teorías cosmológicas

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TEORÍAS COSMOLÓGICAS Del siglo IV a.C. datan las primeras teorías cosmológicas, centradas en los pueblos mesopotámicos, los cuales consideraban que la Tierra era el centro del Universo, y que eran los demás cuerpos celestes los que giraban alrededor de ella. Algunos clásicos como Aristóteles, defendían esta teoría. El filósofo, matemático y astrónomo Anaximandro de Mileto, discípulo y amigo de Tales de Mileto, es mencionado como fundador de la cosmología. Su concepción del Universo se basaba en un número de cilindros concéntricos, de los cuales el más exterior era el Sol, la Luna el del medio, y las estrellas contenidas en el del interior. La Tierra se encontraba dentro de estos cilindros. Defendía una teoría del origen del Universo en la cual se postulaba que era resultado de la separación de opuestos desde la materia primaria; el calor se habría movido hacia fuera, separándose de lo frío, y más tarde lo habría hecho lo seco de lo húmedo. Sostenía además, que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las originó. Otro clásico del siglo II, Claudio Tolomeo, intentó tomar en consideración un modelo heliocéntrico, pero lo desechó basándose en la física de Aristóteles, en la cual no tenía cabida una rotación de la Tierra sin que ésta resultase violenta y convulsa. En su lugar adoptó el modelo de que las estrellas se movían en la noche porque se encontraban encerradas en unas esferas cristalinas giratorias, perfectas y transparentes. Tiempo después el modelo geocéntrico de Tolomeo seguía firmemente apoyado por la Iglesia, de tal forma que ayudó a frenar considerablemente el progreso de la astronomía durante los siguientes mil años. A pesar de que el astrónomo griego Aristarco de Samos sostuvo también en el 270 a.C. que la Tierra giraba alrededor del Sol, su teoría quedó nublada por la autoridad del propio Aristóteles, la cual no fue rebatida hasta mucho siglos después. De hecho, el sistema geocéntrico imperó totalmente hasta finales de la Edad Media, a pesar de algunos intentos por cambiarlo por el heliocéntrico.En el año 1543, la explicación del movimiento de los planetas era para el clérigo y astrónomo polaco Nicolás Copérnico, mucho más fácil si se situaba al Sol como centro del Universo. En la hipótesis de Copérnico los planetas, incluido la Tierra, trazaban sus órbitas alrededor del Sol. Esta teoría se fue imponiendo sobre las demás, pero muy lentamente.

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Page 1: Teorías cosmológicas

TEORÍAS COSMOLÓGICAS

Del siglo IV a.C. datan las primeras teorías cosmológicas, centradas en los pueblos mesopotámicos, los cuales consideraban que la Tierra era el centro del Universo, y que eran los demás cuerpos celestes los que giraban alrededor de ella. Algunos clásicos como Aristóteles, defendían esta teoría.  El filósofo, matemático y astrónomo Anaximandro de Mileto, discípulo y amigo de Tales de Mileto, es mencionado como fundador de la cosmología. Su concepción del Universo se basaba en un número de cilindros concéntricos, de los cuales el más exterior era el Sol, la Luna el del medio, y las estrellas contenidas en el del interior. La Tierra se encontraba dentro de estos cilindros. Defendía una teoría del origen del Universo en la cual se postulaba que era resultado de la separación de opuestos desde la materia primaria; el calor se habría movido hacia fuera, separándose de lo frío, y más tarde lo habría hecho lo seco de lo húmedo. Sostenía además, que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las originó.  Otro clásico del siglo II, Claudio Tolomeo, intentó tomar en consideración un modelo heliocéntrico, pero lo desechó basándose en la física de Aristóteles, en la cual no tenía cabida una rotación de la Tierra sin que ésta resultase violenta y convulsa. En su lugar adoptó el modelo de que las estrellas se movían en la noche porque se encontraban encerradas en unas esferas cristalinas giratorias, perfectas y transparentes. Tiempo después el modelo geocéntrico de Tolomeo seguía firmemente apoyado por la Iglesia, de tal forma que ayudó a frenar considerablemente el progreso de la astronomía durante los siguientes mil años.  A pesar de que el astrónomo griego Aristarco de Samos sostuvo también en el 270 a.C. que la Tierra giraba alrededor del Sol, su teoría quedó nublada por la autoridad del propio Aristóteles, la cual no fue rebatida hasta mucho siglos después. De hecho, el sistema geocéntrico imperó totalmente hasta finales de la Edad Media, a pesar de algunos intentos por cambiarlo por el heliocéntrico.En el año 1543, la explicación del movimiento de los planetas era para el clérigo y astrónomo polaco Nicolás Copérnico, mucho más fácil si se situaba al Sol como centro del Universo. En la hipótesis de Copérnico los planetas, incluido la Tierra, trazaban sus órbitas alrededor del Sol. Esta teoría se fue imponiendo sobre las demás, pero muy lentamente. Gran parte de la fama de Copérnico se debe a la obra Revoluciones de los cuerpos celestes (1543), donde realiza un análisis crítico de la teoría de Tolomeo sobre un Universo geocéntrico. La proposición de que fuera el Sol y no la Tierra el centro del Universo, fue el rasgo más audaz de Copérnico, quedando la Tierra degradada a la categoría de un simple planeta más. Su teoría molestó a muchas personas y fue contestada duramente por la Iglesia, que incluyó su obra en la lista de libros prohibidos en 1616, donde permaneció hasta 1835. El sistema heliocéntrico de Copérnico no obtuvo suficiente atención, hasta que Galileo Galilei descubrió pruebas tangibles para defender esta teoría. En 1609, Galileo fue uno de los primeros en observar los planetas a través de un telescopio; pudo comprobar como algunos planetas giraban alrededor del Sol y no de la Tierra. Galileo comenzó entonces a escribir y publicar en favor de la teoría de Copérnico, convirtiéndose en un fiel defensor de ésta, pero el intento de difundirla le llevó ante un tribunal de la inquisición, el cual le obligó a renegar de sus creencias y escritos bajo acusación grave de herejía. A pesar de ello, la teoría de Copérnico no pudo ser eliminada. Para comprender las dificultades de resolución de los problemas orbitales que tuvieron los observadores y teóricos que siguieron a Galileo (principalmente Kepler), es necesario comprender los misticismos sobre la matemática y geometría arrastrados desde la época de Pitágoras. 

