tomo 2-la natividad de la virgen maria

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  • LA VIDA DE JESUCRISTO Y DE SU MADRE SANTSIMA

    (Desde el nacimiento de Mara Santsima hasta la muerte de San Jos)

    Segn las visiones de la

    Ven. Ana Catalina Emmerick

    - Editado por Revista Cristiandad.org y Editorial Surgite! -

  • INDICE

    Nmero y ttulo del Captulo Pgina

    Introduccin 6 I Los Esenios 7 II Ascendientes de Santa Ana 9 III San Joaqun y Santa Ana 12 IV La Santa e Inmaculada Concepcin de Mara 16 V La visin de Joaqun 19 VI Joaqun recibe el misterio del Arca de la Alianza 22 VII Encuentro de Joaqun y Ana 23 VIII Figuras del misterio de la Inmaculada Concepcin 25 IX Se anuncia a los paganos el futuro Mesas 27 X Cuadros de la Inmaculada Concepcin 30 XI Misterios de la vida de Mara 32 XII - Vspera del nacimiento de Mara 33 XIII - Oraciones para la fiesta de la Natividad de Mara 35 XIV - Nacimiento de Mara Santsima 36 XV - El nacimiento de Mara en el Cielo, en el Limbo y en la natu-raleza

    39

    XVI - En Caldea, Egipto y otros lugares se anuncia el nacimiento de Mara

    41

    XVII - La Nia recibe el nombre de Mara 42 XVIII - Preparativos para la presentacin en el templo 43 XIX - La partida hacia el templo de Jerusaln 47 XX - La ciudad de Jerusaln 51 XXI - Presentacin de Mara en el Templo 55 XXII - Mara en el Templo 59 XXIII - El nacimiento de Juan es anunciado a Zacaras 63 XXIV - Noticias acerca de San Jos 65 XXV - Desposorio de la Virgen Mara con San Jos 68 XXVI - El anillo nupcial de Mara 72 XXVII - La casa de Nazaret 73 XXVIII - La santa casa en Loreto 75 XXIX - La anunciacin del ngel 76 XXX - Visitacin de Mara a Isabel 80 XXXI - En casa de Zacaras e Isabel 84 XXXII - Misterios del "Magnficat" 88 XXXIII - Regreso de Jos a Nazaret 91

  • XXXIV - Nacimiento de Juan. Mara regresa a Nazaret 93 XXXV - Preparativos para el nacimiento de Jess 94 XXXVI - Partida de Mara y de Jos hacia Beln 96 XXXVII - La festividad del Sbado 99 XXXVIII - Los viajeros son rechazados en varias casas 101 XXXIX - Ultimas etapas del camino 103 XL - Llegada a Beln 105 XLI - La Sagrada Familia se refugia en la gruta 107 XLII - Descripcin de la gruta de Beln 109 XLIII - Jos y Mara se refugian en la gruta de Beln 113 XLIV - Nacimiento de Jess 115 XLV - Seales en la naturaleza. Anuncio a los pastores 117 XLVI - Seales en Jerusaln, en Roma y en otros pueblos 119 XLVII - Antecedentes de los Reyes Magos 122 XLVIII - Fecha del nacimiento del Redentor 123 XLIX - Los pastores acuden con sus presentes 124 L - Celebra la Sagrada Familia la fiesta del Sbado 127 LI - La circuncisin de Jess 129 LII - Isabel acude a la gruta de Beln 131 LIII - Los pases de los Reyes Magos 133 LIV - La comitiva de Teokeno 137 LV - Nombres de los Reyes Magos 139 LVI - Llegan, al pas del rey de Causur 144 LVII - La Virgen Santsima presiente la llegada de los Reyes 147 LVIII - El viaje de los Reyes Magos 149 LIX - Llegada de Santa Ana a Beln 152 LX - Llegada de los Reyes Magos a Jerusaln 154 LXI - Los Reyes Magos conducidos al palacio de Herodes 158 LXII - Viaje de los Reyes de Jerusaln a Beln 161 LXIII - La adoracin de los Reyes Magos 163 LXIV - La adoracin de los servidores de los Reyes 167 LXV - Nueva visita de los Reyes Magos 170 LXVI - El ngel avisa a los Reyes los designios de Herodes 172 LXVII - Visita de Zacaras. La Sagrada Familia se traslada a la tumba de Mahara

    174

    LXVIII - Preparativos para la partida de la Sagrada Familia 177 LXIX - Presentacin de Jess en el Templo 179 LXX - Presentacin de Mara en el Templo 181 LXXI - Muerte de Simen 185 LXXII - Visin de la Purificacin de Mara 187 LXXIII - La Sagrada Familia llega a casa de Santa Ana 189

  • LXXIV - Agitacin de Herodes en Jerusaln 191 LXXV - La Sagrada Familia en Nazaret 192 LXXVI - El ngel se aparece a Jos y le manda huir a Egipto 193 LXXVII - Descanso bajo el terebinto de Abraham 195 LXXVIII - Santa Isabel huye al desierto con el nio Juan 196 LXXIX - La Sagrada Familia se detiene en una gruta y ve al nio Juan

    197

    LXXX - En la morada de los ladrones 200 LXXXI - La primera ciudad egipcia. - La fuente milagrosa 203 LXXXII - El dolo de Helipolis 205 LXXXIII - La Sagrada Familia en Helipolis 206 LXXXIV - La matanza de los inocentes 208 LXXXV - Santa Isabel vuelve a huir con el nio Juan 210 LXXXVI - La Sagrada Familia se dirige a Matarea 211 LXXXVII - Santa Isabel vuelve por tercera vez al desierto con el nio Juan

    214

    LXXXVIII - Muerte de Zacaras e Isabel 216 LXXXIX - Vida de la Sagrada Familia en Matarea 218 XC - Origen de la fuente de Matarea. Historia de Job 220 XCI - Abrahn y Sara en Egipto. La fuente abandonada 223 XCII - Un ngel avisa a la Sagrada Familia que abandone Egipto 225 XCIII - Regreso de Egipto 227 XCIV - La Sagrada Familia en Nazaret 228 XCV - Fiesta en casa de Ana 232 XCVI - Muerte de San Jos 233 Notas 235

  • INTRODUCCIN

    Toda ponderacin, toda alabanza resulta msera voz al lado de la solemne grandeza que emana de las contemplaciones de la vida de Mara, la excep-cional doncella predestinada desde la eternidad a ser la Madre de la Segunda Persona de la Santsima Trinidad. Es tal la riqueza de pormenores de sus antepasados, de su natividad, de su mstica relacin con el Altsimo, que el nimo se suspende. La vida de Nuestro Seor Jesucristo supera, sin embargo, esta maravilla que Dios se ha dignado revelarnos a travs del espritu de Ana Catalina. Los pre-ludios y la conmocin universal que rode el nacimiento de Jess, su infan-cia, su juventud; los actos, los milagros y las enseanzas del Redentor; su adorable Pasin y los hechos que antecedieron y sucedieron a su Resurrec-cin, inclusive numerosos viajes y prodigios no consignados en los Evange-lios, no pueden ser imaginados ni por espritus anglicos: slo Dios pudo revelarlos a los hombres. El abad de Solesmes, Dom Prspero Gueranguer, al aparecer la versin francesa de estas visiones, public un artculo en Le Monde, en 1860, donde expresaba: He dicho que la vida de Jess me ha parecido an ms extraor-dinaria que la amarga Pasin y la vida de la Virgen, y no dudo que esta idea sea compartida por todos aquellos que piensan en la imposibilidad en que se encontrara cualquier escritor, si tuviera que narrar, da por da, con igual inters y con la ms grande verosimilitud, la vida de una persona, an con-cedido que le fuera sumamente amada y grandemente estimada. Y qu fuera si al mismo tiempo cuidara de ese escrito la ms exacta topo-grafa de todos los pueblos y lugares que su Hroe recorre, si descubre todas las costumbres, usos y la vestimenta en todos sus detalles, narrando los epi-sodios pequeos y los grandes de tantos caracteres, ricos y variados, de las personas en escena, durante tres aos completos y sin notarse en todo ello ni un rastro, no digo de invencin, pero ni siquiera de esfuerzo en la narracin de los hechos?... Y qu diremos si el ordenador de semejante drama es una sencilla campesina del corazn de Europa, sin ninguna idea de las costum-bres del Oriente, las cuales, sin apartarse un pice, describe y pinta, super-ando el pincel de un artista y la ciencia de un arquelogo?... Y qu pensar, finalmente, si el Hroe de esta admirable odisea no es otro que el mismo Hijo de Dios, del cual son conocidos los hechos principales por los Evange-lios, quien, sin embargo, nos es mostrado aqu en los menores detalles de su vida escondida, sin que se pueda descubrir ni una sola discordancia que pu-diera provenir de una dbil, humilde y mortal narradora.

  • ILos Esenios

    os antepasados de Santa Ana fueron Esenios1. Estos piadossimos hombres descendan de aquellos sacerdotes que en tiempos de Moiss

    y Aarn tenan el encargo de llevar el Arca de la Alianza, los cuales recibie-ron, en tiempos de Isaas y Jeremas, ciertas reglas de vida. Al principio no eran numerosos. Ms tarde vivieron en Tierra Santa reunidos en una exten-sin como de 48 millas de largo y 38 de ancho, y slo ms tarde se acerca-ron a las regiones del Jordn. Vivan principalmente en el monte Horeb y en el Carmelo. En los primeros tiempos, antes que Isaas los reuniese, vivan desparramados, entregados a la penitencia. Llevaban siempre los mismos vestidos y no los remendaban, no cambindolos hasta que se les caan de puro viejos. Vivan en estado de matrimonio, pero con mucha pureza de costumbres. A veces, de comn acuerdo, se separaban hombre y mujer, y vivan cierto tiempo entregados a la oracin. Cuando coman estaban sepa-rados los hombres de las mujeres; coman primero aqullos y cuando se ale-jaban los hombres, lo hacan las mujeres. Ya desde entonces haba, entre estos judos, antepasados de Ana y de la Sa-grada Familia. De ellos tambin derivan los llamados hijos de profetas. Vivan en el desierto y en los alrededores del monte Horeb. En Egipto tam-bin he visto a muchos de ellos. Por causa de las guerras estuvieron un tiempo alejados del monte Horeb; pero fueron nuevamente recogidos por sus jefes. Los Macabeos pertenecieron tambin a ellos. Eran grandes vene-radores de Moiss: tenan un trozo de vestido de l, que ste haba dado a Aarn y que les haba llegado en posesin. Era para ellos cosa sagrada, y he visto que en cierta ocasin unos quince murieron en lucha por defender este sagrado tesoro. Los jefes de los Esenios tenan conocimiento del misterio encerrado en el Arca de la Alianza. Los que permanecan clibes formaban una agrupacin aparte, una orden espiritual, y eran probados largamente durante varios aos antes de ser admitidos. Los jefes de la orden los reciban por mayor o menor tiempo, segn la inspiracin que reciban de lo alto. Los Esenios que vivan en matrimonio observaban mucho rigor entre ellos y sus mujeres e hijos, y guardaban la misma relacin, con los verdaderos Esenios, que los Terciarios Franciscanos respecto a la Orden Franciscana. Solan consultar todos sus asuntos al anciano jefe del monte Horeb. Los Esenios clibes eran de una indescriptible pureza y piedad. Llevaban blancas y largas vestiduras, que conservaban perfectamente limpias. Se ocupaban de educar a los nios. Para ser admitidos en la orden deban contar, por lo menos, catorce aos de edad. Las personas de mucha piedad eran probadas por slo un ao; los dems por

