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1 Universidad Nacional de Rosario Faculta de Ciencias Políticas y RR II Escuela de Comunicación Social Postítulo de Periodismo y Comunicación Licenciatura de Periodismo _______________________________________________________ Trabajo Final integrador La responsabilidad social del periodista y el ejercicio de la profesión en un contexto laboral precarizado El diario El Ciudadano durante la era López Guillermo Adrián Paniaga

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La presente investigación describe analiza y aporta nuevos conocimientos a los estudios existentes sobre la práctica del periodismo en situación de precarización laboral. En ellos se ha hecho hincapié en la situación del trabajador en la doble función de periodista y productor publicitario, y como empleado de una empresa con intereses creados. Este trabajo propone confrontar el producto resultante de la “violencia simbólica” que sufre el trabajador de prensa por las condiciones laborales en las que se desenvuelve, con el derecho a la información de los ciudadanos en general y los lectores del diario en particular.

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Universidad Nacional de Rosario

Faculta de Ciencias Políticas y RR II

Escuela de Comunicación Social

Postítulo de Periodismo y Comunicación

Licenciatura de Periodismo _______________________________________________________

Trabajo Final integrador

La responsabilidad social del periodista y el ejercicio

de la profesión en un contexto laboral precarizado

El diario El Ciudadano durante la era López

Guillermo Adrián Paniaga

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Índice

A modo de prefacio pag. 3

Breve historia pag.8

Era López: línea editorial pag.10

Conceptos pag.11

Primera parte: Mercado Laboral

Neoliberalismo, factoría y

comercio de la información pag.14

Ámbito laboral pag.19

Testimonio público y publicado pag.26

Reflejo pag.30

Segunda Parte: La información y la responsabilidad

¿Una profesión que desconoce la ética? pag.33

Hacia afuera y hacia adentro pag.48

Voz de mando, producción y

política editorial pag.54

Tercera Parte: Utopía vs. Realidad

Utopía vs. Realidad pag.58

Bien social pag.61

Conclusión pag.68

Bibliografía pag.76

Anexos pag.78

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3

A modo de prefacio

Al momento de comenzar a planificar el presente trabajo, había transcurrido año y

medio de cursado de la licenciatura de Periodismo, tiempo durante el cual en más de

una oportunidad había intercambiado ideas respecto de la responsabilidad profesional

del periodista frente al público al que iban dirigidos sus trabajos; algunas de estas

discusiones se dieron con docentes que pertenecían (y pertenecen) por un lado al

Sindicato de Prensa de Rosario (SPR: organismo que nuclea a los trabajadores de los

medios de la ciudad, que se atribuye además la defensa de la libertad de prensa y la libre

expresión y que editó un breve manual de comportamiento ético para periodistas) y por

el otro al cuerpo de periodistas del diario El Ciudadano & La Región, medio sobre el

cual se centrarán los estudios de mi Trabajo Final Integrador. Durante aquellos días, la

propiedad del matutino se adjudicaba a Eduardo López, que por entonces también

ostentaba la presidencia, en apariencia vitalicia, del club Newell´s Old Boys.

Las posturas que invariablemente se encontraban en esas discusiones pasaban tanto por

definir al periodismo como una profesión o un oficio y la necesidad o no de una

Colegiatura con poder sancionatorio que reuniera a todos los graduados universitarios y

terciarios de las carreras de Periodismo y Comunicación (temas cuya profundización

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excede a la temática de mi trabajo, pero que de alguna manera inciden en el

planteamiento de la presente investigación y en las posturas de la mayor parte de los

periodistas entrevistados) como por, tal como ya he mencionado, la “responsabilidad”

social del “trabajador de prensa” en el tratamiento “profesional” de la información en

los medios de la ciudad, en general, y en la redacción del medio que nos compete, en

particular.

Utilizo comillas para las palabras responsabilidad, trabajador de prensa y profesional

porque son conceptos que más adelante voy a especificar para la correcta lectura del

presente material y porque, en el ámbito de cursado académico, habían sido resistidos

hasta que por fin logré explicar mi argumentación apoyándome fundamentalmente en

los trabajos que el sociólogo francés Pierre Bourdieu difundió a propósito del

periodismo y aplicando en el comportamiento de la prensa y de los periodistas las

misma teorías con las cuales fundó su particular línea de pensamiento.

Pero antes, me adentraré en una circunstancia que, ya terminada la planificación del

TFI, de alguna manera modificó el enfoque con el cual pensaba encarar el proyecto: la

decisión de López de cerrar el diario y la reapertura, Ministerio de Trabajo mediante,

con la cesión de marcas y créditos a los trabajadores del diario, que a los primeros días

de marzo delegaban representatividad en el SPR pero que iban en camino de

constituirse legalmente en una cooperativa de trabajo de la que, sin embargo, el

sindicato no sería ajeno como institución, más allá de la militancia gremial de muchos

de los periodistas cooperativos del diario.

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La base crítica, sin embargo, permanece, aunque el escenario sea diferente. Y sobre

todo porque, si bien había delimitado temporalmente mi trabajo en la era López del

matutino, encontré que ese período y el actual responden a las mismas limitaciones

profesionales de fondo (más allá del contexto de precarización) y por las cuales ahora

más que antes, sin una cabeza empresarial que los exceda, los profesionales como

trabajadores cooperativos son “responsables” sin excusas de la “violencia simbólica”

que pudiera ejercerse con el incorrecto tratamiento de la noticia; las circunstancias que

ahora se presentan como restrictivas para el ejercicio “ideal” de la profesión son: la -al

momento de cerrarse este trabajo- dependencia exclusiva de la pauta publicitaria oficial

para el sostenimiento económico, y la atadura de gestión profesional y comercial que

supone el acuerdo con el diario La Capital, convenio mediante el cual el decano de la

prensa nacional les facilita el tiraje de la edición a cambio de lo obtenido por el precio

de venta en los kioscos.

La Provincia y la Municipalidad, a comienzos de 2009, se habían comprometido con

representantes del sindicato a sostener la pauta publicitaria en El Ciudadano, cuya tirada

diaria ronda los 2.500 ejemplares, de los cuales aproximadamente 1.0001 son de

distribución gratuita. Los 1.500 diarios restantes, suponiendo que se vendieran todos,

representarían $2.250 de los cuales el 50% por ciento se lo quedan los canillitas. $1.100

sería el dinero que recibe La Capital por cada edición de El Ciudadano. Para un

multimedio como el de Vila–Manzano, estas cifras representan monedas, con lo cual no

resulta difícil concluir que al decano no le interesa la subsistencia de El Ciudadano por

1 Datos suministrados por representantes gremiales de El Ciudadano.

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un fin comercial. ¿Cuál sería, entonces, el interés del multimedios? La versión de más

peso sostiene que le serviría como tapón para el desembarco de un diario de economía

independiente que sí se atreviera a competirle de igual a igual2. Algunos de los

entrevistados se encargaron de mencionar al fantasma del Grupo Clarín, que como una

hidra extiende sus cabezas hacia todos los horizontes del mercado periodístico; ya está

en Santa Fe en combinación con El Litoral y los trabajadores de prensa que entrevisté –

algunos de ellos militantes gremiales que cumplen además la función de negociadores

con el gobierno y con la competencia, que a su vez son los patrones de los representados

gremialmente que para esos otros trabajan– parecen dispuestos a combatir el

desembarco en Rosario.

En cuanto a la labor noticiosa del medio, el lector y el tratamiento de la información

siguen siendo perjudicados. En la última etapa de la era López, la preocupación de los

periodistas pasaba por el cobro de los sueldos (que se pagaban fuera de término) y en

ésta de transición hacia la cooperativa pasa también por el cobro de los haberes

adeudados y la planificación para sostener los que vendrán. La preocupación central,

entonces, es la fuente laboral, lo cual no es un tema menor, pero que lleva a preguntarse,

desde el punto de vista de la noticia y el trabajo profesional, qué ocurrirá con el

tratamiento de la información en un medio que se sostiene con el aporte oficial y las

rotativas de La Capital. ¿La mentada pluralidad de voces, para el caso, no serían más

que las de un coro que afina a la perfección y entonan según la batuta que sostienen los

mendocinos del Grupo Uno? No si se lograra lo que los periodistas del diario proyectan

una vez superada la etapa de transición, que nace con el alejamiento de López y se

2 Versión que comparten tanto docentes de este postítulo (se ha mencionado en clases) como algunos de los trabajadores del diario entrevistados para el presente trabajo.

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cerrará cuando al fin se defina si será El Ciudadano manejado por una cooperativa o por

un empresario dispuesto a asumir la apuesta de relanzarlo y sostener el salario de los 70

trabajadores. El proyecto, en discusión, es hacer un diario con más opinión y centrado

en unos pocos temas, de los cuáles se elaborarían análisis profundos y sosteniendo

siempre una estructura acorde a la cantidad de personal con el que cuentan para

desarrollarlo. El resultado se verá, entonces, con el correr de los días. Mientras tanto, y a

la fecha de redactarse este trabajo, el diario mantenía estructuras y contenidos similares,

con el perjuicio agregado que supusieron el corte de servicio de las agencias de noticias

(luego recuperado), el no contar con internet y el escaso respaldo económico que

posibilitara una adecuada cobertura de la información.

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Breve historia

El diario El Ciudadano & La Región salió a la calle por primera vez en octubre de 1998;

lo fundó el empresario de medios Orlando Vignatti. i En los primeros tiempos, el

matutino compitió ferozmente con La Capital, llegando casi a igualarla en su tirada

diaria; el precio de tapa era menor, casi la mitad, y con el regalo promocional de los

ejemplares iniciales logró hacerse un lugar entre los lectores de la ciudad. Poco tiempo

después, el Grupo Uno, flamante dueño del diario La Capital y LT8 –entre otros–,

suma al multimedios a El Ciudadano e integra en el consejo directivo del decano al

empresario Vignatti. Bajo la órbita de La Capital, El Ciudadano pasa poco a poco a

perder la orientación editorial de los comienzos y se emparenta cada vez más con quien

antes competía. La concentración de medios de los 90 fue una de las causas que

desembocaron en las situaciones de trabajo precario que se vivió desde comienzos del

nuevo siglo. Para el año 2000, El Ciudadano baja por primera vez las persianas y se

somete a una metamorfosis profunda; ahora deberá cumplir el rol de diario popular,

chicas semidesnudas en la contratapa incluido (tal el proyecto); para entonces se pedían

(lo sé de primera fuente porque durante algunos meses fui colaborador free lance) notas

sobre casas embrujadas, ancianas que cumplieran 100 años, personajes insólitos de los

barrios. Para fines de ese mismo año, López, que por entonces publicaba un suplemento

de N.O.B . en el diario La Capital mientras que los jugadores de fútbol mostraban el

logo del diario en la pechera de las camisetas, consigue el gerenciamiento del matutino;

en 2003 ya es el titular. La firma propietaria del diario es Nifadel, con sede en Uruguay

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y cuyo presidente es quien a principios de marzo de 2009 todavía figuraba como

director del diario, Miguel Tardío. Pero la propiedad “es ejercida en rigor por López”

(Carlos del Frade; Central, Ñuls, la ciudad goleada, Rosario, 2006). En diversas

publicaciones se menciona la amistad comercial entre López y Vignatti, así como

también con Vila - Manzano, a quienes llegó por intermedio del fundador de El

Ciudadano. Los intereses comerciales, sostienen estas publicaciones cuyas versiones

apenas mencionaremos como dato contextual, no sólo se acotaban al terreno

periodístico en tanto negocio empresarial, sino que además incluía la compra venta de

jugadores de fútbol y la participación en sociedades conformadas a partir de licitaciones

del estado provincial. A fines de 2008, López pierde las elecciones en el club Newell´s

Old Boys; a las pocas semanas, y ante el reclamo de los trabajadores por los sueldos

adeudados, como ya antes lo había hecho, decide cerrar las puertas (la coincidencia

entre la caída de López y el desinterés por seguir sosteniendo el diario que tuvo escasa o

nula venta publicitaria en su era, es por lo menos curiosaii). Poco después reabre y se

dan las circunstancias descritas al comienzo de la introducción.

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Era López: línea editorial

Las diferencias de contenidos y desarrollo de la información entre El Ciudadano y La

Capital, si bien los periodistas insisten en marcarlas, no eran pronunciados durante la

era López. “En El Ciudadano, en temas como el del conflicto campo gobierno,

sostuvimos una postura diferente a la de La Capital, que claramente estaba a favor de

los campesinos, mientras que nosotros llamábamos al paro Lock out patronal”, sostuvo

Pablo Sarkissian, representante gremial de los trabajadores del diario. Pero luego

concedió que esa “pequeña libertad” se debía a que la llegada de El Ciudadano era

escueta y que al decano le interesaba que permaneciera así, como está y como es, un

medio de estructura y contenidos que, salvo las concesiones que se permitían sus

redactores, como el ejemplo del conflicto campo gobierno, no representaba una real

alternativa de información para el lector de la ciudad. Sobre esta uniformidad también

Bourdieu tiene sus explicaciones, como se verá más adelante, sólo que el francés las

aplicó en un contexto como el de Francia, donde los medios sí participan en una real

competencia por la pauta publicitaria y por “la primicia”.

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Conceptos

Como concepto de “responsabilidad” para la práctica profesional del periodismo, que

menciona el título del trabajo a desarrollar, se utilizará el que Pierre Bourdieu manejó

en Cuestión de Palabras - Una Visión Más Modesta del Rol de los Periodistas, texto que

integra el libro Pensamiento y Acción, del mismo autor, pág. 62 y 63, libros del Zorzal,

Buenos Aires, 2002; Bourdieu sostiene allí que entre las cosas que dependen del

periodista está la palabra, mediante la cual ejerce “una violencia simbólica3 volens

nolens (queriendo, no queriendo) que se lleva a cabo en y por el desconocimiento”.

“En cierto sentido –explica el autor– sólo puede ocurrir porque la gente que ejerce la

violencia es víctima de la violencia que ejerce, y allí interviene la ciencia de los semi-

hábiles que pretenden construir una fachada científica a las intuiciones del sentido

común: ciertas tipologías, basadas en la proyección del inconsciente social de los

nuevos magos, se encuentran con el inconsciente de los comanditarios –hombres de

negocios o políticos– o de los destinatarios –como los periodistas. Y los periodistas –he

aquí su responsabilidad– participan en la circulación de los inconscientes” (los mismos

ejes retoma Bourdieu en Acerca de la Televisión). El ejercicio de la violencia simbólica

3 “Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significaciones e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza”. Pierre Bourdieu y Jean–Claude Paserón, Fundamentos de una teoría de la violencia simbólica, en La Reproducción, Pierre Bourdieu, Editorial Laia, Barcelona.

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(activa y pasiva) se vería favorecido (es éste uno de los aspectos a investigar) por la

precarización laboral en tanto que multiplicidad de tareas, extensión de la jornada

laboral y escasez de recursos de producción que llevan al debilitamiento en el chequeo

de la información y por lo tanto al aumento en la circulación de trascendidos y rumores

–según Adriana Amado Suárez en La dimensión económica de la prensa argentina: una

industria sin información, ponencia, VI Jornadas Nacionales de Investigadores en

Comunicación, Universidad Nacional del Comahue, 2003– e incluso de las “intuiciones

el sentido común” a las que hace referencia el sociólogo francés, cuando no también

aquellas palabras que deben callarse ante los intereses creados del medio y sus

relaciones con el poder político y económico4. Sobre los mismos tópicos, aunque sin

mencionar la palabra “responsabilidad”, sobrevuela el texto presentación de FOPEA,

Foro de Periodismo Argentinoiii

, en el cual se mencionan “Las malas prácticas

profesionales” que están hoy en condiciones “de causar un grave daño a la calidad del

periodismo y, en consecuencia, a la democracia” y la necesidad de someter a debate las

incorrecciones que en buena medida se relacionan directamente con las circunstancias

laborales que padece el trabajador de prensa.

Para el presente trabajo se considerará al periodista en su doble rol de trabajador en

relación de dependencia (postura a la que adhiere el SPR) y el de profesional que para el

4 Los medios comerciales de comunicación ya no viven de los relatos que publican, sino de aquellos que ocultan. Su influencia está directamente relacionada con su capacidad de invisibilizar información que sólo comercia entre exclusivos y excluyentes públicos. Este regreso al trono imperial como privilegiada audiencia marca un punto de inflexión en el uso estratégico de la comunicación como forma de eliminar las fronteras entre la sociedad y el mercado, y ha transformado aquello que genéricamente denominábamos “medios masivos de comunicación” en una cosa bien diferente: en medios masivos de formación de opinión. Es decir, en dispositivos de control social. De eso se trata lo que llamamos capitalismo mediático: la construcción del poder basada en controlar, restringir y clasificar los flujos de la información. (El fin del periodismo y otras buenas noticias, pag. 7, Lavaca editores, 2006, Buenos Aires).

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correcto desempeño en el manejo de la información se formó y se forma en instituciones

de educación terciaria y universitaria.

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Primera Parte: “Mercado” laboral

Neoliberalismo, factoría y comercio de la información.

El final del siglo XX fue, no sólo en la Argentina, testigo de la concentración y fusión

de los medios periodísticos, que quedaron bajo el ala de unos pocos propietarios. En

algunos casos, el resultado fue un producto de fachada innovadora e incluso por

momentos de contenido respetable; en otros, sólo una cáscara brillante; y por último,

aquellos donde pareciera que la preocupación principal de los empresarios fue la de

despojarlos, tanto en la superficie como en la base misma, de todo aspecto válido y que

sólo la predisposición de los profesionales que lo construyen diariamente hizo posible la

supervivencia. Casi finalizando la primera década del siglo XXI, la tendencia se

sostiene y Rosario no es excepción. La historia de cómo El Ciudadano (ejemplo de

vaciamiento empresarial y sostenimiento desde la iniciativa y esfuerzo de los

trabajadores) pasó a orbitar en torno de La Capital, ya se asentó páginas arriba. Las

consecuencias derivan todas en el tratamiento de la noticia y en detrimento al derecho a

la información de los lectores.

Esta descripción apenas muestra una arista de un problema fundamental

como es el de la relación de los periodistas con el medio, sobre todo

considerando que son éstos los que construyen la información y

configuran, día a día, el contrato de lectura con las audiencias. (…) "En

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general, en las empresas privadas, sin respaldo de instituciones fuertes

que defiendan la ética periodística, la batalla la ganan los empresarios

con el simple trámite de reemplazar programas, conductores o

productores (Anguita, Eduardo, Grandes Hermanos: 141; Colihue,

Buenos Aires, 2002)”, ( Amado Suárez, Adriana; La Dimensión

Económica de la Prensa Argentina: Una industria Sin Información,

Ponencia VII Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación,

Gral Roca, Universidad Nacional del Comahue, 2003).

Delante de los medios y en conjunto, los periodistas se hacen fuertes para defender los

intereses que hacen a la situación laboral, de todos modos precarizada, pero que

carecen, como señala Anguita, de una institución fuerte sobre la cual respaldar el

enfoque ético que les reclama la profesión.

En el caso que nos toca, si bien los propios trabajadores de prensa, a la vez militantes

gremiales, insisten en remarcar que la lucha durante el período en cuestión iba más allá

de los asuntos laborales, lo cierto es que las políticas editoriales fueron discutidas en

casos muy puntuales (dieron como ejemplo el de la censura que recayó sobre un

dirigente sindical miembro de una lista opositora en el PAMI regional); pero en líneas

generales, el mensaje común es: “los medios manipulan la información y eso es parte de

las reglas del juego; si no te gusta, te tenés que ir”.

