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UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA 1 23 udd federico soriano Textos 2015-2016 En lugar de limitarse a expresar un punto de vista crítico, Teddy Cruz considera que la naturaleza contradictoria y conflictiva de los urbanismo fronterizos representa una oportunidad constructiva: su propio trabajo es prueba fehaciente de ello. Internándose en las particularidades de este territorio bicultural, Cruz está retando las nociones tradicionales de lo que la arquitectura puede y debe hacer. Lo que sigue son algunos extractos de una conversación reciente que mantuvimos en Barcelona, donde Cruz comparte sus perspectivas sobre el papel de los arquitectos, la participación y la negociación, así como algunos de los obstáculos a los que se ha enfrentado en su trabajo cotidiano. Redefinir la arquitectura Necesitamos reorientar la arquitectura hacia sectores precarios que suelen quedar fuera de su radio de acción. Un importante segmento de la vanguardia arquitectónica se ha alineado con la homogeneización, la privatización y el neoliberalismo económico. Como arquitectos simplemente aderezamos estas condiciones, pero hemos dejado de rebatirlas. Seguimos trabajando en la inviolabilidad de las líneas de demarcación de la propiedad, insertando bellos artefactos en los límites de condiciones aceptadas y establecidas. Hay temas que no comprendemos ni nos importan demasiado, como el ámbito político o los asuntos de propiedad. En mi opinión, son dos aspectos cruciales para cualquier proyecto de arquitectura. Proyectar un buen edificio es muy difícil; construirlo aún más. Sin embargo, para mí, lo más interesante es redefinir los Arquitectura: participación, proceso y negociación. CRUZ, Teddy. “Arquitectura: participación, proceso y negociación”, Crisis, Architecture Boogazine. 17

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UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRIDESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA

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23udd federico soriano

Textos 2015-2016

En lugar de limitarse a expresar un punto de vista crítico, Teddy Cruz considera que la naturaleza contradictoria y conflictiva de los urbanismo fronterizos representa una oportunidad constructiva: su propio trabajo es prueba fehaciente de ello. Internándose en las particularidades de este territorio bicultural, Cruz está retando las nociones tradicionales de lo que la arquitectura puede y debe hacer. Lo que sigue son algunos extractos de una conversación reciente que mantuvimos en Barcelona, donde Cruz comparte sus perspectivas sobre el papel de los arquitectos, la participación y la negociación, así como algunos de los obstáculos a los que se ha enfrentado en su trabajo cotidiano.

Redefinir la arquitectura

Necesitamos reorientar la arquitectura hacia sectores precarios que suelen quedar fuera de su radio de acción. Un importante segmento de la vanguardia arquitectónica se ha alineado con la homogeneización, la privatización y el neoliberalismo económico. Como arquitectos simplemente aderezamos estas condiciones, pero hemos dejado de rebatirlas. Seguimos trabajando en la inviolabilidad de las líneas de demarcación de la propiedad, insertando bellos artefactos en los límites de condiciones aceptadas y establecidas. Hay temas que no comprendemos ni nos importan demasiado, como el ámbito político o los asuntos de propiedad. En mi opinión, son dos aspectos cruciales para cualquier proyecto de arquitectura. Proyectar un buen edificio es muy difícil; construirlo aún más. Sin embargo, para mí, lo más interesante es redefinir los

Arquitectura: participación, proceso y negociación. CRUZ, Teddy. “Arquitectura: participación, proceso y negociación”,

Crisis, Architecture Boogazine.

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términos de nuestra disciplina.

Participación y conflicto

Me parece que centrarse en el conflicto puede ayudarnos a redefinir las prácticas e intervenciones arquitectónicas. Estoy de acuerdo con Marteen Hajer y Arnold Reijndorp, autores de In search of a New Public Domain, en el sentido de que el espacio público tiende a erosionar e higienizar el conflicto, que es un ingrediente básico para generar ideas distintas de lo urbano. Mi trabajo no tiene tanto que ver con los clichés asociados a la informalidad y la flexibilidad sino con aspectos relativos al conflicto. El conflicto aparece siempre como tema central: en la intención de ayudar a las comunidades a concentrarse en un ámbito específico de operación, en la colaboración con las comunidades para aportar nuevas ideas en el terreno de la vivienda y los equipamientos públicos, en las contradicciones entre los contextos políticos y económicos y las necesidades específicas de vivienda.

Algunos de los proyectos alternativos de arquitectura más relevantes surgirán a partir de condiciones de conflicto. Debemos reconocer dónde se producen el conflicto: la reorganización y la redistribución de recursos, la intervención en la torpeza de las instituciones (tanto económicas como políticas), la movilización y la mediación. En lugar de preocuparnos por los objetos y por la autonomía o los aspectos autorreferenciales de la arquitectura, debemos pensar en movilizar y ajustar sus límites, así como adaptar las instituciones para que puedan formular otro tipo de escalas y otra clase de diversidad social y económica.