    L

  • dos. Vivan en perfecta pureza y no ejercan el comercio; lo que necesitaban para el sustento lo obtenan cambiando sus productos agrcolas. Si un Ese-nio faltaba gravemente, era arrojado de la orden, y esta excomunin era se-guida generalmente de castigo, como en el caso de Pedro con Ananas, es decir, mora. El jefe saba por revelacin divina quin haba faltado grave-mente. He visto que algunos deban slo hacer penitencias: se ponan un sa-co muy tieso, con los brazos extendidos, que no podan doblar y el interior lleno de puntas agudas. Tenan sus cuevas en el monte Horeb. En una cueva mayor se haba acomodado una sala de mimbre donde a las once reuninse todos para la comida en comn. Cada uno tena delante un pequeo pan y un vaso. El jefe iba de uno a otro, bendiciendo los panes. Despus de la refec-cin cada uno volva a su celda. En esa sala vi un pequeo altar, y sobre l panes bendecidos cubiertos, que luego se distribuan a los pobres. Posean muchas palomas tan mansas que picoteaban en las manos. Coman de estas palomas, y supe que tenan algn culto religioso por medio de ellas, porque decan algo sobre las aves y las dejaban volar. De la misma manera he visto que decan algo sobre corderos, que luego dejaban vagar por el desierto. Tres veces al ao iban al templo de Jerusaln. Tenan sacerdotes entre ellos, que cuidaban de las vestiduras sagradas, a las cuales purificaban, hacan de nuevo y costeaban su hechura. Se ocupaban de agricultura, de ganadera y especialmente de cultivar huertas. El monte Horeb estaba lleno de jardines y rboles frutales, en medio de sus chozas y viviendas. Otros tejan con mim-bres o paos, o bordaban y adornaban vestiduras sacerdotales. La seda no la usaban para s: la llevaban atada al mercado y la cambiaban por productos. En Jerusaln tenan un barrio especial para ellos y an en el templo un lugar reservado. Los judos comunes no congeniaban con ellos. Vi llevar al tem-plo ofrendas como uvas de gran tamao, que cargaban dos hombres, atrave-sadas en un palo. Llevaban corderos, que no eran sacrificados, sino que se dejaban correr libremente. No los he visto ofrecer sacrificio cruento. Antes de partir para el templo se preparaban con la oracin, riguroso ayuno, disci-plinas y otras penitencias. Quien se acercaba al templo con pecados no satis-fechos penitencialmente tema ser castigado con muerte repentina, cosa que a veces suceda. Si en el camino a Jerusaln encontraban a un enfermo o ne-cesitado, no proseguan su camino hasta no haber ayudado al desvalido. Los he visto juntar yerbas medicinales, preparar bebidas y curar enfermos con estos medios: les imponan las manos o se tendan con los brazos extendidos sobre los mismos enfermos. Los he visto sanar a veces a la distancia. Los enfermos que no podan acudir, mandaban algn mensajero, en el cual hac-an todo lo que el enfermo verdadero necesitaba, y ste sanaba en el mismo instante.

  • II Ascendientes de Santa Ana

    n tiempo de los abuelos de Ana era jefe de los Esenios el anciano Ar-cos. Este hombre tena visiones en la cueva de Elas, en el monte

    Horeb, referentes a la venida del Mesas. Saba de qu familia deba nacer el Mesas. Cuando Arcos tena que profetizar sobre los antepasados de Ana, vea que el tiempo se iba acercando. Ignoraba, empero, que a veces se retar-daba e interrumpa el orden por el pecado, y por cunto tiempo era la tar-danza. Sin embargo, exhortaba a la penitencia y al sacrificio. El abuelo de Ana era un Esenio que se llamaba Estolano antes de su matrimonio. Por su mujer y por las posesiones de sta se llam despus Garesha o Sarziri. La abuela de Ana era de Mara, en el desierto, y se llamaba Moruni o Emorn, esto es, madre excelsa. Se uni con Estolano por consejo del profeta Arcos, que fue jefe de los Esenios por noventa aos, y era un santo varn con quien siempre se aconsejaban antes de contraer matrimonio, para or su palabra y acertar en la eleccin. Me extraaba ver que estos santos hombres y profetas siempre profetizaban sobre descendencia de mujeres y que los antepasados de Ana y la misma Ana tenan siempre hijas mujeres. Pareca que fuera su intento religioso preparar recipientes puros, que deban dar hijos santos, como el Precursor, el Salvador, los apstoles y los discpulos. He visto que Emorn, antes de su casamiento, fue a consultar a Arcos. Tuvo que entrar en la sala de reunin, en el monte Horeb, en un lugar sealado y hablar, a travs de una reja, con el jefe supremo, como se usa en el confe-sionario. Despus se encamin Arcos por muchos escalones a lo alto del monte Horeb, donde estaba la cueva de Elas. La entrada era pequea y unas gradas llevaban hacia abajo. La cueva estaba limpia y aseada y la luz entra-ba en el interior por una abertura superior. He visto, contra la pared, un pe-queo altar de piedra, y sobre l, la vara de Aarn y un cliz brillante como hecho de piedra preciosa. En este cliz estaba depositada una parte del sa-cramento o misterio del Arca de la Alianza. Los Esenios haban adquirido este tesoro en ocasin en que el Arca haba cado en manos de los enemigos. La vara de Aarn estaba guardada en una vaina en forma de arbolito con hojas amarillas alrededor. No podra decir si el arbolito era verdadero o slo un trabajo artstico, como una raz de Jess. Cuando rezaba el superior de los Esenios, por causa de un casamiento, tomaba la vara de Aarn en sus manos. Si la unin se refera a la genealoga de Mara Virgen, la vara daba un brote y ste varias floraciones con la seal de la eleccin. Los antepasa-dos de Ana fueron elegidos brotes de esta genealoga, y sus hijas lo fueron por medio de estas seales, las cuales daban otros brotes cuando estaban por contraer matrimonio. Este arbolito con sus retorcidas ramas, era como el

    E

  • rbol genealgico, como la raz de Jess, mediante el cual se poda conocer, segn lo que hubiera crecido, la proximidad del nacimiento de Mara. Haba all otros pequeos arbustos en tarros, sobre el altar, los cuales tenan signi-ficacin cuando reverdecan o se agostaban. En torno de las paredes haban espacios guardados por rejillas, donde se conservaban, envueltos en seda y lana, huesos de antiguos santos varones israelitas que haban vivido y muer-to en el monte y en los alrededores. Tambin en las mismas cuevas de los Esenios vi semejantes huesos delante de los cuales rezaban, ponan flores o encendan lmparas. Arcos se revesta al modo de los sacerdotes del templo, cuando oraba en la cueva de Elas. Su vestidura se compona de ocho partes. Primero se pona sobre el pecho un vestido que haba llevado Moiss: una especie de escapu-lario, que tena una abertura para el cuello y caa en igual largo sobre el pe-cho y las espaldas. Sobre esto se pona un alba blanca de seda, ceida con un cngulo ancho y una estola cruzada sobre el pecho que le llegaba hasta las rodillas. Luego se pona una especie de casulla de seda blanca, que por detrs llegaba hasta el suelo, con dos campanillas en la parte inferior. Sobre el cuello llevaba una especie de corbata tiesa, cerrada por delante con boto-nes. Su larga barba descansaba sobre esta corbata. Por ltimo se pona un pequeo manto brillante de seda blanca, que se cerraba por delante con tres garfios con piedras, sobre los cuales haba letras o signos grabados. De am-bos hombros colgaba una especie de piedras preciosas en nmero de seis, algunas tambin grabadas. En medio de la espalda haba un escudo con sig-nos y letras. En el manto se vean flecos, borlas y frutos. En el brazo llevaba un manpulo. La mitra era de seda blanca arrollada a modo de turbante y terminada en un adorno de seda que tena en la frente una plancha de oro con piedras preciosas. Arcos rezaba postrado o echado sobre el suelo delante del altar. Vi que tuvo una visin en la cual vio que sala de Emorn un rosal de tres ramas. En ca-da rama haba una rosa y la rosa de la segunda rama estaba sealada con una letra. Tambin vio a un ngel que escriba una letra en la pared. A raz de esto declar Arcos a Emorn que deba casarse con el sexto pretendiente que tendra una hija, con una seal, que sera un vaso de eleccin de la cer-cana promesa. Este sexto pretendiente era Estolano. No vivieron mucho tiempo en Mara, sino que pasaron a Efrn. He visto tambin a sus hijas Emerencia e Ismeria consultar al anciano Ar-cos, el cual les aconsej el casamiento porque eran ellas tambin vasos ele-gidos para la prxima promesa. La mayor, Emerencia, casse con un Levita de nombre Afras y fue madre de Isabel2, madre, a su vez, de Juan el Bautis-ta. Otra hija de Estolano se llam Enu. Ismeria fue la segunda hija de Esto-lano y Emorn. Esta tuvo en su nacimiento la seal que dijo Arcos haber

  • visto en la segunda rosa en su visin de Emorn. Ismeria cas con Eliud, de la tribu de Lev. Eran de condicin noble y ricos de bienes. Lo he visto esto en la vasta economa de la casa. Tenan mucho ganado, pero todo pareca que lo destinaban para los pobres y no para s mismos. Vivan en Sforis, a seis hojas lejos de Nazaret, donde posean una heredad. Tenan una posesin en el valle de Zabuln, adonde iban en los tiempos buenos del ao y donde Eliud fij su residencia despus de la muerte de su mujer Ismeria. En el mismo valle se haba establecido el padre de Joaqun con su familia. La pia-dosa educacin que haba tenido Estolano y Emorn pas a su hija Ismeria y a Eliud. La primera hija de Ismeria se llam Sobe. sta se cas ms tarde con Salomn, y fue la madre de Mara Salom, que se cas con Zebedeo, padre de los apstoles Santiago el Mayor y Juan. Como no llevase Sobe la seal dicha por Arcos se contristaron mucho los padres y fueron al monte Horeb, a ver al profeta, quien les impuso oracin y sacrificio, y los consol. Por espacio de dieciocho aos no tuvieron hijos, hasta el nacimiento de Ana. Tuvieron entonces ambos una visin nocturna. Ismeria vio a un ngel que escriba una letra en la pared, junto a su lecho. Cont esto a su marido, que haba visto lo mismo, y ambos vieron la letra al despertar. Era la letra M, que Ana haba trado al mundo al nacer, grabado en el bajo vientre. Los pa-dres amaban a Ana de una manera particular. He visto a la nia Ana: no era hermosa en grado notable, pero s ms que otras nias de su edad. No fue de ningn modo tan hermosa como lo fue Mara; pero era muy sencilla, inocen-te y piadosa. As la he visto en todo tiempo, como joven, como madre, como anciana, de manera que cuando veo a una campesina realmente sencilla, pienso siempre: Esta es como Ana. Ana fue llevada a la edad de cinco aos al templo, como ms tarde Mara. Vivi doce aos all y a los diecisie-te volvi a su casa. Entre tanto tuvo su madre una tercera hija, llamada Ma-raha, y Ana encontr a su vuelta a un hijo de su hermana mayor Sobe, lla-mado Eliud. Maraha consigui ms tarde la posesin de la casa paterna, en Sforis, y fue madre de los discpulos Arastaria y Cocharia. El joven Eliud fue ms tarde marido segundo de la viuda de Naam, Maroni. Un ao despus enferm Ismeria y muri. Desde el lecho de dolor hizo venir a su presencia a todos los de la casa, los exhort y aconsej y design a Ana como ama de casa despus de su muerte. Luego habl con Ana y le dijo que deba casarse, pues era un vaso de eleccin y de promesa.

