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cultura, política y otros desaciertos Bs 5.00 ¡El 2º domingo de cada mes! Diego Loayza examina las profundidades de la obra de David Cronenberg / Peronismo y fútbol visitados por Mariano Schuster Las notas sobre Bolivia en la legendaria Amauta / Mario Murillo reseña la más reciente antología de literatura boliviana El único tema de consenso nacional es que la justicia está desquiciada y se deben aplicar correctivos urgentes. La República fue incapaz y el Estado Plurinacional tampoco logró arreglar la justicia del país. Boaventura de Sousa Santos Inédito sobre la situación de Dilma en el inicio del nuevo mandato Año 2 | Noviembre 24 Ilustración: Julián Loayza y Carmen Pérez Justicia Plurinominal no es una crisis, es un desquicio Ayotzinapa #NoEstamosdeLutoEstamosEnLucha

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cultura, política y otros desaciertos Bs 5.00

¡El 2º domingo de cada mes!

Diego Loayza examina las profundidades de la obra de David Cronenberg / Peronismo y fútbol visitados por Mariano Schuster Las notas sobre Bolivia en la legendaria Amauta / Mario Murillo reseña la más reciente antología de literatura boliviana

El único tema de consenso nacional es que la justicia está desquiciada y se deben aplicar correctivos urgentes. La República fue incapaz y el Estado Plurinacional tampoco logró arreglar la justicia del país.

Boaventura de Sousa SantosInédito sobre la situación de Dilma en el inicio del nuevo mandato

Año 2 | Noviembre

24

Ilustración: Julián Loayza y Carmen Pérez

Justicia Plurinominal no es una crisis, es un desquicio

Ayotzinapa#NoEstamosdeLutoEstamosEnLucha

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2 La Paz, noviembre de 2014

Consejo editorial: Susana Bejarano, Nicolás Laguna, Mario Murillo, Eduardo Paz, Verónica Rocha y Amaru Villanueva.Contacto: [email protected]: @El_DesacuerdoFacebook: facebook.com/eldesacuerdoSitio web: www.eldesacuerdo.comDiseño: Sergio Vega [refugio del Artillero, estudio-taller]Diagramación: Jesús RodríguezIlustraciones: Al-azarDepósito legal: 4-3-33-13

cultura, política y otros desaciertos

n Pablo Cingolani

Cada cual debería tener su mapa. En la cartografía de mi existencia, hay recurren-cias, rutas señaladas, hitos brillantes, mar-cas de antigua data y sitios que son imanes. Uno de estos últimos es un bar cuyo nombre lo devela: La frontera. Está ubicado en La Quiaca, epítome de lo que es frontera, y esto no lo supe hasta que me lo informaron: mi vida y la vida del bar fueron casi juntas a lo largo de los últimos treinta años. ¿Será posi-ble tal correspondencia? Vaya uno a saberlo. Lo que sí me consta es que el bar, desde el momento que se cruzó conmigo, siempre estuvo ahí y nunca cambió. Resistió, altivo y sereno, los embates de la modernización forzada que vivimos todos por estos lados del mundo. Pero el bar sigue siendo el mis-mo: un bodegón en el medio de la puna, una fonda en el nervio fronterizo, una pascana a uno de los lados de la raya.

El ritual en La Frontera fue siempre pró-

digo. Llegabas mutilado, hachado, sediento a mares, alucinado de hambre, llegabas con toda la arena a cuestas y el ardor del cuarzo y los brillos de los cerros espolvoreados por tu cuerpo, llegabas y te derrumbabas en una silla, frente a una mesa. Un dependiente, acaso un mozo, alguien, acudía.

El menú era tan escueto que me lo

aprendí de memoria: asado o milanesa con papas fritas o puré pero eso sí, en todas sus combinaciones posibles, descartando desde ya que alguien ose elegir comer puré con papas fritas o viceversa. En suma, el menú

en La Frontera eran esos sentenciosos cua-tro platos –la globalización gastronómica a la argentina- pero cuando llegabas al sitio aguijoneado por los caminos, desesperado por mascar algo más que aire, rumbeabas a la mesa y sabías –este es el secreto-, sabías que te esperaba uno de ellos y, esto es lo mejor, sabías también que no te defrauda-ría. Que comerías como un sultán en medio del desierto, qué volverías a recobrar el lazo nutriente con las energías del cosmos, que te ibas a regocijar con el jugo de la carne de la vaca, gloriosa vaca, bendita vaca, y que cuando sintieras crujir a la papa en tu boca, todos los abismos quedarían atrás, todas las distancias se licuarían, y vos, de puro placer sensual, de puro sentirte bien, reconfortado, te sentirías por un momento y una eterni-dad, el rey del mundo.

Pero esto no era todo. Falta algo esencial.

Falta la mojadura del banquete de los anda-riegos. Falta aplacar la sed y complementar el bolo alimenticio con algo que f luya, con el ingrediente líquido. El océano donde perder-se de alegría. El arroyo cristalino que te salva y que redime tus pasos. Falta que te metas entre pecho y espalda un buen vaso de vino tinto, enloqueciéndolo con un buen chorro de soda. Entonces sí: ya no sólo eres el rey del mundo sino que eres el rey del mundo en una fiesta, el día de tu coronación ha llegado y lo estás viviendo.

El vino es danza perpetua y cuando lo

inoculas en tu ser, activa hasta la más míni-ma y absurda de tus moléculas, potencia la sangre, la aclara y la embellece, y eso incide

de manera directa en todos tus sentidos. Es por eso que te elevas, te empiezas a elevar, y al principio no lo entiendes, pero luego ad-viertes porqué ves tan claro todos los cami-nos, ves tan nítidos todos los destinos y el destino mismo: es porque estás arriba, por-que subiste, porque te has elevado, como te iba diciendo. El vino es la alfombra mágica y su pista de despegue no es otra que el bar La frontera, La Quiaca, la puna, los Andes, centro sur oeste de Sudamérica.

Luego, regresas a la mesa y calibras con

tus ojos, ojos que ahora ven el destino de frente, a tus compañeros de sitio. Antes, tu concentración estaba puesta en un plato de delicias y una copa milagrosa. Ahora, resuci-tado y volando, puedes aterrizar en medio de la humanidad que te rodea. A veces, no hubo nadie más que uno y sus sentimientos. Pero otras veces, he encontrado en el ámbito austero del local, a seres tan extremos como las coordenadas geográficas que nos junta-ron. Estaban allí , igual que uno, comien-do ese suculento bife, embuchándose el elixir de alboradas. Podían ser mineros o vagabundos. Poetas o parias, que en el fondo es lo mismo.

Uno de ellos me trató de convencer,

una noche perdida en la misma noche, de que todo el oro del mundo nos estaba es-perando en algún lugar de la puna. Todo-el-oro-de-la-puna: el impetuoso tenía el mapa que le heredó un abuelo que había cateado los despoblados, hacia el oeste, hacia Chile, hacia la nada. Otra vez nos conversamos con uno de esos maestros de escuela que trabajan en esos pueblos olvidados de tanto olvido, se me olvidó que te olvidé a mí que nada se me olvi-da, como dice esa canción desgarrada. El hombre quería hacer la revolución social, y salvar a los pobres, y quería sumarme a sus filas: arranqué para los lados de Atacama. Unos changos cargaban guita-

rras y panderetas. Eran un grupo de blues, de rock, de amor, de dolor, de devoción, de sueños: iban en busca de América pero no de cualquier América, sino de una que les par-tiera la cabeza y amarrara su corazón.

Un antropólogo buscaba un cactus es-

pecialísimo, y te juraba que no pararíamos hasta Neptuno. Un tipo medio destem-plado y limado el pobre, como Lady Gaga firma autógrafos, había firmado cheques sin fondo en una ciudad del sur y estaba de huida a Bolivia. Un ex trapecista de cir-co, ex mago de circo, ex domador de leo-nes de circo, me preguntaba si no había visto alguna carpa grande, carmesí y azul, por donde había venido. Un devoto de la Virgen de Quillacas me aseguró que no se detendría hasta su altar pero que no tenía la más puta idea de cómo llegar: hicimos su mapa en una servilleta. Un vendedor ambulante de libros cambió la edición popular de Diez días que conmovieron al mundo por una jarra de combustible espiritual y díganme ahora que la litera-tura no vale nada. Mientras tanto, mien-tras todo eso sucedía, íbamos tomando de a sorbos el vino fuerte del encuentro, el vino honesto de lo fraterno, mientras afuera el sol rajaba el universo o las estre-llas se encendían para agasajarlo.

Salir del recinto, salir del bar La fron-

tera, era como salir de la caverna, era como salir del oráculo. Siempre sabías hacia donde debías ir, te devolvía certezas (que costaban el precio módico de un pingüino de vino espeso), te iluminaban allí aden-tro y te iluminabas por dentro. Sentías que a pesar del frío, a pesar de la distan-cia, a pesar de todo, la misión no estaba concluida. Y te echabas a andar, volvías al camino, y no mirabas atrás y menos decías adiós. Ese es el aguante: simplemente, te ibas. Simplemente, sentías: volveré, y se-guías tu rumbo, seguías tu vida.

Pablo Cingolani con su profunda y maravillosa pluma nos relata de manera ficticia –o no- como transcurre la vida en esos lugares donde pareciera que no pasa nada, esos lugares donde el tiempo se detiene, la miseria pasa y la humanidad se acerca. En esos lugares de las historias duras y reales… como la vida misma.

Bar La Frontera

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3La Paz, noviembre de 2014

Un texto sobre la presencia boliviana en la revista que fundó y dirigió José Carlos Mariátegui. Paz muestra cómo, los que nos antecedieron, supieron sortear con mejor éxito muchos de los empantanamientos teóricos que nos acechan en la actualidad.

n Eduardo Paz Gonzales

Treinta y dos números le bastaron a Amauta para ser parte legendaria de la heren-cia del pensamiento latinoamericano. Esta re-vista, fundada y dirigida por José Carlos Ma-riátegui hasta su muerte en 1930, constituye uno de los esfuerzos más prolíficos de crítica, pensamiento social y arte que han tenido lugar en el Perú. En sus páginas encontramos textos diversos, tanto clásicos como novedosos para su tiempo, los cuales, sin embargo, mantienen en líneas generales pertinencia para entender los devenires del pensamiento político del con-tinente. Las firmas con las que contó Amauta son diversas pero de una calidad asombrosa: César Vallejo que escribe una crítica de los “is-mos” de principio de siglo; poesía de José M. Eguren, Gamaliel Churata y Pablo Neruda; una aproximación desafiante de Mariátegui a la li-teratura popular, junto a textos suyos sobre el marxismo y su apropiación latinoamericana. Todo acompañado por textos de Marx, Rosa Luxemburgo, Bujarin y decenas de colabora-dores en el continente.

De esta gesta aventurada Bolivia no quedó

al margen y, aunque su participación es modes-ta en el conjunto de artículos, existen aportes específicos de gran relevancia. Sin duda la ma-yor parte de los aportes se refieren o provienen del Perú, pero Bolivia contribuye de un modo generoso: el catálogo de Amauta consigna diez artículos de política relacionados con Bolivia así como nueve espacios de poesía boliviana en la que es figura excluyente Oscar Cerruto que con-tribuye con ocho de las nueve. Existen también tópicos en los que Bolivia figura poco: en litera-tura boliviana se tiene un escrito de Diez de Me-dina (“La clara senda”) y ninguna contribución en obra pictórica. Así, los aportes sobre Bolivia no son ni los más ni los menos.

Cabe anotar que existen otras contribu-

ciones relativas a Bolivia aunque el país no sea el centro de su atención. Así por ejemplo se encuentran textos de Tristan Maroff sobre la situación política en México, o una crítica y acusación del mismo autor al trabajo y pluma mercenaria de Alcides Arguedas. Entre otras cosas también se encuentra una carta que Franz Tamayo dirige a Martí Casanova que éste decide hacer pública al tiempo de polemi-zar con el boliviano. En este intercambio epis-tolar Tamayo y Casanova discuten sobre si es posible rechazar del todo la cultura occidental para asumir un punto de vista absolutamen-te propio y desembarazado de las herencias hispanas. Llamativamente Tamayo aboga por reconocer detrás de esa dicotomía una heren-cia universal de las expresiones humanas que

se expresan con los matices de los espíritus locales. En ese sentido lo propio no excluye lo universal. Escribe Tamayo “Si en España (…) existen elementos culturales (…) que respon-dan a esta necesidad de cultura universal, allí también beberemos como en fuente lícita. (…) Nada de preferencias por razón falsamente sentimental y a priori. Queremos nuestra li-bertad de ir espiritualmente a España, o de no ir jamás a ella, según nuestro grado o nuestra necesidad.”1

La breve cita de la carta de Tamayo tie-

ne al menos dos elementos para destacar: La

problemática que Tamayo enfrenta, vista ya en Creación de la pedagogía nacional, es cómo afirmarse desde el propio lugar, que él sostiene que no pasa por una ruptura tajante con lo universal. Por debajo del problema de Tamayo están por supuesto las circunstancias que impiden que esa afirmación sea algo que se logra de modo, diríamos, vital y espontáneo. Este nodo problemático se realza cuando se advierten ciertas características de muchos de los trabajos relativos a Bolivia que están en Amauta: El sentido de inconclusión de la na-ción, de la propia identidad y de los horizontes comunes frente a la exacerbación reactiva de pulsiones localistas.

La conclusión del párrafo anterior no pa-

rece tan fácil de discernir en algunos casos: si se toma por ejemplo un texto publicado por Tristan Maroff en 19292 y que lleva por títu-

UN RECORRIDO DESDE BOLIVIA POR LA MÍTICA REVISTA PERUANA

Amauta y Bolivia

lo “Bolivia y la nacionalización de las minas”. En este escrito se advierte que el eje de todo el texto es una oposición entre la docena de individuos aliados al capital yanqui que expo-lian las riquezas frente a la depauperación de los trabajadores y un Estado secuestrado por una clase política parasitaria y cómplice del saqueo. En ese sentido parecería que el trabajo de Maroff es básicamente de carácter nacio-nalista incluso si se considera que la solución que él propone pasa por una revolución. En la medida que no detalla cuál es el sujeto de la revolución, el lector puede retener tanto que se trata de una revolución nacionalista como de una revolución socialista. Más aún, cuando Maroff hace una serie de comparaciones de lo que Bolivia no tiene –una carretera, un museo, una ciudad con rasgos respetables– la duda no se disipa. No obstante, las aspiraciones implí-

citas en el texto de Maroff pueden entenderse como parte de una visión modernizante. En ese sentido su nacionalismo alude inevitable-mente a valores que en su momento fueron considerados universales como es el desarrollo.

La conclusión sobre el texto de Maroff se

modifica si se toma en cuenta un escrito in-titulado “Respuesta a Alcides Arguedas”3 en donde concluye que “Los revolucionarios boli-vianos así como los del resto del Continente, trabajan por una patria grande y mejor, sin millonarios y latifundistas insultantes y sin pobres ultrajados.” Todo esto queda dicho en oposición a las acusaciones que se hace a Ar-guedas por falso historiador y hombre inmo-ral. La cita del texto muestra de modo claro que la apuesta de Maroff no es sólo naciona-lista, sino que se acompaña de una suerte de solidaridad continental no entre oligarquías,

sino entre trabajadores. Así la aspiración de carácter moderno se despeja como parte de un programa internacionalista enfrentado con las potencias imperialistas. Las coorde-nadas no son las mismas con las que trabaja y argumenta Tamayo, pero se puede reconocer un sustrato similar que alimenta a ambos: una superación del localismo que sin embargo no sea hecha alienando el nicho social de origen.

El tenor del problema entre la aspiración

universal y la reivindicación de la nación tiene un cariz diferente si se toma en cuenta la plu-ma de los escritores peruanos sobre Bolivia. Uno de los temas que concita interés entre los peruanos es el relativo a la escalada de tensión que se gesta entre Paraguay y Bolivia en los años que preceden a la Guerra del Chaco. Abra-ham Valdez en “La disputa internacional por el Chaco”4 denuncia agudamente las jugadas de las potencias imperialistas en la gestación del conflicto bélico, haciendo uso de gobiernos dé-biles pero además apelando al recurso, en este caso con flagrante demagogia, del nacionalis-mo. Valdez señala que mientras las potencias juegan a modificar las arenas de negociación en un conflicto leguleyo entre Estados Unidos e Inglaterra, hay un cultivo del clima de gue-rra exacerbando el patrioterismo en Bolivia y Paraguay. Es interesante notar que desde esta perspectiva lo patriotero no es parte de una reivindicación de lo propio, sino una forma de construir oposiciones entre trabajadores. Como es de suponer, esta posición viene desde una llamada más abstracta al internacionalis-mo comunista. De hecho en otro número de Amauta hay un mensaje de la Internacional Comunista a los trabajadores de ambos países para que no vayan a la guerra.

Es en este punto donde la ya citada frase de

Tamayo cobra más potencia: “Nada de preferen-cias por razón falsamente sentimental y a prio-ri. Queremos nuestra libertad”. Si bien desde la perspectiva peruana de Amauta la alusión más importante es al internacionalismo, este no es completamente ajeno a quienes defienden las ideas de reivindicar lo propio. No hay que dejar de lado que la misma selección de textos que hace Amauta favorece el análisis simultánea-mente universalista sin abandonar lo propio, selección particular en un mundo intelectual sin duda más ancho. Los colaboradores bolivia-nos/bolivianistas de Amauta no son ajenos a la tensión entre lo local y lo universal pero no ceden a las apariencias de su mutua exclusión. En ese sentido es notable la lucidez de la que se hacía gala hace noventa años. Es lamentable que ese aporte se traspapele y hoy los malabares teóricos de algunos autores nos lleven a empan-tanarnos en lodazales que gente que nos ante-cedió ya supo sortear con mejor éxito.

NOTAS[1] Amauta N° 17, septiembre de 1928. Pp. 86-91[2] Amauta N° 21, febrero-marzo 1929. Pp. 84-93.[3] Amauta N° 25, julio-agosto 1929. Pp. 81-83.[4] Amauta N° 22, abril 1929. Pp. 88-92.

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4 La Paz, noviembre de 2014

n Boaventura de Sousa Santos*

Las elecciones de Brasil suscitaron una gran atención en los medios de comunicación a nivel mundial. En gran medida, estos hicie-ron una cobertura hostil de la candidata Dilma Rousseff, en lo que fueron celosamente acom-pañados por los “grandes media” brasileños. El paroxismo del odio contrario al PT llevó a una revista de amplia circulación, Veja, a encami-narse por una vía probablemente criminosa. El New York Times en ninguna ocasión se refirió a la candidata del PT sin el epíteto de “exguerrillera”. Con la misma inconsistencia de siempre, no se le ocurriría a este periódico, o a tantos otros que siguen su línea, referirse a la “excomunista” Ángela Merkel o al “exmaoísta” Durão Barroso, o incluso al “comunista” Xi Jin-ping, presidente da China. Los intereses que sustentan a esta prensa corporativa esperaban y querían que la candidata del PT fuese derro-tada. El terrorismo económico de las agencias de rating, de The Economist, del Financial Ti-mes y de la bolsa de valores buscó condicionar a los electores brasileños y asumió una virulencia sorprendente, tomando en cuenta la modera-ción del nacionalismo desarrollista brasileño y el hecho evidente de que son sobre todo facto-res mundiales (léase, China) los que afectan el ritmo de crecimiento de países como Brasil.

¿Por qué razón tanta y tan desesperada hostilidad?

[ Los factores externos: la nueva Guerra Fría

Hay razones externas e internas que solo parcialmente se sobreponen. Por ello la nece-sidad de analizarlas por separado. Las razones externas son mucho más profundas que el mero apetito del capital internacional por las grandes privatizaciones del presal y de Petro-bras, o que la violencia de la respuesta del capi-tal financiero ante cualquier límite a su voraci-dad, por muy moderado que sea. Brasil es hoy el ejemplo internacionalmente más impor-tante y consolidado de la posibilidad de regu-lar el capitalismo para garantizar un mínimo de justicia social e impedir que la democracia sea totalmente capturada por los dueños del capital, como sucede hoy en Estados Unidos y está ocurriendo un poco en todas partes. Y Brasil no está solo. Únicamente es el país más importante de un continente donde muchos otros países (Venezuela, Argentina, Chile, Boli-via, Ecuador, Uruguay) buscan soluciones con la misma orientación política general, aunque

diverjan en la dosis de nacionalismo o de po-pulismo (tal y como Ernesto Laclau, no con-deno en bloque ni a uno ni a otro). Además, estos países han procurado construir formas de solidaridad regional que no pasan por la bendición norteamericana, al contrario de lo que sucedía antes.

¿Cuál es el significado global de esta rebel-día? Ella configura una nueva Guerra Fría: ya no entre el capitalismo y el socialismo, sino entre el capitalismo neoliberal global, sin vestigio na-cionalista o popular, y el capitalismo con alguna dimensión nacional y popular, o capitalismo socialdemócrata o socialdemocracia capitalista. Este último capitalismo puede asumir muchas formas y puede llegar a estar presente tanto en Rusia como en China, en India o en África del Sur, o sea, en los llamados BRICS. El fin de la Guerra Fría histórica no fue sólo el fin del so-cialismo en su versión histórica; fue también el fin de la socialdemocracia europea, la única en-tonces existente, pues a partir de ese momento el capitalismo se sintió liberado de su obligación de sacrificar sus lucros inmediatos para garan-tizar la paz social siempre amenazada por la existencia de una alternativa potencialmente más justa. En ese momento terminó el capita-lismo del breve siglo XX y se buscó reconstruir El Dorado, más mítico que real, de la acumula-ción del siglo XIX. Fue entonces solemnemente declarado el fin de la historia y la ausencia de alternativa al capitalismo neoliberal.

Fue así que la Guerra Fría desarmó a la so-cialdemocracia europea. Pero, contradictoria-mente, hizo posible la emergencia de la social-democracia latinoamericana. No olvidemos que América Latina fue una de las grandes víc-timas de la Guerra Fría histórica. Durante este periodo, el capitalismo sólo hacía concesiones socialdemócratas en Europa, pues a ello obli-gaba la tragedia de dos grandes guerras. Fuera de Europa, en cambio, las zonas de influencia del capitalismo eran tratadas con la máxima violencia para liquidar cualquier posibilidad de alternativa. Esa violencia contemplaba guerra financiera, ajuste estructural, desestabiliza-ción social y política, e intervención militar. En África, todos los países que pretendieron una solución socialista fueron puestos en orden, desde Gana a Tanzania y Mozambique. En América Latina, el “patio trasero” del Imperio, Cuba había sido una distracción imperdona-ble. La respuesta fue inmediata. Como decía poco tiempo después de la Revolución cuba-na el enviado de Fidel Castro a varios países de América Latina, Regis Debray, los Estados Unidos aprendieron más rápidamente la lec-

ción de Cuba que la izquierda latinoamericana. También aquí los mecanismos de intervención fueron varios, unos menos violentos que otros, de la Alianza para el Progreso a las dictaduras brasileña, chilena y argentina.

La osadía de América Latina en los últi-mos quince años consistió en construir una nueva Guerra Fría, aprovechando, como en la anterior, un momento de flaqueza del capita-lismo hegemónico. Entrampado desde los años noventa del siglo pasado en el Oriente Medio para saciar el insaciable complejo industrial militar y su avidez de petróleo, el Imperio dejó que avanzasen en su patio formas de naciona-lismo y de populismo que, al contrario de las anteriores, ya no buscaban las exiguas clases medias urbanas, sino la gran masa de los ex-cluidos y marginados. Tenían, pues, una fuerte vocación de inclusión social.

Esta emergencia fue también posible gra-cias a un descubrimiento copernicano hecho por un gran líder mundial llamado Lula da Silva. Ese descubrimiento, simple como todos los descubrimientos genuinos, consistió en ver que el ímpetu democratizador que venía desde la lucha contra la dictadura había prepa-rado a la sociedad brasileña para una opción moderada por los pobres, como el mismo Lula en sus orígenes. Se trataba de una opción que la Iglesia católica había asumido durante un tiempo y luego abandonó cobardemente. No se trataba de socialismo, sino tan sólo de un ca-pitalismo sujeto a algún control político con el objetivo de realizar políticas de Estado relati-vamente desvinculadas de los intereses direc-tos e inmediatos de la acumulación capitalista. Este descubrimiento transformó la naturaleza de la hegemonía en Brasil y se convirtió rápi-damente hegemónica en el continente. Digo hegemónica porque los propios adversarios tu-vieron que usar sus términos para boicotearla y porque su vocación inclusiva se expandió rá-pidamente hacia otras áreas, especialmente a la inclusión étnico-racial. La sociedad brasileña se hacía más inclusiva en el preciso momento en que se reconocía no sólo como sociedad in-justa, sino también como sociedad racista, y se disponía a minimizar tanto la injusticia social como la injusticia histórica étnico-racial.

El hecho de que este descubrimiento no haya quedado confinado a Brasil y se haya pro-pagado a otros países, cada uno con trazos es-pecíficos de sus trayectorias históricas, combi-nado con el hecho de que en otros continentes, por otras vías, surgieron formas convergentes de rebeldía al capitalismo neoliberal supuesta-mente sin alternativa, dio origen a una nueva Guerra Fría. Esta sufriría un golpe fuerte si el país que más avanzó en este campo decidie-se volver al redil neoliberal y se comportara como un buen rebaño, tal como está suce-diendo en Europa, que durante algún tiempo resistió al destino que le fue dictado por la caída del Muro de Berlín.

De ahí la enorme inversión hecha para la derrota de la presidenta Dilma. Al final, el descubrimiento brasileño reveló una vitalidad que, quizá, ni sus propios protagonistas espe-raban. Pero obviamente no se espera que el capitalismo neoliberal global desista. Se sien-te suficientemente fuerte para no tener que convivir con el statu quo europeo anterior a la caída del Muro. Recurrirá pues al boicot siste-mático de la alternativa, por más moderada e incompleta que sea. Tal vez no incluya las for-mas más violentas que en el pasado llevaron a intervenciones de “cambio de régimen” en países grandes de América Latina y que hoy se limitan a países pequeños como Haití (2004), Honduras (2009) y Paraguay (2012). Serán acciones de desestabilización social y política, aprovechando el descontento popular, finan-ciando ONG con posiciones “amigas”, prove-yendo consultoría técnica para el control de las protestas, y así obteniendo informaciones cruciales. Esta intervención será más evidente en países como Venezuela y Argentina, dada la urgencia de poner fin al antiimperialismo chavista o peronista. Pero en todos los países con gobiernos de centroizquierda se esperan acciones de desestabilización interna.

[ Los factores internos: el colonialismo interno

La agresividad de los grandes medios de comunicación se asienta en el interés de la gran burguesía por recuperar el control pleno de la economía y obtener los lucros extraordi-narios de las privatizaciones a ejecutar. En esa medida, la gran burguesía brasileña no es más que el brazo nacional de una burguesía trans-nacional bajo la égida del capital financiero. No habiendo sido capaz de derrotar a la candi-data del PT, seguirá presionando abiertamen-te (y es probable que tenga éxito) para que se conforme un equipo económico instalado en el corazón del gobierno que satisfaga los “im-perativos de los mercados”.

Este brazo brasileño del capital transna-cional arrastró consigo importantes sectores de la clase media tradicional e incluso de la nueva clase media, que es un producto de las políticas de inclusión de los gobiernos del PT. Y también estos sectores asumieron el discur-so de la agresividad que convierte al adversa-rio en enemigo. Este discurso no puede expli-carse únicamente por razones de clase. Hay factores que son específicos de una sociedad forjada en el colonialismo y la esclavitud. Son funcionales a la dominación capitalista, pero operan a través de marcadores sociales, for-mas de subjetividad y sociabilidad que poco tienen que ver con la ética del capitalismo weberiano. Se trata de la línea abismal que separa al pobre del rico y que, por estar lejos de ser sólo una separación económica, no puede ser superada con medidas económicas compensatorias. Puede, por el contrario, ser intensificada por ellas.

ENTRE LA NUEVA GUERRA FRÍA Y EL COLONIALISMO INTERNO

Brasil: la gran división La victoria electoral de Dilma Rousseff no significa un apaciguamiento de las ofensivas capitalistas sobre Brasil. La opción de capitalismo socialdemócrata que maneja el PT está acosado por intereses transnacionales que amenazan con un capitalismo de impronta más violenta. Para el nuevo gobierno el horizonte se divide entre rendirse a estas fuerzas o apostar por transformaciones más profundas.

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5La Paz, noviembre de 2014

Desde la óptica de los marcadores sociales colonialistas, el pobre es una forma de subhu-manidad, una forma degradada de ser que combina cinco formas de degradación: ser ig-norante, ser inferior, ser atrasado, ser vernácu-lo o folklórico y ser perezoso o improductivo. El rasgo común a todas ellas es que el pobre no tiene el mismo color de piel que el rico. Estamos hablando, por tanto, de colonialis-mo inscrito en las relaciones sociales que a menudo se desdobla en colonialismo en las relaciones entre regiones.

El hecho de que el poder político de la épo-ca Lula identificara esta línea abismal y tratara de superarla mediante políticas compensato-rias y de antidiscriminación racial que ayuda-ran a los inferiores al abandono de su condi-ción de inferioridad es un insulto a la nación biempensante y un desperdicio criminal de recursos. En este caso concreto, tuvo también otra consecuencia: el encarecimiento inopor-tuno del servicio doméstico que, tal y como está organizado en Brasil, es una herencia di-recta del mundo de Los amos y los esclavos.

