stuart hall antiguas y nuevas etnicidades

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14. Antiguas y nuevas identidades y etnicidades E n mi exposición anterior, 1 traté de abrir las preguntas sobre lo local y lo global de formulaciones un tanto cerradas, demasiado integradas, y en cierto modo sobre-sistematizadas. Mi argumento postulaba que necesitamos pensar sobre los procesos que están revelándose, ahora, en términos de lo local y lo global, en aquellos dos espacios, pero también necesitamos pensar en éstos como formulaciones más contradictorias de las que usualmente concebimos. Mi preocupación era que si no lo hacíamos, probablemente íbamos a ser incapaces de pensar aquellas ideas de manera política. Estaba, por tanto, intentando no desconocer las cuestiones de poder y las de apropiación que creo que están arraigadas en el mismo centro de cualquier noción de cambio entre los caracteres de lo local y lo global, en el surgimiento de la política cultural a escala mundial, sino más bien concep- tualizar aquello dentro de una política cultural más abierta y contingente. Al final de mi discurso, sin embargo, tuve que formular la pregunta de si hay una política, en realidad, una contra-política de lo local. Si están en funcionamiento nuevos globales y nuevos locales, ¿quiénes son los nuevos sujetos de esta política de posición? ¿En qué identidades concebibles podrían aparecer? ¿Puede la identidad misma repensarse y revivirse, en la diferencia y a través de ella? Esta es la pregunta que quiero abordar aquí. La he llamado “Antiguas y nuevas identidades y etnicidades” y lo que voy a hacer primero es regresar a la cuestión de la identidad y tratar de examinar algunas de las maneras en las cuales estamos empezando a reconceptualizarla dentro de los discursos teóricos contemporáneos. Luego volveré desde esa consideración teórica al terreno de una política cultural. La teoría es siempre un rodeo en el camino hacia algo más substancial. Regreso a la cuestión de la identidad porque ésta ha regresado a nosotros; en todo caso, ha vuelto a nosotros en la política británica y, específicamente, en la actual política cultural británica. No ha regresado en el mismo lugar de siempre; no es la concepción tradicional de identidad. No regresa la misma política de identidad de los movimientos sociales de los años sesenta. Pero es, no obstante, una especie de vuelta a algo del terreno en el que solíamos pensar de ese modo. Haré un comentario hacia el final sobre cuál es la natu- raleza de este trabajo teórico-político que parece perder cosas por un lado, para luego recuperarlas de un modo diferente desde otro lado, y que luego tiene que pensarlas todas de nuevo en cuanto se ha deshecho de ellas. ¿Cuál es este trabajo teórico de nunca acabar que está constantemente perdiendo y 1 Se refiere a una conferencia dictada antes en el mismo escenario por Hall que hemos publicado en la presente compilación como “Lo local y lo global: globalización y etnicidad”. En varias ocasiones a lo largo de presente texto, Hall se referirá a esta conferencia (Nota de los editores).

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  • 14. Antiguas y nuevas identidades y etnicidades

    En mi exposicin anterior,1 trat de abrir las preguntas sobre lo local y lo global de formulaciones un tanto cerradas, demasiado integradas, y en cierto modo sobre-sistematizadas. Mi argumento postulaba que necesitamos pensar sobre los procesos que estn revelndose, ahora, en trminos de lo local y lo global, en aquellos dos espacios, pero tambin necesitamos pensar en stos como formulaciones ms contradictorias de las que usualmente concebimos. Mi preocupacin era que si no lo hacamos, probablemente bamos a ser incapaces de pensar aquellas ideas de manera poltica. Estaba, por tanto, intentando no desconocer las cuestiones de poder y las de apropiacin que creo que estn arraigadas en el mismo centro de cualquier nocin de cambio entre los caracteres de lo local y lo global, en el surgimiento de la poltica cultural a escala mundial, sino ms bien concep-tualizar aquello dentro de una poltica cultural ms abierta y contingente.

    Al final de mi discurso, sin embargo, tuve que formular la pregunta de si hay una poltica, en realidad, una contra-poltica de lo local. Si estn en funcionamiento nuevos globales y nuevos locales, quines son los nuevos sujetos de esta poltica de posicin? En qu identidades concebibles podran aparecer? Puede la identidad misma repensarse y revivirse, en la diferencia y a travs de ella? Esta es la pregunta que quiero abordar aqu. La he llamado Antiguas y nuevas identidades y etnicidades y lo que voy a hacer primero es regresar a la cuestin de la identidad y tratar de examinar algunas de las maneras en las cuales estamos empezando a reconceptualizarla dentro de los discursos tericos contemporneos. Luego volver desde esa consideracin terica al terreno de una poltica cultural. La teora es siempre un rodeo en el camino hacia algo ms substancial.

    Regreso a la cuestin de la identidad porque sta ha regresado a nosotros; en todo caso, ha vuelto a nosotros en la poltica britnica y, especficamente, en la actual poltica cultural britnica. No ha regresado en el mismo lugar de siempre; no es la concepcin tradicional de identidad. No regresa la misma poltica de identidad de los movimientos sociales de los aos sesenta. Pero es, no obstante, una especie de vuelta a algo del terreno en el que solamos pensar de ese modo. Har un comentario hacia el final sobre cul es la natu-raleza de este trabajo terico-poltico que parece perder cosas por un lado, para luego recuperarlas de un modo diferente desde otro lado, y que luego tiene que pensarlas todas de nuevo en cuanto se ha deshecho de ellas. Cul es este trabajo terico de nunca acabar que est constantemente perdiendo y

    1 Se refiere a una conferencia dictada antes en el mismo escenario por Hall que hemos publicado en la presente compilacin como Lo local y lo global: globalizacin y etnicidad. En varias ocasiones a lo largo de presente texto, Hall se referir a esta conferencia (Nota de los editores).

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    ganando conceptos? Aqu estoy hablando de la identidad como un punto en el cual, por un lado, se cruzaba todo un conjunto de nuevos conceptos tericos, y donde, por el otro, surga todo un conjunto nuevo de prcticas culturales. Quiero comenzar por intentar, muy brevemente, trazar un mapa terico de algunos de esos puntos de interseccin, para luego examinar algunas de sus consecuencias polticas.

    Estamos muy familiarizados con las antiguas lgicas de la identidad, ya sea de manera filosfica o psicolgica. En lo filosfico, la antigua lgica de la identidad, que muchas personas han criticado, bajo la forma del antiguo sujeto cartesiano se pensaba frecuentemente en trminos del origen del propio ser, el campo de accin. La identidad es el campo de accin. Y tenemos en tiempos ms recientes un discurso psicolgico del yo que es muy similar: una nocin de la dialctica interna, continua, autosuficiente y naciente de la indi-vidualidad. Nunca llegamos a ella por completo, sino que siempre estamos en camino: cuando lleguemos, al fin sabremos exactamente quines somos.

    Ahora bien, esta lgica de la identidad es muy importante para una amplia gama de discursos polticos, tericos y conceptuales. Me interesa tambin en cuanto es un tipo de realidad existencial porque creo que la lgica del lenguaje de la identidad es extremadamente importante para nuestras concepciones de nosotros mismos. Contiene la nocin del yo verdadero, algn yo real all adentro, escondindose adentro de las cscaras de todos los falsos yos que presentamos al resto del mundo. Es un tipo de garanta de autenticidad. Hasta que nos metemos realmente adentro y escuchamos lo que el verdadero yo tiene que decir, no sabemos lo que estamos diciendo realmente. Aquella lgica o aquel discurso de la identidad da la impresin de ser garantizado. Nos da un sentido de profundidad, all afuera y aqu adentro. Est organizado espacialmente. Mucho de nuestro discurso del adentro y del afuera, del yo y del otro, del individuo y de la sociedad, del sujeto y del objeto, est basado en esa lgica particular de la identidad. Y dira que nos ayuda a dormir bien por la noche.

    Creo cada vez ms que una de las principales funciones de los conceptos es que nos ayudan a dormir bien por la noche. Porque lo que nos dicen es que hay una especie de terreno estable, que slo cambia de manera muy lenta entre los ajetreados trastornos, discontinuidades y rupturas de la historia. A nuestro alrededor la historia est rompindose constantemente de maneras imprede-cibles pero nosotros, de alguna manera, seguimos siendo los mismos.

    Tal lgica de la identidad est, para bien o para mal, terminada. Se le puso fin por toda una gama de razones. Se le puso fin en primera instancia debido a algunos de los grandes descentramientos del pensamiento moderno. Uno podra discutir esto de manera muy elaborada; podra pasar el resto del tiempo que tengo hablando sobre esto pero slo quiero encajar las ideas en su lugar muy brevemente usando algunos nombres como puntos de referencia.

    No es posible sostener aquella lgica de la identidad despus de Marx, porque aunque Marx habla del hombre (no habla de la mujer haciendo la historia pero quizs fue encajada, ya que el siglo XIX articulaba a la mujer tan frecuentemente bajo algn otro ttulo masculino), habla sobre los hombres y

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    las mujeres haciendo la historia pero bajo condiciones que no son de su propia eleccin. Y habiendo alojado siempre o al sujeto individual o al colectivo dentro de las prcticas histricas, nosotros como individuos o como grupos no podemos ser, y nunca pudimos haber sido, el origen nico o los autores nicos de esas prcticas. Eso constituye una profunda descentralizacin histrica en trminos de la prctica social.

