breve historia de la orden del temple de jos� luis corral r1.4

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  • Estrechamente relacionado con la novela El caballero del templo, este ensayo pone en claro muchos de los mitos que se hanido transmitiendo a lo largo de los siglos acerca de la Orden del Temple.

    Esta obra nos descubre las interioridades de la mtica orden, explicndonos todo tipo de detalles curiosos: la jornada de untemplario en tiempos de paz, las normas por las que se rega la orden, las circunstancias en que se implic en las Cruzadas,la estructura jerrquica, el modo en que se financiaba, sus conflictos con la aristocracia y la realeza europea Un completo ydocumentador ensayo en el que se rehuye de los ritos, mitos y leyendas que a lo largo de los siglos se han ido forjando entorno a una de las instituciones ms fascinantes, enigmticas y controvertidas de la historia.

  • Jos Luis Corral

    Breve historia de la Orden del Temple

    e Pub r1.4

    Ets a i 08.11.13

  • Ttulo Original: Breve Historia de la Orden del TempleJos Luis Corral, 2006

    Editor digital: Etsai

    Primer editor: Dermus (r1.0 a 1.1)Colaborador: orhiePub base r1.0

  • Horario cotidiano en la vida de un templario22 h a 02 h: Dormir02 h: MAITINES. Primer oficio religioso en la capilla. Revisin de caballos y equipo03 h a 07 h: Dormir07 h: PRIMA. Segundo oficio religioso y misa en la capilla. Revisin de caballos y equipo08 h: Asueto09 h: TERCIA. Tercer oficio religioso en la capilla10 h a 12 h: Asueto12 h: SEXTA. Cuarto oficio religioso en la capilla13 h: Comida en el refectorio14 h: Oracin de accin de gracias en la capilla15 h a 17 h: Asueto17 h: NONA. Quinto oficio religioso en la capilla18 h: Asueto19 h: VSPERAS. Sexto oficio religioso en la capilla20 h: Cena en el refectorio21 h: COMPLETAS. Sptimo oficio religioso en la capilla. Revisin de caballos y equipo

  • Captulo 1

    IntroduccinLa sola mencin de la Orden del Temple suele despertar sentimientos contrapuestos: para unos setrat de un grupo de caballeros orgullosos y vidos de poder, ansiosos de riquezas y de gloriamundana, que se comportaron con una soberbia y una altanera impropia de cristianos; para otrosfueron creyentes modlicos que dejaron de lado todo para dedicar su vida al servicio y defensa de lacristiandad. Y no faltan quienes los consideran una secta de personas iniciadas en cultos esotricos,practicantes de ritos cabalsticos y mgicos, guardianes de reliquias y poseedores de grandes secretosy tesoros ocultos.

    A nadie dejaron indiferente; ya desde el mismo siglo XII los templarios contaron con defensores ydetractores: el cronista Guillermo de Tiro, que naci en Jerusaln hacia 1130, vivi en Francia e Italiay lleg a ser cannigo en San Juan de Acre y archidicono de Tiro, muestra en su crnica, escritahacia 1170, muy poca simpata hacia los caballeros del Temple, y aprovecha cualquier circunstanciapara atacar su forma de comportarse; el cronista ingls Mathieu Pars lanz duras acusaciones contraellos. Por el contrario, Jacques de Vitry, nacido hacia 1165 y fallecido en 1240, se mostr en sucrnica de manera muy favorable a los templarios; y Bernardo de Claraval, uno de los santos msinfluyentes del Medievo, los elogi de manera superlativa en una obra escrita hacia 1130.

    Pero sin duda, lo que ha hecho del Temple la orden religiosa ms atractiva de la cristiandad ysobre la que ms se ha debatido es la manera en que desapareci. Desde que se decret su supresin,a principios del siglo XIV, no han cesado de producirse especulaciones, algunas absolutamentefantasiosas, sobre las actividades de los templarios, su modo de vida, sus relaciones con otras sectas,sus pactos y convenios con los musulmanes o su pretendido secretismo.

    Durante siglos se ha debatido sobre su inocencia o su culpabilidad, y ambas posturas han sidodefendidas por notables intelectuales. Los cronistas medievales, mayoritariamente clrigos, hansostenido que la gente de la poca senta desprecio por el Temple, basndose en el rechazo queprovocaba el rumor extendido y argumentado por individuos muy poderosos de que a los templariosslo les guiaba la ambicin de poder y la avidez de dinero.

    Dante Alighieri, que incluso ha sido adscrito al Temple por algunos estudiosos, coloc en LaDivina Comedia en el Purgatorio (Purgatorio, Canto XX) a la dinasta de los Capetos, reinante enFrancia entre fines del siglo X y principios del XIV, a cuyos monarcas recrimina su avaricia; yamonesta en el da del Juicio Final al rey Felipe IV el Hermoso, al que acusa de hacer dao junto alSena, falsificando la moneda, el que morir herido por un jabal (Purgatorio, Canto XIX). El poetaflorentino no dud en ubicar en el mismsimo infierno al papa Clemente V, el pontfice signatario dela supresin de la Orden del Temple, junto a los simonacos (Infierno, Canto XXX).

    Voltaire escribi poco despus de 1741 un breve texto titulado El suplicio de los templarios,que incluy en su obra Ensayo sobre las costumbres, donde se muestra partidario de los templarios,a los que exime de culpa y considera inocentes.

    En su contra, el gran escritor escocs Walter Scott, en su legendaria novela Ivanhoe, atribuye a uncaballero templario, al que llama Brian de Bois-Guilbert, todos los vicios que los detractores les

  • asignaban, es decir, el orgullo, la arrogancia, la voluptuosidad y la crueldad.Los estudios ms actuales suelen mostrarse ms amables con la actitud de los templarios; en la

    historiografa ms reciente se presentan como una instancia rebelde y no sometida al podereclesistico de los obispos, con un balance final favorable y considerndolos inocentes de cuanto seles acus en el proceso que se inco contra ellos a comienzos del siglo XIV. En la inmensa mayora delos juicios de valor a que son sometidos por la historiografa contempornea, suelen salir indemnes ycon el marchamo de inocencia.

    Creada para la defensa de los peregrinos, la Orden del Temple constituy la principal lnea dedefensa de la cristiandad en Tierra Santa. Su historia corre paralela a la historia de las Cruzadas y eltiempo en el que se desarroll desde su fundacin hasta su desaparicin (1119-1312) coincide demanera mimtica con la presencia de los cruzados en los Santos Lugares (1097-1291).

    El Temple es, indiscutiblemente, el ms ajustado paradigma de ese tiempo en el que las Cruzadasmarcaron las discrepancias entre musulmanes y cristianos, sin duda la causa principal del rechazomutuo que se extendera durante siglos y an hoy contina.

    A comienzos del siglo XXI la historia de los templarios sigue ofreciendo un extraordinarioatractivo, aumentado si cabe por el recrudecimiento, tanto verbal como prctico, de la tensin entre elmundo occidental y el mundo islmico, que radicales cruentos y visionarios insensatos de amboslados abogan por mantener vivo, y si es posible incrementado, para que no se disipe elenfrentamiento entre civilizaciones.

    Son los mismos que aoran el espritu cruzado y el sentimiento yihadista, los que desde unbando, el occidentalista, no denuncian la injusta situacin en Palestina, el terrorismo de Estado quepractican algunas autoridades israeles o la salvaje explotacin de los recursos de los pases rabespor ciertas multinacionales, y los que, desde el otro, el islamista, no arremeten contra el sangrientoterrorismo que pretende justificarse por el islam, ni luchan por acabar con los gobiernos corruptos,dictatoriales y criminales de muchos pases musulmanes.

    Estas dos posturas, enfrentadas pero con postulados fundamentalistas similares, son en buenamedida la consecuencia de siglos de desconocimiento, intransigencia y rechazo mutuo entre Occidentey el islam, fiel reflejo de una situacin que con otros parmetros histricos ya se dio en el tiempo delas Cruzadas, y que parecen heredadas de esa poca.

    Hace tiempo que el Temple es historia, pero una idea similar a la que motiv su creacin no dejade aparecer una y otra vez sobre la conciencia del mundo. Y es probable que no desparezca porcompleto mientras siga existiendo la causa que la origin: la obsesin de algunos seres humanos porimponer sus creencias religiosas y sus ideales polticos y sociales a la fuerza.

    Existen muchas historias del Temple, pero sta analiza esa orden militar a partir de lacomprensin de la situacin del presente; entendiendo que la historia es cosa ms de hoy que de ayer,y sobre todo de maana.

  • La sola mencin de la Orden del Temple suele despertar sentimientos contrapuestos: para unosse trat de un grupo de caballeros orgullosos y vidos de poder, ansiosos de riquezas y de gloriamundana, que se comportaron con una soberbia y una altanera impropia de cristianos; para otrosfueron creyentes modlicos que dejaron de lado todo para dedicar su vida al servicio y defensa de lacristiandad. Y no faltan quienes los consideran una secta de personas iniciadas en cultos esotricos,practicantes de ritos cabalsticos y mgicos, guardianes de reliquias y poseedores de grandes secretosy tesoros ocultos.

    A nadie dejaron indiferente; ya desde el mismo siglo XII los templarios contaron con defensores ydetractores: el cronista Guillermo de Tiro, que naci en Jerusaln hacia 1130, vivi en Francia e Italiay lleg a ser cannigo en San Juan de Acre y archidicono de Tiro, muestra en su crnica, escritahacia 1170, muy poca simpata hacia los caballeros del Temple, y aprovecha cualquier circunstanciapara atacar su forma de comportarse; el cronista ingls Mathieu Pars lanz duras acusaciones contraellos. Por el contrario, Jacques de Vitry, nacido hacia 1165 y fallecido en 1240, se mostr en sucrnica de manera muy favorable a los templarios; y Bernardo de Claraval, uno de los santos msinfluyentes del Medievo, los elogi de manera superlativa en una obra escrita hacia 1130.

    Pero sin duda, lo que ha hecho del Temple la orden religiosa ms atractiva de la cristiandad ysobre la que ms se ha debatido es la manera en que desapareci. Desde que se decret su supresin,a principios del siglo XIV, no han cesado de producirse especulaciones, algunas absolutamentefantasiosas, sobre las actividades de los templarios, su modo de vida, sus relaciones con otras sectas,sus pactos y convenios con los musulmanes o su pretendido secretismo.

    Durante siglos se ha debatido sobre su inocencia o su culpabilidad, y ambas posturas han sidodefendidas por notables intelectuales. Los cronistas medievales, mayoritariamente clrigos, hansostenido que la gente de la poca senta desprecio por el Temple, basndose en el rechazo queprovocaba el rumor extendido y argumentado por individuos muy poderosos de que a los templariosslo les guiaba la ambicin de poder y la avidez de dinero.

    Dante Alighieri, que incluso ha sido adscrito al Temple por algunos estudiosos, coloc en LaDivina Comedia en el Purgatorio (Purgatorio, Canto XX) a la dinasta de los Capetos, reinante enFrancia entre fines del siglo X y principios del XIV, a cuyos monarcas recrimina su avaricia; yamonesta en el da del Juicio Final al rey Felipe IV el Hermoso, al que acusa de hacer dao junto alSena, falsificando la moneda, el que morir herido por un jabal (Purgatorio, Canto XIX). El poetaflorentino no dud en ubicar en el mismsimo infierno al papa Clemente V, el pontfice signatario dela supresin de la Orden del Temple, junto a los simonacos (Infierno, Canto XXX).

