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Versión 1.1 Abril de 2014 T. L. L. «Juan Germán Roscio» P R O G R A M A H O R A C O N T E N I D O 1:00 pm a 2:20 pm Lectura de 12 fallas capitales en los portavoces liberales clásicos Incluida discusión 2:30 pm a 3:00 pm Lectura de Posmodernismo es Incluida discusión 3:10 pm a 4:00 pm Lectura de ¿Qué es la posmoderndad? Incluida discusión

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Versión 1.1 Abril de 2014

T. L. L. «Juan Germán Roscio»

P R O G R A M A

H O R A C O N T E N I D O

1:00 pm a 2:20 pm Lectura de 12 fallas capitales en los portavoces

liberales clásicos

Incluida discusión

2:30 pm a 3:00 pm Lectura de Posmodernismo es

Incluida discusión

3:10 pm a 4:00 pm Lectura de ¿Qué es la posmoderndad?

Incluida discusión

Versión 1.1 Abril de 2014

T.L.L. «Juan Germán Roscio» Apellido y nombre:________________________

Grupo Caracas. Sesión Nro. 3

Protocolo de lectura, N. E.

MARVAL, Raúl Caracas, 26 de abril de 2014

12 fallas capitales en los portavoces liberales clásicos Un diagnóstico sobre los fracasos del movimiento democrático liberal en Latinoamérica

Alberto Mansueti

Si los liberales tenemos razón:

— ¿Por qué somos tan poquitos y los colectivistas se imponen?

— ¿Es sólo por razones ajenas a nosotros? ¿O hay responsabilidades nuestras?

— ¿El problema es de comunicación? ¿Fracasamos al presentar el mensaje?

— ¿Tenemos errores, torpezas, omisiones, confusiones, contradicciones, etc.?

La opinión pública en América Latina es cada vez más enemiga del mensaje liberal. Hay para

ello diversas razones. Dos de ellas, de muchísimo peso, son ajenas a nosotros: una enorme y

generalizada ignorancia en el medio; y una enorme maraña de intereses creados en pro del

estatismo, no sólo en las elites, sino también en la inmensa mayoría del pueblo, que corre una y otra

vez tras la zanahoria de los almuerzos gratis: salud, educación, y un largo etcétera de regalos

prometidos.

Sin embargo hay otras razones de nuestra debilidad. En mi modesta opinión, también hay

enormes fallos estructurales en el discurso de los portavoces liberales, que vulneran su eficacia y

alcance. Los fracasos deberían llevar a la reflexión; pero esta regla, ¿vale para socialistas y

populistas solamente? A quienes reeditan una y otra vez gobiernos estatistas, les decimos que sus

reiterados fracasos —al menos en cuanto a sus objetivos declarados—, deberían moverles a la

reflexión, y al reexamen crítico de todas o algunas de sus suposiciones, principios y conceptos.

Pero, ¿esa regla no vale para nosotros? Los constantes fracasos en la transmisión del mensaje

liberal, ¿no deberían llevarnos a reflexionar, en lugar de seguir tan campantes haciendo exactamente

lo mismo de siempre?

Convengamos en llamar portavoces liberales —en forma general— a quienes son reputados o

se reputan a sí mismos por tales en América Latina. Que se declaran partidarios de la economía de

mercado (¿?), un pleonasmo en realidad, ya que toda economía es de mercado, cabiendo al mercado

ser o no libre, que es la sustancial cuestión. Estos detalles ya revelan cierta superficialidad. Pero

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vamos más allá de las precisiones conceptuales. ¿Cuáles son esos fallos capitales (que son causas de

otros)? Podrían describirse así:

1. PURAS CRÍTICAS.

Las críticas al populismo y al estatismo —en ocasiones demoledoras—, no son seguidas de

propuestas alternativas claras y definidas para reemplazarles. Esto cae muy mal, porque luce como

puramente negativo o negativismo. Y lo es en cierto modo. Tomemos por ej. los libros del perfecto

idiota latinoamericano y los fabricantes de miseria. Abundan en críticas al status quo, todas justas,

relevantes, oportunas, aplastantes. Pero, ¿y las propuestas sustitutivas? Ausentes, insuficientes, poco

claras o deficientes.

No basta la crítica. El colapso del sovietismo demostró que es preciso tumbar

ciertas estatuas, y también descuartizar instituciones; pero a estas hay que

buscarles reemplazantes: otras instituciones, que sean realmente distintas -y no

lo mismo con otra fachada-, justas y eficaces. Y para proponerlas hay que

describirlas. De otro modo, después ocurre lo que hoy en los países ex

comunistas.

2. FASCINACIÓN POR LOS ATAJOS.

Los portavoces liberales suelen obnubilarse con los “atajos”; por ej. la dolarización decretada. O la

privatización de algunas industrias estatales emblemáticas.

— Por empezar, es discutible el carácter liberal de estas medidas. Dolarización decretada —obligatoria o forzosa— no es libertad monetaria; y la privatización que convierte un

monopolio estatal en un monopolio privado difícilmente califique como liberalización. (Cosa

distinta es la desregulación…)

— Pero más discutible es suponer que una sola medida económica de Gobierno —cualquiera sea—, una vez decretada nos introducirá por arte de magia en el reino del mercado, y que las demás se

darán como por añadidura.

No hay atajos. No obstante, estos portavoces liberales se aferran a lo que les

parecen atajos para llegar a destino, cada cual a su favorito. Así no ven la salida,

la única, que necesariamente pasa por la creación de un partido liberal en cada

país, para difundir, explicar e impulsar la agenda liberal neta y completa, y no

puntos aislados y además muy discutibles.

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3. POSMODERNISMO: IDEOFOBIA Y ANTIPARTIDISMO.

Muchos portavoces liberales caen en el fatal error posmodernista, con su hostilidad a los

“grandes relatos de la Modernidad”, y toda esa jerga y parafernalia conceptual de tipo irracionalista.

Algunos no son conscientes de abrazar el Posmodernismo, otros lo proclaman orgullosos… Y todos

se atragantan con nefastos corolarios del Posmodernismo, entre ellos:

— La ideofobia o aversión al discurso ideológico (que Platón llamó misología: odio a las ideas y

conceptos abstractos) o en todo caso un profundo desprecio, mal disfrazado de pragmatismo;

— y el consecuente antipartidismo, asociado al acrítico entusiasmo por la sociedad civil, las ONG y

las acciones políticas espontáneas.

