verbum domini - sepaju domini. 2017...... referida a dios, ... alimenta a los fieles espiritualmente...

16
Verbum Domini 07 al 13 de mayo de 2017

Upload: hoangtruc

Post on 26-Apr-2018

226 views

Category:

Documents


3 download

TRANSCRIPT

Verbum Domini07 al 13 de mayo de 2017

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

de mayoDOMINGOIV Domingo de PascuaDomingo del Buen Pastor7

1ª lectura: Hch 2, 14-a.36-41. A quien crucificásteis, Dios lo ha constituido Señor y MesíasSalmo: Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta 2ª lectura: 1Pe 2, 20b-25. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leñoEvangelio

Meditación«El que entra por la puerta es pastor de las ovejas». Jesús se sirve de dos imágenes para presentarse ante quienes le escuchaban: la de “pastor” y la de “puerta”. Ya en el Antiguo Testamento la figura del Pastor, referida a Dios, mostraba la solicitud del Señor por su pueblo. «El Señor es mi pastor, nada me falta». Aplicándose

Jn 10, 1-10

Entrará, pues, en la fe y saldrá a la visión de la naturaleza misma, y encontrará pastos en la eterna hartura.

San Gregorio

esta imagen a sí mismo, Jesús manifiesta veladamente su divinidad, pues Él es aquel Pastor de quien hablaban las Escrituras. «Él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera». Pero las palabras de Cristo van más allá de la revelación de su ser divino, pues descubren también la manera en que el hombre está llamado a participar de esa divinidad. No hay comparación entre el pastor y la oveja, y mucho menos puede haberla entre Dios y los hombres. Sin embargo, Jesús introduce un modo nuevo de relación ínima y personal entre Dios y los hombres, entre el pastor y su rebaño. En efecto, Jesucristo pone a las ovejas al mismo nivel que el pastor, y las presenta en afectuosa conversación con Él. Cada “oveja” es tratada y cuidada personalmente, «por su nombre», y cada una es amada de manera singular, como si no hubiese otras.«Camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz». Conocer la voz del pastor es señal de cercanía, de amistad, de profunda confianza. Sólo el oir esa voz dispone a los que se saben amados para el seguimiento: escuchar su voz y seguirle. De esta escucha nace y se alimenta la fe y de ella deriva luego el seguimiento. Esto era lo que les había sucedido a los discípulos que, con sólo oir de sus labios la invitación «sígueme», lo habían dejado todo para irse tras el Pastor que caminaba delante de ellos. «Yo soy la puerta de las ovejas». Además del pastor, Jesús también es la Puerta del aprisco, el único pórtico que da acceso al Padre. Por eso, el que «salta por otra parte», pretendiendo ser como Dios sin entrar por Cristo y abrazar su Cruz, se hace ladrón y bandido, y con su soberbia acarrea muerte. «Matar y hacer estragos». La imagen de Cristo como puerta cobrará especial significado cuando, en la Cruz, y después de la resurrección, sus heridas abiertas señalen el acceso a la intimidad de Dios y la entrada a la vida eterna por los sacramentos. «Y podrá entrar y salir, y encontrará pastos».

Déjame entrar por la puerta de tu Corazón. Que reconozca tu dulce voz que me llama. Que la escuche y no tenga miedo a seguirte. Que en ti encuentre pastos de vida eterna. ¿Qué quieres de mí?

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y en solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

de mayoLUNESIV Semana de Pascua8

1ª lectura: Hch 11, 1-18. También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversiónSalmo: Sal 41. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Evangelio

Meditación«Yo soy el Buen Pastor». Jesús es el Buen Pastor. Así se presenta ante los judíos, sirviéndose de una imagen antigua cuyas connotaciones invitan a descubrir en Cristo al Mesías salvador que el pueblo esperaba impaciente. Él es el que ha sido enviado por Dios para “pastorear” a sus hijos, conduciéndoles a través de «valles oscuros»,

Jn 10, 11-18Transcribimos y comentamos este evangelio, opcional para el ciclo A. También puede leerse el correspondiente a este día: Jn 10, 1-10. Yo soy la puerta de las ovejas.

