urales, federico - los hijos del amor (novela)

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  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    1/120

    LOS

    JO

    S DEL AMOR

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    2/120

    FEDERICO

    UR LES fL 0

    3 ~ 8

    LOS

    I]OS

    DEL

    M

    OR

    NOV L

    )

    F. SEMPERE Y CoMPAÑÍA EDITORES

    Calle del Palomar

    núm.

    10

    aLENCI

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    3/120

    5537

    lm p. tle ht Cu n Edit ;J;i F Sompere y C • \  

    ALENCIA

    LOS HIJOS DEL MOR

    Un niño

    salvaje

    Con el propósito de hacer fortuna, dos veces

    babia

    ido á América

    Pablo

    Recio, desde su

    al -

    dea de Asturias; pero era

    tan

    débil su cabeza,

    que no

    servía

    para

    nada

    y hubo de

    regresar

    á

    Espafta pobre como antes y

    más

    viejo que

    nunca.

    En

    Gandaira

    vegetaba

    á los

    treinta

    anos

    nuestro

    ame1·icano tumbado al sol

    y

    bebiendo

    sidra cuando puso sus ojos en Rosa, una mu-

    chacha

    huérfana

    que, en unión de su hermano,

    cuidaba de los caseríos

    y

    de los ganados del se-

    fl or

    de Gandaira.. Bien decía á Rosa su hermano

    que

    Pablo

    Recio era un

    gandul

    y un borracho;

    mas tan corazón adentro de la muchacha se ba-

    bia

    entrado Pablo, que no hubo

    manera

    de ha-

    cerla desistir del casamiento; y se casó, no sin

    la protesta del hermano, quien la hizo patente

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    4/120

    6

    FEDERICO URALES

    dejando el caserio y las vacas al cuidado del

    nuevo matrimonio.

    Como babia previsto el

    hermano

    de Rosa

    Pablo

    Recio casado

    se

    dió

    aun

    más

    á

    la

    bebi-

    da y á

    la

    holganza y la pobre Rosa hubo de

    cuidar del ganado y de

    las tierras mientras su

    marido se

    pasaba

    en la cama las mañanas en-

    teras y en la taberna de Gandaira las tardes.

    El

    primer

    hijo que tuvo Rosa fué

    Bautistin

    un

    niño que á los cuatro años había salido con

    su

    madre

    c

    uarenta y

    ocho meses seguidos

    á

    pastar

    el ganado y

    babia

    visto más de cien

    cómo su

    padre

    borracho

    pegaba

    á

    la

    pobre

    Rosa.

    Inútil

    decir

    que

    con tal ambiente el

    carácter

    de Bautistin

    era

    taciturno

    y

    callado;

    apenas

    ha

    blaba y cuando

    lo

    hacia era con su

    madre

    y

    con

    las vacas

    que cuidó sólo desde los seis

    ailos.

    Bautistin demostró bien pronto

    una

    inteli-

    gencia

    nada

    común

    y

    un temperamento rebelde.

    Á

    todo el mundo trataba con rudeza. Su

    córa

    zón no

    tenia

    caricias más que

    para las bestias

    y su madrecita. Cuando algún extraño le hacia

    preguntas

    en el pasto ó en el camino callaba ó

    contestaba de tal

    suerte que

    al

    preguntón no

    le quedaban ganas de seguir preguntando.

    sí fué como Bautistin

    á

    los ocho ailos se

    LOS HIJOS DEL AMOR

    7

    babia

    hecho un nombre en

    la aldea

    y caseríos

    de la redonda. El cura de la Gandaira se lo

    puso: llamóle Bautistin el

    Filósofo

    y

    por

    Bautis-

    tin el Filósofo desde aquel día se conocia al mu-

    chacho.

    El

    párraco

    de

    Gandaira

    era

    el que más

    gustaba de la charla del pequeño filósofo 

    muchas

    tardes

    paseábase

    por

    donde Bautistin

    pastaba el ganado con el propósito de encon-

    trarse con él y platicar un

    rato.

    Un dia que Bautistin

    salia

    del caserio con

    su ganado se le

    acercó

    el cura.

    Pablo

    Recio

    quetlóse tambaleándose en la puerta del esta-

    blo· Bautistin

    andaba detrás

    de

    las vacas tao

    huraüo como siempre y

    la

    pobre Rosa cavaba

    la tierra allá abajo mientras lloriqueaba una

    oiila de diez meses sentada en el suelo.

    -¿Dónde vas Bautistln?-le

    preguntó el

    cura.

    N o

    voy que me

    llevan-contestó

    el mu·

    chacho.

    ¿Y

    adónde

    te llevan

    Bautistio?-replicó

    el cura.

    Á pastar las vacas del amo de mi padre.

    y

    amo del hijo

    también-repuso

    el cura ;

    porque el señor de

    Gandaira es

    amo de todas

    estas tierras

    y de la

    gente que las

    habita.

    -Errado

    anda el señor cura; yo no soy pe-

    rro ni bestia domesticada.

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    5/120

    FEDERICO

    URALES

    -Cállate, Bautistín-gritó su padre desde la

    puerta del

    corral.

    -Déjale hablar,

    Pablo- dijo el

    cura

    - ,

    que

    me divierte con sus salidas el muchacho.

    Á

    todos les

    ocurre

    lo mismo- repuso

    Pa

    blo, acercándose

    al

    cura fatigosamente-,

    pe r

    o

    á

    mi me enoja oírle. ¡No

    de dónde nos vino

    criatura tan endiablada

    Nada

    digo, padre, si

    nada

    me preguntan,

    pero

    al

    que me pregunta

    contestarle

    debo-re

    puso Bautistin.

    -Naturalmente;

    el mucbaého tiene

    razón

    -exclamó

    el

    cura.

    -Pues

    no la tiene, porque

    á

    veces le pre-

    guntan

    cien cosas los sefiores y

    tlo

    contesta

    una,

    -

    Mis

    motivos tengo.

    -¿Quieres

    ser

    cura?-preguntó

    el de Gan-

    daira

    al

    muchacho.

    -

    No-contestó

    Bautistin.

    -(,Por qué?

    -Porque

    no me

    gusta asustar

    á

    la

    gente.

    Pablo hizo ademán de

    querer

    reñir á su hijo,

    mas el

    cura

    se

    lo

    impidió adelantándosele, di

    ciendo:

    Cura soy yo, y no asusto á nadie.

    -¡No,

    que

    no -replicó Bautistín-.

    Siempre

    que madre me

    lleva á

    la iglesia de

    Gandaira

    sale

    la

    gente aterrorizada. Y

    nada

    le digo á

    LOS

    HIJOS

    DEL AMOR

    9

    usted de cuando predica el prior del monaste

    rio . Aquello es

    una

    desconaolactón general.

    Que si nos condenamos, que i no nos condena

    mos, que si en el infierno ee padece mucho, que

    si pocos

    se

    salvarán,

    que si todos pecamos, que

    si este mundo es un valle de lágrimas . . Suerte

    que yo digo

    para

    mi:

    e

    ¡Qué gordo y rollizo

    está

    el prior ,.

    El cura, mal conteniendo la risa, repuso:

    Pero

    hay

    un

    cielo.

    Pa r a

    los ricos que

    dan

    limosnas y pagan

    funerales.

    - Y

    para

    los pobres que son buenos.

    -Buena era la

    tla Angélica,

    y

    el señor

    cura

    no la quiso enterrar sin que antes

    la

    bija, más

    pobre aún que

    la

    madre,

    pagase

    el entierro.

    -Siempre hay almas caritativas- observó

    el cura mordiéndose

    la

    lengua.

    - Aterrorizadas, quiere decir el señor cura;

    el terror las

    hace caritativas.

    Por esto cuidan

    usted y el

    prior

    del monasterio

    tan

    bien el in

    tierno.

    - ¡Es un diablillo, es

    u

    diablillo - dijo el

    cura

    al padre de Bautistlu, sonriendo con fingi

    da humildad.

    - Anda, que el

    ganado está

    lejos- gritó

    Pablo

    su hi

    jo

    .

    Bautistín salió escape.

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    6/120

    10

    FIWHHCO U R L ~ S

    L9,

    fama del

    muchacho

    llegó á oldos del se

    ñor

    de

    Gandaira

    1

    quien quiso

    conocer á Ba

    utis

    tin

    y charlar

    con

    él

    un

    rato.

    Un

    verano

    que lo pasaba en

    otro

    caserlo de

    la

    Gandaira

    montó

    e

    caballo

    y

    acompaih

    do

    de su administrador general visitó el caserío

    que cuidaban Rosa y Bautistln porque Pablo

    no bacía más que beber dormir. Ello ocurría

    en el

    mes

    que

    Bautistín cumplió doce

    años.

    T ú

    eres Bautistín

    el

    Filósofo ¿verdad?

    -preguntó el seilor de Gandaira no bien hubo

    visitado

    las

    dependencias de

    la casa

    y los es

    tablos.

    No señor- contestó Bautistln.

    Pues ¿quién eres tú?- repuso un tanto sor-

    prendido el señor de

    Gandaira.

    Soy Bautistin el perro.

    -¿El perro?

    ¡E l perro si señor

    U n

    nuevo

    Diógenes-dijo

    el seilor de Gan ·

    daira

    dirigiéndose

    al administrador

    que

    prese

    ciaba. con algún recelo el diálogo.

    - El chico no sabe leer-contestó el ad mi·

    nistrador.

    -Pregúnteselo usted al seilor cura de Gan·

    daira-dijo Bautistin-. Él le dirá que us ted es

    mi amo.

    Y lo soy.

    LOS H

    IJOS DEL

    AMOR 11

    Pues ya ve usted;

    necesaria

    mente he de

    ser yo un perro.

    El seilor de Gandaira quedó un tan to pensa

    tivo: el administrador intentó salir a l ca

    mp

    o

    para

    ver

    si su amo

    le

    segula

    y

    dejaba

    á

    aq

    uel

    rapaz desvergonzado; mas el señor de Ganda i

    ra

    no dió un paso y repuso al minuto:

    Me

    han

    dicho,

    Baut

    istfn, qu e er es muy

    listo.

    Se rá porque los otros son muy torpe

     

    con

    test

    ó el muchacho.

    - ¿Cómo

    te

    va

    pastando el ganad

    o?

      p re

    guntó

    el

    señor

    de

    Gandaira

    pretendie

    ndo

    ca

    m

    biar el hilo de la conversación.

    No

    tan

    bien como al señor, sin pas tar lo.

    - ¿Por qué?

    - Porque el se11or sin pa

    st

    arlo y sin cuida rlo

    se

    come los quesos y

    la manteca.

    - ¡E l

    ganado es rolo

    much

    ac

    ho

    - No lo

    parece.

    - ¿No lo

    parece?

    - No lo parece porque

    soy

    yo quien lo

    cuida.

    -

    Per

    o yo lo

    compré

    .

    - Con el dinero del queso y de la ma n teca

    que produce el ganado que yo pasto.

    - ¿Quién te ha contado

    á

    ti es

    tas

    cosas?

