waltari mika - el aventurero (1948)

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aventura

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El aventurero

MIKA

WALTARI

Elaventurero

PLAZA & JANS, S.A., EDITORESTtulo original ingls:THE ADVENTURERTraduccin dePABLO M. DE SALINASPortada deGRACIA 1976, PLAZA & JANS, S. A., EditoresVirgen de Guadalupe, 2133Esplugas de Llobregat (Barcelona)ISBN: 8401410665 Depsito Legal: B. 8.4431976

GRAFICAS GUADA, S. A. Virgen de Guadalupe, 33Esplugas de Llobregat (Barcelona)LIBRO PRIMEROMIGUEL BAST POLAINA DE PIEL1

Nac y me cri en una lejana regin a la que los gegrafos llaman Finlandia; hermoso y apartado pas desconocido para la mayora de quienes se consideran cultos. Los pobladores del Sur se imaginan que esta tierra nrdica es desierta e inhspita, que quienes en ella habitan son salvajes que se visten con pieles de animales selvticos y que, ms que hombres libres, son esclavos del paganismo y la supersticin. Semejante idea no puede ser ms absurda. Finlandia alardea de poseer dos grandes ciudades: la fortificada Viborg, en el Este, y Aboa o Abo, donde nac, en el Sur. Por cuanto hace al paganismo y a la supersticin, debe saberse que Finlandia, durante muchas centurias, perteneci a la nica y verdadera Iglesia, por ms que en los tiempos que corren sus habitantes son juzgados como apstatas, ya que bajo la frula del inhumano y rapaz rey Gustavo, esta tierra adopt la doctrina luterana y es considerada como un cordero descarriado del cristiano redil. Por qu maravillarse, entonces, de que sus hijos caigan de nuevo en el salvajismo, la ignorancia y el pecado? Aunque por ello, ms habra que censurar a los malos Gobiernos que a los gobernados. Finlandia dista mucho de ser pobre. Sus bosques abundan en caza, y en cualquier sitio a lo largo de sus grandes ros, la pesca del salmn es siempre productiva. La clase burguesa de Abo se dedica activamente al comercio martimo, y en la costa de Botnia se aprecia y se practica el arte de la construccin de buques de alto bordo. Abunda la madera para la edificacin y, adems de pescado salado, desde Abo se exportan pieles y cuencos de madera ingeniosamente labrados; sin hablar de los lingotes de hierro beneficiados en los minerales de la regin de los lagos. El trfico en pescado seco y en arenques salados, que llenan millares de barriles, constituye una tan rica fuente de ingresos, que en todo el pas no hay quien adopte la falsa doctrina que ignora los das de vigilia, pues la adecuada observancia de sta, tal y como lo ordena la Iglesia catlica, es esencial para la prosperidad de muchos devotos ciudadanos.He dicho todo esto acerca de mi pas natal para mostrar que no hay en m nada de pagano.Una noche, a finales del verano, cuando yo tena seis o siete aos, Otto Ruud, el almirante jutlands, lleg por el ro, y pasando inadvertido ante los dormidos guardias de la fortaleza de Abo, desencaden sobre la ciudad un ataque por sorpresa. Y puesto que el odioso saqueo de Abo ocurri en 1509, cinco aos antes de la beatificacin de san Hemming, yo deb de ver la luz primera hacia 1502 1503.2Conservo el vago recuerdo de cuando caminaba con la ayuda de un andador de suaves tiras de lino. Una alfombrilla de piel se tenda a mis pies y un gran perro me lama el rostro. Cuando le apartaba el hocico, el animal se senta complacido y, mansamente, coga mi mano entre sus dientes, jugando conmigo. Mucho ms tarde, una mujer delgada, vestida de gris, se aproximaba a mi lecho, me vigilaba con sus ojos grises, fros, y me ofreca una sopa. Como yo me imaginaba que haba atravesado los umbrales de la muerte, qued sorprendido al ver que no llevaba alas y le pregunt tmidamente:Estoy en el cielo?Aquella mujer tom mi mano, me palp el cuello y la frente con su mano, spera como un madero, e inquiri:An te duele la cabeza?Me llev las manos a la cabeza y me encontr con que estaba vendada. La sacud, en respuesta a su pregunta, y al hacerlo as sent en la nuca un agudo dolor.Cmo te llamas? preguntme aquella mujer.Miguel le respond.Eso lo saba yo muy bien, pues se me haba bautizado con el nombre del santo arcngel.De quin eres hijo?De momento no pude responder; pero al cabo le dije:De Miguel, el hojalatero. Decidme: estoy realmente en el cielo?Toma tu sopa orden brevemente. Y agreg: Ya me doy cuenta; eres el chico de Gertrudis, la hija de Miguel...Se sent al borde de la cama, y suavemente me pas la mano por la parte dolorida de la nuca.Yo soy Pirjo Matsdotter, de la familia Karvajalka (Polainadepiel). Ests en mi casa, y te he cuidado durante muchos das.Me acord entonces de los jutlandeses y de cuanto haba acontecido, y el nombre de la mujer me asust tanto, que perd la gana de tomar aquella sopa.Sois una bruja? pregunt.Ella se sobresalt e hizo el signo de la cruz.Es eso lo que dicen a mis espaldas? pregunt, colrica; luego, reprimindose, continu: No, no soy bruja, sino una mujer que cura a los enfermos. Si Dios y sus santos no me hubiesen concedido esta gracia de curar, t y muchos otros hubierais perecido durante estos das de afliccin.Me sent avergonzado de mi ingratitud, pero no poda pedirle perdn porque saba que realmente era la conocida bruja de Abo, de la familia de los Polainadepiel.Dnde estn los jutlandeses? pregunt.Me cont que se haban embarcado haca algunos das, llevndose consigo, en calidad de prisioneros, a los sacerdotes, burgomaestres, consejeros, y a los ms ricos ciudadanos. Abo quedaba reducida a la miseria, pues, en los ltimos veranos, los jutlandeses compraron los mejores barcos de los nativos, y ahora hasta haban saqueado la catedral, apoderndose de sus ms preciados tesoros. Durante una larga semana haba yo permanecido en la cabaa de Pirjo, gravemente herido y presa de alta fiebre.Cmo vine a parar aqu? le pregunt, mientras la miraba.Y al mirarla me pareci que su cabeza se transformaba en la de un dcil caballo. Sin embargo, no me caus miedo, sabiendo, como saba, que las brujas pueden cambiar de forma. El perro, moviendo la cola, se acerc y me lami la mano, y una vez ms vi en aquella mujer a la seora Pirjo. Ya no me caba duda de que se trataba de una bruja; no obstante, y sin saber por qu, confiaba en ella con todo mi corazn.Tenis cara de caballo le dije humildemente.Aquello la ofendi, pues tena la vanidad de todas las mujeres, aunque los mejores aos para el matrimonio estaban ya lejanos para ella. Con todo, me cont cmo haba escapado de las garras de unos salteadores por haber cuidado a un capitn de barco de los jutlandeses, quien, en sus ansias de saqueo, haba sido el primero en saltar de su nave, dislocndose un tobillo. Tres das despus de aquel suceso, uno de los invasores me haba llevado a la cabaa de aquella mujer, pagndole tres monedas de plata para que me atendiera. Indudablemente realiz aquella obra de misericordia como expiacin a sus culpas, pues el saqueo de la catedral haba producido muchos remordimientos de conciencia. Por la descripcin que la mujer hizo de aquel hombre, me pareci que se trataba del mismo que asesin a mis pobres abuelos.Cuando la seora Pirjo me refiri cmo haba yo llegado a su casa, dijo:He lavado la sangre de tu camisa, y tus pantalones estn colgando en el secadero. Puedes vestirte y marchar donde quieras, porque ya he cumplido mi palabra y te he hecho una cura que vale ms de tres monedas de plata.Nada haba que contestar a lo anterior, y por tanto, me vest y sal al jardn. La seora Pirjo cerr la puerta y se fue a visitar a los enfermos y heridos que no haban sido llevados al monasterio o a la Casa del Espritu Santo, y que preferan morir, si es que tenan que morir, en sus propios hogares. Me sent al sol en el peldao de la entrada porque mis piernas estaban todava dbiles a causa de mi enfermedad, contemplando las extraas plantas y los ricos pastos veraniegos que haba en el jardn de hierbas medicinales. El perro estaba junto a m, y como yo no saba dnde ir, puse mi brazo en torno a su cuello y derram lgrimas amargas.All me encontr la seora Pirjo a su regreso, ya anochecido; y lanzndome simplemente una mirada de enojo por encima del hombro, se meti en la casa. Poco despus me trajo un pedazo de pan, dicindome:Los padres de tu difunta madre fueron ya enterrados en la fosa comn con otras pobres gentes a quienes asesinaron los jutlandeses. Toda la ciudad est revuelta, y nadie sabe dnde establecerse de nuevo; pero los grajos estn graznando sobre el alero de tu casa.Yo no comprenda lo que esto quera decir, y ella me explic:Ya no tienes hogar, pobre desgraciado. Tampoco puedes heredar, porque tu madre no estaba casada. El monasterio ha tomado posesin de la casa y las tierras, segn una promesa verbal hecha por Miguel Michaelson y su esposa, para la salvacin de sus almas.No tena nada que responder, pero un poco ms tarde la seora Pirjo se me acerc nuevamente, deslizando tres monedas de plata en mi mano.Toma este dinero dijo. Que me sirva de mrito en el da del Juicio Final, pues por compasin y sin pensar en las ganancias he atendido a tu salud, pobre muchacho, aunque quizs habra sido mejor que te hubieses muerto. Y ahora, mrchate; vete de aqu.Di las gracias a la seora Pirjo por su bondad, hice una caricia de despedida al perro y at las tres monedas de plata en el faldn de mi camisa. Luego me encamin penosamente a mi casa, a lo largo de la orilla del ro, y advert que las puertas de las casas de los ricos haban sido destrozadas y que las ventanas encristaladas de la Casa Consistorial haban sido robadas. Nadie tena tiempo para atenderme porque las esposas de los burgueses estaban atareadas buscando al enloquecido ganado, que haban hecho regresar desde los escondites en los bosques, en tanto que los vecinos registraban las casas desiertas con objeto de salvar lo aprovechable antes de que se perdiera o cayese en manos de los ladrones.Entr en nuestra cabaa sin encontrar nada en ella, ni el torno de hilar, ni el cubo del agua, ni pote o cuchara alguna de madera, y ni siquiera un harapo con que abrigarme. No quedaba otra cosa que unos charcos de sangre congelada que la tierra endurecida no poda absorber. Me sent en el banco de tierra y ca en un profundo sueo.3Despert muy temprano al entrar un monje vestido de negro, pero yo no tuve miedo, porque su redondo rostro era apacible. Me dese la paz del Seor y me pregunt si era aqul mi hogar. Le contest afirmativamente, y l prosigui:Algrate, porque el monasterio de San Olaf ha adoptado esta morada, libertndote as de todas las preocupaciones que trae consigo la posesin de bienes mundanos. Por la gracia de Dios has vivido lo bastante para ver este alegre da; porque has de saber que he sido enviado aqu para purgar esta cabaa de todos los malos espritus que rondan los escenarios de muertes repentinas.De unas vasijas que haba trado comenz a rociar sal y agua bendita sobre el suelo en torno a la estufa, en los goznes de las puertas, en los postigos, echando bendiciones al propio tiempo que ensartaba un rosario de poderosas invocaciones en latn. Luego se sent a mi lado, en el banco donde yo haba dormido, y de un zurrn sac pan, queso y otras viandas secas, compartindolas conmigo y diciendo que era necesario un bocadillo entre las comidas, despus de tan abrumador trabajo.Cuando hubimos terminado el frugal refrigerio, le dije que me gustara hacer celebrar una misa por las almas de Miguel Michaelson y su esposa para librarlos de las penas del Purgatorio; porque yo saba que aquellas penas eran peores que todas las de la Tierra.Tienes dinero? inquiri el buen monje. Desat el faldn de mi camisa y le mostr mis tres monedas de plata. Sonri an ms amablemente, acarici mi cabello y dijo: Llmame padre Pedro, porque tal es mi nombre, aunque no soy una piedra. Es esto todo cuanto llevas?Asent con la cabeza y le mir tristemente, porque una misa rio poda decirse por suma tan pequea.Pedro dijo l, si pudiramos persuadir, por ejemplo, a san Enrique, quien tambin sufri muerte violenta a manos de un asesino, para que intercediese por las almas de estas buenas gentes, no dudo de que el poder de su santa intercesin sera ms grande que el de la mejor misa.Le ped que me ensease la manera de hacer llegar mi peticin ante san Enrique, pero sacudi la cabeza.Tu pequea y modesta plegaria difcilmente tendra bastante peso para l; en verdad, me temo que parecera como un msero ratoncillo en el torrente de plegarias que en estos das llegan ante su trono. Por otra parte, si tomara por su cuenta este asunto un hombre de oracin verdaderamente fuerte, uno que haya dedicado su vida a la pobreza, la castidad y la obediencia; si ste se dedicase a rezar cada hora cannica, durante una semana o cosa as, por tus difuntos abuelos, ciertamente que san Enrique se inclinara a escucharte y a concederte lo que sea necesario.Dnde encontrar un hombre de oracin verdaderamente fuerte? pregunt.Lo tienes ante ti contest el padre Pedro, con sencilla dignidad, y as diciendo tom el dinero de mis manos y lo desliz rpidamente en su bolsa. Comenzar las plegarias a la hora sexta y a la hora nona, y las continuar despus de vsperas y de completas. Mi constitucin no es igual a la de los que velan, por cuya razn nuestro buen prior me excusa con frecuencia de asistir a los oficios nocturnos; pero tus amados familiares no sufrirn por ello. Aumentar, en proporcin, el nmero de plegarias en las otras horas.No comprend del todo cuanto deca, pero su tono era tan persuasivo que no dud que haba puesto mi asunto en las mejores manos, y le di las gracias humildemente. Sostuvo la puerta cuando nos levantamos, hizo sobre m el signo de la cruz y me dio su bendicin. Cuando nos marchamos, volv a recalar en la cabaa de la seora Pirjo porque no saba adnde ir.Tema que la seora Pirjo se encolerizase al verme, porque yo haba descubierto ya que era una mujer austera. Me ocult, pero cuando comenz a llover me met en el establo. Las paredes estaban cubiertas de musgo, hierbas y flores que llegaban hasta el techo, y el nico habitante era un cerdo. Contemplando sus grasos lomos, sent envidia por aquel animal que tena un techo sobre su cabeza y no padeca ansiedad alguna por su comida y su bebida. Me dorm sobre la paja y me despert, encontrando al cerdo a mi lado, y all permanec, junto a l, para conservar el calor. La seora Pirjo entr, llevando en un cubo la bazofia del animal, y se mostr sumamente indignada al encontrarse conmigo.No te dije que te marchases? exclam.El cerdo me dio un amistoso empujn con su jeta y se alz para comer. Su alimento consista en vainas de guisante, nabos cortados, leche y avena. Pregunt tmidamente si poda compartir con el cerdo la comida que dejase. Hice esta pregunta no tanto porque estuviese hambriento estaba yo demasiado triste para sentir hambre, sino porque la comida del cerdo me pareca mucho ms sabrosa que cuanto yo haba comido en la casa de mis abuelos desde haca largo tiempo.Eres un muchacho desvergonzado y desagradecido. Insinas acaso que debo aprender a ser compasiva de un cerdo que te calienta en su pocilga y comparte contigo su bazofia? No te he dado tres monedas de plata? Por esta suma, hasta un hombre adulto encontrara para s albergue y comida durante un mes o ms. Un burgus o un miembro de algn gremio te alojara en su casa durante un ao y te admitira como aprendiz si te acercases a l cortsmente. Por qu no haces buen uso de tu dinero?Le contest que as lo haba hecho, pues se lo haba dado al padre Pedro para que rezase por las almas de mis abuelos y las librara de las penas del Purgatorio. La seora Pirjo se sent en el umbral de la cochiquera sosteniendo en una mano la gamella y apoyando en la otra su alargada barbilla, y se qued limndome largo rato.Has perdido el seso? exclam al fin.Respond que no lo saba. Nadie me lo haba dicho antes; pero desde la herida en mi cabeza, la vida me pareca muy extraa e intrigante.La seora Pirjo mene la cabeza.Poda llevarte a la Casa del Espritu Santo. Tal vez te admitieran con todos los otros lisiados, ciegos y epilpticos, pues no dudo de que pensarn que estas trastornado cuando te oigan hablar. Pero si puedes dominar tu lengua y mostrarte inteligente, quiz pueda decir unas palabras a los hermanos de gremio de Miguel el hojalatero y convencerles para que paguen tu manutencin hasta que seas lo bastante crecido para ganarte la vida.Le supliqu que me perdonase por mis torpes palabras; nunca haba charlado mucho con nadie, pues cuando Miguel el hojalatero hablaba, deba uno escuchar en silencio, y cuando hablaba mi abuela, abra la boca slo para hablar de los tormentos del Infierno y de los terrores del Purgatorio, y sobre estas cosas eran tan escasos mis conocimientos, que yo no hubiera podido alternar con ella.Pero dije yo conozco muchas palabras en alemn y en sueco, y aun en latn.Estaba deseoso de mostrar a la seora Pirjo que nadie me haba hablado nunca tan amablemente, y por ello lanc una retahla de misteriosas palabras aprendidas en la iglesia, en las casas de los mercaderes, en las reuniones de los gremios y en el puerto, tales como salve, pater, benedictus, male spiritus, pax vobiscum, haltsmaul, arsch, donnerwetter, sangdieu y heliga kristus. Cuando me detuve sin aliento, vi que la seora Pirjo se tapaba los odos con las manos. No obstante, continu infatigablemente dicindole que tambin conoca muchas letras al verlas, y que poda escribir mi nombre. Como no quera creerlo, tom un palo y trac sobre el barro lo mejor que pude: MIGUEL. Ella no saba leer, pero me pregunt quin me haba enseado. Nadie le respond, y agregu que estaba seguro de que podra aprender pronto a leer si alguien me enseaba cmo. Iba anocheciendo mientras charlbamos, y las sombras se hacan ms densas. Me condujo al interior de la casa, encendi una vela y comenz a oprimir la herida de mi cabeza con sus duras manos. Me explic que la haba cosido con aguja e hilo; pero que ahora, como se haba infectado, iba a lavarla, cubrindola despus con moho y telaraa, vendando mi cabeza de nuevo. Me dio algo de comer y me llev a dormir en su lecho.Fue as como comenc a vivir con la seora Pirjo y a serle til recogiendo excrementos de gallos negros, orines de caballos y lanuza de carneros de los rebaos de los burgueses; buscando los lugares donde crecan hierbas medicinales y ayudndola abarrancarlas en la luna nueva. Pero, lo ms importante de todo es que, a peticin suya, el padre Pedro me ense a leer y escribir y me instruy en el arte de resolver muchos tiles problemas matemticos por medio de un rosario.4Parece que la herida de mi cabeza provoc una transformacin completa en mi vida y carcter y no disminuy su influencia ni cuando, curada ya, el cabello ocult la cicatriz. Segu siendo vivaz, inquisitivo y rpido para aprender, olvidndome de que haba sido un mocosuelo temeroso de abrir la boca ante un extrao. La seora Pirjo no me golpe ni me atemoriz ms, sino que me trat bien, respetuosa de mis conocimientos. El estudio, que era para muchos tarea penosa y azote y rechinar de dientes, para m era un juego alegre; y cuanto ms aprenda, tanto ms grande hacase mi sed de conocimientos. No podra precisar si a fin de cuentas aprend ms de las piadosas historias del padre Pedro o de las enseanzas de la seora Pirjo cuando en las claras noches de invierno me hablaba de las estrellas, o cuando en una fragante tarde de verano me conduca de la mano entre las arboledas o por las orillas de los ros y me contaba que hierbas eran mejores para tal o cual enfermedad. Porque la seora Pirjo era conocida como una hbil curandera, y viva en buena armona con los clrigos y con los hermanos del monasterio.En un principio, el padre Pedro emprendi mi instruccin como un juego, mas al notar mis avanzados progresos en el transcurso de un solo invierno, y aunque solamente iba una o dos veces por semana, entre las horas de sus rezos, a pasar un rato en la cabaa de la seora Pirjo, y aunque consumiese la mayor parte del tiempo en comer y beber, comenz a hablar seriamente con mi protectora, dicindole que sera mejor que yo entrase en el monasterio o en la escuela de la catedral, para que, como alumno del padre Martn, pudiese estudiar gramtica, retrica y dialctica, de acuerdo con las reglas de aquellas artes.Por la Virgen y por todos los santos! exclam, limpindose la grasa de los labios con su negra manga. Si yo tuviese un hijo como Miguel, que los santos no lo permitan nunca!, lo enviara sin demora a los bancos de la escuela, en la seguridad de que andando el tiempo llegara a honrar a la Iglesia. Puede llegar a ser cannigo y aun obispo, porque ya se sabe de memoria el Pater Noster y el Ave y puede contar en latn hasta veinte y vaya que ni yo mismo llego ms all!Tom un sorbo de vino, alabando sus virtudes refrescantes y cordiales.Pero la seora Pirjo dijo:Olvidis, padre Pedro, que Miguel est solo en el mundo y es de bajo origen. La Iglesia no toma a su servicio hijos de rameras, y, as, de qu habra de servir su saber si no puede ser ordenado?En vuestro lugar yo utilizara la palabra ms culta y sencilla de bastardo observ el padre Pedro. Es sa una palabra que insina la elevacin del origen, y quienes la escuchen intentarn desde luego recordar a todos los nobles seores y embajadores que han visitado Abo en aos recientes. Pero si decs al padre Martn que, sencillamente, el chico ha nacido en el arroyo, supondr en seguida que el padre de Miguel era un simple marinero o un soldado o un boyero y se reir de vuestra peticin.Pero, queris que mienta acerca de su nacimiento?No digis cosas sin sentido replic burlonamente. Pro primo, los rasgos finamente cincelados del muchacho, su cabello sedoso, sus pies y manos pequeos, por no citar tambin su inteligencia, sus conocimientos y su buena conducta son testimonio de que es de elevado linaje. Pro secundo, se trata meramente de un trmino que, entre gentes altas o bajas, denota la misma cosa: el fruto de un acto pecaminoso fructis inhonestus et turpis, sin tener en cuenta quines lo hayan cometido.Me pas las manos por el cabello, que era excepcionalmente lacio. Mis manos no eran suaves, ni siquiera estaban limpias, y restregu mi sucia pierna con el otro pie, un tanto embarazado.Creedme, noble y compasiva seora Pirjo continu el padre Pedro, haciendo oscilar su tazn persuasivamente, id a ver al maestro Martinus y hablad con l. Si desplegis una hermosa pieza de tela lo bastante larga para una tnica y ponis sobre ella un hermoso jamn y hacis tintinear modestamente unas cuantas monedas de plata, ciertamente que escuchar vuestra peticin, por extraa que sea. Luego, murmurad misteriosamente en su odo: El muchacho es un bastardo. Su curiosidad quedar inmediatamente excitada. Mostraos temerosa; decidle que habis hecho el terrible juramento de no pronunciar nunca palabra alguna sobre este asunto, y os encontraris con que el maestro Martinus mostrar mayor consideracin a Miguel que a ningn otro de sus discpulos, puesto que el jamn y la plata pura hablarn por el muchacho.Las palabras del padre Pedro dieron mucho que pensar a la seora Pirjo y, en verdad, hasta provocaron un penoso eco en mi propio espritu. Aquella noche quedse contemplndome ms largamente que de ordinario apoyada la barbilla en su spera palma, murmurando algo para s misma. Creo que el padre Pedro la haba convencido de que yo era realmente un bastardo.5

