verbum domini - sepaju domini. 20… · «habéis oido que se dijo... pero yo os digo ... pero no...

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Verbum Domini 12 al 18 de febrero de 2017

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Verbum Domini12 al 18 de febrero de 2017

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer – no hablo de unión ilegítima – la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio. También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

de febreroDOMINGOVI Domingo del T. Ordinario12

1ª lectura: Eclo 16, 15-20. Grande es la sabiduría del SeñorSalmo: Sal 118. Dichoso el que camina en la ley del Señor2ª lectura: 1 Cor 2, 6-10. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.Evangelio Mt 5, 17-37

Meditación

Jesús propone a a quien le sigue la perfección del amor; un amor cuya única medida es no tener medida.

Francisco, Papa

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.» En Sermón del Monte, después de presentar las Bienaventuranzas como camino para seguirle e imitarle, y de llamar a sus discípulos a ser “sal y luz”, Jesucristo habla de la Ley. El monte de las Bienaventuranzas se convierte en el nuevo Sinaí desde donde se promulga una Ley nueva. No es ésta una ruptura con la antigua Ley de Moisés ni una abolición de los preceptos anteriores: Cristo ha venido a dar plenitud. Ha venido para que la ley se cumpla en su sentido original, como Dios quiere. «Hasta la última letra o tilde de la ley».«Habéis oido que se dijo... pero yo os digo...». Ese “yo os digo” con el que Jesús comienza cada una de sus afirmaciones le coloca a Él como fuente de la que emana la Ley, pero también como medida de esa ley nueva. De este modo, los preceptos que promulga no son una serie de normas exigentes que arbitrariamente se imponen para su cumplimiento. Tampoco son las exigentes “reglas del juego” que todos acatan para convivir con cierta paz. Si Cristo es la medida, la exigencia de la ley no nace del cumplimiento, sino del Amor; la plenitud de la ley es el Amor.En Cristo, los mandamientos de la Antigua Ley son elevados, son llenados con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en Él. Así, desde el Amor, son iluminadas todas las realidades de la vida de los hombres: la caridad con el prójimo, el amor de los esposos, el anuncio de la verdad... El amor de Dios se hace ley. Por eso esta ley es exigible a los que le siguen; los “amados” de Dios pueden imitarle en el amor.

Haz, Señor, que tu amor sea la medida de mis actos, de mis palabras, de mis pensamientos, de todo lo que soy. Ayúdame a entender los mandamientos como la expresión más alta de tu Amor.

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

de febreroLUNESLunes. Semana VI del T. O.13

1ª lectura: Gn 4, 1-15. 25 ¿Dónde está Abel, tu hermano?Salmo: Sal 49. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza

Evangelio

Meditación«Para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo». Jesús acababa de multiplicar los panes y los peces y había saciado a una multitud, sin embargo, los fariseos se acercan a Él pidiendo un signo del cielo. ¿El motivo? “Ponerlo a prueba”. No eran los primeros que pedían un signo al Señor; otros antes ya lo habían hecho: ciegos, sordos, cojos, endemoniados, paralíticos.... Pero estos piden con humildad, reconociendo y presentando al Señor su enfermedad y disponiéndose a la obra de la gracia. Para estos, para los débiles, el signo del cielo no es una muestra de poder, sino la manifestación del amor que se acerca a las miserias de los hombres. Ellos no habían pedido “efectos especiales”, habían pedido misericordia. Por su parte, los fariseos no piden sino para “ponerlo a prueba”. Cuando se pone a prueba a alguien es porque se considera cierta superioridad sobre él. Y así se sienten los fariseos. Se creen

Mc 8, 11-13

El acto de fe más bello es el que brota de los labios en plena oscuridad, en medio de los sacrificios, los sufrimientos, en el supremo esfuerzo de una firme vountad de hacer el bien.