    Si eso no fue lo suficientemente fuerte, al tumbarnos de lado, por as decirlo, Freud vino dando golpes desde abajo, como el fantasma de Hamlet, y dijo: Mientras ests siendo descentralizado de izquierda a derecha de esa manera, djame descentralizarte desde abajo un poco, y recordarte que este lenguaje estable de la identidad tambin se fija a partir de la vida psquica sobre la cual no sabes mucho, y sobre la que no puedes saber mucho. Y a partir de lo que no puedes saber mucho a travs de simplemente pensarlo: el gran continente del inconsciente que habla con mayor claridad cuando est resbalndose y no cuando est diciendo lo que quiere decir. Esto hace que el yo empiece a parecer una cosa bastante frgil.

    Ahora, sacudido desde un lado por Marx y trastornado desde abajo por Freud, justo al abrir su boca para decir, Bueno al menos yo hablo, entonces, por lo tanto, yo debo ser algo, se presentan Saussure y la lingstica y dicen: Eso no es verdad tampoco, sabes? El lenguaje estuvo all antes que t. Slo puedes decir algo a travs de posicionarte en el discurso. El cuento cuenta al narrador, el mito cuenta al creador de mitos, etc. La enunciacin se hace siempre desde algn sujeto que est posicionado por el discurso y en l. Eso lo altera. Filosficamente, uno llega a la cancelacin de cualquier tipo de nocin de una perfecta continuidad transparente entre nuestro lenguaje y algo all afuera que se puede llamar lo real, o la verdad, sin comillas.

    Estas varias alteraciones, estas perturbaciones en la continuidad de la nocin de sujeto y de la estabilidad de la identidad son, de hecho, caracters-ticas de la modernidad. No es, por cierto, la modernidad misma. Ella tiene una historia ms larga y antigua. Pero ste es el comienzo de la modernidad como preocupacin. No la modernidad como ilustracin y progreso, sino la modernidad como problema. Tambin se altera por otras transformaciones histricas enormes que no tienen, y a las que no se les puede dar, un nombre singular, pero sin las cuales la historia no podra contarse. Adems de los tres o cuatro que he citado, podramos mencionar la relativizacin de la narrativa occidental en s, de la episteme occidental, por el ascenso de otras culturas, y en quinto lugar el desplazamiento de la mirada masculina.

    Ahora, la cuestin de tratar de llegar a aceptar la nocin de identidad que sigue a esas descentraciones tericas es una empresa extremadamente problemtica. Pero eso no es todo lo que ha estado perturbando la lgica estable de la identidad. Porque como estaba diciendo anteriormente cuando hablaba de la erosin relativa o el declive relativo y de la inestabilidad del estado-nacin, de la autosuficiencia de las economas nacionales y, conse-cuentemente, de las identidades nacionales como puntos de referencia ha habido simultneamente una fragmentacin y una erosin de la identidad colectiva social. Aqu me refiero a las grandes identidades sociales colectivas

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    que considerbamos como de gran-escala, todo abarcadoras, homogneas, identidades colectivas unificadas, acerca de las cuales se poda hablar casi como si fueran actores singulares de pleno derecho pero que, ciertamente, colocaban, posicionaban, estabilizaban, y nos permitan entender y leer, casi como un cdigo, los imperativos del yo individual: las grandes identidades colectivas sociales de clase, de raza, de nacin, de gnero, y del Occidente.

    Estas identidades sociales colectivas fueron formadas en los enormes procesos histricos de larga duracin que han producido el mundo moderno y fueron estabilizadas por ellos, de igual manera que lo fueron las teoras y conceptualizaciones a las que me acabo de referir muy brevemente, que son lo que constitua la modernidad como una forma de autorreflexin. Fueron escenificadas y estabilizadas por la industrializacin, por el capitalismo, por la urbanizacin, por la formacin del mercado mundial, por la divisin social y sexual del trabajo, por la gran separacin de la vida civil y social en lo pblico y lo privado, por el dominio del estado-nacin y por la identificacin entre la occidentalizacin y la nocin de modernidad en s.

    Habl en mi charla anterior de la importancia, para la construccin de cualquier sentido de dnde estamos situados en el mundo, de la economa nacional, el estado-nacin y las identidades culturales nacionales. Djenme decir una palabra en este punto sobre las grandes identidades de clase, que tanto han estabilizado nuestra comprensin del pasado inmediato y el no tan inmediato. La clase era el localizador principal de la posicin social, aquello que organizaba nuestra comprensin de las principales relaciones de red entre grupos sociales. Nos ligaba a la vida material a travs de la economa misma. Provea el cdigo a travs del cual nos leamos entre nosotros. Provea los cdigos a travs de los cuales unos entendan el lenguajes de los otros. Provea, por supuesto, las nociones de la accin colectiva en s, aquella que desbloqueara la poltica. Ahora, como trat de decir previamente, las grandes identidades sociales colectivas ascienden y caen, y es casi igual de difcil saber si son ms peligrosas cuando estn cayendo o cuando estn ascendiendo.

    Estas grandes identidades sociales colectivas no han desaparecido. Su adquisicin y eficacia en el mundo real que todos ocupamos est siempre presente. Pero el hecho es que ya no est ninguna de ellas en el lugar social, histrico o epistemolgico en el que estaban en nuestras conceptualizaciones del mundo, en el pasado reciente. Ya no pueden pensarse de la misma forma homognea. Estamos igual de pendientes de sus diferencias internas, sus contradicciones internas, sus segmentaciones y sus fragmentaciones como lo estamos de su homogeneidad ya completada, su unidad y dems. No son estabilidades y totalidades ya producidas en el mundo. No operan como totalidades. Si tienen relacin alguna con nuestras identidades culturales e individuales, ya no tienen aquella fuerza suturante, estructuradora o estabili-zante, de modo que no podemos saber lo que somos simplemente a travs de sumar nuestras posiciones con relacin a ellas. No nos dan el cdigo de iden-tidad como creo que hacan en el pasado. Es discutible para cualquiera que asume este argumento de manera directa, sin quitar el dedo del rengln si alguna vez funcionaron de esa manera. Quizs nunca funcionaron de esa forma. La narrativa de Occidente, efectivamente, podra ser la versin que

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    contamos de la historia, que nos contamos a nosotros mismos, sobre el hecho de que funcionen de esa manera. Sabemos que es extremadamente difcil para cualquier buen historiador dar, en realidad, con la gran funcin homogeneizante de la clase social colectiva. Sigue desapareciendo justo ms all del horizonte, como la comunidad orgnica.

    Conocen la historia sobre la comunidad orgnica? La comunidad org-nica siempre estaba nicamente en la niez que se dejaba atrs. Raymond Williams tiene un ensayo maravilloso sobre estas personas, un abanico de crticos sociales que dicen que se puede medir el presente en relacin con el pasado, y que se conoce el pasado porque en ese entonces todo era mucho ms orgnico e integrado. Cuando era en ese entonces? Bueno, cuando yo era nio haba siempre algn adulto que deca, Cuando yo era nio, todo era mucho ms integrado. Y as, eventualmente, algunas de estas grandes colectividades son bastante similares a esa gente con una nostalgia histrica que tiene lugar en sus reconstrucciones retrospectivas. Siempre reconstruimos ms esencialmente, ms homogneamente, como ms unificados y menos contradictorios lo que no fue jams. Ese es un argumento. Como sea que fuese el pasado, durante muchas dcadas, todos parecan poder marchar hacia adelante en la historia de manera unificada. Ciertamente no lo estn haciendo ahora.

    Ahora, como he dicho, la cuestin de cmo empezar a pensar las cuestiones de identidad, ya sean sociales o individuales, no a raz de su desaparicin sino a raz de su erosin, de su desvanecimiento, de su no tener el tipo de adquisicin y poder explicativo exhaustivo que tuvieron antes, eso es lo que me parece que ha desaparecido. Solan pensarse y es una definicin increblemente diferenciada por gnero como conceptos maestros, los conceptos maes-tros de la clase. Ya no es tolerable tener tal concepto maestro. Una vez que pierde su estatus maestro, se debilita su alcance explicativo, se vuelve ms problemtico. Podemos pensar en algunas cosas en relacin a las cuestiones de clase, aunque siempre reconociendo su complejidad histrica real. Aunque hay otras cosas que simplemente no puede descifrar o explicar. Y esto nos confronta con la creciente diversidad y pluralidad social, las tecnologas del yo que caracterizan el mundo moderno en el que vivimos.

