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Vida de un escritor Victor Jiménez Alberto Vital, Noticias sobre Juan Rulfo, Editorial RM, en coedición con Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad de Guadalajara, Universidad de Aguascalientes, Universidad de Tlaxcala y Fondo de Cultura Económica, México, D. F. (impreso en Tokio), 2004, 232 pp., ilustrado. El texto que aquí se reproduce fue leído por el autor en la presentación del libro que tuvo lugar en la Casa Universitaria del Libro, el 18 de mayo de 2005. L a primera biografía de Miguel de Cervantes se publicó en 1738, y fue resultado del encargo de un admirador inglés que quería realizar la más suntuosa edición del Quijote . La biografía, pues, acompañaba y nacía de la obra, y esta circunstancia no es para nada ajena a la naturaleza de la literatu- ra. Nadie se interesa por la vida del au- tor de una obra fallida. Pero los vacíos en la biografía de Cervantes son mu- chos, y esto también corresponde a la naturaleza de la literatura, cuyos rastros pueden ser escurridizos. Me explicaré de esta manera: la gran filósofa judía-alemana Hannah Arendt decía que los hombres pueden dedicar- se a la acción, que ejemplificaba sobre todo con la vida pública de los políticos, cuyos discursos y realizaciones son la mejor demostración de quiénes son. Así, el biógrafo de un político deberá reco- ger los rastros visibles de una vida, y tendrá con esto una buena parte de su material en las manos. Hay, claro, aspec- tos de la vida de un hombre público, co- mo acuerdos secretos y cosas por el estilo, que deberá imaginar a partir de las acciones que sí pueda registrar. Otro es el caso, considera Arendt, de los pensadores y ciertos artistas que de- dican su vida a la reflexión. Un filósofo que permanezca sentado bajo un árbol lleva a cabo una actividad que no pode- mos recoger en ese preciso momento. O un pintor, o un poeta, o un novelista: son sólo sus obras, cuando aparezcan, las que permitirán a sus biógrafos, a veces, remontarse a las experiencias –sobre to- do intelectuales– de la vida de estos cir- cunspectos personajes que alimentaron su creación. No importa saber quiénes fueron, dice Arendt, sino qué y cómo fueron. La vida de Cervantes contiene peripecias que, curiosamente, nada tie- nen que ver con su obra: ni sus hazañas en Lepanto ni su largo cautiverio en Ar- gel nos llevan al Quijote. Pero su libro sí nos hace suponer, muy sólidamente, sus lecturas y experiencias fundamentales. ¿Qué era Cervantes? Un lector y un aventurero sin éxito. ¿Cómo era Cervan- tes? Alguien que pensaba mucho sobre los límites de la acción y la reflexión hu- manas, así como en sus difíciles relacio- nes, y que escribió sobre ello. El filósofo francés Michael Foucault dijo que el tema del Quijote es la litera- tura, y estaba en lo cierto. Y sin embargo esta dimensión fundamental de la vida de Cervantes, inmersa en la literatura, ha quedado oculta para sus biógrafos. Porque así es, debemos insistir, la natu- raleza de la literatura. Es decir, poco apasionante para quienes buscan la es- pectacularidad. Quizá por ello el siglo XX intentaba llenar esa ausencia de llamati- vas acciones con toda clase de conjetu- ras a la moda: que Cervantes era judío, que era prestamista o que era homose- xual; en fin, lo que el sensacionalismo de cada década exige. Pero sólo aquel biógrafo que dominara por completo la cultura literaria de la época de Cervan- tes podrá decirnos que conoce bien la dimensión de la vida de Cervantes que realmente importa conocer. Alberto Vital ha consagrado una parte importante de su trayectoria académica al estudio de la obra de Juan Rulfo, pero además conoce a profundidad la cultura literaria del siglo XX, tanto del idioma español como de otros ámbitos lingüís- ticos. Es por ello que podía ser conside- rado hace ya un tiempo como un excepcional biógrafo en potencia de Juan Rulfo, y fue llamado así en 1998 para escribir una breve biografía del au- tor de Pedro Páramo. No tiene nada de raro, y era sólo cuestión de tiempo, que emprendiese la dimensión más ambi- ciosa de ese empeño, que es el libro que hoy presentamos: Noticias sobre Juan Rulfo, aparecido en 2004. Como él dice en las primeras páginas del mismo, su propósito fue realizar una biografía intelectual de Juan Rulfo, que es lo úni- co que puede hacerse con un pensador, pintor o poeta, como ya dijimos, aunque la novelística del siglo XIX haya acostum- brado a quienes leen biografías a con- cebir la vida de estos personajes, a veces tan tranquilos, como si todos fue- sen espadachines o aventureros en Áfri- Libros AGOSTO 2005 ESTE PAÍS 173 12

