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Un Sueño de Guillermo J. Chaminade

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Page 1: Un Sueño de Guillermo J. Chaminade. Os vi armados con una fe firme, con la fe del corazón; sintiendo que el mundo era pequeño para los deseos de un marianista

Un Sueño de Guillermo J. Chaminade

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Os vi armados con una fe firme, con la fe del corazón; sintiendo que el mundo era pequeño para los deseos de un marianista. Apasionados por la misión;

haciemdo renacer la fe y una fe que actúa por la caridad. La indiferencia religiosa siempre os dejaría inquietos.

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Os vi con María en el nombre (marianistas), en los labios, en el corazón, en la mirada. Intuí que un verdadero Marianista no podía vivir ni respirar más que para dar a conocer, amar y servir a María; eso mismo me pasó a mi. Su memoria estaba siempre entrañablemente presente en las Comunidades y en toda la Compañía de María.

Ella convocaba y reunía a los marianistas; les hacía hermanos; y sería María, también, quien os enviaba y os pedía hacer lo que El os dijera.

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Os vi cuidadosos con la caridad; de una caridad que se llamaría espíritu de familia, vida comunitaria intensa, hospitalidad y acogida; de una igualdad fundamental entre los que integran los grupos y que sustenta la verdadera “unión sin confusión” que siempre os inculqué.

Las comunidades eran siempre una auténtica unidad apostólica que apoyaba, orientaba y evaluaba el trabajo de cada marianista. La Familia marianista la concebí como una comunidad de comunidades.

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Os vi empeñados en que Jesús fuera siempre el centro de nuestra vida. Por eso os contemplé dedicando generosamente una buena parte de cada día a la práctica de la oración.

Sin mucha oración no se entiende ni se puede vivir el carisma marianista. De eso estuve muy convencido desde el comienzo de esta obra.

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Vuestra generosidad llegaría sobretodo a entregar vuestra vida al servicio de los jóvenes y de los pobres.

Estos dos amores no faltaban en el corazón marianista; ellos movían vuestros pies y vuestras manos. Los jóvenes y los pobres os daban fuerza para hacer las opciones de cada día.

Os vi cercanos a los jóvenes y a los pobres.

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Os vi, en fin, compartiendo este espíritu y esta misión con los laicos. Os quise religiosos capaces de mostrar que también hoy se puede vivir el evangelio con todo el rigor de su letra y de su espíritu.

Pero para vivir como religiosos marianistas debían compartir este carisma con laicos que también tuvieran la misma llamada. Para estos laicos, miembros de la Familia marianista, debíais ser religiosos y con ellos marianistas.

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