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UN GOBERNADOR MADERISTA: JOSÉ MARÍA MAYTORENA Y LA REVOLUCIÓN EN SONORA Peter V . N . HENDERSON Winona State University HACE DOS GENERACIONES, UN CONOCIDO PIONERO en el estudio de la historia de México eligió el título Many Mexicos para des- cribir su percepción del tema principal en la historia del país. 1 Desde el norte semiárido —una exageración climáti- ca y geográfica de Arizona y Nuevo México— hasta las tie- rras altas y junglas vaporosas del sur, México presenta una multiplicidad de rostros a propios y extraños. No es de sor- prender que los habitantes de ese país sean tan diversos como la tierra que cultivan. Mucho antes de que los euro- peos pisaran tierra mexicana, en Mesoamérica florecían culturas regionales características y complejas, represen- tadas hoy en museos estatales como los de Querétaro y Oaxaca. Al mismo tiempo, a través de los siglos, varias enti- dades políticas mexicanas han luchado por mayor iden- tidad nacional. Esta tensión entre unidad y diversidad, el forcejeo centrífugo-centrípeto entre el centro y la perife- ria, ha constituido el fundamento de la historia de México hasta nuestros días. Esto fue particularmente claro duran- te la Revolución de 1910, que destrozó la unidad ilusoria Fecha de recepción: 19 de octubre d e 1 9 9 9 Fecha de aceptación: 28 de septiembre de 2000 1 SIMPSON, 1 9 3 5 . V é a s e t a m b i é n GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, 1973. HMex,u: 1,2001 151

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UN GOBERNADOR MADERISTA: JOSÉ MARÍA MAYTORENA

Y LA REVOLUCIÓN EN SONORA

Peter V . N . HENDERSON

Winona State University

HACE DOS GENERACIONES, UN CONOCIDO PIONERO en el estudio de

la historia de M é x i c o eligió el título Many Mexicos para des­cr ib i r su p e r c e p c i ó n del tema pr inc ipa l en la historia del pa í s . 1 Desde el norte semiár ido —una e x a g e r a c i ó n climáti­ca y geográ f i ca de Ar izona y Nuevo M é x i c o — hasta las tie­rras altas y junglas vaporosas del sur, M é x i c o presenta una mul t ip l i c idad de rostros a propios y extraños . N o es de sor­prender que los habitantes de ese país sean tan diversos como la t ierra que cultivan. M u c h o antes de que los euro­peos pisaran t ierra mexicana, en M e s o a m é r i c a florecían culturas regionales característ icas y complejas, represen­tadas hoy en museos estatales como los de Querétaro y Oaxaca. A l mismo t iempo, a través de los siglos, varias enti­dades polít icas mexicanas han luchado p o r mayor iden­t idad nacional . Esta tens ión entre u n i d a d y diversidad, el forcejeo centr í fugo-centr ípeto entre el centro y la perife­ria, ha const i tuido el fundamento de la historia de México hasta nuestros días . Esto fue part icularmente claro duran­te la Revoluc ión de 1910 , que des trozó la u n i d a d ilusoria

Fecha de r e c e p c i ó n : 1 9 de o c t u b r e de 1 9 9 9

Fecha de a c e p t a c i ó n : 28 de sept iembre de 2000

1 SIMPSON, 1 9 3 5 . V é a s e t a m b i é n GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, 1 9 7 3 .

HMex,u: 1 ,2001 1 5 1

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creada por Porf i r io Díaz, sólo para te rminar creando, en la d é c a d a de 1930, u n Estado mexicano m á s grande, un i ­do con el pegamento cultural de la mexicanidad.

El alzamiento revolucionario de 1910 —encabezado por el perdedor de las elecciones a la presidencia, Francisco I . Madero— alcanzó su mayor impacto mil i tar en la frontera de México con Estados Unidos. Algunos l íderes locales de So­nora, en especial J o s é María Maytorena, personaje central de este artículo, de sempeñaron u n papel secundario al servir co­m o tenientes civiles en la lucha que der rocó a Porfirio Díaz en 1911. Una d é c a d a más tarde, al tener lugar la últ ima ac­ción mi l i tar exitosa de la Revolución, los sonorenses encabe­zaron la lucha contra la ciudad de México . El importante pa­pel del estado durante la Revolución ha llevado a varios estudiosos a escribir historias locales, algunas de las cuales describen la etapa inicial de la revolución de Sonora. 2 Sin em­bargo, nadie ha estudiado la revolución de Sonora desde la perspectiva del reciente debate historiográfico sobre si el mandato de Maytorena de 1911-1913 fue u n movimiento so­cial genuino o el resultado de intereses personales.3 Más es­pecí f icamente , ¿fue la revolución mexicana u n movimiento popular, agrario y a u t ó n o m o ? ¿Cuáles fueron los puntos ur­gentes de sus participantes, la b ú s q u e d a de mayor libertad de u n Estado cada vez más centralizador y / o la redistribución de derechos de propiedad, la resolución favorable de sus conflictos con hacendados locales? ¿ O acaso una nueva cla­se de l íderes políticos estaba buscando sustituir a sus contra­partes porfilistas para manipular a las clases populares y la ideo log ía populista en su propio beneficio? Si bien ambas al­ternativas no se excluyen mutuamente, este artículo buscará esclarecer el debate, por lo menos en lo que atañe al papel del estado n o r t e ñ o de Sonora a principios de la Revolución.

2 L a m e j o r h i s tor i a d e l estado, en especial e n cuanto a acontec imien­tos mi l i t a re s , en AGUILAR C A M Í N , 1985, p p . 127-163. V é a n s e t a m b i é n DEEDS, 1974 y RIVERA, 1969.

3 E n el á m b i t o n a c i o n a l véa se el debate e n t r e K N I G H T , 1987 y Ruiz, 1989.

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Para realizar esta tarea, se consultaron algunas fuentes nuevas, en part icular los papeles personales de J o s é Mar ía Maytorena y su autob iogra f í a no publicada, que describe su papel en la Revo luc ión . 4 El historiador que estudia este periodo de la historia de México tiene la for tuna de contar con una p lé tora de recursos a su disposic ión. A d e m á s de los papeles presidenciales de los mandatarios de inicios de la Revolución (Francisco L e ó n de la Barra y Francisco I . Made­ro) , los archivos del gobierno están muy bien preservados. La Secretaría de Relaciones Exteriores tiene bien documentada la inqu ie tud sobre los filibusteros y los exiliados, quienes amenazaban la paz en la f rontera sonorense. De igual for­ma, el archivo de la Secretar ía de la Defensa Nacional des­cribe con detalle las exigencias militares que plagaron el gobierno de Maytorena. La existencia de estos múlt ip les puntos de vista nos ayuda a entender con claridad los pro­blemas que enf rentó Sonora de 1910-1913.

Este art ículo sostiene que, a principios de la Revolu­ción, muchos seguidores civiles de Madero y la g e n e r a c i ó n más joven de porfiristas que el dictador de jó atrás al h u i r a París con sus amigos m á s cercanos, convinieron que Méxi­co necesitaba u n cambio. Exist ían diferencias en cuanto a la naturaleza y el alcance del cambio, pero el nuevo go­bierno logró u n acuerdo notable en términos generales. Resulta interesante advertir que varias ideas reformistas se asemejaban a los conceptos articulados por los "progresis­tas" en Estados Unidos . Maytorena seguramente c o n o c í a estas ideas, pues hab ía estudiado en el estado progresista de California. Este art ículo sugiere que el ejercicio de l gober­nador Maytorena en Sonora fue, en cierto m o d o , progre­sista: reflejó las ideas reformistas de Francisco I . Madero, de varios colegas de los gobiernos del norte , de algunos refor­madores porfiristas y de sus contemporáneos al otro lado de

4 Los d o c u m e n t o s de los gobernadores ra ramente sobrev iv ieron a la R e v o l u c i ó n , v é a n s e BEEZLEY, 1 9 7 3 , p p . 3 0 8 - 3 1 3 ; los papeles de Mayto­r e n a se e n c u e n t r a n en J M M A ; MAYTORENA, 1 9 1 6 , J M M A , carp . 1 7 . U n h a g i ó g r a f o ut i l izó este m a t e r i a l para escr ibir su tesis de m a e s t r í a , p u b l i ­cada c o m o MCCREARY, 1 9 7 4 .

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la frontera con Estados Unidos. Así, este trabajo se concen­trará en la historia de Sonora durante el per iodo complejo y a m e n u d o incomprend ido de la presidencia inter ina de Francisco L e ó n de la Barra, en 1 9 1 1 , y el gobierno sucesor de Francisco I . Madero.

EL PASADO DE SONORA Y LA REVOLUCIÓN MILITAR DE 1 9 1 0

Desde su fundac ión en el siglo X V I , Sonora fue u n á rea fronteriza, con frecuencia ignorada por la ciudad de Méxi­co. Parte de la razón para esta desidia era la le janía de la r eg ión , que requer í a u n viaje largo y arduo desde la capi­tal v i rre ina l . A d e m á s , en Sonora no abundaban los recur­sos minerales, de manera que la b ú s q u e d a de riquezas que atrajo mineros a otras regiones nor teñas no d e s e m p e ñ ó u n papel importante en el desarrollo in ic ia l del estado. En su lugar , Sonora contaba e n t r e sus p r i m e r o s p ioneros u n grupo valiente de misioneros je su í tas , quienes lograron cristianizar y pacificar, entre otras, a las tribus belicosas yaquis. A l iniciar la lucha de independencia en 1910, la p o b l a c i ó n de Sonora era a ú n escasa y sus comunidades es­taban aisladas del resto de M é x i c o .