Pero, ¿cómo va a haber liberalismo sin doctrina y propaganda liberal, ni partidos liberales…?

4. “NEO” LIBERALISMO.

Otro escollo es la tremenda confusión que representa el “neo” liberalismo, responsable de las

reformas económicas de los 90, unas medidas de inspiración supuestamente libremercadista,

encomendadas a un elenco de figuras y fuerzas políticas de signo contrario. En el mejor de los casos

fueron muy tímidas y parciales, incompletas e insuficientes, contradictorias y vacilantes.

Y en el peor y más común de los casos, el mal llamado neo liberalismo, más allá de las

intenciones declaradas, es o termina siendo la continuación del estatismo por otros medios. Sus

medios son más refinados, menos bárbaros. Pero más arteros, porque pretenden tomar en cuenta

ciertos efectos o reacciones de mercado ante la intervención estatal… a fin de anticipar estas

reacciones, combatirlas y neutralizarlas, e incluso utilizarlas para consolidar la dominación y

control de la economía por el Estado. El neo liberalismo consiste en sofisticar los instrumentos de

política económica -léase intervención estatal-, para someter y esclavizar al mercado y a la empresa

privada, y ponerlos al servicio incondicional del Estado y sus compinches (crony capitalism), en

lugar de aniquilarlos y desaparecerlos, como era la antigua pretensión del sovietismo.

Muchos portavoces supuestamente liberales ni se plantean el tema. Otros defienden a capa y

espada el “neo” liberalismo, creyendo que es liberalismo.

5. EL PECADO ANGLOSAJÓN.

Su cultura económica suele ser muy limitada. Se afecta de una excesiva exposición a las

Escuelas clásica y neoclásica anglosajonas -dependientes directamente del utilitarismo benthamiano

y otras tendencias iluministas (siglo XVIII)-, y muy escasa a la línea francesa de los fisiócratas y la

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economía natural, procedentes de la Escolástica a través de la hispánica escuela de Salamanca (s.

XVII).

De este otro linaje proviene la Escuela austriana —que tal vez debiera llamarse continental

europea—, mucho más útil a la defensa de la economía libre que los modelos macroeconómicos de

inspiración marshalliana. Porque liga mejor con los postulados extraeconómicos de Gobierno

limitado y derechos naturales; y porque por eso mismo se presta maravillosamente al género

panfletario y popular, como demostrara Frederic Bastiat. De hecho, la supply side economics —que

cultiva mi buen amigo Ricardo Valenzuela en México—, redescubre la Ley de la Oferta de J.-B.

Say, dentro de esa misma tradición. Y asimismo las otras recientes fundamentaciones económicas

del libremercadismo, que rompen los estrechos moldes intelectuales neoclásicos para poder dar

cabida y explicar fenómenos como los mercados informales.

Pocos liberales saben que el gusto de los autores anglosajones por el

socialismo y las terceras vías no es nuevo. Ignoran que su adorado Adam Smith

es el padre del Estado educador, Malthus del ecologismo, Ricardo de la plusvalía

marxista, y Stuart Mill de la economía mixta.

6. ECONOMICISMO.

Muchos se encierran en el terreno de la economía, especialmente neoclásica. Experimentan una

incurable incapacidad para trascender esos estrechos límites de la prensa “especializada”. Escriben

artículos “técnicos”, llenos de cifras, en una jerga inentendible. Se enfrascan gozosos en agotadores

e interminables debates sobre diferentes instrumentos de intervención estatista, algunos

hipotéticamente más liberales (o menos estatistas) que otros. Pero muy hipotéticamente… Esta es

una de las grandes y muy altas barreras que separan a estos supuestos liberales de la gente común.

Poco tienen de liberales, y mucho de “ingenieros sociales”.

Pero, ¿a quiénes se dirigen éstos artículos? ¿A quiénes pretenden convencer? ¿Quiénes leen

esta prensa? ¿Quiénes se supone que deben asistir a todos estos Seminarios y Conferencias,

organizados con frecuencia en torno a la presencia de uno o más invitados extranjeros…?

Curiosamente, este mensaje liberal lo escriben profesionales de la Economía, pretendiendo

convencer a otros colegas, que supuestamente asesoran a políticos y funcionarios estatales, y a estos

mismos. Y a algún que otro empresario formal no demasiado ocupado en gestionar favores del

estatismo. Nada más.

Aparte lo delgado de la audiencia, hay otro rasgo común: este público tiene compromisos muy

firmes con el estatismo; es usufructuario de unos u otros de sus favores especiales. El de los

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intereses es lazo muy fuerte y difícil de desatar. Por lo menos tanto como el nudo del compromiso

ideológico.

El mensaje liberal necesita salir de este pequeño círculo, y llegar al público

general, que del estatismo recibe sólo las promesas reiteradas. Pero ello requiere

apelaciones más fuertes que los alegatos meramente económicos, sean

neoclásicos o aún fisiocráticos. Necesita acudir a valores, políticos y morales. Eso

implica cruzar las fronteras de la Economía con la Política y el Derecho, la

Psicología, Filosofía e incluso Religión e Historia. Pero no muchos portavoces

liberales están preparados.

7. INCONCIENCIA HISTÓRICA E INCOMPETENCIA POLÍTICA.

Todos estos fallos se relacionan entre sí, y se vinculan a una gran superficialidad y cierta

incultura de muchos sedicentes liberales. Que lo son en su mayoría de última data: hasta ayer eran

confesos comunistas o socialistas, y muchos lo siguen siendo, aunque ya no confesos.

