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    Boaventura de Sousa Santos(coordinador)

    Traduccin:

    Eliseo Rosalesy Mario Moralez

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    Introduccin

    BOAVENTURA DE SOUSA,SANTOSCSAR RODRGUEZ

    Como demuestra la reciente consolidacin de numerosos movimientos y organizaciones detodo el mundo que pugnan por una globalizacin contra-hegemnica, diversos siglos depredominio del capitalismo no lograron disminuir la indignacin y la resistencia efectiva alos valores y prcticas que constituyen su ncleo central como sistema econmico y formade civilizacin. De hecho, la historia del capitalismo desde su aparicin, Wallerstein(1979) lo llam el largo siglo XVIIIes tambin la de las luchas de resistencia y de lacrtica a esos valores y prcticas. Desde el combate de los campesinos ingleses contra su

    integracin forzada a las fbricas proto-capitalistas, provocada por la apropiacin privadade las tierras comunales, en el siglo XVIII, hasta las luchas contemporneas de lascomunidades indgenas en los pases semi-perifricos o perifricos contra la explotacin desus territorios ancestrales, pasando por todo tipo de movimientos obreros, el capitalismo hasido constantemente enfrentado y desafiado. Estos retos han ido acompaados de unavasta tradicin de pensamiento crtico desde el pensamiento asociativo de Saint-Simon,Fourier y Owen en Europa, en el siglo XIX, hasta la reivindicacin de un desarrolloalternativo o, incluso, el rechazo de la idea de desarrollo econmico en los pasesperifricos o semi-perifricos, en el siglo XX, pasando por la crtica marxista delcapitalismo industrial que impuls el debate sobre formas de sociedad ms justas quesean alternativas viables a las capitalistas (Macfarlane, 1998). Al imaginar y luchar por

    sociedades en las cuales se elimine la explotacin, o por lo menos se reduzcadrsticamente, las prcticas y teoras crticas del capitalismo aadidas a otras cuyoobjetivo son formas diferentes de dominacin, como el patriarcado y el racismomantuvieron viva la promesa moderna de emancipacin social.

    Al inicio del siglo XXI, la tarea de pensar y de luchar por opciones econmicas y socialeses particularmente urgente por dos razones relacionadas entre s. En primer lugar, vivimosen una poca en que la idea de que no hay alternativas al capitalismo logr un grado deaceptacin que probablemente no tiene precedentes en la historia del capitalismo mundial.En efecto, a lo largo de las dos ltimas dcadas del siglo XX, las lites polticas,econmicas e intelectuales conservadoras impulsaron con tal agresividad y xito laspolticas y el pensamiento neoliberales que la idea tatcheriana, segn la cual no existealternativa alguna al capitalismo neoliberal, gan credibilidad, incluso entre los crculospolticos e intelectuales progresistas.

    Las dcadas precedentes avivaron y reavivaron la utopa del mercado auto-regulado(Polanyi, 1957) que haba dominado en el siglo XIX. Con todo, al contrario de lo quesucedi en el siglo XIX, el resurgimiento de esta utopa bajo la forma de neoliberalismocontemporneo no fue acompaado por la reactivacin simultnea de las luchas y delpensamiento crtico, que pasaron a la defensiva y se tienen que reinventar y reorganizar.Esta situacin empez a cambiar en los ltimos aos con el renacimiento del activismo afavor de una globalizacin contra-hegemnica, que incluso comenz a desarrollar formasde coordinacin, como el Primer Frum Social Mundial en Porto Alegre, a finales de enero

    de 2001. Dado que, como observ Polanyi con claridad, las instituciones que encarnan lautopa del mercado auto-regulado no podran existir por mucho tiempo sin aniquilar el

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    material humano y natural de la sociedad [porque] habran destruido fsicamente al hombrey devastado el ambiente (1957:3), la idea de que no hay salidas no predominara pormucho tiempo. Luego de que la globalizacin neoliberal fue eficazmente puesta en dudapor mltiples movimientos y organizaciones, una de las tareas urgentes consiste enformular propuestas econmicas concretas, que sean al mismo tiempo emancipadoras y

    viables y que, por eso, proporcionen un contenido especfico a los planteamientos de unaglobalizacin contra-hegemnica. La reinvencin de las formas econmicas alternativas esurgente porque, en contraste con los siglos XIX y XX, al principio del nuevo milenio laalternativa sistmica al capitalismo, representada por las economas socialistascentralizadas, no se muestra viable ni deseable.

    El autoritarismo poltico y la inviabilidad econmica de los sistemas econmicoscentralizados fueron dramticamente expuestos por el colapso de stos a fines de los aosochenta y principios de la dcada de 1990 (Hodgson, 1999). Incluso aquellos que, ante laevidencia del autoritarismo y lo inaceptable de este sistema, persistan en la posibilidad deuna alternativa al capitalismo (es decir, el socialismo centralizado) fueron obligados a

    pensar de otra forma. Para quienes, como a nosotros, los sistemas socialistas centralizadosno ofrecan una opcin emancipadora del capitalismo, la crisis de stos cre la oportunidadde recuperar o inventar rutas (en plural) que apuntaran hacia prcticas y formas desociabilidad anticapitalistas. Como se ver en el estudio que presentamos, estasalternativas son mucho menos grandiosas que la del socialismo centralizado, y las teorasque les sirven de base son menos ambiciosas que la creencia en la inevitabilidad histricadel socialismo que domin el debate del marxismo clsico. De hecho, la viabilidad detales opciones, por lo menos a corto y mediano plazo, depende en buena medida desobrevivir en el contexto del dominio del capitalismo. Entonces, lo que se pretende escentrar simultneamente la atencin en la factibilidad y en el potencial emancipatorio delas mltiples alternativas que se han formulado y practicado un poco por todo el mundo y

    que representan formas de organizacin econmica basadas en la igualdad, la solidaridad yla proteccin del ambiente.

    Este espritu es el que inspira este trabajo introductorio y los estudios de caso incluidos enel presente volumen. La insistencia en la viabilidad de las alternativas no implica, contodo, una aceptacin de lo que existe. La afirmacin fundamental del pensamiento crticoconsiste en la asercin de que la realidad no se reduce a lo que existe. La realidad es uncampo de posibilidades donde tienen cabida opciones que fueron marginadas o que nisiquiera se intentaron (Santos, 2000: 23). En este sentido, la funcin de las prcticas y delpensamiento emancipadores consiste en ampliar el espectro de lo posible por medio de laexperimentacin y de la reflexin sobre proposiciones que representen formas de sociedadms justas. Al apuntar ms all de lo que existe, estas formas de pensamiento y de prcticaponen en duda la separacin entre realidad y utopa y formulan propuestas losuficientemente utpicas para representar un desafo al statu quo, y suficientemente realespara no ser descartadas con facilidad por inviables (Wright, 1998). El espectro deposibilidades resultante es mucho ms amplio que aquel que muchos partidos y pensadoresde izquierda defendieron en los ltimos aos. En Amrica Latina, por ejemplo, unacorriente influyente de la izquierda, cuyas ideas fueron resumidas en los trabajos de Ungery Castaeda1, ofrece como alternativa al sistema capitalista nicamente variaciones yaconocidas. En palabras de Castaeda, las opciones viables para la izquierda se limitan a

    1 Vase, por ejemplo, el documento Una alternativa latinoamericana, producido por un grupo de polticos

    latinoamericanos (entre ellos, los ex presidentes de Chile, Ricardo Lagos, y de Mxico, Vicente Fox),convocado por Unger y Castaeda, en Buenos Aires, en noviembre de 1999, .

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    subordinacin del trabajo al capital. Las mismas condiciones que hacen posible laacumulacin generan desigualdades dramticas entre las clases sociales de cada pas yentre pases en el sistema mundial. La tradicin feminista concentra sus crticas en cmolas diferencias de clase refuerzan las diferencias de gnero y, por lo tanto, en la forma enque el capitalismo contribuye a reproducir la sociedad patriarcal. De igual modo, las

    teoras crticas de base racial subrayan la manera en que la opresin entre razas y laexplotacin econmica se alimentan mutuamente. En segundo lugar, las relaciones decompetencia que exige el mercado capitalista producen formas de sociabilidadempobrecidas, basadas en el beneficio personal y no en la solidaridad. En el mercado, elmotivo inmediato para producir e interactuar con otras personas es una mezcla de codiciay de miedo [...] Codicia, porque las otras personas son vistas como posibles fuentes deenriquecimiento, y miedo, porque ellas son vistas como amenazas. Estas son formashorribles de mirar hacia los otros, independientemente de que ya estamos acostumbrados aellas, como resultado de siglos de capitalismo (Cohn, 1994: 9).

    Esta reduccin de la sociabilidad al mero intercambio y beneficio personal est en el centro

    del concepto de alienacin de Marx y es la que inspira crticas y propuestascontemporneas que procuran ampliar los mbitos en que el intercambio se basa en lareciprocidad y no en las ganancias monetarias como las economas populares estudiadaspor Quijano (1998) en Amrica Latinao disminuir la dependencia de las personas enrelacin con el trabajo asalariado, de tal forma que no sea necesario perder la vida paraganar la vida (Gorz, 1997). En tercer lugar, la explotacin creciente de los recursosnaturales en todo el mundo pone en peligro las condiciones fsicas de vida en la Tierra.Como hicieron visible las teoras y movimientos ecologistas, el grado y el tipo deproduccin y consumo exigidos por el capitalismo no son sustentables (Daly, 1996;Douthwaite, 1999). El capitalismo tiende a agotar los recursos naturales que permiten supropia reproduccin (O'Connor, 1988). Contra la posibilidad de destruccin de la

    naturaleza, los movimientos ecologistas propusieron una amplia variedad de alternativas,que van desde la imposicin de lmites al desarrollo capitalista hasta el rechazo de lapropia idea de desarrollo econmico y la adopcin de estrategias anti-desarrollo, basadasen la subsistencia y en el respeto a la naturaleza y a la produccin tradicional (Dietrich,1996).

