enseñanzas del papa francisco no 63

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Enseñanzas del Papa Francisco. No.63

Enseñanzas del Papa Francisco. No.63

El 30 de junio dijo en su homilía: “…Es justo que pensemos en tantos mártires

de hoy, tantos mártires que dan su vida por la fe”,

Es cierto, que han sido muchos los cristianos perseguidos en la época de Nerón, pero “hoy

no son menos”.

 “Hoy en día hay tantos mártires en la Iglesia,

muchos cristianos son perseguidos. Pensemos en el Medio Oriente, los cristianos

que deben huir de las persecuciones, los cristianos asesinados por sus perseguidores.

También los cristianos expulsados de manera elegante,

con guantes blancos: esta también es una persecución.

Hoy en día hay más testigos más mártires en la Iglesia que en los primeros siglos”.

 Cristo ha “fecundado con la sangre de los mártires los primeros brotes de la

Iglesia de Roma”.

“Se habla del crecimiento de una planta” y esto hace pensar en lo que decía Jesús,

que “el Reino de los Cielos es como un hombre que ha arrojado la semilla a la tierra, luego va

a su casa y – duerma o esté despierto - la semilla crece, brota, sin que él sepa cómo lo ha hecho”. Esta semilla es la Palabra de Dios que crece y se convierte en el Reino de Dios,

se convierte en Iglesia gracias a “la fuerza del Espíritu Santo” y al “testimonio cristiano”.

 En ese sentido, “no hay crecimiento sin

el Espíritu: es Él quien hace la Iglesia,

es Él el que hace crecer a la Iglesia, es Él el que convoca la comunidad de la

Iglesia. Pero también requiere el testimonio de

los cristianos”.

“Y cuando el testimonio llega al final, cuando las circunstancias históricas nos piden

un testimonio fuerte, allí están los mártires, los más grandes testigos.

Y aquella Iglesia es regada por la sangre de los mártires.

Y esta es la belleza de martirio. Comienza con el testimonio, día tras día, y puede terminar

como Jesús, el primer mártir, el primer testigo, el testigo fiel: con la sangre”.

Para que el testimonio sea verdadero, “debe ser sin condiciones. “…El Evangelio,

el que dice al Señor que lo sigue pero con una condición:

ir a despedirse o a enterrar a su padre... el Señor lo detiene: ‘¡No!’. El testimonio es sin condiciones. Debe ser permanente, debe ser

decidido, debe ser con aquel lenguaje que Jesús nos dice, que es tan fuerte: ‘Que tu sí sea sí,

que tu no, no’. Este es el lenguaje del testimonio”.

“en esta Misa, recordando a nuestros gloriosos antepasados, aquí en Roma”, pensemos

también “en nuestros hermanos y hermanas que viven perseguidos, que sufren y que con su

sangre hacen crecer la semilla de tantas pequeñas iglesias que nacen. Oramos por ellos

y también por nosotros”.

El 5 de julio dijo: “La Sabiduría, en

cambio, libró de las fatigas a sus

servidores”. (Sb 10,9).…las características de

la sabiduría divina, que libera del mal y la opresión a los que se ponen al servicio del

Señor. De hecho, Él no es neutral, sino que con su

sabiduría está del lado de las personas

vulnerables, discriminadas y

oprimidas que se abandonan confiadas

a Él.

Esta experiencia de Jacob y de José, narrada en el Antiguo Testamento, revela

dos aspectos esenciales de la vida de la Iglesia:

la Iglesia es un pueblo al servicio de Dios y es un pueblo que vive en la libertad

donada por Él.

 Ante todo, somos un pueblo que sirve a

Dios. El servicio a Dios se realiza de diversas maneras, sobre todo en la oración y en

la adoración, en el anuncio del Evangelio

y en el testimonio de la caridad.

Y siempre el icono de la Iglesia es la

Virgen María, la “servidora del

Señor” (Lc. 1,38; Cf 1,48).

Inmediatamente después de recibir

el anuncio del Ángel

y de haber concebido a Jesús, María parte a toda

prisa para ir a ayudar a su anciana

prima Isabel. Y de este modo, muestra que la mejor forma de servir a Dios es

servir a nuestros hermanos que

tienen necesidad.

