adell, ramón (1993) movimientos sociales y participación política repne_082_178

18
MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA (*) Por RAMÓN ADELL ARGILES SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN: 1. Viejos y nuevos movimientos sociales. 2. Interés del estudio de la acción colectiva.—II. PUNTO DE PARTIDA: 1. Perfil del manifestante. 2. Cifras oficiales.—III. ESTUDIO DE LAS MANIFESTACIONES: 1. ¿Grupos o masas? 2. El espacio simbólico. 3. Ciclos de movilización. I. INTRODUCCIÓN 1. Viejos y nuevos movimientos sociales La ausencia de previsión ante campañas movilizadoras por parte del poder en un conñicto social muestra la extraordinaria separación que existe a veces entre la ciudadanía y la clase política. Las oleadas de conflictividad y manifesta- ciones pueden indicar la existencia de cierta rigidez de los cauces de representati- vidad y participación institucional del sistema político. Quizá para el estudio de loque se ha calificado de «nueva política» (Dalton), de «nuevo populismo» (Habermas), de «neorromanticismo» (Schimark), de «antipolítica» (S. Berger) o de «nuevos movimientos de protesta» (K. W. Brand) hay que recurrir a fórmulas no convencionales. A principios de siglo, el estudio de la acción colectiva se abordó desde múlti- ples perspectivas teóricas. Así, desde el punto de vista psicosocial (G. Le Bon, Ortega, G. Tarde, E. Canetti, S. Moscovici, S. Tchakotine, etc.) se ha intentado determinar cuáles son los comportamientos de la acción colectiva, concluyéndo- (*) Comunicación presentada a las Jornadas Internacionales sobre Comportamiento político y electoral, celebradas en la UNED el 26 de febrero de 1992, en la sesión sobre «Participación política y nuevos movimientos sociales». 177 Revista deEstudios Políticos (Nueva Época) Núm. 82. Octubre-Diciembre 1993

Upload: agdeto

Post on 22-Nov-2015

8 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

  • MOVIMIENTOS SOCIALESY PARTICIPACIN POLTICA (*)

    Por RAMN ADELL ARGILES

    SUMARIO

    1. INTRODUCCIN: 1. Viejos y nuevos movimientos sociales. 2. Inters del estudiode la accin colectiva.II. PUNTO DE PARTIDA: 1. Perfil del manifestante.2. Cifras oficiales.III. ESTUDIO DE LAS MANIFESTACIONES: 1. Grupos o masas?

    2. El espacio simblico. 3. Ciclos de movilizacin.

    I. INTRODUCCIN

    1. Viejos y nuevos movimientos sociales

    La ausencia de previsin ante campaas movilizadoras por parte del poderen un conicto social muestra la extraordinaria separacin que existe a vecesentre la ciudadana y la clase poltica. Las oleadas de conflictividad y manifesta-ciones pueden indicar la existencia de cierta rigidez de los cauces de representati-vidad y participacin institucional del sistema poltico.

    Quiz para el estudio de lo que se ha calificado de nueva poltica (Dalton),de nuevo populismo (Habermas), de neorromanticismo (Schimark), deantipoltica (S. Berger) o de nuevos movimientos de protesta (K. W. Brand)hay que recurrir a frmulas no convencionales.

    A principios de siglo, el estudio de la accin colectiva se abord desde mlti-ples perspectivas tericas. As, desde el punto de vista psicosocial (G. Le Bon,Ortega, G. Tarde, E. Canetti, S. Moscovici, S. Tchakotine, etc.) se ha intentadodeterminar cules son los comportamientos de la accin colectiva, concluyndo-

    (*) Comunicacin presentada a las Jornadas Internacionales sobre Comportamiento polticoy electoral, celebradas en la UNED el 26 de febrero de 1992, en la sesin sobre Participacinpoltica y nuevos movimientos sociales.

    177Revista de Estudios Polticos (Nueva poca)Nm. 82. Octubre-Diciembre 1993

  • RAMN ADELL ARGILES

    se que los fenmenos de masa son comportamientos agregativos en donde lamanipulacin de lderes carismticos deja al individuo indefenso y fuera de s.En los aos cincuenta, Smelser achac a la modernizacin econmica, poltica ycultural la causa del aumento de movilizaciones no institucionales. En los seten-ta, muchos autores se adentran en dar explicacin a la espontaneidad o modade la accin colectiva (R. Zorrilla, R. Arn, J. Meynaud, J. Beauchard, T. Ador-no, J. Beaudrillard, Alberoni, etc.). Ya en los aos ochenta se abandona el argu-mento de comportamientos irracionales o del concepto de privacin absoluta yfrustracin (R. Gurr, Davis) como nica causa de estos fenmenos. Incluso laprivacin relativa no explica todas las formas de accin. Tal como afirma Offe,los nuevos movimientos sociales critican los efectos perversos de la moder-nizacin. La utopa social sustituye en muchos casos a las utopas polticas.En la actualidad, Tilly, Tarrow y Banfield, entre otros, coinciden en que la con-ducta colectiva es a menudo resultado de una accin racional y, en ocasiones, cal-culada.

    El debate de los nuevos movimientos sociales no se puede restringir, portanto, a las teoras llamadas: 1) macroanalticas o estructurales, o 2) microanalti-cas o psicolgico-culturales. Ambos modelos, estticos o dinmicos, siguen sien-do insuficientes. A mi juicio, existe de forma soterrada un cierto temor oapasionamiento segn los casos a la hora de evaluar los nuevos valoresque rigen y dirigen dichos movimientos. As, en parte, el debate se presenta entrelos que achacan estos fenmenos al posmaterialismo (nueva izquierda) y losque consideran el fenmeno como el advenimiento del neocorporativismo. Estostericos debaten el advenimiento y/o crisis del modelo participativo del llamadoEstado de bienestar (EBK).