Vale la pena tener en cuenta que el ideario colonialista no es el monopolio de las clases dominantes y sus aliados. Habita en las men-tes de quienes más sufren sus consecuencias. Y habita, sobre todo, en las mentes de aquellos que fueron ayudados a salir de su estatuto de inferioridad, pero que activa y rápidamente se olvidan de la ayuda para pensar tan bien como piensa la sociedad biempensante, la sociedad de este lado de la línea abismal en la que aca-ban de integrarse. Me refiero a los sectores de la llamada nueva clase media.

[ La mejor respuesta

Las razones anteriores no pretenden explicar las diferencias jugadas en la disputa electoral. Únicamente pretenden explicar su agresividad. Una vez ganadas las elecciones, el gobierno tiene que centrarse en las diferen-cias sin olvidarse de la agresividad. No es fácil definir la mejor respuesta, pero es fácil prever cuál será la peor. La peor respuesta será pensar que, como la victoria fue estrecha, el PT sólo consiguió retrasar cuatro años su paso a la oposición y que, siendo así, no vale la pena el esfuerzo de cambiar las políticas seguidas has-ta ahora e incluso tal vez resulte conveniente rebajar el nivel de confrontación con la dere-cha. Esta será la peor respuesta porque, con ella, el PT no sólo podría retrasar cuatro años su pasaje a la oposición, sino que quizá podría tardar muchos más en salir de ella.

Son necesarias, pues, líneas de respuesta que no retrasen derrotas, sino que consoliden la hegemonía de la sociedad más inclusiva y di-versa y obliguen a la derecha a cambiar los tér-minos de la disputa electoral en los próximos años y en función de esa nueva sociedad. Estas líneas de respuesta debieran concentrarse en cinco cuestiones: políticas sociales, la reforma política, la participación popular, justicia y tie-rras indígenas y quilombolas, y una política de los medios.

*Boaventura de Sousa Santos es un intelectual y activista portugués.

Versión editada de su texto para El Desacuerdo. Traducción al español:

José Luis Exeni Rodríguez y Antoni Aguiló.

“La agresividad de los grandes medios de comunicación se asienta en el interés de la gran burguesía por recuperar el control pleno de la economía y obtener los lucros extraordinarios de las privatizaciones a ejecutar. En esa medida, la gran burguesía brasileña no es más que el brazo nacional de una burguesía transnacional bajo la égida del capital financiero.”

La Escuela Normal Rural de Ayotzinapa fue fundada en 1926 con el objetivo de llevar la educación a las poblaciones casi olvidadas de México, con una perspectiva emancipadora, productiva e indígena. Cinco años después, la Normal de Warisata, “la escuela ayllu”, se creó en el altiplano boliviano con orientación emancipadora, productiva e indígena.

Ambas experiencias se encontraron por primera vez en 1940, en el Primer Congreso Indigenista In-

teramericano. Warisata, que ya se había ganado algo de reconocimiento de la comunidad internacional, fue elegida como la primera sede de aquel encuentro, sin embargo conflictos a último momento provo-caron que el evento se realizara en Michoacán, México. El organizador de la cumbre fue el fundador de la Normal de Ayotzinapa, Moisés Sáenz. Allí se presentó y ovacionó una ponencia que resumía los princi-pios ideológicos y educativos de la “escuela ayllu” del altiplano.

Aquella vez, Lázaro Cárdenas agradeció “muy especialmente” a Bolivia por permitir la realización del

Congreso en su país. La triste verdad, sin embargo, es que en La Paz ya había comenzado el boicot a la educación indígena.

De la Normal de Ayotzinapa salieron guerrilleros, maestros comunistas, dirigentes campesinos mar-

xistas y no pocos luchadores sociales durante el siglo XX. En la “escuela ayllu” de Warisata se organizó una de las columnas de resistencia de importancia fundamental para la debacle del neoliberalismo boliviano en el nuevo siglo. Ambas saben de masacres y desapariciones. Ambas saben de ataques desde sus propios estados y gobiernos. Ambas fueron y son cuna de guerreros.

Casi 75 años después de Michoacán, un nuevo puente de lucha y resistencia surge entre estas golpea-

das experiencias de educación para la liberación. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa por parte del Estado mexicano conmueve y convoca a sus pares de Warisata y, como en aquel encuentro de 1940, los unifica y encuentra como parte de un mismo proyecto que no deja de insistir con ese viejo sueño de emancipación y descolonización.

“Con vida los llevaron, con vida los queremos”, se grita en La Paz, al igual que en Buenos Aires o en el

Distrito Federal. A no confundirse. Suena como una de nuestras históricas consignas reclamando justicia para los desaparecidos durante las dictaduras militares, pero no. El reclamo esta vez es por los 43 de Gue-rrero. La herida de Ayotzinapa lastima a toda Latinoamérica. Nos muestra de la manera más violenta que el pasado no está tan lejos como creíamos. Que la noche sigue ahí, a la espera de una nueva oportunidad.

Ahora, como antes, no podemos perder de vista que fue el Estado. Fue un crimen de Estado y los

responsables tienen nombre y apellido. Y como con los delitos de lesa humanidad que cometieron los militares, no nos cansaremos de reclamar justicia y castigo para los culpables. La lucha contra la impuni-dad y el olvido es inseparable de nuestras tradiciones. Desde México hasta Argentina. No olvidamos, no perdonamos.

“No fue el narco, fue el Estado”, se repite con vehemencia y con razón. Si antes fue “el comunismo

internacional” y “los subversivos”, ahora la guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico sirven para consolidar un esquema de criminalización de nuestras sociedades. Sin embargo, los verdaderos delincuen-tes y asesinos no se encuentran en una escuela normal o en la Federación de Campesinos en Guerrero. Ellos están bien incrustados en los engranajes del poder y la institucionalidad. Operan a través de políticos corruptos y emisarios en las casas de gobierno. Entre policías comprados y militares que son parte del “ne-gocio”. Con informantes oportunos y legisladores funcionales. Los nexos del alcalde y la esposa de Iguala con algunos cárteles mexicanos sólo confirman el modelo.

Estas organizaciones están cada día más especializadas y su modelo de negocio más segmentado.

Las economías del narco, la trata, el sicariato, el tráfico de personas y órganos, el secuestro selectivo y el lavado de dinero están articuladas en circuitos y corredores que cruzan todo el continente. Por México pasa la cocaína que se cristalizó en Bolivia o Colombia y que antes fue vendida como pasta base en Perú. Allí operan los tratantes y traficantes de personas que reclutan y secuestran con ayuda de las pandillas de Centroamérica. También circulan las armas que se compran y venden en contubernio con policías y los “comandos” de Brasil, en un negocio bien montado desde Estados Unidos. México nos duele y nos debería doler más porque su tormento está mucho más cerca de lo que imaginamos. Claro que nos incumbe. Las decenas de miles de desaparecidos y los cientos de miles de muertos en esta década también son parte de nuestra realidad.

El 19 de septiembre de 2003, para justificar la masacre y la toma de la Normal de Warisata, un deli-

rante ex Presidente boliviano emitió una orden en la que instruía a los militares el uso de la fuerza necesa-ria “habiéndose constatado la grave agresión de un foco guerrillero”. Misma lógica, casi mismos métodos. Criminalizar, disparar, desaparecer. No estamos tan lejos y el pasado no quedó tan atrás. Ayotzinapa nos recuerda nuestra historia y no podemos desentendernos jamás de ella. Regrésenlos.

VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS

Warisata y Ayotzinapa: Puentesn Boris Miranda

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6 La Paz, noviembre de 2014

En muchos muros de Facebook o cuentas de Twitter leímos: “México hoy duele”, los 43 desaparecidos de las Normal de Ayotzinapa son una muestra más, de la profunda crisis política y social que hoy vive el gran país del Norte. Záyin Villavicencio, intenta a través de este doloroso escrito contarnos por qué hoy, México duele.

n Záyin Dáleth Villavicencio

El 26 de septiembre, un grupo de policías y de sujetos armados abrieron fuego contra un grupo de estudiantes normalistas que se dirigían a realizar una protesta en la ciudad de Iguala, Guerrero, al sur de México. En el aten-tado, seis personas fallecieron, 17 resultaron heridas y 43 jóvenes fueron desaparecidos.

Después de 43 días de especulaciones, el ti-tular de la Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, anunció que por ins-trucciones del alcalde de Iguala, José Luis Abarca, los 43 jóvenes habrían sido asesinados, calcinados y arrojados a un río en bolsas de basura.

La escalofriante noticia sacudió a Méxi-co; de un momento a otro, la esperanza por encontrarlos vivos, se volvió indignación y se convirtió en rabia. Sin embargo, la desapa-rición forzada de los 43, es sólo el último de

una larga serie de horrores que han sucedido en este país al amparo del pacto de impunidad entre el gobierno y las estructuras criminales.

Al respecto, el semanario The New Yorker,

escribió: “Muchos en México se preguntan por qué los 43 desaparecidos han inspirado tal in-dignación en un país que parecía anestesiado ante la violencia a gran escala”. La respuesta es clara: la gente está cansada de la violencia, de la impunidad y de la complicidad del Estado.

Por eso, a los mexicanos nos duele y nos

indigna el crimen de Estado cometido contra los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, pero no nos indigna más que los 22 civiles de Tlatlaya fusi-lados por el Ejército Mexicano.

No nos duele más, que los 25 mil desaparecidos

desde el 2006 y los más de 100 mil muertos que dejó la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón.

No nos indigna más, que la masacre de 72 migrantes en agosto de 2010, en San Fernan-do Tamaulipas, y las más de 600 fosas clandes-tinas con víctimas que aún no han sido encon-tradas, identificadas y cuantificadas.

Ayotzinapa nos duele igual que las muje-res desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juá-rez, que los más de 10 mil migrantes que han sido desaparecidos en el país al intentar cruzar la frontera a los Estados Unidos.

Nos indignan los 43, pero no más, que el ho-

micidio de 15 jóvenes de entre 15 y 20 años, que fueron atacados en enero del 2010, durante una fiesta en Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez. No más que la impunidad, ante el fallecimien-to de 49 niños en el incendio provocado de la Guardería ABC en junio del 2009 en Sonora.

A México le duelen y le indignan, los muertos,

los torturados y las más de 26 mujeres violadas en 2006 por parte de la policía en San Salvador Atenco. Le duelen y le indignan los 45 indígenas, en su mayoría mujeres y niños, que fueron asesi-nadas a sangre fría por paramilitares del PRI el 22 de diciembre de 1997 en Acteal, Chiapas.

Estamos indignados por los familiares

que aun esperan justicia en el caso de los 17

campesinos asesinados a manos de la policía de Guerrero en el poblado de Aguas Blancas el 28 de junio de 1995. Por los cuatro periodistas asesinados y los más de 222 agredidos en Mé-xico en lo que va de este año.

Estamos cansados de la deficiente impar-

tición de justicia y nos indigna que Nestora Salgado, autodefensa de Guerrero y José Ma-nuel Mireles, fundador del movimiento de autodefensa de Michoacán, se encuentran en la cárcel por organizarse para auto protegerse.

Por la criminalización de los jóvenes, de la protesta social; por la complicidad de los medios de comunicación corruptos, por los abusos de poder, por la simulación de las co-misiones defensoras de derechos humanos; por la privatización y venta de nuestros re-cursos naturales, por todo eso, ¡los Mexica-nos estamos indignados!.

Sin embargo, la respuesta al The New Yorker respecto a si “¿podrán 43 estudiantes detonar una revolución?”, aún está por verse y depende primero, de entender que un cambio social siempre ocurre lentamente y que co-mienza con un grupo de ciudadanos descon-tentos e indignados que encuentran la forma de canalizar ese descontento.

México: Los 43 desaparecidos y la historia que avivó la indignación de un país

Fotografías de Záyin Villavicencio

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7La Paz, noviembre de 2014

Escribo estas líneas mientras me informan que ninguno de los restos humanos encon-trados en tres localidades de Guerrero pertenece a los normalistas desaparecidos el día 26 de septiembre en Iguala, México. La pregunta es doble, ¿dónde están los 43 estudiantes?, ¿de quiénes son los restos encontrados?

Me habían pedido que escribiera sobre el caso Ayotzinapa y la justicia en México… No puedo. Y es que no logro atar ambas palabras en una misma frase, no después de esto.

Cincuenta y tantos jóvenes salieron de su escuela un día de septiembre, no sabían lo que les esperaba. Los emboscaron, les dispararon, los golpearon, los torturaron. Hirieron a más de veinte, mataron a tres, desollaron a uno, desaparecieron a 43. En su búsqueda se destaparon decenas de “fosas clandestinas” que escupían cuerpos, huesos, cráneos…. Ninguno correspondía a los estu-diantes, ¿quiénes son, por qué los mataron, quién los mató? ¿Dónde están los 43 estudiantes?

Los 43 desaparecidos están en algún sitio. Las instancias encargadas de Procurar Justicia en el país trataron de matarlos no solo con su silencio cómplice e inacción durante días o cuan-do sus policías disparaban sobre los cuerpos de los estudiantes el 26 de septiembre, intentaron matarlos también con el olvido. El crimen parecía perfecto: declarar a los estudiantes muertos, quemados, reducidos a cenizas, para que fuera imposible el reconocimiento de los cuerpos, y culpar de ello al narcotráfico. Convencer de ello a sus madres, padres y hermanos para que deja-ran de buscarlos. Encarcelar a un funcionario de quinta, tres sicarios confesos del crimen; y caso cerrado. La farsa se televisó en cadena nacional, decenas de periódicos de México y el mundo anunciaban la terrible muerte de los estudiantes a manos del narcotráfico.

La imagen de Peña Nieto, -tan lastimada por las movilizaciones internacionales que co-reaban “vivos los queremos”-, quedaba lavada y planchada para su viaje al Foro de Coope-ración Económica Asia-Pacífico, en China, a donde viajó con su esposa y el maquillista de Televisa para embellecer a la pareja presidencial. Un día después, por cierto, de que se devela-ra su última adquisición: una mansión valuada en 7 millones de dólares. La sensibilidad del Presidente y su entorno no tienen comparación.

Pero el montaje protagonizado por el Procurador General de la República no resultó. Desde el primer minuto los padres y las madres de los jóvenes no lo creyeron, se negaron a aceptar la versión oficial basada en supuestas declaraciones de sicarios, pero sin la presen-tación de pruebas. Los padres y las madres pasaron por locos ante los ojos de muchos, por tercos ante los de otros. Los padres y las madres de los estudiantes dijeron no a esa muerte fabricada, hecha portada en los diarios de México.

A más de 45 días de la desaparición forzada de estos jóvenes la única certeza es que la policía de Iguala se los llevó, el resto son suposiciones. “Los entregaron al cartel Guerreros Unidos”, dice la PGR para excusar un crimen de Estado que hoy devela la putrefacción del go-bierno mexicano y el horror al que somos sometidos sus ciudadanos a diario. “Están muer-tos, calcinados, reducidos a cenizas, y es casi imposible su identificación” sentenció, en resumidas cuentas, el Procurador Murillo Karam, con el claro objetivo de desmovilizar las crecientes protestas en todo el país para que Peña Nieto pudiera asistir a China. Lo lograron parcialmente, Peña Nieto fue a China, pero durante su viaje el Equipo Forense Argentino, designado por las familias de los estudiantes para el caso, informó que los restos encontrados en fosas no pertenecen a los estudiantes, lo que reavivó las protestas.

Aún falta conocer los estudios de los restos encontrados en bolsas plásticas en el río San Juan enviados a una universidad de Austria para realizar pruebas mitocondriales. Y, por ello, los estudiantes no pueden declararse muertos, sino desaparecidos, desaparecidos por el Estado. La búsqueda de los 43 jóvenes debe continuar e intensificarse.

Hoy Ayotzinapa sintetiza lo que México reproduce a diario: desapariciones forzadas, tortura, ejecuciones sumarias, complicidad entre narcotráfico y gobierno, uso del crimen or-ganizado para combatir a los opositores al régimen, impunidad… Ayotzinapa es la repetición de Atenco, Aguas Blancas, El Charco, Acteal, Tlatelolco. Es la barbarie del Estado contra los desposeídos, contra los campesinos, los indígenas, los rebeldes.

Eso, señores y señoras, es vivir en un Estado terrorista, militarizado, corrupto, autoritario, antidemocrático.

Ayotzinapa duele, duele el terror, la impunidad y la burla.

*Rebeca Peralta Mariñelarena es mexicana radicada en Bolivia, licenciada en Estudios Latinoameri-canos por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y egresada de la maestría en Estudios Latinoa-

mericanos por la misma universidad.

Ayotzinapa, el nombre que no deja de dolern Rebeca Peralta Mariñelarena*

[ Las redes sociales el contrapoder

Por ejemplo, ahora para miles de estudian-tes, miembros de la sociedad civil, amas de casa y líderes de opinión que movidos por Ayotzi-napa, comenzaron a asumir un papel más crí-tico y activo, para ellos, exigir la renuncia de Peña Nieto es, por ahora, sólo un ejercicio de libertad y de protesta.

Sin embargo, no podemos negar que des-pués de Ayotzinapa, México es un país distin-to; esos millones de mexicanos que se desbor-daron en las calles, le hicieron saber al mundo a través de las redes que están cansados y no aguantarán más abusos.

La internacionalización del caso de Ayo-tzinapa es una muestra de que si los medios callan, las redes juegan un papel fundamental como un arma para exigir justicia, para infor-mar, para convocar y sobre todo, para derribar el cerco mediático.

Porque mientras las principales televisoras deliberadamente utilizan todos sus recursos para esconder la crisis de credibilidad por la que atraviesa el gobierno mexicano, las redes sociales como Facebook y Twitter arden de ra-bia e indignación contra el gobierno.

Es más, contra la de la estrategia gobiernista de administrar su silencio, las redes sociales co-municaron al mundo lo que la sociedad quería. Llamaron a la acción #AcciónGlobalAyotzinapa; exigieron justicia #JusticiaParaAyotzinapa; alza-ron la voz #1raLlamadaEPNRenuncia y expresa-ron su indignación #YaMeCansé #RenunciaEPN.

[ Administrar el silencio

A diferencia de lo que pasa en las redes, el cerco mediático establecido por el gobierno mexicano, no expresa lo que la sociedad siente y, aunque tampoco se vale de cortar de tajo la libertad de prensa, sí controla la información que ofrecen los medios de comunicación.

A decir de un análisis hecho por Darío Ra-mírez, ex director de Artículo 19 organización defensora de la libertad de expresión, sencilla-mente, los contenidos que difunden por los medios de comunicación, se basan en su gran mayoría en fuentes oficialistas.

Por ejemplo, aunque del 1 de octubre al 3 de noviembre, los diarios de mayor circu-lación en México destinaron 134 primeras planas al tema de Ayotzinapa, sólo entre 1 y 24 por ciento de su espacio lo dedicaron a la postura de las víctimas y hasta el 76 por ciento, a reproducir automáticamente la postura del gobierno.

Por eso en México, los medios hegemóni-cos de comunicación nuca dirán que ya somos ya cientos de miles los que exigimos la renun-cia de Enrique Peña Nieto, por incapaz, por tener una política de silencio frente al crimen y, sobre todo, por la torpe reacción ante la des-aparición y asesinato de los 43 estudiantes en Guerrero.

Así, México ha aprendido en su historia moderna, que cuando hay abusos de poder, las redes sociales tiene que ser contrapoder. Esperemos que esta máxima, perdure en la memoria.

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DOSSIER8 La Paz, noviembre de 2014

n Eduardo Rodríguez Veltzé

[ 1. Romper mitos y prejuicios de la cultura jurídica

Ninguna reforma podrá tener éxito sino se quiebran los mitos, prejuicios y prácticas propias de la “cultura jurídica”, que han con-vertido el derecho en un conjunto de rituales, papeles y procedimientos complejos (muchos de origen colonial, ineficaces y contradictorios) que sólo alejan la justicia a quienes la buscan. La justicia es un servicio universal, accesible y eficiente como la salud, la educación, el agua o los servicios de comunicación.

En Bolivia el acceso a la justicia es limitado, no responde con oportunidad ni confianza a lo que espera la gente y es fácilmente corrompible por intereses personales, económicos o políti-cos. Los abogados y quienes pudiesen cambiar el derecho (políticos, legisladores y burócratas) todavía preservan barreras y usos neocolo-niales, siguen siendo muy conservadores y su aproximación a los problemas no cuenta con suficiente información y buen juicio. La edu-cación legal (en derecho) no se ha renovado y no produce profesionales críticos al sistema, la academia no investiga ni propone, preserva el estado de cosas y produce injustificados costos en las universidades públicas y privadas.

[ 2. Falta diagnóstico e invertir concepto de reformas: de abajo hacia arriba

El diseño de una transformación de la justicia debe estar precedido de información completa y confiable y no sólo de percepciones o asistencia técnica foránea. Es indispensable conocer cómo funciona el sistema: calidad, can-tidad, oportunidad, accesibilidad, confianza y eficacia. Cuáles son las estructuras disponibles para brindar el servicio: recursos humanos, materiales, financieros, participación estatal y ciudadana, y fundamentalmente cual es la dimensión política constitucional que rige su funcionamiento: centralismo o pluralismo ju-rídico, positivismo a ultranza o apertura a los nuevos tiempos que reclaman los bolivianos.

El debate por la transformación de la justi-cia carece de diagnósticos y se concentra única-mente en la cima del sistema, en la dimensión política coyuntural: la modalidad de elección de los jueces de los tribunales de Sucre. No hay coordinación entre los órganos de poder públi-co con el Judicial, el de mayor debilidad insti-tucional a lo largo de la historia. Más del 95%

de los casos que atiende el sistema judicial se resuelven en tribunales inferiores, y el 60% de los municipios no cuentan con juzgados, es por esa base ciudadana por donde debe comenzar la reflexión del cambio.

[ 3. La cultura y la promoción de la paz, con justicias de paz

La Nueva Constitución asume que la cul-tura y la promoción de la Paz es un principio de Estado. La justicia, en general, es el medio más importante para resolver los conflictos en paz. La Justicia de Paz es un espacio a cargo de ciudadanos no letrados (no abogados) que atienden y resuelven en sus propias comuni-dades o vecindarios los conflictos domésticos que no atiende la justicia formal. La justicia indígena y originaria restablece la paz en la solución de sus conflictos. Empodera a las co-munidades, gobiernos locales y comunales para que contribuyan a la satisfacción de la deman-da social y a la administración de justicia, reco-nociendo la diversidad cultural y los derechos universales de todas las personas.

La justicia de paz es también una fórmula de justicia propia de sociedades diversas y plu-rales. En otros países, este tipo de justicia es el de mayor credibilidad y eficacia.

En Bolivia, la Justicia de Paz, pese a su res-tablecimiento en Enero de 2006, no ha recibi-do el apoyo político ni institucional necesario, sigue siendo una deuda de servicio judicial con las comunidades desatendidas. Se aduce “falta de recursos en el presupuesto judicial”, pero se siguen destinando recursos públicos a la construcción de “Palacios” o “ciudadelas” en las capitales de departamentos sin cuidar las prio-ridades por la demanda de servicio, sobre todo en las áreas rurales y peri urbanas.

[4. Justicia ordinaria, más accesible y más útil al ciudadano

La jurisdicción “ordinaria”, comprende las competencias en materia civil, comercial, fami-liar, de la niñez y adolescencia, penal, laboral y seguridad social, coactiva civil, fiscal y social, a través de una estructura orgánica compuesta por jueces de materia, cortes departamentales y el Tribunal Supremo. Concentra más del 80% del total de causas atendidas por alrededor de 1000 jueces.

La jurisdicción “civil” es anacrónica, dila-toria y reclama una renovación hace décadas. Los principales Códigos (Civil, Penal, Familia,

Comercio y sus procedimientos) que la rigen siguen desactualizados. Muchos juzgados dedi-can altos porcentajes de su tiempo a trámites voluntarios cuya simplificación y gratuidad debe garantizarse, no sólo transferirse a aboga-dos notarios con honorarios onerosos.

El estado de la justicia laboral sigue afec-tando a los trabajadores, la jurisdicción coac-tiva no se reformula y perjudica la gestión del Estado y la jurisdicción administrativa tribu-taria no tiene el equilibrio ni la eficacia que le reclaman los ciudadanos y el propio Estado. Estos son entre otros los desafíos que deben diagnosticarse y resolverse con proyectos inte-grados sustantiva y procesalmente.

[ 5. Una política criminal para diseñar y sostener el sistema penal

La justicia penal es la más mediática y tiene los peores indicadores de desempeño (a nivel mundial): 83% presos sin condena y 250% de sobrepoblación carcelaria. Representa menos del 20% del sistema. Pese a las sucesivas refor-mas el sistema, refleja insatisfacción e inefica-cia en la administración de justicia penal.

La transformación del sistema penal debe fundarse en una Política Criminal que per-mita informar, diseñar y proyectar la acción preventiva y punitiva del Estado. Esta falencia sistemáticamente reclamada, es de responsa-bilidad del Estado, concretamente del Órgano

Ejecutivo que debe producirla y del Órgano Le-gislativo que debe utilizarla para preparar las leyes. La ausencia de Política Criminal refleja un descuido impostergable. Tiene relación con el régimen penitenciario, con el Ministerio Pú-blico, la Policía, con las políticas preventivas de interdicción y sanción.

En su ausencia, concurre una tendencia le-gislativa de sobre criminalizar toda actuación, no se trabaja en la prevención y la debilidad de otras competencias es manifiesta.

[ 6. Derecho y justicia administrativa: gestión pública eficaz y responsable

Bolivia carece de un sistema consistente de Derecho y Justicia Administrativa que atienda las relaciones entre entidades públicas y los ciudadanos y entre estas. Su desarrollo ha sido caótico y su ausencia sobrecarga los juzgados ordinarios, al Tribunal Constitucional o a la justicia criminal.

Su desarrollo armónico según el nuevo modelo de Estado, permitirá mejorar el proceso de gestión pública: regular la actuación admi-nistrativa, contratos y efectos jurídicos con es-pacios de justicia efectiva. Se debe enfocar en la eficacia y los resultados y no sólo en el control fiscalismo - criminalizado, que retrasa la toma de decisiones y la inversión pública.

En este ámbito también poner atención al Tribunal Agroambiental que deberá actuali-

PORQUE UNA TRANSFORMACIÓN ES URGENTE

10 ideas para cambiar la justicia en Bolivia

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DOSSIER 9La Paz, noviembre de 2014

zar y ajustar sus capacidades, particularmente para evitar que los onerosos recursos tengan que resolverse en Sucre.

[ 7. Pluralismo jurídico, armonizar valores comunes en la diversidad

El principio del “pluralismo jurídico” ( Art. 1 de la CPE) no está bien desarrollado. Las normas aprobadas parecen reducir su noción a la simple coexistencia de dos sistemas, el ordi-nario y el indígena originario campesino. Más bien a un “dualismo jurídico”, o a un pluralismo centralista, cuasi colonial.

Es conveniente precisar los alcances de este fundamento constitucional que permite la coexistencia de sistemas diversos a partir del reconocimiento de su identidad y de valores co-munes o compartidos que se respetan por los ciudadanos.

La Ley del Deslinde Jurisdiccional es res-trictiva del principio del pluralismo jurídico, y reduce las posibilidades de un ejercicio más eficiente y accesible a la jurisdicción y en último análisis a la vigencia y eficacia de los derechos individuales y colectivos.

[ 8. Justicia constitucional, por un diseño proporcional y eficaz

El modelo de Tribunal Constitucional y la justicia constitucional representó un avance

importante pero también refleja graves incon-sistencias con el modelo de control de consti-tucionalidad, con su articulación con el sistema de gobierno, con el ejercicio independiente y coordinado de poderes, con sus controles y equi-librios; con las capacidades de interpretación auténtica o judicial por el Órgano Legislativo, o las autoridades y jueces; y con los alcances de la vinculatoriedad y obligatoriedad de sus fallos.

El Tribunal congrega más competencias jurisdiccionales de las que puede atender y genera distorsiones en el sistema de recursos. Carece de facultades de auto restricción con lo que se abre una competencia ilimitada que no le corresponde. El debate sobre su vocación de control de constitucionalidad concentrado o difuso, merece un renovado debate público.

[ 9. Ajustar la gestión judicial y órganos útiles

Las reformas judiciales en Bolivia se im-pregnaron de modelos foráneos, se adoptaron y adaptaron modelos incongruentes con la realidad. Un ejemplo es el Consejo de la Judica-tura, hoy transformado en Consejo de la Ma-gistratura con algunas diferencias en atribucio-nes, todo un aparato burocrático que no acaba de sumar efectividad al servicio de justicia.

Subsisten falencias financieras, Bolivia tie-ne el Presupuesto Judicial per cápita más bajo entre los 22 países de la región, aunque está entre los cinco países con mejor promedio de jueces por cada 100.000 habitantes (10 jueces x 100.000 hab.). No hay criterios de eficiencia ad-ministrativa. Tampoco el régimen disciplinario tendrá mayor éxito si no se define una política de recursos humanos plasmada en un Sistema de Carrera con mecanismos de ingreso y eva-luación permanente y periódica.

[ 10. Jueces independientes y eficientes, entre elegidos y designados

El debate público se concentra en la forma de elegir a 28 ciudadanos: 9 para el supremo; 7 para el Constitucional; 7 para el Agroambiental y 5 Consejeros de la Magistratura. Pero poca o ninguna referencia se hace al resto del siste-ma, aproximadamente 1000 jueces en todo el Estado; con el diseño del órgano judicial en la Constitución y su correspondencia con el nue-vo Estado, particularmente con su calidad de Estado “Plurinacional”, “descentralizado” y “con autonomías”; con el principio del “pluralismo jurídico”, el derecho y la cultura a la paz u otros

aspectos que aproximen una análisis crítico pero más prospectivo hacia una nueva y mejor justicia.