E n varios aspectos, la historia de Sonora durante el siglo X I X fue u n microcosmos de las dificultades que plagaban todo el país . La élite dominante —los llamados notables ur­banos— se dividió en facciones a causa de rivalidades en­tre las regiones contendientes de l estado. Las amenazas per iód ica s de invasión por parte de filibusteros yankees i n ­crementaban las tensiones; y, finalmente, algunos caudi­llos omnipotentes buscaban establecer su h e g e m o n í a en el á m b i t o estatal. Más tarde, durante el porf i r ia to , Sonora e x p e r i m e n t ó u n nuevo t ipo de invasión yankee, ahora por parte de gringos armados con dó lare s en lugar de escope­tas. La infraestructura del estado se m o d e r n i z ó con rapidez a medida que las corporaciones y los hombres de negocios estadounidenses explotaban los yacimientos de cobre y otras empresas generadoras de beneficios. Las c o m p a ñ í a s de Es­tados Unidos tra jeron con ellas a trabajadores especializa-

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dos y administradores, pero t ambién emplearon a mucha gente local. Así, el porf i r ia to p re senc ió una transforma­ción del estilo de vida tradicional de Sonora encabezada por extranjeros y por una élite local privilegiada que a me­nudo se asociaba con los estadounidenses. 5

U n hecho importante diferenciaba a Sonora de otras re­giones de la Repúbl ica Mexicana: la presencia de u n grupo indígena combativo que se aferraba a muchas de sus tradicio­nes y se o p o n í a resueltamente a incorporarse por completo al m u n d o de habla hispana. Antes de la conquista, los yaquis vivían en poblados r ibereños y d e p e n d í a n de las inundacio­nes bianuales para revitalizar la tierra de sus caseríos aislados. Si bien, resistieron con fiereza las embestidas de las expedi­ciones militares españolas , sucumbieron ante la adulación de los jesuítas , quienes les ofrecieron una relación de simbiosis y colaboración. Querían participar de la tecnología agrícola moderna, de los nuevos ganados como las vacas y cabras, y de los nuevos cultivos, como el tr igo. Por otra parte, la nue­va religión los atraía, y con el t iempo se creó una fusión sin­crética de las prácticas religiosas católicas y tradicionales. T a m b i é n les gustaba la idea de tener u n pueblo y casas m á s grandes, y con el t iempo los jesuí tas lograron congregar a la t r ibu en ocho comunidades extendidas a lo largo del río Yaqui. En suma, durante gran parte del periodo colonial, go­zaron de una pos ic ión única entre los grupos nativos mexi­canos; permanecieron fuera de los límites de la civilización y del comercio españoles , y nadie los molestó .

Cuando el manto protector de los frailes a b a n d o n ó So­nora, el valle del r ío Yaqui se convirtió en blanco de la ex­p a n s i ó n y codicia e spaño la s . Cuanto m á s veían los yaquis sus tierras como una herencia, tanto m á s las veían los me­xicanos como una o p o r t u n i d a d capitalista en formac ión . Las dos culturas ent ra ron en confl icto sobre el significado inherente de la t ierra: para los mexicanos individualistas y capitalistas, adqu i r i r una prop iedad en d o m i n i o pleno borraba toda ob l igac ión para con los d e m á s , mientras que para los yaquis, la c o m u n i d a d conservaba sus derechos

5 Voss , 1982; ACUÑA, 1 9 7 4 , y R u i z , 1985.

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inherentes sobre la t ierra (en general para u n uso particu­lar) . El conflicto creció a finales del siglo X I X , cuando, con la embestida de los inversionistas, llegaron oportunidades eco­n ó m i c a s y mayor estabilidad.

Sin embargo, los nuevos terratenientes porfiristas esta­ban mucho mejor equipados, y los gobiernos federal y es­tatal emprendieron una guerra a muerte contra los yaquis en las década s de 1880-1890, a pesar de las objeciones de algunos disidentes, como el personaje central de este ar­tículo. Los especuladores codiciaban sus tierras fértiles pa­ra la agricultura de expor t ac ión , y cuando algunos yaquis se mostraron renuentes, los empresarios exigieron con éxito que se tomaran medidas. Cuando la pol icía rura l o el ejército capturaban a los rebeldes, los vendían como jorna­leros a las plantaciones de h e n e q u é n en el lejano Yucatán. Allá, los deportados trabajaban en condiciones apenas imaginables para el siglo X X . 6 Así, no es de sorprender que varios de ellos part ic iparan como soldados en la fase m i l i ­tar de la revuelta contra Porf i r io Díaz .

N o obstante, el mando de la revuelta maderista estaba compuesto por notables urbanos excluidos del "carro lle­n o " de Porf ir io Díaz . Varios de ellos, inc lu ido Maytorena, h a b í a n apoyado la c a m p a ñ a de Madero en Sonora en 1910, organizando mít ines e i m p r i m i e n d o panfletos. M u ­chos de estos importantes terratenientes y hombres de ne­gocios se hab ían beneficiado con las polít icas económica s de Díaz , pero se sent ían obligados a manifestarse en te­mas de reforma pol í t ica y social. La ree lecc ión manipulada de Díaz como presidente en 1910, así como la reelección del i m p o p u l a r gobernador estatal, Luis Torres, cristalizaron la frustración de los opositores y su desafortunada acc ión pol í t ica . Muchos maderistas importantes del estado, i n ­cluidos J o s é Mar ía Maytorena (conocido de car iño como " D o n Pepe"), Eugenio Gayou y Carlos Randall , dejaron Sonora para exiliarse en Ar izona y Cali fornia, donde pla­nearon la rebe l ión para luego apoyar los esfuerzos mil i ta­res de las fuerzas populares maderistas en el campo.

6 H U - D E H A R T , 1 9 8 4 ; SPICER, 1 9 8 0 , y TURNER, 1 9 6 9 .

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Los maderistas rebeldes establecieron u n frente en So­nora a principios de enero de 1911. Como hab ía sucedido en Chihuahua, surgieron bandas de guerrillas en todo el estado durante los siguientes seis meses; y su n ú m e r o au­m e n t ó cuando el e jército porfir ista no logró vencerlos. A fines de abri l , una importante batalla en Agua Prieta estu­vo a p u n t o de provocar u n incidente internacional al caer del o t ro lado de la f rontera algunas granadas que h i r i e r o n a ciudadanos estadounidenses en Douglas, Ar izona . 7 Pue­blos como Cananea estallaron como volcanes de furor pa­triótico antiestadounidense. Algunos oficiales locales, en especial los acusados de colaborar con los odiados esta­dounidenses, fueron echados de sus puestos a punta de pistola mientras que los alborotadores saqueaban tiendas y paraban el trabajo en las minas. 8

E n otras partes d e l p a í s o c u r r i e r o n acontec imientos semejantes. Las bases del edif ic io, aparentemente frágil, del por f i r ia to se sacudieron para derrumbarse en mayo de 1911. A l mismo t iempo, los l íderes polít icos maderistas, i n ­c lu ido el t r iunvirato de Sonora, q u e r í a n conservar el desa­r r o l l o alcanzado por la dictadura y evitar m á s daños a la infraestructura e c o n ó m i c a . Así, desde que c o m e n z ó la i n -surgencia, el mando pol í t ico maderista mos t ró interés en u n arreglo negociado. Sin embargo, los términos de la transferencia del poder c o n t i n u a r o n siendo materia de disputa hasta pr incipios de 1911, p o r lo cual se intensificó la insurgencia. Díaz esperaba obstinadamente retener el poder integrando algunas reformas al sistema, mientras que los maderistas esperaban remplazar no sólo al dicta­dor, sino también a algunos oficiales porfiristas —incluidos varios gobernadores—, con miembros de l mando insur­gente. 9 Con el t iempo, Díaz capi tuló , y el 21 de mayo firmó el Tratado de Ciudad J u á r e z , que estipulaba la renuncia inmediata del dictador, el n o m b r a m i e n t o de Francisco L e ó n de la Barra como presidente i n t e r i n o y la sustitución

7 AGUILAR GAMÍN, 1 9 8 5 , p p . 1 5 4 - 1 5 5 . 8 T . L ó p e z L inaros , 2 7 de mayo, 1 9 1 1 , J M M A , c. 7 , n u m . 5 . 9 HENDERSON, 2 0 0 0 , p p . 2 8 - 4 9 .

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de los gobernadores porfiristas por maderistas. En Sonora, el gobernador Luis Torres huyó, y luego de discusiones acaloradas y amenazas disfrazadas por parte de Madero, la legislatura n o m b r ó a Carlos Randall gobernador i n t e r i n o . 1 0

Durante la transición del poder entre Torres y Randall, no faltaron tumultos en ciudades y pueblos. A finales de mayo, las multitudes apedrearon la casa del ex teniente goberna­dor en Hermosi l lo . Varias personas ajenas a la insurgencia v ieron en ella la opor tun idad de vengarse de notables acau­dalados que los hab ían agraviado hacía t iempo. De hecho, la "gente decente" en las ciudades rogaba al ejército federal que se quedara para protegerlos de los disturbios urbanos y los invasores maderistas populares — c o m o se ha llama­do a los insurgentes rurales— quienes exigían entrar a la capital y otras ciudades. Era inminente u n choque entre los federales y los insurgentes "indisciplinados". 1 1 Sin embargo, Madero y De la Barra colaboraron con el nuevo gobierno es­tatal inter ino para prevenir nuevas luchas. En medio de una paz precaria, Randall se o c u p ó en resolver el difícil proble­ma de desarmar a los insurgentes y convocar a nuevas elec­ciones para gobernador.

DE LA BARRA, LOS GOBERNADORES INTERINOS Y LA DESMOVILIZACIÓN

El problema inmedia to que enfrentaron el presidente De la Barra y los nuevos gobernadores estatales interinos fue la paci f icación del campo. Varias bandas de rebeldes h a b í a n surgido en abr i l y mayo, cuando las grietas otrora micros­cópicas de la armadura porfirista se hab ían evidenciado. Si b ien De la Barra, Madero y los l íderes civiles consideraron que la insurgencia h a b í a terminado al renunciar Díaz, m u ­chos maderistas populares no pensaron lo mismo: a pesar

1 0 RIVERA, 1969, p p . 233-236. 1 1 A . Espinosa a Francisco L e ó n de la Barra , 29 de mayo, 1911, A G M ,

c. 24, exp. E-2, n ú m . 3. E l A r c h i v o M a g a ñ a cont i ene todos los papeles presidenciales de De la Barra .