    Voltaire escribi poco despus de 1741 un breve texto titulado El suplicio de los templarios,que incluy en su obra Ensayo sobre las costumbres, donde se muestra partidario de los templarios,a los que exime de culpa y considera inocentes.

    En su contra, el gran escritor escocs Walter Scott, en su legendaria novela Ivanhoe, atribuye a uncaballero templario, al que llama Brian de Bois-Guilbert, todos los vicios que los detractores lesasignaban, es decir, el orgullo, la arrogancia, la voluptuosidad y la crueldad.

    Los estudios ms actuales suelen mostrarse ms amables con la actitud de los templarios; en lahistoriografa ms reciente se presentan como una instancia rebelde y no sometida al podereclesistico de los obispos, con un balance final favorable y considerndolos inocentes de cuanto seles acus en el proceso que se inco contra ellos a comienzos del siglo XIV. En la inmensa mayora de

  • los juicios de valor a que son sometidos por la historiografa contempornea, suelen salir indemnes ycon el marchamo de inocencia.

    Creada para la defensa de los peregrinos, la Orden del Temple constituy la principal lnea dedefensa de la cristiandad en Tierra Santa. Su historia corre paralela a la historia de las Cruzadas y eltiempo en el que se desarroll desde su fundacin hasta su desaparicin (1119-1312) coincide demanera mimtica con la presencia de los cruzados en los Santos Lugares (1097-1291).

    El Temple es, indiscutiblemente, el ms ajustado paradigma de ese tiempo en el que las Cruzadasmarcaron las discrepancias entre musulmanes y cristianos, sin duda la causa principal del rechazomutuo que se extendera durante siglos y an hoy contina.

    A comienzos del siglo XXI la historia de los templarios sigue ofreciendo un extraordinarioatractivo, aumentado si cabe por el recrudecimiento, tanto verbal como prctico, de la tensin entre elmundo occidental y el mundo islmico, que radicales cruentos y visionarios insensatos de amboslados abogan por mantener vivo, y si es posible incrementado, para que no se disipe elenfrentamiento entre civilizaciones.

    Son los mismos que aoran el espritu cruzado y el sentimiento yihadista, los que desde unbando, el occidentalista, no denuncian la injusta situacin en Palestina, el terrorismo de Estado quepractican algunas autoridades israeles o la salvaje explotacin de los recursos de los pases rabespor ciertas multinacionales, y los que, desde el otro, el islamista, no arremeten contra el sangrientoterrorismo que pretende justificarse por el islam, ni luchan por acabar con los gobiernos corruptos,dictatoriales y criminales de muchos pases musulmanes.

    Estas dos posturas, enfrentadas pero con postulados fundamentalistas similares, son en buenamedida la consecuencia de siglos de desconocimiento, intransigencia y rechazo mutuo entre Occidentey el islam, fiel reflejo de una situacin que con otros parmetros histricos ya se dio en el tiempo delas Cruzadas, y que parecen heredadas de esa poca.

    Hace tiempo que el Temple es historia, pero una idea similar a la que motiv su creacin no dejade aparecer una y otra vez sobre la conciencia del mundo. Y es probable que no desparezca porcompleto mientras siga existiendo la causa que la origin: la obsesin de algunos seres humanos porimponer sus creencias religiosas y sus ideales polticos y sociales a la fuerza.

    Existen muchas historias del Temple, pero sta analiza esa orden militar a partir de lacomprensin de la situacin del presente; entendiendo que la historia es cosa ms de hoy que de ayer,y sobre todo de maana.

  • Captulo 2

    En el origen de las Cruzadas (1095-1119)

  • El despertar de EuropaA la cada del Imperio romano a fines del siglo V, la Europa meridional y el mundo mediterrneo sedescompusieron en numerosos Estados que fueron gobernados por las castas militares dirigentes delos invasores germnicos. Del viejo Imperio slo qued la mitad oriental, el llamado Imperiobizantino, que con diversas y variables fronteras subsisti hasta 1453.

    A lo largo de la segunda mitad del siglo VII una nueva fuerza no prevista hasta entonces hizo unafulgurante aparicin en el escenario del Oriente Prximo y del norte de frica. Se trataba del islam,que construy un gran imperio desde la India hasta los Pirineos en apenas un siglo.

    La Europa occidental de la Alta Edad Media, fruto de la mezcla desigual y heterognea de losrestos de la cultura romana, las aportaciones germnicas y la religin cristiana, fue acosada entre lossiglos VII y X por amenazas considerables.

    Por el sur, el islam avanz hasta el mismo corazn de Europa; los musulmanes conquistaron casitoda la pennsula Ibrica, buena parte del sur de Francia, la mayora de las islas del Mediterrneooccidental y asentaron algunas bases estratgicas en el sur de Italia y en la costa mediterrneafrancesa. Algunas razias llevaron a los jinetes musulmanes hasta los valles alpinos. Pero el avance,hasta entonces incontenible, se fren a mediados del siglo VII a causa sobre todo de losenfrentamientos internos entre diversas facciones religiosas y polticas, que provocaron el cisma y ladesmembracin en el que durante un siglo haba sido un imperio unificado y pujante.

    A la amenaza musulmana por el sur, se sumaron por el norte y el oeste las invasiones de losllamados pueblos del norte, los temidos vikingos o normandos. Estos germanos del norte asolaronentre fines del siglo VII y fines del X las costas atlnticas europeas y las islas y las regionesmeridionales del mar Bltico. En su afn explorador en busca de botn, penetraron en elMediterrneo, llegaron a crear un reino en Sicilia y comerciaron con los pueblos eslavos de Rusiainstalando factoras comerciales a lo largo de los cursos de los grandes ros de Europa oriental. Tantemidos, o ms incluso, que los musulmanes, los normandos fundaron importantes principados,como el ducado de Normanda, en el noroeste de Francia, o el Danelaw, en el norte de Inglaterra.

    Por fin, a principios del siglo X, en plena descomposicin del Imperio carolingio el nicointento de reconstruccin europea, pero que slo fructific entre los aos 778 y 843, hicieron suaparicin los magiares o hngaros, un pueblo procedente de la profundidad de las estepaseuroasiticas que asol las regiones orientales de la cristiandad hasta que en el ao 951 fue detenidopor el emperador Otn I en la batalla de Lechfeld.

    As, tras las invasiones germnicas que certificaron la agona y muerte del Imperio romano deOccidente en el ao 476, Europa atraves una largo perodo de cinco siglos en los que, a pesar deesfuerzos efmeros (como el realizado por el emperador Carlomagno), se vio amenazada desde todoslos flancos y en todas las regiones por enemigos poderossimos, algunos de ellos paganos, como losnormandos y los magiares, o los seguidores de otras religiones con ansias universales, como losmusulmanes. Acosada desde todos los flancos, la civilizacin surgida en Europa occidental tras lacada de Roma pareca abocada a su fin; pero, contra todo pronstico, sobrevivi.

    Durante ese medio milenio los reinos de la cristiandad occidental resistieron todos los envites,mantuvieron sus creencias cristianas y lograron imponer su cultura y su religin a normandos ymagiares, que acabaron convirtindose al cristianismo a fines del siglo X y asumiendo sus modos

  • polticos y sociales.Con el islam fue diferente. Superiores en cultura y en formas de civilizacin al haber sabido

    sintetizar y aprender las aportaciones culturales de los imperios conquistados, los musulmanesmantuvieron sus postulados religiosos y su identidad. La falta de unidad del islam, la prdida de suimpulso fundacional y la lenta recuperacin, a la vez que la voluntad de resistencia, de los pequeosreinos cristianos de la pennsula Ibrica dieron lugar a un largo perodo de estabilidad de fronteras conel mundo cristiano que se concret en una lnea estable y slida que desde el valle del Dueroatravesaba toda la Pennsula hasta el piedemonte del Pirineo y de all a las islas Baleares y Sicilia, yms all del Mediterrneo al sur de Anatolia y a Armenia. Y as se mantuvo desde mediados del sigloVIII hasta mediados del siglo XI.

    Superada la poca de las llamadas segundas invasiones (musulmanas, normandas y magiares),asimilados en lo social, lo econmico, lo cultural y lo religioso los vikingos y los hngaros, ymantenidos a raya los musulmanes, los reinos cristianos de Occidente pudieron al fin vislumbrartiempos menos convulsos. Durante el siglo XI el Occidente cristiano comenz a salir del largo yoscuro perodo que caracteriz buena parte de la Alta Edad Media y que ha sido denominado enalgunas ocasiones como las pocas Oscuras.

    A ello no fue ajeno el nuevo modelo socioeconmico que se haba venido configurando desdefines del mundo romano y que se concret en el feudalismo. En efecto, la descomposicin del podercentralizado y su sustitucin por los poderes locales feudales, en suma, no gener un granEstado capaz de recoger la herencia romana, pero esa multiplicacin de los centros de poder fue unfactor que contribuy decisivamente al triunfo del modelo feudal. Un gran imperio, aparentementeslido y estable, puede ser aniquilado de un plumazo por otro ms poderoso o ms gil, como leocurri a los persas sasnidas con los musulmanes, pero acabar con todo un conglomerado de reinos,principados y Estados feudales parece mucho ms difcil. Sin duda, la atomizacin del poder y de suscentros de control en Europa occidental en la Alta Edad Media fue uno de los pilares de susupervivencia.

    Entre tanto, la Iglesia, que haba logrado mantener en condiciones aceptables su red de obispadosy su poderosa influencia social, se regener merced a la reforma impulsada por el papa Gregorio VII(1073-1085) y gan prestigio y espacios de influencia social y poltica. No en vano haba sido lanica institucin que, pese a tantos problemas, se haba mantenido firme y unida hasta entonces.

    Al abrigo de esta nueva situacin, la transformacin de Europa occidental comenz a ser patente.La economa y el comercio florecieron, se abrieron nuevos mercados, surgieron talleres artesanales,las ciudades crecieron, la agricultura se desarroll ganando espacio a los bosques y a las marismas ymultiplicando la produccin, y los Estados lograron establecer nuevas formas polticas en torno adinastas reales que se consolidaron. Tras varias centurias de descomposicin poltica y caos social,entre los siglos XI y XII en Europa se fueron asentando los nuevos reinos: Inglaterra, Francia, elImperio romano-germnico, los reinos hispnicos (los Estados de la Corona de Aragn, Navarra,Castilla y Len y Portugal)

    Semejante crecimiento econmico y un desarrollo social concretado en la aparicin de unaincipiente burguesa impulsaron a toda la sociedad a un despegue generalizado: las ciudadesduplicaron e incluso triplicaron su extensin, siendo necesario construir nuevos barrios para acoger ala creciente poblacin, la construccin disfrut de un auge inusitado y los ya grandes templos

  • romnicos de la primera mitad del siglo XII fueron sustituidos por las todava ms grandes catedralesdel nuevo estilo gtico, que encarn el triunfo de la cristiandad en el siglo XIII.

    Nunca hasta esa poca la cristiandad de Occidente haba disfrutado de una bonanza similar. Lamisma Iglesia particip de esta situacin y contempl cmo se multiplicaron las rdenes monsticasy se fundaron monasterios, conventos y parroquias por todas partes.

