una solución al enigma del nuevo testamento

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EL REINO VENIDERO DEL MESIAS Una Solución al Enigma del Nuevo Testamento Por Sir Anthony F. Buzzard, Bt., M.A (Oxon), M. A. Th Traducido al Español por Mario A Olcese [email protected] [email protected]

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EL REINO VENIDERO DEL MESIAS

Una Solución al Enigma del Nuevo Testamento

Por

Sir Anthony F. Buzzard, Bt., M.A (Oxon), M. A. Th

Traducido al Español por

Mario A Olcese

[email protected]

[email protected]

2

Tabla de Contenidos

Prefacio .................................................................................................................................. 3

Introducción ........................................................................................................................... 5

PARTE I:

JESUS Y EL FUTURO MESIANICO

1. El Corazón del Cristianismo---el Reino de Dios ....................................................... 7

2. El Reino Esperado por los profetas............................................................................10

3. Explicaciones Tradicionales Judías y Cristianas .......................................................13

4. Una Tercera Solución ................................................................................................15

5. El Mesías no Político en la Enseñanza de Jesús ........................................................17

6. El Futuro Reino Político en la enseñanza de Jesús ....................................................19

7. La Partida y el Retorno del Hombre Noble ...............................................................21

8. Jesús, el Mesías Judío-Cristiano ................................................................................22

9. El Indefinido Reino Futuro del Cristianismo Tradicional .........................................24

10. La Eliminación Teológica del Reino Futuro..............................................................25

PARTE II: EL MARCO BIBLICO DEL CRISTIANISMO MESIANICO

Y SU DESAPARICION DE LA IGLESIA

1. Salvación a través del Mesías ....................................................................................28

2. La Presente Era y la Era Venidera .............................................................................32

3. Conflicto en el Cosmos..............................................................................................33

4. La Tendencia Anti Mesiánica en la Teología Contemporánea..................................34

5. La Influencia del Gnosticismo...................................................................................37

6. Desmitologizando ......................................................................................................39

7. El Evangelio del Evangelismo sin el Reino...............................................................40

8. Acomodamiento a la Religión del Misterio ...............................................................44

9. Un Llamado para un Retorno al Cristianismo del N. Testamento.............................46

10. La Tradición---la Gran Barrera al progreso ...............................................................48

11. La Predicción en el Nuevo Testamento .....................................................................50

12. Bautismo ....................................................................................................................55

13. Jesús y el Elixir de la Vida.........................................................................................57

14. Conclusión .................................................................................................................64

3

Prefacio

Las preguntas, “Quién es o era Jesús?” y “Cuál fue su agenda?” no han desaparecido. Las casas

de publicaciones continúan inundando el mercado con una masa de literatura, popular y erudita,

dirigida a estos así llamados problemas. Muchos asistentes a las iglesias parecen estar contentos

creyendo que el propósito principal de Jesús fue morir para que podamos “ir al cielo” cuando

muramos, y así evitar ser torturados en un infierno para siempre y por siempre (paradójicamente por

un Dios que está lleno de misericordia y compasión!) Jesús de hecho no dijo ni una palabra acerca de

ir al cielo cuando muramos. Ni tampoco nunca habló de una “tortura eterna”. El prometió a sus

seguidores que ellos eventualmente tendrán la tierra como su herencia, cuando él haya regresado del

cielo.

¿Quién era este Jesús? ¿Cuál fue su misión? ¿Será él bienvenido en las iglesias contemporáneas, y

de ser así, ¿en cuáles de las cientos de iglesias?

El incremento del interés en las cosas “espirituales” ha generado un lamentable acercamiento a

Dios de “última hora”, que resultará en fracaso y desilusión. A Dios no se le encuentra memorizando

un verso bíblico para usarlo como una especie de “mantra” para obtener lo que deseamos. La venta de

5 millones de libros que promueve un simple texto bíblico no fomenta el progreso de la causa de

Cristo. Hallar la verdad toma esfuerzo, investigación y estudio.

Este escritor cree que nuestros registros del Jesús histórico son consistentes y fiables. Estos

describen a un Jesús que encaja hermosamente y sin problemas en su ambiente Judío del primer siglo

(difícilmente sorprendente!). Describen a un Jesús cuyo nacimiento fue profetizado siglos por

adelantado por el Dios que revela Su gran designio para la historia del mundo. A través de un pacto

divino el Señor Dios de la Biblia garantizó la venida del personaje real final que pertenece a la Casa

de David.

Los autores de la Biblia fueron maestros entrenados que escribieron para ser comprendidos. Su

pasión por compartir con nosotros lo que ellos habían descubierto por su asociación con Jesús es

aparente en todos sus escritos. Es difícil creer que sus esfuerzos para comunicarse fueran tan pobres

que resultaran en una iglesia fragmentada con montones de diferentes denominaciones---sin

mencionar una espantosa inhabilidad de los eruditos en concordar en mucho, si algo, acerca de quién

era Jesús. (La “incredulidad erudita” puede de hecho ser el problema y no los documentos mismos del

Nuevo Testamento). Cualquier confusión que existe en la iglesia actual es nuestra culpa, no de los

escritores Cristianos primitivos del Nuevo Testamento.

La Biblia no es un libro Americano del siglo 21. Es un libro Judío. Jesús fue un Judío y su

teología está profundamente enraizada en la Biblia Judía, la que llamamos el Antiguo Testamento.

Afirmar, como él lo hizo, ser el Mesías nos da la pista vital indispensable acerca de todo lo que él era.

Es como el Mesías, descendiente de David y de Abraham, que el Nuevo Testamento lo presenta a él

(Mat. 1:1). Esa resumida declaración brillante y comprensiva nos da la pista esencial del significado

de Jesús y de su misión. El Cristo (Mesías) es el Rey señalado de Dios. El Mesías es uno cuyo destino

dado por Dios es gobernar el mundo. El Mesianismo es un concepto totalmente político. No ver esto

es malentender el Nuevo Testamento de tapa a tapa.

Lejos de ser una figura de colores etérea, fuera de onda con la realidad, Jesús estaba más cerca en

estilo a un propagandista político, promoviendo su propio partido “teocrático” (Gobierno por Dios).

Su ambición fue servir a los objetivos políticos del único Dios cuyo Hijo él afirmó ser. Con su

declaración de ser el largamente prometido Mesías de Israel Jesús expresó su pasión por un gobierno

revolucionario mundial, una sociedad pacífica reorganizada y próspera centrada en Israel, la Tierra

Prometida. La Tierra de Dios (2 Sam. 7), con beneficios maravillosos que se extienden a través del

globo. La Biblia Hebrea (El Antiguo Testamento), la Biblia de Jesús, está simplemente llena de esta

visión de una nueva era que viene de la historia del mundo. Ese Reino de Dios provee la única

resolución de los problemas horrorosos e intratables del mundo.

Muy confusamente (especialmente para aquellos intentando leer la Biblia y entenderla) las

iglesias han inventado su propia idea de quién y qué debería ser Jesús. La gente, y especialmente la

gente religiosa, proyectan en su “Jesús” toda suerte de ideales imaginados. Ellos lo convierten a él en

un maestro de verdades eternas, cómo ser bueno, y así por el estilo. O lo identifican a él con una

4

agenda política existente y empiezan a influenciar a la sociedad con aquellos ideales. Pero Jesús no

intentó interferir con los presentes sistemas políticos. Como el candidato “teocrático” él anunció

incansablemente y decididamente, como una amenaza y promesa, el arribo futuro de su propia

administración del mundo, el Reino de Dios. El Reino de Dios fue el tema principal de su Evangelio

salvador. La fe de Jesús en ese Reino venidero estuvo basada en las esperanzas “Judías” de los

profetas de Israel. Los seguidores de Jesús verdaderamente lo promovieron como “ese prometido

profeta” basados en las palabras de Dios a Moisés en Deuteronomio 18:15-18, Hechos 3:22, 7:37. Ese

profeta sería facultado por Dios para determinar el destino de cada persona. Será para nuestro

beneficio prestar mucha atención y someterse a ese gobernante supremo de Dios. Su muerte

(sacrificio) por los pecados del mundo, y su resurrección subsiguiente de la muerte, confirman su

nombramiento divino para regir en el Reino venidero.

Su muerte y resurrección, sin embargo, nunca debe ser separado de su predicación del Evangelio

del reino. El perdón en el Nuevo Testamento no está asegurado por creer únicamente que Jesús murió

y resucitó. Este es otorgado sobre la condición primeramente de que respondamos con inteligencia a

la predicación de su Evangelio del Reino. Su primer mandato fue que creamos en el Evangelio acerca

del Reino (Marcos 1:14,15).

Este libro propone en un lenguaje no técnico que el Nuevo Testamento sea religado a su trasfondo

del Antiguo Testamento. Lo segundo es que Jesús sea comprendido como el Mesías de Israel y del

mundo y estudiado a la luz de su proclamación apasionada de un nuevo orden político sobre la tierra

el cual él supervisará como Rey, rigiendo desde Israel, a su regreso a la tierra. Su Evangelio o Buenas

Noticias acerca del Reino---El reino Davídico Mesiánico---no sólo le ofrece a usted personalmente

vida indestructible, inmortalidad, por una futura resurrección de la muerte (un concepto muy diferente

de “ir al cielo cuando muramos”). El Evangelio como Jesús lo predicó le invita a usted también a

dedicar el resto de su vida a la preparación para la participación en la supervisión de ese Reino futuro

en una tierra renovada. Usted está invitado a ser coheredero del Reino con el Mesías. En breve, el

Jesús de la historia, el “teócrata” original, continúa su trabajo de reclutar miembros de su casa real, el

partido teocrático, quienes están urgidos a auto prepararse con la ayuda divina para tomar parte en el

gobierno futuro del Mesías. Este será la primera y única administración que regirá el mundo

satisfactoriamente.

5

Introducción La erudición ha extendido una barrera infranqueable en su intento de entender la vida y enseñanza

de Jesús. Patrones de pensamiento ampliamente establecidos y profundamente enraizados les

previenen a ingresar completamente dentro del espíritu de su misión. La dificultad descansa muy

sencillamente en una falta de simpatía con el Reino Mesiánico que fue el centro de todo aquello que

Cristo enseñó.

El así llamado problema de la conciencia mesiánica de Jesús puede ser resuelto sólo cuando los

eruditos abandonen su prejuicio contra el Mesianismo que satura el Nuevo Testamento y realmente

toda la Biblia. La exposición de un documento religioso por aquellos que no comparten las creencias

establecidas en el documento presenta enormes dificultades. El Cristianismo Ortodoxo, ambos

conservador y liberal, tiene muy poco tiempo para asuntos mesiánicos, en el sentido en el cual Jesús y

su audiencia del primer siglo entendieron ese término. Hasta que los expositores no se reorienten en el

medio ambiente Hebreo Mesiánico en el cual Jesús enseñó y reaccionó en simpatía con él, ellos

continuarán obscureciendo el único Jesús de la historia y la fe, ambos el hombre y su mensaje.

El proceso de lectura del Nuevo Testamento a través del filtro de la tradición de la iglesia ha

continuado por tanto tiempo que nada menos que una revolución teológica la llevará a su término.

Pero hay señales esperanzadoras. Los finales del siglo XX han producido un probable buen humor

para estimular la nueva mirada hacia los documentos del Nuevo Testamento necesaria para llegar al

corazón de ellos. Una sed de exploración existe en el extranjero entre los teólogos y estudiantes

ordinarios de la Biblia. Hay evidencia de que los dogmas del cristianismo post-bíblico están

comenzando a relajar sus lazos del error.

Lo que se necesita acometer urgentemente es una lectura del Nuevo Testamento, y toda la Biblia,

permitiendo que su mensaje unificado nos hable. Pero debemos estar en guardia en contra de depurar

aquellos elementos del mensaje que encontramos desagradables o extraños a nuestras formas de

pensar del siglo XXI. Tan frecuentemente ha ocurrido que los eruditos deciden arbitrariamente qué

elementos del Nuevo Testamento van a aceptar como relevantes a la fe. Si a ellos nos les interesa lo

apocalíptico,1 el Jesús que ellos hallan en los registros no habrá dicho nada dramático acerca del fin de

la era. Si es una figura liberal la que están buscando, la encontrarán en Jesús. Si es un reformador

social, ellos lo descubrirán en los documentos cristianos.

Es ampliamente reconocido que ésta ha sido una debilidad del método erudito en el pasado. Sin

embargo, los teólogos contemporáneos continúan demostrando su disgusto por el Mesianismo de

Jesús cuando ellos también ignoran aquellos de sus dichos que prueban quién es él en la mejor

tradición apocalíptica Judía y del Antiguo Testamento, o culpan completamente por semejantes

“vuelos de fantasía” a la iglesia del Nuevo Testamento. Mucha ingenuidad ha sido empleada en un

esfuerzo de excusar a Jesús por aquellas de sus enseñanzas que encontramos inconfortables o

inaceptables.

Si, no obstante, leemos el Nuevo Testamento en su contexto Hebreo, y nos permitimos estar

envueltos en su mensaje, encontraremos que emerge un cristianismo que es ambos coherente y

práctico, aunque diferente en algunos importantes respectos de la fe que ha ganado aceptación como

la religión de Jesús y los Apóstoles.

Es con el tema central de todas las enseñanzas de Jesús que debe comenzar cualquier

investigación. Afortunadamente la erudición es unánime en su comprensión de qué es ese tema. Aun

una ojeada rápida a los reportes de Mateo, Marcos y Lucas revela que éste es incuestionablemente el

Reino de Dios.

1 I.e., teniendo que ver con la futura intervención apocalíptica por Dios, usando a su agente, el Mesías, para

establecer la nueva sociedad---el Reino de Dios.

6

PARTE I

JESUS Y EL FUTURO REINO MESIANICO

7

1

El Corazón del Cristianismo---El Reino de Dios

Nuestros documentos cristianos señalan un hecho innegable: Jesús estaba interesado sobre todo

con el Reino de Dios. El Reino es el centro de su entera misión. Es su lema y el núcleo de toda su

enseñanza. El anunció que estaba “a la mano,”2 demostrando su poder en su ministerio, prometiéndolo

como una recompensa a sus discípulos,3 y los impulsó a orar por su venida.

4 El también aseguró a sus

seguidores que ellos un día ocuparían posiciones ejecutivas como ministros de estado en el Reino:

“Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno

un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis en mi reino, y os

sentéis en tronos juzgando (reinando) a las doce tribus de Israel” (Lucas 22:28-30).

Estas trascendentales promesas hallarían su cumplimiento “en la Nueva Era, cuando el Hijo del

Hombre se siente en su trono de gloria” (Mateo 19:28). La prometida Nueva Era llegará con la

Segunda Venida.5

Los eruditos están convencidos de que Jesús no puede ser comprendido aparte del Reino de Dios.

Sin embargo, ellos están mucho menos seguros de sí mismos acerca de su habilidad de ofrecer una

clara definición del Reino. Los escritores teológicos frecuentemente expresan inseguridad sobre si

nosotros alguna vez podamos recobrar el significado que Jesús aplicó a la frase “Reino de Dios”.

Ellos dicen:

“Ya es hora que alguien desafíe a los que creen que saben exactamente lo que Jesús quería decir

al hablar del Reino de Dios”.6

“Pese a varios intentos, no es posible definir el ‘Reino de Dios’ como es usado en los evangelios o

explicarlo más claramente que diciendo que representa la suma total de las bendiciones otorgadas por

Dios en Cristo y consistiendo en una vida elevada en la que estamos sin embargo como en casa

realmente”7

Otros comentaristas sienten que algo está mal cuando la frase que Jesús usó constantemente es

rara vez, si nunca, oída en los círculos cristianos. Tom Sine señala que “la victoria del futuro de Dios

fue el tema central del ministerio de Jesús.” Luego él agrega: “Michael Green preguntó durante la

conferencia Internacional de Lausanne sobre Evangelización Mundial en 1974: ‘¿Cuánto han oído

aquí acerca del Reino de Dios? No mucho. No es nuestro lenguaje. Pero fue el principal asunto de

Jesús’”8

La franca admisión de Peter Wagner es ambos perturbador así como inmensamente instructiva.

En su libro, Crecimiento de la Iglesia y el Evangelio Completo (pág. 2), él cita a George Eldon Ladd

como diciendo que: “La erudición moderna se halla totalmente unánime en la opinión de que el Reino

de Dios fue el mensaje central de Jesús.” Wagner luego comenta:

“Si esto es cierto, y yo no conozco de alguna razón para disputarlo, no puedo salir de mi gran

asombro del porqué no he oído más sobre él en los treinta años que he sido un cristiano.

Ciertamente yo he leído suficientemente de él en la Biblia. Mateo menciona el Reino 52

veces, Marcos 19 veces, Lucas 44 veces y Juan 4. Pero yo honestamente no puedo recordar a

algún pastor en cuyo ministerio yo haya estado en realidad escuchando un sermón sobre el

Reino de Dios. A medida que revuelvo todo a través de mi propio tonel de sermones, ahora yo

2 Marcos 1:14,15: “Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio del Reino de Dios, y diciendo: ‘el tiempo se ha

cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio”. 3 Lucas 12:32: “No temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre os ha placido daros el Reino”.

4 Mateo 6:10: “Venga tu reino, sea hecha tu voluntad en la tierra.”

5 Mateo 25:31: “Cuando el Hijo del Hombre venga, y todos sus santos ángeles con él, entonces se sentará en su

trono de gloria”. 6 Robert Morgan, en Teología, Noviembre 1979, p.458.

7 The New Century Bible, Commentary on James, ed. E.M. Sidebottom, London: Nelson, 1967, p. 41.

8 The Mustard Seed Conspiracy, Waco, TX: Word Books, 1981, pp. 102-3, énfasis añadido.

8

me doy cuenta que yo mismo nunca he predicado un sermón sobre él. ¿Dónde ha estado el

Reino?”9

Arthur Glaseer, experto en misiones Cristianas, preguntó:

¿Cuándo es la última vez que a oído usted un sermón sobre el Reino de Dios? Francamente,

es difícil recordar haber escuchado una sólida exposición de este tema. ¿Cómo podemos

cuadrar este silencio con el ampliamente aceptado hecho de que el Reino de Dios dominó el

pensamiento y ministerio de nuestro Señor? Mi experiencia no es poco común. He chequeado

esto con mis colegas. Por supuesto, ellos de buena gana aceptaron que frecuentemente

escucharon sermones sobre pedacitos y trocitos de las parábolas de Jesús. Pero tocante a un

sólido sermón sobre la naturaleza del Reino de Dios como Jesús lo enseñó---reflexivamente,

ellos también comenzaron a expresar sorpresa de que es raro el pastor que aborda este tema.10

Estos autores han puesto sus dedos en un problema fundamental del cristianismo como lo

conocemos. El evangelismo contemporáneo y realmente la predicación en general, aunque basados

supuestamente en la Biblia, no suenan como la enseñanza de Jesús. Aunque ellos continúan usando su

nombre, no reflejan su tema central---el Reino de Dios. Esta discrepancia remarcable fue reconocida

también por el teólogo alemán del Siglo XIX, Richard Rothe, quien expresó su preocupación acerca

de los métodos recibidos de exposiciones de la Biblia:

Nuestra llave no abre---la llave correcta está perdida y hasta que no entremos en posesión de

ella nuevamente nuestra exposición nunca tendrá éxito. El sistema de ideas bíblicas no es esa

de nuestras escuelas y mientras nosotros intentemos una exégesis sin ella, la Biblia

permanecerá un libro medio cerrado. Debemos ingresar a la Bibla con otras concepciones que

con aquellas con las cuales hemos estado acostumbrados a pensar que son las únicas

posibles.11

Nuestro propósito es mostrar que la llave perdida que abre el mensaje de Jesús, y realmente la

Biblia entera, es el Reino de Dios. La llave, sin embargo, será inefectiva si su forma está torcida. Para

que tenga sentido lo que enseñó Jesús, debemos entender el término “Reino de Dios” como él lo

entendió. Si nosotros separamos el Reino de Dios de su contexto bíblico y le pegamos un nuevo

significado, crearemos una versión del cristianismo profundamente distorsionado.

Sin una comprensión del Reino, que es el eje donde gira toda la enseñanza y predicación de Jesús,

no podemos esperar entender su mensaje. Las cándidas admisiones de los eruditos que hemos citado

sugieren que el tema principal de Jesús no tiene un lugar central en las enseñanzas de las iglesias que

llamamos cristianas. Realmente es frecuentemente omitido completamente! Esto sólo puede significar

que sus sistemas de teología necesitan una reforma radical.12

Semejante reforma ocurrirá sólo cuando el Reino de Dios sea: 1) colocado en el centro del

mensaje de salvación donde Jesús siempre lo colocó. 2).- Definido en su contexto bíblico como la

meta del programa de salvación de Dios, como la restauración de un gobierno en la tierra bajo la

supervisión del Mesías y los santos. Esto dependerá del regreso de Cristo y de la resurrección, en ese

tiempo, de los fieles de todos los tiempos.

Esta reforma del Evangelio muy bien podría tomar su ejemplo de la excelente observación del

profesor Burton Scout Easton en su artículo sobre “salvación” en la Internacional Standard Bible

Enciclopedia (1939):

9 Lo central del Reino de Dios en la enseñanza de Jesús está enfatizado en muchas fuentes contemporáneas, por

ejemplo en la Educación Religiosa Cristiana por el escritor Católico Romano, Tomás Groome, págs. 35-55.

En la nota al pie 16 del capítulo 5, él cita un número de eruditos importantes contemporáneos que sostienen que

el Reino de Dios domina todo lo que Jesús enseñó. 10

Missiology, Abril 1980, p.13. 11

Citado por G.N.H. Peters, The Theocratic Kingdom, rep. Kregel, 1952. p.21, énfasis añadido. 12

En un artículo titulado “Predicando el Reino de Dios”, el expositor Británico, Dr. I. Howard Marshall de la

Universidad de Aberdeen, dice: “Durante los pasados dieciséis años puedo recolectar sólo dos ocasiones en

donde he oído sermones específicamente dedicados al tema del Reino de Dios….Yo encuentro este silencio más

bien sorprendente porque es universalmente aceptado por los eruditos del Nuevo Testamento que el tema central

de la enseñanza de Jesús es el Reino de Dios….claramente, entonces, uno esperaría del predicador moderno que

está tratando de llevar el mensaje de Jesús a esta congregación que tendría mucho que decir acerca de la materia.

De hecho mi experiencia ha sido lo contrario, y raramente he oído acerca de él” (Los Tiempos Expositivos,

Octubre, 1977. p.13).

9

La declaración de Jesús de que “el Reino de Dios está cerca” tuvo la connotación inseparable

de “juicio está a la mano”, y en este contexto,“Arrepentíos” (Marcos 1:14,15) debe significar

“a fin de que no seas juzgado”. Por lo tanto la enseñanza de nuestro Señor acerca de la

salvación tuvo primeramente un contenido futuro: positivamente, admisión dentro del Reino

de Dios, y negativamente, liberación del juicio precedente.

En la actualidad el mensaje del Evangelio salvador de Jesús no permanece claro en las mentes de

los asistentes a las iglesias. Aquellos que oyeron el llamado para la salvación del histórico Jesús

debieron haber sido expuestos a un mensaje vital claro acerca del Reino venidero de Dios en la tierra.

Las invitaciones de hoy para la salvación contienen poco o nada de esta información. Un mensaje

confinado a la muerte de Jesús por los pecados ha reemplazado al comprensivo Evangelio del Reino

original de Jesús. Parece que la proclamación original cristiano ha sufrido un eclipse alarmante.

Semejante situación amenaza la vida del Cristianismo mismo, ya que Jesús mismo siempre hizo de la

fe o de la creencia en su mensaje la condición para la salvación.

La sorprendente ausencia del Reino de Dios de la actual presentación del Evangelio fue notado

por el erudito Católico Romano B.T. Viviano:

Como un maestro de literatura del Nuevo Testamento…se me hace obvio que el tema central

de la predicación del histórico Jesús de Nazareth era el próximo arribo del Reino de Dios. No

obstante, para mi sorpresa, este tema difícilmente jugó algún rol en la teología sistemática en

la que fui aleccionado en el seminario. Bajo una investigación adicional me di cuenta que el

tema ha sido en muchas formas en gran parte ignorado en la teología y espiritualidad y

liturgia de la iglesia en los pasados dos mil años, y cuando no era ignorado, era

frecuentemente distorsionado más allá del reconocimiento. ¿Cómo pudo ser esto?13

13

El Reino de Dios en la Historia, Michael Glazier, 1988, p. 9.

10

2

El Reino Esperado por los Profetas

Debe ser elocuente que el Reino de Dios es la sustancia de la primera cosa dicha acerca de

Jesús, aun antes de su nacimiento:

“Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para

siempre y su reino no tendrá fin.” (Lucas 1:32,33)

Este anuncio por el ángel Gabriel vino como sin sorpresa como una descripción del rol del

Mesías. Lo que el ángel prometió fue exactamente lo que los fieles estuvieron anhelando. Si

preguntamos qué había motivado esta esperanza, la respuesta es simple: El mensaje de todos los

profetas. El tema repetido de todos los profetas Hebreos es aquel que el Reino de Dios será

establecido por todo el mundo con una Jerusalén rehabilitada como su capital y el Mesías como un

agente de Dios administrando un gobierno ideal. Esta promesa de un gobierno perfecto en la tierra

recibe el pleno tratamiento por los profetas Hebreos del Antiguo Testamento. Podremos citar como

típico de su visión del futuro una selección de los numerosos pasajes que describen el Reino del

descendiente prometido de David en una tierra renovada. El esperado imperio mundial será el Reino

de Dios administrado para El por su único representante y vice-regente, el Mesías.14

“Y se dispondrá el trono en misericordia; y sobre él se sentará firmemente, en el tabernáculo

de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia.”(Isa. 16:5)

La simplicidad del concepto está correctamente capturada por el mismo verso como es traducido

por la Biblia Buenas Nuevas:

“Entonces uno de los descendientes de David será Rey y regirá al pueblo con fidelidad y

amor. Será presto para hacer lo que es recto, y él verá que esa justicia sea ejecutada.”

Lo que los profetas vieron fue una visión de condiciones utópicas en la tierra, prosiguiendo a la

conquista del mundo por Yahweh (El Señor Dios) obrando a través de Su agente escogido, el Rey

prometido:

“El Señor de los ejércitos reinará en el Monte Sión y en Jerusalén” (Isaías 24:23).

“…y hablará (el Mesías) paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río

hasta los fines de la tierra” (Zacarías 9:10b).

Abdías describe la supremacía de Israel en el gobierno venidero mesiánico:

“Mas en el monte Sión habrá un remanente que se salve; y será santo, y la casa de Jacob

recuperará sus posesiones. Y los del Neguev poseerán el monte de Esaú, y los de Sefela a los

filisteos; poseerán también los campos de Efraín, y los campos de Samaria; y Benjamín de

Galaad. Y los cautivos de este ejército de los hijos de Israel poseerán lo de los cananeos

hasta Serepta; y los cautivos de Jerusalén que están en Separad poseerán las ciudades del

Neguev. Y subirán salvadores del Monte de Sión para juzgar al monte de Esaú; y el Reino

será de Jehová” (Abdías 17,19,20,21; traducción basada en la Versión en el Nuevo

Comentario Internacional del Antiguo Testamento, por J.C. Allen).15

Evidentemente el Reino de Dios será un nuevo orden político y territorial con su sede en la tierra

prometida de Israel. Esta es la visión unánime de todos los profetas. Jeremías también ha registrado

las palabras del Señor prometiendo la restauración nacional para Israel bajo el Mesías:

14

El hecho del Reino futuro prometido por los profetas es bien conocido por las autoridades en teología bíblica:

“Una constante característica en la figura escatológica del Antiguo Testamento es la restauración de Israel en su

propia tierra…la pregunta de cómo en nuestro día debemos de interpretar tales profetas es una doble. Es una

pregunta, primero, de lo que los profetas quisieron decir. Y para esta pregunta sólo hay una respuesta, su

significado es el sentido literal de sus palabras. Ellos hablaron del pueblo de Israel y de la tierra de Canaán y

predijeron la restauración del pueblo a su tierra…no hay pregunta en cuanto al significado de las profecías del

Antiguo Testamento; la pregunta es hasta dónde este significado es válido ahora.” (Diccionario Hastings de la

Biblia, art. Escatología, vol. 1. p. 737, énfasis añadido). La pregunta real, sin embargo, es si estamos preparados

para creer a los profetas. Lo que los profetas predijeron es claro. El problema es que las iglesias no creen lo que

ellos escribieron! (Hechos 26:27, donde Pablo reta a Agripa con la pregunta: ¿Crees en los profetas?”). 15

La traducción basada sobre la versión en la New International Commentary on the Ol Testament por J.C.

