banalidad del mal - iguala (1)

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1 Arendt y la raíz del mal 1 FEBRERO, 2012 Jesús Silva-Herzog Márquez En una carta a Karl Jaspers, Hannah Arendt le revelaba el título que quería asignarle a su libro de teoría política. Quiero que se titule Amor mundi, le adelantaba. Extraña designación para una reflexión sobre el fundamento de los gobiernos, el poder y las leyes. Finalmente el título de su obra fue otro: La condición humana. Desafortunado cambio. Aquel título reflejaba con mayor claridad el proyecto del libro y, quizá, de toda la obra de la filósofa: intento de reconciliarse con el mundo. Reconciliación a través del entendimiento, del juicio y de la acción. Aun en los momentos más sombríos, decía, “tenemos el derecho de esperar cierta iluminación”. Esa claridad no suele venir de teorías ni conceptos sino de una “luz incierta, titilante y a menudo débil” que proyectan algunos hombres y mujeres, algunas ideas, ciertas letras. La referencia lumínica a su pensamiento es interesante: la pensadora no concibe el pensamiento como ladrillos de una edificación, sino como resplandores inestables. “Yo sólo quiero comprender”, dice con una modestia poco convincente en sus Ensayos en el entendimiento. Su intención no queda capturada en una doctrina sistemática o en una teoría sellada. Su afán de comprensión radica en una dramatización de la experiencia. A pesar de la grandilocuencia que a veces secuestra su prosa, Hannah Arendt está poseída por el impulso poético, más que por la severidad científica. Pensamiento apasionado. Hannah Arendt nació el 14 de octubre de 1906 en el seno de una familia judía bien integrada a la vida alemana. Creció en Könisberg, la ciudad de Kant, y estudió en Marburgo, la universidad de Martin Heidegger. Investigó teología, literatura griega antigua y filosofía bajo el tutelaje de Heidegger, con quien tuvo un largo romance. A pesar de su

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Arendt y la raíz del mal1 FEBRERO, 2012 Jesús Silva-Herzog Márquez

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Arendt y la raz del mal1 FEBRERO, 2012 Jess Silva-Herzog MrquezEn una carta a Karl Jaspers, Hannah Arendt le revelaba el ttulo que quera asignarle a su libro de teora poltica. Quiero que se titule Amor mundi, le adelantaba. Extraa designacin para una reflexin sobre el fundamento de los gobiernos, el poder y las leyes. Finalmente el ttulo de su obra fue otro: La condicin humana. Desafortunado cambio.

Aquel ttulo reflejaba con mayor claridad el proyecto del libro y, quiz, de toda la obra de la filsofa: intento de reconciliarse con el mundo. Reconciliacin a travs del entendimiento, del juicio y de la accin.

Aun en los momentos ms sombros, deca, tenemos el derecho de esperar cierta iluminacin. Esa claridad no suele venir de teoras ni conceptos sino de una luz incierta, titilante y a menudo dbil que proyectan algunos hombres y mujeres, algunas ideas, ciertas letras. La referencia lumnica a su pensamiento es interesante: la pensadora no concibe el pensamiento como ladrillos de una edificacin, sino como resplandores inestables. Yo slo quiero comprender, dice con una modestia poco convincente en sus Ensayos en el entendimiento. Su intencin no queda capturada en una doctrina sistemtica o en una teora sellada. Su afn de comprensin radica en una dramatizacin de la experiencia. A pesar de la grandilocuencia que a veces secuestra su prosa, Hannah Arendt est poseda por el impulso potico, ms que por la severidad cientfica. Pensamiento apasionado.

Hannah Arendt naci el 14 de octubre de 1906 en el seno de una familia juda bien integrada a la vida alemana. Creci en Knisberg, la ciudad de Kant, y estudi en Marburgo, la universidad de Martin Heidegger. Investig teologa, literatura griega antigua y filosofa bajo el tutelaje de Heidegger, con quien tuvo un largo romance. A pesar de su origen, se sinti mucho ms atrada intelectualmente por la teologa cristiana que por el judasmo. Escribi su tesis doctoral sobre el concepto del amor en san Agustn. Fech su nacimiento intelectual el 27 de febrero de 1933, el da que ardi el Reichstag. El fuego del Parlamento que catapult a Hitler al poder simbolizaba la carbonizacin de las libertades y el disenso. Entonces Arendt dijo: me siento responsable. Senta la responsabilidad de dar respuesta al desafo de un rgimen abominable. Deber de hacerse cargo del tiempo en el que vivimos. Responsabilidad de comprender el totalitarismo y su antdoto: la poltica.

La poltica que abraza Hannah Arendt no es la poltica de la fuerza sino la poltica de la palabra. Rema contra Maquiavelo y contra Hobbes, esos dos bastiones de la concepcin moderna de la poltica. La poltica para ella no est en el prncipe que emplea, a golpes de astucia o de ley, los instrumentos de la represin. Tampoco est en un monstruo contratado por individuos temerosos. La poltica est en el foro de las conversaciones. Mientras el poder para los herederos de Hobbes, es decir, para los modernos, es la capacidad de imponer una voluntad sobre otros, para Arendt corresponde a la habilidad humana no solamente de actuar sino de actuar en concierto. Por ello el poder no es apropiable por un individuo. Se trata de un patrimonio colectivo, de la condicin de existencia de un grupo. Cuando decimos que alguien est en poder en realidad nos referimos al hecho de que ha sido autorizado por un cierto nmero de personas a actuar en su nombre. El poder deja de ser mazo de imposicin para ser concebido (para volver a ser concebido) como vehculo de comunicacin.

