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¿Recuerdas la playa?
Recuerdas la playacubierta de botellas amargassobre la cualno pudimos caminar descalzos?¿Te acuerdas cómo mirabasel mar y me decíasque me estabas escuchando?Histéricas gaviotasgiraban alrededor de campanadasde iglesias invisibles.¿Te acuerdas cómo te alejabashacia el mar, diciéndomeque te faltaba la lejaníapara poder mirarme?La nieve se apagabamezclada con los pájarosen el agua.Yo miraba las huellasde tus pies sobre el mary el mar se cerrabacomo un párpadosobre el ojo que esperaba.
Sería defícil establecer qué aportacioneshacen estos poetas a la poesía de su país.Es evidente que su manera de mirar elmundo .y la vida se encuentra ya en lospoetas precedentes. Quizá podríamos decirque existe en la poesía rumana una maneraparticular de mirar, una sensibilidad delpueblo rumano que sus poetas han cualtivado y preservado, que también se encuentrapresente en su pintura y en su música. Esla esencia profunda de un pueblo que haluchado infatigablemente, una sensibilidadque comparte simultáneamente, sin queexista contradicción por ello, la desesperanza y la visión de una vida mejor. Paracomprender mejor esto es necesario recordar aquellas palabras de André Coyné apropósito de César Moro: Existen "poetasconvencidos -consciente o inconscientemente- de la imperfectibilidad infinita delhombre, tal como la defmió Reverdy, y dela irremediable maldición de la poesía entodo tiempo y en todo lugar (aun donde ycuando la adulan) y por ello -solamentepor ello- de su absoluta necesidad". Yaquí es donde habremos de situar a lospoetas de esta antología. De ahí tambiénque, pese a las distancias geográficas quepueden existir entre México y Rumania, suspoemas nos afectan profundamente. Lapoesía es el único terreno verdaderamenteuniversal donde todos los hombres puedenreconocerse.
y para qué andar con rodeos. Todos lospoetas hacia los que nos permite acercarnos
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esta Puerta abierta son excelentes. Hayalgunas fallas en la traducción, pero sonfácilmente superables con una lectura atenta.
He tratado de no citar más poemas dellibro -aunque valdría la pena y sería justificado hacerlo- porque, finalmente, el propósito de esta reseña es compartir una seriede entusiasmos con los lectores.
Rafael Vargas
Puerta abierta, Antología de la joven poesía rumana.La máquina eléctrica, Editorial. Traducción deDarle Novaceanu.Marzo de 1978, México.
Polivalentes, polimorfos,polifónicos*
Arrebiatada, alegre, festejeante celebraciónes esta en la que Saúl Yurkievich la hace deanfitrión una vez más a la fiesta más concurrida, hoy por hoy, de las letras hispanoamericanas. Su celebración, versátil e irrespetuosa, tiene sobre todo el don de lasíntesis que, en este caso, queda lejos deser mínimo. En ella reivindica el caráctervanguardista del modernismo y asienta, conmás emoción que metodología, su espíritugenitor en base a la especulación que conla palabra -cogida del rabo, chillona- ejercieron. La escritura modernista; "polivalente, poliforme, polifónica", determina la naturaleza de la modernidad y Yurkievich, enenumeraciones hilarantes como las de losinstrumentos para limpiar culos de Pantagruel, así lo asienta: "palabra más alegrónque alegato... más perceptora que preceptora". El frenético celebrar los lugares comunes visitados y revisitados de la ensayística tradicional no elimina un segundo gocenada vicario: escarnecer nuestro acerbo deopiniones y juicios autoritarios con alevosíatan acelerada hace celebrar, también, lamanera en qúe los lugares comunes se apuntalan y operan (nada hay más operanteque un lugar común y Gómez de la Sernahubiera deseado más fundar uno que escribir el Quijote).