    En la prctica, ciertamente, las crticas y las alternativas formuladas a estas caractersticasdel capitalismo tienden a combinar ms de una de las lneas mencionadas. Por ejemplo, eleco-feminismo promovido por movimientos de mujeres en la India articula la crtica y lalucha contra el patriarcado con la preservacin del ambiente (Shiva y Mies, 1993). Deigual forma, las cooperativas no slo buscan la remuneracin igualitaria de lostrabajadores/dueos de las empresas cooperativas, sino tambin la creacin de formas desociabilidad solidarias basadas en el trabajo colaborativo y en la participacin democrticapara la toma de decisiones sobre las empresas. Aun en el mismo contexto, propuestascomo la creacin de una renta mnima universal, acompaada de la disminucin delhorario de trabajo, no procuran establecer tan slo un nivel de bienestar material bsico,sino tambin liberar tiempo para el desarrollo de sociabilidades y habilidades diferentes delas que son exigidas por el mercado (Van Parijs, 1992).

    El mapa de iniciativas y de visiones econmicas alternativas que presentamos msadelante, as como el conjunto de experiencias analizadas en los estudios de caso incluidosen este volumen, es muy variado. Como se ver, los estudios de caso incluyen desdeorganizaciones econmicas populares constituidas por los sectores ms marginados en la

    periferia hasta cooperativas prsperas en el centro del sistema mundial. No obstante, alcriticar y procurar superar, en mayor o menor escala, las caractersticas del capitalismo ya

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    analizadas, estos tipos de experiencias tienen en comn, aunque no pretendan sustituir elcapitalismo de un solo golpe, que tratan (con resultados dispares) de hacer ms incmodasu reproduccin y hegemona. Los mltiples tipos de iniciativas que incluimos en nuestromapa crean espacios econmicos en los que predominan los principios de igualdad,solidaridad o respeto a la naturaleza. De acuerdo con el primer principio, los frutos del

    trabajo se distribuyen de manera equitativa entre sus productores y el proceso deproduccin implica la participacin de todos en la toma de decisiones, como en lascooperativas de trabajadores. Gracias al principio de solidaridad, lo que una personarecibe depende de sus necesidades y la contribucin depende de sus capacidades. De estamanera funcionan, por ejemplo, los sistemas progresivos de tributacin y transferenciascuya creacin o defensa, en el contexto de la globalizacin neoliberal, constituye unapropuesta alternativa al consenso econmico hegemnico. En este principio se inspiratambin el movimiento defair trade (comercio justo), en el que el precio que pagan por unproducto los consumidores del norte contribuye, efectivamente, a la remuneracin justa enel sur. En nombre de la proteccin al ambiente, la escala y el proceso de produccin seajustan a imperativos ecolgicos, incluso cuando stos contraran el crecimiento

    econmico.La escala de las iniciativas es igualmente variada. Las alternativas incluyen desdepequeas unidades de produccin locales como las cooperativas de trabajadores de losbarrios marginados en los pases de la periferia del sistema mundialhasta propuestas decoordinacin macroeconmica y jurdica global que garanticen el respeto a los derechoslaborales y ambientales mnimos en todo el mundo, pasando por tentativas de construccinde economas regionales basadas en principios de cooperacin y solidaridad.

    Frente a semejante diversidad, las alternativas varan mucho respecto a su relacin con elsistema capitalista. Mientras unas (por ejemplo, las cooperativas) son compatibles con unsistema de mercado e incluso con el predominio de las empresas capitalistas, otras (por

    ejemplo, las propuestas ecolgicas anti-desarrollo) implican una transformacin radical oincluso el abandono de la produccin capitalista. No obstante, pensamos que es importanteestudiar estas iniciativas por dos razones distintas: resistir la tentacin de aceptarlas orechazarlas con un criterio simplista que equilibre exclusivamente si stas ofrecenalternativas radicales al capitalismo. Por un lado, este simple criterio de (des)calificacinencarna una especie de fundamentalismo alternativo que puede cerrar las puertas apropuestas que, aunque dentro del capitalismo, abren las posibilidades a transformacionesgraduales en direcciones no capitalistas y crean enclaves de solidaridad en el seno delcapitalismo. Ms que de la vieja dicotoma entre reforma y revolucin, se trata, comoafirma Gorz (1997), de aplicar reformas revolucionarias, es decir, emprender reformas einiciativas que surjan dentro del sistema capitalista en que vivimos, pero que faciliten yproporcionen credibilidad a organizaciones econmicas y de sociabilidad no capitalistas.Por otro lado, semejante criterio estricto de evaluacin de las alternativas implica, enltimo anlisis, una hermenutica del escepticismo y no de la emergencia, que acaba porrechazar todo tipo de experimentacin social al estar siempre contaminado por el sistemadominante. Ya que ninguna de las propuestas viables representa una alternativa sistmicaal capitalismo (o sea, una organizacin micro o macroeconmica integral, basadaexclusivamente en valores de solidaridad, igualdad y proteccin del ambiente), lasopciones con que contamos tienen relaciones directas o indirectas con los mercadoslocales, nacionales y hasta internacionales. En otras palabras, aunque sepamos cmo hacerque funcione una economa basada en el inters individual (es decir, en el mercado), si no

    aprendemos cmo hacerlo con una economa fundada en la generosidad (Cohn, 1994), lasiniciativas no representan nuevas formas de produccin que sustituyan a la forma

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    lectura de los captulos incluidos en este libro y la nueva visin de los desafos queenfrentan las formas alternativas de produccin en el contexto de la globalizacincontempornea.

    I. UNMAPADEALTERNATIVASDEPRODUCCIN

    Las formas de cooperativas de produccin

    La tradicin cooperativa

    La bsqueda de alternativas, ante los efectos excluyentes del capitalismo, a partir de teorasy experiencias basadas en la asociacin econmica entre iguales y en la propiedadsolidaria, no es una tarea nueva. El pensamiento y la prctica cooperativista modernos sontan antiguos como el capitalismo industrial. De hecho, las primeras cooperativas surgieron

    alrededor de 1826, en Inglaterra, como reaccin a la pauperizacin provocada por elcambio masivo de campesinos y pequeos productores en trabajadores de las fbricaspioneras del capitalismo industrial. Fue tambin en Inglaterra donde surgieron las queseran el modelo del cooperativismo contemporneo: las cooperativas de consumidores deRochdale, fundadas a partir de 1844, y cuyo objetivo inicial era oponerse a la miseriaprovocada por los bajos salarios y a las condiciones inhumanas de trabajo, por medio de laprocuracin colectiva de bienes de consumo baratos y de buena calidad para venderlos alos trabajadores. Las primeras cooperativas en Francia las fundaron los obreros alrededorde 1823, despus de organizar protestas contra las condiciones inhumanas de trabajo en lasfbricas donde laboraban, cuando decidieron crear y administrar colectivamente suspropias fbricas (Birchall, 1997: 21). Estas primeras experiencias surgieron por influenciade las teoras pioneras del asociativismo contemporneo. En Inglaterra, el pensamiento deRobert Owen, quien particip directamente en la fundacin de las primeras comunidadescooperativas, contribuy a la tradicin intelectual cooperativa. Las ideas asociativas enInglaterra siguieron desarrollndose a principios del siglo XX, particularmente a travs dela contribucin de Harold Laski, R. Tawney y G. Col (Macfarlane, 1998: 7). En Francia,las teoras asociativistas de Charles Fourier y de Pierre Proudhon inspiraron elestablecimiento de las primeras cooperativas de trabajadores.

    Desde sus orgenes en el siglo XIX, el pensamiento asociativista y la prctica cooperativase desarrollaron como alternativas tanto al individualismo liberal como al socialismocentralizado. Como teora social, el cooperativismo est basado en dos postulados: por un

    lado, la defensa de una economa de mercado con principios no capitalistas de cooperaciny mutualidad y, por otro, la crtica al Estado centralizado y la preferencia por formas deorganizacin poltica pluralistas y federalistas, que dieron un papel central a la sociedadcivil (Hirst, 1994: 15). Como prctica econmica, se inspira en los valores de autonoma,democracia participativa, igualdad, equidad y solidaridad (Birchall, 1997: 65). Estosvalores quedan asentados en un conjunto de siete principios, que han guiado elfuncionamiento de las cooperativas de todo el mundo desde que su versin inicial fueenunciada por los primeros cooperativistas contemporneos, los pioneros de Rochdale.Esos principios son: el vnculo abierto y voluntario las cooperativas estn siempreabiertas a nuevos miembros; el control democrtico por parte de los miembros lasdecisiones fundamentales son tomadas por los cooperativistas de acuerdo con el principio:por cada miembro, un voto, es decir, independientemente de las contribuciones decapital hechas por cada miembro o su funcin en la cooperativa; la participacin

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    econmica de los miembros tanto de propietarios solidarios como de participanteseventuales en las decisiones de beneficios; la autonoma y la independencia en relacincon el Estado y otras organizaciones; el compromiso con la educacin de los miembros dela cooperativa para permitirles una participacin efectiva; la cooperacin entrecooperativas por medio de organizaciones locales, nacionales y mundiales; y la

    contribucin para el desarrollo de la comunidad donde se localiza (Birchall, 1997).Por un lado, a pesar de que el nmero de cooperativas se multiplic rpidamente y diolugar a un movimiento cooperativista internacional y, por otro, que la teora asociativistafue retomada ocasionalmente por movimientos y teoras sociales, ni la prctica cooperativani el pensamiento asociativo que le sirve de base llegaron a ser predominantes. Elasociativismo nunca lleg a madurar hasta el punto de convertirse en una ideologacoherente (Hirst, 1994:17), capaz de resistir los ataques que provenan tanto de las teorasdel socialismo centralizado como del liberalismo individualista. El cooperativismo dioforma a experiencias ejemplares de economas solidarias como el complejo cooperativode Mondragn (Espaa), al que nos referiremos ms adelante, pero no logr convertirse

    en alternativa importante en relacin con el sector capitalista de la economa nacional ymundial. De hecho, la opinin que prevaleca en las ciencias sociales desde finales delsiglo XIX (Web y Web, 1897) era que las cooperativas son intrnsecamente inestables porestar sujetas a un dilema estructural. Por un lado, corren el riesgo de fracasar porque suestructura democrtica las vuelve ms lentas en la toma de decisiones que las empresascapitalistas y porque el principio por cada miembro, un voto les impide alcanzar el nivelde capitalizacin necesario para expandirse, porque los inversionistas sean stosmiembros o personas externas a la cooperativa desean intervenir en las decisionesproporcionalmente a su contribucin. Por otro lado, tambin segn esta opinin, aunquelas cooperativas logren crecer y expandirse, acaban por fracasar, toda vez que elcrecimiento a costa del sacrificio de la participacin directa de los miembros de la

    cooperativa lo que se vuelve difcil en una gran empresa exige, cada vez ms,inversiones considerables de capital que slo se obtienen recurriendo a inversionistasexternos, cuya influencia desvirta el espritu de la misma (Birchall, 1997; Ferguson,1991).

