tema 9. la guerra civil (1936-1939)

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TEMA 9. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939).9.1 La sublevación militar y la internacionalización del conflicto.

9.2 El desarrollo de la guerra civil.

9.3 La evolución de las dos zonas, consecuencias de la guerra y su incidencia en Castilla-La Mancha.

9.1 La sublevación militar y la internacionalización del conflicto.

De la sublevación militar a la guerra.El alzamiento militar contó con el respaldo de un heterogéneo conjunto de militares

conservadores, de monárquicos alfonsinos y carlistas, y de falangistas partidarios de un Estado fascista. El fracaso de la sublevación militar dio paso a una sangrienta guerra civil de casi tres años. De acuerdo con las instrucciones del general Emilio Mola, en quien recayó la dirección técnica del levantamiento, el golpe militar debía realizarse con extremada violencia. El plan consistía en una serie de sublevaciones simultáneas del mayor número posible de guarniciones. Una vez tomada la capital, se formaría una junta de generales que sustituiría al gobierno.

La sublevación militar contra la república, prevista para el 18 de julio se inició de modo imprevisto en Melilla el 17 de julio. En los primeros días el alzamiento militar se extendió al resto del territorio español. En Andalucía, el general Queipo de Llano se hizo con el poder en Sevilla. También se sublevaron las guarniciones de Cádiz, Córdoba y Granada. El general Mola ocupó Navarra con el apoyo del requeté carlista, que se unió a las tropas rebeldes. En Zaragoza, de forma inesperada, el general Cabanellas logró dominar la mayor parte de Aragón. La rebelión militar también se hizo con el poder en Castilla y León, Galicia, Mallorca y parte de Extremadura. En Madrid, Barcelona y Valencia se abortó la sublevación militar, ya que buena parte del ejército y de las fuerzas de orden público (Guardia de Asalto y de la Guardia Civil) se mantuvieron fieles a la república, a lo que se añadió la fuerte resistencia popular. De esta forma, la rebelión triunfó en el noroeste (Galicia), en el centro (Castilla y León) y parte de Extremadura, en el sudoeste de Andalucía, en Canarias y en Baleares, excepto Menorca. Fracasó en la mayoría de las grandes ciudades del norte, del centro y del este de España.

Desde el 20 de julio el país quedó dividido en dos zonas enfrentadas. Las principales ciudades (con las reservas de oro del Banco de España) y las zonas industriales quedaron en poder del gobierno y de las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular, y las zonas agrarias más conservadoras y de mayoría católica, en manos de los militares sublevados. Las tropas del ejército de tierra mejor dotadas y preparadas para el combate, las del Protectorado de Marruecos, así como los oficiales más jóvenes, se inclinaron a favor de la sublevación. La superioridad inicial del gobierno en medios aéreos y navales pronto fue superada por los rebeldes por la rápida llegada de aviones italianos y alemanes mucho más modernos. En definitiva, se estableció un aparente equilibrio de fuerzas que ocultó, sin embargo, que la república careció durante varios meses de unidad en la dirección política y militar de la guerra.

A finales de julio de 1936, la sublevación había derivado en una auténtica guerra civil. Por un lado estaban los sublevados contra la república, que se llamaron a sí mismos los nacionales.

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Justificaron su acción como el único medio para acabar con la anarquía, restablecer el orden y exterminar a los enemigos de la patria, los anarquistas, comunistas, socialistas y separatistas, calificados todos ellos de «rojos». Contaron con el apoyo de las oligarquías tradicionales (terratenientes, banqueros, empresarios), de los pequeños propietarios agrarios, de las clases medias católicas, de partidos de derechas como la CEDA y de organizaciones de la extrema derecha (falangistas y tradicionalistas carlistas) y de la Iglesia católica, que la calificó la guerra de «cruzada de liberación». En el otro lado estaban los republicanos, para los que había que defender la república democrática y sus logros frente al fascismo, que se extendía por Europa. Entre ellos fueron ganando posiciones los sectores radicales, anarquistas y comunistas.

La internacionalización del conflicto.