Allen, Grand Rapids: Eerdmans, 1976.

11

“He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará

como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo

Judá, e Israel habitará confiado.” (Jeremías 23:5-6).

La visión de Isaías y Miqueas no es menos claramente definida, con la garantía adicional del

desarme multilateral bajo el gobierno del Mesías:

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su (el prometido

libertador, el Mesías) hombro…lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el

trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde

ahora y para siempre…porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y

juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas

de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán

más para la guerra” (Isaías 9:6,7; 2:3,4; Miqueas 4:2,3).

Una de las más claras descripciones del Reino de Dios aparece en Daniel 2:44, que prosigue a la

destrucción de los poderes mundiales hostiles: “El Dios del cielo establecerá un reino (claramente

aquí un imperio mundial) que nunca será destruido y dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá

a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. En Daniel 7 el mismo reino prometido será

administrado por el Hijo del Hombre (la favorita auto designación de Jesús) y sus seguidores, el

pueblo escogido de Dios:

“Y a él (el Hijo del Hombre) le fue dado dominio, gloria y un reino, para que todos los

pueblos, naciones y hombres de cada lengua puedan servirle. Su dominio es un dominio

eterno, que no pasará; y su reino es uno que no será destruido…luego el poder y la grandeza

de todos los reinos bajo todo el cielo serán dados al pueblo del Dios supremo. Su poder real

nunca terminará y todos los dominios en la tierra les servirán y obedecerán” (Daniel 7:14,27,

Biblia Buenas Nuevas).

La revolución asociada con la instalación del Mesías en su Reino está descrita por Zacarías:

“El Señor saldrá y peleará contra aquellas naciones…y en aquel día el Señor será Rey sobre

toda la tierra…y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén,

subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos” (Zacarías 14:3,9,16).

Este y muchos otros pasajes en los profetas demuestran más allá de cualquier disputa que el Reino

de Dios será un nuevo gobierno mundial en la tierra, administrado por el Mesías, el Rey escogido de

Dios, asistido por un grupo de asociados llamados en Daniel “Los santos del Altísimo” (7:27). La

figura de una tierra restaurada es común a todos los profetas. Es la base de la esperanza mesiánica

resumida por el término “El Reino de Dios”.

La esperanza nacional de Israel de la cual el Apóstol Cristiano Pablo era plenamente partidario

(Hechos 24:14,15; 26:5-8) ha sido descrito vívidamente y brillantemente por el gran profeta del siglo

ocho AC Isaías. Pablo estaba convencido que el Evangelio Cristiano había sido revelado, por

adelantado sobre la venida de Cristo, a los profetas de Israel (Romanos 1:1,2; 16:25,26; Gál. 3:8; Tito

1:2). Cualquier corte del Evangelio de su revelación en las Escrituras del Antiguo Testamento

conduce a un malentendido desastroso. Cuando Pablo escribe acerca del Evangelio él asume que sus

lectores conocen el antecedente del Evangelio en el Antiguo Testamento. En nuestros tiempos, sin

embargo, la mayoría de los lectores se acercan a las cartas de Pablo sin ese indispensable

entendimiento de lo que los profetas quisieron decir por el Evangelio.

Un número de pasajes clave en los profetas fueron reconocidos como testimonios de la

restauración de un sólido gobierno para Israel, la readmisión de la monarquía en Israel en la persona

del prometido descendiente de David. Si el trono de David no habrá de reaparecer en Israel, con el

Mesías como Rey, toda la revelación del Antiguo Testamento se disolvería en un una leyenda

infundada, si es que no un fraude.

Isaías emplea el verbo “predicar el Evangelio” en un número de pasajes:

“Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora

de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He

aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su

recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño;

en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién

paridas”. “Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo

mismo que hablo, he aquí estaré presente. ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del

12

que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica

salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!¡Voz de tus atalayas! Alzarán la voz,

juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová ha consolado a su

pueblo, a Jerusalén ha redimido. Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las

naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” (Isa. 40:9-11;

52:6-10).

Jesús se vio a sí mismo en el rol de un predicador de estas buenas noticias. En su discurso

inaugural en Lucas 4:18,19 él citó Isaías 61:1,2: “El espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me

ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de

corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;

a predicar el año agradable del Señor”.

El Cristianismo como fue predicado por Jesús es una confirmación de la sublime visión del futuro

de nuestro mundo. Jesús fue investido en su primera venida para curar y restaurar en una escala menor

únicamente. La vasta mayoría del mundo permanece en tinieblas. En su segunda venida él inaugurará

una restauración mundial como fue anunciado por Pedro (Hechos 3:21). Desafortunadamente la

iglesia, bajo la influencia de la filosofía Griega pagana, gradualmente perdió su adherencia en la gran

proclamación del Reino de los profetas como un gobierno mundial bajo la supervisión del Mesías

inmortalizado. Esa promesa de un buen tiempo por venir fue reemplazada por un prospecto pálido,

místico, y vago de una existencia incorpórea en el “cielo”. El colapso de la esperanza Cristiana basada

en la enseñanza de Cristo y los profetas de Israel, es trazable a las técnicas interpretativas (él término

es muy formal) de tales padres de la iglesia como Orígenes y Agustín, quienes torcieron con facilidad

el significado pleno del texto bíblico. La Biblia proveyó en la Revelación una profecía culminante del

Reino y por la cual el resto de la Escritura había esperado con ilusión. Agustín sin embargo optó por:

Alegorizar las declaraciones de Revelación y aplicarlos a la historia de la iglesia [destruyendo

así el futuro y moverlo dentro del presente]. Los mil años no tiene que ser interpretado

literalmente, sino que representa toda la historia de la iglesia desde la encarnación hasta el

conflicto final. El reino de los santos es una profecía de la dominación del mundo por la

iglesia [ahora!]. Pero una exégesis de este tipo es fraudulenta…Poner semejante

interpretación en la frase ‘primera resurrección’ (Rev. 20:6) es simplemente jugar con los

términos. Si ponemos pretextos al obvio significado de las palabras, entonces como Alford

dice: “Hay un final a todo significado en el lenguaje, y la Escritura es aniquilada como un

definitivo testimonio para cualquier cosa.”16

16

Comentario sobre la Biblia de Peake, p. 941, énfasis añadido.

13

3

Explicaciones Tradicionales Judías y Cristianas

Tomando su apunte de esta explicación unificada de los profetas, los rabinos judíos juntaron de

sus Escrituras la siguiente información acerca del Mesías y su futuro Reino:

1. El Mesías sería un descendiente de la casa de David y su propósito Será restaurar el Reino

a Israel y extenderlo sobre el mundo.

2. En una última terrible batalla por el dominio mundial los enemigos de Dios, concentrados

en un solo Anticristo, serán vencidos y destruidos.

3. El Establecimiento del Reino del Mesías, seguido de la derrota del Anticristo, resultará en

la hegemonía espiritual y política de Israel, cuando todas las naciones serán enseñadas a

aceptar la unidad de Dios, reconociendo el gobierno de su representante, el Mesías, y a buscar

la instrucción de la ley.

Está fuera de duda que la fuente de esta información es las Escrituras del Antiguo Testamento. No

es menos claro que la esperanza encendida por los profetas fue plenamente confirmada por Gabriel

cuando él designó a Jesús como el prometido soberano en quien el largamente esperado gobierno

mundial será realizado:

“El Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para

siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:32,33).

Lucas nos ha dado en estos versos una declaración Cristiana definitiva, sobre una altísima

autoridad, acerca del destino de Jesús. El restaurará las fortunas de su pueblo y regirá el mundo desde

Jerusalén como el Rey divinamente señalado. La esperanza era social, espiritual y política---y

relacionada con la tierra! Creer en el Reino venidero era el corazón del cristianismo del Nuevo

Testamento como Lucas, el compañero viajero de Pablo, lo enseñó a Teófilo (Lucas 1:1-4).

A la luz del mensaje unánime de los profetas Hebreos, el pueblo Judío ha generalmente concluido

que la pretensión de Jesús por la Mesiandad debería ser rechazada. Ellos arguyen como sigue:

Puesto que la pretensión de ser el Mesías implica que uno va a derrocar a los poderes mundiales,

y puesto que Jesús no derrocó el poder Romano en Palestina o estableció el Reino de Dios, Jesús y sus

discípulos estuvieron errados en creer que él era el Mesías prometido. Los documentos del Nuevo

Testamento por tanto presentan una falsa pretensión.

Encarado con los mismos datos, el cristianismo tradicional ha razonado como esto:

“Puesto que Jesús sostuvo ser y realmente fue el Mesías, y puesto que el dominio romano en

Palestina no fue derrocado y el Reino Mesiánico no fue establecido en la tierra, Jesús no pudo

haber tenido la intención de llevar adelante el programa mesiánico como los judíos esperaron.

El debió entonces reinterpretar la esperanza mesiánica de los profetas excluyendo cualquier

idea de una revolución política y el establecimiento de un gobierno mesiánico en la tierra”. Para sostener esta línea de razonamiento, los teólogos han gastado bastante energía erudita en un

esfuerzo por convencernos de que la comprensión Judía del Reino y la concepción de Jesús sobre éste

fueron irreconciliablemente opuestas. Sobre todo no debemos pensar que Jesús tuvo alguna ambición

política. Sus objetivos, como ha sido por mucho tiempo sostenido, fueron enteramente ‘espirituales.’

Lo esencial de esta convicción profundamente atrincherada de mucho tiempo puede ser resumido

como sigue:

Muchos en Israel estaban esperando la salvación por medio del Mesías, un ungido, a quien

Dios enviaría a regir el Reino terrestre. Este traería la gloria a Israel, destruyendo el mal y

estableciendo la justicia con poder irresistible. Lo que Jesús hizo es muy distinto. El

estableció el Reino en el corazón de sus seguidores.

Los trabajos estándares constantemente reflejan el mismo punto de vista de Jesús y el Reino.

Común a todos ellos, al menos, es el reconocimiento de que el Reino fue la base de todo aquello que

enseñó Jesús. Pero el Reino lejos de ser un gobierno mundial, es reducido a un gobierno ético de Dios

en los corazones de los hombres:

La carga del mensaje de Jesús fue: El Reino de Dios es la voluntad del Padre celestial

entronizado en los corazones de los hombres. El enseñó que la fe en Dios traerá un nuevo

14

orden de cosas en donde las inquietudes y temores de la vida serán abandonados…por la

oración de corazones que han sido purificados a través del arrepentimiento y el deseo sincero

de una vida mejor, la presencia de Dios será obtenida, Su Reino vendrá y la recompensa de

los hombres será la comunión con Dios”.17

Asombrosamente, este tipo de descripción del Reino ha sido aceptado por el público asistente a la

iglesia como un reflejo satisfactorio del Reino que aparece en los documentos cristianos. Sin embargo

la opinión popular omite cualquier referencia a la segunda venida de Jesús y el consiguiente Reino

Mesiánico en la tierra. Más aún la definición estándar del Reino está abierta a una objeción mayor: es

completamente auto-contradictorio afirmar ser el Mesías y al mismo tiempo rechazar todo junto el rol

político que las Escrituras Hebreas le designan para el Mesías y el cual es el punto principal del

Mesianismo! No tiene sentido del todo que Jesús pudiera hablar del Reino de Dios (y de sí mismo

como Mesías) en tanto que negaba el significado de esa frase como la restauración de un gobierno

teocrático mundial en la tierra, con Jerusalén como la metrópoli de una nueva sociedad, como todos

los profetas Hebreos lo habían concebido. El rechazo del reino político externo es del todo lo más

imposible cuando uno constantemente afirma, como lo hizo Jesús, que las escrituras Hebreas son la

inspirada y autorizada fuente de toda verdad religiosa. Puesto que ningún nuevo orden político en la

tierra apareció como resultado del ministerio de Jesús, los comentaristas han elegido entre dos

alternativas: Jesús en realidad nunca afirmó ser el Mesías, en cuyo caso sus discípulos debieron

haberse equivocado atribuyéndole ese título a él; o El sí realmente afirmó ser el Mesías, pero usó el

título y la frase “Reino de Dios” de una nueva forma radical que lo divorció para siempre de sus raíces

del Antiguo Testamento, sobre todo despojándolo de cualquier significado político.

17

Encyclopedia Nueva Era, London: Simpkin, Marshall, Hamilton, 1925, Vol.6, pp. 176,177.

15

4

Una Tercera Solución

Ninguna de estas soluciones hace justicia a la evidencia de los documentos bíblicos. En ambos

casos largas secciones de los datos disponibles son simplemente no tomadas en cuenta. La sugerencia

de que Jesús de hecho no pretendió ser el Mesías volvería todo el Nuevo Testamento fraudulento.

Pero no es menos problemático sostener que Jesús abandonó la esperanza nacional Judía del Antiguo

Testamento para un gobierno mesiánico mundial, previsto por todos los profetas. Existen amplias

evidencias en el Nuevo Testamento para mostrar que él no hizo tal cosa. Quedo entonces, una tercera

opción. Con sus contemporáneos, Jesús normalmente usó la frase “Reino de Dios” para describir el

nuevo orden político en la tierra prometido por la Escritura Sagrada, pero él y sus apóstoles a veces

entendieron el término para incluir una escena preliminar en la actividad del Reino:

1.- Su anuncio del reino Mesiánico de Dios como anticipo de su establecimiento mundial en

el retorno de Jesús a la tierra en poder y gloria.

2.- Una demostración del poder del Reino de Dios investido en Jesús, y sus seguidores

escogidos, manifestada en sus sanidades y exorcismos.

3.- El reclutamiento de discípulos a través del ministerio de Jesús y su entrenamiento para el

liderazgo en el reino venidero mesiánico, así como la participación en el anuncio del Reino

previo a su venida.

4.- La muerte del Mesías por los pecados del mundo.

5.- Su ascensión y sesión a diestra del Padre (como fue predicho por el totalmente importante

salmo 110:1)18

antes de su retorno para inaugurar el Reino como el renovado orden social y

político en la tierra.

Es importante notar que estos desarrollos preliminares en el progreso del Reino no fueron

claramente distinguidos por los profetas del Antiguo Testamento del pleno establecimiento mundial

del Reino en la tierra, aunque en retrospectiva podemos ver claras indicaciones de las dos fases del

programa divino esparcidas por toda la Escritura del Antiguo Testamento. En el cristianismo

tradicional, el hablar del Reino de Dios como la descripción de la “vida cristiana”, ha eclipsado hoy

al punto de obscurecer, y aun eliminar, el sentido (político) del Reino como el establecimiento de un

gobierno divino mundial, el cual, para Jesús y todo el Nuevo Testamento, como también para los

profetas, será el gran evento precipitado por su segunda venida.19

El Reino enseñado por Jesús es primero y principalmente el nuevo orden en la tierra asociado con

una gran futura crisis en la historia, para ser marcada por su retorno en poder. Para Jesús el reino aún

no ha llegado. Debemos orar por su venida.20

Ciertamente el poder del Reino ha sido expuesto en su

ministerio, pero esto fue sólo una muestra de la venida del Reino, que todavía descansa en el futuro, y

que depende enteramente del retorno de Jesús, como Rey, para establecerse.

Si el Nuevo Testamento es leído en una perspectiva que permite para ambos una presente

manifestación preliminar del Reino así como su futuro establecimiento mundial en la Segunda

Venida, se hace claro que Jesús nunca por un momento privó del Reino de Dios su significación

política y territorial dada por los profetas e incorporada a la religión Judía como la gran esperanza de

la nación. Jesús no esperó, si embargo, introducir en su primera venida el Reino mesiánico

políticamente. No obstante, toda su enseñanza fue dirigida hacia la preparación de sus seguidores para

el arribo del Reino Mesiánico. Al final de su ministerio se sometió a sí mismo a la crucifixión en

manos de las autoridades Romanas y Judías, prometiendo que volvería después de su resurrección y

18

Este verso es citado o aludido en el Nuevo Testamento más que en otro pasaje del Antiguo Testamento. Es

obviamente de la mayor importancia para nuestra comprensión del Cristianismo apostólico. 19

Comparar la Biblia del siglo, Introducción a los Tesalonicenses, p. 29: “Ha sido recientemente discutido que

el Reino de Dios fue el tópico principal de la enseñanza de Jesús, quien siempre cuando habló del Reino de Dios

quiso decir ese nuevo orden triunfante del futuro que será establecido en su regreso a este mundo en gloria con

los ángeles.” La referencia es a Juan Weiss (La predicación de Jesús sobre el Reino de Dios), 1982. Weiss con

razón observó que Jesús siempre habló de un Reino real del futuro. Luego él procede a decirnos que tal

enseñanza era irrelevante para nosotros hoy! 20

Mateo 6:10 “Venga tu reino”. José de Arimatea lo estaba Esperando (Marcos 15:43).

16

un intervalo no especificado, para inaugurar el Reino políticamente y universalmente, cumpliendo así

en cada detalle las predicciones de toda profecía del Antiguo Testamento, así como vindicando su

pretensión al cargo Mesiánico.21

21

Cp. El Comentario de la Biblia del Siglo, Introducción a los Tesalonicenses, p. 30: “Lo que los Judíos

esperaron por la primera venida de Cristo, los cristianos estuvieron inclinados a esperarlo en la Segunda

Venida.”

17

5

EL Mesías no Político del Cristianismo Tradicional

Las versiones tradicionales de la cristiandad han estado curiosamente renuentes en reconocer la

dimensión política de la enseñanza de Jesús. Los comentaristas han trabajado para excluirla,

empleando una batería de diferentes estratagemas para erradicarla. Este proceso ha envuelto nada

menos que una proeza por la cual las más claras afirmaciones bíblicas han sido vaciadas de su obvio

significado.

Estas técnicas no han escapado de la crítica de aquellos expositores que se dan cuenta que se ha

hecho violencia al texto sagrado. El comentario de Albert Schweitzer merece ser citado en este

contexto:

“Muchos de los grandes dichos (de Jesús) se les encuentra depositados en una esquina como

proyectiles explosivos, a los cuales sus cargas les han sido removidas…hemos hecho que Jesús tenga

un lenguaje diferente en nuestro tiempo de aquel que tuvo realmente él.”22

Schweitzer estaba persuadido de que el sentido de la crisis de Jesús y el fin del mundo representó

el mismo corazón de su mente y mensaje, y que nuestros registros no tienen ningún sentido a menos

que sean vistos en esta luz.

Otro comentarista, David Baron, se quejó de que las palabras de los profetas hayan sido

maltratadas por los expositores de una manera que elimina la realidad del Reino futuro de Dios. Lo

que Baron dice de los comentarios sobre el profeta Zacarías aplica igualmente bien a mucho

tratamiento tradicional del Reino de Dios en la enseñanza de Jesús:

“Casi todos los trabajos existentes de este libro profético son de una manera u otra defectuosos, y

algunos de ellos son aun erróneos. Los comentarios más antiguos, aunque elogiados por su tono

espiritual reverente y enseñanza práctica, y algunos de ellos conteniendo un buen trato de sonido

filológico y material histórico, son más o menos invalidados por el principio de la interpretación

alegórica mediante el cual toda referencia a un Reino de Dios concreto en la tierra, una restauración

literal de Israel y una aparición visible y reinado del Mesías son erradicadas.23

Puesto que el Reino fue el corazón de todo lo que enseñó Jesús, y puesto que él completamente

endosó las esperanzas de los profetas,24

la mudanza del Reino Mesiánico amenazará la sustancia del

mensaje cristiano. El perjuicio incalculable hecho por “el principio alegórico de interpretación” (una

frase sofisticada para “erradicar”) no ha estado limitado al libro de Zacarías. Casi todos los

comentarios estándares sobre el Nuevo Testamento son defectuosos por las razones afirmadas por

David Baron. La enseñanza de Jesús ha sufrido un devastador derrumbe cuando los expositores no

reconocieron más que el Reino de Dios significa primeramente y dominantemente lo que siempre

significó a los profetas: “un Reino de Dios concreto en la tierra” que se iniciará por el evento

conocido en el Antiguo Testamento como el Día del Señor y en el Nuevo Testamento como la

Segunda Venida de Jesús.25

El significado usual del término “Reino de Dios” en los labios de Jesús es

el nuevo orden que será inaugurado por Su retorno. Esto corresponde exactamente con la descripción

del Antiguo Testamento de Dios reinando (p.e., en la persona de su Rey elegido, el Mesías).26

La

teología tradicional parece haber olvidado que Jesús vino a “confirmar las promesas hechas a los

padres” (Rom. 15:8), y los Padres, comenzando con Abraham, estuvieron esperando “heredar el

mundo” (Rom. 4:13). Las promesas hechas a Abraham, que el Nuevo Testamento endosa, estuvieron

basadas en la esperanza de tomar el cargo de la tierra (cp. la recompensa de Jesús a sus discípulos:

22

Búsqueda del Histórico Jesús, New Cork: MacMillan, 1968, prim. Pub. 1910, p.400. 23

Las Profecías de Zacarías, London: Marshall, Morgan & Scout, 1962, pp. Viii, ix, énfasis añadido. 24

Mateo 5:17, “No penséis que he venido a destruir la ley o los profetas.” Romanos 5:18, “Jesucristo fue

ministro de la circuncisión para confirmar las promesas hechas a los padres”. 25

Ver por ejemplo 1 Tesalonicenses 5:2; 2 Tesalonicenses 2:2; 1 Corintios 1:8; 2 Corintios 1:14. El día del

Señor es el mismo que el día de la futura venida de Cristo. 26

Ver, en adición a muchos otros pasajes, Isa. 52:7-10, 32:1; Sal.2; Zac. 14:9f, Rev. 11:15-18, Sal. 96-101, que

describe el día en el que el Señor ha venido a ser Rey”---empezó a reinar”.

18

“Sé tú en autoridad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17). La esperanza encendida por Jesús no es

diferente. El prometió a los mansos que ellos un día “heredarán la tierra” (Mateo 5:5), y que Dios les

“daría entonces el Reino” (Lucas 12:32). El Cristianismo del Nuevo Testamento promete a sus

adherentes posiciones administrativas en un nuevo gobierno destinado a aparecer en la tierra cuando

Jesús regrese.

Un Mesías que falla en tomar su oficio como soberano de un imperio universal centrado en

Jerusalén no es el Mesías esperado por los profetas y prometido por Gabriel a María (Lucas 1:32-35).

Es justo preguntar, entonces, si el Jesús de la teología tradicional, de quien poco o nada es jamás

dicho con respecto a un imperio mundial en la tierra inaugurado por una crisis futura, puede ser el

Jesús Mesías de la Biblia.

19

6

El Futuro Reino Político en La Enseñanza de Jesús

Un número de dichos críticamente importantes de Jesús no han recibido la atención que ellos

merecen. Estos son versos que demuestran que Jesús estaba muy consciente de la naturaleza política

del Reino y que como Mesías él estaba destinado a administrarlo en su retorno al final de la era.

Cualquiera pretendiendo ser el prometido Hijo de David no podía haber fallado en estar

impresionado por la importancia fundamental del pacto hecho con David, descrito en 2 Samuel 7

(paralelo con 1 Crónicas 17).27

Como es bien sabido, éste formó la base de la promesa de Dios de

producir la paz en la tierra a través de su Rey escogido.28

Fue reconocido ampliamente de la lectura de

las Escrituras Hebreas que la gloria del Reino de David sería eventualmente restaurada a Israel, con

beneficios para todo el mundo, cuando el Mesías emprenda su Reino. Así que fue esa prominente

esperanza que los discípulos estuvieron impacientemente aguardando (“La consolación de Israel”), no

sólo antes del nacimiento de Jesús, sino después de que él hubo completado su breve ministerio en

Palestina. La expectativa nacional del Reino Mesiánico permanece central en los registros cristianos:

El justo y devoto Simeón estaba “mirando por la consolación de Israel y el espíritu santo estaba

sobre él” (Lucas 2:25). Ana, la profetisa, elogiada por Lucas por su devoción excepcional a Dios,

estaba, “esperando la redención de Jerusalén” (Lucas 2:38). José de Arimatea, a quien Mateo

describe como un discípulo de Jesús (Mateo 27:57), era “un hombre bueno y honorable que estaba

esperando por el Reino de Dios” (Lucas 23:51). Esto fue después de la muerte de Jesús. El

evidentemente no creyó que el Reino hubo venido con el ministerio de Jesús aunque, ciertamente, los

registros describen su ministerio como una anticipación del Reino (Mateo 11:5).

Igualmente, el ladrón en la cruz reconoció la certeza de la futura venida del Reino cuando él rogó

a Jesús por una participación en él:

“Señor, acuérdate de mí cuando vengas (p.e., a inaugurar) en tu reino” (Lucas 23:42).

Precisamente el mismo entusiasmo por el Reino ha motivado la petición de la madre de Santiago

y Juan en nombre de sus hijos. Su petición revela la idea cristiana bíblica del Reino Mesiánico, y

Jesús nada hizo del todo para perturbar su comprensión sobre la clase de Reino que éste sería.

“Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu

izquierda”. (Mateo 20:21).

El Reino que él tuvo en mente no fue ciertamente limitado a un Reino en el corazón. La

contestación de Jesús confirmó que el honor de sentarse en un lugar especial en el Reino fue

reservado “para aquellos para quienes ha sido preparado” (Marcos 10:40). Más aún, el añadió que

esa grandeza en el reino venidero de Dios es para aquellos que primero aceptan el rol de siervos,

como él mismo lo hizo (Marcos 10:42-45, cp. Filipenses 2:6-8). Pero no hay duda en la mente de

Jesús acerca de la naturaleza del reino futuro, y tampoco el estatus en él. Los discípulos no fueron

reprendidos por algún mal entendido acerca del hecho de un Reino futuro de Dios en donde puestos

de honor podían ser ocupados por los creyentes. Ellos necesitaron solo aprender que el sendero hacia

la grandeza se gana mediante la humildad y el servicio.

La cuestión de la meta del cristiano es inmensamente importante en los registros de las

enseñanzas de Jesús. Los Apóstoles fueron instruidos por Jesús para que reconozcan el Reino

prometido como el corazón del Nuevo Pacto. Para ellos el objetivo supremo de la vida cristiana era

asistir al Mesías en la administración de su Reino. En la última cena, él les dijo a ellos:

“Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno

un reino, como mi Padre me lo asignó a mi, para que comáis y bebáis en mi mesa en mi

reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:28-30).

Sólo unos pocos momentos después Jesús había dicho que él no bebería el vino de la Pascua con

ellos nuevamente “Hasta que el Reino de Dios venga” (Lucas 22:16,18). Entonces ellos comerán y

27

La importancia de este pacto es vista en las referencias a él en Salmo 72,89, y Lucas 1:32-35. 28

Esta intervención divina es descrita vívidamente en los Salmos, especialmente en Sal.2 y 110. Ambos la

comunidad del Qumrán y los Cristianos vieron la aplicación de 2 Sam. 7:14 en el prometido libertador (Hebreos

1:5; Lucas 1:35).

20

beberán en su presencia, reunidos con él, como ejecutivos del Reino. Esa ocasión gloriosa será “En la

Nueva Era (literalmente, “cuando el mundo sea renacido”) cuando el Hijo del Hombre se siente en su

trono de gloria” (Mateo 19:28).

Los Apóstoles no tuvieron duda acerca de cuándo esto sería cristalizado, porque Jesús también

dijo:

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, entonces se sentará en su trono de gloria”

(Mateo 25:31).

Las implicaciones de todo esto son para todos claras para leer. Habrá un Reino inaugurado por el

regreso de Cristo al comienzo de la Nueva Era. Habrá tronos y gobierno sobre las doce tribus reunidas

en la tierra. Y habrá un compañerismo con Jesús en esa Nueva Era, un compañerismo que no será

reanudado “hasta que el Reino venga” (Lucas 22:18).

Mientras que esta información acerca del Reino de Dios forma el marco de todo lo que Jesús

enseñó, ¿hasta qué punto juega este reino alguna parte del todo en lo que hemos venido a llamar “el

cristianismo”?