    Los criterios de inclusin de un colectivo determinado dentro de un sectorideolgico o movimiento social concreto sigue siendo una labor inconclusa y quedetermina, en gran medida, los resultados de cualquier investigacin. Autorescualificados como A. Touraine, A. Melucci, T. R. Villasante, Castells, Kaase,S. Giner, etc., han intentado avanzar en ello.

    A la hora de saber qu son y cules son los movimientos sociales y sus deli-mitaciones, nos encontramos con cientos de siglas de colectivos, organizaciones,federaciones, sindicatos, plataformas, coordinadoras, etc., que dificultan enorme-mente el trabajo, a pesar de la buena intencin del investigador. Por tanto, resul-tara importante debatir y delimitar cules son los movimientos sociales (viejos ynuevos) existentes tras un anlisis de las organizaciones e intereses que integranesa identidad que denominamos movimiento.

    Los comnmente llamados movimiento juvenil, de la mujer, ecolgico, de lanueva consciencia, etc., seran, pues, networks o reas de un movimiento (Meluc-ci), entendido ste como la redes de grupos que comparten una identidad y cultu-

    178

  • MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA

    ra colectiva. El criterio de autoubicacin de una organizacin dentro de un movi-miento ayuda, pero no determina su inclusin en uno u otro. Tampoco pueden sersus protagonistas al menos en exclusiva los que teoricen sobre el mismo(Touraine). En mi opinin, el tipo organizativo de un colectivo tiene, en la mayo-ra de los casos, mayor preponderancia que los rasgos ideolgicos que lo acom-paan. As, por ejemplo, un sindicato pertenecer al movimiento sindical, obreroo laboral, con independencia de su ideologa o intereses de clase (CC.OO., UGT,CNT, FNT...). As, pues, un movimiento difcilmente tendr una organizacinunitaria, con lderes estables, con un espectro ideolgico rgido, etc., del mismomodo que los lazos que unen a sus seguidores son horizontales y no verticales,como en los partidos polticos. Touraine considerara alguna de estas organiza-ciones como antimovimientos. El pulso por el derecho al aborto/defensa de lavida sera un caso concreto de polarizacin proactiva y reactiva. En mi opinin,no son un movimiento frente a otro, sino una campaa concreta del movimientofeminista (ALT) frente a otra antagnica de sectores conservadores (DER, EDE).Incluso dentro de un mismo movimiento las polarizaciones ideolgicas existen(ideologa, radicalizacin, fines, etc.). As, en el movimiento sindical, aun presu-poniendo que todos los sindicatos quieren mejoras laborales, existen enormesmatices entre ellos (intereses de clase, gremiales, corporativos, amarillismo, asam-blearios, etc.). Frente al movimiento sindical emerge el movimiento corporativo (dedifcil estudio sin un anlisis de las nuevas categoras ocupacionales). En el movi-miento alternativo las acciones no violentas de los pacifistas difieren en ocasionesde la radicalidad de los antimilitaristas. Dentro del ecologismo ocurre otro tanto consectores antinucleares, ambientalistas, naturistas y de nueva conciencia.

    2. Inters del estudio de la accin colectiva

    Partiendo de la idea de que una sociedad sin conflictos es una quimera, sepuede afirmar que una mayor presencia de los movimientos sociales indica elasentamiento del sistema democrtico. La excesiva politizacin de los conflictoses tpica de perodos de transicin poltica, y con la consolidacin de la democra-cia los movimientos sociales tienen mayor presencia y protagonismo, en detri-mento de antagonismos ideolgicos. Ello se contradice, pues, con los argumentosde Golstone, que identifica la aparicin de movimientos sociales con tiempos decrisis, a menos que nos refiramos a otros tipos de crisis no cuantificables conlos actuales indicadores econmicos y sociales utilizados corrientemente paradicho diagnstico.

    Una cierta despolitizacin es incluso positiva si con ella aumenta la fluidezparticipativa asociativa o individual a travs de otros cauces existentes al

    179

  • RAMN ADELL ARGILES

    efecto (participacin electoral, asociaciones de amas de casa, consumidores,deportivas, Juntas de Arbitraje, iniciativas legislativas populares, mesas de nego-ciacin, afiliacin a ONGs, etc.). Sin embargo, el afianzamiento de estas formasparticipativas es desigual y aparentemente contradictoria.

    En toda sociedad, la demanda, la disconformidad o la simple protesta desem-boca corrientemente en conflictos. Si, adems, la sociedad es democrtica y par-ticipativa, la manifestacin pacfica en la va pblica constituye una ritualizacindel conflicto que emplean ciudadanos, grupos de presin, partidos polticos ymovimientos sociales, como cauce para hacerse or ante la opinin pblica,llevando a cabo as la accin colectiva.

    Habitualmente todas las movilizaciones sociopolticas no son un fin en smismas, sino que van acompaadas de otras formas de participacin instituciona-lizadas y ms o menos convencionales (asambleas, huelgas, paros, recogida yentrega de firmas, celebraciones, parodias y actividades festivas, envos masivosde cartas, negociaciones, etc.) y de presin no institucionales e incluso violentas(boicots, sabotajes, desobediencia civil, huelgas salvajes, violencias sobre bieneso personas, etc.).

    Pero, cul es la utilidad sociolgica de un examen aposteriori de la conflic-tividad poltica y social manifestada en la calle? El seguimiento de la actividadde cada sector poltico o movimiento social en estos aos permite conocer a his-toriadores, politlogos y socilogos el protagonismo y el apoyo popular con quehan contado las distintas campaas, oleadas reivindicativas o ciclos de protesta.