    Bueno, podramos decir, entonces en qu quedan los discursos de la identidad social? No los he abolido ya desde todos los sitios que se me ocurren? Como ha sido verdad en el trabajo terico durante los ltimos veinte aos, el momento en el que desaparece un concepto por la puerta de la mano izquierda, regresa por la ventana de la mano derecha, pero no exactamente en el mismo lugar. Hay un momento maravilloso en el texto de Althusser donde dice: Ahora puedo abolir la nocin de las ideas. Y efectivamente escribe la palabra ideas y dibuja una lnea a travs de esta para convencerse de que no necesitamos usar la palabra nunca ms. Exactamente de la misma manera, el viejo discurso del sujeto fue abolido, se le puso en un recipiente profundo y se verti concreto sobre l. No lo veremos nunca ms, cuando, maldita sea, en cerca de cinco minutos estamos hablando de la subjetividad, y del sujeto en el discurso y volvi dando un rugido. As que creo que no es de extraar que, habiendo perdido un sentido de identidad, encontremos que

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    lo necesitamos. Dnde habramos de encontrarlo? Uno de los lugares a los que tenemos que ir ciertamente es el de los lenguajes contemporneos que han redescubierto y reposicionado la nocin del sujeto, de la subjetividad. Esto es, principalmente, los lenguajes del feminismo y del psicoanlisis.

    No quiero examinar este argumento pero quiero decir algo sobre cmo uno puede empezar a pensar las cuestiones de la identidad desde este nuevo conjunto de espacios tericos. Y tengo que hacer esto de manera pragmtica. Tengo que declarar lo que creo, desde esta postura, que es la identidad (y lo que creo que no es) a modo de una especie de protocolo, aunque cada una me podra tomar mucho tiempo. Nos hace tomar consciencia de que las identidades nunca se completan, nunca se terminan, que siempre estn como la subjetividad misma: en proceso. Esto de por s es una tarea bastante difcil. Aunque siempre lo hemos sabido en alguna medida, siempre hemos pensado en nosotros mismos como si llegsemos a ser ms como nosotros mismos cada da. Pero esa es una especie de nocin hegeliana, de ir hacia adelante para encontrar aquello que siempre fuimos. Quiero abrir ese proceso considerablemente. La identidad est siempre en proceso de formacin.

    En segundo lugar, la identidad significa o connota el proceso de identifi-cacin, el proceso de decir que esto aqu es lo mismo que eso, o que somos lo mismo juntos, con respecto a esto. Pero algo que hemos aprendido de toda la discusin sobre la identificacin, en el feminismo y el psicoanlisis, es la medida en que aquella estructura de identificacin est siempre construida a travs de la ambivalencia, siempre construida a travs de la escisin. La escisin entre aquello que uno es y aquello que el otro es. El intento de expulsar al otro hacia otro lado del universo siempre se complica a causa de las relaciones de amor y deseo. Este es un lenguaje diferente del lenguaje de, digamos, los Otros que son completamente distintos a uno mismo.

    ste es el Otro que pertenece al interior de uno. ste es el Otro que uno slo puede conocer desde el lugar en el cual uno est. ste es el yo que se inscribe en la mirada del Otro. Y esta nocin rompe los lmites entre el afuera y el adentro, entre aquellos que pertenecen y aquellos que no, entre aquellos cuyas historias han sido escritas y aquellos de cuyas historias stos han dependido pero cuyas historias no pueden ser habladas. El silencio que existe en lo que puede ser hablado es la nica manera de tratar de alcanzar toda la historia. No hay otra historia que no implique, junto a lo que puede ser hablado, ausencias y silencios. Todo lo que puede ser hablado est en el terreno de las enormes voces que no pueden serlo, que no lo pueden ser todava.

    Esta naturaleza doble del discurso, esta necesidad del yo de tener un Otro, esta inscripcin de la identidad en el aspecto del Otro, encuentra su articulacin de manera profunda en los alcances de un texto dado. Y quiero citar uno que estoy seguro que conocen pero no necesariamente recuerdan, aunque es un momento maravilloso y majestuoso, un momento de Piel negra, mscaras blancas de Fanon, cuando se describe a s mismo como un joven de las Antillas, que se encuentra cara a cara con una nia parisina blanca y su madre. Y la nia jala la mano de su madre y dice, Mira, mam, un

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    hombre negro. Y l dijo, Por primera vez, supe quin era. Por primera vez, sent, simultneamente, como si me hubieran hecho explotar en la mirada, en la violenta mirada del otro, y a la misma vez, se me haba recompuesto como otro. La nocin de la identidad en ese sentido poda contarse como dos historias, sin nunca haber hablado la una a la otra, sin nunca haber tenido ninguna relacin entre s. Al ser traducida del terreno psicoanaltico al histrico, simplemente ya no es sostenible en este mundo cada vez ms globalizado. Sencillamente ya no es sostenible.

    Personas como yo que vinieron a Inglaterra en los aos cincuenta han estado aqu durante siglos; simblicamente, hemos estado aqu durante siglos. Yo estaba regresando a casa. Soy el azcar en el fondo de una taza de t inglesa. Soy la debilidad por el dulce, las plantaciones de azcar que pudrieron generaciones de dientes de nios ingleses. Hay miles de otros aparte de m que son la taza de t en s, no es cierto? Porque no lo cultivan en Lancashire, no es cierto? No existe una sola plantacin de t en el Reino Unido. sta es la simbolizacin de la identidad inglesa, o sea, qu sabe cualquier persona del mundo acerca de un ingls salvo que no puede pasar el da sin una taza de t? De dnde viene? Ceiln, Sri Lanka, India. Esa es la historia de afuera que est dentro de la historia de los ingleses. No hay historia inglesa sin esa otra historia. La nocin de que la identidad est relacionada con personas que se parecen, que se sienten lo mismo, que se llaman lo mismo, es una tontera. Como un proceso, como una narrativa, como un discurso, se cuenta siempre desde la posicin del Otro.

    Ms an, la identidad es siempre en parte una narrativa, siempre en parte una especie de representacin. Est siempre dentro de la representacin. La identidad no es algo que se forma afuera y sobre la que luego contamos historias. Es aquello que es narrado en el yo de uno mismo. Tenemos la nocin de la identidad como algo contradictorio, compuesto de ms de un discurso, compuesto siempre a travs de los silencios del otro, escrito en, y a travs de, la ambivalencia y el deseo. stas son maneras sumamente importantes de intentar pensar una identidad, que no es una totalidad sellada ni cerrada.

    Ahora, dentro de la teora tenemos algunas maneras interesantes de intentar concebir la diferencia de esta manera. Hemos aprendido bastante sobre la diferencia sexual en escritores feministas. Y hemos aprendido mucho con relacin a las cuestiones de la diferencia, a partir de gente como Derrida. Creo que hay algunas maneras importantes en las cuales el uso que da Derrida a la nocin de la diferencia entre difference y diffrance, escrito con una a, es significativo. La a, la anmala a en la ortografa de Derrida de diffrance, que usa como una especie de marca que establece una perturbacin en nuestra comprensin estable de la traduccin, en nuestro concepto de diferencia, es muy importante, porque esa pequea a, por ms perturbadora que sea, que casi no se oye cuando es hablada, pone la palabra en movimiento hacia nuevos significados, y sin embargo no oculta el rastro de los otros significados en su pasado.

    Su sentido de la diffrance, como lo dijo un escritor, se mantiene suspen-dido entre dos verbos franceses, diferenciarse y posponer, que contribuyen

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    a su fuerza textual, y de los cuales ninguno puede captar el sentido de manera total. El lenguaje depende de la diferencia, como ha demostrado Saussure: la estructura de proposiciones distintivas que forman su economa. Pero donde Derrida abre nuevos caminos es en la medida en que diferenciarse se convierte en posponer. Ahora bien, esta nocin de una diffrance no es simplemente un juego de oposiciones binarias reversibles. Ms bien se piensa en la diferencia sexual no simplemente en trminos de una oposicin fija del sexo masculino y femenino, sino de todas esas posiciones anmalas y resbala-dizas que estn siempre en proceso, entre las cuales se abre el continente de la sexualidad, llegando a puntos de perturbacin crecientes. Eso significa ahora la odisea de la diferencia, en el sentido en el que estoy tratando de usarla.

    Eso sobre la diferencia, y se podra hacer la pregunta de dnde entra la identidad en este infinito aplazamiento del significado que se encuentra alojado en la nocin de Derrida del rastro, de algo cuyas races an tienen un significado al mismo tiempo que est, digamos, movindose hacia otro y sintetizando a otro, con interminables cambios y deslizamientos de ese significante. La verdad es que aqu Derrida no nos ayuda a pensar sobre la relacin entre identidad y diferencia tanto como podra. Y los que se apropian de Derrida en Amrica del Norte, especialmente en el pensamiento filos-fico y literario estadounidense, nos ayudan aun menos. A travs de sacar la nocin de diffrance de Derrida directamente de la tensin entre las dos connotaciones textuales, posponer y diferenciarse, y alojarla slo en el juego interminable de la diferencia, en ese preciso momento, se desacopla la poltica de Derrida.

    A partir de aquel momento se desenrolla esa enorme proliferacin de deconstruccin extremadamente sofisticada y juguetona que es una especie de juego acadmico inacabable. Cualquiera lo puede hacer, y se desenrolla ms y ms. Ningn significante se detiene jams, nadie es responsable de ningn significado, todos los rastros se borran. En el momento en que algo se aloja, inmediatamente se borra. Todos la pasan muy bien; van a conferencias y lo logran, por as decirlo. Se desacopla la nocin de la poltica que requiere mantener la tensin entre lo que es tanto situado como no fijado, a travs de la palabra que est siempre en movimiento entre posiciones, la nocin de la poltica que requiere que pensemos tanto en la posicionalidad como en el movimiento, ambos juntos, no en uno y en el otro, no jugando con la diferencia, ni encontrando noches tranquilas en las cuales descansar cobijado por la identidad, sino viviendo en la tensin de la identidad y la diferencia.

