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Textos Literaris:
1 Con el suave tacto de sus dedos:
Con el suave tacto de sus dedos empecé a concebir una ilusión. ¿Será esta vez para siempre?
Le pregunté. ¿Te quedarás aquí conmigo? Me miró. No pude ver ni un ápice de mentira en sus
ojos al escuchar la respuesta: “¿Cómo puedes preguntarme esto cuando sabes que no podría
existir sin estar contigo?” Suspiré. Era la misma respuesta de siempre, disfrazada con otras
palabras. Me prometía un universo, pero con el paso del tiempo todo desaparecía. ¿Por qué
creerle ahora?
Simplemente porque soy débil. Me dejo llevar por su incansable amor que ayuda a que
florezca el mío donde antes había llanto. Lo cierto es que pase el tiempo que pase, él siempre
vuelve. Vuelve hacia mí y me abraza. Me quita el dolor con un simple beso y me hace llorar de
emoción. Pero llega el día en el que se vuelve a ir. No por voluntad, sino por obligación. A
pesar de romper la promesa de estar siempre conmigo, no le guardo rencor. Porque que él se
marche solo puede significar que él vino anteriormente. Vino, y volvió a abrazarme. Volvió a
repetirme las mismas frases tontas de amor que, aunque ya me suenen de haberlas oído
antes, me alegro que las vuelva a decir. Volvió a hacerme sentir la persona más feliz del
mundo… Aunque fuera brevemente.
Con su nueva marcha no lloré. No de tristeza, al menos. Mis lágrimas, a diferencia de
experiencias pasadas, desprendían felicidad. ¿Felicidad por un amor? No lo sé. No sé el motivo
por el cual esta vez mi reacción fue distinta. Y eso es lo que mas me gusta.
Patrícia Ruiz, 2.2
2
“Lágrimas contenidas”
Lágrimas contenidas,
El peor infierno para todo mortal.
Amores imposibles,
Sueños inalcanzables
Esperanzas desvanecidas…
Lágrimas contenidas.
El rugir del mar no acalla mis gritos.
La tormenta no me produce ningún sosiego
Y la luz del Sol se mofa de mi existencia.
¿Por qué te abates?¡ Oh alma mía!
¿Por qué te turbas en mi pesar?
Nada falta en mi vida,
¿Qué es lo que no puedo acallar?
Como águila que extiende sus alas en el firmamento,
Como pez que se hunde en el infinito océano
La libertad quiero hallar,
La felicidad anhelo encontrar.
Volar, soñar, desear…
Cantar al son del arpa
Y entonar con las trompetas
Una melodía sin mancha.
Llorar, gritar, clamar…
¡Que bajen los ríos por mejillas!
¡Qué suba el rubor por mis pómulos!
Saber pintar,
Para una sonrisa dibujar.
Tener fe,
Para levantarme del caer.
Y poder amar,
Para un sueño hacer
Olga Estivill, 2.3
3
Hace unos días no sabía cómo sentirme, si aliviada por la noticia de que
me iba dos años enteros a Australia lejos de la rutina, la gente, y todo
lo que me provocaba enfermedad, o asustada por el hecho de
escapar de mi vida actual. ¿Quizás por miedo? ¿Por no afrontar los
problemas que tenía? ¿Irme era una manera de empezar una nueva
vida y dejar mis fantasmas atrás? o simplemente era una experiencia
que no podía dejar escapar.
Por fin había terminado mis estudios universitarios que tantos dolores de
cabeza me habían provocado y me encontraba en una situación en la
que no sabía qué camino tomar. Llevaba varios días encerrada en
casa, haciendo cajas y deshaciéndolas, guardando ropa en maletas
enormes y llorando. No sabía lo que me estaba pasando. Era una
sensación nueva para mí. ¿Lloraba porque echaría de menos a mis
padres y amigos? o ¿lloraba porque no había tenido la suficiente
valentía para enfrentarme a todos mis problemas? Si me iba… ¿todos
mis tormentos me perseguirían o se esfumarían? Estas preguntas y más
fluían por mi mente.
