cuentos de terror

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Iraultza Askerria-España Laura corría despavorida por la ciudad. Los aullidos del viento sacudían la noche, entregando un aliento vital a espectros y sombras, mientras los cabellos de la muchacha se agitaban como látigos. En su rostro, empapado por la tormenta, se perfilaban lágrimas y profundos surcos de rimel y maquillaje. Los altos y adyacentes edificios de la desolada ciudad favorecían el eco de los repentinos truenos, el chaparrón inclemente, los alaridos del aire y el sonido de las chispas de las apagadas farolas, que saltaban segundo a segundo. Sobre tal cúmulo de tenebrosos murmullos, se alzaban unas acompasadas zancadas que perseguían muy de cerca a la muchacha. Al percibir la cercanía del hombre que la acosaba, sus latidos se tornaron más fuertes y agitados como si fuesen golpeados tenazmente por un martillo de enorme cabeza de hierro. Aceleró el paso. Saltó entre los colmados charcos de agua. Evitó los salientes de la acera y las piedras del asfalto. Corrió más de lo imposible. Más incluso de lo que hubiese podido nunca imaginar. De vez en cuando, miraba aterrorizada por encima del hombro, procurando calcular la distancia que la separaba de su perseguidor. Pero la espesa oscuridad de la noche no la permitía vislumbrar nada a más de dos metros. Entonces, cayó de bruces sobre un charco. La escasa percepción que tenía sobre el entorno y la celeridad de sus pies habían dado con ella en el suelo. Se revolvió frenética en el agua, liberándose de las manos líquidas y negras que intentaban arrastrarla hacia la profundidad. Cuando por fin logró incorporarse, un rayo rompió la oscuridad de las calles, y pávida, con el corazón en un puño, la mente hundida y el alma acongojada, pudo vislumbrar nítidamente a su perseguidor a escasos metros de distancia. Caminaba muy lentamente hacia ella, enfundado en una gabardina de cuero, los ojos inyectados en sangre y un revólver en la mano diestra. El terror la envolvió sobremanera bajo las intermitentes luces de la tormenta, que infundían incluso más miedo que la oscuridad. Sintió el rechinar de la mandíbula y el temblor involuntario de los músculos. La palidez de su rostro se semejaba a la única estrella de aquel frío y tenebroso averno. Sus ojos desorbitados contemplaban aterrados al hombre de negro. Sus labios tartamudeaban clemencia. Al fin, devolvió protagonismo a sus piernas y corrió por las calles de la ciudad. Al mismo tiempo que acrecentaba el pavor de su alma, decrecía la anchura de la calle, hasta que las aceras cedieron terreno ante una calzada pedregosa y alquitranada cercada por altos muros de rojizo ladrillo. Había llegado a un callejón sin salida. Estaba atrapada. Se dio la vuelta y emitió un grito ahogado. Él estaba ahí, justo ahí. El hombre de negro se aproximaba hacia a ella con parsimonia. Mantenía el escaso espacio y el asfixiado tiempo de aquella ciudad bajo su entero control. Su perfil se alzaba sobre los charcos negros y bajo el punzante chaparrón. Los edificios se inclinaban ante él y las centellas le iluminaban como los focos de una obra de teatro. Era el guardián, rey y protagonista de una metrópoli desolada y muerta.

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Iraultza Askerria-España

Laura corría despavorida por la ciudad.

Los aullidos del viento sacudían la noche, entregando un aliento vital a espectros y sombras, mientras los cabellos de la muchacha se agitaban como látigos. En su rostro, empapado por la tormenta, se perfilaban lágrimas y profundos surcos de rimel y maquillaje.Los altos y adyacentes edificios de la desolada ciudad favorecían el eco de los repentinos truenos, el chaparrón inclemente, los alaridos del aire y el sonido de las chispas de las apagadas farolas, que saltaban segundo a segundo. Sobre tal cúmulo de tenebrosos murmullos, se alzaban unas acompasadas zancadas que perseguían muy de cerca a la muchacha. Al percibir la cercanía del hombre que la acosaba, sus latidos se tornaron más fuertes y agitados como si fuesen golpeados tenazmente por un martillo de enorme cabeza de hierro.Aceleró el paso. Saltó entre los colmados charcos de agua. Evitó los salientes de la acera y las piedras del asfalto. Corrió más de lo imposible. Más incluso de lo que hubiese podido nunca imaginar. De vez en cuando, miraba aterrorizada por encima del hombro, procurando calcular la distancia que la separaba de su perseguidor. Pero la espesa oscuridad de la noche no la permitía vislumbrar nada a más de dos metros.Entonces, cayó de bruces sobre un charco. La escasa percepción que tenía sobre el entorno y la celeridad de sus pies habían dado con ella en el suelo. Se revolvió frenética en el agua, liberándose de las manos líquidas y negras que intentaban arrastrarla hacia la profundidad. Cuando por fin logró incorporarse, un rayo rompió la oscuridad de las calles, y pávida, con el corazón en un puño, la mente hundida y el alma acongojada, pudo vislumbrar nítidamente a su perseguidor a escasos metros de distancia. Caminaba muy lentamente hacia ella, enfundado en una gabardina de cuero, los ojos inyectados en sangre y un revólver en la mano diestra.El terror la envolvió sobremanera bajo las intermitentes luces de la tormenta, que infundían incluso más miedo que la oscuridad. Sintió el rechinar de la mandíbula y el temblor involuntario de los músculos. La palidez de su rostro se semejaba a la única estrella de aquel frío y tenebroso averno. Sus ojos desorbitados contemplaban aterrados al hombre de negro. Sus labios tartamudeaban clemencia. Al fin, devolvió protagonismo a sus piernas y corrió por las calles de la ciudad.Al mismo tiempo que acrecentaba el pavor de su alma, decrecía la anchura de la calle, hasta que las aceras cedieron terreno ante una calzada pedregosa y alquitranada cercada por altos muros de rojizo ladrillo. Había llegado a un callejón sin salida.Estaba atrapada.Se dio la vuelta y emitió un grito ahogado.Él estaba ahí, justo ahí.El hombre de negro se aproximaba hacia a ella con parsimonia. Mantenía el escaso espacio y el asfixiado tiempo de aquella ciudad bajo su entero control. Su perfil se alzaba sobre los charcos negros y bajo el punzante chaparrón. Los edificios se inclinaban ante él y las centellas le iluminaban como los focos de una obra de teatro. Era el guardián, rey y protagonista de una metrópoli desolada y muerta.Y además, el único que conocía el guión.—Por favor —tartamudeó Laura—, no me hagas daño.Los gemidos de la muchacha se desvanecieron bajo la lluvia sin contagiar algún sentimiento de pena o misericordia. Se vio encerrada ante la condensada oscuridad de la noche y confusa por el total desconocimiento de lo que estaba acaeciendo; ignoraba qué hacía en aquel lugar, cómo había llegado a él y por qué Dios la había condenado a ello, estuviese donde estuviera. De lo que estaba segura, y esto lo sabía merced al instinto animal, era de que acechaba el peligro, un peligro mortal.El hombre de negro se detuvo entonces a menos de un metro de distancia. Miró a la joven con una ambiciosa y cruel sonrisa dibujada en el rostro, tan sombrío como helado. Tan lentamente como un gesto de dolor, levantó el brazo hacia una posición vertical, y las gotas de la tormenta, temerosas de entorpecer el avance de aquel poderoso brazo, se detuvieron, quedando suspendidas en la atmósfera. De esta forma, se configuró una pintura estática, llena de expresionismo, donde el vacío habido entre el hombre de negro y Laura resultaba claustrofóbico, espeluznante y aterrador. La única claridad plasmada en aquel cuadro era la frágil aura que rodeaba a la muchacha, menos que un rayo de luna.—Por favor —suplicó Laura—, no me hagas daño.Sin embargo, el ruego resultaba vano e inútil. El arma que el hombre de negro aferraba en la mano brilló como un relámpago. Movió flemáticamente el dedo índice y apretó el percutor. La bala surgió de la cámara de la muerte y atravesó el exterior, rompiendo con el lienzo de la estática. A velocidad vertiginosa, las gotas de la lluvia se estamparon contra la calzada, las luces intermitentes de las centellas aparecieron y