    Los siglos XII y XIII fueron los de la gran expansin de Europa. Desde el siglo II, el de mayorapogeo del Imperio romano, Occidente no haba vuelto a vivir una situacin tan bonancible, y porello los dirigentes polticos y religiosos se creyeron en condiciones de ir ms all de lo que habanheredado. En la pennsula Ibrica, los reinos cristianos del norte se lanzaron a la conquista delterritorio musulmn del sur; en el centro de Europa, los alemanes avanzaron hacia el este en unproceso a la vez colonizador y cristianizador, y ante estos primeros grandes triunfos se despert taleuforia que se vio factible la realizacin de un viejo sueo: la conquista de la perdida Tierra Santa y larecuperacin de los Santos Lugares, aquellos en los que Cristo haba nacido, predicado la buena nuevay muerto.

  • La idea de CruzadaLa mayora de las religiones aspira a ser catlica, es decir, universal, verdadera y santa, y por tantonica y excluyente. Durante los primeros siglos de nuestra era, el cristianismo monopoliz lainterpretacin de la Revelacin divina en los pases ribereos de la cuenca mediterrnea, con laexcepcin de algunos ncleos de irreductibles judos dispersos por ella. Pero en los primeros deceniosdel siglo VII, un individuo llamado Muhammad (Mahoma) convulsion desde el corazn de Arabia lacreencia en Dios y provoc una profunda ruptura religiosa que todava permanece. El islam, la nuevareligin, o mejor, la nueva forma de religin predicada por Mahoma entre los aos 610 y 632 seextendi a una velocidad increble desde Arabia por Asia occidental y central y por todo el norte defrica; y en el ao 711 cruz el estrecho de Gibraltar para imponerse en la pennsula Ibrica y en elsur de Francia.

    En la pennsula Ibrica, tras varios siglos recluidos en las montaas del norte, los reinos yEstados cristianos se lanzaron a la conquista del territorio musulmn del sur; la idea de recuperartodos los territorios perdidos a manos del islam se convirti para la cristiandad en una obsesin.

    Ya en el siglo IX el papa Juan VIII haba indicado que aquel cristiano que muriera en defensa de lafe ira directamente al cielo. La idea no era nueva; durante los tres primeros siglos quienes moran porsu fe cristiana eran considerados mrtires por la Iglesia, y en consecuencia elevados a la santidad.Pero los mrtires eran defensores pasivos de la fe cristiana; moran por su ideal, por no renegar desus principios.

    Con el triunfo del cristianismo, establecido en el ao 380 como la religin oficial del Imperioromano, la perspectiva cambi sustancialmente. Desde luego, los mrtires siguieron siendoconsiderados como la principal fuerza de la Iglesia, y su sangre como el abono ms fecundo para supropagacin, pero los mrtires lo eran en zonas ahora ajenas al Imperio, en reinos y Estados a los quehaba que llevar el cristianismo, tierras de paganos como los brbaros germanos de las fronteras delnorte, o de adoradores del fuego, como los persas.

    Ahora bien, la irrupcin del islam lo cambi todo. Hacia el ao 750 la mitad del mundo conocidose haba convertido a una religin nueva, el islam. El hasta entonces cristianismo triunfante y encrecimiento slo haba tenido que hacer frente a los movimientos herticos surgidos en su seno y a laconversin de los territorios paganos que haban quedado al margen del Imperio romano. Pero con elislam la situacin era bien distinta. La pugna dialctica y teocrtica ya no era contra las atvicascreencias de los adoradores de la naturaleza, ni contra las supersticiones de los paganos incivilizadosy brbaros. Los musulmanes traan un concepto mucho ms elevado de Dios y a la vez ms sencillode comprender que el del cristianismo. Adems, se decan herederos de una larga tradicin de profetasy depositarios de la ltima revelacin divina al hombre, y proclamaban la universalidad de suscreencias y la permisividad de culto para los que llamaban dimmi, las gentes del Libro, es decir,cristianos y judos.

    No era precisamente as como la Iglesia contemplaba al islam, sino como una religin falsa yperversa que no era slo una desviacin ms de la ortodoxia, una hereja como tantas otras, sino unacreacin maligna que amenazaba con destruir la verdadera fe.

    As, los cristianos ya tenan un objetivo por el que morir, y no era otro que la defensa de su fefrente al islam. Ante el avance musulmn y frente a la propuesta de la yihad, la incorrectamente

  • denominada guerra santa musulmana, la Iglesia promovi la cruzada, la guerra justa y santa paraimponer la ortodoxia cristiana.

    San Agustn, el gran terico del cristianismo de principios del siglo V, y sin duda el msinfluyente intelectual en el pensamiento cristiano hasta el siglo XII, ya haba apuntado el concepto deguerra santa, que alcanz cierto predicamento en la poca carolingia hacia el ao 800 Carlomagnorealiz vanas expediciones militares contra los paganos sajones, a los que someti y oblig a bautizar, y que culmin en el siglo XI con numerosos llamamientos a utilizar la fuerza militar contra losenemigos de la Iglesia, a los que se demonizaba. El islam haba ido un paso ms all al proclamar layihad, la defensa de la fe islmica, incluso por las armas si fuera preciso. No en vano, en algunospoemas y cantares de gesta de la poca, Cristo aparece como un jefe militar dirigiendo a sus soldados,que son precisamente los apstoles.

    As, la Iglesia del siglo XI acab por decretar que la guerra por causa de la fe no slo era justa ysanta, sino necesaria para imponer el triunfo del cristianismo y erradicar tanto al islam como a losherejes que se desviaban de la doctrina y del dogma fijados en los concilios. Y as pas de rechazar eluso de las armas y condenar la violencia a potenciar ambas acciones.

    Una de las razones del xito de la expansin del islam haba sido precisamente la yihad, es decir,la llamada a defender esta religin por todos los medios. Los musulmanes conquistaron Tierra Santaentre los aos 636 y 640, y tomaron posesin de Jerusaln, la ciudad sagrada para las tres grandesreligiones monotestas (cristianos, musulmanes y judos). La cristiandad consider esa prdida comouna terrible desgracia.

    Durante varios siglos, la Iglesia bastante tuvo con mantenerse a la defensiva, pero a fines del sigloXI se sinti con la fuerza necesaria como para convocar a la conquista de Jerusaln. Ese nuevoespritu dio origen a las Cruzadas, con el objetivo de recuperar los Santos Lugares y mantenerlos bajodominio cristiano. El movimiento cruzado dur dos siglos, el XII y el XIII, justo los de mayordesarrollo y apogeo de la sociedad medieval.

  • Los antecedentesA mediados del siglo XI islam y cristiandad mantenan sus posiciones ms o menos estables. En lapennsula Ibrica apenas se producan pequeas escaramuzas fronterizas y, a pesar de que en 1031haba desaparecido el otrora poderossimo califato de Crdoba, los reinos cristianos no tenan an lafuerza necesaria como para intentar siquiera derrotar a los dbiles reinos de taifas que se repartieronel antiguo territorio califal.

    En el Mediterrneo y en Oriente las cosas tampoco haban variado casi nada desde haca siglos.Los musulmanes haban logrado conquistar en los primeros aos de la expansin la mitad surorientaldel Imperio bizantino, es decir, Siria, Palestina, Egipto, Libia y el Magreb, pero, fracasados susvarios intentos para ocupar la capital, Constantinopla, las fronteras haban permanecido muy firmesdesde mediados del siglo VII.

    Sin embargo, todo comenz a cambiar a mediados del siglo XI. En el ao 1055 los turcos, unapoderosa tribu semi-nmada procedente de las inmensas llanuras de Asia Central, cayeron sobre eldebilitado Imperio abbas y ocuparon su capital, Bagdad. El califa se convirti en una mera figuradecorativa sujeta al verdadero poder poltico y militar que ejercan los caudillos turcos. Convertidosal islam, los turcos apenas tomaron aliento tras la conquista de Bagdad y se lanzaron sobre lasfronteras orientales del Imperio bizantino.

    Bizancio haba establecido en sus lmites orientales, en la zona oriental de la actual Turqua, unanutrida red de fortificaciones y de guarniciones que haban frenado a los musulmanes durante siglos.All se haban forjado caballeros de frontera que dieron lugar a poemas de gesta como el DiogenisAkritas, donde se glosa la figura de uno de estos militares bizantinos profesionales de la guerra. Pesea la capacidad militar de esos jinetes y a su formacin, nada pudieron hacer ante la avalancha que seles vino encima.

    En el ao 1071 el ejrcito bizantino del emperador Romano IV fue derrotado por los turcosselecidas en la llanura de Manzikert, en el extremo oriental de Anatolia, al norte del lago Van. Elefecto de la batalla fue inmediato: Armenia, Siria y media Anatolia cayeron en manos de los turcos,que llegaron hasta Nicea, muy cerca de Constantinopla; el caudillo Atsiz ibn Abaq entr victoriosoen 1078 en Jerusaln, que segua siendo musulmana desde la conquista en el ao 636.

    Pese a que toda Tierra Santa estaba en poder de los musulmanes desde el siglo VII, los cristianoshaban podido viajar en peregrinacin a Jerusaln con cierta facilidad, salvando, claro est, lospeligros propios de los viajes en aquel tiempo. Haban mantenido abiertas iglesias y monasterios,aunque con algunos momentos de gran tensin como ocurri en 1009 cuando el sultn de EgiptoAl-Hakim arras la iglesia del Santo Sepulcro, pero pronto se apaciguaron las aguas e incluso loscomerciantes de la ciudad italiana de Amalfi abrieron un hospital en Jerusaln, probablemente en elao 1023, para descanso y atencin de los peregrinos cristianos.

    Los soberanos del califato fatim establecido en El Cairo y con dominio sobre Palestina tolerabana los cristianos, no en vano en Egipto viva una nutrida comunidad de cristianos coptos, y no habanpuesto ningn problema a las peregrinaciones, que fueron en aumento en los primeros decenios delsiglo XI, a la vez que se incrementaba el comercio en el Oriente mediterrneo. Pero la invasin turcaprovoc un giro sustancial. El statu quo mantenido hasta entonces entre Bizancio y el islam cambipor completo. El emperador Alejo I Comneno, desbordado por el avance turco y temeroso de que no

  • tardaran en atacar Constantinopla, pidi ayuda al papa.Haca tiempo que los pontfices romanos venan apostando por un enfrentamiento directo con el

    islam. Ya en el ao 1063 el papa Alejandro II haba concedido indulgencia plenaria a todos aquelloscristianos que combatieran al islam con las armas. Y la ocasin no se hizo esperar. En el ao 1064 elmismo Urbano II llam a los prncipes cristianos a participar mediante el uso de las armas en unaguerra santa contra los musulmanes de la pennsula Ibrica, en concreto en una accin armada puntualpara la conquista de la ciudad de Barbastro, en el somontano del Pirineo aragons. Esta primeracruzada oficiosa se sald con un xito parcial, pues, aunque en el verano de 1064 la ciudad fueocupada, los musulmanes la recuperaron nueve meses despus.

    A efectos prcticos, la cruzada de Barbastro no supuso gran cosa, pero signific algo muyimportante: que los cristianos podan unirse bajo una misma bandera, la de la cruz, y con un mismoobjetivo, la recuperacin de los territorios antao conquistados por los musulmanes. Y lo que no eramenos importante, podan conseguir con ello fama, fortuna y tierras riquezas, en suma, adems,claro est, de la promesa papal de alcanzar de inmediato el mismsimo Paraso.