  • III San Joaqun y Santa Ana

    n ao y medio ms tarde se cas Ana con Hel o Joaqun, tambin por un aviso proftico del anciano Arcos. Hubiera debido casar con un

    levita de la tribu de Aarn, como las dems de su tribu; pero por la razn dicha fue unida con Joaqun, de la tribu de David, pues Mara deba ser de la tribu de David. Haba tenido varios pretendientes y no conoca a Joaqun; pero lo prefiri a los dems por aviso de lo alto. Joaqun era pobre de bienes y era pariente de San Jos. Era pequeo de estatura y delgado, era hombre de buena ndole y de atrayentes maneras. Tena, como Ana, algo de inexpli-cable en s. Ambos eran perfectos israelitas y haba en ellos algo que ellos mismos no conocan: un ansia y un anhelo del Mesas y una notable serie-dad en su porte. Pocas veces los he visto rer, aunque no eran melanclicos ni tristes. Tenan un carcter sosegado y callado, siempre igual y an en edad temprana llevaban la madurez de los ancianos. Fueron unidos en ma-trimonio en un pequeo lugar donde haba une pequea escuela. Slo un sacerdote asisti al acto. Los casamiento eran entonces muy sencillos; los pretendientes se mostraban en general apocados; se hablaban y no pensaban en otra cosa sino que as deba ser. Deca la novia "s", y quedaban los pa-dres conformes; deca, en cambio, "no", teniendo sus razones, y tambin quedaban los padres de acuerdo. Primeramente eran los padres quienes arre-glaban el asunto; a esto seguase la conversacin en la sinagoga. Los sacer-dotes rezaban en el lugar sagrado con los rollos de la ley y los parientes en el lugar acostumbrado. Los novios se hablaban en un lugar aparte sobre las condiciones y sus intenciones; luego se presentaban a los padres. stos hablaban con el sacerdote que sala a escucharlos, y a los pocos das se efec-tuaba el casamiento. Joaqun y Ana vivan junto a Eliud, el padre de Ana. Reinaba en su casa la estricta vida y costumbre de los Esenios. La casa estaba en Sforis, aunque un tanto apartada, entre un grupo de casas, de las cuales era la ms grande y notable. All vivieron unos siete aos. Los padres de Ana eran ms bien ri-cos; tenan mucho ganado, hermosos tapices, notable menaje y siervos y siervas. No he visto que cultivasen campos, pero s que llevaban el ganado al pastoreo. Eran muy piadosos, reservados, caritativos, sencillos y rectos. A menudo partan sus ganados en tres partes: daban una parte al templo, adon-de lo llevaban ellos mismos y que eran recibidos por los encargados del templo. La otra parte la daban a los pobres o a los parientes necesitados, de los cuales he visto que haba algunos all que los arreaban a sus casas. La tercera parte la guardaban para sus necesidades. Vivan muy modestamente y daban con facilidad lo que se les peda. Por eso yo pensaba en mi niez:

    U

  • "El dar produce riqueza; recibe el doble de lo que da". He visto que esta ter-cera parte siempre se aumentaba y que muy luego estaban de nuevo con lo que haban regalado, y podan partir de nuevo su hacienda entre los dems. Tenan muchos parientes que solan juntarse en las solemnidades del ao. No he visto en estas fiestas derroche ni exceso. Daban una parte de la comi-da a los pobres. No he visto verdaderos banquetes entre ellos. Cuando se encontraban juntos se sentaban en el suelo entre tapetes, en rueda, y habla-ban mucho de Dios con grandes esperanzas. A veces haba entre los parien-tes gente no tan buena que miraba mal estas conversaciones y cmo dirigan los ojos a lo alto y al cielo. Sin embargo, con estos malos, ellos se mostra-ban buenos y les daban el doble. He visto que estos mal criados exigan con tumulto y pretensiones lo que Joaqun y Ana daban de buena voluntad. Si haba pobres entre su familia les daban una oveja o a veces varias. En este lugar tuvo Ana su primera hija, que llam tambin Mara. He visto a Ana llena de alegra por el nacimiento de esta nia. Era una nia muy amable; la he visto crecer robusta y fuerte, pero muy piadosa y mansa. Los padres la queran mucho. Tenan, sin embargo, una inquietud que yo no entenda bien: les pareca que ella no era la nia prometida (de la visin del profeta) que deban esperar de su unin. Tenan pena y turbacin como si hubiesen faltado en algo contra Dios. Hicieron larga penitencia, vivieron separados uno de otro y aumentaron sus obras de caridad. As permanecieron en la ca-sa de Eliud unos siete aos, lo que pude calcular en la edad de la primera nia, cuando terminaron de separarse de sus padres y vivir en el retiro para empezar de nuevo su vida matrimonial y aumentar su piedad para conseguir la bendicin de Dios. Tomaron esta resolucin en casa de sus padres y Eliud les prepar las cosas necesarias para el viaje. Los ganados eran divididos, separando los bueyes, asnos y ovejas; estos animales me parecan ms grandes que los de nuestro pas. Sobre los asnos y bueyes fueron cargados utensilios, recipientes y ves-tidos. Estas gentes eran tan diestras en cargarlos, como los animales en reci-bir la carga que les ponan. Nosotros no somos tan capaces de cargar merca-deras sobre carros como eran diestros stos en cargar sus animales. Tenan hermoso menaje: todos sus utensilios eran mejores y ms artsticos que los nuestros. Delicados jarrones de formas elegantes, sobre los cuales haba lin-dos grabados, eran empaquetados, llenndolos con musgo y envueltos dies-tramente; luego eran sujetados con una correa y colgados del lomo de los animales. Sobre las espaldas de los animales colocaban toda clase de paque-tes con vestimentas de multicolores envoltorios, mantas y frazadas bordadas de oro. Eliud les dio a los que partan una bolsita con una masa pequea y pesada, como si fuera un pedazo de metal precioso. Cuando todo estuvo en orden acudieron siervos y siervas a reforzar la comitiva y arreaba los anima-

  • les cargados delante de s hacia la nueva vivienda, la cual se encontraba a cinco o seis horas de camino. La casa estaba situada en una colina entre el valle de Nazaret y el de Zabuln. Una avenida de terebintos bordeaba el ca-mino hasta el lugar. Delante de la casa haba un patio cerrado cuyo suelo estaba formado por una roca desnuda, rodeado por un muro de poca altura, hecho de pea viva; detrs de este muro por encima de l haba un seto vivo. En uno de los costados del patio haba habitaciones de poca monta para hospedar pasajeros y guardar enseres. Haba un cobertizo para encerrar el ganado y las dems bestias de carga. Todo estaba rodeado de jardines, y en medio de ellos, cerca de la casa, se levantaba un gran rbol de una especie rara; sus ramas bajaban hasta la tierra, echaban races y as brotaban nuevos rboles formando una tupida vegetacin. Cuando llegaron los viajeros a la vivienda encontraron todo arreglado y cada cosa en su lugar, pues haban los padres enviado a algunos antes con el encargo de preparar todo lo necesario. Los siervos y siervas haban desatado los paquetes y colocado cada cosa en su lugar. Pronto qued todo ordenado y habiendo dejado instalados a sus hijos en la nueva casa, se despidieron de Ana y Joaqun, con besos y bendi-ciones, y regresaron llevndose a la pequea Mara, que deba permanecer con los abuelos. En todas estas visitas y en otras ocasiones nunca los he vis-to comer con exceso o despilfarro. Se colocaban en rueda, teniendo cada uno, sobre la alfombra, dos platitos y dos recipientes. No hablaban general-mente en todo el tiempo sino de las cosas de Dios y de sus esperanzas en el Mesas. La puerta de la gran casa estaba en medio. Se entraba por ella a una especie de antesala, que corra por todo lo ancho de la casa. A derecha e iz-quierda de la sala haba pequeas piezas separadas por biombos de juncos entretejidos, que se podan quitar o poner a voluntad. En la sala se hacan las comidas ms solemnes, como se hizo cuando Mara fue enviada al templo. Desde entonces comenzaron una vida completamente nueva. Queriendo sa-crificar a Dios todo su pasado y haciendo como si por primera vez estuvie-sen reunidos, se empearon, desde ese instante, por medio de una vida agra-dable a Dios, en hacer descender sobre ellos la bendicin, que era el nico objeto de sus ardientes deseos. Los vi visitando sus rebaos y dividindolos en tres partes, siguiendo la costumbre de sus padres: una para el templo, otra para los pobres y la tercera para ellos mismos. Al templo enviaban la mejor parte; los pobres reciban un buen tercio, y la parte menos buena la reserva-ban para s. Como la casa era amplia, vivan y dorman en pequeas habita-ciones separadas, donde era posible verlos a menudo en oracin, cada uno por su lado, con gran devocin y fervor. Los vi vivir as durante largo tiem-po. Daban muchas limosnas y cada vez que repartan sus bienes y sus reba-os, stos se multiplicaban de nuevo rpidamente. Vivan con modestia en medio de sacrificios y renunciamientos. Los he visto vestir ropas de peni-

  • tencia cuando rezaban y varias veces vi a Joaqun, mientras visitaba sus re-baos en lugares apartados, orar a Dios en la pradera. En esta vida penitente perseveraron diecinueve aos despus del nacimiento de su primera hija Mara, anhelando ardientemente la bendicin prometida y su tristeza era ca-da da mayor. Pude ver tambin a algunos hombres perversos acercarse a ellos y ofenderlos, dicindoles que deban ser muy malos para no poder te-ner hijos; que la nia devuelta a los padres de Ana no era suya; que Ana era estril y que aquella nia era un engao forjado por ella; que si as no fuera la tendran a su lado y otras muchas cosas ms. Estas detracciones aumenta-ban el abatimiento de Joaqun y de Ana. Tena sta la firme conviccin in-terior de que se acercaba el advenimiento del Mesas y que ella perteneca a la familia dentro de la cual deba encarnarse el Redentor. Oraba pidiendo con ansia el cumplimiento de la promesa, y segua aspirando, como Joa-qun, hacia una pureza de vida cada vez ms perfecta. La vergenza de su esterilidad la afliga profundamente, no pudiendo mostrarse en la sinagoga sin recibir ofensas. Joaqun, a pesar se ser pequeo y delgado, era de consti-tucin robusta. Ana tampoco era grande y su complexin, delicada: la pena la consuma de tal manera que sus mejillas estaban descarnadas, aunque bastante subidas de color. De tanto en tanto conducan sus rebaos al templo o las casas de los pobres, para darles la parte que les corresponda en el re-parto, disminuyendo cada vez ms la parte que solan reservarse para s mis-mos.

