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Ensayos en Ciencias Sociales / 143 Una elección fluctuante y la construcción del «ciudadano instruido» en el Perú, 1871-1876 1 Jemson Davis Castillo La facultad de votar radica en que los ciudadanos forman su conciencia con la instrucción [...] Tan precioso derecho, del cual se deriva la generación de los poderes políticos, no será ya repartido entre las multitudes ignorantes, que especulan y vendían la soberanía del pueblo. (El Nacional, 18 de enero de 1873) Este ensayo aborda la coyuntura electoral de 1871-1872 desde los discursos electorales, las fuerzas políticas, el rol del sufragio y la re- lación entre la inclusión y la excusión. Nuestra intención es ver cómo estos elementos se entrelazaron para intervenir en la construcción de la ciudadanía. Posteriormente, cuando los resultados de estas elecciones concedan el triunfo a Manuel Pardo, se prestará atención a los propósito sde ampliar la ciudadanía por medio de la instrucción pública. 1 Un agradecimiento especial a Alex Loayza, Freddy Cabanillas y Joseph Dager por sus comentarios y críticas a los borradores que precedieron a este ensayo, pues gracias a ellos, puede nutrirle de nuevas ideas y bibliografía. De la misma forma, tengo que agradecer a Alberto Loza y Rosa Velarde, jefe y asistente del Fondo Reservado de la UNMSM, por los servicios prestados en la búsqueda y digitalización de algunas fuentes impresas. Por último, un reconocimiento a Gina Gómez por las correcciones y sugerencias hechas al texto.

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Ensayos en Ciencias Sociales / 143

Una elección fluctuante y la construcción del «ciudadano instruido» en el Perú, 1871-18761

Jemson Davis Castillo

La facultad de votar radica en que los ciudadanos forman su conciencia con la instrucción [...] Tan precioso derecho,

del cual se deriva la generación de los poderes políticos, no será ya repartido entre las multitudes ignorantes, que

especulan y vendían la soberanía del pueblo. (El Nacional, 18 de enero de 1873)

Este ensayo aborda la coyuntura electoral de 1871-1872 desde los discursos electorales, las fuerzas políticas, el rol del sufragio y la re-lación entre la inclusión y la excusión. Nuestra intención es ver cómo estos elementos se entrelazaron para intervenir en la construcción de la ciudadanía. Posteriormente, cuando los resultados de estas elecciones concedan el triunfo a Manuel Pardo, se prestará atención a los propósito sde ampliar la ciudadanía por medio de la instrucción pública.

1 Un agradecimiento especial a Alex Loayza, Freddy Cabanillas y Joseph Dager por sus comentarios y críticas a los borradores que precedieron a este ensayo, pues gracias a ellos, puede nutrirle de nuevas ideas y bibliografía. De la misma forma, tengo que agradecer a Alberto Loza y Rosa Velarde, jefe y asistente del Fondo Reservado de la UNMSM, por los servicios prestados en la búsqueda y digitalización de algunas fuentes impresas. Por último, un reconocimiento a Gina Gómez por las correcciones y sugerencias hechas al texto.

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Últimamente, los estudios en torno a las elecciones en el Perú han generado la reapertura y revisión de los procesos de representación política en el siglo XIX. Sus confusos lineamientos, vistos desde las formas de participación electoral, los entrampamientos del marco legal, la problemática de la soberanía y los significados del sistema electoral, aún siguen planteando un abanico de interrogantes. Junto a ello, subyacen el conjunto de ideas y prácticas políticas que al des-prenderse de los debates ideológicos, se introdujeron y rodearon a las coyunturas electorales. Aunque una cuestión ya trazada, se convierte en el punto inicial de estos estudios: ¿quiénes deben votar? Según Antonio Annino, este dilema estuvo vinculado a la forma en cómo las sociedades locales vivieron y usaron el voto. De ahí la diferencia entre la práctica sufragante y la lógica institucional2. Distinción que se dejó a un lado al momento de concebir la ciudadanía, otorgando respuestas que en un inicio estuvieron opacadas por la simple rivalidad de los candidatos y la sucesión de gobiernos.

Esta renovación experimentada al interior de la Historia de las Elecciones, se deriva de una preocupación común, la formación de la cultura política en el Perú3. Esbozar sus características conllevó a evidenciar las relaciones personales, las asociaciones electorales, la competitividad entre candidatos, la composición social de los actores

2 Revisar Antonio annino (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. De la formación de espacios públicos nacionales (Argentina, 1995), p. 7 y ss. También, véase Hilda sáBato (ed.), «Introducción» a Ciudadanía política y formación de las na-ciones. (México, 1999), pp. 11-29.

3 Alex loayza Pérez, La Segunda generación liberal. Transiciones hacia nuevas formas de participación política en la sociedad civil limeña, 1850-1857 (Tesis de Magíster en Historia presentada en la Unidad de Postgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNMSM) (Lima, 2005), pp. 128-166; Cristóbal alJovín de losada, «Sufragio y parti-cipación política. Perú: 1808-1896», en Cristóbal alJovín de losada y Sinesio lóPez (ed.), Historia de las elecciones en el Perú: estudios sobre el gobierno representativo (Lima, 2005), pp. 59-70; Gabriella chiaraMonti, Ciudadanía y representación en el Perú (1808-1860) Los itinerarios de la soberanía (Lima, 2005), pp. 276-305; Ulrich Mücke, «Elecciones y participación política en el Perú del siglo XIX: la campaña presidencial de 1871-1872», Investigaciones Sociales. Revista del Instituto de Investigaciones Histórica Sociales, Vol. VIII, N° 12 (2004), pp. 133-166; José Frank ragas roJas, Ciudadanía, cultura política y representación en el Perú: la campaña electoral de 1850 (Tesis de Licenciatura presentada en la Facultad de Humanidades de la PUCP) (Lima, 2003), pp. 23-75; Carmen Mc evoy, «Estampillas y votos: el rol del correo político en una campaña electoral decimonónica», Histórica, Vol. XVIII, N° 1 (1994), pp. 95-134.

