versión final los fondos de pensiones

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Los Fondos de pensiones, una trampa para zoquetes? El espejismo de la democracia accionarial Desde lo más hondo de su indigencia, el concepto de “nueva economía” libra al menos una lección digna de ser oída. La de que si hay “novedad”, es porque existe el “cambio”. Y si existe cambio, es porque, al contrario de los que estiman los economistas ortodoxos, esos físicos improbables de lo social, el capitalismo no está regido por leyes universales e invariantes, sino arrastrado por la historia, que lo hace sujeto de metamorfosis. Si la crisis del fordismo, abierta al comienzo de los setentas, fue seguida por un periodo largo, informe e indeciso, el final de los noventa parece haber dado nacimiento a una nueva era del capitalismo, a un nuevo régimen de acumulación del capital, cuya “coherencia” es cada vez más discernible. Mientras que los Estados Unidos están ya adentrados en la trayectoria de ese capitalismo financiarizado bajo el dominio de los fondos de pensiones, Europa, y Francia en particular, están aún – pero, por cuanto tiempo?- en la encrucijada. Esta falta de coordinación entre ambas orillas del Atlántico, sobre la

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Page 1: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Los Fondos de pensiones, una trampa para zoquetes?

El espejismo de la democracia accionarial

Desde lo más hondo de su indigencia, el concepto de “nueva economía” libra al menos

una lección digna de ser oída. La de que si hay “novedad”, es porque existe el

“cambio”. Y si existe cambio, es porque, al contrario de los que estiman los

economistas ortodoxos, esos físicos improbables de lo social, el capitalismo no está

regido por leyes universales e invariantes, sino arrastrado por la historia, que lo hace

sujeto de metamorfosis. Si la crisis del fordismo, abierta al comienzo de los setentas, fue

seguida por un periodo largo, informe e indeciso, el final de los noventa parece haber

dado nacimiento a una nueva era del capitalismo, a un nuevo régimen de acumulación

del capital, cuya “coherencia” es cada vez más discernible. Mientras que los Estados

Unidos están ya adentrados en la trayectoria de ese capitalismo financiarizado bajo el

dominio de los fondos de pensiones, Europa, y Francia en particular, están aún –pero,

por cuanto tiempo?- en la encrucijada. Esta falta de coordinación entre ambas orillas del

Atlántico, sobre la que es costumbre lamentarse es, quizás por está vez, afortunada.

Pues, cuando son otras las víctimas, es preferible contar experimentos reales, en tamaño

natural, y no con simples experimentos conceptuales, para observar al régimen de

acumulación financiarizado en todo su esplendor, tal como el mismo se revela en

Norteamérica desde hace al menos medio decenio. Una mirada superficial concluiría al

instante que allí hay un milagro, y exigiría que, sin perder un minuto más, todos se

precipitaran por este camino real. No se trata, por cierto, en este trabajo de minimizar,

de ningún modo, los resultados extraordinarios de la macroeconomía norteamericana.

Pero eso no obliga a caer en la actitud, maravillada hasta el éxtasis, que parece

apoderarse de los amigos de la “nueva economía”, ni a desconocer los desequilibrios o

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la acumulación de tensiones que se opera desde ya allí, ni tampoco prohíbe preguntarse

acerca del tipo de sociedad que está economía engendra.

Mientras que la relación salarial constituía el elemento central del fordismo, es en

adelante en la esfera financiera que hay que buscar el corazón del nuevo régimen de

acumulación y en las dos líneas de fuerza en torno de las cuales el mismo se estructura,

esto es, por una parte, la desreglamentación del mercado de activos, y de otra parte, la

concentración del ahorro colectivo. Los actores de la desreglamentación dieron

muestras, sin saberlo, de una inspiración muy acertada cuando se les vino a la cabeza la

idea de llamar “big bang” a la liberalización de las plazas financieras. Eso ocurrió a

mediados de los años ochenta, y la onda de choque de ese momento cero se sigue

expandiendo con vigor. Es imposible entender los procesos actuales, regidos por los

fondos de pensiones, sin devolverse a este periodo en donde, por obra de la creación de

mercados líquidos, se construyeron en verdad las infraestructuras del poder accionario

que hoy por hoy manda. Así pues, todo comienza con la desreglamentación, ruptura

inaugural, de la que salieron todos los avances ulteriores de financiarización, que al

final de cuentas ha generado una metamorfosis, sin par en los últimos cincuenta años, de

la economía. Hay que volver a visitar este sacudón inicial, en donde se concentran la

ignorancia y la responsabilidad, para mostrar cómo es producto de una paradoja

extraordinaria. Pues ese mercado financiero, lo más cercano que imaginarse pueda del

ideal tipo con que sueña sin cesar la economía liberal, ese mercado, en Francia, fue

instituido por el Estado; y por un Estado dirigido por un gobierno de izquierda. Por

cierto, no es posible limitarse a restituir en esta forma lapidaria semejante historia, ni se

puede acallar la parte que en ello tuvieron las necesidades económicas endógenas o las

impuestas por una cierta situación ideológica internacional y las restricciones que de ese

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conjunto de factores se derivaban para un país comprometido en el sistema de

relaciones económicas internacionales. Pero la incorporación de estos elementos al

análisis no elimina a este acto político, después de todo soberano en gran medida, que

optó por no oponer ninguna resistencia a la financiarización, y que, más aún, se propuso

un matrimonio integral con el modelo, haciendo gala de una ceguera cuya explicación

correspondería a la sociología histórica del poder- o a la sociología histórica de la

izquierda en el poder- aclarar (capítulo 1).

Es sobre ese terreno muy bien preparado que, una década después, entran en escena los

fondos de pensiones. Lo que será dicho a propósito de esas instituciones tiene el doble

carácter de un análisis de la evidencia ya producida y de una premonición. La economía

norteamericana ya muestra el rostro de un régimen financiarizado que ha alcanzado la

madurez, y en ella son visibles en forma casi cotidiana los tipos de efectos generados

por los grandes organismos gestores del ahorro colectivo. De allí que la experiencia

norteamericana permita hacerse una primera idea de los que produciría su trasplante en

Francia, trasplante del cual ya se tiene un abrebocas a través de la presencia cada vez

más significativa de fondos anglosajones en el capital de las empresas francesas. Ahora

bien, la presencia de los fondos de pensiones en el corazón de la economía dista de ser

una bendición indiscutible. Aunque suene paradójico, son numerosos los empresarios

que podrían compartir esta opinión. Pues la reconquista del poder por parte de los

propietarios, tanto tiempo embozados por los gerentes empresariales, se efectúa también

en detrimento de estos últimos, en adelante expuestos en primera línea a los

mandamientos de la “creación de valor”. Sería, eso es obvio, ingenuo creer que este

llamado a las ganancias constituya una violencia insoportable contra las orientaciones

filosóficas de los gerentes empresariales y, al menos a ese nivel de los principios, no es

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muy difícil hallar acuerdo! Pero como se verá, los caminos de la creación de valor son

imprecisos a veces y cada quién se forja al respecto la idea que corresponde a su lugar.

Es por eso que, en la práctica, son posibles las divergencias y la tutela de los accionistas

puede revelarse muy pesada en todas aquellas ocasiones en que pretende imponer, en

materia de gestión, visiones heterogéneas a las que se derivarían de una visión

propiamente industrial (capítulo 2).

Pero aunque semejantes diferendos puedan ser desagradables, no implican que el lugar

de los gerentes empresariales en el asunto sea el menos confortable de todos. Lo mismo

no puede predicarse de los asalariados, que se han convertido en el lugar en donde se

recapitulan y se ajustan todas las tensiones- las de las reorientaciones de la política

económica, las de las transformaciones en las formas de la competencia, y hoy por hoy,

las de la financiarización. No solo la obtención de la rentabilidad exigida por los

inversionistas se efectúa a través del desalojo de los salarios en la repartición del valor

agregado, sino que además, en adelante, el poder accionista está en posición para

reclamar una especie de ingreso mínimo garantizado del capital. Al haberse convertido

la masa salarial en la variable de ajuste, la misma ha adquirido también el carácter de

una dimensión residual, lo que antes le ocurría y caracterizaba a la ganancia y detrás de

este intercambio de propiedades entre salarios y ganancias, lo que se opera entre

capitalistas y asalariados es una redistribución gigantesca del riesgo (capítulo 3).

Pero el desarrollo de los fondos de pensiones no solo pesa sobre los comportamientos

de los agentes. Es toda la macroeconomía la que se ve afectada por el mismo. Sus

principales encadenamientos están del todo impregnados por las influencias de las

finanzas, y eso acarrea dos consecuencias mayores. La primera se relaciona con la

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implicación financiera creciente de los hogares, cuyo resultado es una dependencia

creciente de la formación de la demanda respecto de la esfera de los mercados. Sería a

través de esta conexión que transitarían en buena parte los efectos de propagación de un

crack serio a la esfera real. Ahora bien, un crack semejante ve muy valorizada su

probabilidad a partir del momento – y esta es la segunda consecuencia- en que los

fondos de pensiones contribuyen al mantenimiento de una burbuja crónica, tanto porque

vierten su liquidez en el mercado, como porque es del alza de las cotizaciones del

mercado de donde pueden satisfacer sus exigencias de rentabilidad financiera (capítulo

4). Recae en adelante en los bancos centrales la vigilancia sobre las finanzas y el evitar

que sus sobresaltos afecten al crecimiento, tarea delicada si la hay, y en donde la

política monetaria se enfrenta a nuevos dilemas.

Y sin embargo, es probable que lo esencial este en otra parte. Que esté más allá de la

economía, en un cierto rostro que las finanzas podrían terminar dándole a la sociedad.

El mundo de los fondos de pensiones no está sólo sostenido por justificaciones

económicas, pues también es portador de una política implícita- y a veces incluso de

una utopía social. No falta quién sueñe con accionar la palanca del ahorro asalariado

para reconquistar el poder sobre el capital y proyecte darle una realidad institucional a la

idea de que los asalariados son los verdaderos propietarios puesto que son los detentores

finales de las acciones de las empresas. Otros van aún más lejos, y sueñan con una

sociedad política reconstruida por completo en torno de la cuestión patrimonial. No

organizan acaso los mercados financieros una suerte de votación permanente, y no son

acaso las asambleas generales de accionistas un ágora nueva en donde se delibera sobre

lo que hace nuestro destino común: el devenir de nuestros activos? El lector se

sorprenderá de ver hasta donde puede ir ese proyecto de una democracia accionaria,

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réplica y tal vez sustituto de la democracia política, con sus asambleas, su educación

bursátil destinada a formar ciudadanos-accionistas y su nexo social reconstruido en

torno de los intereses financieros compartidos. De esta manera, detrás del régimen de

acumulación financiarizado se perfila una “sociedad de fondos de pensiones” cuyo

cimiento es el patrimonio. ¿No basta ya con eso para ver que no todo el mundo hará

parte de ella? En cuanto a los ciudadanos-accionistas, con el uso aprenderán en donde

está el poder verdadero, y se pondrán al corriente de la nada de su ahorro individual. En

la sociedad del patrimonio, lo único que cuenta es el ahorro colectivo concentrado por

los grandes recolectores, verdaderos detentores del poder accionario (capítulo 5).

Las transformaciones que se anuncian son lo bastante profundas como para dedicarles el

tiempo de pensarlas dos veces y como para no dejar que el encadenamiento irreflexivo

de reformas y acontecimientos se haga cargo de comprometer a la sociedad, por fuera

de toda conciencia, en una evolución patrimonial de la que saldría irreconocible. Ahora

bien, nunca como hasta ahora habían sido tan poderosos, ni el discurso de justificación

económica dominante, ni las fuerzas que militan a favor de un alineamiento sobre el

modelo americano, discurso de consagración del poder de los accionistas y de la

financiarización del capitalismo bajo la égida de los fondos de pensiones. A ello se

agrega la fuerza, por menos perceptible más perniciosa, de la inconciencia y de la

ignorancia de los gestores de la política del día a día, que extrapolan razones localmente

buenas y las convierten en el motivo necesario y suficiente de reformas de

consecuencias graves, generadoras de irreversibilidades masivas. No es aún demasiado

tarde, pero si es urgente plantearse la pregunta acerca de los fondos de pensiones e

interrogarse acerca de sus efectos sobre la economía y sobre la sociedad, si es que se

quiere evitar que, otra vez, un viraje mayor sea tomado por obra de una mezcla de

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golpes de fuerza ideológicos, de presiones discretas de los lobby y de miopía de los

responsables. Acaso antes del advenimiento de la democracia accionista la democracia

política aún tenga cosas que decir...

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1

La izquierda y las finanzas: regreso a una historia paradójica

El ascenso de la gestión institucional del ahorro colectivo no es otra cosa que una

profundización y una inflexión de una dinámica financiera desatada con anterioridad.

Hay que volver sobre los orígenes de la desreglamentación financiera para comprender

como se forman las irreversibilidades y las primeras restricciones, que después habrían

de permitir presentar como “necesarios”, en nombre de un argumento de “coherencia”,

todos los avances posteriores de las finanzas- y en particular, los de los fondos de

pensiones.

Al igual que los otros aspectos de la mundialización, la desreglamentación financiera

internacional de los años ochenta no sabría ser presentada como un puro producto de las

fuerzas endógenas del mercado en tanto reflejo de toda la necesidad interna del

capitalismo mismo. Al lado de esas fuerzas, cuya operación es innegable, la

desreglamentación es también el fruto de una intención y de una intervención deliberada

del poder público. Es por ello que, para reconstruir la génesis de esa desregulación, es

necesario deshacerse en primer lugar de esa noción consistente en ver a la

mundialización como un ser en sí, dotado de una vida autónoma y de un dinamismo

propio, que se impone bajo el efecto de una necesidad inapelable y, para decirlo del

todo, cuasi cósmica. Y es que el estatus de estos conceptos bastardos - “globalización”,

“mundialización”, “nueva economía”- es bien singular, puesto que, aunque no dejen de

apuntar a realidades indiscutibles, lo hacen, y ello en forma sistemática, de modo

fantasmagórico y mistificador. Aunque sean empleados sin precaución en el debate

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público, terminan por elevar a los conjuntos de hechos que evocan a la dignidad de

sujetos autónomos de la historia y logran hacerlos existir como “tendencias irresistibles”

dotadas del poder de engendrar el ineluctable estado de cosas.

LA DESREGLAMENTACIÓN FINANCIERA: TAN DESEADA COMO

SUFRIDA

Por cierto, no cabe negar que la desreglamentación de los mercados financieros

encontrara también las fuentes de su desarrollo en el movimiento propio de la economía.

La inflación crónica de los años 70 prohijó las innovaciones financieras dirigidas a

proteger a los patrimonios y a los saldos monetarios de la erosión monetaria. Pero, en

forma más general, era la organización misma del sistema financiero francés la que

planteaba inquietudes. En primer término porque el control cuantitativo del crédito

puesto en marcha en los años 70 mostró su incapacidad para acabar con una inflación de

la que nadie imaginaba en la época que tuviera un origen diferente al monetario. Y

como la contrarrevolución monetarista comenzaba a dar sus primeros frutos, ello llevó a

que emergiera la idea de que la época de la regulación administrada del crédito ya había

pasado y la de que el control de los agregados monetarios debía lograrse, más bien, a

través de una regulación de las tasas de interés, la cual supone que existan en el medio

mercados financieros, que se adecuan mucho más al ejercicio de tal método. Se

esperaba también de esos mercados que contribuyeran a hacer bajar el costo de la

financiación a la economía, preocupación muy viva desde el final de los años 70 y desde

el choque masivo de tasas de interés que la Reserva federal americana había hecho

sufrir a todo el planeta. 1. De allí que la cuestión del costo del financiamiento se volviera

crítica, tanto más en Francia, en donde el oligopolio bancario fue presentado como un

1 . Las tasas de interés nominales de corto plazo alcanzarán 16% en 1980-1981 en los Estados Unidos.

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obstáculo permanente a la baja de precios del crédito. Para dicha de todos, el mercado

estaba allí y aparecía como una alternativa ideológica y práctica ya en operación que iba

a permitir esquivar el cuasi gobierno del cartel bancario. Poner a los bancos a competir

entre sí y con el mercado, tal era la formula segura para hacer bajar el costo del

financiamiento de la economía, y ello aún más si a todo eso se agregaba el desarrollo de

un gran mercado accionario, que permitiera a las empresas captar más fácilmente

recursos propios, es decir, el recurso financiero más noble y menos costoso.

La competencia entre las plazas vino a incrementar las presiones propiamente

nacionales a favor de la desreglamentación y la plaza de París hubo de desreglamentarse

para sobrevivir en la competencia por la captación del ahorro internacional, toda vez

que Nueva York ya se había desreglamentado y que Londres anunciaba ese mismo

proceso en el horizonte de 1987. Por último, hay que mencionar la ocurrencia

maravillosa de que una dosis adicional de mercado es lo requerido para corregir los

excesos del mercado. Pues la desreglamentación, ya emprendida en forma amplia en los

Estados Unidos, había comenzado a producir sus primeros inconvenientes, y la

inestabilidad intrínseca de los mercados ya era perceptible en el incremento de la

volatilidad del precio de los activos y en el aumento de los riesgos. Se pudiera pensar

que esa constatación hubiera podido suscitar una necesidad de volver a reglamentar y a

encuadrar a los mecanismos de mercado. Pero tal no es la forma de razonar de las

finanzas. Si aparecen nuevos riesgos, entonces basta con crear nuevos mercados en cuyo

seno se transaran productos llamados “derivados”, destinados en forma expresa a la

cobertura de tales riesgos. Es en nombre de esta “lógica” que tanto el MATIF2 como el

MONEP3 verán la luz del día en París en 1986-1987, lo que viene a ilustrar en forma

2. Mercado de bonos a término. 3 .Mercado de opciones sobre acciones.

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muy llamativa el dinamismo evolucionista extraordinario del principio “mercado”,

principio dotado de una capacidad de desarrollo auto-catalítica por decirlo así, toda vez

que el mercado apela por sí mismo a más mercado, y que estratos adicionales de

mercado se superponen al mercado inicial para recuperar-en todos los sentidos del

término- los daños derivados.

Pero a pesar de todo lo importantes que hayan sido esas fuerzas, alimentadas en las

fuentes mismas de la necesidad económica, no puede obviarse el hecho de que la

desreglamentación financiera fue la gran obra del poder público. Pues si hubo

desreglamentación, no fue por efecto de un mecanismo autónomo y súper poderoso,

sino porque se la quiso y se la impulsó en virtud de una intención política que dio a la

misma, en el sentido más literal del término, el carácter de un asunto de Estado. Quien

quisiera convencerse de que hubiera sido posible resistirse a la liberalización financiera,

no tendría sino que voltearse hacia el capitalismo alemán, el cual, sometido a las

mismas restricciones, se negó durante quince años al desmantelamiento de un

particularismo bancario tan poderoso como eficaz y se opuso con éxito a la

mercadización de un sistema financiero dominado por unos cuantos grandes bancos

implicados en forma muy directa en el desarrollo de las principales empresas del país. Y

si, durante largo tiempo, esa negativa se saldó por una relegación de la plaza de

Francfort a los últimos puestos de la clasificación bursátil europea, hay que anotar

empero que, primero, no existe obligación ninguna de luchar por los primeros lugares

de una competencia inepta, ni, segundo, que se sepa que la financiación de las firmas

alemanas se haya visto entrabada en forma alguna, y, por último, que Alemania fue el

único de los grandes países desarrollados que se ahorró tener crisis financiera a

comienzos de los años 90, la misma que por poco hundió a las cajas de ahorro

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americanas, al Crédit Lyonnais en Francia, al mercado de acciones japonés, etc. De allí

que no deje de causar algo de amargura observar desde hace varios meses el espectáculo

de ver volar en pedazos a los principios organizadores de las finanzas alemanas, de lo

que da testimonio tanto el reagrupamiento abortado de la Deutsche Bank y la Dresdner

Bank como el ataque exitoso del inglés Vodafone sobre Mannesman; eso no es signo de

que lo que ayer era innecesario se haya vuelto por de pronto necesario, sino una

demostración impresionante de ese trabajo ideológico que hace volar por los aires, las

unas después de las otras, las especificidades nacionales para poner en cintura “dentro

de las normas”, bajo la coerción de los mercados, capitalismos otrora capaces de tener

idiosincrasia.

A esta normalización, Francia consintió desde hace tiempos y lo hizo con entusiasmo.

Con el celo de los conversos y para expiar en forma ostensible los pecados de una

cultura del Estado, y hacerlo en forma tanto más ostensible porque se era de izquierda y

se estaba en el poder, Francia se “metió” al mercado. Pues aunque se trate de fenómenos

distintos desde el punto de vista conceptual- y también desde el cronológico- lo cierto es

que la desreglamentación financiera (1986) sigue siendo muy solidaria del gran giro de

la desinflación competitiva (1983). Una y otra constituyen las dos caras de esta

estrategia a la vez económica y política que, al repetir en su escala la experiencia de

renuncia al “socialismo en un solo país”, se trueca de inmediato en su opuesto

dialéctico, esto es, en una adhesión incondicional al juego de la economía internacional,

restricciones, obligaciones y normalización incluidas. Para percatarse de que la

desreglamentación financiera y la desinflación competitiva tienen una solidaridad

íntima, basta con constatar hasta qué punto la primera le pide prestada a la segunda su

argumentación macroeconómica. De entrada porque, en ruptura espectacular con el

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keynesianismo de los años 60-70, la desinflación competitiva es la expresión más típica

de esta contrarrevolución doctrinal que hace de la descalificación del Estado, de su

degradación en el debate público y de su relegación afuera de “la economía de los

agentes privados” su obsesión teórica y su proyecto político. La acción estatal es inepta

y el Estado es incapaz, porque es la presa de los intereses politiqueros que no apuntan a

nada distinto que a la propia reconducción en el poder, la mejor de las suertes reservada

a la política económica es su inocuidad- pues en caso de tener efectos, estos no podrían

ser sino indeseables. ¿Cómo podrían formularse de otro modo las cosas, cuando se ha

proclamado, no sólo la superioridad, sino también la autosuficiencia de las regulaciones

mercantiles puras? El Estado no tiene pues ningún título para reivindicar una

racionalidad superior a la de los agentes- los cuales, por su parte, son “el mercado” y

saben en consecuencia mejor que nadie lo que “le” conviene. Este Estado, falto de

calidad, no es sino el lugar de la proliferación burocrática. Es por eso que hay que poner

fin a sus divagaciones, a las maniobras de sus directores administrativos de nivel

central, quienes, movidos sólo por la voluntad de poder, no buscan más que la

maximización de sus créditos; hay también que poner coto a la política monetaria en

manos del ministro que sólo sabe hacer girar la plancha de hacer billetes, y fin a la

política fiscal que no sabe sino de estímulos al gasto pre-electorales. De allí que sea

urgente retirarle al Estado los elementos esenciales de esta política económica, que no

sabe usar, o de los que abusa casi por principio, y puesto que la salud pública está

afuera, por todas partes menos dentro del Estado, confiar el resto a la vigilancia de una

instancia externa. Así comenzó ese trabajo ideológico que llevó, diez años después, a

entregarle la política monetaria a un banco central independiente, y llevó también a que

se debatiera una proposición de elevar a rango constitucional el equilibrio fiscal e hizo

surgir, desde 1985, la idea de que el mercado financiero bien podría ser la instancia

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exterior, racional, severa pero justa, de vigilancia de la política económica. “De las

ventajas de tener las manos amarradas” alegan con amabilidad algunos economistas

neoclásicos que trabajan todos para acreditar el maravilloso silogismo de la credibilidad.