  • IV La Santa e Inmaculada Concepcin de Mara

    uando Joaqun, que se encontraba de nuevo entre su ganado, quiso ir de nuevo al templo para ofrecer sacrificios, le envi Ana palomas y

    otras aves en canastos y jaulas por medio de los siervos para que fuesen a llevrselas a la pradera. Joaqun tom dos asnos y los carg con tres anima-litos pequeos, blancos y muy despiertos, de cuellos largos, corderos o ca-britos, encerrados en cestas. Llevaba l mismo una linterna sobre su cayado: era una luz en una calabaza vaca. Subieron al templo, guardando sus asnos en una posada, que estaba cerca del mercado. Llevaron sus ofrendas hasta los escalones ms altos y pasaron por las habitaciones de los servidores del templo. All se reunieron los siervos de Joaqun despus que les fueron to-madas las ofrendas. Entr Joaqun en la sala donde se hallaba la fuente llena de agua en la cual eran lavadas las vctimas; se dirigi por un largo corredor a otra sala a la izquierda del sitio donde estaba el altar de los perfumes, la mesa de los panes de la proposicin y el candelabro de los cinco brazos. Se hallaban reunidas en aquel lugar varias personas que haban acudido para sacrificar. Joaqun tuvo que sufrir aqu una pena muy cruel. Vi a un sacerdote, de nombre Rubn, que despreci sus ofrendas, puesto que en lugar de colocar-las junto a las otras, en lugar aparente, detrs de las rejas, a la derecha de la sala, las puso completamente de lado. Ofendi pblicamente al pobre Joa-qun a causa de la esterilidad de su mujer y sin dejarlo acercarse, para mayor injuria, lo releg a un rincn. Vi entonces a Joaqun lleno de tristeza aban-donar el templo y, pasando por Betania, llegar a los alrededores de Maque-ro. Permaneci tan triste y avergonzado que, por algn tiempo, no dio aviso del sitio donde se encontraba. La afliccin de Ana fue extraordinaria cuando le refirieron lo que le haba acontecido en el templo y al ver que no volva. Cinco meses permaneci Joaqun oculto en el monte Hermn. He visto su oracin y sus angustias. Cuando iba donde estaban sus rebaos y vea a sus corderitos, se pona muy triste y se echaba en tierra cubrindose el rostro. Los siervos le preguntaban por qu se mostraba tan afligido; pero l no les deca que estaba siempre pensando en la causa de su pena: la esterilidad de su mujer. Tambin aqu divida su ganado en tres partes: lo mejor lo enviaba al templo; la otra parte la reciban los esenios, y el se quedaba con la ms inferior. Tambin Ana tuvo que sufrir mucho por la desvergenza de una criada, que le reprochaba su esterilidad. Mucho tiempo la estuvo sufriendo hasta que la despach de su casa. Haba pedido sta ir a una fiesta a la cual, segn la ri-gidez de los esenios, no se poda acudir. Cuando Ana le neg el permiso ella

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  • le reproch duramente esta negativa, diciendo que mereca ser estril y verse abandonada de su marido por ser tan mala y tan dura. Entonces despach Ana a la criada, y por medio de dos servidores la envi a la casa de sus pa-dres, llenndola antes con regalos y dones, rogndoles la recibiesen de nue-vo ya que no poda retenerla ms consigo. Despus de esto se retir a su pieza y llor amargamente. En la tarde del mismo da se cubri la cabeza con un pao amplio, se envolvi toda con l y fue a ponerse bajo un gran rbol, en el patio de la casa. Encendi una lmpara y se entreg a la oracin. Permaneci aqu mucho tiempo Ana clamando a Dios y diciendo: "Si quie-res, Seor, que yo quede estril, haz que, al menos, mi piadoso esposo vuel-va a mi lado". Entonces se le apareci un ngel. Vena de lo alto y se puso delante, dicindole que pusiera en paz su corazn porque el Seor haba o-do su oracin; que deba a la maana siguiente ir con dos criadas a Jerusaln y que entrando en el templo, bajo la puerta dorada del lado del valle de Josa-fat, encontrara a Joaqun. Aadi que l estaba en camino a ese lugar, que su ofrenda sera bien recibida, y que all sera escuchada su oracin. Le dijo que tambin ya haba estado con Joaqun, y mandle que llevase palomas para el sacrificio, y anuncile que el nombre de la criatura que tendra, luego lo vera escrito. Ana dio gracias a Dios y volvi a su casa contenta. Cuando despus de mu-cho rezar en su lecho, se qued dormida, he visto aparecer sobre ella un res-plandor que la penetraba. La he visto avisada por una inspiracin interior, despertar e incorporarse en su lecho. En ese momento vi un rostro luminoso junto a ella, que escriba con grandes letras hebreas a la derecha de su cama. He conocido el contenido de la frase, palabra por palabra. Expresaba en re-sumen, que ella deba concebir; que su fruto sera nico, y que la fuente de esa concepcin era la bendicin que haba recibido Abraham. La he visto indecisa pensando como le comunicara esto a Joaqun; pero se consol cuando el ngel le revel la visin de Joaqun. Tuve entonces la explicacin de la Inmaculada Concepcin de Mara y supe que en el Arca de la Alianza haba estado oculto un sacramento de la Encar-nacin, de la Inmaculada Concepcin, un misterio de la Redencin de la humanidad cada. He visto a Ana leer con admiracin y temor las letras de oro y rojas brillantes de la escritura, y su gozo fue tan grande que pareci rejuvenecer cuando se levant para dirigirse a Jerusaln. He visto, en el momento en que el ngel se acerc a ella, un resplandor bajo el corazn de Ana, y all, un vaso iluminado. No puedo explicarlo de otro modo sino di-ciendo: haba all como una cuna, un tabernculo cerrado que ahora se abra para recibir algo santsimo. No puedo expresar cmo he visto esto maravi-llosamente. Lo vi como si fuera la cuna de toda la humanidad renacida y redimida; lo vi como un vaso sagrado abierto, al cual se le quita el velo. Re-

  • conoc esto con toda naturalidad. Este conocimiento era a la vez natural y celestial. Ana tena entonces, segn creo, cuarenta y tres aos.

  • VLa visin de Joaqun

    e visto tambin la aparicin del ngel a Joaqun. El ngel le mand llevar las ofrendas al templo y le prometi que sera escuchada su

    oracin. A pesar de que le dijo que fuera despus a la puerta dorada del templo, Joaqun sentase temeroso de ir. Pero el ngel le dijo que los sacer-dotes ya tenan aviso de su visita. Esto suceda en tiempo e la fiesta de los tabernculos. Joaqun haba levantado su choza con ayuda de sus pastores. Al cuarto da de fiesta dirigise a Jerusaln con numeroso ganado para el sacrificio, y se aloj en el templo. Ana, que tambin lleg el mismo da a Jerusaln, fue a hospedarse con la familia de Zacaras, en el mercado de los peces, y se encontr con Joaqun al finalizar las fiestas. Cuando Joaqun lle-g a la entrada del templo, le salieron al encuentro dos sacerdotes, que hab-an recibido un aviso sobrenatural. Joaqun llevaba dos corderos y tres cabri-tos. Su oferta fue recibida en el lugar acostumbrado: all mismo degolladas y quemadas las vctimas. Una parte de este sacrificio, sin embargo, fue lleva-ba a la derecha de la antesala y all consumida3. En el centro del lugar estaba el gran silln desde donde se enseaba. Mientras suba el humo de la vcti-ma, descenda un rayo de luz sobre el sacerdote y sobre Joaqun. Hubo en-tonces un silencio general y gran admiracin. Luego vi que dos sacerdotes llevaron a Joaqun a travs de las cmaras laterales, hasta el Sancta Sancto-rum, ante el altar del incienso. Aqu ech el sacerdote incienso, no en gra-nos, como era costumbre, sino una masa compacta sobre el altar4 (era una mezcla de incienso, mirra, casia, nardo, azafrn, canela, sal fina y otros pro-ductos y perteneca al sacrificio diario), que se encendi. Joaqun qued solo delante del altar del incienso, porque los sacerdotes se alejaron. Vi a Joaqun hincado de rodillas, con los brazos levantados, mientras se consuma el incienso. Permaneci encerrado en el templo toda la noche, re-zando con gran devocin. Estaba en xtasis cuando se le acerc un rostro resplandeciente y le entreg un rollo que contena letras luminosas. Eran los tres nombres: Melia, Anna y Miryam5 (Diversas formas de los nombres Joaqun, Ana y Mara). Junto a ellos vease la figura del Arca de la Alianza o un tabernculo pequeo. Joaqun coloc este rollo escrito bajo sus vesti-dos, junto al corazn. El ngel habl entonces: "Ana tendr una Nia inma-culada y de ella saldr la salud del mundo. No debe lamentar Ana su esteri-lidad, que no es para su deshonra sino para su gloria. Lo que tendr Ana no ser de l (Joaqun) sino que por medio de l, ser un fruto de Dios y la culminacin de la bendicin dada a Abraham". Joaqun no poda compren-der esto, y el ngel lo llev detrs del cortinado que estaba separado lo bas-tante para poder permanecer all. Vi que el ngel pona delante de los ojos

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  • de Joaqun una bola brillante como un espejo: l deba soplar sobre ella y mirar. Yo pens que el ngel le presentaba la bola, segn costumbre de nuestro pas donde, en los casamientos, se presenta al sacristn. Cuando Joaqun ech su aliento sobre la bola, aparecieron diversas figuras en ella, sin empaarse en lo ms mnimo. Joaqun observaba. Entend que el ngel le deca que de esa manera Ana dara a luz, por medio de l, sin ser empa-ada. El ngel tom la bola y la levant en alto, quedando suspendida. De-ntro de ella pude ver, como por una abertura, una serie de cuadros conexos que se extendan desde la cada del hombre hasta su redencin. Haba all todo un mundo, donde las cosas nacan unas de otras. Tuve conocimiento de todo, pero ya no puedo dar los detalles. En lo ms alto hallbase la Santsima Trinidad; ms abajo, a un lado, el Pa-raso, Adn y Eva, el pecado original, la promesa a de la redencin, todas las figuras que la anunciaban de antemano, No, el diluvio, el Arca, la ben-dicin de Abraham, la transmisin de la bendicin a su hijo Isaac, y de ste a Jacob; luego, cuando le fue retirada a Jacob por el ngel con quien luch; cmo pas a Jos en el Egipto; cmo se mostr en l y en su mujer en un grado de ms alta dignidad; y cmo el don sagrado, donde reposaba la ben-dicin, era sacado de Egipto por Moiss con las reliquias de Jos y se trans-formaba en el Santo de los Santos del Arca de la Alianza, la residencia de Dios vivo en medio de su pueblo. Vi el culto y la vida del pueblo de Dios en sus relaciones con este misterio, las disposiciones y las combinaciones para el desarrollo de la raza santa, del linaje de la Santsima Virgen, as como las figuras y los smbolos de mara y del Salvador en la historia y en los profe-tas. Vi esto en cuadros simblicos dentro de la esfera luminosa. Vi grandes ciudades, torres, palacios, tronos, puertas, jardines, flores, todas estas im-genes maravillosamente unidas entre s por puentes de luz. Todo esto era embestido por fieras y otras temibles apariciones. Estos cuadros mostraban como la raza de la Santsima Virgen, al igual que todo lo santo, haba sido conducida por la gracia de Dios, a travs de combates y asaltos. Recuerdo haber visto, en esta serie de cuadros, un jardn rodeado por densa valla espi-nosa, a travs de la cual se esforzaban por pasar, en vano, una cantidad de serpientes y bestias repulsivas semejantes. Vi tambin una torre muy firme, asaltada por todas partes por guerreros, que luego eran precipitados desde lo alto de las murallas. Observ muchas imgenes anlogas que se referan a la historia de la Virgen en sus antepasados. Los pasajes y puentes que unan el conjunto significaban la victoria obtenida sobre obstculos e interrupciones que se oponan a la obra de la salvacin. Era como si una carne inmaculada, una sangre pursima hubiesen sido puestas por Dios en medio de la humani-dad, como en un ro de agua turbia, y debiesen, a travs de muchas penas y esfuerzos, reunir sus elementos dispersos, mientras el ro trataba de atraerlas

  • hacia s y empaarlas; pero al final, con la gracia de Dios, de los innumera-bles favores y de la fiel cooperacin de parte de los hombres, esto deba, despus de oscurecimientos y purificaciones, subsistir en un ro que renova-ba sus aguas sin cesar, y elevarse fuera del ro bajo la forma de la Santsima Virgen, de la cual naci el Verbo, hecho carne, que habit entre nosotros. Entre las imgenes que contempl en la esfera luminosa haba muchas que estn mencionadas en las letanas de la Virgen: las veo, las comparo, las comprendo y las voy considerando con profunda veneracin cuando recito las letanas. Ms tarde se desarrollaban en estos cuadros hasta el perfecto cumplimiento de la obra de la divina Misericordia con la humanidad, cada en una divisin y en un desgarramiento infinitos. Por el costado del globo luminoso opuesto al Paraso, llegaban los cuadros hasta la Jerusaln celes-tial6, a los pies del trono de Dios. Cuando hube visto todo, desvanecindose el globo resplandeciente, que no era sino la misma sucesin de cuadros que partiendo de un punto volvan todos a l luego de haber formado un crculo de luz. Creo que fue una reve-lacin hecha a Joaqun por los ngeles, bajo la forma de una visin, de la cual tuve yo tambin conocimiento. Cuando recibo una comunicacin de esta clase se me aparece siempre dentro de una esfera luminosa.