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desaparecieron y el grito de Laura sonó desgarrado cuando se contempló ante la trayectoria de la bala.El proyectil se desvió de la línea de fuego en el último instante, pasando a pocos centímetros de la muchacha. Percibió nítidamente como la bala le arrancaba unos escasos cabellos al pasar junto a su oreja y como desintegraba las gotas de agua halladas en el camino. Al final, se empotró contra el fondo del callejón, explosionando en un terrible rugido y haciendo añicos la pared rojiza con una facilidad sobrehumana. En donde antes se había erguido una imponente barrera de ladrillo, ahora se presentaba una gigantesca abertura alumbrada por las luminarias del cielo.El hombre de negro volvió a disparar, pero para entonces Laura ya se había internado entre los escombros de piedra, en aquel camino de la salvación iluminado por la estrellas. Un instante después, desapareció en el interior de la pared rojiza.Llegó a una habitación umbrosa, donde el aire se respiraba envenenado y el pavimento resultaba resbaladizo y traicionero. Una penetrante opacidad impregnaba los muros y se elevaba hasta la techumbre. Parecía que se encontraba en una pequeña estancia de carbón, cuando en realidad se trataba de un cuarto de proporciones kilométricas. Anduvo sin meta y sin dirección, ciega y desorientada sin ninguna noción de espacio. Finalmente, tuvo que detenerse al encontrarse perdida. Buscó entre las sombras al hombre de negro, pero no podía percibir nada. Aquel tenebroso aire la rodeaba.Giró pausadamente sobre sí misma, buscando algo, un vestigio de esperanza, un velo de salvaguarda. Un aliento de vida le recorrió el alma cuando vislumbró al fondo de la estancia unas tímidas luces que titilaban a media altura. Se encaminó hacia la llamada luminosa presa del pánico, alejándose de la oscuridad impermeable.La distancia que la separaba de las paredes llameantes le pareció infinita. Finalmente pudo alcanzar el reclamo de luz. Se trataba de un monumental muro dorado litografiado con palabras que irradiaban una llama sobrenatural, como una armoniosa comunión entre la pureza del cielo y el fuego del infierno. En el centro de la pared se abría un profundo túnel.Laura se esmeró en descifrar los vocablos, artísticamente impresos, que recorrían la piedra caliza con un sinuoso caminar. Esto decía:

Los sueños y las pesadillas son los pinceles de la fantasía que retratan las ilusiones y las fobias más profundas del corazón

No pudo entender el significado implícito de las palabras y no tuvo tiempo de reflexionar. Apreció una incómoda sensación de malestar y amenaza, una sombría presencia ajena a la plenitud de la luz. Se dio la vuelta y le vio. Era el hombre de negro.Vislumbró como levantaba el arma y le apuntaba a la cabeza con una certeza letal. Sus reflejos la salvaron. Rápidamente se internó en el pasadizo que había en la pared y se volatizó dentro de sus entrañas. Siguió corriendo bajo un techo pedregoso cubierto de afiladas y amenazantes estalactitas sáxeas, hasta que el lúgubre túnel se estrechó tanto que fue incapaz de caminar por él. Tuvo que girarse y andar de lado, deslizándose como una hoja de papel entre el hueco que dejaban ambos muros de roca. Varias esquirlas le zahirieron en el rostro y unas tímidas heridas de sangre afloraron en él. Dolían, sí, pero no tanto como el miedo de su corazón.Miró hacia delante queriendo encontrar la salida de aquel claustrofóbico antro. Miró hacia atrás no deseando ver al hombre de negro apuntándola con la pistola. No vio ni lo uno ni lo otro. Sólo vio oscuridad, una agobiante oscuridad. Tenía los músculos atenazados por la fatiga y los ojos húmedos como pozos desbordados. Habría muerto de terror en ese mismo instante si unas leves muescas en el muro no hubiesen cautivado su atención.Fue así, por casualidad, como distinguió varios vocablos de letras cuneiformes labradas como consecuencia de perseverantes golpes de martillo y cincel. A pesar de la primitiva y borrosa grafía, no le costó mucho descifrar la acepción de la frase. Exponía lo siguiente:

Los sueños liberan el cansancio de nuestro cuerpo.Las pesadillas lo plagan sin cesar

No entendió aquellas esotéricas advertencias, pero un gélido escalofrío la perturbó por dentro, desde las entrañas hasta la garganta, y a punto estuvo de perecer asfixiada. El pánico y el instinto la salvaron, obligándola a reaccionar con el último impulso de sus energías.Se deslizó velozmente por el estrecho túnel sin considerar las heridas y las magulladuras que se extendían por sus brazos y sus rodillas, y finalmente, vio el final del camino. Aceleró el paso y llegó a una estancia

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circular iluminada por cuatro antorchas dispuestas equidistantemente, una en cada punto cardinal. En el centro de la estancia una escalera de caracol ascendía en espiral hasta la techumbre, cuya altura y forma eran imposibles de percibir.Laura permaneció unos segundos contemplando la enorme escalinata interior. Los escalones se alzaban sobre la nada. No había ningún soporte, ninguna columna, ni ningún muro que soportase su vasta ascensión. Y, sin embargo, la escalera parecía tan segura como una atávica verdad, tan firme como el poder indestructible del universo, tan resistente como el vacío. No tuvo miedo de subir por ella.Si lo tuvo, empero, cuando percibió al hombre de negro surgir por el túnel que conducía a la estancia, el mismo túnel que había lacerado su piel y herido su rostro. A su perseguidor, no obstante, el estrecho pasadizo no le había afectado en absoluto. Proseguía con su austero hermetismo y siempre acorde con gestos de maldad y locura.Laura tembló, aterrorizada, y se lanzó hacia las escaleras de caracol. Subió y subió sin detenerse a mirar abajo, sin preocuparse de donde pisaba y dejaba de pisar. Subió ayudándose de las barandillas que flanqueaban la escalinata, especialmente construidas para favorecer el ascenso de los inquilinos. Subió tomando aceleradamente las curvaturas de los peldaños, evitando chocar contra los ángulos más cerradas y prosiguiendo, siempre, una ascensión reiterante y tediosa. Comenzó, entonces, a marearse, víctima del esfuerzo, y tuvo que detenerse un instante, apoyándose en una de las barandas.Resollando y con el corazón palpitando aceleradamente, miró hacia abajo. Se sorprendió de la elevada altura en la que se encontraba y de cómo había llegado hasta allí tan velozmente. Distinguió el sombrío cuerpo del hombre de negro varias decenas de metros más abajo. Estaba lejos, aún tenía tiempo. Se embargó de la resolución de la adrenalina y reemprendió la marcha, ascendiendo por los escalones alfombrados por una tela de color rojo, en cuyo centro había…Letras. Había letras. Una en cada escalón. Así había sido desde que pisara el primero de los peldaños, pero no se había percatado hasta entonces. Aquellos símbolos, en el centro de la enorme moqueta, avanzaban parejas a la eternidad.Reparó en las palabras como antes había reparado en las frases de las paredes que había encontrado durante el agónico trayecto. Mientras ascendía, se percató de que los símbolos pertenecían a un mismo ciclo de repeticiones, componiendo una oración de sutil advertencia:

Los sueños y la vida son dos mundos paralelos conectados superficialmente por el hilo de las emociones humanas.Lo que sucede en uno, puede suceder en el otro

Y mientras subía, leyó reiteradamente aquella oración subordinada a un latente escalofrío, hasta que, casi sin percatarse, alcanzó el rellano de la elevada escalinata. Egresó a una estancia cuadrangular y amplia acotada por luces multicolor. El ambiente brillante pero tenue se marchitaba como una rosa en una tarde otoñal, tiñéndose de una lóbrega penumbra y de un silencio fúnebre.Sin embargo, el salón estaba exento de rayos y truenos, y por tanto, se figuraba más acogedor que la ciudad exterior donde los gemidos de la noche habían simulado alaridos de clemencia y gritos de crueldad. Laura se encaminó concienzudamente por los pasillos rectilíneos que se bifurcaban en multitud de corredores y travesías, formando un matemático laberinto que conectaba con todos los rincones del vasto lugar. Cuando hubo andado unos metros y su vista se había aclimatado al bailoteo de los destellos policromos y las seductoras sombras, vislumbró un panel semejante a una cristalera blanca incrustado en el fondo de la sala. Su forma era enorme y rectangular, como una gigantesca ventana alargada tapiada por cortinajes de hielo, y estaba apoyado sobre un escenario de madera que se alzaba un par de metros. Varios focos de luz amarilla se cernían amenazadoramente sobre la tablazón, como una desvergonzada revelación del amancebamiento entre el bien y el mal. Había algo hermoso en todo aquello, pero contagiado de una maliciosa frialdad.En ese instante, chocó contra un saliente del pasillo. Era un bordillo estrecho formado por una placa fluorescente que se extendía a un lado y al otro de todos los corredores. En el medio, el suelo alfombrado de color rojo gemía placenteramente bajo el liviano peso de Laura.Supo entonces que se encontraba en una sala de cine.Arriba, los focos y los amplificadores se reproducían como telarañas suspendidas en el orbe del mundo; siempre a la vista, siempre presentes, siempre seguras. Al fondo, la implacable pantalla, que a pesar de estar apagada, titilaba levemente como una luna rota. Y en torno, los corredores que se expandían hacia los asientos, hacia las butacas, hacia las tumbas…Porque no había ni sillones ni asientos ni butacas. Había lápidas, sepulcros y losas. Un cementerio engendrado en un lugar digno del espectáculo y el ocio. Un cementerio donde los espectadores

