waisbrot - concepcura

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II Congreso Argentino de Psicoanálisis de Familia y Pareja “Teoría y Clínica de los Vínculos” Concepciones de la cura Daniel Waisbrot Con esa sospechosa urgencia de las consultas de Enero, Mariana y Edgardo llegaron a mi consultorio. Son pareja desde que tenían 17 y 20 años. Hoy tienen 44 y 48. Tres hijos entre 15 y 18. Hablan de muertes ocurridas el último año. Ambos padres de ella y un gran amigo de los dos, todos imprevistamente. También la madre de él un año antes y a lo lejos, el retorno del suicidio de una hermana de él, poco tiempo antes de conocerse. “Ella se la pasó enferma todo el año... episodios graves. Pancreatitis, edema de glotis, paro respiratorio. Justo estaba yo ahí...la reviví. Fue terrible, terrible. Desde allí en más empezó con depresión, crisis de pánico...” “Sí estuve muy mal...volví a mi analista. Ahora estoy un poco mejor, pero saqué todo el odio afuera. El se asustó. No pudo aguantar. Salió con otra mujer todo el año. Yo lo sabía... creo... me hacía la boluda... Mi hija mayor me dijo “mamá, no te das cuenta que papá te esta cagando?”. Un día él me llamó y en mi celular me di cuenta que me estaba llamando desde Flores. De dónde me llamás? “De mi estudio...” El estudio queda en el centro. Estallé. El era un gran hombre para mí...fueron meses terribles, durísimos. Siempre fui una geisha...pero me enfermo. No sé qué hacer”. “Yo decidí dejar esa relación. No me quiero separar, pero hay cosas que no van, no enfrentamos nada. Ella no me puede perdonar, yo tengo mucha culpa, mucha responsabilidad y me siento mal, muy mal. Tiene ataques de furia, me insulta, golpea el auto, no sé qué hacer, irme no quiero, pero así no se puede estar...” Elegí esta viñeta casi por azar. La consulta, pedida con urgencia, se produjo en el medio de mis devaneos sobre “Concepciones de la cura”, trabajo que debía preparar para esta 1

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Concepciones de la cura

II Congreso Argentino de Psicoanlisis de Familia y Pareja

Teora y Clnica de los Vnculos

Concepciones de la cura

Daniel Waisbrot

Con esa sospechosa urgencia de las consultas de Enero, Mariana y Edgardo llegaron a mi consultorio. Son pareja desde que tenan 17 y 20 aos. Hoy tienen 44 y 48. Tres hijos entre 15 y 18. Hablan de muertes ocurridas el ltimo ao. Ambos padres de ella y un gran amigo de los dos, todos imprevistamente. Tambin la madre de l un ao antes y a lo lejos, el retorno del suicidio de una hermana de l, poco tiempo antes de conocerse.

Ella se la pas enferma todo el ao... episodios graves. Pancreatitis, edema de glotis, paro respiratorio. Justo estaba yo ah...la reviv. Fue terrible, terrible. Desde all en ms empez con depresin, crisis de pnico...

S estuve muy mal...volv a mi analista. Ahora estoy un poco mejor, pero saqu todo el odio afuera. El se asust. No pudo aguantar. Sali con otra mujer todo el ao. Yo lo saba... creo... me haca la boluda... Mi hija mayor me dijo mam, no te das cuenta que pap te esta cagando?. Un da l me llam y en mi celular me di cuenta que me estaba llamando desde Flores. De dnde me llams? De mi estudio... El estudio queda en el centro. Estall. El era un gran hombre para m...fueron meses terribles, dursimos. Siempre fui una geisha...pero me enfermo. No s qu hacer.

Yo decid dejar esa relacin. No me quiero separar, pero hay cosas que no van, no enfrentamos nada. Ella no me puede perdonar, yo tengo mucha culpa, mucha responsabilidad y me siento mal, muy mal. Tiene ataques de furia, me insulta, golpea el auto, no s qu hacer, irme no quiero, pero as no se puede estar...

Eleg esta vieta casi por azar. La consulta, pedida con urgencia, se produjo en el medio de mis devaneos sobre Concepciones de la cura, trabajo que deba preparar para esta ocasin. Me oblig a pensar, una vez ms: qu concepcin de la cura? Qu Psicoanlisis?

Distintas pocas, distintos escenarios, fueron puntuando un modo de ejercicio de sus prcticas. De esta manera, entiendo que el Psicoanlisis no supone un discurso nico, homogneo, que se ofrece como un saber acabado, concluido, ms all de esas condiciones histricas de produccin y aplicacin. Ms bien, todo lo contrario. Lo entiendo como un campo heterogneo, no adscribible a ningn discurso oficial y sujeto al pensamiento crtico de los distintos e infinitos conjuntos en los cuales late su clnica y sus teorizaciones.

