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LA ENSEÑANZA Y EL ROL INTELECTUAL TRANSFORMADOR Muchos movimientos de reformas educativas del pasado provocaron un cambio educativo y un desafío para los docentes de la escuela pública. El resultado de estas series de reformas educativas parecen reducir al docente a la categoría de un empleado, cuyá función principal es implementar las reformas decididas por la burocracia educativa y el Estado. Esto deshabilita aun mas las posibilidades de que los administradores y docentes trabajen con los padre o grupos, para mejorar la escuela. Por ejemplo, muchas de las recomendaciones surgidas en el debate actual, el Estado ignoran el papel que desempeñan los docentes en la formación de los estudiantes como ciudadanos críticos, creativos, y no sabiendo lidiar con temas tales como la excelencia ,o bien los reformadores de la educación sugieren reformas que no tienen en cuenta la inteligencia, el punto de vista y la experiencia que puedan aportar los profesores al debate en cuestión imposibilitando reconocer que los intereses ideológicos y políticos subyacen en los debates de reforma escolar. Parte de esta crisis en la educación publica se puede deber a la capacidad cada vez menor de los alumnos para indagar y comunicar el contenido ideológico en forma eficaz. Esto afecta a la habilidad de los estudiantes para ser creativos y a la capacidad de pensamiento conceptual en si. La crisis de creatividad y aprendizaje crítico tiende actualmente hacia la desautorización de los docentes en todo los niveles educativos. Esto implica una perdida de poder básica de su trabajo y una percepción distinta de su rol como profesionales reflexivos. El trabajo del docente, esta siendo incluido cada vez mas dentro de la división técnica y social del trabajo con los planes de estudios que determinan los expertos alejados del contexto del aula. La primera cuestión es que los docentes son relegados a tareas instrumentales que limitan las posibilidades de un discurso y una practica social de oposición. Por estas razones la enseñanza esta cada vez mas tecnificadas y uniformada. Es necesario también examinar las fuerzas ideológicas y materiales que han contribuido a lo que podríamos llamar la proletarización del trabajo del docente, es decir, la tendencia a reducir a los docentes a la categoría de técnicos especializados dentro de una burocracia escolar, alejándolos de sus roles y funciones, significando la desaparición de un tipo de trabajo intelectual ajustado a preocupaciones pedagógicas específicas. En lo que resta del ensayo trataré de desarrollar estos puntos, examinando finalmente sus implicaciones La proletarización del trabajo docente Históricamente la imagen del maestro de escuela era como un servidor público abnegado que debía dirigir el progreso moral y social. Actualmente la administración y organización de las escuelas públicas es el creciente desarrollo de ideologías instrumentales, que acentúan el enfoque tecnocrático tanto de la formación de profesionales académicos como de la pedagogía del aula. El actual énfasis en los factores instrumentales y pragmáticos de la vida escolar se basa esencialmente en una serie de importantes postulados pedagógicos. Entre ellos hay que incluir: la llamada a separar la concepción de la ejecución; la estandarización del conocimiento escolar con vistas a una mejor gestión y control del mismo; y la devaluación del trabajo crítico e intelectual por parte de docentes y estudiantes en razón de la primacía de las consideraciones prácticas. Este tipo de racionalidad instrumental encuentra una de sus expresiones más poderosas en la formación de los futuros docentes. Está documentado a la perfección el hecho de que los programas para la formación de profesores en los Estados Unidos han estado dominados desde hace tiempo por una orientación conductista y por el énfasis en el dominio de áreas de asignaturas y de métodos de enseñanza. Las implicaciones de este enfoque, tal como las señala acertadamente Zeichner, son: · · Bajo esta orientación de la educación docente se esconde una metáfora de «producción», una visión de la enseñanza como «ciencia aplicada» y una visión del docente como, ante todo, un «ejecutor» de las leyes y principios de la enseñanza eficaz. Los futuros docentes tal vez avancen a través del currículum a su propio ritmo y tal vez tomen parte en actividades docentes variadas o uniformadas, pero, en todo caso, lo que tienen que dominar es de un alcance limitado (por ejemplo, un cuerpo de conocimientos de

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La enseñanza

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Page 1: Trabajo Practico de Taller 2

