trabajo de orientacion
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Capitulo I
Fundamentación Filosófica.
La orientación debe basarse sobre ciertas características, las
cuales deben ser consideradas en función de los posicionamientos
filosóficos. Según Estas características son las siguientes:
a) Las finalidades educativas del proceso orientador.
b) Los objetivos buscados con la intervención.
c) Los contenidos por seleccionar.
d) Las estrategias metodológicas.
e) Las relaciones sociales entre el orientador y los beneficiarios del
programa.
f) Los criterios de evaluación de los aprendizajes derivados de la
intervención propuesta.
Osorio, (2003) sostiene que cualquiera que sean las ideas que se
planteen para realizar una labor educativa y por ende orientadora del
ser humano deben responder a un criterio orientador y perfeccionador,
de lo que es y de lo que puede llegar a ser el hombre.
Esta es una apertura a lo antropológico, es un llamado a recoger
todo aquello que dignifique, plenifique y enaltezca la condición humana,
como una tarea prioritaria para garantizar la equidad de esta formación
y evitar los sesgos que se han venido sumando a la educación en los
tiempos actuales debido a las innumerables deformaciones que han sido
producto de el determinismo Político-Ideológico cuya lucha se ha
trasladado al seno de la escuela.
No por eso se debe pensar que la escuela carece de una ideología,
sino mas bien que no tiene por qué imponerse una ideología dentro de
las aulas, se debe privilegiar el libre pensamiento y la tolerancia como
marco de la convivencia escolar, facilitando que todos los estudiantes
entren en contacto con todas las corrientes del pensamiento y que
dependiendo de sus creencias, valores y gustos se identifiquen con
alguna de ellas.
Señalemos en este momento que: “Educar es enseñar al hombre a
tratar con las cosas e infundirle ideas sociales, saber vivir en República,
ser un buen Republicano” de esta forma se garantiza una sana
convivencia entre los seres humanos.
Por su parte Adam, (2003) señala que el proceso educativo formal
debe insertarse en otro mas amplio que es el de la existencia humana,
que tiene lugar a lo largo de toda la vida, donde el docente tiene la tarea
de educar para esa vida, que el estudiante este preparado para
aprender a lo largo de todo su trayecto vital. El docente debe ayudar al
estudiante a adoptar una postura critica, pero abierta y flexible a todos
los sucesos a los cuales se enfrente.
En concordancia con lo antes señalado, para los profesionales venezolanos de la
Orientación, ésta descansa en los principios filosóficos que reconocen las potencialidades
existentes en el ser humano, y en los principios psicosociales que condicionan la existencia
del hombre en la vida (Rendón, 1985:31), siendo además, un proceso que varía desde una
mayor continuidad a una discontinuidad, dependiendo de varios factores, los cuales
corresponden a las características socio- históricas del contexto social donde se desarrolle, a
saber: Las características de un proceso más general en el cual se encuentra inmersa la
Orientación, que es el educativo; los requerimientos de la estructura socioeconómica; los
aspectos demográficos, el desarrollo científico y técnico y el sistema de valores imperantes
(Santacruz, 1990:15); finalmente, se asume que la Orientación es disciplina y servicio
destinado al asesoramiento de los procesos de crecimiento personal e interpersonal, en
individuos y grupos (Busot , 2000:135). Estas conceptualizaciones muestran el proceso
evolutivo que ha seguido la Orientación en Venezuela, donde se destaca lo humano como algo
fundamental.
Por consiguiente, se pudiera concluir que la Orientación en Venezuela ha estado
centrada en el individuo propiamente dicho y no en los problemas que éste plantea en un
contexto social. Así, Carrillo (2002) afirma que es necesario “atender el desarrollo
sostenible de la sociedad y del ser humano desde una dimensión integral” (p. 32). Entonces,
es importante que el proceso de Orientación desarrolle en el orientado una concientización
sobre los obstáculos que se le presenten en su contexto social más global, asociada a su
vida familiar, social, cultural y laboral.
La propuesta a sus beneficiarios en este caso los estudiantes
serian los aprendizajes que favorezcan la consolidación de una cultura
general homogénea, con los correspondientes valores universales que la
acompañan, con el fin de facilitar la adecuada adaptación de la persona
al medio ambiente social en el que está inmersa.
La Orientación vista a través del enfoque de la Escuela Nueva
debe estructurar sus programas de intervención centrándose en el
desarrollo del potencial humano, más que plantearse en corregir las
desviaciones, y tomará los diferentes episodios de la vida cotidiana del
sujeto como insumo básico de la interacción orientadora. Se piensa que
el cambio y el aprendizaje significativo ocurren mediante la actividad
creadora y constructiva del que aprende y no de la transmisión de
información elegida y seleccionada por el orientador. Por lo tanto, los
contenidos y la intervención se centrarán en lo afectivo y partirá de las
experiencias de las personas que participan en el proceso y buscará las
soluciones y alcance de las metas a través de la acción cooperativa y
comprometida de todos. Esto significa darle mayor importancia a la
intervención grupal que a la individual. La intención de los programas ha
de ser la de contribuir con el desarrollo de las potencialidades naturales
del orientado, en un clima de cooperación, aceptación, cordialidad y
empatía.