En la escuela de la Madre, la Iglesia aprende a ser cada día “servidora del

Señor”, a estar lista para ir al encuentro de las situaciones de mayor necesidad,

a prestar atención a los pequeños y excluidos.

Pero al servicio de la caridad, todos estamos llamados a vivirlo en la realidad

ordinaria, es decir, en la familia, en la parroquia, en el trabajo, con los

vecinos... Es la caridad de todos los días, la caridad

ordinaria…

 Así que la Iglesia es el pueblo que sirve al

Señor. Por esto es el pueblo que experimenta su liberación y vive en esta libertad que Él le dona. ¡La verdadera libertad siempre la da

el Señor! La libertad, ante todo, del pecado, del egoísmo en todas sus formas:

Y esta es la libertad que nos ha donado

Dios, y nosotros no

debemos perderla: la libertad de adorar

a Dios, de servir a Dios

y de servirlo también en nuestros hermanos.

 Esta es la libertad que, con la gracia de Dios,

experimentamos dentro de la comunidad cristiana,

cuando nos ponemos al servicio los unos de los otros.

Sin celos, sin tomar partido, sin habladurías....

Servirnos los unos a los otros. ¡Servirnos! Entonces el Señor nos libera de ambiciones

y rivalidades que socavan la unidad de la Comunión.

 Nos libera de la desconfianza, de la

tristeza - esta tristeza es peligrosa, porque nos

tira abajo; ¡es peligrosa, estén atentos! Nos libera

del miedo, del vacío interior, del aislamiento,

del arrepentimiento, de los lamentos.

También en nuestras comunidades, de hecho, no faltan actitudes

negativas que vuelven a la gente autorreferencial, más preocupados

en defenderse que en donarse.

 Pero Cristo nos libera de

esta monotonía existencial,

como proclamamos en el salmo responsorial:

“Tú eres mi ayuda y mi liberación”. Por eso los

discípulos, nosotros discípulos del Señor, aun permaneciendo

débiles y pecadores, estamos llamados a vivir

con alegría y valentía nuestra fe,

la comunión con Dios y con los hermanos, la adoración a Dios,

y a afrontar con fortaleza las fatigas y pruebas de la

vida.

Queridos hermanos y hermanas, la Virgen Santa que veneran en particular con el

título de “Madonna della

Libera”, les consiga la alegría

de servir al Señor y de caminar en la libertad que Él nos

ha donado: en la libertad de la

adoración, de la oración

y del servicio a los demás.

Que María los ayude a ser Iglesia materna, Iglesia acogedora y atenta a todos. Que ella

esté siempre junto a ustedes, a sus enfermos, a sus ancianos que son la

sabiduría del pueblo, a sus jóvenes. Para todo su pueblo sea un signo de consuelo y de

esperanza cierta. Que la “Madonna della Libera” nos

acompañe, nos ayude, nos consuele, nos dé paz y nos dé alegría.

El 5 de julio dijo reunido con reclusos del centro penitenciario de Isernia:

Dios nunca nos olvida, sino que nos perdona, “nos levanta de nuevo y nos devuelve

nuestra plena dignidad”.

 …el desafío para los reclusorios es “la reinserción social. Y para ello necesitamos un itinerario, un camino, fuera de la cárcel, en

la sociedad, y también a nivel interno, en la conciencia, en el corazón.

“lo importante es no quedarse quieto - el agua estancada se pudre - sino caminar, dar

un paso cada día, con la ayuda del Señor. Dios es Padre, es misericordia, nos ama siempre”.

“Si le buscamos, Él nos acoge y nos perdona. ‘Nunca se cansa de perdonar’ es el lema de

esta visita. Él nos levanta de nuevo y nos devuelve

nuestra plena dignidad. Dios no nos olvida”.“hay un pasaje de la Biblia, del profeta Isaías,

que dice: ¿Se olvida una madre de su criatura? - y es casi imposible - ¡Pero aunque ella se olvide,

yo no te olvidaré!”.

 “Con esta confianza,

se puede caminar, día a día.

Y con ese amor fiel que nos acompaña, la

esperanza no decepciona”.