De la misma manera que el rebaño es guiado y alimentado por el pastor, así Cristo alimenta a los fieles espiritualmente y también con su cuerpo y su sangre.

Santo Tomás de Aquino

y guiándoles, con su «vara y su cayado» hasta que entren a habitar «en la casa del Señor por años sin término».Esta figura del “pastor” era utilizada por muchos pueblos de la antigüedad para describir la misión de los reyes con respecto a sus súbditos. Asumiéndola, Jesús aparece ante los judíos como el verdadero “rey”, cuyo reinado se manifestará plenamente con la victoria de la Cruz. «Tú lo dices, soy Rey».No obstante, el mismo Jesús presenta en los rasgos de su “pastoreo” un nuevo modo de regir, que encuentra su fundamento en el amor por cada una de las “ovejas”, pues ha venido a dar la vida por ellas. «El buen pastor da la vida por las ovejas». ¡Cómo debieron sorprender estas palabras a quienes le escuchaban! ¿Un pastor que da la vida por las ovejas? ¿Acaso existe alguno que no huya y las abandone cuando ve amenazada su propia vida? Pero Cristo no huye ni abandona, ya que le «importan las ovejas». Él dará la vida por cada una, a pesar de que sean las propias “ovejas” las que le traicionen, le abandonen y le nieguen cuando llegue el momento de la prueba. «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño».Si Jesús da la vida como buen pastor es porque conoce a sus ovejas, también a las que se han alejado -«otras ovejas que no son de este redil»-, y las llama por su nombre. «Conozco a las mías y las mías me conocen». En Cristo, conocer y amar son sinónimos: conoce a sus ovejas porque las ama; las ama porque las conoce. Así, al “conocerlas”, las hace partícipes y las introduce en la intimidad de Dios. «Igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre». Este conocimiento, además de revelar una profunda confianza y amistad, intimidad y cercanía, indica también pertenencia. Las llama «las mías», no desde el interés de una posesión egoísta, sino desde la libertad generosa del Amor. Y como son “suyas” porque las ama, da libremente la vida por ellas. «Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente». He aquí el núcleo mismo de su “reinado”.

Sé tú mi único pastor, mi único rey, mi único Señor. Déjame conocerte y seguirte, y concédeme entregar líbremente mi vida por ti.

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

de mayoMARTESIV Semana de Pascua9

1ª lectura: Hch 11, 19-26. Exhortaba a todos a seguir unidos al SeñorSalmo: Sal 86. Alabad al Señor todas las nacionesEvangelio

Meditación«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Sorprende escuchar esta petición de labios de aquellos que poco antes habían oído a Jesús decir «Yo soy el buen pastor». ¿Era preciso una nueva confirmación de su mesianismo? ¿Lo tenía que decir con mayor vehemencia? ¿Acaso no había sido suficiente presentarse como «el Pan de Dios», el «que ha venido para que tengan vida» o el «pastor que conoce a sus ovejas y las llama por su nombre»? ¿No se conformaban con saber que «entrega su vida libremente, para poder recuperarla»? ¿No les

Jn 10, 22-30

Este pastor modelo se te ofrece como alimento, tienda, camino, guía, todo, y oportunamente distribuye su gracia en cualquier necesidad.