Pese a las reformas, hay inestabilidad en los altos tribunales desde el origen de la Repú-blica, menos del 10% cumplen con los períodos de su mandato. Persiste la impresión de que el Ejecutivo manipula su independencia.

No es la forma de elección de los jueces lo más importante, sino su desempeño eficiente, independiente y equilibrado para juzgar. Que los políticos elijan a jueces no los convierte, necesa-riamente en subordinados de su sigla, tampoco la elección popular garantiza su idoneidad. Muchos son los modelos de elección en el mundo, lo que

cuenta es la idoneidad y satisfacción del servicio.

Si los ciudadanos participan en la confor-mación del sistema judicial, conviene que ellos mismos elijan a sus jueces de Paz, de comuni-dad indígena (según usos y costumbres) o de barrio urbano, así depositan en sus autoridades indígenas o barriales conocidas la confianza de resolver sus pleitos domésticos. El voto popular para otros niveles ha probado ser ineficaz. Es inexcusable reflexionar sobre un sistema más útil de nombramiento de Tribunales jerárqui-cos o del sistema judicial (Concurrencia de Ór-gano Legislativo y sistema de Carrera Judicial fundado en méritos, evitando participaciones corporativas).

Octubre de 2014

“Bolivia carece de un sistema consistente de Derecho y Justicia Administrativa que atienda las relaciones entre entidades

públicas y los ciudadanos y entre estas. Su desarrollo ha sido caótico y su ausencia sobrecarga los juzgados ordinarios, al

Tribunal Constitucional o a la justicia criminal. ”

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DOSSIER10 La Paz, noviembre de 2014

Castellanos, nos hace una pequeña radiografía del Órgano Judicial Boliviano, destaca 3 elementos claves necesarios –independencia, imparcialidad y formación- para poder inicar una “Reforma Judicial” que decante en resultados reales de transformación, que según el autor, tiene raices estructurales en crisis.

n Gonzalo Castellanos Trigo

Existe consenso en la ciudadanía boliviana sobre la crisis profunda que atraviesa el Órgano Judicial. La mayoría de la población considera que la administración de justicia es ineficaz, pe-ligrosamente lenta, insegura, parcializada y con un importante componente de corrupción en todas sus instancias y jerarquías, como así un sometimiento peligroso a los demás Órganos del Estado y al poder económico que siempre permanece oculto de detrás de ellos.

La crisis del Órgano Judicial siempre ha

sido un tema tomado en cuenta por los polí-ticos y en momentos electorales, pero nunca o casi nunca enfrentado de manera seria, real y concreta y se ha utilizado, en cambio, cuando el gobierno de turno aspiraba a manipular la administración de justicia y someterla con más fuerza a su poder. Es hora de modernizar y respetar al Órgano Judicial y todas las insti-tuciones que se encuentran vinculadas con la administración de justicia.

Se sostiene que una justicia moderna,

eficiente, confiable y transparente requiere de años de trabajo y movilización de ingentes recursos económicos, entre otros, como así de normas jurídica que impliquen el respeto al Órgano Judicial.

Establecer las causas por las cuales se en-

cuentra en una de sus crisis más recónditas, es difícil, además que son múltiples, por lo que nos limitaremos a señalar las más importantes.

La autonomía, independencia e imparciali-

dad en la administración de justicia son elemen-tos primordiales del equilibrio de poderes que garantizan un Estado de Derecho basado en la democracia, con base fundamental en el respeto a los derechos fundamentales de las personas.

La falta de independencia real evidente

y concreta del Órgano Judicial (con relación a los demás Órganos del Estado) es preocupante porque hasta la fecha no se ha podido imple-mentar un sistema verdadero de despolitiza-ción, intromisión y de improvisación en la for-ma elegir o designar a los magistrados y jueces del Estado Plurinacional de Bolivia; por lo tan-to, es fundamental, encontrar un método que garantice el trabajo imparcial, independiente e idóneo de los operadores de justicia.

Es fundamental el respeto a la carrera judi-

cial, lo que implica la independencia con rela-ción del Órgano Ejecutivo y Legislativo; para lo

cual debe considerarse el modo de designación de sus miembros; la duración de sus manda-tos; la inamovilidad; la imposibilidad jurídica de darles instrucciones en el ejercicio de sus funciones judiciales; la existencia de garantías constitucionales o legales contra presiones externas. En definitiva, sin independencia no hay Órgano Judicial.

En Consejo de la Magistratura no debe

constituirse simplemente en un órgano de persecución y represión de los jueces, más contrario debe ser una institución de apoyo, incentivo, colaboración y de modernización de los operadores de justicia.

Los Jueces y Magistrados solamente están

sometidas a la ley; es decir, a la totalidad del or-denamiento jurídico vigente en el Estado; porque los jueces están para cumplir y hacer cumplir la ley y no obedecer o someterse a nadie, caso con-trario no habrá paz, armonía y sosiego en nues-tra sociedad y menos respeto a la majestad ley.

Otro aspecto que se debe tomarse en

cuenta para acabar con la crisis del Órgano Judicial, es la imparcialidad, lo que implica que las autoridades jurisdiccionales se deben a la Constitución Política del Estado, las leyes y los asuntos que sean de su conocimiento, se resuelvan sin interferencia de ninguna natura-leza (especialmente del órgano ejecutivo y le-gislativo1); sin prejuicio, discriminación o trato diferenciado que los separe de su objetividad y sentido de justicia.

Nuestros magistrados y jueces deben ser

formados con sólidos principios democráticos que les permitan, a la hora de resolver, actuar siempre en un marco de constitucionalidad y de Estado de derecho, pues hemos visto como los operadores de justicia, actuando al filo de la ley, no analizan el impacto social que contie-nen sus decisiones y atentan contra los prin-cipios generales del respeto, imparcialidad y equilibro de poderes.

Sobre los magistrados, jueces y operadores

de justicia (personal subalterno) se debe em-prender una seria evaluación a la hora de selec-cionarlos y designarlos (nunca más por el voto popular), pues muchos de ellos no reúnen las condiciones académicas y morales que el cargo merece. Se debe optar por un sistema apolítico, de respeto a la carrera judicial y reconociendo la trayectoria meritocracia, donde no existan filtros del Órgano Legislativo o del Ejecutivo, debiendo crearse una institución supranacional totalmen-te independiente autónoma e imparcial.

En los últimos tiempos la Asamblea Le-gislativa Plurinacional se ha convertido en una fábrica de leyes (aparentemente no se discute, analiza o debate nada), simplemente se aprue-ba las normas que son redactadas en otras ins-tancias no legislativas (no se mueve una coma sin la venia del Poder Ejecutivo); por lo tanto, tenemos varias disposiciones legales que son in-justas, inconstitucionales o dirigida a ciertos in-tereses preconcebidos por los otros Órganos del Estado, que en definitiva le hacen mucho daño a la credibilidad, transparencia y rectitud que debe primer en la administración de justicia.

El hecho no es de tener muchas leyes, sino

las necesarias para ser justos al momento de resolver los conflictos individuales o colecti-vos, respetando los derechos fundamentales de las personas. Las leyes injustas deben ser desobedecidas por el pueblo, como señalan va-rios intelectuales del mundo.

Es imperioso que se implemente la orali-

dad en todos los procedimientos judiciales, con el fin de acabar con la retardación de justicia; sin embargo, para tal fin debe incrementarse el número de jueces para no colapsar el sistema, buscar formas alternativas de resolución de conflictos (conciliación, mediación, centros de arbitraje, etc.) con el fin de descongestionar los procedimientos judiciales que en el momento, son en su mayoría escritos, burocráticos, pe-sados, lentos, llenos de chicanas, incidentes y obstáculos que dificultan tener una adminis-tración rápida, oportuna y segura.

Se debe buscar el fortalecimiento de los

mecanismos alternativos de solución de con-flictos: como es la conciliación, mediación y el arbitraje en todas las materias, como así los delitos menores deben ser conocidos por jue-ces de paz o contravenciones, para aliviar la carga procesal de la jurisdicción penal que a la fecha se encuentra extremadamente saturada.

El 6 de Agosto de 2014, por ejemplo, ingre-

sa en vigencia plena el nuevo Código Procesal Civil (Código Morales); sin embargo, el referi-do código requiere una serie de herramientas que se deben brindar al Poder Judicial, como material logístico y humano, pues el actual aparato judicial no cuenta con recursos ni

material de gestión y, más aún, muchos de los magistrados y jueces no están preparados para la aplicación del Código Procesal.

Podría interrogarse de qué vale una exce-

lente legislación civil, penal, familiar, comercial, etc., con un sistema procesal moderno, rápido y eficaz, si el Órgano Judicial no se encuentra preparado ni con las herramientas necesarias para aplicar tales normas jurídicas, reformas y afrontar adecuadamente los procedimientos.

Creemos que un aspecto significativo de

la reforma judicial es la imagen que proyecta el Órgano Judicial ante la sociedad, pues se piensa que este Poder del Estado es el más co-rrupto, el más ineficiente, etc., lo que conlleva a una animadversión de las personas para con los magistrados y jueces. Pues los litigantes, al conocer una decisión en contra, sin conocer las razones de los jueces, los califican como co-rruptos e incapaces; por ello, es necesario que el Poder Judicial, realice coordinaciones con los miembros de la sociedad civil, movimien-tos sociales independientes del gobierno, para ejecutar una serie de acciones con la finalidad de difundir las normas legales, así como las funciones de los jueces, los derechos y deberes de abogados y justiciables.

Finalmente recordemos que los Inte-

grantes esenciales del aparato judicial son los abogados y estudiantes de Derecho, pues los magistrados y jueces ante de ser tales son abo-gados y lo que la sociedad requiere son aboga-dos justos, probos, éticos y honestos, y es aquí donde la Universidad juega un rol importante, pues son en las aulas universitarias donde se forman los futuros abogados, jueces y magis-trados del país.

Nos extraña ver a estudiantes de Derecho

que salen de las aulas universitarias (públicas y privadas), sin siquiera tener los conocimientos elementales de la profesión de la abogacía y lo que es peor, sin poseer las condiciones éticas y morales que merece todo abogado.

NOTAS[1] Es importante que los operadores de justicia cuenten

con mecanismos idóneos para repeler y denunciar la interferen-cia de los otros poderes en la administración de justicia.

Crisis en el Órgano Judicial

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DOSSIER 11La Paz, noviembre de 2014

Más allá de las leyes y su dudosa aplicación. Más allá de la imperfecta elección o designación de magistrados, fiscales, jueces y ministros de justicia. Más allá de la supra-estructura de la organización judicial, es necesario escarbar profundamente para entender las raíces de los problemas en nuestra (in)justicia. El autor enfoca su atención en la formación del abogado para interrogar los orígenes del positivismo corrosivo que habita en la médula del razonamiento jurídico dominante en Bolivia.

n Farit L. Rojas Tudela*

En este texto quiero referirme a la impor-tancia de la formación de abogados y jueces a momento de aplicar la norma a un caso con-creto, a un evento singular, en busca de dar la justicia, o de lo que la Constitución denomina en su artículo 178 impartir justicia.

En el fondo lo que busco es ampliar el de-

bate respecto a los criterios de reforma de la justicia, que si bien se concentran en la supra-estructura de la organización judicial -la forma de elección de los jueces, la leyes tanto sustan-tivas como procedimentales para hacer más fluida y rápida la administración de justicia-, parecen descuidar la formación necesaria de abogados y jueces, y en consecuencia el sustrato o infra-estructura, es decir, descuidan enfocarse en cómo están siendo formados los abogados.

Duncan Kennedy, un jurista progresista

de la escuela crítica del Derecho, ha subraya-do varias veces que un elemento fundamental para analizar el estado de la justicia es la cali-dad de la formación de abogados y jueces, no sólo el cómo se los forma sino con qué conte-nidos se los educa.

¿Qué tipo de abogados y jueces se precisan

para cumplir con este imperativo de impartir justicia? Primero consideremos qué se puede entender por este concepto.

Impartir justicia supone una decisión que

solucione un conflicto de conocimiento de la administración de justicia. Esta decisión no es justa porque se apegue a lo señalado en la ley, sino porque debería ser una decisión en la que el derecho -o lo que llamamos derecho y legalidad- se ajusta a la singularidad que pretende resolver y que en consecuencia construye justicia.

En este sentido seguimos lo señalado

por Derrida: “Una decisión no es justa sólo por con-

formarse con el derecho, lo cual apenas asegura su legalidad, sino sólo si el derecho, digamos, se levanta o suspende, de manera que el juez lo ‘invente’ por primera vez o, mejor dicho, lo ‘reinvente’, no comenzando absolutamente de novo, sino tomando una

‘decisión nueva’ en una nueva situación. Una decisión tal, entonces, está a la vez regulada (por el derecho) y no regulada (sensible a la justicia), y estira los límites del derecho para incluir las exigencias de la justicia ante una situación nueva, diferen-te y particular, pues cada caso es diferente; cada caso es más que un caso, un casus (una caída o un deterioro de la universalidad). La situación no es un caso sino una singulari-dad. De lo contrario, el juez no es un juez sino una máquina de calcular, y no necesi-tamos un juez sino una computadora, y no aseguramos justicia sino sólo conformidad con la ley. Aun así, el juez no es ni libre para improvisar ni para dejar el derecho a un lado. La decisión justa se encuentra en la distancia que separa a un derecho ciego y universal de la singularidad de la situación que se presenta frente a nosotros” (Derrida y Caputo, 2009: 161-162).

Entonces el juez no debe simple y llana-

mente aplicar la norma a ciegas, sino que debe ver en ella una oportunidad de realización del Derecho y en consecuencia de construcción de un fallo justo, es decir adecuado a la resolución del conflicto. De lo contrario el Derecho y la le-galidad se transforman en elementos capaces de generar injusticia.

Que el juez, y los juristas en general, vean

en el Derecho un medio, una herramienta de oportunidad para la construcción de la justicia a partir de sus decisiones, supone que se debe abandonar la formación positivista del abogado e ingresar a una formación de gran responsabi-lidad social en la administración de justicia.

Por formación positivista entiendo al abo-

gado que es educado en la aplicación literal de la norma, como dice Derrida, aquel que es formado como una máquina de calcular al que sólo le interesa la conformidad con la ley.

Y por formación de responsabilidad social

de la administración de justicia entiendo al abo-gado que es educado en interpretación y uso del Derecho y la legalidad en busca de evitar la existencia del conflicto o lograr una solución pacífica al conflicto. Sólo en casos muy aislados este abogado debe dejar constancia que el caso concreto, que esa singularidad en términos de Derrida, no admite solución posible.

[¿Qué se enseña en Bolivia?

Es posible que el Derecho, como discipli-na, sea una de las más conservadoras dentro del abanico de profesiones que existen, y esto se debe a que el Derecho se concibe en nuestro país como un campo autorreferencial, deshis-torizado y en teoría políticamente neutro.

La currícula de enseñanza del Derecho

en Bolivia no ha cambiado en los últimos dos siglos. Continúa siendo predominante la for-mación civilista, es decir concentrada en el De-recho privado, enseñado desde la misma letra muerta del Código Civil.

Las consecuencias son las que se pueden infe-

rir del siguiente comentario de John Merryman: “Durante varios decenios después de la

promulgación del Código Napoleónico (el Código Civil francés de 1804), un gran gru-po de juristas franceses sostuvo tercamente la ficción de que la historia era irrelevante para la interpretación y aplicación del Códi-go. Este punto se ilustra con la declaración frecuentemente citada de un abogado fran-cés de la época: ‘no se nada del derecho civil; sólo conozco el Código Napoleónico’ (…) En esta forma, el Código Civil francés de 1804 se concebía como una especie de libro popular que podía colocarse en el librero al lado de la Biblia familiar” (Merryman, 2003:63-64).

Un civilista es ante todo un gran conoce-

dor del Código Civil. Conoce lo que dice literal-mente el Código y opera con un razonamiento deductivo de aplicación mecánica de la norma.

La enseñanza del Derecho desde el siglo

XIX se configuró en relación al ámbito pri-vado trazado por una currícula, en la que las materias de Derecho Civil se constituyen en el tronco común y seriado del Derecho. Esta ten-dencia parte del siglo XI, en la Universidad de Bolonia en Italia, en la que se fundó la matriz de la currícula del Derecho en el Corpus Ju-ris de Justiniano, dividido en las materias de: Personas, Cosas, Obligaciones, Contratos y Su-cesiones, que pasaron a ser la base esencial del Derecho, reflejada en los cinco civiles o cinco materias de derecho civil que conjuntamente con las materias de procedimientos y forenses, son el tronco seriado de la currícula en Dere-cho hasta el día de hoy en todas las universi-dades de Bolivia.

Con la fuerza discursiva del Código Civil

francés de 1804 el saber jurídico del Derecho privado se configuró como el núcleo del De-recho. Savigny (jurista alemán del siglo XIX) señalaba que “así como podían estudiarse los datos naturales en la biología, la química o la física para determinar los principios más gene-rales de los que eran manifestaciones específi-cas, podrían estudiarse los datos del derecho civil a fin de identificar y extraer de ellos los

principios inherentes del orden legal, de los que eran expresiones específicas” (Savigny ci-tado por Marryman, 2003:68).

En Sudamérica el ilustrado Andrés Bello

sostenía algo similar, el derecho privado “do-mina las facultades de derecho, impregna los libros de derecho y así se perpetua a sí mismo” (Bello citado por Marryman, 2003:129).

El problema no es el contenido del Dere-

cho privado o del Derecho Civil, sino la manera en la que su estudio y aplicación absorbe a to-das las demás materias del Derecho, al punto que estos Estados devorados por la lógica po-sitivista del Derecho Civil han sido bautizados por juristas como John Henry Marryman con el nombre de naciones de derecho civil.

Este riesgo de excesiva positivización y

privatización del Derecho en Bolivia se la en-cuentra por ejemplo en la ley 483 de 25 de ene-ro de 2014, denominada Ley del Notariado Plurinacional, en la que se desplazan al cam-po privado una serie de competencias propias de la administración pública de justicia.

[Auxilio

Para el año 2015 habrán más de cin-cuenta mil abogados en Bolivia. Es posible que sea una de las profesiones más extendidas en el país, y el sentido común nos lleva a pensar que serán abogados los encargados de la refor-ma de la justicia.

Y es posible que el conjunto de propuestas

de reforma de la justicia se concentren sola-mente en elementos supra estructurales como organización judicial, elección de los jueces, par-ticipación gremial y cuasi-corporativizada para la elección de jueces. Ninguna propuesta mirará al ombligo mismo del problema: los abogados.

Mi propuesta es muy sencilla: una reforma

de la justicia precisa de manera urgente una reforma a la educación en Derecho en Bolivia. Una educación que abandone el excesivo civi-lismo no sólo en los contenidos extensos de materias de derecho privado sino en la forma-ción del razonamiento jurídico que descentre el logo-centrismo jurídico, es decir, una edu-cación que entierre en la historia del Derecho a la educación memorística y poco crítica del positivismo jurídico.

Es un poco lo que sucede con las raíces de

plantas rizomatosas: si quieres un nuevo jar-dín no será suficiente con cambiar las plantas de lugar, sino que tendrás que empezar por cambiar la tierra.

*Es abogado constitucionalista Bibliografía

Merryman, John Henry (2003). La tradición jurídica romano canónica. México: Ed. FCE.

Derrida, Jacques; Caputo, John. 2009. La deconstrucción en una cáscara de nuez. Buenos Aires

– Argentina: Prometeo.

La necesaria reforma de la enseñanza del Derecho

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DOSSIER12 La Paz, noviembre de 2014

n Carlos Rocha Orosco*

El 2014, en oportunidad de la presenta-ción de su plan de gobierno, el Presidente Evo Morales remarcó que “la justicia es un pro-blema muy serio, todos hemos cambiado o vamos cambiando, pero nos hemos estanca-do en la justicia […]; hay que hacer una pro-funda revolución en la justicia boliviana”. Y subrayó:: “a los buenos abogados y aboga-das, sanos, honestos y responsables con la justicia les pedimos aportes para hacer una revolución […], es cuestión de organizarnos para hacer cambios profundos”. En la oca-sión el Presidente hizo notar que el problema se inicia en la formación de los abogados.

Poco antes, el vicepresidente García Linera había denunciado el grave estado del Órgano Judicial y ofreció “someterlo a medidas sa-nitarias extremas, ya que el paciente se en-contraba en estado de coma y no quedaba otro remedio que erradicar a magistrados, jueces, fiscales y funcionarios de todos los niveles de la justicia”. Y sentenció: “si los jue-ces fueran del MAS los haría trabajar de 5 a.m. a 22 p.m.”.

A su vez, el ex-ministro de gobierno, Car-los Romero declaró: “Aquí nadie puede meter las manos al fuego por ningún juez ni fiscal (…), es el peor problema que arrastramos en toda la historia de este país, yo creo que es el peor momento del sistema judicial de Bolivia; el sistema judicial asalta (sic) a la gente desde los tribunales en vez de hacer justicia y resolver las denuncias”.

Finalmente, respecto a la crisis de la admi-nistración de justicia y para resolver el tema de la inseguridad ciudadana, el candidato Samuel Doria Medina se atrevió a ofrecer “cadena perpetua”. No dijo condena, pensando qui-zás que los condenados serían encadenados, quedando así incluso post mortem.

El diagnóstico es evidente: la justicia boli-viana está en crisis terminal. Y todos coincidi-mos en que es necesario e impostergable hacer algo sustantivo para cambiar tal situación. Ha-gamos un repaso.

[ Sólo jueces independientes pagan bien

La elección directa de tan sólo 28 Tribunos

(entre Magistrados y Consejeros), de los más de mil jueces, no fue solución porque no privi-legió la meritocracia ni, mucho menos, garan-tizó la independencia. Consecuentemente, el desempeño de los elegidos no fue eficiente ni independiente; éstos incluso mostraron faltas éticas de comportamiento con sus pares den-tro de cada órgano así como abusos contra sus dependientes. Faltó liderazgo y voluntad para trabajar dentro de un cuerpo colegiado, prue-ba de ello es que los tribunales hasta hoy no conformaron un staff técnico, imprescindible para evitar los mayúsculos errores y contra-dicciones que presentan las resoluciones que emiten, incumpliendo el mandato legal de uniformizar sus fallos, lo cual es evidenciable en los mínimos y engorrosos repertorios ju-risprudenciales que se conocen y distribuyen de manera selectiva. Su web no funciona; por favor, vendan repertorios.

El Consejo de la Magistratura no dio la ta-lla, amplió su burocracia y repitió la ineficien-cia del extinto Consejo de la Judicatura. No entendió que esta instancia que debía gerentar la administración de justicia para el Estado Plurinacional desde la socio tecnología orga-nizacional . Al contrario, sólo subalternizó a jueces de carrera, obedeciendo instrucciones.

Aquí la falta de meritocracia es absoluta. El Consejo de la Magistratura equivocada-mente está compuesto sólo por abogados, cuando debiera ser inter/multidisciplinario, pues requiere además de gerentes/sociologos/estadistas que puedan administrar el Régimen Disciplinario, implementando controles de Gestión de Calidad, realizando seguimiento de apoyo y de verificación de resultados, orienta-do a garantizar la carrera judicial, que sí existe.

El Tribunal Constitucional Plurinacional convertido en summa potestas -en su rol de articulación con temas del sistema de gobier-no- no aportó con controles y equilibrios uti-lizando la capacidad de vinculatoriedad de sus Resoluciones. Sus equívocos son palpables por el sometimiento a los otros Órganos. Equivoca su rol controlador de la Constitución y distor-siona el sistema recursivo convirtiéndose en revisor de las instancias judiciales. Ha demos-trado su ineficacia en la tarea de dotarse de un autocontrol y, cuando le corresponde revisar las Acciones de Defensa, equivocadamente pronuncia nuevamente Sentencia, cuando sólo le corresponde revisar. No aporta a la

nueva forma de organización territorial del Estado a través de su rol de controlador sobre la constitucionalidad de Estatutos Autonómi-cos y Cartas Orgánicas. El resultado negativo se visibiliza en la convocatoria a las elecciones subnacionales del año próximo. También es nula su capacidad de convertir en Sentencia Constitucional vinculante y de obligatorio cumplimiento, las consultas de las autorida-des indígena originario campesinas sobre la aplicación de sus normas propias a un caso concreto. Esta capacidad debió ser utilizada, por ejemplo, contra la fallida Ley de Deslinde Jurisdiccional.

El Tribunal Agroambiental es impresenta-

ble. Los magistrados elegidos han convertido la Sala Plena en ring de boxeo. No se conoce un solo repertorio jurisprudencial de su ges-tión que permita opinar técnicamente sobre su producción. Cuando se encuentra algún fallo, no se puede concluir la lectura del obi-ter, amén de no encontrar su ratio. No des-cubrieron su capacidad de resolver casación per saltum en un proceso administrativo al que le aplican inflexiblemente el ritualismo del proceso civil. Pero sin entender ni cumplir sus competencias, hoy el Tribunal Agroambien-tal está enfrascado en titánica batalla con el Consejo de la Magistratura por asegurarse de nombrar a sus afines, jueces agroambientales en el territorio nacional.

Finalmente, la Fiscalía General constituyó un crónico déficit desde la restauración demo-crática. Si bien la reciente elección de su titular está vinculada al Órgano Ejecutivo, pareciera dar señales de organizar el trabajo de los fis-cales a fin de separar lo penal de lo adminis-trativo. Este es un acierto y requiere acompa-ñamiento de los fiscales, así como disciplina de los abogados.

Los Abogados !…¡ claro que merecen un estudio/análisis particular. Por el espacio asig-nado apenas podré señalar, que urge un nuevo abogado, formado holísticamente, con valores, ética y principios, que descubra los pluralismos y comprenda la actual sociedad segmentada y en redes en la que participa e interactúa. Pero fundamentalmente, este abogado debe estar dotado de herramientas para analizar, argu-mentar, investigar, razonar y polemizar los problemas jurídicos de la sociedad actual, bus-cando la materialización de la justicia.

PONER LA JUSTICIA EN SINTONÍA CON LA CONSTITUCIÓN

Justicia para todas y todos

A más de un lustro de vigencia de la Constitución Política del Estado, declaraciones diversos políticos y autoridades -desde el Presidente hasta Samuel Doria Medina- reconocen que la administración de justicia en Bolivia está en profunda crisis. Con conocimiento de causa, el autor nos ofrece un detallado diagnóstico y una receta de emergencia para encarar la más crónica enfermedad del país.

[ Justicia penal y lucha contra la corrupción

Por ser la más visible, la justicia penal siempre estuvo en la cresta de la ola, pero hoy es un barco sin rumbo en tormentoso mar. Un año atrás se sugería “Fortalecer la participa-ción de los jueces ciudadanos en la adminis-tración de Justicia” y hoy, contrariamente a la Ley No. 344: se eliminan jueces ciudadanos. Es evidente la falta una política criminal esta-tal, debe formarse una Comisión Permanente Prelegislativa Penal que bien puede darle algu-na funcionalidad al Ministerio de Justicia.

En cuanto a la lucha contra la corrupción, su implementación fue un acierto. Evidente-mente existe un esfuerzo, pero uno selectivo que se desgastó en unos pocos destinatarios, mientas los más siguen intocables. El Consejo de la Magistratura no advirtió esta cruzada, no investigó las fortunas de ex- y actuales jue-zas y jueces, fue solo el tiempo de buscar in-cumplimientos administrativos, castigando a los actuales con suspensiones desafortunadas.

[Leyes y sentencias

Unas y otras son productos del apresu-ramiento; las primeras, no responden a políti-ca legislativa alguna, pecan de contradictorias y son rápidamente modificadas, suspendidas en su vigencia e incluso derogadas. Las segun-das, se reclama, deben pronunciarse pronto, cayendo en gravísimas inconsistencias perju-diciales a las partes.

No se producen sentencias como se produ-cen pipocas, ni en menos de 24 horas. La Sen-tencia requiere un tiempo de reflexión, propio de la jueza o juez sereno y prudente. Sólo esa Sentencia podrá dejar la sensación de lo justo. Esa es la garantía de seguridad jurídica.

[ Urgente reclamo ciudadano: no existe Justicia Administrativa

Está dispuesta en la CPE como jurisdicción especializada (Administrativa Contenciosa y Tributaria Contenciosa), pero hasta ahora no hay Ley y el ciudadano carece de un sistema que atienda sus cotidianas relaciones con las entidades de la administración. Urge, en con-cordancia con el nuevo Modelo de Estado, regular la actuación administrativa, recono-

“El diagnóstico es evidente: la justicia boliviana está en crisis terminal. Y todos coincidimos en que es necesario e

impostergable hacer algo sustantivo para cambiar tal situación.”

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DOSSIER 13La Paz, noviembre de 2014

n Luciana Cadahia

En los años 70’ Noam Chomsky y Michel Foucault se reunieron en Holanda para debatir públicamente sobre sus proyectos intelectuales. Si bien se abordaron diversos temas, el debate en torno a la justicia y el poder dio lugar a la discusión más acalorada del encuentro. Mien-tras Chomsky defendía la idea de una justicia anclada en la naturaleza del hombre, capaz de ir perfeccionándose en la práctica, Foucault la rechazaba. Allí donde Chomsky veía a la justicia realizarse, Foucault descubría conflictivas rela-ciones de poder. El optimismo de uno funciona-ba como el extremo opuesto del pesimismo del otro. A primera vista, la postura belicista plan-teada por Foucault pareciera ser más realista que la justicia ideal promulgada por Chomsky.

