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Andrés Torres Queiruga

Del Terror de Isaacal Abbá de Jesús

Hacia una nueva imagende Dios

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Editorial Verbo DivinoAvenida de Pamplona, 4131200 Estella (Navarra), EspañaTeléfono: 948 55 65 11Fax: 948 55 45 [email protected]

3ª reimpresión (año 2012)

Título original gallego: Do Terror de Isaac ó Abbá de Xesús

Cubierta: Miren Sorne

© Andrés Torres Queiruga© Editorial Verbo Divino, 1999

Impreso en España - Printed in SpainImpresión: NovaPrinter, Mutilva Baja (Navarra)

Depósito Legal: NAISBN 978-84-8169-360-7

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicaciónpública o transformación de esta obra solo puede ser realizadacon la autorización de sus titulares, salvo excepción previstapor la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de DerechosReprográficos: www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanearalgún fragmento de esta obra.

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A Xaime Illa Couto,amigo entrañable,

limpio faro de fidelidada través de tantas tinieblas.

A Xosé Manuel Rodríguez Pampín:«Temprano levantó la muerte el vuelo (...),

compañero del alma, compañero».

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Indice sistemático

Introducción ................................................................ 91. Dios y la revelación: palabra de Dios y dogma de

la Iglesia ..................................................................... 17

0. Propósito................................................................ 171. Hacia un nuevo concepto de revelación ............. 20

a) La concepción «vulgar» de la revelación ........ 20b) Urgencia de un cambio desde la idea de Dios 21c) Necesidad de coherencia radical...................... 22d) Hacia un nuevo paradigma .............................. 24

2. Un concepto no fundamentalista de la revelación 26a) Dios habla siempre y a todos .......................... 26b) Qué significa «palabra de Dios»...................... 32c) La Biblia como palabra de Dios ...................... 34d) La Biblia como «partera» ................................ 38

3. Hacia una nueva interpretación del credo .......... 42a) La fe, envuelta en el cambio cultural .............. 43b) La dinámica de la fe en el cambio .................. 45c) Diagnosis global de la situación de la fe ........ 47d) Estructura concreta de la situación de la fe ... 49

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4. Hacia una nueva comprensión de la fe .............. 54a) Necesidad y condiciones de una reinterpreta-

ción del credo. .................................................. 54b) Los caminos concretos de la reinterpretación 58

2. Dios y la historia bíblica: del «Terror de Isaac» al«Abbá» de Jesús ........................................................ 630. Propósito................................................................ 631. El problema .......................................................... 64

a) Grandeza y escándalo de una narración su-blime .................................................................. 64

b) El desafío de Kant ............................................ 672. Necesidad de un replanteamiento radical .......... 70

a) El hecho y el significado .................................. 70b) El hecho contra el significado (más allá de

Kierkegaard) ...................................................... 73c) El significado más allá del hecho: contra el fun-

damentalismo .................................................... 76d) La letra mata, el espíritu vivifica: el verdadero

respeto al pasado .............................................. 813. Recuperación cristiana del significado ................ 85

a) Una «segunda inocencia» ................................ 85b) A modo de verificación .................................... 91

3. Dios y el amor: el amor-agape, principio del cris-tianismo .................................................................... 971. El amor, núcleo fundamental de la experiencia

cristiana .................................................................. 972. Valor ontológico de «Dios es amor» .................. 103

a) El contexto joánico .......................................... 103b) El contexto actual ............................................ 107c) El valor ontológico .......................................... 110

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3. Significado cristiano de «Dios es amor» ............ 116a) Eros y agape ...................................................... 116b) Jesús, concreción visible de la agape .............. 121

4. Dios actúa exclusivamente como amor .............. 125a) Dios, sólo comprensible como amor .............. 125b) El amor, perspectiva de lo cristiano ................ 132c) Los grandes temas cristianos, como amor...... 134

5. El hombre es (debe ser) amor .............................. 137a) De las fascinaciones filosóficas a la asunción

teológica ............................................................ 138b) El amor a Dios .................................................. 144c) El amor a nosotros mismos ............................ 147

6. El amor a los demás .............................................. 150a) Dios «acontece» en el amor ............................ 150b) Breve excurso sobre el amor sexual ................ 156c) El amor historizado .......................................... 160

4. Dios y el mal: de la omnipotencia abstracta al com-promiso del amor .................................................... 1651. El problema de fondo .......................................... 166

a) El fantasma de la omnipotencia y la ilusión delparaíso ................................................................ 167

b) El dilema de Epicuro ........................................ 1702. La figura actual del problema .............................. 173

a) Entre el dios impotente y el dios sádico ........ 173b) El imposible refugio en un fideísmo encubier-

to ........................................................................ 178c) Acentuación de la incomprensibilidad y nega-

ción de la teodicea ............................................ 183d) Transición: la necesidad de un nuevo plantea-

miento ................................................................ 187

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3. La «ponerología» como mediación indispensable 188a) La secularización del problema ...................... 188b) La inevitabilidad del mal .................................. 191c) «Lógica del a pesar de» y «de la superación»

vs. «lógica del para» y del «fatalismo»............ 1974. La «pisteodicea» cristiana .................................... 200

a) La apuesta de las «pisteodiceas»...................... 201b) Una omnipotencia concreta y comprometida 205c) La nueva imagen de Dios desde la experien-

cia del mal.......................................................... 2105. La salvación final: objeción formidable y posibi-

lidad extrema ........................................................ 217a) Planteamiento de la dificultad ........................ 217b) ¿Por qué no antes?............................................ 220c) Finitud y salvación............................................ 224

6. El Dios Anti-mal como núcleo de una nueva co-herencia .................................................................. 230a) La necesaria y difícil coherencia...................... 230b) La teodicea y la praxis liberadora.................... 236c) La teodicea y la vivencia religiosa .................. 239

5. Dios y los pobres: la justicia del Dios cristiano .. 2471. La justicia, como la cuestión de Dios en nuestro

tiempo .................................................................... 2482. La justicia del Dios bíblico .................................. 251

a) La justicia de Dios, como defensa del pobre 252b) Profundización profética y culminación en

Jesús.................................................................... 2543. El problema de la opción cristiana por los pobres 257

a) La claridad de principio .................................. 258b) La ambigüedad de fondo.................................. 260

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4. La universalidad cristiana .................................... 262a) Dios, padre de todos los hombres .................. 262

• La paternidad de Dios y la igualdad humana 262• El honor de Dios y la igualdad de los hom-bres .................................................................... 264• El Dios atestiguado por Jesús ...................... 266

b) La universalidad desde abajo .......................... 268• La justicia en una sociedad desigual ............ 268• Jesús, «proletario absoluto».......................... 270• Experiencia cristiana y «profecía externa» .. 273

5. La pobreza cristiana.............................................. 275a) Pobreza objetiva y espíritu de pobreza .......... 276