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Como ejemplo de la fortaleza gremial, podemos mencionar, precisamente, el proceso

que terminó con el traspaso de El Ciudadano a manos de sus trabajadores. Producto o

no de la casualidad, los sucesos se enmarcan dentro de las fechas más significativas del

año: López cierra las puertas del diario en Navidad de 2008 y ese mismo día, el jueves

25 de diciembre, el SPR emitió un comunicado donde se informaba de la situación y

convocaba a la comunidad a participar del acto que se llevó a cabo el día siguiente, en el

cruce de las dos peatonales de Rosario. En ese comunicado, se decía: “la decisión de

Eduardo J. López de no dejarnos ingresar a cumplir nuestras tareas habituales nos lleva

a redoblar nuestros reclamos, remarcando que la continuidad de El Ciudadano es

posible porque es viable y sustentable su funcionamiento en la ciudad. No sólo porque

significa el sustento de casi un centenar de familias. También porque representa la

posibilidad para toda la población de un mejor cumplimiento de derechos básicos como

la libertad de expresión y el derecho a la información”.

Denota, el texto precedente, una sinceridad que se refleja en el orden de prioridades que

establece -primero el sustento económico de las casi cien familias que representan los

haberes de cada trabajador, después lo relacionado con la información- y por la

expresión “representa la posibilidad” al referirse al “mejor cumplimiento de derechos

básicos”: es decir, hasta el momento, sólo en potencia El Ciudadano como alternativa

diaria podía garantizar ese cumplimiento.

La convocatoria fue exitosa y no sólo colegas trabajadores de otros medios asistieron

para respaldar el reclamo de los periodistas de El Ciudadano; una cantidad importante

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de gente se reunió en el cruce de Córdoba y San Martín; ese mismo día, el Ministerio de

Trabajo reunió a las partes en conflicto en una instancia de diálogo que se extendería

hasta el 30 de diciembre; mientras tanto, la patronal había decidido reabrir las puertas.

También esta novedad la informó el SPR mediante un comunicado que concluía:

“Que El Ciudadano siga

Por (1) nuestras fuentes de trabajo

Por (2)5 la pluralidad informativa”.

El 6 de enero -día de Reyes-, la patronal del diario, mediante acuerdo firmado en la sede

local del Ministerio de Trabajo, “da en pago por los salarios netos adeudados a la

totalidad de los trabajadores (…) los créditos que El Ciudadano y La Región S.A. tiene

pendientes en cobro de publicidad, tanto oficial (de los Estados Nacional, Provincial o

Municipal y empresas del Estado) como privada”6.

Desde entonces, el SPR, cesionario de los créditos pendientes, se hizo cargo de las

gestiones de cobro y el pago de los sueldos; los trabajadores, además, comenzaron a

5 La numeración es mía. 6 Acta de acuerdo fechada el 6 de enero firmada por las partes y por Aldo Mario Fabucci, delegado regional del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

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tramitar la formación de una cooperativa mediante la cual proyectan administrar el

diario7.

El timonazo de fin de año coloca a El Ciudadano en la misma situación de decenas de

empresas recuperadas, que mantienen sus máquinas en funcionamiento gracias a la

decisión de los trabajadores. Sólo que aquí, la materia prima que se maneja es la

información a la cual la ciudadanía tiene derecho y que se enmarca dentro de los

derechos básicos mencionados por los comunicados cuyos fragmentos transcribí. Se

aprecia, entonces, que como conjunto los periodistas lograron sortear este primer gran

escollo; sin embargo, para continuar, como ya se ha dicho, deben renovar los acuerdos

que López tenía con el Grupo Uno. La fuente laboral, primera preocupación de los

trabajadores, se sostiene; sobre la pluralidad informativa, segunda en el orden de

prioridades, se abre el interrogante.

7 Otras versiones indican que un grupo empresario podría tomar el control de la empresa, con lo cual los periodistas de El Ciudadano seguirían desempeñando sus funciones como trabajadores en relación de dependencia y no como administradores de sus propias fuentes laborales.

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Ámbito laboral

Durante el período López, la redacción de El ciudadano se mudó del inmueble de la

calle Dorrego al 900, propiedad de Vignatti (y donde aún pueden verse las señales de lo

que iba a ser otro emprendimiento mediático del empresario: el diario La Tribuna) al de

la calle Entre Ríos al 600. La redacción funcionó hasta los primeros días de abril de

2009 en lo que había sido la controvertida sala de Bingo de Eduardo López. Hoy

funciona en Paraguay 1441.

Para acceder al ámbito laboral de los redactores, en el edificio de Dorrego había que

subir unas escaleras, pasar delante de las oficinas de los directores y la de los

encargados del sistema informático, y recién entonces entrar al recinto donde decenas

de periodistas se movían entre papeles y cables de teléfonos. Se respiraba el caos

habitual de las redacciones, ese orden en apariencia anárquico que deriva en el diario

del día siguiente a la hora habitual y bajo los parámetros establecidos. En la sede de

Entre Ríos, en cambio, bastaba con trasponer un mostrador donde uno o dos empleados

atendían al público. Durante los primeros tiempos, se podía apreciar un movimiento

similar al de Dorrego, pero con el correr de los días, los meses, los años, el frenesí de

los cierres fue convirtiéndose en los silencios de la incertidumbre y el desencanto. Se

trabajaba en condiciones pésimas, se cobraba a destiempo, se sufrían las limitaciones

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impuestas por las “políticas editoriales”; se era parte y testigo del descuidado

tratamiento de la información, cuando no del liso, llano y obligado silencio sobre

cuestiones que afectaban los intereses del “empresario López”. Sin embargo, no fue sino

hasta que los sueldos se pagaron con muchísimo retraso que los trabajadores del diario

decidieron actuar abiertamente. Aquella vez, como en diciembre último, López cerró las

puertas y los trabajadores aceptaron dialogar bajo las condiciones impuestas por el ex

presidente casi vitalicio de Newell´s: que mientras tanto se siguiera trabajando.

Sobre las condiciones precarias que sufre el profesional de prensa, Carlos del Frade,

como respuesta a una de las preguntas de la entrevista aparecida en un trabajo final de

esta licenciatura8, sostuvo: “La segunda pauperización (como primera mencionaba los

malabares que debían hacer los jefes de sección para lograr que las directivas de notas

que enviaban desde arriba pudieran tratarse informativamente) es la eliminación de la

autoestima y la iniciativa, elementos que van en contra de la propia salud mental del

trabajador y, a la larga, en perjuicio de la propia empresa”. Del Frade, en la entrevista,

rescata la conciencia gremial que despertó dentro de los profesionales rosarinos a partir

del primer cierre del diario El Ciudadano, allá por los comienzos del siglo XXI; y

mencionó además la actitud de los trabajadores de La Capital, quienes, al menos en

2005, discutían sobre las temáticas a tratar periodísticamente en un diario cada vez

menos vendido y cuya credibilidad iba en picada. Sin embargo, remarco, en tanto

conciencia gremial, con el SPR a la cabeza, los periodistas se muestran fuertes y

8 “Cómo influyen las condiciones laborales de los periodistas rosarinos en las construcción de la noticia”, de Francisco Montalvo.

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dispuestos a enfrentarse a los intereses patronales cuando éstos ponen en juego los

salarios y la fuente laboral, mientras que la discusión por el tratamiento sin censuras de

la información, aunque existente, sigue relegado a un segundo plano. Entre estos dos

vértices: el periodista individuo, profesional no superhéroe, que sostiene con su trabajo

la rutina y “los fines” de los medios9.

“Un periodista decía recientemente que la crisis de la cuarentena (a los

40 años se descubre que un trabajo no es todo lo que se creía) se

transforma en la crisis de la treintena. Las personas descubren cada vez

más rápido las necesidades terribles de la profesión (…) El periodismo

es una de las profesiones donde se encuentra a la gente más inquieta,

insatisfecha, movediza o cínicamente resignada, donde se expresa muy

comúnmente (sobre todo del costado de los dominados, evidentemente)

la cólera, la repugnancia o el desencanto ante la realidad de un trabajo

que se sigue viviendo o reivindicando como “diferente de los otros”.

Pero se está lejos de una situación en la que estos desprecios o estos

rechazos podrían tomar la forma de una verdadera resistencia individual

y, sobre todo, colectiva (Bourdieu, Pierre; Acerca de la Televisión, texto

que reproduce dos participaciones televisivas del sociólogo en 1996)”.

Si confrontamos el fragmento de Bourdieu con la realidad que describen los

trabajadores de El Ciudadano, nos encontramos en principio con dos contrapuntos: en

9 Mientras que “los medios de comunicación justifican los fines del sistema”, Carlos del frade, que a su vez cita a Eduardo Galeano; de ““Cómo influyen las condiciones laborales de los periodistas rosarinos en las construcción de la noticia”, Francisco Montalvo.

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primer lugar, los periodistas, de fuerte conciencia gremial, sostienen que sus trabajos no

difiere de los otros trabajos, que son tan obreros como los empleados de una fábrica; y

en segundo lugar, que la resistencia colectiva sí se da. Ahora, es necesario recordar que

el presente trabajo observa, más allá de las condiciones laborales y el desarrollo de la

profesión en sí, el producto de ésta, que es el resultante de una materia prima “cargada

de significación” 10

y, por ende, distinta de aquellas en las que se manipulan objetos,

cosas. En cuanto a la resistencia colectiva, como se ha visto, pesó sobre todo en los

aspectos gremiales de la relación empleado – empleador. Mientras tanto, la situación de

manejo inapropiado de la información como producto de las precarias condiciones

laborales se extendió durante más de ocho años, llegándose a extremos tan burdos como

el de impedir que se mencionara al ex candidato a gobernador por la provincia de Santa

Fe Rafael Bielsa.

Uno de los entrevistados para el presente trabajo, jefe de una de las secciones del diario

(a su pedido, hago reserva de la identidad), detalló la situación de precarización que los

periodistas sufrieron durante la mayor parte de la era López, pero que, evidentemente,

se profundizó desde los últimos meses de 2008: “La situación de precarización laboral

llegó a extremos difíciles de describir. Empezando por lo salarial, ya que todo ser

humano que aporta su fuerza de trabajo espera recibir una remuneración a cambio. La

empresa dejó de abonar los salarios a mediados de octubre de 2008, de allí en adelante

venimos sobreviviendo como se puede repartiendo en partes iguales el dinero que puede

recaudarse por pautas publicitarias (en su mayoría oficiales) que estaban pendientes de

cobro. Es decir, ante una empresa ausente, del día a la noche se destruyó de hecho toda

10 Término aportado Por Pablo Bilsky, uno de los entrevistados para el presente trabajo, como se verá más adelante.

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escala jerárquica–salarial y pasamos a repartirnos en partes iguales los magros ingresos

que pudimos conseguir. Pero lo salarial no fue lo único. Al desaparecer la conducción

empresaria, dejaron de pagarse insumos básicos para el normal funcionamiento de un

diario y otros servicios esenciales fueron cortándose también por falta de pago. Así, nos

fuimos quedando sin móvil para trasladar a cronistas y fotógrafos, sin agencias de

noticias, sin servicio de fotografías internacionales, sin el sitio web (el diario

desapareció de internet a fines del año pasado), sin direcciones de mail, sin DirecTV (mi

sección se vio privada de un elemental televisor para monitorear las noticias), sólo la

sección deportes pudo mantener precariamente un televisor con cable básico, sin

codificados, se dejó de viajar para cubrir a Newell's y Central de visitante, nos

quedamos sin tonner para la impresora, sin papel para imprimir las páginas para su

corrección, sin pilas para los mouses, etc. Para completar la situación, dejó de funcionar

el aire acondicionado (en un local herméticamente cerrado y sin ninguna ventilación

externa), se cortó la luz en el baño de hombres... ¿sigo?”

Bajo semejantes condiciones, ¿de qué manera puede tratarse la información? ¿Cómo se

logra un producto que satisfaga los principios de “correcto cumplimiento de los

derechos básicos”? ¿Qué pasa con la elaboración de la noticia? ¿Es responsable

socialmente el periodista que acepta someterse a las condiciones y exigencias del

medio, aún cuando éstas pasan por encima de un derecho fundamental de los

ciudadanos, el de la información? Parecen preguntas retóricas, pero tienen respuestas y

es la que refieren los propios trabajadores del diario:

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“No hay dudas de que en un periodismo bien entendido el periodista tiene una enorme

responsabilidad ante la sociedad. Hay un ejemplo chiquito, pero ejemplo al fin: hace

unos pocos años, en plena ebullición política en Rosario Central, desde una radio

informaron que los dirigentes estaban reunido con un entrenador en un bar de calle

Córdoba; un grupo de hinchas, que se había movilizado en protesta hasta la sede de

Mitre 853, salió disparado hacia el bar cuando escuchó la información. La cuestión es

que en el bar no había nadie, pero una de las vidrieras del local terminó rota.

“Por otro lado, el campo de acción del periodista se reduce cada vez más. Cuanto más

grande sea el medio en el que trabaja, menos libertades va a tener y, por ende, le

resultará imposible no responder a los intereses de la empresa. Para las grandes

corporaciones, el periodista es un instrumento, una herramienta, que sirve para hacer un

determinado trabajo; de ambas partes saben que si esa herramienta no funciona bien, la

tiran y la reemplazan con otra similar y quizás más barata. Nadie quiere perder su lugar,

porque además el juego perverso es el mismo en todos lados.

“El periodista, en la mayoría de los casos, duerme con la conciencia tranquila. Se

consuela con saber que si dijo o hizo algo incorrecto fue porque la empresa lo dispuso y

lo obligó. O, de última, repitió con ingenuidad lo que dijeron otros sin detenerse a

pensar qué grado de veracidad hay en la información. Se llega a esta situación porque,

entre muchas otras cosas, los dueños de los medios de comunicación son empresarios a

quienes en el fondo les da lo mismo invertir su dinero en una radio o en una cadena de

supermercados. El objetivo es siempre el mismo: ganar plata y poder. El resultado de la

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ecuación es simple y complejo a la vez: si no te gusta lo que tenés que hacer, las puertas

están abiertas para irte; si querés otra cosa, montá tu propio medio y decí lo que quieras.

“Por último, es difícil en algunos casos determinar cuál es la información correcta. ¿La

de Página 12, alineada con el gobierno kirchnerista? ¿La de Clarín, circunstancialmente

enfrentado con el gobierno kirchnerista? El ideal periodístico sería, quizás, un término

medio entre los dos diarios. Pero así y todo, ¿quién puede atribuirse ser el dueño de la

verdad?”. Palabras de Alejandro España, uno de los responsables de la sección

deportiva del diario El Ciudadano.

“Hay una responsabilidad social no sólo del periodista, sino de toda persona que tiene

acceso a un micrófono y está en una situación de ventaja con respecto al resto de la

gente.

“Vos podés no opinar igual que tu patrón, que al fin y al cabo es el dueño del medio y

podes verte obligado a publicar algo con lo que no estás de acuerdo, pero jamás podés

firmarlo. Y tenés la obligación de ver qué hacés con todo eso, como canalizás la

denuncia”. Palabras de Silvina Tamous, responsable de policiales.

El periodista, una herramienta. Si no responde, se cambia…

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Testimonio público y publicadoiv

El Señor I, cuando “no cumple servicio en este ignoto pasquín (se refiere al periódico El

Eslabón de la cadena informativa), hace las veces de trabajador del diario El

Ciudadano”11

. En la columna que firma en el periódico rosarino que produce la

Cooperativa de Prensa La Masa, vierte, con altas dosis de sarcasmo e ironía, una postura

que proclama personal frente al conflicto del diario, pero que al reivindicar la actitud de

sus compañeros (“Puedo decir, sin dejar de lado otras voces, que el colectivo de

trabajadores de El Ciudadano es, tal vez, el primero en la historia reciente de los

medios de comunicación rosarinos en asumirse como un grupo de trabajadores de

prensa, como gremio, y no como profesionales independientes12

.”), asume como una

posición común con la del resto.

En el artículo se mencionan como habituales para ellos, que las reciben casi a diario

desde que López maneja el matutino, muchas de las preguntas que originaron el

presente trabajo: “¿Por qué trabajan si no cobran? ¿Cuál es la tirada del diario? ¿Se

vende? ¿No había cerrado? ¿Qué onda López? ¿Ahí lavan plata, no cierto (sic)? ¿No le

hacen los aportes y no tienen recibo de sueldo? ¿Cómo puede ser?”. Y el Señor I dice,

11 El Eslabón de la cadena informativa, edición N°91, enero de 2009. 12 La negrita es del original.

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con cierta lógica, que cada uno tendrá una respuesta particular, “que no hay soluciones

sencillas para problemas complejos”.

Pero mientras cada uno de los trabajadores de prensa sopesaba en su conciencia la

respuesta a esas preguntas, mientras las respuestas que encontraban les permitían

continuar trabajando bajo unas condiciones deplorables, ¿qué pasaba con la noticia, con

el derecho a la información del público lector? El diario, bajo la órbita empresarial de

López, permanecía en la calle desde 2002 con una tirada inexistente y nula venta de

publicidad, con un diseño de agenda semejante al del hermano mayor “La Capital”, con

un índice de contenidos que sólo apenas rozaba aquellos inicios progresistas del diario,

con una bajada de pulgar a la mención de determinados nombres y situaciones molestas

para el empresario y presidente de club deportivo (como el caso de la desaparición del

apellido Bielsa en los diccionarios y guías de la redacción). La mentada pluralidad de

voces, entonces, ¿dónde estaba?

“Cuando uno pone el esfuerzo diario en sostener algo que se cae por todos lados, sufre

humillaciones varias en el intento de ejercer el oficio, lo tapa la mugre y olor a bosta de

los baños rotos, no sabe cuándo va a cobrar, se pelea por un teléfono y recibe una orden

imbécil de un tipo con funciones vitales mínimas, la reflexión sobre el rol del periodista

queda de lado”, sostiene el Señor I desde las páginas de El Eslabón. El eje del presente

trabajo es la noticia y el ejercicio profesional y responsable del periodismo en un

contexto de precarización laboral; bajo este punto de vista, y con la pena que me

produce la inevitable solidaridad “gremial” para con los trabajadores del matutino, es

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imposible dejar de mencionar que la noticia y el derecho a la información de los lectores

estuvo relegada en la escala de prioridades. “Quizá Rodolfo Walsh podría haberlo hecho

mejor, pero yo no soy Rodolfo Walsh –estoy vivo, por suerte”, continúa el cronista cuyo

seudónimo es Señor I, y confiesa que la “supervivencia” es la principal motivación de

los trabajadores de prensa de El Ciudadano.

“Todos los días, a los seres humanos que estábamos dentro de esa redacción, se nos

pedía un desdoblamiento imposible: que por un lado fuéramos trabajadores militantes

de la causa de sostener las fuentes de trabajo y tratar de cobrar el sueldo de bolsillo en

un lapso no mayor al mes posterior a la fecha que correspondía, y que por el otro, de

manera individual, fuéramos periodistas serios en pos de publicar un producto digno”,

dice I, quien ya en el final del artículo, y en negrita, escribe: “Recuerden que somos

trabajadores y periodistas, al mismo tiempo, sin posibilidad de desdoblarnos, y no

podemos hacer bien una cosa sin la otra”.

La frase final parece tanto un pedido de disculpas, una justificación, como una

reivindicación del acuerdo que hasta la fecha había sostenido la aparición diaria de un

producto periodístico cuya financiación sigue siendo una gran incógnita, aunque las

sospechas están bastante unificadas: López sostenía los puestos laborales, los

trabajadores sostenían la aparición del diario. La pregunta es: ¿Para qué y para quién se

editaba El Ciudadano?