    A fines del siglo XI la idea de conquistar Tierra Santa por la fuerza de las armas estaba ya muyextendida. La experiencia puesta en marcha en la pennsula Ibrica y en Sicilia demostraba que eraposible derrotar al Islam, lo que qued ratificado en 1085 con la conquista de Toledo por el reycastellano Alfonso VI.

    Todo un enorme aparato de propaganda se puso en marcha: se escribieron canciones de gesta,poemas y relatos en los que heroicos caballeros cristianos, modelos para los del siglo, servan con susarmas y sus vidas a la expansin de la fe y triunfaban en su empeo alcanzando gloria y riquezas; seincentiv la peregrinacin a los Santos Lugares, y algunos nobles, como el mismsimo Roberto I,conde de Flandes, que viaj a Jerusaln entre 1086 y 1089, dieron ejemplo de lo que haba que hacer;y se proclam que la guerra contra el infiel musulmn era santa y por tanto grata a los ojos de Dios.

    La nica dificultad radicaba en el temor al podero turco, que haba sido capaz de derrotar alpoderoso ejrcito bizantino. Pero el hecho de que en el ao 1092 muriera el gran caudillo selecidaMalik Sah y su sucesin provocara disensiones y una grave crisis en el podero turco favoreci lacausa de los que ya defendan que era necesaria una guerra contra los infieles musulmanes. La llamadade auxilio del emperador Alejo I acab por inclinar la balanza hacia el lado de la intervencinoccidental en Tierra Santa.

    Jerusaln no slo era el lugar donde haba sido crucificado Jess, Dios mismo hecho hombre paralos cristianos, sino que era tambin la ciudad desde la cual el profeta Mahoma, el fundador del islam,haba ascendido a los cielos y el santuario ms sagrado para los judos, pues all se haba mostradoDios a Abraham y all se haba construido el Templo de Salomn, donde se haban depositado losms preciados objetos del culto judo: las Tablas de la Ley y el Arca de la Alianza. Jerusaln era, portanto, el mismo centro del mundo, y as apareca representado en los mapas del mundo tal cual seconceba en la poca. Pero la Ciudad Santa estaba en manos de los musulmanes; haba que acabar conesa situacin.

  • La Primera Cruzada (1096-1099)El papa Urbano II haba sucedido, tras el breve pontificado de Vctor III, al gran Gregorio VII, tal vezel ms importante de cuantos obispos han ocupado el solio de San Pedro. Imbuido del espritureformador que haba impregnado la Iglesia, Urbano II se mostr obsesionado con la idea de recuperarJerusaln y los Santos Lugares para la cristiandad. En marzo de 1095 celebr un concilio en la ciudaditaliana de Piacenza donde se prepar el gran concilio de Clermont, celebrado entre los das 18 y 27de noviembre de ese mismo ao de 1095. Durante algunos aos el papa Urbano II haba rumiado suplan y, tras recorrer algunas tierras de Francia e Italia, promulg un llamamiento que iba a condicionarla vida de medio mundo durante los dos siglos siguientes, y tal vez lo siga haciendo[1].

    En las empinadas laderas de Champ-Herm, en las afueras de la ciudad de Clermont, Urbano II,sumo pontfice de la Iglesia catlica, en presencia de altas dignidades eclesisticas, nobles, caballerosy una multitud del pueblo llano, pronunci un encendido discurso en el que llam a todos loscristianos a tomar las armas y a recuperar por la fuerza los Santos Lugares de Oriente.

    No se sabe cmo lo dijo, ni cules fueron exactamente sus palabras. El resultado de este conciliose conoce por una copia del siglo XII que algunos aseguraron que se haba hecho fielmente. Cuatrocronistas aseguran haber sido testigos directos del concilio, y por tanto de las palabras de Urbano II:se trata de Geoffrey de Vendme, Bandri de Bourgeil, Robert Moine y Foucher de Chartres. Elloshan puesto en boca de ese papa palabras como las siguientes:

    Guerreros cristianos que en vano buscis una y otra vez pretextos para la guerra,regocijaos, pues hoy habis encontrado un pretexto legtimo. Vosotros, que tan a menudohabis sido el terror de vuestro prjimo, id y luchad contra los brbaros, id y luchad por laredencin de los Santos Lugares. Vosotros, que por una vil soldada vendis el vigor devuestros brazos a la ira de otros, armaos con la espada de los macabeos e id y mereced larecompensa eterna. Si triunfis sobre vuestros enemigos, los reinos del Este sern vuestrarecompensa. Si os vencen, tendris el honor de morir en el mismo lugar que Cristo, y Diosno olvidar jams que os hall en los santos batallones.

    Este es el momento de demostrar que os anima el verdadero valor, el momento de expiarla violencia cometida en plena paz, las muchas victorias obtenidas a expensas de la justicia yde la humanidad. Si es que necesitis sangre, mojad vuestras espadas en la sangre de losinfieles. Os hablo con severidad porque as me obliga mi ministerio. Soldados del infierno,sed los soldados del Dios verdadero![2]

    Urbano II estaba emulando en cierto modo el llamamiento a la yihad de los imanes musulmanes.Y siguiendo ese ejemplo, la guerra contra el islam fue anunciada como una guerra santa y los cronistasde la poca se hicieron eco de la proclama pontificia. Desde luego, el objetivo primordial fue laconquista y liberacin de Jerusaln y para ello se postul la participacin de caballeros, expertosen el oficio de la guerra, los nicos que podan garantizar el xito militar del proyecto, y as se leshizo saber en proclamas como la del cronista Guibert de Nogent:

    Dios ha instituido una guerra santa para que la orden de los caballeros pueda encontrar

  • una nueva manera de ganar la salvacin.

    La llamada de Urbano II tuvo xito. Durante los dos siglos siguientes, el XII y el XIII, loscruzados, aquellos caballeros que haban cosido sobre sus capas una cruz como seal de compromisopara seguir a Cristo y a su vicario en la tierra, pugnaron con los musulmanes por el dominio de TierraSanta. En esas dos centurias, emperadores, reyes, nobles, artesanos, comerciantes, aventureros,mercenarios, monjes, indigentes, mujeres, nios incluso, partieron hacia Oriente imbuidos dediferentes ideales e intereses; unos lo hicieron henchidos de un ideal religioso inflamado porpredicadores y visionarios que aseguraban que la muerte luchando por la causa de Dios era el caminoms rpido para alcanzar el Paraso; otros buscaron honor, fama y gloria y con ello el ascenso socialque en sus territorios de origen se les negaba por su nacimiento o por su condicin, y no pocosprocuraron enriquecerse mediante la obtencin de un buen botn, ganando tierras y seoros ocomerciando con los ricos y lujosos productos que se importaban desde el lejano Oriente a travs dePalestina y Siria.

    Durante doscientos aos, Tierra Santa se convirti en un inmenso campo de combate. En esavorgine de guerras y batallas, Jerusaln, por el simbolismo que encarnaba su posesin, fue elobjetivo ms deseado.

    Sin embargo, la encendida y apasionada propuesta de Urbano II no resultaba fcil de llevar acabo. Era necesario reunir tropas, sin duda varios miles de soldados, caballos, carros, impedimenta, yrecorrer miles de kilmetros procurando adems alimento, estancia y vestido, calzado sobre todo,para tanta gente. Por ello era preciso preparar la cruzada con tiempo.

    Claro que algunos exaltados no estaban dispuestos a esperar y decidieron ponerse manos a laobra de inmediato. As, mientras el papa Urbano recorra varias ciudades de Francia en demanda deayuda a su proyecto, Pedro el Ermitao, un visionario con gran capacidad para arengar a las masas,logr reunir a varios miles de personas, sobre todo pobres desesperados, y se puso en marcha el 8 demarzo de 1096; tras atravesar Europa, lleg a Constantinopla el 1 de agosto. El grupo que encabezabaPedro el Ermitao no tena la menor preparacin para la guerra y el 21 de octubre de ese ao elejrcito turco lo aniquil en Civetot (Nicea). Los cronistas relatan que esta cruzada de los pobresestaba integrada por unas veinte mil personas, de las cuales slo tres mil sobrevivieron a la matanza.

    El desastre de la cruzada de los pobres no desanim a Urbano II, que logr convencer a variosnobles caballeros de las regiones del norte de Francia para que tomaran la cruz y partieran hacia laconquista de Jerusaln.

    En los corazones de aquellos primeros cruzados se mezclaban sentimientos diversos. Sin duda,algunos acudan a la llamada del pontfice convencidos de estar protagonizando la mayor de las gestasen defensa de la cristiandad, pero otros contemplaban la cruzada como la nica salida a su situacinfamiliar, especialmente los segundones de los miembros de la pequea nobleza, condenados, ante lafalta de feudos que administrar, a vivir a la sombra de sus hermanos mayores o a profesar en unconvento, y es evidente que muchos vean en la cruzada una oportunidad para ganar tierras y riquezay convertirse as en grandes seores.

    Por tanto, en los primeros cruzados coexistan el fervor religioso, el deseo de aventuras, la avidezpor lograr feudos y fortuna y una sensacin de haber sido elegidos por Dios para ser el brazoejecutor de sus planes en la tierra.

  • El fervor religioso era imprescindible, y Urbano II supo encenderlo y mantenerlo conextraordinaria habilidad. Entre los actos de la magistral puesta en escena de su predicacin a favor dela cruzada, este papa haba rezado en la localidad de Souvigny ante la tumba del abad Mayeuil, quienen el siglo X haba sido capturado en su monasterio de los Alpes por una expedicin de piratasmusulmanes. El mensaje era claro: los musulmanes ya haban llegado en otra ocasin al corazn deEuropa, y ahora, fortalecido el Islam con el aporte de los turcos selecidas, esa circunstancia podrarepetirse. Era necesario tomar la cruz y marchar contra ellos antes de que se presentaran de nuevo enplena cristiandad.

    Los caballeros adoptaron la cruz como signo de identificacin y la cosieron sobre los hombros desus capas; y se convirtieron as en los crucesignati, los marcados por la cruz, los cruzados.

    En la primavera de 1096 la actividad en varias regiones del norte y del sur de Francia fuefrentica; decenas de mensajeros recorrieron ciudades y aldeas reclutando hombres y recabandoayuda y dinero para la cruzada. A lo largo de varias semanas, miles de hombres se fueronconcentrando en los lugares previstos y se pusieron en marcha hacia Oriente.

    Los principales nobles que encabezaron a los cruzados fueron Raimundo de Saint-Gilles, condede Toulouse el primero en tomar la cruz, Godofredo de Bouillon, duque de la Baja Lorena,Roberto de Flandes, duque de Normanda e hijo del rey de Inglaterra Guillermo el Conquistador,Bohemundo y Tancredo de Tarento, Esteban de Blois y Hugo de Vermandois, hermano del reyFelipe I de Francia. Varios de ellos eran individuos de sangre real, pero entre los cruzados no habaningn rey. Esta circunstancia dejaba la cruzada hurfana de un jefe indiscutible, y adems el papa nohaba designado a ninguno de ellos como el caudillo del ejrcito cruzado se limit a nombrar alobispo Ademar de Le Puy como su legado y gua espiritual en la expedicin, de modo que lacuestin del liderazgo debera de resolverse entre ellos. Ademar muri poco antes de la conquista deJerusaln.