— Primeramente una incultura histórica: desconocen las más antiguas referencias. Pocos liberales

saben de la filiación hispánica del liberalismo, desde la maravillosa experiencia de la España

medieval, la de las 3 civilizaciones: cristiana, judaica e islámica. Este florecimiento cultural,

científico y económico —vinculado a la recuperación del aristotelismo—, duró desde el siglo IX

aproximadamente hasta fines del XV. De hecho la tan calumniada escolástica no fue una

excrecencia oscurantista, sino la fructífera reunión del aristotelismo con la cultura bíblica. Pero

muy pocos conocen la filiación bíblica del liberalismo: la Biblia es fuente principalísima de la

cual reyes cristianos y moros tomaron la legislación que pone a los Gobiernos a cargo de

funciones muy restringidas, con atribuciones igualmente limitadas, así como competencias y

recursos limitados para cumplirlas. Al igual que después otro gobernante medieval, Alfredo el

Grande de Inglaterra. Casi todos los liberales ignoran el Medioevo, y confunden la Modernidad

(s. XVI) con la Ilustración (s. XVIII). Víctimas de la ilusión del Progreso, y desconocedores de

las tendencia intelectuales y corrientes comerciales en la Edad Media, también creen que la

Modernidad fue una brusca y total ruptura con el pasado. Y que el liberalismo es un invento

anglosajón -de Adam Smith en particular-, que comenzó a aplicarse a fines del siglo XVIII, con

la Revolución Industrial en Manchester. Sufren del prejuicio antiescolástico y antimedieval, y

del prejuicio antibíblico, todos heredados del Iluminismo, corriente que toman como origen del

pensamiento liberal, cuando en realidad representa una desconexión con sus fundamentos

previos, difícilmente contable como ganancia, como lo estamos viendo hoy.

— Relacionada a la anterior, hay una incultura específicamente política. Rasgo más acusado:

muchos liberales carecen del concepto de Gobierno limitado, creyendo que el liberalismo es idea

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exlusivamente económica. Les falta el concepto de funciones estatales propias: represivas,

judiciales y de obras públicas, a cuyo ejercicio la función estatal debe ser confinada; una bandera

específicamente política, que requiere una defensa de igual naturaleza. Requiere mostrar el

desbordamiento estatal como la raíz de las crisis económicas, recesión, desempleo y pobreza,

que son sólo efectos de la hipertrofia estatal, la cual a su vez resulta de atribuir a los Gobiernos

funciones ajenas a su naturaleza propia, como educar y medicar. Inflación, impuestos y deuda

son de este modo sólo inevitables secuelas; y no hay fórmula mágica en la Economía capaz de

financiar un Estado fuera de sus límites. Análogamente, la corrupción es omnipresente porque es

resultado de la manía regulatoria y supervisionista; y no hay fórmula mágica -legislativa o

judicial- capaz de prevenirla. Pero pocas veces se señalan claramente los nexos causales directos

a la raíz de los problemas, aunque la propaganda liberal en buena parte consiste en mostrarlos

repetidamente.

Para colmo, los portavoces liberales confunden a menudo libertad con

democracia —quizá alguna especie de democracia directa—; y libertad con

“Estado de Derecho”. Afectados de un incurable positivismo jurídico, no

comprenden que los mayores atentados contra la libertad casi siempre son legal

e impecablemente decretados por una amplia mayoría. De ahí su confusión de

metas y objetivos: la libertad individual y el Gobierno limitado como fines de la

acción liberal se extravían y se pierden, desaparecen diluidas en extrañas

alianzas y agendas de compromiso. Otro infeliz resultado de la ingenua

seducción por la democracia es la incapacidad de tantos liberales para aceptar la

responsabilidad de los pueblos en el entronizamiento de jefezuelos y pandillas

populistas, al menos por omisión, y desinterés por informarse y documentarse.

Todas las culpas se echan a hombros de los dirigentes, o en todo caso del sistema,

pero no del pueblo, cuya veneración por el sistema que lo hace sicológicamente

dependiente e infantil es el principal de sus pilares.

8. ATRACCIÓN FATAL POR EL ANARQUISMO.

En algunos otros casos, y tal vez como reacción frente a síndromes como los descritos, brota el

anarquismo. En todo grupo liberal siempre hay al menos un anarquista, que garantiza abrir otra

interminable discusión, en otro frente y con otros temas, contenidos y alusiones. En este enredo

caen no pocos inconsecuentes «randistas», olvidados de las lecciones de su mentora sobre este

punto. Con frecuencia han leído las novelas de la Rand más que de su obra filosófica. Lo cual nos

lleva al siguiente fallo.

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9. CONFUSIONES FILOSÓFICAS CARGADAS DE

CONSECUENCIAS PRÁCTICAS.

La incomprensión de la naturaleza política del liberalismo, y de la necesaria naturaleza

represiva del Estado, derivan de una incomprensión del concepto de naturaleza en general. Esto es

muy propio del marco filosófico nominalista (convencionalista) y antimetafísico del Iluminismo, en

el cual muchos liberales se encierran —concientemente o no—, incapaces de trascender. Olvidan

que los Gobiernos, como todas las cosas, tienen naturaleza, esencia, sustancia y accidentes, causas y

efectos, actualidad y potencias… las tan calumniadas categorías metafísicas, ligadas al realismo

aristotélico, por cuya criminal pérdida Ayn Rand acusa certeramente a Kant. Pero Kant es un

filósofo del cual todos los liberales desgraciadamente aún dependen, y por eso sus tropiezos en

temas de filosofía: ética, ontología, teoría del conocimiento, valores, derecho y política, psicología.

Confundidos en cuestiones filosóficas, la mayoría de los sedicentes liberales se abrazan —no

siempre de manera consciente— a posiciones relativistas, utilitaristas, idealistas románticas,

positivistas, empiricistas radicales, deterministas, etc., mucho más adecuadas para prestar

fundamento sólido a las ideas colectivistas que a las de libre mercado.

Y todas las confusiones filosóficas tienen lamentables consecuencias prácticas. Ejemplos:

—El muy estéril posmodernismo, ya antes apuntado;

—El utilitarismo, inevitablemente asociado a las escuelas anglosajonas de Economía.

En los pocos casos en que defienden la libertad individual y el Gobierno limitado, ya no es en el

marco de los derechos naturales humanos inalienables —como los americanos en 1776—, sino en

términos de su utilidad benthamiana: para la mayor felicidad del mayor número. Es decir: debe

traducirse en crecimiento del PIB o algo así. Pero esto es muy discutible, y discutido. Algunos

pretenden demostrar que el mercado libre es una especie de óptimo paretiano donde todos mejoran

y nadie empeora. ¡Imposible, porque los usufructuarios de los favores estatistas de hecho

empeorarían con el libre mercado! Los redactores de los documentos del 76 no emplearon

argumentos económicos de este tipo; ellos defendieron derechos naturales, como el de cada persona

a conservar íntegramente el fruto de su trabajo, y el concepto de Gobierno limitado a la protección

de los derechos naturales. El cálculo felicitario neoclásico es un callejón sin salida para el

liberalismo, como vemos hoy en día. Y hay más:

— Un extraño determinismo histórico —inexplicable en supuestos liberales— les lleva a otros a

creer en la victoria indetenible y fatal del liberalismo, asociado de alguna manera a una

globalización mal definida y peor explicada. Le dicen a la gente que es inevitable, cuando a ésta

lo que le interesa saber es si es algo bueno o no; con lo cual en este punto el público demuestra

más sentido común que estos liberales.