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Eduardo López está sospechado por cada uno de los manejos que hizo en sus distintas

actividades, ya como empresario, ya como presidente de Newell´s, pero poco se

informó al respecto en los diarios locales. La “sociedad” que lo unía con el Grupo Uno

mantuvo al decano al margen de cualquier noticia que involucra perjudicialmente a

López; y desde El Ciudadano, obviamente, no se iba a autoinculpar. Ejemplo claro y

concreto de lo que ocurría con parte de la información hasta diciembre de 2008.

Hoy, el empresario dejó el diario en manos de los trabajadores que, al menos por lo que

se ve y por lo que hablé con los entrevistados, no tiene campo para un cambio de radical

de situación: la provincia y el municipio los subsidia con pautas publicitarias y el diario

se sigue imprimiendo en los talleres de La Capital bajo las mismas condiciones que con

López. Hoy por hoy, abril de 2009, ¿podrían los trabajadores del diario El Ciudadano

publicar una investigación sobre los negocios turbios del ex presidente de Newell´s?

-Nadie nos controla, no hay nadie de La Capital leyendo lo que mandamos a la

imprenta.

-De acuerdo, no hay control previo, ¿pero no podrían tener consecuencias posteriores?

-Sí, bueno, pero veríamos qué hacer cuando sucediera13

.

Pero no sucede, porque no se hace14

.

13 Fragmento de un diálogo que mantuve con Silvina Tamous, responsable de la sección policiales del diario. 14 El 30 de abril de 2009 se informó en los medios de la ciudad sobre la querella por administración fraudulenta que la actual comisión directiva de Newell´s hizo en Tribunales contra López y sus colaboradores. No hubo un desarrollo investigativo más allá de la noticia que daba cuenta de la denuncia.

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Reflejo

A mediados de febrero de 2009, los trabajadores del diario estaban reunidos a la puerta

de la redacción de Entre Ríos al 600; me encontré con uno de los que luego sería

entrevistado y me comentó, con obvia preocupación, que habían tenido una asamblea

para resolver el pago de salarios que otra vez se habían demorado. Para esa fecha,

López ya se había desligado del matutino y el Sindicato de Prensa era el encargado de

cobrar la deuda que la provincia mantiene con la publicación en concepto de publicidad

y de pagar los sueldos.

Pablo Sarkissian, representante gremial y trabajador de El Ciudadano –al momento de

nuestro encuentro15

, excusado de las tareas de redacción para poder aplicarse a las

negociaciones con las responsables estatales de las pautas publicitarias oficiales–

comentó que se estaban pagando $500 semanales a cada uno de los trabajadores, hasta

poder cubrir el sueldo más parte de la deuda que arrastran con López. “Todo lo que por

ahora se recauda es para pagar salarios”, sostuvo. Sin otro ingreso que el de alguna

ocasional pauta publicitaria, y con la entrada en caja destinada sólo a sueldos, se abre un

interrogante sobre la manera en que los nuevos responsables del medio podrán afrontar

los gastos operacionales, el alquiler del inmueble, el pago de las cuentas habituales.

15 Comienzos de marzo de 2009.

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Aunque el presente del diario excede al período de tiempo delimitado para esta

investigación (la era López, cuyo límite inicial es dudoso y el final se desconocía al

momento de planificar el trabajo), es relevante traerlo a estas páginas a modo

comparativo, además de ser una consecuencia directa de aquella etapa.

Hasta hacía algunas semanas atrás, el trabajo mecánico y desapasionado, como tantas

veces describieron los mismos trabajadores de El Ciudadano, se convirtió en una tarea

semejante a la de los cajeros de banco, que con un sello marcan aquí y allá unos papeles

con cifras y firmas y que dan, de ese modo, fe de lo que se dice en los papeles. Los

papeles de una redacción, si bien no hacen mención del dinero, tienen un valor

infinitamente superior: es la palabra de una institución como el periodismo que, aunque

en baja, sigue siendo de las más creíbles de la Argentina. El sello mecánico –paf, paf,

paf– y sin pasión era el visto bueno que el trabajador de prensa como profesional le

daba, con su trabajo particular, a la totalidad de la publicación.

El Señor I y el Sindicato de Prensa reivindican la actitud gremial de los trabajadores de

El Ciudadano durante los años de López. Pero como trabajadores que decidieron relegar

en la escala de prioridades la responsabilidad que reclamaba el ejercicio de la profesión

en pos de la “supervivencia” salarial, ¿hacían algo más que permanecer en el papel del

cajero autómata que a fin de mes percibe un sueldo? ¿De éste modo no devolvían a los

lectores la misma “violencia simbólica” que recibía el trabajador por parte del dueño del

medio?

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“Todas las comunidades producen una representación de lo que son y de

lo que quieren ser; y esto es particularmente cierto en el caso de los

agentes especializados en la producción cultural. Esta representación

debe mucho, evidentemente, a los intereses conscientes o inconscientes

de quienes la producen y pecan por omisión o por negligencia. Allí

donde Marx decía: “Los hombres sólo se plantean los problemas que

pueden resolver”, podríamos decir: Los grupos sólo se plantean los

problemas que pueden soportar. (…) Entre las cosas que dependen de

ellos (los periodistas) figura el manejo de las palabras. A través de las

palabras producen ciertos efectos y ejercen una violencia simbólica. Por

lo tanto, controlando el uso de las palabras pueden limitar los efectos de

la violencia simbólica que imponen volens nolens (queriendo no

queriendo). Se trata de una violencia que se lleva a cabo en y por el

desconocimiento, que se ejerce tanto mejor cuanto menos se enteren de

ello el ejecutor y la víctima”. (Pierre Bourdieu, Cuestión de Palabras, un

visión más modesta del rol de los periodistas; en Pensamiento y Acción,

Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2005).

“Se trata de una violencia que se lleva a cabo en y por el desconocimiento, que se

ejerce tanto mejor cuanto menos se enteren de ello el ejecutor y la víctima”. Se

desconoce, en efecto; y ninguno de los entrevistados, si bien reconoció la existencia de

una responsabilidad social en el ejercicio del periodismo, se aceptó responsable por lo

que haya dicho ni, mucho menos, por lo que haya dejado de decir durante aquél período

(era López).

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Segunda parte: la información y la responsabilidad

¿Una profesión que desconoce la ética?

Cuando para el desarrollo del presente trabajo comencé a contactarme con quienes

serían mis entrevistados, todos ellos profesionales a la vez que trabajadores de prensa

del diario El Ciudadano, el planteo del tema generaba cierta reticencia. Alguno hasta

llegó a sugerirme que le enviara un cuestionario escrito previo a la entrevista para más o

menos saber los tópicos por los que rondarían mis preguntas. Y es que, tal como en el

desarrollo del proyecto y la planificación, las palabras “profesional” y “responsabilidad”

hacían sonar una alarma de advertencia. “Si el tema va girar en torno a la ética, te

advierto que para mí la ética se termina cuando el periodismo se profesionaliza”, me

respondió mi fuente (una de las primeras deserciones de la redacción del matutino post

diciembre de 2008), cuando todavía estábamos acordando tiempos y conveniencias para

nuestro encuentro.

De alguna manera, como bien señala el Señor I en su artículo, había una uniformidad de

pensamiento o más bien de argumentos para sostener el por qué de la continuidad de

una actividad que, si se mira detenidamente, se alejaba cada vez más de los intereses

primordiales de un periodismo libre y de la pretendida pluralidad de voces, defendida

también desde la Cooperativa La Masa, que integran muchos de los miembros de El

Ciudadanov. Esa uniformidad apuntaba al sostenimiento de la fuente laboral y al

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comportamiento gremial de los periodistas como un bloque y colectivo de trabajo y no

como “individuos profesionales”. Y es que, desde la cotidianeidad de un trabajador

precarizado, apelando a un lugar común, lo urgente dejaba de lado lo importante. La

preocupación del profesional en tanto ciudadano que tiene obligaciones económicas,

una familia que sostener, postergó hasta más ver las cuestiones de forma y

deontológicas.

El periodista es producto de las circunstancias que lo rodean, sufren en carne propia la

violencia simbólica que impone el sistema (son las reglas del juego) y, sin saberlo,

ejerce la misma violencia en el público lector, tanto en la forma de desinterés por el

chequeo debido de las fuentes, por dar un ejemplo, como por el de constituirse

realmente en una segunda voz en el medio periodístico de Rosario. Es verdad, no son

superhombres, como señala el Señor I, pero tampoco son operarios manipulando tuercas

en una línea de montaje; se maneja información y se establecen enfoques y puntos de

vista de la realidad, se trazan senderos hacia la construcción de aquello que se

considerará verdad; pero también son hombres que prefieren no pensar en la

inflamabilidad de la materia que trabajan.

“Los periodistas son una de las categorías más susceptibles: se puede

hablar de los curas, de los patrones, e incluso de los profesores, pero

sobre los periodistas es imposible hablar de las cosas que llegan a hacer

(…) Hay una paradoja de base: es una profesión muy poderosa,

compuesta por individuos muy frágiles. Allí se produce una notable

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discordancia entre el poder colectivo –considerable– y la fragilidad

estatuaria de los periodistas, que se encuentran en una posición de

inferioridad tanto respecto de los intelectuales como de los políticos. A

nivel colectivo, los periodistas arrasan. Desde el punto de vista

individual, están en constante peligro (…) Los periodistas sufren mucho.

Al mismo tiempo se vuelven peligrosos: cuando un ámbito sufre, termina

transfiriendo su dolor hacia afuera, bajo la forma de la violencia o el

menosprecio.” (Bourdieu, Pierre; Cuestión de palabras, una visión más

modesta del rol de los periodistas, p69; Libros del Zorzal; Buenos Aires,

2005)

Se ha dicho ya que el diario El Ciudadano trabajaba bajo los lazos que lo unían (y a la

vez lo condicionaban) con La Capital. “¿Qué medios tengo para averiguar que se falsea

la verdad? – Se pregunta Ignacio Ramonet– No puedo comparar unos media con otros.

Y si todos dicen lo mismo no estoy en condiciones de llegar, por mí mismo, a descubrir

lo que pasa” (Ramonet, Ignacio; La Tiranía de la Comunicación; Editorial Debate;

Madrid, 1998).16

16 Postura y explicación semejante expone Ruszyard Kapuscinski en Los Cínicos no sirven para este oficio, pag. 60, Anagrama, Barcelona, 2005: Los patronos de los grandes grupos televisivos deciden por ellos qué deben pensar (los espectadores). Determinan la lista de las cosas en que pensar y qué pensar sobre ellas. No podemos pretender que el telespectador medio pueda llevar a cabo estudios independientes sobre la situación del mundo, sería imposible. El ciudadano medio, que trabaja, vuelve a casa cansado y quiere tan sólo estar un rato con su familia, recibe únicamente lo que le llega en esos cincos minutos de telediario. Los temas principales que dan vida a las "noticias del día" deciden qué pensamos del mundo y cómo lo pensamos. Se trata de un arma fundamental en la construcción de la opinión pública. Si no hablamos de un acontecimiento, éste, simplemente, no existe (…) El problema de las televisiones y, en general, de todos los medios de comunicación, es que son tan grande, influyentes e importantes que han empezado a construir un mundo propio. Un mundo que tiene poco que ver con la realidad. Pero, por otro lado, estos medios no están interesados en reflejar la realidad del mundo, sino en competir entre ellos. Una cadena televisiva, o un periódico, no puede permitirse carecer de la noticia que posee su rival directo. Así, todos ellos acaban observando no la vida real, sino la competencia.

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“¿Se puede hablar de una responsabilidad? ¿Se trata de responsabilidad exclusiva de los

periodistas?”, continúa interrogando Ramonet y en la respuesta que da contradice su

postura anterior. Porque responsabiliza también al ciudadano por no buscar otras fuentes

de información, cuando antes aclaraba que, en las comunicaciones actuales, todos los

medios más o menos dicen lo mismo.

“De la misma forma, el sistema actual transforma el propio concepto de

verdad, la exigencia de veracidad tan importante en información. ¿Qué

es verdadero y qué es falso? El sistema en el que evolucionamos

funciona de la manera siguiente: si todos los media dicen que algo es

verdad, es verdad. Si la prensa, la radio o la televisión dicen que algo es

verdad, eso es verdad incluso si es falso. Los conceptos de verdad y

mentira varían de esta forma lógicamente. El receptor no tiene criterios

de apreciación, ya que no puede orientarse más que confrontando unos

media con otros. Y si todos dicen lo mismo está obligado a admitir que

ésa es la verdad” (Ramonet, Ignacio; La Tiranía de las

Comunicaciones).

Es otro francés, el sociólogo Pierre Bourdieu, el que se encarga de precisar el alcance de

la responsabilidad, significación que hemos tomado para el Trabajo Final Integrador.

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Si bien el concepto infiere una postura previa desde la cual se acepta la existencia de

una responsabilidad, y la intención del presente trabajo buscaba indagar sobre el papel

del periodista que trabaja cercado por las condiciones precarizadas, por las limitaciones

temáticas internalizadas y por esa “responsabilidad profesional” ante el lector, hubo

primero que explicar a los entrevistados el por qué del término “responsabilidad”. El

principal interés entre los miembros de El Ciudadano, como se ha dicho, es la fuente de

trabajo. Y el principal obstáculo que debí sortear fue el de presentar el panorama en el

cual se encontraba el medio –panorama que ellos conocen a la perfección– desde el

punto de vista de la noticia y el derecho a la información sin herir susceptibilidades ni

golpear egos. No fue sencillo. Pero el resultado fue más que satisfactorio. En la actual

sede de la redacción, una entrevista que se transformó en un mini debate del cual

participaron Silvina Tamous -encargada de policiales-, Manolo Torres y Pablo Bilsky –

redactores de la sección Ciudad-, arrojó alguna claridad respecto del tema central del

presente trabajo.

Hoy el diario se financia con la pauta oficial de publicidad y se imprime por un

acuerdo que mantienen con La Capital, ¿no se sienten condicionados por esa

situación?

Silvina Tamous: No desde lo ideológico porque La Capital no está acá, no hay nadie de

la capital; tal vez en un futuro si se diera que este proyecto tenga éxito.

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Lo decía por el hecho de que a la capital no les va a interesar que El Ciudadano sea

una competencia directa para ellos.

ST: No, no porque éste es un diario chico, está planteado como un diario chico; incluso

informativamente no nos planteamos a futuro ser competencia con La Capital sino que

pensamos irnos más a otro diario con más opinión, análisis puntual de algunos temas,

jugarnos más con esos temas y no ir hacia todo, todo el tiempo. Ahora estamos en una

transición donde todo es bastante complicado. Hoy no tenemos estructura ni posibilidad

de competir con La Capital, pero sí en condiciones de hacer otra cosa que nos interesa

más a todos en lo periodístico y hacer un diario de acuerdo a la realidad de la cantidad

de gente que somos.

¿Recordás algún caso de censura que hayas experimentado en tu sección durante

la era López del diario?

ST: El tema de la censura en el periodismo rosarino se manejó siempre a nivel general.

Como por ejemplo el caso Praino, que es un tipo del PAMI que estaba en una lista

opositora a Cuagliato. Fue una cosa muy injusta, porque Praino era un tipo honesto, un

tipo respetable dentro de lo que es el sindicalismo en Rosario, y se veía silenciado; no se

lo podía nombrar. Y nos parecía un acto terrible de injusticia y una manera brutal de

callar a la prensa. Entonces nosotros organizamos un acto de desagravio, sacamos

comunicados, buscamos la manera de que eso se sepa. Y la única manera de que estas

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cosas se modifiquen es sacar para afuera los casos de censura para que la gente se

entere.

¿Qué pasó con el caso Bielsa, entonces?

ST: Era una brutalidad, no se lo podía nombrar. Lo que pasa es que cuando hay una

censura así, tan burda, no preocupa tanto como cuando hay una censura más sutil; que

vos no nombres a un tipo que es candidato a gobernador en una nota, se cae de maduro

que hay una intención; y llega a tal extremo la brutalidad que cualquiera que lo lee se da

cuenta de eso. El tema es cuando la censura tiene rasgos encubiertos: cuando te dicen

poné esto, o la tendencia es esta o aquella.

En mi área, en general no tuve demasiados problemas… O sea, yo trabajé para 800

patrones y con todos tenés problemas, y la censura por lo general va por cosas muy

estúpidas. A mí hay cosas que me gusta pelearlas y otras no; puntualmente yo hago

policiales; si a mí me censuran poner lo que le pasó a una víctima o a un padre de los

chicos que están presos, o de un caso de injusticia brutal, entonces sí discuto. En

general, López tenía buenas relaciones con la Justicia, pero no era que te decía tenés que

poner tal cosa o tal otra; en general, a él no le interesaba pegarle a los jueces y sobre

esos temas por ahí no podías manejar información; pero cuando la noticia había tomado

estado publico, después la podías trabajar igual; a lo mejor yo no podía tener la

primicia, pero al otro día vos argumentabas o defendías: salió en todos los medios y

entonces lo podía sacar. Para otras cosas que me hubiesen resultado ideológicamente

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complicadas, como esa gente que no tiene defensa, que si vos no la sacás están

silenciados por otro lado, que vos no podés esperar al otro día para sacarla, sí la peleaba.

Por más burdo que sea un caso de censura, eso lleva a la pérdida de credibilidad

del medio; y el trabajo bien hecho de los periodistas, ¿no sostiene lo burdo? ¿Y lo

burdo no desmerece el trabajo bien hecho?

ST: No es que esté de acuerdo con las barbaridades que hacía este tipo; lo que quiero

diferenciar es el tipo de censura como el de TN, que está tamizada y la gente no se da

cuenta por dónde viene, es una cosa más fina. Esto de acá era brutal. ¡No nombres a un

tipo que podría haber sido el gobernador! Es ridículo y claro que se pierde credibilidad;

ese año el diario no tuvo cobertura de elecciones. Te condiciona un montón de cosas y

un montón de medidas que se toman a raíz de eso: no se firman las notas, no se cubren

elecciones, no opinás, no hacés un montón de cosas debido a eso. Porque si bien no es

una decisión nuestra, como periodista no lo avalás y tomás medidas que tienen que ver

con tu manera de trabajar.

Vos estuviste en el diario desde el comienzo, ¿encontrás diferencias en el empeño

que se ponía al principio con la manera de trabajar de los últimos tiempos?

ST: Sí, claro, por supuesto. Fundamentalmente el comienzo del diario fue un gran

desafío; había gente muy piola que estaba a cargo, fue un tiempo de mucho aprendizaje

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y mucho compromiso, un excesivo laburo, no sé la cantidad de horas que trabajaba; y

salíamos con la necesidad de competirle a La Capital, era otro tipo de diario. Pero a mí

me parece mucho más interesante lo que pasó después como proyecto, como desafío,

tanto desde la defensa de la fuente de laburo como desde la defensa de lo que es lo

periodístico; porque cuando vinieron del multimedios y nos dijeron que íbamos a hacer

un diario popular, nosotros nos convertimos realmente en un diario popular y no en un

diario amarillo como pretendían desde el Grupo Uno. Por decisión propia, por

organización, se empezaron a cubrir las marchas; toda la gente que no tenía voz en los

otros medios, tenía voz en nuestro diario; con un formato feo, con un diario amarillo,

pero empezamos a transformarnos en el referente de lo que nosotros creíamos que era lo

popular; en esa época nadie nos controlaba lo que escribíamos, fue una época de

muchísima libertad… Y después a López le interesaron cosas muy idiotas; no hubo un

condicionamiento, al menos al comienzo, político; cuando se fueron los de La Capital se

reestructura de nuevo el diario, se piensa en algo más prolijo: López viene con la idea

de mandar un compañero a Pakistán para cubrir la guerra; no nos jodía demasiado, y era

un dueño nuevo que era muy parecido a todos los otros dueños. Los dueños de los

medios son los dueños de los medios y todos tienen sus intereses; pero creo que uno

desde adentro de un medio la puede pelear.