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y la violencia electoral. Elementos con los cuales se definió la com-plejidad del escenario republicano. Más aún si el Estado peruano veló por el cumplimiento de dos prerrogativas: el sufragio y la ciudadanía. Derroteros que marcaron los sinuosos caminos de la representación política en el siglo XIX, y que a la postre, terminaron concediendo a las justas electorales el carácter de «institución política».

1. el escenario electoral de 1872

Hacia finales de la década de 1860, la participación de los civiles en coyunturas electorales comenzó a tener un mayor compromiso político y social4. Precisamente, en las elecciones de 1868, Manuel Toribio Ureta representó las pretensiones civiles de regir los hilos del país. Sin embargo, los militares ofrecieron una tenaz resistencia a través de la candidatura del Coronel José Balta. Su presencia electoral sirvió y bastó para dejar a un lado las aspiraciones civilistas.

Con el triunfo del «héroe de Chiclayo» en las elecciones de 1868, el Perú republicano fue testigo de la reaparición de los gobiernos pro-longados5. Sus características estuvieron ligadas al ordenamiento del sistema financiero, a la elaboración de reformas institucionales y a la reformulación de políticas públicas. Lineamientos respaldados por la constitución de 1860, cuya vigencia fue ratificada por este caudillo. Además, es dentro de este contexto que se dio inicio a la «era de las grandes obras públicas» (1868-1872). Período impulsado a partir de

4 El hito fundacional se dio con Domingo Elías y el Club Progresista en las elecciones de 1850. Su participación fue considerada como el segundo intento por establecer el libera-lismo en el escenario republicano. Para mayores detalles ver: Juan Luis orrego Penagos, «Domingo Elías y el Club Progresista: los civiles y el poder hacia 1850», Histórica, Vol. XIV, Nº 2 (1990), pp. 317-353 y Alex loayza Pérez, La segunda generación liberal. Transiciones (Tesis de Magíster en Historia…) (Lima, 2005), cap. III y IV.

5 Los primeros gobiernos prolongados fueron los de Ramón Castilla (1845-1851, 1855-1862) y el de José Rufino Echenique (1851-1855). Con estos regímenes, el Perú republi-cano se caracterizó por una semi-estabilidad derivada de los crecientes ingresos guaneros y del autoritarismo. Estos regímenes pueden ser apreciados en Javier tantaleán arBulú, Política económico-financiera y la formación del Estado: siglo XIX (Lima, 1983), pp. 65-75; Carlos contreras y Marcos cueto, Historia del Perú contemporáneo (Lima, 2000), pp. 105-111; Jorge Basadre, Historia de la República del Perú (1822-1933), Tm. 4 (Lima, 2005), pp. 137-143, 245-251 y Peter klarén, Nación y sociedad en la Historia del Perú (Lima, 2005), pp. 207-215.

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la firma del contrato Dreyfus (1869), lo cual permitió la recaudación de las rentas guaneras, la liquidación de las consignaciones y la re-apertura de los préstamos bancarios. Esta breve bonanza económica materializó la obra ferroviaria de mayor envergadura de ese entonces: el ferrocarril trasandino.

Los elementos que se desplegaron durante los primeros años del baltismo, contribuyeron en la reconstitución del Estado caudillista, difundiendo al mismo tiempo, sus ya sonadas pretensiones: ley, orden y progreso. Bajo estas intenciones y hallándose de por medio esta «era de ventura y de eterna paz», José Balta estuvo deseoso de prolongar la presencia del Estado caudillista, razón por la cual hacia finales de su mandato convocó a justas electorales. De esta forma, se abría un escenario heterogéneo caracterizado no sólo por la violencia y la corrupción, sino también por las relaciones personales y los clubes electorales.

La campaña electoral de 1872 fue el resultado de la competencia establecida en torno a los dos principales candidatos de estas eleccio-nes: José Rufino Echenique y Manuel Pardo6. Con respecto al primero, su dilatada trayectoria política e intervención en coyunturas electorales aseguraba la posición del Estado caudillista. Aunque desde un inicio José Balta pensó en lanzar la candidatura de su hermano, ello no restó sus deseos de apoyar a este caudillo. Respaldado por la Sociedad Con-servadora de la Constitución y la Paz, José Rufino Echenique empezó a divulgar los atributos de la «verdadera república». Es decir, aquella en la que confluirían la unidad, el orden, la libertad y la prosperidad7. Todo apuntaba a que la «verdadera república» perdurase gracias a la

6 Los demás candidatos fueron el General Andrés Segura, Evaristo Gómez Sánchez y Ma-nuel Toribio Ureta. Sobre este último personaje, cabe señalar que fue su segunda partici-pación en justas electorales, además contó con el apoyo de La República, periódico que le permitió divulgar sus propuestas políticas. De la misma forma, José Rufino Echenique y Manuel Pardo contaron con el apoyo de la prensa, pues mientras que el primero estuvo respaldado por La Sociedad y El Heraldo; el segundo contó con el apoyo de El Comercio y El Nacional.

7 Revisar anóniMo, El general Echenique. Su administración de 1851-1855 (Lima, 1872), p. 73. Este libro fue fruto de la coyuntura electoral de 1871-1872, ya que en sus páginas albergan las diversas peripecias políticas y electorales vividas por José Rufino Echenique. Además, el principal objetivo de este libro fue defender la figura de este caudillo en con-tra de los ataques promovidos por los acuciosos partidarios de Manuel Pardo.

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«cooperación activa de los buenos ciudadanos, sin la cual las pasiones anárquicas obran a sus anchas, sin freno ni contrapeso»8.