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de la promesa de paz contenida en el Tratado de Ciudad J u á r e z , cont inuaron invadiendo ciudades, quemando y sa­queando. Los gobernadores interinos , como Randall y Eu­genio Gayou (sucesor de Randal l ) , q u e r í a n que todo volviera a la normal idad para que los negocios revivieran y los impuestos comenzaran a l lenar las arcas del estado. Or­denaron reparar los cables del te légrafo y las vías del tren que h a b í a n sido d a ñ a d a s durante la contienda, sin mucho é x i t o . 1 2 En consecuencia, el gobierno federal cons ideró que los rebeldes d e b í a n salir del e jército para encontrar u n empleo civil pacíf ico.

E l mayor problema fueron las hordas de voluntarios que nutr ían las filas insurgentes luego de firmado el trata­do de paz. Mientras que algunos de estos reclutas trasno­chados sent ían que su presencia a segurar í a el cambio social, para muchos otros la o p o r t u n i d a d de saquear ante la ausencia de orden y de una ley b ien def inida resultaba demasiado tentadora. En parte, el saqueo puede atribuirse al deseo de los pobres rurales de celebrar que la "t iranía" de Por f i r io Díaz por fin h a b í a terminado . Sin embargo, t a m b i é n resulta importante considerar la opor tun idad que la Revoluc ión ofreció a sus participantes de escapar a la existencia m o n ó t o n a de la vida en el pueblo ; de diver­tirse, emborracharse y seducir mujeres. Las autoridades v ie ron una i ronía m á s en la s i tuación: los rebeldes recién declarados esperaban u n pago p o r su "servicio mi l i tar " . Así , estos agitadores (alrededor de 60000 en todo el país) n o só lo amenazaban intereses materiales, sino que sus de­mandas salariales const i tuían una pesada carga para las arcas de l país . Para el presidente De la Barra, Madero y muchos de los civiles, la falta de lóg ica de los insurgentes rec ién llegados const i tuía una segunda razón para la des­mil i tar ización inmediata.

Los rebeldes tenían u n p u n t o de vista diferente sobre la s i tuac ión: pensaban que su presencia era necesaria para

1 2 Francisco I . M a d e r o a E u g e n i o Gayou, 21 de mayo, 1911 , B N A M , c. 2, n ú m . 770; E u g e n i o Gayou a J o s é M a r í a M a y t o r e n a , 27 de mayo, 1 9 1 1 J M M A , c. 1, carp. 10, n ú m . 9.

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"completar" la Revoluc ión. En otras palabras, t emían que la presencia de De la Barra y otros ex porfiristas en posi­ciones de autoridad, obstaculizaran los cambios reales. Y, desde el p u n t o de vista meramente egoísta , buscaban al­g ú n empleo en el e jérci to , donde ganar í an m á s que como jornaleros durante el por f i r ia to . De hecho, gran parte del í m p e t u por permanecer en armas fue resultado de la de­pres ión que sufría la e c o n o m í a rura l . Los rebeldes no sólo contaban con u n salario si se incorporaban a la fuerza esta­tal, sino que también rec ibían comidas, vestido, y la posibi­l idad de adquir i r u n caballo y algo más de d inero por medios extralegales. E n suma, una carrera en el e jérci to , en especial en las fuerzas armadas del estado, ofrecía opor­tunidades de desarrollo que pocos hombres rurales y anal­fabetos h a b í a n conocido hasta entonces. Aunada al deseo de servir en el e jérci to , estaba la escasez de oportunidades en otros lados (la e c o n o m í a del sur de Estado Unidos esta­ba en d e p r e s i ó n ) y la o p o r t u n i d a d de cobrar venganza contra opresores locales. 1 3

En consecuencia, el gobernador in ter ino , Eugenio Ga-y o u , e n f r e n t ó u n a g r a n resistencia p o p u l a r c u a n d o en j u n i o y j u l i o de 1911 trató de acabar con las fuerzas popu­lares. A cambio de su pistola, cada soldado recibía del go­bierno 25 pesos, m á s el salario de su servicio mi l i t a r hasta ese m o m e n t o . Gayou exp l i có la importancia de confiscar las armas dic iendo que "ser ía muy peligroso dejar i r con todo y sus armas a estos hombres que simplemente regre­sar ían con sus bandas". 1 4 E l peor enfrentamiento causado p o r la desmovi l izac ión ocurr ió en j u l i o , en Cananea, don­de 400 maderistas ebrios se rebelaron y rehusaron entre­gar sus armas hasta que Carlos Randall l ogró persuadir a los l íderes de ceder. Las súpl icas de Randall tuvieron éxito porque la C o m p a ñ í a de Cobre Cananea a c e p t ó contratar 150 hombres adicionales con u n alto salario. La s i tuación en Sonora era t ípica de la menta l idad de los maderistas

1 3 K N I G H T , I , 1987, p p . 266-282 y HENDERSON, 2000, p p . 53-57. 1 4 E u g e n i o Gayou a j o s é M a r í a Maytorena , 14 de j u n i o , 1911, J M M A ,

c. 1, carp. 1 1 , n ú m . 10.

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populares en todo el país ; muchos insurgentes quer í an u n empleo b ien remunerado como recompensa por haber part ic ipado en la revuelta. 1 5

Mientras en varios estados el gobierno federal redujo con éxito el n ú m e r o de irregulares al licenciar a la mayoría de los rebeldes (el resto fo rmó las compañía s de rurales y la policía rura l de M é x i c o ) , Sonora no lo logró por varias razones. En pr imer lugar, el gobierno sonorense logró persuadir a los sol­dados de proteger al estado contra el espectro radical de Ri­cardo Flores Magón . En 1911, la posibil idad de que Flores M a g ó n encabezara una revolución no era muy realista; mu­chos de sus seguidores habían optado por la rebel ión más moderada de Madero. No obstante, e l viejo anarquista per­m a n e c í a exiliado en Los Angeles, California, donde declaró púb l i camente sus intenciones de continuar en la lucha. Sus fuerzas lograron vencer una p e q u e ñ a guarnic ión en Tijuana, Baja California, y tomar unos cuantos pueblos en la Penín­sula, pero el ejército federal mexicano a c a b ó relativamente ráp ido con la rebel ión. Entre tanto, las autoridades de Esta­dos Unidos arrestaron a Flores M a g ó n por violar las leyes de neutralidad, acabando así con su carrera de revolucionario. Además de múl t ip l e s revueltas locales y la amenaza de i n ­vas ión — m á s imaginaria que real— por parte de los segui­dores de Ricardo Flores M a g ó n del P L M , Sonora enfrentaba otras exigencias militares que dificultaban la desmovilización ráp ida y absoluta. 1 6 Mientras los gobiernos federal y estatal notaban que el estado necesitaba más tropas, en vez de menos, para preservar la ley y el orden, el problema de qu ién paga­ría a los soldados se convirtió en el segundo tema de con­troversia. De la Barra (y Madero, en m e n o r grado) quer í a preservar el excedente reunido con tanto cuidado durante la últ ima d é c a d a del porfir iato. El secretario del Inter ior , de

1 5 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 21 de j u l i o , 1911, J M -M A , c. 1, carp . 13, n ú m . 6.

1 6 T i m o t e o Paredes a Francisco L e ó n de la Barra , 26 de oc tubre , 1911, A G M , c. 19, exp . 5, n ú m . 14; Gonza lo L u q u e al Secretario de G u e r r a , 22 de agosto, 1911, A H D N , c. 131/268 , n ú m . 816, y general Jo­sé G o n z á l e z Salas al subsecretario de G u e r r a , 13 de o c t u b r e , 1911, A H D N , c. 131 /268 , n ú m . 903.

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De la Barra, Alberto García Granados, se n e g ó en u n pr inc i­pio a pagar las fuerzas irregulares del estado, a r g u m e n t ó as­tutamente que tal arreglo violaría la soberanía del estado. El gobernador Maytorena estuvo en total desacuerdo y obser­vó que las arcas del estado estaban vacías, y que, por ende, la ciudad de México d e b í a pagar. 1 7 El gobernador buscó de i n ­mediato la intervención de Madero en su favor. En esencia, Maytorena g a n ó el debate, pero cedió el contro l sobre estas tropas: el inspector federal de rurales conservaría el mando porque el gobierno federal pagar ía los sueldos.

En pocas palabras, el gobierno estatal de Sonora enfren­tó el mismo dilema que otros estados en materia de movil i­zación. Por u n lado, los maderistas civiles, como Gayou y May­torena, vieron la necesidad de desmovilizar las fuerzas irregulares para d i sminuir los disturbios, saqueos y asesina­tos que plagaron Sonora en j u n i o de 1911, así como para controlar los gastos del gobierno. Por el otro , el gobierno se dio cuenta de que d e b í a mantener fuerzas en el ejército, en parte, para aplacar los án imos de los maderistas rurales que acababan de derrotar a Porfirio Díaz, y en parte, para prote­ger al estado contra Flores M a g ó n y otros rebeldes que apa­recerían durante los dos siguientes años . Con el t iempo, la preparac ión mi l i tar dar ía frutos. Así, en cuanto a la política de pacif icación en Sonora, si bien algunos de los elementos más rebeldes de los insurgentes trasnochados fueron despe­didos, en general, Sonora permanec ió fuertemente armada durante el mandato de Maytorena.

L A ELECCIÓN DE 1911 EN SONORA

Todos los mexicanos estaban de acuerdo en que las elec­ciones fraudulentas de 1910 — tanto para presidente como para gobernadore s— n o se s o s t e n d r í a n . E n Sonora, los

1 7 A l b e r t o G a r c í a Granados a J o s é M a r í a M a y t o r e n a , 9 de septiem­bre , 1911 , A F I M , r o l l o 18, n ú m . 0514 y respuesta de M a y t o r e n a , 13 de sept iembre , 1 9 1 1 , J M M A , c. 1, carp. 15, n ú m . 4, y J o s é M a r í a Maytorena a Francisco I . M a d e r o , J M M A , c. 1, carp. 15, n ú m . 6.