San Pio de Pietrelcina

dignos de poner a prueba a Jesús porque consideran que están por encima de Él. Sus milagros, que revelaban su divinidad y - especialmente para unos maestros de la ley como los fariseos - le mostraban como el anunciado por los Profetas, son para estos poco más que un modo de entretenimiento y diversión. ¡Tan ciegos estaban! ¡Tan duros eran sus corazones!«¿Por qué esta generación reclama un signo?» Jesús se sorprende y se llena de dolor ante la dureza de corazón de los fariseos. ¿Cómo no habían sabido reconocer la mano de Dios en la multiplicación de los panes los que tantas veces habían leído y estudiado en la Escritura el pasaje del Éxodo, cuando Dios alimentó a su pueblo en el desierto con el maná? ¿Por qué no veían en Jesús el signo evidente del cielo que ellos estaban pidiendo?«Jesús dio un profundo suspiro». Cristo suspira, se lamenta ante unos corazones tan ofuscados, tan cerrados a la voz del Señor. Jesús suspira por ellos: no piden un signo porque estén necesitados, sino porque, en su obstinación, se niegan a contemplar la Verdad. Su petición es la excusa con la que tratan de esconder su falta de fe y la confirmación de que su corazón está lejos de Dios.«No se dará un signo a esta generación». La respuesta a la petición de los fariseos es negativa. No puede haber signos porque no hay humildad. No puede haber signos porque, en su soberbia, los fariseos no reconocen a Cristo como el signo elcuente de Dios. Por eso, Jesús se aleja. «Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla». Pero no es la barca ni el lago lo que les separa de Él; si se quedan «en la otra orilla» es por la dureza de su corazón.

Abre mi corazón, Señor, a la acción de tu Amor para que reconozca en tu misericordia el signo elocuente de la presencia de un Dios que, haciéndose pequeño, nos ha hecho partícipes de su vida divina.

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comedlo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”.»

de febreroMARTESSantos Cirilo y MetodioFiesta14

1ª lectura: Hch 13, 46-49. Yo te haré luz de los gentiles.Salmo: Sal 116. Id al mundo entero y proclamad el EvangelioEvangelio

Meditación

Lc 10, 1-9

«Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies». Jesús abre a los discípulos la intimidad de su corazón y les hace partícipes de su oración al Padre. Él ruega al Padre constantemente por aquellos que han sido enviados a anunciar el Evangelio y llama a los suyos a que se unan a esta oración. Así queda patente en la oración sacerdotal de Jesús en la Última Cena, tal y como nos lo muestra el evangelio de San Juan: «Te ruego por ellos». El Señor nos pide rezar por la vocaciones, pero no desde un punto

El ser fiel a la vocación apostólica sigue siendo un milagro de la gracia que sólo se da cuando hay oración

Juan Esquerda Bifet

de vista “empresarial”, es decir, no buscando los números, sino más bien desde la comunión con el Padre. El Amor de Dios se revela de forma singular en la vocación: Dios llama porque ama. Pero esta misión de anunciar el Evangelio no es exclusiva de los que han sido llamados al ministerio sacerdotal o la vida religiosa, pues a todos nos invita a ser apóstoles según nuestra propia vocación. Él llama por amor a sus hijos, «la mies es abundante», y quiere mostrar su amor en los llamados.«Los mandó de dos en dos». Precisamente para que su amor se revele en aquellos que envía, los manda de dos en dos. No van solos, ni para representarse a ellos mismos. Van en nombre del Señor y, por ello, la caridad ha de ser el distintivo de sus vidas. Los manda de dos en dos para preservarlos del individualismo, del egoísmo y de la autosuficiencia, pues van a anunicar que «está cerca el reino de Dios». «No llevéis...». Siendo así, les pide también despojarse de todo tipo de seguridades: «ni talega, ni alforja, ni sandalias». Les quita aquellas cosas que puedan servirles para el beneficio propio y les envía con el único tesoro y la única seguridad de haber sido llamados por Él; «Designó el Señor...» «A todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él». Como si se tratara de unos nuevos “precursores”, los discípulos son enviados para preparar el camino al Señor. Él piensa ir depués a esos pueblos y lugares; la misión de ellos, es preparar los corazones. ¡Qué seguridad ofrece la certeza de saber que Cristo confirmará con su presencia el pobre anuncio de los discípulos! ¡Y qué confianza da el saber que el Señor va a pasar tocando esos corazones que a mi me llama ahora a despertar!