LA ENSEÑANZA Y EL ROL INTELECTUAL TRANSFORMADOR

Muchos movimientos de reformas educativas del pasado provocaron un cambio educativo y un desafío para los docentes de la escuela pública. El resultado de estas series de reformas educativas parecen reducir al docente a la categoría de un empleado, cuyá función principal es implementar las reformas decididas por la burocracia educativa y el Estado. Esto deshabilita aun mas las posibilidades de que los administradores y docentes trabajen con los padre o grupos, para mejorar la escuela.Por ejemplo, muchas de las recomendaciones surgidas en el debate actual, el Estado ignoran el papel que desempeñan los docentes en la formación de los estudiantes como ciudadanos críticos, creativos, y no sabiendo lidiar con temas tales como la excelencia ,o bien los reformadores de la educación sugieren reformas que no tienen en cuenta la inteligencia, el punto de vista y la experiencia que puedan aportar los profesores al debate en cuestión imposibilitando reconocer que los intereses ideológicos y políticos subyacen en los debates de reforma escolar.Parte de esta crisis en la educación publica se puede deber a la capacidad cada vez menor de los alumnos para indagar y comunicar el contenido ideológico en forma eficaz. Esto afecta a la habilidad de los estudiantes para ser creativos y a la capacidad de pensamiento conceptual en si.La crisis de creatividad y aprendizaje crítico tiende actualmente hacia la desautorización de los docentes en todo los niveles educativos. Esto implica una perdida de poder básica de su trabajo y una percepción distinta de su rol como profesionales reflexivos.El trabajo del docente, esta siendo incluido cada vez mas dentro de la división técnica y social del trabajo con los planes de estudios que determinan los expertos alejados del contexto del aula. La primera cuestión es que los docentes son relegados a tareas instrumentales que limitan las posibilidades de un discurso y una practica social de oposición. Por estas razones la enseñanza esta cada vez mas tecnificadas y uniformada. Es necesario también examinar las fuerzas ideológicas y materiales que han contribuido a lo que podríamos llamar la proletarización del trabajo del docente, es decir, la tendencia a reducir a los docentes a la categoría de técnicos especializados dentro de una burocracia escolar, alejándolos de sus roles y funciones, significando la desaparición de un tipo de trabajo intelectual ajustado a preocupaciones pedagógicas específicas.En lo que resta del ensayo trataré de desarrollar estos puntos, examinando finalmente sus implicaciones

La proletarización del trabajo docenteHistóricamente la imagen del maestro de escuela era como un servidor público abnegado que debía dirigir el progreso moral y social. Actualmente la administración y organización de las escuelas públicas es el creciente desarrollo de ideologías instrumentales, que acentúan el enfoque tecnocrático tanto de la formación de profesionales académicos como de la pedagogía del aula. El actual énfasis en los factores instrumentales y pragmáticos de la vida escolar se basa esencialmente en una serie de importantes postulados pedagógicos. Entre ellos hay que incluir: la llamada a separar la concepción de la ejecución; la estandarización del conocimiento escolar con vistas a una mejor gestión y control del mismo; y la devaluación del trabajo crítico e intelectual por parte de docentes y estudiantes en razón de la primacía de las consideraciones prácticas.

Este tipo de racionalidad instrumental encuentra una de sus expresiones más poderosas en la formación de los futuros docentes. Está documentado a la perfección el hecho de que los programas para la formación de profesores en los Estados Unidos han estado dominados desde hace tiempo por una orientación conductista y por el énfasis en el dominio de áreas de asignaturas y de métodos de enseñanza. Las implicaciones de este enfoque, tal como las señala acertadamente Zeichner, son:

· · Bajo esta orientación de la educación docente se esconde una metáfora de «producción», una visión de la enseñanza como «ciencia aplicada» y una visión del docente como, ante todo, un «ejecutor» de las leyes y principios de la enseñanza eficaz. Los futuros docentes tal vez avancen a través del currículum a su propio ritmo y tal vez tomen parte en actividades docentes variadas o uniformadas, pero, en todo caso, lo que tienen que dominar es de un alcance limitado (por ejemplo, un cuerpo de conocimientos de materias profesionales y de capacidad docente) y está predeterminado en su totalidad por otros, a menudo basándose en la investigación sobre la eficacia docente. El futuro profesor es considerado principalmente como un recipiente pasivo en este conocimiento profesional y juega un papel mínimo en la determinación del contenido y la dirección de su programa preparatorio.

Los problemas derivados de este enfoque es que en lugar de aprender a reflexionar sobre los principios que estructuran la vida y la práctica del aula, a los futuros docentes se les enseñan metodologías que

parecen negar la necesidad misma del pensamiento crítico, creativo e imaginativo. Lo decisivo aquí es el hecho de que los programas de formación docente a menudo pierden de vista la necesidad de educar a los estudiantes para ser docentes instruidos,

elaborando cursos de educacion que se concentren en los problemas escolares. Es más, estos programas necesitan sustituir el lenguaje de la gestión y la eficacia por un análisis crítico de las condiciones menos obvias que estructuran las prácticas ideológicas y materiales de la instrucción

escolar.

