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T ribuna C atólica HOMENAJE al Dr. J uan Zorrilla de San Martín al conmemorarse el centenario de su nacimiento _ « ....................... ACCION CATOLICA DEL URUGUAY REAL DE AZÚA SARANDI. 384 MONTEVIDEO

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Tribuna Católica

H O M E N A J E

al Dr. J uan Zorrilla de San Martín al conmemorarse el centenario

de su nacimiento

_ « .......................

ACCION CATOLICA DEL URUGUAY

REAL DE AZÚAS A R A N D I . 3 8 4 M O N T E V I D E O

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A NUESTROS LECTORES:

Cumplimos en informar que, por razones de tiempo y espacio, hemos transferido para el próximo número dos interesantes artículos sobre Zorrilla, que tenemos el placer de anunciar:

Zorrilla de San Martín, y la Epopeya del Periodismo, de Luis Torres Ginart.

Zorrilla Parlamentario, del Prof. Enrique Pollero.

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Tribuna CatólicaAño XXI - N° 3 OCTUBRE, NOVIEMBRE, DICIEMBRE, 1955

S U M A R I OPág.

Zorrilla crece. - H. T. A ..................................................................................... 3

Pastoral:

Sobre el centenario del nacimiento del Dr. Juan Zorrilla de San Mar-tín, del Excmo. Sr. Arzobispo de Montevideo .................................... 5

Zorrilla de San Martín en España. - Raúl Montero Bustamante .......... 13

I. C redo...!, poesía de Juan Zorrilla de San Martin ............................... 24

Gratitud hacia Zorrilla. - Gabriela Mistral ................................................. 31

El sentimiento patriótico de Zorrilla de San Martín. - Dr. Eustaquio Tomé 33

La oratoria de Zorrilla. - Dr. José Miranda ............................................. 38

II. “A los pies de la Virgen de Luján”, poesía de Juan Zorrilla deSan Martín .................................... .............................................................. 41

Zorrilla, hombre religioso. - Pbro. Dr. Carlos Partelli ............................ 43

Zorrilla, figura clásica en la ciudad vieja. - Mons. Luis R. de Santiago 48

Zorrilla en la cátedra. » Arq. Román Berro ............................................... 50

Zorrilla, un modelo para la juventud. - Jorge De Vera .......................... 52

“Juan Zorrilla de San Martín”. - Reseña biográfica............................ . 60

Fragmentaria Bibliografía Zorrillista. - Arturo E. Xalambrí ................... 64

Ilustraciones:

—Retrato del Dr. Juan Zorrilla de San Martín, óleo. D. Giandrone.

—Foto de la colección de obras completas de Juan Zorrilla de San Martin (Biblioteca de Arturo E. Xalambrí).

—Foto de diferentes ediciones de obras de Zorrilla (Biblioteca de Ar­turo E. Xalambrí).

Colección REAL DE AZÚA

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TRIBUNA CATOLICAEDITADA POS LA JUNTA NACIONAL DE LA ACCION CATOLICA DEL UBUGUAY

Director:

HORACIO TERRA AROCENA

Secretario de Redacción: JORGE DE VERA

Censor Eclesiástico:

M. I. Sr. Cgo. MIGUEL BALAGUER

Cabe a la Dirección la responsabilidad sobre la orien­tación general de la revista.

En las cuestiones disputadas y opinables, la libertad será norma, sin perjuicio de cuidar la obligada caridad para con todos, y el espíritu solidario para con las legí­timas modalidades nacionales.

Redacción y Administración:

SARANDI, 384 - Teléfono 8-07-71 - MONTEVIDEO - URUGUAY

Suscripción anual $ 4.00 Ejemplar S 1.20

Redactor responsable:

DIEGO F. AUGUSTO (Duilio, 1406)

CORREOS DEI. URUGUAY: Impresos de interés general. - Registro N* 55

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EDITORIAL

Z O R R I L L A C R E C E

El tiempo agranda la figura de Zorrilla.No importa que las generaciones nuevas no hayan oído su voz

cargada de emociones comunicativas, encendida de entusiasmos, pe­netrante de acentos humanos. No importa que no hayan visto su mirada luminosa, la expresión de su rostro, el gesto enardecido de sus brazos. Han perdido, sin duda, la experiencia directa de sus dotes admirables de orador, y el contagio de su inspiración desbor­dante. No han sentido la atracción personal de su figura física, asociada a la expectativa de las multitudes ante su verbo lleno de sugestiones.

Pero Zorrilla queda en la palabra escrita. Y la sorpresa de las nuevas generaciones ante su mundo intelectual y poético, no es menor que el de la generación que lo tuvo presente, engarzado en los afanes de la hora como una piedra radiante.

Zorrilla crece: En el marco del pensamiento nacional; en el pa­norama del pensamiento americano; al través de las perspectivas históricas.

Crece como poeta: Ha pasado su escuela becqueriana, y el clima sentimental que estimuló su desarrollo en la húmeda tibieza de las lágrimas. Busca la inspiración otras imágenes huyendo de las que el verbo romántico deslizó en los crepúsculos y en las auroras, de aquellos con que pobló el silencio de los bosques y el correr mis­terioso de los ríos, de las que dieron sonidos y formas a la vida incomunicable del corazón. Pero hay valores eternos que para siempre anclan, en el humano patrimonio, la vida al parecer efímera de los gustos colectivos. Y esa es la obra del genio.

Zorrilla crece como poeta porque sus ritmos, sus imágenes y el retornar de sus símbolos, crearon en el fluir de sus palabras, la unidad indestructible de una expresión humana, la revelación ge­nial de realidades profundas que no pasan.

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4 TRIBUNA CATOLICA

Cuando las frases hechas de un gusto literario, como cortezas muertas, son arrastradas por fin al silencio sin retorno, emergen desde el tiempo con brillo nuevo aquellas que no fueron un simple verbalismo de acarreadores de vocablos, las que revelan trabazón profunda con una realidad subyacente, y todas juntas cobran la fuerza misma de esa realidad.

Crece también Zorrilla como orador, aunque su voz y su ade­mán nos falten. Por lo mismo que sus discursos nos revelan la misma unidad firme de una visión penetrante de las cosas, y el dominio de los anhelos más hondos del hombre.

Crece como filósofo de la historia tanto si mira hacia el pasado y descubre las corrientes duraderas que dan sentido a los hechos y grandeza sin par al sacrificio de los héroes, como s'r henchido en la lección de los grandes, enfoca ya los problemas del porvenir con mirada de águila, y puede ser el soñador de su pueblo, y como un profeta de la humanidad.

A los cien años de su nacimiento crece Zorrilla también como apóstol, con ese sentido tan moderno del apostolado dé los laicos: Apostolado de testimonio público en el mundo: Apostolado de pre­sencia cristiana y de ejemplo de vida. Apostolado desconcertante para los negadores de la fe cristiana: porque era la armonía del humanismo y de la religiosidad, de la inteligencia y de la fe, de la humildad y de la rectitud, del sacrificio callado y la alegría co­municativa; del no poseer riquezas y el darse a sí mismo genero­samente. La armonía suprema de combatir y ser amigo cordial del adversario: la suprema armonía de la caridad.

El estudio de esta personalidad fuerte de nuestra patria, puede decirse que recién se inicia.

También la Acción Católica debe iniciarlo respecto del Após­tol que fué: del hombre de Acción Católica, periodista en "El Bien Público” , solidario y obrero de todas las empresas de apostolado católico, precursor y profeta de grandes realidades, y representante del pensamiento de la causa en todos los instantes y en todas las circunstancias.

TRIBUNA CATOLICA dedica a su memoria el modesto home­naje de este número.

H. T. A.

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C A R T A PASTO RA L

CENTENARIO DEL NACIMIENTO D E L D r. J U A N Z O R R I L L A D E S A N M A R T I N

NOS, EL Dr. D. ANTONIO MARIA BARBIERI, POR LA GRA­CIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTOLICA, ARZOBISPO DE MONTEVIDEO, ASISTENTE AL SOLIO PONTIFICIO.

Al Venerable Cabildo Metropolitano, al Clero Secular y Regular, Comunidades Religiosas, Miembros de Acción Católica, Aso- dones piadosas y Fieles en general.

Se cumple este año el primer centenario del nacimiento del Dr. Juan Zorrilla de San Martín.

La ciudadanía entera, sin distingos de orden político, filo­sófico, o social, se apresta a tributar su emocionado homenaje al que llenara con su nombre toda una etapa de la vida ciudadana, en la que su personalidad ocupa el primer plano entre los hom­bres eminentes del país.

Las múltiples facetas que integran la figura del Dr. Juan Zo­rrilla de San Martín, provocan en todos los ambientes el espon­táneo homenaje; porque fue el jurista de alta alcurnia en el foro y en la cátedra: el intemacionalista de visiones certeras y eleva­das, el ensayista fino y agudo; el orador príncipe de su tiempo; el gran señor de las letras; el historiador que ha sabido vestir con belleza y galanura la escueta verdad de los hechos; él fué el poeta de insuperado lirismo y el rapsoda que cantó para el pue­blo las glorias de la patria, con su verso vibrante y encendido y con su inspiración limpia y brillante que sigue estremeciendo, en lo más hondo, la emoción de sus conciudadanos.

Pero además de todo eso, fué Zorrilla de San Martín un hombre de fe; íbamos a decir por encima de todo eso, sin temor

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de exagerar; porque el creyente deja la inconfundible huella de su paso por todos los caminos que recorre.

En todas partes aparece el Dr. Juan Zorrilla de San Martín, como el hijo fidelísimo de la Iglesia, el apóstol de la doctrina y el cantor de sus glorias; de ahí que Nos hayamos movido a rendirle el modesto homenaje de estas páginas, como ya lo hi­ciéramos en su oportunidad con otros hombres, que, guiados por su fe, nos dejaron el ejemplo de una vida limpia y de sus inquie­tudes por el bien de sus hermanos.

Si tuviéramos que definir al Dr. Juan Zorrilla de San Mar­tín, desde el punto de vista religioso, no titubearíamos en lla­marlo: Hombre de fe. Pero no el hombre de la fe lánguida, in­consecuente, infructuosa, a él se pueden aplicar con justicia las palabras de los Libros Santos: Jus tus ex fide vivit;* el justo vive su fe; porque para Zorrilla la fe no fué ni un adorno, ni una postura artificial, ni una forma acomodaticia de actuar; la fe fué para él un estilo de vida sin lagunas, sin defecciones, sin cobardes transacciones ni egoístas acomodos: él la vivió con toda su integridad, con todo su sentimiento y con todas sus renuncias.

El mismo hace su lírica profesión de fe:Canto mi fe orgullosoY quisiera a mi voz dar la pujanza Del rugido furiosoDe la fiera que el circo estremecíaY con robusta garra ensangrentada Al mártir la corona le ceñía.La entereza sublimeDe la Virgen cristiana que, serena,Realizando los mitos legendarios Pisa radiosa la sangrienta arena. . .Señor: yo creo en Tí, tu nombre adoro;Prosternado venero tus misterios. . .Señor: yo creo en T í; mi pecho escuda La fe que me enseñaste;

* Y jamás vacilé; jamás la duda Secó mi corazón con su veneno',Firme la planta, el corazón sereno.

Y luego canta la vivencia de su fe:Las pasiones templé con la creencia,Siempre temí la voz de la conciencia,Y del hombre falaz la grita insana Jamás oscureció mi fe cristiana.

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PASTORAL DEL Excmo. Sr. ARZOBISPO

Y finalmente hace una enfática afirmación:

Esa es mi fe, mi juramento santo,Ante quien ser e inteligencia postro;Lo lanzo al mundo. . . Si mi fe quebranto,Lánceme el mundo su anatema al rostro!

No son estas estrofas el encendido canto del poeta que dice armoniosamente cosas hermosas, corriendo en pos de imágenes inconsistentes; son la afirmación de una vivencia interior que sale a los labios en forma de verso, como íntima confesión de la conciencia.

Cada acto de su vida lo confirma.En el deseo de destacar la fe de este hombre justo y de pro­

poner su ejemplo, sobre todo a las generaciones nuevas, hemos querido espigar en el anecdotario de su vida algunos episodios que son como destellos de la inmensa fe que inundaba su alma.

Sus cantos de adolescencia y juventud están encendidos de esa fe inconmovible que inspira el mundo de sus afectos y en­ciende su estro, para cantar a Dios, a María Inmaculada en que halla objeto su amor filial herido por la temprana orfandad; al Vicario de Jesucristo en la tierra, a la patria cristiana que inclina sólo ante Dios su coronada frente, y a la raza indígena cuyos mis­terios guardan nuestros bosques y nuestros ríos.

La fe que hizo del aventajado estudiante de Santa Fe y San­tiago de Chile, un joven puro y limpio, fué templando al apóstol que había de esgrimir su espada para defender su credo.

Es así que un día, al conjuro del lema "Nuestra Victoria es nuestra Fe” funda —con la bendición del Santo Obispo Monse­ñor Jacinto Vera—, "El Bien Público” , como órgano de una causa católica; en sus columnas su pluma, vibrante como una espada, emprendió ardorosas campañas libradas en defensa de su doctrina, ora para repeler el error, la violencia y el atentado; ora para enseñar y edificar a propios y extraños; ora para exaltar los gran­des sentimientos de la Patria; ora para predicar la fraternidad entre los ciudadanos y entre los pueblos, que él concebía —adelan­tándose al concepto de la Sociedad de las Naciones—, al igual de la sociedad civil o política, como una entidad universal regida por la justicia y fundada sobre el amor cristiano, verdadera y única fórmula de democracia internacional.

La fe en Zorrilla no fué solamente una plataforma para su acción exterior; fué sobre todo una vivencia interior de tal suerte que si penetramos en su alma, a través de los resquicios que nos

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proporcionan los detalles que conocemos de su vida íntima, nos encontramos con su fe, quizá más consecuente aún de lo que apa­rece en su vida pública.

Y es precisamente en esa zona de la intimidad donde en­contramos las credenciales del auténtico hombre de fe; porque pre­dicar y defender la fe es cosa más fácil que vivirla; y sólo el que la vive, según el texto que antes citamos, es el que alcanza la perfección interior de su justicia.

La fe sostuvo a Don Juan Zorrilla de San Martín en los días de congojas íntimas. Cuando en plena juventud y en la desola­ción del destierro, vió súbitamente desaparecer a su esposa, escri­bió a su Obispo, a sus padres y amigos para pedir sufragios por el alma de la muerta y decirles:

"Dios, inúndame $le gracia inexplicable. Lloro dulcemente” . Luego oprimió contra su pecho a sus tiernos hijos y escribió aque­llos suplicantes versos:

"Señor, Señor! perdona mis miserias;¡Sufro tanto, mi Dios!Pónme sangre de madre en mis arterias.Ella se fué, tengo que amar por dos!”

En aquellos penosos momentos llegaron a sus manos las ga­leras de su poesía "Tabaré” ; y al corregir la dedicatoria a su es­posa, escribió al pie estas ejemplares palabras:

"Después de escrita esta página, que respeto hasta en sus in­correcciones, y antes de darla a la prensa, mi esposa ha muerto. . . He bendecido la voluntad de Dios que me la dió y me la quitó; le ofrendo a Dios, como holocausto propiciatorio, los pedazos de mi corazón que él destrozó. Con la absoluta evidencia de la fe, sólo veo en el dolor el nuncio de las divinas misericordias” .

Esa misma fe, esa "Gracia inexplicable” que le hacía aceptar serenamente la adversidad y le daba paciencia en el sufrimiento, le acompañó siempre en su larga y azarosa vida.

Cuando un acto dictatorial le arrebató su alta investidura di­plomática en Francia y le negó los recursos para regresar a su patria con su numerosa familia, en momentos en que uno de sus hijos era operado de enfermedad mortal, aceptó silenciosamente la prueba, afrontó la dura realidad, vendió sus joyas de familia y sus muebles para volver al país y reanudar sus servicios a la causa de Dios.

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Los actos de persecución y las injusticias de que entonces fué objeto el gran ciudadano que durante siete años había represen­tado al país con inusitado brillo en España, Francia y ante la Santa Sede, no lograron arrancar palabras amargas, ni a sus labios ni a su pluma.

Con la aureola de la fe integral vivió, siguió sirviendo a la causa y a su país, alcanzó la gloriosa ancianidad y murió mirando al Cristo, abrazado a su Cruz.

Jamás, ni en los momentos de supremo dolor, ni en las cir­cunstancias en que la sensibilidad disputa su imperio a la razón, supo de claudicaciones en la acerada y recta línea de su conducta.

En los días que acabamos de referirnos, uno de sus hijos, ado­lescente aún, tocado por la Gracia de Dios, le reveló su vocación religiosa y su deseo de ingresar en la ínclita Compañía de Jesús.

Sin dejar de sentir el desgarramiento que, en aquellas circuns­tancias suponía la ausencia del hijo, que iba a quedar en Eu­ropa, separado de la familia, el Dr. Zorrilla otorgó sin titubeos su consentimiento; y en una libreta de apuntes íntimos que nadie ha conocido hasta ahora, escribió para sí mismo, con trémula mano, esta confesión, magnífica expresión de su fe: "25 de agosto de 1898. Yo he venido a Monserrat con un objeto principal. Mi hijo Juan Carlos llamado por Dios quiere seguir la voz de lo alto. El me dijo: "Dios me llama; me voy a la Compañía de Jesús” , y yo sin vacilar le contesté: Anda, hijo mío, y que Dios te ben­diga como te bendigo yo, pues tú serás así mi gloria y mi corona. Jamás pude soñar tanta felicidad para tí y tanta gloria para mi. Debíamos decirnos adiós, y yo elegí para ello a Monserrat donde fuimos a pasar y pasamos el último día. Hermoso sitio que Dios me ha preparado para que le entregue el hijo que El me ha pe­dido. Ahí está, ¡oh Señor! Lo veo delante de mi rezando arro­dillado ante Tí, y lo veo envuelto en una aureola. Ese cuerpo es mío; yo lo engendré; es hueso de mis huesos y sangre de mi sangre; pero ese espíritu que lo compenetra y lo circunda, eso no es mío, es mucho más que yo. Eso eres Tú, ¡oh Señor! que en­salzas a los humildes y que acaso has hallado en mi vida algún acto de humildad entre las soberbias de mis horas!”

Hemos querido citar esa página, porque creemos que es una lección y un estímulo para todos los que como Zorrilla ven cre­cer en el jardín hogareño esta flor bajada del Cielo que es la vocación.

Creemos que su actitud es la única que cabe en un hombre de fe frente a estas circunstancias.

PASTORAL DEL Excmo. Sr. ARZOBISPO 6

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Herido otra vez por la adversidad que, luego de enfermedad penosa, dejó huérfano su hogar de la ejemplar compañera que durante 18 años compartió los azares de su vida, dió ejemplo de fortaleza y de cristiana resignación.

A pesar de lo extendido de este Documento, no queremos si­lenciar dos notas importantes que completan el perfil que estamos trazando del hombre fe que había en Zorrilla; nos referimos a su caridad y a su espíritu de oración.

Don Juan Zorrilla de San Martín porque fue hombre de fe, debió ser hombre de caridad: lo fué hacia el menesteroso, con el que partió el pan —a veces escaso— de su mesa; lo fué con el

- hermano, con el amigo y con el adversario.Su caridad fué dádiva maternal en la medida de sus posibi­

lidades y fué dádiva espiritual en la sin medida de su corazón.Dió todo lo que podía dar; pero fué pródigo, especialmente

en el ejercicio de aquella caridad que adivina el dolor ajeno y procura aliviarlo; que intuye la congoja del hermano y se desvive por consolarlo; que se duele del extravío y la perversidad del enemigo, y en lugar de gestos iracundos o duras expresiones, ofrece palabras edificantes de generoso olvido y comprensivo perdón.

En el diario, en la tribuna, en el parlamento, en el ambiente católico, en el indiferente o en el adversario, su palabra y su gesto, sin dejar de ser severos, cuando así lo reclamaban las circunstan­cias, procuraban ser siempre cordiales.

El "ómnibus charitas” fué su lema constante; y en esa cari­dad, que recibía por revelación de lo alto, sabía ahogar los im­pulsos de la carne que se hacían presentes en los naturales movi­mientos de su temperamento, y en las reacciones que provocaban en su espíritu recto las injusticias de sus amigos, y los denuestos de sus adversarios.

Pero toda esa vida interior de este ejemplar hombre de fe, se nutría en la oración.

En más de una hora de confidencia espiritual que él Nos solía dispensar, hemos podido personalmente aquilatar los valores y medir el vuelo de su espíritu excepcional.

La última de estas confidencias versó sobre el Prefacio de la Misa de Difuntos del cual él Nos decía algunas referencias de orden teológico; la citamos aquí, porque esas magníficas palabras de la Iglesia que nos recuerdan que nuestra vida se nos cambia pero no se nos arrebata, y llenan de luz de esperanza en Cristo, el tenebroso pensamiento de la muerte, fueron el último tema de su amorosa meditación.

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PASTORAL DEL Excmo. Sr. ARZOBISPO 11

Cuando llegó la muerte a visitarlo, las cuartillas en las que volcaba su pensamiento estaban incompletas y con enmiendas en tinta roja, sobre su mesa de estudio, esperando un complemento que el alma de su autor lo guardó para el cielo.

Recordamos además con emoción su devoción a la Santa Eu­caristía y a la Santísima Virgen.

En una ocasión —hace de esto muchos años— Nos traslada­mos a la Catedral para verlo comulgar; queríamos adivinar sus sentimientos a través del rito de su Comunión, y no pensábamos entonces que esa ingenua curiosidad del neo sacerdote de enton­ces iba a servir al Prelado de hoy para decir estas cosas.

Pero no podemos olvidar nunca la figura inconfundible de aquel ilustre anciano que, aquietando el gesto nervioso que lo ca­racterizaba, se acercaba al Comulgatorio como abstraído de las cosas de la tierra; y luego, como el águila que captada la presa, la va a saborear en una escondida hendidura de las cumbres, Don Juan Zorrilla, con los ojos entreabiertos y su paso acelerado, salía de la iluminada Capilla del Santísimo, para refugiarse en la pe­numbra de algún rincón del templo, donde de rodillas, con la mano derecha oprimiendo su pecho entre los botones de su jaquet, quedaba inmóvil por largo rato en la muda contemplación de su Dios.

Y junto a Jesús, María Santísima, los dos amores insepara­bles en el corazón del cristiano.

Y el Dr. Zorrilla expresó su tierna devoción en aquel canto Stella Maris que no se animó a publicar porque no le pareció su­ficientemente digno de la Santísima Virgen, y que el dilecto amigo nuestro, D. Raúl Montero Bustamante, nos lo ha entregado en cuidada edición.

Amadísimos hijos; hemos querido destacar en este Documento Pastoral la arista más saliente de este hombre ilustre: su fe.

Lo hemos hecho para que quedara perdurable entre vosotros, por el carácter de este Documento, su ejemplo sin mancha; lo he­mos hecho también para rendir homenaje de admiración y agra­decimiento al católico que siempre estuvo al lado de la Iglesia como valiente soldado, y en el que la Jerarquía Eclesiástica, desde Monseñor Jacinto Vera hasta Nos, encontró siempre al amigo, al consejero y al colaborador de todas las horas.

Este homenaje nuestro va rubricado por la palabra misma del Sumo Pontífice, felizmente reinante S. S. Pío XII, quien, en el inolvidable discurso que se dignó dirigirnos en el reciente Con­greso Mariano a la Arquidiócesis, hace de él expresa referencia

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12 TRIBUNA CATOLICA

llamándolo "Gran Católico” ; y más tarde dispuso que su busto adornara una de las salas Vaticanas, donde hasta ahora sólo las estatuas de los Papas y grandes dignatarios de la Iglesia han te­nido acceso.

Y mientras nos recogemos en oración ante su memoria, pi­damos a Dios Nuestro Señor que multiplique estos ejemplos; entre tanto os impartimos nuestra pastoral bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Dada en Montevideo en nuestra Sede Arzobispal, el día 24 de agosto del año del Señor, mil novecientos cincuenta y cinco.

t ANTONIO MARIA,Arzobispo de Montevideo.

Por mandato de Su Excia. Revma.,Ornar Mangado,

Secretario General.

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ZORRILLA DE SAN MARTIN E N E S P A Ñ A

Aunque a mi me corresponden las generales de la ley, el amable pedido con que me honra TRIBUNA CATOLICA me induce a es­cribir algunas páginas de carácter completamente objetivo sobre la actividad que Don Juan Zorrilla de San Martín desarrolló en Es­paña cuando desempeñó, en la Corte de Madrid, el cargo de En­viado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Uruguay ante S. M. la Reina Regente Doña María Cristina. Se trata de un pe­ríodo típico de la vida española, 1891 - 1894, y de una época esen­cial en la vida literaria de aquel hombre de letras, algunos de cuyos aspectos expresa ya en una misiva que dirigía a la benemérita Aso­ciación de Estudiantes y Profesionales Católicos.