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gobernadores interinos Carlos Randall y Eugenio Gayou comenzaron a prepararse para las elecciones previstas para agosto. Los estudiosos de la historia de México han afirma­do a través de los años que las elecciones de 1911 —tanto las federales como las estatales— fueron las m á s justas y honestas en la historia del país hasta ese m o m e n t o . 1 8 Esta general ización es debatible, aunque quizás correcta en tér­minos generales. Se p o d r í a concluir que, en ese entonces, la cultura pol í t ica del pa í s resultaba inadecuada para res­paldar una democracia profunda, aunque se observaran las formas de la institución. En otras palabras, en Méx ico no existía el grado de alfabetización y el ingreso promedio que suelen existir en los países que practican una verdade­ra democracia participativa. A d e m á s , para las elecciones estatales y locales, M a d e r o o p t ó c l a ramente p o r h o m ­bres educados que c o m p a r t í a n sus antecedentes y estatus: los maderistas civiles, como u n autor los ha l lamado. N o le gustaban los patanes campiranos que h a b í a n encabezado la revuelta contra Díaz , de m o d o que la mayor ía de esos hombres ambiciosos fueron excluidos del panorama polí­tico de 1911. En Sonora, esta s i tuación no tuvo mucha i m ­portancia, pues qu ien habr í a de ser el h é r o e m i l i t a r del estado, Alvaro O b r e g ó n , no intervino en la lucha, sino has­ta 1912.

Las elecciones en todos los ámbitos del país sembraron dudas sobre el éxito de la democracia en 1911 a causa de his­torias sobre las tácticas de c a m p a ñ a maderistas, y algunos resultados electorales. Primero, los maderistas ganaron casi todas las elecciones en todos los sectores. En otras democra­cias, incluso cuando hay victorias aplastantes para echar fuera a a lgún funcionario impopular , algunos oponentes conser­van o ganan puestos en el gobierno. Segundo, los totales de la votación fueron sospechosos. En la mayoría de las demo­cracias, u n candidato puede declararse ganador con 60% de los votos; en México , en 1911, los candidatos ganadores casi siempre se adjudicaban 90 o 95% de los votos, y en algunos

1 8 Ross, 1955, p p . 215-216 y RIVERA, 1969, p . 237; HENDERSON, 2000, p p . 107-127, y KNIGHT, I , 1987, p p . 249-274.

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casos obtenían victorias "unánimes" . Tercero, cuando pen­saban que la pelea por a lgún puesto específ ico sería reñida, los maderistas se valían de "trucos sucios" para desanimar y frenar las c a m p a ñ a s de sus oponentes. Así, en la carrera pre­sidencial, los seguidores de Madero apedrearon y se burlaron del otrora popular general Bernardo Reyes y lo forzaron a salir de la lucha. T a m b i é n hubo presiones semejantes en al­gunas elecciones estatales. Por últ imo, los perdedores de las luchas reñidas sostenían que a los insurgentes no les impor­taba alterar los resultados de las elecciones para asegurar su victoria en las urnas.

E n Sonora, el candidato a la gubernatura, J o s é Mar ía Maytorena, tenía poca opos ic ión , y su t r i u n f o fue inevita­ble. Quizás por ser tan popular , Maytorena q u e r í a evitar cualquier viso de deshonestidad. N o a c e p t ó el cargo de go­bernador in te r ino por la misma razón que Francisco I . Ma­dero dec l inó la presidencia provisional: el p r i n c i p i o del Partido Antireeleccionista de u n solo per iodo en el cargo. El lema "no ree lecc ión" se volvió popular en 1911 luego de que Por f i r io Díaz y sus gobernadores estatales h a b í a n permanecido en el cargo indef inidamente . En términos estrictos, el p r i n c i p i o de no ree lecc ión, o l ímites de t iem­po, como lo interpretaban Madero y Maytorena, significa­ba que n i n g ú n funcionar io , n i siquiera u n gobernador i n t e r i n o , p o d í a sucederse. N o todos los maderistas eran tan rigurosos consigo mismos como Maytorena. E n el esta­do vecino de Chihuahua, el gobernador A b r a h a m Gonzá­lez o c u p ó el cargo provisional y luego fue electo para el def ini t ivo , como también lo hizo Venustiano Carranza en Coahui la . 1 9 Sin embargo, Maytorena d e c i d i ó actuar con p r o p i e d a d , q u i z á s p o r q u e t e n í a la f o r t u n a de c o n t a r con amigos confiables y competentes como Randall y Ga-y o u para fung i r como gobernadores inter inos .

Maytorena, h i jo de u n terrateniente adinerado de Guay-mas que tenía propiedades cerca del r ío Yaqui, se hab í a creado una r e p u t a c i ó n como l íder opositor del gobierno

1 9 BEEZLEY, 1972, p p . 74-83 y Rafael Z a m u d i o a Francisco L e ó n de la Barra , 30 de agosto, 1911, A G M , c. 24, exp. Z-5, n ú m . 5.

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porfirista en los años anteriores a 1910. Su papel en la c a m p a ñ a polít ica de Madero en ese a ñ o y durante la rebe­lión armada lo h ic ie ron el candidato lógico a gobernador. A d e m á s , h a b í a ganado renombre por tratar a los trabaja­dores yaquis con justicia, lo cual le permit ió denominarse re formador durante la c a m p a ñ a . Maytorena era el claro elegido del pueblo en Sonora en 1911, y, aunque su victo­ria u n á n i m e fuera dudosa, la e lecc ión para gobernador la g a n ó , ciertamente, el candidato m á s popular . 2 0

La lucha por el puesto de teniente gobernador s e m b r ó serias dudas acerca de la práctica democrát ica en el México de Madero. E l amigo de Maytorena, Eugenio Gayou, ga­n ó a pesar de ser impopular entre gran parte del electorado. Las circunstancias que r o d e a r o n esta e l e c c i ó n s u g e r í a n fraude electoral , o al menos otorgaban c red ib i l idad a las acusaciones de fraude por parte de los perdedores. Gayou, el candidato oficial maderista, p r o n t o perd ió la popular i ­dad que habr í a gozado como colaborador de Maytorena y Madero, en parte debido a su papel en la desmovi l ización — e l cual ya se descr ib ió antes— y en parte porque, por lo menos a los ojos de algunos maderistas, hizo designacio­nes caprichosas sin consultar la "voluntad popular" . Los soldados lo culpaban p o r quitarles sus armas a cambio de una c o m p e n s a c i ó n muy pobre y hacerlos perder el p r i m e r empleo fijo y b ien pagado que muchos de ellos h a b í a n te­n i d o . 2 1 En j u n i o y j u l i o , algunos oradores maderistas trata­r o n de levantar la popular idad de Gayou. H i c i e r o n giras polít icas por todo el estado, incrementando el apoyo para los candidatos del par t ido y en especial para Gayou. 2 2 Pero

2 0 Carlos Randa l l a J o s é M a r í a Maytorena , 16 de agosto, 1911, J M M A , c. 1, carp. 14, n ú m . 14. M a y t o r e n a d e t a l l ó sus c o n t r i b u c i o n e s a la insur-gencia en 1910 e n u n m e m o r á n d u m a Francisco I . M a d e r o , 4 de mayo, 1911, J M M A , c. 1, carp. 10, n ú m . 1.

2 1 U n c i u d a d a n o de p u e b l o a Francisco I . M a d e r o , 3 de j u l i o , 1911 , A F I M , r o l l o 20, n ú m . 2510; A r t u r o L i m ó n a Francisco I . M a d e r o , 21 de j u l i o , 1911, A F I M , r o l l o 19, n ú m . 1701 , y J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Fran­cisco I . M a d e r o , 21 de j u l i o , 1911 , J M M A , c. 1, carp. 13, n ú m . 7.

2 2 V . M . Venegas a Carlos Randa l l , 5 de j u l i o , 1911, J M M A , c. 1, carp. 12, n ú m . 5.

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sin las modernas encuestas de salida, resulta imposible conf i rmar los resultados de la e lecc ión del 18 de agosto de 1911. Así, se puede concluir que Gayou g a n ó la e lecc ión a raíz de la candidatura de Maytorena. Sin embargo, tam­bién es posible que el proceso de conteo, en manos del go­bernador in ter ino Carlos Randall — q u i e n c u m p l i ó otro per iodo provisional en j u l i o — , le haya resultado ventajo­so. Las protestas por sus tácticas autoritarias cont inuaron : u n ex empleado estatal porfirista sos tenía que Gayou lo h a b í a mandado detener en la frontera , con otros exiliados pol í t icos , supuestamente para evitar que inf luyeran en la legislatura para anular los resultados de la e lección. Gayou n e g ó esta acusac ión con vehemencia . 2 3

En 1911, también circulaban los rumores de que gente in­fluyente había manipulado —o tratado de manipular—- los resultados electorales y que otros habían intentado postergar las elecciones para asegurar más resultados favorables. Exis­te evidencia de que ambas prácticas fueron utilizadas en So­nora. El gobernador recién elegido, Maytorena, frustrado porque la legislatura del estado había anulado la elección de u n o de sus amigos, Carlos Plank, a la C á m a r a de Diputados, acudió al gobernador interino para ayudarlo, pero Randall re­c o m e n d ó no imponer al candidato perdedor. Sugirió que Plank p o d r í a obtener una mayoría en alguna elección futu­ra . 2 4 Así, los artificios electorales no acabaron con el fin del porf ir iato ; los amigos seguían recibiendo u n trato preferen-cial en la política. Los insurgentes veían los despojos de los cargos como uno de los beneficios de su t r iunfo en 1911, y el deseo de tener u n cargo y recompensar a los amigos fieles era en ocasiones más persuasivo que la retórica bien inten­cionada sobre la democracia.

O t r o e jemplo de interferencia electoral en Sonora su­ced ió a finales de j u l i o , al circular rumores de que varias personas q uer í an posponer las elecciones estatales hasta

2 3 A n t o n i o B. M o n t e v e r d e a Francisco L e ó n de la Barra , 13 de agos­t o , 1911 , A G M , c. 7, exp. M-3, n ú m . 88.

2 4 Carlos Randa l l a J o s é M a r í a Maytorena , 23 de agosto, 1911, J M M A , c. 1, carp . 14, n ú m . 23.