A los veintitantos aos fue arrestada en Alemania por actividades contrarias al rgimen. Logr huir, primero a Francia, y despus se instal en Estados Unidos donde desarroll una destacada y polmica carrera intelectual. Hannah Arendt empez a escribir Los orgenes del totalitarismo en 1945 poco despus de la derrota del nazismo y lo termin seis aos despus. El libro se convertira en una pieza central de la reflexin filosfica del siglo XX. Sus crticos han podido exhibir el exceso de sus generalizaciones o la debilidad de su sustento fctico, pero no han podido desmontar el genio de su percepcin. El totalitarismo del siglo XX no fue una tirana semejante a las pasadas. Se trat de un fenmeno del todo nuevo donde todo parece ser posible bajo la condicin de que todo sea destruido antes. Nazismo y comunismo, dos gemelos a ojos de Arendt, eran una verdadera novedad histrica que iba ms all del imperio de un partido nico y su terror. Artefactos ideolgicos que asignaban al poder la misin histrica de borrar cualquier separacin entre lo privado y lo pblico. El gobierno dejaba de ser constriccin externa para convertirse en un dispositivo que aterroriza desde dentro a sus sbditos. El totalitarismo resulta as un rgimen que altera las condiciones de racionalidad. Todas las categoras tradicionales se desmoronan bajo un Estado que desarma el sentido comn (el juicio moral) de los ciudadanos.

Arendt acierta al marcar el fenmeno del totalitarismo como la cuestin de nuestro tiempo. Los orgenes del totalitarismo no es una lectura fresca. Es un libro disparejo, asimtrico a pesar de su intencin de analizar el estalinismo y el nazismo, vago, pomposo. La crtica de Hobsbawm a su libro sobre la revolucin es igualmente aplicable a su denuncia del totalitarismo: El libro se sostiene o se desploma no tanto por los descubrimientos del autor o sus observaciones de ciertos fenmenos histricos concretos, sino por el inters de sus ideas generales e interpretaciones Tiene mritos y no son nada despreciables: un estilo lcido, a veces desbordado por retrica intelectual pero siempre tan transparentes para permitirnos reconocer la genuina pasin del escritor, una fuerte inteligencia, vastsima cultura, y el poder de la agudeza. La conclusin de Hobsbawm esconde un elogio detrs de la crtica. Citando a Lloyd George, comenta que sus rayos ocasionalmente iluminan el horizonte pero dejan la escena en la oscuridad entre los flashazos.

Creo que tiene razn: el aire metafsico de sus reflexiones trasluce cierto desprecio por los hechos, un claro menosprecio por el dato. Lo que queda y no es poca cosa son esas poderosas radiaciones intelectuales. Los orgenes del totalitarismo no es trabajo de reconstruccin histrica ni un argumento politolgico sobre el fundamento social o institucional de un rgimen. Tal vez debera entenderse como una fbula. El ttulo no es del todo preciso: ms que ser un registro histrico de las causas que provocaron el totalitarismo, es un paisaje del siglo: el paisaje de la pesadilla totalitaria. Judith Schklar lo pone as: con trozos de historia, literatura, biografa y mucha imaginacin personal y especulacin, despleg y de hecho logr crear una vasta interpretacin del mundo de los antisemitas y judos y de los imperialistas y sus vctimas. Sin duda un documento capital en la historia intelectual del siglo XX.

Lo notable de esta construccin terica es que, a pesar de ser una vehemente denuncia de la voracidad del totalitarismo que todo lo estatiza, Arendt no se refugia en la defensa de lo privado o lo antipoltico. Por el contrario, reivindica como nadie lo ha hecho, el valor de la poltica. Lejos de distanciarse de ese mbito, estaba convencida de que era necesario recuperarlo, ocuparlo, como se dice ahora. Es que no vea en la poltica una prolongacin de la guerra, ni el nido de burcratas o apoderados. La poltica era para ella un tesoro de la cultura que permita que los hombres se encontraran a s mismos, que fueran plenamente humanos. Slo en el espacio comn de la poltica el hombre podra encontrar su existencia autntica. No se es hombre en el aislamiento de lo privado, en el eco rutinario de lo mercantil. La ciudadana, por ello, no podra ser episodio ocasional de votante, sino experiencia cotidiana de quien ejerce la libertad con otros.

Aquella obra que debi titularse Amor mundi sostiene precisamente la necesidad de vivificar el espacio pblico y encontrar los modos de actuar en concierto. No busca refugio en el mbito de lo privado sino en la plaza, en los lugares de la deliberacin y el encuentro. Frente al determinismo histrico y la inercia fabril, ofrece la ruta de la imaginacin y la creatividad. Lo esencial del hombre consiste en su talento para realizar milagros, es decir, en su capacidad de iniciar, de realizar lo improbable. El conformismo es negacin de libertad. Hannah Arendt abandera de este modo una nocin de la libertad que poco tiene que ver con el sentido usual del trmino en nuestros das. Ms que librarse de los fastidios exteriores, ser libre es comprometerse con el mundo. La suya es una visin republicana, densamente poltica de la libertad. En su cuarto, aislado, el hombre no puede ser libre. Lo es, si cruza la puerta para entrar a la ciudad y acta en ella. Arendt reivindicaba la libertad de los antiguos, la libertad en la ciudad, con otros. El totalitarismo es la negacin ms radical de la libertad porque no solamente prohbe la accin, sino que niega al hombre. Niega a la vctima pero tambin al verdugo: uno y otro, tuercas de la imponente maquinaria del Poder. No hay individuos, existe la especie; no existe el hombre, slo la Humanidad.