Capitulo II
Fundamentación Contextual.
Los fundamentos contextuales de la Orientación están conformados por los
elementos situacionales que interactúan en un momento histórico determinado (espacio-
tiempo). El contexto está representado por un conjunto estructurado de elementos o
propiedades de una circunstancia dada, que son pertinentes para la producción, desarrollo y
funciones de una práctica social definida. Estos elementos no se refieren solamente a las
condiciones materiales de una sociedad sino también a los conocimientos, ideas, creencias
y opiniones que las personas tienen sobre esa situación.
Ahora bien, las propiedades de una situación social pueden devenir complejas,
difíciles de manejar con las vías convencionales que, hasta ese momento, se han utilizado.
En tales circunstancias, se crean instituciones que pueden articular y dar organicidad a esas
propiedades. Tal es el caso de la Orientación, como se verá en el desarrollo de este tema.
Es por ello que se expondrá, inicialmente, una breve referencia a los contextos de origen y evolución de esta disciplina, tanto en Estados Unidos y Europa, así como también en Venezuela.
La Orientación se establece debido a unas condiciones contextuales específicas que
la hacen necesaria, útil y pertinente. La comprensión de esas bases contextuales pasa por el
posicionamiento de la idea siguiente: toda actividad humana, realizada de manera
sistemática y organizada, surge, se desarrolla y se consolida, perece o se difumina, en
armonía con una dinámica sociocultural específica, siempre inteligible para todos los
sujetos históricos. En efecto, la Orientación, en tanto práctica institucionalizada, nace en un
momento histórico en el cual es preciso sistematizar una manera de ayudar a los individuos
y grupos fuera de los escenarios convencionales y domésticos.
Esta posición se contrapone a la idea que interpreta la búsqueda del origen histórico
de las disciplinas o de las prácticas sociales sistematizadas en las puras acciones humanas
espontáneas. Así por ejemplo, autores como Shertzer y Stone (1972) y Beck (1973) entre
otros, sostienen que es posible situar el origen de la Orientación en el momento en que el
ser humano buscó y recibió una ayuda verbal o enseñanza (donde se incluyen los oráculos,
los jefes de tribus, la familia, los sacerdotes o los maestros). Desde este punto de vista, los
inicios de la Orientación se pueden rastrear a partir de la organización misma de los
primeros grupos humanos.
Surge la industrialización.
No cabe duda de que la Orientación surge solamente en aquellos países que se
mantienen y reproducen su existencia gracias a la industria. Es decir, ve la luz en
sociedades donde la aplicación de procedimientos industriales para la transformación de los
productos de la naturaleza, altera profundamente las tradicionales formas con que una
generación transmite a la siguiente los conocimientos necesarios para darle continuidad
(Calonge, 1988). En efecto, la creciente división del trabajo, la creación de nuevos y
diversos campos de actividad sobre el mundo exterior y, sobre todo, el propio
comportamiento del hombre (consecuencia de los procedimientos industriales) suscita una
mayor complejidad de la educación, pues aquella división del trabajo productivo hace
surgir, simultáneamente, la diversificación de la enseñanza, así como los nuevos campos de
acción laboral crean la necesidad de enseñar nuevas profesiones.
Esta realidad deviene más compleja en la medida en que el proceso de
industrialización se consolida y se hace extensivo en países como Estados Unidos y en
algunos de Europa, a finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Ello amerita, entonces, la
intervención sistemática de agentes sociales que puedan darle cierta organicidad, en un
principio, al mundo laboral, luego al mundo educativo y más tarde al mundo de la salud
mental, posteriormente al mundo de la comunicación interpersonal, grupal e intergrupal.
La Orientación en Estados Unidos y Europa.
La Orientación tiene, pues, su cuna y su evolución inmediata dentro de un contexto
donde se hacía perentorio sistematizar el entorno de las elecciones individuales tanto en el
mundo ocupacional como en el mundo educativo. Esa necesidad se ve develada en una
sociedad donde se pasa de un modo de producción agrícola y de hábitat rural a otro
industrial y de hábitat urbano. Las consecuencias de esa transformación, entre las más
relevantes para la Orientación, se manifiestan en las situaciones siguientes:
El enorme contingente de mano de obra que creó una clase obrera, inicialmente con
pésimas condiciones de trabajo, y que demandaba volver más humana tanto la
elección como la situación laboral.
La movilidad geográfica y social (interna y también derivada de las fuertes
corrientes migratorias de otras latitudes) se convirtieron en una posibilidad expedita
de diversidad ocupacional y educativa para grandes masas humanas.