No obstante, al adentrarnos en el debate, la relación parece invertirse. Al punto de descubrir cierto idealismo en la noción de poder y una cuota importante de realismo en la noción de justicia. Sobre todo cuando prestamos atención al tema que origina las fricciones entre ambos filósofos, a saber: la lucha de clases. Llama mu-cho la atención que no se mencione este aspec-to cuando se recuerda el famoso debate. Pero más sorprende que no se recuerde algo tan raro como Foucault hablando en términos de opre-sores y oprimidos. Si nos preguntamos por qué podría ser interesante volver sobre este debate, la clave está en ver cómo se resignifican el poder y la justicia bajo el prisma de la lucha de clases en un momento como éste, en el que este con-flicto ha vuelto a ser tema de discusión, a pesar de que nunca nos había abandonado del todo.

Para Chomsky la lucha contra la opresión es justa porque la división de clases no nos per-mite alcanzar valores humanos fundamentales, tales como la libertad o la creatividad igualita-ria. Foucault, por el contrario, considera que los oprimidos no hacen la guerra contra los opreso-res porque sea “justa”, sino para acceder al poder. En todo caso es debido a la voluntad de derrocar el poder que la guerra se vuelve justa, y no al re-vés. Según Foucault, en una sociedad organiza-da por la división de clases, la noción de justicia cumple una doble función: para los oprimidos funciona como un reclamo y para los opresores como una forma para justificar sus privilegios de clase. Privilegios que a su vez se verían res-paldados por las instituciones que invisibilizan la violencia política que habita la sociedad. Una sociedad capaz de disolver la relación entre opresores y oprimidos ya no necesitaría a la jus-ticia como reguladora de las tensiones.

Foucault considera con tono burlón el idealismo que subyace a las afirmaciones de Chomsky. En cierta medida le resulta muy in-genuo sostener el ideal regulativo pseudo kan-tiano de perfección de la naturaleza humana. ¿Pero no resulta igual de ingenua su reflexión jacobina que antepone una sociedad sin clases a cualquier reapropiación estratégica del término justicia? ¿Su radicalidad no acaba sucumbien-do en otra forma de idealismo? El idealismo de quienes rechazan cualquier forma de lucha que no sea aquella que procura destruir de manera directa y radical los cimientos de la sociedad en la que vive. Pareciera que la respuesta que ofrece Chomsky añade el matiz que se le esca-pa a Foucault, al decir que resulta demasiado simplificado considerar al discurso sobre la jus-ticia únicamente como un sistema de opresión. Y añade que quizá resulta más estratégico ver en qué ocasiones apelar a la justicia ayuda a elaborar prácticas que nos emancipan de aquel mismo sistema de opresión que también la sos-tiene. ¿Acaso la política de derechos humanos asociada con la memoria y la justicia no tiene ese componente emancipador del que parecía hablarnos Chomsky en su debate con Foucault? Resulta sorprendente la manera en la que han envejecidos los argumentos de Foucault sobre la justicia y su rechazo radical a las instituciones.

Sin embargo, unos años más tarde a ese debate las reflexiones de Foucault sufrirán una serie de transformaciones importantes. A tal punto, que su lectura bélica de las sociedades va abriendo paso a una reflexión sobre la libertad, algo que en el momento que tuvo lugar su de-bate con Chomsky estaba en un segundo plano.

Si el juego de lo político se encuentra inevita-blemente contaminado por el poder y la libertad, ya no nos sirve la imagen del Foucault guerrillero y outsider que, al establecer una coincidencia entre las instituciones y la figura del poder productor, reducía el rol del filósofo al gesto del desenmas-caramiento de quien denunciaba la complicidad inherente entre la intermediación jurídica y las relaciones de poder. Un ejercicio que, por otro lado, parecía asentarse en la convicción de una posible acción política no sometida al juego del poder, libre de la máscara de la legalidad y la moralidad. El gran problema de esta lectura de cuño polémico es que el filósofo pasaría a ocupar así cierto lugar de pureza, un lugar que habría sido denunciado como ficticio al poner en evidencia la presencia de las relaciones de poder dentro del discurso jurídico.

A modo de espejo invertido, el acto de des-enmascaramiento de la neutralidad jurídica coincidiría con la constitución de una soberanía inmunitaria por parte del filósofo. El elogio deci-sionista de la vida peligrosa parecería desactivar la carga política que posibilita las áreas contami-nadas de poder y libertad. Por ello, resulta necesa-rio abandonar esta rígida dicotomía establecida entre la función opresiva de las instituciones y la práctica liberadora, supuestamente propia de todo acto insurreccional, que procura destruir las reglas de juego del derecho y la moral. Proba-blemente, la apuesta radique en la posibilidad de otra lógica que no sea del todo inconmensurable con el lenguaje del derecho y las instituciones, lo cual abriría un camino experimental para el pen-samiento. Y quizás este ir más allá del Foucault “guerrero” no necesariamente signifique ir más allá de Foucault, sino explicitar la tensión cons-titutiva ya presente en su filosofía, a fin de resi-tuar hoy lo político más allá de las fórmulas ‒por cierto, bastante normalizadas‒ atribuidas al en-foque foucaultiano, cosa que abriría las puertas para pensar la resistencia como reconocimiento contaminante de la legalidad jurídica y gestión de lo posible. ¿Acaso esto no invita a pensar que, en términos absolutos, ni la justicia es lo otro de la resistencia ni ésta última es lo otro del derecho?

FOUCAULT vs. CHOMSKY

La falsa dicotomía entre justicia y poderEntre el principio kantiano de la bondad posible del ser humano y el paradigma nietzscheano que privilegia los efectos del poder, Chomsky y Foucault traban uno de los debates clásicos del siglo XX. Una discusión apasionante sobre los horizontes en los que proyectamos nuestros proyectos sociales y las posibilidades de justicia.

cer su autotutela -que finaliza con el Recurso Jerárquico-, e impedir que ésta recurra al Ór-gano Judicial, como ocurre en este tiempo. La ausencia de esta Jurisdicción especializada y la perniciosa recurrencia de la administración al Órgano Judicial colapsaron la Sala Plena del Tribunal Supremo.

[ Corolario

Transcurrió más de un lustro de vigen-cia de la Constitución Política del Estado y su cotidiano aprendizaje nos permite reconocer aciertos, pero también percibir sus errores.

El mayor equívoco fue elegir juezas, jueces y fiscales dóciles que al final pagaron mal, por-que se pagaron ellos mismos, razón por la cual la Administración de Justicia ingresó en esta-do catatónico. Su salvataje por tanto requiere cirugía mayor y precisa el aporte de todas y todos: restablecida, imprescindiblemente debe ser reescrita en sintonía con la vigente Consti-tución para el Estado Plurinacional.

Los elegidos fallaron porque no fueron para todas y todos, y fueron genuflexos ante sus electores. Al mismo compás el Consejo de la Magistratura realiza designaciones ami-gables e improvisadas de juezas y jueces. Así, tenemos sentencias sin ningún análisis jurídi-co, con desconocimiento de procedimientos e incluso de normas sustantivas. Corresponde reconocerse, antes de la improvisar, la existen-cia de la Carrera Judicial: hay juezas y jueces –pocos tal vez- para quienes haber pertene-cido o pertenecer al Órgano Judicial es un honor y lo dignifican, permanecen estoica-mente con salarios disminuidos, sin ascenso ni reconocimiento alguno. Ante la conclusión del período de los elegidos, debe imponerse la selección meritocratica y buscar a los aboga-dos académicamente mejor formados, moral y éticamente íntegros, pero además que tengan compromiso con la Justicia.

Es innegable que cada Tribunal requiere

un diagnóstico especial; urge reingeniería a tono con la vigente Constitución. Después, acorde con la nueva territorialización del Esta-do Plurinacional con Autonomías, correspon-de descentralizar la búsqueda de Magistrados. Para llegar a la Autonomía es necesario encon-trar abogados que inspiren confianza y respe-to de la ciudadanía en sus distritos, así como encomendar a las entidades territoriales autó-nomas la fiscalización de sus actos, debiendo imponerse la revocatoria por malos servicios o corrupción. ELIJAMOS JUEZAS Y JUECES PARA TODOS.

*Carlos Rocha Orosco es abogado y profesor universitario. Fue Ministro de la Corte Suprema

de Justicia. Doctorando en la Universidad Católica “Santa María de los Buenos Aires”, Argentina.

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DOSSIER14 La Paz, noviembre de 2014

n Ramón Rocha Monroy

Un libro inolvidable de Miguel Bakunin, en realidad una conferencia, dice que la opi-nión sobre la Edad Media como una edad oscura es falsa, porque entonces florecieron los municipios, en especial en el siglo XII. Se habían formado los primeros burgos y en ellos había prestigiosos artesanos que hacían sus productos a su aire y tiempo, pero no los comercializaban, porque de ello se encargaba el burgomaestre, designado por toda la comu-nidad. Así, recibían los artesanos lo necesario para su sustento y el de sus familias, que pro-venía del comercio pero también de las tierras comunales cultivadas para todos.

Vinieron los reyes, los curas, los jefes de po-licía y los jueces y lo enturbiaron todo; para ello se sirvieron del campesinado, porque los cam-pesinos querían trasladarse a las ciudades, una manía inveterada, y no conseguían ingresar a los gremios, normalmente cerrados. Ese fue quizás el error de los artesanos urbanos frente a la acometida de los campesinos que invadie-ron las ciudades y eso no los benefició en nada, porque hicieron el trabajo para sus patrones, los reyes, jueces, ministros y jefes de policía.

Bakunin alaba el sentido de justicia comu-nitaria de esos tiempos, cuando esos habitan-tes iguales de una ciudad juzgaban a quienes cometían algún delito y, como pena mayor, los expulsaban de la comunidad. Alaba incluso la ley del Talión, ojo por ojo diente por diente, que exigía una comunidad como una repara-ción frente a un delito cometido por el miem-bro de otra comunidad. La reparación justa y equitativa devolvía la paz entre dos comunida-des. Pero vino el imperio, los reyes absolutos que adoptaron el Derecho Romano, y la justi-cia se volvió algo abstracto e impersonal.

Sin embargo, hoy se dice que la justicia comunitaria es una aberración del Derecho, como si el Derecho Romano fuera el origen del sentido de justicia, que no lo es.

En realidad, Roma instituyó la semilla del poder absoluto y divino de los reyes, a diferen-cia del sentido democrático de las comunida-des. De ahí arranca sus raíces el anarquismo, como el odio de las comunidades por ese poder ajeno, encarnado en el poder absoluto, que de pronto se llevaba en levas a lo más granado de la juventud para sus guerras, y despojaba des-de ambos bandos sus productos, y agobiaba con impuestos. La anarquía es el reino de las

comunidades en lugar del reino de los Estados y, para lo nuestro, de la justicia ordinaria.

[ La Identidad Colectiva

En Bolivia, las comunidades indígenas tienen identidad colectiva, que se refleja in-cluso en los trajes que usan sus miembros. Perder esa identidad es como suicidarse, de ahí esa maravillosa película de Jorge Sanji-nés, “La nación clandestina”, que le concede a un expulsado de la comunidad la opción de recuperar su identidad a costa de danzar has-ta morir, como lo hace un Jach’a Danzante. El amigo muere danzando días y días, noches y noches, para reintegrarse a la comunidad, un valor que no hay que perder porque perderlo es como la muerte.

En la comunidad se entiende el sentido del viejo lema “ama sua, ama llulla, ama khella”, y no bajo el concepto de individuo. En efecto, si uno tiene una identidad colectiva, es decir que pertenece a una comunidad, ¿cómo va a robar a su comunidad, cómo va a mentir a su comu-nidad, cómo ha de sentirse flojo antes de hacer un trabajo comunitario? Los bolivianos inmi-grantes saben que, al actuar como individuos,

tienen que robar comida de los supermercados para sobrevivir, tienen que ocultar su identi-dad y su origen y lo único que no les es dado es ser flojos, porque trabajan 15 horas diarias; pero pueden quedarse en sus casas si así deci-den morir. En una comunidad, no.

[ La Justicia Comunitaria

El linchamiento del otro, característico de la cultura urbana, no es justicia comunita-ria; es un exceso provocado por la inseguridad ciudadana que no se da en las comunidades, aunque a veces las contagia. La paranoia de los ”propietarios” frente a la posibilidad del robo y la ausencia de la policía hacen que ellos se ha-gan justicia por mano propia y con una cruel-dad extrema. Pero eso no tiene nada que ver con la justicia comunitaria, cuya máxima pena es la expulsión del convicto de su propia comu-nidad, y la pérdida de identidad comunitaria, que es como un suicidio.

[ Individuo y Comunidad

En Tentayape hay una comunidad gua-raní que no reconoce al Estado, a la educación,

Justicia Comunitaria

Rocha Monroy en este extraordinario texto, señala que la semilla de la justicia no está en los cánones que nos entregó el Derecho Romano, que la organización de los pueblos seguramente contemporáneos a Roma, ya existían formas de gestión de la justicia producto de la identidad colectiva. Que los excesos que hoy conocemos de la Justicia Comunitaria están directamente vinculados al mal funcionamiento de la Justicia Ordinaria.

“En la comunidad se entiende el sentido del viejo lema “ama sua, ama llulla, ama khella”, y no bajo el concepto de individuo. En

efecto, si uno tiene una identidad colectiva, es decir que pertenece a una comunidad, ¿cómo va a robar a su comunidad, cómo va a

mentir a su comunidad, cómo ha de sentirse flojo antes de hacer un trabajo comunitario?”

a la salud o a la cultura bolivianos, como lo demuestra el documental dirigido y ejecutado por Roberto Alem, que se ha exhibido en la Smithsonian Institution, nada menos.

Los habitantes de Tentayape, desde el capitán hasta el último miembro, son altos, gallardos y bien nutridos; las mujeres son be-llas y se visten con sedas de colores fuertes. Han conseguido un título ejecutorial que les garantiza el uso de un territorio de algo así como 17.000 hectáreas, pero que colinda con el campo Mariposa, donde se explota el gas. El conflicto radica en que los jóvenes huyen para emplearse en las petroleras y se convierten en individuos asalariados. Rechazan la seguridad que les da la comunidad en alimento, salud y educación en sus tradiciones por una cultura occidental y asalariada que los convierte en individuos. Ese es un peligro para la reproduc-ción de la comunidad de Tentayape.

Pero el mayor peligro es el de la justicia, porque antes estaban sometidos a la justicia comunitaria y hoy a la justicia ordinaria, tan llena de papeleos, burocracia y juicios tan im-personales que asustan.

Fotografía de Verorange

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DOSSIER 15La Paz, noviembre de 2014

n Tania Paz Gonzales

Fue una tarde de miércoles, el primer día de agosto del 2012. Todavía se respiraba en las calles de San Buenaventura, principal dis-trito municipal y centro poblado del munici-pio del mismo nombre, los últimos resabios de un ambiente socialmente conmocionado. Los últimos días de aquel julio de 2012, algo irrumpió en la calma cotidiana de las calles de “Sanbuena”.

El pueblo tomó la justicia a su cargo cuan-

do decidió la suerte del alcalde de entonces, quien habría incurrido en actos ilegales al hacer desaparecer 1.500 barriles de cemen-to asfáltico destinados a las calles del pueblo en beneficio particular. Se había instalado un cepo en medio de la plaza. Transeúntes se de-tenían curiosos frente a la tabla blanca de ma-dera con huecos de varios tamaños, colocada de forma horizontal a unos pasos de la estatua de Pedro Domingo Murillo. Pobladores de San Buenaventura, a la cabeza del Comité Cívico del pueblo, resolvieron sancionar al alcalde con el castigo comunitario mayor. Los efectivos de la Policía Nacional, presente en el pueblo desde 1993, atestiguaban indolentes.

Días antes, dos miembros del Comité Cí-vico recorrían el pueblo en moto anunciando por altavoz la realización de la reunión general en la plaza. Ya entrada la noche, un numeroso grupo de personas condujeron al alcalde hasta la plaza, lo tomaron por la fuerza e introduje-ron uno de sus pies en uno de los huecos del cepo, quedando atrapado e impedido de loco-moción. Otras dos personas sufrieron la mis-ma suerte que la autoridad incriminada como consecuencia de amenazar a los pobladores con armas blancas en un intento de defender al alcalde. Los tres permanecieron casi un día entero sentados, sin poder moverse, sujetados al cepo por un tobillo.

En la amazónica provincia Abel Iturralde del departamento de La Paz, en el municipio de San Buenaventura, la administración de justicia es variable de acuerdo al grupo étnico al que pertenece cada comunidad. Además de los tacanas y quechua tacanas, allí habitan las comunidades interculturales que se organizan en sindicatos y los ese ejja, cuya antigua tra-dición nómada repercute en la actualidad en la inexistencia de una estructura organizacio-nal definida e institucionalizada, sin que esto signifique desconocer liderazgos y dirigencias dentro del grupo. El centro poblado de San Buenaventura, debido a sus características de mayor urbanización y modernización, nos

muestra un escenario algo más complejo don-de converge una diversidad étnica poblacional, por lo tanto sus influencias son plurales.

Desde un enfoque jurídico, se da la con-

fluencia de la jurisdicción ordinaria y la juris-dicción indígena. Este fenómeno se produce en mucha menor proporción en las comunidades alejadas del centro poblado, las cuales si bien pueden acudir a la Policía de San Buenaven-tura si sus autoridades lo ven conveniente, la tendencia es apegarse a su propia jurisdicción. En el centro poblado existe un paralelismo ju-risdiccional en el que unos prefieren a la justi-cia ordinaria y otros optan por la institución de la justicia local.

Frente a la sanción impuesta al alcalde y

sus dos acompañantes, la intervención policial finalmente llegó. Los únicos dos efectivos de la policía destinados en Sanbuena trataron de impedir la sanción comunitaria. Esta acción por poco les cuesta a los efectivos del orden ser aprisionados en inmediaciones de la plaza. De persistir en intervenir y evitar el castigo fijado por el pueblo, ellos también serían atrapados en el cepo. Los policías, imposibilitados mate-rialmente de tomar acción alguna frente a la sentencia del pueblo, no les quedó más reme-dio que aceptar el castigo del cepo impuesto al alcalde y sus protectores.

De acuerdo al Diagnóstico Sociocultural Participativo Comunitario de Tumupasa, trabajo de la Universidad Mayor de San An-drés, en 2009 existía en el municipio de San Buenaventura un número aproximado de 12 comunidades tacanas, 16 interculturales y una ese ejja. La justicia indígena aplicada en la región, responde a la organización tacana y quechua tacana ejercida en la institución del Corregimiento, compuesto jerárquica-mente por un conjunto de autoridades que lo acompañan denominado huaraje. Cuando se denuncia un hecho considerado falta o delito en las comunidades tacanas, es el Corregidor junto a su huaraje quienes, a través de un procedimiento sumario en el que se debate la culpabilidad y la pena, resuelven el caso en proporción al hecho cometido.

Dentro del listado de sanciones, las cua-

les van desde la llamada de atención hasta las multas económicas, la pena por excelencia de los pueblos tacana y quechua tacana es el cepo. Evidentemente la dinámica social en el trans-curso de los siglos ha provocado la apropiación por parte de los tacanas de la institución del Corregimiento y la aplicación de la sanción del cepo, establecidos en este territorio en la

época colonial por los colonizadores españoles en correspondencia a sus propias formas de administración de justicia de aquel periodo. Comprender esta apropiación posibilita una mejor interpretación de la Constitución Políti-ca del Estado (CPE) en relación a los derechos y las jurisdicciones indígena originario campe-sinas (JIOCs), que establece que las naciones y pueblos indígena originario campesinos pueden ejercer sus funciones jurisdiccionales a través de sus autoridades de acuerdo a sus valores, principios y procedimientos propios. La administración de justicia tacana del Corre-gimiento goza de reconocimiento constitucio-nal como una de las tantas JIOCs del país, no obstante su herencia colonial.

Un dirigente del Comité Cívico de San

Buenaventura comentó en aquellos días que las acciones tomadas por el pueblo son la manifestación del limitado e ineficaz ejerci-cio de las autoridades de la administración de justicia que forman parte de la jurisdic-ción ordinaria. Ello obliga a los pobladores a aplicar formas alternas de control y de sanción. Indudablemente, estas acciones es-tán vinculadas a las del Corregimiento del pueblo tacana, sin embargo, no son idén-ticas. En las actuaciones de los habitantes del centro poblado de San Buenaventura no hay claridad sobre quienes se constitu-yen en las autoridades competentes. En sí, no tienen una estructura de autoridades jurisdiccionales ni aplican procedimientos preestablecidos ya instituidos como en los corregimientos comunales, no se apegan a una normativa propia ya definida, tampoco existe un tercero mediador o moderador im-parcial, no es claro el aspecto del argumento de partes ni hay cabida a una defensa plena

VICISITUDES DE LA JUSTICIA INDÍGENA

El cepo y la CPE desbordada

Las justicia indígena no es monolítica. La diversidad de formas en las que es aplicada, administrada y ejecutada rebasan la normativa de la Constitución Política del Estado y la Ley de Deslinde Jurisdiccional. El espesor de lo social quiebra los diques jurídicos.

del acusado como sucede en la justicia taca-na. Y cuando aparecen estos elementos, sue-len ser difusos, espontáneos y más parecen responder a sentimientos emocionales de indignación colectiva.

A raíz de ello, algunos juristas calificaron

a esta forma de resolución de conflictos como “justicia por mano propia”, negando así su cali-dad de JIOC plenamente reconocida en la CPE y la Ley de Deslinde Jurisdiccional. Otros pun-tos de vista sí identifican legitimidad e incluso legalidad en dichas acciones, considerando as-pectos válidos las decisiones que se toman a la cabeza de un ente reconocido por el pueblo, el Comité Cívico, en reuniones consultadas con los pobladores presentes en la plaza principal, en la que se consensua si procede el cepo y en qué condiciones. Incluso apoyan sus afirmacio-nes en el carácter preventivo de la sanción que se dirige, en primera instancia, a la intimidación de la población al portar una carga estigmati-zadora y de vergüenza por su forma pública y consiguientemente, de privación de circulación a través de aprisionar solo una extremidad in-ferior -los huecos son de varios tamaños, unos para las manos, otros para los pies y el del centro y más grande para la cabeza. Este último está en desuso hace muchos años- que no implica dolor físico y comúnmente no dura más de 48 horas. Quizás, a final de cuentas, no es equiparable con el progresivo desgaste emocional y físico del en-cierro que parece inacabable y arrastra consigo a familias enteras.

Esta y una inmensa gama de variaciones

más de prácticas jurisdiccionales, se mani-fiestan en nuestra realidad multicultural y de justicia plural, indispensables a la hora de in-terpretar la ley, los usos y costumbres y la CPE.

Fotografía de Verorange

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DOSSIER16 La Paz, noviembre de 2014

LA JUSTICIA EN BOLIVIA

¿Cómo salimos del pantano?

Dos duros diagnósticos del estado de la justicia en el país. Por un lado existen problemas históricos que se asientan en un canón conservador. Por otra parte el gobierno no atinó en las reformas implementadas. Las aristas de estos problemas son múltiples.

“Debemos asumir que la fórmula de elección de autoridades judiciales ha fracasado.”Entrevista a Héctor Arce

[1 ¿Cuál es su evaluación respecto al estado de la administración de justicia en el país en la actualidad?

En Bolivia, la administración de justicia fue y es uno de los sectores más conservadores y reacios al Proceso de Cambio que vivimos.

Bolivia nació con una justicia formalista, ritualista, derivada de otros sistemas jurídicos; una jus-

ticia de abogados, deshumanizada, importada. Una justicia formal que nunca recogió ni reconoció lo que necesitaba la sociedad boliviana en materia de administración de justicia.

Esta justicia derivada, se formó bajo cánones absolutamente conservadores, por ejemplo, las

designaciones de miembros de la antigua Corte Suprema de Justicia siempre recaían en pequeños grupos de “doctorcitos” que usaban el poder político para comprar sus cargos, mientras los grandes excluidos eran siempre los indígenas y las mujeres.

La justicia, formada así, desde el surgimiento de la República en 1825, es el sector que menos

cambios sufrió durante toda nuestra historia republicana; ni con la llegada del Estado liberal (1880), ni con la llegada del Estado social (1938), ni con la llegada de la Revolución Nacional (1952), ni más adelante, han habido cambios, hubieron intentos, pero entre dictaduras y democracias la adminis-tración de justicia no cambió.

[2 ¿Este desempeño de la administración de justicia cómo puede com-

pararse al de décadas anteriores? El “Proceso de Cambio” que vivimos hoy, el más grande, en cuanto a políticas sociales y económicas

de la historia del Estado, ha intentado abarcar la transformación de la justicia, pero tropezamos con pro-blemas, sobre todo con las lógicas conservadoras que se arrastran desde el nacimiento de la República y que se mantienen en la administración de justicia y que en algunos casos, inclusive, se han profundizado.

Gracias a la fórmula que diseñó la CPE, se logró posesionar a personas de poncho, polleras y

abarcas en la administración de justicia logrando un cambio de rostro, pero, lamentablemente, ve-mos que algunas de estas personas no estuvieron a la altura del reto y la talla de la gran responsabi-lidad que el país les confirió.

[3 ¿Podría señalar, al menos, 4 problemas estructurales de nuestra ad-ministración de justicia, en la actualidad?

Primero. La falta de independencia de la administración de justicia que siempre ha dependido del poder político, la nueva Constitución boliviana, en un esfuerzo único, ha planteado una fórmula exclusiva que nunca se probó en el mundo, hay experiencias en algún Estado del Sur de la Unión Americana, en Japón y en Suiza, pero para la elección de autoridades de rango inferior, nunca, en ninguna parte del mundo se eligieron a las máximas autoridades de la justicia a través del voto po-pular, como si se lo hizo en Bolivia el año 2011.

La CPE, en un intento de darle independencia al Poder Judicial, plantea esta fórmula, pero la-

mentablemente no ha solucionado el problema, vemos que hay otros poderes fácticos que se apode-raron de la justicia, incluso, algunas organizaciones sociales que apoyaron a algún candidato, ahora se inmiscuyen en la justicia como lo hacían antes los viejos partidos políticos.

Si bien, en algunos casos, la administración de justicia, cambio de dominante, no ha logrado la inde-

pendencia absoluta que debe tener, que debería ser la principal característica de cualquier sistema judicial.

Segundo. El tema de la corrupción es un mal endémico y en la justicia, es donde más se vio esta situación, nuestra justicia siempre estuvo marcada por la falta de transparencia y eso no ha cambiado.

Tercero. La retardación de justicia. Tenemos una justicia absolutamente lenta, un sistema mal

copiado de otras realidades; nuestra gente no quiere tener que llegar nunca a la justicia, hay personas en Bolivia que ven con horror los tribunales porque sienten que no encuentran justicia; porque van a estar peleando años, gastan mucho dinero y no encuentran la materialidad de la justicia, que al final, es lo que espera el ciudadano de un servicio público, que es casi tan importante como la salud y la educación.

Cuarto. El excesivo formalismo y ritualismo de la justicia boliviana, es una justica de abogados y

no una justicia de ciudadanos, es una justicia formal y así viene desde el Derecho Romano, llena de formalismos, es una justicia deshumanizada.

Un campesino, un indígena llega a un juzgado y ni siquiera lo saludan, lo echan, le dicen: “que

venga tú abogado, vos que sabes de leyes”, mientras la gente peregrina, la justica sigue siendo para los abogados de corbata.

[4 Con base en esos problemas que acaba de identificar, ¿cuáles son las medidas o retos a corto y largo plazo que el país debiera encarar?

Primero, debemos asumir que está fórmula de elección de autoridades judiciales ha fracasado, yo tenía dudas, hasta hace algún tiempo, pero definitivamente debemos reconocer el fracaso, mucho más cuando ves a magistrados que están sometidos a un juicio de responsabilidades y que en vez de acatar la ley y someterse a la acción de la justicia y explicar lo que pasó con la dignidad que debe actuar siempre un magistrado, la eluden acudiendo a chicanas.

Lo que se tiene que hacer es recuperar la meritocracia, que debe enfatizar en la presencia indí-gena y la presencia femenina, la falta de meritocracia lamentablemente ha incrementado los proble-mas de la justicia boliviana.

Hay magistrados que nos han dicho que van a dar fallos a través de la lectura de la coca, nosotros somos los más respetuosos de la prácticas ancestrales, pero un fallo judicial que tiene que ver con la vida, la libertad, la dignidad o la propiedad de un ser humano, no puede estar sometido a prácticas rituales, sino debe estar en manos de la razón, de la justicia y lo más preocupante es que después de estas declaraciones nadie, al interior del mismo Tribunal, haya dicho nada ni haya cuestionado semejante afirmación que incluso fue noticia en medios internacionales, esto nos lleva a remarcar que debemos recuperar la meritocracia.

Hay abogados que tienen vocación, que son preparados y que no están inscritos en una fórmula política sino que tienen vocación de servicio; la justicia se merece gente preparada, que conozca la materia que tenga vocación para hacer justicia, no vocación política.

Antes se elegía por el cuoteo político, si no eras amigo de algún partido no podías entrar. Ahora deberíamos buscar algún sistema, verdaderamente independiente y transparente. Recuerdo que el año 2007 con el Vicepresidente Álvaro García desarrollamos un sistema en el antiguo Congreso Nacional que lo denominamos “sistema ciego de elección de postulantes”, quiere decir, que haya un sistema que prepare las listas previas a la elección, que sea una máquina que califique, que evalúe, que asigne un código de barra al currículum de cada ciudadano que participe, sin saber nombres, tome los exámenes y que saque la calificación que corresponda y de ese procedimiento salgan los mejores abogados.