Mi cabeza iba a explotar, hasta que de repente dije ¡basta! Esto no
podía continuar así, me conozco. Sé que si me iba sin solucionar todos
los problemas que tenía aquí nunca sería feliz. Así que cogí papel y lápiz
y empecé a escribir todas las cosas que debía hacer y a quien tenía
que visitar. No me podía quedar con esa angustia dentro de mi cuerpo
por mucho más tiempo. Quería soltarlo todo, fuese bueno o malo.
Así que fui puerta por puerta pidiendo perdón por algunos actos,
solucionando problemas con viejas amistades o simplemente
escuchando disculpas de otras tantas personas. Pero como siempre, me
dejé lo más difícil para el final.
Hace unos años yo era una persona segura de mi misma, feliz y con las
ideas claras, hasta que me topé con mi tutora de cuarto de la ESO, una
mujer cerrada de mente y poco pedagógica. Un día me dijo una frase
que recordaré toda mi vida. Fue como una espada atravesándome el
pecho lentamente. Me dijo: quizás te tendrías que replantear el rumbo
de tu vida, no vales para estudios superiores. Ese día fue el primer día del
resto de mi vida o eso pensaba yo entonces.
A pesar de que acabé el bachillerato, aprobé la selectividad y estudié
una carrera universitaria, aquella frase me seguía persiguiendo en cada
decisión que tomaba. Así que me dirigí a mi antiguo colegio y la
encontré. Sola, con más arrugas, vestida con prendas viejas y la misma
cara de indiferencia que mostraba años atrás. Me acerqué a ella y le
empecé a hablar. Ella me miraba extrañada y en aquel momento
comprendí que ni siquiera me recordaba. Tanto sufrimiento por unas
palabras que se había llevado el viento, que ni ella misma recordaba y
que yo debería haber olvidado hacía mucho tiempo. En ese mismo
instante me di cuenta de que había utilizado de excusa aquella frase en
todos mis momentos de debilidad. Afortunadamente, una parte de mí,
siempre supo que no era verdad. De repente me sentí libre. Aquel día sí
que fue el primer día del resto de mi vida.
Lucía Navarro Barnosell 2.3
4
Locus amoenus
Mundo tranquilo con verdes prados sobre la tierra húmeda; árboles robustos que despliegan elegantes ramas repletas de hojas; hojas que descienden a modo de enredadera por el tronco del árbol hacia el suelo, donde se encuentra con un silencioso prado donde solo los pájaros suenan Tras este árbol, se encuentra un estanque de agua cristalina, donde se halla vida bajo los reflejos del sol en el agua, una diversidad infinita de peces de colores: rojos, azules, naranjas, amarillos, todos viviendo en harmonía. En la superficie de dicho estanque, y a lo lejos, se muestra una fuente rodeada de flores blancas y rojas, perfectamente talladas, como si la misma naturaleza las creara en su máximo esplendor tanto en forma como en color. La fuente de una belleza inexplicable roza casi la imaginación, con un agua limpia, transparente de donde beben varios pájaros ,a pocos metros y acompañando la imagen. Hay un banco de granito blanco, majestuoso, brillante por la luz del sol; un banco donde destacan letras y nombres escritos en el respaldo de dicho asiento, grabados en color rojo pasión, con la finalidad de unir para siempre estos nombres con una promesa; una promesa que estará sellada a ojos de la naturaleza. Anna Rueda, 2.5
5 No hace mucho, hace aproximadamente dos lunas llenas, descubrí que a la luz de los astros
todos tenemos ojitos felinos.
He descubierto que las noches no son tan frías como parecen con una buena compañía y la
ayuda de un chocolate caliente, de esos que abren todos tus poros para que los secretos
fluyan con facilidad. Aunque bien es cierto que no solo eso basta para hacer crepitar el fuego
que ablanda los órganos y nos muestra vulnerables ante el mundo; con unos inmensos ojos de
minino desconsolado.