Trabajar en comunidades fronterizas

Más que en la frontera, mi trabajo se inspira en las fuerzas invisibles y tangenciales que atraviesan el límite fronterizo entre San Diego y Tijuana. Para hacer arquitectura en estas zonas es indispensable identificar algunos de estos aspectos “ocultos”, sobre todo cuando se trabaja a escala del barrio (pueden ser cualquier cosa; desde la implementación de medidas de seguridad nacional, hasta las condiciones de uso del suelo, pasando por las políticas de migración que impiden o desalientan la generación de densidades alternativas).

En San Diego, sólo el 10 por ciento de la población puede permitirse pagar un precio medio de 500.000 dólares por una casa. Parece que la clase media está desapareciendo gradualmente, o por lo menos está cambiando, y que los arquitectos seguimos sin prestar atención a estos sectores intermedios. A decir verdad, existen muchas operaciones de construcción experimentales que surgen “espontáneamente” en estas zonas. Quizá no llegan a ser arquitectura propiamente dicha, pero sí apuntan a los fundamentos de la disciplina.

El problema de los arquitectos es que, en general, no nos interesa la política

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del espacio y la economía del desarrollo. Buena parte de lo que hacemos en nuestro estudio de San Isidro responde a la intención de convertirnos, y en última instancia, facilitar que los vecinos sena los promotores de su propio parque de viviendas. Cualquier proyecto de arquitectura va precedido de un proceso político y económico experimental, lo que involucra muchos retos. En San Isidro, el director de Casa Familiar, una ONG con la que estamos trabajando y que nos encargó llevar a cabo un proyecto de viviendas asequibles, nos propuso colaborar en el diseño de un proceso político y económico. Estos cambió completamente mi forma de trabajar y entender la arquitectura y el diseño.

En el barrio donde opera nuestro estudio, planteamos el problema de la redefinición de los usos del suelo. Actualmente, el tamaño mínimo de un solar es de 500 m2, una restricción obsoleta que no tiene en cuenta la actual composición de la población, que generalmente adopta esquemas de asentamiento mucho más densos (por lo tanto ilegales). Presentamos nuestras propuestas de micropolítica al municipio con la esperanza de que promovieran una revisión del tema. Una estrategia básica que favorecería la densidad en el sur de California sería la reducción de la parcela mínima, por lo menos al 50 por ciento, hasta llegar a 250 m2, que es más o menos la densidad media en ciudades como Chicago. Este cambio de política permitiría a los propietarios construir un dúplex sin ocasionar problemas legales en cuanto se refiere a responsabilidades en pólizas de seguros y demás; mientras que podrían disponer de un módulo adicional que les permitiese cobrar un alquiler adicional, creando así una fuente de ingresos alternativa. En general, creo que debemos volver a plantear temas de desarrollo económico y política urbana, una relación que ha sido generalmente desatendida por nuestra profesión.

La bonanza que ha gozado en los últimos años el sector de la construcción en San Diego se ha concentrado en proyectos de regeneración del centro de la ciudad. Los inmigrantes recién llegados suelen instalarse en vecindarios que conforman el “primer anillo” de suburbanización. Estos inmigrantes trabajan en el sector de servicios del centro de la ciudad, así como en zonas residenciales de las afueras, en el “segundo anillo” de barrios periféricos más acomodados. En los últimos años no se ha construido un solo proyecto de viviendas asequibles en esta zona. Parte de mi investigación trata de indagar las razones de esta falta tan seria.

Para que un promotor privado estuviera dispuesto a construir viviendas económicas en esta zona, tendría que solicitar subsidios (en California se llaman “desgravaciones fiscales”) para proyectos con una densidad mínima de cincuenta unidades de vivienda. Paradójicamente, las leyes locales de zonificación prohíben ese nivel de densidad, por lo que existe un conflicto evidente entre el contexto político (la política de usos del suelo), que en California limita la densidad y evita los usos mixtos, y el contexto económico, llaman “desgravaciones fiscales”) para proyectos con una densidad mínima de cincuenta unidades de

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vivienda. Paradójicamente, las leyes locales de zonificación prohíben ese nivel de densidad, por lo que existe un conflicto evidente entre el contexto político (la política de usos del suelo), que en California limita la densidad y evita los usos mixtos, y el contexto económico, donde el sector bancario sólo beneficia a los proyectos de urbanización a gran escala que generan ganancias importantes. Una alternativa es nuestra propuesta de dividir el préstamo que se concede para cincuenta unidades en microcréditos más pequeños.