    Por lo general, y tal como se refleja en las presentes Jornadas, la sociologapoltica se ha centrado ms en el estudio de otra forma de participacin poltica,sin duda ms importante y decisiva, como es el comportamiento electoral. Elauge de los llamados nuevos movimientos sociales obliga, sin embargo, a no per-der de vista otras formas de comportamiento colectivo, cuyos resultados nosexplicaran, en muchos casos, fenmenos como el aumento de los porcentajes deabstencin electoral. Los resultados de las encuestas sobre autoubicacin poltica(escala de 1 a 7 o de 1 a 10) se muestran cada vez menos indicativas, siendonecesario incluir preguntas que nos evalen las simpatas de los electores haciamovimientos sociales o colectivos concretos.

    El estudio de los fenmenos colectivos necesita, adems de valoracionescualitativas y de marcos tericos ad hoc, tcnicas empricas que puedan acercar-nos a la comprensin de estos fenmenos de identidad colectiva, corporativa, declase, cultural, etc., en donde intervienen una compleja pluralidad de variablesinterdependientes. Las reuniones de grupo y los settings, empleadas por A. Tou-raine o Melucci, pueden ayudar a conocer otras caractersticas de los movimien-tos sociales (organizacin, liderazgo, ideologa...).

    180

  • MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA

    Otros estudios, empricos y cuantitativos, realizados sobre el mismo fenme-no, proporcionan interesantes y dispares orientaciones metodolgicas, as comosugerentes hiptesis de trabajo. Autores como Kriesberg, Ch. Tilly, J. MaraMaravall, D. Tartakowsky, I. Fernndez Castro, R. Gurr, G. Ragache, R. Zorrilla,S. Tanrow, MacCanell, entre otros, han realizado estudios similares sobre conflic-tos concretos en ste y otros pases.

    La finalidad de la investigacin que aqu resumo, en forma de comunicacin,es definir el concepto de manifestacin; perfilar el ejercicio de un derecho, anali-zar modos y maneras de desenvolverse una movilizacin, desde el momento desu convocatoria hasta aquel de su total disolucin; encontrar las relaciones exis-tentes entre desarrollo del marco poltico y prctica del derecho de manifesta-cin; estudiar la manifestacin como medio de participacin poltica y comoindicador de la cultura poltica de un pas, y evaluar el comportamiento de losmanifestantes como un indicador del grado de su socializacin poltica.

    Junto a los manifestantes se encuentran dos tipos de coparticipantes cuasiforzosos: las Fuerzas de Seguridad y la prensa (Tilly aade, los curiosos, yR. Zorrilla, a los destinatarios de la demanda). Se estudia, por tanto, la influenciade la presencia o ausencia de estos actores y la repercusin del fenmeno en losmass media y en la opinin pblica.

    II. PUNTO DE PARTIDA

    Empezaremos preguntndonos, cuntos y quines son los que se movili-zan?, as como cul es el objetivo de manifestaciones y protestas que conformanel objeto de estudio.

    1. Perfil del manifestante

    Para indagar cul es el perfil sociolgico del manifestante recurriremos aqual estudio IOP, nmero 1.137, de junio de 1977 (vase Cuadro 1). La muestra deMadrid-capital se basa en 881 encuestados, mayores de veintin aos, an asabiendas de que los datos no son del todo significativos debido al alto porcenta-je de los ciudadanos que no asisten nunca a este tipo de reuniones y los que nocontestan. De dicha investigacin se extraen las siguientes observaciones:

    Un 6 por 100 de los entrevistados afirma haber asistido a manifestaciones(frente al 88 por 100 que lo niega y el 6 por 100 que no contesta), pudindose

    comparar dichas cifras con las de asistentes a mtines, que alcanzan el 22 por 100de los entrevistados. Tres de cada cuatro manifestantes que afirman asistir son

    181

  • Cuadro 1

    PERFIL SOCIOLGICO DEL ASISTENTE A MTINES Y MANIFESTACIONES

    (Madrid, junio de 1977)

    TOTAL

    Sexo:HombresMujeres

    Edad:De 21 a 30 aosDe 31 a 40 aosDe 41 a 50 aosDe 51 a 60 aosMs de 60 aos

    Estado civil:SolterosCasadosOtros (viudo, separado)

    Estudios:Primarios, no sabe leerPrimarios, sabe leerPrimarios completosFormacin ProfesionalBachiller ElementalGrado MedioUniversitarioNC

    Situacin laboral:TrabajaEst paradoJubiladoEstudianteSus labores

    Ocupacin:Jornaleros del campoTrabajador manualObreros cualificadosObreros s/cualificarNC