Esto viabilizaría que gente que aún tiene fe en la justicia, que son abogados con vocación de servicio quieran presentarse y participar, porque otra de las consecuencias de la crisis de la justicia será que en un tiempo mas, nadie quiera ser juez o magistrado, a no ser aquellos que quieran enrique-cerse, estamos a un punto que la gente preparada y capaz que aun queda, se vaya, mucha ya se fue.

“Las universidades son otro de los elementos fundamentales en los que se debe trabajar, se debe formar a los abogados en

una lógica de servicio a la sociedad y no de enriquecimiento personal. Así dignificaremos una profesión que en esencia y

naturaleza conlleva una labor de apostolado para el pueblo.” Héctor Arce

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DOSSIER 17La Paz, noviembre de 2014

“No han habido cambios en el desempeño de la administración de justicia”Entrevista a Liliana Paz

[1 ¿Cuál es su evaluación respecto al estado de la administración de justicia en el país en la actualidad?

La administración de justicia en el país no ha superado sus principales deficiencias históricas: la re-tardación, la corrupción y falta de transparencia, la exclusión de grupos vulnerables, la lentitud en los procesos y una estructura e institucionalidad monoculturales con operadores (autoridades, funcionarios y abogados -aunque no son servidores públicos son parte del sistema-) que en su mayoría no tienen la formación adecuada ni desempeñan su trabajo con principios de ética y solidaridad.

Este sistema funciona manteniendo los privilegios de los operadores sobre las vidas de las personas y parece no tener otro sentido ni finalidad.

[2 ¿Este desempeño de la administración de justicia cómo puede compararse al de décadas anteriores?

La administración de justicia mantiene los mismos problemas de décadas anteriores, Bolivia sigue teniendo una altísima proporción de personas con detención preventiva en espera de sentencia, los procesos siguen durando mucho más de lo que deberían. A esto se suman la corrupción, la impunidad

El segundo elemento y el más complicado, está en el cambio de mentalidad y filosofía; en la ad-ministración pública del Estado hemos cambiado de mentalidad y filosofía gracias al Presidente Evo, hoy la gente que llega a la administración pública lo hace con otro fin, sabe que no podrá enrique-cerse, sino que va a servir, a esforzarse desde las cinco de la mañana y de lunes a lunes, para cumplir con su responsabilidad; hay otra mentalidad fundamentalmente en el Poder Ejecutivo, también en el Legislativo cambió más pausadamente la mentalidad de la función pública, pero ese cambio de mentalidad, debe llegar a la función judicial y ese es un cambio que depende de todos los ciudadanos. Hay que trabajarlo desde las autoridades máximas de la administración de justicia hasta los funcio-narios más sencillos.

Por otro lado, están las universidades, que son otro de los elementos fundamentales en los que se debe trabajar, se debe formar a los abogados en una lógica de servicio a la sociedad y no de enrique-cimiento personal, así dignificaremos una profesión que en esencia y naturaleza conlleva una labor de apostolado para el pueblo.

El tercer elemento y más formal, es el cambio de leyes, nosotros desde la Presidencia de la Comisión de Constitución y la Presidencia de la Cámara de Diputados, hemos hecho un gran esfuerzo para dotarnos de una legislación propia, se trabajó como nunca antes, en base a un diagnóstico de nuestra realidad.

Lo mejores profesionales de este país se sentaron en una mesa y con la experiencia de décadas de ejercicio de la profesión y la cátedra universitaria con una mirada clara sobre la realidad de Bolivia, sin copiar códigos de otros países, como fue en caso de los Códigos Santa Cruz reproducidos de los franceses o de los Códigos Banzer copiados de los españoles e italianos; construyeron los primeros “Códigos Morales”.

Por primera vez en Bolivia, nos hemos ideado, a partir de la realidad, cómo debería ser la justicia en nuestro país y hemos puesto en vigencia cinco normas: Código Procesal Constitucional; Código Procesal Civil; Código de Familia; Ley del Notariado y el Código Niño, Niña, Adolescente, que defen-dimos recientemente en las Naciones Unidas. En Bolivia se estableció que excepcionalmente puedan niños mayores a 10 años trabajar bajo ciertas condiciones y eso expresa la realidad reflejada en la ley, nosotros no podemos legislar porque se lea bonito en el papel o por quedar bien ante la comunidad internacional, debemos atender lo que pasa alrededor nuestro, el trabajo infantil en Bolivia es una realidad y la norma jurídica debe reflejar esa realidad que al mismo tiempo debe ir cambiando.

Son cinco leyes, pero al menos se necesitan una decena más. La reforma más importante que ha quedado trunca este año es la Reforma de Código del Sistema Penal, en una Ley de más de mil artí-culos, engloba el nuevo Código Penal, el nuevo Código Procesal Penal y una Ley de Ejecución Penal. Y más adelante, la reforma a las normas sustantivas, Código de Comercio, Código Civil, etc., para poder entregar un paquete de Leyes que pueda reformar el sistema judicial, sin que eso le cueste millones al Estado y sea una normativa capaz de leer la realidad boliviana, hecha, además, por bolivianos.

y discrecionalidad con la que actúa gran parte de los operadores.

Esta situación se ha mantenido a pesar de que han cambiado al menos dos aspectos fundamen-tales para la transformación de la justicia. Desde hace casi seis años tenemos una CPE que define al pluralismo jurídico, la interculturalidad, la probidad, el servicio a la sociedad y el respeto a los derechos entre otros principios, como sustento del sistema de justicia.

Además, se ha dado en los hechos una democratización de la estructura del Estado, resultado de la elec-ción de autoridades de los tribunales de justicia por sufragio universal y resultado también de las caracterís-ticas de un proceso político que en los últimos años ha posibilitado una importante presencia de sectores indígenas y campesinos en el estado, no solo en condiciones de subordinación, sino en todos los niveles.

Sin embargo, está claro que no han habido cambios en el desempeño de la administración de justicia. [3 ¿Podría señalar, al menos, 4 problemas estructurales de nuestra ad-

ministración de justicia, en la actualidad?

Los problemas estructurales siguen siendo los que debatió la Asamblea Constituyente y que no han sido resueltos: la retardación, la corrupción, la falta de acceso por parte de la población más vulne-rable, la burocrática estructura de los procesos, y un sistema diseñado de manera monocutural que no se adapta a la diversidad de nuestra realidad.

Por otro lado, el alcance del sistema de justicia es tan amplio que abarca hechos que por su irrele-vancia, no deberían ser judicializados, lo que da cuenta de un enfoque sancionador y policiaco que no responde a este Estado.

[4 Con base en esos problemas que acaba de identificar, ¿cuáles son

las medidas o retos a corto y largo plazo que el país debiera encarar?

En el corto plazo, es necesario avanzar en la aplicación e implementación de la normativa de de-sarrollo de la CPE que se relaciona con el sistema de justicia. Esto involucra entre otras normas, la Ley Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, el Código de Procedimiento Civil, el Código Niño, Niña Adolescente, la Ley de Descongestionamiento y efectivización del Sistema Penal, el Código de las Familias y del Proceso Familiar (que se va a promulgar en estos días).

Estas Leyes buscan eliminar los principales cuellos de botella en los procedimientos a través de la ora-

lidad de los procesos, el establecimiento de plazos cortos y la eliminación de etapas innecesarias. Marcan también un enfoque de avanzada con mecanismos que garantizan la equidad, la interculturalidad, la no violencia, la igualdad entre niñas y niños, entre mujeres y hombres, la inclusión, y la no discriminación.

En el mediano – no largo – plazo, el reto es rediseñar e implementar un nuevo sistema de justicia

retomando como base lo que establece la CPE: el pluralismo jurídico, la interculturalidad, la gratuidad, el servicio a la sociedad, y la celeridad, entre otros aspectos. Esto debería permitirnos construir una institucionalidad adecuada a la realidad social y geográfica, contar con autoridades y operadores con la formación técnica adecuada, con solidez ética en el desempeño de funciones y que reflejen la diversa y heterogénea conformación de la sociedad boliviana.

Sería interesante pensar en la judicialización como excepción y no como única salida (salvo cuando

se trate de la vida o la integridad de las personas), lo que llevaría a ponerle muchos esfuerzos a la educa-ción, la prevención y la promoción de derechos, y no solo a la sanción, represión y persecución.

Otra tarea pendiente para el mediano plazo es terminar el desarrollo normativo en áreas pendien-

tes: civil, laboral y penal, por ejemplo. En estos ámbitos habrá que ver con atención la aparición de resistencias dirigidas a mantener un orden excluyente y patriarcal, como ocurrió en el caso del Código Niño Niña, Adolescente que habla de concepción a pesar de que la CPE habla del derecho a la vida; o con el Código de las Familias y del Proceso familiar que, aunque tiene disposiciones incluyentes de la pluralidad y diversidad de familias, no reguló de manera específica los derechos de las familias o parejas conformadas por gays y lesbianas.

“El reto es rediseñar e implementar un nuevo sistema de justicia retomando como base lo que establece la CPE: el pluralismo

jurídico, la interculturalidad, la gratuidad, el servicio a la sociedad, y la celeridad, entre otros aspectos. Esto debería permitirnos

construir una institucionalidad adecuada a la realidad social” Liliana Paz

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DOSSIER18 La Paz, noviembre de 2014

n Luis Oporto Ordóñez*

El 4 de noviembre, Raúl A. Rodríguez, an-tropólogo residente en EE.UU. escribió un post en Facebook: “Estimado Profesor Luis Oporto, Le agradezco haberme facilitado el artículo de Loui en la revista Fuentes. Fue de gran ayuda a la hora de armar la mesa de Todos Santos en la Universidad de New York”. Se refería al estudio póstumo de mi hijo (QEPD) Loui Alvaro Opor-to Almaraz: “Etnografía y festividad de la ‘Santa Ñatita’”, publicado en la revista Fuentes (No 26, 2013) que edita la Biblioteca y Archivo Históri-co de la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Loui Alvaro Oporto Almaraz (La Paz, 1 de marzo de 1978 + 11 de enero de 2013), estudió la Carrera de Antropología-Arqueología (UMSA), participó en las Reuniones Anuales de Etnología del MUSEF. Trabajó en el Archivo del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (2007-2008), se sumó a las Brigadas Internacionalistas de Apoyo a las Bibliotecas y Archivos de Bolivia, que realizó el Censo Guía de Archivos del Servicio de Im-puestos Nacionales (2009); organizó el Archivo del Gobierno Municipal de Colquechaca (2009); fue Asistente en el Archivo Histórico Regional de Potosí del Sistema de Archivo de la COMIBOL (2010); fue Pasante del MUSEF (2012) y del Vice-ministerio de Descolonización del Ministerio de Culturas y Turismo (2013). Su corta trayectoria, truncada de forma cruel en un dramático final que puso fin a su experiencia por la vida acumu-lada en 34 años de existencia, figura en Guardia-nes de la Memoria: Diccionario Biográfico de Archivistas de Bolivia (2012).

[ Un crimen en la periferia paceña

La joven existencia de Loui Álvaro Opor-to Almaraz fue malograda por la miseria hu-mana que anida al interior de sus victimadores. Loui era extremadamente cariñoso, solidario y amable, siempre dispuesto a colaborar; sensible con los animales, adoptaba perros callejeros abandonados, convirtiéndolos en sus mascotas. “Wolf”, “Nina I”, “Nina II”, fueron algunos. Ese hecho le obligó a alejarse cada vez más hacia ba-rrios de la periferia paceña, pues ningún dueño de casa aceptaba alquilar o rentar habitaciones a un inquilino con perros. Ante esa dificultad, planeó mudarse definitivamente a una vivienda de su propiedad en la Urbanización de El Kenko (El Alto). Por azares de la vida, en el ínterin, Loui recibió una inesperada oferta para un contrato de anticrético por US$ 4.500 en el barrio de Cu-pilupaca (Av. Periférica), más próxima al centro de sus actividades que El Kenko. La oportuni-dad no era tal sino una celada urdida por un ‘amigo’ que conoció circunstancialmente. El 11 de enero, Loui fue victimado con 22 puñaladas, luego de un cruel martirio al que fue sometido

con premeditación y alevosía, con saña, indes-criptible, inexplicable, imposible de creer, pues Loui nunca hizo daño a nadie; todo lo contrario, fue siempre solidario y atento, incluso con aquel que escondía la daga debajo del brazo, a tiempo de ofrecerle el ficticio anticrético.

[ El Vía Crucis: trajinando el sórdido mundo de la justicia en Bolivia

I. El 12 reportamos la desaparición de Loui, sin saber que fue asesinado. La respuesta fue la indolencia: “no se puede denunciar la desapari-ción de un adulto”. Amparados en la figura del “secuestro y trata”, la policía se puso en movi-miento. Agentes especializados de la FELCC lograron ubicar y extraer el cadáver de Loui, el 19 de enero. En el entretecho de la habitación del asesino confeso se requisaron US$ 1.800 dó-lares. La Fiscal Claudia Pastén imputó por asesi-nato a Humberto Justo Parra Patty y David B.C. y la jueza ordenó su reclusión en Chonchocoro y San Pedro, respectivamente.

II. En la morgue vimos el cuerpo flagelado de Loui. El dolor fue atroz. No podíamos creer tanta crueldad. La audiencia llevada en la morgue pare-cía el episodio de una novela de terror, pues está-bamos rodeados de decenas de cadáveres en pu-trefacción. El cuerpo de Loui mostró las huellas de su martirio: una, dos,…diez, veinte…, veintidós puñaladas, asestadas en la espalda, antebrazos, costados, brazos, abdomen. Una furia implacable se descargó contra mi querido muchacho. Los mí-seros dólares no pueden justificar tanta crueldad: ¿Es ese el precio de una vida útil a la sociedad? ¿Quiénes fueron sus cómplices? ¿Por qué hubo tanta saña? ¿Por qué tanta crueldad?

III. Durante la audiencia de reconstrucción del crimen, a cargo del Fiscal Julián Marca, pu-dimos ver con horror la excavación que se hizo para depositar el cuerpo martirizado de Loui. El asesino tapó la fosa, lo cubrió con una alfombra, puso encima un mueble y vivió con el cadáver putrefacto… ¡una semana! En esa oportunidad, el asesino confeso sindicó a David B.C. como cómplice, indicando con detalle el papel que habría desempeñado, el reparto del miserable botín y cómo se escondieron. El imputado no desvirtuó las temerarias sindicaciones.

IV. A seis meses de su cruel asesinato, las investi-gaciones concluyeron y el Fiscal presentó su informe acusatorio, al igual que la abogada que atiende el caso por parte de las víctimas. Sólo faltaba que la au-toridad judicial convoque a la audiencia del informe conclusivo para cerrar esta primera fase del proceso y pasar a la fase del juicio oral y contradictorio, que será el que determine en última instancia la respon-sabilidad de los dos detenidos.

Pero, ese calvario que empezó el 11 de enero de 2013 se desarrolla con una lentitud incom-prensible. Es un martirio que no tiene fin. En cada audiencia tenemos que revivir, una y otra vez, el nefando crimen. Nuestras vidas cam-biaron radicalmente. El dolor, la impotencia, la duda, la incertidumbre, han calado hondo en nuestra familia. Transitamos en un mundo pa-ralelo que se mueve en otra dimensión. Mundo insensible, implacable, indolente, en el que las víctimas se convierten en simples casos, de los miles que esperan la acción de la Justicia.

El Artículo 178 de la Constitución Política del Estado, a la letra dispone que “La potestad de impartir justicia (…) se sustenta en los principios de independencia, imparcialidad, seguridad jurí-dica, publicidad, probidad, celeridad, gratuidad…”.

¿Celeridad, probidad, seguridad jurídica? Los administradores de Justicia pareciera que ignoran su alcance, pues no se conmueven con el dolor aje-no, observan impasibles la retardación de justicia, ante la angustia e impotencia de las víctimas.

¿Gratuidad? No, existe tal, pues hay que pagar los insumos que se emplean en el examen forense (desde el barbijo, hasta la bata), hay que costear requerimientos de los investigadores (desde pilas y casetes para grabadoras del siglo XX, hasta linternas del siglo XXI), correr con el gasto del taxi para cada una de las notificaciones a los imputados (Bs. 200 hasta Chonchocoro), al margen de los honorarios de ley de los abogados.

Cuatro veces se ha suspendido la audiencia conclusiva, por numerosas incidencias y ausencias. Cuatro veces hemos comparecido ante una jueza para recibir la misma respuesta: fijar fecha y hora de nueva audiencia, para que esta se vuelva a suspender por motivos propios del mundo de la chicanería.

[ Una luz de esperanza al final del túnel

El 30 de octubre de 2014, el presidente en ejercicio Álvaro García promulgó la Ley 586, de Descongestionamiento y efectivización del Sistema Procesal Penal, que tiene por objeto implementar procedimientos para agilizar la tramitación de las causas penales, a efecto de

Con valentía, Luis Oporto comparte un testimonio desgarrador sobre el crimen que terminó con la vida de su hijo. Un martirio que la Justicia boliviana no hace más que extender, entrabando el proceso con sus típicas chicanas e imposturas.

descongestionar el sistema penal y reducir la retardación de justicia para garantizar una jus-ticia pronta, oportuna y eficaz. Para ello estable-ce sanciones para jueces prevaricadores, fiscales venales y abogados chicaneros.

Es una luz en la oscuridad, para castigar la retardación de justicia, poner fin al mundo del prevaricato (actuación de manifiesta injusti-cia), al tráfico de influencias e incumplimiento de deberes formales para favorecer a una de las partes (puerta abierta a la corrupción, al enri-quecimiento ilícito), de la chicanería (excusas y recusaciones, incidencias, argucias), vicios que han reemplazado a la majestad de la Justicia, al debido proceso y a la ciencia del Derecho.

Esta nueva norma pretende poner fin a una absurda forma de administración de justicia. Pro-tege con fuerza los delitos contra la vida, la libertad sexual, trata y tráfico de personas, violencia políti-ca, violencia familiar o doméstica, la corrupción y criminalidad organizada, entre otras figuras.

Es evidente que hay voluntad política para remediar los males, pues no es posible que en pleno siglo XXI se asesinen jóvenes con tanta impunidad, sin que la Justicia imponga la san-ción sabia y justa, imparcial y proba, impartida de forma oportuna, bajo el principio de la gra-tuidad y celeridad.

Sin embargo, surge otra vez la incertidum-bre, al estar sujetos al administrador formal de justicia: el juez técnico de quien vuelve a depen-der enteramente el destino penal de un proceso. Al eliminarse a los jueces ciudadanos, resurge con fuerza la sombra del temido prevaricato pues en el pasado ominoso, los jueces, salvo honrosas excepciones propias del gran Panta-león Dalence, han dado muestras de lo que son capaces de hacer. Ese poder extremo explica que la justicia no hubiera llegado en el pasado a los hombres y mujeres del llano, a los que transitan a pie, sin padrinos poderosos. Aquel ostentó un poder que convirtió el Derecho en una preben-da y revictimizó a las víctimas.

* Luis Oporto Ordóñez, padre de Loui Alvaro Oporto Almaraz, es Magister en Historia, Servidor Público del Estado Pluri-nacional y Docente Titular de la Universidad Mayor de San Andrés.

UN DRAMA QUE LA JUSTICIA SÓLO PROFUNDIZA

El caso de Loui Alvaro Oporto Almaraz: La Administración de Justicia en el Estado Plurinacional

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DOSSIER 19La Paz, noviembre de 2014

n Velvet Romero García

Elena estaba sola en casa cuando sintió una punzada en el vientre, tenía 8 meses de embarazo y dio a luz inesperadamente en un pasillo de la planta alta de su casa, el bebé resbaló y se pegó en la cabeza. Lo único que pudo hacer Elena fue ponerlo encima de una bolsa que encontró, cami-nó hacia las escaleras para buscar ayuda pero las fuerzas no la acompañaron. Intentó sostenerse de una pequeña barda donde colocó al bebé que cayó al suelo en el mismo instante en que ella se desmayó. Cuando despertó, se encontraba en el hospital, los médicos la habían denunciado por homicidio. La policía llegó por ella y la llevó en bata de hospital y sandalias a declarar al Minis-terio Público; estaba débil, había recibido medica-mentos que la tenían adormilada, la hicieron fir-mar una declaración que ella no recuerda haber dado, la llevaron al Centro de Reclusión acusada de homicidio. Hoy tiene 34 años y lleva 10 años en prisión, la mitad de su sentencia.

En su estudio sobre hombres y mujeres acu-sadas por el delito de homicidio en la ciudad de México, Elena Azaola concluye que las mujeres no sólo reciben sentencias más altas que los hom-bres que cometieron delitos similares, sino que son sancionadas también por razones de género, su delito es –como el título de su libro-, ser mujer y en este caso, no ser madre. Como una cons-trucción social, la maternidad está cruzada por mandatos culturales que reproducen los sujetos a través de prácticas y discursos que están debajo de la lógica de funcionamiento institucional. Esta lógica “protege” a las que desean ser o son madres o bien sancionan a las que, por alguna circunstan-cia, no quieren o pueden serlo. En el imaginario social mexicano una mujer siempre desea ser madre y además tiene que ser buena para ello. La crianza no es considerada como producto del aprendizaje sino del “instinto”, en ese sentido, las mujeres no tendrían por qué equivocarse si ya hay un plan genético que les indica qué hacer y cómo hacerlo.

Curioso es el mandato de la maternidad, por un lado hay una vigilancia social del proce-

so: se controla que sea dentro de los cánones de la “moralidad”, se busca que llegue a término no importa en qué circunstancias se encuentre la madre, se ejerce presión para que los afectos de la mujer sean los “adecuados”; pero por otro lado, los gastos que produce, las limitaciones escolares, profesionales y laborales a las que puede enfren-tarse deben ser asumidas de manera individual.

[ Las instituciones “protectoras” de la maternidad

Angélica iba bajando las escaleras de su casa llevando a su hijo recién nacido en sus brazos cuando resbaló y cayó encima de él, lo llevó al hospital donde murió poco después. La doctora le dijo que la denunciaría por los hechos y que se fuera porque los policías judiciales iban a ir por ella. Angélica decidió esperarlos sentada con su hijo mayor en la sala de espera del hospital, no tenía nada que esconder, había sido un acciden-te. Todo se iba a aclarar. Cuando la subieron a la patrulla le llovieron golpes que no cesaron ni en el Ministerio Público, le pusieron una pistola en la cabeza, la desnudaron enfrente de su hijo de casi 2 años. Nunca recibió la asistencia de un traduc-tor porque ella habla con dificultad español, es indígena. Su hijo fue entregado al Desarrollo In-tegral de la Familia (DIF)1 y no le permiten verlo desde hace 9 años, tiempo que lleva en reclusión, de una sentencia de 40.

En México como en muchos otros países las personas que trabajan en el sector salud es-tán obligadas bajo la Norma Oficial Mexicana (NOM-190-SSA1-1999) a dar aviso al Ministe-rio Público los casos que presumiblemente son producto de la violencia familiar. El equipo mé-dico está obligado a solicitar –dependiendo la gravedad de las lesiones- que la persona afectada guarde reposo en una institución y no se presente a declarar ante sino hasta que su salud esté recuperada.

Parece ser que tanto a Elena como a Angé-lica ya se les había declarado culpables antes de llegar al Ministerio Público. Elena fue sacada del hospital en condiciones críticas de salud y sin las

mínimas consideraciones: en bata de hospital, sin zapatos, adormilada por los medicamentos y adolorida por los hechos ocurridos. A Angélica la médica le dijo que la iba a denunciar, sin hacer averiguaciones más exhaustivas. Sin que a ella le revisaran los golpes producto de la caída ya se ha-bía decretado que ella era homicida.

Gran parte de las irregularidades de los procesos penales provienen de los Ministerios Públicos que son instancias cuyas funciones de investigación e integración del expediente jurí-dico nunca se cumplen. Guillermo Zepeda en un análisis sobre esta instancia encontró que el entorno de corrupción, negligencia y poca capa-cidad investigativa que posee crea un caldo de cultivo propicio para la serie de violaciones, irre-gularidades y abusos que se cometen en contra de las personas vulnerables: las que no pueden pagar para “librarse” del problema en el momen-to de la detención, es decir, las de bajos ingresos.

El Ministerio Público es el corazón de la im-punidad. Zepeda destaca que de cada 100 delitos, sólo se denuncian 20, de éstos sólo se concluye la investigación en 5.2%, poniéndose a disposición de los jueces sólo a 1.7% de éste sólo 1.45% llega a sentencia, condenándose a 1.3%, aunque estos cálculos fueron elaborados en 2004, la situación en 10 años no ha mejorado. Esta última cifra ade-más no está exenta de dudas: no todas las perso-nas sentenciadas han cometido el delito que se les imputa o al menos no de la manera en que consta en el expediente, la “siembra” de delitos es una práctica frecuente que se exacerba ante el pago que algunas entidades del país otorgan a sus policías por cada persona detenida.

Aunque la tortura en una práctica común entre los cuerpos policiacos mexicanos, ésta no debe desligarse de los preceptos “morales” que imperan en la sociedad y que llevan a castigar con mayor saña unos delitos más que otros. Es-tas mujeres trasgredieron una norma social: la maternidad. Angélica no sólo no contó con un traductor(a). Mientras la golpeaban le decían que

Las prácticas jurídicas están cortadas con una tijera patriarcal. En México hay un ensañamiento sistemático contra aquellas mujeres que por diversas circunstancias rompen con los roles que se les prescribe. En estos casos no existe ni el debido proceso ni las garantías que protejan a la acusada.

se iba a morir por asesina, “a un hijo nunca se le mata”. Ella solicitó ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos que le informaran de su hijo al resguardo del Estado. Recibió como respuesta que, por haber asesinado a su hijo, no tenía de-recho a saber nada del otro, quien seguramente correría la misma suerte.

[ La violencia continua y la justicia discontinua

La violencia que sufrieron estas mujeres por parte de las instituciones del Estado puede com-prenderse como un continuum: un tipo de vio-lencia suele estar ligada a otros tipos de violencia creando una especie de espiral, que puede exacer-bar la condición de precariedad de los sujetos tal como Scheper-Hughes y Bourgois lo enuncian. La precariedad es una “condición política indu-cida de vulnerabilidad maximizada”, dice Butler en su análisis sobre la guerra, ésta se encuentra desigualmente distribuida por todo el cuerpo so-cial, pero al parecer ha sido tan constante hacia ciertos grupos que es fácilmente identificable: in-dígenas, mujeres, niños, pobres, no heterosexua-les, no blancos. El uso de la violencia coloca a los sujetos en una situación de vulnerabilidad extrema, estas mujeres comparten historias de violencia que se suman a la corrupción e inefi-ciencia de las instituciones y los parámetros “adecuados” de la maternida.

¿Qué hubiera pasado si Emma no hubiera tenido que huir de su casa por maltrato; si él no la hubiera golpeado en el vientre hasta provocarle el parto; si él no hubiera metido al bebé en una bol-sa de plástico hasta que se asfixiara; si no hubiera amenazado a Emma de matar a sus otros hijos si contaba lo ocurrido? Tal vez, ella no llevaría nue-ve años encerrada de los 45 que le dieron.

NOTAS[1] Organismo que se tiene a su cargo –entre otras funcio-

nes-, la asistencia a menores de edad que han sufrido abandono o maltrato por sus familiares, que se encuentran en situación de calle o de reclusión y no hay ningún familiar que pueda hacerse cargo de ellas(os).

UNA MIRADA DE GÉNERO A LA SÓRDIDA JUSTICIA MEXICANA

La violencia continua y la justicia discontinua

“Angélica no sólo no contó con un traductor. Mientras los policías la golpeaban, le decían que se iba a morir por asesina. “A un hijo nunca se le mata”. Ella solicitó ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos que le informaran de su hijo al resguardo del Estado. Recibió como respuesta que, por haber asesinado a su hijo, no tenía derecho a saber nada del otro, quien seguramente correría la misma suerte.”

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DOSSIER20 La Paz, noviembre de 2014

Con motivo de la publicación del presente número acerca de la (in)justicia que usted, lector, sujeta entre sus manos rabiosamente, el Papirri nos presta -en primicia- un bailecito de su próximo disco titulado Full Folklore, el cual saldrá en 2015. Para que se vaya antojando...

Se va la primerita…

Dios nos libre, amor mío,De los abogados

Tinterillos con su oficio siempre demorado

Dios nos libre, amor mío,De los cirujanos

Doctorcitos que te curan dólar en la mano

Bien lejitos estaremos… siiiDe estos personajes

Con tu amor, luz y ternura… siiiLa vida es un homenaje

Lalalalalalaalalalla

La vida es un homenaje

Dos dos dos dosII.

Dios nos libre, amor mío,De la policía

Con su socio preferido robando en la vía

Dios nos libre, amor mío,De la burocracia

Con su lema preferido ‘vuélvase mañana’

Bien lejitos estaremos… siiiDe estos personajes

Con tu amor, luz y ternura…. siiiLa vida es un homenaje

Lalalalalalaalalalla

La vida es un homenaje

Tres tresIII

Dios nos libre, amor mío,préstamo bancario

Intereses devorando mi pobre salario

Dios nos libre, amor mío,del estafador

Pavier Poza Pillamil¡La puta que te parió!