21

7

La Partida y el Retorno del Hombre Noble

En otra ocasión Jesús había arrojado luz adicional sobre el Reino de Dios al compararse a sí

mismo a un hombre noble quien estaba destinado a partir y más tarde volver para tomar cargo del

Reino de Su Padre. Jesús reveló esta parábola con la idea de clarificar, en términos simples, los

escenarios del plan divino en la historia. Ya que él y sus discípulos estuvieron en la vecindad de

Jerusalén, acercándose a la ciudad que cada uno reconoció sería la capital del Reino, su audiencia---

mucho de los cuales habían aceptado su pretensión al cargo Mesiánico---muy razonablemente

esperaron “que el Reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11).

El informe de Lucas no nos deja duda que el Reino de Dios bajo discusión era un Reino fundado

en Jerusalén, y la proximidad geográfica del Rey a la capital excitó la emoción en que las esperanzas

de los profetas y de la nación estaban ahora finalmente por realizarse. La parábola que sigue era para

enseñar la lección de que el Reino no aparecería inmediatamente. Qué éste eventualmente aparecería

no estaba en discusión. Más aún su aparición significará la destrucción de los enemigos de Jesús:

“Y también a aquellos de mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos,

traédmelos acá, y decapitadlos delante de mi”. (Lucas 19:27).

No por un momento Jesús sugirió que la gente mal entendió la naturaleza del Reino, o que ellos

debieron buscar sólo por un reino “en el corazón”. Por medio de una simple historia sobre el hombre

noble, él aclaró que el Reino de Dios no será inaugurado en público hasta que él regrese del cielo

después de haber recibido del Padre su autoridad real. En su retorno él ejercerá su poder real por

medio de ejecutar a sus enemigos por rehusarse someterse a su soberanía (Lucas 19:27). Al mismo

tiempo sus seguidores fieles serán recompensados por su servicio productivo mientras que su maestro

había estado ausente, por medio de ser puestos a cargo de poblaciones urbanas en el Reino (Lucas

19:17).

La parábola tiene perfecto sentido como una confirmación de lo que el celebrado Salmo 2 ha

predicho del Mesías, el ungido del Señor. De acuerdo a este Salmo, Dios ha prometido dar a su

Mesías “Las naciones como su herencia y los confines de la tierra como su posesión” (v.8). El Rey

“los quebrantará con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzará” (v.9). En el mismo

Salmo los gobernantes mundiales a quienes el Mesías confronte en su retorno se les urgió “Honrad al

Hijo, para que no se enoje, y perezcáis” (v.12). Ambos los judíos y Jesús reconocieron en el Salmo 2

un pronóstico de la conquista del mundo del Mesías en su arribo en poder. En Jesús la comunidad

cristiana vio “un Hijo varón que regirá a las naciones con vara de hierro” (Apo. 12:5). Realmente el

reto a una posición sobre las naciones fue designada por el resucitado Jesús para estimular a los fieles

a permanecer hasta el fin (Apocalipsis 2:26).29

29

Ver Apocalipsis 11:15, 12:5; 12:10; 19:15 para la aplicación de Salmo 2 a Jesús; también Hechos 4:25, 13:33,

la última referencia a la concepción de Jesús cuando Dios trajo a la existencia (cp. Mat. 1:20, “engendrado”;

Lucas 1:35). Hechos 13:34, en contraste con el verso 33, habla de su resurrección. Hechos 13:33 habla del

engendramiento del Hijo de Dios en el vientre de su madre.

22

8

Jesús, el Mesías Judío-Cristiano

Los datos que hemos examinado revelan a un Jesús que es profundamente una figura política,

aunque él no ejerció ninguna de su autoridad política en su primera venida, y se mantuvo él mismo y

sus seguidores estrictamente aparte de las políticas del día.30

El demostró en su ministerio las

cualidades de ternura y compasión que justifican su pretensión de reflejar el carácter de Su Padre. El

contraste entre el siervo sufriente quien después se convierte en el rey conquistador muestra el rango

extraordinario de la personalidad de Jesús. En el primer siglo él no “peleó ni gritó…una caña

estropeada él no lo partió y una mecha ardiente no apagó” (Mateo 19,20). Tampoco entonces él hizo

juicios en asuntos seculares; pero a su retorno en gloria él está destinado a juzgar a las naciones y a

regirlas con vara de hierro (Apo. 19:15). Cualquier retrato que no admita los colores de ambos

aspectos de la actividad del Mesías está desesperadamente deformado. La creencia en el Jesús de la

historia, quien es de necesidad también el Jesús de la fe, debe estar basada sobre el rango completo de

la verdad revelada sobre él.

La enseñanza tradicional cristiana ha descartado casi enteramente el elemento político en la

enseñanza de Jesús, también por el desprecio de los dichos sobre dominación, el cual él esperó para sí

y los suyos, o por sostener, en contra de la evidencia clara del Nuevo Testamento, que las posiciones

ejecutivas prometidas a sus discípulos serían asumidas ahora, antes de la Segunda Venida. La teoría

de que los Apóstoles se les ofreció un reinado sobre la Iglesia está en colisión con la clara enseñanza

del Nuevo Testamento ya que “es en la nueva Era cuando Cristo vendrá en su gloria” (Mateo 19:28;

25:31), y no antes, que los seguidores del Mesías compartirán el reinado con él. El hombre noble en la

parábola tenía que regresar del cielo antes de que estuviera autorizado a tratar a sus enemigos y regir

con sus fieles en su Reino. Hasta que Cristo regrese los discípulos deberán persistir orando “venga tu

reino” y no es hasta que “el reino venga” (Lucas 22:18) que Jesús se sentará con sus discípulos en el

Reino que él les prometió compartir.

La opinión ampliamente sostenida de que la promesa de gobernación aplica a un periodo anterior

a la Segunda Venida representa una dislocación fatal del esquema bíblico, y ha tenido el trágico efecto

de promover una opinión enteramente no bíblica del futuro y dibuja un velo sobre la realidad del

Reino de Dios que entrará en función cuando Jesús regrese. La mente de Jesús está completamente

revelada en el Apocalipsis que él comunicó por medio del amado Apóstol Juan. Lo encontramos a él

corroborando su exhortación de persistir hasta el Gran Día:

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones y

las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero…Al que venciere, le

daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi

Padre en su trono.” (Apocalipsis 2:25-27; 3:21).

Estas son las palabras del mismo Salvador (Apo. 2:18—“El Hijo de Dios…dice esto”), y las

iglesias son exhortadas a “oír lo que el Espíritu les dice a ellas.” Es difícil ver como el promedio de

los asistentes a la Iglesia no poseen nada como la perspectiva del futuro inculcada por Jesús en estos

versos. El cristianismo tradicional parece no haber hecho nada con estas enseñanzas cristianas

centrales. Las palabras que hemos citado en Apocalipsis son, después de todo, sólo una confirmación

de lo que ya hubo asentado Jesús ante los Apóstoles como la meta por su fidelidad---unirse a él en la

administración de un Israel y del mundo.31

A pesar del hecho de que esta esperanza pletórica Mesiánica fue inculcada por Jesús, los

comentaristas han expresado su antipatía a su Mesianismo por medio de rotular la actividad del

30

Hay un sentido en que la misión fue profundamente política desde el comienzo. El Nuevo Testamento lo

describe como batallando con fuerzas sobrenaturales de Satanás. Sería apropiado incluir este enredo en las

“políticas cósmicas.” Para el Cristianismo bíblico la batalla entre Jesús y Satanás es el asunto real. Y es una

lucha para la dominación del mundo aún por resolverse, aunque la promesa del triunfo final de Jesús está

asegurada. Dios en Cristo, está recobrando la tierra rebelde de las garras del Diablo. Debido a la obstinación y

ceguera humana, no obstante, Satanás es aún “el dios de este siglo” (2 Cor. 4:4; 1 Juan 5:19; Rev. 12:9). 31

Mat. 19:28; Lucas 22:28-30; Rev. 2:26; 3:21; 5:10; 20:1-6.

23

Mesías descrita en el Salmo 2 y repetida en las palabras de Jesús en Apocalipsis como “anticristiano.”

Ellos no ven cómo la actividad del rey descrita en el Salmo 2 pueda tener alguna relevancia a Jesús. A

pesar de su propia cita del Salmo 2 con referencia a sí mismo y su iglesia, el siguiente comentario no

es atípico:

“El Salmo 2 no puede ser estrictamente considerado como refiriéndose a Jesús, parcialmente

porque el establecimiento del Rey sobre el santo monte de Sión no tendría relevancia en su caso; y

parcialmente porque la concepción de su función como destructor de sus enemigos en pedazos es

anticristiano.”32

Los teólogos que disputan este punto de vista son cogidos en una trágica contradicción. Mientras

que ellos dicen que aceptan a Jesús como el Cristo, ellos intentan circunscribir sus actividades de un

modo que excluiría una mayor parte del Mesianismo bíblico. Jesús no compartió los escrúpulos de los

teólogos acerca del segundo Salmo, porque en la Revelación (Apocalipsis) que él le concedió a Juan,

y a través de él a la iglesia, él realmente urgió a los fieles a avanzar a la meta que es compartir

“autoridad mesiánica sobre las naciones”. Las promesas de privilegios reales son claras más allá de

cualquier disputa en Apocalipsis 2.26 y 3:21, como son en Mateo 19:28 y Lucas 22:28-30 (citados

antes). En Apocalipsis 3:21 Jesús distingue cuidadosamente entre su presente coordinación con el

Padre en el trono del Padre y su Reino futuro en Su propio trono en el Reino Mesiánico: “Le daré que

se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi padre en su trono.”

Esto es precisamente lo que anticipamos de la enseñanza de Jesús en los Evangelios y del Antiguo

Testamento los cuales Jesús aceptó como la autoritativa palabra de Dios.

El reconocimiento y la aceptación del tono mesiánico de la enseñanza de Jesús del Reino

arrojarán una entera nueva luz en su persona y ministerio. Es ampliamente reconocido que nuestra

comprensión de “las últimas cosas” (escatología) ha caído de alguna manera en un estado de

confusión,33

con los más brillantes comentaristas al parecer haciendo lo mejor que pueden para

deshacerse de todo el problema del futuro. Es importante darse cuenta que la confusión sobre el futuro

significa confusión sobre el Evangelio de Jesús el cual está estrictamente ligado con la visión

apocalíptica de la historia, una visión que ve todo el desafío de la existencia humana en un esfuerzo

hacia la participación en el Reino de Dios que se manifestará en la Nueva Era inaugurada en la

Segunda Venida (de Cristo). Una vez que es visto que la esperanza apocalíptica del Antiguo

testamento para una intervención divina final en los asuntos de nuestro mundo permanece no

disminuido (entero) en el Nuevo Testamento, la teología regresará a proclamar el mensaje de Jesús

acerca del Reino de Dios en lugar de usar un extraordinario arsenal de graves estratagemas diseñadas

aparentemente para destituir de la enseñanza de Jesús cualquier cosa que no pueda ser armonizada con

“nuestra moderna perspectiva científica”.

32

Diccionario de Cristo y los Evangelios, New York. Scriber’s Sons, Vol.2, p. 452. En la Segunda Venida Jesús

obrará como el agente de la ira de Dios en contra de un mundo hostil. Mientras tanto a los Cristianos se les exige

que no traten violentamente a sus enemigos (Mateo 5:39,44). 33

Rahm habla de “la división inútil del Cristianismo evangélico en asuntos proféticos y escatológicos”

(Interpretación Bíblica Protestante, Baker, 1970, p.244).

24

9

El Indefinido Reino Futuro Del Cristianismo Tradicional

En la enseñanza de Jesús el futuro es siempre prominente y el presente es significativo como una

preparación para el fin y de la era cuando Cristo regrese. Cualquier teología que no opera dentro de

este marco ha perdido su fundamento en la Biblia.

La erudición reconoce que Jesús habló del Reino de Dios como futuro y sin embargo como en

algún sentido presente. Más allá de esto la erudición parece renuente a cambiar de opinión. La

erudición no ha definido lo que se quiere decir por el Reino futuro. Esta vaguedad acerca del Reino

conduce automáticamente a una vaguedad acerca del Evangelio---que es el Evangelio del Reino---y

amenaza con obscurecer todo el mensaje cristiano.

El Nuevo Testamento no está silencioso, como hemos visto, acerca del Reino futuro. Si él sólo

ocasionalmente deletrea los detalles de la futura teocracia del Mesías en el que la Iglesia tomará parte

como ejecutiva con Cristo, esto es porque el Nuevo Testamento asume que la doctrina del Reino será

comprendida por medio del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento nunca insinúa que el más

grande detalle provisto por los profetas haya sido suplantado. Todo lo que los profetas han revelado

acerca del Reino futuro y del Reino del Mesías espera su cumplimiento en la venida de Jesús en

gloria. La esperanza para la restauración de Israel está implicada por todas partes como parte de la

herencia cristiana la cual Jesús nunca cuestionó. Esto fue particularmente claro de la promesa de Jesús

a los doce Apóstoles de que ellos presidirían sobre las doce tribus en la Nueva Era (Mateo 19:28). La

idea no se origina en el Nuevo Testamento. El Salmista previó un tiempo cuando la Israel reunida

vivirá en paz bajo la administración de “los tronos de la casa de David” (Sal. 122:5). Isaías habló de

Jerusalén restaurada a la perfección, y sus administradores purificados “como al principio” (Isa.

1.26), y de un Rey ideal gobernando con sus príncipes (Isaías 32:1). En el Nuevo Testamento el libro

de Apocalipsis muy a propósito y específicamente reúne juntas las hebras de la profecía mesiánica y

las relaciona con la segunda venida. Es el Apocalipsis cristiano. ¿Cómo puede ser otra cosa más,

puesto que su autor es Jesucristo? (Apocalipsis 1.1). Hablar del Apocalipsis como “Judío”, como si

esto significara que no es por lo tanto cristiano, es fundamentalmente confuso. El cristianismo es en sí

mismo profundamente judío. Jesús es un judío cuya enseñanza está enraizada en la herencia de Israel.

En el libro de Apocalipsis él confirma mucho de lo que ha sido registrado ya en los evangelios. Las

exhortaciones de Jesús a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3 muestran que él se suscribió sinceramente al

mesianismo tradicional del Antiguo Testamento. Este hecho no puede ser evitado excepto por el

drástico recurso de la negación de la calidad o profesión del autor del Apocalipsis el resucitado Cristo

y suprimiendo un montón de dichos apocalípticos de los evangelios.

Es la tragedia de la erudición crítica que, en la desesperación de crear un Jesús que se ajuste a su

perspectiva de lo que el salvador debería ser, ha intentado una presentación del Cristianismo que

simplemente ignora o elimina enormes cantidades de los registros cristianos. La erudición ha ofrecido

así una reconstrucción radical de la doctrina del Reino del Antiguo y Nuevo Testamentos, y así

atribuyó su propia creación a Jesús!

25

10 La Eliminación Teológica del Reino Futuro

Los escritos teológicos de nuestro tiempo están llenos de evidencias para mostrar cómo

injustamente la enseñanza de Jesús acerca del Reino ha sido tratada. Algunos de los más distinguidos

comentaristas parecen estar determinados en exterminar el Reino escatológico que Jesús predicó tan

habitualmente. Las protestas en contra de semejante erradicación sistemática de las enseñanzas de

Jesús frecuentemente aparecen sólo en las notas al pie de la página. Ellas merecen una más vasta

difusión.

Por ejemplo, Leon Morris habla de la ‘escatología realizada’ de C.H. Dodd---la teoría de que el

Reino ha llegado con el ministerio de Jesús y no debe ser buscado en el futuro----como

“insatisfactorio para muchos.” Insatisfactorio! Aquella teoría efectivamente destruye la esperanza del

Reino por el que todo el Nuevo Testamento, realmente toda la Biblia, se extiende. Leon Morris

explica la teoría de Dodd:

“El eschaton (el fin) se ha movido del futuro al presente, de la esfera de la expectación a

aquella de la experiencia realizada”.34

De acuerdo a Dodd no hay cabida en la enseñanza de Jesús para su retorno real. La reacción para

el lector ordinario de la Biblia será una de horrible sorpresa de que un profesor del Nuevo Testamento

pudiera llegar a esta conclusión. Morris continúa diciendo que la teoría de la ‘escatología realizada’

“ha sido decididamente rechazada por muchos eruditos modernos” El cita a J.E. Fison como diciendo

que la ‘escatología realizada’ es francamente y terminantemente herética por los estándares de una

porción considerable de la evidencia Neo Testamentaria.” Emil Brunner es igualmente muy franco:

“Es claro que la futura venida no es todo menos que un pedazo de mitología que se puede

prescindir. Sea lo que pueda ser la forma del evento todo el punto descansa en el hecho de que

ocurrirá. Tratar de titubear significa titubear en el fundamento de la fe, hacer pedazos la

piedra angular por la que todo se adhiere y aparte de la cual todo cae en pedazos. La fe en

Jesucristo sin la expectativa de su Parusía (su retorno) es un vale que nunca es redimido, una

promesa que está seriamente abatida. Una fe cristiana sin la expectativa de la parusía es como

hacer una carrera que no conduce a ningún sitio sino que termina en un hueco.”35

Hay palabras brillantemente dichas y todas muy verdaderas. El hecho es que millones de

asistentes a la iglesia no tienen entendimiento del todo sobre la futura venida de Jesús a la tierra,

mucho menos de la realidad del reino que él ha prometido que inaugurará en la tierra en ese tiempo. Y

sin embargo el Reino de Dios y la Segunda venida que lo introducirá en la tierra son el centro y el

corazón del Evangelio cristiano! En la ausencia de una clara exposición del Reino, no puede haber

claramente un auténtico cristianismo.

La insistencia de J.E. Fison y Emil Brunner sobre el gran evento futuro debe ser recibida con

entusiasmo, pero es muy insatisfactorio hablar del Reino tan vagamente---“sea cual fuese la forma de

cómo el evento pueda ser”…cuando el Nuevo y en el Antiguo Testamentos en donde está arraigado lo

mencionan muy específicamente. La teocracia restaurada está descrita en vívidos detalles por los

profetas. Está suficientemente declarado en el Nuevo Testamento para probar que el gran Día del

Señor el cual de acuerdo al Antiguo Testamento introducirá el Reino, está ahora asociado con el

regreso de Jesús en poder y gloria. Un montón de material es hallado en el Antiguo Testamento que

describen eventos mundiales que precederán y seguirán al Día del Señor. Una descripción de ellos

debe esperar un capítulo subsiguiente.

Concluimos nuestra presente discusión con un resumen de su tesis fundamental. Cualquier

pretensión de que Jesús es el Mesías prometido es incoherente a menos que el término “Mesías” sea

entendido en su contexto bíblico. No hay evidencia en el Nuevo Testamento de que Jesús rechazara

alguna parte del rol predicho para el Mesías en el Antiguo Testamento. El no buscó, sin embargo, en

34

Nuevo Comentario Internacional sobre 1 y 2 de Tesalonicenses, Grand Rapids: Eerdmans, 1959, p. 147. 35

Es instructivo reflexionar en el hecho alarmante de que un distinguido erudito del Nuevo Testamento pudo

haber “hecho pedazos la piedra angular” de la fe del Nuevo Testamento. Esto puede llevar a una consideración

adicional de lo que alguna “erudición” está dispuesta a hacer.

26

su primera venida, tomar el oficio mesiánico como gobernante soberano mundial. Es un error colosal,

no obstante, sostener que él nunca esperó gobernar el mundo como Mesías, el Rey, entronizado en

Jerusalén. En su primera venida él llamó y preparó a sus discípulos para su participación en el Reino

futuro, y luego someterse a la muerte en manos de los Judíos hostiles y de los oficiales Romanos. La

resurrección de Jesús que siguió es la garantía de que él ha vencido la muerte y está por lo tanto en

una posición para volver un día a la tierra para cumplir el resto de la misión mesiánica y realizar la

visión de los profetas de paz en la tierra.

Jesús regresó a la vida después de haber estado muerto por tres días: “Con muchas pruebas

irrefutables” (Hechos 1:3) su resurrección de la muerte fue establecido como un hecho histórico. El

estuvo en contacto directo con los Apóstoles quienes le conocieron íntimamente. Como Pedro

informa, “comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos” (Hechos 10:41). Jesús

demostró en su propia persona (“Yo mismo”, Lucas 10:41) que como un ser humano inmortalizado él

permaneció visible, palpable, y corporal (“un fantasma no tiene carne y huesos como veis que yo

tengo”, Lucas 24:39]. Por algunas seis semanas un ser humano inmortal, el primer miembro de la

nueva creación, socializó con los mortales---una muestra del mismo fenómeno a ser experimentado en

una escala mayor en el reino venidero. Después de 40 días Jesús realizó su partida final (Hechos 1:9-

11).

El Mesías continúa a la diestra del Padre para administrar a la iglesia, a quien invita a participar

en la gloria mesiánica de la era venidera. La falla de la “teología” de hacer justicia a este simple

esquema bíblico reside en su antipatía en los asuntos mesiánicos (y así al mismo Mesías), y por tanto

ha perdido la mira en el hecho central de que Jesús es el Mesías destinado no sólo a morir por los

pecados de la humanidad sino de reinar sobre la tierra en una futura teocracia iniciada en su Segunda

Venida. La primera tarea de las iglesias, si es que van a ser la Iglesia, es proclamar aquellas

estupendas Buenas Noticias.

27

PARTE II

EL MARCO BIBLICO DEL CRISTIANISMO Y SU DESAPARICION DE LA BIBLIA

28

1

Salvación a Través del Mesías

El Antiguo y Nuevo Testamentos son profundamente documentos mesiánicos. John Bright señala

que el Reino Mesiánico es el tema unificador de la Escritura:

“Por el concepto del Reino de Dios se implica, en un sentido real, el mensaje total de la Biblia. No

sólo reluce extensamente en las enseñanzas de Jesús, se puede encontrar, en una forma u otra, a través

de la longitud y anchura de la Biblia…El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se erigen juntos

como los dos actos de un simple drama. El Acto I señala a su conclusión en el Acto II, y sin él la obra

es una cosa incompleta, insatisfactoria. Pero el Acto II debe ser leído a la luz del Acto I, de otro modo

su significado será errado. Porque la obra es orgánicamente una. La Biblia es un libro. Si tuviéramos

que dar un título a ese libro, podríamos con justicia llamarlo ‘El libro del Reino Venidero de Dios”.36

Es esencial recordarnos a nosotros mismos, ya que Cristo es sólo una traducción de la palabra

Hebrea para Mesías (=Rey ungido de Dios), la palabra ‘cristianismo’ en realidad significa

‘mesianismo’. Los cristianos, en el sentido bíblico, son por tanto ‘mesiánicos’, seguidores del Mesías.

En vista de estas definiciones es un poco desconcertante encontrar a un importante erudito del Nuevo

Testamento diciendo:

“Hoy el Mesianismo está muerto, excepto por la franja sectaria. Prácticamente ninguno

expresa sus convicciones profundas o esperanzas acerca del universo en estas

categorías…Ninguno seriamente mira por el Mesías quien va a ser la única solución a los

problemas del mundo, espiritualmente o políticamente.”37

El punto es que el Nuevo Testamento, desde el comienzo hasta el fin, sí mira para la solución de

todas las enfermedades del mundo en un Mesías que regresa.38

Para los cristianos del Nuevo

Testamento, la salvación efectuada por la muerte de Jesús no completó el drama mesiánico. El mundo

permanece bajo el dominio y el engaño de Satanás, quien es su ‘Dios’ (2 Corintios 4:4), y esta

abominable situación sólo podrá enderezarse por la reaparición del Mesías al final de la era. Esta es la

auténtica perspectiva Cristiana fundada sobre los profetas, los Apóstoles y Jesús mismo.

Pero si ninguno excepto en la franja sectaria espera ahora una resolución mesiánica para nuestros

problemas, debe ser que la esperanza bíblica Cristiana ha sido reemplazada por algo más. Si es así, no

es sorprendente que los asistentes a la iglesia contemporáneos lo encuentren difícil relacionarlo con

simpatía con la enseñanza de Jesús. Si ellos son ajenos a los asuntos mesiánicos---y Jesús es el

Mesías--- inevitablemente ellos le serán extraños para Jesús, y él para ellos.

El Nuevo Testamento presenta la reclamación de Jesús al cargo Mesiánico como el mero corazón

del Cristianismo. Todos los títulos conferidos a Jesús por el Nuevo Testamento provienen

directamente de su afirmación de ser el Mesías. La salvación, el sacerdocio, y la realeza son los tres

ingredientes básicos del oficio del Mesías. Más aún, la afirmación de ser el Mesías es una afirmación

exclusiva. Sólo puede haber un genuino demandante y es el propósito del Cristianismo bíblico mostrar

que Jesús, y sólo Jesús, es el genuino Mesías. Si nosotros entonces preguntamos cómo la autenticidad

de Jesús debe ser juzgada y valorada, la respuesta es sencilla, que él encaja en el molde creado para el

Mesías por el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento insiste en que Jesús ha sido capaz de hacer

lo que las Escrituras dicen en relación a lo que el Mesías debía cumplir en el plan divino. Pero la

historia estará incompleta hasta que el Mesías como Soberano mundial, restaure un sólido gobierno en

la tierra. Es hacia este futuro mesiánico que el Nuevo Testamento se esfuerza en demostrar versículo

tras versículo. Todo está orientado hacia la venida de la gran crisis donde el poder mundial cambiará

de dueño de Satanás a Jesús.

Un examen de la obra de Pablo y Pedro en el libro de los Hechos mostrará que ellos dirigieron sus

esfuerzos en demostrar que Jesús era el Rey prometido de Israel y el Salvador del mundo. No sólo que

ellos hicieron evidente que la resurrección del Mesías y su sesión presente con Su Padre forma un

36

Reino de Dios, New Cork: Abingdon Press, 1953, pp. 7, 197. 37

J.A.T. Robinson, La Cara Humana de Dios, SCM Press, 1973, p.9. 38

Nuestra cita puede muy bien incitar la cuestión sobre hasta qué punto alguna erudición está en simpatía con el

Nuevo Testamento.

29

preludio del siguiente gran evento en el programa divino de la salvación: El regreso de Jesús a la

tierra. A la pregunta razonable de por qué Jesús, si él es el Mesías destinado a regir en el trono de

David, ha dejado ahora la tierra, Pedro responde:

“A quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de

todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo

antiguo” (Hechos 3:21).

Para Pedro es muy evidente que el programa mesiánico está incompleto hasta que la restauración

prevista por todos los profetas tenga lugar. Hasta ese tiempo “el cielo lo debe retenerlo” La

perspectiva de Pedro refleja el punto de vista de su Maestro quien prometió a los Apóstoles:

“Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se

siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre

doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.” (Mat. 19:28)

El plan fundamental del Nuevo Testamento está basado en una porción bien conocida y notable

del Salmo 110, que provee el contenido de un interesante diálogo entre Jesús y los Fariseos:

“Y estando junto los Fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: Qué pensáis del Cristo? De

quién es Hijo? Le dijeron: de David. El les dijo: Pues cómo David en el Espíritu le llama

Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus

enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿Cómo es su Hijo?” (Mateo

22:41-45).

La respuesta, por supuesto, es que el Mesías sería ambos un descendiente de David—su Hijo39

—y

al mismo tiempo, paradójicamente, su Señor. El punto picante de la pregunta de Jesús fue que David

reconoció a Jesús como el Señor Mesías aun antes de que él naciera. Los Fariseos, sin embargo,

estaban poco dispuestos a reconocer que Jesús era el Mesías, aunque ellos pudieron haber sabido que

él era un descendiente de David, y haber testimoniado los milagros que acompañaron a sus

pretensiones.

El desarrollo del oficio mesiánico está tan concisamente diseñado por el Salmo 110:1 que los

encontramos citado o aludido algunas 25 veces en el Nuevo Testamento. Es la clásica revelación del

futuro del Antiguo Testamento sobre el Mesías y por lo tanto indispensable para inculcar el marco de

la fe. En dos líneas cortas diseña el plan divino. El único Dios de Israel habla al Señor de David, el

Mesías venidero:

“El oráculo divino de Yahweh a mi Señor (Mesías): ‘Siéntate a mi diestra hasta que ponga a

tus enemigos bajo tus pies.’”40

Esto provee a Pedro con la información de que:

“Es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas”

(Hechos 3:21).