• La distinción original .................................... 276• La confusión subsiguiente ............................ 278

b) Opción por los pobres y opción de clase ...... 280• Amplitud del concepto bíblico de pobreza 280• La opción de clase como momento y verifi-

cación .............................................................. 282c) La pobreza radical del hombre........................ 285

6. Dios y las religiones: inreligionación, universalis-mo asimétrico y teocentrismo jesuánico .............. 2911. Un cambio radical ................................................ 293

a) Todas las religiones son «verdaderas» ............ 293b) Entre el exclusivismo arbitrario y el universa-

lismo indiferenciado ........................................ 297c) Hacia una lógica de la gratuidad .................... 302

2. Hacia nuevas categorías........................................ 305a) La «inreligionación» ........................................ 305b) «Universalismo asimétrico» y el problema de

la absolutez cristiana ........................................ 309c) La absolutez como «teocentrismo jesuánico» 315

3. Conclusión ............................................................ 322

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7. Dios y la cultura: evangelizar dejándose evange-lizar ............................................................................ 3251. El diagnóstico de la situación .............................. 326

a) Vuelta a la situación de cristiandad ................ 326b) Necesidad de abrirse al futuro ........................ 329c) Lo que está en juego ........................................ 331

2. La constitutiva actualidad del evangelio ............ 334a) El ejemplo de la crítica bíblica ........................ 335b) La revelación como partera.............................. 337c) La revelación como actualización permanente 339

3. La nueva evangelización ...................................... 343a) Necesidad de un planteamiento radical .......... 344b) Evangelizar dejándose «evangelizar» .............. 347c) Evangelizar convirtiéndose .............................. 350

Epílogo que iba para Prólogo........................................ 353Xosé L. Barreiro Rivas:1. Palabras de paz para un tiempo de crisis ............ 3532. La libertad es camino hacia Dios ........................ 3553. La razón no se mide con Dios ............................ 3614. Si nos llaman, acudimos........................................ 3655. Una reflexión desde el optimismo de la fe ........ 3696. Por qué hablo de estas cosas ................................ 3707. La prueba del nueve.............................................. 372

Índice de nombres .......................................................... 375

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Contenido

Introducción ................................................................. 9

1. Dios y la revelación: palabra de Dios y dogma dela Iglesia..................................................................... 17

2. Dios y la historia bíblica: del «Terror de Isaac» al«Abbá» de Jesús........................................................ 63

3. Dios y el amor: el amor-agape, principio del cris-tianismo ..................................................................... 97

4. Dios y el mal: de la omnipotencia abstracta al com-promiso del amor ..................................................... 165

5. Dios y los pobres: la justicia del Dios cristiano .... 247

6. Dios y las religiones: inreligionación, universalismoasimétrico y teocentrismo jesuánico....................... 291

7. Dios y la cultura: evangelizar dejándose evange-lizar ............................................................................ 325

Epílogo que iba para PrólogoXose L. Barreiro Rivas ........................................ 353

Índice de nombres......................................................... 375Índice sistemático .......................................................... 383

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Introducción

– El título de este libro merece una explicación. En laterminología no siempre fácil de los tropos retóricos, setrataría de una sinécdoque, de un «tomar la parte por el to-do». Porque, como pronto advertirá el lector, ese título ge-neral reproduce, en realidad, el de un solo capítulo: el se-gundo. ¿Por qué entonces mantenerlo al frente de todos?

Si debo ser sincero, he de reconocer que seguramenteen el fondo está ante todo una «razón del corazón»: se tra-ta de un trabajo por el que siento una cierta debilidad. Pe-ro la verdad es que a esta raison du coeur se unen tambiéndos importantes motivos de orden más teórico y objetivo.

El primero radica en su carácter representativo y pa-radigmático para uno de los problemas más decisivos conlos que hoy han de enfrentarse tanto la teología sistemá-tica como la normal comprensión de una fe que quiera sercrítica y responsable. Me refiero al modo de leer la Escri-tura. Ella es un tesoro inagotable de experiencias profun-das y de sublimes intuiciones religiosas. Pero ese tesorollega a nosotros desde una cultura muy anterior, nacida enuna sensibilidad milenariamente distinta y respondiendoa preguntas o necesidades concretas que ya no son, sinmás, las nuestras. Sus moldes conceptuales, los marcos dereferencia de sus significados, los significantes simbólicosde los que echa mano... o han desaparecido o muchas ve-

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ces han perdido su transparencia para la cultura actual. Demanera que no sólo pueden en ocasiones resultar opacosy difícilmente inteligibles, sino que a menudo propendena sugerir o incluso a significar justamente lo contrario delo que pretenden. ¿Quién exaltaría hoy la belleza de suamada, comparándola con una «yegua de los carros delFaraón», como hace el Cantar de los Cantares (1,9)?¿Quién pensaría hoy en alabar a Dios, diciendo que es unguerrero que «se cubrió de gloria ahogando en el mar acaballo y caballero»? (Ex 15,1). ¿Quién vería hoy un ges-to de fidelidad y religiosidad profunda en el cumplimien-to de un voto que, como en el caso de Jefté, implicaba sa-crificarle a Yavé su hija inocente (Jue 11,30-40)?

El análisis del sacrificio de Isaac se presta admirable-mente para las aclaraciones fundamentales. Tomado a laletra, resulta un horror que puede matar para siempre laverdadera imagen de Dios o convertirla en un fantasmaque envenena la conciencia individual y el imaginario co-lectivo. Por el contrario, respetar la letra en cuanto situa-da en su tiempo y, sin embargo, negarla hoy, traspasándo-la hacia el significado profundo que en ella se anunciaba,puede resultar, de entrada, duro e incluso «escandaloso»;pero, en definitiva, acaba convirtiéndose en la única ma-nera de mantenerla como fuente viva, con valor actual.Darle la razón a la lectura crítica de Kant no implica re-nunciar a la hondura religiosa de la hecha por Kierke-gaard. Al contrario, la austeridad crítica de la primera,que niega la realidad del hecho, resulta más bien ser hoyla condición de posibilidad para acoger la significatividadsimbólica de la segunda y garantizarle su validez.

Y así aparece el segundo motivo anunciado al comien-zo. El valor paradigmático del capítulo no remite sólo auna nueva lectura de la Biblia. En él se refleja igualmentelo que está sucediendo, aunque en desigual medida, conaspectos fundamentales de nuestra concepción de Dios.

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Por lo general, nos llega configurada justamente por aque-lla milenaria tradición cultural que, al hacer crisis, ha da-do origen a la situación presente. Crisis radical, en la quehan cambiado la ciencia y la filosofía, en la que se ha trans-mutado la entera sociedad y se ha reconfigurado la mismasuperficie del planeta tierra. No todo resulta acertado, jus-to o ideal en esta nueva situación. Pero es la nuestra. Po-demos corregirla y debemos mejorarla; lo que no pode-mos es volver a detrás de ella; igual que lamentamos lasactuales desigualdades sociales, pero no se nos ocurre vol-ver al sistema esclavista o a la servidumbre medieval. Conla imagen de Dios sucede –es urgente que suceda– algo se-mejante.