Las relaciones con los hombres de gobierno de España y con los colegas del Cuerpo Diplomático no habrían bastado para satisfacer las aficiones e inclinaciones de Zorrilla de San Martín. El era, antes que nada, hombre de letras y artista; de manera que su deseo era vincularse con los literatos, pintores, escultores y músicos españoles. Tenía títulos para ello. A su obra literaria, ya consagrada por au­toridades críticas de ambos mundos, entre ellas la de Don Juan Valera, agregaba sus condiciones personales: su cultura, su elocuen­cia, su arte de conversar que iba a ensayarse en un país de admi­rables causettrs, sus aficiones artísticas, sus maneras de hombre de mundo. Unía a todo esto su amor a España, a su historia y a sus tradiciones, que había sido cultivado en el hogar por su padre. El fondo de su carácter era profundamente castizo, y esto se advertía hasta en su lenguaje, en el acento de su palabra, en que se auna­ban, en grato connubio, la correcta pronunciación española y la viril, pero musical eufonía con que los uruguayos hablan el idioma castellano, que sorprende y encanta a los españoles.

Si en el ambiente del Gobierno español y en el mundo diplo­mático halló excelentes amigos, los halló también en los centros cul­turales y artísticos, donde no tardó en figurar con singular brillo. Favoreció este aspecto de sus actividades en Madrid el extraordi­nario movimiento intelectual a que dió lugar en España la celebra­

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ción del cuarto centenario del descubrimiento de América, en cuya preparación y desarrollo le cupo parte principalísima, tanto por su investidura diplomática como por sus aptitudes personales y su je­rarquía literaria.

Cuando Zorrilla d’e San Martín llegó a Madrid, al mediar el año 1891, la gran generación de la República y de la Restauración todavía se hallaba en su apogeo. Los hombres que figuraban en el Gobierno español, en las Cortes, en las Academias, en los Ateneos, en el periodismo, eran los estadistas, los políticos, los jurisconsultos, los escritores que habían llenado con su nombre, con su acción y con su obra la segunda mitad del siglo X IX y que, por lo tanto, habían hecho la historia de España en ese atormentado período. Casi todos eran hombres provectos, porque en aquella época no se concebía la intervención de hombres jóvenes en los cargos públicos dirigentes. Eran estos personajes, representantes de todos los par­tidos políticos, de todas las ideologías filosóficas, de todas las es­cuelas sociales y literarias. Había ministros dé Doña Isabel II, de O’Donell, de Don Amadeo de Savoya, de la República y de la Res­tauración; monárquicos y republicanos, liberales y conservadores, clásicos, románticos y naturalistas. Se tropezaba allí con los ex-Pre- sidentes de la República y con los jefes de los gobiernos dictato­riales; con Cánovas del Castillo y con Sagasta, con Pi y Margall y con Castelar, con Figueras y con Azcárate, con Silvela y con Sal­merón, con Montero Ríos y con Moret, con el Conde de Cheste y con Don Juan Valera, con Campoamor y con Núñez efe Arce, con Ta­mayo y Baus y con Etchegaray, con Balaguer y con Pereda, con Me­néndez y Pelayo y con el Padre Mir, con la Pardo Bazán y con Pérez Galdós, con Manuel del Palacio y con Teodoro Llerente.

Zorrilla de San Martín que, en 1891, solamente tenía 35 años, frente a esta constelación de hombres ilustres podía ser considerado como un jovenzuelo. Con razón Miguel Cañé decía festivamente a Núñez de Arce al excusarse cuando éste le requirió para que dic­tara una conferencia en el Ateneo de Madrid:

"— ¿Conoce usted al actual ministro del Uruguay en Madrid? ¿No? Pues se llama Juan Zorrilla de San Martín, vive aquí a la vuelta de mi casa y si usted le ve con sombrero, no da un real por él, ni mucho menos si le ve descubierto. Nadie le conoce aún aquí, porque ha llegado hace poco; pero el día que caiga en un cenáculo intelectual en el que haya algunos poetas, uno que otro hombre de pensamiento, un colorista y un oído habituado a oír sonar el cris­tal y el templado bronce, le van a sacar en andas. Para que usted no olvide esta visita, regalo a usted y al Ateneo, a mi amigo y com­pañero Zorrilla de San Martín. Oiga usted un momento” .

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Cañé tomó de su biblioteca el poema "Tabaré” , leyó algunas estrofas y se lo pasó a Núñez de Arce que lo siguió leyendo en si­lencio, y al fin exclamó: "¡Pero este es un maestro!”

Núñez de Arce visitó en seguida a Zorrilla de San Martín y le invitó a ocupar la tribuna del Ateneo. Aceptó éste la invitación y se convino en que el orador disertaría sobre el descubrimiento y la conquista del Río de la Plata, dentro del plan de conferencias organizado por la ilustre corporación madrileña para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo.

La tribuna del Ateneo de Madrid era, en aquella época, una institución infranqueable para los hombres de pensamiento que no hubieran logrado la consagración y la plenitud de la notoriedad. Los extranjeros no tenían entonces acceso a ella, que conservaba aún su tradición conservadora, aunque a su pie, como ocurría con las cáte­dras de la Universidad, rumoreaba ya la segunda generación krau- sista formada en la tradición de Sanz del Río, que había traído de Alemania la doctrina del profesor de Eisenberg.

La noche del 26 de enero de 1892 Zorrilla de San Martín subió a la tribuna del Ateneo. Desde aquella noche data su fama en Ma­drid. La sala desbordaba de público y se habían dado cita en ella los hombres más ilustres da la España del Centenario. Miguel Cañé, que asistió a la memorable velada, la describió en esta página que fi­gura en su libro "Prosa lijera” :

"Llegado el momento, el alma vigorosa y bien templada del poeta uruguayo subió hasta la tribuna su pequeña envoltura mortal. El público miró con sorpresa aquel rostro invadido por la hirsuta y rebelde cabellera que, al avanzar sobre la frente, parecía continuarla, para dar ancho hogar al pensamiento. Cuando empezó a hablar, el acento, la armonía de la palabra, la vibración de la idea, la lujosa forma en que salía envuelta y la gracia con que se movía, conquis­taron al poco andar al auditorio, que rompió en aplausos calurosos. Por fin, cuando Zorrilla de San Martín, de pie, en la cumbre que parte el istmo americano, como Balboa, miró, no ya los dos océanos que tendieron su inmensa majestad a los ojos atónitos del rudo na­vegante, sino el cuadro entero de esa colosal América latina, que empieza en el continente austral por las regiones que baña el Ori­noco y concluye en la glacial soledad del último cabo del mundo habitado; cuando, como Andrade en su canto, descubrió una a una las naciones desprendidas del vigoroso cuerpo de España, sus luchas feroces, herencia de su organismo pasional, sus esfuerzos por surgir a la luz, sus riquezas, sus esperanzas y su fe en el porvenir; cuando ligó todo ese pasado al pasado de la madre patria y confundió, en la imagen esplendorosa del triunfo definitivo que reservan los días

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venideros, a la raza entera, entonces los ojos se llenaron de lágrimas, los corazones se agitaron a romperse y las manos se buscaron ins­tintivamente. Núñez de Arce, que estaba a mi lado, murmuraba a cada instante, a mi oído, palabras de gratitud, y fué con un abrazo estrecho que recibió a Zorrilla, cuando éste descendió de la tribuna” .

Este acontecimiento, que tuvo mucha resonancia en los círculos literarios madrileños, fué el punto de partida de una serie de éxitos que hicieron de Zorrilla de San Martín la figura indispensable en todos los actos que reunían a los hombres de letras.

La Real Academia de la Historia le acordó la dignidad de aca­démico correspondiente y lo recibió en su seno. En esa ocasión el recipiendario pronunció un discurso que fué muy celebrado, y al que contestó el Presidente de la Academia Don Antonio Cánovas del Cas­tillo con expresiones muy honrosas para el Uruguay y para su repre­sentante en España.

También se incorporó a la Real Academia Española, de la cual era miembro correspondiente desde el año 1885, como hemos di­cho. Al incorporarse a la Academia de la Lengua pronunció un dis­curso que fué también contestado por Cánovas del Castillo. Desde entonces concurrió asiduamente a la Academia, que estaba todavía instalada en su viejo edificio de la calle Valverde, y que, poco des­pués, se trasladó a su palacio, recién construido, en la calle Felipe IV, precisamente frente a la residencia de Zorrilla de San Martín.

Esta circunstancia fué causa de que constantemente participara de la tertulia vespertina que reunía a los mejores ingenios españo­les de la época. Las gratas reuniones de la Academia fueron recor­dadas por él en forma pintoresca. Al evocar y describir una reunión de la Academia, caracterizó, en breves rasgos, las figuras más emi­nentes de la docta compañía: el Conde de Cheste, Director de la Aca­demia, "caballero octogenario de capa, y espada, de maneras solem­nes y señoriales” ; el Secretario Perpetuo Tamayo y Baus, con su ca­beza sin carácter ni expresión; el Censor Núñez de Arce, apasionado, fácil a la exaltación, tensa siempre la cuerda oratoria; Cánovas del Castillo, de quien dice que donde él estaba estaba siempre la cabe­cera; Menéndez y Pelayo, que se sentaba junto a Cánovas, cuya opi­nión cerraba siempre el debate; el locuaz y elocuente Castelar, que era su vecino de mesa, y cuya conversación atraía la severa mirada del Censor; Don Manuel del Palacio, Don José Etchegaray, el vie- jacito Colmeiro, "parecido a nuestro Don Isidoro De María” ; el Padre Mir, Don Alejandro Pidal y Mon, "de larga y flotante barba gris” ; Don Juan Valera, ya muy viejo, casi ciego, mordaz y socarrón; Campoamor, con su reumatismo y sus blancas chuletas; Silvela, con

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su sonrisa sardónica, inmóvil como un esfinge, cuyo rostro le traía el recuerdo de Carlos María Ramírez.

La Asociación de Escritores y Artistas Españoles le designó Miem­bro de Honor, y con ese carácter tomó parte en los actos celebrados por esta institución que presidía en aquella época Don Gaspar Nú- ñaz de Arce, y frecuentó también la famosa tertulia que se reunía en las salas de la asociación.

El Gobierno de la República, presidido a la sazón por el Dr. D. Julio Herrera y Obes, encomendó por decreto al Dr. Zorrilla de San Martín la representación del mismo en los festejos del cuarto cen­tenario del descubrimiento de América, reforzando así sus creden­ciales diplomáticas. El no omitió esfuerzo para corresponder a esa misión, y puede decirse que los años 1892 y 1893 los consagró a lo­grar que la representación del Uruguay en los festejos del centenario alcanzara la mayor dignidad posible.

Intervino en seguida en los trabajos preparatorios de la Expo­sición Histórica Americana del centenario, asistió a las reuniones que realizó el Cuerpo Diplomático americano, en que se deliberó sobre la concurrencia de los países de América a esa exposición, par­ticipó también de las reuniones de la Comisión no oficial del Cen­tenario que presidía el Sr. Navarro Reverter y logró que el gobierno de la Reoública autorizara la construcción de un pabellón especial para exhibir en él las colecciones etnográficas de nuestro país, a cuyo fin fué designada una Comisión formada por los Sres. José Arecha- valeta, Pedro Casamayou y Eduardo Herrera y Obes, presidida por el doctor Zorrilla de San Martín. El pabellón, construido en Ma­drid bajo su dirección, fué una obra artística de nobles líneas ar­quitectónicas, decorada con pinturas originales del ilustre pintor español Manuel Ramírez. Ese pabellón fué luego transportado a Montevideo, y armado en la plaza Independencia con ocasión de las fiestas con que fué celebrado el aniversario patrio el año 1893.

Por Real Orden de 2 de abril de 1892 fueron invitados los mi­nistros americanos a formar parte de la Junta Directiva del Cente­nario. El Presidente de esta Comisión era Don Antonio Cánovas de! Castillo, jefe entonces del gobierno español. En la primera sesión a que asistieron los diplomáticos americanos, los colegas del Ministro del Uruguay lo designaron para contestar el discurso de bienvenida que pronunció el señor Cánovas. Lo hizo Zorrilla de San Martín con una improvisación que fué muy festejada.

En el mes de marzo de 1892 se celebró en la Real Academia de Jurisprudencia, de la que era presidente Don Luis Felipe Aguilera, una reunión con los diplomáticos americanos y el representante de

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Portugal, en la cual el Presidente Aguilera pidió la colaboración de los asistentes para la celebración del Congreso Jurídico Ibero Ame­ricano que se realizaría en ocasión del Centenario. En el programa figuraban como temas la institución del arbitraje entre las naciones de raza iberoamericana, el establecimiento de normas para la defen­sa de la propiedad literaria y artística y para el diligenciamiento de exhortos y gestiones judiciales. Hablaron en esa importante reunión los señores Azcárate y Labra, y los diplomáticos delegaron en el acto en el doctor Zorrilla la contestación a los discursos pronunciados. La situación era delicada para un diplomático, en razón del carácter del temario del proyectado congreso, pero el ministro del Uruguay se desempeñó con verdadera habilidad. Se refirió al sentimiento de fraternidad que unía a los países iberoamericanos con la madre pa­tria e hizo oportunas referencias al Congreso Internacional de Juris­consultos que se había reunido en Montevideo el año 1889 y a los frutos obtenidos en esa trascendental reunión de juristas. El discurso del ministro del Uruguay fue contestado por el Presidente Aguilera.

El Congreso Jurídico Ibero Americano se reunió en Madrid en el mes de octubre de 1892 y fué presidido por el señor Cánovas del Castillo, quien, en la reunión inaugural, saludó a los congresales en nombre de S. M. la Reina Regente, del Gobierno que él presidía, y del pueblo español. Zorrilla de San Martín había sido especial­mente invitado por Cánovas del Castillo para hablar en esa solemne sesión, y sus colegas americanos coincidieron con ese pedido y le confiaron su representación. Lo hizo con su habitual elocuencia, pero agregó a ella la novedad de principios y doctrinas en materia de derecho internacional que expuso con verdadera intrepidez, ade­lantándose a la época. Con el correr del tiempo tuvo la satisfacción de ver que esas ideas fueron aceptadas universalmente. El discurso del ministro del Uruguay se refirió especialmente a la necesidad de reconocer la existencia de la sociedad internacional, al derecho entre naciones, a la autoridad internacional, al arbitraje que él proclamó como aspiración general de los pueblos hispanoamericanos, y a la existencia de la democracia internacional como emanación de la so­ciedad de naciones.

Este Congreso fué uno de los siete de que participó durante la celebración de las fiestas del Centenario en Madrid. Los otros fue­ron el Congreso de Americanistas, el Literario, el Geográfico, el Mer­cantil, el Pedagógico y el Militar. De todos estos Congresos fué elegido Vicepresidente honorario y le tocó presidir algunas de sus sesiones. En el Congreso Literario tuvo naturalmente especial par­ticipación. Elegido Presidente de la sección Temas filológicos, re­dactó el temario y también la Memoria del primero de los temas.

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que versó sobre la conservación de la lengua española en los pue­blos de la familia hisponoamericana, memoria a la que dió lectura en la primera sesión del Congreso y que figura en sus actas. Tam­bién fue elegido Vicepresidente efectivo del Congreso Pedagógico y le cupo el honor de pronunciar el discurso de clausura

La Junta Directiva del IV Centenario del Descubrimiento de América, que presidía el Jefe del Gobierno español Don Antonio Cánovas del Castillo, invitó al cuerpo diplomático americano a asis­tir a las fiestas que se realizaron en Huelva, Palos y la Rábida los días 10, 11 y 12 de octubre de 1892. El último de estos días debía ser inaugurado el monumento erigido a la gloria de Colón en el he­miciclo del monasterio de la Rábida. Para representar al cuerpo di­plomático americano en el programa oratorio de esta ceremonia, que iba a ser memorable, fué elegido el ministro del Uruguay Zorrilla de San Martín. El Cuerpo Diplomático acompañó a la familia real y al gobierno en el viaje que emprendió hacia los históricos sitios de donde partió Colón hacia el mar desconocido. Este viaje dejó hon­dos recuerdos en la memoria del representante del Uruguay, pues estuvo lleno de circunstancias agradables para él. En Huelva asis­tió a la recepción de la familia real que venía de Cádiz en el crucero de la armada española "Conde Venadito” , escoltado por la armada española y otras unidades navales extranjeras. Los diplomáticos in­vitados salieron de aquel punto en un crucero español con el Presi­dente del Consejo Don Antonio Cánovas del Castillo, el Arzobispo de Sevilla y altos dignatarios con el objeto de recibir a las reales personas que habían vuelto a embarcar en el "Conde Venadito” . El encuentro se produjo fuera de la barra de Saltés, en la confluen­cia de los ríos Tinto y Andiel, donde se hallaban fondeadas, en el mismo sitio de que partió Colón el 3 de agosto de 1492, tres naves que reproducían fielmente la estampa de las carabelas "Santa Ma­ría” , "Niña” y "Pinta” . Numerosos barcos acompañaban al crucero en que iban los diplomáticos americanos. El "Conde Venadito” pasó junto al crucero en que se hallaba Zorrilla de San Martín con sus colegas y, en compañía de éste, revistaron los barcos de la armada que se hallaban tendidos en dos alas y que saludaron al cortejo con salvas de honor, los acordes de la marcha real y los hurras de la marinería. El crucero real fondeó frente al Monasterio de la Rá­bida, en cuyo hemiciclo flameaban las banderas de todas las nacio­nes americanas, y entre ellas la del Uruguay, cuyos colores se con­fundían con los del cielo. Descendieron de la nave el jefe del Go­bierno, el Arzobispo de Sevilla y los diplomáticos americanos y reci­bieron en el muelle a la real comitiva. Luego de los saludos de es­

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tilo, la familia real se dirigió a la iglesia de la Rábida a postrarse ante el santuario. Entretanto los diplomáticos recorrían el monas­terio. Al caer la noche los visitantes volvieron a Huelva.

Al siguiente día, que era precisamente el 12 de octubre, fecha en que se cumplía el cuarto centenario del descubrimiento, y en el que debía ser inaugurado el monumento erigido en la explanada de la Rábida, nuevamente la real comitiva se dirigió al histórico sitio y se reprodujo la escena del día anterior. Luego del desembarco en la Rábida, el Arzobispo de Sevilla cantó el solemne Te Deum en la igle­sia del monasterio, y la familia real pasó al centro del hemiciclo y tomó asiento, bajo el real docel, al pie del monumento. Rea­lizada la consagración de éste por el Arzobispo, y luego del discurso pronunciado por el jefe del Gobierno español Dpn Antonio Cáno­vas del Castillo, el Ministro del Uruguay, Dr. Zorrilla de San Mar­tín, en nombre del cuerpo diplomático, contestó al Jefe del Gobierno con el famoso discurso, que dejó honda resonancia que no se ha apagado todavía. Este discurso valió a Zorrilla de San Martín el afecto de la familia real, del gobierno y del pueblo español. Fué aquel un triunfo de la elocuencia y también de la diplomacia, pues el Uruguay en aquellos días estuvo en todos los labios de España.

Zorrilla de San Martín, al dar cuenta a su Gobierno de su par­ticipación en los festejos del Centenario, no pudo menos de decir: "La acogida que en la opinión ha tenido mi intervención directa en los Congresos y demás actos en que he hecho oir mi palabra ha sido interpretado por la prensa periódica, que creo excusado remitir a V. E., la cual ha dispensado su aplauso al Ministro del Uruguay, que por su parte cree haber hecho en ese sentido todo cuanto ha estado a su modesto alcance a fin de hacer pronunciar con respeto y simpatía el nombre del país que tiene el honor de representar y el de su digno gobierno” .

El último acto ostensible en que Zorrilla hizo oir su voz en Madrid fué una ceremonia que ha quedado incorporada a la his­toria de las letras españolas: la coronación del poeta Núñez de Arce. Ocurrió ésto pocos meses antes de que el Ministro del Uruguay tras­ladara su residencia a París para asumir la representación diplomá­tica de la República ante el gobierno de Francia, aunque mante­niendo jurisdicción sobre la Legación en Madrid. El 5 de enero de 1894 doscientos representantes de las letras y las artes españolas, entre los que se hallaban los hombres más ilustres de la época, se reunieron en un banquete servido en el Hotel Inglés de Madrid para festejar al gran poeta español Núñez de Arce. Zorrilla asistió a este acto, que fué considerado como la coronación del poeta, y fué sentado a la derecha del ilustre poeta laureado. Ofreció el homenaje

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Don José de Etchegaray, y luego se sucedieron en el uso de la pa­labra numerosos oradores eminentes. Toda España glorificó al autor de "El Vértigo”. Por fin, requerido para ello, habló Zorrilla de San Martín. El eminente escritor José Fernández Bremón, que asistía al banquete, escribió en la prensa madrileña lo siguiente respecto al discurso del Ministro de Uruguay: "El señor Zorrilla de San Martín representante del Uruguay, concluyó aquella solemnidad tan grata y calurosa, y tan bella para la historia literaria, con un dis­curso en nombre de la América española, donde Núñez de Arce es considerado como un compatriota. "Y o sé, decía el señor Zorrilla de San Martín, que me consideraréis extran jero ...” "N o, no, ex­clamamos todos; América es España; para la literatura no hay di­visiones; todos somos unos” . Y el señor Zorrilla de San Martín, no hizo un discurso, sino un cántico inspirado y vehemente, lleno de poesía, y de color, dulce como su acento uruguayo y cuyas estrofas acabaron en aplausos” .

Zorrilla de San Martín dejó recuerdo imborrable en Madrid, especialmente en las tertulias académicas y literarias. El Conde de Cheste, Director de la Real Academia Española, cuando Zorrilla se hallaba en París en el desempeño de su plenipotencia ante el go­bierno francés, le escribió para decirle: "le devuelvo mi felicitación de Año Nuevo, v no sólo lo hago en mi nombre, sino en el de todos nuestros compañeros de Academia; pues nos hemos acordado mucho de cuando asistía a la mesa de esta su casa, v nos recitaba sus bellos versos, con dicción tan poética v vehemente” . Y a estos conceptos acrecaba estas ingeniosas consideraciones: "En verdad sentimos su ausencia: pero como el cambio del pobre Manzanares por el opulen­to Sena ha de serle a usted lisonjero, eso nos sirve de remedio para sentirlo menos, con la esperanza de que venga por acá en alguna otra ocasión; porque supongo que no serán para usted "tristes las márgenes del Sena” , como para el buen Martínez de la Rosa, que se lamentaba en ellas, lejos de su Patria y amigos” .

La tertulia del Conde de Cheste fué famosa en los último años del siglo X IX . Zorrilla de San Martín, que la frecuentó, hablaba siempre de ella, y en su archivo epistolar se conservan pintorescos recuerdos de las reuniones que tenían por escenario los salones de! suntuoso palacio de la calle Pizarro. Reunía el Conde, a menudo, alredor de su mesa, a sus compañeros de Academia y lo hacía inva­riablemente hacia Navidad a comer el turrón de Pascua. Las comi­das del Director de la docta corporación que "limpia, lustra y da esplendor” hicieron época y dejaron huella en la crónica madrileña de entonces. A las esquelas de invitación agregaba el Conde sus

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timbrados y suculentos mentís y, cediendo a sus aficiones, el traduc­tor de Dante advertía a sus comensales: "Se leerán versos".

También frecuentó Zorrilla la tertulia de los sábados de invier­no que se congregaba en el salón de D. Juan Valera, a quien la vida diplomática había habituado a gozar de los deleites de la buena so­ciedad. Damas y caballeros asistían a esa tertulia y en ella se ha­llaban personajes de las más opuestas filiaciones políticas y filosó­ficas. Allí apareció por primera vez en Madrid, hacia 1892, Rubén Darío, quien desde entonces trabó amistad con Zorrilla.

No menos sonadas que las tertulias literarias de Valera y del Conde de Cheste eran las que en la misma época tuvieron por tea­tro los salones de Cánovas del Castillo y de Doña Emilia Pardo Ba- zán, a las cuales concurrían los mismos personajes.* En las tertulias, de que participaban las damas, se hacía música, se leían poesías o breves artículos literarios y se cultivaba, sobre todo, el arte de la conversación. A.

Rastros de esas tertulias quedan en el rico archivo epistolar de Zorrilla de San Martín. En una carta de Don Juan Valera le decía: "Escribo a usted para recordarle que hoy es sábado y que, si nada mejor tiene que hacer, le agradeceríamos mucho que viniese a esta su casa, donde las niñas (y nosotros los viejos también) le agrade­ceríamos más aún que nos leyese los versos íntimos que leyó noches pasadas en casa del Conde de Cheste". Asistió Zorrilla esa noche a la reunión de Valera, como tenía por costumbre, y recitó los poemas que se le pedían, y aun hizo conocer algunas estancias de "La Le­yenda Patria” , de las cuales doña Emilia Pardo Bazán dijo que, aun sin entender los nombres propios y las referencias históricas con­tenidas en esa composición, sentíase subyugada por "la sinfonía lí­rica” , y el valor eufórico de ciertos vocablos, entre ellos la palabra Ituzaingó, que, sin conocer su significado, le había sonado como un toque de trompa guerrera.

Rubén Darío frecuentó también estas tertulias madrileñas y en ellas, sus versos revolucionarios provocaron naturalmente la reserva de los viejos poetas españoles. El poeta de "Azul” no olvidó aque­llas reuniones memorables. Se las recordaba años después, desde Madrid, a Zorrilla. "Aquí todo el mundo lo quiere y lo admira, le decía. Su nombre es por todos respetado y su musa está por sobre todas las de América” . Y desde París, muchos años después, le es­cribía melancólicamente: "Yo le escribiré largamente, mi inolvi­dable amigo de buenos y bellos días españoles” .