    No obstante, en los ltimos aos la teora y las prcticas cooperativas han suscitado unrenovado inters que desafa el pronstico pesimista sobre la viabilidad econmica de stasy que recuper los elementos centrales del pensamiento asociativo.

    Con el fracaso de las economas centralizadas y el ascenso del neoliberalismo, acadmicos,activistas y gobiernos progresistas de todo el mundo han recurrido cada vez ms a latradicin de pensamiento y organizacin econmica cooperativa que surgi en el siglo XIX

    con el objetivo de renovar la tarea de reflexionar y crear alternativas econmicas. Estaalteracin se torna evidente en la bibliografa sobre el tema, tanto en los pases centrales donde han proliferado anlisis tericos sobre democracia asociativa y cooperativismo(Hirst, 1994; Bowles y Gintis, 1998) y estudios de caso sobre experiencias de cooperativasde trabajadores con mucho xito (Whyte y Whyte, 1988; Rothschild y Whitt, 1986) ofracasadas (Russel, 1985) como en los de la semiperiferia y periferia, donde ha tenidolugar dentro de las discusiones sobre propuestas de desarrollo alternativo que, comoexplicaremos, ven en las cooperativas y otras estructuras asociativas formas idneas decanalizar las iniciativas populares (Friedmann, 1922). En Amrica Latina, el intersrenovado por el tema se expres en las propuestas de reactivacin de la llamada economasolidaria, es decir, el sector de la economa al cual corresponden formas diversas de

    produccin asociativa, entre las que destacan cooperativas y mutualidades (Singer y Souza,2000).

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    A qu se debe el resurgimiento del inters por las formas de produccin solidarias engeneral y por las cooperativas de trabajadores en particular? En nuestra opinin, haycuatro razones fundamentales relacionadas con las condiciones econmicas y polticascontemporneas que hacen del estudio y la promocin de las cooperativas una tareaprometedora hacia la creacin de alternativas emancipadoras de produccin. En primer

    lugar, aunque las cooperativas se basen en valores y principios no capitalistas es decir,contrarios a la separacin entre capital y trabajo y a la subordinacin de ste a aqul,siempre fueron concebidas y operaron como unidades productivas capaces de competir enel mercado. El cooperativismo considera que el mercado promueve uno de sus valorescentrales: la autonoma de las iniciativas colectivas y los objetivos de descentralizacin yeficiencia econmica que no son acogidos por los sistemas econmicos centralizados.Frente a la comprobada inviabilidad e indeseabilidad de las economas centralizadas, lascooperativas surgen como alternativas de produccin factibles y plausibles, a partir de unaperspectiva progresista, porque estn organizadas de acuerdo con principios y estructurasno capitalistas y, al mismo tiempo, operan en una economa de mercado. En segundolugar, las caractersticas de las cooperativas de trabajadores tienen potencial para responder

    con eficiencia a las condiciones del mercado global contemporneo por dos razones: porun lado, como demostraron Bowles y Gintis (1998), las cooperativas de trabajadorestienden a ser ms productivas que las empresas capitalistas, porque sustrabajadores/propietarios tienen un mayor incentivo econmico y moral para dedicar sutiempo y esfuerzo al trabajo, y porque, una vez que los trabajadores se beneficiandirectamente cuando la cooperativa prospera, disminuyen drsticamente los costos desupervisin, que en una empresa capitalista son altos, porque la vigilancia constante deldesempeo de los empleados es necesaria para asegurar la cooperacin de stos con laempresa. Por otro lado, las cooperativas de trabajadores parecen ser especialmenteadecuadas para competir en un mercado fragmentado y voltil como el que caracteriza laeconoma global contempornea. De acuerdo con la abundante literatura sobre lastransformaciones estructurales de la economa desde el inicio de la dcada de 1970que seremonta al trabajo pionero de Piore y Sabel (1984) sobre la especializacin flexible, lasempresas aptas para competir en un mercado altamente segmentado y en continuo cambio,como el actual, son aquellas con capacidad de ajustarse con flexibilidad a las alteracionesde la demanda, motivar la participacin activa e innovadora de los trabajadores en elproceso productivo y de insertarse en una red de cooperacin econmica formada por otrasempresas pequeas y flexibles, y por instituciones culturales, educativas y polticas deapoyo, en otras palabras, en una economa cooperativa. Ya que las cooperativas detrabajadores facilitan (de hecho, requieren) la participacin activa de lostrabajadores/propietarios, son normalmente pequeas y tienen una vocacin de integracin

    con otras cooperativas y otras instituciones de la comunidad donde estn localizadas;pueden ser, de hecho, prototipos de la especializacin flexible de la que hablan Piore ySabel (Ferguson, 1991:127)3. En tercer lugar, como la caracterstica esencial de lascooperativas de trabajadores es que stos son propietarios, la difusin de las cooperativastiene un efecto igualitario directo sobre la distribucin de la propiedad en la economa, loque a su vez, como demostraron Birdsall y Londoo (1997) para Amrica Latina, estimulael crecimiento econmico y disminuye la desigualdad. Por ltimo, las cooperativas detrabajadores generan beneficios no econmicos para sus miembros y para la comunidad en

    3 Por eso mismo, es sorprendente, como nota Ferguson, que Piore y Sabel solamente se ocupen de firmascapitalistas y no consideren formas alternativas de propiedad y de control que cumpliran las condiciones de

    la especializacin flexible [...] Toda vez que [Piore y Sabel] no problematizan [el conflicto entre capital ytrabajo], no ponen atencin ni al carcter desptico de la mayora de las formas de especializacin flexibleni a la posible promocin de las cooperativas de trabajadores (Ferguson, 1991:127).

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    general, que son fundamentales para contrarrestar los efectos desiguales de la economacapitalista. Las cooperativas de trabajadores amplan la democracia participativa hasta elmbito econmico y, con ello, extienden el principio de ciudadana a la gestin deempresas. Semejante ampliacin de la democracia tiene efectos emancipadores evidentespor cumplir la promesa de eliminar la divisin que impera hoy entre la democracia poltica,

    por un lado, y el despotismo econmico (es decir, el imperio del propietario sobre lostrabajadores en la empresa), por el otro.

    El caso ejemplar: el complejo cooperativo de Mondragn (Espaa)

    Frente a los numerosos intentos fracasados, la pregunta central de los estudios sobre estetipo de organizacin econmica se refiere a las condiciones en que una cooperativa puedeconsolidarse y mantenerse. Para responder esta pregunta, es til considerar las leccionesderivadas de la experiencia que se reconoce mundialmente como modelo de economacooperativa: el complejo econmico Mondragn,ubicado en los alrededores de la ciudaddel mismo nombre, en el Pas Vasco espaol, que empez en 1965 y pertenece a los 30.000trabajadores de sus 109 fbricassu cadena de supermercados, su banco y su universidad4.

    A qu se debe el xito de Mondragn?, qu lecciones se pueden sacar para promover yevaluar el funcionamiento de cooperativas en otros contextos? Las razones fundamentalesdel xito estn relacionadas con la insercin de las cooperativas en redes de apoyo y con elesfuerzo constante para hacerlas competitivas en el mercado global. Mondragn es unaverdadera economa regional cooperativa porque las cooperativas de produccin, consumo,crdito y educacin que integran el complejo estn ntimamente ligadas a travs de enlacesmltiples de mutua dependencia. As, por ejemplo, el banco cooperativo perteneciente algrupo (la Caja Laboral Popular) no slo concede prstamos a las cooperativas con basesfavorables, sino que sirve a stas y al grupo, en su conjunto, como rgano de coordinacin,supervisin y asesora. La Caja hace un monitoreo constante del desempeo de cada

    cooperativa y recomienda y ayuda a implantar, como condicin para la concesin decrditos, las modificaciones necesarias para mantener las cooperativas en condiciones decompetir en el mercado. De la misma forma, la universidad tecnolgica que atiende a todoel grupo (la Escuela Politcnica Profesional) se encarga de educar a los futurostrabajadores y administradores de las cooperativas y de darles formacin para garantizar suflexibilidad laboral y la actualizacin de conocimientos. De esta forma, se garantiza elflujo e intercambio constante de informacin sobre sistemas de produccin, finanzas,comercializacin, etc., dentro del grupo cooperativo. Adems de la coordinacin y de lacooperacin entre las empresas de Mondragn por medio de organizaciones de apoyofinanciero y educativo (que tambin son cooperativas), un mecanismo central de ayudamutua entre las cooperativas es su insercin en grupos econmicos que siguen la lgica dela integracin vertical. En efecto, las cooperativas del grupo Mondragn generalmenteforman parte de subgrupos compuestos por empresas que desarrollan actividadeseconmicas complejas y que funcionan como una cadena coordinada de suministradores ycompradores mutuos de bienes y servicios que producen; por ejemplo, el grupo ms grandede Mondragn Fragor rene cerca de 15 fbricas cooperativas, con un alto grado deintegracin vertical, que producen bienes de consumo refrigeradores, estufas,calentadores, lavadoras de ropa, componentes industriales para electrodomsticos,navajas de hierro, para electrnicosy maquinaria y servicios de asesora para industrias herramientas y servicios de auditora (Whyte y Whyte, 1988: 167). La coordinacin y la

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    En ocasin de conmemorarse su medio siglo de existencia, la ONU seleccion a Mondragn como uno delos 50 mejores proyectos sociales del mundo. En Whyte y Whyte (1998) se encuentra una presentacincompleta del caso Mondragn.