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protagonizaban una película de terror henchida de sadismo y locura. Un cementerio de una atrocidad ingente sazonado con los miedos más profundos del ser humano.Desconcertada, Laura profirió un grito y reculó hacia atrás. No pudo moverse más que unos pasos, porque chocó contra el mármol límpido de una tumba. Se giró, y vio la inconfundible lápida en forma de cruz que se alzaba sobre el lecho del muerto. En el interior había un féretro dorado.Y estaba abierto.Abierto para mostrar el rostro desfigurado y medio descompuesto de un hombre.—¡Oh, Dios! —exclamó Laura, aterrorizada. Quiso volver a gritar, pero el miedo había congelado su saliva, y las nauseas impedían formular cualquier sonido inteligible.Vomitó ahí mismo, sobre la lápida, expulsando el asco y la repugnancia de aquella visión tan gore.Y, entonces, surgió la voz:—Y las pesadillas concluyen en la muerte.Laura volvió la mirada, tan desprevenida como amedrentada, y vio al hombre de negro, a menos de cinco metros de distancia, examinándola con sus ojos rojos como quien observa un objeto fútil y sin valor.—Y las pesadillas concluyen en la muerte —repitió el hombre, con una firmeza universal.—No, por favor —suplicó Laura tan aterrorizada que fue incapaz de moverse de allí, de alejarse, de sobrevivir. Únicamente sus ojos revoloteaban alrededor del cañón de la pistola—. Te lo ruego, por favor.El hombre de negro, impasible como quien ha nacido para ejecutar acciones en vez de para dudar de los medios, alzó despiadadamente el revólver de nueve milímetros y apunto diestramente a la cabeza de la muchacha. Disparó, se escuchó una tremenda explosión y una bala surgió de la recamara destinada a estamparse en la impoluta frente de Laura. Pero, por suerte para ella, el plomo se incrustó en la lápida que había detrás, destruyéndola al instante con el poder de un dios impío.En esta ocasión, ni siquiera vaciló: Laura se lanzó a correr lejos del hombre de negro con la única idea de seguir los pasadizos de la sala de cine en busca de la salida de emergencia. Si es que la había, claro está.Pero, en un momento dado o, más bien, elegido por la irónica voluntad de la Divina Providencia, Laura tropezó con sus propios pies y cayó de lleno sobre un sepulcro. La tumba estaba abierta y se desplomó en el interior. Por suerte para ella en aquel momento, el féretro estaba vacío, aunque saturado de un olor a decadencia y soledad capaz de envenenar el espíritu de cualquier humano.Intentó incorporarse de la tumba, pero una fuerza invisible y ajena a las leyes de la física la impedía moverse. Lo único que pudo hacer fue girar levemente la cabeza hacia el exterior y topar con el mármol recién cincelado que configuraba la lápida. Con góticas y artísticas hendiduras se revelaba la identidad del difunto:

Laura Elcano YañezR.I.P1990 - 2007

(¡O dios!)No pudo más que proferir una maldición sorda al leer su inconfundible nombre esculpido sobre la tabla de la ley. Sabía que toda vida muere. Pero se negaba a creer que había llegado su hora entre las puntiagudas agujas del desconocimiento y el terror.Cuando la perplejidad dejó paso a un brutal instinto de supervivencia, Laura luchó fieramente contra las sombras que se cernían sobre ella e inmovilizaban sus miembros. Se debatió entre la inconsciencia de la muerte y el dolor de la vida en un intento de concebir un hálito de esperanza, y al fin vio una luz pálida y brillante que se alzaba sobre su cabeza. Pero el destello, como un sueño de invierno, se desvaneció ante la sombría envergadura del hombre de negro, que surgió ante ella como una columna dórica de sobrio arte e inamovible eficiencia. La inconfundible pistola se proyectó lentamente sobre el féretro en el que se encontraba.—Por favor, no me mates —suplicó la muchacha, sepultada en el interior del ataúd.—Y las pesadillas concluyen en la muerte —sentenció. Y su voz resonaba con el vigor pétreo de las entrañas del mundo. Y sus delgados dedos empuñaban el cuerno del infierno. Y sus ojos brillaban como un ocaso. Como el ocaso de la vida. De su vida.—Ten piedad —rogó Laura, y su voz sonó fracturada, como miles de huesos y cristales al romperse por la voluntad de una bomba.—Y las pesadillas concluyen en la muerte —reiteró, persistentemente.Tras esto advino un hermético silencio y un imperturbable gesto de austeridad. El hombre de negro clavó la mirada en el cuerpo estremecido de Laura incapaz de sentir compasión o clemencia. Por muy profundos que fuesen los lamentos de la muchacha o por muy abundantes que se prodigasen las lágrimas, La Muerte no

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presentaba emociones ni sentimientos. Sólo presentaba razón y deber.No perdió más tiempo.Alzó la pistola y disparó a la cabeza de Laura.Y en esta ocasión, no falló.

Entonces, se despertó, profiriendo un suspiro desesperado al tiempo que sus párpados se abrían de par en par. Jadeó unos instantes, con el corazón palpitando tenaz y velozmente y el alma encogida por la transpiración del miedo. Cuando sus ojos identificaron la oscuridad danzante de su dormitorio se sintió más segura y aliviada.Había sido una pesadilla. Una pesadilla que había concluido en su muerte, pero una pesadilla al fin y al cabo. Nada más que una fútil pesadilla, como las que le acosaban cuando era una niña pequeña.Miró el reloj de la mesita de noche. Marcaba las seis y dos minutos de la madrugada. No, las seis y tres minutos. Todavía tenía tiempo antes de que sonara el despertador. Pero no tenía sueño y, de haberlo intentado, tampoco habría podido dormir. En el exterior, las ventanas de aquel séptimo piso eran abatidas constantemente por los aceros del chaparrón y los gritos invasores de la tormenta. Los rayos, los truenos y la lluvia patrullaban el cielo con la autoridad de un dictador. Su rumor creciente y cercano resultaba innegable.Se incorporó y se sentó en el borde de la cama. Tenía el cuerpo sudoroso y el pijama se le pegaba a la piel como cinta aislante. Sentía los ojos rojos y empañados y la boca reseca. En su mente, aún se evocaban retazos de la anterior pesadilla.Pero, paulatinamente, sus latidos y su respiración recuperaron el equilibrio normal, y el bullicio de la tormenta se tornó remoto y ausente, como si hubiese decidido personarse sobre otro barrio u otra región. El sueño y la pesadilla se volatilizaron ante las chispas de la actividad humana, y Laura se sintió plena de vida y felicidad.Se rió de sí misma.Encendió la luz. No tuvo miedo de encontrarse al hombre de negro escondido tras las cortinas de la ventana o al monstruo de las profundidades del alma colgado del techo como una araña de mirada cruel, porque todo aquello era fruto de la imaginación, de las pesadillas… y las pesadillas, pesadillas son. Lo único que vio ante ella fue el típico dormitorio de una estudiante de bachillerato, ornamentado por diversos carteles, un equipo de música, el siempre presente escritorio, un par de muebles destinados a la ropa y varios estantes colmados de discos, libros y estuches de maquillaje. No había nada ajeno a la realidad terrenal.Reparó, finalmente, en el libro encuadernado con tapa dura que reposaba sobre la mesita. Unas letras selénicas rezaban sobriamente Antología de poesía castellana y bajo las cuales yacía un diminuto epígrafe. Todavía no había finalizado su lectura, y a pesar de que no le atraían profundamente los sonetos y las rimas de los antiguos literatos, era su deber zanjar el estudio. Se tendió suavemente sobre el colchón, tomó el libro entre las manos y, a la seis y cinco minutos de la madrugada, prosiguió su lectura.El marcador de páginas la condujo a la hoja diecisiete. El encabezado y la sinopsis posterior exponían la vida de Calderón de la Barca y el origen del populoso Segismundo. Bajo el texto informativo, aparecían ordenadamente los versos más sinceros de la inspiración:

¿Qué es la vida? Un frenesí.¿Qué es la vida? Una ilusión,Una sombra, una ficción,Y el mayor bien es pequeñoQue toda la vida es sueño,Y los sueños, sueños son

Tuvo que detenerse ante el logrado y musical encabalgamiento, y releerlo de nuevo para entender su significado. Los dos últimos versos resonaron en su mente amplificados por la garganta de una lúgubre caverna.

Que toda la vida es sueño,Y los sueños, sueños son

No pudo eludir un tétrico pensamiento de resignación, víctima de la fantasía adolescente: «Que toda la vida es pesadilla, y las pesadillas, pesadillas son». Se sorprendió así misma plasmando dichas palabras, y la oración tomó la forma grave y estentórea de un trueno, reiterando una y otra vez la misma idea, seguida, a continuación, por la fúnebre misa que había escuchado en el interior de su cabeza:

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«Y las pesadillas concluyen en la muerte».—Tonterías —murmuró Laura, pretendiendo suprimir un miedo que súbitamente se había introducido en su interior. Sus pulmones se agolparon bajo el retumbante corazón y, al instante, su piel comenzó a transpirar. Intentó mantener la calma. No lo consiguió. Había algo que no marchaba bien.Dejó el libro sobre la mesita y se alzó de la cama, aterrorizada.Había creído escuchar algo. Un sonido ajeno, lejano. Pero hostil y amenazante.Al principio, pensó que se trataba de su propia imaginación; luego, cuando oyó nítidamente como una figura de porcelana se precipitaba al suelo haciéndose añicos, supo que había alguien al otro lado de la puerta.—Papá —gimió Laura, retrocediendo inconscientemente hacia la gélida ventana de la habitación.Tenía los ojos abiertos de par en par y clavados en la puerta del dormitorio. El rostro, contraído en una mueca cadavérica, exudaba el hedor del espanto.—Mamá —repitió la aterrorizada muchacha fuera de sí.Estaba paralizada, completamente paralizada, a pesar de que sus sentidos se habían agudizado y de que su mente cavilaba activamente. Pero era incapaz de resolver cualquier decisión. El pánico era demasiado ingente como para actuar. Le estaba oprimiendo el alma como una camisa de fuerza.Fue entonces cuando el picaporte de la puerta se movió. Podía haber corrido hacia allí, intentar inmovilizar el manillar y evitar que quien quiera que fuese irrumpiera en su dormitorio, pero de nada habría servido. Quien quiera que fuese lograría entrar de todos modos.Cuando la puerta comenzó a deslizarse bajo el quicio, y una mano enguantada aferró el marco de la entrada, Laura lanzó un grito de desesperación. Tras esto, la sombra imponente del hombre de negro apareció en el umbral del dormitorio, con un revólver en la mano derecha.Esta vez la muchacha no grito. Estaba demasiado asustada como para gritar, y los efluvios de sudor, orina y miedo estaban emponzoñando su razón. Supo que aquello era real; completamente real. Nada de sueños ni de pesadillas. Sólo vida. Su vida.El hombre de negro entró en el dormitorio y cerró la puerta. Sus ojos inyectados en sangre enfocaron a su víctima y su rostro de sombras gesticuló severamente antes de proclamar:—Y las pesadillas concluyen en la muerte.—No, no —suplicó Laura, delirante. En ningún momento apartó la mirada de su asesino—, déjame.—Y las pesadillas concluyen en la muerte —respondió, cual autómata.Alzó la pistola y disparó.La bala, lenta pero inamovible como el destino, abandonó el cálido cañón y penetró en el dulce, tibio y débil corazón de la chica de diecisiete años que nunca llegué a conocer. Ella ni siquiera tuvo opción de gritar. Su cuerpo osciló como una muñeca de trapo hasta chocar contra la mesita de noche. Luego, se derrumbó sobre el suelo alfombrado de la habitación y la Antología de poesía castellana se desplomó junto a su rostro, a escasos centímetros del mismo. El libro se abrió milagrosamente en la página diecisiete, en el monólogo de Segismundo.Confusa, dolida y casi inconsciente, enfocó turbiamente los versos de Calderón y consideró aquellas sutiles metáforas de la vida y de los sueños… y de las pesadillas… y de cómo las pesadillas concluyen en la muerte.En los últimos desvaríos de su vida, soñó que se estaba muriendo

. EL CHAT PROHIBIDO

Un día me dijo que era vidente, y no es que no le creyera, pero me muestro generalmente bastante incrédula respecto a estos temas. Lo que no veo, no existe para mí. No digo que debiera haberle creído sólo porque le estimaba ya que en mi opinión la amistad y la confianza son muy importantes, pero simplemente hice un esfuerzo y le di el beneficio de la duda. ¿Y si era yo la que estaba equivocada?. No volvimos a hablar del tema hasta que un día volvió a aparecer en el chat donde estábamos hablando y me envió un privado. Era una de esas ventanitas que sólo podíamos ver ella y yo. Absolutamente privado.

ELLA - Hola, ¿seguimos el tema? YO - ¡Vale! Pero no creo que puedas convencerme, ya sabes... me cuesta creer estascosas.

ELLA - No pretendo convencerte de nada, pero nací con ciertos dones y tampoco tengointención de ocultarlos al mundo.

YO - Eso debe estar bien.

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En realidad no sabía qué decirle. ¿Estaba bien? En fin... poco podía decir yo al respecto.

ELLA - Está bien, pero no siempre. Cuando tengo una visión acabo agotada. YO - ¿Te supone un esfuerzo?

ELLA - Sí, bastante esfuerzo.

YO -¿Y por qué lo haces?

ELLA - No es algo que se elija, se nace con ello.

Hubo un silencio en el que ninguna de las dos parecía saber qué decir. Miré el canal donde nos habíamos conocido siete meses atrás. Estaban hablando de las próximas vacaciones de verano.

ELLA - ¿Sigues ahí? YO - Sí, ¿no puedes verlo? .-Bromeé.

Entonces dijo algo que me asustó.

ELLA - Sí, puedo verte.

Tragué saliva y pensé, vaya, me está tomando el pelo y yo caigo como una tonta. Sentí un escalofrío pero decidí presionarla.

YO - ¿Ah, sí? Pues dime... ¿con quién estoy? ELLA - Sola

Bueno, eso podía haberlo comentado antes en el chat y que ella lo hubiese leído.Decidí seguir con aquello como si se tratara de un juego.

YO - Dime algo que me sorprenda. Algo que veas en mi habitación. ELLA - Veo que tienes algunas de las teclas de tu ordenador borradas. Tecleas rápido.

YO - Ya, pero eso puede pasarle a cualquiera. Las letras de los teclados se borran.

ELLA - Tú tienes borrada la A, la S, la L y la M.

Miré mi teclado más curiosa que horrorizada, pero de la curiosidad a la ansiedad hubo tan sólo un instante. Ya no me hacía tanta gracia el juego. Mi condición de incrédula, no obstante, me hizo ir más allá.

YO - Amiga... estoy segura de que casi todos tenemos las mismas letras borradas. Dimealgo que sorprenda de verdad. ELLA - ¿Por qué quieres seguir con esto si no me crees?

Buena pregunta, pensé.

YO - Igual para conocerte un poquito más, o para experimentar algo que no hayaexperimentado antes.

En ese momento supe que ella sonreía desde su lado del monitor. Internet es un sitio curioso. Estás en tu casa, en camiseta de tirantes y pantalón corto, descalza y con el ventilador puesto cuando al otro lado de la pantalla alguien te habla abrigado hasta el cuello, con un par de calcetines y la estufa puesta porque tú estás disfrutando del inminente verano y ellos aún están pasando el clima del invierno.

Mi amiga se había mostrado siempre amable, abierta, simpática y con un buen sentido del humor. Se podía decir que coincidíamos en todo menos en este tema. No nos gustaba el fútbol, adorábamos las comedias,

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nos encantaba Oscar Wilde, ambas habíamos visitado Orlando, a las dos se nos había muerto el padre... ¡eran tantas cosas las que nos acercaron y nos hicieron grandes amigas!.

ELLA - ¿Cómo llevas el libro? –Preguntó de pronto. YO - ¿Qué libro?

ELLA - El que tienes encima de la mesa... déjame ver... La fuerza bruta, de JohnSteinbeck.

Miré a mi derecha con los ojos como platos. ¿Se lo había dicho? ¿Le había dicho que lo había empezado o que iba a leerlo? ¿Le había dicho que solía poner los libros en mi mesa porque me encantaba mirar una y mil veces las portadas de los libros que me estaba leyendo? Evidentemente, la respuesta debía ser sí.

YO - Acabo de empezarlo.

Lo escribí sin dejar notar nada sobre mi –todavía- sorpresa.

ELLA - Yo no lo he leído. YO - Ya te diré qué me parece.

En el chat general el tema de conversación giraba en torno a las lanchas motoras. No me pareció más interesante que mi conversación en privado y me puse a pensar qué podía preguntarle para descubrirla o rendirme a sus pies definitivamente. Pero habló ella.

ELLA - Alguien va a llamar a la puerta. YO - Ah, pues ve, te espero.

ELLA - No. Es en tu casa.

Sonreí incrédula. Iba a poner una risa (jajajaja) cuando sonó el timbre. Miré hacia la puerta de la habitación. Mis ojos volvieron a la frase premonitoria de mi amiga.

YO - Ahora vengo. ELLA - Ok.

Llegué hasta la puerta y miré por la mirilla. Un vendedor de alfombras. - No me interesa. –Dije para no tener que abrir. El chico dijo algo que sonó despectivo y se marchó a otro piso. Volví al chat.

YO - ¿Cómo lo sabías? Era un vendedor de alfombras. ELLA - Te he dicho que puedo verte.

Sopesé la posibilidad de que tuviera razón pero mi sensatez lo negaba una y otra vez. No había nacido yo para creérmelo todo, y menos aún aquello que escapaba a la lógica. Mi amiga no sólo estaba en su casa, sino que estaba en otro país y teníamos distinta franja horaria.

ELLA - ¿Sabes? Algo me dice que debo seguir mirándote. No te asustes pero... YO - pero???????

ELLA - Es que no sabría explicártelo. Generalmente tengo visiones premonitorias, otras veces, como hoy, puedo provocar el verte. Aparecen imágenes frente a mí y te veo, veo tu habitación, pero esto supone un gran esfuerzo. Me duele la cabeza.

YO - Ya, pero... ¿y el “pero” que decías?

ELLA - Es que no quiero asustarte pero presiento algo raro.

Page 9: Cuentos de Terror

YO - Ahora sí que me estás asustando.

¡Pero qué poca firmeza tenía, por Dios! ¡Ahora estaba asustándome de verdad! Yo, laincrédula, la que si no ve, no cree. Me sentía agitada. Quizás se debía a que eranpasadas las diez de la noche ya, estaba sola en casa y la última persona que habíavisto había sido un desconocido poco amable desde una mirilla. Al menos aún podíaescuchar el volumen alto de un televisor. Era mi vecina, una viejecita que estabaalgo sorda.