El desiderátum de la "educación para todos" con su inmediata realización a través
de la accesibilidad masiva a la escolaridad tendía a desdibujar la individualidad de
los escolares.
Los cambios en la concepción pedagógica: la importancia de potenciar el talento y
de formar especialistas en diferentes niveles.
El fuerte apoyo, gubernamental y privado, a la investigación básica y aplicada con
el fin de sustentar todo el andamiaje científico que necesitaba la intervención
orgánica en el mundo educativo y laboral.
En los Estados Unidos, Frank Parsons se constituyó en una figura de la más alta
relevancia. En 1908, Parsons crea una Oficina Vocacional, Vocational Bureau, con la idea
de prevenir las dificultades en la elección ocupacional que presentaban muchos jóvenes de
escasos recursos económicos. Posteriormente, se publicó su obra Choosing a Vocation, en
la cual se establece el método en el que debe basarse la asistencia de la elección vocacional.
Ese interés en darle estructura al mundo laboral se relaciona casi de manera ineludible
con la necesidad de incidir en la esfera educativa. Para el momento, el eje o núcleo duro de
significaciones alrededor del cual giraban las ideas pedagógicas en boga se expresaba en la
necesidad de individualizar la educación, de tomar en cuenta las características personales
de los alumnos y estudiantes en el desarrollo de su devenir escolar.
Esa simbiosis de ambos mundos, laboral y educativo, se alimenta de los problemas
apremiantes que provocaba el proceso de industrialización, sobre todo en la mayoría. Es
por eso que autores como Santana Vega (1993, p. 15) señalan que Parsons está
incuestionablemente ligado al movimiento de "Educación Progresista" norteamericano, el
cual dejó sentir sus efectos en todo el sistema pedagógico del momento: en la arquitectura
de las escuelas, en las disposiciones de las aulas, en los programas escolares, en las
actitudes de los profesores, etc. Dentro de ese espíritu del tiempo, el impacto más claro de
Parsons se vio reflejado de manera contundente en la labor del orientador, pues se trataba
de hacer "coincidir", de armonizar, las características individuales con las ocupacionales.
Para Cremin (1964, citado por Santana Vega, 1964) existen varios datos que permiten
deducir el estrecho parentesco entre el movimiento de Orientación, impulsado en sus
inicios por Parsons, y el movimiento progresista, tanto educativo como social, que se
expandía en USA en los primeros años del siglo XX. Estos son, entre otros, los siguientes:
a) La reforma social de los obreros, a cuya vanguardia se sitúa el movimiento progresista,
revela la necesidad de la Orientación Profesional porque ésta no sólo conduciría a una
mayor realización personal sino que al ubicar a las personas adecuadas en sus empleos,
contribuiría también a la creación de un sistema industrial más eficaz y humano. Es decir,
el uso inteligente del arte de la Orientación Profesional puede servir no sólo a los jóvenes
que buscan consejo sino también a la causa de la reforma social.
b) El esfuerzo por individualizar la educación representaba uno de los aspectos centrales de
lo que se denominaba entonces "orientación pedagógica". Al respecto, Cremin (1964)
señala la existencia de toda una amplia gama de programas encaminados a alcanzar esta
meta. Dice, por ejemplo, que "J. Davis organizó en 1908, un programa de orientación
profesional y moral en las escuelas del estado de Michigan en donde no sólo se ofrecía
información en materia de empleo, sino cursos y actividades que estaban al margen del
programa de estudios de las asignaturas, pero que formaban parte del curriculum escolar,
impartiéndose una vez a la semana" (1964). En efecto, lo que se llamó Orientación
Pedagógica consistía en la búsqueda de programas de orientación general que pudieran
ayudar a los jóvenes a elegir sus estudios, de manera individual.
c) El afán del movimiento progresista por desarrollar una "ciencia" de la Educación hace
suyo el interés por los tests y las mediciones que estaban en el espíritu del tiempo. Los
orientadores que ansiaban hacer más científico su trabajo (por cuanto Parsons, en su
momento, no llegó a establecer mediciones para las características individuales) no tardaron
en asimilar y aplicar estas pruebas, ya que les ofrecían la posibilidad de utilizar
instrumentos precisos que medían y predecían el rendimiento. Así comienza a hacerse un
uso generalizado de los tests de inteligencia y de aptitudes en los centros educativos. El rol
del orientador deja, entonces, de estar asociado al de agente social en el Vocational Bureau,
para estar asociado al de una persona con formación profesional, con el de un experto al
servicio del alumno en las instituciones escolares.
Todas estas situaciones o propiedades del entorno social, movilizaron una
diversidad de propuestas para sistematizar la labor de Orientación en Estados Unidos. Los
fundamentos contextuales de la Orientación en Europa fueron similares a los de Estados
Unidos, aun cuando, sus orígenes y evolución, en ese continente, estuvieron vinculados por
más tiempo al mundo del trabajo a través de la institucionalización de los servicios en las
grandes ciudades. Al igual que en Estados Unidos, pero de manera más lenta, la
Orientación se va incorporando al movimiento mundial de los tests y es posteriormente
cuando se integra en las instituciones educativas.