Como decía desde la penúltima luna llena, me he aficionado a intentar averiguar la forma y el
color de los ojos felinos de cada persona que pasa por mi vida.
Resulta sencillo sentarse a esperar con los oídos abiertos, paciente y siempre presente, como
los astros del cielo, esperando poder escuchar la historia de una vida. Resulta sencillo porque
sé que una vez comiencen a hablar, poco a poco, la empatía hará de las suyas y moldeará la
forma de dos cálidas y relucientes canicas. Merece la pena conocer la otra cara del ser, la
vulnerable, la que escondemos del mundo porque es frágil como el cristal de las canicas, y
normalmente, la que más brilla.
Gracias a mi virtud he encontrado ojos de todos los tipos imaginables y de las inimaginables
también. Sin embargo, hace dos lunas llenas que encontré unos peculiares ojos felinos en
tierras fértiles; pardos, moteados y con las pupilas más dilatadas que jamás he podido ver.
Desde entonces, trato de buscar algo que se les asemeje. Mucho me temo que no lo
encontraré.
Clàudia Ruiz, 2.2
6 Esperar, siempre toca esperar. Esperar para tener esto, esperar para saber lo otro, esperar
para encontrar la felicidad, esperar para ver si esa felicidad te pertenece o solo será pasajera.
Esperar en la expectativa, esperar en resolver algún problema, esperar para ver los resultados
de ese problema. Esperar, todo es cuestión de esperar, de tomarlo con calma, de contar hasta
diez sin resoplar, de ponerle media sonrisa, de rogar por más paciencia. Esperar a que las cosas
se den, pero se den como una quiera, y después de esperar resulta que no había nada por lo
que esperar. Pero que si no esperas eres una caprichosa, y si esperas eres una tonta por dejar
que las cosas vengan solas. Esperar, esa es la palabra que tengo en mi cabeza hoy en día.
Clàudia Ruiz
7 Para Anna…
Ángel sin vuelo,
Naciste en el cielo
Engendrada por unos versos
Del más bello soneto.
Cubierta de seda dorada y perlas
Una rosa blanca es tu vestimenta
Pues la belleza es tu compañera
Y la bondad tu íntima amiga
¿De qué color son tus ojos?
Pues tal brillante es su luz
Que creo que ahí habita el Sol.
Hermosa aurora reflejas Tú.
Dulce ángel no sufras,
Mira como tu alma llora.
No escondas tu sonrisa,
No permitas que se pierda en lágrimas desdichas.
¡Levanta tu cabeza!
¡Enorgullece tu mirada!
No desfallezcas ante la opresión
De los rompedores de corazón.
En ti habita la poesía,
Una melodía de flores y mariposas.
Pues fuiste engendrada por unos versos,
Del más bello soneto
Olga Estivill, 2.3
8 “Perfección prohibida”
Pasión incontrolable,
Deseo inalcanzable
Fruto de una perfección inimaginable.
Las llamas invaden mi cuerpo,
Fuego e hielo siento al mismo tiempo
Cada vez que tu mirada atraviesa mis senos.
Rosas y mariposas a mi alrededor,
Melodía de tus labios clavada en mi corazón.
Despertarme y encontrarte a mi lado,
Ver el amanecer a través de tus ojos,
Mientras tú, Apolo, me rodeas en tus brazos.
Rozar tus dulces labios,
Perderme bajo una luna llena
Mientras tú dibujas en mi cuerpo las estrellas.
Niña y mujer soy a la vez,
Pues tu sonrisa me hace estremecer.
El placer de verte feliz…
Ojalá fuera suficiente para yo poder reír.
Y aunque sienta tu calor en mis sueños,
Nacidos de ese deseo y amor prohibido,
Me quedaré en mis ardientes versos,
Pues dueño de mi poesía te has hecho.