San Gregorio de Nisa

bastaba con oirle llamar a Dios «Padre»? ¿No les había conmovido interiormente el hecho de que se atribuyera repetidamente el nombre divino, «Yo soy»?... Pues, a pesar de todo no creen. Insisten en preguntar. Piden certezas, claridad, que hable con franqueza o, tal vez, que se manifieste de manera prodigiosa. Pero, aunque buscan evidencias, no se abren a la fe. «Os lo he dicho, y no creéis».La delicada llamada del Señor a entrar en su intimidad y conocerle, el dulce afecto con el que se les había revelado a partir de los signos de las Escrituras que ellos tan bien conocían y la admirable paciencia con la que había tratado de despertar sus corazones, habían chocado frontalmente con la obstinación de su ceguera. Estaban cerrados interiormente y ni siquiera le reconocían a partir de sus obras. «Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis».Sin embargo, aquella ceguera tenía un sólido y oscuro cimiento, pues hundía sus raíces en la soberbia y la hipocresía. «Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas». Por eso no creen, ni pueden creer: han dejado de ser “ovejas” y ya no escuchan la “voz del pastor” ni le siguen. Y no es que el Señor no les hubiese convocado o no hubiese procurado “apacentarles”, sino más bien que ellos habían abandonado el “redil” con el fin de no ser pastoreados por nadie: no queriendo ser ovejas, habían rechazado al Mesías que tanto esperaban. Y es que, aunque buscaban un “mesías”, lo hacían según sus proios criterios. Se habían quedado en el «pórtico de Salomón», acercándose a Jesús desde una sabiduría que, de espaldas a Dios, podía perderse fácilmente por los derroteros de la idolatría, como le había ocurrido a aquel rey. Por eso no le reconocen, porque no se atreven a entrar por el “pórtico de Cristo”, la «puerta de las ovejas», a conocer y gustar en humildad la misericordia del Padre. «Yo y el Padre somos uno».

Hazme crecer en humildad, Señor, para conocerte y amarte. Que sea siempre tu “oveja” y nadie me arrebate de tu mano.

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».

de mayoMIÉRCOLES101ª lectura: Hch 12, 24-13,5a. La palabra de Dios iba creciendo y se multiplicabaSalmo: Sal 66. Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alabenEvangelio

MeditaciónJesús pronuncia estas palabras inmediátamente antes de la Última Cena. Habiendo venido como luz del mundo, muchos preferían permanecer en la oscuridad y, a pesar de haber sido testigos de tantos signos, cerraban sus corazones a la fe. Por eso, el sereno discurso de Jesús se torna ahora en un elocuente grito. «Jesús gritó diciendo». El Señor grita. Eleva el tono de su voz para ser escuchado. No quiere que nadie sea ajeno a esas «palabras de vida eterna» que habían consolidado la fe y la vocación de Pedro en medio de las dificultades. Grita, y

San Juan de Ávila

Jn 12, 44-50

Memoria obligatoria

También puede leerse: Mt 5, 13-19. Vosotros sois la sal de la tierra.

¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!

Francisco

su grito quiere desvanecer la tiniebla de aquellos corazones para que se acerquen al misterio pascual y contemplen, en la entrega de la Cruz, cómo «les ama hasta el extremo». Grita, y el estruendo de su voz manifiesta la fuerza y el vigor de la Verdad, que ha de resonar despertando sus oídos perezosos. Grita, y ese grito es una llamada al silencio y a la escucha.«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado». Una vez más, Cristo manifiesta su comunión íntima con el Padre, mostrando que creer en Él es condición indispensable para entrar en la Vida. Él es el Mesías esperado, el enviado de Dios y la Puerta de la fe por la que se accede a esa comunión íntima con el Padre y a la contemplación de sus misterios. «El que me ve a mí, ve al que me ha enviado». Pero creer en Él, adherirse a la obra de la Salvación, es mucho más que pretender una liberación temporal del poder de los romanos o cualquier otra potencia que pudiera someterles. Él ha venido «para salvar el mundo» del poder del pecado y de la muerte, para vencer definitivamente al enemigo de las almas y pagar, con la ofrenda de su vida, la antigua deuda contraída por nuestros primeros padres, «Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas». La luz del mundo, que es Cristo, y que resplandecerá para siempre con su Resurrección, viene a disipar toda sombra de tristeza y oscuridad, y a iluminar a los hombres el camino hacia la vida eterna. Esta es la misión salvífica del Mesías, que llevará a su consumación en la Cruz, «como me ha encargado el Padre», y a la que quiere asociarlos por la fe antes de entrar en su Pasión. De este modo, quien rechaza a Jesús y no acepta sus palabras, prefiriendo las tinieblas a la luz, el pecado a la misericordia, la muerte a la vida, «tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día».

