trump lleva el caos

11
TRUMP LLEVA EL CAOS A LA CASA BLANCA “En su vertiginoso primer mes, el presidente de Estados Unidos ha polarizado a la sociedad, dinamitado el legado de Obama y entrado en guerra con la prensa y los servicios de inteligencia” (inverosímil para un Presidente de ese País). A veces uno siente que está soñando y que no es verdad.

Upload: susana-gallardo

Post on 21-Feb-2017

43 views

Category:

News & Politics


0 download

TRANSCRIPT

TRUMP LLEVA EL CAOS

A LA CASA BLANCA

“En su vertiginoso primer mes, el presidente de

Estados Unidos ha polarizado a la sociedad,

dinamitado el legado de Obama y entrado en guerra

con la prensa y los servicios de inteligencia”

(inverosímil para un Presidente de ese País). A veces

uno siente que está soñando y que no es verdad.

El tiempo es algo que le viene pequeño a Donald

Trump. Muy pequeño. Desde que el pasado 20 de

enero jurase el cargo, el presidente de Estados

Unidos ha hecho del vértigo su agenda y ha:

destituido a una fiscal general,

fulminado a su consejero de Seguridad

Nacional,

humillado a sus servicios de inteligencia,

ordenado construir un muro con México,

abandonado el Acuerdo Transpacífico,

colisionado con Google, Apple y Facebook,

encrespado a la Unión Europea,

defendido a Vladímir Putin,

ofendido a los líderes de China, México y

Australia,

prohibido la entrada a miles de musulmanes,

chocado con los tribunales,

Satanizado a los medios y convertido el gran

símbolo del poder estadounidense,

La Casa Blanca, en un inmenso caos.

Todo ello en 31 días. Poco más de 700 horas. Un

tiempo mínimo para cualquier gobernante, pero

suficiente en su caso para activar las alarmas. Dentro

y fuera del país. “Nunca he estado tan nervioso

sobre lo que pueda ocurrir en Washington.

Si emerge una crisis, no sé si podrán responder de

una forma racional”, ha alertado el demócrata Leon

Panetta, antiguo secretario de Defensa y ex director

de la CIA. ”Nuestro gobierno vive en un increíble

desorden y espero que no sigan así porque somos

una nación en guerra”, ha sentenciado el respetado

general Tony Thomas, jefe del comando de

operaciones especiales.

McCain: “Lo primero que hacen los dictadores es

reprimir a la prensa”

Trump se lanza a dinamitar el legado de Obama.

El espectáculo ha sido inédito. Pero esperable. Fiel a

sí mismo, el presidente de Estados Unidos no se

bajado de la locomotora a la que lleva subido toda la

vida. Tampoco ha abandonado su demagogia ni su

amor por el cuerpo a cuerpo. Pero detrás de su

aceleración permanente, también se le ha visto

empequeñecido por la realidad. Sobre todo, en

política exterior. Su punto más débil. Descontando

su virulencia con México, en el caso de Israel ha

dado marcha atrás a su apoyo irrestricto a los

asentamientos ilegales, ante China ha abandonado

su coqueteo con Taiwán y frente a Irán ha dejado sin

denunciar el pacto nuclear que tanto censuró.

Más beligerante, aunque no más exitoso, se ha

mostrado en los asuntos domésticos. Ahí, los

estallidos han sido continuos. Pero su furia se ha

estrellado contra las resistencias más poderosas que

él. La prueba la dio el veto migratorio.

La salvaje restricción impuesta a siete países de

mayoría musulmana desató una vertiginosa oleada

de protestas.

Mientras los aeropuertos eran ocupados por miles

de ciudadanos, centenares de empresas se sumaron

al frente legal. La propia fiscal general interina se

negó a defender la orden y los jueces, uno tras otro,

la rechazaron hasta que un tribunal federal bloqueó

la medida.

La bofetada judicial a Trump, quien ya ha anunciado

que esta semana presentará otra orden, mostró a

todos los límites de su grandilocuencia. Y también su

innata capacidad para dividir a una sociedad ya de

por sí fracturada.

Trump ganó las elecciones con 2,8 millones de votos

menos que Hillary Clinton, y las encuestas muestran

que no ha sido capaz de revertir este desequilibrio.

Por el contrario, cada día que pasa aumentan los

detractores. Su desaprobación, según Public Policy

Polling, ha subido del 44% al 53%. En esta erosión

interviene, para desgracia de Trump, todo aquello

que le gusta, especialmente sus colaboradores más

visibles.