Te ruego, Padre, que envíes obreros a la mies que tanto amas. Obreros según el Corazón de tu Hijo Jesucristo. Obreros dispuestos a anunciar tu amor con la entrega de sus vidas. Y si lo quieres, envíame a mi.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan». Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.

de febreroMIÉRCOLESMiércoles. Semana VI del T. O.15

1ª lectura: Gn 8, 6-13. 20-22. Noé construyó un altar al SeñorSalmo: Sal 115. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanzaEvangelio

Meditación

Mc 8, 22-26

«Llegaron a Betsaida». El Señor acude con sus discípulos a Betsaida, aldea de la que procedían algunos de ellos, como Pedro, Santiago y Juan. Hacía algún tiempo había sacado de aquella aldea a unos hombres para que le siguieran, ahora va a sacar a otro hombre, el ciego, para abrir sus ojos a la luz.«Trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase». Con frecuencia hemos descubierto en el Evangelio la luz como imagen de la fe y la ceguera representando la falta de ésta. Así podía suceder en aquel hombre, no lo sabemos. Tal vez su ceguera mostraba que había perdido la fe. O tal vez era precísamente su fe la que le había llevado a poner su ceguera ante el Señor para ser curado. De una forma o de otra, lo cierto es que, presentado ante Jesús

Quiso sacarlo de Betsaida, y así darle vista, para darnos a entender que fuera de la vida común, que siguen los muchos, hemos de ser curados de Cristo, siguiendo el camino estrecho.

San Juan de Ávila

con su enfermedad, va a ser conducido por un camino interior que le llevará al encuentro con el que es la Luz verdadera. «Él lo sacó de la aldea». Jesús saca al hombre ciego de la aldea. Necesitaba salir de allí para apartarse de aquellas cosas que le impedían ver con los ojos del corazón. Era preciso que saliera de “su aldea”, que saliera de sí mismo para poner su confianza sólo en el Señor. Por eso Jesús le hace salir de aquel lugar. Y lo hace «llevándolo de la mano». Jesús no espera al ciego a las afueras de la aldea, dejándolo a su suerte hasta que pueda salir, sino que lo acompaña cogiéndolo de la mano. El ciego se fía, se abandona en las manos del Señor. Sabe que camina seguro si deja que sea Él quien le conduzca. Está ciego, pero ya empieza a ver con los ojos de Jesús. «Le untó saliva en los ojos, le impuso las manos». El Señor toca con su saliva los ojos del enfermo e impone sobre él sus manos. La saliva es la Palabra que, saliendo de la boca de Dios, disipa la oscuridad y la tiniebla, iluminando el camino de los hombres. La imposición de manos recuerda el torrente de la gracia que se derrama en los sacramentos y hace vivir en la claridad.«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan». Sin embargo, Dios no actúa como la medicina que, una vez ha cumplido su función, se deja. Para ver con claridad, el hombre no podía sólo acudir de manera puntual a la acción del Señor; para ver con claridad, ha de vivir confiado siempre en su misericordia: «le puso otra vez las manos en los ojos». Debe dejar que las manos de Jesús estén tocando siempre los ojos de su corazón para que ya no haya más oscuridad.

Sácame de mi “aldea” tomándome de la mano a mí también, Señor, para que, con la escucha de tu Palabra y la participación en los sacramentos, camine siempre como hijo de la Luz

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

de febreroJUEVESJueves. Semana VI del T. O.16

1ª lectura: Gn 9, 1-13. Pondré mi arco en el cielo como señal de mi alianza con la tierraSalmo: Sal 101. El Señor desde el cielo se ha fijado en la tierraEvangelio

Meditación«¿Quién dice la gente que soy yo?». Llegados a la región de Cesarea de Filipo, Jesús pregunta a sus discípulos sobre quién dice la gente que es Él. En las respuestas de éstos se ponen de manifiesto las distinitas opiniones que se habían formado en torno a su persona, todas ellas muy limitadas y, a la vez, imprecisas o distorsionadas. De este modo, el Señor quiere hacerles ver que a Él no se le puede conocer sólo de oidas, ni sólo a partir de sus milagros,

Mc 8, 27-33

Ojalá los hombres todos amaran la Cruz de Cristo... ¡Oh! si el mundo supiera lo que abrazarse de lleno, de veras, sin reservas, con locura de amor a la Cruz de Cristo.

