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La Neuropsicología y sus aportes a la Anorexia Nerviosa
Nombre: Nicol Vivanco Fernández
Profesora: Camila del Solar
Ayudante: Marietta Monari
Fecha de entrega: 08 de Junio de 2015
Pontificia Universidad Católica de Chile
Escuela de Psicología
Trastornos de la Conducta Alimentaria
Gaete, López y Matamala (2012) se refieren a algunas complicaciones médicas de los Trastornos de
la Conducta Alimentaria (TCA) en adolescentes; una de ellas se refiere a la existencia de disfunciones
cognitivas. En base a esto y a la existencia de una amplia gama de estudios neuropsicológicos que han
investigado acerca de cuáles son las funciones cognitivas que se ven afectadas en pacientes con Anorexia
Nerviosa (AN), las preguntas que guiarán este trabajo se centrarán en: ¿Cuáles son, hasta el día de hoy, los
aportes que ha entregado la Neuropsicología a la comprensión de la Anorexia Nerviosa? y ¿De qué forma
puede aportar dicha información a este trastorno?
La Neuropsicología es una ciencia que estudia la relación de la conducta, los sentimientos y las
funciones superiores con el cerebro, normalmente de un cerebro que ha sido dañado ya sea por agentes
internos o externos y que presenta disfunciones a causa de trastornos metabólicos o de trastornos
morfológicos (Oltra, 2009). Por otro lado, en términos generales, según el DSM-V (American Psychiatric
Association, 2013), la AN se caracteriza por una restricción del consumo energético relativo a los
requerimientos, que conlleva a un peso corporal significativamente bajo en el contexto de la edad, sexo,
trayectoria del desarrollo y salud física. En segundo lugar, por un miedo intenso a ganar peso o a convertirse
en obeso y por último, la alteración o distorsión de su imagen y tamaño corporal, y una manifestación de
estimaciones erróneas de su peso y talla. Por consiguiente, la AN es un trastorno que implica diferentes
factores y reconocer que estos factores intervienen en su incidencia, prevalencia y futura cronicidad o
“respuesta terapéutica” no implica conocer cómo interactúan entre ellos. Según Zegarra-Valdivia y Denegri
Solis (2013), la neuropsicología pretende ser el puente a través del cual se puedan integrar estos factores y
permitan, no solo la comprensión de una posible etiopatogenia, si no de importantes contribuciones
terapéuticas.
En un principio, diferentes grupos de investigaciones han intentado descubrir qué ocurre en un
cerebro marcado por la desnutrición de una AN y de un cerebro que está en constante sufrimiento debido a
conductas insanas y desadaptativas secundarias a pensamientos erróneos, irracionales y tremendamente
dañinos para el organismo de quienes los manifiestan. Una vez estudiado el efecto de la desnutrición en la
morfología cerebral, y cómo aquélla afecta gravemente a éste, reduciendo su tamaño y su metabolismo, se
pasó a estudiar específicamente cómo todas estas alteraciones podían afectar al funcionamiento del sujeto
con respecto a las funciones superiores en su vida diaria, y comenzaron a proliferar los estudios en población
con AN sobre la memoria, el lenguaje, las capacidades visuo-perceptivas y visuo-espaciales, la velocidad
psicomotora, la velocidad de procesamiento y todas aquellas habilidades incluidas dentro de las
denominadas funciones ejecutivas, como la atención, la flexibilidad mental, la memoria de trabajo, el
razonamiento, la abstracción y la planificación de la conducta (Fassino et al., 2002; Kemps, Tiggemann,
Wade, Ben-Tovim, & Breyer, 2006; Tchanturia et al., 2005).Tal como lo plantea Oltra (2012), el estudio de
las alteraciones neuropsicológicas halladas en pacientes diagnosticadas con AN ha experimentado, a través
de las últimas décadas, un espectacular avance proporcionando un amplio campo de conocimientos acerca
de los cambios observados en la morfología cerebral y las capacidades cognitivas, así como de la
reversibilidad o estabilidad de estos, conformando un “perfil de alteración neuropsicológico característico”
de este trastorno de la conducta alimentaria.