El estratega jefe, Steve Bannon; la asesora estrella,

Kellyanne Conway, y el portavoz, Sean Spicer,

suspenden rotundamente y, con sus deslices,

incrementan la sensación de desgobierno que reina

en la Casa Blanca.

La caída ha sido tan pronunciada que hasta el líder

de la mayoría republicana, el senador Mitch

McConnell, ha pedido mesura a Trump. “Pero lo que

dice, lo hace todo más difícil”, ha reconocido. Sus

palabras alumbran algo que es evidente para todos

excepto para el presidente: que la acumulación de

enemigos y sus continuos espasmos tuiteros pueden

volverse tóxicos para los suyos. “Trump seguirá con

la misma intensidad mientras no afecte a los

republicanos en el Congreso. Pero una vez que esto

ocurra, tendrá problemas”, indica el profesor de

Historia y Asuntos Públicos de Princeton Julian E.

Zelizer.

Este punto de quiebra aún no ha llegado. Las críticas

en las filas de su partido siguen siendo minoritarias.

Pero hay indicios de que la eclosión no anda lejos. Su

propia personalidad le hace difícil frenarse. “Quiere

ser siempre el centro de atención y dar la imagen de

presidente activo, así que sospecho que continuará a

este paso”, explica Kyle Kondik, del Centro para

Política de la Universidad de Virginia.

La crisis por autocombustión es una posibilidad.

Aunque no la única. En el horizonte ha surgido un

incendio mayor que el propio Trump. La conexión

rusa. Los extraños vínculos de miembros de su

equipo con el Kremlin. El caso ya se ha cobrado una

víctima de altura: el consejero de Seguridad

Nacional, Michael Flynn. Pero el escándalo está lejos

de haber terminado.

Los servicios de inteligencia, vapuleados por el

presidente y alarmados por su amistad con Putin,

han contraatacado.

Desde las catacumbas han empezado a poner en

duda su capacidad y se ha iniciado un demoledor

chorro de filtraciones. Bajo este vendaval, los

medios se han lanzado a la caza mayor. Y el

presidente, irrefrenable, les ha declarado la guerra y

clasificado como "enemigos del pueblo americano".

La pelea ahora es cara descubierta. Trump tiene

enfrente a la prensa más poderosa del mundo, a los

servicios secretos y a una clase media urbana harta

de sus desmanes. Sólo la buena marcha de la

economía y una base fiel le salvan. Pero nadie sabe

cuánto podrá durar. En el horizonte se vislumbra una

disputa feroz. Algo que no asusta al presidente. Es

un jugador de largo aliento. Alguien que mira de

frente y muerde. Sin pestañear. Como el mismo dice:

“Si alguien te ataca, le atacas de vuelta diez veces.

Así, al menos, te sientes a gusto”. Ese es Trump.

Mimos a la banca y a las bases

Trump ha olido el peligro. Pero no lo teme. Desde el

inicio de su mandato ha tenido claro que se dirige a

su base electoral. Un segmento de mayoría blanca,

obrera y masculina donde su valoración se mantiene

e incluso crece. A esa población va dedicado gran

parte del aquelarre con los medios de comunicación

y para ellos ha empezado a dar mítines como el del

sábado Florida. “Su arranque ha sido turbulento,

controvertido y explosivo. Sin embargo, ha hecho un

buen trabajo solidificando su base conservadora,

aunque fuera de ese círculo, en la prensa, los

tribunales y la opinión pública nacional, no deje de

tener problemas”, explica el profesor de Historia y

Asuntos Públicos de Princeton Julian E. Zelicer.

Pero en sus primeros días, Trump no se ha limitado a

mimar su caladero natural. Desde la Casa Blanca ha

ahondado su perfil proteccionista y ha enviado

fuertes señales a su otro gran aliado: Wall Street. El

político que se presentaba como el látigo de los

especuladores ha abierto las puertas de su gobierno

a altos cargos de Goldman Sachs y ha prometido la

mayor desregulación desde Ronald Reagan. El sueño

dorado del gran capital.

La maniobra tiene un objetivo. “Si la ciudadanía se

siente bien en el terreno económico, Trump

obtendrá réditos políticos sin que apenas importen

otros factores”, explica Kyle Kondik, experto del

Centro para Política de la Universidad de Virginia.

Hasta la fecha, el plan ha salido bien. Wall Street

vive días de gloria y las encuestas le otorgan a Trump

una clara mayoría como líder económico. Su gran

baza.

http://internacional.elpais.com/internacional/2017/02/19/estados_unidos/148751855

8_536903.html