Como yo era el ms joven en la escuela de la catedral, llevaba una vida ms dura de lo que pudiera haber sido. Junto a m, sobre la paja, se sentaban muchos jvenes a quienes ya les creca la barba y cuya desvergonzada conducta revelaba un mayor amor a las vanidades y abominaciones del mundo, que a las declinaciones latinas. El maestro Martinus y sus ayudantes no tenan otro material para la instruccin que la vara de abedul reblandecida por la salmuera, y en muchas ocasiones me imagin que estaban equivocados en cuanto a la parte del cuerpo de mayor receptividad para el aprendizaje. No obstante, parece que aquellas reglas de gramtica que han sido impresas sobre nuestras partes traseras, quedan ms duramente impresas en la memoria; y cuanto ms aprendamos, tanto ms llegbamos a amar aquella lbrega escuela cuyos macizos muros de piedra eran la tumba de nuestra juventud. Nos prometamos mutuamente, y con toda solemnidad, que, a nuestra vez, nada ahorraramos a nuestros sucesores; y cuando, al construir nuestras propias frases latinas, encontrbamos que las trilladas reglas gramaticales se apresuraban como obedientes esclavos a servir al pensamiento, nuestros corazones se regocijaban de veras.La ms importante solemnidad eclesistica de la que fui testigo durante aquellos aos, fue la exhumacin de los huesos de san Hemming. Por aquel entonces ya haba asistido cuatro aos a la escuela y, justamente con otros diez alumnos avanzados, me preparaba para estudiar dialctica. La mayora de mis camaradas hubieran tenido una hermosa barba, si a los escolares se les hubiese permitido no afeitarse.Debo confesar que no senta en forma especial la emocin de la solemnidad cuando, levantadas las losas del pavimento de la catedral con nuestras barras, comenzamos a extraer los sagrados huesos, entre el hediondo olor de corrupcin que llenaba la iglesia, a pesar de las espesas nubes de incienso y del perfume del sagrado olbano. Yo me haba distinguido al ensalzar en verso la vida terrenal del obispo Hemming y sus milagros, por lo que se me haba concedido el honor de desenterrar sus restos. Los encontramos en gran nmero, y en lavarlos y limpiarlos de las impurezas, entre los cnticos de los sacerdotes, encontramos una maravillosa fortaleza y un sentimiento de consuelo, como si hubiramos bebido vino o hubisemos recibido al Espritu Santo. Nuestras mejillas estaban encendidas, y brillaban nuestros ojos; sbitamente lleg a nosotros algo as como la fragancia de un blsamo celestial. Se torn especialmente intensa cuando tuvimos en nuestras manos la morena calavera en cuyas rotas quijadas quedaban todava algunos dientes cariados. Fuimos entregando los huesos uno a uno al obispo Arvid y a los dignatarios que le acompaaban, quienes los ungan con leos y los depositaban en un nuevo sarcfago, hasta que al fin el reverendo obispo indic terminantemente que ya haba bastantes huesos. Quiz por esto no se considerar como un pecado el que yo recogiese una vrtebra y un diente y los guardase en mi bolsillo.Con anterioridad a la ceremonia de reinhumacin result difcil a nuestros clrigos conseguir palomas y pinzones vivos, para la celebracin. De haberlo sabido durante el invierno anterior, hubiramos preparado trampas para cazar pinzones reales y picoteros, que a mi juicio habran constituido un mejor adorno para la fiesta. Pero en verano era imposible cazarlos.La catedral estaba adornada con guirnaldas, coronas, escudos de armas y escenas de la vida del santo pintadas sobre lienzos iluminados por detrs. Haba miles de velas de cera y por lo menos un centenar de lmparas, de suerte que el interior del recinto estaba baado de luz. Nuevamente se levantaron las losas, y despus de envolver los sagrados huesos en costosas telas, quedaron depositados en un relicario dorado. Mientras se transportaban las reliquias procesionalmente por la catedral, ante los fieles arrodillados, los muchachos comenzamos a arrojar manojos de estopa encendida, que contena plvora, a travs de un agujero en el techo abovedado, y los fieles lanzaban gritos de terror creyendo que se produca un incendio. Ms tarde me he preguntado cmo fue que no prendimos fuego al edificio entero, ya que el desvn estaba lleno de desperdicios y muy secas las vigas, y los grajos aleteaban incesantemente chillando sobre nuestras cabezas.Poco despus pusimos en libertad las palomas y pinzones, uno a uno, que volaban girando bajo el techo, y arrojamos flores y pan de comunin sobre los fieles para estimular su liberalidad. Verdaderamente la catedral obtuvo de las ofrendas, y con creces, el costo del festival religioso, pudindose decir que san Hemming pag generosamente su traslado. Pero como fue mutua la satisfaccin, la seora Pirjo reconoci espontneamente haber recibido en belleza y en edificacin espiritual todo el valor de su dinero. Un viejo que haba besado el relicario arroj sus muletas y comenz a correr sobre sus piernas, y una mujer muda durante muchos aos, que haba vivido en la Casa del Espritu Santo, recobr el habla, si bien hay quienes consideran esto como un infortunio ms bien que como una bendicin, puesto que demostr ser singularmente mal hablada.Este relato tiene por objeto mostrar que mis aos escolares no estuvieron cargados nicamente de temores y opresin, sino que llevaron tambin consigo algunas estimulantes experiencias espirituales.6Gracias a mi tierna edad y a la bondad de la seora Pirjo, no malgast mis das de vacaciones como otros estudiantes, vagabundeando de parroquia en parroquia, mendigando mi pan y el dinero para mis estudios. Mi protectora me proporcionaba alimento, vestido, fuego, casa y luz, y hasta me compr un libro, de modo que fui el primero de los estudiantes de dialctica que posey uno. Con su permiso escrib en la portada el nombre MIGUEL BAST: KARVAJALKA, y la fecha: A. O. MDXV. Debajo de aquello aad una enrgica maldicin en latn para cualquiera que robase el libro o lo vendiese sin mi permiso. La seora Pirjo lo haba adquirido muy barato, y los nombres escritos en su cubierta y lo manoseado de sus pginas mostraban a las claras que haba pasado por muchas manos; sin embargo, aquel volumen fue durante aos mi tesoro ms querido. Llevaba por ttulo Ars Moriendi; o en otras palabras El arte de morir. Por el tenor del ttulo todo el mundo comprender la naturaleza de aquel libro, que an se lee y que seguramente se leer siempre, pues es una preciosa gua para morir y para la vida futura.No poda llegar yo a comprender por qu la seora Pirjo cuidaba tan benvolamente de m y haca tales gastos en mi obsequio; o mejor dicho, nunca me pas por la cabeza el ocuparme de este asunto, sino que lo acept de la manera ms natural. Quiz fuese porque a causa de su parentela y de su secreto comercio, viva demasiado apartada de los dems, y en el curso de los aos se haba cansado de no tener otra compaa que la de su perro y su cerdo.En los das festivos me llevaba frecuentemente consigo y me enseaba muchas cosas tiles, y otras veces yo le lea algunos prrafos de mi libro y se los explicaba. Me declar que, aunque aquellos argumentos eran perfectamente evidentes para toda persona sensible, resultaba an ms impresionantes en latn.En la primavera, luego que los ganados eran conducidos a los pastizales y el padre Pedro haba hecho cuanto estaba en su mano para que prosperasen, todas las personas prudentes acudan a la seora Pirjo, pues saban que a menos que ella adoptase una benvola actitud de espritu respecto a los animales, las vacas enflaqueceran, las terneras naceran muertas, los corderos se romperan las patas y los caballos se extraviaran en los pantanos. Como comprobacin existan valiosos testimonios, dignos de todo crdito, de que la seora Pirjo reciba una retribucin por el bienestar de los ganados pertenecientes a las casas acomodadas.Entre los que regularmente la visitaban, empec muy pronto a interesarme por el maestro Laurencio, que en las fras noches de invierno era obsequiado con caliente vino especiado. Sola llevar provisiones en un sucio zurrn de cuero, pero nunca pude ver qu otras cosas encerraba en l. Usaba una chaqueta de cuero salpicada de lodo y apareca siempre muy melanclico. La seora Pirjo se diriga a l dndole siempre el ttulo de maestro, aunque jams llegu a preocuparme por saber cul era su arte, hasta que le vi practicarlo por primera vez. Acostumbraba ir al oscurecer y se retiraba ya entrada la noche, y no lo vi nunca en la ciudad, aunque, a juzgar por la cordial estimacin en que la seora Pirjo le tena, era, evidentemente, uno de los ms distinguidos ciudadanos de Abo.Era tal su amistad, que comenc a considerar al maestro Laurencio como un fiel admirador que no haba perdido las esperanzas, a pesar de la resolucin ex presada por la seora Pirjo de permanecer soltera toda su vida; y me pareca la ms segura seal de eso, el hecho de que ella le sirviese el vino en una copa de plata. Por mi parte, no tena nada contra el maestro Laurencio, pues siempre se me mostraba en actitud amistosa y lo juzgaba persona seria a quien le gustaba hablar de la muerte y escuchar los preceptos de mi libro respecto a cmo debamos prepararnos para dejar este mundo.Una maana de primavera, cuando retoaban los abedules y empezaban a verdear los campos, el maestro Martinus me concedi el da para que acudisemos a ver colgar a dos piratas recientemente capturados, pues crea que el espectculo era para nosotros edificante y beneficioso. Aquella misma noche acudi de nuevo el maestro Laurencio, y la seora Pirjo le obsequi con el consabido vino en la copa de plata. Yo ya le haba saludado despus de la ejecucin, a pesar de las miradas de asombro de mis compaeros, y al verme nuevamente se restregaba las manos con embarazo, rehuyendo mis miradas.Le dije tmidamente que nunca hubiera credo que el cuerpo de un hombre pudiese perder la vida tan rpida y fcilmente; y l, tomando mis palabras como lisonja a su habilidad, dijo:Eres un muchacho sensible, Miguel, no como otros muchos de tu edad que echan a correr cuando me ven, y se ocultan y me arrojan piedras, y a este respecto, sus padres son tan malos como ellos. En la taberna tengo que sentarme a solas, y el buen humor se acaba cuando llego. La vida de un verdugo es una vida solitaria, y de ordinario su oficio se transmite de padres a hijos, como en mi propia familia. Dmelo francamente, Miguel, no tienes miedo de tocarme?Me tendi la mano, y yo se la cog con miedo; as la mantuve unos momentos, y l, mirndome a los ojos y sonriendo tristemente, coment:Eres un buen muchacho, Miguel, y si no hubieras progresado en la escuela, te habra convertido en aprendiz de mi profesin, porque no tengo ningn hijo. El oficio de verdugo es el ms importante del mundo. Ante l los prncipes y hasta los mismos reyes deben doblar la rodilla. Sin l los jueces son impotentes y quedan nulas sus sentencias. Gana un buen jornal, y aun en los tiempos de paz, el ejecutor de la justicia tiene un medio seguro de vida, puesto que la naturaleza humana es incorregible y los crmenes no acaban nunca. En pocas turbulentas, muchos verdugos se han hecho ricos. El arte de la poltica, por encima de todo, ha sido algo as como un verdadero regalo para nosotros.Qued en silencio y bebi un trago de vino, como avergonzado de su locuacidad, pero yo le anim a que siguiese hablando y, una vez conseguido el permiso de la seora Pirjo, continu:La principal cualidad que debe tener un buen verdugo es la facultad de ganarse la confianza de sus clientes; pues con respecto a ellos, su labor puede compararse con la del sacerdote o la del mdico. Has visto hoy con cunta firmeza suban mis dos amigos los peldaos por su propia voluntad. Constituye un reproche para el ejecutor el que su cliente tenga que ser arrastrado por la fuerza, o si grita y vocifera ante la muchedumbre pidiendo misericordia y declarando su inocencia. Gran arte es el de inducirle a que afronte la muerte como un hombre inteligente, lleno de cristiana humildad, con la conviccin de que la vida es vanidad, y de que una muerte rpida e indolora es el mejor don que el mundo puede brindarle.Pas algn tiempo antes que yo me atreviera a expresar los sombros pensamientos que relampagueaban en mi cabeza cuando contempl los pies de aquellos desventurados criminales bailando su ltima danza sobre el patbulo.Maestro Laurencio, he visto morir a un hombre en sus expertas manos, tan indoloramente, tan impasiblemente, que comienzo a preguntarme si, despus todo, hay algo ms all de la muerte.Hizo, reverente, la seal de la cruz y respondi:sa es una conversacin impa que no deseo or. Quin soy yo, pobre de m, para buscar pruebas de lo que no puede ser probado?Pero hablaba en tono vacilante y, cuando de nuevo le apremi para que me respondiese, dijo:Has conjeturado bien, Miguel. Como un servidor de la muerte, he pensado con frecuencia en estas coas, y mis pensamientos se han ido en una direccin tal, que ya no hablo a mis clientes de bienaventuranza y vida eterna; dejo todo eso para los sacerdotes. Pero cuando