En el barrio en el que trabajamos, la densidad y el uso mixto tienen que ver con las condiciones específicas de este “paisaje intermedio”. Me han preguntado por qué preferimos abordar la densidad horizontal, y por qué no hablamos de densidad vertical. Las condiciones existentes no pueden modificarse a voluntad. Debemos construir equipamientos que anticipen la densidad, no sólo insertar objetos que reflejen lo que los arquitectos consideran es una densidad ideal. Conceptos como densidad, uso mixto y viabilidad cambian cuando el barrio se convierte en el laboratorio.

En mi opinión, la ciudad ha dejado de ser un núcleo de experimentación (al menos en la medida en que, en la ciudad, la arquitectura se subordina a la gentrificación y a la regeneración corporativa). Por otro lado, el barrio es un lugar especialmente interesante para la experimentación, sobre todo porque es en esta escala donde el activismo se vuelve más intenso.

Aquí la gente genera sus propios procesos económicos y políticos, lo que implica la construcción de viviendas o infraestructuras muy distintas a una escala determinada, una especie de ADN de barrio que anticipa densidades alternativas. Las comunidades e instituciones locales (como la organización sin afán de lucro con la que trabajamos, que nació como una entidad de servicios sociales para inmigrantes y se ha convertido en una especie de promotora local para viviendas alternativas) están transformando los términos de representación política. Aunque se centran básicamente en aspectos prácticos, y en última instancia espaciales, también modifican nuestra idea de lo que es y debería ser la arquitectura.

Dinámica informal

En el campo de la arquitectura, la canalización de referencia y el uso de metáforas estáticas se han extendido a las ideas sobre la organización informal, de “abajo hacia arriba”. Los procesos “abiertos” se han convertido en una imagen fija, pero no somos capaces de entender los procesos en sí mismos. A pesar deldeseo evidente de superar la rigidez de la arquitectura, las herramientas y los planteamientos tradicionales no bastan. ¿Cómo enmarcamos las tácticas informales en un sentido espacial? Podemos empezar pensando en los equipamientos a pequeña escala: mercados en los callejones, aparcamientos como espacios de intercambio. ¿Es posible proyectar espacios abiertos a

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distintos tipos de intercambios y actividades, pero organizados? Para empezar, necesitamos aprender a manipular el tamaño de la parcela, detectar la conexión entre lo social y lo político, procurar a redistribución de recursos.

Hay ciertos grupos muy interesados en recuperar la autoridad de la arquitectura a partir de sus propios términos, de manera autorreferencial. ¿Quién costeará estas obras masivas y “radicales” que proponen?¿El gobierno?¿Qué tipo de gobierno? ¿Quizá Dubai? Estos proyectos son idealizaciones y carecen de una perspectiva política clara. Incluso en Europa, una región con una larga tradición de políticas de Estado de bienestar, el sesgo hacia la derecha señala la insatisfacción que producen los esquemas tradicionalmente asociados a este tipo de políticas. Cada vez nos arriesgamos menos a establecer procesos y políticas de abajo a arriba; estas consideraciones están ausentes de las inflexibles interpretaciones arquitectónicas relativas a las relaciones entre política y forma. Existe un gran temor a lo informal, porque no deja espacio a la inviolabilidad, la sacralidad, la higiene y el del estético. Hemos vuelto a pensar que sólo una arquitectura autónoma puede ser una arquitectura política.

Evidentemente, esto no es cierto. Es demasiado fácil alegar que estamos cansados del discurso de abajo a arriba, pero donde yo trabajo es más tangible y relevante que nunca, sin ningún tipo de idealización. El reto es inyectar nuestro pensamiento con estas dinámicas, no sólo en el caso de los asentamientos informales, sino también con relación al dinero informal que los inmigrantes envían a sus familias y que ayudan a financiar la construcción de infraestructuras o la compra de propiedades en su país natal. El capital (ilegal) que generan estos inmigrantes ejerce un gran impacto en las infraestructuras formales de las comunidades de su país. La imagen de lo informal me interesa menos que los procedimientos y las prácticas detrás de las dinámicas informales, mucho más instructivos y provocadores. Hay una cantidad impresionante de información desplegada allí.

Creo que la arquitectura es una de las pocas presiones que puede ser verdaderamente inclusiva. Me gustaría que los arquitectos contribuyeran al pensamiento conceptual de las instituciones, colaboraciones y procesos. Deberíamos ser figuras mucho más activas en este ámbito particular de la creatividad, con la excusa obvia de que nuestra aspiración es producir una arquitectura más diversa y compleja. Un político no piensa necesariamente en el espacio. La relación de lo social o lo político con lo formal (sin el peso de las relaciones de arriba-abajo en el nivel micro) es donde la informalidad también expresa su voz, con el apoyo de las instituciones de abajo a arriba. La ciudad de Curitiba, por ejemplo, es un buen ejemplo del traslado de lo informal a las infraestructuras formal y las políticas urbanas, bajo la dirección del arquitecto/alcalde Jaime Lerner. Una situación parecida está ocurriendo en Bogotá, siguiendo las estrategias propuestas por Enrique Peñalosa. Este es el tipo de mediación en la que creemos.