La propuesta electoral planteada por José Rufino Echenique no convenció del todo a la opinión pública, especialmente a los civilistas. Pues, no tardaron en aparecer las acusaciones sobre la malversación de los fondos fiscales que hizo este caudillo durante su gobierno (1851-1855). Los ataques en contra de José Rufino Echenique profundizaron el desgaste político de su candidatura, precipitando su renuncia in-mediata9. Ello abrió los espacios suficientes para que Antonio Arenas sea designado como en el nuevo candidato. Este abogado arequipeño recibió el apoyo de la maquinaria electoral que aún mantenía su vi-gencia, esto es, el sistema de prefecturas10. Con ello, Antonio Arenas estimuló y reafirmó las aspiraciones del baltismo. Pero, la diferencia en estas justas electorales estuvo representada por la opción política conocida como el civilismo.

Con la fundación de la Sociedad Independencia Electoral (SIE) en 1871, se erigió un espinoso instrumento político, cuya dinámica se definió a partir de las estrategias electorales y los programas de gobierno. Además, este club electoral tuvo como finalidad «asegurar y facilitar» el derecho del sufragio. Competir y participar estuvo acorde entonces con su organización interna. La ciudadanía, por tanto, se convertía en el punto central, y a su vez, en la base del discurso electoral de Manuel Pardo: los «hombres laboriosos».

Este discurso preconizaba la participación de artesanos, comer-ciantes, profesionales e intelectuales en la vida política del Perú republicano. Ante tal convocatoria, estos «hombres laboriosos» no tardaron en ser parte de este club electoral, ya sea a través de las diversas juntas centrales, departamentales y provinciales o desde la

8 Ibídem, p. 7. 9 Ibídem, pp 201-203.10 Véase Carmen Mc evoy, «El legado castillista», Histórica, Vol. XX, N° 2 (1996), pp.

223-235. En este trabajo la autora deja constancia de que el sistema de prefecturas, cons-tituido durante los regímenes de Ramón Castilla (1845-1851, 1855-1862), fue heredado y utilizado por José Balta para ganar las elecciones de 1868 y regir las estructuras del Esta-do peruano. Más tarde, en la coyuntura electoral de 1871-1872 este sistema de prefectura volverá a ser usado por este mismo caudillo, pero en esta oportunidad, los resultados serán diferentes.

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opinión pública. A partir de ello, el principal líder civilista lanzó a modo de interrogante su preocupación sobre la participación de estos «hombres laboriosos», pues según él:

¿Qué es la república, si esa mayoría de ciudadanos, base necesaria del edificio constitucional, permanece indiferente y dispersa en un territorio inmenso, y abandona precisamente a minorías insignifican-tes, las más importantes y más sagrada de sus funciones políticas, la formación misma de los poderes públicos?11

Para absolver tamaña pregunta y consolidar su discurso electoral, Manuel Pardo utilizó como propuesta política la fundación de la «república práctica». A través de ella, transmitió los beneficios de la asociación, las ventajas de la participación ciudadana y la deferencia por la disciplina. El lenguaje utilizado por Manuel Pardo cautivó a propios y extraños. Sus alcances, por un lado, encontraron resonancia entre civiles y militares, y por otro, sirvieron para identificar la can-didatura de Antonio Arenas como la política de «volver atrás [...] de resucitar a los muertos»12. Ello sin tener en consideración que la SIE, se nutría también de militares. Solo que en este caso, ellos eran per-cibidos de esta forma gracias a las implicancias del lenguaje civilista, siendo integrados en un mismo frente13. Por ello, se debe resaltar como muy bien lo señala Carmen Mc Evoy, los mecanismos de organización interna del naciente Partido Civil y la personalidad de sus caudillos.

11 Publicado en El Comercio, 3 de mayo de 1871. Además, véase las bases del reglamento de la Sociedad Independencia Electoral y la conformación de las diversas juntas centra-les, departamentales y provinciales.

12 Esta frase forma parte del Editorial que acompaña a los discursos ofrecidos durante la ceremonia de instalación de la Sociedad Independencia Electoral, la cual fue publicado por El Comercio, 3 de mayo de 1871.

13 Entre los militares que fueron parte de la SIE podemos mencionar a José Maria Andía, Isidro Frisancho, Mariano La Fuente, Luis La Puerta, Pedro Nieto, Miguel Grau y Manuel Odriozola. Para un detallado análisis acerca de la participación de los militares en la orga-nización interna del naciente Partido Civil ver Carmen Mc evoy, Un proyecto nacional en el siglo XIX. Manuel Pardo y su visión del Perú (Lima, 1994), pp. 307-334, al mismo tiempo, véase de la misma autora La utopía republicana: ideales y realidades en la for-mación de la cultura política peruana (1871-1919) (Lima, 1997), pp. 57-78. Por último, para una explicación sobre la relación entre civiles y militares durante el siglo XIX ver Jorge Basadre, «Los hombres de traje negro», Letras, Vol. I, año I (1929), pp. 29-59.

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Características que se vieron reflejadas en las movilizaciones, mítines y discursos, los cuales fueron impulsados en torno a la candidatura de Manuel Pardo. Así pues, esta campaña electoral se delineó desde las competencias y los discursos electorales, aunque resta precisar: cómo se construyó la ciudadanía y qué situaciones generó su ejercicio.

2. los caMinos de la rePresentación y la «rePúBlica llorando» El Perú durante el siglo XIX, se distinguió por la marcada correla-ción entre la exclusión y la inclusión. La sociedad limeña, así como también en provincias, evidenciaba a través de comportamientos y hábitos, las distinciones sociales establecidas entre cada uno de sus miembros. Como si fuera poco, los viajeros y su visión incisiva sobre el Perú republicano puntualizaban estas distinciones, centrando su atención en el mosaico de razas y en la diversidad cultural14. En caso de las elecciones, esas distinciones no estuvieron alejadas del todo; por el contrario, en coyunturas electorales como las de 1871-1872, se reprodujeron las jerarquías sociales, la movilización de masas y la exclusión e inclusión. Para esclarecer este asunto, hemos optado por un caso particular: el del naciente Partido Civil y los criterios por los cuales concibió la ciudadanía. Ello nos conducirá a desentrañar el «principio de asociación» que rigió internamente y las nociones que utilizó para convocar a los «hombres laboriosos».