Premisa Mayor: el Estado, dejado a sí mismo, es pecaminoso; Menor: el mercado sabe

lo que es bueno; ergo conclusión: si acepta la tutela del mercado, el Estado estará

seguro de hacer de necesidad virtud. Puesto que el Estado no tiene en sí mismo los

recursos de la sabiduría, que al menos en un último gesto de lucidez busque ponerse en

manos de un supervisor esclarecido, decisión por fuerza virtuosa, incluso si es la de una

servidumbre voluntaria, pues es racional, cuando uno se sabe falible, aceptar que lo

obliguen a lo necesario. Y ese es el primer buen uso macroeconómico del mercado

financiero: vigila y endereza a la política económica de su tentación permanente a

divagar.

Sin embargo, es probable que lo fundamental esté en otra parte, y que si el Estado se ha

metido con tanto activismo en el proceso de desreglamentación, eso no sea tanto

producto de la idea de organizar su propia tutela, sino en nombre de intereses materiales

mucho más tangibles e inmediatos. Pues, desde el comienzo de los años 80, los Estados

han sido confrontados a un problema de desequilibrio crónico de las finanzas públicas.

El crecimiento de los gastos del programa de estimulación macro de Mauroy por una

parte, el ritmo más lento de los ingresos fiscales en periodo de crecimiento débil por la

otra, hicieron crecer un déficit fiscal al cual era inconcebible, ahora se sostuvo con toda

energía, financiar con moneda, so pena de dar al traste con la desinflación competitiva.

Pero si no quedaba opción distinta a la de un financiamiento no monetario, se imponía

entonces generar las estructuras de un mercado financiero verdadero, capaz de brindarle

a los ahorradores, encargados de suscribir los títulos de deuda pública, la garantía que

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cuenta por encima de todo para ellos: la reversibilidad. Sólo un mercado financiero

vasto, profundo, animado en forma permanente por un volumen importante de

transacciones, ofrece a los participantes la certidumbre de encontrar a cada instante una

contrapartida, es decir, la posibilidad de salirse sin pérdida de capital. Esta propiedad

tiene un nombre: la liquidez. De allí que la reforma de los mercados financieros, tal y

como fue asumida por el poder público, haya procedido en sus aspectos esenciales de

una estrategia de creación de las estructuras de la liquidez a partir del momento en que

bajo la presión de la orientación de desinflación competitiva, se había optado por

renunciar al financiamiento monetario de los déficits. En forma mucho más decisiva

que las racionalizaciones acerca de la credibilidad -bienvenidas, es cierto, pero

secundarias- fueron las consideraciones de técnica financiera, al servicio de los intereses

de gestión de mediano plazo, las que determinaron al Estado a optar por la

desreglamentación, decisión estratégica adoptada en inconciencia total, acto inaugural

que compromete, sin que siquiera eso se sepa, a la economía y a la sociedad francesas

en una trayectoria inédita, puesto que allí serán barajadas de nuevo las cartas de la

soberanía de la política económica, de la redistribución del poder entre los grupos

sociales e incluso de las formas mismas del lazo social. Sería deseable poder mantener

la distancia del historiador y admirar en este episodio la ilustración típica de las

condiciones de miopía y de desconocimiento que presiden en general a las grandes

bifurcaciones silenciosas. Pero se requiere más que la sangre fría de la posición del

analista para olvidar de qué formidable paradoja política nació esta decisión, que hace

parte sin sombra de duda de las que han traído las consecuencias más graves en el

último medio siglo. Es pues a la izquierda, que desde muy temprano había optado por

“hacer moderno”, a quien se le debe ese giro decisivo, y en esta combinación fatal de

renunciación política y de obsesión por obtener el perdón, en la que la habilidad

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gerencial ocupa todo el espacio que dejó vacante la desaparición de los fines, el brío

técnico de una maniobra de gabinete no se toma el trabajo de reflexionar sobre toda la

política implicada en esta política económica. Por cierto, era muy hermoso ese mercado

surgido de la tierra y en donde los títulos de deuda pública estaban asegurados de

encontrar comprador, y habría sido necesario contar con espíritus de un calibre muy otro

que el de esos “ingenieros de la reforma” para inquietarse por la emergencia del poder

de los acreedores, por la profundización de las desigualdades por efecto del crecimiento

de los ingresos financieros, por la servidumbre a la que se condenaba a la política

económica, y de todo ese pocotón de cosas que, puestas juntas, terminan por cambiarle

la cara a una sociedad.

IMPREVISTOS, DESENGAÑOS, PARADOJAS

La historia de la desreglamentación financiera es rica en paradojas. Y la primera de tales

es la que revela a la luz del día, en el momento de mayor gloria de la liberalización, la

indigencia de la antinomia entre el Estado y el mercado, de donde sin embargo deriva el

discurso liberal sus recursos esenciales. Pues la desreglamentación financiera demuestra

en la práctica que, lejos de ser su “contrario” irreductible, el Estado es más bien en

numerosos casos quién instituye al mercado. Es pues comprensible el interés doctrinal

del discurso liberal para oponerse a la pérdida de vitalidad de una antinomia concebida

para funcionar como punta de lanza ideológica y que todo se oponga a que sea

reconocida esta especie de colusión de contrarios en la que el Estado se sirve del

mercado, mientras este último prospera a la sombra de aquel. Reconocerla le quitaría

pureza al modelo- la pureza reconocible en las construcciones de la teoría walrasiana-

toda vez que supondría una mezcla de géneros que vendría a recordar que “el mercado”

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no existe en el estado natural, que su naturaleza es justo la de una construcción

institucional, esto es, que está habitado por todas esas cosas que querría negar- reglas,

convenciones, relaciones sociales...Este acto de producción del mercado por el Estado,

respecto del cual Braudel provee muchos ejemplos, se lleva a cabo tanto para bien como

para mal. Se requeriría un espacio mayor para recordar a través de cual giro imprevisto,

aunque más que predecible, la criatura terminó por escapársele a sus creadores, cómo la

desreglamentación de los mercados financieros, perseguida para servir al Estado, dio

nacimiento a una instancia de censura permanente en manos de la cual la política

económica ha perdido en términos prácticos casi toda soberanía. Uno de los grandes

enigmas sociológicos de la desreglamentación es esta auto-mutilación de las élites

administrativas del ministerio de Finanzas, que ahora, quince años más tarde, son presa

de desconcierto al verse desposeídas de los poderes... a los que, de motu propio,

renunciaron: pérdida de control de la política económica-bajo la tutela de los

inversionistas no residentes-, ningún agarre sobre los bancos- privatizados-, pérdida de

control del financiamiento de la economía- asegurado por el mercado...Es probable que

sea menester recordar, si se quiere comenzar a esclarecer este misterio, la proximidad

histórica del Estado con las altas finanzas, en especial en Francia, en donde la

circulación de las élites de un universo al otro es una de las formas más corrientes

adoptadas por el proceso de reconversión de su capital social. Para tales individuos,

provistos de recursos suficientes y de la posibilidad de desplegar sus proyectos sea en

un terreno o en el otro, privar al Estado de sus prerrogativas, no significa disminuir sus

propias oportunidades personales de tener poder, puesto que basta con pasarse a las altas

finanzas para seguir estando “donde ponen las garzas”. Desde ese punto de vista

constituyen un caso de escuela típico las trayectorias de los inspectores de finanzas

Jean-Charles Naouri y Claude Rubinowicz, artesanos del equipo “desreglamentador” de

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Pierre Bérégovoy, convertidos, tan pronto se “liberaron” los mercados, el uno en

dirigente de una holding financiera y, el otro, en director del Crédit Lyonnais...

Se podría creer que, a falta de haber calculado todas las consecuencias estratégicas,

económicas y políticas de la desreglamentación, sus promotores hubieran por lo menos

logrado algunos éxitos en el registro “técnico” que constituye su horizonte intelectual.

Pues no, tampoco eso. La reforma apuntaba en primer término a reducir el costo del

financiamiento a la economía, convencida de que, como en la teoría, la intensificación

de la competencia desembocaría a la fija en la baja de precios. El mercado, principio

superior de organización de la vida económica, iba “naturalmente” a barrer con las

esclerosis del oligopolio, haciendo soplar el huracán de la competencia. Digamos de una

vez que el postulado salió aporreado, pues si en la esfera financiera el precio se llama

tasa de interés, el haberse esta mantenido en niveles elevados durante las décadas de los

80 y los 90 exige reflexionar sobre el encadenamiento soñado por los liberales:

desreglamentación/intensificación de la competencia/disminución de precios. Era sin

duda imposible a la ideología de ese momento comprender que las sanas virtudes de la

competencia generalizada se convierten a veces, en aberración colectiva y en riesgos

financieros mayores. Y, sin embargo, los bancos por ejemplo, dichosos de entregarse a

las emociones fuertes de la competencia, se libraron, a finales de los años 80, a una

lucha tan feroz por su porción en el mercado que sus capacidades de selección de

riesgos y de discriminación entre prestatarios se derrumbaron en forma dramática.

Prestaban porque el aumento del crecimiento de fines de los ochenta generaba un

sentimiento de euforia4, porque lo esencial era hacer bulto- o para decirlo en forma más

conveniente, “producto neto bancario”- sin importar con quién. Los bancos prestaban

tanto más en la medida en que los créditos acordados se vertían en mercados

4 .Minsky no habla acaso con razón de un “enceguecimiento al desastre”?

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especulativos –acciones, inmobiliario- en los que la burbuja vuelve ganadores a todos

los tiros. Así se asociaban “la banca” y el “mercado” para desanimar esas oposiciones

escolares en demasía en cuanto a sus propiedades comparadas y, poniendo en común lo

que tienen de peor, producir una crisis financiera de gran envergadura. Pues el crédito y

la burbuja solo se alimentan mutuamente mientras duran anticipaciones eufóricas lo

bastante compartidas para ser auto-realizadoras. Cuando esas anticipaciones se voltean,

con ocasión de un acontecimiento propio para impresionar a los espíritus- en este caso,

con la guerra del Golfo- la burbuja se precipita en crack, lo que desvaloriza en forma

masiva los activos contrapartida de los créditos acordados, provocando el defecto de los

prestatarios y revelando en contragolpe las acreencias dudosas inscritas en los balances

bancarios. Los bancos reaccionan con igual violencia al alza que a la baja e incurren en

restricciones exageradas después de haberse entregado a los excesos. La contracción del

crédito que de allí resulta priva a la economía de su financiación habitual y la atonía que

se sigue es tanto mayor debido a que los bancos no cesan de incrementar sus márgenes

para restaurar sus balances, empujando al alza la tasa de interés. Por una paradoja

inaccesible para el espíritu liberal de la desreglamentación, la puesta en competición,

lejos de concluir en la esfera financiera en una reducción de precios, habrá pues

conducido a este balance edificante de colaboración ciega del crédito a la burbuja, de

indiferencia compartida ante el aumento de los riesgos, de crisis financiera y de

encadenamientos recesivos que de allí derivaron; y, lo peor de todo quizás esté en esta

contaminación irresistible de los comportamientos bancarios por las aberraciones otrora

propias a los mercados, un poco como si, las malas prácticas desalojando a las buenas,

los bancos expuestos a las presiones competitivas de los mercados hubieran hecho suyas

las propiedades más detestables de estos, desde la inconciencia eufórica frente al riesgo

hasta las brutalidades de la sobre-reacción.

Page 20: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Pero es en materia de la ortodoxia del financiamiento de los déficits públicos que los

imprevistos de la desreglamentación adoptan un giro que es casi el de un chillido. ¿Es

farsa, o cosa digna de consternación, vaya a saberse, que la distinción entre

financiamiento monetario y no monetario de la deuda pública haya sido, en términos

prácticos, borrada por completo por la liberalización de los mercados? El periodo

anterior a la desreglamentación tenía por lo menos el mérito simple de mantener a los

hogares alejados del mercado secundario de ciertos títulos de la deuda pública. Los

bonos del Tesoro (a vencimiento de uno o más años) se dividían, de una parte, en

“bonos por fórmula”, detentados para renta por particulares y no negociables en bolsa, y

de otra parte en “bonos en cuenta corriente”, destinados por lo esencial a las

instituciones financieras, y asimilados a financiamiento monetario, en la medida en que

era posible descontarlos incondicionalmente en el Banco de Francia. La

desreglamentación sustituye a esta organización una panoplia de bonos del Tesoro

negociables (BTN) a todos los plazos, asequibles a todos los inversionistas

(particulares, Organismos de Colocación Colectiva en Valores Moviliarios, OPCVM,

instituciones de crédito...) presentes en el mercado monetario. La distinción entre

financiamiento monetario y no monetario se enreda en forma considerable, puesto que

depende en adelante, ya no del tipo de producto (antes de 1986: bonos por fórmula

versus bonos en cuenta corriente), sino de la naturaleza de los agentes que los detentan.

El mismo título (BTN) que representa un financiamiento no monetario cuando está en

manos de un particular se vuelve de financiamiento monetario desde el momento es que

lo compra un banco, el cual puede llevarlo al open market organizado por el Banco de

Francia. La mezcla permanente de mercado convierte en caótica del todo a la distinción

puesto que, cada día, los mismos títulos, cambian mil veces de mano, y ya sea que

Page 21: Versión Final Los Fondos de Pensiones

caigan unas veces en manos de los bancos, otras en las de particulares, ven la naturaleza

del financiamiento modificada igual número de veces! El proyecto de hacerle

seguimiento a ese movimiento browniano es desesperado hasta tal punto que la misma

dirección del Tesoro optó por abandonarlo, de tal suerte que, aunque adoptada con la

intención expresa de reducir la parte del financiamiento monetario del déficit fiscal, la

desreglamentación de los mercados llevó a la paradoja suculenta de la renuncia a

cualquier objetivo en este campo...

Page 22: Versión Final Los Fondos de Pensiones

2

El poder de las finanzas en acción

Era necesario volver, así fuera en forma rápida, sobre esos comienzos de la

desreglamentación financiera, para situar en su origen verdadero el ascenso de los

fondos de pensiones y la génesis del poder accionario. Los Estados Unidos que, de

tiempo atrás, exploran antes que todo el mundo los desarrollos posibles del capitalismo,

han experimentado esta transformación desde hace tiempos- los planes de jubilación-

empresa son allí moneda corriente desde los años 50. Pero el ahorro colectivo no se

transforma de verdad en poder accionarial sino gracias a la desreglamentación de los

mercados financieros y bajo el efecto de la concentración de la gestión institucional.

Comencemos primero por los mercados desreglamentados, toda vez que constituyen la

infraestructura de ese nuevo poder. La liquidez, es decir, la posibilidad de ir y venir, de

comprometerse y de quitarse de encima los compromisos, crea las condiciones de

posibilidad del Wall Street Walk, esta forma financiera de sufragio, a través de la cual

los inversionistas manifiestan su desacuerdo desembarazándose de sus títulos. La

resultante baja de precios fragiliza a la empresa víctima, exponiéndola en adelante a la

recompra por parte de un posible depredador. Se requería pues que estuviera instalada

una estructura de mercados financieros para que se crearan las condiciones materiales

que le dieran fuerza de realidad a los juicios de las finanzas, condiciones constitutivas

de la relación de fuerzas reafirmante de la primacía de los accionistas.

Page 23: Versión Final Los Fondos de Pensiones

GÉNESIS DEL PODER ACCIONARIAL

Pero esta relación de fuerzas no adquiere toda su amplitud sino gracias a la

concentración del capital financiero operada por los grandes gestores institucionales del

ahorro colectivo. Si es indudable que el capitalismo americano ha sido desde hace rato

un capitalismo de accionistas, eso no significa, empero, que haya estado siempre bajo el

dominio de un poder accionarial. Pues los accionistas individuales, primera forma

adoptada por ese capitalismo, son una forma que sufre con toda evidencia a causa de

una diseminación que la hace impropia para constituirse en poder. Por otro lado, fue

bien en los Estados Unidos que Galbraith identificó primero el reinado de la

“técnoestructura”, de esos gerentes que, en la empresa, han tomado el poder efectivo en

vez de los propietarios. El movimiento de los “inversionistas activistas” de los años 50,

personalidades dueñas de fortunas o abogados luminarias que tomaban el riesgo de

“someter a la cuestión” a los dirigentes en las asambleas generales, no es sino el primer

balbuceo, sin alcance distinto al simbólico, de una génesis del poder accionarial que

tomará varias décadas para alcanzar su plenitud. Será necesario pasar primero por las

vías más colectivas de la asociación, como el NCII (National Council of Individual

Investors) o la USA (United Shareholders Association) del raider T. Boone Pickens5

para que emerjan los primeros lobby accionariales capaces de sostener una

confrontación menos desequilibrada con los gerentes de empresas. Pero es obviamente

solo el aumento de poder de la gestión institucional del ahorro colectivo, lo que

constituye la evolución decisiva, el vector de emergencia de un poder accionarial

verdadero. De hecho, habría que hablar de una doble dinámica de individualización-

concentración del ahorro pensional en los años 70 y 80 en los Estados Unidos, en donde

5 . Veáse, Sophie L’Hélias, Le retour de l’actionnaire, Gualino Éditeur, 1997.

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confluyen- lo que tiene un saborcillo a déjà vu- tanto modificaciones de los

comportamientos privados como actos legislativos de primer orden6. Los planes de

pensión de empresa, creados con anterioridad a la Segunda Guerra, sufrieron en pleno el

fuetazo de los efectos de la entrada en crisis de comienzos de los años 70. Esos planes,

llamados “a prestación definida”, organizan en el seno de la empresa la pensión de los

asalariados bajo el financiamiento y la gestión del empleador. Considerados al

comienzo como un instrumento de fidelización de la mano de obra, e incluso como un

vehículo de descuento fiscal, tales planes fueron objeto de un cuestionamiento creciente

de parte de las empresas en reestructuración que, comprometidas en olas de despidos y

desentendiéndose de sus tareas de protección social, dirigieron sus fondos pensionales

hacia planes llamados “a cotización definida”: mientras los planes a prestación definida

implicaban un compromiso en cuanto al monto de las jubilaciones, los planes a

cotización definida sólo estipulan la intensidad del esfuerzo contributivo- al cual se le

solicita a los asalariados asociarse al lado del empleador- sin ninguna garantía de

resultado. En vez y en lugar del compromiso anudado a nivel de la “empresa-

providencia”7, emerge pues una formula de retiro de hecho individualizada puesto que

las cotizaciones son vertidas en una cuenta personal asociada a cada asalariado y

transferible de un empleador al otro. El término lógico de este abandono progresivo de

responsabilidades de la empresa reside en su retirada de los aspectos concernientes a la

gestión misma, la cual se ve delegada a intermediarios financieros especializados: los

fondos de pensiones y los fondos mutuos.

6 . Véase Sabine Montagne, “Retraite complementaire et marchés financiers aux États-Unis », L’Année de la Regulation, vol. 4, París, La Découverte, 2000.7 . Para retomar la fórmula de Lucy apRoberts (véase “Salariat et retraite aux Ètats-Unis”, tesis doctoral, Universidad París I, 1999).

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La ley valida a su manera esta evolución puesto que la Employees’ Retirement Security

Act (ERISA) de 1974 se encarga de formalizar las obligaciones impuestas a los gestores

delegados del ahorro de retiro (diversificación de riesgos, obligación de votar en

asamblea general, definición de normas colectivas de la “buena gestión”, etc) y que, de

este modo, conduce a redefinir el interés de los asalariados-jubilados, considerados

como cotizantes individuales, bajo la especie exclusiva del resultado financiero. Un

nuevo régimen de deducciones fiscales decidido en 1981 (los llamados “planes 401 k”)

acaba de precipitar el vaciamiento de los viejos planes empleadores a prestación

definida hacia planes despegados por completo de la empresa y del todo

individualizados, en donde cualquier mecanismo de mutuo ha desaparecido. El terreno

ha sido despejado por completo para que los intermediarios financieros recojan la

gestión delegada de esos múltiples planes, cuyos fondos están ahora concentrados en un

pequeño número de manos (unos miles) y que serán invertidos en acciones en la medida

en que se flexibiliza la reglamentación en materia de constitución de portafolios y en

que la baja de las tasas de interés de los años 90 hace menos atractivos los portafolios de

bonos. Mercados desreglamentados, ahorro colectivo concentrado: la plaza está libre

para la toma del poder por los grandes accionistas.

Europa continental está un poco rezagada en esta historia financiera. Si el destino de los

fondos de pensiones en Francia está aún en la encrucijada, de allí no se puede concluir

que nada se haya movido. Si aún no se ha constituido un ahorro colectivo concentrado,

si ha habido un cambio en las estructuras del control del capital. Es probable que las

privatizaciones de 1993 sean el momento clave de esta transformación, iniciada con el

desembarco de los inversionistas anglosajones en el capitalismo francés. En búsqueda

de diversificación geográfica de sus activos, esos fondos aportan con ellos los principios

Page 26: Versión Final Los Fondos de Pensiones

de la corporate governance, este conjunto de reglas, de prácticas y de construcciones

institucionales que apuntan a alinear el interés de los gerentes empresariales sobre el de

los accionistas. La corporate governance quiere hacer de la empresa una casa de vidrio,

en donde nada debe escaparse a la mirada de los propietarios. Eso es lo más alejado de

las prácticas del gran capitalismo francés, suerte de club oligárquico cuyas costumbres

están muy teñidas de aristocracia, en donde reinan acuerdos concluidos con medias

palabras, arreglos de consejos directivos aterciopelados y connivencia de unas élites

salidas de un mismo serrallo. Núcleos duros, participaciones cruzadas, y acuerdos de

protección mutua garantizan en su seno la estabilidad de la propiedad del capital...en las

antípodas de los principios anglosajones que exigen una fluidez permanente del capital,

la cual permite ejercer las sanciones del Wall Street Walk, pero también un

desprendimiento completo de los accionistas respecto de los dirigentes a quienes se

quiere tan desprotegidos y tan desarmados como sea posible, privándolos del recurso de

cualquier colusión protectora, de suerte que nada venga a disminuir las posibilidades de

desembarcarlos del puesto ad nutum. Será bajo la acción combinada de esos

inversionistas, bien decididos a hacer valer sus nuevos principios y de un experto en

explosivos, actuando en el interior, que el capitalismo francés va a verse revolucionado

en unos pocos años.