Tú que has venido como luz del mundo, no permitas que camine en tinieblas y aumenta mi fe para creer en tus palabras.

Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

de mayoJUEVESIV Semana de Pascua11

1ª lectura: Hch 13, 13-25. Si tenéis una palabra de exhortación para el pueblo, habladSalmo: Sal 88. Cantaré eternamente tus misericordias, SeñorEvangelio

Meditación«Cuando terminó de lavar los pies a sus discípulos». El gesto del lavatorio de los pies había dejado un poso de extrañeza en los discípulos, sobre todo en Pedro, que, no comprendiendo aquel modo de actuar, se había negado en un primer momento a ser lavado, pensando que aquella humillación del Señor era innecesaria y excesiva. Por eso, Jesús acompañará su gesto con un discurso en el que pondrá en íntima relación el servicio, la humildad y el amor, e invitará a sus discípulos a «recibirle».«Dichosos vosotros si lo poneís en práctica». Como en el Sermón de la Montaña, el Señor pronuncia solemnemente en la Última Cena una nueva bienaventuranza, que bien pudiera entenderse como la síntesis y el fundamento de las que había

Jn 13, 16-20

Como un Padre que lleva a su hijo de la mano, Él acomodará sus pasos a los vuestros y no le importará no poder ir más deprisa que vos

San Francisco de Sales

formulado en el monte. No sólo les pide repetir el sencillo signo que acaba de realizar con ellos lavándoles los pies; lo que les pide es mucho más elevado, quizá más ambicioso: les pide imitarle. Con aquellas palabras, «dichosos vosotros si lo poneís en práctica», se está señalando a sí mismo como el modelo de toda la humanidad y el camino seguro hacia la felicidad plena y verdadera. El abajamiento y la humillación del lavatorio de los pies, indigno y servíl para muchos, se convierte en Cristo en un verdadero itinerario de dicha y alegría. Aquel gesto, que escapa a la lógica humana, tantas veces asentada en la comodidad y la ausencia de cruz, llega a ser la expresión máxima del Amor y la puerta de acceso al gozo de la vida eterna. «El criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía». Cristo es la medida del hombre, el “termómetro” de su felicidad. Nunca es tan dichoso el hombre como cuando procura que su vida sea fiel imitación de Cristo. Sin embargo, esta imitación no es posible si se apoya sólo en un esfuerzo personal que busca reproducir externamente los gestos y palabras del Señor, siguiéndole sólo en la apariencia. La imitación a la que Jesús llama es más profunda, tiene que pasar por el corazón. Dicho de otro modo: no se trata de ver a Jesús lavar los pies y tratar de hacer lo mismo; se trata más bien de permitir que el Señor se haga mi siervo y me lave los pies; de adorarle y contemplar cómo, postrado ante mí por amor, limpia mis pecados con su misericordia; y, transformado por ese amor, dejarle que sea él quien ame y actúe a través de gestos y palabras. En definitiva, no es “repetir” lo que hace, sino recibirle a Él. «El que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».En este contexto de amor «hasta el extremo», cobra especial significación el anuncio velado de la traición del amigo. «El que compartía mi pan me ha traicionado». Los pies de Judas también han sido lavados pero su corazón no ha querido recibr al Señor.

Hazme crecer en la humildad para que, sirviendo, te ame y te siga.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».

de mayoVIERNESSan PancracioMemoria libre121ª lectura: Hch 13, 26-33. Dios lo resucitó de entre los muertosSalmo: Sal 2. Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoyEvangelio Jn 14, 1-6