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— Ubicados en otro extremo, los cautivados de la Nueva Era confían en un puro voluntarismo

desgastante, fundado en un mal entendido optimismo. Atiborrados de libros de autoayuda y

crecimiento espiritual, parecen creer que la libertad está a la vuelta de la esquina, con sólo

visualizarla.

— Los pocos «randistas» pueden ser avisados y consecuentes en Filosofía, pero son fanáticos

antirreligiosos, con lo cual espantan de los círculos liberales a muchos cristianos y otros

creyentes.

— Las confusiones epistemológicas llevan a muchos iniciados liberales a creer que el liberalismo es

como un arcano inevitablemente esotérico. O en todo caso una ciencia, con lo que vamos al

siguiente fallo.

10. ELITISMO ACADÉMICO.

Sólo el ignorante presume de sabio, reza un antiguo proverbio. Desafortunadamente, la

incultura convive en muchos casos con pomposos credenciales académicos, profusamente

exhibidos. Los más incultos suelen ser los más presumidos y arrogantes.

El liberalismo debe ser abonado con razones, y para eso los partidos liberales necesitan contar

con Escuelas de Formación. Es imprescindible. Pero las explicaciones deben servir para hacer al

liberalismo más fácil y no más difícil de entender y asimilar. Sin embargo, el academicismo se

traduce en incapacidad de sintetizar y simplificar argumentos, mostrando con claridad los

eslabonamientos de los fines a los medios, y resumiendo los conceptos esenciales. Los liberales

académicos se pierden en largas y tediosas discusiones…

— En el terreno de las puras consecuencias y resultados, muy distantes de las causas. No muestran

sino que ocultan la raíz de los problemas, que ni de pasada mencionan.

— O buscan para el liberalismo sus fundamentos, que en realidad existen desde hace muchos siglos.

Por eso no convencen. Algunos se parecen a los socialistas utópicos de los siglos XVIII y XIX;

de hecho beben filosofía de la misma fuente: utilitarismo.

Los colonos americanos del 76 que se independizaron de Inglaterra bebían

su liberalismo de la Biblia, como antes los campesinos holandeses que se

rebelaron contra España, y los montañeses suizos celosos de sus libertades. La

libertad no debe ser entonces un concepto difícil de entender, si ha estado al

alcance de agricultores, pastores y ganaderos apenas alfabetizados. Ni debe ser

idea ajena a las tradiciones religiosas. Pero esto nos lleva al siguiente punto.

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11. TENDENCIAS ANTIRRELIGIOSAS.

Otra barrera que separan a los supuestos liberales de la gente común: casi todos configuran

selectos círculos de ateos, agnósticos, “librepensadores” antirreligiosos o irreligiosos, incapaces de

ver la “gran pintura”, e incapaces de conectar con la religión, y de entender lo que está pasando a

ese nivel… y en general en el escenario ideológico del siglo XXI. Porque esto es muy poco feliz y

particularmente grave en los actuales días de la Nueva Era, de la redescubierta espiritualidad, y de

toda suerte de tendencias contrarias al materialismo. Sin contar que la religión cristiana ha sido otra

vez secuestrada y falsificada, para servir como fundamento al socialismo en lugar del marxismo

ateo. Como en tiempos del Presbítero anglicano Charles Kingsley (siglo XIX), propagandista del

socialismo cristiano antes de que Marx y Engels le dieran al colectivismo su base científica

materialista y atea. (El randista argentino Ricardo Rojas —autor de la novela El amanecer— declara

enemigos a los tres K. Son Kant, Kelsen, y Keynes, respectivos propagadores del criticismo

filosófico, el positivismo jurídico y el intervencionismo económico. ¡Bien dicho!, pero en realidad

los sombríos personajes son cuatro. A Rojas le faltó apuntar al socialista cristiano Ch. Kingsley.)

Muchos liberales que se encierran a discutir Economía parece que no ven TV, o no saben

descifrar los códigos de la pantalla chica. No entienden bien el tipo de valores, conceptos y

principios que se transmiten por medios aparentemente inocentes, como la propaganda de los

organismos mundiales, o los mensajes colectivistas de empresas comerciales que escriben los

creativos publicitarios, o los programas supuestamente informativos o de entretenimiento. Casi toda

doctrina colectivista viene ahora en envoltorio religioso. Sin embargo, cada vez que un liberal habla

de la Biblia, estos economistas pretenden dejar la religión fuera del debate… ¡como si no la

hubiesen traído al debate los colectivistas! Claro, en su mayoría los liberales no suelen concurrir a

los servicios religiosos, de manera que tampoco están al tanto del contenido de las predicaciones.

Algunos liberales son tolerantes en materia religiosa; otros no. Pero casi

todos desconocen la filosofía realista de la Biblia, e ignoran que no condice con

espiritualismos mal entendidos, mucho menos con socialismos.

Desafortunadamente, muchos cristianos también lo ignoran. Muchas personas

religiosas también desconocen estos ángulos de sus credos, tal y como

históricamente fueron formulados, más allá de las deformaciones, antiguas o

presentes. Con frecuencia, los creyentes suelen ser tributarios de vertientes del

judaísmo o del cristianismo muy teñido de interpretaciones gnósticas o

neoplatonistas, y tampoco saben explicar consistentemente sus creencias y

posiciones. Pero como creyentes hay en todo grupo liberal, su presencia

garantiza otra interminable, estéril y paralizante discusión en otro frente. Que

Versión 1.1 Abril de 2014

como tantas otras discusiones internas, no es negativa porque se plantee y

desarrolle, sino porque se hace muy mal y desinformadamente.

12. UN TOQUE DE SECTARISMO.

Por último, aunque no de menor importancia, y relacionado con antedichas características, hay

que decirlo: actitudes y estilos muy grupalistas, con mucho rango, jerarquía y besamanos. Los

cenáculos se hacen muy cerrados y exclusivos, a lo que contribuye una feroz competencia por

fondos externos, garantizados en términos de excluyentes recaudos académicos, y no de incluyentes

requisitos políticos. Por eso tantos lauros universitarios, y tantos fracasos políticos.