La sujeción anticipada de los enemigos del Mesías bajo sus pies fue el asunto de otra clásica

declaración acerca del Mesías en los Salmos:

“Pero yo (Yahweh) he puesto mi rey (Mesías) sobre Sión, mi santo monte…Pídeme, y te daré

por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás

con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás” (Salmos 2:6,8,9).

39

La descendencia de Jesús de David está trazada por Mateo a través de Salomón (Mat. ¡:6) y por Lucas a través

de Natán (Luc. 3:31). La línea real proveniente de Salomón expiró in Joaquín (Conías, Jer. 22:24-30), y un

nuevo heredero fue encontrado en Shealtiel, hijo de Neri, un descendiente de David a través de Natán (Mat.

1:12; Lucas 3:27). Con toda probabilidad ambos José y María eran descendientes de David a través de Natán.

Puede muy bien ser que José y María fueran primero primos. Para detalles, ver “Genealogía de Jesucristo,”

Smith’s Concise Dictionary of the Bible (1865). 40

Es en base a este pasaje que podemos entender que Jesús ha sido declarado “señor”, p.e. “Señor Mesías” (ver

Hechos 2:34-36). Pedro aquí establece el fundamento de la Cristología del Nuevo Testamento, definiendo la

relación de Jesús con Su Padre. Esta declaración apostólica acerca de Jesús no debe ser rechazada como “Judía”,

tampoco fue sustituida por una más “avanzada” opinión cuando Juan escribió su evangelio. Juan, como Pedro,

escribió con un simple propósito en mente- probar que Jesús fue el Mesías, el Hijo de Dios (Juan 20:31). Puntos

de vistas post-bíblicos rápidamente ignoraron estos muy importantes hechos y comenzaron a presentar a un

Jesús diferente al Mesías Jesús. La Cristología gentil tiene una tendencia anti-semítica; por tanto vino la pérdida

del Mesianismo del Nuevo Testamento y la consecuentemente confusión sobre el Reino del Mesías.

30

La historia es ambas coherente y clara y fue críticamente importante para Jesús y la Iglesia del

Nuevo Testamento, que buscó por el feliz desenlace del drama mesiánico en el retorno de Cristo.

Como hemos visto, el resucitado Cristo hace la promesa de la gobernación mundial para estimular a

sus discípulos a permanecer fieles hasta el final:

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”

(Apocalipsis 2:26).

El resucitado Jesús repite su promesa bajo el Nuevo Pacto para conferir el oficio real sobre sus

Apóstoles. A ellos les dijo en la última cena:

“Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mi, para que comáis y bebáis a

mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” (Lucas

22:28-30).

Después en la Revelación el mismo privilegio es extendido a la iglesia como un todo: “Al que

venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi

Padre en su trono” (Apo. 3:21).

En vista de estas promesas de victoria cuando arribe el Mesías para reinar, no será difícil entender

el entusiasmo por el Reino mesiánico expresado por los Apóstoles después de haber ellos completado

seis semanas de instrucción acerca del Reino por el resucitado Jesús:

“A quienes después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,

apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios…entonces los que

se habían reunido le preguntaron, diciendo:‘Señor, restaurarás el reino a Israel en este

tiempo?” (Hechos 1:3,6).

La pregunta era, por supuesto, una propia y natural para cualquiera instruido por Jesús en la

creencia de que él era el Mesías destinado a establecer el Reino de Dios. Jesús no hizo nada del todo

para perturbar la fe de ellos en la restauración del Reino. Sobre cuándo el gran evento ocurriría no era,

sin embargo, para ser revelado:

“Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su

sola potestad” (Hechos 1:7).

Jesús mismo había confesado primero que él no sabía el día o la hora de su regreso (Marcos

13:32). La habilitación para el ministerio por una efusión divina del espíritu estaba por ocurrir

“dentro de no muchos días” (Hechos 1:5), pero la venida del Reino se haría realidad en un tiempo

desconocido (Hechos 1:6,7). Estos son por tanto dos eventos distintos, que prueban que el Reino de

Dios no sería inaugurado en el día de Pentecostés.

La pregunta planteada por los discípulos en Hechos 1:6 acerca de la restauración del Reino es

prueba positiva de las expectativas mesiánicas inculcadas dentro de ellos por sus tres y medio años de

instrucción en la compañía de Jesús, en adición a los cuarenta días siguientes a la resurrección,

durante los cuales nos dice Lucas ellos habían sido aleccionados sobre “las cosas concernientes al

Reino de Dios” (Hechos 1:3). Es en los comentarios sobre Hechos 1:6 que el choque entre el

Cristianismo bíblico mesiánico y la versión tradicional no mesiánica de la fe se muestra a sí mismo

más obviamente. La perspectiva de los Apóstoles es inconfundible. Su pregunta acerca de la

restauración del Reino a Israel mostró que ellos esperaron totalmente el establecimiento final de la

teocracia en la tierra. Como los comentarios correctamente afirman, esta teocracia significará la

renovación espiritual de la humanidad “la cual ha sido el más grande punto de la expectativa profética

y apocalíptica entre los Judíos”.41

De modo que esa perspectiva debería estar entre los cristianos.

Este comentario continúa diciendo que el interés de los discípulos en la restauración del Reino

estaba “expresado en el lenguaje de la antigua esperanza mesiánica judía.” Pero eso es difícilmente

sorprendente! Ellos usaron el lenguaje de la esperanza mesiánica judía porque esa era su esperanza!

Jesús no hizo nada sea lo que fuere para socavar su antigua esperanza mesiánica. Su ministerio estuvo

interesado en el anuncio del Reino Mesiánico, la demostración de su poder, y la inculcación del más

alto carácter espiritual en sus discípulos de modo que ellos pudieran ser hallados aptos para tomar

parte en el Reino cuando arribe. “El Reino Mesiánico Judío”, provisto no estaba divorciado de altos

ideales éticos requeridos para participar en él, y no fue ninguna otra esperanza que la esperanza de

todos los profetas, a los cuales Jesús se suscribió cordialmente. Es por lo tanto erróneo hablar de la

esperanza de los discípulos para el Reino restaurado como ‘Judío’. Es, de hecho, Cristiano y

41

La Biblia Clarendon, Hechos de los Apóstoles, Oxford: Clarendon Press, 1923, p. 132.

31

Apostólico en el sentido estricto. Es procedente de Jesús mismo, quien vino a “confirmar las

promesas hechas a los padres” (Romanos 15:8).

Trágicamente, casi todos los comentaristas tropiezan con el cristianismo bíblico en este verso

crítico en Hechos 1:6. Puesto que ellos no han apreciado el Evangelio del Reino de Dios, que fue el

núcleo de la misión de Jesús (Lucas 4:43, etc), ellos asumen que los Apóstoles estuvieron

equivocados en pensar del Reino en términos Judeo-Mesiánicos.42

Ellos por lo tanto encuentran

necesario atacar a los Apóstoles (y por implicación a Jesús quien les enseñó extensivamente acerca

del Reino) por mostrar un entendimiento Judío del Reino. Lo que ellos no ven es que esta perspectiva

Judía del Reino es una del Antiguo Testamento que Jesús aprobó. Ciertamente el Reino de Dios no es

precisamente un evento político desconectado con una nueva dimensión espiritual en el corazón del

hombre. Tampoco estamos argumentando que el Reino no fue manifestado en el ministerio de Jesús;

y realmente, la transformación espiritual que reciben los cristianos debe, por supuesto, ocurrir ahora.

Pero el estímulo por el esfuerzo y la resistencia en la carrera Cristiana es la expectativa de la

participación en el Reino Mesiánico del futuro. Este es el marco dentro del cual todo el esquema del

Nuevo Testamento está edificado. Para Jesús a diferencia de tantos comentaristas que le han mal

entendido, no hay nada ‘crudo’ o ‘judío’ acerca de un nuevo orden político en la tierra con el Mesías

entronizado como Rey. Este es el más alto ideal revelado al hombre, y es nada menos que el propósito

revelado de Dios para la humanidad.

La constante tendencia de los expositores de condenar a los discípulos por su interés en el Reino

restaurado ilustra la antipatía tradicional de la cristiandad a la perspectiva Mesiánica Judía de Jesús.

El problema es agudo, porque afecta el corazón de la esperanza Neo Testamentaria así como el

Evangelio del Reino. Se necesita una completamente nueva orientación hacia el Nuevo Testamento.

La evidencia para esto aparecerá cuando los comentaristas abandonen su actitud crítica a los

Apóstoles en Hechos 1:6 y compartan su vital interés en el Reino Mesiánico, que es la sangre vital de

todo lo que Jesús enseñó.

42

Un ejemplo resaltante de oposición al Cristianismo bíblico es hallado en el comentario de Calvino de este

versículo: “Hay más errores en la pregunta de los Apóstoles que lo que hay de palabras”. El problema real reside

en la poca simpatía de Calvino con el Reino Mesiánico.

32

2

La Presente Era y La Era Venidera

El marco dentro del cual está establecido el Nuevo Testamento es ambos Judío y Mesiánico. Una

perspectiva claramente definida del mundo es común a todos los cristianos apostólicos, y la misma

perspectiva es compartida por Jesús mismo. De acuerdo a esta perspectiva, el presente sistema de

cosas es profundamente malo. La humanidad está en las garras de maléficas fuerzas de las cuales

puede finalmente ser rescatada sólo por la intervención de Dios mismo, quien enviará a su Hijo el

Mesías para derrotar a Satanás y a sus demonios. Mientras es posible para los creyentes individuales

ser liberados de la tiranía de Satanás aun ahora, “el mundo entero continúa yaciendo bajo el poder del

maligno” (1 Juan 5:19), quien “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

Para Pablo la era de la historia en la cual estamos viviendo hasta el arribo del Mesías en gloria es

“el presente mundo malo” (Gálatas. 1:4), dominado por Satanás (2 Corintios 4:4). La totalidad de la

creación está gimiendo mientras espera que la revelación de la raza de inmortales nazca en la

resurrección (Romanos 8:23). Es cierto que los cristianos pueden ya experimentar algo de la salvación

que vendrá al mundo cuando Cristo establezca su Reino. Ellos pueden aun ahora ser “trasladados del

Reino de las tinieblas al Reino de Dios” (Colosenses 1:13). Pero esto no debe llevarnos a

conclusiones erróneas al pensar que el Reino Mesiánico de Dios ya ha llegado en realidad. Porque no

puede llegar hasta que el Mesías avance a través de las nubes para tomar posesión de las riendas del

gobierno mundial.43

Hasta ese glorioso día los cristianos deben orar “venga tu reino”, y, como Jesús

nos dice, será cuando los eventos catastróficos asociados con el fin de la era empiecen a ocurrir que

los fieles podrán saber que el “Reino de Dios está cerca” (Lucas 21:31, Biblia Buenas Nuevas).

Ambos Jesús y los Apóstoles pensaron de la era presente como sujeta al dominio de Satanás, y

ellos miraron hacia delante a la Era Venidera del Reino manifestado de Dios como consecuencia de la

Segunda Venida. Es el simple marco temporal que da coherencia al Nuevo Testamento. Existe un bien

definido programa divino en función en los asuntos del hombre y esto permite al cristiano hacer frente

a las tormentas de la persecución y de la prueba mientras él anticipa con exhuberancia los gozos de la

Era venidera del Reino, cuando los males de la tierra se curen y los fieles reciban el premio de la

inmortalidad. No sólo entonces será la tierra rescatada de la maldición de Satanás, sino que el

cristiano que permanezca hasta el final le será garantizada una parte activa en la restauración de la

sociedad bajo el gobierno mesiánico que Jesús va a inaugurar. En el Nuevo Testamento hay una meta

claramente definida que será alcanzada en la segunda venida, y el sufrimiento, aun al punto del

martirio, puede ser alegremente soportado en vista de la suprema recompensa que se encuentra

adelante.

El objetivo cristiano de ganar la “vida eterna” está por todos lados en el Nuevo Testamento ---o

así nos dicen nuestras traducciones. Sin embargo, es bien conocida por la erudición que la expresión

Griega en cuestión realmente significa “vida en la Era Venidera”44

---eso es, inmortalidad y un lugar

en la Era del reino futuro. Por medio de traducir la palabra Griega ‘aión’ (Era) por ‘mundo,’ las

traducciones antiguas ayudaron a velar el típico contraste Judío entre ‘esta era’ y la ‘futura Era’ del

Reino, que es fundamental para el cristianismo bíblico.45

Las dos eras (épocas) y el término familiar

cristiano “vida eterna,” literalmente, “vida en la Era Venidera,” hablan del mesianismo que está en la

raíz de todo el Nuevo Testamento.

43

La herencia del Reino descansa en el futuro de acuerdo a Pablo en la misma carta (Col. 3:24). Ningún texto

declara que los Cristianos ya han “heredado el Reino”. 44

Ver, por ejemplo, C.K. Barratt, El Evangelio Según San Juan: “El significado de ‘la vida de la eternidad’

(Daniel 12:2) fue expresado por los rabinos como “vida de la Era Venidera” (p. 179). 45

Ver Mat. 12:32; Mar.10:30; Luc. 16:8; Luc. 18:30; Efe. 1:21; Heb. 6:5.

33

3

Conflicto en el Cosmos

Como hemos visto, Jesús traza el mal de nuestro presente sistema a una suprema personalidad

cósmica malvada, Satanás, el Diablo. La actividad del Diablo, que penetra en cada faceta de la

sociedad, está promovida por una hueste de fuerzas demoníacas que trabajan en sutileza y en formas

subversivas para oscurecer el mensaje de salvación, cegando los corazones de los hombres y

conduciéndolos fuera de la verdad que pudo rescatarlos del engaño de Satanás.

La influencia controladora de Satanás es un hecho del universo como lo entienden los escritores

del Nuevo Testamento. Y puesto que Jesús es el Mesías que está destinado a vencer a Satanás y a sus

agentes, es obvio que él debe continuar una lucha constante con las fuerzas del mal. Esto describe el

Nuevo Testamento en detalle, mostrándonos la oposición constante con lo que Jesús estaba

confrontado en la forma de demonio, enfermedad o de autoridades religiosas o políticas hostiles.

Mirando hacia atrás hacia el ministerio de Jesús, Juan resume la misión del Mesías como una

inversión o revocación de las obras del Diablo: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las

obras del diablo” (1 Juan 3:8).46

Es la victoria del Mesías sobre el archienemigo de la humanidad,

ganada a precio de su vida. Sin embargo es una victoria que está hasta ahora lejos de completarse,

pues Juan puede aún decir que el mundo está totalmente en las garras del maligno (1 Juan 5:19). Las

buenas noticias son que “el dios de este mundo”, Satanás (2 Corintios 4:4) tiene sólo un tiempo corto

para continuar con su nefasta obra. El día del Mesías vendrá seguramente cuando el Diablo será

decisivamente sacado de su oficio (Romanos 16:20; Apocalipsis 20:1-3). Entonces el Reino de Dios

prevalecerá sobre la tierra.

Esta es una sencilla historia mesiánica que está sujeta a todos los registros del Nuevo Testamento,

cada libro contribuyendo en su propia forma individual a un desarrollo de algún aspecto del drama

mesiánico. Y realmente es un drama. Las tensiones aumentan en la medida que el mundo se vuelve

más y más malo (“mas los hombres malos y los engañadores irán de mal en peor, engañando y

siendo engañados”--- 2 Timoteo 3:13), hasta que finalmente el Mesías interrumpa sobre una sociedad

impía y descuidada y tome posesión de los reinos de este mundo con irresistible poder: “Cuando se

manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar

retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo.”

(Mateo 24:37-39; 2 Tesalonicenses 1:7,8)

Que estos son los hechos del Nuevo Testamento es realmente indiscutible. La pregunta retadora

que se levanta, sin embargo, es porqué las iglesias auto nombradas cristianas parecen operar en un

marco totalmente diferente, habiendo aparentemente descartado el punto de vista del Nuevo

Testamento con su característica filosofía de la historia y su esperanza ardiente por la reaparición del

Mesías al final de la era. La cuestión que debe ser encarada es porqué es justo seguir llamando

“cristiano” a un sistema de creencia que parece haber prescindido del material Mesiánico acerca de lo

que Jesús, el Cristo, creyó y enseñó.

46

Pedro resume la obra de Jesús en la misma forma exactamente: “Dios ungió a Jesús de Nazaret, y quien

anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos

10:38).

34

4

La Teología Contemporánea de Tendencia Anti Mesiánica

Leyendo las obras de los teólogos ‘liberales’ contemporáneos, uno es sacudido por la manera

caballerosa con que mucho de los temas mesiánicos del Nuevo Testamento son de un modo u otro

ignorados o despreciados. Referente a la pregunta de Jesús a los Fariseos acerca del Mesías, “¿Qué

pensáis acerca del Cristo, de quién es Hijo?” J.A. Robinson señala que originalmente “era un pregunta

Judía que esperaba una respuesta Judía,” apropiadamente vertida por la NBI, “Cual es vuestra opinión

acerca del Mesías?’” Pero ésta no es una pregunta Judía solamente. ¿Si se pregunta por Jesucristo, no

es por definición una pregunta cristiana? ¿Y si ésta fue diseñada para enseñar a los Fariseos una

lección valiosa, no debería igualmente instruirnos como cristianos en aquello que estaba muy cerca

del corazón de Jesús? Robinson cree que ‘Cristo’ está “severamente condicionado históricamente y

geográficamente. Es Judío y Judío tardío en eso.”47

Sin embargo el escritor cristiano a los Hebreos

delinea la idea mesiánica al pacto hecho con David, asumiendo que sus lectores sabrán de la promesa

del profeta Natán a David de que su ilustre descendiente heredará el trono de su padre (Hebreos 1:5,

Salmo 2:7, 2 Samuel 7:14).

El Salmo 110:1 es similarmente un pasaje profundamente mesiánico y es un constante preferido

de los escritores del Nuevo Testamento. Ya que tan claramente y concisamente esboza el programa

mesiánico---la sesión del Mesías con Su Padre ahora, en tanto que él espera el momento para su

retorno para inaugurar el Reino de Dios en la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:21). De

acuerdo a los escritores del Nuevo Testamento, Dios ha hablado del Cristo, a quien ellos lo identifican

con Jesús, mucho antes de su nacimiento en Belén. Moisés había predicho directamente el nacimiento

del Mesías cuando él escribió: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará

Jehová tu Dios” (Deuteronomio 18:15, citado en Hechos 3:22; 7:37).

Una de las técnicas más frecuentemente usadas en la teología para restar importancia al

mesianismo del Nuevo Testamento es la teoría de que el término “Cristo” ha emprendido su

aceptación general fuera del judaísmo dejando de ser un título y convirtiéndose en un nombre

propio.”48

Ahora éste muy bien puede ser trágicamente el caso si uno se está refiriendo al cristianismo

como se desarrolló (o degeneró) después del periodo del Nuevo Testamento, pero sostener que en el

Nuevo Testamento, ‘Cristo’ no tiene su altamente tonificado significado judío oficial es minar la

totalidad del empuje del cristianismo apostólico---a saber que Jesús es el Cristo esperado por las

Escrituras judías y que él obró y está destinado obrar, en consecuencia.

Los teólogos aun se aventuran en decirnos que ‘Cristo’ era un apelativo “del cual Jesús mismo

estaba descontento”,49

pero esto contradice el hecho obvio de que Jesús vio su reconocimiento como

el Mesías como la gran revelación central de la fe:

“El les dijo: Y vosotros, ‘quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el

Cristo, el Hijo del Dios viviente.’ Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón,

hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”

(Mateo 16:15-17).

Lo que Jesús prosiguió a criticar en Pedro no fue el reconocimiento de que él era el Mesías (que

fue una bendita revelación de Dios!), sino por su indisposición en aceptar que era a través del

sufrimiento y de la muerte que sería lograda la gloria del Mesías.

Algunas veces, parece, que los eruditos tratarán de dirigir nuestra atención fuera del título Mesías

con la idea de convencernos de que Jesús prefirió ser considerado como ‘señor’ o ‘Hijo de Dios’.

“Como una categoría teológica, soportar el peso y significado que la iglesia vio en Jesús,

‘Mesías’ con sus connotaciones políticas y escatológicas, fue pronto suplantada…‘Cristo’

sobrevivió como un nombre intercambiable con ‘Jesús’”50

47

La Cara Humana de Dios, pp. 1, 8. 48

J.A.T. Robinson, La Cara Humana de Dios, p. 9. 49

J.A.T. Robinson, La Cara Humana de Dios, p. 9. 50

Ibid.

35

Sin embargo, las asociaciones políticas y escatológicas del título ‘Mesías’ son claramente

evidentes con lo que los evangelios sinópticos registran de Jesús. El Evangelio de Juan tiene como su

propósito completo la presentación de Jesús como el Mesías, el Rey de Israel (Juan 20:21, 2:41,49).

En la Revelación (Apocalipsis), el Mesianismo Judío de Jesús quien habla a las iglesias como Mesías

en términos profundamente Mesiánicos, es enfáticamente claro, como es toda la descripción, basada

en la profecía del Antiguo Testamento, de su espectacular retorno en poder para reinar en la tierra

(5:10, 20:1-4, etc).

Debemos reconocer que los Gentiles, que se unieron a las filas de la iglesia en grandes cantidades,

no comprendieron fácilmente qué significaba creer en Jesús como el Mesías. Ellos estuvieron, sin

embargo, listos a aceptar una figura de Dios de algún tipo. Mientras que los Apóstoles estuvieron

vivos, la admisión de los Gentiles dentro de la iglesia no hubiera sido permitida sin la instrucción

completa en las enseñanzas mesiánicas de Jesús. Sin embargo, en los tiempos post-apostólicos,

ocurrió una pérdida gradual del significado de la palabra ‘Mesías’ y así de la identidad de la figura

central de la fe que se obscureció y se malentendió.51

Fue esta defección del mesianismo de Jesús que

presagió la defunción del cristianismo bíblico, y da razón por la extrañeza del concepto mesiánico a

aquellos que no han sido instruidos en el Cristianismo de la Biblia. Es totalmente injusto, no obstante,

atribuir una pérdida del carácter mesiánico de Jesús a los Cristianos del Nuevo Testamento, para

quienes la comprensión de Jesús como el único y sólo Mesías fue la gran confesión central de la fe.

Cualquier pérdida de este corazón del credo fue visto como anticristiano:

“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1). “Quien es

mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo. Este es anticristo.” (1 Juan 2:22).

Es claro que creer en Jesús como el Mesías prometido forma la base de la totalidad de la misión

apostólica. Es el tema unificador de todo el Nuevo Testamento. Admitir, entonces, que a los Gentiles

se les permitió ser miembros de la iglesia sin entender el carácter mesiánico de Jesús es simplemente

confesar que la iglesia perdió su comprensión de todo el propósito original de la figura central del

cristianismo.52

Cuando ahora nos dicen que ‘Cristo’ vino a ser sólo un apellido sin sentido y que perdió su

significado oficial Hebreo, ellos están describiendo una pérdida de la fe original, no un fomento

legítimo de ella. El hecho es que la mayoría de los teólogos no están tampoco satisfechos con un Jesús

que es el Mesías de Israel, y por tanto ellos informan sin mucha tristeza que “el Mesianismo está

muerto excepto para la franja sectaria.”53

Esta puede ser otra manera de decir que el Cristianismo del Nuevo Testamento está muerto,

excepto en las mentes de la minoría, que aún confían en Jesús como el Mesías de la profecía del

Antiguo Testamento y el Rey del Reino Mesiánico, que aún espera su inauguración en la tierra cuando

el Mesías venga a gobernar. Para esa minoría sería duro saber lo que se quiso decir por la petición

“venga tu reino” si no fuera un grito por el establecimiento del gobierno mundial mesiánico, y así por

el retorno de Jesús.

Puesto que, como es ampliamente admitido, el Reino de Dios es la idea controladora de toda la

enseñanza de Jesús, podemos apreciar cuán fatal sería la pérdida de las ideas mesiánicas asociadas

con el Reino. Inevitablemente conducirá a una reinterpretación de las enseñanzas de Jesús que lo

51

Ridderbos observa que el uso de Pablo del término ‘Cristo’ nunca pierde su sabor oficial como el título del

rey prometido de Dios: “Sin embargo mucho del nombre Cristo en el uso Paulino parece haber adquirido el

sentido de nombre propio, esto no significa que esta designación ha perdido su significado oficial histórico

Israelita” (Pablo, un Perfil de su Teología, p.51). El hecho es que para nosotros como gentiles ‘Cristo’ puede

parecer un nombre propio. Pero para entender el Nuevo Testamento, debemos aprender que ‘Cristo’ es un título

que pertenece al prometido Hijo de David, quien está destinado a establecer su gobierno mundial en la Era

venidera. El sabor Mesiánico del Nuevo Testamento puede ser recapturado si uno lee la palabra ‘Mesías’ en

lugar de la palabra ‘Cristo’. 52

J.Y. Campbell en Un Libro de Palabras Teológicas del Nuevo Testamento, ed. Alan Richardson, p. 46, dice:

“En el uso Cristiano “Cristo” primero adquirió un nuevo y diferente significado y luego perdió todo significado

y vino a ser simplemente un nombre como ‘Jesús’ mismo.” El admite, sin embargo, que Jesús podía no haber

sido comprendido si él le hubiera dado al título ‘Mesías’ un significado enteramente nuevo. Nuestro punto es

simplemente que la pérdida del significado de la palabra ‘Mesías’ significó una pérdida de la identidad de Jesús.

Esto trazó el camino para la sustitución de un salvador no mesiánico que es foráneo para el Nuevo Testamento. 53

La Cara Humana de Dios, p. 9.

36

desnuda de su carácter mesiánico. Puede, sin embargo, semejante reinterpretación ser realmente

alguna otra cosa que una reescritura del cristianismo en términos no mesiánicos? ¿Y cómo pudo ésta

obviar la contradicción insensata envuelta en divorciar al Mesías de su enseñanza Mesiánica?

¿Hubiera un Cristianismo vaciado de sus características mesiánicas esenciales aún equivalido a una fe

reconociblemente apostólica?

37

5

La Influencia del Gnosticismo

La causa del cambio de la creencia de Jesús como el Mesías, en el pleno sentido bíblico de la

palabra, no es difícil de detectar. Fue la influencia del gnosticismo que “habló de algo universal en el

hombre, que era realmente el primer factor en disipar ‘al Cristo’ fuera de los estrechos confines del

Mesianismo Judío”.54

Fue en contra de la amenaza del gnosticismo que los Apóstoles batallaron

continuamente ya que buscaron preservar el marco mesiánico Judío en el cual está establecido el

Cristianismo bíblico.55

El primer blanco de los gnósticos fue la resurrección de los muertos, que para

los Apóstoles significó la llamada a la vida de los fieles muertos para obtener la inmortalidad. Era el

gran evento asociado con el regreso del Mesías para establecer su reino.

“En Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias;

luego los que son de Cristo, en su venida.” (1 Corintios 15:22,23).

La lucha por preservar la doctrina pura de la resurrección del Nuevo Testamento se perdió

desafortunadamente en los siglos que continuaron a la muerte de los Apóstoles. Aunque lo que

realmente ocurrió fue una rendición parcial a los gnósticos. Lo que sobrevivió como enseñanza

“cristiana” sobre la vida después de la muerte la debe tanto al gnosticismo como a la enseñanza de

Jesús y los Apóstoles. De acuerdo al Nuevo Testamento los muertos están actualmente ‘durmiendo’

en la tumba esperando ser llamados a la vida nuevamente cuando Cristo regrese.56

Es entonces que

“todos los que están en sus tumbas oirán su voz y saldrán, los que hicieron lo bueno a resurrección

de vida…” (Juan 5:28,29). La simple figura de los muertos regresando a la vida nuevamente a través

de la resurrección está basada en la comprensión Hebrea del hombre como una unidad psicosomática.

El hombre entero muere y el hombre entero vuelve a la vida. Así la predicción de la resurrección en

Daniel 12:2 declara que “muchos que están durmiendo en el polvo de la tierra despertarán, unos para

vida eterna” (“vida eterna” significa literalmente, “vida en la Era Venidera del Reino”).