  • VI Joaqun recibe el misterio del Arca de la Alianza

    om el ngel, sin abrir la puerta del Arca, algo de dentro. Era el miste-rio del Arca de la Alianza, el sacramento de la Encarnacin, de la In-

    maculada Concepcin, el cumplimiento y la culminacin de la bendicin de Abraham. He visto como un cuerpo luminoso este misterio del Arca. El n-gel ungi o bendijo con la punta del pulgar y del ndice la frente de Joaqun; luego pas el cuerpo luminoso bajo el vestido de Joaqun, desde donde, no s decir cmo, penetr dentro de l mismo. Tambin le dio a beber algo de un vaso o cliz brillante que sostena por debajo con sus dos dedos. Este c-liz tena la forma del cliz de la ltima Cena, pero sin pie, y Joaqun debi conservarlo para s y llevarlo a su casa. Entend que el ngel le mand a Joaqun que conservase el misterio, y entend, entonces, por qu Zacaras, padre del Bautista, qued mudo despus de haber recibido la bendicin y la promesa de tener hijo de Isabel, bendicin y promesa que venan del miste-rio del Arca de la Alianza. Slo ms tarde fue echado en menos el misterio del Arca por los sacerdotes del templo. Desde entonces se extraviaron del todo y se volvieron farisaicos. El ngel sac a Joaqun del Sancta Sanctorum y desapareci. Joaqun permaneci tendido en el suelo rgido y fuera de s. Vi que luego llegaron los sacerdotes y sacaron de all reverentemente a Joa-qun y lo sentaron en un silln, sobre unas gradas, que slo usaban los sa-cerdotes. El silln era cmodo y forrado en el asiento, semejante a las sillas que usaba Magdalena en sus tiempos de lujo. Los sacerdotes le echaron agua en la cara y le pusieron delante de la nariz algo o le dieron alguna cosa para tomar; en una palabra, lo trataron como a uno que se ha desmayado. Con todo, he visto que Joaqun qued, despus de lo recibido por el ngel, todo luminoso, ms joven y rozagante.

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  • VII Encuentro de Joaqun y Ana

    oaqun fue guiado por los sacerdotes hasta la puerta del pasillo subterr-neo, que corra debajo del templo y de la puerta derecha. Era ste un

    camino que se usaba en algunos casos para limpieza, reconciliacin o per-dn. Los sacerdotes dejaron a Joaqun en la puerta, delante de un corredor angosto al comienzo, que luego se ensanchaba y bajaba insensiblemente. Haba all columnas forradas con hojas de rboles y vides y brillaban los adornos de oro en las paredes iluminadas por una luz que vena de lo alto. Joaqun haba andado una tercera parte del camino, cuando vino a su en-cuentro Ana, en el lugar del corredor, debajo de la puerta dorada donde haba una columna en forma de palmera con hojas cadas y frutos. Ana haba sido conducida por los sacerdotes a travs de una entrada que haba del otro lado del subterrneo. Ella les haba dado con su criada las palomas para el sacrificio, en unos cestos que haba abierto y presentado a los sacer-dotes, conforme le haba mandado el ngel. Haba sido conducida hasta all en compaa de otras mujeres, entre ellas, la profetisa Ana. He visto que cuando se abrazaban Joaqun y Ana, estaban en xtasis. Estaban rodeados de numerosos ngeles que flotaban sobre ellos, sosteniendo una torre luminosa y recordando la torre de marfil, la torre de David y otros ttulos de las leta-nas lauretanas. Desapareci la torre entre Joaqun y Ana: ambos estaban llenos de gloria y resplandor. Al mismo tiempo, el cielo se abri sobre ellos y vi la alegra de los ngeles y de la Santsima Trinidad y la relacin de todo esto con la concepcin de Mara Santsima. Cuando se abrazaron, rodeados por el resplandor, entend que era la concepcin de Mara en ese instante, y que Mara fue concebida como hubiera sido la concepcin de todos sin el pecado original. Joaqun y Ana caminaban as, alabando a Dios, hasta la salida. Llegaron a una arcada grande, como una capilla donde ardan lmparas, y salieron afue-ra. Aqu fueron recibidos por los sacerdotes, que los despidieron. El templo estaba abierto y adornado con hojas y frutos. El culto se realizaba bajo el cielo, al aire libre. En cierto lugar haba ocho columnas aisladas adornadas con ramajes. Joaqun y ana llegaron a una salida abierta al borde extremo de la montaa del templo, frente al valle de Josafat. No era posible ir ms lejos en esa direccin, pues el camino doblaba a derecha e izquierda. Hicieron todava una visita a un sacerdote y luego los vi con su gente dirigirse a su casa. Una vez llegado a Nazaret, Joaqun dio un banquete de regocijo, sirvi a muchos pobres y reparti grandes limosnas. Vi el jbilo y el fervor de los esposos y su agradecimiento a Dios, pensando en su misericordia hacia ellos; observlos a menudo orando juntos, con los ojos baados en lgrimas.

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  • Se me explic en esta ocasin que los padres de la Santsima Virgen la en-gendraron en una pureza perfecta, por el efecto de la obediencia. Si no hubiera sido con el fin de obedecer a Dios, habran guardado perpetua con-tinencia. Comprend, al mismo tiempo, cmo la pureza, la castidad, la reser-va de los padres y su lucha contra el vicio impuro tiene incalculable influen-cia sobre la santidad de los hijos engendrados. En general, siempre vi en la incontinencia y en el exceso, la raz del desorden y del pecado. Vi tambin que mucha gente se congratulaba con Joaqun por haber sido recibida su ofrenda en el templo. Despus de cuatro meses y medio, menos tres das, de haber concebido Ana bajo la puerta dorada, vi que Mara era hecha tan hermosa por voluntad de Dios. Vi cmo Dios mostraba a los ngeles la belleza de esa alma y cmo ellos sintieron por ello inexplicable alegra. He visto tambin, en ese mo-mento, cmo Mara se movi sensiblemente por primera vez dentro del seno materno. Ana se levant al punto y se lo comunic a Joaqun; luego sali a rezar bajo aquel rbol debajo del cual le haba sino anunciada la Concepcin Inmaculada.

  • VIII Figuras del misterio de la Inmaculada Concepcin

    i la tierra de Palestina reseca por falta de lluvia y a Elas subiendo con dos servidores al monte Carmelo; al principio, a lo largo de la ladera;

    luego sobre escalones, hasta una terraza, y despus de nuevo sobre escalo-nes en una planicie con una colina que tena una cueva hasta la cual lleg. Dej a sus servidores sobre la ladera de la planicie para que mirasen al mar de Galilea, que apareca casi seco, con honduras, pantanos y hoyos llenos de peces y animales muertos. Elas se inclin sobre s hasta poner su cabeza sobre las rodillas, se cubri y clam con fuerza a Dios. Por siete veces llam a sus siervos, preguntndoles si no vean alguna nube levantarse sobre el mar. Finalmente vi que en medio del mar se levantaba una nubecilla blanca, de la cual sali otra nube negra, dentro de la cual haba una figura blanca; se agrand y en lo alto se abri ampliamente. Mientras la nube se levantaba, vio Elas dentro de ella la figura de una Virgen luminosa. Su cabeza estaba coronada de rayos, los brazos levantados en forma de cruz, en una mano una corona de victoria y el largo vestido estaba como sujeto bajo los pies. Pare-ca que flotaba y se extenda sobre la tierra de Palestina. Elas reconoci cuatro misterios de la Virgen Inmaculada que deba venir en la sptima poca del mundo y de qu estirpe deba venir; vio tambin a un lado del mar un rbol pequeo y ancho, y al otro, uno muy grande, el cual echaba sus ramas superiores en el rbol pequeo. Observ que la nube se divida. En ciertos lugares santificados, donde habitaban hombres justos que aspiraban a la salvacin, dejaba la nube como blancos torbellinos de roco, que tenan en los bordes todos los colores del arco iris, y vi concentrarse en ellos la bendicin, como para formar una perla entro de su concha. Fume explicado que era sta una figura proftica y que en los lugares bendecidos donde la nube haba dejado caer los torbellinos hubo cooperacin real en la manifestacin de la Santsima Virgen7. Vi en seguida un sueo proftico, en el cual, durante la ascensin de la nube, conoci Elas muchos misterios re-lativos a la Santsima Virgen. Desgraciadamente, en medio de tantas cosas que me perturban y me distraen, he olvidado los detalles, como tambin otras muchas cosas. Supo Elas que Mara deba nacer en la sptima edad del mundo; por esto llam siete veces a su servidor. Otra vez pude ver a El-as que ensanchaba la gruta sobre la cual haba orado y establecer una orga-nizacin ms perfecta entre los hijos de los profetas. Algunos de ellos reza-ban habitualmente en esta gruta para pedir la venida de la Santsima Virgen, honrndola desde antes de su nacimiento. Esta devocin se perpetu sin in-terrupcin, subsisti gracias a los esenios, cuando estaba ya sobre la tierra, y fue observada ms tarde por algunos ermitaos, de los cuales salieron fi-

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  • nalmente los religiosos del Carmelo. Elas, por medio de su oracin, haba dirigido las nubes de agua segn inter-nas inspiraciones: de otro modo se hubiera originado un torrente devastador en lugar de lluvia benfica. Observ como las nubes enviaron primero el roco; caan en blancas lneas, formaban torbellinos con los colores del arco iris en los bordes, y finalmente caan en gotas de lluvia. Reconoc en esto una relacin con el man del desierto, que por la maana apareca rojizo y denso cubriendo el suelo como una piel que se poda extender. Estos torbe-llinos corran a lo largo del Jordn, y no caan en todas partes, sino en cier-tos lugares, como en Saln, donde Juan deba ms tarde bautizar. Pregunt qu significaban los bordes rojizos, y se me dio la explicacin de la concha del mar, que tiene tambin estos multicolores bordes, que expuesta al sol absorbe los colores y purificada de colores se va formando en su centro la madreperla blanca y pura. No puedo explicar mejor todo esto; pero se me dio a entender que ese roco y esa lluvia significaba mucho ms de lo que poda ser considerndolo slo un refrescamiento de la tierra sedienta. En-tend que sin ese roco la venida de Mara se hubiese retardado cien aos, mientras las descendencias que se nutren de los frutos de la tierra, y se en-noblecen por el aplacamiento y la bendicin del suelo, realzasen de nuevo esas descendencias recibiendo la carne la bendicin de la pura propagacin. La figura de la madreperla se refera a Mara y a Jess. Adems de la aridez de la tierra por falta de lluvia, observ la esterilidad de los hombres, y cmo los rayos del roco caan de descendencia en descendencia, hasta la substan-cia de Mara. No puedo decirlo mejor. A veces presentbanse sobre los bor-des multicolores una o varias perlas en forma de rostro humano que pareca derramar un espritu que volva luego a brotar con los dems.