    -

    pr

    eguntó el seilor de Gandai ra .

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    7/120

    12 FEDI::RICO ORALES

    -Nadie-contestó Bautistin-; se

    me ocu

    rren.

    - Yo soy persona mayor y no se me ocurren.

    -Porque

    el señor es el amo de las

    vacas,

    del caserío

    y

    de

    las tierras,

    y no

    tiene necesidad

    de pensar nada. .

    ¡E s asombroso -dijo el sefior Gandau·a

    vol viéndose á su administrador general, que

    rabiaba

    por irse.

    - Cosas de los

    auarquiatas-contestó

    el ad

    ministrador-. Esa gente

    se metfl en todas par

    tes, y el rapaz h:lbrá. ido á Gijón ó á Oviedo

    algún

    día y alll debió

    haber

    hablado,

    segura

    mente, con alguno de esos que quieren vivir sin

    trabajar.

    P u edes retirarte-dijo al concluir el admi

    nistrador

    al muchacho.

    Bautistfn no se movió.

    -Puedes retirarte-repitió

    el

    a d m i ~ : ~ i s t r a d o r .

    Bautistin no se movía.

    - ¡Eres

    sordo -exclamó

    el administrador

    con enojo .

    Me retiraré-dijo por fin

    Bautistfn-cuan

    do el administrador no me lo mande.

    El

    sefior de G.tndaira se echó á reir.

    El administrador repuso:

    Un

    muchacho así en el caserío

    es

    un pe

    ligro.

    :

    13

    L o

    mismo digo yo de

    1 1 ~ t e d d 1 j o

    Bautistin.

    Que te calles,

    Bautistío -gritó

    Rosa.

    - Cuando yo

    era

    pequeñín- diJo el

    mucha-

    cho dirigiéndose A su

    m a d z ~ e

      llevó dos

    pa·

    vos del

    caserío

    diciendo

    que

    eran

    de

    su t.efior y

    eran

    míos

    porque

    yo

    compré

    los huevos yo

    los

    puse

    á

    la

    clueca,

    yo cuidé

    á

    los

    pavitos,

    y

    yo

    los quer1a mucho.

    S i no

    callas

    te doy

    u

    bastonazo-dijo el

    administrador levantando

    el bastón.

    Y yo e do una

    pedrada

    - exclamó Bau

    tistío, y

    acompafiando

    l acción

    á la palabra

    le

    dió

    con un cascote

    en

    la frente.

    El administrador empezó á grita.r y Bautis

    tfn á correr camino adelante, perseguido

    por

    sus

    padres

    y seguido por León un perro caza·

    dor

    que

    no le dej11ba un momento.

    Regresaron Pablo y Rosa

    sm

    que hubiesen

    dado

    alcance á

    su hijo

    cuando ya

    el

    adminis·

    trador tenía vendada

    la

    cabeza con un pañuelo

    de

    seda

    que le prestó el

    señor

    e

    Gandaira. El

    administrador, para

    vengarse

    del muchacho

    indujo al de Gt\ndaira

    á

    que echase del caserío

    á

    los padres de Bautistln. El seüor de Ganda

    ira

    contestó que

    lo

    pensada,

    y

    se marcharon

    al

    largo

    trote

    de sus caballos á

    la

    casa sefiorial.

    Entretanto, Pablo, por orden de su amo, avisó

    al médico que servía. l

    as

    tres aldeas y los cinco

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    8/120

     

    FEOBRICO URALES

    caseríos que componían la parroquia de Gan-

    daíra..

    Pasaron varios días sin que

    nadie diera ra

    zón

    de

    Bd.utisttn. Su

    madre

    lloraba

    día y

    noche;

    su

    p

    adre

    avisó

    á

    la guatdia

    civil  

    que

    y

    lo

    estaba

    y buscaba al

    muchacho

    por camino

    s,

    caseríos

    y

    aldeas.

    Á

    los

    cuatto

    meses del dl:t en que Bautistin

    dió

    la

    pedrada.

    al

    administrador de l

    de

    Gandai-

    ra, Rosa

    su madre,

    lavaba. ropa en

    el

    río. La

    pobre

    mujer

    tenia siempre fijo el pensamiento

    en Bautistin,

    y

    lloraba su muerte, dando por

    cierto

    lo

    que

    andaba.

    contando

    por el

    sefiorio

    un

    cazador

    furtivo, esto

    es, que los lobos

    de

    la

    sierra se hablan

    comido al

    rapaz.

    Mas

    hete

    aqui que, á esto de

    las

    diez de aquella maüana,

    se presentó León á

    Rosa

    con

    gran

    contento.

    - ¿Es

    verdad, León que los lobos ISe han co-

    mido á mi Ba.utistín?-gritó Rosa n l perro, como

    si hablase con una

    persona.

    -No

    seftora

    madre-dijo Bautistin saliendo

    de

    un

    canaveral cercano y

    sa

    ltando encima de

    una roca que

    se

    ha llaba en medio del riachuelo.

    -¿C onque es tás viv

    o?

    ¿Conque no

    se te

    han

    comido los lobos? ¿Conque no es verdad lo que

    decía la gente?-exclamaba Rosa metiéndose

    río adentro, sin reparar en el agua..

    Bautistfn

    echó

    Jos

    brazos

    al

    cuello

    de

    su

    LOS

    IIIJOS

    bEL AMOR

    5

    madre,

    y luego

    que la hubo acariciado,

    saltó

    sin

    pisar

    agua á

    la

    orilla del rio.

    Mucho habla

    cambiado

    en cuatro

    meses

    Bau

    tistin.

    Sus

    ademanes eran

    enérgicos,

    sus

    pier

    nas

    ágiles

    y

    recias, sus

    ojos

    brillantes

    y

    move-

    dizos  su

    pecho,

    que llevaba descubierto, saliente

    y

    tostado por el sol ; en el labio superior empe

    zaba á

    dibujars

    e finísimo vello, y todo su cuerpo

    deno

    taba vigor y limpieza.

    El

    muchacho

    era

    un

    hermoso ejemp lar de la fiera

    Naturaleza.

    Rosa  

    que

    notó

    el

    cambio

    de

    su hijo le

    pre

    g

    untó:

    -¿Cómo

    te

    las

    arreglas

    para

    ser tan

    hermo

    so é

    ir tan

    limpio?

    -M e bafio todos los

    días

    en el mismo n

    aci

    -

    miento del río allá arriba,

    cuando

    aun el agua

    no

    ha

    bajado a l valle.

    Á

    veces

    me

    la.vo la ropa

    de

    la maneru que

    me ensenaste, luego la

    seco en

    las

    ramas de los

    pinos

    y yo

    me duermo

    desnudo  tendido en

    la

    hojarasca.

    e

    ndrá

    s f r o- le dijo Rosa.

    - L o tendré quizá en invierno, ahora no

    -contestó

    el muchacho

    saltan

    do de nuevo

    sobre

    una

    gruesa

    piedra

    que habla en medio del

    ria

    chue

    lo.

    Luego dijo:

    -Me

    ha parecido

    oír

    murmullos.

    - ¿Y

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    9/120

    16

    -Pueden ser

    los

    guardias.

    ¿Te persiguen?

    SI;

    me lo dijeron los pastoree de la sierra,

    pero yo me escondo detrás de las matas y

    pa·

    ean

    sin verme.

    S i te cogen

    ...

    No

    me

    cogerán. He

    bajado al

    llano,

    madre

    m

    a, parc1

    verte.

    Estaba triste.

    ¡H1.cla tanto

    tiempo que no te vela Desde lo

    alto

    del picacho

    te he

    visto

    la"ar

    y

    he bajado

    volando.

    -Anda, vente conmigo

    al

    caserio;

    comerás

    te

    daté otra camisa-dijo

    su

    madre

    .

    No

    quiero-contestó

    Bautistin-;

    en

    el ca

    serlo me cogerlan los civiles; padre me entrega

    rla á ellos. Los pastores me dijeron que padre

    encargó

    á loe civiles que me prendieran, yo

    no quiero que me

    prendan.

    ¡Eu cuanto al ladrón

    de

    pavos -Y ..

    esto diciendo, Bautistfn cerró

    el pufl o y amenazó al espacio-. Anda, vente tú

    conmigo- dijo á su madre.

    -¿Adónde'?-respondió

    Rosa.

    A l monte.

    -¿,Y tus hermanos?

    -Llévatelos. En lo alto de los picachos hay

    una gruta que parece un palacio. Comeremos

    bellotas, castañas y madrofl.os. Viviremos

    muy

    bien los cuatro;

    padre

    no te pegará más y tú

    tendrás que trabajar tanto

    para

    que él se em-

    LOS IJI.JOS

    DEL

    AMOR

    17

    borrache. No creas; estaremos como

    pez en el

    agua ,

    y

    si te gusta más el conejo que los ma

    drofios,

    comerás

    conejo;

    eón

    coge dos 6 tres

    todos los días.

    Yo estoy

    harto de conejo.

    Y

    cómo te lo comes,

    c,crudo?-le preguntó

    su madre.

    ¡Qu iá

    asado.

    Los

    pastores

    y los

    carbone

    ros me dan sal, aceite, pan y fósforos á cambio

    de conejos. ¡Si

    te

    digo,

    madre,

    que vivo muy

    bien Y luego los pastores y los carboneros tie

    nen

    chiquillos y yo juego con ellos y algunas

    noches duermo también en sus chozas. El otro

    dia se

    puso malito

    el

    nifio de Roque.

    - ¿Quién es Roque?

    U n

    carbonero de la sierra que me quiere

    mucho. El chiquitín

    se

    morfa,

    y

    ¿sabes lo que

    hice yo?

    - ¿Qué hiciste?

    Me fui

    á

    Gandaira.

    ¿Á

    qué?

    Á

    buscar al

    médico.

    -¿,Y

    no te prendieron?

    E r a

    de noche: los guardias dormian.

    Y el

    médico, ¿qué te dijo?

    -¡Nada

    Me miró, se sonrió me dió dos

    pesetas.

    -¿Qué

    hiciste con ellas?

    Me compré un par de alpargatas: son es-

    2

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    10/120

    18

    FEDERICO URALES

    tas-di jo el muchacho enseñando las que

    lleva

    ba puestas-;

    y unos zuecos que tengo ocultos

    en unas matas.

    - ¿Y

    el enfermito?

    -Tan gordo á los dos días.

    - ¿E l

    médico nada dijo después á los guar-

    dias?

    -Supo

    ngo

    que

    no.

    -¿No t ienes miedo?

    ón vigila

    siempre.

    -S í

    pero los lobos .. .

    -Mira-di jo Bautistín sacando un cuchillo

    clavándolo con férreo empuje en

    el

    tronco de

    una

    encina.

    Luego, dejando el cuchillo clavado, miró

    á

    su madre, como diciendo: •lobos

    á

    mi •.

    - S i

    te

    pillan dormido

    ...

    Ya te digo

    que

    León vigila siempre. ¡Anda,

    vente conmigo

    -No quiero.