Y aunque no pueda dedicarte un soneto
Mi amor quedará grabado para siempre,
Pues la tinta lo esconderá eternamente.
Olga Estivill, 2.3
9 Piezas
Piezas. Todo se reduce a eso. Pequeñas piezas, fragmentos, pedazos de alma que nos
componen a cada uno de nosotros, a todo ser con un alma que palpite en consonancia
con las estrellas. Se reemplazan, encajan, desencajan, se unen y se destruyen para,
finalmente, ser transferidas; o mejor dicho, ser obsequiadas. Se trata de renacer, ¿no?
Experimentar el proceso de la catarsis después del esperado cambio, como la mariposa
que extiende por fin sus alas, liberada de su jaula. Finalizar la metamorfosis que te
permita “ser”, después del fugaz réquiem del alma, apenas perceptible por los
sentidos. Sí, ser. Ser una cosa que, mágicamente, ya no es como antes, a pesar de que
permanezca la esencia de lo que una vez fue, como cuando restan las cenizas después
de que la llama expire su último aliento. La clave reside en el cambio, en el hecho de
añadir y quitar piezas, como si de un puzzle se tratase, hasta conseguir la combinación
adecuada. Y tú me reprochaste que lo hiciese, como si extraer e implantar piezas fuese
algo voluntario, como si otra mente se hubiese adueñado de mi cuerpo o la luna y el
sol se hubiesen intercambiado los roles. Dijiste que ocurrió como si la nieve hubiese
cubierto cualquier resquicio de vida y esencia de tierra, pero lo que nunca
comprendiste fue que lo único que hizo esta fue fundirse con la vida. Y jamás
entendiste que tu propia existencia y la de otras miles de personas provocaron esa
metamorfosis, igual que inconscientemente la mía hizo lo propio con la tuya,
entregándole una pequeña pieza o fracción que me componía. Y como un ciclo sin fin,
esas existencias se cruzarán como rayos de luz, para transferirse piezas y experiencias
unos a otros. Piezas que entregaré y me serán entregadas, intentado encontrar la
combinación perfecta para cada individuo, como las almas que al encontrar la paz en la
muerte se elevan, y como el despertar de los ojos que contemplan por primera vez la
vida. Cada una de ellas guardan bajo llave cualidades, temores, miedos, habilidades…,
factores que, inevitablemente, pueden cambiar o superarse a sí mismos, como las olas
que, compitiendo entre ellas, intentan alcanzar el firmamento. Y así, recorrerás tu
sendero, mientras que cada individuo que se cruce en él te entregará su pequeño
pedacito que reside en su alma, esperando como recompensa otro tuyo. Y quizás, al
final del sendero, valorarás ese conjunto de piezas que te componen, y en ese instante
encontrarás el sentido que tiene haber completado el puzle. Y la clave no está en
intentar alcanzar la perfección con las mejores piezas, ni lograr ser mejor o peor con
ellas, sino en conseguir una combinación única. Sí, tú. La única con un compuesto de
piezas singular, que al final del día te permiten afirmar que la metamorfosis que has
sufrido para llegar a este punto valió la pena. Y al fin y al cabo, antes de que tú alma
perezca en el lecho de la muerte, como muchas otras, es lo único que vale la pena
saber; el hecho de haber completado el puzle como debía ser.
N.S. 2.2
11 Poema Petrarquista
Podrás ser frío como el invierno,
pero nunca marchitará mi primavera.
Que tus gestos son de hielo
y mis besos son de fresa,
que tu sol es de poniente
y el mío es de naciente,
que no soy lo que tú quisieres
pero que aún así me quieres.
A mis tierras la nieve ya no afecta;
germinarán flores en las praderas,
sonarán los ruiseñores
y la vida hará gala de su belleza.
Sin embargo, sufro por tu pobreza.
¿Qué será de ti sin la flor de la cereza?