Desde el decenio de 1830, el Perú republicano fue testigo de la aparición de innumerables asociaciones cívicas y políticas15. Con la era del guano (1840-1880), estas asociaciones se fortalecieron y mul-tiplicaron, llegando a constituirse en elementos activos de la sociedad civil. No en vano el «individuo es débil, aunque no lo crea, y solamente

14 C. skogMan, «Perú en 1852», en Alberto tauro (comp.), Viajeros en el Perú republicano (Lima, 1967), pp. 120-124; Leonce angrand, Imagen del Perú en el siglo XIX (Lima, 1972), pp.124-161 y Ernst W. Middendorf, Perú: observaciones y estudios del país y sus habitantes durante una permanencia de 25 años, Tm. I (Lima, 1973-1974), pp. 141–175.

15 Para un detallado análisis ver Carlos A. forMent, «La sociedad civil en el Perú del siglo XIX: democracia o disciplina», en Hilda sáBato (ed.), Ciudadanía política y formación de las naciones. (México, 1999), pp. 213-228.

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en la asociación podrá llamarse fuerte»16. Estos cambios experimenta-dos tanto en Lima como en provincias, respondieron al control de los espacios públicos. De ahí que los clubes electorales irrumpieron con una sola consigna, canalizar la vida política de los individuos.

La fundación de la SIE, enmarcada dentro de este proceso de cambios en la vida asociativa de la sociedad limeña, monopolizó la figura de su principal líder. Cartas, discursos y fotos sirvieron para construir identidades políticas, que a su vez, permitieron asegurar re-laciones personales y compromisos electorales17. Para acentuar estas identidades, el naciente Partido Civil buscó en el «principio de asocia-ción» aquellos individuos que encarnasen las verdaderas costumbres electorales, pues según Manuel Pardo este principio:

… da en la política tan grandes resultados, como en el mundo in-dustrial. El trabajo de un hombre aislado no proporciona la fuerza suficiente para remover el más mediano espectáculo; el trabajo de diez hombres unidos y organizados, dará por resultado el ferrocarril trasandino18.

Ciertamente, estas palabras representaron la influencia de la vida comercial de Manuel Pardo. Por ello, la «república práctica» estaba representada en los «hombres laboriosos». Propuesta que se centró en despertar un mayor interés por parte de los sectores medios y urbanos en la vida política. Precisamente, la participación de los artesanos, comerciantes y profesionales en la SIE, previa asociación, garantizaba el orden, la disciplina y la paz en estas justas electorales19. En este

16 Francisco de Paula gonzales vigil, «Importancia y utilidad de las asociaciones e im-portancia y necesidad de la educación popular», en Alberto tauro (comp.), Educación y sociedad (Lima, 1973), pp. 23.

17 Carmen Mc evoy, «Estampillas y votos: el rol del correo político… », Histórica, Vol. XVIII, N° 1 (1994), pp. 95-134.

18 Discurso de Manuel Pardo en la instalación de la Junta Provisional Civilista de Lima, publicado en El Comercio, 30 de mayo de 1871.

19 Según Jesús Cosamalón, la imagen del artesano otorgaba un clima de estabilidad política a la convulsionada república. Además, el artesano era capaz de ser un hombre decente, y a la vez, mantenerse lejos de la plebe. Para mayores detalles ver su trabajo sobre «El lado oscuro de la luna. Un ensayo acerca de los sectores populares limeños en el siglo XIX», en Carmen Mc evoy (ed.), La experiencia burguesa en el Perú (1840-1940) (Madrid y Frankfurt am Main, 2004), pp. 151-192.

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sentido, estos «sanos elementos» fueron concebidos a partir de la decencia, la distinción social y la residencia. Criterios que, al fin y al cabo, otorgaron a la construcción de la ciudadanía un doble estatus: el moral y el político20.

A esta tendencia de reconocer al ciudadano desde un doble estatus, se sumaron a ella, las reglas electorales. Dictaminadas por la vigente consti-tución de 1860 y por la ley eleccionaria de 1861, estas reglas concedieron una amplia participación política a los sectores populares, pues fueron considerados ciudadanos aquellos individuos que habían cumplido los 21 años de edad o que estuviesen casados21. Lo indefinido de esta ley planteó, además, algunas restricciones vinculadas a la suspensión y pérdida de este estatus político22. Por otra parte, a través de las imprecisiones de este marco legal surgieron ciertas preocupaciones acerca de la presencia de los indígenas en las elecciones de 1872. Su participación fue entendida a partir de las nociones vinculadas con el derecho natural, la educación o la filosofía; al respecto, personajes como Manuel A. Fuentes ofrecieron respuestas relacionadas con estas nociones:

Como en la República no hay súbditos ni vasallos, sino todos son ciudadanos; y, como entre ellos hay algunos que no ejercen los actos de la ciudadanía, se ha creado para estos la denominación de ciuda-danos pasivos y para aquellos la de ciudadanos activos23.

20 Estos criterios con el transcurrir del tiempo formarán las bases del futuro Estado oligár-quico de inicio del siglo XX. Sus características, se definirán a partir del centralismo, los grupos de familias, las exclusiones sociales y las relaciones paternalistas. Es decir, da-rán vida a la llamada «república aristocrática». Para mayores precisiones revisar Manuel Burga y Alberto flores galindo, Apogeo y crisis de la república aristocrática (Lima, 1991), pp. 84-90; Carlos Contreras y Marcos cueto, Historia del Perú contemporáneo (Lima, 2000), pp. 185-192; Jorge Basadre, Historia de la República del Perú (1822-1933), Tm. 11 y 12 (Lima, 2005), pp. 52-71, 12-33 y Peter Klarén, Nación y sociedad en la Historia del Perú (Lima, 2005), Cap. VIII.

