vicente esplugues - dureza y ternura

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  • dureza y ternura

  • vicente esplugues ferrerodureza y ternura

    primera edicinmadrid

    2013

  • Una de las canciones que ms me gustan del Verbum Dei es una que se llama Al ritmo de Dios. La compuso una misionera como regalo a una joven pareja que se iba a casar. En letra de la cancin se dice: Se puede amar la luz y las tinieblas... Seguid al ritmo de Dios. As es como definira todo el proceso de elaboracin de este libro. Todo lo hemos intentado hacer al ritmo de Dios; no al ritmo de los hombres, que est cargado de prisas, de exigencias, de plazos, de ten-sin. Primero ha sido vivir, compartir, celebrar, rer, llorar, y despus dejarlo plasmado en letras, tinta, papel. En ese sentido, es parecido al proceso en el que se fueron construyendo los Evangelios: primero, la vida; luego, la transmisin; despus, la escritura de diferentes relatos y, por ltimo, la reunin de todo ellos en un solo libro. No nos dedicamos a publicar, editar ni comercializar, pero s nos hace mucha ilusin poder compartir con el mayor nmero de personas posible los caminos y las experiencias que nos regala el Buen Dios al caminar, siguiendo sus pasos, a su ritmo.

    Lo que hemos odo, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acer-ca del Verbo de la vida; pues la vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eter-

    presentacin

    Dureza y ternuraVicente Esplugues Ferrero

    de la edicin: Vicente Esplugues Ferrero, Pascua de 2013. www.nuestrasradelasamericas.org de los textos: el autor. de la fotografa de cubierta: Iria Martnez Maldonado.

    Diseo de cubiertas: Luis Javier Prez Palomo.Diseo y maquetacin de interiores: Isabel Bravo Barahona. Impresin: Xnnnn d.l.: xxxxxxxxisbn: xxxxxxxxxImpreso en Espaa.

  • na que estaba junto al Padre y se nos manifest. Eso que hemos visto y odo os lo anunciamos, para que estis en comunin con nosotros y nuestra comunin es con el Padre y con su Hijo Je-sucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo. 1 Jn 1,1-4.

    Este es un proyecto plural, donde todas las personas hemos puesto lo mejor que tenemos, desde las fotos que sirvieron para la cubierta, pa-sando por el diseo, la edicin o la impresin. Todo ha sido cuidado con detalle, con cario, para que el gozo que tenemos sea creciente, contagioso y llegue hasta ti, hasta tus manos, hasta tu corazn. Hablamos en plural porque aunque en el ttulo del libro apa-rece slo mi nombre, cada escuelilla, cada reflexin, cada momento, ha sido compartido con el regalo grandsimo que es mi comunidad. Como una pequea semilla que crece y da frutos, cada pgina de este libro est viva y se desarrolla al ser leda, al ser comentada, al ser vivi-da. Si tenemos el gusto y el placer de conocernos, creo que al leer el libro sentirs que estamos cerca. Reviviremos muchos de los ratos que ya hemos pasado juntos. Si no nos conocemos, este libro te dar una idea de cmo la palabra de Dios es capaz de dialogar con lo ms pro-fundo de nuestro corazn, en todos los momentos: en los de dureza y tambin en los de ternura.

    Vicente Esplugues Ferrero. Madrid, marzo de 2013.

    ndice

    alegra Para que nuestro gozo sea completo 13 Cada cierto tiempo 17 Ligeramente vulgares 21 Ojal que llueva 25

    nueva mirada Entre dos tierras 31 Paso a paso. momento a momento 35 De segunda mano 39 ngeles del suelo 43 El ciclo de la vida 47 fraternidad Lo que Dios ha unido 53 La piel del alma 57 Ni indios ni vaqueros 61 Pedro en el Vaticano, Pablo Extramuros 65

    miedos Confundir una pesadilla con un sueo 71 Desbloqueando los miedos 75

  • alegra

    Los bichos-bola 79 Tocar fondo 83

    oracin El museo de mi vida 89 Olvidar el cargador 93 El lenguaje de la Cruz 97 Cuando nadie me ve 101 Dialogar cara a cara con Dios 105

    gratitud Qu bien se est aqu 111 Santa Bridget Jones 115 La sorpresa de la conversin 119 Dureza y ternura 123 No solo de pensar vive el hombre 127

    gratuidad El azar es el pseudnimo de Dios cuando no quiere firmar 133 El Rastro 137 La fuerza de lo pequeo 141 Reconciliaos con Dios 145 Haced esto en memoria ma 149

    renacer Hasta que la vida nos junte 155 El fin de mi mundo 159 He muerto y he resucitado 163 Es por ti 167 Aprender a renovar 171

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    alegra

    En muchas escuelillas comparto las ilusiones y los deseos que la palabra de Dios enciende en mi corazn: lo que nos dice esa pa-labra y cmo podemos vivirlo; lo que afecta y puede influir en nuestra vida, en la convivencia, en la mirada que tenemos sobre las co-sas que nos ocurren. Se trata casi ms de un deseo y una peticin de que algn da lo vivamos que de algo ya conseguido, normal y cotidiano.Pero si toda nuestra historia de fe se llena de promesas y de propues-tas, sin ver resultados ni cumplir nuestras expectativas, puede ser que nos cansemos de esperar y abandonemos el sueo grande de Dios. Desmotiva y agota esperar a que las cosas cambien, como mi carcter o las circunstancias que acompaan nuestras vidas, y ver que pasa el tiempo, que mis problemas no se resuelven y que mi vida no mejora. La decepcin nos invade y buscamos culpables a los que sea-lamos como los causantes de nuestras desgracias. Perdemos el inters por Dios, por la Iglesia, por lo espiritual, cuando vemos que no nos sirve para nada. Lo descalificamos y lo sentimos intil. Por eso alegra mucho descubrir que Dios no falla ni engaa, y que lo que nos prometa al inicio de la Cuaresma se cumple. Nece-sitamos experimentar, vivir, reconocer, que seguir a Jess nos regala la posibilidad de tener una vida nueva; una mirada nueva, unas am-biciones y unos deseos nuevos. Necesitamos reconocerlo en nuestra propia vida y en la vida de la comunidad. Aunque a nivel personal

    para que nuestro gozo sea completo

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    dureza y ternura alegra

    En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, t mismo te ceas e ibas adonde queras; pero, cuando seas viejo, extenders las manos, otro te ceir y te llevar adonde no quieras. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, aadi: Sgueme. Jn 21,18-19.

    La juventud es maravillosa: todo es futuro, posibilidades, experiencias por vivir, caminos a recorrer. Pero la madurez es igual de maravillosa. No creo que sea sano pretender ser joven siempre, como un eterno Peter Pan inmaduro, incapaz de asumir responsabilidades, huyendo del compromiso y de la realidad. Me encanta ser consciente del cambio de etapa. Y poder, con libertad, dejar espacio en mi vida a la actuacin de los dems. No es bueno salirme siempre con la ma. No es ni bueno ni sano. Porque creer falsamente que soy yo el dueo de todo. Y no es verdad. No nos pertenecemos.

    Acaso no sabis que vuestro cuerpo es templo del Espri-tu Santo, que habita en vosotros y habis recibido de Dios? Y no os pertenecis, pues habis sido comprados a buen pre-cio. Por tanto, Glorificad a Dios con vuestro cuerpo!1 Cor 6,19-20.

    No estamos solos en esta aventura del vivir. Tendramos que acoger la vida como algo grande, que me trasciende; algo en lo que yo soy slo una parte: ni la agoto ni todo se reduce a mi visin. Yo sumo, yo aporto... Mi sentir, claro que importa!, y mi opinin es digna de ser escuchada, pero ni mucho menos es la nica vlida y verdadera. No soy el centro de todo lo que ocurre, no me est mirando todo el mundo, no se me exige la salvacin global y universal a m. Soy uno ms, un hijo ms, de un hogar inmenso del tamao del corazn de Dios.

    no lo estemos pasando bien, ver las maravillas que el Seor hace en la gente que me rodea es tambin fuente de alegra y de esperanza. Estamos aprendiendo a ser criaturas nuevas, revestidas de Cristo; testigos unos para los otros del cumplimiento de las promesas que se nos han hecho.

    Lo que Dios nos dice:

    Lo que exista desde el principio, lo que hemos odo, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifest. Eso que hemos visto y odo os lo anunciamos, para que estis en comunin con nosotros y nuestra comunin es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo. 1 Jn 1,1-4.

    Yo quiero compartir el paso, la Pascua que ha supuesto para m esta Cuaresma, en la que he vivido la invitacin a dejar de organizar yo mi propia vida, a extender los brazos y reconocer que hay una realidad que me espera, en la que vive Jess, en la que viven mis hermanos y en la que se goza y se disfruta mucho ms que en el pequeo mundo que yo me construyo. Agradezco profundamente el ver de cara mi orgullo y mi so-berbia de pensar que yo s lo que me conviene vivir, cmo tienen que ocurrir las cosas, qu es lo mejor que me puede pasar. Y tambin doy gracias por reconocer el cansancio y la fatiga que me produce pensar que llevo las riendas de mi vida. Me da una profunda alegra saber que alguien me cuida, vela por m y se preocupa, no de quitarme dificultades o peligros, sino de aprender a vivirlos con l: ganando en confianza; expulsando temo-res, alejando los miedos.

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    dureza y ternura alegra

    Cmo podemos vivirlo: A veces es necesario que pase el tiempo para descubrir lo lentos y torpes que somos. Cunto sufrimiento intil albergan nuestros co-razones por ese deseo de controlar, de asegurar...! Cuntos enfados por no aceptar a las personas como son y los acontecimientos como vienen...! Qu diferencia de mirada hay entre cmo ve las cosas Dios y cmo las vemos nosotros...! Por eso hay que fiarse ms de la palabra y de la mirada de Dios.

    Porque dices: Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo ne-cesidad de nada; y no sabes que t eres desgraciado, dig-no de lstima y de compasin, pobre, ciego y desnudo. Ap 3,17.