Las condiciones precarias, ¿de qué manera repercutieron en la generación de

noticia, en el manejo de la información?

ST: Se fueron cayendo con muchas cosas. No había móviles para cubrir las notas; por

ejemplo, yo hago policiales: una cosa es poner lo que me dice la policía por teléfono y

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otra ir a cubrir un caso; entonces yo le ponía la pila cuando podía hablar con la víctima,

pero al perder vos la posibilidad… Lo que más te jodía era la falta de recursos que se

iban retrayendo cada vez más. Te condicionaba el laburo pero aparte te angustiaba,

porque vos veías que otros medios podían ir a cubrir temas que manejabas mucho y

sabías de qué se trataba, pero no podías ir. Eso fue lo que más nos fue retrayendo con el

tema de hacer un periodismo digno.

Manolo Torres, que había estado escuchando las palabras que respondía Silvina a

una pregunta anterior y se había alejado para atender un llamado telefónico, al

regresar intervino en la conversación retomando la temática de los

condicionamientos y la censura.

Manolo Torres: López era un tipo que no vivía del diario, sus principales negocios eran

los vinculados con Newell´s, por lo tanto sus operaciones tendían a eso; y salvo por

casos muy puntuales, no era un tipo que venía todos los días a decirnos va tal nota, va

tal otra; tenía el diario como un elemento más en función de su negocio principal que

era Newell´s. Lo que siempre ha hecho López, sí, era que por cuestiones de amistad o

de favores que él debía, o de seducción que quería hacer sobre cierta gente, decidía

hablar o bien callar sobre un determinado tema. El ejemplo más claro de mi sección fue

el del Lavadero Virasoro, un lavadero industrial sobre el cual teníamos prohibido

publicar notas; y otro ejemplo muy groso fue el de Bielsa en la campaña; estuvimos 7

meses sin poder escribir la palabra Bielsa, no lo podíamos mencionar. En general los

empresarios periodísticos siempre se juegan por uno o por otro, pero eso no quiere decir

que dejen de nombrar al otro, en todo caso piden buscar mierda para pegarle, pero

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nunca no nombrarlo. Estuvimos 7 meses sin nombrar al segundo mas votado. El lunes

siguiente a las primarias, nosotros publicamos que había ganado el candidato del

Obeidismo, y no pusimos nombres. Y titulamos que Binner hizo una buena elección

cuando el título era Bielsa le ganó a Rossi.

¿Y de qué manera el periodista puede enfrentarse a esa situación de manipulación

y de censura?

MT: Más allá de que vos puedas seguir una carrera y ser un profesional del periodismo

porque se creó una carrera de Comunicación, yo considero al periodismo como un

trabajo, no como una profesión. Es un trabajo en relación de dependencia; los

periodistas somos parte del sector de los trabajadores y no de las profesiones liberales

como pueden ser los abogados. Y todo enfrentamiento que vos puedas plantear, para mí

tiene que ser desde el conjunto de la parte trabajadora. Vos le das la vuelta siempre, lo

que no publicás por acá, lo publicás por otro lado, pero la resistencia debe venir en

conjunto.

Claro, pero ver al periodista como trabajador, ¿no lo ubicás en una suerte de línea

de producción a lo Ford, donde el trabajo se repite mecánico y casi sin pensarse?

¿No debería haber una conciencia más aceitada dentro del trabajo periodístico?

La materia prima con la cual se trabaja es la información, no un metal, o una

tuerca sin mayor injerencia en la vida de una sociedad.

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Ojo, hay una línea de montaje, si se quiere, en la elaboración de un diario. Pero la

acción depende de las relaciones de fuerza y va más allá de que la materia que trabaja el

periodista, que por supuesto no es la misma que la que trabajan los que fabrican

bulones; pero sí trabajamos como los que fabrican bulones. El que fabrica bulones no se

cuestiona si labura para Acindar o para Techint. El que fabrica bulones los fabrica en la

empresa que los toma para fabricarlos. Vende su fuerza de trabajo y le pagan por vender

su fuerza de trabajo. Si el obrero nota que el bulón se hace mal, le dirá a la fábrica, che

esto se está haciendo mal, pero está sometido a lo que el dueño de la fábrica le pide:

hacé los bulones así o asá. Después vendrá todo un debate (sobre lo que se dice o deja

de decir). Tené en cuenta que tampoco hay una objetividad. Y el periodista podrá

discutir determinadas cuestiones siempre y cuando tenga la fuerza del conjunto.

Sigamos con el ejemplo de los operarios: si un obrero que fabrica autos nota que

los frenos están mal, que con ese sistema de frenos cualquiera de los que compren

un auto se puede matar; va y le dice al fabricante que los frenos están mal, pero el

fabricante, que es el que le paga el sueldo, le dice que siga trabajando con esos

frenos, ¿qué debe hacer el operario, sabiendo que con su trabajo pone en riesgo la

vida de las personas?

MT: Y, el operario sigue haciéndolo… Hay decisiones que tienen que ver con

cuestiones personales. Pero en general esas cosas se enfrentan en términos colectivos; si

el operario se puede dar el lujo de decir no fabrico más estos frenos porque son una

porquería, dejo mi laburo, y me voy a mi casa y vivo tranquilo…

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O denunciarlo

MT: Pero siempre en conjunto. Nosotros hemos denunciado siempre que hemos podido

la situación con López. Y con los otros también. Porque los otros también manipulaban

la información: esa cuestión es parte de las reglas del trabajo periodístico. A mi no me

gusta, particularmente no me gusta; pero el libre albedrío en el periodismo, si vos no sos

el dueño de tu producción, es muy difícil que lo puedas concretar. Esto no quiere decir

que vos te refugies en el no puedo hacer nada. Todo lo que vos puedas hacer lo tenés

que plantear en términos colectivos para ganar fuerzas.

ST: Nosotros denunciamos a López en la AFIP, en la DGI, en la Secretaria de Trabajo,

hicimos asamblea cuando no queríamos publicar algo. Todo en conjunto. Y no sólo

gremial, sino también por lo editorial.

Replanteo: tenemos a un dueño de medios que manipula información, tenemos una

fuerza de conjunto que pelea la situación laboral y algunos casos editoriales, pero

reconoce que las reglas del juego implican la manipulación de la información por

parte de los empresarios… ¿dónde queda la función social del periodismo y la

responsabilidad del periodista?

MT: Decime qué medio de comunicación grande de la ciudad cumple con la función

social del periodismo. La función social está en un segundo plano. El manejo de la

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información, la comunicación, está completamente mercantilizado; pero la función de

informar se cumple, más allá de las intenciones comerciales, y de alguna manera se

cumple ahí la función social, aunque en interés quede relegado a un segundo plano.

Está claro que el planteo del tema se da desde un punto de vista ideal del

periodismo; teniendo eso en cuenta, ¿no creen que el periodista, como profesional,

es también responsable por lo que se publica o deja de publicar?

MT: Claro, seguro, es responsable en la misma medida en que el ciudadano es

responsable de la situación social, política y económica del país. ¿Quién es responsable

de que un país se organice de determinada manera?: el ciudadano.

ST: Nosotros pudimos disputar una línea editorial, pudimos denunciar al patrón en la

AFIP, a la DGI… Hubo una dinámica de disputa. Así y todo, creo que López fue el que

menos nos censuró, o tenia otro estilo de censura. Pero para disputar eso necesitás un

modelo gremial, porque solo no le disputás nada al patrón.

MT: Y son decisiones personales, son decisiones que tienen que ver con ciertos

condicionamientos también. Te bancás o no determinadas cosas de acuerdo a que tengas

o no las necesidades básicas satisfechas. No sabés qué puede estar diciéndote el

estómago en un determinado período de tiempo.

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Pablo Bilsky: Retomo el ejemplo de los bulones: la diferencia es que un bulón es

claramente una mercancía; en el caso nuestro, nuestra producción tiene una doble faz, es

una mercancía y es a la vez una significación. Si yo trabajo en una fábrica de bulones y

vendo los bulones por mi parte o me los llevo, estoy robando; en el caso de la

significación de nuestra materia prima, que es la información, si el dueño me llama y

me dice que esto no puede salir, yo llamo a todos los otros medios para pasarle el dato.

Entonces, la responsabilidad social del periodista pasa por considerar que la

información es de la gente; un dueño puede impedir que salga en ese medio, pero no

tiene propiedad sobre la información y nosotros la podemos derivar hacia otros medios

para que se haga pública. La responsabilidad social del periodista es considerar que

la información está por encima de los intereses de la empresa.

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Hacia afuera y hacia adentro

Hace más de 60 años, en 1943, el filósofo y escritor francés Jean–Paul Sartre publicaba

el libro El Ser y la Nada, obra en la cual dejó plasmadas las cuestiones esenciales de su

pensamiento filosófico y que influyó (y aún influye) en las corrientes artísticas y

filosóficas de la segunda mitad del siglo XX. En este trabajo, Sartre describió los

mecanismos de excusas que en la esfera del pensamiento consciente (en contraposición

de las corrientes psicoanalíticas freudianas que habían postulado al inconsciente como

un factor más en juego para explicar el origen de los comportamientos humanos) los

hombres se daban para explicarse tales o cuales decisiones, o bien la ausencia de una

decisión. Denominó a este proceso Mala Fe y lo definió como un autoengaño pero

diferenciado de la mentira; porque en este caso, si supiera que se miente, conocería la

verdad; sin embargo, la verdad está oculta detrás de este mecanismo de excusas en el

cual se cree firmemente, porque “la mala fe es una fe”. Claro que cualquier excusa

tranquilizadora se evidencia al caer en la cuenta de que el hombre es siempre capaz de

elegir. Se elige o se deja el hombre llevar por las circunstancias. Se evita la elección, se

cosifica y se contenta con las explicaciones que, aunque mala, constituyen una fe.

“La mala fe tiene, pues, en apariencia, la estructura de la mentira. Sólo

que –y esto lo cambia todo– en la mala fe yo mismo me enmascaro la

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verdad.” (Sartre, Jean–Paul; El Ser y La Nada, pag. 81, Biblioteca de

los Grandes Pensadores, Barcelona, 2004).

El presente estudio no pretende ahondar en una explicación psicológica de los

trabajadores de un medio gráfico cuyo ambiente, trato y relación laboral estuvieron en

situación precaria durante 8 de los 10 años de existencia. Sin embargo, la breve

introducción sirve, más que para explicar, para abrir nuevos interrogantes sobre las

razones por las cuales El Ciudadano, casi con la misma plantilla de periodistas, pasó de

ser un medio en competencia directa con La Capital a convertirse en la segunda voz de

un coro en el que apenas si se lo oía.

Los interrogantes se multiplican cuando se aprecia que las posturas de los periodistas

entrevistados no son las mismas que sostienen al explicar su trabajo como miembro del

diario cuando se trata de observar el trabajo de otros colegas, sobre todo los de la

televisión capitalina.

Los meses de marzo y abril fueron especialmente movidos en cuanto a noticias de

contenido político: se sucedieron sin respiro el lock out de los productores sojeros, el

adelantamiento de las elecciones nacionales de 2009, el ingreso al Congreso de la

Nación del proyecto de la nueva Ley de radiodifusión (y, entre todos estos temas, las

denuncias explícitas del multimedios Clarín contra funcionarios del gobierno nacional

por las interrupciones satelitales que sufrieron las emisoras de Artear: Canal 13, TN,

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Volver). Ante cada una de estas cuestiones, algunos de los periodistas entrevistados se

pronunciaron críticamente contra el desempeño del canal de cable capitalino e incluso

con la información de un vespertino de la ciudad de Santa Fe: por supuesto, se ponía en

duda la credibilidad de las informaciones vertidas. ¿Y quién difunde la información? No

es de manera directa Ernestina Herrera de Noble. Hay un periodista que pone la voz,

que ha internalizado la política editorial del medio y no sólo informa sino que además

opina en consecuencia; hay un cronista que escribe y da letra a los locutores, y a los

tipos gráficos de la offset.

Hacia adentro, sin embargo, la visión es, obviamente, tolerante. (“En ese aspecto

considero que nos sentimos como en cualquier otro diario. Los diarios son empresas

periodísticas con fines de lucro (aunque este no haya sido precisamente el caso), donde

(mal que nos pese) por encima de la idealista búsqueda de la verdad están los intereses

empresariales. La pregunta sería, ¿qué diario dice toda la verdad?, ¿qué diario no oculta

algún tema o lo disfraza según su conveniencia? Éticamente hablando, ¿La Capital,

Clarín ó Crítica son mejores que El Ciudadano?”17

)

Sostiene el sociólogo polaco Zygmunt Bauman que “la suerte que corre una persona en

libertad de acción está llena de contradicciones difíciles de evaluar y más aún de

desentrañar”. Y continúa diciendo: “Consideremos, por ejemplo, la contradicción de las

identidades fabricadas por uno mismo, que deben ser lo suficientemente sólidas para ser

17 Respuesta a la pregunta: ¿Alguna vez se plantearon como profesionales que al desempeñarse en el diario sostenían con sus trabajos bien hechos aquellas otras notas –o silencios– tendenciosos y, por ende, los intereses creados de su titular, López, como el del grupo Vila – Manzano? ¿Sintieron que el diario mentía, o bien que no mostraba la verdad por completo? El entrevistado, en el diario desde sus comienzos, pidió mantener sus respuestas en el anonimato.

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reconocidas como tales a la vez que lo suficientemente flexibles para no limitar

movimientos futuros en circunstancias volátiles de cambio permanente (…) O la penosa

situación de la responsabilidad recuperada, que navega peligrosamente entre los

peñascos de la indiferencia y la coerción18

”.

El periodista no es “un superhombre” como bien indica el Señor I; el Señor I tampoco

es (ni desea ser) Rodolfo Walsh. El Señor I es un empleado que cumple con su

cometido a cambio de un sueldo. Si se miente (“¿Cuándo mentimos? Aristóteles es

quien nos responde: cuando no comunicamos lo que pasa”19

) o “no se dice toda la

verdad20

” no es el quid del asunto; lo que importa es la fuente laboral y la liquidación a

fin de mes, porque el periodista es “un trabajador”. ¿Como el obrero textil, como el

cajero de un banco? No, porque el periodista produce noticias, elabora la información a

la que el ciudadano tiene derecho; el periodista es un profesional que se ha formado

para ejercer como tal. Sin embargo:

“En los últimos años ha proliferado la educación terciaria y de

perfeccionamiento de periodistas profesionales, pero de manera

proporcional ha disminuido la calidad no sólo de la información, sino de

la producción de las noticias. A mayor formación no hemos obtenido

mayor profesionalismo, sino más domesticación y disciplina. Es el

resultado de orientar los centros académicos hacia un mercado que

consume mano de obra cada vez más obediente y acrítica. Pero también,

18 Bauman, Zygmunt, Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006. 19 El fin del periodismo y otras buenas noticias, lavaca Editora, Buenos Aires, 2006) 20 Palabras textuales de uno de mis entrevistados, redactor de El Ciudadano.

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el método diseñado para condicionar las prácticas: transferir conceptos

anacrónicos como si se tratara de fórmulas científicas.” (El fin del

periodismo y otras buenas noticias, lavaca Editora, Buenos Aires, 2006)

El periodista, al reconocerse como un asalariado, asume entonces la predisposición a la

obediencia de los empresarios de los medios, en quienes reconocen la manipulación de

la información; a esa manipulación, la atribuyen a las reglas del juego. Claro que, en

casos “groseros” como el de la censura sobre el nombre Bielsa, encuentran que la

situación no es preocupante, porque “¿quién no se da cuenta de eso?” En cambio, sí ven

peligroso el manejo sutil que se hace desde los canales como TN y el 13. ¿Encuentran,

los periodistas de canal 13, que sus trabajos constituyen un peligro debido a la censura

sutil? ¿Creen sufrir la censura? Me pareció interesante preguntárselos, para establecer

una suerte de cuadro comparativo entre las explicaciones que se dan los trabajadores de

prensa de El Ciudadano.

Valeria López, productora y redactora de TN, accedió a responder:

¿Tienen una bajada de línea directa para el tratamiento de la información o hubo

casos expresos de censura?

La realidad es que, en los cuatro años en los que estoy acá, no viví situaciones de

censura. La línea editorial en todo caso pasa por los temas que se deciden cubrir. A

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partir de ahí yo, que les escribo lo que dicen los conductores en general, nunca tuve una

indicación sobre qué escribir y cómo escribirlo. Me parece que lo que la gente discute es

la elección de los temas que se deciden cubrir y publicar o no. Y el tiempo al aire que se

les da.

¿El periodista, más allá del medio, el profesional, es en parte responsable por lo

que dice o deja de decir en los noticieros?

En mi caso me siento responsable de lo que escribo y trato de ser consciente de eso. En

ese sentido, sí me siento en parte responsable de lo que se dice en el noticiero en el que

trabajo y trato de ser lo más objetiva posible, aunque sea imposible. No me siento

responsable de lo que se deja de decir. Creo que cuando uno trabaja para una empresa y

es empleado y no jefe, hay reglas que hay que respetar. Si no, tenés que dedicarte a

tener tu propio proyecto y mirar al mundo de los medios masivos desde lejos. No hay

vuelta.

Las palabras, las explicaciones, las razones, como se lee, son, sino exactamente las

mismas, muy similares. El medio es el responsable, el periodista es un empleado. Pero

el periodista hace a los medios y los medios hacen el mensaje (¿O lo son, Marshall

McLuhan?)

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Voz de mando, producción y política editorial

Mientras esperaba a quien sería mi entrevistado en un bar de Santa Fe y Entre Ríos,

repasé la edición de El Ciudadano de ese día, jueves 19 de marzo de 2009. Una sola

publicidad, un pie de página en la tapa de la farmacia Rosario, propiedad de la hermana

de López. Para entonces, el diario ya estaba en manos de los trabajadores pero todavía

ocupaban las instalaciones del ex bingo. Esperaba a mi fuente para las 5 de la tarde;

llegó con algún retraso y disculpándose no sólo por la demora, sino porque además no

estaba de ánimo para responder a mis preguntas y me pidió, por favor, que las

postergáramos. Obviamente, no podía más que aceptar de buena gana las disculpas y

acordar, para ir ganando tiempo, en enviarle un cuestionario por mail para que, con

calma, él me lo pudiera respondervi; para las repreguntas, concretaríamos, si fuera

necesario, la entrevista personal.

Lejos de constituirse en un escollo, la breve conversación que mantuvimos luego de las

disculpas me dibujaron un panorama más o menos preciso de la situación que se vivía

en la redacción del diario pocos días antes de la mudanza al edificio de la calle

Paraguay.

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A la ausencia de aire acondicionado –hacía mucho calor esos días– se sumaba la desidia

de los redactores. “Es lamentable que haya que pensar en premios y castigos para que

cada uno cumpla con su trabajo. Ahora, de la sección que dirijo se fue el mejor redactor,

y el resto viene cuando quiere, no cumple los horarios correspondientes, trabaja sin

ganas, y encima no vemos un peso desde hace dos semanas21

”.

Premios y castigos.