San Rafael Arnaiz

ni sólo a partir de sus palabras. El verdadero conocimiento de Jesucristo requiere tener experiencia personal de Él. Es preciso el encuentro. Se necesita estar con Él.«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Ahora la pregunta se dirige a los discípulos. No busca de ellos una respuesta subjetiva, como si Jesús fuese alguien distinto para unos que para otros, sino que trata de introducirles en el conocimiento personal y verdadero de su corazón; ¿qué sabes de mí? ¿me conoces? ¿te has encontrado conmigo? ¿tienes experiencia de mí? ¿has dejado que te hable? ¿y que te ame? ¿y que te perdone? Todas estas preguntas, sintetizadas en la que el Señor plantea a sus discípulos, son ahora también dirigidas a cada uno de nosotros: Y tú, “¿quién dices que soy?”«Tú eres el Mesías». Pedro toma la palabra y responde. Ha conocido a Cristo, se ha dejado amar por Él, y por eso puede decir que Él es el Mesías. Lo que no habían podido entender los propios paisanos de Jesús, ni los escribas y fariseos, lo afirma ahora con ímpetu un pobre pescador de Galilea.Sin embargo, el anuncio de la Pasión que sigue a la confesión de Pedro, resultará demasiado escandaloso para éste. Conoce al Señor, pero todavía le asusta la Cruz, le parece indigna de su “condición de Mesías”. Es la tentación de alejar todo sufrimiento, de querer decirle a Dios que haga las cosas a nuestra manera. Tentación de la que Jesús le advierte llamándole “Satanás”.«Ponte detrás de mi». Ante su debilidad, Jesús recuerda a Pedro su condición de discípulo, repitiéndole las mismas palabras de cuando le llamó junto al lago. Era como decirle: “aunque no lo entiendas todo aún, no tengas miedo a seguirme”.

Señor, déjame estar contigo para conocerte más, para amarte más, para seguirte sin miedo. No permitas que me asuste tu Cruz.

En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».

de febreroVIERNESFundadores Sirvos de la VirgenMemoria libre17

1ª lectura: Gn 11, 1-9. Que ninguno entienda la lengua del prójimoSalmo: Sal 32. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad

Evangelio

Meditación«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga». Habiendo revelado, después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, el misterio de la Pasión y de la Cruz, el Señor llama a seguirle poniendo la propia Cruz como condición para ser su discípulo. Y no se trata de una invitación, ni de una propuesta, ni siquiera de un reto para los que busquen las metas más altas; tomar la cruz es condición ineludible para todos los que quieran seguirle. Todos, sin excepción.

Mc 8, 34-9, 1

¿No es la Cruz el mensaje de amor de Cristo, del Hijo de Dios, que nos amó hasta ser clavado en el madero de la Cruz? Sí, la Cruz es la primera letra del alfabeto de Dios.

San Juan Pablo II

Pero seguirle ¿a dónde? ¿cuál es la meta a la que nos dirige? ¿hasta dónde quiere llevarnos el Señor? ¿y para qué es necesaria la Cruz?La respuesta es Jesucristo. Él es el Camino, pero de algún modo también es la meta. Seguirle a Él ya es recompensa suficiente, pues en Cristo se nos revela la verdad del propio hombre, su destino eterno, la condición de hijos de Dios. Por eso pide tomar la cruz, pues no se puede estar plenamente unidos a Él si no es abrazando la cruz con Él. He ahí la respuesta: negarse a sí mismo y tomar la cruz es lo mismo que dejar todo aquello que nos sobra para vivir unidos a Cristo... y éste, crucificado, es decir, amando.De manera sorprendente, en el sinsentido aparente de la Cruz Jesús abre un camino privilegiado hacia el cielo. Y es que la Cruz es la manifestación plena del Amor de Dios a los hombres. Sin ella, los discípulos no serían más que seguidores de una ideología, o de un personaje atrayente, o de unas teorías revolucionarias. Pero el Señor no quiere “fans”, sino que vivamos como hijos amados; y esto no es posible si no es abrazando con Cristo la Cruz, donde se expresa en plenitud el amor de Dios a sus hijos.«El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará». De este modo, la vida empieza a ser algo más que un puñado de años que hemos de aprovechar y disfrutar lo mejor que podamos. La vida se convierte en la ofrenda que, habiéndose recibido de Dios, se le entrega por completo a Él. En realidad, “perder la vida” no es más que morir a todo aquello que nos aleja del que es la Vida. Es gastarse y desgastarse para amarle y hacerle amar. En definitiva: renunciar a mi vida para que sea Él quien viva en mí, haciéndome así partícipe de su vida divina, de la vida verdadera, de la vida del Cielo.

Quierso seguirte, Señor. Déjame seguirte. Déjame abrazarme a tu Cruz, Déjame estar crucificado contigo para vivir muriendo de Amor.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. Le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Les contestó él: «Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito acerca de él».

de febreroSÁBADOSan EladioMemoria obligatoria18

1ª lectura: Heb 11, 1-7. Se escondieron de la vista del Señor Dios.Salmo: Sal 144. Bendeciré tu nombre por siempre, Señor

EvangelioMc 9, 2-13

Meditación

Ese Cuerpo que se transfigura ante los ojos atónitos de los Apóstoles es el Cuerpo de Cristo nuestro hermano, pero es también nuestro cuerpo destinado a la gloria.