Don Juan Valera tampoco olvidó a su amigo. Todavía en 1896, viejo y casi ciego, le escribía a Zorrilla, que se hallaba entonces en París: "En esta casa siguen las tertulias literarias de los sábados, en

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las cualse echamos a usted de menos” . También Don Marcelino Me­néndez y Pelayo, años después, echaba de menos aquellos buenos tiempos literarios. En 1911 le escribía a Zorrilla, que había regre­sado ya a la patria: "Muchas cosas han pasado desde que usted falta de Madrid: la Academia no es ya la que usted conoció, y yo vivo casi apartado de ella. Pero nunca olvidaré mis gratos coloquios con usted en aquella casa y en la de enfrente, donde alguna vez me senté a su hospitalaria mesa” .

La mesa y el salón de Zorrilla de San Martín estuvieron efec­tivamente abiertos a los escritores y artistas madrileños, y en ellos se congregó aquella pléyade de hombres ilustres cuya desaparición echaba de menos Menéndez y Pelayo en su carta.

El anecdotario de Zorrilla de San Martín en Madrid es fron­doso; pero de las muchas anécdotas que él relataba con verdadera gracia, sólo recordaremos ésta que es muy pintoresca y que tiene re­lación con las "murrias” de Campoamor, el viejo poeta de las "Do- loras” .

Una tarde del otoño de 1893 Zorrilla de San Martín, luego de recorrer a pie el Paseo de Recoletos, echó a andar por la Castellana que, en aquella hora y con aquel frío estaba desierta. De pronto vió venir por la alameda a un anciano que caminaba ensimismado, en­vuelto en una ancha hopalanda y cubierto el cuello y parte del ros­tro por una gruesa bufanda. Cuando estuvo cerca del solitario pa­seante, lo reconoció: era don Ramón de Campoamor que paseaba su pesimismo y su mal humor por la desierta alameda. Zorrilla se dirigió al viejo poeta y le dijo afectuosamente:

—Pero, don Ramón, ¿qué anda usted haciendo por estas sole­dades con este frío?

Campoamor, saliendo de su ensimismamiento, miró a Zorrilla con enojo y, levantando los brazos, exclamó con airado acento:

— ¡Odio a la humanidad!Antes de que Zorrilla volviese de su sorpresa, agregó:—Perdone usted, Don Juan, pero lo dicho, dicho está. Y ahora,

si a usted le parece bien, podemos regresar juntos, pues es la hora de la junta de la Academia.

Y, apoyado él en el brazo de Zorrilla de San Martín, siguieron ambos, Castellana abajo, y tomaron un "simón” que los condujo a la sede de la Real Academia Española, que había ya inaugurado su palacio de la calle Felipe IV, frente al cual estaba entonces la Le­gación del Uruguay.

Raúl MONTERO BUSTAMANTE.

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I

C R E D O , . . ! 11’

¡Dios y la inmensidad y mi conciencia! ¡Lejos flotando el mundo de los hombres!

Sola mi inteligencia Se inclina a Tí, Señor, desafllecida Y se siente morir de tanta vida.

Mi pie posa en la tierra;Pero mi alma, empujada

Por la mano absoluta de su esencia,El infinito encierra Y se siente arrastrada

Hasta el linde inmortal de su tendencia.

Hela aquí: la región de las ideas.. .Mas allá la intuición del infinito

Cuyo sér inmutable Dilata, con impulso necesario,La comprensión del alma, indefinida Luz de inmortalidad, fuente de vida.La creación su rítmica armonía

( !) Símbolo y expresión de una fe que no conoció claudicaciones es esta inspirada poesía de Juan Zorrilla de San Martin, en la que con be­lleza de estilo y claridad de pensamiento señala el camino que abrazó du­rante toda su vida y hasta el último momento. Nos honramos en trans cribir “ Credo” , con el deseo de que ella sea un llamado a las conciencias para una mayor vivencia de la fe cristiana en el alma de nuestros católicos.

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CREDO...! 25

Bajo mis pies murmura;Mudos, los astros su tropel arrastran,Sin marcar tiempo ni dejar su huella:Que, ante tu sér, Dios mío,Brillar no osara ni una sola estrella;

Que su enjambre sombrío Es sólo leve polvo que levanta Una onda fecundada del vacío Al estrellarse en tu divina planta.

Las ideas, cual átomos, circulan Y, cual vibrantes y estrelladas olas,Surgen del éter, palpitando ondulan,Se pierden en confusas aureolas

Y salpican mi frente Las cascadas de luz inteligente.

¡Quién como tú, Señor! clama el espacio; ¡Quién como tú, Señor! ruge el Infierno;A tu nombre, las bóvedas eternas Estremecen sus senos de granitoY ahoga su doliente, eterno gritoLa ciudad del dolor, en sus cavernas.

Todo quieto ante Dios, todo sombrío;Su aliento lo creado apenas mueve,Y el corazón del Universo frío

Ni a palpitar se atreve.

Yo alzo la voz, Señor, alzo la frente;Y, entre el silencio y la quietud inmensa, Llego tranquilo hasta besar tu mano. . .¡Paso hasta mi S eñ o r...! ¡Yo soy cristiano!

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26 TRIBUNA CATOLICA

Con la sangre de un Dios hasta Dios llego; De pie sobre los mundos humillados En sus brazos me entrego;Con el sello del Cristo sobre el labio,Con solo mi bautismoOrgulloso me siento ante Dios mismo.

¡Dios en mi corazón, Dios en mi frente! Siento bullir la fe en mi pensamiento;’

Mi corazón se expande. . .Por la primera vez mi canto siento Grande nacer y levantarse grande.

Canto mi fe orgulloso,Y quisiera a mi voz dar la pujanza

Del rugido furiosoDe la fiera que el circo estremecía Y, con robusta garra ensangrentada,Al mártir la corona le ceñía;

La entereza sublime De la virgen cristiana que, serena, Realizando los mitos legendarios,Pisa radiosa la sangrienta arena.

Señor: yo creo en Tí, tu nombre adoro; Prosternado venero tus misterios;Mi razón, de tus dogmas tributaria,Se doblega ante Tí, forma tu coroY ansia, cual la débil procelaria,Oír la tempestad, grande, sin vallasY pelear en el mundo tus batallas.

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CREDO...! V

La luz de tu doctrinaQue, en el Calvario, confirmó tu CristoCon su sangre divina,Deslumbró mi razón; mi fe te ha visto En el nuevo Sinaí velar tu frente No en medio del volcán impetuosoY ceñida de rayos la cabeza Sino con nube de dolor sublime,Oprimida la frente de tristeza,Seco el labio que al mundo bendecía,Y aterida la frente ensangrentada Con la helada aridez de la agonía.

Señor: yo creo en Tí; mi pecho escuda La fe que me enseñaste;Y jamás vacilé; jamás la duda Secó mi corazón con su veneno;Firme la planta, el corazón sereno,La frente enhiesta, desprecié al sectario Que, en su impiedad sin nombre,Hundida en polvo del error nefario A Tí no sabe alzar su frente de hombre.

Vi rugir a mis pies las tempestades Que alzó el orgullo de la ciencia humana En todas las edades;Y, sobre sus escombros,Cubiertos por el musgo de los siglos,Se alzó mi fe más grande, más ardiente, Como, al romper los diques, el torrente.

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28 TRIBUNA CATOLICA

Las pasiones templé con la creencia, Siempre temí la voz de la conciencia,Y del impío falaz la grita insana Jamás oscureció mi fe cristiana.

¡Mi f e . . . ! ¡Cómo en el mundo Habrá quien la haga vacilar en mi alma Si, a su solo mandato,Vacilantes, los mundos desfallecen * O, en el cénit clavados, se estremecen! ¡Si ante su voz temblando Callan los mares y su seno rompen; Brota la muerte vida;Si, a su acento, la gran Naturaleza Sus inmutables leyes olvidando Inclina desarmada la cabeza!

Por ella, las cavernas Brotaron a torrentes la armonía; Irradióse la luz de los desiertos,Y la razón del hombre, antes cegada, Columbró ya entreabiertaDe los misterios la inviolable puerta.

Por ella, ante el tirano,Entre los puros labios de la virgen,Se hermanaba el dolor con la sonrisa,Y, cual notas lejanas de un delirio,Recogió el cielo unidosEl himno de la gloria y del martirio.

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CREDO...! 29

Ella, frente a los ojos de un marino,Trazó aquel derrotero misterioso Que, en sus garras de rayos, oprimía

El secreto profundoQue un mundo le negaba al otro mundo.

Ella ahogó el arrastrar de las cadenas;Hijo de Dios se despertó el esclavo,Que, al sentirse hombre y grande y redimido, Alzó a la Libertad el primer canto Que escuchó el orbe entero estremecido,

Como en día de gloria Una diana triunfal de la victoria.

Y ella, para ostentarse ante los hombres, Llama a aquel Dios que, al realizar su idea, Sobre el espeso caos infecundo Orbitas describiendo que aun recuerda,En su vértigo eterno, cada mundo,Hizo que, al oír su voz, anonadada,

Su seno retorciendo,Paso dejase al ser la misma nada.Dios a su acento acude,Inclina la cabeza ensangrentada,

Dobla la espalda herida,Y, ofuscando a la humana inteligencia,Se asienta allí radiante mi creencia.

Esa es mi fe, que con orgullo ostento, Depósito sagrado Cuyo sublime asiento

Es la cerviz de un Dios sacrificado.

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36 TRIBUNA CATOLICA

Dios en mi corazón, Dios en mi frente, Radiosa con la luz de esa creencia:Esa es mi noble aspiración ardiente Que bulle abrasadora en mi conciencia.

¡Esa es mi fe, mi juramento santo,Ante quien ser e inteligencia postro:Lo lanzo al mundo. . . Si mi fe quebranto, Lánzeme el mundo su anatema al rostro!

Juan Zorrilla de San Martin.

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G R A T I T U D H A C I A Z O R R I L L A

^ Hace sesenta o más años; caminaba por las calles de Santiago de Chile un mozo que salía de su colegio religioso y volvía a él, un hombre cuya fisonomía es muy penoso que yo no haya visto en ley de este mundo. Este hombre escribía, durante esos años de su apren­dizaje de Derecho en Santiago, un poema, un curioso poema para la América. Digo curioso porque este hombre era un uruguayo, es decir, casi un europeo. Era un hombre de raza blanca, que no había tenido el rostro indio, ni siquiera el mestizo, como hábito, y que bien pudo ser, como tantos han sido, un poeta extranjero dentro de América; un hombre de tema francés, o de tema italiano, o de tema griego.XEn la luz aguda de Santiago, en esa luz de altura, excitante, pero que turba con dulzura los pulsos, los latidos del co­razón, en ese aire nuestro fué creado ese poema definitivo. Es una honra de las mayores del país. No todos los chilenos conocen este hecho. Yo procuraré que todos sepan que en un año de gracia el "Tabaré” nació debajo de nuestras montañas. Yo creo que el "T a­baré” fué hijo, en primer lugar, de la saudade que Zorrilla sentía de su país. Todo en él es uruguayo, menos una cosa: el tipo de mestizo, que entre ustedes escasea y es rarísimo. Y una conversa­ción de hace unos momentos me lo ha confirmado: que nuestro país, que es más mestizo que el Uruguay, le dió el tipo de indio moreno de ojos azules. Muchos años después yo andaría por esas mismas calles, y distancia hecha del gran poeta a mí, yo andaría buscándole nuestro signo racial en este curioso cuerpo chileno, donde el indio está presente, pareciendo, sin embargo, abolido.

Mi segunda gratitud es la siguiente: hace algunos años, dando yo clases en colegios extranjeros, he tenido un poco de dolor, un poco de vergüenza, un poco de cólera de enseñar nuestro desven­turado romanticismo americano. Y digo desventurado, en primer lugar, porque se trata de la escuela que volvió al hombre americano más destacado que ninguna otra. Para preparar mis clases yo amon­toné una cantidad de libros románticos americanos, y de todo ese

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32 TRIBUNA CATOLICA

montón de libros no hubo sino uno que me diese a mí el descanso en lo propio, que me diese la honra de lo racial, el gozo de mis semejantes. El romanticismo americano embozó, se atolló, se negó hasta la última palabra en lo francés, en lo alemán, en lo inglés, en lo español, en todo menos en lo nuestro. Me parece —creo no equivocarme —que la única obra romántica que subsiste, que está viva, que anda todavía de mano en mano, es el "Tabaré” de Zo­rrilla de San Martín. No hay como agradecer este hecho suficien­temente. Aquel hombre debe haber tenido una lealtad muy pro­funda a su raza para haber sido capaz de aventar la idolatría ex­tranjera y de ponerse a trabajr con materiales propios.

Ahora, la última gratitud, es muy personal; yo he escrito mu­chas canciones de cuna. Algunas veces me he puesto a pensar de donde me venía al oído y al alma esta especie ae obsesión; de un lado, el recuerdo de mi madre. Ya las escribí todas en ausencia de ella y siguiendo ritmos rigurosamente suyos, que ella siempre entonaba, mascullando dentro de su boca, y que eran los restos, el residuo, el sedimento de las canciones que me cantó a mí. Todo eso, tal vez, habría quedado en mi inconsciente, como quedan mu­chos materiales que no usamos, que no sacamos a la luz. Pero en el libro de Zorrilla, en el "Tabaré” yo me encontré con dos partes que me removieron, especialmente en aquella parte del delirio en el bosque del muchacho indio, y me encontré con las canciones de cuna que me hicieron volver a la luz todo ese rico légamo de re­cuerdos, de saudades, repito, de enternecimiento, que habían dejado en mi oído las canciones dulces, casi sin palabras, masculladas por mi madre. Si esos poemas míos tienen algún coautor, tienen alguna paternidad, es la de Zorrilla de San Martín.

Gabriela MISTRAL.

Fragmento tomado de “La Revista Nacional” N*? 90.

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E L S E N T I M I E N T O P A T R I O T I C O D E ZORRILLA DE SAN MARTIN

Un sentimiento dominante palpita en la vasta obra literaria del Dr. Juan Zorrilla de San Martín basta el extremo de constituir el sello característico de su producción: el patriotismo.

Nacido a fines de 1855, el insigne escritor vive la adolescencia de su Patria y mientras la misma consolida penosamente sus insti­tuciones, el futuro gran poeta va aprendiendo las disciplinas que una día le ayudarán a completar sus personalidad.

Joven, casi niño, cruza los Andes para instruirse lejos de las ideas y movimientos perturbadores que, a rato, inquietan su tierra nativa. No pudo ser muy rico el bagaje de orientalismo que Zo­rrilla de San Martín llevó a Chile: el recuerdo de las primeras con­tiendas civiles, el largo y trágico episodio de la guerra grande y el desesperado intento de Pereira, de Berro y del mismo General Lo­renzo Batlle para organizar el Estado e imponer el civilismo frente al caudillaje, no eran espectáculo propicio para fijar en el espíritu el recuerdo de una República feliz y adelantada.

Zorrilla adivinó que esos factores adversos eran transitorios, y que el glorioso pasado vencería al triste presente para asegurar el advenimiento de las horas triunfales y de los tiempos felices.

A la influencia, al contagioso entusiasmo de nuestro, entonces joven, autor debemos referir el bellísimo romance Los Treinta y Tres, inspirada producción del muy pronto famoso literato chileno, Carlos Walker Martínez que apareció en la revista La Estrella de Chile y que el año 1873 reprodujo el valiente periódico montevi­deano El Mensajero del Pueblo, defensor de nuestra fe en aquella alejada y difícil época.

Al año siguiente, la misma revista enriquece sus páginas con una serie de leyendas que, lamentablemente, aún no han sido colec­cionadas e impresas en uno de los numerosos tomos que van prepa­rando las obras completas del autor de Tabaré.

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34 TRIBUNA CATOLICA

Entre esas leyendas sobresale por ser trasunto de la tierra uru­guaya, y legítimo eco de su historia, la titulada El Angel de Gua- viyú, donde asoma firme y justiciero el espíritu de la rehabilitación artiguista, una de cuyas postreras y más relevantes etapas estará constituida por la maciza y alada Epopeya de Artigas. Y es en ex­tremo curioso que, en las documentadas conferencias de la misma, no se haga mención de la original leyenda, a la cual pertenece este párrafo que suscribirían los más entusiastas y reflexivos defensores del Blandengue en los años que corren:

"La Banda Oriental del Uruguay —se lee en la citada leyenda—, que merced a los esfuerzos de don José Gervasio Artigas, padre de su independencia, se había constituido en Estado independiente sobre los aún humeantes restos del poder de la metrópoli y de las miras absorbentes de Buenos Aires, empezaba a dar los primeros pasos después de su emancipación para consolidar su legítima soberanía, que respondía al grito unánime del pueblo y se cimentaba en el inalie­nable derecho que tiene una nación para constituirse. Sin embargo, ¿qué es el derecho ante la fuerza bruta?”

Quien así se expresaba en el proemio de un relato legendario, debía vibrar de entusiasmo cuando la realidad se presentara ante sus ojos, y por eso el año siguiente, 1875, saluda la concurrencia de su Patria a la Exposición Internacional (campo de conquista de nueve medallas de primera clase, nueve de segunda, tres de tercera, cinco menciones honoríficas y cinco diplomas de cooperación para un país de 450.000 habitantes y frecuentemente agitado por las con­tiendas civiles y la mala voluntad de las naciones limítrofes), con estos versos que no escaparon a la perspicacia de los verdaderos crí­ticos de arte:

¿De dónde vienes pabellón sagrado,Bicolor de mi patria?¿Adonde vas? ¿Qué buscas? ¿Quién te envía?¿Acaso el alma de la patria mía En tus pliegues radiantes escondida,Viene a templar mi pecho acongojado,Viene a inflamar mi inspiración dormida?

El notable movimiento lírico de este y de otros pasajes de Pa­tria mía, nuncio y hermana mayor de la Leyenda Patria, se eclipsa ante el sobrio y magnífico final:

¡Lloré las faltas de una patria joven!¡Canté las glorias de una patria libre!

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SENTIMIENTO PATRIOTICO DE ZORRILLA 35

Dos años después las imprentas chilenas coleccionan todos los versos juveniles cíel bardo uruguayo, y el prologuista Rafael B. Gumucio afirma: "tres sentimientos dominantes, tres nobilísimos afectos son el numen y el alma dfe las poesías de Zorrilla: la fe, la patria y el amor” .

Del segundo sentimiento encontramos una muestra, verdadera joya por su métrica alejandrina, con rima in mezzo, que no apare­cerá en producciones posteriores. El sugestivo título Pensando en la Patria, la fecha de la composición, 1874, y la dedicatoria a un compartiota, Héctor Pareja, revisten un significado superior a los conceptos que expresan:

¡Ah patria, patria amada, sin par Montevideo,Flotante yo te veo sobre el rizado mar.Cual virgen vaparosa que de las crespas olas Sentada escucha a solas, el lánguido arrullar!¡Cuán bella estás, tendida del Plata entre las brumas, Congelación de espumas, envuelta en leve tul,En lánguido abandono, mirando dibujadas Visiones encantadas, en tu horizonte azu l!. . .

Notas de un himno, sirvió de heraldo al poeta que retorna a su tierra nativa, para incorporarse al foro nacional y a todos los medios intelectuales de aquel Montevideo que dejaba lentamente de ser aldea y que ya adquiría perfiles de gran dudad. El gran cer­tamen poético para solemnizar la erección del monumento a la In­dependencia en la plaza de la histórica Florida lo esperaba con lauros triunfales y, sin embargo, rígidas, aunque justas normas, lo pospu­sieron en benefirio, si así podemos expresarnos, de los poetas de la antigua generación lírica, quintanesca y académica.

El pueblo, sin negar ni disminuir el mérito de los vencedores, ploclamó a Zorrilla, poeta de la Patria, y consagró a su Leyenda como canto nacional. Voz del pueblo, voz del cielo, leemos en el Diccionario de la Academia Española.

Tabaré consagra definitivamente al poeta, el extenso poema de un aliento épico casi desconocido en el florecimiento romántico que lo acoge jubiloso, se hunde mucho en el campo de la leyenda y en la historia de la conquista hispánica, dos factores que casi ahogan el culto del terruño y de sus tradiciones. A los indios cha­rrúas con la incertidumbre diestramente señalada por Lauxar les arroja húmedo en lágrimas un ramo de laurel:

¡Por si mártires fuisteis de una patria!

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36 TRIBUNA CATOLICA

Tabaré aparece en 1887 y es objeto después de correcciones que lo amplían y perfeccionan, sin alterar su plan y sus detalles capitales. Azul, de Rubén Darío, ve la luz de la imprenta, en su primera forma, el año siguiente, 1888, y de inmediato principia la gestación de Prosas Profanas, y el imperio del modernismo en las letras hispanas y, por ende, en la juvenil literatura uruguaya. El gran poema Artigas anunciado con juvenil alegría por Montero Bus­tamante en sus notas del Parnaso Oriental quedó reducido a una que otra composición aislada y con el correr de los años confirmará el dicho cervantino: "la épica también puede escribirse en prosa como en verso” , al transformarse en las inspiradas conferencias in- tegradoras de La Epopeya de Artigas.

Antes de esta obra maestra, en las páginas menos aladas y algo extranjerizantes de Resonancias del Camino, fechadas antes de 1893, se pueden leer estos precisos y patrióticos conceptos: "N o serán mu­chos los pueblos de nuestra América española cuya independencia tenga, como nuestra República del Uruguay, una razón de ser en que no influya la distancia. El Uruguay tenía que ser independiente y constituir una nación aparte por razones más fundamentales. Porque de la República Argentina, a la que nos unía la raza, la lengua, la tradición del virreynato nos separaban causas etnológicas: la cuenca del Plata y de sus grandes tributarios; y del Brasil, al que nos unía la formación geológica, nos separaban causas morales: la lengua, la tradición y las costumbres españolas. De ahí la formación inevi­table e inquebrantable de nuestro Uruguay, la ley irrevocable de su gloriosa autonomía, los esfuerzos legendarios de sus héroes instin­tivos, y el alto significado y la grandeza de nuestra nacionalidad, a pesar de su pequeña extensión territorial con relación a otras na­ciones americanas” .

"Eso, unido a su situación geográfica, imprime a la República del Uruguay un carácter propio muy especial. Dueña de la margen oriental del Plata y de su espléndida entrada en el Atlántico: con un fértilísimo territorio en la zona templada capaz de contener veinte millones de habitantes de raza caucásica con menor densidad que la Bélgica; y con una ley secular de existencia fundada en principios étnicos y sociológicos superiores a la voluntad de los hombres, es como un eje inquebrantable en torno del cual me parece ver girar los misterios del porvenir de nuestra América. Pertenece nuestra tie­rra a la formación geológica atlántica: somos, pues, atlánticos por influencia étnica. Formamos parte, en cambio, de las naciones an­dinas bajo el punto de vista histórico. No somos, pues, ni de unos, ni de otros. Somos porque somos”,

!

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SENTIMIENTO PATRIOTICO DE ZORRILLA 37

Estas ideas, de profunda filosofía histórica, se desarrollan am­pliamente, y todavía con mayor elegancia estilística en la segunda conferencia de La Epopeya de Artigas que lleva por título el teatro, es decir, el escenario geográfico donde se desarrollarán las princi­pales actividades del héroe y nacerá, a la vida histórica, la nacio­nalidad oriental que él fundara.

Notas análogas e igualmente valiosas esmaltan las numerosas pie­zas oratorias que completan la obra en prosa de Zorrilla de San Martín y la frecuente cita que de los discursos hacen los comenta­ristas e historiadores.

La selección de pensamientos indudablemente ayudaría a quie­nes se empeñan en la búsqueda de citas bellas o impresionantes, pero consideramos preferible el viaje del espíritu a través de los versos, de las conferencias, de los discursos. Realizándolo, además del hondo placer estético que produce, fortificaría en sentimiento patriótico, tan debilitado en estos últimos lustros, y quizás retorná­ramos a la unción casi religiosa de los cantos escolares entonados en las festividades cívicas de la República. Prolongaríase, así, la vida y el influjo del poeta de la Patria, del romántico soñador de 1879 a 1894, del publicista del civilismo que asegura a la tierra de Ar­tigas un sitio de honor entre los pueblos libres y un motivo de legítimo orgullo a los compatriotas del insigne autor de Tabaré y de la Epopeya de Artigas.

Eustaquio TOME.

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X

L A O R A T O R I A D E Z O R R I L L A

Después de ser visto y escuchado un orador en^varias ocasiones y en distintas modalidades de oratoria, suele ser relativamente fácil señalar sus personales características, aparte de la forma literaria que haya dado a sus discursos.

Tratándose de Zorrilla de San Martin, esa determinación de características constantes no nos resulta tarea tan hacedera.

Porque, si bien algunos rasgos peculiares a su personalidad de orador se revelaban en todas y cada una de sus peroraciones —fue­sen ellas discursos, conferencias, improvisaciones o declamaciones— lo cierto es que siempre había en él una cierta novedad en los ges­tos, en la modulación de su voz, en la variedad de todas las expre­siones que animaban la palabra cautivadora.

Lo realmente caracterísitco era, sin duda, al ir a ocupar la tri­buna o el estrado, su paso firme y rápido, con su mano izquierda generalmente puesta sobre el corazón y su mano derecha acompa­sando su paso o jugueteando con la cadena del reloj.