Entre las preguntas que luego le envié a él y a otros de sus compañeros estaba la

siguiente:

Según me explicaron dirigentes del sindicato, el diario, ahora en manos de los

trabajadores, busca subsistir con los aportes de la provincia y municipio (en concepto

de pauta publicitaria) y con la mantención del acuerdo de impresión que hasta ahora

sostienen con La Capital. ¿Les parece que en este nuevo período pero bajo condiciones

similares pueden cambiar la orientación y el contenido del producto periodístico y

convertirse realmente en otra voz de prensa que afiance la pluralidad a la que aluden?

– Rotundamente sí. Ahora no habrá excusas, el diario estará en nuestras manos y

pese a que habrá que sortear innumerables escollos desde el punto de vista del

21 Estaban cobrando, según cargo y categoría, un promedio de $500 semanales cada periodista.

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financiamiento del proyecto, tendremos las manos y las mentes libres para contar

nuestra versión de la historia, sin mordazas de ninguna índole.

Premios y castigos, sigo pensando. Y se abre otro interrogante: ¿la sumisión acrítica a

las “políticas editoriales” responde al principio de los premios y castigos?

¿Creen que la práctica de la profesión, sus propios trabajos, la construcción de la

noticia, se vieron perjudicados durante este período de continua precarización?

– Sin lugar a dudas y hasta límites insospechados.

¿Qué ocurre con el periodismo, con la finalidad que deberían de cumplir los

periodistas? ¿Quiénes son y dóndes estarán los periodistas que retomen como principio

“contar lo que pasa”?

“La alternativa para los profesionales del periodismo es volver a

recuperar el elevado rol de escribanos de acontecimientos comprobados,

de fuentes confiables, de reconstrucciones independientes. Es posible que

todo esto se produzca en espacios más reducidos, con modalidades más

pobres y un grado de repercusión menor. Pero con el tiempo podría

reconstruir el respeto y la confianza que el periodismo actual ha

perdido”. (Colombo, Furio, Últimas noticias sobre el periodismo,

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Anagrama, Barcelona, 1998, citado en El fin del periodismo y otras

buenas noticias, lavaca Editora, Buenos Aires, 2006).

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Tercera Parte: Utopía vs. Realidad

Utopía vs. Realidad

Cintia es estudiante de Comunicación Social con orientación al periodismo de la

Universidad Nacional de La Plata. Cursa las últimas materias de la carrera y ya trabaja

en la tesis de grado, cuya temática aborda la cuestión de género en la educación formal

y no formal de la provincia de Buenos Aires. Cintia tiene 22 años y no sólo pasó por las

aulas de la facultad para asistir a clases, sino que además militó en agrupaciones de

acción política orientadas hacia el feminismo y la temática de género. Cuando le conté

la temática del presente trabajo, me comentó: “La gente no quiere escuchar crítica; la

gente quiere prender la tele, la radio o abrir el diario pensando que existe esa "libertad

de hablar". Además, ¿qué periodista hace “bien” su trabajo? Es la realidad del país. El

sistema es una mierda y todo eso, pero ni vos ni yo lo vamos a cambiar. La opción: te

adaptás a las reglas o buscan a otro que cumpla con tu rol.”

La ética deja de existir cuando el periodismo se profesionaliza, me dijo el veterano

periodista (no por edad, sino por los años que lleva en el diario). O te adaptás a las

reglas o buscan a otro, me dijeron la estudiante y los trabajadores de El Ciudadano. No

se vuelquen a trabajos utópicos sobre la ética o la correcta labor del periodista, nos

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hicieron oír los docentes del Postítulo en más de una oportunidad, cuando temas como

el presente o el de la necesidad de un Colegio Profesional eran el centro de las

consultas.

En qué momento, entonces, si en las aulas se enseña el conformismo y en la práctica se

termina el profesional resignando a las circunstancias, en qué momento, repito, de la

vida profesional surgen las voces que proclaman el derecho a la libertad de expresión, a

la información, a la pluralidad de voces; desde qué tiempo y espacio se redactan los

códigos de ética cuya observancia y respeto corre por cuenta de la buena voluntad del

profesional que se ha formado en un molde para encajar y no salirse.

“En el universo científico, en efecto, hay mecanismos sociales que obligan a

los sabios a comportarse moralmente, sean ellos “morales” o no. El

biólogo que acepta dinero de un laboratorio para escribir una publicación

sin ningún valor… Hay una justicia inmanente. Aquel que transgrede

ciertas prohibiciones, pierde. Se autoexcluye, se desacredita. Mientras que,

en el campo del periodismo, ¿dónde puede localizarse un sistema de

sanciones y recompensas? ¿Cómo va a manifestarse la estima hacia el

periodista que cumple bien con su trabajo?” (Bourdieu, Pierre; La miseria

de los medios; Pensamiento y acción, p.71, Libros del Zorzal, Buenos Aires,

2005).

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Premios y castigos, otra vez.

Pero, ¿es posible premiar la responsabilidad no ya del medio de prensa sino del

periodista que ejerce su profesión en él? El periodista es un hombre común y corriente,

señala el Señor I, que debe responder a sus parejas ¿qué hacen ahí si no cobran un

sueldo? Y al resto, ¿por qué no hacen un producto digno? Y, dice, son las mismas

preguntas que él mismo se hace; pero llega a la conclusión de que, como no es un

superhombre ni es Rodolfo Walsh (y gracias a Dios está vivo) hace lo que puede en las

circunstancias que le toca. Como ya se explicó, Sartre encuadraría estas excusas dentro

de los mecanismos de la mala fe. Porque, como ciudadano que es el periodista, como

hombre de su ciudad, tiene una doble responsabilidad al decir de Ryszard Kapuscinski:

“...Como periodistas debemos tener responsabilidad no solo profesional,

sino en sentido ciudadano: ¿es esto bueno para mi ciudad, para mi

nación o para mi patria? No en el sentido partidario, sino en el sentido

más alto de la responsabilidad”. (Kapuscinski, Ryszard; fragmento de la

conferencia que ofreció en la sede de la Fundación Nuevo Periodismo

Iberoamericano en octubre de 2000)22

22 Fuente: http://www.saladeprensa.org/art287.htm

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Bien social

El derecho a la información es reconocido por el Sindicato de Prensa de Rosario (SPR)

como un bien social. La postura queda expresamente postulada en la propuesta de

reforma del artículo 11 de la Constitución de la Provincia de Santa Fe. La propuesta,

que elevó la Comisión de Defensa de la Libertad de Expresión y del Trabajo

Periodístico, dice lo siguiente: “Toda persona tiene derecho a expresar y difundir

libremente su pensamiento mediante la palabra oral o escrita, o cualquier otro medio de

divulgación. El cultivo de la ciencia y del arte es libre. Queda garantido el derecho de

enseñar y aprender. Toda persona tiene derecho a recibir, buscar y difundir

informaciones de cualquier índole. La información y la comunicación constituyen un

bien social. Todos los habitantes tienen derecho al pluralismo comunicacional y a

la diversidad cultural. El monopolio u oligopolio público o privado de cualquier

medio de difusión atenta contra la libertad de expresión y el derecho a la

información y a la comunicación23

. El derecho a la información y la libertad de

expresión no estarán sujetos a censura previa ni a medidas indirectas restrictivas, sino a

responsabilidades ulteriores expresamente fijadas por ley, solo fundadas en el respeto a

los derechos o a la reputación de los demás o la protección de la seguridad nacional, el

orden público o la salud o la moral pública. Todos los habitantes de la provincia, sin

necesidad de indicar motivos, tienen derecho al acceso gratuito e irrestricto a la

información pública. No podrá el Estado limitar discrecionalmente el acceso a esta

información. El Secreto de las fuentes de información de los periodistas, sus apuntes y

23 La negrita es mía.

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archivos profesionales y personales, son inviolables. Las personas que se consideren

afectadas por una publicación y/o emisión periodística tienen el derecho de réplica

gratuita, en el lugar y con la extensión máxima de aquélla, con recurso, de trámite

sumario en caso de negativa, ante la justicia ordinaria.”

El SPR afirma que la información es un bien social y confirma una postura respecto de

las empresas informativas; también redactó y difundió el manual de ética que, sin

instancias sancionatorias, se constituye en un decálogo de buenas intenciones y

pronunciamientos delimitados en lo “políticamente correcto”; sin embargo, se abstiene

de accionar de manera continuada y sistemática contra el incumplimiento de cualquiera

de estos principios. Durante los 10 años de vida del diario El Ciudadano, los

trabajadores y sus representantes sólo se movilizaron con fuerza sostenida cuando la

situación salarial se tornaba insoportable o cuando el riesgo de perder la fuente laboral

era inminente. ¿Por qué, si los periodistas crearon una comisión, la misma que brega por

el trabajo periodístico, que se constituye como guardiana de la ética y el derecho a la

información, acepta que la información manipulada responde a las reglas del juego?

La objetividad, coinciden todos los profesionales además de mis entrevistados, no

existe. Pero la honestidad y el compromiso con la profesión, aún cuando su práctica esté

cargada de subjetividad, sí son posibles; y es allí donde, en el reconocimiento de lo

subjetivo en la visión de la realidad, cuadra la responsabilidad de cada uno de los

trabajadores de prensa en el tratamiento de la información. Si yo sé que tal o cual forma

de contar, o de elegir lo que voy a contar, es mi propia y particular visión de la realidad,

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entonces, sin dudas, debo saber que soy responsable de lo que digo, lo que callo, o lo

que menciono a medias, aún cuando mis palabras no lleven una firma al pie.

“Si alguien te obliga a escribir lo que no pensás, no estás obligado a firmar la nota”, dijo

uno de mis entrevistados. Sin embargo, la nota se escribió. Y se publicó. De lo contrario

perdía el empleo. En una situación de precarización laboral, no sólo del ámbito

inmediato, sino además en el contexto nacional, es lógico el temor al desempleo. En ese

contexto y por ese temor, el periodista que maneja como materia prima un bien social,

un derecho común, contribuye a transformarlo en una mercancía deficiente; el periodista

actúa y se reconoce (en tanto que la ética se termina cuando el periodismo se

profesionaliza y la pureza de la profesión es una utopía) como un operario más en la

línea de montaje del producto final que se llama diario, se llama revista, se llama

programa de radio o televisión.

El periodista se somete a las presiones y, al operar con la materia prima, colabora en la

censura que impone el medio. “No se miente, simplemente no se dice toda la verdad”,

sostiene un entrevistado, trabajador del diario y representante gremial. Y en esa

conformidad se actúa. En tanto cuerpo sindical, estructura orgánica, conjunto de

trabajadores o como quiera llamarse a la unión corporativa, las voces que surgen de allí

se aúnan en la defensa común de la práctica tal y cual se la ejecuta en cualquiera de los

medios (“¿cuál es más ético que El Ciudadano?”).

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¿Por qué los más sensibles e íntegros de los periodistas, inquietos por la

imagen real e ideal del periodismo defienden al conjunto de la profesión

y por lo tanto a los más indefendibles – ellos lo saben mejor que nadie –

de sus colegas? (Bourdieu, Pierre; Pensamiento y acción).

Ya se describieron las condiciones en las que el trabajador de prensa manipula el bien

social. Y sin lugar a dudas que repercute en la producción de la noticia:

–¿Creen que la práctica de la profesión, sus propios trabajos, la

construcción de la noticia, se vieron perjudicados durante este período

de continua precarización?

– Sin lugar a dudas y hasta límites insospechados.

De todos los pronunciamientos y acciones del SPR, los referentes a la correcta

información y la libertad de expresión quedaron en casos concretos que ya se

mencionaron, como por ejemplo el de Praino, o las asambleas que, menciona Del Frade,

se realizaron en el diario La Capital.

¿Tal vez las tácticas y batallas deban comenzar por las acciones y la conciencia

personales, para luego extenderlas y aunarlas en el conjunto que fortalece? El ejercicio

del periodismo comprometido con el interés social exige pequeñas batallas diarias,

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65

como sostiene Rysziard Kapuscinski, y no sólo en los países donde existe una censura

explícita.

“Hay países en los que existe la censura, y entonces es necesario luchar

para evitarla y para escribir, en lo posible, todo lo que uno pretende

escribir, a pesar de todo. Hay países en los que existe la libertad de

expresión, en los que no se da una censura oficial, pero la libertad del

periodista está limitada por los intereses de la cabecera para la que

trabaja. En muchos casos, el periodista, especialmente si es joven, debe

afrontar muchos compromisos y usar diversas tácticas para evitar el

choque directo, y así ir tirando. Pero no siempre es posible, y éste es el

motivo por el que se dan tantos casos de persecución. Son tácticas de

persuasión indudablemente muy distintas de las acciones violentas que

hablábamos antes: asumen la forma del despido, de la marginación

efectiva de la vida laboral, de la amenaza de naturaleza económica. En

general, se trata de una profesión que requiere una lucha continua y un

estado de alerta constante. (…) En general, la conquista de cada

pedacito de nuestra independencia exige una batalla.” (Kapuscinski,

Riszyard; Los cínicos no sirven para este oficio).

Y en ese batallar táctico ser conscientes de la responsabilidad que implica cada palabra,

cada concepto, cada página que se escribe en el único diario de la ciudad que, hoy por

hoy, ya está en manos de sus propios trabajadores.

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“El periodista influye en la conciencia de la sociedad: Tiene una

responsabilidad política e ideológica. Por lo tanto, ese sentido de

responsabilidad debe obligarle a ir más allá de la presentación escueta

de los hechos; a verificar los datos, contrastar las fuentes, averiguar y

presentar los antecedentes, el contexto y las consecuencias del hecho

noticioso (…) el ejercicio profesional del periodista tiene sus cimientos

fundamentales en el hecho de suministrar información a la comunidad en

la que actúa, de manera veraz, objetiva y oportuna y de ponerse al

servicio del bien común. Por tanto, sus obligaciones para con la empresa

deben supeditarse a las mencionadas responsabilidades máximas, que

ningún interés particular de ésta puede vulnerar. (Vizcarra, Silvia

(2002): La responsabilidad social del periodista, frente a la noticia como

mercancía. Revista Latina de Comunicación Social, 46. de:

http://www.ull.es/publicaciones/latina/2002/latina46enero/4602vizcarra.

htm)

En las conclusiones del artículo, Vizcarra, una investigadora argentina que en 2002

cursaba el doctorado en Comunicación en Tenerife, España, sostiene los mismos puntos

que el presente trabajo: “ Un profesional de la comunicación en la actualidad, si quiere

trabajar y vivir de aquello para lo que se ha preparado, debe subordinarse a los

compromisos económicos y políticos de la empresa a la que pertenece, perdiendo de esa

forma la independencia informativa y no atendiendo en consecuencia, al principio

general de procurar el bien común. Así, el daño más grave se manifiesta en la

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deformación y censura de la transmisión de ideas políticas y sociales. Censura puesta al

servicio de la empresa, cuyo resultado final es la distorsión de la realidad y el

empobrecimiento de las ideas”.

Cuando en la búsqueda de bibliografía le pregunté a Edgardo Abramovich, periodista,

docente universitario y consultor, actual asesor del rector de la Universidad de Buenos

Aires, si él consideraba la visión ética del periodismo que se sustenta en la elaboración

de este trabajo como una utopía, me respondió: “la ética no debe ser nunca una utopía;

pero lo que ocurre en un contexto de precarización laboral es que la visión ética termina

considerándose una cosa de románticos y da como resultado una paupérrima y

bastardeada producción periodística”.

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Conclusión

Sobre las condiciones precarias en las cuales los periodistas de El Ciudadano trabajaron

durante los últimos años, no hay disenso. Cada uno detalló cuáles fueron y, obviamente,

no hubo diferencias. Estuvieron de acuerdo también en que esas condiciones laborales

llevaron a un empobrecimiento de la producción periodística y a un descuido en el

tratamiento de la información, reflejado, por ejemplo, en el no sistemático chequeo con,

como los manuales básicos recomiendan, más de dos fuentes; o con la connivencia de

aceptar que, aunque no se mienta, “no se diga toda la verdad”.

Pero sí hubo desacuerdos entre mis entrevistados, incluso consigo mismo, cuando se

habló de responsabilidad social y profesional. Para empezar, coinciden los trabajadores

de El Ciudadano & La Región en considerar al periodismo como un trabajo más y a los

periodistas como trabajadores semejantes a cualquier otro de la clase obrera; el

periodismo, para ellos, es un trabajo en relación de dependencia dentro del cual se

deben aceptar las directivas empresariales porque esas son “las reglas del juego”. Por

supuesto que, además, existen las discusiones éticas y los movimientos y las acciones

contra las políticas editoriales; se mencionó, como ejemplo, el caso de un sindicalista a

quien no se podía nombrar en los medios rosarinos; “era una injusticia contra un

hombre honesto que se lo censurara”. Pero, ¿no era injusto también para el lector, que

no podía acceder a esa información?

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Frente a casos concretos, los periodistas como cuerpo, como unidad sindicalizada,

cobran fuerza y actúan en relación a sus convicciones gremiales. Pero en los casos

donde se pone en juego la responsabilidad profesional frente al tratamiento de la

información, es la conciencia y acción individual la que se rescata. “La

responsabilidad social del periodista es considerar que la información está por

encima de los intereses de la empresa”, sostuvo uno de los entrevistados, que además

detalló de qué manera el periodista actúa desde ese principio: cuando el empresario, el

dueño del medio decía que tal o cual información no podía integrar la edición del diario,

se pasaba el material a quienes sí podían darle estado público a la noticia.

El periodista es un trabajador que responde a los lineamientos de la empresa, pero

también es un profesional que responde a los principios éticos de la profesión. Y la

responsabilidad social, expresada en la difusión de la información más allá del medio

del cual recibe su salario, es la confirmación de lo que aquí se afirma.

Sin embargo, se consuela el periodista con creer que de esa manera el derecho básico

del ciudadano de informarse queda a salvo. Presupone que en los casos de censura

grotesca, todo el mundo se dará cuenta de lo que ocurre y entiende que no decir toda la

verdad dista de mentir. Lo que en toda academia de formación periodística se enseña a

sus estudiantes es que jamás se dé por sentado que el lector sabe y está inmerso sobre el

tema sobre el que se está escribiendo. Bajo este precepto, debería entonces entenderse

que no todos los lectores podrían haber sospechado nada cuando, por ejemplo, dejó de

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nombrarse a Rafael Bielsa. La misma justificación utilizó, hace años, el periodista de la

farándula Jorge Rial para explicar el contenido de sus programas; el también empresario

de medios le dijo, palabras más o menos, a Luis Majul: “Todo lo que nosotros

mostramos es un show, no hay nadie que se lo crea; todo el mundo sabe que está todo

armado”.

¿Todo el mundo lo sabe?

La década de los noventas llevó no sólo a la concentración de riquezas y, para el caso,

de los medios periodísticos, sino que además en una mirada cosificada y mercantilista

de las relaciones humanas. El diario El Ciudadano & La Región sufrió las

consecuencias de ambas alternativas. Por un lado, la concentración, cuando pasó

integrar el multimedios La Capital; por el otro la cosificación y mercantilización, desde

que el papel del periodista como trabajador de un medio es entendido como el de quien

debe someterse a unas reglas de juego circunscriptas a las reglas del mercado.

La consecuencia directa fue la precarización de las relaciones laborales, que a su vez

llevó a un incorrecto tratamiento de la información y elaboración de la noticia; sumado

esto a la manipulación que los empresarios de medios ejercen bajo la tutela de “las

reglas del mercado”, derivó en una caída del apoyo del público al emprendimiento

periodístico: El Ciudadano pasó de los 20.000 ejemplares iniciales a los 2.500 actuales

que se imprimen en los talleres de La Capital y de los cuales la mitad se regala.