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En lugar de aprender a plantear cuestiones acerca de los principios subyacentes a los diferentes métodos pedagógicos, a las técnicas de investigación y a las teorías educativas, los estudiantes se entretienen a menudo en el aprendizaje del «cómo enseñar», con «qué libros» hacerlo, o en el dominio de la mejor manera de transmitir los conocimientos. El mensaje aquí es que la lógica de la racionalidad tecnocrática sirve para apartar a los docentes de la participación crítica en la producción y evaluación de

los planes de estudios escolares. Así pues, las racionalidades tecnocrática e instrumental actúan dentro del campo mismo de la enseñanza y desempeñan un papel cada vez más importante en la reducción de la autonomía del docente con respecto al desarrollo y planificación de los currículos y en el enjuiciamiento y aplicación de la instrucción escolar. Esto resulta evidente en la proliferación de planes estudios y diseños administrativos basados en la enseñanza, sistemas de aprendizaje basados en la competencia y enfoques similares como formación de maestría sobre un tema especifico. El método y el objetivo de estos materiales es legitimar lo que yo suelo llamar pedagogías basadas en la gestión. Es decir, el conocimiento se fracciona en partes discontinuas, se estandariza para facilitar su gestión y consumo, y se mide a través de formas predefinidas de evaluación. Los enfoques curriculares de este tipo constituyen pedagogías de gestión porque las cuestiones centrales referentes al aprendizaje se reducen a un problema de gestión, que podríamos enunciar así: Cómo distribuir recursos (docentes, alumnos y materiales) para producir la

máxima cantidad de alumnos graduados en un periodo determinado»

Lo que es evidente en este enfoque es que organiza la vida escolar en torno a expertos en currículos, en instrucción y en evaluación, a los cuales se asigna de hecho la tarea de pensar, mientras que los docentes se ven reducidos a la categoría de simples ejecutores de esos pensamientos. El efecto es que no sólo se descalifica a los docentes y se les aparta de los procesos de deliberación y reflexión, sino que, además, la naturaleza del aprendizaje y la pedagogía del aula se convierten en procesos rutinarios. Más concretamente, la reducción de las opciones curriculares a un formato inspirado en la «vuelta a lo básico» y la introducción de pedagogías basadas en obstáculos y deberes actúan a partir del postulado teórico erróneo de que todos los estudiantes pueden aprender utilizando los mismos materiales, las mismas técnicas de impartir instrucción en el aula y las mismas modalidades de evaluación. La idea de que los estudiantes presentan diferentes historias, experiencias, prácticas lingüísticas, culturas y talentos no alcanza ninguna importancia estratégica dentro de la lógica y del alcance explicativo de la teoría pedagógica gestionaría.

El tema central es como las escuelas publicas y las instituciones de educación superior pueden estar fallando en forma sistemática a determinados grupos de estudiantes o como podrían revaluar sus propios enfoques de la enseñanza y el aprendizaje para tomarse en serio la obligación de educar a todos los alumnos para ser ciudadanos de provecho.

Repensando la naturaleza del intelectualA continuación trataremos de debatir la idea de repensar y restructurar la naturaleza del trabajo docente considerando a los docentes como intelectuales transformativos. La categoría de intelectual resulta útil desde diversos puntos de vista. En primer lugar, ofrece una base teórica para examinar el trabajo de los docentes como una forma de tarea intelectual. En segundo lugar, aclara las condiciones ideológicas y prácticas necesarias para el trabajo intelectual. En tercer lugar, contribuye a aclarar el papel que desempeñan los docentes en la producción y legitimación de diversos intereses políticos, económicos y

sociales. Al contemplar a los docentes como intelectuales, podemos aclarar la importante idea de que toda actividad humana implica alguna forma de pensamiento. Ninguna actividad, por rutinaria que haya llegado a ser, puede prescindir del funcionamiento de la mente hasta una cierta medida. Este es un problema crucial, porque, al sostener que el uso de la mente es un componente general de toda actividad humana, exaltamos la capacidad humana de integrar pensamiento y práctica, y al hacer esto ponemos de relieve el núcleo de lo que significa contemplar a los docentes como profesionales reflexivos de la enseñanza. Dentro de este discurso, puede verse a los docentes como algo más que «ejecutores profesionalmente equipados para cumplir con eficacia cualquier objetivo que le sea impuesto. Más bien [deberían] contemplarse como hombres y mujeres libres con una especial dedicación a los valores de la inteligencia y el enriquecimiento de los poderes críticos de la juventud».