Luego, mientras se acallaban los aplausos con que invariable­mente era saludada su presencia, el pase de esa misma mano de­recha asentaba la airosa cabellera, despejando su amplia frente.

Y al hacerse el silencio expectante del auditorio, iniciaba sus palabras, casi siempre tranquilo, sin ademanes, dando la sensación de que aquella inquietud y aquella especie de nerviosidad que como íntima vibración de todo su ser lo acompañaban en el diario trajín, quedaron totalmente dominadas por los pensamientos que, concen­trados en su mente, iban a traducirse en la expresión oral.

Breves eran sus exordios. Dos o tres párrafos eran suficientes para dejar enunciado el tema de su discurso o de su conferencia.

Y ya en pleno desarrollo de su oratoria, se producía la total transformación de Zorrilla: la palabra fluida, pero sin vértigos de torrente, el ademán adecuado a la entonación y a la idea, y el con­cepto preciso arrobaban a los oyentes, suspensos de aquella oratoria,

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LA ORATORIA DE ZORRILLA 39

en sí sencilla y fácilmente comprensible, que transuntaba en todo momento espontaneidad y sinceridad.

Los nutridos aplausos que saludaban muchos de sus párrafos no brotaban por efecto de las estereotipadas frases finales con que tantos oradores procuran impresionar a sus auditorios. Surgían como lógica resultancia de una perfecta sintonización del pensamiento de Zo­rrilla con el sentir de sus oyentes que, aun antes de la palabra final, casi habían adivinado el pensamiento del orador.

Leyendo algunos de sus discursos y de sus conferencias quizás se piense que esos aplausos de fin de párrafo respondían "al cres­cendo” del espontáneo discurrir del orador; pero, en realidad, mu­chas veces la aprobación brotaba unánime y estrepitosamente en finales en los que Zorrilla atenuaba la vibración de su verba, como si procurara que el silencio reflexivo permitiera una más íntima comprensión de su pensamiento.

Cuando ya estaban puestas al mismo diapasón el alma del ora­dor y el alma de la multitud que lo escuchaba, entonces Zorrilla ya no era el hombre de pequeña estatura que había subido al es­trado o a la tribuna: era el gigante que, sin artificio ni en el gesto ni en el giro ni en la adjetivación rebuscados, se adueñaba del corazón y de la mente de todos los circunstantes.

Pero, en verdad, una cosa es tratar de describir todo esto sobre la base de viejos recuerdos, y otra cosa es haberlo experimentado. La descripción no puede trasmitir aquella realidad que vivimos los que tuvimos la dicha de oírlo en algunas de sus grandes exteriori- zaciones oratorias.

¿Y qué decir de sus declamaciones de "La Leyenda Patria” o de algunos trozos de "Tabaré” , o de su vibrante "Credo” ?

Los que escuchamos hace muchos años, junto a la Piedra Alta, la declamación de "La Leyenda Patria” por el Zorrilla de más de cincuenta años, vivimos en aquella tarde emociones que es impo­sible traducir a estas mal pergeñadas líneas y hacerlas realmente comprensibles a los lectores.

Aquella tarde pudimos comprender, por lo menos en parte, algo de lo que debió haber sido la memorable gesta de la primera de­clamación de "La leyenda” , al pie del Monumento de la Indepen­dencia en la Florida, treinta años atrás.

Era el numen de la patria encarnado en Zorrilla de San Martín...Sería empequeñecer la grandiosa figura del poeta patrio tratar

de encasillar su oratoria en alguna de las tradicionales divisiones de la retórica, o buscarle similitudes con otros grandes oradores de otros tiempos o de otros pueblos. La oratoria de Zorrilla era "su orato­

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40 TRIBUNA CATOLICA

ria” , sin concomitancias o similitudes que pudieran sugerir ajenas reminiscencias.

De entre las múltiples ocasiones en que el que estas líneas es­cribe, tuvo la invalorable suerte de escuchar a Zorrilla, se me per­mitirá evocar dos, grabadas en mis recuerdos en forma indeleble: una de ellas el improvisado discurso pronunciado en una tarde de noviembre en el Club Católico, al terminarse la jornada electoral en la que, por primera vez, concurrieran a los comicios bajo el lema de "Unión Cívica del Uruguay” varios católicos. Habían sido poco más de trescientos esos primeros votantes católicos, ajenos a los par­tidos tradicionales.

En el viejo Club Católico se habían reunido, al caer la tarde, los esperanzados ciudadanos del nuevo partido que $urgía a la vida política.

Los datos eleccionarios eran, en realidad, desconsoladores...Allí estaba Zorrilla. . . De pronto se le pidió que hablara, que

dijera su palabra de aliento en medio de la desesperanza que apa­recía dominando los espíritus.

Y Zorrilla habló. Recordó la visión del partido que años an­tes había llenado su espíritu ... Su palabra fué infundiendo vida en todos los corazones entristecidos. . . Y cuando evocó la escena bíblica de los trescientos de Gedeón, y rubricó con su firme con­fianza en el porvenir las frases finales inspiradas en aquel episodio del Libro Sagrado, los desesperanzados, los abatidos, sintieron re­nacer en sus pechos la plena confianza de futuras victorias, augu­radas por la clara visión del poeta de la patria.

Y el segundo recuerdo es el de su último discurso. También un discurso político, en una gran Asamblea de la Unión Cívica en Fray Bentos, en el Teatro "Young” , desbordado de público.

Su discurso fué la exaltación del sentido democrático y cris­tiano que debía infundir la acción política en el Uruguay. Fué la exaltación de los derechos inherentes a la persona humana, para lo que, valientemente, recordó a aquella magna Asamblea, que él, el vate de la patria, era padre de un sacerdote uruguayo jesuíta, y que no concebía que en la patria de Artigas pudieran existir un día leyes que le negaran el derecho de úbrazar en su propia tierra a su propio hijo.

Aquella memorable jornada, que muchos habrán de recordar, cerró magníficamente la trayectoria de Zorrilla como orador, ya que pocos días después, Dios llamaba a su seno al inefable cantor de las grandezas de la Patria y al sembrador incansable del pensamiento cristiano por los campos de la Patria.

José MIRANDA.

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II

A L O S P I E SD E L A V I R G E ND E L U I A N (,)

Madre, ¿lo ves?, mis hijos, la querida Compañera de mi alma,

Y yo con ellos, a tus pies, conmigo, Viva la imagen de mi dulce patria.

Todo, Señora, entre tus manos dejo, Empapado en mis lágrimas,

Que ante tu altar, al exprimir mi vida, Brotaron a la par de mis plegarias.

Es llanto ha mucho tiempo reprimido, Que acaso reservaba

Para en ofrenda, súplica y consuelo Verterlo todo a tus divinas plantas.

( !) Hay una composición poética, casi desconocida, de Don Juan Zo­rrilla de San Martín dedicada a la Virgen de Lujan. La escribió el poeta en el destierro, el año 1885, cuando, perseguido por el gobierno de la época, se vió obligado a refugiarse en un buque de guerra brasileño que lo con dujo hasta las proximidades de Buenos Aires, desde donde se trasladó a una ballenera que, en un viaje dramático, lo llevó a l puerto de la vecina ciudad. Pocos dias después se reunió con el desterrado, su esposa, Doña Elvira Blanco, que llegó con sus cinco pequeños hijos a compartir la do torosa expatriación de su esposo.

Beunida la familia, en cumplimiento de una promesa, el Dr. Zorrilla de San Martín, con su esposa y sus pequeños hijos, se trasladó a Luján,

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Padre uruguayo, luchador sin tregua Por Dios y por la Patria,

Los hombres me tacharán de cobarde Si hubieran visto en el soldado lágrimas.

Pero a solas contigo, en tu regazo Mi cabeza cansada;

Como hijo, ante tu altar, Madre querida,Puedo sin miedo desahogar mi alma.

Herido vengo, el corazón me trae,.Ruda fué la batalla,

Casi no pueden mis cansados hombros Ni soportar el peso de las armas.

Pero, si tú, Señora, las bendices,Si quieres aceptarlas,

Al recogerlas, sentirá mi brazo Todo el vigor de la primer jornada.

Y entonces, a la sombra de mi escudo,Los hijos de mi alma

Aprenderán a amarte eternamente,Y a batallar por Dios y por la Patria.

Juan Zorrilla de San Martín.

Luján, 8 de diciembre de 1885.

con el objeto de rogar al pie de la Virgen milagrosa por la suerte de la Patria. No es dificil imaginar el grupo que formaba aquella familia ex­patriada compuesta por los padres que se hallaban en la plentiud juvenil, y sus pequeños hijos, la mayor de los cuales contaba sólo seis años, y la menor era llevada en brazos, pues sólo contaba pocos meses.

En esas circunstancias, el Dr. Zorrilla de San Martin, a quien las desgracias de la patria y las estrecheces del duro destierro llenaban de congoja, escribió, en la misma localidad de Luján, fechándola el memo­rable día 8 de diciembre de 1885, esta bellísima composición, que no fi­gura en ninguna de sus antologías, y que el poeta estampó en el álbum del histórico Santuario.

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» *\ •

Z O R R I L L A HOMBRE RELIGIOSO

Yo no tuve el gusto de conocer al Dr. Zorrilla de San Martín, ni de escuchar sus charlas amenísimas, ni de ver su rostro arreba­tado en la tribuna, ni de contemplarlo a la hora de la Comunión.

Como tantos otros de mi generación, sobre todo del Interior, conozco tan sólo su alma, reflejada y perpetuada en sus obras, en su ejemplo y en sus hijos.

Del panorama de esa vida de variadísimos aspectos, debo se­ñalar uno solamente, el más elocuente del cuadro; podría decir que su luz y su color: su religiosidad.

El nombre de Zorrilla, su cabeza enmelenada y su barbita, se confunden vagamente con los primeros recuerdos de mis años es­colares. Fué en una revista que tropecé por primera vez con su retrato. Estaba al lado de los de otros escritores de aquella época. Me acuerdo de la impresión agradable que tuve al enterarme, por la leyenda, que era un escritor católico. Era uno solo entre tantos.

Miro ahora hacia atrás, y advierto que aquella simple página de revista ilustrada es una real página de nuestra historia nacional.

Las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del pre­sente son los años eufóricos del Liberalismo y del Positivismo. Los asesinos de Dios, los pontífices de la Razón, los profetas del Pro­greso, del Superhombre y del Paraíso Terrenal, concitan en todo el mundo, a su alrededor, multitudes crecientes de neófitos.

El Uruguay no sólo no los resistió, sino que se alistó entu­siasta en sus filas. Universitarios, políticos, periodistas y escritores se declaran por la nueva revelación, contra la Fe tradicional. Cada cual empuña su arma y emprende la lucha.

Zorrilla es uno de los pocos que desoyen el canto de la sirena. Como María, eligió la mejor parte y ha sido premiado. Flor de un

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día, reflejo de la moda pasajera, aquellos nombres y aquellas ideas otrora pujantes, yacen hoy marchitas, apenas recordadas por el mé­rito indiscutible de su expresión literaria.

Zorrilla en cambio se lee todavía con interés y con amor, por­que sus páginas de musicalidad incomparable, guardan el calor de la vida, el germen de la verdad perenne, pronto a retoñar en cada primavera.

Su palabra elocuente, su pluma incisiva y su presencia respe­tada, dan prestancia y aliento a los que sostienen con gloria y honor el pendón de Jesucristo.

Pero no es sólo el pensador que discurre y escribe de manera ortodoxa, sino —lo que es más importante— él vive intensamente su fe, y la irradia con su acción y con su ejemplo.

Su fe es dinámica; no le basta escribir; quiere la lucha diaria, para lo cual funda El Bien Público. No se limita a hablar; quiere una cátedra, una tribuna y un baluarte, para eso, juntamente con otros ilustres compañeros, funda el Club Católico.

No se conforma con lamentar los males de la mala política; quiere hacer buena política; para eso inicia y guía el movimiento demócrata-cristiano, desempeñando el papel de precursor de la Unión Cívica.

El sabe perfectamente que la Religión es mucho más que una pose intelectual, o una doctrina encastillada en el entendimiento. Lo dice en su estudio de "La Fe Religiosa” ^"N uestra Religión, la Católica, por supuesto, nuestra Iglesia o comunidad de fieles, mejor dicho, no es primordialmente una doctrina o sistema, sino un or­ganismo, un ser místico viviente, cuerpo y espíritu; las doctrinas podrán ser sus funciones; pero no son su alma propiamente; su alma es otra cosa. Los hombres cristianos no somos tales porque profesemos tales o cuales doctrinas metafísicas o morales, sino por­que somos parte, digamos células, de ese organism o... Eso se lla­ma Comunión de los Santos, especie de ilimitada e interminable sinfonía de siglos futuros y pasados, entre dos eternidades” .V

Escuchamos a San Pablo o a Pío XII. ¡Células vivas de un cuerpo místico! ¡Qué bien supo Zorrilla vivir esa vida de célula viviente y fecunda! Hoy, sus ideas están consubstanciadas con las nuestras, porque las nuestras, directa o indirectamente se han inspi­rado en las suyas. Pero en su tiempo no fué así.

Problemas prácticos que agitan a nuestro siglo e inquietan, aún en nuestros días, los vió Zorrilla, y ahondando en ellos, dió con la respuesta exacta.

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ZORRILLA HOMBRE RELIGIOSO 45

Anticipándose al gran movimiento actual de la democracia cris­tiana, que ocupa la vanguardia de la revolución de nuestro siglo, Zorrilla esbozó su programa ideal, asentándolo en los postulados de justicia social, democracia y libertad, viejo principios de raigambre evangélica, pero entonces desleídos y olvidados.

El gran escándalo del siglo X IX , fué haber perdido la Iglesia a la clase obrera, porque faltaron la caridad y la justicia. Gran es­cándalo de aquel siglo y del siguiente, fué haber perdido la libertad, porque sobró obsecuencia ante los poderosos y los grandes.

Zorrilla captó muy bien todo el hondo sentido de la consigna de León XIII: "Id al pueblo” . También en esto eligió la mejor parte. . .

Para estudiar al detalle la anatomía espiritual de Zorrilla, ha­bría que seguirlo paso a paso, señalando una por una sus virtudes, a la manera de las clásicas biografías de santos escritas para perso­nas piadosas. Habría mucho que decir y que admirar en ese hombre extraordinario, que bien puede —al igual que Contardo Ferrini— llamarse nuestro santo de levita.

Zorrilla es el cristiano cabal, que piensa en cristiano, habla en cristiano, vive en cristiano y actúa en cristiano. No hay ninguna di­cotomía en su vida. En lo íntimo de su conciencia vive en constante comunión con Dios; es hombre de oración y Comunión diaria. En el seno de su familia es esposo ejemplar, padre de prole numerosa, exactísimo en el cumplimiento de todas las obligaciones inherentes a esta misión de plasmar almas para la Patria y para Dios. No lo arredra el sacrificio ni lo desalienta el dolor; a ambos, que lo visi­taron muchas veces, los enfrenta con entereza, porque no en vano es ilimitada su confianza en la Providencia.

Fuera de la intimidad de su conciencia y del santuario de su hogar, en su actuación pública —más expuesta a las miradas del mundo— Zorrilla es el caballero cristiano perfecto. Como Natanael, merecía el elogio del Señor: "He aquí un israelita sin engaño y sin doblez” .

En su Patria y fuera de ella; en la cátedra, en la diplomacia y en el salón social; en las horas amargas del destierro, o en los días felices de los éxitos resonantes; en el fragor de las luchas juveniles c en la serena ancianidad, siempre es el cristiano íntegro, que armo­niza lo que dice y lo que hace, lo que piensa y lo que obra.

Es un hombre de Fe ilustrada y vivida. En todas las páginas de sus muchos volúmenes, la Fe vibra y palpita; es como el alma de su ideario, de su fantasía y de su expresión. Sea que sueñe, que cante,

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dialogue o discuta, siempre en sus palabras diáfanas se transparenta el sentir cristiano, carne de su carne, vida efe su vida, onda de su océano, como dice bellamente él mismo, hablando de otra cosa.

Con la naturalidad de los apóstoles, da testimonio de lo que ha visto y sentido en su interior.

Habla de los dogmas con la competencia de un teólogo; desen­traña su contenido doctrinario y los expone con la exactitud, la cla­ridad y el amor que sólo dan la mucha reflexión y la larga me­ditación.

Es un excelente controversista. La férrea lógica aprendida en su educación escolástica, le permite desarmar la estructura del sofisma y mostrar el vacío de su interior. Algunos capítulos del Libro de Ruth son modelo de agudeza y análisis crítico.

Cualquier tema vinculado a la Religión: el Papa, el Obispo, San­ta Cecilia, Don Bosco, la Sagrada Escritura, la Virgen Santísima, le conmueven el alma y le abren el corazón, arrancándole páginas en llamas, que son canto jubiloso y oración estremecida. Esos períodos rotundos y centellantes, no pueden ser fruto de la fría especulación o del paciente trabajo retórico. Evidentemente son música de un alma que vibra, y luz de un fuego que quema.

Conoce lo mejor de la literatura ascética y mística, y de tal ma­nera ha asimilado sus máximas, que fluyen de su pluma con la na­turalidad de cosa propia. El Kempis, Santa Teresa y sobre todo el evangelio le son tan familiares, que la cita oportuna le viene a la memoria a cada paso, para robustecer y acentuar su pensamiento.

Hablando del orador —dice él— su voz es nacida, no hecha. ¿Por qué los pájaros no desentonan, sino que siempre cantan armo­niosamente? No desentonan porque su canto está fuera de las tona­lidades convencionales; sus notas no están coordinadas según una escala. . . La voz del hombre, cuando no pretende entonar sino con su armonía interior es más musical y potente que la del pájaro; ella es el solo diapasón.

Zorrilla cuando habla o escribe, hace eso precisamente; entona con su propia armonía; dice lo que ve, refleja lo que siente, desbor­da lo que llena su espíritu, canta según su diapasón interior.

Empezó a escribir de joven, y siguió escribiendo en su vejez. Escribió mucho a lo largo de su vida.

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ZORRILLA HOMBRE RELIGIOSO 47

Necesariamente —no podría ser de otra manera— en sus obras se refleja el estado anímico de cada etapa de su vida: en la juven­tud, el canto exhuberante y ardiente, la exaltación poética, la ima­gen opulenta, el tono lírico. En la madurez, el ensayo vertebrado, medido, denso; cada párrafo dice más de lo que dice; termina la pa­labra, pero continúa el pensamiento. . .

yC. Pese a la evolución de la forma, el concepto es estático. Los en­foques son distintos, pero la lámpara es la misma. Es seguro. No hay titubeos ni fluctuaciones en su voz. Podría decirse que es mo- nogámico en ideas. Vió la Verdad, se enamoró de ella, la amó cada vez más, y le fué entrañablemente fiel hasta el fin.

Muchos, infinitos, son los hijos ilustres de la Iglesia, esa madre fecunda de santos; pero ninguno tan afín, tan presente, tan nuestro, como Zorrilla. La patria, el cielo, la historia que estremecen su es­tro, son los mismos que nos conmueven a nosotros. Sus virtudes, sus anhelos y su esperanza, son también los mismos que dan aliento a nuestras vidas.

Desde su serena inmortalidad Don Juan Zorrilla de San Martín sigue dictándonos su lección.

Su nombre junto al de Artigas, a la sombra de la bandera azul y blanca, encarna y simboliza nuestra grandeza y nuestro destino:

La Bandera, la PatriaArtigas, la Democracia, el pueblo, la fraternidad

Zorrilla, todo eso, sublimado por la Fe y la Caridad.

Pbro. Dr. Carlos PARTELL1.

Rivera, octubre de 1955.

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Z O R R I L L A . F I G U R A C L A S I C A D E L A C I U D A D V I E J A

Al trazar la semblanza de Zorrilla no puede faltar este rasgo característico de su recia personalidad1. Porque además de escritor, de poeta y de pensador Zorrilla fué eminentemente un ciudadano, un hombre de nuestra ciudad vieja, que ponía en su ambiente una nota tan amable y peculiar que todos la recordamos con cariñosa predilección.

Difícilmente puede el hombre ocultar su mundo interior; en su gesto, en su mirada, en el seño de su frente, en el ritmo de su paso, en todo el empaque de su persona, el hombre de la calle va pro­clamando las inquietudes de su espíritu, los anhelos de su cora­zón o los sueños de su mente.

El paso de Zorrilla por las calles establecía un diálogo callado con los transeúntes. Sin hablar él iba exteriorizando cada una de las múltiples facetas de su vida, de acuerdo a la impresión más honda que cada uno había recibido. Al verlo pasar, los poetas recorda­ban las cadenciosas estrofas de sus poemas, los oradores renovaban complacidos el recuerdo del magnífico tribuno cuyos gestos inimita­bles subrayaban vigorosos la elocuencia altisonante de sus piezas oratorias, los patriotas aplaudían al cantor de nuestras glorias y la juventud evocaba soñadora las expresivas escenas de Blanca y T a­baré, el indio de los ojos azules.

Zorrilla, consciente sin duda del espontáneo homenaje que pro­vocaba su paso, era atento y deferente con todos. Con su levita, su galera semialta, su paso breve y nervioso y un característico movi­miento de cabeza que ya le hundía la pera entrecana en su pecho, como reconcentrando su pensamiento, ya le proyectaba su mirada hacia lo alto, como si estuviera recibiendo algún alado mensaje de inspiración y de poesía, era la figura familiar y consecuente, entra­ñablemente unida a la intensa actividad de la vida ciudadana.

Un capítulo esencial de la misma era para Zorrilla su concu­rrencia al templo. Necesitaba proclamar la fe que llenaba su espí­

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ZORRILLA, FIGURA CLASICA DE LA CIUDAD VIEJA 49

ritu y así como en la tribuna desbordaba su patriotismo en el fuego de su mirada, en el acento de su voz y en el impulso extremado de sus ademanes, al pie del altar traducía su fervor en la actitud profundamente reconcentrada de su persona y en aquel gesto tan suyo, al volver de la Mesa Eucarística, de cruzar su diestra sobre el pecho, como abrazando al divino huésped de su alma, o como apa­ciguando los latidos de su corazón encendido.

Tal era Zorrilla; podemos decir que su persona y su vida sin­tetizaban, unían y simbolizaban las dos épocas de nuestra historia: por su sangre, su apellido y sus tradiciones, rememoraba a la raza hispánica que sembrara en nuestro suelo los valores trascendentales de la madre patria; por sus convicciones democráticas, sus luchas y la eficacia de su acción nativista era el ciudadano integral, pro­totipo ejemplar del patriota.

Así le vieron pasar las calles de la ciudad que prestaban marco adecuado a la prestancia de su figura consular; y cuando un día tuvo que pagar tributo a la muerte, no se halló lugar, ni más glo­rioso ni más en consonancia con su vida, para velar sus restos mor­tales, que el solar de la vieja plaza, custodiado por el bronce de Artigas y demarcado por los cuatro nombres rememorativos de nues­tra historia: Ciudadela, Florida, Sarandí y 18 de Julio.

Allí, en el corazón de la metrópolis, levantó la Patria su altar funerario, y en aquel ambiente de tristeza y de gloria, entre aque­llas banderas enlutadas, aquel gemir de los clarines y aquel llorar de las campanas, en medio de aquel pueblo que escribía con lágri­mas el epitafio del eminente ciudadano, el hombre de la calle para­fraseaba el concepto que un día expresara el mismo Zorrilla: en esta hora inolvidable la única vencida es la muerte, que pretendió nivelar con el polvo el genio del poeta, y sólo consiguió engran­decer como nunca la gloria de su nombre.

Mons. Luis R. DE SANTIAGO.

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Z O R R I L L A E N L A C A T E D R A

La actuación de Don Juan Zorrilla de San Martín en el pro­fesorado universitario constituye una arista saliente, de destacado relieve en su compleja personalidad.

Inició su labor docente como Profesor de Literatura en la Ense­ñanza Preparatoria. En edad temprana conquistó esa cátedra en un concurso celebrado ante un tribunal presidido por Don Alejandro Magariños Cervantes. Más tarde dictó el aula de Derecho Interna­cional en la Facultad respectiva.

A poco de abandonar esta clase le fue ofrecida la de Teoría del Arte, perteneciente a los estudios de arquitecto. Su misión en dicha asignatura es precisamente el objeto de las presentes líneas.

La Facultad de Arquitectura tuvo el honor de que Zorrilla des­empeñara el cargo durante más de veinticinco años, con asiduidad ejemplar y con indefectible fervor. Su actuación fué bruscamente interrumpida por la muerte, que lo sorprendió en plena actividad.

Desde que entraba en la vieja casona de la Facultad y ascendía con agilidad las interminables escaleras (porque el ascensor fué un progreso muy reciente) y recorría con su paso nervioso y caracte­rístico los corredores poblados de estudiantes, iba dejando a su al­rededor una atmósfera de benevolencia y simpatía.

Poseyó Zorrilla en alto grado el don precioso de trasmitir su pensamiento con extraordinaria eficacia, cualidad esencial de! ver­dadero maestro. Su palabra cálida y armoniosa, rica en variados matices, su gesto gráfico y espontáneo, su emoción comunicativa y cordial, conquistaban en seguida al auditorio con el encanto irresis­tible de su elocuencia.