A pesar de las diferencias en el desarrollo de la Orientación entre Estados Unidos y
Europa en la primera mitad del siglo XX, habida cuenta de las dos guerras mundiales que
conociera el continente europeo, la razón contextual es semejante: por un lado, el proceso
de industrialización que requería especialización y que significaba la necesidad de poner en
concordancia los estudios ofrecidos y el talento especial de cada individuo; y, por otro lado,
la idea de igualdad que se pensaba alcanzar a través del estímulo a las potencialidades del
individuo según sus aptitudes diferenciales en oposición al carácter arbitrario de los
privilegios derivados del origen social. Dicho contexto devela la necesidad del desarrollo
del análisis científico de lo individual y de las diferencias individuales, lo cual se va a
lograr dada la fuerte presencia del paradigma positivista de la época, reflejado en la
medición de los rasgos personales mediante las técnicas psicométricas.
En la segunda mitad del siglo XX, ya por los años setenta, el movimiento de
Higiene Mental va a añadir una nueva dimensión al concepto de Orientación, dándole una
especial importancia a los aspectos de adaptación de la infancia y, en general, de adaptación
de todos al entorno social. Igualmente, como consecuencia del impulso de este movimiento,
para esos años se inicia toda una corriente de pensamiento que privilegia la exploración de
los intereses en detrimento de las pruebas para medir inteligencia y aptitudes. Se sostenía,
como tesis central, que los intereses de los sujetos eran mucho más determinantes para el
éxito que las aptitudes o habilidades: la preocupación por ciertas ocupaciones tenían un
mayor valor predictivo que cualquier otro rasgo de la personalidad.
Consolidación de la Orientación.
El énfasis en la Orientación vocacional y educativa en los Estados Unidos y Europa,
se ve, en cierta medida, debilitado con el auge del movimiento de Higiene Mental, el cual
se hace extensivo en la segunda mitad del siglo XX.
Se pensaba que las dificultades de los sujetos en las elecciones vocacionales tenían
su origen no tanto en los problemas que se tejían en los mundos ocupacional y educativo,
propiamente dichos, sino más bien en los desajustes o desequilibrios personales. En todo
caso, se asumió que esos obstáculos personales teñían todas las áreas del comportamiento
humano y que, en consecuencia, había que dedicarse a la búsqueda de un desarrollo sano de
la personalidad para así garantizar el éxito de las elecciones individuales.
Este movimiento logra incorporarse en todos los ámbitos sociales y científicos una
vez que la estructura laboral y educativa llega a consolidarse, perdiendo poco a poco sus
perfiles de injusticia y deshumanización. Los cambios que ya habían irrumpido en la vida
social van a devenir en parte de la vida cotidiana sin los traumas iniciales: la división del
trabajo y la diversificación de la educación. Los mismos se han encausado tanto en la
estructura social como personal y la incertidumbre cede el paso al conocimiento y manejo
de ambas variables por parte de los sujetos y del colectivo social. Esta consolidación se
hace posible gracias al desarrollo económico que conocen estas sociedades y al desarrollo
político que se observa en el sistema democrático donde el individuo es el centro y el fin de
la acción social.
Las dificultades históricas de la Orientación.
La orientación ha sido objeto, como toda práctica social, de las vicisitudes de los
contextos en los que ha surgido y se ha desarrollado. Por lo tanto, su evolución se ha visto
envuelta en períodos de gran expansión, tanto en el desarrollo de ideas y publicaciones
como en la presencia de prácticas extensivas y, en otros momentos, ha decaído en una
pobreza conceptual y práctica.
No obstante, la dificultad para unificar criterios en Orientación, en cuanto a su
objeto de intervención y de estudio, sus funciones, sus roles y sus métodos, ha sido siempre
una constante desde sus inicios. Es decir, la indefinición de la Orientación ha estado
siempre presente a lo largo de su desarrollo, porque aún cuando en su origen el objeto de
intervención estaba claro, la vocación, el simple hecho de haber posado sobre él una mirada
holística, significó una indeterminación, una ambigüedad, de lo que se podía entender por
vocación.
Ante la necesidad planteada por algunos, sobre la creación de un lenguaje común,
de una concepción compartida, sobre la Orientación, la respuesta se evidencia en su
imposibilidad, existen tantos lenguajes como posiciones personales de quienes la ejercen,
tantos fundamentos contextuales, posicionamientos filosóficos, políticos, pedagógicos o
psicosociales.
La Orientación en Venezuela.