    Desde varios puntos, los cruzados se pusieron en marcha y fueron llegando al Orientemediterrneo entre fines de 1096 y los primeros meses de 1097. Unas cien mil personas acamparon alas afueras de Constantinopla, y entre ellas al menos cincuenta mil eran combatientes. El emperadorAlejo I temi lo que se le vena encima e hizo cuanto pudo para que aquella marea humana, que yahaba causado numerosas tropelas durante su viaje, abandonara sus tierras cuanto antes.

    El ejrcito cruzado se puso en marcha hacia el sur, rumbo a Jerusaln. En junio los turcos fueronderrotados por los cruzados y entregaron la ciudad de Nicea. El ejrcito cristiano se dirigi entonces aJerusaln, pero para llegar hasta la Ciudad Santa era imprescindible conquistar algunas fortalezas queaseguraran la retaguardia. La ms importante de cuantas haba en la ruta terrestre entreConstantinopla y Jerusaln era Antioqua, ante cuyas imponentes murallas se presentaron el 21 deoctubre de 1097. Mientras un cuerpo de ejrcito avanzaba hacia la ciudad de Edesa, a un centenar dekilmetros al noreste, otro siti Antioqua hasta su conquista siete meses despus, en junio de 1098.A finales de ese ao todo el noroeste de Siria estaba bajo control de los cruzados; el camino haciaJerusaln desde el norte estaba abierto y asegurado, pero los enfrentamientos entre los prncipescristianos en cuyas filas ya haba habido algunas deserciones comenzaron a manifestarse, inclusode manera violenta.

    Mientras los jefes cristianos planeaban en Antioqua la conquista de Jerusaln, estudiando lastcticas descritas por el general romano Vegetio Renato en su tratado De remilitaris, los fatimes de

  • Egipto conquistaron la Ciudad Santa a los turcos. Esta accin fue beneficiosa para los cruzados, queobservaron con agrado el enfrentamiento que se haba producido entre los propios musulmanes y elcaos que se viva en la zona. El ejrcito cristiano, dirigido ahora por Godofredo de Bouillon, sepresent ante las murallas de Jerusaln el 7 de julio de 1099.

    La vista que se ofreca a los ojos de aquellas gentes que haban atravesado Europa y Asia Menorera la de una ciudad pequea en la que destacaba por encima de todo una maravillosa construccin, lamezquita de la Roca, construida en la gran explanada que en otro tiempo ocupara el mtico Templodel rey Salomn.

    Jerusaln no dispona de defensas poderosas, de manera que Godofredo orden un ataqueinmediato. Durante una semana varias mquinas arrojaron todo tipo de proyectiles sobre los muros ylas casas de los sitiados. Los cruzados haban construido torres de asalto, ballestas y catapultas ylanzaron un ataque combinado y brutal el 15 de julio, que corresponde al viernes 22 del mes deshaban del ao 492 de la Hgira en el calendario musulmn. Ni las murallas ni los defensoresmusulmanes estaban preparados para repeler semejante asalto y los soldados de la cruz conquistaronla ciudad al primer envite.

    La matanza que sigui fue terrible. Tanto los cronistas rabes como los cristianos[3] coinciden ensealar que todos los musulmanes fueron muertos y que no qued una sola persona viva en la ciudad:La sangre corra por las calles y en algunos sitios llegaba hasta la altura de las rodillas, se lee en unade esas crnicas. Los judos, que se haban refugiado en una sinagoga, tambin murieron, quemadosdentro del edificio.

    Y si deseis conocer lo que se hizo de los enemigos que hallamos en su interior, sabedque en el Prtico de Salomn y en su Templo nuestros hombres marchaban a lomos de suscaballos y la sangre de los sarracenos llegaba hasta la rodilla de los anmales [].

    Tras alzarnos con la victoria, el ejrcito regres a Jerusaln. Habiendo dejado atrs alduque Godofredo, Raimundo, conde de Saint-Gilles, Roberto, duque de Normanda, yRoberto, conde de Flandes, se encaminaron hacia Latakia, en donde encontraron la flota delos psanos y a Bohemundo. Cuando el obispo de Pisa hubo establecido la paz entreBohemundo y nuestros capitanes, el conde de Toulouse se aprest a regresar a Jerusaln porel amor de Dios y de nuestros hermanos [].

    Por consiguiente os invitamos a vosotros, que formis parte de la Iglesia de Cristo, y atodos los pueblos latinos, a regocijaros por el maravilloso valor y la devocin de vuestroshermanos, por la devota y ms ansiada recompensa dada por Dios omnipotente y por laesperanza devota en la remisin de todos vuestros pecados mediante la gracia de Dios.

    Los conquistadores se dedicaron a la matanza y al saqueo; despus de tres das de vorgine desangre y rapia, se ofreci a Godofredo de Bouillon la corona y el ttulo de rey de Jerusaln. Peroel duque de la Baja Lorena renunci a semejante honor. Aleg que no era digno de portar una coronade oro en la ciudad donde Jesucristo haba sufrido la pasin con una corona de espinas, o al menos asrecogen los cronistas su renuncia. Godofredo se limit a adoptar el ttulo de Advocatus SanctiSepulcri, protector del Santo Sepulcro. Es probable que pesara sobre su cabeza una profeca muyconocida en ese tiempo en la que se aseguraba que cuando hubiera un rey cristiano en Jerusaln, sesera el signo del inicio del fin de los tiempos. Godofredo muri al ao siguiente y enseguida pas a

  • formar parte del imaginario legendario de la cristiandad, en el que sera reconocido como uno de sustres grandes hroes, al lado del rey Arturo y del emperador Carlomagno; le sucedi su hermanoBalduino, quien no tuvo el menor inconveniente en ser coronado como primer rey de Jerusaln.

    Conquistadas Jerusaln, Antioqua y Edesa, y desorientados los turcos y los egipcios ante laavalancha de los cruzados, fueron cayendo en manos cristianas otras ciudades y plazas fuertes deTierra Santa; entre 1102 y 1109 cayeron Tortosa, Tiro y Sidn. En 1112 los cruzados dominabanuna alargada franja que se extenda desde el norte de Siria hasta el desierto del Sina y desde la costamediterrnea hasta el mar Muerto, el ro Jordn, los altos del Goln y el curso alto del ro ufrates;media Siria, Lbano y Palestina volvan a ser cristianas cuatrocientos setenta y cinco aos despus dela conquista rabe.

    La Primera Cruzada haba sido todo un xito. Se fundaron cuatro Estados latinos: el condado deEdesa, el de Trpoli, el principado de Antioqua y el reino de Jerusaln; adems, la conquista deTierra Santa se revisti de hallazgos maravillosos. En Antioqua un peregrino llamado PedroBartolomeo anunci que haba tenido una revelacin en la que se le indicaba que excavaran en un lugardeterminado de la iglesia de San Pedro; as se hizo, y para asombro de todos apareci all una lanzaque enseguida se identific con la empleada por el soldado romano Longinos para herir el costado deCristo en la cruz. De inmediato la Santa Lanza se convirti en una de las reliquias ms preciadas de lacristiandad. Y en este descubrimiento de reliquias de la Pasin, las ms apreciadas y valoradas,Jerusaln no poda ser menos: el 5 de agosto de 1099, apenas transcurridas tres semanas desde laconquista, se anunci que haba sido hallada ni ms ni menos que la Vera Cruz[4].

    No slo se recuperaban Jerusaln y el resto de los Santos Lugares por los que vivi y predicJess, sino tambin sus reliquias ms preciadas, aquellas que haban estado presentes en la Pasin yque haban estado en contacto con el cuerpo y con la sangre de Cristo: la Vera Cruz, la Sbana Santa,la Santa Lanza, la Corona de Espinas Y se identificaron lugares bblicos como la casa de Simencon el lecho de la Virgen, una iglesia en el solar de la casa de los padres de Mara, el aljibe donde Josy Mara encontraron a Jess en Jerusaln Qu ms se poda pedir?

    La guerra santa de la que ya hablara san Agustn y que se proyect en la cruzada tena ahorapleno sentido, los sacrificios y la muerte de miles de peregrinos y cruzados quedaban completamentejustificados, no en vano para muchos de ellos la muerte en el viaje a Jerusaln era una muerte santa yel deseo de morir en la ciudad donde fue ejecutado Jesucristo se vera recompensado con estar a suderecha en el momento de la resurreccin.

    Pero este triunfo significaba algo ms, sobre todo para la Iglesia. Con la aceptacin de los valoresdel guerrero y la ratificacin de que con las armas tambin se serva a Dios, el papado abri laspuertas para justificarse como un gran poder feudal; ya lo era, desde luego, a fines del siglo XI, peroestas nuevas circunstancias parecan ratificar la necesidad de hacer de la Santa Sede tambin un podertemporal fuerte.

    La cruzada a la que los documentos y crnicas de la poca nunca denominan con ese trminosino con los de passagium genrale, iter, expedito crucis o peregrnatio fue tambin unaformidable ocasin para hacer negocios. Ya en la Primera Cruzada, mercaderes venecianos ygenoveses lograron grandes beneficios con el transporte de peregrinos y cruzados, lo que los colocen una situacin inmejorable que supieron aprovechar para instalar sus factoras y consuladoscomerciales en diversos puertos del Mediterrneo oriental, pero adems se abrieron nuevas rutas y

  • nuevas posibilidades de comercio entre Oriente y Occidente, de las que fueron precisamente losmercaderes italianos los ms beneficiados.

    El impacto del triunfo de la Primera Cruzada fue especialmente atractivo para los reinoscristianos de la pennsula Ibrica, que a fines del siglo XI ya haban logrado dar la vuelta a la situaciny estaban en condiciones no slo de plantar cara al islam andalus sino de superarlo claramente en elcampo de batalla.

    El rey Pedro I de Aragn manifest su deseo de acudir a la defensa de Tierra Santa en cuanto tuvonoticia de la conquista de Jerusaln; este soberano compens entre tanto su mpetu de cruzada conun ataque a la ciudad de Zaragoza y un discreto asedio en 1101, fruto del cual fue la fortificacin deun castillo frente a la misma al que llam Juslibol, es decir Deus lo vol, el grito de guerra con el quelos cristianos haban tomado la cruz en Clermont en noviembre de 1095.

    Su hermano y sucesor, Alfonso I el Batallador, conquist Zaragoza en diciembre de 1118, justounos meses despus de que un concilio celebrado en Toulouse otorgara a la campaa contra Zaragozala categora de cruzada. Y en verdad que lo fue, pues personajes como el conde Gastn de Bearn, queparticip en la toma de Jerusaln, y el conde Guillermo IX de Aquitania formaron parte del grupo decaballeros que entr victorioso junto al rey de Aragn en la ciudad del Ebro.

    Gracias a los xitos en Tierra Santa, el espritu de la cruzada gan adeptos y espacios en toda lacristiandad.

  • Captulo 3

    Origen y fundacin de la Orden del Temple (1120-1136)

  • Hugo de Payns, el fundadorEl triunfo de la Primera Cruzada propici que en Europa occidental, sobre todo en Francia, estallarauna autntica fiebre por ir a Tierra Santa. Miles de peregrinos queran visitar el sepulcro de Cristo yrezar ante los lugares santos del cristianismo. Muchos de ellos eran caballeros de la pequea noblezafeudal que vieron en las tierras de Oriente un escenario propicio para progresar en la escala social, loque a principios del siglo XII era muy difcil en Europa.