    Qu diferencia tan grande entre cmo nos vemos nosotros y cmo nos ve Dios!:

    Sin deca: Me ha abandonado el Seor, mi dueo me ha olvidado. Puede una madre olvidar al nio que ama-manta, no tener compasin del hijo de sus entraas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidar. Mira, te lle-vo tatuada en mis palmas, tus muros estn siempre ante m. Is 49,14-16.

    cada cierto tiempo

    Cada cierto tiempo, y para que no me acostumbre a lo ale-gre y a lo agradable, vienen rachas de malas noticias que llegan todas de golpe. Instalado apaciblemente en la alegra de un fin de semana lleno de vida y de misin, en muy poco tiem-po un vendaval de calamidades vuelve a situarme en el terreno de lo inestable y de lo que tambalea: decisiones dolorosas de gente cer-cana; malentendidos que enrarecen una relacin aparentemente afa-ble; sentimientos internos de inutilidad y de vaco; personas que te confan sus problemas, para los cuales mi nica respuesta es la im-potencia; el miedo a la muerte de una amiga ma, anciana, que ve que se acerca su final y no consigue ver lo acompaada que est... No encuentro en m la respuesta mgica al dolor y la soledad, pero toda esta humanidad me despierta tal compasin, amor y ternura que, en vez de provocarme desolacin o tristeza, me alienta, me despierta la esperanza y me empuja a vivir ms convencido de que la compasin, el amor, la entrega de la propia vida, son ms necesarios que nunca. Estamos viviendo tiempos inciertos. Cada da, la radio, la te-levisin, los peridicos llenan sus informaciones de dudas, sospechas, miedos y temblores, sembrando la inseguridad en los cimientos en los que hemos apoyado nuestra estabilidad. Por eso, somos ms necesa-rios que nunca los hombres y mujeres de fe, convencidos de la bondad que llena el corazn de las personas, imgenes visibles de la bondad y

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    dureza y ternura alegra

    dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran muchsimos en el valle y estaban completamente secos. Me pregunt: Hijo de hombre: Podrn revivir estos huesos? Yo respond: Seor, Dios mo, t lo sabes. l me dijo: Pronuncia un orculo sobre estos huesos y diles: Huesos secos, escuchad la palabra del Seor. Esto dice el Se-or Dios a estos huesos: Yo mismo infundir espritu sobre vosotros y viviris. Podr sobre vosotros los tendones, har crecer la carne, extender sobre ella la piel, os infundir espritu y viviris. Y com-prenderis que yo soy el Seor. Yo profetic como me haba ordena-do, y mientras hablaba se oy un estruendo y los huesos se unieron entre s. Vi sobre ellos los tendones, la carne haba crecido y la piel la recubra; pero no tena espritu. Entonces me dijo: Conjura al espritu, conjralo, hijo de hombre, y di al espritu: Esto dice el Seor Dios: Ven de los cuatro vientos, espritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan. Yo profetic como me haba ordenado; vino sobre ellos el espritu y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable. Y me dijo: Hijo de hombre, estos hue-sos son la entera casa de Israel, que dice: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido, estamos perdidos. Por eso profetiza y diles: Esto dice el Seor Dios: Yo mismo abrir vuestros sepulcros, y os sacar de vuestros sepulcros, pueblo mo, y os llevar a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mo, comprenderis que soy el Seor. Pondr mi espritu en vosotros y viviris; os establecer en vuestra tierra y comprenderis que yo, el Seor, lo digo y lo hago. Ez 37,1-14.

    Hay muchas situaciones sin vida: corazones endurecidos por las ma-las experiencias vividas; dolor por la prdida y la separacin; nios y nias que crecen en ambientes de carencia de todo, sin amor, sin cuidado, sin sentirse valiosos nunca. Y la esperanza nos debe llevar no a huir de esos conflictos, sino a volcar nuestra capacidad de amar esas situaciones convencidos de que ocurrir el milagro.

    del amor de Dios. Somos necesarios para transformar los valles llenos de huesos secos, en cuerpos llenos de vida.

    Lo que Dios nos dice:

    Jess recorra todas las ciudades y aldeas, enseando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadeca de ellos, porque es-taban extenuados y abandonados, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discpulos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Seor de la mies que mande trabajadores a su mies. Mt 9,35-38.

    Frente a las situaciones de falta de vida, lo ms fcil es mirar a otro lado. Nos vemos incapaces de responder al dolor, a la soledad, a la muerte. Y es precisamente al sabernos acompaados por Jess, al re-conocer su presencia, cuando nos sentimos capacitados para mirar de cara al dolor y a la fragilidad, y cuando sentimos que nuestra fe puede transformar las realidades faltas de vida.

    A los que crean, les acompaarn estos signos: echarn demonios en mi nombre, hablarn lenguas nuevas, cogern serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les har dao. Impondrn las manos a los enfermos y quedarn sanos. Mc 16,17-18.

    La experiencia de los apstoles es la de saberse portadores de un espri-tu y de una fuerza que procede de Dios y que es capaz de transformar la realidad rota y enferma en situaciones de vida. Lo vieron hacer a Jess, y continuaron ellos esa labor.

    La mano del Seor se pos sobre m. El Seor me sac en espritu y me coloc en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo

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    dureza y ternura alegra

    Cmo podemos vivirlo: Podemos volver a creer en el amor los maltratados. Podemos volver a sonrer los rostros entristecidos. Podemos sentir cmo el Espritu des-pierta creatividades, acciones nuevas que responden a nuevos problemas. Hay renovadas ganas de cantar que la bondad y el amor del Seor duran por siempre: los sepulcros que esconden muerte y dolor tambin acogen la alegra de la resurreccin. Nos toca profetizar el Espritu Santo, dinamismo que mueve el mundo, el que transforma el caos en cosmos. El que crea la comu-nin y el entendimiento, despus de que Babel nos confundiera por la ambicin y la arrogancia humana. Ven, Espritu Santo, y renueva la faz de la tierra. Y renueva los rostros entristecidos y miedosos. Constatamos con frecuencia que nuestras preocupaciones y des-velos pierden importancia en cuanto aparece una noticia de gra-vedad que nos toca de cerca, que nos altera nuestra organizacin,

    que nos despierta de nuestras siestas y de nuestros adormilamientos. Vivimos ocupados y preocupados por muchas cosas, pero la prioridad de nuestras decisiones y de nuestras urgencias es muy cam-biable. Nos encanta sentir que tenemos bajo control las situaciones que nos rodean. Buscamos la calma y la paz social, familiar, labo-ral, comunitaria. Y de repente, sin esperarlo, hay noticias que dan un vuelco a la forma que tenemos de mirar la realidad, haciendo que lo que antes nos pareca lo primero se vuelva relativo. Es as como vamos aprendiendo que lo que importa de verdad no es tanto lo que hacemos, lo que poseo, la imagen que tienen los dems de nosotros, sino las personas que me rodean: cmo se encuen-tran, cmo estn conmigo, cmo viven y afrontan sus luchas y sus sufrimientos. La vida es la escuela de ir pasando de vivir centrados en nosotros a ir descubriendo que la realidad es mucho ms grande que lo que a m me pasa y me afecta. Y es que, ms all de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mis razones y motivaciones, hay todo un universo que nos llama y nos res-cata de esos tneles que nos quitan alegra y nos hacen la existencia pesada y desalentadora.

    ligeramente vulgares

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    dureza y ternura alegra

    pensar la direccin por la que nos van llevando nuestros pasos; para marcar el inicio de una nueva forma de vida.

    Os pido, pues hermanos, por la misericordia de Dios, que os ofrezcis como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ste ha de ser vuestro autntico culto. No os acomodis a los criterios de este mundo; al contrario, transformaos, renovad vuestro interior, para que podis descubrir cul es la voluntad de Dios, qu es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Os digo, adems, a todos y cada uno de vosotros, en virtud de la gracia que Dios me ha con-fiado, que no os estimis ms de lo debido; que cada uno se esti-me en lo justo, conforme al grado de fe que Dios le ha concedido. Porque as como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y no todos los miembros tienen una misma funcin, as tambin nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo al quedar unidos a Cristo, y somos miembros los unos de los otros. Rom 12,1-5.

    El amplio horizonte en el que nos sita la fe nos ofrece el vivir de for-ma integrada la relacin personal e ntima con la comunitaria. Claro que nos tenemos que amar a nosotros, cuidarnos, buscando el descan-so, la alegra, la realizacin de nuestros sueos y de nuestros deseos! Pero es que la verdadera felicidad pasa por la entrega y la comunin con los dems. El egosmo es fuente de frustracin, de soledad, de corrupcin. La vivencia de depender amorosamente de los dems, el servir, el ayudar, el cuidar de los que nos rodean, es la fuente de la verdadera alegra.

    El ayuno que yo quiero es ste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que aca-bes con las tiranas, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo, que proporciones vestidos al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillar tu luz

    Lo que Dios nos dice:

    Pero lo que antes consideraba una ganancia, ahora lo considero prdida por amor a Cristo. Es ms, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jess, mi Seor. Por l he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por estircol con tal de ganar a Cristo y vivir unido a l con una salvacin que no proce-de de la ley, sino de la fe en Cristo, una salvacin que viene de Dios a travs de la fe. De esta manera conocer a Cristo y experimentar el poder de su resurreccin y compartir sus padecimientos y morir su muerte, a ver si alcanzo as la resurreccin de entre los muertos. Flp 3,7-11.

    Escuchar del mismo Pablo su conversin, su cambio de prioridades, nos sirve para iluminar nuestro propio proceso de quedarnos con lo verdaderamente esencial y aprender a relativizar. No todo lo que nos ocurre nos puede afectar de la misma manera. Y no a todo le tenemos que prestar la misma atencin. Hay una tarea pendiente e inaplazable que cada uno debe realizar de forma personal e ntima, y que consiste en organizar nuestra prioridades. No siempre lo urgente es lo impor-tante. Y son demasiados los casos de personas que, al haber recorrido la mayor parte de sus aos, reconocen con dolor y con pena que se han equivocado; que no han invertido el tiempo y los afectos en los dems; que no han tenido tiempo de ver crecer a sus hijos; que se han perdido el cultivar la amistad y el crecimiento mutuo junto a sus parejas; que no se han preocupado de sus padres o de sus hermanos. Y hay momentos donde despiertan a la conciencia de lo que se han perdido: Si pudiera volver a empezar...! Si pudiera volver hacia atrs las manillas del reloj y reescribir la historia de mi vida, aprendera, no volvera a cometer los mismos errores...! Por eso hay situaciones que se presentan bajo la apariencia de desgracia, de negatividad, de fracaso, y a la larga las consideramos verdaderas bendiciones que nos han servido para hacer un parn; para

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    dureza y ternura alegra

    como la aurora y tus heridas sanarn en seguida, tu recto proceder caminar ante ti y te seguir la gloria del Seor. Si alejas de ti toda opresin, si dejas de acusar con el dedo y de levantar calumnias, si repartes tu pan al hambriento y satisfaces al desfallecido, entonces surgir tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volver medioda. Is 58,6-12.

    Cmo podemos vivirlo: La humildad es andar en verdad, y si somos sinceros reconoceremos con facilidad la cantidad de sufrimiento intil que vamos arrastrando a lo largo de nuestras vidas. Es vulgar y hasta injusto que nuestras vidas se apaguen y se entierren, cuando todo lo que nos rodea est pensado para que brille nuestra luz y nuestra vida. Seamos capaces de reconocer todo lo que, pensando en muchos, Dios nos regala a cada uno de nosotros.