YO - No sé pero... quizás deberíamos cambiar de tema. YO - No es que me hayas convencido pero...

ELLA - No te preocupes, te entiendo. ¿Tengo tu permiso para seguir observando?

YO - Claro, pero que conste que no tengo tan claro que puedes verme. Mi sesera meimpide creerte.

Miré de nuevo el chat para ver si surgía algún tema en el que pudiera involucrarmepero estaba parado. Había unos siete miembros en el chat y ninguno de ellos hablaba. Todos estaban en privados. Miré la ventanita del privado de mi amiga.

Iba a escribir algo cuando ví que ella se me había adelantado.

ELLA - Cielo, ahora te asustes pero, no estás sola.

Sentí un escalofrío en mis piernas y mis brazos. Tanto se erizó el vello que medolió. ¿Cómo se podía calificar a una de “cielo” para luego decirle que no estabassola en la habitación?.

YO - ¿Qué quieres decir? Me estás poniendo nerviosa. ELLA - No puedo identificarle pero está detrás de ti

YO - Por favor para

ELLA - No se mueve casi, no te asustes, déjame observarle.

YO - Estoy asustada.

Ahora sí que lo estaba. Miraba la ventana. Oscuridad total. No me atrevía a girarmehacia atrás. ¿Y si veía algo que no quería ver? ¿Y si allí estaba mi amiga? ¡u otrapersona! Eso aún era peor... comencé a notar un nudo en la garganta. Hubiera queridoser más valiente o más cobarde y llorar, pero estaba estancada en mi propia luchapara creer o no creer.

ELLA - ¿Notas frío a tu alrededor?

Su pregunta me llegó casi cuando estaba a punto de apagar el ordenador y encender laluz del techo para meterme rápidamente en la cama y olvidarme del tema.

YO - Estamos a más de 30 grados.- Le informé. ELLA - Ok. Es que no consigo entrar en él.

YO - ¿¿¿EL??? ¿entrar??

ELLA - Se muestra como una estatua por eso no me deja descubrirle. No sé si es buenoo tiene malas intenciones. Sólo sé que está ahí, estático.

Page 10: Cuentos de Terror

YO - Yo no veo a nadie... esto no me gusta.

ELLA - Ya te dije que no te asustarás, cielo. Además, yo estoy contigo.

YO - Sí, a miles de kilómetros de distancia.

Entonces lo noté. Una especie de roce helado, como si hubieran puesto una mano sobremi brazo. En la zona donde la sentí el pelo de mi brazo se erizó. Completamente enalto. El resto de mi cuerpo no notó nada.

YO - ¡Está pasando algo! ELLA - ¿Qué??

YO - He sentido un frío helado en mi brazo.

ELLA - Tranquilízate.

YO - Se me ha erizado el pelo, tengo una extraña sensación.

Comenzaba a ser pánico.

ELLA - Cielo, tranquila, hazme caso. YO - Esto es muy raro

YO - Estoy asustada

YO - Necesito tranquilizarme, estoy.... joder!

YO - joder joder joder joder joder

ELLA - ¿Quieres dejar de escribir?

YO - joder joder joder joder joder

ELLA - Te va a dar una taquicardia, tranquilízate.

Y entonces noté un soplo frío en un mi cuello, como si me hubieran tirado el aliento.

YO - ¿Qué significa el frío del que me hablabas? ELLA - El frío lo transmiten los muertos cuando se acercan, generalmente algoenfadados o...

YO - ¿OOOOOO??????????

ELLA - violentos

YO - ¿VIOLENTOS?????

YO - Joder ayúdame, qué hagooooooooo?????

ELLA - Tranquilízate, yo no lo he visto moverse.

YO - ¡Haz algo!

ELLA - Cielo ¿quieres tranquilizarte?

Page 11: Cuentos de Terror

YO - ¡Hay alguien conmigo joder! Tengo un muerto tirándome su aliento en mi espalda,estoy acojonada estoy asustada estoy llorando

ELLA - Cielo.... ¿te importaría escucharme? Deja de escribir y lee esto

Hice un esfuerzo. Para mí escribir suponía no mirar atrás y leer palabras, ya fueransuyas o mías, sentirme menos sola en mi habitación.

ELLA - No hay nadie, cariño. YO - Lo dices para tranquilizarme.

ELLA - NO HAY NADIE

YO - Está aquí, lo siento, lo presiento lo notooooooo

ELLA - Ok. Escúchame. Era broma.

YO - ¿Broma????

ELLA - Quería demostrarte que no existen los incrédulos, cálmate por favor. Yo no veonada, es cierto que a veces tengo visiones premonitorias, como cuando han llamado ala puerta, pero no puedo obligarme a ver a nadie.

YO - pero yo siento algo

Esto último lo escribí con lágrimas en los ojos y más asustada que nunca. Sus palabras no me tranquilizaban. Las lágrimas a veces me impedían leer bien perome las quitaba restregándome en segundos los ojos o apretando los párpardos para quesalieran disparadas y dejaran de molestarme.

ELLA - Voy a llamarte por teléfono.

Pocos segundos después sonaba el timbre del teléfono. ¿Había hecho ella misma unaconferencia para convencerme de que no existían las videntes ahora que ya me lohabía creído?. Fui a descolgar pero ocurrió algo que congeló mi mano en el aire.

ELLA - Cielo, no puedo llamarte sin desconectar esto. Sólo tengo una línea. ¿Puedollamarte o prefieres que sigamos aquí?

Cuando ya tenía puesta la mano en el auricular ví su privado. ¿Cómo podía escribirmey llamarme a la vez? Miré el identificador de llamadas antes de descolgar. No habíanúmero, era anónimo. No era ella. Eso lo tenía claro después de haber visto elprivado.

Respiré hondo y dudé entre contestar al privado o descolgar el teléfono. Me decidípor la llamada. - Dígame. - Tu amiga va a a morir mientras tú escuchas este mensaje.

Jamás había sentido tanto miedo y jamás en mi vida mi corazón había dado un vuelcotan grande ni mis piernas –aún sentada- me habían fallado con tal rapidez. Me hicede mantequilla. Comenzó a darme vueltas la habitación y luché por recuperar elaliento.

De pronto la línea se cortó y comenzó el molesto pitido de “comunicando”. Solté el auricular como si me quemara en las manos. Volví rápidamente al chat, al privado. Tecleé tan rápido que lo escribí todo mal.

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YO - ?ESta`s ahí´? YO - respondeeee!!!! YO - responde por favvor!!!! YO - ¿no me lees¿¿¿ YO - DI ALGOOOOOOOO

Histérica, cogí mi agenda y marqué su número de teléfono. Yo sí tenía dos líneas ypodía permitirme permanecer en internet mientras le llamaba. Conseguí comunicacióncon el extranjero y esperé... esperé nerviosa, mordiéndome el labio, más agitada queentera, más asustada que nunca... prácticamente bailaba en mi asiento.

Pero no contestaba.

Colgué furiosa pegándole tal golpe al auricular que pensé que me habría cargado elteléfono. Volví al privado y traté de que mi amiga respondiera. No lo hacía. Alfinal apareció un mensaje en mi privado. En su ventana.

ELLA - Ahora sí te veo. No tengas miedo. Sólo me quedaré un momento.

Sentí un escalofrío que me recorrió la espina dorsal. El chat me indicó que trasescribir esa última frase, mi amiga había salido del chat. Ya no estaba allí. No sehabía despedido de nadie, ni de mí, ni del resto de los miembros del chat. Habíadesconectado.

Miré fijamente la pantalla que sólo se movía ahora en el chat general. Ni siquierasé de qué estaban hablando. Para mí todas las líneas no tenían significado, sólopodía mirar su último comentario del privado. “Ahora sí te veo. No tengas miedo. Sólo me quedaré un momento”.

Entonces lo entendí. Comencé a llorar desesperada.

Mis manos corrieron a mis ojos y lloré sofocada, entendiendo que mi amiga habíamuerto, que era yo la que había tenido el presentimiento y la premonición, y queahora ella estaba a mi lado. Esta extraña comprensión me hizo girarme y mirar mihabitación vacía. No quería creer que no estuviera allí. No podía, no después detodo....

Una caricia, tan suave que apenas era como un suspiro, acarició mi cabeza.Transmitió tal cantidad de paz que lejos de asustarme me relajó. Mis lágrimascontinuaron cayendo por las mejillas. Ya no las secaba. Miraba al vacío sabiendo queella estaba frente a mí.

- ¿Qué te han hecho? . –Pregunté al aire. - Pssss. Respiré hondo al escuchar ese sonido. Era como cuando era pequeña, tenía miedo y mimadre ponía su dedo en la boca y soplaba para que olvidara el tema y pensara encosas bonitas.

Ladeé triste la cabeza. La paz de su caricia no me abandonaba pero sabía que éstesería nuestro primer y último encuentro sin el ordenador de por medio. Me tembló ellabio.

- Te echaré de menos.

En ese momento en el ordenador hubo un movimiento general. Se minimizó el chat, se

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abrió solo un tratamiento de textos, y apareció una corta frase en una página enblanco:

Y YO A TI. EL ESPÍRITU DEL SAUCE NORTE

La siguiente es una versión libre de una historia que me contó mi amigo Andrés Kroger, sobre unos hechos sobrenaturales ocurridos hace mucho tiempo en la provincia de Entre Ríos, Argentina.