El verbo de Zorrilla tenía una cualidad de la mayor importancia para la cátedra: la claridad en la expresión de sus ideas. Por pro­fundas que éstas fueran, sabía presentarlas siempre con perfecta ni­tidez. El proceso lógico de su raciocinio, el colorido de las imágenes, la originalidad de sus enfoques, mantenían el interés constante de los alumnos. La influencia del maestro se ejercía en primer término por el efecto mismo de la lección recibida. Pero ésta fermentaba

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ZORRILLA EN LA CATEDRA 51

además en el espíritu del joven estudiante, con "la persistente vi­bración en que se prolonga el lamento del cristal herido en un am­biente sereno” .

El programa del curso, redactado por Zorrilla con perfecta estimación del papel de la asignatura dentro del plan general de la Facultad, comprendía dos partes.

La primera, Filosofía del Arte, estudiaba la belleza, su análisis según las diferentes doctrinas, la creación artística, las teorías esté­ticas de los filósofos antiguos y modernos, Zorrilla adoptaba como instrumento de trabajo los principios de la filosofía, denominada tra­dicional o perenne, que conocía bien a fondo.

En su estudio de la belleza y de la creación artística, se traducía naturalmente su experiencia personal y sus propios ideales. Sus pa­labras revelaban el maravilloso misterio de la inspiración. Vibrantes de emoción y de vida, despertaban en el ánimo absorto de los dis­cípulos un mundo de inefables resonancias.

La segunda parte del programa se refería a la Historia del Arte. Zorrilla desarrollaba el vasto panorama de la creación artística en todas sus manifestaciones, a través del tiempo y del espacio: los ja­lones fundamentales de las grandes etapas, las características más importantes de los estilos, la evolución del arte en su marcha ince­sante hacia la conquista del ideal.

Al presentar y comentar las obras maestras, ponía a contribu­ción todos los recursos de su cultura humanista, los recuerdos admi­rables de sus viajes, su entusiasmo por el arte, su vocación por la belleza. Alrededor de cada tema o ante la proyección de cada diaposi- tivo, tejía jugosos comentarios, apreciaba sagazmente el valor de las distintas obras, fijaba su papel dentro del cuadro general de las artes plásticas.

"Todo su andar es una forma peripatética y docente de su existencia” , dijo Ricardo Rojas. "Más allá de las cátedras que des­empeñó, fué maestro en todos los momentos y en todos los lugares” .

Don Juan Zorrilla de San Martín fué, en efecto, maestro en toda la extensión del término. Maestro en la fe, por la firmeza ope­rante de sus convicciones. Maestro de civismo por su acendrado amor a la patria. Maestro de idealismo por su generosa abnegación. Maestro de vida por la perenne juventud de su espíritu. Maestro en la virtud, por el ejemplo luminoso de su existencia consagrada al culto de la verdad, del bien y de la belleza.

Román BERRO.

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z O R R I L L A. U NM O D E L O P A R AL A I U V E N T U D

Confieso que me ha llevado a escribir estas líneas, el deseo ar­diente de poner frente a la juventud, una vida que cuanto más se estudia, más se admira y más entusiasma indicarla como modelo. Trataré de poner en relieve las más sobresalientes etapas, en los primeros años de acción apostólica, del gran Zorrilla de San Martín.

Hay una felicidad inmensa, casi diría un goce sin par, en de­tenerse a contemplar su juventud, conjunción armoniosa de carácter, virtud y heroísmo.

No es mi pretensión realizar un profundo ensayo sobre la obra del maestro, sino tomar pedazos de su existencia, hechos marcados con vivas enseñanzas de espíritu y verdad, pasos firmes, del hombre que conoció el fin y la verdadera misión en la vida.

Creo que la elección no podía ser más feliz, pues en Zorrilla encontramos el retrato acabado del apóstol que bebió en las fuentes del Evangelio, la sabiduría y la verdad, lo necesario para luego darse a sus hermanos con abnegación y sacrificio. Descartes sintetiza ad­mirablemente este ideal, con el siguiente pensamiento: "Cada hom­bre está obligado a procurar en la medida de sus posibilidades el bien de los demás, y sólo es verdaderamente inútil el que no es útil a otro hombre” .

¡Jóvenes! alzad la mirada para contemplar a Zorrilla, y vues­tros corazones emocionados, deberán reconocer con humildad que en el camino de este hombre hay multitud de enseñanzas que os serán útiles, hasta diría imprescindibles, para encauzar vuestra labor de portadores de Cristo.

Eternamente se recordarán sus mensajes, repicar de campanas que en raudo vuelo se elevan al cielo. Siempre el agua cristalina que brotó de esa inagotable fuente que era su inteligencia, calmará vues­tra sed de heroísmos. Jamás se apagará la luz que por doquier expandieron sus pensamientos.

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ZORRILLA, MODELO PARA LA JUVENTUD 53

Desearía en estos momentos de entusiasmo, quizá propios de mi juventud, en que me he puesto a escribir estas líneas, poseer la elo­cuencia del magnífico vate y pensador católico sólo para poder ex­presar, en toda su magnitud, lo que me he propuesto, pero ante la imposibilidad de ello, confiaré en la sinceridad de mis deseos para justificar los defectos que podáis hallar en esta evocación.

Lo importante no es sentirse abatido por las dificultades, sino ir adelante, buscando tras las mil facetas ejemplares que alentaron a este hombre, una sencilla interpretación que llegue a todos ustedes como un aporte más para honrar su memoria.

El primero y más ejemplar rasgo de Zorrilla, sobre el que está cimentada toda su obra, fué su "profesión de fe” y su voluntad de vivir de acuerdo con ella. La sentimos y palpamos en sus vibrantes discursos, en sus ensayos, donde esa fe se muestra acrecida por el conocimiento y la experiencia, o se convierte en posesión gozosa al ser reflejada en sus poesías plenas de ideas y sentimientos religiosos.

Toda acción suya, toda palabra, ya sea en el plano de las letras, el arte o la política, es el fiel reflejo y la mejor prueba de la in­mensidad de un Dios al que amó entrañablemente; comprobadlo en esta expresiones:

"La causa católica es la causa verdaderamente institucional en esta tierra; la sola que acepta la constitución de la república íntegra, sin mutilaciones, sin reservas mentales, con el propósito de cumplirla en todas sus partes, como el cumplimiento del propio programa.

"Con esa bandera luché desde muy joven; con ella en las manos, fui herido, acaso de muerte, en el corazón, y alzándola en alto quiero terminar los días, cortos o largos, que Dios me acuerde sobre la tierra.”

Así también cuando su espíritu, gran enamorado de la belleza, buscaba desahogo en el verso, Zorrilla se internaba en el mundo de la poesía. Y dando rienda suelta a su estro, brotaban de su mente en caudaloso fluir palabras como éstas:

"Señor: yo creo en T í; mi pecho escuda La fe que me enseñaste;Y jamás vacilé; jamás la duda Secó mi corazón con su veneno;Firme la planta, el corazón sereno,La frente enhiesta, desprecié al sectario Que, en su impiedad sin nombre,Hundida en polvo del error nefario A Tí no sabe alzar su frente de hombre.

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54 TRIBUNA CATOLICA

Vi rugir a mis pies las tempestades Que alzó el orgullo de la ciencia humana En todas las edades;Y, sobre sus escombros,Cubiertos por el musgo de los siglos,Se alzó mi fe más grande, más ardiente,Como el romper los diques, el torrente.”

Aquí, jóvenes, tenéis el fundamento de sus triunfos: Siempre marchaba de la mano de Dios, y Este nunca le abandonó. Reinaba en su alma con todo esplendor la "gracia divina” mantenida me­diante su constante apostolado con el que alimentaba el fuego sa­grado de su alma. . .

El verdadero secreto de su gloria, radica en el permanente ejer­cicio de la virtud, de la que sacó una fortaleza sin igual, la que empleaba para defenderse de las tentaciones mundanas, los placeres materiales, las negaciones, los odios; cosas todas que Zorrilla siem­pre rechazó enérgicamente.

A muchos hizo vivir su fe, porque además de creer, había exa­minado las pruebas de la religión y, conociéndolas muy de cerca, las empleó para conquistar en muchas oportunidades a sus oposi­tores. Esa era la armadura que le protegió siempre. Sabía muy bien que una fe sin razonamiento también era verdadera, pero esto no cabía en la manera de pensar de Zorrilla, y tanto su pluma como su palabra, desde los primeros albores de su vida literaria, tenían una razón y un justificativo: explicar y desarrollar con sabia elo­cuencia los motivos de sus creencias. No quería, habiéndole otor­gado Dios el excelso don de la inteligencia, permanecer cerrado en una torre de marfil sin alcanzar a otros verdades tan sublimes como las que él conocía.

En el ensayo sobre la fe religiosa de "El Libro de Ruth” , ilustra con claridad lo que a este respecto os quiero hacer comprender, cuando dice:

" . . . nuestra Religión, la católica, por supuesto, nuestra Iglesia o comunidad de fieles, mejor dicho, no es primordialmente una doc­trina o sistema, sino uno organismo, un ser místico viviente, cuerpo y espíritu; las doctrinas podrán ser sus funciones; pero no son su alma propiamente; su alma es otra cosa. Los hombres cristianos no somos tales porque profesemos tales o cuales doctrinas metafísicas o morales, sino porque somos parte, digamos células, de ese orga­nismo; no dejamos de participar de su vida, ya no digo por no po­seer, y menos demostrar, todas sus verdades, pero ni siquiera por pasar, transformados por la muerte, del tiempo al no tiempo.

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Eso se llama, en cristiano, Comunión de los Santos, especie de ilimitada e interminable sinfonía de siglos futuros y pasados, entre dos eternidades.”

Pasemos a estudiar otro rasgo singular de Zorrilla, su humil­dad. "La absoluta humildad inaccesible a nuestra carne pecadora, sería la suprema dignidad, la perfecta transformación de la carne en fuego, en luz, en holocausto o lámpara votiva” ; este maravilloso pensamiento nos habla de su extraordinaria delicadeza de espíritu. Aquel joven poseedor de las más destacadas condiciones para sobre­salir en los ambientes políticos e intelectuales de su patria, aquel joven que ya veía la aureola del triunfo circundar su cabeza, no era vanidoso. Sin ambiciones desmedidas, desechando el encuentro con la fama que sabía bien temporal, buscaba en el recogimiento la "luz” . ¿Queréis mayor virtud, mejor don? Es que Zorrilla era un apóstol verdadero, como antes lo dijimos, y el apóstol debe prac­ticar la humildad ante Dios y sus hermanos. Este ideal que la ju­ventud ha de tomar como línea de conducta, permitió que llegara un día para Zorrilla el apoteósico triunfo, expresado por todo un pueblo que se congregó para aclamar su gran figura, en la Plaza Independencia, y tributarle uno de los más grandiosos homenajes que en vida haya recibido una personalidad destacada de la patria.

Estamos seguros que si su acción no hubiera sido lo que fué: el señalamiento de la presencia de Cristo en su persona, difícil­mente hubiera podido evadirse del deseo que todo hombre posee, de apreciar el aplauso y la gloria, dando de esta manera satisfac­ción a una egolatría muy propia en la mayoría de los intelectuales. Es que en Zorrilla se hizo carne la frase del Bautista: "Es necesario que El crezca y que yo disminuya” .

Hablemos ahora del patriotismo de Zorrilla en su mocedad, el mismo que con el curso de los años, lo llevaría a ocupar cargos na­cionales de importancia, desempeñando los mismos con amor, ab­negación y desinterés.

Para delinear este aspecto de su vida que se agrega a los otros ya comentados, deberemos hacer antes algunas consideraciones.

Una de las inclinaciones clásicas de la juventud es el patriotis­mo, que la impulsa a las más efusivas demostraciones. Lamenta­blemente este sentimiento, no siempre es del todo sincero ni pro­fundo. No se analiza en sus puntos básicos, para comprender por­qué y cómo se ha de amar a la patria. Hay un profundo error al creer que amparándose en las expresiones populares de las masas,

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llevadas de un enutsiasmo provocado por la exaltación desmedida que infunde la prensa y actualmente la radio, magnificando cualquier suceso, se pueden apreciar las íntimas vibraciones patrióticas de un pueblo. Sin embargo, este género de patriotismo, de los labios hacia afuera, es lamentablemente el que suelen practicar muchos jóvenes.

En Zorrilla existía el otro amor a la patria, el verdadero, en­raizado en el fondo del ser, el que emplea las armas nobles de la inteligencia y el raciocinio, el que se muestra en la justa valoriza­ción del sentido cristiano de amor a la paz fecunda, al progreso ins­titucional, y al bienestar material de una nación. Estos principios hacían que una de las inclinaciones juveniles de Zorrilla fuese su preocupación por el conocimiento de los problemas nacionales y por sus soluciones. En este aspecto tenía conceptos muy claros adqui­ridos por medio de un estudio consciente de los temas políticos.

No era amigo de las superficiales euforias callejeras, sino de la reflexión seria, meditada, que su pluma inquieta, plasmaba en el gran diario que fundó. Desde allí sugería ideas fecundas, combatía el error, apoyaba justicieramente toda acción progresista. Con estas actitudes demostraba el verdadero y único patriotismo, el que hace que todos los ciudadanos trabajen guiados por grandes ideales en bien dé la moral, economía y política nacionales, sin odios, ni an­sias desproporcionadas de beneficios materiales, sin griteríos ni ma­nifestaciones bullangueras, que a nada conducen.

Queda así, pues, trazada la virtud de patriotismo de Zorrilla en su juventud y que con toda evidencia permaneció siempre en él, perfeccionándose a medida que la vida le brindaba nuevas lecciones.

Todos los hombres que han legado al mundo el fruto de sus esfuerzos y el mensaje de sus pensamientos y estudios, madurados en años y años de continuada labor, ya sea en las ciencias, en las artes así como en cualquier otra rama del saber; tuvieron como fun­damental norte, la perfecta precisión de su meta, la seguridad de su vocación, haciendo realidad aquello de que el "genio es una montaña de paciencia” . Zorrilla, como gran hombre que fué, tuvo también esa fundamental característica, y desde sus primeros pasos en el campo de la lucha, ya se dibujaba con luz meridiana su per­sonalidad, no sólo en el plano religioso sino también en el inte­lectual. La etapa que evidenca más firmemente la presencia de un espíritu seguro en su rumbo, la tenemos a su regreso de Chile, cuando en pleno entusiasmo juvenil debe afrontar las nuevas co­rrientes ideológicas que amenazaban aplastar todo asomo de cristia­nismo que existiese en el ambiente nacional. Precisamente es aquí

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donde nació en toda su impetuosidad interior el apóstol que busca en el fragor del combate, el total renunciamiento de sí mismo. Y esta lucha le ofrece cacfa día renovadas fuerzas para afrontar la ím­proba y difícil tarea de sembrar la verdad.

La persecución pretendía hacer tabla rasa de toda idea con tinte de cristianismo, pero no pudo silenciar la libre voz de Zorrilla.

Sus múltiples facetas de ensayista, orador y periodista, acom­pañadas de un gran equilibrio y de una incansable actividad, fue­ron los elementos de combate usados en defensa de la causa de Cristo Rey. ¡Cuán necesario en la época actual sería ese ardor suyo, ese idealismo y ese desprendimiento de sí mismo para darse a las nobles acciones!, ya que una era de utilitarismo, despreocupación e irresponsabilidad ha hecho presa a la juventud moderna.

Miremos con entusiasmo esos momentos duros de la existencia de Zorrilla. Había que resistir el embate de corrientes opuestas a su credo, con inteligencia, arrojando aquí y allá la palabra justa, la reflexión adecuada, la respuesta exacta a las objecciones que plan­teaban sus afilados enemigos. Su esfuerzo mayor era procurar no se oscurecieran aquellos senderos de fe iluminados anteriormente por Larrañaga, Benito Lamas y Jacinto Vera. A no dudarlo la misión era hermosa pero harto difícil. Zorrilla apenas contaba 22 años cuando comenzó esta labor de afirmación cristiana. Sabía muy bien de la trascendencia del apostolado de la pluma y a él se da sin mezquindades, poniendo su vasta cultura al servicio de una prensa constructiva, valiente y sincera.

El año 1877 marcó el comienzo de una oposición decidida en el ambiente nacional, a toda idea religiosa, y un grupo de intelec­tuales a quienes no cabe enumerar aquí, se ocupaba de divulgar estos principios. Se inicia con esto una revolución filosófica, tra­tando de arrancar de la sociedad y la familia, sentimientos que te­nían raíces muy hondas, como que habían nacido junto a la ges­tación de nuestra nacionalidad.

La vida de la fe, del amor a Dios, de la devoción y culto a la Iglesia Católica se pretendían suplantar por el más absoluto racio­nalismo o el más entusiasma liberalismo.

Combatir contra esos sistemas no era cosa fácil, ni accesible a todas las inteligencias; los males que se siembran por medio de ideas son los más peligrosos de arrancar. Pero Zorrilla sí, era capaz de enfrentar a sus contendores y lo hace interviniendo en las polémi­cas que suscitaban los centros del movimiento, que eran en aque­lla época: el Club Racionalista, Club Universitario y el Ateneo de Montevideo. Sus discursos y escritos, valientes y enérgicos, le va­lieron muchos adjetivos, pero nunca despertó en nadie odios, por lo

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menos en sus opositores más capaces, porque veían en él al hombre de convicciones que se defendía con sinceridad, sin subterfugios, ni denuestos para nadie.

Zorrilla, desbordando en su pecho amor a Dios, se mantuvo de pie, seguro, firme, parando los golpes que le asestaban en todos los terrenos, tallando conciencias dormidas, con la serenidad del após­tol, la inquietud y pasión del artista, la laboriosidad del obrero.

Nuestros jóvenes de hoy, deben retratarse en Zorrilla, que no quiso despreciar el dinamismo de sus primeros años, y que en ca­rrera vertiginosa fué ascendiendo hasta escalar las más honrosas po­siciones, gracias a su tesón y esfuerzo.

A la edad de 18 años ya era bachiller, a los 22 se doctoraba en la República de Chile con el título de Licenciado en Letras y Ciencias Políticas y además publicaba su primer libro de poesías, aquella hermosa colección de los primeros y más escogidos frutos de su romanticismo juvenil, al que llamó "Notas de un Himno” . A los 23 años fundaba "El Bien Público” , diario que difundiría con altura, virilidad y seriedad los principios cristianos, y que sigue en la lucha con los mismos ideales de su fundador, cumpliendo una gloriosa trayectoria que honra a la prensa del país.

Veintitrés años en la vida de un hombre, etapa que significa para muchos recién el comienzo de una existencia que se asienta y ve claro el porvenir, fueron para Zorrilla la edad de su madurez intelectual y religiosa, caldeada ya en las mil vicisitudes de su labor apostólica. Prueba de esa madurez, son los esclarecidos conceptos vertidos en la carta programa de "El Bien Público” , con la cual establecía en un acierto magnífico el ideario que había de acom­pañarlo, en la dirección del diario que ponía en manos de su pueblo.

Creo que no nos hemos equivocado al poner a Zorrilla como modelo para la juventud. Como véis, no hay rasgo noble que falte en él, ni hay mejor maestro en nuestra patria, que pueda brin­darnos mejores lecciones para el aprovechamiento de la edad más hermosa de la vida: la época de los heroísmos y sacrificios.

Antes de poner término a esta nota, es necesario destacar otra arista saliente en la juventud de Zorilla y que también es fuerza decirlo, le acompañó durante toda su vida; nos referimos a su ge­nerosidad. Se desprendía de todo para darlo al que necesitaba, pero con una humildad y amor que hacían de aquellas prácticas de ca­ridad, algo que para él era la cosa más común y más necesaria. Jam ás odió a nadie, mil veces como antes decíamos, fué atacado por sus enemigos, políticos, religiosos, literarios, pero nunca tuvo para

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ellos ni violencias ni represalias; siempre su palabra justa era la mejor respuesta a esas conciencias que buscaban obstaculizar la lím­pida trayectoria de Zorrilla. Las miserias de la vida no hicieron mella en su alma fuerte, porque él conocía el secreto de la verdadera paz interior, esa que San Agustín resumió en este sencillo pensa­miento: "Cuando total y perfectamente esté yo unido a Vos, no ha­brá para mí de ningún modo trabajo ni dolor alguno, mi vida será totalmente viva porque toda estará llena de Vos” .

Zorrilla tenía magníficamente disciplinada su generosidad, no se lanzaba a hacer el bien intempestivamente llevado por un simple entusiasmo pasajero, sino que medía sus actos, mantenía siempre la misma línea de conducta y hacer el bien era la cosa cotidiana de su vida. Esto sucedía porque tenía bien cimentado el edificio de su moral con sólidos principios y elevada cultura.

Saquemos una lección permanente de este rasgo de su persona, individualizado ya desde temprana edad, la generosidad verdadera, a la que se llega por medio de un sincero amor al prójimo y de una superioridad cada vez mayor de nuestro obrar.

Y ya al final de estas reflexiones, quiero expresar mi espe­ranza de que nuestra actual juventud, se espeje en la vida de Juan Zorrilla de San Martín, que constituye una de las glorias más puras y duraderas de nuestra patria. Gloria que no se elaboró en campos de batallas, ni en llantos, ni en odios, así como tampoco en el sa­crificio de vidas ajenas, sino en el sacrificio de su propia existencia la de un hombre que supo vivir el evangelio y amar a Dios en el prójimo.

Es por esta razón que se han escrito estas líneas en las cuales quizá no habréis hallado toda entera la juventud de Zorrilla, pero que servirán para que al leerlas, nos inclinemos a estudiar más a fondo su vida, cosa que si, como fruto de este modesto trabajo, hace eco en alguien, el autor se dará por muy satisfecho.

Jorge DE VERA.

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JU A N Z O R R IL L A D E S A N M A R T IN

R E S E Ñ A B I O G R A F I C A

Juan Zorrilla de San Martín nació en Montevideo el 28 de di­ciembre de 1855. Fueron sus padres Juan Manuel Zorrilla de San Martín y Alejandrina del Pozo.

Cuando tenía apenas un año y medio de edad perdió a su ma­dre; y la nostalgia de su amor ausente había de llenar su corazón de una honda melancolía, sólo vencida por el fervor religioso. Hizo estudios en el colegio de los Padres Jesuítas, de Santa Fe, donde pasó tres años (1865- 1868), en la escuela de los Padres Bayoneses y en la Universidad de Montevideo. A los diez y ocho años fué enviado a Chile, a fin de que su fe quedase indemne de los ataques antiespiritualistas que se hacían sentir, por aquel entonces, en nues­tros medios intelectuales. En Chile Zorrilla hizo sus estudios de abogado y comenzó su labor literaria.

Disfrutaba de un puesto de fila entre los jóvenes católicos que agrupados en torno de la revista "La Estrella de Chile” , se consa­graba al cultivo de las bellas letras, y sus dotes, que llamaríamos de recitador, influyeron mucho en sus éxitos. El mismo día que dijo en público en una fiesta de caridad su composición "El Dolor” , mereció una ovación entusiasta y poco después, en Valparaíso, en circunstancias semejantes; el triunfo se repitió en la ciudad porteña. Además de otros trabajos, publicó en Santiago "Notas de un Himno” , colección de poesías líricas.

En 1877 volvió a su patria con el título de Doctor. Fué nom­brado Juez en el departamento de Montevideo; al año siguiente fundó "El Bien Público” , para librar en su patria "las batallas de Dios” , e integra las filas de los iniciadores del Club Católico, en­frentándose a la generación ateneísta, junto a sus hermanos de causa, Francisco Bauzá, Monseñor Soler, etc.

Concurrente al certamen de letras, realizado con motivo de la inauguración del monumento a la Independencia Nacional en Flo­rida el 25 de agosto de 1879, su composición poética no pudo to-

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marse en cuenta por el jurado, atento a que sobrepasaba la exten­sión marcada a los trabajos. La superioridad de "La Leyenda Pa­tria” era tanta, sin embargo, sobre el general académico y frío de las poesías premiadas en el marco de las bases, que Zorrilla de San Martín, sin el premio oficial que se adjudicó a Aurelio Berro, fué el verdadero vencedor del certamen. Y tan auténtico vencedor, que Berro, en ese acto, entregó a éste la medalla que le habían adju­dicado, en magnífico gesto, prendiéndola del pecho de Zorrilla. La Leyenda fué recitada en la plaza de la Florida, al pie de la estatua de la Libertad, y consagró en el mismo momento la reputación del inspirado vate que luego, en el curso de su larga y fecunda vida, tantas veces habría de repetirla lleno de unción y de entusiasmo en todas partes de la República.

La oposición política que hizo a Santos, le valió horas de amar­gura y de destierro. Zorrilla, contra el cual se había dictado orden judicial de prisión, que alcanzaba también a varios otros periodistas opositores al régimen del presidente, se asiló en la Legación del Brasil, donde fué acogido por el Ministro Ponte Ribeiro. Reclamó el gobierno del asilo y la opinión de la Cancillería Imperial fué contraria a la de su representante (octubre de 1885). Por su parte Zorrilla, que de años atrás desempeñaba el cargo de catedrático de literatura en la Universidad, fué destituido de su cátedra con venia de la Comisión Permanente, conforme al extraordinario decreto de 3 de noviembre que lleva la firma de Santos y de J . L. Cuestas, su ministro de Instrucción Pública: "considerando ser indecoroso que un ciudadano y funcionario público con el objeto de sustraerse a las responsabilidades legales y a la orden del Juez respectivo, se asilara en una legación extranjera, desertando y faltando a sus más elemen­tales deberes” . "La cátedra de Literatura —sigue el decreto— nece­sitaba para ser cumplida algo más que enseñanza del buen decir: espíritu justo y los más sanos principios de moral y de respeto de las leyes” . Este documento, en el cual la agresividad y el estilo re­velan claramente la mano del ministro Cuestas, constituye uno de los singulares y absurdos documentos de la época. Emigrado en Bue­nos Aires a raíz de tan desagradable incidencia, permaneció fuera del país hasta que al variar el clima político de la República con la presidencia del General Tajes, regresó a Montevideo, y fué electo diputado por la capital para la décima sexta legislatura, 1883-91.