El experto en explosivos es Claude Bébéar. La fusión AXA-UAP hace volar en pedazos

de un golpe la estructura bipolar del gran capitalismo francés, heredada de los años

Pompidou, y construida en torno de dos constelaciones, Suez y Paribas8. Es cierto que,

bajo la presión de la adopción de las normas anglosajonas, el movimiento de disolución

de los núcleos duros había empezado unos años atrás. Pero esta vez se trata de

8 . Véase, François Morin, “Le modèle français de detention et de gestion du capital: analyse prospective et comparaisons internationales”, Ministerio de economia, de las finanzas y de la industria, Les Éditions de Bercy, 1998.

Page 27: Versión Final Los Fondos de Pensiones

desmantelar en forma directa el eje central en torno del cual se organiza en Francia el

control de la propiedad del capital. Nueva figura dominante del capitalismo francés,

Claude Bébéar es un puro producto de la empresa privada, sin ninguno de los rasgos

político-administrativos típicos de sus pares, fascinado por el modelo americano y

deseoso de importar sus principios. Por boca suya, el nuevo discurso autorizado

pretende que las participaciones cruzadas mantienen a equipos dirigentes ineficaces,

inmovilizan cash que más valdría restituirles a los accionistas, y que vale más la

transparencia de la relación accionarial que la opacidad de los compromisos

oligárquicos en los consejos directivos. El derrumbamiento de un elemento mayor del

sistema de control capitalista libra en forma repentina las grandes empresas a una

confrontación accionarial a la que no están acostumbradas, y a falta de fondos de

pensiones franceses, son los fondos anglosajones lo que entran en escena brutalmente.

Formidable experiencia en tamaño real que muestra cómo se opera una redistribución

verdadera del poder entre grupos sociales, y cómo las fuerzas que la sostienen están

inscritas en las estructuras, es decir, dentro de construcciones institucionales –las de la

liquidez, del ahorro colectivo, de la corporate governance-, productos de una historia

atormentada en donde se mezclan ceguera de los unos y proyectos de los otros,

inconciencia y golpes de mano, desconocimiento y cálculos. Pues instalados en adelante

en el centro de la arquitectura institucional del nuevo régimen de crecimiento, los

fondos de pensiones9 ocupan allí una posición estructural de poder que les permite

imponer su lógica a todos los demás agentes de la economía y hacer sentir sus efectos

sobre todos los arreglos que gravitan en su periferia. Los asalariados, como es obvio,

pero también las empresas, muchas de las cuales sufren por culpa de una evolución

querida por sólo algunas de entre ellas. Al contrario de lo que podría pensarse en un

primer momento, el interés de las empresas no está alineado de inmediato sobre el de

9 . A los cuales, para facilitar las cosas, asimilamos, siempre que es posible, los fondos mutuos.

Page 28: Versión Final Los Fondos de Pensiones

los accionistas, y dentro de esta relación, divergencia y conflicto son posibilidades

permanentes. De este modo, se confronta aquí una especie de “problema a tres cuerpos”,

pero muy jerarquizado, en donde los accionistas están en posición dominante, las

empresas en posición intermedia, aunque con poder suficiente para reportar una buena

parte de las presiones sobre los asalariados, quienes, en posición de dominados por

completo, ocupan el lugar de recapitulación de todos los ajustes.

LAS EMPRESAS BAJO LA PRESIÓN DE LA “CREACIÓN DE VALOR”

Es probable que la tensión jamás resuelta entre el capital industrial y el capital

financiero sea una característica de largo plazo del capitalismo. En función del régimen

de crecimiento, en función también de la coyuntura política en el seno de la cual se ha

formado el bloque hegemónico que lo sostiene, un polo o el otro llevan ventaja.

Después de los años fondistas de restricción a los movimientos de capitales, de

“desarrollismo” industrial asistido con devaluaciones, la alianza anudada por los

poderes públicos con las finanzas, mezcla de necesidad y de consentimiento, ha

mandado el péndulo lejos, en desmedro del capital industrial. Es cierto que no cabe ir

hasta el punto de malayarse por la suerte de este último, creyendo que no ha ganado

nada, en especial en cuanto a poder de negociación frente a otros grupos sociales. Pero

en la confrontación que lo opone al capital financiero, el periodo le es, sin lugar a dudas,

desventajoso. Así pues las empresas se ven maltratadas por la emergencia de un poder

accionarial, que se fija como misión cerrar el gran paréntesis histórico de la

técnoestructura, de poner término al acaparamiento del poder dentro de la empresa por

parte de los gerentes, prevaliéndose de un regreso a la esencia eterna del capitalismo, a

saber el imperium de los propietarios.

Page 29: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Y como las relaciones de fuerza, cuando se han asentado, permiten economizar las

circunlocuciones, el poder accionarial no se embaraza con maneras para imponer su

reclamo más crudo y más brutal: beneficios, cada vez más beneficios. En el jardín de las

cifras mágicas de la economía, he aquí que al 2% de inflación (venido de un capricho de

los banqueros centrales europeos) y al 3% de déficit público (venido de la nada) se

agrega en adelante el 15% de rentabilidad sobre fondos propios (ROE, Return on

Equity) exigidos por los gestores de un ahorro colectivo invertido cada vez más en

acciones. Pero, por qué 15 y no 20? No cabe duda en cuanto a que los fondos, que han

sido testigos del esfuerzo desplegado por las empresas para someterse lo más pronto

posible a sus exigencias, no dejarán de hacerse la pregunta- ya lo hacen en una forma

que da la medida de su poder hoy en día, pues si la pregunta se ha planteado no fue

porque se esforzaran en articularla: las empresas se han hecho cargo por sí mismas de

subirle la escala al loro y, batiéndose por los favores de sus proveedores de fondos, se

han lanzado en forma espontánea a la puja. A eso hay que agregar otra dinámica

colectiva, perversa por completo, que arrastra a los mismos fondos puesto que, al ser

medidos sus resultados en términos relativos, como desviación respecto a la media del

mercado, cada quien trata con encarnizamiento de desviarse hacia arriba

individualmente y contribuye así a jalar a la media hacia las nubes. Competencia de las

firmas para obtener los favores del capital dirigido a las acciones, competencia de los

fondos bajo la férula de las exigencias de benchmarking10, o de cómo, en búsqueda de la

salvación individual, se puede contribuir a la dificultad de todos...

10 . Se llama benchmarking a la referencia constituida por el resultado promedio de los gestores, respecto del cual cada uno es objeto de una evaluación individual.

Page 30: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Sometidas a la exigencia de una norma de rentabilidad individual que con frecuencia

excede sus posibilidades objetivas de utilidades, las empresas se ven llevadas a un cierto

número de contorsiones financieras de donde resultan algunos riesgos y una aberración

hermosa. El primero de tales expedientes se conoce como el “efecto de

apalancamiento”. Si la rentabilidad económica considera al rendimiento de todos los

capitales invertidos, la rentabilidad financiera –la de interés para los fondos de

pensiones- pone en relación los beneficios con los solos fondos propios (excluyendo los

capitales pedidos en préstamo). De allí que baste con que las condiciones de tasas de

interés sean favorables para que se incremente el recurso a la deuda, reduciendo el

volumen de fondos propios y elevando en forma mecánica el cociente de rentabilidad

financiera, dada una rentabilidad económica. Las empresas, incapaces de rendir una tasa

de rentabilidad económica que alcance el famoso 15%, pero a la vez concientes de que

la exigencia de los fondos de pensiones no versa sino sobre un criterio de rentabilidad

financiera, se han pues comprometido en estrategias financieras de movilización del

efecto de apalancamiento. El recurso incrementado a la deuda está ahora generalizado,

permitiendo colmar la desviación entre cociente económico y cociente financiero, pero

al precio de una exposición creciente al sobreendeudamiento o, cuando menos, de una

vulnerabilidad cierta frente a un giro de las tasas de interés.

Es siempre la misma lógica de economizar fondos propios la que está en acción, sino

que esta vez bajo una forma aún más radical, en la práctica de la recompra de sus

propias acciones por las empresas (buy-back). El buy-back apunta simplemente a

repartir la misma utilidad en un número reducido de títulos en circulación, y por esa vía

a mejorar, por aritmética, la utilidad por acción. Esta práctica no hace más que obedecer

a uno de los mandamientos más constantes de los fondos de pensiones que exigen a las

Page 31: Versión Final Los Fondos de Pensiones

empresas “la restitución a los accionistas del cash flow disponible”. A los dirigentes

empresariales, de quienes otrora se sospechaba que guardaban bajo la manga el sobrante

de autofinanciamiento para aplicarlo en opacidad total a inversiones poco rentables para

el accionista, inversiones de prestigio o bien ordenadas por la voluntad de poder, se les

intima ahora que devuelvan a los accionistas, de una u otra manera, todo cash flor cuya

conservación no esté justificada por un empleo que satisfaga la norma de rentabilidad

financiera. La recompra por las empresas de sus propias acciones se ha desarrollado a

tal escala en los Estados Unidos que ha conducido a esa paradoja extraordinaria de que

la contribución neta de las acciones al financiamiento de la economía se ha vuelto

negativa: las empresas recompran más acciones en circulación que las nuevas que

emiten! Pero quién se acuerda de que uno de los motivos “incontestables” de la

desreglamentación apuntaba justo a facilitar la emisión de acciones, y que la extensión

del mercado bursátil respondía al “imperativo” de una “sana economía de capitales

propios”...?

La presencia de los fondos de pensiones en el capital de las empresas no sólo las obliga

a esta gimnasia financiera sino que también grava con todo su peso las orientaciones de

sus estrategias industriales. Así por ejemplo los inversionistas exigen a las firmas que

renuncien a toda estrategia de diversificación para recentrarse en una sola actividad. El

spin-off, es decir, el abandono de todas las filiales que no correspondan al corazón del

oficio de la empresa, se vuelve una suerte de imperativo industrial al cual las empresas

deben someterse...cualesquiera sean las buenas razones que pudieran tener a veces para

oponerse a ello. Pues si los inversionistas desean verse así confrontados a una población

de empresas centradas en una sola actividad, es para dejarse a sí mismos la prerrogativa

plena y total de constituirse su propio portafolio de actividades, pero sobre la base

Page 32: Versión Final Los Fondos de Pensiones

exclusiva de la diversificación del riesgo financiero, despreciando las consideraciones

relativas a las sinergias industriales o a las complementariedades tecnológicas. De allí

que en ocasiones el spin-off signifique una desilusión verdadera para el jefe de empresa

mismo, a quién sus accionistas fuerzan a implementarlo, en contravía de sus propias

lógicas industriales. Cabe preguntarse en particular si no hay que poner, en forma típica,

dentro de esta categoría de aberraciones, la afrenta sufrida en 1998 al presidente de

Rhone-Poulenc, invitado de modo más que persuasivo a separar su química de su

farmacia a nombre del modelo de firma mono-oficio...y eso a pesar de la aparente

complementariedad de esas dos actividades. Ese pulso se demorara tres años. Tres años

al cabo de los cuales, sometido a la presión de los fondos, a las amenazas de un precio

de bolsa deprimido hasta el punto de hacer vulnerable a la empresa, el equipo gerencial

de Rhone-Poulenc terminará cediendo y renunciando a todo lo que había anunciado. En

el lugar y plaza de la triple negativa de 1995 (no a nuevas adquisiciones, no a un nuevo

aumento de capital, no a la cesión de la química), habrá pues un consentimiento triple

en 1998: se recompraran los intereses minoritarios de la filial farmacéutica (Rorer)-

financiada la operación por un aumento de capital-, y se reagruparán las actividades

químicas en el seno de Rhodia en la perspectiva de un spin-off...

LAS INDETERMINACIONES DE LA CREACIÓN DE VALOR

Los ejemplos precedentes podrían hacer creer que la normalización de los gerentes

industriales bajo la férula de los fondos de pensiones progresa sin la sombra de una

duda respecto al modelo que está a cargo de promover. Las cosas no son así, de ninguna

manera, y esa es tal vez incluso una de las características más sorprendentes de este gran

movimiento: le ocurre incluso en ocasiones que se despliega sin saber con exactitud lo

Page 33: Versión Final Los Fondos de Pensiones

que hace, y ni siquiera en cual dirección debería coger. Pues si la “creación de valor”

reina como el imperativo categórico de la gestión de las empresas, las cosas son menos

claras en cuanto a los medios precisos a poner en marcha para satisfacer ese objetivo. Y

se ve entonces en forma más acusada la paradoja específica de una exigencia tan

perfectamente imperiosa como sub-determinada. Es que la consigna de “creación de

valor” sigue siendo muy genérica y es por eso incapaz de proveer a las empresas de un

plan de mercado circunstanciado. No se trata de ignorar que haya elementos de

respuesta ya bien identificados y comúnmente adoptados, y sería factible incluso

agrupar los mejor establecidos de tales principios bajo el acápite consensual de

economía del capital. Eso es, en efecto, lo que se deja ver en las prácticas de uso del

efecto de apalancamiento, del buy-back y de la restitución del free cash flow a los

accionistas. Maximizar el cociente de la rentabilidad financiera exige que se mida lo

más justo posible su denominador. Y además el poder accionarial desconfía del éthos

industrial, que le es con frecuencia extraño, con sus inclinaciones a la voluntad de

poder, sus engomadas tecnológicas, sus inversiones dispendiosas, orientadas por la

búsqueda de talla y del gigantismo per se. Es por ello que las tendencias de la creación

de valor se inclinan más bien a la parsimonia en fondos propios y a la selección lo más

rigurosa posible de sus empleos. Y todo lo que no es en sentido estricto necesario a la

realización de las normas de rentabilidad financiera debe ser entregado a sus titulares de

derecho- a los propietarios. Pero esos pocos principios, con todo lo bien conocidos y

mejor aplicados que sean, están lejos de ser un viático suficiente para permitirle a las

empresas orientarse en sus decisiones bajo todas las circunstancias. Y aunque la fuerza

del prurito de crear valor sea impresionante- al punto que sea inimaginable que alguna

empresa inscrita en bolsa, de las que cuenta, así no sea mucho, pueda sustraerse a dicha

obligación- eso no provee al prurito de un modelo completo que pueda bastar para

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determinar en forma plena las estrategias y las prácticas de gestión. La naturaleza

gerencio-empresarial tiene horror al vacío y esa es una laguna que, de todas formas, será

llenada. Pero no tanto por los mandamientos unívocos de una racionalidad

microeconómica que se impondría sin lugar a discusión posible, como por el trabajo de

todos los mecanismos sociales de engendramiento de normas en el seno de una

“comunidad gerencial” ampliada11.

Así pues, confrontadas a las exigencias de la rentabilidad financiera, las empresas están

en la incertidumbre y en la indeterminación, y no salen de tal estado sino agarrándose

colectivamente a una “norma de gouvernance”, resumen de lo que debe ser tenido en un

período dado por “buenas prácticas” gerenciales. Lejos de ser la encarnación de una

racionalidad económica universal, esta norma de gouvernance procede de la creencia y

del reconocimiento colectivos y, para darse cuenta de ello, basta con constatar, sea el

ritmo al cual las diferentes normas se suceden- con frecuencia contradiciéndose-, sea la

resistencia que dichas normas pueden oponer a su suplantación, a pesar de los

desmentidos empíricos que sufran. El downsizing que ya se ha evocado constituye,

desde un punto de vista cronológico, la primera de tales normas, y orienta a las

estrategias de creación de valor en el sentido de la reducción generalizada de costos.

Como su nombre lo indica, el downsizing procede de un modelo de contracción de la

empresa en donde la externalización, la disminución de los gastos de estructura, la

supresión de ciertos niveles de dirección y la sucesión ininterrumpida de planes de

reducción de efectivos contribuyen a la extracción de la rentabilidad. Ahora bien, en el

curso de un par de años (1996-1997) la norma de downsizing se ve reemplazada por su

11 . Comunidad en la que sería menester incluir, no sólo a las empresas, sino también -y en desorden- a los profesores de gestión, a los gabinetes de asesoría, a las revistas gerenciales, a las oficinas especializadas en la organización de seminarios y de conferencias, a los periódicos económicos, a los analistas financieros, etc.

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exacto contrario, y ahora se pretende que la creación de valor es antes que nada lo

propio de las empresas en dinámica de crecimiento e innovación...El sentido común

gerencial sostenía que los recortes abiertos (en los efectivos, en los costos, en los niveles

jerárquicos de la organización) eran el principio evidente para liberar rentabilidad.

Ahora está de acuerdo en que la profundización del downsizing puede revelarse

contraproductiva y, así no reconozca en forma plena que los cuerpos sociales se ven

desestructurados en forma grave por los planes de despido sucesivos (pues no hay que

desprestigiar en demasía una práctica que bien podría ser usada nuevamente) se prefiere

adherir en forma ostensible a una ideología positiva del crecimiento y del desarrollo. La

evidencia -que sirve de apoyo para cualquier cosa y para todo lo contrario- no es acaso

la de que la empresa tiene vocación a crecer? Las retractaciones del downsizing

contradirían este impulso natural de los empresarios verdaderos empresarios, y es por

eso menester abandonar una gestión por el recorte, para volver a encontrar los grandes

horizontes de la acumulación del capital. El discurso gerencial no es tan torpe como

para presentar sólo ese registro de la alegoría ideológica –aunque con frecuencia caiga

también en ella-, de allí que la nueva doctrina halle una mejor forma de presentación

gracias a esos especialistas de la racionalización que son los gabinetes de consultoría.

Un estudio de Mercer Management Consulting12 establece entonces los resultados

bursátiles superiores de las empresas comprometidas en una estrategia de “crecimiento

rentable”, conclusión que se pretende perfectamente positiva, pero que ignora que todo

lo que hace, creyendo poner científicamente en evidencia una ley de la naturaleza

financiera, es registrar un cierto estado de creencias bursátiles (tales que las mismas han

validado ya el modelo “del crecimiento”)...a tiempo que han contribuido de otro lado a

reforzarlas de vuelta. Es por este tipo de métodos que se fabrican las normas dentro de

12 . Mercer Management Consulting, “Croissance et création de valeur : mythe ou réalité en France », 1999-a.

Page 36: Versión Final Los Fondos de Pensiones

un universo de objetividad débil, entre esquemas ideológicos elementales, exaltaciones

alegóricas y racionalizaciones ex post, pero siempre muy lejos de un ejercicio de

racionalidad pura, y sin hacer gran caso del principio de no contradicción. Las “normas

de gouvernance”se suceden haciéndose daño las unas a las otras, y los trompos

doctrinarios que así se negocian son pocos sensibles a las contradicciones, las cuales

nunca son tan espectaculares como cuando se encarnan en uno y el mismo individuo:

pues no es otro que Stephen Roach, economista en jefe de Morgan Stanley el que,

después de haber sido el gurú del downsizing, se volvió de repente el crítico de sus

excesos y el cantor del “crecimiento rentable”13...

Entre las normas de la gouvernance de empresa, se cuenta una que parece imponerse

con fuerza particular a los espíritus: se trata de las fusiones-adquisiciones. Sería sin

duda exagerado e inexacto presentar a las fusiones-adquisiciones como desprovistas de

cualquier resorte objetivo y privadas de cualquier otra consistencia que la de una pura

goma colectiva. Hay fusiones que pueden hacerse valer a través de argumentos

económicos serios- en lo esencial, la búsqueda de sinergias y de economías de escala, y

el incremento del poder me mercado para atenuar las presiones competitivas

correlativas a la integración internacional de los mercados. Pero no porque haya

fusiones bien fundadas ello significa que la amplitud adquirida por el movimiento no

tenga su giro un tanto frenético. Y hay tanto más espacio para cuestionar la verdadera

racionalidad económica en razón a que los primeros balances de las olas de fusiones-

adquisiciones de los años 90 entregan un resultado bastante inesperado: los estudios

publicados por Mercer Management Consulting14 y AT Kearney15 establecen que cerca

13 . Entrevista con Le Monde, mayo 29 de 1996.14 . Mercer Management Consulting, “Fusions-acquisitions : comment croitre et créer de la valeur » 1999-b. 15 . AT Kearney, “Corporate marriage: blight or bliss?”, 1999.

Page 37: Versión Final Los Fondos de Pensiones

de la mitad de las operaciones analizadas conducen a un resultado sub-óptimo en

términos de creación de valor para los accionistas de las sociedades compradoras en

términos de la media de su sector. Por cierto, no hay que incurrir en la ingenuidad de

ignorar las intenciones muy interesadas de los autores de tales estudios, más

preocupados por inducirse negocios que por el progreso del conocimiento, y cuyo real

proyecto consiste en mostrar que las razones de fracaso en materia de fusiones son

función de las carencias del “post merger management”- carencias que son justo las que

ellos ofrecen remediar...Pero poco importan, al final, las razones más o menos

confesables de la encuesta. A partir del momento en que se puede juzgar que la

constatación es lo bastante significativa, se enfrenta la paradoja de empresas que, se

supone, son racionales pero que se arrojan en operaciones destructoras de valor en una

proporción cercana a una de cada dos! Si ello es así, es que la balanza de beneficios y

costos de fusión es más indecisa de lo que se ha dicho; pero, ¿cómo entender entonces

que las empresas se precipiten en esos procesos sin vacilar, a pesar de semejante

incertidumbre?

Hay que recusar el postulado implícito de perfecta racionalidad económica si se quiere

aclarar el misterio de una práctica mantenida a pesar de una tasa de fracaso tan

significativa. Si se siguen haciendo operaciones de reagrupamiento a pesar de sus

resultados financieros aleatorios, y las más de las veces desfavorables, es también

porque las mismas se hacen bajo el imperio de una alternativa- “crecer o perecer”- cuya

última palabra no tiene nada de económico, sino que reside en la obsesión del control

capitalista: crecer es contribuir a salirse de la categoría de las presas para entrar en la de

los depredadores. He ahí pues que, por un encadenamiento que no le hubiera disgustado

a Marx, las empresas, bajo el aguijón de la competencia, no en el mercado de bienes

Page 38: Versión Final Los Fondos de Pensiones

sino, esta vez, en el de derechos de propiedad, son conducidas a operaciones de fusión

que ex post degradan la rentabilidad para el accionista...A quienes quisieran salvar a

cualquier precio la hipótesis de racionalidad, se les abre aquí la oportunidad de admitir

al menos que los comportamientos económicos no están bajo el imperio exclusivo de la

racionalidad económica. Y en ese deseo obsesivo de engorde concebido como la mejor

protección, en donde entra algo así como un instinto de conservación, se juega un orden

de consideraciones muy distinto, relativo no a la sola lógica del cálculo financiero, sino

a las condiciones de dominio del destino propio, con las alianzas a anudar en un juego

de go permanente, las amenazas de verse cercado, el momento del próximo blitz, todo lo

cual define lo que bien podría llamarse una política del capital. Lo que muestra la

aberración financiera manifiesta de una persistencia de fusiones destructoras de valor, es

que en ellas no solo va del simple cálculo económico en los comportamientos de las

empresas sino también de la voluntad de poder, del deseo de perennidad de un “hacer”

emprendedor, y que si se quiere poder sustraerse a una conclusión de irracionalidad,

toca entonces reconocerle a esta racionalidad su modalidad específica, que la hace una

racionalidad política. Esta resolución de engordar, así eso cueste una destrucción de

valor, en donde se mezclan las compulsiones de la salvaguarda y el deseo de crecer,

suena como la confesión de la impureza de las determinaciones del capitalista, de una

traición a sus ideales- los del puro cálculo económico y de la regulación de las pulsiones

por la racionalidad financiera- y, en este pecado contra la ideología profesional del

capital, es toda una parte-política- del capitalismo, de ordinario objeto de una

denegación formidable, la que se ve revelada de repente16.