Beato Pablo VI

«Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan». El Señor llama a solas a tres de sus discípulos. Eran los mismos tres que habían sido testigos de la resurrección de la hija de Jairo y que más tarde serán convocados a la oración en el Huerto de los Olivos. Teniendo de fondo aquella pregunta, «¿quién decís que soy yo?», y después de haberles revelado el misterio de la Cruz, les muestra la gloria de su divinidad transfigurándose delante de ellos. «Subió aparte con ellos solos a un monte alto». Lo hace en un monte, lugar de la presencia de Dios, como también en lo alto de un monte les había llamado y en otro monte había pronunciado las Bienaventuranzas. Quiere que en el Tabor le reconozcan como verdadero Dios para que después, en el monte Calvario, su fe no sucumba al verle crucificado. Les revela su gloria en el Tabor para prepararles a contemplar la fuerza de su Amor en el Calvario.«Se les aparecieron Elías y Moisés». Poco antes, Pedro había exclamado con firmeza sobre Jesús: «Tú eres el Mesías». Ahora son Moisés y Elías, la ley y los profetas, quienes con su presencia testimonian a Cristo como la plenitud de la Revelación. Testimonio que queda sellado cuando la voz del Padre retumba desde el cielo: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». El Padre responde a aquella pregunta de Cesarea: “¿Quién dices que soy yo?”, “Mi hijo, el amado; escuchadlo”. «¡Qué bueno es que estemos aquí!». Ahora Pedro no duda, ahora ve con claridad, ahora no tiene miedo. Pero todavía el Señor tiene que llevarle al Calvario, tiene que llevarle a contemplar su Amor, tiene que enseñarle que la Cruz es camino hacia la Luz.

Enséñame, Señor, a estar a solas contigo, a contemplarte en silencio, a adorarte sin pedirte ni esperar nada a cambio.

¿Qué es Verbum Domini? Verbum Domini es nada más, y nada menos, que el Evangelio de cada día. Como fruto de este año, dedicado especialmente en nuestra diócesis a la Palabra de Dios, queremos ofrecer un medio sencillo para acercar a los jóvenes a la lectura, la oración, la escucha y la contemplación de la Palabra de Dios que cada día se proclama en la Santa Misa. Un sencillo regalo que nos viene de las manos de nuestra Madre, la Virgen María, quien ha dado a luz al Salvador. Ella es quien, en este inicio del año 2017, nos conduce hasta su Hijo, el Verbo que se ha hecho carne y ha puesto su morada entre nosotros.

¿Cómo se usa? Te proponemos que dediques cada día unos minutos a estar a solas con el Señor, ¿No tienes unos minutos para dejarte amar? Puedes seguir estos pasos: - Busca un lugar adecuado para la oración. Si es posible, hazlo en la Iglesia. Si no, procura que sea un sitio donde nada ni nadie te distraiga.- Ponte en presencia del Señor. Para ello puedes hacer alguna oración preparatoria o rezar algún salmo.- Lee una y otra vez el Evangelio del día. Contempla qué hace Jesús, qué dice. Detente en aquellas palabras en las que el Señor te hable y haz silencio para entrar en conversación con Él. Puede venir bien tener cerca un cuaderno donde escribas lo que el Señor te va mostrando. No olvides que Dios habla y está deseeando decirte muchas cosas.- Para ayudarte, te ofrecemos algunos puntos para la meditación. Úsalos sólo si los necesitas, y siempre que no sean un obstáculo para tu oración.- Termina siempre la oración dando gracias al Señor y poniéndote en las manos de María. - Al concluir, puedes rezar la oración que se propone al final de cada día.

¿Cómo está hecho? La portada de Verbum Domini cada semana es una imagen que tiene que ver con el Evangelio del domingo.

El color utilizado coincide con el color litúrgico de cada día.

Junto a la fecha, la celebración litúrgica del día.

Citas bíblicas de las lecturas y el salmo de la Misa

EVANGELIO

Sugerencias para la meditación

Cita de un santo, Papa, Santo Padre o teólogo que comenta el Evangelio. Te puede servir para evangelizar en las redes sociales