La guerra civil española en sus orígenes fue un conflicto interno, pero la intervención extranjera la convirtió en un conflicto internacional de enorme repercusión en la opinión pública y los gobiernos de muchos países. La guerra civil española, conocida en todo el mundo como la guerra de España, estalló en un momento sumamente crítico en las relaciones internacionales. Desde 1936 la tensión entre las grandes democracias europeas (Francia y Reino Unido) y los regímenes totalitarios fascista y nazi alcanzó un punto tal, que cualquier crisis hacía temer el desenlace de una nueva guerra mundial. Los sectores conservadores y la mayoría de los católicos la percibieron como una contienda entre la civilización occidental y el comunismo ateo; mientras que para los sectores progresistas de la izquierda era una lucha crucial por la libertad y contra el fascismo totalitario.

A finales de agosto de 1936 veintisiete países, incluidos Alemania, Italia y la URSS suscribieron el Acuerdo de No Intervención en España, por el que se prohibía la exportación a España de armas, municiones y de todo tipo de material de guerra. El gobierno demócrata de Estados Unidos no se sumó a ese acuerdo; sin embargo, secundó la política de neutralidad y ordenó el embargo de armas. Pero en la práctica, el Acuerdo de No Intervención fue, como se calificó en su momento, una farsa, que dejó al gobierno legítimo de la república en clara desventaja frente a los militares sublevados, que recibieron abiertamente apoyo oficial de Alemania e Italia.

La república solo pudo contar la ayuda militar de la URSS de Stalin y, en menor medida, de Francia y México. La ayuda de la URSS en material bélico, pilotos, técnicos y consejeros políticos fue importantísima para evitar su derrumbe inmediato. Pero esta ayuda (pagada siempre en efectivo) no fue tan copiosa y regular como la italogermana a lo largo de la guerra civil. De la intervención de tropas extranjeras al lado de la república sobresalen las Brigadas Internacionales. Estuvieron formadas por voluntarios de un amplio abanico ideológico (comunistas, anarquistas, socialistas, demócratas); todos ellos movidos por un sentimiento de solidaridad en defensa de la causa republicana frente a la amenaza internacional del fascismo.

Razones políticas y estratégicas impulsaron a Hitler y a Mussolini a ayudar a los militares sublevados o rebeldes. Alemania envió unidades de carros de combate, fuerzas de defensa área y aviación organizadas en la llamada Legión Cóndor. La aportación de Mussolini fue más numerosa y estuvo constituida por el Corpo di Truppe Volontarie (CTV). Destacó también la ayuda de la dictadura del Estado Novo portugués, que organizó un grupo de voluntarios, los «Viriatos», que lucharon contra la república. La ayuda militar de nazis y fascistas fue regular, muy

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considerable y decisiva para la victoria del ejército de Franco. Mientras la república siempre se encontró con obstáculos, cierres intermitentes de la frontera francesa y bloqueo de créditos para adquirir armas y carburantes, el bando franquista, aun sin las reservas del Banco de España, no tuvo demasiadas dificultades para financiar el coste de la guerra. Además, los sublevados obtuvieron ayuda financiera de capitalistas españoles (Juan March) y de grandes compañías multinacionales angloamericanas, como Texaco.

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9.2 El desarrollo de la guerra civil.La sublevación militar provocó una revolución social en parte de los territorios

republicanos, que desembocó en la desintegración del ejército regular, con lo que la defensa de la república quedó en manos de las milicias armadas de los partidos y sindicatos obreros. Además, el gobierno republicano apenas controlaba política y militarmente Madrid y la zona centro, mientras el País Vasco, Cataluña, Asturias y Santander organizaban la defensa por su cuenta.

La batalla de Madrid (agosto de 1936-marzo de 1937)

El principal objetivo de los militares rebeldes era una rápida conquista de Madrid. Para ello, Mola envió dos columnas hacia la capital, pero el avance quedó detenido en la sierra de Guadarrama. Con este fracaso el protagonismo recayó en el ejército de África al mando de Franco. En agosto de 1936, con la ayuda de aviones alemanes e italianos comenzó el traslado del ejército de Marruecos a la Península. Una columna de legionarios y regulares, al mando de Yagüe, inició una rápida marcha por la carretera de Extremadura y tomó Badajoz. Franco decidió aplazar la conquista de Madrid y dio instrucciones para liberar el Alcázar de Toledo. Su liberación supuso un triunfo propagandístico para Franco, al que poco después la Junta de Defensa de Burgos designó generalísimo de las fuerzas sublevadas.