* * * * * * *

ESTO OCURRIÓ hace más de sesenta años, en Sauce Norte, municipio rural de Entre Ríos. En ese lugar Don Luis tenía una estancia de varios cientos de hectáreas, que dos veces por semana visitaba en su flamante Ford A. La estancia se encontraba rodeada por bosques de eucaliptos y contaba con una granja y una modesta plantación de lino, atendida por un capataz y seis peones. El día que ocurrieron los hechos, el Ford había sufrido un desperfecto mecánico en el camino, por lo que Don Luis llegó con retraso a la estancia. El Sol ya había comenzado a caer y las sombras de los eucaliptos cubrían gran parte de las plantaciones. Don Luis se apeó del vehículo y uno de los peones nuevos corrió a abrir la tranquera. Cerca del lugar había una vieja trilladora, donde unas gallinas se habían acurrucado a la espera de la noche. Y entonces sucedió algo muy curioso. Las gallinas despertaron y comenzaron a aletear enloquecidas. Salieron disparadas en distintas direcciones, y Don Luis creyó que un perro o algún otro animal las había espantado. Pero en los alrededores no había nadie, aunque una niebla súbita había surgido de las entrañas del suelo. “¿Qué es eso, patrón?”, preguntó el peón nuevo, señalando hacia una sombra que se les acercaba. Y entonces los hombres contemplaron, aterrorizados, una figura blanca que surgía del granero y enfilaba corriendo hacia ellos. Aunque en realidad no corría, porque sus piernas permanecían inmóviles flotando a unos diez centímetros del suelo. La figura llegó a la tranquera y de repente se esfumó, dejando un rastro de niebla detrás de sí. Don Luis comenzó a santiguarse y a rezar un avemaría. Al rato llegó el capataz, quien al escuchar la historia asintió muy serio. “Siempre, en esta época del año, sucede lo mismo”, explicó. “Se trata del Romualdo Reyes, un antiguo peón, viejo compañero mío, que hace mucho murió decapitado. Una plancha de acero cayó del techo del granero y le cortó la cabeza. Yo no estaba presente cuando ocurrió, pero dicen que el cuerpo de Romualdo corrió sin la cabeza unos diez metros antes de caer. Llegó a la tranquera y ahí quedó, aferrado con ambas manos a los alambres”. Cuando Don Luis le preguntó qué habían hecho con el cuerpo, el capataz señaló hacia el bosque de eucaliptos.

“Lo enterramos ahí. Aunque nunca pudimos encontrar la cabeza. Había unos perros al momento del accidente, y supongo que se la llevaron. Creo que por eso el espíritu del pobre Romualdo no puede descansar en paz”. Pero Don Luis se manifestó escéptico ante la teoría del hombre: -Discúlpeme que disienta con usted, pero mi difunta madre, Dios la tenga en Su Gloria, era curandera y me enseñó muchos de los secretos del más allá, por lo que algo conozco de estos asuntos- dijo con parsimonia-. Y sé muy bien que los espíritus no se preocupan por la suerte de sus osamentas. Si persisten en esta tierra, es porque algo importante les quedó pendiente y por lo tanto se niegan a marcharse. -Y entonces, ¿qué es lo que cree que sucede con el espíritu de Romualdo? -Traiga un farol y una pala- ordenó decidido Don Luis-. Iremos al bosque y desenterraremos los huesos para averiguar la verdad. El capataz, tragando saliva, asintió. Al rato regresó con lo que su patrón había solicitado, y juntos fueron al bosque. Buscaron el viejo sepulcro, señalado con una cruz desvencijada al pie de unos eucaliptos añosos, y se pusieron a excavar. Al cabo de una hora de duro trabajo, se encontraron con un esqueleto sin cabeza, envuelto en unos harapos roñosos. Don Luis volvió a santiguarse y comenzó a rebuscar entre los restos. Y al rato, de uno de los bolsillos del pantalón podrido del muerto, extrajo un papel recubierto en celofán. Era una carta, y comenzaba así: “Mi querida, mi amada Francisca…” Leyó en voz alta, bajo la luz del farol. Era una desgarradora declaración de amor, escrita por Romualdo. El desafortunado peón estaba perdidamente enamorado de una mujer llamada Francisca Angerama; aparentemente pensaba entregarle la carta el día que murió. Don Luis plegó la carta y se la dio a su capataz.

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-Éste es el verdadero tormento de Romualdo. Ahora sólo habría que darle la carta a esa tal Francisca, si es que aún vive, y entonces el pobre peón tendrá su merecido descanso. -Yo se la daré- dijo el capataz, guardándose el papel en la camisa. Don Luis le dirigió una mirada de sorpresa. -¿Usted conoce a la mujer? -Claro- dijo el capataz, y esbozó una sonrisa melancólica-. Francisca es mi esposa. Esa misma noche dejó la carta bajo la almohada de su mujer, y desde entonces el espíritu de Romualdo no volvió a verse en los alrededores.

EL GRITOirrumpió en la noche helada como una piedra que cae al estanque. Los padres acudieron tropezándose a la habitación del chico y encendieron la luz. -¿Qué ocurre, Daniel? -El hombre- sollozó el niño, señalando hacia la ventana abierta-. El hombre de la capa negra entró a mi cuarto y quiso morderme el cuello. -Otra vez-puso los ojos en blanco el padre-. Te dije que no le dejaras mirar esa estúpida película. Te dije, Maira. La madre no le hizo caso y se acercó al niño a consolarlo. El padre, mientras tanto, miró a través de la ventana y luego cerró los postigos. -Qué raro- dijo-. Pensé que los había cerrado hoy antes de acostarnos. A la media hora el incidente había sido olvidado, y los tres dormían abrazados en la cama matrimonial. Una semana después, el hombre se levantó para tomar un poco de agua y sintió ruidos en la habitación de su hijo. Buscó la pistola que guardaba sobre la alacena y de un salto se metió al dormitorio. Y emitió un siseo de perplejidad. Allí, sobre la cama de una plaza, estaba el padre Antonio, el cura de la parroquia, totalmente borracho y abusando de Daniel. Se había sacado la sotana negra y la había plegado con prolijidad sobre la silla. El padre del chico lanzó un grito desgarrador y lo bajó de la cama de una trompada. El cura cayó al suelo gimoteando y se cubrió sus partes íntimas con una sábana estampada en dibujos infantiles. Comenzó a rezar un frenético avemaría, de rodillas sobre el suelo. -Ayúdenme- dijo en medio de sus rezos-. Estoy enfermo. No puedo parar de pensar en los niños. Por favor ayúdenme. El padre del chico sacó al cura a la rastra, hacia el patio trasero. Mientras tanto la madre había visto la escena en el dormitorio y ahora se deshacía en gritos de dolor y pena. -Por favor Jesús perdóname- decía el cura, y miró suplicante al padre que caminaba alrededor de él-. Llama a la hermana Jacinta. Y al padre Luis. Y a la policía. Quiero que todo el mundo se entere de mis pecados. Los tiempos de la expiación han lleg… El hombre le apoyó la pistola en la cabeza. Apretó el gatillo. Los sesos del cura cayeron sobre el tapial blanco, formando un curioso dibujo.

Noche de terror.

Jorge R. León Sánchez-Chile

Tra-la-la-lá, tra-la-la-lá, tranquilo, alegre iba por la carretera 5 Sur, rumbo a San Gregorio, pueblito simpático enmarcado al interior de la cordillera. Cantaba porque todo me había resultadobien en el transporte de carga; mi camión corría a las mil maravillas por los caminos hermosos del sur de Chile.Este último viaje que estaba realizando significaba que estaría libre por muchos días, lo suficiente para estar con la familia, salir con los niños, hacerle cariñitos a la patrona je-je-je.Tra-la-la-lá, cantaba, ¡bum!, algo había pasado, reventón de neumático delantero, ¡cresta! apenas pude controlar la dirección. Cambio y vuelta a salir, todo iba lo mejor, cuando ¡pum!, el trasero ¡por la mierda! Ahora si que estoy jodido no tengo repuesto ¿Qué haré? Pensaba rápidamente, no podía quedarme acá en la carretera. Remotamente me acordaba de un caserío que me habían dicho que quedaba por estos lados. Busqué y rebusqué por largas horas hasta que dí con el lugar, bien escondido estaba. Me ubiqué con el camión a la entrada de este pueblucho de mal aspecto. Comencé a caminar con cautela, era un desconocido, afortunadamente no habían perros, cosa rara no encontré ningún perro o gato en el camino.No encontré gente para conversar, pero sí una cantina o lugar semejante. Entré dispuesto a relacionarme con alguien que me ayudara. Gente fuera de lo común ésta, de aspecto raro, poco comunicativa, que fastidio, no pude sacarles nada. Respondían con monosílabos.