    -Bueno, pues; yo me voy.

    - ¿Dónde y cuándo podré darte otro pantalón

    ot1 a

    rumisa'i

    Pensó un mo mento Bautistin y después di jo:

    -Podrían

    seguirte

    . Lo

    mejor es

    que lo dejes

    en un sitio, que yo iré á recogerlo si veo que

    nad

    ie te eigue. (,Conoces el Pico del Rayo?

    - '; í-dijo o ~ a Pusptrando.

    LOS l l.JOS

    DEL

    AMOR

    19

    - Pues

    al

    pie

    de la roca

    hay un

    gran

    m

    ato·

    r r

    al;

    deja el lío allí y yo lo recogeré después.

    Bautistín

    cogió eu cuchillo y

    se

    lo puso en

    la

    cintura

    como los

    carboneros.

    - ¡Los guardias -gritó después el mucha

    cho, y huyó

    monte arriba

    seguido

    de León

    Rosa vió la silueta de dos tricornios que

    cruzaban las ram

    as

    de un joven

    pinar

    que

    ha

    bía

    alli cerca.. Aproximóse

    la

    pareja.

    á

    Rosa.,

    ésta se

    puso á

    lavar

    disimulando.

    -Buenos días- dijeron los guardias .

    - Buenos días-contestó Rosa, sin dejar de

    l

    avar.

    -¿Cuánto

    tiempo hace, Rosa, que no has

    visto á

    Bautistín?-preguntó un guardia.

    -Acabo de

    hablar

    con él.

    Los guardias se miraron como diciendo:

    • ¡Buena se te

    esperaba

    si no hubieses dicho la

    verdad ·

    - ¿Y

    dónde

    hablas

    con él los

    demás

    dias?

    preguntó el primer guardia.

    -N o le había visto desde que dió la pedrada

    al

    señor administrador .

    -Hay

    quien dice que fué tiro.

    -¡1\Iiente

    quien

    tal

    diga -exclamó Rosa fie-

    ramente

    . Luego, temiendo el enojo de los guar

    dias,

    aüadió

    suplicando-. ¡No

    le hagan

    uste

    des daüo

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    11/120

    :2

    FEDERICO U RALES

    - Ocho días guardó ca

    ma

    don

    Ruperto;

    se

    trata de un delito de lesiones, y aunque

    Bautis

    tin es menor de edad, bien

    merece

    a rresto ma

    yor

    ..

    ¡Digo, si no

    se

    presenta ó si tú no

    nos

    di

    ces dónde

    se

    oculta

    - Si no lo sé-contestó Rosa- ; además, lo

    de

    los pavos

    era verdad

    .

    -S i no

    callas-dijo

    el mismo guardia enoja

    do porque no podia sacarle nada-

    si

    no ca

    llas, te llevamos presa en lugar de Bautistín.

    Guardó silencio Rosa. Los guardias cruza

    ron una

    mirada

    de inteligencia

    se

    adelantó el

    que aun no

    había

    dicho

    nada

    .

    - ¿Dónde dejas escondida la comida que das

    á tu hijo?-preguutó el segundo g

    uardia.

    - E n ninguna

    pat

    te, seií

    or-contestó

    Rosa

    asus

    tada.

    -T u

    hijo algo cornera.

    -Come

    bellotas, scfior.

    - ¡Sí , sí, bellotas corre más que un gal-

    go -aüadi6

    el mismo gun.rdia.

    -Pero que se an de con cuidado, porque más

    corren las

    balas.

    -¿Le dispararán á

    mi

    hijo,

    seüor

    guardia?

    -preguntó Rosa llorando.

    - Si no

    se

    p

    resenta,

    s

    i

    - Se presentarA: yo

    le

    diré que

    se preseu

    te

    cuando hable con él de nuevo.

    \

    LOS IJIJOS DEL

    MOR

    21

    -Mejor será que

    nJs

    digas

    dónde podemos

    1 buscarle-dijo el guardia que babia habla-  

    do primero, pensando, sin duda alguna, en ha

    cer ver que lo

    hablan cogido-. ¡Y

    cuanto

    an

    tes mejor

    Tú sabrás

    dónde verle.

    -A l

    partir me

    ha

    dicho

    que le dejase ropa

    en

    el Picacho

    del

    Rayo-exclamó

    inocentemen

    te

    Rosa.

    Los guardia·a

    se

    miraron sonriendo con sa

    tisfacción y se marcharon .

    La

    madre de Bau

    tistin

    siguió lavando sin

    comprender

    el dafio

    que acababa

    de

    causar

    A su hijo.

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    12/120

     

    Los civiles en el Picacho

    del Rayo

    Al día siguiente del en que ocurría lo que

    se

    acaba

    de

    contar,

    Rosa

    levantóse antes

    de

    la

    au

    rom y salió del

    caserío

    á tientas y

    sin

    hacer

    ruido. Sus hijos

    menores

    dormían y Pablo había

    se

    echado de nuevo

    sobre

    el jergón después

    de

    dar

    el pienso al

    ganado. Ya

    en el

    campo, Rosa

    cruzó ligera la tierra

    que

    cuidaba, y al ot ro

    lado del riachuelo dejó el camino de Gandaíra

    para

    tomar

    el sendero

    del

    monte.

    ¡Y subió monte arriba.,

    arriba,

    arriba

    c

    on

    las

    alas del

    amor

    de madre

    Empezaba

    á cla

    rear; Rosa

    llevaba

    un lío de

    ropa

    debajo del

    brazo .

    Al poco rato de subir

    la

    cuesta,

    los prime·

    ros

    rayos del sol bailaban lo más alto del Pica·

    cho del Rayo.

    Á

    la mitad de la

    sierra,

    en sitio

    que permi

    LOS DIJOS DE L AMuR

    23

    za

    y miró

    argo

    rato

    monte abajo: nadie la

    seguía.

    Rosa

    emprendió de nuevo

    la

    caminata.

    l ~ u n veces oía u do en los zarzales

    de

    las

    orillas del riachuelo,

    vadeado

    casi siempre por

    el

    sendero;

    era

    un

    conejo

    qne

    despertaba,

    asus

    tado,

    y

    se metla

    veloz en la

    madrigue

    ra. Otras

    veces un mirlo levantaba el vuelo avisando

    con

    sus

    voces á

    la

    nidada que había peligro, y en to

    das

    pa rtes y direcCiones los

    pájaros

    sa l

    udaba

    n

    la

    entrada del nuovo

    día

    con canciones de

    amor.

    Una hora después, corno el sol

    empezase

    A

    calentar,

    Rosa se

    sentó sudorosa

    á la sombra de

    un

    enorme roble,

    desde

    el

    cual

    podía

    ver

    si al

    guíen

    subia C Jmo

    ella

    la cuesta de la

    sierra.

    Abajo quedaba

    la

    llanura

    de

    Gandaira con sus

    caser íos bla ncos y

    sus

    aldeas pardas. Á

    o lar-

    go

    sonaba

    el

    cencerro

    de

    algunas

    yuntas

    de

    bueyes.

    Rosa no dejó de pensar

    un

    momento

    en su

    Bautis

    tin. De

    pronto

    oyó ruido

    á

    sus

    espaldas

    y

    se

    volvió. Muy cerca de

    ella baja

    ba.n la cuesta

    dos borricos cargados

    de

    cnrbón, guiados por

    un

    robusto mozo. Los borricos y la

    persona pasa-

    ron sin

    dar

    los buenos

    días.

    Rosa se

    levantó

    Y

    echó á

    andar

    de

    nuevo. Media hora después la

    pobre

    madre parAbase A ver y A

    escuchar

    á los

    píes

    del Picacho

    del Ra

    yo. El

    corazón

    de Rosa

    la

    ia con habr

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    13/120

    24

    E D E R J O URALF S

    se

    preguntaba.

    c¿  eestará mirando el

    hijo

    de

    mis entrafias? ¿Me habrán seguido los guardias?,.

    Metió el lio en

    la

    mata

    designada para

    ello

    Y esperó un momento. Le pareció oir ruido; vol

    vióse

    nada

    vió. Mas de

    repente se abrieron

    la ramas de un chaparro apareció Bautistfn

    fuerte

    erguido como

    un

    leoncillo.

    -¡Madre mía -dijo el nifio echándose en

    brazos de Rosa, luego, viendo que

    su madre

    volvía

    la cabeza

    asustada,

    exclamó:-N

    o te

    han

    visto; desde mi escondrijo be seguido tus pasos

    monte

    arriba.

    Alto -se

    oyó

    de

    pronto,

    ap arecieron

    dos

    civiles-. ¡Si te mueves,

    Bautistín,

    disparamos

    Rosa, temiendo por

    la

    vida de su hijo lo cu

    brió con su cuerpo lo estrechó

    f u e r t ~ m e n t e

    con

    sus brazos. Bautistín intentó un momento

    desprenderse

    de

    ellos. Su

    madre le decía ha -

    ciendo esfuerzos sobrehumanos: '

    ¡T

    e

    matarán,

    no

    huyas

    ; te

    matarán

    Los

    guardias

    se acercaron y con sus dies

    tras

    sujetaron

    al rapaz

    por ambos

    brazos

    mien

    tras

    con la izquierda sostenían el mause;. Lue

    go, uno de los guardias lo dejó en

    tierra

    y

    con

    la mano que le quedaba libre desató una cuer

    da

    ~ u e

    atada

    llevaba al cinto.

    Una brusca sa

    cudida de Bautiat n lo libró de loa férreos bra

    zos de los guardiaa, mas Rosa, temiendo

    que

    LOS IIJJOS DSL AMOR

    disparasen

    contra

    su hijo si

    se les

    escapaba, les

    ayudó á sujetarlo. ¡Bien ataron al pobre niBo

    Le pusieron fuertes esposas

    en

    las muBecas

    una cuerda en el brazo; luego

    le

    cachearon,

    quitándole

    un cuchillo y una

    caja

    de

    cerillas.

    Mientras

    los guardias hacían

    esta

    operación,

    Bautistín miraba

    á su madre con tristeza.

    Rosa exclamó, como para justificar la ayu

    da

    que había prestado

    á

    los civiles:

    ¡Te

    hubi

    eran

    matado

    Bautistín no contestó

    palabra, mas

    cesó

    de

    forcejear. Los guardias, terminado que hubie

    ron su ta

    rea,

    se sentaron, mirando con atención

    al

    muchacho . Rosa

    se

    echó á llorar. Bautistín

    miraba

    imp asi

    ble

    á diestro y siniestro.

    -¡Trabajo

    nos has dado, mal

    bicho -dijo

    uno de los

    guardias-.

    De plantón hemos

    estado

    toda

    la

    noche e

    sperando al

    sefiorito.

    Bautist n guardó silencio, y el otro guardia

    repuso,

    dirigiéndose

    á

    Rosa:

    - Si hub

    iera muchas madres

    como

    tú, que

    echaran

    al mundo bandidos como éste, ¡medra·

    dos estaríamos los guardias

    Bautistin miró con insistencia é

    ira, sin

    des

    pegar

    los labios,

    al

    guardia que así habla

    ha

    blado.