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noviembre por razones mezquinas. El ministro del Inter ior , E m i l i o Vázquez G ó m e z — n é m e s i s personal de Madero— y algunos porfiristas, por su cuenta, tramaban posponer las elecciones. Los historiadores han visto esos intentos co­m o medidas desesperadas. Los oponentes en todo el país en 1911 — e l mejor ejemplo de ello es la e lección presiden­c ia l— ut i l izaron gritos de fraude para tratar de extender la fecha de las elecciones, por lo general sin éxito. En este caso, los maderistas del estado se opusieron resueltamente a cualquier retraso en las elecciones. Maytorena le escribió a Madero, quien de inmediato compuso una carta de pro­testa al presidente i n t e r i n o De la Barra, quien, a su vez, es­tuvo de acuerdo en que no h a b í a razón para posponer el proceso electoral . 2 5

En suma, la democracia en Sonora era una institución bastante frágil en el verano de 1911. Maytorena obtuvo u n t r i u n f o sospechoso, casi u n á n i m e , como gobernador, mientras que Gayou triunfó a pesar de la s infonía de voces que se alzaron contra su candidatura. A u n q u e algunos di­sidentes alegaban que Madero h a b í a alterado el proceso electoral al rehusarse a posponer las elecciones, para que sus amigos ganaran al final —como De la Barra en el ám­b i t o federal—, ac tuó en forma sensata. Quizás de manera igualmente notoria , n i n g ú n oficial local de Sonora acusó a oficiales estatales o federales de in ter fer i r con la autono­m í a de su munic ipa l idad . U n a ñ o m á s tarde, el gobierno p e r d i ó por lo menos u n e s c a ñ o en las elecciones al con­greso de Sonora, lo cual p o d r í a indicar que esa lucha fue d e m o c r á t i c a y justa. Maytorena escribió con orgul lo que el gobierno no h a b í a intervenido en las elecciones. 2 6 Este pa­trón de acontecimientos no es exclusivo de Sonora: hubo

2 5 A l b e r t o Morales a J o s é M a r í a Maytorena , 23 de agosto, 1911, J M -M A , c. 1, carp. 14, n ú m . 22; J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . Made­r o , 28 de j u l i o , 1911 , J M M A , c. 2, n ú m . 57; Francisco I . M a d e r o a Francisco L e ó n de la Barra , 28 de j u l i o , 1911, A G M , c. 18, exp. 1, n ú m . 50, y A l b e r t o Crespo a Francisco L e ó n de la Barra , 7 de agosto, 1911, A G M , c. 3, exp. C-3, n ú m . 123.

2 6 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a E d u a r d o Ruiz , 20 de sept iembre , 1912, J M M A , c. 2, n ú m . 120.

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resultados similares en estados tan diversos como Oaxaca y Chiapas. 2 7 Por doquier, la democracia triunfó durante los a ñ o s de Madero en el sentido de que la mayor ía de los candidatos populares ganaron. Si b ien no todos los políti­cos d e s e m p e ñ a b a n el papel d e m o c r á t i c o a la per fecc ión, la vo luntad del electorado solía conformarse con los resul­tados anunciados de las elecciones.

MAYTORENA EN EL PODER! EL CONTINUO PROBLEMA DEL ORDEN

Durante el siguiente a ñ o y medio , hasta la inesperada con­c lus ión prematura del per iodo de Maytorena como gober­nador en 1913, los gobiernos federal y estatal cont inuaron su lucha por restaurar la paz en el campo. E n consecuen­cia, surgieron cuestiones ele pol í t ica como q u é tan grande d e b í a ser la fuerza mi l i tar estatal, y q u i é n d e b í a ser respon­sable por pagar a las tropas — e l gobierno federal o el estatal. E l t a m a ñ o de las fuerzas estatales se volvió u n problema cada vez más importante porque, si b ien De la Barra y Made­ro hab ían gozado una luna de mie l polít ica en 1911, para comienzos de 1912 el presidente Madero enfrentaba una opos ic ión significativa. Sus antiguos enemigos y seguidores lo perc ib í an temeroso e indeciso, y pensaban que una re­be l ión p o d í a dest ituirlo.

Durante el gobierno de Maytorena, Sonora enfrentó dos amenazas militares auténticas : el levantamiento i n d í g e n a yaqui c o m e n z ó en 1911, y la revuelta regional —con visos nacionales— de Pascual Orozco en 1912. El gobernador Maytorena vio la necesidad de remil i tar izar el estado, y p i ­d i ó el envío de tropas y recursos federales para conseguir la paz por la fuerza. 2 8 Gran parte de l mandato de Maytore-

2 7 BENJAMÍN, 1 9 8 0 , p p . 7 4 - 9 8 y HENDERSON, 1 9 7 5 , p p . 3 8 - 7 4 . 2 8 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Rafael H e r n á n d e z , 4 de enero , 1 9 1 2 (sic,

1 9 1 3 ) J M M A , c. 2 , n ú m . 1 3 2 . A l b e r t o G a r c í a Granados a J o s é M a r í a M a y t o r e n a , 9 de sept iembre , 1 9 1 1 , J M M A , c. 1 , carp . 1 5 , n ú m . 3 , y Jo­s é M a r í a M a y t o r e n a a A l b e r t o G a r c í a Granados , 1 3 de sept iembre, 1 9 1 1 , A F I M , r o l l o 1 8 , n ú m . 0 5 1 5 .

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na se vio consumido por las rebeliones de Orozco y los yaquis. La historiografía tradic ional ha disculpado a Fran­cisco I . Madero en el á m b i t o nacional por no llevar a cabo las reformas que hab ía p romet ido en c a m p a ñ a con base en el hecho de que innumerables rebeliones disminuye­r o n las energ ía s de su r é g i m e n y lo l levaron a concentrar sus esfuerzos en las exigencias mi l i tares . 2 9 Las p r ó x i m a s dos secciones de este art ículo tratarán de aplicar esta inter­pre tac ión tradicional a los acontecimientos que ocurr ieron en Sonora, para determinar si u n argumento similar bene­ficiaría a Maytorena.

De todas las revueltas nacionales que estallaron durante la presidencia de Madero, la m á s ominosa fue la de Pas­cual Orozco, que a m e n a z ó con extenderse a Sonora desde el vecino estado de Chihuahua. Si éste fue la cuna de la re­voluc ión mexicana, entonces la mano de Orozco fue la que m e c i ó la cuna. Ya durante la lucha mi l i tar contra Díaz, Orozco h a b í a tenido diferencias con Madero. A l no reci­b i r recompensa alguna por sus servicios, n i obtenido la gu-bernatura por u n tecnicismo —o al menos eso creyó—, y descontento como muchos de sus colegas maderistas po­pulares p o r la l e n t i t u d de las reformas progresistas del go­b ie rno federal, Orozco r e u n i ó a sus veteranos de batalla en marzo de 1912 y se dec l a ró contra el gobierno. Los mo­tivos de Orozco pa rec í an bastante razonables. Las m u l t i t u ­des lo aclamaron cuando l legó a la c iudad de Chihuahua, opacando los vítores para el gobernador in ter ino Abraham Gonzá lez . Sin embargo, como en otros lugares del norte , a Orozco, como a cualquier maderista popular t ípico, se le n e g ó toda recompensa pol í t ica porque no tenía educa­c ión y p roven ía del c írculo social equivocado. Luego de su fallido intento por conseguir la gubernatura, se convirtió en el comandante pr inc ipa l de los rurales en Sinaloa, pero el salario relativamente bajo y lo oscuro de la pos ic ión no pa­rec ían ser recompensas adecuadas, y p o r tanto, permane­ció descontento, aunque, en teoría , fiel al gobierno.

Ross, 1955, p p . 244-249. Maytorena emplea la misma excusa, 1916, 2.

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En febrero de 1912, recibió el encargo de combatir a las fuerzas de Emi l io Vázquez G ó m e z , en cuyo nombre se ha­b ían rebelado hacía poco algunos rurales en Ciudad J u á ­rez. Vázquez G ó m e z , otrora aliado pol í t ico de Madero, h a b í a sido expulsado del gobierno i n t e r i n o de De la Barra por su fracaso al aplicar la pol í t ica de pacif icación. A m b i ­cioso y molesto desde entonces, E m i l i o Vázquez G ó m e z trató de reuni r a la vieja coal ic ión del norte para destituir a Madero . Luego de u n mes de indeci s ión , Orozco por fin se u n i ó a los rebeldes, en su mayor ía viejos compatriotas que h a b í a n peleado a su lado en 1910-1911. Así, el movi­miento de Orozco representaba, en parte, el resentimiento de muchos maderistas populares contra su ex líder, quien n o só lo los hab ía ignorado en su b ú s q u e d a de cargos ofi­ciales, sino que también h a b í a pospuesto las reformas sig­nificativas, como ellos las e n t e n d í a n . Es decir, gran parte de la agenda reformista de A b r a h a m G o n z á l e z , as í como la de l gobernador Maytorena —que se detalla en la si­guiente sección de este ar t í cu lo—, estaba d i s e ñ a d a para atraer a los maderistas civiles de clase media urbana. En consecuencia, muchos de los veteranos, con la notor ia ex­c e p c i ó n de Pancho Vil la , se declararon en favor de Orozco en marzo de 1912.