La visión de los docentes como intelectuales proporciona, además, una fuerte crítica teórica de las ideologías tecnocráticas e instrumentales subyacentes a una teoría educativa que separa la conceptualización, la planificación y el diseño de los currículos de los procesos de aplicación y ejecución. Hay que insistir en la idea de que los profesores deben asumir la responsabilidad activa de plantear cuestiones serias acerca de lo que ellos mismos enseñan, sobre la forma en que deben enseñarlo y sobre los objetivos generales que persiguen. Esto significa que los docentes tienen que

desempeñar un papel responsable en la configuración de los objetivos y las condiciones de la enseñanza. Esta tarea resulta imposible dentro de una división del trabajo en la que los docentes tienen escasa influencia sobre las condiciones ideológicas y económicas de su trabajo. Este enfoque significa por lo general, que tanto a docentes como a alumnos se los sitúa dentro de planes de estudio y esquemas administrativos de la educación reduciendo sus roles a la implementación o a la recepción de metas y objetivos.

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Hemos dicho que al considerar a los docentes como intelectuales nos capacita para empezar a repensar y reformar las tradiciones y condiciones que hasta ahora han inhabilitado que los docentes asuman todo su potencial como académicos y profesionales activos y reflexivos.

Al considerar el rol de los docentes como intelectuales debemos incluir el tema de como considerar la teoría educativa. En este caso la teoría educativa es considerada como un discurso político que surge de y caracteriza a una expresión de la lucha sobre que formas de autoridad, ordenes de representación, formas de regulación moral deben ser legitimadas. Consideramos que la teoría educativa tiene un compromiso profundo con el desarrollo de las escuelas como sitios que deben preparar a los alumnos para participar y luchar en el desarrollo de ámbitos públicos democráticos.

Las categorías en torno de las cuales deseamos analizar la función social del educador como intelectual son:

a) INTELECTUALES TRANSFORMADORES

B) INTELECTUALES CRITICOS

C) INTELECTUALES ACOMODATICIOS

D) INTELECTUALES HEGEMONICOS

INTELCTUALES TRANFORMADORES: Esta categoría sugiere que los docentes como intelectuales pueden surgir de y trabajar con cualquier grupo perteneciente o no a la clase obrera, siempre que promuevan tradiciones y culturas emancipadoras. Podemos decir entonces que si los profesores han de educar a los estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos mismos en intelectuales transformativos. Un componente central de la categoría de intelectual transformativo es la necesidad de conseguir que lo pedagógico sea más político y lo político más pedagógico. Hacer lo pedagógico más político significa insertar la instrucción escolar directamente en el ámbito político, al demostrarse que dicha instrucción representa una lucha para determinar el significado y al mismo tiempo una lucha en torno a l as

relaciones de poder. Dentro de esta perspectiva, la reflexión y la acción críticas se convierten en parte de un proyecto social fundamental para ayudar a los alumnos a desarrollar una fe profunda y duradera en la lucha para superar las injusticias económicas, políticas y sociales y para humanizarse más a fondo ellos mismos como parte de esa lucha. En este sentido, el conocimiento y el poder están inextricablemente ligados a la presuposición de que escoger la vida, reconocer la necesidad de mejorar su carácter democrático y cualitativo para todas las personas, equivale a comprender las condiciones previas necesarias para luchar por ello.

Hacer lo político más pedagógico significa emplear formas de pedagogía que traten a los alumnos como sujetos críticos, hacer problemático el conocimiento, recurrir al diálogo crítico y den contenido al conocimiento, haciéndolo critico y en ultima instancia emancipador. En parte, esto sugiere que los intelectuales transformativos toman en serio la necesidad de conceder a los estudiantes una voz activa en sus experiencias de aprendizaje. Ello implica, además, que hay que desarrollar un lenguaje critico atento a los problemas experimentados en el nivel de la vida diaria, particularmente en la medida en que están relacionados con las experiencias conectadas con la práctica del aula. Como tal, el punto de partida pedagógico para este tipo de intelectuales no es el estudiante aislado, sino los individuos y grupos en sus múltiples contextos culturales, de clase social, raciales, históricos y sexuales, juntamente con la particularidad de sus diversos problemas, esperanzas y sueños.