"Para dar vida al orbe entero" diceYurkievich, "el modernismo operó la máxima ampliación en todos los órdenes textuales", resume el horizonte semántico, festejalo planetario, escarcea la idea de la perceptibilidad, agota lo sicológico y lo estilístico,
supera lo comarcano, rebasa todo y seyergue en un omnívoro internacionalismo.Su translingüismo, sus excesos y subversio·nes, su mentalidad de bazar, cambista, ysus afanes catalogan tes confluyen, buenaidea, en una estética paródica estilizada ymuseográfica. Los modernistas, acólitos delpatchwork y la cornucopia, se encaramanen la locomotora de la tecnificación y searrojan osados del trampolín de lo cosmopolita a la fosa de la saturación gritandovivas a la bicicleta y la fugacidad de todolo creado, etc., etc., etc. Nada hay denuevo en esta celebración: conocemos a losinvitados y las viandas son siempre sabrosasy nutritivas. Acaso Yurkievich señale unaspecto pospuesto y casi original: sus párrafos dedicados a la "excentricidad" -demoscon él a la palabra todo respeto- sonmuestra excelente del brío para acometer laapretada síntesis. Monta en su kermessepuestos regocijantes que cubren desde elespíritu de la belle époque (con todos losniveles históricos y económicos de rigorsabiamente administrados) hasta el fervorde la subjetividad pasando por el vistuosismo técnico liróforo, Eros y las relacionesentre la metáfora y el modo de producción.
Como suele suceder con los modernistasmismos, el primer capítulo hace las veces,en su estilo, de una cámara de descompresiÓn, somete las ideas al vértigo de laspalabras y al inefable placer de la enumera·ción. No hay cuidado. Esto ya se sabe peroes divertido decirlo como justo es que hayasobre quién decirlo. Derramado en ese goce,su verborrea agasaja a los máximos torresde Dios: Darío ("Los placeres de luz en elabismo"), Lugones ("La pluralidad operativa") y Herrera y Reissig ("El áurico ensi·mismo").
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Ecléctico y conciliador, Darío aparececomo el ansiado cicerone de América enEuropa y del pasado en la modernidadarmado hasta los dientes de un talentoabierto, videncial que participa naturalmente, y hace participar, de lo actual; como eldesgarrado por los opuestos atractivos yrepelentes. En este capítulo es interesanteel asecho de Yurkievich de la situacióninterior de Darío y el modo que tuvo defecundar su crisis y establecer una especiede tradición crítica en nuestra poesía: "Darío, en pos de Baudelaire y de las escuelasfrancesas, inaugura en Hispanoamérica laconciencia crítica, la voluntad de reflexiónteórica sobre la práctica poética." Lugoneses también una presencia irritable. Su festividad, como en Daría, apenas oculta lamueca inquisitiva. Formalmente desencajado, su opulencia fónica convierte la palabraen un escenario radiante y artificioso quereclama para sí el derecho a contener, dadasu naturaleza expresiva, la historia y susentido, la empresa creativa y sus- consecuencias hasta reducirlo todo a la literatureidad bajo el signo, siempre, del excesometafórico y el halago adánico. No menosimpulsado a la concepción de las cosas bajoel signo de la analogía, no menos extremista y delirante, Herrera y Reissig -produceuna obra estilizada cuyo desenfreno lo habilita como el gran sincretista logoteta y elúltimo gran héroe que recibe la carcajadadel IT'undo. Su misticismo estetizante resulta ya -tal se desprende del texto de Yurkievich- anacrónico incluso para el modernismo.