Se ha investigado ampliamente y desde diferentes marcos teóricos las alteraciones presentes en el
Sistema Nervioso Central de las pacientes para intentar comprender la aparición, el mantenimiento, o la
disfunción previa que pudiera disparar el trastorno (Oltra, 2009). El avance que ha mostrado la investigación,
muestra la relevancia e importancia que tiene seguir avanzando en el conocimiento de uno de los trastornos
que más afecta a la población adolescente y por lo tanto, la neuropsicología no se queda fuera de esto,
entregando toda la información que relaciona las conductas de la AN con el cerebro y las funciones
superiores.
A pesar de que existen estudios que son consistentes entre ellos y otros discrepan, la mayoría de los
estudios está de acuerdo, tal como lo menciona Zegarra-Valdivia y Denegri Solis (2013) en que las
funciones ejecutivas y la cognición social son las más afectadas en pacientes con AN; procesos que estarían
arraigados principalmente en áreas prefrontales del cerebro. Las funciones ejecutivas recurre a un conjunto
de procesos cognitivos, especialmente relacionados a dominios como la iniciación, volición, planificación y
organización; flexibilidad y monitoreo de los mismos (Lopera, 2008). Son las capacidades que permitirían a
las personas responsabilizarse de sus propias vidas, proyectarse metas a corto, mediano y largo plazo, y
ajustar su conducta ante los cambios del entorno (Uribe, 2009). La toma de decisiones, también es un
constructo relacionado al funcionamiento ejecutivo. La toma de decisiones pone en juego numerosos
procesos cognitivos, entre ellos el procesamiento de los estímulos presentes en la tarea, el recuerdo de
experiencias anteriores y la estimación de las posibles consecuencias de las diferentes opciones (Martínez-
Selva, Sánchez-Navarro, Bechara y Román, 2006). La ausencia, alteración o debilitamiento de marcadores
somáticos, nos podrían conducir a tomar decisiones inadecuadas o desventajosas ya que los procesos
racionales no tendrían suficiente información sobre las posibles consecuencias de las acciones a realizar
(Martínez-Selva et al, 2006). La cognición social, por otro lado, puede ser definida como la habilidad de
construir representaciones de las relaciones entre uno mismo y los otros, y de usar flexiblemente esas
representaciones para guiar el comportamiento social (Adolphs, 2001).
Zegarra-Valdivia y Denegri Solis (2013), realizan el abordaje y análisis de un caso de una paciente
con AN desde la neuropsicología, paciente que posee dicho trastorno por más de 4 años, observaron que la
paciente muestra poca flexibilidad mental, planificación y reconocimiento de indagaciones organizadas.
También destacan sobre esta idea, la alteración de la teoría de la mente y la toma de decisiones,
pertenecientes a las funciones ejecutivas y también en la cognición social. Cabe destacar que si bien este es
un caso entre miles, esto muestra, de forma resumida que efectivamente hay disminución en características
que se espera en una persona con AN. También cabe mencionar, que lo que le ocurre a esta paciente, no es
necesariamente lo que le ocurre a otra, no todas presentan los mismos síntomas en la AN por ejemplo, ni la
misma intensidad y por ende lo mismo ocurre con los datos que se obtienen de la neuropsicología. Algunas
pacientes pueden tener una alteración más grande que otra en las funciones ejecutivas o inclusive en otras
funciones superiores del ser humano y es por esto mismo que no existe un consenso general de aquello que
le ocurre a nivel cerebral a una persona con AN ya que todas son diferentes y no se puede generalizar. Los
estudios han mostrado la tendencia a una falla en las funciones ejecutivas, pero eso no significa que las otras
no le afecten a alguna paciente. Es por esto que cada paciente debe ser tratado como un caso único que
requiere una explicación independiente, por lo tanto, una buena evaluación neuropsicológica puede aportar
en la comprensión de las relaciones entre cerebro, funcionamiento cognitivo y trastorno mental y aportar más
información cognitiva acerca esa paciente y por ende contribuir a un tratamiento efectivo según las
necesidades, debilidades y fortalezas de la paciente, obviamente considerando que lo primero que debe
tratarse es que la paciente se alimente y de esta forma continuar con los otros tratamientos.