Los nuevos intentos por rehacerla podrán no sersiempre acertados y las nuevas propuestas nos dejaránmuchas veces insatisfechos. Lo que no resulta posible esvolver a la situación anterior, ni siquiera escudándose enAgustín de Hipona o en Tomás de Aquino: no podemos,por ejemplo, pensar que Dios manda al infierno a los ni-ños sin bautismo, ni que da por buena la servidumbre me-dieval (por aludir nada más que a dos aspectos sangran-tes). En el nombre del Dios vivo –por su honor y pornuestro bien– se nos llama a ir hacia delante: a intentarconstruir, de manera modesta y tanteante, pero honesta yresponsable, una nueva imagen suya, que «hable» a la sen-sibilidad actual, de manera que en ella las mujeres y loshombres de hoy puedan encontrar aliento renovado paravivir con hondura y esperanza sus vidas. Otros tiemposllegarán, y en ellos nuevas generaciones deberán hacerexactamente lo mismo con nuestras propuestas. Ésa es ladureza hegeliana de lo negativo, pero es también, por lomismo, la gloria imparable de la vida.

A esa tarea, que por fuerza ha de ser común, quierencontribuir estas páginas. Desgranando lentamente algu-nos de los aspectos fundamentales, intentan ir abriendo

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en ellos una perspectiva que me parece más coherente conla situación cultural y por tanto más fiel a la genuina in-tención religiosa. En su conjunto tienden a ir uniéndoseen una nueva figura que –tal es mi ilusión y no sé si mi es-peranza– puede ayudar a una vivencia del cristianismoverdaderamente actualizada y tal vez algo más actual, ma-dura y responsable.

Si se me permite expresarlo con dos citas, diré que miilusión en estas páginas sería aportar algo a una nueva fi-gura de Dios que responda a las preocupaciones expresa-das en las siguientes palabras de dos autores que me sonqueridos. La primera es de Louis Évely: «el hombre se ha-ce ateo cuando es mejor que el Dios a quien sirve» 1. La se-gunda corresponde a Pierre Teilhard de Chardin:

«Indudablemente, por alguna oscura razón, hay algo que “nomarcha” en nuestro tiempo entre el hombre y Dios, tal como Diosse le presenta al hombre de hoy. Todo acontece hoy día como si elhombre no tuviera ante sí la figura del Dios que desea adorar» 2.

– Aclarado eso en cuanto al título y el contenido, al-gunas observaciones de carácter más formal.

La sucesión de los capítulos intenta, sin rigideces,mantener una cierta progresión. El primero, de estilo lomás claro y ligero que me ha sido posible, trata de aclararlos presupuestos hermenéuticos de las presentes reflexio-nes, es decir, intenta poner al descubierto aquellos princi-pios por los que quiere regirse todo el esfuerzo de (re)in-terpretación. Insiste en la necesidad de superar elfundamentalismo, tanto en la lectura de la Biblia como enla interpretación del dogma, mostrando que, contra cier-tas apariencias, agarrarse a la letra no es el mejor modo deser fieles al espíritu. Eso ofrece dificultades para una cul-

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1 Les chemins de ma foi, París 1990, 66.2 El porvenir del hombre, Madrid 51965, 319-320.

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tura crítica, como es irreversiblemente la nuestra. Peroafrontarlas no es sólo un deber, sino también una magní-fica oportunidad, llena de posibilidades inéditas. Hoy dis-ponemos, en efecto, tanto de largos estudios histórico-críticos como del instrumental hermenéutico suficientepara ir avanzando en una explicitación actualizada y co-herente de las consecuencias.

El capítulo segundo, dedicado al sacrificio de Isaac,representa una aplicación directa de esos principios a untema bíblico clásico y de enorme fuerza simbólica, y asu-me, como he dicho, un cierto carácter de paradigma paralos demás capítulos.

El capítulo tercero –Dios como amor-agape– se man-tiene aún, por así decirlo, en el nivel fundamental o fun-damentante, en cuanto que con los anteriores forma la ba-se principal sobre la que se asientan los siguientes. Éstosno hacen, en realidad, más que intentar tomar en serio laincondicional radicalidad de ese amor, que se nos entregasin reservas ni restricciones, y aplicarla a diferentes aspec-tos de la realidad y de la historia.

De ese manera, vuelvo una vez más –capítulo cuarto–sobre el problema del mal, tema enrevesado si los hay, yacerca del cual nunca sobran aclaraciones: de él dependeen medida decisiva el estilo y la vivencia de nuestra rela-ción con Dios. En concreto, el capítulo quinto habla deese terrible mal que es la pobreza, intentando, con el pu-dor de quien a pesar de todo habla desde el primer mun-do, aclarar el verdadero sentido de la «justicia» de Dios,parcial porque universal; vuelta de manera especial sobrelos más pobres, precisamente porque ama y a todos sinexcepción.

Los capítulos sexto y séptimo se abren al ancho mun-do de las religiones y de la cultura. El diálogo de las reli-giones constituye hoy un tema candente a nivel teórico,

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por el repensamiento a que obliga en cuestiones nuclea-res, y de enorme trascendencia práctica, por las conse-cuencias para la convivencia entre los humanos. Apoyadoen un estudio previo del concepto de revelación, preten-de contribuir a ese diálogo mediante la introducción dealgún nuevo concepto que, espero, puede aportar unacierta claridad y coherencia. El capítulo final remite aldiálogo con la cultura en relación a las propuestas de una«nueva evangelización», insistiendo en la indispensablereciprocidad de ese diálogo, pues no cabe evangelizar alotro si uno no está a su vez dispuesto a dejarse «evangeli-zar» por él.

– Todos y cada uno de los capítulos tienen en su baseun trabajo anterior (a veces, dos). Pero creo sinceramenteque se trata de un libro nuevo. Con mayor o menor in-tensidad, también todos y cada uno han sido sometidos auna revisión que los trajese a la preocupación actual.Aunque ha exigido su tiempo, el trabajo no fue difícil,pues, dado el nivel de reflexión en el que se sitúan, inclu-so los más lejanos en el tiempo mantienen su vigencia. Só-lo me cabe esperar que eso no sea debido a inmovilismoen mi reflexión, sino que, como creo, responda más biena que nacen de la misma intuición de fondo –expresadaoriginariamente en Recuperar la salvación– y también aque obedecen al mismo propósito de ir repensando a par-tir de ella los diferentes problemas.