Es de esperar que nadie se sienta ofendido por mencionar los fracasos; pero alguien tiene que

ensayarles explicaciones, para entender su origen. Eso mismo pretende estas explicaciones, cuya

intención es ayudar a corregir los errores, y no ofender a persona o institución alguna. En todo caso,

si hay otras mejores explicaciones, bienvenidas. Pero la pregunta es: ¿Reflexionamos, o seguimos

haciendo lo de siempre?

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Posmodernismo es Las falsas ideas que sustentan los paradigmas de la actualidad

Alberto Mansueti para T. L. L. «Juan Germán Roscio»

¿Qué es el posmodernismo? ES UNA COSMOVISIÓN.

Afirma que la realidad es en última instancia inaccesible a la investigación y al conocimiento

humano, que «el saber es una mera construcción social», y que el significado de las palabras debe

ser determinado por los lectores y no por los autores, para lo cual hay que proceder a

«deconstruirlo» todo.

Afirma que vemos la realidad no «como es», porque «no se puede saber» como es, ni siquiera

si hay realidad, y que las declaraciones sobre la verdad son maniobras y acomodos políticos. Vemos

que «lo que llaman realidad, es algo construido» por individuos y grupos sociales. De lo que más se

descree es de «los grandes relatos», incluyendo el cristiano de la Era Premoderna, y el Humanista

Secular de la Era Moderna.

Las predicciones de utopía garantizadas en el período modernista nunca se materializaron. Los

modernistas se desilusionaron cuando la expansión militar trajo guerras mundiales, fallidas políticas

de desarrollo condujeron a la opresión de clases y al colonialismo, y el idealismo económico

terminó en comunismo, la Guerra Fría, las mejores armas nucleares creadas por la ciencia y la

amenaza de una devastación global.

Los postmodernistas, comenzando con Nietzsche, empezaron cuestionando el “meta-relato” de

progreso del modernismo. La principal culpable en la perspectiva postmodernista es la idea misma

de una metanarrativa. Los postmodernistas son escépticos a toda afirmación de cosmovisión

integral, de la verdad absoluta acerca de la realidad, y de un propósito en la historia humana. Los

postmodernistas adoptan «relatos pequeños», narrativas locales, una multitud de historias, no una

«Gran Historia». Las metanarrativas religiosas son desechadas; pero también muchas de las

humanistas. El posmodernismo se aparta de la certeza y optimismo del modernismo. Como escribió

Lyotard: «Simplificando hasta el extremo, defino postmodernismo como la incredulidad hacia las metanarrativas».

El oficio de la arquitectura originó el término

(Wikipedia) El Posmodernismo arquitectónico es una reacción contra el «Movimiento

Moderno», surgido a principios del s. XX, con los nuevos materiales industriales: hormigón

armado, acero laminado y vidrio plano en grandes dimensiones. Este modernismo se caracterizó por

el empleo de plantas y secciones ortogonales, asimétricas por lo general, ausencia de decoración en

las fachadas, y grandes ventanales horizontales con perfiles de acero, siendo luminosos y diáfanos

Versión 1.1 Abril de 2014

los espacios interiores. Sus mejores ejemplos se construyen a partir de los ‘20, diseñados por Walter

Gropius, Mies van der Rohe y Le Corbusier, quienes reflejaron en sus proyectos los nuevos criterios

de funcionalidad y estética de avanzada.

Las ideas del Modernismo superaron el ámbito arquitectónico, influyendo en el arte y el diseño.

Igual con la Arquitectura postmoderna, tendencia que se inicia en los ‘50, y se afianza en los ‘70,

hasta hoy. Es el regreso del «ingenio, el ornamento y la referencia», en respuesta al exceso de

formalismo modernista, con sus «máquinas para vivir». Las formas y espacios funcionales, típicos

del estilo modernista, se sustituyen por diversos estilos que colisionan entre sí. Se redescubre el

valor expresivo y simbólico de los elementos y formas que se habían desarrollado través de siglos

de construcción, y que fueron abandonados por el estilo moderno. La arquitectura postmoderna es

«neoecléctica»: la referencia y el ornamento han vuelto a presentarse en la fachada, sustituyendo los

agresivos estilos modernos sin ornamentos. Hay uso de ángulos no ortogonales y superficies

inusuales.

Los modernistas pueden ver los edificios posmodernos como vulgares, asociados con una ética

populista, típicos de centros comerciales llenos de «chucherías». Y los posmodernos a su vez

pueden ver muchos edificios modernos como desalmados y ligeros, en exceso, simplistas y

abstractos. Es el contraste de los «blancos/negros» versus los «grises». Los primeros buscaban

continuar o revivir la tradición modernista del purismo y la claridad; los «grises» fueron adoptando

una visión cultural más polifacética, según Robert Venturi, que rechazaba la visión «blanco o

negro» del modernismo a favor de su «blanco y negro pero a veces, gris». La divergencia de

opiniones llega a una diferencia de roles: el modernismo hace un uso mínimo y veraz del material, y

el postmodernismo rechaza estas normas estrictas de los primeros modernistas.

Las nuevas tendencias se hicieron evidentes en el último cuarto del siglo XX: algunos

arquitectos comenzaron a alejarse del funcionalismo moderno que consideraban aburrido, y que una

parte del público consideró poco acogedor y hasta desagradable. Estos arquitectos se volvieron

hacia el pasado, citando aspectos anteriores de varios edificios y fusionándolos, incluso a veces

inarmónicamente. Se vio p. ej. el retorno de las columnas y otros elementos de diseños pre-

modernos. El «contextualismo» es la creencia de que todo es «sensible al contexto», idea que fue

más allá, al decir que nada puede entenderse sin tener en cuenta su contexto.

Con referencia a cada disciplina en particular, digamos que el posmodernismo es:

En Religión, escepticismo y «tolerancia». En las Eras Pre—moderna y Moderna, las

afirmaciones religiosas eran juzgadas como verdaderas o falsas: existe o no existe Dios;

Jesús es el Salvador o no; hay milagros o no los hay. Pero cuando la verdad es negada, las

afirmaciones religiosas se basan en preferencias subjetivas, no en estándares objetivos: Ud.

prefiere la idea de que existe Dios, o no; a Ud. le gusta la idea de Jesús como Salvador, o no;

Versión 1.1 Abril de 2014

a usted le atraen los milagros, o no. Esta actitud le da cabida a todas las preferencias

religiosas, en actitud de amplia y libérrima «tolerancia», la cual se eleva a la categoría de

valor máximo, principal y fundacional. El problema es con las religiones que afirman ir más

allá de las preferencias personales y transmitir una verdad objetiva, y para colmo predicado

como absoluta, incondicional y universal: el judaísmo, el cristianismo, y el islam. Las

afirmaciones de verdad exclusiva van contra «la condición» postmodernista. Por ello, esas

tres son las únicas religiones que NO son toleradas.