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El lector, entonces, buscó satisfacer la demanda de su derecho a la información por

otros medios. Y esos otros medios también, pero de manera más sutil, como señalan los

trabajadores de El Ciudadano, manipulan la información. ¿Qué queda entonces para el

ciudadano, que se entera de lo que ocurre paredes afuera de su casa con la lectura de los

diarios o la sintonización de los noticieros? Con el parcial conocimiento de los hechos,

¿sigue siendo el responsable de mantener el sistema político y económico en el que

vive, como señaló uno de los entrevistados?

El periodismo no es objetivo ni lo será, en eso todo el mundo está de acuerdo; pero

puede ser honesto con lo que considera, el periodista, su criterio de verdad. Y es,

probablemente, esa honestidad profesional la que llevaba al trabajador a buscar canales

alternativos de informar lo que en el diario no se podía, y es también lo que le queda de

“verdad” al ciudadano medio ávido de realidad.

Hoy

“Ya está, nos mudamos, ¿y ahora?”

La frase aparecía en el estado de una de los entrevistados para este trabajo, a quien sumé

como contacto en la red social Facebook.

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Ahora el diario está en manos de los trabajadores. Ahora, los únicos responsables de la

política editorial son ellos.

Pero las condiciones de funcionamiento limitan la independencia del matutino y

seguramente un fuerte replanteo de la dirección que pretenden seguir con la labor

recuperada, después de aquél infortunado cierre de navidad, sobrevendrá apenas las

aguas empiecen a calmarse y los ánimos estén definitivamente instalados en la nueva

sede de la calle Paraguay y Montevideo.

Responsabilidad

El presente trabajo estuvo enfocado en un medio en particular y delimitado a una fecha

precisa: Diario El Ciudadano, era López. La responsabilidad (social) del periodista en el

ejercicio de la profesión en un contexto de precarización laboral. Se ha marcado la

diferencia entre acción individual y grupal. Se ha establecido que gremialmente los

periodistas se mostraron fuertes, pero que mayormente mantuvieron una actitud de

aceptación a las muchas violaciones al derecho a la información de la ciudadanía. Se ha

dejado en claro que la prioridad de las acciones siempre ha sido el sostenimiento de la

fuente laboral. El periodista de El Ciudadano, entonces, entre el lector, el medio, y la

información, ha tomado una posición más cercana al medio que al lector y

probablemente sin él mismo advertirlo, ya que los ojos estaban puestos no tanto en la

información y el lector como en la posibilidad de seguir ejerciendo el periodismo bajo

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relación de dependencia salarial (al trabajador le interesaba sostener el medio en tanto

que fuente laboral). Se admite que el periodista es responsable por lo que dice; sin

embargo, se mencionan atenuantes para desligarse de esa responsabilidad; de alguna

manera, cuando se trata de ver el propio desempeño, se la niega. El periodista no es un

superhombre; es un hombre con sus contradicciones.

Y la noticia, dentro de estas circunstancias, es la gran perjudicada. La noticia, en tanto

información elaborada; y también el ciudadano medio, a quien de un lado y de otro

(léase La Capital y el medio que nos ocupa) le ofrecen versiones similares de los

hechos, a veces retocada, otras directamente oculta o silenciada.

También el propio periodista y El Ciudadano como medio fueron perjudicados.

Desde la llegada del Grupo Uno al diario que fundó Vignatti, la intención, claramente,

fue roer los cimientos de una publicación que empezaba a competirle de igual a igual a

La Capital. Con formatos y contenidos similares (un poco más hacia la izquierda) y un

precio de tapa por debajo del que ostentaba “el decano”, El Ciudadano parecía haber

roto el renacido himen de circunstancias y presiones comerciales que impedían la

aparición de un segundo diario en la ciudad de Rosario. Sin embargo, el espejismo

(porque se trataba de un mero espejismo) se desvaneció a los pocos meses, cuando el

empresario fundador -a quien poco y nada le importaba el periodismo en sí-, pasó a

integrar el directorio del diario La Capital.

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Desde entonces, El Ciudadano perdió calidad. Y no porque sus periodistas fueran otros,

peores a los que estaban, sino porque la política editorial estableció que el nuevo

matutino debía dirigirse a “los sectores populares”. Por supuesto, prejuicio hacia los

lectores mediante, dirigirse a los sectores populares significaba, lisa y llanamente,

transformarlo en producto vacío.

¿Por qué los periodistas acompañaron este cambio?

El temor a perder la fuente laboral, por supuesto. Porque previo al timonazo, el diario

había cerrado sus puertas; la lógica de golpear para ablandar.

Luego, ya en manos de López, El Ciudadano ni siquiera tenía publicidad que justificara

unos ingresos capaces de sostener un medio que, en definitiva, se trataba de un

emprendimiento con fines de lucro. ¿Cómo se sostenía? ¿De dónde salía el dinero para

pagar el salario de los cien empleados que tenía? ¿Por qué no se molestaba, la dirección,

en hacer un producto no ya digno en cuanto a contenido periodístico, pero sí, al menos,

rentable?

También este cambio acompañaron los periodistas.

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Un medio, para subsistir, necesita de lectores. Y los lectores, para acercarse a ese

medio, necesitan sentir que se los respeta, que no se les miente. El Ciudadano tiraba

menos de 3.000 ejemplares diarios, de los cuales más de la mitad se regalaba. La

credibilidad es el pilar fundamental sobre el cual se sostiene la subsistencia de todo

medio de comunicación (no que diga la verdad, sino que se crea que la dice; ninguno de

los dos casos se daba con El Ciudadano).

La situación se extendió durante 8 años; algo así como 3000 tapas, jornadas, ejemplares,

verdades a medias. Hoy el diario está en manos de los periodistas; de ellos depende que

el rumbo sea otro. Es su responsabilidad.

Guillermo Adrián Paniaga

Mayo de 2009

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Anexos

Elección y Justificación de la temática a investigar

para el desarrollo del Trabajo Final Integrador

Delimitación

Objetivos y Planificación

Guillermo Paniaga

Responsabilidad en la práctica profesional

del periodismo y la precarización laboral

El final del siglo XX fue, no sólo en la Argentina, testigo de la concentración y fusión de

los medios periodísticos, que quedaron bajo el ala de unos pocos propietarios. En algunos

casos, el resultado fue un producto de fachada innovadora e incluso por momentos de

contenido respetable; en otros, sólo una cáscara brillante; y por último, aquellos donde

pareciera que la preocupación principal de los empresarios fue la de despojarlos, tanto en la

superficie como en la base misma, de todo aspecto válido y que sólo la predisposición de los

profesionales que lo construyen diariamente hizo posible la supervivencia. Casi finalizando la

primera década del siglo XXI, la tendencia se sostiene y Rosario no es excepción.

El párrafo precedente dibuja una realidad subjetiva, una visión que surge del “sentido

común” y de algunas lecturas referidas a la tarea del periodista en tiempos de precarización

laboral -que supone, en primer lugar, la tendencia global de flexibilizar las condiciones

contractuales de cualquier tipo de empleo y, en segundo, la enorme desventaja de fuerzas

entre un trabajador que sólo cuenta con su palabra y los gigantes mediáticos que pueden

minimizar el volumen de esa voz y hasta incluso anularla-, pero es uno de los disparadores que

motivaron mi elección temática.

La investigación recaerá sobre uno de los medios que en algún momento integraron el

grupo Vila-Manzano: el diario El Ciudadano & la Región; y será sobre las prácticas periodísticas

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en el matutino nacido como alternativa informativa al centenario La Capital y hoy apenas una

sombra de aquella primera intención.

Como concepto de “responsabilidad” para la práctica del periodismo, que menciona el

título del trabajo a desarrollar, se utilizará el que Pierre Bourdieu manejó en Cuestión de

Palabras – Una Visión Más Modesta del Rol de los Periodistas, texto que integra el libro

Pensamiento y Acción, del mismo autor, pág. 62 y 63, libros del Zorzal, Buenos Aires, 2002;

Bourdieu sostiene allí que entre las cosas que dependen del periodista está la palabra,

mediante la cual ejerce “una violencia simbólica volens nolens 24(queriendo, no queriendo) que

se lleva a cabo en y por el desconocimiento”. “En cierto sentido –explica el autor- sólo puede

ocurrir porque la gente que ejerce la violencia es víctima de la violencia que ejerce, y allí

interviene la ciencia de los semi-hábiles que pretenden construir una fachada científica a las

intuiciones del sentido común: ciertas tipologías, basadas en la proyección del inconsciente

social de los nuevos magos, se encuentran con el inconsciente de los comanditarios –hombres

de negocios o políticos- o de los destinatarios –como los periodistas. Y los periodistas -he aquí

su responsabilidad- participan en la circulación de los inconscientes.” El ejercicio de la violencia

simbólica (activa y pasiva) se vería favorecido (es éste uno de los aspectos a investigar) por la

precarización laboral en tanto que multiplicidad de tareas, extensión de la jornada laboral y

escasez de recursos de producción que llevan al debilitamiento en el chequeo de la

información y por lo tanto al aumento en la circulación de trascendidos y rumores -según

Adriana Amado Suárez en La dimensión económica de la prensa argentina: una industria sin

información, ponencia, VI Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación,

Universidad Nacional del Comahue, 2003- e incluso de las “intuiciones el sentido común” a las

que hace referencia el sociólogo francés, cuando no también aquellas palabras que deben

callarse ante los intereses creados del medio. Sobre los mismos tópicos, aunque sin mencionar

la palabra “responsabilidad”, sobrevuela el texto presentación de FOPEA, Foro de Periodismo

Argentino, en el cual se mencionan “Las malas prácticas profesionales” que están hoy en

condiciones “de causar un grave daño a la calidad del periodismo y, en consecuencia, a la

democracia” y la necesidad de someter a debate las incorrecciones que en buena medida se

relacionarían directamente con las circunstancias laborales que padece el trabajador de

prensa.

A lo largo del cursado del Postítulo, docentes que además se desempeñan como

profesionales en el medio cuyo propietario visible es Eduardo López -el mismo cuestionado

presidente de Newell´s-, se lamentaron de las pésimas condiciones no sólo económicas

(magros sueldos que se cobran con retraso y a cuentagotas) sino que también técnicas y

materiales; sumado, todo esto, a lineamientos de censura que bajan desde la dirección del

matutino y que en definitiva repercuten en la credibilidad del medio.

24 “Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significaciones e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza”. Pierre Bourdieu y Jean-Claude Paserón, Fundamentos de una teoría de la violencia simbólica, en La Reproducción, Pierre Bourdieu, Editorial Laia, Barcelona.

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Sobre éste último aspecto, los periodistas de El Ciudadano –según palabras de los

propios docentes que allí trabajan, y también de informes que circulan en la web y que hablan

de esto como una posibilidad- aseguran que encuentran en espacios alternativos, como El

Eslabón o los blogs que permite Internet, la válvula de escape necesaria para soltar todo

aquello que en su medio no le permiten.

A más de uno de estos docentes les pregunté -pregunta que además va a acompañar el

interrogante central de mi trabajo final-, ¿qué los llevaba a sostener con un trabajo bien

hecho, como el que seguramente cada uno de ellos hace diariamente, un mensaje que por

otro lado el medio se encarga de difundir erróneo o falso? Y no sólo sostienen con un trabajo

idóneo ese otro material basura (esto vale para los dos grandes medios gráficos de la ciudad),

sino que además con el esfuerzo personal que les exige la carencia de recursos.

Hace poco tiempo, dos años al menos, un reclamo gremial de los trabajadores que

derivó en amenaza de huelga hizo que López bajara las persianas. Los trabajadores regresaron

a sus puestos para que el mismo López reabriera las puertas. Los profesionales siguieron

produciendo. Cito, palabras más o menos, a Juan Pablo Sarkissian: “a un plomero, si no le

pagan o le quieren pagar la mitad, no hace el trabajo”; entonces por qué el periodista sí.

El trabajo a conciencia de los profesionales permitió que el diario estuviera otra vez en

la calle, como cada día. El escenario de trabajo, sin embargo, no se modificó radicalmente para

bien. En El Ciudadano persisten las dificultades salariales, como el cobro con retraso de los

haberes; se suman personas no preparadas académicamente para la práctica del periodismo y

en condiciones contractuales precarias; multiplicidad de funciones de los profesionales y

escaso plantel para las diferentes secciones; pobre estructura de movilidad y limitado soporte

técnico para la cobertura y producción de la información; lineamientos de censura en los casos

donde están en juego los intereses económicos y/o políticos del dueño del diario.

¿De qué manera influyen, entonces, estas condiciones laborales en la construcción de

la noticia que le ofrecen al lector y hasta qué punto el intermediario entre los hechos y el

público es consciente de que transmite como noticia el resultante de esas influencias25? Tal es

el interrogante central de la investigación.

Mi trabajo estará centrado específicamente, entonces, en la última fase del matutino

El Ciudadano & la Región, del cual se pueden reconocer tres grandes etapas: Vignatti – Grupo

Vila – Eduardo López.

Dicho interés tiene origen en mi participación como colaborador free lance del

matutino (etapa Grupo Vila) y de la necesidad de entender el por qué de los pasos que

desembocaron en lo que es hoy. Por otro lado, la pregunta que planteo fue la que yo mismo

me hice durante mi trabajo en un diario bonaerense de similar estructura: La Unión de Lomas

de Zamora. Durante aquella experiencia fui consciente, sobre todo, de la información que se

25 Si bien para la primera parte de la pregunta ya existe material que intenta responderla, considero que es posible ampliar el espectro de conocimiento y por tal razón la sostengo como interrogante aleatorio del punto central de la investigación, que es el periodista en sus roles de trabajador que padece las consecuencias de la precarización laboral y el de profesional que produce la noticia y genera un sentido de la realidad.

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silenciaba ya por la censura, ya por la autocensura, ya por la imposibilidad de cubrirla en el

lugar mismo donde se desarrollaban los hechos, sobre todo durante los últimos meses de

1999, cuando se podía anticipar el resultado de las elecciones presidenciales que se realizaban

ese año y el ingreso de dinero por parte de la provincia que gobernaba Eduardo Duhalde

disminuyó sensiblemente. El diario El Ciudadano, nacido como una alternativa de información

a La Capital, hoy se presenta como una opción casi semejante al “decano” en tanto contenidos

y orientación, pero de menor vuelo y proyección; con el trabajo a desarrollar intentaré

establecer hasta qué punto esa situación institucional es también uno más de los aspectos de

precarización que sufre el trabajador de prensa en tanto que reconoce un escaso interés por

parte del sector empresario en impulsar el despegue del medio donde publica el resultante de

su esfuerzo físico e intelectual.

En el marco del Postítulo, dos trabajos he consultado que se acercan a mi tema: “El

Periodismo en tiempos de precarización laboral”, de Daniel Ocaña, y “Cómo influyen las

condiciones laborales de los periodistas rosarinos en la construcción de la noticia”, de

Francisco Montalvo. El primero hace especial hincapié en la doble función del profesional

como transmisor o intermediario de un mensaje informativo y la venta de publicidad o el

procurarse los ingresos económicos que le permitan acceder a un medio. El segundo sobre el

periodista frente a la “línea editorial” de los medios; de éste me serán de utilidad las

entrevistas a reconocidos profesionales de Rosario y los puntos de vistas que desarrollaron

sobre la temática expresada en el título del trabajo.

Consulté, además y en principio, Precarización en el gremio de prensa, artículo de

Mariana Collante y Yamila Blanco, publicado por la Agencia Nodo Sur y en el cual se describen

las frágiles relaciones laborales que unen al periodista con el medio para el cual trabaja; El fin

del periodismo y otras buenas noticias, libro publicado por el colectivo de trabajo Lavaca,

Buenos Aires, 2006, del cual extraeré las nociones de “información asimétrica” (lo que se sabe

y lo que se oculta frente al que no sabe) y un paneo más actualizado sobre la situación

financiera de los medios gráficos en ésta primera década del siglo XXI y la consecuente

repercusión en las condiciones laborales; el texto Informe sobre la Información (del portal

saladeprensa.org), donde el periodista Hugo Machín, vicepresidente de la Asociación de la

Prensa Uruguaya-Sindicato de Trabajadores de la Comunicación Social (APU-STCS) hace un

estudio sobre el periodismo en Uruguay enfrentado a la misma situación a investigar; El Quinto

Poder, de Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique, Edición Española, 2003, en el que se

describe la situación de los nuevos grupos propietarios de los medios, que funden en una tres

características antes individuales: cultura de masas, comunicación e información, ante lo cual

propone la creación de un organismo de control ciudadano que garantice el derecho a la

información; informe de la Comisión Especial Investigadora sobre Hechos Ilícitos Vinculados

con el Lavado de Dinero, de la Cámara de Diputados de la Nación, título V, Dinero Oculto e

Inversiones en el País, Capítulo I: Supercanal, El Grupo Vila-Manzano; “Sólo hay un poder, el

poder económico, y el periodismo es parte integrante”, entrevista de Marc Lamarca a Pascual

Serrano (publicada en el portal rebelion.org), en el cual se exponen posiciones coincidentes

con las de Ramonet. Tanto el texto de Machín, como el de Ramonet y el informe de la Cámara

de Diputados serán utilizados para ubicar en el contexto empresarial y laboral al diario como

institución y a los periodistas como empleados del medio y productores de las noticias que

llega a manos del lector.

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Las respuestas a las preguntas que me formulo en la elección temática, o al menos una

dirección hacia las respuestas, podrían ser de utilidad para los futuros profesionales que

mantienen como expectativa laboral el ingreso a uno de estos medios establecidos; un

conocimiento de la situación que vive el trabajador en ellos, quizá le permita abrir los ojos a

otras opciones para la práctica profesional, o bien estar preparado para lo que vendrá, si es

que alguno de ellos finalmente accede a tales redacciones. Para los periodistas en actividad

podrá servir como un espejo donde se intentará reflejar la realidad por la que atraviesan y del

cual quizá se desprendan nuevas acciones hacia el mejoramiento de las condiciones de trabajo

y del producto informativo, ya sea desde el ámbito de la organización sindical o de la iniciativa

personal. Considero, además, que será útil para el lector del matutino local conocer las

condiciones en las que se cocina el producto que lee cada mañana y que, como se ha dicho, no

difiere sustancialmente del otro diario rosarino.

Objetivos

Con la presente investigación me propongo describir, analizar y aportar nuevos

conocimientos a los estudios existentes sobre la práctica del periodismo en situación de

precarización laboral, en los cuales se ha hecho hincapié en la situación del trabajador en la

doble función de periodista y productor publicitario, y como empleado de una empresa con

intereses creado; pero no se ha tratado el marco de la precarización para el periodista como

creador de un producto cuyo contenido, mediante la palabra, ejerce una “violencia simbólica

volens nolens” desde la realidad seleccionada para el conocimiento de los lectores; de manera

que, además, me propongo confrontar el producto resultante de esa “violencia simbólica”, que

a su vez sufre el trabajador de prensa por las condiciones laborales en las que se desenvuelve,

con el derecho a la información de los ciudadanos en general y los lectores del diario en

particular.

En concreto: planteo conocer el contexto laboral en el cual el periodista ejerce la

profesión; reconocer el modo en que estas condiciones influyen en la cobertura y producción

de la noticia; y ubicar al trabajador de prensa en la zona que delimitan la práctica de la

profesión, las condiciones laborales, los intereses empresariales y políticos del medio, y el

derecho a la información de los lectores.