    Uno de estos caballeros se llamaba Hugo de Payns. Haba nacido hacia 1080, aunque algunosautores lo presentan ya armado caballero antes de 1090, lo que no parece probable. Su vida antes de1119 est llena de especulaciones. Fue seor de Montigny-Lagesse, un casero cercano a Troyes, lacapital del condado, y pudo formarse en la corte del conde junto con los hijos de otros miembros dela nobleza.

    No hay duda de que a principios del siglo XII era un caballero de la baja nobleza del condado deChampaa y como tal estaba al servicio, mediante lazos de vasallaje, del conde, uno de losaristcratas ms ricos y poderosos de Europa. Cas con una mujer llamada Elisabeth, con la que tuvodos hijos, Gribouin y Thibaud; en 1139 este ltimo era abad del monasterio de Santa Colomba deTroyes.

    Aunque algunos autores consideran que es probable que participara en la Primera Cruzada se leha supuesto enrolado en las tropas del conde Hugo de Vermandois, no parece que lo hiciera, puessu seor feudal, el conde Hugo de Champaa, no acudi a Tierra Santa hasta 1104, y tampoco esseguro que Payns acompaara en esa primera ocasin a su seor, aunque haya quien lo suponga yaall en esa fecha[5]. El conde estuvo cuatro aos en Oriente y regres a su tierra en 1108, para volverde nuevo en 1114.

    Cundo viaj pues Hugo de Payns a Palestina? No debi de hacerlo en 1096 con los primeroscruzados, pues sera muy joven, ni tampoco en 1104. En 1113 estaba en Francia y es probable que shiciera el viaje en 1114, cuando ya tena a sus dos hijos, aunque algn historiador sostiene que lo hizoen 1104 y que ya se qued all.

    Fuera como fuese, viajara cuando viajara, lo hiciera en una o en dos ocasiones, lo nico seguro esque la presencia de Payns no est documentada en Tierra Santa hasta el ao 1119. Para entonces yase haba separado de su esposa, sin que se sepa la razn de ello, y haba optado por entregar su vidaal servicio de la causa cruzada en Jerusaln.

    Afable, completamente entregado a su labor e impecable en lo tocante a la fe, as se ha descritosu personalidad. Jerusaln era el destino ideal para un personaje como Payns, en el que una slida fecristiana y una dedicacin al oficio de las armas se mezclaban en armona perfecta. En l se aunabandos vocaciones hasta entonces aparentemente irreconciliables pero que el espritu de la cruzada habahecho compatibles: la de monje y la de soldado.

    Una vocacin similar era sentida por algunos de cuantos acudieron a la Primera Cruzada. Y esadoble vocacin encontraba una causa justa en el servicio de defensa, proteccin y acogida a losperegrinos que se dirigan al Santo Sepulcro. La avalancha de peregrinos a partir de 1099 hizonecesaria la apertura de casas de acogida y de hospitales donde albergar a tanta gente como llegaba aJerusaln. Ya antes de la conquista se haban abierto algunos establecimientos asistenciarios, como elya citado de los comerciantes de Amalfi o el que se ubic en la iglesia de San Juan para peregrinos y

  • enfermos. Pero fue en 1113 cuando el hermano Gerard fund el Hospital de San Juan de Jerusaln,con carcter asistencial en principio pero que acabara convirtindose en el germen de la Orden de losHospitalarios.

    Asentadas las conquistas cristianas, el rey Balduino I se dio cuenta de que no slo era necesaria laconstruccin de hospitales de peregrinos, sino tambin el establecimiento de un sistema que lesofreciera seguridad en sus viajes y durante su estancia en Tierra Santa. Para cumplir esa misin hacanfalta hombres abnegados y conscientes de que deban dedicar toda su vida a la defensa de losperegrinos, y por ello hizo una llamada a la nobleza europea a fin de que dedicara sus esfuerzos a estefin. No en vano Tierra Santa se haba quedado sin muchos de los cruzados, pues fueron bastantes losque regresaron a sus casas en Europa una vez culminada la conquista.

    Balduino I muri a comienzos de 1118 y fue sucedido por su hijo Balduino II, coronado enJerusaln el 14 de abril. Pasada ya la euforia de los primeros aos victoriosos, el segundo monarca seenfrentaba a la difcil tarea de mantener las conquistas ante un enemigo que, tras el impacto y lasorpresa de la Primera Cruzada, estaba empezando a reorganizarse.

    Hugo de Payns viva en Jerusaln en 1119 y fue all donde pudo culminar su sueo. Su ideal devida era compaginar sus dos grandes vocaciones, y las circunstancias del momento eran las mspropicias para ello.

    El caballero de Champaa se present ante Balduino II, cuya corte palaciega en Jerusaln estabaubicada en los edificios construidos sobre el solar del Templo de Salomn, y le hizo una propuestaextraordinaria: l mismo y ocho caballeros ms ofrecan su vida y sus armas para la defensa efectivade los peregrinos, o al menos as lo recogen las crnicas. Sucedi realmente de este modo, o fue elpropio Balduino II quien tom la iniciativa?

    Poco importa; lo cierto es que el rey de Jerusaln entreg a Hugo de Payns y a sus ochocompaeros la mezquita de al-Aqsa, construida sobre el solar del Templo de Salomn. Y por ello fueque nueve caballeros tomaron su nombre: Pauperes commilitones Christi Templique Salomonis , esdecir, Los pobres caballeros de Cristo y del Templo de Salomn, los caballeros del Temple, lostemplarios[6].

    Hugo de Payns fue elegido, o tal vez nombrado por el rey, primer maestre de la orden recinfundada. En no pocas ocasiones se denomina al maestre del Temple gran maestre; nunca aparece enla documentacin con apelativo, el nombre original que mantuvo durante los dos siglos de suexistencia fue siempre el de maestre.

  • Un lugar en JerusalnCundo se fund la orden? Tradicionalmente se haba dado la fecha del ao 1119, e incluso 1118,siguiendo al cronista Guillermo de Tiro, que hace coincidir el ao de la fundacin con el de lacoronacin de Balduino II; pero parece claro, atendiendo a lo que se lee en el prembulo de la Reglade la Orden, que la fundacin tuvo lugar entre el 14 de enero de 1120 y el 13 de enero de 1121. Enefecto, en ese prembulo se afirma que corra el ao noveno de la fundacin del Temple cuando seestaba celebrando el concilio de Troyes. Ah se da la fecha del 14 de enero de 1128, da de SanHilario, pero se data por el ao de la Encarnacin, y no por el ao del Seor. El ao de la Encarnacincomienza el 25 de marzo, de manera que el 14 de enero del ao de la Encarnacin de 1128corresponde al 14 de enero de 1129 del ao del Seor, que es el nico cmputo que se utiliza en laactualidad en el calendario gregoriano. Una investigacin de Rudolf Hiestand, en la que documenta lositinerarios de los principales eclesisticos presentes en ese concilio, parece refrendar claramente estosasertos[7]. De la misma opinin es Garca Guijarro, que ajusta la fundacin entre el 14 de enero y el13 de septiembre de 1120, atendiendo a una donacin que el 13 de septiembre de 1128 les hizo elconde de Flandes en el noveno ao del establecimiento del Temple.

    Martnez Diez, siguiendo a Hiestand, ha precisado un poco ms y, teniendo en cuenta lo queestaba pasando en Palestina en 1120, supone que la sancin real de Balduino II a la Orden delTemple debi de producirse en la segunda quincena del mes de enero de 1120, durante una asambleao corte de los ms notables personajes del reino que tuvo lugar en esas fechas en la ciudad de Nablus,tambin conocida como Nepolis.

    Parece razonable. Tal vez tuviera mucho que ver en la motivacin para fundar la Orden de lostemplarios un sangriento suceso que ocurri en la Semana Santa de 1119; en abril de ese ao un grupode alrededor de setecientos peregrinos, desarmados y sin escolta, haba salido de Jerusaln y se dirigaal Jordn para acabar all su peregrinacin. Los musulmanes los capturaron y asesinaron a unostrescientos, en tanto los dems fueron vendidos como esclavos. Tan slo dos meses ms tarde, el 18de junio, un ejrcito rabe de Alepo derrotaba a los cruzados de Antioqua en la batalla de Samada, enel lugar que los cristianos conoceran desde entonces como el Campo de la Sangre. Las cosas setornaban peligrosas para los cruzados, que de alguna manera deban reaccionar. Tal vez esa reaccinse concret en la creacin de la Orden del Temple.

    Los cronistas que narran la fundacin de la Orden coinciden en sealar que fueron nueve loscaballeros que constituyeron el inicio de este instituto armado y que su nmero se mantuvoinalterado hasta 1125 al menos. Sus nombres se conocen; son los siguientes: Hugo de Payns, elflamenco Godofredo de Saint-Omer, Archambaud de Saint-Aimand, Payen de Montdidier,Godofredo Bissot (o Bisol), Rossal (o Rolando), Andr de Montbard (a veces citado como Hugo deMontbard), Guillermo de Bures y Robert (de Craon?). Sin embargo, por esas mismas fechas haydocumentados caballeros que tambin pertenecan a la orden, como Gondemaro y Hugo de Rigaud.

    Todos estos caballeros eran miembros de la baja nobleza, seores de pequeos feudos sin apenasrelevancia, como es el caso de Hugo de Payns, o caballeros desheredados de la fortuna que no tenanseoros que gobernar y que slo en la milicia templaria podan encontrar el modo y el ideal de vida alque aspiraban. Eran nobles, miembros de una aristocracia guerrera que durante siglos haba entendidoque su misin en la tierra no era otra que la lucha en la guerra.

  • Los pobres caballeros de Cristo adoptaron las costumbres conventuales de los frailes del SantoSepulcro, se comprometieron a llevar una vida similar a los cannigos regulares y prometieron ante elrey Balduino II y ante Gormundo de Picquigny, patriarca de Jerusaln, cumplir los votos de pobreza,castidad y obediencia. Y aadieron uno ms: someterse tan slo al poder del papa.

    Eran caballeros, y se ha dicho de ellos que eran orgullosos, promiscuos y privilegiados, peroaceptaron una vida de abstenciones, renuncias y reglas que difera radicalmente del ideal de la nacientecaballera. El Temple slo se pareca a la caballera seglar en el carcter militar, lo que a su vez ladiferenciaba del resto de rdenes religiosas, cuya misin era contemplativa o asistencial. Lostemplarios se fijaron como objetivo principal la proteccin fsica de los peregrinos y fueron losprimeros en hacer compatibles las dos vocaciones que, como ya se ha sealado, se consideraban hastaentonces incompatibles: la milicia y el convento.

    As narran la fundacin del Temple los dos principales cronistas, Guillermo de Tiro, hacia 1170,y Jacques de Vitry, hacia 1220:

    El mismo ao [el de la coronacin de Balduino II] ciertos nobles caballeros llenos dedevocin, religiosos y temerosos de Dios hicieron voto de vivir en castidad, obediencia ypobreza perpetua, ponindose en las manos del seor patriarca al servicio de Cristo comocannigos regulares. Entre ellos, los primeros y ms importantes eran los venerables Hugode Payns y Godofredo de Saint-Omer. Como ellos no tenan iglesia ni lugar para vivir, el reyles cedi temporalmente un lugar donde pudieron vivir en su palacio, debajo del Templo delSeor, en el sur. Bajo ciertas condiciones, los cannigos del Templo del Seor lesconcedieron un terreno que ellos posean cerca de ese lugar para que sirviera a la Orden.Adems, el seor rey y sus nobles, as como el seor patriarca y sus prelados, les dieronciertos beneficios a perpetuidad o temporal, a fin de que pudieran alimentarse y vestirse. Elprimer compromiso de profesin prescrito por el seor patriarca y los otros obispos para laremisin de sus pecados era que ellos deberan proteger las rutas y las vas tanto comopudiesen de las emboscadas de los ladrones y de los atacantes, en particular, para laseguridad de los peregrinos.