Meditación«No se turbe vuestro corazón». El ambiente festivo de la cena de pascua, que había comenzado con el lavatorio de los pies, dio paso de repente a la tristeza y el desconcierto entre de los discípulos. Las palabras de Jesús sonaban a despedida, y ellos no terminaban de comprender por qué hablaba así. Además, la certeza de saber que uno «de los que compartía su pan» con el Señor le traicionaría, les hacía zozobrar en medio de dudas y recelos, sembrando de desconfianza su amistad. “¿Seré yo?” “¿Será el que tengo a mi lado?” Los ojos de todos transparentaban oscuridad y sus miradas vacías se volvían acusadoras. “¡Seguro que es aquel!” “Y, si no, el que está sentado más allá”... Por si fuera poco, el mismo Jesús había frenado la valentía de Pedro con el anuncio de las negaciones, haciendo tambalearse incluso al que había elegido como “piedra” de su Iglesia: «No cantará el gallo antes de que me hayas negado

Jesús mío, qué bueno eres. Tú lo haces todo maravillosamente bien. Tú me enseñas el camino; Tú me enseñas el fin. El camino es la dulce Cruz...

San Rafael Arnáiz

tres veces». ¡Hasta tres veces le iba a negar! ¡Y esa misma noche!Todo parecía oscurecerse en los discípulos, pero pronto la luz de Cristo iba a disipar sus tinieblas. Con infinita ternura, el Señor habla al corazón de aquellos hombres abatidos por la tristeza. «No se turbe vuestro corazón». Antes les había mostrado sus pobrezas con el anuncio de la traición y las negaciones, y esto les había llenado de amargura. Ahora les levanta del desánimo y descubre ante ellos un hermoso camino de esperanza: «Creed en Dios y creed también en mí». La traición de Judas y las negaciones de Pedro no tendrían la última palabra. Él se iba, sí, pero lo hacía para llevarles a la vida eterna. «En la casa de mi Padre hay muchas moradas». De la misma manera que años atrás un hombre, Juan el Bautista, había preparado el camino a Dios hecho hombre, ahora Cristo, el Hijo de Dios, preparaba para los hombre una morada en la casa del Padre: «Me voy a prepararos un lugar». Precisamente cuando más conscientes son de sus debilidades, es cuando el Señor eleva más las miradas de sus discípulos a la vida eterna. «Volveré y os llevaré conmigo». Él es el único motivo de su esperanza; una esperanza que siempre apunta al cielo y que tiene su fundamento en la amistad con Cristo. «Para que donde yo estoy, estéis también vosotros». Jesús quiere a sus discípulos, a sus amigos, junto a Él, y, con ellos, también a cada uno de nosotros. El que había puesto su “morada” entre nosotros, se va para que sus amigos “moren” con Él en la casa del Padre para siempre.«No sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». En la ingenua pregunta de Tomás, la humanidad entera se abre a la iniciativa divina de hacernos entrar en la vida eterna. Estaba escrito: «Enséñame, Señor, tu camino para que siga tu verdad», «Me enseñarás el sendero de la vida»... Pues Jesús es la respuesta: Él es el camino hacia la Verdad y el sendero que conduce a la Vida: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Tú, Señor, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, levántame de la tristeza de mis pecados, y condúceme hacia la casa del Padre.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

de mayoSÁBADONtra. Sra. de FátimaMemoria libre13

1ª lectura: Hch 13, 44-52. Se alegraron y alababan la palabra del SeñorSalmo: Sal 97. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Evangelio

Meditación«Yo estoy en e Padre y el Padre en mí». El silencio orante de la Última Cena invitaba a entrar en la contemplación del misterio de Cristo. Juan, el discípulo amado, había querido penetrar en aquel misterio recostando su cabeza sobre el pecho del Maestro, desde donde podía escuchar de su Corazón los dulces latidos de la Misericordia. Por su parte, los demás apóstoles, sin saberlo, golpeaban con sus preguntas a la puerta de aquel Corazón, que