Este retraso permitió a los republicanos organizar la defensa de Madrid. El gobierno de Largo Caballero inició la formación del futuro ejército regular de la república (militarización de las milicias). En noviembre el gobierno republicano se trasladó a Valencia y dejó una Junta de Defensa de Madrid dirigida por el general José Miaja. El teniente coronel Vicente Rojo, ideó un sólido dispositivo defensivo para frenar el avance de los nacionales hasta la llegada de refuerzos. La superioridad militar de los rebeldes, hacía temer la caída de Madrid. Los sindicatos y partidos obreros alentaron un espíritu de resistencia en el pueblo madrileño con el grito de «¡No pasarán!». La llegada de carros de combate soviéticos, de la primera Brigada Internacional y de la columna anarcosindicalista de Durruti elevó la moral de la población. Se libraron violentos combates en la Casa de Campo, en la Ciudad Universitaria y en el Puente de los Franceses, mientras la ciudad era bombardeada sin descanso. En diciembre, Franco renunció al asalto frontal a la ciudad. Por tanto, la batalla de Madrid se prolongó con la batalla del Jarama (febrero de 1937), y la de Guadalajara (marzo), en la que el recién constituido Ejército Popular de la república derrotó al cuerpo de ejército italiano. La victoria republicana de Guadalajara obligó a Franco a abandonar la batalla de Madrid. Al mismo tiempo, decidió reducir el frente andaluz, ocupando la provincia de Málaga.

La caída del norte (abril-octubre de 1937)

Los fracasos en Madrid hicieron que Franco modificase su estrategia. Instaló su gobierno en Burgos e inició una guerra de desgaste, de ocupación sistemática del territorio y de aniquilamiento del ejército republicano. Por razones estratégicas y económicas, Franco se dirigió contra el norte industrial y minero bajo el dominio republicano. Desde que las tropas navarras de Mola ocuparon Irún y San Sebastián, en septiembre de 1936, el norte republicano comprendía Vizcaya, Santander y Asturias. Era una zona aislada del resto de la España republicana y fragmentada políticamente. La ofensiva de los rebeldes de Mola contra Vizcaya se inició con el apoyo de la Legión Cóndor que lanzó bombas incendiarias sobre la población civil indefensa de Guernica, que fue arrasada. El llamado «cinturón de hierro» de Bilbao no impidió que el ejército de Mola, que falleció en accidente de aviación, ocupase todo el País Vasco en junio de 1937.

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La grave situación en el norte decidió al gobierno republicano a emprender una ofensiva para reducir la presión en ese frente y conseguir algún éxito que pudiese alterar el curso de la guerra. El nuevo gobierno de Negrín, para detener la ofensiva franquista sobre Santander y romper el cerco sobre Madrid, preparó una operación militar de gran envergadura en Brunete, al norte de Madrid, que terminó en fracaso y no logró evitar la toma de Santander. Para salvar Asturias, los republicanos intentaron conquistar Zaragoza y lanzaron una ofensiva en Belchite (Aragón). Sus resultados fueron desastrosos y no impidió que las tropas franquistas entrasen en Gijón (octubre de 1937). Todo el norte era ya «nacional». La conquista del norte tuvo graves consecuencias para la república. Las minas de hierro y de carbón y las grandes industrias siderúrgicas, totalmente intactas, cayeron en manos de los sublevados.

De la ofensiva sobre Teruel a la batalla del Ebro (diciembre de 1937-noviembre de 1938).

Tomado el norte, Franco volvió sobre Madrid. El gobierno de Negrín decidió una ofensiva en Teruel con el propósito de salvar la capital. En diciembre, el reorganizado Ejército Popular inició un ataque y en pocos días entró en Teruel. Franco ordenó una contraofensiva para reconquistar la ciudad. La batalla de Teruel fue una de las más crueles de la guerra. Una vez más, se impuso la superioridad franquista en medios artilleros y aéreos. La derrota tuvo unos resultados desastrosos para la república por las enormes pérdidas en hombres y armamento, y por el agotamiento de las tropas, el hundimiento de la moral y las tensiones políticas. Negrín y los comunistas acusaron de derrotismo y cesaron al ministro de Defensa, Indalecio Prieto, quien estaba convencido de que la derrota era inevitable.