    (Guillermo de Tiro)

    En tanto ricos y pobres, jvenes y doncellas, ancianos y nios acudan a Jerusaln desdetodas partes del mundo para visitar los Santos Lugares, bandidos y salteadores infestabanlos caminos pblicos, tendan emboscadas a los peregrinos que avanzaban sin desconfianza,despojando a gran nmero de ellos e incluso masacrando a otros. Unos caballeros, amadospor Dios y sacrificados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo.Mediante profesin de fe y votos solemnes pronunciados ante el patriarca de Jerusaln,prometieron defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, proteger loscaminos y servir como caballera al rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obedienciasegn la regla de los cannigos regulares. Los principales de entre ellos eran dos hombresvenerables y temerosos de Dios, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principioslo fueron nueve los que tomaron tan santa decisin, y durante nueve aos sirvieron conhbitos seculares y se vistieron con las ropas que les daban los fieles a modo de limosnas. Ycomo quiera que no tenan ninguna iglesia de su propiedad, ni una residencia estable, el rey

  • les cedi una pequea vivienda en una parte de su palacio, cerca del Templo de Seor. Elabad y los cannigos del Templo les entregaron tambin la plaza que ellos tenan junto alpalacio real. Y como desde entonces tuvieron su morada cerca del templo del Seor, fuerondenominados en adelante caballeros del Temple.

    (Jacques de Vitry)[8]

    La ubicacin de la nueva orden en la mezquita de al-Aqsa constitua toda una declaracin deintenciones. All haba estado el Templo de Salomn, era por tanto uno de los lugares ms sagradosde la tierra, y los templarios se haban convertido en sus guardianes.

    La gran explanada del monte Moriah o de la Roca se ubica en el ngulo sureste del recintoamurallado del Jerusaln medieval, un cuadriltero irregular de unos 800 metros de lado, unas 64hectreas de superficie, cuyo nivel del suelo estaba en el siglo XII varios metros por encima del quetuvieran las ciudades juda y romana. El espacio de la explanada del Templo era enorme; ocupaba unaquinta parte de la ciudad, en un rectngulo casi perfecto de 440 por 275 metros. En ese ampliorecinto, adems de la mezquita de al-Aqsa, situada en el lado sur, se levantaba la magnfica mezquitade Omar, o de la Roca, llamada as porque para los musulmanes la roca que ocupaba el centro de lamezquita haba sido el lugar desde el que su profeta Mahoma haba ascendido al cielo.

    Para adecuar al-Aqsa como residencia de los templarios apenas haba que hacer obras; lasdependencias de la mezquita se utilizaran como habitaciones y bastaba con colocar una cruz sobre lacpula y un altar ante el antiguo mihrab para convertir la sala de oracin de la mezquita en una iglesiacristiana.

    A la mayora de los historiadores les ha llamado la atencin que Balduino II concediera un espaciotan enorme a tan slo nueve caballeros, puesto que poda albergar a varios centenares de personas. Estambin extrao que durante los primeros aos de existencia del Temple fueran admitidos muy pocoscaballeros. Estas dos circunstancias han dado pbulo a un sinfn de especulaciones sobre a qu sededicaron los templarios durante los primeros aos de su andadura.

    Sin prueba documental alguna, se ha dicho que los primeros templarios se dedicaron a excavar enel suelo del solar del Templo de Salomn en busca de reliquias, sobre todo del Arca de la Alianza. Loque hicieron fue desescombrar para adecentar los enormes establos donde ubicar a sus caballos, talvez aprovechando antiguos espacios como cisternas y aljibes subterrneos[9]. En el concilio celebradoen Troyes en el mes de enero de 1129, donde se ratific la Orden del Temple y se aprob su primeraregla, Hugo de Payns hizo un relato en el que cont a los padres conciliares cmo fueron lascostumbres y las observancias de los primeros aos de la Orden; lamentablemente, el notario queredact las actas del concilio no tom en este caso ninguna nota sobre el parlamento del maestre.

    Bien sea porque apenas hicieran nada, bien porque no se ha conservado documentacin de suactividad entre 1120 y 1125, lo cierto es que de los seis primeros aos del Temple no se conoce otracosa que su propia fundacin y la dotacin de un espacio en al-Aqsa como sede de la Orden. Y noparece demasiado creble que durante ese tiempo no estuvieran interesados en que se produjerannuevos ingresos de caballeros, pues el objetivo inicial era sin duda constituir un grupo de choque parala defensa armada de los peregrinos, y para ello era necesario disponer de un numeroso contingentede caballeros. Da la impresin de que en estos primeros momentos la capacidad de captacin denuevos soldados para la milicia de Cristo fue muy escasa, pero una incorporacin muy notable iba a

  • cambiar la tendencia de forma sustancial.El poderoso seor Fulco, conde de Anjou, que haba estado en Tierra Santa en los aos 1120 y

    1121, mostr su simpata hacia el Temple, y dot a la Orden con una renta permanente de treintalibras angevinas antes de regresar a Europa. Fulco era un gran noble y su ingreso en el Temple hubierasupuesto un impulso notable, pero no lo hizo.

    Habra que esperar hasta 1125. En ese ao regres por tercera vez a Tierra Santa el conde Hugode Champaa. Era ya un hombre mayor que haba sufrido un tremendo desengao familiar ypersonal: estaba seguro de que su esposa lo haba engaado con otro hombre y que el hijo que habaengendrado no era suyo. El conde tom en consecuencia unas decisiones drsticas: repudi a suesposa por adltera, deshered al hijo que consideraba ilegtimo, cedi la corona condal a su sobrinoThibaud y, probablemente para calmar su alma y purgar su convulso espritu, decidi pasar el restode sus das en Jerusaln. Ya en la Ciudad Santa se encontr con su antiguo vasallo, Hugo de Payns,que pugnaba, sin demasiado xito hasta entonces, por sacar adelante la nueva orden.

    Hugo de Champaa se hizo templario en 1125 y dio a la Orden una nueva dimensin. Hasta esemomento, los templarios tal vez unos quince caballeros, aunque otros sealan que eran unostreinta[10] pertenecan todos a la baja nobleza, en muchos casos probablemente incluso eransegundones carentes de feudos que administrar y de un medio propio del que vivir, pero con laincorporacin del conde de Champaa el Temple ganaba para sus menguadas filas a uno de los mspoderosos y ricos aristcratas de la cristiandad, seor adems de una de las regiones de Europa dondems arraigo haba alcanzado el ideal cruzado.

    Se ha dicho, aunque algunos historiadores lo han puesto en duda alegando que todos ellos eranricos caballeros, que en estos primeros aos los templarios vivieron de las limosnas; y as parece quedebi de ser, pues ni siquiera tenan dinero para poder disponer de un uniforme reglamentario, sinoque cada uno de ellos vesta como poda, a la manera de los caballeros seglares, e incluso esosvestidos de tipo seglar tuvo que proporcionrselos el rey Balduino II. Desde luego, los primeroscaballeros no parecen demasiado ricos, sino ms bien pobres aristcratas que han tenido que emigrara Tierra Santa precisamente para salir de una situacin personal difcil, como nico medio para lograrel ascenso social y econmico que en su tierra de origen les estaba vedado.

    Parece probable que en estos primeros aos de existencia los templarios se fijaran para suorganizacin y su ideario en los hombres del ribat, los guerreros musulmanes que renunciaban a sumundo a cambio de prestar su servicio militar en forma de cofradas de caballeros juramentados alservicio del ideal islmico. Claro que en este caso el servicio temporal era habitual, y en cambio en elTemple se apost muy pronto por un servicio de por vida, y aunque se mantuvo el servicio temporalen algunos casos, el espritu de los pioneros desapareci o pas a un segundo plano muy pronto.

    Tambin datan de esta poca los primeros contactos entre los templarios y la secta de losAsesinos (de hashshashin, los consumidores de hachs), una secta de musulmanes chiitas quehaba fundado en 1090 un personaje llamado Hassan as-Sabbah, tambin conocido como El Viejo dela Montaa, con el propsito de acabar con los gobernantes corruptos y devolver as al Islam a supureza original. Esta secta se haba hecho fuerte en las montaas del norte de Irn, en la cordillera delElburz, en un castillo inexpugnable llamado Alamut. As-Sabbah aleccion a un grupo de fanticos quecometieron numerosos asesinatos (entre otros consiguieron matar al cad de Alepo en 1125 y al seormusulmn de Alepo y Mosul en 1126).

  • Los Asesinos establecieron un centro de operaciones, con algunos castillos, en las montaasentre Siria y el Lbano, y los templarios llegaron a percibir un tributo de 2.000 besantes anuales delos Asesinos a cambio de permitirles actuar con libertad contra los caudillos musulmanes a los quecondenaban a muerte.

  • El viaje a EuropaLa llegada de Hugo de Champaa cambi las cosas, pero para conseguir el reconocimiento de la nuevaorden era imprescindible una rotunda sancin favorable del papa. Para lograrla, tal vez por indicacindel conde de Champaa, una delegacin del Temple parti desde Jerusaln con destino a Europa enalgn momento del ao 1127, quiz poco antes de que se echara encima el invierno mediterrneo.Desde luego, la embajada la encabezaba el maestre Hugo de Payns y las crnicas refieren que loacompaaron cinco caballeros, pero en diferentes documentos aparecen en Europa en 1128 y 1129los siguientes templarios: Guillaume de Bures, Godofredo Bissot, Hugo de Rigaud, Godofredo deSaint-Omer, Rolando, Payen de Montdidier, Andrs de Montbard y Archambaud de Saint-Amand;es decir, nueve y no cinco. Si en total fueron nueve templarios a Europa y eran, segn los caballerosdocumentados en 1127, tan solo quince, slo se quedaron seis en Jerusaln?, o ninguno, si seacepta que hasta 1129 slo fueron nueve? No parece probable. Ms bien da la impresin de que loscronistas confundieron el nmero de nueve templarios desplazados a Europa en 1127 con el total demiembros de la Orden.

    Lo que parece evidente es que los que viajaron a Europa se haban juramentado para conseguirque las luchas terrenales en Palestina fueran asumidas por el papado y por los reinos de la cristiandadcomo una cuestin de fe.

    La embajada templaria llevaba, sin duda, varias misivas de recomendacin de Balduino II; entreotras, una carta para Bernardo solicitndole que redactara la regla para los templarios, una peticin alpapa para que aprobara esa regla para su legitimacin ante los ojos de la Iglesia y cartas para todoslos monarcas cristianos. Pero adems eran portadores de un mandato diplomtico: deban convenceral poderoso conde Fulco de Anjou, quien ya favoreciera unos aos atrs al Temple, para quecontrajera matrimonio con la hija del rey Balduino, de modo que se convirtiera, como as ocurri, enel siguiente rey de Jerusaln por derecho consorte; y para ese matrimonio se contaba con elbeneplcito del rey Luis VI de Francia.