Oltra (2009) menciona algo muy importante respecto a todos los estudios que se han realizado. Él
menciona que han aportado un gran conocimiento acerca de las diferentes alteraciones a nivel molecular,
celular, de estructuras cerebrales y a nivel de especialización hemisférica, las cuales han influido en la
creación de hipótesis explicativas en la aparición de la AN en función de dichas alteraciones cerebrales y
neuropsicológicas previas, las que podrían estar a la base de una predisposición a sufrir la enfermedad y que
podrían dar cuenta de las conductas observadas en pacientes que sufren este trastorno. Por lo tanto, una de
las hipótesis es que las alteraciones generales respecto a la toma de decisiones, flexibilidad cognitiva,
cambio de criterio o estilos de procesamiento de la información, pertenecientes a las funciones ejecutivas, no
serían consecuencia directa de la desnutrición o por la vía indirecta de alteraciones morfológicas cerebrales,
sino que serían síntomas pre mórbidos de una vulnerabilidad a sufrir AN, que podrían, a su vez, agravarse
una vez aparecidas todas las consecuencias biológicas características de la AN. Según Oltra (2012) las
conclusiones de los estudios realizados hasta esa fecha también muestran cambios cerebrales a nivel
estructural y funcional en pacientes diagnosticadas de AN, lo que sugería, a diferencia de las teorías
iniciales, que no se producen de manera posterior al comienzo de la enfermedad, sino que están a la base del
desarrollo del trastorno y suponen una predisposición para desarrollar sintomatología anoréxica. Sin
embargo, según Jáuregui-Lobera (2014), a pesar de la gran cantidad de estudios que han hipotetizado lo
anterior, aún sigue pendiente acerca de si la desnutrición provoca estas disfunciones cognitivas o estas
disfunciones cognitivas predisponen a la paciente a tener AN, en otras palabras, confirmar si el papel de los
déficits neuropsicológicos en la AN son factores iniciales, es decir, predisponentes o simplemente como
meras consecuencias. Por lo tanto, la importancia de la neuropsicología puede ser muy relevante ya sea en la
prevención o en el tratamiento.
A modo de resumen, se puede decir que una de las principales contribuciones de la neuropsicología
y de las evaluaciones neuropsicológicas que se aplican, en este caso a la AN, se puede centrar en
proporcionar datos objetivos sobre los déficits cognitivos que están relacionados con este trastorno y cómo
estos déficits afectan a su vez la vida de la paciente. Así, los pruebas neuropsicológicas durante años han
servido para intentar establecer las bases cerebrales de la AN, pero como se mencionó anteriormente, aún
queda mucho por encontrar (Tirapu-Ustárroz & Muñoz-Céspedes, 2004).
Algunas consideraciones que se deben nombrar antes de finalizar, surgen respecto a la
neuropsicología y otros Trastornos de la Conducta Alimentaria, por ejemplo la Bulimia Nerviosa (BN). Se
sabe que la AN es el trastorno de alimentación que tiene más prevalencia (Gaete et al., 2012), pero no por
eso lo otros dejan de ser menos importantes, como el recién mencionado. Este trabajo no hace referencia a la
BN en primer lugar debido a la limitación de este mismo trabajo y en segundo lugar porque las
investigaciones de neuropsicología y bulimia son un poco más escasas. Otra consideración que debe tenerse
presente es la realización de evaluaciones neuropsicológicas longitudinales en paciente con AN, es decir,
primero realizárselas a las pacientes con anorexia “aguda” y luego, con el pasar del tiempo y su esperable
mejoría, aplicarle pruebas neuropsicológicas a estas mismas pacientes con peso recuperado para ver si hay
cambios o se mantienen. Esto se debe a que la mayoría de los estudios hacen comparaciones entre pacientes
con AN y un grupo control, y en otros se agrega a pacientes con peso recuperado. Un ejemplo de este tipo de
estudios es el de Oltra (2009) que trabaja con pacientes que tienen AN aguda y otros con que tuvieron AN y
se recuperaron -además de un grupo control-; pero como se dijo anteriormente, las primeras pacientes son