Planificación

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Como primer paso para el desarrollo concreto de la investigación me abocaré a la

búsqueda de material bibliográfico que sume a los ya consultados y entrevistaré a trabajadores

del diario, a representantes del Sindicato de Prensa y, de ser posible, a los responsables

periodísticos del matutino. Las preguntas estarán orientadas no sólo en cuanto a la práctica del

periodismo enmarcadas en una situación de precariedad, sino que haciendo foco también en

el derecho a la información del lector. Para la recolección de material bibliográfico

complementario reservo diciembre, mes durante el cual recurriré a los archivos del Sindicato

de Prensa en búsqueda de antecedentes que grafiquen el contexto de trabajo precario en el

periodismo rosarino y en El Ciudadano en particular, y a textos complementarios que reflejen

el panorama laboral desde un plano más abarcativo. Entre los trabajadores del diario hablaré

tanto con cronistas como con responsables de sección (especialmente de local y de política

provincial); tomaré también el testimonio del representante gremial de los trabajadores de

prensa del diario. Desde finales de febrero y durante el mes de marzo analizaré el material

reunido, pautaré nuevas entrevistas en el caso de ser necesario aclarar o ampliar conceptos

vertidos por los entrevistados; finalmente, desde la última semana de marzo me dedicaré a la

redacción del Trabajo Final Integrador, que espero tener listo para fines de abril o primeros

días de mayo. En la segunda quincena de mayo, con un lapso al menos de 15 días desde la

última palabra escrita en la redacción del TFI, me abocaré a la corrección final del texto.

De todas maneras, la producción y redacción serán a la par de la investigación, ya que

proyecto llevar un diario donde dejaré plasmado el día a día de la producción, desde las

dificultades que puedan sobrevenir en la búsqueda de información hasta las reflexiones que

sobre cada tema vaya haciendo, sean estas acertadas y definitivas o apenas una aproximación

de lo que luego se plasmará en el trabajo. Estimo que como apéndice, o bien como parte del

cuerpo central, el diario de la investigación puede resultar de interés para los futuros

investigadores que deseen acercarse a la experiencia, al menos intelectualmente, de lo que

podría llegar a ser su propio primer trabajo de estas características.

i Vignatti según el Bigote Acosta. Fuente: La terminal, de Claudio Scabuzzo. http://laterminalrosario.wordpress.com/2008/04/10/orlando–vignatti–self–made–man/ Raúl “Bigote” Acosta es un polémico periodista de larga trayectoria en Rosario, que actualmente actúa en LT3 Radio Cerealista (perteneciente al multimedio La Capital), y que encabezó un proyecto editorial de Orlando Vignatti en Entre Ríos que se llamó “Hora Cero”, primero y después “Nueva Hora”. Acosta se alejó del entorno de Vignatti y empezó a editar en el año 2000 una revista en Paraná que se llamó “Tendencias”, producir un programa de TV y una página de Internet, hoy desaparecida, denominada “El Ojo Virtual”. Siempre con la colaboración de Antonio Rico. Allí descargó munición gruesa contra Vignatti y sus socios. Guardo sus escritos, y me remito a ellos para conocer, a través de la pluma de Acosta, aspectos de la vida de Vignatti. Hay que ubicarse en el año 2000. El artículo publicado llevaba el título “ Quien es y qué quiere Orlando Mario Vignatti” y estos son algunos párrafos (seleccionados, ya que algunas observaciones de Acosta son muy crudas y pueden perjudicar hasta al que lo cite como fuente):

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Criado a los saltos(…) “el semilla” vendía la ristra de ajos y sabía que no debía volver hasta que no la hubiese vendido toda.(…) Desde Rosario hasta San Lorenzo, en la época del cordón industrial del Gran Rosario, lo suyo era eso, una venta, (…)sobrevivir. Poco tiempo para la escuela primaria, que nunca terminó. Mordiendo el polvo … El primero que le dijo “cuidame los autos, llamame si para alguien a verlos”… le dio un oficio: vendedor de autos usados. En lugar de tragar polvo por los caminos lo aspiraba de los autos que por la vieja ruta de Rosario a Santa Fe (no había autopista) pasaban frente a la “compra venta” del gitano solitario que le dio el trabajo y unos pesos, si se llegaba a vender un auto, que debía limpiar, dejar prolijos. Su destino era dejar prolijos por fuera autos en muy mal estado en sus entrañas. Con los años esa enseñanza fue su estilo (…) La soledad endurece (…) Se acercó al peronismo, por aquellos años una ebullición, y eligió a Luis Rubeo como el hombre al que había que “seguir”. Ya saldría “la mascada”. Pidió prestado algún auto y acompañaba en la campaña. Podía decir que era peronista porque los vendedores de su laya tienen obligación de complacer al cliente. Le fue fiel hasta que en 1973 Rubeo lo recompensó, colocándolo como uno de sus hombres en la Cámara de Diputados de la Provincia. Luego, como director (…) en el Banco Provincial de santa Fe hizo lo mismo (…) Aparece”el hueco” Es Rubeo el que le consigue (el vendedor convence) que tramite una licencia para armar una estación de Televisión por cable. En Rosario la existencia de “Cablehogar”, abarcando el casco de la ciudad, dejaba extensas zonas donde no llegaban aquellos primitivos cables, con sus problemas de “troncales, terminales, conexiones, baja captación.” Elige Alberdi, barrio que termina allá sobre el viejo control caminero, antes de Granadero Baigorria. Toma el nombre de Cablevisión Sur y coloca a su hermano, contador de la fábrica Porcelanas Verbano como socio (…) Soltando amarras, tirando lastre El nombre tenía un dueño: Eurnekian, que manda telegramas. Con su nariz pepona, sus sacos desaliñados, su lenguaje “canero” se presenta ante Eurnekian y le dice que todo lo que hay, si quiere es suyo, que él no sabía, pero que le puede servir decir que está extendido hasta Rosario. Vuelve con el O.K. y la autorización de colocar una repetidora de radio Aspen, una frecuencia modulada que manejaba Eurnekian en Buenos Aires. En aquellos años Neustadt tenía el horario 6–9 de la mañana en ésa radio. Cuentas claras pierden amistades Con Rubeo acuerdan “blanquear la sociedad” y la parte que corresponde al político queda derivada en el hijo de Rubeo, también llamado Luis, Luisito. Rubeo pide cosas en el cable, ¿qué hacer, excepto responder a la índole…? y, como ya empieza a entrar plata, la pide, como corresponde…”para la campaña”. El semilla, el gitano (…) pide su contrapartida: otra licencia para los pueblos cercanos. En silencio consigue una licencia para Santa Fe y otra para Paraná. En realidad dos licencias para Santa Fe y Paraná y dos para Rosario. Las guarda. Política comunicacional Avanza sobre las construcciones FONAVI (dos complejos de 15.000 habitantes cada uno) pactando un precio menor por edificio, cruza las villas de emergencia acordando la gratuidad a cambio que no rompan ni roben, él personalmente pacta con viejos conocidos de esos sitios (vino “semillita”… qué hacés “semillita”…) la cuestión es numérica (…) Decide, ante la posibilidad cierta del crecimiento que

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debe desprenderse del último lastre. Plata en mano le compra, por algunos pesos y varios cheques, la parte cuya titularidad ostenta Luis Rubeo Hijo… Ya está solo. Mi cable y mi empresa son sus palabras. Un mundo para engañar Se separa de su primera mujer (…) y emprende la aventura Paraná. En Paraná se asocia con un diario que tienen dos peronistas y consigue que, mediante el regalo por debajo de la puerta( el diario se carga a 0,17 pesos en el abono) el cable crezca y el diario alcance una tirada real, pero muy ficticia, de 17.000 ejemplares. En Santa Fe sabe que debe llegar a 5.000 abonados para que lo tengan en cuenta. Los da como conseguidos para pagar las “señales internacionales”, que compra en paquete desde su cable de Rosario y las retoma en los otros. En muchos casos sin avisar. Así conoce a Busti, también al “conde” Ramos. La simpatía es mutua. Aún continúa. La unión hace la fuerza. En Rosario hay, por entonces cuatro cables. El viejo Cablehogar, el que resiste mientras su creador, el pionero Guillermo Strazza, va perdiendo empuje por los años. Los Canales tres (Alberto Gollán) y cinco (Simoncini y, minoritariamente Cesaretti) conforman Galavisión. La cuarta señal, de un gran chatarrero mayorista, Cappone, se la maneja Rafael Salamanca, que tiene la idea – y lo logra – de reunir las tres señales en una, comprar en conjunto y atacar el reducto de Cablehogar, el centro de la ciudad. Se dio la paradoja que los canales abiertos promocionaran el abono y las series del canal de cable donde todos eran socios. Vender para crecer, comprar para engañar Es en ése momento que aparece un nombre que suena como El Mesías: Liberman. Ya comenzaba la historia de monopolizar mensajes a través de unificar señales. Hace una oferta por todo el paquete de Rosario. Tentadora oferta. La “fogonea” Rafael Salamanca, hábil hombre de negocios en los medios, la acepta su socio mayoritario: Cappone. Cobran unos 20 millones de dólares. La aceptan Simoncini y Cesaretti (Canal 5) y cobran unos 12 millones, la acepta Gollán (Canal 3) y cobra seis millones de dólares. La aceptan dos socios minoritarios y cobran 3 millones cada uno. Esos son los socios en LT8. Vignatti muestra que él si tiene cableado con fibra óptica y cobra mas de 30 millones. Todos firman el compromiso de no participar más en el negocio de TV por cable por 10 años. Para Corsarios no hay códigos Cablehogar se funde. El negocio del cable en Rosario es monopólico. Vignatti manda a uno de sus empleados (alguien que nunca podría tener ese patrimonio, menos pagarlo al contado), “comprá la quiebra de Cablehogar”, ésa es la orden. La plata está. Misteriosamente…? Restituye cables viejos y lo que parecía un monopolio se convierte en una pelea con alguien que sabe pegar golpes bajos (litigio internacional por HBO, litigio por camisetas de Ñul y Central. La promoción, como en Paraná, del portero visor, más motos y autos de regalo y un abono más barato). No puede contra Ávila y no tiene los partidos de “Fútbol de Primera”, eso frena su crecimiento, que iba camino a un rush fenomenal. Liberman sospecha, pero el ya está vendiendo a quien le mandó comprar, los cables ya no son más argentinos. En Santa Fe la venta a Malvicino lo deja con una autorización de señal y unos millones más. En Paraná compra Liberman el canal de Vignatti. Se termina el convenio con el diario (Hora Cero). Busti le paga los favores políticos (…) Compra tierras. Ya le había indicado que comprara Radio Concordia, lo hace por un testaferro. Que comprara Radio Victoria, lo hace también por terceras personas, aquí sólo el 99% de las acciones. Es Busti, me consta, el que pide que lo “raje” a Bodian, periodista que ignoro si es bueno o malo, pero hablaba mal de _Busti y la mamá de Busti escuchaba, en Concordia y el chinito, un buen hijo… no lo podía soportar. Je, a mí me van a hablar de democracia y libertad de prensa… El papel caro es muy barato Ya en Rosario, con una compra de maquinaria en Granadero Baigorria ataca contra el monopolio de La Capital. Reúne a 170 empleados en un emprendimiento gráfico (El ciudadano) Sobredimensionado y

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escrito por gente de izquierda el diario “mata” al suplemento local de Página 12, que llega a la exigua venta de 250 ejemplares. Igual es útil a los fines de quienes lo editan, ya que el acuerdo con el FREPASO existe multiplicado en medios radiales. Pagan avisos en un diario de escasa venta, para que se hable bien en una radioemisora de mucha potencia. Vignatti exige participar en el negocio. Lo consigue. Se queda con todo el paquete de LT8. En Entre Ríos sus ligazones con Busti son muy grandes (…) El diario Hora Cero tiene un gasto mensual de 105.000 dólares. El Diario El Ciudadano un gasto de 190.000 dólares mensuales. Semejante drenaje tiene que salir de alguna parte. Su declaraciones reales hablan de pago de impuestos por un capital de 60 millones de pesos. Dos años con ese ritmo acosan a cualquiera. ¿De dónde salía el dinero…? (…) La Ferrari de Miami En su casa está la foto con la Ferrari que se compró en Miami (que no puede traer a la Argentina). Varias operaciones estéticas le cambian el rostro. Ya las camisas son de seda (…) Compra un hotel a medio construir y tiene la opción por un segundo hotel en Miami, donde manda a su mujer (…) ¿Viene o va dinero a Miami?… Alguien se lo presta…? Es él testaferro de otro en este caso…? (…) La conexión casual. La decisión causal El grupo “UNO”, de origen mendocino, tiene a Manzano y Nosiglia como los “operadores” para negocios varios. Así compran La Capital. Su mayor Accionista, Carlos María Amadeo Lagos vende su parte y se retira a Buenos Aires a cobrar 60.000 dólares por mes. La conexión con Vignatti es inmediata (…) El futuro es hoy (…) Debería resolver los problemas de todas las empresas ocultas (que compran en una misma cuenta corriente en el mismo proveedor) Y prepararse para una pregunta que alguna vez alguien hará: Si pudo perder mensualmente tanto dinero, aparentemente sin dolor, mientras limpiaba autos usados para venderlos como nuevos… El dinero perdido, de quien es…? ii Un diario sin publicidad Fuente: El periodista en su laberinto, de Fabián Andrés Scabuzzo. http://www.ensulaberinto.com.ar/2008/09/un–diario–sin–publicidad.html Hace veinticinco años que trabajo en los medios y, a excepción del par de años que colaboré en Radio Nacional, jamás participé de un proyecto comunicacional que no pueda sostenerse sin publicidad. Es la parte más cruel del trabajo de periodista en Argentina. Si uno quiere tener un espacio en radio o TV tiene que pagar por ello y vender publicidad para sostenerlo. Pero en Rosario hay una excepción a la regla: se llama "El Ciudadano" un diario que desde hace años se sostiene sin publicidad, que ahora posee un plantel de 60 periodistas que cobran su sueldo que no proviene ni de la venta del diario, ni de la publicidad (que no posee), sino del bolsillo de su dueño: Eduardo J. López. López es el mismísimo presidente de Newell´s Old Boys, un hombre cuestionado y que la justicia parece no investigar profundamente, al menos para confirmar si es cierto todo lo que de él se dice y se ha publicado. "El Ciudadano" fue fundado por Orlando Vignatti en 1998, recuerdo esos comienzos ya que yo trabajaba en LT8, que comandaba el mismo Vignatti. Los objetivos de ese diario fueron generar una competencia que desbarranque a "La Capital" adquirida por el grupo Vila–Manzano. No lo logró, pero su equipo periodístico, de gran nivel profesional, supo brindar esos años un diario que daba gusto leer.

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La historia es larga pero Vignatti pasa a integrar el grupo Vila–Manzano y logra, gracias a un "préstamo" otorgado a los mendocinos, sentarse en el sillón de los Lagos, es decir, dirigir "La Capital" y unir "El Ciudadano" al Multimedio. Hoy Orlando Vignatti es el nuevo dueño de "Ámbito Financiero". Pero volvamos a "El Ciudadano": Hace unos años Vignatti decide desprenderse, en apariencias, del diario que fundó, dejándolo a cargo de Eduardo López en una extraña operación que convirtió al presidente de un club de fútbol en empresario del periodismo gráfico. En los últimos tres años este diario casi no tuvo publicidad, sí hay una que suele verse hasta en páginas completas: "Farmacia Rosario", funciona en el mismo edificio donde tiene las oficinas el presidente de Newell´s y donde también instaló el diario, es la farmacia de la hermana de López. En ese lugar supo funcionar el bingo "Montparnasse" que fuera clausurado por ilegal pero con un extraño amparo judicial, y del que era dueño.... ¡López! "El Ciudadano" posee una mínima venta callejera y con la publicidad de una farmacia , es imposible sostenerlo. ¿Ha investigado la AFIP esta situación? ¿o hay que reconocer los intereses filantrópicos de Eduardo López en pro de la libertad de prensa y expresión? ¿Qué dice la contabilidad de esta empresa? Cualquier persona que quiera publicitar en sus páginas se encontrará con la respuesta "no se puede", "El Ciudadano" no posee departamento comercial y nadie ha visto sus tarifas. No cabe duda que el negocio de este diario es otro, hay cierto tufillo a impunidad en esta permanencia, sus trabajadores lo sostienen con tezón pero saben que es una nave a la deriva. iii FOPEA: El origen FUENTE: http://www.fopea.org/Acerca_de_FOPEA/Que_es_FOPEA Un grupo de profesionales de medios y profesores de periodismo hemos resuelto impulsar la creación de un espacio de reflexión, de diálogo y de promoción de la calidad de la profesión periodística movilizados por el próximo 20° aniversario de la recuperación de la democracia y ante nuestra certeza de que la calidad del periodismo es decisiva para la calidad de la democracia FOPEA se ha planteado como misión contribuir a mejorar la calidad del periodismo a través de la capacitación profesional, la elevación de los stándares éticos y la defensa de la libertad de expresión. No nace para ocupar el espacio de otras asociaciones, entidades o sindicatos, sino para trabajar en conjunto con todas, sin ninguna exclusión. Una característica esencial será la estrecha relación entre los profesionales y los docentes de periodismo. Creemos que mediante esta asociación podemos contribuir a mejorar tanto la práctica profesional como también la enseñanza profesional, la que muchas veces está demasiado alejada de la experiencia periodística real. Intentamos que el periodismo argentino, que tanto ha hecho en estos veinte años por mejorar la vida comunitaria, también esté a la altura, en los próximos veinte, de lo que la sociedad necesita. La situación actual del periodismo Creemos que el periodismo argentino está hoy en un momento crítico. Pensamos que hay grandes avances en la historia profesional, pero para mejorar debemos evaluar lo bueno y también lo malo. Algunas de las características negativas de la situación profesional que se está viviendo serían las siguientes: La ausencia de un consenso sobre postulados éticos y de calidad en el interior de la profesión periodística. Las malas prácticas profesionales están hoy en condiciones de causar un grave daño a la calidad del periodismo y, en consecuencia, a la democracia.

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La difícil situación económica que viven los medios de comunicación, y la desaparición de muchos de estos, produce la precarización laboral de los periodistas y limita la autonomía de su ejercicio profesional, tanto por presiones políticas como económicas. La falta de herramientas legales que faciliten el acceso a la información. Una crisis en la relación del periodismo con su audiencia, que puede expresarse a través de la disminución de la lectura y del crecimiento del info-entretenimiento. A veces, esta falta de comunicación con el público se intenta superar por medio del aligeramiento de las normas profesionales minimas. Existen estándares profesionales que deberían especialmente ser sometidos a debate. Entre otras cuestiones, consideramos importante debatir sobre el uso y el abuso del off the record, la búsqueda de fuentes alternativas, el mal uso del lenguaje, la editorialización extrema sin sustento informativo, la intromisión en la vida privada de las personas, la búsqueda de información por métodos ilegales o la exclusión de temas de relevancia pública de la agenda de los medios. La crisis es también un momento de confusión, donde incluso con buenas intenciones es posible cometer perjuicios contra la convivencia democrática. Por eso creemos necesario debatir, entre todos, los roles comunitarios que el periodismo hoy debería intentar cumplir. Objetivos Promover debates sobre las cuestiones más relevantes de la práctica periodística. Promover las prácticas en defensa de la libertad de expresión y denunciar y trabajar contra las restricciones impuestas a este derecho básico de la democracia. Promover el diálogo con todos los sectores involucrados en la profesión. Promover el diálogo con todos los sectores sociales. Impulsar un premio de periodismo a la calidad profesional.

iv Nos tapa la mierda (Edición N°91 de El Eslabón de la cadena informativa, enero de

2009)

Por el Señor I

“Ha perdido usted la confianza en todo y cree que vengo a halagarle con segundas intenciones. ¡Como si

hubiera vivido usted mucho! ¡Como si entendiera muy bien lo que es la vida!