Por lo mismo, creo que se trata básicamente de un li-bro unitario. La diversa procedencia de los trabajos estu-vo siempre unificada por una dirección idéntica en la bús-queda y en la intención. Lo cual, como he tratado deindicar en el recorrido anterior, les permite articularse enun cierto discurso orgánico. Así y todo, cumple tener encuenta esa procedencia múltiple, porque –en ese estilo«correlacionista» heredado de Amor Ruibal– cada capítu-lo, al tiempo que se articula en el conjunto, conserva su

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autonomía relativa. De esa manera ofrece siempre la posi-bilidad de ser leído por sí mismo, aunque la luz definitivale venga de ese todo al que a su vez también él ilumina.Ciertas repeticiones resultaron así inevitables; espero, contodo, que no sean excesivas y que su aporte de claridad eincluso de comodidad compense lo que puedan tener deredundante.

Sólo me queda la lista de los agradecimientos, que de-bería ser muy larga, empezando por ese entrañable grupode vivencia y reflexión que desde el comienzo de los años70 me viene acompañando y animando en la reflexión teo-lógica, ayudándome a que –en la medida en que lo logran–no sea mera especulación abstracta, sino consideración vi-va y para la vida. Pero quiero limitarme a citar de maneraexpresa a Victorino Pérez Prieto, que me ha echado unamano valiosa en los apuros redaccionales de la última ho-ra. Y, cómo no, a dar las gracias a Xosé Luis Barreiro Ri-vas, que, en aras de la amistad y del compromiso con unaIglesia que él desearía más viva y actual, ha regalado gene-rosamente a este libro un tiempo tan necesario para su in-tensa ocupación y preocupación política. Le ha salido unprólogo tan intenso y tan amplio que, entre los dos, hemosoptado por convertirlo –a la fuerza, pero sin modificacio-nes– en epílogo: el lector o la lectora tendrán así ocasión deconfrontar con las de él las propias reflexiones.

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Dios y la revelación:palabra de Dios

y dogma de la Iglesia

0. Propósito

La revelación es la marca específica de lo religioso engeneral. Lo es de manera decisiva en las tres «religionesdel libro», como Mahoma llamó al judaísmo, cristianismoe islamismo. Señala, en efecto, la inaudita pretensión de suorigen: Dios y no el hombre, regalo y no conquista, pala-bra que llega y no teoría que se construye. Ésa es su gran-deza. Pero constituye también su peligro.

Porque la conciencia del origen divino puede solidifi-carse en cuerpo extraño y, literalmente, in-humano. En-tonces la revelación tiende a aparecer como un bloque caí-do del cielo sobre el techo de la humanidad. Ésta deberáaceptarlo porque sí, con independencia de sus intereses ynecesidades, inmune a los avatares de su historia, como«depósito» inmutable, que pasa inerte de generación engeneración. La consecuencia inevitable es entonces el fun-damentalismo o positivismo bíblico, es decir, el leer las pa-labras del libro sagrado como si fuesen un «dictado» lite-

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ral divino, que han de tomarse a la letra, aunque hablen debiología o astronomía, aunque atribuyan a Dios la peste,el asesinato o la guerra.

Y detrás, muy unido, vendrá inevitablemente el dog-matismo: las verdades del libro acaban convirtiéndose en«dogmas» de la Iglesia, dotados de idéntica inmutabilidadliteral, cada vez más ajenos a la vida de las nuevas genera-ciones, que ya no participan ni del lenguaje ni de los sím-bolos ni de los conceptos de aquella o aquellas en que fue-ron formulados. De suerte que lo que en su momento yen su circunstancia fuera opción justa y respuesta signifi-cativa, acaba convertido en fósil inerte, que nada dice enel nuevo contexto o puede incluso decir lo contrario de loque pretendía en el contexto inicial.

Las consecuencias son inevitables: la Biblia acabaconvirtiéndose en un libro extraño, contradictorio, dondelo sublime se sitúa al mismo nivel de lo horrible y dondetesoros de infinita hondura religiosa quedan recubiertospor absurdos conceptuales, nacidos de interpretar cientí-ficamente lo mítico y lo simbólico o, simplemente, de to-mar como revelación divina lo que no es más que meroreflejo cultural de un tiempo pasado. Y el dogma se soli-difica en conceptos arcaicos, incapaces de hablar hoy ydando lugar a interpretaciones que, situadas en un con-texto radicalmente renovado y distinto del original, niconvencen a la inteligencia ni pueden mover a la vida.

Romper ese fixismo, mostrar que las cosas no son nipueden ser así, constituye una de las tareas fundamentalesde la teología actual y aun de una conciencia cristiana quequiera vivirse al nivel de la propia madurez psicológica ycultural. Tarea sutil y compleja, porque necesita movilizartodos los recursos de la hermenéutica en un campo queafecta a lo más hondo y delicado de la fe, donde la críticapuede parecer profanación y el empeño por actualizar

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puede interpretarse como infidelidad o abandono. Perotarea urgente en la vorágine de uno de los cambios cultu-rales de más hondo calado en la historia humana. Por al-go estamos en «la edad hermenéutica de la razón» y elcristianismo se sabe irremediablemente expuesto al «ries-go de la interpretación» 1.

El problema merecería, pues, un tratamiento detalla-do y riguroso 2, porque, en realidad, la perspectiva asíabierta está en la base de todo cuanto se dirá a continua-ción. Eso no es posible, y habrá que reducirse a lo funda-mental, acudiendo a un lenguaje lo más claro e inmediatoposible. Espero, con todo, que resulte suficiente para elpropósito concreto.

Eso explica además el tratamiento, que divide el capí-tulo en dos partes bien diferenciadas. La primera se ocu-pa de la revelación en la Biblia, tratando de responder a lapregunta: ¿qué queremos decir, cuando decimos eso tanenorme como que algo escrito en un libro humano es, sinembargo, «palabra de Dios»? La segunda se centrará en elCredo de la Iglesia, tratando de hacer ver cómo la histo-ricidad del dogma permite una reinterpretación continua,que, permaneciendo fiel a su intención fundamental, noimpide la actualización de sus formulaciones ni la com-prensión viva de su verdad profunda.

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1 C. Geffré, El cristianismo ante el riesgo de la interpretación,Madrid 1984.

2 Personalmente he dedicado al problema dos amplios estudios:Constitución y evolución del dogma. La teoría de Amor Ruibal y suaportación, Madrid 1977; La revelación de Dios en la realización delhombre, Madrid 1987, que están en la base de las presentes refle-xiones.

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1. Hacia un nuevo concepto de revelación

a) La concepción «vulgar» de la revelación

Cada domingo o fiesta litúrgica millones de creyentescristianos en todo el mundo escuchan durante la eucaris-tía la lectura solemne de unos textos. Al final, el lector olectora pronuncia enfáticamente: «palabra de Dios». Esostextos son sagrados. Vienen de lejos, desde hace unos dosmil años; algunos, casi tres mil. El prestigio de la distan-cia y la solemnidad de la celebración tienden a hacer quela expresión se tome a la letra: Dios, allá lejos en el tiem-po –in illo tempore–, ha hablado. Por modos y procedi-mientos diversos, ha dictado esas palabras a algunos ele-gidos, y ahora nos llegan a nosotros.