Bien lejitos estaremos... siii

De estos personajesCon tu amor, luz y ternura... siii

La vida es un homenaje

LalalalalalaalalallaLa vida es un homenaje

*Letra y música: Manuel Monroy Chazarreta, Quito, por 2011

Bailecito Terapeutico

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21La Paz, noviembre de 2014

La condición, no universal, de ser mujer

n Ana Velasco Unzueta

La primera mujer ministra de Bolivia fue la abogada Alcira Espinoza. No sólo fue la primera ministra, sino que fue la prime-ra mujer en ocupar un cargo público de alto rango en la historia de Bolivia. Esto sucedió en 1969, 144 años después de la fundación de la República, 22 años después de la pri-mera participación electoral de las mujeres y 17 años después de que se instaurara el voto universal. Alcira Espinoza dirigió el Ministerio de Trabajo por casi cinco meses durante la corta gestión de Luis Adolfo Siles Salinas, interrumpida por el golpe de Estado de Ovando Candia. ¿Qué suerte corrió la se-gunda mujer ministra? ¿La tercera?

Debido a este accidentado comienzo, cuando se habla de la historia de la inclu-siónde la mujer en Bolivia se suele comenzar en la década de los 90 del siglo XX. Como si todo lo pasado antes fuera sólo anécdota. Lidia Gueiler fue la primera mujer presiden-ta, pero las condiciones en las que asumió el mando y la manera en la que fue despojada del mismo, la convierten en una excepción. Recordemos entonces quiénes fueron estas

primeras mujeres: Gueiler, en su corto man-dato, nombró a dos mujeres ministras: Aida Claros de Baya, médica, como Ministra de Salud y Elba Ojara, trabajadora social, como Ministra de Bienestar Social. Antes que ella, Walter Guevara Arce nombró a Ana María Romero como Ministra de Prensa e Infor-maciones. Diez años después, Paz Zamora nombra a Elena Velasco como Ministra de Asuntos Urbanos. Sin embargo, la historia de la inclusión política de la mujer no cuenta las historias de estas mujeres y salta inme-diatamente a los 90. Desde 1993 hasta el 2005 hubo un máximo de cuatro mujeres en un gabinete ministerial. No fue hasta el año 2010 que se logró conformar un gabinete en el cual de un total de 20 carteras ministeria-les, 10 estarían dirigidas por mujeres.

¿Por qué es importante rescatar a estas “mujeres anécdota”? Porque los logros en la inclusión de la mujer en la política pueden, y deben, medirse con algo más que solamente números de mujeres en el poder ejecutivo, en el legislativo o donde sea. Queda claro que la inserción de la mujer en la política co-menzó tarde y tardó aún más en ser integral. Podemos advertir esto gracias al estudio de

la anécdota: la mujer participó como candi-data y electora, por primera vez, en las elec-ciones municipales de 1947; sin embargo, sólo tenían derecho a la participación políti-ca las mujeres que sabían leer y escribir. Una historia parecida cuentan los gabinetes mi-nisteriales, en los cuales las mujeres llegaron como cuentagotas entre 1969 y el 2003; y aún así, la primera mujer ministra indígena no llegó al ejecutivo sino hasta el año 2002.

Por sí sola, la lista de cosas que una mujer debe afrontar sólo por el hecho de ser mujer es larga; sólo basta con observar cómo el feminicidio, la trata y el tráfico o el acoso político a mujeres han poblado nues-tros titulares y preocupaciones. Sin embar-go, la realidad es mucho más compleja por lo que muchas veces el género es también una categoría racial y la clase también se constituye en una categoría de género. No son esferas separadas, autónomas. Esto lo demostró claramente el movimiento fe-minista negro en Estados Unidos en 1960. Las mujeres feministas blancas reclamaban, fundamentalmente, igualdad de derechos laborales. Ellas habían comenzado a parti-cipar del mercado laboral durante la guerra de Vietnam; y cuando los soldados volvieron a su país, se intentó que las mujeres volvie-ran a sus casas. Es así que las mujeres que deseaban tener una carrera profesional, ir a la Universidad o trabajar fuera del hogar, volvieron a verse impedidas a hacerlo. Así el movimiento feminista de los 60 luchó por una inclusión igualitaria de las mujeres en el mercado laboral: deseaban ganar el mis-mo salario por el mismo trabajo, deseaban ser tomadas en cuenta para otros puestos

que no sean de segundo orden (enferme-ras, secretarias o asistentes) y deseaban no ser despedidas en caso de quedar embara-zadas. En 1970, el movimiento feminista negro denunció que las reivindicaciones de este movimiento no las amparaba en nada. Las feministas negras argüían que ellas ya formaban parte del mercado laboral hace muchos años, que el trabajo no había sido para ellas, de ninguna forma, una “fuerza liberadora” y que aún cuando las feministas blancas consiguieran triunfar en todas sus luchas, estos “triunfos” jamás las beneficia-rían a ellas: por ser negras.

Silvia Rivera ha trabajado sobre el mis-mo punto en Bolivia ofreciéndonos nume-rosos ejemplos. Rivera afirma que la mujer reproduce la etnicidad; y ésta, a su vez, re-produce algunos patrones de opresión de la mujer. La manutención económica de hogares y negocios de familias migrantes, los procesos sindicales en Cochabamba y el servicio doméstico remunerado en las ciu-dades son algunos ejemplos que ofrece Rive-ra; ejemplos que muestran cómo el género, la clase y la etnia se entrecruzan generando complicados caminos de discriminación y colonialismo.

La experiencia de ser mujer no es uni-versal: es moldeada también por la condi-ción de clase y por la condición étnica. Las desigualdades de género son identificadas étnicamente y las desigualdades sociales son engendradas y heredadas por mujeres. De muestra, varios botones: con el reciente secuestro de Pamela Álvarez no tardaron en surgir sospechas relacionadas a su clase so-cial ¿Habrá aparecido por ser, como se la de-nominaba en las redes sociales, una “jailon-cita”? ¿Será posible que las mujeres que han pasado por lo mismo pero no han podido volver a sus hogares, no lo hayan hecho por pertenecer a otra clase social? Cuando Ama-lia Laura Villca se graduó como abogada de la Universidad San Simón y sus compañe-ros alteraron la foto de graduación ¿siguió siendo posible negar que la pollera se había convertido en un fetiche que discrimina por partida doble?

El movimiento feminista negro llamó a esto “interseccionalidades”, es decir: la ma-nera en la que la identidad de género es mol-deada, modificada y permeada por la clase social, por la raza o por la etnia (y por todas a la vez). No se es ni hombre ni mujer en un vacío abstracto donde no existe la posición social o el color de piel. La primera minis-tra mujer en Bolivia vino en 1969 y aunque fue un hito para la inclusión de las mujeres, fue sólo un tercio de la inclusión necesaria. Como la exclusión viene por varios f lancos diferentes esta debe ser combatida de la misma manera; si no, toda política pública estará incompleta.

La historia de la inclusión de la mujer en la política comienza en la segunda mitad del siglo XX con algunos casos extraordinarios de mujeres en cargos públicos. Sin embargo una inclusión íntegra, que incluya diferentes dimensiones de la condición de mujer – como la etnicidad y la clase social – ha comenzado a ser concebida recién con el comienzo del nuevo siglo.

Fotografía de Verorange

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22 La Paz, noviembre de 2014

LO OBSOLETO DEL MODELO DE ENCIERRO Y REHABILITACIÓN

Desconfiar de las imágenes

n Diego Mondaca*

En 2008 comenzamos a indagar, con nues-tro documental LA CHIROLA, acerca de lo que puede o no representar la libertad, o más bien su ausencia. Retratamos la memoria de Pedro Cajías de la Vega, quien permaneció por varios años dentro del penal de San Pedro y que luego tuvo que enfrentarse nuevamente a la libertad. El documental relata cómo para Pedro el salir libre significaba un trauma aún mayor.

En 2011 este nuestro trabajo continuó con

CIUDADELA. Desde que comenzamos nues-tras investigaciones nos llegaron un sinfín de comentarios e historias sobre acontecimientos que sucedían dentro o desde dentro del penal de San Pedro, o que quizá simplemente, dice que suceden.

Sin duda son muchas las cosas que pasan o

no dentro de una cárcel, pero también es cierto que estos mismos hechos no dejan de pasar fuera de ella. El origen no está ahí dentro, sino en el entorno que lo contiene. Entonces, tras este análisis evidente -pero pocas veces reco-nocido- comenzamos a hacer observaciones inversas a lo habitual y centrarnos en nuestro entorno para así poder entender de la mejor manera posible los espacios y momentos que registramos en los dos documentales.

Tanto el mundo de adentro como el de

afuera vienen acompañados de sus propias hostilidades y libertades. En el caso del penal de San Pedro, dada su arquitectura y su cons-trucción social en su mayoría gente de pocos recursos y de origen indígena (mayormente aymara), podría servir de vivo ejemplo de li-bertad, poniendo en evidencia la ambigüedad de esta palabra a través de las nuevas imágenes que nos devela, invitándonos a desconfiar de todas las nociones y preconceptos que consu-mimos sobre las cárceles.

En Bolivia alrededor del 70% de las perso-

nas presas no cuentan con sentencia y somos el quinto país en el mundo con mayores índi-ces de violencia contra la mujer. En el Estado de California se ha quitado la palabra rehabi-litación: la cárcel ya no sirve ni en apariencia para rehabilitar, sino que está ahí de forma ex-plícita sólo a modo de castigo y prevención. El Ministro de Justicia de ese país, Estados Uni-dos, encargó la producción de un video para los medios de comunicación que buscaba de-mostrar, principalmente, que los condenados a prisión no vivían en condiciones lujosas, sino que la pasaban bastante mal.

El video se parece a una película de propa-

ganda nazi sobre la prisión de Brandenburgo filmada en 1943. En ambos casos, el mensaje es el mismo: “El tiempo de la clemencia ha pa-sado. Hay que dejar de hablar de rehabilitación y comenzar a hablar más bien de la severidad del castigo”. En Bolivia, hace pocas semanas el

candidato a la presidencia Jorge Tuto Quiroga anunciaba como propuesta electoral la idea de contar con “cárceles de verdad, donde el que la hace la paga”. Y por el otro Samuel Doria Me-dina, candidato a la presidencia por Unidad Nacional, propuso la “cadena perpetua”, ambas propuestas como medidas para combatir la in-seguridad ciudadana.

En las dos películas mencionadas, vemos

un preso atado de pies y manos como un artis-ta circense. Ambos films transforman al crimi-nal en un espectáculo, pero la californiana es más sensacionalista que la de los nazis. Claro que en Alemania de 1943 existía mayor mal-trato social que en la California actual, pero lo nazis todavía se esforzaban por aparentar cierta legalidad.

La demanda de entretenimiento ha creci-

do de forma increíble con los años y hasta el cine que realiza una crítica a la cárcel busca en-tretener. Casi en ninguna película critica falta la ejecución que satisfaga el deseo de sentir el miedo en carne propia.

Con la modernidad, la praxis del castigo

cambia radicalmente y se elimina el martirio público y la ejecución. Las personas que co-meten infracciones a las leyes son encerradas detrás de muros, excluidos de la mirada pú-blica, invisibilizadas. Sin olvidarnos, entanto, que la invibilización social ya ocurria de ma-nera velada en la medida en que la concep-ción de delito y pena por parte del Estado y la sociedad son selectivos, afectando más determinados grupos sociales, como mencio-namos anteriormente.

Lo que sucede en el caso boliviano, o al

menos en el que nosotros pudimos explorar a partir de nuestro trabajo en La Chirola y Ciudadela, es algo bastante particular, lo que en ningún caso significa que sea mejor o peor. La ausencia del Estado Controlador dentro de los centros penitenciarios ha provocado que gradualmente las dinámicas de control sean vencidas, rebasadas o modificadas. Ahí dentro manda marinero. Es interesante ver cómo la gente ahí recluida ha desarrollado la capacidad de vivir/convivir en comunidad al margen de la ley establecida, gestionando y desarrollando sus propias normas y modos de convivencia, mismas que garantizan, una mínima segu-ridad entre ellos y sus familias. El carácter gregario del ser humano posibilita que pueda

encontrar siempre la manera de convivir y de esta manera sobrevivir.

En San Pedro aquel modelo de Panóptico

como estrategia de control, donde la mirada vigilante del guardia está siempre puesta sobre el prisionero y donde el guardia es el represen-tante de sociedad, fue rebasado. Ese modelo de vigilancia, ideado por el filósofo británico Jeremy Bentham, con una torre de control que permitiera ver al interior de cada una de las celdas, donde los presos no puedan saber si en la torre había efectivamente alguien, solo sen-tían la potencialidad de la mirada. Bentham se imaginaba que cualquier persona podía in-gresar en la torre y cumplir con la función de vigilancia.

En Ciudadela un vigilante precariamente

posicionado en su torre de control, una caseta hecha de adobe y techo de calamina plástica, situada sobre el muro perimetral sur de San Pedro, dialoga con un preso que se encuentra abajo mientras arroja una piedra el techo de otra celda para poder dialogar con otro prisio-nero. Esta imagen, este momento de íntima comunicación entre vigilante y vigilado, ejem-plifica acertadamente el tipo de relaciones es-tablecidas desde un modelo panóptico vencido por dinámicas sociales y culturales propias de los bolivianos, con multitudes que conviven en hacinadas y que se hacen y rehacen cada mi-nuto, reinventado espacios extraviados en los laberintos de su propia ciudadela.

Visto desde fuera el aparente caos se vin-

cula, básicamente, con una de las caracteriza-ciones más constantes de la vida, la que señala su “feroz desorden”. Y es que en el penal de San Pedro conviven –en un espacio no mayor a 1000m2– más de 3,500 reclusos, incluyendo mujeres y niños (familias enteras). Entonces, por mucho que imaginemos estas cifras y es-pacios juntos, nunca lograremos otorgarle su imagen correcta, entonces desconfiar de las imágenes es completamente necesario, para así poder encontrar motivaciones para dete-nernos, y observar.

@DiegoMondacaG

LinksLA CHIROLA: http://vimeo.com/12346988CIUDADELA: http://vimeo.com/86256347

“La ausencia del Estado Controlador dentro de los centros penitenciarios ha provocado que gradualmente las dinámicas

de control sean vencidas, rebasadas o modificadas. Ahí dentro manda marinero. Es interesante ver cómo la gente ahí recluida ha desarrollado la capacidad de vivir/convivir en comunidad al

margen de la ley establecida, gestionando y desarrollando sus propias normas y modos de convivencia”

Otros desaciertos…

Iglesia preparada para las municipales. La semana que pasó, la cúpula de la Iglesia se reunió en Cochabamba para evaluar asuntos internos propios de ellos y de Dios (suponemos)... y (cuándo no) coyuntura política. La derrota de los candidatos de oposición y la inusitada relación del Papa con Evo… círculo discretamente una fotaza que se tomaron los jerarcas aquel día. Todos miran al frente, como debe ser. Parecería que la derrota electoral no les afectó demasiado, seguro los “curitas” piensan revertir la situación en las elecciones regionales que ya vienen… incluso sus asesores políticos que ahí aparecen (Francisco Zaratti y Carlos Cordero) también se ven tranquilos de ánimo… en fin, no contamos más de esa reunión porque son cosas de Dios…

La diplomacia del Singani. Cuenta la historia que el Embajador de Suiza Jacobo Von Tchudi (un conchudi), hace más de un siglo, vió una figurita en Tiahuanaku y les propuso a los comunarios que se la vendan… Estos se negaron. Y entonces sacó el coñac, los emborrachó y se subió al caballo con la estatuilla y se fugó… Se llevaron la pieza a Europa. El nieto del Von Tchudi finalmente regaló la pieza al Museo Berna.

La Embajadora de Bolivia en Berlín Elizabeth Salgueiro, vio esta pieza histórica y exigió su inmediata devolución… Los suizos se negaron rotundamente… pero ella sacó singani y bueno… el Ekeko vuelve a Bolivia.

Buena gestión de la Embajadora, como diría UNITEL, una boliviana de oro.

Las cartas sobre la mesa. Carlos De Mesa ha encontrado la fórmula perfecta para sobrevivir en política. Representa al Gobierno de Evo ante la Comunidad Internacional, con el pretexto de catequizar al mundo en el tema marítimo, pero por otro lado, nuestro ilustre ex Presidente, mantiene en su blog una furibunda oposición contra “la corrupción y el prebendalismo” del Gobierno… Bueno, no es muy honorable trabajar para un Gobierno al que se considera inmoral y corrupto… en fin, son cosas seguramente opinables? o no?

Yo no prendo velas en ningún entierro. Alguien que no se quiso perder bajo ningún pretexto de la fiesta democrática venidera es Luis Revilla. Según cuentan los pajaritos compró la sigla (SOL) antes de que empiece la fiesta de la Virgen de Copacabana. En un insensible acto de pragmatismo empezó la recolección de firmas antes de que el Tribunal Supremo Electoral emitiese el Certificado de Defunción de su ex MSM (rebautizado como Movimiento Sin Militantes), partido con el que heredó el cargo… para no alterar a sus votantes con fantasmas ni siquiera invitó a Juan del Granado, líder del extinto, a la presentación de su nueva estructura política… como dirián: “más vale sigla en mano que msmistas especulando”

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23La Paz, noviembre de 2014

n Mariano Schuster

Esa tarde de 1945, el General Perón tenía las manos extendidas. La cancha de Racing rebosaba de público y Evita saludaba a los descamisados como una estrella de cine. Todo el Estadio se había fundido en una ovación. Obreros, cabecitas negras y changos del in-terior, miraban, por primera vez, un partido de primera desde las tribunas.

Era el último sueño cumplido: después de la casa propia, el descanso dominical y las negociaciones colectivas había llegado el Domingo de fútbol para los trabajadores. La mano del General Perón parecía una mano generosa.

Elio Montaño, el delantero estrella de Huracán, lo sabía bien. Evita – la compañera y líder de los descamisados – le había rega-lado a su vieja su primera máquina de coser en 1947. Dos años antes, mientras el General Perón hacía campaña por los pagos de Casil-da, en Santa Fe, el jovensísimo Elio se acercó a darle la mano. Lo que recibió, a cambio, fue una pelota de cuero. Algunos llamaban a eso dádivas populistas. Para Elio eso se llamaba justicia.

Cuando debutó en Huracán, en 1954, ya era una estrella. Había despuntado como wing derecho en Newell´s en 1949, y patea-do para Boca entre el 52 y el 53. Un pelotazo en la jeta en sus años boquenses, le valieron el apodo de El tuerto. También lo llamaban El Loco. Pero, en la intimidad, había quienes ya lo consideraban El Peronista.

Para alguien como él, con el corazón ta-tuado a fuego de veinte verdades, el General era sagrado. Por eso, ese 16 de Septiembre de 1955, en el que las bombas cayeron sobre la Plaza de Mayo, Elio estuvo del lado que había que estar. Del lado de los vencidos. El líder de la transformación justicialista partía al exilio y los gorilas de la Revolución Fusiladora ga-naban de nuevo el poder para los mismos de siempre.

Pero la revancha, al menos en el caso de Elio Montaño, siempre llamaba a la puerta. Entre melancolías y resistencias había llega-do Diciembre. Y El Globo salía de gira por Panamá. Allí no lo esperaban solo cuatro partidos amistosos. También lo esperaba la amistad de Juan Domingo Perón.

Por las páginas del diario La Estrella se enteró de la presencia del ex Presidente en la ciudad de Colón. Y la última noche deci-dió hacer lo que cualquier peronista de ley: ausentarse de la concentración de su club. Tomó un taxi en medio de la oscuridad, y partió raudo hacia su destino. Cuando llegó a la posada en la que se decía vivía el General, ya era de madrugada.

Lo tuvieron tres horas esperando. Y aguantó estoico. Finalmente, la puerta se abrió.

- ¡Montaño, que sorpresa! ¡Que alegría verlo por aca! - dijo Perón, con su voz rancia y casposa.

El General estaba en bata. Detrás suyo, conversaban y tomaban whisky Roberto Ga-lán y Américo Barrios.

El abrazo entre el delantero y el ex presi-dente duró casi un minuto. Y la que iba a ser una visita de horas, se convirtió en estadía completa. Montaño pasó su primera navidad verdaderamente peronista.

El 26 de Diciembre tuvo que emprender la vuelta. Sin un mango en el bolsillo, Perón volvió a darle una mano. Le pasó un sobre: Vaya, cómprese el pasaje, mi amigo. Y mándele un saludo a los muchachos.

Al llegar a Buenos Aires, en pleno Aero-puerto de Ezeiza, lo detuvieron las tres agen-tes de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Lo subieron a un Ford y lo llevaron al Coman-do General.

Montaño se quedó un buen rato en una sala oscura. Solo, frente a una mesa de ma-dera vencida, el Dictador Aramburu lo obser-vaba desde un cuadro colgado en la pared. Al rato, entró el Jefe de Servicio.

Se sentó en una silla de metal, parecida a la de las escuelas, y comenzó el interroga-torio.

¿Qué carajo te dio Perón? – lanzó, des-pués de un alegato nacionalista.

- Nada – respondió el delantero. No me dio nada.

A la hora, la situación llegó a su nivel ex-tremo. El Jefe salió de la habitación.

- Lo voy a dejar solito para que medite, amigazo. Cuando vuelva me va a cantar todo.

Quince minutos más tarde, el agente vol-vió a entrar. Golpeó la mesa y lanzó un grito.

- A ver hijo de puta, ahora me vas a de-cir que carajo te dijo Perón o te reventamos a tiros.

Más cansado que temeroso, Montaño se levantó de su silla. Sonrió y extendió las manos. ¿Usted quiere saber que me dio el General Perón?. Ésto, ésto es lo que me dio. – dijo acercándose al agente. Y lo abrazó.

- Me dio un abrazo.

El servicio salió, un poco caliente, del pe-queño cuarto. Al rato unos agentes más jove-nes le comunicaron al futbolista que podía irse. Eso sí, de lo que pasó acá, no vas a de-cir ni mu. ¿Ya sabés lo que puede pasar no?

Montaño volvió a las canchas. Para unos con el estigma del peronismo. Para otros, con la gloria de la resistencia. El gobierno militar ya le había prohibido ju-

LA PELOTA DOBLA POR RAZONES PROFUNDAS

Un abrazo peronistaDespués del golpe militar de 1955, el futbolista Elio Montaño siguió defendiendo a su líder: Juan Domingo Perón. Fue perseguido por la dictadura de Aramburu y criticado duramente por la derecha. Nadie le puede quitar, sin embargo, el recuerdo de aquella navidad que pasó con El General durante su exilio panameño. Esta es una historia olvidada. La historia de un futbolista de la Resistencia.

gar los Panamericanos de México en 1955 con la camiseta de la Selección Argentina. Sin embargo, siguió su carrera en Rosario Central y en Boca Juniors. Cuando la em-bocaba los compañeros gritaban: Perón, Perón!. Cuando erraba, los gorilas lo insul-taban desde la tribuna.

Hoy tiene ochenta y cuatro años. Vive, entre recuerdos y la demencia senil, en un ge-riátrico de Almagro del que, se dice, se escapa algunas noches para conectar con el pueblo. Se lo ve en los bares y las plazas. Y alguna vez se lo vio también en la cancha de Huracán en Parque de los Patricios. Quería contarle su ha-zaña a los pibes de hoy.

En el geriátrico, los viejos escuchan su historia. Relata cómo un día fue hasta Pana-má para darle un abrazo a Perón. Les habla de un brindis, de una Navidad, de una resisten-cia que recién empezaba. Los viejos lo miran extrañados.

- Este boludo se olvidó de tomar la pas-tilla – dice uno.

A Elio Montaño, el delantero peronista, lo toman por loco. Algo loco debe estar.

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24 La Paz, noviembre de 2014

n Mario Murillo

En el octubre electoral boliviano, la casa editora argentina Santiago Arcos publicó en Buenos Aires la antología De la tricolor a la wiphala: Narrativa contemporánea de Boli-via, compilada, editada y prologada por Sergio Di Nucci, Nicolas G. Recoaro y Alfredo Grieco y Bavio. Conviene empezar diciendo que dos de los antologistas son colaboradores permanen-tes de El Desacuerdo y que dos, también, in-tegran la ‘Legión Extranjera’ del Colectivo Ch’ixi de Tembladerani en el que este reseñista trabaja.

Maximiliano Barrientos, Erika Bruzonic, Gary Daher, Edson Hurtado, Álvaro y Diego Loayza, Da-rio Luna, Aldo Medinacelli, Mauricio Murillo, Juan Pablo Piñeiro, Giovanna Rivero, Virginia Ruiz P., (Alison) Spedding, Alejandro Suárez y Wilmer Urrelo Zárate son los narradores incluidos en De la tricolor a la wiphala. Para cada uno de ellxs, los textos seleccionados vienen precedidos por una autopresentación y/o ‘poética’ autoral redactada especialmente para este volumen por lxs propixs autorxs, y a pedido de los antologizadores.

El volumen se concentra en textos de na-rrativa de ficción en prosa. Vale decir: relatos, cuentos, fábulas, pasajes de novelas, narracio-nes ensayísticas. Algunos son éditos (en papel, en la web); otros, como el de Spedding –capítulo inicial completo de una extensa novela-, han en-contrado en esta antología porteña su primera

publicación ‘textual’ en cualquier medio gráfico.

Queda claro que la antología tiene como uno de sus criterios mayores la búsqueda de la representatividad para el arco temporal del siglo XXI. De la tricolor a la wiphala no es ni andinocéntrica ni androcéntrica ni heterose-xista: ahí están, al menos en la ficción, todos los departamentos de Bolivia y la mitad de lxs autorxs presentadxs son mujeres. No sin sorna, un gesto muestra con nitidez el espíritu de la se-lección: la endogamia paceña es deplorada en la Introducción de la antología.

En la “Introducción” se pone de manifiesto

otra de las implicaciones de la selección. Los com-piladores se hacen pocas ilusiones sobre la cen-tralidad de la literatura en la sociedad y cultura bolivianas -o universales, llegado el caso. Menos todavía, sobre un sitial de honor para las bellas letras en una jerarquía académico-prescriptiva de las artes y oficios. También descreen de los me-jores derechos de la palabra escrita sobre la oral. O –dentro de las formas de expresión escrita– de que exista alguna precedencia valorativa de la palabra impresa en papel sobre la difundida en otros soportes, o una jerarquía descendente de la publicada en editoriales paceñas o cochalas o cru-ceñas sobre cualquier samizdat mecanografiado o manuscrito, beniano o pandino o tarijeño.

En otras palabras, ni la literatura ha de ser lo mejor de la cultura, ni la redacción culta en

forma escrita lo mejor de la narrativa de fic-ción. Pero ésta es una antología de la narrativa de ficción en prosa de la Bolivia del siglo XXI, y se somete así a los límites que se impone: las formas literarias escritas. En primer lugar, debe chocar, o sencillamente admitir, el límite del castellano. El conocimiento del guaraní sirvió de mucho a los antólogos en su trabajo anterior (Los chongos de Roa Bastos: Narrativa con-temporánea del Paraguay), publicado en 2011 en la misma editorial que provee de fuentes para la enseñanza en la UBA, sobre narrativa paraguaya del siglo XXI. En el caso presente, el boliviano, eventuales conocimientos de que-chua, aymara y guaraní resultan irrelevantes: salvo casos todavía marginales, sólo la anglo-yungueña Spedding escribe narrativa donde el aymara, una de las lenguas de las 36 naciones del Estado Plurinacional, tiene relevancia; el res-to de la narrativa de ficción en prosa boliviana está redactada en un castellano que, si bien se inflexiona en múltiples variaciones (dialectales, sociolectales, jergales, etarias, idiolectales, retóri-co-estilísticas, etc), queriéndolo o no, ha respeta-do en principio una norma culta, para después apartarse de ella, cuando elige desviarse, sólo con fines artísticos generalmente limitados.

En este volumen la selección y la presentación de los textos adopta un criterio exotérico y no eso-térico. La antología no es para bolivianxs ni bolivia-nistxs puros –si es que esas categorías existen. Busca ofrecer una imagen más caleidoscópica y fugaz de una serie de tendencias dinámicas, disparadas hacia el futuro, antes que ofrecer una taxonomía ordena-da, o un panorama completo, a fuerza de llenar los casilleros que, por ser los que están ya llenos, son en la hora actual indiscutiblemente los mayores.

A los criterios de inclusión de un determi-nado texto en la antología (calidad, representa-tividad, ‘potencialidad dinámica’, etc.), se suma uno de exclusión. No están incluidos textos de autorxs que lxs lectorxs pueden encontrar con relativa facilidad en librerías, en el mundo de habla hispana, porque sus obras han sido publicadas por editoriales trasnacionales; tam-poco se ha abundado, en la “Introducción”, en la información sobre ellxs, más rápidamente disponible. El único incluido de este grupo, Wil-mer Urrelo, lo es con un cuento inédito, sobre la Guerra del Chaco –un trazo de unión con la anterior antología, paraguaya, y una memoria polémica para evocar en la Argentina, país que aún hoy que se jacta de haber arbitrado y logra-do la paz definitiva en aquel conflicto. A este criterio de exclusión respecto a este volumen -que había de ser relativamente breve, para ade-cuarse a las pautas de la colección-, se suma el de que muchxs narradorxs que ganaron difusión continental están incluidos en una antología de narrativa de arco temporal más amplio, Alta en el Cielo (La Hoguera 2009), que compuso y pro-logó uno de los autores de esta antología, y que ha sido publicada en Bolivia y en Cuba.