E n u n pr inc ip io , la rebe l ión de Orozco fue u n éxito. Cuando el secretario de Guerra obtuvo el mando de las tropas federales en el norte , u n teniente de Orozco lo sor­p r e n d i ó en la pr imera batalla de Rellano y destruyó sus tropas. Desalentado por su fracaso, el secretario de Guerra se su ic idó , lo cual causó todavía m á s confus ión en las filas federales. Sin embargo, la escasez de equipo mi l i tar y la re­ticencia que mostraron algunos veteranos chihuahuenses a abandonar su quer ido estado y marchar hacia la ciudad de M é x i c o debi l i taron los esfuerzos militares de Orozco. Entre tanto, los federales recobraron la confianza y co­menzaron a reorganizarse. Gran parte del resurgimiento federal se d e b í a a la presencia de u n nuevo comandante, el veterano her ido de guerra, general Victor iano Huerta . Este h a b í a ganado su r e p u t a c i ó n durante el porf ir iato al combat i r con fiereza a los i n d í g e n a s , pero prác t i camente

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no h a b í a participado en la defensa del r é g i m e n en 1910-1911. De la Barra utilizó su talento para la c a m p a ñ a contra Emil iano Zapata, durante la cual gozó de u n éxito precario. Madero , desesperado, p e n s ó que el d u r o Huer ta p o d r í a ayudarlo. Y lo hizo. Luego de r e u n i r defensas durante dos meses en el á rea que rodea T o r r e ó n y reabastecer al ejérci­to, H u e r t a avanzó con las fuerzas federales hacia el norte y se e n c o n t r ó con los orozquistas de nuevo en el campo de batalla de Rellano. Esta vez el resultado se revirtió, y a par­t i r de entonces Orozco y sus hombres huir ían hacia el nor­te y el oeste. 3 0

Desde el in ic io de la rebe l ión de marzo, el gobernador Maytorena temía que Orozco llegara a Sonora. La estra­tegia del gobernador consist ió en mandar fuerzas locales, i n c l u i d o u n gran n ú m e r o de yaquis —incluso m á s que el e jérc i to federal—, hacia la sierra occidental . Sin embargo, como Maytorena le reiteró a Madero, el éxito de esta estra­tegia d e p e n d í a del envío de d inero , caballos y municiones federales. 3 1 Con los hombres de Orozco d i r ig iéndose ha­cia Sonora en el verano de 1912, Maytorena y el gobierno estatal se ganaron la crítica de la prensa de la ciudad de M é x i c o p o r su supuesta mala organ izac ión . Maytorena m o n t ó en cólera , n e g ó los cargos y ex ig ió m á s ayuda fe­deral —incluidas tropas— para supr imir la r e b e l i ó n . 3 2 A diferencia del r é g i m e n de G o n z á l e z en Chihuahua, el go­b ie rno de Maytorena c u m p l i ó la tarea de rechazar a los orozquistas. Pr imero, como resultado de la vieja discusión, en la c iudad de México , sobre la necesidad de fuerzas esta­tales irregulares, Maytorena contaba con una fuerza mil i tar bastante significativa de unos 2 700 hombres, casi equiva­lente al n ú m e r o de las fuerzas orozquistas. Segundo, y qui­zás m á s importante , los sonorenses veían a los invasores

3 0 MEYER, 1967, 53-93; J u a n S á n c h e z A z c o n a a J o s é M a r í a Maytorena , 11 de a b r i l , 1912, J M M A , c. 3, carp. 6, n ú m . 23.

3 1 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 24 de agosto, 1912, J M M A , c. 3, carp. 9, n ú m . 10.

3 2 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 6 de sept iembre, 1911 , J M M A , c. 3, carp. 10, n ú m . 5 y J o s é M a r í a M a y t o r e n a a A b r a h a m G o n z á l e z , 6 de sept iembre , 1912, J M M A , c. 3, carp . 10, n ú m . 8.

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como forasteros. En consecuencia, las fuerzas sonorenses reclutadas en el ámbi to local, inc lu ido u n n ú m e r o impor­tante de yaquis, derrotaron a los orozquistas a cada paso, ob l igándolos a h u i r hacia la f rontera con Estados Unidos o de vuelta a Chihuahua. Las circunstancias de la invasión orozquista t ra jeron a u n nuevo v o l u n t a r i o a escena: Alva­r o O b r e g ó n , quien se convert ir ía en el h é r o e mi l i tar m á s importante de Sonora y l legaría a ser presidente de México, en f rentó su p r i m e r combate encabezando a los volunta­rios que h a b í a r ec lu tado en su c i u d a d nata l , donde ser­vía como alcalde. Para octubre, estos soldados locales y el e jército federal tenían la s i tuación bajo contro l , aunque grupos de rebeldes cont inuaron sueltos durante unos cuan­tos meses.3 3

Controlar a los yaquis resultó m á s difícil para Maytorena. Pero como su historia está ín t imamente ligada al problema de las reformas sociales, los detalles de esa lucha se deja­rán para la p r ó x i m a secc ión de este art ículo. Baste decir que desde finales de 1911 hasta la conclus ión del gobierno de Maytorena, los yaquis fueron u n elemento inquieto en la sociedad sonorense. De igual manera, las rebeliones de Flores M a g ó n , Vázquez G ó m e z y Orozco mantuvieron a Sonora en estado de alerta m á x i m a . Incluso cuando las re­beliones ya h a b í a n sido aplacadas, los ataques inesperados y el pillaje en ranchos y pueblos evidenciaron dolorosa-mente entre los sonorenses que la vida h a b í a sido m á s pa­cífica durante el porf i r ia to . En ese sentido, Sonora fue una t ierra in t ranqui la de 1911-1913. Resulta interesante pre­guntarse si hubiese habido mayor o r d e n social de haber prestado el gobierno de Maytorena m á s a tención a la re­fo rma que a la repres ión . E n lo subsecuente, este art ículo d e b e r á concentrarse en la historia del cambio social.

3 3 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a A l b e r t o Mora les , 8 de oc tubre , 1912, J M M A , c. 2, n ú m . 400 y A l v a r o O b r e g ó n a J o s é M a r í a Maytorena , 30 de sept iembre , 1912, J M M A , c. 3, carp. 1 1 , n ú m . 9.

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MAYTORENA Y LOS PROBLEMAS SOCIALES EN SONORA

La historiograf ía tradicional ha descrito a los maderistas ci­viles como reformistas moderados en la tradición del siglo X I X . 3 4 Podr í an describirse con mayor exactitud, como parte de u n gran consenso para el reformismo progresista que se ex tend ió por el país e n l 9 1 0 y l 9 1 1 . Inspirados por el mo­vimiento progresista que se d i fundía en los partidos repu­blicano y d e m ó c r a t a en Estados Unidos , los progresistas mexicanos plantearon cambios fundamentales para los males que acosaban a México . Sus ideas despuntaron en el gabinete de reforma de Porf ir io Díaz en abr i l de 1911 y se desarrollaron durante los mandatos de De la Barra y Made­ro , quienes las favorecieron claramente. Porfiristas y made­ristas civiles c o m p a r t í a n estas nociones. T a m b i é n lo hac ían los gobernadores del norte . Esta secc ión del artícu­lo estará dedicada a valorar si Maytorena f o r m ó parte de u n consenso m á s ampl io de reformadores —porfiristas y maderistas civiles— influidos por el mov imiento progresis­ta que se desarrollaba al mismo t iempo en Estados Unidos. A l examinar los antecedentes de Maytorena y sus declara­ciones sobre educac ión , reforma laboral y cambio agrario, podremos revaluar la reputac ión de Maytorena como re­formador social.

Los trabajadores m á s importantes de Sonora eran los mineros de las áreas del norte y centro de l estado, quie­nes, en t é rminos relativos, rec ib ían salarios generosos. I n ­quietos a causa de la lucha mi l i tar , los mineros de pueblos como Cananea y Nacozari se convi r t i e ron en u n problema potencial para el gobierno de Maytorena. E n Cananea, una m i n o r í a de la fuerza laboral se d e c l a r ó en huelga exi­giendo salarios m á s altos en octubre de 1911. Maytorena m o s t r ó poca s impat ía por los huelguistas. Culpando a agi­tadores p o r los disturbios, Maytorena o p t ó por l lamar a las tropas para someter a los mineros y evitar que la s i tuación explotara y desatara una huelga general, lo cual generar í a

Ross, 1955, p p . 241-249 y DEEDS, 1974, p . 28.

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p é r d i d a s de ingresos para el estado. 3 5 Nacozari p l anteó u n reto diferente: allí, los mineros agredieron a inmigrantes chinos, s ituación que p o d í a convertirse en u n incidente internacional . Con la c o o p e r a c i ó n del presidente De la Barra, el gobernador repar t ió a los trabajadores chinos en otros pueblos y los sustituyó con mexicanos. 3 6 Los colegas de Maytorena en Coahuila y Chihuahua actuaron en for­m a por d e m á s diferente: ambos pensaron seriamente en proteger a los trabajadores por ley. La reducc ión del traba­j o in fant i l se convirtió en u n tema de c a m p a ñ a importante para el gobernador Gonzá lez , así como la creac ión de una ley de c o m p e n s a c i ó n para los trabajadores. En compara­c ión, la historia de Maytorena como reformista laboral no fue nada impresionante. Más preocupado porque las minas siguieran produc iendo que por proteger a los mineros, Maytorena tampoco p r o m u l g ó una legis lación progresista, como lo hic ieron el gobierno federal y otros gobernadores del norte como Carranza y Abraham Gonzá lez .

En lo que toca a otras reformas sociales, el d e s e m p e ñ o de Maytorena no fue mejor . Como a los d e m á s gobernadores progresistas, le interesaba ampliar las oportunidades edu­cativas (incluso para las mujeres) en el estado y ponerlas al alcance de la gente del campo y de la ciudad. La reforma educativa era parte esencial del programa progresista. La propuesta federal, elaborada por el porfirista Jorge Vera E s t a ñ o l , buscaba i n c u l c a r valores a la gente r u r a l , c o m o la ét ica del trabajo, mediante la re forma educativa. Varios gobernadores progresistas h i c i e ron de la reforma educati­va una pr io r idad , en especial para las áreas rurales que ha­b í a n sido descuidadas durante el por f i r ia to . Sin embargo, Maytorena no hizo m u c h o en ese rubro : abr ió una escuela n o r m a l , varias escuelas para ind ígenas y a b o g ó por la edu­cac ión mixta . E l hecho de que Sonora tenía u n o de los

3 5 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco L e ó n de la Barra, 12 de oc tubre , 1911, A G M , c. 20, exp. 2, n ú m . 55 y A l e x a n d e r Dye a Phi l ander C. K n o x , 24 de j u n i o , 1911, RDS, r o l l o 14 ,812 .00 /2195 .

3 6 Carlos Randa l l a Francisco L e ó n de la Barra , 12 de agosto, 1911, A G M , c. 15, exp, 1, n ú m . 45.