La teología, por otra parte, enseña que ese proceso–esa revelación, ese hablar Dios– «ha quedado completocon los apóstoles». De nuevo se sobreentiende: allá lejosDios ha hablado, y el resultado son esos textos sagrados,la Biblia.

Y, cuando ésta se estudia más de cerca, se aprendeigualmente que Dios ha hablado en ocasiones concretas,con modos extraordinarios, por motivos diversos, a quieno a quienes ha elegido y diciendo lo que ha querido. Po-día habérselo dicho a otros, o haber revelado cosas dife-rentes, o haber revelado muchas más y con mayor clari-dad, o no haber esperado tanto. Pero Dios es libre derevelar a quien, cuando, cuanto y como quiere.

Además, para el imaginario colectivo de la inmensamayoría de fieles... y quizá de muchos teólogos, hastaayer mismo se daba por supuesto que eso sucedía sólo enIsrael. Es decir, en un pequeño y muy concreto país entrelas naciones, auténtica cabeza de alfiler en el océano de lahumanidad. Los demás vivían en un estado de «religiónnatural», producto de su razón, búsqueda a tientas de

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aquel Dios que había hablado a otros, en otro tiempo y enotra parte; eso sí, con la esperanza de que un día su reve-lación les llegaría también a ellos.

No vamos a decir que todo esto es, sin más, falso oque no haya su verdad en lo que quiere decir. Pero resul-ta evidente que puesto así –con toda claridad, de maneraesquemática pero no deformada– ante nuestra mirada ac-tual, lo que de hecho dice resulta chocante. Y, en definiti-va, si somos sinceros, inaceptable.

b) Urgencia de un cambio desde la idea de Dios

Inaceptable, en primer lugar, por Dios mismo. A po-co que hayamos purificado su imagen en nuestra vivencia,nos resulta incomprensible ese Dios extrañamente parti-cularista, por no decir arbitrario y aun tacaño.

Crear a todos los hombres y mujeres, pero revelar suamor a sólo una exigüísima minoría, se asemeja demasiadoal hombre que engendra muchos hijos, pero sólo cuida auno, el preferido, mientras manda a los demás a la inclusa(cuando, encima, le sería facilísimo cuidar y hablar a to-dos). E incluso respecto de los de casa, ¿por qué a unos yno a otros? Y más que nada, ¿por qué no decirlo todo deuna vez o, por lo menos, cuanto antes? ¿Cómo es posibleque tuviese a «su» pueblo, hasta más o menos el siglo IIantes de Cristo, en la ignorancia de una vida eterna, pro-vocando crisis tan terribles como la que se refleja en el li-bro de Job? Más grave todavía, ¿cómo pudo decir en algu-nas ocasiones que había que pasar a cuchillo ciudadesenteras (el famoso herem o anatema); o que estaba dispues-to a mandar una peste sobre el pueblo porque el rey habíapecado (¡incitado por él!) (2 Sm 24,1-17); o que castiga laculpa de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta ge-neración (Ex 34,7; Nm 14,18); que da «la muerte y la vida»(Dt 32,39); que causa la dicha y crea la desgracia (Is 45,7)...

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Resulta doloroso y hasta casi irritante escuchar estascosas, y acaso lo resulte más tener que recordarlas o es-cribirlas. Pero la verdad es que son una pequeña muestrade una lista que cualquier diccionario bíblico permite ex-tender ampliamente. Y tal vez sea bueno enfrentarse alproblema de vez en cuando, dejando fluir la irritación,con tal de que se la oriente en la dirección justa: no paramatar al mensajero, sino como llamada a la reflexión ho-nesta y radical sobre un problema que es preciso afrontarcon toda urgencia.

Porque es obvio que, si se mantiene la concepción«tradicional», no puede negarse la verdad estricta de esasconsecuencias. Los cardenales romanos tenían toda la ra-zón: vista así la Biblia, no podían en conciencia dejar queGalileo dijese que la tierra se movía, cuando estaba bienclaro que el libro de Josué (10,12-13) decía a la letra quequien giraba era el sol. Siendo sinceros, el único caminopracticable es el de revisar a fondo nuestra concepción dela revelación y preguntarnos en serio qué queremos decirde verdad cuando nos atrevemos a proclamar algo tangrave como que un texto determinado es «palabra deDios».

c) Necesidad de coherencia radical

Pero no es sólo la idea de Dios la que exige el cambio.La vivencia normal de la fe está pidiéndolo y presupo-niéndolo a cada instante. Porque, aunque no siempre sea-mos conscientes de ello, la experiencia religiosa auténticaimplica que Dios se nos comunica aquí y ahora, a todos ycada uno, de maneras siempre nuevas.

Cada vez que oramos, estamos dando por supuestoque nosotros «hablamos» con Dios y que él nos responde:por eso buscamos su luz en la oración y tratamos de de-terminar los movimientos de su gracia, es decir, de su pre-

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sencia viva en nuestro ser. Todos deseamos saber qué nosestá diciendo Dios en nuestra vida: qué caminos desea pa-ra nuestra realización, qué tipo de conducta está llamán-donos a adoptar para que ayudemos a los demás y haga-mos presente su reino. En cada situación tratamos de vercómo nos está mirando y acogiendo, qué llamadas nos di-rige, qué palabra de salvación pronuncia en nuestro favor...

No estamos acostumbrados, ciertamente, a llamar aesto revelación. Pero lo es y no puede no serlo. No verloasí es justamente el fruto de esa visión deformada que ha-ce de la «palabra de Dios» algo extraño y lejano, aconte-cido in illo tempore. Entonces no podemos ver su cone-xión con la vida real, incluso en lo que tiene de vivenciareligiosa cálida y auténtica. Se ha establecido, por vía in-telectual y artificiosa, un dualismo que divide en dos la vi-da humana: por un lado va eso que llaman la «palabra deDios» y por otro la vida de oración, la experiencia de lagracia, el vivir en la presencia salvadora del Señor. Todoello reforzado por la mentalidad deísta (Dios tranquilo ensu cielo y nosotros solos en la tierra), que, mediante la di-visión entre lo natural y lo sobrenatural, tanto influyó ydeformó la mentalidad teológica.

El resultado, inevitable, es una «mala conciencia», quedice unas cosas mientras implica otras, que vive divididaentre la teoría abstracta y la práctica vivida: por un lado,la revelación se acabó (teoría); pero, por otro, Dios estápresente en nuestra vida (práctica); Dios habló sólo aunos pocos (teoría), pero nos quiere y cuida a todos(práctica); Dios habla sólo en la Escritura (teoría), pero senos comunica en la oración o en el caer en la cuenta de suvoluntad (práctica)...