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Vida de unescritor VictorJiménez

Alberto Vital,Noticias sobre Juan Rulfo,Editorial RM, en coedición conUniversidad Nacional Autónoma deMéxico, Universidad de Guadalajara,Universidad de Aguascalientes,Universidad de Tlaxcala y Fondo deCultura Económica, México, D. F.(impreso en Tokio), 2004, 232 pp., ilustrado.

El texto que aquí se reproduce fueleído por el autor en la presentacióndel libro que tuvo lugar en la CasaUniversitaria del Libro, el 18 demayo de 2005.

La primera biografía de Miguel deCervantes se publicó en 1738, yfue resultado del encargo de un

admirador inglés que quería realizar lamás suntuosa edición del Quijote. Labiografía, pues, acompañaba y nacía dela obra, y esta circunstancia no es paranada ajena a la naturaleza de la literatu-ra. Nadie se interesa por la vida del au-tor de una obra fallida. Pero los vacíosen la biografía de Cervantes son mu-chos, y esto también corresponde a lanaturaleza de la literatura, cuyos rastrospueden ser escurridizos.

Me explicaré de esta manera: la granfilósofa judía-alemana Hannah Arendtdecía que los hombres pueden dedicar-se a la acción, que ejemplificaba sobretodo con la vida pública de los políticos,cuyos discursos y realizaciones son lamejor demostración de quiénes son. Así,el biógrafo de un político deberá reco-ger los rastros visibles de una vida, ytendrá con esto una buena parte de sumaterial en las manos. Hay, claro, aspec-tos de la vida de un hombre público, co-mo acuerdos secretos y cosas por elestilo, que deberá imaginar a partir delas acciones que sí pueda registrar.

Otro es el caso, considera Arendt, delos pensadores y ciertos artistas que de-dican su vida a la reflexión. Un filósofoque permanezca sentado bajo un árbollleva a cabo una actividad que no pode-mos recoger en ese preciso momento. Oun pintor, o un poeta, o un novelista: sonsólo sus obras, cuando aparezcan, lasque permitirán a sus biógrafos, a veces,remontarse a las experiencias –sobre to-do intelectuales– de la vida de estos cir-cunspectos personajes que alimentaronsu creación. No importa saber quiénesfueron, dice Arendt, sino qué y cómofueron. La vida de Cervantes contieneperipecias que, curiosamente, nada tie-nen que ver con su obra: ni sus hazañasen Lepanto ni su largo cautiverio en Ar-gel nos llevan al Quijote. Pero su libro sínos hace suponer, muy sólidamente, suslecturas y experiencias fundamentales.¿Qué era Cervantes? Un lector y unaventurero sin éxito. ¿Cómo era Cervan-

tes? Alguien que pensaba mucho sobrelos límites de la acción y la reflexión hu-manas, así como en sus difíciles relacio-nes, y que escribió sobre ello.