    No existe constancia documental fidedigna, pero todos los historiadores aceptan que Hugo dePayns se entrevist con el papa Honorio II en Roma, y que all se traz la estrategia para laentronizacin de la Orden con todos los honores. Si fue as, los templarios no perdieron tiempo, y en1128 ya estaban recorriendo los reinos cristianos para ganar adeptos a su causa, sin duda exhibiendola incorporacin a la Orden del conde Hugo de Champaa, los salvoconductos y cartas derecomendacin de Balduino II y tal vez los certificados de beneplcito de Honorio II. Pero Hugo dePayns no olvid a los hermanos que se haban quedado en Tierra Santa, a los que anim en una cartapara que no cayeran en el desaliento.

    Los nueve templarios se distribuyeron las visitas a los reinos cristianos a lo largo de 1128: Hugode Payns recorri Inglaterra y Escocia, Godofredo de Bissot se ocup de Provenza, Hugo de Rigaudlo hizo de los reinos hispanos y Andrs de Montbard, probablemente el ms preparado de todosellos, acudi a entrevistarse con Bernardo de Claraval, a quien se le pidi ayuda en su condicin defigura ms relevante y prestigiosa de la Iglesia.

    Fuera por las recomendaciones acumuladas, por el nivel social de los caballeros o por sucapacidad de conviccin, el xito acompa a la misin templaria, que ya en ese mismo ao de 1128consigui las primeras donaciones en Portugal y una muy buena acogida en Francia, Len, Castilla,

  • Aragn e Inglaterra. No faltaron tampoco caballeros que entraron a formar parte de la Orden.Aunque no todo fueron parabienes. Algunos indicadores sealan que en algunos sectores hubo un

    cierto malestar por la actitud de los templarios. Se han conservado dos cartas que dejan traslucir estadelicada situacin, que se ha interpretado en clave de desavenencias internas. Una de las cartas ladirige Guigues, prior de la Gran Cartuja, al mismsimo Hugo de Payns; en la misiva, escritaprobablemente a fines de 1128, el prior le recomienda al maestre del Temple, con el que o bien sehaba entrevistado o bien haba recibido alguna carta de su parte, que antes de lanzarse a aventurasexternas, en referencia a la guerra contra los infieles musulmanes, emprenda la conquista de nosotrosmismos para que despus podamos partir con seguridad a atacar a los otros; primero purifiquemosnuestras almas de los vicios y luego purguemos la tierra de los brbaros que la manchan. Guigues esrotundo, y de sus palabras se deduce claramente el orgullo, sin duda excesivo, con el que Paynspresent el Temple a los soberanos europeos y a las altas dignidades de la Iglesia. Uno de losprrafos de la carta dice lo siguiente:

    A Hugo, maestre de la santa milicia, y a todos los que son conducidos por sus pareceres,los hermanos de la Cartuja, sus servidores y amigos, desean plena victoria sobre losenemigos espirituales y corporales de la religin cristiana y la paz por Cristo Nuestro Seor.

    Como ni a vuestro regreso ni a vuestra marcha hemos podido disfrutar del placer deconversar de viva voz, nos ha parecido bien dirigiros al menos algunas palabras por carta[]. Es en vano que ataquemos a los enemigos de fuera si antes no vencemos a los de dentro[], purifiquemos nuestras almas de los vicios primero y a continuacin purguemos latierra de los brbaros que la manchan [].

    Si proponemos esas reflexiones, hermanos, es porque hemos odo decir que algunos devosotros estis trastornados y confundidos por algunas gentes de pocos conocimientos, comosi la profesin por la que habis consagrado vuestras vidas a llevar armas contra elenemigo de la fe y de la paz para la defensa de los cristianos, como si vuestra profesin,digo, fuera ilcita o perniciosa, dicho de otra forma, como si ella constituyese un pecado oimpedimento de un gran progreso.

    La segunda carta es mucho ms crptica y tal vez haya que interpretarla en clave interna de laOrden. Est firmada por un enigmtico personaje que se denomina a s mismo como Hugo elPecador, y que unos historiadores han identificado con Hugo de San Vctor y otros con el propioHugo de Payns. Escrita a fines de 1128 o en los primeros meses de 1129, est dirigida al mismoPayns; en esta misiva se pone de manifiesto que el diablo est siempre presto para engaar al gnerohumano y que una de sus armas es precisamente el orgullo que el demonio hace enraizar en el alma dealgunos hombres. Acaba sealando que los hechos de armas no deben contribuir a la iglesia de lossoldados de Cristo, sino slo a los de Dios[11].

    Que la acogida del papa Honorio II a Hugo de Payns fue excelente lo demuestra el hecho de quese convoc un concilio en Troyes, precisamente en la capital de la Champaa, para rarificar lacreacin de la Orden del Temple con todos los honores y con el beneplcito de la Iglesia.

    El concilio se celebr, como ya se ha indicado, en el mes de enero de 1129, y las actas se conocenpor una copia de mediados del siglo XII basada en la redaccin que realiz un notario llamado JuanMiguel, que asisti al concilio. Bajo la presidencia del enviado del papa Honorio II, el cardenal

  • Mateo, obispo de Albano, estuvieron presentes al menos seis de los templarios fundadores: Hugo dePayns, Godofredo de Saint-Omer, Rolando, Godofredo Bissot, Payen de Montdidier y Archambaudde Saint-Amand. Junto a ellos asistieron los ms importantes cargos eclesisticos del reino deFrancia; es decir, los arzobispos Enrique de Sens y Reinaldo de Reims, los obispos Gocelin deSoissons, de Pars, de Troyes, de Orlans, de Auxerre, de Meaux, de Chlons, de Lan y deBeauvais, y los abades de Vzelay, de Cteaux, de Pontigny, de Trois-Fontaines, de Saint-Denis deReims, de Saint-Etienne de Dijon y de Molestes, los relevantes eclesisticos Bernardo de Claraval,maese Aubri de Reims, maese Folco, el conde Thibaud de Champaa, el conde de Nevers y el seorAndr de Baudemant, senescal de Champaa; y numerosos eclesisticos de diversos rangos. Aunqueaparece citado en las actas y se dice que sus palabras en el concilio fueron elogiadas profusamente,algn historiador ha dudado de la presencia de Bernardo de Claraval; la mayora de autores que hanescrito sobre el concilio la dan por segura, pero alguno ha aducido que estuvo ausente debido a unaenfermad, tal vez una gripe[12]. A la vista de la relacin de asistentes, es palmario que la fuerza de lostemplarios radicaba en el reino de Francia y en sus Estados feudales de Champaa, Borgoa y elBeauvaisis. Para entonces, los templarios haban trenzado una red de relaciones en media Europa ycontaban con el beneplcito del papa, de la mayora de los soberanos, de buena parte de la nobleza yde las principales dignidades eclesisticas. Cmo lo consiguieron en un tiempo tan breve?

    No hay duda de que semejante poder de convocatoria y de conviccin se debi a la confluencia devarios factores: la aureola de prestigio que rodeaba a unos caballeros que haban entregado su vida aCristo desprendindose de todas sus ambiciones mundanas, el ideal de la Primera Cruzada, que semantena vivo todava en Occidente, el sentido de cierta culpabilidad y de mala conciencia de algunosreyes por no haber acudido en persona a la llamada de Urbano II en 1095, la necesidad de mantenerJerusaln, aunque fuera como mero smbolo, en manos cristianas y el aval personal del papa y deBernardo de Claraval. Con los templarios se haca realidad la idea de la misin cristiana de lacaballera: era posible compaginar un modo de vida laico, promiscuo y altanero con el sentimientoreligioso y la defensa de los valores espirituales que defenda la Iglesia.

    El Concilio de Troyes otorg a la Orden del Temple una legitimacin cannica, pero adems hacafalta dotarla de una regla que no ofreciera la menor duda de que la actitud personal y vital de loscaballeros de Cristo no era una mera declaracin de intenciones sino un compromiso serio ypermanente. Y para redactar la regla, nadie mejor que el ms excelso de los hombres de la Iglesia deese tiempo, el prestigioso y reconocido Bernardo de Claraval.

    Bernardo haba nacido hacia 1090 en el seno de una familia de la baja nobleza de Champaa. A lamayora de los hijos segundones de este tipo de linajes, administradores de pequeos feudos sobrelos que no tenan capacidad de divisin ni de reparto, no les quedaba otra salida que la milicia, esdecir, ofrecerse como caballeros mercenarios a los grandes seores de la nobleza territorial, o entraren religin, ya fuera profesando en un convento, en una parroquia o, en los casos ms notables, enuna escuela catedralicia para hacer carrera hasta alcanzar un puesto en el captulo de cannigos de unacatedral.

    Bernardo se hizo monje en 1112 y profes como novicio en la Orden del Cster. Su capacidaddialctica, su rectitud personal, sus maneras beatficas y su habilidad retrica lo convirtieronenseguida en un referente para la Iglesia. Y su carrera, apoyado por los poderosos condes deChampaa, fue meterica. En 1115 ya era abad del monasterio de Cteaux, y ese mismo ao fundaba

  • en unos terrenos donados por el conde Hugo de Champaa, a unos sesenta kilmetros al este deTroyes, el monasterio de Clairvaux, o de Claraval, destinado a convertirse en uno de los msimportantes de la cristiandad. Su personalidad y su actividad eran arrolladoras, y no slo fundabamonasterios y extenda el Cster por Europa, sino que mantena una constante correspondencia conpapas, reyes y obispos, a quienes asesoraba, escriba tratados de Teologa, rezaba y batallaba contralos enemigos de la Iglesia.

    Su fama creci a un ritmo vertiginoso y enseguida se corri la voz de que era capaz de realizar losms asombrosos prodigios, que muchos calificaron de milagros. A ello se sumaba una aureola desantidad marcada por el sentido piadoso de cuanto haca y por la austeridad que impregnaba todassus acciones.

    Su relacin con el Temple fue muy temprana. Su gran protector, el conde Hugo, decidi ingresaren la Orden en 1125. Bernardo se sinti afectado, pues el valedor de sus fundaciones, el seor que lehaba donado tierras y hombres para llevar a cabo su plan de creacin de monasterios, dejaba enmanos de su sobrino el condado. Bernardo, ofuscado por esta decisin, se sinti algo molesto y leescribi una carta en la que, si bien felicita a Hugo por su ingreso en el Temple, no deja de atisbarsecierto malestar al perder a su benefactor:

    Si, por Dios, que de conde os habis hecho simple soldado, y pobre, de rico que voserais, yo os felicito de todo corazn, y rindo gloria a Dios, porque s que este cambio se debea la diestra del Altsimo.

    Pero si Bernardo tuvo algn recelo sobre lo que le podra ocurrir con la partida de Hugo deChampaa a Tierra Santa, pronto se demostr que nada iba a cambiar. Teobaldo, sobrino de Hugo ysu heredero al frente del condado, lo protegi ms si cabe, y cuando en 1129 se le present la ocasinde ser el redactor de la regla de los templarios, Bernardo acept encantado.

    Desde luego, los caballeros fundadores del Temple no eran unos desconocidos para el abad deClaraval. Tenan en comn muchas cosas: eran miembros del mismo estamento social, compartaninquietudes y sentimientos, y adems algunos de los templarios eran parientes prximos; Hugo