  • IX Se anuncia a los paganos el futuro Mesas

    e visto que por la gran misericordia de Dios se anunci a los paganos piadosos de esa poca que el Mesas deba nacer de una Virgen en

    Judea. Esto sucedi en Caldea, donde haba astrlogos, que tenan visiones de una figura en los astros o en mitad del cielo; estos astrlogos profetiza-ban luego todo lo que vean. Tambin en Egipto he visto anuncios de la fu-tura salud. Le fue mandado a Elas que reuniera a varias piadosas familias dispersar en el Norte, Oriente y Medioda y las llevase a Judea. Elas envi a tres disc-pulos de los profetas, que reconoci aptos para dicho objeto, por una seal que le dio el mismo Dios a Elas. Necesitaba gente muy segura, porque era una empresa ardua y arriesgada. Uno de ellos fue al Norte, otro al Oriente y el tercero al Medioda. Este camino lo llevaba a Egipto por un camino peli-groso para los israelitas. Lo he visto en el mismo camino cuando huy a Egipto la Sagrada Familia, y luego en la ciudad de Helipolis. En un valle haba un gran templo, rodeado de muchos edificios, y l lleg all a tiempo que se prestaba adoracin a un buey vivo. De estos animales haba varias figuras en el templo, junto a otros dolos. Se sacrificaban al dolo nios que haban nacido deformes. Como el profeta pasara por all, lo detuvieron y lo llevaron delante de los sacerdotes. Por suerte stos eran, en general, muy curiosos de novedades: de otro modo lo habran matado. Le preguntaron de dnde era, y l les contest claramente que nacera una Virgen de la cual vendra la salud el mundo; que entonces todos sus dolos caeran por tierra deshechos8. Se maravillaron de lo que les deca, se conmovieron y lo deja-ron marchar. Despus se reunieron en consejo e hicieron la figura de una Virgen, que pendieron en medio de su templo, extendida en el aire como si planeara. La imagen tena un peinado semejante al de sus dolos, de los cuales gran n-mero haban sido puestos en fila. Tena busto de mujer y el resto era seme-jante al len9. La imagen de la Virgen que hicieron los egipcios llevaba en la cabeza un pequeo vaso, bastante hondo, parecido al que usaban para medir las frutas; los brazos hasta el codo estaban pegados a lo largo del cuerpo, separndose de l y extendindose al alzarse. La imagen tena algunas espi-gas de trigo en las manos; tena tres senos, uno mayor en el centro y otros pequeos ms abajo a cada lado. La parte inferior del cuerpo estaba envuel-to en largo ropaje; de los pies, pequeos y muy finos, colgaban algo as co-mo borlas. De los dos hombros se alzaban hermosas plumas en forma de rayos, que parecan alas y que eran como dos peines estrechamente unidos entre s. Tena otras plumas cruzadas a lo ancho de las caderas, replegadas

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  • hacia arriba por la mitad del cuerpo. El vestido no tena pliegues. Honraron a esta imagen y le ofrecieron sacrificios, rogndole que no destruyera a su buey Apis ni a las dems deidades. Por otra pare, perseveraron en todas las abominaciones de su culto idoltrico, empezando, sin embargo, desde ese momento a invocar a la Virgen de la cual haban hecho la imagen, segn creo, de acuerdo con diversas indicaciones tomadas del relato del profeta y tratando de reproducir la figura vista por Elas. He visto cuadros de la historia de Tobas y del casamiento del joven Tobas, por intermedio del ngel, y supe que haba all una figura de Santa Ana y de su historia. El viejo Tobas representaba a la raza piadosa de los judos que esperaban al Mesas. El haberse puesto ciego significaba que no deba tener ms hijos y que deba entregarse ms a la meditacin y a la oracin. Las molestias que le ocasionaba su mujer con sus quejas significaban las formas vacas de los fariseos y doctores de la ley. La paloma era una indicacin de la primavera cercana y de la salud venidera. La ceguera indicaba la espera ansiosa de la redencin y la ignorancia del lugar de su advenimiento. El n-gel dijo verdad al afirmar que era Azaras, hijo de Ananas, pues estas pala-bras significaban ms o menos: la ayuda de Dios que viene de la nube de Dios. El ngel era la conduccin de las descendencias y la conservacin y direccin de la bendicin misteriosa, hasta su cumplimiento en la Concep-cin Inmaculada de Mara. Las oraciones del viejo Tobas y de Sara, lleva-das ante el trono de Dios por los ngeles, por haber sido escuchadas, signifi-caban los clamores y deseos de los piadosos israelitas y de las hijas de Sin, pidiendo la venida de la redencin, y tambin el clamor de Joaqun y de Ana para conseguir la hija de la promesa. La ceguera de Tobas y la murmura-cin de su mujer indicaban tambin el desprecio que se hizo a Joaqun al rechazarle su sacrificio. Los siete pretendientes de Sara muertos, significa-ban aqullos antepasados de Mara y la salud, como asimismo los preten-dientes que Ana tuvo que rechazar antes de Joaqun. El desprecio de la cria-da de Sara indicaba el desprecio de los paganos y de los incrdulos judos, ante la venida del Mesas, que llevaba a los buenos a rezar. Tambin expre-saba el desprecio de la criada de Ana, que movi a sta a rezar con ms fer-vor hasta que fue oda su peticin. El pez que pretenda devorar a Tobas significaba la larga esterilidad de Ana; el corte del hgado, la bilis y el cora-zn del pez expresaban la mortificacin y las buenas obras. El cabrito que la mujer de Tobas haba trado a casa en pago de su trabajo, era realmente hurtado, que los hombres le dieron por bueno y pagado barato. Tobas cono-ca a esta gente y lo saba, y fue por esto reprochado. Tena tambin la signi-ficacin de los desprecios que sufran los buenos judos y esenios de parte de los fariseos y judos formulistas y otras que no recuerdo. La hiel con la cual el ciego Tobas recobr la vista indicaba la mortificacin y la peniten-

  • cia, por las cuales los judos elegidos llegaban al conocimiento de la salud y redencin. Indicaba adems la entrada de la luz en la oscuridad, por medio de la amarga pasin de Jesucristo, desde su niez.

  • XCuadros de la Inmaculada Concepcin

    i salir de la tierra una hermosa columna como el tallo de una flor. A semejanza del cliz de una flor o la cabeza de la amapola que surgen

    de un pednculo, as sala de la columna una iglesia octogonal, resplande-ciente, que permaneci firme sobre la columna. Esta suba hasta el centro de la iglesia como un pequeo rbol, cuyas ramas, divididas con regularidad, llevaban las figuras de la familia de la Santsima Virgen, las cuales, en esta representacin de la fiesta, eran objeto de veneracin particular. Estaban como sobre los estambres de una flor. Santa Ana estaba colocada entre Joa-qun y otro, quizs su padre. Debajo del pecho de Santa Ana vi una cavidad luminosa, como un cliz y en ella la figura de un nio resplandeciente que se desarrollaba y creca. Sus manecitas estaban cruzadas sobre el pecho; de su cabecita inclinada partan infinidad de rayos que se dirigan hacia una parte del mundo. Me parece que no era en todas direcciones. Sobre otras ramas circundantes haba varias figuras vueltas hacia el centro en actitud respetuosa. En la iglesia vi un nmero infinito de santos en fila, rodendola o formando coros, que se inclinaban, a rezar, hacia la Santa Madre. Se exte-riorizaba el fervor ms dulce y notbase una ntima unin en esta fiesta, que slo podra compararse a la de un cantero de flores muy variadas, que agita-das por el aura suave girasen hacia el sol, como para ofrecer sus fragancias y sus colores al astro del cual reciban sus propios dones y su propia vida. Por encima de este cuadro simblico de la festividad de la Inmaculada Concep-cin, se alz el pequeo rbol luminoso con un nuevo vstago en la extre-midad, y en esta segunda corona de ramas pude contemplar la celebracin de una segunda etapa de la fiesta. Aqu Mara y Jos estaban hincados de rodillas y algo ms abajo, delante de ellos, Santa Ana. Todos adoraban al Nio Jess, sentado, con el globo del reino en la mano, en lo ms alto del tallo, rodeado de un resplandor maravilloso. En torno de este cuadro veanse a corta distancia varios coros: los de los Reyes Magos, de los pastores, de los apstoles y discpulos, mientras otros santos formaban crculos algo ms alejados del centro. Observ en las alturas algunas formas ms difusas: los coros celestiales. Ms alto an, el brillo como de un medio sol penetraba atravesando la cpula de la iglesia. Pareca indicar este segundo cuadro la proximidad de la fiesta de la Natividad que sigue a la Inmaculada Concep-cin. Cuando apareci el primer cuadro me pareci hallarme fuera de la iglesia, bajo la columna, en un pas circundante; despus me encontr dentro de ella. Vi a la pequea Mara creciendo en el espacio luminoso, debajo del corazn de Santa Ana. Me senta penetrada de la ntima conviccin de la ausencia

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  • absoluta de toda mancha original en la concepcin de Mara. Le esto con toda claridad como se lee un libro y lo comprend entonces perfectamente. Me fue dicho que en otros tiempos hubo en este lugar una iglesia levantada en memoria de esta gracia inestimable otorgada por Dios; pero que fue en-tregada a la destruccin a causa precisamente de las muchas disputas y es-cndalos que se suscitaron a raz de las controversias acerca de la Inmacula-da Concepcin de Mara. Entend tambin estas palabras: En cada visin permanece un misterio hasta que se haya realizado. La Iglesia triunfante sigue celebrando all mismo la fiesta de la Inmaculada Concepcin.

  • XI Misterios de la vida de Mara

    menudo o a Mara contar a algunas mujeres de su confianza, Juana

    Chusa y Susana de Jerusaln, diferentes misterios relativos a Nuestro Seor y a ella misma, que saba por iluminacin interior del cielo o por lo que le haba narrado Santa Ana. Le o decir a Susana y a Marta que durante el tiempo que llevaba a Jess en su seno jams haba sentido el ms pequeo sufrimiento, sino un continuo regocijo y felicidad indecible. Contaba que Joaqun y Ana se haban encontrado bajo la Puerta Dorada en una hora tam-bin dorada; que en aquel sitio haban recibido la plenitud de la gracia divi-na en virtud de la cual ella sola haba recibido la existencia en el seno de su madre por efecto de la santa obediencia y del puro amor de Dios, sin mezcla de impureza alguna. Les haca comprender tambin que, sin el pecado origi-nal, la concepcin de todos los hombres hubiera sido igualmente pura. Vi en seguida de nuevo todo lo relacionado con la gracia acordada a los pa-dres de Mara, desde la aparicin del ngel hasta su encuentro bajo la Puerta Dorada. Bajo ella he visto a Joaqun y a Ana rodeados de una multitud de ngeles que resplandecan con luz celestial. Tambin ellos eran luminosos y puros, casi como espritus. Hallbanse en el estado sobrenatural en que nin-guna pareja humana se hubo hallado antes. Creo que era bajo la Puerta Do-rada donde tenan lugar las pruebas y ceremonias de la absolucin para las mujeres acusadas de adulterio, as como otras expiaciones. Debajo del tem-plo haba cinco pasajes subterrneos de esa clase y exista adems otro bajo el lugar donde habitaban las vrgenes. Estos pasajes servan para ciertas ex-piaciones. Ignoro si otras personas pasaron por este camino antes que Joa-qun y Ana; pero fue este un caso muy raro. No recuerdo si lo usaban para los sacrificios que se ofrecan por las personas estriles; pero s que en esta circunstancia les fue ordenado a los sacerdotes disponer las cosas en la for-ma sucedida.