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índices m á s altos de alfabetización en el país (34%) p o d r í a disculparlo, pero eso, por supuesto, era atr ibuible a los gobernadores porfiristas y no a Maytorena. A l igual que Carranza, buscó u n cód igo fiscal que pusiera una carga ma­yor en los r icos . 3 7 El ajuste de la carga fiscal fue también una re forma progresista c o m ú n propuesta en Coahuila y Chihuahua. De hecho, equi l ibrar los impuestos incremen­tando la carga para los terratenientes ricos y disminuyéndo­la para los negocios de clase media le g a n ó al gobernador Gonzá lez la host i l idad de la adinerada famil ia Terrazas-Creel. Maytorena impul só una reforma similar en Sonora, aunque no le costó tan cara. Pero las otras promesas de reformas morales que h ic ieron los gobernadores del nor­te, De la Barra y Madero no encontraron eco en Sonora. Maytorena no propuso c a m p a ñ a s para apoyar las reformas morales progresistas, tan populares entre los administra­dores estatales y federales, como la c a m p a ñ a para p r o h i b i r las bebidas a lcohól icas y tratar de abol ir las apuestas y las peleas de toros , l o cual h u b i e r a representado u n d u r o golpe para la cul tura popular del estado. Estas reformas, d i s eñadas para levantar la mora l de los pobres rurales y convertirlos en ciudadanos sól idos y trabajadores, se gana­r o n el disgusto popular y, en realidad, no fueron aplicadas. Quizás Maytorena mos t ró su realismo al no preocuparse p o r algo tan idealista como cambiar los valores básicos . En suma, en té rminos de e d u c a c i ó n y reformas morales, May­torena hizo menos que sus colegas progresistas de l norte .

Para Sonora, así como para el resto del país en 1 9 1 1 , el pr incipal problema social c o m p r e n d í a la poses ión de tierras y el contro l del trabajo y los recursos hidrául icos . E n Sono­ra, el problema afectaba de forma muy clara a los yaquis y, con el t iempo, q u e d ó reducido así el altruismo de Madero, el sentido de protocolo legal de De la Barra y el reformismo blando de Maytorena —moderado por sus intereses perso­nales— eran compatibles entre sí. Inmediatamente después de la exitosa revuelta contra Díaz, los yaquis tenían la espe­ranza de que sus viejos agravios fueran atendidos. Solicitaron

3 7 BEEZLEY, 1976, p p . 50-62 y DEEDS, 1974, p p . 31-33.

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a Madero la restitución de las tierras j u n t o al río Yaqui que habían perdido en la generac ión pasada, así como u n in­terdicto para que no se establecieran más mexicanos en su región. A d e m á s , esperaban que sus parientes deportados a Yucatán regresaran a Sonora lo antes posible. Su opt imismo estaba basado en una creencia implícita, aunque ingenua, en la bondad de Madero, en que era "tan justo como Dios" , 3 8

creencia compartida por muchos campesinos de México , como Emil iano Zapata (quien, por lo menos durante parte de agosto de 1911, sostuvo su confianza en Madero) . Por su parte, De la Barra (cuya correspondencia presidencial rara­mente tocaba temas de Sonora) buscó una situación en la que las tierras públicas se distribuyeran y otras transferencias de propiedad se concretaran sólo después de una audiencia y el proceso adecuado. Imag inó una Comis ión Nacional Agraria que resolvería disputas sobre títulos y ad judicar ía las tierras con base en precedentes legales. Probablemente tam­bién re spa ldó la propuesta porfirista de comprar tierra a los grandes propietarios para luego revenderla a los pobres. 3 9 E l problema en Sonora habr ía de ser Maytorena.

Casi desde el p r i n c i p i o , trató de socavar cualquier solu­ción que otorgara a los yaquis propiedades valiosas j u n t o a los ríos. D e n t r o de l estado, d e b í a equi l ibrar los intereses encontrados de los yaquis y de su propia clase, terratenien­tes que d e p e n d í a n de las tierras y mano de obra yaquis para que sus empresas agricultoras cont inuaran produ­ciendo. E n sus propiedades personales, el gobernador de­p e n d í a en alto grado de la mano de obra yaqui. Por lo tanto, como en el caso de los terratenientes de Morelos, los intereses personales de Maytorena y otros habitantes de la r e g i ó n r e q u e r í a n que los yaquis no se volvieran au-tosuficientes en sus propias tierras, sino que cont inuaran s iendo trabajadores subordinados . E n su p r i m e r a carta

3 8 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I. M a d e r o , 2 2 de j u n i o , 1 9 1 1 , J M M A , c. 1 , carp . 1 1 , n ú m . 1 5 . M a d e r o in s tó a Gayou a p r o m e t e r la re­p a t r i a c i ó n y u n acuerdo sobre la c u e s t i ó n de la t i e r ra , v é a s e Francisco I. M a d e r o a E u g e n i o Gayou, 2 6 de mayo, 1 9 1 1 , B N A M , 2 / 7 7 4 .

3 9 HENDERSON, 2 0 0 0 , p p . 1 7 7 - 1 8 6 .

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a Madero luego de que el nuevo rég imen tomara el poder, Maytorena calificó las demandas de los yaquis respecto de sus tierras como "imposibles de conceder". Se refirió a ellos como "ladrones naturales". 4 0 Sin embargo, estaba dispues­to a vender las tierras yaquis pertenecientes a Lorenzo To­rres, u n m i e m b r o del clan que había dominado la pol í t ica sonorense durante el porf i r ia to y que obstruía las ambicio­nes polít icas de Maytorena en los años anteriores a 1911. 4 1

En pocas palabras, desde el inic io del nuevo rég imen , May­torena no parec ió apoyar el cambio en la propiedad de las tierras, de m o d o que las reformas significativas en el á rea rura l d e b e r í a n esperar hasta la d é c a d a de 1920.

E n este contexto se efectuaron las negociaciones entre los comisionados yaquis y el gobierno de De la Barra du­rante el verano de 1911. Eugenio Gayou h a b í a instado a los yaquis a seleccionar una comis ión de tres personas pa­ra reunirse con el gobierno federal. Los yaquis siguieron esta sugerencia, creyendo que Madero resolvería el pro­blema de la p o s e s i ó n de la t ierra en su favor. Para mostrar su buena fe, acordaron retirarse a las m o n t a ñ a s Bocatete mientras duraban las discusiones, abstenerse de atacar a los habitantes de l valle y recibir provisiones del gobierno. M a y t o r e n a c r e y ó que p o d r í a aprovecharse de la r epu­tación de Madero para que los yaquis "aceptaran las tierras que usted [Madero] les asigne", 4 2 y cuya ex tens ión era me­nor de lo que los yaquis ex ig ían. Mientras las negociacio­nes se llevaban a cabo, prevaleció la paz en el ter r i tor io

4 0 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 3 de agosto, 1911, J M M A , c. 2, n ú m . 59; J o s é M a r í a Maytorena a Francisco I . M a d e r o , 5 de j u n i o , 1911, J M M A , c. 1, carp. 11 , n ú m . 2, y J o s é M a r í a Maytorena a Francisco L e ó n de la Barra , 19 de j u l i o , 1911, A G M , c. 7, exp. M-3, n ú m . 32.

4 1 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco 1. M a d e r o , 22 de j u n i o , 1991, c. 1, carp. 11 , n ú m . 15; Gonza lo L u q u e al m i n i s t r o de Guerra , 8 de agosto, 1911, A H D N , c. 131 /268 n ú m . 807, y j o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 24 de j u n i o , 1911 , J M M A , c. 2, n ú m . 4 1 .

4 2 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 22 de j u n i o , 1911, c. 1, carp. 1 1 , n ú m . 15 y Gonza lo L u q u e al m i n i s t r o de Guerra , 8 de agosto, 1911, A H D N , c. 131 /268 n ú m . 807.

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yaqui, excepto por motines ocasionales que comenzaron a aumentar a fines de 1911 . 4 3

Con cierto retraso, los negociadores l legaron a la ciudad de M é x i c o a fines de j u l i o . Como Madero h a b í a dejado la capital para tomar unas vacaciones en T e h u a c á n , Puebla, los tres l íderes de la t r i b u se reunieron con las personas designadas por De la Barra. Pero incluso cuando los nego­ciadores ya estaban en pláticas, el gobernador Maytorena e x p r e s ó sus reservas sobre la posibil idad de alcanzar u n re­sultado. A l t iempo que m a n t e n í a sus tropas en alerta, May­torena escribió a De la Barra p id iendo que el gobierno evitara la repatr iac ión de los yaquis de Yucatán hasta que la paz fuera restaurada en forma permanente . 4 4 Los planes de Maytorena para los yaquis eran paternalistas y asimila-cionistas. Cre ía que a la t r i b u d e b í a n o torgár se le autono­m í a y algunas tierras en el valle del Yaqui , siempre y cuando entregaran todas sus armas. A d e m á s , creía que los n iños d e b í a n asistir obligatoriamente a la escuela y apren­der e spaño l , de m o d o que con el t iempo se integraran al p a í s . 4 5 En pocas palabras, los objetivos de Maytorena y los de la t r i b u eran incompatibles; él esperaba uti l izar el nom­bre y la r e p u t a c i ó n de Madero para manipularlos y alcan­zar sus objetivos.

De la Barra no tenía n i n g ú n interés especial en el juego de Maytorena. Por ello —probablemente para disgusto de Maytorena—, el tratado que el gobierno federal firmó con los comisionados yaquis el 2 de septiembre resultó m á s ge­neroso de lo que esperaban los notables sonorenses. Si b ien De la Barra h a b í a discutido con la prensa la idea de redis t r ibuir unas 24700 ha entre miembros de la t r i b u , los términos del tratado que firmaron tanto Madero como De la Barra eran m u c h o más vagos. Las c láusulas relevantes estipulaban que el gobierno d e b í a d i s t r ibuir "tierras públi-

4 3 AGUILAR C A M I N , 1985, p . 195. 4 4 J o s é M a r i a M a y t o r e n a a Francisco L e o n de la Barra , 17 de j u l i o ,

1911, A G M , c. 16, exp . 3, n u m . 90. 4 5 J o s é M a r i a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 29 de j u l i o , 1911,

J M M A , c. 2, n ü m . 58.