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Comenzaba a irritarme, decidí irme como pudiera, pero empezaba a anochecer. Encontré al dependiente del local y me pareció que podría lograr algo con él, tenía buen aspecto, tipo bonachón, simpático.- ¡Hola, amigo, que tal! Necesito que me saque de un problema.- Dígame no más, haré lo posible, contestó.Le expliqué todo lo acontecido - Tenía que solucionarlo pronto- le dije.Hoy por la noche no se puede, tiene que arreglárselas mañana, acá no hay locales de reparación.- ¿Dónde puedo dormir?Si tiene amistad puede dormir en alguna casa, no hay hoteles ni cosa parecida, la gente que está en el negocio se queda toda la noche y yo tengo que atenderla.¡ Mierda! Es una gente estúpida, no he conseguido sacarle nada.Salí, dispuesto a dormir en el vehículo, en eso estaba cuando llegó otro carro tocando la bocina, algo pasaba y no me importaba, estaba abrumado con las cosas mías, me dormí pensando en el mañana.¡Recórcholis! Algo pasaba, todo estaba oscuro, negro, no se veía nada. Busqué mi linterna y enfoqué el lugar donde alguien gritaba desaforadamente. Estaban golpeando a una persona, la tenían entre varios y la sangre corría por el cuerpo de la victima, ¡Dios mío! Se la estaban comiendo, sangre por todas partes, chorreando por la boca sedienta de individuos brutales comiendo como animales. ¿Quiénes eran estos monstruos capaces de hacer algo así? Y yo en el medio de esta carnicería. Con lo aterrado que estaba no atinaba a nada, ya no podía hacer nada por ayudar, todo estaba concluido. Empecé a buscar como defenderme, todo podía suceder. La llave inglesa, la llave rueda, destornilladores, ¡Maldición! Nada contundente, mi navaja podría servir. Eché a andar el vehículo, me iba, los focos me indicaban el camino. Los desgraciados me habían destrozado los neumáticos y estaban apareciendo por todas partes, las luces me indicaban su presencia, pero estaba rodeado. Sudaba por todas partes, el miedo me invadía. Una piedra destrozó el parabrisas y apareció una mano tratando de agarrarme, era el cantinero que mandaba esa manada hambrienta; le corté el brazo con mi navaja y la sangre saltó por todas partes.Ni los perros rabiosos y hambrientos podían igualarse a estas bestias humanas, sacaron al cantinero que gritaba de dolor, se lo llevaron aparte entre todos. Se lo llevaban no para protegerlo o ayudarlo, se lo estaban comiendo también. La locura me invadió, eché a andar el vehículo, lo enfilé hacia sus malditas casas. El camión es grande y pesado, lleno de carga. Gritando eché abajo la maldita cantina con todo lo que se interponía en mi camino; los neumáticos que estaban aún buenos me respondían satisfactoriamente.Mientras los energúmenos se satisfacían con su victima bajé y saqué un bidón con gasolina, la esparcí por las casas y le prendí fuego.Todo era terrorífico, las llamas iluminaban la escena canivalesca. Lancé el camión dispuesto a eliminar esta lacra, estaba eufórico ya nada me detenía, los cuerpos saltaban por el aire, atropellados, machacados. No me seguían, estaban atareados con los cuerpos de sus compañeros, salí de este lugar maldito y llegué nuevamente a la carretera.Seguí durante horas como pude con el camión, hasta que la fatiga me venció y el sueño vino a reconfortarme de la pesadilla sufrida. Despertéasustado, mirando a todos lados, la visión fantasmólica estaba presente en mí. Me calmé, la alegría afloró cuando vi pasar vehículos en todas direcciones.Marqué mi casa con mi celular, temblando de emoción.- Jocelyne, estoy en camino, he tenido unos problemitas, pero los estoy solucionando.- ¿Qué problemas? Marco, dime donde estás.- En San Gregorio, problemas de neumáticos, tú sabes.Más tranquilo instalé mi CD favorito y quedé escuchando la música mientras esperaba que vinieran a cambiarme los neumáticos, tra-la-la-lá, tra-la-la-lá, canturreaba nerviosamente mientras pasaba el tiempo lentamente………..Me incorporé tratando de escuchar el ruido de motores que se acercaban. - Parece que llegan con los repuestos- me dije interiormente aliviado por la tensión sufrida. Ya era hora de salir de este maldito lugar.Saludé alegremente la llegada de los mecánicos, que al acercarse me respondieron con un gruñido; esperé pacientemente que terminaran su trabajo.¿Qué pasaba ahora? El camión se movía violentamente amenazando volcarse y yo en la cabina tratando de salir lo más rápido posible. Sentí un fuerte golpe y un horrible tirón; salí despedido con puerta…..con todo hacia afuera.Grité, un miedo espeluznante me invadía. Nadie me escuchaba, estaban zamarreándome y tirando de todos lados……¡ Papá, papá! ¿ Qué te pasa?.... Despierta.

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Estaba llorando, mirando para todos lados. Me abracé con mi hija tratando de hilvanar palabras para decirle que mi viaje afortunadamente había terminado. No pases por el parque depues de las doce

Ivan Mendoza-Mexico

-¿Miedo yo?....no lo creo-dije mientras me despedia d mis amigos.Asi que comence a caminar rumboa a mi casa,se que queda lejos,pero aun asi,dinero ya no traia, mis padres aun no llegaban d su viaje y mis amigos se iban a reir d mi si les pedia dinero prestado. Continué caminando por aquel lugar que no recuerdo haberlo visto antes,pero como recordarlo si estaba demasiado ebrio. Seguí el camino,y entre mis divagaciones,recorde que habia un atajo por el parque que estaba a unas cuantas calles.pase frente a una casa abandonada,se sentia un frio terrible y mis pasos se hacían lentos.De pronto un viento frio erizo mi piel al mismo tiempo que un se escuchaba un silbar.Pude ver entre la obscuridad de la acera a un señor,al parecer ya avanzado d edad.Su cabello era totalmente gris, al igual que su bigote y su barba.Al parecer era d clase alta,sus ropas lo delataban.Consigo traía un reloj y un bastón, parecía estar alegre.El señor se diriguio a mi con una peculiar pregunta-¿Son lindas las estrellas verdad?-.A lo que yo le respondí con voz rasposa-si- al mismo tiempo que me tragaba mis propias flemas.-Pero, ¿que hace un joven tan apuesto a estas horas d la madrugada fuera de su casa?- pregunto el misterioso señor.-Estaba en una fiesta de un amigo ,disculpe aun no me ha dicho su nombre ¿podria saber cual es?-El señor se quito el sombrero y respondio-Mi nombre es Augustus Rebollar-El señor coloco el sombrero en su cabeza y dijo-Bien yo ya te dije mi nombre ahora te toca ati decirme el tuyo--Mi nombre es Humberto Lamas-.El señor se me acerco y puso su mano sobre mi hombre y empezó a caminar conmigo al mismo tiempo que me decía-Veras joven amigo es muy peligroso andar por aquí y mas solo ¿no deberías estar ya en tu casa? ¿tu tía magda se podría enfadar?-Al escuchar eso gire mi cuello para ver al señor pero desapareció.-Como diablos supo el nombre de mi tía ,quien diablos se cree!!!-Después d pensarlo bien y ya sobrio continué mi camino.Llegue hasta el parque y lo atrevese ya que si lo rodeaba iba a tardar mas.Mi abuelo me habia contado una historia sobre ese parque,pero de la prisa que llebaba no tuve tiempo de pensarlo.Me encamine atraves del parque,se veia inmenso y tetrico.Volvi a sentir ese aire frio, y a lo lejos pude ver a una joven mujer.La joven estaba sentada en una de las bancas del parque llorando,yo al verla sola decidi hacerle compañia.-¿Que haces aqui sola y a estas horas?-la joven que no me daba la cara respondio-yo tuve que haber llegado a mi casa temprano pero mirame aun sigo aqui,no tuve que salir tarde de mi casa y mucho menos salir a escondidas-Descuida todo va a estar bien si se lo explicas a tus padres ellos sabran entenderlo-le dije.No lo creo,pero concuerdo contigo en algo que todo va a salir bien-Al mismo tiempoque me levantaba la mirada y al ver su rsotro senti un temor cruel,la verdad es que su rostyro estaba desecho y de sus ojos ni se digan parecian una llamarada tan ardiente como el infierno.Sali corriendo y no pude ver ala direccion que iba hasta que tropecé y cai sobre una caja d arena.Me levante muy lentamente y mire hacia atras para ver si la joven no me seguia.Seguie caminado pwero esta vez no sabia hacia donde ir,a lo lejos pude ver que el sol estaba por salir y me volvi a encontrar con la joven la cual su aspecto habia cambiado se veia linda muy muy linda y me dijo unas cosas que no querras escuchar.-¿Que cosas?--¿en serio qiueres saber?--vamos hombre que tengo que llegar antes que mis padres se den cuenta de que no estoy en la casa....oye joven ¿a donde vas? ¿no piensas decirme lo que te dijo la joven hermosa? oye no hagas como que no me escuchas,¿oye por que t alejas?oye no puedo salir del parque algo me tapa el camino...hey amigo ayudame!!!!,algo me esta deteniendo...hey!!!!...heYY!!!!!........ Breve autobiografía

José Covirre-Chile

Nací hace 50 años en ningún lugar que conozcas.Soy un demonio. A diferencia de lo que la gente cree los demonios vivimos la misma cantidad de años que los humanos. Sólo los demonios superiores viven mas tiempo, como mi jefe por ejemplo.Tengo un trabajo, el mismo de todos los demonios: Hacer sufrir a los humanos. ¿Que clase de sufrimiento? cualquiera, piensa en uno, miedo, dolor, angustia, ansiedad.Antes el sufrimiento humano se basaba en que nos temieran. Ahora se basa en que se teman entre ustedes, es delicioso.