21 Ricardo aranda, La Constitución del Perú de 1860 con sus reformas hasta 1893 (Leyes orgánicas, decretos, reglamentos y resoluciones) (Lima, 1893), p. 9.

22 La suspensión de la ciudadanía estaba reservada para los individuos que mostrasen incapa-cidad mental, indecencia (vago, jugador, ebrio o divorciado) o tener procesos judiciales. De igual forma, la pérdida de este derecho estaba estipulada para aquellos que afrontasen casos de fraude, asuntos judiciales. Por otro lado, también estuvo destinada para aquello tuviesen ocupaciones eclesiásticas o intervengan en tráfico de esclavos. Para mayores detalles ver Ricardo aranda, La Constitución del Perú de 1860… (Lima, 1893), pp. 10-11.

23 Manuel A. fuentes, Derecho constitucional filosófico (Lima, 1873), p. 149.

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Esta respuesta abrió los debates sobre la «ficción democrática», las problemáticas de la soberanía y los aprietos de la gobernabilidad. Ele-mentos que definieron el tortuoso camino de la construcción política de la ciudadanía. Delinear inclusiones y exclusiones conllevó a regular los derechos y deberes de los individuos. La ley eleccionaria de 1861 nació con ese fin, pues en ella se sentaron los requerimientos para la práctica sufragante y el tipo de proceso electoral que dominaría en estas elecciones: el sufragio indirecto24.

Este «gran sistema electoral» hacía referencia a la elección de electores en los colegios parroquiales, y de cuya reunión, se formaron los colegios electorales. Centros electores en el que se eligieron a las futuras autoridades del Estado peruano25. A ello se suma, que en casos de empate o incertidumbres electorales, el Congreso de la República asumía la figura de árbitro en la contienda electoral. Antes de concluir este breve repaso por este sistema electoral, hemos de dar cabida a un elemento importante, el registro civil. La función de este padrón electoral fue dar a conocer el universo de ciudadanos capaces de ac-ceder al sufragio. Fue entonces que registrar la fecha de nacimiento, sexo, edad, instrucción, profesión, ocupación y bienes raíces de los individuos, sirvió para confeccionar las cartas de ciudadanía. Con este credencial, se reconoció legalmente el ejercicio de la ciudadanía y del sufragio; al mismo tiempo, trazó la preocupación del Estado peruano por reconocer e identificar a sus ciudadanos.

24 Esta ley estableció que sólo votaban aquellos individuos «casados o mayores de 21 años, los alfabetos, los jefes de talleres, los que tengan alguna propiedad raíz (tierras), los con-tribuyentes o los que estén empadronados en el registro civil». Para mayores precisiones revisar la ley eleccionaria de 1861, la cual se encuentra insertada en Francisco García calderón, Diccionario de la legislación peruana, Vol. I (París, 1879, 2° ed.), pp. 817-820.

25 Para un análisis detallado ver Gabriella chiaraMonti, «Andes o nación: la reforma elec-toral de 1896 en el Perú», en Antonio annino (ed.), Historia de las elecciones en Ibe-roamérica, Siglo XIX. (Lima, 1995) pp. 325-326. También véase, César gaMBoa «Los filtros electorales decimonónicos: los órganos y los procedimientos electorales. Perú: 1822-1896», en Cristóbal alJovín de losada y Sinesio lóPez (ed.), Historia de las elec-ciones en el Perú… (Lima, 2005), pp. 220-224. En este trabajo, el autor nos muestra que el voto indirecto fue parte del segundo período de procesos electorales (1855-1896). Este período estuvo caracterizado por la construcción de asociaciones políticas de alcance nacional a partir de la ejecución del censo, el padrón electoral y el registro electoral.

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[1] Los «horrores cometidos» durante el 26 y 27 de julio de 1872 en Lima pueden ser apreciados a través de este grabado intitulado: La república llorando las desgracias

acaecidas en el Perú a nombre de su bandera. (Fuente: Héctor F. Varela. Revolución de Lima. París: Imp. Hisp-America de Rouge, Dunon y Fresné, 1872.)

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Esclarecido el panorama asociativo y electoral que rodeó al naciente Partido civil, ingresemos ahora a los corolarios de esta co-yuntura electoral. Desde mayo de 1872, la maquinaria electoral de la SIE intensificó sus acciones para roturar las distancias geográficas y políticas entre la capital y las provincias. Para Manuel Pardo y gran parte de sus partidarios, estas elecciones se definirían fuera de Lima. En ese sentido, las redes electorales extendidas a través del correo y la prensa establecieron añejas tradiciones electorales26. Esta maquinaria electoral dio sus resultados cuando el 13 de julio de 1872, las juntas preparatorias anunciaban el triunfo electoral de Manuel Pardo. La sorpresa entre los miembros del baltismo fue general. El cuadro que presentamos a continuación, ilustrar con mayor propiedad la extrañeza del baltismo27:

CandidatosDepartamentos

Manuel Pardo Antonio Arenas

Piura 130 30La Libertad 214 -Lima 230 42Junín 353 -Arequipa 159 65Cusco 291 315

Como puede apreciarse en este cuadro, los departamentos que es-tuvieron a favor de José Balta en las elecciones de 1868, súbitamente, apoyaron la candidatura de Manuel Pardo. Este cambio se explica a partir de la intervención de dirigentes políticos provinciales, los cuales motivados por el ascenso social y los fondos económicos de la campaña civilista, promovieron la movilización de las masas, los disturbios electorales, la compra de votos, la toma de mesas y los altos índices de violencia. Salvo el caso del Cuzco en el que los electores y sufragantes conservaron la redes electorales del Estado caudillista, la

26 Éstas pueden ser vistas en Manuel Vicente villarán, «Costumbre electorales», Mercurio Peruano, N° 1 [Julio, 1918], pp. 11-19.

27 Este cuadro recoge la información de los escrutinios finales, los cuales fueron publicados meses después en El Comercio, 2 de agosto de 1872.