¿Y quién endulzará tu vida
si no es la miel de las abejas?
La vida sigue y atrás te quedas.
Tan solo espero que algún año
vuelvas a vivir conmigo la primavera.
Clàudia Ruiz, 2.2
12
“Soy el agua”
Soy el agua, una simple sustancia líquida, tan simple que a pesar de ser una parte esencial en tu
vida, tú no te das cuenta de ella.
Normalmente me ves como un lago tranquilo, donde todo es paz y quietud; pero eso solo es una
vulgar máscara creada por mí misma.
Cuanto más grande es tu dolor, más grande me hago yo también. Voy creciendo poco a poco,
como una ola, y al final, soy un furioso tsunami que arrastra consigo todas tus tribulaciones y
miserias, convirtiéndome a la vez, en la única expresión del dolor que ambas conocemos: tus
lágrimas.
Y entonces, como río que me lleva hasta un inmenso océano, así corro también por tus mejillas,
dejándome caer como gotas de lluvia en una tormenta.
Querida y odiosa te soy a la vez: cuando buscas un refugio, yo soy el manantial del oasis al que
buscas escapar y evadirte, pero a la vez, por mi propia naturaleza, no puedo evitar ser la misma
que te despierte y hacerte ver que aquel lugar, al que tú llamabas refugio, no es más que un
simple sueño, como espejismo en un desierto.
Y así, sin parar ni una sola vez, vuelvo a ser derramada por tus ojos, a causa de tu sufrimiento.
Tanto en lo que hay dentro de tu ser, como en todo lo que te rodea, yo estoy contigo.
Desde la expresión de tus sentimientos y recuerdos más amargos, hasta la linda flor que ves
florecer en tu jardín.
Soy el agua, una simple sustancia líquida, pero tanto en tu interior, como lo que ven tus ojos, yo
siempre estoy allí.
Olga Estivill, 2.3
13 El leve sonido del viento, acariciando la vida, le susurra a la muerte palabras que cuentan
historias de pecados y horrores de las cuales ningún hombre oyó nunca hablar. En medio de un
caos que llaman orden, cada alma recita sus plegarias en silencio, cuando el sol sueña. Suaves
y dulces plegarias que ruegan por algo o alguien, se desmoronan como castillos de arena.
Historias y leyendas que quizás solo almas que pagaron por los errores de los caídos
escucharon. Pequeña, el tiempo pasa como el agua que fluye, igual que tus cabellos de color
azabache caen gráciles por tu espalda posándose con cautela sobre el frío suelo. Endebles y
frágiles como finos hilos, son un reflejo del alma. Aunque quizás la esperanza de renacer fue
aquello que siempre te mantuvo a flote. Sí, puesto que cada noche, cuando las estrellas con un
beso iluminan tu piel, las sombras se desvanecen y las notas vuelan y el corazón se aligera.
Seguramente es porque desde ese día alguien aceptó ser el contenedor de tus lágrimas;
alguien que accedió a recogerlas una por una, como gotas que compone el océano, y
entregártelas de nuevo. Quizás de esa forma recobraste un “yo” que nunca pensaste que
tenías, recibiendo cada debilidad de la que te intentaste desprender, en forma de gota; siendo
tus huecos y fantasmas aceptados por una única persona entre un millón. Y como una única
flor de cristal de la cual tan solo existe un único ejemplar en el mundo, rozas la felicidad eterna
con simplemente contemplarla, como aquellos que admiran la belleza de la lluvia caer
hallando la paz, pero sin ser nunca capaz de tocarla, temerosos de mancillar su pureza. Y así,
habiendo esa flor de ojos azules abrazado tu oscuridad, las nieblas que bloqueaban tu mente y
ennegrecían tu corazón se esfumaron en la atmósfera, buscando otra presa que atenazar.