Franco optó por una ofensiva general en el frente de Aragón y el ejército republicano se desplomó. Más tarde, las tropas de Franco alcanzaron el Mediterráneo y la España republicana quedó partida en dos zonas, aislando a Cataluña. En junio de 1938 Negrín decidió desencadenar una ofensiva en el Ebro para reducir la presión sobre Valencia, unir de nuevo las dos zonas republicanas y alargar el conflicto a la espera de la guerra en Europa. Rojo, ascendido a general, preparó una gran ofensiva, que dio lugar a la batalla del Ebro entre julio y noviembre, la más encarnizada de la guerra (treinta mil bajas franquistas y el doble republicanas). Una vez más, el rápido avance inicial republicano quedó frenado por la contraofensiva franquista, que supuso una batalla de desgaste que agotó al ejército republicano.

El fin de la guerra (diciembre de 1938-abril de 1939).

A finales de 1938 se produjo la ofensiva franquista sobre Cataluña. En enero de 1939 Barcelona fue ocupada por las tropas de Franco y pocos días después Gerona. Unas 500.000 personas, incluido el propio Azaña se exiliaron a Francia. Negrín defendió, con el apoyo de los comunistas, una política de resistencia para alargar el conflicto ante el inminente estallido de una guerra mundial que permitiera a la república encontrar aliados. Otro golpe para la república fue el reconocimiento del gobierno de Franco por Reino Unido y Francia en febrero de 1939. En Madrid, el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, junto a dirigentes socialistas (Julián Besteiro), de la CNT (Cipriano Mera), de Unión Republicana e Izquierda Republicana, todos contrarios al dominio de los comunistas, se sublevaron contra el gobierno de Negrín. Pretendían negociar con Franco para conseguir una paz con garantías y sin represalias. Madrid fue, durante varios días, escenario de una «guerra civil» dentro de la guerra civil. Tras la derrota de los comunistas, Casado reanudó las negociaciones con Burgos, pero Franco exigió una rendición incondicional. A finales de marzo,

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los ejércitos franquistas entraron en Madrid prácticamente sin resistencia y después ocuparon el resto del país. El 1 de abril Franco firmó en Burgos su último parte oficial de guerra. La guerra civil había terminado.

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9.3 La evolución de las dos zonas, consecuencias de la guerra y su incidencia en Castilla-La Mancha.La España republicana.

Santiago Casares Quiroga, que había hecho poco caso de las advertencias sobre la preparación de la sublevación, dimitió la misma noche del 18. Fue sustituido por Martínez Barrios, que dimitió al día siguiente. Fue José Giral el que entregó armas a las organizaciones políticas y sindicales fieles a la república. Este hecho desencadenó un proceso revolucionario espontáneo por el que el poder se repartió en múltiples comités, milicias, consejos y organismos revolucionarios que suplantaron al poder central. Este poder popular estuvo dirigido en algunas zonas por la CNT-FAI (Cataluña), y por socialistas y comunistas en otras. En todas partes dirigieron el esfuerzo bélico a través de milicias armadas y organizaron la vida ciudadana en la retaguardia: transportes, abastecimiento, orden público, etc. También se encargaron de la represión contra los sospechosos, efectuando detenciones, registros, sentencias y ejecuciones en las que cometieron irregularidades y excesos, incluyendo en ellas el anticlericarismo desatado contra sacerdotes y edificios religiosos. La mayoría de estas acciones fueron incontroladas y espontáneas y se dieron en los primeros momentos.

Paralelamente, se llevó a cabo una revolución socioeconómica que se plasmó en la ocupación y reparto de tierras y la confiscación de industrias. Se dieron experiencias de comunismo libertario (la CNT en Aragón). La colectivización de las industrias y de los servicios más importantes se dieron en Valencia, Madrid, Asturias y, especialmente, en Cataluña. Desbordado por el proceso revolucionario, el gobierno Giral dimitió y, en septiembre, se creó un gobierno de coalición presidido por el socialista Largo Caballero (incluyó a la CNT). Su objetivo era acabar con la dispersión de poderes, reconstituyendo el Estado pero manteniendo las conquistas revolucionarias. Para ello, se suprimieron o recortaron los poderes de los organismos revolucionarios y se reorganizó el Estado Mayor del Ejército, unificando las milicias y encuadrándolas en la estructura militar. A pesar de estos esfuerzos, las diferencias entre las distintas tendencias afloraron en el seno del gobierno: comunistas, socialistas y republicanos eran partidarios de ganar primero la guerra postergando la revolución, mientras que la CNT-FAI, los comunistas disidentes del POUM y algunos socialistas pretendían simultanear guerra y revolución. Estas divergencias culminaron en los enfrentamientos entre comunistas y anarquistas en mayo de 1937, que provocaron la caída de Largo Caballero.