Arendt buscaba apartar la poltica de la condena maquiavlica que la ata a la violencia, a la fuerza, al engao. El poder, ms que la imposicin de una voluntad aplastando otra, deba entenderse como la capacidad de actuar en concierto. La poltica de los hombres no reside en los ejrcitos que intimidan sino en las palabras que convencen.Quiz por eso, el pensamiento de Arendt, a pesar de haberse concentrado en dos formas polticas prcticamente extintas, sigue teniendo una vigencia notable. El ensayista italiano Paolo Flores DArcais ha dedicado un libro interesante al comentar su vigencia: el pensamiento de Hannah Arendt est entre los muy pocos que pasan la prueba del ao 1989, y que han salido reforzados del impacto con el muro al derrumbarse. La rpida implosin de los regmenes comunistas ha sido en general metabolizada por el espritu de banalidad, por una voluntad de homologacin que la ha empobrecido a una tautologa narcisista: en el deseo de Occidente, que est en el origen de la cada, se ha visto la prueba de la excelencia del Occidente; as como es. Sigue el italiano: No un exceso de poltica amenaza a nuestras democracias, sino un trgico dficit, puesto que ellas sustraen a los ciudadanos individuales para consignarla monopolsticamente a los seores del consenso. Realizando con ello la perversin de la poltica, su eclipse y ocaso.

El ensayo ms polmico de Hannah Arendt fue, sin duda, su reportaje del juicio de Eichmann como corresponsable del genocidio. La obra cre todo un escndalo en los crculos judos. Se acus a la filsofa convertida en reportera de ser antisemita, una traidora que converta a la vctima en culpable de su propia desgracia. Lo que haca ella en realidad era escapar del cuento de la vctima que implora conmiseracin. Ah, la idea del mal radical que haba explorado en Los orgenes del totalitarismo se transforma en banalidad. Muchos se indignaron con el adjetivo. Un genocida banal?

Enviada por el New Yorker, Arendt fue a Jerusaln para atestiguar el juicio a Adolf Eichmann, funcionario del rgimen nazi a cargo de campos de exterminio. Al ver al demonio detrs del cristal blindado, vio, ms bien, a un pobre diablo. Un hombre mediocre, ridculo. No era un tipo que se regocijara en el dolor ajeno, un militante convencido del deber histrico de limpiar el planeta, sino un burcrata empeado en seguir instrucciones: un obediente. Pero no nos confundamos: Arendt no trivializa el crimen histrico. Tampoco hasta donde alcanzo a entender contradice su obra con el reportaje. En Los orgenes sostiene que uno de los elementos ms salientes del totalitarismo es que convierte a las personas en engranajes de una maquinaria administrativa. El hombre deja de ser un agente moral para convertirse en una tuerca. De ah que la responsabilidad moral desaparezca. Lo ms monstruoso del Holocausto es, precisamente, que quienes estuvieron encargados del exterminio eran tipos ordinarios. Eichmann no era un demonio. Era algo peor: un hombre que haba dejado de pensar por s mismo. Eso es lo que provoca el totalitarismo, desde el bosquejo platnico o el clausulado hobbesiano: que los hombres dejen de pensar por s mismos, que dejen de evaluar por s mismos el sentido moral de sus acciones. Eichmann, como muchos otros, actuaba de cierta manera porque as lo ordenaba el Fhrer, porque as lo disponan las ordenanzas vigentes.

En algn lugar de Los orgenes del totalitarismo Arendt habla de la depravacin del perro de Pavlov: es un animal degenerado porque ha sido entrenado para no sentir hambre cuando tiene hambre sino cuando el amo suena la campanita. se es el dispositivo totalitario. Ah se cierra justamente el crculo de la obra arendtiana: en su trabajo sobre la condicin humana nos invitaba a pensar lo que hacemos. Cuando dejamos de pensar lo que hacemos, sea por la mecnica del totalitarismo o sea tambin por la glotonera conformista, dejamos de actuar como agentes morales. Somos ya cmplices de Eichmann.

Jess Silva-Herzog Mrquez. Profesor del Departamento de Derecho del ITAM. Entre sus libros: La idiotez de lo perfecto y Andar y ver.