En los aos setenta, por ejemplo, era bastante obvio que el anlisis era individual, y de 3 o 4 sesiones semanales. Digamos ms cuatro que tres. Tener dos sesiones semanales era algo relativamente aceptable y situado ya en los bordes de lo pensable como el Oro Puro del Psicoanlisis, y una sesin semanal, claramente consista en una humillante versin light del vil cobre de las Psicoterapias.

As, a quienes desarrollbamos prcticas hospitalarias y accedamos a nuestros primeros pacientes privados, se nos presentaba la paradoja. Por un lado toda nuestra formacin para-universitaria (la fundamental en la poca, la verdaderamente importante), nuestros anlisis, nuestras supervisiones, eran psicoanalticas, mientras que nuestra prctica estaba devaluada por no cumplir con los cnones vigentes acerca de lo que era una prctica psicoanaltica.

Hoy, podramos sostener esta versin? Las prcticas de los ltimos 25 aos no han cambiado nuestra posicin ante las teoras? Si la economa no fuera un impedimento, me pregunto: seguiramos proponindoles a los pacientes dispositivos de anlisis de 4 sesiones semanales? Y an, si as fuera, lo sera siempre como norma deseable, o nuestras prcticas produjeron efectos de cambio sustancial en los dispositivos de aplicacin de nuestros saberes?

Otro ejemplo: en los aos 50, un grupo de analistas quiso incluir en sus prcticas los dispositivos grupales. Su pertenencia a instituciones de la IPA se lo impeda, ya que para el Psicoanlisis de la poca, lo vincular no era psicoanaltico. De esta manera, Enrique Pichon-Rivire, Jos Bleger, Jorge Mom, Marie Langer, Emilio Rodrigu , Madelaine Baranger, entre otros, fundaron la Asociacin Argentina de Psicologa y Psicoterapia de Grupo como un mbito donde se pudiera pensar aquello que en sus instituciones no podan. Y se cuidaron muy bien de preservar y no entrar en conflicto con esa pertenencia, denominando al campo fundado como Psicoterapia de Grupo.

As, lo grupal, fue expulsado del campo psicoanaltico. Pero, como psicoanalistas sabemos que lo que se expulsa por la puerta vuelve a entrar por la ventana. Hoy, casi 50 aos ms tarde, lo vincular ha retornado a dichas instituciones que han podido ir metabolizando de otro modo las propuestas de ampliacin terica y de dispositivos clnicos que provienen de dicho campo.

El Psicoanlisis, la cultura de poca y el estado de las Ciencias se entraman de manera insoslayable y generan cambios en los modos tanto de concebir la estructuracin subjetiva como los dispositivos de atencin del sufrimiento humano.

Toda teorizacin, disciplina, ciencia, transita por momentos de cierre, de clausura necesario para generar una lgica interna a la propia teorizacin, que posibilite la complejizacin y el despliegue de esas mismas conceptualizaciones contenidas, an, en germen. As, la produccin de conocimiento se despliega en un campo paradojal: requiere apertura para incluir la novedad, pero tambin supone clausuras necesarias para afianzar sus pilares.

Una concepcin de la cura, supone pensar en la relacin que mantiene el Psicoanlisis con el conjunto de teorizaciones, disciplinas, ciencias con las que est invariablemente entramado desde su origen y de cuyos avatares slo puede desprenderse mediante una desmentida o una desestimacin de la red en la que est inserto como parte de la indisoluble articulacin entre sujeto, vnculo y cultura.

Los modelos de la fsica clsica, descriptos por Freud, se sustentaban en el paradigma newtoniano, y por lo tanto reservaban muy poco espacio a lo aleatorio, a lo azaroso. Estas formulaciones no fueron gratuitas en consecuencia para nuestras concepciones analticas: todos los sucesos de la vida tenan un encadenamiento estricto de causas y efectos. El no es casual, luego cercano al tristemente clebre algo habr hecho devino en un slogan psicoanaltico que se hizo famoso y que inund la vida cultural de Buenos Aires, a tal punto que hoy en da es bastante difcil convencer a los pacientes de que adems, las cosas suceden.

Hoy las ciencias se encuentran atravesadas por el paradigma de la complejidad, paradigma que se opone a las teoras unitarias, aisladas y conciben, en cambio, que las ciencias, los procesos culturales y la subjetividad conforman un sistema abierto, con mltiples y complejas interconexiones. El derrumbe del mundo newtoniano permiti situar la realidad en otro lado. Lo que reina, es el desorden, el caos y la incertidumbre.

Dicha concepcin deviene en un elemento clave a la hora de habilitar procesos de creacin, de invencin y poder hacerle un lugar al riesgo. Trabajar analticamente tambin es trabajar con el desorden, el caos y la incertidumbre; es poder decir, junto a Gastn Bachelard, error, t no eres el mal.