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Pitágoras, en el siglo VI a.C., fue el primero en utilizar la palabra Cosmos, es decir, el concepto de Universo ordenado y armonioso. Sus discípulos relacionaban la certeza de la demostración matemática con la perfección del Universo. Muchos de ellos eran místicos convencidos. La realidad de su imperfecto y desordenado mundo cotidiano, chocaba frontalmente con aquel Cosmos en el cual los lados de triángulos rectángulos obedecían a la perfección simples relaciones matemáticas; habían penetrado en la realidad perfecta del reino de los dioses. Los pitagóricos identificaban la constitución del mundo en cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua. Por su parte, por alguna razón éstos fueron identificados con cuatro sólidos regulares: cubo (6 cuadrados), tetraedro (4 triángulos equiláteros), octaedro (8 pentágonos) e icosaedro (20 triángulos equiláteros). Sin embargo, aunque existen infinitos polígonos regulares, sólo hay cinco sólidos regulares, el quinto es el dodecaedro, que tiene por lados a doce pentágonos. Por razones místicas pensaron entonces que el dodecaedro sólo podía relacionarse con el Cosmos y la sustancia de los cuerpos celestiales, de ahí la palabra quintaesencia dada a esta correspondencia físico-mística. Igualmente, los números enteros semejaban la racionalidad de las cosas, y creían que de ellos podían derivarse todas las incógnitas.  Por el carácter doctrinal de estas enseñanzas, la existencia del dodecaedro fue ocultada al pueblo llano, y sólo se manejaba dentro del ámbito de la escuela pitagórica. Por la misma razón, se ocultó un descubrimiento que rompía con la tan alabada armonía geométrica y matemática de los números enteros, y que produjo una verdadera crisis en esta doctrina. Simplemente, aplicando el teorema de Pitágoras, se comprobó que la raíz cuadrada de 2 (razón entre diagonal y lado de un cuadrado) no era racional, es decir, no podía expresarse con dos números enteros, de ahí la palabra irracional, significado de que un número no puede expresarse como una razón. Fue entonces cuando la concepción del mundo que mantenían Pitágoras y sus seguidores sintió una amenaza, la creencia de que podía desmoronarse ante el indicio de que esa concepción cosmológica careciera de sentido. De nuevo, el conocimiento de la raíz cuadrada de 2 fue ocultado como ya se hiciera con el dodecaedro, y reservado sólo como un conocimiento sagrado. Un discípulo de Pitágoras llamado Hispaso publicó el secreto del dodecaedro, pero su libro no trascendió y él pereció en un naufragio, en lo que fue considerado un castigo justo por los demás fieles de Pitágoras. Pero uno de los elementos que favorecieron el lento avance en el desvelo de las leyes que rigen el Cosmos y el movimiento de los cuerpos planetarios, fue el concepto místico que tenían los pitagóricos del círculo y la esfera. Para ellos, la esfera era perfecta, pues el centro se encontraba a la misma distancia de cualquier punto de la superficie. El mismo concepto se tenía del círculo. Por esta razón, no se deducía otra forma de movimiento de los planetas que no fuera en forma circular, cualquier otra sugerencia indicaría un movimiento defectuoso e impropio, y mucho menos que la velocidad de la órbita fuese más o menos lenta a lo largo de ella.Johanes Kepler no se libró de estas creencias, que perduraron vigentes durante muchos siglos, y que desviaron la atención de los astrónomos teóricos de la auténtica realidad.