    ¡Y

    aun nos desafía con

    la

    mirada -excla

    el

    mismo

    guardia.

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    14/120

    26

    l''EDERICO URALES

    -Procura que no te soltemos

    en

    la llanura

    no

    te disparemos

    cuatro balas

    por haber inten

    tado huir-dijo

    el otro guardia.

    ¡ P or Dios, sefio1'és

    guardias, no

    le

    hagan

    daño -repuso

    Rosa sin

    dejar

    de

    llorar.

    Bautistin miró á su

    madre

    le dijo con

    fiereza:

    ¡ No llores ni supliques, si

    quieres que

    te

    ame

    s un criminal de

    pura

    raza-exclamó un

    guardia

    dtrigiéndose al otro.

    - ¡Este ,

    este

    nos dará mucho que hacer

    con

    el

    tiempo

    ¡Ya

    lo ver ás

    r

    epuso el

    otro .

    Me

    jor seria

    ..

    ¿comprendes?

    El segundo

    guardia

    miró al primero,

    miró

    á

    Rosa después Y dijo

    levantándose:

    ¡ E n

    marcha,

    bandido

    La comitiva empezó á andar hacia

    la

    llanu

    ra. Bautistín

    iba delante,

    esposado atado por

    un brazo; begula después

    el guardia que lleva

    ba la cuerda;

    detrás

    de éste

    el otro

    guardia,

    mauser al hombro, por último Rosa llenos

    de lágrimas

    los ojos. ' '

    . Al llegar la trtste comitiva á la mitad

    de

    la

    43terra, dejó el seuuero del caserío tomó el de

    ~ ~ a l d e a situada un poco hacía.

    el

    Norte. Bau

    tlstln andaba. erguida la frente;

    de

    cuando en

    la

    cabeza

    para

    ver su madre

    LOS UIJOS DEL AMOR

    27

    seguía, sin trabajo, el corto paso

    que él lleva

    ba.

    cDe ir eólo-pensaba Bautistín-buena

    ca

    minata os daba, guardias •; movía las pieruas

    como potro ansioso de galopar.

    De

    trecho

    en trecho, cruzaban el

    sendero

    pequeños arroyuelos de agua. fresca cristali·

    na. Las cigarras ,

    animadas por

    el sol,

    echaban

    al vuelo sus monótonas canciones. Á la vuelta

    de un

    recodo la comitiva se halló de bocas á

    mano con dos aldeanos, montados en sus borri

    cos· éstos se

    echaron

    á un lado, pasó Bautis-

    '

    tin,

    pasaron los guardias, los

    aldeanos nada

    dijeron;

    mas

    al

    pasar

    Rosa, uno

    de

    ellos ex

    clamó:

    ¿ E s tu hijo,

    R o ~ a

    Si ; es mi hijo, que

    lo llevan

    p1eso.

    - ¡Muy merecido se lo tiene -dijo el al·

    deaoo.

    - ¡Quiera Dios

    que

    no se lo

    merezca más

    ninguno de los

    tuyos -gritó

    Rosa sin pararse.

    Y se perdiet on

    de

    vteta al do bla.r del reco

    do. E otro

    aldeano d1jo

    arreando detrás del

    que babia

    hablado de

    tan d e s p i l ~ d d manera:

    - ¡Cómo

    ha.

    crecido el

    rapaz

    De cuando

    en

    cuando divisábase,

    por

    entre

    los Arboles,

    el

    campanario de Gandaira;

    la

    aldea

    debía

    estar cerca; casi á las puertas, la

    encontró rapazuelo que

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    15/120

     

    I U O UltALES

    coger

    estiércol por los caminos con una es puer

    ta

    en

    la

    mano. El chiquillo,

    al

    ver á los g ua

    r

    dias, echó á correr aldea adentro gritando:

    -¡Bautistfnl

    ¡Aquí está Bautistfn

    Las aldeanas se asomaron en

    puertas

    y

    ve

    n

    tanas.

    En aquel

    momento salían los niños de

    la abadía,

    que

    servía además de escuela.

    El

    cura

    y maestro á la vez les

    acompañaba,

    como

    siempre, hasta

    la plaza.

    Bautistín miró al cu

    ra

    Y nada le dijo; los guardias se pararon y

    sa

    lu

    daron. Rosa exclamó:

    -¡Señor

    cura,

    que

    no le bagan daño

    -¿Dónde

    llevan

    alrapaz?-preguntó

    el c

    ura

    á los

    guardias.

    -A l cuartel-contestó uno.

    - ¿Y

    después?

    - E l jefe dirá.

    -Voy con ustedes.

    Y el cura se agregó

    á la comitiva,

    a l lado

    de

    Rosa.

    La

    casa-cuartel

    de la Guardia civil

    se

    hallaba

    al

    otro

    lado de la

    a ldea,

    camin

    o

    de

    Cangas.

    -¿Cómo ha

    sido?-preguntó el

    cura

    a ndan-

    do, á

    Rosu

    '

    -No

    sé-contestó

    Rosa- . Estaba hablando

    c o ~

    él en

    la

    falda del Picacho del Rayo y han

    sahdo

    ...

    querían ma

    LOS IIIJOS DEL A\lOR

    29

    - S e

    lo debieron decir

    para

    a.sustarle.

    -No señor cura-exclamó Roer.- , le que-

    rían matar de

    verdad. ¡Se miraban de una ma

    nera los

    guardias

    Por esto le

    he

    seguido yo

    basta que le suelten. Se lo pediré al señor de

    Gandaira, y

    al

    obispo, si

    es

    preciso.

    - ¡La ley es la ley -exclamó

    el cura.

    -¡También usted, padre

    José,

    quiere

    mal

    á

    mi hijo ¿Qué daño

    le

    ha hecho

    el

    hijo de mis

    eotrafias?

    En

    esto llegaron al

    cuartel

    de la Guardia

    • ¡ El cabo comandante del puesto, espera-

    v

    . .

    ba

    en

    la puerta.

    Al

    ver

    A

    Bautistín

    sonrió

    sa

    tisfecho, dejando al

    descubierto

    ocho dientes

    gruesos

    y sucios.

    El

    rapaz entró en el cuartel

    resueltamente.

    - ¡Por

    fin,

    ladrón,

    te hemos cogido - dijo el

    cabo. Luego dirigiéndose

    á

    los guardias aña

    dió:-¡

    Entren

    Los guardias

    entraron

    con Bautistfn á un

    cuarto que habla

    á

    la

    izquierda

    del

    zaguá

    n .

    Rosa continuaba siguiendo á su hijo, pero el

    cabo le dijo:

    -¿Dónde

    vas?

    -S igo

    á

    mi hijo-contestó Rosa.

    - T ú no puedes entrar.

    - ¡Es mi hijo

    -Y a lo sabemos; vuelve

    al

    caserío.

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    16/120

    30

    FEDERICO URALES

    - L e hemos cogido hablando con ella-dijo

    uno de los

    guardias.

    - ¡Ah

    plcara -exclamó el cabo  ;

    ¿sabías

    dónde se

    ocultaba y te

    lo

    callabas?

    El

    cura, adelantándose,

    dijo:

    - ¡No

    lo sabia

    -¡Señor

    cura-exclamó

    Rosa- ,

    que no le

    hagan daiio

    -R e

    gresa al caserío-repuso el cura  ; no

    le harán daño; yo mismo iré después á comuni·

    carte

    lo

    que

    haya.

    -D eseo

    esperar aquí-exclamó

    Rosa.

    -Aqul

    no-dijo

    el cabo, y

    la

    echó

    á

    emp

    ujo-

    nes á la calle.

    Rosa se situó frente al cull:rtel,

    recostada

    en la pared de la casa del otro lado de

    la

    calle.

    Al momento

    la

    rodearon todas las mujeres y los

    chiquillos de

    la

    aldea.

    En

    el portal del

    cuartel no habla nadie;

    el

    cura

    entró

    detrás del cabo. Constituían

    la habl·

    tación un

    banco

    .

    ' una mesa dos slllas viejas;

    colgaban de

    la

    pared

    1

    .

    un ma retrato

    del

    rey

    y

    un v1e]o

    crucifijo.

    - ¡Á

    ver, GutJérrE>z-gritó el

    cabo-

    · vamos

    á tomr r declaración al preso '

    . Un guardia, vestido de

    cuartel

    sacó

    del

    caJón de

    la

    mes '

    a una carpeta grande, tintero

    y

    LOS lliJOS DEL AMOR 31

    - ¿Cómo

    te llamas?-preguntó el

    cabo

    á

    Bautist n.

    -B

    ltutista Recio- contestó

    el

    muchacho.

    - ¿Qué edad tienes?

    -Trece

    años.

    -¿,Sabes leer y

    escribir?

    - No.

    - ¿Qué hiciste

    al

    sefior administrador del ca-

    serio que cuidnn tus padres?

    -1\Ie

    robó dos pavos .

    - ¡No te

    pregunto esto -gritó

    el cabo

    rojo

    de

    coraje.

    - Ya lo

    - contestó Bautistfn

    trnnquilamen

    t e - ; pero como lo que me hizo el

    administrador

    fué notes de latque

    yo

    le hice

    á

    él,

    por

    esto lo

    digo antes

    también.

    -No

    empiecee-exclamó

    el

    cabo-si

    no quie

    res saborear

    el

    vetgajo.

    - Sefior López-d1jo entonces

    el cura- se

    trata

    de un nifio;

    su madre espera

    en

    la calle·

    toda la aldea

    está. con ella.

    - ¡Á ver, Álvarez -gritó el cabo.

    Presente

    -d i jo

    cuadrándose uno

    de

    los que

    hablan detenido

    á

    Bnu tistln.

    - ¡D espeJa

    In

    calle; todo el mundo

    á

    sus

    casas; Rosn

    también

    Álvarez

    salió, y

    en la

    calle oyóse

    gran al

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    17/120

    FEDERICO URALES

    -No

    quiero

    irme, es

    mi hijo.

    Álvarez entró de nuevo y dijo :

    Á

    Rosa será

    menester hacerle

    daño para.

    que

    se vaya; resiste como una

    condenada,

    Y

    corno tiene

    tanta

    fuerza

    ...

    Se

    agarra

    lo mis

    mo

    que los gatos ... Mire usted.

    Álvarez mostró

    al cabo

    un

    arailazo que

    tenía en una mano.

    -Que se lt encierre en el cn.l

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    18/120

    34

    FEDERICO URALES

    sado el

    seüor

    obispo se interesa

    por

    los ban

    didos, ¡allá ellos

    Gutiérrez llevóse á

    Bautistln,

    lo metió en el

    calabozo

    y

    en él quitóle las esposas

    y

    la

    cuer-

    da.

    Las

    manos de

    Gutiérrez se

    tiüeron

    en

    san

    gre:

    el

    guardia

    miró

    las

    esposas, luego cogió el

    brazo de Bautistln vió que de las muüecas del

    rapaz

    brotaba

    sangre.