diferentes a las segundas. Uno de los resultados que se encontraron fue que las funciones frontales están
alteradas en las pacientes en fase aguda donde presentan mayor interferencia mental y menor flexibilidad
cognitiva, sumado todo ello a una mayor impulsividad en comparación a las AN recuperadas; y por otro lado
Oltra (2009) llega a la conclusión que la memoria visual está alterada en las pacientes con AN en
comparación con sujetos normales y que esta alteración no revierte totalmente tras la ganancia de peso, dado
que los resultados no muestran diferencias estadísticamente significativas entre el grupo experimental y el
grupo de anorexia con peso recuperado. Entonces uno posible problema es que como estos pacientes no son
los mismos que se recuperaron, una hipótesis es que quizás podrían existir diferencias en los estudios si
fueran los mismos ya que como se mencionó anteriormente, cada persona es individual y tendrá diferentes
formas de enfrentar el trastorno, ya sea en los síntomas o en la recuperación, por lo tanto en un estudio
longitudinal se podrían ver los cambios a nivel cognitivo de una persona con AN y luego que ésta se
recupera. La pregunta que puede surgir por ende es ¿consiguen mejorarse 100%? ¿Cuáles serían los criterios
para medir esto? ¿Qué soluciones o intervenciones a nivel cognitivo se les puede ofrecer? Qué una persona
que recupero su peso no revierta las alteraciones significativas de su memoria porque los resultados no son
significativos en comparación al grupo de control, ¿significa que está mal o se puede pensar que los rangos
en los cuales se encuentran dichas personas a pesar de que sean diferentes de igual forma se encuentre dentro
de lo esperable? Aún quedan muchas preguntas por responder, y con estudios neuropsicológicos uno se
podría acercar de a poquito a dichas respuestas.
Por consiguiente, cuanto mayor sea el campo de conocimiento acerca de este tema (AN y
neuropsicología), las intervenciones a las pacientes podrán ser mejores y, con la ayuda de la intervención
neuropsicológica, el porcentaje de remisiones y recuperaciones podría verse aumentado. Es por esto que la
neuropsicología a nivel de la psicología clínica se ha convertido año tras año en una herramienta básica para
la identificación, prevención y tratamiento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria como complemento
de la psicología clínica habitual y de las pruebas de neuroimagen en estas pacientes, puesto que es posible
(en algunos casos) identificar de manera precoz la sintomatología propia de la AN y actuar en fases iniciales
evitando alcanzar la gravedad del peso por debajo de niveles saludables (Oltra, 2012).
Es importante tener en cuenta, tal como lo menciona Tirapu-Ustárroz y Muñoz-Céspedes (2004), los
resultados de los test y baterías neuropsicológicas siempre deben considerarse como elementos
complementarios e integrarlos en un marco comprensivo y no utilizarlos como evaluación única y también
es importante que la evaluación neuropsicológica debe llevarse a cabo por personas especializadas que
interpreten los datos en función de un corpus de conocimiento sólido sobre las relaciones entre cerebro y
conducta
Como conclusión, la Neuropsicología de los TCA, tanto de la AN como de los diferentes trastornos
incluidos en esta categoría diagnóstica, es un campo de estudio amplio del que se hasta el día de hoy se
desconocen muchas de las causas, alteraciones, patrones de conducta, redes neuronales, implicaciones hacia
el tratamiento, reversibilidad de las funciones alteradas, factores protectores, y un montón de otras cosas que
las futuras investigaciones deben intentar comprender con el propósito de mejorar la atención sanitaria, la
intervención y el pronóstico de las pacientes o los pacientes que sufren una enfermedad difícil de
comprender y de tratar. Y además, como se sabe, mientras antes se encuentre la manifestación de los
síntomas, el pronóstico es mejor y la AN podría ver disminuida su incidencia con el tiempo si se realizan
buenas intervenciones antes, durante, y después de la aparición de los síntomas (Oltra, 2009).
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