alguna pobre alma, ante el terror de la condenacin, me pide que le diga lo que s de la muerte, le invito a que imagine que despus de una helada noche de invierno en la que ha caminado exhausto mire las sombras, llega a una clida cabaa en la que va a descansar en suave lecho. Puede all dormir profundamente, sin miedo a que un golpe en la puerta le despierte, ni que alguien le lance de nuevo a la fra oscuridad. Eso es lo que digo; y si acaso es un gran pecado, que se me perdone en mrito de la tranquilidad que he proporcionado a los que tenan una fe dbil y titubeante.Aunque saba que el maestro Laurencio incurra en error y expresaba una hereja sin saberlo, aquel fantaseo suyo me ofreci especial consuelo, porque mi madre apareca con frecuencia en mi memoria afligida y mi corazn sufra por ella. Me consol, pues, suponer que al ahogarse voluntariamente se haba librado de la vergenza y de la humillacin de la vida, durmindose en un sueo del que nadie la despertara.7Tales reflexiones eran una seal de que ya haba perdido mi inocencia infantil y de que el demonio haba comenzado a preparar sus asechanzas para mi destruccin. Puede decirse otro tanto de mi voz, que haba empezado a mudar, hacindome perder mi lugar en el coro; y me preocupaban tambin gravemente los cambios que en aquel entonces se producan en mi cuerpo.Un sbado por la noche, despus de que me hubo baado la seora Pirjo, en la casa de baos, me examin con cuidado, y cuando regresamos a nuestra casa, dijo gravemente:Miguel, desde ahora ser mejor que t mismo laves tu cabello y tu espalda, y no es conveniente que en adelante duermas en el mismo lecho que yo, porque esto puede exponerte a tentaciones. Debes tener un lecho propio y usar vestidos de adulto, puesto que muy pronto lo sers.Sus palabras me entristecieron, porque tena mucha razn y comprend, tambin, por qu a veces, en las noches de primavera suspiraba ella tan profundamente. Yo haba comenzado ya a reflexionar sobre las relaciones entre hombre y mujer, y en tales materias no me haba quedado en la incertidumbre, porque los otros escolares eran muchachos groseros que no acostumbraban suavizar sus palabras. Con todo, cuando alardeaban de sus hazaas, yo enrojeca de vergenza. Tena una elevada nocin del amor, y no sent el ms leve deseo de buscarlo cuando descubr cun bajo y bestial era su aspecto fsico.No obstante, mi espritu se vea conturbado por mltiples e inquietantes pensamientos. Cuando las noches se hacan ms cortas y claras, y no poda dormir, vagabundeaba por los alrededores de la ciudad respirando el aroma de los groselleros y escuchando el ulular del bho y el graznar de los patos entre las caas. Suspiraba por una amistad, pero entre mis compaeros no contaba con un solo amigo a quien poder confiar mis ntimos pensamientos. Y, as, el padre Pedro se convirti en mi confidente, y la confesin signific mucho para m, aunque l no siempre pudiera responder a mis vidas preguntas.El padre Pedro tena sin duda muchos defectos que sobrellevaba con humildad cristiana, pero era sobre todo un hombre prudente; pues despus de celebrar una larga conversacin con la seora Pirjo, sta me llam y me dijo:Me has pedido con frecuencia que te permita ir a vagar por el pas como lo hacen los otros muchachos durante las vacaciones. En estos tiempos impos no lograras con ello sino daos espirituales y corporales; sin embargo, es ya tiempo de que comiences a contribuir a tu propio sostn. Por tanto, el padre Pedro y yo hemos decidido que durante estas largas vacaciones vas a trabajar con un alemn, fabricante de fusiles, que ha llegado hace poco a esta ciudad. Anda en busca de un ayudante formal y decente, que sepa escribir, para que le ayude en la fabricacin de plvora y en las calderas de salitre.Al llegar a este punto comenz a lamentarse.No es que yo as lo desee (preferira seguir llevndote en la mano como a una flor), pero el padre Pedro dice que no es conveniente para ti vivir a solas con una mujer soltera, sin la compaa y las enseanzas de los hombres. Pero debes mantenerte apartado de la fbrica de plvora y cuidar de ti mismo; debes tambin venir a casa todos los sbados para que te aprovisione; verdaderamente no deba permitirte que aprendieras tan peligroso arte, si este maestro, cuyo brbaro nombre me traba la lengua, no hubiera prometido pagarte bien. Y el padre Pedro dice que un muchacho de tu edad no debe ser criado con mimos.El maestro Schwarzschwanz haba embarcado aquel ao desde Alemania, tan pronto como estuvieron navegables las aguas, quedando al servicio del condestable del castillo. Firm un contrato con muchas clusulas referentes a la fundicin de fusiles, al mejoramiento en la fabricacin de plvora y a la instalacin de calderas para el beneficio del salitre. Aquello fue para muchos como presagio de turbulentos tiempos prximos. El maestro Schwarzschwanz era un hombre de corta estatura y anchas espaldas, con un rostro atezado y brillantes ojos negros. Ruga sus rdenes como si se figurase que aquel vozarrn ayudara a los muchachos de la fbrica a comprenderlo. Cuando se hubo asegurado de que yo entenda su lenguaje y poda escribir, despach al escribiente borrachn a quien haba empleado a falta de cosa mejor, y me abri su corazn. Injuriaba al condestable y al burgomaestre, y maldeca condenando a toda aquella idiota nacin a la ms calurosa regin de los infiernos, por haberle hecho acudir con engaos. Se quitaba violentamente la gorra, la arrojaba al suelo y la pisoteaba para dar mayor nfasis a sus palabras. Yo no haba visto nunca un hombre tan terrible. Le contemplaba con los ojos desorbitados e intentaba aprender de memoria los inslitos juramentos y maldiciones de que l, un gran viajero, tena inagotable repertorio.Tema que se portase como un amo severo, pero cuando descubri que yo era formal y digno de confianza, se mostr ms benvolo y me trat amablemente, sin censurarme nunca ni aun cuando cometa errores. Vio que yo haca todo lo posible por agradarle y confes que iba aprendiendo rpidamente los principios de su arte.La vieja fbrica estaba a cierta distancia de la ciudad, a orillas del ro, puesto que era necesaria agua para humedecer la plvora, como tambin para apagar el fuego en caso de explosin. Pero el maestro Schwarzschwanz practicaba la precaucin adquirida de su experiencia y mola el azufre, el salitre y el carbn separadamente, entre discos de madera. No necesitbamos preparar nuestro propio carbn, ya que podamos adquirirlo de hbiles carboneros que lo producan tan excelente, que mi maestro lo consideraba como el mejor que haba conocido, especialmente el de abedul, el cual daba fuerza tal a la plvora, que nicamente se necesitaba mezclar una mnima cantidad de salitre y del costoso azufre.El maestro Schwarzschwanz intentaba descubrir las adecuadas proporciones de aquellos ingredientes, y no se vala de tablas conocidas cuando utilizaba el carbn. Tena una vara de medir, provista de una plomada movible, debajo de la cual quemaba mezclas de plvora de igual peso, anotando la altura a la que era arrojada la plomada por la explosin. Yo iba registrando las diferentes proporciones y sus resultados hasta que l determinaba cules eran las ms eficaces.Al cabo de unos das de experimentos vino el viento deseable, que sopl con constancia del Oeste, y entonces mezclamos las cantidades requeridas de azufre, salitre y carbn en un cilindro giratorio. Mi maestro conect el cilindro al molino y pidi al ayudante que lo hiciese girar uniformemente y, haciendo con reverencia el signo de la cruz, orden:Vmonos, Miguel.Mientras pasebamos por los floridos prados, siempre a la vista de la fbrica, me explic que muchos expertos tenan su viento favorito para la mezcla de la plvora. Unos pretendan que el del Norte le daba fuerza, otros preferan el viento Sur, y haba algunos que mostraban su predileccin por el Sudeste.Pero todo eso es supersticin; puede impresionar a los legos en la materia, pero nunca a los avezados en el oficio. Mientras el molino gire uniforme y fresco, con abundancia de grasa en sus chumaceras y sin peligro de chispas, puede soplar el viento del punto que sea.Cuando por la altura del sol comprendimos que haba transcurrido el tiempo suficiente, el maestro grito al muchacho que fijase las aspas; cesaron stas de girar y nos dirigimos a inspeccionar la mezcla. El maestro tom un puado de ella, lo oli, lo gust y declar que estaba satisfecho. Con palas de madera, los muchachos extendieron la plvora sobre tableros lisos para ser humedecida, prensada y tamizada en granos. Schwarzschwanz utilizaba slo agua para humedecer la plvora, aunque haba recibido varios galones de costoso aguardiente que le dieron en el castillo para tal objeto.El aguardiente es til en tiempo hmedo, o en el invierno, o cuando hay que utilizar en seguida la plvora, porque se evapora ms rpidamente que el agua me dijo. Pero eso es un secreto del oficio. Por cada ciento cincuenta litros de plvora pido dos litros de aguardiente al castillo, y no es de la incumbencia del condestable, a quien se lleven todos los diablos, el averiguar cmo lo empleo.Mientras iba hablando, comprima la plvora en quebradizas tortas y mostraba a los muchachos cmo deban cernerla para que los granos tuviesen el calibre necesario, ya que los ms finos slo podan usarse para las armas cortas. Luego ordenaba que se extendiese sobre planchas secas, en planos inclinados, caldeados y soleados, protegidos del viento. Finalmente, se verta en pequeos toneles cuyas bocas se cerraban a golpe de mazos de madera. A los muchachos del molino se les prohiba llevar el ms pequeo objeto metlico sobre su persona, y se calzaban con unas chancletas de cuero suave o de corteza de abedul.La plvora se someta luego a las pruebas usuales, y los fusileros, de cabellos grises, del castillo reconocieron que era de una calidad excepcionalmente buena, libre de polvo y debidamente granulada. Siguieron luego las pruebas con fusiles en presencia del condestable, y el maestro demostr que con tres disparos de un can real poda hundir un bote de remos en el ro. Es decir, acertaba a un blanco terrestre situado a una distancia equivalente, porque las balas de can eran muy costosas y haba que recogerlas y volver a utilizarlas despus del disparo. El nico contratiempo durante las pruebas ocurri cuando utilizamos la bombarda, porque una bala de piedra tan grande como un barril golpe sobre una roca y revent, aunque la bala estaba cinchada de hierro.Slo los pases tan atrasados como ste usan balas de piedra dijo mi maestro con desprecio. La nica bala de can digna de este nombre es lisa y perfectamente redonda, lo cual slo puede lograrse mediante fundicin, que las hace ms baratas y mejor acabadas, puesto que las balas son todas del mismo tamao y peso. Pero yo no soy diestro en este arte, porque es un secreto de los fundidores y tendremos que continuar forjando nuestros proyectiles.El condestable, que habitualmente escuchaba gustoso lo que deca el alemn, replic entonces con indignacin:La piedra fue suficientemente buena para nuestros padres y para los padres de nuestros padres. ste es un pas pobre y evidentemente fue la intencin del Creador que compensramos la falta de metal con la piedra y la mano de obra barata.Cuando se march el condestable, el maestro Schwarzschwanz arroj su gorra al suelo, la pisote y jur y reneg hasta que los rostros de los viejos fusileros se aflojaron en melanclicas sonrisas.Por Dios vivo! exclam cuando se hubo calmado un poco. El condestable va contra nuestra opinin y desea que le haga caones de hierro; pero ni l ni quiz todo el pas pueden proporcionar el cobre y el estao necesario para caones de bronce. Si una nacin no puede proporcionarlos teniendo, como tiene, sus campanarios llenos de campanas y estando las alacenas de sus burgueses llenas de tazones, esa nacin est condenada a hundirse.Cuando regresamos a nuestros alojamientos confes seriamente que se encontraba ante un dilema. A su juicio, un can de bronce vala por diez de hierro; aun cuando se ajase, segua siendo seguro y til para el servicio, porque el bronce era resistente y no volaba en mil pedazos.Slo los necios o locos pueden avenirse a manejar caones de hierro dijo. Los artilleros con experiencia no lo hacen. Pero nos encontramos ahora con una dificultad, porque me he comprometido a proporcionar artillera a la fortaleza, y no soy fundidor de hierro. Solamente s fundir bronce. Y, adems, no quiero hacerme responsable de los daos y de la muerte de los inocentes artilleros que sirvan piezas de hierro.Le record que haba en Finlandia herreros sumamente hbiles a quienes poda ensear a forjar caones. Se rasc la oreja y declar que, aunque lo haba visto hacer, le sera difcil impartir semejantes conocimientos. Era muy grande su perplejidad, pero cuando se hubo bebido uno o dos jarros de cerveza, recobr los nimos y habl de alquilar una fragua y un maestro herrero que ensease a los otros tan pronto como se hubiese adiestrado en los nuevos mtodos.8