En Venezuela se manifiestan mucho más tarde y de manera
incipiente las condiciones situacionales de los países industrializados,
relativas a la industrialización y la concentración urbana. Guardando las
diferencias de orden cuantitativo y cualitativo, es posible decir que las
consecuencias son las mismas en el entorno educativo: la matrícula se
expande considerablemente y se inicia un proceso de diversificación,
reflejo a su vez de la diversidad ocupacional y de la especialización en el
trabajo.
Con el derrocamiento del régimen de 1958 y el retorno de la democracia, se da paso
a la participación de amplios sectores de la sociedad, a través de las diferentes
organizaciones sindicales, gremiales y políticas. Esta situación ubica a la Educación en el
centro de la preocupación de toda la sociedad y de sus gobernantes. Dentro de este contexto
se institucionaliza la Orientación en 1963, cuando el Ministerio de Educación crea el
Servicio Nacional de Orientación (SNOME), bajo la dirección de la profesora Aída Curcho
Sifuentes. Este servicio se aboca de inmediato a la capacitación y entrenamiento del
personal que prestaba servicio dentro del campo de la Orientación.
Desde 1963 hasta la década de los ochenta, la Educación, y por ende la Orientación,
era fuertemente centralista, además sufre pocos cambios de carácter administrativo de tipo
jerárquico dentro del Ministerio de Educación: de Servicio Nacional pasa a División de
Orientación, de ésta a Departamento, para luego pasar a formar parte, como una
dependencia más, de los Servicios de Bienestar Estudiantil. Igualmente, va ser afectada por
los continuos cambios de planes y programas, propuestos por los distintos grupos políticos
que llegaban al poder a lo largo de esas tres décadas. Esos planes no tenían ninguna
continuidad: cada nuevo equipo de gobierno proponía una nueva concepción de
Orientación, eliminando los planes anteriores sin la evaluación requerida. Todas las
directrices eran elaboradas desde las oficinas centrales del Ministerio y bajadas a
los orientadores para su ejecución.
Dentro de estos planes se pasó del Servicio Integral de
Especialistas (formado por profesionales diversos: orientadores,
médicos, psicólogos, odontólogos), al Servicio Unipersonal (un sólo
orientador) en un plantel determinado y de este último a los llamados
Núcleos Integradores de Bienestar Estudiantil (NIBE), los cuales atienden
a varios planteles escolares. Del mismo modo, las influencias de Estados
Unidos y Europa se hicieron también presentes en el país. Tanto el
movimiento de Salud Mental, como su derivado: el enfoque humanista,
entraron a la Orientación a través de los programas formadores de
orientadores en las Universidades. Así mismo, el movimiento que
pregonara la necesidad de incorporar la Orientación al currículo escolar
también encontró eco: en los planteles de Educación Media se creó la
"hora de guiatura" (se le asignaba a un docente una hora a la semana
para tratar con los alumnos temas de interés personal o vocacional) y se
implantaron las "áreas de exploración" con el fin de poner en contacto al
alumno con ocupaciones específicas. Actualmente, permanece la
influencia del enfoque humanista y como estructura administrativa se
conservan tanto el NIBE como el servicio unipersonal, en algunos.
A finales de este período, los funcionarios de Orientación del
Ministerio de Educación asumieron el modelo denominado de
"Asesoramiento y Consulta", derivado del enfoque humanista, en el cual
el orientador trabaja fundamentalmente con las "figuras significantes"
para el alumno, es decir: docentes, personal directivo, padres y
representantes. Ahora bien, tanto este modelo como el anterior (el
orientador en contacto directo con el alumno) han privilegiado siempre
una perspectiva psicologista, fuertemente individual, dejando de lado los
asuntos socio–culturales que rodean la vida educativa y cotidiana de los
beneficiarios.
Luego a principios del año 2000, producto del cambio de la
constitución y de los procesos que se viven asociados a la nueva carta
magna, que faculta a los ciudadanos para organizarse, ejercer la
contraloría social de los procesos gubernamentales y participar actva y
protagónicamente en la toma de decisiones y ya no como simples
observadores, si no con voz y voto constituidos legalmente en consejos
comunales y asambleas de ciudadanos, lo cual les faculta para rediseñar
su modo de vida y establecer un tipo de relaciones totalmente distintas
con el Estado, con equidad, respeto y dignidad.
El nuevo esquema legal se inserta como una nueva realidad
Venezolana y se presenta como un nuevo desafío de las presentes y
futuras generaciones donde se demanda la participación ciudadana en
la resolución de problemas que les compete a las comunidades. En este
sentido el docente-orientador deberá formar la participación para el
dialogo, negociación y respeto mutuo, cooperación, asertividad y
democracia, deberá construir un liderazgo emergente capaz de guiar de
forma responsable para la construcción de una nueva sociedad, un
nuevo hombre y una nueva mujer, en síntesis un nuevo Republicano.