La “Introducción” de esta antología es tam-bién una presentación de la historia social, po-lítica y cultural de la Bolivia del siglo XXI –con un clímax en el voto de confianza para el gober-nante MAS que fue la reelección presidencial de Evo Morales en octubre de 2014. Está pensada para lectorxs que ignoran los procesos de esa vi-vencia histórica en sus líneas de fuerza, y ubica en ellos o junto a ellos las diversas tendencias de la narrativa de ficción y las tensiones internas y externas de éstas en ese universo más amplio y menos específico en sus determinaciones que la literatura y los valores literarios.

Más acá de estas impresiones, lo que que-da claro es que el libro es una obra de amor. De amor a Bolivia. Los antólogos se sienten argen-bolitas antes que gauchos (de hecho ellos tra-bajan asiduamente en Jallalla!, la revista que los bolivianos residentes en Argentina editan cada mes). Además, desde hace dos décadas vienen a Bolivia todos los años y han trabajado aquí como cualquier boliviano más, aunque con menos favoritismo de la ley. Y en Buenos Aires, viven junto a barriadas bolivianas. Esta anto-logía también es una obra de amor a secas –o mojadas. Dos de los antologistas están casados entre ellos. Y en la página que sigue a la por-tada, el volumen está dedicado a la novia, hoy esposa, del tercero: como en todo ampliado, las cuatro voces eran oídas en aquel difícil momen-to de turbación que antecede a que algún texto o autor quedara fuera de las 266 páginas de la antología. El matrimonio de Romina Maretto, vecina por un año de El Alto y del barrio de San Pedro en La Paz, se celebró y festejó en Buenos Aires el preciso día en que los primeros ejem-plares de la antología salieron de la imprenta. Con De Tricolor a la Wiphala, el matriqui fue ch’alla.

URRELO, SPEDDING, HURTADO, BRUZONIC Y MÁS JUNTOS EN

De la Tricolor a la Wiphala

Tres argenbolitas asiduos de las letras bolivianas antologizan la narrativa de ficción en prosa de los primeros años del siglo XXI. La constelación de autorxs incluidos muestra la pujanza y frescura de una generación talentosa y dedicada. Un libro imperdible.

Fotografía de Verorange

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25La Paz, noviembre de 2014

n El Desacuerdo

El Desacuerdo (ED): ¿Por qué “im-perialismo” al hablar de literatura?

Fabian Lavallen (FL): El hilo conduc-

tor entre Julio Verne y H.G. Wells es el impe-rialismo, entre las series actuales de ciencia fic-ción y Asimov es el imperialismo. Con esto me refiero a algo muy sencillo: Los romanos en-contraron una forma de practicar el imperia-lismo. No consideraban que conquistaban una cultura u otro Estado, consideraban que ellos eran el único universo existente y lo que esta-ba por fuera era la nada. Su noción de limes, límite, les permitía entender que cuando ellos superaban ese límite entraban en la nada y la iban fecundando. Después nace el concepto de provincia, de ex cercado, nociones más medie-vales. Era sumamente imperialista considerar que hay un eje del mundo a partir de lo cual se ordena todo y cualquier cosa que sometas se debe dirigir hacia ese centro. Cualquier tipo de efecto colateral, pernicioso que se establez-ca sobre esa cultura era considerado positivo, porque a esa cultura se le está llevando la ci-vilización. Si eso vos lo llevas al imperialismo británico que depreda Deli y matan cien mil personas en un año, la contraparte es que se lleva el ferrocarril y la industria. En el caso de Estados Unidos eso se ve en los bombardeos en Bagdad justificados porque se lleva la de-mocracia. Todo esto es considerar que hay una cultura, la cultura y el resto son híbridos.

En Julio Verne y H.G. Wells había un anti-

imperialismo muy marcado. Este es el elemen-to más fuerte de su literatura, con la diferencia de que lo hacen de un modo sutil. Verne era profundamente antiimperialista británico pero fue muy cínico al no criticar el imperialis-mo francés. Entonces él inventa ese personaje que es el Capitán Nemo, que es un anárquico. Nemo, en todo lugar donde está el imperia-lismo británico, torpedea desde el Nautilus y levanta la bandera negra de la anarquía, pero nunca ataca al imperialismo francés. Los viajes

extraordinario que relata Verne son una pe-dagogía política que retrata lo pernicioso del imperialismo británico.

Wells en cambio es antiimperialista puro.

Él en una novela describe algo que nadie había hecho antes: relatar en varias páginas la des-trucción de Londres en pleno apogeo victoria-no. Mientras Verne no lleva sus críticas a un plano político, Wells era un activista tremen-do. Incluso llega a abandonar la literatura po-pular cuando su nombre ya era una marca y se vuelca a escribir contra el orden mundial. Sus obras se vuelcan a afirmar que, según como se iba, el mundo se iba al tacho y era necesario cambiar el armamentismo y toda la lógica po-lítica que deja la primera guerra mundial.

ED: Pero este conjunto de rasgos

narrativos son comprensibles en su momento, ¿pueden mantenerse las condiciones de recepción de todo esto de modo contemporáneo?

FL: Por supuesto que hay una forma de

leer que se centra en la narrativa por sí misma y eso no es ni bueno ni malo. Eso sí, perdemos el marco en el que se inscribe la narrativa. En el caso de Verne eso es patente, pero en el caso de Wells es más difícil porque él es más directo. Con La máquina del tiempo te está diciendo que si eres darwinista y crees que venimos del mono, pues te pone en la situación de que a los monos volvemos. Muestra a los Eloi aristocratizados y a los Morlock proletarizados, más directo im-posible. O lo que señala en La isla del doctor Moreau: si piensas que el contractualismo tiene alguna vía, debes darte cuenta de los involucra-dos se van a comer al padre, lo van a despedazar. Lo que sugiere Wells es que estamos a una milé-sima de segundo de algún gesto bestial.

Ambos autores tienen una pose. La pose

de Verne es la convicción en el progreso. Eso es notorio en los grandes protagonistas de los viajes extraordinarios que suelen terminar al final del relato cruzados de brazos mirando el

horizonte promisorio. El modelo de Wells en cambio es totalmente retorcido, es el genio loco atravesado por alguna deformidad y que sirve de modelo de advertencia. El clásico final norteamericano de que todo termina bien. Wells, cuando da las señales de que el peligro terminó, cuando el hombre en La máquina del tiempo vuelve, todavía tienes la angustia de que los Morlocks van a existir. Del mismo modo en La guerra de los mundos. La bacte-ria vence a los marcianos y estos se van, pero queda la posibilidad de que vuelvan y vuelvan inmunes. Lo peor está por venir. Así cuando piensas en Verne piensas en el desarrollo, el positivismo. En cambio cuando se trata de Wells lo que se trae a colación es una adver-tencia contra las bombas y contra esa forma monstruosa de la tecnología.

ED: En tu libro De la utopía al

gran encierro examinas algo de esta transición del optimismo decimo-nónico a las desilusiones de la pos-guerra ¿Cómo ves el momento ac-tual en este sentido?

FL: El 2008 en esto fue crucial. El nuevo

crack del capitalismo acabó fortaleciéndolo en sus medidas políticas. Salir desde el Estado a salvar las grandes bancas con una inyección de dinero de una cantidad sideral es algo insólito. Esta es una señal de que vamos hacia un mun-do poscapitalista y esto genera incertidumbre. Las opciones son o que hay una superación y se entra en un nuevo estadio de desarrollo o el colapso definitivo y apagar la luz. Sobre esa base es posible pensar en situaciones interme-dias, una especie de tercerismo. De hecho los primeros discursos de Obama llamaron la

atención de la presidenta argentina. Según Cristina Kirchner, Obama estaría leyendo a Perón cuando afirmó, prácticamente, la ne-cesidad de humanizar el capital. Sugería que sigamos en una veta capitalista pero empe-cemos a transformarla.

Pero el imperialismo restringe las posibili-

dades de cambio porque va a instigar el miedo a lo que podrías perder con las transformacio-nes. Por ejemplo, hoy no da miedo las amena-zas catastróficas sino aquellas cosas que mo-difican tu forma de vida, tu cotidianidad. Lo que va a dar más miedo es lo desconocido, lo menos evidente. El imperialismo siempre ha tenido sus contrapartes: Cártago, los persas, y hoy Al Qaeda, el soviet. Puede ser que estas contrapartes incluso te caigan bien, pero cuan-do se abre la posibilidad de que se toque el modo de vida personal, viene la reacción de rechazo.

ED: ¿Cuál es el futuro que le ves a

la ciencia ficción? ¿Será un aumento de las sagas súper producidas como “Star Wars” o una proliferación de las historias mínimas?

FL: Es obvio que van a seguir existiendo

las dos, hay público para todo. Me parece que la complejidad y porosidad a la que llegó la cien-cia ficción es impresionante. Hay mucho cine norteamericano que es muy berreta y llega un momento en que sabes cuál es el argumento, cómo va la película y todo el cliché. Pero cuan-do llega el desencanto, aparecen cosas maravi-llosas como El origen que te deja en la ambi-güedad y apunta a algo que supera a Matrix en las formas de pensar los mundos interiores. Por eso van a seguir conviviendo las dos cosas.

ENTREVISTA A FABIÁN LAVALLÉN

Imperialismo y ciencia ficción

Durante la última semana de octubre Fabian Lavallén, director de la escuela de Ciencia Política y Relaciones internacionales de la Universidad de El Salvador de Buenos Aires, dio un seminario en la carrera de sociología de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz. El seminario se centró en los escenarios futuros de América Latina y las formas contemporáneas de acción del imperialismo. El Desacuerdo aprovechó la oportunidad para conversar con Lavallén sobre su libro De la utopía al gran encierro, en donde examina los vínculos entre la literatura de ciencia ficción y el imperialismo.

“Wells señala en “La isla del doctor Moreau”: si piensas que el contractualismo tiene alguna vía, debes darte cuenta de los

involucrados se van a comer al padre, lo van a despedazar. Lo que sugiere Wells es que estamos a una milésima de segundo de

algún gesto bestial.”

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26 La Paz, noviembre de 2014

LA FILMACIÓN DE EL PROCESO (WELLES 1962)

Con perdón

n Jesús Alonso López

A lo largo del mes de enero de 1962 el British Film Institute había realizado entre setenta críticos internacionales una encuesta para dilucidar la lista de las mejores películas de la historia. La elegida para encabezarla fue Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941). Co-nocido el resultado, los productores Michael Salkind y Alexander Salkind propusieron a Welles la adaptación de una obra literaria de dominio público, con un presupuesto de unos seiscientos millones de francos franceses, de lejos la mayor suma que el cineasta había te-nido a su disposición fuera de Hollywood. Se trataba de aprovechar el redescubrimiento de Welles como medio de sustentar las posibilida-des de promoción de la película. Por primera vez, en veinte años, éste sería capaz de trabajar con un presupuesto holgado y controlando él solo todo el proceso.

Pero, circunstancias imprevisibles, de ín-dole, claro, económicas malograron la idea original. Si en Otelo (1949-1952) fue el ves-tuario, acá lo serían los decorados.

“Mi definición de un director de cine: aquél que gobierna los accidentes” (Orson Welles).

Le contaba a Peter Bogdanovich: “Vivía en el Hotel Meurice y, muy entrada la noche, daba vueltas por mi habitación intentando figurar-me cómo filmar sin decorados, esta historia. La luna es importantísima para mí, y miré fuera por la ventana y vi dos lunas llenas. Me di cuenta de que se trataba de los dos relojes de la Gare d’Orsay, brillando, interpretándolo como un signo. Salí a la calle a las cuatro de la mañana, cogí un taxi y me fui para allá. Desde aquella hora hasta el alba, vagué por la esta-ción de tren desierta, encontrando todo lo que necesitaba para la película”.

Nada más terminar el rodaje en una en-trevista concedida a BBC-TV Show Monitor, Welles definía el escenario: “Descubrí el mun-do de Kafka: las oficinas del abogado, las ofici-nas de los juzgados, los pasillos –una suerte de modernismo a lo Julio Verne, que me pareció muy del gusto de Kafka. Lo que daba al lugar su fuerza particular no era sólo que se trataba de un sitio muy espacioso y muy bello para ser fotografiado, sino el estar cargado de tristeza –el tipo de tristeza que se acumula en las es-taciones de tren en las que la gente espera. Sé que suena místico, pero en realidad una esta-ción de tren es un lugar encantado. Y la histo-ria trata acerca de gente que espera, espera,…

Espera que sus papeles sean rellenados. Está lleno de la desesperanza de la lucha contra la burocracia. Esperar a que te rellenen un papel es como esperar un tren, y es también un lugar de refugiados. Desde aquí los nazis deporta-ron. Y, años más tarde, ciudadanos argelinos fueron concentrados allí”.

Advierte Santos Zunzunegui que, en El proceso, los diferentes espacios que compo-nen el laberinto judicial en el que Joseph K. deambula se suceden sin la menor solución de continuidad, en un único desarrollo de un territorio en el que no hay dentro ni fuera, ni arriba ni abajo. Se trata de un auténtico rizo-ma en el que cada lugar particular puede (pero el potencial es la clave) abrirse sobre cualquier otro sin que exista un recorrido privilegiado que conduzca ni al centro del laberinto (pues tal centro no existe: la ley siempre está en otro lugar) ni nos permita reencontrar la entrada por la que accedimos (porque, quizás, siempre estuvimos dentro sin saberlo). No hay mejor manera de expresar, con la gestión de un es-pacio fílmico, que se convierte en un espacio conceptual, que no hay salida para el protago-nista. Traducción perfecta del texto, pues “La ley” en la obra de Kafka, parece albergar un punto ciego en el núcleo. No logra responder a la pregunta de quién está fuera o dentro de ella. La ley no puede reconocer sus límites, pues pretende ser todopoderosa, no pudiendo dar cuenta del placer, del horror o de la muerte.

Recuérdense planos dispersos: los inmen-sos archivos piranesianos, los techos opresivos, la huida de casa de Tirotelli a lo largo de una galería angosta en la que se recortan sombras

y luces. Fragmentos de un universo descom-puesto, hecho trizas, en el que el sueño de una posible armonía se niega metafóricamente por el estallido de la bomba -suerte de hongo atómico- que clausura la obra. Un mundo de-moníaco, donde el lirismo de los contrapicados y contraluces, siempre a la contra, reducen la trama confusa, inconexa e ilógica. Es la desin-tegración de la Guerra Fría y la puesta en esce-na recrea el vértigo, concentrándolo: la inesta-bilidad que conduce al clímax.

Frank Brady enumeró todas las técnicas y estrategias de esta película que formaban el léxico habitual de Welles: sombras profundas, luz plana y muy brillante, disonancia entre visión y sonido, techos tan altos que parecían cavernosos o tan bajos que eran claustrofóbi-cos, una cámara constantemente móvil, obje-tivos angulares exagerados y primeros planos esquinados, una mezcla cuidadosamente se-leccionada de música clásica con jazz, planos secuencia tan dilatados que alcanzaban los seis minutos, combinados con un montaje corto hasta suponer 1053 planos. El proceso se rodó con tres objetivos: uno de 14 mm, otro de 25 mm y un tercero de 75 mm para algunos primeros planos de Jeanne Moreau. Además, Welles ordenó modificar un 18 mm para con-vertirlo en un 14 mm, pues combinado con diafragmas de entre 5.6 mm y 8mm, obtenía gran profundidad de campo.

Montaje y plano secuencia ya no serán paradigmas enfrentados porque se rigen por una actitud de desplazamiento permanente. Dentro de la imagen o entre las imágenes, la oposición no es entre unidad y choque sino entre centro y descentramiento. Welles opera bajo un imperativo: la restricción: “Si todo el mundo trabajara con grandes angulares, yo rodaría todos mis films en 75 mm. No actúo así por espíritu de contradicción, sólo ocupo posiciones que no están tomadas”.

En El proceso, hay un cambio notable, con respecto a la novela, en su conclusión. No se apuñala a Joseph K., se le asesina mediante una bomba. En palabras de Welles: “Este final no me gusta. Creo que se trata de un ballet escrito por un intelectual judío anterior a Hit-ler. Tras la muerte de seis millones de judíos, Kafka no escribiría eso. Se trata de una escena pre-Auschwitz. No quiero decir que mi final sea bueno, pero era el único que pude encon-trar”. Además, en la película Joseph K. desafía a sus verdugos, abandonando la pasividad que lo convierte en culpable. Remata Welles: “Es un pequeño burócrata. Lo considero culpable. Per-tenece a algo que representa el mal y al mismo tiempo, forma parte de él. No es culpable de lo que le dicen, pero es culpable: pertenece a una sociedad culpable, colabora con ella”.

La muerte en Auschwitz de las hermanas Kafka, anacrónico respecto del momento de redacción de la obra, bastaría no obstante para

Llevar al cine El proceso de Kafka significó para Orson Welles un trabajo profundo de composición de la imagen y el sonido. Hacerlo después de que el Holocausto haya tenido lugar implicó, además, reactualizar la figuración kafkiana del protagonista como alguien sospechoso, como alguien que colabora con aquello que lo culpabiliza. Jesús Alonso expone con maestría estos entretelones.

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27La Paz, noviembre de 2014

establecer una dimensión no desdeñable de la escritura kafkiana, ni del aire apocalíptico in-suflado por Welles.

Se hace patente la voluntad de ubicar la historia en un terreno post-Auschwitz en la secuencia en la que Joseph K. abandona el tea-tro, atravesando un espacio indefinido, oscuro y yermo, presidido por una estatua cubierta por un velo, a cuyos pies se agrupan ancianos con el torso desnudo, en completo silencio, colgando de su cuello un cartel con un núme-ro inscrito. La estatua velada reaparecerá en el paseíllo que se da a Joseph K. al final. Repárese también en los ganchos de carnicero vislum-brados tras las filas de acusados que esperan su turno en los pasillos del tribunal.

A lo que parece toda la filmografía de We-lles gira alrededor del poder y de la moral del poder (es decir, del padre y de la Ley).

Recuerda Jiménez Heffernan que el sujeto es lo sujeto: a leyes, a compromisos, a ligazo-nes, a obligaciones. La construcción de la sub-jetividad occidental no se hizo en la Academia de Platón ni en el templo de Delfos, sino en los telares del idioma jurídico (civil, penal y mercantil). Comprender al hombre, al sujeto obligado, exige mirar en los lenguajes que de-cidieron su figura. El sujeto burgués moderno es el sujeto que debe y es debido, que liga y es li-gado, que se obliga y obliga. En La genealogía de la moral, Nietzsche denunció el peso mo-ral (culpas, deudas) que lastró la institución intergeneracional de la obligación jurídica. El espacio textual que provocó, prescriptivamen-te, su silueta es la codificación jurídica romana, en todas sus reelaboraciones posteriores. Y el espacio textual que modeló, descriptivamente, dicha forma, fue la novela.

En el siglo XX, el cine, y en particular eso que llamamos cine clásico, o made in Ho-llywood, que configuró, y colonizó, imagina-rios, no se sustrajo al inmenso potencial, como la novela hasta el XIX, de orientación figura-da. El sujeto moderno -con posterioridad, el espectador-, en primer lugar, acata la ley: reci-biendo su primera configuración. Y, en segun-do lugar, se refracta, en la novela (o la película):

“Comprender al hombre, al sujeto obligado, exige mirar en los lenguajes que decidieron su figura. El sujeto burgués moderno es el

sujeto que debe y es debido, que liga y es ligado, que se obliga y obliga.”

ahí obtiene, al decir de Stephen Greenblatt, siluetas de desvío, insinuaciones existenciales, vislumbres de alteridad, propuestas de remo-delación. Para Raymond Bellour, el cine esta-dounidense, bajo su forma clásica, constituye, con seguridad, la última gran manifestación representativa de la cultura occidental dotada de una real plenitud simbólica, tan pugnante como sospechosa.

El sistema de representación fílmica clá-sico decae a partir de los cincuenta. Resulta idóneo el término manierismo para definir la obra de ciertos cineastas yanquis que comien-zan a rodar en la década de los cuarenta, por ejemplo Welles. No rompen con el clasicismo. Sino más bien diseminan ciertos procedimien-tos de escritura que se distancian con sutilidad de aquél.

La cámara se ubica allí donde se acentúa su ambigüedad, en el lugar desde donde pue-da disolverse como espejismo. González Re-quena: “Implícitamente vacío como sujeto de –y a- la Ley –que ha comenzado a tornarse sospechosa-, el protagonista tiende a dibujar su perfil tan sólo como sujeto de la carencia. Como sujeto del deseo pero como sujeto de un deseo no mediado por la ley y, en esa misma medida carente de sujeción simbólica”. A causa del espacio abierto por la disonancia entre el orden de la representación y el de la narración, la cámara manifiesta con perspicacia la distan-cia hacia el relato narrado.

Durante la primavera y verano de 1963 aca-ricia la idea de participar, junto a Robert Bres-son y Luchino Visconti en el proyecto de La Bi-blia que produciría Dino De Laurentiis. Welles se encargaría de los episodios “Abraham” y “Ja-cob y Esaú”. Se conjeturaron posibles problemas de “unidad de estilo narrativo” para rescindir su contrato. Welles: “Yo no veía nada en la historia de Abraham que indicase que se trataba de un sacrificio voluntario. Así que cuando Isaac ve a su padre con el cuchillo echa a correr, y Abraham tiene que darle caza. Es una escena brutal, terri-ble. El hijo no quiere ser sacrificado. Mi argu-mento era que, incluso, Jesús dice en el Huerto de los Olivos: <<Aleja de mí este cáliz>>”.

Quisiera ser reggaetonero. O quizá un circo de tangamandapio, o una artista mexi-cana recibida quizá mejor que en su propio país, o en definitiva cualquier cosa que nuestro medio y nuestras empresas privadas valoren a la hora de dar difusión y también sponsoreo.

Esa es la conclusión a la que he podido llegar y a la que seguro llegan muchos de los que intentamos, con inconmensurable esfuerzo, hacer puestas en escena en este país, con talento boliviano y que nos vemos prácticamente “mendigando” los favores de em-presas para por lo menos ir a costo y no perder dinero. Aún estamos lejos en pensar en un rédito.

Aquellos que realizamos obras de teatro (imagino que lo mismo sucederá para las compañías de danza y demás expresiones artísticas), no sólo tenemos que enfrentar la realidad de sabernos en un país donde el Arte se ve como un hobbie, sino que ade-más tendremos que enfrentarnos a un mundo empresarial que prefiere CUALQUIER cosa que provenga del extranjero a CUALQUIER cosa que pueda realizarse con talento nuestro. Que no se me mal entienda, no quisiera sonar como un ultra nacionalista que quiere en las tablas solamente producciones caseras... Por supuesto que no. Pero sí sería hermoso soñar con un equilibrio. Claro que las compañías podrían aducir que aquí no se habla de mecenazgo y filantropía si no de “negocio” y que es más “negocio” apoyar a cuestiones que llegan a más personas, como el concierto del Buki o del ídolo del K-pop. Lo cual vendría a ser como el cuento del huevo y la gallina... ¿Qué viene primero? ¿La mayor cantidad de personas en los espectáculos nacionales para contar con sponsoreo de los privados, o el sponsoreo de los privados para contar con mayor público en espec-táculos locales?

Hace tan sólo unas semanas me encontraba reunido con el presidente de una im-portante corporación en búsqueda de auspicio y su respuesta aún rebota en mi cerebro como una pelota de goma envenenada:

“Nosotros auspiciamos a causas importantes, no manifestaciones culturales”

Lo miré y le pregunté si sabía qué era lo primero que hacían los gobiernos de facto cuando entraban al poder, y sin dejar que intentase responder, con mi voz ronca por la pena le dije:

“Reprimir las expresiones artísticas” y continué... “Porque son las que hacen crecer las mentes, las que elevan los espíritus, las que dan sentido”. Dudo que mis palabras hayan causado algún efecto en él, pero lo hicieron en mí.

Volví a comprender mi lucha en Bolivia, la pelea por lograr que los jóvenes que quie-ren dedicar su vida al Arte, no reciban la reprobación familiar y la de la sociedad.

Pero para poder conseguir ese objetivo, aún falta mucho tiempo.

Necesitamos que el Estado, de alguna forma, genere los mecanismos para apoyar, así como también inste a los privados a destinar parte de los fondos a esta causa. Quizás, de ese 6% obligatorio para la Responsabilidad Social Empresarial se pudiese designar el 0,5 para un fondo de asistencia al Arte, administrado como corresponde por un conjunto de personas que reciban los proyectos culturales y puedan materializar muchos de ellos. El gran reto entonces sería el decidir qué proyectos se financiarían y cuáles no. En definiti-va sería materia de gestión y transparencia. Mientras esto se transforma en realidad, lo mejor es continuar con la certeza de que el Arte no es una cosa, es un camino.

Otros desacuerdos / Leonel Fransezze

Quisiera serReggaetonero

Leonel Fransezze, talentoso artísta argentino-boliviano, nuevamente pone sobre el tablero la preocupación de los y las artistas sobre la mirada anquilosada del mundo empresarial, del Estado pero también la parte de la sociedad; sobre su trabajo.

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28 La Paz, noviembre de 2014

n Violeta Kovacsics y Adam Nayman* Traducción de PBD para El Desacuerdo

Al final del segundo largometraje de Li-sandro Alonso, Los muertos (2004), la llegada del personaje que ha viajado largamente a su antiguo hogar constituía un angustiante signo de interrogación. En su nuevo filme, Liverpool, que se estrenó durante la Quincena de los Realizadores en el pasado festival de Can-nes (2008), el final da ganas de encogerse de hombros. Y tampoco es un final. Liverpool se desplaza más allá de lo que el espectador –en particular el espectador familiarizado con el tipo de cine que hace Alonso, mesurado y anti dramático– podría razonablemente tomar como su conclusión, hacia algo hasta ahora no descubierto en su trabajo: emoción sincera y sorpresiva.

No queremos decir, para nada, que Liver-pool –coescrita por Salvador Roselli– es una película sentimental, o que el público es algu-na vez invitado realmente a conectar con los personajes, quienes son mantenidos a la mis-ma distancia que los protagonistas en otros filmes de Alonso. Como en Los muertos, el director se concentra en un hombre tacitur-no regresando al lugar del que proviene. Esta vez, el viajero es Farrel (Juan Fernández), un marino que ha pedido unos días libres, des-embarca en un puerto argentino distante y se dirige a las montañas nevadas y marciales de Tierra del Fuego, con una bolsa de lona en la mano (y una botella de vodka dentro de la bolsa de lona).

Sabemos por las secuencias de apertura, situadas en un enorme barco carguero, que Farrel se inclina a encerrarse en sí mismo. (También parece que es narcoléptico: duerme donde puede en varias habitaciones del barco). El único diálogo extendido que tiene sobre los detalles de su partida –cuando está saliendo, a dónde va, cuándo tiene que regresar– debe ser la escena de diálogo más larga que ha apa-recido en una de las películas de Alonso hasta la fecha, y, de seguro, la más obviamente ex-positiva, lo que estructura las expectativas del espectador acerca del viaje que sigue inmedia-tamente.

Después de este fragmento de contexto, el filme regresa al acostumbrado modo observa-cional. Nadie va a confundir a Alonso con un director invisible, pero sus planos distantes y largos (el director de fotografía es Lucio Bone-lli, quien filmó Fantasma en 2006) son mo-destos. Sería incorrecto englobar a Alonso con otros directores aclamados de la estética del

plano secuencia / toma larga […]. En lugar de cuadros deliberada y simbólicamente recarga-dos, Alonso nos da secuencias texturadas que se sienten como una sola pieza, pero permiten también ligeras variaciones tonales. Hay un énfasis fascinante en los juegos, comenzando con los videojuegos a bordo del barco carguero, y en un sentido, retrocediendo a diversiones de menor tecnología en tierra (Farrel no toma parte en ninguna de ellas). También hay algu-nos momentos de humor impasible: el alcoho-lismo de Farrel se hace una especie de broma recurrente, llegando al máximo cuando, en un plano divertido, sorprendente y larguísimo, Farrel se despierta de un coma autoinducido (por ingesta de vodka) en lo que parece ser un autobús devastado. Alonso también se ha reti-rado –quizá inconscientemente, quizá no– de los aspectos más abiertamente confrontacio-nales de La libertad (2001) y Los muertos: las escenas que registraban sacrificios reales de animales.

En Liverpool se mata a un animal, pero ocurre fuera de la pantalla, y su muerte no es sangrienta. El animal en cuestión es un zorro, atrapado en una trampa del padre de Farrel (Nieves Cabrera). Habría que mencio-nar que Farrel tiene una familia, y que su casa –erigida en los terrenos congelados de un campamento maderero en ruinas– es a don-de se dirige. Deducimos que su madre está enferma, y que Farrel tiene una hija, Analia (Giselle Irrazabal). (De manera intencional, no tenemos ninguna evidencia de la madre de Analía.). La chica parece desconfiar de su padre –¿cuándo hace que partió? ¿Cuán fre-cuentemente ha regresado?– pero no puede (o no quiere) articular sus sentimientos; y Fa-rrel tampoco va a hablar. La situación tiene el potencial de un drama pero Alonso lo elude. La familia ocupa el mismo espacio, pero nada ocurre entre ellos. Lo único que comunica es el paisaje, y lo que dice –a nosotros y de segu-ro a Farrel, cuya impaciencia es palpable– no es acogedor.

Farrel no se queda en este pequeño po-blado, pero, crucialmente, nosotros sí. El plano general que lo muestra despidiéndo-se –caminando lejos de la cámara y hacia el horizonte– subvierte la expectativa de que estamos por ver un filme en la línea de Los muertos, totalmente atado a los inquietos movimientos de su protagonista. También significa un paso hacia adelante para Alonso. El cambio en el punto de vista del filme –así como el ya mencionado sentido del humor– hace a Liverpool diferente del trabajo pre-vio de Alonso. El que no ocurran incidentes dramáticamente significativos después de la

partida de Farrel no sorprende (es un filme de Alonso después de todo), pero el desarro-llo revelador es que el director ha movido su atención lejos del personaje solitario e ines-crutable hacia una comunidad –sin importar cuan pequeña y marginalizada sea. (De he-cho, se podría decir que, en Liverpool, Alonso se apropia del Western).