    Total

    881

    325556

    195159209141154

    138647

    90

    29307225

    247462786

    348206241

    398

    38444293

    6739

    S

    22

    2818

    392217188

    33219

    1010212926344917

    2740105915

    1126201013

    Ha asistidoa mtines

    No

    73

    6676

    5565777990

    617388

    8682755470634983

    6660853480

    8469718882

    NC

    5

    66

    613632

    663

    484

    17432

    7

    575

    55925

    %

    100

    100100

    100100100100100

    100100100

    100100100100100100100100

    100100100100100

    100100100100100

    S

    6

    103

    174151

    1642

    1348

    161817

    920

    227

    1

    8473

    Ha participadoen manifestaciones

    No

    88

    8491

    7884939196

    788994

    9791927988817983

    8480946693

    9587889192

    NC

    6

    66

    512643

    674

    385

    171433

    7

    476

    55825

    %

    100

    100100

    100100100100100

    100100100

    100100100100100100100100

    100100100100100

    100100100100100

    182

  • MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA

    varones. Por su parte, de las mujeres slo un 3 por 100 del total de las entrevista-das afirma participar. Los jvenes de veintiuno a treinta aos son, sin duda, losms activos (el 17 por 100), mientras que los mayores de cuarenta aos y meno-res de sesenta son los menos activos. Respecto al estado civil, el manifestantetipo puede considerarse soltero. Las personas con estudios son las que se movi-lizan ms. Destacan entre ellas los universitarios (18 por 100), seguidos por losestudiantes o personas con estudios de grado medio y bachiller. Un 27 por 100 delos que en dicho momento estudiaban senta apego por la movilizacin, seguidosde un amplio sector de parados (dos de cada diez). De los que trabajan, los traba-jadores manuales y obreros no cualificados con los ms activos.

    Otro cruce de variables que resulta curioso analizar es la relacin entre elfactor religiosidad (frecuencia de asistencia a misa) y la participacin en mani-festaciones. A grandes rasgos, se observa cierta incompatibilidad entre la asisten-cia a ambos tipos de manifestaciones (religiosas y polticas). As, dos de cadadiez personas que no van nunca a misa dicen asistir a manifestaciones (19 por100). Entre los que cumplen sus deberes religiosos se observan bajos porcentajesde movilizacin. No as en un 6 por 100 de los que van a misa ms de una vezpor semana, que confiesan participar en manifestaciones.

    Cuadro 2

    FRECUENCIA DE ASISTENCIA A MANIFESTACIONES(Total nacional 1980-1986)

    Muy a menudoBastante a menudoPoco a menudoNunca o casi nuncaNS/NC

    TOTAL

    (N)N. Estudio

    Julio 1980

    25

    1278

    3

    100

    (3.457)1.237

    Mayo 1983

    13

    1184

    1

    100

    (2.495)1.350

    Enero 1984

    24

    1478

    2

    100

    (2.949)1.390

    Febrero 1986

    15

    1476

    4

    100

    (2.454)1.517

    Con todo esto, si hubiera que intuir cul es el manifestante tipo (1977)podramos generalizar diciendo que se trata de un varn, menor de treinta aos,soltero, residente en una gran urbe, con estudios de grado medio o universitarios,en situacin de paro y que no asiste nunca a misa.

    183

  • RAMN ADELL ARGILES

    Avanzando en los aos ochenta, la asistencia a mtines fue descendiendo,pero la asistencia a manifestaciones se mantiene a niveles similares. As se obser-va en los llamados barmetros del CIS (Cuadro 2), en donde se constata queentre un 4 y un 7 por 100 afirma asistir muy a menudo o bastante a menudo.Estas cifras hay que interpretarlas con cautela, ya que el margen de error (3 por100) y la ambigedad de las categoras de la pregunta as lo aconseja.

    Seguidamente se tratar de evaluar cul es el nmero de movilizaciones quese celebran anualmente.

    2. Cifras oficialesA diferencia de otros indicadores sociales, econmicos, polticos, crimino-

    lgicos, etc., que muestran tasas y cifras estadsticas (tales como nmero dematrimonios por cada 1.000 habitantes, IPC, inflacin, porcentaje de votos, por-centaje de abstencin, kilogramos de droga decomisada, tasa de suicidios,nmero de huelgas, etc.), los indicadores de conflictividad o de uso de esta prc-tica participativa (convencional o no convencional) han sido casi siempre igno-rados.

    En nuestro pas, las cifras oficiales sobre nmero de manifestaciones celebra-das en la calle (reuniones pblicas a cielo abierto) han sido prcticamente inexis-tentes hasta finales de la dcada de los aos ochenta. Es a partir de 1986 cuandoel Ministerio del Interior o los gobernadores civiles han ido facilitando algunosdatos, ms o menos detallados, sobre estos comportamientos colectivos. Nos cen-traremos en los datos referidos al mbito geogrfico estatal y al de Madrid (capi-tal). (Obsrvese el Cuadro 3.)

    Del Cuadro 3 se desprende que entre 1988 y 1991 el nmero total de mani-festaciones se duplica (tanto el total estatal como el de Madrid). Del mismomodo, el nmero de convocatorias que no se ajustan a la Ley de Reunin de1983 crece ostensiblemente y alcanza a siete de cada diez convocatorias. Estascifras explican aunque no justifican la decisin gubernamental de imponersanciones administrativas a los convocantes de manifestaciones no comunica-das previstas en la recin aprobada Ley de Seguridad Ciudadana. Del mismomodo se constata que entre un 8 o un 9 por 100 del total de convocatorias se rea-liza en la capital del Estado.

    III. ESTUDIO DE LAS MANIFESTACIONES

    Tras conocer el perfil del manifestante y las cifras oficiales de convocatoriasentraremos en el estudio propiamente dicho.

    184

  • Cuadro 3

    NUMERO DE MANIFESTACIONES (Cifras oficiales)

    (ESTADO, 1987-1991)

    A O

    T I P O 1987 1989 1990 1991N.'

    Manif. comunicadas 1.281 35,0 2.768 31,2 2.838 30,1 3.209 27,2Manif. ira comunicadas 2.456 65,0 6.112 68,8 6.622 69,9 8.606 72,8

    Total ao 3.737 100,0 8.880 100,0 9.460 100,0 11.815 100,0

    (1) (2) (3) (4)

    (MADRID, 1988-1991)

    T I P O

    Manif. comunicadasManif. no comunicadas

    Total ao

    N.

    347324

    671

    1988%

    51,748,3

    100,0

    N.

