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España es una nación plurilingüe en la que el castellano es la lengua común a todos los españoles. Convive con el catalán, el valenciano, el gallego y el euskera, lenguas reconocidas como cooficiales junto con el castellano en sus respectivos territorios. Lenguas que, a su vez, presentan variedades dialectales. Todas, excepto el euskera, proceden del latín, lengua que Roma extendió por todo el Imperio entre el s. II a.C. y el s. IV d.C.; por ello, se denominan lenguas romances. También proceden del latín, el bable asturiano y las fablas aragonesas, variedades que son herederas del astur-leonés y del navarro-aragonés, dos antiguos dialectos históricos del latín. Para llegar a esta situación plurilingüe, España ha tenido que sufrir multitud de avatares como la romanización y la invasión germana y árabe. Las lenguas prerromanas en la Península El panorama lingüístico que ofrecía la Península antes de la llegada de los romanos era de una enorme heterogeneidad, ya que existía un buen número de hablas diferentes y de origen diverso. Ello explica que el latín acabara imponiéndose desplazando a las lenguas vernáculas. Todas, excepto el euskera, desaparecieron, pero influyeron en la lengua de los invasores (lenguas de sustrato). Las lenguas autóctonas de mayor relevancia son las de los pueblos celtas e íberos, pero también hay que mencionar la de los tartesios, lusitanos, griegos, ligures y fenicios. Hoy día todavía conservamos algunos restos de estas lenguas en el léxico y en la toponimia: cerveza, barro, perro, toro, lanza, Barcelona, Málaga, Segovia, CádizLa romanización La colonización romana comenzó en el año 218 a.C. con el desembarco en Ampurias (Gerona). Entre los siglos II a.C y II d.C. los pueblos de Hispania van adoptando progresivamente la lengua, costumbres y formas de vida de los romanos en un proceso que denominamos romanización. La latinización se vio favorecida, a su vez, por la cristianización; pero el latín que se generalizó no era el latín clásico, sino la variedad oral conocida como latín vulgar, hablada por los soldados y comerciantes, en su mayoría analfabetos. Esta variedad del latín evolucionó de manera diferente en la Península debido a diversos factores: la mayor o menor intensidad con la que se impuso, las distintas fechas de romanización y las lenguas de sustrato de cada región. [Por ejemplo, la romanización fue más temprana e intensa en el sur, zona poblada por los íberos. El latín vulgar hablado en la Península nos anticipa algunos rasgos futuros del romance castellano: el orden sintáctico, el empleo progresivo de preposiciones o los cambios de flexión nominal entre plurales y singulares.] El latín de la España visigótica En el año 409 los pueblos germánicos (suevos, vándalos y alanos) invaden la Península Ibérica; pero será en el siglo VI cuando otro pueblo germano, los visigodos, acabe con el Imperio romano de Occidente. Este pueblo consiguió unificar los territorios hispánicos en un único reino, Toledo. A pesar de que los visigodos adoptaron la lengua y la cultura de los vencidos, contribuyeron a acelerar la descomposición del latín que fue evolucionando de modo diferente en cada lugar. La lengua germana también influyó en el latín peninsular como lengua de superestrato; por ejemplo, en el léxico y en la antroponimia actual (parra, ropa, albergue, guardia, guerra, Burgos, Fernando, Elvira, Gonzalo, Rodrigo, Rodríguez) y en la terminación -ez” de los apellidos (“hijo de”). La invasión árabe En el año 711 d.C. los árabes (siglo VIII), procedentes del Norte de África, invaden la Península acabando con el reino visigótico. Ocuparon toda la Península a excepción de algunos núcleos cristianos en el Norte que se resistieron al sometimiento musulmán (Galicia, Asturias, Cantabria, los montes vascos y los valles pirenaicos). Desde estos núcleos de resistencia se inició la Reconquista que finalizó en 1492 con la conquista de Granada. Durante estos casi ochocientos años de convivencia el influjo de sus costumbres y TEMA 1 (PAEG). ORIGEN Y DESARROLLO DE LA LENGUA ESPAÑOLA

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España es una nación plurilingüe en la que el castellano es la lengua común a todos los españoles.

Convive con el catalán, el valenciano, el gallego y el euskera, lenguas reconocidas como cooficiales junto

con el castellano en sus respectivos territorios. Lenguas que, a su vez, presentan variedades dialectales.