“podemos orar junto con María, nuestra

Madre, para que nos ayude y

nos proteja” Dios te salve María, llena eres de gracia…..

El 5 de julio dijo: …Hay una idea fuerte que me ha impactado,

pensando en la herencia de San Celestino V.

Él, como San Francisco de Asís, ha tenido un fuerte sentido de la

misericordia de Dios, y del hecho que la

misericordia de Dios renueva el mundo.

 Pietro del Morrone, como San Francisco de

Asís, conocían bien la sociedad de su tiempo, con sus grandes pobrezas.

Eran muy cercanos a la gente, al pueblo.Tenían la misma compasión de Jesús hacia

tantas personas cansadas y oprimidas; pero no se limitaban a dar solo buenos consejos,

o piadosos consuelos.

Ellos son los primeros en haber hecho una elección de vida contra corriente, han escogido confiar en la Providencia del

Padre, no solo como ascesis personal, sino como testimonio profético de una

Paternidad y de una fraternidad, que son el mensaje

del Evangelio de Jesucristo.

Y siempre me impacta que con esta fuerte compasión por la gente, estos santos han

sentido la necesidad de dar al pueblo la cosa más grande, la riqueza más grande: la

misericordia del Padre, el perdón. “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos

ofenden”.

En estas palabras del Padre Nuestro hay todo un proyecto de vida, basado sobre la

misericordia. La misericordia, la indulgencia, el perdón de nuestras deudas, no es solo algo devocional, intimo, un paliativo espiritual, un

tipo de aceite que nos ayuda a estar más suaves, más buenos ¡No!

Es la profecía de un mundo nuevo: la misericordia es profecía de un mundo nuevo, en el cual los

bienes de la tierra y del trabajo están distribuidos equitativamente y ninguno está privado del

necesario, porque la solidaridad y el compartir son la consecuencia concreta de la fraternidad.

Estos dos santos han dado el ejemplo.

Ellos sabían que, como clérigos- uno era diácono el otro obispo, obispo de

Roma-, como clérigos, ambos

debían dar ejemplo de pobreza, de

misericordia y de total despojo de sí

mismos.

No es una fuga, no es una evasión de la realidad y de los problemas, es la respuesta

que viene del Evangelio: el amor como la fuerza de purificación de las conciencias, la

fuerza que renueva las relaciones sociales, la fuerza de proyección de una economía

diferente, que pone al centro la persona, el trabajo, la familia; antes que el dinero y el

beneficio.

Somos todos conscientes que este camino no es el del mundo; no somos soñadores, no

somos ilusos, ni queremos crear oasis fuera del mundo. Creemos antes que nada,

que este camino es el mejor para todos, es el camino que verdaderamente nos acerca a la

justicia y a la paz.

Pero sabemos además que somos pecadores, que nosotros somos los primeros a ser tentados de no seguir este camino y de

conformarnos con la mentalidad del mundo, con la mentalidad del poder, con la

mentalidad de las riquezas.

Por eso confiamos en la misericordia

de Dios, y nos

comprometemos a cumplir con su

gracia los frutos de conversión y obras

de misericordia.Estas dos cosas:

convertirse y hacer obras de

misericordia, este es el hilo conductor de

este año, de este año jubilar

celestiniano. Nos acompañe y nos sostenga siempre en

este camino la Virgen María, Madre

de Misericordia.

El 6 de julio dijo en sus palabras previas al rezo

del Ángelus: En el Evangelio de este

domingo encontramos la invitación de Jesús, dice

así: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los

aliviaré" (Mt. 11:28). Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos las

personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente simple,

pobres, enfermos, pecadores,

marginados... esta gente siempre le siguió para escuchar su palabra -¡una palabra que daba

esperanza!

¡Las palabras de Jesús dan siempre esperanza!

y también para tocar aunque solo fuese el borde de su manto.

Jesús mismo buscaba a estas multitudes

extenuadas y dispersas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9:35-36): así dice

Él, y las buscaba para

anunciarles el Reino de Dios y para sanar a

muchos de ellos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos

a su lado: "Vengan a mí", y les promete alivio

y refrigerio.

Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos

y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida,

por situaciones existenciales difíciles y, a veces privados de auténticos puntos de referencia.

En los países más pobres, pero también en las periferias de los países

más ricos, se encuentran muchas personas

desamparadas y dispersas bajo el peso insoportable del abandono y de la

indiferencia. La indiferencia: ¡cuánto daño hace a los

necesitados la indiferencia humana! Y aún peor la de los cristianos.

En los márgenes de la sociedad hay muchos hombres y mujeres probados por la

indigencia, pero también por las insatisfacciones de la vida

y las frustraciones. Muchos se ven obligados a emigrar de su

patria, arriesgando su propia vida.

Muchos más, cada día, soportan el peso de un sistema económico que explota al

hombre, le impone un "yugo" insoportable, que los pocos privilegiados no quieren

llevar. A cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, Jesús repite: "Vengan

a mí, todos ustedes".

 Pero también lo dice a los que poseen todo.

Pero cuyo corazón está vacío. Está vacío. Corazón vacío y sin Dios. También a ellos,

Jesús dirige esta invitación: "Vengan a mí". La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más.

 Jesús promete

reconfortar a todos, pero también nos

hace una invitación, que es como un mandamiento: "Carguen sobre

ustedes mi yugo y aprendan de mí,

porque soy paciente y humilde

de corazón" (Mt 11,29).

El "yugo" del Señor ¿en qué consiste?

Consiste en cargar el peso de los otros con amor fraternal. Una

vez recibido el alivio y consuelo de Cristo, estamos llamados

también nosotros a ser alivio y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación

del Maestro.

La mansedumbre y la humildad de corazón no sólo nos ayuda a soportar el peso de los

otros, sino a no pesar sobre ellos con nuestros propios puntos de vista personales, nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra

indiferencia.

Invoquemos a la Santísima Virgen

María, que acoge bajo su manto a todas las

personas desamparadas y

dispersas, para que a través de

una fe iluminada, testimoniada en la vida, podamos ser alivio para los que necesitan ayuda,

ternura y esperanza.

 El 13 de julio, ante los trágicos

acontecimientos de los últimos días en los que han muerto más de 160

palestinos en la Franja de Gaza como resultado de los bombardeos

ordenados por Israel:

“Tengo vivo todavía en la memoria el recuerdo del encuentro del 8 de junio pasado con el

Patriarca Bartolomé, el Presidente Peres y el Presidente Abbas, junto a los cuales hemos

invocado el don de la paz y escuchado la llamada a romper la espiral del odio y de la violencia”.

“alguno podría pensar que tal encuentro haya tenido lugar en vano. Eso no es así ya que la

oración nos ayuda a no dejarnos vencer por el mal ni a resignarnos a que la violencia y el odio

predominen sobre el diálogo y la reconciliación”.

“Exhorto a las partes interesadas y a todos los que tienen responsabilidad política a nivel local e internacional a no escatimar la oración y cualquier tipo de esfuerzo para hacer cesar

toda hostilidad y conseguir la paz deseada para el bien de todos e invito a todos a unirse

en la oración”.

“ahora, Señor: ¡ayúdanos Tú!

¡Dónanos Tú la paz, enséñanos Tú la paz, guíanos Tú hacia la paz! Abre nuestros

ojos y nuestros corazones y dónanos

el coraje de decir: ‘¡nunca más la

guerra!’; ‘¡con la guerra todo está

destruido!’”. Infunde en nosotros el coraje

de cumplir gestos concretos para

construir la paz”.

 “haznos disponibles para escuchar el grito de

nuestros ciudadanos que nos piden que transformemos nuestras armas en

instrumentos de paz, nuestros miedos en confianza y nuestras tensiones en perdón”.

El 13 de julio en sus palabras previas al rezo del Ángelus, dijo:

“el Evangelio de este domingo nos muestra a Jesús que predica a orillas de lago de Galilea, y

como mucha gente lo rodea, Él sube en una barca, se aleja un poco de la orilla y predica

desde ahí”.

“Cuando habla al pueblo, Jesús utiliza muchas parábolas: un lenguaje comprensible

a todos, con imágenes tomadas de la naturaleza y de situaciones de la vida diaria”.