    Cuando nos paramos un poco a ver cmo estamos por den-tro, buscando con sinceridad hacer un buen examen de con-ciencia y nos preguntamos sobre cal es la direccin a la que nos van llevando nuestros pasos, rara vez nos sentimos satisfechos y plenos. Se alberga en la profundo del corazn cierta sensacin de in-satisfaccin, de sentir que van pasando los aos, los meses, que se van logrando objetivos y clarificando opciones, pero que nada nos libra de la sombra del fracaso que sobrevuela nuestra vida. Vamos completando etapas, cumpliendo expectativas, pero siempre nos acompaan circunstancias que empaan y ensombrecen el xito. Hace unos das disfrut de un partidazo de la seleccin espa-ola de rugby. Gan a Rumania por un punto, con un final emocio-nante. Con el pitido final del rbitro se desat la locura, porque era un rival que siempre nos ganaba. Invasin del campo por parte de los aficionados, euforia generalizada, abrazos, fotos... Al mismo tiempo que casi 10.000 personas celebrbamos la victoria, en un rinconcito un amigo mo atravesaba una de las experiencias ms serias y doloro-sas de su vida: estaba padeciendo un infarto de miocardio que, gracias a Dios y por la rpida deteccin, se ha podido tratar a tiempo. Pasar de la alegra a la preocupacin, al bloqueo, al miedo, puede ser inmediato. De estar planeando una fiesta en un bar para remojar el triunfo a pasar la tarde y la noche en urgencias de un hos-

    ojal que llueva

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    dureza y ternura alegra

    fuera y t estabas dentro. El agua viva que ofrece Jess no es algo inalcanzable o imposible. No es un espejismo, o una utopa. No es la proyeccin de nuestros deseos que se imaginan y se inventan un paraso artificial. Es la acogida consciente de la vida, como regalo que procede de Dios y que siempre nos ofrece la posibilidad de sentir su amor y presencia, cuidadosa y providente, aunque lo que nos toque vivir sea duro, difcil, doloroso.

    Jess les propuso otra parbola: Con el reino de los cielos sucede lo que con un hombre que sembr buena semilla en su campo. Mien-tras todos dorman, vino su enemigo, sembr cizaa en medio del trigo, y se fue. Y cuando creci la hierba y se form la espiga, apa-reci tambin la cizaa. Entonces los siervos vinieron a decir al amo: Seor, no sembraste buena semilla en tu campo? Cmo es posible que tenga cizaa? l les respondi: Lo ha hecho un ene-migo. Le dijeron: Quieres que vayamos a arrancarla? l les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaa, arranquis con ella el trigo. Dejad que crezcan juntos ambos, hasta el tiempo de la siega; entonces dir a los segadores: Recoged primero la cizaa y atadla en gavillas para quemarla, pero el trigo amontonadlo en mi granero. Mt 13,24-30.

    Claro que hay cizaa...! Claro que hay sufrimientos, noticias que nos desbordan y nos descolocan; llamadas que nos cambian en un segun-do el orden de nuestras prioridades! Pero la cizaa nunca podr ahogar el trigo. Porque hay dema-siadas cosas buenas que nos ocurren: demasiada belleza en el mundo; demasiada magia en el encuentro entre dos personas que se quieren... Hay demasiada alegra viendo a los nios jugar, bailar, vivir... Demasiado bonito es el amor de un padre o de una madre; demasiada fiesta en el corazn de quien se enamora, como para dudar del valor del pedazo de regalo que nos ha hecho Dios al regalarnos la vida.

    pital no transcurren ni cinco minutos. Esto me lleva a reconocer lo cortas y frgiles que son nuestras alegras. O encontramos la raz y el fundamento de nuestra felicidad en algo ms estable y profundo que nuestros ridculos logros y metas o nos vamos a pasar la vida llenos de temor por que se acaben nuestras alegras cortas y poco alegres.

    Lo que Dios nos dice:

    La mujer le dice: Seor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, de dnde sacas el agua viva?; eres t ms que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de l bebieron l y sus hijos y sus gana-dos? Jess le contest: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dar nunca ms tendr sed: el agua que yo le dar se convertir dentro de l en un surtidor que salta hasta a la vida eterna. La mujer le dice: Seor, dame esa agua: as no tendr ms sed, ni tendr que venir a sacarla. Jn 4,11-15.

    El dilogo que mantiene Jess con la mujer de Samara es de perma-nente actualidad. La mujer, como muchos de nosotros, no entiende que podamos ser felices sin estar rodeados de cosas. Nos hacemos muy vulnerables a los constantes bombardeos de los publicitarios, de los mercados, que nos crean necesidades irrenunciables de cosas que anteayer no existan. Parece que sin mvil, sin tabletas, sin mil cargadores de mil aparatos electrnicos no se puede vivir. Y la respuesta de Jess acierta completamente en el diagns-tico de lo que le pasa a la mujer. Volvemos a tener sed, volvemos a necesitar de forma dramtica planes espectaculares de ocio, de nove-dades, de fines de semana llenos de ofertas porque la cotidianeidad, la normalidad, nos mata. Hay otra agua, mucho ms discreta, sencilla; hay otra mirada, otra vida que nace humilde del mismo corazn de Dios pero que cal-ma toda nuestra sed. Como deca San Agustn: Yo te buscaba por

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    dureza y ternura

    Cmo podemos vivirlo:Yo recojo a diario la alegra a puados de a cien, como para no re-conocer lo apasionante que es la aventura diaria de vivir. Lo que no hago es estar todo el rato mirando lo que no tengo, lo que me falta, lo que no hago, lo que fallo, lo que soy incapaz... No estoy compa-rndome todo el rato con los dems. No me pongo unas expectativas de vida incapaces de alcanzar. No intento impresionar ni deslumbrar a nadie. No me paso el da intentado agradar. Vivo sorprendido de lo que diariamente me pasa: de la buena gente que me acompaa en este camino de la vida. E intento estar disponible para quien pueda nece-sitarme. No voy a ocultar las maravillas de las grandes obras que hace el Seor en mi pequeez porque yo sea un poco desastre para darme cuenta de cuntas son.

    nueva mirada

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    nueva mirada

    entre dos tierras

    Resuena en el mp3 la particular voz de Enrique Bunbury can-tando con los Hroes del Silencio la cancin que ha inspirado esta escuelilla. Y me ayuda a ser consciente de que la cons-truccin de lo que nosotros somos pasa por esa aceptacin y acogida del continuo recorrido que nos lleva a lo largo de esas dos tierras que nos constituyen: la tierra del yo y la del nosotros. La primera es la de la individualidad, la de lo particular, nico e irrepetible que soy, resultado de la conjuncin de factores que me han hecho as: la familia, los amigos, el lugar del que procedemos, nuestro fsico, nuestro intelecto, con nuestra forma de pensar, de explicarnos, de sentir, de amar y de enfadarnos. La otra tierra es igualmente im-portante y esencial: es la de nuestra dimensin social, relacional, comunicativa con los dems que nos rodean, que nos esperan, que aportan y enriquecen. Tambin que enervan, que nos quitan vida, que nos provocan los enfados y las iras, las decepciones y las heridas. Tenemos vocacin de peregrinos, de eternos caminantes que, paso a paso, vamos acercando lo que deseamos ser y vivir a nuestros das; disfrutando del camino que recorremos, no slo de las metas a las que esperamos llegar. Vamos uniendo esas dos tierras logrando que cada vez sean ms una, la misma: la tierra prometida donde Dios ha-bita y a la que nos trae la alegra de su presencia. Es el Edn, el paraso, donde se vive a gusto en todas las circunstancias: en la salud y en la

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    dureza y ternura nueva mirada

    No es que ya lo haya conseguido o que sea ya perfecto: yo lo per-sigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Slo bus-co una cosa: olvidndome de lo que queda atrs y lanzndo-me hacia lo que est por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jess.Flp 3,12-15.

    De la ms pequea de las semillas puede brotar un gran rbol. De una idea repentina se puede componer una gran creacin artstica, literaria, social, econmica. Los grandes proyectos nacen de iniciativas discretas y anni-mas que nadie ve, que nadie reconoce. Y es el tiempo y la perseverancia en la idea y en la ilusin la que ve realizados muchos sueos.

    Les propuso otra parbola: El reino de los cielos se pare-ce a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su cam-po; aunque es la ms pequea de las semillas, cuando cre-ce es ms alta que las hortalizas; se hace un rbol hasta el punto de que vienen los pjaros del cielo a anidar en sus ramas.Mt 13,31-32.

    Y es que hay que valorar lo pequeo: nunca despreciarlo, nunca mar-ginarlo:

    Acercaban a Jess nios para que los tocara, pero los discpulos les regaaban. Al verlo, Jess se enfad y les dijo: Dejad que los nios se acerquen a m: no se lo impidis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un nio, no entrar en l. Y to-mndolos en brazos los bendeca imponindoles las manos. Mc 10,13-16.

    enfermedad; en la alegra y en el gozo; en la tristeza y en la desolacin; en soledad o compaa; con descendencia o sin ella; en la victoria, en la derrota y en el empate: todos los das de nuestra vida. Otros recorridos que tambin vamos realizando entre dos tie-rras son los que hacemos por la orilla de lo cotidiano, de lo real, de las horas, los lugares, las actividades, los dilogos, los estados de nimo que suben y bajan segn lo buenas o malas que sean las noticias que recibimos, de lo sencillo, de lo pequeo; y, por otra parte, los que ha-cemos por la orilla de los ideales, de los sueos grandes, de los deseos que inundan nuestras cabezas y nuestros corazones, de los proyectos, de ese sentido con el somos capaces de unir todo lo que vivimos, for-mando un paisaje, una historia recorrida llena de gratitud y de belleza. Esta segunda orilla es tambin la de cmo nos vemos cuando estemos terminados, la de meta hacia la que dirigimos todos nuestros esfuerzos y nuestros sueos. Comparo nuestra vida al zoom con el que nos acercamos con Google Earth a la calle donde vivimos y podemos alejarnos hasta ver la tierra como un planeta: de lo concreto a lo inmenso, de lo cotidiano a la plenitud.

    Lo que Dios nos dice:

    Su Seor le dijo: Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te dar un cargo importante, entra en el gozo de tu Seor. Mt 25,23.

    La relacin entre lo poco, lo pequeo, lo sencillo, y lo grande, lo lo-grado, lo conseguido, es muy estrecha. Pensamos en los resultados de una vida plena, dichosa, fecunda, pero eso se logra a base de paciencia, de fidelidad, de constancia. No caen del cielo las vidas ya terminadas. No las trae una cigea de Pars. Se va logrando con un dinamismo diario. A veces este proceso parece lento, pero el que disfruta de cada paso que va dando se alegra de que cada vez est ms cerca la meta.