Todas, excepto el euskera, proceden del latín, lengua que Roma extendió por todo el Imperio entre el s. II

a.C. y el s. IV d.C.; por ello, se denominan lenguas romances. También proceden del latín, el bable asturiano

y las fablas aragonesas, variedades que son herederas del astur-leonés y del navarro-aragonés, dos

antiguos dialectos históricos del latín. Para llegar a esta situación plurilingüe, España ha tenido que sufrir

multitud de avatares como la romanización y la invasión germana y árabe.

Las lenguas prerromanas en la Península

El panorama lingüístico que ofrecía la Península antes de la llegada de los romanos era de una enorme

heterogeneidad, ya que existía un buen número de hablas diferentes y de origen diverso. Ello explica que el

latín acabara imponiéndose desplazando a las lenguas vernáculas. Todas, excepto el euskera,

desaparecieron, pero influyeron en la lengua de los invasores (lenguas de sustrato). Las lenguas autóctonas

de mayor relevancia son las de los pueblos celtas e íberos, pero también hay que mencionar la de los

tartesios, lusitanos, griegos, ligures y fenicios. Hoy día todavía conservamos algunos restos de estas lenguas

en el léxico y en la toponimia: cerveza, barro, perro, toro, lanza, Barcelona, Málaga, Segovia, Cádiz…

La romanización

La colonización romana comenzó en el año 218 a.C. con el desembarco en Ampurias (Gerona). Entre

los siglos II a.C y II d.C. los pueblos de Hispania van adoptando progresivamente la lengua, costumbres y

formas de vida de los romanos en un proceso que denominamos romanización. La latinización se vio

favorecida, a su vez, por la cristianización; pero el latín que se generalizó no era el latín clásico, sino la

variedad oral conocida como latín vulgar, hablada por los soldados y comerciantes, en su mayoría

analfabetos. Esta variedad del latín evolucionó de manera diferente en la Península debido a diversos

factores: la mayor o menor intensidad con la que se impuso, las distintas fechas de romanización y las

lenguas de sustrato de cada región. [Por ejemplo, la romanización fue más temprana e intensa en el sur,

zona poblada por los íberos. El latín vulgar hablado en la Península nos anticipa algunos rasgos futuros del

romance castellano: el orden sintáctico, el empleo progresivo de preposiciones o los cambios de flexión

nominal entre plurales y singulares.]

El latín de la España visigótica

En el año 409 los pueblos germánicos (suevos, vándalos y alanos) invaden la Península Ibérica; pero

será en el siglo VI cuando otro pueblo germano, los visigodos, acabe con el Imperio romano de Occidente.

Este pueblo consiguió unificar los territorios hispánicos en un único reino, Toledo. A pesar de que los

visigodos adoptaron la lengua y la cultura de los vencidos, contribuyeron a acelerar la descomposición del

latín que fue evolucionando de modo diferente en cada lugar. La lengua germana también influyó en el

latín peninsular como lengua de superestrato; por ejemplo, en el léxico y en la antroponimia actual (parra,

ropa, albergue, guardia, guerra, Burgos, Fernando, Elvira, Gonzalo, Rodrigo, Rodríguez…) y en la

terminación “-ez” de los apellidos (“hijo de”).

La invasión árabe

En el año 711 d.C. los árabes (siglo VIII), procedentes del Norte de África, invaden la Península

acabando con el reino visigótico. Ocuparon toda la Península a excepción de algunos núcleos cristianos en

el Norte que se resistieron al sometimiento musulmán (Galicia, Asturias, Cantabria, los montes vascos y los

valles pirenaicos). Desde estos núcleos de resistencia se inició la Reconquista que finalizó en 1492 con la

conquista de Granada. Durante estos casi ochocientos años de convivencia el influjo de sus costumbres y

TEMA 1 (PAEG). ORIGEN Y DESARROLLO DE LA LENGUA ESPAÑOLA

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de su lengua fue enorme. Podemos afirmar que el árabe es la lengua de superestrato que más ha influido

en el léxico castellano (casi 4000 palabras): taza, albornoz, almohada, algodón, almacén, alfombra, alcohol,

azafrán, aceite, aceituna, azúcar, albañil, azulejo, Guadalquivir, Gibraltar, Algeciras… Es característico de

los arabismos la anteposición del artículo árabe /al-/.

