar sala-do; Neptuno soy, que...

VENEZUELA – (con espanto) Vetede mis ojos; para siempre, retírate. Elamargo conflicto en que me miras,¿de quién vino, sino de ti? Mi dolo-roso estado otra causa no tiene quetú solo; al dulce abrigo del monarcahispano, venturosa y pacífica vivía,las plagas y los males ignorando queal resto de la tierra desolaban. Sunombre augusto en inmortales can-tos bendecir, celebrar sus beneficios,era la ocupación, era el cuidado queel cielo me imponía. Los favores go-zaba alegre de su regia mano, cuan-do en infaustas naves me trajiste delas viruelas el atroz contagio. ¿Cómopretendes, pues, que Venezuela sinturbación te mire y sin espanto?

NEPTUNO – Tus lágrimas enjuga,Venezuela; los cielos de tu pena seapiadaron; ya no verás a tus dichososhijos con tan horrenda plaga señala-dos; ya Carlos de tus pueblos la des-tierra para siempre.

VENEZUELA – ¡Qué dices! ¿Puedeacaso el humano poder?...

NEPTUNO – Escucha atenta losbeneficios de tu augusto Carlos. Ytú, Tiempo, conserva en tus archi-vos para siempre el más grande y se-ñalado suceso que jamás vieron lossiglos desde que su carrera comenza-ron. En la fértil provincia de Glo-cester, a la orilla del Támesis britá-nico, aparecieron de repenteheridos de contagiosa plaga los reba-

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ños. A los cuerpos pasó de los pasto-res el nuevo mal; y cuando los hu-manos el número juzgaban de laspestes por la divina cólera aumenta-do notaron con asombro que veníaen aquel salutífero contagio encu-bierto un feliz preservatorio que lasnegras viruelas respetaron. Jennertuvo la dicha de observarle; y de suterritorio en pocos años desterró fe-lizmente las viruelas, el contagio va-cuno propagando. ¿Qué acogidaimaginas que daría la ternura bené-vola de Carlos al gran descubrimien-to que liberta a sus queridos pueblosdel estrago de las negras viruelas? Almomento escoge profesores ilustra-dos y un sabio director cuyas fatigasllevan hasta los puertos más lejanosde sus dominios el precioso fluidoque de viruela libra a los humanos.Sí, Venezuela; alégrate; tus playasreciben hoy el venturoso hallazgo deJenner, que te envía, como muestrade su regia bondad, tu soberano. Ha-llazgo que tus hijos te asegura, quede vivientes llena los poblados quelibran de temores la belleza; y, dan-do a la cultura nuevos brazos paraque en tus confines amanezcan díasalegres, puros, sin nublados, el gozote dará con la abundancia, y la feli-cidad con el descanso.

VENEZUELA – ¡Oh gran Dios!¿Conque al fin las tristes quejas deVenezuela a tu mansión llegaron?¿Conque nos miras ya compadecido?

Al eterno cantad regocijados him-nos, ¡oh pueblos! Que debéis la viday la salud a su potente brazo; que re-suene su nombre en las eternas bó-vedas; y después que el holocaustode gratitud ante su trono excelso ha-yáis humildemente tributado, hacedtambién sinceras expresiones de re-conocimiento al soberano. Del máscumplido gozo dad señales, y publi-cad en otro alegre canto la gran ven-tura de que sois deudores a su pater-no, cuidadoso amparo.

EL TIEMPO – ¿Y nosotros qué ha-cemos, que en tal día todos nuestrosesfuerzos no juntamos para solemni-zar el beneficio que recibe este pue-blo de sus manos? A ti, Neptuno, elcetro de los mares los supremos des-tinos entregaron. Pomona enrique-ció de bellos frutos, Venezuela, tuclima afortunado; y yo, que soy elTiempo, a mi capricho rijo las esta-ciones y los años. ¿Por qué, nuestrasfunciones reuniendo, suceso tan fe-liz no celebramos?

NEPTUNO – Tienes razón; aguar-da. Roncos vientos que subleváiscon vuestro soplo airado las brama-doras ondas, tempestades, furiososhuracanes, sosegados, y en el impe-rio todo de las aguas, la dulce calmareine y el descanso; respetad este díaventuroso; y dondequiera que miréislas naos de la dichosa expediciónque trae tantos bienes al suelo ame-ricano callad y respetadla. Habita-

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doras de los marinos, húmedos pala-cios, rubias Nereidas que de frescasovas lleváis vuestro cabello corona-do, formad alegres danzas; y voso-tras, blancas Sirenas, que dormíscantando al navegante, haciendoque le sea grato el morir, dulcísimoel naufragio, entonad himnos nue-vos y acompañen los roncos caraco-les vuestro canto, los móviles Trito-nes difundiendo alegres ecos por elvasto espacio.

CORO DE NEREIDAS: El reino deAnfitrite con júbilo repite el nom-bre siempre amado de Carlos Bien-hechor.

C ORO DE TRITONES – Y luegoque le escucha se aplaca el Pontoundoso y el austro proceloso refrenasu furor.

EL TIEMPO – Yo de notables he-chos la memoria a las edades veni-deras guardo, y fama doy gloriosa albuen monarca, al gran guerrero y alministro sabio; Mas a los beneficiosdistinguidos que la suerte del hom-bre mejoraron, doy un lugar brillan-te en mis anales y en inmortalizarlosme complazco. Por mí suena en latierra todavía el nombre de los Titosy Trajanos, y sonará mientras deblandas fibras tenga el hombre supecho organizado. Yo daré, pues, atu feliz memoria, Carlos augusto, uneminente rango; y al lado de las tu-yas las acciones de los Césares, Pi-

rros y Alejandros, quedarán parasiempre oscurecidas... Siglos futuros,a vosotros llamo: salid del hondoseno en que os oculta a la penetra-ción de los humanos el velo del des-tino; y a presencia de Ve n e z u e l a ,pronunciad los cantos con que ha-réis resonar en algún tiempo el claronombre del augusto Carlos. Celebrecon eterna aclamación el hombre elsiempre claro nombre de Carlosbienhechor. Jamás el merecido títu-lo que le damos sepulte en el olvidoel tiempo destructor.

VENEZUELA – Y yo que el testi-monio más brillante debo hacer deternura al soberano, ¿qué mejor ala-banza puedo darle, que monumentomás precioso y grato levantar a susojos, que su nombre con indeleblesletras estampado en los amantes pe-chos de mis hijos? Sí, yo te ofrezco,yo te juro, Carlos, que guardarán lospueblos tu memoria, mientras pecesabriguen el mar salado, cuadrúpedosla tierra, aves el aire, y el firmamen-to luminosos astros. Yo te ofrezcocubrir estos dominios de celosos ydóciles vasallos, que funden su ven-tura y su alegría en prestar obedien-cia a tus mandatos. Te ofrezco derra-mar sobre estos pueblos, que tusleyes respetan prosternados, fecun-didad, riqueza y lozanía, dorados fru-tos, nutritivos granos. Yo te jurotambién que con perenne aclama-ción repetirán sus labios: “¡Viva el

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digno monarca que nos libra de lasviruelas! ¡Viva el cuarto Carlos!Hombre, mujer, infante, todo mor-tal que pise estos confines, cante aCarlos bienhechor. Publique Vene-

zuela que quien de nuestro climalanzó la atroz viruela, fue su paternoamor”. (Se repite)

FIN DE LA OBRA

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MAPAS

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