Se trata de un conflicto muy real y muy grave, que se-guramente afecta a nuestras vidas más de lo que nos da-mos cuenta. Y, desde luego, forma parte de ese síndrome

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que en tantas personas ha hecho incompatible fe y cultu-ra moderna. Hegel lo vio muy bien, señalando ahí la cul-minación de la «conciencia desgraciada», dividida entre lafe en Dios y la afirmación de lo humano. Indicó ademáslas falsas salidas: fideísmo (o «ilustración insatisfecha»),que no quiere pensar la fe en la nueva situación, y racio-nalismo ilustrado, que se queda con el pensamiento su-perficial y utilitario, abandonando la fe.

Lo que se impone es una coherencia integral, que con-junte de un modo nuevo todos los datos. Y eso implicatomar conciencia eficaz de la situación actual de la fe, de-terminada por un nuevo paradigma, en el que ha de com-prenderse y de vivirse.

d) Hacia un nuevo paradigma

Lo nuevo desconcierta. Y la novedad radical del mun-do moderno desconcertó al pensamiento creyente en unamedida que tiene pocos parangones en la historia: la secu-larización y el ateísmo son los signos mayores de una cri-sis que lo ha afectado todo.

Pero si lo nuevo desconcierta, de ordinario trae tam-bién su pan debajo del brazo. Los cambios profundos noresponden al capricho de unos pocos, sino a una necesi-dad del tiempo. Y eso significa que debajo de ellos hayfuerzas que trabajan la historia, tratando de reorganizarlade una manera nueva, más acorde con el estado actual dela humanidad. Esa reorganización, cuando afecta al con-junto, constituye un «cambio de paradigma».

No se trata, pues, de modificaciones puntuales o dereajustes en unos pocos elementos: es la totalidad mismala que se mueve y reestructura, buscando una nueva com-prensión global. Ese cambio no tiene por qué anular loanterior; lo que exige es comprenderlo y vivirlo de otra

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manera. Sobre todo, en el caso de experiencias profundasque afectan a las raíces permanentes de lo humano: justoporque no son una piedra fosilizada en la corriente de lavida, sino su alimento permanente, exigen retraducirsesiempre en las nuevas circunstancias. Tratándose de la fe,resulta obvio.

Pero la tentación, ya se sabe, es casi siempre la de lainercia y la acomodación: o negarse al cambio o intentardefenderse de él con meros arreglos que no van a la raíz.Sucede incluso, como demostró Thomas S. Kuhn, en locientífico, donde, por su mayor «positividad aséptica»,cabría no esperarlo. Y resulta prácticamente inevitable enel terreno comprometido de lo religioso. Los tradiciona-lismos, fideísmos y fundamentalismos son la reacción ex-trema y, por lo mismo, más visible y fácil de superar. Mássutil y, en consecuencia, menos perceptible es la simpleacomodación que, lampedusianamente, cambia algo paraque todo permanezca.

Creo que éste es hoy el gran peligro del cristianismoa este nivel. No por malicia o estrategia, sino por meroinstinto defensivo y por el peso mismo de la dificultad. Seha comprendido la necesidad de una renovación, pero sela hace a medias: se acepta en principio la crítica bíblica,pero luego se hacen lecturas fundamentalistas (caso delNuevo Catecismo); se acepta la necesidad de reformar laIglesia, pero luego se refuerza su juridicismo centralista(caso del Nuevo Código). Para nuestro problema: se acep-ta la existencia de un cambio radical en la concepción dela revelación, pero se siguen manteniendo los antiguos es-quemas de fondo.

Si ése es el peligro, conviene mirarlo de frente. Por-que, además, la fe bíblica está especialmente preparada pa-ra ello, pues se caracteriza justamente por una historicidadradical (hasta el punto de ser ella la que ha introducido de

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modo decisivo la idea de historia en la cultura, rompien-do el prestigio de la concepción circular con su eterno re-torno: Nietzsche lo sabía muy bien). Por otra parte, ejem-plos como el de la teología de la liberación muestran que,cuando algo así se efectúa con plena consecuencia, se pro-ducen problemas, claro está, pero se logra lo decisivo: lapresencia en el mundo de una fe viva, actual y operante.

La revelación como categoría fundamental puede ju-gar aquí un gran papel, pues en cuanto implicada en todaslas demás acaba influyéndolas a todas, colaborando así demodo decisivo a la retraducción global. Obviamente esoes tarea de conjunto y que necesita tiempo. Pero al menoscabe indicar las líneas por donde puede ir la renovación 3.

2. Un concepto no fundamentalistade la revelación

a) Dios habla siempre y a todos

Cabría dar muchos rodeos, tanto de carácter históri-co como de reflexión filosófico-teológica, para intentarsituarse en el nuevo paradigma. Pero, como casi siempre,lo más eficaz es seguramente tirarse de cabeza, partiendode lo más elemental, es decir, de lo más simple y seguro

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3 Soy consciente de que este capítulo resulta un tanto sumarioy apodíctico. Lo imponen la brevedad y el intento de claridad. Pa-ra una fundamentación de detalle remito sobre todo a mi trabajo Larevelación de Dios en la realización del hombre, cit. He hecho ex-posiciones más sintéticas en «Revelación», en A. Torres Queiruga(ed.), 10 Palabras clave en religión, Estella 1992, 177-244, y «Reve-lación», en C. Floristán - J. J. Tamayo (eds.), Conceptos fundamen-tales del cristianismo, Madrid 1993, 1216-1232.

Por fortuna, desde el punto de vista filosófico, la obra póstu-ma de X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religio-nes, Madrid 1993, llega a una concepción muy afín a ésta; lo queconstituye una magnífica confirmación.

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que hemos llegado a saber de Dios (gracias justamente alproceso real de la revelación). «Dios es amor» (1 Jn4,8.16): por amor nos ha creado y por amor vive, como un«Padre/Madre», volcado sobre nuestra historia, para ayu-darnos y salvarnos a todos y a todas, desde el principio ysin discriminación de ningún tipo. Si de algo estamos se-guros como cristianos, es justamente de este amor univer-sal, incondicional e irrestricto.

Pues bien, al poner en crisis la concepción tradicional,lo que la nueva situación cultural ha aportado consiste enhacer posible que tomemos en serio esa verdad funda-mental. Si Dios crea por amor –y sólo por amor– a todaslas personas, resulta obvio que quiere darse a todas, darsesiempre y darse totalmente. Es, por lo demás, lo que nosenseña la más elemental experiencia humana: ningún pa-dre o madre, normales y decentes, escatiman el amor a sushijos, negándoles lo bueno que podían darles o haciéndo-selo esperar sin motivo; ni aman a alguno de sus hijos ydiscriminan a los demás; ni aman a unos desde el princi-pio, y esperan largo tiempo para mostrar su cariño a losotros.