Quise hacer una relacin completa de estos hechos porque condujeron ms tarde a otro incidente que debera ejercer gran influencia en mi vida. Mientras el maestro Schwarzschwanz trabajaba en la instalacin de la forja, concluyeron mis vacaciones y me vi obligado a continuar en la escuela. Haba ido habitundome a la independencia, y aun las sutilezas de la dialctica me parecan ahora cosa rancia. El maestro Martinus me crea ya tan adelantado, que me emple como maestro ayudante, y tena que meter los elementos de la gramtica latina en la cabeza de los nuevos alumnos, justamente lo mismo que un maestro en un oficio delega en sus aprendices el trabajo ms rudo y se dedica tan slo a pulirlo finalmente por s mismo.El maestro Martinus iba entonces solamente por la maana, al medioda y de nuevo por la noche para mortificar imparcialmente a todos sus nuevos discpulos, desde los ms viejos hasta los ms jvenes. Me sent inclinado a consolarlos dicindoles que yo tambin haba pasado por las mismas pruebas; que el bao caliente de la sabidura escaldaba realmente la piel; pero que, en cambio, llevaba como premio muchos conocimientos y buenos cargos; y que la grasa de oso era el ungento ms consolador y eficaz.El maestro Martinus consider til para m el estudio del breviario, puesto que por nacimiento estaba descalificado para la ordenacin. Y as me convert en su asistente gratuito, cosa que lament amargamente, porque significaba que en ningn caso llegara a cambiar mis alegres pantalones por la gris prenda talar de los escolares. Los frutos prohibidos son los ms dulces, y yo no poda concebir felicidad mayor que la de ser admitido a las rdenes sagradas del presbiterado al servicio de la Iglesia.Hundido en reflexiones como aqulla, caminaba cierto da calle abajo, olvidado de cuanto me rodeaba, cuando me sobresalt un terrible estrpito y unos gritos de angustia. Unos ciudadanos que huan despavoridos tropezaron conmigo y me derribaron. Cuando me puse de nuevo en pie, apenas tuve tiempo de ver un rabioso toro que, como un rayo, se lanz sobre m y, con un movimiento brusco de su poderoso cuello, me lanz a la altura de los tejados. Al caer nuevamente en tierra, vi un trozo de mi vestido que colgaba de uno de los cuernos de la bestia. Haba roto la soga y se haba desprendido la venda de sus ojos y, jadeando y resoplando hasta levantar polvo, escarbaba el suelo, intentando cornearme all mismo. Cre llegada mi ltima hora, y el terror me haba puesto tan rgido que no senta dolor alguno ni era capaz de tartamudear la ms sencilla oracin por salvar mi alma. Pero en este instante, un robusto campesino se plant ante el toro, lo cogi framente por los cuernos y lo ech por tierra.Mientras el animal segua coceando y bramando rabiosamente, el mocetn se volvi hacia m y me pregunt:Te ha hecho dao?Slo entonces sent dolor; todo mi cuerpo comenz a temblar y murmur una plegaria en accin de gracias por la conservacin de mi vida. Varios hombres rodearon al toro, le ligaron las patas y le vendaron los ojos. El. campesino que lo conduca a casa del carnicero declar repetidamente que era el toro ms tranquilo y de mejor comportamiento que se poda imaginar, y que yo deba de haberlo molestado. Con gran alegra por mi parte, aquel hombre movi la cabeza tan violentamente, que se le disloc un hombro, hacindole detener en seco sus tonteras, y empez a quejarse de que la ciudad de Abo estaba poseda por el demonio y que l no deba haber llevado nunca su manso toro a semejante sitio.Volv los ojos hacia mi salvador y le inspeccion atentamente, puesto que le deba la vida. Me aventajaba en estatura por una cabeza, y sus ojos grises tenan una mirada soadora. Llevaba zapatos y una mochila de corteza de abedul, y su andrajosa chaqueta indicaba que era pobre.Eres lo bastante fuerte para derribar un toro con las manos le dije. Tengo que darte las gracias por haberme salvado la vida.Eso no es nada repuso, y pareci embarazado.Advert que la sangre corra por mi pecho; sent un agudo dolor en las costillas y estaba tan atolondrado que hube de apoyarme contra el muro.Adnde vas? le pregunt.Voy siguiendo a mi nariz contest, pues pareci encontrar mi pregunta innecesaria e indiscreta.Sin desalentarme por tal respuesta, le ped que fuese conmigo a casa de la seora Pirjo, pues mis rodillas estaban tan dbiles que no hubiera podido llegar yo solo hasta all.Pocos momentos antes, derribado en el suelo bajo el morro del toro que bufaba, hubiera dado alegremente a la Iglesia todo cuanto posea si alguien me salvaba; pero ahora daba gracias a aquel duro porrazo que me haba atontado antes de que hiciera ninguna temeraria promesa. Cuando me diriga temblando hacia mi casa, ayudado por aquel joven y seguido de un puado de asustadas y piadosas personas, pensaba darle mi cuchillo, con la vaina adornada con plata, y el dinero que haba ahorrado de mis jornales del verano. Pero cuando llegu a la cabaa de la seora Pirjo me censuraba ya a m mismo por tan innecesaria extravagancia, y pens que tres monedas de plata seran ms que suficientes para un joven que muy rara vez haba tenido en su mano una moneda acuada, si es que en alguna ocasin la haba posedo.La seora Pirjo llor amargamente al ver mi lamentable situacin y enterarse de lo sucedido. Me desnud como si hubiera vuelto a ser un nio y me frot con ungentos. Un cuidadoso examen le revel que tena rotas dos costillas, y luego de vendarme el pecho tan fuertemente que apenas poda respirar, me condujo a su propia cama. Entretanto, el campesino, sentado plcidamente en el umbral, mordisqueaba un pedazo de pan duro y un trozo de carnero salado que haba extrado de su mochila. Los nios que haban llegado a nuestra zaga estaban contemplndole, hurgndose las narices y frotndose las piernas con las plantas de los pies. Al fin, la seora Pirjo invit a mi salvador a que entrase.Cul es tu nombre y el de tu padre? De dnde vienes? A qu te dedicas? A dnde te diriges? Qu es lo que te impuls a socorrer a Miguel? pregunt la seora Pirjo.El joven, que pareca de lenta comprensin, se rasc una oreja.Eh? dijo.Pero pronto pareci aclararse su mente y nos dijo que su nombre era Andrs Karlsson, de la parroquia de Letala. Haba ido a la ciudad con intenciones de aprender la herrera, puesto que por una desgracia haba roto el yunque del herrero de su propio distrito, y el hombre, encolerizado, le haba despedido inmediatamente.Cmo has podido romper un yunque? pregunt, maravillado.Los ojos grises de Andrs se fijaron en los mos al responder:El herrero puso en mis manos el mazo y me orden que golpease. Obedec. Luego dijo: Golpea ms fuerte, y yo golpe ms fuerte. Pero volvi otra vez con su ms fuerte, ms fuerte, por lo que cog el niazo ms grande y romp el pico del yunque.La seora Pirjo le mir con asombro; luego dijo: Esta cabaa est hundida hacia aquel rincn porque el suelo hace declive. Cuando friego el piso, el agua corre hacia el rincn y se pudren las tarimas. He pensado muchas veces en arreglarlo. Podras levantar la cabaa por aquel lado para poner debajo una o dos piedras?Ahora mismo contest Andrs. Salieron ambos, y muy poco despus se oy un crujido tremendo, mi cama se tambale como en un mar tormentoso y la seora Pirjo grit con ansiedad: No derribes la casa, bruto! Ya basta, ya basta!Cuando entraron de nuevo, Andrs respiraba normalmente. La seora Pirjo se sent, apoyada la barbilla en la mano, contemplando al mocetn y preguntndole al fin:Ests bien de la cabeza, pobre muchacho?