En Filosofía, idealismo subjetivo, relativismo y nominalismo. El Posmodernismo es

declaradamente anti—realista. No hay ninguna Verdad universal, sólo existen verdades

particulares a una sociedad, cultura o grupo de personas, y limitadas a la percepción

individual. Es nominalista: las categorías universales son sólo «nombres». Las afirmaciones,

escritas o verbales, sólo pueden reflejar una cultura particular o punto de vista individual,

siempre relativo. "«Eso puede ser verdad para usted, pero no para mí».

En Literatura, «deconstrucción». Los postmodernistas están obsesionados con el lenguaje de

los textos escritos. La principal metodología de los postmodernistas es la «deconstrucción»

(Jacques Derrida): leer un texto hasta encontrar sus significados ocultos o múltiples

(polisemia). De esta forma la interpretación del lector, basada en su cultura, sus prejuicios y

«sentimientos», y su subjetividad al determinar lo que el autor quiso decir, son más

importantes que el texto mismo. Un lector puede «sentir» que un texto en realidad significa

que un autor es racista, aunque el escrito deje en claro que el autor deplora el racismo. La

«deconstrucción» va mucho más allá de la literatura. Ud., el lector, crea el significado de

este texto que está leyendo ahorita; y Ud. también construye el mundo, «su» mundo, el

único que existe, «para Ud.», de acuerdo a su cultura y experiencias. Porque no existe un

«mundo real» allá afuera; sólo existen 6 mil millones de construcciones del mundo.

En Ciencia, incertidumbre, indeterminación, azar, caos. Construcción social, cultura,

política. La ciencia postmodernista es «anti—ciencia» en muchos aspectos: es anti-

naturaleza. Alega que la ciencia no es realmente conocimiento: habla de evolución

permanente, de que no existen uniformidades ni regularidades universales en la naturaleza,

ni siquiera hay tal cosa como «naturaleza», de la teoría del caos, lo imprevisible de la

ciencia, indeterminación, incertidumbre, etc. Por otra parte vemos que todos los humanos,

inclusive los científicos, estamos encerrados en una cultura y lenguaje particulares, y así no

podemos afirmar tener una imagen objetiva del mundo. Siguiendo a Kuhn, Paul Feyerabend

explica que en la historia de la ciencia han surgido muchas teorías, aceptadas como

establecidas, promovidas como la verdad, que luego fueron desechadas. Cuando un

científico promociona datos a favor de una teoría, no es neutral, porque tiene un objetivo

final, y así también sus «datos». Por eso las teorías son retocadas cada tanto, y no hay

respuestas definitivas. Y para colmo, el establecimiento científico está muy politizado. Por

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esto, los científicos trabajan regularmente con suposiciones improbables, y filtran todos los

datos a través de sus ideas preconcebidas. En «Etnomatematicas: visión multicultural de las

ideas matemáticas», Marcia Ascher afirma que mucho de la educación en matemáticas

depende de suposiciones de nuestra cultura occidental. Por ejemplo, ninguna otra cultura

«necesita compartir las categorías de triángulo, triángulo recto, hipotenusa de un triángulo recto»

Pregunta: « ¿Es un cuadrado algo que tiene realidad externa, o es algo sólo en nuestras mentes?»

En Psicología, negación de la naturaleza humana y del alma. Múltiples «Yo», socialmente

construidos. Mitchell Stephens (N. York University), explica que «los mutantes estilos de vida y

las cambiantes corrientes intelectuales llevan a la conclusión de que no tenemos ningún yo único, separado,

unificado. Tenemos muchos yos, y la respuesta apropiada a la sugerencia «Póngase en contacto con su yo» o

«Sea Ud. mismo» es ¿«Cuál»?» Stephens ofrece el ejemplo de Mick Jagger. El cantante de los

Rolling Stones fue y, si los periódicos tienen alguna credibilidad, sigue siendo un clásico

libertino, pero también es padre, y hasta hace poco por lo menos, un hombre de familia. Es

un roquero bohemio, cuyas canciones y estilo de vida desafían los estándares tradicionales

de conducta, y puede ser tosco y crudo. Pero se desenvuelve en los círculos de la clase alta

inglesa, codeándose con duques y princesas. ¿Cuál entonces es el verdadero Mick? Su

respuesta: Todo lo antes mencionado. ««A la gente le cuesta aceptar que se pueda ser todas esas cosas

casi al mismo tiempo», se ha quejado Jagger».

En Ética, relativismo moral—cultural y «situacionismo». La moral no está conectada con

Dios, ni dictada por ningún tipo de leyes naturales; los sistemas éticos son construidos en las

sociedades. Cada cultura tiene su propio conjunto de estándares morales que surgen de las

variadas influencias dentro de cada grupo en particular. La moral tampoco está estancada

sino que cambia, se adapta a las «situaciones» particulares y concretas en cada caso, y está

evolucionando constantemente según los dictámenes del grupo.

En Sociología, negación de las tradiciones, las instituciones, las «convenciones». Walter

Truett Anderson escribe: «He estado poniendo palabras como «anormal» y «desviado» entre comillas,

porque esas categorizaciones son criticadas ahora. El límite entre lo normal y lo anormal es cuestionable

hoy, como todos los otros límites que una vez definieron la realidad social». Desde luego todos los

posmodernistas son feministas radicales.

En Política, multiculturalismo, «progresismo» de izquierdas, radicalismo, inconformismo,

identidad: «política correcta» (PC). Como en otros aspectos, no hay una sola «política

postmodernista», sino un conjunto con frecuencia contradictorio de proposiciones, surgido

de las ambigüedades del proceso de cambio social, y de múltiples perspectivas teóricas. En

un extremo la «anti—política» de Baudrillard, un «rechazo cínico y desesperado de la creencia» de

que la política puede ser utilizada para cambiar la sociedad. En el otro extremo de este

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enfoque negativo y nihilista, uno más afirmativo, resumido por Foucault, Lyotard, y Rorty,

para «ampliar la libertad individual» y crear «cambio progresivo», pero enfocándose en el nivel

local.