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    ayuda mutua entre las cooperativas se obtienen mediante la subordinacin de stas a losrganos de decisin participativos del grupo en su conjunto, los cuales determinan elfinanciamiento y los parmetros de la administracin de cada cooperativa. El grupo, a suvez, tiene varios mecanismos de apoyo a las cooperativas, entre los que se destaca laredistribucin de una parte de las ganancias de las cooperativas de mayor xito entre las

    que atraviesan por dificultades temporales y la rotacin de personal experimentado (porejemplo, gerentes) de una cooperativa a otras, de acuerdo con las necesidades de cada una5.En sntesis, Mondragn tuvo xito porque logr transformarse en una verdadera economacooperativa regional, cuya red de apoyo permiti la supervivencia y expansin de lascooperativas que forman parte de ella. Adems, estas redes se fortalecieron mediante lacooperacin entre el Estado concretamente el gobierno regional vasco y el grupoMondragn en asuntos tan diversos como proyectos de investigacin tecnolgica,programas de estmulo al empleo y estudios peridicos sobre la evolucin de la economaregional.

    Por otro lado, sobre todo durante los ltimos veinte aos, el complejo cooperativo

    Mondragn emprendi estrategias empresariales que, sin desvirtuar su estructuracooperativa6, le permitieron prosperar en condiciones de volatilidad y competencia internaintensa del mercado global. En estas condiciones, Mondragn demostr que laslimitaciones impuestas por los principios cooperativos el compromiso para laconservacin del empleo de los trabajadores y la capitalizacin de las empresas con baseen las contribuciones de los trabajadores, y no de inversionistas externospueden actuarcomo restricciones virtuosas (Streeck, 1997) que obligan a las empresas cooperativas aser flexibles e innovadoras; por ejemplo, toda vez que uno de los objetivos centrales deMondragn es la conservacin del empleo de sus socios y, en caso de desempleo temporal,la prestacin de un generoso y prolongado seguro de desempleo, el complejo est bajo laconstante presin de crear nuevas cooperativas y puestos de trabajo, lo que exige constante

    innovacin y mejora en la productividad. Un factor adicional que presiona la creacin denuevas empresas, pequeas e innovadoras, es la poltica de evitar el crecimiento desmedidode sus cooperativas. Cuando una cooperativa exitosa se est expandiendo, Mondragnprocura crear otras que se encarguen de algunas de las actividades desempeadas poraqulla, de tal forma que se garantice tanto la continuidad de la estructura del complejo basada en grupos fuertemente integrados de cooperativas relativamente pequeas yflexibles como la creacin de nuevos focos de empleo e innovacin. La respuestaadecuada del complejo a estas presiones para innovar fue facilitada por dos factoresadicionales. Por un lado, los grupos cooperativos lograron altos niveles de capitalizacin,necesarios para modernizar sus procesos productivos sin recurrir a inversiones externas,gracias a las contribuciones adicionales de capital de sus socios/trabajadores y al apoyo de

    la Caja. Por otro lado, los grupos cooperativos de Mondragn entraron en mltiplesalianzas con cooperativas y empresas convencionales en varias partes del mundo, que lespermitieron aprovechar las condiciones del mercado global. En este sentido, la experienciade Mondragn ofrece no slo un contraejemplo ideal frente a la opinin prevalecientesobre la inviabilidad de las cooperativas, sino tambin elementos de juicio importantespara evaluar otras experiencias de organizacin cooperativa.

    5 El resultado econmico de la ayuda mutua entre las cooperativas dentro del complejo Mondragn ha sidosignificativo. Entre 1956 y 1983, por ejemplo, slo tres de 103 cooperativas creadas hasta ese momentofracasaron y tuvieron que ser liquidadas.6 Los estatutos de Mondragn impiden que las cooperativas y los grupos hagan modificaciones en su

    estructura contrarias a los principios cooperativos; por ejemplo, los socios/trabajadores tienen representacinen todos los rganos de decisin y el nmero de trabajadores externos (es decir, los que no tienen el estatusde socio-propietario) est limitado a 10% del personal de cada cooperativa.

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    Pero Mondragn no es la nica experiencia con xito. Aunque sea la ms desarrollada yestable, en todo el mundo hay iniciativas exitosas de economas cooperativas de diversasescalas. En la semiperiferia del sistema mundial, un ejemplo notable es el conjunto decooperativas del estado de Kerala (India), el cual adquiri notoriedad internacional en losltimos aos. Los mecanismos de cooperacin econmica que han sustentado estas

    organizaciones desde su fundacin, a finales de la dcada de 1960, son anlogos a los queMondragn utiliz. Como lo demuestra el detallado estudio de caso de una cooperativa deproductores de cigarros de Kerala, hecho por Isaac, Franke y Raghavan (1998), los factoresesenciales para sobrevivir frente a la competencia de las empresas capitalistas son unacombinacin de descentralizacin y colaboracin entre cooperativas asociadas en red y lafidelidad al principio de participacin democrtica dentro de la cooperativa. El caso de lascooperativas de Kerala ilustra otro aspecto que no es tan evidente en el de Mondragn yque es muy importante en los estudios de caso incluidos en este libro. Se trata de quesurgieron como resultado de un movimiento democrtico de los campesinos de la reginque procuraba hacer efectiva la ley de reforma agraria de 1969. El proceso de construcciny el xito del movimiento crearon una combinacin afortunada de educacin, activismo,

    optimismo y democracia que dio lugar no slo a las cooperativas, sino tambin a unconjunto de instituciones polticas, democrticas y progresistas, que es conocido como elmodelo de Kerala (Isaac, Franke y Raghavan, 1998: 202). De esta forma, lascooperativas estn insertas en un movimiento social amplio que, a su vez, se beneficia dela prosperidad de aqullas, y existe continuidad entre la democracia participativa queimpera en la esfera de la poltica en Kerala y la practicada en las cooperativas (Isaac,Franke y Raghavan, 1998:198). Como afirma Hirschman (1984) en su fascinante anlisisde las cooperativas en Amrica Latina, esta transformacin de la energa emancipadora,que empieza como movimientos sociales y se convierte en iniciativas econmicassolidarias y viceversa, es un fenmeno comn a las experiencias cooperativas msduraderas. Como se ver a lo largo de los captulos de este libro, este factor esfundamental para entender el xito relativo de algunas de las cooperativas estudiadas.

    Asociativismo y socialismo:

    del socialismo centralizado al socialismo de mercado

    Como explicamos en prrafos anteriores, las condiciones econmicas, polticas y socialescontemporneas son propicias para el resurgimiento del pensamiento asociativo y de lasprcticas cooperativas. Este resurgimiento ha representado un desafo no slo para lasteoras y polticas liberales, sino tambin para las corrientes dominantes dentro de latradicin socialista. Como demostr Hodgson (1999), las teoras econmicas socialistastuvieron, desde que aparecieron a principios del siglo XIX hasta, por lo menos, mediados

    del siglo XX, una preferencia manifiesta por la planeacin centralizada de la economabasada en la propiedad colectiva de los medios de produccin. En otras palabras, latradicin socialista sufri, de acuerdo con Hodgson, de agorafobia que significaliteralmente miedo al mercado, y en sentido lato, miedo a los espacios abiertos de laeconoma plural donde la competencia, en el mercado, tenga lugar.

    En la prctica, esta posicin fue adoptada por las economas socialistas ms centralizadas,como la Unin Sovitica, durante la mayor parte de su existencia. En el modelo sovitico,lo que cada empresa produca era determinado por un plan anual elaborado mediante unproceso de consulta que implicaba a varios estratos de la burocracia estatal (Estrin yWinter, 1989: 127). Las decisiones sobre produccin eran un proceso de negociacinpoltica en que las prioridades definidas por los dirigentes de la burocracia estatal, seimponan a travs de planes que fijaban metas ms altas que aquellas que las empresaspodan lograr con los medios de los que disponan. Esto dio lugar a tres consecuencias

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    muy conocidas: en primer lugar, la prioridad estatal de impulsar el crecimiento econmicoen vez de atender las necesidades de los consumidores provoc una escasez crtica debienes de consumo y de medios para adquirirlos. En segundo lugar, los planes estrictoseran eficaces para forzar la utilizacin de los medios de produccin disponibles, pero noconstituan estmulos para innovar y aumentar la productividad. En tercer lugar, la

    dificultad para encontrar materias primas por medios legales llevaba a las empresas acomprarlos en el mercado negro, el cual tambin suministraba buena parte de los productospara los consumidores. De eso resultaba la coexistencia de un mercado negro slido con laeconoma legal planificada (Estrin y Winter, 1989: 130). Como mostraron losacontecimientos de finales de los aos ochenta y principios de los noventa, las presioneseconmicas creadas por estos tres efectos, y porque sus consecuencias polticas eraninsostenibles, llevaron al fracaso al sistema sovitico.

    Varias dcadas antes del colapso sovitico, pensadores socialistas (especialmente enEuropa) y funcionarios estatales de algunos pases de Europa del Este haban advertidosobre la inviabilidad del modelo sovitico y trataron de replantear la relacin entre

    socialismo y mercado. As surgieron, alrededor de 1950, las primeras teoras yexperiencias de lo que ahora se llama socialismo de mercado (Hodgson, 1999: 25). Enla prctica, el intento ms serio de encontrar una alternativa al modelo sovitico seemprendi en Yugoslavia despus de la ruptura de Tito con Stalin, en 1948. Elsocialismo de mercado yugoslavo se basaba en principios de descentralizacin de laproduccin y de participacin de los trabajadores (Prout, 1985:12). En vez de unaeconoma completamente centralizada, en la que los medios de produccin eran propiedaddel Estado, en el modelo yugoslavo pertenecan a la sociedad, organizada en cooperativasde trabajadores democrticamente administradas, las cuales, a pesar de seguir lasdirectrices de un plan general quinquenal establecido por el gobierno, estaban expuestas alos mecanismos de mercado. Sin embargo, en la prctica, el papel del Estado y de la

    planeacin centralizada empez a ser protagnico. En estas condiciones, la coexistenciaentre planeacin y mercado era tensa y acab por volverse insostenible. Por razonesidnticas, fracasaron las reformas en Hungra y Polonia a fines de los aos sesenta e iniciode la dcada de 1970. Aunque estas reformas fueran experiencias menos ambiciosas y msvacilantes que la yugoslava, tenan en comn haber intentado introducir mecanismos demercado en una economa socialista.