Despus de reflexionar un momento, Andrs respondi humildemente:Puedo ser un poco lento, pero nunca hago mal voluntariamente; no intentaba derrumbar tu cabaa. Es que no s dominar mis fuerzas. Eso es lo que me fastidia; lo que me hizo abandonar mi casa y tambin la herrera.Le ped que nos contase algo de su hogar y de los suyos.Vengo de una regin pobre y soy hijo de pobres. Mi padre y mi madre no tienen nada... nada ms que sus hijos. Nace uno cada ao y a veces dos a la vez. ramos dieciocho bocas que alimentar, y no creo que mi madre sepa con certeza los nombres de todos, porque su memoria empez a fallar a medida que perda los dientes. Yo les era muy til porque poda sacar de un atasco cualquier carreta. Pero, cuando yo arrimaba el hombro, mi padre tena tanto trabajo en arreglar los desperfectos, que se disgustaba y deca que un caballo sera mucho ms barato. Sabis una cosa? Necesitaba comer tanto como un caballo al hacer el trabajo de uno; pero mi padre no estaba de acuerdo, porque la comida escasea en un hogar pobre aun cuando nicamente se trate de la corteza de medio pan.Se sec una lgrima y continu:No s por qu me sucede todo esto... He sido bendecido con tantas bendiciones como pueden darse en un pueblo pequeo. Mi padre y mi madre son dos seres encanijados, y cuando jugbamos a luchas de tirar y empujar con mis hermanos, yo poda levantar del suelo a los diez de la familia si la prtiga los sostena. Pero dicen que mi abuelo era un hombre tan fuerte que, con su hacha en la mano, no tema enfrentarse a un oso. Uno de ellos le dio un abrazo de muerte. Mi padre pensaba que sera mejor para m hacerme soldado. Pero no lo creo, porque me asustan las bravatas y las palabras duras. Mi madre parti una hogaza y me dio la mitad cuando me march y me aconsej que aprendiese el oficio de herrero. Estoy intentando cumplir su deseo, pero, cmo podr hacerlo en esta gran ciudad? Posiblemente no gane ni para medio comer.Rompi a llorar, aunque era hombre hecho y derecho, y balbuce a travs de sus lgrimas la historia de cmo haba dejado su hogar.Me era penoso dejar aquellos sitios tan conocidos. Permanec largo tiempo en las afueras del pueblo mirando hacia atrs, antes de sentirme con el corazn lo bastante fuerte para emprender el camino. Tuve la mala suerte de encontrarme con un oso. Se alz sobre las patas traseras, dispuesto a atacarme. Yo tena mucho miedo, pero me acord de mi abuelo y pens que lo mejor que poda hacer era morir entre aquellas manazas, pues yo slo era causa de disgustos aun para mi propia familia. Intent luchar a brazo partido con el animal, pero me dio un golpe en la cara que me dej sentado en el suelo con un zumbido en la cabeza como si dentro de ella llevara un nido de avispas. Me dej huella perpetua. Perd la serenidad, aunque soy tranquilo por naturaleza, y lo cog por una de sus garras y se la retorc hasta que empez a gruir de dolor y ech a correr por el sendero. Lo segu, gruendo ms fuerte que l, muy encolerizado, hasta que trep a un rbol para escapar de m. Sacud el tronco hasta que lo hice caer y le hund el crneo golpendolo con una piedra. Luego me fui al pueblo llevando al hombro la piel del oso y comenc a trabajar en la herrera. Pero muy pronto me despidi el herrero. Y ahora estoy aqu.Cuando termin su historia y se hubo secado las lgrimas, la seora Pirjo exclam:No nos habrs gastado una broma, Andrs Karlsson?Se la qued mirando con los ojos llenos de asombro y pregunt:Por qu iba a mentir en una cosa como sta? Era un bello oso macho. Aqu traigo su cola. Dicen que los hechiceros pagan mucho dinero por ellas y que las usan para toda clase de magia negra.Sac el apndice de su mochila. Nunca antes haba visto yo una, y me gust, pero se me adelant la seora Pirjo dicindole, al tiempo que se la arrebataba de las manos:Te dar lo que te pague cualquiera, pidas lo que pidas, porque es excelente para filtros de amor y no sabe uno cundo puede ser necesaria.Andrs dijo:Tomadlo como un regalo, noble seora, y ayudadme ms bien con vuestro consejo, pues si alguien lo necesita, soy yo.Pero la seora Pirjo se deshizo en calurosas protestas.Que la Virgen y los santos me impidan sacar ventaja de tu simplicidad. Nosotros somos los que estamos en deuda contigo. San Nicols mismo ha debido de enviarte para defender a Miguel en la hora en que lo necesitaba, y esto quiere decir que habis de enlazar vuestras vidas. Puedes dormir aqu esta noche, y encontrars alimento y vestido mientras consideramos la mejor manera de que Miguel y t podis ayudaros mutuamente.No hay nada que considerar exclam. El maestro Schwarzschwanz ha contratado un maestro herrero que necesita ayudantes; no hace falta que estn muy adiestrados, puesto que el herrero mismo (ene que aprender primero el arte de forjar caones bajo la direccin de mi maestro.A partir de entonces, el destino de Andrs Karlsson qued ligado con el mo.9

