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BACHILLERATO VIAJA A PARÍS
POR MARÍA LÓPEZ
Años esperando llegar a 1º de bachillerato, meses de preparación, días de nervios pensando que meter en la maleta, todo con un único objetivo, viajar a París.
Aun recuerdo años atrás, cuando veíamos llegar a los mayores a las clases preguntando si queríamos comprar camisetas o sudaderas para su viaje de fin de curso, y ahora ha llegado nuestro turno; todos teníamos muchas ganas de ir, pero creíamos que la preparación de este viaje sería como el de otra excursión cualquiera, sin embargo conforme avanzaba el tiempo nos fuimos dando cuenta de que no era así, primero la venta de mantecados y el pago a tiempo, luego el diseño de las sudaderas, buscar la empresa, venderlas y que a nadie se le olvidara el resguardo, y por último entregar toda la documentación, menos mal que Consuelo tiene mucha paciencia, porque si no… ¡estuvimos entregando papeles hasta el día de antes!
Tras todo esto, alguna que otra bronca y varias reuniones, llegó el esperado día 9; todos estábamos en el punto de encuentro con nuestros familiares, y algunos de los compañeros que por desgracia no pudieron viajar con nosotros. Después despedirnos de todos y derramar alguna que otra lágrima por los que no podían venir empezaron los problemas, ¡ya había a quien se le había olvidado la autorización!, pero este mal comienzo no impidió disfrutar de un maravilloso viaje.
Partimos hacia Sevilla, cuando llegamos al aeropuerto y comenzamos a facturar las maletas todos empezamos a preocuparnos por lo que podíamos o no subir al avión, que si el liquido de las lentillas sí, que si el agua no… pero gracias a nuestros profesores conseguimos tranquilizarnos y pasamos el control sin problemas. Una vez en el acceso a las puertas de embarque comenzamos a preguntarnos cual sería nuestro avión y cuando por fin lo encontramos deseamos entrar rápidamente, ¡para muchos era su primer vuelo!
Una vez dentro nos sentamos cada uno en nuestro sitio, guardando el orden y esperando el despegue llenos de nervios, parecíamos tan seriecitos…, pero la seriedad se pasó cuando se fueron los nervios y la luz del cinturón se apagó, entonces, todos nos cambiamos de sitios, nos hicimos fotos y disfrutamos del viaje hasta que llegó el momento de aterrizar; otra vez los nervios, buscar la torre Eiffel por la ventanilla, el dolor de oídos y desear tocar tierra, pero no en cualquier lugar, ¡en París!. El aeropuerto de Orly fue lo primero que vimos, y ya empezamos a sentir esa magia que envuelve a la conocida como Ciudad del Amor.
Cuando metimos las maletas en el autocar que gracias a Leles nuestro conductor, se convirtió en nuestra casa durante una semana, hicimos una ruta panorámica de la ciudad; Juan Carlos, nuestro, acompañante de la agencia de viajes, nos enseñó numerosas curiosidades, como el origen de la palabra bulevar.
Mientras la noche caía y nos dirigimos a nuestro hotel, el Mercure Marne La Valle De Noisy Le Grand, nos dieron las llaves de las habitaciones, nos organizamos, esperamos a que los profesores pasaran y nos dormimos pensando en las aventuras que nos depararía el nuevo día.
Cuando el alba comenzó a asomar por el horizonte y los primeros rayos de sol atravesaron las ventanas, nos levantamos, desayunamos con las legañas pegadas y nos subimos al autobús; tras ver como poco a poco iba amaneciendo la ciudad y disfrutar de bellos rincones que se quedaron grabados en nuestras retinas, nos dirigimos al Hospital de los Inválidos, su maravillosa cúpula de oro nos impresionó aun cuando no sabíamos los tesoros que albergaba en su interior, como la tumba de
Napoleón con sus siete ataúdes cada uno con su significado y la sorpresa de que aun seguían viviendo allí algunos de los heridos de la 2ª Guerra Mundial.
Tras comer y realizar algunas compras, nos trasladamos hacia Trocadero donde disfrutamos de la mejor vista de la Torre Eiffel a la que posteriormente nos dirigimos para subir a la 2ª planta y disfrutar de unas maravillosas vistas de todo París, una ciudad cuya belleza alcanzaba más allá del horizonte por donde el sol empezaba a ocultarse.