Lo que se escurre bajo el nombre de la resurrección en la mayoría de las iglesias es algo más bien

diferente, teniendo las marcas de la infiltración gnóstica dentro de la fe original. La creencia popular,

sostenida por los sermones fúnebres y el adoctrinamiento desde la niñez temprana, contempla a los

muertos como ya completamente vivos en el cielo como almas desencarnadas, una idea que, como

han señalado muchísimos eruditos competentes, sería ambos repugnante e ininteligible a los escritores

Hebreos del Nuevo Testamento. (Lucas, el único autor gentil, estaba profundamente empapado en las

formas hebraicas del pensamiento). El propósito de la enseñanza tradicional es, sin duda, confortar a

los afligidos con la creencia de que los que han partido no están realmente muertos, pero que ha

tenido el efecto devastador de relegar la futura resurrección de los muertos (así como el plan del

futuro del Nuevo Testamento) a una cosa accesoria superflua rotulada al final del credo. Porque, como

sostuvo William Tyndale con la iglesia Católica Romana, ¿qué finalidad hay en una futura

resurrección de los muertos si de hecho ellos ya han conseguido su gloria en el cielo? Y, debemos

añadir, ¿qué necesidad hay para un reino mesiánico en la tierra cuando regrese el Mesías? Una vez

que el objetivo cristiano es mudado de su punto focal bíblico en el regreso de Jesús para reinar, es

inevitable una pérdida de la perspectiva Neo-Testamentaria. No será difícil ver porqué el plan del

Nuevo Testamento para el futuro hace tan poco impacto en los asistentes a la iglesia. Simplemente no

encajará con lo que ellos han sido instruidos a reflexionar como una enseñanza cristiana sobre la vida

después de la muerte. Un retorno al cristianismo bíblico significará la reintegración a su puesto del

pilar de la esperanza cristiana para el futuro---la resurrección de los muertos (no sólo los cuerpos

54

J.A.T. Robinson, La Cara Humana de Dios, p. 7. 55

Ver, por ejemplo, 1 Tim. 6:20; 2 Tim. 2:18; 1 Cor. 15:12: “Por qué dicen algunos de ustedes que no hay

resurrección de los muertos?” 56

Es interesante notar que la advertencia hecha por Justino Mártir cerca del 150 AD: “Pero si te has encontrado

con alguien que se llama Cristiano, pero que no admite la verdad de la resurrección y se aventura a blasfemar

al Dios de Abraham, Isaac, y Jacob; que dice que no hay resurrección de los muertos pero que sus almas

cuando mueran van al cielo: No te imagines que son Cristianos” (Diálogo con Tripo, Cap. 80).

38

muertos) en ocasión de la venida de Jesús. Aquellos que presiden en los servicios funerales debieran

considerar las observaciones de J. A. Robinson:

“La Totalidad de nuestra tradición occidental ha tramado dar a la muerte un significado del

todo exagerado. Ha habido un enfoque enormemente exagerado de la muerte y del momento

de la muerte. Comenzó cuando las páginas del Nuevo Testamento fueron apenas terminadas,

y es una de las más notables revoluciones silenciosas en la historia del pensamiento

cristiano…la totalidad de nuestra enseñanza y de nuestra himnología ha asumido que usted va

al cielo--- o por supuesto, al infierno---cuando muera….esta proposición está en clara

contradicción con lo que la Biblia dice…en ninguna parte de la Biblia dice que nosotros

vamos al cielo cuando morimos, tampoco ella nunca describe la muerte en términos de irse al

cielo…las palabras de Wesley ‘ordena al arroyo angosto del Jordán dividirse, y llévanos

salvos al cielo’ no tiene base bíblica.”57

La recuperación del cristianismo apostólico será frustrado en tanto que los predicadores y

maestros dejen de reconocer el abismo que separa nuestra opinión del futuro de aquella de los

Apóstoles. El cristianismo del Nuevo Testamento está fundado dentro de un marco que la tradición ha

desarmado. La reconstrucción del marco del Nuevo Testamento se inicia con una restauración de la

Segunda Venida y del Reino de Dios que viene a la tierra como el punto focal de toda nuestra creencia

Cristiana. Sin esta clara visión del Reino (la cual es la visión de todos los profetas, como es bien

sabido), no podemos responder inteligentemente a lo que Jesús y los Apóstoles enseñaron.

La tarea de la teología evangélica deberá ser la eliminación del elemento filosófico Griego pagano

que ha usurpado el lugar de la enseñanza original Hebraica de la Biblia. Debemos definir el Reino de

Dios como Jesús y los profetas lo definieron, y abandonar nuestra natural gentil aversión hacia la

esperanza de la futura paz en la tierra con el arribo del Mesías en gloria.

57

On Being the Church in the World, SCM Press, 1960, pp. 129,130, 131.

39

6

Desmitologizando

La perspectiva de abandonar la tradición y retornar a las enseñanzas simples de la iglesia

primitiva debiera ser seductora. Hay una emoción para ser experimentada en el redescubrimiento y un

sentido de identidad común con los primeros seguidores del Mesías. Hasta ese punto, sin embargo, la

teología ha estado tratando de conducirnos en una dirección diferente. Lo que necesitamos hacer, se

ha sostenido, es remover del Nuevo Testamento aquellos aspectos de su enseñanza que no encajan

con nuestra opinión científica moderna del mundo. Más específicamente, los ‘mitos’ del Nuevo

Testamento tales como el nacimiento virginal, los milagros, la resurrección literal de Jesús y la

Segunda Venida deberían así ser reinterpretados en términos modernos que no resulten ofensivos a los

científicamente sensibles.

La extensión del proceso ‘desmitologizador’ variará de un escritor a otro, pero común a todos

ellos es la convicción de que nosotros simplemente no podemos aceptar lo que Jesús y la iglesia

primitiva creyeron. Casi seguramente los milagros tendrán que irse, o al menos muchos de ellos. Los

restantes pueden ser explicados ‘psicológicamente’. La resurrección, como la aparición real de Jesús

después de Su muerte, y la tumba vacía tendrán que ser cuestionadas a fin de ver si se puede encontrar

una explicación ‘simplista’. En cuanto al Nacimiento Virginal, sólo es una forma de hablar sobre la

singularidad de Jesús. No debe ser tomado como un informe biológicamente exacto de los hechos, ni

tampoco debe ser la Segunda Venida creída como un evento real del futuro.

Es sorprendente que alguien pudiese figurarse que lo que sobrevive a este sofisticado ataque en

los documentos Cristianos es reconociblemente Cristiano, cuando los pilares de la fe del Nuevo

Testamento han sido removidos. Tal vez sea, como dijo cínicamente Oscar Wilde, que “la verdad en

materia de religión es simplemente la opinión que sobrevive.” La verdad, en realidad, es lo que Jesús

y los Apóstoles creyeron y enseñaron.

40

7

El Evangelio del Evangelismo sin el Reino

La parte evangélica del público asistente a la iglesia ha visto que abandonar la Escritura como una

fuente final autoritativa de la fe Cristiana es abrir las puertas a la anarquía. Sin embargo, los

evangélicos sin saberlo aceptan como verdad bíblica mucho de lo que no ha sido cuidadosamente

examinado a la luz de la Escritura. El Slogan la ‘Sola Scriptura’ de la Reforma puede frecuentemente

significar sólo una explicación tradicional de las Escrituras.

Esto es significativamente cierto de la definición evangélica del vocablo Evangelio.58

Nuevamente es el Mesianismo del Nuevo Testamento el que ha sido abandonado. El Evangelio que

Jesús y los Apóstoles proclamaron fue siempre el Evangelio del Reino de Dios.59

La fórmula Lucana

enormemente importante y casi enteramente pasado por alto que describe el Evangelio, sostiene que

creer en el Reino de Dios y las cosas concernientes a Jesús es necesario antes del bautismo (Hechos

8:12, 28:23,31). Jesús vio en la predicación del Evangelio la razón de ser de toda su misión (Lucas

4:43). Pero la falla del Cristianismo tradicional para definir el Reino en términos bíblicos mesiánicos

ha llevado a la sustitución de un evangelio parcial (“creer en Cristo”). El Reino parece haber

desaparecido de las Buenas Noticias. El problema es que el Evangelio despojado de sus fuertes

asociaciones escatológicas y mesiánicas no es realmente el Evangelio como Jesús y los Apóstoles lo

predicaron. Existe una clara diferencia entre “partiendo al cielo cuando mueras” y la expectativa del

Nuevo Testamento de la resurrección a la vida en el Reino en la Segunda venida. En el Nuevo

Testamento la Buena Noticia acerca del Reino de Dios es comunicada primero al convertido potencial

(Marcos 1:15,16); “arrepentíos y creed en el Evangelio (acerca del reino de Dios”. Con este mensaje

éste es desafiado por una declaración sobre el propósito de Dios para el futuro de nuestro mundo.

Dios planea enviar a Su Hijo a establecer el Reino de Dios en la tierra. El ya lo envió a anunciar las

Buenas Nuevas y a ejercer el poder del Reino en la sanidad y el exorcismo. Jesús ha sido

temporalmente transferido a la presencia de Su Padre para actuar como Sumo Sacerdote para la

iglesia.

Todos nosotros somos pecadores en necesidad de perdón y redención. El Hijo de Dios, el Mesías,

el profetizado siervo sufriente de Isaías 53, murió por nuestros pecados. En él podemos encontrar el

perdón. El Mesías imparte justicia también a través de su conocimiento (Isa. 53:11).

Jesús enseñó que el arrepentimiento y perdón del pecado viene como resultado de la aceptación

de su evangelio del Reino de Dios (Marcos 4:11,12). En la parábola del sembrador, en donde Jesús da

la quintaesencia presentación del Evangelio de salvación, el Mesías declaró que lo que bloquea el

genuino arrepentimiento y el consecuente perdón es el pecado de ceguera o la no aceptación de la

predicación del Evangelio de Jesús (“palabra del Reino”, Mat. 13:19) o “palabras de la era venidera”

(Juan 6:68). El pecado es asimismo definido en Juan 16:9 como fracaso en creer en Jesús. Creyendo

en Jesús, no debe olvidarse, significa creer en todo lo que el enseñó como el Evangelio, empezando

con su propia declaración resumen en Marcos 1:14,15. El Nuevo Testamento desde el principio hasta

el fin presenta la fe en el mensaje como una condición indispensable para la salvación. El mismo

tema----a saber que volverse justo para con Dios (justificado) depende de la comprensión y el

recibimiento del Evangelio tal como lo predicó Jesús---se encuentra también en Daniel 12:3: “Los

entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que enseñan la justicia a la

multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. Este texto atrajo poderosamente a Jesús quien lo

cita en Mateo 13:43, donde “los instructores, aquellos que hacen muchos justos” (Dan. 12:3) son “los

justos” que aparecen en el Reino futuro.

La iniciación dentro de la comunidad Cristiana es por el bautismo, una vez que los hechos

esenciales del “Reino de Dios” y las cosas concernientes al nombre de Jesús” hayan sido asidos

58

Usualmente se hace una apelación a 1 Corintios 15:1-4 sin la mención de la evidencia complementaria de

Hechos 8:12, 28:23,31, 19:8, 20:25, que demuestran que el Reino de Dios fue siempre el centro del Evangelio

apostólico. En 1 Corintios 15:1-3 Pablo está interesado con la información acerca de la muerte y resurrección de

Jesús la cual él había predicado “entre las cosas de primera importancia” (en protois, v. 3). 59

Mateo 4:23; 24:14; Lucas 4:43; Hechos 8:12; 28:23, 30, 31.

41

(Hechos 8:12, 28:23,31). Siguiendo al bautismo como evidencia de nuestro compromiso a Dios y a Su

Hijo, debemos invertir el resto de nuestras vidas “creciendo en la gracia y el conocimiento,” (2 Ped.

3:18) en preparación para el gran evento del futuro, la introducción de un nuevo orden de cosas.

En el Evangelio del Nuevo Testamento, la Segunda Venida y el consiguiente Reino son el

corazón del mensaje, en adición al hecho central de la muerte y resurrección del Mesías. No sólo es el

Reino colocado delante del creyente potencial con un reto de creer en las Buenas Nuevas (Marcos

1:15,16), sino que el posible discípulo es invitado a auto prepararse para una participación ejecutiva

activa en la restauración de de la paz en la tierra cuando el Mesías venga a reinar. En seguida está

establecido un objetivo que da coherencia a toda la empresa Cristiana:

“He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido;¿ Qué, pues, tendremos? Y

Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente

en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce

tronos, para juzgar (gobernar) a las doce tribus de Israel.” (Mateo 19:27,28).

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria…entonces se sentará en su trono de

gloria…” (Mateo 25:31).

“Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno

un reino, como mi Padre me lo asignó a mi, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino,

y os sentéis en doce tronos juzgando (gobernando) a las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:28-

30).

“Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, El le dijo: ‘Está bien, buen siervo; por

cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades’” (Lucas 19:15,17).

“O no sabéis que los santos han de juzgar (gobernar) el mundo?...No sabéis que los injustos

no heredarán el reino de Dios?” (1 Corintios 6:2,9).

“Si sufrimos, también reinaremos con él” (Timoteo 2:12).

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he

sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:2; 20:4f).

Mucho de este énfasis en el Reino futuro y la participación del creyente en él está perdido del

evangelismo en nuestro tiempo. La diferencia significativa que separa las presentaciones del

Evangelio Neo Testamentario de los Evangelios contemporáneos está demostrada por el cándido

reconocimiento de importantes evangélicos (citados antes) de que ellos están perplejos por la total

ausencia de la palabra ‘reino’ en sus discusiones y en la predicación del Evangelio. Esto es así porque

ellos han sido entrampados por una versión gentílica de la fe, la que es esencialmente anti-mesiánica y

han perdido su comprensión en las Buenas Nuevas acerca del Reino de Dios.

Los Evangélicos pueden quedarse sorprendidos por la sugerencia de que su evangelio no está

totalmente basado en la Biblia. Ellos podrán recurrir a 1 Corintios 15:1-3 para mostrar que el resumen

de tres puntos de Pablo sobre el Evangelio consistió en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús.

Esto es verdad, hasta cierto punto, pero ellos no han observado cuidadosamente que Pablo predicó

estos hechos “entre las cosas de primera importancia” (1 Corintios 15:3). Aquello no fue todo lo que

predicó Pablo como el Evangelio, porque el libro de los Hechos insiste en que Pablo predicó “el Reino

de Dios y las cosas concernientes a Jesús” (Hechos 28:23,31) y, como muestran estos textos, este

mensaje fue proclamado a Judío y a gentil igualmente como el mensaje de salvación. Precisamente la

misma fórmula describe la predicación de Felipe en Hechos 8:12:

“Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del Reino de Dios y el nombre de

Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”.

Es obvio que la muerte y resurrección de Jesús son absolutamente elementos necesarios del

Evangelio. Pero ellos nos son el todo del Evangelio. Lo que es engañoso sobre los tratados y los

textos de teología sistemática evangélica es que la salvación es explicada en términos sólo de la

muerte y resurrección de Jesús, con la exclusión de su propia predicación del Reino. El evangelismo

separa a Jesús de su propia predicación. Lo corta de su completo marco histórico de su ministerio de

la predicación, durante el cual Jesús enseñó la salvación mucho antes que muriera como parte del

Evangelio. En fundamentalmente falso decir que mitad del Evangelio es la muerte de Jesús y la otra

mitad en su resurrección. Semejante análisis simplemente omite el evangelio vital salvador acerca del

Reino predicado por el Mesías. Si Jesús dijo una cosa en resumen de todo lo que obró para conseguir,

es que sus palabras son el criterio por el cual nuestros destinos estarán determinados (Juan 12:44-50;

Mat. 7:21-27).

42

En Marcos 8:35-38, Jesús presenta la fe y la confianza en su Evangelio, y en sus palabras, como

el único criterio para la salvación. La salvación es verdaderamente por fe, pero debe ser fe en todo lo

que Jesús declaró como el Evangelio. El Mesías repetidamente urgió a su audiencia a “oír” lo que él

tenía que decir, no únicamente verlo a él morir.

Claramente el Reino de Dios fue el primer ítem en la agenda en las predicaciones apostólicas del

Evangelio. Esto es difícilmente sorprendente, puesto que Jesús había proclamado siempre el evangelio

del Reino-¡y esto fue mucho antes de que algo del todo se dijera acerca de su muerte por nuestros

pecados, la cual los discípulos aún no entendían! (Lucas 18:31-34)! Es inmensamente instructivo

notar que el tema del Reino no pudo originalmente haber contenido la muerte y resurrección de Jesús.

Los Apóstoles habían proclamado el Evangelio del Reino antes de que supieran algo de la cruz. Este

es el motivo del porqué Lucas en Hechos es cuidadoso en decirnos que la proclamación apostólica

después de la resurrección tuvo su énfasis primario en el Reino de Dios, y añadió la nueva

información sobre la muerte de Jesús como “las cosas concernientes a su nombre” (Hechos 8:12,

28:23,31). Es crucialmente importante observar que Pablo pudo describir la totalidad de su ministerio

como “la predicación del Reino” (Hechos 20:25), justo como Jesús había visto al Evangelio del

Reino como la razón de ser de su misión (Lucas 4:43). ¿Pero podrían los evangélicos contemporáneos

demostrar su fidelidad a la práctica apostólica cuando, en una conferencia internacional sobre

evangelismo, ellos admiten que el Reino de Dios “no es nuestro lenguaje”?60

Si el Reino no es su

lenguaje, ¡ellos no están predicando el evangelio!

La ausencia del Reino de las afirmaciones contemporáneas del Evangelio es un serio defecto que

sólo puede ser rectificado por medio del redescubrimiento del mensaje mesiánico del futuro Reino de

Dios en la tierra en la persona del Mesías y de sus seguidores. No sólo el Reino, sino también la

condición de Mesías de Jesús deben ser devueltos a su lugar, al centro de la proclamación cristiana.

No se le debe permitir que la confesión de Pedro en Cesarea de Filipos sufra la más mínima

alteración, porque ella es la roca del fundamento de la fe, ni tampoco debe ser removido el título de

‘Hijo de Dios’ de su contenido bíblico, para que adquiera un significado no bíblico. En la Escritura es

claramente y simplemente una extensión del título Mesías basado en el Salmo 2:7 y en el pacto

Davídico en 2 Samuel 7:14. Para investir a alguien con el título ‘Hijo de Dios’ en la Biblia es

equivalente a saludarlo como ‘el Mesías’, único y sobre todo ungido representante de Dios. Los

evangélicos deben cerrar la brecha que apareció en los tiempos post-bíblicos entre los dos títulos,

Cristo e Hijo de Dios, bajo la influencia del Cristianismo anti-mesiánico. Un estímulo a un retorno a

la correcta comprensión del Hijo de Dios es dado en Lucas 1:35: El Hijo de Dios vino a existir

milagrosamente en el vientre de María.

Ha sido muy sabio decir que: “Adorar a Cristo con las creencias erradas sobre él es adorar a un

falso Cristo, sea cual sea el nombre con que le llamemos; porque nosotros, haciéndolo así, falsamente

lo imaginamos como otro del que es y otro del que está revelado en la Escritura”.61

Debe quedar claro

que un evangelio despojado de su tema central, el Reino (como obviamente está en el evangelismo

contemporáneo), y un Jesús que no está perfectamente emparejado con el Mesías de la Escritura,

ambos como a su identidad y su rol, amenazan toda la construcción de la fe del Nuevo Testamento.

Sistemas de creencias y de predicación deben por tanto estar sujetas al escrutinio crítico por aquellos

que buscan adorar a Dios, a través de su Hijo, el Mesías, en Espíritu y en verdad (Juan 4:24).

Tres expertos bíblicos destacados han confirmado convincentemente nuestro punto. Estos

escritores demandan por un retorno al Reino de Dios como el centro organizador de todo

evangelismo:

El uso por parte de la iglesia de los Evangelios ha dado escasa atención a lo que los

Evangelios mismos están diciendo acerca de los eventos reales de la vida de Jesús y de la

proclamación de su reino (Evangelio de salvación)…por tanto la iglesia no está en

efecto…prestando atención a una parte central de su propia tradición que podría, tal vez,

revitalizar o reformar a la iglesia significativamente…este uso debe envolver el entendimiento

de lo que los evangelios están diciendo acerca de Jesús dentro del mundo del Judaísmo del

primer siglo, y no dentro de la imaginación de la piedad posterior (o impiedad)…contentarse

60

Michael Green, En la Conferencia Internacional de Lausanne sobre Evangelización Mundial, 1974. 61

R.A. Cole, Tyndale N.T. comentario sobre Marcos, Intervarsity Press, 1961, p. 199.

43

uno mismo con un Cristo de la fe no histórico me parece a mí….demostrablemente falso al

Cristianismo del Nuevo Testamento.62

El Dr. Taber, profesor Emérito de la Misión Mundial, Escuela Emmanuel de Evangelismo,

Tennesee, escribió en una carta a “Christianity Today:

He leído con gran interés las nueve declaraciones en Christianity Today intentando responder la

pregunta, ¿Qué son las Buenas Nuevas? Estoy sorprendido y consternado de no encontrar ni siquiera

una pasajera mención del tema que fue el núcleo del Evangelio de Jesús en tres de los cuatro relatos:

El Reino de Dios. Cada una de estas declaraciones refleja la reducción individualista del Evangelio

que plaga el evangelismo Americano. Además de ser bíblico, el basar nuestro entendimiento acerca

del Evangelio en el Reino de Dios esquiva dos falsos dilemas que han innecesariamente preocupado a

los teólogos por varios siglos.

1) La salvación individual y sistemática, cualquiera, o entre ellas y 2). La gracia y obras,

cualquiera, o entre ellas. Por un lado Dios intenta rescatar al cosmos entero de la esclavitud de la

decadencia; y por otro lado, ¿cómo podemos afirmar ser salvos quien no hace todo el esfuerzo para

realizar la voluntad de Dios?

Gary Burge en la NIV Aplication Commentary (“Revisando la Teología Evangélica”), comparte

esta preocupación por la ausencia del propio Evangelio de Jesús de las presentes ofertas de salvación:

“Stanley Grenz ha revisado los intentos fallidos de la teología evangélica para incitar la

imaginación del mundo moderno. El aboga por el Reino de Dios como el nuevo centro organizador de

lo que decimos y hacemos.”

Este comentario justo podría ser muy bien la respuesta que necesitamos para los intentos

deprimentemente desalentadores de hoy para hacer “crecer” a las iglesias. Los hechos son que muy

raramente se logran nuevos conversos. “El crecimiento de la iglesia”, así llamado, es en gran parte el

movimiento de una iglesia a otra de aquellos que ya afirmaron ser creyentes.

Para que no seamos acusados de repetición de nuestra tesis básica nos refugiaremos bajo la

admonición de Winston Churchill cuyo consejo en el campo de la comunicación efectiva era como

sigue: “Si tú tienes un importante punto que hacer, no trates de ser sutil o inteligente. Usa un

martinete. Golpea el punto una vez. Luego regresa y golpéalo nuevamente. Luego golpéalo una

tercera vez----un tremendo porrazo.”

62

Jesús y la Restauración de Israel, p. 251.

44

8

El Acomodamiento a la Religión del Misterio

Los historiadores nos dicen que hay impresionantes puntos de similitud entre el Cristianismo y los

cultos misteriosos del paganismo: “Porque en una cosa ellos tuvieron alguna forma de ceremonia de

iniciación. En el caso del mitraísmo esto fue exactamente lo mismo que el Cristianismo, a saber, el

bautismo”.63

En el culto de Attis, un joven amante de Cibeles, había una celebración de la muerte del Salvador

(Attis) y de su resurrección tres días después. Estos no son los únicos puntos de contacto entre el

paganismo y los calendarios tradicionales Cristianos:

“Si la pascua de Resurrección debe mucho a Cibeles, la Navidad es en gran parte derivada de

Mitra (más el viejo festival Romano de la Saturnalia, una ocasión divertida en la cual eran

intercambiados regalos). Mitra, asociado como estaba con el sol, dio al Cristianismo el 25 de

Diciembre como la fecha para la Navidad…lo que es más, Mitra, como Jesús, se creía que había

tenido un nacimiento milagroso y haber atraído, como un infante, la atención de los pastores vecinos.

En Suma, el Mitraísmo, como el Cristianismo, tuvo una comida sacramental como parte de su

ceremonia. Pero tal vez el más importante elemento común al cristianismo y los cultos paganos del

misterio era el concepto de la salvación. En un sentido u otro, Isis, Cibeles, y Mitra fueron todos

vistos como salvadores.64

No es difícil ver cómo el Cristianismo y los cultos misteriosos pudieron haber llegado a ser

confusos en las mentes de los creyentes Gentiles inadecuadamente instruidos. La tendencia de

reinterpretar al Mesías en términos Gentiles y los “cuenta-cuentos” del gnosticismo en el Cristianismo

tradicional sugieren que tomó lugar un significativo acomodamiento al paganismo. La opinión de un

erudito Luterano ampliamente reconocido debe ser cuidadosamente observada:

“La esperanza de la iglesia primitiva se centró en la resurrección del último día. Es ésta la que

primero llama a los muertos a la vida eterna (1 Corintios 15, Filipenses 3:20f). Esta

resurrección le ocurre al hombre y no sólo al cuerpo. Pablo habla de la resurrección no ‘del

cuerpo’ sino ‘de los muertos’. Esta comprensión de la resurrección implícitamente comprende

a la muerte como que afecta también al hombre entero…así los conceptos bíblicos originales

han sido reemplazados por ideas del dualismo helenístico gnóstico. La idea del Nuevo

Testamento de la resurrección que afecta a todo el hombre ha tenido que ceder el paso a la

inmortalidad del alma. El último día también pierde su significado, porque las almas han

recibido todo lo que es decisivamente importante mucho antes de ese día. La tensión

escatológica ya no está más dirigida poderosamente al día de la Venida de Jesús. La

diferencia entre ésta y la esperanza del Nuevo Testamento es muy grande”.65

Norman H. Snaith, M.A., D.D (Oxon) hace una contribución significativa a nuestra discusión. El

hace sonar una nota de advertencia de que no todo está bien con el Cristianismo ‘oficial’ cuando dice:

“La Biblia entera, el Nuevo Testamento así como el Antiguo Testamento, está basada en la

actitud y a la aproximación Hebreas. Nosotros somos de la firme opinión de que esta debiera

ser reconocida en todas las manos en una mayor extensión. Es claro para nosotros….que hay

frecuentemente una gran diferencia entre la teología Cristiana y la teología bíblica. A través

de los siglos la Biblia ha sido interpretada en un contexto Griego, y aun el Nuevo Testamento

ha sido interpretado en base a Platón y Aristóteles… nuestra posición es que la

reinterpretación de la teología bíblica en términos de las ideas de los filósofos Griegos ha sido

extendida a través de los siglos y destructiva por todos lados de la esencia de la fe

Cristiana…Si estos juicios son razonables, y nosotros creemos que son razonables, entonces

63

Michael Anheim, Is Christianity True? London: Duckworth, 1984, p.127. 64

Ibid, p. 27. 65

Paul Althaus, The Theology of Martin Luther, Philadelphia: Fortress Press, 1966, pp. 413.414, énfasis

añadido.

45

ni la teología Católica ni la Protestante están basadas en la teología bíblica. En cada caso

tenemos una dominación de la teología Cristiana por el pensamiento Griego”.66

En suma, toda la controvertida cuestión que ahora está tan ampliamente discutida sobre de la

relación de Jesús con el único Dios del estricto monoteísmo bíblico necesita ser examinada por los

investigadores frente a la pureza de la fe apostólica. Es destacable que para Pablo (como para Jesús)

no existía dificultad teórica para el monoteísmo, siendo Jesús el Hijo de Dios, el Mesías. Fue sólo

cuando fue introducida una sutil afirmación diferente de que él era “Dios el Hijo”, que vino a surgir

toda la cuestión Trinitaria. La discusión iluminadora actual sobre la presencia o ausencia de la

doctrina desarrollada de la encarnación del segundo miembro del Dios Triuno en la Escritura debería

ser cuidadosamente investigada por los evangélicos antes de que ellos salten con conclusiones

apresuradas sobre las bases bíblicas de los credos tradicionales.67

Para aquellos que no desean enfrentar el asunto con mucho detalle, será suficiente examinar el

credo iluminador de Jesús registrado en Marcos 12:28-34 así como la declaración del credo clásico de

Pablo acerca de la creencia de los Cristianos en 1 Corintios 8:4-6. Su definición del único Dios como

distinto de Jesús, el único Señor Mesías, debe ser notada cuidadosamente:

“No hay más que un Dios. Pues aunque haya algunos Dioses, sea en el cielo, o en la tierra

(como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios,

el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo,

por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”.