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La arquitectura como proceso y mediación

Los cambios sociales, culturales, económicos y demográficos están promoviendo una nueva forma de entender la arquitectura. Es importante destacar el papel de la mediación en estos barrios. En Estética Relacional, Borriaud sugiere que la forma es una manera de anticipar el encuentro; como arquitectos, por lo tanto, también podemos proyectar la participación. Planteando la densidad según la cantidad de relaciones sociales, sugerimos que para realizar un proyecto residencial sostenible, por lo menos en el sentido social, debemos involucrar a determinadas agencias de mediación. Los barrios donde trabajamos parecen muy horizontales, de muy baja densidad. Sin embargo, por ejemplo, lo que parece una casa típica dentro de una subdivisión estándar no es en realidad una residencia, sino un templo budista que se ha convertido en un importante centro social en el vecindario. En estos barrios, la vivienda está conectada a programas sociales muy específicos, que parecen microequipamientos y sistemas de apoyo social. Las agencias mediadoras desempeñan un papel clave y ser convierten en coreógrafos de las relaciones sociales: ofreciendo actividades específicas: mercados semanales, talleres sociales, etc. Estas agencias se han convertido en activistas que transforman los contextos político y económico, pero carecen de una comprensión clara de la espacialidad. En San Isidro quisimos plantear una idea muy distinta sobre el uso del suelo, que pudiera involucrar o absorber las dinámicas informales del barrio.

¿Cuál es el papel del usuario? En este caso, no se trata de una usuario pasivo, sino de un participante activo: políticamente, socialmente y en última instancia económicamente. En el barrio, los individuos que participan en el proyecto se convierten en pequeños promotores que se mantienen en contacto directo conlas organizaciones no lucrativas; las organizaciones a su vez asumen la deuda del préstamo que luego se subdivide en pequeñas porciones distribuidas entre la comunidad. Los residentes participan en el proceso constructivo y también dedican tiempo al trabajo voluntario. A escala de la ciudad, existe la idea de que los proyectos infraestructurales y arquitectónicos sólo son posibles gracias al poder económico y al capital, pero en este caso, el barrio es el capital social (dos mujeres transformando su casa de tres habitaciones en una pequeña guardería; una improvisada academia de danza dirigida por la ONG donde los profesores dan clases a cambio del alquiler), que puede traducirse en valor económico. Es algo que los arquitectos aún no han sabido aprovechar.

El máximo incentivo para la participación y el compromiso con el proyecto es la posibilidad de acceder a la propiedad, un concepto del que carecen los esquemas de “vivienda social” de Estados Unidos (donde las viviendas asequibles son casi todas las propiedades de alquiler). El objetivo es que los vecinos de estos barrios, con poco capital, puedan llegar a ser propietarios a través de la única estrategia viable: traduciendo sus actividades en capital económico con la ayuda de las organizaciones sin afán de lucro. ¿Cómo se

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puede incentivar a los residentes para que permanezcan en su barrio tras la revitalización (en lugar de tener que desplazarse a otro sitio, como sucede en el casón de muchos proyectos de regeneración)? La única solución es involucrar a los residentes en la promoción como copropietarios. La participación es un aspectos de la política (del proceso), pero la transformación de estos individuos en partícipes de los beneficios es otra cosa.

En Europa existe una larga tradición socialdemócrata, donde los gobiernos invierten en equipamientos públicos. En Estados Unidos, en cambio, la promoción inmobiliaria es una asunto privado. Es extremadamente difícil influir en las grandes instituciones. Parte de nuestra idea fue revertir este proceso, empezando por la puerta trasera, a nivel del barrio, responsabilizando a la larga al representante municipal en el distrito. Esta estrategia potencia el cambio incremental; al final hemos sido capaces de cambiar las leyes de zonificación del área. Aunque el proyecto de San Ysidro está muy localizado, consideramos que nuestros proyectos son casos de estudio, que actúan en el barrio o la parcela individual y que a la larga pueden desencadenar proyectos de mayor envergadura. La intención es proponer diferentes ideas sobre la densidad o el uso mixto, involucrando a instituciones de servicios sociales; conectando los equipamientos de trabajo social a la vivienda; relacionando servicios sociales y planes de vivienda. El uso mixto se suele entender como una disposición en la que los residentes se sitúan en las plantas superiores y los negocios o empresas a pie de calle; pero ¿acaso no nos interesa saber quién gestiona estos negocios? El uso mixto no puede valorarse exclusivamente por su valor comercial, sino que ha de tener en cuenta la participación de la población local.