En los territorios del Norte que se resistieron al avance musulmán se formaron los diversos reinos en

los que el latín peninsular evolucionó de manera diferente, dando lugar a los dialectos románicos

peninsulares: el gallego-portugués, el castellano, el catalán, el astur-leonés y el navarro-aragonés. [El

gallego-portugués se originó en el noroeste peninsular, en el reino de Galicia; el catalán, en la parte del este

peninsular, en la zona próxima a los Pirineos; el navarro-aragonés, en la zona próxima a los Pirineos, en los reinos de

Navarra y Aragón; el astur-leonés, en el reino de León, que abarcaría la zona de Asturias, Cantabria y parte de la actual

Castilla; el castellano, en la parte meridional del reino de León, en el condado de Castilla, que más tarde se convertirá

en el poderoso reino de Castilla.] Junto a estos dialectos del latín, convivían el euskera, el mozárabe y el árabe,

lengua oficial del Al-Ándalus. El mozárabe era el dialecto hablado por los cristianos que permanecieron en

territorio árabe, un latín poco evolucionado que se fue debilitando hasta su total desaparición el siglo XIII.

Es el dialecto de las jarchas, primeras composiciones literarias en lengua romance (poemillas populares que

datan del siglo XI y que están escritos al final de las moaxajas, poemas cultos en árabe o hebreo). Poco a

poco algunos de estos dialectos del latín pasarán a convertirse en lenguas (castellano, gallego y catalán),

mientras que otros permanecerán como dialectos (el astur-leonés y el navarro-aragonés) o incluso

desaparecerán como el mozárabe.

Desarrollo de la lengua española

El castellano es el resultado de la evolución del latín del Norte, ya que el del Sur fue borrado por los

árabes. Se originó en la zona comprendida entre Cantabria y Burgos, en los condados de Castilla

pertenecientes al reino de León. [Hay que recordar que su situación geográfica había favorecido su tardía

romanización y la influencia de lenguas vecinas como el vasco, hecho que explica rasgos evolutivos propios.]

A partir del siglo XI, Castilla, ya convertida en reino, desarrolla una intensa actividad política y bélica,

que favorece su expansión geográfica y lingüística. De este modo, el castellano se difunde durante la

Reconquista en forma de abanico invertido, incorporando elementos del astur-leonés y del navarro-

aragonés, reinos cristianos vecinos que serán castellanizados. Es en el siglo XIII cuando Castilla asume el

liderazgo de la Reconquista y su lengua se impone como modelo lingüístico. En el siglo XV, cuatro hechos

decidirán la expansión definitiva del castellano: la unidad política con los Reyes Católicos, la difusión de la

imprenta y, en 1492, el fin de la Reconquista y el descubrimiento de América.

Algunos rasgos evolutivos del castellano medieval con respecto al latín son la diptongación de vocales

ě - ŏ breves tónicas (terra>tierra, porta>puerta), la reducción de diptongos (aurum>oro), fonemas nuevos a

partir de grupos consonánticos latinos (planu > llano, clamare > llamar, octo > ocho, lacte > leche, muliere >

mujer) o la sonorización de fonemas sordos intervocálicos (lupum > lobo, materiam > madera, pacare >

pagar).

Los primeros testimonios escritos en castellano son las glosas emilianenses (proceden del monasterio

de San Millán de la Cogolla, La Rioja) y silenses (proceden del monasterio de Santo Domingo de Silos,

Burgos), ambas fechadas alrededor del siglo XI. Son pequeñas anotaciones explicativas y comentarios

escritos al margen o entrelíneas de códices latinos. La primera obra literaria conservada, El Cantar de Mío

Cid, data del siglo XII (refundido hacia 1140), aunque entonces la literatura castellana era

fundamentalmente oral.

A lo largo de la Edad Media pasó de ser una lengua oral y familiar a tener prestigio suficiente como

para convertirse en vehículo de expresión de los textos literarios, históricos, científicos y jurídicos.