Iguala, Guerrero: La banalidad del malRedaccin octubre 6, 2014 Iguala, Guerrero: La banalidad del malPor Andrs Vera

Qu es banalidad? Es algo trivial, comn, insustancial. La complejidad del concepto de banal o de banalidad reside en el hecho de que muchas de las cosas que son as consideradas son altamente criticadas o mal vistas por una parte importante de la sociedad. Sin embargo, atraen al mismo tiempo a gran parte de la poblacin y esto es as porque muchas veces las cosas banales son justamente las que hacen olvidar de todos los problemas y complicaciones de la vida cotidiana en las que cualquier ser humano se ve insertado

Hace algunos decenios, en 1963, una ya madura Hannah Arendt escribi su famosa obra Eichmann en Jerusaln, que subtitul Un informe sobre la banalidad del mal. La autora alemana de origen judo realizaba un vvido relato de cmo ese gris y mediocre nazi de medio pelo pudo llegar a ser el mximo ejecutor de los planes de la Solucin Final, acordados en la reunin de enero de 1942 a orillas del lago Wannsee, en los alrededores de Berln. Arendt describe con detalle cmo Eichmann fue buscado, localizado y secuestrado en Buenos Aires -donde haba conseguido refugiarse en la posguerra- por un comando del Mossad en una operacin digna de cine; cmo fue sacado del pas y llevado hasta Israel; los detalles del juicio; y finalmente cmo fue ejecutado en la horca. Pero en lo que ms se centra la filsofa germana -discpula y amante de Heidegger, cosas de la vida- es en la manera en que el mal se puede llegar a banalizar, a trivializar, a desposeer de su carcter siniestro para convertirse en una mera y automtica sucesin de acciones mecnicas de obediencia debida. La complacencia de Eichmann al reconocer sus crmenes no era sino producto de una atmsfera de mentiras sistemticas generalmente aceptada, concluye Arendt.

Otto Adolf Eichmann (Solingen, 19 de marzo de 1906 Ramla, 31 de mayo de 1962) fue un teniente coronel de las SS nazis. Fue el responsable directo de la solucin final, (tambin conocida como solucin final de la cuestin juda [en la terminologa nazi, en alemn, Endlsung der Judenfrage], es el nombre del plan de los nazis para llevar a cabo el genocidio sistemtico de la poblacin juda europea durante la Segunda Guerra Mundial.), principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los campos de concentracin alemanes durante la segunda guerra mundial.

Pero, a qu voy con todo esto? La colusin y complicidad (banalidad) de las autoridades federales, estatales y municipales en Guerrero para permitir la operacin de grupos criminales en el estado deja en el aire una pregunta sustancial, qu ganan los delincuentes, en complicidad con las autoridades, insisto, en haber desaparecido 52 normalistas y asesinarlos como todo indica?

La respuesta tendr muchas aristas, sin embargo la que mejor se acomoda a los despreciables sucesos es que la corrupcin e incapacidad del gobierno perredista de Guerrero, del gobierno priista federal es ya un sistema poltico, econmico y social que se ha moldeado a la cnica forma de pensamiento mediocre e indolente de la mayora de los gobernantes de este pas.

La forma trivial para ellos (los delincuentes [sicarios y polticos]) expresan formas de poder que se legitiman por medio de la violencia explcita al dominar cualquier sntoma de inconformidad. Pero es no es nada nuevo, en la historia de este pas ha sido as. El problema, es que da a da, la institucionalidad de la violencia se extienda, se reafirma como banal, cotidiana y lo peor, se autentifica desde el gobierno.

La marginalidad en Guerrero es un pretexto (aunque una causa real) para justificar el empoderamiento de grupos criminales. La banalidad de gobernantes sin escrpulos es el sntoma socipata.

Entonces, cul es la ganancia de estas manifestaciones de maldad pura?, pues quienes ya est visto. La ganancia en la delincuencia organizada se resume en dos cuestiones fundamentales: la ganancia econmica y el poder sectario, aunque sea en un microcosmos como Guerrero, la expansin del grupo delictivo siempre estar considerada en funcin de dichas cuestiones.

Si bien sabemos; existen diversos factores de crecimiento de la delincuencia organizada, que justifica la matanza de quien muestra alguna forma de inconformidad aunque no sea directamente ni proporcional a la violencia e ilegalidad, entre las cuales cabe sealar: a) la transnacionalizacin creciente del crimen; b) factores sociales, econmicos y demogrficos internos; c) una crnica impunidad y deficiente comportamiento del aparato de justicia; d) carencia de un marco normativo adecuado para hacer frente a la delincuencia organizada desde la perspectiva de seguridad ciudadana, y e) la posicin geogrfica de Mxico y la insercin del pas en la globalizacin, sta ltima a un nivel macro.

Lo anterior se combina con factores internos que facilitan la operacin de la delincuencia organizada en pases como Mxico, que en los ltimos cuarenta aos fue escenario de importantes cambios demogrficos y econmicos que el Estado no supo sintonizar, armonizar ni potenciar. Junto a la transformacin demogrfica de Mxico, se cambi de un modelo econmico industrialista basado en la expansin del mercado interno a un modelo comercial fundado en el dinamismo de las exportaciones. Los resultados de ese modelo han sido buenos para las exportaciones, pero la transmisin de los impulsos dinmicos de la economa exportadora al conjunto de la economa ha sido muy dbil.

Segn estudios tcnicos, la economa mexicana necesita crecer al menos 5 por ciento cada ao para absorber a la poblacin joven que se incorpora al mercado laboral, as como 7 por ciento para arrancar fuerza de trabajo del subempleo y el empleo precario y llevarla hacia el empleo decente. Sin embargo, como promedio anual en los ltimos diez aos, la economa mexicana ha crecido apenas a 2 por ciento, con todas las consecuencias negativas de esa falta de dinamismo.