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[2] Este grabado muestra el preciso instante en el que la «masa armada» invade las calles luego de haber conocido la reacción militar encabezado por Tomás Gutiérrez ante el triunfo electoral de Manuel Pardo. (Fuente: Héctor F. Varela. Revolución de Lima. París: Imp. Hisp-

America de Rouge, Dunon y Fresné, 1872.)

[3] El grabado muestra el preciso instante en que la «masa armada» se dispone a colgar a los hermanos Gutiérrez en uno de los campanarios de la Catedral de Lima. (Fuente: Héctor F. Varela. Revolución de Lima. París: Imp. Hisp-America de Rouge, Dunon y Fresné, 1872.)

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[4] Esta barricada formada por los soldados en las inmediaciones del convento Santa Catalina representó la cruenta lucha por instaurar el primer gobierno civil del siglo XIX.

Aquí podemos apreciar la cantidad de heridos ante la inesperada respuesta de la «masa armada». (Fuente: Héctor F. Varela. Revolución de Lima. París: Imp. Hisp-America de

Rouge, Dunon y Fresné, 1872.)

mayoría de departamentos y provincias sucumbieron ante la influen-cia de los «cabecillas del pueblo»28. Por otra parte, este fenómeno se explica también a partir de dos aspectos: el desgaste del sistema de prefecturas y la carencia de vínculos políticos que despertaba la candidatura de Antonio Arenas29.

Las reacciones ante la instauración del primer gobierno civil no se dejaron espera. Si bien el gobierno de José Balta avaló la candida-

28 Estos fueron los casos de Juan José Larrea, Gervasio Arbulú e Hipólita de Castillo. Di-rigente políticos provinciales que se encargaron de difundir, a toda costa, la candidatura civilista. Para conocer el accionar de estos dirigentes véase Ulrich Mücke, «Elecciones y participación político en el Perú del Siglo XIX », Investigaciones Sociales. Revista del Instituto de Investigaciones Histórica Sociales, Vol. VIII, N° 12 (2004), p 151 y ss.

29 Ello originó que provincias como Azángaro, que representaba un bastión seguro para la candidatura del abogado Antonio Arenas, inclinasen su apoyo hacia la candidatura de Manuel Pardo. Pues en dicha provincia la candidatura civilista alcanzó 111 votos a su favor. Para tener mayores datos sobre estas elecciones revisar los escrutinios finales publicados en El Comercio, 2 de agosto de 1872. Para entender el funcionamiento del sistema de Prefectura ver Carmen Mc evoy, «El legado castillista», Histórica, Vol. XX, N° 2 (1996), p. 223- 231.

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tura de Manuel Pardo, éste resolvió por ampliar otras posibilidades electorales como la formación de la candidatura única30. Aunque no se descartó la posibilidad del golpe de Estado, ya que:

… desde que empezaron las juntas preparatorias, se situaron en palacios varios batallones y se llevaron allí piezas de artillería, ame-tralladoras y municiones en abundancias cuyas cosas debían tener un objetivo [...] no consentiría que Pardo mandase, se juzgaba que ese objeto fuera el de rechazar con la fuerza si la elección resultaba a favor de éste...31

Esta observación reveló que detrás de las reglas electorales y la competencia entre los candidatos, se escondía la inestabilidad po-lítica. Más aún, si el triunfo de Manuel Pardo resquebrajó el frágil escenario electoral de 1872. Precisamente, la rebelión de los herma-nos Gutiérrez (que en sí mismo guardó características de golpe de Estado) fue resultado del desasosiego al interior del baltismo. Esta rebelión trajo consigo, por un lado, la cruenta lucha por instaurar el gobierno civil de Manuel Pardo; y por otro, la construcción de un escenario alejado de las normas constitucionales cuya validación no contemplaba los números de sufragantes, ni la participación de los ciudadanos. El desconcierto recorría calles y plazas al ritmo de las masas armadas32. Esta coyuntura electoral se extendía así en medio del asesinato de José Balta y el ajusticiamiento popular de los hermanos Gutiérrez.

30 Jorge Basadre, Historia de la República del Perú (1822-1933), Tm. 7 (Lima, 2005), pp. 104.

31 José Rufino echeniQue, Memoria para la historia del Perú (1808-1878), t. II (Lima, 1952), p. 322.

32 Para observar estos hechos a partir de testimonios ver anóniMo, Las jornadas del 26 y 27 de julio. Reflexiones acerca de las causas y consecuencias de los horrores cometidos en estos memorables días escritos por «un creyente» (Lima, 1872), pp. 17-21; J. A. guinet, La tragedia de los hermanos Gutiérrez (S/E); tucídides. «Filosofía de una revolución», en El Correo del Perú, sábado 16 de noviembre de 1872, pp. 354-355 y Héctor F. varela, Revolución de Lima. (París, 1872), pp. 40-64. Para un análisis sobre esta rebelión ver Margarita giesecke, Masas urbanas y rebelión en la historia: Lima 1872 (Lima, 1978), pp. 127-132.

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3. entre la ciudadanía y la instrucción PúBlica

Al sofocarse la rebelión de los hermanos Gutiérrez y luego del reco-nocimiento legal por parte del Congreso de la República en agosto de 1872, se dio inicio al primer gobierno civil del siglo XIX. De este régimen, hemos de destacar la relación establecida entre la instrucción pública y la formación de un «pueblo ciudadano». Esta relación tuvo como finalidad convertir a los sectores populares en componentes «úti-les a la sociedad y no [en elementos] de anarquía y desventura»33.