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    Cmo podemos vivirlo: Si no aprendemos a valorar lo pequeo, no nos daremos cuenta de que estamos siendo protagonistas de algo muy grande. La oracin, la mirada creyente sobre la realidad que vivimos y las cosas que nos ocu-rren es la escuela en la que estando atentos a lo cotidiano, nos vamos reconociendo amados, salvados, acompaados por el todopoderoso, el eterno, el inmortal. Mara, nuestra madre, es maestra de acercarse a lo cotidiano y reconocer la presencia de toda la plenitud de la divini-dad en su pequeez. Es dichosa por eso.

    l baj con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su ma-dre conservaba todo esto en su corazn. Y Jess iba creciendo en sabidura, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. Lc 2,51. Hay una expresin que usamos mucho y que expresa nuestro deseo de aprender a vivir con intensidad: vivir la vida da a da, sin estar permanentemente organizando el futuro o re-

    cordando el pasado. Reconozco que, ms que una realidad, es un buen propsito, una buena intencin. Estamos muy condicionados por lo temporal: forma parte de nuestra forma de ser y de vivir. Nuestra me-moria nos recuerda continuamente lo bueno y lo malo de lo que hemos vivido. Acumulamos y arrastramos todo lo que nos ocurre: tanto lo po-sitivo y agradable como lo negativo y doloroso nos afecta e influye. No somos como un ordenador al que se le puede formatear, borrar todos los datos y volverlo a programar. Si todo fuera tan fcil como seleccio-nar y enviar a la papelera de reciclaje, el valor de cada da sera mnimo. Dios se toma muy en serio cada una de nuestras vidas; a cada uno de nuestros das, de nuestras decisiones, de nuestros aciertos y de nuestros errores le da el valor y la importancia que tiene. Estamos hechos de momentos, de palabras, de escuchas y silencios, de lugares, de miradas, de lgrimas y risas; de rechazos y de invitaciones, de atracciones y de repulsas. Y todo sirve, todo nos va modelando y constituyendo. Nos vemos afectados por lo doloroso que es sufrir de-cepciones, equivocaciones, meteduras de pata. Nos avergenza pen-sar lo ridculas y patticas que son algunas de nuestras actitudes, de nuestras palabras, de nuestros comportamientos, y nos hacen dao los

    paso a paso. momento a momento

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    extraordinarias, cuando todas las circunstancias se nos vuelvan favorables, ideales, irreales. Nunca encontraremos todo perfecto y en orden. Solemos culpar a lo que nos envuelve de nuestra falta de vida. Si no fuera por tal persona, por tal vecino, por tal situacin en el trabajo, o en la familia. El presente, mi realidad, es el lugar al que Dios decide acercarse para salvarlo.

    Tanto am Dios al mundo que entreg a su Hijo nico, para que todo el que crea en l no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envi a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de l. El que cree en l no ser condenado.Jn 3,16-18.

    Dios ama a un mundo real, conflictivo, con luchas y alegras, formado por hombres y mujeres que se cansan, que se fatigan, que se desesperan, pero capaces de reconocer lo que es amar y sentirse amados. Me encanta que Dios no busque circunstancias ideales para mos-trarnos su amor. No entrega su hijo al mundo cuando todo est pacificado y en orden. Al revs: lo entrega cuando todo est envuelto de oscuridad y en tinieblas, para que sean su amor y su luz lo que lo renueve todo. Nosotros s que esperamos que nuestra vida sea salvada, lo que ocurre es que a veces confundimos en quien confiamos con el Salvador: ponemos nuestra espe-ranza en el dinero, en la seguridad, en la fama o en el placer; construimos parasos artificiales creyendo que somos nosotros los que sabemos lo que ms nos conviene, y los resultados son nuestra falta de alegra y nuestra resignacin.

    Que mi pueblo ha cometido un doble crimen: me han abandonado a m, fuente de agua viva, para excavarse aljibes, aljibes agrieta-dos, que no retienen el agua. Jr 2,13.

    Es tiempo de volver al Buen Dios, al que nos lo regala todo; al que convierte nuestra historia anodina en una historia de salvacin; al que

    fallos que acumulamos y que van dejando una determinada imagen sobre nosotros. De la misma manera, nos entusiasmamos fcilmente con los planes de futuro: estamos siempre necesitados de proyectos, de nuevos retos y estmulos, de alicientes para vivir y soportar un pre-sente muchas veces poco atractivo y poder as activar el principio de esperanza que nos despierta, que nos activa, que nos levanta.

    Lo que Dios nos dice: El deseo de no vivir agobiados por el control, sino confiados en las manos de Dios, est inspirado en la cita de Mateo:

    Por eso os digo: No andis preocupados pensando qu vais a comer o a beber para sustentaros, o con qu vestido vais a cubrir vuestro cuerpo. No vale ms la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros, y sin embargo vuestro Padre celestial las alimenta. No valis vosotros mucho ms que ellas? Quin de vosotros, por ms que se preocupe, puede aadir una sola hora a su vida? Y del vesti-do, por qu os preocupis? Fijaos cmo crecen los lirios del campo; no se afanan ni hilan; y sin embargo, os digo que ni Salomn en todo su esplendor se visti como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy est en el campo y maana se echa al horno Dios la viste as, qu no har con vosotros, hombres de poca fe? As que no os inquietis diciendo: Qu comeremos? Qu beberemos? Con qu nos vestiremos? Esas son las cosas por las que se preocupan los paga-nos. Ya sabe vuestro Padre celestial que las necesitis. Buscad ante todo el reino de Dios y lo que es propio de l, y Dios os dar lo de-ms. No andis preocupados por el da de maana, que el maana traer su propia preocupacin. A cada da le basta su propio afn. Mt 6,25-34.

    Se nos escapa mucha vida cuando posponemos nuestra cita con la alegra y con la felicidad para el futuro, a la espera de situaciones

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    no tiene imposibles; al que transforma el desierto en fertilidad, y el sepulcro en el lugar del encuentro con el Resucitado.

    Cmo podemos vivirlo: Yo experimento que necesito aprender a vivir la vida momento a mo-mento, minuto a minuto. Porque la cantidad de cosas que me pasan en un da es innumerable. Y no solo por los ritmos externos, sino por los movimientos propios de mi corazn. En un da hay mil emocio-nes, mil sentimientos, mil colores: desde la preocupacin a la alegra desbordante; de la prisa , a la calma; de la satisfaccin por el deber cumplido, a ver una agenda repleta de tareas. Pero lo que transforma toda la realidad es lo acompaados que estamos por nuestro Dios. En todas las circunstancias y vicisitudes de nuestra vida sentimos los pasos que nos guan, que nos cuidan, que nos acompaan.

    de segunda mano

    En el museo de mi vida casi todo lo que hay es de segunda mano: la cama en la que duermo, la mesilla de noche, la estantera de los libros, la mesa, la silla... No pegan nada; cada una es de su padre y de su madre, pero juntas crean una armona y un conjunto que para m es espectacular. Seguramente, a los ojos de un buen de-corador o de una interiorista de prestigio, el conjunto de una vieja lmpara que iban a tirar y la estantera que me encontr en la casa cuando llegu ser espantoso, pero a m me encanta porque pienso que he dado a todos objetos una nueva oportunidad: estaban a punto de ser llevados al contenedor, pero alguien se fij en ellos y los rescat. Descubro que eso que hago yo con los muebles que necesito es lo que hace Dios con mi vida y con toda la humanidad.

    Jess les propuso esta parbola: Un hom bre haba plantado una higuera en su via, pero cuando fue a buscar fruto en la higuera, no lo encontr. Entonces dijo al viador: Hace ya tres aos que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Crtala! Por qu ha de ocupar terreno intilmente? El viador le respon-di: Seor, djala todava este ao; yo la cavar y le echar abono, a ver si da fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la cortars. Lc 13,6-9.

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    nas y las circunstancias como son, incluyndonos a nosotros mismos -que en muchas ocasiones somos nuestros peores jueces-, y no a re-chazarlas cuando no se amoldan a mis expectativas, gustos o intereses. No podemos pasarnos la vida intentando borrar las pgi-nas de nuestra historia personal que no nos agradan; no podemos romper y destruir las fotos en las que no nos gusta cmo vamos vestidos; no podemos renunciar al camino que vamos recorriendo ni avergonzarnos de cadas y de errores. Al contrario: deberamos agradecer todo lo que hemos vivido porque nos ha enseado lo que queremos vivir, cmo queremos ser, en qu invertir los aos de vida que nos quedan... Me encanta esta idea porque significa que el valor de las personas, de las cosas, no depende slo de la novedad de conocerlas o de adquirirlas, sino que est en lo que somos. No est en las miradas que desde fuera hagan otras personas o incluso en los juicios que podamos hacer sobre nosotros mismos.

    Precisamente para que no me sobreestime, tengo un agui-jn clavado en mi carne, un agente de Satans encarga-do de abofetearme para que no me enorgullezca. He rogado tres veces al Seor para que aparte esto de m, y otras tantas me ha dicho: Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad. Gustosamente, pues, segui-r presumiendo de mis debilidades, para que habite en m la fuerza de Cristo. Y me complazco en soportar por Cristo fla-quezas, oprobios, necesidades, persecuciones y angustias, por-que cuando me siento dbil, entonces es cuando soy fuerte. 2 Cor 12, 7-10.

    El cambio que nos ensea Pablo es tremendo: de dar patadas a aquello que me hace sufrir y cada vez estar peor o ms rotos se pasa a acoger y a aceptar lo que soy, lo que vivo, mi debilidad, mi fragilidad, y descu-brir que ah soy fuerte porque me siento amado por Dios.

    A nosotros nos sale enseguida la impaciencia, el juicio y la sentencia. Los crtala!, aprtate!, tralo!, vmonos!, cierra la puerta!, apaga eso!, cllate! son rdenes que traducen lo incmodos que nos ponemos con lo diferente, con lo distinto, con lo que no es como a m me gustara. Y el Seor nos invita a tener paciencia, a volver a intentarlo, a abonar, a regar, a esforzarnos para que el fruto del amor y de la comunin se vaya logrando. La vida es mucho ms grande, boni-ta, sorprendente, mgica, y est ms cuidadosamente preparada por el detalle y el cario de nuestro Buen Dios que lo que nosotros podamos imaginar. Por eso, para dejarse amar por las personas y circunstancias que nosotros no elegimos ni organizamos, necesitamos una actitud de acogida, de humildad. Nuestros criterios, nuestros gustos, lo que conocemos y sabemos, es mnimo, casi ridculo comparado con la grandeza y la riqueza de formas de vivir, de pensar y de amar. Necesi-tamos aprender a vivir en la acogida, en la confianza, en la sorpresa de quien reconoce que la vida est esperndonos en todo lo que ocurre.