Los contextos de intervención del orientador son tres:
1) Educación Formal: No parece estar lo suficientemente atendido
en cuanto a la calidad de la orientación que se ofrece en los
centros educativos, ya que no se ha tomado con la seriedad
que se requiere. Se estima que orientación es una actividad a la
cual se someten estudiantes con cierta dificultad, sin embargo
la orientación es el núcleo del proceso educativo, con el cual se
podría planificar mas adecuadamente el proceso enseñanza-
aprendizaje, orientación Profesor-Estudiante y por qué no…
Orientación Profesor-Profesor.
2) Socio-Comunitario: Servicio de empleos, servicios sociales,
centros cívicos, entre otros.
3) Organizaciones: Luego de estar trabajando en una empresa, se pasa a formar
parte de alguna determinada organización.
Capitulo III
Fundamentación Legal.
El docente, en el contexto socio – cultural actual, cuenta con respaldo legal, con un
marco jurídico institucional que le permita ejercer su labor de orientador, para la formación
de las nuevas generaciones de relevo.
En ese sentido, se consulta la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (2000), en busca de algún asidero legal para la labor orientadora del docente,
encontrándose que ya en su Preámbulo, la CRBV establece algunos parámetros que pueden
guiar la acción educativa en función de orientador, al señalar –clara y taxativamente – que
la República Bolivariana de Venezuela es:
Sea pues este el marco jurídico institucional de la acción orientadora del docente,
pero también el fundamento de todo su contenido axiológico, al favorecer el respeto a la
diversidad de opinión y expresión, y al generar acciones pedagógicas exentas de
discriminaciones, proclive a valores como la libertad, la independencia, la paz, la
solidaridad y el bien común.
Esta definición de Venezuela como un país que no puede estar al margen de la ley,
implica el respeto a todas las convenciones y acuerdos internacionales sobre Derechos
Humanos, el respeto por todas las manifestaciones religiosas y culturales, y la promoción
de la igualdad de derechos en todos los contextos y en relación a todas las instancias, tanto
del Poder Público como Privado, y exigiendo de cada individuo un tratamiento igual para
los otros, en tanto que ciudadanos bajo una misma bandera y un mismo régimen legal.
También el Artículo 3 de la CRBV establece parámetros y obligaciones de parte del
Estado para con el ciudadano, y en ese sentido, el docente es – al mismo tiempo – garante y
promotor de esas obligaciones estatales, tal como lo establece la CRBV al señalar:
En virtud de lo cual el Estado debe proveer y prever los medios, recursos e
instrumentos para lograr el estricto cumplimiento de lo postulado en el Artículo anterior. Se
habla de la defensa y el desarrollo de la persona, y como ya se ha visto, la orientación
educativa no se limita a facilitar al estudiante recursos e instrumentos para el aprendizaje,
mejores técnicas de estudio, estrategias para la administración de su tiempo y medios para
defenderse de sus fobias y resistencias contra algunas asignaturas, sino que capacita para
asumir los desafíos que plantea la vida, utilizando para ello la capacidad de reflexionar, de
resolver problemas, de incorporarse a la vida como sujeto de hecho y derecho, con pleno
goce de todas sus facultades y consciencia de sus defectos y limitaciones.
Es deber irrenunciable del Estado facilitar el desarrollo de las condiciones (el
contexto) sociales aptas para ...la promoción de la prosperidad y el bienestar del pueblo...
de lo cual deviene que una educación, administrada por personas cuyo objetivo no sea
solamente realizar un trabajo estable y bien remunerado, sino compuesto por seres
conscientes, comprometidos con sus estudiantes, que comprenden su ubicación espacio –
temporal y han hecho una opción política por la inconformidad y por la disposición a
fortalecer las oportunidades de éxito de sus estudiantes, no solo en cuanto al rendimiento
escolar, sino al mejoramiento de sus relaciones interpersonales, familiares y sociales.
En ese sentido, la CRBV en su Título III, DE LOS DERECHOS HUMANOS Y
GARANTÍAS, Y DE LOS DEBERES, Capítulo I, Disposiciones Generales, Artículos 19 –
31, es el compendio de los Derechos Humanos cuyo respeto el Estado se obliga a garantizar
y los docentes, en cuanto transmisores de los valores constitutivos de la sociedad, y
primeros responsables de la conformación de fundamentos axiológicos del accionar
humano, tienen la responsabilidad de aportar a sus estudiantes el componente legal en que
se sustentan sus derechos como persona y los mecanismos para hacerlos valer, ante
cualquiera autoridad o persona que pretenda menoscabarlos. En este sentido, el orientador
tiene como reto fortalecer la acción reivindicativa de los derechos, pero conservar el
equilibrio y señalar la importancia del cumplimiento de los deberes ciudadanos, para que el
reclamo de los primeros goce de la autoridad moral suficiente.