    El guardia vol vióse hacia

    la puerta,

    cogió

    la cabeza

    del

    muchac

    ho con

    ambas manos le miró

    en

    los ojos . Bautistin

    no pestaüeó ni dijo

    palabra. Gutiérrez

    soltóle

    la

    cabeza

    se alejó cabizbajo, ce rrando la

    puerta. Aun

    sonaban

    los pasos del guard

    ia

    por

    el

    corredor de la casa,

    cuando

    Bautistin excla·

    mó, cerrando los puüos

    mirando con ira la

    puerta.:

    -¡Cobardes

    En el monte,

    cara

    á cara y uno

    á

    uno, quistera haberos visto. Buena. pr i

    sa

    se

    dieron en quitarme el cuchillo.

    Bautistin

    se

    sentó en el suelo, as e

    stuvo

    largo rato. De pronto oyóse un ligero r uido,

    El nifio miró hacia la puerta notó que la re·

    jilla se abrla poco á poco. Bautistln guardó

    silencio para ver en qué paraba aquello, vió

    una hermost\ finlsima mano

    que

    se metía por

    la

    rejilla Y

    dejaba caer

    algo al suelo.

    La

    mano

    desapareció, después

    cerróse la puerta

    todo

    LOS lllJOS

    DE

    L AMOR

    35

    suelo un paquetito, cuando lo hubo abierto

    vió que contenía un pedazo de pan un trozo

    de tocino,

    que

    el

    muchacho

    comió con apeti to.

    Luego tendióse en

    el

    húmedo

    y

    frlo suelo

    y

    se

    quedó dormido .

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    19/120

    III

    Bautistín seminarista

    Á

    ciencia

    cierta, Bautistin

    no

    supo

    cu:\nto

    tiempo

    había

    dormido. Recordó sólo

    que

    un

    guardia le

    despertó gritándole: «¡Anda,

    le \·á

    tate,

    Bautistii1

    1

    que en la

    calle esperan el

    sefior

    teniente,

    el padre

    José,

    tus padres

    y

    la

    aldea

    eote1a.»

    Bautistín levantóse restregándose

    los ojos ;

    lue go miró

    por toda

    s

    partes,

    diciendo:

    -Llevadme al rlo; qutero

    lavarme.

    ¡No

    eres tú

    poco meticuloso

    que

    digamos

    ¡Miren el seüorito, quiere

    lavarse

    Anda, sigue

    me, que lo

    primero

    es lo primero. Yo soy boro·

    bre, y

    guardia

    civil, y apenas roe

    lavo.

    Bautistin miró con alguna

    socarronería

    al

    guardia de tal

    suerte

    le

    hablaba

    y le siguió

    hasta. la

    habitadón

    que ya conocemos.

    Allí

    esperaban,

    efectivamente, laR

    persona

    s

    LOS HlJOS DEL AMOr.

    7

    pez la mujer

    guapa

    que se interesó por el

    ra

    p

    az.

    l

    autistín entró,

    como

    siempre, con

    la

    cab

    eza

    l

    evantada

    y

    mirando

    de

    frente

    á todo

    el

    mundo.

    Primero

    miró á su

    madre

    con cariño;

    lue.go dirigió

    sus

    ojos h:tcia

    la

    señora simpática,

    sonr

    iéndose,

    como dándole las

    gracias;

    después

    reparó en

    su

    padre

    casi con indiferencia y es

    pe

    ró, fija la

    vista en el teniente. Éste

    le dijo:

    -¿Cómo te iba en

    la

    sierm,

    muchacho?

    M ejor que

    en

    el llano.

    ¡Tan mal te tratamos

    sted no,

    porque

    no

    ha

    tenido

    ocas

    ión

    de

    tratarme bien.

    Pue s

    la vas á tener. Por

    de

    prouto,

    te vie- ,

    nes

    conmigo,

    con el

    sefior

    cura

    y con tus

    pa

    dr es

    á

    Ovi

    edo; luego ya

    veremos ...

    ¡Ah, nos

    acomp

    afiarás

    sin e

    spo

    sas

    y sin

    cuerda,

    y si

    qu ieres tendrás bagaje

    No sefior.

    Á

    mi me

    gusta

    saltar de

    piedra

    en piedra

    y

    correr por

    la

    maleza.

    Pue s hoy

    correrás

    por

    el

    camino basta

    Caogas

    y después

    por la

    carretera

    hasta

    Ovie

    do. ¡No

    tengas

    miedo

    Yo no tengo miedo

    nunca,

    y si

    me tratan

    bien

    soy

    un buen rapaz-dijo

    Bu.utlstin

    miran

    do

    al cabo López

    - . Me

    gusta

    ir con

    ustedes

    porque andaré suelto

    y

    porque

    no

    se me

    ence

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    20/120

    38

    FEDERICO URALES

    No te encerraremos

    - dijo el

    teniente.

    Ver

    ás

    al señor obispo-repuso el cura

    -

    y lo

    que

    él disponga se hará. Tu

    madre

    es

    enterada de todo

    y queda

    contenta,

    y

    tu padre

    regresará después á Gandaira contigo ó c

    on

    las noticias de lo

    que

    haya resuelto el señ

    or

    obispo.

    -Bueno-contestó Bautistín,

    mirando

    á su

    padre,

    para ver si

    leía en su semblante alguna

    contrariedad.

    E l sefior administrador te ha perdonado y

    el señor

    marqués

    lo

    habrá

    hecho

    ya-exclam

    ó

    Rosa dando

    á

    su hijo un poco de pan

    y

    queso

    envuelto

    en un

    periódico.

    -

    ¿Y

    los

    pavos?-replicó vivamente

    Ba.utis·

    tin

    tomando lo

    que

    le

    daba

    su

    madre- .

    Si no

    me

    devuelve los

    pavos

    no quiero

    que me per

    ·

    done

    .

    -¿Los

    pavos? ¡Quién

    sabe

    dónde

    estará

    n

    rep uso Pablo-. ¡Hace seis afios que se los

    llevó, y los

    pavos

    no viven tanto tiempo

    Bautistfn bajó los ojos

    y

    quedó un

    moment

    o

    pensativo.

    ¡En

    marcha -dijo

    el teniente.

    Salieron todos á

    la

    calle. Atado

    en

    una reja

    estaba

    el caballo del

    teniente

    y un poco

    mas

    LOS lllJOS

    DEL

    AMOR

    39

    bian

    acudido todos los habitantes de la aldea,

    mujeres, viejos y chiquillos. Bautistfn miró á

    los rapaces

    desde

    el

    umbral

    de

    la casa

    y se

    sonrió. Todos los nifios gritaron,

    armando gran

    escándalo:

    e

    ¡Bautistínr

    Bautistín ,.

    Algunas

    ma·

    dres

    llamaron á sus

    hijos

    y los tuvieron

    pega

    dos á

    sus

    faldas·. Un

    guardia desató

    el caballo

    y

    Jo

    sujetó por

    las riendas,

    mieBtras

    el

    teniente

    montaba.

    Otro

    guard1a hizo Jo mismo con

    el

    mulo,

    mientras Pablo

    ayudaba á

    montar al

    cura. Luego, el marido de Rosa se puso á la

    cabeza de

    la partida. El primero que

    · picó es

    puelas

    fué el

    teniente, pero

    poco

    ta

    rdó en

    se·

    guirle

    el cura.

    De

    pie, en el

    umbral de la

    casa,

    se hallaban el cabo

    López,

    su

    mujer,

    Bautistin

    y Rosa; la cabeza de

    algunos

    guardias

    asomaba

    en segundo término. Bautistfn, rápidamente,

    cogió la

    mano

    de la

    mujer

    del cabo y se aca

    rició, diciéndole: crMuchas gracias . ; luego se

    echó

    al

    cuello de su

    madre,

    besándola en

    la

    frente; después quitóse la boina

    y

    levantándola

    al aire, gritó:

    -¡Buenas

    tardes,

    y salud tengan chicos

    y

    grandes -y echó á correr .

    En cuatro saltos adelantó á la

    comitiva;

    á

    la cabeza de ella se volvió

    andando para

    atrás

    y saludó aún su

    madre

    y á

    la

    sefiora guapa,

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    21/120

    40

    l< EDERICO URA LES

    ¿Á

    quién saludas?-

    le preguntó

    e l ten iente.

    Á mi madre y

    á

    la señoz·a

    de

    l cabo

    López.

    - ¿Por qué á la sefl.ora del

    cabo López

    y no

    á las

    demás

    personas

    de

    la alde •?  preg

    untó

    con cierto

    interés el teniente

    .

    Porque

    esta

    maiiana,

    al llegar

    , me ha

    echado por la rejilla del

    calabozo

    un

    cac

    ho así

    de pan y un pedazo

    de tocino

    .

    ¡E s un

    úngel -dijo el cura.

    ¡ E s muy hermosa -contestó el ten

    iente

    con vehemencia .

    En

    éstas

    los

    caminantes se hallaron

    fuera

    de

    Gandaira.

    Al

    llega

    r

    al

    riachuelo Bau

    tis

    tín

    se

    quitó la chaqueta, arremangóse la.s mangas de

    la camisa y se

    lavó

    cara y cabeza.

    Durante

    el

    camino, el rapaz uo ha

    bló

    pala

    bra; no hizo

    más

    que saltar y correr de un lado

    pa.ra 9tro. El cura Y el teniente discutían , apa

    reJados, sobre el

    por\'enir

    del muc

    hacho

    .. l

    cu:a

    no

    ocultaba

    sus propósitos

    de aconse

    ja r

    al

    obispo que

    protegiera

    á

    Bautistfn

    hasta hacer

    de

    él

    un buen ministro de

    Dios y

    un

    buen defensor

    de la Iglesia,

    pues el

    rapaz, según el p11dre

    José,

    sólo había hecho traveau ¡·as propias

    de

    su

    edad, y el teniente contestaba.

    que

    después e

    hablar con el sett b

    .

    uor

    go ernador, podrían

    hacer

    de B:tullstln c

    uanto

    en gana

    les

    viniere. Pablo

    LOS

    HIJOS

    Dll:L AMOR

    41

    Así llegaron á Oviedo: e

    ran

    las siete de I L

    tarde, hora en

    que

    á últimos

    de Agosto

    empieza

    á obscurecer.

    En la

    puerta

    del palacio

    episcopal

    se apea

    ron

    el

    ten

    iente

    y el cu ra. Pablo se hizo cargo

    del caballo y del mulo y

    el

    teniente se despidió,

    diciendo que

    mientra

    s

    el

    pa

    dre José

    esperaba

    el momento de

    ser recibido por el obispo, él iba

    á ver al señor gobernador .

    El cura y Bautistín entraron en el palacio;

    el teniente mon tó otra vez su ca

    ballo

    y

    se mar

    chó. Pablo quedó

    esperand

    o

    en la calle

    con

    las

    bridas

    del mulo

    en la ma

    no.