    Lo que Dios nos dice:

    T siempre puedes desplegar tu gran poder. Quin puede resistir a la fuerza de tu brazo? Pues el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de roco maane-ro sobre la tierra. T tienes compasin de todos, porque todo lo puedes, y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Porque amas todo cuanto existe, y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habras crea-do. Cmo subsistira algo si t no lo quisieras? Cmo perma-necera si t no lo hubieras creado? Pero t eres indulgente con todas las cosas, porque todas son tuyas, Seor, amigo de la vida. Sab 11,21-26.

    Tenemos un Dios que es amigo de la vida en sus innumerables ma-nifestaciones. Y nos ensea a valorar, a aprender, a acoger a las perso-

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    Aquel de vosotros que no tenga pecado, puede tirarle la prime-ra piedra. Despus se inclin de nuevo y sigui escribiendo en la tierra. Al or esto se marcharon uno tras otro, comenzan-do por los ms viejos, y dejaron solo a Jess con la mujer, que continuaba all delante de l. Jess se incorpor y le pregun-t: Donde estn? Ninguno de ellos se ha atrevido a conde-narte? Ella contest: Ninguno Seor. Entonces Jess aa-di: Tampoco yo te condeno. Puedes irte y no vuelvas a pecar.Jn 8,7-11.

    Cmo podemos vivirlo: No podemos pedirle a la vida que todo lo que nos ocurra sea nove-doso, espectacular, exclusivo y emocionante. No podemos estrenar diariamente la vida: habr que reciclar. Pero nuestra mirada s puede ser nueva y agradecida cada da; podemos sentirnos cuidados y acom-paados por los brazos providentes de nuestro Buen Dios, que nos acompaa da y noche durante toda nuestra vida.

    ngeles del suelo

    Me encanta aprender a reconocer que lo normal, lo coti-diano, lo que me pasa a m y a la gente que tengo cer-ca, donde se me van las horas, los das y los esfuerzos, no est pintado del color gris del fracaso sino del brillo y de la lumi-nosidad de lo sorprendente, de lo bien hecho, de lo bello. No me encuentro con ngeles del cielo en misiones extraordinarias y tras-cendentales, sino con ngeles de barrio, de a pie de calle, de car-ne y hueso, que a veces se confunden con los vecinos, con los an-cianos, con los nios, con los jvenes, con los hombres y mujeres a los que Dios ha asociado mi vida. Son gente que se levanta cada da con misiones muy valiosas e importantes, personas que hacen que el mundo avance y que nuestras vidas crezcan y sean felices... Conozco padres y madres, abuelos, con una paciencia, con un detalle, con un cuidado sorprendentes, capaces de acompaar un proceso tan convulso y tan complicado como el de la adolescencia, en el que se pasa de chavaln juguetn a adulto responsable. Conozco ngeles del suelo que abren su vida y se muestran dispuestos para aco-ger con una ilusin contagiosa un nuevo embarazo, con lo que eso va a suponerles, con lo que va a trastocar sus vidas. Conozco profesores y educadores que cada maana renuevan la motivacin de volver a las aulas, convencidos de que sus esfuerzos no son en vano. Me rodean muchas personas que viven sus das acompaados de la cruz de la

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    Este es mi mandamiento: que os amis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor ms grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su seor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he odo a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habis elegido, soy yo quien os he elegido y os he desti-nado para que vayis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.Jn 15,12-16.

    Saber que la iniciativa de esta historia de amor que tenemos, de fe y de esperanza, tiene su origen en la voluntad de llamarnos por parte de Jess debe llenarnos de confianza.

    Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre voso-tros esta buena obra, la llevar adelante hasta el Da de Cristo Jess. Esto que siento por vosotros est plenamente justificado: os llevo en el corazn, porque tanto en la prisin como en mi de-fensa, todos comparts mi gracia. Testigo me es Dios del amor entraable con que os quiero, en Cristo Jess. Y sta es mi ora-cin: que vuestro amor siga creciendo ms y ms en penetracin y en sensibilidad para apreciar los valores. As llegaris al Da de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justi-cia, por medio de Cristo Jess, para gloria y alabanza de Dios. Filp 1,6-11.

    Ojal aprendamos a apreciar lo que vivimos, lo que conocemos, lo que nos rodea, las personas con las que nos encontramos y que no dan lo mejor que son y que tienen. Es precisamente en los momentos en los que peor lo pasamos, cuan-do ms solos nos sentimos, cuando el dolor y el sufrimiento golpean nuestra vida, cuanod con ms claridad reconocemos a quien nos ama y nos considera amigos.

    enfermedad y de la vejez: ngeles pacficos y serenos que reconocen lo frgil y limitada que es nuestra existencia y saben que cuando se acerca el final es cuando con ms claridad se aprende a ver el abrazo de la presencia de Dios, cuya compaa a lo largo de una vida nos hace capaces de reconciliar todos los momentos, malos y buenos. Recuerdo ngeles que tienen forma de ta, de hermana, de madre y padre, de esposa, de amigo.

    Lo que Dios nos dice: Jess no quiere llamarnos siervos ni nada parecido: con l podemos redescubrir el valor de la amistad. No podemos acostumbrarnos al hecho de ser amados, de tener gente a nuestro alrededor que nos cuida y se preocupa por nosotros, que va dando su vida por nosotros: quien tiene un amigo tiene un tesoro.

    Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuen-tra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene pre-cio, no hay manera de estimar su valor. Un amigo fiel es un blsamo de vida, que encuentran los que temen al Seor.Eclesistico 6,14-16.

    Que los amigos no nos quieran como a nosotros nos gustara no sig-nifica que no lo hagan con toda su capacidad. Y es que hay amigos ms desapegados, con los que nos vemos una vez al ao; hay otros ms mensuales y otros ms semanales... Hay algunos a los que echamos de menos y tambin otros a los que echamos de ms. Pero ellos son el regalo de aprender a salir de nosotros mis-mos para abrirnos al compromiso y al amor real, no terico. Nos decepcionan, nos enfadamos, surgen los malentendidos, pero tam-bin, despus, las reconciliaciones. Los amigos son la familia que nosotros elegimos y es la relacin y el parentesco que Jess quiere tener con nosotros.

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    el ciclo de la vida

    Uno de los regalos ms grandes de la vida misionera es que diariamente me veo envuelto en realidades humanas de lo ms variadas, de lo ms extremas, de lo ms verdaderas. Estas invitaciones que da a da se me presentan son lugares a los que Dios me llama y en los que me espera para ensearme siem-pre esos regalos que l me hace a travs de las personas: desde una experiencia festiva y familiar como la celebracin de un bautis-mo, un casamiento o un aniversario de bodas, a lo ms difcil del mundo, como estar en un tanatorio por un beb que ha fallecido o acompaando y tratando de transformar la desolacin de un enfer-mo terminal que sabe que le quedan muy pocos minutos de vida. Paso de situaciones tremendamente brillantes y luminosas, como la decisin de dos personas de unirse para siempre con un com-promiso vital de amarse hasta que la muerte les separe, o la de herma-nos y hermanas de comunidad se consagran al Seor para toda la vida, a lo ms oscuro, a lo ms desesperanzador: un hospital, un tanatorio, un saln en el que ha habido una discusin y dos personas se han acuchillado moralmente, dicindose cosas que hieren, que rompen, que separan. Sentir que recorro diariamente muchos de los estados de la vida humana creo que me aporta una mirada muy profunda sobre lo que somos, lo que nos constituye, nuestras fortalezas y nuestras mi-

    Cmo podemos vivirlo:Estar rodeados de gente cuando el xito me acompaa, cuando la vida me sonre y me siento vlido, til, triunfador, es normal. Pero cuando las cartas salen malas y la vida se tuerce, vemos la cantidad de inters y de aprovechamiento que hay en las relaciones humanas: ya no llaman tanto, ya no hay tantas solicitudes de amistad; ya no hay cercana, ni risas, ni invitaciones. Y es en esos momentos cuando se agradecen las presencias sin condiciones, los amigos porque s, sin razones ni lgicas. Y Jess es uno de los que no se van. Permanece en m, incondicional. Sin reproche, sin censura.

    Y ahora esto dice el Seor, que te cre, Jacob, que te ha forma-do, Israel: No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, t eres mo. Cuando cruces las aguas, yo estar contigo, la corriente no te anegar; cuando pases por el fuego, no te que-mars, la llama no te abrasar. Porque yo, el Seor, soy tu Dios.Is 43,1-3.

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    cin; donde todas las posibilidades, sueos e ilusiones estn abiertas. Es una poca en la que nos sentimos capaces de todo, con unos ideales en la cabeza que nos mueven y motivan. Luego, el paso del tiempo muchas veces hace que las concreciones de nuestros sueos se llenen de frustracin y desconsuelo. Pero la vida se desarrolla en el terreno de lo real: lo que tene-mos que agradecer es lo que vamos logrando, lo que vamos viviendo, sencillamente porque es lo que ocurre. Y extender los brazos no es pasividad ni resignacin: es con-fianza y seguridad de que el que me llama a vivir en lo real est con-migo y no me va a fallar.

    La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por las olas, porque el viento era contrario. Al final ya de la noche, Jess se acerc a ellos caminando sobre el lago, se asustaron y decan: Es un fantasma. Y se pusieron a gritar de miedo. Pero Jess les dijo en seguida: nimo! Soy yo, no temis. Pedro le respondi: Seor, si eres t, mndame ir hacia ti sobre las aguas. Jess le dijo: Ven. Pedro salt de la barca y, andando sobre las aguas, iba hacia Jess. Pero al ver la violencia del viento se asust y, como empezaba a hundirse, grit: Seor, slvame! Jess le tendi la mano, lo agarr y le dijo: Hombre de poca fe! Por qu has du-dado? Subieron a la barca, y el viento se calm. Y los que esta-ban en ella se postraron ante Jess, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. Terminada la travesa, tocaron tierra en Genesaret. Mt 14,24-34.