    221562

    783

    A

    1989%

    28,271,8

    100,0

    O

    N.

    245570

    815

    1990%

    30,070,0

    100,0

    1991N.

    328731

    1.059

    %

    31,069,0

    100,0

    (5) (6) (7) (8)

    El mtodo de investigacin sociolgica se centra, pues, en la observacin demltiples casos particulares que renan unos requisitos o condiciones estableci-das previamente. Se aplica, por tanto, el mtodo cuantitativo. Por ello, la labor

    (1) J. Barrionuevo en el Congreso de Diputados el 22-6-1988.(2) J. L. Corcuera en el Congreso de Diputados el 19-12-1990.(3) Representante del Ministerio Interior en programa TV Tribunal Popular (1991).(4) DGPI, El Mundo, 5-2-1991.(5) En Diario 16, 17-1-1990.(6) Delegada del Gobierno en Madrid, Ana Tutor, el 16-1-1990.(7) Jess Pedroche, del PP (Asamblea de Madrid el 3-12-1991 (en Comunidad Autnoma,

    970 segn la Delegacin del Gobierno).(8) Delegado del Gobierno en Madrid, S. Crespo, el 29-1-1992.

    185

  • RAMN ADELL ARGILES

    ms ardua y laboriosa es, sin duda, la de la bsqueda y localizacin del mximode casos, con vistas a una mayor exactitud en el resultado final. Una vez reunidosstos, se disea una tipologa adecuada para su posterior interpretacin. Dichatipologa incluye tambin una codificacin coherente que ofrezca una mayoroptimizacin de la base de datos empleada.

    Se especifica el trabajo de calle (observaciones directas), y las fuentesconsultadas: documentacin (actores colectivos), hemeroteca (El Pas, ABC, ElMundo y otros), testimonios, etc. En cuanto a datos oficiales, se cuenta con loscomunicados gubernativos publicados en los mass media, sin haber tenido accesoa otros ms detallados (inexistentes o no accesibles, segn los perodos).Con la confrontacin de cifras y versiones se pueden obtener datos satisfactoria-mente fiables.

    La guerra de cifras que se desata en los medios de comunicacin tras cadamovilizacin hace imposible saber el respaldo exacto de participantes en estosfenmenos. A pesar de ello, y an con el inevitable margen de error, podemossaber si una campaa ha tenido ms o menos apoyo que otra o si la presin movi-lizadora ha sido mayor un ao respecto a otro. As, en Madrid, si sumamos todoslos asistentes/ao a todas las manifestaciones que conforman la muestra sabemosque de 311.000 (1990) a 2.106.000 (1981) manifestantes se movilizan cada ao.An as, no existe coincidencia, y para demostrarlo valga el ejemplo del ao1991: segn fuentes oficiales, se manifestaron en Madrid 332.055 personas,mientras que el estudio aqu realizado suma un total de 680.615 asistentes. Si sehiciera caso a las cifras facilitadas por los convocantes siempre exitosas, lasuma total rondara los 4.000.000 de manifestantes.

    Estas sumas no son indicativas si no las relacionamos con la media de asis-tentes por convocatoria/ao, y an as no sabemos si se trata de manifestantesque participaron una vez o un participante que lo hace varias veces. Todo ellocon independencia de las mltiples y a veces contrapuestas reivindicaciones queoriginan estas movilizaciones (sectores o movimientos que se activan o desac-tivan).

    Con todo ello, para obtener estos datos se cumplimentan las distintas varia-bles o items que integran cada unidad de observacin (3.030 casos), logrando conello hacer operativo el anlisis del fenmeno manifestacin desde diversosngulos de estudio. Ello permite conocer los datos de comportamiento que hacenreferencia a la organizacin (meses, das y horas elegidas, tipo de manifestacin,recorridos, convocantes, apoyos, reivindicaciones, etc.) y al desarrollo de lasconvocatorias (asistentes, lderes, consignas, clima pacfico o violento, interven-ciones policiales, detenidos, etc.). Una variable abierta denominada observacio-nes permite aadir datos cualitativos, reutilizables en posteriores anlisis trasuna adecuada recodificacin.

    186

  • MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA

    Sobre la representatividad de la muestra aqu estudiada, y an desconociendodatos oficiales anteriores a 1986, podemos concluir que el estudio abarca, paracada ao, entre el 35 y el 52 por 100 del total de manifestaciones, discriminandoinvoluntariamente diversas convocatorias de las cuales se tienen referenciasincompletas, ya que stas suelen ser pequeas movilizaciones repetitivas no refle-jadas en medios de comunicacin y generalmente localizadas en zonas perifricas.

    3. Grupos o masas?

    Durante todo el proceso de transicin y consolidacin democrtica se hanhecho mltiples reflexiones sobre la tesis de la desmovilizacin. A favor de la mis-ma se argumenta que al logro democrtico y al aumento de los niveles de bienestarse une la cada de las ideologas y, por consiguiente, el retraimiento de las solidari-dades. A ello se puede aadir el cansancio, producido por ciertas decepciones ofrustraciones, de la base social activa respecto a lderes y organizaciones.

    Autores como Clauss Offe o Kriesberg constatan la llamada crisis de repre-sentacin, que se observa en regmenes democrticos consolidados. Los estu-dios empricos de cultura poltica y socializacin poltica muestran una tendenciacreciente hacia frmulas de representacin formal. Algunos sectores de la ciuda-dana (juveniles, principalmente) se sienten distanciados o ajenos a las institucio-nes representativas (Parlamento y gobierno). El descenso de afiliacin a partidospolticos y sindicatos es otro hecho constatado. Por tanto, la relacin de represen-tacin se vuelve formal. Ya en 1984 Marina Subirats, en su estudio sobre la tran-sicin poltica espaola, observa este fenmeno definindolo como un signo denormalidad democrtica, aunque afirma tambin que parece producirse de unamanera prematura.