En la escena final, vemos a Analía soste-niendo una baratija que le ha dejado su padre (ahora ausente): un llavero que lleva el nombre de una famosa ciudad portuaria de Inglaterra. Es posible leer esta escena como si fuera cruel-mente graciosa –Analía no puede leer la pala-bra, mucho menos entender a qué se refiere, y el objeto mismo es tan barato que niega cual-quier significación talismánica. El objeto reite-ra el desarraigo de Farrel: Liverpool es uno de los incontables puertos por los que ha pasado como parte de su estrategia perpetua de esca-pe. También constituye un gesto, aunque sea flojo, de memoria, un pensamiento de alguien que se ha quedado atrás. Parece imposible (o cómico o ambos) reconciliar Liverpool –el he-cho o la idea– con una esquina de Tierra del Fuego, nevada y fuera del tiempo. Este parece ser el punto de Alonso y el tipo de pensamien-to que este filme ilusoriamente compasivo, palpablemente contemporáneo, trata de co-rregir. No, no estamos todos conectados, pero estamos todos aquí –donde sea y como sea que ‘aquí’ pueda resultar.

Cinema Scope: ¿Puedes hablar un poco de tu colaboración con Salvador Roselli? Es la primera vez que has trabajado con un co- guionista. ¿Qué aportó al filme?

Lisandro Alonso: La idea surgió cuan-do dejé de pasar por festivales con mi película Los muertos. Era 2005, y comencé a pensar sobre Liverpool como un proyecto de largo-metraje. Salvador Roselli y yo habíamos com-partido algunas becas en Argentina. Pensé que podía traer algo a mi película, y lo hizo, pero, con el paso de los años, decidí regresar al prin-cipio. Quería estar cerca de la experiencia que tuve haciendo La libertad. Así que la mayoría del trabajo con Salvador se perdió, y al final quedó fuera de la imagen y la esencia de la pe-lícula. Pero su contribución hizo más fuerte mi punto de vista sobre el material, y estoy muy agradecido con él por eso.

CS: ¿Cómo descubriste la loca-ción?

LA: Estaba viendo una revista que un amigo me prestó, y había fotos del aserradero donde terminamos rondando, y algunas foto-grafías de algunas personas que estarían en Liverpool. Había un cierto vacío en sus caras, y eso, más la extrema temperatura –puedes ver su efecto en sus cuerpos– me hizo pensar en filmar ahí.

CS: ¿Tus proyectos comienzan usualmente con un deseo de filmar en un lugar específico?

LA: Para mí, siempre está el lugar donde quiero filmar, antes de la historia y los perso-najes. Una vez que decido dónde filmar, viajo hasta allá y comienzo a investigar qué ocurre con la gente que vive ahí. Pido permiso para quedarme un poco más, y observo sin decir mucho. Con el paso de los días, comenzamos a comunicarnos un poco y descubrimos lo mucho o poco que tenemos en común, lo que necesitamos y las cosas que nunca tendremos en nuestras vidas. No les pido que me cuenten sus secretos y ellos no me los preguntan, sin embargo: pienso que ambos tratamos de adivi-narlos, y eso genera curiosidad y misterio. En los mejores casos, esta dinámica queda captu-rada en la imagen, y es reflejada en el filme.

CS: Tus otros largometrajes fue-ron rodados casi enteramente en exteriores. ¿Fue retador filmar en tu estilo normal en los interiores claustrofóbicos del barco carguero al principio del filme?

LA: En realidad ya teníamos algo de expe-riencia al rodar en esos lugares claustrofóbicos del tiempo en que filmamos Fantasma den-tro de un cine en Buenos Aires. Por eso es que siempre digo que si no hubiera hecho Fantas-ma, Liverpool hubiera sido una película muy diferente. Liverpool es el resultado de lanzar los ingredientes de Fantasma hacia La liber-tad y Los muertos.

CS: ¿Puedes hablar un poco acer-ca de la experiencia de rodar a bordo del barco?

LA: La experiencia fue increíble, pero también muy agotadora. Sólo permitieron a cuatro personas a bordo además de mí: el sonidista, el cinematógrafo, el asistente de cámara, y Juan Fernández. Queríamos observar y absorber las actitudes y com-portamientos de los marinos. Éramos muy cercanos a ellos, y nos dimos cuenta de que la esencia de esas personas reside en la ma-nera en que se encierran en sus camarotes, no en las conversaciones diluídas que tie-nen en la cena o el desayuno. Encuentran una tranquilidad real cuando se encierran. Luego, una noche, por error, tuvimos que caminar bajo una tormenta de nieve a me-dia noche en el Canal de Beagle, y después pasamos a un pequeño bote que se movía de un lado a otro durante las dos horas que nos tomó llegar al carguero. Al final, cuan-do llegamos ahí, tuvimos que subir unas escaleras de cuerda, y cuando llegamos arriba yo sólo le agradecí a… alguien… Fue una experiencia que no repetiría, y nunca más someteré a la gente con la que trabajo a algo así. Y lo digo en serio.

PERMISO PARA BAJAR A TIERRA:

Liverpool, de Lisandro Alonso

Una entrevista a Lisando Alonso, director de cine argentino, a propósito de su película Liverpool (2008). Una conversación que muestra que, muchas veces, “la preproducción y el rodaje pueden ser más importantes que el resultado final”.

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29La Paz, noviembre de 2014

Vida de ciudadn Hugo José Suárez

CS: ¿Cómo conociste a Juan Fer-nández y lo elegiste para Farrel?

LA: Juan trabaja removiendo la nieve de las carreteras en Tierra del Fuego, y lo conocí mientras visitaba la locación. Como todos en Liverpool, Juan no es un actor, pero hizo un trabajo excelente y pienso que realmente dis-frutó el proceso de hacer la película.

CS: Parece que hay aspectos de Liverpool que son más abiertamente cómicos que en tus películas previas. Pienso en el chiste de Farrel toman-do Vodka y desvaneciéndose en todo lugar. A menos que, desde luego, no se suponga que eso sea gracioso.

LA: En realidad nunca lo pensé como algo chistoso, pero eso es precisamente lo que me interesa de las películas que hago. Cada quien puede crear el significado que quiera, e incluso registrar profundidades que no están ahí. Sólo pienso que cuando Farrel está bebiendo es una combinación de su alcoholismo y una manera de calentar su cuerpo bajo un frío extremo.

CS: ¿Puedes hablar de tu interés en personajes masculinos y solita-rios? ¿De dónde viene?

LA: Creo simplemente que filmar a al-guien es la mejor manera de demostrar lo que pienso sobre el ser humano –acerca de su falta de comunicación, su aislamiento y su incom-prensión de sí mismo y del mundo. Pienso que, al final, un ser humano está siempre solo en cada decisión que toma, aunque es cierto que su familia, sus amigos y sus alrededores contri-buyen a esas decisiones. Por eso es que me in-teresa mucho describir esos ambientes. Pienso que esos ambientes pueden ser incluso más importantes que los personajes. Usualmente, los ambientes que filmo son crueles. Están lejos de la ciudad, y ahí encontramos algunos comportamientos que están mucho más cerca-nos al instinto animal.

CS: Al mismo tiempo, es el prime-ro de tus filmes que realmente mues-tra una comunidad.

LA: Como te dije, pasamos un par de me-ses en Tierra del Fuego antes de rodar. Tam-bién he viajado allá por mi cuenta, y he obser-vado cómo la gente que ves en Liverpool vive, y cómo se expresan. He pasado semanas den-tro de una escuela para niños con capacidades diferentes, he viajado en un barco, he dormido en el aserradero, y he vivido con la gente. De esa manera, puedo ganarme su confianza, y la de mi equipo, quienes ven lo que he hecho y es-tán dispuestos a vivir esta pequeña experien-cia más allá de los límites de una producción regular. Para mí, la preproducción y el rodaje pueden ser más importantes que el resultado

final. Sé que es un poco extraño decir eso, pero lo siento realmente. A veces, con la excusa de hacer una película, se puede descubrir nuevos lugares y gentes con quienes, de otra manera, nunca nos hubiéramos podido comunicar.

CS: Liverpool es también el pri-mero de tus filmes que registra un cambio significativo en el punto de vista. La historia continúa después de que Farrel abandona el pueblo y regresa a su barco.

LA: Quería mantenerme mirando lo que el personaje deja detrás de sí en ese pueblo –principalmente, a su hija, una vez que él ha desaparecido para bien. También pensé que era importante para mí como realizador, ver qué pasa con este cambio en el punto de vista, y estaba interesado en cómo iba a responder el público, también. Creo que la segunda parte de la película puede ser en realidad más inte-resante que la primera, porque de pronto no sabes qué va a pasar –todo es más sorpren-dente y mágico. Comenzamos a observar de cero otra vez, con la excepción de que se nos ha introducido a la locación y a las personas que viven ahí.

CS: Has roto con una tendencia de tu puesta en escena con el último plano, un plano detalle, algo no muy común en tus filmes.

LA: En realidad, no es un plano deta-lle sino un plano medio, encuadrado de una manera distinta: prestando más atención al objeto y a las manos que al rostro. Intenta ser un plano similar al del final de Los muertos, donde el protagonista sale de cuadro y la cá-mara sigue concentrada en algunos juguetes que están en el piso.

CS: Al final de Lake Tahoe, de Fer-nando Eimbcke, hay una postal que lleva el nombre de ese lugar, que simboliza el vínculo entre el padre y los hijos –a pesar de que nunca han estado ahí. De una manera, es lo mismo con el llavero en Liverpool.

LA: Por mala suerte, no vi Lake Tahoe. Pero puedo hablar del llavero en Liverpool, que no es nada más que eso: un llavero con la palabra Liver-pool en él. Pero en las manos de Analía, se hace el último y único objeto de su padre que va a tener. Y no sabe si es su padre en verdad, de todos mo-dos. No entiende el significado del llavero, ni que se refiere a una ciudad inglesa que está muy lejos. Cuando vemos ese objeto, en lo que pensamos es en la vida oscura de Farrel, en dónde ha nacido y a dónde ha ido. Así que pienso que significa más para nosotros que para Analía.

Publicada en Cinema Scope, sin fecha, consultada en octubre de 2014]

Traducción para El Desacuerdo, PBD

Fotografía de Hugo José Suárez

Gospel en Nueva York

Mi departamento está en Harlem, por lo que cada salida observo distintas ofertas reli-giosas. Particularmente tengo atracción por conocer lo que sucede en los cultos dominicales, por supuesto con la música. Así que el domingo toda la familia nos vestimos elegantes y vamos hacia una Iglesia Bautista cercana, en la tradicional calle 125. Cuando llegamos, una mujer nos recibe y nos invita a sentarnos en la parte delantera; pasamos entre la gente aun-que la ceremonia ya comenzó. El auditorio es grande, de dos pisos, pero en realidad hay poca gente. Los feligreses no superan las 20 personas, y los turistas como 40. Los atuendos son muy cuidados y elegantes, las mujeres íntegramente de blanco y con sombrero, los hom-bres de traje oscuro y corbata. No hay niños, casi todos son abuelos. La decoración más bien sobria, la arquitectura modesta; no hay imágenes, salvo un cuadro al fondo que retrata el bautismo de Jesús.

Al fondo, el pastor y una mujer que lo acompaña, atrás el coro. Me impresiona la in-teracción del público y el relato. No hay la rutina y pasividad de la misa católica. Frente a cada expresión, cambio de tono de voz o movimiento de las manos, todos responden con un “Aleluya”. La música es una maravilla, es mucho más que una compañía, es el plato fuerte. Las canciones conducen la emoción. A media ceremonia, se levanta la mujer que está al lado del pastor y toma la palabra. Empieza leyendo su sermón, pero el compás se va acelerando. Su voz cambia de tono y se monta en un ritmo poético. Aunque hay poco público, el aire cambia de densidad. De pronto, suavemente el órgano que está tras suyo empieza a emitir unas notas que no hacen más que consolidar un ambiente místico. Sube la intensidad de su palabra, entiendo un cincuenta por ciento del contenido pero me sumerjo por completo en la forma. Estoy en sus manos, flotando en su palabra, en el ambiente que ha construido. Sin entender, se me eriza la piel, la espiritualidad me atraviesa, hasta que llega el relato a su fin y se empalma con la música que no ha dejado de sonar, pero ahora es la protagonista principal.

Comprendo por qué no es necesario el soporte de las imágenes a las que acude el catoli-cismo con frecuencia o la deslumbrante arquitectura de sus iglesias: aquí, como diría Sáenz, “el milagro es la palabra”. La palabra, la música, el ritmo, son los puentes hacia lo divino. Por eso el Gospel tiene su lugar tan bien ganado en el universo religioso.

591.767.62424 - 591.775.00198

av. ballivián torre cesur of.308zona sur la paz bolivia

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30 La Paz, noviembre de 2014

EL CINEASTA-CIENTÍFICO LOCO ATACA DE NUEVO

Constelaciones fantasmales, espectros de estrellas, lecciones de cine por David Cronenberg

n Diego Loayza

“Todas las familias felices son más o menos diferentes, todas las familias desdichadas se

parecen más o menos.”Vladimir Nabokov, Ada o el Ardor

Maps to the stars, el nuevo opus de David Cronenberg nos introduce –en el caso del cana-diense, el verbo vale tanto en el sentido de “pre-sentarnos algo” como el de “meternos algo”– una intriga de fantasmas y secretos familiares en un medio de ostentación, apariencias y des-pilfarro como es la industria del cine en las altas esferas de Hollywood, California, USA.

Quizás una película definitiva, el fin de un ciclo o de toda una carrera, quizás una obra maestra de los 10´ –si así lo fuera, este director habría sido capaz de regalar obras maestras en cuatro décadas sucesivas: Videodrome (1983), Crash (1996), Spider (2002)–; Maps to the stars es un proyecto ambicioso y de gran re-levancia. Se trata de una apuesta arriesgada, a todo nivel: se han hecho tantas películas –que oscilan entre lo magistral y lo lamentable– so-bre Hollywood, sobre el cine dentro de cine, sobre “el lado oscuro” del mundo glamoroso de las estrellas del celuloide. ¿Qué más se puede decir al respecto? ¿Qué puede decir un cineas-ta independiente canadiense de clase media sobre los lujosos interiores de esas casas de-sign de Los Ángeles? ¿Qué puede aportar so-bre sus habitantes más allá de la infinidad de estereotipos y lugares comunes que abundan en el cine, la televisión y las redes sociales? Se trata de una apuesta sumamente arriesgada.

La cantidad de elementos presentes en Maps to the stars es tal que se impone un análisis ordenado y, para empaparnos de jerga cronenbergiana, clínico, en el afán de aprehen-der su importancia; tanto en la trayectoria del autor –y de su fiel equipo– como en la histo-ria del cine. La gramática audiovisual, el teji-do complejo de relaciones y revelaciones, las isotopías del universo personal, los guiños y homenajes a los maestros del cine y la literatu-ra, las referencias a la actualidad y el metalen-guaje, los mitos y los arquetipos, las referencias a un cine de género –terror–, todo eso nos lle-va a estructurar esta disección en tres aspectos que esperan dilucidar, al menos parcialmente, algunos aportes de esta joya intimista a la que todo cinéfilo deberá prestar atención y ni qué decir de los Cronenfreaks. Estos tres aspectos son: el último Cronenberg (2005-2014), el cine dentro del cine y las películas de fantasmas.

Hoy en día etiquetar al canadiense como king of veneral horror es sinónimo de haber

naufragado en los lejanos ochentas. Su proyec-to cinematográfico es tan complejo que puede compararse con la producción filosófica de una vida; se trata de un verdadero lenguaje que, como todo lenguaje, nace de imágenes matriciales que guían la totalidad de la faena y, sin embargo, mutan, se ramifican, se adaptan, se niegan a sí mismas, en pos de supervivencia y enriquecimiento del propio sistema, el que, a su vez, da vida a la creación.

Tal vez arbitrariamente, tal vez no tanto, hemos decidido dividir la obra de Cronenberg en tres periodos. El primer periodo abarca lo que llamaríamos el “Cronenberg de género” (1969-1981). Aquí su obra –donde encontra-mos excelentes largos y mediometrajes– se puede confundir con el cine gore independien-te, la ciencia ficción visceral y otros derivados de serie B. La obra, en esta instancia, se iden-tifica, sobre todo, con un contenido específi-co. A partir de Videodrome entre en escena el “Cronenberg autor”: el manifiesto apoteósico y demencial protagonizado por James Woods destacaba a un cineasta que trascendía las fronteras de cualquier género o convención. El horror de la carne o la máquina que se vuelca contra su creador, estaban presentes, sí, pero su significado iba mucho más allá de lo que enten-demos por horror y por ciencia (y por ficción): había una poética vanguardista y una cosmovi-sión renovadora en esas imágenes tan inteligen-tes como provocadoras. Ese momento inaugura una sucesión de filmes que consolidan no sólo una constelación de motivos sino un método, muy personal, de apropiarse de los mismos.

Como todo “autor”, el oriundo de Montreal conjuga forma y contenido en cada entrega, cons-truyendo un corpus suculento que llega hasta Spi-der, dos décadas después e incluye monumentos cinematográficos como Dead Ringers (1988), Naked Lunch (1991), Crash o eXistenZ (1999).

Aunque es imposible resumir en un párra-fo una visión tan personal y hermética del cine como la que aporta Cronenberg en tanto que autor, podemos adelantar que se trata de una compleja transmutación estética de la patolo-gía, de lo patológico, de la fusión con la bestia o con la máquina, se trata de la infección, de la penetración, de la adicción, como gérmenes de una nueva humanidad; se trata de un materia-lismo poético donde los personajes se ven gra-tamente atrapados –eso es, quizás, lo que mo-lesta a los muchos espectadores promedio que se salen ofendidos de las salas– en una irresis-tible telaraña de delirios erotico-tanatológicos. Sin oponer resistencia a la contaminación vi-ral, el héroe cronenbergiano es poseedor –pro-bablemente en eso radique su carácter ambi-

guamente “heroico”– de una pasividad frente al dilema axiológico similar a la de un insecto: la total ausencia de conflicto entre el bien y el mal no es casual en estos relatos sino que funge de principio cuasi deontológico por parte del demiurgo para lle-gar a la raíz poética de las imágenes.

Si proponemos una tercera etapa en la ci-

nematografía del canadiense es porque se pro-duce un giro claro y distinto en su trayectoria a partir de History of Violence (2005), por lo menos en cuanto a los conceptos que aquí nos conciernen. En la relación forma-contenido, vemos una apuesta categórica por el aspec-to formal. Si la obra se limitara a las últimas cinco películas, no podríamos hablar de un surrealismo visceral, ni de la transformación del cuerpo humano mediante la tecnología, ni de la infección o la alucinación como principio existencial. Es verdad y, sin embargo, es Cro-nenberg, otro Cronenberg, sí, pero es él. Disfra-zado de cineasta convencional y domesticado –no es casual que los motivos del disfraz y la simulación sean constantes en sus relatos–, el director nos brinda lo que llamamos la era del “Cronenberg expansivo”.

Lo desafiante de esta etapa es la búsqueda de aplicar el “sistema Cronenberg” a conteni-dos totalmente ajenos a esas obsesiones baco-nianas que caracterizaban al creador de Shi-vers (1975) o Scanners (1981); contenidos que incluso abarcan géneros de cine comercial como ser la mafia rusa o el drama biográfico de época. Si el montrealés se ha identificado a cabalidad con la figura arquetípica del científi-co loco, podríamos decir que el nuevo Cronen-berg es un científico loco que dejó el escalpelo y se metió a la facultad de sociología. Su siste-ma audiovisual de infiltración vírica, proceso que sucedía en el/los individuo/s, ahora se ex-pande a las relaciones y deviene en patología social, disfuncionalidad, marginalidad, desvia-ción (en un sentido muy próximo a Outsiders del interaccionista Howard Becker). En fin, sirviéndose del cine como un prolífico labora-torio bourdieusiano, el realizador de A dange-rous method (2011) propone la incorporación del habitus como un auténtico proceso viral.

Si History of Violence, la primera entrega del tándem con Viggo Mortenssen resultaba en la más poderosa de esta secuencia de pelí-culas, Cosmopolis (2012), la penúltima –tan abstractosa, experimentaloide y pedorra que parece realizada por un pretensioso Cronen-freak que quiere congraciarse con su maes-tro–, había dejado a algunos de sus más fieles seguidores desahuciados (“David no puede estar haciendo bodrios autocomplacientes: él no, él no”). Pero parece ser una ley saludable del cine que hasta los más grandes se manden, al menos, un gran bodrio. Esos desaciertos, si no anuncian la muerte de un artista, suelen ser antecesores de obras enormes, históricas.

Maps to the stars es una película enorme,

minimalista en la producción, pero colosal en sus ambiciones y en sus significados. Me pa-rece indudable, al menos, que se trata del filme más logrado, el chef d´oeuvre de la tercera etapa de esta trayectoria. Sin embargo, este cuento ho-llywoodense es capaz de subsumir y sintetizar el grueso de las tres etapas del cine cronenbergiano: su belleza, su provocación, sus cuestionamientos.

El relato en cuestión, en un arriesgado pero brillante aporte al cine como maquinaria simbólica de una cultura autorreferencial –ca-mino que había evitado casi sistemáticamen-te–, el canadiense aprovecha el cliché de Ho-llywood para honrar a sus mayores, como Billy Wilder, presentando su versión de Norma Des-mond en la era de Instagramm, a través de la superlativa performance de Julianne Moore.

Si en Mulholland Drive de David Linch ocurría un misterio y una frágil ilusión velaba la ominosa verdad, en Maps to the stars la verdad liberadora viene disfrazada de fantasma. Todo ocurre en esa ciudad de sueños y pesadillas, de estrellas y agujeros negros, de ángeles y mons-truos. Cronenberg se introduce en el organismo de la historia del cine y no duda en incorporar a un Buñuel de Ensayo de un Crimen, a un Hitch-cock de Vértigo o a un Kubrick de The Shinning.

Es justamente su relación con The Shin-ning y con el género del terror paranormal don-de Maps to the stars parece marcar un nuevo hito en esta cinematografía: podemos afirmar que es la primera vez que Cronenberg hace una película de fantasmas. No esos fantasmas del inconsciente, esas proyecciones subjetivas de nuestros miedos y nuestros deseos que el psi-coanálisis, como los filmes del canadiense, se han cansado de hurguetear. Nos referimos a los espíritus desencarnados que acosan, con imáge-nes espectrales, a los vivos, desde el más allá.

Ese principio paranormal y metafísico del relato de horror parecía ser una renuncia volun-taria y categórica dentro de la poética irreligiosa y la ontología fundamentalmente materialista de esta expresión simbólica. Quizás por efecto de cuestionamientos de la madurez o meramente por un compromiso impersonal con la estructu-ra del guión de Chris Wagner que le tocó rodar (lo que sería bastante dudoso por parte de un autor tan selectivo con sus proyectos), Cronenberg deja entrever, en este preciosista y enfermizo cuento de hadas, un atisbo, una puerta abierta a la posi-bilidad de una realidad metafísica.

Después de todo, si compartimos con las estrellas y los elementos, los metales y los ga-ses, los insectos y las herramientas, el fuego y el agua, la condición de estar constituidos exclusivamente por estructuras atómicas y moleculares ¿acaso no compartimos, también, con los muertos, los espíritus, los íncubos y los súcubos, los seres mitológicos, las ideas y los ángeles, la condición de estar exclusivamente constituidos por estructuras simbólicas?

A partir de una reseña a la última película de David Cronenberg, Maps to the stars (2014), Loayza desgrana una meticulosa disquisición sobre la obra del director de cine canadiense. Una reflexión sobre cómo han ido cambiando los contenidos de sus obsesiones.

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31La Paz, noviembre de 2014

n Mary Carmen Molina Ergueta

Nada sucede dos veces. La reproducción de las cosas es su pérdida: nada salva al presente de su dilución. En una secuencia de Los ilusos (2013), segundo largometraje del español Jo-nás Trueba, dos amigos tratan de reproducir la misma conversación una y otra vez, y es imposible: de alguna manera, parecen haber olvidado su propia voz, el tono cabal que daba la respiración a cierta sílaba, sílaba que salía de su propia boca, que era pensada por su propia mente, que se volvía palabra a través de un cuerpo propio. En su materialidad, el registro cinematográfico descubre el tiempo, es decir, su reproducción es una puesta en abismos de sucesivas rasgaduras. Si estos dos amigos no pueden suceder dos veces de la misma manera, ¿cómo los salva el cine? ¿Dónde vuelve a ocu-rrir el tiempo?

El tiempo como materia profunda es el motivo de esta cinta –en el sentido literal, es-pecíficamente Súper 16 mm, blanco y negro, caducada y encarrilada en una máquina vie-ja, pesada y ruidosa, pero noble, “esa clase de máquinas que nunca te decepcionan, nunca se estropea1. Filmada en el tiempo libre de sus

actores y equipo técnico, no tiene un guión y la historia que se perfila –sólo hacia el final– es un esbozo, un breve y raudo gesto sin fuertes anclajes. Es una película que toma la oportu-nidad y el azar para motivar su elaboración, y a través de esta elección, abre el implacable ámbito del tiempo, del espacio fílmico como tiempo/lugar de un quiebre, el de la reprodu-cibilidad, el registro del devenir, la captura de la diferencia de la imagen como reducto claro de la memoria de un presente, de la memoria como trabajo continuo. Se podría decir que la historia que cuenta es tan amplia y poco tra-ducible como la trama cotidiana más transpa-rente de la vida del director, el productor, los actores, el fotógrafo, el sonidista, el montajista, las vidas de todos los que están dentro y fue-ra del cuadro. No por último, sino en primer lugar, nuestras vidas, en su transcurrir pleno, no agotado en sus sucesos. Ésta es una película con el tiempo, no sobre él, con el tiempo espe-cífico de un grupo de gente que no hace mu-cho, pero que tampoco espera nada, o no está frente a nada más que lo ocurre en el presente.

Así, el presente de León, Sofía, Marina, Bruno, Lilian, Perucho y unos cuantos más, no es la acumulación de sucesos para alimentar

un relato que se proyecte hacia algún lugar, o hacia otro tiempo: cervezas, vinos, cafés, con-versaciones sobre nada, sobre cine, en un cine vacío, sobre el suicidio, sobre una entrevista que nunca será, unas películas que no se ve-rán más, otras que nunca serán vistas, todo se teje en un espacio que reivindica el cine como entramado de la posibilidad del relato, de su potencia frente al paso del tiempo y las cosas. Cineastas que no hacen cine, amantes libres, conversadores, pasan a través del tiempo de la pérdida, del paréntesis, el que queda entre dos momentos perceptibles pero, de alguna manera, ha resultado invisible. Ésta era una película sobre la potencia del relato porque lo que se explora parece nunca haber sido visita-do: hay una especie de virginidad en la forma de filmar, de acercarse a los actores, en el tono y tema de sus conversaciones, es como una es-pecie de pureza de la periferia, o de la mirada periférica que echa al costado las cosas impor-tantes para mirar lo que sucede en medio de ellas. Así, Los ilusos habla sobre los procesos mínimos: no es una película, como se dice, con-templativa, sino más bien muy inquieta y su inquietud no depende, o no responde a nada más que al propio y más auténtico devenir de las cosas. Por eso, uno de los procesos que

toma la cinta, el de hacer una película, sitúa al personaje central como en un estado de deseo permanente, que habla de la disconformidad pero, a la vez, celebra la indefinición. Es decir, no estamos ante el making of de una película que nunca veremos, pero intuimos que existe, sino ante un acomodamiento libre de momen-tos que sugieren la producción de imágenes, sin ninguna atadura: cine sin cine.

La película está plagada de referencias al cine y otros lenguajes: es parte de este regocijo de la indefinición la absorción de influencias, las citas, un aire de nostalgia pero también de amorosa rememoración. Estos elementos se comprimen y expanden desde el cobijo de una mirada esponja: Tsai Ming-Liang aparece no sólo a través de la mención de Vive l’amour (1994), sino en el Cine Doré que frecuentan los personajes, reinterpretación del viejo cine de Taipei en Goodbye, Dragon Inn (2002); un fragmento de la banda sonora de La gran ilu-sión (1937), clásico de Jean Renoir, articulada a la imagen de un bar cerrando y tres amigos de retirada; un poema de Emily Dickinson en la voz de una ex novia revisitada, otro poema de Mark Strand, sobre el olvido saludable y la vida nueva. En esta libertad de asociaciones, los personajes se proyectan fuera del film: cuántos cineastas que hablan del suicidio, cuántas periodistas que no hacen entrevistas, cuántas actrices que no consiguen el trabajo, cuántos amigos tomando una cerveza. Así, no importa tanto la fijación, de identidades o referencias, sino el proceso de su aparición y, fundamentalmente, su influencia, su forma de alimentar a este espacio fílmico particular: la nostalgia desaparece y da paso a una extraña y feliz comprensión del desprendimiento, de lo fragmentario, es decir, las cosas que son posi-bles.

NOTAS[1] J. Trueba. Entrevista en Revista de cine Marienbad,

abril de 2013. Disponible en: http://www.marienbad.com.ar/entrevista/jonas-trueba.

HOTEL VÉRTIGO

Indefiniciones de lo posible Los ilusos

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