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  • XII Vspera del nacimiento de Mara

    u alegra tan grande hay en toda la naturaleza!... Oigo cantar a los pajaritos, veo a los corderitos y cabritos saltar de alegra, y a las pa-

    lomas rondar en bandadas de un lado a otro con inusitado alborozo, all donde estuvo antes la casa de Ana. Ahora no existe nada: el lugar es todo desierto. Tuve una visin de peregrinos de muy antiguos tiempos que, reco-gidos sus vestidos, con turbantes en las cabezas y largos bastones de viaje, atravesaban esta comarca para dirigirse al monte Carmelo. Ellos tambin notaron esta alegra extraordinaria de la naturaleza. Cuando manifestaron su extraeza y preguntaron a las personas con las cuales se hospedaron, la ra-zn de tal suceso, les respondieron que tales contentos y manifestaciones de alegra se notan todas las vsperas, desde el nacimiento de Mara y que all haba estado la casa de Ana. Hablaron entonces de un varn santo, de tiem-pos antiguos, que haba observado esta renovacin de la naturaleza, que fue la causa de que se celebrase entonces la fiesta del nacimiento de Mara en la Iglesia Catlica. Doscientos cincuenta aos despus del trnsito de Mara al cielo vi a un pia-doso peregrino atravesar la Tierra Santa y visitar y anotar todos los lugares por donde haba estado Jess en su peregrinacin sobre la tierra, para vene-rarlos y recordarlos. Este hombre goz de una inspiracin sobrenatural que le guiaba. En algunos lugares se detena varios das, probando especial dul-zura y contento, y reciba revelaciones mientras estaba en oracin y medita-cin piadosas. Haba tenido siempre la impresin de que del 7 al 8 de sep-tiembre haba una grande alegra en la naturaleza en Tierra Santa y oa en ese tiempo armoniosos cantos de pjaros. Finalmente obtuvo, despus de mucho pedir en oracin, la revelacin de que esa era la fecha del nacimiento de Mara. Tuvo esta revelacin en el camino al monte Sina y el aviso de que all haba una capilla murada dedicada a Mara, en una gruta del profeta Elas. Se le dijo que deba decir estas cosas a los solitarios que habitaban en las faldas del monte Sina, adonde le he visto llegar. Donde ahora estn los monjes, haba ya ermitaos que vivan aislados: el lugar era entonces tan agreste del lado del valle, como ahora, necesitndose un aparato para poder subir. Observ que, segn sus indicaciones, se celebr all la festividad del nacimiento de Mara el 8 de septiembre del ao 250 y que luego pas esta fiesta a la Iglesia universal. Vi tambin que los ermitaos, juntos con el pe-regrino, escudriaron la gruta de Elas buscando la capilla murada de Mara. No era cosa fcil encontrarla, pues haba muchas grutas de antiguos ermita-os y de los esenios, entre jardines y huertas agrestes, donde an crecan hermosas frutas. El vidente dijo que trajeran a un judo, y la gruta de la cual

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  • el judo fuera arrojado afuera, sera la seal de que sa era la de Elas. Le fue dicho esto en una revelacin. Tuvo luego la visin de cmo buscaron a un viejo judo y lo llevaron a la gruta del monte, y como ste era siempre arro-jado afuera de una gruta, que tena una puerta angosta amurallada, a pesar de que l se esforzaba por entrar. Por este prodigio reconocieron la gruta de Elas, dentro de la cual encontraron una segunda cueva amurallada, que haba sido la capilla donde el profeta haba orado a la futura Madre del Sal-vador. All dentro hallaron huesos sagrados de profetas y de antiguos pa-dres, como tambin biombos tejidos y utensilios que haban servido anti-guamente para el servicio divino. El lugar donde estuvo la zarza se llama, segn el lenguaje de la regin, Sombra de Dios, y es visitado por los pe-regrinos, que se descansan antes. La capilla de Elas estaba hecha con her-mosas piedras de colores y floreadas. Hay en las cercanas una montaa de arena rojiza, en la falda de la cual se cosechan hermosas frutas.

  • XIII Oraciones para la fiesta de la Natividad de Mara

    i muchas cosas relacionadas con Santa Brgida y tuve conocimiento de varias comunicaciones hechas a esta santa sobre la Concepcin

    Inmaculada y la Natividad de Mara. Recuerdo que la Virgen Santsima le dijo que cuando las mujeres embarazadas santifican la vspera del da de su Nacimiento, ayunando y recitando con devocin nueve veces el Ave Mara, en honor de los nueve meses que ella haba pasado en el seno de su madre, y cuando renuevan con frecuencia este ejercicio de piedad en el curso de su preez y la vspera de su alumbramiento, acercndose con piedad a los sa-cramentos, lleva ella esas oraciones ante Dios y les obtiene un parto feliz, aunque las condiciones se presenten difciles. En cuanto a m, se me acerc la Virgen y me dijo, entre otras cosas, que quien en el da de hoy, por la tarde, recite con devocin nueve veces el Ave Mara en honor de su permanencia de nueve meses en el seno de su madre y de su nacimiento, y contine durante nueve das este ejercicio de piedad, da a los ngeles cada da nueve flores destinadas a formar un ramillete que ella recibe en el cielo y presenta a la Santsima Trinidad, con el fin de obtener una gracia para la persona que ha dicho esas mismas oraciones. Ms tarde me sent transportada a la altura, entre el cielo y la tierra. Debajo estaba la tierra, oscura y esfumada. En el cielo, entre los coros de los ngeles y san-tos, vi a la Santsima Virgen ante el trono de Dios. Pude ver construir, para ella, con las oraciones y las devociones de los fieles del mundo dos puertas o tronos de honor que crecan hasta formar iglesias, palacios y ciudades en-teras. Me admir que estos edificios estuvieran hechos totalmente de plan-tas, flores y guirnaldas, expresando, las diversas especies, la naturaleza y el mrito de las oraciones, dichas por los individuos o por las comunidades. Vi que para conducirlo hasta el cielo los ngeles y santos tomaban todo esto de entre las manos de quienes decan tales oraciones.

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  • XIV Nacimiento de Mara Santsima

    on varios das de anticipacin haba anunciado Ana a Joaqun que se acercaba su alumbramiento. Con este motivo envi ella mensajeros a

    Sforis, a su hermana menor Marha; al valle de de Zabuln, a la viuda Enue, hermana de Isabel; y a Betsaida, a su sobrina Mara Salom, llamndolas a su lado. Vi a Joaqun, la vspera del alumbramiento de Ana, que enviaba numerosos siervos a los prados donde estaban sus rebaos, yendo l mismo al ms cercano. Entre las nuevas criadas de Ana, slo guard en su casa a aqullas cuyo servicio era necesario. Vi a Mara Hel, la hija mayor de Ana, ocupndose en los quehaceres domsticos. Tena entonces unos diez y nue-ve aos, y habindose casado con Cleofs, jefe de los pastores de Joaqun, era madre de una niita llamada Mara de Cleofs, de ms o menos cuatro aos en aquel momento. Joaqun or, eligi sus ms hermosos corderos, ca-britos y bueyes y los envi al templo como sacrificio de accin de gracias. No volvi a casa hasta el anochecer. Por la noche vi llegar a casa de Ana a sus tres parientas. La visitaron en su habitacin situada detrs del hogar, y la besaron. Despus de haberles anun-ciado la proximidad de su alumbramiento, Ana, ponindose de pie, enton con ellas un cntico concebido ms o menos en estos trminos: Alabad a Dios, el Seor, que ha tenido piedad de su pueblo, que ha cumplido la pro-mesa hecha a Adn en el paraso, cuando le dijo que la simiente de la mujer aplastara la cabeza de la serpiente. No me es posible repetir todo con exactitud. Se encontraba Ana en xtasis, enumerando en su cntico todas las imgenes que figuraban a Mara. Deca: El germen dado por Dios a Abra-ham ha llegado a su madurez en mi misma. Hablaba luego de Isaac, prome-tido de Sara, y agregaba: El florecimiento de la vara de Aarn se ha cum-plido en mi. La he visto penetrada de luz en medio de su aposento, lleno de resplandores, donde apareca tambin, en lo alto, la escala de Jacob. Las mujeres, llenas de asombro y de jbilo, estaban como arrobadas, y creo que vieron la aparicin. Despus de la oracin de bienvenida se sirvi a las mu-jeres una pequea comida de frutas y agua mezclada con blsamo. Comie-ron y bebieron de pie, y fueron a dormir algunas horas para reposar del via-je. Ana permaneci levantada, y or. Hacia la media noche, despert a sus parientas para orar juntas, siguindola stas detrs de una cortina cerca del lecho. Ana abri las puertas de una alacena embutida en el muro, donde se hallaban varias reliquias dentro de una caja. Vi luces encendidas a cada la-do; pero no s si eran lmparas. Al pie de este pequeo altar haba un esca-bel tapizado. El relicario contena algunos cabellos de Sara, a quien Ana profesaba veneracin; huesos de Jos, que Moiss haba trado de Egipto;

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  • algo de Tobas, quizs un trozo de vestido, y el pequeo vaso brillante en forma de pera donde haba bebido Abraham al recibir la bendicin del ngel y que Joaqun haba recibido junto con la bendicin. Ahora s que esta ben-dicin constaba de pan y vino y era como un alimento sacramental. Ana se arrodill delante de la alacena. A cada lado de ella estaba una de las dos mu-jeres, y la tercera, detrs. Recit un cntico: creo que se trataba de la zarza ardiente de Moiss. Vi entonces un resplandor celestial que llen la habita-cin, y que, movindose, condensbase en torno de Ana. Las mujeres caye-ron como desvanecidas con el rostro pegado al suelo. La luz en torno de Ana tom la forma de zarza que arda junto a Moiss, sobre el monte Horeb, y ya no me fue posible contemplarla. La llama se proyectaba hacia el inter-ior: de pronto vi que Ana reciba en sus brazos a la pequea Mara, lumino-sa, que envolvi en su manto, apret contra su pecho y coloc sobre el esca-bel delante del relicario. Prosigui luego sus oraciones. O entonces que la nia lloraba. Vi que Ana sacaba unos lienzos debajo del gran velo que la cubra, y fajndola, dejaba la cabeza, el pecho y los brazos descubiertos. La aparicin de la zarza ardiendo desapareci. Levantronse entonces las mujeres y en medio de la mayor admiracin reci-bieron en brazos a la criatura recin nacida, derramando lgrimas de alegra. Entonaron todas juntas un cntico de accin de gracias, y Ana alz a la nia en el aire como para ofrecerla. Vi entonces que la habitacin se volvi a lle-nar de luces y o a los ngeles que cantaban Gloria y Aleluya. Pude escuchar todo lo que decan: supe que, segn lo anunciaban, veinte das ms tarde la nia recibira el nombre de Mara. Entr Ana en su alcoba y se acost. Las mujeres tomaron a la nia, la despojaron de la faja, la lavaron y, fajndola de nuevo, la llevaron en seguida junto a su madre, cuyo lecho estaba dis-puesto de tal manera que se poda fijar contra l una pequea canasta calada, donde tena la nia un sitio separado al lado de su madre. Las mujeres lla-maron entonces a Joaqun, el cual se acerc al lecho de Ana, y arrodillndo-se, derram abundantes lgrimas de alegra sobre la nia. La alz en sus brazos y enton un cntico de alabanzas, como Zacaras en el nacimiento del Bautista. Habl en el cntico del santo germen, que colocado por Dios en Abraham se haba perpetuado en el pueblo de Dios y en la Alianza, cuyo sello era la circuncisin y que con esta nia llegaba a su ms alto floreci-miento. O decir en el cntico que aquellas palabras del profeta: Un vstago brotar de la raz de Jess, cumplase en este momento perfectamente. Dijo tambin, con mucho fervor y humildad, que despus de esto morira conten-to. Not que Mara Hel, la hija mayor de Ana, lleg bastante tarde para ver a la nia. A pesar de ser madre ella misma, desde varios aos atrs, no haba asistido al nacimiento de Mara quizs porque, segn las leyes judas, una hija no deba hallarse el lado de su madre en tales circunstancias. Al da si-

  • guiente vi a los servidores, a las criadas y a mucha gente del pas reunidos en torno de la casa. Se les haca entrar sucesivamente, y la nia Mara fue mostrada a todos por las mujeres que la atendan. Otros vecinos acudan porque durante la noche haba aparecido una luz encima de la casa, y porque el alumbramiento de Ana, despus de tantos aos de esterilidad, era conside-rado como una especial gracia del cielo.