    Tenemos entonces que seguir pensando, ms all de lo meramente ldico, en ese juego realmente difcil que el juego de la diferencia representa, hist-ricamente, para nosotros en realidad. Pues si la significacin depende del interminable reposicionamiento de sus trminos diferenciales, el significado en cualquier caso especfico depende de la fijacin contingente y arbitraria, la ruptura necesaria. Es un punto muy simple. El lenguaje es parte de una semiosis infinita del significado. Para decir algo, tengo que callarme. Tengo que construir una sola oracin. S que la siguiente oracin abrir nuevamente la semiosis infinita del significado, entonces retirar lo dicho. Entonces cada parada no es una ruptura natural. No dice: Estoy a punto de terminar una

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    oracin y esa ser la verdad. Entiende que es contingente. Es un posiciona-miento. Es el corte de la ideologa que, a travs de la semiosis del lenguaje, constituye el significado. Pero hay que introducirse en ese juego o nunca diremos absolutamente nada.

    El significado en ese sentido es una apuesta. Se hace una apuesta. No una apuesta por la verdad, sino una apuesta por decir algo. Hay que estar posicionado en algn lugar para poder hablar. Aun si se est posicionado para desposicionarse, aun si quieres retirar lo dicho, tienes que introducirte en el lenguaje para poder salir de l. No hay otra manera. Esa es la paradoja del significado. Pensarlo slo en trminos de la diferencia y no en trminos de la posicin relacional entre el corte del lenguaje suturante, arbitrario y sobredeterminado que dice algo que instantneamente se abre nuevamente al juego del significado; no pensar en el significado siempre, complementa-riamente, no pensar que siempre hay algo que queda, siempre algo que sigue escapando la precisin; el intento de la lengua de codificar, de ser preciso, de fijar, de detener, etc.; no pensarlo de esa manera es perder contacto con los dos extremos necesarios con los cuales tiene que estar relacionada la nueva nocin de la identidad.

    Ahora puedo dirigirme a cuestiones de poltica. En esta concepcin de una identidad que tiene que pensarse a travs de la diferencia, hay una poltica general de lo local para poner en prctica en contra del gran desenvolvimiento dominante, poderoso, tecnolgicamente basado y masivamente invertido de procesos globales que estaba tratando de describir en mi charla anterior y que tienden a obliterar todas las diferencias y a acabar con ellas? Quiere decir, por ponerlo de alguna manera, que son diferentes.

    No hay poltica general. Puede que todo lo que tenemos para poner en prctica contra lo global sea un montn de pequeas polticas locales. No s si eso es cierto o no. Pero quisiera pasar un poco de tiempo ms tarde hablando sobre la poltica cultural de lo local, y de esta nueva nocin de identidad. Pues es en este nuevo marco que la identidad ha ingresado nuevamente a la poltica cultural en Gran Bretaa. La formacin de las disporas negras, en el perodo de migracin de postguerra en los aos cincuenta y sesenta, ha transformado la vida social, econmica y poltica inglesa. En las primeras generaciones, la mayora de la gente tena la misma ilusin que yo: que estaba a punto de regresar a casa. Eso podra haberse debido a que todos siempre me preguntaban cundo regresara a casa. En efecto pensbamos que simplemente bamos a volver a subirnos al barco, estbamos aqu en una estada temporal. Ya en los aos setenta estaba perfectamente claro que no estbamos all en una estada temporal. Algunas personas iban a quedarse y entonces realmente surgi la poltica del racismo.

    Ahora, una de las reacciones principales en contra de la poltica del racismo en Gran Bretaa fue lo que yo llamara la poltica de la identidad 1, la primera forma de la poltica de la identidad. Estaba relacionada con la constitucin de alguna identidad colectiva defensiva en contra de las prcticas de la sociedad racista. Tena que ver con el hecho que se estaba impidiendo el paso de las personas a la nacin mayoritaria y se les negaba una identidad e identificacin

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    dentro de ella, y tenan que encontrar otras races en las cuales sostenerse. Pues las personas tenan que encontrar algn terreno, algn lugar, alguna posicin en la cual colocarse. Impedido cualquier acceso a una identidad inglesa o britnica, las personas tenan que tratar de descubrir quines eran. ste es un momento que defin en mi charla anterior. Es el momento crucial del redescubrimiento o la bsqueda de races.

    En el curso de la bsqueda de races, uno descubri no slo de donde vena, sino que empez a hablar el lenguaje de aquello que es el hogar en el sentido genuino, aquel otro momento crucial que es la recuperacin de las historias perdidas. Esas historias que nunca han sido contadas sobre nosotros mismos, que no podamos aprender en los colegios, que no estaban en ningn libro, y que tenamos que recuperar. ste es un acto enorme de lo que quiero llamar la reidentificacin, la reterritorializacin, y la reidentificacin poltica imaginaria, sin las cuales no podra haberse construido una contrapoltica. No conozco ni un ejemplo de un grupo o categora de gente de los mrgenes, de lo local, que haya sido capaz de movilizarse a s mismo social, cultural, econmica y polticamente en los ltimos veinte o veinticinco aos, y que no haya pasado por algunas series de momentos semejantes a fin de resistir su exclusin, su marginacin. Es as cmo, y dnde, los mrgenes empiezan a hablar. Los mrgenes empiezan a rebatir, los locales empiezan a entrar a la representacin.

    La identidad que aquel enorme espacio poltico produjo en Gran Bretaa, como lo hizo en otras partes, fue la categora negro. Quiero decir algo sobre esta categora que ahora todos damos por sentada. Les contar algunas anc-dotas sobre ella. Fui criado en una familia de clase media baja en Jamaica. Me fui de all a principios de los aos cincuenta para estudiar en Inglaterra. Hasta que me fui, aunque supongo que el 98 % de la poblacin jamaiquina es ya sea negra o de color de una manera u otra, nunca haba escuchado a nadie jams o llamarse a s mismo, o referirse a cualquier otra persona, como negro. Jams. He escuchado otros miles de palabras. Mi abuela poda diferenciar alrededor de quince tonos entre el marrn claro y el marrn oscuro. Cuando me fui de Jamaica, hubo un concurso de belleza en el cual los diferentes tonos de mujeres eran clasificados de acuerdo a diferentes rboles, as que haba la seorita caoba, la seorita nogal, etc.

    La gente piensa que Jamaica es una sociedad simple. En realidad, tuvo el sistema de estratificacin ms complicado del mundo. Qu ejemplo ms digno de semiticos prcticos; cualquiera en mi familia podra calcular y estimar el estatus social de cualquier persona a travs de clasificar la calidad particular de su pelo versus la calidad particular de su familia de procedencia y la calle en la que viva, incluyendo la fisonoma, el tono, etc. Se poda sacrificar una carac-terstica por otra. Comparado con eso, el sistema normal de estratificacin de clase es puro juego de nios. Pero nunca se enunciaba la palabra negro. Por qu? No hay personas negras alrededor? Hay muchas, miles y miles. Lo negro no es cuestin de pigmentacin. Lo negro en el sentido al que estoy aludiendo es una categora histrica, una categora poltica, una categora cultural. En nuestro idioma, en ciertos momentos histricos, tenemos que usar el significante. Tenemos que crear una equivalencia entre cmo se ve la

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    gente y cules son sus historias. Sus historias estn en el pasado, inscritas en sus pieles. Pero no es por sus pieles que son negros en la cabeza.

    Escuch negro por primera vez a raz del movimiento de derechos civiles, a raz de las luchas de decolonizacin y las luchas nacionalistas. Negro fue creada como una categora poltica en cierto momento histrico. Fue creada como una consecuencia de ciertas luchas simblicas e ideolgicas. Dijimos: Se han gastado quinientos, seiscientos, setecientos aos elaborando el simbolismo a travs del cual negro es un factor negativo. Ahora no quiero otro trmino. Quiero ese trmino, ese trmino negativo, ese es el que quiero. Quiero alterar la manera en la cual ha sido articulado en el discurso religioso, en el discurso etnogrfico, en el discurso literario, en el discurso visual. Quiero arrancarlo de su articulacin y rearticularlo de una manera nueva.

    Precisamente en esa lucha se da un cambio de consciencia, un cambio de autorreconocimiento, un nuevo proceso de identificacin, el surgimiento de un sujeto nuevo hacia la visibilidad. Un sujeto que siempre estaba all pero emergiendo, histricamente. Conocen esa historia, pero yo no s si conocen la medida en que esa historia es verdadera en otras partes de las Amricas. Sucedi en Jamaica en los aos setenta. En los aos setenta, por primera vez, las personas negras se reconocieron como negras. Fue la revolucin cultural ms profunda del Caribe, mucho ms grande que cualquier otra revolucin que hayan tenido jams. Esa revolucin en Jamaica nunca ha sido igualada por algo de tan gran alcance como la poltica. La poltica nunca la ha alcanzado.