El socialista Juan Negrín formó un gobierno de concentración. No contó con los anarquistas y se apoyó en el Partido Comunista, fortalecido por la ayuda rusa a la república. El nuevo gobierno reconstruyó la autoridad del Estado y centralizó los recursos. Para ello se paralizaron las colectivizaciones y se nacionalizó la economía, creando una industria de guerra y militarizando las principales empresas. Se constituyó el Ejército popular, introduciendo en él la disciplina y dotando a las unidades de mandos de prestigio como Vicente Rojo, el comunista Enrique Líster o el anarquista Cipriano Mera. Sin embargo el fracaso en la campaña de Aragón, empujaron a Negrín a presentar en mayo de 1938 el “programa de los 13 puntos”, que buscaba una paz negociada con el apoyo de Francia y Gran Bretaña. Pero las críticas contra Negrín arreciaban y tanto Azaña como socialistas, anarquistas y regionalistas empezaban a inclinarse por la finalización de la guerra.

La España nacional.

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La insurrección militar, sin planteamientos políticos claros en sus inicios, aunque identificada con el orden y los valores conservadores, utilizó el ejército como eje vertebrador de la configuración de un nuevo Estado. Tras la muerte de Sanjurjo se creó la Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Cabanellas e integrada por militares entre los que destacan Mola, Franco y Queipo de Llano. La Junta asumió funciones administrativas y militares, proclamó el estado de guerra, comenzó la represión contra los partidarios del régimen republicano y prohibió las actividades políticas y sindicales. En octubre de 1936 Franco fue nombrado Generalísimo de las fuerzas nacionales y jefe del gobierno del Estado. Poco después comenzó a llamarse caudillo de España y fue concentrando más poder en sus manos. Formó una Junta Técnica de Estado, integrada por militares, que actuó como un gobierno.

Las organizaciones políticas que apoyaban la sublevación (alfonsinos, carlistas, falangistas y CEDA) no habían renunciado a sus programas políticos. Franco, carente de un proyecto político concreto, veía en esta pluralidad un peligro que obstaculizaba su acumulación de poder. Así, en abril de 1937 decretó la unificación de falangistas y tradicionalistas. De este modo nació Falange Española Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, que constituyó el partido único, denominado posteriormente Movimiento Nacional. Se ponían las bases de un Estado totalitario y todas las tendencias quedaban supeditadas al poder de Franco.

En estos meses, la jerarquía eclesiástica publicó una pastoral dirigida a los obispos del mundo, reafirmando el apoyo de la Iglesia al alzamiento militar, justificándolo como cruzada para erradicar la revolución comunista. Se reforzó así la identificación del bloque nacional con la Iglesia, dando origen al nacionalcatolicismo como fundamento ideológico del nuevo régimen. Además, en enero de 1938, Franco culminó el proceso de estructuración política y administrativa del nuevo régimen con la Ley de Administración Central del Estado, que le confería todos los poderes: potestad legislativa, jefatura del Estado, del gobierno, del ejército y del partido único, con lo que se consolidaba una dictadura autoritaria de corte fascista. Derogó toda la legislación social republicana y restableció la obligatoriedad de la enseñanza católica. Prohibió toda actividad sindical y la política social se plasmó en el Fuero del Trabajo. De inspiración fascista, establecía la organización de las relaciones laborales mediante el sindicato vertical, que, sometido al partido único, encuadraba a patronos y obreros. Puso los medios de comunicación al servicio del poder y abolió los gobiernos vasco y catalán. También aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas que le permitió iniciar una brutal represión contra los sospechosos de haber defendido la causa republicana.

Las consecuencias de la guerra

Son de muy diverso tipo.