Al final de su ministerio Pablo nuevamente declara el credo apostólico:

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”

(1 Timoteo 2:5).

Estos versículos reveladores muestran que Pablo nunca por un instante abandonó su estricto

monoteísmo de la herencia Judía que compartió con Jesús. El único Dios del monoteísmo Cristiano es

el Padre. Este es unitario, no monoteísmo trinitario, como tantos eruditos contemporáneos reconocen;

y Juan es sin rodeo un testigo de esta forma de monoteísmo como ningún escritor del Nuevo

Testamento (Juan 5:44, 17:3). Su único propósito es hacernos creer en Jesús como el Mesías (Juan

20:31).

66

The Distinctive Ideas of The Old Testament, New York: Schocken, 1964, pp. 185,187, 188. énfasis añadido. 67

Ver, por ejemplo, Christology in the Making por James Dunn (Eerdmans, 1966); The Human Face of God,

por J.A.T. Robinson (SCM Press, 1973), especialmente el capítulo 5; God as Spirit por Geoffrey Lampe (SCM

Press, 1977), capítulo 5; y especialmente The Christian Experience of God As Trinity por James P. Mackey

(SCM Press, 1983), capítulo 6: “El Problema de la Preexistencia del Hijo.”

46

9

Un Llamado a un Retorno al Cristianismo del Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento nos presenta con una doctrina esencialmente simple de la iglesia. Es la

continuación de la congregación fiel de Israel, ahora compuesta de Judío y Gentil, y que disfruta de un

estatus igual como parte del “Israel de Dios” espiritual (Gálatas 6:16). Los ciudadanos de esta

comunidad deberán ser, según las palabras de Jesús, “no parte de este mundo” (Juan 5:19). Ellos

deben estar separados y ser diferentes del mundo como embajadores del Reino de Dios (2 Corintios

5:20) y así manifestar la santidad del Dios quien los inspira a través de su espíritu.

Uno de los aspectos más perturbadores y problemáticos del Cristianismo tradicional es su falla de

poner en práctica los ideales de conducta exigidos por Jesús de sus seguidores. Estos están diseñados

con claridad particular en el Sermón del Monte, donde están registrados los requerimientos para el

discipulado. Los cristianos están ordenados a amar a sus opositores y a no resistir a las malas

personas. Haciéndolo así ellos se ajustan a una nueva norma: Aquella de amar a sus enemigos (Mateo

5:38-48). En el pasado, señaló Jesús, era costumbre odiar a los enemigos nacionales de Israel (nunca

había sido permitido odiar a un paisano Israelita enemigo). Bajo la ética Cristiana, sin embargo, los

enemigos de toda clase deben ser amados y no resistidos. La incompatibilidad de esta enseñanza con

la participación en las armas es obvia. Aun la teoría de la guerra justa, si pudiera ella ser reconciliada

con la Escritura, es totalmente inadecuada bajo las condiciones modernas donde las armas nucleares

amenazan las vidas de los combatientes y no combatientes igualmente.

Más aún, la totalidad del conjunto de los cristianos deben ser reconocidos por el mundo como

discípulos de Jesús por el amor que los une:

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”

(Juan 12:35).

En esa comunidad vinculada por el amor, no habrá “ninguna distinción entre Griego y Judío,

circuncidado y no circuncidado, bárbaro, escita, esclavo y libre” (Colosenses 3:11) y, debemos

agregar, “Americanos, Rusos y Franceses Cristianos,” pero Cristo es todo en todos. La primera obvia

implicación de esta enseñanza es que los Cristianos les es imposible estar envueltos en la matanza de

sus hermanos en otras tierras, y es por tanto imperativo para ellos mismos separarse del uso de la

violencia que inevitablemente los convierte en culpables de la sangre de sus colegas Cristianos en

otras naciones, como también de sus enemigos. Es realmente monstruoso que los cristianos puedan

pensar que ellos pueden continuar contemplando la destrucción masiva de sus hermanos espirituales,

como ocurrió por ejemplo en la última guerra cuando incontables cantidades de Cristianos Luteranos

en Alemania y Cristianos Británicos en Inglaterra tomaron cada uno las vidas de los otros.68

El único

rumbo posible consistente con las instrucciones de Jesús es “salir y estar preparado” y mantener el

lazo del amor por el cual “todos los hombres los reconocerán como mis discípulos”.

Manteniendo el ejemplo del Nuevo Testamento de la separación del estado, los cristianos serán

genuinos en su estatus como embajadores residentes en un mundo extranjero y hostil, y serán testigos

como una colonia del reino de Dios de la paz mundial que vendrá a la tierra cuando Cristo regrese a

reinar.

El regreso de los Cristianos a un estatus de “residentes extranjeros” en un mundo malo reflejará la

gran verdad bíblica de que los creyentes son verdadera “simiente de Abraham” (Gál. 3;29). A

Abraham le fueron prometidas la tierra y la distinguida simiente, que es Cristo (Gál. 3:6). La única

68

Uno que vio la inconsistencia de los Cristianos que toman las vidas de otros fue el archidiácono de la Iglesia

de Inglaterra: “Dentro del compañerismo Cristiano cada uno está conectado con el otro por un amor como aquel

que Cristo tuvo por ellos. Ese es el nuevo mandamiento; y obediencia a él debe ser la evidencia al mundo del

verdadero discipulado…tal es la calidad de amor diseñado para la unidad de la Iglesia. Pero el ir a la guerra

contra otros Cristianos es lo más conflictivo para llevar a cabo ese ideal humano de amor…pudo alguno fuera de

un hospital psiquiátrico sugerir que cuando, por ejemplo, ciudadanos Británicos y Americanos aceptaron la

responsabilidad por tirar la bomba atómica que mató y mutiló en cuerpo y alma a sus hermanos Cristianos en

Nagasaki, semejante acto pudo ser ‘evidencia’ al mundo de que dentro del compañerismo cristiano ellos

estuvieron unidos por el amor como el que tuvo Jesús por cada uno?” (Percy Harthill, La Iglesia, p.49).

47

semilla, el Mesías, incorpora a todos los verdaderos creyentes. Así la promesa de la tierra en

perpetuidad (Gén. 13:15; 17:8), la herencia de Abraham, es también la herencia de Cristo y los santos:

“Bienaventurados son los mansos, porque recibirán la tierra por heredad” (Mat. 5:5). La tierra

prometida, que corre como un hilo dorado a través del Antiguo Testamento, viene dentro el Nuevo

Testamento como la herencia prometida del futuro Reino de Dios en la tierra (Cp. Rev. 5:10; Sal.

37:11).

Los patriarcas vivieron como “extranjeros” en la tierra de la promesa (Heb. 11:9) y ellos murieron

sin recibir la tierra prometida (Heb. 11:13,39). Es únicamente por la resurrección en ocasión del

regreso de Cristo que los fieles de todas las edades, aquellos que son “de la de Abraham” (Rom. 4:16),

lograrán la herencia prometida de la tierra, es decir, el Reino de Dios.

48

10

La Tradición — La Gran Barrera al Progreso

La dificultad en ganar aceptación por lo que estamos proponiendo no descansa en la complejidad

de las materias bajo discusión sino en la tenacidad con que agarra “la manera que siempre hemos

creído” las mentes de los sinceros asistentes a la iglesia. El Cristianismo bíblico, que no puede

florecer a menos que sea aceptado con la mente “de un niño pequeño”, no es más que creer, y

rendirse, al Padre como el único Dios verdadero” (Juan 17:3), y a Jesús como el Mesías, quien murió

por los pecados del mundo y es ahora Sumo Sacerdote sobre su pueblo sacado de cada nación. El va a

regresar para reunir a sus seguidores en un Reino que se inaugurará en la tierra. Es la prolongada

permanencia de la versión “desmesianizada” de la fe, aceptada ampliamente y sin crítica, la que nos

dificulta a renunciar a nuestras queridas comprensiones. Pero para los evangélicos especialmente

debería haber una gran atracción en el desafío de regresar “al evangelio del Reino y las cosas

concernientes al nombre de Jesús” (Hechos 8:12, 28:23,31; Lucas 4:43).

La tesis que fundamenta este desafío de rendirse incondicionalmente a las enseñanzas apostólicas

de la Biblia es que los asistentes a la iglesia han tomado a bordo sin saberlo una gran medida de

teología Griega post-bíblica que es foránea e incompatible con lo que los Apóstoles enseñaron. Esta

queja no es ciertamente original, pero hasta ese punto no ha ganado una audiencia vasta. Un celebrado

erudito de Oxford escribió en 1889:

“Me aventuro en afirmar haber mostrado que una parte grande de las que son a veces

llamadas doctrinas Cristianas, y muchos usos que han prevalecido y continúan prevaleciendo

en la iglesia Cristiana son en realidad teorías Griegas y usos Griegos cambiados en forma y

color por la influencia del Cristianismo primitivo, pero en esencia aún Griegas….la cuestión

que fuerza ella misma sobre nuestra atención como un fenómeno que pasa revista ante

nosotros es la cuestión de la relación de estos elementos Griegos con la naturaleza del mismo

Cristianismo. La cuestión es vital; su importancia difícilmente puede ser sobreestimada”69

Si, como hemos afirmado, la mente Griega ha distorsionado nuestra comprensión del significado

de ‘Cristo’ y de su evangelio del Reino, nada pudo exceder en importancia que la necesidad por un re-

examen minucioso, en los niveles personales, de familia y de la iglesia, de estos bloques de

construcción de la fe. Como un estímulo de arrancar de nuestra creencia sistemas que no son

genuinamente cristianos, deberíamos recordar también la advertencia de un teólogo Británico quien

escribió:

Cuando la mente Griega y la mente Romana por turnos, en vez de la mente Hebrea, vinieron a

dominar la perspectiva de la iglesia, ocurrió un desastre del cual nunca nos hemos recuperado

ambos en práctica y doctrina. Si hoy una gran era de evangelización está por amanecer,

necesitamos a los judíos nuevamente.70

Muy específicamente, necesitamos al Judío Jesús, el Mesías de Israel y el Salvador del mundo

quien, sospechamos, ha sido eclipsado o aun reemplazado por un ‘Jesús’ no judío (gentil). La misma

idea es expresada por Olga Levertoff:

“La iglesia debe volver sobre sus pasos para hallar nuevamente el espíritu profético de los

líderes revolucionarios del antiguo Israel. Ella debe estar preparada para romper con mucho

de lo que el tiempo ha consagrado. ‘De vuelta a la iglesia del primer siglo’ debe ser su

eslogan---lo que prácticamente significa regresar al Cristianismo judío.71

Esto por supuesto no significa volver al judaísmo, sino al genuino Cristianismo de Jesús y Pablo,

un Cristianismo centrado en la creencia en Jesús como el Señor Mesías de la expectativa Hebrea, y en

el Reino Mesiánico, el cual El y sus seguidores administrarán en la tierra cuando él regrese

nuevamente al mundo.

Es asumido que a través del Nuevo Testamento los cristianos se volverán familiarizados con el

Antiguo Testamento, especialmente con el mensaje y las predicciones de los profetas, y que su

69

Edwin Hatch, The Influence of Greek Ideas on Christianity, Peabody, M.A; Henderson, 1995, pp. 350-351. 70

Canon H. Goudge en Collected Essays on Judaism and Christianity, Shears and Sons, 1939. 71

The Jews in a Christian Social Order, New York: Macmillan, 1942.

49

autoridad así como la de Jesús y los Apóstoles será incuestionable. La apostasía generalizada de esta

perspectiva Cristiana está llevando rápidamente a la anarquía espiritual.

Aunque el Nuevo Testamento está escrito en el lenguaje Griego, sus ideas controladoras son

Hebreas, derivadas del Antiguo Testamento, y su gran tema central es las Buenas Nuevas sobre el

Reino de Dios que se llevará a cabo a través del trabajo de Jesús, el prometido Mesías. A menos que

estos principios sean básicos para un sistema de teología cualquiera, esa teología no podrá hacer una

afirmación de ser apostólica. Una vez que el Reino de Dios es ‘reinterpretado’ en términos del

“evangelio Social,” o meramente un reino “en el corazón” del creyente, o la partida al “cielo” en

ocasión de la muerte, y su asociación apocalíptica con una crisis futura en la historia es descartada, no

tenemos el derecho de identificarlo con la enseñanza de Jesús y los Apóstoles. En otras palabras, a

menos que la Segunda Venida y el subsiguiente Reino en la tierra permanezca tan central como Su

resurrección en el pensamiento Cristiano, debemos admitir la pérdida de un elemento esencial del

programa mesiánico. La esperanza por el retorno del Mesías en la historia para renovar el mundo debe

ser reinstalada y mantenida en contra de toda modificación y esencialmente de los esfuerzos gnósticos

de removerlo o vaciarlo de su significado bíblico. Como es bien conocido, cada recurso imaginable ha

sido empleado por los teólogos para eliminar la Segunda Venida y el consiguiente reino. Han sido

rebajados como ‘poesía’ o los textos que los describen en detalle son disueltos en aire tenue con

protestas de que ellos no pueden ser tomados literalmente. Esta es una forma de cobardía teológica. Es

tiempo de parar de retirarlos de los dichos mesiánicos “concretos” de Jesús y abrazarlos, agradecidos

por la esperanza que ellos ofrecen de paz en la tierra.

Existe un tratamiento evasivo de un buen número de lenguaje claro sólo para rehusar “oír la

palabra de Dios”, el Evangelio (Lucas 5:1; 8:11) y la semilla del nuevo nacimiento (Mat. 13:19; 1

Ped. 1:23-25). No nos atrevemos a volver a escribir la fe Cristiana para halagarnos a nosotros mismos.

Lo que permanece escrito como “la fe una vez dada a los santos” contiene el registro no sólo del

singular nacimiento del Mesías y Su retorno a la vida después de su muerte, sino también la promesa

de nuestra resurrección destinada a ocurrir cuando Cristo regrese a inaugurar una nueva era de la

historia de la cual Satanás será desterrado. ¿Pudo ser algo más relevante para nuestro mundo enfermo

de pecado? Y ¿qué más grande y sin embargo más hermoso privilegio pudo ser concebido para que

los cristianos tengan una parte en la reorganización de la humanidad en la nueva sociedad del

Venidero Reino de Dios en la tierra?

50

11

La Predicación en el Nuevo Testamento

Ningún aspecto del Nuevo Testamento ha sufrido más en las manos de la crítica que aquel que

trata con las predicciones acerca del futuro. La confusión y el conflicto que ha resultado se encuentran

en los comentarios estándares. En Mateo 24 (paralelo a Marcos 13 y Lucas 21) Jesús dio un informe

esencialmente franco de los eventos que van a conducir a Su regreso para inaugurar el Reino. Es un

informe, como dice Jesús, que está fundado en las revelaciones proféticas concedidas a Daniel, y es

una descripción coherente de los escenarios finales del presente siglo malo, justo antes de la

reaparición de Jesús. Evidentemente Jesús creyó que el libro de Daniel contenía información sobre el

futuro distante, y por lo tanto el instruyó a sus seguidores a consultar las palabras de Daniel para

comprender el significado de su propia opinión del futuro (Mateo 24:15):

“Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora72

de que habló el

profeta Daniel (el que lea, entienda), entonces los que están en Judea, huyan a los montes.”

La misma noción de la predicción parece ser inaceptable para muchos de la erudición.73

Frases

tales como “curiosidad morbosa,” usando la Biblia como el “Viejo Almanaque Moore” son lanzadas

hacia alguno que sería tan ingenuo como para creer que Jesús pudo haber hablado de eventos de por

lo menos 1900 años hacia delante de su día. Podría ser concedido que él previó la destrucción de

Jerusalén en 70 AD (aunque los discípulos pudieron haber escrito la ‘profecía’ después del evento!),

pero parece inconcebible a los comentaristas que Jesús pudiera saber el futuro más allá del primer

siglo. Todo el estudio de la profecía ha sido frustrado por la tendencia de los comentaristas a forzar las

predicciones bíblicas a una historia ya cumplida en vez de admitir que ellas están como aún

incumplidas.

¿Por qué no debería Dios conceder los secretos del futuro a Su Hijo, y a través de él a su iglesia

fiel? Es obvio que Jesús deseó que sus seguidores se hicieran una idea de los eventos futuros, puesto

que él respondió directamente a su pregunta sobre la señal de Su venida y del fin del siglo (Mateo

24:3). Después en el mismo discurso él dice claramente: “Mirad que os lo he predicho!” (Mateo

24:25).

La respuesta que dio Jesús asume que el lector conocerá la profecía de Daniel sobre el enemigo

final del Cristianismo---el Anticristo--- quien se establecerá como una autoridad divina en Jerusalén.

Su destrucción vendrá a manos del Mesías retornante. El esquema para el futuro descrito por Jesús

equivale a un programa simple. Habrá una ‘abominación de la Desolación’ (el participio femenino de

Marcos (‘erigida’-V.J) señala a un ser humano, Marcos 13:14), previamente previsto por Daniel

(Mateo 24:15), erigida en el lugar santo de Jerusalén. Esta debe ser la señal para que los cristianos que

viven en Judea “huyan a las montañas”, porque seguirá un tiempo de sufrimiento sin paralelo, descrito

por Jesús como “la gran tribulación” (Mateo 24:21). Jesús da detalles específicos y advertencias en

conexión con “el vuelo” de la iglesia para evitar el terrible tiempo de calamidad causado por la

aparición de la “Abominación de la Desolación”.

Inmediatamente después de este tiempo de extrema angustia (Mateo 24:29), disturbios cósmicos

ocurrirán en el cielo y luego el Mesías aparecerá en las nubes y reunirá a su pueblo escogido en el

Reino de Dios (Vs. 30, 31). Como Lucas lo expresa, “cuando veáis (los eventos catastróficos que

conducen a la Segunda Venida), sepan que el Reino de Dios está cerca (Lucas 21:31). Este texto

72

Marcos (13:14) registra el dicho: “puesta donde no debe estar” señalando a un anticristo personal. 73

Comparar la observación de Joyce Baldwin que “con respecto a la profecía como pronosticador, la Iglesia ha

perdido su nervio. Un humanismo racionalista ha invadido tanto el pensamiento Cristiano como para ridiculizar

todas las afirmaciones que ven en la Biblia nada más que la vaga referencia de sucesos futuros” (Comentario

Tyndale sobre Daniel, págs. 184,185). Es difícil ver cómo puede haber progreso en comprender los pasajes

proféticos del Antiguo Testamento cuando los comentaristas rehúsan seguir la clara aplicación de Pablo de

Daniel 11:36 a un futuro anticristo en 2 Tes. 2:4. El comentario sobre Daniel de Norman Porteous, en las series

de la Biblioteca del Antiguo Testamento (p. 169), declara que “es poco valioso teológicamente ver al anticristo

en Daniel 11:36.” Pero sí lo vio valioso evidentemente. Y Jesús vio un evento del fin de la Era en Daniel 11:31

(Mateo 24:15).

51

críticamente importante nos provee con una de las numerosas pruebas del arribo del Reino de Dios

como un evento siguiente a la futura venida de Jesús. Es obvio que Jesús no estaba hablando de los

eventos del año 70 AD, pues inmediatamente después de estos eventos (de 70 AD), no ocurrió su

Segunda Venida.

El discurso profético de Jesús está, como dice él, construido en revelaciones concedidas en el

siglo VI A.C a Daniel. Cuando todos los datos son reunidos juntos con el muy rechazado material

paralelo de Isaías, éstos forman un todo unificado que brinda una figura coherente del futuro en el

Medio Oriente justo antes de la Segunda Venida. Del mismo asunto se ocupa Pablo en 2

Tesalonicenses 2, donde él refuerza, en contra de la amenaza de temas contradictorios diseñados para

confundir a la iglesia, la secuencia de los eventos dados por Jesús. Pablo anticipa una apostasía de

Dios-una apostasía- que conduce al arribo del reino del Anticristo, que es seguido por la aparición de

Cristo en gloria para destruir al enemigo final, juntando a los fieles y luego establecer el Reino (ver 2

Tesalonicenses 2:1-12).

El material preservado para nosotros en el discurso del Monte de los Olivos es todo parte y

paquete de su perspectiva Mesiánica. No puede ser divorciado del resto de sus enseñanzas sin una

severa distorsión de su creencia (Cristiana) Judía que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. Esto

incluye entender a Daniel como el medio de la revelación divina concerniente al futuro precisamente

precediendo a la Segunda Venida.74

El libro de Daniel es en gran parte una descripción del Anticristo

final, de quien Antíoco Epífanes en el segundo siglo A.C fue meramente una sombra. Jesús

evidentemente creyó, como sus seguidores deben creer, que el ‘anticristo’ del Antiguo Testamento,

Antíoco, proveyó la ‘típica’ preparación para la aún más siniestra figura que amenazará un día a los

santos y posar como un pretendiente mesiánico. Como Jesús, Pablo tomó todo esto con la mayor

seriedad y habló de él constantemente a las iglesias (2 Tesalonicenses 2:5--- “No os acordáis que

cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?”).

Pablo vio en el Anticristo, al Hombre de pecado, una caricatura horrible y una parodia del Mesías

mismo que vuelve. En opinión de los Apóstoles lo único seguro en contra de ser engañado por el

Mesías impostor es estar profundamente cimentado en la verdad de la divina revelación en Jesús y las

Escrituras (2 Tesalonicenses 2:7-10). El Apóstol llega hasta decir que el Anticristo mismo va a tener

un arribo espectacular, una ‘parusía’ (2 Tesalonicenses 2:9); tal será la astucia de los esfuerzos de

Satanás para engañar. De alguna manera deslumbrante esta falsa Segunda Venida imitará la gloriosa

revelación del Mesías mismo. Será un caso de oposición por imitación, llevando a la tragedia para

aquellos no capaces de discernir el verdadero del falso (2 Tesalonicenses 2:10-12).

Todo esto es básico para la perspectiva del futuro del Nuevo Testamento, pero ha sido muy

irrazonablemente descartado por las iglesias en su rechazo general al Mesianismo del Nuevo

Testamento. La recuperación de la enseñanza Cristiana esencial sobre el futuro, hallada por todas

partes del Nuevo Testamento, hará mucho por despertar el interés en el Cristianismo bíblico.

No es exageración decir que el tema del Anticristo es de la mayor importancia para Jesús, Pablo y

Juan, quienes junto con Lucas son los principales testigos de la fe Apostólica. Como hemos visto,

Jesús remitió a sus discípulos a las predicciones de Daniel, quien, en los capítulos 7,8,9,11,12, previó

el ascenso y reinado de un terrible tirano, un archi perseguidor de los fieles cuya carrera pavorosa

dominará un periodo de 7 años (la ‘heptada’ final de la revelación de Gabriel de las setenta

‘héptadas’---Daniel 9:24-27), justo precediendo al arribo de Jesús en gloria. Que Jesús entendió ese

periodo final de siete años como futuro está demostrado por su colocación de la ‘abominación’ de

Daniel, que estará activo durante siete años (Daniel 9:26,27), en el futuro inmediatamente antes de la

Segunda Venida (Mateo 24:15,29,30).

La información a la que Jesús nos refiere se encuentra en Daniel 8:13; 9:26,27; 11:31, 12:11 y los

contextos circundantes. En estos versos una figura abominable, que continúa una guerra de

devastación e interfiere con el régimen de un templo restaurado, llega a su fin en una ‘inundación’

(Daniel 9:26, 11:45) o cataclismo precipitado por el arribo de Jesús “en llama de fuego, para dar

retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2

Tesalonicenses 1:8). El suceso corresponde a la descripción de Pablo de la muerte del Anticristo en 2

74

La importancia de entender el mensaje del libro de Daniel como una base para comprender la enseñanza de

Jesús difícilmente puede ser exagerada. “Daniel entre todos los libros del Antiguo Testamento es…de la mayor

importancia para el Nuevo Testamento como un todo…” (H.C. Kee, La Comunidad de la Nueva Era, p.45).

52

Tesalonicenses 2:8. Desde el momento en que el tirano abominable es establecido en el lugar santo,

transcurrirá un periodo de aproximadamente 3.5 años (Daniel 12:7,11), la segunda mitad de la héptada

de años final anunciado por Gabriel en Daniel 9:26,27. El libro de Revelación asocia el mismo

periodo de 3.5 años con el reinado escatológico de “la Bestia” (Apocalipsis 13:5; cp. 11:2,3; 12:6,14).

Un examen de los pasajes relevantes en Daniel a los cuales estamos dirigidos por Jesús en Mateo

24:15 muestran que una “persona despreciable” (Daniel 11:21f) se levantará en el Medio Oriente, en

el área de Siria o Irak (descrito como un Asirio en Isaías 11:4, comparar con 2 Tesalonicenses 2:8),

congraciándose él mismo con Israel, pero después se vuelve contra ellos y los Cristianos, haciendo un

esfuerzo final para establecerse en el poder en Jerusalén. Jesús se refiere muy específicamente a esta

secuencia de eventos, que precederán inmediatamente a su retorno (Mateo 24:29), y en el informe de

Daniel preceden inmediatamente a la resurrección de los fieles muertos (Daniel 12:1-2). El material

que nos es dado por Daniel por lo tanto corresponde con el propio desarrollo del mismo de Jesús.

Ambos él y Daniel describen un periodo de tribulación sin precedentes (Daniel 12:1, Mateo 24:21)

inmediatamente antes del final de la era. El final es marcado (como en todas partes de la Escritura)

por la resurrección de los muertos (Daniel 12:2) y Jesús armoniza con la clara declaración de Pablo

acerca del momento cuando los fieles muertos serán “hechos vivos”, implicando, por supuesto, que

ellos están muertos hasta aquel momento futuro (1 Corintios 15:22). El simple plan para resucitar a

los muertos en la venida futura de Jesús no puede ser armonizado con las opiniones tradicionales

sobre los muertos como estando ya vivos con él en el cielo. Es sólo por la resurrección en la Parousía

que los santos pueden venir en la presencia de Jesús (1 Tes. 4:17; 5:10).

En el libro de Apocalipsis, las profecías de Daniel y de Jesús están adicionalmente desarrolladas.

El final crítico de un periodo de 3.5 años del reino del Anticristo, basado en Daniel 9:26,27; 7:25;

12:7,11 es nuevamente visto por Jesús como futuro (Apocalipsis 13:5) y llega a un fin cuando, con el

arribo del Mesías, “los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él

reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). Entonces prosigue el largamente anticipado

reino del Mesías y de sus santos, quienes “vivieron y reinan como reyes con el Mesías” (Apocalipsis

20:4).

Los métodos por los cuales los comentaristas han intentado deshacerse de este Reino Mesiánico

futuro están entre los más devastadores en toda la historia del maltratamiento de las palabras de la

Escritura. La resurrección de los santos previamente decapitados para reinar con Jesús (Apocalipsis

20:4) puede, por supuesto, referirse solamente a una resurrección real de la muerte. Ella ciertamente

no puede ser una descripción de la conversión Cristiana ahora! Sin embargo esta ha sido la opinión

tradicional desde Agustín de Hipona,75

y es un testimonio a toda la tendencia anti mesiánica del

Cristianismo tradicional.

“La primera resurrección” (Apocalipsis 20:5), que describe la bendición de aquellos que vienen a

la vida para ser “sacerdotes de Dios y del Mesías y reinar con él por mil años” (Apocalipsis 20:6),

prosigue a la Segunda Venida vista por Juan en Apocalipsis 19:11-21. El orden de los eventos es justo

lo que esperaríamos de la secuencia dada por Pablo en 1 Corintios 15:22,23. Después de ser revivido

por la resurrección, los fieles se embarcan con el Mesías en su reino, exactamente como Jesús había

prometido en los textos que ya hemos discutido.76

Un cuidadoso cotejo del extenso material provisto por las profecías de Daniel, Isaías, Pablo y

Jesús mismo en el Evangelio y en el Apocalipsis nos proveen más bien con una figura detallada de

eventos en la región de Israel que conducen al regreso del Mesías. Una muy rechazada característica

del informe de Pablo sobre el Anticristo en 2 Tesalonicenses 2 es su cita de Isaías 11:4. La referencia

allí es a un Asirio del tiempo del fin, adicionalmente descrito en Isaías 30:27-32:4 en un marco

mesiánico, “a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su

venida” (2 Tesalonicenses 2:8). Como es bien conocido, el gobernante de Asiria77

debe ser hallado en

el territorio antiguamente dominado por los imperios Asirio y Babilónico, y ahora por Irak. Es de

aquel lugar que la Escritura parece esperar que se levante el Anticristo; y es muy probable que la

totalidad de Daniel 11, desde el versículo 5 en adelante, sea una predicción de eventos aún futuros a

75

La opinión es conocida como amilenialismo. 76

Mateo 19:28; Lucas 22:28-30; Rev. 2:26; 3:21; 5:10. 77

En la Escritura “El Rey de Asiria” puede designar un gobernante Medo (ver Esdras 6:22). Los Medos se

veían a sí mismos como sucesores de los Asirios.