Aquel incidente ocurri en 1517, que fue, segn pienso ahora, el ltimo ao feliz del mundo y el ms feliz de mi vida, aunque las venenosas semillas que haban de traer la ruina a la Humanidad estaban ya germinando. Tuve los primeros indicios de lo que iba a suceder, por una conversacin en la casa de la seora Pirjo, entre el maestro Laurencio y el padre Pedro.Los Estados de Suecia han depuesto de su sede a nuestro reverendo arzobispo Gustavo Trolle. En este reino no se haba conocido nunca una cosa tal, y me asusta pensar lo que de todo esto dir en Roma el Padre Santo.Es una cuestin por la que no necesitamos preocuparnos coment el maestro Laurencio, frotndose las manos con satisfaccin. El reino ser puesto en entredicho: no habr bautismos, ni sacramentos, ni enlaces matrimoniales, y sern cerradas las iglesias. Tal ha sucedido por ofensas menores que sa.Intervine en este punto en la conversacin, diciendo:Lejos de m el intentar defender un acto impo, pero he odo decir a personas de autoridad que Su Ilustrsima el arzobispo es un partidario declarado de la Unin y, por tanto, un enemigo del pas. Hemos concertado una paz duradera con el zar y la hemos sellado besando la cruz, por lo cual Dinamarca es ahora nuestro nico peligro. Y sabemos que este peligro est prximo, porque estamos haciendo plvora y forjando caones, de lo cual yo mismo soy testigo, puesto que he trabajado afanosamente desde el canto del gallo hasta la hora de vsperas durante todo este verano para mejorar las fortificaciones del pas..., aunque nadie me ha dado las gracias por ello.Los premios y los honores mundanos son slo vanidad contest piadosamente el padre. En el da del Juicio Final seremos pesados y juzgados conforme a nuestros propios mritos. Pero el entredicho...! Oh, causar grandes dificultades a los obedientes servidores de la Iglesia el hecho de privarles de sus legtimos merecimientos por los servicios rendidos a su grey. Podemos quedar sumamente empobrecidos.El maestro Laurencio se frot de nuevo las manos, an ms complacido.El deplorar y lamentarse no son de ninguna utilidad. Cuando la tormenta arrecia, el hombre prudente debe adoptar rpidamente un criterio y decidir si se coloca al lado de los jutlandeses o de los suecos, de los unionistas o de los antiunionistas; a favor o en contra del arzobispo, y obrar en consecuencia. Esto es lo que se llama poltica, que es la ms grande de todas las artes; porque ms temprano o ms tarde, el adherirse a uno u otro partido conduce al mismo fin. Que cada cual elija lo que ms desee. Llegar un momento en que le pondrn una espada ante el vientre o una maza sobre la cabeza o una soga en el cuello. Slo el verdugo es imparcial, puesto que tanto los jutlandeses como los suecos tienen precisin de l. Es tan necesario a los jueces eclesisticos, como a los seculares. No tiene razn para quejarse de los tiempos en que sus servicios son ms solicitados.La seora Pirjo puso a un lado la copa de plata y el tarro de madera y dijo:Guardad para vos vuestras bromas, maestro Laurencio. No veis que Miguel se ha quedado ms blanco que el papel, y al mismo Andrs se le han puesto los pelos de punta, a pesar de su indolente cacumen? Por lo menos nosotros tenemos la suerte de vivir en paz lejos de las intrigas y pendencias de los nobles. Estamos contentos con que se exalten o se depongan tantos reyes y regentes como Estocolmo quiera. Para el pueblo es lo mismo pagar sus impuestos a los jutlandeses que a los suecos, con tal que se le deje en paz para ganarse la vida. Somos afortunados en este pas pobre: podemos estar a la expectativa y esperar nuestro turno hasta que uno de los partidos gane y ver entonces de qu lado hay que colocarse. Me complace que Miguel haya elegido la pluma de ganso con preferencia a la espada, porque el que toma la espada perecer por la espada, como dicen las Escrituras.El maestro Laurencio sostuvo tercamente que el mundo haba cambiado y que un plumazo poda dar ms trabajo al verdugo que el entrechocar de las espadas y el retumbar de los arcabuces; pero yo era demasiado joven para comprender lo que quera decir. La seora Pirjo coloc sobre la mesa un cuenco de sopa de avena y ech en el centro un pequeo trozo de mantequilla. Nos santiguamos y, alegremente, hundimos nuestras cucharas en el cuenco. El mundo no era tan malo cuando las gentes pobres podan comer sopa de avena con mantequilla.Pero con los ltimos barcos fondeados en el puerto, antes de que el mar se helase, llegaron extraas noticias de Alemania. Se hablaba de una gran conmocin entre los monjes a causa de un cierto doctor Lutero, que haba clavado en la puerta de una iglesia de Wittenberg una lista de noventa y cinco proposiciones, en las cuales, entre otras cosas, condenaba el trfico sobre indulgencias y, por tanto, haca dudoso el poder temporal del Padre Santo como nico guardin de las llaves del Cielo. Sin embargo, aquellos rumores no me parecan otra cosa que una comprobacin de que los alemanes eran gente dscola y descontentadiza; hecho que ya haba advertido cuando estaba en compaa del maestro Schwarzschwanz. Nunca imagin que un hombre de buen sentido fuese a discutir los artculos de la Fe revelados por la Santa Iglesia, que hacen la vida tan sencilla y alivian a la Humanidad de muchas meditaciones innecesarias.LIBRO SEGUNDOTENTACIN

1

Un apacible da de Ao Nuevo, el maestro Martinus envi a sus discpulos a sus casas y me rog que fuese con l a su habitacin. Se sent tras de su mesa, se restreg, con el pulgar y el ndice, su estrecha nariz, siempre goteante y, lanzndome una mirada escudriadora, dijo solemnemente:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo. Miguel, hijo mo, qu es lo que piensas llegar a ser?

Sus palabras me llegaron al corazn. Ca de rodillas ante l y, sollozando, dije:

Padre Martn, ha sido mi esperanza ms querida el consagrarme al servicio de la Santa Iglesia, y mi alma se siente tan amarga como el ajenjo, porque muchos de los que recibieron sus primeras lecciones conmigo, tienen ya la tonsura sacerdotal. Cierto es que soy ms joven que esos compaeros mos, o as lo creo; sin embargo, estoy dispuesto a afanarme da y noche para aumentar mis conocimientos. No obstante, me han dicho que son en vano mis esperanzas y trabajos. He intentado ya entrar en el claustro para, despus de un ao de noviciado, poder vestir el negro hbito y servir a la Iglesia durante el resto de mis das, pero el padre Pedro no me lo aconseja. Dice que no puedo aspirar a otra posicin en el monasterio que la de hermano lego (en el caso de que fuera admitido), puesto que no tengo en el mundo propiedades a las que renunciar.