    La

    servidumbre del obispo hizo entrar a l

    cura

    de

    la Gandaira y

    á Bautistfn

    en una obs

    cura habitación

    llena

    de

    san tos. El padre José

    dió una carta para

    el

    obisp

    o al servidor que los

    había recibido, y

    el

    criado se

    retir

    ó. Bautistín

    miró

    y

    remiró

    cuauto colgaba

    de las paredes,

    mientras el padre

    José

    rezaba,

    sen

    tado en un

    banco. Al

    cabo

    de media hora

    la

    rga ab

    rióse

    una. puerta. y un joven

    seminarista

    dijo a l padre

    JoPé:

    - Htlga

    el favor de seg

    uirme el seilor sace

    r

    dole.

    El padre José cogió

    de

    la

    mano

    á Bautistín

    y

    obedec

    ió. El s e m i n a r i s t < ~ . guió a l viejo cura y

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    22/120

    42

    FEDFRICO

    URALES

    cruzados de

    puertas,

    todas cerradao. Luego ba ·

    jarou una escalera muy ancha, abrió el semi·

    narista una gran puerta vidriera penetraron

    en

    un jardín. El seminarista siguió

    adelante

    cruzando

    paaeos ; de

    trecho en

    trecho

    velanse

    estatuas de mármol

    sobre artísticos

    pedestales.

    El

    cura de

    aldea

    nada sabía

    de

    aquellas

    imáge

    ·

    nes; ninguna le parecía de santo;

    mejor

    hubiera

    dicho que era cosa de gentiles, según lo ligeras

    que iban de abrigo. Bautistln todo lo

    mirnba in·

    diferente. Por

    fin

    encontraron

    al

    obispo sentado

    en

    un sillón rodeado de sace

    rdotes,

    jóvenes

    casi

    todos Su

    Ilustrlsima

    tomaba el fresco y

    platicaba con sus subordinados sobre asuntos

    teológicos.

    Al

    ver al

    obispo,

    antes

    de

    llegar á él el

    padre

    .José se descubrió . Bautistln no

    le

    miró

    siquiera.

    -DIOs guarde á Su Ilustrlsimn.-dijo el

    cura

    postl

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    23/120

    44

    F ~ D E I U C O URALES

    Un cur,l de los que acompa ñaban al obis

    po

    se inclinó un poco

    y

    dijo al oído de Su Il ust rí

    sima :

    - MAs parece des\'ergonzaclo que inteligente.

    Si el sefior obispo

    me

    lo

    permite

    ..

    -S í sí; puede usted preguntarle seilor

    prior

    - exclamó el obispo.

    - ¿Tienes padres?

     p

    reguntó

    el

    prior á Ba u-

    tbrín .

    -   iseüo1; un solo padre y un a madre- con

    testó Bautistln con socarronería .

    -Pues ¿cuántos pa.dt·es tienen los de más?

    ~ r e g u o t ó el prior .

    ¡Ah no sé- contestó

    Bautistln

    - . ¡Como

    usted s tienen talJtoe

    Los

    curas

    se mira¡ on interrogándoee . No

    sahlii..a. si las pnlabtas de B lUListín eran inocen

    tes ó

    n u l i c i o s 1 ~

    El 'l1Uchacho no pestañeó .

    -N osotros, los sac ·r lotes, no

    tenemos

    más

    qun¡

    un

    padre

    como tú, pero

    por

    nuestr

    o minis

    terio s r ~ m o s p a d r ~ s de todos los

    católicos

    .

    -E : .

    posible- contestó

    únicamente

    B

    au ti

    stin.

    Algunos

    curas

    de

    Jos presentes

    vol vieron

    la

    can.

    par;t reir sin ser vístoa: el padre J osé es

    taba

    rojo de vergüeuzn.: el ob ispo

    escucha

    ba

    con cornplHcencia.

      gusta vo

    á pre

    LOS

    IIIJOS

    DEL AMOR.

    45

    que no se daba cuenta de lo

    c

    ue pasaba á su

    alrededor.

    -N inguno-contestó al momento Bautistín.

    -A lg

    uno has de elegir; es preciso trab

    aj ar.

    - Esto dicen muchos, pero ninguno traba

    ja

    de los

    que tal

    dicen.

    - E s un error

    tuyo-replicó

    el

    prior- .

    Los

    señor

    es

    administrando sus bienes, trabajan; los

    sa cerdotes

    ejerciendo su apostohtdo, t

    raba

    jan

    también ; hay muchas

    ocupaciones

    que son tra

    bajo y

    no

    son

    oficio.

    ueno, pues

     r

    epuso Bautistin-; puesto

    que

    be

    de elegi

    r

    eli jo eso

    que es

    trabajo

    y

    no

    oficio

    que

    ejercen los señores.

    El obispo no pod la contener la risa; el

    prior

    temb laba de

    cólera;

    los curitas al servicio de

    Su Ilust r ísima , imitaban al señor obispo, y el

    padre José, viendo la actitud del jefe de su dió·

    cesis estaba más tranquilo.

    - ¿Sabes lo que

    creo?-díjo

    con

    rabia

    el

    prior

    á

    Bautístín, que continu

    aba impertérrito.

    - Sí

    señ

    o

    r.

    Aqu í el obispo no pudo

    contenerse y

    soltó

    la

    carcaj

    ada

    .

    -

    ¿Q.ué creo?-preguntó el prior

    fuera de si.

    -Q.u e eoy

    un

    pícaro sobre todas

    las

    cosas.

    - Tienes

    verdadero talento

    - dijo de m

    al

    ta

    -

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    24/120

    46

    FEDERICO

    URALES

    El padre José, aprovechando

    la

    ocasión,

    preguntó al obispo:

    -¿Qué haremos con

    el

    rapaz,

    Ilustrísima?

    Po r hoy que se quede

    en el

    Seminario; des-

    pués veremos-. Luego, dirigiéndose á uno de

    los curitas allí presentes continuó:-¡Padre

    Serafin

    -Señor obispo-dijo

    un

    sacerdote

    adelan

    tándose.

    -Diga usted de mi parte

    al

    padre

    director

    que dé refugio á este muchacho; mañana habla

    ré yo

    con

    él.

    T

    odo

    sea

    por

    Dios-contestó

    humildemente

    el padre Serafín, como demostrando que no le

    parecía muy bien la determinación del obispo.

    acercándose al rapaz le dijo de

    manera

    muy

    poco humilde:

    -Vente conmigo, angelito.

    Bautistfn miró

    a l

    padre José interrogándole.

    - l, anda muchacho; sigue al buen padre

    erafln, que

    te

    facilitará buena cama y mejor

    cena.

    ,Cuándo podré volver al

    monte?-pregun

    tó Bautistln.

    -Mañana

    mismo: aquí también tenemos

    monte-afiadíó sonriendo el obispo.

    El muchacho siguió al padre Serafín de no

    LOS lllJOS

    DEL

    AMOR

    47

    despidió del obispo y de sus familiares, que

    siguieron en el huerto

    hablando

    de Bautistin.

    En

    el recibimiento del palacio episcopal

    esperaba

    el teniente.

    - ¿Qué

    hay?-preguntó

    éste

    al

    ver

    al

    c

    ura.

    S e lo queda el señor obispo-contestó

    el

    padre

    José.

    E l

    señor gobernador me ha dicho que

    lo

    que hiciere Su

    Ilustrisima

    por bien hecho que

    daba.

    -Entonces

    asunto concluido.

    - ¿Dónde está Pablo?

    E n

    la

    calle espera

    con

    las caballerías

    - contestó

    el

    teniente.

    - ¡Vaya

    un plantón

    ...

    ¿Regresamos hoy

    al

    pueblo ó nos quedamos?

    E s

    muy

    tarde sei1or

    cura.

    -Bueno pues; lo dejaremos

    para

    mañana.

    Pablo buscará acomodo para nuestros atJima

    les. ¿Dónde

    para

    usted?

    E n la

    Espa11ola

    Pues allá

    voy con

    usted.

    Cura y teniente

    se fueron á

    cenar.

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    25/120

    IV

    De cómo Bautistín

    continúa

    dando guerr

    Al dfa

    siguiente

    Su Il uetrfeima tuvo una

    entrevista con el director del Seminario. Obispo

    d

    irector hablaron

    como

    es de suponer

    de

    Bautietfn

    y conviDleron dejarlo

    en

    observación

    interinamente.

    Á los dos meses los mismos

    per

    sonaj

    ea conferenciaron

    con más

    detenimiento

    sobre el mi11mo asunto.

    -¿Qué

    le

    parec

    e Bautietín al padre director?

    -preguntó

    el sef1or obispo.

    -Creo

    que

    si Dios

    ilumin

    a

    aquella inteligen·

    cia la

    Ig le

    sia

    recibirá de ella un

    gran

    refuerzo.

    -Celebro

    que

    su

    opinión concuerde con

    la

    mía.

    lla

    aprendido á

    leer

    á

    escribir en menos

    de dos meses.

    - ¿Y no echa de menos su monte

    vida sal

    vaje?

    LOS RlJOS DEL ..ua:OR

    mas le

    hemos

    puesto

    guardias

    de vista de entre

    sus mismos

    amigo

    s y así me entero de cuanto

    hace

    v

    piensa.

    --Sin embargo ayer mismo

    recibí un anóni·

    roo-

    repuso

    el

    obi

    spo-en

    el que se

    me

    de nun

    ci n

    diabluras de Bautistin. Parece

    que molesta

    mucho

    á

    los

    demás compañeros de

    estudio.

    -

    Lleva revuelto siempre el

    Sem

    inari

    o pero

    todos hemos

    hecho lo

    mismo á

    su

    edad.

    Tiene

    usted

    razón seiior

    director.

    Travie·

    sos hemos sido

    cuanto

    s hoy

    represen

    tamos

    algo

    en la Iglesia. Ello es buen síntoma mejor que

    otra cosa. Ma s es

    menester

    encauzar

    esa

    fuerza

    hacia Dios y su Santa fqdre Iglesia. Si por cul

    pa nuestra

    Bautistín

    resultase

    un

    mal

    sacerdo

    te Dios y la I glesia nos Jo

    tendrían

    en cuenta.

    Sobre todo dirijase usted á la int

    eligencia

    que

    teniendo la inteligencia de nuestra

    parte lo

    tendr

    emos todo. En clase y contra eus con

    discípulos

    cierta tolerancia;

    contra la

    ley

    de

    Dios  mucha e

    sclavitud.

    Disciplina

    disciplina

    en lo interno; en lo

    externo un

    poco

    de líber·

    tad no está mal. Quizá ello hace más prove·

    chosa

    útil

    y fácil

    la esclavitud

    y

    la disciplina

    mental. . .

    En

    fin

    el padre

    director

    que

    es

    un

    sacerdote sabio

    experto

    designado

    á ser un

    gran cardenal comprende estas

    cosas mejor

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    26/120

    50

    FEDERICO URALES

    El

    director del

    Seminari

    o y el obispo se

    separaron, y no se

    habló

    más de Bautistín fuera

    de la clase, hasta

    que

    un dla, cinco años

    des·

    pués de lo contado, uno de los profesores del

    Seminario pidió hablar

    reservadamente con el

    obispo. Éste, que debía. estar

    acost

    umbrado

    á

    estas

    conferenCias, y

    que quizá merced á ellas

    sabia cuanto

    pasaba á

    su alrededor, concedió

    al instante la

    entrevista

    deseada.