En 1889 había publicado su poema épico-lírico "Tabaré”, obra todavía no igualada en América. "Tabaré” es una epopeya indí­gena. Zorrilla de San Martín puso en obra una leyenda conocida en Chile, de un indio boroa que había rescatado a una mujer blanca, raptada por otros indios, devolviéndola a su hogar. Tabaré no es un indio puro, sino un mestizo, hijo de una española y un cacique

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indio; y en sus ojos azules revela la doble procedencia de su sangre. Ni el personaje, ni la acción, hacen de "Tabaré” , la obra evocativa de nuestra raza india; pero abundan en ella, además de un exquisito buen gusto, escenas de colorido y encantadoras descripciones del medio nativo. Juan Valera opinó que "Tabaré” competía y vencía a todo lo escrito hasta entonces en cuanto a sentir y expresar la la hermosura y la grandeza de las escenas naturales del Nuevo Mundo.

La crisis del año 90, afecta los intereses de Zorrilla, que no era comerciante ni nunca lo fué, por contragolpe; pierde toda la cuan­tiosa fortuna que heredara de su padre. El hecho no alteró el ritmo de su vida, ni la serenidad de su espíritu; aquí se termina la primera de las etapas de la vida de Zorrilla y comienza la etapa itinerante.

El 20 de abril de 1891 es nombrado por el presidente Herrera y Obes, Ministro Plenipotenciario de la República en España, tuvo ocasión de colocar muy alto el nombre del país con el magnífico discurso que pronunció en el patio del Convento de la Rábida, en las fiestas del cuarto centenario del Descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1892.

En el gobierno de Idiarte Borda fué como ministro a Francia, el 11 de mayo de 1894, y tres años más tarde tuvo una misión es­pecial a Roma, enviado ante la Santa Sede el 5 de febrero del 97 para ocuparse de la creación del arzobispado uruguayo. En la ad­ministración de Cuestas el cargo fué suspendido por simple vía pre­supuesta!, sin que se declarase el cese ni se enviaran a Zorrilla las protocolares cartas de retiro, y en esas condiciones, siendo y no siendo ministro, hubo de reintegrarse al país.

La Universidad le confió las cátedras de derecho internacional público en la Facultad de Derecho, y la de Teoría de Arte en la de Arquitectura. Finalmente, el 6 de octubre de 1905, la vida alea­toria del poeta tuvo un favorable cambio, cuando el presidente Batlle y Ordóñez confirióle funciones de Delegado del Gobierno en el Banco de la República, puesto que conservó hasta su último día. Ampliamente permitían sus tareas burocráticas dedicarse a las le­tras a Zorrilla. Dejó los versos y comenzó a ocuparse de diversos géneros, pero antes que ninguno la historia nacional, y de esta época es su obra, la que mayores valores sindica, "La Epopeya de Artigas” . El 10 de mayo de 1907, el Presidente Claudio Williman decretó la erección de un monumento al General José Artigas; se disponía el llamado a concurso a escultores nacionales y extranjeros; y se en­cargaba al Dr. Juan Zorrilla de San Martín la preparación de una memoria sobre el héroe, que pudiera servir de inspiración y guía de los artistas. Así nació "La Epopeya de Artigas” . Una elevado soplo poético anima toda la obra. Los valores plásticos del personaje, fuer­temente delineados, dieron seguramente al escultor Angel Zanelli,

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la sugestión que necesitaba para llevarlo al bronce. Sin el rigor de una historia científica, este libro señala una etapa más en el pro­ceso de valorización del héroe, que no hacía muchos años se había iniciado. Dijo a su respecto, D. Miguel de Unamuno: "Dudo mu­cho que artista alguno del cincel pueda erigir a la memoria y al culto de Artigas un monumento, en mármol o bronce, más sólido y más poético que éste. El monumento que el Presidente Williman decretaba está ya en pie. Y canta como una estatua no puede cantar” .

Además, "La Epopeya de Artigas” tiene un gran acierto de arte y de verdad histórica: el friso sobre el que levanta la alta estatura del héroe es el Pueblo Oriental, que existía disperso, sin unidad ni conciencia, y Artigas conjuró, desde la hora inicial de la Revo­lución. La descripción del Exodo del Pueblo Oriental es una inol­vidable página en la que hay un verdadero acierto poético y una magnífica evocación histórica.

Zorrilla realizó, además, otras obras de gran valor: "Resonan­cias del Camino”, "Huerto Cerrado” , "El Sermón de la Paz” , "El Libro de Ruth” —selecciones de artículos críticos, impresiones de viaje, discursos académicos, breves ensayos filosóficos, reflexiones, etc.—, en todos los cuales campea la fe de su idealismo cristiano. Dejó una obra literaria postuma :"La profecía de Ezequiel” .

En la última etapa de su vida, el Dr. Juan Zorrilla de San Mar­tín alcanzó los máximos honores consagratorios a que puede aspirar un escritor; el 25 de agosto de 1925 se le hizo objeto de un homenaje nacional, popular y oficial a la vez —especie de coronación y apo­teosis— celebrado en la Plaza Independencia, sobre un estrado le­vantado al efecto, y patrocinado por el Gobierno de la Nación. Rindió honores el ejército; y el Ministro de Instrucción Pública la oración en su alabanza.

El 3 de noviembre de 1931, cuando en plena y aparente salud había regresado de una excursión por la ciudad de Mercedes, Zo­rrilla de San Martín falleció en Montevideo en forma casi repen­tina y sus restos, con honores oficiales, y en medio de la emoción del país, fueron velados —solemnidad no vista todavía— al pie de la estatua de Artigas en la Plaza Independencia, como el de Víctor Hugo bajo el Arco de Triunfo.

N. de R. — Para la confección de esta reseña biográfica, se hon tomado frag­mentos de los siguientes libros: “Diccionario Uruguayo de Biografías” (1810-1940), del Dr. José M. Fernández Saldaña; “ Historia de la República Oriental del Uru­guay” (1830-1930), de Juan E. Pivel Devoto y Alcira Ranieri de Pivel Devoto; “Proceso Intelectual del Uruguay”, de Alberto Zum Felde.

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F R A G M E N T A R I AB I B L I O G R A F I AZ O R R I L L I S T A

APORTE DE LA BIBLO TECA DE ARTURO E. XA LA M BRI.

/ ~ ^ o r vez primera, en lo que conocemos, y recién a cinco lustros de la muerte de Zorrilla, sale a luz de curiosidad, su Bibliografía, que, al paso de los años, se hace más dificultoso su acabamiento, por modo singular, en el aspecto periodístico, inabarcable fuera de una bien organizada hemeroteca pública. Sólo conviviendo en un ambiente atesorado para la investigación y para sacarla a plaza en libro im­preso, es hacedero componer una bibliografía tal como la de Rodó, faena ímproba y no bastante ponderada, que con largueza realizó el eximio bibliógrafo D. Arturo Scarone. Misión de nuestra Biblio­teca Nacional —si una inconsciente desidia estatal no la convirtiera en desamparada Cenicienta de la cultura—, debiera ser, mediante estimulables equipos de labor, componer las bibliografías de nues­tros eminentes escritores. Y sobre esta base reeditar los mejores tra­bajos; y, primordialmente, de los autores uruguayos las obras ago­tadas que se pesan a plata o a oro, por los subidos quilates de su contenido.

La aguzada pluma crítica del Dr. Dardo Regules, se inclina a que Zorrilla fué "hombre de pocos libros’’. A mi entender su bi­blioteca no delata al apasionado formador de magna librería. Lo que no implica desamar el libro, y más porque escribió: "Una bi­blioteca es, en sí misma, la prueba de la persistencia de la persona humana más allá del sepulcro. Es la inmortalidad”. A Zorrilla, cerebro más de meditación que de lectura, innecesaria le era una co­piosa biblioteca que le habría desbordado en erudiciones sofocando su propio, ahondador y radiante pensamiento, o amortiguando los gallardos vuelos de su fantasía. A sus pocos anaqueles de libros,

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no exentos del aluvión de algunos obsequiados, podría adjudicár­sele la frase que el filósofo Julio Simón expresaba de la escasez de libros en la casa de Víctor Hugo: "Se puede prescindir de libros cuando se es Víctor Hugo” .

Tenemos en Zorrilla de San Martín el más animado símbolo estatuario del lector profundo y amante del libro. Nos lo ha escul­pido el cincel genial de su hijo José Luis, que le ha dado la pu­janza de vida espiritual y de energía humana al figurarlo con un

D iferentes ed iciones d e obras de Juan Z o rrilla .d e San M artin (B iblioteca del Sr. A rturo X alam brf)

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libro abierto, acunado en su regazo y posándole suave un brazo para no desprenderse de él, mientras su rostro se absorbe en las esencias de sus favoritas "ideas madres” . . . Al admirarlo queda uno como estatua de piedra. Y la estatua de Zorrilla tan viviente como si lo viéramos y no quisiéramos interrumpir su meditación porque —como dijo nuestro poeta-pensador del Filósofo de Vich, ante su monu­mento—, está “con la mirada hundida en el pensamiento” .

Empero, si Zorrilla no acopió muchedumbre de obras, se en­trañó y desentrañó el núcleo estelar de las que convirtió en amigos íntimos del espíritu. Y si fué hombre de pocos libros, los maduró y asimiló y los recreó con aquella penetración que, de palabra y de hecho, enseñaba Balmes. En cambio, escribió muchos y los pu­blicó, y escribió tanto para publicar muchos más. Y, privilegio de su verbo, magnífico y fértilísimo, hace escribir mucho, para formar multitud de volúmenes que serán vibrantes lenguas de su gloria.

Esta enumeración de sus obras y de las ediciones que he re­unido en mi biblioteca, induzca a reproducirlas según, o superando, lo insinuado en mi extenso artículo "La hora del cumplesiglo de Zorrilla” ("El Bien Público” , 18-11-1955). Y sea con aquella pres­tancia y hasta rumbosidad, artísticamente suntuosas, como lo alcanza la imprenta moderna, y así el arte de Gutenberg se haga digno de quien sustentó la Verdad con Bondad y entre las dos puso la Be­lleza. No sea el reeditar a Zorrilla, merecedor de la invectiva de la Reina Isabel la Católica, a un artista que le enseñó el encargado edificio: "¿Esa nonada me habedes fecho?" Y no sea cosa de que el entendido extranjero, ironice: — ¿En tan poco tenéis el espíritu genial de Zorrilla, que tan pobremente lo editáis?

Jerarquice el editor zorrillista su faena no detenido fijamente en la caja fuerte, sino mirando, también, por la honra y fama de im­primirlo. Que así como era reputación envidiada la de "Impresor del Rey", en España —donde un Carlos II tenía imprenta en su pa­lacio y entendía en este arte y la Reina María Isabel lo ejerció con sus mayestáticas manos—, del mismo modo y suerte será granjearse reputación alta de ser Editor e impresor de Zorrilla.

El lema de sabor bíblico-horaciano del ex-libris de las Obras Completas de Zorrilla, editadas con el mecenazgo del Banco de la República, (y tiéntele y sedúzcale y apremíele efectuar la 2“ edición de ellas, que será negociar, con grandes réditos, luz y cultura y es­plendor para la Patria), el lema dice: "Homo in sapientia manet sicut sol” , que alguien libremente traduce: "El hombre sabio per­manece como el sol” . A esa permanencia luminosa colabora quien edite los libros de un autor célebre con esplendidez.

Arturo E. XALAMBRE

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BIBLIOGRAFIA ZORRILLISTA 67

PA R T E S QUE COM PRENDE EST A BIBLIO G RA FIA DE ZO RRILLA

LA LEYENDA PATRIA. — La Leyenda Patria inserta con Tabaré. - En antologías. - En Música.

TABARÉ. — Otras estampaciones tabareanas. - Traduccio­nes de Tabaré. - Obras musicales y escénicas inspi­radas en Tabaré.

OTRAS OBRAS POÉTICAS.OBRAS EN PROSA.OBRAS SOBRE ZORRILLA.PUBLICACIONES PERIODISTICAS SOBRE ZORRILLA.

En “Tribuna Social” - “Tribuna Católica” ; en “Veri­tas” ; en “Revista Nacional” ; en “El Bien Público” ; en “Boletín de la Acad. Nal. de Letras” ; en “Civismo” .

LA LEYENDA PATRIA1879. Montevideo. Por primera vez, se

imprimió en el diario "El Bieti Público", año II, N® 161, del 21 de mayo de 1879, con las dos poesías premiadas.Montevideo. En el opúsculo “ Inau­guración del Monumento a la In­dependencia. 18 de mayo de 1879” . Imprenta “La Reforma” . 139 pp de 185 x 125. (Colección de folle­tos del Dr. Luis Melián Lafinur, Biblioteca Nacional).

1882. En “ Una noche en el S o lis ...” Montevideo Rius y Becchi. pp. 59 a 72 de 220 x 135. (Expos. Inst. Nac. Inv. y Arch. Literarios).

1883. Montevideo. Juicio de Olegario V. Andrade. Nueva edición revista y corregida por el autor. Grabado de Zorrilla. Tip. y Ene. de 1a Libre­ría Nacional de A. Barreiro y Ra­mos, editor. (Bella edición con en- cuad. editorial, en tela, plancha do­rada con un medallón de J. A. La- valleja). 6 pp. s/n. -4- VI + 29 + 1 s/n. de 195 x 135.

1888. Montevideo. Precedida de un jui­cio critico de Pablo Groussac. Edi­ción económica corregida por el autor. Nueva Librería de J. Gadea y Ca. VIII + 18 pp. de 220 x 135. Contiene una hoja con el mo­numento a la Independencia, en litografía.

1896. Montevideo. Juicio de P. Grous­sac. Im. Artística de Doraaleche y Reyes. A. Barreiro y Ramos, edi­tor. Retrato del autor. 49 pp. más 2 s/n. de 220 x 165. Artística edic.

con dibujos, encuad. tela con. plan­cha edit. En la p. 45 se lee: “ No­tas a la quinta edición” , y en la portada dice: Cuarta edición.

1908. Montevideo. Edición autorizada y corregida por el autor. Juicio de Andrade. Grabado de la placa con­memorativa de “ La Leyenda Pa­tria” en la Florida, brindada por la “ Unión Católica del Uruguay", en 1908. Librería, Imp. y Fábrica de Almanaques. Vda. e Hijos de Zenón Tolosa. 36 pp. de 185 x 130.

1924. Montevideo. Juicios de Andrade y Groussac, y un articulo de Daniel Muñoz (“ Sansón Carrasco” ), “Có­mo nació la Leyenda Patria” . Im prenta Mercantil. 62 pp. de 195 x 145.

1930. Montevideo. Ed. de las Obras com­pletas por el Banco de la Repúbli­ca. Imp. Nacional Colorada. Pró­logo de “Lauxar” (Dr. Osvaldo Crispo Acosta). Juicio de Grous­sac, notas de I. De María. (Contie­ne este vol. además: “Versos” y “Notas de un Himno” ). 343 pp. de 20 x 14.

1934. Montevideo. Ministerio de Instruc­ción Pública. Cruzada Cultural. Edición de cien mil ejemplares pa ra ser distribuida por toda la Re­pública. Imp. Nacional. 15 pp.

1940. Montevideo. Talls. Gráf. de Insti­tutos Penales. “El Paraíso de los Niños. Alvarez Muñoz y Ca. Art. de D. Muñoz y notas de De Ma­ría. 32 pp. de 190 x 135. Cu­bierta con grab. de Zorrilla.

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68 TRIBUNA CATOLICA

1952. Montevideo. Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Adver­tencia por Ariosto D. González. Es­tudio preliminar y notas por el Dr. Eustaquio Tomé. Bibliografía por Arturo Scarone. (Texto magistral­mente analizado y depurado por el Dr. Tomé, pág. 33, y reproducción

de la primera versión de 1879, pág. 115). Glorificativa edición, honrosa para el Instituto y auto­res, de XV más 1 h. más 126 más 2 h. más 16 hojas ilust., interca­ladas, con grabados, una de ellas con el retrato en color de Zorrilla, por C. M. Herrera.

LA LEYENDA PATRIA inserta con TABARÉ1905. México. Buenos Aires. L a Habana.

Maucci Hnos., etc.1918. Montevideo. Claudio García.1923. Montevideo. A. Barreiro y Ramos. 1926 y 1929.Barcelona. Edit. Cervan­

tes, 3* y 4* ed.1933. Buenos Aires. J. C. Rovira, ed. 1936. Montevideo. Jerónimo Sureda, ed.1936. Montevideo. Claudio García y Cia.

eds.1937. Barcelona. Editorial Cervantes. En

•las dos “quintas” ediciones.

1939. Buenos Aires. Ed. Tor.1943. Montevideo. V. García y Cía., S.

A., eds.1948. México. Editora Nacional. Colec­

ción Económica. Vol 47.1950. Buenos ñires. Ed. Tor.1950. Buenos Aires. Sdad Editorial La­

tinoamericana.Sin año. Barcelona. Ed. F. Bauzá.Id. id. Madrid. Ed. Ibero Americana.

LA LEYENDA PATRIA EN ANTOLOGIAS1905. Montevideo. "El Parnaso Oriental” ,

por Raúl Montero Bustamante. Maucci Hnos. e Hijos, eds.

1921. Montevideo. “Antología de Poetas Uruguayos” , por Mario Falcao E s­palier. Glaudio García, ed.

1940. Montevideo. “ Exposición de la Píoesia Uruguaya/", por Julio J. Casal. Editorial Claridad.

LA LEYENDA PATRIA EN MÚSICA1931. Montevideo. “Poema Sinfónico-Co-

ral inspirado en La Leyenda Pa­tria de Zorrilla de San Martín”, por Benone Calcavecchia. N” 1) Prólogo (Es la voz de la Patria), 20 carillas manuscritas para or­questa, con 124 compases. N ’ 2) Madrugada del 19 de abril de 1825

(subtema: La aurora), con 25 ca rillas manusc., con 175 compases. Duración total, 15 minutos y me­dio. Estrenado por la Sociedad Or­questal el 29 de abril de 1931, en el Teatro Solís, con asistencia del Dr. J. Zorrilla de San Martín.

T A B A R É1888. Montevideo. Biblioteca de Autores

Uruguayos. Barreiro y Ramos, edi­tor. Impresa en París (1887), da­to de D. Raúl Montero Bustaman­te. Encuad. editorial, tela, con ta­pas estampadas en color, dibujos de Juan M. Blanes. Los tres cor­tes dorados. Magnifica y lujosa edición, con cinco ejemplares en papel del Japón (uno de ellos de­dicados al Padre Santo León XIII, otro a la Reina Regente de España María Cristina). 8 pp. + X IX + 1 + 300, de 25 x 17 cms. Contie­ne el retrato del autor.

1889. Montevideo. En todo igual a la precedente, como si sólo se hubiera

cambiado el año e impreso “ Nue va edición” en la portada interior. En la pág. anterior al retrato se lee: “De esta nueva ed. se tiraron diez ejemplares en papel del Ja ­pón . . . ”

1892. Madrid. Tercera edición. Ilustra­ciones de F. Tomás y Estruch. Librería de Fernando Fé. VI + 318 pp. de 175 x 115. Ejemplar cuya tapa, en tela, lleva estampa­do: “Biblioteca de Poetas America­nos. Zorrilla de San Martín. Ta­baré. Librería de la Vda. de Ch. Bouret. París” .

1892. México. Quinta edición esmerada­mente corregida con prólogo de

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BIBLIOGRAFIA ZORRILLISTA 69

Juan de Dios Peza. Librería Na­cional Extranjera de Eusebio Sán­chez. Terrazas, Imp. X LIX pp + V + 285 de 165 x 105.

1905. México. Buenos Aires. L a Habana. Maucci Hnos. Novísima edición ilustrada. Encuad. tela edit. Re­trato del autor, tapas con dibujos en color. 251 pp. 4- 5 s/n. + 8 hojas intercaladas de ilustraciones de Ott. Rodella, de 19 x 13. Juicio de Juan Valera. En el mismo to­mo “L a Leyenda Patria” , con jui­cio de Pablo Groussac.

1911. Buenos Aires. Librería Nacional y Extranjera. Quinta edición esme­radamente corregida con prólogo de Juan de Dios Peza. Al dorso: Imp. Gassó Hnos. Barcelona. LX pp. 4- de la 61 a 335, de 160 x 105. Encuad. tela editorial.

1912. Buenos Aires. Librería Internacio­nal. Al dorso: Imp. Gassó Hnos. Barcelona. X L pp. + 61 a 335, de 160 x 105. (Esta edición es igual en su despliegue y tamaño, menos en la inferioridad de papel, a la publicada en 1911 por la “L i­brería Nacional y Extranjera, Bue­nos Aires, impresa en papel de hilo).

1918. Montevideo. Novisima ed., corre­gida por el autor. Juicio de J. Valera. “El libreto de Tabaré” , del autor, para esta edición. “ La Leyenda Patria", con juicio de P. Groussac, y notas de Isidoro De María. 287 pp. + índ., de 185 x 125. Claudio García, ed. Imp. “ El Siglo Ilustrado” .

1923. Montevideo. Novísima ed., corre­gida por el autor. “ La Leyenda Patria". Juicios de Valera, Grous­sac, notas de I. De María. Lib. Nacional A. Barreiro y Ramos. Encuad. tela editorial, con el di­bujo en color, en la tapa, igual que la ed. del “Tabaré” de 1888, pero menor tomaño: 200 x 135, de 286 pp. 4- 6 s/n. 4- 2 h. de grab., una retrato de Zorrilla. Otra tirada de la misma con encuad. editorial, pero en tela estampada sencilla­mente.

1927. Barcelona. Los Príncipes de la L i­teratura. VIII. Novela en verso. “ La leyenda P a t r i a Prólogo de Vicente Clavel. 3* edición. Edi­torial Cervantes. VIH a 289 pp. de 175 x 120. Encuad. cartoné ed.

1929. Barcelona. Id. id. 4* edición. VIII a 289 pp. de 180 x 130. Cubierta con grab., en color. Cuarta tapa retrato de Zorrilla.

1930. Montevideo. Novísima edición co­rregida por el autor. Carta de J. Valera. Portada de José L. Zorri­lla de San Martín. Retrato de Zo­rrilla, y nueve láminas de U. Che­ca. 331 pp. + índ. 4- 10 hojas con ilustraciones intercaladas s/n., de 200 x 150. Ed. del Banco de la República, de las Obras completas. Imp. Nacional Colorada.

1933. Buenos Aires. Biblioteca la Tra­dición Americana, N9 40. Con “ L a Leyenda Patria". Nueva ed. corregida. J. C. Rovira, editor. 158 pp. de 175 x 120.

1933. Buenos Aires. Igual que la prece­dente edición, pero sin “La Leyen­da Patria” .

1936. Montevideo. Biblioteca Rodó. Ovi vidio Fernández Ríos, Director. N.os 11 y 12. Con “ L a Leyenda Patria” . Juicios de Valera, Grous­sac, notas de I. De María, del Au tor. Retrato de Z. por Buscasso. Claudio García y Cía., editor. 328 pp. de 200 x 135. Tres tiradas en diferente papel: diario, obra, y plu­ma superior numerada (ejemplar N9 23 de A. E. X., encuad ele­gante).

1936. Montevideo. Biblioteca del Estu­diante. Juicio de Valera. Con “L a Leyenda Patria” , notas de I. Do María. Jerónimo Sureda, edit. “ Im­presora Uruguaya S. A.” 240 pp. de 185 x 115. Tapa con grabad«.. Tirada en papel diario, y otra en papel obra.

1937. Barcelona. Los Principes de la L i­teratura. VIII. Novela en verso. “ L a Leyenda Patria” , novisima edi­ción corregida por el autor. 5* edi­ción. Carta de J. Valera. Libreto de Tabaré. Pról. de Vicente Cla­vel. Notas de De María. Edito­rial Cervantes. 301 pp. de 175 x 120. Encuad. cartoné, editorial.

1937. Barcelona. Id. id. con “ La Leyen­da Patria” (sin notas). Prólogo de Juan de Dios Peza. 59 edición. 248 pp. 4- índ. de 175 x 120. En­cuad. cartoné, editorial. La prece­dente y ésta, son quinta edición, aunque diferentes en contenido. En 1911 y 1912 (véanse estas fechas), salen a luz en Buenos Aires, con

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70 TRIBUNA CATOLICA

impresión en Barcelona, sendas edi­ciones q u in ta ... Imposible esta­blecer el exacto, ni aproximado, número de ediciones tabareanas clandestinas, ni el monto de ejem­plares de cada una, incontrastable. Desconcierta totalmente, encontrar­se con otra quinta edición, mejica­na, en 1892. |Si a lo menos, la ausencia del séptimo mandamiento sinaitico, se hubiera compensado por algunos editores, con la pres­tancia de los ejemplares. . , !