53

nuestro tiempo. Como historia ellos son algunas veces ambos incompletos y poco uniformes y, a pesar

de algunos paralelos, no corresponden exactamente con la sucesión de los reyes Sirios que vivieron

del cuarto al segundo siglo A.C. La narrativa desde Daniel 11:5 hasta Daniel 12:3 se lee como un todo

conectado, mucho de lo cual no corresponde a nada en la historia, mientras que lo restante ha sido

imperfectamente cumplido. La gran revelación concedida a Daniel en los capítulos 10-12 para

mostrarle “lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días, (p.e., los días justamente que precede

al Reino Mesiánico) porque la visión es para esos días aún futuros”, debería ser atesorada por todos

aquellos que toman seriamente el consejo de leer y entender el libro de Daniel (Ver Daniel 10:14 y las

instrucciones de Jesús en Mateo 24:15).

La profecía es claramente concedida a la iglesia como un consuelo en los últimos días difíciles

antes del regreso del Mesías. La referencia de Jesús a la Abominación Desoladora en Daniel 9:27,

11:31, 12:11 dirige nuestra atención a todo el contexto en donde están fundados estos versos. Este es

exactamente el método del Nuevo Testamento.

“Cuando el N.T cita un pasaje breve del A.T, frecuentemente aplica implícitamente al

contexto entero de la cita”.78

La “erudición” ha estado poco dispuesta en seguir a Jesús o a Pablo estrechamente cuando llegan

a preocuparse con el distante futuro que precede a la Segunda Venida. Sin embargo, no hay razón

lógica para tratar algo menos seriamente el pronóstico de los eventos futuros dados por Jesús en

Mateo 24 de lo que uno debiera, por ejemplo, el sermón del Monte. La ‘teología’ parece haber hecho

lo mejor por divorciar a Jesús de lo que está visto como la ‘inconveniente’ enseñanza contenida en el

sermón de los Olivos. El Nuevo Testamento, sin embargo, presenta al Hijo de Dios como no menos

autoritativo en su predicción del futuro que sus radicales demandas éticas. Todo es un reflejo de la

creencia y perspectiva mesiánica del Mesías. Cada pedazo de los datos del Nuevo Testamento es

requerido con el fin de darnos una figura redondeada del Jesús de la historia y de la fe.

Las iglesias, por lo tanto, no pueden afirmar que representan la mentalidad de Jesús a menos que

ellas comuniquen a sus miembros y al mundo la suma de todo lo que Jesús enseñó.79

Es claro que los

Cristianos tradicionales han simplemente rechazado o suprimido las principales partes de su

enseñanza.80

En su tratamiento selectivo de los registros, las iglesias parecen haber endosado sólo lo

que la tradición va a permitir. Mucho del resto de lo que Jesús enseñó ha sido empujado a un lado

como ‘judío’ o ‘no espiritual’. Hay un persistente capricho antisemítico en la teología tradicional. Es

el Mesianismo de Jesucristo (y por tanto por definición Cristiano) que ha sufrido tan desastrosamente

por el inconcebible comentario gentil.

Esta desafortunada tendencia anti mesiánica que pretende domesticar el Mesianismo del Nuevo

Testamento y de los profetas del Antiguo Testamento y hacerlo más respetable, “religioso” y

“espiritual” se origina en el fracaso de los reformadores Protestantes en creer en las palabras de Jesús,

especialmente en el libro de Revelación.

Lutero en el prefacio de su traducción del Nuevo Testamento (1522) expresó una fuerte

aversión al libro de Revelación, declarando que para él éste tenía toda la marca de no ser

apostólico ni profético…y él no pudo ver que era la obra del Espíritu Santo. Además a él no le

gustaban los mandamientos y amenazas que el escritor hace en su libro (22:18,19), y la

promesa de bendición a aquellos que guardan lo que está en él (1:3; 22:7), cuando ninguno

78

D.A. Carson, Expositor’s Bible Commentary on Matthew, Zondervan, 1984, p. 205. 79

James Barr observa que “la ortodoxia tradicional es un ejemplo monumental de ‘recolección’ y ‘selección’

que depreca en otros. Actualmente la teología ‘liberal’ en su énfasis en (hablar) el Reino de Dios estaba

continuando las partes canónicas de los Evangelios mucho más fielmente” (Holy Scriptures, Canon Authority

Criticism, p. 40). Desafortunadamente los ‘liberales’ entendieron el Reino de Dios muy diferentemente de Jesús.

Bultmann rechazó la entera esperanza del Nuevo Testamento para el futuro, cancelando el futuro con un simple

golpe: “No podemos seguir mirando por el regreso del Hijo del Hombre en las nubes del cielo, o esperar que los

fieles se reúnan con él en el aire” (Kerygma y Mito, p. 4). 80

En 1926, William Temple, Arzobispo de Canterbury, observó que “El gran descubrimiento del siglo en el cual

vivimos es la inmensa prominencia dada en el Nuevo Testamento al Reino de Dios. Para nosotros es muy raro

que el Reino figure tan poco en la teología y los escritos religiosos de casi el periodo entero de la historia

cristiana. Ciertamente en los Evangelios sinópticos tiene una prominencia que difícilmente puede ser

aumentada” (Religión Personal y la Vida del Compañerismo, p.69). Ya que el Evangelio es el Evangelio del

Reino, su ausencia de la teología significa la pérdida del Evangelio.

54

sabe qué es aquello…por otra parte, muchos Padres rechazaron el libro…”Finalmente, cada

uno cree de él lo que sea que su espíritu le imparta. Mi espíritu no puede adaptarse a sí mismo

al libro, y una razón suficiente porqué yo no le tengo una alta estima es que Cristo no es

mencionado ni reconocido en él, que es lo que un Apóstol debió hacer antes que nada”.

Después (1534) Lutero encuentra una posibilidad de utilidad Cristiana en él…él aún creyó en

él como una profecía oculta y estúpida, a menos que fuese interpretada, y sobre la

interpretación ninguna certeza le había sido alcanzada después de muchos esfuerzos…Pero él

permaneció con dudas acerca de su apostolicidad (Prefacio a Revelación en la edición de

1545), y lo imprimió con Hebreos, Santiago, Judas como un apéndice a su Nuevo

Testamento, no enumerado en el índice. “En general el punto de vista de la Reforma está

marcado por un retorno al Canon de Eusebio, y consecuentemente por una pobre valoración

de Hebreos, 2 Pedro, 2,3 Juan, santiago, Judas, y Revelación.” Zwingli se refirió a Revelación

como “un libro no bíblico”. Y aun Calvino, con su buena opinión de la inspiración, no

comentó sobre 2 y 3 Juan y revelación.”81

Olshausen pone el dedo infaliblemente sobre el punto ciego del gran Reformador cuando él

comenta que el libro final de la Biblia era oscuro a Lutero simplemente porque “él no pudo

absolutamente comprender la doctrina del Reino de Dios en la tierra, que está exhibida en

Revelación, y forma el centro propio de todo lo contenido en él.82

Deberíamos añadir que el Reino de Dios en la tierra es el centro organizador de la totalidad de la

Escritura y el corazón del Evangelio salvador como Jesús lo predicó.

81

“Revelación”, Hastings Dictionary of the Bible, Vol. 4. 82

McClain, The Greatness of the Kingdom, p. 6.

55

12

Bautismo

Como uno que ha aprendido casi todo al ser retado sobre varios temas bíblicos por 40 años, me

aventuro a estimular el pensamiento de algunos colegas creyentes sobre la cuestión del bautismo.

Estos son amigos, cuyo celo por la Biblia es indudable, y que han sido aleccionados que el bautismo

en agua es un ritual sin sentido que no es aplicable ahora a los cristianos.

El argumento ha sido expresado de esta manera: “Hay dos bautismos principales en el Nuevo

Testamento: a) el bautismo en agua iniciado por medio de Juan el Bautista; b) bautismo en el espíritu-

--el bautismo con que Jesucristo bautiza y que lo convierte a alguno en Cristiano.”

Observen cuidadosamente la declaración de arriba. No es una cuenta justa de lo que la Biblia

enseña. Hay un factor principal perdido. Los hechos son que Jesús también bautizó en agua. Hay por

tanto tres bautismos, no dos: a) el bautismo en agua de Juan; b) el bautismo autorizado por Jesús; c) el

bautismo en el espíritu.

Todos están familiarizados con el bautismo de Juan. Este claramente ha sido proseguido por el

bautismo Cristiano (Hechos 19:1-7). El bautismo Cristiano Apostólico es ambos por agua y por el

espíritu. En Juan 4:1,2 aprendemos que “Jesús estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan

(aunque Jesús mismo no estaba bautizando, sino que sus discípulos lo estuvieron haciendo).” Juan

3:22 dice que “Jesús y sus discípulos vinieron a la tierra de Judea, y allí Jesús estaba pasando el

tiempo con ellos y bautizando.” No hay duda por tanto que Jesús bautizaba en agua (aunque el acto de

inmersión fue llevado a cabo por sus agentes, los discípulos). Esta ceremonia de iniciación fue

bautismo llevado a cabo por Jesús---Bautismo Cristiano en agua.

La gran comisión manda que los discípulos hasta el fin de la era vayan a todas las naciones y

enseñen lo que sea que Jesús enseñó. Parte de ese proceso de discipulado ordenado es “bautizándolos

en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Ese es un claro mandato proveniente de

los labios de Jesús, y constituye un elemento esencial de las órdenes de marcha de la iglesia.

Los Apóstoles claramente lo entendieron de esa forma. La solicitud de Pedro a su audiencia del

primer siglo no se ha convertido en obsoleto: “Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo

para el perdón de pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). La iniciación típica

dentro de la iglesia es por el arrepentimiento, creyendo en el evangelio del Reino y en el nombre de

Jesucristo y el bautismo en agua. Hechos 8:12 provee un credo claro: “Cuando creyeron a Felipe que

proclamaba el Evangelio acerca del Reino y el nombre de Jesucristo, ellos fueron bautizados, ambos

hombres y mujeres.”

Como para no dejar ninguna posibilidad de escapatoria, Lucas informa que incluso después de la

recepción del espíritu Santo, los gentiles debían ser bautizados en agua. Esto fue expresamente

ordenado por Pedro, quien estaba concientemente siguiendo las órdenes de Jesús en Mateo 28. El los

llamó para el agua y “les ordenó a que se bautizaran los que habían recibido el espíritu santo”

(Hechos 10:47,48). Cuando Pablo descubrió a convertidos que habían recibido solo el bautismo de

Juan, él inmediatamente les administró el bautismo de agua Cristiano en el nombre del Señor Jesús

(Hechos 19:5). La iglesia del Nuevo Testamento ciertamente no enseñó que ese bautismo del espíritu

reemplazó al bautismo de agua Cristiano. Los dos anduvieron juntos como una manera estándar o

patrón por la cual una persona es unida al cuerpo de Cristo. Más tarde en su carrera Pedro pudo aún

hablar del “bautismo que nos salva”, como “una petición de Dios para una buena conciencia” (1

Pedro 3:21). Por supuesto, nadie está sugiriendo que hay algo “mágico” en el agua. Lo que cuenta es

la sumisión como un niño a la ordenanza prescrita por Jesús. Es un simple asunto de obediencia y

obediencia es fundamental para la fe, “la obediencia de fe.” “Aquel que cree en el Hijo tiene vida

eterna; pero el que desobedece al Hijo no podrá ver la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”

(Juan 3:36).

El bautismo sin una persistente continuación en la vida cristiana no puede salvar más a la persona

que una decisión antigua que no es seguida por un compromiso para toda la vida. La salvación es por

gracia y fe, que significa también (en las palabras de Pablo) “obediencia de corazón a esa forma de

doctrina a la cual fuisteis entregados” (Rom. 6:17). Esa doctrina incluye el bautismo. Esta forma de

56

invitar a los conversos a volverse cristianos es una parte de lo que significó la salvación por fe para

los Apóstoles. Ellos inculcaron la “obediencia de fe” por todas partes Romanos 1:5; 16:26).

Dios nos ha dado un procedimiento correcto para la admisión a Su iglesia. El bautismo en agua es

una renunciación pública del pecado y una determinación de servir a Dios y al Mesías. Las etiquetas

como “ordenanza carnal” o “legalismo” distorsionan la enseñanza apostólica acerca del bautismo en

agua cristiano. Jesús mismo fue bautizado en agua (Lucas 3:21). El hizo y bautizó a conversos (Juan

4:1), y ordenó a sus seguidores a hacer y bautizar conversos (Mat. 28:19,20) hasta su regreso en el fin

de la era.

No hay necesidad para la división o diferencia sobre este mismo asunto simple, el cual no ha sido

un tema problemático por muchos siglos para millones de lectores bíblicos, y miles de comentaristas

entrenados en la Escritura.

Los evangélicos reconocen que la petición de Pedro para el arrepentimiento y el bautismo es

asombrosamente diferente de las modernas fórmulas evangélicas. Escribiendo sobre “Conversión en

la Biblia,” R.T. France señala que:

Nuestra tendencia de ver el bautismo como una opción simbólica extra, o como un

abochornamiento por la inclusión de un acto físico como parte del proceso espiritual de

conversión, contrasta con el lenguaje profundamente “realista” del Nuevo Testamento sobre

el significado salvador del bautismo (e.g., Juan 3:5; Rom. 6:3,4; Gál. 3:27; Col. 2:12; Tit. 3:5;

1 Pet. 3:20-21). Mientras que no hay terrenos en el Nuevo Testamento para creer que el

bautismo por sí mismo hace a una persona cristiana, la idea de un cristiano no bautizado es

igualmente ajena a su pensamiento. “Sin él (bautismo) un creyente no entraba a la comunidad

de fe primitiva” (S. Smalley).83

Apelamos, por tanto, a nuestros colegas estudiantes de la Biblia que han sido atrapados en el

punto de vista “espiritual” falso de que el acto físico del bautismo no es parte del discipulado

Cristiano a que reconsideren el asunto. Fueron los Gnósticos quienes crearon la división errada entre

lo que es físico y lo que es espiritual. Los Apóstoles, al ordenar el bautismo en agua, fueron

obedientes, como debiéramos de serlo nosotros, al mandamiento de Cristo. Y el reconocimiento del

Señorío de Jesús es el corazón de lo que significa ser un creyente. No hay una confesión genuina de

Jesús como Señor sin obediencia (Rom. 10:9).

83

Evangelical Quarterly, 65:4, 1992, p. 306.

57

13

Jesús y el Elixir de la Vida

La mayoría de los seres humanos darían todo para estar en condiciones de prolongar la vida

indefinidamente. La misión de Jesús en la humanidad implicaba la sorprendente afirmación de estar

en posesión del secreto de la vida permanentemente. El vino a traer a la luz “la vida y la inmortalidad

a través del Evangelio” (2 Tim. 1:10). Esta información inestimable es accedida sólo por una creencia

inteligente en su enseñanza /palabra/ Evangelio del Reino como también en su muerte y resurrección.

Los asistentes a las iglesias hablan algo vagamente sobre la “vida eterna”. Esta frase no representa

plenamente la idea original. Ella significa más precisamente “vida en la Era Venidera”. La expresión

es una Judía que Jesús amó y usó frecuentemente. El la halló en Daniel 12:2 donde hay una grandiosa

promesa de resurrección para los que duermen en la muerte. Cuando multitudes despierten de su

sueño de la muerte en el polvo de la tierra (Dan. 12:2), éstas obtendrán la “vida de la Era (venidera).”

Es la era venidera porque es el era de la historia del mundo que sigue a la futura resurrección de los

muertos. Esa resurrección de todos los fieles ocurre cuando Jesús regresa (1 Cor. 15:23). Ese precioso

verso en Daniel 12:2 nos dice también con maravillosa simplicidad qué es lo que los muertos están

haciendo ahora, y dónde lo están haciendo. Es uno de los testimonios bíblicos más lúcidos de la

presente condición de los muertos antes de la resurrección. Ellos están durmiendo---inconcientes. Tal

verdad debiera de una vez y por todas demostrar la futilidad de las “oraciones” ofrecidas a María o a

cualquier otro “santo difunto”.

Esa vida de la Era venidera, de la cual hablaron primero Daniel y el Nuevo Testamento después

de él, es verdaderamente vida en perpetuidad, pero es vida que será ganada finalmente y plenamente

en la Era Venidera. El tiempo continuará en esa era venidera, y la tierra será renovada bajo la

administración del Mesías Jesús quien regresará en poder al comienzo de la Nueva era---no siete años

antes de ese tiempo para llevar a cabo un rapto secreto, como algunos programas populares han

propuesto y propagado.

Los traductores de la Biblia a veces nos las hacen difícil captar el sentido del original. La Versión

del Rey Jaime (The King James Version), hermosa en su estilo pero malamente corrompida en ciertos

versos, ¡hacen que uno piense que no habrá “más tiempo” cuando Jesús regrese! Ese verso en

Apocalipsis 10:6 realmente no afirma nada de tal cosa. Significa únicamente de que “no habrá más

postergación”. La Segunda Venida seguirá inmediatamente, pero el tiempo continuará: existirá la Era

Venidera del Reino de Dios sobre la tierra.

Las iglesias han tendido hacer a la Biblia en muchos sentidos difícil de entender. Mientras ellas

continúan enseñando sobre el “cielo” como la meta del Cristiano, la Biblia dice lo contrario. Jesús

prometió la tierra como la futura herencia de sus seguidores. Citando Salmo 37:11 Jesús definió el

destino de sus seguidores como la herencia de la tierra o del mundo (Mat. 5:5). El anunció esto en el

mismísimo núcleo de su enseñanza en el Sermón del Monte. El Sermón del Monte, y todas las

enseñanzas de Jesús, nos son dados como instrucciones necesarias para la vida presente, en tanto que

nos preparamos para entrar en el Reino de Dios sobre la tierra cuando él venga en la Segunda Venida.

En la Segunda Venida los muertos fieles de todas las edades despertarán de su presente sueño de la

muerte en el polvo de la tierra (Dan. 12:2) y entonces ellos “heredarán la tierra” como lo prometió

Jesús (Mat. 5:5) y, de hecho, “regir como reyes con Jesús sobre la tierra” (Apo. 5:10; cp. Apo. 20:9

el cual describe la residencia de los santos como en la tierra). Jesús, de acuerdo con el verso

precedente (Apo. 5:9), murió para ratificar el pacto del Reino con su sangre y para asegurar nuestro

perdón por medio de su muerte reconciliadora. En la última cena Jesús habló de su “sangre del pacto”,

y el pacto es el arreglo/contrato/promesa de Dios para dar a los Cristianos (Jesús habló a sus

Apóstoles como los representantes de la fe) el Reino de Dios con Jesús. “Yo, pues, os asigno un reino,

como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en

tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:29,30). Algunas traducciones ahora

correctamente, creemos, nos recuerdan que la palabra “asignar” es realmente el verbo “convenio”. La

palabra está verdaderamente relacionada al “pacto” o “convenio”. Jesús acababa de estar hablando

acerca del derramamiento de su “sangre del pacto” (Lucas 22:20).

58

Jesús como el “nuevo Moisés” y el “nuevo Josué”, promete la Tierra o el Reino de Dios en la

tierra a los fieles. Es la confirmación de la antigua “Tierra Prometida” hecha a Abraham. Cuando

Jesús habló de “este evangelio del Reino” (Mat. 24:14) el proveyó un título comprensivo para su plan

para la inmortalidad humana en el Reino venidero. Así como “este libro de la ley (Torá)” fue

comunicado a través de Moisés (Deut. 30:10), aquel que era más grande que Moisés entregó el Nuevo

Torá resumido en el Evangelio del Reino.

El patriarca Abraham es conocido en la Escritura como el padre de los fieles. Su fe es el modelo

de la fe Cristiana. Los creyentes están descritos como que siguen en las pisadas de la fe de Abraham

(Rom. 4:16). Ellos son herederos, Judíos y Gentiles por igual, de exactamente las mismas promesas

hechas por Dios a Abraham. A Abraham el Evangelio Cristiano le fue predicado por adelantado (Gál.

3:8). Las promesas divinas hechas a Abraham, Isaac y Jacob son la roca fundamental del evangelio

del Nuevo Testamento. A Abraham se le prometió la tierra de Canaán (propiedad) y simiente

(posteridad). El propósito unilateral de Dios para él fue una garantía de ambos “semilla y tierra”. La

semilla o descendientes llegarían a ser muchos y en un sentido especial un individuo, que es Cristo

(Gál. 3:16). La “tierra” fue la Tierra prometida, y más exactamente la Tierra de la promesa (Heb.

11:9). En esa tierra prometida los patriarcas residieron como “residentes extranjeros” (Heb. 11:9),

creyendo, basados en la palabra divina, que su país de residencia sería un día transformado en el

Reino de Dios “celestial” en la tierra. Esto significa que la tierra era realmente de ellos por promesa

divina, pero durante su vida ellos no se apropiaron de ella. (Abraham tuvo que comprar de los reales

propietarios de la tierra una pequeña parcela para poder sepultar a su esposa Sara.)

La vitalmente importante verdad del Evangelio es que Abraham realmente vivió en la Tierra de la

Promesa (Heb. 11:9). Esto prueba más allá de cualquier discusión que la tierra Prometida no es “el

cielo”, como un lugar removido de este planeta. La Tierra Prometida fue un territorio en el Medio

Oriente. Ese territorio permanece como la Tierra Prometida. Será el escenario del reino venidero. Su

rey justo, el Mesías, regresará para tomar ese país y extender su gobernación a través del globo. La

Tierra Prometida es así nada más que el Reino de Dios prometido---el núcleo del Evangelio salvador

de Jesús. Jesús pudo decir igualmente, “Benditos son los mansos. Ellos poseerán la tierra como su

herencia” (Mat. 5:5) o “Benditos son los humildes en espíritu porque el reino de los cielos les

pertenece”84

por promesa divina. Para que la promesa sea cumplida a Abraham, el patriarca debe

volver a la vida por la resurrección. Sólo entonces él recibirá la recompensa prometida y la herencia

sobre la cual el pacto divino estuvo basado (Heb. 11:13,39,40).

Cuando el Reino de Dios venga (como oramos en la oración del Señor “Venga tu Reino”)

Abraham e Isaac y Jacob y los fieles del Antiguo y Nuevo Testamentos se levantarán en resurrección

(de su presente sueño en el polvo de la tierra, Dan. 12:2) y se sentarán en una gran celebración para

inaugurar la Nueva Era del Reino de Dios en la tierra (Mat. 8:11). Muchos otros se juntarán de las

cuatro esquinas de la tierra y se les unirán en ese lugar y en ese banquete (Lucas 13:28, 29). Para

poder calificar para un lugar en ese banquete, estamos urgidos por Jesús a prepararnos ahora con toda

urgencia y diligencia. De eso es, de hecho, lo que se trata el Evangelio. Jesús nos exhorta a construir

el Reino de Dios, y a ganar un lugar en él, nuestra primera prioridad (Mat. 6:33). Todas las otras

ambiciones y actividades deben tomar un segundo lugar. Jesús llamó su Mensaje “El Evangelio acerca

del Reino” (Mar. 1:14,15), y Mateo, cuando él usa el sustantivo “Evangelio”, siempre lo calificó

como “El evangelio acerca del Reino” (Mat. 4:23; 9:35; 24:14; cp. 26:13). Jesús declaró sobre su

misión entera en Lucas 4:43: “Es necesario que también en otras ciudades anuncie el evangelio del

Reino de Dios porque para esto he sido enviado.”--- para eso fue que fui enviado a hacer. Puesto que

él despachó a sus seguidores a continuar la misma comisión (Lucas 9:2,60; Mat. 28:19,20; Lucas

24:47), deberíamos esperar que las iglesias en todas partes trataran y se interesaran igualmente con el

Evangelio del Reino. Esta frase, no obstante, ha desaparecido aparentemente de las presentaciones

contemporáneas del “evangelio”.

Jesús de acuerdo con Lucas 24:47 declaró que el “arrepentimiento y el perdón” son ofrecidos sólo

sobre la base del nombre de Jesús, es decir, su propia revelación del Evangelio. Como en Marcos

84

La expresión Judía “Reino de los Cielos” (usada solo por Mateo) significa exactamente lo mismo que el

Reino de Dios. El origen del Reino es divino, celestial, pero esto no significa que estará localizado en el cielo.

Este está reservado con Dios en el cielo pendiente de regresar con Jesús a la tierra para inaugurarlo en Jerusalén

(1 Ped. 1:4; Col. 1:5).

59

4:11,12 la recepción del Evangelio del Reino (Mat. 13:9) es el elemento esencial en la aceptación de

Jesús mismo. Jesús hizo ver lo mismo frecuentemente. El advirtió que “aquellos que están

avergonzados de mí y de mis palabras” lo pasarán desastrosamente en el día del juicio” (Mar. 8:38).

La separación de Jesús de sus palabras es el principal desastre teológico que debe ser evitado a toda

costa. Satanás realmente tiene solo un truco, en varios disfraces: Separar a Jesús de sus

enseñanzas/Evangelio (ver también 2 Juan 7-9; 1 Tim. 6:3).

Con su llamado urgente a arrepentirse y creer en el Evangelio acerca del Reino (Mar. 1:14,15---un

resumen del cristianismo de acuerdo a Jesús), Jesús estaba, de hecho, invitando a la gente en todas

partes a un lugar en ese reino venidero pactado como co-ejecutivos con él mismo. Jesús, como

Mesías, planeó “componer” el mundo, pero él supo que primero tenía que morir, ser resucitado y dejar

el mundo por un tiempo. Actualmente él está a la diestra del Padre, y él partirá de la presencia del

Padre y regresará a la tierra cuando llegue el tiempo para que el Reino sea inaugurado sobre la tierra.

En esta condición el Salmo 110:1 es un versículo muy útil. Es el “texto de prueba” favorito de

Jesús y sus Apóstoles. Está mencionado en el Nuevo Testamento 23 veces--- y es así citado mucho

más frecuentemente que cualquier otro verso del Antiguo Testamento. Su importancia es masiva. Es

también un Salmo revolucionario puesto que nos dice acerca de la relación de Dios con Jesús. El

Salmo 110:1 es una declaración divina (pobremente traducido si su versión deja de lado la palabra

original “oráculo”). Es el “oráculo de Yahweh” (el Dios de la Biblia Hebrea, del Judaísmo y del

Cristianismo del Nuevo Testamento) para el Señor de David que es el Mesías, mencionado aquí 1000

años antes de que él viniera a la existencia en el vientre de la virgen María.

Llamo la atención al simple hecho de que el Señor de David no es el Señor de David. No debería

haber mayúscula en la palabra “señor”. La Versión Revisada de la Biblia (1881) corrigió el error

engañoso de otras traducciones que ponían (y aún erróneamente ponen) una S mayúscula en señor en

ese verso. ¿Qué está en peligro aquí? Una verdad inmensamente importante acerca de quién es Jesús.