16 . Es probable que nada sea tan revelador de esta política del capital como los grandes enfrentamientos financieros tal y como los mismos se inscriben en adelante en una suerte de dramaturgia de las OPA, con sus roles bien establecidos- el atacante, el asaltado, el caballero blanco- sus figuras impuestas, sus cambios repentinos de situación y sus golpes bajos. Desde ese punto de vista, el conflicto de los bancos (Société Générale, BNP, Parisbas) de 1999 es una especie de arquetipo puesto que los resortes de esta política aparecen allí en una forma casi pura: lucha por la sobrevivencia, rivalidad por un mismo objeto, complejidad de las estrategias de alianza...y de traición (para un análisis de este episodio edificante, véase, Frédéric Lordon, “Le conatus du capital. BNP, Paribas, Société Générale: le conflit des OPE

Page 39: Versión Final Los Fondos de Pensiones

bancaires de 1999” mimeo, CEPREMAP, 2000-a).

Page 40: Versión Final Los Fondos de Pensiones

3

Los asalariados sometidos a todos los riesgos

Sometida a toda hora a la falta de libertad que le impone la tutela accionarial, la

empresa no es empero el punto de llegada, el terminal de todas esas presiones. De

acuerdo con un efecto de jerarquía de esas dominaciones, las obligaciones y

restricciones se repercuten en cascada para por fin caer sobre el grupo más fragilizado y

más desprovisto de armas para esquivarlas. Los asalariados, ya desestabilizados por dos

decenios de desempleo masivo, por la dispersión en pedazos de los estatus, por la

precariedad bautizada flexibilidad constituyen, eso es evidente, el candidato ideal para

el ajuste de todas las tensiones que no han hallado acomodo río arriba en la cadena. De

hecho, las restricciones impuestas por la creación de valor modifican en forma radical

tanto los datos de base de la repartición del ingreso como la repartición del riesgo, hasta

el presente principio de definición de los roles sociales del capitalista y del asalariado.

Para captar de donde procede esta redefinición gigantesca de los lugares en el seno de la

estructura social del capitalismo, hay que volver sobre las nociones de “creación de

valor” y de “valor accionarial” cuya frecuente aparición en el debate económico podría

hacer creer que se sabe a la perfección sobre qué se está hablando, cuando la suma de

sus imprecisiones y la multiplicidad, a veces incoherente, de sus definiciones hacen de

esas nociones los conceptos peor construidos-pese a ser los más centrales- del nuevo

capitalismo accionarial! Esta debilidad es por otra parte quizás una fuerza, toda vez que

acaso la precisión no necesariamente se requiera- acaso sea todo lo contrario- en una

noción tal como “el valor” para poder establecerse en el centro de un dispositivo

Page 41: Versión Final Los Fondos de Pensiones

discursivo que, a la manera del capitalismo accionarial, no tiene por vocación el avance

del conocimiento, sino la búsqueda de la eficacia social. En este campo, en donde no se

trata tanto de las regulaciones de la verdad, como de la producción de legitimidad, el

“valor”, apoyándose en su laxidad congénita, terminó por establecerse como la noción

simple del nuevo régimen de gouvernance de empresa. La noción simple es la noción

central que “corona” a un régimen de prácticas económicas, idea directriz e idea-fuerza,

inscrita casi siempre en una sola palabra que funciona como consigna. Los “regímenes

de política económica” que se sucedieron a lo largo del siglo en Francia responden

bastante bien a este modelo de una federación de sus múltiples intervenciones en un

vocablo sintético, legitimador y movilizador. Es así como podría mostrarse17 la sucesión

de tres regímenes que, respectivamente, responden a las ideas simples de

convertibilidad (régimen del patrón-oro), de expansión (régimen keynesiano-fordista) y

de estabilidad (régimen de la desinflación competitiva). De la misma manera, el

gobierno de empresa tiene, también él, sus regímenes históricos y sus ideas simples

asociadas, y el período actual es testigo muy probablemente de la transición de un

régimen de la competitividad a un régimen del valor (accionarial). Durante toda la

década de los 80, la competitividad fue erigida en la consigna de las estrategias de

empresa, idea-fuerza que funcionaba casi como un eslogan y proveía la justificación

última de todas las decisiones de la empresa: despidos y moderación salarial en primer

término, y reorganizaciones productivas, deslocalizaciones, etc. Pero en adelante es el

valor el concepto que llena esta función, y, sirviendo de palabra-fetiche, designa el lugar

de convergencia de todos los esfuerzos de la empresa, la cosa muy deseable o muy

imperiosa, y que en todo caso da sentido y necesidad a todos sus actos. : hay despidos

por el valor, se innova por el valor, se hacen fusiones por el valor, se procede a procesos

17 . Frédéric Lordon, “La force des idées simples. Misère épistémique des comportements économiques », Mimeo, CEPREMAP, 1999.

Page 42: Versión Final Los Fondos de Pensiones

de spin-off por el valor, y si se hiciera todo lo contrario, aún se invocaría el valor para

justificarlo.

Y, mientras tanto, el “concepto” mariposea. Sus definiciones proliferan: se ha podido

hacer el repertorio de catorce diferentes, heterogéneas hasta la incoherencia18. Los unos

entienden la utilidad por acción (UPA), indicador tan viejo como la bolsa, rebautizado

“valor accionarial”en consideración al valor agregado cosmético. Los otros –una brizna

vergonzantes- ven allí, de manera aún más sumaria, las variaciones de la capitalización

bursátil, y tratan de hacer creer que todo aumento de las cotizaciones equivale a una

“creación de valor”- y la impostura funciona a veces. Los más sofisticados han

construido- o pretenden haberlo hecho- un indicador inédito: el EVA (Economic Value

Added) o, para ser más precisos el EVA® - pues en los Estados los conceptos son

negocios en latencia19. Habría que tomarse el tiempo para mostrar el reverso de la

moneda en esta “innovación conceptual”, el itinerario de sus “inventores”, la

ambivalencia de sus trayectorias que se relaciona tanto con una cruzada de proselitismo

accionarial como con el interés bien entendido de un negocio organizado en forma sabia

(el de la asesoría en “gerencia del valor” , obviamente) 20. Pues de esta pequeña

genealogía del valor accionarial terminan por desprenderse todas las imposturas de una

“invención conceptual” falsa, pero también todos los resortes de una operación de

transfiguración social que, pidiendo prestados conceptos de total dominio público, va a

producir una idea-fuerza, repetida hasta la saciedad, punta de lanza de un nuevo

discurso sobre la empresa y de la que se querría hacer creer que tiene el brillo de lo

nuevo. Pero en cuanto a descubrimiento, nada que ver!. Es quedarse corto, en efecto,

18 . Frédéric Lordon, “La « creation de valeur »comme rhétorique et comme pratique. Généalogie et sociologie de la « valeur actionariale » », L’Année de la Régulation, vol. 4, París, La Decouverte, 2000-b.19 . Este inciso, del cual he dado aquí la formulación más rústica, debe mucho a conversaciones con Robert Boyer.20 . Frédéric Lordon, op. cit., 2000-b.

Page 43: Versión Final Los Fondos de Pensiones

decir que quienes la concibieron no inventaron la pólvora: la noción inaugural de donde

se deriva –el beneficio residual- hizo sus primeras apariciones en los trabajos

de...Marshall en 1890! Por cierto, en el entretanto, la teoría ha avanzado un poco, en

especial la teoría financiera que va a permitir refinar en forma notoria sus contenidos

analíticos. Pero esta última teoría data de los años 50. De allí para acá, nada más. De allí

que no quepa equivocarse sobre la naturaleza verdadera de los éxitos obtenidos por el

EVA, que no son conceptuales sino sociales, proselitistas y empresariales. Sus

promotores no lo ocultan en modo alguno, y son con frecuencia los primeros en

reconocer con honestidad estar “sirviendo pasado en copa nueva”. El único mérito que

se atribuyen –y desde ese punto de vista, no se les puede tachar de equivocados- es el de

haber sabido transformar los productos de una teoría bizantina, destinados, si no, a la

oscuridad de las academias, tanto en instrumento práctico de gerencia, como en idea-

fuerza de un nuevo régimen de gobierno de empresa- y se puede convenir en que eso ya

es algo...aunque no sea en verdad una cosa a situar en el registro de la revolución

teórica. Y es también factible dejarse llevar por un poco de ironía a constatar que el

“®” del EVA lo mismo que en Nylon® o Aspirina® solo reposa sobre una lista de

ajustes contables subalternos destinados a distanciarlo del beneficio residual –noción del

todo ordinaria-, y a justificar una patentadita feliz gracias a innovaciones de segunda,

necesarias, al menos desde la perspectiva jurídica, para tener cara de innovador a pesar

de todo

EL VALOR ACCIONARIAL, INGRESO MÍNIMO GARANTIZADO DEL

CAPITAL

Page 44: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Pero, ¿en qué consiste exactamente este EVA – alias el beneficio residual mejorado

MEDAF-5221 y por qué su adopción como indicador-piloto de la gestión transforma a

ese punto la repartición de riesgos entre capitalistas y asalariados? El EVA podría ser

definido como una suerte de beneficio económico generalizado. Generalizado, pues a

los costos habituales que entran en el cálculo del beneficio ordinario (consumo

intermedio, salarios, etc) se trata en adelante de agregar el costo que está asociado a la

remuneración de quienes aportan el capital. ¿A qué precio hay que remunerar el servicio

de la provisión de capital? Respuesta: a la altura de los beneficios que esos fondos

encontrarían si se invirtieran en otro lugar en condiciones de riesgo similares. Dicho de

otro modo, el costo del capital es un costo de oportunidad. Es entonces definido como la

suma de la tasa de interés del activo sin riesgo- para el cual se usa por convención la

tasa de los bonos del Tesoro a diez años- y de una prima de riesgo específica a la

actividad considerada, calculada a partir de los útiles de la teoría económica estándar.

Hay “creación de valor” cuando el ejercicio libra un EVA positivo, es decir, una

ganancia económica positiva una vez imputadas las cargas asociadas a los aportes de

fondos propios, evaluados al costo del capital. La incorporación de la remuneración del

capital puede cambiar por completo la imagen contable de una empresa, como lo han

mostrado los primeros palmares EVA22, que tuvieron el efecto prodigioso de relegar a

las profundidades de la clasificación a las empresas francesas más grandes, de las que

cabía pensar con buenas razones, empero, que estaban sentadas sobre montañas de oro.

No obstante un bien saludable resultado neto contable de 5 millardos de francos, ELF

aparece en el puesto 100...de 10023, con un EVA rabiosamente negativo.

21 . Para decirlo en forma más clara, el EVA es el beneficio residual pero algunos de sus componentes se calculan de acuerdo con la teoría financiera estándar, y, para ser exactos, con el Modelo de Equilibrio de Activos Financieros (MEDAF) salido en especial de los trabajos de Markowitz, “Portfolio Selection”, Journal of Finance, vol.VII, nº1, 1952.22

23. Palmares EVA publicados por la revista L’Expansion desde 1995.

Page 45: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Si, como es evidente, falta mucho para que el EVA pueda reivindicar el título de

revolución conceptual, bien podría ser, en revancha, que lleve a cabo, pero en silencio,

una revolución social y política, al permitir volver sobre los datos más fundamentales de

la repartición del ingreso y de la distribución de riesgos que está implícitamente

asociada a ella. El golpe de mano del EVA es que plantea la definición de una suerte de

ingreso accionarial mínimo garantizado. La “verdadera” noción de beneficio, nos dice

el EVA, requiere que se tome en cuenta la remuneración de los aportantes de capital, no

por anticipado y a precio fijo, sino a prorrata de los aportes y en las condiciones de

riesgo relativo (de la actividad con relación al mercado), es decir independientemente de

los resultados de la empresa al término de su ejercicio. Podría acaso haber mejor

prueba del poder conquistado por el capital-acción, que ahora pide-y obtiene- tanto el

pecado como el género: gozando de todo su poder de propietario, el accionista entiende

en adelante ser también beneficiario de ciertas garantías propias de los acreedores. O no

es eso lo que significa, en la imputación de costos que entran en el cálculo del beneficio

generalizado, su presencia al lado de los asalariados, de los proveedores, del fisco, de

los prestamistas, categorías que pertenecen, todas, a los contratantes de la empresa,

definidos por su derecho a ver su prestación tenida en cuenta por un monto cierto,

definido ex ante? Es ese derecho -derecho de acreedor-el reivindicado en adelante por

los accionistas, si no hasta el punto de se les sirva en efecto un pago, si por lo menos en

la presentación de la información económica de la empresa y con todas las

consecuencias de allí resultantes en materia de orientación de la gestión. Es de otro lado

una mentira del EVA su pretensión de que la remuneración de los fondos propios no era

tomada en cuenta en las nociones de beneficio anteriores- como si el capital hubiera

sido víctima de una injusticia odiosa. La remuneración del capital ha estado siempre

presente en la cuenta de resultado; el EVA lo que hace es transformar la modalidad-

Page 46: Versión Final Los Fondos de Pensiones

pero con qué consecuencias! Qué son en efecto los dividendos, imputados desde

siempre al bueno y viejo “resultado contable neto”, si no el precio pagado a los

accionistas? Lo que ocurre es que los dividendos eran dejados a discreción de la

empresa y, determinados ex post, registraban de hecho la fluctuación de su actividad. El

costo de capital que conduce a la determinación del EVA es establecido ex ante y

responde a un modo de cálculo convencional dentro del cual la soberanía de la empresa

no tiene ningún papel. El monto del dividendo servido se dejaba a la entera apreciación

de la empresa en función del grado de éxito del ejercicio. El costo del capital no quiere

saber nada de esos azares y sabiendo desde el principio lo que quiere reivindicar,

reclama ser “servido”24sin importar lo que pase.

Se trata bien aquí de una especie de revolución, cuando el poder accionarial logra

transformar así la imagen económica de la empresa y consigue redefinir los criterios de

la “rentabilidad” para hacerse reconocer en forma plena un ingreso mínimo garantizado

del capital. Pues el costo del capital determina una remuneración cierta asignada a los

accionistas- así sea en la forma débil de la imputación, y no del pago efectivo- cuando

su legitimidad para dirigir la producción y su rol social reposan en su capacidad para

echarse sobre las espaldas riesgos y asumir las fluctuaciones de la utilidad. El golpe de

mano de los accionistas en la repartición del valor agregado es de otro lado doble: no

solo se garantizan un ingreso cierto, cuando los derechos del capital tienen por normal

contrapartida la asunción del riesgo económico, sino que además logran hacer calificar

de “valor para el accionista” el EVA mismo, es decir, el excedente que queda una vez

deducido el costo de capital constitutivo de esta primera remuneración. Los accionistas

cobran de esta manera dos veces, una de las cuales de manera cierta!

24 . Palmares, 1995

Page 47: Versión Final Los Fondos de Pensiones

La definición misma del valor como EVA positivo deja entrever todas las consecuencias

del ascenso del poder accionarial en la distribución del ingreso y en la situación de los

asalariados. Al ponerse como ingreso mínimo garantizado del capital, el costo de los

fondos propios desaloja a los salarios de la repartición del valor agregado. Para servir la

remuneración “incompresible” de los accionistas, la obtención de rentabilidad se hará, si

es del caso, a través de la compresión de la masa salarial-y esa era la comprensión que

del asunto tenían las estrategias de downsizing. Pero el valor accionarial traduce sobre

todo un desplazamiento considerable de la repartición del riesgo entre asalariados y

capitalistas En el marco clásico, la legitimidad del capitalista para acaparar la plusvalía

reposaba sobre su endosamiento del riesgo económico y era, al menos en teoría, la

aversión diferencial al riesgo la que definía los lugares estructurales respectivos de los

asalariados y los capitalistas. La captación de la utilidad por los capitalistas tenía pues

como contrapartida la aceptación de todas sus características como ingreso residual,

incierto y fluctuante. Se requiere de ese golpe de mano del valor accionarial para

apercibirse de nuevo de que las categorías mismas de la repartición del ingreso -salarios

y beneficio- son inseparables de una cierta repartición de los riesgos, ella misma

constitutiva de los roles sociales respectivos del capitalista y del asalariado. Es la

definición misma de los lugares en el seno de la estructura social del capitalismo la que

se ve aquí puesta de nuevo en cuestión, en un movimiento de doble polarización, en

donde se acumulan los beneficios para los unos y las desventajas para los otros. El

poder accionarial es ahora tan poderoso que puede, en simultáneo, deshacerse de una

parte del riesgo normalmente suyo a tiempo que intensifica su reivindicación sobre el

valor agregado. Es evidente que el riesgo no desaparece. Es transferido a otros agentes.

Es reportado sobre los asalariados, en adelante lugar de concentración de todos los

riesgos de los que el capital quiere sustraerse.

Page 48: Versión Final Los Fondos de Pensiones

CUANDO EL CAPITAL SE DESHACE DEL RIESGO

La degradación del salario a variable de ajuste, correlativa de las nuevas prioridades

reconocidas a la remuneración del capital, no es el único factor causante de ese gran

movimiento de transferencia de riesgos que también procede de las transformaciones

profundas en las formulas de remuneración, Adelantadas a nombre del “acercamiento

del capital y del trabajo”, su objetivo principal es asociar a los asalariados a los riesgos

y secundariamente a las utilidades, de las que se sabe cada vez menos si la parte

distribuida se emparenta a una bonificación o a un sustituto del salario directo. De este

modo, y cuando la lógica de sustitución se impone sobre la de una mayor participación

en el excedente, los acuerdos de “interesamiento” o de “repartición del beneficio” hacen

cargar a los asalariados con una parte del riesgo económico. Está de más decir, en

efecto, que la “utilidad a compartir” no goza de ninguna de las garantías del EVA, que

esta utilidad es, ella si, residual del todo, y registra en forma plena las fluctuaciones

ligadas a las incertidumbres de la realización. El desarrollo del ahorro salarial y de todas

las formas de remuneración en acciones van aún más lejos, haciendo que los asalariados

asuman el riesgo financiero. Desde el momento en que esta forma de remuneración se

constituye en ingreso básico de los asalariados, sustituto y no agregado al salario directo

(como ocurre para ciertas categorías de personal de Air France, por ejemplo), los

asalariados se encuentran expuestos en directo al riesgo ligado a la volatilidad de los

mercados de acciones, y su ingreso está condenado a registrar en forma plena el fuete de

todas las fluctuaciones. Sería, de otro lado, posible presentar tales estrategias salariales

de parte de las empresas como el colmo de las prácticas de externalización, en donde la

firma se descarga de la responsabilidad de remunerar en forma directa a sus asalariados,

Page 49: Versión Final Los Fondos de Pensiones

para dejársela a la colectividad financiera en el seno de la cual se forma el valor de los

activos distribuidos como sustitutos de la remuneración- suerte de teratología salarial

que se podría calificar de “socialización bursátil” de la remuneración. En fin, colmo del

reporte del riesgo, bajo una forma por cierto todavía anecdótica, pero bastante

significativa de una tendencia general, ya hubo una empresa británica –Vauxhall- capaz

de imaginarse indexar el salario de sus empleados al tipo de cambio, con el motivo

evidente de que las paridades modifican su competitividad y que es el costo salarial

quien debe ajustarse en consecuencia!

Hay entonces que tomar un poco de distancia con relación a esas múltiples

transformaciones para tratar de hacer evidente la significación de conjunto...y repetir

una vez más la constatación del imperium de las finanzasque no incide solo en lo

concreto de los arreglos institucionales, sino que reina también en los cerebros los

cuales le impone sus esquemas mas fundamentales. Lo que experimentan los asalariados

a través de las múltiples empresas de debilitamiento de sus estatus de que son objeto no

es, al fin y al cabo, nada distinto que la tentativa de imponer al factor trabajo un

equivalente de la propiedad de liquidez de la que el mercado financiero dota al capital.

La liquidez: ahí está todo el genio de esas invenciones sociales en que consisten las

sociedades por acciones y el mercado de títulos negociables. Descompuesto en títulos

objeto de eventual cesión en un mercado ad hoc, el capital físico, de otro modo inmóvil,

encuentra allí una expresión -financiera- que le fluidifica la circulación en forma

considerable. Sus fracciones intercambiables se negocian en un mercado que, si es lo

suficientemente activo, garantiza que se hallará contrapartida y mantiene abierta pues

para el inversionista la posibilidad de salida ad libitum25. Signo adicional de la

“financiarización de los espíritus, la liquidez se constituye pues en paradigma. Es la

25. Para un análisis de la liquidez, vease André Orléan, Le Pouvoir de la finance, París, Odile Jacob, 1999.

Page 50: Versión Final Los Fondos de Pensiones

representación más bien lograda de una propiedad de reversibilidad, considerada tan

deseable que se sueña con generalizarla a todos los segmentos de la economía. Esa es la

razón por la que, por ejemplo, las estrategias llamadas de “externalización” empujan en

dirección a acabar con la empresa orgánica-integrada para pasar lo más pronto posible a

un modelo “federativo”, en el seno de la cual la puesta en competición de las unidades

enlazadas por nexos mercantiles permite denunciar con más facilidad las cooperaciones

antiguas. Denunciar, reconsiderar, retirarse desdoblar: la liquidez es un paradigma del

exit. La flexibilización salarial no es nada distinto que la aplicación al factor trabajo de

esta búsqueda obsesiva de la reversibilidad, de reducir al mínimo el momento de

inercia. Fascinadas por el modelo de la liquidez, nada querrían tanto las empresas como

poder desembarazarse de sus asalariados con la misma facilidad con la que se ceden

títulos en el mercado financiero. Como la analogía no puede ser llevada hasta su

término, y que es difícil imaginarse un procedimiento a través del cual se pudiera

expresar el “capital humano” en títulos negociables en un mercado ad hoc, la obtención

de la reversibilidad en esta materia pasa por el desmantelamiento directo de todas las

cláusulas estatutarias y jurídicas que garantizan a los asalariados un mínimo de

protección. Toca pues desmontar todas las disposiciones que tienen la propiedad de

alargar intempestivamente el horizonte temporal de los asalariados y, en consecuencia,

los tiempos implícitos a los cuales se ven obligadas a proyectarse también las empresas.