    Entre 1976 y 1991 (ambos inclusive), en Madrid se han celebrado al menos78 movilizaciones de carcter multitudinario (con 50.000 o ms asistentes). Sinembargo, la manifestacin tipo ms cotidiana es mucho ms modesta en nmerode asistentes. As, durante el perodo estudiado, seis de cada diez manifestacio-nes no superan la cifra de 500 asistentes (ocho de cada diez en 1989). Si en 1978el 18 por 100 de las manifestaciones tienen una asistencia entre 5.000 y 50.000asistentes, en 1989 igual tamao slo se registra en el 1,6 por 100 de los casos.(Vanse Grfico 1 y Cuadro 4.)

    Hasta 1981, el nmero de manifestaciones ilegales superaba a las autoriza-das. En dicho ao se produce la confirmacin de los cambios de tendencia en loscriterios de legalidad, superando las legales a las que no lo son. Se observa, pues,un mayor aprendizaje y prctica democrtica por parte de los manifestantes en loque respecta al ejercicio de este derecho y un cambio de actitudes en los compor-tamientos policiales.

    187

  • Grfico 1TAMAO DE LAS MOVILIZACIONES(Porcentaje anual de manifestaciones

    segn el nmero de asistentes por convocatoria)MADRID, 1977-1991

    80

    70

    60

    50

    40

    30

    20

    10

    0

    -> = 50.000> = 50.000 y > = 5.000 = 500 / = 50.000

    %

    4,17,55,72,88,25,75,57,24,25,61,51,40,70,20,4

    2,6(78)

    < = 50.000> = 5.000

    %8,2

    18,115,19,3

    16,415,711,58,85,6

    10,68,85,61,62,43,8

    6,9(207)

    > = 5.000> = 500

    %34,727,637,728,726,331,427,926,436,427,521,722,617,917,023,6

    25,4(764)

    < = 500

    %

    53,046,841,559,249,147,255,157,653,856,368,070,479,880,472,2

    65,1(1.952)

    N%

    100100100100100100100100100100100100100100100

    100(3.001)

    188

  • MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA

    Desde 1983 hasta 1991 aumenta el nmero de manifestaciones, al igual quese generaliza un descenso de la media de asistencia a las mismas, exceptuandocampaas concretas. La causa de este crecimiento se debe, sin duda, al desarrollolegislativo y consolidacin de los derechos y libertades polticas reconocidosconstitucionalmente (derechos de expresin, libre sindicacin, asociacin, parti-dos polticos, reunin, etc.). Ello favorece la expresin atomizada de mltiplesdemandas por parte de toda la pluralidad de grupos minoritarios y corporativos yenriquece la participacin poltica institucionalizada por nuestro sistema demo-crtico. A pesar de ello, a partir de 1986 se constata un aumento de las moviliza-ciones semilegales o semi-ilegales, segn se quiera (las no comunicadas), quechocan con otros derechos individuales.

    Salvo excepciones, los grandes conflictos se resuelven en el Parlamento,quedando la calle como escenario de los problemas de los sectores polticosextraparlamentarios y de los viejos y nuevos movimientos sociales (sindical/cor-porativo, vecinal/ciudadano, estudiantil/alternativo, etc.). Estas tendencias deter-minan que el nmero de movilizaciones que se consideran masivas desciendanmientras que el porcentaje de manifestaciones que afectan a pequeos grupos ocolectivos sociales aumenta.

    Se observa una relacin directamente proporcional entre el establecimientode libertades pblicas y la disminucin del respaldo a las convocatorias. En 1989y 1990 el 80 por 100 del total de movilizaciones estudiadas renen a menos de500 asistentes (el 41 por 100 en 1979). De igual modo (vase Cuadro 4), en losaos noventa slo el 0,4 por 100 supera la cifra de 50.000 asistentes (el 8,2 por100 en 1981).

    2. El espacio simblico

    El escenario de las movilizaciones viene determinado por varios factores,entre ellos: asistencia esperada, autorizacin, impacto sobre el vecindario circun-dante, facilidades de acceso, proximidad al destinatario de la protesta (edificios)y zona socialmente favorable a la reivindicacin. En referencia a esto ltimo seconstata que la zona este al Paseo de la Castellana es ms utilizada por los secto-res conservadores. Los sectores progresistas recurren ms a la utilizacin dellado oeste o izquierdo de dicho eje (que incluye casco antiguo). Esta generaliza-cin no excluye numerosos casos concretos en que esto no es as.

    En el caso que nos ocupa se podra, por ejemplo, evaluar el peso real de laconflictividad que sufre una ciudad como Madrid con sus microconflictos pro-pios de una gran urbe, que, por aadidura, es capital del Estado y, por tanto,

    189

  • RAMN ADELL ARGILES

    centro de poder poltico de toma de decisiones. Ello implica la importacincentrpeta de problemas y protestas no resueltos en otras Administraciones yzonas perifricas o punto de encuentro de macroconflictos. Sus calles son esce-nario privilegiado del pulso que mantienen los poderes polticos y econmicoscon aquellos grupos de presin que, ms alejados del centro de decisin, recurrena las manifestaciones como medio para exteriorizar sus demandas. Los conflictosmunicipales y autonmicos, propios de la organizacin local, abarcan en conjun-to slo el 30 por 100 de las convocatorias ante edificios oficiales registradas enlos aos 1985-87. Cerca de nueve de cada diez manifestantes que reivindicanalgo a la Administracin lo hacen ante los poderes centrales del Estado. En elloincide, sin duda alguna, la capitalidad. En el caso de Madrid, la ausencia demovilizaciones de tipo autonomista o nacionalista tiene como contrapartida laimportacin de otros conflictos perifricos.