Si observásemos algo parecido en algún caso de la vi-da real, sólo nos quedarían dos hipótesis: o se trata de pa-dres desnaturalizados, o hay algo que les impide mostrary ejercer su amor. En el caso de Dios, la primera hipóte-sis queda, evidentemente, descartada. Es obvio que sólocabe pensar en la segunda: algo hace imposible que Diospueda revelarse plenamente, a todos y siempre. Lo que amuchos les impide tomar en consideración esa hipótesises que tienen la impresión de que de ese modo negarían lagrandeza y la omnipotencia divinas.

Pero tal consecuencia no es inevitable: puede suceder–y es lo que de hecho sucede– que, efectivamente, una re-velación evidente, universal y ubicua, desde el comienzo

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mismo de la humanidad, sea imposible no por parte deDios, sino por parte del hombre. Ya a priori sería extrañolo contrario: Dios es muy grande, y nosotros, muy pe-queños; Dios es trascendencia absoluta, y nosotros, mun-danidad relativa. Si siempre la comunicación, incluso en-tre iguales, es muy difícil y expuesta a equívocos, ¿cómono va a serlo entre Dios y los hombres? Bien mirado, loasombroso no es que la revelación resulte tan difícil, sinomás bien que sea simplemente posible.

Aclarémoslo algo más desde un ángulo un poco dis-tinto. A nadie se le ocurre pensar que Dios deje de seromnipotente porque «no pueda» hacer un hermosocírculo-cuadrado: no es que él no lo pueda todo, es quecomprendemos que un círculo-cuadrado es imposible,mejor dicho, es nada 4, y que, por tanto, la suposición ca-rece de sentido. En la revelación esto parece menos claro,pero no es difícil comprender que se trata de idéntica es-tructura.

Pensemos en un ejemplo (confieso que cada vez megustan más los ejemplos en estas cuestiones, para evitarelevadas especulaciones... por las nubes): por muy inteli-gente que sea una madre y por mucho que quiera a su ni-ñito de un año, ¿podrá enseñarle el teorema de Pitágoras?Y, si «no puede», ¿implica eso que ella es tonta y no lo sa-be o que no quiere a su hijo? De la misma manera, ¿tienesentido decir que Dios no es omnipotente porque «nopuede» revelársele en absoluto a un embrión de seis me-ses ni a un niño de once semanas? O, dando un paso más,

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4 Como se ve, toco aquí la batallona cuestión del mal, que afor-tunadamente empieza también a plantearse de este modo. Me re-sulta cada vez más difícil sustraerme a la impresión de que muchas«objeciones», más que razones de fondo, obedecen a la normal re-sistencia ante un cambio de paradigma. Remito a las referencias yreflexiones más detalladas del cap. 4.

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¿tiene sentido preguntar por qué Dios no revela los mis-terios más altos de su trascendencia a una horda primiti-va del paleolítico inferior, acosada por el hambre, los ani-males y la intemperie? Repito: en esas circunstancias no setrata de que Dios no sea omnipotente, sino de que es im-posible que esas personas puedan entender determinadasverdades o, más simplemente, interesarse por ellas.

Si, a pesar de la cruel brevedad de estas reflexiones,miramos desde ellas al proceso de la revelación en la his-toria, todo da la vuelta, haciéndose más claro, más cálido,más humano y... más divino. No estamos ante un Dios«tacaño» o «caprichoso», que, porque quiere, restringe deentrada su revelación a un solo pueblo y encima empiezatarde (hoy, por la paleontología, sabemos que tardísimo:no cuatro mil años, como se pensaba entonces, sino acasomás de dos millones); encima lo hace a cuentagotas y di-ciendo oscuro lo que podría decir claro. De pronto com-prendemos que sucede todo lo contrario: Dios, volcadocon todo su amor sobre la humanidad, lucha con nuestraignorancia y nuestra pequeñez, con nuestros instintos yresistencias, con nuestros malentendidos y perversiones,para ir abriéndonos su corazón y aclararnos su rostro, pa-ra manifestarnos la profundidad de nuestro ser y la espe-ranza de nuestro destino.

Cuando de verdad se asume esta perspectiva, la mis-ma Biblia cobra una nueva luz y todo se entiende mejor.Sus dudas y oscuridades, sus avances y vacilaciones apa-recen ahora como el fruto de la lucha amorosa de Diospor hacer comprender su designio salvador, aprovechan-do las distintas circunstancias y valiéndose de todos losmedios. Nunca es él el que se niega –aunque a veces esose diga en la letra de la Biblia–, sino los hombres y muje-res, que (todavía) no saben o no pueden o no quieren es-cuchar y dejarse guiar.

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Al mismo tiempo, se aprende a ver que «mientras tan-to» Dios no había abandonado a los demás pueblos, sinoque desde el comienzo de la humanidad está con todos ycada uno, manifestándoseles en cuanto es posible, es decir,en cuanto ellos, en su circunstancia y con sus posibilida-des culturales, son capaces de comprender y se deciden aaceptar. Las religiones representan justamente el resultadode esa presencia: por eso, como muestra la fenomenologíade la religión, todas se consideran reveladas; y lo son enrealidad, como por fin ha reconocido el Vaticano II (loson justamente –al igual que el Antiguo Testamento ensus distintas etapas– cuanto les es posible en su lugar y ensu momento).

Por eso, en este preciso sentido, debemos decir que to-das las religiones son verdaderas, aunque lo sean de mane-ra provisional y limitada, a través muchas veces de defor-maciones e incluso perversiones. Pero advirtiendo que estosucede en todas, también en la bíblica, como indicábamosal principio; y la historia muestra que ni siquiera despuésde su culminación en Cristo logra librarse de abusos, de-formaciones e inquisiciones. Que unas religiones avancenmás que otras no responde a un «favoritismo» divino, sinoa la necesidad de la historia finita (del mismo modo que notodos nacemos igualmente sanos o inteligentes).

Dios –como un padre y una madre con sus hijos e hi-jas– piensa en todos, y por su parte se entrega totalmentea todos: la desigualdad viene de la acogida humana. Pero,aun así, su amor busca la igualdad. Cualquier avance enun punto es, en definitiva, una ventaja para los demás. Poresencia, toda revelación concreta tiene vocación de llegara todos y no queda jamás como posesión exclusivista delque la alcanza: en el mismo momento de ser captada poralguien, pertenece ya por derecho a la humanidad. Tal estambién la razón de que cuando –como creemos los cris-tianos– culmina en Cristo, la revelación se hace universal.

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Lo cual nos hace humildes a todos y nos convoca a la co-laboración, ayudándonos y enriqueciéndonos unos aotros. De ahí la enorme importancia del diálogo entre lasreligiones.