De esta manera, la primacía de las finanzas y de sus esquemas propios ha venido a

amplificar aún más los efectos de acortamiento de los horizontes temporales ya de suyo

ligados al incremento de la incertidumbre en una situación de crisis prolongada. Se ve

ahora mejor cómo la distribución del poder de negociación entre grupos sociales –de

otro lado vuelta a barajar por el proceso mismo de la crisis- habrá condicionado sus

aptitudes respectivas para acomodarse a una restricción general de incertidumbre,

Page 51: Versión Final Los Fondos de Pensiones

sufriéndola en forma plena o desviándola hacia otros. Negándose, bajo esta restricción,

a proyectarse más allá del corto/mediano plazo, las empresas adquirieron el poder de

imponer a sus asalariados el mismo acortamiento de sus perspectivas temporales. En

forma más general, encontraron los medios institucionales tanto para reducir su

momento de inercia, como también para desembarazarse de una parte del riesgo, es

decir, para hacer cargar con una buena parte de la mayor incertidumbre a otros actores

distintos de ellas- los asalariados, de toda evidencia. Obsesión de reversibilidad y

estrategias para sustraerse al riesgo, o de cómo el capital da pruebas de su incapacidad

creciente a asumir los riesgos inherentes a los compromisos de largo plazo.

Page 52: Versión Final Los Fondos de Pensiones

4

Una macroeconomía en desequilibrio

Para convencerse todavía más de la amplitud de las transformaciones económicas que se

derivan de la emergencia de los fondos de pensiones conviene interesarse, no solo a sus

consecuencias en los comportamientos de los agentes, a los cambios en el régimen de

gouvernance de empresa, al dominio del nuevo poder accionarial, a la redefinición de

los espacios o lugares estructurales del capital y del trabajo, sino también a los efectos

que estas transformaciones producen en el plano mismo de la macroeconomía. Afirmar

que la gestión concentrada del ahorro colectivo se instaló en la posición de una forma

institucional dominante, equivale a decir, no sólo que está en posición de imponer su

lógica al conjunto de los restantes arreglos institucionales (los de la relación salarial, de

la gouvernance de empresa, de las formas de la competencia, etc.), sino que además le

imprime su fisonomía propia a un nuevo régimen de acumulación de capital o, en otras

palabras, que esa dominación reconfigura los encadenamientos del circuito

macroeconómico global. Dentro de esta nueva macroeconomía que se reorganiza en

torno de las finanzas desreglamentadas y de los fondos de pensiones, las condiciones de

formación de la demanda se ven modificadas en profundidad, habiendo adoptado como

propiedad principal la dicha demanda el tener que transitar por la esfera financiera cuya

lógica- y cuya inestabilidad- son por esta vía importadas a la esfera real. De manera más

general, la marca de fábrica de este régimen de acumulación reside sin duda en la

articulación creciente de la esfera financiera y de la esfera real, pero bajo la égida de la

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primera a la cual sus propias estructuras le garantizan una autonomía relativa y una

superioridad jerárquica. De allí resultan nuevos desequilibrios, nuevas tareas de

regulación para la política económica...y nuevos dilemas.

LA INESTABILIDAD DE LOS MERCADOS FINANCIEROS IMPORTADA AL

CORAZÓN DE LA ECONOMÍA REAL

El régimen americano, un régimen ya maduro, constituye una especie de arquetipo de

ese esquema de acumulación financiarizado exhibiendo, desde hace ya casi un decenio,

tanto sus posibilidades de funcionamiento virtuoso, sostén de una dinámica de

crecimiento fuerte, como el engendramiento de desequilibrios que bien podrían ser

causa de su ruina. El papel central de las formas institucionales de las finanzas en el

seno del nuevo régimen de acumulación se manifiesta en primer lugar a través de la

interacción del crédito bancario y de los mercados financieros, que se asocian para

sostener una dinámica alcista de los precios de las acciones. Crédito y burbuja se

alimentan en forma mutua desde que los nuevos volúmenes de liquidez se vierten en el

mercado de acciones para empujar las cotizaciones al alza, y que, de modo recíproco,

las plusvalías que así se crean validan ex post los créditos acordados. Esta orientación

alcista del mercado de activos bursátiles alimenta entonces una componente

propiamente financiera del ingreso de los hogares, la cual, por cierto, existía de tiempo

atrás, pero jamás había adquirido una importancia semejante. A este efecto-ingreso,

ligado a la realización progresiva de plusvalías o a la percepción regular de ingresos de

capital (intereses y dividendos), se agrega un efecto-riqueza, derivado de un sentimiento

de seguridad patrimonial asociado a la inflada del valor de los portafolios de activos

detentados por los hogares. Uno y otro contribuyen a sostener un consumo muy

Page 54: Versión Final Los Fondos de Pensiones

dinámico, del que ahora es otra vez posible recordar, después de décadas de austeridad

salarial, que contribuye a una altura de dos tercios en la formación de la demanda final

que atienden las empresas. Bajo el imperio de la norma de rentabilidad financiera

impuesta por los gestores del ahorro colectivo, el ingreso nacional, nacido en la

producción, es distribuido para alimentar utilidades cuya progresión, se supone, valida

las anticipaciones incorporadas en la dinámica de los preciso de las acciones- y

operando así el cierre “coherente”del circuito.

En presencia de la diversidad de experiencias históricas que podrían invocarse, sería

bien difícil dar una respuesta univoca a la cuestión, por otro lado sumaria en exceso y

escolástica en cuanto a su planteamiento, de saber qué relaciones hay entre “el

crecimiento y los mercados financieros”. Baste figurarse la mala recepción que se

tendría si se les pusiera el tema a interlocutores del sudeste asiático, a quienes las

finanzas han dejado, sobre todo, el recuerdo de recesiones a dos dígitos, de explosión

del desempleo y quizás todavía más de humillaciones nacionales. Sería una respuesta

muy distinta la que daría un observador de la economía americana en donde, como en

un sueño, se sincronizan, desde hace cerca de un decenio, ciclo financiero y ciclo real

para alimentar un crecimiento de una rara intensidad y una explosión de la riqueza de

los tenedores de patrimonio. No se avanzará aquí más lejos en ese debate, comparatista

en propiedad, si no es para recordar la inanidad de la búsqueda de leyes universales de

la economía, que persigue apoderarse del Santo Graal de los “enunciados definitivos”,

válidos para todo tiempo y lugar, cuando los encadenamientos macroeconómicos, su

carácter “verdadero” o “vicioso” están siempre condicionados por un conjunto de

formas institucionales situadas, datadas y en último análisis, contingentes.

Page 55: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Si nos autorizáramos, por un breve instante, proseguir esta crónica de los infortunios del

pensamiento, aunque ahora en otro registro discursivo, no podríamos dejar de reservar

una mención especial a los cantores de la “nueva economía”que proclamaban ya en tono

milenarista el advenimiento de un mundo libra al fin de los ciclos y de la inflación.

Sería inoficioso desconocer que el hecho de que la inflación se haya esfumado en una

economía cercana al pleno empleo fue al principio motivo de estupefacción, más

todavía si se guarda el recuerdo, al fin y al cabo reciente, de la estagflación26de los años

70. Los encadenamientos del régimen de acumulación financiarizado permiten sin

embargo esclarecer en parte a este enigma aparente, en particular si se considera que el

crecimiento del ingreso financiero de los hogares asumió en buena parte el oficio de

sustituir a los incrementos del salario directo que se habrían naturalmente desarrollado

en una semejante situación de tensión en el mercado laboral. Stock-options y otras

formas de bonificaciones de remuneración en acciones tomaron el lugar de las

reivindicaciones salariales acostumbradas y las remitieron a un mercado bursátil cuya

dinámica era tal que lograba absorber las tensiones que, de otro modo, se habrían hecho

manifiestas de manera directa en los costos salariales. Pero la forma misma de la

“solución” así aportada al problema de la inflación (salarial) indica también su

precariedad. Si se devuelve el mercado bursátil y se evaporan los sustitutos financieros

del salario directo, los mecanismos tradicionales de la reivindicación salarial se

rearmarán en forma instantánea, liberando una de las formas más originales de los que

los economistas llaman “la inflación contenida”- contenida por la bolsa!

Por lo que hace a los ciclos, el asunto es distinto. Se requiere en todo caso tener el

optimismo amarrado al cuerpo para anunciar su desaparición y entregarse con beatitud a

26 . La estagflación designa la concomitancia (paradójica, a priori) de un síntoma de recalentamiento (la inflación) y de un síntoma de recesión (desempleo).

Page 56: Versión Final Los Fondos de Pensiones

milagro del “crecimiento indefinido”. Si se quisiera hacer de una ocurrencia una

intuición, habría que recordar que nunca ha sido de buen augurio que los economistas

cedan al profetismo colectivo para anunciar, en forma de “nueva era”, el fin de esto o el

comienzo de lo de más allá. La última vez que la ilusión se apoderó de ellos fue en

1969, con ocasión de un coloquio que se volvió famoso, y cuyo título, digno de un

oráculo, ya era : “Are business cycles obsolete?” . Se sabe lo que siguió...Una

ocurrencia no constituye demostración, pero los elementos de esta última están empero

bastante visiblemente instalados en el corazón del circuito económico del crecimiento

financiarizado. Pues es probable que la característica central de este nuevo régimen de

acumulación esté en que una parte creciente de la demanda final se alimenta de los

ingresos formados en los mercados financieros. Hasta un 25% del ingreso disponible de

los hogares americanos tendría un origen financiero. Así, y de manera concomitante a la

importancia que toman las finanzas en la formación de la demanda, se importa a la

demanda final y a la esfera real toda la inestabilidad intrínseca de los mercados de

activos. La intensificación del acoplamiento entre esfera financiera y esfera real que de

allí resulta acarrea el refuerzo de todos los mecanismos de transmisión de un eventual

choque bursátil al mundo de la producción y del empleo. Y es posible discernir con

bastante claridad los canales a través de los cuales transitaría un crack financiero para

hacer sentir sus efectos en el crecimiento. Sería en primer término a través del nuevo

régimen de formación de la demanda que se expandiría la onda de choque financiera. El

efecto-riqueza, por la contracción instantánea de los patrimonios, y el efecto-ingreso,

producto de la transformación de las plusvalías en menos-valías, convergen para afectar

el ingreso disponible de los hogares y, en consecuencia, su consumo, componente

principal de la demanda final. Vienen enseguida todos los efectos de profundización de

la crisis ligados a la dinámica endógena de la esfera financiera- tal y como por otra parte

Page 57: Versión Final Los Fondos de Pensiones

se les ha visto trabajar en los países industrializados a comienzos de los años 90 y en los

países “emergentes” en 1997-1998. La novedad vendría de la implicación, ya no solo de

los profesionales de la especulación en los encadenamientos de la crisis, sino también de

los hogares, incapaces de rembolsar las deudas acumuladas para financiar la inversión

especulativa- puesto que, como ocurre en los Estados Unidos, su ahorro se reduce en

adelante a casi nada. Como prolongación del mecanismo precedente, el

sobreendeudamiento de los hogares y su insolvencia tendrían un papel más que mayor

en la contracción del consumo y de la demanda. Pero para los bancos la

desestabilización viene sobre todo del riesgo de crédito a los inversionistas

profesionales quebrados, desestabilización que amenaza siempre convertirse en un

derrumbe acumulativo por efecto de la propagación de cesaciones de pago en el seno de

las instituciones financieras. Aún si esta degradación de la situación financiera de los

bancos no presentara caracteres muy dramáticos y se mantuviera en cambio contenida,

la misma acarrearía de parte de ellos una reacción de contracción del crédito tanto más

violenta en la medida en que se hayan dejado llevar alegremente por el

“enceguecimiento al desastre” durante la fase de euforia. Como si los excesos de signo

contrario tuvieran el don de corregirse en forma mutua, la concesión de créditos

suplementarios es recortada en forma brutal, y los nuevos créditos sólo se conceden a

prestatarios objeto de drástica selección. Esta contracción del crédito sobreviene empero

en el momento en donde los agentes tienen la mayor necesidad de liquidez, ya sea

porque, en tanto empresarios, tienen dificultades a financiar su ciclo de explotación

cuando la economía ha entrado en depresión, o porque, amenazados de cesación de

pagos por obra de su toma de posiciones especulativas, les toque imperativamente

conseguir créditos de relevo que les evitan las liquidaciones precipitadas de sus

portafolios de activos y la obligación correlativa de encajar las pérdidas.

Page 58: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Pero ya sea por el canal de los bancos, vía los efectos de credit crunch, o en directo por

el canal de la demanda, vía las nuevas modalidades para hacer solvente el consumo, los

choques financieros violentos, en un régimen de acumulación semejante implican el

riesgo permanente de verse transmitidos a la esfera real. He ahí cual es el tipo de

configuración macroeconómica que supone la instalación en el corazón del régimen de

acumulación del tamdem formado por un sistema de mercados de activos

desreglamentados y la gestión concentrada del ahorro colectivo. Es en particular gracias

a la presencia de este último por lo que se efectúa el refuerzo de los acoplamientos entre

esfera financiera y esfera real pero bajo el primado de la primera, cuya soberanía nada

cuestiona, y que somete al resto de la economía a los efectos de sus fluctuaciones

propias. Pues el ahorro colectivo está a caballo en ambos mundos. Esta volcado hacia

los mercados de activos, de quienes sostiene el dinamismo –hasta el exceso de la

burbuja- vertiendo allí su liquidez y atizando la inestabilidad tanto por el acortamiento

de sus horizontes temporales como por las reacciones gregarias excesivas provenientes

de la estandarización de sus modos de gestión. Pero también está igual de articulado a la

economía real ahora que ha generalizado la implicación financiera de los hogares, y

reconfigurado en forma radical las modalidades de formación de la demanda. Así el

crecimiento está en adelante expuesto en forma permanente a los caprichos de las

finanzas, y condenado, si estos sobrepasan un cierto umbral crítico, a registrar su

contragolpe implacable, tanto por el efecto de contracción de una demanda

“financiarizada” en forma imprudente, como a través del estrangulamiento de los

canales de financiamiento ordinario de la economía.

LOS BANCOS CENTRALES FRENTE A LA BURBUJA

Page 59: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Debido a que reposa sobre encadenamientos que conducen a importar toda la

inestabilidad intrínseca de los mercados financieros a la esfera real, el crecimiento en un

régimen semejante es portador de desequilibrios que pueden entrar a todo momento en

divergencia. Creer en la desaparición de los ciclos en condiciones semejantes no puede

provenir sino de un acto de fe, en el mejor de los casos, o, lo que es más verosímil, de

una forma de aberración intelectual en la que la beateria compite con el wishful

thinking. En todo caso, esta inestabilidad profunda de los senderos de crecimiento en el

régimen de acumulación financiarizada exige una atención especial de la política

económica. Regularizar el ciclo bursátil y evitar que un accidente dentro de las finanzas

no se transmita a la esfera real constituye ahora su nuevo listado de tareas. De allí que la

naturaleza de las regulaciones exigidas por la política económica cambie con los

cambios en el régimen de acumulación. Ya no se espera de esa política que se meta a

hacer el fine tuning a la manera de los años 60, ni que se encargue de los arbitrajes

delicados entre inflación y desempleo como en los años 70-80. Se trata en adelante, en

primer lugar y antes que nada, de asegurar el alisamiento de las fluctuaciones

financieras. Por una extraña paradoja en estos tiempos de liberalización, el régimen de

acumulación financiarizado, lejos de implicar un retiro del Estado, requiere por el

contrario una vigilancia más cercana de la política económica y solicita su capacidad de

intervención de urgencia. En este asunto es obviamente la política monetaria la que está

en primera línea. En primer lugar, por razones evidentes de “momento de inercia”,

puesto que la anualidad presupuestal, incluso cuando hay la posibilidad de un

“colectivo” intermedio, es del todo incapaz de ofrecer la reacción rápida que exige un

accidente bursátil. Después, y acaso sobre todo, porque la tasa de interés es bien el

instrumento pertinente en situación de crisis financiera. Una baja brutal de la tasa de

Page 60: Versión Final Los Fondos de Pensiones

interés permite intervenir, en efecto, tanto sobre la dinámica del crack propiamente

dicho como sobre la onda de choque a la economía real. En primer lugar, la baja

sostiene el valor de los portafolios y detiene el movimiento de pánico susceptible de

degenerar en fuga hacia la liquidez. Por otra parte, el banco central, en cuanto proveedor

global de liquidez contribuye de una parte a socorrer a los agentes en dificultades, pero

también a que vuelvan a despegar movimientos de compra que permiten evitar la caída

libre del mercado en un vacío casi completo de contrapartes. Por último, la baja de las

tasas directoras –tasas de refinanciamiento de los establecimientos de crédito- reabre el

margen bancario y permite por anticipación desdoblar un eventual credit crunch futuro.

El carácter repentino y la violencia propia de los accidentes en los mercados exigen

pues una gran reactividad de parte del banco central y su aceptación de proceder de

urgencia a bajas brutales de la tasa de interés. La Reserva federal norteamericana

consintió a ello sin la menor sombra de duda durante el otoño de 1998, bajando en tres

ocasiones sus tasas de interés, pero con tal determinación y tal éxito que eso podría, así

suene paradójico, volverse en su contra puesto que hace que los inversionistas estén

ahora convencidos de que el banco central vendrá a socorrerlos en cualquier

circunstancia. La teoría microeconómica habla del “riesgo moral” para designar la

propensión de un agente a sobreexponerse a un riesgo del que se sabe asegurado. Es

bien una suerte de riesgo moral colectivo el que se apodera de la comunidad financiera,

persuadida de poder contar de parte de una política monetaria acomodadora con la

garantía de una protección sin falla. Las finanzas han mostrado ya varias veces que las

regulaciones de la prudencia privada no son su fuerte. Qué puede sobrevivir de esa

prudencia, cuando encima de eso se ha anclado en los espíritus la idea de que de todas

Page 61: Versión Final Los Fondos de Pensiones

maneras el banco central vigila, y que es a dicha institución a quien corresponde por

naturaleza la tarea corregir las consecuencias de los eventuales excesos colectivos?

Bien podría ser, empero, que el precedente de 1988, de donde la comunidad financiera

se ha sacado la certidumbre de su salvaguardia, responda a condiciones particulares que

no tienen por qué ser necesariamente satisfechas en el porvenir. Se puede temer en

particular que la aptitud del banco central a venir en auxilio de las finanzas no se vea

disminuida por obra de su movilización sobre su otro frente, el de la inflación. Es obvio

que esta eventualidad es descartada de plano por la “nueva economía”. Sin embargo,

nada obliga a caer en la fantasmagoría de una transformación prodigiosa de las leyes de

la naturaleza económica de donde la inflación estaría en adelante y para siempre

excluida, ni a perder de vista la contingencia de los factores que objetivamente están

actuando: sustitución de la reivindicación salarial directa por el ingreso financiero,

incremento de la productividad por incorporación de tecnologías de la información y,

sobre todo, presión constante de las finanzas, intolerantes frente a toda deriva de

precios. Es pues verdad que el régimen de acumulación financiarizado es un mundo de

inflación baja, no porque sus fuentes hayan sido erradicadas por obra de un milagro,

sino, en esencia, porque un sistema de mercados financieros desreglamentados hace

reinar allí poderosas contra tendencias que previenen con eficacia su desarrollo. Sería

equivocado sin embargo imaginarse que el problema desapareció en forma definitiva,

sobre todo si se tiene en mente que la inquietud inflacionista no se mide en términos

absolutos sino como la desviación entre la inflación efectiva y la inflación tolerada, y

que si la inflación ha en efecto caído en forma considerable, también la tolerancia a la

inflación se derrumbó...Los banqueros centrales europeos, por uno de esos golpes de

mano que son su secreto, no fijaron acaso ellos mismos el límite en 2%, edicto de una

Page 62: Versión Final Los Fondos de Pensiones

imprudencia para dejar estupefacto a cualquiera, como que valida sin parpadeo-y ,¿sin

conciencia?¿ A propósito?- una norma increíblemente baja? Ya no es necesario volver a

los 10% de los años 70 para sembrar la alarma en las finanzas, 3% bastarán muy bien, y

tales umbrales son tan bajos que nada podría garantizar que no fueran rotos. Un choque

petrolero como el de comienzos del año 2000 arreglaría muy bien la cosa, o lo mismo

una explosión social, puesto que se ha dejado abierto en forma amplia el espectro de

acontecimientos susceptibles de ser calificados de “inflacionistas”.

Y son esas las razones por las cuales el banco central no tiene su espíritu del todo claro

ni las manos bien libres para entregarse sin restricciones a la sola vigilancia de las

fluctuaciones financieras. Y si la dinámica intrínsecamente inestable de la acumulación

financiarizada vuelve cruciales a las regulaciones de la política monetaria, hay que

tomarse al menos el trabajo de imaginarse su ejercicio en condiciones distintas a las

perfectamente favorables. ¿Qué ocurriría en particular si, al contrario de la situación

encontrada en 1988, el terreno no estuviera limpio por completo en materia de

estabilidad de precios en el momento de un crack que hiciera sin embargo imperiosa una

distensión de las tasas de interés? O, aún, -problema dual- que haría el banco central si

se viera confrontado a una resurgencia de la inflación que exigiera elevar las tasas...a

riesgo de desestabilizar en forma grave el ciclo financiero? Es factible pues que la

política monetaria esté llamada a experimentar nuevos dilemas, ya no entre la inflación

y el desempleo como en los años 70, sino entre estabilidad nominal y estabilidad

financiera. Eterno conflicto de objetivos para un único instrumento incapaz de

satisfacerlos todos: bajar las tasas de interés para venir al rescate de un derrumbamiento

de los mercados, o mantenerlas para garantizar la desinflación a cualquier precio? Y

aunque se puede concebir que la Reserva federal sea lo bastante flexible para preferir la

Page 63: Versión Final Los Fondos de Pensiones

salvaguarda del sistema financiero a la estabilidad de precios en medio de una crisis

grave –no se puede estar seguro de poder decir lo mismo del banco central europeo...A

contrario, en condiciones normales, esta institución de seguro se orientaría a favor de la

desinflación y procedería a una restricción monetaria para detener una deriva de

precios...pero, ¿con qué consecuencias sobre una dinámica bursátil ultrasensible a las

alzas de tasas mal anticipadas? Los arbitrajes a los que habría que proceder podrían ser

tanto más incómodos por cuanto que los requisitos contradictorios constitutivos de ese

nuevo dilema tienen ambos por único origen a la esfera de los mercados de donde

provienen simultáneamente el rechazo visceral de la inflación y los llamados de socorro

en caso de accidente financiero. Como era de sencillo cuando se trataba de arbitrar entre

los intereses de grupos sociales diferentes para escoger la “buena” combinación de

inflación y de desempleo...Es en adelante el mismo grupo hegemónico el que hace

valer, y con la misma fuerza, exigencias contradictorias – lo que muestra una especie de

realización del poder patrimonial que terminó por excluir todo lo que no sea él mismo

de los arbitrajes de la política económica.