    Hay situaciones inesperadas que nos hacen gritar de miedo. Los mo-mentos de temor por tantas exigencias que nos superan y no nos sentimos capaces de afrontar son justo la ocasin ideal para levantar nuestra mirada y descubrir lo pendiente que est Jess de cada uno de nosotros. l vive con calma lo que a nosotros nos agobia. Por eso se vuelve maestro y gua para afrontar la vida con su paz y serenidad.

    serias, eso que nos revela lo ms profundo de nuestra identidad. Veo a muchos recin nacidos, salidos de la clida trinchera que es el seno de su madre y su agradable sensacin de proteccin, de seguridad, de bienestar; con la esperanza encarnada en la mirada de sus paps, que desconocen completamente lo que el futuro depara a su pequea creatura. En ese momento todo es ilusin, futuro, idealizacin. Luego el tiempo hace el resto: lo que era novedad deja paso a los ritmos coti-dianos, cansancios y rutinas; a los primeros disgustos, preocupaciones y decepciones; a los castigos, tensiones y desesperacin. El beb que casi te queras comer a besos de lo bonito que era se acaba transfor-mando en el joven adolescente que se aleja, con su frialdad, silencios y miradas de desprecio; con su falta de gratitud por los aos que los papas han invertido en ellos. Y la vida no deja de dar esos saltos: de lo conocido, de lo controlable, de lo que dominamos, a la novedad, a lo desconocido, a lo que nos descuadra y tambin nos renueva, hacindonos empezar de nuevo. Intentar quedarnos solo con la parte bonita de la vida es una ingenuidad y un deseo imposible de cumplir. Porque la vida es dinmica, cambiable, y solo el que es capaz de mirar de frente la ne-gatividad, el conflicto y el dolor es el que ser capaz de comprender el misterio de la vida.

    Lo que Dios nos dice:

    Te aseguro que cuando eras ms joven, t mismo te ceas el vestido e ibas adonde queras; mas, cuando seas viejo, exten-ders los brazos y ser otro quien te cia y te conducir adonde no quieras ir. Jess dijo esto para indicar la clase de muerte con la que Pedro dara gloria a Dios. Despus aadi: Sgueme. Jn 21,18-19.

    Me encanta la referencia que hace Juan a la juventud. Es una poca de sueos, de futuro, de cierta arrogancia; donde hay mucho de expecta-

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    dureza y ternura

    Aquel mismo da, al caer la tarde, les dijo: Pasemos a la otra ori-lla. Ellos dejaron a la gente y lo llevaron en la barca, tal como es-taba. Otras barcas lo acompaaban. Se levant entonces una fuerte borrasca y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de hundirse. Jess estaba a la popa, dur-miendo sobre el cabezal, y lo despertaron, dicindole: Maestro, no te importa que perezcamos? l se levant, increp al viento y dijo al lago: Cllate! Enmudece! El viento amain y sobrevino una gran calma. Y a ellos les dijo: Por qu sois tan cobardes? Todava no tenis fe? Ellos se llenaron de un gran temor y se decan unos a otros: Quin es ste, que hasta el viento y el lago le obedecen?Mc 4,35-41.

    Cmo podemos vivirlo:No hace falta que busquemos nosotros tempestades. Ellas solitas vienen. Pero s tenemos que aprender a vivirlas con la certeza y la confianza de que son oportunidades para crecer en el amor y en la confianza. Debemos extender los brazos, hacer el muerto y notar como los brazos de Jess nos sostienen y nos cuidan.

    fraternidad

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    fraternidad

    ltimamente me estoy empapando mucho de la realidad vital del matrimonio, una opcin de vida en la que estn inmersas la mayora de las personas con las que camino en mi vida cotidiana. Es una realidad al mismo tiempo divina y humana, en la que se viven las ms grandes alegras y las ms profundas tristezas, hasta el punto de que puede ser fuente de salud o de perder la vida. Conozco matrimonios de todo tipo: desde los que viven su opcin con el sentimiento de estar viviendo una misin como constructores de un proyecto familiar y en los que ellos actan como colaboradores de Dios para desarrollar hijos sanos, amables, seguros, felices, hasta otros ms edificados en lo prctico, en el clculo, en el inters, con razones para estar juntos ms relacionadas con la seguridad y lo econmico que con el corazn, el enamoramiento y la afectividad. Hay matrimo-nios estticos, superficiales, y otros llenos de fuerza y de compromiso. Pero ms all de la diversidad, hay algo que me parece impor-tante: la necesidad que tenemos todos de renovar las opciones que vamos haciendo en la vida. Como es algo tan de cada da, esta realidad en la que nos vemos envueltos la vivimos como normal, y corremos el riesgo de perder la perspectiva de la grandeza de lo que estamos viviendo. Me da pena que no disfrutemos ms, tan preocupados de lo que no tenemos, de lo que no hacemos... No nos damos cuenta, por lo general, del maravilloso camino que ya llevamos recorrido.

    lo que dios ha unido

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    dureza y ternura fraternidad

    Porque Cristo es nuestra paz. l ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba. l ha anulado en su propia carne la ley con sus preceptos y sus normas. l ha creado en s mismo de los dos pueblos una nueva humanidad, restableciendo la paz. l ha reconciliado a los dos pueblos con Dios, unindolos en un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad. Su venida ha trado la buena noticia de la paz: paz para vosotros, los que estabais lejos, y paz tambin para los que estaban cerca; porque gracias a l, unos y otros, unidos en un solo espritu, tenemos acceso al Padre. Por tanto, ya no sois extranjeros o advene-dizos, sino conciudadanos dentro del pueblo de Dios; sois familia de Dios, estis edificados sobre el cimiento de los apstoles y profetas.Ef 2,14-20.

    Todas las personas somos diferentes, pero esas diferencias pueden convertirse en un muro de enemistad o en la ocasin para descubrir la gran capacidad que tenemos de elasticidad, de generosidad y de gra-tuidad. Si amar fuera cmodo, fcil, espontneo, nuestra capacidad de amar quedara muy poco desarrollada. Crecemos y maduramos en la medida que vamos desplegando la identidad ms profunda que nos constituye, que es el amor.

    Por esta razn deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos se hacen uno solo. Gn 2,24.

    Llegar a ser uno solo, una sola carne, partiendo de que somos indivi-duos diferentes, nicos e irrepetibles, es una tarea que nos introduce en esa maravilla misteriosa, paradjica, que consiste en que al perder-me gano, de forma multiplicada y resucitada.

    Yo os aseguro que el grano de trigo seguir siendo un nico gra-no, a no ser que caiga dentro de la tierra y muera; slo enton-

    Compartir desde fuera, como un testigo privilegiado, me ayuda a valorar la grandeza de esta vocacin del matrimonio. Me admira la cantidad de amor que hay diariamente en cualquier hogar. Hace poco hablaba con una madre, inquieta por el deseo de responder al Seor con ms generosidad, con ms entrega. Y yo intentaba hacerle ver que estar al frente de una familia ya supone una respuesta de amor diaria y permanente. Y es que optar por compartir la vida con la pareja es un ejercicio diario de donacin y de olvido de uno mismo. La rutina nos impide ser conscientes de la cantidad de amor que se emplea en vivir un vida compartida, en los esfuerzos de dejar nuestros gustos, nuestros intereses; en vivir para ayudar, para llevar a los hijos, para aprender a compartirlo todo. La organizacin y planificacin de las jornadas, con sus ajustados horarios, es realmente una labor de ingeniera. Y nos mereceramos escuchar ms veces a la semana el gracias que nos dice Jess, la satisfaccin de ir desgastando nuestra vida al servicio de las personas a las que Dios nos ha unido, no como un sacrificio.

    A m nadie me quita la vida. Yo la doy voluntariamente. Jn 10,18.

    Lo que Dios nos dice: El regalo grande que nos hace Dios al asociarnos a personas con-cretas, desde las diferentes formas y estados de vida -tanto en el matrimonio como en la vida religiosa- nos rescata de una existencia estril, egosta, caprichosa. El amor cambia radicalmente el centro donde gravita nuestra existencia. Normalmente lo tenemos muy pegado a nuestra mirada, a nuestros intereses, a nuestros criterios y prioridades. El amor viene a nuestras vidas como un don que nos traslada al otro, a los otros, don-de residen nuestras decisiones, proyectos y sueos. Es la fuerza que nos invita continuamente a salir del terreno de lo conocido y de lo controlado y nos dispone continuamente al milagro de la confianza, del encuentro, de la creacin, de la sorpresa.

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    ces producir fruto abundante. Quien vive preocupado por su vida, la perder; en cambio, quien no se aferre excesiva-mente a ella en este mundo, la conservar para la vida eterna. Jn 12,24-25.

    Cmo podemos vivirlo:Cada vez estoy ms convencido de que la vocacin a la que Dios nos llama es la misma para todos, aunque pueda ser vivida de muchas formas diferentes. Jess nos llama a todos a lo mismo: a quitarle el plstico al corazn y a empezar a vivir descentrados de nosotros mis-mos, poniendo el corazn en las personas que se van asociando a mi vida: en sus necesidades, en sus sueos, en sus virtudes y defectos; en sus cosas agradables y despreciables. Y este corazn debe estar abierto a recibir toda esa vida y ese amor que acompaan al compromiso y a la fidelidad.

    Escuch esta expresin hace poco a una amiga y me encant porque funde dos realidades que conviven en nosotros y que muchas veces tenemos muy desintegradas: la piel y el alma. Por una parte, nuestra vida externa, de relaciones, de expresiones, de lugares y momentos; de trabajo, de familia, de exigencias y conflic-tos, y por otra, la sede ntima y subjetiva de nuestra interioridad: lo que pensamos y sentimos, el alma que somos nosotros, nuestros sueos y deseos, aquello que emerge y que se presenta en nuestras soledades y en nuestros silencios; en nuestras fragilidades, vecina de la libertad y de las decisiones que vamos tomando. Es lo ms yo que soy; nuestra percepcin de la realidad, nuestros gustos e ilu-siones; la alegra, la esperanza, el amor, los miedos, los temores y las explosiones de jbilo y de placer: lo que no se ve. Es eso esen-cial, invisible a los ojos pero tan necesario, tan mgico, tan divino. Tenemos piel en el alma, como Dios tiene piel, como Jess sudaba, se cansaba, lloraba, rea, soaba y sufra. Y siento que a ve-ces somos muy injustos en la distribucin de nuestro tiempo y de nuestra atencin. Porque a la piel s que le dedicamos bastante aten-cin. Somos muy cuidadosos con todo lo que ocurre por fuera: a los comentarios que hacen de m, a las miradas, a las opiniones, a los acontecimientos. Pero descuidamos muchas veces esa otra salud, tan importante o ms que la fsica, que es la salud del alma, del corazn,

    la piel del alma

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    nuestros sueos y nuestros deseos. Pero ocurre que nos vemos en la mitad de la vida y sin que se haya conseguido ninguno de los objetivos marcados. Y el conformismo, la resignacin, van creando en nosotros ese ambiente de queja, de victimismo, de fracaso. Y Jess es capaz de preguntar a nuestra tristeza crnica: Qu quieres que haga por ti? Ya basta de lamentos estriles y de quejas lastimosas. Qu eres capaz de hacer para que tu vida cambie? l se compromete a ayudarnos para salir de nuestras soledades y de nuestras muertes. Pero tenemos que querer. Tenemos que colaborar para que el milagro se haga posible.