Después, uno siente que Yurkievich (aestas alturas de la fiesta) se halla un tantomareado, y recuerda que el mareo es nopocas veces resultado de la monotonía.Atrapado por su propia energía (la de lasprimeras páginas) termina por poner en telade juicio su análisis al resultar este muchasveces en las mismas premisas y conclusiones. O quizá el que se abotaga es el lector.La exhuberancia termina por solicitar ciertososiego, cambio de ritmo o variedad, algoque suele suceder en los ensayos más omenos líricos como este. Eso no impideque el libro no sea notable dentro de losestudios modernistas y que se convierta enun must tan satisfactorio para doctos comopara legos. Es inevitable reconocerle unagran habilidad, sobre todo en el capítulosobre Lugones y a los fragmentos, dispersos, sobre la naturaleza de la modernidad(hispanoamericana) en oposición a la decadencia (europea). Cuando en "El triumo de
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Calibán" Daría aquilata la seriedad de su"cruzada espiritual" que "ayudaría a vigorizar la selva de hispanoamérica" sabía querealizaba una opción, que daba cuerpo (sibien no una teoría) a una actitud importante: enterrar una tradición colonialista cadavérica y fundar las premisas para una verdadera tradición, que no estaba en las cosassino en la manera de mirarlas, en la sunciónde una modernidad que, parafraseando aBaudelaire, se sabe mortal y es en ellodonde -deposita su modernidad. Los modernistas lejos de clausurar, inauguran. Lo diceBorges hablando de Lugones: "Los modernistas descubrieron las posibilidades literarias del continente; a Grecia ya y a Versalles los sucede la historia y la geografíaamericanas". Yurkievich señala eso y ellector desearía que lo hubiera seguido mása fondo; la importancia que le da, noobstante, es considerable y Yurkievich lohace con solvencia y hasta con una alegríay sentido del humor que no se conserva atodo lo largo del tomito. Es necesarioleerlo con su vértigo y sus humoradas ycelebrar con él y los modernistas la domade la fierecilla, el continuo cumpleaños delos grandes liróforos.
Guillermo Sheridan
* Saú! Yurkievich, Celebración del modernismo, Cuadernos ínfimos No. 72, Tusquets Editor,Barcelona, 1976, 98 pp.
El sexo del lenguaje(A propósito de El hilo olvida
y Peces de piel fugaz)
Cuando el lenguaje se ha vuelto pobre,rígido, inútil, para ir más allá de sí mismo,no se ha vuelto por casualidad: su retóricahueca refleja un sentido del mundo hueco,un no sentido (abiertamente peyorativo).La toma de conciencia de esta oquedadpermite mirarla -fría y terrible- con laserenidad necesaria para trascenderla. Conel irrumpimiento de, como se ha dado enllamarla, una sobrepoblación de poetasquedó al descubierto esta herida, esta pústula que amenazaba con ulcerar toda escritura. (Es difícil leer los poemas que estánescritos siempre con palabras en mayúsculas: Muerte, Amor, Memoria, porque estaimportancia de la palabra se nos imponepor autoridad -una autoridad que en el
poema es ficticia, inútil y que -ademáspretende ser "La tradición".)
La retórica, muchas veces compulsiva,que encontramos en revistas de jóvenes (ElZaguán, Cuadernos de Literatura) empieza aquedar sepultada por voces mucho máspersonales y mucho más abiertas. A JOrgeAguilar Mora, David Huerta, Jaime Reyes oRicardo Castillo -que abrieron brecha- losretoma una escritura más tranquila, másserena. La máquina de escribir, editorialanimada por Federico Campbell, cuenta yacon una quincena de títulos de poetas,prosistas y narradores; entre estos títulosdos de ellos me parecen, de manera singular, importantes.
Recuperar la libertad del lenguaje eranecesario (es necesario a cada momento), ytanto Coral Bracho en Peces de piel fugazcomo Carmen Boullosa en El hilo olvida, seenfrentan a la pérdida de identidad y recuperan (para el lector al menos) los sentidos:no hay rétorica posible, hay explosión deltacto, del oído, explosión de sentirse -sermujer, de ser -sentirse- deseo. Para Carmen Boullosa el cuerpo es una consumación: soy el objeto más preciado de mímismo, y sólo lo soy frente a la irreductible presencia del otro, del otro sexo.
En Coral Bracho los objetos son el cuerpo. Los rigurosos límites del objeto (ycomo objeto entiende: fuera de sí) son loslímites del sentido; y cuando estallan, estallan también las puertas y los peces, lapercepción de la mosca y la luz -evanescente- del insecto.
TiempoSin luz ni tacto.
En sus poemas, la fruta, la evocación dela fruta, nos hace receptores puros, nuestras