En nuestro tercer día en París tocaba visita al museo del Louvre, allí pudimos ver obras como la Venus de Milo o la Gioconda; esa tarde, tras una perfecta oportunidad para las niñas de ir de compras, tuvimos la ocasión de visitar la Sainte Chapelle (una capilla destinada a guardar las reliquias de la Pasión de Cristo) y admirar la majestuosidad de las altas y bellas vidrieras que allí se encuentran y que le dan un ambiente único creando una atmósfera difícil de describir.
Cuando la noche llegó cambiamos de planes y nos dirigimos a dar un paseo nocturno por París en nuestra discoteca andante retrasando nuestro paseo por el Sena.
Llegado ya el ecuador de nuestro viaje, nos levantamos con la
esperanza de cumplir por fin el sueño de todo niño, ir a Disneyland, y como niños llenos de nervios nos perdimos y nos dejamos embaucar por ese país de cuento de hadas que te hace creer que existe ese fantástico príncipe azul que luchará contra el dragón para rescatar a su amada y bella princesa.
En este parque temático, disfrutamos de cinco ambientes mágicos: • Main Street U.S.A. La calle principal de una pequeña ciudad
americana de principios de siglo, con terrazas como las de Mary Poppins.
• Fantasyland. El lugar donde creerás que los sueños se hacen realidad, y los clásicos Disney, como la Cenicienta, Blancanieves o Aladín, cobran vida.
• Frontierland. Descubre el salvaje oeste con Pocahontas y vive tu propia leyenda.
• Adventureland. Vive emocionantes aventuras con Peter Pan y la familia Robinson.
• Discoveryland: Aquí cobra vida la nueva generación Disney.
Tras montar varias veces en el Space Mountain, ver la cabalgata y
saludar a nuestros personajes favoritos volvimos al hotel con muchos sueños cumplidos, muchas bolsas de compras y la esperanza de volver.
Y llegó la mañana dedicada al París bohemio, a ese París de
película, Moulin de la Gallette, Plaza du Teathre y Sacré-‐Cœur fueron nuestros destinos en esta ocasión; la mayoría nos hicimos retratos y disfrutamos de una da las vistas más bonitas de todo París. Tras una parada para las compras y el almuerzo, visitamos el palacio de Versalles donde nuestra imaginación nos trasladó a la época justo anterior a la Revolución Francesa, con reyes engalanados y reinas con bellos vestidos paseándose por hermosos jardines, cuando Francia alcanzaba una de las épocas de mayor esplendor.
Cuando la tarde caía, llegó el momento de pasear por el Sena, disfrutando de todos los monumentos iluminados y de las estrellas que adornan por la noche la Torre Eiffel, haciendo honor a la llamada “Ciudad de las Luces”.
Penúltimo día en París, y un día muy especial, después de haber rememorado nuestra infancia en Disneyland, ahora es el momento de la acción; en los estudios Disney hay un sinfín de atracciones como la Guitarra o el Hotel en las que disfrutar de momentos inolvidables cuando ves tu cara en las fotos.
La noche llego, ¡La última! ¡Oh My God, que rápido pasa el tiempo!...Y pensar que hace sólo seis días estábamos aterrizando… pero porque es el último día hay que disfrutarlo al máximo, aunque ya estemos un poco cansados después de toda la semana sin dormir, pero sacamos fuerzas para ver esa esplendida estación de tren convertida en el mayor mueso de vanguardismo e impresionismo de París, el museo de Órsay, con obras de Renoir, Van Gogh y Monet entre otros.
Y la vuelta a casa; la maleta llena de regalos y recuerdos, la cámara repleta de fotos para rememorar este viaje, pero sin duda el mayor recuerdo se queda en nuestra memoria en forma de película de ensueño, cargada de anécdotas y momentos que no olvidaremos.
Desde la ventanilla del autobús ya se divisa Córdoba, el viaje llegó
a su fin, ha sido una semana especial, llena de risas compartidas, de encontrar amigos donde sólo había compañeros de colegio, de descubrir que un mismo lugar puede tener distintas perspectivas según con quien lo visites, pero esta experiencia maravillosa, no ha sido fruto del azar, Lele, Juan Carlos y nuestros profesores Consuelo, Paqui y Miguel Ángel, han sido el engranaje perfecto para que un grupo de cincuenta alumnos se sintieran como en casa aunque estuvieran a 1670Km.
María López