Ahí, “lo primero que narra es una introducción a todas las parábolas:

es aquella del sembrador, que a manos llenas arroja las semillas sobre todo tipo de

terreno. Y el verdadero protagonista de esta

parábola es la semilla, que produce más o menos frutos según el terreno sobre el cual

ha caído”.

“Los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino las aves

se comen la semilla; sobre el terreno pedregoso los brotes se

secan rápidamente porque no tiene raíces; en medio a las zarzas la semilla viene sofocada

por las espinas. El cuarto tipo de terreno es el terreno bueno, y solamente ahí la semilla

germina y da fruto”.

 En este caso, “Jesús no se ha limitado a

presentar la parábola, también lo ha explicado a sus discípulos. La semilla que cae sobre el

camino indica a cuantos escuchan el anuncio del Reino de Dios pero no lo reciben; así llega el Maligno y se lo lleva. De hecho el Maligno no

quiere que la semilla del Evangelio germine en el corazón de los hombres. Esta es la primera

comparación”.

  

“La segunda es aquella de la semilla que cae sobre las piedras: representa a las personas que escuchan la Palabra de Dios y la reciben enseguida, pero superficialmente, porque no

tiene raíces y son inconstantes; y cuando llegan las dificultades y las tribulaciones, estas

personas se abaten enseguida”.

  

El tercer caso, “es aquella de la semilla

que cae entre las zarzas: Jesús explica que se refiere a las

personas que escuchan la Palabra pero, a causa de las preocupaciones

mundanas y de las seducciones de la

riqueza, permanece sofocada. Finalmente, la

semilla que cae en terreno fértil representa

a cuantos escuchan la Palabra,

la reciben, la cuidan y la comprenden, y esa da

fruto. El modelo perfecto de esta tierra buena es la

Virgen María”.

  

“esta parábola habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a los oyentes de Jesús

dos mil años atrás. Nos recuerda que nosotros somos el terreno

donde el Señor echa incansablemente la semilla de su Palabra y de su Amor. ¿Con qué disposición la acogemos? Y podemos

preguntarnos: ¿Cómo esta nuestro corazón? ¿A qué terreno se parece: a un camino, a un

pedregal, a unas zarzas?”.

  

“Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras,

pero formado y cultivado con cuidado, para que pueda dar buenos frutos para nosotros y

para nuestros hermanos”.

  

“nos hará bien no olvidarnos que también nosotros somos sembradores, Dios siembra semillas buenas, y también aquí podemos

preguntarnos: ¿qué tipo de semilla salen de nuestro corazón y de nuestra boca?”.

  

“Nuestras palabras pueden hacer tanto bien, así como tanto mal, pueden sanar y

pueden herir, pueden animar y pueden

deprimir, recuerden: aquello que cuenta no es lo que entra, sino lo que sale de la boca y

del corazón”.“La Virgen nos enseñe

con su ejemplo a cuidar y hacerla

fecunda en nosotros y en los demás”.

  

El 13 de julio dijo: ...Ustedes enfermos, que experimentan la

fragilidad del cuerpo, pueden testimoniar con fuerza a las personas que les están cerca,

cómo el bien precioso de la vida es el Evangelio, el amor misericordioso del Padre y

no el dinero o el poder.

De hecho, incluso cuando una persona en la lógicas mundanas es importante, no puede

agregar un solo día a la propia vida…

En twitter dijo: Jesús, ayúdanos a amar a Dios como Padre y a nuestro prójimo como a un

hermano.

 Vivir como verdaderos hijos de Dios significa

amar al prójimo y acercarnos a quien está solo y en dificultad.

 Queridos jóvenes, no renuncien a soñar

por un mundo más justo.

Con Dios nada se pierde, pero sin Él todo está perdido.

No tengan miedo de lanzarse en los brazos de Dios. Todo lo que les pida, lo recompensará con el ciento

por uno.

Los Mundiales lograron el encuentro de personas de varias naciones y religiones.

Que el deporte promueva siempre la cultura del encuentro.

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con el título suscripciones . Servicio Gratuito.

Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el

amor a Jesús.

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