Las noches en las que los inhóspitos territorios de tinieblas y muertes acudían a tu mente,
hallándote y bailando lo que pretendían que fuese el último baile, en las que se mezclaban los
recuerdos de la sangre fundida en tus mechones negros, fueron cubiertas por un océano
engullidor. Y ya no las temes, ya no te paralizan, ya no te consumen. Los cristales que ese día
fueron desperdigados llevándose tras de sí todo aquello que te componía, ya no se clavan en ti
como espinas. Y te has desprendido por fin de ese sentimiento que oprimía tu humanidad.
Apenas puedes recordar ya cómo él te acunaba en sus brazos, bañada en un mar de lágrimas,
con la mirada vacía, sin un solo resquicio de cordura, echando de menos el sentimiento de no
sentir nada. Asqueada ante el hecho de sentirte como un objeto, tan imperfectamente
material y sucia. Y te contemplaba como el ciego que contempla un amanecer por primera vez,
y te susurraba al oído palabras de consuelo mientras que tus heridas lloraban, intentando
rescatar aquello que una vez te hizo ser quien fuiste, intentando recolectar todos los trozos de
tus sueños rotos. “Preciosa, preciosa, preciosa…”, decía desde lo más profundo de su ser. Las
palabras danzaban en tu mente, mientras que soñabas con los ojos despiertos. Y en el fondo,
solo cuando fue demasiado tarde, supiste que él consiguió apaciguar aunque fuese un poco
ese lobo que, alimentándose de tu odio, se empeñaba en crecer y adueñarse de ti.
Y así, vives lo que te permite la vida. Y sin querer devorar el tiempo pero sin demora, moras en
los brazos de una flor cristalina de ojos azules que, haciendo brotar una semilla que que
apacigua los dolores de las cicatrices, promete ser tu soldado más allá de la vida.
Viridiana, N.S., 2.2
14
Balthazar Smith’s biography
Balthazar Smith was born in Houston in 1951. His parents, Trevor and Marie-Ann Smith, were
modest people. His father worked as a truck driver and his mother was a maid in one of the
richest neighborhoods of Houston.
Balthazar grew up with many siblings:two big sisters, two little brothers and, of course, his
twin brother Billy. As a young boy Balthazar was a bit shy, he spent most of his time with Billy.
Nevertheless, ashe grew up he became more easygoing. At the age of nine both Billy and
Balthazarwere signed up to basketball lessons in the afternoons. They both turned out to be
incredibly talented at it and pretty soon they were both put in the best team. By the time they
got to high school, they were the most popular boys in the whole school: they were tall and
athletic, good-looking, talented and they both got pretty good grades. Billy fell in love with a
girl from his Maths class and asked her out, they remained together for three years! Balthazar
was more of a player: he had been with every girl from school and several from others. That
year Billy and Balthazar’s team, The Beavers, won the high school championship. In their senior
year they both got a basketball scholarship for UCLA, and the next year they went to Los
Angeles. They were so popular they spent so much time going out that they barely studied that
semester, but the basketball matches were amazing that season! For spring break they
decided to go on a camping trip with their friends. They drove all the way to Wyoming. But on
the first night they camped, Balthazar and Billy unfortunately were abducted by a secret
society: the Kind Independent Nice Generous Secret Incorporation, or as we know it, KINGS
Inc. The twins were recruited by this company who thought they could be useful for them.
When it comes to giving out presents to entire countries in one night it’s much easier if you
have an identical twin to split the work with. During years they were trained to be the best at
what they did. In the beginning they were a little reluctant but soon enough they started to
like it. When finally the day came when they had to get to work, their boss told them they had
to pick the name Billy or Balthazar to be their famous name. The brother discussed for hours
and finally they flipped a coin and Balthazar won.
Balthazar and Billy still work today; they are famous for bringing us presents every year helped
by the other twins: Melchior and Matt, and Gaspar and Gabriel. They don’t have many future
plans because the KINGS Inc. does not permit them to leave the company.
By PiaCallísWortham