    Era

    el profesor que la habla solicitado hom·

    bre de

    unos ciucuenta. años, bajo

    de cuerpo

    y

    de',.,.ado de nariz carnosa y pómulos salientes,

    de

    ojos pequeños

    y

    frente

    deprimida.

    En el

    Semiuario se

    decía

    de él

    que

    perseguía la di

    rección del establecimiento, y a un cuando

    sus virtudes personales

    no

    eran muchas, se

    le

    reconocía

    una más

    que

    regular inteligencia

    para desenmarañar 1as enrevesadas

    cosas

    di

    vinas.

    - ¿Qué ocurre,

    padre

    Simplicio?  le dijo

    el

    obispo

    al

    verle

    entrar en su despacho reser

    vado.

    -¡Ocurren,

    Ilustrísima, cosas muy

    graves

    - ¡V amos

    a

    ver cuénteme usted-dijo as-

    tutamente el

    obispo.

    - Bautietin acaba de promover un gran es

    cándalo

    en

    clase.

    LOS

    l l lJOb DEL A) OR

    51

    -No

    Ilustrísima,

    y

    por

    esto he s o l i ~ i t d o

    esta entrevista .

    -¿Qué ha hecho

    Bautistín?

    -Ha. a . c u s ~ . ~ o d o en plena clase, de actos in·

    morales

    á

    mi

    auxiliar.

    -¿Qué ha dicho?

    -¡Perdone el sefior obispo

    - ¿Ha acusado sólo al auxtliar?

    -TI4mbién al

    profesor

    y

    á

    otros padres pro-

    fesores, y

    á

    algunos

    jóvenes

    semiiHl.ristas.

    - ¡Ello

    es

    muy grave, muy gra\ 'e -exclamó

    el obtspo con fingida sorpresa  . ,Y dic;e ~ ~

    que Bautia.JU no

    ha

    sido

    castibado?

    -No

    lo será; no se

    le castiga

    nunca.. Es el

    rey del Seminario. N o parece sino que e u r e él

    Y el

    padre director existen

    cierta clase de re

    laciones... Dios me perdone el mal pentHtroien

    to, pero se ven

    tantas

    cosas . .

    El obispo no se

    escandalizó

    de aquellA.s ba

    jas

    tntrigas

    ni

    d e

    aquellos

    grandes

    odios,

    y

    se

    concretó

    á decir:

    -Hablaré con el director-.

    Y sefialó

    con

    el

    dedo la puerta

    de salida

    al padre SimpliciO.

    -Perdone Su Ilustrísima-dijo el

    padre

    Sim

    plicio- ;

    aun

    no he terminado, y con

    la

    venia.

    de Su Ilustrísima. ...

    -¡Habla

    usted, hable usted- exclamó el

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    27/120

    ~ l m E I H C O URALEB

    La inteligencia de Bautistín

    es

    i n d o m ~ \ b l e

    :Ue discute y contradice t o d l ~ S las

    máximas

    de

    los santos , y

    hasta

    se

    atreve

    con l•\ misma ley

    de D o

    :l

    .

    -¿Esto

    ht.ce'?-exclan:ó el

    obispo tono

    que

    no se sabía ~ ; i era de

    indignación

    ó de htpocret::ul..

    E

    sto

    y

    mucho más, porque es preciso que

    elsefior obtspo lo sepa todo. Ayer, montado en

    un

    banco

    del jardín, decia en alta

    \'OZ: E ~ o y

    harto

    de t 1 ~ n t a hipocresía y de tanta moral l

    dad

    de

    lance.

    Esos

    que

    · quí nos predican casti Jad

    tienen

    sus queridas

    ...

    (Pe

    rnlt

    me el seüor obis

    po que use sus mísuns p.\ltt.bras.)

    R

    ~ ; \ : e s e

    a m i g o ~

    míos-continuó

    diciendo Ba.utlstw-

    que

    todo cura tiene ama, y joven, y q u ~ todo

    convento de

    f

    ailes de cualquie1 orden

    tiene

    á

    su

    lado uu con"'ento

    Je monjas. ¿Por

    qué? S es

    porque Jet>u cristo d1jo: •C reced multiplicaos•,

    m u ~

    bien, pero A la

    luz

    del sol s n reud1r cul

    to

    a

    las vírgenes."

    El obispo no pudo oír r e A t ~ ; se

    le,·antó'

    indig

    nado, esta vez sin hipoCI esla. Su primer irupul

    so

    fué

    llamar

    sin d u d ~ t

    para transmitir

    órdenes

    enérgicas; pe  o cambió

    de parecer

    dijo:

    Y los

    demás

    seminaristas, ¿,qué hacian 'l

    -E l efecto que semejantes

    palabras

    causó

    en las inteligencias vlrgones y en los

    cu.u-

    LOS HIJOS DEL

    A ~ I O R

    53

    b r o ~ lo

    pasearon tr iunfalmentP,

    y en poco estu

    vo que no se armara un

    mo

    tín.

    Querían

    ir A la

    ca IP, querían colgar los Ml>itos, querían ...

    ¡a ta bar con las vírgenes 

    He

    aquí lo

    que

    que

    rían.

    Suerte que se impuso el buen sentido a l

    fin. l\fPs ya sabe el seilor obis

    po que

    las deser

    ciones que se notan todos los días las atribuyo

    yo á l

    as

    predicaciones de B·1utís

    tin.

    ¡Que se es

    capará

    un dia,

    hay

    quien dice ¡Que se escape,

    que no pare hasta que reviente  

    -Me informaré- dijo secamente el obisp

    o -

    si resulta

    cierto

    cuanto

    el buen

    padre

    S1mpli·

    cio

    aca

    ba

    de decirme, tomaré una dete

    rmíTlación

    ejemplar.

    El

    padre

    Simplicio

    salió

    del despacho; el

    obispo llamó á uno de

    sus

    servidores ,

    ordenAn·

    dole le dijera a l director del Seminario

    que

    Su

    lln&trisima le

    estaba

    esperando. Como el

    pa

    la

    cio del obispo el

    Seminario

    BP comunica

    ban

    por

    dentro,

    pronto fué cumplida la or den.

    Pme acaban de comuni

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    28/120

    -N

    o

    deberla

    decirlo,

    aun

    siendo verdad re

    puso el obispo, de mal humor.

    - Su Ilustrlsima tiene 1azón, pero

    sería

    me

    jor que no fuera verdad.

    -Supongo

    que

    no S9 referirá usted á los re

    paros que

    pone á

    las

    lryes

    de Dios

    á

    lo

    que

    dice sobre la proximidad de los conventos de

    relig:osas religiosos.

    -No

    señor

    obispo, no

    me

    refiero á eso, sino

    á la vida íntima que

    hacen

    algunos profesores

    con ouxiliares seminaristas, de lo

    que,

    el se

    fior obispo lo

    s a b ~

    lo be

    hablado varias veces.

    -¡Bien,

    bien exclamó el

    se

    flor

    obispo-;

    en este respecto no es hábil el

    rigor

    extremado.

    Ya sabe usted que el

    mal es

    antiguo qu no

    ha

    habido medio eficaz

    para extinguirlo

    . Po r

    otra

    parte, tampoco habla de

    ser

    usted el deei ;"nlldo

    para

    sofocarlo.

    - Su Ilustrlsima

    sabe

    muy bien que,

    si

    no

    guardo absoluta castidad, guardo, sin embargo,

    la moral.

    ¡I

    ntrigas, no

    acabarán

    nunca las irJtri

    gas -dijo levantándose

    algo

    excitado,

    luego,

    p a E ~ e á n d o ~ e por la estancia, exclamó:- ¡Por de

    pro"lto, Bautistln

    ser•¡\ trasladado á

    otro Semi

    nariQ con notas reservada '. Es preciso s o m e t ~ r

    ó ~ t r o f i r su inteligencia rebelde .

    - MPparece muy bien. Ba.utistln nunca ecrá

    LOS UI.TOS DEL AMOR

    55

    un

    buen ministro de Dios, y mucho temo que

    la

    instrucción que se le da, con anuencia. de Su

    Ilustrísima, se vuelva contra la Santa. Madre

    Iglesia.

    ¡

    Antes

    la muertc -excla.mó

    el obispo con

    fingida ir a- . ¡Haber rreado, haber edu,.ado,

    haber instr11fdo á un joven para después con

    vertirse todo en elemento dest, uctor cont

    ra

    Dios y contra la Ig'etsia

    ...

    ¡Jtmás y jamás 

    -Y

    mucho menos no habiendo

    entre

    el sefior

    o i e ~ p o

    el mucbarho desobPdien te

    rebe

    lde

    ningun

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    29/120

    56

    FEDERICO URALES

    Haga

    usted

    el fa vor de ordenar á. Bantistln

    que

    se

    presente.

    El joven

    contaba

    ya diez y ocho años,

    iba

    bien vestido, bien

    lavado,

    bien peinado y bien

    comido, y como

    el

    trabajo no era pesado y

    el

    Seminario tenia jardín y

    daba

    á los cuatro vien

    tos,

    Bautistín

    era

    un

    muchacho

    muy simpát

    ico,

    muy ~ i v a r a c h o

    muy guapo

    y

    muy

    bien forma

    do. El mozo entró en el despacho del obispo

    sin te:nor ni respeto y tarareando el t ~ n g del

    No1 1 ongo.

    autistln

     l

    e dijo

    de

    sopetón el obispo-,

    acabo

    de

    decidir

    que seas

    echado del

    Semi

    nario.

    ¡D

    e

    veras,

    de

    veras -r

    epuso el muchacho

    salt

    ando de a.legría.  ¡Qué bueno es

    usted,

    se

    tior obispo

    Siempre

    me

    acord·ué

    de

    la protec

    ción que me ha dispensado usted sin ser pal iente

    mio, como

    cree esa gentuza

    del

    Seminari

    o.

    - ¿Tanto

    de

    seas irte?

    - Mire usted si deseo t:alir

    de

    aqul,

    que creo

    deberle

    á

    usted más ahora que me

    echa

    del Se

    minario que por

    haberme

    mantenido y

    ed

    u

    ca

    do en él

    tantos

    anos.

    Bu eno, pues;

    dame

    al menos una prueba.

    de tu gratitud.

    S e la da ré, sefior obispo.

    LOS TllJOS

    DEL

    AMOR

    57

    ¡L

    a gente del Semi

    nario,

    que es distinta. de

    la otra. - dijo

    el muchacho.

    -Bueno; la gente que á mi me importa..

    ¡Ad elaote -contestó el mozo.