Resumiendo, para no oscurecer el hilo de la refle-xión: Dios, como amor infinito y siempre activo, se entre-ga y trata de manifestarse a todos, desde el comienzo y enla máxima medida posible; las restricciones vienen única-mente de la limitación humana, que o no puede o se re-siste a su revelación. Por eso hay que tener mucho cuida-do con expresiones como el «silencio de Dios». Puedentener cierto fundamento subjetivo, en cuanto eso es loque puede parecernos a nosotros en algún momento; pe-ro objetivamente resultan lesivas para el amor de un Diosque no tiene otro interés que el de manifestársenos. Res-puesta auténtica de hijos es justamente fiarnos de queDios no nos abandona jamás, aunque las circunstanciasparezcan decir lo contrario (Cristo en la cruz es el ejem-plo supremo).

Pido disculpas por los inevitables antropomorfismosde la exposición, que el lector sabrá situar debidamente.Y, sobre todo, soy consciente –porque me lo han objeta-do muchas veces– de que esta propuesta puede sonar aoptimismo leibniziano y aun a querer dictarle a Dios loque tiene que hacer. Pero basta con fijarse un poco paracomprender que se trata de una impresión falsa y que re-presenta exactamente lo contrario de ese dictado. Hayoptimismo, ciertamente; pero sólo en lo que respecta aDios; y ahí no importa la objeción, porque lo cierto esque siempre nos quedaremos infinitamente cortos a la ho-ra de reconocer y expresar su bondad y su amor. Pero porla misma razón no hay soberbia, sino, en el fondo, pro-funda humildad: no le dictamos a Dios su conducta, sinoque reconocemos su amor y nos esforzamos por creer deverdad en él, incluso con todas las apariencias en contra.

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Por ese lado, pues, no está jamás el problema. Dequien no nos fiamos es de nosotros mismos. Y aquí, sí, nosólo cabe, sino que se impone todo el realismo del mun-do: basta abrir los ojos para ver que el hombre, sí, puedefallar y falla; que es pequeño y menesteroso, sometido allento crecimiento de la historia, siempre en lucha con laignorancia, el instinto y el egoísmo. Hasta el punto deque, más bien, la propuesta podría parecer de un pesimis-mo exacerbado. Lo cual, sin embargo, también sería falso,porque la impotencia y la limitación –reconocidas sinambages– se ven siempre en relación viva con el amor deDios, que las sostiene y las apoya. Esa relación constitu-ye justamente la esencia íntima de la revelación y define latrama de su historia.

b) Qué significa «palabra de Dios»

Hasta aquí hemos estado suponiendo una nueva vi-sión de la «palabra de Dios». Ahora es preciso afrontar latarea, mucho más difícil, de elaborar una mínima explici-tación.

Negativamente, queda claro que algo muy decisivo seha roto, pues fue justamente esa ruptura la que provocó lacrisis y el esfuerzo de renovación. Alertados por la críticabíblica, hoy ya no nos resulta posible –aunque lo quisié-ramos– seguir viendo la revelación como un «dictado».Dios no pudo pronunciar órdenes como la de exterminarvillas enteras, ni copiar –como un mal estudiante– el rela-to del diluvio (que aparece mucho antes y casi a la letra enel poema de Gilgamesh, unos mil años anterior al Géne-sis) 5, ni tampoco equivocarse afirmando que el sol giraba

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5 Puede verse la versión de F. Lara Peinado, Poema de Gilga-mesh, Madrid 1988; concretamente, 145-160 para el diluvio.

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en torno a la tierra... Y, desde luego, a san Pablo no se leocurría pensar que, cuando escribía una de sus cartas, sela estaba dictando el Espíritu Santo.

Estas afirmaciones –ya lo he reconocido al principio–pueden resultar provocativas e incluso un tanto brutales.Pero conviene hacerlas, para afrontar de un modo hones-to y realista los problemas, que están ahí en cualquier li-bro o pantalla televisiva y que resultan ya inesquivablespara cualquier creyente normal. La dificultad radica en ladeterminación positiva: ¿qué es entonces la revelación,qué significa afirmar que la Biblia es palabra de Dios? Re-tomando el hilo de la reflexión anterior acerca de la crea-ción, acaso empecemos a orientarnos.

En realidad, la creación misma es ya la primera y fun-damental revelación de Dios: su expresión, su manifestar-se hacia fuera. «Silabeas el alba igual que una palabra; / Túpronuncias el mar como sentencia», dice hermosamenteun himno de laudes 6. La maravilla de la creación consisteen que ella tiene tal capacidad expresiva: «los cielos can-tan la gloria de Dios»; y la maravilla del espíritu humanoes que puede advertirla, «escuchando» su voz.

Ése es el auténtico secreto, casi el milagro, de la expe-riencia religiosa: en el modo de ser del mundo –en su con-tingencia, en su belleza, en sus dinamismos, en sus enig-mas...– ella descubre que él no es la razón última de símismo, que está remitiendo a su fundamento creador. Co-mo la alegría y el dolor en un rostro o la mano cariñosa enla casa cuidadosamente preparada, el hombre descubre aDios en la disposición de las creaturas. Lo ha descubiertosiempre, desde que el mundo es mundo, pues no otra co-

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6 ¿No habría que hacerle algún día un homenaje con nombre yapellidos al P. Blanco Vega, el alto y fino poeta de la mayoría de es-tos himnos?

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sa significa el hecho de la presencia universal de la reli-gión.

Pero urge añadir dos observaciones. La primera, queen la revelación no se trata del descubrimiento de alguienpasivo o que intenta ocultarse (como el niño pillado en eljuego del escondite). Al contrario, la experiencia religiosaes siempre consciente de que si descubre, es porque al-guien estaba ya tratando de manifestársele y de que –¡porfin!– ella «cae en la cuenta». Sabe que siempre es Diosquien, en última instancia, toma la iniciativa. Por eso, co-mo queda dicho, toda religión se considera a sí misma yse proclama revelada.

La segunda observación se refiere a que no todo esuniforme: la manifestación se acomoda a la realidad (por-que la realidad es la manifestación). En el mundo naturalDios se manifiesta en el funcionamiento de las leyes físi-cas: la persona religiosa comprende que el mundo funcio-na así porque Dios así lo ha creado, así lo quiere y así losostiene, tratando de llevarlo a su perfección posible. Poreso Whitehead calificó hermosamente a Dios como «elpoeta del mundo». Pero en el ámbito humano se mani-fiesta además –y sobre todo– en los dinamismos de la li-bertad: en las llamadas al bien y a la justicia, en los impul-sos hacia la realización propia y al avance colectivo. ¿Noes eso justamente lo que confesamos al reconocerlos co-mo «gracia» o expresión de la «voluntad» de Dios? Mástodavía, nosotros mismos somos de alguna manera unapalabra de Dios, que nos está pronunciando en su impul-sarnos a ser y realizarnos, aunque sea siempre a través delmás exquisito respeto de nuestra libertad.

c) La Biblia como palabra de Dios

Estamos acostumbrados a pensar en la revelación só-lo cuando se trata de la Biblia o de los distintos pasajes

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