De Crimen y Castigo, de Fiodor Dostoievski

Cuando el Señor I no cumple servicio en este ignoto pasquín, hace las veces de trabajador del diario El

Ciudadano. Como es público y notorio para cualquier persona que viva en el suelo de Rosario y no en la

nube de pedos que la gente suele construirse para no ver las cosas desagradables que suceden, el diario

que cumplió hace poco 10 años está –otra vez– frente a su hora final. El autor de estas palabras podría

utilizar este espacio para tratar de explicar lo sucedido a lo largo de esta década en ese malogrado

proyecto. Todo empleado de El Ciudadano enfrenta cotidianamente las preguntas de sus parejas,

amigos, conocidos y no tanto sobre qué sucede ahí adentro: ¿Por qué trabajan si no cobran? ¿Cuál es la

tirada del diario? ¿Se vende? ¿No había cerrado? ¿Qué onda López? ¿Ahí Lavan plata, no cierto (sic)?

¿No le hacen los aportes y no tienen recibo de sueldo? ¿Cómo puede ser?

Bien, voy a utilizar de aquí en adelante la primera persona –sólo aquellos tan soberbios que creen que

pueden ser “objetivos” o que pueden “despegarse” del tema sobre el que escriben no se lo permiten, y

esta columna siempre se escribió en tercera persona para demostrar esa ridiculez– para no responder a

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ninguna de estas preguntas. Podría hacerlo, ya que respondo diariamente en mi cabeza a todas ellas, y

cada vez tengo una solución diferente. Cada uno de los compañeros con los que trabajo tiene las suyas,

todas válidas. Esas respuestas, desde mi punto de vista, no son simples. Creo profundamente en que

todas las cosas son complejas, y que no hay soluciones sencillas para problemas complejos. Por lo tanto,

simplificar las explicaciones no es la solución de nada.

En lugar (sic), elijo hablar sobre qué significa, a mi criterio, El Ciudadano y su complejidad para el

periodismo vernáculo. Cuando empecé a escribir esta columna, hace ya muchos años, me dediqué a

hacer una suerte de chusmerío sobre personas y situaciones que sucedían en los medios rosarinos. Era

algo así como la versión progre de ese espacio infame de La Capital, “En voz baja”, donde el chantaje y la

estupidez llegan a niveles infrahumanos. Por suerte, me di cuenta a tiempo del error, y encontré la

fórmula de reflexionar sobre el rol del periodista en la sociedad, obviamente, desde mi punto de vista,

para poner en discusión ciertas cosas, al menos entre los pocos amigos que leen esto.

Hoy, cuando esos pocos amigos lean esto, quizás El Ciudadano ya no exista, o sea otra cosa, o vaya a

saber uno qué. Más allá de un futuro que me resulta imposible profetizar, sí puedo hablar de lo que

pasó hasta ahora.

Puedo decir, sin dejar de lado otras voces, que el colectivo de trabajadores de El Ciudadano es, tal vez,

el primero en la historia de los medios de comunicación rosarinos en asumirse como un grupo de

trabajadores de prensa, como gremio, y no como profesionales independientes. Seguramente

producto de las circunstancias, pero también de la personalidad de sus integrantes, la gran mayoría de

los triunfos y derrotas sufridos por nosotros fueron asumidos por todos. Respetando a nuestros

representantes, pero sin dejar de cuestionarle duramente sus decisiones si existía el convencimiento de

un error. Poniendo el todo frente a las individualidades. Repartiendo el costo de los fracasos, que

fueron, desgraciadamente, más que los triunfos. Sólo esa fórmula permitió que los últimos ocho años

unas 90 familias comieran de este engendro casi inexplicable en que se transformó ese diario.

También puedo decir, sin temor a equivocarme, que cada vez que pensamos que las cosas no podían

empeorar, nos equivocamos.

Lo otro que puedo decir, desde la experiencia y la teoría –que mal que le pese a los boludos no existen

una sin la otra– es que es imposible ejercer el periodismo en las condiciones que lo hicimos los

trabajadores de El Ciudadano en los últimos años. Cuando uno pone el esfuerzo diario en sostener algo

que se cae por todos lados, sufre humillaciones varias en el intento de ejercer el oficio, lo tapa la mugre

y olor a bosta de los baños rotos, no sabe cuándo va a cobrar, se pelea por un teléfono y recibe una

orden imbécil de un tipo con funciones vitales mínimas, la reflexión sobre el rol del periodista queda de

lado. Quizá Rodolfo Walsh podría haberlo hecho mejor, pero yo no soy Rodolfo Walsh –estoy vivo, por

suerte– y no veo que ninguno de mis compañeros vaya a serlo en el corto plazo. Otra vez la

simplificación, a mi modesto entender, hacía imposible la solución del problema. Todos los días, a los

seres humanos que estábamos dentro de esa redacción, se nos pedía un desdoblamiento imposible: que

por un lado fuéramos trabajadores militantes de la causa de sostener las fuentes de trabajo y tratar de

cobrar el sueldo de bolsillo en un lapso no mayor al mes posterior a la fecha que correspondía, y que por

el otro, de manera individual, fuéramos periodistas serios es pos de publicar un “producto digno”. Las

veces que escuché la frase “producto digno” hacen que incluso escribirla me dé asco. ¿Quiénes nos

exigían esa condición de superhombres? Depende: otros compañeros, la sociedad, Dios y la patria,

“nuestros lectores”, incluso yo debo confesar haberlo exigido en algún momento de mis pares.

Para todos ellos les tengo una noticia: el “producto” que responde al nombre de El Ciudadano es tan

indigno como la mayoría de los proyectos periodísticos que se hacen en esta ciudad y en este mundo.

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¿Por qué? Porque sólo un súper humano puede reflexionar, entender y explicar el mundo que lo rodea

mientras trata de sobrevivir en un submarino que no puede salir a flote.

Sí, ya sé, en otros medios donde las condiciones de trabajo son mejores tampoco se hace “mejor”

periodismo. Y, entiendo, que la cagada es la falta de discusión sobre la profesión en sí, sobre la

necesidad de dialogar con otras instituciones. Es que mientras el efecto de la década de los noventa, por

suerte, ha sido reducido por algunos gremios y oficios, a los periodistas nos dejó de rodillas, la mayoría

aferrados a cualquier puesto de trabajo, sin margen para pensar en hacer algo distinto a lo que

hacemos, automatizando cada vez más algo que nunca debió ser automatizado.

Esa situación de estar de rodillas es peligrosa. La totalidad de los trabajadores de prensa de la ciudad

debe mirar bien lo que suceda con El Ciudadano. Si el diario cierra, y los responsables de esa situación

(en primera instancia los empresarios, y en menor medida el Estado, que toleró la irregular situación del

proyecto e hizo muy poco, hasta ahora, para evitar el desenlace en ciernes) no reciben un castigo por

ese crimen, la cosa se pone fea. Ese castigo puede ser económico –en la forma de salarios adeudados,

indemnizaciones medianamente dignas o continuidad laboral con sueldo– o político –en la forma que

ustedes encuentren–, pero no puede no existir. Recuerden que somos trabajadores y periodistas, al

mismo tiempo, sin posibilidad de desdoblarnos, y no podemos hacer bien una cosa sin la otra.

v INICIATIVA CIUDADANA POR UNA LEY DE RADIODIFUSIÓN PARA LA DEMOCRACIA – 21 PUNTOS 1.– Toda persona tiene derecho a investigar, buscar, recibir y difundir informaciones, opiniones e ideas, sin censura previa, a través de la radio y la televisión, en el marco del respeto al Estado de derecho democrático y los derechos humanos. 2.– La radiodifusión es una forma de ejercicio del derecho a la información y la cultura y no un simple negocio comercial. La radiodifusión es un servicio de carácter esencial para el desarrollo social, cultural y educativo de la población, por el que se ejerce el derecho a la información. 3.– Se garantizará la independencia de los medios de comunicación. La ley deberá impedir cualquier forma de presión, ventajas o castigos a los comunicadores o empresas o instituciones prestadoras en función de sus opiniones, línea informativa o editorial, en el marco del respeto al estado de derecho democrático y los derechos humanos. También estará prohibida por ley la asignación arbitraria o discriminatoria de publicidad oficial, créditos oficiales o prebendas. 4.– Las frecuencias radioeléctricas no deben transferirse, venderse ni subastarse. Nadie debe apropiarse de las frecuencias. Las frecuencias radioeléctricas pertenecen a la comunidad, son patrimonio común de la humanidad, y están sujetas por su naturaleza y principios a legislaciones nacionales así como a tratados internacionales. Deben ser administradas por el Estado con criterios democráticos y adjudicadas por períodos de tiempo determinado a quienes ofrezcan prestar un mejor servicio. La renovación de las licencias estará sujeta a audiencia pública vinculante. 5.– La promoción de la diversidad y el pluralismo debe ser el objetivo primordial de la reglamentación de la radiodifusión. El Estado tiene el derecho y el deber de ejercer su rol soberano que garanticen la diversisdad cultural y pluralismo comunicacional. Eso implica igualdad de género e igualdad de oportunidades para el acceso y participación de todos los sectores de la sociedad a la titularidad y gestión de los servicios de radiodifusión. 6.– Si unos pocos controlan la información no es posible la democracia. Deben adoptarse políticas efectivas para evitar la concentración de la propiedad de los medios de comunicación. La propiedad y control de los servicios de radiodifusión deben estar sujetos a normas antimonopólicas por cuanto los

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monopolios y oligopolios conspiran contra la democracia, al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho a la cultura y a la información de los ciudadanos. 7.– El público tendrá derecho a acceder a una información plural, así como a la diversidad cultural. Para ello se deberá garantizar la indemnidad intelectual y estética de los trabajadores de la comunicación y de todos aquellos que participan en la producción de bienes culturales. 8.– En los casos de una integración vertical u horizontal de actividades ligadas, o no, a la comunicación social, se deberán establecer regulaciones que promuevan el pluralismo, respeten las incumbencias profesionales y derechos intelectuales de los artistas y demás trabajadores de la comunicación y el espectáculo. 9.– Deberá mantenerse un registro público y abierto de licencias. El registro deberá contener los datos que identifiquen fehacientemente a los titulares de cada licencia, y los integrantes de sus órganos de administración además de las condiciones bajo las cuales fue asignada la frecuencia. Las localizaciones radioeléctricas no previstas en los planes técnicos deberán ser puestas en disponibilidad a pedido de parte con la sola demostración de su viabilidad técnica. 10.– No podrán ser titulares de licencias de servicios de radiodifusión ni integrantes de sus órganos directivos, quienes ocupen cargos electivos oficiales nacionales, provinciales o municipales, funcionarios públicos de los distintos poderes, miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad, como así tampoco aquellos que hayan tenido participación comprometida con violaciones a los derechos humanos. 11.– Existen tres tipos de prestadores de servicios de radiodifusión: públicos, comerciales y comunitarios de organizaciones de la Sociedad Civil sin fines de lucro. Quedará prohibido todo tipo de discriminación o cercenamiento a causa de la naturaleza jurídica de la organización propietaria, en cuanto a potencia, cantidad de frecuencias disponibles o limitaciones a los contenidos. Todos los servicios de radiodifusión podrán contratar publicidad en igualdad de condiciones, ya que así se respetan los derechos humanos económicos, sociales y culturales. 12.– Los medios estatales deberán ser públicos y no gubernamentales. Deberán proveer una amplia variedad de programación informativa, educativa, cultural, de ficción y de entretenimiento garantizando la participación ciudadana y la atención a las necesidades de la población. En todas las regiones del país se destinará una frecuencia a la recepción gratuita del canal de TV pública nacional y de Radio Nacional; y de igual forma se reservará al menos una frecuencia para una radio y una emisora de TV provincial y una emisora de FM municipal . Los servicios de la radiodifusión universitaria constituyen un sistema público de gestión autónoma y se reservará no menos de una frecuencia de radiodifusión a cada una de las Universidades públicas nacionales. 13.– Los planes técnicos deberán reservar al menos el 33% de frecuencias, en todas las bandas, para entidades sin fines de lucro. En estos casos tendrá que prevalecer como criterio de asignación de frecuencias el plan de servicios y la inserción de las entidades en su comunidad. 14.– La ley establecerá cuotas que garanticen la difusión sonora y audiovisual de contenidos de producción local, nacional y propia. Esto implica producción realizada por actores, músicos, directores, periodistas, artistas, investigadores y técnicos argentinos, y reglamentará la obligación de inversión en producción propia y en la compra de derecho de antena de películas nacionales. 15.– La explotación de los servicios de radiodifusión es indelegable y debe ser prestada por el propio titular de la licencia. 16.– Las repetidoras y cadenas deben ser una excepción a la regla de modo tal de priorizar el pluralismo y la producción propia y local, salvo para las emisoras estatales de servicio público o la emisión de acontecimientos de carácter excepcional.

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17. La publicidad sonora y audiovisual será de total producción nacional y deberá siempre diferenciarse de los contenidos de la programación, no estará incluida en esta, se difundirá en tandas claramente identificadas al inicio y al final por la señal distintiva del medio y no inducirá a estafas y engaños a la comunidad. 18. Los sistemas de distribución de señales deberán incluir en su grilla de canales las emisoras de TV de aire de la localidad, el canal público nacional y un canal con producción informativa local y propia. 19. La autoridad de aplicación deberá respetar en su constitución el sistema federal y estará integrada además por organizaciones de la sociedad civil no licenciatarias y por representantes de las entidades representativas de los trabajadores de los medios y de las artes audiovisuales. 20.– Se creará la figura de la "Defensoría del público", con delegaciones en las provincias, que recibirá y canalizará las inquietudes de los habitantes de la Nación. Deberá incluirse un capítulo que garantice los derechos del público. Estos podrán ser ejercidos directamente por los habitantes de la Nación o a través de la defensoría del público. 21. En la nueva ley se deberá contemplar la normalización de los servicios de radiodifusión atendiendo a las necesidades de aquellos impedidos de acceder a una licencia por las exclusiones históricas de la ley 22.285 y la administración arbitraria de las frecuencias por parte del Estado nacional. vi Entrevista completa De las respuestas fueron suprimidos sólo aquellos datos que pudieran identificar fehacientemente al entrevistado, ya que solicitó mantenerse en el anonimato: 1–¿podrían describir la situación de precarización laboral y profesional que vivieron en el diario durante ese período? Tanto en lo que hace a lo salarial como a las condiciones de trabajo que soportaron. – La situación de precarización laboral llegó a extremos difíciles de describir. Empezando por lo salarial, ya que todo ser humano que aporta su fuerza de trabajo espera recibir una remuneración a cambio. La empresa dejó de abonar los salarios a mediados de octubre de 2008, de allí en adelante venimos sobreviviendo como se puede repartiendo en partes iguales el dinero que puede recaudarse por pautas publicitarias (en su mayoría oficiales) que estaban pendientes de cobro. Es decir, ante una empresa ausente, del día a la noche se destruyó de hecho toda escala jerárquica–salaria y pasamos a repartirnos los magros ingresos que pudimos conseguir en partes iguales. Pero lo salarial no fue lo único. Al desaparecer la conducción empresaria dejaron de pagarse insumos básicos para el normal funcionamiento de un diario y otros servicios esenciales fueron cortándose también por falta de pago. Así, nos fuimos quedando sin móvil para trasladar a cronistas y fotógrafos, sin agencias de noticias, sin servicio de fotografías internacionales, sin el sitio web (el diario desapareció de internet a fines del año pasado), sin direcciones de mail, sin DirecTV (mi sección se vio privada de un elemental televisor para monitorear las noticias), sólo la sección deportes pudo mantener precariamente un televisor con cable básico, sin codificados, se dejó de viajar para cubrir a Newell's y Central de visitante, nos quedamos sin tonner para la impresora, sin papel para imprimir las páginas para su corrección, sin pilas para los mouses, etc. Para completar la situación, dejó de funcionar el aire acondicionado (en un local herméticamente cerrado y sin ninguna ventilación externa), se cortó la luz en el baño de hombres... ¿sigo? 2–¿pasaron o conocen casos de censura o autocensura? (por favor, aunque sea tentador limitarse a sí o no, mencionen cuáles, si los hubiere)

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– Quizás el caso más paradigmático y a la vez desopilante de censura ocurrió en la época en la que no podía mencionarse el apellido Bielsa en el diario (ya que Rafael, el entonces canciller, era opositor al dueño del diario en Newell's). Lo más triste y patético ocurrió el día que Rafael Bielsa ganó las internas abiertas del PJ y se transformó en candidato a gobernador. Hubo que titular en tapa que Binner había ganado la interna de su agrupación (lo que era intrascendente ya que era el único candidato) y mencionar al pasar que "el candidato del obeidismo venció a Agustín Rossi en la interna del PJ". También recuerdo otra vez en la que un compañero de Deportes publicó inocentemente un cable en el que se cuestionaba los manejos del mandamás de la AFA, don Julio Grondona. De inmediato, el dueño del diario ordenó que se echara a dicho compañero, cosa que, afortunadamente, y luego de varias semanas de negociaciones con el sindicato, se pudo revertir. 3–¿se sentían condicionados por las políticas editoriales del diario en la elaboración de la agenda y en la producción de las notas? ¿casos que recuerden? – En el caso de mi sección, no. Salvo, claro está que el canciller Bielsa fuera noticia. Se podía hablar de él pero en notas secundarias, nunca dar una cabeza de página con fotos de dicho funcionario. Por lo demás, no hubo otros condicionamientos. Pero sé que no fue así con otras secciones, como por ejemplo Policiales, donde sí a veces había sugerencias de que tal o cual nota no debía salir, o no debía contener algún dato específico. 4–¿Alguna vez se plantearon como profesionales que al trabajar en el diario sostenían con sus laburos bien hechos aquellas otras notas –o silencios– tendenciosos y, por ende, los intereses creados de su titular, López, como el del grupo Vila – Manzano? ¿Sintieron que el diario mentía, o bien que no mostraba la verdad por completo? – En ese aspecto considero que nos sentimos como en cualquier otro diario. Los diarios son empresas periodísticas con fines de lucro (aunque este no haya sido precisamente el caso), donde (mal que nos pese) por encima de la idealista búsqueda de la verdad están los intereses empresariales. La pregunta sería, ¿qué diario dice toda la verdad?, ¿qué diario no oculta algún tema o lo disfraza según su conveniencia? Éticamente hablando, ¿La Capital, Clarín ó Crítica son mejores que El Ciudadano? 5–¿Creen que la práctica de la profesión, sus propios trabajos, la construcción de la noticia, se vieron perjudicados durante este período de continua precarización? – Sin lugar a dudas y hasta límites insospechados. 6–Según me explicaron dirigentes del sindicato, el diario ahora, en manos de los trabajadores, busca subsistir con los aportes de la provincia y municipio (en concepto de pauta publicitaria) y con la mantención del acuerdo de impresión que hasta ahora sostienen con La Capital. ¿Les parece que en este nuevo período pero bajo condiciones similares pueden cambiar la orientación y el contenido del producto periodístico y convertirse realmente en otra voz de prensa que afiance la pluralidad a la que aluden?

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– Rotundamente sí. Ahora no habrá excusas, el diario estará en nuestras manos y pese a que habrá que sortear innumerables escollos desde el punto de vista del financiamiento del proyecto, tendremos las manos y las mentes libres para contar nuestra versión de la historia, sin mordazas de ninguna índole.