    Probablemente conocen el momento en el que los lderes de los dos partidos polticos ms importantes de Jamaica trataron de agarrar la mano de Bob Marley. Estaban tratando de poner sus manos en lo negro; Marley representaba lo negro y estaban tratando de agarrar un pedazo del pastel. Si tan slo hubiera mirado en direccin a ellos, los hubiera legitimado. No era la poltica legitimando la cultura, era la cultura legitimando la poltica. Efectivamente, la verdad es que me llamo a m mismo de mltiples maneras. Cuando fui a Inglaterra, no me hubiera llamado a m mismo inmigrante tampoco, que es el nombre con el que se conoca a todos nosotros. No fue hasta que regres a casa a principios de los aos sesenta que mi mam, quien como buena mujer jamaiquina de color y de clase media, odiaba a toda la gente negra (esa es la verdad, saben), me dijo Espero que all no piensen que eres un inmigrante. Yo dije: Bueno, acabo de migrar. Acabo de emigrar. En ese preciso momento, pens eso es exactamente lo que soy. Acabo de dejar mi casa, para siempre. Regres a Inglaterra y me convert en lo que se me haba llamado. Haba sido catalogado como inmigrante. Haba descubierto quin era. Empec a contarme a m mismo la historia de mi migracin.

    Luego estall lo negro y la gente deca, Bueno, eres del Caribe, en el medio de esto, identificndote con lo que est sucediendo, la poblacin negra en Inglaterra: eres negro. En ese preciso momento, mi hijo, que tena dos y medio, estaba aprendiendo los colores. Le dije, trasmitiendo el mensaje al fin T eres negro. Y l dijo: No. Soy marrn. Y yo dije: Referente equivocado, erradamente concreto, error filosfico. No hablo de tu caja de pinturas, hablo

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    de tu cabeza. Eso es algo distinto. La cuestin de aprender, aprender a ser negro. Aprender a entrar en una identificacin. Lo que ese momento permite es que sucedan cosas que no estaban all antes. No es que lo que hace uno entonces estaba escondindose all dentro como un yo verdadero. No haba ni un pedacito de ese yo verdadero all dentro antes de que esa identidad fue aprendida. Aquella es, entonces, la identidad estable?, es all donde estamos? Es all donde est la gente?

    Ahora les contar algo sobre que le ha pasado a esa identidad negra como cuestin de poltica cultural en Gran Bretaa. Esa nocin fue extremadamente importante para las luchas antirracistas de los aos setenta: la nocin de que personas de diversas sociedades y culturas vinieron todas a Gran Bretaa en los aos cincuenta y sesenta como parte de esa inmensa ola de migra-cin desde el Caribe, frica Oriental, el subcontinente asitico, Paquistn, Bangladesh, desde diferentes partes de la India; y que todas se identificaron a s mismas polticamente como negras.

    Lo que dijeron fue: Podra ser que en realidad tengamos colores de piel diferentes pero en relacin con el sistema poltico del racismo, ms es lo que nos une que lo que nos divide. La gente empieza a preguntar: Eres de Jamaica, eres de Trinidad, eres de Barbados? Realmente se puede ver el proceso de divide y vencers. No. Simplemente dirgete a m tal como soy. S que no ves la diferencia, entonces simplemente llmame negro. Intntalo as. Todos nos parecemos, no es cierto? Ciertamente no se ve la diferencia. Solo llmenme negro. Identidad negra. La lucha y la resistencia que constituyeron el antirracismo de los aos setenta slo tuvieron lugar en la comunidad y en las localidades, tras el eslogan de una poltica y experiencia negras.

    En ese momento, el enemigo era la etnicidad. El enemigo tena que ser lo que llamamos el multiculturalismo. Porque el multiculturalismo era preci-samente lo que yo anteriormente haba llamado lo extico. Lo extico de la diferencia. Nadie hablara de racismo pero estaban perfectamente preparados para tener noches internacionales, noches en que todos vendramos y coci-naramos nuestros platos nativos, cantaramos nuestras propias canciones nativas y apareceramos en nuestro propio traje tpico. Es verdad que algunas personas, algunas minoras tnicas en Gran Bretaa, tienen trajes indgenas, estilos muy bonitos de trajes tnicos. Yo no tena. Tuve que rebuscar en la caja de disfraces para encontrar el mo. He estado desarraigado por cuatro-cientos aos. Lo ltimo que voy a hacer es disfrazarme con algn traje nativo jamaicano y aparecer en el espectculo del multiculturalismo.

    Ha desaparecido el momento de la lucha organizada alrededor de esta identidad negra construida? Por supuesto que no. Siempre y cuando aquella sociedad permanezca dentro de sus relaciones econmicas, polticas, cultu-rales y sociales de una manera racista con la variedad de personas negras y tercermundistas en medio de ella, y contina hacindolo, la lucha seguir. Entonces por qu no hablo simplemente de una identidad negra colectiva, reemplazando las otras identidades? No puedo hacer eso tampoco y les voy a decir por qu.

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    La verdad es que con relacin a ciertas cosas, la cuestin de lo negro, en Gran Bretaa, tambin tiene sus silencios. Tena cierta manera de silenciar las experiencias muy especficas de los asiticos. Pues aunque los asiticos pudieran identificarse, polticamente, en la lucha en contra del racismo, cuando les toc introducir su propia cultura como recurso de la resistencia, cuando quisieron escribir de su propia experiencia y reflexionar sobre su propia posicin, cuando quisieron crear, crearon naturalmente dentro de las historias de los lenguajes, la tradicin cultural, las posiciones de personas provenientes de una variedad de orgenes histricos. Y as como lo negro estaba a la vanguardia de una poltica frente a un tipo de enemigo, tambin podra, si no fuera correctamente comprendido, proveer una especie de silenciamiento con relacin a otro origen histrico. stos son los costos, as como las fortalezas, de tratar de pensar en la nocin de lo negro como un esencialismo. Es ms, no slo haba personas asiticas de color, sino tambin personas negras que no se identificaban con esa identidad colectiva. De modo que uno era consciente del hecho de que siempre, al avanzar, era indispensable definir un frente slido para encontrarse con el enemigo, y las diferencias quedaban atrs, rabiando.

    Una tercera manera en la cual lo negro se silenciaba era no considerar algunas de las otras dimensiones que estaban posicionando a individuos y a grupos de exactamente la misma manera. Operar exclusivamente a travs una concepcin simplista de lo negro equivala a reconstituir la autoridad de la masculinidad negra sobre mujeres negras, con respecto a la cual, como estoy seguro que saben, hubo tambin por un largo tiempo un silencio irrompible sobre el que no hablaban ni los hombres negros ms militantes. Organizarse a travs de discursos de la negritud y la masculinidad, de la raza y el gnero, y olvidar la manera en la cual, en el mismo momento, los negros de la clase baja estaban siendo posicionados en trminos de clase, en situaciones de trabajo parecidas a las de ciertos miembros de la clase trabajadora blanca que sufran las mismas privaciones de los trabajos malos y la falta de ascenso que ellos, equivala a omitir la dimensin crtica del posicionamiento.

    Qu hace uno entonces con la poderosa identidad movilizadora de la experiencia negra y de la comunidad negra? La negritud como una iden-tidad poltica a la luz de la comprensin de cualquier identidad siempre est compuesta de manera compleja, siempre se construye histricamente. Nunca est en el mismo sitio sino que siempre es posicional. Uno siempre tiene que pensar en las consecuencias negativas de la posicionalidad. No se pueden invertir, por as decirlo, los discursos de una identidad cualquiera simplemente ponindolos al revs. Cmo es vivir intentando valorizar y derrotar la marginalizacin de la variedad de sujetos negros y realmente empezar a recobrar las historias perdidas de una variedad de experiencias negras, mientras al mismo tiempo se reconoce el fin de cualquier sujeto negro esencial?

    Eso es la poltica de vivir la identidad a travs de la diferencia. Es la poltica de reconocer que todos nosotros estamos compuestos por mltiples identidades sociales, y no por una. Que todos fuimos construidos de manera compleja, a travs de diferentes categoras, diferentes antagonismos, y stas

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    pueden tener el efecto de localizarnos socialmente en mltiples posiciones de marginalidad y subordinacin, pero que todava no actan sobre noso-tros de exactamente la misma manera. Tambin es reconocer que cualquier contra-poltica de lo local que intenta organizar a las personas a travs de su diversidad de identificaciones tiene que ser una lucha que se conduce posicionalmente. Es el comienzo del antirracismo, del anti-sexismo y del anti-clasicismo como guerra de posiciones, como la nocin gramsciana de la guerra de posiciones.

    La nocin de luchas de lo local como una guerra de posiciones es un tipo de poltica muy difcil de entender; ninguno de nosotros sabe cmo llevarla a cabo. Ninguno de nosotros sabe si es que se puede llevar a cabo. Algunos de nosotros hemos tenido que decir que no hay otro juego poltico, as que tenemos que encontrar una manera de jugar ste. Por qu es difcil? Porque no tiene garantas. Ya que las identificaciones cambian y se mueven, las fuerzas polticas y econmicas externas a nosotros pueden trabajar en ellas y articularse de maneras distintas. No hay ninguna garanta poltica en absoluto que ya est inscrita en una identidad. No hay razn en toda la Tierra por la cual una pelcula determinada es buena porque la hizo una persona negra. No hay ninguna garanta en absoluto de que toda la poltica ser correcta porque una mujer la haya llevado a cabo.