Los intelectuales transformativos necesitan desarrollar un discurso que conjugue el lenguaje de la crítica con el de la posibilidad, de forma que los educadores sociales reconozcan que tienen la posibilidad de introducir algunos cambios. En este sentido, los intelectuales en cuestión tienen que pronunciarse contra algunas injusticias económicas, políticas y sociales, tanto dentro como fuera de las escuelas. Paralelamente, han de esforzarse por crear las condiciones que proporcionen a los estudiantes la oportunidad de convertirse en ciudadanos con el conocimiento y el valor adecuados para luchar con el fin de que la desesperanza resulte poco convincente y la esperanza algo práctico. Por difícil que

pueda parecer esta tarea a los educadores sociales, es una lucha en la que merece la pena comprometerse. Comportarse de otro modo equivaldría a negar a los educadores sociales la oportunidad de asumir el papel de intelectuales transformativos.

INTELECTUALES CRITICOS: Estos son alternativos, ideológicamente, en relación a las instituciones y formas de pensamiento existentes. Sus protestas constituyen una función crítica, que ven como parte de su condición profesional u obligación como intelectuales. La postura de los intelectuales crítico es tímidamente apolítica y procuran definir su relación con el resto de la sociedad como autónoma. Como individuos critican la desigualdad y la injusticia. Además estos olvidan que la emancipación no puede otorgarse desde afuera.

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INTELECTUALES ACOMODATICIOS: Por lo general esta categoría de intelectuales se afirma dentro de una postura ideológica y conjunto de prácticas materiales que sirven de base a la sociedad dominante y a sus grupos de gobernantes. Estos intelectuales no son consientes en general de este proceso, en tanto no se definen a si mismos como agentes conscientes del statu quo. Estos son intelectuales que condenan la política y al mismo tiempo se reúsan a correr riesgos.

INTELECTUALES HEGEMONICOS: Estos se definen conscientemente mediante las formas de liderazgo moral e intelectual que ofrecen a los grupos de clases dominante. Estos dominantes se encuentran en la lista de consultores de grande fundaciones, en los departamentos de las universidades más importantes, como gerente de la industria

EL DISCURSO Y EL ROL DE LOS EDUCADORES COMO INTELECTUALES TRANSFORMADORES

La noción del intelectual transformador, hace referencia a los educadores radicales que enfrentan en las escuelas publicas y en las universidades. Por un lado, estos intelectuales se ganan la vida dentro de instituciones, juegan un papel fundamental en la reproducción de la cultura dominante. Por el otro lado, ofrecen a los estudiantes formas de discurso alternativo y practicas sociales críticas, cuyos intereses con frecuencia se enfrentan con el rol hegemónico general de la escuela y a la sociedad que lo sostiene. Es esencial definir el rol del intelectual transformador de tal manera que señale formas de práctica contra hegemónicas que puedan evitar y desafiar dicha incorporación.

Los docentes y académicos que funcionan como intelectuales transformadores pueden organizarse colectivamente para involucrarse en proyectos diseñados para comprender el rol critico que juegan los educadores en todos los niveles de la enseñanza en la producción y legitimación de relaciones sociales existentes. Una imposibilidad es que los educadores establezcan proyectos sociales en los que se cuestionan críticamente los planes de estudio vigentes en las escuelas, el ”curriculum oculto”, la elaboración de políticas a nivel local y estatal, la forma y contenido de los libros de texto y las condiciones de trabajo de los docentes.

Los docentes como intelectuales transformadores precisan convertirse en un movimiento caracterizado por un compromiso; pueden juntar filas con todo topo de grupos sociales comprometidos en la lucha por la emancipación. Los intelectuales aprenden de y con otros comprometidos en luchas políticas similares. Estas alianzas son necesarias para que los docentes puedan traer fuerza exterior para luchar por condiciones ideológicas y materiales dentro de las escuelas que les permita funcionar como intelectuales. En la actualidad, los docentes trabajan en las escuelas públicas bajo restricciones organizativas y condiciones ideológicas que le dejan poco espacio para el trabajo colectivo y las actividades críticas. Sus horas de enseñanza son demasiado largas, tienen escasas oportunidades de enseñar conjuntamente y casi no tienen voz en lo que se refiere a la selección, organización y distribución de materiales didácticos. Además deben hacerse cargo de demasiados alumnos y de numerosas tareas extracurriculares. El trabajo intelectual debe estar apoyado por ideologías democráticas concomitantes. El discurso del intelectual transformador se toma en serio los temas de la comunidad y la liberación, y al hacerlo le confiere un nuevo significado a la necesidad pedagógica y política de crear las condiciones de forma emancipadoras de capacitación individual y social entre educadores y estudiantes.