Recientemente se calcul que unas 468 mil personas trabajan en Mxico en actividades relacionadas con el comercio ilcito de drogas, tres veces ms que el personal de PEMEX, la compaa petrolera con mayor nmero de empleados del mundo (Ros, 2009). Estimaciones de Organizaciones No Gubernamentales (ONGS) indican que alrededor de 30 mil jvenes menores de 18 aos cooperan de distintas formas con grupos criminales (REDIM, 2010).

Lo anterior se traduce en una fuerte presin sobre el sistema de seguridad pblica reconocido por la misma Secretara de Seguridad Pblica federal (Mndez, 2011: 5), puesto que mientras las filas de la delincuencia organizada son continuamente alimentadas por la alta cantidad de jvenes sin oportunidades de empleo o educacin, en Mxico hay un total aproximado de entre 360 mil y 409 mil 536 policas tanto judiciales como preventivos, con ingresos promedio mensuales de 6 mil 229 pesos mexicanos.

Por otra parte, Mxico registra niveles de impunidad del orden de 97 por ciento, ya que solo 3 por ciento de los delitos que se denuncian llegan a sentencia. De la mano de la corrupcin se forj toda una cultura de la impunidad. Instituciones acadmicas como el Centro de Investigacin y Docencia Econmicas (CIDE) han documentado la ineficiencia del sistema de procuracin de justicia y las debilidades del sistema de imparticin de justicia, demostrando que en Mxico se consignan menos casos de delitos contra la salud que en Chile, que tiene solo 15 millones de habitantes; el porcentaje de sentencias por ese delito es diez veces menor en Mxico

Adems, se ha dado cuenta de los pactos que contuvieron la violencia y organizaron el mercado ilegal de estupefacientes durante los regmenes autoritarios priistas hasta el ao 2000. El pacto result insostenible a partir de la alternancia partidaria en la presidencia de la Repblica, no solo debido al cambio de partido poltico en el poder, sino fundamentalmente a razn de la creciente descentralizacin del campo poltico en Mxico y la proliferacin de bandas delictivas locales dedicadas a la venta de drogas en el mercado interno, que podan llegar a responder a acuerdos y complicidades con grupos polticos y/o econmicos rivales.

El resultado de la proliferacin y conflictividad de la delincuencia organizada en Mxico se refleja en tres dimensiones, diariamente verificables en buena parte del territorio nacional: a) la existencia de milicias de sicarios dedicados a realizar ejecuciones; b) el desarrollo de empresas clandestinas dedicadas al trfico de drogas, el secuestro y la extorsin; y c) el establecimiento de estructuras y mtodos de operacin que sugieren las formas de gobiernos de facto que venden proteccin, cobran impuestos e influyen en las decisiones de la autoridad, como ocurri en Iguala, donde ya se evidencio que la polica municipal particip en contubernio con el grupo delictivo Guerreros Unidos para secuestrar a los normalistas.

El investigador Edgardo Buscaglia, prominente acadmico conocedor de los mecanismos de la delincuencia y los gobiernos no slo en Mxico y en el mundo seal en alguna ocasin El gobierno mexicano tiene un evidente contubernio con la delincuencia.

Cul sera la solucin? En primera instancia, la renuncia del gobernador de Guerrero. En segundo lugar, convocar a la sociedad en su conjunto desde organizaciones civiles para enfrentar la corrupcin de las instituciones, dejando a un lado a las polticas que evidentemente estn coludidas con la delincuencia para destruir la banalidad del mal.

La banalidad del mal (y el mal de la banalidad)Yuriria Sierra 12/11/2014 Nos quedamos pasmados, primero, horrorizados, despus. Hemos tocado, desde hace tiempo, lo ms bajo en los peldaos de la conciencia humana. Pareciera que regresamos al estado ms animal que un ser humano pueda concebir. El estado de brutalidad. Que hay mexicanos que han alcanzado el sitio ms profundo de la crueldad y la malevolencia. Jess Murillo Karam detallaba el proceso en el que El Chereje cont la forma en que, segn los avances de la investigacin que present, desaparecieron a los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. Una atrocidad, no podemos calificarlo de otra forma. Tan ufano como hablar de un fin de semana, este abominable sujeto detallaba los procedimientos y la formas: el secuestro, el traslado, el asesinato, la pila de cuerpos, el incendio, la vigilia, la trituracin de los restos, el arrojo de las cenizas embolsadas al ro. Tocndose el corazn? Con algn asomo de vergenza, de arrepentimiento?, desde luego que no. Lo narrado por Murillo Karam recordaba de forma inmediata lo escrito por Hannah Arendt: La banalizacin del mal, como lo escribi al hablar de su teora sobre lo ocurrido en el brutal Holocausto perpetrado por los nazis, en ese gigantesco texto que habla del juicio a Adolf Eichmann, uno de los genocidas de la Segunda Guerra Mundial. Millones de judos muertos. Tambin en hornos. Lo confesado por Agustn Garca Reyes, El Chereje, a la PGR tiene tantas similitudes, hasta en la forma en que acomodaron los cuerpos previo a prenderles fuego. La abominacin narrada como una minuta de oficinista. Matizar los actos ms terribles, a todos sus niveles, para soltarlos as, como acaso se suelta un saludo de medioda. Algo que slo pueden hacer aquellos que han extraviado (si acaso alguna vez lo tuvieron) el menor rastro de humanidad, de empata, de razn, que a cualquier mortal provocara una inevitable nusea, un inevitable espanto. O tal vez, como deca Arendt, aquellos que no miden su concepto de normalidad y actan slo bajo la orden que reciben, sin la mnima intencin de cuestionarse. Sin la mnima e imprescindible objecin de conciencia...