Y ello no supone dar lugar a la pura arbitrariedad, sino que exige y responsabiliza al analista a dar cuenta con rigurosidad conceptual de lo nuevo que va surgiendo en el escenario terico o clnico.

Entiendo que el sujeto se funda en un campo intersubjetivo. Adviene solo y por su pertenencia a un conjunto que adems haya podido firmar un contrato narcisista que le otorgue un lugar social y que posibilite entonces, su tejido al campo del otro.

Pensar en caos y en desorden supone pensar en un aparato psquico abierto a nuevas marcas, un aparato psquico no clausurado en el Edipo; supone reconocer la idea de distintos orgenes para la vida psquica. Asimismo, la articulacin entre sujeto, vnculo y cultura nos conduce a pensar en los efectos no slo de la falta como estructurante de la subjetividad, sino de lo que implica un exceso de presencia, presencia del otro, presencia del mundo, presencia del campo intersubjetivo como exigencia de trabajo para la vida psquica.

La lectura del campo complejo en que la subjetividad se funda, interroga tambin los modos de pensar la transferencia y la implicacin del analista en la implementacin no slo del dispositivo sino en cmo se posiciona frente a l y al discurso que en la sesin se va tejiendo. Desde este punto de vista, la transferencia no es slo oportunidad de repeticin facsimilar de lo ya vivido, sino tambin oportunidad para lo nuevo.

Todas estas cuestiones, sumadas a las problemticas del goce, los atrapamientos en escenas ligadas al telescopage de generaciones y todo el campo de lo negativo, nos fueron cuestionando cada vez ms la suficiencia del viejo adagio freudiano hacer conciente lo inconciente, y el trabajo devino ms en crear inconciente, producir efectos simbolizante, generar condiciones de acceso no slo a lo inconciente, sino tambin a lo que an no ha podido entrar en el campo historizante del sujeto.

La cura freudiana no ha perdido vigencia. Pero no alcanza.

En un trabajo anterior (Mendilaharzu, G. ; Waisbrot, D. 1996) proponamos pensar la cura en un anlisis de pareja como un lugar de neognesis. Se trata de pensar que el Psicoanlisis pone en movimiento ms cosas que las que el mtodo puede contener. Si uno lograra tomar cierta distancia del mtodo, con todo lo difcil que resulta, es llamativo cmo un dispositivo tan limitado conduce al desencadenamiento de cuestiones incalculablemente mayores.

La pregunta, trada por Laplanche con la inclusin del concepto de neognesis, y que propusimos pensar para los anlisis vinculares, apunta a si lo que sucede en un anlisis, es solamente desencadenamiento de lo sexual atrapado por las vas represivas, o si podemos pensar en la creacin de sexualidad nueva.

No cabe duda que el sujeto constituido en el marco de sus relaciones primordiales, se hace humano a partir del otro humano, y que su historia es determinante en su constitucin subjetiva. Pero la idea de concebir un psiquismo abierto, sujeto a cambio y recomposicin, permite pensar en el advenimiento de algo que como tal, nunca haba estado all.

En ese sentido, la posicin del analista y sus intervenciones, cumplen una funcin crucial. Su tarea no se reduce a encontrar lo que ya estaba sino a producir elementos nuevos que den lugar a un producto diferente del que ya exista.

Voy a jugar un poco con Freud y con la pareja del comienzo. Voy a tomar una frase de Freud porque me resulta un analizador interesante, mas all de que ha dicho muchas cosas sobre la cura y no es justo reducir su concepcin a ella. Y con la pareja, me propongo hacer un acercamiento clnico con la primer parte de una primer entrevista, nuevamente, en un recorte que s, injusto.

Escuchen lo que dice Freud: El neurtico curado ha devenido en realidad otro hombre...ha devenido lo que en el mejor de los casos y bajo las condiciones favorables poda devenir. (Freud, S. 1917)

Entonces: ese otro hombre, en realidad ya estaba antes como posibilidad. En esta frase, Freud estaba abierto al cambio y a la recomposicin; mucho menos a la novedad. Lo mejor que se consigue, es recuperar lo que hubiera seguro- pasado, si no hubiera estallado la neurosis.

Pensemos la pareja: hacia dnde debera conducir su anlisis?. A que esa pareja pueda devenir lo que en el mejor de los casos y bajo las condiciones favorables poda devenir? Es acaso esto posible? Puede esta pareja volver a ser la misma que hubiera sido, en condiciones favorables... Cuales seran esas condiciones? O se tratar en cambio, de abrir un espacio para el procesamiento de una historia vincular, de sus nudos, sus acuerdos y sus pactos, y los estallidos sucedidos en el vaivn de una vida que ltimamente encuentra demasiado duelo junto como para poder procesar algo?