Que las nuevas generaciones aprendan a vivir en un ambiente de respeto por el
derecho ajeno debe ser el desiderata de todo buen orientador, en la medida que la
consecución de tal objetivo demanda no sólo del conocimiento de las leyes, sino de una
actitud propia proclive a la vivencia de dicho valor, con lo cual el orientador no solamente
será un promotor de los derechos fundamentales, sino un ejemplo de su cumplimiento.
Por su parte el Capítulo IV, De los Derechos Políticos y el Referendo Popular, en Su
Sección Primera, De los Derechos Políticos, señala
De lo cual deviene que la formación del ciudadano para utilizar plenamente todas
sus capacidades, habilidades y destrezas para una participación asertiva, positiva,
propositiva, cooperativa y solidaria, es el fundamento de la acción orientadora del docente
en el sentido operativo de la orientación educativa. Es decir, que el orientador no solamente
se preocupará por el debido cumplimiento de las labores propias del sistema educativo, o
por encontrar las razones del bajo rendimiento escolar, sino que, además, debe contribuir a
la preparación del joven para la vida ciudadana, haciéndole consciente del papel
protagónico que le asignan la Constitución y las Leyes, y enseñándole a ejercer ese
liderazgo con mesura, para que la Ley no se vea desbordada y deba aplicar los mecanismos
coercitivos necesarios para restituir el orden.
En este mismo sentido que se relaciona con la vida, con el desenvolvimiento pleno
del estudiante no como parte de un proceso de enseñanza – aprendizaje al cual se quiere a
veces ver como aséptico y divorciado de su contexto histórico-socio-político-económico-
cultural, es el que refleja el Ley Orgánica de Educación cuando señala:
En este Artículo, el Legislador promueve una visión, un deber ser del hombre y la
sociedad en condiciones tales que la promoción de estos presupuestos constituye materia de
estudio para toda una vida de trabajo docente y más, si se quiere vivenciar la orientación
como labor fundamental del educador. En el centro de la acción educativa se encuentra el
hombre, y como su soporte fundamental la familia, sin cuyo aporte, presume el legislador
acertadamente, es imposible alcanzar los más altos valores que se proponen en este
Artículo, cuales son la comprensión, la tolerancia, la convivencia,... así como la promoción
de una actitud responsable hacia el planeta y el derecho de los demás a vivir en un ambiente
sano y a proyectarse como un ente capaz de contribuir con su desarrollo, el de su familia y
el de su país.
Desde la Ley Orgánica de Protección al Niño y al Adolescente (LOPNA, 1998) es
posible aportar que este instrumento legal de reciente creación, ha sido el motivo de no
pocas diatribas y encendidas críticas, al adjudicársele el aumento de la delincuencia
infanto-juvenil en el país como una de las consecuencias directas de su aplicación, aún
cuando algunos pensadores sostienen que – por el contrario – son las malas interpretaciones
que se hacen de esta Ley, las que dan origen a las perversiones presentes. En todo caso, la
Ley en su texto tiene previsto los siguiente:
Esto constriñe al Estado al estricto acatamiento de todos los Convenios,
Declaraciones, Acuerdos y Resoluciones universales acerca de los Derechos de los Niños y
Adolescentes y a desarrollar, en el marco jurídico institucional interno, las Leyes que
garanticen el pleno disfrute de todas esas prerrogativas, conforme al principio progresivo de
la Ley, que supone que los Estados, una vez incorporada una resolución Universal a sus
estamentos jurídicos, ampliarán y perfeccionarán estas declaraciones, convirtiéndolas en
Leyes que superan el contenido original de las declaraciones suscritas por los dignatarios en
representación de sus ciudadanos.
En atención a ello, el Artículo 4º de la LOPNA (1998) compromete al Estado
Venezolano a hacer uso de todos sus recursos para garantizar el bienestar de los niños y
adolescentes. Eso faculta a los docentes, en ejercicio de la profesión al servicio del Estado
que promulga esta Ley, a tomar todas las previsiones para asegurar que, desde el punto de
vista de la Escuela, el niño, niña y adolescente pueda tener acceso al disfrute pleno de todos
sus derechos y garantías, pero también esté consciente de sus deberes, con la finalidad de
que pueda vivir en equilibrio, en el marco del más sano respeto a sus derechos y a los
derechos de los demás. Para esto, el docente acudirá al sentido común y las Leyes vigentes,
con la finalidad de elucidar cuáles sean los alcances y limitaciones de cada cual.
Pero, ahora bien, ¿debe el docente abordar esa tarea en solitario? O puede contar
con apoyo externo para su realización? El instrumento legal (LOPNA, 1998) responde clara
y taxativamente a estas interrogantes de la siguiente manera:
Como puede observarse, se hace a la familia directa e irrenunciablemente
responsable de la aplicación total de la ley en cuanto a derechos del niño, niña y
adolescente se refiere, consagrando así mismo la obligatoriedad del cumplimiento de la
misma por parte del padre y la madre en igualdad de condiciones.