1939. Buenos Aires. 19 de marzo de 1939, una tirada con solo “Tabaré”, y otra con éste más “ La Leyenda

* Partía". Editorial Tor. Este ejem piar de 207 pp. de 185 x 130. Ca­rátula en color, de mal gusto.

1939. Buenos Aires. 23 de mayo de 1939 Ed. Tor. Pról. de A. M. G. 190 pp. + ind. de 180 x 120.

1943. Montevideo. Con “ L a Leyenda P a­tria” . Juicios de Valera, Groussac, notas de De María, "El libreto de Tabaré” por Zorrilla. Biblioteca Rodó. Claudio García y Cía., edi­tores. Retrato de Zorrilla por Bus casso. 287 pp. de 195 x 125.

1944. Buenos Aires. Prólogo de Alberto Zum Felde. Noticia acerca del au­tor. Carta de J. Valera. Colección Estrada. Vol. 36. 1* edición de) Angel Estrada y Cria, S. A. Por­tada exterior e interior con retra­to de Z.; X XXIX pp. + 247 + 15 s/n. de 180 x 115.

1944. Santiago de Chile. Editorial Ñas cimiento. Novísima ed. corred, por el autor. Carta de Valera. 310 pp. + ind. de 185 x 130.

¡946. Buenos Aires. 2' edición de An­gel Estrada y Cía., S. A., igual que la de 1944.

1946. Montevideo. Con “ La Leyenda Pa trici’. Biblioteca Rodó. Claudio García y Cía., editores. Edición idéntica a la de 1943.

1947. Buenos Aires. Pról. de E. Diez de Medina. Eds. Selectas Sela. Sdad. Editorial Latino-Americana, S. R. L. 157 pp. 4- 3 s/n. de 180 x 130. Cubretapas en color, de Tabaré y Blanca.Una edición: colofón 20 de enero de 1947.Otra edición, igual: col. 10 de noviembre de 1947.Otra edición con “ La Leyenda P a­tria”, en 1950.

1948. México. Editora Divulgación. Pró­logo A. M. G. Talls. Ed. Olimpo. 197 pp. 4- 3 s/n. de 200 x 150 Portada en color con Tabaré.

1948. México. Editora Nacional. Colec­ción Económica, vol. 47. Con “ La Leyenda Patria” .

1949. Buenos Aires. 3* edición de Angel Estrada y Cía. S. A. Igual a la de 1944.

1950. Buenos Aires. 4* edición de Angel Estrada y Cía. S. A., En todo co­mo la de 1944.

1950. Buenos Aires. Con “ La Leyenda Patria” . Pról. de A. M. G. Biblio­teca Florida. Editorial Tor. S. R. L. Encuad. edtiorial, cartoné fan­tasía. 205 pp. 4- 3 s/n. de 180 x 125. *

1955. Buenos Aires. Biblioteca Manan tial. Libros de Bolsillo Completos. Carta de J. Valera. C. Dupont Fa- rré, editor. (Colofón: 5 de abril de 1955). 254 4- 2 s/n. de 140 x 100. Encuad. editorial, una en te­la, otra en cuero.

1955. Buenos Aires. 5* edición de Angel Estrada y Cía. S. A. Sin diferen­cias de las anteriores (Colofón: 8 de julio de 1955).

1955. Montevideo. Mosca Hnos. S. A., editores. Edición conmemorativa dei centenario del nacimiento del au­tor dirigida por sus hijos. Versión definitiva. “Juan Zorrilla de San Martín” (por Raúl Montero Busta­mante). Autocrítica de “ Tabaré” XXXVII pp. 4- 237 4- 1 h. con un retrato de Z., de 190 x 140 (no­viembre de 1955). Tirada de 4.500 ejemplares: 3.500 en papel obra segunda; 1.000 papel offset de pri­mera. Un mil ejs. en papel obra segunda, son en homenaje y con cargo a la Cámara Oficial Españo­la de Comercio, Centro Gallego, Club Español, Cultura Española del Uruguay, Casa de Galicia, Cen­tro Eúskaro Español, Asociación Española 1* de Socorros Mutuos, Casa de Asturias, Banco Español del Uruguay, Banco de Galicia, Mosca Hnos S. A., que firman al pie de esta hermosa y elevada de dicatoria:

“ A Don Juan Zorrilla de San Martín. Cumbre y llama del pensamiento; al “Español nacido en América” ; al hombre conduc­tor; al glorioso autor de Tabaré,

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BIBLIOGRAFIA ZORRILLISTA 71

en el centenario de su naci­miento. Homenaje de admira­ción y respeto, para que la juven­tud española honre a quien vi­vió honrando a España en el Uruguay, y al Uruguay honran­do a España” .

Sin año. Madrid. Con “ La Leyenda Pa­tria". Pról. de J. de Dios Peza. Notas aclaratorias marginales. Edi­torial B. Bauza. 248 pp. de 190 x 125. Carátula en color, escena de Tabaré.

Sin año. Madrid. Con “L a Leyenda P a­tria". Juicio de Valera, Groussac. Editorial Ibero Americana. 214 pp. 4- índ., de 205 x 125. Tapa con grabado.

Sin año. Buenos Aires. Biblioteca las Grandes Obras. Sin pie de impren­ta ni editorial. Parece es de Tor. ¿Clandestina? No lleva la dedica­toria de Zorrilla a la esposa. 187 pp. + 5 s / n., de 185 x 130, tapa en color.

Sin año. Buenos Aires. Biblioteca Flo­rida. Ed. Tor. Pról. A. M. G. 189 pp. + 3 s/n., de 175 x 120.

OTRAS ESTAMPACIONES TABAREANAS—Colección de más de treinta postales

con escenas de “Tabaré”, y al pie de cada una, tres estrofas alusivas, de Zo­rrilla. Editor Librería Vázquez Cores. Montevideo.

—Cuadernos “Tabaré” , Mosca Hnos., eds. Portada en color, con la muerte de Tabaré; 4* tapa, reproducción parcial, autorizada, del poema, en diferentes etapas.

—Almanaque “ Alpargatas” , años 1949, 1950 y 1951. Cada uno con seis láminas en color, que escenifican a “Tabaré” , por Bernabé, de 31 x 22 cms. Al pie de c. lám., 4 estrofas del poema. Total: 18 cuadros y 72 estrofas, más tres portadas alusivas, de 40 x 35. Montevideo.

TRADUCCIONES DE TABARÉ1890. Montevideo. Poeme traduit en

franjáis par Jean Jacques Rèthoré. Licencié es lettres. Imprimerle et librairie de Vázquez Cores, Dor- naleche y Reyes. XXI pp. m;s 244, de 200 x 145. (Ejemplar encuader­nado en cuero baqueta, cocodrilo y ñandú, con la cabeza de Tabaré recortada en cuero en la tapa).

1893. Niclheroy. Traducción al ital. “Li­bro primo de T ab aré ...” por Luis Morandi, Sal. Edizione private. Tip. Salesiana. XVIII 4- 38 pp. de 250 x 140. (Expos. Inst. Nac. Inv. y Arch. Literarios). .

1920. Montevideo. Traduzione di Folco Testena. Prefazione di Arturo Capdevila. La copertina riproduce un bassorilievo dallo scultore Vin­cenzo Morelli. Impresa del “ Siglo” della "Razón” e del “Telégrafo” . Casa editora: José M. Serrano.217 pp. + 3 s/n. de 185 x 130.

1930. Buenos Aires. Fragmento de Ta­baré, en alemán por Robert Leh­mann Nitsche, publicado en “ Deust- che La Piata Zeitung” (2-II-1°30). (Expos. Inst. Nac. Inv. y Arch. Literarios).

1934. Montevideo. Sin pie de imprenta. An Epic Poem of thr Early Days of Uruguay by Juan Zorrilla de San Martin of Montevideo Corres­ponding member of the Spanish Academy. English version by: Ralph Walter Huntington. Encuad. tela editorial, 174 pp. + 2 s/n. de 205 x 145; con retrato de Z Pag. 172 “Biographical notes” .

1948. Porto Alegre (Brasil). Traduçao e prefacio de Manoelito de Orne lias. Editera Globo. Composto e impresso ofic. grâf. José Bertaso y Cia. 20 pp. s/n. 4- 205 + 3 s/n. de 200 x 140. Portada con graba do de Tabaré.

1954. Paris. Traduction française de Jean-Jacques Réthoré. Revue et adaptée par Jules Supervielle. In­troduction de Robert Bazin. Note bibliographique par Raül Montero Bustamante. Collection Unesco d’ œuvres représentatices. Série Ibé- ro-Américaire. N9 5. Les Editions Nagei. 225 pp. + col., de 225 x 140. Tirada especial papel alfa, del 1 al 20 (N9 20 ej. de A.E.X), y tirada cte.

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72 TRIBUNA CATOLICA

1955. Versión italiana inédita, por Libo­rio Carapezza Germardi. (Trozos leidos en el homenaje a Zorrilla por el Inst. Ital. de Cultura).

Otras traducciones.Sin datos bibliográficos:

Juan Fasthenrath, al alemán.Walter Owen, al inglés (en curso de

impresión).

OBRAS MUSICALES INSPIRADAS EN TABARÉ1910. Alfonso Broqua. Poema de . . .

Adaptación lirica al canto segun­do del libro primero para voces fe­meninas. Chartieur, editeur. Pa­rís. J. A. Medina e hijo, Buenos Aires. 95 pp. de 285 x 190. (Ejem­plar en el Museo Zorrilla de San Martin). Sin año la impresión, pero se estrenó en Montevideo, tea­tro Solis, el 30-VI-1910.

1913. Tomás Bretón. Drama lirico en tres actos. Libro y música d e ... Basado e inspirado en “Tabaré". Madrid. R. Velasco, impresor. 40 pp. de 200 x 135. Estrenado en el Teatro Real de Madrid el 26 de fe­brero de 1913. (En el Museo Zo­rrilla de San Martin, Montevideo, se exhibe un libro y un cuader­nillo de la música manuscrita).

1925. Teatralizado por J. C. Servetti Ree­ves. Opera en tres actos de Alfre­do Schiuma. Decoraciones de Ro­dolfo Franco. (Teatro Colón. Tem­porada oficial año 1925). A. G. Casellas, editores. 1925. Consta de 25 pp. (Datos obtenidos del Direc­tor de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Dr. Gustavo Martí­nez Zuviría).

1930. Luis Xalambri. Adaptación escé­nica y musicalización de los can­tos 1* y 2* del libro 1* de “Taba­ré”. Tala (Uruguay). Estreno en 1934. Repetido en actos escolares en Montevideo.

1955. Héctor Murialdo. Versión radiofó­nica preparada para el “ SODRE” .

Hermógenes Urquizá. Poema sinfónico - coral, para solistas y coro. Com­puestos dos actos. Queda inconcluso.

OTRAS OBRAS POÉTICAS DE ZORRILLASiete primeras poesias de Zorrilla apare­

cen en el 2' tomo de “Trabajos li­terarios” de la Academia Literaria del Colegio de la I. Concepción de Santa Fe. Bs. Aires. Imp. y Lib. de Mayo, de C. Casavalle. 1881.

Varias poesias en el periódico de San­tiago “La Estrella de Chile” .

En la Rev. Academia Literaria del Uru­guay (año 1’ , N’ 1, 1890) Monte­video, salió su traduce, de Ossián y N* 8 traducción del latin de León XIII.

1877. NOTAS DE UN HIMNO. POE­SIAS LIRICAS. Pról. Rafael B. Gumucio. Santiago de Chile. Imp. “La Estrella de Chile” . XX pp. + 201 de 225 x 150.

1930. I. id. id. Obras Completas. Imp. Nacional Colorada. Contiene, tam­bién, “Poesias” (1880-1897), pri­mera publicación en libro.

Sin año. Poesias líricas. Pról. de Gumu­cio. Carlos Maucci, ed. Génova. 224 pp. de 195 x 120.

1951. M aris Stella. Montevideo. Talls. “La Industrial Gráf. Uruguaya” . Tirada de 200 ejs., numerados del 1 al 200. Elegante edición, no ve­nable, acrisolada, dispuesta y cos­teada por los esposos D. Raúl Mon­tero Bustamante y Da. María Zo rrilla de San Martin de Montero. 14 pp. de 245 x 195.

OBRAS EN PROSA DE ZORRILLASus primeros trabajos literarios se pu­

blicaron en “Academia Literaria” esta­blecida en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Buenos Aires. Imp. y Lib. de Mayo, de C. Casavalle, 1881.

—Y en “ La Estrella de Chile?’. Perió­dico semanal literario-religioso. Imp. “La Estrella de Chile” . Santiago. 1874-77.

Y también, con el seudónimo de “ Julio M. Montero” .1878. (U-XI-1878 a X-1885 y 14-IX-1899

a 23-IV-1905). Artículos en “ El Bien Público” como Director, que deben compilarse y sacarse a luz en libro. Son de fuerte interés en si y por las épocas combativas. No nos condecore la apatía por dejar

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BIBLIOGRAFIA ZORRILLISTA 73

inexplorables esos ricos, pero ocul­tos, veneros de la lumínica pluma periodística de Zorrilla.

1878. EL BIEN PUBLICO DIARIO CA­TOLICO. Montevideo. Tip. de “El Bien Público” . 30 pp. de 190 x 140.

1879. |JESUITAS! por Paul Feval y ¡JESUITAS! por Zorrilla. Monte­video. Tip. de “ El Bien Público” . XX pp. + 46, de 185 x 130.

1880. OFELIA: escenas liricas extracta­das del Hamlet de Shakespeare, música del maestro Carmelo Calvo. 30 pp. 8" (Se lee manuscrito, y asi está fichado en la Biblioteca Nacional: “por Juan Zorrilla de San Martín” . Colecc. Luis Melián Lafinur, vol. 67).

1838- 1890. Diario de Sesiones de la Cá­mara de Representantes. Oratoria de su actuación parlamentaria To­mos 91 a 114. (Hay algún discur­so que no se explica como no se ha reproducido en sus “Obras Com pletas” ).

1890. PROLOGO de Z . . . en el libro de José Luis Antuña, hijo, “ Para mis hijas” . Montevideo. Imp. y Lib. Vázquez Cores, Dornaleche y Re­yes.

1892. DESCUBRIMIENTO Y CONQUIS­TA DEL RIO DE LA PLATA. Conferencia. Ateneo de Madrid. Est. Tip. “ Sucesores de Rivadeney- ra” Impresores de la Real Casa. Madrid. 26 pp. de 265 x 185.

1892. La misma conferencia. Madrid. Est. Tip. de Fortanet. 57 pp. de 185 x 120.

1896. RESONANCIAS DEL CAMINO París. Imprimerie Nouvelle (As­sociation Ouvrière) 364 pp. de 175 x 125.

1930. Id. id. Obras Completas. Imp. Na­cional Colorada. 2 vols.

Sin año. Id. id. Barcelona. F. Granada y Cia., eds. Biblioteca de Autores Americanos. 223 pp. de 200 x 120.

1900. HUERTO CERRADO. Montevideo. Dornaleche y Reyes, imp. 179 pp. de 175 x 110.

1916. Semblanza del gran Arzobispo Mons. Dr. Mariano Soler. Home­naje de los Tall. Don Bosco, 16 pp. de 220 x 120.

1930. Id. id. Obras Completas. Imp. Na­cional Colorada. (Muy aumentado con ensayos).

Sin año. Id. id. Además: Mitre, Gómez, Lavalleja. Barcelona. F. Granada y Cía. X pp. + 175 de 195 x 130.

1905. CONFERENCIAS Y DISCURSOS. Pról. de Benjamín Fernández y Medina. Montevideo. A. Barreiro y Ramos. XXVII pp. + 431 de 230 x 155. Con retrato de Zorrilla. Encuad. ed. tela.

1930. Id. id. Obras Completas. Impr. Nac. Colorada. Pról. B. Fernández y Medina. 3 vols.

Sin año. Id. id. 2* ed. aumentada. Pról. B. F. y M. Buenos Aires. Maucci Hnos. e Hijos. Montevideo. Bel- trán y Castro.

1907. LA EPOPEYA DE ARTIGAS. An ticipo del cap. VI de la conf. pri­mitiva. Asociación de los Estudian­tes. Montevideo. Tall. Gráfs. “El Arte” . 30 pp. de 190 x 119. Expos. Inst. Nac. Inv. y Arch. Literarios).

1910. LA EPOPEYA DE ARTIGAS. Montevideo. A. Barreiro y Ramos, ed. 1er. t®: 453 pp. más 16 lá­minas, 2* t®: 441 pp. más 7 lá­minas. Encuad. editorial, tela, con medallón dorado de Artigas. 2 vols. do 245 x 175.

1916-17. Id. id. 2* ed. ecorregida y am­pliada por el autor. Barcelona. Luis Gilí, ed. 2 vols. encuad. edito rial, tela, con plancha estampada en la tapa. 1er. t®: X X XI pp. más 750; 2® t®: 663 pp. más 2 láminas, de 200 x 125. Tirada de 8.000 ejemplares.

1930. Id. id. Obras Completas. Imp. Na­cional Colorada. 5 vols.

1923. LA RELIGION DEL HEROE AR TIGAS. Extracto de la “ Epopeya de Artigas” (2® ed.), por A. E. Xa lambrí (autorizado por el autor). Además: “ Artigas y la Iglesia” , por Raúl Montero Bustamante. Montevideo. Federación de la Ju ­ventud Católica del Uruguay (F. J. C, U .). Foll. de Propaganda Cultura N® 4, de 22 pp. de 210 x 150; portada con retrato de Artigas, grabados. Tirada de 5.000 más 250 especiales.

1925. HOMENAJE AL GRAN POETA. El significado histórico del 25 de Agosto de 1825. Transcripción de “ L a Epopeya de Artigas", por el Dr. Victor Escardó y Anaya. Mon­tevideo. “F.J.C.U.” , ed. 16 pp. de 195 x 140, tapa con retrato de Z.

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14 TRIBUNA CATOLICA

1910. LA REALIDAD DE ARTIGAS. Prólogo de Zorrilla a “Las Ins­trucciones del Año X III” por Héc­tor Miranda. A. Barreiro y Ramos, ed. Montevideo.

—2* ed. id. id. en 1935. En 1930 en las Obras Comp. de Zorrilla.

1917. DETALLES DE LA HISTORIA RIOPLATENSE. Montevideo. La Bolsa de los Libros. Claudio Gar­cía, ed. Peña Hnos., imps. 138 pp. de 190 x 130.

1930. Id. id Obras Completas. Imp. Na­cional Colorada.

1917. “ ADDRESS DELIVERED BY Z. Presiden of the popular Committee for the recepción of the United Sta tes Pacific fleet, in the Head quar­ters vohich on the invitation of the Committée was established by the I.M.C.A.” Dunday Evening, july 15, 1917. Montevideo. Tip. La In­dustrial. (Obra citada en “Cuader nos Hispanoamericanos” , N* 58, p. 55. Madrid, 1954. (Es el dis­curso de la visita de la flota nor­teamericana).Este mismo discurso en español, publicado por la Asoc. Cristiana de Jóvenes. Montevideo. 1917. Tip. La Industrial. 12 pp. de 165 x 115. (Expos. Inst. N. I. y A. Literarios).

1923. DISCURSO DEL MONUMENTO A ARTIGAS. En la inauguración el 28 de febrero de 1923. Monte­video. Maximino García, ed. 19 pp. de 190 x 120; tapa c. grabado.

1924. El, SERMON DE LA PAZ.. Mon tevideo. Imp. El Siglo Ilustrado. 185 pp. de 190 x 130.

1930. Id. id. (muy aumentado). Obras Completas. Im. Nac. Colorada Nota. El Dr. Ignacio Zorrilla de

San Martin posee el manuscrito de una versión al inglés y ges­tiona su impresión.

1925. HISPANOAMERICANISMO. Con ferencia en el Centro Gallego. Montevideo. Tails. Gráfs. Edit. Apolo. 14 pp. de 195 x 140.

1928. EL LIBRO DE RUTH. Ensayos. Montevideo. Arduino Hnos. Imps. Portada con retrato de Zorrilla. 226 pp. + 6 s/n., de 200 x 145.

1930. Id. id. Pról. del Dr. Dardo Regu­les. Obras Completas. Imp. Nacio­nal Colorada.

1944. AMERICA segñn Zorrilla. Pról. de Santiago Stella. Ed. Huarpes. Est. Art. Gráficas “Futuro". Bue­nos Aires. 107 pp. de 185 x 135. Encuad. cart., ed.

1945. LAS AMERICAS. Edit. Ceibo. Montevideo. Talls. Gráfs. Urugua ya. (Contiene 9 ensayos, de los cuales 4 inéditos).

1948. GEMAS CERVANTINAS DE LA OBRA DE ZORRILLA DE SAN MARTIN. Prístina compilación cervanto-zorrillista por Arturo E. Xalambrí. (Exhibidas en un vol. mecanografiado y con. dibujos de María C. Teresa Xalambrí, en la “Primera Exposición Cervantina de Uruguay”, (octubre de 1947, y pu­blicada en los número de EL AMI­GO, Montevideo, 3, 10 y 17 de enero de 1948).

1948. CERVANTES EN ZORRILLA DE SAN MARTIN, por el Pbro. Dr. José Ma. Vidal, S. D. B. Apartado de la “ Revista Nacional” , N* 108, diciembre de 1947 (aparecido al público en marzo de 1948). Imp. L. I. G. U. Montevideo. (Trabajo coincidente con el anterior. “Por mucho trigo, nunca es mal año” y “ De Dios viene el bien, y de las abejas la miel” ). 38 pp. de 235 x 165.

1955. DISCURSOS, ARTICULOS Y NO TAS DE DERECHO INTERNA CIONAL PUBLICO. Ed. en home naje a Don Juan Zorrilla de San Martin en el Centenario de su na cimiento. Biblioteca de Publicacio nes Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo. Sec ción III. LXXXII. Montevideo. 228 pp. más col. más una hoja con el grabado del busto de Zorrilla, de 225 x 170. Presentación por el Decado Dr. Eduardo J. Coutu­re; Estudio preliminar por el Ca­tedrático Dr. Eduardo Jiménez de Aréchaga.

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BIBLIOGRAFIA ZORRILLISTA 75

OERAS COMPLETAS EDICION DEL BANCO DE LA REPUBLICA ORIENTALDEL URUGUAY

Todas las portadas y el exlibris están dibujados por el Escul­tor José Luis Zorrilla de San Martin. - Montevideo. Imprenta Na cional Colorada. 16 vols. de 20 x 14 cms. Año 1930.

(Al encuadernar esta colección no se cometa el libricidio de despojar los volúmenes de esas tapas artísticas).

1’—LA LEYENDA PATRIA. NOTAS DE UN HIMNO. POESIAS. (343 páginas).

2*—TABARE (331 pp.)3*—HUERTO CERRADO (332 pp)4« y 5*—RESONANCIAS DEL CAMI

NO (2 vols. de 294 y 231 pp.)6*, T>, 8*, 99 y 109—LA EPOPEYA DE

ARTIGAS (5 vols. de 357, 393, 370, 375 y 453 pp.)

11*, 12* y 13* — CONFERENCIAS Y DISCURSOS (3 vols. de 285, 287 v 252 pp.)

14*—DETALLES DE HISTORIA Y UN LIBRO INEDITO (334 pp.)

15*—EI. SERMON DE LA PAZ (299 p.) 16*—EL LIBRO DE RUTH (251 pp.)

CATALOGO de la edición de las Obras Completas. Imprenta Ger­mano Uruguaya. Montevideo. 36 pp. de 235 x 160.

OBRA POSTUMA. “ Im Profecía de Eze quiel". Publicaciones en la "Revis­ta Nacional” (año 1938, N9 2, p. 177; 1940, N9 35, p. 161 ¡ 1944, N* 74, p. 161; 1945, N* 87, p. 337; 1945, N* 93, p. 321; 1951, N* 153, p. 321).

OBRAS SOBRE JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN1890. VALERA, Juan. “ Tabaré” de Juan

Zorrilla de San Martin (Juicio crí­tico). Montevideo, Biblioteca de Autores Uruguayos. Librería Nac. A. Barreiro y Ramos. 53 pp. de 190 x 125.

1890. RF.QUENA, S. J., Julián. "Taba ré” . Juicio critico. (Texto extraí­do y encuad. de un ejemplar de la Rev. de la Academia Literaria del Uruguay. Montevideo, setiem­bre 1890, N* 3, pp. 149-186).

1909. MELIAN LAFINUR, Dr. Luis. (“John Mac-Kanna"). “ Rimas en broma sobre la leyenda real y el tabaricidio del Padre San Martín...” Montevideo. Imp. El Siglo Ilustra do. 53 pp. de 175 x 115 (Ej. Bca. Nac.) A veintitrés años de escri­to, el autor mantiene la contuma cia de libelista con la rastrera cri­tica de un envidioso “Valbuena".

1912. ROXLO, Carlos. En “Hist. Críti­ca de la Literatura Uruguaya” . Montevideo. A. Barreiro y Ramos. Ed. T9 29 pp. 292/98 y 585/664; T* 3*, 356, 373; T* 59, 345.