Detener los cracks y controlar a la burbuja: tales son las nuevas tareas de la política

monetaria en régimen de acumulación financiarizado. Es bien posible por otro lado que

la segunda se revele más difícil aún que la primera, y para tener la intuición de ello

bastaría con detenerse sobre unos cuantos hechos que provocan una inquietud real a

propósito del tema. No es posible no estar impresionado por la resistencia de que

hicieron gala los mercados financieros occidentales con ocasión de los episodios de

1997 y 1998 y por la facilidad aparente con la que fueron absorbidos esos sacudones.

Atravesados como durante un sueño – es cierto que con el concurso activo de la política

monetaria americana- esos dos craks fueron casi enseguida olvidados, y, después de

Page 64: Versión Final Los Fondos de Pensiones

haber marcado simples pausas, la burbuja retomó su curso con un dinamismo intocado.

En apariencia más anecdótica, y sin embargo más sintomática, la pérdida de eficacia

simbólica del discurso de Alan Greenspan no es menos sorprendente, pues se pasó cerca

de cuatro años poniendo en guardia a las finanzas respecto de sus propios excesos sin

lograr ser oído en ningún momento. Es sobre todo por su impotencia dramática que la

formula de “la exuberante irracionalidad de los mercados” está llamada a pasar a la

posteridad de la historia económica. Que el locutor más autorizado del campo de las

finanzas internacionales, el actor más ricamente dotado de poder simbólico, hasta

entonces capaz de reorientar las anticipaciones de la comunidad financiera por la sola

magia de su verbo termine así, hablando en el vacío es, en sí, un signo alarmante de un

dinamismo especulativo que ya nada parece poder traer a la razón, fuera de su propio

derrumbamiento. Este deterioro de la eficacia de la palabra apunta en dirección de una

incapacidad inquietante del banco central a convencer a la opinión financiera de sus

propias opiniones sobre el estado de la burbuja. Es menos en la degradación de las

condiciones de ejercicio del poder simbólico del banquero central que hay que buscar la

razón del fenómeno, que en una de las características más profundas de la burbuja

misma, la cual ha dejado de ser una aberración local, una deriva transitoria, un

paréntesis en el curso de una dinámica financiera de otro modo razonable, para

convertirse en un carácter permanente del régimen de acumulación financiarizado. Si

ello es así, es debido a que la burbuja saca las razones de su prolongamiento indefinido

en el hecho de responder a una necesidad funcional de ese régimen de acumulación y

que ofrece una resolución, pero en forma de desequilibrio dinámico, a una de sus

contradicciones centrales. Esta contradicción nace del hecho de que el poder accionarial

se hizo con una posición estructural que le posibilita exigir una norma de rentabilidad

financiera exorbitante (los famosos 15% de retorno sobre fondos propios)- que, por otra

Page 65: Versión Final Los Fondos de Pensiones

parte, se incrementa en forma constante. Semejante exigencia exceda y mucho las

posibilidades objetivas de ganancia de un gran número de actividades económicas a las

cuales se aplica, De allí que, para poder satisfacerla a pesar de todo, la norma de

rentabilidad exija el tránsito al total return es decir, que se incorporen a los flujos

utilidades derivadas de la producción de plusvalías ligadas a las dinámicas de los

precios de activos. Es pues la dinámica bursátil la que, agregándose a los resultados

propios en materia de dividendos engendrados por la economía real, permite que sea

servida una norma de rentabilidad financiera de otro modo inalcanzable. Así, la burbuja

es la expresión sintomática de la contradicción entre la valorización financiera exigida y

la valorización económica posible, en donde el exceso de crecimiento financiero viene a

colmar la desviación entre rentabilidad accionarial demandada y capacidades objetivas

de rentabilidad de los activos económicos subyacentes. Esta necesidad, sostenida por la

posición de poder de los fondos, es a tal punto fuerte que arrastra a la colectividad de

inversionistas, la cual racionaliza para sí misma el tener que exigir semejantes niveles

de rentabilidad...cuando la economía real es incapaz de sostenerlos en verdad; y la

burbuja continúa inflándose a pesar de todas las advertencias, y retoma su curso en

forma ineluctable a través de todos los accidentes. Pero una necesidad funcional no

tiene en sí los medios de hacerse legítima, y nada garantiza que el crecimiento

financiero excesivo pueda así prolongarse en forma indefinida. En otros términos, la

existencia de una contradicción objetiva a resolver entre valorización económica y

valorización financiera no tiene en sí el poder de hacer surgir su propia resolución para

la eternidad. Es por ello que el regreso a la realidad, es decir, la reabsorción brutal de la

distancia entre los valores financieros proclamados por la burbuja y los valores

económicos fundamentales está inscrita en esta dinámica cuyo desequilibrio es

intrínseco.

Page 66: Versión Final Los Fondos de Pensiones

DE UN CRACK AL OTRO

Pero, ¿cuál será la forma precisa que adoptará esa reabsorción? La imposibilidad de

prever los accidentes de las finanzas no depende sólo de la incapacidad de los

economistas, sino que se alimenta de la indeterminación profunda de los

comportamientos financieros en situación crítica. A partir del momento en que un riesgo

manifiesto se ha instalado en forma duradera, de lo que da testimonio la presencia

crónica de la burbuja, la continuación de la tendencia o la volteada del mercado se

deben menos a la evolución de los fundamentales que a los movimientos de la opinión

colectiva. A falta de instrumentos que permitieran captar esos fenómenos sutiles –

incremento progresivo de la percepción de desequilibrios, primeros cambios en los

formadores de opinión, paso de la inquietud privada a la inquietud compartida, y

después a la inquietud common knowledge, ocurrencia de un acontecimiento exterior

que impresione a las mentes y que signifique, por efecto catalítico, el comienzo de la

debacle- predecir la fecha de desencadenamiento de un crack es prácticamente

imposible. Con una pizca menos de incertidumbre se podría sin embargo tomar el riesgo

de pronosticar un escenario un poco más matizado que la simple alternativa de la

“burbuja hasta el cielo” vs. “el crack hasta lo profundo” y en el seno del cual el próximo

accidente financiero no será por fuerza the big one27. Se puede así imaginar que se

produzcan nuevos accidentes brutales a la imagen de los choques de 1997 y 1998, que

impliquen ajustes violentos pero limitados de la desviación entre valorización financiera

y valorización económica. Es probable que los próximos meses o los próximos años

sean testigos de la recurrencia de esas especies de “crakcitos”, lo bastante importantes

27 . A este último escenario el comienzo del crack de valores tecnológicos de abril de 2000 le dio cierta credibilidad.

Page 67: Versión Final Los Fondos de Pensiones

para desorganizar por un tiempo a las finanzas, distribuir pérdidas, o incluso arruinar a

algunos, pero incapaces de abatir del todo a la tendencia alcista e impedir que, una vez

más, la burbuja retome su curso. Esos bandazos, por brutales que sean, no reabsorben

sino en forma incompleta y temporal la desviación, el descuadre entre valorizaciones

que les ha dado origen, y no ofreciendo más que una resolución momentánea, son

incapaces de impedir que la contradicción central del régimen de acumulación

financiarizado siga haciendo su trabajo. De allí que, a pesar de esos reajustes periódicos,

y bajo el dinamismo de la burbuja, cuyos determinantes siguen intocados, el descuadre,

como tendencia, esté condenado a volver a ahondarse y a continuar abriéndose más allá

de las fluctuaciones sucesivas. La teoría de la Regulación 28 habla de “pequeñas crisis”

para designar a esos episodios de ciclo que sobrevienen en forma endógena en el seno

de un régimen de acumulación sin llegar a implicar una puesta en cuestión de la lógica

de conjunto. Pero la recurrencia de “pequeñas crisis” acarrea a largo plazo una

acumulación de tensiones que no logran ya ser acomodadas en el marco de las formas

institucionales existentes y desembocan entonces en una “gran crisis”, que firma la

muerte de un régimen de acumulación. Ese es un modelo de dinámica económica

histórica lo bastante general para tener en perspectiva su aplicación a la situación

presente e imaginarse que después de uno, dos o tres accidentes menores más, que sean

superados con éxito, la contradicción entre valorización financiera/valorización

económica se abra hasta un umbral crítico que haga inevitable un crack masivo y esta

vez catastrófico.

Pero, ¿qué es, exactamente, un “gran crack” y cómo se le reconoce? También a esta

pregunta, como a la de la fecha de su desencadenamiento, es imposible responder. ¿En

28 . Veáse por ejemplo Robert Boyer e Yves Saillard, Théorie de la Regulation. L’état des savoirs, París, La Decouverte, colección Recherche, 1995.

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donde se sitúa el límite que separa los “pequeños” de los “grandes” cracks? -15%?-

30%?-50%? Nadie puede decirlo y sólo es posible una definición cualitativa del gran

crack. El carácter que lo distingue es el derrocamiento de la creencia colectiva en la

prolongación indefinida de la tendencia alcista –lo que implica que sólo sea

identificable cuando ya se está en situación. La necesidad funcional en la que se

encuentra el régimen de colmar la diferencia entre las exigencias de rentabilidad

financiera y las posibilidades objetivas de producir utilidades no tiene en sí misma el

medio de su propia satisfacción. Es por eso, en último análisis, que la burbuja encuentra

su resorte en una creencia alcista fabricada en otro lado, en el hervidero de la opinión

financiera, conducida por sus gurús reconocidos, y en el entusiasmo compartido de

todos los seguidistas, los cuales, en virtud de la composición de sus adhesiones

individuales, hacen que se reproduzca la profecía auto-realizadora, en cuyo dinámica la

comunidad financiera se da la razón a sí misma. La resistencia de esta creencia colectiva

a los choques es a la vez un misterio impenetrable y el parámetro decisivo de

desencadenamiento de un gran crack. De allí que haya sido menester esperar el final de

la historia para estar bien seguro de que los accidentes de 1997-1998 no entraban sino

en la categoría de “pequeños cracks”. No solo esos dos choques no lograron echar por

tierra a la convención alcista29, sino que, incluso, por el contrario, la reforzaron, en

virtud de una de las tantas paradojas de las que las finanzas tienen el secreto. Es eso lo

que pretenden los discursos de “una buena purgada”, los cuales, no por hacer parte del

grado cero del análisis económico, dejan de tener su eficacia social real. Y, convencidos

de que había que pasar por el mal momento de ajustar ciertos excesos, los inversionistas

también se han convencido, a la salida de una crisis que no degeneró, que han sido

creadas de nuevo las condiciones para un redespegue bursátil y que de nuevo será

posible abandonarse sin restricciones al alza.

29 . Cfr. André Orléan, op.cit. 1999.

Page 69: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Pero, en filigrana de todos esos desbordamientos y de todas esas ilusiones, el gran crack

sigue allí, aunque quizás para una fecha lejana y, de todas formas, con su parte de

indeterminación. Pues uno de los misterios que merodean sobre sus encadenamientos

dice relación con la “hidráulica” imprevisible que se montaría, tan pronto ocurriese el

sismo, para vaciar la liquidez desde los mercados siniestrados hacia los compartimientos

escogidos como refugios. Es esta escogencia misma, que gobierna los efectos de la

llamada “huída hacia la calidad” la que, ex ante, permanece del todo indeterminada. La

multiplicidad de escenarios está muy abierta, y las consecuencias macroeconómicas que

de ella derivarán van a depender de manera crucial de lo que la historia escoja como

refugio. Los actores de la “vieja economía” se la pasan soñando con un crack que diera

al traste con la inflada de la “nueva” y que dirigiera hacia ellos las masas financieras

que vendrían de huída de los “Nasdaq” y de todas esas suertes de “Nuevo Mercado”.

Por construcción, un escenario así, anticipable para un “crack intermedio”, no puede

corresponder a un “crack mayor” en el cual, por uno de esos efectos de amalgama que

se acostumbran en las finanzas, se vería también a los títulos de la vieja economía

barridos con los de la nueva. Acaso entonces, como en 1997-1998, vuelvan a ser los

bonos los que se salven, gratificando a las economías de una providencial baja de tasas

de interés de largo plazo? Y, ¿cómo los efectos de reporte entre compartimentos se

empatarían con los efectos de reportes interregionales a la escala del planeta? ¿Huída

frente a las acciones y reporte transversal sobre los mercados de bonos maduros?

¿Huída de todos los mercados americanos y reporte hacia todos los mercados europeos?

¿Elección sólo del compartimiento europeo de bonos? ¿Debacle generalizada de todos

los mercados de títulos y reporte hacia valores refugio exóticos –oro, inmobiliario,

piedras preciosas...? En el más desfavorable de todos los escenarios, que no le dejaría a

Page 70: Versión Final Los Fondos de Pensiones

ninguna zona el privilegio de un flight to quality hacia sus bonos, el encadenamiento

macroeconómico es, por su parte, mucho más previsible. Debido a que un crack mayor

significa el derrocamiento de la creencia alcista, el mismo, por definición, llevaría al

pánico bursátil a la multitud de ahorradores pequeños. Ya sea que jueguen como

inversionistas individuales o que deleguen la gestión de sus ahorros a institucionales, los

hogares están de todas maneras implicados en forma masiva en la lógica financiera del

nuevo régimen de acumulación. Ese es su carácter más sobresaliente y, al mismo

tiempo, su punto más vulnerable, pues un derrumbe masivo de los mercados se llevaría

con él a la sociedad toda entera. Basta con ver la fuerza adquirida por la idea de una

alianza indefectible de la bolsa y de la prosperidad americana, ese nuevo mito eficaz

que puede rivalizar en potencia con el de la nueva frontera, basta con observar esta

suerte de orgía bursátil que se apoderó de todo el cuerpo social, el day-trading frenético,

la proliferación de cadenas de información bursátil en continuo, la obsesión patrimonial

permanente de los individuos pegados a las columnas financieras de los periódicos, para

imaginarse el abismo en el que se hundiría la sociedad si el gran terremoto terminara

por presentarse. Por efecto de todos los mecanismos que han llevado a su máximo la

intensidad de los acoplamientos entre esfera financiera y esfera real, y más aún en un

momento en que los hogares han dejado de ahorrar para financiar a crédito su inversión

especulativa, el encadenamiento macroeconómico que sería seguido no tendría mucho

chance de parecerse a 1987 y si en cambio de recordar al de 1929. A la inversa del

fordismo, muerto “tranquilamente” de vejez y de agotamiento, el régimen de

acumulación financiarizado está más bien condenado a desaparecer en medio de

convulsiones y entre ruinas...si en el interregno ningún aprendizaje institucional ha dado

frutos, si no se ha inventado una regulación prudencial, si la creencia alcista se devuelve

sin regreso, si la política monetaria se ve sobrepasada por los acontecimientos, si ningún

Page 71: Versión Final Los Fondos de Pensiones

efecto de reporte hacia la calidad ofrece una solución macroeconómica –lo que, también

es cierto, son muchas hipótesis encadenadas. Pero así su probabilidad conjunta no sea

dominante, tales hipótesis no son extravagantes por lo tanto y le dejan a la trayectoria

apocalíptica su carácter plenamente contingente: en el sentido propio del término, dicha

trayectoria no es ni necesaria ni imposible.

Page 72: Versión Final Los Fondos de Pensiones

5

Los fondos de pensiones como proyecto político y como utopía social

Sería inapropiado considerar el ascenso de los fondos de pensiones, su emergencia

como centro de un régimen de acumulación, bajo la especie de una pura problemática

económica y financiera. Lo esencial de lo que este ascenso pone en juego, y las cosas

que con ello se relacionan, está quizás en otro lado, en especial en el proyecto político

implícito de que son portadores los fondos de pensiones. Proyectos de varios

componentes, y que varían en función de las ambiciones de sus promotores, yendo

desde el sueño de disolver el antagonismo del capital y del trabajo hasta la utopía de una

nueva sociedad de la democracia accionarial. Ya sea a través de los fondos de pensiones

que transformarían de la cabeza a los pies los principios financieros y sociales de las

pensiones, o a través del ahorro asalariado en torno del cual está llamado a tejerse un

nuevo compromiso capital/trabajo, o aún por la emergencia de una declinación inédita y

radical del individualismo que André Orléan llama “el individualismo patrimonial”, el

ahorro financiero pone en juego cosas que van más allá de los meros tecnicismos de los

asuntos micro o macroeconómicos y que afectan a las formas mismas del lazo social.

LA FANTASMAGORÍA DEL “SOCIALISMO DE LOS FONDOS DE

PENSIONES”

Si la amenaza de los fondos de pensiones es seria hasta tal punto, ello se debe a que a la

larga lista de de sus “necesidades económicas”, la misma sabe agregar en adelante los

atributos positivos de un “proyecto de sociedad”. Se trata siempre y una vez más de

Page 73: Versión Final Los Fondos de Pensiones

jugar sobre la convergencia de un abanico de razones gracias a las cuales se espera que

el profano, asaltado por la repetición de argumentos que provienen de todos los ángulos,

terminará por ceder a una especie de evidencia por ensordecimiento: “salvar a las

pensiones”, “crear fondos de pensión a la francesa para que nuestras empresas no sigan

bajo el control anglosajón”, “reforzar los fondos propios de las empresas sub-

capitalizadas”, “darle entrada a los hogares en las ganancias financieras de la

burbuja”...Pero se trata sobre todo de perfeccionar ese dispositivo para disipar la

impresión de estar cediendo, bajo el modo del “eso es así” al encadenamiento

irresistible de las cosas, a los mandamientos de la “globalización”, para hacer de los

fondos de pensiones el instrumento de un proyecto “positivo”, que pueda reivindicarse

en forma plena como intención política deliberada. La reconstrucción de un

compromiso capital/trabajo constituye el corazón, a partir del cual se elaboran sus

variantes liberal y “progresista”- y en esta diferenciación de segundo orden se revela

una convergencia suprapartidista que da por si sola la idea del poder “temático” de los

fondos de pensiones, poder de construir la agenda y de imponerle a todos sus

problemáticas.

No es mucho lo que quepa decir sobre la variante de derecha si no que, en la

prolongación de una historia comenzada con de Gaulle, ella se vuelve a enlazar a la

tradición irénica de la “participación” y sigue soñando con una disolución de la división

histórica del capitalismo; a menos que, versión más liberal y más cínica, no tenga

objetivo distinto al de anestesiarla por la distribución de algunas recompensas

financieras, un poco como el fordismo en su tiempo había sabido conquistar la paz

social por la progresión salarial y el acceso de los hogares al consumo masivo. La

variante “de izquierda” es tal vez más peligrosamente seductora, pues alimenta la

Page 74: Versión Final Los Fondos de Pensiones

esperanza de que vuelva a haber una repartición de poder entre el capital y el trabajo

cuyo instrumento sería el ahorro colectivo invertido en acciones. El proyecto de darle a

los asalariados el control del capital parte de la reafirmación de la naturaleza de

propiedad social de los derechos inscritos en el pasivo de los fondos de pensiones. Pues

se trata de derechos a la jubilación, cuya gestión, es cierto, es efectuada por organismos

privados, pero que siguen siendo la expresión de una deuda de la sociedad frente a los

futuros antiguos asalariados. Este estado de hecho legitima un control social de la

gestión de los fondos de pensiones. Control prudencial, en primer lugar, que apunte a

enmarcar la gestión de las normas de inversión, de asignación de fondos, de

diversificación de riesgos, etc, y que garantice que las pensiones serán servidas- es

decir, que la deuda social será honrada. Pero, y llevados por el entusiasmo

argumentativo y empujando un poco más lejos esta ventaja, control social ampliado que

permita concluir un nuevo compromiso capital/trabajo en torno de la cogestión del

ahorro colectivo, con la perspectiva de redefinir los criterios de decisión de los fondos,

haciendo que en los mismos se incorpore en mayor medida el punto de vista de los

asalariados. En su forma maximalista, este tipo de proyecto nutre una utopía cuya

formulación mejor lograda fue dada por Peter Drucker bajo la especie de un silogismo

imparable30: puesto que el socialismo consiste en la propiedad social de los medios de

producción (mayor), y que el ahorro colectivo invertido en acciones da, de hecho, a los

asalariados el estatus de detentores del capital (menor), entonces (conclusión) los

Estados Unidos son el país del socialismo realizado! Por una de esas contradicciones

propias a las formas del debate político, el hecho de que incluso a aquellos que más

querrían ser convencidos por el argumento les siga pareciendo rara la cara del

socialismo americano, no le impide a la utopía de Drucker ejercer en adelante una

30 . Peter Drucker, The unseen revolution: how the pension funds socialism came to America, Nueva York, Harper &Row, 1976.

Page 75: Versión Final Los Fondos de Pensiones

atracción magnética sobre una reflexión de izquierda que nunca cesa de estar fascinada

por la posibilidad de un socialismo de los fondos de pensiones

De allí que se imponga la necesidad de detenerse el tiempo necesario para deshacer ese

razonamiento, demasiado hermoso para ser verdad, falso silogismo y verdadero sofisma

cuyo encanto capcioso es en buena parte función de un cierto arte de jugar con las

palabras –la palabra “propiedad” en especial- contra el cual Marx había empero ya

provisto de algunos medios de defensa en su tiempo-. Y se reconocerán sin dificultad

los ecos de un viejo debate –pero entonces se trataba de “libertad”- una vez se haya

constatado que la mistificación del socialismo de los fondos de pensiones reside casi por

entero en la confusión sabiamente mantenida de la propiedad formal y de la propiedad

real. Es indiscutible que el ahorro colectivo invertido en acciones pone formalmente la

propiedad del capital en las manos de los detentores últimos de los títulos, a saber, los

asalariados. Pero hay una gran distancia entre esta evidencia jurídica y el control

concreto de la asignación de fondos, el del ejercicio efectivo del poder del dinero, en los

mercados financieros, en las asambleas generales, o por cuchicheos sugestivos en la

oreja de los dirigentes. El secreto de esta desposesión real de la propiedad formal reside,

eso es obvio, en su dilución en una miríada de pequeños accionistas y en la captación de

una renta de intermediación por unos cuantos especialistas institucionales de la gestión,

quienes son los únicos capaces de utilizar su fuerza de choque agregada. Puesto que más

vale decir las cosas en forma clara, y mejor dos veces que una sola, el ahorro de los

ahorradores no es nada, ese ahorro no tiene ningún poder, es el ahorro concentrado que

lo es todo. Y, ¿concentrado por quién?. Esa es toda la cuestión...