Hacia finales de la década de 1860, el «mundo capitalista» fue testigo de la irrupción de innovaciones pedagógicas (p. e. el uso de la visión como instrumento de enseñanza)34. Países como Bélgica, Francia y Alemania dieron a conocer los resultados de estas innovaciones en sus sistemas educativos. Era el período en el que los conocimientos humanísticos, las ciencias naturales y la industrialización, fortalecieron la función docente del Estado moderno. Disciplinar y civilizar se unieron para formar discur-sos reformistas en torno a la instrucción pública. Ello renovó el sentido institucional de las escuelas y universidades. No en vano la enseñanza mostró los prolegómenos del progreso material y social de las naciones. Cabe añadir que estas innovaciones influyeron en los proyectos políticos de las repúblicas hispanoamericas35. En el caso del Perú, el gobierno de Manuel Pardo (1872-1876) acogió estas experiencias educativas con una sola intención, construir y expandir la ciudadanía.

Estas aspiraciones educacionales se enlazaron junto a la principal propuesta política planteada por el gobierno de Manuel Pardo: la

33 Esta frase fue emitida por José Antonio García y García, siendo recogida por Grover Antonio Espinoza, «Educando al ciudadano: alcances y límites del proyecto educativo disciplinador en el departamento de Lima», en Carmen Mc evoy (ed.), La experiencia burguesa en el Perú (1840-1940) (Madrid y Frankfurt am Main, 2004), pp. 336.

34 En el Perú, estas innovaciones pedagógicas fueron difundidas desde las páginas del Edu-cador Popular (1873-1877). Este diario fue fundado en New York por José Arnaldo Már-quez y se dedicó a la difusión de métodos de enseñanza para la instrucción primaria y media. Cabe agregar que su publicado estuvo bajo la protección de Manuel Pardo.

35 Revisar Roberto Mac-lean y estenós, Sociología educacional del Perú (Lima, 1944), pp. 270-271; Luis Alberto sánchez, Historia general de América, Tm. III (Lima, 1981), pp. 267-272 y Marta Irurozqui y Víctor Peralta, «Élites y sociedad en la América andina: de la república de ciudadanos a la república de gente decente», en Juan Maiguashca (ed.). Historia de América Latina, vol. V (Ecuador, 2003), pp. 124-138.

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descentralización administrativa36. Para ello, se construyó un cuerpo legislativo encabezado, primeramente, por la ley de Municipalida-des de 1873. Esta ley renovó las funciones técnicas, económicas y administrativas de los gobiernos locales. Esta renovación permitió a las municipalidades controlar, regular y racionalizar los hilos de la instrucción pública37. A tal punto que los consejos provinciales y distritales, se encargaron de las escuelas primarias, mientras que los consejos departamentales intervinieron en la dirección e inspección de los establecimientos de segunda enseñanza. Sin embargo, estos órganos municipales por su debilidad institucional, rasgo representa-tivo del fuerte centralismo del Estado peruano, no contaron con los recursos económicos y humanos para llevar a cabo una eficaz difusión y supervigilancia de la instrucción pública. Más aún, si la crisis fiscal y los movimientos sociales representaron serios obstáculos para el régimen civilista38.

En un segundo nivel, el reglamento de instrucción primaria de 1874 otorgó realce a las aspiraciones educaciones del civilismo39. Este reglamento surgió con la intención de cubrir los vacíos normativos dejados por las municipalidades. Esto es, dictaminar la obligatoriedad de instrucción primaria en escuelas, cuarteles, cárceles y penitenciarias. Espacios públicos y privados en el que la enseñanza se convirtió en el primer peldaño para la sociabilización de los individuos. Reinsertarlos en la sociedad conllevó a desarrollar una cultura cívica en donde el

36 Para una explicación sobre esta propuesta política ver Jorge Basadre, Perú: problemas y posibilidades (Lima, 1978, 2º ed.), pp. 204-214; Pedro Planas, La descentralización en el Perú Republicano (1821-1998) (Lima, 1998), pp. 229-232 y Carlos contreras, Centralismo y descentralismo en la historia del Perú independiente, serie II, N° 4 (Japón y Lima, 2000), pp. 6-15.

37 Actualmente, se ha generado discusión en torno a la municipalización de la educación. Esta vieja propuesta política surge en un contexto en el que los gobiernos locales y regionales presentan diferentes condiciones económicas e institucionales. Pese a ello, se mantiene un mismo interés; establecer la descentralización del Estado peruano, ya sea sobre la base de las municipalidades o a través de la autonomía de los gobiernos regionales.

38 Jorge Basadre, Historia de la república del Perú (1822-1933), Tm. 7 (Lima, 2005), pp. 142-145.

39 Este reglamento se encuentra en David corneJo foronda, Dn. Manuel Pardo y la educa-ción nacional (Lima, 1953), pp. 194-205. Para un análisis en torno a este reglamento ver Alex loayza P. y Ximena recio P., «Proyectos educativos y formación de la República», en Eduardo cavieres F. y Cristóbal alJovín de losada (eds.). Perú-Chile /Chile-Perú: 1820-1920 (Valparaíso-Lima, 2006), pp. 382-391.

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deber, la honestidad y el patriotismo constituirían hábitos y nociones capaces de formar al futuro ciudadano.

Con estas primeras leyes quedó demostrado que la instrucción pública se convertía en la forma de incorporarse al proceso político iniciado por el primer civilismo. Pero, para poner «orden y sistema-tizar el régimen de enseñanza», se requirió de un marco normativo con mayores alcances. Para su formulación fue necesaria la creación de una comisión consultiva (1875)40. Dentro de ella, las discusiones giraron en torno a las nuevas pautas del sistema educativo, el rol de los consejos departamentales, los «fondos económicos» para la educación y la reforma universitaria41. Fue así que el 18 de marzo de 1876, se promulgó el Reglamento General de Instrucción Pública. Este «código de instrucción» estimuló la función docente del régimen civilista, puesto que:

Era necesario, finalmente, dar á todos los ramos de la instrucción, especialmente el superior, el ensanche que reclamaban hace tiempo nuestros adelantos en todo orden, pero más especialmente en el material, que requiere la vulgarización de los conocimientos o de las nociones de las ciencias físicas y naturales, bases de las profesiones y de las industrias en que están cifradas todas las esperanzas del porvenir económico de la República42.