Pero el Posmodernismo es «progresista» y de izquierdas. Las

revoluciones sexuales y feministas que de los ’60 querían corregir las

injusticias perpetradas por la cultura occidental, en especial por los

EEUU «puritanos». Así todo lo que estaba mal en el mundo fue

identificado como blanco, europeo, masculino, heterosexual,

capitalista y judeocristiano. En su deseo de derribar las estructuras

socio-políticas que consideraban opresivas, los agitadores

desarrollaron el concepto de la política de identidad, para corregir las

injusticias occidentales.

En Educación, adoctrinamiento compulsivo en la PC. Walter Truett Anderson: «[El

postmodernismo] rechaza la idea de que el propósito de la educación es principalmente enseñar al niño

capacidades cognoscitivas para razonar, a fin de producir un adulto capaz de funcionar de modo

independiente en el mundo. [En cambio] la educación debe tomar a un ser humano esencialmente

indeterminado, y darle una identidad social. El método para moldear de la educación es lingüístico, y por eso

el lenguaje a ser utilizado es aquel que creará a un ser humano sensible a su identidad racial, sexual, y de

clase». «La educación debe enfatizar trabajos fuera del canon, debe enfocarse en los logros de los no blancos,

las mujeres, y los pobres. Debe destacar los crímenes históricos de los blancos, de los hombres, y de los ricos; y

debe enseñarle a los niños que el método de la ciencia no es más certero para encontrar la verdad que

cualquier otro método y, por consiguiente, que los estudiantes deben ser igualmente receptivos a formas

alternativas de conocimiento». Richard Rorty, Profesor de Literatura Comparada en Stanford U.,

escribe: «Cuando nosotros, los maestros universitarios americanos, nos encontramos con

fundamentalistas religiosos… hacemos lo posible para convencer a estos estudiantes de los beneficios de la

secularización… Pienso que estos estudiantes tienen suerte de encontrarse con… personas como yo, y de haber

escapado el control de sus temibles, crueles, y peligrosos padres».

En Economía, anti-capitalismo, feminismo, ecologismo, anti—consumismo. Socialismo con

otros nombres. A fin de crear una sociedad con igualdad de oportunidades para todos los

sujetos, debe ser desmantelado este sistema capitalista—machista. Ya que los hombres no

les cederán voluntariamente su poder económico a las mujeres y a los pobres, el gobierno

debe intervenir para asegurar que la justicia económica esté disponible para todos. El

socialismo, o la economía planificada por el Estado, es tal intervención. Algunos

postmodernistas prefieren reemplazar el término socialismo con «economía cotidiana».

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En Derecho, anti—occidentalismo, «justicia social», lucha de sexos, de clases, de razas.

Activismo político. Todos los postmodernistas insisten que la ley occidental, procedente del

cristianismo y el Siglo de las Luces, refleja el prejuicio de los hombres blancos y cristianos.

Atacan los conceptos de razón y verdad objetiva. Prefieren 'maneras de saber' más

subjetivas, supuestamente favorecidas por las mujeres y las minorías, tales como la

narrativa. En cuanto a los principios de derecho, son indeterminados, y sólo sirven para

disfrazar la parcialidad de «la ley del hombre blanco». Por ello, los postmodernistas quieren

eliminar las raíces religiosas y cualidades trascendentes de la ley occidental. Más

fragmentación y subjetividad, menos moralidad objetiva y menos tradición judeo—cristiana.

Están determinados a crear y utilizar su propio tipo de justicia social, para adelantar su

agenda de izquierdas.

En Historia, la «reconstrucción» del pasado, la «ficción» y el propósito. Los

postmodernistas más radicales no ven ningún propósito supremo en la historia, su

perspectiva es nihilista. Los otros, menos radicales, alegan que la historia es lo que nosotros

hacemos de ella. Creen que los hechos del pasado son inaccesibles, es que «no podemos

saber lo que realmente sucedió allí». Por eso dejan al historiador a merced de su

imaginación e inclinación ideológica, a fin de «re—construir» lo que sucedió en el pasado.

Toda historia es «ficción». Aunque la historia misma de la humanidad puede no tener un

propósito, en cambio la escritura de relatos históricos sí lo tiene. Para Foucault la escritura

de la historia debe promover una ideología. Si, como Foucault declara, la afirmación del

conocimiento realmente no es más que un intento de dominar a otros, entonces el recuento

de la historia tiene el propósito de obtener poder para algún grupo reprimido. No podemos

saber si dice o no la verdad; pero la verdad no existe, de modo ¿a quién le interesa si miente

o no miente? El fin justifica los medios.

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Crítica del Posmodernismo

¿Es acertada esta cosmovisión?

La podemos evaluar a la luz de cuatro pruebas específicas para las ideas, y veamos si las

posmodernistas pueden resistir el cuádruple escrutinio. John Stonestreet (Summit Ministries) en

William E. Brown, W. Gary Phillips, y John Stonestreet, Making Sense of Your World: Biblical

Worldview.

—P R I M E R O—

La Prueba de la Razón. El postmodernismo está lleno de contradicciones e inconsistencias. Es

la meta—narrativa de que no hay meta—narrativas. Estamos atrapados dentro de nuestras

perspectivas culturales, y sólo expresamos nuestras interpretaciones; no existe nada sino la

interpretación. Pero, ¿no es esa una interpretación? Afirma que la verdad trascendente es imposible,

pero, ¿cómo sabe que eso es verdad? Que toda verdad está socialmente condicionada, pero, ¿ésta

no?

—S E G Ú N D O—

La Prueba del Mundo Exterior. Los prejuicios moldean las perspectivas de los miembros de

toda comunidad, pero eso no significa que la realidad toda esté socialmente construida, y que nunca

podemos tener acceso a la realidad objetiva. Nuestra perspectiva de la realidad es constantemente

impuesta, desafiada, y hasta alterada por la realidad misma. Por ejemplo, grupos trascendentalistas

cuya construcción social de la realidad es que el mundo físico es una ilusión, continúan

encontrándose restringidos por la realidad física del tiempo y del espacio.