1915. CEJADOR Y FRAUCA, Julio “Hist. de la Literatura y Lengua Castellanas” . Madrid. Tip. Archi­vos. 14 vols. (1915-22).

1930. TOMÉ, Dr. Eustaquio. La Leyen­da Patria. Su valor artístico y su significado histórico. Conf. Monte-

tevideo. Asoc. Patriótica del Uro guay. Lit. e Imp. Del Comercio. 12 pp. de 285 x 200.

t941. ZUM FEI.DE, Alberto. “ Proceso Intelectual del Uruguay". Ed. Cla­ridad. Montevideo.

1952. TOMÉ, Dr. Eustaquio. Estudio pre­liminar y notas a “L a leyenda Patria" (Bibliografiada en el ca- pitulito de este título).

1932. GONZALEZ, S. J., José María. "Ju an Zorrilla de San Martin. El hombre. El creyente. Sem blan ia". Montevideo. (Edit. Zorrilla de San Martín). 7 pp. de 205 x 150, con retrato.

1933. ROJAS. Ricardo. Juan Zorrilla de San Martin. Ediciones Selección. Tall. Gráf. Argentinos L. J. Rosso. Buenos Aires. 31 pp. de 185 x 135.

1945. ARDOINO, Rimaelvo. “ La prosa de Juan Zorrilla de San M artin” . Surcos. Montevideo. 127 pp. de 205 x 140, con retrato.

1945. SANTIAGO, Cgo. Luis Roberto de. Zorrilla de San Martin (disc. pla­ca en Pando, en “Discursos y Sem­blanzas” . Montevideo).

1955. CRISPO ACOSTA, Dr. Osvaldo (seud. “ Lauxar” ). Juan Zorrilla de San Martin. (De “Motivos de Crítica” ) La Casa del Estudiante, ed. Talls. Gráfs. “ Indugraf” , 152

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76 TRIBUNA CATOLICA

pp. con retrato tapa, de Zorrilla, 170 x 125.

1955. RECUERDO DE UN CENTENA­RIO. Homenaje cordial de la Obra de Don Bosco al Dr. J. Z. de San Martin. Escritos de los salesianos Dr. José María Vidal y Dr. Fer­nando Fagalde. Fragm. de conf- de Zorrilla. Talls. Gráfs. Don Bos-

. co. Montevideo. 40 pp. de 195 x 145. Retr. Z. en la tapa (Difusión gratuita).

Sin año. ZOLESI, Profesora Clara Inés. “ De Garcilaso a Rodó” . 2* ed.Montevideo, sin imp. (Zorrilla, T 9 2», pp. 827/948).

En publicación. “Páginas olvidadas” (ar­tículos periodísticos chilenos).

PUBLICACIONES SOBRE Y DE ZORRILLA EN “TRIBUNA SOCIAL” - “TRIBUNA CATOLICA”

ALGORTA CAMUSSO, Rafael. Con mo tivo de la inauguración del Museo Zorrilla. 1938. N» 38, p. 45.

CRUZADO, Esc. Juan R. Zorrilla y la juventud. 1935. N9 11, p. 7.

HALP. Comentario en el primer de­cenio de la muerte de Zorrilla. 1941. N9 83, pág. 356.

IBARBOUROU, Juana de. Romance de Don Juan Zorrilla. 1935. N9 11, p. 5.

PANDOLFO, Julio C. Discurso en el homenaje a Zorrilla por la Fed. de Jóvenes Católicos. 1937. N9 25, p. 8 (placa en el Panteón Nacional).

REAL DE AZUA, Dr. Carlos. Rodó y Zorrilla. Tres momentos de un diá­logo intelectual. 1950. ag. p. 15.

REDACCION. En el cincuentenario de "Tabaré” . 1936. N9 20, p. 10.

SOTO BEIGBEDER, Antonio (“BOY” ).

“El Bien” y sus contertulios. 1937 N9 25, pp. 12; Filosofía militante de Zorrilla. 1937. N9 29, p. 17.

TERRA AROCENA, Arq. Horacio. Zo­rrilla y la colectividad. 1935. N9 11, pág. 3.

TORRES GINART, Luis. Zorrilla, pe­riodista. 1935. N9 5, p. 21.

VIDAL, S. D. B., Pbro. Dr. José María. Cómo conoci a Zorrilla. 1936. N9 20, p. 11; Discurso en el homenaje a Z. por la Fed. de Jóvenes Católicos. 1937. N9 25, p. 7.

ZORRILLA DE SAN MARTIN, Juan. Párrafos de diversos juicios sobre. . . (En el 2o aniversario de su muerte).1933. N9 143, p. 12; María (poesía).1934. N9 147, p. 31; Del libro “Las Américas” . 1945. N9 127, p. 395; Fragmentos de un discurso. 1946. N9 130, pág. 166.

“ V E R I T A S ”Asociación M agisterial "Santa Elena". dedicado todo a Zorrilla. Realizado

Montevideo. 1955. Número de 48 pp. por la Prof. Teresa E. Semino.

ARTICULOS Y NOTAS SOBRE ZORRILLA DE SAN MARTIN EN LA “REVISTA NACIONAL” (hasta el N9 185)

BASSAGODA, Roger D. Lo poesía ama­toria de Juan Zorrilla de San Mar­tín. 1951. N9 156, p. 321.

BERENGUER CARISOMO, Arturo. El indianismo romántico de Zorrilla. 1947. N9 100, p. 79.

BOLLO, Sarah. La poesia de Zorrilla. 1951. N9 149, p. 259.

BREÑA, Avelino C.. J. Zorrilla de San Martin. 1948. N9 112, p. 49; Arti- gias en “La Epopeya de Artigas” de Zorrilla y en el “Alegato Histórico” de Eduardo Acevedo. 1950. N9 143, pág. 257.

CEJADOR, Julio. Zorrilla de San Mar­tín y Rubén Darío. 1953. N9 174, pág. 462.

DELGADO, Dr. José María. Juan Zorri­lla de S. Martín. 1951. N9 145, p. 17.

FALCAO ESPALTER, Dr. Mario. Rodó y Zorrilla de San Martin. 1950. N9 138, p. 459; La Casa del Poeta (“ El Plata” , 5-XI-1931).

GAMBA, Prof. Carlos T. Proyecciones de una lectura del poema “Tabaré” de Zorrilla. 1950. N9 135, p. 15.

GIL SALGUERO, Prof. Luis E. Sobre el sentido de lo heroico en “La Epopeya de Artigas” . 1945. N9 94, p. 68.

HERRERA Y REISSIG, Julio. Juan Zo­rrilla de San Martín. 1947. N9 102, pág. 452.

GOMENSORO, Prof. Javier. El Museo Zorrilla de San Martin. 1943. N9 65, pág. 275.

IBARBOUROU, Juana de. La casa de Don Juan. 1938. N9 1, pág. 23.

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nBIBLIOGRAFIA ZORRILLISTA

MANCEBO, Noel A. El poeta: Juan Zo­rrilla de San Marín. 1953. N9 170,pág. 210.

MARTINEZ VIGIL, Daniel. Figuras pretéritas. El pensamiento: Juan Zo­rrilla de San Martin, 1938. N9 3, pág. 424

MISTRAL, Gabriela. “La casa del poe­ta” . 1945. N9 90, p. 321.

MONTERO BUSTAMANTE, Raúl. Nota biográfica de Zorrilla. 1938. N9 2, p. 177; Museo de Zorrilla de S. Mar­tin. 1941. N9 46, p. 135; Nuevas tra­ducciones de “Tabaré” . 1950. N9 134, p. 299; Revista literaria. Magariños Cervantes y Zorrilla de San Martin. 1950. N9 140, p. 305; Archivo Litera­rio de Zorrilla, 1951, N9 156, p. 485; Homenaje de la Acad. Nacional de Letras a Zorrilla en el XX aniver­sario de su muerte. 1952. N9 159, p. 450; “La Leyenda Patria” . Edi­ción histórico-critica del Instituto His­tórico y Geográfico del Uruguay. 1952. N9 161, p. 317; Anécdotas de Zorri­lla. 1952. N9 168, p. 448, v 1954. N9 184, p. 151.

NÜÑEZ, Féliz Armando. Comentario y divagaciones sobre “Tabaré” . 1948. N9 120, pág. 377.

PEREIRA RODRIGUEZ, Prof. José. En ' tomo a cartas intercambiadas entre

Miguel de Unamuno y Zorrilla de San Martin. 1953. N9 178, p. 37.

PINTO, Ernesto. El actual magisterio de Don Juan Zorrilla de San Martín.1943. N9 67, p. 42.

PLÁCIDO, A. D. Tabaré o la epopeya del indio. 1948. N9 117, p. 408.

RODRIGUEZ DUTRA, Dr. Conrado. Zorrilla de San Martin, poeta de la patria. 1951. N9 155, p. 249.

TACCONI, Emilio Carlos. El 609 ani­versario de Tabaré. 1949. N9 121, pág. 142.

TOMÉ, Dr. Eustaquio. La Leyenda Pa- ■ tria. 1940. N9 25 ,p. 116.

VIDAL, Pbro. Dr. José María. Cervan­tes en Zorrilla de San Martin. 1947. N9 108, p. 338.

ZUM FELDE, Alberto. El “Tabaré” .1944. N9 83, p. 173.

ZORRILLA DE SAN MARTIN, Juan Escritos no publicados en libros: “El Angel de los Charrúas” (cuadro de Blanes, N9 43, p. 103); “El que ven­drá. Carta a Rodó” (N9 49, p. 134); “Montevideo” (N9 67, p. 5); “ Arti­gas” (con felicitaciones de Santos y de Cuestas, N9 184, p. 141).

“ EL BIEN PUBLICO". ARTICULOS, DISCURSOS, etc., SOBRE ZORRILLA, PUBLICADOS EN ALGUNOS NUMEROS

AGUERRE ESCARDÓ, Dr. José A. So­bre el “Sermón de la Paz” . 23-VIII- 1936 y 3-XI-1951; Zorrilla, héroe de nuestra niñez y joventud. Supl. “L. y A.” , 9-XII-1955.

ANDRADE, Olegario. Una página d e ... sobre Zorrilla. 23-VIII-1936.

ANTUÑA, Dr. Hugo. Murió anoche, en la última serenidad de una vida glo­riosa, Juan Zorrilla de San Martin 4-XI-1931; Discurso en la Cámara de Representantes. 5-XI-1931 Discurso en las exequias. 6-XI-1931. El perfil de Zorrilla y la trayectoria de la Unión Civica. 24-XII-1940.

ARAGONE, Mons. Dr. Juan Francisco (Arzobispo de Montevideo). El home­naje justiciero. 23-VHI-1936.

ARRIETA, Rafael Alberto. Un estudio sobre Zorrilla. (Reproducción de “La ciudad y el Poeta” , pub. en “La Pren­sa” , Buenos Aires, 19-H-1933), 26- IX-1937.

BARBIERI, Mons. Dr. Antonio María (Arzob. de Montevideo). Carta Pas­

toral sobre el Centenario del naci­miento de Zorrilla. 24-VIII-1955; Re­producida: “Hombre de Fe” , Supl. 28- XII-1955. “Zorrilla de S. Martin: Diplomático”, id. id.

BELANDO VIOLA, Pbro. Luis. Medi­tación sobre Zorrilla. “ Supl. L. y A ." 18-XI-1955.

BERRO, Arq. Román. El Maestro. 3-XI- 1932; La casa del Poeta en Punta Ca­rreta. 23-VIII-1936; Discurso en las exequias de Zorrilla. 6-XI-1931.

BREÑA, Dr. Tomás G. Autoridad y De­mocracia. León XIII y Zorrilla de San Martín. 23-VIII-1936; Zorrilla de San Martin. 2-XI-1941; La lec­ción del Maestro; El pensamiento de Zorrilla tuvo por finalidad la Fe, el Patriotismo y la Libertad. 3-XI-1951.

CARBALLA, Dr. Juan B. (“Almotacén” ). La comunión del espíritu; España tu­vo hace cincuenta años, un héroe m ás!... 23-VIII-1936.

CASARES, Carlos Alberto. ¡Presente, mi General! 5-XI-1931.

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CASTELLANOS, Prof. Alfredo R. Un solar sin precio y con tesoro. 10-11­1943.

CEBEY, José. Discurso homenaje Asoc. Patriótica del Uruguay. XI-1944.

COUTURE, Dr. Eduardo J. Zorrilla de S. Martín: El internacionalista. 28- XII-1955.

CRISPO ACOSTA, Dr. Osvaldo (“ Lau- xar” ). Transcripción de su juicio. 23-VIII-1936 y 3-XII-1954.

CRUZADO, Esc. Juan R. El paisaje na tivo en Zorrilla; El Maestro de núes tro afanoso batallar. 23-VIII-1936.

CHIARINO, Dr. Juan Vicente. Zorrilla y la Causa. Una hegemonía que no cesa con la muerte. 23-VIII-1936. .

CHIARINO, Dr. J. V. y TERRA ARO- CENA, Arq. Horario. En al 2’ aniv. de su muerte. 3-XI-1933; Reproduci­do el 23-VIII-1936, asi: “ Se proyecta sobre el cielo de la patria como una bandera”. (Con ese texto dibujó lino- tipada la cabeza de Zorrilla el no­table linotipista D. Pedro Vidal). En nuestro aniv. (editorial), l-XI-1935. El 4, Recordando el cuarto aniv. de Zorrilla; l-XI-1937. Se reproducen ar­tículos sobre la fundación de “ El Bien Público” . Zorrilla deslinda en una carta artículos que se le atribuyen y no son de él.

CHIOSSI SAVOIA, Alfredo. Tabaré y Yamandú. “Sup. L. y A.” 18-XI-1955.

CHIZZINI MELO, Anibal F. Tres es tancias fúnebres (poesía). 23-VIII- 1936.

DÁNVILA, Alfonso (Embaj. de España). Homenaje de España a Zorrilla (en­trega del escudo solariego). 15-III- 1929.

DARIO, Rubén. Una semblanza de Zo­rrilla. 23-VIIM936.

DELGADO, Dr. José Ma. Aspectos de una personalidad múltiple. 23-VIII 1936; Intimo sentido del lirismo de Zorrilla. Supl. “L. y A.” 2-XII-1955

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DURA, Dr. Francisco. Rasgos de la vi­da del Poeta evocados p o r ... 23- VIII-1936.

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SALLABERRY, S. J., Juan Faustino. Misterios del Tabaré. 23-VIII-1936. La evocación histórica de Tabaré. - Fué una continua, firme y alta con­fesión de Fe católica. 23-VIII-1936.

SALTERAIN HERRERA, Prof. Eduar­do. Discurso (fragmento). 23-V1II- 1936.

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SEMINO, Prof* Teresa. El magisterio perenne de Zorrilla. Supl. “L. y A.” 25-XI-1955.

SOIZA REYLLY, Juan José. Un repor­taje a Zorrilla. 23-VIII-1936.

SOTO BEIGBEDER, Antonio (“Boy” ). El Crucifijo en el pecho: La heráldica del Poeta. 23-VIII-1936. El Museo de J. Zorrilla de San Martin (“ La Na­ción” . Bs. Aires. 27-V-1945).

TABOADA BAYOLO, Félix. El autor de "Tabaré” y su amor a España. 23-VIII-1936.

TASENDE, Pbro. Martín Héctor. Se­cretos de un alma grande. 23-VIII- 1936.

TERRA AROCENA, Arq. Horacio. Ho­gar de belleza y de emoción. 23- VIII-1936. Zorrilla y su afición por todas las artes. 23-VIII-1936; Discurso placa de Zorrilla. 23-VIII-1936; Dis­curso 23’ aniv. de la muerte de Zo­rrilla. 7-XI-1954. Disc. del Centena­rio de Zorrilla, 29-XII-1955.

TERRA AROCENA, Rafael. Maestro en la cátedra. 23-VIII 1936.

TOMÉ, Dr. Eustaquio. Génesis y fuen­tes de La Epopeya de Artigas. 23- VIII-1936.

TORRES GINART, Luis. El periodista. 3-XI-1932; El don de improvisación en Zorrilla. 23-VIII-1936; La últi­ma poesia que estuvo en el pensa­miento de Zorrilla. 23-VIII-1936; Zo­rrilla de San Martin, o el Poeta. 23- VIII-1936.

VIDAL, S. D. B.. Pbro. Dr. José Maria. La fe de Zorrilla. 23-VIII-1936.

ZOLESI, Prof. Clara Inés. Tabaré es inmolado para acercar dos mundos irreconciliables. 23-VIII-1936.

XALAMBR1, Arturo E. Moción de ho­menaje al Poeta de la Patria en la “F. J. C. U.” 16-V-1929; Disc. en la “Biblioteca Zorrilla de San Martin” (Rev. “ Don Bosco’”, N.o? 216-7, año 1837); La Exposición Cervantina rin­de homenaje a Zorrilla. 4-XI-1947; Prólogo a “ Gemas Cervantinas en la obra de Zorrilla” (“El Amigo”, 10 y 17, 1-1948); La hora del “cumplesi glo” de Zorrilla. Supl. “ L. y A.” 18­11-1955 Bibliografía sintética de Zo­rrilla. 25-11-1955; Zorrilla, terciario. 16-11-1955 (Zorrilla de alma francis­cana. “El Diario Español” , 18-11-955).

SIN AUTOR CONOCIDO. Breve anto­logía de seis discursos y conf. de Zo­rrilla y de artículos. 3-XI-1932; Cró­nica del Cincuentenario de La Leyen­da Patria en la Florida. 23-VIII-1936; Lo que dice la Ene. Espasa de Zo­rrilla. 23-VIII-1936; Zorrilla pintor. 23-VIII-1936.

Extractos de necrológicas de diarios ar­gentinos. 3-XI-1934.

NUMERO DE LAS BODAS DE BRI­LLANTES de “ EL BIEN PUBLICO” . 1878 - 1* de noviembre - 1953. Ar­tículos de y sobre Zorrilla, entre el riquísimo material de su estupendo nú­mero de 180 páginas.

1855 - 28 DE DICIEMBRE - 1955Magnifico HOMENAJE de “EL BIEN

PUBLICO”, de 24 pp. de 43 x 30, princi­palmente elaborado, con altos elogios, por Don RAUL MONTERO BUSTAMANTE. Muy ponderable esfuerzo de la Dirección, Editorial Zorrilla, y demás personal. Em­pero, queda la deuda de un suplemento de compilada selección de los ARTICU­LOS PERIODISTICOS D E ZORRILLA, también prototipo del periodista católico, del periodista de vuelo. Plazca al Señor,

que asi se conmemore el 25 aniversario (3-XI-1956, coincidente con el centena­rio del nacimiento de su gran amigo Mar­celino Menéndez y Pelayo), de la par­tida a la bienaventuranza eterna. /Desde allí vela por su diario!Artículos de este número:BARBIERI, Excmo. Mons. Dr. Antonio

Maria. “Hombre de Fe; “Diplomá­tico” .

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cionalista” ; “Jurisconsulto” .GOMENSORO, Prof. Javier. “Museo Zo­

rrilla” .JIM ENEZ DE ARÉCHAGA, Dr. Eduar

do. “El internacionalista” .

MONTERO BUSTAMANTE, Raúl. “Es una de los creadores de nacionalidad” ; “ Síntesis biográfica” ; “El periodista” ; “Precursor de las nuevas formas lite­rarias” ; “Zorrilla y la crítica univer­sal"; “La obra de Zorrilla interpre­tada en las Bellas Artes” ; “Cultor de las Artes plásticas” ; “Zorrilla en el destierro” ; “Zorrilla anecdótico” .

BOLETIN DE LA ACADEMIA1951. Homenaje de la Academia en el

X X ° aniversario de la muerte de Zorrilla. Discursos del: Dr. Daniel Castellanos, Dr. José María Delga-

“ C I V I S1931. Fascimil de carta de Zorrilla (Un

viejo recuerdo). N" 1, 5-II.¡Vive en la eternidad! N’ 20, 5-XI.El gran patriota fué honrado por el pueblo. N5 21, 16-XI.Un gran documento. Fragmento de carta al hijo jesuíta sobre su gira por la U. C. En tres dias nueve discursos; Fragmento de carta. Las normas politice de Zorrilla (publi­cada en la prensa, 18-XII-1898),N* 22, 22-XI.

1932. Homenaje de juventud a quien fue- maestro del cristiano vivir. N* 30 12-V.La "Unión Civica” tributa un ho­menaje al precursor del partido.N* 40, 17-X.Dr. Román Lezama Muñoz. El en­sueño de la vida de Zorrilla (se reproduce el 6-XI-1937, N° 28, y en28-VII-1945, N’ 401; Nota por J . S. G., N* 41, 28-X.La “U. C.” tributó un sentido ho­menaje a Zorrilla. Discursos del Arq. Horacio Terra Arocena, Ar­tigas Menéndez Clara y Dr. José Miranda. N5 42, 14-XI.

1937. (2* época de “ Civismo” ). En el N’ 28, 6-XI: Dr. Elbio Fernán­dez: El cristianismo vivido en su total integridad, nos da en Zorrilla el verdadero creyente.Nuestro número de hoy.Dr. Dardo Regules: En Zorrilla se anidaba el gran artista de la pa­labra . . .Dr. Joaquin Secco Illa: La organi­zación de las fuerzas católicas y del Civismo encuentran a Zorrilla co­mo precursor y maestro.

NACIONAL DE LETRASdo, Dr. Dardo Regules y Prof. Car­los Sabat Ercasty. Romance de Jua­na de Ibarbourou. Montevideo, t' 3’ , N* 12 (diciembre).

M O ”Dr. José Miranda: El último dis­curso de Zorrilla vibró con la» energías de sus juventudes de lu­chador.Dr. Román Lezama Muñoz: Zorri­lla tuvo la intuición del profeta. Zorrilla de San Martin. “Horas de tinieblas” (reproducción del artíc. de “El Bien Público”, 9-VII-1904) Id. id. Se reproduce facsímil carta a su hijo jesuíta.

1939. Nota editorial sobre Zorrilla, N”126, 4-XI. ‘

1940. Breve nota recordando el 9* ani­versario de la muerte de Zorrilla. N* 182, 2-XI.

1941. Nota editorial, 10’ aniversario de la muerte. N’ 225, 1-XI.En el N» 226, 8-XI: Dr. Juan B. Carballa: Discurso sobre Zorrilla, luchador de las grandes causas Dr. Tomás G. Breña: Exaltación de la figura del grap poeta.Dr. Juan V. Chiarino: Breguemos para que no se apague esa lám­para de su recordación en esta obra que llamó “el ensueño de su vida”. Dr. Dardo Regules: Zorrilla inter­nacionalista.Anecdotario de Zorrilla: Recep­ción en tierra paterna; Un juicio sobre Zorrilla; Ni en latín; La ora ción de la patria; El consejo mé­dico; Recuerdos de infancia; En Montecarlo.Artigas Menéndez Clara: Discurso sobre Zorrilla. El ideal del Par­tido junto al ideal de Cristo. Adhesión del Dr. Hugo Antuña. Zorrilla en bella sintesis de Ben­jamín Fernández y Medina.

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82 TRIBUNA CATOLICA

Nota de Redacción: La linea que iluminó Zorrilla guarda fiel la U. C.Transcripciones de Zorrilla.Dr. Joaquin Secco Illa: Nuestro Partido inspirado por todos los alientos de su espiritu no puede olvidar jamás a Zorrilla. N" 227, 15-XI).Nuevo homenaje a Zorrilla en Flores. N" 228, 22-XI.

19+4. Transcripciones de Zorrilla y de Rodó. N* 370, 11 -XI.

1946. Gran acto en homenaje a Zorrilla en el Círculo Católico de Obreros por la U. C. N* 493, 2-XI. Crónica de ese acto (Discursos de: Dra. Sarah Bollo, Dr. Alfredo Can-

zani, Dr. Juan V. Chiarino y D Julio Murell, se les elogia sin trans cribirlos).Homenaje a Zorrilla en Fray Ben­tos. Nç 494, 9-XI.

1952. Nota sobre un nuevo aniversario de la muerte de Zorrilla. N ' 727.

Otros. Precursor U. C. Disc, de Zorrilla “ Unión Católica del Uruguay” , no viembre de 1900, en “Obras Compl Disc, y Conf.", T* 2".—En el vol. “El Civismo católico” . Su primera etapa. 1907-XII-1910. en la pág. 228, Carta, de gran am plitud y extensión, de Zorrilla con­testando a la proclamación de su persona para titular de Represen­tante (4 págs.).

A P É N D I C E -Traducción alemana del “ Tabaré" por D. Juan Fasthenrath

Infructuoso mi pedido de datos a España (J. B., ab. 1955), sobre la del eminente hispanista alemán, me satisface dar la noticia de “El Bien Público” (Supl. “Letras y Artes", 6-1-1956), debida a D. Raúl Montero Bustamante, de que no solamente fue realizada esa versión, con entusiasmo y competencia, sino editada por la Sra. Viuda, en Colonia (1910), y remitido un ejemplar a J. Zorrilla de San Martín.

Nota. La primera publicación de esta bibliografía fué en el Supl. “Letras y Artes” de “El Bien Público” (25-11-1955). Sumamente ampliada, previa consulta de elementos que no poseo en mi colección, sale aquí por obra y gracia de la amplitud comprensiva de la Dirección y Secretaría de TRIBUNA CATOLICA. A. E. X.

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