Jn 14, 7-14

¿Por qué no reconocéis la verdad y creéis en el Hijo de Dios? Mirad que diariamente se humilla, como cuando vino desde el trono real al seno de la Virgen. Él mismo viene diariamente a nosotros en humilde apariencia. San Francisco de Asís

respondía a sus pobrezas con la revelación de su intimidad. En efecto, si la ingenuidad de Tomás -«No sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»- había dado lugar a la manifestación de Cristo como Camino, Verdad y Vida, la torpeza de Felipe le presentaría como el que revela al Padre y hace entrar en la comunión con Él. «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Tras la pregunta de Tomás, Felipe se había dirigido a Jesús para hacerle una petición, y no era poco lo que pedía: «Muéstranos al Padre». Aquel intrépido apóstol no se conformaba con seguir a Cristo de cerca, escuchar sus palabras y admirar sus signos. Quería más. Quería ver al Padre. Con aquella súplica, pretendía satisfacer su deseo de Dios, y eso “le bastaba”. Ver a Dios con los ojos de la carne era para él el culmen y la meta de su búsqueda interior, pues pretendía contemplar cara a cara el rostro divino. «¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?» Sin embargo, le faltaba fe. Sus deseos eran buenos, sí, pero no había pasado de la visión de los sentidos a la visión interior y esto le hacía incapaz de ver al Padre a través del Hijo, pese a ser testigo de sus obras. «Si no, creed a las obras». Estaba siempre con Jesús, y, a pesar de ello, no le conocía. «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?». Tantas veces había revelado Jesús su intimidad en presencia de Felipe... Tantas veces se había manifestado ante ellos en comunión con el Padre... Y, sin embargo, Felipe no le conoce... ¿No nos parecemos muchas veces tú y yo a este apóstol?«Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Jesús le enseñará que a la vida eterna no se accede como resultado de un esfuerzo personal o como recompensa a una búsqueda incansable, sino entrando por la puerta, que es Cristo mismo. «Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré». Dicho de otro modo, no se trata sólo de buscar a Dios, sino de dejarse encontrar por Él para ser conducidos a la vida eterna. «Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí».

Perdóname, Señor, por haberme escondido de ti, por resistirme a conocerte y por no dejarme encontrar por tu misericordia.

¿Qué es Verbum Domini? Verbum Domini es nada más, y nada menos, que el Evangelio de cada día. Como fruto de este año, dedicado especialmente en nuestra diócesis a la Palabra de Dios, queremos ofrecer un medio sencillo para acercar a los jóvenes a la lectura, la oración, la escucha y la contemplación de la Palabra de Dios que cada día se proclama en la Santa Misa. Un sencillo regalo que nos viene de las manos de nuestra Madre, la Virgen María, quien ha dado a luz al Salvador. Ella es quien, en este inicio del año 2017, nos conduce hasta su Hijo, el Verbo que se ha hecho carne y ha puesto su morada entre nosotros.

¿Cómo se usa? Te proponemos que dediques cada día unos minutos a estar a solas con el Señor, ¿No tienes unos minutos para dejarte amar? Puedes seguir estos pasos: - Busca un lugar adecuado para la oración. Si es posible, hazlo en la Iglesia. Si no, procura que sea un sitio donde nada ni nadie te distraiga.- Ponte en presencia del Señor. Para ello puedes hacer alguna oración preparatoria o rezar algún salmo.- Lee una y otra vez el Evangelio del día. Contempla qué hace Jesús, qué dice. Detente en aquellas palabras en las que el Señor te hable y haz silencio para entrar en conversación con Él. Puede venir bien tener cerca un cuaderno donde escribas lo que el Señor te va mostrando. No olvides que Dios habla y está deseeando decirte muchas cosas.- Para ayudarte, te ofrecemos algunos puntos para la meditación. Úsalos sólo si los necesitas, y siempre que no sean un obstáculo para tu oración.- Termina siempre la oración dando gracias al Señor y poniéndote en las manos de María. - Al concluir, puedes rezar la oración que se propone al final de cada día.

¿Cómo está hecho? La portada de Verbum Domini cada semana es una imagen que tiene que ver con el Evangelio del domingo.

El color utilizado coincide con el color litúrgico de cada día.

Junto a la fecha, la celebración litúrgica del día.

Citas bíblicas de las lecturas y el salmo de la Misa

EVANGELIO

Sugerencias para la meditación

Cita de un santo, Papa, Santo Padre o teólogo que comenta el Evangelio. Te puede servir para evangelizar en las redes sociales