    En

    Oviedo, y

    fuera de

    Oviedo,

    se

    sabe

    que

    yo

    te

    protE.>jo y

    se

    sabe

    también,

    particular

    mente entre la gente

    de

    iglesia,

    de

    entre

    ella

    los jdsuítas, mis más encarnizados enemigos,

    que tu conducta no corresponde mis sacri

    ficios.

    ¡Cla

    ro;

    porque

    los sacrificios

    de

    usted y los

    intereses de la Iglesia se oponen á

    mi

    dignidad

    de hombre

    ¡Bueno; á

    mi

    no me

    vengas

    con semejantes

    herejías ,

    escucha

    sin interrumpir

    - Escucho.

    Y

    puedes

    cal

    eular lo que

    se dirá de

    mi si

    resultas un mal mimstro

    de Dios y

    lo

    que

    se

    rá en

    mi

    daño quE >

    al

    fin seas

    un

    hereje.

    -¡Qué

    remedio

    q • 1 e d ~ \

    H

    abrás comprendido, Ba.utistfn, que yo no

    soy un mal hombre que siento por ti cierta

    simpatía,

    que

    se

    convierte

    en debilidad .

    Lo he comprendido .

    -Pues

    bien; en pago de ello

    haz

    me el favor

    de tener

    cordura un

    afio, de

    ser

    un año

    un

    se

    minarista

    ejemplar

    , al

    fin

    del afio, 6

    antes

    si

    LOS lUJOS DEL AMOR

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    30/120

    5

    FEOI:RICO URALES

    quit

    as

    con tus hechos, te inscribirás en alguna

    misión

    ...

    -Señor obispo,

    el remedio es

    peor

    que

    la en

    fermedad-interrumpió

    Bautistin.

    -Déjame

    co"1cluir-exclamó el

    obispo.

    Bautistln

    guardó

    silencio;

    el

    prelado con

    tinuó:

    -L u t>g

    o

    antes de embarcarte,

    desaparece·

    rá s , cambiarás de nombre, y

    ¡á vivir

    Yo me

    encargo

    de m lta rte y de hacerte los

    funerales.

    Te habrás ahogado,

    habrás

    sido

    asesinado

    ... en

    fin,

    algo habrá

    ocut rido.

    -A c

    epto,

    con

    una

    condición.

    -St>gún sea

    ella.

    -Con

    la

    condición

    de

    que sea trasladado al

    Serr·inario de Madrid

    y pasar

    alli el afio

    que

    me

    qu

    eda

    de

    martirio.

    Aqui la

    vida

    se

    me

    ha hecho

    casi imposible. Yo no puedo ocultar

    la

    verdad,

    11qul la

    verdad

    me

    matatla

    notes

    del

    afio ó

    yo

    habrh

    . hecho una b ~ r b a r i d a d

    - Lo comprendo,

    y

    acepto

    tu

    cond

    ición, por·

    qu e

    contribuye más

    á

    la

    eficacia

    de mis planes.

    -Asf

    pues,

    pacto

    hecho.

    -Pac to

    hecho; ma:flana mismo

    se

    c

    omunica-

    la

    orden de

    tu

    traslado á

    Madrid.

    ¡Un

    abra

    zo, Bautistfn; ahora no nos ve nadie, y

    puedo

    manifestar mis sentimientos

    de

    hombre con en

    tera libertad

    59

    -Bueno, pues;

    ahora

    tengo yo un placer en

    llamarle padre, porque aunque

    usted no lo sea

    mio, se ha

    portado

    usted conmigo mucho

    mejor

    que ciertos padres.

    Bautistín se separó

    del obispo

    con

    los ojos

    humedecidos, y Su

    Ilustrísima

    sentóse en un si·

    llón, algo f

    atigado

    y

    un

    poco pensativo:

    hasta

    hubo quien dijo

    que

    llol'ó amargamente. ¡Miste-

    rios del corazón y

    de

    la Iglesia

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    31/120

     

    Bautistín, rebelde

    Como

    habían

    convenido Bautistin y el obis-

    po, al día siguiente el muchacho salió para Ma-

    drid acompafia.do por un profesor de¡ Sem

    ina

    -

    rio, quien

    durante

    el viaje

    no cesó

    de

    preg

    untar

    á

    Bautistín si

    era

    pariente del obispo ó qué cla-

    se de mist d le unía

    á él.

    Como es de suponer,

    Bautistín contestaba burlándose del profesor Y

    de eu vulgar

    astucia.

    Seminarista

    y

    sacerdote llegaron á la

    capi

    -

    tal de Espafia, y el profesor del Seminario de

    Oviedo entregó al director del Seminario de

    l\ a1rid á Bautistln y um\ carta del obispo de

    Oviedo, de que era portador.

    No bien Bautistln se hubo instalado en su

    nueva celda, cam bió por completo su

    carácter.

    En nada. se metía, no discutfa nada y

    a t ~ i s t l a

    con puntualidad y compostura á todos los oficios

    espirituales, si bien no les

    otorgaba la

    confor-

    LOS liiJOS DEL AMOJt

    61

    estaban contentísimos de Bautistín; tan

    buena

    conducta, acompañada de

    una admira

    ble inte-

    ligencia, permitía a

    ugurar un gran re

    clamo

    para el Seminario.

    Porque

    hay que advertir

    que

    al

    día

    siguiente

    de

    llegar

    Bautistin

    á

    Ma-

    drid así el director como los proresores Y al·

    gunos

    seminaristas, r e ~ i e r o n

    cartas de Ovicdo

    en las que se les daba el pésame por habetles

    tocado en

    ~ u e r t e hacer

    un

    sacerdote

    de Bau.ts·

    tín, de quien decfau que

    era

    el miemisimo de-

    mo nio, así por sus hechos como por sus pala-

    ¡Calculen los

    lectores el

    efecto que

    la

    conducta ejem

    1

      lar

    de Ba.uListín debía causar en

    el Seminario de .Madrid, donde se

    creyó que la

    vid1. que el mucb.tcho babia hecho

    en

    Oviedo,

    tan distinta de la que observaba en la capital

    de

    Espaüa,

    obedecía

    á

    deficiencias del régimen

    intenor de aquel establecimiento. Sin embazgo,

    nad.t ni nadie había cambiado.

    En

    el e m i m ~ r i o

    de Madrid

    reinaban

    loa mismos

    VICi

    os,

    las

    ruis-

    mas intrigas y las mismas envidias que en el

    de

    Oviedo,

    y

    Bautistfn no

    ha

    cía más que cumplir

    la p11.labra empefiada al obispo, por medio de

    la cual

    creía

    pagar una deuda de agradeci-

    mieuto. Por

    dentro

    cont

    inu

    abtl.

    B ~ u t i s t í n

    siendo

    el satírico el rebelde de antes. Mas como el

    62

    F.I .DERICO

    URALES

    LOS UIJOS DEL AMOR

    63

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    32/120

    á l o ~ agentes del Seminario que se le acercaban

    co

    ntinuamente para

    ex plorar

    su

    ánimo, los pro

    fesores y los seminaristas de Oviedo se haclan

    cruces

    al leer

    las

    nuevas que,

    respecto

    de Bau

    tistin, se

    recibían

    de Madrid.

    Al cabo del ano el joven pidió permiso para

    hablar

    con el director del Seminario hombre

    que á fuerza de astucia habla

    logrado que en

    el

    palacio episcopal y en el Seminario sólo se hi

    ciera

    lo

    que á él

    le

    daba

    la gana.

    -¿Q.ué quieres Bautistln?-le dijo el direc

    tor

    al ver entrar al muchacho

    en

    su gabinete de

    estudio.

    Q.ue

    se

    me autorice para forma r

    parte

    de

    alguna. misión extranjera.

    - ¿Quieres dejarnos?

    eseo

    dar

    más que estudios

    y

    prácticas re ·

    ligios4s á

    la

    causa de Dios.

    D e aplaudir es tu propósito,

    mas aguarda á

    poner Jo en

    práctica

    cuando te

    hayas

    ordenado.

    Me

    ordenaré

    catequizando

    idólatras.

    El director comprendió que

    el

    propósito de

    Ba.utistfn era inque

    br

    an table

    y

    como no teula

    ganas de de

    jarl

    e partir dijo:

    entro de pocos dlas te daré mi contesta

    ción.

    -Ruego al seilor director que sea favorable

    L o procuraré- contestó el director y Bau

    tistln se retiró .

    Pasó una semana

    pasaron

    dos, pasó un mes,

    y el director del Seminario nada contestaba á

    Bautistin,

    y

    hasta evitaba encontrarse con

    el

    muchacho.

    .IJansado

    éste

    de esperar un

    dla

    salió

    al

    e n ~ u e tro

    del dirPctor, diciéndole:

    - Usted dispense, padre director.

    - ¿Q.ué quieres, muchacho?- contestó el

    i

    rector sin detenerse .

    - El señor d1rector debe haberse olvidado

    de darme u

    na

    contestación.

    -

    ¿Q.ué

    contestación?

    -repuso el sacerdote

    ,

    disimulando.

    -Concederme

    permiso

    para

    agr up

    ar

    me á al

    guna misión.

    ¡ h  

    sJ ahora recuordo-,.-contestó el direc

    tor- .

    l\Iejor

    seria

    que lo pidieses tú mis

    mo

    al

    señor obispo.

    - Se lo pediré; pero si yo Jo hubiese sabido

    a.ntt:la, ..

    El di t·ector miró á Bautistin con cierto rece

    lo Y se alejó.

    No

    le había gustado aquella espe

    cie de censura que envolvla.n

    13US

    últimas

    pa-

    labras.

    Bautistin se fué á su

    celda

    algo preocupado

    64

    l•

     

    l :DEltlCO

    U

    L K ~

    LOS

    IIIJOB

    DEL AMOR

    65

  • 8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)

    33/120

    do dedicarse á la conquista. de

    conciencias

    idó

    latras. De orden de la dirección del Seminario

    no se dió curso

    á

    la solicitud de Bautistfn. En

    vano el muchacho esperó un mes contestación

    del obispo,

    y

    al

    cabo de

    est

    e tiempo volvió

    á es·

    cribirle con el

    mi

    smo resulta.do. El mozo empezó

    á de

    y

    sospechand o que

    sus

    ca ttas eran

    in tercep

    tad

    as, procuró saca rlas

    a

    tuera utili

    zaudo sus am1

    stad

    es den tro del sen11nano.

    Uo

    amigo de Bauti

    stiu

    babia de rembir la

    visita

    de un

    pari

    ente,

    y

    á ese amigo el

    muc

    ha

    cho entrególe una. ca

    rta

    con

    encargo

    de que la

    echase

    al

    correo,

    pretextando

    que

    se trata

    ba de

    un asunto urgente y que en el establecimiento

    y se

    habla recogido la correspondencia. El

    amigo de Ba.utietin tomó la carta, pero en lugar

    de darla al individuo de su familia la entre·

    gó al director del Semina rio.

    Por el contenido de esa carta y por el nue

    vo procedimiento que

    babia

    adoptado Ba.utistin,

    comprendió el director que el muchacho estaba

    decidido á ir á Roma por todo, y redobló la

    vigilan