    En la poca en que surga la experiencia yugoslava, la teora econmica dentro de latradicin socialista empez a elaborar modelos basados en el mercado que, no obstante,permitieran alcanzar los valores de igualdad y solidaridad. Tras los trabajos de BenjaminWard, a mediados del siglo XX, la idea del socialismo de mercado, inspirada en el modelode socialismo propuesto por Proudhon en la primera mitad del siglo XIX, fue debatida concreciente inters (Hodgson, 1999: 26). Este inters aument, como era de esperarse, con elfracaso del modelo de economa centralizada que haba dominado el pensamiento y laprctica socialistas. Por esta razn, el modelo de socialismo de mercado atrajo unaconsiderable atencin durante la ltima dcada del siglo pasado, como lo demuestra laabundante bibliografa desarrollada sobre el tema.

    La afirmacin fundamental del socialismo de mercado consiste en que la forma viable yadecuada de perseguir los fines socialistas de solidaridad e igualdad es una combinacinentre mecanismos de mercado y planeacin econmica, en la que el mercado tiene unpapel preponderante (Le Grand y Estrin, 1989). Segn esta perspectiva, no hay unarelacin necesaria entre mercado y capitalismo. El mercado es un mecanismo (el ms

    eficiente que conocemos) de coordinacin de las decisiones econmicas descentralizadas.Por s mismo, el mercado no genera inevitablemente la desigualdad y alienacin que

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    caracterizan el capitalismo. Tales efectos son propios, de acuerdo con los defensores deeste modelo, de los mercados capitalistas y no de los mercados en general (Le Grand yEstrin, 1989: I). Es posible, por tanto, hacer reformas radicales en el rgimen de lapropiedad y en otras instituciones, de modo que los mercados faciliten la realizacin de losobjetivos socialistas. Se exige, en especial, que las empresas sean propiedad de los

    trabajadores. Frente a los conocidos efectos igualitarios y democrticos de lascooperativas, explicados en las secciones anteriores, un mercado en el cual predominen lascooperativas y que sea regido por reglas bsicas de redistribucin de la riqueza (sin queesto signifique un retorno a la planeacin econmica que aniquile el mercado) puedepromover simultneamente la igualdad, la solidaridad y la libertad (Pierson, 1995).

    El debate sobre modelos y experiencias concretas que combinen, por un lado, las ventajasdel mercado y, por otro, las de la produccin solidaria es hoy uno de los puntos deconvergencia ms activos de creacin de alternativas a los modelos econmicosconvencionales. Como se constata en esta breve descripcin, el socialismo de mercadoconsiste, fundamentalmente, en la reintroduccin del asociativismo en la tradicin

    socialista. Por ello, no es de sorprender que haya sido blanco de mltiples crticas, algunasdirigidas a sus elementos asociativistas y otras a la forma en que asume los objetivossocialistas. Puesto que la unidad econmica privilegiada por este modelo es la cooperativade trabajadores, se hicieron a aqul las mismas crticas sobre lo inviable de este tipo deorganizacin econmica que ya examinamos. En cuanto al elemento asociativista seformularon crticas a la timidez, ms que a la inviabilidad, de la teora. Hirst (1994), enparticular, demostr convincentemente que no basta reorganizar la economa con base encooperativas de trabajadores. Es necesario concebir, adems, formas de coordinacin entrelas cooperativas, y entre stas y las entidades estatales, para crear el tipo de regla de apoyoque caracteriza las experiencias exitosas, como la de Mondragn. En cuanto a las crticasque ponen en entredicho la posibilidad de alcanzar objetivos socialistas por medio del

    mercado, se ha sealado que ste produce desigualdad econmica de manera inevitable yque genera tipos de sociabilidad individualista, siendo ambos efectos opuestos alsocialismo (Cohn, 1994).

    Adems de los detalles del debate actual sobre el socialismo de mercado, para efecto delmapa de alternativas de produccin que estamos elaborando, lo esencial es destacar laforma como ese debate ha reanimado la reflexin y las experiencias que pretendencombinar el asociativismo y el socialismo sin recurrir a formas inviables de planeacincentralizada. Estas tentativas, sumadas a las que han surgido dentro de la tradicincooperativista, constituyen actualmente uno de los campos ms interesantes de expansinde las alternativas de produccin.

    Las economas populares y el desarrollo alternativoen la periferia y en la semiperiferia

    Las propuestas de desarrollo alternativo

    La idea de desarrollo domin las discusiones y las polticas econmicas relativas a lospases pobres durante ms de medio siglo (Escobar, 1995; McMichael, 1996). Desde losprimeros aos despus de la segunda Guerra Mundial, el objetivo declarado de losprogramas econmicos nacionales de los pases semi-perifricos y perifricos y de los

    programas de ayuda internacional emprendidos por pases centrales y agencias financierasinternacionales ha sido la aceleracin del crecimiento econmico de los pases

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    subdesarrollados como medio para eliminar el foso entre stos y los pases desarrollados(Cypher y Dietz, 1997). La historia de la idea y de los programas del desarrollo queMcMichael (1996) design de manera apropiada como proyecto de desarrollo estfuera de los objetivos de esta introduccin. No obstante, para el estudio de la teora deldesarrollo alternativo es importante mencionar la justificacin y el modus operandi de los

    programas de desarrollo, ya que la citada teora fue formulada como reaccin a estos. Entrminos generales, los proyectos de desarrollo econmico fueron concebidos eimplementados a partir de la cima (top-down development), con base en polticastrazadas e implantadas por agencias tecnocrticas nacionales e internacionales, sin laparticipacin de las comunidades afectadas por esas polticas. Adems, los planes dedesarrollo estaban tradicionalmente centrados en la aceleracin del crecimiento econmico,principalmente del sector industrial (Cypher y Dietz, 1997). Este nfasis evidente en losresultados macroeconmicos implic hacer a un lado otros objetivos sociales, econmicosy polticos, como la participacin democrtica en la toma de decisiones, la distribucinequitativa de los frutos del desarrollo y la preservacin del ambiente.

    La teora del desarrollo alternativo est constituida por mltiples anlisis y propuestasformulados por crticos de los postulados y los resultados de los programas de desarrolloconvencionales. El origen de la teora se remonta al inicio de la dcada de 1960, poca enque, por todo el mundo, intelectuales, peritos en planeacin econmica y activistas, todosellos crticos, empezaron a formular reflexiones y a organizar acciones en torno de lascuales se canaliz el descontento por el tratamiento tradicional que se daba al desarrollo.Algunos de los encuentros fundacionales fueron la Conferencia de Estocolmo sobre MedioAmbiente (1972) que dio lugar al Programa de las Naciones Unidas para el MedioAmbiente y el Seminario sobre Patrones de Utilizacin de los Recursos, el MedioAmbiente y las Estrategias para el Desarrollo, en Cocoyoc, Mxico, en 1974, organizadopor la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. La idea de un

    desarrollo alternativo fue impulsada decisivamente a mediados de los aos setenta por lafundacin sueca Dag Hammarskjold (1975) y dio lugar a la Fundacin Internacional deAlternativas de Desarrollo (1976), cuyos miembros incluan a muchos de los participantesde actos anteriores y cuyas publicaciones sintetizaron los pilares de la teora. El debatesobre formas alternativas de desarrollo continu en las dcadas de 1980 y 1990 y hoyconstituye una de las principales fuentes de energa e ideas en las crticas a la globalizacinneoliberal.

    Los anlisis tericos y los trabajos empricos que adoptan la perspectiva del desarrolloalternativo son muy variados7. Sin embargo, todos comparten un conjunto de postulados ypropuestas que constituyen la columna vertebral de la teora. En primer lugar, el desarrolloalternativo est formulado con base en una crtica de fondo a la estricta racionalidadeconmica que inspir el pensamiento y las polticas de desarrollo dominantes. Contra laidea de que la economa es una esfera independiente de la vida social, cuyofuncionamiento requiere del sacrificio de bienes y valores no econmicos sociales(igualdad), polticos (participacin democrtica), culturales (diversidad tnica) y naturales

    7 Una presentacin de las principales lneas de desarrollo alternativo se encuentra en Friedman (1992) yMcMichael (1996). Los trabajos a partir de esta perspectiva consisten, generalmente, en la presentacin yanlisis de estudios de caso fundados en investigacin etnogrfica y no procuran formular explcitamente unateora general alternativa de la economa o del desarrollo. Una excepcin es el trabajo de Friedman, queutilizamos en esta seccin y que pretende dar a la bibliografa sobre desarrollo alternativo lo que hasta ahorale ha hecho falta: un marco terico explcito fuera de las teoras neoclsicas o keynesianas y, con esto, un

    punto de partida para la prctica (1992: 8). No obstante, el esfuerzo por destacar los componentes tericosbsicos del desarrollo alternativo no debe ocultar que, a partir de esta perspectiva, la teora, por un lado, y laprctica y el anlisis emprico, por otro, estn ntimamente ligados.

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    (el ambiente), el desarrollo alternativo subraya la necesidad de tratar la economa comoparte integrante y dependiente de la sociedad y de subordinar los fines econmicos a laproteccin de estos bienes y valores. En oposicin al nfasis exclusivo de los programasde desarrollo en la aceleracin de la tasa de crecimiento econmico, el desarrolloalternativo destaca otros objetivos; est concebido como una forma de promover mejores

    condiciones de vida para la poblacin en general, y para los sectores marginados enparticular. Si el desarrollo econmico y social significa algo en absoluto, debe significaruna mejora sustancial en las condiciones de vida y sustento de la mayora de las personas(Friedman, 1992: 9). En este sentido, el desarrollo alternativo se inspira en los valores deigualdad y de la ciudadana, es decir, en la inclusin plena de los sectores marginados en laproduccin y en el usufructo de los resultados del desarrollo. No obstante, al contrario deotras aproximaciones crticas que expondremos en la prxima seccin, y que nodefienden un desarrollo alternativo sino alternativas al desarrollo, esta lnea depensamiento y accin no rechaza la idea de crecimiento econmico, sino que proponeimponer lmites y subordinarlos a imperativos no econmicos. En segundo lugar, contra eldesarrollo a partir de arriba, esta perspectiva plantea un desarrollo de base, o de abajo