Con este reglamento, la instrucción primaria y media, además de ser obligatorias, se revistieron de la «retórica cívica» del civilismo al im-plantarse el estudio de las constituciones, las leyes municipales y las leyes electorales43. Ello estableció lazos estrechos entre la enseñanza y

40 Esta comisión fue integrada por Sebastián Lorente, Manuel Marcos Salazar, Pedro Paz Sol-dán y Unanue, Pedro Pradier Foderé, Ramón Ribeyro, Manuel Atanasio Fuentes, Miguel de los Ríos, Juan José Granda, Casimiro Ulloa, José A. García y García entre otros. Además, surgió en un contexto en donde se comenzaba a debatir la fundación de la Escuela de In-genieros. Para mayores detalles ver José Ignacio lóPez soria, Historia de la Universidad Nacional de Ingeniería. Los fundadores (1876-1909) (Lima, 1999), pp. 6-7.

41 Las actas de la Comisión Consultiva para la formulación del Reglamento General de Ins-trucción Pública de 1876, pueden ser consultadas en Manuel Atanasio fuentes, Boletín Oficial de Instrucción Pública (Lima, 1876) pp. 115-116, 143-146.

42 Publicado en La Patria, 21 de marzo de 1876. 43 Ver Filiberto raMírez (Recopilador), Leyes y resoluciones en materia de instrucción ex-

peditas desde 1876-1890 (Lima, 1891), pp. 5-40.

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la ciudadanía. Porque alfabetizar era sinónimo de transmitir los derechos y deberes de los individuos. Sin embargo, el proyecto educacional del primer civilismo enfrentó un problema de orden económico. Desde 1873, Europa y parte de Hispanoamérica conocieron los efectos devastadores de la «gran depresión». En el caso del Perú, estos efectos se manifestaron recién hacia finales de 1875 a través de la caída de las exportaciones y el aumento de la crisis fiscal, originando la reducción de los «fondos económicos» para la instrucción pública. Prueba de ello, fue el préstamo obtenido por el régimen civilista a través de los bancos de S/. 18’000,000 a cambio de 200, 000 toneladas de guano. Este empréstito tuvo como finalidad, precisamente, solucionar la aguda crisis fiscal44.

Si bien las reformas educativas implantadas por el régimen de Manuel Pardo fijaron los deseos de expandir la ciudadanía, sus difi-cultades estuvieron en sostener estas pretensiones en medio de una crisis generalizada. Problemática que remarcó los desafíos del Estado peruano por afirmar esta representación política. Así pues, hemos trazado el sinuoso camino de la construcción de la ciudadanía. La coyuntura electoral de 1871-1872, nos ha servido para señalar las situaciones políticas, los entrampamientos legales y la unión entre la exclusión y la inclusión, elementos que definieron las «augustas funciones de la vida democrática».

44 Para observar los efectos de la crisis de 1873 tanto en Europa como en América Latina véase Eric hoBsBaWM, La era del capital, 1848-1875 (Barcelona, 1998), pp. 61-72 y Elda E. gonzález Martínez y Rosario sevilla, «América Latina en el siglo XIX», en Julio aróstegui, Cristian Buchrucker y Jorge saBorido, El mundo contemporáneo: historia y problemas (Barcelona, 2001), pp. 381-386. En el caso de Perú véase Javier tanta-leán arBulú, Política económico-financiera y la formación del Estado: siglo XIX (Lima, 1983), pp. 188-192.

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Autores

ENRIQUE MARINO JARAMILLO GARCÍAEducador por la PUCP, con diplomados como segunda especialidad en Formación Magisterial, Educación Intercultural y Radio Educativa, por la PUCP, con Maestría en Política Social con mención en Promoción de la Infancia, por la UNMSM. Colaborador del IFEJANT, Director de la Revista Internacional NATs, Colaborador del MNNATSOP. Docente invitado en la Maestría de Política Social con mención en Promoción de la Infancia, de la Facultad de Trabajo Social, de la UNCP-Huancayo. Ha publicado los siguientes textos: «Los niños de la calle, los nuevos Cristos azotados del siglo XXI», publicado por el Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales-UNMSM, «Los maestros en la promoción y defensa de los derechos del niño», publicado por el IPP. «¿Dónde dormirán los niños pobres del Perú?», publicado por la Red Latinoamericana de Maestrías de Infancia y la UNCP-Huancayo.

MARTÉ SÁNCHEZ VILLAGÓMEZ Magíster en Antropología por la Universidad Nacional Mayor de San

Marcos con la tesis «(Re) Pensando lo olvidado, Sendero Luminoso y la violencia política en el Perú (el caso de las comunidades de Chuschi y Quispillacta) durante la década de 1980». Este trabajo ha sido premiado por la Unidad de Postgrado de Ciencias Sociales y por el Programa de Proyectos Nacionales del Concytec. Además

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se ha hecho acreedor a la primera mención honrosa, en el área de Humanidades, en el concurso Nacional de Tesis de Postgrado orga-nizado por la ANR. Ejerce la docente en varias universidades.

JOHN JAMES BERAúN CHACA Geógrafo, con estudios de Maestría en Geografía, mención en Ges-

tión y Ordenamiento Territorial, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entre sus artículos publicados destacan: «Espacios urbanos emergentes: Agricultura y sociedad en el mundo», «Las sociedades territorializadas», «La escuela geográfica peruana: Orígenes de una nueva corriente de pensamiento en la geografía global», entre otros. Actualmente es miembro de la Comunidad de Investigadores Sociales del Perú y consultor en diversos institucio-nes.

ALAN JOE BERAúN CHACA Docente de Educación Secundaria por la Universidad Nacional

Daniel Alcides Carrión. Actualmente cursa la Maestría en Política Social con especialización en Gestión de Proyectos Sociales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido becario del Ministerio de Educación para realizar los estudios universitarios. Actualmente participa en diagnósticos y formulación de diversos proyectos de desarrollo educativo local y regional.