El no es el Señor Dios, porque la palabra en el texto inspirado no es la palabra para la Deidad, sino la

palabra para un humano superior---un señor humano, no un Señor que es él mismo Dios, sino un

señor que está supremamente exaltado, el agente único del único Dios. Usted deberá verificar este

hecho con un Rabí o un amigo que sepa leer Hebreo del Antiguo Testamento. La palabra Hebrea para

el estatus de Hijo de Dios en Salmo 110:1 es adoni. La palabra aparece 195 veces en la Biblia Hebrea

y nunca se refiere a Dios. Cuando Dios es descrito como “el Señor” (L mayúscula) una palabra

diferente, Adonai, aparece. Así la Biblia hace una cuidadosa distinción entre Dios y hombre. Dios es

el Señor Dios (Adonai), o cuando Su nombre personal Yahweh es usado, y Jesús es Su único Hijo

humano (adoni, mi señor, Lucas 1:43; 2:11), sin pecado, concebido virginalmente. La palabra Adonai

es hallada 449 veces en el Antiguo Testamento y distingue al único Dios de los demás. Adonai no es

la palabra que describe al Hijo de Dios, Jesús, en el Salmo 110:1.85

Adoni aparece 195 veces y se

refiere solo a un señor humano (u ocasionalmente a un ángel), esto es, a alguien que no es Dios. Esto

debería acabar con un montón de discusión post-bíblica complicada y con las elaboraciones de credos

los cuales en formas sutiles obscurecen la más simple y más básica verdad bíblica, de que Dios es una

sola Persona y que el Mesías es el segundo Adán, “el Mesías hombre” (1 Tim. 2:5). Ese “Jesús Mesías

hombre” reflejó tan perfectamente y consistentemente el carácter y voluntad de su Padre que pudo

decir, “el que me ha visto a mí ha visto a mi Padre” (Juan 14:9). No obstante por sí mismo no pudo

hacer nada (Juan 8:28). El Hijo fue siempre dependiente de El y estaba subordinado a Su Padre, Dios.

Volviendo al Evangelio del Reino Este es el Mensaje salvador que Jesús y Pablo siempre ofrecieron al público.

86 Jesús, habiendo

predicado el Evangelio del Reino, mandó a los Apóstoles y discípulos hasta el fin de la era, llevar el

mismo Mensaje/Evangelio del reino de Dios a todo el mundo (Mat. 28:19,20). Esta tarea parece

aparentemente ser ejecutada pobremente, puesto que los Cristianos profesantes han usado cada

término descriptivo para el Evangelio, excepto aquel que fue encontrado siempre en los labios de

Jesús, “El Evangelio del Reino”. Si comparamos Lucas 9:11 con Hechos 28:30,31 encontraremos que

Jesús y Pablo típicamente dieron la “bienvenida a la gente” y comenzaron a abordar el más crucial de

todos los temas del Evangelio, el Reino de Dios. Sorprendentemente, algunos hoy incluso no creen

85

Desafortunadamente un número de autoridades y comentarios relatan mal los hechos sobre este punto. 86

Mat. 4:17,23; 9:35; 24:14; Mar. 1:14,15; Luc. 4:43; Hech. 1:3,6; 19:8; 20:25; 28:23,31.

60

que el Evangelio que Cristo predicó deba predicarse del todo. Ellos suponen, muy erradamente, que a

Pablo se le dio un diferente evangelio para los Gentiles. Si esto fuera así, Pablo se hubiera puesto a sí

mismo bajo su propia condenación (Gál. 1:8,9) por abandonar el solo y único Evangelio Salvador.

Hay solo un Mensaje del evangelio salvador ofrecido a cada ser humano.

La importancia del Evangelio del Reino no puede ser exagerado. En él Jesús nos ofrece el elixir

de la vida. El presenta un mensaje para nuestra recepción inteligente el cual nos promete vida

indefinidamente. Aquí está cómo trabaja (obra) el Mensaje de la inmortalidad. Primero usted tiene

que oírlo expuesto claramente. Segundo, usted tiene que captarlo con entendimiento, el entendimiento

de un “niño” cuyos ojos y oídos están abiertos a la revelación divina (Efe. 1:13). En tercer lugar, usted

tiene que mantenerlo en su vida, a pesar de la perenne aflicción de la persecución, angustia, y el deseo

por otras cosas (Lucas 8:15). Todo esto Jesús lo explicó completamente en su más fundamental

ilustración sobre la semilla y suelos (la parábola del sembrador, Mateo 13, Marcos 4; Lucas 8). En esa

maravillosa “comparación” teológica Jesús dijo que la salvación es un proceso que debe comenzar,

continuar y persistir hasta el fin. Ella depende del todo de una inteligente aceptación inicial del

Evangelio “semilla” del Reino tal como Jesús lo predicó. Sólo aquellos que mantienen la fe y la

obediencia hasta el fin serán salvos (Mat. 24:13). La salvación para los Cristianos del Nuevo

Testamento es como una carrera. La meta, salvación, “está más cerca de nosotros que cuando

creímos” (Romanos 13:11). Estamos “siendo salvos” ahora (1 Cor. 1:18; 15:2), y fuimos salvos “en

esperanza” (Rom. 8:24), y seremos salvos en el regreso de Jesús.

Usted no gana la medalla de oro cuando suena el disparo de partida y tampoco usted se gradúa de

la universidad cuando se prepara para ingresar en ella. La salvación es una carrera hasta el final y el

estimulo que nos hace iniciar dicha carrera es el Evangelio del Reino, que nos imparte la energía de

Dios mismo (1 Tes. 2:13; Juan 6:63).

Cómo se Obtiene la Vida Para Siempre Aquí está la manera cómo debe ser adquirida la vida para siempre. Usted oye el

Evangelio/Palabra del Reino. Usted lo entiende y responde a él por medio de hacerlo su primera

prioridad en su vida. Usted lo valora tan grandemente que (figuradamente hablando) vende todas sus

propiedades con la idea de comprar el campo que contiene el tesoro, la perla de gran precio, el secreto

de la inmortalidad. Cuando usted está en la búsqueda de la vida para siempre (“eterna”), ¿qué otra

cosa podría quizás motivar una igual demanda en su atención?

¿Cómo es que la chispa de vida surge dentro de usted? Es una nueva creación por la palabra de

Dios. La palabra del Evangelio es la herramienta creativa de Dios, una “chispa” de Su propia

inmortalidad impartida vía las palabras de Jesús al hombre creyente. La “Palabra de Dios” no sólo

significa la Biblia como un todo. (La Biblia generalmente se llama a sí misma “Las Escrituras”)

Significa el Evangelio del Reino, el Mensaje de la inmortalidad y cómo ganarla (Mat. 13:19, palabra

del Reino=Marcos 4:14, la palabra=Lucas 8:11, la palabra de Dios). La palabra es la herramienta

creativa de Dios. Es una parte de Sí Mismo y expresa Su deseo para nosotros como humanos. Con Su

palabra creadora El intenta compartir e impartir Su propia inmortalidad. El desea que los seres

humanos vivan para siempre. El desea darnos (por Su gracia) vida sin fin y él nos imparte su

“semilla”, para desencadenar esa nueva vida y vitalidad que es el comienzo o pago por adelantado---

primera instalación---de la inmortalidad (Efe. 1:14). Cuando esa “semilla” es tomada en nuestros

corazones y mentes, hemos hecho la transición de la muerte a la vida.

Juan 5:24 resume el proceso de salvación brillantemente: “De cierto, de cierto os digo: El que

oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado

de muerte a vida”.

Todo depende de oír, comprender y retener---frente a la dificultad, distracción, aflicción y

persecución---esa preciosa palabra/Evangelio del Reino. No es sorprendente que Jesús describiera el

Reino en términos calculados para impregnar sobre nosotros su inestimable valor como la perla de

gran precio, el tesoro sobre todos los tesoros.

El mensaje salvador de Jesús es llamado una semilla (Lucas 8:11). Esa semilla debe alojarse en

nuestras mentes. Es sembrada por aquel que lo está predicando. Debe ser recibida “con un corazón

honesto” (Lucas 8:15). Aquellos que dan la bienvenida a esa semilla “con un corazón recto y bueno”

deberá “llevar fruto con perseverancia” (Lucas 8:15). Todos los escritores bíblicos cuentan la misma

historia sobre el Evangelio. Todos ofrecen la misma “fórmula” para la inmortalidad. Las “mecánicas”

61

o procesos para embarcarse en el programa de la inmortalidad son comunes a todos los escritores del

Nuevo Testamento. Santiago dijo que este renacimiento, la germinación de la nueva vida proveniente

de la semilla del evangelio, es a través de la palabra, la palabra de la Verdad (Santiago 1:18; cp. “Tu

palabra es verdad”, Juan 17:17). La palabra debe tomar raíz dentro de nosotros: “recibid con

mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Sant. 1:21). Esa palabra es

el Evangelio del Reino de Dios tal como Jesús lo predicó. Mateo lo llamó “la palabra del Reino”

(Mat. 13:19). Santiago, por supuesto, supo todo sobre la parábola del sembrador. Pedro como

portavoz en jefe del Mesías, se aseguró que recordáramos el proceso de salvación, la ciencia de la

ganancia de la inmortalidad a través del nuevo nacimiento. El habló, como lo hizo Jesús y su medio

hermano Santiago, de la palabra del Evangelio como “semilla incorruptible” (1 Pedro 1:23)---una

semilla, en otras palabras, que trae en sí misma el germen de la inmortalidad. La semilla transmite la

misma naturaleza de Dios Mismo. A través de la participación de esa naturaleza, vía la semilla del

mensaje del Reino sembrada en nuestros corazones, estamos participando en la vida indestructible de

Dios Mismo. La semilla, recibida y retenida, crea en nosotros una nueva raíz de personalidad, y nos

hace nuevas criaturas, seres humanos renacidos para vivir para siempre (1 Ped. 1:23-25). La llave

indispensable hacia este milagroso segundo nacimiento es la “palabra que le fue predicada a usted

como el Evangelio” (1 Ped. 1:25). El mensaje revela el secreto del plan divino de Cristo para el

destino humano.

Juan el Apóstol supo acerca de la semilla y cómo ella es la llave para ser un individuo “nacido de

nuevo” con miras a la inmortalidad. En Juan 3:3 él informa a Jesús diciéndole a un erudito Judío: “A

menos que nazcas de nuevo no puedes entrar en el Reino”. Sin renacimiento, no hay vida para

siempre. Y no hay renacimiento sin una “semilla” viviente. Juan más adelante recordó a sus oyentes

que el renacimiento viene de la semilla. El también supo del inmenso valor de la enseñanza de Jesús

sobre la semilla y la tierra (suelo). Juan dijo que la persona que “ha nacido de nuevo no puede

continuar en pecado, porque la Semilla de Dios permanece en él” (1 Juan 3:9). Al hacer el

renacimiento el absoluto prerrequisito esencial para la inmortalidad, Jesús aclaró que la recepción del

Evangelio del Reino era la llave de la vida para siempre: “A menos que recibas el Reino de Dios como

un niño, no podrás entrar en él” (Lucas 18:17). “Si usted no oye y entiende el Evangelio del Reino (la

palabra), no puede arrepentirse y ser perdonado” (ver Marcos 4:11,12). Acá Marcos, informando

sobre Jesús, manifiesta una inteligente comprensión del evangelio del Reino tal como Jesús lo

predicaba como la condición para el arrepentimiento y el perdón. El Diablo, sabiendo cuán fatal es el

Evangelio del Reino a su propia actividad opositora, intenta “quitar la palabra que ha sido sembrada

en sus corazones, para no que crean y se salven” (Lucas 8:12).

Aquí en la parábola del sembrador está el mismo corazón del mensaje de la inmortalidad de Jesús.

Escuchen a las palabras extraordinarias del Maestro Rabí, desde un bote anclado justo en la orilla del

Lago de Galilea:

“A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por

parábolas todas las cosas; para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no

entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados Y les dijo: ¿No

sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? (Marcos 4:11-13).

Pablo y el Renacimiento Pablo por supuesto no era extraño a los secretos de la inmortalidad. El enseñó que el

renacimiento, la regeneración, ocurre por el poder renovador del espíritu de Dios (Gál. 4:29) vía el

Evangelio (Gál. 3:2). Los Cristianos son aquellos que son nacidos del espíritu, nacidos de las

promesas hechas a Abraham (Gál. 4:23), recipientes del “espíritu santo de la promesa” (Efe. 1:13). No

hace diferencia si hablamos del espíritu de Dios o de la palabra de Dios como la herramienta del

renacimiento. Ambos el espíritu y la palabra significan la presencia y poder creativos de Dios, como

El asume. Su obra más poderosa y más milagrosa: la producción en los seres humanos del chispazo de

la inmortalidad, el don de la vida en la Era/Reino por venir. En Génesis “el espíritu de Dios se movía

sobre el caos” y Dios dijo…” (Gén. 1:2,3). La palabra de Dios estaba activa con Su espíritu. (El

espíritu es a la palabra divina como el aliento de vida es a la declaración o expresión divina). La

actividad creativa de Dios a través del Evangelio estimula la nueva vida del creyente. “El espíritu

viene a través de oír el Mensaje del Reino” (ver Gál. 3:2).

62

Pablo le recuerda a Tito sobre el “programa” de la inmortalidad. “Pero cuando se manifestó la

bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia

que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por

la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:4,5).

Fue Jesús, el predicador del Evangelio original (Heb. 2:3; cp. 1 Tim. 6:3), quien estaba equipado

con la palabra salvadora/palabras de Dios Mismo (Juan 5:24). El Padre, usando a Jesús como Su

agente y emisario perfecto, le dio a Jesús las palabras creativas con las cuales nosotros podemos ser

infundidos con la nueva vida del renacimiento. “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son

vida” (Juan 6:63). Ellas contienen la misma energía y vitalidad de Dios Mismo. Ellas operan como un

poder energizante en nuestra vida (1 Tes. 2:13; Rom. 1:16). Ellas traen la influencia del espíritu, que

son la presencia operacional de Dios, en nuestro sentimiento y en nuestro pensamiento. Ellas

producen al final una condición de vida sin fin, para aquellos que han tomado la palabra de vida de

corazón y, después de haber sido bautizados (Hechos 8:12, etc), continúan llevando fruto hasta el fin.

El comentario de Pablo lo marca como un genuino discípulo de Jesús, mostrando que él estaba

siguiendo a su Maestro como un predicador del Evangelio del Reino de Dios. El habló a los

Colosenses de “la esperanza reservada en el cielo con Cristo.” Esa esperanza, dijo Pablo, era la

fuente de la fe y del amor Cristiano (Col. 1:4,5). ¡Qué terrible daño le sería ocasionado, entonces, a la

fe y al amor si la esperanza que produce estas virtudes no fuera claramente entendido! La esperanza

en cuestión les ha sido transmitida a ellos “en la palabra de la Verdad, el Evangelio” (Col. 1:5),

recordándonos nuevamente la parábola del sembrador. Pablo describió ese Evangelio salvador y su

esperanza como “llevando fruto y creciendo” (Col. 1:6). Una vez más la referencia a la parábola del

sembrador de Jesús es clara.

Jesús vino ofreciendo al público el Elixir de la Vida, la fuente de la eterna juventud. El lo ofreció

bajo sus condiciones, o más bien la condición del Dios de Israel que lo comisionó a él para presentar

el Evangelio salvador. El urgió al público a acoger su Evangelio del Reino venidero y la promesa de

gobernar con Cristo en la Nueva Era de ese Reino que será inaugurado en la tierra, “la tierra habitada

del futuro, acerca de la cual estamos hablando” (Heb. 2:5).

La meta final del gran propósito de Dios revelado en el Evangelio es que Su pueblo estará en el

poder como príncipes en el lugar prometido a Abraham y al Mesías, la Tierra de la Promesa, la tierra

transformada por la presencia de Jesús quien entonces habrá regresado a este planeta. Como Mesías él

“heredará el trono de su ancestro David” en Jerusalén (Lucas 1:32). El cumplirá esto porque él es el

Hijo de Dios, así constituido por un milagro de la creación efectuado en el vientre de María (Lucas

1:35; Mateo 1:20; “Porque lo que en ella está engendrado”).

Uno pensaría que más gente estaría interesada en la inmortalidad, vida sin fin e indestructible, y

en un compañerismo con Jesús y su Padre ahora y para siempre. Nuestra tarea es buscar el secreto de

la vida en perpetuidad, la perla de gran precio, el tesoro del Evangelio del Reino como Jesús lo

predicó.

¿Ha oído usted algún sermón recientemente acerca del nuevo nacimiento con miras a la

inmortalidad y cómo esto ocurre por contacto con el poder de la palabra/semilla/espíritu contenida en

el Mensaje creativo del Reino de Dios de Jesús?

Muchos se han sido estafados al habérseles dicho que sólo la muerte y resurrección de Cristo son

el todo del Evangelio. Pablo dijo otra cosa. El enseñó que la muerte y resurrección de Jesús son

“entre las cosas de primera importancia” en el Evangelio” (1 Cor. 15:3). El mismo era un predicador

consuetudinario del Evangelio del Reino (Hechos 20:24,25). Jesús había trabajado por años---

descrito por unos 25 capítulos de Mateo, Marcos y Lucas--- predicando el evangelio del Reino,

mientras que no decía, a esas alturas, ni una palabra sobre su muerte y resurrección (ver Mat.16:21

para su primer anuncio de esa parte del Evangelio).

Los credos, sin embargo, parecen haber perdido el punto del Mensaje salvador acerca de la

inmortalidad. Ellos urgen a creer en su nacimiento (“nacido de la virgen María”) y luego pasan por

alto u omiten su carrera predicativa sobre el Evangelio del Reino que llevó a cabo hasta su muerte

(“sufrió bajo Poncio Pilato…”)

Creer en Jesús aparte de la creencia en sus palabras no está a la altura de la definición bíblica de

lo que es creer. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna” (Juan 5:24). En el

climax de su carrera Jesús dio una severa advertencia contra el rechazo de su enseñanza salvadora.

Difícilmente pudo hacerlo más clara (Juan 12:44-50; Mateo 7:21-27).

63

A través de su ministerio el Mesías exige la creencia en su mensaje del Evangelio. Crear una

brecha entre Jesús y su enseñanza socava la constitución entera del Cristianismo apostólico. “La fe

viene por el oír y el oír por la palabra de Dios” (Rom. 10:17).87

87

Es desconcertante oír a un importante predicador evangélico de nuestros tiempos decir, “Mucha gente ahora

piensa que la esencia del Cristianismo es las enseñanzas de Jesús, pero eso no es así. Si usted lee las cartas del

Apóstol Pablo, las cuales componen la mayor parte del Nuevo Testamento, verá que no hay casi nada dicho en

absoluto acerca de las enseñanzas de Jesús. A través del resto del Nuevo Testamento, hay poca referencia a las

enseñanzas de Jesús, y en el credo de los Apóstoles, el más universalmente celebrado credo Cristiano, no hay

referencia a las enseñanzas de Jesús. También no hay referencia al ejemplo de Jesús. Sólo dos días en la vida de

Jesús son mencionados---el día de su nacimiento y el día de su muerte. El Cristianismo se centra no en las

enseñanzas de Jesús, sino en la persona de Jesús como Dios encarnado quien vino al mundo para cargar sobre él

la culpa y morir en nuestro lugar.” (D. James Kennedy, “Verdades que Transforman”,” 11/17/89, énfasis suyo).

64

14 Conclusión

B.F. Wescott estaba sin duda en la razón:

“No es suficiente reconocer que el Antiguo Testamento contiene profecías; el Antiguo

Testamento es una vasta profecía.”

Una gran parte de esa profecía trata con el Reino Mesiánico en su manifestación final como un

gobierno mundial bajo la supervisión de Jesús y los cristianos fieles. Es ese Reino, creemos, el que

forma el corazón del Evangelio Cristiano y es ese Reino que está largamente ausente de los sistemas

recibidos que conocemos como teología cristiana.

Seguramente el análisis de Rodolfo Otto es correcto:

“El Reino de Dios es y permanece para Cristo como el Reino futuro de la era final, pensando

en términos estrictamente escatológicos, como siguiendo a ‘las angustias mesiánicas’ y

siguiendo el juicio divino.”88

Sabemos que las ‘angustias mesiánicas’ permanecieron futuras en el pensamiento de Jesús (Mateo

24:8-“este es el comienzo de los dolores de parto”). Ellas serían el preludio al arribo del Reino, cuya

preparación en la era presente es el tema de las parábolas. La palabra del Reino es demostrada ahora

en el corazón (Mateo 13:19). El Cristiano debe convertirse en “un discípulo del Reino” (Mateo

13:52). La cosecha que crece por el mensaje es cosechada al final de la era, cuando los genuinos hijos

del reino brillen delante del Reino de su Padre (Mateo 13:43). Es verdad que el fiel puede

experimentar algo del milagro del Reino ahora, por adelantado a la venida del Reino. Ellos son

guardias por adelantado, anunciando las Buenas Nuevas de un mundo mejor por venir-pero uno que

es una verdadera sociedad humana, renovada y reeducada, y en las manos de administradores

inmortalizados. “Cómo podemos escapar si descuidamos tan grande salvación…porque no sujetó a

los ángeles al mundo venidero, acerca del cual estamos hablando” (Hebreos 2:5). Ellos pudieron

hablar ese tipo de lenguaje y saber lo que estaban diciendo porque él ha colocado ese mundo futuro en

las manos de Jesús y la iglesia fiel. El mundo “no está todavía” bajo el control de Jesús pero está

destinado a estar bajo su jurisdicción cuando él regrese (Hebreos 2:5,8).

Es un sistema estrafalario de exposición el que puede acusar a los Apóstoles de ceguera por su

mesianismo judío-cristiano cuando, en Hechos 1:6, ellos preguntaron sobre la restauración del Reino a

Israel. La pregunta fue guardada por los Apóstoles en vísperas de Pentecostés después de haber sido

completamente informados por Jesús, quien, “a sus discípulos en particular les declaraba todo”

(Marcos 4:34). Jesús mismo se había asegurado de que ellos hubiesen entendido plenamente el Reino

(Mateo 13:51). En la última cena él oficialmente hizo un convenio con ellos de concederles

posiciones de realeza en el gobierno venidero (Lucas 22:28-30). Por seis semanas después de su

resurrección ellos fueron nuevamente instruidos en “las cosas concernientes al Reino de Dios”

(Hechos 1:3). Sobre la base de todo lo que habían oído y entendido, ellos preguntaron si el tiempo

había ahora llegado para la restauración del Reino a Israel. Es la pregunta correcta, y no, como tantos

comentaristas tratan de persuadirnos, de un terrible error!

La forma de la pregunta misma refleja la idea Judía común del reino Mesiánico, y demuestra

cuán lejos aún estuvieron de la perspicacia real en la naturaleza de la misión de su Maestro.

Cuán increíble es que estos hombres hubieran debido ser instruidos durante 40 días y no haber

siquiera cesado de esperar…un imperio Judío terrestre en donde ellos mismos tendrán altos

puestos alrededor de la persona del Mesías…es una marca de la franqueza del autor de que él

registre semejante idea equivocada de los apóstoles en sus días tempranos.89

La falla de Juan Calvino de entender el Reino de Dios en su apropiado sentido Mesiánico Judío es

explícita en su crítica sorprendente de Jesús y de sus instruidos y acreditados discípulos. Comentando

sobre la iluminadora “última famosa” pregunta de los Apóstoles a Jesús: “¿Ha llegado ya el tiempo

para que tú restaures en Reino a Israel?,” Calvino dice: “Hay más errores en la pregunta [en Hechos

1:6] que lo que hay de palabras…Su ceguera es sorprendente, que cuando ellos habían sido tan

plenamente y cuidadosamente instruidos sobre un periodo de tres años, ellos acusaron no menos

88

The Kingdom of God and the Son of Man, Boston: Starr King Press, 1957, p. 10. 89

The Century Bible, Acts, London: Caxton Publishing Co., n.d., p. 126.

65

ignorancia que si ellos nunca hubiesen oído una palabra.”90

Pero Jesús no ofreció semejante crítica. La

ceguera es de Calvino hacia el Evangelio Judío-Cristiano Mesiánico y Davídico de Jesús, que es la

columna vertebral de toda la Escritura.

Es realmente increíble e imposible que los Apóstoles pudieran estar equivocados acerca de la

naturaleza del Reino que había sido el corazón de todo lo que Jesús les había enseñado! Nada, aquí o

en otra parte, sugiere que Jesús desaprobó la esperanza de ellos de un ‘concreto’ Reino de Dios en la

tierra. El tiempo para la restauración no era conocido, y el sendero a la grandeza en el Reino era a

través de la humildad, sacrificio y servicio, pero la realidad del reino futuro nunca estuvo en duda.

Realmente, sólo unos días después, encontramos a los Apóstoles proclamando el evangelio al pueblo

Judío bajo la influencia del espíritu de Dios. Ellos aún creían en la gran restauración que fue la carga

de todo lo que los profetas habían visto:

“Es necesario que el cielo reciba (a Jesús) hasta los tiempos de la restauración de todas las

cosas de que hablaron los profetas” (Hechos 3:21).

No hay una nueva comprensión dramática del Reino. El Reino permanece como el Reino de la

profecía Hebrea, el cual, sino fuera por cerca de 1800 años de comentario anti-mesiánico, éste hubiera

sido claramente entendido por los lectores ordinarios de la Biblia.91

Ya es tiempo suficiente para que

los eruditos y predicadores abandonen su oposición incierta a Jesús, el Mesías de Israel, y se unan a él

en anunciar las buenas Nuevas acerca del Reino. Los críticos deben darse cuenta que su escepticismo

es un ataque al corazón del Evangelio cristiano:

La venida trascendental del Hijo del Hombre para llevar a cabo la transformación catastrófica

del presente aeón, u orden…ha probado ser una de las creencias sobre el hombre y el mundo

y su historia que Jesús compartió con sus contemporáneos y que el tiempo y el avance del

conocimiento han dejado atrás como las reliquias de la mentalidad del pasado.92

Si ese es realmente el caso, Jesús estuvo tristemente errado y puede con seguridad ser rechazado

como un falso profeta. Pero la falta descansa en los comentaristas incrédulos, cuya aversión al

mesianismo del Nuevo Testamento ha resultado en su rechazo de toda la promesa del reino:

El Mesías, cuyo nacimiento el ángel proclamó, está representado en la forma de un rey que

ocupará y retendrá por siempre el trono de su padre (antecesor) David. Un Reino Judío

restaurado está predicho, y esta predicción ha probado al final no sólo ser una ilusión, sino

incompatible con el Reino espiritual que Jesús proclamó y pensó establecer…la comunicación

angélica, bajo la influencia de la creencia corriente, está basada en una idea falsa de la

realidad histórica. Es, decir lo menos, más bien desconcertante encontrar que se da entender

que es una revelación de una fuente celestial mal interpretando una profecía y también

prediciendo un restaurado reino Davídico que falló en materializarse.93

En otras palabras, “pobre viejo Gabriel! El recibió todo equivocado.” Y así, añade el coro de los

comentaristas, también los discípulos cuando aún esperaban el Reino ‘Judío’ en Hechos 1:6. Pero

entonces Jesús mismo, parecería, estaba también en las tinieblas sobre el Reino cuando él prometió a

sus seguidores posiciones de autoridad sobre Israel (Lucas 22:28-30) y los urgió a esforzarse para

gobernar con él en la venidera nueva era (Apocalipsis 2:26, 3:21).

Los expositores de la Biblia, y realmente el entero sistema tradicional Cristiano, necesitan

urgentemente una nueva orientación. Debemos cesar de propagar nuestra propia tradición en contra la

Palabra de Dios,94

y regresar a las Buenas Nuevas mesiánicas del Reino y creer en Jesús, el Cristo

Judío, Salvador del mundo, ahora exaltado a la mano derecha de su Padre y destinado a regresar y

gobernar como Mesías y Rey. “Aun así, Señor Jesús, ven!” (Rev. 22:20).

90

Comentarios de Calvino, Hechos de los Apóstoles, ed. D.W. Torrance y T.F. Torrance, Grand Rapids:

Eerdmans, 1965, p. 25. 91

La realidad del futuro Reino Mesiánico fue movido de la teología en gran parte por Agustín quien “lo empujó

al fondo y lo reemplazó por otro esquema de escatología, el cual desde el siglo quinto ha sido considerado más o

menos como una enseñanza ortodoxa” (P. Toon, ed., en la introduction to Puritans, The millennium and the

Future of Israel. Puritan Eschatology 1600-1660, Cambridge: James Clarke, 1970, p.13). 92

James McKinnon, The Historic Jesus, Longmans, Green & Co., 1931, p. 207. 93

Ibid., pp. 5, 6. 94

¿Es la crítica de Jesús a las tradiciones, las cuales nulifican la palabra divina, menos relevante hoy? (Mateo

15:8, 9)