    hacia arriba (bottom-up). La iniciativa y el poder de decisin sobre el desarrollo, lejos deser competencia exclusiva del Estado y de las lites econmicas, debe residir en lasociedad civil. En especial, frente a los efectos desiguales y de exclusin del modeloconvencional de desarrollo, los actores de la bsqueda de alternativas deben ser lascomunidades marginadas, las cuales han sido los objetosy no los sujetosdeclarados delos programas de desarrollo. En este sentido, la teora propone como actores centrales deldesarrollo a los sujetos colectivos, es decir, a las comunidades organizadas que procuranseguir adelante. El carcter colectivo del desarrollo de abajo hacia arriba genera unproceso de construccin de poder comunitario que puede crear el potencial para que losefectos de las iniciativas econmicas populares alcancen la esfera poltica y generen uncrculo virtuoso que haga frente a las causas estructurales de la marginacin. En tercerlugar, el desarrollo alternativo privilegia la escala local como objeto de reflexin tantocomo de accin social. Por esta razn, los trabajos producidos en este sentido hanprivilegiado el estudio etnogrfico de comunidades marginadas y las propuestas resultantestienden a sugerir que la accin local contra-hegemnica debe concentrarse en el mbitolocal de las comunidades estudiadas. En cuarto lugar, el desarrollo alternativo esescptico, tanto en relacin con una economa centrada exclusivamente en formas deproduccin capitalista como en relacin con un rgimen econmico centralizado ycontrolado por el Estado. Ante estas formas de organizacin econmica, proponealternativas basadas en iniciativas colectivas, generalmente en forma de empresas yorganizaciones econmicas populares de propiedad y gestin solidaria que tratan de

    oponerse, por un lado, a la separacin entre capital y trabajo y, por otro, a la necesidad derecurrir a la ayuda estatal. De igual modo, las propuestas de desarrollo alternativo destacanlas formas de produccin e intercambio no capitalistas. Quijano (1998) y Friedman(1992), por ejemplo, subrayan la importancia de las actividades de trueque en lascomunidades latinoamericanas marginadas. Estas actividades (como la preparacincolectiva de alimentos, el cultivo comunitario de subsistencias, etc.) refuerzan losmecanismos de reciprocidad en las comunidades y permiten que sus miembros tenganacceso a bienes y servicios que su pobreza les impide adquirir en el mercado. Finalmente,en concordancia con su crtica al paternalismo estatal, el desarrollo alternativo favoreceestrategias econmicas autnomas. En los sectores populares, esto implica la promocinde iniciativas basadas en la autogestin de las empresas populares y la construccin del

    poder comunitario.Como fcilmente se observa, las iniciativas econmicas que caben en esta caracterizacin

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    del desarrollo alternativo son muy variadas. Para efecto de esta introduccin, basta indicarlas principales lneas de pensamiento y accin, segn las cuales las ideas de desarrolloalternativo han penetrado en la esfera de la produccin. Distinguimos seis lneas que hansido puestas en prctica, tanto en la periferia y en la semiperiferia como en el centro delsistema mundial. En primer lugar, movimientos sociales, organizaciones no

    gubernamentales (ONG), comunidades y sectores gubernamentales de la semiperiferia y dela periferia siguen promoviendo formas asociativas de produccin (asociaciones deinquilinos, cooperativas de trabajadores, etc.), que procuran asegurar el acceso de las clasespopulares a bienes y servicios bsicos. En segundo lugar, desde finales de la dcada de1980, buena parte del dinamismo del desarrollo alternativo provino del movimientoecologista, a travs de las propuestas de desarrollo sustentable. Desde que este conceptofue formulado en 1987, por la Comisin Mundial sobre Medio Ambiente y el Desarrollo(conocida como Comisin Bruntland) que lo defini como el tipo de desarrollo quesatisface las necesidades del presente sin poner en entredicho la posibilidad de que lasfuturas generaciones satisfagan sus necesidades, la cuestin de los lmites ecolgicos alcrecimiento econmico ha sido un tema dominante en el campo del desarrollo alternativo

    (Rao, 2000). Aunque ni el informe de la Comisin Bruntland ni la Conferencia de Rio,reunida en 1992, hayan cuestionado la idea de desarrollo entendido como crecimientoeconmico, ambos documentos dieron un impulso decisivo al debate sobre la necesidad deimponer lmites o transformar la produccin para evitar la destruccin del ambiente(McMichael, 1996: 220). A pesar de que la cuestin del desarrollo sustentable dio lugar aprofundas divisiones acadmicas y polticas (entre los pases del norte y del sur y entreentidades polticas dentro de los pases), su visibilidad ha incomodado la perpetuacin delproyecto de desarrollo capitalista convencional, tanto en el centro como en la semiperiferiay la periferia (Douthwaite, 1999). En tercer lugar, gracias al activismo de movimientosfeministas, el problema de la exclusin de las mujeres de los programas de desarrolloconvencionales pas a ser una fuente de dinamismo en las propuestas de desarrolloalternativo. Por medio de redes y encuentros internacionales, se ha consolidado, desdemediados de los aos setenta, el movimiento Mujeres en el Desarrollo (Women inDevelopment, WID), cuyo acto fundador fue la Conferencia de las Naciones Unidas sobrela Mujer, en la ciudad de Mxico, en 1975 (McMichael, 1996: 227). Los objetivos delmovimiento son: lograr el reconocimiento de la contribucin del trabajo femenino en eldesarrollo econmico8 y promover la incorporacin de las mujeres a los procesos dedesarrollo por medio de polticas que aligeren la doble carga del trabajo domstico y deltrabajo asalariado que implica la entrada de las mujeres al mercado de trabajo. En cuartolugar, un nmero creciente de programas de apoyo econmico a las clases populares de laperiferia y de la semiperiferia se ha concentrado en la prestacin de servicios financieros a

    8 Uno de los efectos ms interesantes de la lucha por el reconocimiento del trabajo femenino (especialmentedel trabajo domstico que, por su invisibilidad pblica, queda fuera de los clculos econmicosconvencionales, como el producto interno bruto) ha sido el cuestionamiento del propio concepto de actividadeconmica y de la forma de medir lo que cuenta como produccin. En este sentido, como lo presentaBenera (1996) en su tentativa de medir el impacto econmico del trabajo domstico de las mujeres, ampliarel concepto de produccin y de la economa en general para incluir el trabajo no remunerado esfundamental para la formulacin de concepciones polticas econmicas que eliminen la discriminacin contralas mujeres de los programas econmicos convencionales. Las propuestas de desarrollo alternativo handemostrado convincentemente que el concepto y las medidas convencionales de la produccin soninadecuados. Como sostienen Mander y Goldsmith (1996), con base en el trabajo de Halstead y Cobb(1996), el PIB y el PNB son inadecuados porque, de acuerdo con estas medidas, actividades tan negativascomo la destruccin de los recursos naturales, la construccin de ms prisiones y la fabricacin de bombas

    son medidas de la solidez de la economa. Entretanto, actividades mucho ms deseables, como el trabajodomstico no remunerado, cuidar a los nios, la recitacin de servicios a la comunidad o la produccin deartculos para uso directo [...] no son del todo registrados por las estadsticas.

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    pequea escala, especialmente microcrditos. El objetivo central de estos programas esfacilitar el acceso de familias pobres a pequeas cantidades de dinero que les permitanemprender o sostener actividades econmicas productivas (Wright, 2000). Los programasde microcrdito han sido utilizados con especial intensidad en el sudeste asitico,particularmente en Bangladesh y en la India, y pasaron incluso a ser uno de los distintivos

    del Banco Mundial9

    en la lucha contra la pobreza. Desde el punto de vista del desarrolloalternativo, la proliferacin de programas de microcrdito es un arma de dos filos. Por unlado, los microcrditos en muchos casos se vuelven medios de subsistencia indispensablesque tienen efecto directo sobre el nivel de vida de sus beneficiarios y, con frecuencia, vanacompaados de programas de educacin y desarrollo comunitario. Sin embargo, por otrolado, algunos defensores del microcrdito y algunas organizaciones que implementan estetipo de programas (Wright, 2000), toman los crditos como fines en s mismos y rechazanenfticamente cualquier tentativa de asociar la prestacin de servicios financieros a lospobres con proyectos de construccin de poder comunitario. Los pobres, de acuerdo conesta perspectiva, slo estn interesados en recibir dinero y no en ser adoctrinados uorganizados. Como se verifica con facilidad, el problema de este concepto del

    microcrdito, utilitarista y estrecho, consiste en que concibe la incorporacin marginal,individual y precaria al capitalismo como la nica alternativa para los actores econmicosy populares y, de esta forma, adopta la lectura y las polticas neoliberales sobre lamarginacin y la informalidad (De Soto, 1989). En quinto lugar, movimientos socialespopulares, tanto en el campo como en las ciudades, han reivindicado la accin directa,legal o ilegal, para promover que las clases subordinadas tengan acceso a recursos como latierra y la habitacin, que les permitan emprender actividades de produccin alternativas.Probablemente el ejemplo actual ms conocido de este tipo de estrategia es el Movimientode los Sin Tierra (MST), en Brasil, el cual se estudia con detalle en cuatro de los trabajosincluidos en este libro, escritos a partir de perspectivas distintas por Navarro, Lopes,Carvalho v Singer. De la misma forma en que el MST ha impulsado la ocupacin detierras desocupadas con miras a una reforma agraria efectiva y a la promocin de formasde produccin alternativas en Brasil, numerosas organizaciones y grupos de diferentespartes del mundo promueven, hoy en da, la ocupacin de edificaciones urbanas vacas conel fin de proporcionar un techo a quienes no lo poseen (Corr, 1999). Finalmente, comorespuesta a los efectos perversos de la globalizacin sobre comunidades de todo el mundo,una vertiente importante del movimiento de crtica a la globalizacin propuso variadsimastcticas de retorno al lugar o relocalizacin (Mander y Goldsmith, 1996). Entre lasestrategias de regreso al desarrollo local est la creacin de bancos comunitarios, campaasde publicidad para invitar a los consumidores a comprar nicamente lo que se produce ensu localidad, formas de produccin agrcola destinadas tan slo al mercado local y al

    intercambio de servicios entre miembros de la comunidad con base en sistemas alternativosde medicin del valor del trabajo (diferente del valor monetario) fundados en el principiode reciprocidad (Norberg-Hodge, 1996).