Me acerco a pensar esta pareja como un encuentro entre un Gran Hombre y una geisha, a la que pudo revivir. Encuentro que seguramente produjo un plus y una alteracin en lo que estaba siendo en ellos antes de producirse. Pareciera que esa modalidad devino en una cierta estabilizacin fantasmtica de los avatares pulsionales que se entretejieron en su constitucin, y produjeron un sentimiento de pertenencia al conjunto que armaron. Conjunto que viene funcionando hace ms de 25 aos, que no es poco.

Aparentemente, (digo, siguiendo con el juego clnico) l ha dejado de ser un Gran hombre; frente a las muertes de gran magnitud para ambos, no pudo revivir a nadie (como tampoco otrora pudo revivir a su hermana), y ella no parece poder seguir sosteniendo, frente a este nuevo escenario, a la geisha que fue.

Algo ha cambiado. Una vez producido el movimiento que des-captura, no se puede volver a lo de antes. No hay forma de pensar que esta pareja pueda volver a ser lo que en el mejor de los casos y bajo las condiciones favorables podra devenir.

El concepto de neognesis, vino a hacer nudo en mi modo de entender estas cuestiones, en los ltimos aos, con la nocin de acontecimiento, que ms all de su procedencia de otros campos, viene pisando fuerte en muchos de nosotros. Quizs, esa articulacin entre neognesis y acontecimiento, venga a intentar responder a ciertos puntos de inconsistencia que en la prctica analtica hemos venido encontrando en el puro centramiento alrededor de las cuestiones ligadas al determinismo y la pura repeticin.

En un trabajo anterior, (Bianchi, G.; Lamovsky, C.; Moscona, S.; Waisbrot. D.; 1999) planteamos que en el anlisis vincular, por la va de la intervencin analtica, buscamos un cambio en la posicin vincular, cambio que supone, invariablemente, un cambio en la posicin subjetiva. Ello implica una lectura en red de la indisoluble articulacin entre sujeto vnculo y cultura. Dicho cambio supone un pasaje a nuevas modalidades de satisfaccin, de acuerdo a como ese vnculo pudiera ir encontrndose con el procesamiento de la diferencia, de la alteridad y de la ajenidad del otro.

Abrira as, a nuevas vas vinculares que ms all de la perdurabilidad o no del vnculo, inauguraran destinos diversos para el placer y la sublimacin.

Si nuestra nocin de vnculo, supone un encuentro entre distintas subjetividades, encuentro que produce un plus y una alteracin de lo que estaba siendo en los sujetos que lo componen y si ese vnculo, da lugar a un reordenamiento subjetivo, el analista est implicado desde el vamos.

La posicin que el analista va a sostener en su prctica clnica est invariablemente en red con su posicionamiento ante las teoras (y aclaro, no digo aqu su posicin terica, sino su posicionamiento ante las teoras), sus compromisos de fidelidad con el divn de su analista, sus pertenencias identificatorias con sus maestros y con sus instituciones que le proponen una oferta de saber y un apuntalamiento (en el sentido fuerte, anacltico), pero que le piden que se transforme en repetidor de sus discursos como moneda de cambio por semejante sostn.

Entiendo que el discurso psicoanaltico proyecta sobre el analista, la misma sombra hablada, la misma anticipacin que caracteriza al discurso parental. Mucho antes de su formacin, habr ya un lugar designado para ese analista, con la esperanza de que transmita idnticamente el modelo psicoanaltico que lo fund en su funcin.

El analista, a su vez, deber buscar y encontrar en ese discurso fundante, referencias que le permitan proyectarse hacia el futuro y poder alejarse del primer soporte constitutivo, sin que ese alejamiento se traduzca en la prdida total de su soporte identificatorio. Ello lo obliga a un arduo trabajo de metabolizacin; parafraseando a Piera Aulagnier dira un trabajo de historizacin del analista como nica alternativa a la alienacin en la que se funda. Trabajo que le permita tolerar un lugar para la incertidumbre, y mantener en estado de interrogacin sus concepciones acerca de la cura.

Bibliografa:

Bianchi, G.; Lamovsky, C.; Moscona, S.; Waisbrot, D.;

El amor y el sexo Presentacin en AAPPG. Nov. de 1999

Bleichmar, S.;

Clnica psicoanaltica y neognesis

Freud, S.; 1916-17

Conferencias de Introduccin al Psicoanlisis. Conferencia 27

En Obras Completas . Amorrortu Editores . Tomo XII

Gaspari, R.;

La familia: nudo problemtico del Psicoanlisis

en Clnica familiar psicoanaltica. Paids. 2000

Mendilaharzu, G.; Waisbrot, D.;

Transferencia y dispositivo en Psicoanlisis de Pareja

En La pareja; encuentros, desencuentros, reencuentros Paids. 1996.

Waisbrot, D.;

El analista y su libertad Revista de la AAPPG T.XXII Nro. 2. 1999

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