    Se confirma la tendencia del aumento de convocatorias y manifestantes anteedificios de la Administracin local, autonmica y central. As, por ejemplo, en1985 un 22,4 por 100 de las convocatorias celebradas en Madrid parte, transcurreo concluye ante un edificio oficial. A estas movilizaciones asiste slo un 4,2 por100 del total de los movilizados. Sin embargo, en 1987 los porcentajes superan el48 y el 28 por 100, respectivamente.

    Si adems analizamos el peso de conflictividad que sufre el distrito Centro seve an ms la importancia simblica que tiene la ocupacin espacial de las callescntricas por parte de los manifestantes. As, por ejemplo, en 1990 el distritoCentro vive en sus calles el desfile del 39 por 100 del total de manifestacionescelebradas en la capital (con el 34 por 100 del total de asistentes). Para 1991estas cifras alcanzan el 36 y el 48 por 100, respectivamente.

    3. Ciclos de movilizacin

    La posible existencia de ciclos de conflicto, y cmo stos se activan y desac-tivan, centran en la actualidad gran parte del debate intelectual de socilogos ypolitlogos interesados en este vasto campo.

    El inters de observar cmo se desarrolla la accin colectiva reside en lalocalizacin y posterior anlisis de la fases de consenso y conflicto que jalonan elproceso de transicin democrtica espaola. El estudio de un amplio perodo denuestra ms reciente historia permite responder en gran medida al cmo, cundo,dnde y por qu surgen los movimientos sociales, as como sus fases de decaden-cia, disgregacin y transformacin. Por tanto, las cspides de movilizacin,conocidas o sufridas por la opinin pblica, son tan slo la punta del iceberg deuna protesta o conflicto.

    190

  • MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA

    En el mbito participativo, el inters reside en profundizar en la cuantifica-cin del fenmeno de desmovilizacin, al que aluden diversos autores, pero queen pocos casos se ha intentado medir con rigor. Son ampliamente conocidos losdatos que revelan lentos pero constantes descensos en el inters de los ciudada-nos por la poltica, as como el descenso del compromiso poltico (afiliacin apartidos polticos (J. Esteban), sindicatos (V. Prez Daz, OCDE), cotizantes (M. Du-verger), participacin electoral (J. R. Montero), etc. Todo ello nos lleva a consta-tar una raqutica participacin poltica (Mara Luz Moran).

    Una de las herramientas empricas que emplea la sociologa para el estudiode los fenmenos sociopolticos es el criterio temporal o de correspondencia cro-nolgica. Si se quiere hacer un seguimiento de los distintos actores colectivos, serecurrir inevitablemente a su evolucin. Con ello, tal como afirmaba Habermas,se puede interpretar los episodios de demanda que se suceden en el tiempo. Deeste modo, tampoco se descarta el abordar dichos episodios estableciendo la rela-cin causa-efecto, si bien dicha relacin es equvoca a partir del momento en quedesconocemos cules son los factores de xito o fracaso de una determinadacampaa poltica o el grado de incidencia de un factor entre otros muchos(estructurales, psicolgicos, externos, teora de los juegos, oportunidad poltica,mano invisible, casualidades, etc.).

    Uno de los rasgos que nos muestra la estabilidad de todo el proceso de latransicin es el equilibrio existente en la distribucin temporal de los conflictos.As, en la medida anual de convocatorias por trimestre se observa cierta unifor-midad en la presin de la calle por parte de las organizaciones. Si exceptuamos eltercer trimestre (julio, agosto, septiembre), los tres restantes tienen porcentajesmuy similares de convocatorias respecto al total anual ( 30 por 100).

    El criterio anual permite analizar las movilizaciones en iguales perodos detiempo y, en consecuencia, valorar los aumentos y descensos de apoyos de cadasector y movimiento. Ello permite la obtencin de unos resultados anuales, irre-petibles, pero comparables entre s.

    La relacin nmero de convocatorias/nmero de movilizados es, sin duda,la ms interesante. Cuando un sector poltico o movimiento social realiza unacampaa de movilizaciones es en gran medida restando el espacio (al menos encuanto a protagonismo se refiere) de otros partidos, sindicatos o colectivos. Exis-te un criterio de prioridades reivindicativas que eclipsan ante la opinin pblicaotros conflictos menores.

    La pluralidad de las organizaciones polticas o sociales (algo exclusivo delsistema democrtico) determina a su vez una diversificacin del protagonismo dela calle. As en la dcada de los ochenta existe una mayor pluralidad de los secto-res polticos y movimientos sociales convocantes. El excesivo protagonismo deuno de ellos durante un perodo determinado (trimestre, ao, etapa...) indica una

    191

  • RAMN ADELL ARGILES

    tensin social o situacin anmala en el sistema poltico. As, por ejemplo, sidurante un ao concreto ms del 50 por 100 de las convocatorias o de los asisten-tes a manifestaciones lo hacen integrados en un mismo sector o movimiento sepuede considerar que existe una fuerte tensin con riesgo de crisis en el sis-tema poltico.