    Los vacos en el planteamiento del desarrollo alternativo

    Las diferentes propuestas de desarrollo alternativo han tenido una repercusin importanteen el pensamiento y las polticas econmicas de la semiperiferia y la periferia y, como lodemuestra el resumen de la seccin anterior, hoy forman parte de las estrategias y losargumentos contra la globalizacin neoliberal, tanto en esas zonas como en el centro del

    9

    De hecho, uno de esos programas, con sede en Yemen, fue escogido por el Banco Mundial como uno de oscuatro casos modelo presentados a los ministros de finanzas y de desarrollo reunidos en la asamblea mundialdel Banco Mundial y del FMI, en Washington, en abril de 2000, .

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    sistema mundial. Adems de haber dado lugar a miles de proyectos econmicoscomunitarios, las propuestas de este tipo influyeron notoriamente en la transformacingradual del enfoque de numerosas ONG y gobiernos en relacin con el desarrollo. Incluso,tuvieron un papel en la modificacin, bastante lenta, de la aproximacin ortodoxa a losprogramas de desarrollo emprendidos por agencias internacionales, como sugiere la

    preocupacin declarada del Banco Mundial mediante programas de desarrollo comunitarioy de microcrditos en la dcada de 1990. La visin del desarrollo alternativo tambincontribuy a introducir, en mltiples foros y tratados internacionales, temas centralesdejados de lado por el planteamiento ortodoxo, como la preservacin del ambiente, elrespeto por la diversidad cultural y el efecto del desarrollo econmico convencional sobrehombres y mujeres de los pases pobres.

    No obstante, las propuestas tienen una limitacin importante para la construccin dealternativas econmicas emancipadoras, derivada del nfasis exclusivo en la escala local.Si bien esta orientacin ha permitido al desarrollo alternativo ubicar en el centro de ladiscusin los efectos concretos de los programas de desarrollo y abogar por la transferencia

    de poder hacia actores locales, tambin llev a desligarlo de fenmenos y movimientosregionales, nacionales y globales. Esta concentracin en el lugar se sustenta en unconcepto de comunidad como colectividad cerrada e indiferente, cuyo aislamientogarantiza el carcter alternativo de sus iniciativas econmicas. De acuerdo con esta visin,la marginacin de los sectores populares crea las condiciones para que haya y seandeseables las economas alternativas comunitarias que operan sin conexin con la sociedady la economa hegemnicas. Esto es especialmente notorio en los trabajos sobre economainformal que, con frecuencia, se presenta como un conjunto de actividades emprendidasexclusivamente por y para sectores populares y, por consiguiente, separado de la economaformal de la que dependen las clases media y alta. Esta visin dualista no slo esincorrecta desde el punto de vista fctico puesto que, como demuestran numerosos

    estudios, existen estrechas relaciones de dependencia mutua entre las actividadeseconmicas informales y formales (Portes, Castells y Benton, 1989; Cross, 1998), sinoque tambin es contraproducente desde la prctica, porque limita el campo de accin yexpansin de las formas alternativas de produccin, consumo y distribucin de bienes oservicios a los sectores sociales y a las actividades econmicas marginadas. Un ejemploreciente de esta tendencia se encuentra en la contribucin de Burbach (1997) al debatesobre las economas populares:

    En las zonas del mundo que el capitalismo despreci, est ganando terreno unnuevo modo de produccin constituido por las que podramos designar comoeconomas populares, y que tambin denominamos economasposmodernas (Burbach, Nez y Kagarlitsky, 1997). Estas economas nocompiten ni pueden competir con el capital transnacional en el proceso deglobalizacin. Ocupan las mrgenes, aprovechando las actividades que elmundo transnacional decide despreciar. Este proceso histrico se asemeja a latransicin del feudalismo al capitalismo. El capitalismo primeramentegarantiz las mrgenes del feudalismo, y avanz lentamente hasta que seconvirti en el modo de produccin dominante. (Burbach, 1997:18-19.)

    El problema con esta perspectiva es que, como se constata claramente en los estudios decaso sobre las cooperativas de la India, Mozambique y Colombia incluidos en estevolumen, las organizaciones econmicas populares con frecuencia necesitan competir conel capital trasnacional en el proceso de la globalizacin para mantenerse vivas y conseguir

    sus objetivos emancipadores. En efecto, como lo demuestra el caso de las cooperativas derecicladores de Colombia, cuya actividad informal est siendo colonizada por grandes

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    empresas de limpieza, el proceso de la semiperiferia y la periferia es, con bastantefrecuencia, el opuesto al descrito por Burbach, es decir, la colonizacin, por parte delcapitalismo global, de las actividades econmicas y de las zonas geogrficas que hastaahora haban permanecido en sus mrgenes. En estos casos, slo una articulacin de laaccin local con estrategias alternativas de incorporacin o resistencia a escala regional,

    nacional o global puede evitar la extincin de las iniciativas locales que se enfrentan a lacompetencia capitalista.

    Por lo tanto, una de las tareas urgentes de los mltiples enfoques que aqu tratamos con eltema general de desarrollo alternativo es formular modos de pensamiento y accin quesean ambiciosos en trminos de escala, es decir, que sean capaces de actuar a escala local,regional, nacional, e incluso global, dependiendo de las necesidades de las iniciativasconcretas. Para ello, es necesario pasar de la idea de la comunidad como colectividadcerrada y esttica (comunidad-fortaleza) hacia un concepto de comunidad como entidadviva y dinmica, abierta simultneamente al contacto y a la solidaridad con otrascomunidades, a diferentes escalas, y decidida a defender las alternativas contra-

    hegemnicas que surjan en su interior (comunidades-amiba) (Santos, 1995: 485). Unaestrategia monoltica de relocalizacin como respuesta a la globalizacin (Mander yGoldsmith, 1996) puede ser no solamente inviabledada la profunda imbricacin actualentre lo local y lo global, sino tambin indeseable, porque la solidaridad generada en lacomunidad no se extiende a miembros de otras comunidades. Este tipo de solidaridadentre alternativas locales es fundamental para su supervivencia y para la consolidacingradual de una globalizacin cosmopolita. En el campo de la produccin, la fragilidad delas alternativas hace necesaria su articulacin entre sen condiciones negociadas paraevitar su cooptacin y desaparicin, con el Estado y con el sector capitalista. Estaarticulacin de economas plurales a diferentes escalas, que no desvirten las alternativasno capitalistas, es el principal desafo que enfrentan hoy movimientos y organizaciones de

    todo tipo que buscan otro tipo de desarrollo.

    En busca de alternativas para el desarrollo

    Los orgenes de las discusiones y de las prcticas sobre alternativas de desarrollo estnprximos a los del desarrollo alternativo. De hecho, los autores y organizaciones queabogan por las primeras formulan propuestas que coinciden parcialmente con las de losdefensores del segundoel nfasis en el lugar, la promocin de la autonoma comunitaria,etc.. No obstante, al contrario de la visin del desarrollo alternativo que propone

    modificaciones y lmites al crecimiento, pero no cuestiona la propia idea de crecimientoeconmico, las propuestas de alternativas al desarrollo radicalizan la crtica a la nocin decrecimiento y, por consiguiente, exploran opciones posdesarrollistas. Escobar mencionaestas dos caractersticas y localiza sus fuentes de la siguiente forma:

    Desde mediados y finales de la dcada de los ochenta [...] surgi un conjuntode trabajos relativamente coherente que destaca el papel de los movimientos debase, el conocimiento local y el poder popular en la transformacin deldesarrollo. Los autores que representan esta tendencia afirman que no estninteresados en alternativas de desarrollo, pero s en alternativas al desarrollo, esdecir, en el rechazo total al paradigma. (Escobar, 1995: 215.)

    En la seccin anterior explicamos el componente comunitario, popular y local; en sta nosconcentraremos en lo especfico de las alternativas al desarrollo, es decir, en el contenido y

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    las implicaciones del rechazo al paradigma del desarrollo econmico. Probablemente lamejor forma de entenderlo sea enfrentar sus tesis ecolgicas y feministas con propuestasecolgicas y feministas de desarrollo alternativo. En cuanto a lo primero, las posicionesecologistas posdesarrollistas hacen una crtica radical a la idea de desarrollo sustentable.En los trminos contundentes de Daly, el desarrollo sustentable es imposible (1996:192).

    Tal como se utiliza actualmente, el trmino desarrollo sustentable equivale acrecimiento sustentable que, de acuerdo con Daly, es una contradiccin. El crecimientoeconmico es imposible de sostener sin destruir las condiciones de vida sobre la Tierra.Segn esta perspectiva, es imperioso cambiar la concepcin de desarrollo. El nico tipo dedesarrollo sustentable es el desarrollo sin crecimiento: mejora con base fsica yeconmica que se mantiene en estado estable [...] dentro de las capacidades deregeneracin y asimilacin del ecosistema (Daly, 1996:193). El desarrollo entendidocomo realizacin de potenciales, como pasaje a un estado diferente y mejor, est lejos de laidea de desarrollo como crecimiento, como incremento. Las actividades econmicaspueden, en este sentido, desarrollarse sin crecer.

    Una crtica paralela la han hecho las corrientes feministas contra la idea de incorporacinde las mujeres al desarrollo. Contra la reivindicacin de la importancia de las mujeres enel desarrollo como crecimiento (Women in Development, WID), autores y activistasfeministas proponen el abandono del proyecto euro cntrico, jerrquico y patriarcal dedesarrollo. Segn esta perspectiva conocida como eco-feminismo (Women,Environment, and Alternative Development, WED), la tarea no es solamente incorporara las mujeres al modelo conocido, sino establecer un nuevo paradigma de desarrollo(Harcourt, 1994: 5). Esto implica una transformacin de la idea de desarrollo, basada en larecuperacin de formas de entender el mundo que fueron marginadas por el modelodominante, en las cuales las actividades econmicas son solamente una parte de unconjunto de prcticas culturales a las que estn subordinadas (McMichael, 1996). Tal

    como lo desarrollaron algunos de sus exponentes ms representativos (Shiva y Mies,1993), el eco-feminismo implica detener el desarrollo como crecimiento y adoptar unenfoque que d prioridad a los medios bsicos de subsistencia y est centrado en lasmujeres y en los nios.