El filósofo francés Michael Foucaultdijo que el tema del Quijote es la litera-tura, y estaba en lo cierto. Y sin embargoesta dimensión fundamental de la vidade Cervantes, inmersa en la literatura,ha quedado oculta para sus biógrafos.Porque así es, debemos insistir, la natu-raleza de la literatura. Es decir, pocoapasionante para quienes buscan la es-pectacularidad. Quizá por ello el siglo XX

intentaba llenar esa ausencia de llamati-vas acciones con toda clase de conjetu-ras a la moda: que Cervantes era judío,que era prestamista o que era homose-xual; en fin, lo que el sensacionalismode cada década exige. Pero sólo aquelbiógrafo que dominara por completo lacultura literaria de la época de Cervan-tes podrá decirnos que conoce bien ladimensión de la vida de Cervantes querealmente importa conocer.

Alberto Vital ha consagrado una parteimportante de su trayectoria académicaal estudio de la obra de Juan Rulfo, peroademás conoce a profundidad la culturaliteraria del siglo XX, tanto del idiomaespañol como de otros ámbitos lingüís-ticos. Es por ello que podía ser conside-rado hace ya un t iempo como unexcepcional biógrafo en potencia deJuan Rulfo, y fue llamado así en 1998para escribir una breve biografía del au-tor de Pedro Páramo. No tiene nada deraro, y era sólo cuestión de tiempo, queemprendiese la dimensión más ambi-ciosa de ese empeño, que es el libroque hoy presentamos: Noticias sobreJuan Rulfo, aparecido en 2004. Como éldice en las primeras páginas del mismo,su propósito fue realizar una biografíaintelectual de Juan Rulfo, que es lo úni-co que puede hacerse con un pensador,pintor o poeta, como ya dijimos, aunquela novelística del siglo XIX haya acostum-brado a quienes leen biografías a con-cebir la vida de estos personajes, aveces tan tranquilos, como si todos fue-sen espadachines o aventureros en Áfri-

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ca. Los hubo, claro, como Benvenuto Ce-llini, hombre de espada, o Arthur Rim-baud, traficante africano de armas. Perola mayoría, como Julio Verne, suele sergente más bien sedentaria. Rembrandtnunca viajó fuera de Holanda, país pe-queño, y sólo pudo ver pintura que seencontrase ya en su tierra. El filósofoKant era tan rutinario que sus vecinosponían la hora de sus relojes cuando loveían llegar a una esquina, y René Des-cartes se hizo famoso por la simplicidadde su vida. Así que quienes deseen ha-cer una biografía de Rembrandt, Kant oDescartes tienen que estudiar muy bienla pintura holandesa, la filosofía alema-na o la francesa, y esto significa muchotrabajo, sobre todo si no puede ador-narse el resultado con aventuras de es-pada en África.

Las malas biografías de Juan Rulfo secaracterizan, primero, por un gran desco-nocimiento de la obra de Rulfo y, segun-do, por un gusto anacrónico hacia lasaventuras de espada en África que, paraadaptarlas al caso de Rulfo, ocurren aho-ra en los sórdidos territorios del psicoa-nálisis o de una bohemia lejana a la vidade este escritor (pero que revela los mo-delos que anidan en la mente de estosbiógrafos). Quizá, como a Cervantes,también le encontrarán a Rulfo muypronto un pasado judío, o de prestamis-ta, o de libertino sexual. A algo parecidose refiere Javier Marías recientementecuando se ocupa de los móviles de losque él llama “ladrones de cenizas”, y deleco que reciben en los medios: “El tratocon los muertos ofrece innumerablesventajas: es gente que no se enfada, noprotesta, no desmiente, no nos afeanuestra conducta, una delicia de gentemansa. Por eso sorprende tanto que losmedios de comunicación no estén preve-nidos contra tanto testimonio retrospec-tivo y casi siempre escandaloso,incluidos los de muchos biógrafos pre-tendidamente serios y exhaustivos. Éstosvisitan e interrogan a cuantos conocie-ron –o lo aseguran– al ilustre difunto,desde la viuda o el viudo hasta el másremoto sobrino-nieto, que lo vio una vez

