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El denominado problema cataln o la cuestin del soberanismo nacionalista es objeto de atencin meditica estos das, como consecuencia de la celebracin de elecciones autonmicas en Catalunya el prximo 27 de septiembre. El denominado bloque soberanista compuesto por junts pel si y las CUP presentan dichas elecciones en trminos plebiscitarios, como una oportunidad histrica del catalanismo de conseguir un respaldo mayoritario para las tesis favorables a la declaracin unilateral de la independencia.

En general el debate est muy mediatizado por los sentimientos encontrados entre dos nacionalismos en confrontacin; el espaolista y el catalanista. Por un lado el espaolismo alude al mito de la nacin ms antigua de Europa, desconociendo que dicha nacin , la espaola, slo fue poltica desde 1812 pero que jams ha sido una nacin cultural en el sentido en que el romanticismo y el nacionalismo entienden el trmino nacin. El espaolismo tambin alude a argumentos de tipo pragmtico que inciden en la inviabilidad de procesos secesionistas en una coyuntura geopoltica, en la que los estados -nacin estn en retroceso. Desde las posiciones cercanas al dogma neo-liberal de la globalizacin econmica se argumenta que un estado de poco ms de 8.000.000 de habitantes y una superficie de poco ms de 32.000 kilmetros cuadrados tiene poco que decir en el concierto internacional. Tambin se alude al proyecto histrico de la Unin Europea , surgido para contrarrestar las nefastas consecuencias del nacionalismo en Europa, como un dique de contencin de las aspiraciones catalanas de constituirse en una forma estatal. Desde la izquierda se alude, para oponerse al secesionismo, a la tradicin internacionalista ( desconociendo la tradicin austro-marxiana proclive al nacionalismo) o a la insignificancia de la forma poltica estado-nacin, en el seno de movimiento geopolticos que tienen al imperio como forma poltica predominante ( Negri-Hardt). No faltan tampoco los anlisis jurdicos que apelan al vaco legal de los tratados internacionales sobre el derecho de autodeterminacin ( pues la famosa resolucin 1514 de las Naciones Unidad alude a los procesos descolonizadores) o a la infraccin de las normas constitucionales espaolas por parte de los partidarios de la secesin.

La realidad es que pese a los intentos jurdicos de conceptualizar y limitar, tanto temporal como espacialmente, los procesos constituyentes ( de los que surgen las constituciones y los estados), stos obedecen a dinmicas fcticas y no normativas. Son pura potencialidad del acontecimiento, como los caracteriza Toni Negri, que se resisten a quedar englobados en las categoras jurdicas de la representacin y la soberana. La fuerza normativa de lo fctico , que deca el jurista alemn Georg Jellinek, se impone a constituciones, leyes o tratados. Un pueblo que decide constituirse existencialmente como tal, segn la definicin de constitucin material de Schmitt, no puede ser frenado , salvo que se le oponga fcticamente otro pueblo que se lo impida.

Est claro que el proyecto de Mas se basa en buena parte en el engao y que esconde los intereses de una oligarqua, la catalana, de perpetuar su dominacin y latrocinio, en este caso en un nuevo estado, moldeado segn los anhelos del corrupto padre de la patria catalana, Jordi Pujol. No menos cierto es que el proyecto espaolista, tanto del PP-C's ( inmovilista) como del PSOE ( reformas jurdicas federalizantes) consistente en intentar aplacar un fenmenos sociolgico como es el de la secesin , apelando a la idealidad de las normas est abocado al fracaso. La alternativa de Catalunya si que es pot parece ms lgica, pues pretende seducir a los catalanes , presentndolos como dueos de su destino al mismo tiempo que plantea las aporas del nacionalismo de tipo etnicista , donde la bandera encubre las miserias de una oligarqua que ha hecho del nacionalismo obligatorio su modo de enriquecerse durante treinta y cinco aos.

En cualquier caso, el problema dista mucho de tener una fcil solucin y se vislumbra cada vez, con mayor nitidez, un escenario donde un horizonte violencia no es descartable. Si los independentistas no consiguen que su apuesta por lo fctico tenga una traduccin institucional inmediata, sto originar frustracin y ser una invitacin a la violencia. Por contra si los partidarios del status quo quieren que triunfe la idealidad del derecho, tendrn , ms tarde o ms temprano, que adoptar medidas coercitivas, lo que constituir otra forma de violencia, aquella violencia mtica restauradora del derecho a la que haca referencia Walter Benjamin en su breve ensayo Para una crtica de la violencia.