—T E R C E R O—

La Prueba del Mundo Interior. El modernismo colocó la presunción de autoridad en el yo

autónomo, y el postmodernismo intenta colocarla en la comunidad, pero al encerrarnos en nuestras

perspectivas de grupo, clase, cultura, etc. tiende, irónicamente, a incrementar nuestro aislamiento de

otros. El postmodernismo, en su forma más desesperanzada, es una reedición del nihilismo. En su

forma más positiva, no puede ir más allá de un existencialismo más corporativo. En cualquier caso,

todos los valores supremos son eliminados.

—C U A R T O—

La Prueba del Mundo Real. El postmodernismo no puede explicar bien lo que la realidad es, y

la prueba final es que en última instancia nunca puede ser vivido. Las personas están hechas a la

imagen de Dios, y ser conscientes del significado o sentido real y verdadero de las palabras, y de las

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cosas, y de la moralidad, es parte de lo que somos. El postmodernista afirma: «No existe nada

bueno ni malo», y luego hace pausa y agrega: «y eso es bueno». Hay un lugar intuitivo e implacable

dentro de nosotros que insiste en que hay lo bueno y lo malo, aun cuando no coincidimos en lo que

va en cada una de esas dos categorías. Alister McGrath cuenta una deliciosa historia acerca de

Kenneth Kirk, profesor de teología moral en Oxford. Le preguntaron a su esposa por el trabajo de

su marido, y contestó: «Kenneth pasa mucho tiempo pensando en razones muy complicadas y sofisticadas por las

que hacemos cosas que todos bien sabemos que son malas».

¿Algo bueno en el Posmodernismo?

—P R I M E R O—

Ha desafiado exitosamente el paradigma del período modernista, basado en el humanismo

naturalista y cientista.

—S E G Ú N D O—

Ha creado una sombra de escepticismo (y quizá aportado humildad) sobre la creencia

modernista en la eficacia y casi infalibilidad de la ciencia y de la razón humana, que también puede

ser manipuladora y destructiva, especialmente cuando produce las ideologías totalitarias que

caracterizaron el período modernista.

—T E R C E R O—

Ha demostrado que la objetividad y la certeza no son tan propias del mundo de la ciencia como

se afirmaba. De hecho, la ciencia a menudo es bastante parcial e interesada en su agenda, y por lo

tanto, no está en posición de afirmar ser el árbitro supremo en todos los asuntos del conocimiento.

—C U A R T O—

Nos ha recordado justamente el poder de nuestra cultura, y especialmente el lenguaje de nuestra

cultura, al crear nuestros marcos de referencia.

—Q U I N T O—

Su énfasis en la historia y la narrativa encaja (hasta cierto punto) con la manera en que la Biblia

presenta la interacción de Dios con el mundo. La Biblia es una narrativa mediante la cual Dios nos

da la Verdad acerca de Sí Mismo, de la humanidad, y del mundo.

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¿Qué es la posmoderndad? Breve comentario

Simón Aliendres para T. L. L. «Juan Germán Roscio»

Si hay algo que algunos académicos rehúyen definir, es el tema de la post modernidad. No sé si

lo harán por ignorancia, o porque sean «postmodernos». Pero siempre me llamo la atención la

laguna que se tiene a poca profundidad del tema, ignoraba que esa falta de concepto inmediato

estaba tan relacionada con su propia naturaleza. Otro punto que me llamo la atención es el uso

errático que se le da muchas veces a este término, a veces lo usan como adorno publicitario o como

sinónimo de sociedad de consumo o cultura de masas, cuando en realidad son tópicos distintos. La

post modernidad, o pos modernidad, es un fenómeno o una corriente social que no profundiza en la

modernidad como algunos piensan, al contrario, es opuesta a ella, algunos la definen como la

degradación de la modernidad o una especie de contra modernidad. Alain Touraine prefiere usar el

término de «Desmodernidad», ya que prácticamente se van perdiendo los valores de la modernidad,

para él los principios en que se basa está son la acción racional y el reconocimientos de los derechos

humanos de todos los individuos.

Yo siempre bromeo en mi cuenta de Facebook con que la mejor definición de la

posmodernidad es quitar el pos y poner un contra. La posmodernidad se puede concebir como la

pérdida gradual de la modernidad en las sociedades situándola en un futuro incierto, y este proceso

ocurre mediante la pérdida de valores, de instituciones y la negación de verdades absolutas y de una

realidad objetiva, se asume que la razón es opresora y es contra la libertad. No existen «conceptos»

como tal ya que todo es relativo, por lo cual la ética no representa el bien sino lo que dicta la

mayoría, sumiendo todo en un profundo y extremo caos relativista.

Nietzsche es llamado el primer pos moderno, ya que para él los valores en sí no existen, sino

los que «tomé» el hombre, o mejor dicho «el superhombre» del que él hablaba, que en realidad

mediante una lectura serena, es un hombre libre pero de la razón y esclavo de sus emociones. Otra

corriente que también alimento a la posmodernidad fue el estructuralismo de Saussure, el cual

empezó a estudiar el lenguaje como un sistema no como un hecho, separando de alguna manera el

significado del significante, es decir, el concepto de la idea. Apuntando sencillamente a la

desintegración de la verdad y de la razón humana.

A veces da la impresión que la pos modernidad más que negar los conceptos, evade

conceptualizar sencillamente con la premisa de que nos existen verdades absolutas a no ser las que

conformen la tendencia mayoritaria, y ello porque a un montón llegan a un acuerdo. Para ellos no

existen absolutos, a no ser los absolutos que les ayuden a mantener sus postulados, como el de la no

existencia de los mismos. Al hombre no tener un absoluto, pierde por lo cual lucha, terminando

lastimosamente su vida en ir y venir.

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Un error muy común en la gente es decir que la posmodernidad fomenta el individualismo, al

contrario, la posmodernidad en sí no fomenta nada, en ella ocurren los fenómenos y se dan las

condiciones para que estos ocurran. En ella más que existir individualismo e igualdad en la

diferencia, se da es una increíble gama de etiquetas que dividen a la sociedad.

Tengo decidido seguir investigando, ya que este tema da para más y más artículos y hasta una

serie de tomos de libros. Alguien me dijo que por vivir una vida sencilla era ajeno a estos

fenómenos. Como siempre digo, la filosofía está presente en las persona sin darse cuenta. Premisas

como «No pienses tanto, haz lo que sientas», «Que todo depende del punto de vista de cada quien»

o «libérate, no pienses tanto», son bien pos modernas, y uno las escucha en todos lados, y hay gente

que las pone en práctica.