    En nuestro pas, tras el 23-F y la repercusin de la movilizacin civil del 27-F,se producen importantes cambios en el esquema de movilizacin observado enlos aos setenta. Por una parte, la izquierda (IZQ, EIZ) sufre un proceso dedesmovilizacin y transformacin en nuevos movimientos sociales (ALT,SOL), mientras que la base social de los sectores involucionistas de extremaderecha (EDE) adopta posiciones ms moderadas (DER), iniciando a partir deentonces una participacin ms activa dentro del propio sistema de libertadesdemocrticas (movimiento vecinal, movimiento corporativo, movimiento estu-diantil...). Ello se observa en la presencia o influencia de sectores conservado-res en distintas campaas (LODE, LOGSE, droga, Autonoma de Ceuta yMelilla, etc.). El fenmeno de la movilizacin deja de ser patrimonio de laizquierda o de las masas y sus protagonistas son, en gran medida, de lasclases medias. La emergencia de la nueva clase media [sin concienciacin,pero que se reconoce como tal (A. Giddens)], as como el aumento del sectorno mercantilista o perifrico, aaden nuevos valores al paradigma del modode vida (Raschke).

    En todos los aos, el movimiento sindical es el que convoca ms moviliza-ciones (del 22,2 al 43,4 por 100, segn el ao), lo cual puede considerarse comoun fenmeno normal en el presente siglo. En cuanto al nmero de asistentes,vemos que s existen disfunciones y casos de excesiva tensin social, comosucedi en 1980 (meses antes del 23-F), ao en que uno de cada dos manifestan-tes segua las consignas de las organizaciones de extrema derecha (54,9 por 100del total de manifestantes en Madrid del ao 1980). En contrapartida, en 1981,seis de cada diez manifestantes se movilizaron unitariamente por la democracia,la libertad y la Constitucin. En 1986, la polarizacin de la campaa OTAN setraduce en una alta participacin del movimiento alternativo (ecologistas, pacifis-tas, etc.), que alcanza el 52,7 por 100. Por su parte, la presin del movimientosindical supera en 1977 el 50 por 100 del total asistentes/ao (firma de los Pactosde la Moncloa). En 1988 (ao de la huelga 14-D), siete de cada diez manifestan-tes (el 69,4 por 100) respaldaba a los sindicatos mayoritarios. Se supera otra vezdicho umbral en 1990 (Plataforma Sindical Prioritaria). Con independencia delnmero real de manifestantes, estos porcentajes sirven para mostrar el atpicoprotagonismo o preponderancia (cspides de los ciclos movilizadores) de unmovimiento social respecto a los dems.

    192

  • Cuadro 5PARTICIPANTES EN MANIFESTACIONES SEGN CONVOCANTE (MADRID)

    (En porcentajes sobre el total anual)

    SP(*)EDEDERUNIZQEIZANA

    MS(*)

    SINVECESTALTCAMSOLCORTOTAL(en miles)

    (N)

    1977

    21,1

    1,22,30,0

    1977

    53,520,0

    1,70,20,00,00,0

    100,0

    (1.204)

    1979

    30,1

    0,60,00,1

    1979

    57,72,54,64,10,30,0

    100,0

    (1.363)

    1980

    54,9

    2,80,90,1

    1980

    27,09,53,61,2

    0,0

    100,0

    (676)

    1981

    12,2

    56,616,60,0

    1981

    6,66,00,11,9

    100,0

    (2.106)

    1982

    1,88,0

    56,60,1

    1982

    26,62,60,13,90,00,3

    100,0

    (885)

    1986

    9,50,16,10,40,1

    1986

    16,30,58,1

    52,75,80,10,2

    100,0

    (1.142)

    1988

    3,60,02,72,10,2

    1988

    69,47,07,74,11,21,10,1

    100,0

    (717)

    1990

    2,62,2

    1,00,5

    1990

    52,611,13,39,99,72,73,8

    100,0

    (311)

    No podemos ignorar que el aumento de los asistentes a convocatorias de unsector o movimiento determinado viene dado no slo por la asistencia de losmilitantes, simpatizantes e incondicionales, sino que a ellos se suman otros apo-yos, ms o menos asiduos, que proceden de la desmovilizacin de otros sectoreso movimientos afines. Existe, por tanto, un sistema de vasos comunicantesentre unos y otros. Estas evoluciones son puramente coyunturales y, en ocasio-nes, suponen la aparicin de un nuevo movimiento social o la consolidacin deun sector poltico. A ello se aaden los participantes acomodaticios que, talcomo afirma S. Tarrow, son los primeros en desmovilizarse cuando se consiguenparciales xitos o cuando se cansan de los costes y riesgos de la movilizacin.Del mismo modo se constata la existencia de perodos de paso de lo privado a lopblico (segn ciclos de consumo), tal como afirma A. Hischman, si bien stosno son generalizados y se presentan de forma desigual.

    (*) SP: Sectores polticos; MS: Movimientos sociales.

    193

  • RAMN ADELL ARGILES

    A modo de conclusin, se puede afirmar que en un sistema democrticoasentado el resultado a la manifestacin no puede concebirse como un elementodesestabilizador que busca la destruccin de la convivencia ciudadana. La evolu-cin del derecho de manifestacin provoca un cambio en el conportamiento delos grupos de presin en la va pblica (presencia en las calles cotidiana, general-mente pacfica y organizada) que exige un nuevo planteamiento de respeto a suejercicio por parte de los poderes pblicos. Siendo ste un derecho reconocidocomo fundamental en la Constitucin, no puede tratar de recortarse alegando queprovoca colapsos viarios, tanto menos si se tienen en cuenta que casi el 80 por100 de las convocatorias celebradas en 1990 en Madrid no reunieron a ms demedio millar de manifestantes.

    Expresar las diferencias de opinin no debe ser un problema en un sistemaplural y democrtico. La participacin ciudadana en el desarrollo poltico ysocial del Estado no puede sino dar fuerza y consolidar aquello que nace con elapoyo de todos.

    194