    La alusin a formas alternativas de conocimiento nos lleva a otro elemento central de lasalternativas al desarrollo. Se trata de la reivindicacin de la diversidad cultural y de ladiversidad de formas de producir y de entender la produccin, que existen hoy por todo elmundo, a pesar de la expansin de la economa capitalista y de la ciencia moderna. Ante laevidencia de los efectos sociales y ambientales perversos de la produccin capitalista y dela cultura materialista e instrumental que la torna posible, la fuente de alternativas aldesarrollo se encuentra en las culturas hbridas o minoritarias, de las cuales puedenemerger otras formas de construir economas, de satisfacer las necesidades bsicas, de viviren sociedad (Escobar, 1995: 225). Estas culturas pueden, entonces, subvertir lahegemona del capitalismo y del conocimiento moderno. Por esta razn, segn estaperspectiva, la diversidad cultural es uno de los hechos polticos esenciales de nuestrapoca (dem).

    La resistencia al desarrollo como crecimiento y la formulacin de alternativas basadas enculturas no hegemnicas sigue una tradicin de pensamiento y accin que tuvo susmanifestaciones ms importantes en la lucha contra el colonialismo. Probablemente, elejemplo ms destacado sea la idea del swadeshi, elaborada por Gandhi en el contexto de lalucha del pueblo indio contra el colonialismo britnico, la cual se comenta en el captulo de

    Sethi incluido en este volumen. En sentido estricto, swadeshi significa autonomaeconmica local basada en el espritu que nos exige que sirvamos preferentemente a

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    nuestros vecinos inmediatos y que usemos las cosas producidas a nuestro alrededor en vezde las producidas en lugares remotos (Gandhi, 1967: V). Esta estrategia de autonomalocal fue crucial para el xito de la lucha por la independencia de la India, la cual tomimpulso cuando los indios, exhortados por Gandhi, se rehusaron a comprar la sal vendidapor los ingleses y debilitaron, de esta manera, la base econmica del imperio britnico. Sin

    embargo, como demuestra Kumar (1996), swadeshi es una forma de ver el mundo queimplica alteraciones ms profundas que la de la economa local. Swadeshi implica unaactitud anti desarrollista frente a la produccin y una actitud anti materialista en relacincon el consumo. Una vez que, de acuerdo con Gandhi, existe lo suficiente para satisfacerlas necesidades de todos, pero no para satisfacer la ambicin de todos, una alternativa aldesarrollo implica una forma de ver el mundo que privilegie la produccin de bienes paraconsumo bsico, en vez de la produccin de nuevas necesidades y de artculos parasatisfacerlas a cambio de dinero.

    Las propuestas que abogan por la superacin del paradigma del desarrollo son hoy las msdinmicas y promisorias fuentes de alternativas de produccin no capitalistas. En ellas

    participa un caleidoscopio de organizaciones y movimientos de todo el mundo, implicadoen luchas muy diversas que incluyen la resistencia de grupos indgenas de todo el mundo alos proyectos de desarrollo econmico que ponen en peligro su cultura y, con ella, susupervivencia fsica, como la lucha del pueblo U'wa, en Colombia, contra la explotacinpor parte de la Occidental Petroleum en sus territorios ancestrales. Luchas similares, por laafirmacin cultural y la proteccin del ambiente, a partir de una perspectivaantidesarrollista, proliferan actualmente en todo el mundo, impulsadas por unacombinacin de activismo local y redes de activismo global. Otros ejemplos visibles sonel movimiento de los chipkos, en la India, contra la tala comercial de rboles, y laresistencia, en el mismo pas, a la construccin de la represa en el ro Narmada.

    A pesar de que estos y otros movimientos muestran claramente los beneficios de la

    articulacin de luchas locales y redes de solidaridad, nacionales e internacionales, en labsqueda de alternativas al desarrollo capitalista global, en buena parte de la bibliografa ylos programas posdesarrollistas hay un nfasis casi exclusivo en la escala local,comunitaria. En este sentido, las propuestas posdesarrollistas se exponen a riesgossemejantes a los que sealamos a propsito del desarrollo alternativo, es decir, a lareubicacin de la comunidad y de la cultura local y al abandono de las aspiraciones desolidaridad ms all de la esfera local. Este riesgo es evidente, especialmentey de hecho,celebradoen algunas propuestas posdesarrollistas, basadas en un posmodernismo hper-desconstructivista que niega la posibilidad de crear dilogos interculturales y de extender elalcance del pensamiento y de la accin ms all del mbito local (Esteva y Prakash, 1998).Este radicalismo de lo local es producto de la construccin de dicotomas el pueblocontra los otros, tradicional contra moderno, sociedad civil contra Estado, comunidadcontra sociedad, local contra global, sabidura popular contra conocimiento modernoenlas que no cabe la posibilidad de un trmino medio ni las propuestas de articulacin entrelos trminos confrontados. El resultado es un rechazo completo a cualquier forma depensamiento y accin globales, incluso a aquellos que tratan de establecer nexos desolidaridad entre luchas locales. A la fantasa del pensamiento global se opone lacelebracin de la diversidad local (Esteva y Prakash, 1998: 20).

    Aunque las alternativas al desarrollo dependan, en gran medida, de la defensa de lasalternativas locales y de las formas de vida y de conocimiento anticapitalistas que staspuedan representar, el pensamiento y la accin pos desarrollista tienen mucho que ganar si

    como muestran las luchas de xito que articulan el activismo social, nacional y global,en vez de celebrar incondicionalmente la diversidad local, se esfuerzan por desarrollar

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    propuestas que se desplacen a travs de todas las escalas, dependiendo de las necesidadesde la lucha concreta. La diversidad cultural que puede impulsar la bsqueda dealternativas al desarrollo no es una fuerza esttica, sino que es transformada ytransformadora (Escobar, 1995: 226). En este sentido, las comunidades capaces deimpulsar alternativas al desarrollo son las comunidades-amiba y no las comunidades-

    fortaleza. Desde el punto de vista pos desarrollista, es necesario formular, contra elparadigma capitalista, un paradigma ecosocialista cosmopolita, en que los topoiprivilegiados sean la democracia, la ecologa socialista, el anti-productivismo y ladiversidad cultural (Santos, 1995: 484). De lo que se trata, en fin, para utilizar laafortunada expresin de la tesis de McMichael (1996), es de luchar por un localismocosmopolita y plural, en el que las estrategias anti desarrollistas, de desarrollo alternativo,de cooperativismo y de socialismo asociativo, entre otras, generen espacios no capitalistasque apunten hacia una transformacin gradual de la produccin y de la sociabilidad haciaformas ms igualitarias, solidarias y sustentables.

    2. LOS ESTUDIOS DE CASO

    Con base en el mapa exhaustivo de alternativas de construccin que presentamos, en lassiguientes pginas situamos los 10 estudios de caso que componen este volumen. Para eso,dividimos lo que resta de esta introduccin en dos secciones. En la primera, con lafinalidad de orientar al lector, describimos muy brevemente cada uno de los estudios; en lasegunda, con base en los estudios de caso y a manera de conclusin, formulamos nuevetesis para debate en relacin con lo que consideramos son los principales problemascomunes en los diferentes captulos de este libro.

    Antes es necesario hacer dos aclaraciones: por un lado, los estudios de caso no cubrentodos los tpicos incluidos en el mapa que elaboramos en las secciones anteriores. Por eso,aunque sirva para situarlos, su funcin es ampliar el espectro de alternativas ms all de lasque estn explcitas en estos estudios. Por otro lado, de acuerdo con el espritu que animael proyecto de investigacin que dio lugar a este libro, los estudios de caso son muydiversos, tanto en su contenidoel tipo de iniciativa, la situacin geogrfica, etc.como enel enfoque y hasta en el lenguaje utilizado por cada uno de sus autores. Como el lectorpodr verificar, algunos captulos estn ms prximos al estilo acadmico, mientras queotros estn escritos desde la perspectiva del activista implicado en las luchas que analiza.Mientras algunos estudian experiencias a pequea escala, otros analizan iniciativasemprendidas a escala regional e incluso nacional. En nuestra opinin, la diversidad deestudios de caso y el que stos hayan sido realizados desde una perspectiva comparada (yen dilogo explcito entre sus autores), en pases de la semiperiferia y de la periferia(Sudfrica, Brasil, Colombia, India, Mozambique y Portugal) constituyen una de lascontribuciones centrales de este libro. De igual modo, aunque sea claro que los autoresanalizan los casos con miras a aumentar el potencial emancipador de las experienciasestudiadas, las opiniones sobre temas comunes son diversas. Por esta razn, las tesis queformulamos en las conclusiones no deben entenderse como el resultado de un consensoentre los autores de los diferentes captulos, sino como nuestro esfuerzo de sntesis y comouna invitacin al debate con base en la lectura de los textos.

    El libro est dividido en cuatro partes. En la primera, Paul Singer (de Brasil) y Harsh Sethi

    (de la India) analizan experiencias de economa solidaria. En la segunda, Heinz Klug (deSudfrica), Zander Navarro, Horacio Martins de Carvalho y Joo Marcos Lopes (los tres

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    de Brasil) estudian formas alternativas de acceso a la tierra y a la produccin econmicarural. En la tercera, Csar Rodrguez (de Colombia), Sharit Bhowmik (de la India), TeresaCruz e Silva (de Mozambique) y Alberto Mel (de Portugal) presentan sus estudios de casosobre asociaciones y cooperativas. En la cuarta, Anbal Quijano (de Per), como analistainvitado, expone sus observaciones sobre los resultados de los estudios de caso y sus

    reflexiones generales sobre el tema de las alternativas de produccin. Ahora, presentamoslo esencial de los estudios que componen las tres primeras secciones.

    El captulo de Singer empieza con una caracterizacin general de la economa solidariacomo modo de produccin basado en el modelo cooperativo descrito en esta introduccin.Para ilustrar el funcionamiento de la economa solidaria en Brasil, Singer analiza condetalle cuatro casos de experiencias cooperativas: la transformacin de una fbrica dezapatos al borde de la bancarrota en una cooperativa de trabajadores en Sao Paulo, al iniciode los aos noventa, y el posterior surgimiento de una asociacin nacional de trabajadorescooperativos; la creacin de una asociacin nacional de cooperativas del sectormetalrgico, impulsada por el sindicato nacional de esa industria en 1999; la autogestin

    econmica colectiva en los asentamientos del Movimiento de los Sin Tierra; y un conjuntode iniciativas emprendidas por la Iglesia catlica brasilea, ONG y universidades parapromover la creacin de cooperativas de todo tipo en los sectores populares durante ladcada de 1990, particularmente mediante esfuerzos organizados de asesora y apoyoprestados por las incu