Miguel dijo el maestro Martinus gravemente: quin habla por tu lengua, Dios nuestro Seor, o el demonio?

Qued perplejo ante su pregunta. Me dej que reflexionase un momento, y luego prosigui:

Eres un muchacho de talento, pero tu tendencia a adentrarte en las ms profundas cuestiones y a plantear preguntas que dejan intrigados aun a los ms entendidos, me ha trado muchos quebraderos de cabeza. Me imagino que no es la humildad cristiana lo que obra en ti, sino el ms condenable orgullo el que te lleva, en las argumentaciones, a pretender enredar a tu preceptor con sus propias palabras, y hacer que l mismo se avergence, como ocurri ltimamente con el asunto de Jons y la ballena.

Padre Martn, no soy tan perverso como pensis, y mi corazn es tan blando como la cera. Dadme alguna esperanza, y yo enmendar mi errado camino; marchar descalzo sobre la nieve y ayunar durante semanas con objeto de hacerme digno de vuestra bendicin.

Suspir profundamente, pero cuando habl de nuevo, lo hizo en tono colrico.

No tengo duda de que haras cualquier cosa con tal de satisfacer tu morbosa ambicin y sobrepujar a tus compaeros. Ao tras ao he esperado alguna seal de lo alto, que me indicase tu adecuada situacin en la vida, pero no ha aparecido ninguna. Los aos pasan, el pecado de tu origen se hunde cada vez ms en la oscuridad, y pronto no quedar nadie que recuerde a tu madre. No ser mejor para ti aceptar en tu vida el camino que te ha cabido en suerte y aprender a ocupar con honor alguna situacin en el mundo?

Me queris echar, padre? exclam con gran espanto, pues la escuela era el nico punto fijo en mi vida y, a pesar de mi descontento, tema abandonarla.

No es que te eche, desgraciado testarudo! Por el contrario, he sentido una irracional simpata por ti, pues tu pasin por los libros y tu magnfico entusiasmo me recuerdan mi propia juventud. El camino de la sabidura est sembrado de abrojos. Yo tuve que vender mi herencia con objeto de poder estudiar en la Universidad de Rostock; sin embargo, para m ningn sacrificio era demasiado grande, tanta era mi ansia de saber. De modo que puedo comprenderte, Miguel. Pero mrame ahora y advierte en lo que acab todo: no soy sino un viejo amargado que pronto se ver ciego por haber estudiado demasiado en mi juventud. A la hora de mi muerte, mi nico consuelo ser se tan sencillo que se ofrece a todas las almas, lo mismo clrigos que seglares; es decir, la Extrema Uncin y el perdn de los pecados. A ese respecto, no soy mejor que el ms miserable vaquero, a pesar de todos mis talentos. Por tu propio bien, yo te digo: no ganars nada buscando tan desesperadamente la sabidura. Ser ms prudente que te sometas a tu destino, que te entregues a alguna til tarea de escritor y que dejes de suspirar por la luna.

As es respond amargamente, mientras ardientes lgrimas desbordaban de mis ojos. Me har vaquero, puesto que esto es todo lo que la sabidura de la vida os ha enseado, padre.

Se enterneci entonces. Me dio unos golpecitos en la mejilla con su mano temblorosa, de acusadas venas, y me dijo:

Una ocupacin en el mundo, fuera del claustro, te dejar en libertad para gozar de los placeres de la vida. Podrs llevar una pluma en tu gorro y moverte entre las muchachas y, ms tarde, gozar las perpetuas alegras de una buena esposa y de unos hijos obedientes.

Respond con tono sombro que ni el matrimonio ni unos cuantos esculidos mocosuelos en la cabaa de un escritor constituan un encanto para m.

Y adems de esto aad, cada clrigo, y aun cada obispo, tiene una amante e hijos, y nadie lo considera pecado. Gozan de todas las ventajas del matrimonio sin sufrir ninguno de sus inconvenientes. Slo el matrimonio secreto es una transgresin imperdonable para aquellos que han recibido las rdenes. Pero no son sas mis razones para aspirar al sacerdocio. Para un joven pobre como yo, la ordenacin es la nica puerta abierta para continuar estudiando... y quiz para algn puesto universitario, o para gozar de alguna canonja eclesistica.

Apenas haba pronunciado estas palabras, me sent lleno de confusin y de vergenza, puesto que inadvertidamente haba descubierto mis ms secretos sueos y haba dado al maestro Martinus una base slida para acusarme de impa ambicin. Pero mi maestro y guardin no me reproch ya nada; dijo tristemente:

No ves, Miguel, cun equivocado ests al considerar la Iglesia y las Sagradas rdenes como medios de satisfacer tu anhelo de sabidura? Es la Iglesia la que elige sus propios servidores, y tus mismas palabras te condenan como un miserable cazador de fortuna y un hipcrita. De la propia custodia tu escabel haras si ello te sirviese para alzarte siquiera una pulgada. Con el tiempo comprenders esto y te sentirs avergonzado.

Padre Martn objet, no poseo en el mundo nada ms que mi cabeza y mis manos..., as como la Santa Iglesia, que ha sido mi nica e indefectible esperanza. Por qu he de ser desdeado cuando a muchos que son ms estpidos se los juzga dignos? Por qu he de ser rechazado, simplemente porque no tengo ni propiedades ni familia, ni pariente alguno que pueda pagar la dispensa ante la Corte Papal, por el pecado de mi madre? Por qu?

Quieres ahora poner en duda las enseanzas de la Iglesia? dijo severamente. Quin eres t, miserable gusano, para levantarte as y plantear dudas acerca de sus decisiones? Te advierto, Miguel, que no ests lejos de la hereja.

Aquellas terribles palabras me hicieron temblar y me sent humillado, aunque todava en mi corazn arda un ansia de desafo. No obstante, en el fondo pareca que el maestro Martn no deseaba expulsarme de la escuela. Incluso prometi pagarme si yo me encargaba de ensear gramtica a los escolares ms jvenes, y me recomend generosamente a Lars Goldsmith como tutor de sus dos hijos.

2

Con el deshielo, en la primavera, llegaron noticias desagradables. Supimos entonces de la intencin del rey Cristin II, de embarcarse para Estocolmo, reinstalar al arzobispo, castigar a los fanfarrones seores suecos y colocar sobre su propia cabeza la corona del reino de Suecia, de la que era heredero legal. Parte de la guarnicin de Abo puso proa hacia Estocolmo con objeto de apoyar a Sten Sture, el regente, y el castillo fue declarado en estado de defensa. Sin embargo, era generalmente admitido que la resistencia de Abo sera intil si Estocolmo caa, y que slo producira disturbios y destruccin. Ya se hablaba menos de la crueldad de los jutlandeses, y el pueblo prefera esperar en silencio los acontecimientos. Pero yo suspiraba por la guerra, por ser adecuada a mi temperamento. Adems, qu tena yo que perder?

A comienzos del verano, en la fiesta de San Juan Bautista, me dirig a la iglesia, lo que haca largo tiempo no me aconteca, para implorar a la Madre de Dios que me ayudase a vivir una vida mejor. Me encontraba ya cerca de la Casa Consistorial cuando o a Andrs que me llamaba lastimeramente desde debajo de las bvedas. Se sostena a la reja con ambas manos, y pude ver su cabello despeinado y su ancho rostro tan ensangrentado y magullado, que difcilmente le reconoc.

Jess, Mara! exclam con horror. Qu has estado haciendo?

Eso es lo que quisiera saber se lament. He debido de estar terriblemente borracho. Quin hubiera pensado que el aguardiente pudiera hacer esto con un muchacho tranquilo como yo? Estoy completamente negro y morado. Pero no creo ser yo nicamente... Otros han debido de bregar tambin, porque un hombre solo no puede hacerse nunca tanto dao, aunque hubiera estado rodando como un ovillo colina abajo entre peascos.

Corro a la iglesia a rogar para que no te lleven a la columna de los azotes ni te arrojen como alimento a los cuervos, por homicidio suger para su consuelo.

Pero Andrs me respondi airadamente:

Lo hecho, hecho, y el lloriquear no me servir de nada. S un buen cristiano, Miguel, treme un poco de agua y un bocado. Mi estmago est completamente vaco, y esto me preocupa ms que mi propio pellejo.

Como no viera yo a los vigilantes de la ciudad, le llev agua en un cubo. Pero no poda hacrselo llegar a travs de las rejas, y era tan terrible su sed, que torci las barras de hierro para alcanzar la vasija.

Me sent alarmado al orlas crujir y le dije:

No debes ocasionar daos en las propiedades pblicas, Andrs, de lo contrario te aplicarn un castigo ms duro. Pero si deseas escapar, ahora es el momento; puedes culebrear por el agujero que has hecho.

No voy a escapar replic Andrs altivamente. Pienso sufrir estos insultos y este bien merecido castigo con cristiana humildad y volver a merecer el respeto de m mismo ante Dios y ante los hombres.

Tena en mi bolsa unas cuantas monedas, pues me propona llevar una vela a san Juan Bautista, virtuoso varn que prefiri ser decapitado antes que sucumbir ante la lujuriosa Herodas. Corr a Las Tres Coronas y compr un gran cuenco de barro cocido lleno de nabos y arenques, y una hogaza de pan. Pero no poda retrasarme para Andrs, porque ya los burgueses comenzaban a pasar camino de la iglesia para asistir a la misa mayor.

nimo! le dije. Intentar deslizarme esta noche hasta aqu trayendo ms comida.

nimo? No es nada fcil para m decirlo, con las ranas que saltan sobre mi cuerpo y las ratas que me pasan por la nariz cada vez que intento dormir un poco. Quiz despus de una panzada me parezca el mundo ms brillante.

Lo dej y corr a la catedral; pero Satans prepara sus celadas ms arteramente de lo que se supone. Cuando sal de misa lleno de contricin, me vi detenido en el prtico por un joven que tena las mejillas llenas de puntos negros, como si en otro tiempo hubiese sido alcanzado por alguna explosin de plvora. Apoyndose en su espada, me dirigi la palabra en alemn, diciendo que haba odo muy buenos informes sobre m. Era forastero en la ciudad y se hospedaba con su hermana en la posada contigua a la taberna de Las Tres Coronas. Me dijo que necesitaba la ayuda de algn joven inteligente, y me pidi que le visitase a la noche. No lo lamentara, segn me dijo. Sus maneras eran sospechosamente untuosas, pero tena una sonrisa atrayente. Iba vestido con unas calzas muy ajustadas y un jubn de terciopelo con botones de plata, y me pareci que no perdera nada con acudir a su llamada.

Cuando la seora Pirjo supo la triste situacin en que se encontraba Andrs, prepar para l un paquete de viandas, y al llegar la noche corr a la Casa Consistorial. En el patio me encontr con el carcelero, un viejo soldado con una pata de palo, que me haba enseado a manejar la espada.

Puedes entrar me dijo en tono amistoso. No eres t el primer visitante.

Descend a la celda, que alegraba la luz de una vela de sebo. All estaba la duea de Las Tres Coronas, que tena la cabeza de Andrs apoyada en su regazo, acariciando sus mejillas y hablndole tiernamente.