Mucho de ello tendr que ver, pienso (mas de ninguna forma justifico), con las circunstancias en que estos criminales ejercen el oficio de asesinos, ese que les dar de comer. La normalidad con la que se vive el mal cotidianamente, con la que se convierte en regla nica de supervivencia, con la que se construye la diaria convivencia. De ah su inaceptable banalidad: porque termin por convertirse en la gravsima admisin de que la prdida de respeto por la vida ajena, es parte de la vida diaria. De una particular y propia (des)construccin moral de una sociedad determinada. Banales, porque para ellos la muerte ajena es un mero trabajo, como si de atender una comanda en una tienda se tratara. Banales porque ni siquiera la idea de la propia muerte los conecta con el horror de la muerte ajena. Pedazos de una humanidad extinta. Eso son.

Y jugando con la famosa frase de Arendt, se me ocurre, adems, en estos das, la contraportada: el mal de la banalizacin. La subcultura de la frivolidad impuesta por temas y publicaciones como nueva y completamente hueca, absolutamente falaz meritocracia y escaparate para exhibir un seudo compromiso social. No tanto pero casi como la inhumana banalidad de los criminales, me asquea la forma en que amplios sectores (que jams se ocupan de lo que verdaderamente lastima a este pas) hoy marchen, se pasean y posan para las revistas de sociales exigiendo justicia para Ayotzinapa. Poniendo un avatar de los 43, trepndose a una tarima del MoMA en NY, lamentarse en todos los eventos donde corre la champaa? Es casi lo mismo: banalizar la muerte ajena al grado de hacer de ella motivo para posar en una frvola fotografa. La banalidad del mal y el mal de la banalidad. Cunto se tocan aunque decirlo aqu raspe a las buenas, pero tan hipcritas conciencias.

La banalidad del malGustavo GordilloDespus de presenciar la inconmensurable ola de crmenes no resueltos, personas desaparecidas, jvenes reprimidos, guerras entre criminales, y finalmente el acto de barbarie en Iguala, pienso en el clebre dicho del coronel Kurtz en Apocalpyse Now: No creo que existan palabras para describir todo lo que significa, a aquellos que no saben qu es, el horror.

Pero lo que significa una dcada de estar presenciando este horror algunos en silencio y otros afortunadamente, movilizndose y resistiendo con sus mejores armas cvicas me ha recordado el texto de Hannah Arendt: Eichmann en Jerusaln. El subttulo que gener la polmica lo tomo prestado para este artculo.

Arendt ofreci un reportaje al New Yorker sobre el juicio al criminal Eichmann que se realizara en Jerusaln despus de su secuestro en Argentina. Del reportaje surgi el libro y en medio se desat un enorme debate promovido no slo pero s de manera significativa por muchos prominentes judos de Nueva York. Algunas afirmaciones iniciales fueron corregidas y matizadas en el libro, pero sus afirmaciones centrales permanecieron.

En este artculo me refiero particularmente a la afirmacin que Eichmann culpable sin duda de crmenes que llevaron al exterminio de millones de seres humanos y en consecuencia en opinin de Arendt, merecedor del castigo mortal al que fue condenado no era un monstruo desequilibrado, sino un burcrata mediocre celoso del cumplimiento de las rdenes de sus superiores y sobre todo de quien consideraba el origen de todas las rdenes legtimas, Hitler mismo. Hannah Arendt se refiere al vaco intelectual y moral de Eichmann, al hecho que su incapacidad de hablar de manera coherente durante el juicio estaba ntimamente conectada con su incapacidad para pensar desde la perspectiva de los dems. En su opinin personificaba ms que el odio o la locura algo peor: la naturaleza sin rostro del mal nazi en s mismo enmarcado en un sistema cerrado manejado por gangsters patolgicos y guiado a desmantelar la personalidad humana de sus vctimas. En una de sus grandes obras, Los orgenes del totalitarismo, argumenta en el marco de la nocin kantiana del mal radical. Pero en su libro sobre Eichmann y en las polmicas que siguieron insisti que slo el bien es radical, el mal puede ser extremo pero no radical porque no tiene profundidad ni una dimensin demoniaca y sin embargo tiene la capacidad de expandirse como hongos sobre la faz de la tierra. Y sentencia que el mal proviene de una falla para pensar.

Eso es a lo que se refiere cuando habla de la banalidad del mal. No que el mal sea insignificante sino que al contrario porque aparece realizado por gente normal y mediocre y no slo por gente desequilibrada, tiene efectos ms devastadores. No se trata de exculpar a criminales, sino entender la manera como el mal puede extenderse si no hay contrapesos sociales, resistencia y denuncia explcita. (Me he basado en la versin de Penguin Books, 2006 y los entrecomillados son de la introduccin de Amos Elon).