con cuatro años. No saben, u olvidan deli-beradamente porque conviene a sus pro-pósitos, que el mayor privilegio que todostenemos –a veces la mayor venganza– escontar la historia a nuestra manera, sobretodo si es uno el último. Dan por buenos yverídicos los relatos de quienes acasoguardaban al muerto rencores sin fin, sino odio, despecho o acumulados agra-vios; también los de quienes son simplesmitómanos, seres fantasiosos que acabancreyéndose sus invenciones o adornos.Pocas cosas gustan tanto como ‘hacerse elenterado’, haber presenciado en exclusivahechos insólitos, ‘poseer la clave’ de algoo estar al tanto de secretos. Y tal vez así seexplica que, con tanta falta de comproba-ción y tanta credulidad interesada, a lalarga no quede personaje notable que ensu vida personal no haya resultado ser unmonstruo de crueldad o egoísmo, un tira-no, un aprovechado, un trastornado se-xual o un robaperas. O que no debiera sugrandeza a la usurpación de las ideas dealgún desgraciado, que a veces es la prin-cipal fuente de información sobre las fe-chorías egregias. Y qué menos, ¿no?, quecobrárselas a sus calladas cenizas.”

El libro de Alberto Vital, por contrastecon lo anterior, nace de un conocimientomuy preciso de la clase de reto que seplantea quien emprende la biografía deun escritor, que no es sino alguien dedi-cado a lo que Hannah Arendt llamaría la“vida del pensamiento”. El biógrafo deun hombre de letras debe remontarse, apartir de su obra y otros testimonios, ha-cia las lecturas que formaron su espírituy alimentaron su literatura, así comoaquellas experiencias que contribuye-ron a definir la orientación de su imagi-nación creadora. Una buena parte de lainvestigación del biógrafo debe transcu-rrir entre los estantes de la bibliotecadel biografiado, lo que Alberto Vital hacumplido, y sólo él. Debe igualmentebuscar entre sus papeles personales, loque también ha llevado a cabo Alberto,y sólo él. Aparecen así en este libro do-cumentos que la familia de Juan Rulfoha puesto al alcance únicamente de Al-berto Vital, como la genealogía del escri-

tor, la correspondencia entre el padre y elabuelo de Rulfo, las libretas y manuscri-tos del escritor, el rico acervo iconográfi-co familiar y muestras únicas de sucreación fotográfica.

Con un conocimiento erudi-to del contexto culturalde las décadas en quese produce la formación deJuan Rulfo como lector yescritor, sigue también Al-berto Vital sus pasos mien-tras va publicando suscuentos a partir de los añoscuarenta, cuando intentabaconstruirse un futuro econó-mico y formaruna familia. Nosrevela Vital quié-nes fueron las perso-nas verdaderamente cercanas aRulfo en aquel tiempo crucial: sugran amigo Efrén Hernández y lafundadora y directora del Centro Me-xicano de Escritores, la estadounidenseMargaret Shedd. Se acerca Vital a la gé-nesis de Pedro Páramo y rastrea la formaen que fue recibido este libro excepcio-nal, para continuar registrando las acti-vidades tanto literarias como de diversaíndole que ocuparán a Rulfo el resto desu vida, ya como editor de una colecciónúnica de antropología, ya como asesorde jóvenes escritores, ya como hombrepreocupado por la suerte de AméricaLatina. Pero esta biografía, curiosamen-te, no concluye con el fallecimiento deJuan Rulfo, sino que se adentra en losprimeros lustros de su posteridad, cuan-do se termina de consolidar como el ma-yor creador literario de nuestro país, yuno de los más relevantes del ámbito detoda la lengua española.

Así pues, ha tenido Juan Rulfo buenasuerte: como ocurrió con Cervantes, elimpulso de escribir su biografía, en elcaso del libro de Alberto Vital que ahoranos reúne, nació del amor a su obra. Yno hay otra manera, metodológicamentehablando, de proceder.

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