  • XV El nacimiento de Mara en el Cielo, en el Limbo y en la naturaleza

    n el instante en que la pequea Mara se hallaba en los brazos de Santa Ana, la vi en el cielo presentada ante la Santsima Trinidad y saludada

    con jbilo por todos los coros celestiales. Entend que le fueron manifesta-dos de modo sobrenatural todas sus alegras, sus dolores y su futuro destino. Mara recibi el conocimiento de los ms profundos misterios, guardando, sin embargo, su inocencia y candor de nia. Nosotros no podemos com-prender la ciencia que le fue dada, porque la nuestra tiene su origen en el rbol fatal del Paraso terrenal. Ella conoci todo esto como el nio conoce el seno de la madre donde debe buscar su alimento. Cuando termin la con-templacin en la cual vi a la nia Mara en el cielo, instruida por la gracia divina, por primera vez pude verla llorar. Vi anunciado el nacimiento de Mara en el Limbo a los santos Patriarcas en el mismo momento penetrados de alegra inexplicable, porque se haba cumplido la promesa hecha en el Paraso. Supe tambin que hubo un progreso en el estado de gracia de los Patriarcas: su morada se haca ms clara, ms amplia y adquiran mayor in-fluencia sobre las cosas que acontecan en el mundo. Era como si todos sus trabajos, todas sus penitencias de su vida, todos sus combates, sus oraciones y sus ansias hubiesen llegado, por decirlo as, a su completa madurez produ-ciendo frutos de paz y de gracia. Observ un gran movimiento de alegra en toda la naturaleza al nacimiento de Mara; en los animales, y en el corazn de los hombres de bien; y o ar-moniosos cantos por doquiera. Los pecadores se sintieron como angustiados y experimentaron pena y afliccin. Vi que en Nazaret y en las regiones de la Tierra Prometida varios posedos del demonio se agitaban en medio de con-vulsiones violentas. Corran de un lado a otro con grandes clamores; los demonios bramaban por boca de ellos clamando: Hay que salir!... Hay que salir!.... He visto en Jerusaln al piadoso sacerdote Simen, que habitaba cerca del templo, en el momento del nacimiento de Mara, sobresaltado por los cla-mores desaforados de locos y posesos, encerrados en un edificio contiguo a la montaa del templo, sobre el cual tena Simen derechos de vigilancia. Lo vi dirigirse a media noche a la plaza, delante de la casa de los posesos. Un hombre que all habitaba le pregunt la causa de aquellos gritos, que in-terrumpan el sueo de todo el mundo. Uno de los posesos clam con ms fuerza para que lo dejaran salir. Abri Simen la puerta y el poseso grit, precipitndose afuera, por boca de Satans: Hay que salir Debemos sa-lir Ha nacido una Virgen Son tantos los ngeles que nos atormentan sobre la tierra, que debemos partir, pues ya no podemos poseer un solo

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  • hombre ms!. Vi a Simen orando con mucho fervor. El desgraciado poseso fue arrojado violentamente sobre la plaza, de un lado a otro; y vi que el demonio sala por fin de su boca. Qued muy contenta de haber visto al anciano Simen. Vi tambin a la profetisa Ana y a Noem, hermana de la madre de Lzaro, que habitaba en el templo y fue ms tarde la maestra de la nia Mara. Fueron despertadas y se enteraron, por medio de visiones, de que haba nacido una criatura de predileccin. Se reunieron y se comunica-ron unas a otras las cosas que acababan de saber. Creo que ellas conocan ya a Santa Ana.

  • XVI En Caldea, Egipto y otros lugares se anuncia el nacimiento de Mara

    n el pas de los Reyes Magos mujeres videntes tuvieron visiones del nacimiento de la Santsima Virgen. Ellas decan a los sacerdotes que

    haba nacido una Virgen, para saludar a la cual haban bajado muchos esp-ritus del cielo; que otros espritus malignos se lamentaban de ello. Tambin los Reyes Magos, que observaban los astros, vieron figuras y representacio-nes del acontecimiento. En Egipto, la misma noche del nacimiento de Mara, fue arrojado del templo un dolo y echado a las aguas del mar. Otro dolo cay de su pedestal y se deshizo en pedazos. Llegaron ms tarde a casa de Ana varios parientes de Joaqun que acudan desde el valle de Zabuln y algunos siervos que haban estado lejos. A todos les fue mostrada la nia Mara. En casa se prepar una comida para los visi-tantes. Ms tarde concurrieron muchas gentes para ver a la nia Mara, de modo que fue sacada de su cuna y puesta en sitio elevado, como sobre un caballete, en la parte anterior de la casa. Estaba sobre lienzos colorados y blancos por encima, fajada con lienzos colorados y blancos transparentes hasta debajo de los bracitos. Sus cabellos eran rubios y rizados. He visto despus a Mara Cleofs, la hija de Mara Hel y de Cleofs, nieta de Ana, de algunos aos de edad, jugar con Mara y besarla. Era Mara Cleofs una nia fuerte y robusta, tena un vestidito sin mangas, con bordes colorados y adornos de rojas manzanas bordadas. En los brazos descubiertos llevaba co-ronitas blancas que parecan de seda, lana o plumas. La nia Mara tena tambin un velo transparente alrededor del cuello.

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  • XVII La Nia recibe el nombre de Mara

    oy vi una gran fiesta en casa de Ana. Los muebles haban sido cam-biados de lugar y puestos a un lado en las habitaciones del frente. Los

    tabiques de juncos, que formaban habitaciones separadas, haban sido quita-dos para poder disponer una gran mesa. En torno de la sala vi una mesa am-plia, baja, llena de platos y fuentes para la comida. En el centro se haba le-vantado un altar cubierto con un pao rojo y blanco, sobre el cual haba una cunita tambin de rojo y blanco y una colcha celeste. Al lado del altar haba un atril cubierto, con rollos de pergamino conteniendo oraciones. Delante del altar haba cinco sacerdotes de Nazaret con vestimentas de ceremonias. Joaqun estaba con ellos. En el fondo, en torno del altar, haba mujeres y hombres, parientes de Joaqun, todos con trajes de fiesta. Recuerdo a la hermana de Ana, Maraha de Sforis y a su hija mayor. Santa Ana haba de-jado el lecho; pero no asisti a la ceremonia, quedndose en la habitacin, detrs del hogar. Enue, la hermana de Isabel, trajo a la pequea Mara, po-nindola en brazos de Joaqun. Los sacerdotes se colocaron delante del altar, cerca de los rollos y recitaron en alta voz las oraciones. Joaqun entreg a la nia al principal de ellos, el cual alzndola en el aire, mientras rezaba, como para ofrecerla a Dios, la dej luego en su cuna, sobre el altar. Tom despus unas tijeras de forma particular, con las cuales cort tres pequeas guedejas de cabello a ambos lados de la cabeza y la frente de la criatura, quemndolas en el brasero. Tom luego una caja que contena aceite y ungi los cinco sentidos de la nia, tocndole con el pulgar las orejas, los ojos, la nariz, la boca y el hueco del estmago. Sobre el pecho de la criatura coloc un per-gamino donde estaba escrito el nombre de Mara. Luego se cantaron salmos y se sirvi la comida, la cual no pude ver. Varias semanas despus del nacimiento de Mara, vi a Joaqun y a Ana que iban con la Nia al templo para ofrecer un sacrificio. La presentaron al tem-plo con vivos sentimientos de piedad y agradeciendo a Dios de un modo pa-recido a lo que ms tarde hizo la Virgen Santsima cuando present al Nio Jess y lo rescat del templo, segn las prescripciones de la ley. Al da si-guiente entregaron su ofrenda, prometiendo consagrar la nia a Dios en el templo dentro de algunos aos. Despus volvieron a Jerusaln.

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  • XVIII Preparativos para la presentacin en el templo

    ara era de tres aos de edad y tres meses cuando hizo el voto de pre-sentarse en el templo entre las vrgenes que all moraban. Era de

    complexin delicada, cabellera clara un tanto rizada hacia abajo; tena ya la estatura que hoy en nuestro pas tiene un nio de cinco a seis aos. La hija de Mara Hel era mayor en algunos aos y ms robusta. He visto en casa de Ana los preparativos de Mara para ser conducida al templo. Era una fiesta muy grande. Estaban presentes cinco sacerdotes de Nazaret, de Sforis y de otras regiones, entre ellos Zacaras y un hijo del hermano del padre de Ana. Ensayaban una ceremonia con la nia Mara. Era una especie de examen para ver si estaba madura para ser recibida en el templo. Adems de los sa-cerdotes estaban presentes la hermana de Ana de Sforis y su hija, Mara Hel y su hijita y algunas pequeas nias y parientes. Los vestidos, en parte cortados por los sacerdotes y arreglados por las muje-res, le fueron puestos en esta ocasin a la nia en diversos momentos, mien-tras le dirigan preguntas. Esta ceremonia tena un aire de gravedad y de se-riedad, aun cuando algunas preguntas estaban hechas por el anciano sacer-dote con infantil sonrisa, las cuales eran contestadas siempre por la nia, con admiracin de los sacerdotes y lgrimas de sus padres. Haba para Ma-ra tres clases de vestidos, que se pusieron en tres momentos. Esto tena lu-gar en un gran espacio junto a la sala del comedor, que reciba la luz por una abertura cuadrangular abierta en el techo, a menudo cerrada con una cortina. En el suelo haba un tapete rojo y en medio de la sala un altar cubierto de pao rojo y encima blanco transparente. Sobre el altar haba una caja con rollos escritos y una cortina que tena dibujada o bordada la imagen de Moi-ss, envuelto en su gran manto de oracin y sosteniendo en sus brazos las tablas de la ley. He visto a Moiss siempre de anchas espaldas, cabeza alta, nariz grande y curva, y en su gran frente dos elevaciones vueltas un tanto una hacia otra, todo lo cual le daba un aspecto muy particular. Estas espe-cies de cuernos los tuvo ya Moiss desde nio, como dos verrugas. El color de su rostro oscuro de fuego y los cabellos rubios. He visto a menudo seme-jante especie de cuernos en la frente de antiguos profetas y ermitaos y a veces una sola de estas excrecencias en medio de la frente. Sobre el altar estaban los tres vestidos de Mara; haba tambin paos y lienzos obsequiados por los parientes para el arreglo de la nia. Frente al altar vease, sobre gradas, una especie de trono. Joaqun, Ana y los miem-bros de la familia se encontraban reunidos. Las mujeres estaban detrs y las nias al lado de Mara. Los sacerdotes entraron con los pies descalzos. Haba cinco, pero slo tres de ellos llevaban vestiduras sacerdotales e inter-

    M

  • venan en la ceremonia. Un sacerdote tom del altar las diversas prendas de la vestimenta, explic su significado y presentlas a la hermana de Ana, Maraha de Sforis, la cual visti con ellas a la nia Mara. Le pusieron pri-mero un vestidito amarillo y encima, sobre el pecho, otra ropa bordada con cintas, que se pona por el cuello y se sujetaba al cuerpo. Despus, un manti-to oscuro con aberturas en los brazos; por arriba colgaban algunos retazos de gnero. Este manto estaba abierto por arriba y cerrado por debajo del pe-cho. Calzronle sandalias oscuras con suelas gruesas de color amarillo. Te-na los cabellos rubios peinados y una corona de seda blanca con variadas plumas. Colocrosle sobre la cabeza un velo cuadrado de color ceniza, que se poda recoger bajo los brazos para que stos descansaran como sobre dos nudos. Este velo pareca de penitencia o de oracin. Los sacerdotes le diri-gieron toda clase de preguntas relacionadas con la manera de vivir las jve-nes en el templo. Le dijeron, entre otras cosas: Tus padres, al consagrarte al templo, han hecho voto de