-Humanas. Se han dado cifras muy dispares sobre las pérdidas demográficas que causó el conflicto. Los cálculos más aceptados estiman en unos 500.000 o 600.000 los muertos en la guerra. A ellos se añaden los muertos por la represión franquista desde 1939 hasta 1943, entre 30.000 y 50.000 personas entre fusilamientos, «paseos» y consejos de guerra sumarísimos. Otra de las consecuencias de la guerra civil fue el exilio republicano, calculado en unas 250 mil personas.

-Económicas. La guerra civil dejó al país exhausto. Las destrucciones fueron muy considerables en sectores como los ferrocarriles, carreteras y marina mercante. Aunque no hubo grandes

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destrucciones de fábricas. Por el contrario, unas 500.000 viviendas fueron destruidas. La producción industrial descendió en un tercio y la agrícola, en una cuarta parte. Además cayó la inversión, el comercio exterior y el consumo privado.

-Culturales. La guerra constituyó también una catástrofe cultural. La mayoría de los intelectuales se manifestaron en apoyo a la república y tuvieron que exiliarse, con lo que el país perdió gran parte de los escritores, artistas y profesionales. Destacaron los casos de los literatos Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Rafael Alberti, León Felipe, Jorge Guillen, Pedro Salinas, Luis Cernuda y Ramón J. Sender; los historiadores Salvador de Madariaga, Claudio Sánchez Albornoz y Américo Castro; los artistas Pablo Picasso, Joan Miró y Luis Buñuel, y los músicos Rodolfo Halffter y Pau Casáis.

La guerra civil en Castilla La Mancha.

Durante la Guerra Civil, la mayor parte del territorio castellano-manchego formó parte de la zona republicana hasta el fin del conflicto. El levantamiento militar sólo triunfó durante los primeros días de la contienda en las provincias de Albacete y de Guadalajara y en la capital de Toledo, donde un grupo de sublevados, bajo la dirección del coronel Moscardó, consiguieron atrincherarse en el edificio del Alcázar. Allí resistieron el asedio hasta que fueron liberados por las tropas de Franco en septiembre de 1936. El principal hecho bélico que se desarrolló en Castilla-La Mancha fue la batalla de Guadalajara. En marzo de 1937, los sublevados, con la ayuda de tropas italianas, llevaron a cabo una ofensiva sobre Guadalajara, cuyo último objetivo era la toma de Madrid; pero esta acción concluyó en un rotundo fracaso, pues las tropas italianas se vieron obligadas a huir precipitadamente.

Tras la caída de Cataluña y de cruzar la frontera francesa, Negrín decidió regresar, con sus ministros y colaboradores, a la zona republicana del Centro, con Madrid y Valencia como poblaciones más importantes y en donde se ubicaba buena parte de nuestra región. Su objetivo era continuar la guerra, resistir. Negrín se reunió, a mediados de febrero, en la finca de Los Llanos (Albacete), con mandos del ejército donde pudo comprobar que su política de resistencia no tenía partidarios entre aquéllos.

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TEXTOS.

EL GOLPE DE ESTADO MILITAR DE JULIO DE 1936

Una vez más el Ejército unido a las demás fuerzas de la nación se ve obligado a recoger el anhelo de la gran mayoría de los españoles. Se trata de restablecer el imperio del orden, no solamente en sus apariencias externas, sino también en su misma esencia; para ello precisa obrar con justicia, que no repare en clases ni categorías sociales, a las que ni se halaga ni se persigue, cesando de estar dividido el país en dos bandos: el de los que disfrutan del poder y el de los que son atropellados en sus derechos. La conducta de cada uno guiará la de la autoridad, otro elemento desaparecido de nuestra Nación y que es indispensable en toda colectividad humana. El restablecimiento del principio de autoridad exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares (…).

ORDENO Y MANDO:

Artículo 1º. Queda declarado el estado de guerra en todo el territorio de la provincia de Navarra y como primera providencia militarizadas todas las fuerzas, sea cualquiera la autoridad de quien dependían anteriormente, con los deberes y atribuciones que competen a la del Ejército y sujetas igualmente al Código de Justicia Militar.

Pamplona, a 19 de julio de 1936. –El general EMILIO MOLA

Bando de declaración del estado de guerra, 19 de julio de 1936

MANIFIESTO DEL GENERAL FRANCO

“Españoles: a cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio a la Patria, a cuantos jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la nación os llama en su defensa. La situación de España es cada día más crítica, la anarquía reina en la mayoría de los campos y pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo presiden, cuando no fomentan las revueltas: a tiros de pistola y ametralladoras se dirimen las diferencias entre los ciudadanos que alevosa y traidoramente asesinan sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia. Huelgas revolucionarias de todo orden paralizan la vida de la Nación, arruinando y destruyendo sus fuentes de riqueza y creando una situación de hambre que lanzará a la desesperación a los hombres trabajadores (…).