En estas horas trgicas para nuestro pas no sugiero analoga alguna entre los regmenes surgidos de la transicin y las alternancias con un rgimen especfico denominado fascista o nacionalsocialista. Lo que emergi en la transicin electoral culminada en 1997 en Mxico fue un rgimen poltico ensimismado en tres partidos principales en una democracia frgil y vulnerable, y un Estado no reformado y disfuncional a las nuevas circunstancias sociales y polticas del pas.

En cambio es indispensable entender que la indiferencia ante tantos muertos, la idea que surgi en algunos crculos hace algunos aos que mientras se mataran entre criminales no era una cosa grave, o que se trata de un lo entre los polticos porque los ciudadanos no tenemos poder para hacer nada al respecto propicia, a partir de la impunidad, la expansin de un mal que corrompe a nuestra sociedad.

La banalidad del malMargo GlantzA principios de 1999 estuve en Pars, y como de costumbre me dediqu a ver amigos, ir a museos, a tomar caf en los bistrocitos de las avenidas del barrio latino, a caminar, a revivir nostalgias y a contemplar cmo se van aniquilando los sitios ms queridos, verificando la sabidura de la famosa frase de Proust: Las calles, las avenidas, los lugares, son pasajeros, ay! como los aos (cito de memoria). Adems pude ver una pelcula magnfica muy mal distribuida, llamada Eichmann, un especialista, documental con guin de Rony Brauman, nacido en Jerusaln, disidente, profesor en la Universidad de Pars, ex presidente de la ONG Mdicos sin Fronteras, autor de varios libros sobre cuestiones ticas y polticas de la accin humanitaria, adems coproductor de La voz del silencio en France-Culture. Entonces escrib aqu un artculo en abril de ese ao.

Aprovecho este espacio para citar un fragmento de mi propio texto, me viene como anillo al dedo: El director es Eyal Sivan, nacido en Haifa e instalado en Francia desde 1985. Guionista y director trabajaron con los archivos de las pelculas filmadas durante el proceso de Adolf Eichmann, el teniente coronel de los SS, ex jefe de la oficina IV-B-4 de la Seguridad Interior del Tercer Reich, capturado en Buenos aires por los servicios secretos de Israel en 1960, juzgado en Jerusaln en 1961, y finalmente ahorcado. Se trata del especialista de la cuestin juda, encargado de expulsar a los judos de Alemania entre 1938 y 1941, y, entre 1941 y 1945, organizador de la deportacin de los judos de Europa, as como de los polacos, eslovenos y gitanos hacia los campos de concentracin y exterminacin. Este burcrata modelo, experto en emigracin, cumpli fiel y ejemplarmente su labor como jefe de la llamada solucin final del problema judo. El punto de partida del libro fue el reportaje que la clebre autora de Los orgenes del totalitarismo, Hannah Arendt, hizo para el New Yorker, despus publicado con el ttulo de Eichmann en Jerusaln, informe sobre la banalidad del mal, texto muy controvertido.

Y, curiosamente, el mes de abril pasado tuve la ocasin de ver en Pars la pelcula que Margarethe von Trotta hizo recientemente sobre esta filsofa, justamente reconocida como una de las pensadoras ms inteligentes del siglo XX. En el prlogo de su extraordinario Lo que queda de Auschwitz Homo Sacer III, Giorgio Agamben explica: Una de las lecciones de Auschwitz sera que es infinitamente ms difcil comprender el espritu de un hombre ordinario que el de Spinoza o Dante (en este sentido tambin debe entenderse la afirmacin de Hannah Arendt, tan mal entendida, sobre la banalidad del mal). Y agrega algo que se deduce naturalmente de ese libro, con lo que concuerdo: Ninguno de los principios ticos que nuestro tiempo ha pretendido validar resiste a la suprema prueba, la de una Ethica more Auschwitz demonstrata.

A la banalidad del mal se aade la banalidad de un pensamiento estereotipado que juzga a priori, sin entender el significado verdadero de lo que Arendt pretenda decir y que produjo una enorme controversia que an dura. La prueba, el inters que esta pelcula ha suscitado. En ella hay fallas y grandes momentos, por ejemplo la escena final en que la filsofa defiende su tesis ante sus alumnos y los profesores de su universidad, convertidos en intolerantes inquisidores estadunidenses. Arendt incomprendida en todos los frentes, la de los israeles, los lectores de New Yorker y sus amigos ms ntimos casi con excepcin de su marido y de su gran amiga Mary Mccarthy, incapaces de comprender ese pensamiento implacable, sin concesiones, ante las ideas ms aceptadas: Si todo el mundo es criminal, nadie lo es en realidad, y es eso lo que Eichmann trataba de demostrar, explicaba Arendt.

En escena, Barbara Zukova, la gran actriz que la representa, fuma interminablemente como la propia Hannah, dato que atenta contra la actual political correctness.