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¿Por que los demonios realizamos este trabajo? por lo mismo que los humanos trabajan, para obtener placer, aunque claro, tu placer finalmente lo obtienes a través del dinero.No soy omnipotente, no puedo trabajar con todos los humanos. Tengo algunas, digámosles, "asignaciones": Un hombre de negocios, una mujer profesional, un artista y, mi favorito, un recién nacido.Es divertido ver que, al causarles sufrimiento, he aprendido mucho de ustedes. A veces me dan tanta lástima que me gustaría iluminarlos, estrecharles una mano, gritarles a la cara lo obvio y hacer que el sufrimiento pare, pero la verdad, es mas divertido verlos dañarse. Amo mi trabajo.¿Por que escribo esto?... Adivina.

Contemplando la luna

Fernando Cerano Pedroza-Mexico

En la tranquila noche dos enamorados se encontraban recostados en el jardín contemplando la enorme luna llena que brillaba con intensidad en el despejado cielo y en espera del eclipse lunar, era de esas ocasiones que se puede observar todas las estrellas y cualquier ser humano puede inspirarse y sentirse poeta por un instante.- Ya le arrebataron lo enigmático y romántico – comentó Emilio -; anteriormente la luna era un icono para los enamorados. - Tienes la razón de tu parte – contesto Lucia -; dicen que solamente hay rocas, polvo y enormes cráteres, pero eso no es motivo para dejar de planear nuestra luna de miel. Iremos al mar, en la arena dibujaremos un enorme corazón con nuestros nombres y solamente nos iremos a descansar cuando las olas logren alcanzarlo y desvanecerlo.- Me gusta lo que dices – externo el muchacho -; ¿Qué sucederá si las olas lo alcanzan muy entrada da noche?- Púes estaremos más tiempo juntos – remarco Lucia-; encenderemos una fogata y tú me contaras historias de tu pueblo y yo del mío.- Mi pueblo no tiene historias gratas - aclaró Emilio -; tal pareciera que es como la luna y se empeña en mostrar la misma cara. A temprana edad me salí en busca de una vida mejor, muchos se aferran al lugar donde nacieron, en la particular yo me inclino en buscar el lugar donde pueda vivir. Quizá en la luna de miel te cuente la leyenda del descansó de los muertos.- ¿El descanso de los muertos? - pregunto interesada Lucia -; bien, no esperemos la luna de miel, ni estar frente al mar, cuéntame en que consiste.- Para algunos tiene gran relevancia, para mi sigue siendo solo una leyenda – externo Emilio -; dicen que años atrás los pobladores les aterraba la idea de morir y ello lo reflejaron al ubicar el cementerio a unos kilómetros de distancia del poblado. No previeron que cuando murieran los tendrían que llevar cargando, y seria necesario realizar por lo menos un descanso y para ello eligieron la sobra de una higuera. Desde ese entonces a este lugar se le llamo el descanso de los muertos, y extrañamente comenzaron a suscitarse apariciones de difuntos, por lo regular quienes los observaban eran los asesinos. Quizá un día a mi se me aparezca un difunto. - ¿Aún no superas el haber reprobado el año escolar? - comentó la muchacha al instante que lo abrazaba con ternura -; la venganza nunca es buena, quizá mañana retomes tus estudios y logres llenar ese hueco que te dejo esa amarga experiencia Aún no termino de comprender porque reprobaste si eras el mejor alumno.- Es derivado del recelo profesional – musito con amargura -; no siempre el maestro trata de apoyar al mejor alumno, es todo lo contrario, le coloca obstáculos para que fracase y no se convierta en competencia, desea ser el sol y que nosotros únicamente reflejemos su luz como la luna, pero ya no hablemos de eso.- De acuerdo – externo la muchacha -; pero no es para que te enojes y, para que recuperes tu buen humor te diré que ya entregue todas las invitaciones acepto una.- Si, ya se lo que dirás – remarco el muchacho fastidiado -; la última invitación que te falta por entregar es la de la familia del cretino profesor.- Esta bien la romperé, lo importante es de que tú te sientas bien – externo la muchacha.- No hagas eso, yo se la entregare personalmente - agrego el muchacho -; después de todo fue nuestro profesor, un poco cómico e idiota.- Que es lo que pretendes al llevarle la invitación - interrogo intrigada la muchacha -; eres muy impulsivo, mejor olvida lo ocurrido.- Ponte en mi lugar y me comprenderás – externo el muchacho -; si recuerdas era mi proyecto de vida, todo lo que se me presento lo tuve que sortear, reporte a mi anterior jefe por no darme la oportunidad de

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estudiar, derivado de ello me citaron para que realizara las aclaraciones pertinentes, y contra viento y marea me dieron la razón. Con ello me enemiste con el vampiro del Director, desde ese instante me rastrea como mastín, solamente espera una oportunidad para exigirme la renuncia, en gran medida tiene razón, ridiculice a su compadre, ello lo tomó como una ofensa personal. En aquel entonces mi estrella erra radiante y vislumbraba éxito, hoy me encuentro girando en la misma orbita como la luna. ¿Dime como le voy ha hacer ahora que he reprobado por el capricho de un insignificante ser que no es merecedor del aire que respira?- Relájate, mañana te ayudare a redactar ese oficio para que lo entregues en tu trabajo – externo la muchacha -; las oportunidades te seguirán sonriendo, pronto te convertirás en un reconocido escritor, es cuestión de que tengas paciencia y la casa editorial le de el visto bueno al libro, tú naciste para ello y el reconocimiento te lo otorgaran los lectores, no un profesor. - Que más te queda decir - comentó el muchacho -; pronto serás mi esposa y deberás apoyarme aún cuando no tenga la razón. Por favor no me hables del libro, con la suerte que traigo puede que a nadie le agrade y también fracase. - La luna sigue siendo hermosa e inspiradora – recalco la muchacha -; igual que la poesía que recitantes la otra noche, por favor tratemos de ser felices, estamos bajo el mismo cielo y nosotros somos los mismos.- Te amo, como un loco – le musito al oído -; pero hoy he comprendido que la luna inspira a lunáticos desquiciados, ella los trastorna y los hace sentirse poetas. Quizá yo sea uno de ellos y no me he dado cuenta y mucho menos lo he aceptado, mis emociones y sentimientos son tan profundos como claros que en algunas ocasiones me aterran.- Que no te afecte ser como eres – aconsejo Lucía -; ya no recuerdas que me enseñaste a alejarme de todo lo superficial, eres extremadamente creativo y hasta en lo siniestro tienes un toque especial, serías capaz de cortarle la cabeza al profesor, pintarla de verde y decir que es un coco. - En otras palabras un sádico – comentó Emilio -; pero viéndolo bien sería el mejor regalo de bodas que pudieran obsequiarme.- Basta de locuras – externo la muchacha -; tú serás un escritor romántico, no de terror. Paulina realizo hasta lo imposible para que continuaras estudiando, decía que eras el mejor compañero que había tenido, y en más de una ocasión me dieron celos por su proceder. Qué me dices de Malen que no acepto lo ocurrido y fue a hablar con el Director, por ello nos enteramos que cuatro compañeros se encontraban en la misma situación, extrañamente al final todos pasaron el año, ello dio motivos para que se pusiera en tela de juicio la reputación del maestro, con seguridad que es un loco carente de ética profesional.- Tú lo has dicho – contesto el muchacho -; puede ser que también sea un lunático que en este instante se encuentre contemplando la luna igual que nosotros.- No lo creo – agrego Lucia -; es cierto que al profesor le agradaba estar pegado al telescopio en espera de alguna estrella fugaz o un eclipse lunar, pero en esta ocasión no será así, por lo que te puedo dar por adelantado tu añorado regalo de bodas con la única condición de que jamás me lleves a conocer ese lugar que le llamas el descanso de los muertos.-. ¿Quieres decir que….? – comento el muchacho sin atreverse a completar la pregunta.- Acertaste – contestó la muchacha al instante que le dio un beso en los labios y la luna comenzó a enrojecer al ser alcanzada por el cono de penumbra y el eclipse comenzó.

Error

Francisca Arias-Chile

Era la hora, todo estaba oscuro. En cualquier momento esos ojos iban a aparecer en la oscuridad de mi habitación y se iban a acercar lentamente a mí, sin hacer nada más que observarme en mi profundo sueño.Pero esta vez iba a ser diferente, todo estaba preparado, el objeto metálico en mis manos y mis ojos buscando a esos redondos y penetrantes ojos.Como cada noche los ojos se me acercaron y se quedaron a mi lado. Era el momento, apreté con fuerza el objeto en mi mano y en un segundo que me pareció eterno, el objeto color plata hacía en uno de sus ojos.Se estremeció, chilló y luego no dijo nada. Me levanté de la cama y encendí la luz, estaba horrorizado.Mis padres se suponía que iban a salir, pero me había olvidado de algo, mamá decidió no ir.Y ahora yacía tendida en suelo sin señales de vida..