Justicia, igualdad ante las leyes ofrecemos.

Paz y amor entre los españoles, libertad y fraternidad, exentas de libertinaje y tiranía.

Trabajo para todos, justicia social (…) y una equitativa y progresiva distribución de riquezas, sin destruir ni poner en peligro la economía española.

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¿Es que se puede consentir un día más el vergonzoso espectáculo que estamos dando al mundo? […] Españoles: ¡Viva España! ¡Viva el honrado pueblo español!”

Tetuán, 17 de julio de 1936. ABC, jueves 23 de julio de 1936. Edición de Andalucía, pág. 1

CARTA COLECTIVA DEL EPISCOPADO ESPAÑOL (1 de julio de 1937). Redactada por el cardenal Gomá.

La Iglesia no ha querido esta guerra. Cierto que miles de hijos suyos, obedeciendo a los dictados de su conciencia y de su patriotismo, y bajo su responsabilidad personal, se alzaron en armas para salvar los principios de la religión y justicia cristianas que secularmente habían informado la vida de la nación (…).

La sublevación militar no se produjo, ya desde sus comienzos, sin colaboración con el pueblo sano (…), que este movimiento y la revolución comunista son dos hechos que no pueden separarse, si se quiere enjuiciar debidamente la naturaleza de la guerra. Y porque Dios es el más profundo cimiento de una sociedad bien ordenada –lo era la nación española-la revolución comunista, aliada de los ejércitos del gobierno, fue, sobre todo, antidivina. Se cerraba así el ciclo de la legislatura laica de la Constitución de 1931 con la destrucción de cuanto era cosa de Dios.

La guerra es, pues, un plebiscito armado. (…) La lucha de un pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió en defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la novísima “civilización” de los soviets rusos.

1 de julio de 1937.

PAZ, PIEDAD Y PERDÓN

La guerra civil está agotada, no porque haya arriado las banderas, no porque hayan suscrito nuestras tesis o nuestros puntos de vista políticos sobre la mejor manera de gobernar a nuestro país, no; está agotada por efecto de la experiencia terrible de estos dos años...

Y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones...que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso, y que ahora, abrigados, en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón."

Discurso de Azaña en Barcelona. 19 de julio de 1938

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LOS TRECE PUNTOS DE NEGRÍN

1. La independencia de España.

2. Liberarla de militares extranjeros invasores.

3. República democrática con un gobierno de plena autoridad.

4. Plebiscito para determinar la estructuración jurídica y social de la República Española.

5. Libertades regionales sin menoscabo de la unidad española.

6. Conciencia ciudadana garantizada por el Estado.

7. Garantía de la propiedad legítima y protección al elemento productor.

8. Democracia campesina y liquidación de la propiedad semifeudal.

9. Legislación social que garantice los derechos del trabajador.

10. Mejoramiento cultural, físico y moral de la raza.

11. Ejército al servicio de la Nación, estando libre de tendencias y partidos.

12. Renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.

13. Amplia amnistía para los españoles que quieran reconstruir y engrandecer España.

30 de abril de 1938

LEY DE RESPONSABILIDADES POLÍTICAS

Art.1.- Se declara la responsabilidad política de las personas (…) que desde el 1 de octubre de 1934 y antes del 18 de julio de 1936, contribuyeron a crear o agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España, y de aquellas otras que, a partir de la segunda de dichas fechas, se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad grave.

Art. 2.- Quedan fuera de la ley todos los partidos y agrupaciones políticas y sociales que, desde la convocatoria de las elecciones celebradas en 16 de febrero de 1936, han integrado el llamado Frente Popular, así como los partidos adheridos a este (…), las organizaciones separatistas y todas aquellas que se han opuesto al triunfo del Movimiento Nacional.

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Art. 3.- Los partidos, agrupaciones y organizaciones declaradas fuera de la ley, sufrirán la pérdida (…) de sus bienes.

Francisco Franco. 9 de febrero de 1939.