    No hay garantas polticas de ese tipo. No es un espacio abierto libre porque la historia ha alojado en l la poderosa organizacin tendencial de un pasado. Portamos los rastros del pasado, las conexiones del pasado. No podemos conducir este tipo de poltica cultural sin regresar al pasado, pero nunca es un regreso de tipo directo y literal. El pasado no nos espera all detrs para que recuperemos nuestras identidades frente a l. Siempre se recuenta, redescubre, reinventa. Tiene que ser narrativizado. Vamos hacia nuestros pasados a travs de la historia, a travs de la memoria, a travs del deseo, no como un hecho literal.

    Es un ejemplo muy importante. Algo de trabajo se ha hecho recientemente, tanto en la historia feminista como en la historia negra y en la historia de la clase obrera que son recuperadas por los testimonios orales de personas que por mucho tiempo, desde el punto de vista del canon y la autoridad de historiador, no han sido consideradas en absoluto sujetos que hacen historia. Ese es un momento muy importante. Pero no es posible usar las historias orales y los testimonios como si fueran literalmente la verdad. Tambin tienen que ser ledos. Tambin son historias, posicionamientos, narrativas. Estn poniendo nuevas narrativas en juego pero no se pueden confundir con algn all detrs real, por medio del cual puede medirse la historia.

    No hay ninguna garanta de autenticad parecida en la historia. As como al tratar de conducir la poltica cultural como guerra de posiciones, uno est siempre en la estrategia de la hegemona. La hegemona no es igual a incorporar a todos, a hacer que todos sean iguales, aunque nueve de cada diez personas que han ledo marginalmente a Gramsci creen que eso es lo que quiere decir. Gramsci usa la nocin de hegemona precisamente para contrarrestar la nocin de incorporacin. La hegemona no es la desaparicin

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    o destruccin de la diferencia. Es la construccin de una voluntad colectiva a travs de la diferencia. Es la articulacin de diferencias que no desaparecen. La clase subalterna no se confunde a s misma con gente que naci en cuna de oro. Sabe que est todava en segundo lugar en la escalera, en algn lugar cerca al fondo. Las personas no son culturalmente tontas. No estn esperando el momento en el que, como una conversin repentina, la falsa consciencia se caer de sus ojos, las vendas se caern, y de repente descubrirn quines son.

    Saben algo acerca de quines son. Si se comprometen en otro proyecto es porque las ha interpelado, aclamado, y ha establecido algn punto de identifi-cacin con ellas. Las ha hecho ingresar al proyecto histrico. Y aquella nocin de una poltica que, por as decirlo, es cada vez ms capaz de dirigirse a las personas a travs de las mltiples identidades que tienen comprendiendo que esas identidades no se mantienen iguales, que son frecuentemente contra-dictorias, que se entrecruzan la una a la otra, que tienden a localizarlos de manera diferente en distintos momentos, conduciendo la poltica a la luz de lo contingente, cara a lo contingente es el nico juego poltico que queda a disposicin de los locales, segn mi punto de vista.

    Si estn esperando una poltica de maniobra, en la que todos los locales en cada parte del mundo se pondrn de pie al mismo momento e irn en la misma direccin y harn retroceder la marea de lo global en una gran actividad histrica, no va a suceder. Ya no creo en eso, creo que es un sueo. Para conducir la poltica en realidad tenemos que vivir fuera del sueo, despertarnos, crecer, entrar en el mundo de la contradiccin. Tenemos que entrar en el mundo de la poltica. No hay otro lugar en el cual colocarse.

    A partir de esa nocin se estn produciendo algunos de los trabajos culturales ms emocionantes en Inglaterra. Hombres y mujeres jvenes negros de la tercera generacin saben que vienen del Caribe, saben que son negros, saben que son britnicos. Quieren hablar desde las tres identidades. No estn dispuestos a abandonar ninguna de ellas. Pondrn en tela de juicio la nocin thatcheriana de la inglesidad [Englishness] porque dicen que esta inglesidad es negra. Pondrn en tela de juicio la nocin de negritud porque quieren establecer una diferenciacin entre gente negra de un tipo de sociedad y gente negra de otra. Porque necesitan saber esa diferencia, la que marca una distincin en cmo escriben su poesa, hacen sus pelculas, en cmo pintan. Marca una distincin. Est inscrita en su trabajo creativo. La necesitan como recurso. Son todas esas identidades a la vez. Estn creando trabajo cultural asombroso, la obra ms importante en las artes visuales. Algunas de las obras ms importantes en el cine y la fotografa, y casi todo el trabajo ms importante en la msica popular, estn viniendo de esta nueva aceptacin de la identidad de la que estoy hablando.

    Muy poco de ese trabajo es visible en otros lugares pero algunos de ustedes han visto, aunque puede ser que no hayan reconocido, su orilla exterior. Algunos de ustedes, por ejemplo, pueden haber visto una pelcula hecha por Stephen Freers y Hanif Kureishi, llamada My Beautiful Laundrette. Fue originalmente creada como una pelcula para la televisin para distribucin

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    local solamente, y fue mostrada una vez en el Festival de Edimburgo donde recibi una recepcin enorme. Si han visto My Beautiful Laundrette sabrn que es uno de los textos ms transgresivos que hay. Cualquier persona que sea negra y que trate de identificarlo, se encuentra con el hecho de que los personajes centrales de esta narrativa son dos hombres homosexuales. Es ms, cualquiera que quiera separar las identidades en sus dos puntos clara-mente distintos descubrir que uno de estos hombres negros homosexuales es blanco y uno de estos hombres negros homosexuales es marrn. Ambos estn luchando en la Gran Bretaa de Thatcher. Uno de ellos tiene un to que es terrateniente pakistan y que est tirando gente negra por la ventana.

    Este es un texto que a nadie le gusta. Todo el mundo lo odia. Vas a l en busca de lo que se llaman imgenes positivas y no hay ninguna. No hay ninguna imagen positiva como aquella con la que uno puede identificarse de manera simple. Porque adems de la poltica y hay ciertamente una poltica en sta y en la otra pelcula de Kureishi, pero no es una poltica que invita a la identificacin fcil tiene otra que est basada en la complejidad de las identificaciones que estn en funcionamiento. Voy a leerles algo que Hanif Kureishi dijo acerca de la cuestin de responder a sus crticos que decan: Por qu no nos cuentas buenas historias sobre nosotros, adems de buenas/malas historias? Por qu tus historias sobre nosotros son mixtas? Habl de la difcil postura moral de un escritor de una comunidad oprimida o perseguida y la relacin de ese escrito con el resto de la sociedad. Dijo que era una situacin relativamente nueva en Inglaterra pero surgir cada vez ms, conforme escritores britnicos con una herencia colonial y desde un pasado colonial o marginal empiecen a afirmarse.

    Dijo que a veces haba una demanda demasiado simple de imgenes posi-tivas. Las imgenes positivas a veces requieren ficciones alentadoras: el autor como un oficial de relaciones pblicas. Y estoy contento de decir que cuanto ms vea My Beautiful Laundrette, menos imgenes positivas poda ver. Si ha de haber una tentativa seria de comprender la Gran Bretaa de hoy en da, con su mezcla de razas y colores, su histeria y desesperacin, entonces escribir acerca de ella tiene que ser complejo. No puede disculparse, ni idealizar. No puede sentimentalizar. No puede tratar de representar cualquier grupo por s solo como el que tiene el monopolio de la virtud total, exclusiva y esencial.

    Una literatura parroquial o de protesta pueril, sea negra, gay o feminista, no es ms polticamente efectiva, a largo plazo, que obras que son meramente relaciones pblicas. Lo que necesitamos, en esta posicin, en este tiempo, es escritura imaginativa que nos d un sentido de los cambios y de las dificultades dentro de nuestra sociedad en general. Si la escritura contempornea, que emerge de los grupos oprimidos ignora las preocupaciones centrales y los conflictos importantes de la sociedad de mayor escala, y si estn dispuestos a simplemente aceptarse como literaturas marginales o de enclave, automtica-mente se designaran como permanentemente menores, como un subgnero. Ahora no deben permitir que sean invisibilizados y marginalizados, de esta manera, colocndose fuera de la vorgine de la historia contempornea.

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    (Luego de la conferencia, la audiencia plante algunas preguntas)Se me ha pedido decir ms sobre por qu hablo de la poltica de lo local. No habl de otras tentativas de construir una poltica alternativa de lo global principalmente porque he estado tratando de examinar la cuestin de la etni-cidad; la cuestin de posicionar, de colocar, que es lo que connota el trmino etnicidad para m en relacin con asuntos de lo local y lo global. Y tambin porque en muchos aspectos no creo que esos intentos de elaborar una poltica alternativa de lo global estn, en el momento, teniendo mucho xito.

    Pero la segunda parte de la pregunta es la ms importante. Por qu slo hablo de lo que es local cuando las cuestiones que parezco estar abordando son, por supuesto, fenmenos muy universales y globales? No establezco esa distincin entre lo local y lo global. Creo que siempre hay una interpretacin de los dos. La cuestin es, cules son los lugares en los cuales podran desa-rrollarse luchas? Me parece que una contrapoltica que est puesta precisa y predominantemente en el nivel de confrontar las fuerzas globales que estn tratando de rehacer y recapturar el mundo en este momento, y que se conduce simplemente a ese nivel, no est avanzando mucho.