Contribuyó a la extensión del castellano su temprana normalización lingüística en el siglo XIII, labor que

debemos a Alfonso X “el Sabio”. Fomentó el empleo de la prosa, estableció las primeras convenciones

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ortográficas y empleó el castellano como lengua oficial de la Cancillería (sustituyendo al latín),

consolidando la variedad toledana como norma. Sus esfuerzos se enfocaron en adaptar el castellano a la

expresión escrita y regularizar su uso, convirtiéndola así en lengua de cultura Además, dirigió la Escuela de

Traductores de Toledo. Organizó equipos de sabios especialistas de distintas áreas de conocimiento y

pertenecientes a las tres culturas (cristiana, árabe y judía) con el fin de reunir todo el saber de su época.

Asimismo, contribuyeron a la fijación de la lengua castellana como lengua literaria autores como Gonzalo

de Berceo, en el siglo XIII; el Arcipreste de Hita y don Juan Manuel, en el siglo XIV; o Fernando de Rojas y

Jorge Manrique, en el siglo XV.

Pero será durante el reinado de los Reyes Católicos (finales del siglo XV) cuando se inicie la unificación

lingüística. A ello contribuye la labor de Antonio de Nebrija, autor de la primera Gramática de la lengua

castellana (1492), y de otros humanistas como Juan de Valdés. España se constituye como nación y el

castellano se desarrolla como lengua nacional. El descubrimiento de América conllevará la expansión

internacional del castellano, que empieza a ser denominado español, sobre todo fuera de sus fronteras.

Años después, en el reinado de Carlos I, alcanzará uno de los momentos de mayor difusión y prestigio

internacional.

Durante los siglos XVI y XVII, el castellano alcanza un espectacular desarrollo literario en contraste con

el de otras lenguas peninsulares. Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Cervantes, Quevedo, Góngora,

Lope y Calderón de la Barca, son una muestra de los autores de nuestro Siglo de Oro. En estos años será

frecuente la incorporación de préstamos del italiano (cuarteto, partitura, capricho, novela). En este

periodo, los fonemas medievales experimentan la siguiente evolución, fijándose la pronunciación del

castellano que llega hasta nuestros días: la f- inicial latina primero se aspira para posteriormente

desaparecer como sonido (facere > hacer); la -s- y –ss- intervocálicas se convierten en “s” sorda (fuese,

casa); aparecen nuevos sonidos como [θ] (abrazar, hacer) y [χ] (dijo, mujer, hijo, genio); y desaparece la

distinción fonológica de “b/v”.

En el siglo XVIII, en plena Ilustración, concluye la labor de normativización del castellano que Nebrija

había comenzado. En 1713 Felipe V, el primer Borbón, fundó la Real Academia Española (lema: “limpia, fija

y da esplendor”) con el fin de establecer las reglas que fijasen el castellano, y así preservar la pureza del

castellano y luchar con las incorrecciones y la entrada masiva de extranjerismos. Para ello se publicó el

Diccionario de Autoridades (1726-39), una Ortografía (1741) y una Gramática de la lengua castellana

(1771). En esta Ortografía se fija casi definitivamente el sistema gráfico español: se simplifican las grafías

dobles de origen latino: “f”, “t” y “r” en vez de “ph”, “th” y “rh”; se distingue el uso de “b” y “v” según

criterios etimológicos; se suprimen definitivamente las grafías “ç” y “ss”; y se regula el uso de “c” y “z”. La

última ortografía publicada es la de 2010, en la que han intervenido 22 academias de la lengua.

A partir del siglo XVIII el castellano o español se ha enriquecido con numerosos galicismos (modista,

chaqueta, galante, sofá, neceser, bisutería…) y con nuevos términos de formación culta. En los últimos

años, es el inglés el idioma de moda lo que ha provocado la entrada masiva de anglicismos en nuestra

lengua, especialmente en el campo de la ciencia y de la técnica.

Desde finales del siglo XIX y, fundamentalmente, en el XX y XXI, se une a la labor de la Academia una

serie de factores que contribuyen a nivelar el uso del castellano: la mejora de las comunicaciones; la

implantación de la enseñanza obligatoria y la consecuente alfabetización de la mayor parte de la población;

la obra literaria de una gran cantidad de escritores de prestigio tanto españoles como hispanoamericanos;

o la creciente influencia de los medios de comunicación de masas como televisión, radio e internet.

El español actual es el resultado de un proceso de evolución histórica desde el latín vulgar. Hoy día es

la tercera lengua más hablada en el mundo: cuenta con más de cuatrocientos millones de hablantes

repartidos por todo el mundo, especialmente en América. De su difusión internacional se encarga el

Instituto Cervantes.