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cas" a ciertos poblados; sólo si éstas resultaban insuficientes, el gobierno estaría obligado a adquir i r tierras adicionales en el valle del Yaqui para su redistr ibución. Entre tanto, hasta que aquél las fueran redistribuidas, los trabajadores yaquis recibir ían u n peso de salario al d í a . 4 6 N o todo el ga­binete a p r o b ó el tratado; supuestamente, el mini s t ro del In ter ior , A lber to Granados, acusó a Madero de intervenir en los términos finales.47 Pero el tratado contenía u n error fatal: no descr ib ía el proceso mediante el cual el gobierno estatal transferiría las tierras a los yaquis. Tampoco indica­ba de d ó n d e provendr ían los fondos para comprar las tie­rras. Puede ser que la imprec i s ión de los términos del tratado fuera producto de la incapacidad de ambas partes para concluir en cuanto a los detalles de la redis tr ibución de las tierras; tal falla, aunada a las sospechas de Maytore-na sobre la incl inación yaqui por la violencia, provocar ía e l fracaso del tratado en 1912.

T a m b i é n contr ibuyeron al fracaso las polít icas y envi­dias locales. A l comandante de los rurales del estado, el por f i r i s t a genera l Lui s M e d i n a B a r r ó n , n o le agradaba el comisionado designado por Madero para la paci f icación de los yaquis, el general ex Boer B. J. V i l j oen . Este ú l t imo acusó a Med ina B a r r ó n de apropiarse de tierras de los yaquis y de aconsejarles desconfiar de las promesas de Ma­dero . 4 8 La legislatura estatal con sede en Hermos i l lo reco­m e n d ó el despido de M e d i n a Bar rón , pues sus c a m p a ñ a s previas contra los yaquis hab ían dejado recuerdos amargos y dif icultaban la pac i f i cac ión . 4 9 Pero n i la transferencia de Medina B a r r ó n a o t ro cargo m e j o r ó el panorama. En vez de aclararse la s i tuación luego de la toma de p o s e s i ó n de Francisco I . Madero , en noviembre, los asuntos de Estado

46 El País (2 sep. 1911) y Mexican Herald (2 sep. 1911). 4 7 FlGUEROA DOMENECH, 1918, p . 23. 4 8 B. J. V i l j o e n a J o s é M a r í a Maytorena , 4 de oc tubre , 1911 , J M M A , c.

1, carp. 16, n ú m . 4; J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco L e ó n de la Barra , 2 de octubre , 1911 , A G M , c. 2 1 , exp . 3, n ú m . 13, y B. J. V i l j o e n a J o s é M a r í a Maytorena , 2 de o c t u b r e , 1911, J M M A , c. 1, carp. 16, n ú m . 1.

4 9 C á m a r a de D i p u t a d o s a Francisco L e ó n de la Barra , 7 de o c t u b r e , 1911 , A G M , c. 20, exp . 2, n ú m . 2.

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empeoraron. La combinac ión de la parsimonia federal (no se redistr ibuyeron tierras) y las continuas sospechas y te­mores de Maytorena sobre las intenciones de los yaquis destinaron al fracaso la polít ica de paci f icación.

Mientras el gobierno de Madero trabajaba en los detalles, las autoridades del estado continuaron proporcionando comi­da y medicina a los yaquis. La ausencia de y n progreso real en la implementac ión del tratado descorazonó a los yaquis, quienes pref ir ieron reanudar los saqueos a los ranchos que permanecer en la miseria. En marzo de 1912, el gobierno de­terminó enviar al á rea a u n sacerdote de confianza, el padre Pinán, para analizar la situación y discutir posibles soluciones con los l íderes de la t r ibu . De acuerdo con el misionero, los l í d e r e s yaquis se m o s t r a r o n renuentes y p i d i e r o n que to­dos los blancos evacuaran el valle de l Yaqui . T a l intrans i­gencia] ustificaba la falta de acción del gobierno; Maytorena propuso ut i l izar tropas de yaquis amistosos contra Orozco y postergar la c a m p a ñ a general contra los yaquis intransigen­tes hasta octubre . 5 0

Mientras tanto, Maytorena segu ía pesimista en cuanto a las posibilidades de lograr la paz con los yaquis. Cre ía que los "científ icos" , siempre villanos notables, incitaban tanto" a los yaquis como a los orozquistas contra su gobierno . 5 1 E l gobernador sugir ió intensificar la c a m p a ñ a mi l i t a r contra los "salvajes desagradecidos" que mostraban su falta de gra­t i t u d quemando y robando ranchos y pueblos. 5 2 Maytorena reveló sus intereses reales cuando propuso que el gobier­no permit iera mayor colonización por parte de los blancos entre los ríos Yaqui y Mayo. El Departamento de Desarro-

5 0 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Rafael H e r n á n d e z , 12 de j u n i o , 1912, J M M A , c. 3, carp. 7, n ú m . 4; B. J. V i l j o e n a E u g e n i o Gayou, 20 de d i ­c i e m b r e , 1911, J M M A , c. 1, carp. 18, n ú m . 9, y J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . M a d e r o , 28 de a b r i l , 1912, JMMA. , c. 3, carp . 6, n ú m . 27.

5 1 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a M a n u e l B o n i l l a , 14 de j u n i o de 1912, J M M A , c. 3, carp. 7, n ú m . 5 y J o s é M a r í a M a y t o r e n a a Francisco I . Made­r o , 13 de o c t u b r e , 1912, J M M A , c. 2, n ú m . 124.

5 2 J o s é M a r í a M a y t o r e n a a j e s ú s Flores M a g ó n , 25 de oc tubre , 1912, J M M A , c. 2, n ú m . 422 y J o s é M a r í a M a y t o r e n a a A l b e r t o Morales , 26 de o c t u b r e , 1 9 1 2 J M M A , c. 2, n ú m . 403.

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l i o rechazó el esquema de Maytorena argumentando que los especuladores aprovechar ían la opor tun idad para ob­tener beneficios injustos y que la intrusión del gobierno federal en una s i tuación local reviviría los abusos porfiris-tas del pasado. 5 3

T o m a n d o en cuenta el problema social m á s crítico de Sonora —la presencia de u n renuente grupo separatista de nativos americanos—, resulta claro que el gobernador Maytorena no haya propuesto nuevas soluciones. De he­cho, su respuesta final, la repre s ión mi l i tar de todos los d i ­sidentes y la co lonizac ión de tierras tribales, no difirió en n i n g ú n aspecto importante —excepto en la expat r i ac ión forzada— de las polít icas de fines del siglo X I X y principios del X X . Los yaquis p e r m a n e c e r í a n apartados del gobier­no de Madero hasta su d imis ión en febrero de 1913. S ó l o cuando el notable local, Alvaro O b r e g ó n , los rec lutó para luchar contra Victor iano Huerta , encontraron u n verdade­r o defensor. A u n así, sus peticiones no ser ían resueltas, si­n o hasta el desenlace de 1920. E n suma, la r eputac ión de Maytorena como h é r o e de los yaquis es e r rónea .

Antes de concluir esta sección sobre la reforma agraria, conviene indicar que los progresistas tenían una visión l i m i ­tada en lo que concierne a este tema. Util izar el mecanismo del estado para confiscar propiedades y redistribuirlas entre los menos afortunados no estaba en el radar polít ico de Ma­dero, De la Barra o del consenso progresista en general. Más bien, creían que adjudicar las propiedades en disputa en la corte y vender las tierras públ icas era todo lo que p o d í a ha­cer el gobierno. Y Maytorena no parec ía dispuesto a adoptar siquiera estas propuestas moderadas, quizás por u n conflicto fundamental de intereses: las tierras que poseía en el valle del Yaqui. Así, en el terreno m á s propic io para las reformas pro­gresistas, Maytorena logró menos, en términos prácticos, que sus colegas de otros estados.

5 3 Secretario de Desar ro l lo , Rafael H e r n á n d e z a J o s é M a r í a Maytore­na , 28 de sept iembre , 1 9 1 2 , J M M A , c. 3, carp . 1 1 , n ú m . 8.

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CONCLUSIÓN

El inic io de la Revolución en Sonora fue muy complejo, mas no del todo revolucionario. Las exigencias de cambio por parte de los maderistas populares fueron limitadas entre 1911-1913. Dado que con la revolución de 1910 subió al po­der u n notable local con vastos intereses personales enjue­go, la reforma en Sonora fue mín ima . El gobierno inter ino apac iguó a los insurgentes desmovilizando a varios reclutas más recientes y rebeldes de sus filas, pero manteniendo a otros maderistas populares en las fuerzas estatales, donde re­cibían buena paga y comida. J o s é Mar ía Maytorena g o b e r n ó bajo las premisas del consenso progresista, pero era clara­mente el más conservador entre sus colegas del norte. En el ámbi to polít ico, pareció manipular las elecciones a teniente gobernador para que ganara su amigo y leal subordinado. Por otra parte, no interfirió con la a u t o n o m í a de las comu­nidades locales, lo cual era de gran importancia en el norte de México . Inició reformas educativas modestas, pero no hizo m á s para cumpl i r con los criterios de u n reformador progresista. Mostraba poco interés en cambiar los patrones tradicionales de poses ión de las tierras para beneficiar a los d e s p o s e í d o s m á s obvios del estado, los yaquis. Hacerlo hu­biera resultado contrario a sus propios intereses.

Maytorena señaló las numerosas revueltas que inquietaron su administración, con algunos desastres nacionales, como huracanes y epidemias, parajustificar su desafortunado papel como reformador. Sin embargo, es más plausible el hecho de que sus predilecciones intelectuales se centraban en la refor­ma política como objetivo pr imar io de su administración. A los ojos de Maytorena, la elección del t ipo correcto de refor­mador liberal (como él y sus camaradas) traería como resul­tado u n cambio social gradual. En la práctica, como lo indica este artículo, muchos factores evitaron que esto sucediera. Así, la e lecc ión de Maytorena trajo muchas promesas, pe­ro pocos resultados concretos para Sonora. Con la salvedad del problema de los yaquis, cuyas demandas de cambio social c rec ieron en f o r m a d r a m á t i c a , e l mandato de Maytorena representa u n cambio de rég imen más que una revolución.

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Para que una variación real ocurriera, el estado tendría que esperar el surgimiento de otro hi jo nativo, Alvaro O b r e g ó n .

T r a d u c c i ó n de A d r i a n a SANTOVEÑA RODRÍGUEZ

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