Miguel dijo ella con gravedad cuando aparec, es difcil encontrar un muchacho mejor y ms noble que tu amigo Andrs. Anoche, cuando regres a casa para irme a dormir, despus de las fogatas de la noche de San Juan, una odiosa barahnda me hizo levantar. Un grupo de aprendices borrachos destrozaron la puerta e irrumpieron en la casa; echaron a mi pobre esposo en una artesa vaca y pusieron piedras sobre la tapa, obligndome luego a servirles cerveza, aguardiente y comida. Casualmente lleg en aquel momento este buen muchacho, y cuando vio el aprieto en que me encontraba, la emprendi contra aquellos mozos a puetazo limpio, como Sansn contra las murallas de Jeric, y los ech fuera, aunque todos cayeron sobre l, armados de garrotes, y Andrs, por otra parte, apenas poda tenerse en pie, despus de las fatigas de la noche de San Juan. Cuando al fin llegaron los vigilantes, me censuraron insolentemente por servir a los beodos fuera de las horas reglamentarias, y este joven, interpretando mal sus intenciones, los arroj tambin para proteger la paz de mi casa. Despus quedse dormido en el suelo, dominado por el cansancio; pero regresaron los vigilantes y, entre patadas y puetazos, se lo llevaron a la prisin, puesto que no pudieron encontrar a ningn otro a quien detener. S que se van a dar una buena panzada con este ruin negocio, as Dios me ayude! Y eso mismo dice mi viejo, a quien me olvid de sacar de la artesa hasta esta maana.

Acarici la mejilla de Andrs y dijo:

Ests en buenas manos, amigo mo, pues tan cierto como que tengo licencia para abrir taberna y pago impuestos, yo te sacar de esto. Bebe esta cerveza (es la mejor que tengo) y restaura tus fuerzas.

Viendo que Andrs de nada careca y estaba bien cuidado, y que mi presencia no era necesaria, me fui a beber un litro de cerveza en Las Tres Coronas, donde el posadero confirm, palabra por palabra, el relato de su esposa.

La cerveza me tonific, dndome tambin el valor necesario para entrar en la posada y preguntar por el forastero que viva all con su hermana. Pareca gozar fama de rico y liberal, porque sin tardanza me condujeron a su habitacin. Al entrar percib en seguida un agradable olor a lacre; haba una buja encendida sobre la mesa, en donde el extranjero estaba escribiendo. Su servicio de escribana era de excelente calidad y consista en artculos que fcilmente poda llevar en una cajita de cobre pendiente del cinturn. Me reconoci, se puso en pie, dirigime un saludo amistoso y me cogi la mano. Aquello era muy halageo, pues el joven tena el aire grcil y distinguido de un verdadero caballero, para quien era cosa corriente un hermoso alojamiento, vino a diario, prendas lujosas y buen servicio.

Me explic que se llamaba Didrik Slaghammer y que era hijo de un comerciante de Colonia, hecho caballero por el emperador. Durante su juventud viaj por tierras extranjeras, y ltimamente haba estado comerciando en Danzig y en Lbeck. Cuanto le haba contado acerca de los lugares santos de Finlandia, famosos en todas las regiones del Bltico, le haba atrado hacia Abo, pues aunque en sus aos mozos haba llevado una vida un tanto alocada, se haba tornado ms sensato al llegar a los treinta, y ahora encontraba verdadero placer en los actos piadosos, tales como peregrinaciones a los lugares santos, cuando stos no eran demasiado inaccesibles. Me dio a entender que me necesitaba como intrprete y gua para aquellas peregrinaciones.

Con verdadero placer le habl del Camino de San Enrique, del sol de Nadendal, de la Santa Cruz de Anianpelto, de la iglesia de Reso, que fue construida por los gigantes, y de muchos otros lugares santos. El desconocido dejaba vagar su pensamiento mientras yo le hablaba; domin un bostezo, que dej al descubierto sus dientes felinos de animal de presa, y comenz a juguetear con una daga que descansaba sobre la tapa de su mundo de viaje.

Muchos han intentado espantarme con cuentos acerca de este primitivo pas, de sus animales salvajes y de sus ladrones observ; y, as, he trado conmigo un par de pistolas de arzn, recin inventadas, que me han ayudado a salir de muchas situaciones apuradas.

Me mostr dos armas de can corto en una doble pistolera, las cuales podan llevarse en el arzn del caballo, de modo que sus pesadas culatas de plomo quedaran al alcance de la mano. Sin embargo, su inters por semejantes cuestiones pareca difcilmente compatible con la piedad que aparentaba.

De pronto me pregunt si haba odo decir que el rey Cristin se estaba armando contra los suecos y qu era lo que en general opinaban los finlandeses sobre ello. Respondle que tales rumores perjudicaban grandemente al comercio. Los mercaderes de Abo no osaban enviar sus naves a los mares abiertos, por temor a los barcos de guerra daneses. Las naves mercantes tenan que hacer la travesa hasta Lbeck, a lo largo de las peligrosas aguas costeras, donde los vientos contrarios los hacan a veces embarrancar, convirtindolos en presas de los piratas que infestaban los mares desde Osel hasta la costa estoniana. Y aunque los mercaderes de Abo buscaban la proteccin de los convoyes de Lbeck, los ciudadanos de sta no se sentan inclinados a protegerlos, porque el Concejo de la ciudad de Abo ya no reservaba la mitad de sus asientos para los miembros germanos como en aos anteriores, sino que destinaba todos los cargos civiles para los de su nacin. Hice tambin alarde de la plvora y los fusiles que se estaban fabricando y dije que si los jutlandeses se aventuraban hasta las proximidades de la fortaleza de Abo, seran calurosamente recibidos.

El seor Didrik jugueteaba distradamente con su pistola, accionando el gatillo y sacando brillantes chispas del pedernal. Declar, con una sonrisa, que a l no le aterraba la guerra, pero que, teniendo una hermana en la que pensar, le agradara, para tranquilidad de ella, saber con cuntas piezas de artillera se contaba en el castillo y de qu calibre eran; cuntos hombres formaban la guarnicin; cmo se les pagaba; quin los mandaba y de dnde procedan las tropas. Le gustara tambin conocer los nombres de los ciudadanos ms preeminentes y hasta qu grado se confiaba en ellos en asuntos de Estado.

Pareca de carcter nervioso; en realidad lo evidenciaba el hecho de que llevara armas al alcance de la mano en una pacfica posada. Y, as, para tranquilizarle, le cont cuanto saba de la guarnicin, y al mismo tiempo le record que yo era un hombre de estudio y no un soldado, aconsejndole que consultase a mi buen amigo y antiguo amo, el fabricante de mosquetes. De hecho, hubiera ido al instante a trarselo, pero aquel afectuoso extranjero reprimi mi vehemencia diciendo que no quera molestar a tan respetado artfice en el da de San Juan, artfice que, por otra parte, se haba encontrado con la ms baja ingratitud y que era, por tanto, muy propenso a la clera. Porque el extranjero haba odo hablar del maestro Schwarzschwanz y estaba ya enterado de que yo haba sido su segundo; adems, l sentase satisfecho con lo que yo pudiera contarle, especialmente, habindome encontrado tan inteligente.

Cuntas bombardas hay en el castillo? me pregunt. Cuntos caones reales, culebrinas, faleones, falconetes, caones pedreros y arcabuces?

Intent recordar lo que saba, y l tom rpidamente nota de las cifras, pero frente a ellas slo garabate unos misteriosos caracteres. Como no me pareciera aquello adecuada ocupacin para un comerciante o un devoto peregrino, empec a expresarme con vacilaciones y le di respuestas, con cierta reserva, cuando vi que tambin inquira acerca del equipo de los soldados y los barcos que zarpaban de Abo. Su curiosidad pareca no tener lmites.

Sbitamente advirti mis recelos; recogi sus papeles y, guardndolos en su bal de viaje, dijo sonriendo:

Veo que os sents intrigado por mi excesiva curiosidad, Miguel; pero nac con una insaciable sed de conocimientos de todas clases y tengo el hbito de recoger informaciones tiles dondequiera que voy. Nunca sabe uno cundo podrn serle necesarias. Pero ya os he molestado bastante. Comamos, bebamos y alegrmonos. Seris mi husped esta noche.

Me condujo al saln inmediato, en el cual haba una mesa que mostraba gran profusin de exquisiteces y que se alumbraba con el suave resplandor de unas velas de cera. Sin embargo, no era la mesa lo que yo contemplaba. Se diriga hacia m la ms bella mujer y la ms costosamente vestida que haba visto en mi vida. Sus faldas hacan un ruido suave mientras avanzaba; ergua orgullosamente la cabeza, y el seor Didrik se inclin cortsmente para besar su mano.

Ins, querida hermana ma, permteme que te presente a Miguel, el estudiante, joven muy hbil que, adems de sus conocimientos en materias eclesisticas, es tambin muy diestro en el arte de fabricar plvora, y que fue en otro tiempo el segundo de un fundidor de caones. Ha tenido la gran bondad de prometerme que nos ayudar a perfeccionar nuestros conocimientos, tanto en asuntos mundanos como en los que ataen al bien de nuestras almas.

En este punto, la dama me dedic una clida sonrisa y me tendi la mano. Hasta entonces no haba besado la mano de una mujer, y la vergenza me impidi alzar los ojos hasta su hermoso y aristocrtico rostro. Torpemente me inclin y puse mis labios en sus dedos; eran clidos y blancos y olan a finos ungentos.

Dijo, con una sonrisa tan alegre como la de su hermano:

Dejemos esta rigidez. Todos somos jvenes, y ya estoy cansada de sentarme seriamente en mi habitacin, lejos de alegre compaa. Oh, Sir, no soy un lobo que os vaya a devorar! Podis alzar sin temor vuestro rostro varonil y mirarme a los ojos.

Me sent hundido en mayor confusin an, cuando ella se dirigi a m llamndome Sir, como si yo hubiese nacido en noble cuna, y cuando habl tan halageamente de mi apariencia personal. Pero mir aquellos maliciosos ojos castaos, y ella me dirigi una sonrisa tan retozona, que toda la sangre se me subi al rostro. En mi simplicidad, yo no saba entonces que tena los labios pintados, que sus cejas estaban depiladas, y sus mejillas, empolvadas. Me pareca, a la suave y clara luz de las velas de cera, la ms maravillosa, la ms hermosa mujer que haba visto nunca.

Nos sentamos a la mesa y saboreamos lengua de ternera y ganso asado, sazonado con azafrn y pimienta, y bebimos vino dulce de Espaa en las ms bellas copas que la posada pudo proporcionar. Yo no tena ni la ms remota idea de lo que poda costar semejante banquete, pero todos mis escrpulos se desvanecieron bien pronto y com tan correctamente como pude, cortando la carne en pequeos trozos, de modo que pudiera tomarlos entre los dedos, en lugar de empuar el hueso con ambas manos, segn la manera vulgar, royndolo y con los labios llenos de grasa. Aquel vino ardiente se me subi pronto a la cabeza; olvid todas mis desventuras y me sent como si estuviese en el cielo, rodeado de ngeles amables. Y mientras comamos, el flautista tuerto de Las Tres Coronas tocaba dulces aires en la estancia inmediata, hasta que el seor Didrik orden que le sirviesen cerveza, y lo despidi, a causa, sin duda, de que no poda sufrir tan msera msica. Propuso que en lugar de aquello cantsemos nosotros mismos, y entonamos unas cuantas piadosas canciones de estudiantes, referentes a los vanos goces mundanos.

Al poco tiempo la dama encontr que la estancia estaba demasiado calurosa y se despoj de su estola de gasa, descubriendo sus hombros. Su corpio de terciopelo verde estaba bordado con perlas e hilillos de oro y corazones rojos que atraan las miradas hacia su pecho. Nunca haba vis