Nuevamente es al Estado al que corresponde asegurarse de que existan políticas
mediante las cuales la familia pueda cumplir su comisión. Esto conduce directamente a
pensar la responsabilidad del docente en la promoción del bienestar familiar, como
condición para que el niño, niña y adolescente tenga un desarrollo armónico. El docente –
orientador, no se conforma con observar las condiciones del niño y su rendimiento
académico, en cuanto tiene de respuesta al sistema relacional establecido en la escuela y –
particularmente – en el aula. Trascendiendo esos muros, se traslada al hogar y analiza las
condiciones socio-económico-culturales de la familia de la cual proviene el estudiante, para
diagnosticar las posibles carencias que estés obstaculizando su pleno desarrollo.
Partiendo de esta información, diseña estrategias metodológicas que pudieran
compensar las deficiencias existentes en el hogar y estudia cursos de acción para proponer
salidas a las dificultades familiares, al mismo tiempo que ayuda al estudiante a racionalizar
la situación y le aporta apoyo para que encuentre y proponga soluciones a lo interno de la
familia.
Pero el legislador no quiere dejar lugar a ninguna duda, y establece un principio de
prioridad absoluta con respecto a los derechos y garantías del niño, niña y adolescente,
cuando expone:
Lo primero que salta a la vista es la plena conciencia de la responsabilidad
compartida que de manera lúcida establece la Ley con respecto al Estado, la familia y la
sociedad en razón de la protección de los derechos del niño, niña y adolescente. Pero más
allá, se plantea la primacía de sus derechos por sobre el resto de los ciudadanos, en cuanto a
formulación de Políticas Públicas, estructuración del Presupuesto Público, acceso a
servicios y protección en casos de desastre, conmoción civil u otras circunstancias.
Corresponde al educador – orientador formar en el niño, niña y adolescente una
conciencia que privilegie el agradecimiento a quienes así los tratan, con la finalidad de que
hagan ejercicio sobrio de sus derechos, entendiendo que más allá de los mismos existe
también una gama de deberes que deben ser analizados y comprendidos para que se genere
el sano equilibrio social. Educar pues en el respeto a la otredad, en la comprensión, la
tolerancia, la equidad. Cultivar la humildad y exaltar la paz y la sana convivencia, como
instrumentos para una vida equilibrada, sana y feliz.
En cuanto al sano equilibrio, el legislador dejó una puerta abierta para su aplicación,
al fijar en el texto legal algunas apreciaciones sobre la progresividad de los derechos del
niño, como puede apreciarse a continuación:
Queda pues de manera taxativa explicitada la función orientadora de la familia pero,
al decir responsables, también se incluye a los docentes, quienes comparten con la familia
la responsabilidad de la formación de los criterios del niño, niña y adolescente desde su
edad más temprana (preescolar) hasta la universidad. Lo que se persigue, expresa la Ley, es
su desarrollo integral y ... su incorporación a la ciudadanía activa.
Desde el punto de vista del docente orientador esta ciudadanía activa no es
solamente el uso de los derechos y el cumplimiento de los deberes civiles y políticos, tal
cual lo establece y comprende la Ley, sino también el goce pleno de sus facultades
mentales, espirituales y físicas, para el aprovechamiento cabal y prudente de los recursos
que le ofrecen la naturaleza y el entorno social para alcanzar el disfrute de una vida sana,
equilibrada y feliz, guiada por la paz interna y madurez mental, el establecimiento de
relaciones asertivas y cálidas con los demás seres humanos y la generosa contribución que
puede hacer cada ser humano al bienestar global, trasponiendo el límite de lo meramente
laboral – profesional y proyectándose a lo espiritual – colectivo, a la comprensión de sí
mismo como parte de un conglomerado social y, por lo tanto, corresponsable de su
bienestar.
Otro aspecto fundamental a considerar en relación a la función orientadora del
docente es el fundamento filosófico de su acción. En ese sentido y desde el punto de vista
humanista Osorio, (2003) señala que la Orientación
Desde donde se puede situar al orientador como un especialista cuya
responsabilidad última es considerar los cursos de acción que debe tomar la educación para
producir los resultados objetivos más excelentes posibles, dado que la orientación, como
consustancial a la educación, también la trasciende, permea y se establece como garante de
su mejor rendimiento. Pero cuando esta responsabilidad recae no ya en un especialista fuera
del aula, sino en el propio docente, devenido en orientador, entonces el impacto generado
por su acción es superior y los resultados objetivos más excelentes, ya que el docente es
quien tiene contacto más directo y permanente con el estudiante.
Bibliografía.
http://www.scielo.org.ve/scielo.php?pid=S1316-00872004000100008&script=sci_arttext
http://www.scielo.org.ve/pdf/pdg/v28n2/art11.pdf
http://fasedecondicionesdocentes.blogspot.com/2012/03/unidad-i-lectura-n-7.html