Murillo Karam y la solucin finalCarlos FazioEl 7 de noviembre asistimos a la puestaen escena de laverdad oficialsobre los crmenes de lesa humanidad de Iguala. Mezcla de ficcin y realidad, la representacin meditica del procurador general de la Repblica, Jess Murillo Karam, fue concebida por los estrategas delmarketingpoltico de Enrique Pea como una preparacin para lasolucin finaldel rgimen a la detencin-desaparicin forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa. En su papel de hechicero mayor de la aldea, Murillo anunci que los muchachos fueron quemados y sus restos seos fracturados, lo que har muydifcilla extraccin de ADN para la identificacin gentica. Ergo, nunca aparecer el cuerpo del delito de los 43 homicidios y se consumar lasegunda desaparicinde los desaparecidos, prolongando de manera indefinida latortura(como la llam Felipe de la Cruz) sobre los familiares, a quienes no se les permitir hacer el trabajo de duelo.Pensada para el consumo de masas, la novelesca actuacin del procurador con sus dislates histrinicos y el carpetazo del caso incluidos remite alDecreto noche y niebla(Nacht und nebel erlass) delfhrerAdolfo Hitler, del 12 de diciembre de 1941, reconocido como el primer documento de Estado con rdenes para detener-desaparecer personas de manera furtiva o secreta, bajo el cobijo/ocultamiento de la oscuridad y la niebla. El decreto fue complementado por otros del mariscal Wilhelm Keitel, que especificaban cmo debanhacer desaparecera personas sospechosas de resistir la ocupacin nazi en Europa: sindejar rastrode su paradero ysin proporcionar informacin algunaa sus parientes. El cadver deba ser inhumado en el sitio de muerte y el lugar no sera dado a conocer. El objetivo, instruy Keitel, era generar un efecto aterrorizante (abschreckende Wirkung), eficaz y perdurable sobre los familiares y la poblacin, que debera permanecer con laincertidumbresobre el destino de los detenidos.El propsito eraparalizara la poblacin mediante elterror. Los desaparecidos eran un medio; el objetivo principal era desarticular cualquier forma de resistencia y mantener a la poblacin en una incertidumbre duradera. Un esquema que parece repetirse en Mxico por medio de la simulacin e instrumentalizacin de la bsqueda de los 43 desaparecidos, con el objetivo encubierto pero hasta ahora no logrado de aniquilar squicamente a los familiares y compaeros de las vctimas y a la poblacin en general, e inhibir cualquier oposicin o resistencia a la colonizacin, ocupacin y despojo del territorio que habitan.La finalidad del Estado terrorista es el disciplinamiento del cuerpo social. Eseocultar mostrando, perverso y deliberado (que no logra hacer desaparecer el negacionismo oficial), obedece a una tcnica de sometimiento y dominacin social. Como indican muchos anlisis sobre prcticas de violencias extremas, hay un proceso previo de clasificacin y simbolizacin que impregna a la sociedad y la divide en ellos y nosotros. Es un proceso previo de deshumanizacin del otro a exterminar; de deshumanizacin y polarizacin extremas. Es necesario llevar al mximo las tensiones sociales para crear la sensacin de que ningn proceso de dilogo es posible y lo nico que cabe es una solucin final que resuelva la cuestin. Porque al exterminio se llega. Se llega de manera premeditada mediante un proceso minuciosamente preparado; muchas veces por aos. Y en eso, los medios de difusin masiva tienen una funcin especfica en la demonizacin y estigmatizacin delgrupo objetivo. En la fabricacin de una vctima que, segn la ideologa de la criminalizacin del disenso (Vattimo), es clasificada como unaamenazasocial.Reproductores y amplificadores de la violencia simblica (Bourdieu) y todo un sistema de mentiras clasista y racista, los medios son usados para acelerar el proceso de deshumanizacin y desindividualizacin del otro, considerado enemigo; para la manipulacin de la informacin y la simbolizacin de la violencia asimtrica invisible, implcita o subterrnea del poder y la organizacin del exterminio. Y luego, para la negacin. En general, y ms all deloutsourcingo subrogacin de la violencia oficial en boga con fines exculpatorios, los responsables de las desapariciones forzadas son los aparatos estatales. Es el mismo Estado, que lo puede hacer de modo directo o indirecto, como ocurri en Iguala y antes en Oaxaca, Acteal, Aguas Blancas, Tlatelolco y un largo etctera.Pero la puesta en prctica del exterminio no es el ltimo paso. Viene luego la etapa de la negacin. El negacionismo trata de la negacin, de la mentira y las manipulaciones. Negacionismo como expresin de un mundo turbio donde lo verdadero y lo falso se confunden, donde el sentido de las palabras se transforma o se invierte. En el caso de Iguala, la esquizoide negacin gubernamental ha estado dirigida desde un principio a intentar eludir toda responsabilidad en lo que ha sido calificado como un crimen de Estado. De all que en la fabricacin de la solucin final del caso Iguala/Ayotzinapa, la nica hiptesis en las investigaciones haya estado dirigida a fortalecer la ligacrimen organizado-fosas comunes, complementada con otro mecanismo perverso, luego desechado: la inversin de la acusacin. Esto es, las pretendidas vctimas (los normalistas asesinados, lesionados y desaparecidos) eranculpables, ya que en el expediente se les quera presentar comoparteoauxiliaresde un grupo criminal. Esa inversin de la acusacin es el argumento ms cnico de la negacin, y consiste en invertir los roles.Un Estado perpetrador de crmenes contra la humanidad rechaza siempre reconocer su evidencia. Desvanece datos, fabrica testimonios, disimula hechos a la justicia y sustrae criminales a una sancin; por eso es un delito. Adems, el negacionismo es un acto deliberado de destruccin de la memoria y una ofensa a las vctimas, a los sobrevivientes y sus familias.