Page 76: Versión Final Los Fondos de Pensiones

No han faltado quienes se hayan dado cuenta de ello y, poco convencidos de la

generación espontánea del socialismo a la manera Drucker, son muy concientes de que

el ahorro colectivo no adquirirá poder sino gracias a la organización institucional de su

cogestión. De allí que formen el proyecto de movilizar los efectos de agregación, según

el bien conocido modelo de la representación sindical, y de poner en manos los actores

sociales, patronato y sindicatos, el control compartido de la asignación de fondos.

¿Acaso la propiedad no se vuelve otra vez real desde el momento en que la multitud de

ahorradores encuentra representantes que, en su nombre, ejercen un poder delegado? No

hay nada que sea menos seguro, sobre todo si se espera de ese poder que logre

modificar la norma accionarial en un sentido favorable a los intereses de los asalariados,

en conformidad con la misión que constituye originalmente su razón de ser. Es menester

recordar todas las decepciones de la historia americana reciente – ¡en el corazón del

socialismo realizado! – en materia de participación sindical a la gestión de los fondos de

pensiones. Es dando muestras de un conformismo implacable que los gestores sindicales

del ahorro pensional se han alineado sobre los comportamientos financieros más

estándares, y a ello concurren razones múltiples. En primer lugar porque, en virtud de

una paradoja experimentada muchas veces en otras circunstancias, los gestores

sindicales, para ganar audiencia con los dirigentes de empresa, se empeñaron hasta el

agotamiento en volverse “creíbles”, y para ser “creíbles”, en casarse en forma ostensible

con todos los cánones de la ortodoxia de gestión31. Y es que hacer pasar el mensaje de

sus mandantes exigía hacerse oír...y hacerse oír exigía...olvidarse del mensaje-giro

infinito de producción de respetabilidad que nunca logra volver al punto de partida de su

intención original y termina perdiendo de vista por completo su proyecto de subversión

inicial. Después, y como una ilustración muy concreta de la ilusión individualista de

31 . Véase Catherine Sauviat y Jean-Marie Pernot, “Fonds de pension et actionnariat syndical aux États-Unis : les limites d’un syndicalisme de stakeholder », L’Année de la Regulation, vol.4, París, La Decouverte, 2000.

Page 77: Versión Final Los Fondos de Pensiones

triunfar sobre las estructuras, de liberarse de un sistema de restricciones que sobrepasa

por todos lados a los agentes, las presiones de la competencia en el campo de la gestión

institucional acabaron casi de inmediato con las veleidades de pretender imponer

criterios heterodoxos. Y so pena de ver huir el ahorro cuya gestión les había sido

confiada hacia otros empleos más remunerativos, esos fondos sindicales se alinearon

sobre las prácticas más rentables al precio de, y con desprecio de, todas las cláusulas

“socialmente responsables” con las que hubieran querido atemperar los rigores de la

gestión financiera.

Hay que insistir sobre los perjuicios causados por la ilusión voluntarista, y en particular

en este dominio de la gestión institucional en donde el peso de las estructuras se agrava

a medida que se profundiza la división del trabajo financiero Pues es hace ya mucho

rato que los fondos de pensiones dejaron de ser por sí mismos los gestores directos del

ahorro del que son depositarios –y aún si lo fueran, no habría tampoco allí razón

suficiente de una conversión social de su gestión. ¿Como imaginarse a fortiori que esta

conversión pueda sobrevenir cuando de lo que se trata es de modificar los

comportamientos, no de una sola institución, sino de toda una cadena de intervinientes,

casi todos ajenos a las lógicas de la acción sindical? A medida que se desarrolló, el

campo de la gestión institucional fue el lugar de una dinámica intensa en extremo de

división del trabajo32. La multiplicación de intermediarios especializados alarga en su

seno el giro de producción financiera, hasta el punto de volver del todo utópica la

traslación coordinada de todos esos actores hacia una nueva norma de gestión definida

desde el exterior. Se ve así crecer el número de prestatarios que se interponen entre la

puesta a disposición del ahorro por parte de los asalariados y su transferencia hacia las

empresas. Por cierto, el fondo de pensiones es el primero de estos intermediarios, pero

32 . Veáse Sabine Montagne, op. cit. 2000.

Page 78: Versión Final Los Fondos de Pensiones

está cada vez más retirado en una función de recolector y de delegatario. El eslabón

siguiente pasa a través de un gabinete de asesoría especializado al que corresponde la

tarea de definir los principios estratégicos de inversión y la selección del gerente,

operador efectivo de la asignación de fondos. Toca aún mencionar la presencia de

prestatarios de segundo rango, que gravitan en la periferia de este eje central de la

delegación, los unos centralizando la información, proveniente de las empresas y

proveyendo asesoría en materia de política de voto en asamblea general (gabinetes

conocidos como de “proxy”), los otros organizando la comunicación financiera de las

empresas y asegurándose de que lleguen hasta sus clientes las opiniones de los

inversionistas, los terceros –los analistas- proveyendo estudios financieros,

prospectivos, y asesoría en compras o ventas, por sector, por empresa, etc. a la

comunidad de gerentes. Lo propio de esta cadena, en constante extensión, es que cada

uno de los actores que la constituye está implacablemente sometido a un sistema de

clasificación (ranking) y de calificación, que establece su resultado en forma relativa

respecto del promedio de sus homólogos. (benchmarking). Así, las finanzas se

convierten en un universo en donde la obsesión clasificadora alcanza cumbres, y de un

lado al otro de ese campo no hay más que palmareses de toda clase que no acaban jamás

su tarea clasificatoria, a riesgo de que se de una divergencia iterativa al infinito, puesto

que ahora se han puesto también a clasificar a los clasificadores... ¿Cómo puede

imaginarse, aunque solo sea por un momento, la promoción de una norma de gestión

revisada, que consienta a menores ganancias para hacer prevalecer criterios sociales,

dentro de unas condiciones en donde la multitud no coordinada de actores de las

finanzas no vive sino bajo el temor común de la underperformance y de la

retrogradación? La reconstrucción voluntarista de una nueva norma de gestión

financiera – en la cual los promotores de un compromiso capital/trabajo revisado ponen

Page 79: Versión Final Los Fondos de Pensiones

todas sus esperanzas- se encuentra pues con este obstáculo mayor de que la norma no

tiene sede en un lugar único sino que está “deslocalizada” y distribuida en una multitud

de actores dentro de una comunidad en expansión constante. Por tratarse de un colectivo

perfectamente policéntrico, el campo de las finanzas se agita con vida propia, reacio a

toda regulación heterodoxa que emanara de uno de sus polos –los fondos sindicales, si

fueran capaces de comportarse sindicalmente-; de allí que el proyecto de operar su gran

salto hacia otra norma de rentabilidad sea, con toda probabilidad, iluso.

LAS IMPOSTURAS DEL ACCIONARIADO ASALARIADO

El accionariado asalariado es un sub-producto de ese proyecto general de restauración

del control del trabajo sobre el capital. A decir verdad, no vale mucho más que el

precedente. Que la racionalidad patronal que allí se ve en obra sea límpida es cosa

indudable. En un terreno del capital en donde el volumen y la dispersión de los títulos

mantienen en vilo la amenaza permanente de un asalto, el accionariado asalariado

representa una forma de cuasi-autocontrol a la cual las empresas le ven cada vez mayor

encanto. Sus ventajas se mostraron en forma más clara que nunca durante el conflicto

de OPE (Oferta Pública de Intercambio) bancarias de 1999, en el curso del cual la

Société Générale salvo su cabeza en gran parte gracias a los 10% de su capital que

estaba en manos de sus propios asalariados, tan reacios como la dirección a aceptar una

toma de control por el BNP. Esta protección adicional de la propiedad del capital podría

otorgarle a quienes están en su origen- los asalariados accionistas- un instrumento de

negociación frente a quienes se ven beneficiados por ella- los dirigentes. Aunque dentro

de una configuración muy distinta, se trata siempre de activar el poder de negociación

ligado a la propiedad financiera de los asalariados para cerrar nuevos compromisos,

Page 80: Versión Final Los Fondos de Pensiones

como ya ocurría en el caso de los fondos salariales. En la práctica, ese poder de

negociación sigue siendo muy limitado. En primer lugar, porque los patrones, muy

concientes de lo que ponen en juego, buscan domeñarlo con el mayor cuidado,

dejándole los márgenes de expresión más débiles posibles. No hay sino que ver la

reticencia extrema que tienen para admitir en el seno de sus consejos directivos a

representantes de los asalariados accionistas para hacerse a una idea del tipo de

asociación capital/trabajo a la que aspiran. Y basta, para convencerse de que el

compartir el poder en el seno de la empresa no está al cabo del accionariado asalariado,

referirse al edificante debate que “opuso” a François Hollande con Bertrand Collomb,

presidente de Lafarge, en las columnas de L’Expansion33. La idea de que los asalariados

puedan invertir su ahorro en acciones de la empresa es, de inmediato, familiar para el

PDG (Presidente, Director, Gerente) de Lafarge. Es la posibilidad de que esos

accionistas puedan tener derecho de vigilar la conducta de la empresa lo que plantea una

dificultad conceptual insuperable. “Que los asalaruiados, cuando son accionistas,

tengan un peso, eso es obvio, pero decir que los asalariados deban controlar, eso

equivale a decir dirigir la gestión”. Sorprendente suspensión del discurso por el sólo

efecto de una evocación terrorífica, imposible de verbalizar hasta el fin, y que se

quedará –pero eso ya es mucho- en una simple tautología: controlar quiere decir dirigir

la gestión- y apenas si se tiene la osadía de articular lo que sigue: la gestión, dirigida,

asalariados...¿Hay que prever una representación de los asalariados accionistas?”

insiste, pese a todo, L’Expansion- “La lógica de un consejo directivo no es la

yuxtaposición de intereses particulares” responde el PDG. Formidable hipocresía de “el

interés social de la empresa”, que instituye a esta como una abstracción sui generis,

cuyo manejo ad hoc permite salirse de los malos pasos. Es bien conocido que los

administradores no tienen preocupación distinta a la de la firma abstracta – no se ha

33 . François Hollande es el secretario general del Partido Socialista Francés.

Page 81: Versión Final Los Fondos de Pensiones

osado llegar hasta “la firma social”- frente a la cual su interés particular no pesa nada.

Ahora se sabe de buena fuente que los asalariados no se beben todo su pago, pero, ¿eso

lo hace capaces de la devoción del verdadero accionista? Bajo reserva de una

investigación más profunda, o incluso, de una educación en buena y debida forma en las

virtudes exigentes del accionariado, su capacidad de sacrificio seguirá estando sujeta a

caución. Y, ¿François Hollande, qué dice? “Nuestro objetivo no es hacer soviets de

asalariados”. Uff! De la que nos salvamos...Es verdad que todo el número está

colocado bajo la égida de un editorial fulgurante34, el cual, no contento con anunciar “la

segunda muerte de Marx”, nos certifica que “los asalariados franceses van a ser

asociados cada vez en forma más estrecha a la creación de valor para el accionista”-

propósito que es exacto, auque se equivoque sobre el verdadero sentido de esta

“asociación”: los asalariados están en efecto condenados a saber de la creación de valor,

pero no del modo en que lo cree el editorialista. Lo que no le impide concluir que “la

vieja oposición entre el capital y el trabajo está perdiendo todo sentido, si es que

alguna vez lo tuvo...” A lo que se estaría tentado de agregar los mismos “...”, pero esta

vez en signo de consternación.

No es tanto que el accionariado asalariado esté ontológicamente condenado a no ser

nunca nada distinto a este mercado del engaño en donde los asalariados tendrían el

derecho de aportar su ahorro y también el de quedar agradecidos con la empresa, que

promete hacerse cargo. Es posible encontrar aquí o allí ejemplos de intercambio

accionarial equitativo. Pero no es mañana que se han de terminar las

instrumentalizaciones patronales del ahorro asalariado. ¿Cómo podría ser de otro modo,

cuando la posibilidad ofrecida a los gerentes de recuperar el control del capital está al

alcance de la mano, por vía de unos asalariados más prestos a dejarse desposeer de sus

34 . Editorial que no le hace justicia a la separata misma, que es bastante mejor.

Page 82: Versión Final Los Fondos de Pensiones

prerrogativas de accionistas tan pronto como su ahorro ha sido recuperado? Es por eso

que el proyecto de enrolamiento accionarial de los asalariados, de una parte considera

desdeñables los inconvenientes ligados a la anti-diversificación del riesgo (el patrimonio

del asalariado se ve invertido en títulos de una sola empresa- la suya) y, de otra parte, no

conoce sino las asociaciones de asalariados-accionistas muy bajo el control de las

direcciones, los eventuales administradores bien elegidos por ellas, las astucias ad hoc

que permiten excluir de hecho a los asalariados de la gestión de sus fondos y todo ese

conjunto de cosas que permiten devolverlos al rango de infra-accionistas, es decir, de

aportantes de fondos pasivos y benévolos de un ahorro vuelto a poner de hecho en

manos del control gerencial. A todos los que proclaman la muerte de Marx y la gran

reconciliación fusional del capital y del trabajo, hay que presentarles este conjunto de

hechos donde, entre desconfianza visceral y rechazo de una perspectiva de relación

accionarial integra con los asalariados, todo lleva a creer que las oposiciones del capital

y del trabajo podrían ser menos ficticias de lo que se esta dispuesto a reconocerlo. A

falta de tener una clara conciencia conceptual, los patrones saben al menos la sorda

inquietud que los trabaja y cual es la reticencia venida desde el fondo que los retiene.

De las profundidades de la historia del capitalismo salarial sube el eco de un conflicto

original fundamental, del que el reflejo patronal atestigua la permanencia, y que le

recuerda a todo el mundo que la relación salarial no se disolverá tan fácilmente en el

accionariado de los asalariados. En el estado actual de cosas, en donde las concepciones

instrumentalistas del accionariado asalariado son dominantes en todas partes, como

deshacerse de la idea de que, bajo un cambio aparente de forma, este sigue

incorregiblemente atrapado en el paradigma del “capitalismo popular” y de su estafa

específica. Pues, en total, no se ha progresado mucho que digamos desde la época en

donde el pequeño accionista, dichoso de ver (de lejos), a los presidentes de “sus”

Page 83: Versión Final Los Fondos de Pensiones

empresas, regresaba por ejemplo de la asamblea general de BSN con la satisfacción del

deber accionarial cumplido, y llevando bajo el brazo un paquete de yogures, tres

carambars, y algunos Bolinos, equivalente funcional, para uso del “capitalismo

popular”, de los espejitos en otro tiempo reservados a los indígenas.

Pero, se dirá, de todos modos está el hecho objetivo del enriquecimiento patrimonial de

los asalariados. Eso es verdad; pero, ¿hasta cuando? Se le opone a un escenario

financiero pesimista que el fortalecimiento de la empresa y el descuento en la

suscripción protegerían con bastante largueza a los asalariados contra las

desvalorizaciones ocasionadas por un crack. Es en parte cierto, pero aún con el

descuento, las acciones emitidas con destino a los asalariados en forma más tardía, es

decir, las más cercanas al punto alto, siguen siendo vulnerables a un derrumbe de

amplitud significativa. Y vulnerables también a otros perfiles bursátiles posibles, como

el de la caída en cámara lenta; se pueden imaginar, sin dificultad, los efectos sobre el

accionariado asalariado de una trayectoria a la japonesa- un descenso casi continuo a lo

largo de 10 años, para tener al cabo casi dos tercios de la valorización evaporados. Y no

es sin razón que los asalariados de Microsoft, generosamente compensados de los

salarios relativamente pequeños a golpes de paquetes de acciones, comienzan a dar

signos de preocupación cuando el horizonte se ensombrece, y a recordar los encantos

rústicos del salario directo.

El salario directo...es de eso justamente que se trata en este asunto, en donde todo es

hecho para restringir aún más su participación en el valor agregado. Los salarios son

descartados del producto nacional e invitados a ponerse en manos de las virtualidades

de la burbuja. Y es así como, por otro lado, se termina de darle la vuelta a los

Page 84: Versión Final Los Fondos de Pensiones

pensamientos ocultos patronales en materia de accionariado asalariado, el cual debe

sobre todo brindar los dos servicios del autocontrol y de dispensar del pago del salario.

Es bien erróneo decir de los patrones que no adoran al socialismo, cuando ellos

conjugan a la perfección el verbo “socializar” a partir del momento en que se trata de

pérdidas o de costos. Socializar la remuneración en el seno de la comunidad bursátil

para que su carga ya no pese en las cuentas de la empresa, deshacerse de la

responsabilidad de pagar el trabajo para cedérsela al dispositivo exterior, colectivo y

anónimo del mercado financiero: no es esa una genial ocurrencia, por otro lado, bien

acorde con esas prácticas de siempre consistentes en deshacerse sobre la colectividad de

los costos que no se acepta asumir en forma privada, poniendo un momento de lado a

las apologías de la responsabilidad individual- sería mucho lo que se podría decir en

esta materia a propósito de las cargas económicas y sociales del desempleo. Pero en el

caso ahora discutido de la remuneración en acciones, la colectividad en cuestión- la

bolsa- soporta la carga con una sonrisa porque está llevada por el alza y no paga más

que con promesas. Y, que ese subterfugio se acompañe de un riesgo macroeconómico

creciente no le preocupa a nadie, y en todo caso no le preocupa a las empresas que son

sus beneficiarias privadas y nada quieren saber de las consecuencias colectivas de sus

estrategias individuales.

Sólo ese dinamismo bursátil, mientras dure, puede convencer a los asalariados de

aceptar la sustitución de una remuneración salarial que progresa con lentitud

desesperante, pero real, por perspectivas de enriquecimiento propiamente inauditas-

pero virtuales. Y puesto que la época es la de los palmares, el de la acumulación

patrimonial de los asalariados no podía dejar de aparecer. Se descubren así pues los

cientos de miles de francos potenciales ya amasados, no sin imaginar los efectos de

Page 85: Versión Final Los Fondos de Pensiones

polarización social que podrían tener esas virtualidades, si se actualizaran. Pues es obvio

que, “el accionariado asalariado para todo el mundo” es una quimera, y los excluidos

del accionariado- asalariados de empresas no inscritas en bolsa, de pymes, funcionarios-

seguirán siendo más numerosos que los elegidos. Ahora bien, los años 80 y 90, los de

después de la desreglamentación financiera, ya han mostrado en forma suficiente el

poder exponencial de las desigualdades ligado al ascenso de los ingresos financieros. De

allí que, al profundizar unas tendencias ya en marcha, el accionariado asalariado esté

prometido a intensificar el fraccionamiento de un grupo de asalariados que, en adelante,

va a dos velocidades. Con, de un lado, una aristocracia asalariada, presente en esencia

en las grandes empresas, acumulando los beneficios de la protección relativa de sus

mercados internos de trabajo y del acceso al patrimonio financiero, y, del otro,

asalariados expuestos a toda suerte de precariedades y a la estagnación de su ingreso,

los asalariados se dividen a un punto que podría terminar por hacerles perder de vista la

unidad de su condición.

Perturbar la categoría del asalariado: ¿no es ese, en último análisis, el proyecto

estratégico del ahorro salarial, cualquiera que sea su fórmula? No es obligatorio, para

retener esta interpretación, ceder a las evocaciones estrambóticas del devenir esquizoide

de los asalariados-accionistas, tentados por la idea de botarse a sí mismos del trabajo

para hacer subir el precio en bolsa de sus propias acciones. Se puede ser crítico de las

hipótesis de racionalidad que en general adopta la teoría económica y al mismo tiempo

darle a los asalariados el crédito de saber hacer el balance entre lo que perderán (por

largo tiempo) en salarios y de lo que ganarían (¿por cuanto tiempo?) en portafolio. Este

cuentito patrimonial no tiene sentido sino para los grandes patrones, los cuales,

abogando hasta el cansancio por el gusto por el riesgo y las virtudes viriles de la

Page 86: Versión Final Los Fondos de Pensiones

flexibilidad para uso de los demás, se reservan para sí mismos cláusulas de salida en

donde los cientos de millones de golden parachute hacen que se olvide sin pena las

decenas de millones de salarios. Si entre las personalidades de asalariado y accionista, el

individuo ordinario sabe bien cual de las dos contribuye más a mantenerlo con vida y si

no es mucho el riesgo de que el desgarramiento pase por el seno de su propia persona,

ese riesgo si existe, en cambio, en lo que hace a que estas determinaciones separen a

asalariados cuyos intereses pueden volverse contrapuestos desde el momento en que

lógicas patrimoniales se mezclan en el asunto. Pues a través, no ya del accionariado

asalariado en una empresa, sino de los fondos salariales invertidos en una multiplicidad

de activos, el adherente de uno de tales fondos es invitado a ver con ojos muy distintos

el licenciamiento de su colega asalariado de la empresa vecina. El salario del primero

sigue intacto y su patrimonio se podría ver agradablemente afectado del infortunio del

segundo. De esta manera es que los fondos salariales son una máquina formidable para

romper la unidad política de los asalariados. El fraccionamiento de los asalariados no es

pues función exclusiva de la profundidad creciente de las desigualdades económicas: es

también político desde el momento en que la asociación local del capital y del trabajo

amenaza con fracturar la solidaridad asalariada poniendo en contraposición a los

asalariados-accionistas de un fondo contra los trabajadores, sin más, de una empresa de

la que aquellos detentan parte del capital. De esta manera, la inserción patrimonial

revela todos los pensamientos políticos ocultos, en donde las intenciones generosas de

compartir los frutos de las finanzas con los asalariados disimulan apenas el proyecto de

romper la unidad de interés de los asalariados e introducir entre ellos divisiones que

otrora los oponían en forma solidaria al capital.

LA “DEMOCRACIA DE LOS ACCIONISTAS”, NUEVA UTOPÍA SOCIAL

Page 87: Versión Final Los Fondos de Pensiones

Por fortuna, el mundo maravilloso del ahorro colectivo tiene los medios de hacernos

olvidar todas esas horribles cosas, y nos propone dejar de ver el mal por todas partes,

para por fin mirar con otros ojos a la sociedad humana. Pues el asunto en cuestión en las

formas más sistemáticas del proselitismo patrimonial no es otra cosa que un proyecto de

sociedad. Y los promotores de esta cruzada han comprendido a fondo que no volverían

su discurso tan convincente como lo quieren sino yendo más allá del registro exclusivo

de la argumentación financiera para proponer la utopía de una nueva armonía social.