    Sin embargo donde s parece que se encuentra la habilidad de desarrollar contramovimientos, resistencias y contrapolticas es en los lugares que estn localizados. No quiero decir que lo que tratan son cosas locales, sino que los sitios donde emergen como escenario poltico estn localizados porque estn separados los unos de los otros; no son fciles de conectar o articular en una lucha mayor. Entonces, uso lo local y lo global como prismas para observar una misma cosa. Pero tienen apariciones, puntos de aparicin y escenarios pertinentes en diferentes lugares.

    Hay, por ejemplo, ecolgicamente, una tentativa de establecer una contra-poltica del planeta como espacio nico y que, por supuesto, es importante. Y si yo hubiera tomado la cuestin de la ecologa en vez de la etnicidad como prisma a travs del cual hablaba, la historia hubiera sido contada de manera muy distinta. Yo insinu eso en mi primera charla cuando dije que la consciencia ecolgica estaba constituyendo el sentido de lo global, y esto no coincide necesariamente con el Occidente avanzado.

    Entonces se est jugando ms que un juego poltico nico. Este no es el nico juego. Pero si llegaste a l a travs de la cuestin de por dnde los que han ingresado a la representacin, a la poltica lo han logrado digamos, a travs de los movimientos polticos que han sido muy poderosos e impor-tantes en el mundo de la postguerra, y especialmente en los ltimos veinte aos lo que parece que es su dificultad es, precisamente, su incapacidad para conectarse en una poltica global. Pero cuando tratan de determinar si es que son capaces de resistir, de movilizar, de decir algo distinto al globalismo en un nivel ms local, parecen estar ms adheridos al presente histrico. Es por esa razn por la cual enfoqu la historia desde ese punto de vista. Pero estara mal pensar que se trabaja ya sea en uno u otro, que los dos no estn constantemente intercambindose.

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    Lo que trat de decir en mi primera charla fue que lo que usualmente llamo lo global, lejos de ser algo que, de un modo sistemtico, cubre todo, creando similitud, en realidad funciona a travs de la particularidad, negocia espacios particulares, etnicidades particulares, funciona a travs de movi-lizar identidades particulares, etc. Entonces siempre hay una dialctica, una dialctica continua, entre lo local y lo global. Trat de identificar aquellas identidades sociales colectivas con relacin a ciertos procesos histricos. Las otras, sobre las cuales se ha hablado, son estructuras muy importantes, tales como adentro/afuera, normal/patolgico, etc. Pero parecen recurrir: hay maneras en las cuales se viven las otras identidades. Uno sabe que si ests dentro de la clase, entonces perteneces. Si se est afuera, entonces se es algo patolgico, no normal o anormal, o desviado.

    Por lo tanto pienso en esas identidades de un modo un poco distinto. Pienso en ellas como maneras de categorizar quin est dentro y quin est fuera de cualquiera de las otras identidades sociales. Estaba tratando de iden-tificar, histricamente, las que creo que son algunas de las ms importantes que existen. Si se deca quin era uno entonces se podra decir de dnde era; en trminos generales, a qu raza se perteneca, el estado-nacin del cual se era ciudadano o sujeto; una posicin de clase, una posicin de gnero esta-blecida y relativamente segura. Se saba dnde encajaba uno en el mundo. Eso es lo que quise decir, mientras que la mayora de nosotros vive ahora con un sentido de una pluralidad mucho mayor, un sentido del carcter inacabado de cada una de aquellas. No es que hayan desaparecido pero no nos fijan en un lugar, no nos localizan de la manera en que lo hacan en el pasado.

    En relacin con una segunda pregunta, sobre qu se impuso sobre nosotros: fue la poltica. Lo que cambi fue nuestra tentativa de comprender por qu nunca apareci el escenario del sujeto revolucionario de clase. Qu le pas? Hubo algunos momentos en los que apareci. Cundo fueron aquellos? Cuando uno mira hacia atrs histricamente y observa esos momentos, tampoco estuvieron en el escenario como deberan haber estado. En el ao 1917 no encontramos el sujeto de la clase obrera rusa unitaria, ya identifi-cada, haciendo el futuro. No era eso! La Revolucin China no fue tampoco eso. Ni lo fue el siglo XVII, la historia de la burguesa ya formada entrando en escena. En realidad, no entran en la escena poltica sino hasta dentro de doscientos aos despus.

    Entonces si es una revolucin burguesa en el sentido amplio, no puede especificarse en trminos de los actores histricos en s. Entonces, tuvimos una manera de aguantar aquello por un tiempo muy largo. Est en camino. Por supuesto, es ms complejo que eso, pero las coordenadas bsicas todava estn bien. Pero entonces, uno se pregunta, qu poltica emerge como resultado de pensar que nunca realmente sucedi as, pero un da s lo har? Luego de un tiempo, si uno realmente est tratando de ser polticamente activo, en ese marco se tiene que decirte a s mismo: podra ser que esa sea la pregunta equivocada. Puede ser que uno en realidad no est haciendo algo ahora porque crea que algo en la obra, algn Deux ex machina, alguna ley de la historia que no se comprende, va a hacer que todo est bien. Es difcil describir este momento. Es un momento como el despertarse. De repente

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    se da uno cuenta que se est dependiendo de la historia para hacer lo que no puede hacer uno mismo. Se desdea la poltica pero la Historia, con la H en mayscula, va a salir disparada de la boca de alguien, faltando cinco minutos para la medianoche, y har que todo est bien. O la Economa va a marchar a la escena y decir lo has malentendido todo, sabes? Deberas estar all: ests en el proletariado. Deberas estar pensando eso. Organizarnos a todos, no es cierto? Y estamos esperando ese momento; esperando, espe-rando, esperndolo por doscientos aos.

    Quizs no se est esperando lo correcto. No es que las revelaciones de la historia, esa teora, esa narrativa estuvieran mal; eso no es lo que estoy tratando de derrocar. Estoy tratando de derrocar el momento de la garanta poltica que est alojado en todo eso, porque entonces uno no conduce la poltica de manera contingente; no la conduce posicionalmente. Se piensa que alguien ha preparado las posiciones para uno. Esto es un asunto muy prctico. Se ingresa a la huelga de los mineros, a la que los britnicos ingresaron a principios de los aos ochenta, el nico enfrentamiento industrial importante, durante el gobierno de Thatcher, contando con que la clase obrera industrial estaba unificada, respaldndote, cuando en realidad no lo estaba. Y no se despleg una poltica que tuviera la ms remota oportunidad de unificarla porque se asuma que estaba ya unificada.

    Si se lo dice siete veces, estara unificada. As que el lder de los mineros lo dijo siete veces. La fuerza de la clase obrera industrial unificada est ahora en un enfrentamiento cara a cara con Thatcher. No lo estaba. Era la poltica incorrecta. No la lucha incorrecta, sino la poltica incorrecta, conducida de la manera errnea, a la luz de alguna esperanza de que la historia iba a rescatar esta historia ms simple a partir de la ms compleja.

    Si se pierden suficientes batallas de esa manera, simplemente ya no se juega ese juego. Se tiene que jugarlo de manera distinta. Se tiene que tratar de hacer alguna poltica a partir de personas que insisten en seguir siendo diferentes. Uno est esperando que ellos se vuelvan todos iguales. Antes de logar hacerlos ingresar al mismo movimiento poltico, uno estar aqu hasta el Juicio Final. Uno tiene que fabricarlos a partir de las personas que hay alrededor, y no a partir de otra cosa llamada socialismo o lo que sea. Fabri-camos una historia a partir de quimeras. Repentinamente uno lo empieza a ver como una manera de poder dormir de noche: Lo ech a perder. Ese se me pas. La manera en que la izquierda constantemente se deca que todas sus prdidas eran victorias, recuerdan? Acabo de ganar aquello a pesar que lo perd, no es cierto? Lo perd heroicamente.Pregunta: Podra entonces decir algo en relacin a cmo sera ganar una? Podra decir algo sobre qu posibilidad ve para reconstruir otra poltica, diferente de aquella que Arthur Scargill encabez en la lucha de los mineros? Y sobre qu posibilidad tiene aquello para echar abajo esa consciencia exclusivista, solidificada y ego-identificada?Hall: Las posibilidades de eso no son muy buenas porque la izquierda est todava atiborrada de la antigua nocin de la identidad, y es por eso que estoy pensando en aquello. Todava est esperando que las viejas identidades

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    regresen al escenario. No reconoce que est en un juego poltico diferente, del que se requiere que articule, precisamente, diferencias que ya no pueden sintetizarse ms ni representarse en ese cuerpo unificado. Entonces, no sabemos si podemos cambiar ese pensamiento antiguo lo suficiente como para comenzar a preguntar cmo sera una poltica as.

    De eso sabemos un poquito. Yo s creo, sin ser romntico en relacin a ello, que el perodo de la GLC [Municipalidad Mayor de Londres] en Londres fue muy innovador, pero no puede repetirse en otro sitio. Fue juntar grupos y movimientos que seguan siendo iguales y sin embargo mantenan sus dife-rencias. Ninguno que vino a la GLC dijo Me olvidar que soy un grupo negro activista porque ahora estoy en el mismo cuarto que un grupo feminista. Lo que se escuchaba all era precisamente lo opuesto de cmo usualmente concebimos ahora la conversacin de un sujeto poltico colectivo naciente.