    Por eso profetiza y diles: Esto dice el Seor; Yo abrir vuestras tumbas, os sacar de ellas, pueblo mo, y os llevar a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestras tumbas y os saque de ellas, sabris que yo soy el Seor. Infundir en vosotros mi espritu, y viviris; os establecer en vuestra tierra, y sabris que yo, el Seor, lo digo y lo hago, orculo del Seor. Ez 37,12-14.

    Hay una promesa y un compromiso de parte del Seor de darnos vida en abundancia, pero tenemos que quererla, que pedirla, que desearla. Igual que una manifestacin de amor nos regala la energa y la alegra para vivir, el alma tambin recibe caricias. Pero hay que estar atentos a los besos y a los guios de nuestro Dios.

    Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. 1Jn 3,14.

    Es caricia de la piel del alma nuestro deseo sincero de amar, de com-partir, de entregarnos. Son huella de Dios en nosotros todos los momentos y ocasiones en los que abrimos nuestra vida a los dems; cuando cambiamos nuestras prioridades y planes; cuando acogemos, perdonamos, proponemos, creamos, saliendo de nuestra corta mirada

    de la fe. Si no tenemos sentido, motivacin, claridad, fortaleza, la vida se nos vuelve absurda e indescifrable. Nos pasamos pocas largas de desconcierto, de prdida total de tiempo, de espera de no s qu, de no s a quin. Y necesitamos ver. Necesitamos comprender, como el ciego del Evangelio, al borde del camino y mendigando: l es la imagen de quien se ha olvidado de vivir.

    Lo que Dios nos dice:

    Llegaron a Jeric. Ms tarde, cuando Jess sala de all acompaa-do por sus discpulos y por bastante gente, el hijo de Timeo, Barti-meo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Cuando se enter de que era Jess el Nazareno quien pasaba, se puso a gritar: Hijo de David, Jess, ten compasin de m! Muchos lo reprendan para que callara. Pero l gritaba todava ms fuerte: Hijo de David, ten compasin de m! Jess se detuvo y dijo: Llamadlo. Llamaron entonces al ciego, dicindole. nimo, le-vntate, que te llama. l, arrojando su manto, dio un salto y se acerc a Jess. Jess, dirigindose a l, le dijo: Qu quieres que haga por ti? El ciego le contest: Maestro, que recobre la vista. Jess le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al momento recobr la vista y le sigui por el camino.Mc 10,46-52.

    Al borde del camino y pidiendo limosna. Es la descripcin de quien se siente fuera, apartado, perdido, rodeado de una oscuridad que le impide reconocer lo valioso que es l mismo y todo lo que le rodea; con la sensacin de estar confundido y sin saber qu pasos dar, en qu direccin. Pidiendo a los dems que resuelvan todos nuestros proble-mas. Buscando fuera los culpables de mis desgracias. Mirando sin ver. Dejando que se escape la vida sin saber muy bien cmo aprovecharla, como compartirla. Hay muchas personas que atravesamos momentos as. Pensamos que el paso del tiempo va a lograr que se hagan realidad

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    para acoger la ms amplia que Dios nos regala. Las caricias de la piel del alma son todas las cosas bellas que somos capaces de descubrir. Es el encuentro con el humor, con la risa, con el gusto agradable que nos describen los incalculables sabores que reconocemos. Son los sonidos, la msica, las personas, los paisajes, escenarios privilegiados para que el ser humano se despliegue y crezca, ame y se sienta acompaado siempre.

    Hijo, t ests siempre conmigo, y todo lo mo es tuyo. Pero tene-mos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Lc 15,31-32.

    Cmo podemos vivirlo:Orar no es otra cosa que mirar alrededor y escuchar, y ser conscientes de que as como nuestra corporalidad necesita mimos, cuidados, des-canso, nuestras almas necesitan caricias, alimentos y momentos de ser escuchadas y valoradas.

    Qu difcil es verse envuelto en un conflicto y discernir quin tiene razn cuando parece que todo el mundo la tiene; cuan-do los lmites, los deseos, las circunstancias, hacen que tenga-mos argumentos para ser compasivos con todos, para comprender a los dos bandos, sin lograr ver con claridad quin es la vctima y quin el verdugo. Estoy casi seguro que todos llevamos a las espaldas parte de los dos. En ocasiones ngeles, en ocasiones demonios, pero siem-pre, siempre, necesitados de manos amigas y brazos abiertos que nos acojan, que nos escuchen, que nos comprendan. La vida no es como en las pelis del cine americano, donde el bueno es muy bueno y los malos son muy malos. Todos tenemos luz y fragilidad, verdades y du-das, aciertos y errores. Sera tremendamente injusto que exigiramos a los dems solo perfeccin y aciertos, cuando nuestra propia vida est llena de zonas oscuras que los dems soportan porque nos aman.

    Lo que Dios nos dice:

    No os engais unos a otros; despojaos del hombre viejo y de sus acciones, y revestos del hombre nuevo que, en busca de un cono-cimiento cada vez ms profundo, se va renovando a imagen de su creador. Ya no existe distincin entre judos y no judos, circunci-dados y no circuncidados, ms y menos civilizados, esclavos y libres,

    ni indios ni vaqueros

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    Jess es claro al pedirnos que cambiemos nuestra inercia precipitada de evaluarlo todo de forma inmediata y que seamos acogedores y pa-cientes. Porque sabe que el que hace crecer el fruto es el Seor.

    No juzguis, para que Dios no os juzgue; porque Dios os juzgar del mismo modo que vosotros hayis juzgado y os medir con la me-dida con que hayis medido a los dems. Cmo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo? O cmo dices a tu hermano: Deja que te saque la mota del ojo si tienes una viga en el tuyo? Hipcrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrs ver para sacar la mota del ojo de tu hermano. Mt 7,1-5.

    Nos encontramos con mucha facilidad en ambientes confrontados, tensos, abiertamente hostiles a lo diferente, con un claro rechazo a lo que no es como yo pienso: Catalunya frente a Estado Espaol; lo catlico frente a lo ateo; la vida contemplativa frente a la res-puesta social y solidaria; la masculinidad frente a la feminidad, el gobierno frente a los trabajadores... Yo, poseedor de la verdad ab-soluta, frente a los dems, pobres ignorantes, a los que casi tolero su presencia y con cuya compaa me muestro condescendiente. La arrogancia y la soberbia con la que nos situamos frente a mu-chos temas nos aleja de la verdad. Slo la humildad y la sencillez, el dilogo y la complementariedad nos permiten acercarnos a la belleza y a la alegra de la verdad.

    El amor es humilde, es paciente, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, no lleva cuentas del mal. 1Cor 13,4-7.

    Nos tiene que regalar el Seor una oracin que nos descentre de noso-tros mismos y nos invite a descalzarnos de lo que son nuestras seguri-dades para as salir, confiados y acogedores, al encuentro de los dems.

    sino que Cristo es todo en todos. Sois elegidos de Dios, pueblo suyo y objeto de su amor; revestos, pues, de sentimientos de compasin, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. Sopor-taos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro. Del mismo modo que el Seor os perdon, perdonaos tambin vosotros. Y por encima de todo, revestos del amor que es el vnculo de la perfeccin. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones; a ella os ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sed agra-decidos. Que la palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; enseaos y exhortaos unos a otros con toda sabidura, y cantad a Dios con un corazn agradecido salmos, himnos y cnti-cos inspirados. Y todo cuanto hagis o digis, hacedlo en nombre de Jess, el Seor, dando gracias a Dios Padre por medio de l. Col 3,9-17.

    La fe ilumina la realidad y nos muestra la relacin que nos une a los otros. Mucho ms profunda que el hecho de caerme bien o mal al-guien, o que aparezca la qumica o no. No somos islas independientes, en las que no tengamos nada que ver con los dems. Cristo es todo en todos. Los dems forman parte de mi, son uno conmigo. Yo no puedo decirle a ninguna parte de mi cuerpo que no la necesito. Yo no soy nadie para decirle al otro cmo debe ser, cmo tiene que vivir, qu pensar, qu sentir. Aunque, claro que nos ayudamos unos a otros a ir caminando hacia una paz, un amor y una integracin de lo negativo en nuestra propia vida. Juntos avanzamos hacia la plenitud. Pero cada uno a su ritmo. Me llena de alegra escuchar a Jess pedirnos con insistencia que no juzguemos y que no nos situemos como rbitros. Porque no vemos el corazn, porque somos tremendamente desconocedores de las circunstancias que rodean la vida de los dems. Nos quedamos en las apariencias, y eso es tremendamente superficial. Cuntas veces el lobo se esconde bajo piel de oveja... Y es que las apariencias engaan siempre.

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    Cmo podemos vivirlo:Diariamente se presentan muchos encuentros con las personas que nos rodean, y no todos son fciles de vivir ni espontneamente agra-dables. Hay relaciones de sumisin, de hacer lo que otros nos dicen. Hay encuentros desagradables, ofensas, malos entendidos, tensiones. Pero lo cierto es que es la escuela del amor. No me puedo desanimar de que no me salga. No me puedo exigir que me salga bien a la pri-mera. La escuela de aprender a amar dura toda una vida. Y es cierto que cuando ms unido estoy a Jess, y ms me regala l su mirada, con ms alegra y ms confianza me encuentro con los dems. Ya no son rivales: son hermanos, a los que el buen Dios me acerca para vean mi amor, mi cario, mi sincero inters,y con los que juntos tenemos que avanzar en este camino de llegar a ser hombres y mujeres de paz. En Italia he visitado lugares y espacios protagonistas de muchas pginas de la historia universal y de la Iglesia en particular. Y algo que salta a la vista es el deseo de los dirigentes y de los

    poderosos de dejar huellas imborrables de su paso por el mundo. Se hace patente la preocupacin por la trascendencia, por huir del olvido y la voluntad de que las futuras generaciones les recuerden por sus obras, por sus decisiones, por su poder y riqueza; por lo que apoyaron, por lo que dejaron como herencia a los dems. Y llama la atencin que en cualquier templo aparecen mausoleos, tumbas llenas de es-culturas grandiosas de mrmol, con nombres de personajes que en la actualidad nadie conoce y que rivalizan en tamao, en calidades, en esplendor. Puede que estos hombres ilustres, tanto del mbito polti-co como papas, se entendieran a s mismo como grandes personajes, imprescindibles para la historia de la humanidad. Pero su vida no ha calado tanto como para que se les recuerde. Solo los historiadores y especialistas saben quines son. La gente normal, no. Y sin pretender juzgar o corregir sus decisiones, me encanta reconocer cmo Jess nos invita a seguirle por caminos que huyen de la arrogancia y de la osten-tacin y nos anima a recorrer sus huellas de humildad y de gratuidad.

    Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ella; de lo contrario no tenis recompensa de vuestro

    pedro en el vaticano, pablo extramuros

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    Por lo que veo, a nosotros, los apstoles, Dios nos coloca los l-timos; como condenados a muerte, dados en espectculo pblico para ngeles y hombres. Nosotros, unos locos por Cristo, vosotros, sensatos en Cristo; nosotros dbiles, vosotros fuertes; vosotros cle-bres, nosotros despreciados; hasta ahora pasamos hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos ago-tamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les deseamos bendiciones; nos persiguen y aguantamos; nos calum-nian y respondemos con buenos modos; nos tratan como basura del mundo, el desecho de la humanidad; y as hasta el da de hoy. 1 Cor 4,9-13.

    Con esta crudeza describe Pablo su misin. Es consciente de su ltimo lugar entre los apstoles. Y este ltimo lugar es visible en Roma, en el Vaticano. La tumba de Pedro es visitada diariamente por cientos de mi-les de peregrinos. En cambio, la de Pablo est en las afueras, fuera de las murallas, olvidada, alejada del xito y de los focos. Y me encanta que ese aparente olvido y ese ltimo lugar no desmoralizaron a Pablo en absolu-to. Al revs: su entrega fue total. Porque no viva de rivalizar con Pedro. Porque cada uno recorra un camino. Cada uno tena unos talentos y es absurdo compararlos. Tambin nosotros tenemos que recorrer nuestro propio camino y dar nuestra propia respuesta hasta el final.

    Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y adminis-tradores de los misterios de Dios. Ahora, lo que se busca en los administradores es que sean fieles. Para m lo de menos es que me pidis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Seor. As pues, no juzguis antes de tiempo, dejad que venga el Seor. l iluminar lo que esconden las tinieblas y pondr al descubierto los designios del corazn; entonces cada uno recibir de Dios lo que merece. 1 Cor 4,1-5.

    Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta ante ti, como hacen los hipcritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. T, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace su derecha; as tu limosna quedar en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensar. Mt 6,1-4.

    Es necesario aprender a vivir en la gratuidad y en la alegra de quien obra y hace las cosas no para ser visto por lo dems, sino quien acta desde la generosidad de amar y entregarse porque s. Vivir pendiente de los resultados, de las valoraciones, de si soy mejor o peor con-siderado, nos hace profundamente esclavos de ese aplauso y de ese reconocimiento. Cuntas energas perdemos a lo largo de nuestros das y cuntos esfuerzos hacemos para no decepcionar, para que no se nos vean las debilidades, las fragilidades, las cadas! Y qu profunda libertad da vivir bajo la mirada y la valoracin de aquel que no juzga, sino que salva!

    Porque Dios no envi a su Hijo al mundo para juz-gar al mundo, sino para que el mundo se salve por l. Jn 3,17.

    Lo que Dios nos dice: Nuestra alegra no puede depender de la crtica o del aplauso de los dems, porque ese cimiento es tremendamente efmero y cambiante: un da aparecemos como triunfadores, y al siguiente nos derrocan de nuestro pedestal y nos tumban. La motivacin para vivir no puede ser slo el deseo de xito o de triunfo. Claro que tenemos que aspirar a vivir haciendo las cosas lo mejor que sabemos! Pero una vez que ponemos lo mejor de nosotros, la libertad frente a los resultados y a las opiniones nos tiene que acompaar.

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    dureza y ternura

    Cmo podemos vivirlo:Nos dice Jess que cada da tiene bastante con su propio afn. Por eso nuestra fuerza y nuestra motivacin tiene que venir de poner todo el amor de que seamos capaces en lo que hacemos. El detalle, el cario con que vivimos todo lo llena de sentido. Y claro que es bonito que se nos reconozca ese amor! Nos llena de alegra que se den cuenta de nuestra entrega y de nuestra implicacin. Pero si no te lo agradecen, peor para ellos, que no son capaces de reconocer todos los regalos que les rodean. Y nosotros a seguir. Nuestros nombres ya estn escritos en el cielo.

    miedos

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    confundir una pesadilla con un sueo

    Qu importante es decidir bien cmo queremos vivir y a quin queremos seguir; sentir que somos dueos de nuestras deci-siones, de nuestros xitos y fracasos; conscientes de la multi-tud de influencias que recibimos a lo largo de una vida y, al mismo tiempo, sabedores de que no estamos determinados ni predestinados. La libertad es uno de los regalos ms grandes que Dios nos ha hecho a sus hijos. Pero esa libertad, esa capacidad de decidir, de construirnos, nos puede acercar a la plenitud, al sueo realizado, a la felicidad, a la gratitud y a la alegra que nadie nos puede quitar; o, por el contrario, nos puede hundir en la pesadilla, en la oscuridad, en la eterna insatisfaccin y en la vida aislada de la realidad, solitaria, incomunicada.

    Venid y lo veris.Jn 1,39

    Esta oferta que hizo Jess a los primeros discpulos se ha vuelto a re-petir en innumerables ocasiones a lo largo de la historia. Esa llamada universal, a todos y a todas, sean de la edad, clase social, sexo, nacin, raza, nivel acadmico, laboral, o econmico que sean, se puede aco-ger positivamente o se puede rechazar. Pero las consecuencias de una decisin o de otra son tan radicalmente diferentes como un sueo o

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    nuestro Dios. Y desde esa experiencia, compartir y construir junto con los hermanos y hermanas las diferentes riquezas y los diferentes talentos que Dios nos ha regalado al servicio de los dems. Elegir a qu seor queremos servir es un aprendizaje. A lo largo de nuestra historia hemos servido a muchos seores y seoras. Hay momentos donde nuestros modelos son deportistas, cantantes, actores y actrices, personajes triunfadores que se acercan a nosotros a travs del cine o de la televisin. Segn vamos creciendo, vamos de-jando paso a otros modelos, porque sentimos que son otros nuestros intereses. Se quitan las fotos de deportistas y aparecen las de las musas del amor, los guapos y guapas con poca ropa, que nos enamoran y nos hacen vibrar. Buscamos referencias en el mundo de la familia, de la empresa, del corazn, del trabajo. Hay pocas iconoclastas, donde no nos queremos parecer a nadie; donde vamos en contra de todo lo que se nos ofrece e impone, decepcionados por tantas promesas sin cumplir, por tantas ilusiones frustradas. Pero llega un momento donde tenemos que volver a agarrar la vida con nuestras manos y volver a preguntarnos: Qu queremos vi-vir? Qu queremos lograr? Donde tenemos puesto nuestro corazn y nuestro tesoro?

    Despus de comer, dice Jess a Simn Pedro: Simn, hijo de Juan, me amas ms que estos? l le contesta: S, Seor, t sabes que te quiero. Jess le dice: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le pregunta: Simn, hijo de Juan, me amas? l le contesta: S, Seor, t sabes que te quiero. l le dice: Pastorea mis ovejas. Por tercera vez le pregunta: Simn, hijo de Juan, me quieres? Se entristece Pedro de que le preguntara por tercera vez: Me quieres? Y le contesta: Seor, t conoces todo, t sabes que te quiero. Jess le dice: Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, t mismo te ceas e ibas adonde que-ras; pero, cuando seas viejo, extenders las manos, otro te ceir y te llevar adonde no quieras. Esto dijo aludiendo a la muerte

    una pesadilla; como el cielo o el infierno. Si no seguimos a Jess, nos seguiremos a nosotros mismos: nuestros criterios de triunfo, de logros y realizaciones, de felicidad. Lo que seguro que no podemos hacer es vivir sin patrn, sin modelo, sin normas, sin caminos, prioridades ni criterios de discernimiento. Nadie vive en el aire. El tiempo, y toda nuestra vida, se lo va llevando aquello que valoramos y apreciamos. Y lo que es verdaderamente pattico y da mucha pena es que invirtamos nuestra vida en algo que no deseamos, que no elegimos sino que nos imponen, y que nos da como resultado una apata y una tristeza crnica: en definitiva, que en vez de darnos vida nos da muerte.

    Lo que Dios nos dice:

    Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Seor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y as vivi-rs y crecers y el Seor, tu Dios, te bendecir en la tierra donde vas a entrar para poseerla. Pero si tu corazn se aparta y no escu-chas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriris sin remedio y no duraris mucho en la tierra adonde t vas a entrar. Hoy cito como testigos con-tra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendicin y la maldicin. Elige la vida, para que vivis t y tu descendencia, amando al Seor, tu Dios, escuchando su voz, adhirindote a l, pues l es tu vida y tus muchos aos en la tierra que jur dar a tus padres, Abrahn, Isaac y Jacob.Dt 30,15-20.

    El deseo de Dios es que hagamos la prueba de lo que significa vivir en su casa; experimentar lo que significa que venga a nosotros su Reino; saborear lo que es vivir seguros de un amor que no es condicionado o interesado, de un amor eterno, de una valoracin, de una seguridad que nace de sabernos y de experimentar que estamos en las manos

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    con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, aadi: Sgueme Jn 21,15-19.

    Entonces Jess les dijo a los Doce: Tambin vosotros que-ris marcharos? Simn Pedro le contest: Seor, a quin vamos a acudir? T tienes palabras de vida eterna; noso-tros creemos y sabemos que t eres el Santo de Dios. Jess le contest: Acaso no os he escogido yo a vosotros, los doce?Jn 6,67-70.

    Cmo podemos vivirlo:Cada da es nuevo. Lo vivido ayer no me sirve para hoy: ni lo logrado en positivo ni la acumulacin de fracasos y desgracias. Hoy puedo de nuevo elegir con quin quiero pasar el da, a qu seor quiero seguir: al que me da el ciento por uno de todo: de amigos, familia, el que me ensea ensanchar el corazn; o puedo seguir mi egosmo, mi inters, a m mismo. Elige la vida!

    Hace poco un amigo mo me llev a dar una vuelta con su moto por los alrededores de Madrid. Se lo haba pedido ha-ca tiempo, al enterarme de que se l mueve habitualmente en moto. Como es una BMW enorme, calcul que esa mquina no tendra problema en aguantar mi peso. Y por fin estaba preparado, con mi casco, mis pantalones lar-gos, mis zapatillas bien atadas y dispuesto a la aventura. Era viernes, y la hora coincida con la salida de toda la gente del trabajo. Las carrete-ras estaban llenas de trfico y mi amigo empez a caracolear, a meterse entre camiones, coches, arcenes. Y yo me empec a poner rgido. La falta de experiencia enseguida me puso tenso, inseguro, me dolan los brazos de agarrarme a los estribos. En una palabra: me estaba entran-do un miedete que me impeda disfrutar de la ruta. No era culpa del piloto, que lo haca superbin, ni del trfico, ni