Esta utopía tiene nombre: la democracia accionarial. De hecho, nada es más fácil que

llevar a su término una metáfora democrática que aflora sin cesar en el discurso de las

finanzas. ¿No es acaso corriente presentar como una forma de sufragio la exposición de

proyectos económicos (los de las empresas como los de la política económica) a la

opinión de los mercados? Y ¿las decisiones de comprometerse o de salirse de un

compromiso a través de una venta por parte de los inversionistas no son la expresión de

una forma de voto? Las prácticas de la corporate governance hacen progresar de un

escalón adicional a esta analogía al darle a la politeia financiera su ágora: la asamblea

general de accionistas. Los entendimientos oligárquicos del capitalismo de antaño, los

arreglos en la trastienda entre pares del régimen, la opacidad de los consejos, deben ser

barridos por los principios de la corporate governance que quieren la mayor

transparencia, la exposición perfectamente informada al juicio de todos. Armado de una

información distribuida en forma equitativa, he aquí al ciudadano-accionista presto a

pedirle al presidente que rinda cuentas. Con una sola acción en su portafolio, toma la

palabra en asamblea general y allí siembra quizás el escándalo- prueba adicional de la

igualdad de dignidad capitalista. Y ahí sigue la puesta en marcha del sistema- es decir, a

buena marcha- bajo la impulsión intelectual de la corporate governance. Y en la

Page 88: Versión Final Los Fondos de Pensiones

posibilidad de interpelación devuelta al más pequeño de los ahorradores, sus

predicadores ven una especie de noche del 4 de agosto bursátil, en el curso de la cual el

tercer estado reconquista la igualdad de derechos sobre la aristocracia gerencial- la que

con frecuencia se confunde, en Francia, con la nobleza de Estado35. Es menester, de otro

lado, ir hasta el fondo de ese modelo de república bursátil que se insinúa para ver que,

según todas las señas, también ella tendrá sus húsares: así, la educación accionarial es

una problemática de la primera importancia, la condición sine qua non de la producción

de ciudadanos-accionistas esclarecidos cuyo sufragio libre e informado honrará a las

asambleas generales. Clubes de inversión, periódicos especializados, consejos en

Internet, emisiones de radio o de televisión, todo es bueno- los húsares de esta república

no son funcionarios.

Para tener una idea del agarre que puede ejercer en los espíritus esta confusión de las

temáticas democrática y accionarial, basta por ejemplo remitirse a las palabras de un

“innovador político” que tiene en perspectiva la creación de un “e-partido político

mundial”: “los simpatizantes comprarían acciones que volverían después a vender, tan

pronto como estuvieran en desacuerdo con las posiciones de sus líderes”. El artículo

del Monde36 que da cuenta de ese caso extremo de confusión mental se limita a agregar

que “ahí aún no se ha llegado”, y menciona, pero sin hacer ninguna conexión, que el

club de reflexión que dio a luz a esta genial ocurrencia está localizado en los sótanos del

BNP-Parisbas...Aterradora mezcla de géneros, y la consternación aumenta cuando se ve

su señalado dinamismo doctrinal. Por cierto que las ilusiones sincréticas de este género

en donde se mezclan al mismo tiempo la web, el accionariado popular y la democracia

mundial en una suerte de e-botadero generalizado siguen siendo excepciones

35 . Pierre Bourdieu, La noblesse d’État, París, Éditions de Minuit, 1989.36 . Le Monde, jueves 13 de abri, 2000, p.6.

Page 89: Versión Final Los Fondos de Pensiones

paroxísticas. Pero siempre queda el hecho de que la sociedad accionarial se instala con

comodidad en los espíritus, ayudada en ello por la profundidad con la que es capaz de

hilar la metáfora democrática. Quizás se conveniente entonces, para alejar el espectro

de esa sociedad, tomarse el tiempo de nombrarla y de decir cual es su verdad profunda.

Preparada por la idea de que el espacio político se atrofió, que allí solo hay habladurías

de aparato, que lo “esencial” cogió para otro lado, la sociedad accionarial nos propone

una política de sustitución: en ella, el patrimonio sería el nuevo soporte de pertenencia,

y es a través de esas problemáticas que el individuo se insertaría en adelante en la

comunidad. El ahorro, “que nos afecta a todos”, es el nuevo espacio de la expresión

democrática, la participación accionarial el nuevo horizonte del lazo social. La

reconstrucción de los sistemas de jubilación se hace a la imagen de esta transformación

de conjunto. En los mismos, el individuo no conoce solidaridad distinta a la ínter

temporal consigo mismo y no quiere saber nada de la solidaridad intergeneracional de la

repartición. Definido por su patrimonio, producto de una educación bursátil,

estableciendo sus relaciones con los otros sobre la base exclusiva de los intereses

financieros compartidos, ejerciendo sus derechos en asamblea general, he ahí el sujeto

del “individualismo patrimonial”. Y por temor a que la descripción de esta sociedad no

fuera aún lo bastante explícita para revelar su carácter monstruoso, hay que tomarse el

tiempo de denunciar la ilegitimidad de su usurpación de los referentes democráticos. Y

comenzar por recordar el carácter violentamente censatario de esta democracia

accionarial. Pues, por un efecto de proyección imaginaria de su propia situación, los

promotores del modelo, bien ubicados ellos mismos dentro de la jerarquía patrimonial,

han terminado por olvidar que el patrimonio no era la cosa mejor repartida en el mundo

y que no todos los sujetos de la vieja democracia política sería admitidos a gozar de las

bendiciones de la democracia accionarial. Maravillados por su analogía, han olvidado

Page 90: Versión Final Los Fondos de Pensiones

también que el principio de la democracia –un hombre, un voto- no estaba en verdad en

el orden del día de las asambleas generales, las cuales responden más bien al adagio “un

hombre con un paquete de acciones, un paquete de votos”. Es por ello que, más allá del

derecho a armar bororó en asamblea general, el poder del pequeño accionista solo tiene

como alternativa la inexistencia o su captación por los grandes intermediarios. Falsa

democracia de una sociedad que no conoce preocupaciones comunes distintas a las del

patrimonio: dista mucho de ser seguro que la polis de los fondos de pensiones vaya a

ser una ciudad radiante.

¿LA SALUD A TRAVÉS DE LA ÉTICA?

Hay en verdad justificación para ir a la guerra contra esos modelos ya armados de una

democracia accionarial? ¿Acaso los mismos pretenden en verdad sustituirse en forma

integral a la democracia política? Y en las versiones más radicales en las que nutren en

efecto esta ambición, son algo más que una soñadera radical- después de todo, ¿no

tienen las finanzas, también ellas, el derecho de tener sus teóricos sistemáticos? Si se

requiriera empero una prueba de que las finanzas patrimoniales están habitadas por la

necesidad de su buena inserción política, se la encontraría en sus tentativas repetidas de

proveer justificaciones apropiadas que la hagan más aceptable a la sociedad. Por

construcción, esta búsqueda de legitimidad, no puede atenerse a los solos argumentos

habituales de la justificación económica y debe por necesidad avanzarse sobre el terreno

del discurso político y social lato sensu. Ahora bien, entre la brutalidad de la imposición

sin frase de la norma financiera, y el extremo opuesto de la conversión completa de la

sociedad a la democracia accionarial, hay todos los terceros términos de las

regulaciones extra financieras de las normas de rentabilidad financiera. Para decirlo de

Page 91: Versión Final Los Fondos de Pensiones

otro modo, si de una parte el ejercicio desnudo del poder patrimonial se expone en

exceso a un riesgo de rechazo, y si de otra parte la sociedad accionarial no es más que

una utopía lejana, siempre quedan por explorar los dominios de las legitimaciones

intermedias, en torno de los compromisos pasados entre las lógicas financiera y extra

financiera. De allí que no les queden sino dos soluciones a todos aquellos cuya

preocupación es la de un “acomodo político” de las finanzas patrimoniales pero que

siguen siendo los bastante realistas para no caer enseguida en el sistema completo de la

democracia accionarial: la co-gestión social del ahorro colectivo y “la inversión ética”.

Dos soluciones que pronto se vuelven una sola, una vez se ha hecho el recorrido de las

innumerables reticencias del capital a compartir el poder patrimonial con el trabajo. De

allí que la inversión ética emerja como última respuesta al problema de la justificación

no financiera de las finanzas, con la ventaja de poder, por la referencia a la “moral”, y

movilizando todas sus connotaciones de universalidad, dar la apariencia de ponerse a un

lado con respecto a lo “político” y a lo “social”, lugares estos de todos los conflictos y

del enfrentamiento desnudo entre intereses.

No otra cosa son los muy en voga “fondos éticos”, figura nueva de legitimación cívica

de las finanzas. Una mirada optimista escogería ver allí el comienzo de una evolución

llamada a profundizarse; una más crítica se preguntaría sobre la naturaleza real de ese

supuesto viraje ético y sobre las instrumentalizaciones teóricas de que puede ser objeto.

La primera sospecha versa sobre la utilización como coartada de algunos fondos éticos,

de conceptos tales como el de“mínimo moral”, como se habla de “mínimo sindical”, uso

tendiente a adquirir, sin tener que pagar mucho, buena conciencia para un sistema de

fondos de pensiones invariante en sus principios, pero capaz de usar como mascarón de

proa sus cauciones éticas de manera que se olvide la norma verdadera de sus prácticas

Page 92: Versión Final Los Fondos de Pensiones

mayoritarias. Esta interpretación que bien podría llamarse “ornamental” de la inversión

ética –tanto de los fondos como de las firmas mismas- no se ve contradicha por un

análisis un poco detallado de la realidad los controles ejercidos, de los que aparece, sea

que se chocan contra la opacidad de la cadena de subcontratantes, sea que se contentan

de buenas palabras y de promesas cuya verificación siempre se deja para después, sea

que renuncian de entrada para regresar a las justificaciones más escabrosas del estado de

cosas: “mientras los niños se dediquen a fabricar zapatos deportivos, al menos se puede

estar seguro de que no se van a prostituir...”

Los defensores más sinceros de la inversión “social y moralmente responsable” – de

quienes, entre paréntesis, nunca se saludará lo bastante el activismo cívico- piensan

haber hallado la buena martingala al señalar que la inversión ética se revela también la

más satisfactoria en términos estrictos de rentabilidad financiera. Desde el punto de

vista del método, dichos militantes están en lo correcto: no puede tenerse sino una

confianza muy limitada en las regulaciones cuyo único soporte es la moralidad

espontánea de los agentes, y los comportamientos morales nunca se despliegan con

tanta fuerza como lo hacen en el terreno de los intereses bien comprendidos. Incluso

Kant había terminado por interrogarse sobre la posibilidad de un acto moral puro y, por

esa vía, por conceder a medias que no hay moralidad, si no hay un interés a la

moralidad.

Pero es aún menester en materia de inversión ética preguntarse sobre la fuerza de esta

correlación entre moralidad y rentabilidad. Y para comenzar, hay que distinguir las

diferentes suertes de ética en cuestión. Es quizás en materia de “ética social” que se

puede ser menos pesimista. Algunas experiencias históricas terminaron por convencer

Page 93: Versión Final Los Fondos de Pensiones

que llegar a compromisos ventajosos para los asalariados no era asunto de mera

concesión social y podía, en ciertas condiciones, revelarse como un principio de eficacia

económica. Un personal calificado, remunerado en consecuencia, protegido de los aleas

coyunturales, entra en una relación de implicación negociada y de lealtad participativa

indiscutiblemente más favorable a la provisión de los resultados productivos requeridos

por los bienes y servicios de fuerte contenido tecnológico y de alto valor agregado. En

tales estrategias paradójicas de competitividad cualitativa donde la capacidad de

innovación requiere, a tiempo que permite, vender caro el trabajo de los asalariados, el

alto nivel de remuneración y de protección social de la empresa es, al contrario de lo

que supone el sentido común, no una sobrecarga de costos, sino uno de los resortes de

las ganancias. Es porque la empresa está en posición de internalizar los beneficios de un

compromiso capital/trabajo cooperativo que disposiciones “socialmente responsables”

pueden ser el origen de un rentabilidad económica adicional. Ero para que la inversión

ética valide un modelo socio-productivo semejante se requiere que las finanzas de

mercado estén convencidas de sus meritos, y abandonen por un momento sus

concepciones gerenciales acostumbradas, hechas de salarios minimizados y de

flexibilidad laboral a ultranza. Revolución mental singular, fuerza es reconocerlo, y en

ausencia de la cual el modelo social cooperativo y su rentabilidad económica superior

no encontrarán su traducción en términos de rentabilidad financiera para el accionista: la

valorización bursátil de las empresas no es el reflejo exacto de sus propiedades

objetivas, sino una imagen deformada por lasa concepciones que se forjan los

operadores de los “buenos” modelos económicos de las firmas. El reconocimiento por el

mercado de las propiedades de un modelo productivo “socialmente responsable” es pues

la condición sine qua non para que la rentabilidad económica sea validada como

rentabilidad financiera y que la inversión se interese en ser “ética”, acontecimiento que

Page 94: Versión Final Los Fondos de Pensiones

no es ni necesario ni imposible, pero que supone empero, dado el estado actual, una

muy profunda reforma de las categorías del entendimiento financiero.

En cuanto al resto, es decir, en cuanto a las cláusulas éticas de orden ambiental o

político (trabajo infantil, relación con regímenes no democráticos, etc.) la asociación de

la moral y la rentabilidad es, con toda probabilidad, una de las ilusiones más frágiles,

sostenible mientras la inversión ética siga siendo una práctica marginal, pero que no

soportaría su generalización. Pues, de una parte, las cláusulas éticas, aunque estén en el

origen de beneficios colectivos, estos no son internalizables por la firma en una mayor

rentabilidad económica: ceteris paribus, la imposición de una restricción suplementaria

no puede en esas condiciones, resultar en otra cosa que en una rentabilidad inferior o

igual. Hay que mirar las cosas de frente: la imposición de esas restricciones político-

éticas (por muy deseable que sea) se hará por necesidad al precio de una menor utilidad.

Y, de otra parte, si es posible exhibir algunos casos de empresas “éticamente

responsables” y de una rentabilidad superior a la media de su sector, es por efecto de la

descremada de los mejores, que hace posible la demostración mientras se la limite a

unas cuantas empresas de la parte superior de la canasta. Tal posibilidad no resistirá, sin

embargo, a procesos del tipo “rendimientos decrecientes de puesta en cultivo”. Como la

agricultura comienza atacando a las tierras más fértiles y ve después su rendimiento

disminuir a medida que pone a trabajar tierras de calidad decreciente, la inversión ética

por seleccionar a las empresas más rentables pero deberá, si piensa generalizarse, contar

con los efectos de aplicación de una restricción suplementaria a empresas de

rentabilidad decreciente. Si se toma en serio a esta hipótesis de rendimientos marginales

decrecientes, la inversión ética vive una edad de oro llamada a cerrarse pronto y deberá

contar, más temprano que tarde, con que se desconecten moralidad e interés. Regreso al

Page 95: Versión Final Los Fondos de Pensiones

punto de partida y resurgencia de dudas en cuanto a la espontaneidad de la moralidad

cuando desaparece el interés a ser moral...

Ingrato el papel de desalentar los esfuerzos admirables de los promotores sinceros –que

no lo son todos- de la inversión ética, a los cuales debe dárseles sin vacilación el crédito

de que la sociedad esta un tanto mejor con la aplicación de sus criterios que sin ella. Y

así sea para desesperarlos un poco más, sería bueno recordarles el paralelo histórico

formal que se puede establecer entre el estado actual de las prácticas de la inversión

ética y el debate que, a comienzos del siglo XIX, comparaba a los méritos de la caridad

privada y de una protección social institucionalizada. Como hoy, la cuestión de ese

entonces era la de ciertos perjuicios del capitalismo y la de cómo ponerles término. La

historia decidió, mostrando hasta la saciedad que, si hubiera tocado esperar el retroceso

de la inseguridad social de la bondad de los burgueses, a través de su selección de los

“buenos” pobres y del castigo a los “vagos” las sociedades capitalistas habrían seguido

con toda probabilidad un curso similar al que Marx les prometía. Cabe temer que, si las

finanzas “éticas” continúan apostando sobre la moral privada de los inversionistas, no

obtengan muchos mejores resultados que la caridad en sus tiempos..

VOLVER DE NUEVO A LA DEMOCRACIA ECONÓMICA

La irrupción de las finanzas en estos dominios en donde menos se les espera, los

dominios de la política y de la ética, son un índice que hay que tomarse el tiempo de

analizar. Índice de una preocupación, en primer lugar,, puesto que esa necesidad de

envolverse de un discurso “de sociedad”da testimonio de eficacia de la obligación

general de legitimación de las finanzas, que no puede atenerse a las prácticas en bruto

Page 96: Versión Final Los Fondos de Pensiones

de la rentabilidad. Índice también de una habilidad, puesto que, de esta dificultad, el

discurso financiero elige “salirse por lo alto”, no haciendo cara de obedecer a

regañadientes a un llamado a justificarse, sino presentándose en forma positiva como

portador de un proyecto político articulado. En la práctica, que así sea reivindicada o no

bajo la forma de un discurso sistematizado, hay de todas formas una política intrínseca

del ahorro colectivo, pues la implicación financiera de los hogares que el mismo

promueve sin cesar transforma la cara de la sociedad de manera profunda. A la fractura

patrimonial de los have y los have not, se agregan los efectos de una revolución de la

identidad social de los individuos y de las modalidades de su estar juntos. Esta gran

transformación, que puede conducir a redefinir el lazo social por la pertenencia a una

comunidad del patrimonio, y la ciudadanía por la participación accionarial, no tiene de

otro lado necesidad de ser promovida en forma explícita para realizarse. Pues es la

simple, pero implacable consecuencia de esta suerte de laisser-faire activo que mira con

buenos ojos la “patrimonización” de la sociedad y anima en forma discreta su

generalización. Pues por una aberración intelectual típica de los entendimientos

financiarizados, he aquí los últimos reflejos de justicia social recuperados en forma

magistral por las lógicas patrimoniales, subversión al término de la cual el temor de una

agravación financiera de las desigualdades desemboca en la consigna de “stock-options

para todo el mundo”! Deducción genial que da una idea del imperio intelectual de las

finanzas, que adquieren progresivamente el poder de hacer reconsiderar dentro de su

lógica todos los problemas de la sociedad: ciudadanía, participación,

desigualdades...Hay que deshacer esos marcos mentales que hacen de las finanzas el a

priori de la reflexión política, el fondo incuestionado sobre el cual todo pensamiento

gubernamental se despliega, la presencia ineluctable a partir de la cual todo el resto se

considera. Y hay que hacerlo para recordar que recusar virtuosamente a la “sociedad de

Page 97: Versión Final Los Fondos de Pensiones

mercado” no tiene mucho interés si es para caer, en el siguiente instante, en la “sociedad

de los accionistas”, pero también para decir, y esta vez en dirección de los utopistas más

comprometidos, la impostura de las referencias a los ideales democráticos en los que

quisieran escudarse todos los proyectos de república bursátil. Quizás, después de todo,

no hay mejor medio de hacerlo que subvertir su propia tentativa de subversión y

retomar- pero contra ellos- la idea de una extensión del modelo democrático a las

prácticas económicas. Las falsas esperanzas de la sociedad accionarial tienen en efecto

al menos el mérito, por el simple juego de la analogía y de la importación de categorías

políticas al seno de la economía, hacer ver el abismo que separa las relaciones sociales

en vigor dentro de cada uno de esos ordenes (relación salarial vs. relación de

ciudadanía)y por esa vía el de recordar todo lo que le falta a la democracia económica

para comenzar a existir de verdad. Y puesto que la sociedad accionarial pone sobre el

tapete de hecho al tema democrático, hay que agarrarse de esta oportunidad pero para

hablar de otro modo y reencontrar al fin una postura ofensiva. Se entiende sin dificultad

que, reducidos al estado de urgencia por la suma de agresiones que han tenido que

afrontar desde hace dos decenios, los asalariados hayan sido arrinconados en una

posición defensiva, de la que no logran salirse. El derrumbamiento de su poder de

negociación, bajo el efecto del alza del desempleo masivo, le hizo perder también su

capacidad de iniciativa, pérdida de la que se ve todavía hoy en día la marca cuando el

patronato afirma su liderazgo y arrastra todo el dialogo social hacia los temas que sólo

él puede meter en la agenda. Regresar sobre esta gran inversión ideológica que,

transfigurando una gigantesca redistribución del poder de negociación, hace de los

liberales el partido “del movimiento” y de los asalariados la encarnación del

conservatismo requiere tal vez reformular una utopía motriz, el reencuentro de un

horizonte de conquista. La democracia económica, el reconocimiento de la igualdad de

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la dignidad de los sujetos hasta dentro de la empresa, la negativa a que los individuos

sean sometidos a relaciones puramente instrumentales –de lo que no dejan de dar fe

expresiones que se volvieron corrientes como “recursos humanos” o “factor trabajo”- el

cuestionamiento del derecho de la propiedad privada a tratar a su discreción aquellos

con los que contrata, podrían constituir objetivos más urgentes que los de la democracia

accionarial. Volver a decir esas cosas no es hacer prueba de mucha inventiva, sino

sugerir que se requiere volver a encontrar una utopía adormecida, cuya fuerza de

universalidad es más grande que la del senado de los accionistas, y que también tiene

para sí una suerte de soplo histórico a partir del momento en que se da por horizonte

cuestionar esas relaciones de dominación que el capitalismo no cesa de reconducir más

allá de todas sus metamorfosis.

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INDICE

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1

LA IZQUIERDA Y LAS FINANZAS: REGRESO A UNA HISTORIA PARADÓJICALa Desreglamentación Financiera: Tan Deseada Como Sufrida- Imprevistos, Desengaños, Paradojas

CAPÍTULO 2

EL PODER DE LAS FINANZAS EN ACCIÓN Las Empresas Bajo La Presión De La “Creación De Valor”- Génesis Del Poder Accionarial.- Génesis Del Poder Accionarial.- Las Indeterminaciones De La Creación De Valor

CAPÍTULO 3

LOS ASALARIADOS SOMETIDOS A TODOS LOS RIESGOSEl Valor Accionarial, Ingreso Mínimo Garantizado Del Capital.- Cuando El Capital Se Deshace Del Riesgo

CAPÍTULO 4.

UNA MACROECONOMÍA EN DESEQUILIBRIOLa Inestabilidad De Los Mercados Financieros Importada Al Corazón De La Economía Real.- Los Bancos Centrales Frente A La Burbuja.- De Un Crack Al Otro.

CAPÍTULO 5.

LOS FONDOS DE PENSIONES COMO PROYECTO POLÍTICO Y COMO UTOPÍA SOCIALLa Fantasmagoría Del “Socialismo De Los Fondos De Pensiones”.- Las Imposturas Del Accionariado Asalariado.- La “Democracia De Los Accionistas”, Nueva Utopía Social.- ¿La Salud A Través De La Ética?- Volver De Nuevo A La Democracia Económica

NOTAS

EDITIONS RAISONS D’AGIR, 27 RUE JACOB, 75006, JUIN 2000

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