    Pensamos en una discusin agradable, educada, consensual, en la que todos estn de acuerdo. Lo que se escuchaba all fue la verdadera natura-leza de la democracia: un fuerte pleito absolutamente interminable. Gente golpenado la mesa, insistiendo: No me pidas que me ponga en fila detrs de tu pancarta, porque eso slo implica olvidarme de quin soy. Aquel pleito, el sonido de las personas realmente negociando sus diferencias al aire libre, detrs del programa colectivo, es el sonido que estoy esperando. Pienso que hizo algo, abri algunas posibilidades. Mostr que era posible. Tuvo exacta-mente lo que siempre tiene la poltica, que es la prueba, que las diferencias no se mantienen iguales a consecuencia de la articulacin. Un grupo tiene que asumir la agenda del otro. Tiene que transformarse al entrar en alianza, o algn tipo de formacin, con el otro. Tiene que aprender algo de la otredad que cre la otra circunscripcin electoral. No lo malinterpreta, no piensa que se vuelve ese otro, pero tiene que tomarlo en cuenta. Tiene que luchar con l para establecer algn conjunto de prioridades.

    Ese es el sonido que uno est esperando pero en general, no es el sonido que se escucha en la poltica que se opone al thatcherismo. Uno est escuchando: Regresemos a las antiguas circunscripciones. Pnganse en fila detrs de nosotros. Los antiguos partidos volvern. No lo creo. Mi opinin es que el thatcherismo est ms arraigado que eso, en realidad est moviendo el piso desde abajo, la posibilidad de un regreso a aquella antigua forma de poltica. Entonces, si me preguntas cules son las posibilidades, dira que su primera etapa est entre nosotros. Consiste en discutir, entre nosotros, la direccin en la cual conviene ir antes que uno comience a desarrollarlo.

    Pero s creo que all hay posibilidades. Creo que la razn por la que, a pesar del hecho que la GLC nunca estuvo por debajo de 60 o 65 % de popularidad en las encuestas, el thatcherismo lo destruy de todas maneras, fue porque entendi su potencial como presagio. Entendi que si lograba persistir, y hacer algunos cambios en las vidas de una variedad de diferentes grupos de electores potenciales en esa ciudad, otros pueblos empezaran a decir: Aqu hay un modelo distinto. Aqu hay un camino diferente. Qu querra decir eso en una escala ms nacional? Qu querra decir en otra parte del pas donde los electores potenciales son distintos?

  • 335Antiguas y nuevas identidades y etnicidades

    Pienso que el thatcherismo comprendi aquello y lo mand a volar. Lo destruy por decreto legislativo. Eso te dice cun importante saban que era en realidad. La popularidad y el alcance hegemnico del thatcherismo surgen precisamente del hecho de que articula las diferencias. La cantidad de personas que estn cien por ciento de acuerdo con el proyecto en todos sus frentes es ciertamente muy pequea. Lo que es fantstico el thatcherismo es en su destreza para movilizar las diferentes minoras y enfrentarlas unas contra otras. Su juego es el de articular diferencias. Siempre trata de condensarlas dentro de algo que llama el sujeto thatcherista, pero no hay tal cosa. Es una representacin poltica. Es la condensacin de una variedad de diferentes identidades. Se aprovecha de la diferencia, y a travs de la diferencia, todo el tiempo. Trata de representar esa diferencia como la misma. Pero no se confundan con relacin a eso. No creo que sea as.

    Al conducir la poltica contrahegemnica que he estado tratando de describir no se tiene ninguna garanta de ganar. Todo lo que digo es que hay una diferencia entre la poltica de la posicionalidad que he estado delineando y algunas polticas unitarias que son exitosas, que es el thatcherismo. Esa no es la diferencia. La diferencia es entre dos polticas de la posicionalidad: una bien conducida y una que es conducida con mucho desgano, y que ciertamente no est siendo conducida en absoluto. El thatcherismo es hegemnico porque es capaz de abordar las identidades de una variedad de personas, que nunca antes haban estado en el mismo campo poltico. Lo hace de una manera muy compleja a travs de siempre atender, por medio de su programa poltico, social, moral y econmico a las cuestiones culturales e ideolgicas, movilizando siempre aquello que representa como presente desde ya. Dice la mayora de la gente inglesa, la mayora de gente britnica. Todava no tiene una mayora. Es convocar a la mayora y decir que ya es una mayora. Y en la mayora se encuentran una variedad de personas de diferentes clases, gneros, ocupaciones, de diferentes partes del pas. Eso es lo que es la mayora thacherista.

    La prxima vez no ser exactamente igual. No puede reproducirse a s misma. No es el sujeto de clase esencial. Esa no es la poltica del thacherismo. Efectivamente, todo lo contrario. En mi opinin, nadie entiende a Gramsci mejor que la seora Thatcher. Nunca lo ha ledo pero s sabe que la poltica hoy en da se conduce a travs de la articulacin de diferentes instancias. Sabe que la poltica se conduce en diferentes frentes. Se tiene que tener una variedad de programas; siempre se est tratando de construir una voluntad colectiva porque ninguna posicin socio-econmica la dar as no ms. Ella sabe esas cosas. Nosotros leemos a Gramsci hasta el cansancio y no sabemos cmo hacerlo. Lo de ella se llama el gramscismo instintivo. El gramscismo instintivo es lo que nos est ganando, no el antiguo sujeto de clase colectivo.Pregunta: Esta idea de las identidades mltiples, que representaste en una especie de grfico circular. Diste un ejemplo de personas que son caribeas, britnicas y negras. Hay ah el cinco o diez por ciento de algo que puede ser llamado la humanidad?Hall: No creo que haya. Creo que lo que llamamos lo global est siempre compuesto de una variedad de particularidades articuladas. Creo que lo global

  • 336 Stuart Hall

    es la autopresentacin de lo particular dominante. Es una manera en la cual lo particular dominante se localiza y se naturaliza y asocia consigo mismo una variedad de otras minoras. Lo que creo que es peligroso es identificar lo global con esa especie de denominador comn subyacente compartido por todos los seres humanos. En ese sentido, no soy un humanista. No creo que podamos movilizar a las personas simplemente a travs su humanidad comn. Puede ser que llegue ese da pero no creo que estemos all todava. Los recursos tanto de los poderosos como de los que no lo son, ambos siempre nos acercamos a aquellos momentos universales situndonos mediante alguna particularidad. Entonces pienso en lo global como algo que tiene ms relacin con el movi-miento hegemnico con una cierta configuracin de las particularidades locales que intentan dominar toda la escena, movilizar la tecnologa e incorporar, en posiciones subalternas, una variedad de identidades ms localizadas para construir el siguiente proyecto histrico. Estoy usando trminos de Gramsci deliberadamente construir el proyecto hegemnico, el proyecto hist-rico, donde est alojada una variedad de diferencias pero que estn todas comprometidas, ya sea en una posicin dominante o en una subalterna, con un proyecto histrico singular, que es el proyecto de la globalizacin, que es del tipo de lo que ests hablando.

    Eso es lo que es universal. Creo que universal siempre est entre comillas. Es el aspecto universalizante, el proyecto universalizante, la esperanza univer-salizante de ser universal. Es como la frase de la seora Thatcher, toda la gente britnica. Es una manera de tratar de decir que ahora todos estn dentro de esta forma particular de globalizacin. Y en ese mismo momento, ah estoy yo. Sigo siendo marxista. Este mismo momento, cada vez que el discurso se declara cerrado, es el momento en el que uno sabe que es contradictorio. Como cuando dice: Todo est dentro de mi mochila. Acabo de apoderarme de todos ustedes. Ahora tengo un pedazo de cada uno de ustedes. Ests dentro de la bolsa. Puedo cerrarla? No.

    Algo est a punto de desarticular todo esto y presentar un problema. La hegemona, en ese sentido, nunca se completa. Siempre trata de encerrar ms diferencia dentro de s misma. No quiere que las diferencias se vean exacta-mente igual a ella. Pero quiere que los proyectos de sus identidades individuales, y ms pequeas, sean posibles slo si la ms grande se vuelve posible. As es cmo el thatcherismo coloca identidades ms pequeas dentro de s mismo. Quieres tener la familia tradicional? No puedes hacerlo por ti mismo porque depende de elementos polticos y econmicos ms grandes. Si quieres hacer eso, debes ingresar a mi proyecto ms grande. Debes identificarte con cosas ms grandes dentro de mi proyecto. Es as como te conviertes en parte de la historia. Te conviertes en una pequea pieza en la parte ms grande de la historia.

    Ahora, esto es muy diferente a decir Quiero que todos sean exactamente una rplica ma. Es ms complicado. Pero hay un momento en el que algo siempre se declara universal y cerrado y ese es el momento de la naturalizacin. Ese es el momento cuando quiere que sus lmites sean colindantes con la verdad, con la realidad de la historia. Y eso siempre es lo que creo que se le escapa. Esa es mi esperanza. Ms vale que algo se le est escapando.